EN CONTRA:
Los colegiales no deben ser responsables de acabar con las novatadas porque:
I. Falta libertad:
El vocablo latino libert, del cual deriva "libre", tuvo el sentido de "persona en la cual el espíritu de
procreación se halla naturalmente activo", de donde la posibilidad de llamar líber al joven cuando, al
alcanzar la edad del poder procreador, se incorpora a la comunidad como hombre capaz de asumir
responsabilidades.
En este sentido el hombre libre es el que es de condición no sometida o esclava.
La libertad es entonces la posibilidad de decidirse y, al decidirse, de auto-determinarse. La liberación a
que se refiere el ser libre puede referirse a muchas cosas.
Cierto es que la libertad en el sentido apuntado conlleva la idea de una responsabilidad ante sí mismo y
ante la comunidad: ser libre quiere decir en este caso estar disponible, pero estarlo para cumplir con
ciertos deberes.
Los griegos entendían que el hombre libre posee libertad y también libertad de espíritu. Ahora bien, tan
pronto como se comenzó a analizar el significado de libertad se vio que este vocablo podía significar o
"libertad en cualquier sentido". Pueden distinguirse los sentidos siguientes:
Libertad "natural" y que, cuando es admitida, suele entenderse como la posibilidad de sustraerse
(cuando menos parcialmente) a un orden cósmico predeterminado e invariable, el cual aparece
como una "coacción" o, mejor dicho, como una "forzosidad".
Este orden cósmico puede entenderse, a su vez, de dos maneras. Por una parte, puede ser concebido como
modo de operar del Destino (v.). Por otra parte, puede ser concebido como el orden de la Naturaleza en
tanto que en ésta todos los acontecimientos están estrechamente imbricados. En el primer caso lo que
puede llamarse "libertad frente al Destino" no es necesariamente (para muchos griegos cuando menos)
una muestra de grandeza o dignidad humanas. Por el contrario, sólo pueden sustraerse al Destino aquellos
a quienes el Destino no ha seleccionado y, por tanto, "los que realmente no importan". En este caso, ser
libre significa simplemente "no contar" o "contar poco". Los hombres que han sido escogidos por el
Destino para realizarlo no son libres en el sentido de que pueden hacer "lo que quieran". Sin embargo, son
libres en un sentido superior. Aquí encontramos ya una idea de una de las concepciones de la libertad
como realización de una (superior) necesidad a la que aludimos antes. En el segundo caso —cuando el
orden cósmico es el "orden natural"—, el problema de la libertad se plantea de otro modo: se trata de
saber entonces hasta qué punto y en qué medida un individuo puede (caso, por lo demás que "deba")
sustraerse a la estrecha imbricación interna, o supuestamente interna, de los acontecimientos naturales.
Varias respuestas se dieron a este problema, de las cuales mencionaremos solamente dos. Según algunos,
todo lo que pertenece al alma, aunque también "natural", es "más fino" y "más inestable" que lo que
pertenece a los cuerpos. Por consiguiente, puede haber en las almas movimientos voluntarios y libres a
causa de la mayor indeterminación de los elementos de que están compuestas. Según otros, todo lo que
pertenece al orden de la libertad pertenece al orden de la razón. Solamente es libre el hombre en cuanto
ser racional y dispuesto a actuar como ser racional. Por tanto, es posible que todo en el cosmos esté
determinado, incluyendo las vidas de los hombres. Pero en la medida en que estas vidas son racionales y
tienen conciencia de que todo está determinado, gozan de libertad. En esta concepción, la libertad es
propia solamente del "sabio"; todos los hombres son, por definición, racionales, pero sólo el sabio lo es
eminentemente.
Libertad "social" o "política". Esta libertad es concebida primariamente como autonomía o
independencia. En una determinada comunidad humana, esta autonomía o independencia
consiste en la posibilidad de regir sus propios destinos, sin interferencia de otras comunidades.
En los individuos dentro de una comunidad, dicha autonomía o independencia consiste
primariamente no en evadir la ley, sino en obrar de acuerdo con las propias leyes, es decir, las
leyes del propio "Estado" — o "Estado-Ciudad".
Libertad "personal", también concebida como "autonomía" o "independencia", pero en este caso
como independencia de las presiones o coacciones procedentes de la comunidad , sea como
sociedad o bien como Estado. Aunque se reconozca que todo individuo es miembro de una
comunidad y aunque se proclame que se debe a ésta, se le permite abandonar por un tiempo su
"negocio" para consagrarse al "ocio" (es decir, al "estudio" ) para de este modo poder cultivar
mejor su propia personalidad. Cuando en vez de permitírsele al individuo disfrutar de dicho ocio,
el individuo mismo se lo toma como un derecho, entonces su libertad consiste o va en camino de
consistir en una separación de la comunidad, acaso fundada en la idea de que hay en el individuo
una realidad, o parte de una realidad, que no es estrictamente hablando "social", sino plenamente
"personal".
Estas tres concepciones de libertad, y los innumerables matices allegados a cada una de ellas, se
manifestaron en diversos períodos de la filosofía griega, pero hay en ésta una cierta tendencia a ir
destacando cada vez más la última concepción, unida a lo que se indicó al final a propósito de la
primera concepción. La libertad consiste en "disponer de sí mismo".
Especialmente importantes son al respecto las ideas de Aristóteles. En este autor encontramos, entre
otras, una concepción de la libertad en la cual se coordinan de alguna manera el orden natural y el orden
moral. La principal razón de esta coordinación se halla en la importancia que adquiere la noción de fin
o finalidad. En efecto, como todos los procesos tienen un fin al cual tienden "naturalmente", también el
hombre tiende "naturalmente" a un fin — el cual puede resumirse en una palabra: "felicidad" (VÉASE).
Ahora bien, el hombre no tiende a este fin del mismo modo que los procesos naturales tienden a sus fines.
Característico del hombre es el poder ejercer acciones voluntarias. Según Aristóteles, las acciones
involuntarias son las producidas por coacción o por ignorancia; las voluntarias son aquellas en las que no
hay coacción ni ignorancia. Estas últimas se aplican a las acciones morales, pero con el fin de que haya
una acción moral es menester que junto a la acción voluntaria —libertad de la voluntad— haya una
elección — libertad de elección.
La libertad, metafísicamente hablando, es la autodeterminación. Se ha indicado a menudo que el
elemento de determinación a que se refiere Hegel es una negación de la libertad, pero debe tenerse
presente que esta determinación es todo lo contrario de una coacción externa. La verdadera libertad,
supone Hegel, no es el azar, sino la determinación racional del propio ser. Libertad es, en última
instancia, ser sí mismo. Esta noción de la libertad, aunque metafísicamente fundada, no es para Hegel
una abstracción: es la realidad misma en cuanto realidad universal y concreta. Por eso Hegel trata de
mostrar que la libertad como autoliberación se manifiesta en todos los estadios del desenvolvimiento de la
Idea, incluyendo, por supuesto, la historia. Pues la historia misma como regreso de la Idea hacia sí misma
puede comprenderse como liberación: es una "liberación positiva", porque no consiste en emanciparse de
otra cosa, sino de sí misma.
Los autores analíticos han tendido a examinar lo que significa decir que un hombre actúa, o puede actuar,
libremente. Característico de este modo de ver la cuestión es el análisis de la significación de 'es libre"
proporcionado por G. E. Moore. Según este autor, decir que un hombre ha actuado libremente es
simplemente decir que no estaba constreñido o coaccionado, es decir, que hubiera podido actuar de otro
modo si lo hubiese elegido [decidido]. Dado que es posible decir esto aun en el caso de que los actos del
hombre en cuestión estuviesen determinados, no pocos autores han llegado a la conclusión de que no hay
incompatibilidad entre el libre albedrío y el determinismo, y algunos han llegado inclusive a decir que el
libre albedrío supone el determinismo. Por consiguiente, se ha insistido en que la proposición "X se halla
determinado causalmente" no implica necesariamente la proposición "X no es libre". Ser libre no significa
aquí "obrar sin ninguna causa"; no ser libre no significa tampoco "obrar de acuerdo con una causa". En
cierto modo, las concepciones de la libertad (y, en muchos casos, del libre albedrío) que se desprenden de
los análisis a los que aludimos se parecen a algunas de las más "tradicionales"; así, se parecen a algunos
de los modos de considerar la libertad en Aristóteles. En todo caso, estos autores están de acuerdo con
Aristóteles en que no se puede hablar de una acción O de un acto a menos que estén determinados de
algún modo; la propia noción de acción o de acto está, por tanto, relacionada con alguna
"determinación".
Responsabilidad :
Se dice de una persona que es responsable cuando está obligada a responder de sus propios actos. La
gran mayoría de los filósofos está de acuerdo en que el fundamento de la responsabilidad es la libertad
de la voluntad. En efecto, dentro de un mundo cuyos fenómenos estuvieran todos enteramente
determinados la responsabilidad se desvanecería. Ahora bien, una vez admitida la libertad que
fundamenta la responsabilidad se plantean todavía respecto a esta varias cuestiones importantes. Ante
todo, se trata de saber si la responsabilidad afecta solamente a algunos actos de la persona o bien si afecta
a todos los actos. Los que destacan el papel desempeñado por los impulsos naturales suelen adherirse a la
primera opinión; los que consideran la persona como siendo esencialmente una entidad espiritual se
inclinan por la segunda, y hasta indican que la persona no solamente es responsable por todos sus actos,
sino también por todos los efectos queridos por tales actos. Hay que advertir, sin embargo, que los
partidarios de la responsabilidad total no ignoran la flaqueza del ser humano e insisten en que para ser
responsables los actos deben ser espontáneos y no automáticos.
Wilhelm Weischedel (op. cit. en bibliografía) ha llevado a cabo una investigación de las formas de la
responsabilidad (del fenómeno de la responsabilidad), de la cual ha extraído un concepto (general) de
"responsabilidad". Tales formas son: la responsabilidad social, la religiosa y la auto-responsabilidad, o
responsabilidad de la persona con respecto a sí misma — que parece ser la más importante. Cada una de
estas tres formas tiene dos grados, y cada uno de ellos puede examinarse desde dos puntos de vista": el
"formal" y el "concreto". El concepto general de responsabilidad se determina, según Weischedel, por la
suposición de una "duplicidad" de la existencia con respecto a un futuro. En virtud de esta dimensión
temporal —o, más exactamente, temporal-existencial—, la profunda responsabilidad personal hinca sus
raíces en "la libertad radical del hombre", la cual es el fundamento último de la responsabilidad.
A. ¿Por qué no son libres?
En determinadas circunstancias, una aglomeración de seres humanos posee características nuevas y
muy diferentes de las de cada uno de los individuos que la componen. La personalidad consciente se
esfuma, los sentimientos y las ideas de todas las unidades se orientan en una misma dirección . La
colectividad se convierte entonces en masa psicológica. Forma un solo ser y está sometida a la ley de la
unidad mental de las masas.
Para adquirir las correspondientes características especiales, es precisa la influencia de determinados
excitantes.
Las masas tienen diversas características psicológicas comunes con los individuos aislados; otras, por el
contrario, no se encuentran sino en las colectividades. Vamos a estudiar primeramente estas
características especiales, a fin de mostrar su importancia.
Sean cuales fueren los individuos que la componen el simple hecho de que se hayan
transformado en masa les dota de una especie de alma colectiva. Este alma les hace sentir,
pensar y actuar de un modo completamente distinto de como lo haría cada uno de ellos por
separado.
En el conjunto que constituye una masa no existe en absoluto una suma y un término medio de los
elementos, sino una combinación y una creación de características nuevas.
En el funcionamiento de la inteligencia desempeñan los fenómenos inconscientes un papel
preponderante. La vida consciente del espíritu no representa sino un sector muy reducido, en
comparación con su vida inconsciente.
Todos los individuos que se asemejan por los elementos inconscientes y difieren, por los elementos
conscientes, frutos de la educación. Los hombres más diferentes entre sí por su inteligencia tienen, en
ocasiones, instintos, pasiones y sentimientos idénticos.
Estas cualidades generales del carácter, gobernadas por el inconsciente y que poseen en un
mismo grado aproximado la mayoría de los individuos normales de una raza, son precisamente
aquellas que encontramos, de forma generalizada, en las masas. En el alma colectiva se borran
las aptitudes intelectuales de los hombres y, en consecuencia, su individualidad. Lo heterogéneo
queda anegado por lo homogéneo y predominan las cualidades inconscientes.
Diversas causas determinan la aparición de las especiales características de las masas:
- La primera de ellas es que el individuo integrado en una masa adquiere, por el mero hecho del
número, un sentimiento de potencia invencible que le permite ceder a instintos que habría
frenado forzosamente.
Y cederá con mayor facilidad, puesto que al ser la masa anónima e irresponsable , desaparece por
completo el sentimiento de responsabilidad, que retiene siempre a los individuos.
- El contagio mental, interviene asimismo para determinar en las masas la manifestación de
características especiales y su orientación.
En una masa, todo sentimiento, todo acto es contagioso, hasta el punto de que el individuo sacrifica
muy fácilmente su interés personal al colectivo. Se trata de una aptitud contraria a su naturaleza y que
el hombre tan sólo es capaz de asumir cuando forma parte de una masa.
- La sugestibilidad. Para comprender este fenómeno hay que tener presentes algunos
descubrimientos recientes de la fisiología.
Hoy día sabemos que puede llevarse a un individuo a un estado tal que, habiendo perdido su
personalidad consciente, obedezca todas las órdenes del operador que le ha hecho llegar a este estado
y cometa los actos más contrarios a su carácter y costumbres.
[Experimento de la cárcel de Stanford]
Ahora bien, el individuo, sumergido durante cierto tiempo en el seno de una masa actuante, cae muy
pronto en una situación particular, que se aproxima mucho al estado de fascinación del hipnotizado
en manos de su hipnotizador. La personalidad consciente se ha esfumado, la voluntad y el
discernimiento han quedado abolidos.
Aproximadamente, éste es el estado del individuo que forma parte de una masa. Ya no es consciente
de sus actos. En él mientras que son destruidas ciertas facultades, otras pueden alcanzar un grado
extremo de exaltación. La influencia de una sugestión le lanzará con una fuerza irresistible a la
ejecución de determinados actos.
Impetuosidad más irrefrenable aún en las masas que en el sujeto hipnotizado, ya que la sugestión, al
ser la misma para todos los individuos, se exagera al convertirse en recíproca. Las unidades de una
masa que posean una personalidad lo bastante fuerte como para resistir a la sugestión, son muy poco
numerosas y las arrastra la corriente. Podrán intentar, a lo sumo, una desviación mediante una
sugestión diferente.
Así pues, las principales características del individuo dentro de la masa son:
1º La desaparición de la personalidad consciente.
2º El predominio de la personalidad inconsciente.
3º La orientación de los sentimientos y las ideas en un mismo sentido, a través de la sugestión y del
contagio.
4º La tendencia a transformar inmediatamente en actos las ideas sugeridas.
Los sentimientos y la moralidad de las masas:
a. Impulsividad, movilidad e irritabilidad de las masas
La masa es conducida casi exclusivamente por el inconsciente. La masa es esclava de los impulsos. El
individuo aislado puede hallarse sometido a las mismas excitaciones que el hombre-masa, pero cuando su
razón le muestra los inconvenientes de someterse a las mismas, no cede.
b. Sugestibilidad y credulidad de las masas
Una de las características generales de las masas es una sugestibilidad excesiva. Por neutra que se la
suponga, la masa se encuentra generalmente en un estado de atención expectante favorable a la
sugestión. La primera sugestión formulada se impone inmediatamente, por contagio, a todos los cerebros
y establece en seguida la orientación. En los seres sugestionados, la idea fija tiende a transformarse en
acto.
La creación de las leyendas que circulan tan fácilmente entre las masas no sólo son el resultado de una
credulidad completa, sino también de las prodigiosas deformaciones que experimentan los
acontecimientos en la imaginación de individuos agrupados. El más simple hecho, visto por la masa, se
convierte rápidamente en un acontecimiento desfigurado.
Al parecer, las deformaciones que una masa imprime a un acontecimiento cualquiera, del cual es testigo,
deberían ser innumerables y en diversos sentidos, ya que los hombres que componen la masa son de
temperamentos muy variados. Pero no sucede así. A consecuencia del contagio, las deformaciones son de
la misma naturaleza y en el mismo sentido para todos los individuos de la colectividad.
La calidad mental de los individuos de los que se compone la masa no contradice este principio.
Esta calidad carece de importancia. Desde el momento en que forman una masa, el ignorante y el
sabio se convierten en idénticamente incapaces de observación.
Es referido incidentalmente por el teniente de navío Julien Félix en su libro sobre las corrientes marinas.
La fragata La Belle-Poule navegaba en busca de la corbeta Le Berceau, de la que se había separado por una
violenta tempestad. Era completamente de día y lucía el sol. De pronto, el vigía señaló una embarcación a la
deriva. La tripulación dirige sus miradas hacia el punto indicado y, tanto oficiales como marineros, perciben
claramente una balsa cargada de hombres, remolcada por embarcaciones sobre las cuales flotaban señales de
socorro. El almirante Desfossés hizo armar una embarcación para acudir en socorro de los náufragos. Al
aproximarse, los marineros y los oficiales que la tripulaban veían masas de hombres que se agitaban, que tendían
sus manos y escuchaban el ruido sordo y confuso de gran número de voces. Cuando llegaron a la supuesta balsa,
se encontraron sencillamente frente a unas cuantas ramas de árboles, cubiertas de hojas y arrancadas a la vecina
costa. Ante una evidencia tan palpable, la alucinación se desvaneció.
c. Exageración y simplismo de los sentimientos de las masas
Los sentimientos buenos o malos, manifestados por una masa, presentan la doble característica de ser
muy simples y muy exagerados. En este aspecto, así como en tantos otros, el individuo-masa se aproxima
a los seres primitivos. Inaccesible a los matices, ve las cosas en bloque y no conoce transiciones. En la
masa, la exageración de un sentimiento está fortalecida por el hecho de que, al propagarse muy
rápidamente por sugestión y contagio, la aprobación de la que es objeto acrecienta su fuerza de modo
considerable.
La simplicidad y la exageración de los sentimientos de las masas los preservan de la duda y la
incertidumbre. Al igual que las mujeres, tienden inmediatamente a los extremos. La sospecha enunciada
se transforma de manera inmediata en evidencia indiscutible. Un inicio de antipatía y desaprobación que
permanecería poco acentuado en el individuo aislado se convierte rápidamente en un odio feroz en el
individuo-masa.
La violencia de los sentimientos de las masas se exagera más aún , sobre todo en las masas
heterogéneas, por la ausencia de responsabilidad. La certeza de la impunidad, tanto más acentuada
cuanto más numerosa es la masa, y la noción de un considerable poder momentáneo debido al número,
hacen factibles para la colectividad sentimientos y actos que resultan imposibles para el individuo aislado.
d. Intolerancia, autoritarismo y conservadurismo de las masas
Al no conocer las masas sino sentimientos simples y extremos, las opiniones, ideas y creencias que se las
sugiere son aceptadas o rechazadas en bloque, siendo consideradas como verdades absolutas o errores no
menos absolutos.
No teniendo duda alguna acerca de que lo que cree es verdad, o por el contrario, error, y poseyendo, por
otra parte, la clara noción de su fuerza, la masa es tan autoritaria como intolerante. El individuo puede
aceptar la contradicción y discusión, mientras que la masa no las soporta jamás. En las reuniones
públicas, la más ligera contradicción por parte de un orador es inmediatamente acogida con
rugidos de furor y violentas invectivas, seguidas muy pronto por vías de hecho y expulsión, a poco
que éste insista. En muchas ocasiones, sin la presencia inquietante de los agentes de la autoridad, el
contradictor sería incluso linchado.
Dispuesta siempre a sublevarse contra una autoridad débil, la masa se inclina servilmente ante una
autoridad fuerte. Si la acción de la autoridad es intermitente, la masa, siempre obediente a sus
sentimientos extremos, pasa, alternativamente, desde la anarquía al servilismo, y de éste a la anarquía.
e. Moralidad de las masas
Si adjudicamos a la palabra moralidad el sentido de respeto constante de ciertas convenciones sociales y
de represión permanente de los impulsos egoístas, resulta evidente que las masas son demasiado
impulsivas y móviles como para ser capaces de moralidad. Pero si incluimos dentro de dicho término la
aparición momentánea de determinadas cualidades, como la abnegación, el desinterés, el sacrificio de sí
mismo, la necesidad de equidad, podemos afirmar que, por el contrario, las masas son a veces capaces
de mostrar una moralidad muy elevada.
Desde luego, la moralización del individuo por la masa no es una regla constante, pero se observa con
frecuencia e incluso en circunstancias mucho más graves de las que acabo de mencionar. En el teatro,
como ya he dicho, la masa exige exageradas virtudes al protagonista de la obra, y el público, incluso
el compuesto por personas de clase social baja, se muestra en ocasiones muy gazmoño. El vividor
profesional, el chulo, el maleante, murmuran con frecuencia ante una escena algo atrevida o una frase
procaz, que resultan sin embargo anodinas en comparación con sus conversaciones habituales.
Así pues, las masas, que se entregan con frecuencia a los más bajos instintos, proporcionan también,
en ocasiones, ejemplos de actos de una elevada moralidad. Si el desinterés, la resignación, la absoluta
entrega a un ideal quimérico o real constituyen virtudes morales, puede afirmarse que, en ocasiones,
las masas las poseen en un grado tal que raramente ha sido alcanzado por los más sabios filósofos. Sin
duda las practican inconscientemente, pero ello no importa. Si las masas hubieran razonado con
frecuencia y consultado sus intereses inmediatos, quizá no se hubiese desarrollado civilización alguna
en la superficie de nuestro planeta y la humanidad no habría tenido historia.