7J. Roig
Gironella, S.I.
FILOSOFÍA
Y
VIDANIETZSCHE
*
ORTEGA Y GASSET
*
UNAMUNO
*
CROCE
*
EDITORIAL BARNA S.A. BARCELONA
7
INSTITUTO <<SUMA>>
Colección Filosófico-Teológica
Bajo la dirección
Del Rvdo. Doctor
D. RAMÓN ROQUER, Pbro.
Catedrático de Filosofía
III
JUAN ROIG GIRONELLA, S.I.
7Profesor de Filosofía en el Colegio Máximo de San Ignacio
FILOSOFÍA Y VIDA
CUATRO ENSAYOS SOBRE ACTITUDES
NIETZSCHE
ORTEGA Y GASSET
CROCE
UNAMUNO
SUMMA
EDITORIAL, BARNA, S.A.
BARCELONA
PÓRTICO
7
¿Actitudes filosóficas?
Sí. Actitud es una postura del cuerpo humano. Actitud filosófica será una
postura del espíritu hacia los problemas de la filosofía. Es decir, un gesto, una
tensión inicial, que producirá un resultado.
Si contemplamos el famoso discóbolo de Mirón advertiremos que
encarna una actitud: la de lanzar el disco en el estadio. Los filósofos también.
Toman a veces reflexivamente una actitud, como el discóbolo, y luego echan el
disco del campeonato más o menos lejos, según la actitud que han adoptado.
Al fin esto es la vida: un campeonato en que echamos nuestro corazón más o
menos lejos de una raya blanca llamada “Eternidad”. Y después viene la
vergüenza del derrotado o la corona de laurel.
Lector amigo, ¿le interesa contemplar conmigo unos pocos filósofos en
actitud de echar su disco durante los breves minutos que dura el campeonato
de la vida?
No te voy a engañar: es lectura fuerte. Si te espanta lo trágico, no abras
este libro. Si te atreves a ver de cerca un corazón sangrando, léelo.
Si conoces algún amigo de esos que critican ciertas beaterías pero que
están poseídos por la formidable beatería filosófica que predomina en nuestros
días, de alabar inconscientemente todo lo que lleva el pomposo nombre de
filosofía, dáselo. Verá que también hay quienes se atreven a derribar un ídolo.
Por lo menos desearía que no cansase esta lectura, y que fuese un
alivio para los corazones que buscan luz y calor.
En otra ocasión presenté al público español un filósofo cuya actitud está
tendida al Infinito como un arco que aprisiona la flecha voladora: es la de
Mauricio Blondel.
Ahora te presento, amigo lector, actitudes opuestas. Y para que su
contemplación no te sea demasiado amarga, añado al fin un fugaz destello de
una actitud Divina, la que lleva a la Fe.
7En todo caso espero de ti que nada de lo que aquí digo te ofenderá: y
mirando mi actitud presente, que es la de abrirte en estas páginas mi propia
alma, sabrás prescindir de lo que pudiera molestarte, y me tenderás una mano
de amigo.
Sarriá, Barcelona, marzo de 1946.
JUAN ROIG GIRONELLA, S.I.
7
NIETZSCHE Y SU ARTE FILOSÓFICO
I. HOMBRES ANTE TODO
7Somos hombres. No nos serviría de nada negar esta verdad; y
precisamente porque lo somos nada nos interesa tanto como los lances, las
luchas, las tragedias quizá, que descubrimos en los demás hombres.
Si ponéis ante un niño un juguete movido por un resorte, le interesará.
Pero si el resorte de este juguete está vivo –un pajarillo, un gato, un perro-,
veréis cuánto mayor interés se despierta en el niño. Es que ve proyectados en
él, hasta cierta medida, sus dolores, sus impulsos, sus defectos, su instinto de
defensa, su fidelidad, su venganza. Si el compañero del niño es otro niño,
entonces ambos se comprenden al instante: la vibración de un alma encuentra
resonancias insospechadas en otra.
Y los hombres en esto no diferimos de los niños, porque ante todo, más
que filósofos, más que políticos, más que artistas, más que comerciantes,
somos hombres, y lo que más apasiona a los hombres es descubrir un eco de
su propia alma en otra, oír una resonancia del propio ser.
Yo quisiera, como hacía aquel <<diablo cojuelo>>, que, según nos
refiere por menudo Vélez de Guevara, iba levantando los techos de las casas
de una ciudad para sorprender a sus incautos moradores, también ahora ir
levantando cautelosamente uno a uno los techos de las casas de una gran
ciudad que se llama El mundo filosófico y descubrir allí en sus habitaciones a
esos hombres que para asomarse tal vez se ponen frac y se cubren con
chistera, pero que dentro de su hogar, allí en la intimidad, cuelgan estos arreos
y quedan tan hombres como los demás.
En su intimidad descubriríamos los desalientos de sus fracasos, los
impulsos (no siempre confesados) de sus entusiasmos, los resortes pasionales
(quizá invisibles) que los hacen bailar a veces como muñecos. Quizá
encontraríamos cuando menos lo pensásemos, un carácter grandioso, y otras
veces presenciaríamos tal vez, allí en lo íntimo de un alma, una sangrienta
tragedia. ¡No importa!, seamos valientes. Precisamente contemplar estas
actitudes humanas es lo que más puede interesarnos –y lo que no se dicen en
los libros de filosofía…
7Porque, en el fondo, nuestra vida es una actitud, somos un tipo histórico.
Que esta actitud sea buena o que sea mala, que esté impulsada por motivos
pasionales o suavemente dirigida por la razón y ayudada por la recta voluntad,
en todo caso es cierto que todos hemos tomado, como los filósofos, un partido
frente al problema de la vida. Y eso aun los que dicen que no han tomado
algún partido, porque por lo menos su actitud es la de no tomar partido por
nadie, lo cual ¡ya es ser bien partidario de algo!
A veces, en nuestro recorrido de investigación por este mundo de las
actitudes filosóficas, atisbaremos al hombre-filósofo sólo a través de sus
escritos científicos; es como si acechásemos sólo por el agujero de la
cerradura.
Otras veces (ciertas filosofías están tan íntimamente trabadas con una
vida) este discreteo indiscreto no nos bastará para satisfacer nuestra
curiosidad, y hablaremos de llamar en nuestra ayuda a un diablo cojuelo que
nos levante el techo de una casa, para hurgar hasta entre los legajos de una
correspondencia epistolar y descubrir allí el tipo histórico, la actitud humana de
un semejante nuestro. Y entonces este descubrimiento nos hará quizá llorar de
dolor, o temblar ante lo trágico, o saborear el placer de la belleza insospechada
de un filósofo hermano nuestro.
Precisamente uno de los filósofos en quien el factor hombre ejerce un
papel absolutamente predominante es Federico Guillermo Nietzsche. Su
filosofía es el frac que encubre una actitud interesantísima del hombre
Nietzsche.
Ya adivino que un temblor de miedo sacude al lector al pensar en la
indiscreción que vamos a cometer, por el allanamiento de morada que hemos
de perpetrar. Pero no tema, no seré cruel, sino humano, compasivo, de
corazón ancho, porque al fin y al cabo todo lo humano nos toca de cerca –
homo sum et nil humani a me alienum puto-, dice el hombre Terencio. Y con
estas prevenciones bien puede permitírsenos la curiosidad de levantar el telón
para que aparezca en escena el verdadero hombre de una filosofía.
7II. EL VOLCÁNICO NIETZSCHE
¿Qué niño hay que al llegar a los 14 años no pueda contarnos en
confianza que durante su niñez ha escrito poesías algunas veces, y que ha
rezado otras veces piadosamente a Dios? Nietzsche lo confiesa llanamente de
sí en la primera autobiografía que escribió1. Lo que no todos pudieran decirnos
es que ya antes de cumplir los 14 años habían sentido la imperiosa necesidad
de escribir su autobiografía.
El niño vive generalmente con la atención de puertas afuera, piensa en
las cosas, en los demás, en los cuentos que hieren su imaginación. Sólo
mucho más tarde aparece la necesidad de pensar en sí, de ponerse a sí mismo
ante la lente de la conciencia y escudriñar el balance de una vida. Con todo,
Nietzsche tenía tan extraordinariamente desarrollado este impulso filosófico de
propia reflexión, de encerramiento en el mundo del propio <<yo>>, que de niño
escribió su ingenua autobiografía. He aquí el primero de los rasgos humanos
del filósofo Nietzsche.
Otro rasgo muy saliente es su finísimo sentimiento estético, a la vez
impetuoso y avasallador. Nietzsche se sentía embargado, dominado por la
belleza de la música. También la hermosura de la naturaleza despertaba en su
alma tales resonancias de música y poesía, que nunca se extinguió en él su
ansia de contemplar la belleza del mundo: Klingenbrunn, Sorrento, Génova,
Rapallo, Sils.María, Niza, Venecia, Turín son testigos de su vida de
trashumante.
1 En una carta dirigida a su amigo Overbeck desde Sils-María el 23 de junio de 1881 le dice respecto del cristianismo que <<desde niño, he procurado muchas veces asimilarme sus ideales>>. Epistolario inédito de FEDERICO NIETZSCHE, traducción del alemán por Luis Lòpez-Ballesteros y de Torres. 2ª edición. Madrid, 1932, pág. 158. Lo que añade, que ha tropezado siempre, no debe entenderse de su niñez y primera juventud, en las que tuvo delicadas y sinceras invocaciones a Dios, y cuyo recuerdo le atormentó aún al fin de su vida.
7He aquí dos rasgos de veras simpáticos en Federico Nietzsche: la
imperiosa necesidad de su consideración en la soledad2 y el avasallador
sentimiento estético.
Muchos hombres cuando se sumergen en la mediocridad de la
muchedumbre se sienten bien: es su elemento. Para Nietzsche esto era
irresistible. Sentía también junto a los impulsos antes señalados, un ansia
incoercible a superarse, a ennoblecer su vida, -Ist die Veredlug möglich? (¿Es
posible el ennoblecimiento?)- repite como un estribillo. Ya de pequeño siente
que ha nacido para enseñar a los demás, para imprimir un rumbo a la
humanidad. Por esto su vida es para él su todo.
Escribe desde Niza el 23 de marzo de 1887 a su hermana que le
proponía que buscase una buena esposa para aliviar su penosa soledad:
<<Prefiero vivir miserablemente en cualquier rincón, enfermo y temido, a tener
que encasillarme en la moderna mediocridad>>3. Los impulsos de Nietzsche
para saborear plenamente su vida, para gozar de lo más profundo de su
hontanar, son sencillamente unos impulsos volcánicos.
Pero, además, es la vida de la naturaleza sensible, la brutalidad de la
fuerza natural, la que le subyuga. El 6 de abril de 1866 en Naumburgo (tenía
entonces 22 años) subió a una montaña llamada Leusch para presenciar una
tormenta que se anunciaba. Lo cuenta así a un amigo suyo, Gersdorff: <<La
tormenta descargó con tremenda fuerza, y lluvia y granizo, produciendo en mí
una incomparable exaltación ... ¡Qué era para mí en aquel momento el
2 Dice de sí mismo a propósito de su permanencia en Leipzig (1865-1867): <<de mí se apoderó una necesidad irresistible de conocerme, mejor dicho, de roerme y destrozarme>>. PÉREZ, Q., S.I. Nietzsche. Por la concepción y nacimiento al estudio de la obra. El pensador y el poeta. Cádiz, 1943, pág. 25. Este rasgo aparece constantemente en toda su vida de solitario peregrino. A los 22 años encuentra gran felicidad en los <<paseos solitarios>> , según dice a Gersdorff (Epistolario, p. 25). Escribe a Peter Gast desde Rapallo (1-II-1883): es << una felicidad el poder permanecer como yo aislado y sólo conmigo mismo>> (Epistolario, p. 172), y a su hermana le da (nov. 1883) como razón para irse otra vez de Génova que <<era ya aquí demasiado conocido y no podía ya vivir por completo a mi gusto>> (Epistolario, p. 183), lo mismo en carta de 12-V-1887 a Malwida von Meysenbug (o.c., p.200) y a Gersdorff (20-XII-1887): <<en secreto te diré que la tensión en que vivo y el peso de mi gran labor y de mi gran pasión son demasiado considerables para consentir que se aproximen a mí hombres nuevos. La soledad es enorme en torno mío. Sólo tolero ya a los hombres que me son completamente extraños y que la casualidad hace pasar junto a mí>> (obra citada, p.214).
3 Epistolario, p. 199.
7hombre y su inquieta voluntad! ¡Qué el eterno debes o no debes! ¡Cuán
distintos el rayo, la tormenta, el granizo, fuerzas libres sin ética alguna! ¡Cuán
felices y poderosos; voluntad pura, no enturbiada por la inteligencia!>>4. Estas
últimas palabras de Nietzsche expresan maravillosamente el aspecto más
típico de su carácter: <<voluntad pura, no enturbiada por la inteligencia>>:
siente envidia de la bárbara fiereza del rayo, y admira la fuerza de aquella
voluntad que no estuviese sujeta a ninguna ley de la inteligencia ni al <<eterno
debes, no debes>>. Años más tarde, en 1887, el volcán Krakatoa en una
erupción mató con furia indecible a 200,000 personas, en Java. <<¡Es
magnífico!>>: he aquí la única apostilla de Nietzsche ante la catástrofe.
¿Qué puede llegar a ser la filosofía de un hombre, que ya al empezar la
marcha tiene un bagaje de tales cualidades? Necesidad imperiosa de
reflexionar sobre su vida para enseñar a los demás su propia experiencia
personal; sentimiento estético avasallador; aguijón constante por ennoblecer su
existencia y darle un sentido preciso; idolatría hacia la voluntad, hacia el
impulso instintivo, brutal, selvático, feroz… y junto a todas estas fuerzas
impulsivas del alma de Nietzsche, la razón, la pobre razón <<que lo enturbia
todo>>, sólo era un instrumento para deificar estos impulsos: ligera,
inconstante, apasionada por grandes síntesis sin hacerlas preceder de la
paciente labor del análisis.
Si tuviese que contestar, a la fuerza, respondería sin titubear dos cosas:
por de pronto todo depende de la dirección inicial; y además, sea cual fuere el
término a que le lleve esta dirección inicial, ciertamente éste será extremo,
radical, de consecuencias espantosamente grandes. No cabe otro término
medio en un temperamento volcánico como el de Nietzsche. Un hombre así ha
de aspirar a ángel o acabará en Lucifer; no puede contentarse con ser sólo
hombre.
Ahí tenernos en embrión un tipo humano curiosísimo, cuyo desarrollo
nos interesa conocer.
¿Cuál fue su actitud frente al problema de la vida?
4 O. c., p. 25-26.
7III. PRIMERA <<ACTITUD>> DE NIETZSCHE
Nietzsche era hijo de un pastor protestante, y, cuando pequeño,
penetraron tan dulcemente en su alma las emociones religiosas, que las
recordó con añoranza toda su vida. Había querido ser como su padre,
<<pastor>>, y la piedad primera en que fue educado no deja lugar a duda.
Pero este joven perdió la fe. No es raro el hecho dado su carácter y
situación. Por una parte el pobre ambiente doctrinal del liberalismo protestante
de mediados del siglo pasado en que fue educado, no le dió unos principios
sólidos racionales para defender su fe en el cristianismo, como probablemente
los hubiera recibido de nacer de padres católicos. Por otra parte, las lecturas y
amistades del colegio de Pforta, de la Universidad de Bona luego, y finalmente
de la de Leipzig; además, aquellos impulsos impetuosísimos de su
temperamento volcánico, todo junto contribuyó a infiltrarle dudas. ¿Qué difícil
es en estos ambientes no cometer aquel <<pecado contra la luz>> de que nos
habla Newman!
El golpe fatal para la fe de Nietzsche fue la lectura de la obra de
Schopenhauer; Die Welt als Wille un Vorstellung (<<El mundo como voluntad y
como representación>>). Un día por azar encontró este libro; lo llevó a su casa,
lo devoró con un frenesí inconcebible (durante 14 días se acostó a las dos y se
levantó a las seis). Aquella doctrina cuadraba perfectamente con su
temperamento: deificación del impulso voluntario y depresión de la
representación intelectual.
El 7 de abril de 1866, caliente aún con el rescoldo de su encuentro con
la obra de Schopenhauer, escribe a Gersdorff: <<¿Es el cristianismo fe en un
acontecimiento histórico o en una persona histórica? Entonces no tengo nada
que ver con él.>>5
Y ¿por qué no? ¿Ya había examinado si es o no es un hecho histórico la
prueba de la divinidad del cristianismo?
5 O. C., p. 26.
7Su amigo Deussen le escribió a las pocas semanas pidiéndole que se
fijara si es posible o no que Dios exista y que se nos haya manifestado6;
revelación que sería la contestación externa a la inquietud interna que llevamos
todos ineludiblemente clavada en nuestra alma: <<haz el bien, no hagas el
mal>>. Pero en Nietzsche, desde la lectura de Schopenhauer, la razón lo
<<enturbiaba todo>>, y el predominio del impulso vital conducía su filosofía y
su vida. De ahí que su respuesta, con el desenfado de quien se aparta de un
huésped inoportuno, y sin examen serio, sin pruebas, sin oír al acusado, fuese:
<<no tengo nada que ver con el cristianismo>>. ¡Pobre iluso! Su suerte estaba
echada. Sólo le quedaba la voluntad <<no enturbiada por la inteligencia>> y
esta inteligencia dedicada, como esclava, a teorizar una filosofía que justificase
en la medida de lo posible la tiranía del impulso voluntario.
Más decisivo fue aún para Nietzsche el estudio atento (dos años más
tarde, 1868) de la filosofía de Kant. Con él se hundió el último reducto de
esperanza que pudiera quedarle de alcanzar la verdad con su inteligencia, y,
por tanto, de esperar una vida más allá del sepulcro. Este pensamiento le
angustiaba, pero ya lo había admitido: <<si la punta de ese pensamiento no
hiere tu corazón, no te sonrías de quien se siente hondamente herido de ella en
lo más sagrado de su ser. Mi único, mi supremo fin se ha hundido, y no tengo
otro>>7. Así era; su <<único y supremo fin>> se había hundido para siempre, ¡y
no le quedaba otro!
Desde este momento la vida de Nietzsche es una alocada carrera para
encontrar otro fin digno y ennoblecedor de la vida. Pero si éste no estaba más
allá de la vida presente, ¿dónde ponerlo? Desde luego en la vida misma, pero
¿en qué actividad vital?
El frío pesimismo de Schopenhauer no podía por mucho tiempo saciar a
Nietzsche, impulsivo y conquistador. A lo más habría de forjarse un pesimismo
brioso y entusiasta; y para este fin el voluntarismo de Schopenhauer sólo le
sería un medio, un criterio, para canonizar otro valor vital. ¿Cuál era éste?
6 <<Me escribió que le rebatiera las siguientes posibilidades: que puede haber un Dios; este Dios puede haberse revelado; tal revelación puede estar contenida en la Biblia. ¡Santo Brahma! ¿Es posible decidir el camino de una vida basándose en tales tres posibilidades?>> (o. c., página 82).
7 Citado por PÉREZ, Q., Nietzsche, p. 27.
7El descubrimiento inesperado de Ricardo Wagner y de su obra le
manifestó de repente su ídolo: el sentido supremo de la vida sería el placer
estético como manifestación y apaciguamiento del querer vivir más, siempre
insatisfecho y fracasado.
En una graciosa carta que escribe a su amigo Rhode el 9 de noviembre
de 1868 le cuenta su primera entrevista con Wagner. Wagner entonces vivía de
incógnito en Leipzig en casa de los Brockhaus. Nietzsche estaba invitado a una
velada el domingo. No tenía dinero, pero la calidad de la persona a quien iba a
visitar pedía de todos modos un frac nuevo. Encargó al sastre un frac. Pasó el
tiempo y el frac no llegaba. A pesar de la lluvia y de la nieve va el mismo
Nietzsche el domingo a ver al sastre, y encuentra a sus esclavos afanosamente
ocupados en terminárselo: <<estará dentro de tres cuartos de hora>>. Va
entretanto al café, vuelve a su casa, espera impaciente. ¡Por fin! Llama a la
verja de hierro el criado del sastre con el frac. Se lo prueba, le va muy bien;
despide al criado, pero éste no se va: <<Señor, hay que pagar la factura>>.
Nietzsche no tiene dinero; el sastre no desiste: <<Cojo mi traje y empiezo a
ponérmelo; el hombre coge el traje e impide que me lo ponga. Violencia por mi
parte; violencia por su parte. Escena. Combato en camisa tratando de ponerme
los pantalones nuevos. Por último: actitud digna, amenazas festivas, maldición
sobre mi sastre y su ayudante, juramento de venganza. Entretanto el
hombrecillo se aleja con mi traje. Final del acto segundo: medito en camisa,
sentado en el sofá y contemplo una levita negra, pensando si será lo bastante
buena para Ricardo.>>8 ¿Qué remedio le quedaba? Ya que no puedo ponerse
el frac, se contentó con una levita vieja y se dirigió a la verbena de la señora
Brockhaus, hermana de Ricardo Wagner, para conocer personalmente al gran
músico cuya obra ya le maravillaba.
Esta entrevista fue también decisiva para toda la vida de Nietzsche.
Desde entonces se anudó la amistad más íntima entre Nietzsche y Wagner;
Nietzsche cayó bajo la poderosa sugestión del genio, de tal modo que años
más tarde los titánicos esfuerzos que hizo para librarse de su dominio le
costaron una horrible agonía que le puso en trance de muerte9. <<Había
buscado durante mucho tiempo –nos dice Nietzsche- al hombre que fuera
8 Epistolario, p. 54-55.
7superior a mí y pudiera mirarme desde su altura, y creí encontrarlo en
Wagner>>10, escribió en 1882 con el amargo acento de quien está ante un
ídolo roto que aún ejerce una poderosa sugestión, de la que forcejea por
librarse.
Cuando conoció a Wagner, Nietzsche era profesor de filología en la
uiversidad de Basilea. En realidad, por naturaleza no era filológo, era filósofo y
sobre todo artista; pero aun no se había descubierto a sí mismo. La terrible
convulsión que causó en todo su ser el hallazgo del genio wagneriano le hizo
cobrar mayor horror a la monotonía modesta de la clase y de la investigación
filológica.
Entregó su vida a la filosofía del arte: el contenido filosófico sería de
Schopenhauer; el héroe divinizado, Wagner; el ídolo, fin supremo de su vida,
estaría descrito en su teoría o filosofía del arte. He aquí la primera actitud de
Nietzsche frente al problema de la vida.
Nietzsche mismo va a explicarnos <<actitud>> inicial. Escribiendo a
Deussen, dice: <<no se escoge una filosofía por razón (y en esto pensaba
como Fichte). Escogemos una filosofía por reminiscencia de nuestro verdadero
carácter, y como una expresión de nuestros más profundos instintos>>11.
Años más tarde, hacia el fin de su vida, confesó amargamente que por
haberse entregado a la filosofía llevado de sus <<más profundos instintos>>
sucumbiría víctima de sus pasiones. De hecho, le llevaron a la horrible tragedia
de enero de 1889.
Pero no precipitemos los acontecimientos: el Nietzsche de 1868 es aún
joven, lleno de ímpetus, de esperanzas, y acaba de fijar su actitud frente al
problema de la vida: <<El arte y nada más que el arte. ¡El es el que hace
9 Toda la correspondencia y obras de Nietzsche lo manifiestan constantemente: <<sufro horriblemente cuando veo aminorarse mi caudal de simpatías; nada me podrá compensar, por ejemplo, el haber perdido, en esto últimos años, la de Wagner. Sueño con frecuencia en él, y la época en que se me aparece es siempre la de nuestra antigua íntima unión>> (Epistolario, p. 158, carta dirigida a Peter Gast, 20-VIII-1880. Este Peter Gast se llamaba Köselitz, y fue apodado así por Nietzsche cuando empezó a ayudarle como amanuense, apodo que perduró luego).
10 Epistolario, Carta a Isabel, 9-II-1882, p. 164.
11 ANDLER, CH., Nietzsche, sa vie et sa pensée. 5 volumenes. París, 1920-1922.
7posible la vida!>>12, escribió sobre este período de su filosofía, años más tarde,
en 1887.
IV. PRIMER ÍDOLO: SCHOPENHAUER-WAGNER
Schopenhauer, el gran maestro de Nietzsche, partía de la crítica de
Kant: la razón especulativa sólo llega a la representación fenoménica; no
alcanza la cosa en sí. Pero Schopenhauer se separa de Kant en punto
esencial: quiere llegar a la cosa en sí, más que por el imperativo categórico, por
lo que llamamos voluntad. La voluntad es para Schopenhauer la más íntima
realidad del Universo, su constitutivo último, la verdadera cosa en sí.
¿Por qué? ¿Cómo llega a esta conclusión? Recordémoslo brevemente.
Si observamos la actividad de nuestro cuerpo veremos que no nos es tan
indiferente y opaca su existencia como lo es la vida de una planta, por ejemplo.
¿Por qué? Porque hay en nosotros un centro volitivo que encauza, orienta,
determina en parte su vida: es la voluntad. Luego –concluye Schopenhauer-,
aun nuestros fenómenos vegetativos y sensitivos proceden de un a modo de
querer subconsciente; luego aun el mundo externo es el producto de una
voluntad universal, de la que nuestro querer sólo es un remolino. Esta voluntad
universal para satisfacer su ansia insaciable proyecta por medio de la razón el
mundo fenoménico, que es todo él ilusión, engaño, el reino del mal y del dolor.
Luego –concluye finalmente Schopenhauer-, el pesimismo se impone: negar el
ansia de vivir y de vivir más, llegar hasta aniquilar esta proyección ilusoria que
es la vida, para sumirse en el verdadero reposo de la cosa en sí, de la voluntad
aniquilada en sus locos quereres, este Nirvana budista, ésta es, según él, la
máxima moralidad y sabiduría.
Pero el hombre en este mundo tiene aspiraciones que rompen las
fronteras de lo presente y lo elevan más allá, a lo eterno, a lo infinito, y negar la
aspiración del hombre a la eternidad es una tortura. ¿Cómo consolar esta
desesperación humana? Schopenhauer quiere consolarnos con la metafísica
(intuición del conjunto de la carga de la vida) y con el arte o mejor con su placer
estético.
12 Obras completas de F. NIETZSCHE. Madrid. Edición M. Aguilar, tomo IX, El Ocaso de los ídolos. Final de La voluntad de dominio, p. 92.
7La percepción de la belleza nos acerca a la cosa en sí por la pacificación
momentánea del querer inquieto. El sentimiento estético es la pacificación
harmónico que por la negación de lo visible y de lo intelectual (la música es
esencialmente irracional) apaga la tiranía del ansia de vivir más. He aquí el
esquema de Schopenhauer.
Nietzsche es pesimista como Schopenhauer; pero su pesimismo es
animoso y entusiasta; precisamente por esto también es más inconsolable13.
Cuanto más trágicamente se esfuerza Nietzsche por levantar y ennoblecer el
desconsolador sino de nuestra existencia, tanto más honda es la caída. Para
Schopenhauer la suprema dicha a que puede aspirar la pobre humanidad es la
negación de la desdicha de vivir; para Nietzsche el supremo placer está en la
más alta jerarquía del dolor de vivir, en la tragedia de vivir, saboreada e
idealizada en el placer estético sumo. Su pesimismo lleva por tanto un apego
infinito a la vida.
Nietzsche va, pues, mucho más lejos que Schopenhauer, y acentúa más
sus rasgos. Por ejemplo el odio de la representación intelectual como
constitutiva de una filosofía: Nietzsche no puede sufrir la filosofía que con
raciocinios encuentra la verdad.
En su obra principal de este período, Die Geburt der Tragödie aus dem
Geiste der Musik (<<Nacimiento de la Tragedia del espíritu de la Música>>) ya
expresa su odio a la filosofía como representación intelectual; por esto aquella
verdadera fobia –que ahora nos hace sonreír- contra el pobre Sócrates,
destructor, según él dice, de la embriaguez báquica de la tragedia de Esquilo.
Por esto también se comprende su odio contra el cristianismo, contra su moral.
Los clásicos griegos, la religión pagana, la tragedia helénica, éstos son para él
los grandes maestros de la humanidad.
Entre los griegos había dos tendencias opuestas: lo apolíneo y lo
dionisíaco. Todas las bellas artes nacen, según él, de una u otra de las dos
tendencias.
13 ANDLER, vol. 1º. 1.1, c. VI, Schopenhauer, p. 124.
7Lo apolíneo representa la serenidad helénica, el ensueño apacible. De
este elemento nace la arquitectura y la poesía épica. Pero hay además otro
factor de dinamismo vital, opuesto al ensueño apolíneo: es la embriaguez
dionisíaca. La poesía lírica es dionisíaca, pero sobre todo lo es la música.
Por esto la música es la más perfecta de las bellas artes, porque es
irracional; sin conocimiento, sin representación visual tangible, acerca el alma
hacia la realidad de la cosa en sí y le da por tanto el apaciguamiento de sus
ilusiones representativas, origen de sus insaciables quereres.
De esta posición de Nietzsche se sigue al mismo tiempo una alabanza
muy grande para Wagner, y al mismo tiempo una fuerte crítica. Una alabanza
porque Wagner, con su ópera, viene a ser, a los ojos de Nietzsche, como el
restaurador de la tragedia griega, el más claro signo del ennoblecimiento de un
pueblo: juntando la acción visible (y por tanto el profundo pesimismo del querer
vivir fracasado, máximo dolor) con la música, llega a la pacificación de la
voluntad por la aprehensión, aceptación y paladeo de la tragedia vital: Wahn,
Willie, Wehe (ilusión, voluntad, dolor).
Esta glorificación de Wagner halagaba al gran músico. Pero incluía al
mismo tiempo, como hemos dicho, una fuerte crítica: había de insistir menos,
Wagner, en los factores escénicos y poéticos: éstos sólo habrían de ser una
sombra, suficiente para suscitar la embriaguez dionisíaca de la música.
Hay que confesar la verdad sin miramientos: hoy día los investigadores
serios (y aun el mismo Nietzsche al fin de su vida) reconocen que la obra de
Nietzsche desde el punto de vista histórico y científico no tienen ningún valor.
Sus exageraciones históricas deslumbrantes, sus generalizaciones
precipitadas, sus conclusiones demasiado tajantes no permiten hablar de
estudio histórico serio sobre el origen de la tragedia griega, ni que Wagner
fuese el restaurador de la tragedia. ¿Por qué maravillarnos de este fracaso si
se trata de un hombre que odiaba a muerte la razón serena de Sócrates
(¡destructor de la obra de Esquilo!), llevado constantemente a extremos
insospechados por sus síntesis poéticas?
7Los historiadores de Nietzsche ponen de relieve su lema en este período
de su filosofía: pereat veritas, fiat vita! -¡Muera la verdad, triunfe la vida! Tan
temeraria como ésta es aquella frese de Schiller que obsesionaba a Nietzsche:
¡Atrévete a equivocarte y a soñar!14. La verdad sólo es preferible por los
servicios que presta; pero es preferible la ilusión si nos ayuda más a vivir15.
Dicen algunos panegiristas de Nietzsche para disculparle de los excesos
a que llegó al fin de su vida, que siempre amó apasionadamente la verdad. Tal
vez tengan razón. Pero ¿quiso él someterse al orden del ser, o quiso someter
el ser a su desorden voluntario? ¿Cuál era el sentido profundo de su verdad?
No se espante el lector si añado a modo de apostilla que paralelamente
a este odio patente de Nietzsche hacia la verdad (como norma suprema de
nuestra vida según la adecuación de nuestro entendimiento con la realidad)
corría su odio al cristianismo y a su moral. Un año y tres meses antes del ocaso
definitivo de Nietzsche, el 3 de octubre de 1887, escribía éste desde Venecia a
su madre sobre los que se escandalizaban de sus blasfemias: <<si se hubiera
comprendido algo de mi primera obra, El Nacimiento de la Tragedia, se
hubieran podido espantar y santiguar ya entonces>>16. Realmente hay para
santiguarse y exorcizar a un energúmeno que entona con todo entusiasmo un
himno a la mentira: <<la metafísica, la moral, la religión, la ciencia, son
consideradas en este libro (en el Origen de la Tragedia, escribe esto en 1887)
como diversas formas de mentira: con ayuda de ellas se cree en la vida. La
vida debe inspirar confianza: el tema, puesto de esta manera, es enorme. Para
cumplirla el hombre debe ser ya por naturaleza embustero, debe ser artista
ante todo. Y lo es: metafísica, moral, religión, ciencia, son partes de su voluntad
de arte, de mentira, de miedo de la verdad, de negación de la verdad>>17. Y
para concluir nos da su profesión de fe: <<el arte es la verdadera misión de la
vida, el arte es la actividad metafísica de la vida>>18. He aquí el terrible ídolo de
14 HALÉVY, D. Madrid, 1942, p. 155.
15 Ibid.
16 Epistolario, p. 206.
17 Obras, tomo IX, El ocaso de los ídolos. Final de La voluntad de dominio, p. 91.
18 Ibid, p. 93.
7Nietzsche, el Moloch cuya primera víctima fue su mismo autor y ante el cual
tantas vidas se han desorientado, tantas vocaciones se han frustrado.
V. OCASO DE LOS ÍDOLOS
Pero, esta tan odiada realidad del mundo fenoménico, se nos impone
con una fuerza absoluta, queramos que no. Ella no cambia, nosotros
cambiamos. Y cambió Nietzsche con el rodar de los años, cambió su estado
afectivo. Y naturalmente, al cambiar su estado afectivo todo su andamiaje
filosófico, que no era más que la explosión afectiva de un artista que mira al
mundo como si fuera una ópera, se vino abajo con estrépito. Este cambio de
estado afectivo fue su ruptura con Wagner.
Era inevitable. Wagner quería admiradores incondicionales, y Nietzsche
no se resignaba al papel de segundón, ¡él, que años después había de ser
candidato a superhombre!
Naturalmente, no podía formularse una ruptura en estos términos tan
poco diplomáticos: <<¡yo quiero ser tanto como tú o más que tú!>> ¡No! Esto
se lo dice el hombre filósofo allá en las intimidades de su casa, tan quedamente
que ni él mismo se da cuenta. Pero para salir a la calle toma frac y pose grave:
es la actitud filosófica que encubre al hombre y que viste elegantemente con
ropaje filosófico una declaración de guerra.
El jarro de flores tiene ya la mordedura de un golpe: esperad que el
tiempo vaya royendo el cristal y lo quiebre de repente con un leve quejido:
il est brisé, n`y touchez pas!
¿Por qué recordar las humillantes escenas humanas, demasiado
humanas, de la ruptura de Nietzsche con Wagner? Aquella noche de 1874 en
que Nietzsche, profundamente humillado por la superioridad de Wagner, le
tendía insistentemente el cuaderno de música de Brahms como quien le dijese
tácitamente: <<ahí tienes a un rival>>… y la contundente respuesta de Wagner
al dejarlo plantado en medio del salón tras un portazo, seguido de sus sonoras
carcajadas que entrecortaban la charla con que contaba a Isabel su desplante
7y la ridícula postura en que había quedado su hermano… Cuando tuvieron
lugar años más tarde las representaciones wagnerianas de Bayreuth en 1882,
Nietzsche manifestaba confidencialmente en sus cartas (aun sin darse cuenta)
el deseo de asistir, si Wagner no le recibía como a un vulgar espectador (como
había sido recibido en otras ocasiones) sino como un huésped de honor; y sin
embargo, mientras Nietzsche se quedaba solitario esperando inútilmente, se
enteraba de las ovaciones ensordecedoras que recibía su rival… Todo este
ambiente que duraba desde varios años atrás era más que suficiente para que
cualquier ocasión fuese erigida jurídicamente en casus belli. Esta ocasión se
había presentado; fue junto a la hermosa playa de Sorrento: Wagner hablaba
cálidamente de su futura obra Parsifal: en ella quería expresar claramente la
sublimidad de la experiencia religiosa y cristiana. La impiedad de Nietzsche no
sufría esta piedad: Nietzsche callaba. Al ponerse el sol y enmudecer aquella
tarde de otoño de 1876, enmudecieron por siempre más las alabanzas de
Nietzsche a Wagner. Desde entonces fue un enemigo suyo, el que había sido
hacía poco su ídolo por lo que creía ver en él <<de inmoral, ateo,
antinómico>>19 -nos dice-. Ahora, en cambio, encontraba la obra Parsifal –
escribe a Seydlitz- <<en exceso limitada dentro del cristianismo>>20.
Quizá a nosotros nos choque creer que la ruptura con Wagner haya
podido llevar tan lejos sus efectos que pusiese a un hombre en peligro de
muerte. Y sin embargo se comprende bien si nos colocamos en el punto de
vista de la actitud de Nietzsche. Para él su vida presente era su único bien, su
todo; ¡el pobre no tenía otra esperanza en el más allá! ¡era debilidad, según él,
buscar el consuelo en el más allá! Por esto todo su afán se concentraba en el
único cielo de esta tierra. Y precisamente el arte, ídolo de su vida, caía roto a
sus pies.
En 1882 escribía a su hermana Isabel que intentaba siempre acercarlo a
Wagner con aquella prudente intuición típica de las mujeres: <<he tenido que
pagar muy caro mi fanatismo por su persona. Su música, tan perturbadora para
19 Citado por PÉREZ, p. 135.
20 Epistolario, 4-I-1878, p. 138. <<¡Cuán inconfesable y hasta incomprendida satisfacción de todas las necesidades religiosas hallamos en la música de Wagner! ¡Cuánta plegaria, virtud, unción, virginidad nos habla todavía en ellas! … La cristiandad astuta: tipo de la música del último Wagner>> (Obras, Tomo IX, El ocaso de los ídolos, Final de La voluntad de dominio, p. 80-81, núm. 840).
7los nervios, ¿no ha echado, acaso, a perder mi salud? Y mi desengaño y mi
separación de él, ¿no pusieron en peligro mi vida?>>21. En efecto, pusieron en
peligro su salud mental y su vida. Recordemos que el padre de Nietzsche,
delicado de nervios desde su juventud, había muerto en un acceso de locura;
su hermanito pequeño José, murió presa de crisis nerviosas; y Federico
Nietzsche en casi toda su vida de escritor estuvo torturado por una enfermedad
mental y por continuas depresiones nerviosas que variaban como el scirocco
italiano a cada depresión atmosférica, viento que, según nos dice en sus
cartas, era uno de sus más temibles tiranos. <<El horrendo y casi continuo
martirio de mi vida –dice- me hace anhelar su fin y, según muchos signos, está
muy cercano el ataque cerebral que ha de confirmar mi esperanza>>, escribe
con trágico acento a Malwida von Meysenbug pocos años después, en 188022.
Y lo curioso de este temperamento volcánico, terriblemente anhelante,
es que más que sus insomnios, jaquecas, depresiones, congojas, él mismo es
quien se martiriza por su loco empeño de encontrar un consuelo noble en una
vida sin Dios: <<Sinceramente le diré que yo también escondo en mí
demasiado de tal complexión trágica para no maldecirla a menudo>>. Y añade:
<<Quisiera despojar a la vida de su carácter descorazonador y cruel>>23.
Quisiera quitar, como dijo a la joven rusa Lou, >el horror de un mundo sin Dios
en el que es preciso resolverse a vivir>>24, y no sólo no lo consiguió nunca,
sino que sus ídolos le atormentaron y acabaron con su salud.
A su amigo Peter Gast le confiesa que ya padece perturbaciones en la
memoria: <<pierdo en mi memoria la relación sucesiva de mis pensamientos,
pues tengo que aprovechar los instantes de lo que usted llama energía
cerebral, robándolos a un cerebro enfermo>>25. Así escribió sus obras, en las
21 Epistolario, 3-II-1882, p. 165. Y el 19-II-1883 en carta a Peter Gast: <<Ha sido muy duro el tener que ser, durante seis años, adversario de aquél a quien más se ha venerado>> (p. 174).
22 Epistolario, p. 149.
23 O.c., a Enrique von Stein, diciembre 1882, p. 170.
24 HALÉVY, p. 281.
25 Epistolario, a Peter Gast, 5-X-1879, p. 147.
7pocas horas de energía cerebral que le dejaron sus torturas interiores,
robándolas a un cerebro enfermo.
Con todo, por fuera, los que juzgaban de él a través de sus escritos,
tajantes, furiosos, acometedores, creían que estaba alegre y animoso: <<Me
dicen aquí que durante todo el invierno, y a pesar de todos los dolores, he
estado siempre del más radiante buen humor; pero yo sé que he estado
profundamente triste, torturado día y noche por mis problemas, viviendo más
en un infierno que en una cueva y buscando, en ocasiones, el trato de los
hombres sólo como una fiesta en que olvidarme y libertarme de mí mismo.>>26
¡Pobre hombre que para librarse de su angustia neurótica sólo tenía en
consuelo de sus amigos y de sus deprimentes filosofías! << ¡Compasión! Mi
buen amigo, es una especie de infierno>>27, imploraba a Overbeck años más
tarde (1882), cuando a sus sufrimientos habituales se añadió el abandono de
sus amigos.
Ciertamente la merece el hombre que fue víctima de sus propias
pasiones erigidas en filosofía.
Sólo que la compasión no podemos extenderla a su obra. El primer fruto
sazonado de la horrible crisis postwagneriana, de 1887 a 1880, fue
precisamente su libro Humano, demasiado humano (<<Menschliches
Allzumenschliches>>) redactado desde 1876.
¿Qué doctrina contiene esta obra? Es la expresión apasionada de lo que
ha experimentado un alma de aspiraciones formidables al Infinito, y que ha
querido saciarlos en lo finito: ha apurado las heces de un amarguísimo
desengañó; todo su ideal no era nada, y por tanto todo ideal no es nada.
Cuanto más terriblemente grandes eran las aspiraciones del alma de
Nietzsche, tanto más profundamente trágicas habían de ser sus decepciones.
La aceptación deliberada, consciente, a sangre fría, de esta tragedia vivida,
erigida en suma sabiduría (y al mismo tiempo método psicoterápico para aliviar
26 O. c., p. 194. Nietzsche escribe esta carta a Overbeck en 1886; pero adviértase que su martirio no era precisamente de entonces, sino de <<mi vida>>, como él nos dice a veces.
27 PÉREZ, p. 195.
7su carga afectiva neurótica), esto es la filosofía de Humano, demasiado
humano.
Esta obra es un cierzo asolador que mata la moral, la santidad, el
heroísmo, la convicción, la fe, la piedad –como él mismo nos indicó sobre ella
años más tarde-. Todo es engaño. En el prólogo mismo de la obra (escrito y
añadido años después, en 1886) nos dice: <<la vida no es, después de todo,
invención de la moral la vida vive del engaño>>28.
En este mismo prólogo de su obra nos dice que ella no es más que el
reflejo de una terrible crisis personal: <<Por estas razones –dice- en cierta
ocasión, cuando de ello tuve necesidad, inventé para mi uso los espíritus libres,
a los que he dedicado Humano, demasiado humano; espíritus libres de este
género no los hay, no los ha habido nunca; pero yo tenía entonces, como he
dicho, necesidad de su compañía, para conservar el buen humor entre mis
malos humores (enfermedad, aislamiento, destierro, acedía, inactividad)>>29.
¿Y que escribió en este libro compuesto con el fin de encontrar alivio en
su inconsolable desconsuelo? Romper todos los lazos. Estos lazos <<para
ciertos hombres de especie rara y exquisita, serán los deberes: el respeto, tal
como conviene a la juventud, la timidez y el enternecimiento ante todo lo que
es de antiguo venerado y digno, la gratitud al suelo en que ha nacido, a la
mano que los ha guiado, al santuario en que aprendieron la plegaria; los
instantes más trascendentales de su vida serán los que la encadenarán más
sólidamente y con obligación más durable. El golpe decisivo llega para siervos
de esta especie, súbitamente, como un terremoto: el alma joven se siente en
un momento conmovida, desasida, arrancada de todo, sin que pueda darse
cuenta de lo que le pasa. Es una instigación, una impulsión que se ejerce y se
apodera de ellos, como una orden; se despierta un deseo, una voluntad de ir
adelante a toda costa, no importa a dónde; una violencia y peligrosa curiosidad
de un mundo no desconocido brilla y flamea en todos sus sentidos. <<Antes
morir que vivir aquí>> -así habla de la imperiosa voz de la seducción: ¡y este
28 NIETZSCHE, F., Humano, demasiado humano. Libro dedicado a los espíritus libres. Traducción de Luis Casanovas. Barcelona. Ed. Maucci, 2v.
29 Humano, demasiado humano, p. 4.
7<<aquí>>, este <<en nosotros>> es todo lo que ha amado hasta este
momento!- Miedo, desconfianza repentina de todo lo que amaba, arrebatos de
desprecio por todo lo que para ella se llamaba el <<deber>>, deseo sedicioso,
voluntario, impetuoso como un volcán, de viajar, de expatriarse, de alejarse, de
refrescarse, de embriagarse, de vestirse de hielo, odio por el amor y a veces un
paso y una mirada sacrílega hacia atrás, hacia allá, hacia donde hasta
entonces había orado y amado; quizá una sensación de vergüenza por lo que
se acaba de hacer, y un grito de alegría al mismo tiempo por haberlo hecho;
una sensación, embriaguez, placer interior en que se revela una victoria -¿una
victoria? ¿sobre qué? ¿sobre quién?, victoria enigmática, problemática, sujeta
a caución, pero que es, en fin, la primera victoria-: <<he aquí los males y los
dolores que componen la historia del gran golpe decisivo>>30, y he aquí,
podríamos añadir nosotros, la autobiografía de Nietzsche (todos reconocen que
ahora hablaba de sí mismo).
Esta es, según las mismas ideas y palabras de Nietzsche, repetidas mil
veces, su victoria, su gran victoria: tener por bueno todo lo que le enseñaron a
tener por malo, y por malo todo lo bueno. Y ¿por qué? Porque sí –suprema
razón-, porque siente un impulso ciego, un ansia de saborear lo vedado de la
vida:
<<Lo que yo encuentro, lo que yo busco,
¿fue jamás escrito en libro alguno?
¡Honrad en mí la raza de los locos!
Aprended de este libro loco
cómo la razón vuelve a la razón>>31.
30 Humano, demasiado humano, ps. 5-6. Hemos dado la paginación de la edición Aguilar, por ser más corriente. Con todo la traducción citada es la de la editorial Maucci, ps. 11-12.
31 Was ich finde, was ich suche-, Stand das je in einem Buche? –Ehrt in mir die Narren-Zunft!- Lernt aus diesem Narrenbuche, -Wie Vernunft kommt- <<zur Vernunft>>! NIETZSCHE, F., Menschliches Azllumenschliches. Ein für freie Geisten. Leipzig, A. Kröner (1930), p. 358, al fin del libro primero de Menschliches.
7Este es el epílogo de la obra; y a los ojos de un hombre sereno ha de ser
también el epitafio.
Pero, ¿qué importa? Hay en nuestro siglo XX unos pensadores tan
sumamente sabios que para ellos la verdad alcanzada con nuestra inteligencia
no cuenta para nada; y en cambio veneran –dicen- la sublime desvergüenza
del genio de Nietzsche. El mismo Nietzsche confesaba, pobre, en una cara a
Peter Gast, precisamente en este tiempo (1879), de dónde provenía esta
desvergüenza, tan admirada, de su estilo: <<Mi soledad y mi enfermedad me
han acostumbrado a la desvergüenza de mi modo de escribir.>>32 Pero no
importa: el Señor Profesor Federico Nietzsche ha escrito una filosofía digna de
la mayor consideración…
En cuanto a mí, he de confesaros con franqueza que, por más que me
esfuerzo no puedo alejar de mi memoria el recuerdo de que Nietzsche leyó en
1872 y releyó el 1875 el Quijote. Nos dice en sus cartas que este libro le
espantó; es <<la más amarga lectura que conozco>> -dijo. ¡Natural!
Reconocería por fuerza cierto parecido indudable entre el Profesor Federico
Guillermo Nietzsche y lo que ha de loco desatino en el caballero de la triste
figura, el cual justamente opinaba también, como él, que el mundo estaba al
revés, y que los genios padecían los efectos de la malevolencia y de la brujería.
Y ante este paralelismo amargo el pobre Nietzsche quedaría aterrado al
oír la sonora carcajada de Sancho, aferrado al terruño de la realidad…
Pero no demos aún por terminado nuestro estudio sobre Nietzsche.
Desde 1880 hasta 1888, Nietzsche evolucionó extraordinariamente. Y esta
curiosísima evolución es lo que a continuación nos proponemos estudiar.
32 Epistolario, pl. 149.
7
7
EL SUPERHOMBRE DE NIETZSCHE
REBELDÍA CONTRA TODOS
LOS VALORES
I. ¡MI SUPREMO FIN SE HA HUNDIDO!
7Estamos en primavera. Las golondrinas han vuelto de su lejana
emigración, y con fidelidad asombrosa han colgado de nuevo su nido bajo el
alero de nuestro tejado. Levantemos los ojos para mirarlo y nos sorprenderá la
maravillosa trabazón de sus pedacitos de barro, audazmente pendientes del
sobradillo por la obra ingeniosa del pico del ave.
Pero la golondrina es siempre la misma al construir el nido. La maravilla
que nos sorprende en esta primavera no cambiará en la próxima. Sólo el
espíritu humano tiene el prodigioso privilegio de aspirar siempre a más:
construye su nido (¡ay! de barro tal vez), pero pronto le hastía, y él mismo lo
destruye al llegar el frío invierno para levantarlo de nuevo, inquieto peregrino,
en otras tierras de emigración. ¿Quién hay que pueda vivir sin alguna
esperanza, sin reconstruir el nido para su alma, constantemente?
Esta es una ley inevitable de nuestro ser en su paso por este mundo:
todo indica que su misión en esta vida es buscar, afanarse, por el hallazgo de
un Bien que vislumbra pero que no posee plenamente, a fin de hallarlo de
repente en la sorpresa del más allá.
Nietzsche era hombre como nosotros, y su espíritu, porque era ardoroso,
tenía precisamente como uno de sus rasgos más típicos (ya lo recordamos) un
ansia febril de superarse, de ennoblecerse, de encontrar para la vida un fin, fin
que el pobre había perdido dos veces.
Primero allá en los lejanos años de su juventud cuando dejó la fe en el
cristianismo, escribió aquella expresión desgarradora: <<¡Mi único, mi supremo
fin se ha hundido, y no tengo otro!>> Buscó otro, quiso construir un nido para
cobijarse en él contra los vendavales del eterno <<por qué>>, pronunciado por
la cabeza, y contra el ansioso <<para qué>> del corazón anhelante. Este nido
en que creyó encontrar su felicidad fue el arte, fue su concepción del mundo,
pesimista ciertamente, aunque vivificada por la brisa bienhechora del arte. Pero
el nido pronto se cayó, y el hombre, el hombre Nietzsche se encontró de nuevo
lanzado a la inmensidad del espacio con unas poderosas alas de golondrina,
pero sin cobijo contra los vendavales y las escarchas. Su fin, su último fin, de
nuevo se había hundido, y ¡no tenía otro!
7¿Podía permanecer mucho tiempo con esta tortura inquietante un
espíritu de impulsos volcánicos como el de Nietzsche, sin construir de nuevo su
nido?
II. DIVINIZACIÓN DEL PESIMISMO
La obra Humano, demasiado humano de que hemos hablado en el
anterior capítulo, señala sólo un período de transición. Contiene la hez de un
cáliz acedo, en el que ya no queda ni una gota de vino dulce. Todo es amargo
en esta obra, todo muestra despecho.
Bajo el signo de estas inquietudes emprendió Nietzsche a través de
Europa una infatigable carrera de trashumante, dejando en cada ciudad italiana
por donde pasaba, amargas páginas de libros, escritas con sangre de su
corazón. Ha roto con Wagner; no tiene el consuelo de la fe; el pesimismo
filosófico que antes podía servirle para divinizar el arte, ahora tomado como
última sabiduría le ahoga el espíritu y le cierra toda salida…¿Cómo sanar su
alma enferma?
El 14 de enero de 1880 escribe a su amiga Malwida von Meysenburg:
<<he logrado en este tiempo suavizar y purificar de tal modo mi alma, que ya
no necesito para conseguirlo ni de la Religión ni del Arte. En efecto, el completo
abandono me ha hecho descubrir en mí mismo las fuentes que habían de
prestarme ayuda>>33. Pero ¡a qué precio tan caro pagó el cortar de su alma el
consuelo de la Religión y del Arte, para concentrarse a fuerza de golpes
tiránicos de voluntad en sí mismo! Bien se vió años más tarde.
Esta última frase <<he descubierto en mí mismo las fuentes que han de
presarme ayuda>> expresa exactamente el sentido de la evolución de
Nietzsche que ahora estudiamos. Todos sus ideales han sucumbido; ha caído
en el más negro escepticismo; y ahí, ahí precisamente inicia su reconstrucción
sobre los despojos de un ídolo roto: erigir este pesimismo en norma, en ideal;
cualquier cosa antes que renegar de la vida: <<ningún dolor ha podido
33 Epistolario, carta fechada en Naumburgo, pág. 149.
7conseguir ni conseguirá nunca que yo dé, de la vida, un testimonio falso o
contrario a como ella ante mis ojos aparece>>34, dice en la misma carta.
Tal es el ambiente en que empieza a redactar su obra Aurora, que inicia
el segundo período de la vida literaria de Nietzsche.
Ahora llamamos a esta obra con el nombre de Aurora, pero el título
primitivo que le impuso Nietzsche (antes de cambiarlo por la sugerencia de un
amigo) no fue este. La llamó La reja de arar. La reja del arado rompe a su paso
las entrañas de la tierra; la obra de Nietzsche quería empezar por romper todos
los valores existentes; a una filosofía del arte ya le había dado el libelo de
repudio; de la fe y de la filosofía metafísica no quedaba ni rastro; ahora tocaba
el turno a la moral. Destruir todos los valores morales que poseemos, la misma
noción de bien y de mal, de moral e inmoral, para levantar después, cuándo y
cómo pudiese, una nueva jerarquía de valores vitales sobre lo que aún
quedaba en pie: una bestia que tiene el privilegio de usar de la razón sólo para
divinizar sus instintos inferiores de dominio material.
No le empujaban poco en este camino destructor sus continuas
dolencias cerebrales: <<mi enfermedad que todavía, como siempre, tiene cada
día su historia propia, pone sobre mí su mano dominadora>>35 escribe
acongojado a Krug desde Génova el 16 de noviembre de 1880. Y a Rohde,
cuatro meses más tarde: <<¡No es pequeña habilidad de vivir sin dejarse
dominar por la melancolía! Con gran frecuencia paso por estados en los cuales
quisiera hacer un empréstito a mi antiguo, fuerte, floreciente y valeroso amigo
Rohde.>>36
Cuenta a su amigo que para aliviarse sube a las alturas que dominan a
Génova; la inmensidad del mar abierto ante la patria de Colón le hace pensar
en su propia vida arrebatada también hacia un lejano horizonte… pero ¿a
dónde? ¿a una playa o a un abismo? <<Aun ahora hay momentos en los
cuales vago por las alturas que dominan Génova, con miradas y sensaciones
como las que quizá, desde aquí mismo lanzó el bienaventurado Colón sobre el 34 O. c., p. 140.
35 O. c., p. 156.
36 O. c., p. 156-157. Escribe el 24 de marzo de 1881.
7mar y sobre el porvenir. Con tales instantes de valor o acaso de locura, tengo
que intentar hacer recobrar el equilibrio a la nave de mi vida.>>37
Otra vez el filósofo nos ha dejado entrever confidencialmente al hombre
escondido que ha determinado la aparición de una filosofía: <<con tales
instantes de valor o acaso de locura, tengo que intentar hacer recobrar el
equilibrio a la nave de mi vida>>. Esto es, según propia confesión, la obra que
Nietzsche escribía entonces, Aurora: un desahogo bilioso contra todo, muy
propio del hombre angustiado, que quiere vengarse de los valores que le dejan,
blasfemando de ellos, para encontrar así consuelo en estos <<instantes de
valor o de locura>>. Sólo que este amargo método terapéutico de una
enfermedad, que los demás no padecen, lo presenta en público, ¡para los
demás!... Es que el filósofo viste oropeles para presentarse en público: <<No
sabes cuántos días y aun cuántas horas de días soportables tengo que
esforzarme en superar. Hago todo lo que se puede hacer en mi caso, y llego
hasta donde se puede llegar para mitigar y aligerar un mal estado de salud por
medio de la sabiduría. No estoy para ello desprovisto de ideas ni
invenciones>>38, dice en la misma carta confidencial a su amigo Rohde. Estas
invenciones para sanar consisten sencillamente en una confesión freudiana
hecha en público, de todas sus desnudeces morales. Pero a pesar de que hace
esta confesión aliviadora, en público, añade a renglón seguido: <<no deseo a
nadie un destino como aquel a que empiezo ya a acostumbrarme.>>39 ¡Bien
sabía él cuán amargo era!
Realmente hacía bien Nietzsche en no desear para nadie su trágico
sino, de calmar la depresión patológica a fuerza de echar bilis contra todo lo
bueno, contra todo ideal, contra toda esperanza, contra toda moralidad, de los
que no podía esperar consuelo porque los había abandonado tiempo atrás.
Pero la desgracia está en que este remolino de vértigo arrastre a incautos que
caen bajo el ritmo furioso de sus páginas.
37 O. c., p. 157. Con una alusión a Cristóbal Colón se cierra también el libro Aurora, escrito en Génova.
38 O. c., p. 157.
39 O. c., p. 157.
7En el prólogo del libro (añadido algunos años después) resume
Nietzsche su contenido en estos términos: <<En efecto, mis pacientes amigos,
voy a deciros lo que quise deciros allá en mis profundidades de topo, y os lo
voy a decir en este prefacio tardío, que muy fácilmente hubiera podido
convertirse en una necrología, en una oración fúnebre: pues me he recobrado y
he salido del mal paso. Pero no creáis que os voy a embarcar en tal peligrosa
empresa, o, si se quiere, en una soledad de este género. Pues el que sigue
estos singulares caminos no encuentra a nadie, lo que es culpa de estos
singulares caminos. Nadie viene en su ayuda; tiene que librarse él solo de
todos los peligros, de todos los azares, de todas las asechanzas, de todos los
temporales. Pues él sigue su camino, y, como es natural, devora su amargura,
su despecho a veces, a causa de este su; entre estos motivos de amargura y
de despecho hay que contar, por ejemplo, la incapacidad en que se encuentran
sus amigos de adivinar en dónde está, adónde va, hasta el punto de que
algunas veces se preguntan: ¿cómo? ¿es posible que avance? ¿hay todavía
un camino? Entonces acometí una empresa que no podía ser patrimonio de
todo el mundo: descendí a las profundidades; me puse a hacer un agujero en el
fondo, comencé a minar y a examinar una antigua confianza, sobre la cual,
durante miles de años, hemos tenido costumbre de construir como sobre el
más sólido terreno, nosotros los filósofos, y de construir siempre de nuevo,
aunque hasta el presente todas nuestras construcciones se hayan venido
abajo; empecé a minar nuestra confianza en la moral.>>40 <<Destruir nuestra
confianza en la moral>>, he aquí lo que cree su gran conquista.
Pero, ¿por qué?, ¿qué razones aduce?, ¿qué descubrimientos
presenta?, ¿qué investigaciones nuevas? Quien formula estas preguntas indica
con sólo formularlas que no conoce a Nietzsche. ¿Buscar investigaciones
sólidas en Nietzsche, que escribía en forma de aforismos llevado por sus
arrebatos emotivos y poéticos, y porque su enfermedad no le permitía un
trabajo más serio?, ¿buscar razones serias en Nietzsche, que renegaba de
toda filosofía racional? ¡Nada de esto! En el mismo prólogo dice: <<Quizá el
pesimismo alemán tiene que dar aún su último paso. Quizá le haga falta
todavía poner terriblemente, uno frente a otro, su credo y su absurdum. Pues
40 Obras, vol. IV, Aurora, Prefacio, p. 1-2.
7representa, en efecto, una contradicción, y no teme esta contradicción; en ella
es denunciada la confianza en la moral.>>41 Su razón suprema es un porque sí,
porque siente en su interior un impulso a romper con todo y a buscar otra cosa
contra todo42. Armado con esta suprema razón sigue, <<no queremos volver a
lo que consideramos como superado y caduco, a algo que no consideramos
como digno de fe, cualquiera que sea el nombre que se le dé: Dios, virtud,
verdad, justicia, amor al prójimo … somos enemigos de toda especie de fe y
de cristianismo actuales>>43, porque <<nosotros los inmoralistas e impíos de
hoy aborrecemos todo lo que eternamente atrae hacia arriba>>44. Así Nietzsche
pertenece al grupo de hombres <<libres>>, es decir, <<ejecutores de su
voluntad interior>>, de una voluntad pesimista, como ya he indicado, que no
teme negarse a sí misma porque se niega con júbilo. <<En nosotros se realiza,
si es que queréis una fórmula, la autosupresión de la moral>>45. Y no hay razón
suprema que este sí, quia nominor leo.
De la negación de todo (verdad, moralidad, compasión, religión, Dios) y
de su profundo pesimismo al ver tronchado el sentido más noble de nuestra
existencia, brota el mísero consuelo de pensar que algún día vendrá al mundo
la raza del superhombre, es decir, de un dominador brutal, egoísta, salvaje,
desde las alturas del poder. Son las mismas palabras de Nietzsche: <<¡Es
verdad que carecer de principios (pero tener instintos dominantes, espíritu ágil,
al servicio de violentos instintos de dominación y, por lo mismo, sin principios)
no debiera ser, en un hombre de Estado, nada sorprendente, sino justo y
conforme a la naturaleza!>>46. Consecuentemente, establece que <<los
bárbaros de todos los tiempos eran más felices; no nos engañemos sobre este
punto. Pero nuestro instinto de conocimiento es el que se ha desarrollado
41 O. c., p. 5.
42 No es más profundo el sentido de su argumentación, ibid., p. 5-6.
43 Obras, IV, Aurora, Prefacio, p. 6.
44 O .c., p.6.
45 O. c., p. 6.
46 O. c., libro tercero, n. 167, p. 126.
7demasiado para que un podamos apreciar la felicidad sin conocimiento>>47. He
aquí el ennoblecimiento de la vida que nos propone Nietzsche, ambicionar la
brutalidad de la barbarie, cuando la razón no enturbiaba los instintos bestiales.
¿Buscas la verdad? ¿Quieres someter tu vida a la verdad? ¡No seas tonto! –
nos dice Nietzsche- la verdad causa fastidio a la larga, como todas las cosas:
<<no sé por qué había de desearse la omnipotencia y la tiranía de la verdad;
me basta saber que la verdad posee un gran poder. Pero es preciso que yo
pueda luchar, y que tenga una oposición, y que de tiempo en tiempo podamos
descansar de ella en la no-verdad; de lo contrario, sería para nosotros
enojosa>>48.
Cumplió Nietzsche a la letra su programa de <<descansar en la no-
verdad>>, para que la verdad no le resultase enojosa, y se cumplió en él a la
letra lo que nos dice en un párrafo de esta obra, que tiene visos de confesión
autobiográfica; dice así: <<Un pensador puede imponerse durante años
enteros la obligación de pensar a contrapelo; quiero decir a no seguir los
pensamientos que se ofrecen a él, procedentes de su interior; sino aquellos a
que parecen obligarle un empleo, una división del tiempo prescrita, una manera
arbitraria de aplicarse. Pero acaba por caer enfermo, pues esta aparente
coacción moral destruye su fuerza nerviosa tan radicalmente como podría
hacerlo una vida de crápula.>>49
Esto es lo que le pasó. A fuerza de empeñarse en sujetar la razón, la
moral, la religión, la verdad, al nivel de esclavos de sus instintos vitales
inferiores, perdió la salud. El período que siguió a la composición de Aurora fue
sin duda el más terrible de toda la vida de Nietzsche. Al principio de 1881
cuando residía en Recoaro estuvo varias veces a punto de suicidarse, como lo
escribe a su madre pocos meses después, en julio50.
47 O. c., Libro quinto, p. 231, n. 429. <<¡Busca el conocimiento! ¡sí! ¡Pero siempre como hombre! ¿cómo? (…) ¡Estás de mal humor: la razón te mata! Pero mañana ya estarás bien, en pleno conocimiento, y, por esto mismo, en la plenitud de la sinrazón, quiero decir en el goce que te causa todo lo que es humano>> (Obras, ibid., p. 254, n. 483). Ideas parecidas abundan (p. 259, n. 501, etcétera).
48 O. c., p. 261, n. 507.
49 O. c., libro quinto, p. 259, n. 500.
50 Epistolario, carta fechada en Sils-María, julio 1881, página 159.
7
III. PRIMERAS EXIGENCIAS DEL NUEVO ÍDOLO
Con sus trágicos procedimientos curativos, que en realidad le agotaban,
empeoró rápidamente. Dolor terrible en los ojos, ataques frecuentes con
vómitos, jaquecas insoportables, insomnios constantes que no mitigaba ni con
narcóticos ni con caminatas de seis horas diarias, profundas perturbaciones
psíquicas a cada cambio de presión atmosférica, y todo esto acompañado de
una creciente irritabilidad que le hacía romper con sus amigos frecuentemente,
como le hacía también vomitar bilis en sus escritos, contra todos los valores
morales.
El 18 de septiembre del mismo año 1881 escribe a Overbeck: <<estoy in
puncto desperationis (<<a punto de desesperación>>): el dolor vence al deseo
de vivir. ¡Oh, qué meses! ¡qué verano he tenido! He sufrido tanto tormento en el
cuerpo, como cambios vi en el cielo. En toda nube hay algo fulminante, que me
hiere con mano súbita, y me deshace, infeliz, del todo. Cinco veces llamé a la
muerte por médico, y ayer esperaba fuera el último de mi vida: en vano esperé.
¿Dónde está en la tierra aquel cielo de serenidad sempiterna, mi cielo?>>.51
Pero sucedió lo que suele pasar a los neuróticos, que de repente por un
cambio atmosférico repentino, desaparecen de golpe todos sus males, e
irrumpe en ellos un cielo de euforia increíble en el que se creen curados; hasta
que pocas semanas más tarde (veintiún días duró el ciclo para Nietzsche) la
vuelta de la depresión los hunde aún más. En uno de estos ciclos de súbita
liberación escribió la siguiente obra Gaya Ciencia. Por esta razón en esta
segunda obra la destrucción pesimista reviste caracteres de euforia, como él
mismo confesaba escribiendo al filósofo Hipólito Taine: <<Aurora lo escribí en
Génova en una época de grave y dolorosa enfermedad, desahuciado por los
médicos, ante la muerte, entre las privaciones y en un aislamiento increíble.
Pero no había en mí protesta contra ello y a pesar de todo me hallaba seguro
de mí y en paz conmigo mismo. El otro libro, Gaya Ciencia, es fruto de los
primeros rayos del retorno de mi salud. Nació un año después de Aurora
51 Pérez, Q., p. 193-194.
7(1882), y también en Génova, en quince días sublimemente claros y soleados
de enero.>>52.
Contribuyó a darle euforia una muchacha rusa, Lou Salomé, inteligente y
simpática, que pronto cautivó el corazón de Nietzsche. La conoció en Roma, en
la primavera de 1882, derramó sobre él un perfume de poesía, y Nietzsche
compuso su siguiente obra en verso: Canciones del príncipe Pájaro libre.
Porque es de saber que el pesimismo filosófico de Nietzsche le servía
para renegar de Dios, del alma, de la religión, del orden moral, hasta de la
supremacía de la verdad; pero este pesimismo, en cuanto de él dependía, no
destruyó nunca las venerables funciones de la vida vegetativa y animal de
Nietzsche, por las que sentía la más alta veneración. Por algo se firmaba a
veces en sus cartas <<tu animalito>>, por algo llegó a ensalzar el prototipo del
hombre como a una <<bestia rubia>>53 (son sus palabras textuales).
Con todo, se engañaría quien imaginase que Nietzsche alababa la vida
de crápula y el enervamiento consiguiente; Nietzsche ve en el hombre una
bestia robusta; sólo bestia, ciertamente, pero sana, robusta, y por consiguiente
abomina los viciosos de oficio, porque el vicio a la larga suele impedir aun el
mismo desarrollo y goce la vida animal.
En este ambiente de euforia vital se escribió la obra Gaya Ciencia y así
se explica su característica alegría (reflejada hasta en el título), tan distinta de
sus escritos anteriores.
Es verdad que la furia destructora de sus escritos es –según él cree en
julio de 1882- quien le ha aliviado la salud.54 Pero se da cuenta también de que
su ideología es veneno mortal para los otros: <<fui en todo mi propio médico, y
como alguien en quien todo va unido, todo, alma, espíritu y cuerpo, recibió,
simultáneamente, el mismo tratamiento. Concedo que los mismos medios que
yo he usado pueden hacer perecer a otros; pero yo ya prevengo a la gente con
52 Epistolario, carta fechada en Sils-María, 4 de julio de 1887, pág. 205.
53 No tengo la cita de este texto. Lo aduce KLIMKE, Instituciones Histori@ Philosophi@, Friburgo, 1923, vol. 2, página 198.
54 Epistolario, carta fechada en Tautenburgo, a 15 de julio de 1882, p. 166-167.
7afán para que se guarde de mí. Este mi último libro que lleva por título Gaya
Ciencia, hará que muchos se aparten de mí asustados>>.55
Tiene razón; los desatinos de Gaya Ciencia, cantados como himnos
heroicos, son de muy mal gusto para quien no esté loco como él, o muy cerca
de su locura. ¡Si el mismo Nietzsche lo confiesa en el prólogo de la obra!56.
Gaya Ciencia –dice- <<no es sino las saturnales de un espíritu que ha resistido
pacientemente una terrible y larga presión –pacientemente, severamente,
fríamente, sin someterse, pero sin esperanza- y que ahora, de repente, se ve
lleno de esperanza, la esperanza de la curación, la embriaguez de la curación.
¿Y qué de extraño tiene que aparezcan ahora a la luz del día muchas cosas
poco razonables y locas, mucha ternura maliciosa derramada en problemas
erizados de espinas, que no parecen a propósito para ser acariciados y
abrazados?>>.57 Por esta razón, añade, <<¡Ay, quien pudiese sentir todo esto
conmigo! Pero el que lo pudiera sentir me atribuiría ciertamente más de un
tanto de locura.>>58 Ni más ni menos.
Hoy día no puede ofrecer duda la afirmación de que la obra de Nietzsche
no es una investigación filosófica seria, sino un arrebato afectivo, poético, si se
quiere, de un hombre que acuciado por una terrible dolencia (quizá paranoica)
y deprimido por prejuicios agnósticos no ha encontrado otro medio para
aliviarse más que cantar a modo de himno heroico su lucha contra la
desesperación. En el mismo prólogo que acabamos de citar nos dice así: <<Un
psicólogo conoce pocas cuestiones tan interesantes como la relación de la
salud con la filosofía>>.59 Por de pronto insinúa la opinión de que la mayor
55 O. c., p. 167.
56 En el prólogo de la segunda edición, que fue escrito y añadido pasando por Génova el otoño de 1886. No hay que negar que en todos estos prólogos añadidos posteriormente refuerza bastante los tonos sobre lo que contienen sus obras anteriores; con todo, no hay ideas que, tomadas en lo substancial, no estén ya en sus primeras obras, porque, como confesaba el mismo Nietzsche, ya en la primera de todas, El Origen de la Tragedia, está encerrada en germen su ideología.
57 Obras, V, El Gay Saber, prólogo, p. 19.
58 O. c., p. 20. El psiquiatra Dr. Sarro, escribe: <<Puede considerarse probado que Federico Nietzsche padeció una parálisis general… La parálisis general es una enfermedad bien conocida y definida. Es siempre una consecuencia tardía de la sífilis>> (El Español, núm. 103, del 14 de octubre de 1944, pág. 8).
59 O. c., p. 20.
7parte de los filósofos son unos locos que filosofan para librarse de su
enfermedad: <<quizá los pensadores enfermos –dice- dominan en la historia de
la filosofía.>>60 Por consiguiente considera todas las <<audaces locuras de la
metafísica, sobre todo cuando se trata de la cuestión del valor de la vida, como
síntomas de constituciones físicas determinadas; y si tales afirmaciones o tales
negaciones de la vida no tienen, en su conjunto, la menor importancia desde
el punto de vista científico, no por eso dejan de dar al historiador y al psicólogo
preciosos indicios>>.61
En el caso de Nietzsche, su perturbación mental y su temperamento,
junto con los prejuicios filosóficos en que fue educado, nos dan realmente
preciosos indicios para entrever al filósofo por medio del hombre. Hay personas
que se sienten altamente ofendidas y escandalizadas de que expongamos a la
pública vergüenza los elementos humanos, demasiado humanos de esta
filosofía. <<Un sistema filosófico no se refuta –nos dicen- con relegarlo a la
categoría de un libro que busca la voluptuosidad literaria.>> Pero esos tales
olvidan que es el mismo Nietzsche quien los desmiente: afirma exactamente
que para los que escriben en tiempo de fuerza y salud (como era precisamente
en este caso) <<la filosofía no es más que un objeto de lujo; en el mejor caso,
la voluptuosidad de un reconocimiento triunfante, que termina por experimentar
la necesidad de inscribirse en mayúsculas cósmicas en el cielo de las
ideas>>.62 ¿Quién puede, pues, indignarse de que borrando a Nietzsche del
grupo de los investigadores serios, nos limitemos a escribir su nombre con
mayúsculas cósmicas en el cielo de las ideas literarias o poéticas? ¡Este es el
puesto que él mismo nos pide para su filosofía!
Así se explica que en su filosofía no pretenda someter la vida a la
investigación de la verdad, sino al revés, rebajar la verdad al mísero rango de
cualquier función vital: <<Nosotros –dice- ya no encontramos placer en esa
60 O. c., p. 21.
61 O. c., p. 22. Hemos subrayado el texto. En la página 23 repite que en su opinión la filosofía labrada por el hombre que sufre alternativas de mala salud es un <<transportar, en cada ocasión de éstas, su estado a la forma lejana más espiritual: este arte de la transfiguración es precisamente la filosofía>>. No; es su filosofía.
62 O. c., p. 21.
7cosa de mal gusto, la voluntad de verdad, de la verdad a toda costa, esa locura
de joven enamorado de la verdad.>>63 Los artistas griegos acertaron: <<¡Ah
esos griegos, ellos sabían vivir; para vivir es necesario saber quedarse
bravamente en la superficie, en la epidermis, adorar la apariencia, creer en la
forma, en los sonidos, en las palabras, en todo el Olimpo de la apariencia!
¡Esos griegos eran superficiales <<por profundidad>>! ¿Y no volveremos
nosotros, rompecabezas del espíritu, a esto mismo, nosotros que hemos
ascendido a la cima más elevada y más peligrosa de las ideas actuales, para
desde allí mirar alrededor, mirar abajo? ¿No somos nosotros precisamente en
esto griegos, adoradores de las formas, de los sonidos, de las palabras; y por
esto, artistas?>>64
IV. EL HOMBRE, <<ANIMAL ABSURDO>>
Así termina el prólogo de Gaya Ciencia; y para demostrar con hechos lo
que acaba de decir, empieza la obra con una serie de poemas. Pero tras los
poemas, con un estilo vivo, fogoso, de intuiciones poéticas que arrastran, con
un ritmo precipitado y con generalizaciones deslumbradoras aplica su literatura
artística a los temas filosóficos y religiosos más serios, con toda naturalidad:
¿cuál es el fin de la vida? Para Nietzsche no hay fin, el único fin es vivir la vida;
la religión, la filosofía, sólo sirven para hacer posible esta confianza
despreocupada, libre de las inquietudes de la razón: <<el hombre se ha ido
convirtiendo poco a poco –dice- en un animal fantástico, que tiene que llenar
una condición de existencia más que cualquier otro animal: es preciso que, de
tiempo en tiempo, el hombre crea saber por qué existe; su especie no puede
prosperar sin una confianza periódica en la vida. Sin la fe en la razón de la
vida>>.65 La misma lógica ¿qué es? <<La serie de ideas y deducciones lógicas,
63 O.c., p. 25.
64 O. c., p. 26.
65 Obras, V, El Gay Saber, libro primero, p. 52, n. 1.
7en nuestro cerebro actual, corresponde a un proceso, a una lucha de instintos
en sí muy ilógicos e injustos>>66, y nada más.
Día vendrá en que los animales critiquen seriamente la vida humana y
se sientan superiores a ella: he aquí cómo formula Nietzsche esta crítica
animal: <<temo que los animales consideren al hombre como un ser de su
especie que, con gran peligro para él, ha perdido su buen sentido animal; que
le consideren como un animal absurdo, como el animal que ríe y que llora,
como el animal nefasto>>.67 Nietzsche tiene ahora toda la razón en temer que
algún día alguien pueda pensar de él que es un <<animal absurdo>>. Porque
los brutos por lo menos se sienten satisfechos con sus instintos animales; pero
es un hecho que el hombre aspira a la verdad, a la inmortalidad, a la pureza, al
bien, a Dios; aspiraciones que son en él inevitables porque es capaz de
alcanzar su término, como la golondrina aspira a balancearse en alas del viento
porque tiene poderosas plumas. Y con todo, ¿hemos de hacer consistir nuestra
suprema Gaya Ciencia en el dolor de negar tenazmente esta aspiración, para
rebajarnos a la categoría de un <<animal absurdo>>, el que lo más alto y noble
de nuestro ser esté frustrado y sin más sentido que fomentar los instintos
inferiores? Realmente, si fuera así tendría toda razón Nietzsche en llamar al
hombre un <<animal absurdo>>. Entonces sí que se podría decir con él:
<<¿cuáles son en último análisis, las verdades del hombre? Sus errores
irrefutables>>.68 Entonces sí que podríamos considerar la filosofía como un
entusiasmo poético o una terapéutica de nuestras enfermedades sin tener
absolutamente en cuenta para nada la supremacía de la verdad.
Conviene tener en cuenta esta mentalidad de Nietzsche para no dar a
los argumentos con que combate la fe y el cristianismo una importancia
superior a la que él mismo les atribuye. <<Hoy nuestro gusto –dice- es el que
decide contra el cristianismo; no son ya los argumentos.>>69
66 O. c., libro tercero, p. 142, n. 111.
67 O. c., libro tercero, p. 178, n. 224.
68 O. c., libro tercero, p. 185, n. 265.
69 O. c., libro tercero, p. 154, n. 132.
7V. EL <<SUPERHOMBRE>>
En los años que siguieron a la composición de la Gaya Ciencia,
Nietzsche evolucionó notablemente, sobre todo en dos puntos. Ante todo en su
posición respecto de la moral, y además en su concepción sobre la eternidad;
es decir, en sus dos teorías sobre el superhombre y sobre el eterno retorno,
teorías que ya de antiguo apuntaban en sus escritos, pero que ahora
desenvolvió ampliamente en las obras siguientes.
Se comprenden las razones de esta evolución. Como hemos visto,
Nietzsche negaba todos los valores morales; pero aun al más romo se le ocurre
la pregunta: <<¿qué pasaría en la sociedad si todo el mundo obrase así?
Viviríamos en medio de una jauría de tigres>>.70 Para obviar esta dificultad
concibió el ideal del superhombre: sólo al superhombre y a los candidatos a
este supremo grado les es aconsejada la moralidad de negar toda moral, en
provecho del propio egoísmo y del propio poder; la masa del pueblo debe
seguir con la moral antigua, que Nietzsche llama despectivamente moral de
<<esclavos>>. El otro punto de su evolución fue el afianzamiento de la teoría
del <<eterno retorno>>. El hombre siente hambre de eternidad, porque está
hecho y destinado a ella, como el animal ansía vivir la voluptuosidad de los
sentidos y se sacia con ellos, porque está destinado solamente a este mundo
sensible. Nietzsche para calmar estas inquietudes que amenazaban destruir
todo su ideario concibió la idea del “eterno retorno”: nuestro ser se destruye
totalmente con la muerte, pero, ¡tranquilicémonos! Nietzsche nos asegura el
suplicio de tener que vivir en siglos futuros infinitas veces la misma vida que
ahora: <<y entonces –nos dice- volverás a encontrar cada uno de tus dolores y
de tus placeres, cada uno de tus amigos y de tus enemigos, y cada esperanza,
y cada error, y cada brizna de hierba, y cada rayo de luz, y toda la multitud de
objetos que te rodean>>.71
Con la cabeza llena de estas ideas en fermentación llegó Nietzsche a
Rapallo el 23 de noviembre de 1882, dispuesto a escribir su principal obra: Also
70 O. c., libro quinto, p. 284, n. 374. Este libro quinto de Gaya Ciencia fue añadido en 1887. Con todo, la idea que citamos en el texto no es nada discordante para el Nietzsche de 1882.
71 O. c., El Eterno Retorno, p. 11.
7sprach Zarathustra (<<Así habló Zarathustra>>). La idea le había ocurrido en
Sils-María en agosto de 1881, pero entonces no estaba bastante excitado para
atreverse a realizarla.
Le comunicaron esta excitación las dificultades y fracasos de sus
amoríos con la joven rusa Lou. Durante la composición de Así habló
Zarathustra tuvo lugar no sólo la ruptura definitiva con la muchacha que tanto le
había fascinado, sino, además, con su antiguo amigo Pablo Rée. Fue la
tragedia de dos hombres que amaban a una misma mujer. Es verdad que Lou
había rechazado el matrimonio con Nietzsche (sus monstruosos escritos la
espantaban), pero le había ofrecido su amistad. A pesar de la reiterada
negativa de Lou para unirse con él en matrimonio, Nietzsche no perdía
esperanza: aceptaba la amistad que Lou seguía ofreciéndole. De pronto se dio
cuenta del juego: Isabel, su hermana, le contó aventuras que aun no conocía
desde su separación de Lou. Lou y Pablo Rée se habían ido a vivir juntos en
Berlín (fraternalmente, como decían), abandonándolo como medio loco. La ira
de Nietzsche llegó al paroxismo: ya había roto con Lou en amarguísima carta; y
se conserva aún el borrador de otra dirigida a Rée, en la que le amenaza que
<<tendría un gran placer en darle a usted una lección de moral práctica con un
par de pistolas>>.72
Su alma estaba llena de asco, de despecho, de desesperación. ¿Se
maravillará el lector de Así habló Zarathustra que hable tan cruelmente de las
mujeres, de su bilioso desdén contra todos los valores? En una carta dirigida a
Malwida von Meysenbug confiesa que la primera parte de su Zarathustra <<es
un pórtico de mi filosofía, construido por mí, para darme valor a mí mismo>>.73
¡Bien lo necesitaba! Precisamente entonces, un mes después de llegar a
Rapallo, escribiendo a Hans von Bülow le revela que <<he vivido largos años
cerca de la muerte y, lo que es peor, del sufrimiento. Mi naturaleza se ha hecho
a dejarse atormentar de continuo, a consumirse a fuego lento y ni siquiera he
72 Cita esta carta HALÉVY, p. 311.
73 Epistolario, Niza, febrero 1884, p. 186.
7sabido poseer la prudente sabiduría de que ello me hiciera perder la razón. No
le diré nada de los peligroso de mis pasiones>>.74
No es preciso que nos lo diga: bastante sabemos que le enloquecieron
definitivamente en 1889 después de una vida de tortura. Entonces aún tenía
esperanzas de que antinatural forcejeo filosófico contra toda la naturaleza
superior le devolvería la síntesis mental perdida; pero pronto cayó de nuevo
sobre él la enfermedad como un plomo.
Con todo, en medio de esta situación amaneció de pronto el cielo
despejado. Diez días de euforia; y en este período (como había sucedido en
otros casos) dio la redacción definitiva a una buena parte de su Zarathustra:
<<ha sido un inesperado suceso repentino –dice en carta a Hillebrand-, obra de
diez claros días de este el más melancólico de todos los inviernos>>75; y un
mes más tarde le repite a Keller la misma afirmación: <<salí del verdadero
abismo de sensaciones en que me había arrojado el invierno pasado, el más
peligroso de mi vida, y durante diez días viví como bajo el más claro cielo>>.76
No duró mucho tiempo.
Lo que más le alivió en su mortal desesperación fue la noticia de que
Wagner acababa de morir en Venecia el 13 de aquel mes de febrero de 1883.
Impaciente por comunicar este fúnebre consuelo, escribe seis días más tarde a
Peter Gast: <<He estado algunos días muy enfermo, llegando a inspirar ciertos
temores a los que me hospedan. Ya voy mejorando y creo que la muerte de
Wagner ha sido el alivio más esencial que podía haberme sido concedido.>>77
¡Wagner le había fascinado en otro tiempo, y después le echó al
muladar, sin consuelo, arrebatándole el sentido de su vida, llevándose toda la
gloria y popularidad, y además –digámoslo muy bajito- a Cósima Listz, a quien
Nietzsche amaba, como se vió entre otras cosas por la carta que le escribió así
que se volvió loco: <<Ariadna, te amo>>.
74 O. c., Sta. Margherita (Génova) diciembre 1882, página 171.
75 O. c., Roma, 24 de mayo de 1883, p. 176.
76 O. c., Roma, Junio de 1883, p. 180. Lo mismo escribe a Peter Gast desde Rapallo (19 febrero 1883), p. 174.
77 O. c., a Peter Gast, Rapallo, 19 de febrero de 1883, página 174.
7Precisamente uno de los intentos de Nietzsche al escribir Zarathustra,
fue hacer una obra artística que arrebatara a Wagner los laureles, para
ceñírselos sobre su frente. Por esta razón el estilo de esta obra es tan diverso
de los incongruentes aforismos que forman las precedentes. Esta obra es una
verdadera poesía filosófica: <<Mi estilo es una danza, un juego de simetrías de
todas clases y un saltar y burlar estas mismas simetrías. Llega hasta la
elección de vocales>>78, escribe a Rohde en febrero de 1884.
El mismo nombre de Zarathustra es poético: es una versión del nombre
Zoroastro, sabio persa. Nietzsche presenta a modo de novela alegórica a
Zarathustra, filósofo y poeta, que vive solitario en una caverna de la cumbre de
los montes. Todo el mundo sabe que al pintar a Zarathustra se pinta a sí
mismo: solitario, trashumante, incomprendido, despreciado, burlado,
atormentado, escéptico, burlón, impío, blasfemo, pero que se agarraba
frenéticamente a la vida, y ya que no podía confiar en ella espontáneamente,
por lo menos cantaba, soñaba la gloria de no dejarse caer en la negra
desesperación del pesimismo filosófico con la confianza de servir de anillo a la
aparición de un futuro superhombre.
Zarathustra baja de su caverna a la ciudad y explica a la gente su
<<sabiduría>>. Pero se ríen de él como de un loco; entonces se retira; vuelve,
y sólo encuentra por compañeros a un titiritero y a un cadáver. Desazonado, se
vuelve a su caverna acompañado de dos animales, una serpiente y un águila,
que hablan con él. Allí explica su sabiduría hablando con sus animales, con su
propia sombra y con seres fantásticos. Por fin encuentra, vagando por el
monte, a varios <<hombres grandes>> desengañados de la vida como él, les
persuade su sabiduría y los envía a su caverna donde oirán sus lecciones. En
ella les predica la doctrina del superhombre: subordinar toda la vida a este fin
supremo, la procreación del superhombre. Le comprenden, Zarathustra ve que
ha llegado por fin su hora, y se aleja. Así termina la obra, o mejor dicho, así la
interrumpió definitivamente el trágico desenlace de enero de 1889, cuando
ideas fijas del superhombre y del eterno retorno habían restringido de tal modo
su campo de conciencia que su mente se anubló hasta 1900, librándole en los
últimos años de su vida, de sus torturas precedentes.
78 O. c., a Erwin Rohde, Niza, 22 de febrerp de 1884, página 188.
7
VI. CONTENIDO IDEOLÓGICO DE LA OBRA DE NIETZSCHE
El contenido ideológico de esta obra propiamente no debería llamarse
filosófico, sino poético, porque no es obra de investigación sino explosión
afectiva de un temperamento. En ella no se busca la verdad. ¿Cómo podría
buscarla el que declara que la verdad es simplemente una actividad vital como
el error o como el impulso de venganza, y que por tanto sólo la toma en cuanto
ve en ella un medio de poderío y de vida?
Algunos se han engañado interpretando la obra de Nietzsche como
interpretarían una investigación filosófica que nos informase de lo que es el
mundo. Nada de eso. En ella no se investiga lo que el mundo es, sino que
dando por supuesto que no se puede saber, se prescribe una actitud práctica
nacida solamente del querer de un hombre que ha buscado este modo de
consolar su triste existencia y de consolar a los que encontrándose como él,
apetezcan un ennoblecimiento.
Eduardo Ovejero, traductor de las obras de Nietzsche, en su prólogo al
tomo quinto escribe a propósito de la teoría nietzscheana del <<eterno
retorno>> las siguientes palabras: <<aconsejamos al lector que juzgue esta
teoría con el mismo criterio que el autor recomienda y usa en su crítica de las
doctrinas de los filósofos en general. Poco importa que una doctrina sea
verdadera o falsa. Lo que nos interesa ver en ella es un rasgo de expresión
personal, una actitud frente a la vida>>.79
Este es, pues, el rasgo dominante de la obra de Nietzsche: su filosofía
es sólo una actitud voluntaria frente al problema de la vida. Aun cuando
Nietzsche quiso probar algo científicamente (por ejemplo esta misma teoría del
<<eterno retorno>>) o cuando echó sobre el cristianismo toda clase de
blasfemias e inexactitudes históricas, o cuando hizo mofa de los historiadores
que se contentaban con buscar la verdad, en todo esto, si se da apariencia
científica, si se apuntan razones o argumentos es sencillamente porque las
razones ejercen un gran poder sobre la vida, pero de ningún modo por buscar
79 Obras, V, Introducción, p. XI-XII. El original no está subrayado.
7la sujeción a la verdad. La obra es un poema, y aun mejor una ópera sobre
tema filosófico.
Establecido este fundamento, lo que más llama la atención en la obra de
Nietzsche es, en primer lugar, su aspecto negativo. Antes ponía el arte como
fin supremo de la vida, en cuanto que hace saborear la tragedia pesimista del
vivir. Después cuando el ídolo del arte cayó de su pedestal, quedó relegado,
como lo demás, a la categoría de una simple función vital, y entonces para vivir
más dignamente la desesperante vida sin Dios y sin sentido, optó por negar
todos los valores establecidos en conexión con Dios, como son los valores
morales e intelectuales, para divinizar la fruición plena de la vida de poderío,
saboreada con toda la brutalidad, con todo el apego de quien sabe que es su
único bien, y, por supuesto, limitada al orden de los sentidos. La moral que
pone trabas a esta vida debe ser destruída; la religión, la idea de Dios, la de
inmortalidad, el cristianismo, la verdad, la aspiración a un <<más allá>>, todo
debe ser odiado a par de muerte.
Sólo que esta doctrina monstruosa no puede aplicarse a todos los
hombres porque transformaría a la sociedad en una jauría de tigres; por esto
señala dos clases de hombres, la plebe, que sigue sujeta a la moral antigua
que él llama de esclavos: en esta moral sólo se ve el aspecto negativo, como si
la modestia, el vencimiento, la humildad, no fuesen la negación de un valor vital
inferior para afirmar heroicamente otro valor superior que dignifica al hombre
ante sí mismo y ante Dios. En oposición a esta moral hay la moral del
superhombre, que pone como fin último y supremo de todo el mundo su propio
egoísmo inmediato: aplasta sin compasión a los débiles, niega toda vida del
<<más allá>>, sólo evita el vicio y sólo se domina, sólo dice a veces la verdad,
y sólo usa de la razón, en la medida en que todo esto será un medio apto para
realizar y aumentar su voluntad de dominio.
Llamar a este ideal superhombre es inexacto; el único vocablo que a su
ideal le cuadra es el de superbestia.
Pues bien, todo se sacrifica a esto: las guerras son necesarias y son un
bien aunque aplasten a millares de débiles, porque ayudan al progreso
material; hay que aplastar a los lisiados, seleccionar las razas, prostituir el
7matrimonio; para las pobres víctimas queda flotando la esperanza que toda su
vida sacrificada está ennoblecida y es digna de ser vivida porque está
orientada al advenimiento de un futuro <<superhombre>>.
Este morirá también, pero el universo irá repitiendo eternamente los
mismos ciclos evolutivos. Viviremos nuestro suplicio eternamente: ésta es la
última palabra de la sabiduría de Nietzsche.
Nietzsche creía que esta idea del <<eterno retorno>> era su gran arma
para luchar contra la religión, porque imaginaba cándidamente que con
figurarse el mundo como eterno en su principio y en su fin, ya se responde a la
inquietante pregunta de nuestra razón sobre su Autor y sobre su destino: si
queréis <<prescindir del más allá, temo que no tengáis otro remedio que
decidiros a mi más allá>>80, dice. Es realmente una solución muy pobre la de
imaginarse que el hombre que aspira vehementemente a la eternidad de su
existencia (porque su naturaleza es capaz de ella y porque a ella está
destinado), pueda contentarse con la esperanza de una eternidad de muertes.
Y con todo, Nietzsche abraza esta doctrina tan pertinazmente que todo induce
a pensar que nació de su perturbación.
El mismo modo como concibió esta teoría revela su estado anímico.
Vagaba Nietzsche por el monte cuando vio de repente el <<eterno retorno>>
como una culebra encima de una roca; la mira, la culebra le hipnotiza a él tan
largo rato que no puede separar de ella sus ojos; y luego empieza a correr por
el monte llorando y cantando, obsesionado por el hallazgo.
¿Fue intervención diabólica? ¿Fue perturbación mental? Overbeck, el
gran amigo de Nietzsche, cuenta que al hacerle Nietzsche esta manifestación,
opinó que estaba perturbado aún, por el modo de referirla. Lo mismo opinó Lou
al verle hablar con voz baja, sobresaltado de espanto y en secreto, como quien
dice un gran misterio. Entre sus papeles inéditos se encontró esta frase: <<el
momento en que yo he concebido el Eterno Retorno es inmortal, y a causa de
dicho momento, yo soporto el Eterno Retorno>>.81
80 Obras, XII, Filosofía General (aforismos inéditos), página 247.
81 Obras, VI, Así habló Zarathustra, p. 317, n.62.
7¡Pobre hombre! ¡Con tan míseras armas pensaba destruir el
Cristianismo! El 26 de agosto de 1883, cuando ya había terminado la primera
parte de Zarathustra, escribe a su amigo Peter Gast: <<O Cristo, o Zarathustra;
o lo que es lo mismo: se trata del viejo y tan anunciado anticristo. Esto es lo
que en mi libro ven los lectores. Los defensores de nuestra doctrina del
Salvador del mundo se aprestan gozosamente (ceñíos la espada del Espíritu
Santo) contra Zarathustra. La batalla comienza y su final es: si lográis vencer a
Zarathustra él será de los vuestros, y os será fiel, pues en él no hay falsía.
Vence él, entonces es que habréis perdido vuestra fe. Tal pena es la que
tendréis que pagar al vencedor. Aquí, mi querido amigo, y aunque a usted le
parezca risible, oí por vez primera lo que ya hace mucho tiempo sabía yo en mi
interior: soy uno de los más terribles enemigos del Cristianismo, y he
encontrado un modo de atacar del que ni Voltaire tuvo la menor idea.>>82
Cinco años más tarde, el 20 de noviembre de 1888, escribe desde Turín
a Jorge Brandés de Dinamarca: <<el libro, que se llama Ecce homo constituye
un atentado sin consideración alguna contra el Crucificado y termina con una
espantosa tormenta de truenos y rayos contra todo lo cristiano, o infectado de
cristianismo>>.83 Y añade: <<le juro a usted que dentro de dos años tendremos
a toda la tierra en convulsiones>>.84
El hecho es que dos años después no había pasado nada de nuevo al
Cristianismo; pero sí que dos meses después de escribir esta carta la boca
blasfema de Nietzsche había callado para siempre.
VII. LA AMARGA AGONÍA DEL BLASFEMO
Pero mientras blasfemaba con vehemencia y audacia como quien está
pletórico de convicción, su alma sufría por dentro la amarga tragedia del
blasfemo. La señora Ida Overbeck, esposa del más íntimo amigo de Nietzsche,
nos cuenta en sus Recuerdos una confidencia de éste, con las siguientes
82 Epistolario, Sils-María, p. 181.
83 O. c., Turín, p. 234.
84 O. c., p. 234.
7palabras: <<Me aventuré a decir que el pensamiento de Dios tenía demasiado
poca sustancia para mí. El repuso conmovido: Eso lo dice usted por pincharme.
No abandone usted jamás ese pensamiento. Usted lo tiene seguramente sin
darse cuenta; porque, tal cual usted es, y tal cual la conocí yo siempre, y ahora
también, un gran pensamiento domina toda su vida. Este pensamiento es el
pensamiento de Dios. Tragaba penosamente saliva. Sus rasgos se habían
alterado para tomar luego tranquilidad de piedra. Yo le he abandonado, quiero
crear otra cosa nueva; ni quiero, ni puedo volver atrás. Acabaré por sucumbir a
mis pasiones; ellas me arrojan de un lado a otro y voy constantemente
dejándome caer. Son sus propias palabras, en otoño de 1882>>85, es decir,
precisamente cuando estaba planeando la composición de Así habló
Zarathustra.
Se ve que Nietzsche tenía más fácilmente confidencias con las mujeres,
porque el mismo año de 1882, pocos meses antes, paseaba Nietzsche con
Lou, la muchacha rusa, por los alrededores de Triebschen, la antigua
residencia de Wagner donde Nietzsche había pasado las horas más dulces de
su vida. Se sentaron a la orilla del lago, y Nietzsche con el rostro demudado
rompió a llorar mientras recordaba (nos dice Lou) <<su infancia, la casa
pastoral, la misteriosa grandeza del padre, tan rápidamente arrebatado; los
años piadosos, las primeras dudas y el horror de un mundo sin Dios en el que
es preciso resolverse a vivir; el descubrimiento de Schopenhauer y de Wagner,
el culto que les había dedicado y que le consolara de la pérdida de su fe. -Sí-
dijo (la señorita Salomé cita estas palabras)-, así es cómo han comenzado mis
aventuras, que aún no han terminado. ¿Adónde me conducirán? ¿En qué me
aventuraré todavía? ¿Acabaré por volver a la fé; o bien llegaré a una nueva
creencia?>>.86
En los últimos años de vida de Nietzsche se encuentran estas
confidencias en los momentos en que Nietzsche se abría esperanzado a la
vida. Pero en cuanto la enfermedad le atenazaba volvía de nuevo a escribir
amargamente, como lo contaba a su amigo Gersdorff: <<Me obsesiona con …
fuerza en ocasiones, y sobre todo cuando estoy enfermo, la convicción de la
85 BERNOULLI, I, 250. Cita tomada de PÉREZ, Q., obra citada, p. 310.
86 HALÉVY cita esta confidencia (p. 281).
7falta de valor de la vida y de la mentira de todos los fines.>>87 Entonces teoriza
un consuelo de su desconsuelo, negando el valor de todo lo que le falta y
afirmando que aun así se puede ser feliz con la esperanza de una superación.
En este estado patológico hace y deshace proyectos, como escribe a Malwida
von Meysenbug, para <<dar conexión a mi vida nuevamente. Tal es siempre mi
ocupación favorita cuando a ella puedo dedicarme y ella constituye un
verdadero barómetro de mi salud>>.88 Así pasa unos días de alivio echando
rayos y centellas contra toda la naturaleza, con lo que tiene la sensación de un
alivio momentáneo; pero al poco tiempo <<desgraciadamente, hay que añadir a
ello mi crónico tormento que se apodera de mí dos días enteros cada quince.
Esperemos que acabe alguna vez>>.89
Estos rasgos biográficos, como muchísimos otros que podrían aducirse,
porque abundan en toda la vida de Nietzsche, han de servirnos para tener
compasión de los desatinos y blasfemias del hombre desventurado. Molestaría
seguramente una enumeración de todos ellos; pero todo el mundo sabe que en
su principal obra Así habló Zarathustra abundan las frases en que repite
machaconamente (sin dar ninguna prueba, por supuesto) que <<Dios ha
muerto>>90, que <<Zarathustra es impío>>91, <<yo soy Zarathustra el
impío>>92, que hay que romper todas las tablas de valores morales para ser
<<despreocupados, burlones, violentos>>93, más aún, <<un hereje, y un brujo,
y un adivino, y un loco, y un descreído, y un impío, y un malvado>>94, sin tener
<<voluntad de verdad>>, sino en su lugar <<¡voluntad de poder hasta cuando
87 Epistolario, Basilea, 13 de diciembre de 1875, página130.
88 O. c., Steinbad, Selva Negra, 11 agosto 1875, p. 128.
89 O. c., a Gersdorff, Basilea, 13 diciembre 1875, p. 131.
90 Obras, VI, p. 3, n. 2; p. 4; p. 87; p. 163; p. 234; <<Es mejor ser un poco loco>> que admitir a Dios (página 237); así le sucedió a él, como había elegido. Dios <<ha muerto definitivamente>> (p. 237); p. 261, n.2; página 272, n.2.
91 O. c., p. 152.
92 O. c., p. 235.
93 O. c., p. 52.
94 O. c., p. 52.
7habláis del Bien y del Mal, y de la evaluación de valores!>>95, con
<<voluptuosidad, sed de dominio, egoísmo>>96 que hasta ahora fueron
maldecidos, pero a los que Nietzsche entona tres himnos97 con exclusión
radical de las leyes <<¡no robarás!, ¡no matarás!>>.98
Especialmente nos interesa aludir a aquella escena de Zarathustra que
es una verdadera vergüenza para la humanidad. Quiere ridiculizar en ella a un
grupo de hombres grandes que se ponen a adorar a Dios, y describe que se
postran ante un asno al cual ofrecen incienso y al que dirigen una letanía en la
que el asno va contestando a las invocaciones con rebuznos <<I-A>>. Es de
pésimo gusto, impropia de un hombre que pretende hacer una obra estética,
aun prescindiendo del aspecto filosófico (no da ninguna prueba que justifique
sus blasfemias) y del aspecto religioso (por lo menos hay que tener respeto a la
dignidad de los lectores). Si Nietzsche tiene razones para combatir la fe en
Dios, que las hubiese expuesto a discusión leal y serena; pero mezclar en una
obra que pasa por filosófica estas escenas blasfemas y degradantes, esto sólo
puede hacerlo un pobre loco o un degenerado. ¿Olvidó Nietzsche la sublime
oración y el divino amor a Dios de Francisco de Asís, de Catalina de Siena, de
Teresa de Jesús, de María Magdalena de Pazzis, de Francisco Javier, y de una
pléyade innumerable de santos, ennoblecidos, saturados hasta el colmo de
felicidad, y también (si se permite una expresión inexacta) divinizados, por su
amor a Dios y su adoración?
VIII. RESUMAMOS
Resumamos: 1º. El punto de partida inicial de Nietzsche está en no
pretender buscar la verdad para someter a ella la vida, sino en degradar la
verdad al simple papel de un estimulante vital. ¿Razones? Ninguna; meras
95 O. c., p. 97.
96 O. c., p. 168.
97 O. c., p. 169-170.
98 O. c., p. 182, n. 10. El superhombre arrebata <<el mejor alimento, el cielo más claro, los pensamientos más fuertes, las mujeres más bellas>>n (p. 260) ¡suprema sabiduría de la vida y fin último de todo el universo!
7suposiciones. A lo más, apunta la idea de que aun cuando ponemos la verdad
como norma superior, de hecho con ella satisfacemos y buscamos satisfacer
una forma plena de vivir; lo cual es exacto (sin que se deduzca de ahí que la
verdad dependa de nuestro capricho, es decir, no está en nuestra mano fijar a
la naturaleza humana cuál es su forma perfecta de vivir). Nuestra verdad nos
da vida; la mentira de Nietzsche es muerte. Lo que Nietzsche olvida con
frecuencia es que las intervenciones volitivas, que influyen indudablemente
muchos en la ideología (como lo admiten la filosofía y teología católicas, y por
esto se explica la responsabilidad del incrédulo), con todo estas intervenciones
volitivas no llegan nunca hasta tal límite que de ellas dependa el valor objetivo
de la verdad, sino únicamente dentro de ciertos límites que se dé o no se dé en
nosotros (por tanto subjetivamente) una afirmación.
Si Nietzsche nos dice que rechaza la supremacía de la verdad
simplemente porque ha escogido esta actitud, entonces le diremos que nuestra
actitud no nos permite degradarnos como él, y nos reiremos de su locura. De
hecho, como nota acertadamente Klimke, los excesos de Nietzsche son la más
radical refutación del positivismo y del agnosticismo, que desarrollados
lógicamente deberían llevar a esos extremos.
2º. Nietzsche toma, pues, la <<actitud>> (sólo por arranques emotivos)
de colocar la vida como fin último. Pero aun así es necesario notar que comete
una mutilación degradante al cortar la vida superior del hombre para enaltecer
la inferior. ¿No quiere vivir? ¿No quiere vivir plenamente? Pues en lo más
íntimo de la vida humana está el anhelo hacia Dios, hacia la inmortalidad, el
afán de someterse a un orden moral y de librarse del pecado, como bien
atestigua la Historia de las Religiones y nuestra propia experiencia. Esta vida
superior que es lo que más ennoblece al hombre respecto del bruto,
ciertamente coarta y niega los excesos de la vida bestial; pero precisamente
por esto ennoblece plenamente la vida humana, la cual es efectivamente un
tránsito a una superación ulterior, tiende a un perfeccionamiento, cuyo término
no será un quimérico cambio de especie, sino la felicidad por la posesión de
Dios, Bien supremo.
73º. Imaginar un superhombre como lo define Nietzsche, no es
ennoblecer la raza sino degradar la vida y envilecerla. Sacrificar la existencia
de millones y millones de seres humanos a la única esperanza de engendrar en
siglos futuros este monstruo, es el mito más cruel que ha producido la filosofía
contemporánea, aunque término lógico de las filosofías postkantianas con su
antinatural fuga de la verdad objetiva.
Con frecuencia apela Nietzsche para atacar nuestra moral, nuestra
religión, nuestra ansia de verdad, al argumento de que aun cuando negamos
aspectos de la vida, buscamos por el sacrificio, la misma vida. Se ve que nos
imaginaba discípulos del estoico <<imperativo categórico>> kantiano. No. Para
nosotros el sacrificio, la negación, la sujeción al orden son ciertamente una
negación de la vida sensual, pero para vivir más dignamente, más noblemente
la vida de hombre, y con la esperanza ineludible de un <<más allá>> pletórico
de promesas por la posesión de Dios.
4º. Con frecuencia Nietzsche apela también al amor propio de los
lectores: <<no sé si seréis bastante grandes para negar los prejuicios>>, <<no
sé si tendréis suficiente heroísmo para admitir el Eterno Retorno>>, <<quizá no
sois lo bastante fuertes ni afanosos de engrandecimiento para negar la
moral>>. Con estas razones que llenan las obras de Nietzsche podrá a lo más
perturbar a un bachiller imberbe o a una muchacha que tenga la cabeza llena
de novelas y que no conozca a fondo la verdadera Fe y la verdad filosófica
sobre el destino de la vida. Pero al hombre maduro estos cuentos de grandeza
le harían reír, y nada más, si no le hiciese llorar la tragedia de tantas almas
atormentadas como la de Nietzsche.
IX. EL OCASO
Andler observa en el volumen tercer de su obra sobre Nietzsche99 que el
sufrimiento más grande que éste tuvo, fue al darse cuenta de que Jesús nos ha
propuesto un ideal y sistema de valores, y esto con un poder que el filósofo
alemán no poseía. Esta angustia ayuda a comprender que una de las obras
99 ANDLER, Nietzsche, sa vie et sa pensé. Le pessimisme esthétique de Nietzsche. Sa philosophie à l´époque Wagnérienne, París, 1921 (vol. 3), Conclusión, p. 378-379.
7que escribió pocos meses antes de la catástrofe final, fuera El Anticristo, en la
que dice todo lo que le queda por decir contra lo que fue siempre su gran
obsesión.
En los primeros días de enero de 1889 vivía Nietzsche en Turín. Según
una tradición100, así que perdió la razón definitivamente empezó a tocar en el
piano música wagneriana, y decía a los que le rodeaban: <<yo he conocido a
este hombre>>. No es sorprendente que en los primeros momentos de
inconsciencia se manifestase esta preocupación de toda su vida, como se
manifestó también su antiguo amor a Cósima Wagner en una carta que le
dirigió.
Además empezó a escribir cartas inconexas a sus amigos en las que se
firmaba <<El Crucificado>> -¡oh sarcasmo del destino!-. Esta había sido
efectivamente la mayor obsesión de toda su vida y la tortura final al ver su
fracaso definitivo. No había para menos.
Nietzsche proponía a los hombres que renunciasen a su ansia por la
verdad; Jesús nos asegura que si somos humildes la encontraremos. Aquél
entroniza los instintos bestiales y aniquila los anhelos superiores; Jesús somete
lo inferior del hombre al orden de lo superior para perfeccionarlo y
ennoblecerlo. Nietzsche, ante un enfermo desgraciado y débil, lo aplastaría
como a un gusano indigno de vivir; Jesús se inclina compasivamente sobre él,
lo besa y le da un rayo de consuelo y de esperanza en la eternidad. Aquél nos
sujeta al suplicio del <<eterno retorno>> en el mismo plano; Jesús nos promete
la felicidad de una superación definitiva, sin retorno. Aquél nos propone como
supremo consuelo llegar al <<superhombre>>; Jesús nos asegura llegar a la
participación del mismo Dios, que es más, es cierta divinización.
¿No es acaso la tragedia de Nietzsche un símbolo de la tragedia que
padecen muchos filósofos modernos?
Cuanto más los pensadores niegan la trascendencia de Dios, tanto más
aumenta con el desengaño su sed abrasadora de eternidad. Basta hojear las
páginas de la filosofía contemporánea.
100 HALÉVY, p. 425.
7
Weh spricht: Vergeh!
Doch alle Lust will Ewigkeit!-
Will tiefe, tiefe Ewigkeit!.101
(El dolor dice: ¡Pasa!
Pero toda alegría quiere eternidad.
Quiere profunda, ¡profunda eternidad!)
Así escribía Nietzsche pocas páginas antes de poner fin a su obra, con
sed, sed insaciable de eternidad. Detrás de él, ¡cuántos hombres han sentido
como él esta sed profunda de lo eterno!
Algún día comprenderán el sentido de aquellas palabras de Jesús, el
Divino Maestro:
Si quis sitit, veniat ad me et bibat (Iohan. VII, 37).
(El que tenga sed, que venga a mí y que beba.)
101 NIETZSCHE, F., Also sprach Zarathustra. Ein Buch tür alle und keinen. A. Kröner, Leipzig, 1930, Vierter Teil, Das Trunkne Lied, p. 359.
7
ORTEGA Y GASSET Y SU PERSPECTIVA
DE LA HISTORIA Y DE LA VIDA