ESTANISLAO ZULETA
ASOCIACION NACIONAL DE USUARIOS CAMPESINOS
LA TIERRA EN COLOMBIA
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CUADERNOS LA OVEJA NEGRA
LA
EN COLOMBIA
ESTANISLAO ZULETA
ASOCIACION NACIONAL DE USUARIOS CAMPESINOS
LA TIERRA EN COLOMBIA
EDITORIAL LA OVEJA NEGRA
Primera edición: jimio de 1973. Editorial La Oveja Negra Ltda. Corrección: Walter Correa Cadavid.
Impreso y hecho en Colombia. Printed and made in Colombia.
C O N T E N I D O :
PROLOGO 7
Estanislao Zuleta
PROCESO EVOLUTIVO DE LA PROPIEDAD 9I. Encomienda, mita y resguardo 16
II. Siglo XIX ........„.... ;.... ..................... 30
ANUC
EL CAFE Y EL MOVIMIENTO CAMPESINO
I. Importancia de la agricultura cafetera 45
II. La propiedad de la tierra 47III. Evolución del tamaño de las fincas 51IV Monopolización de la producción
y concentración de los ingresos. .. 56V Sobre el arrendamiento 63
VI. Papel del imperialismo yanqui enel mercado cafetero 66
VII. La política cafetera de la granburguesía 71
VIII. Antecedentes del movimiento campesino en las zonas cafeteras 80
IX. Perspectivas del nuevo ascenso del movimiento campesino
X. Consideraciones sobre el movimiento campesino en la zona cafetera
ANUC
CONSIDERACIONES SOBRE LA LUCHAEN EL CAMPO COLOMBIANO
I. Raíces históricas de la lucha delcampesinado......................*.............
II. Algunas anotaciones sobre la lucha de clases en el campo
III. Consideraciones políticas sobre la cuestión agraria
. IV Perspectivas del movimiento campesino colombiano
PROLOGO CUADERNO N- 6
En el artículo de Estanislao Zuleta se hace un buen recuento del desarrollo de las formas de tenencia de la tierra en Colombia desde la época de la colonia.
En los otros dos artículos se analiza el movimiento campesino actual y el contexto socioeconómico en el cual se desarrolla. Ya era tiempo de que las discusiones sobre la tierra en Colombia dejaran de apoyarse exclusivamente en textos clásicos marxistas para tratar de descubrir contradicciones entre “la burguesía” y “los latifundistas” o para detectar “residuos feudales” en el campo, que de hecho cumplen funciones que deben ser definidas independientemente del nombre que se le dé al conjunto. Más importante que fabricar nombres es analizar, mostrar relaciones, ver qué papel cumplen las diferentes capas campesinas y sacar conclusiones. Hacer lo contrario sería colocar la carreta delante del caballo.
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I"'
PROCESO EVOLUTIVO DE LA PROPIEDAD
El problema de tierras se remonta hasta el período inmediato posterior a la Conquista cuando se planteó la cuestión del trato que iba a dársele a los indios; cuestión en la que se definía en última instancia el régimen agrario del futuro. Si se llegaba a un sistema de esclavitud total y generalizado que ponía en peligro de destrucción la mano de obra autóctona, se crearía una forma de explotación de tipo de las plantaciones tropicales para exportación a la metrópoli, si por el contrario se introducían normas para proteger la mano de obra indígena de civilizaciones agrarias y explotarla en forma de servidumbre, se produciría una civilización de altiplanos, dedicada en buena parte ál autoabastecimiento con una organización económica de tipo feudal. En realidad ambas cosas ocurrieron, pero la segunda forma predominó casi desde el principio y en ella se planteó rápidamente el problema de garantizar la explotación de los predios concedidos por la corona y de adjudicar a la población indígena algunas tierras vitales para su supervivencia. La cuestión de tierras queda definida desde entonces como el intento de impedir que la propiedad se oponga al trabajo, y de hacer que la clase campesina tenga acceso a la tierra. A través de las diferentes instituciones y modalidades históricas de cada época se ha tratado de resolver la contradicción entre la posibilidad de acaparar la tierra por parte de propietarios que no la trabajan y la necesidad de ella por parte de los cultivadores. La dificultad ha estado sieínpre en el extraordinario poder económico y político de los terratenientes. Durante la Colonia lograron evadir en lo fundamental el cumplimiento de las disposiciones
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de la Corona que condicionaban la propiedad al uso de las tierras.
Veamos más en detalle el proceso institucional dela conquista y la colonia en lo que se refiere a latenencia de la tierra. Una vez que los conquistado- res se establecieron en el, suelo americano y los diferentes grupos indígenas fueron forzados a admitir las instituciones del conquistador. Las normas que rigieron la tenencia de la tierra fueron:a) Las capitulaciones y mercedes o sea el período
entre 1492 y 1591, época en la cual la CoronaEspañola no podía financiar económicamente las expediciones de conquista y firmaba contratos con los conquistadores para que las llevaran a cabo y otorgaba en cambio derechos y beneficios en las tierras conquistadas. Estos beneficios consistían en un número de aldeas, tierras y vasallos con jurisdicción civil y criminal en el área respectiva y la facultad para recaudar impuestos en su favor. Los beneficios que otorgában las capitulaciones constituían propiedad que podía heredarse y venderse. Asimismo fijaban la parte de riqueza que correspondía al monarca.
Las capitulaciones otorgaron al beneficiario la tierra y el indio sin precisar los límites, y el conquistador podía * repartir tierras entre sus hijos y los cbmpañeros de expedición. Pero hay que advertir que exigían de los beneficiarios ocupación efectiva de la tierra y residencia en ella. La primera capitulación la firmó Colón en abril de 1492 y recibió mercedes en tierra, el título de Virrey y Gobernador con derechos a la décima parte de todo lo que obtuvieran deduciendo el costo.
Mendoza Pérez anota al respecto: “Las capitulaciones que se tomaban con los descubridores
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contenían la cláusula de dominio sobre las estancias, pueblos o herederos que hicieren u obtuvieran” O
Las cédulas de mercedes en tierras se clasificaron en ordinarias para los que pensaran establecerse en América y eran de carácter perpetuo o de por vida y las extraodinarias se otorgaban a un personaje importante por servicios prestados por él o sus antepasados.
Tanto en las capitulaciones como en las cédulas no se daban alinderamientos precisos y solamente hacia 1525 se comenzó a precisar este concepto. La Ley 1? del Libro IV, Título XII ya es más explícita al respecto.
“ Porque nuestros vasallos se alienten al descubrimiento y población de las Indias, y puedan vivir con la comodidad y conveniencia, que deseamos: esnuestra voluntad que se puedan repartir y repartan casas, solares, tierras y cavallerías (sic) y peonías a todos los que fueren a poblar tierras nuevas en los pueblos y lugares, que por el Gobernador de la nueva población le fueren señalados, haciendo distinción entre escuderos y peones, y los que fueren de menos grado y merecimiento, y los aumenten y mejoren, atenta la calidad de sus servicios, para que cuiden de la labranza y crianza; y habiendo hecho en ellas su morada y labor, y residido en aquellos pueblos cuatro años les concedemos facultad, para que de allí en adelante los puedan vender, y hacer de ellos a su voluntad libremente, como cosa suya propia; y asimismo conforme su calidad, el Gobernador, o quien tuviere nuestra facultad, les encomiende los indios en el repartimiento que hiciere, para que gocen de sus aprovechamientos y demoras en conformidad de las tasas, y de lo que está ordenado. Y porque podía • suceder, que al repartir
1 Diego Mendoza Pérez. Ensayo sobre la Evolución de la Propiedad en Colombia.
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las tierras hubiere duda en las medidas declaramos, que una peonía en un solar de cincuenta pies de ancho y ciento en largo, cien fanegas de tierra de labor de trigo o cebada, diez de maíz, dos huebras de tierras para huertas y ocho para otros árboles de fecadal, tierra de pasto para diez puercas de vientre, veinte vacas, cinco yeguas, cien ovejas y veinte cabras, una cavallería (sic) es un solar de cien pies de ancho y doscientos de largo; y de todo lo demás como cinco peonías que serán quinientas fanegas de labor para pan de trigo o cebada, cincuenta de maíz, diez, huebras de tierra para huertas, cuarenta para plantas de otros árboles de fecadal, tierra de pastos para cincuenta puercas de vientre, cien vacas, veinte yeguas, quinientas ovejas y cien cabras, y ordenamos que se haga el repartimiento de forma que todos participen de lo bueno y mediano, y de lo que fuere tal, en la parte que a cada uno se le debiere señalar”
Este período de capitulaciones y mercedes réales se caracteriza por una vaguedad tanto en la extensión de la tierra adjudicada como en la precisión de sus límites aunque explícitamente se exigía que el agraciado con la merced debía ocupar efectivamente la tierra y residir -en ella.b) 1591 - 1680. Este segundo período se inicia con
la cédula firmada en el Pardo en noviembre de 1591, se reconoce la ocupación de hecho de las mejores tierras y se admite que el ocupante adquiera su título de •propiedad mediante el pago de una suma a la Corona. Se autorizó la venta de tierra a bajo precio, por parte del Estado, con la finalidad de recavar fondos y atraer nuevos colonos a las tierras sin ocupar. Asimismo se autorizó otorgar tierras a los indios en forma de resguardos.
Ya en este período aparece muy claro que la propiedad de la tierra podía adquirirse por merced real como una recompensa a servicios
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prestados, o por el pago de una suma pequeña por las tierras ocupadas sin justos títulos, o bien por compra al Estado de una porción de tierra a bajo precio.
Asimismo en este período se' otorgó tierras a las municipalidades ya sea para agricultura y ganadería como para los servicios más importantes, tales como mercado, matadero y campos de deporte, etc. Estas fueron las tierras eji- dales.
c) 1680- 1754. Comprende este período el Código de Indias y la prescripción de tierras. Según estas disposiciones, se trató de enmendar la extensión concedida 'en las capitulaciones. Se reconoció la posesión de todo título legítimo, la posibilidad de composición o pago de toda extensión que no tuviera título legal, y también se autorizó rematar las tierras que no hubieran sido poseídas por diez años y que no tuvieran título de propiedad.
En este período se reconoce la ocupación de hecho y se legaliza su ocupación mediante el pago de composición de acuerdo con la cédula expedida en 'e l año de 1631. Con esta legalización tuvieron acceso a las tierras de realengo las personas pudientes en detrimento de los colonos que no contaban más que con su fuerza de trabajo.
d) 1754- 1821. Este período ée caracteriza por la Cédula de San Lorenzo que sentó las normas para la revisión de títulos, confirmaciones, renta, composición y exceso de ocupación de tie- ras sin título alguno. También en este período fue importante la Cédula de San Lorenzo Ildefonso por medio de la cual la Corona dispuso que no se inquietara a los poseedores de tierras con títulos de venta, composición, ocupación; también se prohibía obligar a vender o
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arrendar contra la voluntad del poseedor. Se ordenó adjudicar tierras baldías a quienes dentro de un término las demostraran, sembraran, o cultivaran con siembras o pastos pudiendo adjudicarles una extensión no mayor a las posibilidades de explotación del adjudicatario. Asimismo dispuso que los linderos sean fijos y durables para que nunca se muden.
ENCOMIENDA, MITA Y RESGUARDO
Todo el período colonial no es comprensible sino se tiene en cuenta la encomienda, la mita y el resguardo como instituciones que formaron la base para el desarrollo de la producción agropecuaria. Se debe recordar que todo pueblo conquistador está determinado por las exigencias que impone su propia estructura, así las sociedades industriales o en proceso de industrialización colonizan con el fin de extraer materias primas baratas para sus industrias, de abrir mercados a su producción y emplear el excedente “de mano de obra que el capitalismo arroja en sus comienzos; por el contrario en una sociedad feudal son otras sus exigencias, España, estancada en esta etapa quizo perpetuarla por medio de la conquista, reclamó toda la cantidad de metales preciosos que se pudo extraer ya sea por la exacción del oro acumulado en obras de arte, ya extrayéndolo por medio de la minería; también reclamó tierras y siervos para mantener una nobleza arruinada.
La Corona Española a través del Siglo XVI respetó el derecho de los aborígenes, pero debido al hecho de que la conquista fue una empresa privada y no estatal, se vio forzada a permitir en una forma indirecta la explotación del indio. De acuerdo con el derecho español y las bulas papales la tierra de América pertenecía a la Corona y esta co
ló
menzó a otorgar tierras a los conquistadores sin discriminación de jerarquías; cualquier peninsular que venía de América podía aspirar la adjudicación de tierras en las cercanías de las fundaciones, ciudades o villas, cuya extensión al común de los conquistadores fue de dos, tres y cuatro cavallerías (medida dé extensión de aproximadamente 423 hectáreas) , adjudicaciones que en primera instancia las conferían los mismos conquistadores al fundar las ciudades o las villas en las capitulaciones que acompañaban el ritual de la fundación. Al lado de estas pequeñas fincas se ubicaban las otorgadas directamente por la Corona a un personaje importante como un favor a merced en reconocimiento de importantes servicios.
Desde aquella época existieron aledaños el latifundio, la mediana propiedad y el minifundio como soporte de la soicedad colonial.
Estas formas de adquirir la posesión de las tierras no tenían incentivo económico alguno para los conquistadores sino en base de la explotación de la fuerza de trabajo del indio para hacer producir la tierra recibida. Así una vez que pasó la primera etapa de conquista caracterizada por la guerra de rapiña y la fiebre por encontrar El dorado; a raíz de una serie interminable de desengaños, el impulso que los llevaba a recorrer audazmente las tierras diseminadas perdió mucho de su fuerza y se fueron convenciendo de que solo la posesión de las tierras y el trabajo del indio podía ser un premio seguro para sus esfuerzos. Tanto la Corona cómo el conquistador tendían hacia el asentamiento y al darse cuenta del mito de El dorado desplazaron sus ilusiones hacia la minería y la explotación de la tierra.
Con la estabilidad de estos asentamientos comienza la época colonial con su nuevo estilo de vida y el acontecimiento histórico adopta un nuevo ritmo, mucho más lento, casi rutinario. La desaforada carrera de la conquista, en la cual todos se guiabán
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ppr la consigna implícita de "llegar primero”, había dado paso a la necesidad de explotar las tierras conquistadas. Entonces la propiedad territorial comenzó a ser apreciada y fue utilizada por la Corona como un medio de poder, ya que podía regalarla a sus súbditos a cambio dé servicios. Pero la adjudicación de la tierra como propiedad privada conlleva el secreto de crear la posibilidad de explotar al indio como siervo ya que sin éste la tierra no produce. Las diferencias que se presentan en su propiedad no son más que las diferentes maneras de aprovechar el trabajo de sus pobladores o de justificar la explotación de éstos.
Tanto los primeros conquistadores como los que vinieron después adquirieron preeminencia ante los indios ya sea del repartimento, encomienda y resguardo, hacienda, fama y poder político se concentraron en las manos del español que actuó como cla- s&\dominante y exigió del indio servicios y prestaciones. De esta manera la tierra del gran terrateniente como la de los otros conquistadores para que produjera riqueza necesitó la fuerza de trabajo del indio ya que el español de acuerdo con los valores de una sociedad feudal decadente miraba el trabajo como una actividad no propia de su clase. De esta necesidad surge la encomienda como institución que exige del indio pagar un tributo a la Corona pero que el conquistador recauda en su propio beneficio por voluntad real, trascendiendo casi siempre la norma jurídica y reclamando servicios personales de los indios encomendados.
Por este motivo la encomienda que en principio no fue más que: 4<el derecho concedido por merced real, a los beneficiarios de Indias, para recibir y cobrar para sí los tributos de- los indios que se encomendaban por su vida y la de sus herederos, con cargo de cuidar del bien de los indios en lo espiritual y temporal y" de habitar y defender las pro
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vincias donde fueran encomendados (2) según la definición de Solórsano Pereira en su Política Indiana, fue de hecho una servidumbre. Esta merced ser convirtió de hecho en un usufructo, en una explotación de la mano de obra indígena para realizar los trabajos qué le asignara el encomendero.
Además se debe recordar que el otorgamiento de encomiendas se hizo para reconocer un servicio, como pago a una actividad, como una regulación de la explotación indígena por parte de la neoaristocra- cia americana. El encomendero no protege al indio contra nadie, sino que lo toma bajo su tutela para incorporarlo a ün régimen social, cuyas pautas culturales desconoce y lo obliga a aceptar lá religión cristiana, en la que va implícita la asimilación del indio a un nuevo sistema de valores. De aquí que la encomienda fue la institución que dotó al conquistador de un poder coactivo para percibir tributos en dinero, en especies o en trabajo; le entregó los medios para delinear la nueva organización social en la que él es el amo y el indio el siervo. De esta manera, la encomienda es la piedra de toque para explicar él origen del neofeudalismo americano en el cual el señor prácticamente no tiene deberes y sí todos los derechos y el indio carece de derechos y está abrumado con todos los deberes; entre el español encomendero y el indio encomendado, no existió mutua prestación de servicios y permitió que la encomienda fuera una servidumbre y en muchos casos una esclavitud.
Lo anterior está de acuerdo con lo que anota Hernández Rodríguez sobre la encomienda: “fueuna institución social y económica característica de la organización colonial de la América Hispana consistente en un grupo de indígenas, por lo general un clan o una tribu, que era obligado, como
2 Milcíades Chaves. Estudio Socioeconómico de Nariño. Pág, 142.
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grupo, primero, y más tarde per cápita, a pagar temporalmente a un español meritorio un tributo como cesión de la carga fiscal debida al rey y con obligación para el beneficiario dé ocuparse de la catequi- zación y adoctrinamiento de los indios. La encomienda consistía esencialmente en una cesión de tributos pero no implicaba adjudicación de tierras. Esta fue al jnenos la norma general. En la Nueva Granada, no obstante, se conocen casos en que el título de la encomienda se alegaba con éxito en pleitos para probar derechos sobre la tierra” (3).
Pero si ya la encomienda entregó maniatados para la explotación a los indios, la mita fue un poco más allá, esta institución permitió al español reclamar del indio un trabajo obligatorio pagándole un jornal fijado por autoridad competente. Así el español pudo trasladar de un lugar a otro, de un? actividad a otra, de un clima a otro diferente, a un indio, a centenares de ellos o tribus enteras para explotar una mina, para la agricultura de una plantación, para utilizarlos en la construcción de una obra pública. La mita fue desvastadora hasta el punto que se hubo de fijar un porcentaje de los grupos, clanes o tribus con el fin ae no despoblar regiones.
También la Corona instituyó el Resguardo Indígena como cesión de un globo de tierra a un grupo de indios. La tierra dedicada a resguardo perteneció a la comunidad, fue inalienable y tuvo su administración y gobierno propio. Allí al Cabildo Indígena fue la máxima autoridad y distribuyó la tierra de acuerdo a las necesidades de cada familia indígena.
Los Resguardos: “son terrenos que obtuvieron durante la colonia los indios por donación, repartimiento, composición o compra. Su característica esencial
3 Guillermo Hernández Rodríguez. De los Chibchas a la Colonia y a la República. Bogotá Universidad Nacional 1949. pp. 719-180.
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era la propiedad colectiva sobre las tierras, cuyo derecho ejercía todo el común de los indios. La venta aún con el consentimiento de todo el común se prohibió ya en el Siglo XVII. En tierras de resguardo tenía el indio la parcela donde trabajaba para su manutención. Sobre ella tenía derecho de usufructo, pero ño de propiedad” (4).
En la colonia tuvo gran importancia para la actividad agropecuaria el Repartimiento de Indios que consistía en la cesión de cierto número al servicio del conquistador. Este repartimiento lo hacían por lo general los mismos conquistadores para recompensar servicios y proezas de sus soldados. Sin embargo: “El repartimiento de indígenas entregados en encomienda a un determinado español seguía los lincamientos de la organización gentilicia; se repartía, por ejemplo, en grupos claniles ó de apellidos”, como lo afirma Hernández Rodríguez en su obra citada.
Encomienda, repartimiento, mita o resguardo obedecieron el afán y deseo de la Corona por el asentamiento de las poblaciones y en especial de los conquistadores. Estas instituciones cumplieron con la función de aprovisionar al latifundista de mano de obra sin mayor costo.
Así nace el latifundio en Colombia, en su primera etapa por una merced real y más tarde se extiende a costa de las tierras del indio, bien sea de encomienda, bien sea del resguardo.
Dada la estructura de la sociedad española, los dominios americanos significaron para ella una serie de barreras al desarrollo capitalista. No sobrevino la revolución que en otras partes eliminó las formas feudales de la sociedad. Por el contrario, el feudalismo amenazado y en descomposición, encontró en América la posibilidad de cobrar nuevas fuerzas.
4 Juan Fride. El 4ndio en Lucha por la Tierra. Pág. 10.
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Los inmigrantes españoles procedían en gran parte de la nobleza venida a menos y de los antiguos terratenientes empobrecidos que procuraban restaurar en las nuevas tierras el dominio español y la autonomía que habían tenido antes en la Península. Ni el tipo predominante de explotación minera ni la forma característica del poblamiento por medio de encomiendas podía abrir un mercado importante para la industria española. El primero porque constituía una típica explotación esclavista y una extracción directa de la riqueza sin intercambios; la segunda porque configura una economía localista que producía casi la totalidad de los bienes de consumo y solo necesitaba importar algunos artículos suntuarios, armas, etc. Mientras los países desarrollados se aseguraban, ante todo, un mercado y una amplia explotación de materias primas en sus colonias, España, por esta época, exportaba materias primas e importaba mercancías de otras naciones europeas. Estas condiciones produjeron en la sociedad española el fenómeno del arribismo generalizado y dirigido hacia la clase señorial. La rebatiña de títulos y favores de la Corona que se trasladó a América era lo contrario del arribismo burgués que existía en otros pueblos de Europa, mientras que este exigía como cualidades, el trabajo, el ahorro, la avaricia, la inventiva y la audacia: el arribismo señorial exigía por el contrario, la lealtad, el honor, el orgullo, las hazañas militares y todas las excelencias improductivas y parasitarias que consagró la escala de valores de la sociedad feudal. Mientras los unos necesitaban para acceder al campo de sus posibilidades (la burguesía) , realizar actos, introducir descubrimientos y transformaciones; los otros solo debían producir gastos, manifestar por suS conductas, a veces heroicas, la magnificencia de su estirpe y de su sangre. Mientras el advenimiento de los primeros suponía lá creación de un nuevo mundo, el de los segundos implicaba la perpetuación de un orden moribundo.
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Las pretensiones de los primeros encomenderos a una completa autonomía en sus dominios señoriales contradecían la autoridad y los intereses de la Corona que naturalmente aspiraba a controlar estrechamente la explotación de sus nuevos dominios. Surgió así el conflicto que iba a servir de cuadro histórico a la primera época de la colonia española.
La rebelión de los encomenderos es la respuesta a las Nuevas Leyes por medio de las cuales, la Corona, después de haber alimentado las esperanzas feudales en sus capitulaciones con el fin de acelerar el proceso de la conquista, intentaba ahora limitar a los señores demasiado poderosos que había creado con su política anterior. Esta rebelión se manifestó en las formas más diversas: resistencia pasiva, polémica religiosa, levantamiento armado. Allí donde no se sentían lo suficientemente fuertes para desconocer abiertamente la autoridad real apelaron a la primera forma. “Se obedece pero no se cumple”, fue entonces y seguiría siendo en adelante la consigna de los gamonales que quieren aprovechar las ventajas de un poder central evitando las limitaciones que esta dependencia implica. Algunos escritores han pensado que en esta frase se refleja una característica temperamental del pueblo colombiano; tal vez por el contrario, lo que expresa claramente es la contradicción interna de la situación seijiifeudal, económicamente y militarmente, insuficiente para la autonomía que aspira, y sin embargo, a no ver limitados sus privilegios por el poder central en que necesita apoyarse.
La forma principal como la Corona intentó limitar el poder de los encomenderos fue la protección de los indígenas, ya que sobre ellos se ejercía directamente la dominación señorial. Es evidente que los intereses de cada encomendero, tomando individualmente, consistían en una explotación al máximo de la mano de obra nativa, contradecían a largo plazo los intereses generales de la colonización española,
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en tanto que amenazaban destruir la población aborigen, que era la base fundamental de esta colonización. Los ingleses podían exterminar y desalojar a las-poblaciones indígenas, porque su colonia (al menos en el norte) se extendía a base de inmigrantes que trabajaban directamente la tierra y la artesanía. Por lo tanto debía imponerse una política de protección de los indios, por medio de la cual la Corona afirmaba su autoridad en contra de las pretensiones de los españoles.
Ambas posiciones intentaban justificarse ideológicamente apelando a diversos aspectos de una misma tradición de pensamiento católico. Así surgió la polémica religiosa que quebrantó la unidad ideológica de España del Siglo XVI. Mientras el erudito Gines de Sepúlveda predicaba la guerra “justa” y hacía lo posible para dar una buena conciencia religiosa a la conducta de los encomenderos, el padre de Las Casas encabezaba un movimientó en defensa de los indios, cuyo contenido histórico se expresa en la consigna: “que termine la conquista y comience la evañgeliza- ción”. Esta última posición, que en apariencia situaba las exigencias morales por encima de toda otra Consideración (“todos los pueblos del mundo son .hombres”) no perjudicaba en realidad, los intereses económicos de la Corona, ya que aparecía en ella, igualmente, la propuesta de importar negros del Africa en calidad de esclavos para continuar la explotación minera.
En la Colonia además el régimen de impuestos fue exclusivamente para arbitrio fiscal, gravó principalmente el trabajo y el comercio y en menor escala el capital. La agricultura y la minería llevaron la peor parte, por ser las actividades económicas que practicaban los nativos y los colonos quienes debían pagar los diezmos, los quintos reales, las medias anatas, los censos, los espolios y subsidios eclesiásticos. La aleábala y el papel sellado hacían difícil el comercio exterior, y el cambio interior se veía frenado
por una serie de prohibiciones y obstaculizado por el almojarifazgo, los derechos de tonelada, de faro, de visita y de avería.
Todo este sistema se construyó sencillamente porque a España no le interesaba el desarrollo agropecuario, ni mucho menos el fabril, porque creía que solo la extracción de metales y el suministro de ciertas materias primas a la destartalada economía peninsular lograba la. vigorización de la metrópoli. Así la política fiscal que gravó al comercio y al consumo desarrolló una tendencia hacia una economía localista, que fue la característica de toda la edad media.
Se realiza un cambio en la política paternalista de España en el Siglo XVIII con los territorios de ultramar. Hasta ese momento la Corona siempre estuvo de parte del indio y en contra del deseo de explotación del encomendero. Se trataba ante todo de promover el ascenso de la economía privada liberándola de las trabas que, destinadas en parte a proteger la mano de obra indígena, limitaban la expansión económica de la aristocracia criolla. En este sentido tuvieron especial importancia las medidas destinadas a iniciar la descomposición de los resguardos. Se comienza a formar así una masa de campesinos desposeídos lo que constituía la premisa necesaria para la incorporación del indio al trabajo asalariado. “Este despojo dice Liévano se ejecutó por el procedimiento de trasladar los indios de dos o tres resguardos al recinto de uno solo, generalmente distante de los centros poblados y cuyas tierras eran de menor calidad y carecían de atractivos para su inmediato remate”. (Semana, página 135). De esta manera los indígenas que hasta entonces solo estaban obligados a trabajar en las minas y haciendas en las proporciones que fijaba la mita y el concierto agrario, es decir, en el cuarto o quinto de la población de cada resguardo, se vieron lanzados a un
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mercado de fuerza de trabajo al que había escapado gran parte de la población aborigen.
Al mismo tiempo se iniciaba el proceso de comercialización de la tierra por el remate de los resguardos que quedaban libres y de las tierras realengas. Con esta medida se provocaba una concentración de la tierra de tipo latifundista a cuyos beneficios tenían acceso nuevos sectores de la población enriquecidos en el comercio y los negocios. Moreno y Es- candón, Antonio Mon y Velarde y Andrés Berdugo y Oquendo fueron ejecutores de esta política que hacía parte de una amplia operación de la Corona destinada a remplazar el control económico directo de las colonias por sistemas de explotación privada sobre los cuales se pudiera aplicar en seguida un fuerte régimen de exacción fiscal. Los resultados sociales y económicos de esta política no se hicieron esperar; por una parte se agudizaba así el conflicto que oponía los trabajadores del Nuevo Mundo a la aristocracia criolla, ya que esta aprovechaba para su enriquecimiento la decadencia del proteccionismo paternalista de España. Por otra parte se abandonaba igualmente la contradicción de intereses entre los poderosos del Nuevo Mundo y la Corona, ya que esta trataba de extraer la parte sustancial de sus nuevas y crecientes ganancias por medio de un reajuste en el sistema de impuestos.
Esta nueva situación de las relaciones de clase condiciona y sirve dé base a los acontecimientos po- lticos que ocurrieron en América durante la segunda mitad del Siglo XVIII. En primer lugar la Corona deja de aparecer como intermediario entre los aborígenes y los señores terratenientes y empieza a aparecer cada vez más como explotadora común de todas las clases sociales del Nuevo Mundo. Con ello se abre la posibilidad de una alianza nacional contra España y la aristocracia comienza a ver el creciente descontento de las masas trabajadoras como un elemento que podrá utilizar en la lucha contra el
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yugo colonial. Se trata ahora de saber hasta qué punto será posible impedir que este fermento revolucionario rebase los límites que le quiere imponer la clase dominante y extienda la lucha contra los explotadores de todos hasta convertirla en una lucha contra todos los explotadores. Cuando el combate contra un enemigo común unifica a dos o más clases por encima de sus propias contradicciones ocurre siempre que los sectores que detentan los privilegios económicos consideran con recelo a sus aliados, populares en cuyo impulso no pueden dejar de apoyar sus propias y limitadas reivindicaciones. En la aristocracia criolla de fines del Siglo XVIII, esta contradicción era tanto más honda cuanto menos oportunidades había de que el descontento de las masas aborígenes se limitara a las autoridades españolas y a su política fiscal.
Existía también un sector intermedio, compuesto por artesanos, comerciantes y pequeños propietarios, para los cuales el viraje económico en la política española, no solamente no significaba una liberación de las trabas coloniales que se oponían a su desarrollo, sino que representaba un aumento de las barreras que limitaban hasta entonces su expansión económica. Las reivindicaciones propias de este sector de la población americana iban, por lo tanto, mucho más allá de una simple lucha por relevar en lo político a la burocracia española y limitar o destruir en lo económico el régimen fiscal. Las necesidades objetivas de su desarrollo económico comprometían de hecho toda la estructura del sistema colonial; y, aunque no tuvieran una conciencia ciará y explícita de esta situación, eran mucho más radicales en su crítica y en su acción que la aristocracia terrateniente cuyos miembros se veían contenidos en la tarea revolucionaria por el temor de poner en peligro sus propios privilegios.
Esta nueva política de España permitió la unificación de actitudes tanto del pueblo como de los te
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rratenientes y comerciantes y aprovecharon la crisis política de 1808 en la metrópoli para levantarse y solicitar la independencia. Así al finalizar el Siglo XVIII y comenzar el XIX, las fuerzas productivas en la Nueva Granada han adquirido un mayor grado de desarrollo. Los comerciantes y ganaderos criollos insisten cada vez más con vehemencia, en la abolición definitiva de las trabas feudales a la economía que la Corona quiere mantener en sus colonias de ultramar. Antonio Nariño, en representación de los comerciantes santafereños, emprende una violenta crítica a la economía colonial que Nieto Arteta sintetiza así:
“Las consideraciones de don Antonio Nariñó en torno al monopolio del tabaco hacen por primera vez en la historia de la cultura nacional una crítica histórica del feudalismo colonial. Esa crítica es la más objetiva definición de los albores del Siglo XIX, de lo que podría llamarse, la comprensión histórica de nuestra economía nacional. El precursor considera a la economía de la Colonia y muy atinadamente, “como una sucesión progresiva de jomadas históricas, de las cuales las anteriores producen a las actuales, y estas a aquellas a las posteriores” . Tal como lo anota Nieto Arteta en su Economía y Cultura en la Historia de Colombia.
El conflicto de la metrópoli repercutió en las Colonias, encuadrándose en . tres corrientes bien delimitadas: la primera estaba representada por la burocracia española, que sostenía el principio en virtud del cual las colonias debían seguir la suerte que corriera la metrópoli y debían acatar sin reticencia la dinastía que triunfara allende el mar. Su objetivo era defender los privilegios burocráticos de que gozaba. La segunda estaba formada por el estamento criollo latifundista, que defendía los derechos de Fernando VII y se oponía al reconocimiento de otra dinastía, mostrándose partidaria de la independencia en caso de que Fernando no recuperara el trono. Con
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ello, defendían los privilegios de que venían gozando y al mismo tiempo aspiraban a detentar el poder y a afianzar la supremacía que desde mucho tiempo atrás venían ambicionando. La tercera estaba formada por los comerciantes criollos, por los artesanos y la masa popular, que abiertamente luchaban por una independencia total que asegurara el amplio comercio con Inglaterra, que cambiara la política impositiva colonial y que quebrara la estructura económica y social, para que abriera cauces a una economía comercializada y manufacturera.
El movimiento independista dirigido por los criollos ofreció cada vez más derechos y beneficios al pueblo, obtuvo su respaldo, triunfó sobre la metrópoli y se erigieron las repúblicas independientes.
De todo lo anterior se puede afirmar:1) En el primer período de la Conquista en vir
tud de las Capitulaciones solo hubo una concesión de tierras a los descubridores, y señorío sobre lo descubierto, sin que hubiera límite alguno en relación con la extensión territorial. No hubo instrucciones «obre las formas de cultivo o ganadería.
2) Posteriormente hubo instrucciones en cuanto alos solares o fundación de poblaciones paraque no se otorgaran extensiones mayores a las posibilidades, de cada quien.
3) Se procuró por medio de las encomiendas elarraigo de los indios, por la necesidad de cultivo para el sustento de los pobladores, tributos al Rey y a los encomenderos, etc. pero no hay un cuerpo organizado de normas para el fomento agrícola o ganadero.
4) De hecho no hubo límite alguno en relacióncon las extensiones apropiables, normas que impidieran el acaparamiento de tierras. La indeterminación por las defectuosas alinderacio-
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nes dio margen para el ensanche de los términos de cada propiedad, y el comienzo de litigios entre los propios descubridores, entre los encomenderos, entre los españoles con los indígenas, con perjuicio de éstos y en fin desde entonces vienen los litigios por concepto de extensiones territoriales, apoderamiento de tierras de resguardos y la imprecisión sobre la verdadera extensión que corresponde a cada uno.
5) No hubo una verdadera política agraria en el sentido de atender al hombre, pues las normas sobre protección de indígenas si bien unas veces se dictaron con sentido pietista, y otras con la finalidad de mantener trabajadores al servicio de los españoles, muchas veces, la mayoría no fueron cumplidas.
En resumen: el origen de la propiedad territorial en Colombia emana del derecho de los Reyes Españoles sobre estas tierras, justificado por las bulas papales y por el derecho de conquista, que justificable o no, de él se deriva el derecho de la propiedad sobre la tierra.
SIGLO XIX
La Colonia había conformado unas fuerzas sociales con específicos intereses económicos, una sociedad que a grandes rasgos puede describirse de la siguiente manera: los peninsulares que vinieron a desempeñar cargos burocráticos con mucho orgullo personal y un poco de desdén por los criollos, hijos de españoles que habían decidido hacer fortuna en esta tierra y no regresar a España. Peninsulares y criollos forman la clase dirigente. Más abajo se extiende una amplia capa de mestizos y blancos .venidos a menos ejecutando toda clases de actividades y de
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empleos, mercaderes, sastres, talabarteros, escultores, barberos y medianos propietarios, etc. formaban una capa intermedia entre la aristocracia y el pueblo. Abajo como sostén de la pirámide social los indios y los negros con sus papeles de siervos y esclavos. En el campo esta sociedad la sintetizaba con gran nitidez la encomienda, como aspecto feudal de la economía colonial y el resguardo indígena con su producción de autoabastecimiento, imprimiendo a su alrededor una mentalidad localista y un espíritu aldeano, característica de todo este período.
Por consiguiente afianzada la independencia en la nueva sociedad y el nuevo gobierno, se alcanzaba a distinguir la corriente y el propósito de los comerciantes y los artesanos quienes, a pesar de haberse formado en la lenta y parsimoniosa sociedad colonial, presionaban para que la guerra de liberación significara la terminación de todas las trabas coloniales al desarrollo de la economía, solicitaba un rompimiento brusco con las instituciones de anteño, y una exigencia más explícita por vías francas para la creación de riqueza. Más, la contrapartida a estos intereses la encarnaban los descendientes de la nobleza española, los hijos de los encomenderos, los herederos de los esclavistas negreros y las comunidades religiosas, estos tenían otra imagen de lo que debía significar el triunfo de la emancipación, para ellos la independencia debía constituir apenas una sucesión con el fin de que el poder político alcanzado ratificara todos sus privilegios anteriores y aún los acreciera. El nuevo gobierno por lo tanto no debía cambiar sustancialmente nada de lo que ya existía. De esta manera en el comienzo de la nueva república se configuran estas dos fuerzas que caracterizarán la lucha por el poder a través de todo el Siglo XIX. Por debajo de estos dos intereses la masa irredenta de indios y negros, sin mucha conciencia de sus propios intereses.
La fuerza retardataria era más fuerte en las primeras tres décadas del nuevo gobierno, los intentos
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por cambiar la fisonomía colonial fueron esporádicos y aunque sus abanderados expusieron brillantemente sus tesis, la fuerza contraria se impuso y la agricultura, el comercio y la incipiente industria no pudieron liberarse de las pesadas cargas impositivas que venjan desde la colonia. La defensa de los privilegios heredados mantuvo la esclavitud, la servidumbre del indio y el gran latifundio; consagrando al período 1820-1850 como una prolongación de la etapa colonial.
Claramente lo decía la Constitución de 1821 en su Artículo 188: “Se declaran en su fuerza y vigor las leyes que hasta aquí han regido en todas las materias y puntos que directa o indirectamente no se opongán a esta Constitución ni a los decretos y leyes que expidiere el Congreso”. En 1825 se aclaraba que las pragmáticas, cédulas, órdenes, decretos y ordenanzas emanadas de la Corona antes de 1808 tendrían plena vigenciafsi no se oponían a la Constitución y a las Leyes. Solo en 1887 se declaró abolida la legislación española.
Castillo y Rada expresa el sentir de la corriente progresista. Como Ministro de Hacienda en 1826, sostiene enfáticamente la tesis de que el país debe mejorar su agricultura para que sirva de base al desarrollo de la industria y el comercio: “Si prospera y florece la cultura de nuestras extensas y feraces tierras, florecen y prosperan las artes y el comercio; y si prosperan estas tres fuentes de la riqueza nacional, abundarán indefinidamente los recursos que necesitamos para satisfacer los gastos necesarios del Estado” (5). Este progresista Ministro de Hacienda propugna el desarrollo agrícola e industrial liberando al país de toda traba colonial y denuncia el escollo que constituye el latifundio de
5 Luis Eduardo Nieto Arteta. Economía y Cultura en la Historia de Colombia. Bogotá. Librería Siglo XX. 1942 pág. 69. <
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bienes de manos muertas para el acceso al desarrollo económico. "La amortización eclesiástica es el tercer obstáculo perjudicial a la agricultura. Entiendo por bienes amortizados los raíces que son fondos de conventos, monasterios, capellanías, cofradías, obras pías, memorias de misas, aniversarios, etc., los cuales, prohibidos de enajenarse, están fuera del comercio. Esta clase de bienes no concurre con lo demás y de aquí resulta que las tierras suben de precio como todas las cosas que se demandan cuando no hay concurrencia. De modo que si se agrega el alto precio de las tierras a los dos gravámenes anteriores, se reconoce claramente que los ciudadanos deben retraerse de este género de industria con amengua del cultivo y de la riqueza pública. Con estas consideraciones concurre otra que es bien obvia y manifiesta a todos. Los bienes amortizados se ven totalmente abandonados. Los colonos o arrendadores los manejan como ajenos; solo procuran sacar de ellos la renta que deben pagar, y lo muy preciso para su subsistencia, y nunca hacen las anticipaciones y mejoras que duplicarían su valor y aumentarían considerablemente sus productos. Aún las mismas comunidades, capellanes, etc. cuando los administran por sí, no mirándolos con la afición de un propietario en cuyo beneficio ceden las mejoras, ni pudiendo. disponer de ellos, se consideran como meros usufructuarios, procuren el provecho posible y tampoco hacen anticipaciones y mejoras, con perjuicio de la producción y de la riqueza pública” (e). Asimismo defiende la bondad de los impuestos directos y reclama la elaboración de buenos catastros.
La corriente que defendía el statu quo fue mucho más poderosa y se impuso; la economía colonial, las actitudes feudales, el esclavismo como negocio y el apego al pasado fueron claras realidades que tipificaron el período 1820-1850. Tres fuerzas sociales coa
6 NIETO ARTETA. Op. cit. p. 73.
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ligadas hicieron que el cambio prometido y esperado no se cumpliera. Los grandes terratenientes y los militares defendieron sus privilegios que heredaron de su§; mayores junto con los valores sociales que conformaban su conducta. Este grupo que gobernó al país hasta la mitad del siglo pasado fue retratado magistralmente por José María Samper: “De qué fuerzas parciales se componía aquella masa que hemos llamado el elemento peninsular o tradicionalista? Componíase, en primer lugar, de todos los hombres que patriotas o godos, debían su posición a las instituciones y tradiciones del régimen colonial, políticamente vencido, mas no sustancialmente desarraigado; y en segundo, de aquellos, que elevados por la revolución a cierta importancia militar, habían llegado a tal grado de ensimismamiento de clase que, apoyándose en el fuero y en el prestigio de la fuerza, sentíanse con ánimo para aspirar a sustituirse, en la República, a los que habían ejercido el poder en la Colonia.
“Así el elemento tradicionista se compuso: de aquellos que, jactándose de ser nobles, a lo menos hidalgos titulados (ya que no de carácter) no podían tolerar la idea de la igualdad con la canalla, como llamaban al pueblo, ni conformarse con unas instituciones radicalmente distintas de las tradicionales; de los propietarios de esclavos; de los hombres acaudalados que, acostumbrados al antiguo régimen de impuestos, no consentían en que se implantara otro, fundado en la justicia, que les gravara con algunas contribuciones para el sostenimiento del gobierno que había de darles seguridad y garantías; de la gran masa del clero, de los curiales y de los profesores titulados, favorecidos por las manos muertas, la unión de la Iglesia y el Estado, la intolerancia religiosa, los privilegios profesionales y los embrollos de la legislación española. Y de todos equellos que habituados al predominio ejercido al favor de una rigurosa centralización, no consentían en que se
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dividiera la administración pública entre los diversos y apartados grupos que formaban la sociedad neogranadina” (7).
En este grupo con clara conciencia de sus intereses se daban las manos los unos a los otros, inteligentes y sutiles sabían esgrimir el esguince cuando la otra fuerza tenía oportunidad de concretarlos, y permitían que ella se expresara un poco tímidamente pero supieron mantener en sus manos las palancas claves del poder para no ceder a las pretensiones de aquellos. Así permitieron que Castillo y Rada expresara sus tesis pero que no se tradujeran en actos; que José Ignacio de Márquez como Ministro de Hacienda denunciara la permanencia del período colonial en 1831. “El primero, continúa, es el hallarse muchos terrenos afectos a capellanías, cofradías, obras pías, aniversarios, memorias de misas, etc., o formando los fondos de los conventos, monasterios y otras corporaciones civiles y eclesiásticas. Esta clase de amortización es perjudicialísima a la agricultura. Un beneficiado no trata sino de sacar todo el lucro posible mientras posee el beneficio, no es de su interés mejorar el terreno, sino disfrutar de la renta con el menor gasto posible.. Un campo que corresponde a una corporación, y que no puede enajenarse, siempre estará mal cultivado, porque el arrendatario, limitándose a sacar toda la utilidad posible en el tiempo de su arrendamiento, ni hace mejoras útiles, ni emprende aquellas obras que necesitan gastos y tiempo y no mira el terreno con el cuidado de. un propietario, para el cual acrece o decrece su valor. Si la distribución de las tierras es favorable a la agricultura, el estar estancadas en manos muertas, es esencialmente perjudicial. .. Ya que se han dado disposiciones saludables para destruir los mayorazgos debe disponerse que se enajenen precisamente todos los bienes raíces
7 NIETO ARTETA. Op. Cit. Pág. 82.
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amortizados que pertenezcan a conventos, monasterios, capellanías, cofradías, obras pías, memorias de misas, casas de misericordia y colegios, o a las ciudades y villas, de manera que no haya uno solo que no vuelva al comercio de .los hombres de que se ha sacado injustamente y contra lo que exige el interés social, prohibiendo que estas comunidades o corporaciones puedan adquirirlos nuevamente por ningún título” (8) , Pero no actuaba como gobernante en esa línea y cedió a las presiones del grupo que lo mantenía en el poder. Por esto los primeros treinta años de gobierno independiente fueron una continuación de la sociedad colonial que no vio recortado sus privilegios ni amenazados sus intereses.
Este período es visto por todos los estudiosos como un período de estancamiento con fuertes trabas coloniales. Luis Ospina Vásquez dice: “El tono general del período (1830-1845) es de conservatis- mo marcado. La reforma fiscal que había sufrido una regresión tan notable en los últimos años del período anterior, se llevó muy cautelosamente en éste. No se pudo proceder/contra el estanco del tabaco y el diezmo que (con las alcabalas) constituían el medio principal del colonialismo que aún subsistía en la organización fiscal”. (9).
Ya hacia 1842 con Mariano Ospina, como Ministro del Interior, reconoce que el solo proteccionismo no desarrolla la industria y vuelve los ojos a la agricultura y a la minería como fuente de riqueza. En 1832 por orden de la ley se ordena repartir los resguardos entre los indígenas con la prohibición de vender la tierra por un lapso de tiempo, esta medida abrió la puerta para el acceso del latifundio a la tierra de resguardo. La medida era tan lesiva
8 Nieto Arteta. Op. C it Pág. 90.
9 Luis Ospina Vásquez. Industria y Protección Bogotá. Editorial Santa Fe. 1955.
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para los intereses de los indios que la impugnaron y el gobierno hubo de suspender su ejecución.
Se debe anotar que en la década del 40 comienza la colonización antioqueña hacia el Quindío; en Cundinamarca ocupa las tierras de vertiente hacia el río Magdalena y el grupo santandereano se expande en dirección al mismo río. Este proceso colonizador avanzaba con un poco de agricultura y algo de ganadería, el comercio se tornó más activo y la inversión de los dineros que dejaba la minería más fructíferos.
La segunda mitad del Siglo XIX está caracterizada por una serie de vaivenes frente a la propiedad territorial. La corriente de los manufactureros, comerciantes y medianos propietarios una vez en el poder por la Ley 21 de 1851 ordenaron e hicieron cumplir la plena libertad de los esclavos suscitando la airada protesta de todos los negreros que esgrir mían el argumento del atraso en la economía. También esta misma fuerza había logrado que la Ley 3 de Junio de 1848 diera a cada comarca la facultad, “para arreglar todo lo relativo a resguardos indígenas, así para su medida y repartimiento como para su adjudicación y enajenación,,; la Ley 22 de Junio de 1850 la aclaró, sentando que las cámaras provinciales podían levantar la prohibición de enajenación inmediata que habían impuesto las leyes anteriores a los indígenas que recibían tierras en plena propiedad, como consecuencia de la partición y adjudicación de los resguardos. Las cámaras se apresuraron a usar de esa facultad y activaron la liquidación, no sin atropellos y arbitrariedades. El efecto natural fue el pronto paso de las tierras repartidas de manos de los indígenas a las de hacendados y capitalistas blancos o asimilados a tales. Ocurrió un fenómeno de proletariz^ción en el sector rural, en escala antes no vista erí el país. Los nuevos proletarios dieron brazos baratos a los cultivadores de tabaco y a los hacendados del interior: nacía, puede
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decirse, la “plantación”, y se reforzaba la “hacienda”. (10)
También las medidas económicas de este gobierno repercutieron en la ampliación del cultivo del tabaco al suprimir el monopolio del mismo. “La libertad del cultivo (del tabaco) dio lugar a un auge extraordinario de la producción, sobre todo en la región de Ambalema, y un poco en la región del Carmen de Bolívar, de Palmira; no cubrían sino unos cuantos miles de hectáreas en conjunto (n ).
La presión sobre el latifundio de los altiplanos del piso térmico frío no continuó porque se abrieron las tierras templadas de vertiente a una amplia colonización donde se podía obtener productos altamente comercializados que daban buenas ganancias como el café y la quina y apenas, se abrían las nuevas tierras se ocupaban con ganadería. Este movimiento colonizador fue reforzado mediante medidas legales tales como la Ley 61 de 1874 que declaró en forma inequívoca la adjudicación de los baldíos a las personas que los cultivaran. La fuerza colonizadora incorporó a la economía nuevas tierras con nuevos cultivos y una ganadería de consideración (en Antioquia en 1870 se calculaban 360.000 cabezas de ganado) (12), pero desplazó una gran masa de campesinos hacia las tierras de vertiente.
En la segunda mitad del siglo XIX las fuerzas económicas en ascenso coincidían en la necesidad de ampliar el mercado nacional como la primera condición de un mejor bienestar. Esta premisa llevó a obtener la libertad de los esclavos y la extinción de los resguardos con el fin de obtener una mano de
10 Ospina Vásquez, Luis. Op. Cit. Pág. 196.
11 Ospina Vásquez, Luis. Op. Cit. Pág. 242.
12 Ospina Vásquez, Luis. Op. Cit. Pág. 242.
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obra abundante y barata en el mercado del trabajo y que al romper la economía de autoabastecimien- to se ampliaría la demanda de bienes de consumo, objetivos estos que contradecían los intereses de los esclavistas y las comunidades religiosas. El gobierno de la década del 50 estaba consciente de que uno de los gravámenes más onerosos y más embrollados para la propiedad territorial era el censo, carga patrimonial que gravitaba sobre las propiedades como derecho real que una persona o institución disfrutaba. El censo repartía el producto de la tierra entre censatarios y censualistas. Este gravamen fue abolido.
La libertad de los esclavos venía discutiéndose desde el período de la independencia, ya el Congreso de Cúcuta al comenzar la década del veinte decretó la libertad de los vientres y prohibió la importación y exportación de esclavos pero en 1843 los esclavistas expidieron una ley que castigaba fuertemente a los que incitaban a la fuga de algún esclavo; este forcejeo se rompió en 1851 cuando se declaró definitivamente la libertad de los esclavos y entraron libremente a competir en el mercado del trabajo.
El movimiento de la segunda mitad del Siglo XIX deseaba acabar con el resguardo indígena ya que desde la colonia significó la unión del trabajo agrícola con la posesión forzosa de la tierra y por lo mismo el indio del resguardo se encontró atado al resguardo como institución limitante en costumbres y comportamiento; el resguardo constituía una barrera que impedía penetrar el aire fresco de alguna renovación. El indio adscrito a la pequeña parcela con una economía cerrada no le permitió entrar a competir en el mercado del trabajo y restringió su capacidad de consumo marginándolo de la corriente histórica que llevaba el país. La legislación frente al resguardo fue inconexa y zigzagueante, en 1820 se ordenó devolver a los indios las tierras del res
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guardo, en 1832 se prohibió la venta de tierra de los mismos por 10 años, en 1843 se prorrogó esta medida por 25 años y en 1850 se autorizó a los gobiernos provinciales "arreglar la medida, repartimiento, adjudicación y libre enajenación de los resguardos indígenas, pudiendo en consecuencia autorizar a éstos para disponer de sus propiedades del mismo modo y por los propios títulos que los demás granadinos”. De esta manera se sentaron las bases para la extinción de los resguardos que solo subsistieron en las provincias donde su permanencia fue defendida por los latifundistas. Las consecuencias de esta medida fueron expuestas por Ca- macho Roldán. "Autorizados para enajenar sus Resguardos en 1858, inmediatamente los vendieron a vil precio a los gamonales de sus pueblos, los indígenas se convitrieron en peones de jornal, con un salario de cinco a diez centavos por día, escasearon y encarecieron los víveres, las tierras de labor fueron convertidas en dehesas de ganado, y los restos de la raza poseedora siglos atrás de estas regiones se dispersaron en busca de mejor salario a las „tierras calientes en donde tampoco ha mejorado su triste condición. Al menos, sin embargo, ha contribuido a la fundación de esas haciendas notables que pueden observarse en todo el descenso de la cordillera hacia el sur y hacia el suroeste, hasta Ambalema....”
Esta mano de obra fue utilizada eiTla producción de tabaco y en la colonización de nuevas áreas.
Las medidas económicas de los años cincuenta se caracterizaron por la decisión de destruir las directrices de la economía colonial, realizar una revolución social y asomarse a las puertas de una revolución política. La abolición del monopolio del tabaco, de los diezmos, la reducción de los censos, la libertad de los esclavos y la parcelación de los resguardos fueron armas que utilizaron contra el latifundio, pero esta batalla solo enfocó el latifundio confesional con la abolición de la propiedad de bienes de manos muertas, quedando intacto el latifun
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dio laico que en muchas regiones quedó más fuerte ya que amplió sus propiedades con las tierras de la Iglesia. Por esto al finalizar el Siglo XIX encontramos en el campo la gran propiedad deficientemente explotada ocupando las mejores tierras con ganadería extensiva, la mediana propiedad con agricultura y ganadería comercializadas y el minifundio herencia de la división del resguardo y de propiedades subdivididas por derecho sucesoral.
Hacia los finales de la Centuria del XIX ya se alcanzaba a notar la presencia de la pequeña y mediana propiedad. Tal como lo anota Hirschman “La entrada de una clase media agrícola a los intersticios de un sistema feudal bipolar sentó las bases para una eventual subdivisión de muchas de las tierras altas de Colombia en el Oriente (Santander y Boyacá) y al suroccidente (Nariño) en pequeñas propiedades (33) .
Además la presión que debió ejercerse sobre el latifundio del altiplano se volvió sobre la colonización de las templadas tierras de vertiente donde se opuso menos resistencia por los poseedores de títulos y a las tierras cálidas. De esta manera se conformó así una clase campesina y proletaria de medianas fincas cuya producción se orientó especialmente a la comercialización en el café, el tabaco y el algodón.
De esta manera al comenzar la presente centuriá los problemas de la tierra van perfilándose hacia la denuncia de una estructura de tenencia defectuosa en la cual se advierte la concentración de la propiedad territorial en pocas manos, de un lado, y la presencia de una gran masa campesina que carece de ella o la posee en cantidad insuficiente, jornaleros agrícolas y minifundistas, por otro. Los conflictos por la posesión de la tierra van a ocupar lugar destacado en el proceso histórico del presente siglo.
13 Hirschman Albert O. Journeys Toward Progress. NewYork, A. Twenty Century Fund Study, 1963. P. 98.
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EL CAFE Y EL MOVIMIENTO CAMPESINO
Documento publicado por la Asociación Nacional de Usuarios Campesinos
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1. IMPORTANCIA DE LA AGRICULTURA CAFETERA
A. En nuestro país la agricultura ocupa un área de junos tres millones de hectáreas, frente a la ganadería que ocupa unos treinta millones. El café tiene gran peso dentro de la agricultura. Hay más de 300.000 fincas cafeteras que ocupan un área bruta de cuatro millones de has., los cafetales propiamente dichos abarcan un millón de has. siendo pues el cultivo más extendido en el país y es típico de las vertientes de nuestras cordilleras.
Las zonas cafeteras dan asiento a una densa población. Sabido es que en la región andina se concentra la mayor parte de la población colombiana y del campesinado en particular. Ségún el Informe del XXVII Congreso Nacional de Cafeteros del año 1967, las familias propietarias de fincas cafeteras constituían una población de cerca de tres millones, más un millón de trabajadores accidentales o cosecheros (“El Tiempo” 16 de abril de 1967, p.11). Es el renglón agrícola que absorbe un mayor volumen de fuerza de trabajo, no pudiéndose mecanizar sino una mínima parte de las labores, su proceso de producción (desyerbas, deschuponadas, píateos, recolección, secada, etc.) exige además del trabajo familiar (en las fincas pequeñas y medianas) todo un ejército de jornaleros.B. Aunque el café no representa sino alrededor de una décima parte del Producto Nacional Bruto, tiene una importancia dentro del funcionamiento de
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nuestra economía mayor que la de los renglones mecanizados (caña de azúcar, arroz, algodón, etc.). Producido especialmente para el mercado mundial, hizo posible con las divisas que ha generado, que un sector de la burguesía comercial iniciara el proceso de industrialización tendiente a sustituir la importación de bienes de consumo. La maquinaria y la materia prima de origen industrial que importa nuestra burguesía se obtienen a cambio de la exportación de productos fundamentalmente agrícolas, el café constituye el 90% de éstas y más del 60% del total de exportaciones.
Cuando se registra una baja en el precio del grano en el mercado mundial aunque sea muy leve, sus efectos se hacen sentir en el conjunto de la estructura económica: disminuye la cantidad de dólares disponibles para la industria, sube el precio del dólar, se reduce la capacidad importadora, se afecta el crecimiento industrial (si no ha habido previa acumulación de divisas, cosa difícil en los últimos años), etc. El café se comporta como un centro nervioso en el conjunto de la economía.C. La producción cafetera ayudó a conformar el mercado interno vinculando extensas zonas que antes eran montañas y grandes núcleos de población a la economía monetaria. Esto tuvo gran importancia para el desarrollo de la industria liviana en el país. La comercialización de una producción tan voluminosa creó las condiciones para un mayor fortalecimiento de la burguesía intermediaria. La exportación cafetera puso en contacto nuestra economía con el imperialismo norteamericano, sirviendo de punto de viraje en nuestras relaciones de dependencia que hasta entonces se daban especialmente eon el capitalismo inglés. Desde el momento mismo en que el café se constituye como el principal renglón de exportación (a comienzos del presente siglo), aparece los EE. UU. como comprador mayori- tario. Coincide esto con el desplazamiento en la do
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minación mundial de Inglaterra por el entonces pujante imperialismo yanqui.
2. LA PROPIEDAD DE LA TIERRA
A. La propiedad agraria en la zona cafetera ha venido sufriendo múltiples modificaciones de tal manera que la situación actual es ya bastante diferente de la de hace veinte o treinta años atrás. Si bien la mayor parte de las fincas se fundaron mediante un proceso espontáneo de colonización sobre montañas que eran baldíos apareciendo de esta manera un gran número de fincas medianas que podían ser atendidas mediante el trabajo familiar, también hay que tener en cuenta que muchos terratenientes aprovechando la ubicación de sus latifundios en las zonas templadas de las vertientes establecieron cafetales dando así origen a la gran hacienda de plantación cafetera; en muchas ocasiones esta gran hacienda cafetera se construyó mediante el desalojo violento de colonos frente a los cuales el terrateniente reivindicaba sus títulos de propiedad. En Cundinamar- ca cuando se inicia la producción del grano no era tan extendido el minifundio, por el contrario sobresalía la gran propiedad y aunque posteriormente fue objeto de parcelaciones (debido a la lucha por la tierra) todavía existen grandes fincas cafeteras. En el sur del Tolima los cultivos surgieron inicialmente en fincas grandes como la de Icarcó (Chaparral). Casos similares sucedieron en el norte del Valle y Caldas.
Aunque desde el comienzo encontramos terratenientes y pequeños caficultores, los efectos de esta disparidad de las propiedades no se iba a traducir únicamente en una desigualdad de los ingresos. Además de esto y lo que es más importante, tendría lugar un proceso -de descomposición de los propietarios en dos polos, por una parte quienes pudieron acumular capital (“ahorrar”) en una escala signi
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ficativa que les permitió elevar la técnica, establecer buenos beneficiaderos, consolidar o agrandar sus propiedades y llegar a vivir exclusivamente del trabajo de los asalariados o arrendatarios; en el otro extremó encontramos al pequeño propietario cuya parcela no le produce lo necesario y que debe complementar sus ingresos trabajando para otros, es decir, el grupo de campesinos que están a punto de convertirse en jornaleros de tiempo completo, a este grupo hay que sumar la gran masa de campesinos sin tierra y que viven exclusivamente de la venta de su fuerza de trabajo; para estos últimos el proceso de descomposición ya ha concluido pues ya no tienen ninguna propiedad, para los sectores intermedios el proceso continúa y si bien algunos pueden llegar a convertirse en campesinos ricos otros entrarán en crisis y terminarán separándose de sus propiedades y engrosando las filas del proletariado urbano o rural.
En Colombia este proceso no se presenta como el resultado exclusivo de las leyes económicas sino que aparece acelerado por un factor que aparentemente no tiene nada de económico y que para la mayoría de los colombianos tiene un contenido únicamente político (lucha partidista): La violencia. Si desde el comienzo hubieran existido únicamente medíanos propietarios el proceso de descomposición, eí enriquecimiento de unos y la quiebra de otros, aparecería ahora con toda su claridad, pero en la zona cafetera encontramos diversas relaciones de producción: terratenientes con arrendatarios o jornaleros, productores independientes con grandes diferencias entre sí, arrendatarios de tipo empresarial o que guardan relaciones de semiservidumbre con el propietario, etc. Sin embargo el resultado sí ha sido muy claro pues hoy la región está atestada de jornaleros y sólo un pequeño sector de propietarios se ha vuelto rico con el café.
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B. La situación del mercado mundial del grano regula la producción de tal manera que un período de buenos precios ocasiona una expansión en los cultivos (por ejemplo durante los años cincuenta) y un período de precios bajos lleva a la crisis a los pequeños caficultores, como sucedió en la década del sesenta. Los productores están pues sometidos a las oscilaciones del mercado.
Inicialmente la compra del café y las exportaciones las hacían intermediarios particulares por su propia cuenta y riesgo, pero a partir del año 1927 los más grandes productores y exportadores se asocian y fundan la Federación Nacional de Cafeteros que posteriormente suscribiría un contrato con el gobierno mediante el cual la Federación monopoliza la mayor parte del comercio interior y exterior. Es a través de este organismo que el gobierno regula los precios internos y hace efectivos los impuestos que gravan al café. Con el correr de los años la Federación ha acumulado un gigantesco capital parte del cual ha sido invertido en la Flota Mercante Granco- lombiana, en el Banco Cafetero, en los Almacenes Generales de Depósito, en la Cía. Agrícola de Seguros, etc. La “oligarquía cafetera”, grandes terratenientes y exportadores, pudieron disponer no solo de una gran empresa comercial sino también de prerrogativas oficiales, pues la Federación es una entidad privada con funciones públicas, y por lo tanto tiene una decisiva influencia política en la vida nacional; del seno de ella han salido muchos" dirigentes de los partidos reaccionarios, ministros y hasta presidentes (Ospina por ejemplo) ; su organización vertical permite que un puñado de millonarios mediante el disfraz de la organización gremial, controle el mercado y ejerza un dominio casi total sobte los productores medianos y pequeños.
El dominio de la Federación sobre los productores no es simplemente el de unas pocas personas sobre la mayoría sino fundalmentalmente el dominio del
capital sobre los productores. Si no se acumula capital se fracasa y el pequeño propietario en crisis debe ser desplazado por los grupos que sí tienen capital. Lenin describe de la siguiente manera los efectos de la supremacía deí capital sobre el campesinado:
“La penetración de la producción mercantil pone la riqueza de cada hacienda en dependencia del mercado, creando, medíate las oscilaciones de éste una desigualdad que acentúa al concentrar el dinero libre en manos de unos y arruinando a otros. Este dinero sirve naturalmente para explotar desposeídos y se convierte en capital. Mientras que los campesinos que se están arruinando se aferran a su hacienda, el capital puede explotarlos dejándolos que sigan trabajando sus lotes con los viejos métodos técnicamente irracionales, puede basar su explotación en la compra del producto de su trabajo. Pero la ruina alcanza por fin tal grado, que el campesino se ye obligado a abandonar por completo su hacienda: ya no puede vender el producto de su trabajo, ya sólo le queda para vender el trabajo mismo. El capital toma entonces la hacienda en sus manos, se ve obligado a organizaría racionalmente; puede hacerlo gracias al dinero libre que ha “ahorrado1’ antes,y ya no explota a un propietario sino a un bracero, a un jornalero” (*).
En nuestro caso la separación del campesino de la tierra ha revestido diversas formas pero el resultado es el mismo descrito por Lenin. Así por ejemplo durante la violencia reaccionaría de los años cincuenta se realizó un acelerado proceso de proleta- rización de pequeños propietarios campesinos que abandonaban sus parcelas o las vendían a cualquier
1 Lenin. El Contenido Económico del Populismo. Obras completas tomo I,_ p. 501.
precio al terrateniente o a algún rico del pueblo. En muchas ocasiones son los hijos del minifundista los que inician el camino de la proletarización ya que desde muy jóvenes deben emplearse como asalariados para ayudar a la casa. La paréela se puede perder debido al endeudamiento con la Caja Agraria ó el Banco Cafetero o con los usureros del pueblo o el campesino puede encontrarse ante la situación de que los precios para su producto no son rentables y tenga que vender la finca. De todas maneras si el campesino no puede ahorrar, siempre tratará de “ayudarse” mediante el jornaleo hasta que esto se le convierte en una necesidad imprescindible. La pequeña propiedad es pues un semillero de jornaleros. Este proceso ha llegado a tomar el carácter de programa oficial denominado “erradicación de minifundios”.
3. EVOLUCION DEL TAMAÑO "DE LAS FINCAS
Las estadísticas sobre los últimos quince años nos señalan lo que pudiéramos' llamar dos fases en la evolución del tamaño de las fincas. En la primera etapa, de 1955 a 1960 encontramos una rápida proliferación del minifundio especialmente debido al fraccionamiento de las fincas medianas. Pero a partir de 1960 miles de minifundistas pierden sus propiedades y en 1970 encontramos una sustancial reducción de la pequeña propiedad, al mismo tiempo que crece la participación de las fincas más gran-* des.
Entre 1955 y 1960 el número de plantaciones de café en los departamentos de Antioquia, Cundina- marca, Tolima, Valle y antiguo Caldas, aumentó en un 67% pasando de 150.100 a 250.300. “El hecho de que la superficie aumente sólo en un 26% en el mismo lapso, indica que la variación en el número de explotaciones se debe principalmente a una ace
lerada subdivisión de las propiedades (o plantaciones) ya existentes” (2) .
En esos mismos departamentos las plantaciones menores de una hectárea crecieron durante los cinco años en un 136% pasando de 45.800 a 108.300, pero la superficie ocupada sólo creció en un 104%. Por supuesto el tamaño promedio de las fincas de menos de 10 has. disminuyó. El fraccionamiento de las fincas comprendidas entre 1 y 10 has. se puede apreciar si comparamos el número de éstas que había en 1955 con la cantidad de predios de 1 a 5 has. en 1960. En 1955 en los siete departamentos más cafeteros habían 107.856 plantaciones entre 1 y 10 has., ocupando 349.455 has.; en 1960 se encuentran 136.453 plantaciones entre 1 y 5 has. ocupando 295.198 (3).
Esta subdivisión de la pequeña propiedad, bien sea porque el campesino vende una parte necesitado de dinero para cancelar un préstamo, o bien sea por los repartos herenciales, no es más que un esfuerzo del campesino pobre por mantenerse apegado a la tierra para ser un agricultor independiente, es un intento para evitar convertirse en campesino sin tierra.
La njayoría de los minifundistas han quebrado en el plazo de 10 años de 1960 a 1970 en un proceso de descomposición que ha dado unos resultados similares a los efectos económicos de ía violencia: expulsión de minifundistas. Esto lo vemos mejor si comparamos la distribución porcentual de las fincas según tamaños, en los tres años en referencia (4) .
2 La Industria Cafetera en la AgriculturaColombiana p. 27.
3 Idem p. 28.4 Los datos de 1955 y 1960 son tomados de “La Indus
tria Cafetera en la Agricultura Colombiana*', los datos para 1970 son los resultados del Censo Cáfetero de
/ 1970 publicados en la revista Economía Cafetera volumen I número 1.
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Salta a la vista el contraste entre la disminución de las fincas de menos de 1 ha. y el crecimiento de las de más de 50 has. que antes no llegaban al 1% y hoy se aproxima al 6%, hay un aumento similar en la participación de las comprendidas entre 10 y50 has. El hecho de que el segundo grupo (de 1 a 10) no muestre variaciones importantes en 1970 con respecto a 1960 y por el contrario sü participación sea inferior a la de 1955, nos induce a pensar que no ha sido este grupo el que más minifundios ha “absorbido” Incluso otras estadísticas nos permiten observar que el grupo de 1 a 5 has. disminuyó.
Como los datos de 1955 y 1960 no cubren la totalidad del país sino solamente los siete principales departamentos cafeteros (por eso tomamos las relaciones porcentuales y no las cantidades absolutas) es útil comparar dos estadísticas sobre el total nacional de fincas cafeteras para apreciar la celeridad del proceso de expulsión de minifundistas.
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Si en lugar de tomar únicamente en cuenta el tamaño de las fincas, estudiamos los tamaños de los cafetales dentro de cada categoría y la producción en kilogramos, encontramos que la situación es más crítica para los pequeños productores y que la concentración de la producción y por lo tanto de los ingresos es superior a la relación misma de monopolio de la tierra.
4. MONOPOLIZACION DE LA PRODUCCION Y CONCENTRACION DE LOS INGRESOS
Hasta ahora habíamos registrado la crisis de los pequeños caficultores reflejada en el hecho de que si bien en 1960 los predios de menos de 10 has, constituían el 96% de las fincas, en 1970 han reducido su participación al 69%. Para este año ese grupo dispone del 31% de la superficie cafetera total y produce el 29,5% de la cosecha, mientras que las fincas de más de 50 has. que en 1970 llegan al 6% poseen casi el 27% de la superficie cafetalera y producen un 29% de la cosecha nacional. Tenemos pues que las dos terceras partes de las fincas solo disponen de una tercera parte de los cafetales y de la producción más o menos la misma cantidad de superficie cafetalera y de producción que corresponde al puñado de ricos propietarios. Para ser más gráficos: unas 17.000 fincas grandes tienen tantos cafetales y tanta producción como más de 200.000 fincas pequeñas.
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Las fincas menores de una hectárea ya no tienen casi ninguna importancia en ta producción cafetera. Hace diez años constituían casi ía mitad de las fincas, hoy solo alrededor de una décima parte, pero refiriéndonos a la superficie cafetalera su retroceso es mayor puesto que en 1960 disponían del 7% de la superficie cafetalera total y hoy únicamente de algo más de una centésima parte de ella. El tamaño promedio del cafetal es de menos de media hectárea.Si deducimos del cuadro la producción promedio por finca y el ingreso monetario promedio por la cosecha cafetera a precios de 1970 ($ 1.225.00) tenemos que el ingreso medio para esta clase de fincas fue de unos $ 2.300.00 suponiendo que todo lo vendieran a la Federación, cosa que no ocurre siempre pues muchos lo venden “seco de agua” al intermediario a menos p r e c i o . Necesariamente, deben complementar sus' ingresos con trabajo asalariado. Este tipo de finca está pues llamado a desaparecer.
Las fincas entre 1 y 6 has. son 133,401 y tienen un tamaño promedio de cafetal de cerca de una y media hectárea. Este grupo de fincas también ha venido disminuyendo; si comparamos con el número de fincas comprendidas entre 1 y 5 has. que dio el Dañe para 1960 correspondientes a siete departamentos se podrá apreciar esta disminución, pues en 1960 para esos departamentos habían 136.453 fincas entre 1 y 5 has. Téngase en cuenta que el dato de 1970 es para todo el país. Según el Censo Cafetero de 1970 este grupo de fincas representan el 44% del total de fincas pero sólo disponen del 18,6% de la superficie cafetera. Del valor total de la producción de este grupo (unos 980 millones de pesos correspondió un ingreso promedio de $ 7.400.00, por finca. Si se tiene en cuenta „que es ingreso bruto y descontamos los costos de producción nos damos cuenta que este grupo no puede capitalizar, que está simplemente pagándose los jornales que la misma familia invierte. Si bien dentro de
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este grupo algunos pueden tener una productividad más alta, de todas maneras la mayoría se desenvuelve en una situación crítica.
En cuanto al grupo de fincas comprendidas entre 6 y 10 hectáreas son 38.310 (12.69% del total), disponen del 11% de la superficie cafetalera y participan en la misma proporción en la cosecha; el tamaño promedio del cafetal es de 3.2 hectáreas. Produjeron casi 61 millones de kilogramos de pergamino seco lo que da un valor promedio de $ 15.800.00 por finca. Dentro de este grupo la mayoría pueden satisfacer sus necesidades vitales y sostener los costos de producción, aunque necesariamente deben vivir endeudados con las entidades crediticias. Los que pueden elevar la productividad, especialmente con él cultivo del caturra, pueden capitalizar y pertenecerían a la clase de los campesinos ricos. Sin embargó* la mayoría de este tipo de fincas tienen escasas posibilidades de progreso. Aunque contratan trabajadores ocasionales, se invierte trabajo familiar en una relación variable de acuerdo a la misma calidad y extensión del cafetal.
En las categorías siguientes, de más de 10 hectáreas, encontramos a los campesinos ricos, es decir, la burguesía media rural o burguesía nacional de la zona cafetera y ya en los sectores de propietarios de más de 50 hectáreas encontramos componentes de la gran burguesía y de los terratenientes cafeteros. ■La llamada oligarquía cafetera se reduce especialmente a los propietarios de fincas de más de 100 hectáreas que constituyen un 2% del total. En el cuadro anterior aparece su número, la superficie cafetalera y la producción. Veamos los tamaños promedios de cafetales y los ingresos monetarios promedio por conceptos de la cosecha cafetera:
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La tendencia a la concentración de la producción y por lo tanto de los ingresos en un número menor de fincas grandes, se debe ademas de la disponibilidad de más tierra, a las posibilidares de aumento de productividad que tienen los propietarios más grandes. La tecnificación, como medio de lograr una mayor productividad guarda una relación directa con las posibilidades que tenga cada propietario de ¿Cumular capital. Mientras que las fincas de más de 20 has. muestran una mayor participación porcentual en la cosecha que en la superficie, las fincas menores muestran proporcionalmente una mayor participación en la superficie que en la cosecha. Esto es un índice de la tendencia a los aumentos de productividad por parte de las fincas grandes, como se puede apreciar en el siguiente cuadro:
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Una información del 29 de diciembre aparecida en El Tiempo (p. 4-B) resumiendo datos dados por la Federación de Cafeteros dice que “un 72,87% de los caficultores de Colombia producen menos de¡ 120 arrobas de café pergamino equivalentes a 1.500 kilos; el 19,80% producen entre 121 y 400 arrobas y solamente el 7,33% produce más de 400 arrobas”. Según la misma información el habitante de la zona cafetera produce en promedio 297 kilos de café pergamino. Los ingresos de la capa superior se aumentan por otros conceptos, ya que disponen de mucha más tierra adicional, fuera del cafetal, además para nadie es desconocido que la capa de caficultores pudientes hacen inversiones en otros renglones, no solo gracias al espíritu “emprendedor” que los caracteriza en los negocios, sino gracias al capital de que disponen.
5. SOBRE EL ARRENDAMIENTO
No disponemos de datos actualizados sobre arrendamiento, aparcería, etc. El arrendamiento en la zona cafetera reviste un sinnúmero de formas que cobijan tanto relaciones de tipo semifeudal, como relaciones capitalistas de producción. Én la forma tradicional de arrendamiento el campesino pobre recibía una parcela en el latifundio y realizaba el proceso de producción en base al trabajo familiar, sin contratar asalariados. Esta forma ha perdido mucho terreno ante nuevas relaciones de producción. Así podemos encontrar que el arrendatario, aparcero, agregado, etc. pague renta al propietario, pero a su vez contrate jornaleros por su cuenta. En las fincas grandes y en las medianas la relación de' producción predominante es en base al trabajo asalariado, siendo el proceso de producción dirigido y controlado di- rectamente por el propietario o por medio de un administrador. Sinembargo aunque las diversas formas de arrendamiento hayan sufrido muchas varia-
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ciónes y aunque su imjportancia económica haya mermado, para un programa revolucionario del movimiento campesino no deja de tener una gran importancia política.
Los arrendatarios y aparceros han sido víctimas de la tendencia que se impuso entre los terratenientes de limpiar sus fincas de arrendatarios. Los enfrentamientos entre éstos y los terratenientes datan desde antes de la violencia. Los arrendatarios constituyeron un contingente importante en las primeras luchas y organizaciones (ligas) campesinas, Su lucha presionó a la burguesía liberal a expedir una ley de reforma agraria (la Ley 200). Durante la violencia miles de arrendatarios debieron abandonar los predios donde trabajaban perdiendo todas sus mejoras. Muchos terratenientes, al final de la violencia, recurrieron a jefes guerrilleros “limpios” (influenciados por el partido liberal y con tendencias al bandolerismo y al anticomunismo) para imponer injustos contratos a los arrendatarios, así por ejemplo sucedió en algunas fincas del sur del Tolima.
La Ley 1* de 1968 que prorroga por diez años los contratos provocó de parte de los propietarios una violenta reacción que condujo a la expulsión de muchos campesinos de sus predios. En cuanto a la conversión de los arrendatarios en propietarios, como promete el programa, no se ha realizado. El solo anuncio de la Ley 1? de 1968 provocó la unión de los arrendadores grandes, pequeños y medianos pues los terratenientes supieron aprovechar el hecho de que la ley no discrimina las fincas que tienen arrendatarios según el tamaño de la misma finca, sino de acuerdo al tamaño del lote arrendado y como en la zona cafetera hay muchos pequeños propietarios que tienen arrendatarios o “agregados” necesariamente se atemorizaron. *
Según CIDA en 1960: “En la llamada región cafetera el porcentaje de la superficie (arrendada) esaproximadamente el 40% en las fincas de media a
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tres hectáreas y casi un tercio en las de cuatro a diez. Considerando únicamente a Caldas (comprende a Quindío y Risaralda) el departamento cafetalero por excelencia se observa que un tercio de la superficie de las fincas de una a veinte hectáreas y hasta un cuarto de la superficie de las de veinte a cincuenta son manejadas por aparceros en un promedio casi uniforme” (7).
Aunque los datos anteriores deben haber sufrido variaciones, es necesario que hagamos una distinción: el arrendamiento de las fincas pequeñas tiene unas causas diferentes a las del arrendamiento en las fincas grandes. En el caso del arrendamiento tan extendido en. las fincas de menos de tres has. hay que tener en cuenta que por lo general el propietario recurre a este medio debido a que el sostenimiento de la parcela le resulta antieconómico y necesita liberar tiempo para trabajar en otra actividad. La reducción del minifundio cafetero nos debe poner a pensar que cuando hace diez años miles de ellos “aparecían arrendados” en distintas formas, se estaban dando pasos previos a la completa separación del campesino de la tierra.
Tener fcn cuenta estas particularidades es útil para el movimiento campesino. Allí por ejemplo sería in-, correcta atacar indiscriminadamente todas las formas de arrendamiento, golpeando de paso a pequeños propietarios. En el caso de las fincas pequeñas arrendadas no debemos plantear en estos momentos la conversión del arrendatario en propietario, es decir, no podemos plantear la expropiación de esas fincas y hacer realidad en ellas la consigna de la tierra para el que la trabaja, salvo casos aislados. En cuanto al arrendamiento en las fincas grandes sí podemos y debemos plantear la suspensión del arriendo, la expropiación para que el arrendatario se convierta en
7 CIDA. Tenencia de la Tierra y Desarrollo Socioeconómico del Sector Agrícola, 1966, p. 117.
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propietario. La reducción del arrendamiento es una consigna que se puede levantar en las fincas medianas y pequeñas.
En cuanto a los mismos arrendatarios también se impone una diferenciación, pues unos trabajan el lote arrendado empleando únicamente el trabajo familiar y pertenecen por tanto a la clase de los campesinos pobres, mientras que otros emplean mano de obra asalariada, es decir, pertenecen a la capa de los campesinos ricos que toman tierras en arriendo y contratan trabajadores. Sinembargo todos están en contradicción con los terratenientes.
6. PAPEL DEL IMPERIALISMO YANQUI EN EL MERCADO CAFETERO
El imperialismo yanqui deliberadamente ha tomado medidas tendientes a producir la depreciación del café. Por otra parte no ha dejado de manipular el mercado mundial y emplear la política de chantaje, así por ejemplo se dio el lujo de demorar el tiempo que le provocó, la firma del Pacto Cafetero de este año como represalia contra Brasil que reivindica el derecho a las 200 millas de mar territorial. Frente al café colombiano ha desarrollado campañas tendientes a conseguir la depreciación y a reducir el consumo de café suave entre el pueblo norteamericano.
Cuando el precio del café colombiano comenzó a subir en los Estados Unidos a partir del año 1950 el imperialismo inició una doble política: por una parte la campaña contra el café naeional y por otra el impulso al cultivo del café entre los países coloniales de Africa para producir una superproducción y obtener una baja del precio ya que el café africano se producía a costos menores y en gran escala por otra parte de los colonialistas europeos que empleaban mano de obra más barata, mano de obra
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de los pueblos sometidos al látigo colonialista. Los resultados del incremento de la producción africana se hicieron sentir especialmente a partir de 1955 cuando los precios comenzaron a declinar. En cuanto a la .campaña contra el café colombiano, esta culminó en medio de una gran propaganda y de amenazas de boicot, cuando la Federal Trade Comisión en enero de 1954 ordenó una investigación en los términos siguientes:
“Por cuanto la Comisión tiene informes de que han ocurrido aumentos considerables en el precio del café durante los meses pasados y de que pueden aún presentarse otros aumentos considerables en el precio del café, y la Comisión ha recibido numerosas quejas del público; y por cuanto la Comisión tiene razones para creer que en ciertas ocasiones anteriores Han prevalecido varios métodos desleales de competencia y práctica de monopolio en esta industria, y que el reciente aumento considerable en el precio del café puede ser resultado de métodos desleales de competencia y prácticas de monopolio; y por cuanto parece que el público tiene derecho a que se le revelen plenamente los derechos pertinentes y la aplicación de aquellos remedios pertinentes a tales hechos que puedan desarrollarse investigando a fondo esta industria... decrétase que- la Comisión... valiéndose de todos y cada uno de. los poderes conferidos a ella por las Leyes, y todos y cada uno de los procedimientos compulsatorios a su alcance, proceda inmediatamente a investigar por las razones y para los fines aquí expuestos, la organización, negocios, conducción y manejo de sociedades que se ocupen del comercio. . . la venta o la distribución del café y la relación de estas compañías entre sí y con otras compañías y con asociaciones y compañías individuales” (8).
8 Memoria de Hacienda, año 1954 p. 96.
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Frente a las falacias y soberbias del imperialismo (¡qué tal que pudiéramos ordenar una investigación y tomar medidas “compulsatorias” frente al alza de los productos yanquis!) el Ministro de Hacienda de aquel entonces dio a nombre de nuestro país una tímida respuesta en la que se deslizaban algunas verdades a manera de súplicas: “el mayor precio del café significa mayor trabajo para el pueblo norteamericano, ya que el dinero le regresa en forma de manufacturas y materias primas que el país requiere, y que importan hasta donde se lo permiten sus disponibilidades de divisas” y concluía dicien-, do: “un derrumbamiento del precio del café por medio de medidas -artificiales, obligará al país a restringir sus compras en el exterior, con perjuicio evidente para quienes nos venden sus productos. No creo que esta pueda ser una política aconsejable y amistosa” (9) . Pues no hubo tal. £1 precio del café se derrumbó y los yanquis no salieron perjudicados, pues aprovechándose de que nuestra industria no se podía paralizar por falta de maquinaria y, materias primas ellos corrieron a hacernos “empréstitos”. El imperialismo se benefició mientras que el país se empobrecía y se endeudaba. Las importaciones no se podían reducir por el hecho de que bajaran los ingresos por las exportaciones cafeteras, pues el dominio del imperialismo no se limita al control del comercio exterior, sino que va más allá, controla el desarrollo industrial porque al no existir en el país industria pesada, la industria nacional es dependiente y requiere hacer compras permanentes a la gran industria yanqui. Y si las divisas no alcanzan a satisfacer las necesidades de importación, pues" se recurre a los préstamos extranjeros y se le abren las puertas a las inversiones extranjeras.
A través de su influencia en la Organización Internacional del Café, el imperialismo ha logrado que
9 Idem. p. 102.
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se impongan unos mecanismos perjudiciales para los países productores (todos dependientes); los mecanismos tienden a estabilizar los precios por lo bajo como lo demuestra la situación del año cafetero 1970-1971. Cuando se discutían las Cuotas de Exportación los norteamericanos presionaron para que se fijara una cuota elevada que condujera a una reducción de los precios. En agosto de 1970 el Consejo Internacional del Café acordó los precios máximos y mínimos para todos los tipos del café (fuera de establecer la cuota mundial), para los “suaves colombianos” el precio máximo se fijó en 56,88 centavos de dólar y el mínimo en 52,88. En realidad durante la' mayor parte del año se mantuvo en el mínimo o por debajo. Para los otros tipos de café los límites son inferiores. La cuota mundial de 54 millones de sacos de 60 kilos se podía incrementar o reducir de acuerdo a la oscilación del precio compuesto, es decir, el precio promedio tomando en cuenta todos los tipos de café; las consideraciones pactadas fueron las siguientes:
1? Añadirle dos millones de sacos, distribuidos a prorrata entre los productores, en caso de que el precio diario compuesto se mantuviera én 52 centavos o más, durante quince días de mercado.
2? Añadirle otros dos millones de sacos, en el caso de que el precio diario compuesto continuara a52 centavos o más durante 21 días de mercado.
3? Cancelar la primera en el caso de que el precio diario bajare a 50 centavos o menos.
4? Cancelar la segunda adición en el caso de que el precio diario compuesto bajare a 48 centavos.
5? Reducir a prorrata- un millón y medio de sacos de la cuota global en el caso de que el precio diario compuesto continuara a 48 centavos, después del período requerido.
6? Reducir en otro millón y medio de sacos la cuota global, en el caso de que el precio descendie
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ra a 46 centavos o menos, durante un período requerido. _
Los países productores no estuvieron de acuerdo ni con una cuota tan amplia ni con los anteriores mecanismos, pero tuvieron que aceptarlos ante el peligro de que si no se acordaba algún pacto se podía desatar una guerra de precios que sería aún más perjudicial. El resultado de este acuerdo condujo a que los precios descendieran rápidamente a menos de 46 centavos, de tal manera que el Consejo Internacional en una reunión de emergencia acordó hacer un recorte simultáneo de tres millones de sacos. Se obligaban de esta manera los países productores a aumentar la retención en*un esfuerzo para que el precio promedio se mantuviera siquiera en los cincuenta centavos durante el primer semestre.
De esta manera los países productores se obligan a aumentar las ventas para reducir el precio, es decir, se condenan a vender más trabajo por menos precio. Para lograr que el precio se estabilice en lo acordado se debe retener parte de la cuota asignada, es decir, desperdiciar trabajo nacional. En nuestro caso la retención cafetera ha sido un factor que impulsa la inflación puesto que la Federación debe adquirir úna parte de la cosecha que no va a vender.
Refiriéndose a la situación del mercado cafetero el Presidente Pastrana se expresaba así en un discurso del 20 de diciembre: “Se ha registrado una baja del 15% en el volumen de nuestras proyectadas exportaciones de café, por los bajos precios que solo en las últimas semanas se ha logrado recuperar en parte. Hemos perdido en un año un poco más de 100 millones de dólares por los bajos precios del café, lo que significa más de 2.000 millones de pesos, o sea 1,6% de nuestro producto nacional”. (El Tiempo, dic. 21 de 1971, p. 6) .
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7. LA POLITICA CAFETERA DE LA GRAN BURGUESIA
La estrategia de la gran burguesía y los terratenientes decantada a través de muchos años persigue definidos objetivos económicos y políticos. En cuanto a lo primero, las clases dominantes, mediante los impuestos que gravan al café, aseguran la apropiación del 50% del valor creado por los trabajadores cafeteros. Las medidas propiamente políticas buscan, ade» más de garantizar esa transferencia de valor, garantizar el orden social burgués-terrateniente en momentos en que la crisis económica golpea duramente a los jornaleros y a los pequeños propietarios; se pretende que el proceso de desarrollo capitalista en la agricultura cafetera que conlleva como hemos visto, el desplazamiento y la expropiación para el pequeño productor, se realice en forma “amortiguada” alejando el peligro del levantamiento de los jornaleros y campesinos pobres. Pero la gran burguesía y la violencia contra el pueblo, violencia que muchas veces se emplea abiertamente, sin preocuparse de encubrirla, pero que ahora pretende imponer disfrazada 4e “medidas económicas” que toman los nombres de devaluación, erradicación del minifundio, impulso al cultivo del caturra, diversificación, etc.
A. La violencia reaccionaria de los años cincuenta permitió el fortalecimiento de los terratenientes y la expulsión masiva de miles de pequeños y medianos propietarios, durante todo ese tiempo, que coincide con la época de mejores precios del café en el exterior, los campesinos perdieron sus cosechas por imposibilidad física de recogerlas ya que contra ellos te había desatado la guerra del gobierno. La burguesía pudo contar con un ejército de mano de obra desplazada de los campos; los terratenientes y demás tiementos reaccionarios ligados al campo a su vez pedieron disponer de tierras baratas o gratuitas y disponer de las cosechas que no eran suyas como fue tan frecuente.
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B. Las devaluaciones que toman impulso a partir de la instauración del Frente Nacional son un medio para asegurar la expoliación del pequeño propietario que disminuye sus ingresos reales. Al disminuir el precio del café en el mercado mundial, el sistema oligárquico debe decidir entre reducir el precio interno para asegurarse la apropiación de la mitad del valor, o desprenderse de parte del excedente que se apropia para no tener que reducir el precio de la carga, o devaluar para de esta manera mantener estable o subir el precio de la carga sin que esto afecte sus entradas.
Por medio de la devaluación el sistema logra inflar el equivalente en pesos de cada dólar que entra al país; con esta medida, aunque entren menos dólares al país, al producto igual se le puede entregar una mayor cantidad de dinero. Es decir, el sistema especula con las divisas que produce la agricultura cafetera en contra del mismo caficultor.
Si el gobierno no devaluara, ante la disminución del precio del grano en el exterior, debería disminuir los impuestos para que el productor continuará recibiendo el mismo precio, o bajarle el precio al productor para mantener la misma tasa de impuestos. Esta última medida tendría consecuencias políticas muy graves para la oligarquía y es por eso que al caficultor se le disminuyen sus ingresos por medios indirectos y en muy pocas ocasiones se decretan rebajas en el precio de la carga. Los campesinos le producen dólares a la gran burguesía y ésta les entrega pesos devaluados.
La devaluación ha acelerado el proceso de diferenciación de las clases sociales. Quienes cuentan con una producción pequeña encuentran que sus ingresos se hacen insuficientes pues el valor de su cosecha se ha disminuido en relación con los aumentos d t los precios de los artículos de procedencia industrial. Las devaluaciones permiten que solo unos pocos cafeteros puedan capitalizar, precisamente los
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que pueden colocar en el mercado mayores volúmenes de producción, los que pueden vender la cosecha más barata (porque con la devaluación el valor de la carga baja). Ya veíamos que en términos de dólares el precio de la cosecha ha disminuido de 133,68 dólares a menos de la mitad, a 64 dólares y que esto coincide con el hecho de que durante el período de 1955 hasta el presente, miles de pequeños propietarios hayan sido desplazados. Lo anterior nos debe poner a pensar que la devaluación agudiza la competencia entre los productores, competencia que no aparece como una lucha directa a través del mercado de unos productores contra otros, sino que aparece como una lucha contra la depreciación del grano, como, una lucha por obtener mayor rentabilidad o sea como la capacitación de los productores para poder recibir menos por sus cosechas. Pero los resultados nos indican que es pura y simple competencia en la cual unos quiebran.y otros salen adelante.
Entre 1955 y 1971 el precio del dólar ha pasado de $ 2,51 a $ 20,70; los impuestos sobre el café han aumentado a pesar de que haya disminuido el precio en el mercado exterior, la devaluación ha permitido que en ese período la carga de café haya aumentado en cuatro veces. La devaluación es pues un instrumento para que la burguesía pueda seguir apropiándose la mitad del valor a pesar de las fluctuaciones negativas del precio.
C. Erradicación del minifundio o “restructuración” del minifundio es una política que busca eliminar la pequeña propiedad para formar fincas medianas a partir de las pequeñas o “ensanchar” propiedades de caficultores más solventes a costa de los que están en ruina. La propaganda oficial dice que este programa tiene por objeto eliminar las fincas “antieconómicas”; dentro de un sistema capitalista lo anterior quiere decir eliminar las fincas- que no permitan capitalizar. En realidad el desarrollo
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económico en la zona cafetera llega al mismo fin que el programa oficial, pues vimos cómo en poco tiempo han quedado fuera del juego económico miles de campesinos. Pero lo más cínico de este programa que debería llamarse “exterminación” de minifun- distas es que se quiere presentar como a favor del propietario pobre, es como si el sistema oligárquico dijera: “Usted señor minifundista está muy pobre porque su parcela es antieconómica, para que su parcela no lo llevs. a la ruina completa se la vamos a quitar” Durante la “violencia” se la quitaban sin pagar o pagándole muy poco, ahora con el programa de erradicación del minifundio se lo obliga a que venda.
Este programa tomó gran impulso a partir del año sesenta cuando la proliferación de minifundios llenó de alarma a los dirigentes de la Federación, al gobierno y a toda la oligarquía; un economista que fue alto burócrata en la Federación de Cafeteros se refería así a la proliferación del minifundio y a las medidas que se gestaban para eliminarlo: “Esta situación del agro cafetero ha sido muy estudiada por la Sección Técnica de la Federación, y de acuerdo con el Banco Cafetero se busca, entre otros medios por el sistema de crédito, remodelar la estructura socioeconómica de él. Se pretende ir poco a poco extinguiendo el minifundio y ensanchando el ámbito de las fincas cafeteras”. Con el, crédito Escaso se agudiza la difícil situación del minifundista para que éste se vea obligado a vender más rápido.
El minifundio ha sido tratado pues como una amenaza latente contra el sistema, como un peligro contra el régimen, por ser un semillero de jornaleros y porque además, cuenta con el agravante de que los jornaleros no encuentran trabajo estable y permanecen desocupados gran parte del año viviendo en una condición miserable. Lo anterior llevó a que un economista muy célebre en nuestro medio, el profesor Currie, le propusiera un programa al go
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bierno llamado “Operación Colombia” que tenía por objeto trasladar, o mejor sacar, de la zona cafetera medio millón de trabajadores, para que así se descongestionara la región; el programa aconsejaba incrementar las obras públicas para que de esta manera se desarrollaran algunas ramas de la industria. Si el sistema no acogió este plan es porque suponía generar empleo para medio millón de personas y el sistema es incapaz de hacerlo, por esto se impuso un programa de alcances más reducidos como el que estamos tratando.
El objetivo que se persigue al eliminar la pequeña propiedad es que quede un tipo de finca más grande, cuya existencia no sea una amenaza para el orden establecido, es decir, se pretende que la agricultura cafetera quede por cuenta de las fincas medianas y grandes, fincas que le permitan al propietario “ahorrar”. Claro que el mismo proceso económico conduce a eso, pero lo que busca la burguesía y los terratenientes es que ese proceso pueda ser regulado para evitar un estallido de rebeldía. A este programa se le adoba el argumento de que las fincas más grandes pueden generar empleo o sea absorber tanta mano de obra que hay sin empleo. Se busca que el modo de producción capitalista se consolide pues sería upá garantía para el sistema contar una burguesía rural bastante amplia que sirviera de parachoques en la lucha de clases. Situación preferible para el sistema actual en la cual una parte muy crecida de propietarios (los pequeños) son enemigos potenciales y pueden ser arrastrados por los jornaleros y el proletariado industrial a la lucha revolucionaria.
D. El caturra, variedad de mayor productividad, ha sido un cultivo impulsado por la Federación cuidándose muy bien de decir a quién iba a beneficiar -y a quiénes a perjudicar. Los aumentos de la producción provenientes de los caturrales van a tornar más aguda la competencia entre los productores. Quien siembra caturra obtiene mejores ingresos, su
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alta productividad permite al propietario resistir los bajos precios. Pero no todos pueden sembrar catu- rra. Esta variedad implica desembolsar un capital para poner un cultivo nuevo, eliminar el sombrío y los cultivos intercalados, requiere una buena atención técnica y mucho abono; además su duración es, corta. Este cultivo solo lo pueden establecer quienes tengan algún capital o quienes disponiendo de una cantidad de tierra suficiente puedan tumbar parte del cafetal y vivir del resto mientras que el caturra entre en plena producción. Pero quien no tenga capital o no tenga suficiente cantidad de tierra no puede cambiar sus cafetales tradicionales por la nueva variedad.
El aumento de la producción necesariamente traerá traumatismos en el mercado, obligará a aumentar la retención cafetera, puesto que nuestro país no puede exportar libremente las cantidades que puede, sino que tiene que sujetarse a una cuota establecida. Si tenemos en cuenta que este aumento va acompañado de la depreciación del café llegaremos a la conclusión que la situación para el pequeño productor se va a tornar más difícil. Ya el gerente de la Federación, Arturo Gómez Jaramillo, en un editorial de la Revista Cafetera (número 148) anunciaba el incierto porvenir, cuando decía que había la posibilidad que se inundara el mercado lo que incidiría negativamente sobre los precios y dificultaría el funcionamiento de los mecanismos internacionales para el control de la superproducción. Además señalaba Gómez Jaramillo que había que tener en cuenta que el precio del café colombiano en el ex-
-terior seguiría bajando debido a que en los EE. UU. se estaba imponiendo el sistema de mezclar las diferentes variedades de café lo que estaba llevando a los industriales tostadores a no preocuparse por distinguir calidades.. Lo que el gerente de la Federación nos señala es una cosa que se está volviendo realidad: la superproducción nacional con todas las amenazas sobre los pequeños caficultores.
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E. Diversificación de la producción. Partiendo del supuesto de que la producción actual es excesiva, el gobierno traza este programa con el fin de que mediante el cultivo del cacao, la piña, etc.--quede la producción cafetera por cuenta de fincas especializadas, mientras que otras deben desplazarse hacia estos cultivos. El programa aparentemente busca darle una salida económica aceptable para los más afectados por la crisis cafetera. Sin embargo hay que tener en cuenta que los más golpeados por la depreciación del café no cuentan con los recursos suficientes para emprender un nuevo tipo de cultivos y es por eso que aunque no lo deseen deben vender su parcela. Además los nuevos cultivos propuestos, para los cuales hay líneas especiales de crédito, solo son rentables si se cumple con los mínimos requisitos técnicos que exigen. El cacao por ejemplo es más exigente en abonos y fungicidas que el cafeto tradicional. La caña para panela, que también se propone para diversificar^ no es rentable en pequeña escala, lo mismo podría decirse de la piña, contando además con el factor adverso que la estructura del mercado golpea al pequeño productor de frutas.F. Planes de empleo para descongestionar la zona cafetera. Sobre esto se ha hablado mucho. Todos los oligarcas, todos los reformistas y los más conservadores están de acuerdo en que en la zona cafetera hay un exceso de mano de obra, que hay según algunos alrededor de un millón de jornaleros y que se necesita absorber esa fuerza de trabajo ya que los cafetales no alcanzan a utilizarla completa; mente. Para el sistema esto es calificado como un peligro inmediato. Sin embargo si el capitalismo colombiano no ha podido emplear, es decir, explotar productivamente a estos miles de campesinos sin tierra es porque no puede, pues de lo contrario les estaría haciendo .sudar plusvalía, pero en este caso nuestra burguesía dependiente no puede superar sus limitaciones.
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El hecho de que la industria nacional, especializada en textiles, bebidas, alimentos y en general artículos de consumo popular, esté limitada en su capacidad productiva por la baja capacidad de consumo del pueblo (estrechez del mercado) le impide crecer aceleradamente, por lo tanto tiene limitaciones para absorber trabajadores. Además su desarrollo tiene otra limitación: el ensanchamiento, es decir, la reinversión no la puede realizar con pesos colombianos, sino con dólares, debido a que la maquinaria y la materia prima industrial se adquieren en el exterior. Si en el país hubiese industria pesada la burguesía haría esas compras aquí y las podría hacer con moneda nacional.
En las países que han vivido el proceso clásico del desarrollo capitalista, el ensanchamiento industrial se hacía a pesar del empobrecimiento de los campesinos, puesv la rama que más se desarrollaba era la de la industria pesada (fabricación de maquinaria) y no la producción de bienes de consumo. La industria liviana se convertía en un mercado para la industria pesada. Pero en nuestro país no sucede eso, como el desarrollo industrial padece grandes limitaciones, indudablemente la absorción de mano de obra también va a ser limitada.
Muchos capitales no se invierten en la industria porque no pueden ser cambiados por divisas, de allí que se orienten hacia las ramas especulativas, el comercio, la banca, bonos, fondos financieros, etc., que además son mucho más rentables que las inversiones en industria mánufacturera.
La generación de empleo en el campo se ve limitada por una parte por el latifundio ganadero y por otra parte por el desarrollo de la agricultura mecanizada. El primero por sus prácticas antitécnicas (pero muy lucrativas) de ganadería extensiva no requiere casi mano de obra, monopoliza la mayor parte de la tierra y genera desempleo. En cuanto a la agricultura mecanizada, caña, arroz, algodón, etc. las
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tecnologías empleadas conllevan aumentos de la productividad ahorrando mano de obra.
El desarrollo del capitalismo en Colombia nos deja todos sus efectos negativos al descomponer al campesino formando una inmensa masa de desocupados, pero no nos trae sus efectos progresivos que se derivan del desarrollo de la industria pesada, limitándose por su carácter dependiente a la industria liviana y de transformación. Proletariza pequeños productores pero no los convierte en obreros activos. De allí que el descongestionamiento de la zona cafetera y demás zonas rurales se traduce en un aumento de la desocupación en las ciudades.G. Diversificación de las exportaciones. La burguesía busca desde hace varios años encontrar otros renglones diferentes al café ya que estas exportaciones han venido evolucionando negativamente. Es cierto que se ha logrado impulsar otros productos y que la participación del café en el comercio exterior se ha reducido. Sin embargo el precio que se ha pagado por la di versificación es muy alto: implicó abrir nuevos renglones de importación: así es como actualmente la importación de maquinaria, materias primas de origen industrial y bienes intermedios alcanza el 90% de nuestras importaciones. En veinte años el valor de las importaciones casi se ha doblado y como los ingresos de divisas del país son insuficientes, el endeudamiento ha llegado a los dos mil millones de dólares; la penetración del capital extranjero en la industria se ha acrecentado. El pago de la deuda, ías remesas de utilidades de las empresas extranjeras establecidas en el país y el mayor precio que hay que pagar a la gran industria extranjera, se h* venido a convertir en una pesada carga que refuerza la dominación imperialista, cuando lo que se buscaba (con la diversificación) era depender menos.
Lo que sucede es que el sistema neocolonial no basa el control de nuestra economía en el simple
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control del comercio cafetero. Pata poder competir en el mercado mundial con azúcar, algodón, arroz, etc. y productos de la industria manufacturera, se necesita emplear las más modernas técnicas y es entonces cuando le ampliamos el mercado a la industria pesada norteamericana. La burgesía que lanzó la consigna de “exportar o morir” se acerca a su muerte a pesar de que ha encontrado otros renglones fuera del café para exportar.
Pero no se crea que los problemas económicos del país son insolubles y que nos toca pór una fatalidad histórica ser enteramente un pueblo pobre y explotado. Lo que queremos señalar en los puntos tratados es que el sistema dominante es incapaz de resolver los problemas del país y que en el caso concreto de la agricultura y el comercio cafeteros no toma ninguna medida que sea benéfica para el pueblo y los intereses nacionales, sino que por el contrario se va en contra de los campesinos pobres y desempeña el papel de intermediario del imperialismo yanqui para una mayor entrega de nuestro país. Pero si la gran burgesía y los terratenientes aliados del imperialismo han fracasado en lograr un desarrollo económico independiente eso sólo quiere decir que ya no tiene nada que hacer y que las-clases que hasta ahora han estado desposeídas del poder político deben tomar las riendas del país para librar la batalla contra el atraso y las fuerzas reaccionarias.
8. ANTECEDENTES DEL MOVIMIENTO CAMPESINO EN LAS ZONAS CAFETERAS
A. Los primeros brotes. La zona cafetera tiene una larga tradición de lucha: las primeras organizaciones campesinas y las primeras luchas surgieron en las regiones cafeteras de Cundinamarca, Tolima, etc. Estas luchas y organizaciones comienzan a darse a partir de los años veinte como fruto de la intensa labor de agitación y concientización que desarrollaron
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los militantes del Socialismo Revolucionario (partido que existió hasta 1930) y en cierta medida eran un reflejo de las luchas obreras que comienzan a generarse en esa época.
La colonización cafetera al absorber grande? masas de campesinos sin tierra,' había permitido que el latifundio prolongara su existencia y que el campesino no se viera necesariamente obligado a luchar contra él para hacerse a un pedazo de tierra, sino que la fuera a buscar en la lucha contra la naturaleza, tumbando montañas. Es el proceso de la colonización antioqueña del occidente colombiano y de vinculación de las zonas de vertiente a la economía nacional. Sobra decir que si dicho proceso colonizador fue exitoso y que si se logró evitar en aquel período el enfrentamiento directo con el latifundio, se debió a que había unas condiciones excep- ciónalmente favorables para que una gran corriente de campesinos sin tierra encontraran una actividad económica con grandes posibilidades de desarrollo: el cultivo del café, a favor del cual pesaba la existencia de un amplio mercado, no solo nacional sino extranjero.
Hacia los años de 1920 el proceso de colonización cafetera comienza a llegar al límite de sus posibilidades y ya no puede ser el factor capaz de absorber a grandes masas campesinas que buscaban tener alguna propiedad. Para este tiempo había crecido la clase de los jornaleros, especialmente en tomo a la gran hacienda cafetera. El enfrentamiento entre el campesino sin tierra y el terrateniente no se pudo aplazar más tiempo. El campesino comienza a presionar sobre el latifundio: se abre paso la lucha de los arrendatarios sometidos a la condición de siervos, surge la lucha por la tierra por parte de grupos de jornaleros y varias comunidades indígenas despiertan a la lucha por reconquistar siquiera una parte de lo que le había usurpado el latifundio. Cobran entonces gran vigor las tomas de tierra en Cundina-
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marca, la lucha de los arrendatarios de los grandes latifundios como el Hato de Chenche (en lo que hoy son las fincas Bauráf Jabalcón, El Tigre, Molino la María, etc. pues el Hato de Chenche extendía sus límites por los municipios de Purificación, Saldaña, y Coyaima); Manuel Quintín Lame desencadena la lucha agraria en el Cauca y el sur del Tplima. Las ligas campesinas, como forma organizativa surgen en distintas partes jlel país. Pero tal vez el movimiento más importante en el período de iniciación de la lucha agraria lo constituyó el llamado "movimiento de los bolcheviques del Líbano” (Tolima) pues aquí la organización y la lucha campesina pasaron de plantearse reivindicaciones inmediatas para terminar planteándose el problema del cambio social por la vía revolucionaria, es decir, la toma del poder. Estejno- vimiento constituye la primera insurrección • revolucionaria del campesinado colombiano y el soporte fundamental de ella lo constituyeron los arrendatarios y jornaleros de las grandes fincas de la región.
Al comenzar la década del treinta el'movimiento campesino había adquirido una gran importancia política; de su seno habían surgido un gran número de revolucionarios y todos los grandes luchadores de la época .tuvieron alguna relación con él movimeinto campesino: María Cano, Torres Giraldo, Erasmo Valencia, José Gonzalo Sánchez (surgido del movimiento indígena), etc. El movimiento obrero también vivía una época de ascenso: ya se habían creado un sinnúmero de sindicatos al calor de la lucha huelguística que en varias ocasiones asumió la forma de huelga política (revolucionaria) como sucedió con la huelga de las bananeras, con la primera huelga petrolera en Barranca, como también en las huelgas de los braceros y marineros del Río Magdalena agrupados en la FEDENAL. Si bien muchas luchas obreras revestían un carácter espontáneo, por lo general iban acompañadas de la labor de concientización de los revolucionarios estimulados por el triunfo de los obreros bolcheviques en Rusia, de allí que aunque
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en forma imprecisa las luchas obreras hicieran parte del desarrollo de las ideas socialistas y de los sentimientos antiimperialistas que habían surgido en nuestro pueblo a.raíz del robo de Panamá. Las ideas revolucionarias fueron transmitidas a los núcleos más activos del campesinado. Existía por lo tanto una alianza obrero-campesina aunque en estado embrionario, alianza que no se podría desarrollar en los años siguientes, cuando el movimiento obrero y el movimiento campesino pierden la iniciativa y la independencia de clase. El ascenso del movimiento popular conduce a la creación de organizaciones gremiales progresistas a escala nacional, como la antigua CTC de la cual hacía parte, como sección especial, las ligas y sindicatos agrarios. En el plano político surgen organizaciones como el UNIR (Unión de Izquierdas Revolucionarias) de Gaitán y el sector mar- xista del Socialismo Revolucionario forma el Partido Comunista, partido que surge en forma vigorosa, dirigido por valientes luchadores, pero que posteriormente perdiera el impulso revolucionario hasta llegar a empantanarse totalmente en el reformismo como sucede en los últimos años.
Sin embargo la clase social que estaba luchando directamente por la toma del poder no era ni la clase obrera ni los campesinos pobres, era la naciente burguesía industrial a través del partido liberal. En aquel momento la posición política de la burguesía industrial era progresista y el partido liberal se enfrentaba al régimen conservador que ya cumplía casi medio siglo de existencia y que representaba los más retardatarios intereses de los terratenientes. El partido liberal se presentaba pues como un partido popular, como un partido de “izquierda”, combatido por el clero como un partido “masón”.B. El ascenso de la burguesía. El partido liberal acogió úna serie de banderas reivindicativas que estaban planteando los obreros y campesinos y de esta manera logró que el movimiento popular le sirvie
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ra de puntal en su lucha contra el gobierno y el partido conservador. Nuestra burguesía alcanza el poder en momentos en que ya existía un movimiento obrero con matices revolucionarios, pero también podía asimilar la experiencia de las burguesías europeas que ya llevaban más de un siglo de enfrentamiento con el proletariado, por ésta razón el partido liberal sabía muy bien hasta donde podía hacer concesiones al pueblo. El movimiento revolucionario perdió su independencia: Gaitán disolvió el UNIR y se integró al partido liberal, el Partido Comunista dio un salto hacia posiciones derechistas al convertirse en un apéndice del liberalismo, seducido por la personalidad de López Pumarejo quien denominó su gobierno, como el gobierno de “la revolución en marcha”. López hizo importantes concesiones al proletariado que se plasmaron en la legislación laboral que entre otras cosas permitía a los obreros organizarse en sindicatos y sancionaba como legal el derecho a la huelga, en cuanto a los campesinos, en un afán de mantenerlos a su lado, el partido liberal expidió la Ley 200 (ley de tierras) que representaba un primer intento de reforma agraria, además López dio plenas garantías políticas al Partido Comunista y a los revolucionarios en general puesto que en esos momentos los revolucionarios le brindaban todo su apoyo. Con todas estas medidas el partido liberal logró que los sectores revolucionarios de los obreros y campesinos depositaran en él-toda su confianza y to- das sus esperanzas.
La alianza obrero-campesina fue desplazada por la alianza de ambos sectores con la burguesía liberal en la cual ésta decidía por la sencilla razón de que tenía el poder én sus manos. El movimiento campesino y la reforma agraria pasaron a ser dirigidos por la burguesía. La lucha por el poder para el pueblo fue desplazada como objetivo central y en cambio tomó cuerpo la política reformista, como defensa del proceso reformista frente a los intentos del partido conservador de recuperar el poder. Es cier-
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lo que las tomas de tierra y la lucha de los arrendatarios no se suspendió, como tampoco se suspendieron las huelgas obreras (ambas cosas cobraron gran impulso), pero ya revestían un carácter diferente: mientras que en el período anterior las tomas de tierra (y las huelgas que necesariamente eran ilegales) constituían un enfrentamiento con el gobierno, durante el régimen de López aparecían como un golpe a oligarcas aislados, sin proponerse luchar contra el Estado, sino más bien como un apoyo al proceso reformista liberal. López por supuesto se manifestaba complaciente frente a las huelgas y tomas de tierras en la medida en que le servían para intimidar la beligerante oposición de los terratenientes y también en la medida en que el pueblo le brindaba apoyo a las reformas que impulsaba y que tenían por objeto fundamentalmente modernizar el Estado y adecuarlo al sistema capitalista.
Pero el proceso reformista dirigido por la burgue- $ía estaba llamado a detenerse rápidamente y con él también estaba llamado a terminar el período de libertades democráticas. Un sector de la misma burguesía, capitaneado por Eduardo Santos advirtió que sobre el sistema capitalista se cernía el peligro de la revolución. Santos argumentaba que el partido liberal no debería permitir “excesos” por parte de las masas y que la transformación del país se debería hacer por las vías legales, manteniendo en alto el principio de respeto a la propiedad privada terrateniente y capitalista y sin dejarle ninguna salida a los intentos revolucionarios, condenaba con particular energía las tomas de tierras. Santos decía que se necesitaba hacer una “pausa” en el proceso reformista, y efectivamente cuando salió elegido a la presidencia con el apoyo de la reacción, denominó a su gobierno como “el gobierno de la pausa” lo que se tradujo en la práctica en la represión-contra los sindicatos y contra los campesinos al mismo tiempo que se estimulaba la arrogancia de las fuerzas reaccionarias y pro- imperialistas. Cuando López vuelve a la presiden
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cia en los años cuarenta ya no haría más que reflejar la impotencia de la burguesía que ya no estaba dispuesta a continuar enfrentada a los terratenientes y que se sentía amenazada por el proletariado. La ley 100 de 1944 constituye en el plano de la política agraria una transacción con el latifundio al cual se le daban más garantías que las que establecía la ley 200 de 1936. La destrucción de la propiedad terrateniente y en general la reforma agraria no se llevó a cabo por parte del régimen liberal por la sencilla razón de que no constituía una necesidad imprescindible para nuestro desarrollo capitalista. Nuestra burguesía, por su carácter dependiente y debido a las limitaciones propias de este tipo de desarrollo idustrial, se adaptó al estrecho mercado existente y una corriente importante de capital se desvió hacia la especulación financiera. El impulso renovador de la burguesía tocó su fin cuando Alberto Lleras asumió el poder en 1945 y se lanzó contra el movimiento obrero y campesino.C. La violencia. El régimen liberal fue sustituido por el gobierno de Ospina y constituía un gran triunfo para los terratenientes y el partido conservador que habían presentado una furibunda oposición al reformismo liberal, oposición que llegó a la conspiración (golpe de estado contra López) y que siempre se mantuvo beligerante. El triunfo de Ospina fue posible gracias a la gran cohesión de los terratenientes quienes agrupados en la APEN (Asociación de Propietarios y Hacendados) no cesaban de presionar al gobierno y de exigirle que frenara a los campesinos.
Pero el período de las transformaciones democráticas no se pudo prolongar por el simple hecho de que se perdieran unas elecciones. La razón fundamental estribaba en que las fuerzas que más requerían de dichas transformaciones: el proletariado y los campesinos, habían perdido la iniciativa, no comprendían que ya la burguesía había dado todo lo que podía y
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que se enfilaba por el camino de la represión. La continuidad y profundización del proceso democrático implicaba vencer a las fuerzas reaccionarias no mediante el apoyo a la burguesa liberal, que ya era incapaz de seguir adelante, sino desplazando a ésta del poder y tomándolo para sí el proletariado y los campesinos. Sin embargo los dirigentes revolucionarios no plantearon el problema en esta forma y seguían haciéndole creer al pueblo que el liberalismo podía dar más.
Gaitán pretendió dar cumplimiento a las reivindicaciones inmediatas que necesitaba el pueblo, pasando por encima de la resistencia de los terratenientes, la gran burguesía, el imperialismo y por supuesto de los dirigentes consagrados de los dos partidos. Aunque Gaitán logró un gran apoyo popular, un importante sector del movimiento obrero agrupado en torno a la CTC y varias organizaciones campesinas sé opusieron, siguiendo las orientaciones de los dirigentes del Partido Comunista y del liberalismo. El posterior intento de reunificación del pueblo en torno a Gaitán se frustró cuando las oligarquías y el imperialismo asesinaron a Gaitán.
El 9 de abril serviría para que la burguesía liberal demostrara una vez más su pérdida de impulso progresista. A pesar de que surgieron centenares de “juntas revolucionarias” en casi todas las capitales y en muchos pueblos y veredas, el partido liberal, dirigido por Echandía renunció a la toma del poder. Después del 9 de abril llegaría la revancha de la reacción y la lucha se traslada al campo. Fuera de los Llanos Orientales, el peso de la represión lo soportarían los campesinos de las zonas cafeteras del Tolima, Huila, Valle, Antioquia, Santander, Cundina- marca y viejo Caldas.
Ya habíamos dicho antes que los campesinos de la zona cafetera, especialmente en Cundinamarca y Tolima habían creado organizaciones para la lucha por la tierra y para enfrentar a los terratenientes. La
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presión campesina y las tomas de tierras habían conducido a que se parcelaran un buen número de latifundios. Sin embargo, una vez que la evolución de los acontecimientis asume la forma de guerra civil, la lucha armada de los campesinos no revestiría el carácter de una revolución agraria sino más bien el carácter de una lucha entre los dos partidos tradicionales.
La gran influencia del partido liberal sobre los campesinos alzados en armas, influencia que habían ayudado a expandir los dirigentes del P. C., impidió que el campesinado en lucha se planteara un programa político revolucionario que cobijara las reivindicaciones democráticas (como la reforma agraria) y antiimperialistas por las que se había luchado antes. Aunque de hecho se crearon regiones liberadas al control de las fuerzas armadas del sistema, la ausencia de una dirección proletaria sobre el proceso impidió que el pueblo viera claramente la necesidad de la toma del poder. El partido liberal no estaba dispuesto a impulsar una revolución y tampoco el grupo de Gilberto Vieira se planteó el desarrollo de la guerra popular. Es cierto que en algunas partes, como en el Davis (Chaparral), se intentó aplicar una reforma agraria y consolidar el poder popular, pero esto no correspondía a una línea general del movimiento revolucionario, sino que se dejó el campo abierto al espontaneísmo, que plagado de errores sectarios (en cuanto a la distribución de la tierra y las formas de producción) condujo a que la base revolucionaria del Davis fuera destruida no por el gobierno directamente, sino por una división interna en el campesinado y las fuerzas guerrilleras (división entre “limpios” y “comunes”).
Sobra decir que el movimiento guerrillero de aquel tiempo, que se mostró invencible en el plano militar estaba condenado a la derrota ante la inexistencia de un verdadero partido revolucionario y de un programa de lucha bien definido. Necesariamente mu
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chos sectores de luchadores sin formación política tenían que desviarse hacia el bandolerismo que ocasionaría no sólo el. rechazo de los campesinos conservadores, sino también de sectores de campesinos medios liberales. Para muchos sectores campesinos la lucha perdió sentido cuando Rojas ofreció la amnistía. Esto sucedió debido a que la lucha campesina no había pasado de revestir la forma de una defensa justificada frente a la represión oficial y cuando el mismo gobierno ofrecía cesar las hostilidades muchos creyeron que ya se había logrado el objetivo principal: la paz. Recordemos que Rojas no necesitó ofrecer un programa de reforma agraria para lograr desarmar a miles de campesinos, eso nos indica hasta qué punto el campesinado estaba confundido políticamente.
9. PERSPECTIVAS DEL NUEVO ASCENSO DEL MOVIMIENTO CAMPESINO
Podemos decir que con la violencia concluye una etapa del movimiento campesino. Vendría un período de reflujo durante los años sesenta para irrumpir nuevamente a partir de 1970 con la creación de la ANUC. Esquematizando podemos señalar todo el recorrido en la siguiente forma: hacia los años veinte se presenta un despertar del campesinado, se desarrollan muchas organizaciones, se dan enfretitSBiien- tos directos contra los terratenientes, penetran las ideas revolucionarias al campo; al llegar el régimen liberal (1930 a 1946) el movimiento eampesino es canalizado por López que ofrece una reforma agraria, el movimiento campesino aunque no se aplaca, pierde su carácter revolucionaria y fi)ti todas sus esperanzas en el apoyo al gobierno, un íercer período lo constituye la violencia que desarrollan las clases reaccionarias, especialmente los terratenientes a través del gobierno, como una forma de mantener su dominio político y el monopolio sobre la tierra
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que venía siendo amenazado, sin embargo el campesinado no contesta con un programa agrario revolucionario sino con un movimiento guerrillero defensivo, durante la violencia se destruyen gran cantidad de organizaciones, termina la violencia y el movimiento campesino entra én un período de casi fcjtal desaparición hasta que recientemente se recupera y estamos frente a un. nuevo ascenso. Este nuevo ascenso guarda sus similitudes y sus diferencias con el primero y las perspectivas actuales dependen en gran parte de la asimilación de las experiencias pasadas.
La iniciación de las primeras luchas no fueron precedidas de ningún programa de reformismo agrario, éste surgiría posteriormente cuando el liberalismo (representando los intereses de la burguesía industrial) asumió el poder y canalizó a su favor el movimiento campesino. El presente ascenso en cambio ha sido precedido de un programa agrario de la burguesía y surge en la medida en que dicho programa defrauda al campesinado. En el primer período la ley 200 se presenta como un punto culminante, actualmente la ley 135 (más concretamente su in- operancia) aparece como punto de partida. En el pasado el movimiento surge impulsado directamente por revolucionarios, lo mismo las organizaciones (ligas), en el actual período la burguesía se dio el lujo y tuvo la audacia de permitir y promover la creación de asociaciones campesinas en un esfuerzo desesperado de perpetuar su dominación, intento que fracasa.
En los cincuenta años que separan los dos períodos ascendentes, la burguesía, los terratenientes y el imperialismo, han asimilado mucha experiencia, han aprendido mucho más de sus éxitos y fracasos que el mismo pueblo. Fijémonos' cómo el imperialismo yanqui, que ha sufrido en carne propia la experiencia de revoluciones triunfantes, en Asia y en Cuba, se decidió a impulsar las demagógicas reformas agrarias en toda América Latina y llegó a condicionar los
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“préstamos0 a la realización de programas reformistas en nuestros países. Hace cincuenta años el impes tialismo no utilizaba esta arma, se necesitó que en China, en Vietnam, en Cuba, etc. países dependientes y fundamentalmente agrícolas, se levantaran los campesinos a la lucha revolucionaria, para que el imperialismo llegara a comprender que en los países dependientes y subdesarrollados se necesitaba tratar con gran cuidado al campesino. Es que antes no existía la experiencia de una revolución agraria triunfante que se orientara hacia el socialismo y hoy ya hay varios precedentes.
A favor del movimiento campesino cuenta ahora el hecho de que las clases domiantes están más aisladas y sus partidos políticos en crisis. Lo mismo en cuanto al imperialismo que hoy marcha hacia la ruina final. Además la clase de los jornaleros, campesinos sin tierra ha crecido enormemente. Sinembargo en el pasado el movimiento campesino se desarrolló paralelo a un período de ascenso del movimiento obrero y en cambio hoy surge el nuevo período de lucha campesina en momentos en que la clase obrera padece una gran división y no ha logrado recuperarse del retroceso sufrido a partir de la instauración del Frente Nacional. Para la burguesía el problema sigue siendo el mismo: dirigir al campesinado, separarlo de los sectores que la combaten, especialmente del proletariado industrial; impedir que el movimiento campesino se lance a la lucha frontal contra los terratenientes porque sabe que esí* lucha no se limitaría a golpear la propiedad territorial simplemente, sino que pisaría los terrenos de la gran industria. Para los terratenientes también el problema sigue siendo igual: cómo aplastar al movimiento campesino y seguir disfrutando del monopolio de la tierra.
La burguesía desde hace mucho tiempo ha venido desempeñando el papel de amortiguador para evitar que la lucha campesina de al traste con los terráte-
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mentes pues muy bien saben que luego les puede llegar el turno. Para desempeñar este papel siempre han recurrido a la demagogia agraria. Los burgueses que aparecen hoy como reformistas, es decir, tipos como Lleras, Pastrana, etc. quieren embutirle la idea al campesinado que hoy en día es posible reformar la situación en el campo, hacer la redistribución de la tierra, superar el atraso y la miseria rural, sin afectar el conjunto de las relaciones sociales en el país. Así por ejemplo quieren hacer creer que se puede resolver el problema campesino sin necesidad de golpear al imperialismo y a la gran burguesía. Hablan de distribuir la tierra'de los latifundios ociosos, pero no dicen nada sobre el saqueo imperialista ni sobre la concentración de la riqueza a través del capital industrial o de los bancos, o de las operaciones comerciales, etc. Hablan de reforma agraria al mismo tiempo que pretenden fortalecer a la gran burguesía y protegerle sus inversiones y al mismo tiempo que se muestran partidarios de un mayor endeudamiento de nuestro país con el imperialismo. Plantear en esta forma la solución del problenja de los campesinos es la mejor forma de aparentar buenas intenciones para no hacer nada. La experiencia ha demostrado que nuestra burguesía es incapaz de enfrentarse a los terratenientes y que por el contrario, no hace más que transigir con ellos.
Al campesino no sólo lo afecta la existencia del latifundio improductivo, sino también la competencia que la agricultura tecnificada le hace a la parcela familiar. Mientras que siga operando el deasrrollo capitalista en renglones agrícolas a los cuales están dedicados campesinos pobres, continuará el proceso de quiebra de minifundistas, proceso que hemos descrito en el caso del café, pero que se presenta en otros renglones. De allí que se requiera emprender un nuevo tipo de desarrollo agrícola y que en último término se requiera de desarrollar la economía so
cialista. Al mismo tiempo el campesino es afectado por la dominación del imperialismo sobre nuestro
país y por el desarrollo dependiente de la industria pues éste no garantiza el desarrollo autónomo.
Cualquier proceso de distribución de tierras sin un previo cambio en el poder político sólo es posible recargando de impuestos al pueblo para pagarle al terrateniente. Un proceso dé esa naturaleza siempre será dirigido por la burguesía (aunque esté “presionada”) y revertirá en un mayor fortalecimiento de ella. Es por eso que la ANUC señala muy correctamente que la lucha del campesino en último término hace parte de la lucha por el cambio radical de las estructuras de nuestra sociedad y por la toma del poder político para el pueblo.
En la etapa actual el campesinado lucha en tomo a consignas eminentemente democráticas, como es la lucha por la tierra, por la reforma agraria, es decir, que se ha planteado la destrucción de una clase explotadora: los terratenientes, sin cuestionar por ahora todas las formas de explotación pues el derecho de los campesinos medios acomodados y campesinos ricos a contratar mano de obra asalariada no se cuestiona. El programa pues no es directamente socialista, aunque desde ya apunta hacia ese objetivo. Sin embargo por el mismo hecho de que es una lucha democrática tiene dos vías de solución o mejor de desarrollo:
Una forma puede ser la que se dio en el pasado y la que hoy en día ha sido predominante: el campesinado “presiona” a la burguesía, se lanza a la lucha reivindicativa para arrancarle concesiones al sistema pero las concesiones que se logran (aumento del crédito, parcelación de una finca) Vi bien pueden afectar a un terrateniente en particular, no -constituyen un golpe para toda la clase terrateniente, además las reivindicaciones no se dan al margen del sistema capitalista y de la dominación imperialista, son reivindicaciones que se dan dentro del capitalismo y no en contra. El proceso en su conjunto aparece dirigido por la burguesía y representa una difusión de
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las relaciones de producción capitalista en el campo: el capital financiero, a través del crédito extiende sus tentáculos, los campesinos parceleros dotados de recursos entran a hacer parte de la agricultura moderna (tecnificada) que acelera la quiebra (por competencia en el mercado) de las fincas de los campesinos pobres, se amplía lá contratación de mano de obra asalariada, etc. La solución del problema agrario dirigido por la burguesía,, én esta forma, tal como sucede en Colombia actualmente con el agravante de que la política agraria no solo es dirigida por la burguesía en un acuerdo con los terratenientes nacionales, sino supervigilados y controlados por el imperialismo que fue el que impulsó el embeleco de las reformas agrarias pactadas, un proceso de esta naturaleza necesariamente se queda en la mitad del camino sin llegar a efectuar a cabalidad las transformaciones que necesita el pueblo. En nuestro país esto ya es muy claro: empeora la miseria en el campo en lugar de solucionarse y los terratenientes conservan todo su poder.
La segunda vía de solución es la vía “plebeya” cuando el movimiento campesino consciente de que la burguesía no se limita al papel de árbitro en el enfrentamiento campesino-terrateniente, sino que pacta con los terratenientes, cuando el campesino consciente de que la burguesía y el imperialismo no pue- deip-resolver el problema agrario, comprende que las transformaciones democráticas hay que imponerlas y que para ello se necesita asumir el poder político junto a la clase obrera y el resto del pueblo. En nuestro país esta tendencia comienza a desarrollarse. Cuando la lucha por las tareas democráticas (como es la reforma agraria) adquieren un carácter revolucionario no quiere decir que aquellas tareas pierdan su contenido burgués, lo que sucede es que esas tareas se enmarcan dentro del proceso revolucionario que necesariamente conduce al socialismo.
En este momento las dos tendencias están planteadas y el triunfo de una de las dos definirá el futu
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ro político del país. La conducción revolucionaria acertada de esas tareas democráticas es la clave para garantizar un auge revolucionario. De tal manera que el problema campesino es hoy la clave tanto para el porvenir át las clases reaccionarias como para el porvenir del puebla que solo lo salva la revolución.
Pero la burguesía no podrá imponerse sobre el campesinado sino en virtud del engaño, de la demagogia, pues la burguesía no necesita hacer la reforma agraria, no le es imprescindible para seguir dominando. Sin embargo la burguesía no va a renunciar a hacer concesiones, y en la medida en que pueda fijar más impuestos y conseguir más préstamos con el imperialismo, seguirá comprando algunos latifundios y realizando algunas “obras públicas” (riego, electrificación, caminos, etc.) lo que desde ya se debe comprender es que todas estas concesiones no hacen sino ocultar la incapacidad del sistema para resolver de conjunto el problema agrario. La impotencia de la burguesía se refleja en el Acuerdo de Chicoral, en todo el pataleo del gobierno para que el Congreso autorice la consecución de mil millones de dólares “prestados”. Estamos frente a una burguesía que pacta con los terratenientes y que presenta como solución para el desarrollo del país un mayor endeudamiento y una mayor entrega al imperialismo. Todos estos factores se constituyen en una condición objetiva que permite que el movimiento campesino se desarrolle como movimiento revolucionando. De allí que el temor del sistema frente a la ANUC es el temor a un auge revolucionario.
10. CONSIDERACIONES SOBRE EL MOVIMIENTO CAMPESINO EN LA ZONA CAFETERA
Teniendo en cuenta todas las características de la crisis cafetera, tanto en la producción (quiebra del minifundio) como en el mercado mundial (domina
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do por el imperialismo), debemos comprender que para el movimiento campesino es de vital importancia levantar a los jornaleros y minifundistas cafeteros, expoliados por el imperialismo y el sistema oligárquico. La importancia económica del cultivo, la importancia de las regiones cafeteras, su gran extensión, la densidad de la población, todo esto debe obligarnos a considerar seriamente las tareas a desarrollar en este frente. Pero lo central es que 'debemos partir dé un correcto análisis de clase para determinar qué clases constituyen los blancos de la lucha, cuáles son las fuerzas motrices en la lucha, cuáles son las clases que se deben neutralizar, qué alianzas se pueden efectuar, etc. Aunque sea para dejar planteado el tema vamos a hacer algunas consideraciones en torno a este tema.A. Clases revolucionarias. Los campesinos sin tierra, los jornaleros, constituyen la clase más explotada de la región. No tienen nada que perder y su suerte está ligada al objetivo final de la explotación del hombre por el hombre. Es pues la clase más revolucionaria y la que menos esperanza tiene en el actual sistema, la que puede llevar hasta el final la consigna de “tierra sin patrones”. Su número es muy crecido y se desarrolla continuamente, en forma ininterrumpida a medida que se acelera la crisis del minifundio. Aunque no disponemos de datos aproximados de su número en la región, sí se puede afirmar con toda seguridad que es la clase social más extendida.
Los arrendatarios pobres son también un sector que vive una situación muy parecida a la de los jornaleros, tradicionalmente han demostrado gran espíritu combativo y han sufrido duramente la explotación, la opresión, los desalojos, etc. por parte de los terratenientes.
Como aliados de las clases anteriores encontramos la capa de los pequeños propietarios de las 38.000 fincas cafeteras de menos de 1 ha. y que en prome-
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dio solo disponen de media hectárea' de cafetal. Este grupo necesariamente consigue sus ingresos monetarios vendiendo su fuerza de trabajo puesto que su producción es insuficiente. Incluimos también los propietarios de las 133.400 fincas entre 1 y 6 hectáreas que en promedio poseen IV2 ha. de cafetal. Los propietarios de las fincas de menos de seis hectáreas, los arrendatarios y los jornaleros constituyen la inmensa mayoría de la población de las zonas cafeteras.
En cuanto a los propietarios de las 38.310 fincas comprendidas entre 6 y 10 has. y que en promedio tienen algo más de 3 has., se requiere una adecuada política de alianzas para que se liguen al proceso. Este grupo pertenece a la capa inferior de los medianos propietarios y salvo excepciones aportan trabajo familiar pero además contratan trabajadores durante la cosecha. Teniendo en cuenta la evolución de la economía cafetera sabemos que este grupo tiene escasas posibilidades de progreso. En la medida en que comprendan que la oligarquía se apropia de gran parte del valor de su producción, de que el imperialismo dominando el mercado mundial los conduce hacia la ruina, es posible que se. den cuenta que su suerte está ligada con el triunfo de la revolución. Este grupo necesariamente está dispuesto a luchar por reivindicaciones inmediatas y en contra de la oligarquía cafetera. Dentro de este grupo hay algunos que teniendo más hectáreas en cafetal y una mayor producción pueden capitalizar aunque sea en una escala muy baja y se sienten temerosos de un proceso revolucionario; ateniéndonos al volumen de fuerza de trabajo contratado y a las posibilidades de capitalización que pueden tener, ya no pertenecerían a la clase de los campesinos medios sino a la de los campesinos ricos que veremos más adelantne.
Las fuerzas básicas para la lucha son pues los jornaleros, los arrendatarios pobres, los minifundistas y campesinos medios. La fuerza dirigente deben ser los jornaleros.
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Claro que pa& que estas clases cumplan su papel de vanguardia en el movimiento campesino de la zona que nos ocupa, deben conseguir una férrea unidad. Pero la unidad no es posible conseguirla sino en la medida en que estas clases se pongan de acuerdo dentro de la organización. La cuestión salarial por ejemplo es una reivindicación inmediata hondamente sentida por los jornaleros, pero adelantar la lucha salarial implica un acuerdo con los campesinos medios que contratan trabajadores en la cosecha, este es un tipo de problema que requiere una adecuada solución. En el caso de la huelga cafetera de 1962 en el Quindío es un ejemplo de que se puede llegar a un acuerdo entre medianos propietarios y jornaleros a fin de desarrollar luchas que alcancen reivindicaciones inmediatas favorables para ambas capas. Sin embargo en este problema de lograr una estrecha unidad entre grupos que tienen algunas contradicciones internas hay mucho por aprender.B. Clases neutralizablés. La clase que necesita una política de neutralización es fundamentalmente la clase de los campesinos ricos. La clase de los campesinos ricos la constituyen especialmente los propietarios* que ^adelantan el proceso de producción mediante la contratación de trabajadores asalariados. A esta clase pertenecen los campesinos que tienen tierras en arriendo pero que a su vez requieren un volumen de trabajo asalariado mayor que el trabajo familiar. Por lo general a esta clase pertenecen los propietarios de las 41.804 fincas que en promedio tienen 4% hectáreas en cafetal. Claro que 4% has. en cafetal situadas en una zona maígyial no colocan a su propietario en la clase de los campesinos ricos, pero también es cierto que este mismo hectareaje cultivado en caturra en buena tierra más el ingreso adicional que produzca el resto de la finca pueden ubicar al propietario en una situación de semiterrate- niente, pero esto ño es lo frecuente y por eso toma- pos los datos del Censo Cafetero en un sentido muy 'general. A la clase de los campesinos ricos corres
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ponde gran parte de los propietarios de las 32.618 fincas entre 20 y 50 has. que en promedio tienen 7,6 has. en cafetal.
Por el hecho de que contratan mano de obra asa* lariada en una proporción mucho mayor que el trabajo del propietario (nos referimos al trabajo directamente productivo y no a la “administración”) y en la medida en que pueden ahorrar cierta parte de sus ingresos, se constituyen en un estamento burgués que ha tenido algunas posibilidades de desarrollo en nuestro medio, pues veíamos en el estudio de la evolución del tamaño de las fincas (Cap. III) que las fincas de 10 a 50 has. que en 1955 constituían el 6,4% si bien se redujeron al 4% en 1960 han mostrado un gran desarrollo en los diez años posteriores pues en 1970 constituían el 24.6% de las propiedades.
A este sector lo consideramos como la burguesía nacional agraria que ha acumulado su capital en base a un proceso nacional de trabajo, es decir, que a diferencia de la oligarquía cafetera o sean los grandes propietarios y exportadores,- no tiene vínculos con el imperialismo, nunca ha sido aliado suyo, no pertenece a la burguesía intermediaria del imperialismo y por el contrario tiene objetivamente contradicciones tanto con el imperialismo como con la capa de los grandes terratenientes y capitalistas de la agricultura y el comercio cafetero. ,Ésta clase está excluida de la dirección de la Federación de Cafeteros y su influencia si pasa de los Comités Municipales de Cafeteros a duras penas llega a ser una minoría en los Comités Departamentales. Ahora bien, partimos del supuesto de que estos propietarios no tienen más de una finca ni entregan tierras en arriendo.
Frente a estas capas de la burguesía media o burguesía nacional agraria se presenta un problema complejo para el movimiento revolucionario y para el
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movimiento campesino en particular, pues si bien este sector es afectado y restringido en su desarrollo por la parte de la producción que pasa gratuitamente a manos de la burguesía intermediaria y por la política imperialista en el mercado mundial, por otra parte tiene contradicciones con los jornaleros. Sin embargo no son los enemigos principales de los campesinos sin tierra.
Sería incorrecto lanzar a los jornaleros contra este sector. Consideramos que es acertado garantizar su derecho de propiedad y de contratar mano de obra. Los revolucionarios debemos esforzamos por “reducir el blanco de ataque” únicamente sobre la gran burguesía intermediaria, sobre los grandes terratenientes y sobre el imperialismo. Hasta ahora las movilizaciones campesinas de tomas de tierras han sido conducidas correctamente al golpear las grandes propiedades y al dejar de lado a las capas medias de la burguesía rural. En el Mandato Campesino está implícita esta política democrática frente a los campesinos ricos.
Otra cosa es que cuando el proceso de reforma agraria haya concluido (y partimos del supuesto de que la conclusión de la reforma agraria sólo es posible cuando el pueblo esté en el poder) y se inicie la tarea de construcción del socialismo en la agricultura, la economía individual y la economía de los campesinos ricos (en base a trabajo asalariado) deba ser transformada en economía socialista y se acábe para siempre el trabajo asalariado. Pero esta etapa no es la que estamos viviendo. Como hay algunos que consideran esto como un pecado contra el socialismo, es bueno recordar que la política de no afectar a los campesinos ricos hasta que se inicié el proceso de socialización de la agricultura, no es invento nuestro sino que fue una política que siguieron los bolcheviques en Rusia, durante los veinte años y más de guerras civiles revolucionarias y antiimperialistas en China; (concretamente hasta el mo-
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mentó del auge de las cooperativas en los años cincuenta) y que es una política que ha seguido el Partido de los Trabajadores de Vietnam y el Frente de Liberación en el Sur.
C. Blancos de la lucha. Los principales enemigos son el imperialismo y sus aliados nacionales. Ya vimos cómo el imperialismo domina y controla el mercado mundial del café y que actúa en contra de los intereses nacionales. Además el imperialismo sostiene política, económica y militarmente a la oligarquía colombiana.
En el plano interno el blanco de ataque lo constituyen los grandes terratenientes y la burguesía intermediaria, que a través de la Federación de Cafeteros monopolizan la producción y el mercado y someten a la inmensa mayoría de los productores. También hacen parte de las clases enemigas los grandes exportadores particulares. Todos estos sectores han ligado su suerte con el imperialismo, dependen de él y son sus mejores aliados y aunque eventualmente tengan contradicciones con el imperialismo yanqui cada que éste se desenfrena en su política de comprar barato y vender caro, trasladan esos problemas sobre los hombros del pueblo y en el caso del café, se reponen arrebatando a los productores la mitad del valor por medio de impuestos. La mayoría de los propietarios de las fincas de más de 100 has. pertenecen a este grupo, aunque algunos tienen un reguero de fincas medianas.
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CONSIDERACIONES SOBRE LA LUCHA EN EL CAMPO COLOMBIANO
Documento presentado a la IV Junta de la Asociación Nacional de Usuarios
Campesinos.
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1. RAICES HISTORICAS DE LA LUCHA DEL CAMPESINADO
La lucha presente del campesinado tal como aparece en la superficie de la vida social asume la forma visible de una vasta movilización de sectores explotados y pauperizados del campo (arrendatarios, aparceros, peones, campesinos desempleados y sin tierra) tendiente a provocar una decisiva redistribución de la propiedad rural. Obviamente, este combate los enfrenta en primer término y de manera diréc* ta con la clase de los grandes terratenientes latifundistas, O es decir, con los propietarios de grandes fundos rurales destinados a la explotación ganadera extensiva así como con los propietarios de unidades
1 La distinción, aue en adelante se hará entre propiedad privada latifundista y propiedad privada rural de tipo capitalista, no 'debe llevar, en manera alguna, a prejuzgar sobre la naturaleza de las relaciones sociales de producción correspondientes y que, en los dos casos, suelen ser de tipo capitalista puesto que las unidades económicas de una y otra categoría producen mercancías para un mercado capitalista, utilizan en mayor o menor medida trabajo asalariado y suponen, aun cuando en distinta proporción, inversiones de capital dinero. La distinción se refiere, exactamente, a dos tipos de tecnología en la utilización de la tierra y de los demás factores productivos: en tanto que la moderna empresa capitalista hace un uso intensivo de los factores permitiendo —mediante métodos más intensos de trabajo y elevadas inversiones de capital —una alta productividad, el latifundio utiliza extensamente todos los factores con el resúltado de una muy baja productividad del trabajo y de la tierra.
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territoriales incultas y, en general, inadecuadamente explotadas.
Históricamente, la lucha del campesinado se ha dirigido inicialmente contra este tipo de propiedad: al examinar el desenvolvimiento de la economía colombiana en su etapa neqcolonial se observa con claridad que hasta la década de los 50, y propiamente hablando, hasta el año de 1949, las clases dominantes consiguieron imprimir en todas las clases de la sociedad una ideología que se planteaba las cuestiones económico-sociales a partir de los problemas del proceso de industrialización, concebido este último como un proceso ascendente e ininterrumpido que habría de desembocar en la más completa “modernización” capitalista del país. Tal proceso iniciado, én lo fundamental, en la década de los 20, se presentaba como un proceso de modernización y despliegue de las fuerzas productivas, de progresiva diferenciación entre la ciudad y el campo y de. introducción en el sector urbano de las más avanzadas técnicas de la producción fabrik El punto de vista sobre la cuestión agraria se limitaba en estas condiciones a esperar un proceso semejante de modernización de las estructuras semi-coloniales de la tenencia de la tierra y de las formas económicas de explotación del campo como resultado “natural” del naciente proceso capitalista de industrialización. Movidos por una expectativa semejante los representantes políticos de la burguesía liberal expidieron la Ley 200 de 1936 conocida como la Ley de Tierras del Presidente López; tal como lo expresó Darío Echandía en la exposición de motivos que le correspondió hacer como ponente del respectivo proyecto de Ley, esta pretendía establecer:
“Una nueva modalidad en la propiedad territorial desde el punto de vista de la función que debe llenar como elemento de transformación social y económica; da a la propiedad social seguridad; termina con el sistema feudal y antieconómico
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existente; impide que el labriego que ha vinculado su esfuerzo a la tierra sea vencido en los juicios posesorios por quien solo exhibe un título inscrito e incrementa la producción para que de esta manera pueda abaratarse la vida de las clases trabajadoras, abrumadas por el alto costo de la subsistencia”.Con respecto a esta Ley es necesario destacar dos
aspectos explicitados en la cita que se acaba de hacer: por una parte, el claro reconocimiento de la necesidad económica que impulsó su expedición y que no era otra que el intento de disminuir el precio del trabajo asalariado en provecho de la ascendente burguesía empresarial de las ciudades; de otro lado, la ilusa esperanza que revela en que con el precario recurso jurídico de una redefinición acerca de la función social de la propiedad y de las normas posesorias se garantizaba un efectivo desarrollo de fuerzas productivas en el campo.
Esta Ley señala las profundas limitaciones con que ha tropezado tradicionalmente la burguesía colombiana para promover una verdadera revolución agraria: legalista hasta el extremo, ha intentado siempre imprimirle tal carácter a la lucha del campesinado manteñiéndplo a respetuosa distancia de las unidades económicas adecuadamente explotadas y reduciendo su cómbate con el latifundio al trámite engorroso e interminable de los juicios posesorios.
En la propia medida en que este ordenamiento no preveía problemas fundamentales desde el punto de vista económico como la provisión de fondos para el financiamiento de las elevadas inversiones de capital que hubiese exigido un efectivo desarrollo de fuerzas productivas modernas en la agricultura, el problema de proporcionar extensos servicios de asistencia técnica y de agilización de los sistemas de mercadeo y comercialización de productos agropecuarios, en esa misma medida sus efectos fueron prácti
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camente nulos; la Ley no establecía una jurisdicción agraria especial de tal manera que el campesino se encontró privado de instancias jurídicas que rápidamente le permitiesen hacer valer los derechos que el ordenamiento respectivo le reconocía formalmente: de allí que su importancia parece haber sido más bien negativa puesto que algunos autores piensan que aceleró la moderna descomposición neo-colonial del campesinado mediante la expulsión de arrendatarios, aparceros y colonos que bajo formas precarias de posesión ocupaban ciertas tierras.
No obstante el contenido burguesamente limitado de la Ley 200 del 36, el latifundio emprendió una lucha tenaz y extremadamente violenta para oponerse a los débiles efectos que tal medida pudiera producir: representado particularmente en sectores del partido conservador acusó a los representantes políticos de la burguesía liberal de querer introducir malévola y voluntariamente la lucha de clases en el campo (2), y valiéndose, al propio tiempo, de la dominación ideológica que ejercía sobre amplias capas del campesinado consiguió convertir el incipiente surgimiento de una batalla clasista dentro de los marcos de la Ley entre el latifundio y el campesinado explotado, en una atroz violencia política entre campesinos explotados.
“La violencia” es la dimensión exacta que asume en Colombia el proceso de descomposición capitalista, neo-colonial del campesinado: empujado por la dominación ideológica, bien de la burguesía liberal, bien de los sectores latifundistas atrincherados en el partido conservador, amplias masas del campesinado
2 Una “acusación” de esta naturaleza se encuentra contenida en el libro de Rafael Azula Barrera “De la Revolución al Orden Nuevo”, en donde el autor —a la sazón secretario privado del entonces presidente Ospina Pérez— enjuicia en esos términos a la política liberal que precedió al estallido del 9 de abril de 1948.
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explotado y pauperizado se enfrentaron en una inclemente batalla que las desangró desde 1948 hasta el comienzo de la década del 60. Su efecto inmediato tomó la forma de una expulsión en gran escala de pequeños propietarios campesinos hacia las ciudades e, incluso, de medianos propietarios, y en la explotación, la pauperización y la conversión en proletariado de otra masa igualmente importante; sobre la ruina y el despojo de esta masa campesina se dio el más sustancial desarrollo capitalista del sector agropecuario colombiano a través de tres formas fundamentales:
a) La conversión de antiguos latifundios en modernas explotaciones capitalistas, bien por desplazamiento de capitales hacia la agricultura, bien por inversiones en sus propios latifundios de capitales previamente acumulados por los terratenientes.
b) La conversión en grandes unidades agrícolas de las tierras pertenecientes a los antiguos pequeños y medianos propietarios que resultaron expropiados durante el proceso. Esas tierras se destinaron a la ganadería extensiva convirtiéndose así en propiedad latifuncjiaria o quedaron convertidas en empresas capitalistas modernas según una cualquiera de las alternativas mencionadas en el párrafo anterior.
c) La adaptación del antiguo latifundio a las modernas condiciones capitalistas de la producción neocolonial: apoyándose, por un lado, en su monopolio sobre la propiedad territorial y, por el otro, en la creciente estrechez del mercado interior neocolonial, los viejos latifundios semicoloniales conservaron sus técnicas de producción extensiva, pero sometiéndose a las necesidades de la producción de mercancías para un mercado capitalista neocolonial, al ciclo del capital dinero para inversión y a la creciente utilización del trabajo asalariado.
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Claro está que también se presentó, probablemente, una significativa conversión de propiedades medianas en empresas capitalistas modernas. Pero lo substancial y que, por lo demás, reviste una importancia económica, social y política decisiva, está representado por el fenómeno del cual acabamos de dar cuenta. Nos haremos una idea más precisa de la magnitud del acontecimiento del cual nos estamos ocupando, si tomamos en cuenta la variación entre 1948 y 1960 en el área cultivada correspondiente a los cultivos más importantes, así como en lo relativo a las variaciones en las existencias de ganado vacuno (3); veamos, en primer lugar, lo que ocurre con los cultivos comerciales:
3 Cifras basadas en ATKINSON, L. J.: Cambios en la producción agrícola y la tecnología en Colombia (en Inglés) Washington, 1969.
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En el conjunto de estos cultivos el incremento en el área cultivada alcanzó la magnitud de 346.800 hectáreas; en términos porcentuales señalan variaciones positivas, a lo largo del período considerado, no menos importantes, en lo cual se refleja el substancial avance alcanzado por la agricultura capitalista durante esta etapa de acelerada descomposición y expropiación del campesinado.
Por el contrario, apenas son apreciables las variaciones en el "grupo de los denominados “cultivos tradicionales” donde cabe esperar que se concentra fundamentalmente la actividad del campesinado parcelario, es decir, de los pequeños propietarios privados, y a los que igualmente se dedica la masa de pequeños arrendatarios y aparceros. En algunos de ellos se observan variaciones negativas (4) y el área total cultivada registra un incremento de solo 71.981 hectáreas (véase cuadro N? 4), debido, en lo esencial, al aumento del cultivo del maíz y de caña para la producción de panela. En una palabra, al empobrecimiento, el desempleo y la pauperización de este sector del campesinado corresponde el avance de la moderna agricultura capitalista mecanizada y de elevados rendimientos, ubicada en las mejores tierras del país, esto es, las llanuras cálidas y los valles de los ríos Cauca y Magdalena (6) .
4 Por ejemplo, en yuca, fríjol, trigo y tabaco.5 En los documentos del Primer Seminario de la Refor
ma Agraria, puede leerse lo siguiente que confirma las apreciaciones anteriores: “La rápida ampliación del mercado urbano creó las condiciones para el desarrollo de la agricultura comercializada tanto en los productos alimenticios como en las materias primas industriales. La vinculación de nuevas áreas planas al cultivo en forma mecanizada introdujo un nuevo tipo de economía en !a agricultura colombiana; la explotación capitalista avanzada cuyo auge se produjo especialmente entre los años 1950 y 1962” (E. Zuleta).
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Finalmente, entre 1950 y 1960 se registra un incremento del 30.5 por ciento en las existencias de ganado correspondiente a un aumento de 529.000 cabezas en números absolutos. Tomando en cuenta que para el año de 1960 la densidad aproximada de cabezas de ganado por hectárea (según promedio nacional) no alcanzaba a 1, esto significa que, en el mejor de los casos, no menos de 500 mil hectáreas fueron incorporadas a la ganadería extensiva. Aun cuando una parte de esta enorme expansión puede haberse obtenido por la incorporación de nuevas tierras a la frontera agrícola, ello señala' con perfecta claridad hasta qué punto nunestro desarrollo neo- colonial va acompañado de un desenvolvimiento progresivo y una adaptación del latifundio al capitalismo dependiente.
En lo tocante al desarrollo de la lucha de clases en Colombia los fenómenos que acabamos de precisar tienen una significación decisiva: se sigue de allí que los propietarios latifundistas no se opusieron al débil intento de enfrentamiento con el campesinado promovido por la burguesía liberal del 36, simplemente porque se opusiesen al desarrollo del capitalismo, como algunas corrientes ideológicas quieren hacer creer.
Su oposición tenía origen, más bien, en la necesidad de mantener el monopolio sobre la propiedad territorial para adecuarla progresivamente a las posibilidades de desarrollo del capitalismo neo-colonial. Indudablemente hubo grandes propietarios que pudieron ofrecer una resistencia porque desde su punto de vista individual prefiriesen las tradicionales relaciones sociales de la época semi-colonial y las correspondientes formas de explotación de la tierra. Pero esta no es la cuestión: detrás de su proyecto ideológico lo que se movía lenta pero inexorablemente eran las leyes del desarrollo capitalista neocolonial que empujaba la conversión del antiguo latifundio hacia modalidades económicas de explotación ade
cuadas a la nueva formación social. A este tipo de evolución coadyuvó, entre otros factores, que la máxima presión demográfica del campesinado se hacía sentir sobre las tierras de vertientes y no precisamente sobre los latifundios de los altiplanos y las llanuras. Por su lado, el intento liberal tenía, en sí mismo, alcances muy limitados: se comprende perfectamente que la burguesía no tiene interés político en aliarse con el campesinado simplemente porque pueda sentir conmiseración por sus condiciones de existencia, únicamente cuando la empuja a ello el interés económico —la necesidad de ampliar el mercado interior para su industria o de abaratar las subsistencias con objeto de disminuir el precio del trabajo asalariado— se arriesga a una alianza de esta naturaleza. Y en general, prefiere más bien lanzar sus propios capitales a la conquista de la agricultura que azuzar un tipo cualquiera de enfrentamiento entre clases explotadas y una forma determinada de propiedad puesto qúe tal combate amenaza siempre con transformarse en una lucha contra todo tipo de propiedad.
Ahora bien, durante todo el período que cubre de 1930 a 1945 la burguesía industrial padeció de una pronunciada escasez de capitales para la inversión en su propio sector (6) con lo cual estaba limitada para desplazarse a la inversión agrícola, al propio tiempo que la demanda para su producción se encontraba asegurada ya que, tratándose de un proceso de industrialización por sustitución de importaciones, contaba con una demanda tradicional insatisfecha, acrecentada por el ascendente volumeñ de población que se incorporaba a las actividades urbanas. De otro lado, si es verdad que mostró algún
6 Excepto en los años finales de la década del 30 cuando una leve recuperación en el valor de las exportaciones permitió una fugaz bonanza que fue aprovechada para reponer, mejorar y ampliar el exhausto equipo industrial. Cf. Contribución al estudio del desempleo en Colombia, CIE-DANE, Bogotá, Junio de 1971, Cap. IV.
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interés en disminuir el precio de las subsistencias, tampoco la coyuntura política le era favorable pues, como observa ef^informe del CIDA “la legislatura de 1963 debió advertir que la distribución del poder político y la prepotencia de los terratenientes no constituían una coyuntura política y social favorable al cumplimiento de una Ley dé ese tipo” (7) .
Poco antes que el auge económico iniciado en 1946 le permitiese a la burguesía contar con capitales disponibles para ocuparse en la conquista de la agricultura, el latifundio arrancó la Ley 100 de 1944 que le concedía plenas garantías para imponer también sus propias condiciones en la transformación neocolonial del sector agropecuario. De esta manera, la gran expansión del mercado interior que se hace sentir con particular intensidad después de 1948 obtiene su respuesta agraria en la “violencia” y en el saqueo mancomunado del campesinado por parte del latifundio y el capital.
En términos generales y ateniéndonos a las tendencias más relievantes observadas en la evolución del sector rural puede afirmarse que cuando el campesinado ha limitado su combate a una movilización contra la propiedad latifundiaria guardándose prudentemente de afectar la gran propiedad capitalista moderna (8), su lucha ha estado dominada por una ideología burguesa que se corresponde con los intereses de las clases dominantes y de sus propios explotadores.
Así, la Ley 135 de 1961 señala formalmente como responsables de la miseria del campesinado a “la
7 CIDA: Tenencia de la tierra y desarrollo socio-econó- mico del sector Agrícola. Colombia. Washington, 1966. La cita se refiere al largo plazo —.10 años— que preveía la Ley para entrar a regir.
8 O tierras adecuadamente explotadas, según la definición jurídica.
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inequitativa coñcentración de la propiedad rural” en pocas manos y a la utilización poco productiva y extensiva de la tierra. Podría pensanfc que se trata de una tímida acusación contra el latifundio como lo creían también sus propios gestores. Ño obstante, esto no puede dejar pasar por alto un hecho fundamental: esta Ley es el resultado de un compromiso entre las clases dominantes qüe luego de una docena de años de saqueo conjunto al campesinado y al proletariado emergieron a la escena social en cuanto abierta alianza entre la burguesía y la gran propiedad territorial bajo la forma política del Frente Nacional, esto es, la alianza política que les ha permitido detentar íntegra y hegemónicamente el poder político en su propio beneficio.
Es necesario anotar brevemente, entonces, las razones que pudieron haberlas empujado a asumir este compromiso. Entre ellas dos deben ser tomadas en cuenta: —a) La grave situación de orden público creada por
la persistencia de “La Violencia” ; en tanto que esta última ya había cumplido su papel fundamental de crear las condiciones para el desarrollo capitalista de la agricultura y la transformación y el crecimiento neocolonial del latifundio, su persistencia constituía un grave problema político y económico para la continuación “pacífica y ordenada” de la explotación neocolo- nial del campesinado y para el pleno aprovechamiento de las nuevas condiciones económicas por ella misma creadas. Por un lado, las clases dominantes requieren una vez cumplida la misión del capital de adecuar la conformación social a sus requerimientos, la más plena y segura garantía para continuar su tarea de explotación según lo determinan las leyes inertes de la eco* nomía. Por otro, la continuación del conflicto constituía una amenaza a la estabilidad política de su dominio por cuanto en ciertos sectores la
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lucha del campesinado amenazaba con tomar rumbos prppios independientes de la dirección de los partíaos tradicionales. Se trataba, pues, de una medida de pacificación como buena parte de las tomadas por el Frente Nacional en el momento de su inauguración.
b) Se trataba, igualmente, de represar la avalancha migratoria de campesinos hacia las ciudades. Desde un punto de vista social lo que se pretendía era evitar las graves conmociones político- sociales que podrían sobrevenir por la presencia de una masa eñorme de migrantes en los centros urbanos que no podían ser absorbidos por la industria afectada en aquel momento por una profunda recesión. Esto explica que Carlos Lleras haya expresado al presentar el proyecto de, Ley en el Senado que “lo que tienda a vincular a la tierra a la población campesina puede considerarse como social y económicamente útil, aún en el caso de que en algunos sectores rurales tuviera que prolongarse una economía de simple subsistencia
Aquí se evidencia hasta qué punto los objetivos explícitos de la actual Ley de Reforma Agraria no resultan contradictorios con el tipo de evolución capitalista burgués-terrateniente. En la práctica se trata más bien de promover una política que lo haga socialmente viable para asegurar su estabilidad, instrumentando algunos recursos jurídicos para resolver legal y pacíficamente los conflictos entre campesinos y terratenientes allí donde amenacen convertirse en un problema de orden público. Dicho en otros términos, se pretende mantener al campesinado en su situación de marginamiento, obviar obstáculos al orden neocolonial en el campo y resolver las contradicciones con las clases explotadas —especialmente los conflictos sobre tierras— dentro del marco de la propia legalidad de las clases dominantes.
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Es por ello que en la práctica la política de reforma agraria ha mostrado limitaciones insalvables como lo reconocen incluso documentos oficiales: para citar solamente dos casos, el Informe del Comité Evaluador de la Reforma Agraria (1971) y la Ponencia ante el Seminario de Directivos del Incora denominada La Realidad Rural y la Reforma Agraria como Factor de Cambio (noviembre 1970 (°). Todas las evaluaciones coinciden en señalar que el efecto de esta política agraria sobre la estructura de la tenencia de la tierra ha sido nulo al paso que ha concentrado sus esfuerzos fundamentalmente en grandes inversiones en obras de infraestructura, construcción de caminos y carreteras, programas de adecuación de tierras y construcción de presas y canales: es dédr, la “modernización” burgués-terrateniente del campo. En otro aspecto, destina sumas ingentes a programas de asistencia técnica y crédito dirigido a pequeños propietarios y, además, a programas de “colonización dirigida” en asocio con la Caja de Crédito Agrario (10) ; esto es, a la retención del campesinado parcelario sobre las tierras que actualmente ocupa y a la adecuación de sus condiciones de producción — hasta donde ello resulte posible— a las condiciones impuestas por un mercado capitalista neocolonial
Por todo lo anterior no resulta extraño en lo más mínimo que mientras se adelantaba la discusión del proyecto de Ley de reforma agraria, en la Memoria de Hacienda presentada por el ex-ministro Hernando
9 La segunda fue publicada en el Boletín Mensual de Estadística del DAÑE en enero de 1971.
10 Sobre estos aspectos puede consultarse el artículo sobre la Reforma Agraria publicado por Oscar Delgado en la Revista Flash y la investigación sobre la Reforma Agraria en Colombia: una base para su evaluación> realizada por Héctor Tamayo en el Centro de Investigaciones para el Desarrollo —CID— de la Universidad Nacional, julio de 1970.
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Agudelo Villa al Congreso Nacional de 1960, escribiese al formular la política de fomento agropecuario:
“Segundo: Intensificar los esfuerzos del Gobierno y de los particulares para mejorar los sistemas de explotación ganadera a base de efectivas campañas de sanidad animal, de mejoramiento de pastos y forrajes, de selección de razas y de tecnifi- cación del beneficio de la carne. . . ”
“Quinto: Fortalecer el crédito agropecuario a mediano y largo plazo y la modalidad de crédito supervisado por conducto de la Caja de Crédito Agrario, de los Bancos Cafetero y Ganadero y de la Banca privada, que viene colaborando activamente en la política de dirigir y vigilar las inversiones que por mandato de la Ley deben hacer los Bancos del 15% de sus depósitos en créditos para el sector agropecuario” (n ) .De hecho, lo que revela el conjunto de la política
agraria no es otra cosa que la efectiva combinación de medidas para conservar al campesinado parcelario concentrado sobre sus propias tierras (Reforma Agraria), con medidas de estímulo a la producción capitalista moderna y al desenvolvimiento de la ganadería como puede también fácilmente comprobarse al observar la evolución de la cartera bancaria en los últimos añQs y la concentración de los créditos otorgados, consecuencia lógica, entre otras, de la modalidad de otorgar los préstamos sobre la base de garantías reales lo cual, obviamente, solo permite el acceso a quienes poseen ya una elevada acumulación de bienes taíces y mercancías. Por lo demás, que el desarrollo neocolonial capitalista va acompañado de una progresiva incorporación de tierras al latifundio, i ) prueba el simple hecho que a un incremento entre 1960 y 1970 de 67 mil cabezas de ga
11 Memoria. . . p. 48 (los subrayados son nuestros).
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nado correspondió un incremento en 105 mil hectáreas dedicadas a pastos en 8 departamentos de la región centro y sur-occidental del país (12) .
Todo lo anterior demuestra que la limitada contradicción del latifundio con los intereses del desarrollo capitalista que la burguesía aparentemente le señala al campesinado constituye una verdadera dominación ideológica de la lucha de este último por los intereses de las clases dominantes que frena e inutiliza su combate y que, de otra parte, se corresponde con los intereses de la propiedad latifundiaria. Por paradojal que parezca, la cuestión reviste estas características como prueban los insignificantes avances alcanzados por la lucha del campesinado hasta tiempos recientes, no obstante su inquebrantable y férrea combatividad.
Pero así fue hasta tiempos recientes: con la iniciación del proceso de Organización Campesina a través de la Asociación Nacional de Usuarios Campesinos (1968) el campesinado ha comenzado a liberarse de esta dominación. En verdad que tal organización fue iriicialmente ideada por la burguesía misma con el objetivo, justamente, de organizar el campesinado parcelario para que adoptase la táctica de limitar su acción a la exigencia de mejores servicios de asistencia técnica y de crédito suministrados por los organismos del sector público. Sin embargo, al paso que los campesinos han ido superando sü atomización gracias a la experiencia del trabajo organizado y conjunto, estas limitaciones han venido siendo superadas. Como factores que han incidido en esta evolución, deben anotarse los siguientes:1? Nunca eii su historia el campesinado explotado
y pauperizado había contado con formas de or-
12 El cálculo fue hecho sobre una muestra del DAÑE (tabulados no publicados) correspondiente á los departamentos de Cundinamarca, Valle, Risaralda, Quindío, Nariño, Cauca, Caldas y Antioquia.
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ganización en gran escala de lo cual se valían las clases dominantes para imprimirle su política y su dinámica a las movilizaciones del campesinado.
2? Así pues, en la medida en que el campesinado ha llegado a conseguir el control de su propia organización a través de líderes extraídos de sus propias clases y fracciones, la organización ha comenzado a expresar más directamente, los intereses objetivos del campesinado y a imprimirle, por lo tanto, una nueva dinámica a la lucha de clases en el campo.
3? Además, el acceso a la dirección del movimiento campesino organizado —tanto a nivel local como nacional— de verdaderos líderes pertenecientes a sectores explotados del campo ha determinado una progresiva independización de las trabas gubernamentales en lo referente a sus tácticas y Jos objetivos de sus movilizaciones. De otro lado, esto ha mostrado la necesidad práctica de buscar una organización enteramente autónoma, en tanto que a sus políticas ha respondido la represión gubernamental y las retaliaciones de los grandes propietarios.
El viraje más importante que en este sentido ha dado el movimiento campesino está marcado por la emergencia de un combate generalizado contm todas las formas de gran propiedad territorial, latifundiaria o capitalista. La aparición de conflictos con grandes propietarios de unidades adecuadamente explotadas (por ejemplo, en Jamundí, la Costa Atlántica, Candelaria y en los Valles de la Laguna de Fúquene y Ubaté), lo ha enfrentado directamente a todas las poderosas organizaciones de la burguesía agracia asociada en organismos tales como SAC, FEDEGAN, y el recientemente creado MAN. Justamente, a estos sectores los respaldan políticamente las distintas fracciones del capitalismo agrario y del latifundio representadas directamente en el ala Ospina-Laureanista
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del partido conservador y en el sector Turbayista del partido liberal; pero también en gran medida y bajo otras formas en los dirigentes de la Alianza Nacional Popular, ANAPO, y en otros grupos representativos de la burguesía entre ellos el Llero-Lopis- mo y otras fracciones del partido conservador.
En realidad, tal enfrentamiento no es otra cosa que la respuesta que tiene que dar el movimiento campesino al reto decisivo que le plantea la revolución agraria: o enfrenta y confronta directamente a todas las clases de grandes propietarios en el campo en un combate definitivo por la redistribución de la totalidad de la propiedad territorial, o inutiliza su combate dominado por la ideología de las clases dominantes y asfixiado dentro del estrecho marco de las condiciones que aquellas le imponen.
2. ALGUNAS ANOTACIONES SOBRE LA LUCHA DE CLASES EN EL CAMPO
La lucha del campesinado tiene, en esta etapa, un carácter esencialmente democrático; es decir, que su movilización está determinada fundamentalmente por el objetivo de destruir la gran propiedad multiplicando las explotaciones comunitarias y cooperativas y las formas de propiedad familiar; la lucha tiene, pues, como características que no se dirige a abolir todas las formas de propiedad en el campo sino una forma específica de la misma: la gran propiedad tanto latifundista como capitalista.
Puede afirmarse, en términos generales, que la lucha enfrenta básicamente a una minoría de 14.000 grandes propietarios que controlan aproximadamente 11.000.000 de hectáreas, o sea, alrededor del 45% de la tierra censada en 1960, y a una enorme masa de 1.400.000 familias campesina», asalariadas y mi- nifundistas.
La situación social de este campesinado explotado y pauperizado puede entreverse a través de las siguientes cifras:
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CUADRO N? 3 13
Productores en explotaciónes de menos de una hectáreaProductores en explotaciones entre una y dos hectáreasProductores en explotaciones entre 2 y menos de 5 hectáreas Trabajadores asalariados
298.000
267.000700.000
191.000
TOTAL 1.456.000
A mayor abundamiento también debe tenerse en cuenta que los 300.000 productores que se localizan en fundos menores de una hectárea perciben ingresos que en su mayor parte provienen del trabajo asalariado fuera de su explotación (14). Con lo cual la real cifra de trabajadores asalariados viene a colocarse en cerca de Un Millón.
Para completar el cuadro de la situación de miseria que afrontan estos sectores del campesinado es necesario añadir que el número de los que requieren tierra y trabajo es todavía mayor puesto que en las cifras anteriores se han contabilizado ante todo familias cuándo, en realidad, la fuerza de trabajo medida por las personas en edad de trabajar resulta en un contingente gigantesco dado que'a ca
lda familia corresponde generalmente más de un trabajador. Así, por ejemplo, se sabe que sobre los minifundios se hacinan 2.300.000 trabajadores en tanto
13 Elaborado en base a las cifras del DAÑE, para el censo agropecuario de 1960.
14 Según Albert Berry en el estudio sobre la Distribución de Ingresos Provenientes de la Agricultura en Colombia 1960. Publicación del Centro de Investigaciones para el Desarrollo. Documentos de Trabajo N? 1. Universidad Nacional, Bogotá 1970, p. 234.
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que la Asociación Nacional de Usuarios Campesinos, cuenta con 1.800.000 afiliados pertenecientes a estos sectores de campesinos pauperizados.
Se podrá comprender de manera más profunda las raíces sociales del problema campesino si tomamos en cuenta los efectos que ejercen estas condiciones sobre la distribución de ingresos en el sector (15). Se afirma en una investigación que:
“La concentración de la propiedad propicia una alta concentración de los ingresos provenientes de la agricultura. El 1.84% de la población dispone de 30.9% de los ingresos, mientras que el 63.86% de esa población sólo cuenta con un 22.8% de los ingresos. Así, los asalariados agrícolas ( un millón) y los productores de explotaciones de una o dos hectáreas (más de 190.000) cuentan con un ingreso de 97 pesos por mes ($ 246 de 1960), al tiempo que los productores de explotaciones mayores de 500 hectáreas (6.900) tienen un ingreso mensual mínimo promedio de $ 18.000 (igual a $ 38.700 de 1969)Si observamos la cuestión más de cerca podremos
esclarecer plenamente que es el capital neocolónial el que bajo sus diversas formas: capital usuario y financiero, capital comercial y capital de inversión (comprendiendo este último tanto el que se mueve en la órbita del latifundio como el invertido en empresas de tipo moderno) el que explota y determina de esta manera el empobrecimiento de estas capas de pequeños propietarios, semiproletarios y proletarios del campo.
Para comprender mejor el asunto es indispensable precisar con exactitud la forma específica como es realizada la explotación sobre cada una de las cla
15 Héctor Ttfmayo “Tendencia de los Principales Efectos de una Reforma Agraria en Colombia” CID, Bogotá 1971, p. 4.
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ses y categorías sociales cuya situación examinamos. Para ello distinguiremos en primer lugar dos categorías sociales dentro del campesinado parcelario: propietarios minifundistas y propietarios de explotaciones de tipo familiar.
1. El minifundio supone una explotación tan intensa de la tierra que ésta generalmente tiende, después de algunas generaciones, a quedar exhausta. Desde el punto de vista técnico este resultado no es tanto el producto de la intensidad de la explotación cuanto de la bajísima escala a la cual es realizada y del atraso técnico en los sistemas de cultivo que presupone este régimen (16) . Para decirlo en términos exactos: trátase de unidades económicas en donde la tierra se utiliza intensivamente, donde el factor productivo fundamental está constituido por el propio trabajo del propietario también aplicado con gran intensidad y en los cuales, por la escala de la producción y la pobreza de los productores, prácticamente no se utiliza ninguno de los factores productivos modernos: ni maquinaria, ni técnicas de conservación y fertilización de suelos, ni semillas mejoradas, etc. De allí que, como puede leerse en la “Contribución al estudio del desempleo en Colombia”, citando otras investigaciones:
“ . . . El minifundio no permite ninguna división del trabajo; tampoco la utilización técnica del suelo; ni produce un margen de ganancias para extender la propiedad o tecnificar el cultivo. Implica siempre un desperdicio de la fuerza de trabajo familiar”. Es decir, “es una forma de propiedad insuficiente para absorber la capacidad de trabajo familiar. Conlleva por lo tanto un desempleo estructural, una explotación esquilmante del suelo
16 Para 1960 puede calcularse que las 765.000 explotaciones pertenecientes a las regiones Andina y Caribe que el CIDA clasificaba como propiedades de tipo sub- familiar hacían parte de esta categoría (CIDA, Op. Cit. p. 72, Cuadro II-3).
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y es económicamente no competitiva y a nivelesde subsistencia” (17) .¿Cuál es la Ley que regula los costos de produc
ción para los productos obtenidos en este tipo de Explotaciones? Se sabe Bien que los costos por unidad de producto se colocan persistentemente por encima de los precios del mercado de tal manera que el productor no solo no alcanza a obtener ganancia alguna sino que ni siquiera suele cubrir sus salarios, és decir, el precio de la fuerza propia de trabajo invertida en la producción. Dentro de sus costos de producción no solo entra como componente el costo de la subsistencia propia y de la familia, sino también la elevada tasa de interés que debe pagar al capital usuario a cuyos préstamos otorgados por usureros locales y proveedores (esto es, comerciantes) del poblado más cercano debe acudir cumpulsi- vamente para poder supervivir en tanto llega la exigua cosecha. Pero también en los raros casos que obtiene un crédito dirigido o un préstamo de la Caja de Crédito Agrario, la tasa de interés normal que cobra el capital financiero encarece sus costos. Finalmente, la explotación a la cual lo somete el capital comercial a través de los mecanismos del mercadeo agrava y profundiza la expoliación a la cual lo someten todas las fracciones del capital. Nos daremos una idea de la enorme explotación ejercida por la cauda de intermediarios y acaparadores a través de los siguientes cálculos sobre “márgenes de comercialización para algunos productos agrícolas” que dejan suponer la exigua proporción del precio final del producto que recibe el propio cultivador.
17 Estudio socio-económico de Nariño del Ministerio del Trabajo (1959) y Sexto Seminario Anual de Directivos de INCORA, (1970); citado en la Contribución, Op. Cit. p. 57.
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CUADRO N* 4
MARGENES DE COMERCIALIZACION PARA ALGUNOS PRODUCTOS AGRICOLAS
(COLOMBIA)
Producto Margen Producto Margen
Plátano-Banano 66% Maíz 44%Panela 40% Papa 30%Hortalizas 100% Yuca 32%Frutas 100% Aves 45%Fríjol 48% Leche 12%
Fuente: Estimaciones CIE. En la Contribución... p. 58.
En realidad, la mayoría de los productores en cultivos tales como Hortalizas, Yuca, Maíz, Millo, Plátano, etc.r se comportan económicamente no tanto como pequeños propietarios cuanto como trabajadores sometidos a la más inmisericorde sobre-explotación por todas las fracciones del capital: la propiedad de su minúscula parcela no constituye solamente condición de vida para el productor y su familia, ni de realización de su trabajo y de su» minúsculas inversiones en medios de producción sino, ante todo, absoluta condición de una sobre-explota- ción capitalista.
De otra parte, la existencia de cultivos mixtos, esto es, la coexistencia de unidades explotadas según este régimen y según las formas modernas de producción, en algunas ramas de la agricultura (por ejemplo, en trigo, maíz y papa) determinan que los precios de producción se coloquen al nivel de los costos de producción de algunas de estas unidades más productivas puesto que la demanda absorbe la totalidad de la oferta únicamente a tales precios. Es el caso, para mencionar uno solo, del maíz: mien
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tras los agricultores comerciales del Valle del Cauca obtienen un rendimiento promedio de 3.5 toneladas por hectárea, el rendimiento promedio nacional es de 1.2 toneladas por hectárea (18), lo cual deja pensar que es aún muchísimo más bajo en explotaciones de minifundistas. El bajo desarrollo de las fuerzas productivas en esta categoría de propiedades parcelarias es el factor que permite, justamente, que el campesino sea arruinado por la competencia de la moderna agricultura capitalista.
Por último, la existencia de grandes monopolios industriales en ciertas ramas de la producción fabril que respecto a la compra de sus materias primas agrícolas se comportan como monopolios (esto es, monopolios de comprador) son otro factor de explotación: es por ejemplo, la situación de los cultivadores de tabaco a quienes los precios del producto, la altura hasta la cual pueden cultivar y hasta la cual les es comprado son impuestos por la Compañía Colombiana de Tabaco: este monopolio de la burguesía nacional reduce a toda la inmensa masa de minifundistas, propietarios familiares y aparceros dedicados a esta ocupación a un enorme contingente de trabajadores sobre-explotados por el capital industrial neo- colonial al propio tiempo que estrangula toda posibilidad de un desarrollo de fuerzas productivas modernas en el subsector (19) .
Por lo demás, no resulta comprensible la supervivencia y la multiplicación de esta forma de propiedad
18 Dato tomado de La Brecha en la Productividad Agríco la en Colombia. ICA. Boletín Técnico N? 7, junio de 1970.
19 El efecto sobre el desarrollo de las fuerzas productivas puede inferirse del hecho que en el cultivo del tabaco entre 1961 y 1964 el número de aparceros en explotaciones menores de Vi hectárea aumentó en 11.811 (citado por Tamayo en Tendencia de los Principales Efectos... Op. Cit. p. 4. nota 2).
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y trabajo si no se toma en cuenta la existencia simultánea de los siguienets fenómenos:a) El monopolio sobre la propiedad territorial man
tenido por el latifundio que utiliza extensivamente las tierras en ganadería apoyado en laestrechez del mercado interior.
b) La baja tasa de absorción de empleo por partede la industria, caracterizada en sus ramas másimportantes por formas monopólicas neocolonia-les de propiedad capitalista y frenada en sucrecimiento, por otro lado, por la naturaleza específica de su dependencia del imperialismo lo cual a su vez determina un mercado interior estrecho para materias primas agrícolas y para productos alimenticios no elaborados con lo cual el latifundio viene a ser reforzado.
c) La dependencia del imperialismo por parte dela industria y el monopolio mantenido sobre la propiedad rural por parte del latifundio (punto a y b) en la medida que estrangulan el desarrollo de las fuerzas productivas en el campo son los que vienen a explicar en última instancia la existencia de estas formas neocoloniales de explotación í20).
Si no tuviésemos en cuenta qué el minifundista se comporta, además, como un semiproletario, dejaríamos a oscuras uno de los rasgos más definitorios de su condición: asumiéndose como pequeño propietario cuando cultiva su propia parcela es un trabajador asalariado cuando:
“Ante lo pequeño de su parcela y la estacio- nalidad de los cultivos, el minifundista, para ali
20 Un aspecto del problema que nos ocupa es formulado así por la Contribución. . . ya varias veces citada: “La existencia del latifundio qué acapara improductivamente las mejores tierras del país, obliga al campesinado a asentarse y permanecer en tierras marginales. . . ” (p. 57).
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viar su situación, tiene que vender su fuerza de trabajo a las fincas medianas o grandes, por cualquier precio, haciendo bajar los salarios agrícolas de la región a niveles bastante alejados de los mínimos estipulados por la ley. En otras palabras, la parcela minifundista es incapaz de ocupar productivamente la fuerza de trabajo de su propietario y de su familia y por lo tanto tiene que recurrir a contratarse si encuentra quien lo emplee aunque sea a muy bajo jornal. ” (21).Así completamos el cuadro de las condiciones de
existencia y de trabajo de esta categoría social: al final, también resulta directamente sobre-explotada por el capitalismo agrario y el latifundio extensivo.
2: La segunda categoría social en la clase de los propietarios parcelarios la constituyen los propietarios de fundos de tamaño familiar. Aun cuando a ciertos niveles superiores de extensión y, especialmente, durante las etapas más intensas de siembra y recolección utilizan en baja proporción el trabajo asalariado, su característica fundamental, lo que los define como categoría social es el hecho que. en cuanto propietarios libres de la tierra, ésta aparece como su instrumento fundamental de producción, como el campo indispensable de acción de su trabajo y de sus instrumentos de producción. De tal modo, que para esta categoría la tierra no aparece como una fuente de renta ni la propiedad sobre los medios de producción como una condición para valorizar el capital, explotar el trabajo asalariado y obtener una ganancia. Para ellos la propiedad de la tierra y de los medios de trabajo aun cuando aleatoriamente les pueda permitir obtener un beneficio sobre el precio de su prdpia fuerza de trabajo y de la ajena que puedan utilizar adicionalmente es ante todo la condición para obtener su subsistencia y la de su familia y pagarse los salarios de la fuerza de
21 Contribución. . . p. 57.
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trabajo personal invertida en la producción cuando al entrar en el circuito del cambio capitalista de mercancías, esto es, al ponerse en contacto con el mercado, enajena el producto de su actividad. Para decirlo en una palabra, este campesino parcelario, es ante todo, su propio asalariado.
Como en sus costos de producción es necesario contabilizar la tasa de interés que paga al capital financiero o al usurero y como, además, resulta igualmente explotado que el minifundista por el capital comercial a través de los márgenes de comercialización, estas formas del capital le aparecen como directamente antagónicas; siendo por último una víctima del general atraso de las fuerzas productivas provocado por el sistema neocolonial el cual apenas le permite supervivir en el atraso gracias a la escala —por mayor extensión de la propiedad —a la cual puede producir.
En cuanto se refiere a los trabajadores asalariados, es decir, el proletariado en el más estricto sentido de la palabra, sabemos ya que forman un contingente de más de 700.000 trabajadores. Es obvio que su explotador directo se presenta bajo las dos formas fundamentales de la moderna empresa capitalista y del latifundio. Bastaría añadir que las estadísticas nos ponen en conocimiento que en las800.000 hectáreas que se destinan a la agricultura moderná y están, por consiguiente, eficientemente explotadas encuentran empleo unos 35.000 asalariados; de otra parte existen 32.720.000 hectáreas en pastos naturales y artificiales: calculando que solamente el 50% de esta gigantesca extensión ofrezca posibilidades económicas inmediatas de explotación resulta que algo así como 16.000.000 de hectáreas se dedican a la ganadería extensiva, subsector en el cual vendrían a encontrar ocupación otros 340.000 asalariados. El resto, probablemente se ocupa en empresas de tipo familiar o se emplea estacionalmente durante las épocas de recolección: es parte del gi
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gantesco excedente de fuerza humana de trabajo contenido én los 2.412.000 campesinos que se apiñan en las 2.600.000 hectáreas que poseen los minifundistas y pequeños propietarips (22) .
Lo anterior demuestra con meridiana claridad que todos los sectores del campesinado explotado y pau- perizado afrontan desde el punto de vista económico contradicciones antagónicas e inconciliables con todas las fracciones del capital neocolonial: con la burguesía financiera y usuraria, con la burguesía comercial y también con la burguesía industrial y de manera directa e inmediata con todas las formas de gran propiedad latifundiaria y de empresa capitalista agrícola.
Resulta, desde luego, de una incontrastable evidencia que el problema central que se mueve detrás de toda la cuestión campesina es el bajo desarrollo de fuerzas productivas alcanzado por el sector agropecuario. Para expresarlo en los términos exactos debemos decir que son las necesidades sociales de abrir un nuevo caminó para la más plena utilización del trabajo y de los modernos recursos productivos lo que en esta presente etapa de movilizaciones y conmociones campesinas ha entrado en contradicción con las formas de propiedad imperantes.
Y no es solamente el hecho de que el primitivo desarrollo de fuerzas productivas en la agricultura se exprese en la inadecuada explotación de la tierra, en el desempleo y en la escasa aplicación de las modernas técnicas productivas y, entre ellas, de la maquinaria (23) . Se trata ante todo y fundamentalmente
22 En contraste, debe observarse que el promedio de personas empleadas en ganadería resulta en 1 por cada 47hectáreas. "W 4
23 Según PREALC solo el 2.3% de las unidades agrícolasdisponen dé riego y únicamente el 3.6% utilizan maquinaría.
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del hecho que el desarrollo del capitalismo neocolo- nial supone en la agricultura, al lado del desenvolvimiento de la empresa agrícola capitalista, hupro- fundización también del monopolio de tipo latifun- diario y el mantenimiento del atraso en el subsector del campesinado parcelario que se convierte en el objeto de un saqueo económico en gran escala a través de todas las formas que asume el capital en el circuito de la circulación capitalista de la mercancía.
3. CONSIDERACIONES POLITICAS SOBRE LA CUESTION AGRARIA
Al punto que hemos llegado resulta indispensable preguntarse por la posición que frente al problema agrario han asumido los diferentes sectores políticos que expresan los intreses de. la burguesía y los terratenientes y tratar de explicarse, por lo tanto, las contradicciones que parecen haber emergido entre los sectores liberales y conservadores auto-deno- tninados “Progresistas” y aquellos que prefieren seguir reclamándose como representativos de “las más puras tradiciones democráticas”.
La contradicción política más relievante emergida en el seno de las clases dominantes toma la forma de un enfrentamiento del sector Llero-Lopista del partido liberal con el sector dirigido por Gómez-Os- pina en el conservador la cual, aparentemente, amenaza quebrar la alianza entre los sectores que representan los intereses de los grandes terratenientes y los tradicionales voceros de la burguesía neolocolo- niál. En lo que respecta a la fracción Turbayista del partido liberal, se ha colocado decididamente al lado de los intereses agenciados por el Ospinismo; uno de sus más calificados dirigentes (**), el senador Hernando Durán Dussan, ha sostenido en un debate
24 Y también conocido latifundista.
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en el curso del presente año en el Senado de la República la peregrina tesis de que el problema agrario colombiano radica no en la escasez de tierra ni en su mala distribución sino en que la población colombiana se encuentra mal ubicada sobre el territorio nacional, excesivamente concentrada sobre las regiones norte, centro y sur-occidental, cüando al oriente y al sur hay enormes extensiones incultas. En este sentido coincide exactamente con la tesis latifundista según la cual la solución al problema agrario radica, ante todo, en promover la colonización.
No hay duda que el Ospinismo y el Turbayismo apoyan abiertamente los intereses del latifundio aun- cuando continuamente reiteran su adhesión a los principios de la Ley 135 precisamente porque, como ya se hizo notar más atrás, una Reforma Agraria de este tipo constituye la perfecta combinación entre la política de retención del campesinado parcelario sobre sus tierras y el modo de desarrollo neocolonial de la agricultura y la ganadería. Para el expresidente Ospina Pérez una Reforma Agraria integral es ante todo afirmación de la propiedad “porque no se puede hacer propietarios destruyendo el derecho de propiedad” según afirmó en el discurso que pronunció el 29 de mayo ante la Junta de Parlamentarios conservadores.
Por el contrario, resulta mucho más complejo juzgar los intereses que mueven al sector Llero-Lopista y ello, especialmente, por la gran diferencia que se observa entre las declaraciones que formalmente emiten ahora algunos de sus voceros y la política misma que pusieron en práctica cuando en el gobierno del Presidente Lleras ocuparon cargos en la ejecución institucional de las políticas para el sector agropecuario. Así, parece conveniente hacer un examen más cuidadoso de los factores sociales, económicos y propiamente políticos que inciden en las posiciones adoptadas por este sector:
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a) El factor social determinante está representado por la elévada tasa de migración del campesina* do hacia las ciudades. Este flujo, ininterrumpido constituye una de las más graves amenazas, en el corto plazo, á la estabilidad del sistema eco- nómico-político y las divergencias frente a la táctica para responder a ella se ha convertido en factor decisivo en el resquebramiento del pacto político sobre el cual se asienta el Frente Nacional. Que este es un problema central lo deja entrever perfectamente el hecho que al definir la política agropecuaria del gobierno se insistiese por parte del Ministerio de Agricultura, entre julio de 1961 a julio de 1969 que “a corto plazo, debe propenderse por no acelerar la tasa de migración del sector rural al urbano, para evitar la intensificación de los pro- blemas en este último (25), por el contrario, no consideraba específicamente mecanismos de agi- lización de la Reforma Agraria y de compra y expropiación de latifundios.
En el aspecto que nos ocupa el Llerismo coincide perfectamente con la posición del actual gobierno. Hace unos meses el actual presidente expresó que “el campesino llega a la ciudad no tanto atraído por las ventajas de la civilización moderna cuanto expulsado por la miseria que hace estragos en su ambiente. Es fácil explicarse este proceso por las condiciones primitivas que caracterizan el marco rural”. Y en el mismo aspecto insiste el informe del Comité Evaluador de la Reforma Agraria cúando apunta:
“La acción de las instituciones públicas y privadas del sector agropecuario debe ser coordinada más eficientemente con la realizada por las entidades de los demás sectores dentro de
25 Aspectos Principales de la Política Agropecuaria Actual: Los Objetivos de la Política Agropecuaria. Ministerio de Agricultura, Memoria, Julio de 1968 a Julio de 1969.
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un marco armónico de planeación general. Esto es, con el fin de sacar al campesinado de la situación de marginamiento en que actualmente se halla y disminuir las presiones que le' incitan a migrar a las ciudades de por sí congestionadas en busca de mejores condiciones de vida”.
b) Desde el punto de vista económico los problemas que ya desde el gobierno de Lleras parecen preocupar más a esta fracción pueden sintetizarse así:1) La estrechez de mercado interior.2) Por lo tanto, la baja capacidad de absorción de empleo tanto de la industria como de la agricultura.3) La estrecha dependencia que ofrece el sistema económico colombiano de las exportaciones de productos primarios para la reposición de una elevada proporción del capital invertido en maquinaria y equipos así como para su expansión en escala ampliada.
Todos los anteriores son problemas cardinales de la economía colombiana perfectametne identificados por estos lúcidos portavoces de la burguesía. A lo largo del gobierno de Lleras se trató, justamente, de articular una estrategia económica y social tendiente a responder adecuada y conjuntamente al problema de retener al campesinado en el campó y armonizar su tasa de migración a las/ciudades con una progresiva expansión del empleo, de las exportaciones y, por lo tanto, con una lenta pero segura ampliación del mercado interior. Veamos como planteó aquel gobierno la estrategia global que pretendía responder a toda esta maraña de complejos embotellamientos estructurales:1) Diversificación de las exportaciones e incremen
to de las mismas en base, sobre todo, a incrementos en la productividad agrícola; en el do-
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cumento ya citado del Ministerio de Agricultura se dice: “La necesidad de aumentar la producción agrícola a través de incrementos en la productividad se explica por la urgencia de abastecer las necesidades de la creciente población y de obtener excedentes económicamente, exportables que contribuyan a aliviar la situación de balanza de pagos. De acuerdo con el desarrollo reciente de las exportaciones, el sector agropecuario posee condiciones más favorables que otros para contribuir en mayor grado a la generación de divisas. . . Los esfuerzos para aumentar las exportaciones, deben dirigirse hacia la diversificación de estas para así disminuir la dependencia que hasta ahora se ha tenido sobre un escaso número de renglones tradicionale s '\ Es de suma importancia tener en cuenta que esta táctica de obtener tales resultados a. base de incrementos en la productividad agrícola estaba determinada por el objetivo de garantizar el efecto de un aumento en el ingreso de los agricultores.
2) En cuanto a la ampliación del mercado interior el aumento en las exportaciones articulado a la búsqueda de mercados exteriores más amplios a través sobre todo del Pacto Andino, conformaba la anatomía de la operación. E incrementando por medio de mejoramientos en la productividad el ingreso de los agricultores se esperaba que se ampliase la demanda de este sector y que la Reforma Agraria desempeñase así un positivo papel.
3? Así pues, se suponía que el doble efecto de un incremento en el volumen y el valor de las exportaciones que suministraría divisas para la reproducción en una escala más amplia de la industria colombiana y la correspondiente ampliación del mercado interior proporcionaría un mayor volumen de empleo industrial.
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Por este lado, disminuiría la presión social de los migrantes desempleados. Incrementos en la productividad del trabajo agrícola mediante utilización de técnicas más “racionales” en la explotación de la tierra y de la mano de obra y que procurasen además, “la modificación de los rasgos del sistema de asignación de recursos que hasta ahora han estimulado el uso excesivo del capital y desalentado, relativamente, la expansión de actividades con una alta densidad de una mano de obra^í26), se proponían detener el flujo de campesinos a las ciudades y aumentar su capacidad de autoemplearse y de generar empleo en el sector agropecuario.
Anotemos de pasada que la estrategia Llerista se hacía muy pocas ilusiones sobre la posibilidad de solucionar algún problema en el sector agropecuario sin crear condiciones previas de acelerada expansión en la industria. Lánguidamente pero con lucidez reconocía que:
“Dadas las características de la agricultura y de los otros sectores de la economía, debe reconocerse que el problema del empleo está ligado a todo el proceso de desarrollo económico.. Además, debe pensarse que la solución de este aspecto en el largo plazo, no radica propiamente en el sector agropecuario sino en el dinamismo de otros sectores de la economía”.
Se comprende entonces, por qué la estrategia Llerista en relación al problema campesino toma cuerpo en la articulada combinación de tres tácticas simultáneas y complementarias: en primer lugar, retener al campesinado parcelario sobre sus tierras utilizando para ello, en lo esencial, programas de extensión,
26 Ministerio de Agricultura, Memoria citada; y a renglón seguido añadía: “en este sentido, los programas de reforma agraria y de colonización están jugando un papel de primera importancia”.
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mejoramiento del crédito y de los sistemas de mercadeo que puedan incrementar su productividad y su ingreso. En segundo lugar, aflojar tensiones sociales en el campo, de tal manera que aquella retención que busca conjurar situaciones explosivas en las ciudades no termine por dar lugar a una conflagración igualmente grave en el sector rural; y para este fin, conversión en propietarios de los arrendatarios y aparceros y distribución de tierras en aquellas zonas donde las tensiones amenacen con hacer explosión. Por último, utilización de técnicas de alta densidad de mano de obra en el mayor número posible de las ramas de la producción agropecuaria.
Como se ve, este programa no tiene nada de progresista. Incluso la creación de la Asociación de Usuarios Campesinos obedeció al vano intento de concentrar y reducir los esfuerzos del campesinado a la simple obtención de servicios más ágiles por parte de las entidades del sector público y de comprometerlo con esta política bajo el pretexto de conferirle un imaginario “poder decisorio” en los planes que desarrollaban tales instituciones “permitiéndoles así (a los agricultores) tomar conciencia acerca de las materias que singularmente les interesan”, según aseguraba el Ministerio de Agricultura.
En la práctica, aquel programa se basa en el mantenimiento de un bajo desarrollo de fuerzas productivas modernas en la agricultura y, lo que es peor aún, apunta a conservar las formas de propiedad parcelaria mejorando apenas de manera muy limitada su situación a través de los mencionados programas de crédito, mercadeo y asistencia técnica. Hay que añadir,, por lo demás, que esta política es continuada por el actual gobierno como queda bien ex- plicitado en un documento de Planeacióh Nacional (27):
27 Política de Desarrollo del Sector Agropecuario, Documento D.N.P. 668 U.I.A. noviembre 17, 1970.
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“Es indispensable mejorar los ingresos del subsector tradicional de modo que se logre reducir la migración rural-urbana, incrementando al mismo tiempo el producto nacional y la productividad por trabajador”.
Y en otra parte:“Las asignaciones de recursos entre progra
mas deben ir orientadas a incrementar la productividad y el nivel de empleo de los campesinos de este subsetcor. Si esto no se realiza, se agravará la dualidad entre el subsector comercial progresista y el subsector tradicional estancado . ”.
Queda claro, por consiguiente, que el transfondo de toda la política Llerista es el gradualismo: empujar la tranfsormación del campo en la propia meíi- da que lo permitan las deteriorádas condiciones del desarrollo industrial.' Y en la misma forma en que no se le ocurriría, justamente por ser burguesa, promover una revolución antiimperialista para resolver los problemas de la industria y eso, a pesar que en cierto modo comprende lo que es la dependencia, el solo hecho que sea lúcida con respecto a la cuestión agraria no significa en modo alguno que esté dispuesta a impulsar una revolución del campesinado contra toda forma de gran propiedad y contra toda forma de explotación.
En términos generales puede sostenerse que, en definitiva, la política del Líerismo carece de un enfoque progresista aun cuando aisladamente parecería presentar rasgos de esta naturaleza. Esta apariencia surge del hecho que su puesta en práctica encuentra resistencia en sectores tanto de la burguesía industrial como del latifundio.
Y ello, porque el Llerismo no es simplemente una táctica relacionada con la cuestión agraria: es una estrategia global económica, social y política dominada por la ideología desarrollista que busca encontrar
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soluciones a los conflictos económico-sociales de las formaciones neQcoloniales en el marco del capitalista y de los intereses del imperialismo a los cuales están atadas ineluctablemente estas sociedades por intermedio del mercado mundial. Puede inferirse de esta manera que responde a los intereses de la burguesía neocolonial en su conjunto pero no a todos los intereses y las expectativas específicas e inmediatas de cada una de sus fracciones. Es por esto, justamente que genera contradicciones de carácter no antagónico entre algunas de ellas.
Así, por ejemplo, el déficit crónico en balanza de pagos empuja a la burguesía irremediablemente a endeudarse con el imperialismo acudiendo, por intermedio del Estado, a los créditos de las agencias internacionales: BID, AID, BIRF, Fondo Monetario, etc. En la perspectiva de los intereses a largo plazo de la burguesía en su conjunto este recurso no solamente resulta positivo sino indispensable puesto que asegura, hasta cierto punto, la posibilidad de crecimiento en escala ampliada de la industria y garantiza especialmente la provisión de fondos para inversiones en industrias básicas y productoras de bienes intermedios. Pero la apertura en gran escala hacia una política semejante implica del lado del Estado una readecuación institucional que le permita un manejó eficiente de estos enormes flujos financieros (28) : es así que debe crear corporaciones gigantescas como el IFI y entrar a competir por un control más estrecho de los mecanismos monetarios. Tal cosa exige sustraer la política monetaria del manejo directo de la banca privada creando instituciones como la Junta Monetaria que ejerzan una vigilancia más severa sobre la utilización de las distintas clases de crédito que se proporcionan por el Canal de los
28 Según la Memoria de Hacienda del Ministró Abdón Espinosa Valderrama, la nación contrató o garantizó dei7 de agosto dé 1966 al 30 de julio de 1970 créditos externos por US$ 1.138 millones (introducción, p. XI).
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Fondos de Fomento y a exigir que la banca destine una mayor proporción de sus depósitos a líneas de este tipo.
Es allí en donde comienza entonces el capital financiero a protestar porque el Estado se ha hecho excesivamente inervencionista y está pisoteando los sagrados derechos de la propiedad privada.
Del mismo modo, para abaratar la fuerza de trabajo, garantizar una elevada tasa de ganancia al capital industrial y estimular a la burguesía a invertirespecialmente en industrias que utilicen densamente la mano de obra, parece indispensable una políticade congelación de salarios que golpea rudamente ala clase obrera generando agudos conflictos.
Para responder a esta inminente eventualidad qüe durante el gobierno de Lleras sustrajo un sector muy importante de la población urbana a la influencia del partido Liberal y siendo, además, de una extremada peligrosidad para el sistema la respuesta que podría provenir del proletariado, el Llerismo hubo dé articular una audaz y compleja estrategia política: tratar de ganarse al campesinado parcelario y afianzar una alianza de la burguesía con esta clase social.
Esta es la operación en la cual se encuentra empeñado con creciente tenacidad el Llero-Lopismo aún cuando con decrecientes posibilidades de éxito a medida que transcurre el tiempo debido entre otros factores al importante viraje que está dando el movimiento campesino al definir una política cada vez más autónoma.
Estrategia compleja la de esta fracción política de la burguesía por cuanto implica un intento de resolver simultáneamente una serie de problemas económicos, sociales y políticos:
a) Sociales: en primer lugar, retener al campesinado parcelario en el campo y disminuir la tasa de migración rural-urbana. Para el éxito social y económico de este propósito es preciso garantizar un in
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cremento en la productividad del campesinado tradicional que asegure un relativo incremento en su ingreso y un empleo más intenso de su fuerza de trabajo. Este mecanismo ya se explico más atrás. Pero como lúcidos políticos de la burguesía que saben muy bien que limitarse a comprimir la amenaza urbana que representan estos migrantes reteniéndolos en el campo significa simplemente trasladar el peligro de un estallido social a otro terreno, tal política determina el recurso a una medida complementaria: la agilización dé los trámites de expropiación legal de grandes propiedades territoriales a fin de contar con el instrumento jurídico expedido allí donde las situaciones de orden público amenacen hacer crisis:
“El trámite de las negociaciones directas y compras voluntarias es excesivamente dilatado. Las Asociaciones de Usuarios Campesinos han formulado una petición que debemos acoger: suprimir el sistema de tales negociaciones y adoptar como único procedimiento de adquisición de tierras el de la expropiación en que solo se debate el precio y la calificación de las tierrais” (el subrayado es nuestro).
Así se expresa la plataforma para definir la política agraria del liberalismo en el Senado, elaborada por Apolinar Díaz Callejas. (2d)
Observemos de pasada que resulta divertida la ocurrencia de llamar expropiación a la compra de tierras. Pero lo que debe tenerse muy en cuenta es que no se trata de promover una universalización del pro
29 El Espectador, 2 de febrero de 1971, p. 1. Y en esta cuestión no están solamente de acuerdo los Lleristas sino todos los sectores qüe entienden la peligrosidad que les representan estos posibles conflictos. Ideas semejantes se expresan tn el documento elaborado por el senador Turbayista López Gómez sobre la Plataforma ideológica del Liberalismo e incluso la Junta de Parlamentarios conservadores, también urgió la “agilización dé los procedimientos de compra y expropiación”.
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cedimiento sino una rápida aplicación allí donde lo exija la particular intensidad de los conflictos.
Claro está que la defensa sostenida de este principio crea desavenencias con los terratenientes; y por dos razones: una, porque implica aplicarlo siempre que ello se haga imperativo para mantener el orden aún en el caso de tierras adecuadamente explotadas con lo cual surgen quejas por parte de esta clase en el sentido de que no hay seguridad para las inversiones; otra, porque si bien el limitado criterio para su aplicación dejaría intacta gran parte de la propiedad territorial, los intereses económicos de algunos latifundistas podrían verse seriamente afectados: como el pago de la tierra, se convertiría en una carga excesivamente pesada para el Estado, éste buscaría hacer recaer su peso, en alguna medida, sobre los hombros de aquellos tasándola por lo bajo y cancelando las deudas mediante un sistema de pagos a largo plazo.
b) Políticamente, esta fracción de la burguesía1 busca garantizar una alianza con el campesinado parcelario que pueda contrarrestar el avancé^electoral de la ANÁPO y el creciente descontento de las masas urbanas, en especial del proletariado cuyo apoyo pierde progresivamente. Pero este objetivo supone para su realización una aguda competencia política por el control del aparato estatal entre esta fracción y aquellas que asumen la defensa incondicional de los intereses de los propietarios territoriales. Y es aquí donde surgen con gran intensidad las contradicciones políticas que dan la apariencia de un conflicto antagónico e irreconciliable entre la burguesía y el latifundio a este modesto proyecto desarrollista de una planeada evolución en el cuadro de las relaciones internacionales imperialistas y del capitalismo neocolonial (30).
30 El imperialismo ha prestado un sostenido apoyo a estas políticas nó solo tecnológico sino también financiero. . . algunos afirman que sobrepasa los 500 millones de dó-
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En general y mirada en su conjunto la estrategia Llerista supone como llave maestra de su ejecución la configuración de una Estado Intervencionista: la contradictoria afectación de intereses inmediatos de distintas fracciones de las clases dominantes en la coherente política de salvaguardar la estabilidad del sistema en el plazo más largo, da a las repetidas conmociones y disputas con grupos económicos y políticos una apariencia caótica —y es solamente la apariencia— que puede hacer creer, como se creyó muchas veces durante su gobierno, que en últimas no cuenta con el apoyo de fracción alguna.
Lá emergencia de ANAPO en la confrontación electoral del 19 de abril de 1970 se ha constituido en un punto central de referencia para la apremiante campaña que ha emprendido el Llero-Lopismo a fin de retomar directamente el control del Estado. Las encuestas electorales (31) demostraron que son los estratos bajos de la población urbana, los desempleados e inmigrantes rurales, los pobladores que habitan zonas de tugurios en las grandes ciudades quienes más caudalosa y homogéneamente se pronunciaron por este movimiento, confirmando así los temores de la burguesía en que el flujo migratorio de campesinos a las ciudades podría desembocar en una seria amenaza para la estabilidad política del sistema.
ANAPO no es una amenaza a la hegemonía económica del capitalismo: su plataforma, por ejemplo, acoge la ideología de la cogestión en las empresas y de la supresión de los conflictos entre patronos y asalariados, conservando, no obstante, la existencia
lares desde 1968” (Economía y Negocios N? S, 1971,P. 8).
31 Bóletín Mensual de Estadística, DAÑE, N? 229, agosto de 1970.
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de unos y otros. En la práctica ANAPO es un movimiento dominado por la ideología de la pequeña burguesía que busca por todos los medios posibles la multiplicación y la permanencia de todas las formas de pequeña propiedad partiendo de un hecho primordial: el respeto a toda propiedad. Aun cuando en sus filas militan amplias capas de proletariado y es el partido de los marginados de todo tipo esto no impide que aquella ideología sea precisamente la que imprime su marca a la práctica del movimiento (32) representa con exactitud la reacción de los pequeños propietarios despojados de la propiedad o en trance de verse empujados al desempleo o la proleta- rización por el ininterrumpido avance de la propiedad capitalista monopólica que ha propiciado la descomposición más lamentable de aquella clase social.
El igualitarismo pequeño burgués que, de manera típica, se proyecta en la búsqueda de participación en las formas de propiedad existentes sin destruir ninguna permite prever que hacia el futuro el movimiento tenderá a buscar algún tipo de alianza con la burguesía; pero lo que resulta especialmente significativo en el examen que nos ocupa es que desde ya esta política ha podido tolerar una alianza con sectores , del latifundio que a nivel de la dirigencia tienen un gran peso cualitativo en el movimiento: un peso tan importante como el del sector de políticos profesionales —muy representativo de una cierta fracción burocrática de la pequeña burguesía— desplazados de los antiguos partidos tradicionales.
De aquí que en el regresivo proyecto ideológico de reforma agraria formulado por la ANAPO se le asig
32 Algunos ¿lusos revolucionarios han creído ver en Ja ANAPO un movimiento revolucionario “porque ha recogido masas”, como si éste fuese el criterio para calificar la naturaleza política de un movimiento: en el mismo sentido habría que calificar también de revolucionarios al partido liberal y al conservador porque allí militan, igualmente, amplios sectores de explotados.
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ne señalada importancia a la idea de la multiplicación de propietarios por programas de colonización en gran escala. Si lo que se trata es de respetar toda propiedad sin tocar ninguna, más aún, de multiplicarla, el atávico respeto por la propiedad privada suministra una inefable fórríiula trinitaria: que los pequeños propietarios sigan siéndolo, que los grandes conserven la suya y que los que no lo son, puedan hacerse tales, conquistando nuevas tierras. Sobre este fondo puede comprenderse más fácilmente la .razón por la cual el programa agrario de ANAPO resulta increíblemente incoherente, confuso y reaccionario.
Claro está que para el control del Estado, ANAPO se presenta como una cierta amenaza a la hegemonía política de la burguesía industrial. La pérdida del control del aparato Estattal no solo le podría representar a esta última la imposición de una alianza con la pequeña burguesía que la limitase en su desenvolvimiento autónomo sino también que algunas fracciones como el Llerismo verían arrasada toda posibilidad de poner en marcha su estrategia desa- rrollista puesto que para ello requieren el dominio hegemónico de un Estado intervencionista técnicamente administrado ppr una burocracia atrincherada en los institutos y las empresas Estatales.
Sometido al fuego de la oposición de los sectores más recalcitrantes del latifundio que veían con ñia- los ojos una continuidad demasiado abierta en relación a la política Llerista, y a la presión cada vez más pujante de quienes querían ponerla en práctica con la máxima constancia, el presente gobierno ha acabado por querer hacer justicia a los dos con el reciente proyecto del Ministro Jaramillo Ocampo; mientras de un lado reconoce que es necesario afrontar las expropiaciones cuando así lo impongan razones de tranquilidad social* por el otro procura estimular a largo plazo, lentamente y en escala muy limitada algún mejoramiento en la utilización productiva de la tierra asegurando la propiedad sobre la
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misma a los grandes propietarios latifundistas (3S). Lo cual prueba que el Frente Nacional sigue siendo lo que simpre ha sido: el Sistema que expresa los intereses de la alianza burgués-terrateniente.
Lo dicho queda por demás demostrado en algunos otros artículos del proyecto de Reforma Agraria del Gobierno, entre ellos el de la participación de utilidades (34) que fue concebido para aliviar un poco la tensión en el campo dentro del marco, desde luego, de los intereses de la burguesía y el latifundio.
33 Así, por ejemplo, en el Artículo 18 del Proyecto para el primer caso y en el artículo 31 para el segundo. Consecuente con estos criterios el Ministro Jaramillo Ocampo declaró, el 28 de julio al explicar el alcance del Proyecto sobre modificación a la Ley Agraria: “No- sótros hemos fijado unas tesis centrales sobre la reforma y sobre la política agraria en el sentido de que la tierra adecuadamente explotada solo debe ser expropia- ble en casos de excepción. Y somos tan exigentes para la calificación económica y social de esos predios que vamos a exigir muchos esfuerzos de parte de sus propietarios para que logren esa calificación. Es justo también que la expropiabilidad de estas tierras, funcione solamente en casos de excepción. Por eso no tenemos sino cuatro programas que podrían afectar a las tierras adecuadamente explotables. El caso del asentamiento de arrendatarios y aparceros tanto en sus propios predios donde están trabajando, como el ensanche en zonas vecinas para poder radicados y darles el derecho de propiedad. El caso del ensanchamiento t por presiones económicas, del minifundio, en que es necesario darle un tipo de propiedad económicamente útil. . . ”. Y más adelante: ..vamos a tener que hacer un esfuerzo muyfuerte por mejorar la productividad, por buscar un aprovechamiento mucho más eficiente de la poca extensión de tierra que tenemos. Yo creo que el secreto de la política agraria futura está centrado en que logremos una política de justicia social y por otro lado que logremos una política de alta productividad para los pocos recursos de tierras buenas que tenemos”. (Subrayados nuestros), Noticias Agropecuarias. Ministerio de Agricultura, Boletín de julio 28 de 1971, pp. 6-7 y 10- 11.
34 Artículo 17, numeral 19.
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Dicho mecanismo tal como está concebido elimina toda posibilidad por parte del trabajador de discutir el origen de las utilidades y su cuantía (3Í5) . Indiscutiblemente el proyecto de reforma presentado por el Gobierno al Congreso representa la posición de clase de burgueses y terratenientes que entienden en una u otra forma el peligro que constituye la conflictiva situación en el campo colombiano, pero no obstante no se deciden, como no pueden decidirse, por sus limitaciones clasistas, a ir más allá de “sacrificar .un concepto de la propiedad” pero en manera alguna a sacrificar un solo propietarios
35 Discurso pronunciado por el doctor Hernán Jaramillo Ocampo en Manizales: “L a . renta de cualquier predio agrícola es una operación matemática con el patrimonio; establecemos una renta presuntiva, digamos de un 5%, digamos de un 10%, no quiero ni halagar, ni asustar con ninguno de los dos ejemplos. Y entonces la renta es siempre una renta conocida. El patrimonio es el avalúo catastral. Si el avalúo catastral de un predio es de un millón de pesos la renta a la rata del 10% será de $ .100.000; no hay posibilidad ninguna de litigio en cuanto a la determinación de esa renta, ni posibilidad de intervención del trabajador en la fijación de la misma”.
36 Este es exactamente el alcancé que le confirió el Ministro Jaramillo Ocampo a su proyecto de Reforma en el discurso que pronunció en Manizales: “Nosotros queremos invitar a la clase empresarial de Manizales y de Caldas a que se convierta en el grupo líder de un nuevo concepto de la propiedad. Ese concepto de la propiedad del derecho romano con la facultad de usar y abusar dé ella en un recurso escaso está superado, es un concepto obsoleto, si nosotros queremos salvar virtudes y valores esenciales de la vida de la comunidad, si queremos salvar el concepto de la libertad, el de la familia, si queremos salvar el status de lo que es fundamental para el hombre y fundamental para su porvenir; hagamos sacrificio en lo material, hagamos sacrificios en un concepto de la propiedad que no obedece ya a los nuevos valores de la época actual* Subrayados nuestros). Como si la simple redefinición del concepto de propiedad terminasé efectivamente con el real
4. PERSPECTIVAS DEL MOVIMIENTO CAMPESINO COLOMBIANO
La plataforma aprobada por ANUC en Villa del Rosario, tiene unos objetivos y un contenido de clase bien claro. De allí que corresponda al movimiento campesino si pretende contribuir a la solución del problema agrario colombiano en el marco de los intereses populares, jugar un papel revolucionario en el cambio de las actuales estructuras. Para ello debe actuar independientemente, consolidando la alianza con la clase obrera.
El movimiento clasista del campesinado y el desarrollo y profundización de la alianza con la clase obrera garantizará el logro consecuente de los objetivos expuestos en la plataforma ideológica. Esto no implica que no se luche en el plano reivindicativo inmediato: esa lucha es importante y necesaria y hay que desarrollarla sin reservas, lo que se plantea es que se ligue la lucha reivindicativa con la lucha política por el poder popular y el socialismo.
En la medida en que los conesjos ejecutivos de reforma agraria que se proponen en el Primer Mandato Campesino se afirmen en su trabajo, se agilizará el cambio de la estructura agraria y la toma de conciencia política de las masas campesinas hacia su auténtica liberación.
El presente documento marcará la orientación del movimiento campesino colombiano y se aprueba por unanimidad en Fúquene, Isla del Santuario, a los 22 días del mes de agosto de 1971.
monopolio mantenido sobre la propiedad de la tierra por parte -de los terratenientes y con el supremo e indiscutible derecho del capital: la explotación del trabajo asalariado y la descomposición y la pauperización del campesinado parcelario. Claramente quedan salvados lds valores, las virtudes, y también los propietarios tradicionales; de su miseria no es rescatado, eso sí, un solo campesino.
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OTROS TITULOS DEEDITORIAL LA OVEJA NEGRA
/Karl Marx, Contribución a la crítica de la eco
nomía política. 2? Ed. ($ 20.00)-Hamza Alavi, Teoría de la revolución cam
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mica marxista. 2^ Ed.Andre Gunder Frank, Lumpenburguesía: Lum-
pendesarrollo.Theotonio dos Santos, Lucha de clases y de
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Alemania.Maurice Godelier, Las sociedades primitivas y
el nacimiento de las sociedades de clase según Marx y Engels.
Luis Eduardo Nieto Arteta, Economía y cultura en la historia de Colombia. (Dos tomos).
Luis Eduardo Nieto Arteta, Ensayos sobre economía colombiana.
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briel García Márquez- 2* Ed, ($ 8.00).Indalecio Liévano Aguirre, Bolívar.
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norteamericana- ($ 28.00).Truong Chinh, Vo Nguyen Giap, Estrategia y
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Martín Nicolaus, David Kotz, Sobre el imperialismo norteamericano. ($ 16.00).
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4. Andre Gunder Frank, Rodolfo Puiggrós, Ernesto Laclau, América Latina: ¿Feudalismo o capitalismo? ($ 16.00)-
5. Nguyen Khac Vien, Vo Nhan Tri, Breve historia del neocolonialismo norteamericano. ($ 22.00).
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NOTA: Los títulos cuyos precios no aparecen se encuentran temporalmente agotados.
LIBROS EN PRENSALeo Huberman, Los bienes terrenales del hom
bre. 2* Ed.Carlos Marx, El Capital (Tomo III de la serie
de VIII).Carlos Marx, Introducción general a la crítica
de la economía.
LIBROS EN PREPARACIONTextos escogidos, Ideología del proletariado y
lucha de clases en China.Roberto Fernández Retamar, Calibán, Apun
tes sobre la cultura en nuestra ^América-Ventura Puentes, Manual de formación sindi
cal. 6* Ed.
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