El primer Bernard-Marie Koltès:
búsqueda y elaboración de una poética
Durante algunos años se creyó en el mundo
teatral hispánico que La noche justo antes de los
bosques, fechada en el cierre del texto en 1977,
era la primera obra dramática de Bernard-Marie
Koltès . Pero a mediados de la década del
noventa su hermano y heredero, François Koltès,
decidió poner en circulación a través de Éditions
de Minuit piezas teatrales anteriores, dos de las cuales se recogen en el
flamante volumen con el que Colihue Teatro abrió la Serie Dramaturgias del
Mundo (2008): L‘Heritage (La herencia), de 1972, y Sallinger, de 1977.
Si bien ambas pertenecen al período inicial, François Koltès plantea una
diferencia entre L'Heritage y Sallinger. Ha señalado que, tras la muerte de
Bernard-Marie en 1989, se publicaron “textes de lui qu’il avait pleinement
assumés de son vivant” , entre los que incluye a Sallinger, impreso por Minuit
en 1995. El caso de L’Heritage es diferente: pertenece a un grupo de textos
inéditos, correspondientes a los años más tempranos, entre 1970-1974, que
circulaban en borradores entre amigos de Bernard-Marie y que François se
propuso fijar definitivamente a través de la publicación de los “manuscrits
originaux annotés et corrigés par l‘auteur” ; así Minuit edita L’Heritage, en 1998,
casi diez años después de la muerte de Koltès y un cuarto de siglo más tarde
de su primera transmisión radiofónica en 1972.
El volumen Teatro editado por Colihue se abre, entonces, con tres obras del
período 1970-1977. No cabe duda de que la tercera, La noche justo antes de
los bosques, concluida por Koltès a los 29 años, es ya una obra maestra, en
cambio de La herencia y Sallinger puede decirse que poseen valores en sí,
pero interesan más como documentos que informan sobre los primeros pasos
dramatúrgicos de Koltès, sobre su proyecto teatral originario y la progresiva
configuración de su poética. Cuando escribe La herencia Koltèstiene alrededor
de 23 años y es evidente -por las didascalias de la pieza- que todavía piensa el
teatro más como una práctica subsidiaria de la literatura que caracterizada por
los saberes específicos de la escena. Justamente Koltès ingresa a la
dramaturgia de la mano de textos propios de alto estatuto literario (Les
amertumes, L'Heritage) o de obras literarias de otros, ya que en 1971 realiza
además dos adaptaciones teatrales: Procès ivre (Proceso ebrio)y La marche
(La marcha), versiones -respectivamente- de la novela Crimen y castigo de
Fedor Dostoievski y del bíblico Cantar de los Cantares.
L'Heritage: rechazar el mundo de los padres
La temprana L'Heritage deja apenas entrever al Koltès que conquistará un
lugar en la dramaturgia mundial, pero ya están en ella muchos de los núcleos
poéticos -morfológicos, tematológicos, semánticos, epistemológicos- de su
teatro posterior. La herencia -que ha sido llevada a escena en escasas
oportunidades, si se la compara con otras obras canónicas del dramaturgo-
plantea una utopía negativa: Koltès imagina el fin del mundo presente por los
efectos de una peste tan devastadora como misteriosa ("Todo ha muerto", dice
uno de los personajes), y el pasaje a un nuevo estadio de la humanidad
incierto, seguramente horroroso, cuyo destino se juega en la guerra, y que "el
heredero" no deseará conocer. Como la posterior Sallinger, la pieza se abre
con la imagen de un muerto muy significativo, cuya desaparición afecta en
profundidad y reorganiza necesariamente la situación del resto de los
personajes; en el caso de La herencia, se trata del padre de Pahiquial, cuyo
cadáver, en su ataúd, preside el centro de la primera escena . Ese padre
muerto adquirirá en el devenir de la pieza una dimensión simbólica que excede
los vínculos familiares. Pahiquial, el heredero que no quiere heredar, rechaza el
mundo de sus padres, prefiere abandonar la "casa", dejarlo todo, siente asco
por su madre Anne-Agathe y no está dispuesto a confiar en ella. Pero el hijo del
padre muerto sólo es capaz de una respuesta negativa: no propondrá ni una
regeneración ni un mundo alternativo, está en la antípoda de los "jóvenes" que
van a cambiar el mundo. Se va produciendo en él una interiorización de la
muerte, que culmina en la escena final, sin palabras, con una agonía por la que
puede interpretarse que Pahiquial se ha suicidado. El joven, la esperanza del
futuro, se autoanula. La negación a heredar el mundo de los padres puede
conectarse con la lectura koltesiana del malestar expresado en las revueltas
del Mayo Francés, con los cambios históricos que marcan la ruptura en la
cadena de transmisión de la experiencia, y, por extensión, con el avance
disolutivo de la Postmodernidad, que para algunos historiadores comienza a
dar señales de afianzamiento a principios de los setenta, en sincronía con el
momento de escritura de La herencia.
Es indudable que Koltès encuentra en este símbolo -el mundo como un orbe
infernal donde sólo prosperan la muerte y la violencia- un instrumento de crítica
al orden occidental contemporáneo. Ariée afirma que "el mundo es una
enfermedad viral y hay que cuidarse" y Pahiquial, en medio del caos, elige
dejarlo todo y volver a la tierra, "donde hundirse un poco". La ciudad está
incendiada, queda desierta o sólo habitada por extraños personajes, y es
invadida por "perros, obscenos, mojados, jadeantes y juguetones", que se
aparean, babeantes, con los ojos llenos de sangre. Si la ciudad se llena de
perros es porque "hace años que las mujeres sólo paren perros", como aclara
Thérèse, quien en estado mediúmnico afirma:
"Estamos en tiempo de guerra. Siento que la guerra emana de nosotros y que
me hace perder el equilibrio. Veo diez mil guerras, tantas guerras como
personas, hay demasiadas guerras, los efectivos son insuficientes en cada
campo, todos tienen la misma resistencia, nunca terminaremos".
Pero en esta guerra todo es confuso: "Ya no sé quién es el enemigo, ya no sé
quién es el amigo, no sé de qué lado estoy, pero me da igual", expresa Anna-
Agathe.
Lo cierto es que el joven Pahiquial -cuya fuerza, según su madre, proviene de
su virginidad- no asume una pelea política, ni en lo macropolítico partidista ni
en lo micropolítico, no ingresa en ningún bando ni ofrece resistencia, sólo
prefiere ausentarse. No propone un plan, ni otra visión de mundo: se limita a
rechazar toda herencia y a deslizarse hacia la muerte, en un explícito deseo de
la nada, de acabar con el mundo. Es acaso el adelanto de la imagen del
hombre como "nullité", como "cero", que aparece en La noche justo antes de
los bosques y Koltès retoma en En la soledad de los campos de algodón. La
relación con los hombres le resulta a Pahiquial conflictiva, dilemática: "¿No es
acaso de verdad imposible vivir con usted sin estar obligado a defraudar o a
atrincherarse?", una observación que parece reelaborarse en el mandato de
"golpear primero" de En la soledad... No es el hombre el interlocutor posible en
este mundo: "Sólo me queda la noche con quien poder hablar y ser oído". La
visión negativa de la realidad política y social, la desconfianza de la
macropolítica y el poder (representado aquí por el ejército que avanza y al que
hay que sumarse, según Ariée), el horror ante la lógica del poder, la definición
antropológica desde la violencia, el avance de la muerte y la disolución, el
sentimiento de estar asistiendo a lo meramente apariencial y la consecuencia
desconfianza en la percepción y en el comportamiento de los otros hombres, la
noche como cronotopo son algunos de los núcleos tematológicos que Koltès
retomará con variaciones poéticas en sus piezas posteriores.
Entre los procedimientos morfológicos más destacables de esta pieza inicial, y
especialmente entre los que regresan en su obra posterior con variaciones, se
cuentan:
- la alteración de la linealidad episódica del drama realista por el uso de la
elipsis, la conexión indirecta u oblicua entre los acontecimientos y la
preeminencia de núcleos de acción verbal, propios de un "teatro estático" de
raigambre simbolista;
- la creación de personajes y situaciones que, si bien guardan un enlace
referencial con el régimen de experiencia social, resultan extraños, jeroglíficos,
en trance, iluminados, más cercanos a la videncia esencialista del simbolismo
que al efecto de contigüidad con la empiria y su observación propios del
realismo;
- el trabajo experimental, de investigación con los discursos monologales,
incluso cuando en apariencia los personajes se comunican entre sí, discursos
monologales de formas diversas que tienden a valorar la palabra interior,
iluminada;
- en relación con el anterior, la polifonía resultante de la encarnación de
diferentes maneras de concebir el mundo en los distintos personajes, y la
consecuente relevancia que se le otorga a cada uno de ellos (Pahiquial, Anne-
Agathe, Thérèse, Constantin y Ariée, cada uno tiene a su turno la posibilidad de
expresar esa visión, siquiera incompleta o fragmentariamente; si bien Pahiquial
es el personaje que organiza la estructura narrativa del texto, su visión no
anula, neutraliza o subsume las de los otros personajes, que funcionan como el
despliegue de una constelación de visiones, cada uno de ellos posee su valor
de personaje simbólico;
- la puesta en suspenso de la resolución ontológica de algunas escenas: en
situaciones como las de Ariée maquillándose o de Anne-Agathe persiguiendo
una sombra, no se puede definir el "estatuto de realidad": ¿acontecen en el
mundo objetivo-intersubjetivo que comparten todos los personajes, o en la
conciencia de los personajes (encarnada escénicamente a la manera del
expresionismo), o en un espacio pre-extensivo no identificable ni con el común
mundo compartido ni con la subjetividad de los personajes, o en un espacio
simbólico (a la manera del simbolista) que opera como enunciación metafísica
de lo real?;
-la escasa provisión de matrices de representación destinadas a una
explicitación de los códigos pragmáticos de puesta en escena, escasez que en
proporción indirecta acentúa el carácter literario de esta primera dramaturgia de
Koltès, un teatro más pensado para ser leído -en libro o en el formato del
"teatro leído" o "semimontado".
La mencionada puesta en suspenso de la resolución ontológica se conecta con
la base epistemológica del teatro posmoderno, que deliberadamente busca no
resolver en qué plano del ser trabaja la poética y cómo piensa sus relaciones y
su articulación con el mundo extrapoético . Se trataría en este sentido de una
avanzada de Koltès; La herencia sienta las bases del desarrollo de esta poética
postmoderna, que todavía parece mantenerse aferrada a la "herencia" del
drama simbolista, aspecto en el que Koltès vuelve a insistir cuando escribe
Sallinger.
Sallinger: Estados Unidos y el filicidio
Como el título de la obra lo indica, Sallinger (1977) remite al corpus narrativo y
a la figura del gran escritor norteamericano Jerome David Salinger (New York,
1919), a quien Koltès admira y cuyos cuatro libros evidencia conocer en detalle:
la novela The Catcher in the Rye (El guardián en el centeno, también traducido
como El cazador oculto), 1951; Nine Stories (Nueve cuentos), 1953; la novela
en dos partes Franny and Zooey (Franny y Zooey), 1961; las nouvelles Raise
high the Roof Beam Carpenters and Seymour: an introduction (Levantad,
carpinteros, la viga del tejado y Seymour: una introducción), 1963.Una
producción no muy extensa, pero de gran relevancia internacional,
especialmente a través de los dos primeros libros.
Como el lector observará, el Sallinger de Koltès está escrito con dos “l”, marca
que diferencia deliberadamente el nombre de la pieza, del apellido del escritor.
Ya desde el título Koltès quiere ofrecer una pista de cómo su obra se relaciona
con el universo narrativo de Salinger: su “Sallinger” es y no es el autor
norteamericano, su pieza se basa en sus textos y a la vez se aparta de ellos.
La “ll” de Sallinger (como también la “Z” de Roberto Zucco) tiene algo de la
escritura en el cuadro La traición de las imágenes de René Magritte, “Esto no
es una pipa”: “Esto no es Salinger”, parece indicar Koltès, “es Sallinger”, otra
cosa. No se trata, en consecuencia, de una mera transposición de cuentos y
nouvelles al lenguaje teatral, buscando aprovechar la entidad de esos textos
literarios en un territorio teatral no explorado por Salinger, sino de una profunda
reescritura que absorbe y transforma la obra salingeriana en un texto
radicalmente nuevo, producto de complejos procesos de escritura con los
actores que el mismo Koltès presenta someramente en un texto escrito para el
estreno de la pieza en el Nova Théâtre de Lyon en la temporada 1977-1978,
reproducido como “Avant-Propos” en la edición de Minuit .
Llamar a la pieza con el apellido, a la vez alterado pero reconocible, del autor
neoyorkino, expresa el reconocimiento de la existencia de textos-fuente,
declara la presencia de intertextos y del funcionamiento de la obra de Salinger
como palimpsesto, y es también un gesto de homenaje; pero la invención de la
doble "l" marca a la par la voluntad de diferenciarse, de proponer la negación y
la autonomía respecto del homenajeado. Implica además el deseo de separar
la literatura del teatro; a diferencia de L'Heritage, la escritura de Sallinger -como
lo declara el mismo Koltès en el citado "Avant-Propos"- redefine los textos a
partir de la estimulación que producen en el imaginario, la memoria y los
cuerpos de los actores; luego se trata de conectar esos materiales con la
lectura que hace de Salinger el dramaturgo, buscando saber qué queda de los
textos originales en el espesor de la "lectura" teatral y finalmente "perfeccionar
un lenguaje común a Salinger, a los actores y al escritor [el mismo Koltès]" (p.
9). La diferencia con L'Heritage radica en la naturaleza teatral de la experiencia
de escritura de Sallinger, tanto en su aspecto de colectivización -por la
inclusión de los actores como lectores y re-escritores del texto de Salinger-
como por la trascendencia de la letra in vitro en la instancia de una escritura in
vivo. Hay al respecto un párrafo clave del "Avant-Propos", donde Koltès se
pregunta por la conexión última entre su obra y los textos de Salinger tras los
procesos de reescritura, y donde explicita el protagonismo de la labor con el
elenco:
“'Impresiones de actores': ¿qué es una lectura y qué queda de ella cuando se
desprende uno del recuerdo de la obra? ¿Cuál es el recuerdo final? ¿Es un
personaje, una relación, una ausencia de relaciones, el cuadro de un elemento
vital o incluso nada de todo eso, algo mucho más esencial, que ha tocado en lo
más profundo al actor, y que este quiere transmitir a través del espectáculo?"
(p. 7).
Koltès comienza a dar mayor entidad de teatralidad a su escritura dramática, lo
que no excluye su calidad literaria: en Sallinger los saberes y cualidades
específicos de la literaturidad y de la teatralidad se entretejen, constituyen un
texto heteroestructurado . Recurrir a la literatura como texto-fuente le permite a
Koltès aportar nuevos aires a la teatralidad: la extraña estructura de Sallinger
surge de su teatralidad de lo no-teatral, de su origen no teatral, literario. Koltès
no revive una estructura teatral tradicional, frecuente y de esquema previsible,
sino que sale a la búsqueda de una forma desconocida. El mismo Koltès opone
teatro y literatura al hablar de los textos de Sallinger como un material que para
los actores es "l'extrême contrainte: une oeuvre romanesque" (p. 7) y señala
más adelante que "l'oeuvre de Salinger n'a rien de théâtral" (p. 8).
En Sallinger todo empieza después del suicidio del brillante y joven Le
Rouquin. Como en L'Heritage, en el centro de la primera escena está la
muerte: el cementerio y el mausoleo donde está depositado el ataúd de Le
Rouquin. La herencia se cierra con el suicidio del joven Pahiquial; Sallinger
comienza luego del suicidio del joven Le Rouquin. Podemos sugerir una
hipótesis genética básica: el punto de partida de Sallinger es la reelaboración
del mundo de la familia Glass, a partir de un hecho central: la trágica historia de
Seymour Glass y el impacto que produce su muerte en sus padres, hermanos y
esposa. Seymour, personaje principal del relato “Un día perfecto para el pez
banana” (Nueve cuentos)y de las nouvelles Levantad, carpinteros, la viga del
tejado y Seymour: una introducción, sería el “modelo” o “estímulo” para la
creación de Le Rouquin. Los dos personajes presentan coincidencias
evidentes: son norteamericanos, de la ciudad de New York; son geniales,
excepcionales, extraños, no responden a la imagen del norteamericano tipo;
ambos han ido a la guerra (aunque a guerras diferentes) obligados por su país,
y regresan traumatizados por esa experiencia; ambos se suicidan con un tiro
en la cabeza, muy próximos al lugar donde sus esposas descansan; ambos
son muy importantes para sus familias y son queridos y valorados
especialmente por sus hermanos.
Pero Seymour y Le Rouquin son también muy pero muy diferentes. Le bastará
al lector echar un rápido vistazo comparativo entre Seymour: una introducción y
Sallinger para advertir los grandes cambios con los que Koltès garantiza la
imposibilidad de identificación del personaje de Salinger y el suyo, sin que se
borren del todo los puntos de semejanza. (Tal vez, una de las razones iniciales
de este proceso de cambios al que fueron sometidos los textos se encuentre en
la esperable negativa de Salinger -conocido por su voluntad de aislamiento y
de preservación de sus textos y de su vida privada- a autorizar una versión
escénica de sus obras.) De todas esas diferencias, bástenos señalar una
incontrovertible: el personaje de Koltès no se llama Seymour Glass, ignoramos
su nombre, sólo conocemos su sobrenombre, "Le Rouquin" (El Pelirrojo, El
Colorado), debido a su imponente cabellera roja (que adquiere en la obra de
Koltès un valor simbólico relevante). Según Buddy Glass -narrador de
Seymour: una introducción-, su hermano
"hasta que comenzó a caérsele a puñados, a los diecinueve años, tenía el pelo
negro muy ondulado" .
La apariencia física y el nombre, así como aspectos muy destacables de la
historia personal de cada uno, la pasión por la literatura, el interés por el mundo
oriental, los diversos tiempos históricos -Seymour va a la II Guerra Mundial, Le
Rouquin a la Guerra de Corea-, numerosas circunstancias de sus vidas e
incluso del acontecimiento clave: el suicidio, diferencian a Seymour de Le
Rouquin. Los unen los aspectos antes señalados: el origen norteamericano, la
excepcionalidad, la guerra y su trauma, el suicidio, el impacto en la familia, el
amor de los hermanos. De la misma manera podemos señalar que Leslie y
Anna -los hermanos de Le Rouquin-, y sus padres: Ma y Al, son muy diferentes
a los integrantes del clan Glass, tienen también otros nombres y otros rasgos.
Los Glass son además un grupo más numeroso.
Obsérvese que, si bien Koltès habla de “une oeuvre romanesque” (una obra
novelística) como punto de partida, consideramos que también el cuento “Un
día perfecto para el pez banana” resulta fundamental como material de base
para las operaciones de reescritura. En Seymour: una introducción Buddy
habla de la infancia y la adolescencia de su hermano, en consecuencia la
escena de su suicidio provendría en detalle del cuento mencionado:
“[Seymour] echó una ojeada a la chica que dormía en una de las camas
gemelas. Después fue hasta una de las valijas, la abrió, y extrajo una
automática de bajo una pila de calzoncillos y camisetas -Ortgies calibre 7,65-.
Sacó el cargador, lo examinó y volvió a colocarlo. Corrió el seguro. Después se
sentó en la cama desocupada, miró a la chica, apuntó con la pistola y se
descerrajó un tiro en la sien derecha” .
Incluso Buddy Glass -alter ego de Salinger- dice en Seymour: una introducción
haber escrito dos cuentos sobre su hermano, uno de ellos sobre el suicidio :
"Pero lo que puedo y debo explicar es que he escrito y publicado dos cuentos
que se refieren directamente a Seymour. El más reciente de los dos, aparecido
en 1955, es un relato sumamente amplio del día de su boda, en 1942. Los
detalles están presentados de la manera más completa posible, al punto casi
de que lo único que falta es regalarle al lector el molde en crema helada de la
huella del pie de todos y cada uno de los invitados a la boda, para que se lo
lleve a su casa de recuerdo, pero el propio Seymour -el tema principal- en
realidad no hace su aparición física en ningún momento. Por el contrario, en el
primer cuento, mucho más corto, que escribí a finales de los años cuarenta, no
sólo aparecía en carne y hueso sino que caminaba, hablaba, se zambullía en el
océano y se disparaba una bala en la cabeza en el último párrafo" .
Las referencias a la literatura de Salinger surgen además de otras numerosas
resonancias intertextuales. En la Escena II Anna cita la canción-poema que da
nombre a la primera novela de Salinger, y parece estar viendo dentro de la
obra a un personaje de Salinger que pasa por la calle:
"ANNA: (Junto a la ventana, levantando la cortina.) Veo a un niño pequeño,
sobre el cordón de la vereda, el cabello todo enrulado. Caminaba haciendo
equilibrio, completamente en el extremo del borde. Sus labios se mueven.
Canta. Puedo leer lo que canta en sus labios: (Descifrando. ) 'If a body catch a
body coming through the rye'.”
En El guardián en el centeno Holden Cauldfield, el protagonista adolescente,
habla con su hermana Phoebe:
"-¿Sabes lo que me gustaría ser? ¿Sabes lo que me gustaría ser de verdad si
pudiera elegir?
-¿Qué?
-¿Te acuerdas de esa canción que dice 'Si un cuerpo coge a otro, cuando van
entre el centeno'? Me gustaría...
-Es 'Si un cuerpo encuentra a otro, cuando van entre el centeno' - dijo Phoebe.
Y es un poema. Un poema de Robert Burns.
-Ya sé que es un poema de Robert Burns.
Tenía razón. Es 'Si un cuerpo encuentra a otro, cuando van entre el centeno',
pero entonces no lo sabía.
-Creí que era 'Si un cuerpo coge a otro' - le dije-, pero verás. Muchas veces me
imagino que hay un montón de niños jugando en un campo de centeno. Miles
de niños. Y están solos, quiero decir que no hay nadie mayor vigilándolos. Sólo
yo. Estoy al borde de un precipicio y mi trabajo consiste en evitar que los niños
caigan a él. En cuanto empiezan a correr sin mirar adónde van, yo salgo de
donde esté y los cojo. Eso es lo que me gustaría hacer todo el tiempo.
Vigilarlos. Yo sería el guardián entre el centeno" .
Creemos que Koltès retoma, además, elementos compositivos de otros
cuentos de Nine Stories para elaborar escenas o aspectos muy puntuales y
detallados de sus personajes. Son productivas, por ejemplo, algunas
observaciones de Ramona sobre su amigo invisible ("El Tío Wiggily en
Connecticut") en el monólogo de Anna (Escena IX); la construcción de la
imagen de la guerra de Sallinger parece tomar en cuenta "Para Esmé con amor
y sordidez" y “Un día perfecto para el pez banana”. La escena inicial y la final
entre Carole y June se vincularían con el diálogo entre Mary Jane y Eloise en
“El Tío Wiggily en Connecticut”. Hay sugerencias de la conversación telefónica
de “Linda boquita y verdes mis ojos” en la escena del último llamado telefónico
de Le Rouquin. Otro de los vínculos fundamentales con los textos literarios
radica en la búsqueda del "tono" salingeriano. Uno de los secretos de la obra
literaria de Salinger está en la voz de sus narradores: el interés por lo que se
cuenta es menor al que despierta el cómo se cuenta, ya sea a través de un
narrador omnisciente limitado o de un narrador personaje, protagonista o
testigo. Koltès señala en el "Avant-Propos" que ese tono es el aspecto más
teatral de la literatura de Salinger, y que gracias a ese procedimiento su obra
puede pensarse como “un fragmento literario del que habla un actor” (p. 8).
Koltès multiplica en su obra los personajes que operan como narradores
internos o monodramáticos: insertos en escenas al modo aristotélico, cuentan
acontecimientos a través de diálogos o monólogos, y lo hacen con la
deliberada marca del "tono" Salinger tal como Koltès cree reeditarlo en su
francés a la vez coloquial, musical y literario.
La gran originalidad de Koltès puede hallarse en un procedimiento que no se
encuentra en Salinger: la mezcla de planos de la vida y la muerte, de la
realidad objetiva y la ensoñación subjetiva. Ese cruce desliza
permanentemente la sustancia realista de los textos-fuente hacia un
expresionismo y un simbolismo que obligan a poner en suspenso la resolución
del estatuto de lo real. Como señalamos antes para L’Heritage, lo que acontece
en la acción de Sallinger, ¿en qué plano de realidad acontece? Por ejemplo, en
los “encuentros” de Carole y Leslie con Le Rouquin muerto: ¿es todo ilusión de
contigüidad con nuestro régimen de experiencia, como quiere Salinger?; ¿es
objetivación escénica de los contenidos de la conciencia de los personajes,
como propone el expresionismo?; ¿es enunciación metafísica de lo real,
“realismo de esencias” que supera el realismo material, como quiere el
simbolismo? Además, las escenas jugadas delante del telón ponen en primer
plano una cuarta matriz: la teatralista, que desnuda expresamente la naturaleza
del artificio escénico. (A diferencia de La herencia, aquí las matrices de
representación son ricas y minuciosas). Tal vez la gran divergencia con
Salinger es que Koltès, adelantado posmoderno, cuestiona la posibilidad de
reconocer el estatuto ontológico de su poética, no reivindica ninguna
homogeneidad e impide acceder unívocamente a cómo esas ficciones y su
poética se relacionan con nuestra experiencia de la realidad; Salinger, por su
parte, apuesta a un realismo homogéneo. Pero lo cierto es que e la mano de
Salinger Koltès se aparta del “teatro estático” de L’Heritage y multiplica los
núcleos de acción física.
En Sallinger Koltès insiste en la crítica del mundo contemporáneo, esta vez a
través de la visión cuestionadora de los Estados Unidos, mucho más incisiva y
amarga que la original de Salinger, y precursora en la impugnación actual del
Imperio y la militarización del capitalismo. Koltès ya advierte el liderazgo
estadounidense para las últimas décadas del siglo XX, su carácter
representativo de la última fase del capitalismo en Occidente. Pensar a Estados
Unidos es proponer una metáfora del poder occidental. Para Koltès los Estados
Unidos son el país de la barbarie y la destrucción, el país del filicidio,
sustentado en una exaltación de la guerra, que Koltès sintetiza en el monólogo
de Al, verdadera condensación de la mentalidad “amerloque” (yanki), en
contraste con el monólogo de la hermana de Le Rouquin, horrorizada frente a
la perspectiva de que Leslie sea enviado a Vietnam. Las palabras de Henry
expresan el rechazo a Estados Unidos dentro de los Estados Unidos en la
mirada de los jóvenes:
“Si tuviera los brazos para hacerlo, pero brazos enormes, a la medida del
enemigo, a la escala que hace falta (Se levanta, boxea.), pegaría tan alto como
pudiera, toma, toma, le pegaría a la verdadera, a la grande, a la suprema
América, la América-Kissinger, la América-C.I.A., la América-Nixon-Carter-and-
the-others, toma, toma”.
La cultura filicida de los Estados Unidos se expresa en una contradicción:
mientras el profesor con el que se encuentra Le Rouquin observa que Estados
Unidos no puede darse el lujo de desaprovechar su talento, es el mismo
Estados Unidos el que envía a Le Rouquin a la guerra, y el que provoca
finalmente su suicidio. Carole cuenta en la Escena XII:
“Un día encontramos a un viejo profesor de Rouquin que le dijo: ‘Usted, con su
talento, podría ser profesor en la universidad, o filósofo, o un gran escritor;
¿por qué al menos no escribe? Su talento y su inteligencia forman parte de los
recursos naturales de América, como el petróleo o el carbón; ¿puede América
malgastar su petróleo y su carbón porque tiene mucho?’. Y Rouquin reía”.
Si bien Carole no aclara por qué Le Rouquin reía, podemos pensar que lo
hacía por su conciencia de la brutal contradicción del país filicida, que el
profesor parece desconocer o niega deliberadamente.
Como en L’Heritage, Koltèsvuelve a investigar en las múltiples posibilidades de
las estructuras monologales, y en la polifonía de los personajes.
La noche justo antes de los bosques: una obra canónica
La nuit juste avant les forêts marca el ingreso de Koltès al canon del teatro
universal. Esta, su primer obra maestra, es tanto una síntesis de los
aprendizajes de sus obras anteriores, el afianzamiento ya definitivo de una
poética original, como la creación de las condiciones de posibilidad para la
escritura de su obra máxima: En la soledad de los campos de algodón. Luego
de la rica investigación en las posibilidades de las estructuras monologales, La
nuit... se constituye como un monodiálogo: un diálogo en el que sólo se
registran las intervenciones de un interlocutor, hay otro que escucha, avala o
discrepa, seguramente habla, pero está silenciado , la poética se concentra en
el decir de un solo personaje que evoca, desde la suya, otras voces. La
omisión deliberada de las réplicas del otro produce un efecto multiplicador del
sentimiento de soledad. Un hombre -cuyo nombre desconocemos- detiene a
otro hombre en la calle, bajo la lluvia, en medio de la noche, y trata de
conseguir su adhesión para hacerse compañía, dialogar, compartir una
habitación de hotel y pasar la noche juntos. A diferencia de Pahiquial y de Le
Rouquin, el protagonista de La noche... sale de su encierro interno, de su
enmascaramiento, para buscar una salida, para no tener que matarse.
Koltès enmarca el texto entre comillas -como si el extenso parlamento fuera la
cita de otro personaje, de otra enunciación, de otro discurso elididos-, anula la
estructura gramatical de la oración (no hay mayúsculas de apertura -salvo una,
la que abre el texto: "Tu tournais le coin de la rue lorsque..."- ni puntos de
cierre) y desarrolla un continuum lingüístico que recuerda la notación de los
monólogos interiores directos de la novelística contemporánea (por ejemplo, el
capítulo XVIII de Ulysses de James Joyce), el "fluir de la conciencia", el
irrefrenable devenir de la palabra interna. El monólogo parece sí empezar, pero
no terminar nunca. Emplea además una puntuación singular, en la que
sobresale el uso irregular de guiones, con valor parentético o como indicadores
de diálogo o voces citadas. La articulación del parlamento es eminentemente
rítmica, musical, y parece estar regida por una gramática del habla -de la
conversación- y del balbuceo, que a su vez responde a una matriz musical. La
música de la respiración, de los titubeos del alma. Un decir entrecortado,
vacilante, con fraseos incompletos, sometido a la pragmática de la seducción y
la persuasión del otro, y al tanteo permanente para no traicionarse en zonas de
clivaje. El protagonismo lo adquieren la melodía, la sonoridad, la estructura
rítmica, que evidencian la teatralidad de este monólogo. No en vano la escritura
de La noche... recuerda las notaciones características de la dramaturgia de
actor, como si las marcas de notación estuvieran dadas por la respiración del
actor, no del personaje o del texto poético en sí mismo.
Con esta pieza Koltès lleva a su completa expresión el cronotopo de la noche,
en la que vagan hombres y mujeres, solos, que se buscan con desesperación y
desconfianza, que no se conocen y se temen, con el objetivo de un contacto
circunstancial, efímero, en el que ambiguamente se mezclan la necesidad de
sexo, droga, compañía, diálogo, protección y refugio. Koltès lleva al teatro y
reformula un tópico presente en la literatura francesa, de Baudelaire a Antonin
Artaud (recuérdese de este último, por ejemplo, el poema "Noche", que
comienza "Los mostradores de cinc pasan por las cloacas...", y tiene puntos de
contacto con la pieza teatral ). Lo que la noche oculta entre sus sombras,
Koltès lo pone en el centro de la escena. Koltès otorga a esta poética un
estatuto ontológico realista, que en En la soledad de los campos de algodón
adquirirá una dimensión más abstracta, casi alegórica, a través de la
confrontación de dealer y cliente (verdaderas abstracciones personificadas). El
personaje de La noche... -escribió Gilles Sendier en Le Matin-
"trata de retener junto a sí, utilizando todas las palabras de las que dispone, a
un desconocido al que ha abordado en la calle, una noche en la que estaba
solo, enfermo de soledad. Habla, habla con el frenesí con el que haría el amor,
grita su universo: los suburbios en los que la gente anda sin rumbo y sin
trabajo, aunque las fábricas estén ahí, al acecho, esas calles en las que uno
busca un ser humano o una habitación para una noche, o para un rato, calles
donde uno se tropieza con macarras [rufianes] a la caza del moro, o del marica,
un universo nocturno donde él es el extranjero, el huérfano" .
La ortodoxia de la poética realista, sin embargo, se ve afectada por la
ambigüedad con que el personaje refiere sus experiencias. Muchas veces
dudamos si miente, o inventa, o incluso delira, o habla por hablar con el solo
objetivo de mantener abierto el canal de comunicación con el otro, de preservar
la posibilidad de conseguir el vínculo deseado. Sin embargo, todas estas
posibilidades ingresan en el espectro del régimen de experiencia de la empiria
cotidiana. Por su complementariedad con el realismo, La noche... parece remitir
a una base epistemológica diversa de la postmoderna, y proponer un gesto
antiposmoderno de resistencia en las poéticas de la Modernidad. La oscilación
entre afianzar el estatuto epistemológico postmoderno y resistir en la
concepción moderna diferencian a Koltès de otros autores coetáneos más
avanzados en la dirección innovadora, como Heiner Müller o Tadeusz Kantor.
El lector encontrará antecedentes de este personaje en Leslie, el hermano
actor de Le Rouquin, y en su amigo Henry. Hay marcas de la intratextualidad -
absorción y transformación de textos de Koltès en otros textos de Koltès- de la
Escena III de Sallinger -el diálogo de Henry y Leslie- en algunas expresiones
del personaje de La noche...: "y aquí te hacen kilómetros de preguntas:
¿quieres algo? ¿decías algo? ¿por qué me miras así? ¿qué te hace reír? ¿me
tocas?,- si lo tocas, te pregunta como un kilómetro de tiempo si lo tocas de
verdad, antes de darte una trompada". Tal vez el antecedente más relevante es
el monodiálogo de Leslie en la Escena V. Pero a diferencia de Pahiquial y de
Le Rouquin, el joven hombre que habla en La noche... se refiere a la política
institucional, quiere fundar un sindicato internacional para "defendernos",
impugna la confusión y el horror del mundo bajo las reglas del poder y sueña
con formas de resistencia, con la posibilidad de "esconderse en los bosques",
de crear otras reglas para la existencia, con las que no sentirse extranjero ni
padecer el racismo ni la persecución de los "cazadores de ratas". La epifanía
del subterráneo -en el cierre de la pieza- es la síntesis poética de la
impugnación al mundo contemporáneo. La referencia a Nicaragua implica que
la topografía "justo antes de los bosques" metaforiza la inminencia de la
fundación de ese orden otro, que acaso puede ser el sueño de la revolución, o
el reencuentro con la naturaleza ("la hierba donde acostarnos"), o la creación
de espacios políticos (macro o micropolíticos) alternativos, otros territorios de
subjetividad. El protagonista de La noche... sufre, pero no se mata. En la noche
logra afirmar, siquiera módicamente, su rebeldía y su deseo.
Bibliografía
-Dubatti, Jorge, Filosofía del teatro I. Convivio, experiencia, subjetividad,
Buenos Aires, Atuel, 2007.
----------, “Hacia una tipología de textos dramáticos: modos de relación entre
texto y escena”, en O. Pelletieri, ed., Huellas escénicas (Actas XV Congreso
Internacional de Teatro Iberoamericano y Argentino), Buenos Aires, Editorial
Galerna, 2007.
----------, Filosofía del teatro II. Análisis teatral, poética comparada, Buenos
Aires, Atuel, 2008.
-Koltès, Bernard-Marie, De noche justo antes de los bosques, Valencia, Pre-
Textos, 1989, traducción de José María Marco.
----------, Sallinger, avec un avant-propos de l'auteur, Paris, Les Éditions de
Minuit, 1995.
----------, L’Heritage, Paris, Les Éditions de Minuit, 1998.
----------, Les amertumes, Paris, Les Éditions de Minuit, 1998.
----------, La nuit juste avant les forêts, Paris, Les Éditions de Minuit, 2001.
----------, Procès ivre, Paris, Les Éditions de Minuit, 2001.
----------, La marche, Paris, Les Éditions de Minuit, 2001.
----------, Teatro: La herencia, Sallinger, La noche justo antes de los bosques,
En la soledad de los campos de algodón, La vuelta al desierto, Roberto Zucco,
Tabataba, traducción, notas y estudio a cargo de Jorge Dubatti y Marta
Taborda, Buenos Aires, Colihue, 2008.
-Pellegrini, Aldo, Antología de la poesía surrealista, Buenos Aires, Editorial
Argonauta, 2006.
-Salinger, J. D., Nueve cuentos, Buenos Aires, Sudamericana, 1975.
----------, El guardián en el centeno, Madrid, Alianza, 2001.
----------, Levantad, carpinteros, la viga del tejado y Seymour: una introducción,
Barcelona, Edhasa, 2004.
Véase la presentación de la vida y la obra de Koltès en la precursora y
difundida edición española de De noche justo antes de los bosques, Valencia,
Pre-Textos, 1989, solapa izquierda. Allí se lee: “El monólogo La nuit juste avant
les forêts (1977) es su primera obra dramática”.Para el título, José María Marco
opta por traducir "La nuit..." como "De noche...".
Véase la breve introducción de François Koltès a L’Heritage, Paris, Les Éditions
de Minuit, 1998, p. 7.
Ibidem.
A tal punto esta presencia es relevante que Koltès incluye en la lista inicial de
"Personnages" a "Le cadavre du Père de Pahiquial" (ed. cit., p. 10).
Para el concepto de base epistemológica de la poética, véase nuestro Filosofía
del teatro II. Análisis teatral, poética comparada, Buenos Aires, Atuel, 2008.
El asesino real en cuya historia se basa la pieza se llamaba Succo, con “S”.
Bernard-Marie Koltès, Sallinger avec un avant-propos de l’auteur, Paris,
Éditions de Minuit, 2005, pp.7-9.
Para la distinción entre literatura y teatro a partir de la idea de cultura viviente,
véase nuestro Filosofía del teatro I. Convivio, experiencia, subjetividad, Buenos
Aires, Atuel, 2007.
Sobre este concepto, véase nuestro “Hacia una tipología de textos dramáticos:
modos de relación entre texto y escena”, en O. Pelletieri, ed., Huellas
escénicas (Actas XV Congreso Internacional de Teatro Iberoamericano y
Argentino), Buenos Aires, Editorial Galerna, 2007.
J. D. Salinger, Levantad, carpinteros, la viga del tejado y Seymour: una
introducción,Barcelona, Edhasa, 2004, p. 169, traducción de Carmen Criado.
J. D. Salinger, “Un día perfecto para el pez banana”, en su Nueve cuentos,
Buenos Aires, Sudamericana, 1975, p. 29, traducción de Marcelo Berri,
revisada por Alberto Vanasco.
Salinger aludiría así respectivamente a Levantad, carpinteros, la viga del tejado
y a “Un día perfecto para el pez banana”.
J. D. Salinger, Levantad, carpinteros, la viga del tejado y Seymour: una
introducción, ed. cit., p. 115-116.
J. D. Salinger, El guardián entre el centeno, Madrid, Alianza, 2001, p. 185.
Traducción de Carmen Criado.
Koltès, tan interesado por la literatura latinoamericana, pudo haber tomado
contacto con este procedimiento en la novela de Joao Guimaraes Rosa, Gran
sertón: veredas.
Incluido en Aldo Pellegrini, Antología de la poesía surrealista, Buenos Aires,
Editorial Argonauta, 2006, pp. 72-73.
Citado en la edición española de De noche justo antes de los bosques, Pre-
Textos, 1989.