Fenómeno suicida: Un acercamiento transdisciplinar
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Editor responsable:Lic. Santiago Viveros FuentesEditorial El Manual Moderno
Fenómeno suicida: Un acercamiento transdisciplinar
Teresita Morfín LópezDoctorante en Métodos de Investigación
Universidad Complutense de Madrid
Armando Martín Ibarra LópezDoctor en Ciencias Sociales
Organización Universitaria Interamericana (OUI)
Coordinadores
Editorial El Manual Moderno, S.A. de C.V.,Av. Sonora núm. 206,Col. Hipódromo,Deleg. Cuauhtémoc,06100 México, D.F.
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Fenómeno suicida: Un acercamiento transdisciplinarD.R. ©2015 por Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Occidente (ITESO)ISBN: 978-607-9361-70-9 (versión impresa)ISBN: 978-607-9361-69-3 (versión electrónica)Periférico Sur Manuel Gómez Morín 8585, Col. ITESO,C.P. 45604 Tlaquepaque, Jalisco, México.Fecha de edición: 30 de marzo de 2015
En coedición:Editorial El Manual Moderno S.A. de C.V.ISBN: 978-607-448-488-5 (versión impresa)ISBN: 978-607-448-487-8 (versión electrónica)
Miembro de la Cámara Nacionalde la Industria Editorial Mexicana, Reg. núm. 39
Todos los derechos reservados. Ninguna parte de esta publicación puede ser re pro ducida, almacenada en sistema alguno o transmitida por otro medio —electrónico, mecánico, fotocopiador, etcétera— sin permiso previo por escrito de la Editorial.
Este libro es producto de la investigación “Un acercamiento transdisci-plinar al fenómeno suicida en adultos jóvenes de la zona metropolitana de Guadalajara: alternativas para su prevención y tratamiento y el Ob-servatorio por la Vida: Construcción de un modelo de atención para la prevención del suicidio en Jalisco” con clave 2011-01-162752. Financia-do por el Fondo Mixto CONACYT y Gobierno del Estado de Jalisco.
IMPRESO Y HECHO EN MÉXICO/PRINTED IN MEXICO
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Morfín López, Teresita, autor Fenómeno suicida : un acercamiento transdisciplinar / Teresita Mor- f í n López, Armando Martín Ibarra López. –- Tlaquepaque, Jalisco : Ins- t i t u t o Tecnológico y de Estudios Superiores de Occidente ; México, D.F. : Editor ia l El Manual Moderno, 2015. x i i , 1 7 2 p á g i n a s ; 2 3 c m .
ISBN 978-607-9361-70-9 (versión impresa ITESO) ISBN 978-607-9361-69-3 versión electrónica ITESO) ISBN 978-607-448-488-5 (versión impresa, E d i t o r i a l El Manual Moderno) ISBN 978-607-448-487-8 (versión electrónica, Editorial El Manual Moderno) Inc luye índice 1 . S u i c i d i o. 2. Suicidio – Factores de r iesgo. 3. Suicidio – Preven- ción. 4. Conducta suic ida – Tra t amien to. I . Ibarra López, Armando Martín, autor. I I . I n s t i t u t o Tecnológico de Estudios Superiores de Occidente. III. Título. 364.1522scdd21 Bibl ioteca Nacional de México
Director editorial y de producción:
Dr. José Luis Morales Saavedra
Editora asociada:
LCC Tania Uriza Gómez
Diseño de portada:
LCS Adriana Durán Arce
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Colaboradores . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .x
Introducción . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 1
PARTE IFactores de riesgo y prevención del fenómeno suicida
CAPITULO 1Catalina Francisca González FortezaJosé Alberto Jiménez Tapia
Develar la problemática suicida: un compromiso para su prevención.
Cédula de indicadores de riesgo suicida como instrumento de detección . . 9
Consideraciones sobre la conducta suicida . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 9
Sobre los factores de riesgo en la conducta suicida. . . . . . . . . . . . . . . . . . 11
Suicidio en la República Mexicana . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 11
Conductas de riesgo suicida en adolescentes de población general . . . . . . 12Conductas de riesgo suicida en estudiantes adolescentes
(Instrumento de registro: Cédula de Indicadores de Riesgo Suicida -CIRIS-) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 12
Conductas suicidas en estudiantes de Pachuca, Hgo.: 1997 . . . . . . . . . . 13Conductas suicidas en estudiantes en la Ciudad de México,
DF: 1997, 2000, 2003, 2006 y 2009. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 14Conductas suicidas en estudiantes en el estado de Guanajuato: 2003. . . 15Conductas suicidas en estudiantes en el estado de Campeche: 2005 . . . . 15Tipos de conductas suicidas en adolescentes estudiantes, con la CIRIS. . 18Intentos de suicidio en adolescentes. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 18Intentos de suicidio ambiguos en estudiantes . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .20Autolesiones en estudiantes . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 21
A modo de reflexión. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .23
Retos y perspectivas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 24
Hacia la prevención . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .25
Referencias . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 26
Contenido
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VI CAPITULO 2Armando Martín Ibarra LópezLuis Miguel Sánchez LoyoAndrés Sainz MárquezBeatriz Guadalupe Echeveste García de Alba
Prevención y atención a los comportamientos suicidas:
programas y estrategias de prevención del suicidio y su evaluación. . . . . . 29
Introducción. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 29
Programas de prevención del suicidio, una definición operativa. . . . . . 30
Estrategias recomendadas para la prevención del suicidio
a nivel nacional . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 31
Estrategias recomendadas internacionalmente para la atención del suicidio . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 32
Políticas y estrategias de prevención y atención del suicidio
a nivel nacional . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .34
Investigación evaluativa de los programas y las estrategias
de prevención y atención del suicidio. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 36
Modelo de investigación evaluativa para los programas
de prevención y atención del suicidio. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 39
Reflexiones finales . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 42
Referencias . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 44
CAPITULO 3María Cristina Lima Ojeda
Reflexiones sobre el suicidio infantil. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 47
Referencias . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .52
CAPITULO 4Luis Miguel Sánchez LoyoEverardo Camacho GutiérrezClaudia Vega MichelHugo Delfino Castellanos Martín
Factores biológicos, psicológicos y sociales
asociados a las conductas suicidas. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 55
Factores biológicos de riesgo para comportamiento suicida. . . . . . . . . . 56
Factores de riesgo psiquiátricos y comportamiento suicida . . . . . . . . . . .57
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CONTENIDO
VIIDepresión y comportamiento suicida . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .57
Trastorno bipolar y comportamiento suicida. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .58
Alcoholismo y otras adicciones y comportamiento suicida . . . . . . . . . . .58
Trastornos psicóticos y comportamiento suicida . . . . . . . . . . . . . . . . . . .58
Trastornos de ansiedad y comportamiento suicida . . . . . . . . . . . . . . . . 59
Factores psicológicos de riesgo para el comportamiento suicida . . . . . . 59
Factores psicosociales de riesgo para comportamiento suicida . . . . . . . 62
Referencias . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 65
PARTE IIPerspectivas conceptuales y metodológicas de abordaje
del fenómeno suicida
CAPITULO 5Elba Noemí Gómez GómezSofía Cervantes RodríguezCasimiro Arce Arriaga
Una perspectiva transdisciplinar en el abordaje del suicidio
Una mirada más allá del estigma y la exclusión. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 71
Un breve recuento . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 72
Transdisciplinariedad: una puesta en escena . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 76Transdisciplinariedad. Un lugar, una mirada, un posicionamiento. . . . .83
Algunas conclusiones . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 86
Referencias . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 88
CAPITULO 6Teresita Morfín López Luis Miguel Sánchez Loyo
Influencia de la cultura en el comportamiento suicida:
acercamientos teórico-metodológicos y hallazgos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .91
Influencia de aspectos socioculturales en el suicidio . . . . . . . . . . . . . . . 92
Psicología cultural . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 92
Orientaciones psicoculturales al suicidio. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 94
Acercamiento psicocultural al comportamiento suicida
desde el consenso cultural . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 98
Conclusiones . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 100
Referencias . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 100
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VIII CAPITULO 7Javier Eduardo García de Alba García Ana Leticia Salcedo Rocha
Uso del cuestionario estructurado para explorar creencias
en personas y el análisis de consenso cultural . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .105
Introducción. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .105
Instrumento . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .105
Teoría . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 106
Resultados . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .107
Consideraciones finales. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 110
Referencias . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 110
PARTE IIIPerspectivas de intervención psicológica con personas
con intento suicida
CAPITULO 8Andrés Sainz MárquezJuan Enrique Sánchez Ochoa
Reflexiones en torno al suicidio posfactum desde la filosofía de la
ciencia a la investigación terapéutica y estructuración de la atención
médico-psicológica del suicidio en la zona alteña del estado de Jalisco . . . 113
Introducción histórica al suicidio, su dimensión y filosofía . . . . . . . . . . 113
Positivismo: un paradigma fallido para la investigación y atención
del suicidio en el sistema de “orden y progreso” en México. . . . . . . . . . 117
Paul Meehl y Gregory Bateson: el conflicto de paradigmas
entre la subordinación científica del saber del psicólogo
y sus aportaciones de investigación dentro del paradigma
legal y dominante de la dirección médica . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 118
Reto de investigar el suicidio desde afuera del sistema positivista
y legalista de la psiquiatría y la psicología cognitivo-conductual . . . . . . 123
Referencias . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 125
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Arce Arriaga, Casimiro: Estudiante de Psicología de la Universidad ITESO. Asistente
de investigación en proyectos sobre organizaciones populares, emociones sociales, y el
abordaje trasdisciplinar del Fenómeno suicida en Jalisco. Líneas de interés: Psicoanáli-
sis, la investigación e intervención desde las ciencias sociales y literatura. CAPÍTULO
5. Correo: [email protected]
Camacho Gutiérrez, Everardo: Miembro del Sistema Nacional de Investigadores, nivel
I. Doctor en Ciencias del Comportamiento; opción Análisis de la Conducta por la Uni-
versidad de Guadalajara. Es profesor investigador titular del Departamento de Salud,
Psicología y Comunidad de la Universidad ITESO. Ha coordinado con otros colabora-
dores 4 libros, ha publicado 8 capítulos de libros y 22 artículos en revistas arbitradas
nacionales e internacionales. CAPÍTULO 4. Correo: [email protected]
Castellanos Martín Hugo Delfino: Postgrado en Psiquiatría Universidad Autónoma de
Guadalajara (Hospital San Juan de Dios). Médico Cirujano y partero Universidad de
Guadalajara. Encargado de la Clínica de Trastornos Orgánicos Hospital San Juan de
Dios, 2011-2012. Encargado de la coordinación médica Hospital San Juan de Dios,
2012-2013. Director médico Hospital San Juan de Dios, 2013 a la fecha. Maestro parcial
externo Universidad Autónoma de Guadalajara, 2011 a la fecha. Práctica Privada en
Psiquiatría 2009 a la fecha. CAPÍTULO 4. Correo: [email protected]
Cervantes Rodríguez, Sofía: Cursa estudios doctorales en Educación, maestría en Cien-
cias de la Educación por el ISIDM, Licenciatura en Psicología por la Universidad ITE-
SO. Línea de investigación: “Emociones y procesos de vincularidad”. Ha publicado ar-
tículos relacionados con emociones. Profesora del Departamento de Salud, Psicología
y Comunidad”, ITESO. CAPÍTULO 5. Correo: [email protected]
Echeveste García de Alba, Beatriz Guadalupe: Candidata a Doctora en Ciencias del De-
sarrollo Humano por la Universidad del Valle de Atemajac (UNIVA), Maestra en Edu-
cación. Actualmente Jefa de Planeación y Evaluación de la UNIVA. Experiencia en pro-
cesos de evaluación institucional. CAPÍTULO 2. Correo: [email protected]
García de Alba García, Javier Eduardo: Miembro del Sistema Nacional de Investigado-
res, nivel 2. Doctor en Antropología. Maestro en Salud Pública y Administración Médi-
ca. Médico Cirujano. Co-Coordinador del postgrado en Socio medicina de la Universi-
dad de Guadalajara, e Investigador del Instituto Mexicano del Seguro Social, adscrito a
la unidad de investigación social, epidemiológica y de servicios de salud (UISESS).
Centro Médico de Occidente. Guadalajara, Jalisco. México. CAPÍTULO 7. Correo: ja-
Gómez Gómez, Elba Noemí: Miembro del Sistema Nacional de Investigadores,
nivel I. Doctora en Estudios Científico Sociales por Universidad ITESO, Maestría
en Investigación Educativa en ITESO, Licenciatura en Psicología. Investigadora del
Departamento de Salud, Psicología y Comunidad, del Instituto Tecnológico y de
Estudios Superiores de Occidente (ITESO). Línea de investigación: actores educati-
vos como actores sociales, diferenciales de actoría. Ha publicado trabajos sobre la
investigación de corte interpretativa. CAPÍTULO 5. Correo: [email protected]
Colaboradores
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COLABORADORES
XIGonzález Forteza, Catalina Francisca: Miembro del Sistema Nacional de investigado-
res, nivel 2. Doctorado en la UNAM. Obtuvo las Medallas al Mérito Universitario de la
UNAM: Gabino Barreda por sus estudios de Maestría en Psicología Social y la Medalla
Alfonso Caso por sus estudios de Doctorado. Investigadora de la Dirección de Investi-
gaciones Epidemiológicas y Psicosociales del Instituto Nacional de Psiquiatría Ramón
de la Fuente Muñiz. Jefa de proyecto de investigación psicosocial en torno al estado
emocional y la problemática suicida en adolescentes; promoción del bienestar y la salud
en niños y adolescentes. Investigadora en Ciencias Médicas F. CAPÍTULO 1. Correo:
Ibarra López, Armando Martín: Miembro del Sistema Nacional de Investigadores, ni-
vel I. Doctor en Ciencias Sociales por la Universidad de Guadalajara /CIESAS, Maestro
en Educación y licenciado en Sociología. Asesor y conferencista de la Organización
Universitaria Interamericana (OUI), cuenta con trabajos publicados en revistas y li-
bros. Líneas de investigación: Suicidio e internet y Percepción de la ciencia y cultura
científica. CAPÍTULO 2. Correo: [email protected]
Jiménez Tapia, José Alberto: Doctorado y Maestría en Psicología Social en la UNAM,
licenciatura en Psicología. Actualmente es Investigador en Ciencias Médicas en la Di-
rección de Investigaciones Epidemiológicas y Psicosociales del Instituto Nacional de
Psiquiatría Ramón de la Fuente Muñiz. Trabaja temas sobre suicidio, depresión, vio-
lencia, drogas y masculinidad en jóvenes. CAPÍTULO 1. Correo: [email protected]
Lima Ojeda, María Cristina: Candidata a Doctora en Educación por la Universidad
ITESO, Maestrante en Ciencias de la Salud Pública con especialidad en Salud Mental
y Salud Materno Infantil por la Universidad de Guadalajara (UDG), Maestra en Filoso-
fía por UNIVA, estudios de administración educacional por Universidad Anáhuac, Li-
cenciada en Psicología Educativa por UNIVA. Presidenta de SYDISAS A.C. (Segui-
miento y detección de Intento Suicida y Abuso sexual A.C.); 27 años de experiencia en
psicoterapia con infantes: educación especial, psicopatología. Cuenta con publicacio-
nes previas sobre dibujo libre. CAPÍTULO 3. Correo: [email protected]
Moreno López, Salvador: Doctor en Psicología, profesor investigador en la Universidad
ITESO del Departamento de Salud, Psicología y Comunidad. Psicoterapeuta y Consul-
tor en Desarrollo Humano. Ha publicado tres libros y numerosos artículos sobre temas
de psicoterapia, educación y desarrollo humano. Instructor certificado de Focusing.
CAPÍTULO 10. Correo: [email protected]
Morfín López, Teresita: Candidata a Doctora en el programa de Métodos de Investiga-
ción en Sociología Comunicación y Cultura de la Universidad Complutense de Madrid.
Maestría en Desarrollo Humano. Especialidad en Educación Cognoscitiva y Licenciatu-
ra en Ciencias de la Comunicación por la Universidad ITESO. Profesora investigadora
de la Universidad ITESO. Ha publicado diversos capítulos de libro y artículos científi-
cos sobre psicología cultural y suicidio, consenso cultural del suicidio, factores de ries-
go y factores protectores del suicidio. CAPÍTULO 6. Correo: [email protected]
Sainz Márquez, Andrés: Candidato a Doctor en Ciencias del Desarrollo Humano y Maes-
tro en Terapia Familiar Sistémica por la Universidad del Valle de Atemajac. Licenciatura
en Psicología, por la Universidad del Valle de Atemajac. Director de la Clínica de Salud
Mental: Salud Integral de los Altos A.C. Ha participado en diversos congresos tanto nacio-
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XII nales como internacionales con el producto de sus investigaciones del Fenómeno Suicida.
CAPÍTULO 2 y CAPÍTULO 8. Correo: [email protected]
Salcedo Rocha, Ana Leticia: Miembro del Sistema Nacional de Investigadores, nivel I.
Doctora en Ciencias Sociales, Maestra en Salud Pública, Médica Cirujana. Co-Coordi-
nadora del postgrado en Socio medicina de la Universidad de Guadalajara, e Investiga-
dora del Instituto Mexicano del Seguro Social, adscrita a la unidad de investigación
social, epidemiológica y de servicios de salud (UISESS). Centro Médico de Occidente.
Guadalajara, Jalisco. México. CAPÍTULO 7. Correo: [email protected]
Sánchez Antillón, Antonio: Doctor en Psicología por la universidad en Ciencias Socia-
les (CIES), Buenos Aires, Argentina. Maestro en Teoría Psicoanalítica por el CIEE, Li-
cenciatura en Psicología por la Universidad Iberoamericana, Campus Sta. Fe. Jefe del
Departamento de Salud Psicología y Comunidad de la Universidad ITESO. Psicoana-
lista, autor de múltiples artículos en revistas y de capítulos de libro. Autor del libro
“Introducción al discurrir ético en Psicoanálisis”. Ed. ITESO. México. Profesor investi-
gado de ITESO. CAPÍTULO 9. Correo: [email protected]
Sánchez Loyo, Luis Miguel: Miembro del Sistema Nacional de Investigadores, nivel
I. Doctor en Ciencia del Comportamiento y Maestría en Lingüística Aplicada por la
Universidad de Guadalajara (UDG). Especialidad en Educación Cognoscitiva, Uni-
versidad ITESO. Diplomado en Docencia Universitaria, con énfasis en Diagnóstico
y Evaluación Curricular, UDG. Licenciatura en Psicología, UDG. Profesor investiga-
dor de la Universidad de Guadalajara. Desde 1994, se desempeña como psicólogo
clínico en intervención en crisis con conductas suicidas. CAPÍTULO 2, CAPÍTULO
4 y CAPÍTULO 6. Correo: [email protected]
Sánchez Ochoa, Juan Enrique: Doctorados en Metodología de la Enseñanza (IMEP) y
Ciencias del Desarrollo Humano por la Universidad del Valle de Atemajac (UNIVA).
Maestrías en Terapia familiar sistémica, Educación, Filosofía, Psicología analítica. Mé-
dico cirujano y partero UDG. Posgrado en Medicina Legal. Licenciado en Psicología
(UNIVER). CAPÍTULO 8. Correo: [email protected]
Vázquez Isaac, Xóchitl Jovita: Realiza estudios de Doctorado en la Universidad Inter-
continental en convenio con la Universidad Autónoma de Zacatecas. Maestra en Psico-
logía Clínica por la Universidad de Guadalajara (UDG). Formación como Psicoanalista
en el Círculo Psicoanalítico Mexicano. Licenciada en Psicología por UDG. Experiencia
como docente a nivel Licenciatura y como Psicoterapeuta desde 1987. CAPÍTULO 9.
Correo: [email protected]
Vega Michel, Claudia: Realiza estudios de Doctorado en Ciencias del Comportamiento,
Maestra en Ciencias del Comportamiento (opción Neurociencias) por la Universidad
de Guadalajara. Es profesora investigadora del Departamento de Salud, Psicología y
Comunidad del Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Occidente (ITESO).
Su línea de investigación se enfoca en parámetros biológicos y psicológicos de la salud.
CAPÍTULO 4. Correo: [email protected]
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1IntroducciónTeresita Morfín López
El suicidio es un tema que requiere de un acercamiento desde su propia complejidad
para generar soluciones sencillas y al alcance de quien lo necesite. Este volumen re-
cupera esta visión del problema, plantea diferentes perspectivas para su compren-
sión e intenta encontrar nuevas explicaciones al suicido, cuya magnitud va en au-
mento año con año. Se aborda así desde una perspectiva transdisciplinar; ello
implica una concepción holista que incorpora diferentes enfoques y miradas desde
variados y diversos campos de conocimiento, a partir de la urgencia que demanda
entender de manera adecuada dicho fenómeno.
La devastante decisión de un individuo de suprimir por voluntad propia su existen-
cia representa un juicio implícito a la sociedad en su conjunto, acerca de la incapacidad
para generar condiciones favorables de desarrollo positivo de las personas, tanto en los
niveles macroestructurales como en la vida cotidiana de miles de individuos en una
dimensión microsocial.
Se vuelve así un imperativo ético abordar este problema de salud desde los mejo-
res recursos que se tengan a la mano. Este libro surge desde la certeza de que una
mejor comprensión y concepción del fenómeno suicida orienta y encamina a un
abordaje más eficiente y eficaz de intervención y a la disminución de esta problemá-
tica mediante su prevención.
Se ofrece aquí un agradecimiento tanto al Consejo Nacional de Ciencia y Tecnolo-
gía (CONACYT) como al Consejo Estatal de Ciencia y Tecnología del Estado de Jalisco
(COECYTJAL), por el apoyo brindado para el desarrollo de este proyecto. Los resulta-
dos generados de esta investigación servirán para comunicar de forma accesible a la
población en condiciones de riesgo suicida, los factores que están presentes y que
pueden actuar como precipitadores del hecho. De igual forma se busca dar a conocer
aquellos que funcionan como protectores y favorecen la prevención del comporta-
miento suicida.
Los estudios más recientes sobre el suicidio lo consideran un problema multicau-
sal por la interacción de diversos factores de riesgo que afectan de manera diferencia-
da en las diversas etapas de la vida en la cual se presentan. Entre las principales causas
se identifican aspectos biológicos, en específico los genéticos y neurobiológicos; en el
ámbito psicológico, se encuentra impulsividad, poca tolerancia a la frustración, senti-
mientos de soledad y desesperanza; algunos de tipo situacional como desempleo, rui-
na económica, pérdida de un ser querido y eventos de estrés agudo, también son
considerados importantes; por último, entre los factores sociales y culturales asocia-
dos al suicidio se reconocen las creencias que legitiman el suicidio y el estigma social
que se genera por buscar ayuda en profesionales de la salud mental, entre otros
(WHO, 2012).
Durkheim (2004) define el suicidio como todo caso de muerte que resulte de ma-
nera directa o indirecta de un acto positivo o negativo, realizado por la víctima misma,
quien sabe que debía producir este resultado. Este autor estudió factores sociales im-
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2 plicados en dicho fenómeno en distintos países y se centró en el estudio de las condi-
ciones que pueden generar una tendencia al suicidio en la sociedad, a que en el estudio
de las condiciones que pueden intervenir en cada hecho particular. Según Durkheim,
los suicidios se relacionan más con el tipo de sociedad en la cual se presentan, que con
las circunstancias particulares de los individuos. Una de las condiciones sociales que él
identifica para explicar las tasas de suicido en distintas culturas y épocas es la desinte-
gración social.
A pesar de su importancia como problema de salud pública, el suicidio presenta
dificultades en su definición conceptual y en la elaboración de un modelo capaz de
explicarlo. El término fenómeno suicida, es la expresión más incluyente y general de
todo lo que está asociado con el suicidio. Referirse al comportamiento suicida es hablar
de tentativa suicida, es decir del acto deliberado de quitarse la vida sin un resultado
letal y suicidio consumado significa el acto de quitarse la vida en forma exitosa (Rosa-
les, 2010). Porkorny (1986) habla de tres categorías de conductas suicidas: suicidio
consumado, intento e ideas suicidas. Por su parte, Van Heeringen (2001) considera
que este conjunto de comportamientos se puede agrupar bajo el término de suicidabi-
lidad e incorporan aspectos cognitivos y conductuales suicidas. El componente cogni-
tivo incluye cualquier pensamiento de conducta autodestructiva, en tanto que el con-
ductual corresponde al comportamiento de intencionalidad autodestructiva, donde se
puede incluir el gesto e intento suicida o bien el suicidio consumado.
Este primer libro presenta diversos abordajes teórico-metodológicos de investigado-
res del fenómeno suicida en Jalisco, con la intención de generar conocimiento trans-
disciplinar respecto de este objeto de estudio. Tanto las concepciones teórico-metodo-
lógicas como los procedimientos investigativos son objeto de diálogo entre los
investigadores, a través del cual se pretende ir más allá de visiones unidisciplinares e
identificar aspectos biológicos, psicológicos, culturales y sociales implicados en el fenó-
meno suicida.
El presente volumen está conformado por diez capítulos, agrupados en tres partes
que se diferencian entre sí sólo por el énfasis en alguno de los aspectos que se tratan
en cada una de ellas. En la primera se explicitan y delimitan algunos factores que en
términos de probabilidad son de riesgo suicida, para la prevención de dicha problemá-
tica. En una segunda sección se explica de forma clara el acercamiento transdisciplinar
y cómo se concibe de manera diversa y complementaria el fenómeno suicida, la forma
en que se derivan estrategias de estudio congruentes con estas concepciones del pro-
blema y se hace énfasis en la importancia de métodos alternativos para su análisis, que
se interesen por la subjetividad de quien es sujeto de estudio, es decir, la persona que
ha intentado suicidarse. En consecuencia y de manera explícita en la tercera parte se
abordan perspectivas específicas y diversas de intervención psicológica para personas
que han intentado quitarse la vida.
La primera parte del libro se titula Factores de riesgo y prevención del fenómeno suicida y en
ella se exponen las circunstancias y aspectos relacionados con el fenómeno suicida que es
posible identificar como factores de riesgo y de vulnerabilidad psicológica a cometerlo.
Entre los determinantes más sobresalientes están la depresión y la sintomatología depre-
siva, pero también figuran problemas relacionados con conflictos familiares, en especial
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INTRODUCCIÓN
3con los padres y la pareja, control de la impulsividad, ansiedad generalizada, proble-
mas financieros, consumo de sustancias, baja autoestima y autolesiones previas.
En el primer capítulo titulado Develar la problemática suicida: un compromiso para su prevención. Cédula de indicadores de riesgo suicida como instrumento de detección, Catalina
Francisca González Forteza y José Alberto Jiménez Tapia presentan resultados de una
investigación realizada con el objetivo de identificar la magnitud de la problemática
suicida en población escolar de secundaria y preparatoria en algunas ciudades mexica-
nas. Algunas de sus reflexiones señalan que los niños y adolescentes con conductas
suicidas, con ideación y, o depresión, muchas veces pasan desapercibidos, pues se
trata de emociones y conductas estigmatizadas, internalizadas y ocultadas. Los meno-
res no suelen buscar ayuda por sí mismos, por lo que los autores consideran importan-
te que estén acompañados de al menos un padre/madre o tutor(a) adulto para recibir
la atención en problemas de salud mental.
En el segundo capítulo, Armando Martín Ibarra López, Luis Miguel Sánchez Loyo,
Andrés Sainz Márquez y Beatriz Guadalupe Echeveste García de Alba hablan de la
Prevención y atención a los comportamientos suicidas: programas y estrategias de prevención del suicidio y su evaluación; aquí exponen los principales hallazgos surgidos de las eva-
luaciones realizadas a los programas y estrategias para prevenir a nivel internacional
este hecho, así como las recomendaciones emitidas al respecto por la Organización
Mundial de la Salud.
Consideran también la importancia de la investigación evaluativa para la identifica-
ción de elementos para prever esta situación. En su trabajo, la investigación se orienta
al diagnóstico evaluativo, mediante técnicas y herramientas que permitan valorar y
explicar lo que sucede en los diferentes procesos de prevención y de atención del sui-
cidio a nivel institucional, con objeto de conocer la labor realizada en diversos espa-
cios que brindan servicios de prevención y atención a los comportamientos suicidas
en el es tado de Jalisco.
Reflexiones sobre el suicidio infantil se titula el trabajo de María Cristina Lima Ojeda
que conforma el tercer capítulo del libro, en donde señala que en ocasiones los intentos
suicidas en los niños son confundidos con accidentes, descuidos o simples llamadas
de atención. La autora manifiesta que el fenómeno suicida necesita ser estudiado des-
de miradas cualitativas y metodologías de corte social que favorezcan la explicación de
lo ocurrido en los niños desde una perspectiva fenomenológica. Asimismo, considera
que el suicidio infantil, al igual que otros comportamientos de la infancia, han sido
explicados a partir de la información que se ha encontrado en investigaciones realiza-
das con adultos. Para entender el por qué de estas conductas autolesivas en marcos
propios del desarrollo infantil, Lima Ojeda cree importante contar con información de
la subjetividad del menor que vive esta problemática.
En el capítulo cuarto, Factores biológicos, psicológicos y sociales asociados a las conductas suicidas, Luis Miguel Sánchez Loyo, Everardo Camacho Gutiérrez, Claudia Vega Michel y
Hugo Delfino Castellanos Martín, analizan y sintetizan las variables que diversas investiga-
ciones han identificado, las cuales anteceden y acompañan a los comportamientos suicidas.
Estos autores, pretenden orientar la evaluación empírica sobre el fenómeno suicida en el
contexto del estado de Jalisco, para que posibilite desarrollar procedimientos de interven-
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4 ción preventiva y la construcción de un modelo que considere la interrelación comple-
ja de las variables biopsicosociales que determinan la prevalencia actual del fenómeno
suicida en la entidad.
En la parte II del libro titulada Perspectivas conceptuales y metodológicas de abordaje del fenómeno suicida, el énfasis se centra en la importancia de métodos alternativos para el
estudio de este fenómeno, interesados por la subjetividad de quien es sujeto de estu-
dio, es decir, la persona que ha intentado suicidarse.
Una perspectiva transdisciplinar en el abordaje del suicidio. Una mirada más allá del es-tigma y la exclusión, es el quinto capítulo escrito por Elba Noemí Gómez Gómez, Sofía
Cervantes Rodríguez y Casimiro Arce Arriaga y abre esta segunda sección con el fin de
dirigir la mirada al propio suicida, para darle voz.
En este trabajo se plantea el debate sobre una sola manera de hacer ciencia, la cual
iguala la realidad social con la natural, pretende la formulación de leyes generales y
desconoce el papel de la subjetividad y la interpretación. Los autores señalan cómo el
debate actual sobre la forma de hacer ciencia ha favorecido los acercamientos cualitati-
vos para el estudio de fenómenos diversos, entre ellos el suicidio. Asimismo, éstos
consideran que las preguntas de investigación sobre los significados subjetivos empie-
zan a ser relevantes, así como la necesidad de trascender la unidisciplinariedad e inter-
disciplinariedad para arribar a lo que en este capítulo los autores llaman abordajes
transdisciplinares.
En el sexto capítulo, Teresita Morfín López y Luis Miguel Sánchez Loyo desarrollan
el trabajo Influencia de la cultura en el comportamiento suicida: acercamientos teórico-me-todológicos y hallazgos en donde abordan los aspectos socioculturales asociados al suici-
dio que permitan entender las representaciones y los significados de las situaciones
relacionadas con las conductas suicidas. Los autores identifican dos grandes orienta-
ciones teórico-metodológicas: la primera trata de comprender la influencia sociocultu-
ral de los valores, el cambio cultural y diversas variables socioeconómicas y las relacio-
na con la tasa de suicidios en cada país. La segunda perspectiva busca identificar
significados y actos de las personas con conductas suicidas desde el punto de vista de
los propios sujetos suicidas, sus familiares y los profesionales de la salud.
Uso del cuestionario estructurado para explorar creencias en personas y el análisis del con-senso cultural se denomina el séptimo capítulo elaborado por Javier Eduardo García de
Alba García y Ana Leticia Salcedo Rocha, quienes presentan el uso de diversas técnicas
como la observación, el cuestionario y la entrevista para obtener información específica
sobre cuestiones culturales. Abordan el uso de esta última técnica de investigación
como principal recurso metodológico para obtener datos de carácter subjetivo; ya que,
como ellos señalan, la persona entrevistada puede expresar de manera directa y espon-
tánea, con sus propias palabras, los significados y sentidos del área de interés investiga-
da. Para concluir esta obra, la tercera parte se denomina: Perspectivas de intervención psicológica con personas con intento suicida, en la que se presentan formas de manejo
terapéutico con personas con intento suicida y sobrevivientes de suicidio consumado.
El octavo capítulo, Reflexiones en torno al suicidio posfactum desde la filosofía de la cien-cia a la investigación terapéutica y estructuración de la atención médico-psicológica del suici-dio en la zona alteña del estado de Jalisco de Andrés Sainz Márquez y Juan Enrique
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INTRODUCCIÓN
5Sánchez Ochoa abre esta tercera sección con la crítica al modelo único de estudio mé-
dico-científico y realiza su aproximación del suicidio conforme a la perspectiva filosófi-
ca y fenomenológica aprobada por otros investigadores y suma la orientación crítica e
historicista inspirada en los trabajos de investigación del sociólogo alemán Georg Sim-
mel (Simmel, 1977). El marco de trabajo y circunstancias se encuadran en México, en
particular en la región de Los Altos del estado de Jalisco.
Antonio Sánchez Antillón y Xóchitl Jovita Vázquez Isaac en el noveno capítulo Fun-damentación teórico-metodológica desde el psicoanálisis sobre el intento suicida, presentan
el marco teórico-metodológico de la narrativa metapsicológica que usa Freud para ex-
plicar el funcionamiento psíquico y se centran en la vinculación que éste hace entre el
fenómeno suicida y la melancolía. Los investigadores exponen también una síntesis
del método Algoritmo David Líberman (ADL) que utilizarán para analizar las entrevis-
tas de los analizantes en tratamiento. Este marco teórico-metodológico lo aplican en el
desarrollo de un subproyecto de investigación del fenómeno suicida en Jalisco, inscrito
en una investigación más amplia.
Para cerrar esta tercera parte se presenta el décimo capítulo: Significados simboliza-dos y cambio personal en un proceso de acompañamiento psicoterapéutico individual, a mu-jeres con intento suicida: una perspectiva experiencial de Salvador Moreno López, quien
refiere a un proceso de acompañamiento psicoterapéutico y de investigación con mu-
jeres adultas que han intentado suicidarse.
Este capítulo centra su interés en conocer qué ocurre con las simbolizaciones de las
participantes y cómo ello incide en su modo de estar en la vida y en su ideación suicida.
Asimismo, se describe la dimensión metodológica del proyecto de investigación que el
autor desarrolla desde una perspectiva fenomenológica. Los resultados de este proceso
pretenden orientar la atención a personas en esta situación, y la posible prevención de
comportamientos suicidas.
Con la esperanza de que el lector tenga una comprensión más completa del tema
del suicidio mediante la integración de múltiples miradas que integran este volumen,
se le invita a conocer este fenómeno humano y social desde formas diferentes de estu-
diarlo, de analizarlo, que se interesan por una comprensión distinta, desde una pro-
puesta transdisciplinar. Por ello, son abordados tanto los parámetros cuantitativos
como los cualitativos, el dato duro, las cifras y estadísticas, así como la subjetividad
humana, las constantes en todos los casos, las similitudes y las diferencias así como las
particularidades que configuran la complejidad de este fenómeno humano y social.
PARTE I
Factores de riesgo y prevención del fenómeno suicida
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CAPÍTULO 1
Develar la problemática suicida: un compromiso para su prevención. Cédula de indicadores de riesgo suicida como instrumento de detección
Catalina Francisca González FortezaJosé Alberto Jiménez Tapia
Consideraciones sobre la conducta suicida
Cuando se hace referencia al suicidio y a la conducta suicida, se debe considerar la
necesidad de contar con una definición global de lo que se puede entender con refe-
rencia al tema. Hacia el final del siglo XIX, Emil Durkheim definió al suicidio en
términos de un acto personal, con un propósito definido y que se realiza de manera
consciente, con el fin de terminar con la propia vida (Durkheim, 1974). Con sus
aportaciones, el sociólogo amplió la perspectiva individualista de la tradición médica
al incluir en la reflexión factores más allá de lo individual. Desde su perspectiva, en
el acto suicida actúan diferentes condiciones que se generan en la desintegración
social, lo cual explicaría las tasas de suicidios en distintas culturas y épocas históri-
cas. De este modo, muchos de los investigadores dedicados a estudiar e identificar
las circunstancias relacionadas con la conducta suicida han señalado que existe cier-
ta vinculación entre los niveles de desintegración social, violencia, consumo de alco-
hol y drogas, inestabilidad familiar, así como factores interpersonales y sociológicos
que influyen en el número de suicidios dentro de cualquier grupo o subgrupo cultu-
ral (Heacock, 1990).
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10 Desde esta perspectiva, la conducta suicida es un fenómeno complejo para estu-
diar, comprender, atender y prevenir. En los últimos años, su constante tendencia al
aumento en México lo coloca como un problema de salud pública. Sin embargo, esta
perspectiva podría resultar limitada si no se incluyen otros elementos que tienen
impacto sobre ella; en términos ecológicos (Bonfenbrenner, 1986) hay factores pre-
cipitantes o predisponentes de índole social, cultural, económica, institucional, del
entorno familiar y de pares, biológicos, y genéticos enmarcados en condiciones es-
tructurales de pobreza, violencia, desempleo, migración, consumo de sustancias,
criminalidad e inseguridad.
Durante diferentes periodos de la historia se han generado debates y opiniones
acerca de la forma de concebir al suicidio como fenómeno de investigación para co-
nocer sus motivaciones y los factores que lo predisponen y conducen a una persona
a su ejecución. El estudio del suicidio ha generado planteamientos explicativos desde
diferentes perspectivas teóricas: la sociología considera las variaciones en las tasas de
suicidio a partir de diversas manifestaciones sociales; la psiquatría adjudica su ori-
gen a factores asociados con la enfermedad mental; el psicoanálisis lo conceptualiza
como una suerte de pulsión de muerte autodirigida al encontrar cancelada la posibi-
lidad de dirigirlo hacia el exterior; y, por último, la perspectiva psicosocial pretende
comprender y atender la problemática suicida inserta en sus contextos sociales cer-
canos y significativos (Gillin, en Durkheim, reedición 1974).
Los elementos que configuran a la conducta suicida están insertos en un fenóme-
no complejo que posee características dinámicas, ya que lo relativo a un evento sui-
cida no constituye un hecho aislado. Entre los aspectos vinculados con éste como
objeto de estudio, se han identificado momentos específicos que lo conforman (Rich,
Kirkpatrick-Smith, Bonner y Jans, 1992): ideación suicida pasiva, contemplación ac-
tiva del propio suicidio, planeación y preparación, ejecución del intento suicida y el
suicidio consumado (Maris, 2002). Estas etapas se pueden suceder unas a otras o
detenerse antes del suicidio, pero también éste se puede consumar sin la sucesión de
todas ellas. Cada una es parte de la conducta suicida como un proceso y conlleva su
propio monto de riesgo, donde la ideación suicida y el haberse tratado de quitar la
vida son factores potenciales para el suicidio consumado (Bridge, Goldstein & Brent,
2007).
Se puede decir, entonces, que la conducta suicida es un proceso dinámico que
involucra etapas emocionales, cognitivas y conductuales. Además de ser un proble-
ma multifactorial, tiene un curso más o menos definido, con diferentes instancias y
categorías de análisis (Diekstra, 1993), además de objetivos diferentes a la muerte
como tal. Ahora se cuenta con datos que señalan que, en ocasiones, la meta es llamar
la atención, acabar con el sufrimiento o tomar venganza de alguna figura de autori-
dad (González-Forteza, Villatoro, Alcántar & Medina-Mora, 2002), aunque para ello
cueste la propia vida.
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DEVELAR LA PROBLEMÁTICA SUICIDA: UN COMPROMISO PARA SU PREVENCIÓN
11Sobre los factores de riesgo en la conducta suicida
Como ya se mencionó, el estudio de la conducta suicida es complejo; los trabajos en
dicho sentido deben considerar la importancia de identificar, con la mayor amplitud
posible, las circunstancias y aspectos relacionados con el fenómeno. En México se ha
estudiado el suicidio consumado, el intento de éste y la ideación suicida, por lo que
se ha logrado un panorama bastante certero en cuanto al fenómeno.
La investigación que se ha realizado en el país ha permitido la identificación de
algunos factores que predisponen a los individuos a verse involucrados en un evento
suicida. Entre los determinantes más sobresalientes está la depresión y la sintomato-
logía depresiva, pero también figuran problemas relacionados con conflictos familia-
res, en particular con los padres y la pareja, control de la impulsividad, ansiedad ge-
neralizada, problemas financieros, consumo de sustancias, baja autoestima y
autolesiones. Se sabe que la mayoría de quienes lo intentan (75%) tienen anteceden-
tes de algún trastorno psiquiátrico (Borges, Benjet, Medina-Mora, Orozco & Nock,
2008), por lo que es necesario trabajar más a fondo en la identificación de los indivi-
duos con este tipo de problemática.
Por otro lado, el sexo parece ser un factor que juega un papel determinante en la
conducta suicida. Las mujeres suelen presentar porcentajes significativos más eleva-
dos de ideación e intento de suicidio (Jiménez, Mondragón & González-Forteza,
2007); sin embargo, como lo muestran los datos, los hombres consiguen la muerte
por este medio en una proporción de casi 5 a 1 con relación a las mujeres. Hasta
ahora, los factores más importantes para poder identificar a una persona que inten-
tará suicidarse son el registro de la ideación, la planeación y los intentos previos
(Borges, 2008).
El suicidio no se puede explicar sólo en términos patológicos, sino como un hecho
que forma parte de un proceso biológico, psicológico, social y cultural, por lo que es
imperioso trabajar en el campo de la prevención primaria (con la identificación de
factores protectores) y secundaria (a través de la detección de elementos de riesgo), a
través de intervenciones y programas de promoción para la salud mental.
Suicidio en la República Mexicana
La magnitud de la problemática suicida en nuestro país ha crecido de manera consis-
tente en los últimos treinta años hasta alcanzar proporciones de reto para la salud
pública (Borges, Medina-Mora, Zambrano & Garrido, 2006). De acuerdo con la Or-
ganización Mundial de la Salud, México ha mostrado una tendencia constante al
aumento en la prevalencia de suicidios desde el decenio 1990-99 (World Health Or-ganization, 2000). A partir del 2000, el incremento se ha acentuado en la población
más joven: 150% en personas de 5 a 14 años de edad y 74% entre los adolescentes de
15 a 24 años (Secretaría de Salud, 2013).
El suicidio es una de las cinco principales causas de muerte hasta los 34 años de
edad y la tercera entre los jóvenes de 15 a 24 años. De los 44 años en adelante esta
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12 cifra baja para ubicarse entre las 10 primeras causas de muerte (Borges et al., 2006;
Borges, Orozco, Benjet, & Medina-Mora, 2010).
Conductas de riesgo suicida en adolescentes de población general
El suicidio no sólo se agrava por las defunciones, sino porque existe otro grupo de
personas que sobreviven a los intentos de suicidio o a las autolesiones de cualquier
tipo, las cuales pueden ser bastante graves como para requerir atención médica o ser
recurrentes. Se ha estimado que los costos económicos asociados con la muerte por
suicidio, con las conductas suicidas o relacionadas con el suicidio suman miles de
millones de dólares al año (OPS, 2005).
En la mayor parte de los países, los reportes de intentos de suicidio tienden a ser
subrregistrados debido a la carga social, moral, religiosa, legal y cultural que implica
su estigma, y a que casi 75% de quienes lo intentaron no acudieron a un servicio de
urgencias, ya sea porque el método que emplearon no fue letal o porque eran meno-
res de edad y necesitaban acudir en compañía de un adulto responsable (Mondra-
gón, Borges & Gutiérrez, 2001). Aun así, se sabe que los intentos suicidas tienen
mayor prevalencia en los jóvenes menores de 25 años y que es de dos a tres veces
más frecuente en mujeres que en varones, mientras que en éstos es más frecuente
el suicidio consumado (OPS, 2005).
Conductas de riesgo suicida en estudiantes adolescentes (Instrumento de registro: Cédula de Indicadores de Riesgo Suicida -CIRIS-)
Con el objetivo de identificar la magnitud de la problemática suicida en población
escolar se diseñó la Cédula de Indicadores de Riesgo Suicida -CIRIS- (González-
Forteza, Mariño, Mondragón & Medina-Mora, 1998) que es de fácil aplicación grupal
y se presenta en formato de autorreporte.
Como ya se mencionó, el suicidio es cualquier caso de muerte que resulte de for-
ma directa o indirecta de un acto cometido por la propia víctima, a sabiendas que se
va a producir un resultado fatal (Durkheim, 1897 en 1974, p. 16). Esta definición
distingue a la muerte por suicidio de los comportamientos autodestructivos involun-
tarios o inconscientes también fatales; sin embargo, en la literatura científica se ob-
servan discrepancias acerca de la terminología para denominar y describir a los com-
portamientos suicidas y no suicidas. Por ello, la Organización Panamericana de la
Salud propuso los términos: comportamiento suicida mortal para referirse al suici-
dio consumado y comportamiento suicida no mortal para las acciones suicidas que
no resulten mortales como los intentos de suicidio (término común en EUA); o las
conductas parasuicidas o lesiones autoinfligidas de manera deliberada, ambos térmi-
nos son comunes en Europa (OPS, 2005).
Las conductas suicidas son factores de riesgo para el suicidio consumado y tam-
bién indicadores de malestar emocional extremo, pues comparten factores de riesgo
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DEVELAR LA PROBLEMÁTICA SUICIDA: UN COMPROMISO PARA SU PREVENCIÓN
13sociales comunes como la violencia, la alienación social y el consumo de sustancias,
además de aspectos de vulnerabilidad psicológica como depresión, desesperanza e
ideación suicida (Gómez, Lolas & Barrera, 1991).
En este sentido, la CIRIS inicia el registro de la conducta suicida a partir de la
respuesta afirmativa a la pregunta “¿Alguna vez te has cortado, intoxicado o hecho
daño a propósito con el fin de quitarte la vida?”, la cual circunscribe el acto al propó-
sito de morir o dejar de vivir. Esta pregunta inicial omite la palabra intento que se
utiliza con frecuencia para indagar la tentativa de suicidio, porque en entrevistas y
grupos focales (González-Forteza, 1996) se detectó la confusión semántica que este
término provoca en los adolescentes, ya que al preguntarles “¿Alguna vez has inten-
tado suicidarte?”, hubo quienes respondieron de manera afirmativa por haber tenido
la intención (“Me subí a la barda pero no me aventé”) o bien porque sí llevó a cabo la
conducta suicida (“Junté muchas pastillas y me las tragué”); por ello se concluyó que
en idioma español se confundía “haber tenido la intención” con “haberlo intentado”.
En un inicio las conductas suicidas se detectaron en forma global y a lo largo del
desarrollo del instrumento de la CIRIS se han incorporado reactivos para distinguir
su letalidad, lo que ha permitido identificar las conductas autolesivas específicas aca-
da conducta suicida: Intento de suicidio, intento ambiguo y autolesión (cuadro 1-1).
CUADRO 1-1. CONDUCTAS SUICIDAS DE LA CIRIS
Conductas suicidas CS Indicador de letalidad
Intento de suicidio IS Querer dejar de vivir / querer morir
Intento ambiguo IA Da igual morir o vivir
Autolesión AL No querer morir / seguir con vida
A continuación se presenta la reseña de resultados obtenidos mediante la CIRIS
con respecto a las conductas suicidas en global; y más adelante se reseñan los estu-
dios de acuerdo a las frecuencias de cada tipo en particular.
Conductas suicidas en estudiantes de Pachuca, Hgo.: 1997
El primer estudio fue realizado en 1997 para indagar sobre la problemática suicida
en estudiantes adolescentes en el que se aplicó la CIP en formato de autorreporte y
administración grupal fue en una muestra representativa de estudiantes de secunda-
ria y bachillerato de la ciudad de Pachuca, Hgo. La prevalencia de conductas suicidas
fue de 8.3% con una proporción de 2 mujeres por cada varón: 13.3% y 6.3%, de ma-
nera respectiva; y la edad de inicio en que se llevó a cabo esta conducta fue a los 13
años en ambos sexos (González-Forteza et al., 1998).
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14 Conductas suicidas en estudiantes en la Ciudad de México, DF: 1997, 2000, 2003, 2006 y 2009
A partir de 1997 se incorporó la CIRIS en las encuestas sobre consumo de alcohol,
tabaco y otras drogas en la Ciudad de México que realiza el Instituto Nacional de
Psiquiatría, a fin de monitorear las conductas suicidas cada tres años en los niveles
educativos de secundaria y bachillerato.
Las encuestas de 1997 y 2000 (González-Forteza et al., 2002) y de 2003 (Villatoro,
Hernández, Hernández, Fleiz, Blanco & Medina-Mora, 2004) mostraron las preva-
lencias de conductas suicidas con una marcada tendencia al aumento: 8.3% en 1997,
9.5% en 2000 y de 11.1% en 2003. Esta conducta fue más frecuente en casi tres
mujeres por cada varón. En el nivel de secundaria en 1997 la prevalencia fue de
7.6%, en 2000 de 8.7% y en 2003 incrementó 10.6%; las prevalencias de conductas
suicidas en bachillerato fueron más altas que en secundaria y también en aumento:
8.8%, 10.9% y 12.2%, de manera respectiva. Las edades de inicio de las conductas
suicidas en dichas mediciones refieren al último año escolar de primaria (12 años de
edad) y primeros de secundaria (13 y 14 años de edad).
Si bien la problemática suicida en la población escolar fue más frecuente en las
mujeres, se observó que en ambos sexos el perfil de las características de las conduc-
tas suicidas fue similar; en cuanto a los motivos hay un claro predominio en la esfera
interpersonal (problemas familiares), seguidos por la esfera emocional (sentimien-
tos depresivos); en relación a los métodos, el más frecuente en proporciones cerca-
nas al 50% fue cortarse con un objeto punzocortante (con frecuencia con el cutter o
un pedazo de vidrio), seguido de la ingesta de medicamentos sobre todo en mujeres;
respecto a la letalidad, casi la tercera parte de los estudiantes reportaron haber desea-
do morir y cerca de la mitad indicó que no le importaba si vivía o moría y la propor-
ción restante de hombres y mujeres se autolesionó de manera deliberada para seguir
con vida.
Sin embargo, los resultados de la encuestas de estudiantes de 2006 (Villatoro,
González, Gutiérrez & Fonseca, 2006) y de 2009 (Villatoro, García, Moreno, Gutié-
rrez, Oliva, Bretón, López, Bustos & Medina-Mora, 2010) muestran un panorama
contrastante, pues mientras en el 2006 las prevalencias de conductas suicidas man-
tuvieron su tendencia al aumento, en 2009 bajaron a niveles similares a los de 2003.
En 2006 la prevalencia de conductas suicidas fue de 16.6% y en 2009 de 11.2%, con
predominio en las mujeres en una proporción de 2:1 en 2006 y de 3:1 en 2009. La
prevalencia de IS en 2006 ha sido la más alta en todas las mediciones con 4.1%,
mientras que en 2009 fue de 3.4% similar a las de otras encuestas.
Otro dato que llama la atención es que en la medición de 2006 la prevalencia de
conductas suicidas fue mayor en secundaria que en bachillerato (18.1% vs. 13.8%), a
diferencia de las mediciones anteriores y de la posterior de 2009 en que la prevalencia
de secundaria fue menor que en bachillerato (10.8% vs. 11.3%) como se identifica de
forma consistente también en las demás encuestas. El hecho de que las prevalencias
sean más altas en bachillerato responde a un efecto acumulativo de las conductas sui-
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DEVELAR LA PROBLEMÁTICA SUICIDA: UN COMPROMISO PARA SU PREVENCIÓN
15cidas que tienden a repetirse en el transcurso de la vida, en tanto la prevención y trata-
miento de esta problemática en los estudiantes de secundaria no sean efectivos.
Resulta desafortunado que en estas dos últimas encuestas la información respec-
to a la edad de inicio de las conductas suicidas no esté disponible.
Conductas suicidas en estudiantes en el estado de Guanajuato: 2003
La prevalencia de conductas suicidas en estudiantes de bachillerato de los planteles
de la Universidad de Guanajuato fue de 7.2%, con una proporción de tres mujeres
por cada varón: 10.7% y 3.1%, de forma respectiva. Al distinguir las conductas suici-
das, la prevalencia global de intento suicida fue 2.2%, 4.2% de intento ambiguo y
2.2% de autolesión y en todas hubo predominio de las mujeres sobre los varones.
Respecto a la edad de inicio de las conductas suicidas, los resultados mostraron
un perfil similar tanto en hombres como en mujeres, ya que la única o primera con-
ducta suicida aconteció a los 13.0+2.6 y a los 13.3+1.8 años, de manera respectiva y en
quienes reportaron conducta suicida recurrente (dos o más veces), el promedio de
edad de la última vez también fue similar en ambos sexos: a los 13.7+2.2 y 14.0+1.7,
en forma respectiva. El lapso entre la primera y la última conducta suicida fue menor
a un año en ambos sexos, en edades en que, como estudiantes, por lo regular se cur-
san los últimos dos años de la educación básica o primaria (5° y 6° grado), y se trans-
curre por la educación media o secundaria (1°, 2° y 3° grado). Los motivos más fre-
cuentes se refirieron al ámbito emocional: 53% hombres y 46% mujeres, y a
problemas interpersonales: 31% y 44%, de manera respectiva. Los métodos predomi-
nantes fueron el uso de objetos punzocortantes: 56% varones y 46% mujeres, y pas-
tillas/fármacos: 22% y 44%, respectivamente.
Conductas suicidas en estudiantes en el estado de Campeche: 2005
La encuesta de estudiantes de secundaria y bachillerato en el estado de Campeche
realizada en 2005 (Villatoro, González, Gutiérrez, Fonseca et al., 2006), en la que se
aplicó la CIRIS, mostró una prevalencia de conductas suicidas CS de 8.5% con pre-
dominio de tres mujeres por cada varón: 10.7% y 3.1%, respectivamente. Al distin-
guir por nivel educativo, la prevalencia de CS fue de 7.9% en secundaria y de 9.4%
en bachillerato (cuadro 1-2).
FENÓMENO SUICIDA: UN ACERCAMIENTO TRANSDISCIPLINAR
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18 Tipos de conductas suicidas en adolescentes estudiantes, con la CIRIS
La Cédula de Indicadores de Riesgo Suicida -CIRIS- permite identificar las siguien-
tes conductas suicidas conforme a la letalidad y establecer niveles de riesgo de suici-
dio como se muestra en el siguiente cuadro cuadro 1-3.
CUADRO 1-3. CONDUCTAS SUICIDAS EN LA CIRIS Y NIVELES DE RIESGO SUICIDA
CONDUCTA SUICIDA CS LETALIDAD NIVELES DE RIESGO SUICIDA
Intento de suicidio IS Querer dejar de vivir/querer morir Alto
Intento ambiguo IA Da igual morir o vivir Moderado
Autolesión AL No querer morir Alerta
Dado que el intento de suicidio es uno de los predictores más importantes para el
suicidio consumado, el riesgo de suicidio atribuido es alto. A continuación se rese-
ñan en específico resultados encontrados en adolescentes.
Intentos de suicidio en adolescentes
A partir de la categoría de intento de suicidio conforme el indicador de letalidad, en
el cuadro 1-4 se aprecia que el perfil de prevalencias de intento de suicidio global, en
hombres y en mujeres muestra una tendencia similar tanto en los estudios realiza-
dos en la Ciudad de México, como en los estados de Guanajuato y Campeche.
Las fluctuaciones en las prevalencias de intento de suicidio en los estudios en la
Ciudad de México en los diferentes años del levantamiento de datos son consistentes
con una ligera tendencia al aumento, ya que en el año 2000 la prevalencia global fue
de 3.4% (5.6% en las mujeres y 1.3% en los hombres). En el 2003 también la preva-
lencia global fue de 3.4%, (5.2% en mujeres y 1.6% en hombres). El perfil fue similar
en 2009 con 3.4% global (4.4% en mujeres y 1.5% en hombres). Sin embargo, en la
encuesta de 2006 las prevalencias salen del perfil, pues la global fue mayor a todas
las demás con 4.1% (6.1% en mujeres y 2.1% en los hombres).
Las prevalencias de IS en los estados de Guanajuato y Campeche fueron menores
a las de la Ciudad de México, acotando el año de la encuesta para su comparación. En
2003 la prevalencia de IS global en la Ciudad de México fue de 3.4% mientras que en
Guanajuato fue de 2.2%. En las mujeres fue de 5.2% (Ciudad de México) y 3.4%
(Guanajuato); y en los hombres fue de 1.6% y 0.9%, de forma respectiva.
Al comparar los resultados de la encuesta levantada en el estado de Campeche se
observa que las estimaciones fueron muy similares a las del estado de Guanajuato.
La prevalencia global en este último fue de 2.2% y en el primero fue de 2.1% y en el
caso de las mujeres de Guanajuato fue de 3.4% y en Campeche de 3.3%; y en los
hombres fue de 0.9% y 1.0%, respectivamente.
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DEVELAR LA PROBLEMÁTICA SUICIDA: UN COMPROMISO PARA SU PREVENCIÓN
19Por nivel educativo, y según los datos disponibles, en bachillerato las prevalencias
son un poco mayores que las de secundaria tanto en el estado de Campeche como en
la Ciudad de México, efecto que se explica por el acumulado de intentos a lo largo de la
vida. La prevalencia de intentos de suicidio en Campeche durante 2005 en secundaria
fue de 1.7% y en bachillerato fue de 2.8%; mientras que en la Ciudad de México en
2009 la prevalencia en secundaria fue de 2.8% y en bachillerato de 3.2%. Otro panora-
ma muestra la encuesta en la Ciudad de México realizada en 2006, en que la prevalen-
cia de intento de suicidio en secundaria fue de 4.6%, cifra mayor a la del bachillerato
con 3.4%.
CUADRO 1-4. PREVALENCIAS DE INTENTO DE SUICIDIO (IS) EN ADOLESCENTES Y ESTUDIANTES
REFERENCIA POBLACIÓN (MUESTRA RE-PRESENTATIVA)
LUGAR AÑO PREVALENCIA
González Forteza, Villatoro, Alcántar, Medina-Mora,et al., 2002
Estudiantes de secundaria y bachillerato
Ciudad de México, DF
2000 Global Hombres MujeresIS 3.4% 1.3% 5.6%
Villatoro, Hernán-dez, Hernández, Fleiz, Blanco, Medi-na-Mora, 2004
Estudiantes de secundaria y bachillerato
Ciudad de México, DF
2003 IS 3.4% 1.6% 5.2%
González-Forteza, Chávez, Alvarez, Saldaña, Carreño, Pérez, 2005
Estudiantes de bachillerato
Estado de Guanajuato
2003 IS 2.2% 0.9% 3.4%
Villatoro, González, Gutiérrez, Fonseca, 2006
Estudiantes de secundaria y bachillerato
Estado de Campeche
2005 IS 2.1% 1.0% 3.3%
Secundaria BachilleratoIS 1.7% 2.8%
Villatoro, Gutiérrez, Quiroz, Moreno, Gaytán, Gaytán, Amador, Medina-Mora, 2007
Estudiantes de secundaria y bachillerato
Ciudad de México, DF
2006 IS 4.1% 2.1% 6.1%
Secundaria BachilleratoIS 4.6% 3.4%
Villatoro, García, Moreno, Gutiérrez, Oliva, Bretón, López, Bustos, Medina Mora, 2010
Estudiantes de secundaria y bachillerato
Ciudad de México, DF
2009 IS 3.4% 1.5% 4.4%
Secundaria BachilleratoIS 2.8% 3.2%
CONDUCTA SUICIDA LETALIDAD NIVEL DE RIESGO SUICIDA
Intento de suicidio Querer dejar de vivir/querer morir
Alto
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20 Intentos de suicidio ambiguos en estudiantes
Dado que la CIRIS provee información sobre otras conductas suicidas como los in-
tentos de suicidio ambiguos (en que da igual si se muere o se vive cuando se lleva a
cabo el daño autoinfligido de manera deliberada) que conllevan un riesgo suicida
moderado, en el cuadro 1-5 se presentan las prevalencias de IA que se han reportado.
Se observa que el perfil de prevalencias de intentos ambiguos IA global, en hom-
bres y en mujeres muestra una tendencia sostenida en la Ciudad de México, con ex-
cepción de la medición del 2006 en que resultó la más alta. Las prevalencias globales
de IA en 2000, 2003 y 2009 fueron de 4.5%, 5.5% y 5.5% respectivamente; mientras
que en 2006 fue de 7.8%. En mujeres las prevalencias para 2000, 2003 y 2009
fueron de 7.4%, 7.9% y 8.1% respectivamente; y en 2006 fue de 10.8% que sale del
perfil. Si bien en todas las encuestas las prevalencias fueron mayores en las mujeres
que en los hombres, también en éstos se observó el mismo perfil referido: en 2000,
2003 y 2009 las prevalencias de IA fueron 1.9%, 3.1% y 3.1% respectivamente; en
2006 la prevalencia fue la mayor con 4.8%.
Cabe destacar que en los estados de Guanajuato y Campeche, las prevalencias de
intento ambiguo fueron menores en comparación con las de los estudiantes en la
Ciudad de México al circunscribir la comparación por el año de la encuesta. En 2002
la prevalencia en Guanajuato fue de 3.6% y en la Ciudad de México de 5.5%; y en
2005 la prevalencia de IA en Campeche fue de 4.2%; en tanto que en la Ciudad de
México en 2003 fue de 5.5%, en 2006 de 7.8%, y en 2009 fue de 5.5%.
Al comparar los resultados de las encuestas de Guanajuato y de Campeche (con-
siderar que son distintos años), las prevalencias globales de IA están cercanas entre
sí: 3.6% en Guanajuato 2003 y 4.2% en Campeche 2005; con mayores proporciones
en las mujeres -como en todas las encuestas-, pero con las prevalencias más bajas en
relación a la Ciudad de México.
Por nivel educativo, Campeche muestra las prevalencias más bajas en compara-
ción con las de la Ciudad de México, tanto en secundaria como en bachillerato. En
secundaria la prevalencia de IA en Campeche fue de 4.2%, mientras que en la Ciu-
dad de México fue de 8.3% en 2006 y 5.5% en 2009. En bachillerato el perfil fue si-
milar: 4.2% de IA en Campeche, en comparación con el 6.9% en la Ciudad de Méxi-
co en 2006 y 5.9% en 2009.
La medición en la Ciudad de México de 2006 sale del perfil al mostrar las preva-
lencias de IA más altas de todas las encuestas, y al indicar mayor prevalencia en se-
cundaria que en bachillerato.
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DEVELAR LA PROBLEMÁTICA SUICIDA: UN COMPROMISO PARA SU PREVENCIÓN
21CUADRO 1-5. PREVALENCIAS DE INTENTOS AMBIGUOS (IA) EN ESTUDIANTES
REFERENCIA POBLACIÓN(MUESTRA RE-PRESENTATIVA)
LUGAR AÑO PREVALENCIA
González Forte-za, Villatoro, Alcántar, Medi-na-Mora, et al., 2002
Estudiantes de secundaria y bachillerato
Ciudad de México, DF
2000 Global Hombres MujeresIA 4.5% 1.9% 7.4%
Villatoro, Her-nández, Her-nández, Fleiz, Blanco, Medina Mora, 2004
Estudiantes de secundaria y bachillerato
Ciudad de México, DF
2003 IA 5.5% 3.1% 7.9%
González-Forte-za, Chávez, Alvarez, Salda-ña, Carreño, Pérez, 2005
Estudiantes de bachillerato
Estado de Guanajuato
2003 IA 3.6% 2.1% 5.1%
Villatoro, Gon-zález, Gutié-rrez, Fonseca, 2006
Estudiantes de secundaria y bachillerato
Estado de Campeche
2005 IA 4.2% 2.2% 6.1%Secundaria BachilleratoIA 4.2% 4.2%
Villatoro, Gutié-rrez, Quiroz, Moreno, Gay-tán, Gaytán, Amador, Medi-na Mora, 2007
Estudiantes de secundaria y bachillerato
Ciudad de México, DF
2006 IA 7.8% 4.8% 10.8%Secundaria BachilleratoIA 8.3% 6.9%
Villatoro, García, Moreno, Gutié-rrez, Oliva, Bre-tón, López, Bustos, Medina Mora, 2010
Estudiantes de secundaria y bachillerato
Ciudad de México, DF
2009 IA 5.5% 3.1% 8.1%Secundaria BachilleratoIA 5.5% 5.9%
CONDUCTA SUICIDA LETALIDAD NIVEL DE RIESGO SUICIDA
Intento ambiguo Da igual morir o vivir Moderado
Autolesiones en estudiantes
Por lo que respecta a las autolesiones (AL) (en que no se quiere morir cuando se
realiza el daño autoinfligido deliberado, éstas implican un riesgo de suicidio alerta);
en el cuadro 1-6 se presentan las prevalencias de AL para su comparación. Es impor-
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22 tante señalar que en todas las encuestas las prevalencias de AL fueron las menores
con respecto a las otras conductas suicidas (IS e IA) y de manera fundamental esto
se debe a que la pregunta: “¿Alguna vez te has herido, cortado, intoxicado o hecho
daño a propósito con el fin de quitarte la vida?” busca indagar sobre los intentos de
suicidio en primera instancia; de cualquier manera hubo respuestas positivas que al
cruzar con la letalidad “¿lo hiciste para…. Seguir con vida” (como respuesta) que
queda definida la categoría de autolesión (AL).
Como en las prevalencias de los intentos de suicidio y de los intentos ambiguos, las
prevalencias de autolesiones presentaron un perfil similar a las anteriores, aunque en
menor proporción, como ya se indicó. En la Ciudad de México 2000, 2003 y 2009, las
prevalencias de AL son de 1.6%, 2.2% y 2.3% respectivamente; mientras que en 2006
fueron mayores en forma considerable, con 4.7%. Como en los demás perfiles, en las
mujeres las prevalencias de AL también fueron más elevadas con 2.5%, 3.4% y 3.6%
para 2000, 2003, y 2009; cuyo máximo nivel fue en 2006 con 6.1%. En los hombres,
por tanto, el perfil fue de 0.7%, 1.1% y 0.9 respectivamente, y de 3.2% para 2006.
Como en las otras conductas suicidas, Guanajuato y Campeche mostraron las
prevalencias más bajas al considerar los años de las encuestas con referencia a las de
la Ciudad de México. Guanajuato se observa con las prevalencias más bajas de AL
global con 1.4% y Campeche con 2.2% que está al nivel de las identificadas en la
Ciudad de México, salvo la medición de 2006 que fue la mayor de todas.
Por nivel educativo, tanto en secundaria como en bachillerato las prevalencias de
Campeche 2005 y de la Ciudad de México en su medición 2009 fueron similares
entre sí; en nivel secundaria de dicho estado fue de 2.0% y en la capital del país fue
de 2.3%; en tanto que bachillerato fue de 2.4% y 1.9% respectivamente.
CUADRO 1-6. PREVALENCIAS DE AUTOLESIONES (AL) EN ESTUDIANTES
REFERENCIAPOBLACIÓN(MUESTRA
REPRESENTATIVA)LUGAR AÑO PREVALENCIA
González Forteza, Villatoro, Alcántar, Medina Mora, et al., 2002
Estudiantes de secundaria y bachillerato
Ciudad de México, DF
2000 Global Hombres MujeresAL 1.6% 0.7% 2.5%
Villatoro, Hernández, Hernández, Fleiz, Blanco, Medina Mora, 2004
Estudiantes de secundaria y bachillerato
Ciudad de México, DF
2003 AL 2.2% 1.1% 3.4%
González-Forteza, Chávez, Alvarez, Saldaña, Carreño, Pérez, 2005
Estudiantes de bachillerato
Estado de Guanajuato
2003 AL 1.4% 0.1% 2.2%
Villatoro, González, Gutiérrez, Fonseca, 2006
Estudiantes de secundaria y bachillerato
Estado Campeche
2005 AL 2.2% 1.6% 2.8%Secundaria BachilleratoAL 2.0% 2.4%
continúa...
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DEVELAR LA PROBLEMÁTICA SUICIDA: UN COMPROMISO PARA SU PREVENCIÓN
23(continuación) CUADRO 1-6. PREVALENCIAS DE AUTOLESIONES (AL) EN ESTUDIANTES
REFERENCIAPOBLACIÓN(MUESTRA
REPRESENTATIVA)LUGAR AÑO PREVALENCIA
Villatoro, Gutiérrez, Quiroz, Moreno, Gaytán, Gaytán, Amador, Medina-Mora, 2007
Estudiantes de secundaria y bachillerato
Ciudad de México, DF
2006 AL 4.7% 3.2% 6.1%Secundaria BachilleratoAL 5.2% 3.5%
Villatoro, García, Moreno, Gutiérrez, Oliva, Bretón, López, Bustos, Medina Mora, 2010
Estudiantes de secundaria y bachillerato
Ciudad de México, DF
2009 AL 2.3% 0.9% 3.6%Secundaria BachilleratoAL 2.5% 1.9%
CONDUCTA SUICIDA LETALIDAD NIVEL DE RIESGO SUICIDA
Autolesión No querer morir Alerta
A modo de reflexión
Los niños y adolescentes no suelen buscar ayuda por sí mismos y es requisito que estén
acompañados de al menos un padre/madre o tutor(a) adulto para recibir la atención en
problemas de salud mental. El reto es establecer sistemas de vigilancia epidemiológica
para monitorear sus necesidades de salud mental y establecer campañas de promoción
de la salud y prevención del malestar, a fin de que se identifiquen de manera oportuna
los problemas incipientes y sensibilizar a los adultos de su responsabilidad para la aten-
ción de la salud mental de los menores de 18 años de edad. A diferencia de los trastornos
de la conducta o el déficit de atención con hiperactividad, que suelen provocar molestias
a los padres de familia y, o a los maestros, en los salones de clase, los niños y adolescentes
con conductas suicidas, con ideación y, o depresión, muchas veces pasan desapercibidos,
pues se trata de emociones y conductas estigmatizadas, internalizadas y ocultadas.
Dado que el sistema escolar se configura como un recurso importante para la
promoción del bienestar, la detección de los problemas de salud mental y su referen-
cia oportuna a tratamiento en los servicios de salud, resulta entonces imprescindible
la conjunción de esfuerzos de los sistemas educativo y de salud para optimizar la
calidad de vida de los adolescentes, al menos mientras son estudiantes. Si se consi-
dera que una proporción importante de la población adolescente estudia en virtud de
la obligatoriedad hasta nivel de educación media o bachillerato, cabe entonces propi-
ciar el monitoreo de la problemática suicida y sus concomitantes para identificar
tendencias epidemiológicas, factores asociados e implementar estrategias de detec-
ción y prevención oportunas en los grupos vulnerables (González-Forteza, Arana &
Jiménez, 2008).
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24 Retos y perspectivas
Si bien el reto de develar la problemática suicida en la población escolar adolescente
es ya una realidad gracias a la Cédula de Indicadores de Riesgo Suicida -CIRIS- que es
un instrumento práctico y económico porque es de fácil aplicación grupal en formato
de autorreporte que ha demostrado ser útil para monitorear las tendencias epidemio-
lógicas, por supuesto aún resta mucho por hacer.
El registro de la categoría de intento de suicidio IS en términos generales se ha
mantenido en las prevalencias entre 1.4% y 4.6% con predominio en las mujeres
adolescentes.
El intento ambiguo IA presenta en todos los estudios prevalencias más altas fluc-
tuando entre 3.6% a 8.3%, con predominio de las mujeres en proporción de 2:1 en
todos los estudios.
La conducta suicida de autolesiones AL registrada con la CIP muestra prevalen-
cias bajas dado que este instrumento en primera instancia pretende detectar intento
de suicidio e intento ambiguo con la primera pregunta que es: “¿Alguna vez te has
cortado, intoxicado o hecho daño a propósito con el fin de quitarte la vida?, pero al
cruzar con el indicador de letalidad: “¿Qué querías….” y se responde la opción “Se-
guir viviendo, no quería morir” se registra la categoría de autolesión AL, que debe
ser considerada también importante por el riesgo autodestructivo que conlleva y
que ha mostrado prevalencias entre 1.4% y 4.7% en proporciones de 2 mujeres por
cada varón.
En términos operacionales, para las conductas suicidas la CIRIS resulta una he-
rramienta adecuada para la vigilancia epidemiológica de las conductas suicidas, y
puede ser una realidad su detección oportuna, lo que pone de manifiesto la necesi-
dad de implementar estrategias de prevención. Aquí es donde el reto está pendiente
y resulta apremiante la prevención en todos los niveles: primaria / universal (para
evitar que surja la problemática parasuicida y sus concomitantes emocionales y cog-
nitivos), y secundaria / selectiva (evitar que se agraven). Y esto no sólo es tarea del
sector salud sino de otros más como el de la educación, medios de comunicación
masiva, legal, laboral, social, entre otros, que tienen mucho qué contribuir si asumen
la responsabilidad compartida por la multifactorialidad involucrada.
Cabe resaltar que la CIRIS, como instrumento de detección, es muy conveniente
por su brevedad y porque no requiere de personal especializado para su aplicación y
calificación, lo que representa un bajo costo y un elevado beneficio, ya que puede
utilizarse en contextos ajenos a la práctica clínica, como lo son la población general,
grupos escolares, centros de reclusión, albergues temporales y en centros de salud
del primer nivel de atención.
Un pendiente más es el predominio de la población femenina en las conductas
parasuicidas como los intentos de suicidio, la ideación suicida y la depresión, que por
su magnitud no cabe duda de la prioridad que ameritan. Pero es en cuestión de in-
tensidad donde la población masculina cobra una relevancia sin igual, pues el suici-
dio consumado es predominante en los hombres; y este referente epidemiológico va
más allá de fronteras geográficas, políticas y económicas y religiosas.
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DEVELAR LA PROBLEMÁTICA SUICIDA: UN COMPROMISO PARA SU PREVENCIÓN
25Si bien condiciones emocionales de riesgo como la depresión y la ideación suicida
son más prevalentes en las mujeres, en los hombres el costo de estas condiciones
repercute no en cantidad, pero sí en intensidad, pues es en la gravedad de estas con-
diciones emocionales que los hombres que optan por el suicidio, lo consuman. En
esto, el reclamo social de género por cuanto a que la masculinidad obliga a ocultar y
enmascarar estas condiciones emocionales consideradas como ‘muestras de debili-
dad’ en los hombres, les cobra un costo muy alto: la vida.
Las perspectivas quedan entonces enmarcadas en el trabajo transdisciplinario, de
responsabilidad compartida hacia una problemática multifactorial que atañe a una
muerte prematura no natural, y por ello, meritoria de prevención y atención.
Hacia la prevención
La problemática suicida amerita atención urgente, pues la tendencia al riesgo suicida
es cada vez mayor. La prevención puede dirigirse a diferentes niveles. A un nivel
primario, cuando las problemáticas no han acontecido y para evitar que sucedan; y a
uno secundario, cuando existen factores de riesgo e indicios de las problemáticas y
antes de que las condiciones empeoren y las consecuencias sean fatales.
En prevención primaria, la educación es un componente clave, la cual se puede
establecer, además de en las escuelas, en los espacios públicos de socialización y
tránsito de la población.
La estrategia se complementaría con la instalación de equipos de salud mental en
espacios estratégicos de las instalaciones y que éstos funjan como agentes de preven-
ción al realizar una labor en educación para la salud mental, atención o canalización
y seguimiento de los casos que se detecten.
En cuanto a la prevención secundaria, con los indicadores protectores y de riesgo
que se han identificado en las investigaciones, se puede contribuir al diseño y cons-
trucción de instrumentos para la detección temprana y oportuna de población con
riesgo suicida, con el propósito de habilitar al personal de salud mental asignado con
herramientas eficaces y fáciles de aplicar.
Es importante también orientar esfuerzos para identificar factores protectores con
el fin de contribuir a la elaboración de programas de promoción para la educación
mental, ya que al hacerlo se potencia el esfuerzo preventivo, dado que éstos, al inte-
ractuar con los factores de riesgo, pueden minimizar el riesgo suicida o prevenir la
incidencia de otros factores de riesgo asociados con la conducta suicida.
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DEVELAR LA PROBLEMÁTICA SUICIDA: UN COMPROMISO PARA SU PREVENCIÓN
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CAPÍTULO 2
Prevención y atención a los comportamientos suicidas: programas y estrategias de prevención del suicidio y su evaluación
Armando Martín Ibarra LópezLuis Miguel Sánchez Loyo
Andrés Sainz MárquezBeatriz Guadalupe Echeveste García de Alba
Introducción
En los últimos decenios, el suicidio ha presentado una constante tendencia al incre-
mento. En México, durante 1990 a 2011, la tasa de suicidios aumentó para la pobla-
ción en general de 2.2 a 4.9 suicidios por cada 100 mil habitantes (INEGI, 2013; Ji-
ménez y Cardiel, 2013). En 2011 se registraron 5 mil 718 suicidios. 80.8% de los
decesos fueron en hombres y 19.2% en mujeres.
Este incremento ha modificado la percepción del suicidio, el cual se ha transfor-
mado en un problema social y de salud pública en este país que debe ser analizado
como un fenómeno multidimensional que requiere de estrategias que reviertan o
disminuyan su incidencia. Las cifras señalan la importancia de asumir medidas pre-
ventivas y evitar su aumento.
Este trabajo intenta poner a consideración un acercamiento a una de las variables
que inciden en la atención y en la prevención de los comportamientos suicidas; es
decir, a los programas y estrategias de prevención del suicidio.
Los planes, programas y estrategias1 de prevención del suicidio en el mundo, han
sido considerados como la forma en la que por lo general, desde una visión clínica,
se previene y atiende a las personas con comportamientos suicidas.
1 Plan: es el principal instrumento de planeación en la administración pública, define las prioridades me-diante objetivos, estrategias y acciones. Programa: define los objetivos, las estrategias y las líneas de acción en materia de salud (Programa sectorial de salud). Estrategias: son líneas de acción que se piensa tendrán una mayor probabilidad de éxito, debe tener objetivos (targets) claros (WHO 2004).
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30 Entre estos programas y estrategias se encuentran los que se crearon a partir de
iniciativas oficiales internacionales, estatales o a otros niveles, como los regionales o
más pequeños como los municipales; también los hay, aunque pocos, emanados de
acciones de grupos privados, grupos de la sociedad civil y de organizaciones religio-
sas. Todos estos grupos se han hecho presentes en la sociedad al proponer soluciones
y diversas estrategias para atacar el problema del suicidio2.
En este capítulo se abordan los principales hallazgos emanados de las evaluaciones
realizadas a los programas y estrategias de prevención del suicidio a nivel internacio-
nal, así como las recomendaciones emitidas por la Organización Mundial de la Salud
para la prevención del suicidio.
También se considera la importancia de la investigación evaluativa para la identi-
ficación de elementos para la prevención del suicidio, así como la fundamentación y
enfoque metodológico para abordar el proceso de investigación-evaluativa utilizados
aquí para conocer el trabajo que se realiza en las instituciones que brindan servicios de
prevención y atención a los comportamientos suicidas en el estado de Jalisco3.
Programas de prevención del suicidio, una definición operativa
Programas de prevención es un concepto utilizado para denominar aquellas accio-
nes dedicadas a atender o desarrollar algún proceso de intervención en el riesgo o en
el comportamiento suicida, en sus formas individualizada o social, desde su etapa
preventiva, de detección, intervención, hasta la fase final o de evaluación del impacto.
Éstos pueden especializarse o dedicarse a alguna de las fases mencionadas o de
manera integral y, en su mayoría, se llevan a cabo desde una visión médico-asisten-
cial. Las instituciones encargadas de llevarlos a cabo son de distinta índole: guberna-
mentales, tanto internacionales como nacionales –en México en los tres niveles de
gobierno-, particulares, de la sociedad civil y, las de las iglesias.
Los programas de prevención pueden estar incluidos en las acciones que desarro-
llan los hospitales o clínicas; los que, además, ofrecen otros servicios y entre los que
se encuentran departamentos especializados o entes encargados de atender solicitu-
des específicas o, dar seguimiento a individuos o familias en situación de suicidio.
Asimismo, pueden ser llevados a cabo en organizaciones que atienden sólo algunas
partes del proceso de atención, tales como la intervención en crisis o, proyectos o
acciones particulares de prevención o de promoción de la salud mental.
Los programas de prevención del suicidio tienen objetivos, propósitos y misión de
acuerdo a su fuente inspiradora, ya sea ésta normativa, ideológica o política. Sus
procesos siguen procedimientos establecidos desde esa perspectiva, y muestran tam-
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PREVENCIÓN Y ATENCIÓN A LOS COMPORTAMIENTOS SUICIDAS
31 bién características particulares de infraestructura y capacidad profesional de los en-
cargados o de quienes ofrecen el apoyo en estos organismos entre los que destacan:
médicos, psicólogos, psiquiatras, voluntarios o donantes de servicios de otras profe-
siones.
Este trabajo también pretende resaltar la importancia que tiene para los progra-
mas de prevención del suicidio comprender los comportamientos suicidas desde la
perspectiva social para enriquecer los enfoques de prevención y atención de las per-
sonas en situación de suicidio, que de manera predominante emplean un paradigma
médico-asistencial, con la intención de proporcionar elementos que favorezcan estos
programas.
Estrategias recomendadas para la prevención del suicidio a nivel nacional
Ante la evidencia científica recabada por la Organización Mundial de la Salud y otros
investigadores en el tema de las conductas suicidas, se ha propuesto una serie de linea-
mientos para la implementación de programas nacionales en múltiples niveles para la
prevención y la atención de las personas con comportamiento suicida. Para la pre-
vención del suicidio, a la población en general se recomienda estrategias como la
restricción de acceso a medios para el suicidio, implementar políticas para reducir el
abuso de alcohol, apoyar y fomentar los reportes responsables de los casos de suici-
dio en los medios de comunicación (WHO, 2008; WHO, 2010; WHO, 2012).
Entre las estrategias de prevención a población en riesgo se recomiendan: entrena-
miento, supervisión y evaluación a vigilantes en entornos no médicos; los centros de
intervención en crisis deben colaborar con los servicios de salud como un punto de en-
trada para aquellos que necesitan apoyo médico; fomentar la creación de redes de pro-
fesionales para compartir aprendizajes en el tema; promover la búsqueda de apoyo y
proveer asistencia adecuada en tiempo y forma a las personas necesitadas; asimismo, es
conveniente la vinculación con redes de apoyo social ya existentes para poder llegar a
personas en condición de vulnerabilidad; ofrecer servicios de posvención a los dolientes
por suicidio (WHO, 2012). Además de éstos, otros grupos vulnerables reconocidos son
la comunidad lésbico-gay-bisexual-transexual y transgénero, jóvenes, indígenas y pobla-
ción carcelaria (WHO, 2013).
En cuanto a las estrategias de prevención a nivel individual se recomiendan: iden-
tificación y tratamiento de trastornos mentales; enfatizar la necesidad de proveer un
servicio de salud mental integral desde el primer nivel de atención en salud; poner
atención a la falta de servicios de salud mental; señalar la necesidad de educar con
regularidad a los profesionales de la salud en la prevención del suicidio en la identi-
ficación, manejo, apoyo y referencia de las personas en riesgo (WHO, 2012).
En este sentido, es recomendable que cualquier persona mayor de 10 años que
experimente: conductas autolesivas, depresión, abuso de alcohol o drogas, trastorno
bipolar, psicosis, epilepsia, trastornos del desarrollo y del comportamiento en niños
y adolescencia, demencia moderada o quejas emocionales o médicas inexplicables,
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32 dolor crónico o estrés emocional agudo, sea evaluada sobre la presencia de pensa-
mientos o planes suicidas en el último mes y acerca de actos autolesivos en el último
año (WHO, 2012).
Estrategias recomendadas internacionalmente para la atención del suicidio
Para la atención a las personas en riesgo inminente o que han intentado suicidarse
se ha recomendado iniciar con una evaluación de: antecedentes de conductas para-
suicidas o de riesgo a su salud; riesgo inminente de actos suicidas; antecedentes de
pensamientos, planes o actos suicidas o autolesivos; desesperanza, agitación, con-
ducta violenta, falta de comunicación con el entorno y aislamiento; la prioridad en
atención en salud mental, neurológica, toxicológica, dolor crónico o estrés emocional
grave (WHO, 2010; WHO, 2012); preguntar de manera abierta las razones para in-
tentar el suicidio (WHO, 2010). Previo a la evaluación se recomienda tratar de esta-
blecer una relación empática con la persona (WHO 2010). Además, de observar po-
sibles signos de intoxicación, sangrado, pérdida de conciencia, somnolencia o sopor
anormal. Ante cualquiera de estos signos se debe preguntar de manera directa si la
persona ha hecho algo para terminar con su vida (WHO, 2010).
Se considera que el riesgo es inminente cuando: hay planes para cometer el suici-
dio, actos suicidas en los últimos treinta días, agitación, violencia o falta de comuni-
cación. Ante ello se deben quitar de su alcance medios para lesionarse, crear un en-
torno de apoyo, separarlo del resto de personas y alojarlo en un espacio silencioso; no
dejar a la persona sola, supervisar y asignar a un familiar o profesional de salud para
cuidarle; atender los síntomas psiquiátricos y de estrés emocional; ofrecerle apoyo
psicosocial mediante primeros auxilios psicológicos o intervención en crisis y con-
sulta con un especialista en salud mental (WHO, 2010). La hospitalización en entor-
nos no adecuados para la atención a la salud mental no es recomendable (WHO,
2010). Si requiere la prescripción de fármacos se recomienda usar aquellos menos
dañinas en caso de sobredosis y sólo dar prescripciones por corto tiempo, como una
semana (WHO, 2010).
Cuando la persona reconoce que ha intentado suicidarse y requiere hospitaliza-
ción para atender sus lesiones se recomienda: colocarla en un lugar seguro; no dejar-
la sola; remover los medios para el suicidio del entorno inmediato y mediato; elimi-
nar del entorno posibles estresores; orientar y asignar a un cuidador especial; ofrecer
apoyo psicosocial mediante primeros auxilios psicológicos o intervención en crisis;
mantener contacto regular y seguimiento; realizar una evaluación por un especialis-
ta en salud mental (WHO 2010; WHO, 2012). La intervención breve ha mostrado su
efectividad en reducir la mortalidad suicida entre individuos con intento suicida y es
adecuado para instancias con poca capacidad humana y económica (WHO, 2012;
Fleischmann et al., 2008). Se recomienda orientar a los familiares en la restricción
de acceso a medios para el suicidio en el hogar o el trabajo, la reducción de estresores
y elementos ansiógenos en el entorno inmediato, evitar la crítica y la hostilidad hacia
la persona (WHO, 2010).
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33 El seguimiento de la persona con riesgo suicida es recomendado. Se sugiere: man-
tener contacto regular de manera personal, por teléfono o por correo electrónico; este
contacto debe ser frecuente al principio y disminuir con base en la mejoría de los
síntomas. De manera eventual es necesario mantener un contacto intenso y duradero
en razón de que persista la conducta suicida; en cada contacto se debe preguntar so-
bre pensamientos e ideas suicidas, alteraciones emocionales o conductuales impor-
tantes y en general, acerca de la sensación de bienestar emocional del individuo
(WHO, 2010).
La atención psicológica o los tratamientos recomendados para las personas con
conductas suicidas son diversos y debe tenerse especial énfasis en el posible trastorno
mental de fondo (WHO, 2010; Mann et al., 2005). En particular se recomienda la te-
rapia cognitivo-conductual (TCC) (WHO, 2010; Mann et al., 2005; Beautrais et al., 2007) y la psicoterapia interpersonal (WHO, 2010).
La atención psicológica se recomienda según el trastorno mental. Para personas
con trastornos afectivos se sugiere: activación comportamental, TCC, psicoterapia in-
terpersonal, terapia basada en la solución de problemas y entrenamiento en técnicas
de relajación. Para personas con trastorno psicótico se sugiere la TCC, terapia familiar
o enfocada a las habilidades sociales. Con personas con quejas emocionales o médicas
no específicas se recomienda la activación comportamental, terapia basada en la solu-
ción de problemas, entrenamiento en técnicas de relajación. Con personas con tras-
torno adictivo se sugiere TCC, terapia basada en el manejo de contingencias, terapia
familiar, de facilitación emocional (Motivational Enhancement Therapy) o terapéutica
basada en la solución de problemas (WHO, 2010). Para personas con trastorno límite
de la personalidad y trastornos de la conducta alimentaria es útil la terapia dialéctica
comportamental y la que se basa en la solución de problemas (Mann et al., 2005).
Para fortalecer un programa de prevención del suicidio resulta conveniente elabo-
rar un registro y un procedimiento claros para reportar suicidios e intentos de suicidio
con información sobre los medios usados, las características sociodemográficas y clí-
nicas de las personas (WHO, 2012; WHO, 2013). La inclusión de preguntas sobre
comportamiento suicida en encuestas nacionales de salud y salud mental es una opción
para conocer la magnitud del problema (WHO, 2012).
También se recomienda un proceso de evaluación de los programas, para conocer
su efectividad y costo-beneficio; para ello es necesario contar con indicadores medi-
bles de cualquier fase de realización del programa y del resultado final.
Algunos indicadores son: localización y facilidad de acceso a los servicios de pre-
vención y atención del suicidio, evaluación de la aceptabilidad de la estrategia, partici-
pación de la comunidad en las actividades de prevención, cambios en las actitudes y
el estigma social al suicidio, evaluación de las tasas de intentos de suicidio, de realiza-
ción de éste y de muerte violenta (Arensman et al., 2010; WHO, 2012).
Otra estrategia para fortalecer la realización de un programa de prevención del
suicidio en múltiples niveles es contar con la supervisión de un grupo de expertos
durante todo el proceso. También, las personas participantes en el programa deben
interesarse por objetivos o en grupos sociales específicos para que el programa fun-
cione mejor (Harris et al., 2013).
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34 Políticas y estrategias de prevención y atención del suicidio a nivel nacional
El incremento en las tasas de suicidio en los últimos 25 años, como se señaló al inicio
de este trabajo, indica la importancia de establecer acciones para prevenir el suicidio en
México.
A nivel nacional, los principales esfuerzos encaminados a resolver el problema
del suicidio se han realizado a través de instancias gubernamentales del sector salud,
las universidades y las instituciones asistenciales. Además, de la intervención por
parte de la iglesia católica, con sus programas de pastoral de la salud. Cada una de
estas instancias, intentan entender el fenómeno del suicidio desde su propio mode-
lo, por lo que se han generado estrategias distintas.
Para iniciar, se tiene el Plan Nacional de Desarrollo 2013-2018 que en su apartado
de Salud, menciona que “Una de las principales causas de defunción por grupo de
edad en México en el 2011 entre los 12 y 19 años fue por lesiones autoinfligidas de ma-
nera intencional (suicidio) 8.6%” (PND, 2013-2018).
Este mismo Plan, en las estrategias para disminuir las muertes por lesiones, en
su número 3.5.3 sólo refiere una estrategia, la cual se describe de la siguiente mane-
ra: “mejorando el marco jurídico para la prevención de suicidios y homicidios con
base en evidencia científica” (PND, 2013-2018).
En los foros de consulta celebrados el 4 de abril del 2013, una de las principales
propuestas de los presidentes municipales fue…“implementar programas de preven-
ción de suicidios, autolesiones y depresión infantil” (PND, 2013-2018).
El Programa Sectorial de Salud 2013-2018 señala dos estrategias relacionadas con
la prevención y atención a las conductas suicidas. La primera consiste en fortalecer
acciones de prevención y control para adoptar conductas saludables en la población
adolescente. En ella, se propone una línea acción: “Promover la detección y atención
oportuna de trastornos mentales y el riesgo suicida en adolescentes” (Programa Sec-
torial de Salud, 2014). Sin embargo, en sus indicadores para evaluar sus resultados
no se incluye la tasa de suicidios o intentos de éstos en esta población.
La segunda estrategia es contribuir a disminuir las muertes por lesiones de causa
externa. En ella se proponen dos líneas de acción relacionadas con las conductas
suicidas: a) “Contribuir a mejorar el marco jurídico para la prevención de suicidios y
homicidios con base en evidencia científica” en concordancia con el Plan Nacional de
Desarrollo; y b) “Fortalecer los mecanismos de colaboración multisectorial para la
prevención de lesiones de causa externa intencionales y no intencionales” (Programa
Sectorial de Salud, 2014). Tampoco se incluyó la tasa de suicidios como indicador de
eficacia y eficiencia para la estrategia. Checar si se deja este año o 2013-2018.
El Programa Sectorial de Educación 2013-2018 no menciona en sus objetivos o en
sus acciones la prevención del suicidio .A nivel nacional, a partir de 2004, la Secre-
taría de Salud creó el Consejo Nacional de Salud Mental (CONSAME) para impulsar
la atención en salud mental y favorecerla a lo largo de la vida de los individuos, así
como para coordinar los servicios de salud mental en todo el país. Se ha desarrollado
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35 un modelo comunitario de atención a la salud mental. Sin embargo, sobre la preven-
ción del suicidio no se ha generado algún programa específico.
Las principales instituciones a nivel nacional que atienden este fenómeno son: el
Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS), la Secretaría de Salud, el Instituto de
Seguridad y Servicios Sociales para los Trabajadores del Estado (ISSSTE) y la Comi-
sión Nacional de los Derechos Humanos.
El IMSS le ha otorgado importancia al suicidio en el diagnóstico y tratamiento de
la depresión
En todo paciente deprimido se deberá investigar riesgo suicida haciendo énfasis
en aquellos que manifiestan los siguientes síntomas y factores de riesgo: ideas de
muerte, pérdida del sentido de la vida, desesperanza, intentos previos, vivir solo,
historia familiar de suicidio, historia familiar y personal de abuso de sustancias entre
otras. Se considera como urgencia psiquiátrica: ideación suicida persistente. Inten-
tos de suicidio previos y con ideas de muerte o suicidas actuales. (Castellanos, 2014).
En el IMSS y el ISSSTE se atiende a las personas con ideación suicida después de
una detección de riesgo en las clínicas familiares, las cuales son derivadas a una clí-
nica de segundo nivel. Después de una valoración, éstas pueden ser enviadas a un
hospital de tercer nivel para atención psiquiátrica o ser atendidas en el segundo nivel
de atención por un médico psiquiatra.
La atención en el segundo nivel consiste en tratamiento psiquiátrico con fármacos
junto con manejo psicológico: manejo en crisis y psicoeducación (consciencia de la
enfermedad, tratamiento y el seguimiento que debe tener). Una vez que el riesgo ha
disminuido, se da el seguimiento por consulta, sea psiquiátrica o a través de fárma-
cos o en terapia cognitivo-conductual, de manera reciente se ha puesto en práctica el
modelo sistémico. Se invita a la familia a participar en grupos psicoeducativos sobre
el padecimiento de su paciente.
Existen organismos de la sociedad civil que atienden el problema del suicidio, tal
es el caso de Salvemos una vida A.C.. en Mérida Yucatán, donde se realizan acciones
de prevención mediante cursos, pláticas, programas de radio y artículos en la prensa,
así como el Centro de Salud Integral de los Altos A.C. ubicado en Tepatitlán, Jalisco
que brinda atención integral a la familia y al individuo con riesgo o intento suicida.
Otras organizaciones no gubernamentales con influencia y reconocimiento por
su aportación y profesionalismo de atención al suicidio con los lineamientos de
OMS/PNUD, son: CODEPSIQUE-CICE, Sociedad PSIQUE, Federación Nacional de
Colegios, Sociedades y Asociaciones de Psicólogos de México, A. C. y la Unión Lati-
noamericana de Entidades de Psicología.
En el estado de Jalisco en particular, el fenómeno suicida presenta dimensiones
propias que le confieren características como un fenómeno complejo diferenciado
por género, grupo etario y clase social, cuya magnitud, trascendencia y vulnerabili-
dad es difícil de cuantificar dadas las implicaciones jurídicas, éticas, técnicas y socia-
les de su diagnóstico.
Desde el punto de vista de la mortalidad, Jalisco se ubica en el segundo lugar na-
cional por número de muertes, precedido sólo por el Estado de México. Al considerar
estas tasas, dicho estado se encuentra por encima de la media nacional y en específi-
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36 co el suicidio representa la tercera causa de muerte entre la población adolescente de
la entidad.
El Instituto Jalisciense de Salud Mental cuenta con una red estatal para la preven-
ción del suicidio, la cual tiene presencia en las trece regiones sanitarias de la entidad,
a través de los módulos de salud mental que operan en estas regiones sanitarias. De
igual manera, se encuentra en algunas regiones sanitarias como los Centros Integra-
les de Salud Mental (CISAME), operados por los municipios.
Además, el Instituto Jalisciense de Salud Mental ofrece servicio de intervención
en crisis vía telefónica las 24 horas, los 365 días del año, con especialistas capacitados
que escuchan y orientan, y sobre todo, informan dónde pueden ser atendidas las
personas con riesgo suicida.
De manera particular, en la ciudad de Tepatitlán opera una clínica de salud mental
(Salud Integral de los Altos A.C.) en la que se ha dado un espacio privilegiado a la
atención interdisciplinar a las personas con ideación o intento suicida, también se ha
atendido a más de sesenta familias que han perdido a un ser querido por suicidio,
mediante terapia familiar, talleres de tanatología. Aunado a esto ha organizado foros
y mesas de trabajo.
El 22 de agosto de 2013, el diputado Elías Octavio Iñiguez Mejía, presentó una
iniciativa de ley mediante la cual propone la creación de la Ley de Salud Mental para
el Estado de Jalisco; en uno de sus incisos señala que el suicidio es un problema
creciente en Jalisco (Dictamen de Decreto Ley de Salud Mental para el Estado de Ja-
lisco, 2013).
Sobre el suicidio considera en su artículo 15 fracción XIII que el instituto de salud
mental debe instrumentar acciones de comunicación social para proporcionar infor-
mación enfocada a la detección, atención y prevención de algún tipo de trastorno
mental que induzca al suicidio.
Los datos previos permiten señalar que en Jalisco existen instituciones públicas y
privadas que implementan estrategias para la prevención y la atención de las conduc-
tas suicidas. Sin embargo, no se dispone de información sobre su efectividad en la
reducción de éstas entre los usuarios que atienden. Así, surge la pregunta, ¿cómo
sería posible evaluar los programas y las estrategias de prevención del suicidio?
Investigación evaluativa de los programas y las estrategias de prevención y atención del suicidio
Para entender y solucionar un problema es necesario contar con información objeti-
va y confiable, así como con procesos de investigación o de evaluación que den cuen-
ta de las múltiples interpretaciones que desde el análisis de la realidad se pueden
hacer del problema. Así, el uso y la aplicación de instrumentos, herramientas y téc-
nicas de evaluación han ayudado a conocer y entender el fenómeno del suicidio de
una manera más especializada y objetiva desde los paradigmas cuantitativos y posi-
tivistas.
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37 En otras naciones donde el problema del suicidio alcanza las estadísticas más altas
del mundo, -tales como algunos países europeos, sobre todo del Este, y algunos países
asiáticos localizados más al oriente-, la investigación y la evaluación se han perfeccio-
nado como instrumentos de valoración, comparación y explicación de esta problemá-
tica, lo cual provoca que mejoren sus propios procesos de acercamiento a la realidad
y los procedimientos de atención, pero sobre todo de prevención; además, se ha pro-
fesionalizado su estudio y el análisis de las causas e impacto de este fenómeno, pero
de manera especial las formas de abordar el complicado objeto de análisis.
De esta manera, los programas de prevención del suicidio en otras latitudes por lo
regular son sometidos a escrutinio de acuerdo a recomendaciones emanadas por
organismos mundiales de la salud (OMS, 2000, 2003, 2009; Beautrais et al., 2005)
y con base en sus propios resultados como ya se mencionó. Sin duda, tener protoco-
lizados o reglamentados los procesos para la prevención del suicidio a personas, fa-
milias, empresas y escuelas ha generado nuevas formas de relación y seguimiento de
las situaciones de suicidio.
La evaluación ayuda a comparar el ideal con el funcionamiento real. Ésta opera con
criterios cuantitativos y cualitativos que generan información para la definición de es-
tándares de calidad de las acciones realizadas para la prevención y la atención del sui-
cidio, los cuales se construyen por la experiencia en la operación y su comparación con
las de otros países, de tal manera que la evolución histórica de los programas y las es-
trategias para la prevención y la atención a este tipo de problemática, desde diferentes
enfoques teórico-metodológicos, permite mejorar de manera integral todos los proce-
sos implicados en la prevención del suicidio.
En cambioLas fuentes de información con que se cuenta para estudiar el fenóme-
no del suicidio en México son, básicamente, los registros de estadísticas vitales en los
que se recogen las defunciones que ocurren en las entidades federativas que confor-
man el país y que son recopiladas por (las oficinas) del registro civil. Aunque en el
pasado los datos que recopilaban no eran del todo confiables, con el tiempo indiscu-
tiblemente su calidad se ha elevado y cada vez captan mejor las diferentes causas de
muerte, incluyendo dentro de éstas el suicidio (Hernández & Flores, 2011, p. 72).
Sin embargo, en el país no existe un organismo evaluador o investigador, que dé
seguimiento de manera sistemática a los planes, los programas, las estrategias o las
acciones para la prevención y la atención al suicidio.
Por ello, es importante generar una propuesta de acercamiento a este fenómeno
desde la perspectiva social de atención, en la cual la investigación se oriente al diag-
nóstico evaluativo, mediante técnicas y herramientas de valoración y explicación de
lo que sucede en los diferentes procesos de la prevención y de la atención de esta
problemática.
Evaluar, en un sentido estricto, significa comparar una situación actual con un
modelo ideal; sin embargo a la luz del enfoque de la investigación evaluativa el pro-
pósito se amplía y enfoca su atención en la obtención de elementos que permitan
describir, explicar y proponer alternativas.
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38 La descripción de una situación, hace posible explicar su origen, causas, relacio-
nes y contexto. La información que resulte proporcionará información que justifique
la toma de decisiones. (Escudero, 2003).
Hurtado (2000) menciona que la investigación evaluativa requiere de la existen-
cia de un programa en operación y la valoración de la efectividad de sus resultados;
la investigación evaluativa trabaja con relaciones explicativas y causales, parte de un
diagnóstico y después se valora.
De manera general se puede señalar que la evaluación es una herramienta que, a
través de la definición de criterios y la aplicación de diversas técnicas, mide, analiza
y valora proyectos, procesos y sus resultados; de igual manera, permite generar cono-
cimiento e información para la toma de decisiones, la mejora y el cumplimiento de
los objetivos propuestos. (Perea, s/f)
La investigación evaluativa se sustenta y gesta su objeto de estudio, desde la nece-
sidad misma de su aplicabilidad en la resolución del problema a atender, para este
caso en la prevención y la atención a los comportamientos suicidas. La investigación
es investigación-evaluación-intervención y tiene sus raíces en las concepciones de los
campos de la educación, psicología social, medicina social y estudio de las organiza-
ciones (Savall & Zardet, 1996), así como de la investigación-acción de la sociología de
la comunidad.
La investigación así entendida, se ubica en la perspectiva de transformación del
objeto de estudio. Uno de sus principios fundamentales es la interacción entre inves-
tigadores y profesionales de la salud, o entre lo investigado y la resolución o el acer-
camiento a la solución del problema.
En esta forma de hacer investigación evaluativa se considera la necesidad de dia-
logar con el paradigma médico-asistencial prevaleciente, los organismos guberna-
mentales ejecutores de los programas, las estrategias y las acciones que se aplican
para la prevención del suicidio desde diferentes disciplinas, pero que se resume so-
bre todo en las ciencias de la salud. Este paradigma tiene como finalidad preservar la
vida, al evitar o disminuir el potencial daño físico a sí mismo o a otras personas, para
ello se ayuda al paciente a desarrollar una respuesta constructiva ante la crisis.
El objeto de estudio de la investigación evaluativa que aquí interesa señalar se
encuentra en aquellas acciones o estrategias que reducen o previenen situaciones de
riesgo del suicidio ya sea a nivel social o personal, mediante la intervención en pro-
blemas concretos, o mediante la promoción de una mayor calidad de vida.
La atención o la intervención a la situación del suicidio se han clasificado desde
diferentes puntos de vista; en este trabajo se busca resaltar la perspectiva de atención
colectiva e individual.
La intervención colectiva se basa en la atención a distintos grupos de la población
mediante diferentes estrategias. Las que van encaminadas a adolescentes se realizan
de manera primoridal a través del sistema educativo. Otras que se relacionan con el
comportamiento autolesivo tienen como objeto el control del acceso a las armas de
fuego, a sustancias venenosas y a medicamentos. También se recomienda la limita-
ción y responsabilidad de la información que al respecto se difunde en los medios de
comunicación. La intervención en el ámbito individual intenta detectar los factores
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39 de riesgo que están asociados a conductas suicidas. En esta labor están implicados
los psicólogos, los maestros, los trabajadores sociales, etc. (Prevención del suicidio. Un tema para discutir, 2009).
En el proceso de atención no se puede dejar de mencionar la relación estrecha con
el proceso de promoción de la salud y la prevención de riesgos a la conducta suicida,
ya que éste se encuentra en la búsqueda de sensibilización en la población en general
sobre el problema de suicidio; y de concientización y educación para la vida en los
posibles suicidas .
Por su parte, la prevención se entiende en este trabajo como un proceso donde la
atención o intervención se retroalimentan. Por otro lado, la prevención permite co-
municar los resultados de la investigación en formas más divulgativas y digeribles,
mediante mensajes, información y conocimientos procesados y operacionalizados
en técnicas y métodos de concientización social.
Los resultados que generará la investigación evaluativa, permitirán obtener infor-
mación necesaria para enfocar campañas, datos, mensajes, tipos de públicos y mejo-
rar la prevención; al igual que detectar modelos de atención, servicios y característi-
cas de los profesionales de la salud que intervienen en el proceso de detección y
atención de la ideación y riesgo suicida.
Así, el tema de la prevención del suicidio forma parte de la atención por lo que se
debe tener en cuenta que al prevenir se aminoran los costos que producen las inter-
venciones y la atención en todos los sentidos.
Debido a que la prevención va más allá del acto suicida, de manera primordial su
objetivo debe fijarse en la atención de las diversas manifestaciones del comporta-
miento suicida. Los tipos de intervención deben ser planificados según las necesida-
des locales detectadas, mediante una valoración específica. La interinstitucionalidad
facilita la ejecución de las actividades preventivas y la evaluación continua de su im-
pacto (Chávez, Medina & Macías, 2008).
Modelo de investigación evaluativa para los programas de prevención y atención del suicidio
Se busca desarrollar una investigación evaluativa que permitirá identificar y descri-
bir una problemática social existente alrededor de los programas con los que se
afronta las conductas suicidas, con la intención de generar conocimiento sobre el
particular y proponer alternativas y mejoras a los programas de prevención y aten-
ción al suicidio en el estado de Jalisco.
Por un lado, hacer investigación evaluativa de los programas de prevención del
suicidio implica reconocer al suicidio como un problema social. Durkheim le otorgó
a la problemática del suicidio explicaciones e interpretaciones con base en los ele-
mentos contextuales y sociales que lo enmarcan. Esto implica que el suicidio rebasa
los significados individuales hacia los de interacción y carácter social.
Los estudios desde la perspectiva de las ciencias sociales han incorporado varia-
bles de análisis donde los marcos valorales y los modelos de vida que tienen las per-
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40 sonas suicidas entran en contradicción con la realidad (Jiménez & González, 2003).
Sus premisas de vida se ven rebasadas por las propuestas que propone el proyecto
neoliberal, capitalista y globalizador que ha sido precursor de la lucha individualiza-
da del hombre por la supremacía económica. En la doctrina neoliberal se le concede
un valor económico a los sujetos, su esencia carece de identidad y tiene como fin
último la competitividad. De forma que los comportamientos suicidas están signa-
dos por la globalización y pueden ser el resultado de la desesperanza y angustia que
siente el individuo ante su contexto.
El suicidio es un asunto del Estado, de los programas de prevención pero también
de las familias, grupos sociales, instituciones, iglesias, y de la sociedad en general; ya
que, entre otros factores de su explicación, se encuentra una forma de valorar la cali-
dad de vida, la felicidad y el crecimiento de las personas.
Las formas de prevenir y atender a quienes presentan comportamientos suicidas
deberán ser vistas desde una perspectiva más integral, aun cuando la psicología y la
psiquiatría han monopolizado las formas de responder, con un dejo patrimonialista
(Espinoza, 2007). Se deberán abrir las puertas a discusiones interdisciplinares y
puestas en común más estrechas para abordar este problema social actual.
Para su prevención es central entender cuáles son las causas sociales, los significa-
dos de vida y muerte, las emociones envueltas en la decisión de acabar con la propia
vida, entender las situaciones socioeconómicas y cómo éstas impactan; por qué el sui-
cidio se presenta de manera diferente por género, grupo etario y estrato social e identi-
ficar las situaciones de crisis económica como un factor detonante; en fin, identificar
cuáles son los significados y valores construidos por la sociedad que responden ante
una situación de suicidio. Es momento de incorporar visiones encontradas y conflic-
tuadas para llegar al fondo de lo que ocurre entre la concepción de vida y muerte que
puedan tener estos seres humanos, que deciden por su propia mano dejar de convi-
vir con sus semejantes.
Por otro lado, en la investigación evaluativa de los programas de prevención del
suicidio se parte del hecho que la prevención y la atención del suicidio se otorga des-
de una entidad denominada Programas de prevención, los cuales conjuntan diversos
elementos: personal, infraestructura, normatividad, programas y protocolos de aten-
ción; la identificación de sus finalidades y su operación permitirán conocer sus sin-
gularidades, pero también permitirán establecer las generalidades sobre las formas
en que se desarrolla en la prevención y atención al suicidio.
El proceso de evaluación investigativa se aplicará, entonces, en los programas, estra-
tegias o acciones de prevención y de atención existentes en el estado de Jalisco, donde
se consideren aquellos en los que se detecta una operación regular y permanente.
Por lo anterior, la investigación evaluativa que se pretende realizar tendrá por ob-
jetivo identificar y describir los elementos que intervienen alrededor del proceso de
atención a la persona suicida, los resultados obtenidos, los programas de prevención
del suicidio establecidos para conocer los programas de prevención del suicidio exis-
tentes en el estado de Jalisco, valorar sus resultados y proporcionar información para
la mejora de los programas de prevención y atención, así como la definición de polí-
ticas públicas (figura 2-1).
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41
A partir de la premisa de un proceso ideal, se consideran tres elementos que sur-
gen de la detección de una situación de suicidio en una persona: a) la promoción y la
prevención del suicidio, b) la detección y la atención de la persona con riesgo suicida
y, c) los resultados de la implementación del programa.
Se considera también como un elemento transversal que permite identificar el
enfoque del problema, a la concepción antropológica (concepción del ser humano,
de la vida y de la muerte), como el sustento filosófico que, en ocasiones no de mane-
ra explícita, orienta el trabajo operativo de prevención y atención al suicidio, y cuya
influencia llega hasta las políticas públicas e influye en los programas internaciona-
les y nacionales de atención al suicidio.
En este modelo destacan los tres agentes sobre los que se considera impactan, de
manera particular y definitiva, las situaciones de suicidio: el individuo suicida o con
deseos suicidas, su familia (entre la que se incluye a los más allegados como parejas
sentimentales y amigos) y la comunidad en general.
Cada uno de los elementos del programa será estudiado a partir de la definición
de variables e indicadores específicos que permitan observar, comprobar y obtener
evidencias de su existencia o su manifestación.
FIGURA 2-1. MODELO DE ATENCIÓN.
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42 En el caso de la promoción de la salud mental, se verificará si el programa estudia-
do establece acciones de comunicación hacia el exterior e identifica el tipo de mensa-
je, los medios de comunicación utilizados y a qué público se dirige.
Para obtener información sobre el elemento denominado detección y atención, el
cual es la parte medular, se establecieron un mayor número de variables e indicado-
res, entre ellos se considerará: la solicitud de ayuda, de quién proviene, cómo se
realiza y quién la proporciona, identifica aquí el personal con el qué cuenta el centro
para responder ante una situación de intento de suicidio.
Otra variable medular es la que se refiere a la atención de manera particular, es
decir a la intervención o estrategias utilizadas para prestar el apoyo ante una situa-
ción de riesgo o de intento suicida. De igual manera se determinará el tipo o nivel de
atención prestado mediante el programa.
En cada uno se señalará el tipo de financiamiento, su infraestructura, la regla-
mentación que se observa y la existencia de protocolos para su funcionamiento.
Para el elemento Resultados, se buscará identificar la existencia de registros, se-
guimientos y resultado final de la intervención, así como de estudios publicados o
reportes internos que den cuenta de la labor del programa y su impacto en la comu-
nidad.
Es necesario también señalar la importancia de reconocer la concepción antropo-
lógica del suicidio en los programas, por eso, será necesario solicitar a los entrevista-
dos que describan el problema, su origen y su posible solución.
Dadas las características de la investigación evaluativa se requiere escuchar a los
principales actores de este proceso, entre los que se consideran: los administradores
de los programas y profesionales de la salud que atienden o detectan los riesgos e
intentos suicidas; este grupo manifestará lo relativo a la operación del programa y las
estrategias que se aplican. El otro grupo importante está conformado por las perso-
nas con conductas suicidas usuarias de los programas.
Se utilizarán diversas técnicas de recopilación de información, entre las que resal-
tan la entrevista y el acopio documental.
Reflexiones finales
El suicidio es un problema cuya magnitud aún se ignora y un fenómeno que requie-
re de un gran esfuerzo para ser explicado. Las cifras, estimadas en años de vida
perdidos por los suicidios consumados, si bien son bastante bajas en relación a
otros problemas de salud, como los accidentes y los actos violentos, sus costos indi-
rectos por intentos fallidos, alteración de la funcionalidad familiar y productiva, no
se han estimado de manera cabal, pero se considera que son altos ya que la mayoría
de los implicados han considerado la posibilidad del suicidio como una salida a su
problemática.
Es necesario generar explicaciones desde acercamientos interdisciplinares de la
forma en que el fenómeno ha sido atendido por diversas instituciones de salud.
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43 Resulta desafortunado que la promoción de la investigación se enfoque al hecho
consumado y no al fenómeno suicida como un proceso sociocultural, que traspasa
estratos y grupos sociales.
Por otra parte, la visión con que se ha enfocado el problema, casi en la mayoría de
los casos, ha sido revisado desde acercamientos unidisciplinares y con el enfoque del
paradigma biológico-clínico, lo cual ha hecho que el conocimiento y la tecnología
generados para explicar y resolver el problema, tengan escasa implicación social, aún
dentro de la masa crítica de investigadores.
Así, buscar formas de evaluar y explicar los programas de prevención del suicidio,
quiere responder a la necesidad de aprender de lo caminado en la resolución de este
problema de salud y acercarse al conocimiento de los elementos socioculturales que
configuran factores y condiciones de riesgo y de protección al fenómeno suicida en
la población del estado de Jalisco; por lo que se requiere un acercamiento a la com-
prensión del funcionamiento de los programas de prevención del suicidio en la enti-
dad con el objetivo de identificar no sólo los factores causales, sino también sus im-
plicaciones, aciertos, debilidades, áreas de oportunidad y entenderlos en la medida
de lo posible, desde los diferentes enfoques que se han utilizado para atender y gene-
rar políticas de prevención e intervención del suicidio en esta región.
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CAPÍTULO 3
el suicidio infantil
María Cristina Lima Ojeda
“La naturaleza no ha dado al hombre nada mejor que la brevedad de su vida.”
Pinio el Viejo
Al hablar del fenómeno suicida, el pensamiento del colectivo social se remite a la
población adolescente, adulta o de adultos mayores, sin imaginar que el suicidio ha
extendido sus redes hacia los más pequeños, dado que resulta difícil creer que un
niño de entre 5 y 11 años piense en terminar con su vida por propia mano. Autores
como Lucio (2014) han externado que en los últimos 15 años esta situación se ha
presentado en niños de 5 a 14 años, y habla de un crecimiento en un 150% del fenó-
meno en los que se ubican en este rango etario, es decir en la edad escolar (6 a 12
años). Sin embargo, es importante tomar en cuenta que los datos estadísticos revelan
la presencia de un problema, pero el hecho de que se sitúen en determinados contex-
tos socioculturales y temporales implica que éstos adquieran diferentes sentidos y
matices, por lo que no pueden ser consideradas de manera similar las tasas de suici-
dio de hace 10 años a las actuales, en función a la dinámica social que implica el paso
de los años, así como una visión de que el problema va en aumento; pero con esta
información es imposible dar explicaciones sobre el fenómeno o pretender com-
prender la complejidad del espectro suicida en los grupos más jóvenes.
Un elemento que resulta de relevancia es que para estudiosos como Chávez
(2008) y Pérez (2010) los intentos suicidas en los niños son confundidos con acci-
dentes, descuidos o simples llamadas de atención. Los panoramas cuantitativos siem-
pre son interesantes, porque permiten medir la magnitud de la problemática, pero el
fenómeno suicida necesita ser estudiado desde miradas cualitativas por encima de las
de primer orden, con metodologías de corte social, que favorezcan la explicación de lo
que ocurre en los niños, sin que por ello se deban desdeñar las miradas cuantitativas
que han permitido valorar su impacto.
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48 Por otro lado, el motivo por el que el suicidio infantil, al igual que otros propios de
la infancia, ha sido explicado a partir de la información que se ha encontrado en in-
vestigaciones realizadas en adultos, que en ciertos momentos resultan pertinentes y
coherentes sobre lo que ocurre con el niño; sin embargo, en diversos casos no se lo-
gra entender la causa de estas conductas autolesivas en marcos que explican la pro-
blemática adulta. Este procedimiento, es decir, dar explicaciones adultas sobre fenó-
menos infantiles, ha sido una constante en la historia descriptiva de la patología
infantil, pero también ha enseñado a los profesionales de la salud y de las ciencias
sociales que resulta importante conocer al menor en cuestión y sus significados.
Se debe tomar en consideración que sí existen indicadores del espectro suicida que
se repiten, en especial los tendientes a explicar el suicidio como el conjunto de com-
portamientos en los que se implican cogniciones y conductas, ambos ligados a la au-
todestrucción (Ellis, 2006). La literatura expresa que los niños suicidas tienen pensa-
mientos que invitan a la muerte, tales como: “me quiero morir porque nadie me
quiere”, “ojalá me muera, porque no sirvo para nada”; además de que en algunos
menores de edad se observan comportamientos autolesivos; sin embargo, es poco lo
que se conoce en relación a cómo se construyen estos significados, de ahí la relevancia
del acercamiento al fenómeno suicida desde una mirada cualitativa fenomenológica.
Otro de los componentes que se han tomado del comportamiento suicida adulto
y se ha ligado a la conducta autolesiva infantil es la denominada desesperanza, que
consiste en la presencia de sentimientos de indefensión, de desprotección y desam-
paro, que genera pensamientos imposibilitantes para salir adelante (Quiroga, 2010 y
Bottero, 2007). Esta condición también implica que el menor deba tener habilidades
cognitivas que le permitan poseer una visión de futuro, y por ende contar con la con-
ciencia de las categorías espacio temporales, que son propias del pensamiento con-
creto. Aunque esta cualidad ha sido estudiada en menor cuantía, la evaluación que se
realiza del riesgo suicida en adultos y en niños implica la aplicación de escalas de
desesperanza como un indicador del riesgo suicida.
Un componente clave de las características propias de los niños suicidas, que
hasta el momento ha sido estudiado, es la condición de si los niños pueden ser con-
siderados suicidas y a qué edad; dicha particularidad es conocida como el concepto
de muerte que pueda poseer el niño, en relación a la finitud de la vida, la irreversibi-
lidad de la muerte y la expresión del deseo por morir. Este concepto de muerte es el
que limita al número de niños que pudiesen presentar el fenómeno suicida, porque
ocurre que los más pequeños pueden ubicarse en un desarrollo cognoscitivo de tipo
preoperacional, caracterizado por la presencia de pensamiento mágico, condición
que favorece que el niño entre 4 y 7 años considere la muerte como reversible. Ello
en conjunto con la posición de los adultos, a quienes les resulta difícil creer que los
niños deseen morir, impide un diagnóstico oportuno y preciso sobre la acción auto-
lesiva (Páramo, 2010, Cohen, 2007, Quintanilla, 2003 y Casullo, 2000).
Por otro lado, a diferencia del adulto o del adolescente que dejan notas suicidas
que permiten el acercamiento a las causas que los llevan a suicidarse y de que el acto
por lo general lo realizan de manera privada. Los niños, por el contrario, no acostum-
bran dejar notas suicidas, aunque Páramo (2010) realizó una investigación en la que
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49analizó 29 de las realizadas por niños de Guanajuato y expresó que “el suicidio viene
siendo la voz del niño agredido” reflejado en dichos elementos. Otra característica es
que el acto autolesivo, en el caso de los niños se presenta de manera pública, por lo
que no resulta extraño escuchar sobre menores que murieron por lanzarse del se-
gundo piso de su escuela, ante la mirada atónita de sus compañeros y maestros; de
aquellos que ingirieron veneno en supermercados en presencia de otros niños y de-
pendientes, o por otra parte de niños que realizan acciones como aventarse del se-
gundo piso de su casa delante de sus padres, hermanos y abuelos. Ante estas condi-
ciones se vuelve pertinente la acción de conocer los significados infantiles ligados al
suicidio, que en ocasiones son distintos a los de los adultos o adolescentes.
Al hacer una revisión minuciosa de las investigaciones que se han realizado en
torno al suicidio infantil desde el año 2005, se pudo apreciar que existe un marcado
interés por explicar el concepto, por conocer las causas ligadas al suicidio, los resul-
tados obtenidos a través de la aplicación de modelos de intervención, factores de
riesgo y protectores que se encuentran cercanos al proceso autolesivo, explicaciones
sociales acerca del acto en niños. Analizar y ordenar esta información permitió reali-
zar agrupamientos en vertientes de acercamiento al fenómeno suicida infantil.
1. Se pudo observar una vertiente social en la que los investigadores explican el
suicidio con una base epistemológica durkhemiana, en donde sobresale que
el suicidio es un acto que se genera en la relación del individuo con el grupo
social.
2. Por otro lado hay un acento en una vertiente a la que se denomina psicológica,
en la que las explicaciones se hacen sobre el comportamiento suicida a par-
tir de modelos y teorías que aluden a trastornos infantiles como la principal
causa de las acciones autolesivas, revisa los factores protectores y de riesgo
ligados al fenómeno suicida, así como también coloca el acento en las técni-
cas de evaluación del riesgo suicida en la infancia; en el cual, la existencia de
una retroalimentación negativa lleva al infante a la pérdida de autoestima y a
obtener creencias negativas sobre la valoración de su persona, condición que
terminan por ubicarlo en una situación de susceptibilidad emocional que lo
vuelve un candidato al suicidio. En esta vertiente el marco de la violencia cobra
relevancia, trátese de violencia sexual, física, emocional o por negligencia, tal y
como lo refiere Mendoza (2012), quien demostró que las víctimas de bullying y
del abuso sexual, tienen como consecuencia a largo plazo, depresión, ideación
suicida o incluso su consumación.
3. Y por último, se observan investigaciones del orden de las ciencias de la salud,
en donde el acento se coloca en los aspectos intrínsecos de la persona, o sea
una respuesta anormal del organismo por alteraciones a nivel bioquímico que
propician determinados comportamientos ante las demandas del medio.
De la información que se analizó resulta relevante reconocer que existen sínto-
mas de alarma que permiten a los padres, docentes y adultos responsables darse
cuenta de que el niño puede estar en condición de riesgo, entre los cuales destacan
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50 los siguientes: dejan de jugar, pasan tiempo en solitario, tienen alteraciones de sue-
ño, presentan terrores nocturnos, muestran conductas autolesivas (como golpes o
rascado compulsivo), sufren accidentes domésticos reiterados, llaman la atención de
manera negativa, tienen bajo rendimiento escolar muestran conductas regresivas y
problemas en la concentración y atención (Espinoza, 2008).
Una tendencia común entre los investigadores de las ciencias de la salud radica en
considerar que el niño suicida presenta rasgos de psicopatología, por lo que es res-
ponsabilidad del especialista y de los padres de familia la contención del menor y la
tarea de preservar la vida del mismo. Sin embargo, esta mirada impide ver que el
suicidio infantil es un fenómeno en el que de diferentes maneras participan los di-
versos miembros sociales, al colocar a los más pequeños en condiciones de vulnera-
bilidad extrema y dejarlos a la deriva, sin tratar de establecer soluciones de corte so-
cial e institucional, porque en última instancia el bienestar infantil es una
responsabilidad del Estado y es función de las instituciones educativas la consolida-
ción de su desarrollo integral.
La investigación cuantitativa ha demostrado que no sólo los niños con psicopato-
logía se suicidan, sino que existen menores con rasgos de impulsividad y baja tole-
rancia a la frustración que realizan actos autolesivos que terminan con su vida sin
que sea necesario que presenten un trastorno particular tipificado. De ahí la necesi-
dad de no generar explicaciones simplistas que dejan a los niños y a sus padres en
condiciones de indefensión. Por ello, se vuelve pertinente la necesidad de generar
programas de corte preventivo que permitan al menor ser feliz, resolver problemas y
lograr sobrevivir; para lo cual es necesaria la generación de esfuerzos multidiscipli-
narios e interdisciplinarios que permitan el reconocimiento del problema desde di-
ferentes miradas.
La revisión bibliográfica permitió una conversación con los autores que explicita
la necesidad de realizar investigaciones de tipo cualitativo, inter y multidisciplina-
rias, y la importancia de reconocer que no existen suficientes estudios sobre preven-
ción, evaluación y tratamiento de los niños que muestren indicadores del comporta-
miento suicida, así como la necesidad de conocer qué es lo que piensan los niños de
menor edad.
Una vez que se ha establecido un panorama en torno a las características del sui-
cidio infantil y a los ámbitos de investigación sobre el tema, resulta relevante dar a
conocer que la autora ha decidido optar por una investigación de corte cualitativo
para conocer la construcción de significados infantiles ligados al intento suicida en
menores de 8 a 10 años, con el supuesto base de que para develar el proceso consti-
tutivo de los significados implicados en la toma de decisiones de los niños es necesa-
rio asumir una mirada, un método que pudiera ser útil para comprender e interpre-
tar los significados de esos actos, por lo que se optó por el método fenomenológico.
Los orígenes de éste se ubican en las teorías de filósofos como Husserl y en sociólo-
gos como Max Weber, Schutz, Berger y Luckmann. Esta metodología privilegia la
comprensión a partir de las experiencias subjetivas y se ubica en el enfoque cualita-
tivo de la investigación con la intención de comprender el fenómeno desde la pers-
pectiva de las personas, en este caso de los niños. Para realzar un análisis compren-
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51sivo de la vida cotidiana de éstos se requiere de un acercamiento tal y como lo
experimentan. El investigador se enfoca a investigar los objetos de pensamiento del
sentido común.
Al ser la sociología fenomenológica la guía y sostén de este procedimiento, se
poseen mayores posibilidades de aproximación profunda a la experiencia infantil. En
esta opción es necesario establecer de primera mano los tipos ideales, objetivo logra-
do al realzar una revisión teórica, para después identificar tipos concretos de carne y
hueso que cumplan con los atributos generales derivados del avance de la ciencia con
relación a los significados de acción autolesiva de los niños catalogados con compor-
tamiento suicida, para que a partir de sus significados se puedan construir tipos
ideales; es decir, generar constructos teóricos.
Los criterios seguidos para definir a los niños de carne y hueso que cumplan con
las tipificaciones ideales se retomaron los aportes teóricos realizados por Borges
(2010), Martínez (2007), Quintanar (2007), Gutiérrez (2006) Chávez (2005) y Quin-
tanilla (2003). Dichos criterios incluyen la selección de menores entre 8 y 10 años
que poseen el significado de irreversibilidad en la concepción de muerte, que han
llevado a cabo actos autolesivos. Por otra parte, es pertinente considerar a aquellos
que no muestren condiciones de psicopatología o discapacidad, por la existencia de
la vinculación de la conducta suicida con la presencia de indicadores de diagnóstico
de patología psicológica, condición expresada por autores como Piedrahita (2011),
Dubugras (2007) y Campo (2003).
Las mayores limitaciones al realizar este tipo de estudios se pudieron localizar en
los siguientes pasos del procedimiento:
a) Localización de los menores que cubran los criterios de inclusión.
b) Las consideraciones éticas y bioéticas en este tipo de investigación, que impli-
can la participación de actores externos, como comités bioéticos externos, que
brinden orientaciones sobre el trabajo a realizar, para preservar por encima de
todo el bienestar supremo infantil.
c) Los diseños de orden fenomenológico privilegian los encuentros cara a cara en
donde por medio del lenguaje, la realidad de la vida cotidiana se aprehende y se
objetiva, condición que puede verse como limitada en función al rango etario
elegido.
d) La generación de entrevistas de tipo fenomenológico requiere de un verdadero
esfuerzo por parte del investigador, dado que es necesario un entrenamiento
continuo que rinde sus frutos después de la aplicación del instrumento en
diferentes ocasiones.
e) El logro de la epojé por parte del investigador, que le permita evitar prejuicios
y supuestos que permitan la adquisición de información del infante, sin inter-
pretaciones previas del investigador.
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REFLEXIONES SOBRE EL SUICIDIO INFANTIL
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55
CAPÍTULO 4
Factores biológicos, psicológicos y sociales asociados a las conductas suicidas
Luis Miguel Sánchez LoyoEverardo Camacho Gutiérrez
Claudia Vega MichelHugo Delfino Castellanos Martín
A nivel internacional, las conductas suicidas son un problema de salud pública. En
la actualidad se presentan más de un millón de muertes al año por suicidio en el
mundo y se considera que por cada uno de los que se realizan se presentan de 10 a
20 intentos fallidos (WHO, 2014).
El incremento en las tasas de suicidio ha provocado un creciente interés en iden-
tificar factores de riesgo asociados a los comportamientos suicidas, en diferentes
países y culturas, con propósitos preventivos. Se reconoce que la problemática del
suicidio es compleja e involucra dimensiones sociales, psicológicas y biológicas, las
cuales se interrelacionan entre sí y, generan como efecto el intento de quitarse la
propia vida.
En el presente trabajo se analizarán y sintetizarán las variables identificadas en
diversas investigaciones, que anteceden y acompañan a los comportamientos suici-
das, con el objetivo de que en el futuro sean incorporadas para orientar la evaluación
empírica sobre el fenómeno suicida en el contexto del estado de Jalisco. Se pretende
que su vez, esto posibilite el desarrollo de procedimientos de intervención preventiva
y a la casa de un modelo que considere la interrelación compleja de las variables
biopsicosociales que determinen la prevalencia actual de dicho fenómeno y que
aporte a una comprensión mejor del suicidio en la entidad.
De manera general, entre los factores de riesgo para cometer suicidio se pueden
enumerar: padecer enfermedades mentales, trastornos de conducta o personalidad,
como agresividad e impulsividad y, el abuso de drogas y, o alcohol, o ambos, entre
otros. Los antecedentes de conductas suicidas personales y familiares, así como ha-
ber tenido padres adictos o enfermos mentales se encuentran entre los factores de
riesgo más importantes.
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56 Los aspectos sociodemográficos asociados a las conductas suicidas son: proble-
mas económicos, cuando no se satisfacen las necesidades básicas, el desempleo, la
ruina económica, la exposición a suicidios cercanos de manera geográfica, no tener
pareja estable, vivir solo, falta de afiliación religiosa, entre otras.
Entre los factores socioculturales se encuentran el estigma social asociado a la
búsqueda de ayuda profesional, difícil acceso a los servicios de salud mental, creen-
cias que legitiman el suicidio ante ciertas situaciones y exposición al comportamien-
to suicida en los medios de comunicación.
También se han relacionado a las conductas suicidas las experiencias estresantes
en la infancia o la adolescencia como la pérdida de un ser querido, ser víctima de
abuso sexual, físico o emocional.
Factores biológicos de riesgo para comportamiento suicida
Entre los aspectos biológicos asociados a las conductas suicidas se han estudiado
diversos marcadores biológicos, para tratar de encontrar valores sensibles y específi-
cos con la conducta suicida.
Diversos estudios han encontrado resultados contradictorios respecto a los niveles
de cortisol en pacientes con intento suicida, los cuales pueden ser en exceso altos o
bajos pero nunca normales (Coryell & Schlesser, 2001; Lindqvist, Isaksson, Träskman-
Bendz & Brundin, 2008; van Heeringen, 2003; Jokinen & Nordström, 2008, 2009).
Se ha observado que la desregulación en el eje Hipotalámico-Pituitario-Adrenal
(HPA), tiene predicciones en la conducta suicida en pacientes con desórdenes del esta-
do de ánimo (Jokinen & Nordström, 2008). La hiperactividad del eje HPA parece ser
un riesgo para que se dé la conducta suicida. Esto se ha demostrado con claridad con
la prueba de supresión de dexametasona (DST, por sus siglas en inglés), con la cual a
pesar de inhibir por medio de un fármaco la síntesis de cortisol, los pacientes con ries-
go de intento de suicidio no muestran esta supresión de la hormona; por el contrario,
presentan elevados niveles de ésta, con lo que se demuestra la hiperactividad del eje
HPA (Coryell & Schlesser, 2001).
La desregulación del eje HPA y el sistema noradrenérgico también pudieran ju-
gar un rol en la conducta suicida. Se han encontrado niveles bajos de un metabolito
de la noradrenalina en fluido cerebroespinal (CSF MHPG, por sus siglas en inglés)
en pacientes con riesgo de conducta suicida por de alta letalidad; en pacientes con
intento de suicidio comparados con aquellos que no tienen intentos, con depresión
mayor. Estudios posmortem documentan alteraciones en el sistema noradrenérgico
central en víctimas de suicidio. Los niveles bajos en la respuesta noradrénergica se
han asociado con el riesgo suicida (Jokinen, Ouda & Nordström, 2010). Asimismo,
se han examinado los sistemas neurotransmisores de serotonina, noradrenalina y
dopamina, donde encontraron baja actividad de neuronas presinápticas serotonérgi-
cas (5-HT) en corteza prefrontal, hipotálamo, corteza occipital y tallo cerebral. En el
sistema noradrenérgico, se han observado bajos niveles de noradrenalina. El sistema
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57dopaminérgico se ha visto alterado durante el trastorno depresivo, y existen pocos
estudios para determinar cómo pudiera estar implicado en el suicidio (Mann, 2003).
Parece que ninguna variable biológica por sí sola es un predictor de la conducta
suicida, aunque al combinarlas con el resto de los factores de riesgo, pudiera ser
evidencia suficiente para desarrollar programas de prevención de este fenómeno.
Factores de riesgo psiquiátricos y comportamiento suicida
Los factores de riesgo psiquiátricos relacionados con el comportamiento suicida son
múltiples y complejos de acuerdo con la enfermedad en el eje psiquiátrico y su inte-
racción con variables sociodemográficas, físicas, biológicas y culturales propias de
cada individuo.
Las enfermedades con las cuales se ha relacionado un riesgo elevado a presentar
comportamiento suicida son: depresión mayor, trastorno bipolar, esquizofrenia,
alco holismo, abuso de sustancias y ansiedad como patología primaria o comorbili-
dad. Si bien es cierto que no todos los pacientes que padecen alguna enfermedad
psiquiátrica presentarán comportamiento suicida, se ha demostrado que padecer
una enfermedad de este tipo o tener factores genéticos predisponentes, aumenta el
riesgo suicida en comparación con la población en general.
Depresión y comportamiento suicida
La depresión o el trastorno depresivo es una enfermedad multifactorial cuya presen-
tación clínica se caracteriza por al menos cinco de los siguientes síntomas: ánimo
deprimido la mayor parte del día, casi todos los días, indicado por el paciente o por
observación hecha por terceros (familiares o personas cercanas a él), un marcado
desinterés y pérdida del placer en todas, o casi todas las actividades; pérdida o au-
mento significativo en el peso, sin estar llevando a cabo una dieta (cambio de más del
5% en el peso corporal en un periodo de un mes), aumento o disminución del apeti-
to, insomnio o aumento en las necesidades del sueño, agitación psicomotriz o dismi-
nución en movimientos, fatiga o pérdida de energía, sensación de minusvalía o cul-
pa excesiva o inapropiada, dificultad o disminución en la habilidad para concentrarse
casi todos los días y pensamientos recurrentes de muerte, ideación suicida recurren-
te sin planeación específica, intento suicida o un plan específico para cometer suici-
dio (DSM V, 2014).
La sintomatología causa impedimento en el área social, ocupacional u otras áreas
de su funcionamiento y no es debido a efectos fisiológicos directos de una enferme-
dad o sustancia. Además de presentarse la mayor parte del día y de los días durante
un periodo de al menos dos semanas consecutivas.
Los pacientes que se encuentran en un trastorno depresivo mayor, tienen varios
factores de riesgo para presentar comportamientos suicidas. Un ejemplo de esto es
la personalidad agresiva/impulsiva, eventos negativos tempranos en la vida, historial
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58 familiar de trastornos afectivo o suicidios consumados, intentos de suicidio previos,
inicio temprano del cuadro depresivo, síntomas psicóticos comórbidos y la desespe-
ranza propia de la depresión (Gonda, et al., 2012).
Trastorno bipolar y comportamiento suicida
El trastorno bipolar o el trastorno afectivo bipolar es una patología psiquiátrica que
pertenece al grupo de enfermedades afectivas y su particularidad es que dentro del
historial del paciente se identifican periodos de depresión los cuales están alternados
por periodos de manía o hipomanía.
El diagnóstico se efectúa al encontrarse periodos depresivos identificables durante
el historial del paciente y sintomatología maniaca o hipomaniaca como lo sería la si-
guiente (DSM V, 2014): ideas de grandiosidad y autoestima elevada, disminución en la
necesidad de sueño del paciente, referencia a descansar después de dos o tres horas de
sueño, verborrea (necesidad de hablar más allá de lo acostumbrado por la persona), se
distrae con facilidad, agitación psicomotriz e ideas sobrevaloradas. Se identifica tam-
bién por aumento en las actividades, expansividad, incremento de la energía, irritabili-
dad; este lapso dura más de una semana, la mayor parte del día y de los días.
En los pacientes con trastorno bipolar, el riesgo de suicidio aumenta 15 veces más
que en la población general y en los periodos depresivos del individuo, existe mayor
riesgo de suicidio.
Alcoholismo y otras adicciones y comportamiento suicida
El uso de alcohol y drogas tienen una íntima relación con los comportamientos suici-
das (Borges, Walter & Kessler, 2000). Se estima que cerca de un tercio de los hombres
y una quinta parte de las mujeres que intentaron suicidarse abusaron del alcohol, y una
décima parte de los alcohólicos terminarán muertos por suicidio (Koller, Preuss,
Bottlender, Wenzel & Soyka, 2002).
Los trastornos relacionados con el uso o abuso de alcohol o drogas ilegales se rela-
cionan con el daño directo al sistema nervioso central, ocasionado por el uso continuo
del tóxico o por las enfermedades secundarias al consumo o supresión del tóxico, tales
como la depresión, los estados psicóticos o de ansiedad. Los trastornos de abuso de
alcohol y drogas producen un deterioro paulatino de los mecanismos de control cog-
noscitivo y alteraciones en la regulación emocional; lo cual incrementa la posibilidad
de aparición de comportamiento suicida (Sánchez-Loyo & Ramos-Loyo, 2013).
Trastornos psicóticos y comportamiento suicida
La esquizofrenia comprende un grupo de enfermedades mentales, las cuales tienen
una íntima relación con la forma de presentación y cronicidad del cuadro; se refiere
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59una prevalencia mundial de 1.2% e incluyen los siguientes síntomas (DSM V, 2014):
ideas delirantes, alucinaciones, lenguaje desorganizado, comportamiento desorgani-
zado o catatónico, síntomas negativos (expresión emocional disminuida o abolida).
Se observa que el nivel de funcionamiento del paciente en el trabajo, relaciones
interpersonales y autocuidado han disminuido de manera marcada en comparación
al existente antes de la enfermedad y los síntomas continúan por lo menos durante
6 meses.
El suicidio y los intentos suicidas se ven de forma común en las personas con
diagnóstico de esquizofrenia (Radomsky, Haas, Mann & Swenney, 1999). Algunos
factores de riesgo para los comportamientos suicidas en estos pacientes son compar-
tidos por otras enfermedades psiquiátricas y son: síntomas depresivos, ideas de mi-
nusvalía, abuso de sustancias e ideación suicida (Barrett et al., 2010a). Otros factores
de riesgo son propios del grupo de patologías psicóticas crónicas e incluyen recaídas
frecuentes en síntomas positivos (alucinaciones y delirios) y negativos, un largo pe-
ríodo de síntomas psicóticos no tratados, alucinaciones y un inicio temprano de la
enfermedad (Barrett et al., 2010a; 2010b).
Trastornos de ansiedad y comportamiento suicida
Los trastornos de ansiedad están entre las patologías psiquiátricas que presentan
mayor prevalencia, se estima que entre un 10 y 30% de la población occidental en
algún momento de su vida presentará un trastorno de ansiedad ya sea puro o en co-
morbilidad (Michael, Zetsche & Margraf, 2007). Su relación con el comportamiento
suicida ha sido estudiada con amplitud y la gran comorbilidad con los trastornos
afectivos, psicóticos y por uso de sustancias dificulta tener una cifra real del impacto
sobre el comportamiento suicida, pero se ha observado que la ansiedad es uno de los
elementos en común en muchos de los suicidios consumados.
Para realizar un diagnóstico de los trastornos de ansiedad es preciso hacer hinca-
pié en los síntomas comunes, el grado de repercusión sobre el paciente, la duración
y el o los eventos desencadenantes que se presentan: el DSM V (2014) refiere que los
trastornos de ansiedad se caracterizan por compartir una presentación persistente de
miedo excesivo, alteraciones en el ciclo de sueño, alteraciones en el comportamiento,
como angustia, ansiedad anticipatoria, conductas de evitación al estresor, síntomas
físicos como tensión muscular, disnea, palpitaciones, sudoración excesiva, pérdida
de peso, entre otras.
Factores psicológicos de riesgo para el comportamiento suicida
Algunos aspectos de procesamiento cognoscitivo y emocional han sido asociados a
las conductas suicidas como: poco control de interferencia y de flexibilidad cognosci-
tiva, errores en la toma de decisiones, mayor atención hacia estímulos negativos,
estado de ánimo de fracaso, sensación subjetiva de no poder afrontar los problemas,
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60 desesperanza, pobre memoria autobiográfica, poca capacidad para afrontar los pro-
blemas, fallas para identificar aspectos positivos en la solución de los problemas,
distanciamiento emocional con otros, limitada capacidad de dependencia a la recom-
pensa para lograr su bienestar emocional, evitación de la mayoría de los contactos
sociales, impulsividad general y problemas en la regulación de respuestas agresivas
(Mann, et al., 2005; Van Heeringen, 2001).
Los pacientes con intento suicida han mostrado tener un pobre desempeño en
tareas de funciones ejecutivas; en particular en el control de interferencia, la flexibi-
lidad cognoscitiva, la fluidez verbal y la toma de decisiones (Keilp et al., 2001; Jollant
et al., 2005; Van Heeringen et al., 2011).
Respecto a la rigidez cognoscitiva se ha observado que estos pacientes cometen más
errores perseverativos durante la prueba de clasificación de tarjetas de Wisconsin, en
especial cuando aún presentan ideación suicida activa (Marzuk et al., 2005). En pruebas
de ensayo (trial making test) los participantes con conducta suicida tienen mayor tiempo
en la escala B menos A (Marzuk et al., 2005), más comisión de errores en la parte B
(King et al., 2000) mayor tiempo de elaboración en la parte A (Ellis & Berg, 1992).
La mayor dificultad para el control de la interferencia se ha podido observar en
pruebas de Stroop y en la prueba de clasificación de tarjetas de Wisconsin. En el
primer caso, los pacientes con conducta suicida muestran menor número de colores
denominados en condición de interferencia que sujetos deprimidos y que controles
sanos (Sánchez-Loyo et al., 2013; Keilp et al., 2001; Keilp et al., 2008); así como se ha
observado también que el número de errores en la condiciones de interferencia co-
rrelaciona con el número de intentos de suicidio (Malloy-Diniz et al., 2009). En la
prueba de Clasificación de Tarjetas de Wisconsin, los pacientes muestran fallos para
mantener el set (Keilp et al., 2001).
Sobre la fluidez verbal y diseño de figuras se ha observado que los pacientes con
intento de suicidio muestran menor capacidad para generar palabras y diseños que
sujetos con dolor idiopático o sujetos sanos (Bartfai, et al., 1990). También se ha ob-
servado menor desempeño en tareas de fluencia verbal de fonema y de categoría se-
mántica, particularmente aquellos pacientes con intento suicida de alta letalidad
(Keilp et al., 2001) y aquellos con conducta suicida y trastorno bipolar tipo I (Harkavy-
Friedman et al., 2006).
En la toma de decisiones se ha observado que los pacientes con intento de suicidio
de mayor letalidad realizan más elecciones riesgosas y a la postre desventajosas en la
Tarea de Juego de Apuesta de Iowa (Iowa Gambling Task) (Jollant et al., 2005), así como
estos mismos pacientes mostraron menor número de elecciones de bajo riesgo y a la
postre ventajosas al comparar el primer bloque de ensayos con el último (Sánchez-Lo-
yo et al., 2013). Esta tendencia se ha observado en pacientes con trastorno bipolar tipo
I con intento de suicidio en comparación con otros pacientes sin tentativa suicida (Ma-
lloy-Diniz et al., 2009). Cuando existe una alteración en la toma de decisiones, quizá
debido a una disfunción emocional (Jollant et al., 2005), o alguna disfunción en la
corteza prefrontal (Mann 2003), los pacientes con intento de suicidio muestran poca
sensibilidad ante las consecuencias futuras de sus decisiones.
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61En particular en tareas de toma de decisiones con aprendizaje probabilístico, los
pacientes con intento de suicidio muestran un desempeño basado en el ensayo in-
mediato anterior y no en todo lo que ha pasado en la tarea; esto provoca que su toma
de decisiones se centre en el presente e ignore experiencias pasadas positivas o nega-
tivas, lo que provoca que comenta errores en la toma de decisiones en situaciones
novedosas pero semejantes a las previas (Dombrovski et al., 2010).
La memoria autobiográfica es la capacidad de recolectar información de experien-
cias personales durante eventos pasados (Williams et al., 2007). Se ha señalado que
los pacientes con tentativa suicida muestran mayor facilidad para recuperar informa-
ción negativa que positiva (Williams & Broadbent, 1986) y así como tienden a cate-
gorizar eventos más que a recordar sólo un episodio de vida (Williams et al., 2007).
En tareas tipo Stroop con estímulos con contenido emocional se ha observado que
los estímulos asociados al suicidio (Becker, Strohbach & Rinck, 1999) muestran ma-
yor interferencia en los pacientes que han cometido tentativa suicida, así como aque-
llos que muestran mayor interferencia tienen cierta capacidad de predicción nuevos
intentos suicidas (Cha et al., 2010).
Se ha observado que pacientes con tentativa suicida o ideación suicida muestran
menos habilidades para la solución de problemas (Pollock & Williams, 2001). El
problema parece ser mayor en especial cuando se trata de solución de problemas
interpersonales después de un cambio de estado de ánimo (Williams, Barnhofer,
Crane & Beck, 2005); en la aplicación de inventarios de habilidades para la solución
de problemas sociales, los pacientes con intento de suicidio perciben sus problemas
de forma más negativa y con menor capacidad para hacerles frente (Gibbs, et al., 2009) también se perciben con menor capacidad para hacer cambios adaptativos al
entorno social (Sánchez Loyo et al., 2013).
Otros factores de riesgo para cometer un intento de suicidio son las alteraciones
emocionales que padecen los pacientes, entre otras la labilidad (Jollant et al., 2005) y
disfunción emocional (Conwell et al., 2000; Jollant et al., 2008) identificó incremen-
to en la activación de la corteza cerebral orbitofrontal derecho ante emociones nega-
tivas, en pacientes eutímicos con antecedentes de intento de suicidio, lo que se inter-
pretó como alta susceptibilidad a estímulos sociales de desaprobación y al castigo en
contextos sociales. En adolescentes con tentativa suicida y depresión se observó ma-
yor capacidad para reconocimiento de la expresión de enojo y mostraron mayor acti-
vidad en el giro del cíngulo anterior; esto implica una falta de regulación atencional
al observar expresiones de enojo, si bien son hipervigilantes a esta emoción en los
demás (Pan et al., 2013). Szanto, Dombrovski, Sahakian y colaboradores (2012), iden-
tificaron que los sujetos suicidas, cometían más errores en reconocimiento facial
emocional de otro; esta medida correlacionó con fallos en la solución de problemas,
relaciones interpersonales restringidas y rompimientos frecuentes.
El acto de intentar el suicidio se ha relacionado con mayor actividad en la red cor-
tical del estriado y la corteza motora sensorial, lo cual se ha asociado con mayor im-
pulsividad, sin embargo, no está vinculado con síntomas depresivos o con ideación
suicida activa, que más bien se han asociado a una mayor activación de una red cor-
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62 tical del estriado y la región anterior bilateral y en el hemisferio izquierdo, en forma
respectiva (Marchand, et al., 2013).
Factores psicosociales de riesgo para comportamiento suicida
La mayor parte de las investigaciones orientadas a identificar factores de riesgo con
fines de utilidad preventiva han desarrollado la metodología de encuestas a muestras
de participantes con objeto de predecir a las poblaciones que dichas muestras repre-
sentan (Guilbert & Del Cueto, 2003; Herrera & Avilés, 2000). Más adelante se han
realizado análisis correlacionales o pruebas estadísticas que comparan las diferen-
cias respecto de algún atributo que tengan la muestra de participantes con antece-
dentes de intento suicida o de suicidio de algún familiar, en comparación con mues-
tras de participantes controles. Este tipo de estudios no están exentos de algunas
dificultades de tipo metodológico (p. ej., el problema de la deseabilidad social o las
respuestas poco sinceras cuando lo que se quiere evitar es regresar al recuerdo desa-
gradable de la experiencia de intento suicida).
Estos estudios están orientados a una primera caracterización de un perfil del
suicida o de la persona que intenta suicidarse, en un plano sólo descriptivo, sin in-
tentar identificar factores causales de riesgo, que implicarían una cuidadosa medi-
ción del factor de riesgo analizado.
La dimensión social como influencia de riesgo, se puede dividir en un nivel ma-
crosocial, y otro microsocial. En la primera categoría se incorporan aspectos más de
tipo sociodemográfico como el hecho de que hay más suicidios en hombres que en
mujeres, pero más intentos en éstas respecto de aquéllos. Los estudios epidemioló-
gicos mexicanos también reportan que el período entre los 15 y los 24 años es el de
mayor prevalencia en el país, en desempleados y personas con menor nivel educativo
(Borges et al., 2009), tanto para suicidio como para comportamientos parasuicidas
(intento fallido, ideación suicida o autoagresión) y que por lo general, la mayoría de
las personas que intentan suicidarse pertenecen a un nivel económico bajo.
Es evidente que la poca capacidad de satisfactores básicos en dicho sector (Arlaes,
Hernández, Álvarez & Cañizares, 1998; Martínez, Moracen, Madrigal & Alomenares,
1998), en un país como México, en que la mitad de la población vive en pobreza; y la
certeza de que ello no cambiará en un futuro ni inmediato ni mediato, genera en algu-
nos individuos de estos grupos, una condición de vida muy aversiva y llena de privacio-
nes, así como un estado crónico de depresión, en la que el recurso de escapar median-
te la finalización de la vida es una opción plausible y en algunos momentos en sumo
deseable. Guilbert & Roldan (2001) por ejemplo, encontraron una mayor incidencia en
intentos suicidas en personas desempleadas en Cuba, debido a su contexto.
Los segmentos de adolescentes que tienen modelos de adultos poco atractivos, la
posmodernidad que acabó con los grandes proyectos e ideales sociales, la dificultad
para tener medios de trabajo y productividad que permitan tener un mínimo nivel de
vida decoroso, son factores generan malestar en la población y de manera especial,
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FACTORES BIOLÓGICOS, PSICOLÓGICOS Y SOCIALES ASOCIADOS A LAS CONDUCTAS SUICIDAS
63en la población joven. Por otra parte, esta condición de malestar orienta a las perso-
nas a vivir la inmediatez del momento, con poca visión de futuro y con poca toleran-
cia a la frustración. Algunos autores plantean que una personalidad impulsiva, con
poco desarrollo de las estructuras pre-frontales que inhiben los arranques emociona-
les inmediatos, en un contexto social como el descrito, es el caldo de cultivo para que
emerjan fenómenos como los comportamientos suicidas (Turecki, 2005).
A nivel microsocial, la dinámica familiar juega un rol preponderante en términos
del grado de apoyo social presente o pasado que se ha brindado al individuo. Esta
dinámica familiar puede actuar como factor de riesgo (Herrera & Avilés, 2000). Al
respecto Guilbert y Roldán (2001) señalan que cuando las relaciones en la familia en
términos emocionales son cálidas y cooperativas, sus integrantes se fortalecen y se
fomenta la evolución personal.
En cambio, una familia disfuncional o con bajo nivel de cohesión (Pérez-Amez-
cua et al., 2010) propicia un riesgo más elevado de comportamientos suicidas con
mayor prevalencia en mujeres, el cual está presente cuando la familia afronta crisis
como por ejemplo: divorcio de los padres o abandono, muerte de uno de los hijos o
cónyuge, infertilidad, enfermedad de alguno de sus miembros, agresiones, abuso
sexual dentro del núcleo familiar. Ante la imposibilidad de resolver la crisis, en la fa-
milia se generan múltiples expresiones de aversividad (González-Forteza, Ramos-Li-
ra, Vignau-Brambila & Ramirez-Villarreal, 2001; Brown, Cohen, Johnson & Smailes,
1999).
También, influye la ausencia de apoyo familiar en el presente, expresado como
falta de comunicación y desinterés por el joven, o abierto rechazo de los padres y
cuando el individuo no tiene otros vínculos afectivos y se enfrenta a la soledad
(Guilbert y Del Cueto, 2003; Martínez et al., 1998, Borges et al., 2009).
Según Pérez-Amezcua y colaboradores (2010), la prevalencia de hombres con
abuso sexual que se suicidan es mayor, aunque las mujeres en esta situación lo in-
tentan más veces sin concretarlo. Antecedentes familiares de conducta suicida es
otro factor de riesgo importante (Arlaes et al., 1998).
Pareciera que los factores identificados en este nivel microsocial tienen tres ele-
mentos en común: 1. Las experiencias de pérdida implican condiciones en sumo
aversivas, que en lo inmediato generan estrés en cualquier individuo, ya sea de for-
ma intensa y aguda pero corta en el tiempo, o de baja intensidad pero extendida du-
rante años. Cuando estas condiciones son crónicas pueden desembocar en ansiedad
generalizada y depresión mayor que pudiera ser la antesala al comportamiento sui-
cida como se analizó en el segmento de las variables psiquiátricas como factor de
riesgo, en líneas arriba. 2. Un segundo elemento es que los individuos bajo esta
condición tienen pocas competencias sociales para sustituir los apoyos que no se
tienen en un contexto como el familiar, con otros apoyos, como los amigos. 3. Por
último, como efecto de estar expuesto a este tipo de condiciones se produce la inca-
pacidad para disfrutar o experimentar gozo y placer aun cuando se esté en contacto
con objetos, actividades o personas que antes sí habían producido estos efectos. Este
análisis aunque parezca lógico, espera la validación de datos empíricos en nuestro
entorno.
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64 El aporte de estos elementos tanto en el nivel micro como macrosocial orienta a
diferentes estrategias preventivas, enfocadas sobre todo al núcleo familiar, así como
también al desarrollo de diversas hipótesis respecto a cómo se relacionan entre sí
todos los factores señalados y analizados.
Los conocimientos recientes han permitido la construcción de nuevos modelos
teóricos para entender las conductas suicidas, al incorporar elementos biológicos,
psicológicos y sociales. Estos modelos teóricos suponen un sistema dinámico entre
los factores biológicos, psicológicos y psiquiátricos. A su vez, este sistema está en
intercambio constante con los sistemas socioculturales y el entorno ambiental.
(Mann et al., 1999; Van Heeringen, 2001; O’Connor, Platt & Gordon, 2011).
Mann y colaboradores (1999) propusieron el modelo de Diatesis-Estrés, en el cual
el riesgo suicida está determinado por una enfermedad mental y una vulnerabilidad
preexistente a la propia enfermedad mental. Las características de agresividad, impul-
sividad y personalidad emocional inestable son claves. Estas mismas características
pueden ser causadas por factores genéticos o experiencias tempranas de maltrato y
abuso sexual, las cuales se reflejan en alteraciones funcionales del sistema serotoninér-
gico. Esta predisposición genética o epigenética necesita una situación de estrés psico-
social importante o un trastorno mental como la depresión para que se pueda expresar
la conducta suicida. El modelo propuesto por Mann incorpora aspectos biológicos,
psicológicos y ambientales para la explicación del comportamiento suicida.
Van Heeringen (2001) retoma el trabajo de Mann y cols. (1999) y considera tam-
bién la diátesis estrés, que implica una predisposición o vulnerabilidad biológica,
psicológica y psiquiátrica para desarrollar comportamientos suicidas. Van Heerin-
gen organiza la diátesis en dos componentes funcionales: interacción social e inhibi-
ción conductual. El primero considera la respuesta del individuo ante cambios en su
entorno, lo que provoca la ruptura de vínculos interpersonales. El componente de
inhibición conductual mediado por los sistemas dopaminérgico y serotoninérgico
del sistema nervioso, en condiciones anormales implica fallos en el control de la
impulsividad y la preponderancia de respuestas agresivas. Estos dos componentes de
la diátesis se presentan por factores genéticos y epigéneticos (hechos traumáticos en
la infancia y adolescencia). El estrés implica fenómenos biológicos, psicológicos y
psiquiátricos en respuesta a un evento estresante. En la medida que aumenta la vul-
nerabilidad, se afecta la resistencia a estresores y se produce una disminución del
umbral para que se dispare la respuesta de estrés y, en consecuencia genera una
conducta suicida.
Otro modelo explicativo del comportamiento suicida es el propuesto por O’Connor
(2011), denominado Modelo motivacional-volitivo integrado del comportamiento
suicida (IMV, por sus siglas en inglés). Considera que el comportamiento suicida es
caracterizado por la interacción compleja de aspectos biológicos, psicológicos, am-
bientales y culturales. Su modelo se divide en 3 fases: a) premotivacional que incluye
la vulnerabilidad biológica propuesta por Mann y colaboradores (1999), en el entor-
no y haber vivido eventos estresantes; b) motivacional, en la que se presenta la idea-
ción y los planes suicidas a consecuencia de sentimientos de derrota, humillación y
falta de salida los ante problemas, facilitados por las formas de afrontarlos, además
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FACTORES BIOLÓGICOS, PSICOLÓGICOS Y SOCIALES ASOCIADOS A LAS CONDUCTAS SUICIDAS
65de aspectos motivacionales como falta de pertenencia, deseos y objetivos futuros
irreales, normas sociales y actitudes que incrementan el malestar emocional; c) fase
volitiva, en la que se presenta la conducta suicida mediatizada por la impulsividad,
acceso a medios para el suicidio, la imitación, entre otros aspectos.
Con base en lo anterior es posible considerar que el comportamiento suicida y sus
diversas expresiones (ideas de muerte, ideación suicida activa planeación de un acto
suicida, comisión de una tentativa suicida y suicidio consumado) son el resultado de
una serie de factores de riesgo de diversa índole y expresiones distintas en diferentes
momentos de un proceso.
Estos factores de riesgo pueden ser biológicos, psicológicos, psiquiátricos, cultu-
rales y sociales. Ninguno de los que hasta ahora se han identificado es una condición
necesaria y suficiente para presentar comportamientos suicidas. Estos factores en-
tran en interacción de manera compleja e interactúan con la edad y el sexo de los
individuos que presentan comportamiento suicida.
Sin embargo, en términos de prevención es importante identificar los factores
determinantes en los planos biológicos, psicológicos, psiquiátricos y sociales, así
como su peso relativo con objeto de desarrollar modelos de prevención o atención
que permitan derivar estrategias eficientes para la anticipación o corrección a este
problema.
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PARTE II
Perspectivas conceptuales y metodológicas de abordaje del fenómeno suicida
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CAPÍTULO 5
Una perspectiva transdisciplinar en el abordaje del suicidio. Una mirada más allá del estigma
Elba Noemí Gómez GómezSofía Cervantes Rodríguez
Casimiro Arce Arriaga
“Muñequita, le dijo el ratón,ya no llores tontita, no tienes razón,
tus amigos no son los del mundo,porque te olvidaron en este rincón…”
(La muñeca fea, Gabilondo Soler, CRI CRI)
Uno de los hechos que más se evidencian cada día es que la realidad está en constan-
te cambio y se caracteriza por la incertidumbre que la sensación de inseguridad y
desprotección acompañan la vida de millones de habitantes de este mundo globali-
zado. Es en este contexto donde el suicidio, más que ser una estadística, una serie de
causas o un listado de formas utilizadas para quitarse la vida, es un correlato entre la
vida y la muerte; es un misterio y es un tabú. Asimismo, es un problema de múlti-
ples aristas que atraviesa edades y condiciones sociales y económicas. Es la biografía
de muchos y es una voz preservada al silencio y la exclusión.
El aumento de casos de suicidio en México es un hecho, también lo es que, pese
a los esfuerzos de implementar estrategias de prevención y tratamiento, el problema
no ha disminuido y se ha colocado como un importante asunto de salud pública. Ello
ha demandado el impulso de investigaciones para entender la problemática, y aun-
que han aumentado las indagaciones, la mayoría de los estudios localizados en torno
al estudio del suicidio son de corte positivista, es decir, están inscritos en el método
hipotético deductivo, con diversas variantes.
El privilegio de una sola perspectiva metodológica, teórica y epistémica como cri-
terio de cientificidad o la centralización en una arista del problema para desde ahí
plantear generalizaciones, conlleva el riesgo de reducir el problema del suicidio a un
nivel descriptivo, explicativo, taxonómico, sin abonar a un entendimiento más com-
plejo, con más posibilidades. De ahí que se plantee la importancia de ir más allá de
las generalizaciones para centrarse en el individuo como un actor inmerso en redes
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72 sociales y también como un sujeto de su tiempo y de su cultura. Los acercamientos
transdisciplinares ofrecen la posibilidad de transitar entre el dato duro y la narrativa
para evidenciar la forma de resignificar el acto suicida, para verlo como una matriz
de significación que incluye constelaciones vinculares y emocionales. La transdisci-
plinariedad permite voltear la mirada al propio suicida, para darle voz, en un diálogo
abierto donde los a prioris y los prejuicios se pongan en resguardo.
El presente trabajo parte de un breve recuento del estado de conocimiento sobre
el fenómeno suicida, para más adelante abrir una discusión sobre la necesidad de
realizar estudios “de frontera”, es decir, abordajes transdisciplinares. Para ello se con-
tó con el apoyo de una conversación con una psicoterapeuta alrededor del tema. Por
último, se recuperaron algunas categorías sobre transdisciplinariedad en la preten-
sión de contestar a la pregunta de cómo sería el estudio e intervención del suicidio,
desde la mirada del suicida en sus intentos de vida y muerte.
Un breve recuento
A pesar de que a finales de la década de los sesentas e inicio de la siguiente se inició
un fuerte cuestionamiento al privilegio de una sola manera de hacer ciencia, el lla-
mado método científico, que iguala la realidad social con la natural, pretende la for-
mulación de leyes generales, desconoce el papel de la subjetividad y la interpretación
y traduce la realidad a estadísticas. Dicho debate ha favorecido la proliferación de
acercamientos cualitativos que en su última edición pretenden la complementarie-
dad entre lo cualitativo y lo cuantitativo; de ahí que se ha formulado que la realidad
es cambiante, heterogénea, compleja; se reivindica el papel de los procesos de signi-
ficación, simbolización y comunicación, así como de la subjetividad y los sujetos son
su circunstancia. Desde esta lectura ha llamado la atención que existan pocos traba-
jos investigativos que aborden al suicidio desde la perspectiva cualitativa, y por ende,
que incluyan la integración de diversos métodos y perspectivas. Aunque cabe señalar
que esto constituye un parteaguas, donde las preguntas sobre los significados empie-
zan a proliferar, lo cual trae consigo la necesidad de abordajes que trasciendan la
unidad unidisciplinar, que en este texto serán llamados abordajes transdisciplinares.
En México, los datos duros señalan al suicidio como un problema importante de
salud en el país y reportan que este fenómeno adquiere dimensiones que han ido en
aumento con el paso de los años y se presenta en poblaciones, edades y contextos
sociales o personales diversos. La problemática de salud pública que esto representa
impulsa a los profesionales y a las instancias encargadas a redoblar esfuerzos para su
entendimiento y atención. Bajo este esquema, la preservación de la vida se torna el
centro de las acciones y de la mayoría de las intervenciones. Ésta y otras regulaciones
sociales orientan el proceder del profesional de la salud, quien acaba por ser el depo-
sitario de la responsabilidad de influir en la disminución de los índices de suicidio.
En este contexto, dicho fenómeno es colocado primero en el campo de la medicina,
luego en el de la psiquiatría y más tarde en el de la psicología y la sociología. Cabe
señalar que las intervenciones frente al suicidio por parte de los diferentes profesio-
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UNA PERSPECTIVA TRANSDISCIPLINAR EN EL ABORDAJE DEL SUICIDIO
73nales de la salud –médicos, psiquiatras, psicólogos y sociólogos- no suelen estar ins-
critos en esfuerzos interdisciplinares.
El suicidio ha sido abordado desde diversas perspectivas y estrategias metodológi-
cas. Sobresalen los acercamientos de corte cuantitativo que se caracterizan por la
búsqueda de generalidades, estadísticas y lo cuantificable (Borges, Medina, Orozco,
Ouéda, Villatoro & Fleiz, 2009; Miranda, Cubillas, Román & Valdez, 2009; Villalo-
bos, 2009; Vázquez, Fonseca, Padilla, Pérez & Gómez, 2005; Becerra, Páez, Robles-
García & Vela, 2004; Quintanilla, Valadez, González, Vega, Flores & Valencia, 2004;
y Quintanilla, Haro, Flores, Celis & Valencia, 2003). Ese tipo de estudios tienen
como objetivo reconocer factores asociados o correlacionados con el suicidio y el in-
tento suicida, tales como la depresión, la ideación suicida, algunas características de
personalidad, adicciones, condiciones psicosociales de las situaciones de vida y otros
más en distintos factores biológicos (Coffin, Jiménez, Béjar, Béjar & Alvarez, 2009;
Quintanilla et al., 2004; y González-Forteza, Ramos, Caballero & Wagner, 2003). En
los últimos tiempos también han proliferado estudios que profundizan en campos
genéticos, psicofisiológicos o neurobiológicos concomitantes del suicidio (Currier &
Mann, 2008; Gutiérrez & Contreras, 2008; Kiecolt-Glaser & Glaser, 1992).En rela-
ción con los métodos y técnicas empleados para estudiar el fenómeno suicida, sobre-
salen el uso de pruebas psicométricas (Borges et al. 2009; Miranda et al. 2009; Vi-
llalobos, 2009; Vázquez et al. 2005; Becerra et al. 2004; Quintanilla et al. 2003 y
2004), como la aplicación de encuestas, cuestionarios y en menor medida entrevis-
tas (Lara & Letechipía, 2009; Borges, Wilcox, Medina-Mora, Zambrano, Blanco,
Walters, 2005; González-Forteza et al. 2003; y González-Forteza, Ramos, Vignau &
Ramírez, 2001).
Es importante mencionar que con respecto al fenómeno suicida, se encontraron
pocas investigaciones que se sirvan de los métodos cualitativos, como son los estu-
dios de caso, la fenomenología, la hermenéutica, la teoría fundamentada, los méto-
dos biográficos y la etnografía. Son escasos los acercamientos al fenómeno suicida
desde la perspectiva de los actores. Aquí se asume que el acto y el intento suicida
pueden comprenderse mejor si se recupera la subjetividad del actor implicado en
relación con su contexto; es decir, si se describe y conoce el modo como las personas
que intentan suicidarse se posicionan frente a sus situaciones cotidianas, a su vida y
al otro.
Entre los ejemplos de investigaciones que pretenden el rescate de las personas, se
encuentra la perspectiva cognitivo-conductual que habla de la atención plena, que
Williams y otros (2006), plantean en relación con la atención a individuos que han
intentado suicidarse, lo que han llamado reactividad cognitiva. Desde el campo de la
autopsia psicológica, Gavin y Rogers (2006) afirman que se obtendrían datos de
gran valor acerca de temas victimarios o agénticos si se escucharan las narrativas de
los sujetos suicidas, así como las de aquéllos cercanos a éstos. Asimismo, Gilboa-
Schechtman, Mark, Lubin, Bodner, Cohen y King (2007), reconocen la utilidad de las
narrativas para alcanzar una mejor comprensión de los suicidas y del fenómeno en
que son actores. El psicoanálisis aporta otra forma de ver el fenómeno del suicidio,
centrado en el reconocimiento de la pulsión hacia la muerte como una tendencia
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74 intrínseca del individuo hacia su propia destrucción, pero donde el camino del sujeto
no está predeterminado, sino que se escucha su particularidad.
En los estudios revisados se distinguen dos ejes en los que la mayoría suelen cen-
trar la investigación del fenómeno suicida: el grupo poblacional (infantil, en adoles-
centes, adultos) y las teorías explicativas y correlacionales, como depresión, esquemas
cognitivos, conductas suicidas y adicciones, entre otros, que se ven involucradas con
el acto e intento suicida. En torno a estas temáticas relacionadas al suicidio, destaca la
asociación que se hace de este fenómeno con la depresión (Montés & Montés, 2009;,
Vázquez et al. 2005; Hernández, Marín & Buendía, 2001; Berman & Jobes, 1991;
Sours, 1972), ya que además se le adjudica ser una de sus principales causas. De esta
manera, se ha fortalecido la idea de que la depresión y el suicidio van de la mano,
asunto que también aquí se plantea como sospecha y no como una certeza.
Por su parte, lograr el entendimiento del suicidio infantil ha originado diversos
esfuerzos dado el aumento de casos de intento suicida en niños. Tal es el caso de lo
realizado por Miranda y colaboradores (2009), quienes enfocaron la ideación suicida
presente en los menores, con base en tres elementos: depresión, autoestima y ansie-
dad. Sus resultados identifican a la depresión como un factor de riesgo, pero que
bien puede estar presente o no, y a una baja autoestima que cuenta con mayor rele-
vancia respecto a la ansiedad. Una conclusión derivada de lo anterior es que el con-
texto social juega un papel importante en la conducta suicida, en la creación de idea-
ciones suicidas y en la posibilidad de llevar a cabo el acto. La pretensión es detectar
el potencial suicida desde temprana edad, con el objeto de lograr una prevención
adecuada y el desarrollo de programas que brinden orientación a los niños. De ahí
que se sugiere que la intervención siga esta línea: conocer cómo se gestan las ideas
suicidas desde la niñez.
Macías, Colín, Juárez y Rivera (2010), si bien se centran en la intervención en
busca de la prevención y el cuidado de los menores, también pretenden identificar
las causas del suicidio infantil y apelan al concepto de angustia enmarcado en la
teoría de Freud. Su propósito incluye la promoción de una cultura de protección in-
fantil y la enseñanza del autocuidado. Lo cierto es que estos y otros esfuerzos en
cuanto a la comprensión de este fenómeno en los niños arriban a conclusiones ge-
neralizadas y caen en el lugar común, como es que el contexto social incide en los
esquemas cognitivos, el estado emocional y biológico de los menores que atentan o
cometen suicidio. Si bien esto arroja algunas luces en el terreno, también deja exten-
sas zonas de oscuridad.
Se presume que la mayor parte de las investigaciones revisadas se acercan a la
población de adolescentes debido a la alta recurrencia del suicidio en esta etapa de la
vida. Las cifras del Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática (INEGI,
2010), confirman dicha recurrencia. Debido a ello es que se ha realizado un gran
número de estudios donde, si bien, cada propuesta enfatiza un matiz diferente, tam-
bién hay puntos de coincidencia, como la relación cercana del suicidio con la depre-
sión, problemas familiares, adicciones, variables psicológicas, procesos psicoafecti-
vos y esquemas cognitivos del adolescente, lo que le hace más propenso a cometer el
acto suicida.
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UNA PERSPECTIVA TRANSDISCIPLINAR EN EL ABORDAJE DEL SUICIDIO
75Han sido significativos los esfuerzos por esclarecer el hecho de que en la adoles-
cencia, donde despunta el impulso vital, sea donde se infrinja con mayor frecuencia
el atentado contra la vida propia y los frutos no han sido equitativos a los esfuerzos.
En el desconcierto que esto produce al entendimiento, se buscan nociones que den
alguna certeza y que ayuden a desembarazarse del asunto. Tal vez por ello el empeño
por localizar responsables (¿o culpables?), sean éstos interacciones afectivas con la
familia, contexto económico, manejo de conflictos, dinámica de pareja o la comuni-
cación, entre otros. Lo cierto es que esto no esclarece de manera suficiente lo que
transcurre en la vida del joven que quiere, intenta o logra su muerte.
En cuanto a la etapa adulta y el suicidio, se encontraron pocas investigaciones. Por
ejemplo, Becerra y colaboradores (2004), buscaron correlacionar perfiles de perso-
nalidad de los sujetos adultos con intento suicida. Encontraron que hay relación en-
tre el intento suicida y la conducta dedicada a la búsqueda de la novedad, evitación
del daño y autotrascendencia, así como una disminución de autodirección y coopera-
tividad. Por lo demás, no se proporciona mucha información de cómo es el suicidio
en la etapa adulta, por lo que se considera conveniente realizar más estudios que se
enfoquen a esta etapa del desarrollo. Se encontraron trabajos más esporádicos que
hablan acerca del suicidio colectivo. Erdely (2000), menciona que el suicidio colecti-
vo se ve influenciado por el contexto social y los ritos culturales que se viven en cada
cultura, más que por factores individuales.
No es interés de este trabajo desvirtuar lo que otros han hecho, sino abrir brechas
de indagación. Catalogar al fenómeno suicida como una entidad, nosología o cuadro
psicopatológico equivale a acreditarle existencia sólo como una enfermedad, lo que
favorece su estigmatización y lo coloca como un foco de exclusión social. Es posible
que el camino no sea buscar una causa, erradicar una enfermedad o la extinción del
fenómeno. El embrollo ocasionado por la condensación que se hace de causas, mó-
viles y detonantes del acto suicida, no favorece la indagación ni la comprensión res-
peto a lo sucedido, lo vivido, lo significado y simbolizado por el protagonista, quien
habrá de conformarse con las versiones que otros se hacen de él. La simbólica que
fragua una persona, mucho antes de cualquier atentado contra la propia vida, queda
por lo regular asfixiada por la postura de la disciplina o la perspectiva metodológica,
teórica o epistémica.
Tal vez otras averiguaciones sean válidas, en particular, cuando le reconocen exis-
tencia a alguien que no la ha tenido, cuando le ofrecen un espacio, un tiempo y una
relación que favorezcan su exposición. Cuando se plantean preguntas y no sólo res-
puestas. Cuando la búsqueda es por el significado no sólo sobre la muerte, sino
también sobre la vida. ¿A qué le llama vida un suicida? ¿Cuál es la vida a la que se le
quiere atar? ¿Lo que vive es vida? ¿Qué piensa de la muerte?
La colocación de un problema complejo, sea el suicidio o cualquier otro, como
exclusivo de un campo, de una perspectiva, deja con escasas posibilidades a la cola-
boración de otras nociones y saberes que podrían ampliar la perspectiva. Lo cierto es
que el suicidio todavía es una interpelación, en particular cuando está en contextos
que habrían de caracterizarse por el impulso a la vida, como son la niñez y la adoles-
cencia. La comprensión que este dilema entraña queda rebasada sobre todo cuando
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76 el empeño es que ésta emane sólo de la estadística. La mayor parte de las investiga-
ciones realizadas suelen atender a los criterios causales, deterministas, clasificato-
rios y de ponderaciones respecto a ciertos estándares y entidades nosológicas.
Es ahí donde una lectura desde la complejidad y la transdisciplinariedad se presu-
me imprescindible, ya que reivindica la importancia de reconocer la existencia de
alguien que no ha tenido voz en la doxa académica, en la política pública, en la fami-
lia, en sí, en la sociedad. En particular, en el campo de la psicoterapia, darle voz al
suicida implica ofrecerle un espacio, un tiempo y una relación que favorezca la mul-
tiplicidad y la riqueza de sus expresiones; además de plantear preguntas, más que
respuestas; significa la búsqueda del significado sobre la muerte, pero también sobre
la vida; cuestionarse ¿qué sostiene con vida a un suicida? ¿Cuál es la vida que se pre-
tende salvarle? ¿Lo que el individuo vive es vida? ¿Cuál es su anhelo respecto a la
muerte? Y por último, ¿por qué asusta tanto la posibilidad de su muerte?
La transdisciplina como postura y como discusión teórica es palabrería si no se
aborda desde la práctica. En esta línea se presenta el siguiente acápite, producto del
diálogo con una psicoterapeuta quien comparte sus reflexiones en torno a sus en-
cuentros con el suicidio y con el suicida, a propósito de una práctica caracterizada
por el arribo a la transdisciplina.
Transdisciplinariedad: una puesta en escena
El proyecto de investigación titulado El proceso de simbolización y el cambio personal en mujeres adultas jóvenes con intento suicida, a partir de su participación en un proceso de acompañamiento psicoterapéutico individual, pretende dar cuenta de una experiencia
transdisciplinar a partir de la atención psicoterapéutica a seis personas con intento
suicida, junto con un espacio colectivo donde los psicoterapeutas comparten semana
a semana su experiencia en torno a la atención de los casos. En este proceso lo inves-
tigativo y lo psicoterapéutico confluyen, se contraponen, demandan rigor y respeto
para cada campo y para cada estilo terapéutico. Desde este espacio es que se estable-
ce la siguiente conversación con una psicoterapeuta que además tiene experiencia en
el ámbito investigativo.
Entrevistador: la base de la entrevista es la transdisciplinariedad en relación con el
abordaje del suicidio, para ello te planteamos un par de preguntas: ¿por qué es im-
portante un acercamiento transdisciplinar al fenómeno suicida? y ¿qué implicacio-
nes tiene el construir conocimiento desde esta perspectiva?
Psicoterapeuta: el paradigma de la formación impacta en la posición en que una
se coloca, tanto para intervenir como para investigar. La primera vez que me encon-
tré con una persona, que bajo diferentes modalidades atentaba contra su vida, fue en
el campo clínico y desde entonces no pude desligar el tema del suicidio de mi activi-
dad como psicoterapeuta. Pero también me encontré con que la práctica te obliga a
cambiar la mirada y a moverte, incluso para sobrevivir. Parafraseando a Touraine
(2002), los esfuerzos han de ser por encontrar a este individuo y reconocer que es
sujeto de su tiempo y sus circunstancias.
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77E:¿En qué consistió ese movimiento?
P: Llega un momento en que considerar a la teoría, y en particular a la psicología clíni-ca como columna vertebral, resulta insuficiente. Porque el intento y la consumación del suicidio rebasan todos los diques que me había puesto, todos los secretos y los silencios; mis adscripciones se vieron cuestionadas. De manera simple, me encontré con que mi marco explicativo era insuficiente para abatir un poco la disonancia cognoscitiva entre lo que sa-bía y lo que me presentaba la realidad. En ese entonces, yo no sabía qué era transdisciplina, ni interdisciplina. Fueron las situaciones las que me llevaron a abandonar aquellas prime-ras certezas clínicas y a incorporar nuevos saberes. Pienso que ese trastocamiento fue lo más valioso; ahora sé que a eso le llaman transdisciplina.
E: Dices: “A mí me llevó a trastocar mi postura, mi marco interpretativo era insu-
ficiente”; en general, ¿consideras que a los psicoterapeutas les pasa lo mismo?
P: No lo sé. Lo que sí creo que marcó una diferencia es que de las 15 personas que en un inicio llegamos a trabajar en el psiquiátrico, en un lapso de tres años sólo quedamos cuatro psicólogos y, al poco tiempo, los otros tres renunciaron. Del personal que laborábamos, dos tuvieron intento de suicidio, otros desarrollaron adicciones y para qué te cuento lo demás. De muchas maneras captábamos lo contaminante y lo complejo del trabajo; con el paso del tiempo, de manera metafórica me fugué del campo. Abogamos muchos años por evidenciar lo que llamábamos el contagio psicológico y emocional, pero no conseguimos nada…
E: Fíjate que una de las conclusiones a las que hemos llegado en la investigación
que realizamos es que la implicación del psicoterapeuta tiene que ser diferente cuan-
do se trabaja con personas con intento suicida. Éste es uno de los ejes del estudio, en
el que documentamos seis casos de mujeres, adultas con intento de suicidio que
participan en un proceso psicoterapéutico. ¿Qué nos puedes comentar sobre eso?
P: Te platicaba sobre mi “fuga del campo” (risas). Esa “fuga” me quitó del lugar del deber ser, que se traduce en que yo tengo que dar solución al problema del suicidio. En el trabajo con el suicida hay mucho riesgo, ya que el psicoterapeuta no puede escaparse de una fuerte implicación con el otro: toca su persona, su relación con la muerte, con la vida, en sí, la construcción de sentido. Me refiero a la resonancia con el otro, la cual no sólo le sucede al psicoterapeuta, sino a cualquiera que se acerque al campo del suicidio. Esto no es un asunto sencillo de manejar, tal vez es por eso que se suele abandonar al suicida, quien en general no tiene un lugar claro en la sociedad, en la política pública, entre los profesionales de la salud, ni en las instituciones sociales. En cambio, cuando tú le abres un espacio para el encuentro, se establece una resonancia emocional que favorece que ambos coloquen sobre la mesa los temas sobre la vida y la muerte, donde el acto suicida no es el único foco.
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78 E: ¿Lo que dices es que moverte de tus trincheras también toca el tema de la impli-
cación?, ¿dices que asumir una fuerte implicación no es opcional?, ¿que fue un asunto
de sobrevivencia? O sea, ¿que si tú no te hubieras movido de tu nicho de seguridad, de
tus comodidades, la contaminación emocional hubiera sido más intensa?
P: Sí, y además ese desplazamiento trajo consigo otros requerimientos: la actualización constante, llevar un proceso psicoterapéutico, tener un equipo de trabajo, tener supervisión de casos y la revisión de la implicación personal; si bien estas cuestiones son inherentes a la labor del profesional de la psicoterapia, cuando el tema es el suicidio, resultan imprescindi-bles; además le confieren a la práctica un carácter transdisciplinar.
E: La medicina aún ocupa un lugar protagónico en el tratamiento del suicidio, en
particular la rama de la psiquiatría, ¿frente a esta realidad, qué papel juega el psico-
terapeuta?
P: Es curioso, es un tema controvertido porque, si bien el médico toma a su cargo la corporeidad, en el sentido de salvaguardar la vida del Otro, luego no sabe qué hacer con lo demás; es decir, con la persona y su vida. El suicidio todavía resulta una entidad muy mis-teriosa, lo que te obliga a aceptar que existen áreas o reductos inimaginables. Además, creo que la transdisciplinariedad te obliga a trabajar con otros y el suicidio, en particular lo amerita. El psiquiatra suele trabajar solo.
E: ¿Por qué?
P: Lo decía antes, por nuestras limitaciones para desentrañar ese misterio. Para mí, esto se evidenciaba en casos en que la persona en apariencia no había dado señales de una tenden-cia suicida y de repente efectuaba el acto. Entonces constatar, estar cerca del fenómeno, te re-mite a tus propias limitaciones, a tus fragilidades, a tu relación con la vida y con la muerte.
E: En relación a los estudios que se han realizado en torno al intento suicida y del
suicidio en sí, aparece una fuerte tendencia por buscar de manera acuciosa sus cau-
sas. Pero nos hemos encontrado con esfuerzos de estudiosos y profesionales, cada
vez más frecuentes, por preguntarse por los significados. ¿Qué relación tiene con lo
que estás diciendo?
P: El paradigma de la causalidad nunca me ha convencido y no sólo en relación al sui-cidio. Pongo el ejemplo de un psiquiatra que decía: “es que ya entendí que el problema que tengo con las mujeres es mi madre”. Y luego agregaba; “¿y?, ¡mi problema sigue igual!” El conocimiento de las causas, que además son volubles, variables y escurridizas, no arroja suficientes luces. Me parece que ha sido una postura explicativa insuficiente. Además se confunden las causas con los detonantes del suicidio, que no es lo mismo; lo que solemos ver son estos últimos, que en realidad son eventos concomitantes, lo que no equivale a conocer sus causas. Creo que acercarte a los significados del Otro te ofrece más posibilidades de
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79apreciar las modalidades suicidales. Aquí entramos en el terreno de la contextualización del fenómeno: ¿a qué le llamamos suicidio?
E: ¿Y, para ti, qué es el suicidio?
P: La categoría de suicidio está muy “hurgada”; lo interesante es acercarnos a su com-prensión desde la vida cotidiana. Por ejemplo, la psicopatología de las personas internas por intento suicida en instituciones públicas de salud es muy acuciante; te da en cara por lo burdo: ver que una persona se está desangrando en tus narices y que a pesar de todos los cuidados, de los filtros y vigilancias, de todas maneras lo vuelve a intentar y muchas veces hasta consumar su muerte. Llega un momento en que llamarle suicidio, a mí remite a algo en apariencia muy sabido, “¿suicidio de qué?” Lo interesante es averiguar ¿cuál es el canto de esta persona? ¿Cuál melodía se sabe y conoce? Y cuando alguien me habla del suicidio lo primero que le digo es: “¿de qué me estás hablando?”. Hay que romper con el paradigma desde donde se entiende al suicidio como el acto de quien toma una pistola y se dispara.
E: Entonces ¿qué sí es?
P: Pues cuando menos hemos de reconocer que el suicidio es un fenómeno complejo, de muchas dimensiones, multicausal y en sí, que es una expresión de su época. Se trata de reconocer cómo son esas ganas de morir y sus manifestaciones en términos de lo que pode-mos llamar la vida cotidiana de la adhesión a la muerte. Es decir, no reducir la manifesta-ción de “querer morirse” a una psicopatología, sino perseguir el sentido que tiene para la persona. Cuando te acercas realmente, la mayoría de las veces, no te sorprende que esta gente...
E: Se quiera morir.
P: ¡Y muchas veces, se muere! Ya no te sorprende su muerte.
E: ¿Como si el tejido de la vida se construyera en una simbólica de la muerte? ¿Eso
planteas?
P: No sé, pero el tejido de la vida incluye la muerte. En algunas ocasiones es el tendido, en algunas otras es el significado de la vida.
E: ¿Quieres decir que es el tendido existencial y que va más allá de la literalidad de
morirse?, es decir, ¿que a la mejor te mueres diario?
P: Sí, y de ahí esa dificultad hasta para nombrarlo. Porque no se quedó en el pasado, es un gerundio: te sigue matando - te sigues matando.
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80 E: ¿Aquello que te mató y que te sigue matando y por lo tanto te matas? ¡Pues ya
nos rompiste aquí todos nuestros esquemas! ¡Ya aumentaron las preguntas!
P: Se trata de una postura interrogante, de recibir y estar dispuesto a que la realidad te sorprenda, la realidad del otro e ir aprendiendo con ello. Y luego la dificultad de que, ¿con qué esquemas lo explico, cuál es la explicación que le puedo dar a esto? Y no dar una reso-lución. Porque también ése es otro asunto que tiene que ver con la formación, creer que tú eres el resolutivo y por lo tanto que tienes el poder de evitar el suicidio. Esto es una trampa, un autoengaño.
E: ¿Dices que cuando se va tejiendo este asunto de la muerte como simbólica se
hace acopio de todos los recursos? y bueno, me voy a atrever con esta pregunta: ¿el
suicidio te habla de algún grado de libertad, de voluntad, de actoría?
P: Sí, y ahí es donde las categorías a priori que tiene uno se superponen a los significados del otro. Al Otro ni voz le diste, y en ese sentido, colocarte con esta actitud de ignorancia frente al Otro, te da más chance de oír su voz. En el entendido que uno no le da ni le quita la voz al otro, pero a veces sí se la arrebatas; el ejercicio terapéutico es intrusivo, implanta y hay una violencia. Eso lo aprendí con el suicida: hacer todos los esfuerzos en un aparente resguardo de la vida, cuando muchas de las veces, la vida del Otro no es vida.
E: Claro, cuál vida se preserva, si eso no es vida. Decías tú, muchos psicoterapeu-
tas, muchos profesionales se acercan al Otro con sus predisposiciones, con sus pre-
juicios, con sus escalas valorales, con su valor o simbólica sobre la vida y la muerte,
pero ¿qué tanto tener enfrente a una persona con intento suicida también transgrede
tus propias concepciones? ¿Qué tanto te proteges? ¿Qué tanto te atrincheras y buscas
esquemas tradicionales de atención para preservar tu propio sentido?
P: Sí, yo creo que la psicoterapia es una transgresión mutua. Cuando le decía a María Elena, una mujer con varios intentos de suicidio: “Tu opción me cuesta trabajo” y ella me decía: “pues a mí la tuya también”.
E: ¿Y cuál era su opción?
P: Morir, morir, ella lo sabía. En el encuentro con un suicida, necesariamente la indivi-dualidad se ve tocada, se ve cuestionada, interpelada.
E: ¿Estás afirmando que muchas veces se abstrae la vida de la persona?, ¿sugieres
que nos encontramos frente a un proceso de simbolización sobre la muerte que se
ha instalado como referente identitario?
P: Sí, sí. Por ejemplo, los estándares y las regulaciones sociales hacen que el suicida no tenga con quién hablar, que quede enmudecido. Porque la religión, la familia, las normas sociales y la estigmatización de que es objeto, hace que se agrave la situación. Pero si habla-
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81mos de legitimidades, el suicida tiene derecho a legitimar que lo que vive no es vida. Enton-ces esto toca nuestras incapacidades de orden psicoterapéutico y la carencia de recursos, no se diga, los personales.
E: Y como asunto de salud pública, más, ¿verdad?
P: ¡Claro! A mí me queda una certeza: que a las instituciones públicas no les importa la gente.
E: Es que lo que tú estás cuestionando de fondo es la consigna con la que suelen
funcionar las instituciones públicas de salud frente al suicida: mantén tu vida, man-
tente con vida, aunque tu vida no sea vida, ¿cierto? ¿Insinúas que la persona que in-
tentó suicidarse tiene algún grado de actoría?
P: Claro. El albedrío le permite a la persona, ésta y múltiples expresiones. Para el psico-terapeuta es importante reconocer la dignidad del Otro. Como dice un amigo: “Frente al suicidio, descálzate porque entras en el terreno del Otro. Sé respetuoso, ¡pisas terreno sagra-do!” Y me parece que esta conciencia está muchas veces carente en los terapeutas. Porque tenemos muy incrustada la idea de que hay que buscar el desarrollo del Otro y, ¿qué entien-des por esto y por bienestar, su bienestar? Esto yo creo que se aprende más con la gente que en los libros. Por supuesto que hay que teorizar, reflexionar y revisar tus marcos explicati-vos, los que al irse ampliando, te llevan a reconocer tus alcances y limitaciones en la com-prensión del fenómeno. No se trata de entenderlo todo, sino de colocarte a manera de Bau-man, como caminante por la vida y la profesión; un caminante que busca las maneras de acercarse cada vez más a la comprensión del Otro y de sus significados.
E: De regreso al tema de la transdisciplina ¿Cómo crees que habría que confor-
marse el fenómeno suicida como objeto de estudio transdisciplinar?
P: En primer lugar creo que es más liberador que se haga desde múltiples miradas y junto con otros, no en solitario. El reconocimiento de las incapacidades propias es impor-tantísimo. También es central otorgarle al suicidio y al suicida un lugar y una voz propia. De la otra manera, los caminos se cierran. Te puedo decir, que como psicoterapeuta, cuan-do estás frente a un suicida, ganar tiempo es clave: ganar tiempo para que el sujeto aparez-ca, para que emita su voz. Se trata de un contrato terapéutico sin prisas, para que el suici-da tenga la vivencia de que puede construir una relación, que puede construir un espacio en la vida, que es posible que alguien no lo abandone. Y también que es importante estable-cer y cuidar el vínculo.
E: Hablabas acerca de acercarte a las personas con intento suicida como algo sa-
grado. ¿Puedes ahondar en esto? es muy metafórico, ¿no?, muy irónico, muy paradó-
jico. Cuando existe tal estigma sobre alguien que atenta contra su vida y que tú su-
gieras atender estas problemáticas, estas situaciones desde la sacralidad…
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82 P: Me refiero a que es muy frecuente una postura soberbia de tu saber sobre el Otro. Y esto ha favorecido una práctica psicoterapéutica impositiva e investigaciones sesgadas. Los estudios de Foucault abonan al cuestionamiento sobre el uso del poder por parte del profe-sional de la psicoterapia; por otra parte Bourdieu habla de la violencia simbólica que im-plica el encuentro con el Otro. Cuando menos a mí, lo que más me ha ayudado en la comprensión del suicida, ha sido cuando escucho su voz. Una voz que permite el habla del acto y no solamente el acto silencioso y a escondidas, como suele darse en el suicidio. Cuan-do el suicida expresa ante el Otro qué le pasa, cómo lo vive, qué le sucede, y cuáles son sus convicciones, es distinto. Para mí el suicidio es un fenómeno que se encuentra presente en la condición humana y que se expresa de múltiples formas.
E: Sí, ya que en los esfuerzos por dar cuenta de las causas del suicidio desde están-
dares de medición, se ha abaratado el término. Pero también proliferan los intentos
de los profesionales y del Estado por entender para controlar. Pero lo único que se
hace es oscurecer más el problema. ¿Quisieras decir algo más?
P: Me quedé pensando en el asunto de la depresión. Es que a cualquier cosa le estamos llamando depresión. Y luego te das cuenta de que hay una industria farmacéutica, ¡suma-mente interesada en la venta de antidepresivos! De las experiencias más frustrantes que he tenido, han sido cuando se les aplicaba antidepresivos a los suicidas, porque se les callaba nuevamente. Y estos silenciamientos siguen siendo frecuentes al día de hoy. Y luego, esta asociación rápida que solemos hacer entre suicidio y depresión, cuando un depresivo te dice: “bueno, es que no le encuentro chiste a la vida”, y lo traduces en que se quiere morir…
E: Claro, pero esto no lo coloca como un…
P: Suicida, claro que no. Incluso existen estudios que afirman que “el depresivo” no tiene la energía suficiente para quitarse la vida. Quiero cerrar diciendo que en el campo del sui-cidio la transdisciplinariedad extiende su reino para involucrar la vida del terapeuta, desde esta perspectiva, se acepta que hay otros mundos, otros lenguajes, otras maneras de vivir y de morir.
E: Muchas gracias. Entonces podemos afirmar que la atención al fenómeno suici-
da demanda el abandono de una postura unidisciplinar, así como el recuento de los
recursos propios y la honestidad para reconocer que éstos, muchas de las veces resul-
tan insuficientes para enfrentar la problemática. En esa línea, la posición salvífica en
la que caen en diversas ocasiones los profesionales, resulta un engaño. El suicidio es
un misterio por resolver, es un campo abierto, es una oportunidad para la transdisci-
plinariedad.
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83Transdisciplinariedad. Un lugar, una mirada, un posicionamiento
Todo lo anterior lleva a afirmar que entender y desarrollar estrategias de atención al
fenómeno suicida implica un nuevo posicionamiento y tomar una actitud transdisci-
plinar. Para ello habrá que contestarse a la pregunta ¿qué es la transdisciplina?
Un antecedente importante en torno al tema es la llamada Carta de la transdisci-
plinariedad, que es producto de la reflexión del Primer Congreso Mundial sobre
transdisciplinariedad, llevado a cabo en el convento de Arrábida, en Portugal en
1994. Dicho documento se conforma por un conjunto de principios alrededor del
quehacer transdisciplinario y constituye un contrato moral en donde se plantean las
directrices que responden a lo que se denominó empobrecimiento intelectual, resul-
tado de las construcciones monodisciplinares, que llevan a un saber acumulativo que
no incluye el diálogo. De una ciencia tecnológica que sólo da cuenta de la eficiencia
por sí misma, que no reconoce la complejidad, tiene una perspectiva lineal, genera
desigualdad, compartamentaliza, individualiza y fragmenta. Para ello se propuso
realizar una mutación en el uso del saber y reconocer a los distintos saberes.
En el artículo número 2 de esta Carta se plantea que: “El reconocimiento de la
existencia de los diferentes niveles de realidad, gobernados por diferentes tipos de
lógica, es inherente a la actitud transdisciplinar” (De Freitas, Morin, Nicolescu et al., 1994, p. 3). No se puede hablar de transdisciplina sin hablar de complejidad. En el
caso de los esfuerzos por dar cuenta del fenómeno suicida se ha tendido a la genera-
lización, como ejemplo de ello está la proliferación de estudios tendientes a la cons-
trucción de perfiles de riesgo suicida y la identificación de causas. Abordar el proble-
ma del suicidio desde la complejidad implica incluir los diversos ámbitos de la
existencia, para ir más allá de lo cognitivo y lo conductual; por ejemplo, considerar la
trayectoria de vida, el papel de la imaginación, las representaciones en torno a la vida
y la muerte, las matrices emocionales y vinculares y la identidad. Aceptar la existen-
cia de otras dimensiones de la vida, otras manifestaciones y expresiones, lo que abre
nuevas perspectivas de entendimiento sobre la realidad y, por lo tanto, mayores posi-
bilidades de intervención.
En el conocimiento complejo, la unidad disciplinar toca sus límites al evidenciar-
se su incapacidad para abarcar los diferentes niveles de la realidad. En consecuencia,
se tiene que dar la apertura de sus fronteras, sus saberes y sus métodos. El reconoci-
miento de estos límites no significa su desaparición, más bien, indica la necesidad
de construir un conocimiento de frontera, que de manera paradójica, abona al forta-
lecimiento de las mismas disciplinas. Así lo consigna el artículo número tres de la
Carta de la transdisciplina:
La transdisciplinariedad es complementaria al enfoque disciplinario; hace
emerger de la confrontación de las disciplinas nuevos datos que las articulan
entre sí, y nos ofrece una nueva visión de la naturaleza y de la realidad. La
transdisciplinariedad no busca el dominio de muchas disciplinas, sino la
apertura de todas las disciplinas a aquellos que las atraviesan y las trascienden
(De Freitas et al., 1994, p. 3).
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84 El entendimiento del suicidio que se circunscribe a determinados límites no tiene
posibilidad de existencia más allá de éstos. Una de las limitaciones más grandes im-
puestas a la comprensión en torno al suicidio y al suicida es haberlos colocado como
una alteración de la salud mental o como una entidad patológica a priori; por lo tanto,
de esta manera son tratados, tanto en lo social como en el ámbito profesional.
Por ello, aquí se propone que para abordar el suicidio es necesario ir más allá de
lecturas y tratamientos apriorísticos emanados de estrategias de medición y compa-
ración que generalizan y atrapan en una lógica causal, determinista y lineal tanto al
fenómeno, como al propio investigador y al profesional, cuando la vida no corre por
esos caminos.
Es imprescindible abatir el ocultamiento, el silenciamiento y la no existencia de
aquel que como un sacrilegio decide no desear su vida y realiza acciones para acabar
con ella. Es aquí donde se considera importante afirmar que una perspectiva transdis-
ciplinar en torno al suicidio ofrece mayores posibilidades para su comprensión. Nico-
lescu (1996), señala que la realidad es discontinua y posee diversos niveles simultá-
neos; por lo tanto, su abordaje invita a colocarse en un espacio transdisciplinario
caracterizado por su discontinuidad. La realidad es multideterminada, multireferen-
cial, heterogénea; no es lineal ni obedece a lógicas causales, ni deterministas. La rea-
lidad está desbordada, diría Giddens, (1999). Hablar del suicidio y del acto suicida no
puede hacerse al margen de esta discusión. Si los hombres y mujeres de este mundo
construyen su vida entre los riesgos, si caminan en las fronteras y en los quiebres
identitarios, entonces es necesario abordar el tema desde planteamientos complejos,
transdisciplinares. A manera de paráfrasis de lo dicho por Martín Barbero y Nicoles-
cu (1996), habrá que construir conocimiento y alternativas en ese lugar donde las
fronteras se erigen y se rompen.
Para construir conocimiento social, es menester hacerlo desde las fronteras
entre las disciplinas, desde acercamientos complejos y desde la creatividad
metodológica, atributos, todos ellos, de la transdisciplinariedad. Desde esta
perspectiva, el papel del investigador de lo social se ve impactado, se le de-
manda colocarse como actor social en el interjuego entre la ética, la vigilancia
epistemológica y el rigor metodológico (Gómez, 2011, p. 377).
La transdisciplina es un diálogo entre disciplinas, entre epistemes, entre procesos
de conceptualización y de explicación. La actitud transdisciplinar busca comprender
las relaciones complejas de los sujetos y los objetos (Pérez Luna, Alfonzo Moya, Cur-
cu Colón, 2012, p. 25). Como dice Martín Barbero, Jesús. Seminario “Comunicación
y culturas en globalización” marzo 22 de 2004, ITESO, Guadalajara, Jalisco, México,
se vuelve necesario juntar el conocimiento disperso. En la transdisciplina, no se trata
de antagonizar los esfuerzos disciplinares, sino de complementarlos, de articular el
conocimiento.
La transdisciplina es producto de un rompimiento paradigmático, relacionado
con la forma de construir conocimiento que condujo a la proliferación de plantea-
mientos de corte cualitativo en complementariedad con los cuantitativos. Para efec-
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85tos de la visión transdisciplinar, la postura cualitativa permite establecer una relación
dialéctica entre sujeto y objeto de conocimiento. En esa relación interviene la subje-
tividad de ambas partes, el objeto estudiado no se puede entender con independencia
de los sujetos y de los contextos en que esta realidad es conocida.
La metodología cualitativa rescata la subjetividad tanto del investigado como
del investigador, rescata también los procesos de interpretación y de subjeti-
vación. En este tipo de investigación se concibe al objeto de estudio como una
realidad construida socialmente, y los objetos son sujetos sociales que se au-
toconstituyen (Dávila, 1995).
El investigador y el psicoterapeuta colocados en una perspectiva transdisciplinaria
pugnan por la fidelidad a las construcciones y significados propios de los sujetos, de
los suicidas, en el tema aquí tratado. La vida conlleva una riqueza y complejidad que
impele a apreciar el valor que tiene la existencia de aquel que quiere y busca morir.
Preguntas como: ¿De qué hablan cuando hablan de suicidio? ¿Qué significado tiene
la propia muerte? ¿Es acaso una denuncia, una manera particular de decir algo?
¿Con quién o con qué se quiere acabar? ¿Se quiere se y puede conceder dignidad a
aquel que insiste en acabar consigo mismo? A pesar de los múltiples esfuerzos para
esclarecer estas interrogantes pareciera que el suicida sigue relegado; es decir, el su-
jeto, para sólo quedar como deficiencia, carencia, estadística y desviación que hay
que corregir. De esta manera, la persona que no quiere vivir queda abandonada en
un rincón, en la nada, como la muñeca fea de CRI CRI. Si en verdad se quiere enten-
der lo que le sucede al suicida, es menester rescatarlo desde su capacidad de actoría.
La transdisciplina formula un nuevo modo de abordar los fenómenos desde una
forma distinta de pensar e imaginar lo impensado, y el proceso creador; toma como
referencia a los saberes disciplinares, pero los trasciende para llegar a los transabe-
res, donde se juega con lo ilimitado, lo inédito, lo no conocido (Pérez Luna et al., 2012, p. 16). Estos transaberes surgen mediante la superación de lo constituido, de
la crítica a las dicotomías perpetuadas por los saberes oficiales, del diálogo de los di-
ferentes saberes, así como por el movimiento de conceptos y categorías.
Lo transdisciplinario permite incorporar saberes extraacadémicos: identidades,
formas de aprender, maneras de concebir el conocimiento, hibridaciones culturales
y transmisión de experiencias, entre otras. Los transaberes implican una forma di-
versa y heterogénea de pensar la realidad que es compleja y está inacabada. Para que
se dé la producción de un saber nuevo debe desplegarse la creatividad (Pérez Luna et al., 2012, p. 17) y hablar del encuentro, de la realización y apertura a los transaberes,
del diálogo entre los saberes del investigador y del investigado, del psicoterapeuta y
el suicida.
En un posicionamiento transdisciplinar, de cara a la relación con el Otro, tanto el
investigador como el psicoterapeuta se encuentran inmersos en lo político; ambos
son actores que tienen un lugar en la crítica social, que en el caso del suicidio se
ejerce desde una doble indignación: frente al estigma y la exclusión. El investigador
del suicidio tendrá el compromiso de dar cuenta de las construcciones y los signifi-
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86 cados de los sujetos a los que estudia, así como de la propia postura teórico-metodo-
lógica, ahora móvil y flexible. El camino de la transdisciplina es la construcción co-
lectiva del conocimiento social pertinente, lo que da cabida a las diversas expresiones,
puntos de referencia, anclajes e intermitencias de los sujetos.
Algunas conclusiones
Estudiar el tema del suicidio desde la transdisciplinariedad perfila una manera de
acercarse a la realidad, la cual pretende ir de acercamientos nominativos a perspecti-
vas en permanente construcción. Se asume de base la posibilidad de incluir múlti-
ples inscripciones en campos de conocimiento y epistemes. La transdisciplinariedad
reivindica la flexibilidad de los planteamientos que integran saberes de otros campos
disciplinares, de la filosofía, de las artes, entre otros y, por ende, modos distintos de
entender la construcción de la realidad y de intervenirla.
En los estudios transdisciplinares, el conocimiento se construye a partir de nudos.
Es un tejido en red con énfasis en la reflexividad, en lo dialógico, en la intersubjetivi-
dad y en el trabajo colaborativo; rompe con la dicotomía entre objeto y sujeto para
incluirse en la circularidad entre ambos para salir del dualismo que resulta reduccio-
nista y simplificador: el investigador es productor y producido. “ Se trata de reincor-
porar la subjetividad en el quehacer investigativo, para formar parte de la compren-
sión compleja de la realidad” (Carrizo, Espina & Klein, 2004, p. 51). De manera
metafórica, el sujeto observado cambia al ser observado, como también lo hace el
observador.
El abordaje transdisciplinar de problemáticas complejas, como es el caso del sui-
cidio, requiere de una constante vigilancia epistemológica por parte del investigador
y del psicoterapeuta, lo que conlleva al cuestionamiento sobre sus paradigmas y le
demanda la construcción de nuevas redes y circuitos de comunicación con los suje-
tos implicados. Operación durante la cual, su identidad resulta trastocada:
“En la relación entre objeto de estudio y sujeto investigador se produce una rela-
ción de sentido. La construcción de conocimiento, desde esta perspectiva, remite a
una relación puesta en escena donde el investigador es al mismo tiempo sujeto in-
vestigado, que participa de la subjetividad-objetividad, en la intersubjetividad” (Gó-
mez, 2011, p. 383).
La manera en que se entiende al suicida matiza la práctica psicoterapéutica y los
alcances en la producción de conocimiento, en el caso del investigador. Si éste no es
capaz de abandonar sus certezas, quedará condenado a ser parte de los dispositivos
sociales que excluyen al sujeto suicida, el cual se caracteriza, de por sí, por ser escu-
rridizo y ambiguo en sus demandas y respuestas frente a los ofrecimientos de ayuda.
La transdisciplinariedad se erige contra los sesgos y reduccionismos en el enten-
dimiento de la realidad; se coloca en el desmontaje, en la frontera, en la fisura, en el
movimiento constante, para dar lectura a los flujos de significados, metáforas, repre-
sentaciones e identidades. La realidad se mantiene abierta y no es lineal, por lo tanto,
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87la mirada sobre el sujeto cambia, se le concibe como actor protagónico, con la centra-
lidad en su voz, en su proceso de significación y en su acción frente al mundo.
Se trata de enfrentar la incertidumbre, de ir armando nuevos esquemas y marcos
explicativos, con todo y su provisionalidad. El que aborde el fenómeno suicida habrá de
colocarse en otro lugar y colocar al Otro también en distinto sitio: un lugar de respeto
y de reconocimiento, donde la alteridad y la interculturalidad confluyan. Es entrar en
el terreno de la reflexividad que promueve el reposicionamiento, entonces es difícil
hablar de “esto se debe de hacer”, para dar lugar a la pregunta de ¿quién es el Otro? Las
prácticas habrán de responderlo.
En el constructo de abogar por la vida, herencia del campo de la medicina, suele no
darse voz al lenguaje de la muerte, cuando ésta forma parte de la identidad suicida. Las
supuestas causas del suicidio sólo suelen ser detonantes que en la literatura terminan
por aparecer como un listado que intenta explicar el problema del suicidio y pretende
controlarlo. Entre las “causas” más comunes se incluyen los conflictos amorosos, los
estados depresivos, problemas familiares, falta de comunicación, violencia, problemas
económicos, de salud o adicciones. Con ello, todavía se desconoce que el suicida elabo-
ra una simbólica sobre la muerte que ha construido a lo largo de su vida, con distintos
gradientes, matices y expresiones.
No se trata de sacralizar y trabajar para la muerte, el asunto es indagar dónde se en-
cuentra al sujeto suicida entre sus propias ruinas y en sus edificaciones. Encontrarlo y
descubrir que ahí se manifiestan los matices de su actoría, sus ofrendas, sus decisiones.
Porque en un intento suicida se encuentra una persona con capacidad de actoría y auto-
ría. Aunque en el suicidio ésta aparezca a primera vista como reducida a una mínima
expresión, habrá que ir contra corriente y recordar que se trata de una persona con una
historia, un sufrimiento y una voz que se ha irrumpido con este acto. Reconocer que al
dar el espacio se mueve todo el texto
La transdisciplinariedad es un acercamiento al servicio del fenómeno, a su entendi-
miento, su tratamiento; todo ello implica una reconceptualización, donde es un gran
reto lograr que los deseos de morir tengan voz, sean escuchados y legitimados. El sui-
cida es un sujeto de su tiempo.
La naturaleza propia del suicidio llama a los acercamientos transdisciplinares, ya
que una sola perspectiva no puede dar cuenta de su complejidad. La convocatoria a
otros saberes abre posibilidades de una comprensión más amplia del fenómeno, y por
lo tanto, diseñar e implementar estrategias más pertinentes de intervención. Los acer-
camientos transdisciplinares reivindican una postura ética y política, un compromiso
con la realidad estudiada y con los sujetos implicados; es una práctica comprometida
desde donde el profesional y el investigador se pronuncian y se responsabilizan de lo
producido de manera social. En un ejercicio transdisciplinar se construyen nuevos ri-
gores, donde lo político y lo ético entran en juego, puesto que ni la práctica, ni la pro-
ducción de conocimiento son disciplinares ni neutrales. La experiencia ha mostrado
los alcances y limitaciones existentes en torno al suicidio, por lo que todavía valen la
pena otros esfuerzos.
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CAPÍTULO 6
en el comportamiento suicida: acercamientos teórico-metodológicos y hallazgos
Teresita Morfín López Luis Miguel Sánchez Loyo
Los estudios más recientes sobre el suicidio consideran que se trata de un problema
multicausal debido a la interacción de diversos factores de riesgo que afectan de ma-
nera diferenciada en las diversas etapas de la vida en la cual se presentan. Entre sus
causas se identifican aspectos biológicos, en específico los genéticos y neurobiológi-
cos; algunos factores psicológicos relacionados son impulsividad, poca tolerancia a la
frustración, sentimientos de soledad y desesperanza. También son considerados im-
portantes elementos situacionales tales como desempleo, ruina económica, pérdida
de un ser querido y eventos de estrés agudo; por último, entre los rubros sociales y
culturales asociados al suicidio se encuentran las creencias que lo legitiman y el es-
tigma social que se genera por buscar ayuda en profesionales de la salud mental,
entre otros (WHO, 2012).
En este capítulo se pondrá atención a los factores socioculturales asociados al
suicidio, ya que éstos permiten entender las representaciones y los significados de
las situaciones relacionadas con las conductas suicidas. Por ejemplo, los hombres
europeos se sienten agobiados por los problemas económicos (Nock et al. 2009), en
tanto las mujeres mexicoamericanas experimentan lo mismo ante conflictos familia-
res (Zayas & Pilat, 2008). ¿Cuáles son los aspectos socioculturales que podrían expli-
car estas diferencias entre ambas poblaciones?, ¿las personas suicidas tienden a per-
cibir el riesgo en diversas circunstancias, según la cultura a la cual pertenecen?
En los estudios culturales sobre el suicidio se pueden identificar dos grandes
orientaciones teórico-metodológicas. La primera trata de comprender la influencia
sociocultural de los valores, el cambio cultural y diversas variables socioeconómicas
para relacionarlas con la tasa de suicidios en cada país. La segunda orientación busca
identificar los significados y los actos de las personas con conductas suicidas desde
la perspectiva de estos mismos sujetos, sus familiares y los profesionales de la salud.
Entre algunos estudios con esta perspectiva es posible ubicar a la teoría del consenso
cultural; este modelo teórico y metodológico, originado en la antropología cognitiva,
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92 considera que la cultura es conocimiento compartido por los miembros de una socie-
dad o un grupo social. Ha sido usado sobre todo en el campo de las ciencias de la
salud, a fin de tener una comprensión desde los pacientes de los problemas que les
aquejan en este ámbito, el seguimiento a sus tratamientos y los cuidados generales
sobre su salud y su enfermedad.
Se considera que la teoría del consenso cultural puede proveer de un marco teórico
y metodológico para el estudio del suicidio a partir del conocimiento de los participan-
tes, para determinar la influencia cultural en su conocimiento sobre el suicidio, de las
personas que han atentado contra su vida así como de quienes no lo han hecho.
Influencia de aspectos socioculturales en el suicidio
Clasificar un acto como suicida está relacionado con lo que cada sociedad concibe
por suicidio (Villardón, 1993). En este sentido, considerar una muerte como suicidio
será más fácil si la persona estaba enferma mental o aislada de su grupo social, a
diferencia de una persona sana (Douglas 1966). Sobre esto mismo, para Durkheim,
los suicidios se relacionan más con el tipo de sociedad en la cual se presentan que
con las circunstancias particulares de los individuos (Durkheim, 2003).
En términos generales han existido dos formas de estudiar el suicidio: la social y
la individual. La primera lo hace desde la influencia de los factores sociales y la se-
gunda a partir de las características personales del individuo. De manera reciente se
han realizado estudios que vinculan ambos aspectos, individual y social, con distin-
tas metodologías por lo que se les denomina psicosociales (Villardón, 1993).
La mayor parte de las investigaciones sobre el suicidio que incluyen aspectos so-
ciales son epidemiológicas. Desde la vertiente individual se utiliza sobre todo el estu-
dio de caso.
A diferencia de los enfoques social-epidemiológico o individual, desde la perspec-
tiva psicosocial la mayoría de los estudios se enfocan en identificar factores cultura-
les que relacionan el aspecto cognitivo individual y social, así como los procesos
psicológicos que se producen en la interiorización y apropiación de la cultura y en la
comunicación de la misma.
Psicología cultural
El estudio de los procesos psicológicos que toman en cuenta la interacción del indi-
viduo con su contexto sociocultural y a la cultura no como una variable o un factor
para explicar el comportamiento, sino como constituyente de la mente y el compor-
tamiento humanos, ha avanzado de forma más intensa a partir del decenio de 1990-
99 y en la actualidad se conoce como psicología cultural.
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INFLUENCIA DE LA CULTURA EN EL COMPORTAMIENTO SUICIDA
93De forma independiente, algunos autores han desarrollado propuestas teóricas y
metodológicas para proponer la construcción del pensamiento, ideas, procesos psi-
cológicos, sentimientos y emociones a partir de la interacción del individuo con su
medio ambiente natural y social, mediada por la cultura. Este enfoque interactivo
individuo-cultura en sociedad se ha desarrollado desde:
El interaccionismo simbólico desarrollado por George Mead (1968).
El construccionismo social: Alfred Schütz filósofo y sociólogo (1995) así como
Berger y Luckmann (1983) sociólogos del conocimiento.
La perspectiva histórico-cultural del desarrollo de Vygotsky (1987) y Cole
(1999).
Los cognitivistas sociales como Goodenough (1964), quienes consideran a la
cultura como información.
Romney, Weller y Batchelder (1986) que desarrollan el modelo del consenso
cultural y consideran el conocimiento cultural como una competencia indivi-
dual y social.
En la formación de procesos de pensamiento y esquemas cognitivos, las interac-
ciones sociales y el contexto cultural juegan un papel fundamental, así como el grupo
social en cual la persona desarrolla su existencia. Estudiosos de estos factores propo-
nen diversas formas de relación del individuo y su contexto sociocultural. Las emo-
ciones pueden ejemplificar este procedimiento.
En el suicidio, el elemento emocional se encuentra presente de forma relevante.
James Averill (1992) sugiere que la respuesta emocional está basada en la interpreta-
ción que el sujeto hace de la situación. Para Belli (2009), las emociones son narrativas,
relatos de acciones y expresiones corporales, por consecuencia éstas reciben influencia
social. Dichas respuestas emocionales ocurren en contextos sociales y en las experien-
cias cotidianas, que median el tipo de respuesta emocional; por lo que las emo ciones
pueden ser comprendidas al incorporar el componente social.
Las emociones se sienten en el cuerpo y luego se expresan en contextos sociales
que influyen en la manera cómo las emociones se entienden y se expresan; por ejem-
plo, ya se había mencionado el hecho de que los varones europeos se emocionan en
forma negativa ante problemas económicos y las mujeres mexicoamericanas por los
conflictos familiares (Nock et al., 2009; Zayas & Pilat, 2008).
Si el suicidio es un fenómeno en el que participan aspectos socioculturales y la psi-
cología cultural puede dar cuenta de los procesos psicológicos presentados en ciertos
entornos, entonces es posible investigarlo desde una perspectiva psicocultural.
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94 Orientaciones psicoculturales al suicidio
Existen diferentes orientaciones metodológicas para conocer la influencia psicocul-
tural en el comportamiento suicida. Por un lado existen estudios de corte cuantitati-
vo y por otro, se realizan desde un enfoque cualitativo.
Respecto a la línea apoyada en la metodología cuantitativa se identifican en prime-
ra instancia los estudios que pretenden comprender la influencia de los factores so-
cioculturales en el comportamiento suicida, a partir del estudio de valores y del cam-
bio cultural en grandes muestras poblacionales de diferentes países. Para ello se
aplican encuestas en muestras estadísticas representativas, como por ejemplo, la
Encuesta Mundial de Valores (World Values Survey. WVS, por sus siglas en inglés) y
la Encuesta Europea de Valores; ambas relacionan las variables culturales evaluadas
en la encuesta con la tasa de suicidio de cada país y con la aceptabilidad social de los
comportamientos suicidas.
La segunda orientación privilegia acercamientos cualitativos, ya que busca cono-
cer los significados y los actos de las personas desde su propia perspectiva y no desde
el punto de vista del investigador. Con esta metodología se han realizado estudios
desde la antropología cognitiva, la teoría de las representaciones sociales, la fenome-
nología, la investigación acción participativa y el construccionismo social.
A fin de profundizar en el enfoque cuantitativo de los estudios psicoculturales del
suicidio, se han retomado los trabajos del cambio cultural en las investigaciones
realizadas por Inglehart (2000), Hofstede (2001), Schwartz (2007).
En el decenio de 1980-89 del siglo pasado se aplicó la Encuesta Mundial de Valo-
res en varios países (Inglehart, 2000) y se reconocieron dos factores culturales pri-
mordiales: la identificación de los individuos con valores tradicionales o seculares
racionales y su relación con los asociados a la libertad de expresión o la búsqueda de
la seguridad material.
La oposición de valores tradicionales vs. secular-racionales contrasta países, socie-
dades o grupos sociales con un fuerte énfasis en creencias religiosas, identidad na-
cional, educación autoritaria y la tendencia a la dominación masculina en la vida
económica y política (denominados valores tradicionales), con países, sociedades o
grupos sociales orientados hacia la organización racional, la motivación hacia el lo-
gro y el sistema legal secular (conocidos como valores seculares-racionales).
El contraste de valores de libertad de expresión vs. la búsqueda de la seguridad
material considera que los primeros se observan en países, sociedades o grupos so-
ciales que enfatizan la importancia de la libertad de expresión, dan prioridad a las
manifestaciones individuales, tienen orientaciones participativas hacia lo político y
social, favorecen la equidad de género, son tolerantes con extranjeros, homosexuales
y otros grupos externos y donde existe confianza entre los ciudadanos. Por el contra-
rio, los valores de búsqueda de la seguridad material se observan en países, socieda-
des o grupos sociales que prefieren la estabilidad económica y la seguridad en el
funcionamiento de las instituciones sociales (el estado, la religión y la familia) en
lugar de las libertades individuales.
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INFLUENCIA DE LA CULTURA EN EL COMPORTAMIENTO SUICIDA
95En el estudio de Hofstede (2001) se recabaron datos culturales en varias naciones
y con los resultados se elaboraron cuatro dimensiones básicas para el análisis de la
cultura:
1. Individualismo/colectivismo. El primero es la preferencia por el acuerdo
social de los individuos por cuidar de sí mismos y de sus familias. Por el con-
trario, el segundo supone que los individuos pueden esperar cuidados de sus
parientes, clan o grupo a cambio de lealtad incuestionable.
2. Distancia del poder. Es la medida en la que individuos aceptan que el poder
en las instituciones y organizaciones esté distribuido en forma inequitativa.
3. Masculinidad/feminidad: La masculinidad enfatiza el logro, el heroísmo, la
asertividad y éxito material. Por el contrario, la feminidad realza relaciones
amigables, modestia, cuidado del débil y calidad de vida.
4. Evitación de la incertidumbre. Es el grado en que los individuos se sienten
incómodos con la incertidumbre y la ambigüedad, lo cual alienta la necesidad
de tener certezas y mantener la conformidad con las instituciones.
Los trabajos de Schwartz (2007) en más de setenta naciones desde finales del
decenio de 1980-89 del siglo XX señalaron siete orientaciones culturales
1. Autonomía intelectual. Es el énfasis en la creatividad personal y la libertad de
pensamiento.
2. Autonomía afectiva. Tendencia a buscar el placer individual y la variedad en
la vida.
3. Arraigo. Orientación a mantener el status quo y restringir las acciones que
pudieran afectar la solidaridad del grupo o el orden tradicional.
4. Igualitarismo. Visión de igualdad moral de todas las personas, sin importar
los roles prescritos y la clase social, en cooperación con una búsqueda del
bien común.
5. Jerarquía. Necesidad de sistemas jerárquicos de roles atribuidos para asegurar
un comportamiento responsable y productivo. Define la distribución desigual
de poder, roles, y recursos de manera legítima.
6. Armonía. Énfasis en la adaptación a condiciones naturales y sociales en lugar
de cambiarlas.
7. Maestría. Alienta la autoafirmación activa para dominar, dirigir y cambiar el
entorno natural y social para alcanzar objetivos grupales o personales.
En la investigación sobre el suicidio, estos valores culturales fueron empleados
por Lenzi, Colucci & Minas (2012). Este estudio identificó correlación de las tasas de
suicidio con indicadores sociales como: la dinámica de cambio poblacional evaluada
mediante el promedio de tasa de cambio generacional, porcentaje de población me-
nor de 15 años, porcentaje de población mayor a 60 años, tasa de divorcios, porcen-
taje de población urbana. Así como con algunos indicadores de salud: tasa de fertili-
dad, expectativa de vida, mortalidad hasta los 5 años. También, se consideraron las
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96 siguientes variables educativas: tasa de escolaridad, número de televisiones y de ac-
ceso a Internet por cada mil habitantes. A su vez, se incluyeron indicadores econó-
micos como ingreso per cápita, porcentaje de población económicamente activa por
sector productivo (agrícola, industrial y servicios). Entre los factores culturales eva-
luados se consideraron: comportamientos y creencias religiosas, aceptación del sui-
cidio y la eutanasia, porcentaje de miembros pertenecientes a asociaciones religio-
sas, recreacionales, utilitarias y sociales y por último las dimensiones de Inglehart
(2000) sobre valores culturales: tradicional vs secular racional y libertad de expresión
vs sobrevivencia de la WVS, y los valores culturales según Hofstede (2001) y Schwartz
(2007). Como un indicador de bienestar subjetivo se consideró el índice de felicidad.
La tasa de suicidio se correlacionó de manera negativa con el porcentaje de pobla-
ción joven y de forma positiva con la tasa de divorcio, proporción de personas en el
sector industrial, los años de escolaridad y el porcentaje de la población mayor de 60
años (Lenzi, Colucci & Minas, 2012).
En especial fue observada una correlación positiva entre la tasa de suicidio con los
valores culturales de individualismo, autonomía intelectual y afectiva, valores secula-
res y racionales y la aceptación de la eutanasia; en tanto que correlacionó en forma
negativa con la integración económica y social, el porcentaje de felicidad, el igualita-
rismo, el comportamiento y las creencias religiosas (Lenzi, Colucci & Minas, 2012).
Con base en la orientación de acercamiento psicocultural al suicidio mediante
dicha perspectiva cuantitativa se han realizado estudios para identificar la relación
entre las variables culturales y la aceptabilidad del suicidio.
La metodología para evaluar la aceptabilidad del suicidio ha sido mediante pre-
guntas explícitas al respecto. Se ha preguntado si el suicidio es justificado o no (Stack
& Kposowa, 2011a, 2011b; Boyd & Chung, 2012); si está bien cometer suicidio por
cansancio o falta de motivo de vida (Joe, Romer & Jamieson, 2007); se ha evaluado la
repulsión a la muerte y a la vida, así como la atracción a una u otra (Peltzer, Cherian
& Cherian, 2000), también se ha empleado el inventario de razones para vivir de M.
Linehan y colaboradores (1983) (Kamal & Loewnthal, 2002).
La variable cultural más relacionada con la aceptabilidad del suicidio ha sido la
religiosidad y la afiliación religiosa (Stack & Kposowa, 2011a, 2011b; Boyd & Chung,
2012; Joe, Romer & Jamieson, 2007; Kamal & Loewnthal, 2002). Se ha observado
que las personas con mayor religiosidad mostraron menor aceptabilidad al suicidio
(Boyd & Chung, 2012; Stack & Kposowa, 2011a, 2011b); los musulmanes mostraron
menor aceptabilidad al suicidio que otras religiones (Stack & Kposowa, 2011a; Kamal
& Loewnthal, 2002); las personas con más valores de libertad de expresión conside-
raron el suicidio más aceptable (Boyd & Chung, 2012; Stack & Kposowa, 2011b); en
tanto que los sujetos con comportamiento suicida tuvieron actitudes favorables hacia
el suicidio y desfavorables hacia la vida (Peltzer, Cherian & Cherian, 2000).
Desde la segunda orientación psicocultural al suicidio se privilegia el uso de me-
todología cualitativa para conocer los significados desde la perspectiva de los propios
sujetos y no la de los investigadores. Como ya se ha mencionado, en estos estudios
hay gran diversidad de sustentos teóricos; todos ellos comparten su intención de
entender este fenómeno según los actores sociales más que de quien lo estudia. Se-
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97gún Hjelmeland (2010) para su comprensión es necesario partir de lo que los indivi-
duos de esa cultura piensan y expresan en torno al suicidio. Por lo anterior, estas
investigaciones se pueden organizar según los actores sociales de interés: aquellos
que han evaluado población en general, profesionales de la salud y personas con
comportamiento suicida.
Asimismo, la opinión de jóvenes ha sido evaluada mediante entrevistas semies-
tructuradas acerca de buscar ayuda psicológica ante estrés emocional y comporta-
miento suicida. La interpretación de los datos se realizó a través de un debate entre
los investigadores. Se identificaron elementos que dificultan la búsqueda de ayuda
en este sector: falta de confianza en los miembros de la comunidad, estigma del sui-
cidio, límites en el conocimiento y responsabilidad de la comunidad acerca de esta
problemática (Gilchrist & Sullivan, 2006).
Las representaciones sociales acerca del suicidio (Santos de Morais & Cavalcanti
de Sousa, 2011) fueron estudiadas mediante cuestionarios y entrevistas sobre casos
de suicidio en la comunidad, para después hacer análisis de contenido, las cuales se
organizaron en las siguientes categorías: significados, causas y percepción, así como
comprensión de la comunidad sobre el suicidio.
Dentro de las investigaciones con población general están aquellas que tratan de
identificar procesos, factores, significados y representaciones psicosocioculturales
relacionadas con los comportamientos suicidas. Se examinaron las actitudes y la
forma de concebir el acto suicida por personas relacionadas con dicho acto (Osafo,
Hjelmeland, Akotia & Knizek, 2011) y la percepción de hombres sobre las causas y
cómo prevenir el suicidio; además de sus actitudes, incluido el papel de la religión
(Knizek, Kinyanda, Owens & Hjelmeland, 2011)
Algunos de los trabajos que han estudiado a los profesionales de la salud han sido
desde las representaciones sociales y la fenomenología.
Los tópicos principales observados a través de entrevistas fueron: inquietud al
atender personas con tentativa suicida; la conducta suicida tiene una intención de
manipulación, llamar la atención o fue algo sin pensar y no una intención letal; con-
sideran a los suicidas una molestia ya que por sus propios actos requieren atención
médica, la atención a los pacientes es mediada por valores y conceptos personales
hacia el suicidio; no comprenden los motivos que llevan al suicidio; las emociones
que les generan son de temor y tristeza por no saber cómo tratarlos; se perciben con
falta de preparación para atender este tipo de pacientes; consideran que éstos deben
ser tratados con imparcialidad y para ello deben de pensar que tienen otro padeci-
miento (Liégio Matão, Borges Miranda, Faria Campo, De Sousa Borges & Rodrigues
Pereira, 2012).
En otro estudio de esta categoría que también realizó entrevistas semiestructura-
das a profesionales de la salud se hizo un análisis fenomenológico sobre los temas
de: percepción de la frecuencia del suicidio, veracidad de los reclamos en la ideación
suicida, factores causales percibidos, constructos religiosos relacionados al suicidio y
recursos de apoyo para las conductas suicidas. Los hallazgos fueron que en este sec-
tor se subestima la frecuencia de la conducta suicida y consideraron que la ideación
suicida no representa una verdadera intencionalidad suicida; fallan en reconocer el
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98 suicidio como un problema de salud serio, consideran que el sistema de salud está
mal equipado para responder a las demandas del comportamiento suicida; encontra-
ron también que la perspectiva religiosa es una influencia en las actitudes hacia el
suicidio: los católicos consideran al suicidio como inaceptable y un pecado (Haga-
man et al., 2013).
Por último, en la categoría que estudian la perspectiva de las personas que han
intentado suicidarse está el trabajo de Cleary (2012), quien hizo una aproximación a
la manera de pensar, sentir y actuar de hombres deprimidos con tentativa suicida. El
trabajo describe las narraciones de hombres que vivían altos niveles de dolor emocio-
nal y tenían problemas para identificar los síntomas de estrés elevado y para hablar
con otros, ya que es considerado un signo de vulnerabilidad emocional; en cambio,
se promueve el uso del alcohol y las drogas, lo cual incrementa la vulnerabilidad al
estrés vivido. La conducta suicida es una manera para salir de sus problemas, en lu-
gar de hablar o buscar ayuda.
De igual forma, en el estudio de Marecek & Senadheera (2012) se recabaron las
narraciones sobre qué pasó, cuáles fueron las circunstancias alrededor de y las con-
secuencias del intento suicida en adolescentes con intento de suicidio y sus madres.
Los episodios que provocaron el intento suicida involucraron reclamos y disputas
respecto del comportamiento sexual y relaciones de las adolescentes con hombres;
estos reclamos involucraban violencia física por parte de los padres. Las adolescentes
mencionaron enojo, decepción, culpa y estrés agudo; estos jóvenes consideraron el
intento de suicidio como una expresión hacia otros y no se consideraban responsa-
bles de sus acciones.
En resumen se tienen dos grandes orientaciones en los estudios psicoculturales
sobre el suicidio. Por un lado, aquella que busca la relación de las tasas de incidencia
o la aceptabilidad del fenómeno con valores culturales mediante metodología cuan-
titativa. Por otro lado, aquella que busca comprender los significados de los compor-
tamientos suicidas dados por las personas mediante metodología cualitativa.
Acercamiento psicocultural al comportamiento suicida desde el consenso cultural
En la segunda orientación de estudios psicoculturales se encuentran los trabajos de
la antropología cognitiva basados en el modelo del consenso cultural, los cuales bus-
can identificar el conocimiento compartido por los individuos en una comunidad o
grupo social.
Asimismo combina herramientas de metodología cualitativa como la entrevista
semiestructurada y de enfoque cuantitativo mediante un análisis probabilístico para
determinar la existencia de uno o más modelos culturales para medir la competencia
cultural de los informantes (véase García de Alba en el capítulo 7 de este volumen).
El modelo del consenso permite medir la competencia cultural de los informantes en
una variedad de dominios, dicho modelo permite distinguir entre los informantes que
tienen un conocimiento especializado o especialización en un dominio cultural de
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99aquellos que no lo tienen (Romney, Weller & Batchelder, 1986); así como permite
reconocer si un grupo social comparte conocimientos con respecto a un dominio
cultural y reconocer cómo es su estructura y organización en uno o varios modelos
semánticos (Bogartti, 1994).
El concepto de dominio cultural consiste en una serie de términos semánticos orga-
nizados en un conjunto de palabras, oraciones o conceptos que forman una sola esfera
conceptual (Weller & Romney, 1988). Este acercamiento ha sido usado para describir
el conocimiento social de grupos sobre problemas en salud (Salcedo-Rocha, García-de-
Alba & Contreras-Marmolejo, 2010; Weller et al., 1999; Weller et al., 2002).
Una forma de recabar información sobre un dominio cultural es por medio de
entrevistas semiestructuradas, que deben ser aplicadas de manera independiente
para cada informante, con preguntas claras y sencillas sobre el dominio cultural (We-
ller, 2007). De éstas se obtiene una serie de palabras o frases relacionadas con la
pregunta, denominadas listas libres, las cuales se organizan en categorías en las que
se respeta lo más posible lo dicho por los informantes y la manera en que ellos mis-
mos organizan el conocimiento (Weller & Romney, 1988).
Con base en las listas libres de un dominio cultural se obtiene el nivel de conoci-
miento y el grado de consenso cultural por medio de un análisis de componentes,
mediante el software Anthropac (Borgatti 1994). Así como la estructura semántica de
dicho dominio en uno o varios modelos.
El análisis del consenso cultural se realiza de manera semejante al de factores. En
éste, la estructura de un conjunto de variables es descrita mediante la clasificación de
reactivos “de alguna manera”. Cuando se obtiene una solución de un solo factor impli-
ca que las respuestas entre los informantes tuvieron un grado de semejanza, sin que
hubiera otro factor que explicara mejor los resultados (de manera estadística) (Baer et al., 2003). El análisis de consenso considera los tres primeros factores de las listas li-
bres del dominio cultural. Cuando se obtiene un factor que explica un mayor porcen-
taje de la variabilidad de las respuestas de los informantes, implica que si se entrevista
a otro informante es más probable que dé respuestas agrupadas en el factor más im-
portante, del resto de ya considerados, a lo que se le llama consenso cultural. Cuando
los tres primeros factores tienen un porcentaje de variabilidad semejante, implica que
es probable que los informantes formen parte de diferentes subculturas y que no com-
partan el mismo conocimiento sobre el dominio estudiado (Caulkins, 1998), por lo
cual el grado de consenso cultural entre todos los entrevistados es bajo.
El modelo del consenso cultural se ha aplicado en el estudio del dominio cultural
del intento de suicidio en adolescentes en Guadalajara, Jalisco, quienes mostraron
un solo modelo cognitivo, es decir, un conocimiento cultural compartido sobre las
causas del intento de suicidio en adolescentes, ellos consideraron los problemas fa-
miliares como la causal de la conducta suicida (García de Alba García et al., 2011,
Sánchez Loyo et al., 2014).
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100 Conclusiones
El estudio del suicidio como fenómeno cultural es una vertiente que ha sido explora-
da desde que Durkheim señaló que los factores sociales eran los que determinaban
las tasas de suicidio en los distintos países europeos en los que realizó sus investiga-
ciones.
Si se considera que la cultura configura el pensamiento, los sentimientos y las
emociones, lo cual se manifiesta en las acciones de las personas, es posible valorar
los factores culturales relacionados con el fenómeno suicida.
Esta perspectiva abona al interés del trabajo que los autores de este capítulo han
realizado desde hace varios años y contribuye a sustentar la elección del modelo de
consenso cultural, ya que están interesados en conocer los factores culturales vincu-
lados al fenómeno suicida en Jalisco, en particular en la zona metropolitana de Gua-
dalajara (ZMG). Este tipo de estudios se ha realizado en la ZMG con distintos grupos
etarios por García de Alba García, J.E et al., (2011), Sánchez-Loyo et al., (2014); Mor-
fín-López T., Sánchez-Loyo, L.M., García de Alba García, J.E. & Quintanilla R., (2013).
Conocer los aspectos culturales relacionados con el fenómeno suicida posibilita
identificar tanto los factores de riesgo como los protectores y plantear formas de
prevenir el suicidio de manera diferenciada, de acuerdo a los resultados encontrados
y ajustados a la cultura de un determinado grupo social.
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105
CAPÍTULO 7
Uso del cuestionario estructurado
y el análisis de consenso cultural
Javier Eduardo García de Alba García Ana Leticia Salcedo Rocha
Introducción
Para obtener información específica sobre cuestiones culturales, la an-tropología acude al uso de diversas técnicas como serían la observa-ción, el cuestionario y la entrevista.
Cuando la información a obtener es de carácter subjetivo, la forma más válida para
rescatarla es a través del lenguaje del informante donde se privilegia la técnica de la
entrevista en sus diversas modalidades, sobre las demás otras técnicas, ya que de esta
manera la persona entrevistada puede expresar de manera directa y espontánea, con
sus propias palabras, los significados y sentidos del área de interés investigada.
La situación anterior obliga a considerar aspectos teóricos y prácticos que armoni-
cen al sujeto y objeto de estudio, así como el instrumento y las estrategias analíticas a
utilizar.
Instrumento
El enfoque a desarrollar para estos casos se inscribe dentro del proceso constructivis-
ta y para el efecto se requiere una etapa inicial de carácter exploratorio, con el propó-
sito de obtener una serie de reactivos relevantes para el área de interés; en este caso
lo que interesa es un tema o dominio cultural que el sujeto de estudio maneja de
forma natural; a manera de ejemplo, es posible explorar las causas para realizar un
intento de suicidio.
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106 Cabe señalar que con las respuestas a lograr es posible obtener un conjunto de
reactivos que permitan estructurar un modelo descriptivo del conocimiento cultural
que comparten las personas investigadas, sobre el dominio de las causas para reali-
zar un intento de suicidio.
Elaborar una entrevista estructurada para obtener información antropológica sobre
las creencias que tiene un grupo de personas sobre un tema en particular, puede coadyu-
var a modificar materiales educativos o escalas interculturales existentes (Weller, 1998).
Dada la necesidad de información válida, es imperativo utilizar una técnica que
en una entrevista produzca la menor distorsión en la expresión de la subjetividad
explorada, de ahí que se utilice la de las listas libres; es decir, una de las formas más
frescas de la entrevista estructurada, donde dentro de la rigidez de una pregunta
formulada por el entrevistador, se permite, la libre expresión y asociación de ideas
sin restricciones y en la cual la espontaneidad por parte del sujeto entrevistado cons-
tituye el componente primordial .
Por lo antes señalado, las preguntas deben ser breves, precisas y, en ocasiones,
proyectivas. Un ejemplo es el siguiente: ¿Cuáles son las causas por las que una per-
sona puede realizar un intento de suicidio?
Una vez que las respuestas obtenidas han sido codificadas, ofrecerán una lista de
reactivos, que por un lado reflejen la riqueza semántica de los sujetos entrevistados
y por otro, los límites del dominio cultural explorado del grupo investigado.
Teoría
El rescate de la subjetividad sólo se puede realizar a través del lenguaje. De ahí que
sea necesario partir de algunos supuestos para su rescate. En este caso es básico el
supuesto estructuralista que señala que “toda forma es fondo” (Schweizer, 1998). Así
entonces, la estructura semántica del lenguaje expresado en forma verbal puede re-
flejar las vivencias, significados y sentidos de la experiencia subjetiva; mismos que
estructuran una especie de gramática o términos aprendidos en el medio donde se
desarrolla el sujeto de estudio.
Por otra parte si bien existen múltiples definiciones de cultura, se requiere aquella
que de manera operativa resulte más aplicable para el problema de estudio y se refie-
ra a las creencias o conocimientos que el sujeto tiene acerca de las causas por las que
una persona puede realizar un intento de suicidio.Por lo tanto la definición que más
se adapta para el caso, es la que utiliza la antropología cognitiva, donde la cultura se
define como conocimiento compartido; definición que da sustento a la teoría del
consenso cultural, donde la búsqueda de similitudes representa la base de dicha
teoría, pues su validez puede demostrarse mediante técnicas que utilizan modelos
de análisis de componentes para determinar la variabilidad entre varios modelos se-
mánticos posibles. Asimismo, el análisis de correspondencia ayuda a observar simi-
litudes y diferencias en graficas multidimensionales de los reactivos expresados
(Borgatti, 1992).En su aplicación, la teoría del consenso agrega otros criterios de ri-
gor, los cuales se asumen como los siguientes supuestos:
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USO DE CUESTIONARIO ESTRUCTURADO PARA EXPLORAR CREENCIAS
107El investigador ignora la(s) respuesta(s) correcta(s) a las preguntas formuladas.
El investigador conoce el dominio o área temática en cuestión y expresa sus res-
puestas de manera independiente (cuadro 7-1).
Resultados
Éstos se pueden obtener de manera automática mediante el software Anthropac®.
El primer resultado a obtener es la estructura del modelo semántico expresado por
el grupo de personas investigado, como exponentes de una subcultura determinada.
Por ejemplo, adolescentes asistentes a escuelas públicas de enseñanza media superior.
CUADRO 7-1. ESTRUCTURA DEL MODELO SEMÁNTICO
LUGAR REACTIVO REFERIDO NÚMERO DE VECES P PORCENTAJECEN-TAJE
1 Nombre 20 40
2 Nombre 15 30
3 Nombre 10 20
4 Nombre 3 6
5 Nombre 2 4
Total Nombre 50 100
El segundo resultado debe ofrecer las razones de variabilidad para determinar la
existencia de consenso cultural alrededor de un modelo semántico.
Aquí es posible confirmar o no la existencia de un consenso cultural en torno a la
estructura antes descrita, a manera de modelo semántico.
En el cuadro 7-2 se ejemplifica cómo la razón de varianzas entre los modelos no
es igual o mayor a 3; es decir, la variabilidad se distribuye, además del modelo 1, entre
otros posibles modelos el 2 y el 3.
CUADRO 7-2. EJEMPLO DE NO EXISTENCIA DE CONSENSO CULTURAL EN TORNO A UN SOLO MODELO SEMÁNTICO
FACTOR(MODELO
SEMÁNTICO)
VALOR(DE A VARIANZA
CORRESPONDIEN-TE)
PORCENTAJE(QUE ABARCA LA
VARIANZA)
PORCENTAJE ACUMULATIVO
RAZÓN(DE VARIANZAS
CORRESPONDIENTE SOBRE LA ANTERIOR)
1 2.608 64.6 64.6 2.819
2 0.925 22.9 87.5 1.839
3 0.503 12.5 100.0
4.036 100.0
FENÓMENO SUICIDA: UN ACERCAMIENTO TRANSDISCIPLINAR
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108 En el cuadro 7-3, se ofrece un ejemplo de consenso cultural porque la razón de
varianzas es igual o mayor a 3, debido a que la mayor variabilidad se concentra en el
modelo 1.
CUADRO 7-3. EJEMPLO DE CONSENSO CULTURAL
FACTOR(MODELO
SEMÁNTICO)
VALOR(DE A VARIAN-
ZA CORRES-PONDIENTE)
PORCENTAJE(QUE ABARCA LA
VARIANZA)
PORCENTAJE ACUMULATIVO
RAZÓN(DE VARIANZAS
CORRESPONDIENTE SOBRE LA ANTERIOR)
1 4.708 87.2 87.2 6.819
2 0.50 9.3 96.5 2.63
3 0.19 3.5 100.0
5.398 100.0
Una vez detectado consenso, el tercer resultado será obtener el conocimiento cul-
tural de los informantes, en torno al modelo analizado, que se expresa a manera de
correlación desde el desconocimiento total = 0.0 al conocimiento completo = 1.0.
En el cuadro 7-4 se ofrece un ejemplo de conocimiento cultural en 10 personas.
Nótese que el informante 9, es quien tiene mayor conocimiento cultural del mo-
delo analizado.
Obsérvese también que el promedio de conocimiento grupal es de 0.625.
CUADRO 7-4. CONOCIMIENTO CULTURAL ESTIMADO PARA CADA INFORMANTE
Informante Conocimiento
1 0.61
2 0.16
3 0.71
4 0.67
5 0.73
6 0.76
7 0.80
8 0.46
9 0.85
10 0.83
Promedio grupal : 0.625Desviación estándar : 0.283
El cuarto resultado, proviene de establecer de manera gráfica la ubicación de los
reactivos que conforman el modelo consensado. Esto se logra mediante la técnica de
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USO DE CUESTIONARIO ESTRUCTURADO PARA EXPLORAR CREENCIAS
109los agrupamientos jerarquizados de Johnson, que ayuda a ubicar de manera especí-
fica el nivel de profundidad y las relaciones de los reactivos del modelo analizado, a
manera de un corte transversal de su estructura total.
En el caso del cuadro 7-5 se observa que los reactivos 3 y 4 están agrupados en un
nivel superficial, luego se les agrega un nivel más profundo, el reactivo 2; después el
1 se añade a los anteriores, y por último el 5 queda acomodado en el nivel de la base.
CUADRO 7-5. AGRUPAMIENTO JERARQUIZADO
NIVEL REACTIVO 1 2 3 4 5
4 x x x
3 x x x x
2 x x x
1 x x x
El quinto y último resultado es obtener una gráfica virtual de los ítems, a manera
de una vista panorámica a vuelo de pájaro. Cabe señalar que el programa de grafica-
ción realiza un ajuste virtual entre los diferentes ítems, de acuerdo con el escala-
miento más apropiado para el modelo en cuestión. Este ajuste lo efectúa, después de
realizar múltiples corridas hasta que encuentra el ajuste menos forzado (Stress) para
mostrarlo en una gráfica de distancias virtuales entre los reactivos numerados. El
cuadro 7.6 muestra la impresión de los reactivos numerados, tal y como salen en la
gráfica multidimensional, después de dar “print”.
CUADRO 7-6. IMPRESIÓN DE LOS REACTIVOS COMO SALEN DEL PROGRAMA
El siguiente paso, para dar sentido a la gráfica de los reactivos numerados, es re-
lacionarlos de acuerdo con los resultados del agrupamiento jerarquizado, englo-
bando los reactivos, con ayuda de elipses para poder hacer una interpretación de si-
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110 militudes y diferencias, así como de centralidad y periferia (como se plantean en la
figura 7.1).
FIGURA 7-1. PRESENTACIÓN DE RESULTADOS INTERPRETADOS
Nótese que hay reactivos (elementos semánticos) más relacionados y también
centrales y periféricos, como el caso de los reactivos 3 y 4 y el 5.
Consideraciones finales
Con estos cinco resultados se puede establecer el análisis de consenso cultural sobre
un dominio semántico específico de la realidad, debido a que puede aportar elemen-
tos de conocimiento estratégicos para realizar acciones de promoción de salud y, o
prevención relacionados al fenómeno suicida, o ambos, desde el enfoque de la antro-
pología cognitiva.
Referencias
Borgatti S. P. ANTHROPAC. Versión 4.93. 1992. Columbia SC. Analytic Technologies.
Romney A. K., Weller S.C. Batchelder W. H. Culture as Consensus. A Theory of Cultural
and Informant Accuracy. American Anthropologist. 1986. (88) 2, 313-338.
Schweizer T. Epistemology. The nature and validation of anthropological knowledge. En H
Russell Bernard Editor. Handbook of Methods in Cultural Anthropology (1998), (pp. 39-
87). EUA: Altamira Press. Weller S. C. Structured Interviewing and Questionnaire
Construction. En H Russell Bernard Editor. Handbook of Methods in Cultural
Anthropology. (1998), (pp. 365 409). EUA: Altamira Press.
PARTE III
Perspectivas de intervención psicológica con personas con intento suicida
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113
CAPÍTULO 8
terapéutica y estructuración de la atención médico-psicológica del suicidio en la zona alteña del estado de Jalisco
Andrés Sainz MárquezJuan Enrique Sánchez Ochoa
Introducción histórica al suicidio, su dimensión y filosofía
El suicidio es una práctica inmemorial de la humanidad. Los primeros casos de este
tipo que se conocen como una práctica social extendida entre la población, se descri-
ben con mayor data en los anales de la historia del antiguo Egipto. Situación social
inicial registrada por sus escribas en las inscripciones de las tumbas y templos que
se data entre la 4° y 7° dinastías, en periodos de sequías, guerras y otras situaciones
de conmoción social y cuya práctica era vista en esa cultura como un hecho al prin-
cipio que motivó al escándalo.
Después, en el antiguo Egipto el suicidio deja de ser una causa de conmoción so-
cial y de mencionarse en las diferentes dinastías con escarnio, era visto como algo
usual y una decisión respetable. Quizás entre ellos, el más famoso y conocido con
posterioridad fuese el suicidio de la reina Cleopatra (Donadoni, 1957). Como antaño,
el suicidio fue y aún lo es, una acción individual y de presencia social polémica, en
especial en la cultura de occidente. Se ha visto como una acción aprobada, justificada
o rechazada por los diferentes credos religiosos y códigos ético-sociales, el debate que
se dio inicio antaño y a la época actual sobre este tema, sigue sin definir si es consi-
derable suicidarse como una acción lícita o no. Su calificación axiológica, entre estar
situado en la comisión de algo ubicado en el maniqueísmo de la buena y la mala ac-
ción, de consciencia y como tema a polemizar, no cambia a través de la historia y es
objetable por ello tomar una postura en contra o a favor. Es intenso el debatir al opi-
nar del suicidio como tema, al igual que fue discutido por los sabios y líderes de
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114 opinión de las civilizaciones y pueblos extintos de la antigüedad no cambia sobre su
validez o no entre sus exégetas del presente siglo y milenio en curso.
El estudio y debate en torno al suicidio al día de hoy, se diferencia del de antaño.
En la posmodernidad se plantea su actual interés situándose sólo desde el cientificis-
mo médico. Los códigos religiosos o deontológicos tradicionales son considerados
por los científicos posmodernos como textos obsoletos. Sin embargo, es innegable la
aportación nosológica de los estados emocionales intensos y anímicos que en ellos se
describen y que se usan en las descripciones clínicas de la literatura especializada en
el tema y de su abordaje terapéutico para entender las razones de sufrir del discur-
sante y su terapeuta (Roudinesco, 2007).
El suicidio ha pasado su baremo de legitimidad y, o abominación, o ambas, para
fundamentar su debate desde el siglo XVIII sólo como tema científico. El cientificis-
mo dominante se vislumbra de forma incipiente con el auge del movimiento intelec-
tual de la Ilustración y el enciclopedismo, en que se ofreció luego de la Revolución
francesa, la solución a los problemas sociales e injusticias de los regímenes monár-
quicos europeos. La figura y pensamiento del filósofo francés François Marie Arouet,
Voltaire, es decisiva tanto en sus escritos políticos como en sus obras de teatro para
ilustrar al pueblo. Cándido y Micromegas (García, 1997), quizá estas sean sus obras de
mayor impacto en las mentes de aquella época y se destacan en este terreno de inves-
tigación filosófica sobre el suicidio. Asimismo, fue quien insistió en el suicidio como
un grave problema para la seguridad y supervivencia del Estado y un tema de salud
pública relevante, al dar a conocer su opinión sobre el tema a través de la voz Suicidio
(Voltaire, 2000), contenida dentro de su opus, el célebre Diccionario filosófico, el
cual fue leído con interés por los precursores y futuros libertadores de América
(Hobsbawm, 1997).
El nacimiento político de la República francesa inicia su abordaje de cambio de
paradigmas de investigación con el principio político de asumir la Razón de Estado
(Del Águila, 2007) y retomar lo relativo a los ciudadanos como punto de partida de
la seguridad nacional y una razón de ser por el Estado y para este. Toda investigación
es un asunto prioritario y al supeditar el tema de lo social en pro de esta nueva filo-
sofía de supervivencia y perennidad de la organización política se ve amenazada por
el espectro de las ideas del hombre libre e independiente, de los derechos del hombre
y el ciudadano que se oponía al control a perpetuidad de las monarquías, del papado
o las federaciones protestantes.
La Razón de Estado es invocada como antecesora del nuevo dogma, de control y
supresión de los inconformes de manera paradójica, con el ideal del hombre libre y
derechos del ciudadano, inspirado por las ideas de la Ilustración. Surgen aquí los
bandos liberal y conservador, pero ambos están de acuerdo en eliminar las conductas
suicidas de su sistema político y de control social. Por ello, el tema del suicidio en
que con antelación imperaba la opinión teológica, filosófica y del ritual religioso, es
asumido a la caída de la monarquía dentro del nuevo Estado laico francés, para dejar-
lo como tema a abordar solo con fundamentos dentro del contexto de las ciencias de
la salud y conducta humana.
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REFLEXIONES EN TORNO AL SUICIDIO POSFACTUM
115A partir de la influencia de la crítica de Voltaire al sistema penal francés durante
el reinado de los Luises y su caída, los legisladores de jóvenes repúblicas americanas
desarrollaron en sus códigos las ideas que aquél tuvo Voltaire respecto al suicidio y
que han evolucionado hasta llegar por último a ser inscritas para su atención exclu-
siva al campo de la salud mental y en concreto sólo a cargo de los psiquiatras. Los
países de legislación con inspiración jurídica anglosajona, entre los que se encuentra
EUA, asumieron la perspectiva volteriana como válida para sus sistemas legales de
defensa del Estado democrático y para preservar la salud social y la convivencia y la
cultura.
Años más tarde, el sociólogo norteamericano Talcott Parsons (Parsons, 1976), al
estudiar el sistema social y político, definió al suicidio como un hecho social y una
situación que rebasaba las capacidades de los investigadores médicos, quienes en su
mayoría permanecían encerrados junto con sus pacientes en las clínicas y aislados
del conglomerado social de donde procedían los males que aquejaban los relatos de
aquéllos. Parsons contribuyó desde el campo de la sociología a la epistemología cien-
tífica médica, con el término fenómeno social, que si bien tiene un cariz científico,
es incapaz de explicar algo.
El modelo médico clásico de atención (Castro, 2003) basado en esta premisa y que
se deriva de la estructuración autorizada del empleo de la metodología científica,
define la situación mental intensa del paciente con ideación suicida para evocar la
justificación del fenómeno y abordar la prevención del hecho; así, asume la validez
científica de los tres momentos que establece de atención y reclusión forzada hospi-
talaria: prevención primaria, secundaria y terciaria. Sin embargo, resulta paradójico
que no se enfoca a investigar el concepto vivencial del fenómeno en sí del paciente,
como línea de investigación científica que por su amplitud y diferenciación no puede
ser sólo sectorizada a un factor hipotético exclusivo experimental como permite el
método, sino que conlleva a un sistema.
Aun así, el método científico de investigación al ser confrontado con las estadísti-
cas de suicidio posfactum, señala su lamentable fracaso y error de aplicación metódi-
ca del que da cuenta sólo de cifras y precarios resultados. Como ya señalaron Paul
Feyerabend (2003) en la filosofía de la ciencia y Larry Laudan(1994), el apego irre-
flexivo de los investigadores lleva al error cuando estos dogmatizan preservar tradi-
ciones de investigación que son inútiles a un tema cuya utilidad no es suficiente y,
sin embargo, buscan, a toda costa forzarlo e incorporarlo al método.
Los investigadores mexicanos que trabajan sobre el suicidio parecen no notarlo.
Diferentes foros en torno a este proceso social se han desarrollado en el medio, aun-
que estos no trascienden para revisar si la metodología científica establecida de ma-
nera legal y el exclusivismo médico como forma de investigación influyen en la pre-
valencia en aumento del fracaso terapéutico (CUALTOS, 2013). El doctor Alfonso
Petersen Farah (2010), quien fuese secretario de salud en Jalisco, en alusión a la
frase del sociólogo Talcott Parsons, resaltó durante su gestión la actualidad y el valor
del término fenómeno social y en concordancia con otros investigadores (Corpas
Nogales, 2011) afirmó que el suicidio debía ser tratado como un fenómeno social y
no sólo en el ámbito médico.
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116 El abordaje de este tema y su dinámica queda excluida de lex Iure y de facto a otras
perspectivas epistemológicas y gnoseológicas de investigación y desarrollo. Por ello,
en este trabajo se aborda la crítica al modelo único de estudio médico-científico y se
realiza su aproximación del suicidio conforme a la perspectiva filosófica fenomeno-
lógica, ya aprobada por otros investigadores y que suma la orientación crítica e histo-
ricista inspirada en los trabajos de investigación del sociólogo alemán Georg Simmel
(Simmel, 1977). El marco de trabajo y circunstancias se encuadran en México y están
focalizados en la región de Los Altos, en el estado de Jalisco; en la actualidad repre-
senta una de las entidades con mayor cantidad de suicidios del país, además de que
se encuentra entre las primeras diez causas de muerte juvenil en este estado. De
acuerdo a datos estadísticos, el mayor número de este tipo de eventos es realizado
por varones hombres y en menor cantidad por las mujeres (relación de cuatro varo-
nes a una mujer) y la prevalencia de las edades oscila entre los 18 a 39 años, donde el
ahorcamiento es el método de autolisis de mayor empleo. Los fallecimientos por esta
causa, se incrementaron en el último decenio más del 15% entre la población de Ja-
lisco. Los municipios que tenían el mayor índice de suicidios eran los municipios de
Guadalajara, Zapopan, Tlaquepaque, Tonalá, Puerto Vallarta. Tlajomulco de Zúñiga,
Lagos Moreno (CUCS, 2012). Sin embargo, en últimas fechas, las cifras recientes
apuntan a que la mayor tasa de suicidios se registra en el municipio jalisciense de
Tepatitlán de Morelos, conocido en la localidad con el nombre de Zona de Los Altos;
en la actualidad ésta cuenta con el 9.06% de suicidios por cada cien mil habitantes,
cifra que supera con casi cuatro puntos porcentuales el promedio del resto del esta-
do, que es de 5.10%.
El perfil fenomenológico descrito se atribuye a un “choque” entre una sociedad
conservadora y la alta migración que existe en la zona que sea el factor que pueda
explicarlo. El perfil etario y psicosocial registrado se encuentra comprendido entre
los 15 a 60 años, predomina en el sexo masculino y se encuentra en edad productiva,
en soltería y sin apoyo social y familiar, ausencia de práctica de algún deporte y se ha
asociado al proceso del suicidio.
El tema suicidio posfactum, se aborda en torno a la filosofía fenomenológica por-
que se considera una alternativa que aporta ideas para repensar en los modelos de
atención que se han empleado sin éxito y que no lograron su propósito de contención
o que fueron insuficientes una vez logrado el proceso de autolisis. Para ello es me-
nester que los investigadores realicen una revisión en retrospectiva de los factores
que se asociaron y si bien ya fueron descritos en la literatura como desencadenantes
involucrados, no fueron advertidos dentro de los modelos en uso para ser oportunos
frente a los fenómenos psicosociales implicados.
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REFLEXIONES EN TORNO AL SUICIDIO POSFACTUM
117Positivismo: un paradigma fallido para la investigación y atención del suicidio en el sistema de “orden y progreso” en México
Durante el virreinato en el reino de la Nueva España, de la cual el actual México era
una colonia, la investigación y la ciencia estuvo sujeta a la inspección de la Compañía
de Jesús, situación que perduró durante los años de la guerra en el periodo de tran-
sición hacia una nación independiente.
Una vez que las jóvenes repúblicas americanas estuvieron separadas del vínculo
de control imperial colonial español, quedó eliminado el comité inquisitorial y su
supervisión del campo de las ciencias; esto permitió a los legisladores abordar el
tema del suicidio inspirado desde el código napoleónico, mismo que le da sustento y
desarrollo a los nuevos códigos legales (Ramos, 1994).
En el periodo posterior a la intervención francesa, el presidente Juárez impulsó la
innovación a la Ley de Educación, derivada en forma directa de la filosofía política del
positivismo. A la fecha, ésta se ha convertido en el eje exclusivo de la investigación
científica. Para comprender la estrechez de la investigación nacional mexicana en el
tema del suicidio, es necesario exponer que su desarrollo está limitado a dicha direc-
ción de investigación; esta inamovilidad, además de responder a causas histórico-
políticas y médicas, priva a los investigadores del libre empleo de otros paradigmas
más actuales y aplicables en este campo. Dentro de los marcos legales y de las insti-
tuciones, estos se ven obligados a elaborar su trabajo fuera de otras concepciones fi-
losóficas, epistémicas, metodológicas y técnicas protocolarias más útiles. Sin embar-
go, resulta lamentable que en México, como señala Enrique Villalba Pérez (1985, p.
24), la pluralidad en investigación en México nunca haya existido.
El ordenamiento legal para sujetarse a la opción única del positivismo (Blanquel,
1984, p. 3) como paradigma de investigación oficial en México inicia desde el siglo XIX.
Su concepción y desarrollo se da a partir del trabajo del francés Isidore Marie Auguste
François Xavier Comte (1798-1857), cuya filosofía designó con el nombre de positivis-
mo (Atencia, 1994). Su distintiva apertura, además de su originalidad, se debe a que
incorpora el empleo del término científico frente al tradicional empirismo. El positivismo científico era promisorio y de resolutiva actualidad en la investiga-
ción y consistía en dar validez científica sólo a aquellos conocimientos procedentes
de la experiencia; por tanto, rechazaba cualquier noción a priori y todo concepto uni-
versal y absoluto. Con ello, Comte instituyó un cambio en el imaginario cultural y
estructural, tanto académico como popular y en los paradigmas en investigación en
todo el mundo occidental, los cuales habían rivalizado con la perspectiva de las cul-
turas orientales y, en especial, con el pragmatismo norteamericano.
Uno de los alumnos mexicanos de Comte fue el médico y educador Gabino Barre-
da, quien incorporó las ideas comtianas en el nuevo sistema político educativo y de
investigación en el emergente sistema republicano de México y que permanece
como método absoluto.
El problema del suicidio, desde el enfoque jurídico y científico del positivismo
continuará irresoluble, máxime que desde la perspectiva médico-legal de la que se
asesoran los juristas para legislar sobre el tema y autorizar amplitud en investigacio-
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118 nes protocolares y alternativas de atención en salud, el suicidio es la forma de muer-
te más difícil de investigar y demostrar de forma indubitable (Vargas Alvarado,
1996). Esta acción presenta desde el punto de vista positivista todas las dificultades
inherentes al problema que de la muerte y los hechos involucrados que se investigan
y de manera automática se le transfieren sólo a la misma víctima.
En contraste, fuera de los márgenes de las legislaciones y del dogmatismo de los
comités académicos de investigación sujetos al positivismo, está el amplio reconoci-
miento del valor útil y servicio de apoyo que hace la filosofía de la ciencia al pensa-
miento del investigador el innovar. Gregory Bateson lo defiende desde la teoría sisté-
mica como un recurso útil, inigualable e indispensable. Para este autor, la filosofía de
la ciencia es similar al investigador como lo es el oxígeno al cerebro, por ello es en-
fático en contra de los escépticos hacia esta ciencia y su utilidad. El señala con agu-
deza que: “El aspirante a científico de la conducta que no sabe nada de la estructura
básica de la ciencia y nada de los 3 000 años de cuidadoso pensamiento filosófico y
humanístico sobre el hombre […] haría mejor en guardar silencio”(1976, p. 21). Al tenor y antes de Bateson, el sociólogo francés Durkheim había ya señalado su
crítica al empleo del positivismo al escribir en contra del fundamentalismo legal que
primó sólo al campo psiquiátrico. En su obra El suicidio señala:
El suicidio ha sido presentado como el producto de cierto temperamento, como
un episodio de la neurastenia, sometido a la acción de los mismos factores que ella.
Más nosotros no hemos descubierto ninguna relación inmediata y regular entre la
neurastenia y el proceso social de los suicidios (Durkheim, 1994).
Sin embargo, pese a las advertencias de este teórico a los expertos de otras áreas y
hacia los mismos psiquiatras contemporáneos a él acerca de las limitaciones que sus
métodos de investigación les permiten, no se mantuvo la influencia volteriana por el
Estado. En la actual legislación vigente en Jalisco, contraria al consejo de Durkheim,
se marca sólo la pauta de investigación y tratamiento orientada en la dirección posi-
tivista médico-psiquiátrica (Fracción IX, Ley de Salud mental del Estado de Jalisco,
2013).
Para la investigación permitida en la actualidad sobre el suicidio, éste es un tema
que queda encerrado de manera histórica y sin lógica de encuadre desde la misma
ciencia con que se presenta y expone debido a los márgenes metodológicos de inves-
tigación ordenados por el Estado. De esta manera, el tema del suicidio se ha conver-
tido desde entonces en objeto sólo de observación y estudio, con resultados fallidos
que perduran y por Razón de Estado, aún es irresoluble de manera terapéutica por la
psiquiatría, el derecho, la filosofía, la sociología y en último lugar, la psicología.
Hay diferentes perspectivas para conocer la etiología del suicidio que, a lo sumo,
se logra establecer que el deceso fue provocado de manera intencional por su autor.
No se obtiene mayor avance de lo que ya ha logrado el método científico riguroso
positivista aplicado a estas ciencias y por ende, no hay todavía un consenso sobre la
mejor forma de definir, legislar o de abordar con éxito la extinción de los pacientes
con esta peculiar disposición a la autodestrucción. La definición realizada en el siglo
XIX por Emile Durkheim, que se acepta como pionera en el campo de las ciencias
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REFLEXIONES EN TORNO AL SUICIDIO POSFACTUM
119del hombre para definir este acto anota que el suicidio es: «todo caso de muerte que
resulta directa o indirectamente de un acto positivo o negativo realizado por la vícti-
ma misma, y que, según ella sabía, debía producir este resultado» (Durkheim, 2008).
La clasificación del suicidio que este autor ofrece sintetiza en tres ejes sus obser-
vaciones realizadas de los suicidas en París en colaboración con el policiólogo Al-
phonse Bertillón y con la que desarrollará una tipología (la cual es útil todavía) para
clasificar los móviles de este tipo de hecho social como: suicidio egoísta, altruista, y
anómico (Durkheim, 2008) y que es empleada como un sistema descrito en los ana-
les para la clasificación de que se sirven los investigadores actuales para el estudio de
esta peculiar forma de decisión del propio cierre vital de un individuo.
La definición posmoderna interdisciplinar manejada por la Organización Mun-
dial de la Salud del suicidio incluye, además, la incorporación policiológica que seña-
la el intento suicida o acción parasuicidio, situación que define la ambigüedad o el
fracaso de la comisión del acto y que es definido como:
Un acto con una consecuencia no fatal en la cual el individuo realiza delibera-
damente una conducta no habitual con amenaza de muerte, que sin la inter-
vención de otros le causará autodaño, o ingiere una sustancia superior a las
dosis terapéuticas generalmente reconocidas y cuyo objetivo es producir cam-
bios que él o ella desean a través de las consecuencias físicas y psíquicas reales
o esperadas cercanas a la muerte (Rodríguez et al., 1997).
Paul Meehl y Gregory Bateson: el conflicto de paradigmas entre la sub-ordinación científica del saber del psicólogo y sus aportaciones de in-vestigación dentro del paradigma legal y dominante de la dirección médica
El Dr. Paul Everett Meehl (Grove & Llod, 2006) fue el pionero en la psiquiatría nor-
teamericana en abordar el problema de separar la perspectiva médica como una for-
ma unida de trabajo médico, independiente, unívoca y a salvo del resto de las pers-
pectivas filosóficas y psicológicas que parecían complicar la visión entre los médicos
psiquiatras en EUA.
Paul Meehl propuso que la psiquiatría dejara de ocupar una torre de Babel entre
las teorías contradictorias de la personalidad, caracterología o biológico-conductistas
de las que no había acuerdo entre sus expositores. Para este autor, la psiquiatría debía
estar libre de influencias y explicaciones elucubrativas sobre los procesos mentales y
dejar atrás los comentarios filosóficos especulativos derivados de los pensamientos e
influencia de investigadores afines a otras escuelas psicológicas con inspiración filo-
sófica y a su vez en mutuo conflicto. Las agrias disputas de los defensores del psicoa-
nálisis ante el conductismo, el humanismo y la fenomenología, la psicología de la
Gestalt o el existencialismo en el campo psiquiátrico no lograban un avance. Para el
Dr. Meehl, la perspectiva psiquiátrica debía ser exclusiva por su raíz desarrollada en
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120 una sola perspectiva biomédica y científica plural, ajena a las barras de los naciona-
lismos que hacían gala en señalar “Escuelas” y lineamientos de psiquiatría sobre
cómo tratar en general con los pacientes.
De acuerdo a la postura dada por Meehl, la psiquiatría debía asumir la necesidad de
introducir en sus procesos un orden y forma de trabajo con sistemas comprobados
de algoritmos y estandarizar las decisiones terapéuticas, de armonizar los diagnósti-
cos y depurar los tratamientos. Este autor afirmaba que la sistematización estadística
era la forma más precisa de validar entre los psiquiatras aquello que el pensamiento
clínico individual aislado y en poder de unas cuantas personas cualificadas, infería.
Esto, si la forma de establecer y definir los criterios se instrumenta y utiliza como
herramienta en la predicción matemática de la mecánica del proceso intelectivo hu-
mano.
Esta perspectiva tuvo gran aceptación y la formulación del nuevo modelo científi-
co-profesional médico en apoyo de los psiquiatras fue desarrollado con base en el
trabajo de la neuro-investigación y bajo la dirección metodológica del conductismo.
Los trabajos de formación profesional impulsados por el norteamericano David
Shakow (1942) incluyeron el entrenamiento práctico, así como la instrucción en los
fundamentos y procedimientos científicos de las disciplinas cognitivo-conductuales
emergentes. De la dirección combinada de estos paradigmas se desarrolla el modelo
Boulder de profesionalización y estandarización de capacitación de los futuros psicó-
logos clínicos, a fin de emparentarlos con los psiquiatras de esta misma área. El
modelo surge luego de la conferencia de la APA en la localidad de Boulder, Nevada,
EUA (1949), donde se delineó el nuevo modelo científico profesional del psicólogo
que se empleó en los siguientes treinta años en ese país para regular la formación de
psicólogos y psiquiatras clínicos (Altman, 1996).
Sin embargo, las escuelas de psiquiatría y psicología excluidas en el estudio apor-
taron críticas nada desdeñables acerca de que la observación minuciosa de los casos
individuales, así como sus hipótesis y trabajos no científicos, en realidad eran la
fuente de avenamiento para esta dirección.
Por otra parte, el punto más endeble de la utilidad terapéutica y social que sellaba
la ineficacia de esta dirección, provino del estudio del sociólogo canadiense Erwin
Goffman (1961)
Las instituciones psiquiátricas no valen para lo que fueron concebidas; el in-
ternamiento, con sus características y consecuencias, es más un método de
desajuste que de ajuste y organización del yo del paciente(…) Posiblemente la
ventaja más interesante del estudio sea que si bien la mayor parte de los tra-
bajos sobre el tema han sido escritos por psiquiatras, éste, sin embargo, se
sitúa en una perspectiva externa; es decir, a cierta distancia del mundo profe-
sional, en una perspectiva sociológica (Goffman, 1972).
El debate y la superioridad de una dirección sobre otra, no ha sido todavía supera-
do y aunque la metodología preponderante del paciente en potencia suicida todavía
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121es la directriz clínica, sigue sin cambio y continua su atención basada en el discurso
correlativo y la inferencia analítica obtenida entre el personal designado de cubrir el
caso y el paciente; modalidad que es la utilizada a la fecha por investigadores recono-
cidos en la psicología y en las que el control médico, ha sido requisito necesario al
servicio de estas prácticas. (Frank, 1984).
El reconocimiento del antropólogo inglés Gregory Bateson como investigador en
el campo de la salud mental, se sustentó en el desarrollo integrado a la antropología
que desarrolló con base en las teorías de la ecología, la cibernética y en especial del
trabajo del biólogo austriaco Ludwig Von Bertalanffy (1901-1972) acerca de la con-
cepción de la Teoría General de Sistemas, con la que concibió una explicación alterna
al dualismo cartesiano-leibiziano. Con ello Bateson tuvo los elementos para criticar al
movimiento positivista científico francés y sentó las bases teóricas para inscribir que
en un solo paradigma se abordase el estudio unificado de la vida y la naturaleza en un
complejo sistema, sujeto a interacciones dinámicas. El trabajo de Bateson en las cien-
cias de la salud y en particular el campo de la psiquiatría, estuvo avalado de mane-
ra previa por el afamado psiquiatra Jürgen Rüesch, quien le dio el espacio y reco-
nocimiento en los comités científicos para que Bateson, quien era antropólogo,
llegase a ser valorado como pionero en la investigación de la psiquiatría con una
perspectiva innovadora culturalista en los EUA desde la antropología (Calero,
2000).En una de sus obras Espíritu y Naturaleza, Gregory Bateson expone como
critica a los futuros psiquiatras unidimensionados en el positivismo, y educados en
el modelo Boulder:
A los psiquiatras les planteé un desafío en la forma de un pequeño examen
escrito, diciéndoles que cuando el curso finalizara tenían que comprender las
preguntas allí formuladas. En la primera pregunta se pedían breves definicio-
nes de: a) sacramento, y b) entropía. Los jóvenes psiquiatras de ese decenio
eran incapaces, en general, de responder a cualquiera de las dos preguntas
(…) Les estaba proporcionando a mis alumnos las nociones cardinales de 2
500 años de reflexión sobre la religión y la ciencia. Pensé que si iban a ser
médicos del alma humana, debían tener al menos una base acerca de cada
una de estas antiguas argumentaciones, estar familiarizados con las ideas
centrales de la religión y de la ciencia (Bateson, 1993).
Esta anécdota dentro del trabajo de este autor señala que la atención del personaje
con ideación suicida y su situación en el mundo, sin duda es un reto para redefinir
la labor neutral que en el campo de la investigación del devenir de la vida humana,
deben de asumir de manera fundamental los terapeutas. La falta de investigación de
otras corrientes de pensamiento en las universidades que siguen el modelo médico
positivista dirigidos a la atención a este tipo en especial de pacientes están basadas en
un exclusivismo radical como señaló Bateson y de manera epistemológica en este me-
dio está mal dirigido y peor comprendido, además que excluye de su currículo las
metodologías de investigación alternas no positivistas.Luego del trabajo del Dr. Meehl
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122 y las críticas del Dr. Bateson y otros muchos investigadores inconformes con el exclu-
sivismo y reduccionismo para la investigación e innovación (Sentis, 2010) en EUA la
psicología pasa a dividirse en dos áreas de investigación: terapéutica y de estudio,
ambas impactan a los psiquiatras que optan por continuar sus estudios y especiali-
zarse o doctorarse en una de las dos corrientes presentes: la psicología psicológica y la
cognitivo-conductual, las cuales son las dos grandes ramas dentro de la teoría e inves-
tigación en que hoy día se divide el paradigma de la psicología como ciencia y su
oferta de capacitación en terapia.
Al centrarse en el tema de las personas con problemas de autolisis, éste se aborda
de manera directa en ellas de forma indistinta de la perspectiva y conflictos asociados
a sus peculiares orientaciones de autodaño. En la práctica, ambas direcciones han
dejado atrás el problema de resolver las cuestiones referentes a la cientificidad o no de
sus constructos. Sus conflictos emocionales aunque pareciesen ser similares al res to
de la población, marcan pautas diferentes dado el carácter de su investidura y repre-
sentación social que va implícita en la petición de atención. Con la excepción de la
investigación del desaparecido Dr. Carl Gustav Jung (Hart, 1999), para quien la inves-
tigación y terapéutica en el suicidio junto con los temas de la religión y la espiritualidad
del paciente con este tipo de ideación, son fundamentales en su manejo y atención
conjunta. Con antelación, Durkheim en su estudio señala lo acertado de la observa-
ción del psiquiatra suizo cuando describe que el suicidio es menor entre judíos, que
entre católicos y protestantes (Rodríguez, 1990).
En el campo de la investigación sobre el suicidio con el uso del método fenome-
nológico de Edmund Husserl destaca la figura del psiquiatra Ludwig Binswanger, de
nacionalidad suiza. Discípulo de Eugen Bleuler y amigo de Sigmund Freud, Bin-
swanger complementó el trabajo de Husserl con la filosofía del existencialismo de
Martin Heidegger para introducirlo a la clínica médica. Su obra es controvertida
dado que este filósofo fue señalado de nazi, aunque Binswanger emplea los elemen-
tos más fuertes en su argumentación terapéutica.
Para Binswanger (Binswanger, 1998), el problema del suicida es asumir que tomar
la consciencia del para-que-se-es-inauténtico, es un modo de acceder a la verdadera
realización del propio sujeto; que por lo habitual transcurre entre el-ser-ahí-y-enton-
ces-aquí, sin tener verdadera consciencia de por qué existe y actúa en conformidad a
un derrotero de autoencubrimiento y que en el desconocimiento de sí mismo le lleva
a vivir en el fracaso. En síntesis, este modelo de manejo que ofrece bus ca que el indi-
viduo aprenda a obtener uno propio para conocerse.
Por su parte, el experto en suicidio y dirección fenomenológica-existencial, el neu-
ropsiquiatra austriaco Viktor Emil Frankl, afina las ideas de Jung y Binswanger. Ade-
más, escribió de su propia vivencia de ideación suicida mientras estaba preso en un
campo de exterminio nazi en su libro El hombre en busca de sentido (2004) en donde
escribe que: “en multitud de ocasiones, son las circunstancias excepcionalmente ad-
versas o difíciles las que otorgan al hombre la oportunidad de crecer espiritualmente
más allá de sí mismo.”Para Frankl, la causa del suicidio es la neurosis noógena, una peculiar forma de
inconvivencia del paciente y su entorno que se origina con la amplificación emocio-
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123nal de una frustración existencial que conforme se complementa en el psiquismo, le
impide encontrar la manera de satisfacer su necesidad de dar un contenido coheren-
te a su escala de significados, valores y trascendencia y valor de su propia vida. El
problema de este original autor y de otros más, es estandarizar sus propuestas bajo
la férula del positivismo y la legalidad de sus teorías y técnicas de manejo.
Reto de investigar el suicidio desde afuera del sistema positivista y legalista de la psiquiatría y la psicología cognitivo-conductual
De acuerdo a la OMS (1978), el principal riesgo para la realización del suicidio pro-
viene de la familia y de la disolución del sistema familiar. Este concepto engloba una
situación peculiar derivada de la sobrecarga de los padres o a la pérdida de los siste-
mas de apoyo para los miembros de la familia. La desorganización familiar puede
contribuir a la pérdida de los controles sociales que la familia suele imponer a sus
miembros. Esto se refleja en lo que algunos de los investigadores latinoamericanos
(Jerson Muñoz et al., 2005; Valadez-Figueroa, 2005) señalan como factores desenca-
denantes. Los investigadores consultados coinciden en sus trabajos de investigación
en afirmar que están presentes fallas en el consenso familiar de observación de nor-
mas internas, sentimientos de los integrantes de falta de comunicación y hostilidad
compartida entre sus miembros, las disensiones al interior del sistema familiar de
forma constante y la resolución de los conflictos con base en la superioridad de la
agresión física o psicológica, sumado o no al abandono físico o emocional de alguno
de los padres o de ambos y la presencia frecuente en éstos de sentimientos de deses-
peranza y pesimismo seguidos de actitudes y conductas pasivas ante la propia vida y
el resto de los integrantes de la familia (Pérez Martínez, 2004) .
De acuerdo a la postura materialista y científica, la familia actúa como un factor
socializador primario del niño y le infringe controles sociales que exceden de mane-
ra clara a los que éste necesita para hacer su camino en la carrera de obstáculos que
le plantean los agentes externos; además, ésta deposita en el niño un elaborado sis-
tema de tabúes, lo cual se lleva a cabo como la enseñanza de los controles sociales,
mediante la implantación de la culpa. Algunos tabúes son por ejemplo que la comu-
nicación interpersonal se reduce a lo audiovisual; el tabú acerca de la ternura (que
puede sentirse pero no expresarse), entre otros (Engels, 1884).
El desarrollo de un modelo alterno de terapia que involucra a la familia inició en
1921 con el Dr. J.C. Flügel a través de su libro Psicoanálisis de la familia (1968). Desde
el psicoanálisis y la sociología, se gestan nuevas orientaciones con que ha girado el
debate en dar origen a diversas opiniones, teorías y escuelas para el trabajo con fami-
lias y sus diversos problemas, entre ellos de integrantes con ideación suicida. Sin
embargo, es destacable la influencia de investigación cualitativa de la trabajadora
social norteamericana Virginia Satir (Satir, 2000), quien observa cómo datos de alte-
ración que indican los síntomas de un individuo en un ambiente de detención del
crecimiento y agotamiento emocional y espiritual del miembro familiar en peligro,
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124 se suma el aumento del sentimiento de ser explotado y abandonado; el cual, sin em-
bargo, a menudo no es admitido ni comunicado a sus allegados. Se agregan los
sentimientos de soledad, abandono, imposibilidad de hablar, una desolación, deses-
peranza y desamparo; los cuales suelen ser asimismo retenidos y no percibidos por
los demás integrantes de la familia. Por ello, señala Satir, que el error de intervención
radica en que el individuo debe ser preminente en el modelo de atención. Su funda-
mento epistemológico es crear un modelo de terapia basado en principios comuni-
cativo-existenciales confeccionados desde los principios sistémicos-cibernéticos.
Al ceñirse al camino de la psicología psicológica, los términos que definen estados
de ánimo límites como los describió el psiquiatra y filósofo alemán Karl Jaspers (Ali-
na, 2011); es decir, las situaciones que impiden el goce de la vida se han nombrado
con palabras tales como desesperación, angustia, melancolía o depresión. Su existen-
cia forma los arquetipos presentes en los seres humanos y lo que se describe a nivel
de la comunicación con las palabras anteriores, son en realidad, vocablos insuficien-
tes y plantean lo difícil de describir en su magnitud los tipos de vivencia emocionales
que definen como señalo Frankl, el paso previo a la acción suicida. Por ende son di-
fíciles de analizar desde una perspectiva científica.
Si bien sentir una emoción resulta de comprensión universal al ser humano, es
insuficiente para expresar lo que a nivel corpóreo y anímico se experimenta en la
realidad del sujeto afligido. Tiempo atrás las palabras melancolía y hastío por la vida
sirvieron para explicar el suicidio, y de hecho, fueron de uso general entre literatos y
filósofos (Lerate de Castro, 2006).
Desde la injerencia de las ciencias médicas como exclusivas en el tema del suici-
dio a través de la influencia del Dr. Paul Meehl, en la psiquiatría se emplea hoy el
epígrafe de la depresión. Esta palabra engloba el universo mismo de las emociones
intensas que se sintetizan en el vocabulario de médicos y psicólogos de orientación
cognitivo-conductual. En torno a la cual se agrupan y son consideradas diversas ex-
presiones emocionales de los individuos. Este término facilita los indicadores del
estado de la salud en el mundo y permite evaluar en forma estadística las historias de
vida en el reducido consenso epidemiológico mental que le ha sido dado por la pers-
pectiva médica. El eventual progreso a la alza de esta palabra en los anuarios estadís-
ticos de salud mental y asociado a la acción autodestructiva humana, ha hecho de la
depresión y el suicidio, una mancuerna inextricable de la dinámica explicativa suici-
da mundial. (OMS. 2007).
Durante el pasado siglo XX, la mayor incidencia suicida estaba en el rango etario
superior a 74 años. En la tendencia actual se ha convertido en un progresivo aumen-
to de frecuencia en la morbilidad y mortalidad por suicidios en adolescentes y los
adultos jóvenes, en especial de sexo masculino, tanto en Europa como en América
Latina. En este último continente, la tasa de suicidio aumentó entre jóvenes (15 a 24
años) desde 4.5 en 1950, a 13.2 en el 2000. Mientras en la primera mitad del siglo XX
el suicidio aumentó conforme la edad, hoy, en cambio, en un tercio de países con
información confiable, las tasas son superiores para los de menos de 45 años que
para quienes están sobre esta edad, lo cual es independiente del nivel de riqueza o
industrialización del país (WHO. 2006)
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125La anomia, palabra señalada por Durkheim (Durkheim, 275) para designar el fra-
caso del sistema de orden y progreso de la Francia de su época, dio paso con posteri-
dad al actual concepto clínico de la depresión, avalado desde las ciencias médicas;
mismas que han sido delimitadas como exclusivas por el Estado político para ser las
únicas autorizadas en exponer sobre el tema del suicidio. A través de la influencia del
Dr. Paul Meehl, este término engloba el universo mismo de las emociones intensas
que se sintetizan en el vocabulario de médicos y psicólogos de orientación cognitivo-
conductual la tragedia de la vivencia individual humana en el fracaso existencial y
sus razones.
En torno a la depresión se agrupan las individualidades de cada caso y son sólo
consideradas las diversas expresiones emocionales de los individuos; además, este
concepto facilita la comunicación entre profesionales y calibra los indicadores del
estado de la salud mental en el mundo y permite evaluar de manera estadística las
historias de vida en el reducido consenso epidemiológico de la enfermedad mental,
que al suicidio le ha sido dado por la perspectiva médica.
La depresión y el suicidio son una mancuerna inextricable de la dinámica explicati-
va suicida mundial. (OMS. 2007). Sin embargo, queda por valorar el cambio en la
imaginación al poder del Estado y sus detentadores, para dar cabida a otras perspecti-
vas que tiene el mismo derecho a ser tenidas en cuenta y que por ser posteriores a la
legislación vigente, al ser revaloradas, pueden ayudar en grado sumo a resolver esta
problemática social, al margen del esquema político y científico del fallido orden y
progreso que tiene que ahondar en el problema de la situación familiar en México,
desde las lecciones de vida, de la anomia y del fracaso existencial del suicida posfactum.
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CAPÍTULO 9
Fundamentación teórico-metodológica desde el psicoanálisis sobre el intento suicida
Antonio Sánchez AntillónXochitl Jovita Vázquez Isaac
Algunas investigaciones realizadas mediante encuestas o entrevistas sobre riesgo
suicida señalan como causales: relaciones conflictivas y dañinas como abuso sexual,
violencia o situaciones traumáticas como separación o abandono de los padres (Man-
dal & Zalewska, 2012) o consumos de sustancias, trastornos depresivos o cambio
rápido en la escala social (Ocampo; Bojorquez & Cortés, 2009). Mientras que las
investigaciones psicoanalíticas reportan, a través de estudios de caso, situaciones de
indefensión o traumáticas donde los sujetos se sienten atrapados y buscan la desin-
tegración del sí mismo (Maltsber & Weinberg, 2006). Éstos tratan de innovar la teoría
al pesquisar el papel del masoquismo en el intento suicida y dar respuestas a por qué
sólo se introyectan los factores malos (Berg, 1990); además, reportan que la vivencia
de desestimación de parte de alguna figura parental provoca incredulidad y descon-
fianza (Kiviranta, 2003). Otros exponen que la vivencia de angustia la descargan en
el cuerpo al suponerlo causante de las mismas. El odio y la envidia así como los im-
perativos de un superyó arcaico son lanzados hacia el propio cuerpo (Bell, 2001). Es
importante decir que en la historia del psicoanálisis el estudio de caso es fundamen-
tal en tanto que es un modo de reportar la intervención que se hace en la consulta en
contraste con la teoría.
El presente trabajo tiene por objeto la exposición del marco teórico-metodológico
que se utilizará en el análisis de un sujeto en el subproyecto simbolización del fenó-
meno suicida.
Para ello primero se desarrollará la importancia que tiene el estudio de caso como
modo clásico de análisis del tratamiento de los analizantes y se ponderará, además,
su utilidad en el campo de la trasmisión(1)1.
1. Freud (1989I:171) discurre acerca de la posibilidad de que el psicoanálisis pueda enseñarse en la universidad y advierte que la enseñanza quedará enmarcada en la teoría, porque sabía que la formación en psicoanálisis no puede reducirse a la trasmisión teórica. Por lo tanto, es necesario transmitirlo como “experiencia práctica, que aparte de adquirirla a través de su pro-pio análisis, podrá lograrla mediante tratamientos efectuados bajo el control y la guía de los
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130 En un segundo momento, como parte del marco teórico, se desarrollará la narra-
tiva metapsicológica usada por Freud para explicar el funcionamiento psíquico, con
énfasis en la vinculación que éste hace entre el fenómeno suicida y la melancolía. Por
último, se presentará una síntesis del método Algoritmo David Líberman (ADL) que
se utilizará para analizar las entrevistas. El elemento diferencial de esta propuesta
metodológica radica en que la presentación del caso se hace mediante un análisis del
discurso (relatos y actos del habla).
Se advierte al lector que el manejo de estos apartados deja como encargo para un
capítulo posterior desarrollar cómo es la instrumentación del método, así como su
aplicación, presentación de resultados y conclusiones de los casos analizados.
Estudio de caso
La escritura de Freud, propia de un gran literato, le permite abordar las sesiones de
sus consultantes como estudios de caso, forma singular que todavía resulta impor-
tante en la trasmisión psicoanalítica. El caso clínico es un instrumento epistémico en
la formación del analista (Laurent, 2006).
Al discurrir sobre el inicio de la sesión clínica, Lacan se pregunta “¿qué es la clíni-
ca psicoanalítica? No es complicado, la clínica tiene una base: es lo que se dice en un
psicoanálisis” (Lacan, 1977, p.7). La construcción y presentación del caso clínico es
una herramienta fundamental en la formación y transmisión del psicoanálisis, ade-
más de una práctica que sirve para el control, no sólo del caso sino del acto del ana-
lista y de la implicación de éste en su práctica (Laurent, 2006). Por su parte Nasio
(2007) asevera que un caso es el relato de una experiencia singular, escrita por un
terapeuta para dar testimonio de su encuentro con un paciente en miras de innova-
ción teórica. De forma independiente al propósito con el que se escribe, un caso
apunta siempre a ser leído y discutido y puede tratarse del informe de una sesión o de
manera amplia el desarrollo de una cura; puede incluir un estudio de los síntomas
del analizado o extenderse a la presentación de su vida y sus transformaciones. El
caso, es un escrito que pone en escena una situación clínica que ilustra una elabora-
ción teórica y que es presentado de un modo narrativo. Por ello, es posible conside-
rarlo como el paso de una demostración inteligible a una presentación sensible.
El punto de partida de Freud al escribir un caso siempre se trata de la aprehensión
de éste en su singularidad, en parte en eso consiste su invención, su descubrimiento
(Freud, 189O).
En un inicio el relato del caso freudiano siguió el modelo de la novela goethiana.
Los sufrimientos de Dora deben mucho, en su forma de expresión, a los sufrimien-
tos del joven Werther que habría atravesado el idealismo alemán. El modelo del rela-
to sigue al sueño y sus asociaciones, tal y como Freud lo explicita en su libro Interpre-
psicoanalistas más reconocidos.” Freud (1989Q, p. 249). El legado freudiano ha dejado como marco para la de la transmisión lo que se conoce como el trípode: análisis – supervisión – es-tudio de la teoría.
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131tación de los sueños. Éste, logra dar una forma narrativa a la estructura, liberada de los
constreñimientos del ideal, así como integrar la sesión analítica, en esencia anudada
en la disimetría del analista y del analizante, en un mismo relato continuo del diálo-
go del sujeto con su inconsciente (Laurent, 2006).
La importancia e innovación en la investigación desarrollada radica no sólo en
usar el estudio de caso para la enseñanza, supervisión o trasmisión, sino además con
intención investigativa; ya que recurrir a instrumentos metodológicos bajo procesa-
miento de la información de manera ordenada puede dar mayor soporte a los repor-
tes de investigación. Además de recurrir al recuerdo de la sesión y las notas se utilizó
el análisis discursivo, lingüístico vía la transcripción del texto; esto en consonancia
con las investigaciones psicoanalíticas del lenguaje realizadas por Maldavsky (2004;
2008; 2013) y sus colaboradores.
Marco teórico
“El saber es lo que hace que la vida se detenga en un cierto
límite frente al goce…el camino hacia la muerte no es más
que lo que llamamos goce”
(Lacan 1992, p. 17).
Antes de iniciar el desarrollo del marco teórico se harán algunas consideraciones
sobre los supuestos antropológicos de Freud. Éste atribuye al humano un estado de
indefensión desde el nacimiento, así como una gran capacidad de autoplastía y alo-
plastía. Si bien la fuente de los sufrimientos puede devenir de la naturaleza, la con-
dición y limitación corpórea y de las relaciones entre los individuos, estos últimos
dejan huellas muy significativas en la vida psíquica del individuo (Freud, 1989N).
Freud reconoce que a diferencia de los animales, el hombre no sólo tiene la capaci-
dad de adaptarse sino también de alterar el mundo; con base en este postulado es
posible agregar otro atributo que subyace en su propuesta, a saber: el humano tiene
tanto la capacidad de obrar sobre las cosas y los otros como también sobre sí mismo.
De esta última frase se puede derivar que el sujeto enuncia, es enunciado y puede
tomarse como objeto pasivo o activo de sus propios impulsos o anhelos introyectados
de los padres y, o ideales de su época en sus enunciaciones y relatos, o ambos.
Dada la influencia de la ciencia de su tiempo, Freud reconoce al humano como un
producto de la evolución y del desarrollo de las culturas por lo que la filogénesis
como la ontogénesis son determinantes en la constitución del carácter y la vida psí-
quica (1989D). A estas grandes narrativas recurre Freud cuando tiene que dar cuen-
ta de la etiología de la neurosis o enfermedad traumática.
Supondrá pues, que para la exteriorización de una neurosis deberá haber un pre-
disponente hereditario (vivenciar prehistórico) + un vivenciar infantil + una fijación
libidinal y un vivenciar accidental del adulto que puede aparecer como catalizador. A
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132 este enlace de variables, de al menos dos, le llamará series complementarias (Freud
1989H, p. 330, también en 1989P, p. 71).
Para este autor, el surgimiento de un síntoma tiene su co-relato en procesos in-
conscientes e intercambios pulsionales entre actantes que coloca como instancias al
interior del aparato psíquico.
Para iniciar, primero se destacará la narrativa económica de Freud para después
pensar en la dinámica que se da entre los actores (tópica).
En la exposición de este marco teórico se asume que la obra de este investigador
es considerada más que un corpus de rigor teórico -donde debe predominar la consis-
tencia y homogéneidad en la misma- como una escritura en donde los actantes tales
como el yo, ello y superyó tendrán un cariz distinto en función del tema que Freud
analice en sus diversas obras.
El presupuesto epistemológico de este escrito está más del lado de la dramatolo-
gía, la narratología y de los juegos de lenguaje, ya que aquí se asume con Wittgens-
tein (1997)2 y con Rusell (1957) que al hablar del campo de lo ético, las emociones o
vivencias morales en el tono de la escritura no se hace una descripción de fenómenos
de la naturaleza sino proposiciones y juicios relativos, expresiones lingüísticas que
tratan de expresar la existencia humana en el mundo.
De esta manera se asume que el campo de investigación del psicoanálisis es un
quehacer ético y político. De ahí que con la intención de ser congruente con el traba-
jo clínico, el modo de supervisar los casos y la metodología de análisis utilizada se
asume que son juegos de lenguaje3 . La presentación desarrollada sobre la economía
pulsional, la tópica y la dinámica del aparato psíquico en Freud es pensada desde la
dramatología y la narratología, para hacen de los conceptos una narrativa en donde
se destaquen distintos actantes y funciones4.
Después de presentar la trama psicológica, a modo de unidad de análisis en el
marco teórico, la melancolía será centrada como un predisponente importante a con-
siderar en el intento suicida en donde la culpa, la angustia de castración y los juegos
identificatorios tienen su parte, así como las experiencias traumáticas vivenciadas
por el yo.
2 “La ética, en la medida en que surge del deseo de decir algo acerca del sentido último de la vida, sobre lo absolutamente bueno, de lo valioso absoluto, no puede ser ninguna ciencia” (Wittgenstein (1997, p. 43).3 Si bien los autores reconocen el debate de si en realidad Freud sabía sobre historia de vida y narrativa, coinciden con Reeder (1992) en que es posible dilucidar un interés importante de parte de aquél por la historia del paciente y su narrativa, lo cual justifica la posibilidad de tender un puente entre el modelo arqueológico subyacente entre sus trabajos y un modelo narrativo.4 Lothande, Zvi (2011) atribuye a Todorov el concepto de narratología en donde mediante una metodolo-gía concreta se estudian narrativas literarias o científicas entre otras. La diferencia con la dramatología para este autor implica que ésta involucra relaciones interpersonales a través de acciones y diálogo, expresio-nes faciales, gestos del cuerpo, postura, forma humor y música de la voz. En el trabajo aquí desarrollado, la dramatología y la narratología no son excluyentes sino que son instrumentos complementarios que se pueden utilizar de acuerdo a los fines que se persigan. Por ejemplo, la presentación teórica presentada es dramatología, así como el trabajo mismo con los pacientes y el trabajo y supuestos en la supervisión de casos. Mientras que el método de análisis utilizado tiene rutas y pasos concretos para el análisis textual de las sesiones a modo de la narratología, como podrá verse en el apartado metodológico.
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133Trama psicológica
En sus primeros escritos, Freud (1989A) tratará de describir los procesos psíquicos a
partir de la ruta de las funciones neuronales, dado que así lo exigía la ciencia de su
tiempo. Si bien su intento se vuelve una bella explicación analógica y metafórica,
propondrá que todo organismo vivo tiende a la cancelación de los estímulos; en un
estado primordial del organismo humano hay neuronas y registro de cantidad de
tensión, de energía y el sistema nervioso tiene receptores de estímulos y tipos de
descarga sea vía motricidad o internas. Este proceso orgánico deviene en psíquico en
tanto que la resolución al estímulo implica una descarga motriz específica (1989A).
La pulsión es colocada como concepto gozne entre el proceso somático y el psíquico.
Si el niño tiene hambre ésta es satisfecha por un auxiliar, quien al proporcionar el
alimento también altera el cuerpo del neonato en tanto que inscribe en él una fuente
externa de satisfacción. La baja de tensión orgánica será un alivio si bien la intromi-
sión del objeto en el órgano, la boca, lo implica en un placer otro que impronta al
sujeto. La repetición de esta comunicación entre la tensión interna y la acción espe-
cífica del auxiliar efectúan un primitivo aparato psíquico. Esto, en palabras de Freud,
será un yo real que interactúa con el exterior sólo a nivel de cargas y descargas de
tensión y tiene como producto la representación psíquica (1989J).
En esta interacción, la pulsión de nutrir y la sexual (erogenización del órgano) se
enlazan en un empuje por la vida. Si no hay una acción específica que regule las
tensiones singulares del nuevo organismo, el proceso psíquico se degrada y el orga-
nismo no tenderá a la representación psíquica sino al agotamiento energético (Mal-
davsky, 1986).
En dicha narrativa, Freud coloca a la constitución humana como un campo, en
donde desde el inicio hay presencia de dos actores en lucha: las pulsiones de vida y
muerte5. La primera tiende a construir la complejidad y en su interior habitan las
sexuales que se orientan por el principio del placer, así como las de autoconservación
que tienden hacia el principio de constancia (Freud, 1989R). Ambas tienen cualidad
y cantidad. Ese yo real primitivo del que se ha hablado es una estructura inhibitoria
que lleva a reemplazar la inercia por la constancia. Si bien toda pulsión tiene como
meta la descarga, el objeto va tomando su cualificación gracias a esas improntas ge-
neradas desde la satisfacción original. La pulsión de autoconservación tiene un in-
vestimento narcisista y de objeto en miras de conservarse a sí mismo y la especie
(Maldavsky, 1986). El egoísmo como un interés por pervivir y por alcanzar el objeto
de sus anhelos son modos en que la vida se afirma. Freud colocará al yo como el re-
servorio de esa energía narcisista que tiene una fuente en el impulso interno (ello) así
como desde el exterior, por identificación con los objetos de amor (Freud, 1989K;
1989R).
5 Es importante decir que para llegar a esta última postura hubo previas explicaciones sobre pulsiones sexuales, de conservación, del yo y narcisistas. Los trabajos de metapsicología de 1914-1917 son distintos a los ponderados en este escrito que son de 1920 a 1938; en estos últimos se subsumen las primeras narra-tivas sobre las pulsiones.
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134 En el ello se depositan los predisponentes heredados y consiste en satisfacer esas
necesidades congénitas. El ello expresa el genuino propósito vital del individuo, es el
sustento primero para el desarrollo del yo, el cual no es sino la exterioridad alterada
del ello, que es el reservorio pulsional (contiene las pasiones) y de lo reprimido. En
un juego con contrastes dirá que así como el yo y el preconsciente se co-pertenecen,
lo inconsciente y el ello a su vez hacen lo mismo.
La inclusión de este personaje le permite a Freud alterar el mito platónico del
Auriga y, por tanto, el supuesto de que el yo conciencia puede guiar el carruaje, ya
que advierte que es el jinete quien lidia una fuerza superior (el caballo-ello), y el yo
trata de controlarlo con la fuerza prestada del ello. Agrega que el jinete “si quiere
permanecer sobre el caballo, a menudo no le queda otro remedio que conducirlo
adonde este quiere ir, también el yo suele trasponer en acción la voluntad del ello
como si fuera la propia” (1989L, p. 27). Sin embargo, en otro texto advertirá que el
esfuerzo de rechazo o desalojo de las mociones pulsionales que ejerce el yo sobre las
mociones del ello dejan en este último su huella (1989R).
El superyó, además de ser el residuo de las primeras elecciones de objeto direccio-
na energía a modo de formación reactiva contra ellas si el yo no domina las resigna-
ciones libidinales edípicas. Representa la aspiración a ser y prohibición, la herencia
del complejo de Edipo, por lo que es una fuerte expresión de los destinos libidinales del
ello. El establecimiento del superyó permite que el yo se apodere de las aspiraciones
edípicas al tiempo que se somete a esas exteriorizaciones del ello. El superyó aparece
frente al yo como el abogado del ello.
Si bien los sentimientos sociales e ideales descansan en las identificaciones, de
manera inicial aspiran a conformarse alrededor de un ideal del yo idéntico6. Estas
fidelidades creadas alrededor de los ideales primarios entran en ocasiones en conflic-
to con las aspiraciones del yo, lo que es sentido por éste último como culpa. Si bien
el superyó impone anhelos nuevos, su operación principal es limitar la satisfacción;
aunque dada la afinidad de éste con el ello puede subrogar a este último frente al yo.
Es decir, las adquisiciones filogenéticas y los anhelos heredados en los ideales tras-
mitidos por la sociedad aparecen bajo un apremio y un mandato imperativo del pa-
dre primordial.
Fuerzas en juego en las instancias: el caso de la melancolía
Después de contar con los actores y las fuerzas que los pueden hacer operar, es mo-
mento de centrar la atención en el fenómeno del intento suicida.
6 La génesis y desarrollo del personaje ideal del yo y su peripecia narrativa que lo trastoca en superyó se ha tra-bajado de manera más amplia en otras investigaciones que han tenido por objeto ponderar el papel y función del ideal en las conformaciones grupales como las psicoanalíticas (Sánchez, 2012).
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135Freud aseveró en una conferencia
Queríamos saber cómo es posible que llegue a superarse la pulsión de vivir,
de intensidad tan extraordinaria; si sólo puede acontecer con auxilio de la libi-
do desengañada, o bien existe una renuncia del yo a su afirmación por moti-
vos estrictamente yoicos (1989C, p. 232).
De esta manera, este investigador hipotetiza que esta tendencia tiene que ver con
estados de melancolía y procesos de duelo.
En otros trabajos posteriores desarrollará a mayor detalle esta hipótesis para tratar
de responder al fenómeno de los sujetos que tienden a acabar con su vida. En su texto
Duelo y melancolía, Freud esclarece el mecanismo del suicidio y asevera que
El análisis de la melancolía nos enseña que el yo sólo puede darse muerte si
en virtud del retroceso de la investidura de objeto puede tratarse a sí mismo
como un objeto, si le es permitido dirigir contra sí mismo esa hostilidad que
recae sobre un objeto y subroga la reacción originaria del yo hacía objetos del
mundo exterior (1989G, p. 249).
Esta vinculación del suicidio con la melancolía y la inversión de las cargas libidinales
exigen se expliquen qué son y cómo funciona este enlace. La primera la describe como
“una desazón profundamente dolida, una cancelación del interés por el mundo exterior,
la pérdida de la capacidad de amar, la inhibición de toda productividad y una rebaja en
el sentimiento de sí” (1989G, p. 242). Las causales las coloca por una pérdida de un
objeto amado sea real o ideal y en otros casos se alude a ella sin tener registro conscien-
te. Este ingrediente inconsciente de pérdida es un diferenciador diagnóstico entre duelo
y melancolía. Se puede saber que se perdió algo, pero no qué, ni cómo se dio el proceso.
Freud advierte que los actos del habla que se dirigen al yo apuntan a una disminu-
ción del amor propio y a un empobrecimiento del yo. Es decir, se dirige amargos re-
proches, se insulta, se humilla, se lamenta, no puede dejar de dirigirse delaciones en
una compulsión a evidenciarse frente a los otros como detestable. En sus relatos as-
pira a encontrar la repulsa, el castigo y compadece a los seres queridos por estar liga-
dos a tan despreciable yo. La temporalidad perceptiva sobre sí es un perene empe-
queñecimiento. El tono de las afirmaciones sobre sí, así como sus narrativas, están
coloreadas por afectos de temor, remordimientos, abandono, tormento. Como reac-
ciones corporales reporta episodios de insomnio, rechazo a alimentarse y un sojuz-
gamiento a cualquier aspiración de pervivir.
En esta dramatología psicológica Freud enuncia las causales de este yo que pade-
ce. En un inicio, atribuirá a la melancolía una regresión a la elección narcisista de
objeto y a una imposibilidad de renuncia de ese objeto de amor conservando ese
amor. Al refugiarse en esa identificación narcisista, el odio y reproches que podrían
proyectar en el objeto primario de amor lo revierte sobre sí y se toma como objeto
que no tiene cualidad alguna para el aprecio, por lo que el autocastigo y venganza de
los objetos primitivos los ejerce sobre sí y atormentar a los seres queridos cercanos
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136 con su enfermedad le permite enfrentar en forma directa su hostilidad a ellos; es
decir, se venga de los otros a costa de sí mismo (yo).
Más tarde, reconocerá que el padecimiento del yo tiene como verdugo al superyó
(Freud, 1989L). Éste se ha vuelto hiperintenso, ejerce de manera inmisericorde la pul-
sión destructiva y sádica contra el yo. El gobierno del superyó es un cultivo puro de pul-
sión de muerte y en ocasiones en efecto lo empuja a ella. Esta función del superyó como
hipermoral es tan cruel como el mismo ello cuando aparece en su crudeza amoral.
La desmezcla pulsional consiste en que la pulsión de destrucción no es usada por
el yo para afirmarse de frente a las identificaciones tiránicas sino al contrario, se
identifica con el agresor, limita su agresión hacia fuera, toma al yo y ejerce sobre él el
inexorable castigo que puede atribuirse a un ser superior. El superyó degrada el yo
narcisista y entrevera la agresión y la libido en el castigo.
Un personaje que aparece latente en los escritos como soporte de este funciona-
miento energético y tópico es la culpa inconsciente. En los primeros escritos ésta
aparece ante la ambivalencia ante el objeto primario de identificación. La constela-
ción pulsional ha implicado una resignación. El acopio libidinal narcisista que se
nutre del impulso del ello y de las identificaciones primarias no aparece y en su lugar
se manifiesta una voluntad de padecer para satisfacer el imperativo del superyó.
Cuando el rasgo identificatorio aparece como amo completo, el yo se aprecia como la
encarnación de la falta toda, de la culpa por ser, para ello padece. Es importante ad-
vertir que en un yo melancólico, histérico grave o neurosis obsesiva, la culpa incons-
ciente aparecerá como principal obstáculo para cualquier intento de tratamiento.
Marco metodológico
Como ya se advertía en el pie de página número tres, la propuesta metodológica aquí
presentada contempla tanto el campo de la dramatología como el de la narratología.
Esta vinculación se sustenta en al menos una indicación técnica, la cual aparece re-
ferida al valor de la transferencia, reza así:
Otra ventaja de la trasferencia es que en ella el paciente
escenifica ante nosotros, con plástica nitidez, un fragmento
importante de su biografía, sobre el cual es probable que en
otro caso nos hubiera dado insuficiente noticia. Por así decir,
actúa [agieren] ante nosotros, en lugar de informarnos
(Freud 1989R, p. 176).
Como se ve en esta indicación, Freud destaca que hay dos fuentes de información
que se reciben en la consulta: una vía oral (relatos de biografía) y otra en acto, en la
escenificación dentro de la sesión. Se infiere que esta última es una repetición o re-
vivencia de una pasión que quiso ejercer contra sus primigenios modelos identifica-
torios, ya sea que se manifeste un ataque de furia y se de golpes en el propio rostro
con los puños (Freud 1989R, p. 148) u ofrezca frases de desprecio o halago donde
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137coloque al analista como uno de sus modelos ideales, ya sea en transferencia negati-
va o positiva.
Freud encuentra un nexo entre la información vertida sobre las escenas extra-
transferencias y las revivencias, repeticiones o recuerdos narrados en la consulta vía
transferencia. Esta indicación técnica Maldavsky (2004; 2005) la pondera y funda-
menta desde la perspectiva investigativa como escenas narradas en forma extra-
transferencial y escenas desplegadas en consulta, para lo cual propone tres herra-
mientas de análisis del discurso: palabra por palabra, frases y relatos.
La segunda indicación que permite justificar el interjuego entre el campo drama-
túrgico y la narratología la advierte Freud después de analizar de manera muy tem-
prana sus casos. Después de reportar el caso de Dora, evidenciará que el procedi-
miento y mirada de la escucha clínica es diferente a la del investigador que trata de
pesquisar qué sucede en el apartado psíquico para teorizar sobre el fenómeno. Ad-
vertirá, por tanto, que en la escucha clínica se procede de manera heurística median-
te la atención flotante; mientras que el investigador, cuando analiza los datos des-
pués de terminado el caso, lo hace sometido a la lógica y procesos de reconstrucción.
Por tanto, la metodología que se utilizará para analizar el texto transcrito tiene
como objeto producir un saber no para el sujeto, porque ese se da en la sesión misma
bajo la estrategia de buscar lo inédito y la sorpresa en la forma singular de vivenciar y
recordar, de desear y gozar, sino para la comunidad epistémica; por lo que analizar las
entrevistas (es decir, la textualidad del discurso) es armar un caso y sistematizar la
información para la trasmisión del saber analítico alrededor de un tema problema que
es el intento suicida.
Con Santander (2011) y Thomas (2007) es posible asumir que un análisis del dis-
curso se enmarca en un paradigma metodológico cualitativo y bajo la propuesta del
giro discursivo, en el cual Santander, quien a su vez sigue a Echeverría (2008), recono-
ce en “el lenguaje una función no sólo creadora referencial (informativa) y epistémica
(interpretativa), sino realizativa (creativa), o, generativa” (Santander, 2011, p. 3). Este
autor expone que en el análisis del discurso hay dos producciones por considerar: el
campo de lo manifiesto y el de la opacidad. Asimismo, supone que el síntoma será lo
visible que a su vez invisibiliza lo que le da forma. Esta metáfora dicha de manera psi-
coanalítica sería el síntoma, no es sólo un mensaje cifrado; al mismo tiempo es una
forma de organizar su disfrute. Es por eso que, incluso después de la interpretación
completa, el sujeto no está preparado para renunciar a su síntoma Zizek (1989), citado
por Fleissner (2009). Santander se refiere a la teoría marxista y los procesos de produc-
ción no sabidos que sustentan los discursos corrientes.
El relato psicoanalítico de los autores de este capìtulo sostiene que el discurso
consciente tiene un sustrato de mociones pulsionales inconscientes.
Santander propone articular el campo de la teoría con el metodológico, de modo
que se pueda articular las categorías teórica con las analíticas. Como ejemplifica San-
tander (2011, p. 220 y ss.), éste es un esquema formal que propone el autor y puede ser
reconfigurado de acuerdo a los conceptos teóricos y lingüísticos que el investigador
utilice. La propuesta de esquema de este autor en el estudio aquí presentado quedaría
de la siguiente manera:
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138 Ya en la introducción se ha precisado el objeto de estudio y en el marco teórico
han sido desarrollados los conceptos metapsicológicos y ponderado la categoría con-
ceptual de la melancolía. El estilo retórico ha sido dramatológico en miras de trasmi-
tir de forma más homogénea este supuesto. Toca ahora ponderar qué es el Algoritmo
David Liberman (ADL) y desarrollar cómo éste sostiene las categorías discursivas y
lingüísticas.
Este método tiene como antecedentes los estudios de Liberman (1976), quien ti-
pificó estilos retóricos para perfilar desde la lingüística los modos en que el precons-
ciente se evidencia en el lenguaje bajo modos específicos del habla7. Maldavsky
(1997; 2001; 2004a: 2004b) lleva esta propuesta de los estilos retóricos a presupues-
tos teóricos analíticos en relación a las pulsiones y defensas, de tal modo que al me-
diar hipótesis intermedias gestó una vinculación entre la dureza teórica de las pulsio-
nes y defensas, como indicadores del decantamiento de las estructuras en los sujetos
y las manifestaciones discursivas. Estas hipótesis, en donde el uso del lenguaje tiene
un correlato con la constitución del preconsciente, se basan en las propuestas que
Freud hace respecto al uso de las palabras de acuerdo al desarrollo mismo de las
erogeneidades.
El preconsciente visto desde su función tiene tres estratos, el primero consiste en
un conjunto de fantasías masoquistas en donde el goce específico, la lógica de pensa-
miento, el estado afectivo y la motricidad llevarán a ciertas manifestaciones verbales y
sonoras. La melancolía pertenece a este extracto y en el marco teórico se pondera cómo
Freud refiere que va acompañada de frases de lamentación, autohumillación e impro-
perios, y en sus narrativas, el yo queda sometido en forma pasiva a situaciones de su-
frimiento que Freud (1989R) supone son manifestaciones de culpa inconsciente.
En el segundo estrato hay un encadenamiento secuencial, las fantasías originarias
son expresadas bajo historias peculiares en función del tipo del lenguaje del erotis-
mo. El tercer nivel aplica transformaciones a través de ciertas reglas de decibilidad
que desfiguran el material anímico. Los procesos retóricos implicarán un modo de
transgresión reglada a partir de la segunda frontera entre el preconciente y la cons-
ciencia8.
La estructura de aquél es consecuencia de un proceso de transformación del mun-
do interno simbólico, pero a la vez una manifestación discursiva.
Como puede observarse, la óptica metapsicológica corresponde a producciones
mixtas entre el inconsciente y el preconsciente. Las formaciones sustitutivas que
7 De manera metapsicológica, el preconsciente abarca el campo psíquico que va desde la primera censura (creada en el tiempo edípico) hasta la segunda censura, lindante con la consciencia. El preconsciente tiene un proceso de constitución, que comienza con los inicios del desarrollo del yo y culmina en la vida adulta. Tiene, además, una estructura y una dinámica, en la cual cobran gran importancia las pulsiones y las defensas. Malsavsky et. al., (2004a) consideran al preconsciente como un mediador entre, por un lado, las hipótesis sobre la pulsión y la defensa, y por otro lado, las manifestaciones discursivas de las sesiones y, por consiguiente, como fundamento para el desarrollo de un método sistemático de investigación clínica.8 En otros escritos (Sánchez, 2009, p.52 y ss.) se ha explicado cómo los extractos del preconsciente coinciden con el desarrollo del yo real, yo placer y yo realidad. Y que los sujetos descritos desde la semiótica de las pasiones de Greimas supone tipos de actantes que van de lo amorfo del objeto, la protensividad, la fiducia hasta el sujeto dialógico que tiene como atributo el hacer anclado en la emoción de la intersubjetividad.
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139genera el sujeto requieren de ciertas condiciones para acceder a su manifestación, a
saber: orgánicas, fonéticas, sintácticas, semánticas, pragmáticas y lógicas.
Bajo estos referentes teóricos, en sus investigaciones Maldavsky (2000; 2001;
2004a; 2007) trata de responder tres preguntas: 1) ¿cuál es el repertorio acotado de
tales erogeneidades?, 2) ¿cómo les da cabida lo psíquico en el terreno expresivo?, 3)
¿de qué modo se manifiestan en el nivel del lenguaje?
A la primera responde con el respaldo de la propuesta de las etapas pulsionales
erógenas: oral primaria (O1), oral secundaria (O2), sádico anal primaria (A1), sádico
anal secundaria (A2), fálico uretral (FU) y fálico genital (FG). Maldavsky, basado en
su experiencia clínica y de investigación, le agrega a estas etapas la Libido Intrasomá-
tica (LI), a la cual le atribuye una investimenta de los órganos internos desde el na-
cimiento mismo.
La segunda cuestión ha sido dirimida al distinguir en cada voluptuosidad su enla-
ce motor con los afectos y la percepción, que son de carácter diferencial. Esto, en
congruencia con la analogía biológica (anabolismo y catabolismo) de Freud, expuesta
en el marco teórico, donde las mezclas pulsionales se complejizan y en la erogeniza-
ción del sujeto posibilitan una progrediente fineza motora de los órganos, bajo afec-
tos y percepciones cada vez más específicas o a la inversa .
Además, sostiene su propuesta en la teoría de los esquemas filogenéticos como
modos de preparación (motricidad, afecto y percepción) que, dado el ambiente pro-
picio, generan un desarrollo específico.
La tercera problemática la resuelve al ponderar dos tipos de análisis, por un lado
el de las redes de palabras y por otro, el de las narrativas como indicadores del len-
guaje de las erogeneidades. Las secuencias narrativas son decantaciones acordes al
fin psicoanalítico que Maldavsky ha articulado con base en los estudios semióticos de
Greimas (Maldavsky 1976, p. 211).
Estas manifestaciones son trabajadas de manera formal desde los análisis lingüís-
ticos de los relatos, actos del habla y palabras.
El método tiene un armado que refiere varios niveles de análisis: el primero, es
un entramado que va desde el acercamiento teórico que apunta a diferenciar las ero-
geneidades desde la teoría de las pulsiones de autoconservación, sexuales y de muer-
te; puntualiza cómo deviene esa mezcla pulsional y su complejización en el aparato
psíquico del individuo como ya vimos en el marco teórico. Además, se propone su
manifestación en la expresión discursiva por el uso de las defensas como destino
pulsional. El segundo nivel refiere una tipología que nace de una diferenciación más
sutil entre pulsiones y defensas; éste es el nivel psicopatológico. El tercer nivel refie-
re al análisis particular de ciertos casos, en donde se evidencia cómo es que dichos
referentes teóricos y esos instrumentos ciernen el posicionamiento erógeno particu-
lar y sus defensas. El cuarto nivel apunta a lo que de singular tiene cada caso, que
implica el juego particular de palabras y significantes referidos a partir de expresio-
nes como los actos fallidos o lapsus.
Si bien el método ofrece tres instrumentos de análisis: el de palabras, estructura
frase y análisis de los relatos, la presente investigación se enfocará sólo en el segundo
y el tercero en miras de encarar los objetivos planteados. Esta decisión metodológica
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140 se hace con base en las ideas de Maldavsky (2008), quien advierte que tanto el uso
del método de ADL como del material puede ser seccionado, elegido y ordenado de
acuerdo a los intereses investigativos.
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CAPÍTULO 10
en un proceso de acompañamiento psicoterapéutico individual, a mujeres adultas con intento suicida:
Salvador Moreno López
“Somos siempre situados, en situaciones, en el mundo,
en un contexto, viviendo de cierta manera con otros, tratando de lograr esto y evitar aquello”
Gendlin (1978/1979)
Introducción
El presente capítulo se refiere a un proyecto de acompañamiento psicoterapéutico y
de investigación con mujeres adultas que han intentado suicidarse. Forma parte de
un trabajo más amplio en el que se ofrece atención psicoterapéutica desde varias
perspectivas teóricas y que tiene en común el interés por conocer qué ocurre con las
simbolizaciones de las participantes y cómo ello incide en su modo de estar en la
vida y en su ideación suicida.
En la primera parte se describen algunos referentes filosóficos y teóricos de una expe-
riencia de interacción humana y acompañamiento psicoterapéutico desde una perspec-
tiva experiencial, que se ofrecerá a las participantes en el proyecto, que enfatiza la aten-
ción a lo vivido a nivel corporal para comprender a las consultantes y sus com portamientos,
y promover la transformación de pensamientos, sentimientos y conductas autodes-
tructivas.
En dicho acompañamiento se promoverá que las participantes recuperen un reco-
nocimiento explícito de su vivenciar o experienciar y a través de ello mejoren la escu-
cha de sí mismas en su vivir cotidiano. Desde ahí, se promoverá también el recono-
cimiento de su capacidad para dar alguna dirección a su vida cotidiana (Gendlin,
1962, 1984, 1996; Moreno, 2007; Siegel, 2011, 2012), hacia una buena vida o una
vida con sentido (Savater, 1991).
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144 En este capítulo además se presentan algunos antecedentes de investigación que
desde una perspectiva fenomenológico-experiencial orientan esta propuesta de
acompañamiento psicoterapéutico. Asimismo se incluyen algunas referencias a in-
tervenciones psicoterapéuticas orientadas por la mindfulness.En la segunda parte se describe la dimensión metodológica del proyecto de inves-
tigación desde una perspectiva fenomenológica, que orientará tanto el registro de los
datos como los pasos a seguir para comprender y describir sus posibles significados
e implicaciones para la atención a personas en esta situación y la posible prevención
de comportamientos suicidas.
Los marcos de referencia orientadores para el acompañamiento psicoterapéutico
utilizados provienen de la filosofía y la teoría del cambio experiencial propuestos por
Eugene Gendlin (1962, 1970, 1984, 1996, 2004; Gendlin & Tomlinson, 1967/1976),
así como de algunas orientaciones tomadas de la experiencia clínica y la investiga-
ción desde una perspectiva fenomenológico-existencial (Dutra, 2000, 2011, 2012;
Rocha, Boris & Moreira, 2012) o al utilizar la mindfulness o atención plena para aten-
der a personas que han intentado alguna acción suicida, están deprimidas o muy
ansiosas (Kabat-Zinn, 2003, 2005; Luoma & Villatte, 2012; Siegel, 2011, 2012; Wi-
lliams & Swales, 2004; Williams, Barnhofer, Crane & Beck, 2005; Williams, Dug-
gan, Crane & Fennell, 2006).
Los marcos de referencia para la comprensión de los resultados del proyecto de
investigación, desde la perspectiva experiencial, están dados por la filosofía de lo
implícito de Gendlin (1962, 2003), su teoría del cambio experiencial (Gendlin, 1970,
1984) y los modos de comprender algunos cambios en el comportamiento que utili-
zan autores que integran la mindfulness en su trabajo psicoterapéutico (Rodríguez &
Fernández, 2012; Teasdale, Segal, Williams, Ridgeway, Souslby & Lau, 2000; Wi-
lliams & Swales, 2004; Williams, et al., 2005).
La metodología de investigación utilizada fue la fenomenológica, propuesta por
Giorgi (1985/2007, 1997, 2000, 2002, 2004, 2009, 2012), complementada por los
trabajos de autores como Gendlin (1993, 2004), Groenewald, (2004), Guedes & Mo-
reira (2009), Rennie & Fergus, 2006, Rocha, Boris & Moreira (2012), y Valle (1998).
Se presentan también los pasos para analizar las transcripciones de las sesiones
de psicoterapia, desde la identificación de las unidades de significado, después la
organización y comprensión de las categorías, hasta llegar a la propuesta de una in-
terpretación comprensiva de los resultados encontrados.
Abordar el suicidio desde un punto de vista fenomenológico-existencial viene a
ampliar los conocimientos sobre dicho problema desde la perspectiva de lo vivido
por los actores y contribuye al diálogo con otras explicaciones sobre el tema.
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SIGNIFICADOS SIMBOLIZADOS Y CAMBIO PERSONAL EN UN PROCESO
145Fenómeno del suicidio
“En el año 2000 se calculó que alrededor de un millón de personas en todo el mun-
do habían fallecido por suicidio y además que es la tercera causa de muerte a nivel
mundial entre los 15 y los 44 años” (Corpas, 2011, s/p). En México, en lo que va del
siglo XXI, el índice de suicidio ha incrementado y se encuentran los más altos por-
centajes en individuos de entre 15 y 24 años de edad (Eguiluz, Córdova & Rosales,
2010); entre ellos, el número de mujeres es mayor. Esta problemática creciente hace
pensar que “resulta impostergable iniciar acciones preventivas y estudios locales y a
profundidad” (Chávez-Hernández & Macías-García, 2003, p. x).
Hay un opinión generalizada entre estudiosos del campo de la salud (Chávez-
Hernández, A.M. et al., 2008; González-Forteza, C. et. al., 2003) al señalar que la
conducta suicida constituye un serio problema de salud por el creciente número de
personas que realizan acciones para suicidarse y por el alto costo que esto representa
tanto en sufrimiento para los involucrados y sus familias, como en términos econó-
micos (Borges, Orozco, Benjet & Medina-Mora, 2009; García et al., 2011), al menos
en países como México y en particular en el estado de Jalisco.
Al revisar información sobre el tema, es posible encontrar que desde la clínica, las
teorías y la investigación hay una diversidad de modos de entender y nombrar el fe-
nómeno suicida: acto o conducta suicida, intento de suicidio, ideación suicida, entre
los principales.
También hay diferentes propuestas de comprensión y explicación de dicho fenó-
meno desde la perspectiva de diferentes disciplinas (García de Alba, Quintanilla,
Sánchez, Morfín & Cruz, 2011). Se encontraron tanto explicaciones que buscan esta-
blecer las probables causas del suicidio, como otras que hablan más bien de factores
relacionados o concomitantes. Mientras algunos modelos consideran a la conducta
suicida como asociada a determinados diagnósticos que hay que atender y resolver
para disminuir dichas conductas, otras propuestas sugieren pensar en el suicidio
como un problema en sí mismo, que requiere ser atendido de manera directa e
“identificar los procesos transdiagnósticos que están presentes en muchas de las di-
ferentes condiciones diagnósticas asociadas con la conducta suicida” (Luoma & Vilat-
te, 2012, p. 265).
Dada esta diversidad en las comprensiones o explicaciones respecto a dicha con-
ducta, también existe una variedad de modos de atención a personas que han inten-
tado suicidarse.
En este variado y plural contexto, a continuación se presentan algunos referentes
teóricos para orientar el acompañamiento psicoterapéutico de personas adultas que
han intentado suicidarse, así como la investigación realizada para comprender este
fenómeno desde la perspectiva del mundo vivido de los actores.
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146 Reflexiones desde la filosofía fenomenológica-existencial y algunas teorías fenomenológico-existenciales, en el campo de la psicología
“La muerte voluntaria es una elección intrínseca a la
existencia humana. Es nuestra última y definitiva libertad”
Thomas Szasz, 2002
El suicidio ¿es una enfermedad, un delito o una postura y decisión ante la vida? A me-
nudo, las investigaciones sobre del suicidio lo abordan desde la perspectiva de estudiar
una enfermedad o una conducta patológica. Así, se le considera relacionado con diver-
sos trastornos psicológicos y psiquiátricos, como la ansiedad y un pobre control de
impulsos (Nock, M. K., Hwang, I., Sampson, N., Kessler, R. C., Angermeyer, M. et al., 2009), o la depresión y el consumo de drogas (Pérez-Amezcua, B., Rivera-Rivera, L.,
Atienzo, E. E., De Castro, F., Leyva-López, A., & Chávez-Ayala, R., 2010) entre otros
factores. Ahora bien, sin negar la presencia de esos diversos factores, también es posi-
ble cuestionarse por la decisión que toma una persona de quitarse la vida y cómo se
posiciona ante el propio vivir, así como si intentar suicidarse es sólo el resultado de un
trastorno biopsicosocial o si también hay aspectos experienciales y existenciales que
entren en juego. Cuando se identifican casos de personas que viven en buenas condi-
ciones algunas hasta con un éxito social en su contexto, y sin embargo, en un momen-
to dado realizan una acción para quitarse la vida (Loaeza, 2011), vuelve a surgir la per-
tinencia de voltear la mirada hacia los aspectos experienciales y existenciales de su vivir,
para buscar comprender los intentos de ese individuo por quitarse la vida.
Desde otra perspectiva, también que hay culturas en las que quitarse la vida no se
considera algo indeseable, malo o que hay que rechazar. Al contrario, puede ser una
acción considerada como un acto heroico, un modo de mantener el honor, o un ritual
a realizar bajo ciertas circunstancias (Corpas, 2011).
Asimismo, se encuentra otra faceta de este problema al hablar de suicidio asistido
y eutanasia (Álvarez, 2013; Quijano, 2001). De acuerdo con Álvarez (2013), se llama
suicidio asistido a la acción de un médico de “proporcionar a la persona los medios
para que se suicide, pero no realiza la acción que causa la muerte” (s/p); por supues-
to, a solicitud del enfermo. En medio del debate bioético de estas situaciones, hay
quienes sostienen el derecho de las personas a bien morir, a morir con dignidad
(Quijano, 2001), a decidir el momento de dejar de vivir frente a una situación irre-
mediable de sufrimiento y dolor por una enfermedad.
Estas otras posturas apuntan entonces a la dimensión existencial desde la que se
considera la posibilidad y el derecho de una persona a decidir sobre su vida, en gene-
ral, y habría que incluir también en este contexto el momento de su muerte.
Desde una perspectiva existencial, surge la pregunta si siempre que una persona inten-
ta suicidarse en realidad quiere morirse o si bien actúa en un momento en que quitarse la
vida le parece la única salida a una situación en sumo dolorosa, desesperanzada y ante la
cual siente que no tiene posibilidades de cambio; es decir, que lo que en verdad parece
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SIGNIFICADOS SIMBOLIZADOS Y CAMBIO PERSONAL EN UN PROCESO
147buscar es terminar con el sufrimiento. También hay que incluir la posibilidad de que, en
algunas circunstancias, el hecho de quitarse la vida pueda ser considerado un acto heroico,
a veces como una forma de protesta ante situaciones valoradas como injustas.
Al reconocer que en este terreno es difícil generalizar, se pueden seguir algunas
vías de reflexión que permitan de entrada considerar múltiples posibilidades para la
comprensión de este fenómeno/problema y de quienes han intentado suicidarse.
Desde una perspectiva existencial surge la pregunta: ¿cómo han vivido su condición
de ser-con-otros-en-el-mundo? Entonces, desde este punto de vista se debe dirigir la
atención hacia la comprensión del experienciar, en lugar de lo que está escrito. Es un
término técnico. de esas personas en sus situaciones concretas y hacia los modos en
cómo ellas lo reconocen, o no, de manera explícita y lo expresan en sus interacciones
cotidianas. Ello nos dará claves para la comprensión de sus experiencias y comporta-
mientos en relación con sus intentos de suicidio (Dutra, 2000; Polkinhorne, 1989;
Valle, King & Halling, 1989).
Hay resultados de investigaciones realizadas desde esta perspectiva que muestran
algunas características de estas experiencias y de los modos de sentirse en el mundo
de quienes han intentado suicidarse. Así, por ejemplo, Dutra (2000, 2011, 2012),
González-Forteza et al., (2003) y Luoma & Villatte, (2012) informan que un alto por-
centaje de quienes han intentado suicidarse se sienten.
En relación consigo mismas en el mundo
Deprimidas, tristes, sin ganas de hacer algo.
Angustiadas, desesperadas, con sufrimiento.
Con tedio.
Enojadas.
Con pensamientos dolorosos y desesperanzadores, con ideación suicida.
Con evitación experiencial.
En relación con otras personas se sienten
Solas, abandonadas.
Con un gran vacío o pérdida significativa.
Aisladas, con dificultades para interactuar.
No queridas, que a nadie le importan.
Enojadas,resentidas.
Estos sentires y pensares identificados como relacionados con las conductas sui-
cidas, aparecen como instalados en la persona y se mantienen persistentes. Pueden
ubicarse en una perspectiva experiencial, como indicadores de que viven interaccio-
nes cotidianas muy insatisfactorias, y tal vez distanciadas de su experienciar. Puede
suponerse que viven más en función de reacciones automáticas repetitivas que con
respuestas interactivas frescas y nuevas para cada situación en la que se encuentran,
como ocurriría si se expresaran desde el experienciar (Gendlin, 1970; Siegel, 2012).
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148 Al trabajar sobre esta comprensión teórica y conjeturas, se propone un proceso psi-
coterapéutico en el que la consultante se sienta acompañada de manera experiencial y
aprenda a poner atención explícita a su experienciar (Gendlin & Tomlinson, 1967/1976),
para identificar detenciones en el proceso o los llamados puntos muertos (Gendlin 1970,
1996). Y luego, para que aprenda a expresarse desde el experienciar en movimiento.
Es importante recordar que este término hace referencia a un flujo constante de
sensaciones que implicar el vivir particular de una persona en cada una de sus circuns-
tancias. Por lo mismo, siempre implica una interacción persona-mundo. Además de
que dicho experienciar tiene un movimiento implícito para buscar los modos precisos
de simbolización a cada momento (Gendlin, 1962, 1970, 2004). Cuando esos modos
precisos no se encuentran, hay entonces una especie de detención del movimiento del
experienciar. Esto genera que la persona utilice criterios orientadores de su comporta-
miento ajenos a sí misma, que le van a resultar poco satisfactorios.
Introducir la dimensión experiencial, es decir el foco de atención en el cuerpo vi-
vido, en el cuerpo-organismo (Moreno, 2009), requiere también pensar una nueva
forma de la corporalidad: el cuerpo vivencial o cuerpo experiencial. Un cuerpo a la
vez material y energético, racional y emocional, sensible y mensurable, personal y
vincular, real y virtual (Najmanovich, 2001/2013, p. 17). Y no quedarse sólo con un
cuerpo-objeto mecánico.
Desde la filosofía de lo implícito de Gendlin (1962, 2012) se propone que hay un
flujo constante de sensaciones concretas sentidas a nivel corporal que el sujeto expe-
rimenta en cada una de las situaciones vividas. Es posible decir que es un fluir cons-
tante de sensaciones-con-sentido en relación con las situaciones vividas, que “el cuerpo
viviente es interacciones con otros en el mundo” (Gendlin, 2003, p. 102) y dichas
sensaciones son mucho más que la cultura, la historia y el lenguaje.
Al sentir el cuerpo viviente, la complejidad de la totalidad de las situaciones en las
que se encuentra, “implica, urge, e implícitamente moldea nuestra siguiente acción”
(Gendlin, 2003, p. 102). Es decir que “sin la sensación corporal de la situación no
sabríamos dónde estamos ni qué hacemos” (Gendlin, 2003, p. 102). Y es a través de
este proceso de interacción orientado por el cuerpo-organismo que las personas en-
cuentran modos de vivir que resultan constructivos para el desarrollo y bienestar del
sujeto. Es a través de un proceso de valoración organísmica (Gendlin, 1967) como el
individuo puede monitorear la pertinencia y los efectos de sus acciones, y darse
cuenta de cuándo requiere corregir algún curso de acción.
Por ello, en la medida que el comportamiento se orienta sólo por consignas exter-
nas, sin atender al movimiento del experienciar, es más probable entrar en situacio-
nes que podrían denominarse de sufrimiento innecesario, insatisfacción vital e in-
cluso enfermedad. Es así como puede entenderse que una persona tenga
pensamientos negativos repetitivos que generan esos círculos viciosos, en los que se
siente mal, deprimida y desesperada. Mismos que con frecuencia se manifiestan en
las personas que han intentado suicidarse. En estas condiciones les resulta difícil
mantener interacciones vivas y afectivamente cercanas con otros (Moreno, 2009).
En la medida en que el individuo empiece a atender y a reconocer su experienciar,
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149podrá generar que sus interacciones apunten en dirección de un desarrollo personal
y de la vida que brota desde éste.
Las interacciones con otras personas en la vida cotidiana pueden promover que una
persona se mantenga en contacto con su experienciar; y también pueden propiciar que
la persona aprenda a ignorarlo. En otras palabras, hay circunstancias en las que un
individuo deja de escucharse a sí mismo, de reconocerse, de considerarse valioso y de
vivirse como autor y agente. Hay una especie de olvido y desconocimiento de sí mismo,
y entonces puede sentirse a merced de las circunstancias, sin reconocer las posibilida-
des que tiene de orientar y dar dirección a sus interacciones y a su vivir, sin apreciar
tampoco el derecho a vivir su propia vida (Gendlin, 1970; Zubiri, 1986/1998).
En la actualidad no podemos estar bien si queremos guiar nuestras acciones
diarias sólo por las reglas, roles y rutinas que nos enseñaron. No que poda-
mos vivir sin esas rutinas, sino que tenemos que modificarlas y elaborarlas.
Muchas de nuestras situaciones actuales son más complejas y únicas
(Gendlin,1993, p. 31).
Es preciso, entonces, que las personas mantengan o recuperen el sentirse autores y
agentes del vivir, desde el experienciar.
En términos de autoría y de agencia (Marrufo, 2012; Zubiri, 1986/1998) en el sen-
tido de que la persona se reconozca con la posibilidad de dar rumbo y dirección a sus
interacciones y de hecho lo haga, es posible decir que la dimensión experiencial de di-
cha autoría y agencia está dada por el proceso de interacción entre el experienciar de
una persona y los modos concretos y precisos de simbolizar dicho proceso. Es decir,
cuando una simbolización precisa ocurre cuando los acontecimientos externos –pala-
bras, acciones, otras personas- “se adecuan de tal modo a los sentimientos preconcep-
tuales e implícitos del individuo que el proceso es llevado adelante” (Gendlin,
1966/1997, p. 50). Cuando esto ocurre, lo que se espera encontrar es la continuación
del proceso, el movimiento que desde lo sentido a nivel corporal implica las acciones
siguientes en la situación, al mismo tiempo que la valoración de las mismas en térmi-
nos del efecto que ellas generan en la persona, desde la modalidad sentida en el cuer-
po-organismo. Es decir, cuando es necesario, la persona encuentra y corrige los modos
de interacción que la hacen moverse en dirección de la vida (Gendlin, 1996) para em-
pezar a salir de los círculos viciosos pensamientos negativos sentimientos dolorosos.
Al respecto Gendlin (1993, p. 22) señala
Todos sabemos que nuestros cuerpos pueden sentirse confortables o incómo-
dos en relación con una situación. Pero ¿cómo puede ser eso posible? ¡El cuerpo conoce la situación! Usualmente no lo decimos de esa forma. Decimos que
nosotros conocemos la situación y que nuestros cuerpos sólo reaccionan ante lo
que conocemos. Si pensamos que es una buena situación, suponemos que el
cuerpo se sentirá confortable. Si pensamos que la situación es peligrosa, su-
ponemos que el cuerpo reaccionará con coraje o con miedo. Y por supuesto
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150 que nuestros cuerpos reaccionan ante lo que pensamos, pero no sólo ante eso.
Nuestros cuerpos sienten una situación directamente”.
Es por lo anterior que los problemas del vivir que tiene una persona que ha inten-
tado suicidarse pueden ser vistos, en parte, como expresión y resultado de que la
persona se vive desconectada de su experienciar o lo simboliza de manera inadecua-
da. En algunos casos, deja de vivirse como proceso, ya no se tiene como centro de valo-
ración en la interacción y pasa a vivir en función de consignas de otros, de costumbres,
normas, que no tienen el tamiz del experienciar; por lo que le resulta muy difícil encon-
trar modos personales de interacción que que le sean satisfactorios, significativos y
valiosos. En estos casos, la persona puede sentirse incapaz, sin recursos ni posibili-
dades, e incluso sin derecho de darle alguna dirección a su vivir y a sus interacciones
cotidianas. No se reconoce como autor y agente de su vivir. Si las circunstancias en
las que vive son demasiado dolorosas y desesperanzadoras, esa persona puede pen-
sar en suicidarse y siente que el suicidio es una forma de aliviar su sufrimiento, con
los múltiples matices que éste tenga.
Por otro lado, mirar el fenómeno desde la perspectiva experiencial abre también
las posibilidades de diferenciar cuándo una persona toma, desde sí misma, la deci-
sión de morir, la asume con libertad y responsabilidad, en las circunstancias en las
que se encuentra y cuándo no es así.
¿Cómo un acompañamiento psicoterapéutico experiencial puede pro-mover que una persona no reincida en su intento de suicidio y pueda vivir con relativa satisfacción y bienestar su vida? Una propuesta
Conviene recordar que
Los problemas no se resuelven en interacciones semejantes a aquellas en las
que se generó el problema… Necesitamos una interacción de otro tipo, una en
la que el cliente realmente consiga vivir de un modo diferente, más allá del
bloqueo (Gendlin, 1999, p. 402).
La investigación que se lleva a cabo dará datos para caracterizar algunas de esas
interacciones significativas. De entrada, se ofrecerá a la persona una oportunidad de
vivenciar una relación con interacciones que la reconozcan como un legítimo Otro
(Maturana, 1991/2008), un ser humano valioso por sí mismo, con una sabiduría
corporal en la cual puede confiar, alguien con el derecho y la potencialidad de dar
rumbo a su vivir y valorar desde sí misma el sentido y satisfacción de sus interaccio-
nes cotidianas (Gendlin, 1996; Rodríguez y Fernández, 2012). Los resultados obteni-
dos arrojarán datos para comparar las experiencias de las consultantes respecto a
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151estos objetivos propuestos. Los pocos estudios hasta ahora identificados con esta
perspectiva señalan esta dirección.
Desde una perspectiva experiencial en el acompañamiento psicoterapéutico se
considera que “La esencia del trabajo con otra persona es estar presente como ser
vivo… Lo que importa es ser un ser humano con otro ser humano, reconocer a la otra
persona como otro ser” (Gendlin, 1990, en Alemany, 1997, p. 393). Esto apunta a
posibilitar que la persona que ha intentado suicidarse se sienta vista y escuchada,
reconocida por sí misma, que se sienta amada en el sentido que Maturana
(1991/2008) habla del amor. Ello implica que el psicoterapeuta realice acciones que
constituyan a la consultante como un legítimo Otro en coexistencia con él. Y que así
lo viva la persona.
En estas interacciones, que tal vez resultarán diferentes y novedosas para la con-
sultante, juntos buscarán recuperar el reconocimiento, por parte de la consultante,
de lo que algunos autores han llamado la sabiduría organísmica (Gendlin, 1984,
1996; Kabat-Zinn, (1990/2010); Rodríguez & Fernández, 2012; Rogers, 1980). Al
respecto, Gendlin (1983) señala
Hay una especie de consciencia corporal que influye profundamente en nues-
tras vidas y que puede usarse como instrumento para ayudarnos a alcanzar
metas personales… Cuando la sensación-sentida de una situación cambia, tú cambias y por lo tanto, también cambia tu vida (p. 57).
Por fortuna, es posible aprender a reconocer y a desarrollar esta consciencia cor-
poral (Gendlin, 1981, 1996; Moreno, 2009).
En breve, el punto de partida y el eje central de este modo de acompañamiento
psicoterapéutico lo constituye, en principio, la cualidad experiencial de las interaccio-
nes, en el marco de una relación psicoterapéutica.
Las acciones y narrativas concretas surgen, momento a momento, en dichas inte-
racciones. “Lo que produce el cambio efectivo de la personalidad no es lo que se dice
o se pinta; sino más bien el proceso vital experiencial que lleva a alguien a hablar o a
pintar de ese modo” (Gendlin, 1966, en Alemany, 1997, p. 49).
Hay, sin embargo, algunos recursos que pueden ser útiles y que conviene tener
presentes para los momentos oportunos.
Tanto desde el focusing (Gendlin, 1981; Moreno, 2009) como desde la mindfulness o atención Plena (Kabat-Zinn, J. 1990/2010, 2005; Moreno, 2014, Rodríguez y Fer-
nández, 2012; Siegel, 2012) existen numerosas actividades que sirven para recuperar
esta consciencia organísmica mencionada con anterioridad y que además contribu-
yen a modificar algunas experiencias dolorosas de quienes han intentado suicidarse.
Resaltan tres áreas primordiales que pueden ser promovidas a través de la práctica
de estas actividades, a saber: 1) la consciencia o reconocimiento del propio cuerpo
sentivivido o experienciar, 2) la modificación de estados de ánimo con características
depresivas o ansiosas y 3) la suspensión de pensamientos negativos reiterativos y su
transformación por otros positivos, con lo que se terminan los círculos viciosos.
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152 La realización de este tipo de actividades, tanto dentro como fuera de la sesión de
acompañamiento, por parte de la consultante, puede generar vivencias y experien-
cias que contribuyan a que la persona se mueva con pasos más firmes en dirección
del bienestar y de aprender modos de vivir en los que encuentre sentido y valor para
su vida.
Además, se trata de actividades que pueden utilizarse en situaciones de crisis,
como una ayuda para encontrar modos constructivos de salir adelante en esos mo-
mentos.
La propuesta teórica esbozada hasta aquí, se complementa con algunos resultados
de investigaciones realizadas en las que se toma en cuenta la subjetividad de quienes
han intentado suicidarse, y de modos de intervención que han utilizado la mindful-ness como un componente relevante.
Dentro de la primera categoría se encuentran estudios hechos desde una perspec-
tiva fenomenológica-existencial (Dutra, 2000, 2011, 2012; Rocha, Boris & Moreira,
2012). En ellos se informa del tedio y la angustia como dos aspectos existenciales con
frecuencia presentes en individuos que han intentado suicidarse, que muestran las
dificultades de esas personas para asumir su condición de seres en el mundo en
procesos de transformación constante. Reconocen también la complejidad del fenó-
meno del suicidio y la participación de diversos factores: biológicos, sociales, cultu-
rales e interpersonales.
En la segunda categoría se encuentra el uso de la mindfulness (atención plena) en
las modalidades de la Mindfulness Based Cognitive Therapy (MBCT, por sus siglas en
inglés), la Dialectic Behavior Therapy (DBT, por sus siglas en inglés) y la Acceptance and Commitment Therapy (ACT, por sus siglas en inglés).
Así por ejemplo, Williams y colaboradores (2006) plantean, en relación con la
atención a personas que han intentado suicidarse, una característica que han llama-
do reactividad cognitiva, de acuerdo con Ingram, Miranda y Segal (1998, citados en
Williams et al., 2006), la cual implica un proceso mediante el cual se reactivan patro-
nes cognitivos de reacción debidos a pequeños cambios en el estado de ánimo.
Esto sugiere que personas que han intentado suicidarse están en un estado de
ánimo vulnerable en relación con pequeños incidentes que pueden alterarlos, ya que
pueden desencadenar todos esos pensamientos, sentimientos y acciones que los lle-
van a querer cometer este hecho. Ellos han prestado especial atención a este fenómeno
y promovido que la persona tenga herramientas para identificarlo y transformarlo, y
cuente también con mejores alternativas de interacción cuando ello ocurra.
Lo que se espera que ocurra en las participantes
Con todo lo antes dicho, en las sesiones de acompañamiento psicoterapéutico se es-
pera que las participantes
Vivencien interacciones en las que se sientan valoradas, respetadas y compren-
didas como personas únicas e irrepetibles (Maturana, 1991/2008).
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153Aprendan a reconocer su experienciar, a simbolizarlo con precisión y a expre-
sarse desde ahí (Gendlin, 1970, 1996).
Reconozcan sus posibilidades de darle rumbo y dirección a sus interacciones,
en su vivir cotidiano, para sentirse con bienestar (Gendlin, 1984, 1996).
Sepan vivir y estar en contacto consigo mismas, en el presente, en el aquí y en
el ahora, de sus situaciones (Gendlin, 1984; Luoma & Villatte, 2012; Moreno,
2009; Siegel, 2012).
Atiendan con aceptación a sus sensaciones, sentimientos, pensamientos y ac-
ciones y reconozcan su historia personal (Luoma & Villatte, 2012; Moreno,
2009, 2014).
Puedan estar en silencio interior y parar sus pensamientos (Luoma & Villatte,
2012; Moreno, 2009, 2014).
Desarrollen una imagen de sí mismos, en movimiento, desde las interacciones
experienciar y simbolización, (con un sentido crítico del contexto sociocultural)
(Gendlin, 1970, 1984; Luoma & Villatte, 2012; Moreno, 2009).
Faceta de investigación
El proyecto al que se refiere este capítulo tiene dos facetas. Una es la del acompaña-
miento psicoterapéutico y otra es la de investigar algunos de los cambios que se
presume ocurrirán en las consultantes al participar en dicho proceso.
Como en toda actividad investigativa, con este proyecto se busca generar nuevos
conocimientos que sirvan para comprender mejor situaciones de vida, vivencias,
procesos de simbolización y comportamientos de mujeres que han intentado suici-
darse. La perspectiva para la investigación viene sustentada desde los planteamientos
de una psicología fenomenológica (Valle, 1998) en sus aspectos más generales, y de
una teoría experiencial (Gendlin, 1962, 1984, 1993, 1996, 2003, 2004) en aspectos
más particulares.
Desde hace algunos decenios se ha dado, dentro de los campos de la psicología y
la psicoterapia, una controversia alrededor de las posibilidades de utilizar leyes o
conocimientos generales y abstractos en la atención de personas particulares que
están más allá de lo genérico conocido, ya sea por la singularidad de sus característi-
cas o por la complejidad de su vida y problemática.
En fechas más recientes esta controversia se ha focalizado en discusiones entre
investigadores y clínicos, y también entre los que proponen el uso indispensable de
los tratamientos basados en la evidencia (TBE) y quienes insisten en la complejidad
de las problemáticas de cada persona que no son debidamente atendidas y reconoci-
das por los protocolos de los TBE (Persons, 1991; Persons, Roberts, Zalecki & Bre-
chwald, 2006; Spring, 2007).
Diversos investigadores y clínicos han trabajado para construir puentes y medios
de diálogo entre las perspectivas y necesidades del investigador y las del clínico, para
ir más allá de las dificultades.
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154 Los protocolos de los TBE por lo general se focalizan en un problema; por ejem-
plo, trastornos de ansiedad o depresión, y están construidos desde algún referente
teórico. Así, surgió una diversidad de protocolos para un mismo tipo de problema. Y
entonces ¿cuál de ellos escoger? ¿Con qué criterios? Luego, una vez seleccionado el
protocolo e iniciado el tratamiento ¿hacia dónde moverse si resulta obvio que la alter-
nativa elegida no resulta útil para esta persona en particular? (Edwards, 2007, 2010;
Persons, Roberts, Zalecki & Brechwald, 2006; Restifo, 2011). Éstas son algunas de
las preguntas con las que se encuentra un psicoterapeuta en la clínica y cuyas res-
puestas no están en los protocolos; por ello, necesita recurrir a otros modos de pro-
ceder para responder con flexibilidad, pertinencia y oportunidad a las características
y necesidades de cada una de las personas que atiende.
Al iniciar la atención a una consultante, el psicoterapeuta requiere de modos sis-
temáticos para evaluar a la persona en su mundo y en su trayectoria de vida, así como
para formular algunas hipótesis sobre el camino inicial a recorrer. Necesita también
procedimientos que le permitan verificar, sobre la marcha, si el proceso psicotera-
péutico resulta benéfico para la consultante o no.
Aquí entra también otro aspecto importante de esta controversia y que no siempre se
plantea de manera explícita: ¿De qué evidencias se habla al referirse a los TBE? Por lo
general, para quienes asumen una perspectiva positivista en la investigación estas evi-
dencias se refieren a datos empíricos obtenidos en estudios experimentales realizados
con los debidos controles y metodologías. Sin embargo, hay diversos cuestionamien-
tos al respecto. Numerosos autores incluyen ahora también las observaciones de he-
chos, realizadas y estudiadas de manera sistemática (Edwards, 2007; Huppert &
Abramowitz, 2003; Levitt, Butler & Hill, 2006).
Una de las alternativas sugeridas para ir más allá de la evidencia positivista y pro-
mover alternativas mediante las cuales un clínico pueda sistematizar su trabajo psi-
coterapéutico es el estudio de caso.
Varios autores (Edward, 2007, 2010; Eells, 2013; Persons, 1991; Persons, Roberts,
Zalecki & Brechwald, 2006; Spring, 2007) han propuesto desde hace algunos años
el uso sistemático de los estudios de caso como un medio para generar conocimien-
tos válidos en la práctica clínica y para impulsar lo que llaman una práctica basada en
evidencias (PBE); es decir, aquélla basada tanto en resultados de la investigación
como en observaciones de hechos a lo largo del proceso psicoterapéutico y en la ex-
periencia del psicoterapeuta (APA, 2005; Edwards, 2007).
Lo que se presenta en este capítulo se relaciona con el conjunto de inquietudes de
quienes buscan hacer una práctica basada más en evidencias, con la debida atención
a la subjetividad y singularidad de cada consultante.
En este contexto y desde los marcos de referencia descritos las preguntas de inves-
tigación que se busca responder son las siguientes
1. ¿Con qué contenidos verbales simboliza una persona sus vivencias en relación
con su intento de suicidio, en la perspectiva de cómo ella se siente-en-el-mun-
do y las diversas situaciones que para ella son significativas, en un proceso de
acompañamiento psicoterapéutico?
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1552.-¿Cómo cambian esos contenidos a los largo del proceso de psicoterapia y qué
significan esos cambios?
Para responder a estas preguntas se utilizarán los criterios y pasos metodológicos
propuestos por Giorgi (1985/2007, 1997, 2000, 2002, 2004, 2012) y por Rennie &
Fergus (2006). Lo primero que hay que resaltar es su insistencia en las actitudes re-
queridas para hacer una investigación fenomenológica descriptiva, en un campo dis-
ciplinar como la psicología. Dichas actitudes requeridas son: a) la reducción fenome-
nológica, b) asumir una perspectiva psicológica, y c) una sensibilidad especial hacia el
fenómeno estudiado.
La reducción fenomenológica implica que el investigador se abstiene de dar alguna
apreciación sobre la existencia del objeto que investiga. Aborda lo dado y “lo trata
como algo que está presente a su consciencia y se abstiene de decir que eso es de he-
cho de la manera como se le presenta” (Giorgi, 2012, p. 4). Todo lo que diga sobre el
fenómeno lo hará basado en eso dado.
Hay también el reconocimiento de que un fenómeno puede ser abordado desde
distintas disciplinas. En este caso se trata de una investigación dentro del campo de la
psicología. Por lo mismo, se requiere asumir una perspectiva psicológica al acercarse
al estudio del fenómeno en cuestión, en este caso los contenidos verbales con los que
una persona va simbolizando su experienciar en un proceso de acompañamiento psi-
coterapéutico. En la propuesta de este trabajo, asumir una perspectiva psicológica se
refiere a asumir una atención particular hacia la experiencia vivida de la consultante,
e identificar aquellas expresiones que parezcan mostrar con más claridad su experien-
ciar y su ubicación subjetiva en relación con los-otros-en-el-mundo. Con base en lo
manejado por Giorgi (2012, ), aquí se considera que “los fenómenos psicológicos son
para-racionales, para-objetivos o para-normales” (pp.8-9).Por último, este autor hace
mención de la sensibilidad especial hacia el fenómeno estudiado, requerida en el in-
vestigador. Al reconocer el papel de la subjetividad del investigador en este modo de
investigar, resulta importante requerir que por un lado no tenga una actitud negativa
o de rechazo hacia el fenómeno; ni por otro, un posicionamiento tal que sea difícil que
pueda adoptar una actitud de apertura para considerar los datos como algo dado a su
consciencia y examinarlos sin poner en juego pre-conceptos o prejuicios.
Una vez asumidas las actitudes, los pasos a seguir en la recolección, análisis y
comprensión de los datos serán los siguientes: las sesiones serán audiograbadas, pre-
vio consentimiento informado de las consultantes. Esa será la forma de registrar los
datos.
Luego, se hará la transcripción, de manera que se puedan tener los diálogos tam-
bién en forma escrita.
Hasta aquí se puede hablar de una etapa de recolección y preparación de los datos,
la cual una vez terminada dará paso al proceso de comprensión fenomenológica de
los mismos. Para ello, se seguirán los pasos que a continuación se describen. El inves-
tigador leerá la transcripción completa, para tener una sensación de la totalidad. Des-
pués anotará las impresiones identificadas de dicha lectura. Cada una de las sesiones
será abordada de esta manera.
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156 Luego, el investigador irá al inicio de la transcripción y la volverá a leer despacio.
“Cada vez que experimente una transición de significado
dentro de la actitud antes mencionada, hace una marca
en la descripción” (Giorgi, 2012, p. 5).
Se trata entonces de identificar unidades de significado a partir de las palabras
expresadas por la consultante. Dado que se contará con las audiograbaciones, éstas
serán escuchadas de nuevo para identificar los significados no sólo a partir de las
palabras sino también en función de la música del hablar (Moreno, 2009) con que
sean expresadas.
En este paso, “el investigador transforma los datos, que están todavía básicamente
en palabras del sujeto, a expresiones que revelan de una manera más directa la di-
mensión psicológica de lo que el sujeto dijo. En otras palabras, se hace explícito el
valor psicológico de lo que el sujeto dijo en relación con el fenómeno estudiado”
(Giorgi, 2012, p. 5). Es decir, el leguaje de la consultante será transformado a un len-
guaje psicológico. Se trata de hacer explícito en ese sentido el valor que tiene lo que
la consultante dijo, mediante la comprensión y expresión de los significados primor-
diales de sus expresiones.
Después, “se revisan las expresiones más directas y psicológicamente más sensi-
bles y con la ayuda de la variación imaginativa libre se escribe una estructura esencial
de la experiencia” (Giorgi, 2012, p. 6).
Por último, “se usa la estructura esencial para clarificar e interpretar los datos
crudos de la investigación” (Giorgi, 2012, p. 6). Es en esta fase que será posible un
acercamiento a la comprensión fenomenológica del fenómeno.
El proceso termina con un diálogo entre los resultados encontrados en esa com-
prensión fenomenológica y los referentes teóricos de la filosofía de lo implícito y del
cambio constructivo de la personalidad de Gendlin (1983, 1993, 1996, 2003). Es
entonces que se presentan las conclusiones y una discusión del trabajo realizado.
Se espera que los resultados obtenidos en este trabajo aporten:
Una caracterización de los contenidos verbales del proceso de simbolización y
de cambio personal en mujeres adultas, que han intentado suicidarse, a partir
de su participación en un proceso de acompañamiento psicoterapéutico.
La descripción de orientaciones orientaciones metodológicas de acompaña-
miento psicológico para la atención de mujeres adultas con intento suicida.
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SIGNIFICADOS SIMBOLIZADOS Y CAMBIO PERSONAL EN UN PROCESO
157Conclusiones
El fenómeno del suicidio es una realidad compleja que ha sido estudiado desde dis-
tintas perspectivas y disciplinas. Muchos de los estudios lo ubican como una acción
vinculada a enfermedades y trastornos tanto psiquiátricos como psicológicos, rela-
cionados con algunos factores culturales y sociodemográficos. Algunos enfatizan los
aspectos epidemiológicos o se orientan a identificar algunas variables claves para
explicarlo y prevenirlo. En contraste, parece haber pocas investigaciones que lo abor-
den desde la perspectiva del mundo vivido de las actoras. La propuesta descrita en
este capítulo, que forma parte de un proyecto mayor, está orientada a conocer el
mundo vivido de mujeres que han intentado suicidarse y las transformaciones que
pueden ocurrir o no en sus expresiones de los significados simbolizados de manera
verbal, al participar en un proceso de psicoterapia. Para ello, los diálogos de las sesio-
nes se analizarán con un método fenomenológico y se pondrán en diálogo para su
comprensión con diversas teorías que abordan lo experiencial, sobre todo a partir de
los trabajos de Eugene Gendlin.
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163
ÍNDICENOTA: Los números de página en negritas indican cuadros y en cursivas corresponden a figuras
A
Abandono
emocional, 123
físico, 123
Abuso sexual, 49, 129
Acceptance and Commitment Therapy (ACT), 152Acción suicida, 144Acompañamiento psicoterapéutico, 144, 152Acto(s)
autolesivos, 32, 49, 50, 51
heroico, 146
negativo, 119
positivo, 119
suicida, 9, 32, 39, 65, 72, 75, 84, 97
Adicciones, 73
ADL (Algoritmo David Líberman), 5
Adolescente(s)
con conductas suicidas, 3
intento suicida en, 98
Agitación, 32
psicomotriz, 57, 58
Agotamiento
emocional, 123
espiritual, 123
Agresión
física, 123
psicológica, 123
Agresividad, 55, 64
Agrupamiento jerarquizado, 109
AL (autolesiones), 21
Alcohol, 58
abuso de, 55
Alcoholismo, 57, 58
comportamiento suicida, 58
Algoritmo David Líberman (ADL), 5
Aloplastía, 131
Alteraciones emocionales, 33
Alucinaciones, 59
Angustia, 59, 124, 129
de castración, 132
Ansiedad, 57, 74, 146
anticipatoria, 59
generalizada, 11
Antidepresivos, 82
Antropología, 105
cognitiva, 94
Aparato psíquico, 132
Apego irreflexivo, 115
Armonía, 95
Arraigo, 95
Atención
del suicidio, estrategias recomendadas
internacionalmente para, 32
en salud mental, 34
psicológica, 33
psicoterapéutica, 76, 143
psiquiátrica, 35
Autoconservación, 133
Autocuidado, 59, 74
Autodaño, 119
orientaciones de, 122
Autodestrucción, 48
disposición a la, 118
Autoencubrimiento, 122
Autoestima, 74
baja, 3, 74
elevada, 58
pérdida de, 49
Autohumillación, 138
Autolesiones, 3, 12, 34
en estudiantes, 21
prevalencias de, 22
Autolisis, 122
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164 Autonomía
afectiva, 95
intelectual, 95
Autoplastía, 131
Autopsia psicológica, 73
Autotrascendencia, 75
B
Bien morir, 146
Bienestar
emocional, 60
infantil, 50
Buena vida, 144
Bullying, 49
C
Campo
de lo ético, 132
psiquiátrico, 118, 119
Caracterología, 119
Carta
de la transdisciplina, 83
de la transdisciplinariedad, 83
Cédula de indicadores de riesgo suicida
(CIRIS), 9, 12
Cientificismo dominante, 114
Circunstancias
demasiado dolorosas, 150
desesperanzadoras, 150
Colectivismo, 95
Comportamiento(s)
alteraciones en el, 59
autodestructivos,
inconscientes, 12
involuntarios, 12
autolesivo, 38
catatónico, 59
de intencionalidad autodestructiva, 2
desorganizado, 59
sexual, 98
suicida, 2, 31
acercamiento psicocultural al, 98
acercamientos teórico-metodológicos, 91
alcoholismo y otras adicciones, 58
depresión y, 57
desde el consenso cultural, 98
factores biológicos de riesgo para, 56
factores de riesgo psiquiátricos, 57
factores psicológicos de riesgo para, 59
factores psicosociales de riesgo para, 62
hallazgos, 91
influencia de la cultura, 91
modelo motivacional-volitivo integrado
del, 64
mortal, 12
no mortal, 12
prevención y atención, 29
trastornos bipolar y, 58
trastornos de ansiedad y, 59
trastornos psicóticos y, 58
Comunicación interpersonal, 123
Conciencia, 32, 48
Conducta(s)
autodestructiva(s), 2, 143
autolesiva, 31, 48, 50
infantil, 48
de evitación al estresor, 59
de riesgo suicida, 12
en adolescentes, 12
en estudiantes adolescentes, 12
no habitual con amenaza de muerte, 119
parasuicidas, 12, 32
patológica, 146
regresivas, 50
suicida(s), 2, 10, 39, 97, 145
consideraciones sobre, 9
de la CIRIS, 13
en adolescentes estudiantes, 18
en estudiantes de Pachuca, 13
en estudiantes en Campeche, 15
en estudiantes en Guanajuato, 15
en México, 52
en mujeres, 11
estudiantes en la Ciudad de México, 14
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ÍNDICE
165estudios epidemiológicos sobre, 16
factores biológicos, 55
factores de riesgo, 11
factores psicológicos, 55
factores sociales, 55
lapso entre la primera y la última, 15
niveles de riesgo suicida, 18
problema de salud pública, 55
recurrente, 15
tipos de, 18
violenta, 32
Conductismo, 119, 120
Conflictos emocionales, 122
Conocimiento
compartido, 106
cultural, 99
estimado para cada informante, 108
Consciencia corporal, 151
Consenso cultural, 99
Consentimiento informado, 155
Construccionismo social, 93
Contagio
emocional, 77
psicológico, 77
Contaminación emocional, 78
Corteza
cerebral orbitofrontal, 61
occipital, 56
prefrontal, 56
Cortisol, 56
Creencias religiosas, 96
Cuadro depresivo, 58
Cuerpo
experiencial, 148
objeto mecánico, 148
vivencial, 148
Cuestionario estructurado para explorar
creencias, 105
Cuestiones culturales, 105
Culpa, 98, 132
D
Daño autoinfligido, 20
deliberado, 21
Decepción, 98
Déficit de atención con hiperactividad, 23
Delirios, 59
Demencia moderada, 31
Depresión, 2, 11, 13, 31, 49, 64, 73, 74, 82,
124, 146
comportamiento suicida y, 57
concepto clínico de la, 125
fenómeno con, 74
infantil, 34
mayor, 56, 57
sintomatología, 2
Desamparo, 124
Desempleo, 10
Deseos suicidas, 41
Desesperación, 124
Desesperanza, 1, 13, 32, 35, 48, 60, 91, 124
Desintegración social, 9
Desolación, 124
Dialectic Behavior Therapy (DBT), 152Diátesis estrés, 64
Disfunción emocional, 60
Distancia del poder, 95
Distanciamiento emocional, 60
Dolientes por suicidio, 31
Dolor emocional, 98
Dramatología, 132
Drogas
abuso de, 55
ilegales, 58
Duelo, 135
melancolía y, 135
E
Egoísmo, 133
Eje Hipotalámico-Pituitario-Adrenal, 56
Ello, 134Emociones, 100
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166 Empirismo, 117Empobrecimiento intelectual, 83Enfermedad(es)
afectivas, 58
en el eje psiquiátrico, 57
mental(es), 10, 55, 58, 64, 125
psiquiátrica(s), 57, 59
traumática, 131
Enojo, 98
Envidia, 129
Epilepsia, 31
Equipos de salud mental, 25
Espiritualidad, 122
Esquizofrenia, 57, 58
Estado(s)
afectivo, 138
de ánimo, 56, 61, 152
límite, 124
vulnerable, 152
de ansiedad, 58
emocional, 74
psicóticos, 58
Estrés
agudo, 98
emocional, 32, 97
severo, 32
psicosocial, 64
Estresores, 64
Estudios
del suicidio, 10
epidemiológicos sobre conductas
suicidas, 16
en adolescentes y estudiantes en
México, 16
posmortem, 56Eutanasia, 96, 146
Evitación de la incertidumbre, 95
Exclusivismo, 122
radical, 121
Existencialismo, 119, 122
Experiencia práctica, 129
F
Familia disfuncional, 63
Fatiga, 57
Felicidad, 96
Feminidad, 95
Fenómeno
del suicidio, 37
infantil, 48
suicida, 1, 2
Fenómeno suicida, 2, 37, 43, 47, 69, 72, 73,
81, 83, 100, 130
abordaje del, 69
como objeto de estudio transdisci plinar, 81
comprensión fenomenológica del, 156
factores de riesgo y prevención, 7
infantil, 49
perspectivas conceptuales y metodo-
lógicas, 69
Fenomenología, 73, 97, 119
Filogénesis, 131
Filosofía, 118
Fluidez verbal, 60
Fluido cerebroespinal, 56
Frustración, 1, 91
G
Goce, 131
H
Hipomanía, 58
Hipotálamo, 56
Homicidio, prevención de, 34
HPA (hipotalámico-pituitario-adrenal), 56
Humanismo, 119
I
Ideación suicida, 13, 49, 59, 61, 73, 97, 115,
121, 122, 123, 143
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ÍNDICE
167activa, 10, 65
pasiva, 10
persistente, 35
recurrente, 57
Idea(s)
de grandiosidad, 58
de minusvalía, 59
de muerte, 35, 65
delirantes, 59
sobrevaloradas, 58
suicidas, 2
Identidad suicida, 87
Igualitarismo, 95, 96
Impulsividad, 1, 3, 55, 64, 91
control de, 3
Índice
de felicidad, 96
de suicidio, 72, 145
Individualismo, 95
Individuo suicida, 41
Información antropológica, 106
Insatisfacción vital, 149
Insomnio, 57
Intencionalidad suicida, 97
Intento suicida, 10, 42, 77, 81, 106, 119, 129
acompañamiento psicoterapéutico, 150
ambiguos en estudiantes, 20
causas de, 106
cualidad experiencial de las interaccio nes,
151
en adolescentes, 18
y estudiantes, 19
fundamentación teórico-metodológica
desde el psicoanálisis sobre, 129
mujeres adultas con, 143
cambio personal, 143
proceso de acompañamiento psico-
terapéutico, 143
significados simbolizados, 143
papel del masoquismo en, 129
perspectivas,
de intervención psicológica, 111
fenomenológica-existencial, 152
prevalencias de, 19
de intentos ambiguos, 21
psicoanálisis sobre el, 129
relación psicoterapéutica, 151
Interaccionismo simbólico, 93
Investigación psicoanalítica
faceta de, 153
marco metodológico, 136
marco teórico, 131
Iowa Gambling Task, 60
J
Jerarquía, 95
Juego en las instancias, 134
L
Lamentación, 138
Lenguaje
del erotismo, 138
desorganizado, 59
función,
epistémica (interpretativa), 137
generativa, 137
realizativa (creativa), 137
referencial (informativa), 137
juegos de, 132
narrativas como indicadores del, 139
nivel del, 139
Lesiones autoinfligidas, 12, 34
Ley de Educación, 117
Libido intrasomática, 139
M
Maestría, 95
Malestar emocional, 65
Manía, 58
Marco metodológico, 136
Masculinidad, 95
Medicina social, 38
FENÓMENO SUICIDA: UN ACERCAMIENTO TRANSDISCIPLINAR
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168 Melancolía, 124, 130, 132, 135, 138
duelo y, 135
Memoria autobiográfica, 60, 61
Método(s)
científico, 72
de concientización social, 39
fenomenológico, 122
hipotético deductivo, 71
Miedo excesivo, 59
Migración, 10
Mindfulness, 144 Based Cognitive Therapy (MBCT), 152
Modelo
de atención, 41de Diatesis-Estrés, 64de investigación evaluativa para progra mas
de prevención y atención del suici dio, 39médico clásico de atención, 115motivacional-volitivo integrado del com-
portamiento suicida, 64semántico, 107
consenso cultural, 108
estructura del, 107
no existencia de consenso, 107
Morir con dignidad, 146
Muerte, 48, 80
autodirigida, 10
juvenil, 116
lenguaje de la, 87
por suicidio, 12
violenta, 33
voluntaria, 146
Música del hablar, 156
N
Narratología, 132
Neurastenia, 118
Neuronas presinápticas serotonérgicas, 56
Neurosis, 131
noógena, 122
Niño(s)
agredido, 49
con conductas suicidas, 3, 51
con patología psicológica, 51
con psicopatología, 50
de acción autolesiva de, 51
indicadores del comportamiento sui-
cida, 50
suicidas, 48, 50
Noradrenalina, 56
O
Odio, 129
Ontogénesis, 131
Orientaciones culturales, 95
P
Pacientes con intento de suicidio, 56, 61
Parasuicidio, 119
Pensamiento(s), 100, 152
concreto, 48
mágico, 48
negativos,
repetitivos, 149
sentimientos-dolorosos, 149
procesos de, 93
Personalidad, 73
agresiva/impulsiva, 57
emocional, 64
impulsiva, 63
teoría contradictorias de, 119
Pobreza, 10
Positivismo, 117, 123
científico, 117
Práctica basada en evidencias (PBE), 154
Prejuicios, 80
Problemas familiares, 14
Problemática parasuicida, 24
Problemática suicida, 9
compromiso para su prevención, 9
en México, 11
en población escolar, 14
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ÍNDICE
169adolescente, 24
hacia la prevención, 25
Proceso
de investigación-evaluativa, 30
de valoración organísmica, 149
Programa
de prevención del suicidio, 30
sectorial de salud, 29
Promoción de la salud, 39
Prueba(s)
de clasificación de Tarjetas de Wisconsin,
60
de ensayo (Trial making test), 60de Stroop, 60de supresión de dexametasona, 56
Psicoanálisis, 10
de la familia, 123
Psicología, 40, 72, 118
cognitivo-conductual, 122, 123
cultural, 92
de la Gestalt, 119
fenomenológica, 153
social, 38
Psicosis, 31
Psicoterapeuta, 76, 80, 81
Psicoterapia, 82
interpersonal, 33
Psiquiatría, 10, 40, 72, 118
Pulsión, 133
de autoconservación, 133
Q
Quejas emocionales, 31
R
Reactividad cognitiva, 73, 152
Reduccionismo, 122
Relaciones conflictivas y dañinas, 129
Relato psicoanalítico, 137
Religión, 122
Respuesta
emocional, 93
noradrénergica, 56
Riesgo suicida, 2, 33, 48, 129
en la infancia, 49
indicadores de, 9
S
Sabiduría organísmica, 151
Salud
mental, 11, 84, 91, 115, 124, 125
problemas de, 23
promoción de, 23, 30
pública, 81
Sensaciones-con-sentido, 148
Sentimiento(s), 100, 152
de desesperanza, 123
de pesimismo, 123
de soledad, 1, 91
depresivos, 14
preconceptuales, 149
Sistema(s)
familiar, 123
nervioso central, 58
neurotransmisor,
de dopamina, 56
de noradrenalina, 56
de serotonina, 56
noradrenérgico, 56
positivista, 123
serotoninérgico, 64
Sociología, 72, 118
fenomenológica, 51
Somnolencia, 32
Sueño, aumento en las necesidades del, 57
Sufrimiento innecesario, 149
Suicida, 84
instituciones públicas de salud frente al,
81
perfil del, 62
Suicidabilidad, 2
Suicidio, 1, 9, 40, 84, 91, 146
FENÓMENO SUICIDA: UN ACERCAMIENTO TRANSDISCIPLINAR
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170 abordaje del, 71
perspectiva transdisciplinar en, 71
transdisciplinar, 4
aceptabilidad del, 96
altruista, 119
ambiguos, 20
análisis de consenso cultural, 105
anómico, 119
asistido, 146
casos de,
aumento de, 71
en México, 71
causas más comunes, 87
conflictos amorosos, 87
estados depresivos, 87
falta de comunicación, 87
problemas económicos, 87
problemas familiares, 87
violencia, 87
clasificación del, 119
colectivo, 75
como fenómeno social, 115
como problema de salud, 1
concepción antropológica del, 42
consumado, 2, 42, 65
creencias que legitiman el, 1
desde la transdisciplinariedad, 86
dimensión y filosofía, 113
egoísta, 119
elemento emocional, 93
en el sistema de orden y progreso en
México, 117
en México, 52
en mujeres, 11
en población escolar de secundaria y
preparatoria, 3
en República mexicana, 11
enfoques social-epidemiológico, 92
entendimiento del, 84
estrategias recomendadas para la
prevención del, 31
a nivel nacional, 31
estructuración de atención médico-
psicológica del, 113
filosofía de la ciencia a la investigación
terapéutica, 113
historia familiar de, 35
infantil, 3, 47, 48, 49, 50, 74
características del, 50
reflexiones sobre el, 47
influencia,
cultural, 92
de aspectos socioculturales en, 92
inspirado desde el código napoleónico,
117
intentos de, 2, 12
en jóvenes menores de 25 años, 12
intervención psicológica, 2
introducción histórica al, 113
investigación evaluativa de programas y
estrategias de, 36
metodología científica para, 115
orientación psicocultural al, 96
perfil,
etario, 116
fenomenológico, 116
psicosocial, 116
perspectiva transdisciplinar, 1
políticas y estrategias de prevención y
atención, 34
posfactum, 113, 115filosofía fenomenológica, 116
proceso de autolisis, 116
prevención del, 29, 34
y atención del, 36
principales causas de muerte hasta los 34
años, 11
problema del, 35, 37
proceso social de, 118
programas,
de prevención, 37
y estrategias de prevención, 29, 30
representaciones sociales acerca del, 97
situaciones de, 41
víctimas de, 56
Superyó, 129, 134
Sustancias, consumo de, 10
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ÍNDICE
171T
Talleres de tanatología, 36
Tallo cerebral, 56
Tarea(s)
de Juego de Apuesta de Iowa, 60
tipo Stroop, 61
Tasa(s)
de divorcio, 96
de suicidio, 29, 55, 94, 96, 100
Temor, 97
Tentativa suicida, 61, 65, 97
Teoría
contradictorias de la personalidad, 119
de las pulsiones de autoconservación, 139
del cambio experiencial, 144
del consenso cultural, 91, 92, 106
sistémica, 118
Terapia(s)
cognitivo-conductual (TCC), 33, 35
dialéctica comportamental, 33
familiar, 33, 36
Transdisciplina, 84
Transdisciplinariedad, 76, 83, 87
Transgresión mutua, 80
Trastorno(s)
afectivo, 33, 58
bipolar, 58
biopsicosocial, 146
bipolar, 31, 57
comportamiento suicida y, 58
de abuso,
de alcohol, 58
de drogas, 58
de ansiedad, 59
comportamiento suicida, 59
de la conducta, 23, 55
alimentaria, 33
de personalidad, 55
del comportamiento, 31
del desarrollo, 31
depresivo, 57, 129
mayor, 57
infantiles, 49
límite de la personalidad, 33
mental(es), 31, 33, 34, 64
particular tipificado, 50
psicológicos, 146
psicótico(s), 33, 58
comportamiento suicida, 58
psiquiátrico(s), 11, 146
Trial making test, 60Tristeza, 97Ttratamientos basados en la evidencia (TBE), 153
U
Urgencia psiquiátrica, 35
V
Valor(es)
de libertad de expresión, 94
seculares-racionales, 94
tradicionales, 94
Verborrea, 58
Víctimas de suicidio, 56
Vida
con sentido, 144
psíquica del individuo, 131
Violencia, 9, 10, 49
física, 98
Violencia simbólica, 82
Vivenciar
accidental del adulto, 131
infantil, 131
prehistórico, 131
Vivencien interacciones, 152
Vulnerabilidad emocional, 98
Y
Yo, 134
desarrollo del, 134
empobrecimiento del, 135
padecimiento del, 136