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Uruguay Cortazzo
IDENTIDAD Y NEGACIN El discurso crtico de Alberto Zum Felde
Dissertao apresentada ao Programa de Pos- Graduao em Letras da universidade Catlica de Pelotas, como requisito parcial obteno de ttulo de Mestre em Letras. rea de concentrao: Lingstica Aplicada.
Orientadora: Prof. Dr. Aracy Ernst-Pereira
Pelotas 2006
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AGRADECIMIENTOS
A la Prof. Carmen Matzenauer , por la sana locura
con que conduce el programa de posgraduacin.
A la Prof. Aracy Ernst-Pereira, por promover con
sagacidad mis revueltas filosficas.
A los que me rodean, por la amorosa distancia y
silencio que guardaron.
A los pjaros de la calle Senador Mendona y a las
plantas de mi patio, por recordarme la maravillosa
intrascendencia de la vida.
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RESUMO
O presente trabalho prope-se a refletir sobre a crtica literria de um ponto de vista discursivo. A partir dos textos do crtico uruguaio Alberto Zum Felde tenta-se evidenciar como a produo de sentidos e valores, atribudo s obras literrias provm da inscrio numa formao discursiva que regula os enunciados sobre a identidade latino-americana. A posio do sujeito dentro dessa formao discursiva est definida pela negao de que essa identidade exista no momento presente. Considerando o enunciado no ser an como a formulao de referncia, estuda-se o conflito entre as formaes discursivas opostas: a colonialista, que impede a emergncia da identidade, e a indgena, por no se adaptar s exigncias da modernidade. Finalmente estuda-se o funcionamento da negao da identidade no discurso crtico sobre a literatura uruguaia. O resultado paradoxal que aparece que essa literatura no existe ainda, confirmando-se a operatividade do enunciado de referncia.
Palavras-chave: discurso, identidade latino-americana, negao, crtica literria.
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RESUMEN
El presente trabajo se propone reflexionar sobre la crtica literaria desde un punto de vista discursivo. A partir de los textos del crtico uruguayo Alberto Zum Felde, se intenta evidenciar como la produccin de sentidos y valores que se atribuyen a las obras literarias, provienen de la inscripcin en una formacin discursiva que regula los enunciados sobre la identidad latinoamericana. La posicin de sujeto dentro de esa formacin discursiva est definida por la negacin de que esa identidad exista en el momento presente. Considerando el enunciado no ser an como la formulacin de referencia, se estudia el conflicto con las formaciones discursivas opuestas: la colonialista, que impide la emergencia de la identidad, y la indgena, por no adecuarse a las exigencias de la modernidad. Finalmente se estudia el funcionamiento de la negacin de la identidad en el discurso crtico sobre la literatura uruguaya. El resultado paradojal que aparece es que esa literatura no existe an, confirmndose la operatividad del enunciado de referencia.
Palabras claves: discurso, identidad latinoamericana, negacin, crtica literaria.
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SUMRIO
INTRODUCCIN....................................................................................06 1. REFERENCIAL TERICO..................................................................11
1.1 EL DISCURSO...................................................................................11 1.1.1 En el principio era la mquina..........................................................12
1.1.2...pero la mquina no era perfecta......................................................22
1.1.3 ...y entonces surgi la red..................................................................24 1.2 LA IDENTIDAD..............................................................................................31
1.3 LA NEGACIN..................................................................................36 1.3.1 La perspectiva de la teora gramatical..............................................36 1.3.2 La negacin en la teora de la enunciacin......................................43
1.3.3 La negacin ms all de la enunciacin...........................................46 1.3.3.1Un residuo terico?......................................................................52 2. METODOLOGIA................................................................................54 2.1 La crtica literaria como campo discursivo.........................................58 3. ANLISIS DEL CORPUS..................................................................61 3.1 La FD identitaria.................................................................................64 3.2 Las regiones de la FD..........................................................................68 3.3 La negacin del otro............................................................................75 3.4 Por una epistemologa de la liberacin................................................85 3.5 La negacin en el discurso crtico.......................................................92 3.6 La negacin de la literatura uruguaya................................................101 4. ALGUNAS CONSIDERACIONES FINALES.................................122
REFERNCIAS BIBILIOGRFICAS...................................................126
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INTRODUCCIN
Mi relacin con Zum Felde comenz bien temprano, en mis pocas de estudiante de
literatura. Su Proceso Intelectual del Uruguay era inevitable cuando se trataba de las letras
uruguayas. Al mismo tiempo, los profesores nos advertan que tomsemos cuidado con sus
valoraciones, pues eran muy controversiales. Su lectura era imprescindible, pero peligrosa
para los recin iniciados. Esto le otorgaba un aire extrao, donde la autoridad se mezclaba con
la desconfianza. Indudablemente su texto era central, lugar obligatorio por el que haba que
pasar, pero, al mismo tiempo, tambin se senta una cierta marginalidad. Al contrario de las
otras referencias, donde leamos seguros la verdad sobre la literatura, los textos zumfeldianos
tenan un algo de indisciplina, de desacato que generaba una cierta incomodidad acadmica.
Fue ya, bajo la dictadura militar, que, por encargo de una editorial, escrib mi primer
trabajo sobre Zum Felde. Adems de todas sus grandes obras, tuve que recorrer diez aos de
crtica enterrada en peridicos y que haba sido completamente olvidada. Comenc, entonces,
a darme cuenta dnde estaba su indisciplina: para l, la crtica no era un comentario de libros
solamente. Era, como diramos hoy, una prctica social que apareca comprometida con la
poltica vanguardista que llevaba a cabo, en ese entonces, Jos Batlle y Ordez. Y este
aspecto no era ocultado por el crtico, sino que lo consideraba parte esencial de la propia
actividad cultural. Distancindose deliberadamente de la crtica acadmica, procur, desde
una plataforma meditica, poner al alcance de clases sociales menos favorecidas, los
problemas literarios y estticos, mostrando los vnculos polticos con la sociedad que se
estaba construyendo en aquel momento.
Leer esos textos, en plena dictadura militar, era, para m, recuperar una doble
memoria: la de una actividad fundadora de una manera de entender la crtica en Uruguay y la
de un compromiso democrtico que, ahora, estaba quebrado. Como resultado de este
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encuentro, publiqu en 1981 Zum Felde, crtico militante. Fue un modo indirecto de afirmar
aquel compromiso y de religarme a una tradicin que no poda ser olvidada.
Ya en el exilio, en un helado pas nrdico, donde Uruguay no era ninguna referencia
geogrfica segura, la figura de Zum Felde volvi de nuevo a imponrseme, pero ahora con
otra faz: su apasionada defensa de la identidad latinoamericana, en lucha con las poderosas
potencias culturales metropolitanas. Yo estaba en ese lugar de poder, mirando hacia un pas
que casi no exista y que, a medida que pasaba el tiempo, se volva cada vez ms lejano e
irreal.
Mi tesis de doctorado, La Hemenutica de Alberto Zum Felde, fue dedicada a entender
ese vnculo entre la crtica y la identidad. Fue un modo, tambin, de mantener la ma.
Pero lo curioso de esta historia fue que el propio exilio comenz a revelarme otras
identidades ocultas de Amrica Latina. Aquellas que no se vean desde Uruguay. El discurso
indgena, con el que tom contacto, al mismo tiempo que terminaba mi tesis, me revel un
poder que hasta el momento no haba percibido: el de los blancos criollos. Dentro de l estaba
yo y desde all haba pensado siempre. La idea fue creciendo incmodamente y culmin en
otra publicacin: Indios y Latinos. Ideologas, utopas, literaturas, publicado en 2001.
A partir de esta nueva perspectiva, Zum Felde volvi a mostrar otra cara. Si por un
lado haba denunciado el neocolonialismo intelectual que se padeca en Amrica Latina,
tambin l colaboraba a construir otro hacia el interior del continente. Su preocupacin
fundamental por el no ser an del americano, ignoraba el ser de los que siempre haban
sido: los indgenas.
Es en este punto preciso de la reflexin que interviene mi encuentro fortuito con el
anlisis del discurso francs. Su concepcin del sujeto, como resultado de afiliaciones a
determinadas formaciones discursivas que se vinculan a saberes, a su vez, articulados a
intereses sociales y su insistencia en la contradiccin que se alberga en esas mismas
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formaciones discursivas, me parecieron instrumentos idneos para construir significaciones
que no haba percibido antes. En efecto, mis estudios anteriores partan del presupuesto mayor
de la homogeneidad textual, vinculada a la idea de autor como centro unificado que ejerce el
control absoluto de su texto. El AD me permita, ahora, observar la heterogeneidad en la que
un texto puede dispersarse. Si en una primera instancia me interes destacar el carcter
liberador de la obra de Zum Felde, en un segundo abordaje poda ver cmo esa liberacin
poda convivir con aspectos polticamente opresores. Es uno de los resultados a los que creo
haber llegado aqu.
Por otra parte, el AD tambin me posibilitaba entender la crtica literaria como
discurso, es decir, vinculada a todo un tejido sociohistrico. Y ms an, dejaba ver cmo el
contexto latinoamericano hace que el discurso crtico surja antes de que se consolide una
literatura que pudiera llamarse propiamente latinoamericana. Este rasgo habilita, tambin una
reflexin sobre un aspecto poco destacado del discurso crtico: la posibilidad de producir y
provocar una literatura an inexistente.
En lo que concierne especficamente a Zum Felde, partiendo de la materialidad
lingstica de la negacin, intent probar como la produccin de sentidos y valores, atribuidos
a los textos literarios, proviene de su inscripcin en una formacin discursiva, articulada a un
triple nivel histrico y social: el americano, por lo que concierne al problema del
neocolonialismo, el uruguayo, en relacin a las transformaciones sociales iniciadas por el
batllismo y , finalmente una circunstancia histrica puntual: la aparicin del Proceso en el
centenario de la Independencia del pas. Sin embargo, no considero que su crtica se explique
como una simple consecuencia de esos factores, es decir, si bien creo que los factores
sociohistricos determinan la actividad discursiva, esa determinacin no se da en una sola
direccin. Tambin el sujeto puede incidir sobre su momento. Para decirlo en la terminologa
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del AD, si hay efectos de sentidos, tambin hay trabajos de sentidos. En el captulo sobre los
fundamentos tericos discuto esta idea que retomo del ltimo Pcheux.
En mi concepto, el AD no debe ser visto tampoco como una teora homognea, que
avanza, a travs de crticas, revisiones y rectificaciones hacia una resolucin final. Se trata de
un proceso donde existe una fractura y una discontinuidad terica. Como dice bien Maldidier,
hay un AD determinista y otro constructivista. Ambos pertenecen a FDs diferentes, tanto en lo
que respecta a la concepcin de la historia, como en lo que se refiere al lenguaje y al sujeto.
Discuto posteriormente otra nocin importante para este trabajo: la de identidad
cultural. Partiendo de un concepto sociolgico, intento reflexionar sobre los vnculos polticos
que se le articulan, para finalmente llegar a una definicin discursiva de la identidad.
Despus presento un rpido panorama sobre la negacin, aspecto lingstico central,
ya que toda la perspectiva que desenvuelvo parte del vnculo entre la negacin y la identidad:
el no ser an que Zum Felde considera como definitorio de la identidad latinoamericana,
ser la matriz a la que remitir las negaciones que se instrumentan en su discurso crtico.
La negacin, ya dentro del anlisis del corpus, se constituy en un espacio lingstico
privilegiado, pues me permiti reconstruir la FD a la que se afilia el crtico, observando los
posibles discursos a los cuales se opone. As, llegu a determinar una FD a la que denomin
identitaria, constituida como consecuencia de la revolucin independentista, a principios del
siglo XIX.
Procur describir, luego, las diferentes zonas internas que pueden ser delimitadas
dentro de esa FD, as como los conflictos con otras FDs, fundamentalmente la colonialista,
que se constituye como el otro discursivo externo, y la indgena, como el otro discursivo
interno.
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Posteriormente, observ como funciona la negacin en el discurso cultural, para
reconstruir la epistemologa y la esttica identitarias que se promueven, sus dificultades y sus
contradicciones.
Finalmente, analic la operabilidad de la negacin en el discurso sobre la literatura
uruguaya, que confirma el no ser an matricial.
Mediante esta trayectoria, la crtica literaria puede ser vista, no como una mera
disciplina que se limita a amplificar los textos literarios a travs de comentarios parasitarios,
sino como la posibilidad de generar una praxis que intenta, a partir de su inscripcin en el
momento en que surge, incidir en la literatura como forma de intervenir en la propia historia.
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1 REFERENCIAL TERICO 1.1 EL DISCURSO
El anlisis del discurso (AD) de lnea francesa surgi no con la vocacin de
transformarse en una disciplina acadmica, sino como un proyecto poltico: servir como una
teraputica que permitiese poner en evidencia los elementos que operan en las prcticas
discursivas polticas, al servicio de la dominacin social. Estudiar el discurso tena, pues,
como objetivo ltimo liberar al propio discurso: trabalhar em uma obra de desmistificao e
fazer progredir a causa da revoluo (MAINGUENEAU, 1997, p. 72). Como observa
Maingueneau, el analista del discurso se aproxima del psicoanalista (p. 69), adquiriendo as
un estaus diferente al del estudioso o al del investigador. El analista es un profesional que
coloca sus conocimientos al servicio de una prctica catrtica que es beneficiosa para toda la
comunidad. El conocimiento no se separa de la accin social.
Este carcter declaradamente militante es el que le ha dado al AD su perfil polmico,
crtico y rupturista. Pero no slo eso. Su principal propulsor, Michel Pcheux, desenvolvi su
reflexin a travs de una trayectoria problemtica, llena de reformulaciones, descartes,
rectificaciones y finalmente fracturas y disidencias. La actitud crtica frente a la sociedad y
frente a la ciencia, se volvi tambin hacia el interior de la teora, generando una constante
desestabilizacin conceptual. Se intentaba, de algn modo acompaar el vrtigo de los
acontecimientos histricos: Pcheux pens el discurso entre la revolucin estudiantil del 68 y
el crepsculo del marxismo, en un arco meterico que va del xtasis combativo al helado vaco
del invierno poltico, donde el paraso intelectual en el que haba vivido se le revel un
infierno (PCHEUX, 1997b, p. 52). Ya casi al final de su carrera, se vio a s mismo a travs
de otra metfora de fuego: una especie de ave Fnix que se incendia en su propio hogar terico,
con la esperanza de renacer:
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(...) eu tomo partido pelo fogo de um trabalho crtico, que, muito provavelmente, acabar por destruir a cidadela (...), embora haja, ao mesmo tempo, a possibilidade de que, por essa via, algo novo venha a nascer _contra o fogo incinerador que s produz fumaa (PECHEUX, 1997a, p.294).
La va del fuego crtico. Un fuego creador contra los fuegos de la infecundidad. Un
fuego en el que terminar por incinerarse su propio portador con la esperanza de purificarse y
resurgir de sus propias cenizas.
Si me he detenido en esta intensa metfora es porque no solo expone la pasin con que
fue encarado el tema: explica tambin el radicalismo de algunas tesis, la obstinacin filosfica
_son sus palabras_ y la violencia final de la fractura.
El AD no es, como puede verse, un territorio pacfico: se libra en l, de modo ms
claro que en otras reas, una batalla filosfica (p. 294), donde el tema de la significacin se
articula necesariamente al de la libertad humana: es el individuo seor de su habla, como
afirmaba Saussure, o es el lenguaje el que lo domina? Estn las prcticas lingsticas
enteramente determinadas por la sociedad o se puede hablar tambin fuera de las normas?
Somos un producto de la historia o somos productores de historia? De la respuesta que se d,
se desprender una concepcin de la historia, del lenguaje, del sujeto... y de la poltica que
defendemos en consecuencia. Porque todos esos elementos confluyen en la teora del
discurso. Comprenderlo es inevitablemente tomar posicin.
1.1.1 En el principio era la mquina...
El proyecto de Pcheux fue crear una semntica marxista que diera cuenta de las
determinaciones sociales e histricas del significado. Este proyecto sigui muy de cerca al
pensamiento de L. Althusser que propuso una lectura estructuralista de Marx, articulada con
elementos del psicoanlisis lacaniano. La obra fundamental que le sirvi a Pcheux de base
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fue Aparatos Ideolgicos de Estado, donde se propona una nueva teora del poder. En
determinado momento del desarrollo del concepto de ideologa, Althusser criticaba la idea de
que las palabras designen cosas y posean un significado en s, es decir, que el lenguaje sea
transparente. La evidencia del significado era un puro efecto ideolgico y, en nota al pie de
pgina agregaba: Os lingistas (...) tropeam freqentemente em dificuldades que decorrem
do desconhecimento do jogo dos efeitos ideolgicos em todos os discursos _inclusive os
discursos cientficos. (ALTHUSSER,1974, p.94).
Fue esta dificultad la que estimul a Pcheux a fundar una teora del discurso que
tuviera en cuenta este vnculo esencial entre el lenguaje y la ideologa. Sin embargo, en su
primera obra, Anlisis Automtico del Discurso, el tema de la ideologa no aparece
claramente todava. Se trata ms bien aqu de definir el estatus lingstico del discurso y de
lograr una descripcin puramente algebraica del mismo.
Partiendo de la dicotoma saussureana de lengua y habla, Pcheux critica la idea de
que el habla sea el espacio donde el sujeto ejerce su poder sobre la lengua. El trayecto que va
del sistema a su uso, no es el caminho da liberdade humana (PECHEUX, 1993 a, p. 71),
como pens Saussure y reafirm Jakobson. El habla tambin est sometida a coerciones, con
la diferencia de que esas coerciones no son lingsticas: dependen de la situacin en la que se
realiza el uso. Pcheux propone, entonces, desplazar la explicacin hacia un terreno no
lingstico: es el contexto el que determina la presencia de mecanismos discursivos.
Entendido as, el discurso se situara en un nivel intermedio entre el sistema y el habla como
un regulador contextual de las prcticas lingsticas, un proceso de produccin: Propomos
designar por meio do termo processo de produo o conjunto de mecanismos formais que
produzem um discurso de tipo dado em circunstncias dadas (PECHEUX, 1993 a, p. 75).
La palabra circunstancia, que es sinnimo de contexto o situacin, es
reformulada ahora como condiciones de produccin (p. 77). Esta nocin se elabora a partir
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del modelo comunicacional de Jakobson, que tambin ser modificado introduciendo el factor
social. Los interlocutores van a ser entendidos como lugares determinados na estrutura de
uma formao social, el mensaje se transforma en efeito de sentido y el referente pasa a ser
el objeto imaginrio que se representan los sujetos (pp. 82-83). Se ha observado que esos
lugares sociales oscilan entre la concepcin sociolgica de roles (patrn, funcionario,
trabajador) y la idea de representaciones que los sujetos se hacen de esos roles, las
formaciones imaginarias que remiten a la psicologa social (p. 155). La nocin althusseriana
de ideologa no opera aqu todava.
Con respecto al proceso de produccin se lo comprende como una estructura
profunda, a la manera de Chomsky, que determina diferentes superficies discursivas,
manteniendo un ncleo estable de significaciones. Este proceso se efectuara a travs de un
mecanismo de sustitucin sinonmica de ese ncleo semntico_ efecto metafrico_ que
producira discursos aparentemente diferentes:
(...) a estrutura profunda aparece assim como um tecido de elementos solidrios, instalando-se e assegurando-se a si mesma atravs de efeitos metafricos que permitem gerar uma srie quase infinita de superfcies (...) (PCHEUX, 1993 a, p. 97).
La metodologa que se impone es, pues, realizar el camino inverso: remontarse desde
las diferentes superficies discursivas, partiendo de rasgos semnticos similares, hasta llegar a
la estructura profunda, o sea, la organizacin del sistema de sustituciones que las produjo.
Este modelo est basado en la idea de que la estructura profunda es un espacio
homogneo y que el proceso discursivo consiste en una repeticin de lo idntico a travs de
formas necesariamente diversas (p.97). Esto trae una dificultad importante: puesto que los
discursos empricos ofrecen una extrema variedad, no toda la superficie de un discurso dado
es un efecto de sentido que proviene de un proceso discursivo, ya que si as fuese los
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discursos de un corpus seran isomorfos. En realidad se constatan distorsiones individuales
que parecen escapar al proceso discursivo. Para resolver esta dificultad, que no podra ser
explicada por la accin de una subjetividad, Pcheux introduce el concepto de dominncia
(p.104), que se dara en un proceso primario. Luego existira un proceso secundario que sera
el responsable de la apariencia de elementos aleatorios e imprevisibles. Pcheux confa que en
el futuro se pueda explicar tambin estos elementos desviantes, pero por el momento tiene que
reconocer que todo lo que no puede ser incluido dentro de los efectos metafricos, queda
fuera del proceso dominante (p.104).
Este fora do limite constituir una de las principales dificultades de Pcheux, pues se
evidencia ya desde el inicio que algo se resiste a ser asimilado a lo mismo, algo irreductible a
una repeticin, algo desestabilizador de las regularidades. El fora do limite amenaza recrear
el espacio de libertad al que se refera Saussure: un principio de individuacin que una teora
estructural no puede absorber por su propia definicin. El objeto discurso debe construirse
necesariamente, en esta etapa inicial, desentendindose de todos esos elementos
diversificadores que impiden pensar una estructura normativa y describiendo slo los
elementos analgicos dentro de un contexto repetitivo.
Estos elementos de permanencia y estabilidad identitaria son los que se condensan en
la metfora epistmica de la mquina discursiva, metfora que permanecer casi hasta el final
de su trayectoria. La mquina es la negacin de lo humano. Representa un puro
funcionamiento mecnico que puede pensarse sin recurrir a intencionalidades, finalidades o
razonamientos. La mquina es una alegora de la estructura . As, el discurso puede ser
pensado como el efecto de un aparato que produce siempre los mismos resultados. A su vez,
el analista, por metonimia con su instrumento, desaparece detrs de una descripcin
automtica, tan mecnica como el proceso discursivo. La mquina discursiva requiere por
analoga una mquina analtica.
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En esta primera fase de la teora quedan ya definidos algunos conceptos que sern
bsicos para los desarrollos posteriores: el discurso no debe confundirse con un objeto
emprico como el texto. Es una relacin que se establece entre un fenmeno lingstico y el
entorno en el que surge. La lengua al realizarse en una prctica queda sometida a una
regulacin exterior y el sentido surge de esta articulacin. La determinacin de esa regulacin
slo puede realizarse teniendo en cuenta la relacin que existe entre los diferentes discursos.
La tpica terica consta, pues, de tres elementos: a) una plataforma lingstica; b) un sistema
de regulacin no lingstico y c) una situacin que determina la regulacin.
La segunda fase, denominada AD2 y representada por la obra central Les Vrits de La
Palice (1975), se caracteriza por introducir, de forma decidida, el vnculo entre la teora del
discurso y el marxismo de Althusser. Esto lleva a redefinir los antiguos conceptos de la etapa
anterior. Las condiciones de produccin se identifican ahora con las condiciones ideolgicas
de reproduccin/transformacin de las relaciones de produccin (PECHEUX, 1997a, p. 143),
que estn vinculadas a los aparatos ideolgicos de Estado en una formacin social dada (p.
145). Las formaciones ideolgicas se definen como posiciones de clase (p. 146), o sea
representaciones que tienen un carcter regional, en conflicto unas con otras y que se
estructuran como un todo complejo con dominante, caracterizado por establecer relaciones
de desigualdad, subordinacin y contradiccin (p. 162), en una determinada sociedad.
Por su lado, el proceso de produccin se identificar polmicamente con una nocin
elaborada por Michel Foucault en la Arqueologa del saber: la formacin discursiva (FD).
Esta redefinicin es de gran importancia terica y poltica _lo discutir ms adelante_ , porque
es a travs de ella que Pcheux articula la ideologa al discurso. Lo que estaba presupuesto en
Althusser, adquiere ahora toda su plenitud conceptual: el lenguaje es uno de los mbitos
privilegiados donde se realiza la ideologa. Define, entonces, la FD como: aquilo que, numa
formao ideolgica dada, isto , a partir de uma posio dada, determinada pelo estado da
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luta de classes, determina o que pode e deve ser dito (...) (p. 160). La regulacin exterior del
discurso proviene , pues, de la ideologa, lo cual significa que el sentido no depende del
lenguaje, sino del proceso de identificacin con una posicin social y esa identificacin es
operada por una FD. Es en este punto preciso que se introduce la nocin ms escandalosa de
Althusser: el propio sujeto se constituye como tal, a travs de esta identificacin . Dada la
trascendencia que tiene este aspecto, nos detendremos en exponer con mayor amplitud esta
idea.
Rompiendo con la tradicional visin marxista de ideologa como visin invertida y
alienada de la realidad, Althusser distingue una ideologa en general, que sera una estructura
transhistrica y permanente, e ideologas particulares, vinculadas a los aparatos ideolgicos
de Estado. La ideologa en general, es la que determina a relao imaginria dos individuos
com suas condies reais de existencia (ALTHUSSER, 1974, p. 85). La frmula parece
prxima a la de Marx. No lo es. Marx interpretaba la ideologa como una representacin
imaginaria del mundo, lo cual significa que basta interpretar esa representacin para que la
realidad aparezca como realmente es. En Marx, el individuo est en contacto con lo real, slo
que de forma defectuosa. Althusser establece una separacin mucho ms extrema: lo que es
imaginario es la relacin con el mundo y la primera relacin ilusoria es consigo mismo, es
decir el fundamento de toda subjetividad. El efecto ideolgico elemental es la evidencia de ser
sujetos (p .94). As, por el hecho de ser sujetos todos nos volvemos portadores de la distorsin
del mundo, sin que se pueda jams entrar en contacto con lo real. Este efecto se produce por
lo que Althusser llama interpelacin: o sea, un llamado para que nos identifiquemos
socialmente con un modelo universal: el Sujeto (con mayscula) o Sujeto Absoluto. Al
identificarse como en un espejo con ese modelo, el individuo se vuelve sujeto (con
minscula): es decir, adquiere la evidencia de s y la de sus semejantes. En una formulacin
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paradojal, Althusser, partiendo de uno de los sentidos latinos de la palabra sujeto, escenifica
este momento de alumbramiento:
(...) o individuo interpelado como sujeito(livre) para livremente submeter-se as ordens do Sujeito, para aceitar, portanto (livremente) sua submisso,para que ele realize por si mesmo os gestos e os atos da sua submisso . Os sujeitos se constituem pela sua sujeio (p.104).
Althusser se aparta radicalmente de la doctrina marxista, pues sta promueve la
desideologizacin, es decir, supone un fin para la ideologa, una vez destruida la sociedad de
clases. En la concepcin que se propone ahora es imposible salir de lo ideolgico, porque el
propio ser social se funda en lo ideolgico. Y este mecanismo es eterno. La ideologa se ha
deslizado as hacia un funcionalismo adaptativo.
No interesa aqu discutir la teora de Althusser, que levant acusaciones desde el
propio marxismo de ser un desvo teoricista reaccionario y estalinista (MANDEL, 1975). Me
interesa s destacar dos aspectos relevantes que tendrn consecuencias serias en la teora del
discurso: en primer lugar que la dialctica ha sido eliminada. La negacin de la negacin
desaparece y, por lo tanto no hay contradiccin posible (MANDEL, pp. 112-113).
La sociedad se transforma en un perfecto engranaje de estructuras que producen
esclavos felices y donde no hay lugar para sujetos revolucionarios. En segundo lugar, se ha
observado que el uso que se hace de Lacan es equivocado, pues Althusser reduce el sujeto
imaginario al ego lacaniano, sin atender a la presencia del inconsciente. Donde Lacan ve un
sujeto dividido, Althusser propone un sujeto unitario y centrado en su identificacin con el
Sujeto Absoluto. De esa forma la teora de Althusser ignora el deseo como un posible
generador de inconformismo, transgresin y resistencia (EAGLETON, 1997, pp.130-131)*1
1 No estoy seguro que se trate de una equivocacin, como opina Eagleton. Puede ser una lectura estratgica, pues
la consideracin del inconsciente como deseo lleva a pensar en la represin sexual como un aspecto ms de la ideologa capitalista burguesa y desemboca en la idea de que una verdadera revolucin incluira tambin una
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Es cierto que Althusser habla de los malos sujetos (p. 103), pero no explica cmo podran
llegar a existir.
Mediante esta concepcin de la ideologa, Althusser pretenda defender un marxismo
antihumanista, que expulsara al sujeto de la historia, para poder concebirla como una pura
mecnica de estructuras. Y as como la historia se vaca de sujetos, la ciencia, si quiere
comprender este funcionamiento, debe elevarse hasta una posicin de no-sujeto. Pero, cmo
sera posible escapar al asujetamiento ideolgico? Althusser responde: a travs de uma nueva
cincia marxista que permita esboar um discurso que tente romper com a ideologia no seio
da ideologia, pretendendo ser o inicio de um discurso cientfico (sem sujeito) acerca da
ideologia (p. 96). Esta extraa visin purificada de todo lo histrico y todo lo humano se
parece demasiado a una contemplacin mstica. De todos modos, Althusser entiende que
rompe as definitivamente con la concepcin humanista de la burguesa y se instaura
finalmente, un socialismo cientfico, limpio de contaminaciones ideolgicas.
Pcheux hace de esta concepcin el centro de su teora:
O terreno que atingimos (terreno de uma teoria no subjetiva da subjetividade) deve permitir-nos, de agora em diante, fundar em seu princpio, a teoria (materialista) dos processos discursivos (...) (PECHEUX, 1997a, p.134).
Sin embargo, tiene la precaucin de corregir a Althusser en un punto: las condiciones
ideolgicas no slo reproducen las relaciones de produccin, tambin las transforman,
reintroduciendo as nuevamente la negacin dialctica, esencial para llevar adelante la
revolucin sexual. Esta es la teora del freudo-marxismo, que tiene en Reich a su mayor representante y que fue una de las banderas del movimiento estudiantil del 68. El leninismo impidi establecer vnculos entre la sexualidad y la revolucin. Althusser no poda ni deba pensar en el factor sexual y consideraba que Reich y Marcuse eran marxistas pequeo-burgueses (MANDEL, 1975, p. 247). El uso que el AD har del psicoanlisis se basa solamente en una analoga estructural del mecanismo de represin del inconsciente con el de la ideologa, pero no se dice nada del contenido de esa represin. Parece que el psicoanlisis no tuviera nada que ver con el sexo. Pcheux mismo reconoce una voluntad de situar el freudismo en un ms all de lo sexolgico (PECHEUX, 1997a, p. 294). Estar aqu la dificultad que encontr Pcheux para articular marxismo y psicoanlisis?
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contradiccin que implica la lucha de clases. Pero este factor deber generar una fuerte
tensin al interior de la teora, puesto que la tesis del asujetamiento ideolgico, supone, por
definicin, un sujeto reproductor.
Apoyado en Althusser, Pcheux procede, entonces a redefinir el sujeto imaginario
como sujeto de discurso. Al precisar cmo se producira el mecanismo de la interpelacin,
dice: (...) os individuos so interpelados em sujeitos-falantes (em sujeitos de seu discurso)
pelas formaes discursivas que representam na linguagem as formaes ideolgicas que lhes
so correspondentes (p.161).
Es ah que el sujeto adquiere la evidencia de s, de ser el origen de su decir y el
propietario de sus palabras. En realidad es slo un efecto-sujeto al haber asumido el modelo
de la forma-sujeto que le ofrece la FD dominante (p. 164). En otras palabras, el individuo
asume una subjetividad histricamente determinada. La idea de una interioridad autnoma y
separada de una exterioridad objetiva es un efecto ideolgico de inversin. En verdad, lo que
se asume es precisamente ese exterior discursivo: uma interioridade inteiramente
determinada como tal do exterior (p. 167). Aqu se introduce un nuevo concepto para
precisar ese exterior. Se trata del interdiscurso. Esta nocin es construida en dos niveles:
como el sistema de las FDs, estructurado como todo complexo com dominante que est
sometido lei de desigualdade-contradio-subordinao de las formaciones ideolgicas
(p.162) y b) como pre-construido, entendido como los sentidos ya dados y universales del
mundo, constituidos por la interpelacin ideolgica (p.164). La forma-sujeto se impone
precisamente a travs del interdiscurso y su efecto especfico consiste en absorver-esquecer
o interdiscurso no intradiscurso (el discurso sintagmatizado del sujeto). Como puede
apreciarse en esa definicin, el asujetamiento se produce por un doble movimiento
contradictorio: al mismo tiempo que el sujeto se reconoce y reconoce a los otros, desconoce
que est siendo determinado. Este desconocimiento ser entendido por Pcheux
21
analgicamente al mecanismo de represin y lo denominar olvido. Uno de esos olvidos sera
de naturaleza preconsciente: el sujeto olvida que al hablar realiza una seleccin dentro del
conjunto de parfrasis disponible que le ofrece la FD (olvido n 2). El otro olvido es
totalmente inconsciente y se refiere al propio mecanismo ideolgico: el sujeto est totalmente
incapacitado para percibir que est siendo determinado (olvido n1). Si esto es as, no se
puede explicar cmo se podra producir una transformacin y justificar, en consecuencia la
existencia de la lucha de clases. Para poder seguir sosteniendo la tesis marxista e integrar el
cambio y la resistencia a la teora, Pcheux debe de algn modo desestructurar el
althusserianismo e incluir la contradiccin. Entiendo que el captulo IV de Semntica e
Discurso introduce una especie de pre-modelo no determinista del discurso. Este captulo
trata precisamente del discurso en relacin a la ciencia y a las prcticas polticas, o sea a la
posibilidad de entender las determinaciones ideolgicas (lo que supone, de alguna manera,
rememorar los olvidos) y a la constatacin de que las prcticas de resistencia existen (lo que
supone fallas en el mecanismo ideolgico). Alguien puede darse cuenta de cmo funciona el
sistema, recordar el proceso discursivo y actuar en consecuencia enfrentando la ideologa.
1.1.2 ...pero la mquina no era perfecta
Pcheux es constreido a introducir as, una idea incompatible con el asujetamiento
del sujeto: la posibilidad de realizar modificaciones. Afirma, entonces, que dentro del espacio
ideolgico:
(...) so constituidas linhas de demarcao discursivas, adquiridas atravs das lutas por formulaes equvocas, nascidas no terreno da ideologia dominante e mais, ou menos, trabalhadas, revolvidas, etc.,
por um trabalho poltico-terico sobre os pr-construidos e sobre os efeitos-transversos que os produziram (PCHEUX, 1997 a, p. 211).
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Si el trabajo es posible es porque existe um grau varivel de autonomia poltica
que slo est disponible para el movimiento obrero y sus organizaciones (p. 211). La
seleccin de la palabra trabajo es, a mi modo de ver, un sntoma de crisis, pues, de alguna
manera supone ya una voluntad, una iniciativa contra la ideologa dominante. La interpelacin
no funciona siempre del mismo modo ni asegura sus efectos. Entre la FD y el sujeto parece
abrirse ahora un espacio de indeterminacin que hace que el Sujeto Absoluto y el sujeto
discursivo no coincidan plenamente. Para resolver esta dificultad, Pcheux, apoyndose en las
formulaciones de P. Henry, procede a desdoblar el sujeto discursivo en sujeto de la
enunciacin y sujeto universal. Esto le permite plantear la existencia de tres modalidades de
relacin entre ambos: a) coincidencia plena entre los dos sujetos, o sea una identificacin
exitosa que caracteriza los discursos del buen sujeto; b) no coincidencia con el sujeto
universal, dando lugar a posiciones de cuestionamientos, dudas, resistencias, etc., es decir una
contra-identificacin propia del mal sujeto y c) existe, finalmente, una tercera modalidad,
que pertenece a la prctica nueva del proletariado: la desidentificacin , producto del efeito
das cincias e da prtica poltica do proletariado sobre a forma-sujeito(p. 217).
Como puede apreciarse, estas alternativas que se introducen, procuran conciliar el
althusserianismo con el marxismo-leninismo, otorgndole al proletariado la posicin
privilegiada de autonoma y capacidad de lucha, colocndolo a salvo de la ideologa . Sin
embargo, Pcheux no renuncia a la nocin de ideologa en general y, en consecuencia, a la
nocin de sujeto como constituido ideolgicamente. Todo el proceso, sostiene, se realiza en el
interior de la forma-sujeto, que no se anula, sino que a travs del trabajo se transforma y se
desplaza. A pesar de ello, Pcheux tiene que reconocer que esta situacin es una paradoja:
tenemos un sujeto asujetado que sin embargo consigue luchar contra el asujetamiento. Lo cual
redunda en otra gran paradoja: la ideologa dominante puede generar su propia contra-
ideologa:
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A ideologa (...) no desaparece; ao contrrio, funciona de certo modo s avessas, isto , sobre e contra si mesma, atravs do desarranjo- rearranjo do complexo das formaes ideolgicas (e das formaes ideolgicas (e das formaes discursivas que se encontram intrincadas nesse complexo) (PCHEUX, 1997 a, pp. 217-18).
Esto significa implosionar el propio concepto de ideologa, pues si tanto el dominio y
el ocultamiento como la resistencia y el conocimiento provienen de la misma fuente, la nocin
pierde toda funcionalidad social y distintividad terica: no podramos saber lo que es
ideolgico y lo que no lo es, pues todo es ideolgico. Adems, este panideologismo no sera
una especie de mega estrategia de dominacin, para mantener un equilibrio que est por
encima de la lucha de clases? Pcheux lleg aqu a una apora, dada la incompatibilidad entre
el sujeto althusseriano y la contradiccin. Asumir la transformacin lo llevar a transformar la
propia teora.
1.1.3 ...y entonces surgi la red
Es en Remontmonos de Foucault a Spinoza (1977), donde la reflexin sobre las
ideologas dominadas y la contradiccin producen un avance significativo. Spinoza le permite
pensar en el hecho de que la contradiccin puede producirse dentro de la ideologa dominante
y no viene necesariamente desde un exterior. Por lo tanto, ni las FDs ni las formaciones
ideolgicas son homogneas como se haba supuesto hasta ese momento. La negatividad
trabaja internamente. Las FDs sern, entonces, reformuladas como divididas y no idnticas a
si mismas. Refirindose a la ideologa religiosa Pcheux afirma: ella (y su discurso) no
puede de ningn modo comprenderse como un bloque homogneo, idntico a s mismo, con
su ncleo, su esencia, su forma tpica (PECHEUX, 1980, p.192).
Pcheux entiende que de esta manera est reformulando la nocin de FD de Foucault,
porque ste ignora la contradiccin. Esta lectura es evidentemente una distorsin del
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pensamiento de Foucault, pues, como se ver al hablar de la negacin, la Arqueologa del
Saber afirma que la contradiccin es la ley mxima del discurso (FOUCAULT, 1991, p.
253), en oposicin a la ley de coherencia que es la que ha guiado siempre la interpretacin de
los textos (p. 250). En realidad, lo que Pcheux le est reprochando es haber desarticulado la
nocin de contradiccin de la teora marxista, que el propio Pcheux est tratando de
introducir ahora. Este conflicto merece ser analizado con un poco de detenimiento, dada la
importancia que tiene la idea de FD en este trabajo.
En su teora del discurso, Foucault haba evitado deliberadamente usar el concepto
marxista de ideologa. Es ms, la propia nocin de FD fue propuesta para superar las
limitaciones que entraaba su uso:
(...)en el caso de que entre los objetos, los tipos de enunciacin, los conceptos, las elecciones temticas, se pudiera definir una regularidad (...), se dir por convencin, que se trata de una formacin discursiva, evitando as palabras demasiado preadas de condiciones y de consecuencias, inadecuadas por lo dems para designar semejante dispersin, como ciencia, o ideologa, o teora, o dominio de objetividad (FOUCAULT, 1991, p. 62).
La ideologa homogeneizaba y cohesionaba un espacio que se quera percibir como un
sistema de dispersin. Para Foucault , el concepto de ideologa, en lugar de aclarar los
fenmenos discursivos, obstaculizaba su comprensin y sealaba tres razones para evitarlo:
A noo de ideologia me parece dificilmente utilizvel por trs razoes . A primeira que, queira-se ou no, ela est sempre em oposio virtual a alguma coisa que seria a verdade (...)Segundo inconveniente: refere-se necessariamente a alguma coisa como o sujeito. Enfim, a ideologia est em posio secundria com relao a alguma coisa que deve funcionar para ela como infra-estrutura ou determinao econmica, material, etc. (FOUCAULT, 2004, p.7).
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Lo importante para Foucault era entender los efectos de verdad del discurso no la
verdad sobre el discurso. En otras palabras, se trata de comprender los mecanismos que
regulan la produccin de verdades. Con esta actitud, Foucault se aparta de toda verdad, pues
consideraba que siempre se trata de una cuestin poltica y no cientfica. Estas ideas se
vinculan a una analtica del poder enteramente nueva y muy alejada de la teora del Estado
como centro absoluto de dominacin.
El conflicto con Foucalt no est, pues, en la contradiccin, sino en la posibilidad
misma de fundar una teora marxista del discurso. Pcheux contina firme en defender el
proyecto de una semntica materialista. De todas formas el esfuerzo por entender las
resistencias dentro de esta teora, abri ya una posibilidad para integrar la heterogeneidad.
Circunstancias histricas aceleran an ms la importancia que adquiere la
contradiccin: la disidencia sovitica y la crisis de la izquierda francesa, muestran
histricamente a la resistencia operando dentro del propio marxismo-leninismo. Pcheux
decide, entonces, comenzar una rectificacin y escribe S h causa daquilo que falha ou o
inverno poltico francs: incio de uma retificao (1978). Ser su ltima defensa de
Althusser, pero envuelta ya en la sospecha de que la rectificacin que est iniciando, puede
llevar a la teora a destruirse por el fuego de un trabajo crtico.
El trabajo se realiza fundamentalmente sobre la polmica concepcin del sujeto
imaginario. Pcheux reconoce que hubo una confusin al identificar al sujeto con el ego,
desconociendo as al inconsciente. El sujeto, en verdad, est dividido y la ideologa slo
alcanza a la consciencia. El inconsciente nunca inteiramente recoberto nem obstrudo pela
evidncia do sujeito-centro-sentido que es un producto de la interpelacin. Entre la
consciencia y el inconsciente existe un conflicto que es presentado como um batimento,
uma pulsao pela qual o non-sens inconsciente no para de voltar no sujeito e no sentido
que nele pretende se instalar (PECHEUX, 1997, p.300). Pcheux recurre aqu al
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psicoanlisis para explicar el problema de las resistencias, de las fallas del ritual que, de algn
modo, ya se haban hecho presentes en la desidentificacin. La aproximacin entre
inconsciente y resistencia, implica un vuelco importante, pues hasta este momento, el
inconsciente haba estado vinculado a la ideologa a travs de la analoga entre represin y
asujetamiento, otorgndosele un papel de colaborador en el proceso de desconocimiento
(p.133). Ahora el inconsciente es puesto del lado de las revueltas contra la ideologa. Sin
embargo, Pcheux no puede atribuirle la funcin de ser el origen de la contradiccin. La serie
sueo-lapso-acto fallido-Witz solo puede obtener victorias nfimas, ya que la verdadera
resistencia se encuentra en la lucha de clases: la contradiccin histrica motriz (p. 300) Entre
las resistencias discursivas y las resistencias sociales no puede establecerse un puente, aunque
Pcheux sospeche que elas tm, polticamente, algo a ver uma com a outra (p. 302).
La explicacin, pues, fracasa una vez ms, pero queda claro que la teora del
asujetamiento se debilita por ese avance terico de la resistencia que logra ahora instaurar un
sujeto dividido. Y ese sujeto contiene en s una zona libre de determinaciones ideolgicas.
Existe, entonces, un principio de subjetividad que no es producto de la interpelacin. A este
respecto, llama la atencin en este artculo, la introduccin de un tono confesional,
autobiogrfico, cuando Pcheux se refiere a su propio inconsciente, trabajando en contra de la
propia teora: al incluir chistes en Les Vrits... (un placer que califica de incomprensible)
se estaba, de alguna forma, tratando de desequilibrar una certeza, haba en esa actitud el
intento de producir un nuevo pensamiento (p. 313). Algo en l tambin resista a las
determinaciones, a lo que deba y poda pensar. El artculo termina reveladoramente con el
reconocimiento de que tambin estamos determinados a ser nosotros mismos. No se puede
pensar desde cualquier lugar (desde el no-sujeto de Althusser?, desde el que nos asigna la
forma-sujeto?): preciso suportar o que venha a ser pensado, isto , e preciso ousar pensar
por si mesmo (p. 304). Ese es el imperativo del inconsciente.
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Interpreto esta ltima frase como un signo de que Pcheux asumi la utopa liberadora
del psicoanlisis freudiano: Wo es war, soll ich werden (Donde era ello ha de ser yo)
(FREUD, 1973, p. 3146), es decir un sujeto que recupera su unidad, que se reconcilia consigo
mismo.
Esa liberacin se manifiesta en su ltimo artculo Discurso: estructura o
acontecimiento? (1983). Es un artculo de disidencia con el marxismo y de ruptura con su
Maestro. El marxismo no significa ya para Pcheux ninguna garanta de cientificidad:
Vamos parar de proteger Marx e de nos proteger nele. Vamos parar de supor que as coisas-a-saberque concernem o real scio-histrico formam um sistema estrutural, anlogo a coerncia conceptual- experimental galileana. (PECHEUX, 1997 b, p. 42).
Esta ruptura tiene como consecuencia um cambio en la concepcin de la historia: la
historia no es transparente como se haba supuesto desde el marxismo estructuralista. La
historia es tambin opaca y requiere que se la interprete. Por detrs de la interpretacin surge
ahora un sujeto que haba sido negado a travs de la simulacin de una discurso sem sujeito
(p. 47). Y si ese nuevo sujeto interpreta es porque la ideologa no determina evidencias
lingsticas. El autmata ilusorio que repeta enunciados ordenados y estructurados en un
gigantesco interdiscurso, de acuerdo con la coyuntura de la lucha de clases, se disipa:
A noo de formao discursiva emprestada a Foucault pela anlise de discurso derivou muitas vezes para a idia de uma mquina discursiva de assujeitamento dotada de uma estrutura semitica interna e por isso mesmo voltada a repetio (...) (p.56).
Las FDs dejan de ser un mecanismo inevitable, a partir del cual se formaran los
discursos particulares, pues stos son acontecimientos que no se dejan absorber o reducir
enteramente a sus regulaciones. La ideologa no opera, entonces, de forma automtica a travs
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de su intermedio. Esto lleva a Pcheux a una nueva concepcin del lenguaje, que hasta ese
momento haba sido entendido dentro de un paradigma excesivamente racionalista: hay zonas
de fuerte normatividad discursiva, pero tambin existen territorios de inestabilidad, donde el
sentido no se reitera, sino que se transforma:
O objeto da lingstica (o prprio da lngua) aparece assim atravessado por uma diviso discursiva entre dois espaos: o da manipulao de significaes estabilizadas, normatizadas por uma higiene pedaggica do pensamento, e o de transformao do sentido, escapando a qualquer norma establecida a priori, de um trabalho do sentido sobre o sentido, tomados no relanar indefinido das interpretaes (p .51).
Esta posibilidad de escape ya entrevista anteriormente en el trabajo del inconsciente,
se vincula ahora a un principio que est en la propia estructura de la lengua: la equivocidad y
la poesa, tal como lo haba propuesto Jakobson (p. 51). El espacio discursivo va a ser
definido ahora como un mbito donde existe la posibilidad de significar lo diferente, de salirse
de lo previsto:
(...) todo enunciado intrinsecamente suscetvel de tornar-se outro, diferente de si mesmo, se dislocar discursivamente de seu sentido para derivar para um outro (...). Todo enunciado, toda seqncia de enunciados , pois, lingisticamente descritvel como uma srie (lxico-sintaticamente determinada) de pontos de deriva possveis, oferecendo lugar a interpretao. nesse espao que pretende trabalhar a anlise de discurso (p. 53).
El lenguaje adquiri ahora caractersticas dinmicas y creativas. El punto de
observacin del AD tambin se desplaza: si anteriormente se situaba entre la lengua y el habla
para describir las regularidades discursivas, ahora se ubica entre la discursividad y el
acontecimiento, para interpretar las posibles transformaciones que pueden operarse. Un
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espacio de indeterminacin se abre entre las normas y las prcticas discursivas. Tambin
aparecen nuevos objetos de observacin: de los escritos prestigiosos, los Grandes Textos, se
propone ahora la escuta das circulaes cotidianas, tomadas no ordinario do sentido (p. 48).
Todas estas radicales transformaciones, llevan ahora a Pcheux a imaginar el espacio
discursivo, no como la fbrica de mquinas controladas por la ideologa dominante, sino
como una red, donde la memoria discursiva, que es la memoria de la historia y de la sociedad,
se extiende y abre un complejo entramado de hilos, en los que se tejen y destejen los nuevos
discursos. La red, al contrario de la mquina, no tiene dominante. No hay un punto central
unificador. Los hilos de la identificacin se atan o se desatan para anudarse en nuevos
diseos. Me permitir citar aqu este pasaje in extenso, porque concentra la nueva perspectiva
que Pcheux alcanz a pensar y porque contiene en su metaforismo los grmenes de aquel
renacimiento esperado en medio de los fuegos crticos:
(...) todo discurso marca a possibilidade de uma desestruturao-estruturao dessas redes e trajetos: todo discurso o ndice potencial de uma agitao nas filiaes scio-histricas de identificaao, na medida em que ele constitui ao mesmo tempo um efeito dessas filiaes e um trabalho
(mais o menos consciente, deliberado, construdo ou no, mas de todo modo atravessado pelas determinaes inconscientes) de deslocamento no seu espao: no h identificao bem sucedida (...) (p.56).
Destacar de este riqusimo fragmento, la claridad con que surge el nuevo sujeto del
AD. El sujeto-efecto puede ser un sujeto-causa. Y esto se aprecia en la nocin de trabajo que
aparece opuesta a efecto. El trabajo, metfora que arrastra todo el prestigio que significa el
esfuerzo de la clase dominada, es en Pcheux un sntoma de intervencin en la realidad, de
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accin transformadora sobre la materialidad dada, de productividad intelectual2. El efecto se
vincula a la repeticin, al resultado mecnico, a la determinacin inconsciente.
La nocin de trabajo es complementada con la aparicin de la conciencia individual
(ms o menos consciente) y la intencionalidad (deliberado). El sujeto adquiere as toda su
consistencia en el acontecimiento. No es enteramente libre, porque se sostiene necesariamente
en la red de la memoria y arrastra consigo las determinaciones de su inconsciente. Pero
tampoco est totalmente determinado ya que puede obrar sobre esa memoria.
De acuerdo con esta visin del ltimo Pcheux se han redefinido los tres principales
actores del AD: a) el lenguaje, que deja de ser entendido como una base estable que significa
articulndose al sistema de regulaciones ideolgicas tambin estables y se desplaza hacia
una concepcin ms dinmica y creativa, donde la heterogeneidad, el humor y la poesa lo
abren hacia lo imprevisible; b) la historia, que deja de ser un proceso lgico y transparente,
como propone el materialismo y se vuelve un espacio de indeterminacin que requiere
siempre la interpretacin y c) el sujeto, que liberado del espejismo ideolgico en que lo
transform Althusser, se entiende ahora como determinado por la memoria socio-histrica y
tambin como un resignificador del mundo a travs del trabajo sobre los sentidos.
Este verdadero corte epistemolgico es definido acertadamente por Maldidier como
un abandono del determinismo por el constructivismo (MALDIDIER, 2003, p. 96). Estamos ,
pues, no frente a una teora del discurso, sino frente a dos: una materialista y otra que no lo es.
En este estudio nos afiliaremos a la concepcin constructivista del AD, lo cual me
lleva a reformular la primera definicin del discurso de Pcheux de acuerdo con sus ltimas
concepciones: el discurso sera as un efecto y un trabajo de sentidos entre locutores. Por otra
parte utilizar la idea de FD no slo como lo que puede y debe ser dicho, sino tambin como
2 Citar solo dos ejemplos ilustrativos: trabajo vinculado a la resistencia del inconsciente: os traos
inconscientes do significante no so jamais apagados ou esquecidos, mas trabalham, sem se deslocar, na pulsao sentido/non sens do sujeito dividido (PECHEUX, 1997 a, p. 300). Trabajo vinculado a la desidentificacin:Na realidade, o funcionamento dessa terceira modalidade constitui um trabalho (transformao - deslocamento) da forma-sujeito (PECHEUX, 1997 a, p. 217).
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lo que no puede ni debe ser dicho, pues esto sita la contradiccin en el interior de un espacio
regulador que se vuelve as ms dinmico. Desarrollar este aspecto con ms detenimiento
cuando trate de la negacin.
No vincular la FD a la ideologa en el sentido marxista. Como podr apreciarse en el
caso del americanismo, una FD puede contener intereses generales, grupales y hasta tnicos,
por lo tanto no pueden ser adjudicados a una clase que tendra prefijada una funcin histrica.
La nocin de condiciones de produccin la entender como el contexto socio-histrico
reconstruido a partir de una interpretacin que obviamente tendr implicaciones en los
resultados. Esas condiciones determinan el discurso en el sentido de que interrogan al sujeto,
inscribindolo dentro de los lmites de un problema, delimitando el espacio en el que la
respuesta debe se elaborada, pero no condicionan enteramente la respuesta. Esto significa que
la nocin de sujeto presupuesta en este estudio es la de un individuo que surge determinado
por una lengua, una sociedad y una historia, pero al que le es dada la posibilidad de rebelarse
y pensar por s mismo.
1.2 LA IDENTIDAD
Dos caractersticas definieron, desde el principio, a la identidad desde un punto de vista
filosfico: la unidad y la invariabilidad del ser. Es sobre el problema de la temporalidad que
se edifica este concepto: las transformaciones a que el tiempo somete toda existencia no
alcanzaran a ciertos elementos de permanencia (lo estable) que se contina en las diferentes
fases (lo mismo). Son estos elementos los que permitiran un autoreconocimiento de la
conciencia (conciencia de s) y un reconocimiento social (identidad jurdica). La identidad
surge de esta contradiccin fundamental entre lo incambiable y lo mutable.
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Ms tarde se introducir otra dicotoma fundamental para la construccin del concepto:
la igualdad opuesta a la diferencia. Lo mismo slo puede reconocerse confrontndose con su
negacin: lo opuesto, lo antagnico, lo que no se es.
Desde esta concepcin centrada en el ser individual, la idea de identidad ser utilizada
para entender los elementos analgicos entre realidades diferentes: conjunto de cosas o
personas. Sobre las caractersticas comunes que pueden observarse en medio de las
diferencias particulares, la antropologa acabar fundamentando el concepto de identidad
cultural. La identidad personal adquiere, as , una dimensin intersubjetiva: el reconocimiento
de s depende tambin del grupo al que se pertenece y con el cual se comparten una serie de
rasgos esenciales. No existira, por lo tanto, una identidad absoluta: toda identificacin del yo
se engloba dentro de una identificacin con el nosotros.
Segn Olivier Clain (1990, p.1209), la identidad cultural se apoyara en tres tesis
sociolgicas fundamentales: a) todo hombre es un ser de cultura. Ms all de la existencia
biopsquica, el ser humano vive dentro de un mbito simblico que le proporciona
significaciones y normas. Es a travs de lo simblico que se instaura la posibilidad de vivir en
una comunidad. b) Todo hombre es ser de una cultura. Cada cultura crea su propio territorio
simblico: un universo coherente de sentidos, un modo de vida y una visin especfica del
mundo. c) Toda identidad individual es necesariamente complementaria y/o recproca de una
identidad colectiva. La identidad personal se formara a partir de papeles sociales, ideales y
prohibiciones que son exteriores al individuo, pero, en compensacin, toda accin o relacin
social depende, para subsistir, de una necesaria interiorizacin subjetiva del complejo
simblico que las fundamenta.
A pesar de esta relativa coherencia conceptual, la identidad cultural no se ha entendido
siempre de la misma forma. Los funcionalistas han visto en ella un mecanismo de adaptacin
social. Otros la conciben vinculada a las luchas de resistencia etnocultural, surgidas de la
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expansin colonialista e imperialista. Finalmente hay quienes la entienden como el resultado
del dilogo y la polmica entre las diferentes culturas.
Clain considera que la identidad cultural reviste diferentes significaciones de acuerdo
con el factor social e histrico que se considere. En las sociedades mticas, dotadas de un
alto grado de cohesin y de estructuracin interna, la identidad cultural es sinnimo de
identidad tnica. En sociedades con estructuras sociopolticas complejas, la identidad
colectiva tiende a ser religiosa. En las sociedades modernas, controladas por el Estado, la
identidad cultural se consolida como identidad nacional. Finalmente en las sociedades
posmodernas, al debilitarse los nacionalismos, la identidad cultural estara representada por
grupos que fundan su identificacin en la reivindicacin de derechos particulares como la
edad, la profesin, la orientacin sexual, etc.
Si aceptamos las reflexiones de Clain, puede concluirse que la identidad cultural no es
un concepto que puede entenderse siempre de la misma forma. Se tratara de una categora
terica mvil que necesita ser siempre especificada teniendo en cuenta el contexto
sociohistrico de la comunidad que se observa.
Tampoco el concepto mismo de identidad ha conseguido permanecer idntico. Si durante
mucho tiempo se lo entendi como aquellas caractersticas permanentes y estables, como una
esencia que resistira toda alteracin, actualmente se lo tiende a ver como un proceso
dinmico, fluido y, como dice Rajagopalan, proteico (RAJAGOPALAN, 1988 p. 39 ).
Otros defienden la hiptesis de que en la sociedad posmoderna las identidades se han
fragmentado, lo cual ha hecho colapsar las identidades culturales (HALL, 2002, p. 12).
Todas estas discusiones prueban que la reflexin sobre la identidad, no depende slo
del perodo histrico que se observe, como adverta Claim, sino tambin de la propia
historicidad del observador. As, p. ej., entender la identidad como un proceso dinmico, se
presenta como un antdoto contra los nacionalismos fanticos que defienden esencias puras e
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incontaminadas. Pero, por otro lado, esas mismas esencias, pueden ser entendidas como
resistencias a las identidades dominantes y opresoras, tal como se las ha visto en el
movimiento negro, en el de los indgenas o en la lucha contra una identidad globalizadora.
Sea como fuere, la nocin de identidad ha terminado por mostrar su lado poltico y sus
aspectos estratgicos que, en la actualidad, son imposibles de evitar a la hora de especificar
este concepto. De este modo se ha llegado a pensar la identidad como una poltica de
representacin, tal como lo plantea Rajagopalan (FERREIRA y ORRICO, 2002, p. 85). Esto
supone, por lo menos, tres hiptesis previas: a) la identidad es un constructo social (p.77); b)
est condicionada por diferentes tipos de intereses y sometida a relaciones de poder (SILVA,
2000, p.81).y c) en tanto que constructo es el resultado de actos de creacin lingstica
(SILVA, p. 76).
Partiendo de estas consideraciones, se puede definir la identidad cultural como un
proceso discursivo que genera, reproduce y transforma representaciones simblicas de
reconocimiento colectivo, a travs de las cuales una comunidad se comprende a s misma,
legitima su organizacin social y se orienta histricamente. Las representaciones simblicas
surgen a travs de la construccin de lneas de convergencia, puntos de encuentro, espacios de
coincidencia, donde se constituira lo propio, lo especfico, lo esencial, que pertenece a todos
y cada uno de los miembros que en esas representaciones deben reconocerse. Se instaura as
un nosotros.
Las representaciones identitarias funcionan, pues, como fuerzas cohesivas y
unificadoras y, por eso, deben necesariamente extirpar todo aquello que no contribuye a
formar la totalidad: lo particular, lo extrao, lo diferente. Al mismo tiempo, entonces, que se
produce una seleccin de los rasgos positivos y comunes, se produce una negacin de todo lo
que se opone al trabajo de homogeneizacin.
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Este movimiento negativo se ejerce en un doble espacio: al interior de la comunidad se
rechazan todas las caractersticas que carecen de la propiedad de colectivizarse por ser
inexpresivas, excepcionales, circunstanciales o incompatibles con aquello que se designa
como comn. Por otro lado se configura un exterior donde se encuentran los contrastes, las
oposiciones, las contradicciones o las amenazas de los fundamentos aglutinadores.
Todo proceso discursivo excreta necesariamente un otro interno y un otro externo en
un mecanismo simultneo de inclusin y exclusin. Todo reconocimiento de un nosotros se
perfila a contraluz de un ellos (SILVA, p.82).
Ahora bien, esta descripcin que vengo de hacer, induce a pensar que la discursividad
identitaria es un espacio de produccin de homogeneidades severamente controlado. No es,
sin embargo, lo que se aprecia frecuentando los discursos de la identidad. Como hechos
discursivos que son, estn implicados en una red de intereses sociales, lo que determina
efectos y trabajos de sentido que se expanden y se dispersan en mltiples direcciones.
As, podramos intentar definir con mayor precisin la FD que rige estos discursos
como un espacio organizado en torno a un ncleo identitario a partir del cual se producen
vnculos con otros discursos provenientes de diferentes FDs para generar enunciados
polticos, cientficos, culturales, estticos, etc., homlogos al ncleo. Cada vez que un sujeto
discursivo especifica el ncleo, genera una particular red interdiscursiva que revela su
posicionamiento en relacin a las tensiones y conflictos sociohistricos.
Considerada as, la FD identitaria no aparece solamente como un dominio semntico
donde se encuentran alojadas las caractersticas constitutivas de las representaciones
colectivas. Es, antes que nada un campo de batalla por la identidad en contacto con un
interdiscurso que le permite ampliarse, reformularse, estrecharse o cerrarse de acuerdo a las
situaciones en que aflora el discurso. En esta lucha discursiva, algunas formulaciones
consiguen imponerse sobre otras o conviven enfrentadas o en alianzas contradictorias. Y hasta
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hay momentos en que ciertos discursos pueden llegar a imponerse por la fuerza silenciando a
los otros, si se entiende que se est ante una situacin de emergencia.La discursividad
identitaria siempre est operando en cualquier comunidad, pero la emergencia de discursos
sobre la identidad siempre revela una inquietud, una insatisfaccin o un temor que es sntoma
de alguna alteracin en el equilibrio de las fuerzas sociales producto de algn estremecimiento
histrico.
1.3 LA NEGACIN A pesar de la abundante bibliografa que existe, el inters por la negacin no parece
haber traspasado las fronteras de la especializacin. El Diccionario de Lingstica de Jean
Dubois, aparecido en 1973, solo define este fenmeno como modo de la oracin bsica
(aseverativa o declarativa, interrogativa o imperativa), que consiste en negar el predicado de
la oracin (DUBOIS, 1988, p.439). Sorprende ms an que el reciente Dicionrio de Anlise
do Discurso (CHARAUDEAUX & MAINGUENAU, 2004), ni siquiera abre una entrada para
la negacin, cuando debera ocupar un lugar destacado por revelar, como veremos ms
adelante, la marca de la contradiccin entre diferentes enunciados.
1.3.1 La perspectiva de la teora gramatical
Como bien pudo apreciarse en la ya citada definicin de Dubois, tradicionalmente la
negacin ha sido considerada un tipo de oracin que se caracteriza por establecer una
discordancia entre sus constituyentes sintcticos. Es la doctrina que tambin ha adoptado la
Real Academia Espaola cuando la define como la expresin de la disconformidad lgica
del sujeto con el predicado (REAL ACADEMIA ESPAOLA, 1973, p.74). Se agrega luego
que esa discordancia est sealada por la presencia del adverbio especfico de la negacin no,
que se caracteriza por ocupar siempre una posicin preverbal. Esta perspectiva revela con
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claridad un anlisis descontextualizado de la oracin y una fuerte influencia de una
perspectiva logicista que asimila la oracin a un juicio (HERNNDEZ PARICIO, p. 77).
Pero, poco a poco, esta estrecha visin que impeda una consideracin ms profunda,
se ha ido abriendo a los avances de la lingstica como lo demuestran para el rea hispnica
los estudios de Ignacio Bosque y la aparicin en el 2004 de la monumental Gramtica
Descriptiva de la Lengua Espaola dirigida por el propio Bosque y Violeta Demonte. Aqu en
el captulo 40, Cristina Snchez Lpez, redacta un extenso estudio sobre la negacin que
incorpora los ms notorios adelantos sobre este mecanismo gramatical. La exposicin que
sigue a continuacin se apoyar fundamentalmente en este texto.
La negacin tiene tres formas bsicas de manifestarse: la negacin lexical, que se
caracteriza por la presencia de prefijos de negacin cuya funcin es anular el sentido positivo
de la palabra a la que se adhieren, como a-, anti-, des-, i-, im-, in-. Este mecanismo puede
operarse sobre diferentes tipos de palabras: sustantivos, adjetivos, verbos y adverbios:
agramaticalidad, infrecuente, anticatlico, desorganizar, indecentemente, etc.
Se ha observado, sin embargo, que la presencia de estas palabras dentro de una oracin no
producen oraciones negativas. Slo la unidad lxica es alcanzada por la negatividad, sin
conseguir expandirse al resto de los componentes.
Desde un punto de vista gramatical, se tiende a considerar como el paradigma de la
negacin los casos en que son afectados varios elementos de una oracin establecindose una
incompatibilidad entre ellos o manifestando la inadecuacin de la oracin toda con la
realidad: es la negacin sintctica, cuya caracterstica fundamental es la presencia de
marcadores de negacin como el adverbio no y las llamadas palabras negativas.
Las palabras negativas pueden tener un efecto sintctico sin que aparezca el adverbio de
negacin: antepuestas al verbo producen tambin oraciones negativas. Se trata de los
pronombres nadie y nada, del determinante ninguno(a), de los adverbios nunca, jams y
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tampoco, de los sintagmas en mi vida, en la vida, correspondientes a nunca y varios sintagmas
precedidos de ni como ni loco, ni borracho, ni muerto. Ejemplos:
Nadie quiso entrar.
Nada esperes.
Nunca digas nunca.
Jams lo vi sobrio.
Tampoco vino Luis.
En mi vida escuch algo as.
Ni loco lo invitamos.
La negacin puede presentar, adems, elementos que si bien no se reconocen
formalmente como negativos, actan reforzndola. A este fenmeno se le llama polaridad
negativa, puesto que esas palabras se comportan como el otro polo en que se apoya la
negacin. Los elementos reciben, por su parte, el nombre de trminos de polaridad negativa
(TPN). Se diferencian de las palabras negativas por el hecho de que estructuralmente
dependen siempre de otra marca de negacin para poder adquirir esa funcin. Se trata del
determinante alguno(a) pospuesto, ciertos superlativos, modismos y adverbios como todava:
No me interes libro alguno.
No tengo la ms plida idea.
No pude pegar un ojo.
Carlos no lleg todava.
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La tercera forma de negacin es la negacin semntica, donde frases totalmente
afirmativas pueden funcionar son sentido negativo como es el caso de muchas respuestas o de
ironas:
_Vamos al cine?
_Estaba pensando quedarme en casa.
A las dos vamos a llegar!
(No llegaremos a las dos)
De todas estas formas, es la negacin como operacin sintctica la que ha despertado
mayor inters en los tericos, debido a la complejidad que puede asumir su comportamiento.
Ya los filsofos haban puesto de relieve un comportamiento claramente ambiguo al
interpretarse una negacin: una misma frase admite dos lecturas con diferentes consecuencias.
El ejemplo tradicional con el que se lo ilustra es El rey de Francia no es calvo. Si se entiende
que la negacin afecta slo al predicado es calvo, declarando su inadecuacin con el sujeto, la
presuposicin de que existe un rey de Francia no es afectada. Si se interpreta que la negacin
afecta a toda la oracin, en el sentido de No es cierto que el rey de Francia sea calvo, no hay
obligacin de aceptar la existencia del rey. Esta doble perspectiva gener en la teora
gramatical el concepto de mbito de la negacin, para referirse al dominio sintctico sobre el
cual se ejerce la refutacin. Segn el mbito se han distinguido dos tipos de negacin: la
externa, llamada tambin negacin de frase, que refuta toda una oracin anterior, proferida o
supuesta y la interna, que afecta a un solo componente oracional.
No todos estn de acuerdo con extender la especulacin lgica a la gramtica. Se
sostiene que los hablantes, en el lenguaje natural, tienden a interpretar todas las oraciones
como internas, ya que se considera el sujeto como referencial y fuera del mbito negativo.
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Slo existira negacin externa por razones pragmticas, es decir cuando hay necesidad de
refutar algo realmente proferido o supuesto.
Como ya pudo observarse aqu, fue desde el mbito de la filosofa del lenguaje que se
puso en evidencia una caracterstica especialsima de la negacin: su dependencia de un
espacio exterior a la propia oracin. Ser partiendo de estas especulaciones que, como
veremos ms adelante, Oswald Ducrot instrumentar su teora enunciativa.
La ambigedad interpretativa que puede generar una negacin, ayud a construir
tambin la nocin de foco de la negacin. Se denomina as aquel elemento sobre el que
recae la exclusin o refutacin, de tal modo que puede considerarse responsable de la falsedad
o inadecuacin de la frase con la realidad (SNCHEZ LPEZ, p. 2577). En el caso de la
negacin externa, el foco coincide con el mbito: se trata de negar toda la oracin. Pero si el
mbito es interno el foco puede estar orientado hacia diferentes elementos. As, en una frase
como Juan no habl hoy con Mara, la negacin puede estar focalizada en el sujeto: no fue
Juan quien habl con Mara; en el ncleo: no habl, discuti; en el complemento temporal: no
hoy o en el complemento preposicional: no con Mara. Generalmente, en estos casos, se
introduce un correctivo que sustituye al elemento negado en el foco por la informacin
correcta: Juan no habl hoy con Mara, sino con Ana.
Otro aspecto interesante que merece destacarse dentro de la teora gramatical es el
concepto de inductores negativos. Se ha observado que hay oraciones donde sin existir una
negacin preverbal, aparecen trminos de polaridad negativa (TPN) y la oracin debe
interpretarse como negativa:
Cundo te ayud nadie?
Este es el mejor libro que he ledo nunca.
Raramente puede hacer nada de lo que planea.
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La presencia de TPN en esos casos es un claro ndice de que han sido atrados por
algn elemento que funciona como el otro polo de la negacin: son los inductores de
negacin.
La diversidad de estos elementos hace difcil explicar la causa de este
comportamiento que puede obedecer tanto a razones sintcticas como semnticas. Se han
identificado como inductores negativos los siguientes grupos:
a) verbos con significado restrictivo, como verbos de duda, de oposicin, de privacin, de
ausencia, que crean predicados de significado negativo (dudar, negar, rechazar, prohibir,
dificultar, obstaculizar, carecer, privar, etc.).
b) interrogaciones y exclamaciones retricas que ocultan una negacin:
Cundo he insultado yo a nadie?
(Nunca he insultado a nadie)
Qu sabes t de nada!
(No sabes nada)
c) algunos cuantificadores como poco, demasiado y adverbios cuantitativos como raramente,
pocas veces:
Poca gente est de acuerdo con ninguna de sus propuestas.
Raramente un abogado cuenta nada.
d) preposiciones y conjunciones como sin, en lugar de, en vez de y si condicional
Puedo hacer el trabajo sin la ayuda de nadie.
Va Pedro si nadie va.
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e) construcciones comparativas y superlativos:
Juega al ftbol como nadie.
Es el chico ms listo que he visto nunca.
El otro aspecto, muy debatido, que merece ser destacado aqu es la sinonimia que se
presenta en frases como: No creo que Pedro venga y Creo que Pedro no viene. En el primer
caso se aprecia que el foco de la negacin est en el verbo de la oracin principal. En el
segundo se niega el verbo de la subordinada. Sin embargo la interpretacin de las dos frases
es similar. En realidad lo que se niega no es la creencia, sino la venida de Pedro. Se entiende,
entonces, que hubo una especie de desplazamiento de la negacin desde la subordinada hacia
la principal, sin que el contenido semntico fuera afectado. A este curioso efecto se lo conoce
como negacin anticipada y tambin transporte o elevacin de la negacin (HERNNDEZ
PARICIO, p. 174).
No es con todos los verbos que puede darse este fenmeno. Hay, pues, una restriccin
semntica, para este comportamiento de la negacin: slo se realiza con verbos de opinin
(creer, imaginar, pensar); verbos de intencin y volicin (querer, desear, tener la intencin
de) o verbos de aproximacin perceptiva (parecer, ser probable, ser plausible). Se ha
argumentado, adems, que no existe una perfecta sinonimia entre las dos negaciones. Habra
una diferencia entre No creo y Creo que no. En el primer caso hay un menor convencimiento:
al negarse la creencia el locutor acenta que se trata de un punto de vista personal. En el
segundo caso habra un aumento de la conviccin al negarse el hecho que aparece en la
subordinada atribuido generalmente a otro sujeto, lo que intensificara un mayor efecto de
objetividad.
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Las causas de este curioso desempeo han generado una amplia polmica. Hernndez
Paricio presenta un panorama crtico de la discusin y sugiere como solucin considerar que
la oracin principal implica semnticamente a la subordinada y, por lo tanto, puede
anticiparse la negacin siguiendo la tendencia universal de que la negacin aparezca cuanto
antes en la cadena sintctica.
1.3.2 La negacin en la teora de la enunciacin
Al reflexionar sobre la negacin, el filsofo Henri Bergson haba percibido que el acto
de una negacin, era en realidad una reaccin contra una afirmacin eventual:
Uma proposio afirmativa traduz um juzo emitido acerca de um objeto;
uma proposio negativa traduz um juzo emitido acerca de um juzo.
Portanto, a negao difere da afirmao propriamente dita na medida em
que uma afirmao de segundo grau: afirma algo acerca de uma
afirmao, que, esta sim, afirma algo acerca de um objeto (subrayado por
el autor, BERGSON, 2005, p. 312).
La negacin es pues, relacional y dependiente de una afirmacin positiva. Esta
caracterstica hace que deba considerrsela con un estatus lingstico diferente al de las
afirmativas, pues carece de una autonoma semntica plena. La negacin apunta a un ms all
que est fuera de la oracin que la sustenta. Y esa exterioridad no es un espacio lgico o
puramente abstracto: es frente al decir de un otro que la negacin se constituye y se yergue.
Bergson propone que la negacin no puede pensarse sin la existencia de un dilogo.
Transparenta, as, de un modo ms claro que la afirmacin, el territorio social que la sustenta:
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No h mais, ento, simplesmente uma pessoa e um objeto em presena um
do outro; h, diante do objeto, uma pessoa falando com uma pessoa,
combatendo-a e ajudando-a ao mesmo tempo; h um comeo de sociedade.
A negao visa algum e no apenas, como a pura operao intelectual,
algo. Ela de essncia pedaggica e social (BERGSON, 2005, p. 312).
Este vnculo con de el exterior, tambin fue notado por los llamados filsofos del
lenguaje de la llamada escuela de Oxford y sirvi de base a Ducrot para instrumentar su
teora polifnica de la enunciacin . Tal como el propio lingista resume esta reflexin:
Ils font remarquer que les nontiations ngatives impliquent une attitude
psychologique spcifique, quon ne retrouve pas dans les nontiations
affirmatives. Une nontiation ngative se prsente en effet trs
frquemment comme sopposant une affirmation pralable __que celle-ci
ait t effectivement mise par le destinateur, ou quon la lui prte, ou
quon la souponne d y souscrire (DUCROT, 1973, p. 119).
Es desde la negacin, entonces, considerada como un mecanismo privilegiado, que
Ducrot comienza a observar la naturaleza interenunciativa de este tipo de oraciones.
Partiendo de las especulaciones concretas de los generativistas Klima y Jackendoff, Ducrot
distingue al principio dos tipos de negacin : a) une ngation polmique qui correspond
une acte de parole de ngation, et qui se prsente donc comme rfutation de l nonc positif
correspondant y b) une ngation descriptive , qui est affirmation d un contenu ngatif, sens
rfrence une affirmation antithtique (DUCROT, 1973, p. 123-24). Al elaborar ms tarde
su esbozo de polifona, Ducrot abandona los fundamentos pragmticos, visibles en la
expresin acte de parole, y concibe el enunciado negativo como una escenificacin donde
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aparecen diferentes voces en conflicto __los enunciadores__ articulados por un locutor que
sera el responsable de la proferencia. El locutor se identificara con el enunciador 2 que niega
al enunciador 1. En esta fase se distinguirn ahora tres tipos de negaciones: a) la negacin
metalingstica, que contradice un enunciado realmente proferido. El conflicto es aqu entre
dos locutores: uno responsable de la afirmacin y otro que asume la oposicin. b) la negacin
polmica, donde la oposicin se da entre enunciadores. El enunciador afirmativo no es
asimilado, en esta circunstancia, a un locutor real. Es una pura virtualidad que sostiene un
punto de vista o una opinin general. Finalmente, c) donde Ducrot insiste en considerar la
negacin descriptiva, aunque ahora considerada como una derivacin de la negacin
polmica. Con respecto a esta ltima categora, su argumentacin no resulta muy
esclarecedora y no se percibe cul sera la diferencia especfica con la negacin polmica.
Hernndez Paricio rechaza la existencia de una negacin descriptiva, defendiendo el punto de
vista de que todas las negaciones dependen de un contexto. Sin embargo, sostiene que se la
puede considerar no un tipo, sino un uso diferente de la negacin: su funcin no sera refutar
algo dicho o supuesto por un interlocutor, sera transmitir informacin y cooperar
conversacionalmente, cosa que la negacin no hace (HERNNDEZ PARICIO, pp 126-27).
Se le ha reprochado a Ducrot su estructuralismo, argumentando que la polifona sera
un sistema que se sita en el nivel de la lengua y no del uso (NOLKE , in CHARAUDEAU &
MAINGUENAU, 2004, p. 386). La crtica es pertinente ya que el propio Ducrot sostiene que
el sentido de un enunciado debe ser entendido como la descripcin de la enunciacin, o sea,
las indicaciones e instrucciones que el propio enunciado ofrece para su inter
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