Gran Logia de ChileResp.. Logia Cachapoal n173Valle de San Vicente de Tagua Tagua23 de octubre de 2014, e.v.
El Ritual de Apertura
(Plancha de Primer Grado)
A..L..G..D..G..A..D..U..
No es que un solo smbolo no sea tan significativo como todos los dems,
sino que el conjunto de todos los smbolos relativos a un tema los esclarece entre s,
les agrega una potencia suplementaria
Gilbert Durand.
Introduccin
Desde nuestra infancia, la primera aproximacin semiconsciente que tuvimos con el tema que
nos convoca, ocurre en la sala de clases, en condicin de alumnos (a-lumni=sin luz): un profesor
(aquel que profesa) delante de los nios ubicados ordenadamente en el aula, llevaba a cabo una serie de
acciones realizadas por su valor educativo. Esta analoga a nuestra formacin profana servir para
evidenciar que, para que una serie de acciones se constituya en rito, no slo requiere de una finalidad,
sino que, adems, ha de estar revestida de una significacin y disposicin tendientes a lo sublime. Lo
que implica que la prctica ritual se realiza ya desde la misma infancia del ser humano.
Sea de carcter colectivo o individual, en todo rito encontraremos un orden, ornamento y cierta
disposicin de nimo acorde al sentido de la prctica, que se caracteriza por la humildad de espritu con
que los asistentes se presentan. Sin embargo, el rito masnico que nos rene, posee la esencia simblica
de la creacin. Por este motivo, cobra capital importancia la liturgia que nos lleva a esta presencia,
pues, al traspasar el umbral, hemos salido del caos para entrar al lugar de lo sagrado, en busca de lo
sublime. Son estas palabras y acciones de inicio las que, no slo abren los trabajos, sino que, su orden y
simbolismos tienen por finalidad que cada Q..H.. realice en s mismo la apertura mental que le
permitir ingresar en el mbito que es abierto por este ritual. Es el mbito en que el pensar ha de ser
libre, con la medida de la igualdad y fraternidad. Es entrar en la frecuencia del espritu, recibiendo el
influjo del conjunto que compone el Ara masnico.
Desarrollo
Silencio en Logia, hermanos mos
Aquello que el diccionario define de modo negativo como abstencin de hablar, es devuelto a
su calidad de virtud en la vida masnica, como la piedra fundamental en la disciplina del pensar. En
este sentido, resulta especialmente precisa la analoga que F. Nietzsche hiciera sobre la labor filosfica:
el pensador debe ser un rumiante meditativo. El aprendiz, por tanto, debe aprender a masticar y
digerir una y otra vez, antes de decir palabra, como si cada deglucin fuera un nuevo punto de vista en
la bsqueda de la verdad, un nuevo arroyo en este ro.
Este silencio inaugural no slo cierra la boca para abrir la mente, sino que sus tres golpes son
ecos de una luz que baja hacia nosotros por sus tres peldaos; tres golpes que abren una frecuencia
mental de reflexin que nos devuelve al inicio de la creacin.
Ha cesado el caos que traemos desde el exterior, pero este lugar fuera del tiempo, esta
dimensin en que nos adentramos, no debe recibir interrupcin alguna, no debe ser vulnerada en su
proceso, o perdera su fecundidad. Por esta razn, y tras las primeras palabras en reconocimiento de su
calidad, pronunciadas entre el V..M.. y el P..V.., se ordena comprobar y cubrir el templo de toda
indiscrecin externa, en resguardo de la integridad del rito y las fuerzas que concentra en su
composicin simblica. El Q..H..E.. es el encargado de esta labor, en la que es portador de su espada,
smbolo de la herida y del poder de herir y, por ello, de la libertad y la fuerza, por lo cual la lleva en el
brazo izquierdo apegada al cuerpo como parte de l. Este objeto, asociado al fuego por su forma y
resplandor, transforma al Q..H..E.. en un defensor de las fuerzas de la luz contra las tinieblas.
Realizada su labor en el exterior del templo, regresa y se anuncia con un solo golpe, pues los trabajos
an se encuentran en su proceso de apertura.
Habiendo comprobado que las condiciones externas son propicias, se procede al examen
interno, corroborando la pertinencia de los asistentes en su calidad de masones regulares y aprendices,
donde la regularidad hace referencia a la formalidad institucional de la orden, del taller y sus miembros,
al reconocimiento y validacin oficial que la orden confiere a travs de su carta constitutiva.
Por medio del ritual de apertura podemos figurarnos cmo aquello que se har presente ante
nosotros, el G..A..D..U.. que invocamos, va tanteando los peldaos por los que ha de irradiarnos. El
V..M.. comprueba por la va del retejamiento, al P..V.., quien, a su vez, comprueba la fiabilidad del
lugar; luego, se corrobora la condicin del peldao ms bajo y, con esto, la de todos los presentes,
haciendo referencia a la igualdad y fraternidad que nos une.
Este momento posee una gran carga simblica, ya que constituye un segundo instante del rito,
luego del silencio reflexivo en que nos hallamos. Indica qu somos y cules son los valores que han de
regir nuestro pensar y nuestro actuar. Somos Hermanos, Iguales y Libres en el pensar; nos ponemos al
orden para separar correctamente las pasiones y su instinto de materia, de la razn y todo aquello
susceptible de elevar nuestra condicin de hombres hacia la sublimacin de la especie.
A continuacin, nos adentramos en la autoconsciencia, al preguntar y responder sobre el tiempo
del trabajo: desde el cnit al nadir; desde la madurez del hombre hasta su muerte; desde que, cada cual
a su propio tiempo, hemos comenzado a ser conscientes de los efectos de nuestro obrar sobre el entorno
y nosotros mismos. La hora nos seala que debemos encontrarnos erguidos en perpendicular al astro
rey, para pensar bien, decir bien y hacer bien.
Inmediatamente, el S..V.. es consultado por la edad, comprobando nuestra calidad de
aprendices; y el V..M.. nos anuncia, por intermedio de los QQ..HH..VV.., que los trabajos sern
abiertos, dadas las inmejorables condiciones en que nos hallamos. Hecho el triple anuncio, en tres
turnos nos ponemos al orden, con lo que llegamos al tercer momento del ritual, momento liminal en
que las fuerzas de cada columna confluyen en la invocacin de lo sublime.
El V..M.., en plena dignidad de su investidura, declara abiertos los trabajos de esta logia
regular, para el grado sealado, recordndonos que el silencio debe permanecer activo y que slo los
QQ..HH..VV.., pueden permitir el uso de la palabra, como el trnsito de una columna a otra, segn
sus herramientas. Nuestra postura indica la altura de miras que corresponde al trabajo masnico y que
la libertad de espritu concede; y aclamamos triplemente al Creador, en sobrio frenes.
Sin embargo, esta invocacin no estar completa sin la accin del Q..H..M..C.., quien es el
nico con la potestad de ingresar a la regin pura en que observamos el Ara, l viaja al centro del
mundo para sincronizar el microcosmos y el macrocosmos. En este sentido, el Ara se constituye en un
elemento fundacional que da apertura a un mbito en que los trabajos son encomendados a la gloria de
la unidad que se hace presente en ella, el G..A..D..U...
Conclusin
A travs del Ritual de Apertura de primer grado, no slo confluimos en la reunin de las fuerzas
que se invocan, si no que adems, debemos aprender sus signos y smbolos para su aplicacin correcta
a lo largo de la vida masnica y en nuestras labores profanas. As, el silencio se vuelve una disciplina
que ha de ordenar y aclarar los pensamientos, para situarnos en el lugar de la reflexin activa y la
contemplacin. Enseguida, la primera pregunta nos recuerda que siempre debemos ser humildes y
desconfiar de nosotros mismos, pues, en la bsqueda de la verdad, la encontramos a retazos en toda
persona, a cada paso, y no debemos perdernos en la ilusin de los velos, en el convencimiento pueril de
estar en la meta, antes del primer impulso. Por lo tanto, ninguno de nosotros tiene la facultad de
autodenominarse masn, sino que este juicio est supeditado al reconocimiento de nuestros semejantes.
Tal como el estudiante de antropologa (por citar alguna especialidad), aunque fuere el ms
sobresaliente, no debe llamarse antroplogo cuando slo lo es en potencia; incluso si obtuvo las
credenciales, su conocimiento nunca estar acabado. La arrogancia, la vanidad y la soberbia, son vicios
que la iniciacin purific, y deben estar sepultados junto al dogal profano. Con esto, no es de
perogrullo sealar la tcita norma que esta primera pregunta contiene: ningn aprendiz de masn, sea
del grado que fuere, tiene la potestad de develar la condicin de sus hermanos, aunque mutuamente se
reconozcan, esa decisin es libertad de cada uno (discrecin masnica). Por lo tanto, los masones slo
se reconocen entre s por su comportamiento de hombre diurno, testigo de la luz (signo), su actuar de
comps-y-escuadra (toque), y su decir prudencial (disciplina del silencio). En un sentido lingstico, el
A..deM.. debe alcanzar las caractersticas del hablante ideal: aquel que tiene la capacidad de adaptar
su lenguaje a las caractersticas del contexto y a su interlocutor.
Una vez que se ha comprobado la pertinencia de los asistentes al interior del templo, se debe
revisar el exterior, dando cuenta de si el lugar en que se encuentran los hermanos y se reconocen, es
confiable y seguro para la reunin masnica. Si no hay mal clima, un nuevo paso en el retejamiento de
los Hermanos se debe llevar a cabo, que dice referencia con su estado en la actividad masnica y logial.
Debemos estar al orden, separando las pasiones para alcanzar la altura de miras que se requiere en la
bsqueda de la verdad, con rectitud y justicia.
Aquel aspecto de la vida profana a que se hiciera referencia al inicio de la presente plancha,
habla de cmo el ser humano recibe los componentes valricos que encontramos en el ritual de
apertura. Desde el aula, el hombre transita un camino de muchas vas, por medio del cual habr de
conocerse a s mismo y al mundo, a la vez que reconoce a sus semejantes. Aprende los cdigos
caractersticos de su edad al tiempo que el mundo se le va develando en las enseanzas que recibe, da y
practica. Por esta razn, no es casualidad que la augusta Orden homenajee cada ao a los maestros de la
educacin. Pero todo este trayecto es, en el mejor de los casos, parte de la vida premasnica de cada
Q..H.., su perodo de formacin desde la salida del sol hasta poco antes de las medianas de su vida,
ya que, segn la medida de la cosmogona griega, los humanos somos los seres de un da. Por tal
razn, los trabajos se abren a esta hora sagrada en que la luz cae perpendicular, smbolo de la vigilancia
con que debemos medir nuestro pensar, nuestro decir (proyeccin de la luz hacia el poniente) y nuestro
actuar, que produce y alarga su sombra al oriente, donde el masn descansa eternamente.
En este punto, el Ritual de Apertura se encuentra revestido de la sobredeterminacin simblica
en la potencia suplementaria que confiere simbolismo del nmero tres: su tringulo de cirios cuya
flama surge de la unidad; la superposicin de sus joyas, indicando que la razn que surge de la verdad y
el comportamiento recto, debe sobreponerse a las pasiones, la ignorancia y los vicios de la materia; la
posicin al orden, en sus tres escuadras; y los tres silencios, que transportan nuestra actividad y fuerzas
desde el centro de nosotros mismos, hacia el espacio central de lo sublime. Por eso el ritual no concluye
sino hasta que el Q..H..M..C.., abre la Carta Constitutiva, completando e invocando la perfeccin que
simbolizan los siete elementos que conforman el Ara.
Podemos ver que todo este conjunto de smbolos, comprende un cdigo de comportamiento que
permite la distincin y reconocimiento de hermanos y profanos, con base en la observancia de valores
que le son caractersticos a la masonera y tan necesarios de proyectar prudentemente en la vida
extramuros para evolucin de la especie.
Asimismo, es menester que estas enseanzas gobiernen nuestro actuar cotidiano. No sea que
nos vanagloriemos de virtudes inacabadas sin darnos cuenta que estamos tallando vigas en los ojos.
Entonces, el triple retejamiento que nos muestra el ritual de apertura, no slo es aplicable a la vida en
logia y a nuestros hermanos, sino que a todas nuestras relaciones profanas; es ms, debemos retejar
tambin nuestro propio pensar, decir y actuar, pues, de todos los velos, los ms difciles, arraigados y
difciles de descorrer, son los muros que penden de nuestras propias pestaas.
S..F..U..
Csar A. Venegas ParraAprendiz.
Bibliografa:
Wirth, Oswald. El Libro del Aprendiz. Santiago, 1979.