ENTENDER LA GUERRA
EN EL SIGLO XXI
EDITORIAL COMPLUTENSE
ENTENDER LA GUERRA EN EL SIGLO XXI
Federico Aznar Fernández-Montesinos Prólogo de Carme Chacón
PENSAR NUESTRO TIEMPO
EDITORIAL COMPLUTENSE
MINISTERIO DE DEFENSA
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Primera edición: Enero 201 1
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ISBN Editorial Complutense: 978-84-9938-056-8
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INDICE
13 Prólogo
1 5 Prefacio
I. F11.oso FÍA DE I.A e; lIERRA
21 1. La polemología como ciencia
26 2. Hacia u11a def111ic ió11 de la guerra
3-.. Guerra y política
.3.5. 4... Características de la guerril
4.1. G uerra y poder
4.2. I 11iciación de las guerras
38 4.3. Desarrollo y evolución
4.3. 4.4. Rccurrcncia y tipología
46 4.5. Ter1ninació11 de las guerras
47 5. El lenguaje como plano par�t el enfrentamiento
51 6. Conflicto y opit1ió11 pública
61 7. U11 espacio para la ambigüedad: el térmmo conflicto
67 8. Crisis ;r conflicto. La crisis como forma de conflicto
73 9. Reflexio11es sobre la guerra como espacio de geometría
variable
79 II . . i\LG lJNAS r\.PROXI11IACIONES A LA GUERRr\.
79 1. La guerra desde algunas perspectivas de Occidente
79 1.1. Idealismo y realismo
µ 1 ed :.uen
86 1.2. Liberales
90 1 .3. Críticos y constructivistas
91 2. La gt1erra desde la perspectiva de los fundamentos
del Islam
91 2.1. Elementos referenciales de la vida del Profeta
93 2.2. La Yihad
95 2.3. Las causas de la guerra
96 2.4. Los modos de la guerra
97 2.5. Las reglas de la guerra
101 3. La guerra desde la perspectiva de algw1os clásicos orientales
102 3.1. Conft1cianos, Legistas y [ozistas
105 3.2. El pensamiento de Sun Tst1 y la relectt1ra de 1''fao
110 3.3. La guerra en el pensamiento de Lao Tse
112 3.4. Clausewitz y Sun Tst1. Una comparativa
115 111. APROXINIACIÓN HISTÓRIC.L-\ A LA GUERRA. TIPOLOGÍA DE LOS
CONFLICTOS
1 1 5 1. Tipología histórica de la guerra
121 2. Gueras premodernas
122 3. Guerras de Primera Generación
127 4. Gt1erras de Segunda Generación
131 4.1. Primera expansión de los limites de la gt1erra: la
sociedad. Las guerras napoleónicas
133 4.2. Los ii1térpretes de Napoleón .. Jo1ni11i
134 4.3. Las guerras de Secesión 11orte�1mericana y franco
prusiana. Clausewitz. Segunda expa11sión de la guerra:
la ampliación del campo de batalla
138 4.4. Las guerras mundiales. Tercera ampliación de la
guerra: los objetivos políticos. La guerra total
143 5. Guerras de Tercera Generación
151 IV LAs NUEVAS GUERRAS Y LAS GUERRAS DE Cu.ARTA GENER.AaóN
151 1. Nuevas guerras y conflictos asimétricos
157 2. Los precedentes de la guerra asimétrica
166 3. La guerra asimétric�1
166 3.1. Aproximación conceptual
171 3.2. Características de las guerras asimétricas. Discursos .
y narraciones
173 3.3. Estrategias de las partes
175 3 . 4. Pla11os de enfrentamiento
179 3.5. Combate y Fuerzas Armadas
183 3.6. La respuesta democrática
189 4. El terrorismo como guerra asimétrica
190 4 .1. Co11cep tu ación y características
197 4.2. La construcció11 de los discursos
201 4. 3 . Guerra asimétrica, guerrilla y terrorismo
204 4.4. La respuesta al terrorismo
211 V LAS N.ARR.t\.CIONES. ESTUDIO DE CASO: .APROXIMACIÓN AL ,
RADIC.ALISN[O ISLAMICO
211 1. Islam: ei1cuentro o modernidad
212 2. Cuestiones y debates previos
218 3. El despertar del Islam. Al N ahda
220 4. El encuentro con Occidente
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221
222
223
4.1. La opción tradicionalista
4.2. Aproximaciones reactivas. El reformismo
4.3. La vía orientalizante. Asociaciones y movimientos
sociales
225 4.4. El islamismo político
228 5. t-Ierme11ét1tica y dificultades para la dcfi11ición del
radicalismo
230 6. Los orígenes del radicalismo
234 7. El discurso radical a través de sus pensadores
237 8. Aproximación a la corriente salafista radical
238 9. Los discursos radicales
240 1 O. Radicalismo y sociedad
243 1 1. Yihad y terrorismo
246 12. Las formas de yihadismo
249 13. Ese11cias e instrumentos
252 14. Reflexiones finales
257 VI. CONCLUSIONES
271 Bibliografía
297 .Anexo ,
297 Indice de fuentes y fondos documentales
298 J\breviaturas utilizadas ,
29 8 Indice de figuras
PREFACIO
Siempre (bella palabra aunque proscrita para el oficial de Estado Nfayor) 11e
sido un 11ombre de letras y un nadador de fondo (a veces de modo impues
to) . También, siempre me 11a interesado la naturaleza integral del hombre del
Re11aci1nie11to (y del desequilibrio Barroco, no ei1 vano también me defmo
co1no asimétrico) capaz de combinar pensamie11to y acció11, conforme a una
concepció11 más judaica que aristotélica de lo humano.
De esa época 1ne han atraído perso11ajes apasionados y apasio11antes ,
como César Borgia, Leonardo, .Julio II, :i\lfiguel Angel, Savonarola . . . . Los
escritos de Castiglione (en la traducción de Boscán), Maquiavelo, . . . la litera-
tura de Manrique, Quevedo, Sa11 Juan de la Cruz, Santa Teresa . . . .
Ct1ando con 21 años me t111í �1 la Armada, una Institución de marcado
sesgo técnico-cie11tífico, estaba interesado ei1 los valores militares que desde
ella se propugnaban, pero también tenía la voluntad de retornar con el tiem
po a mi vocación primera y hacerla compatible con mi trabajo cotidia110;
siempre he creído, y el tiempo ha acabado por darme la razó11, que pluma y
espada no está11 reñidas sii10 todo lo contrario.
El viaje de retorno comenzó en 1995, einbarcado en el submarino
Marsopa comencé a estudiar Ciencias Políticas en la litera que compartía a
cama caliente con otros dos Oficiales; dejaba los libros apoyados sobre u11
tronco de aire acondicionado pero se caían cada vez que el barco se inclina
ba al st1bir o bajar, con espanto de quien estuviese ei1tonces durmiendo. Acabe
la carrera en el año 2000 a bordo de ese mismo submarino, hoy desguazado,
compaginándola en lo posible con la navegación; algún año escolar 11ubo que
haciendo 200 días fuera de la base ni siquiera tuve la opción de examinarme.
En el año 2003, nada más terminar el curso de Estado :i\l[ayor, y espolea
do (o espoletado) por mi entonces jefe y al1ora amigo, el Coronel Antonio
15 FEDERICO AZNAR
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.Niontero, inicié los Estudios de doctorado en la Facultad de Políticas de la
Complutense. En 2005 1ne ii1corporé al CESEDEN y desde mi posición pri
mera en la Secretaría de Estudios no cejé de medrar (o incluso de co11spirar,
me atrevería a decir). Desembarqué definitivame11te ei1 el Departamento de
Estrategia y Relaciones Internacio11ales en 2007, el puerto al que todos los
vie11tos me dirigían.
Allí el entonces Jefe del Departamento y su alma mater, el Coronel
Ballesteros .Niartín, me confió la tarea de recopilar la experiencia acumulada
por el Departamento sobre Polemología, trabajo que de alguna 1na11era se
relacio11aba con mi tesis doctoral, cuyo tema it1icial era "El Papel de las
Fuerzas Ar1nadas ei1 el diálogo Norte Sur".
No queriendo conft1ndir ambos y teniendo sólo tiempo para t1n estudio
(si11 perder por ello mi matrimonio o sino, al menos, menoscabar la calidad
del trabajo), decidí utilizar los fo11dos del Departame11to en la elaboración de
mi tesis doctoral compatibilizando ambas tareas ei1 la medida de lo posible.
De esa manera también consumaba el sueño que nunca me abandonó, y con
el que crecí intelectualmente, de unir los dos mundos en que me 11e formado
y obtener las si11ergias de su confluencia. Este trabajo 110 es sino una parte
de esa tesis titulada "Las nuevas guerras. Validez de la Polemología para el
análisis de los conflictos del siglo XXI" que continua en mi trabajo "La ecua
ción de la gtierra", publicado por la editorial Montesinos.
Eleva el pensamiento, al cielo sube . . . . Quisiera, antes de abrir el capítulo de
los agradecimientos, recordar que entre los soldados japoneses que habían
111cl1ado en la SG:NI no hubo reparto de medallas al estimarse que no las
1nerecían: sólo se habían limitado a cumplir con su deber, 11ombun. :i\íe sien
to ética )T estéticamente próximo a lo j aponés.
En primer término quiero hacer mención a los que más me han apoyado,
como el Coronel de I.M. Antonio .i\ifontero, el Capitán de Navío Be11avente
j\1feléndez de Arvás y el Contraalmirante Nucl1e del Rivero; el ejemplo de su
integridad, han sido para mí, como militar, un aliciente además de posibilitar
mi trabajo.
Agradecer a la direcció11 de la ESFAS y a mis jefes (Almirante Rafael
Sá11chez-Barriga, General de División E. T. Villa1nía Ugarte, General de
16 ENTENDER LA GUERRA DEL SIGLO XX
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División E.A. Ramos Gil de Avalle, General de División E. T. De la Rosa
More11a, General de Brigada E . .i\ .. . Ai1drei i\l[edina, General de Brigada E.T.
Val Catalán, Capitá11 de Navío San té, Coronel E.T. Ballesteros 11artí11,
Coronel E.T. Sáncl1ez de Rojas y Coronel E.T. Durán Colunga) su apo)ro y
comprensión con mis desajt1stes y excentricidades.
Citar, como no, a mis compañeros de Departamento Andrés González
11artín, Juan Escrigas, Paco Berenguer, Pedro Baños y Lucio Ridauto. Los
debates sostenidos en el despacl10 deambulan como sombras por mi discur
so; 110 puede ser de otra manera. Y t�1mbié11 a todos aquellos que les prece
dieron en sus puestos, de cuyo anónimo trabajo me he be11eficiado; ellos
pusieron la base de la pirá1nide que co11stituye el pe11samiento del ce11tro.
Recordar a los concurrentes de las promociones IV, VII, VIII, I X y X y, espe
cialmente, a los alum11os que he tutelado, por lo mucho que, disimuladamen
te, 11e aprendido de ellos.
Agradecer al CESEDEN en su conjunto y especialmente al personal de
la _JAS, al de la imprent�t )r al de su biblioteca el haberme facilitado la labor
Í11vestigadora y su apoyo en ésta. Agradecer también a la Fundación FRIDE
su permane11te disposició11 a i11vitarme a talleres, semi11arios, co11ferencias,
mesas redondas y debates. Son un ejemplo a imitar de rigor y proactividad.
Agradecer la fe, trato, paciencia y confianza tanto a 11Iaría Dolores Algora
como a Estl1er del Campo, que personifican el modelo de profesor qt1e aspi
ro llegar a ser. Sin ellas, obviamente, no 11ubiera sido posible este trabajo.
En cuanto a mi mujer y a mi famili�t (padres, herma11os, parie11tes más
próximos y famili�1 política), citarlos y no intentar describir con palabras lo
que no pertenece al átnbito de lo público.
Solo era hombun, otra bella palabra.
Lisboa, a 23 de abril de 2009
17 FEDERICO AZNAR
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I. Filosofía de la guerra1
Canta, oh diosa, la cólera del Pe/ida Aquiles;
cólera fu1zesta que causó infinitos males a los aqueos
y precipitó al Hades muchas almas valerosas de héroes,
a quienes hizo presa de perros y pasto de aves
-cumplíase la voluntad de Zeus- desde que se separaron ,
disputando elAttida, rey de hombres,y el dit1ino Aquiles.
¿Cuál de los dioses promotió entre ellos la contienda para que pelearan?
(La Ilíada, Ca11to I)
Decía Dilthey que ''a la naturaleza se la explica, al hombre se le comprende''.
Por eso, un buen referente para el estudio de las pasiones del alma humana so11
los clásicos de la literatura de la Grecia Antigua; en ellos comparten escenario
dioses y 11ombres, tan sólo diferenciados por u11a cuestión de capacidades.
La guerra, el conflicto st1premo, como no podía ser de otra manera, es
un lugar recurrente ei1 las trayectorias vitales de muchos héroes clásicos. La
Ilíada, por ejemplo, es un canto a la cólera de Aquiles, ei1 la que dioses y hom
bres tie11en su papel, pese a que la religió11 no tenga ninguno.
Y es que el mundo griego atendió, en su momento, las esencias de los
problemas que se le plantean al hombre de 11oy. Así, uno de los mitos más co
nocidos es el de los dientes del dragón, con el que se puede explicar la naturaleza
viole11ta qt1e subyace ei1 el alma humana.
Jasón, por indicación del rey Eetes, aró un campo y sembró los dientes
de dragón que aquél le 11abía entregado; al poco, estos se tra11sformaron en
hoplitas (llamados spartoi, literalmente los hombres sembrados) . Pero siguiendo los
consejos de 11edea, la 11ij a de aquél, les lanzó piedras entre medias haciendo
que se matara11 rnutuame11te. Este mito plasma la visión belígena de una parte
de la sociedad griega, pero también sirve de plataforma para exponer la supe
rioridad de la inteligencia sobre las pasiones.
1-Iaciéndose eco de visiones como ésta, Robert I<agan utiliza a los dioses
Marte y Venus para esce11ificar los 1nodelos de abordaje de los conflictos
seguidos por norteamerica11os y europeos, con roles claros y perfectamente
1 . Este capítulo es el desarrollo de otro titulado La violencia organizada: Guerra y conflicto como espacio de geometría variable publicado en el número 3 l /2008 de la Revista Sociedad y Utopía.
1 9 FEDERICO AZNAR FERNÁNDEZ-MONTESINOS
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un modo abrt1pto y hasta descontrolado; es más, a veces, la paz sirve como
excusa para justificar otros propósitos más espurios y 1nenos idealistas. El
camino, pues, pasa por la máxima husserliana de ''ir a las cosas mismas sin
supuestos''.
La paz es la piedra de toque de múltiples con,rocatorias. Estudios, con
ciertos, saludos, deseos, ca11ciones . . . cuando, ei1 términos generales, la paz
se instaló en Europa Occide11tal en 1945; los 252 conflictos que, según el
Stockl1olm Internacional Peace Research Institute (SIPRI), se han producido
ei1 el mundo ei1tre 1946 y 2006 han transcurrido en su periferia.
Y lla1na la atención este hecho, por lo demás comú11 a toda la sociedad
occidental, cuanto que el permane11te deseo de 1nejora y perfeccionamiento
que habitualmente acompaña a todos los anl1elos hu1nanos, de común, debie
ra 11acer deseable aquello que no se tiene; en esta línea, un deseo más sublime
aun que el de paz sería el de feliadad, aplicable a la sociedad globalme11te o como
conjunto de agregados. Abundando aún más, la paz, históricamente, se 11a
situado en la escala de valores por debajo, y aún subordi11ada, a valores como
la libertad.
Gandhi, por ejemplo, considera que es imposible que ei1 el mundo 110
exista un cierto grado de violencia. De l1ecl10, considera que la violencia es
1nala porque ''sus aparentes ventajas, a veces impresionantes, no son más que
temporales mientras que el mal que ocasiona deja sus 11uellas para siempre''.
Lo que trata es de reconducir esa violencia a otras formas de enfrentamiento
que encarnan ''una movilizació11 de los espíritus tan fuerte como en el caso de
guerra'' y que, dicho sea de paso, no tienen nada de pasivo; de 11ecl10 rechaza
la denominación de resistencia pasiva para su movimiento. 5
Pero el debate no es nuevo; algunos autores opi11an que el siglo xx, en las
postrimerías del llamado Derecho I11ternacional Clásico, ha originado un ''pa
cifismo jurídico''; se han desarrollado notables esfuerzos para obligar el recur
so obligatorio a los medios jurisdiccionales en la solución de los contenciosos
interestados. El problema es que 1�1 gtierra pertenece al plano político.
Comte y Spencer ya habían anunciado la muerte de la guerra durante el
siglo xrx; el 27 de agosto de 1928 qui11ce Estados, entre los que se encontraba11
Alemai1ia, Estados U11idos o Francia y al que se adheriría España, suscribie
ron el acuerdo Briand-l(ellog, por el que co11denaban la guerra, renu11ciando
a ella como instrume11to político, prohibició11 ésta más tarde recogida por la
5. Gandhi. Todos los hombres son iguales. Colección Azenai, Toledo 1983, p.139
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Constitución espa11ola de 19316. No obstante, el siglo :xx será el más catastró
fico de todos ei1 térmit1os de violencia.
Desde el pu11to de vista técnico jurídico, a los desacuerdos entre Estados
sobre aspectos de hecho o de derecho que tiene11 existencia objetiva, con
independencia de su reconocimiento for1nal por las partes, se les denomina
controversias inter11acio11ales; tienen aspectos jurídicos y políticos lo suficie11-
temente circunscritos como para prestarse a pretensiones claras, esto es, sus
ceptibles de un análisis racional7.
El Derecho Internacional 110 impone una obligación de resultado, o lo que
es lo mis1no, los Estados 110 se encuentran obligados a encontrar solució11 a
sus problemas mutuos; lo que si pesa sobre ellos es una obligación de com
portamiento, a llegar de buena fe y con espíritu de cooperación a una solución
rápida y justa de la controversia.
Y si en el Derecl10 Internacional Clásico existía una libertad de medio, ei1
el Contemporáneo el límite infranqueable es el principio que prohíbe el uso o
amenaza de la fuerza, aunque de esa forma se le libera de tener que someterse
a la jurisdicción obligatoria de un tribunal, lo que no siempre interesa a la par
te políticamente más poderosa. Como dijera Cicerón inter arma silent leges.
No obsta11te, los modelos post-modernos, e incluso post-l1eróicos, que se
11a11 instalado en buena parte de las sociedades de Occidente recl1azan el sa
crificio de una vida 11umana en cualquier caso8. Desde la perspectiva de Ulrike
Mei11hof, una terrorista, ''lo único qt1e desean (los alemanes) es un poco de
laca, unas vacaciones ei1 España y un cuarto de baño alicatado''9.
Luttvvak sostenía al respecto que: ''co1no han de1nostrado numerosos es
tudios históricos, la muerte en el pasado era una parte mucl10 más normal de
la experiencia humana y no se limitaba a la desaparición de los más viejos''.
Aunqt1e tal vez estas apreciaciones sean de nuevo reedición del célebre dictum
de Cicerón ''¡O tempora, o mores!''10.
Occidente prácticamente ya 110 11ace guerras, y presenta mucl1as veces sus
conflictos como crisis, cua11do no como operacio11es de imposición de la paz
-u11a si11gular aporía efectuadas con todos los 1nedios 11ecesarios, por 1nás
6. Título preliminar, Artículo 6. España renuncia a la guerra como instrumento de política nacional http://www.ateneo.unam.mx/textoconstitucion.htm 7. Pastor Ridruejo, José A. Curso de Derecho Internacional público y organizaciones Internacionales. Editorial Técnos, Madrid 1 994, pp. 60 1 y ss. 8. Luttwak, Edward N. Parabellum. Siglo XXI de España Editores, Torrejón de Ardoz 2005, p. 106. 9. Hoffman, Bruce. Historia del terrorismo. Espasa Calpe 1999, p. 1 16. 1 O. Cicerón. Primera catilinaria ¡Oh tiempos, Oh costumbres! año 63 A.D.
23 FEDERICO AZNAR FERNÁNDEZ-MONTESINOS
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Para ello, estudiará el pasado haciendo uso de la 11istoria, la arqueología,
la antropología . . . Al rnismo tiempo utilizará las herramientas de la Etiología,
la Sociología, la Ciencia Política, las Bellas Artes o la Psicología Social para
comprender el prese11te ei1 ta11to qt1e acto social explorar las di1ne11siones
de lo 11umano con el fi11 de tratar de hacer prospectiva . Llegados a este punto conviene preguntarse acerca de qué es la guerra. El
problema es que defi11ir significa etimológicamente dar límites, pretendiendo
acotar lo que 110 quiere ni se deja. Categorizar en estos casos es siempre una
tarea compleja c11ando 110 sencillame11te imposible.
2. HACIA UNA DEFINICIÓN DE LA GUERRA
La guerra no es un concepto estático; sus límites, además, son imprecisos en la
medida en que no los marca necesariamente la violencia. Definir la guerra
supo11e navegar por la Estila de la vaguedad )r el Caribdis de un purismo que
permanentemente exige de defi11iciones, cuando además el concepto ha sufri
do un proceso de e'rolución. _Así, Sir Micl1ael }-Ioward señalaba que:
[ .. . ] para Luis XIV y su corte la gt.1erra era, al menos en sus primeros años,
poco más que una ,rariació11 estacional de la caza. Pero en el siglo XVIII dejó
de ser ése el talante. Para Federico el Grande, la guerra te11ía qtie ser, ante
todo, fUI1ción de Sta.atspolitil{ y desde ei1to11ces no 11a cambiado esa idea.19
Desde un punto de vista lingüístico el térmi110 guerra tie11e acepciones
que van desde el campo político-social hasta el individual y moral. En el
diccionario de la Real Academia Española (RAE), la definición de guerra
inclt1ye un amplio abanico de acti,ridades, desde cualquier combate moral
hasta la lucha armada.
La guerra es, en sí 1nis1na, 1nutación, cambio, superación. Con la guerra
se abren los caminos que se encuentran bloqueados; no pocos de los avances
acaecidos ei1 la historia de la huma11idad (no sólo tecnológico sino de todo
tipo) se han producido estimulados por este estado de necesidad. Es la vio
lencia partera de la qt1e 11ablara 1![arx:
1 9. Howard, Michael. Las causa de los conf/iaos y otros ensayos. Ediciones Ejército. Madrid 1987, p. 36.
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[ . . . ] "la ·violencia es la comadro11a de la 11ueva sociedad. Los disturbios
sangrie11tos so11 la necesidad frecuentemente ineludible del desarrollo'' y
Sorel lo remata al decir que "la violencia es un fenómeno originario de
la vida y no necesita el beneplácito del derecl10 y el ideal. La violencia
cumple la única f1111ció11 creadora de la li.istoria ... es la gran pasión, la
Íntima fuerza mística y el poder reco11structor, ese11cialmente irracional y
precisamente por ello puro y auténtico''.
Desde un punto de vista organicista, es asimilada a la tipología de fenó
menos animales de acumulación lenta de energía a la que después sigue st1
descarga brusca. Et1 otros tér1ninos, la guerra supone el rápido consumo
de un capital huma110 acumulado.
Clausewitz, por su parte, define la guerra, como t1n duelo, t1n combate
singular amplificado, en esencia un ''acto de fuerza para obligar al co11trario
al cumplimiento de nuestra voluntad'', tesis con la que aúna el medio (la
fuerza) y también el fir1; a ello afí.ade ''que la guerra es un pulso de energía
de fuerza variable y por ta11to variable ta1nbién en cuanto a la rapidez co11
que estalla y descarga su energía''.
En el siglo x1x, el desarrollo de las teorías darwinistas2º de evolu
ción de las especies y su aplicación al ámbito de las relaciones humanas,
trajo una visión deseable de la guerra como ley de vid�1, u11a suerte de
mecanismo para subyugar a las nacio11es inferiores o re1natar a los im
perios moribundos introduciendo así a sus pueblos en un nue,ro ciclo.
Esto es, una crisis de la que se deriva una reorde11ación de las Relaciones
I11ternacionales con una 11ue,ra puesta en valor de u11os y de otros. Como
asegura Cousin:
[ . . . ] cuando la idea de un pueblo ha cadt1cado, este p11eblo desaparece y está
bien así; pero no cede el lugar s:Ui. resistencia: de ahí la guerra. Hay que aplau
dirla y glorificarla. El vencido siempre se merece serlo; acusar al ve11cedor y
tomar partido en su co11tra es tomar partido co11tra la I-iuinanidad )' q11ejarse
del progreso de las civilizacio11es. 21
20. La frase, "la supervivencia de los más aptos" formulada en estrictos términos biológicos fue trasladada a la esfera política dando cuerpo doctrinal a formulaciones preexistentes. Darwin, Charles. El Origen de las especies en www.librosenred.com/libros/elorigen de las especies, 2 1 . Verstrynge, Jorge. Una sociedad para la guerra, CIS, Madrid 1979, p. 25.
27 FEDERICO AZNAR FERNÁNDEZ-MONTESINOS
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Se trata, pues, de una nueva formulación de la JJJhite man burden, la carga del
11ombre blanco, que de modo contradictorio asocia poder y derecho ei1 su
discurso interior y lo suste11ta en la moralidad para su formulación exterior.
Compartían, de este modo, la ,risión positi,ra de la guerra qt1e la señala
como uno de los principales motores de e'rolución. :i\1al1a11, por ejemplo, veía en
la guerra una lt!J de progreso como ta1nbién lo hacia Re11an. Cyril Fall llegaría a
afirmar: ''surgen de la guerra grandes y nobles ideas. Las más altas aspiracio
nes que el hombre siente por el 11ombre, arraigan y florecen en su fango, del
mismo modo qt1e las rosas pueden crecer en sus estercoleros''22.
Nietzsche, que veía en el siglo xx el siglo de la guerra, diría que la guerra
einbrutece al vencedor y ei1vilece al vencido, au11que co11sidera como aspectos
positivos c1ue ''barbariza en los dos sentidos citados )' la 11ace por tanto más
natural; para la cultura es sueño o invernada, de ella sale el hombre más fuerte
para el bien o el mal''. Los horrores de la Primera Guerra N[undial (PGM)
pondrían coto a este tipo de percepciones.
Después, otros23 insistirán en su naturaleza total )T violenta; pero 110 hay
pleno acuerdo entre ellos (en sus definiciones) respecto a si, por ejemplo, el
terrorismo o la llamada guerra asimétrica son, o t10, formas de guerra, porque
en su mo1nento 110 se habían desarrollado plenamente.
Clausewitz 11ablaba de guerra absoluta, concepto este co1npletado y superado
por la guerra total de Ludendorff El primero consider�1ba la guerra como una
prolongació11 de la política y lo militar co1no su instrumento. La siguie11te fase,
encabezada por Luddendorf, fue la subordinación de lo político a lo militar.
Ambas for1nulaciones son expresiones de impotencia complementarias.
Para los 1nilitares la impotencia de 110 poder resolver el conflicto por las ar
mas; para los políticos la incapacidad de encontrar soli1ción al debate político
que corría paralelo a la acción guerrera. De ahí que se acusaran mutuamente.
Como características comunes a las definiciones de guerra, cabe señalar su
carácter sangrie11to, su naturaleza colectiva y total y su desarrollo ei1 el ámbito
22. Fraga lribarne, Manuel. Guerra y conflicto social. Gráficas Uguina, Madrid 1 962, p. 43. 23. Von Bogulawaski define la guerra como "un combate sostenido por una agrupación de hombres, tribus, naciones, pueblos, o estados contra una agrupación similar", Quincy Wright la define como "un conflicto simultaneo de Fuerzas Armadas, de sentimientos populares, de dogmas jurídicos y de culturas nacionales" y Marvin Harris como "un combate armado entre grupos de personas que constituyen agrupamientos territoriales o comunidades políticas diferentes" o "guerra es una lucha armada entre agrupaciones políticas organizadas". Citas correspondientes a la conferencia impartida en el CESEDEN Introducción a la Polemología, septiembre de 2008, Bouthoul, Gastan. Tratado de Polemología. Op. cit, p. 103, Harris, Marvin. Introducción a la antropología. Op. cit., p. 392 y Schmitt, Carl. El concepto de lo político. Alianza Editorial. Madrid 1991, p. 62.
28 ENTENDER LA GUERRA EN EL SIGLO XXI
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de las sociedades: requiere de un encuentro activo entre fuerzas enfrenta
das y de u11 importa11te grado de organización, porque la organizació11 guerre
ra no puede deslindarse fácilme11te de la social, al igual que la tecnología de las
ar1nas no puede hacerlo de los utensilios. Por ello, sólo a partir del Neolítico
resulta apropiado hablar de guerras; es más, las primeras huellas ii1discutibles
de este fenómeno son de la Edad del Bronce.
En cualquier caso, la guerra también es expresión de la existencia de una rela
ción. Entre los imperios romano )' chino no había guerra, porque tampoco exis
tía relación directa alg1.1na. Paneblai1co, califica la guerra como ''la prit1cipal ins
titució11 del sistema político inter11acional''. Sería así un reajuste de las relaciones
ei1tre dos grupos sociales organizados, que no las ii1terrumpe sino que les añade
una dimensió11 suplementaria la cual se materializa a través de la violencia.
Es más, la guerra, ei1 cuanto que forma de relación precisa de todos los
elementos qt1e caracterizan el diálogo al que se añade violencia: reco11oci
miento, alteridad, empatía, interacción .. . Cuando se afirma que un enemigo
no tiene ética se puede estar reconociendo que no se le conoce, que se ha
errado en los cálculos y hasta que se está perdie11do.
3. GUERRA Y POLÍTICA
De lo dicho hasta ahora se puede deducir que la naturaleza de la guerra es
instrt1mental, ya que, como apt1ntaba Clausewitz, sirve a un objetivo político:
''el objetivo de la acció11 guerrera es u11 equivalente del fii1 político'', tesis ei1
la que se subrogarán explícitamente Le11i11 (que llegaría a sostener que la gue
rra es el principal instrumento de la política) y Mao (que msiste en la 11aturaleza
determinante y vertebral del objetivo político). Para el mundo soviético gt1erra,
revolución, política y sociedad son inseparables.
La guerra 110 tiene se11tido en sí misma; tie11e una finalidad )r un se11tido
político, es la política quien marca el para qué de la guerra. Y ei1 este sentido 1<1 naturaleza de los fines está afectada por la naturaleza de los medios. El medio
es la guerra; si la guerra es brutal, desmedida, si11 límites, probableme11te los
fines políticos se verá11 afectados por la brutalidad y la falta de medida. Una
guerra total da paso a una victoria total, pero también a una derrota total24.
24. González Martín, Andrés et al., Evolución del pensamiento estratégico. Documento de Trabajo del Departamento de Estrategia X Curso de Estado Mayor, septiembre 2009.
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La guerra supone un enfrentamiento de poderes y no es un acto ético,
11i justo, ni legal . . . ni siquiera 1nilitar; y cualquier a11álisis que se einpre11da
desde estos planos sin resultar falso es incompleto e induce a la adopción
de decisiones erróneas. Es un acto político que, ate11diendo a st1 dimensión
integral, supera y desborda cualquiera de los planos co11siderados: la guerra es
cierta1ne11te una Institución de Derecl10 Internacional Público, pero es algo
más que eso. Entre los primeros actos realizados por los británicos durante la
guerra de las Nlalvinas fue la incautación de los bienes británicos argentinos
ei1 las islas. Es, pues, por encima de todo un instrumento de la política; se ei1cuentra
al servicio de otros fines. La finalidad de la guerra es la paz ei1te11die11do ésta
como la nt1eva sitt1ación política generada tras el conflicto.
lJor consiguiente, en todo conflicto debe existir una clara subordinación
de la acción militar a la acción política, porque sin control político se puede
llegar a la desmesura de una guerra absoluta y sin sentido. Como Clausewitz
decía:
[ . . . ] el acto prunordial, el principal )' más decisivo del juicio que ejercen el
estadista)' el general, es compre11der rectamente la guerra que emprenden,
no tomándola por algo o desear convertirla en algo totahnente imposible
por su propia naturaleza. 25
No obstante Ludendorff, tras la PG:NI, adt1ciendo que no se le 11abía11
facilitado todos los recursos posibles para la guerra, llegó a propugnar que la
política debía subordit1arse a las necesidades de la guerra, ii1virtie11do co11 ello
la célebre ecuación de Clausewitz y st1bordi11ando la sociedad a la herramienta.
Pero la absolt1ta militarización de la guerra conduce a la transformación del
combate en un fin en sí mismo; la guerra no se entiende así como una situa
ción excepcional o extraordinaria sino como el estado natt1ral y el final; no
es ei1tonces la excepción sino que es la ausencia de guerra, la paz, la qt1e se
presenta como un estado excepcional.
Ei1 las 11uevas guerras la política itnpregna todos los niveles, hasta el extre
mo de que fenómenos como el terrorismo se desarrolla11 ei1 base a acciones
tácticas disefíadas para it1fluir políticamente. En palabras de I<issinger:
25. Clausewitz, Carl Von. De la guerra T l. Ediciones Ejército. Madrid 1980, p. 183.
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con lo que provocó una interminable sucesión de coaliciones en su contra que
al final acabaron por superarle.
En consecue11cia, fue incapaz de relacionar los éxitos tácticos con el con
junto de la guerra )T ésta con su contexto económico, político y geopolítico33.
A sensu contran·o y en palabras de Clause,vitz: ''podemos decir, por ta11to, que
los veinte años de victorias que señala la Revolución, se deben, principalmente,
a la errónea política de los gobiernos que se oponían a ella''.
La estrategia militar sería la manera militar de conseguir los objetivos fija
dos a t1ivel político, moviéndose inteligentemente para crear situaciones favo
rables y reducir el azar.
Pero, eso no quita que política y estrategia te11ga11 un espacio comú11.
En palabras de l(issinger: ''si los objetivos militares )T los políticos no están
si11cronizados desde el principio, siempre existirá el peligro de hacer de1na
siado, o excesivamente poco''34. El imperio japo11és, por ejemplo, se equivo
có en cuanto al tipo de guerra que le iba a enfrentar a los 11orteamericanos.
Poseyendo una estrategia indudableme11te co11tinental al ocupar militarmen
te Cl1ina, los japoneses se embarcaron en una guerra marítima al atacar a los
EE. uU.35. Hay, pues, que difere11ciar entre objetivos políticos y militares y es preciso
que no existan disonancias entre ambos pues, como dijera Mao, ''aunque los
objetivos militares y políticos no son idénticos, es imposible separar los unos
de los otros''36.
Por ello, Von 1v1anstein considera que Hitler, auna11do mando político y
militar, co1netió graves errores en su campaña de Rusia al actuar en el terreno
político de modo diametralmente opuesto a como convenía a su estrategia
militar, esto es, sin tratar de promover el derrumbe del régime11 desde el ii1te
rior, como ya había propuesto el propio Clausewitz, al propugnar estrategias
represivas acordes con su concepto racial del Estado y no contar con la po
blación no rus�1 qt1e recl1azaba el régime11 estalinist�1 y veía en los alemanes
a unos libertadores, a los qt1e se rendían sin pelear y en masa; así, ''I-Iitler no
debió jamás desviar sus Ejércitos de 1vioscú para asegurarse Ucrania pues los
33. VV. AA. Napoleón y sus interpretes:Jomini y C/ausewitz. Documento de Trabajo del Departamento de Estrategia. 34. Kissinger, Henry. Diplomacy. Simon & Schuster Paperbacks, Nueva York 1994, p. 5 1 O. 35. James, D Clayton "Las Estrategias Americana y japonesa en la guerra del Pacífico" en Paret, Peter (coord). Creadores de la Estrategia Moderna. Ministerio de Defensa, Madrid 2002, p. 736. 36. Mao Tse Tung. La Guerra de Guerrillas. Ediciones Huemul S.A., Buenos Aires 1966, p. 135.
33 FEDERICO AZNAR FERNÁNDEZ-MONTESINOS
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propios ucranianos se la 11ubieran ofrecido''37• Esta falta de congruencia entre
los objetivos políticos y militares fue determi11ante en este fracaso.
Además de esta dimensión vertical, Luttwak 11abla de una dimensión 11ori
zontal que se compondría de las relaciones entre Estados. De ello se deducen
lógicas distintas, y no del todo compatibles, en los cuatro niveles (político,
estratégico, operacional y táctico) y las dos dimensiones de la estrategia. Así
en el nivel horizontal, durante la Segunda Guerra 11undial, no existió una
estrategia aliada global por más que las estrategias anglo norteamericana y
soviética fueran compatibles, pero 110 eran compleme11tarias )ra que sus inte
reses 11acionales y sus objetivos políticos no coincidían; bajo el paraguas de la
rendició11 incondicio11al se escondía11 ii1tereses 1nuy difere11tes38.
Existen, además, ii1terferencias entre los niveles de decisión; el derribo del
Al1nirante Yamamoto durante la Segunda Guerra .i\!Iundial es una acció11 táctica
con iinportantes repercusiones en todos los 11iveles. En el plano vertical, a nivel
de decisión política sería el posiciona1niento con vistas a las posteriores nego
ciaciones, a 11ivel estratégico forzar a un caótico reordenamiento de las fuerzas
enemigas, a ni,rel operacional el control del teatro de operaciones )' a nivel
táctico el derribo de un avión. También pueden generarse respuestas en niveles
distintos; u11a operación táctica puede ge11erar una respuesta operacio11al.
La Línea J\![aginot, un éxito a 11ivel táctico y operacio11al, fue u11 fracaso a
nivel estratégico (era tan fuerte que no fue enfrentada)39; aunque las guerras
de Vietnam y Argelia se saldaron con la victoria militar de u11os, fuero11 los
otros los que obtt1vieron la definitiva victoria política. Por el contrario, la re
nuncia del almirante _Jellicoe que nunca olvidó que podía perder la guerra
en u11as 11oras a perseguir la flota ale1na11a durante la batalla de _Jutlandia,
pudo suponer una derrota táctica pero resultó un éxito estratégico.
No es sencillo conseguir una sincronía entre los tiempos político y militar,
es más, resulta muchas veces extremadamente dificultoso su establecimiento,
lo que obliga a su permanente reseteo40. Y es fundamental la sincronización
3 7. Fuller, J .F.C. La dirección de la guerra. Op. cit., p. 243. 38. Maltof, Maurice. "La estrategia aliada en Europa 1939-1945" en Paret, Peter ( coord. ). Creadores de la Estrategia Moderna. Op. cit., p. 719. 39. Luttwak, Edwad N. Parabellum. Op. cit., p. 203. No obstante, los alemanes efectuaron un ataque limitado con vistas a evaluar la validez del concepto propuesto y su valoración fue sensiblemente inferior a la que le habían otorgado sus constructores. 40. Qiao y Wang consideran como principios básicos de la guerra moderna, el permanente reajuste y control de los procesos, la coordinación multidimensional y una sincronización basada en la gestión de la información, por la cantidad de planos que se ven simultáneamente (no secuencialmente como antaño) implicados. Qiao Liang y Wang Xiangsui. Unrestricted warfare. Op. cit., pp. 207 y ss.Algo que es
34 ENTENDER LA GUERRA EN EL SIGLO XXI
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de ambos; caso de 110 lograrse, la guerra corre el riesgo de perder su sentido )T tornarse absurda; así, por ejernplo, puede producirse el desmo11taje de la
narración que sirve para la articulació11 de la violencia en las 11uevas guerras,
tinos conflictos como se verá, con t1n co1nponente más discursivo-expositivo
que dialéctico (en su sentido clauseuitzano).
El criterio de que la victoria estratégica esté determinada por éxitos
tácticos es falaz, pues depende de que se tome adecuadamente la situación
en su conju11to la guerra es un hecl10 integral, político a través del
estudio de los factores que la determinan y 110 media11te su mero análisis
por partes41, hecl10 éste 1nuy importante desde la perspectiva de la guerra . , .
as1metr1ca.
Además la lógica paradójica 11ace que muchas veces qt1ienes en un primer
estadio forman parte del problema, pasa11 después a integrase en la solució11;
así no deja pues de resultar llamativo que daños que se derivan de la violencia
(como las centrales eléctricas en Irak o las infraestructuras de l(osovo) pasan
luego a convertirse en un problema de quie11es los infringen. Como dijera
Aron:
La 11isto11.a del siglo xx basta para recordarnos que 11ay mucl1as maneras de
ganar una guerra, que éstas 110 so11 equivale11 tes y que la victoria final 110
pertenece necesaria.inente al ba.ii.do que dicta las condiciones de paz.42
,
4. CARACTERISTICAS DE LA GUERRA
La guerra ei1 sus términos más básicos puede reducirse, se 11a visto, a un et1-
fre11tamiento de poderes, lo que co11vierte la comprensión del poder en un
eleme11to capital para ente11der su desarrollo.
4. 1 . Guerra y poder
Por lo dicho, para definir qué es la guerra co11viene co11siderar previa1ne11te
qué es el poder. Señalar en primer lugar, que el poder es amorfo y, como
capital también en el concepto de EBAO. 4 1. Mao Tse Tung. Escritos Militares. Ediciones Rioplatenses. Buenos Aires 1972, pp. 86 y ss. 42. Citado por Brodie, Bernard. Guerra y política. Fondo de Cultura Económico. México 1978, p. 16.
35 FEDERICO AZNAR FERNÁNDEZ-MONTESINOS
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apuntaba :Niax Weber, de naturaleza relacional pues implica la prob abilidad
de tomar decisio11es que afecten la vida de otro pese a su resistencia. Un
individuo tiene poder sobre otro, si éste influido de cualquier manera (presen
cia, ausencia, violencia . . . ) por aquél adopta decisiones que por sí mismo no
adoptaría. Flint y Taylor hablan, incluso, de una forma de poder resultado de
eludir la adopción de decisio11es.
George Orwell sostenía que ''el poder radica en infligir daño y humilla
ción. El poder está en la facultad de hacer pedazos los espíritus y volverlos
a constrt1ir dándoles nuevas formas''43: :Niao que ''el poder político brota del
tubo de un cañó11'', mientras Voltaire afirmaba ''el primer rey fue u11 soldado
afortu11ado''.
Pero I-Iannal1 Arendt se opondría a esta concepció11:
[ .. . ] la 'riolencia puede destruir siempre el poder; del cañón de un arma
brotan las órdenes más eficaces que determinan la más iii.stantánea y
perfecta obediencia. Lo que 11u11ca podrá brotar de ahí es el poder'' 44
( . . . ) porque ''no se le puede 11acer fre11te con una lucha de la qt1e rest1lte
la derrota o la victoria, sino únicame11te con t111a matanza masiva en la
que incluso el ve11cedor sale derrotado, ya que nadie puede gobernar
sobre los muertos''45 ( . . • ) y "la viole11cia aparece donde el poder está en
peligro pero, confiada a su propio impulso, acaba por hacer desaparecer
al poder. Esto implica que 1i.o es correcto pensar que lo opuesto de la
violencia es la 1i.o viole1i.cia, li.ablar de u1i. poder no violento co1i.stituye eii.
realidad una redundancia. 46
Para Foucault el poder no se mide según el patrón de riqueza y el inter
cambio de bienes, no se da, no se ii1tercambia, sino que se ejercita; no existe
más que en acto )r es productor de saber y de verdad.
Wallerstein, insistirá ei1 su natur�1leza referencial, esto es, circunscrita a un
concreto ámbito . .(�sí, por ejemplo, el patio de un colegio puede servir para el
enfrentamiento entre dos adolescentes; no obstante, el más débil de ellos, cons
ciente de su condición, podría tratar de ampliar el marco de enfrentamiento in
cluyendo a sus amigos; el otro al variar las tornas podría recurrir a la dirección
43. Orwell, George. 1 984. Editorial Destino, Barcelona 1 999, p. 26 1 . 44. Arendt, Hannah. De la crisis de la República. Editorial Taurus, Madrid 1973, p. 1 55. 45. Arendt, Hannah. La condición humana. Ruedo Ibérico, 2005, p. 224. 46. Arendt, Hannah. De la crisis de la República. Editorial Taurus, Madrid 1983, p. 1 58.
36 ENTENDER LA GUERRA EN EL SIGLO XXI
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del colegio; y así con un razonamiento similar podría extenderse sucesivamente
a la alcaldía, al gobernador . . . busca11do un marco de superioridad.
Federico II de Prusia a través de la Línea de Operación Interior, y
Napoleón, después de aquél, serán maestros en la utilización de la naturaleza
referencial del poder, del poder como fluido esto es, actuando para ser el
más fuerte en el mome11to y en el lugar escogido: la superioridad local47. En
la guerra asimétrica se buscará esta superioridad, no horizontalmente, en el
plano de lo militar, sino verticalmente interplanos mediante la selección del
más apropiado para el enfrentamiento.
4.2. Iniciación de las guerras
La pasión es útil au11que irracional, y por consiguiente, puede ser tambié11 un obstáculo. La guerra es un método y se aplica en función de razones teleológi
cas, de un interés superior, de una finalidad. Es, en esencia, una opción racio
nal fundamentada en la previsión y el cálculo, a disposición de un líder políti
co que persiga objetivos nacionales, porque ''el empleo máximo de la fuerza no
es en ningún 1nodo compatible con el empleo si1nultáneo del intelecto''48. Este cálculo está dificultado por las múltiples fuentes de ii1determinación
(a las que se u11en 1núltiples factores no tomados ei1 co11sideració11 por sim
plificación) que hacen imposible una aproximación lineal o geométrica (muy
propia del siglo xvrrr)49. Como Sir N[ichael Howard constata:
[ . . . ] los 11ombres 110 11an luchado en los doscientos últiinos años por ser
agresivos ni animales codiciosos, sino por si1 facultad de raciocinio, porque
discier11e11, o creen disce1nir, peligros antes de evide11ciarse y posibilidades
de amenazas ai1tes de su realización. 50
De lo expuesto se deduce que al ser las guerras causales, para acabar con
ellas hay que 11acerlo de modo indirecto y atacar las causas que las provocan.
Por esta razón, la utopía de acabar con las guerras implica simultáneamente
47. Escribía Se Ma:"En todo lo posible hay que hacer que el mayor número ataque al menor; hay que hacer que el fuerte ataque al débil; hay que oponer las tropas frescas a las que ya están fatigadas y han sufrido" 48. Clausewitz, Carl Von. De la guerra T l. Ministerio de Defensa 1 999, p. 1 80. 49. García Caneiro, José. La racionalidad de la guerra. Op. cit., p. 7 1 . 50. Howard, Michael. Las causa de los conflictos y otros ensayos. Op. cit., p. 38.
37 FEDERICO AZNAR FERNÁNDEZ-MONTESINOS
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el entorno; la forma en que se materializa ese proceso de fijación es no recu
rriendo a otros más elevados, o recurrie11do y ge11era11do una escalada; pero,
no se olvide, la ley 11atural de la guerra es llegar 11asta los extremos. La guerra
es así, interacti,ra, al decir del General Foch que ''u11a dialéctica de voluntades
hostiles que emplean la fuerza para resolver el co11flicto''.
Paradójica1ne11te, la lucl1a ar1nada produce acercamiento: después de .Tena,
Prusia itnita las instituciones francesas, tras la PGN[ se produce la revolu
ción de Ataturk y tras la Segunda, Japón y Alemania a las norteamericanas56.
Los uniformes militares so11 mu)r parecidos ei1 todos los países y ct1lturas del
inundo; como )ra se apercibió Ibn .Jaldú1157, siempre se asemejan a los más
poderosos, a los del ve11cedor.
Los límites de este enfrentamiento vendrían establecidos racionalmente
por el objetivo político al que sirven )r los costes, directos o indirectos y de
todo tipo, que la fuerza precisa. En cualquier caso, las relaciones entre Estados,
ligadas for1nalmente al Derecho Inter11acional, pasan a regirse por una nor
mativa específica y excepcional, el Derecl10 de los Conflictos Armr1dos, por
más que conceptualmente se presente la guerra como un ilícito, además de
como la negación del Derecho.
En la guerra existe una convulsa relación ei1tre ii1dividuo y comt111idad; es
convulsa porque, co1no apu11ta la co11cepción hegeliana de la gt1erra, lo parti
cular no mantiene ninguna realidad afirmativa, sino que se anula en beneficio
de lo universal generando así una dialéctica en el interior del Estado entre
universalidad e individualidad que acaba co11 la afirmación de lo primero y la
11egación absoluta de lo segundo; es el momento ético de la guerra. Con la guerra
exterior se co11sigue la paz ii1terior y la propia definición del Estado con ex
clusión de otro al que, de paso, también se reconoce. En palabras de Tilly, ''la
guerra hace al Estado y el Estado hace la guerra''.
De la misma manera que Aris tóteles hablaba de tres almas (sensitiva, voli
tiva y racio11al) que se superponen conforme al nivel de evolución en plantas,
(tnimales y el 1101nbre, Clausewitz 11abla de u11a trinidad formada por el Pueblo,
el Ejército )T el Gobierno cuya compenetración es esencial en los conflictos.
Los revolucionarios buscan su unión sustancial para favorecer su actuació11
política con la ideología de al1í la importancia del adoctrinamiento que se
56. Fraga lribarne, Manuel. Guerra y conflicto social. Op. cit., p. 59. 57. lbn Jaldun. (Charles lssawi, selección, prólogo e introducción). Teoría de la sociedad y de la historia. Unidad Central de Venezuela, Caracas 1 963, p. 1 73.
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constituye ei1 el espacio de integración que posibilita su desarrollo y permite
al revolucionario moverse por el pueblo como pez en el agua. Y es que, ''la po
lítica es guerra sin derramamiento de sangre, ei1 tanto que la guerra es política
con derramamiento de sangre'', diría Mao.
La guerra cuenta con una lógica propia, a la que Luttwak llama lógica
paradójica, diferente de la lógica li11eal aplicada a las situaciones ordi11arias
en la medida en que aquella induce a la unión e inversión de los opues
tos58.
Así, por la 11aturaleza dialéctica de la guerra, se escogen cursos de acción
it1eficientes, caminos difíciles simple1nente por serlo, buscando la línea de lo me
nos prei'Zsible, lo no convencio11al, el elemento sorpresa. Es 1nás, muchas veces
se conoce el coste de la acció11, pero se ignoran no pocos de sus beneficios y
parte de las consecuencias. Como dice Se Ma ''l1ay que considerar en todo la
contrapartida del enemigo''.
Pero prever las complejas dinámicas de acción-reacción con todas las variacio
nes posibles es tarea de grandes estadist�ts, porque ''todas las cosas está11 siempre
desplazá11dose simultáneamente'' )' son ''ad,rersarios de pareja fuerza''59. Siendo
realidades con combinaciones múltiples, 1natemáticamente inalcanzables; sólo re
sulta posible su comprensió11 intuitiva:60 por eso se habla de arte de la guerra.
Los cálculos desarrollados segú11 una lógica lineal so11 menos eficientes
que los desarrollados desde la aprel1ensión ii1tuitiva de la lógica paradójica.
Los bombardeos sobre Alemania en la SG1\II, por ejemplo, tuvieron el efecto
de favorecer la producción indt1strial de aquel país, al destruir el marco social
de los días de paz e ii1ducir a la población alemana a sumergirse definitiva
mente en u11a guerra total61.
1\!Iauricio de Sajonia lo constata:
[ ... ] la gt-ierra es w1a ciencia ctibierta de tiniebla..'> en medio de las cuales no
se puede ava11zar con paso seguro: la rutina )' los prejtiicios son la base, co11-
secue11cia 11atural de la ignorancia. Todas las ciencias tienen u11os principios,
sólo la guerra 110 tie11e 11ingUI10; los grai1des capitanes que hai1 escrito sobre
ella no nos 11an legado 11ingUI10; es necesario ser perfecto para ente11derlos. 62
58. Luttwak, Edward N. Parabellum. Op. cit., p. 5. 59. Ibídem, pp. 65 y ss. La cita procede de Churchill. 60. Qiao Liang y Wang Xiangsui. Unrestricted war(are. Op. cit., p. 2 1 5. 6 1 . Luttwak, Edward N. Parabe/lum, op. cit., p. 145. 62. Villalba Fernández.An1bal. "Evolución del pensamiento estratégico" en VV. AA. Monografía del
4 1 FEDERICO AZNAR FERNÁNDEZ-MONTESINOS
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Por eso, el planteamiento li11eal y estático según el cual las armas lo deciden
todo, es mecanicista y constituye una aproximación u11ilateral al problema de la
guerra que ig11ora que el factor decisivo es el 11ombre. Una adecuada correla
ción de fuerzas debe tener en consideración no sólo el potencial militar y el eco
nómico sino también otros aspectos coino los recursos humanos o la moral.
Clause"vitz considera que ''todo en la guerra es muy se11cillo, pero lo más
sencillo es difícil. Estas dificultades se amonto11an y determinan una fric
ción que nadie qt1e no ha)ra visto la guerra puede representarse felizmente''.
Fricción que viene prodt1cida por la acción del enemigo pero también por el
azar, el 1niedo, las i1nprevisiones más simples . . .
El prusiano considera que la guerra cue11ta con una 11aturaleza subjetiva e
impredecible por la ingente cantidad de factores que tiene asociados; la guerra
es la comarca del peligro, del azar y de la incertidumbre. _Arendt soste11dría:
''la violencia alberga dentro de sí un eleme11to adicional de arbitrariedad; en
ningtin lugar desempeña la Fortu11a . . . un papel tan fatal en los asuntos 11u
manos como en el campo de batalla''. Ei1 ate11ción a todos los imponderables
entre los que se desarrolla y las lagunas de información existentes durante la
toma de decisiones, Clausewitz hablará de la niebla de la guerra. Por esto Lenin
denunciará los peligros intrínsecos al az:enturerismo militar.
De hecl10, Clausewitz la comparará co11 el juego de naipes: ''no hay actividad
11umana alguna que esté en tan constante y general contacto con el azar como la
guerra''. Napoleón, para el qt1e ''en la guerra no hay nada absoluto'', apostillaría
que ''toda operación debe hacerse mediante t1n sistema, ya que el azar nunca
significa el triu11fo''; Ou Tse ya 11abía dicl10 mucl10 a11tes que ''las circunstancias
110 debe11 estar libradas al azar; u11 ge11eral 11ábil debe crearlas en un momento
dado''. Predecir el comportamie11to de la contraparte, conocerla, es ese11cial.
Debe tomarse ei1 consideración que, históricamente, las guerras hasta el
Renacimiento se llevaban a cabo mayoritariamente entre grupos armados no
estatales. No en vano, el concepto de Estado no se define como tal hasta esa
época; a partir del Tratado de Westfalia en 1648, la guerra pasó definitivamen
te a ser u11a contienda de interestados, terminada la cual el Estado vencedor,
en cierto modo, se desentendía de los asuntos ii1ter11os del rival.
Actualmente, el Estado no sólo se enfre11ta con otros Estados o co11 ban
das armadas, si110 que el propio Estado es el que contrata a grupos irregulares,
denominados compañías privadas de seguridad, para reforzar la acción de sus
CESEDEN núm 99/2003, p. 93.
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Ejércitos en las áreas que le pueden plantear dificultades legales o funcionales.
Y aunque, la co11tratación de 1nercenarios ha sido una constante histórica,
como apunta Fred Rosen63, 11an tenido que pasar 2187 años de la muerte de
Aníbal para superar la acción de las fuerzas ma11dadas por aquél )r ha st1cedido
en 2004 en Irak a cargo de un teniente coronel actuando como civil .
.i\.ro11 comentando a Schmitt sostie11e que la política no trae consigo una
distinción entre amigo y enemigo; constituye el orden determinado por el
mando, legitimado por la costumbre o las creencias, máxime si se considera
que las colecti\ridades a menudo se disocian ei1 partidos que pretende11 exportar a la sociedad su propuesta. Y es una realidad que la crueldad es 1nayor
entre adversarios de la misma sociedad que fre11te a extra11jeros. Por eso no es
extraño que la mayoría de los conflictos sean intracivilizatorios.
4.4. Recurrencia y tipología
En la batalla de Bermule entre Enrique I de Inglaterra y Luis VI de Francia
hubo 3 muertos y 140 prisioneros. Como dijera Boutl1oul:
[ . . . ] las guerras del Renacimie11to, la de aquella batalla de Anagni . . . ei1 la que
11ubo una víctima, un muerto por caída de caballo, eran guerras, mientras que
la matru.1za de millones de civiles polacos a mru.1os de alemanes, sólo fue t111
siinple crimen. 64
Si en todo el siglo XIX murieron quince millo11es de perso11as, en la PGJ\1[
murieron en torno a 25 millones, en la SGM se habla de 1 1 0 millones65. E11
todo el siglo xx perecieron 1 87 millones de personas, el 10°/o de la población
mundial en 191366. Pero las cifras son siempre relati\ras; cuando Caín mató a
Abel destruyó al 25°/o de la humanidad utilizando la quijada de un asno.
En esta línea J\J[ary l(aldor sostiene que ''a principios del siglo xx la pro
porción entre bajas militares y civiles era de 8 :1 . . . ei1 las guerras de los años
noventa, la proporción . . . es de 1 : 8''; el número de civiles muertos en todo el
siglo xx se cifra en 50 millones, el 60°/o del total.
63. Rosen, Fred. Contract warriors. Editorial Alpha, Nueva York 2005, p. 62. 64. Bouthoul, Gaston. Tratado de Polemología. Op. cit., p. 98,_ 65. Verstrynge, Jorge. Una sociedad para la guerra. Op. cit., p. 1 53 . 66. Hobsbawm, Eric. Guerra y paz en el siglo XXI. Editorial crítica, Barcelona 2007, p. 1 .
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Stepanova67, investigadora del SIPRI, mantiene que los conflictos sin la
participación de los Estados producen de 2 a 5 menos veces muertos en co1n
bate, lo que no significa que seai1 me11os violentos, si110 que la violencia es
u11ilateralmente dirigida contra la población civil y apunta a que, con los datos
del SIPRI, en 2001 un 22°/o de la violencia dirigida co11tra la población es res
ponsabilidad de los gobier11os y u11 77°/o de los rebeldes, mientras en 2003 el
32°/o era de los gobiernos y el 68°/o de los grupos no estatales.
Así, puede hablarse de la urbanización de los conflictos ya qt1e llama la atención
que todas las batallas importantes del siglo xx te11gan nombres de ciudades;
es más David sostie11e que ''las ciudades será11 el campo de batalla del siglo
XXI68''. E11 cualquier caso este autor co11sidera que el nú1nero de guerras ma-
yores 11a ido en disminución; 27 en el siglo XVI, 1 7 en el XVII, 1 O en el XVIII, 5
ei1 el XIX y 5 en el XX. Pero también afirma que su poder destructivo 11a ido in
C'rescendo69. De 11ecl10 Till)r cifraba la mortandad por mil habitantes en 5 en el
siglo XVIII, 6 en el xrx y 46 en el xx70.
50 +---i --- Número de guerras civiles 1----------------------1 <en curso
- - - - - - • Número de guerras entre Estados en curso 40 -t--L ________ __Jf-----------,P-.=::;--j-__,,.I-----'¡-----¡
30 ;-----------------::>..__ ____________ -'-I
20 _¡_ _________ .....,l.._�,,c:::::::.�(__ ______________ _j
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1 946 1950 1954 1958 1962 1966 1970 1974 1978 1982 1986 1990 1994 1998 2002
Fuente: Departamento de Estudios sobre la Paz y los Conflictos de la Universidad de Uppsala e Instituto I nternacional de Oslo de Investigaciones sobre la Paz.
Figura 1 . Guerras entre 1 946 y 2002
67. Stepanova, Ekaterina."Un patrón para el estudio de los conflictos armados" en VV. AA. Una mirada al mundo del siglo xx1 Ministerio de Defensa 2008, p. 42 68. David, Charles-Philippe. La guerra y la paz. Icaria. Barcelona 2008, pp. 1 7 1 y 1 72. 69. Ibídem, pp. 1 69 y 1 70 70. Tilly, Charles. Coerción, capital y los Estados europeos 990- 1 990. Alianza Editorial Madrid 1 992, p. 1 09.
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La guerra es, además )T por definició11, un espacio que tiende 11acia lo ar1or
mativo 79 Bouthoul llega a 11ablar de un ilusionismo jurídico80 11acia la alegali
dad81, ya que se encuentra en la frontera entre territorios de vida y muerte, de
modo que resulta muy dificil que eleme11tos formales pueda11 limitar los anhelos
de supervivencia de las personas. Por eso tiende a escapar a cuantas limitaciones
y constreñimie11tos se impo11gan artificialmente a su desarrollo, como se ha vis
to al hablar del principio de acció11 recíproca de Clausewitz. Es kgibus solutd'2.
Cuando se la trata de acotar, de limitar la guerra, ésta se desplaza hacia lim
bos jurídicos, hacia zonas grises muchas veces generadas ficticiamente a partir
de debates pseudo11omin�1listas. Son carí-1cterísticas ''flexibilidad )T polimorfia,
duplicidad y equívoco, inversión y volteo''83. Shakespeare84 decía de la rosa que
por más que resulte posible cambiar su nombre, no puede cambiarse su olor. ,
Este 110 es debate estéril porque, si los relatos son trascendentales en un
conflicto, se construye11 mediante un lenguaje y, como aseverará George
Lakoff, el lenguaje no es inocente; )r es porque:
[ . . . ] tie11de ahora a identificar el contenido del concepto con la palabra
ql.1e lo designa de manera generalizada y estandarizada: "la palabra 110
remite a otra cosa, sino al co1nportamiento dibujado por la publicidad
y estandarizado. La palabra se co11,rierte en clicl1é. Como cliché impera
sobre el lenguaje 11ablado o escrito; la co1nunicación i1npide, desde ese
momento, un auté11tico desarrollo de los se11tidos" (H. I\ifarcuse, el hom
bre unidime11sional). 85
En este marco el lenguaje se emplea para deshumanizar a las víctimas,
movilizar a las masas para destruirlas y negar la masacre; el descarrío de las
palabras, ligado al desarrollo burocrático y tecnocrático, permite entonces
11eutralizar los se11ti1nientos de culpabilid:1d de los ejecutores86.
79. La guerra no tiene reglas pero tiene principios, es un espacio de incertidumbre y creatividad. Qiao Liang y Wang Xiangsui. Unrestricted war(are. Op. cit., pp. 2 1 5 y ss. 80. Bouthoul, Gaston. Tratado de Polemología. Op. cit., p. 70. 8 1 . Freund (p. 1 75) dirá que "deroga las reglas habitualmente en vigor" y hablar de un excepcionalismo que hace la trasgresión tan común como la regla y Schmitt (p.45) que la guerra "no tiene ningún sentido normativo . . . no puede fundarse en normas éticas y jurídicas." 82. Liberada de leyes. 83. Ternon, Yves. El Estado criminal. Editorial Península. Barcelona 1 995, p. 102. 84. "What's in a name? That which we call a rose. By any other name would smell as sweet" 85. Bernoux, Phlippe y Alain Brou. Violencia y sociedad. Editorial Zero, Algorta 1 972, p. 22. 86. Ternon,Yves. El Estado criminal. Op. cit., p. 93.
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En los días de la creación, y con el consentimiento divino, uno de los pri
meros actos del 11ombre fue po11er nombre a las cosas. Nombrar tiene siem
pre u11a dimensión trascendente. Por ello, el lenguaje es uno de los primeros y
principales terrenos de enfrentamiento, y no viene mal recordar co1no prueba
de su relativismo, lo que pusiera J_,ewis Carroll ei1 boca de Humpty Dumpty:
''las cosas significan lo que yo quiero que signifique11, ni más 11i menos''87.
Y es que con el nombre que se de al conflicto (o guerra) no se actúa tanto
contra los medios que también como contra la legitimidad de u11a de las
partes, la cual pasa así a ser objeto de discusión.
Intelfjencia, dame
el nombre exacto de las cosas.
Que mi palabra sea
la cosa misma,
creada por mí nuez:amente
Llamar a una actividad violenta guerra, conflicto, crisis o terrorismo, es ese11-
cial por las consecue11cias jurídicas y políticas que plantea: un detenido puede
ser un prisio11ero, un terrorista o un criminal88 en función del nombre que se de
al conflicto o, mejor aún, de aquel que la comunidad acepte. Como resultado, conceptos geopolíticos fundamentales han adquirido significados nuevos.
Palabras e ideas juegan un papel trascendente en todos los conflictos, par
ticularmente en los procesos revol11cionarios. El lengt1aje se utiliza p�1ra con
fundir a los enemigos, reunir y motivar a los amigos y ganar el apoyo de los
espectadores vacilantes. Pero el lenguaje dirige o mal dirige los esfuerzos mi
litares; su retórica afecta a la estrategia en la medida en que et1mascara el tipo
de conflicto y dificulta la aplicación de las medidas más conve11ientes. Huir
de un conflicto no sólo puede no solucionarlo (a veces s0 sino que (a veces)
puede implicar su sobredimensionamiento.
El marco it1terpretativo presta siempre un bue11 ser,ricio a quienes con
trolan o quieren co11trolar las cosas. La polise1nia es un i11stru1nento 1nuy útil
para ello. El unilatelaralis1no 11ace coincidir la defi11ición académica con la de
finición operativa, de modo que, por ejemplo, es terrorismo lo que yo defino
como tal y son terroristas los que yo coloco ei1 una lista ad hoc.
87. Lewis, Carro!. Alicia a través del espejo. Capítulo 6. www. elaleph.com/libros 88. "One man' s terrorist is another man' s freedom fighter"
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De partida, los medios, en su búsqueda de la 11eutralidad, de la equidistan
cia, asumen sus temas y debates lo que resulta trascendental , parte de
su le11guaje )r explican sus razones, lo que les permite ya ab initio obtener u11
rédito formal y de legitimació11. Es el criterio de equidistancia, de objetividad,
de ecuanimidad, que sie1npre subyace en la mente del que informa y motiva
que pueda perderse la referencia y acaben equiparadas víctimas )r verdugos.
El resultado es una difícil ecuación que, de partida acepta el lenguaje de im
pug11ación, y admite varias soluciones según se les co11sidere lucl1adores por
la libertad o criminales.
Pero la foto que se proporciona al telespectador no es completa, está einpa
quetada para 11acerla inteligible al público general. Así, resulta particularmente
significativa la retroalimentación de los sectores de población que alientan las
aspiraciones de las organizaciones terroristas, en el se11tido de que sólo con
sumen noticias e informaciones que ellos mismos generan y que contribuyen
a su movilización ideológica119.
Además está la cuestión de la capacidad y calidad de esos medios. Entre
la censura (lo que no se quiere dejar ver o explicar) )l la propaganda (lo que
se quiere hacer pe11sar o sentir) 11ay u11 espectro de posibilidades120. Así, en la
guerra de las ]\1[alvinas, 11abida ctienta de que la censura por amputación era
instificiente, se imptiso el control de la información 1nediante u11 proceso de
selección (el poo�, el control del acceso a la información (trato exclusivo con
Oficiales británicos) )r los canales de transmisión (Ejército británico) 121.
Ejemplo de la influencia de los medios ei1 la condt1cció11 de los conflictos
es la evolución de la doctrina militar de EE. U U. que, durante la década de
los noventa y comienzos del nuevo siglo, evolucio11ó hacia el establecimiento
de criterios claros y restrictivos sobre el papel que sus fuerzas militares deben
desempeñar en un conflicto (criterios Wei11berger) y en la manera de 11acerlo
(doctrina Powell sobre la fuerza decisiva desde el primer momento) señalando unos
medios tendentes a gara11tizar el efecto cero, la gt1erra sin bajas propias, al tiem
po qt1e se esforzaba en reducir el número de las ei1emigas. Desde la guerra
de l(osovo el principio de bqjas cero que se ha incorporado a los conflictos
bélicos122.
1 19. Manuel Gabriel, José en VV. AA. Terrorismo, victimas y medios de comunicación. Op. cit, pp. 3 1 y ss. 120. Sáez Ortega, Pedro. Guerra y paz en el comienzo del siglo XXI. Fundación Hogar del Empleado, 2002, p. 123. 1 2 1 . Ramonet, Ignacio. Los Conflictos Armados. Op. cit.. 122. Ramonet, Ignacio. Guerras del siglo XXI. Op. cit., pp. 132-133.
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del poder. La gt1erra de maniobra fracasó porque ni el Sur ni el Norte consi
guen imponerse; apareció la guerra de trincl1eras )T se inmovilizaron los fre11tes
en torno a Richmond de esta manera el poder de la defensa del Sur impidió
al Norte la victoria. Pero esta situación de esta11camiento cambia cuando se
expanden los límites de campo de batalla y los de la guerra381 . La clave se va a
trasladar a la i11dustria.
El General Grant, u11 hombre 11eterodoxo, es el intérprete del momen
to e impone tina nueva forma de guerra, tina guerra de desgaste donde el
que tenía más medios no debía preocuparse tanto por maniobrar con más acierto; simpleme11te debía li1nitarse a conce11trar la 1nasa en el lugar opor
tu110382.
La guerra se gana por aplastamiento, aniquilando la fuerza y la voluntad
del enemigo; en palabras de Sherman, ''la guerra es el ii1fierno'', ''la guerra es
crueldad y no cabe refinarla, la guerra es, simpleme11te, por naturaleza o concate-,
nación de acontecimientos, una fuerza irreprimible''383. Este es el sentido con
que cuenta la campaña de Sherman desde Cl1attanooga hasta Atlanta y por
Georgia y Carolina del Sur después, hasta alcanzar la costa destruyendo todo
lo que había por medio384. Como sostiene Hamley, en su libro The Operations
of Wars (1 866):
Lee, có1no N apoleó11, gana campañas 11aciendo que la pericia compe11se la
i11ferioridad 11umérica, pero, tambié11 có1no Napoleón, acaba cediendo ai1te
los recursos st1periores de unos enemigos que siguen presio11ando sobre él
11asta agotarlo. 385
En Europa se pensaba que aquélla era una guerra de salvajes, se despreció
a los militares americanos y sin embargo allí podían atisbarse mucl1as de las
claves de lo que sería la PGJ\1[. El gran cambio se producirá en la segunda
mitad del siglo xrx, a partir de la ruptura del juego de equilibrios en el conti
nente tras la unificació11 y ascenso de Alemania. Y sus protago11istas son, en el
campo político, Bismarck )r, en el 1nilitar, I-Ielmuth von Moltke386.
38 1 . VV. AA. Las guerras mundiales. Documento de Trabajo del Departamento de Estrategia. X Curso de Estado Mayor de las Fuerzas Armadas, septiembre 2008. 382. González Martín, Andrés et al., Evolución del pensamiento estratégico. Op. cit. 383. Fuller, J.F.C. La dirección de la guerra. Op. cit., pp. 104 y ss. 384. VV. AA. Las guerras mundiales. Op. cit. 385. Ibídem. 386. Ibídem.
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