Jesús eligió doce apóstoles para que fueran testigos privilegiados de su vida,
en especial de su pasión, muerte y resurrección. Este grupo de doce, que al
principio se le llama genéricamente “apóstoles”, es consciente de ser
depositario de un encargo concreto y forma un “colegio” entorno al apóstol
Pedro.
Los apóstoles no se sienten fundadores de nada. La Iglesia no nace a partir
de una “constitución” o “ley fundante” recogida en un libro. El fundador de
la Iglesia es Jesús de Nazaret, y la fundación no tiene lugar en un momento
puntual, sino se da progresivamente a medida que Jesús va desarrollando
su misión. Las comunidades de la Iglesia primitiva rápidamente adoptan
una estructura familiar (papá, hijos, hermanos). Reflejan de algún modo el
vínculo que les une y la novedosa relación que establecen con el Dios
cristiano (Padre-Hijo-Espíritu Santo). Tienen un padre común, un apóstol,
que con su vida y enseñanzas hace presente a Jesús, único maestro y pastor
de la comunidad, que a su vez los incorpora a la comunión con el Padre en
el amor del Espíritu Santo.
La función de los apóstoles no se agota en su propia vida. La Iglesia ha de
permanecer hasta el final de los tiempos. Necesariamente tienen que venir
unos sucesores. Este elemento, el de la “sucesión”, es muy importante. Tan
importante, que hasta para el apóstol Judas Iscariote, el traidor, se elige un
sucesor, alguien que “ocupe su lugar”, “pues –como dice la Sagrada
Escritura- se contaba entre nosotros y se le había hecho partícipe de este
ministerio” (Hch 1, 17).
El Papa es el obispo de Roma, sucesor de San Pedro
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“Recibir el
ministerio
apostólico
implica
convertirse en
eslabón de una
cadena
ininterrumpida
que lleva hasta
Cristo.”
”.
“La función de los
apóstoles no se
agota en su propia
vida. La Iglesia ha
de permanecer
hasta el final de los
tiempos.”
La transmisión del ministerio de apóstol va acompañada de diferentes
signos, algunos varían según la época. Hay uno que ha estado siempre
presente: la imposición de las manos, un gesto sencillo que evoca la
acción del Espíritu Santo sobre el fiel. Recibir el ministerio apostólico
implica convertirse en eslabón de una cadena ininterrumpida que lleva
hasta Cristo.
Con el paso del tiempo, los que reciben el ministerio de apóstol son
llamados obispos, y fueron revestidos de signos que resaltan su
misión. El obispo tiene por misión hacer presente a Cristo cabeza,
maestro y pastor de la Iglesia. Dicho en de otro modo, el obispo es un
padre de familia, que cuida de los suyos y les da el alimento necesario.
Es el Buen Pastor que conduce al rebaño de Cristo hacía “verdes
praderas”, es decir, hacia ese lugar donde toda esperanza quedará
colmada. La figura de pastor viene resaltada por uso del palio, una
prenda elaborada de lana de oveja que el obispo lleva en las
celebraciones solemnes de la Misa sobre los hombros. El palio
representa a la oveja que el buen pastor encuentra, toma sobre sí, y
reconduce al rebaño. Otro signo de pastor es el báculo, consiste en un
cayado como el que los pastores utilizan para para prender y retener
las ovejas. Simboliza la buena doctrina y que el obispo es quien guía
por el buen camino.
Dentro del grupo de apóstoles, la persona de Pedro es central. Jesús
mismo lo pone al frente de los doce. Su misión: ser roca, “atar y
desatar”, confirmar en la fe a sus hermanos, y apacentar el rebaño de
Cristo. Es signo de unidad de los apóstoles entre sí y con la Cabeza de
la Iglesia que es Cristo.
Pedro muere en Roma, capital del Imperio Romano. Desde entonces, la
sede del sucesor de Pedro es Roma. La centralidad de esta ciudad no
siempre ha sido bien entendida. Para algunos es la sede de un poder
temporal. Actualmente la Sede de Pedro cuenta con un pequeño
territorio que le da independencia para ejercer adecuadamente su
misión. Indistintamente de su configuración temporal, los cristianos
siempre han tenido claro que estar unido a Pedro, a Roma, es estar
unido a Cristo.
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“Pedro muere en
Roma, capital del
Imperio Romano.
Desde entonces, la
sede del sucesor de
Pedro es Roma.”
“Los cristianos
siempre han
tenido claro que
estar unido a
Pedro, a Roma, es
estar unido a
Cristo.”