Julio Roberto Ruiz 200712917
Estudiante de Filosofía y Ciencia Política
SOS COLOMBIA
Una aproximación crítica al contexto colombiano desde Badiou y Žižek
“Con la guerra aumentan las propiedades de los hacendados, aumenta la miseria de los miserables, aumentan los discursos del general, y crece el silencio de los hombres”.
Bertolt Brecht.
“El compromiso–acción es, esencialmente, una actitud personal del científico ante las realidades de la crisis social, económica y política en que se encuentra, lo que implica en su mente la convergencia de dos planos: el de la conciencia de los problemas que observa y el del conocimiento de la teoría y los conceptos aplicables a esos problemas”.
Orlando Fals Borda.
Resumen: el presente documento lleva a cabo una aproximación crítica de la realidad política, social y económica de Colombia a partir de las críticas que realizan Alain Badiou y Slavoj Žižek a la “ética de los derechos humanos” y al “discurso liberal progresista” respectivamente. En este sentido, el documento se ocupa de estudiar a la luz de las reflexiones de Badiou y Žižek dos fenómenos recientes de la vida nacional: el Tratado de Libre Comercio con la Unión Europea y la renovación moral propuesta por el Partivo Verde en los recientes procesos electorales del país. Por tal motivo, uno de los objetivos fundamentales del documento es promocionar el dicenso político y la diferencia en un ambiente homogeneizador como el colombiano.
Recientemente en Colombia se han presentado álgidos debates sobre la pertinencia de firmar el
Tratado de Libre Comercio (TLC) con la Unión Europea (U.E.). Dentro de los mayores
inconvenientes del gobierno de Álvaro Uribe se cuenta la preocupación de sectores liberales y
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defensores de derechos humanos europeos sobre las garantías institucionales que ofrece el Estado
colombiano a los trabajadores y pequeños productores del campo.
Ante tal situación, los representantes del gobierno han tratado de llevar a cabo una campaña
internacional que presente la imagen a la comunidad internacional de que el Estado colombiano
es respetuoso de los Derechos Humanos (DD.HH.) y, en concreto, (tratándose de un acuerdo
económico entre países con enormes diferencias estructurales, por ejemplo, los grandes subsidios
otorgados al agro europeo contrastan con la precariedad de la producción agrícola colombiana) de
la defensa de la libertad de organización de los trabajadores y pequeños productores en sindicatos
y asociaciones. En repetidas ocasiones, el gobierno colombiano ha criticado los informes sobre la
vulnerabilidad de los derechos humanos adelantados por organizaciones nacionales e
internacionales (p.e. MOVICE, CINEP, Human Rights Watch), calificándolos de “sesgados” al
omitir premeditadamente los logros militares que se han alcanzado durante las dos
administraciones de Uribe.
Sin embargo, el interés que han manifestado en los últimos días los parlamentarios europeos de
firmar protocolariamente el TLC con Colombia, pone al descubierto la ambigüedad, por no decir
la hipocresía, de la U.E. al acudir en meses pasados a la emergencia de los DD.HH. en Colombia
para negarse a firmar el TLC con el país. Inclusive, sectores europeos y colombianos a favor del
TLC, han presentado como un argumento a su favor la existencia de cláusulas especiales del
tratado que aseguran el compromiso de las partes en la promoción y defensa de los DD.HH.
Adicionalmente, se hace claridad en que ante el eventual caso de que se presenten violaciones a
los DD.HH. con la complicidad del Estado colombiano, se suspendería las relaciones comerciales
entre la U.E. y Colombia.
De lo anterior surgen una serie de preguntas que nos permiten introducir las críticas de Alain
Badiou y Slavoj Žižek a la “ética de los derechos humanos” y al “discurso liberal progresista”
respectivamente: ¿para los países desarrollados los DD.HH. son imprescindibles en el
establecimiento de relaciones comerciales con países subdesarrollados?, ¿la ambigüedad de la
U.E. pone de manifiesto la crítica que hace Žižek al discurso liberal progresista?, ¿la exigencia de
la U.E. por el respeto de los DD.HH. en Colombia hace parte del dispositivo ideológico de la
ética de los derechos humanos del cual nos habla Badiou?, ¿son los trabajadores y pequeños
productores colombianos concebidos como seres vivientes y no como inmortales?, ¿la
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vulneración de los DD.HH. de los trabajadores y pequeños productores del campo en Colombia
constituye una falsa emergencia del discurso humanitario de Occidente? (Badiou 2004)( Žižek
2009).
Son muchas las preguntas que podemos extraer a la luz de filósofos como Badiou y Žižek de un
tema tan crucial para el país como lo es el TLC con la U.E. y, en especial, si tenemos en cuenta
que estos filósofos son importantes exponentes del marxismo de nuestros días. La relevancia de
sus reflexiones para nuestra situación como colombianos y, en general, como latinoamericanos,
reside en la actualidad de las críticas que respectivamente ellos llevan a cabo a la “ética de los
derechos humanos” y al “discurso liberal progresista”. En un país que se caracteriza por tener uno
de los más altos índices de desigualdad económica y social en la región, donde la violación de los
DD.HH. hace parte del cada día de los colombianos, resultaría interesante llevar a cabo un trabajo
crítico en clave con las reflexiones de Badiou y Žižek en torno a los problemas que han surgido
en los últimos años. La pertinencia de los trabajos de Badiou y Žižek para el caso colombiano
radica en que en los últimos años la sociedad colombiana ha expresado a través de diferentes
medios un gran interés en la defensa y promulgación de los DD. HH. En este sentido, no es
inusual que hoy en día en el país, cuando alguien dude de los procesos de promoción del carácter
sagrado de la vida y la dignidad humana sea blanco de duras críticas y recriminaciones por los
demás.
Con el propósito de desarrollar una reflexión juiciosa sobre los trabajos de Badiou y Žižek con
relación a nuestros propios problemas, propongo dividir el documento en tres secciones. La
primera sección, estudiará la crítica que adelanta Badiou a la “ética de los derechos humanos”; la
segunda sección, se ocupará de trabajar la crítica de Žižek al “discurso liberal progresista” y, por
último, la tercera sección se ocupará de contrastar las posibles respuestas de los filósofos a las
preguntas planteadas al inicio del documento. Es importante recordar que a lo largo del
documento se tratará de articular cada uno de los respectivos puntos a partir de ejemplos de la
realidad social, política y cultural del país. Por tal motivo, el lector podrá encontrar que el
documento adopta una posición política particular que trata de criticar calificadamente una serie
de fenómenos políticos y sociales que han sacudido los pilares de la sociedad colombiana en los
últimos años.
1. Badiou y la ética de los derechos humanos
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El interés que ha generado en los últimos años la ética ha devuelto un papel protagónico a la
moderna noción de “sujeto”. Sin embargo, el renovado interés por la ética y, en especial, por la
promoción mundial de los DD. HH. como promoción de la dignidad y sacralidad del sujeto
humano, tienen elementos que deben considerarse con detenimiento y precaución, por ejemplo, el
que la ética de los derechos humanos de por sentado el pleno reconocimiento de los derechos del
sujeto, nos indica que esta ética se decide por una concepción particular del hombre como ser
viviente, es decir, como un ser–para–la muerte (Badiou 2004,100). La ética de los DD.HH.
concibe al sujeto como un ser–para–la–muerte fundamentalmente porque lo considera como un
sujeto vulnerable a los peligros del mundo y de los demás, esto es, que se parte de una
antropologíaa negativa según la cual los hombres están orientados por naturaleza al conflicto y la
violencia. De modo los derechos del sujeto impiden, bajo preceptos legales, la vulneración de la
integridad física y mental del ser humano.
La ética de los derechos humanos parte de cuatro presupuestos básicos que ponen al descubierto
los intereses encubiertos por ella, los cuales son: a. Supone un sujeto humano general que le
permite afirmar que el mal que lo afecte es universalmente identificable; b. La política está
subordinada a la ética en el juicio, comprehensivo e indignado del espectador de las
circunstancias; c. El Mal es aquello a partir de lo cual se define el Bien y d. Los “derechos del
hombre” son los derechos al no–Mal (Badiou 2004, 102–103).
A partir del reconocimiento universal del hombre, la ética de los derechos humanos concibe que
nos hemos liberado de las abstracciones mortales engendradas por las ideologías (Badiou 2004,
101). En Colombia, la denominada “ola verde” encabezada por el filósofo y matemático Antanas
Mockus, ha empleado un discurso que presupone la existencia de un sujeto al cual le son
inherentes unos derechos que son inviolables. Bajo el eslogan: “La vida es sagrada”, la campaña
presidencial del Partido Verde en el 2010 ha recurrido en contadas ocasiones a la estrategia de
rivalizar con la izquierda (Polo Democrático Alternativo) y derecha oficialista del país (Partido
de la U).
Con el claro interés de buscar un espacio en el espectro político colombiano, el Partido Verde ha
llevado a ejecución el confuso plan de definirse políticamente como “opción centro” o, quizá más
absurdo, como una “opción política no tradicional”. ¿Qué quiere decir esto? Simplemente que las
ideologías, sean estas de izquierda o de derecha, como podría concebirse el espectro político
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colombiano, resultan totalmente adversas a la defensa de los DD.HH. y, en específico, al
programa ético que esperaba adelantar Mockus en el eventual caso de ser presidente. Las
abstracciones mortales producidas por las ideologías son incompatibles con el desarrollo de un
programa ético exitoso que procure la universalidad. Por tal motivo, lo más sano para Colombia,
según los “verdes”, es que el país se cultive en el respeto a la vida por encima de todo lo demás:
en el culto al ser viviente o ser–para–la muerte. La definición política de los “verdes” como una
opción política no tradicional se erige lógicamente en contraposición a lo que ellos conciben por
“política tradicional”, esto es, los vicios que históricamente han caracterizado al quehacer político
colombiano (p.e. clientelismo, corrupción, fraude, etc.).
En este sentido, el concepto “hombre” se define como aquel que es capaz de reconocerse a sí
mismo como víctima (Badiou 2004, 104). En nuestro caso, el sorprendente ascenso del Partido
Verde en las elecciones al Congreso, demuestra lo útil que resultó para los “verdes” tener en
cabeza de la lista al Senado a la polémica señora Gilma Jiménez. La señora Jiménez, siendo
concejala de Bogotá, se encargó de llamar la atención de los colombianos y, en concreto, de los
bogotanos, por medio de los “muros de la infamia”. En los muros que se ubicaban en importantes
rutas viales de Bogotá se mostraba la vulnerabilidad y desprotección de las cuales son víctimas
los niños ante los abusos de los mayores. De este modo, el caballito de batalla del Partido Verde
en el Senado fue un proyecto de ley que buscara sancionar a los violadores de niños con cadena
perpetua. Se trató entonces, de erigir un discurso que funcionará a tal nivel de abstracción que
resultará imposible atender a la singularidad de la “situación”, esto es, que a partir de la
universalización del sujeto (en el caso de la Consejal Gilma Jiménez los “niños”), deberíamos
prestar atención principalmente al hecho (agresión o delito sexual) que transgredió los derechos
del sujeto antes que tomar en cuenta las condiciones estructurales que dieron lugar al delito (i.e.
pobreza, desigualdad económica, analfabetismo, ignorancia, etc.).
Inclusive para no ir más lejos en la historia reciente del país, Carlo Nasi considera que el
sorprendente éxito de Álvaro Uribe en las elecciones presidenciales del 2002 respondió, entre
otros factores, a la experiencia del Caguán o, como él lo denomina al `síndrome de la novia
ingenua y traicionada´ (Nasi 2007). La negativa de las FARC a continuar con los diálogos de
negociación con el gobierno Pastrana, generó un sentimiento de traición y engaño en la población
colombiana que se tradujo en un sorprendente apoyo a las aspiraciones presidenciales de Álvaro
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Uribe. Los colombianos se encontraban entonces en una condición de total inseguridad con
respecto a la incipiente amenaza que encarnaba las FARC, es decir, como víctimas potenciales de
la guerrilla. Sin embargo, pese a que cada día hay más policías en las ciudades y militares en el
campo, las condiciones estructurales que recrean los problemas sociales del país siguen todavía
sin ser atacados.
Para Badiou, la definición del hombre como víctima lo situa en una subestructura animal, a su
pura y simple identidad de ser viviente. El hombre, según él, se distingue por su obstinación a
persistir en lo que es, es decir, precisamente algo más que una víctima (más que un ser–para–la–
muerte): un inmortal. Por tanto, si existen los DD.HH., son los derechos del inmortal afirmándose
a sí mismo (Badiou 2004, 104–106). Para la ética de los derechos humanos, si el “consenso” ético
se funda en el reconocimiento del Mal, toda tentativa de reunir a los hombres alrededor de una
idea positiva del Bien es en realidad la fuente del Mal mismo. Por ende, el precio que debe pagar
la “ética” es el de un espeso conservadurismo (conservación de los estándares normativos de
Occidente)(Badiou 2004,106). Por otra parte, la determinación negativa a priori del Mal, impide
que la ética piense en la singularidad de las situaciones. Situaciones en la cuales se llevarán a
cabo los procesos de verdad y el sujeto puede cobrar en la situación el estatus de inmortal. Lo
anterior podría dar sentido a una ética radicalmente distinta a la de los DD. HH., pues la noción
misma de “derechos humanos” puede ser re-significada desde el punto de vista de la ética de las
verdades de Badiou (Badiou 2004, 106–108). La constitución de una ética de las verdades parte
de los procesos de verdad, en los cuales la singularidad de la situación permite que el sujeto cobre
el estado de inmortal.
La ética designa la incapacidad del mundo contemporáneo de nombrar y querer un bien
(Badiou 2004, 117). Es nihilista en el entendido que la domina una singular combinación de
resignación a lo necesario y de voluntad puramente negativa, incluso destructiva (Badiou 2004,
117). En este sentido es importante hacernos la pregunta si en realidad el eslogan de Uribe en el
2002: “Mano fuerte, corazón grande”, no podría estar sintetizado esbeltamente en el eslogan de
Mockus en el 2010: “La vida es sagrada”. A esto se le suma las polémicas declaraciones del
candidato del Partido Verde cuando se calificaba políticamente como un “uribista simple”, es
decir, como un candidato que avala un continuismo decente de las políticas actuales de Uribe.
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La potencia inerte de la realidad colombiana, con una población que de un momento a otro toma
consciencia política a partir de escándalos que han salpicado las más altas esferas del poder
durante años (Chuzadas del DAS, Falsos Positivos, Agro Ingresos Seguros, etc.) dieron lugar al
florecimiento de un nuevo salvador: sin defectos, carismático, inteligente (inclusive cuando
comete graves errores) y, lo más importante de todo, el prototipo del colombiano ético. Recuerdo
un chiste que con ocasión de un evento organizado por la Coordinadora Estudiantil Uniandina,
Carlos Medina, profesor del departamento de Ciencia Política de la Universidad Nacional de
Colombia, anotaba con picardía y sarcasmo su rechazo al mesianismo político que han
representado personas como Uribe y Mockus en la política colombiana. El profesor Medina
decía: “Mockus es el único candidato que no tiene rabo de paja, pues ya lo mostró”. En este
sentido, la emergencia de los colombianos por mesías o líderes carismáticos, pone de relieve a su
vez la emergencia de determinados sectors de la sociedad colombiana en construir y edificar
ideales éticos validos para todos los colombianos.
Para Badiou, la ideología ética dispone, casi a las puertas de su seguro abrigo civilizado, de la
combinación indignante y deliciosa de un Otro confuso y de un mal comprobado (Badiou 2004,
120). El mal comprobado en Colombia ha sido el conflicto armado y el narcotráfico, los Otros
confusos: el guerrillero, el paramilitar y el narcotraficante (en especial el guerrillero). La ética de
los derechos humanos es empleada selectivamente. De este modo en Colombia la muerte de un
guerrillero (p.e. Raúl Reyes o el Mono Jojoy) es celebrada y acompañada con sonrisas; pero
cuando el que muere es uno de los altos mandos de las fuerzas militares, como resultado del
aparatoso accidente de dos helicópteros, se lamenta por días la partida del ausente. La pretensión
universalista de la ética de los derechos humanos encuentra su límite en el desconocimiento de la
singularidad de una situación, por ejemplo, omite el hecho que el guerrillero, paramilitar o
narcotraficante, desde sus propios planteamientos, también es un sujeto con derechos.
A lo largo de esta breve exposición de la crítica realizada por Badiou a la ética de los derechos
humanos, recurrí con frecuencia a un fenómeno coyuntural del momento: la “ola verde”. En este
sentido, el interés de la presente sección no fue comprometer al autor con las reflexiones hechas
sobre el caso colombiano. Sin embargo, resulta difícil no encontrar similitudes entre un candidato
que fue promocionado por los medios de comunicación y sectores juveniles como el prototipo de
hombre perfecto para Colombia con la propuesta universalista de la ética de los derechos
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humanos, la cual, como espero se haya mostrado en las los párrafos anteriores, es el blanco de
criticas del filósofo francés.
2. Žižek y el discurso liberal progresista
Con el aumento de las crisis humanitarias y los ataques terroristas a los grandes centros
económicos del planeta, Žižek nos ofrece una lectura que para muchos resultaría ofensiva. El
filósofo esloveno, considera que el horror sobrecogedor de los actos violentos y la empatía con
las víctimas funcionan sin excepción como un señuelo que nos impide pensar (Žižek 2009, 12).
El discurso humanista liberal–progresista sobre la violencia está dominado por un falso sentido
de emergencia, el cual pone al conocimiento de la opinión pública internacional la cara más
visible de los problemas que afectan a millones de personas en el planeta (hambrunas, conflictos
armados, terremotos, etc.)(Žižek 2009, 15). Sin embargo, el análisis de la compleja interacción
entre los tres modos de violencia (subjetiva, objetiva y simbólica) propuestos por Žižek,
sobrepasan las preocupaciones superficiales de los que él denomina “comunistas liberales” (p.e.
Bill Gates) (Žižek 2009, 27).
Los tres tipos de violencia formulados por Žižek nos invitan a considerar con detenimiento a los
actores o, mejor todavía, a la siniestra maquinaria que se oculta detrás de los nobles intereses de
los comunistas liberales cuando decididamente se comprometen a salvar el mundo. Los
comunistas liberales, asumiendo el rol de médicos que tienen la tarea de curar las enfermedades
de un paciente, atienden a lo inmediato de la situación, es decir, a lo orgánico y visible de la
condición del paciente (a lo enteramente subjetivo de la situación). Olvidan de este modo que lo
realmente radical en el tratamiento de la enfermedad del paciente es la prevención, esto es, la
ejecución de un programa que ataque las condiciones primarias que hacen posible que el paciente
contraiga tal enfermedad (lo objetivo y simbólico de la situación). El SOS humanitario de
nuestros días cumple con la condición del médico que atiende lo meramente sintomático y
subjetivo de las enfermedades del mundo, pero que paralelamente reniega atacar la verdaderas
fuentes del sufrimiento del mundo: el capitalismo (Žižek 2009, 51).
La triste paradoja del capitalismo es que no puede reproducirse por sí mismo, necesita de la
caridad extraeconómica para sostener el ciclo de reproducción social (Žižek 2009, 36). De este
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modo, los nobles esfuerzos como los de las holgadas familias colombianas Pacheco Devia y
Santo Domingo (accionistas mayoritarios de Colpatria y el grupo empresarial Bavaria
respectivamente) cuando donan dinero para la educación en Colombia, ponen al descubierto la
real intención de los “empresarios con responsabilidad social” en el país: el reconocimiento por
parte de determinados sectores de la sociedad colombiana. Žižek nos dice que el capitalista tiene
un cambio en la fuente de inspiración de su obrar: de eros (placer) hace el tránsito a thymos
(reconocimiento)(Žižek 2009, 34–35). En este orden de ideas, sería interesante preguntarle a estas
dos familias: ¿por qué donaron una gran suma de dinero a la Universidad de los Andes y no al
Sena?, ¿sería acaso por ser inmortalizados como los faraones de la antigua Egipto con
edificaciones que llevarán su nombre? Lo único que podemos afirmar con certeza, es que el
brusco cambio de nombre del edificio “W” de la Universidad de los Andes por el de “Carlos
Pacheco”, conjuntamente con el moderno edificio SD (Santo Domingo), nos sugiere que los más
altos dirigentes económicos en Colombia (empresarios con compromiso social) se disputan con
sus chequeras el título honorífico de ser los más generosos en Colombia: los más humanitarios.
La despersonalización de la violencia o, en términos de Marcuse, el perfeccionamiento del
despilfarro, minimiza la culpa en los hombres. De hecho, para la subjetividad moderna el miedo
al otro es el constituyente básico de su ser, pero cuando ese otro, gracias a los avances de la
ciencia podemos aniquilarlo con tan solo presionar un botón, nuestra preocupación da paso a la
violencia sin grandes remordimientos (Žižek 2009, 58–59). Por ende, Žižek argumenta que
quienes limitan el alcance de su preocupación ética son en un sentido profundo incoherentes,
“hipócritas” incluso (Žižek 2009, 64). El rechazo a todo tipo de violencia del discurso liberal–
progresista cae en el garrafal error de no tomar en cuenta las condiciones sistémicas u objetivas
de la violencia. Por ejemplo, la desobediencia de los indígenas en el Cauca en el 2008 no
responde, como lo afirmaba el gobierno Uribe, al infiltramiento del terrorismo en las
comunidades, sino a un conjunto de reclamos ancestrales de los “mingueros” como lo es el
derecho a la autodeterminación de los pueblos indígenas en el marco del conflicto armado, la
globalización y el neoliberalismo económico.
Uno de los principales intereses del trabajo de Žižek es situar la problemática que existe en
torno a la compresión de la violencia. La falta de racionalidad de las manifestaciones violentas
puede reunirse bajo el concepto de “tentación hermenéutica”, es decir, en la búsqueda de algún
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significado más profundo o un mensaje oculto en la violencia contestataria (Žižek 2009, 96). Sin
embargo, la única forma que puede adoptar la protesta es la violencia sin sentido. Por
consiguiente, las manifestaciones que con frecuencia ocurren en la Universidad Nacional, donde
encapuchados enfrentan a los efectivos del ESMAD (Escuadrón Móvil Anti–Disturibios) por el
derecho que tienen los jóvenes con menos recursos a acceder a una educación superior no
privatizada, no deben ser leídas a la luz de la enfermiza razón instrumental (cálculo de medios
con respecto a fines) tan característica del capitalismo (Žižek 2009, 99).
La supuesta “irracionalidad” de la violencia contestataria está aparejada a la responsabilidad que
exige el discurso liberal–progresista de sujetos libres. La “libertad con responsabilidad” de los
seres humanos visibiliza la paradoja de la elección forzada: “eres libre de elegir siempre y cuando
escojas la opción correcta”. El “sujeto de libre elección”, en su “tolerante” y multicultural
significado occidental, puede surgir sólo como resultado de un extrañamiento de un mundo de
vida particular, de un ser arrancado de las propias raíces (Žižek 2009, 176). En este sentido, la
invitación de Žižek es a que rechacemos rotundamente los gestos simbólicos vacíos que nos
motivan a tomar por libre lo que en realidad es obligatorio, pues ello ofrecería una falsa sensación
de aprobación de la dominación y explotación del sistema capitalista (Žižek 2009, 192).
Para resumir, debemos decir que condenar la violencia como mala es una operación ideológica
por excelencia que invisibiliza las formas fundamentales de la violencia social (Žižek 2009, 244).
Adicionalmente, debemos tener en cuenta que es sumamente difícil ser realmente violento al
realizar un acto que perturbe violentamente los parámetros básicos de la vida social (Žižek 2009,
244). La violencia no es una propiedad exclusiva de ciertos actos sino que se distribuye entre los
actos y sus contextos, entre actividad e inactividad (Žižek 2009, 251). De modo, que el olvido de
las demandas de las generaciones pasadas constituye un acto violento que merecería la misma
desaprobación que hacemos a la violencia subjetiva, por ejemplo, a la violación de los DD.HH.
de los trabajadores colombianos.
3. Badiou y Žižek
A partir de lo dicho anteriormente, podemos encontrar más puntos de cercanía que de distancia
entre los filósofos. Para ambos, la defensa de los derechos humanos está fundamentada por un
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interés ideológico que contradice la teoría de Francis Fukuyama del “fin de la historia” y la
desaparición de las ideologías con la victoria del liberalismo. Coinciden al criticar la concepción
del ser humano como víctima, pues Žižek crítica el efecto retardador que tiene la empatía con el
sufrimiento con las víctimas en la reflexión crítica sobre la violencia y Badiou rechaza la
definición del hombre como víctimas. Ahora, con relación a las preguntadas planteadas en torno
al caso del TLC de Colombia con U.E., podríamos aventurarnos a decir que los DD.HH. no son
imprescindibles en el establecimiento de relaciones económicas entre países con condiciones
estructurales tan disímiles.
El TLC con la U.E. deja al descubierto las contradicciones que son inherentes al capitalismo. La
caridad extraeconómica de la U.E. con su preocupación por la defensa de los DD.HH. de los
sindicalistas colombianos, se contradice con el interés económico que realmente motiva las
negociaciones entre las partes. La emergencia social de Colombia es superada siempre y cuando
contemos con canales comerciales con Europa, pues se cree que más recursos económicos son
traducibles en el respeto de los DD.HH. La iniciativa de los europeos de defender a los
trabajadores colombianos parte del presupuesto fundamental de la superioridad moral y cultural
de Europa sobre el “tercer mundo”. De acuerdo con Badiou, podríamos concluir que los
trabajadores colombianos son concebidos por los europeos como seres–para–la–muerte, es decir,
como víctimas por excelencia. Por otra parte, siguiendo a Žižek, es posible afirmar que la
solidaridad de los políticos y defensores de los DD.HH. de Europa, pueda condicionada por el
cambio de mentalidad en la agencia de los liberales comunistas (eros–thymos).
El SOS Colombia, es una falsa emergencia que nos ha llevado a apartarnos de los problemas
reales de país. Siendo uno de las sociedades latinoamericanas con uno de los más altos índices de
desigualdad económica, aun seguimos creyendo que las condiciones que debemos atacar para
solucionar los problemas en el país, en especial, el conflicto armado, es aumentar el pie de fuerza
y la capacidad de fuego de las Fuerzas Militares. Mientras nos neguemos a reconocer que
nuestros problemas responden a una serie de condiciones sistémicas, las cuales reproducen la
violencia en las ciudades y en el campo, aun no vamos a tener reparo en aceptar la colaboración
de personas que se disputan el título de los más humanos.
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BIBLIOFRAFÍA
Badiou, Alain. 2004. “Ética: Ensayo sobre la conciencia del Mal”. En Batallas éticas, 97–158.
Buenos Aires: Ediciones Nueva Visión.
Nasi, Carlo. 2007. Derechización `a la colombiana´ en tiempos confusos: un ensayo especulativo. En Colombia Internacional 66: 162–183.
Slavoj Žižek. 2009. Sobre la violencia: Seis reflexiones marginales. Barcelona: Paidós.
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