8/15/2019 Izquierdo Jesus. Pasado e Historia en La Era de La Contingencia
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ENSENANZ
EL
HISTORI.-.-.
Debates y Propuestas
Miguel Ángel JARA
(compilador)
• •
.
Beatriz AISENBERG - María Elina TIJERINA
María Esther RIOS - Alicia Graciela FUNES - joan PAGÉS
Antoni SANTISTEBAN - Liliana AGUlAR - Celeste CERDÁ
Jesús IZQUIERDO MARTIN - María Esther MUÑOZ
Fabiana Marcela ERTOLA - Víctor SALTO - Rosa 1. SANELLI
Primera Edición
-2008-
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ENSENANZ
EL
,
HISTORI
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Titulo:
«Enseñanza de la Historia. Debates yPropuestas»
Autores:
JARA, Miguel Ángel (Comp.)
Beatriz AISENBERG - Maria Elina TlJERINA - Maria Esther RIOS
Alicia Grsciele FUNES - joan PAGb's - Antoni SANTISTEBAN - Liliana AGUIAR
Celeste CERDÁ - jesús IZQUIERDO MAR71N - María Estner MUÑOZ
Fnbisn« Marcela ERTOLA - Viciar SALTO - Rosa l. SANELLl
Para comunicarse con los autores:
Á rea D id áct ic a d e las Ci enc ias So c iales e His to r ia
Facultad de Ciencias de la Educación
Universidad Nacional del Comahue
Irigoyen 2000 - Cipolletti (8324) - Rlo Negro- Argentina
Tel. (0299) 4781429 / 4783850 / 478/3849
E-mail: [email protected]
Corrección, diagramación
y
diseño de tapa:
Miguel Angel Jara
10 edición, 2008
© 2008: Jara, Miguel Ángel
Edita:
EDUCO
Impreso en Argentina
ISBN N° 978 - 987 - 604 - 114 - O
Hecho el depósito que establece la ley 11.723
Fecha de catalogación: 22.10.2008
NLLMt- -j c..I~11t i lc.JuJ..'c.umdllcd6Iu)u_tduLliJoluLLh.: ...
c~l~l1r.u.
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Articulistas
Beatriz AISENBERG
María Elina TEJERINA
María Esthcr RIOS
Alicia Graciela FUNES
joanPAGÉS
Antoni SANTISTEBAN
Liliene AGUIAR
Celeste CERDÁ
jesús IZQUIERDO MARTIN
María Esther MUÑOZ
Fabiana Marcela ERTOLA
Víctor SALTO
Rosa 1. SANELLI
Compilador
Miguel Angel jara
Universidad Nacional del Cornahuc
Iucultnd de Cicncins de lu Educución
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IN I E
INI 'RODUCCIÓN
AGRADECIMIENTOS
PRESENTAC IÓN :lo s a ut ore s, lo s t ex to s
5
9
11
CAPfTuwI:
Una aproxim ación a la relación entre la lectura e l aprendiza je de l a h i storia
Beatriz AISENBERG
17
Propuesta de Enseñanza 1:
«La lectura
como
estrategia
en la enseñanza de
l a h is to ria rec ien te/presente» María Esther MUÑOZ
27
CAPiTuLo II:
El pat ri moni o hi st óri co
y
la enseñanza de la historia: encruc ij ada actual
María Elina TEJERINA - María Esther RIOS
35
P rop uesta de En se ñanza ll:
«El
patrimonio
de
mi
c iudad: evidencias del pasado
memoria del futuro». Miguel A. JARA .
45
cAPiTuLo m:
La Historia Reciente y la Enseñanza. Alicia Graciela FUNES
55
Propuesta de En se ña nz a I D: «Protesta
y
nuevos movimientos sociales en la
patagonia de los 90 . Fabiana M. ERTOLA
67
CAPiTuLaN:
Cambios y continuidades: Aprender la temporalidad histórica.
Joan PAGES - Antoni SANTISTEBAN .
91
csrtttno v:
¿Retornos c ri si s o terceras v ías? Lo pol ít ico
y
el presente en la enseñanza
Liliana AGUIAR - Celeste CERDÁ 125
Propuesta de Enseñanza VI:
«Los Derechos Humanos en la Argentina (1976-200 I
) > > .
Víctor SALTO 145
CAPITULOVI:
Pasado e his toria en la era de la contingencia Ref lex iones sobre la producc ión
y
comunicación del conocimiento histórico. Jesús IZQUIERDO MARTIN 163
Propuesta de Enseñanza VI:
«Lec tura e i nterpr etaci ón: i nter pel ando al lenguaje en la
enseñanza de la historia». Rosa 1.SANELLI 173
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CAPITULO VI
PASADO E H ISTO R IA EN LA ERA DE LA
CONTINGENCIA .
Reflexiones sobre la producción
comunicación del conocimiento histórico.
Jesús IZQUIERDO MARTIN*
1. Pensar históricamente sin certezas
Durante centurias la identidad de personas y grupos se construyó en Europa tomando
como referencia el pasado. Se consideraba que el pretérito era un receptáculo de
experiencias susceptibles de repetirse de acuerdo con lo dispuesto en un orden
trascendental. El objetivo del relato histórico era conservar y difundir tales experiencias
como actos que informaban las acciones presentes. Los vivos debían perpetuar la
memoria de los protagonistas del pretérito, encarnaciones de una escatología hacia la
cual dirigir toda lealtad. El historiador era tenido por un augur cuyos relatos representaban
la misma historia, de manera que no había distinción tajante entre narración y pasado
narrado. Por entonces, la memoria y la historia estaban encarnadas en un mismo sujeto,
el historiador, cuyas narraciones construían y reconstruían a cada pasado los límites de
la comunidad.
El surgimiento de la modernidad no puede entenderse sino como un cambio radical en
nuestra relación con el pasado. Por lo pronto, implicó un previo proceso de
desidentificación de algunos actores sociales con las maneras precedentes de concebir
el mundo. Muchas tradiciones cayeron en el más extremo descrédito al tiempo que el
ayer comenzaba a dejar de ser imaginado como lugar colmado de experiencias hacia
las cuales orientar la identidad. Ésta comenzó a desarrollase por referencia a distintos
futuros utópicos -diferentes escatologías seculares como el progreso material, la libertad
individual o la emancipación de la humanidad-, cuyo cumplimiento debía ser informado
por determinados expertos. Fue a partir de entonces cuando el oficio de historiador
comenzó a profesionalizarse y a ser reconocido como un científico que, liberado de la
tutela del pasado y de los condicionamientos sociales del presente, estaba capacitado
Docente e investigador de la Universidad de Murcia. España.
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Jesús IZQUIERDO MARTIN
para indagar objetivamente las supuestas leyes universales < ;:le regían un nuevo objeto
de conocímiento: la Historia concebida abora como un w~ de acontecímientos
cuya dirección y fines eran predecibles a través de la aterra coservación empírica de
los hechos'.
La aparición de la modernidad corrió pues pareja a la ~ el1cia de una cultura
extremadamente historicista. Por todos los rincones de la ~ península europea
se desató el pensamiento histórico, alimentado por la
D~
de explicar un orden
social cuyos significados y valores ya no podían darse por Oe&.--ontados'-La actividad
de los historiadores profesionales fue crucial en la creaciéa de una distinción tajante
entre pasado remoto y pasado reciente como dos lugares div-rns en los que habitaban,
respectivamente, la irracionalidad premoderna, y la razón de los wodernos, o por decirlo
de otra manera, la memoria y la Historia. Y en este nuevo raapa del pretérito, los
historiadores académicos no sólo tuvieron que situar las 5erentes comunidades
nacionales que, convertidas en Estados, irían surgiendo a lo
I: : v
del período; también
hubieron de enraizar en él a los distintos grupos sociales s t g i d o s en el seno de los
Estados-nación o a nivel internacional. Las identidades ewt
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PASADO E HISTORIA EN LA ERA DE LA CONTINGENCIA. ..
comprensible que los historiadores pierdan reconocimiento social. El método histórico
-un conjunto de herramientas prestadas de las distintas ciencias sociales-, ha venido
desacreditándose una vez que ninguna de las predicciones historiográficas, para las
que se elaboró tal método, se ha cumplido. Paralelamente, la idea de verdad histórica,
de esa verdad positiva cuya búsqueda era primordial en la actividad del historiador, se
ha deslegitimado: frente a la verdad objetiva se ha ido instalando en nuestras sociedades
la vieja idea nietzscheana según la cual la verdad se construye, según la cual la veracidad
es sólo un adjetivo que empleamos para recomendar algo que temporalmente creemos
bueno o útil'. ya partir de ahí se ha instalado la noción de que la historia no reconstruye
el pasado; que por el contrario construye el ayer al dotar de sentido unos hechos históricos
que por sí mismos no tienen significado alguno. El relato historiográfico ha devenido
en baluarte de la veracidad sobre el pasado en detrimento de los datos considerados
ahora como meros artefactos que, aunque causen las explicaciones históricas, no
constriñen el flujo interpretativo ni discriminan entre la multitud de narraciones posibles'.
La filosofía hermenéutica y postmetafísica han sido cruciales en la crítica epistemológica
y ontológica contra una disciplina poco propensa a reflexionar sobre su propio quehacer.
Una vez considerados como meros relatos de época, las grandes filosofías de las historia
han abierto paso a la idea de que no hay nada metafísico ni en el pasado ni en el
presente a la espera de ser interpretado; de que no existen los hechos históricos dotados
de significación inherente sino sólo interpretaciones de tales hechos. Desde esta
perspectiva, no habría tanto un pasado que representar, sino muchos pasados que
construir, tantos como personas y grupos que hablen de él en uno u otro sentido. Nos
encontraríamos así en un entorno cultural de creciente pluralismo interpretativo; un
pluralismo irrefrenable por cuanto se sustenta en una antropología cada vez más
consciente de que el sujeto es un «imperfecto que nunca se completa», que el hombre
es un individuo que reinterpreta constantemente su biografía y la de los demás'.
El presente dialoga con el pasado en forma de una interpretación sin límites de los
hechos pretéritos, y lo hace además desde una cultura que considera la democracia
pluralista como su baluarte constitutivo. Esta vieja certeza de la modernidad sigue en
vigor e incluso se ha llevado hasta las últimas consecuencias como ideal de convivencia:
en principio todo grupo tiene derecho a desarrollar su propia identidad distintiva, de la
misma manera que cualquier individuo está capacitado para generar y consumir
diferentes relatos históricos. El pluralismo democrático ha dado lugar a la eclosión en
nuestras sociedades de un sinfín de sentidos, individuales o grupales, agudizando la
crisis de la hegemonía de los historiadores como observadores privilegiados de un
• A este respecte. véase Richard Rony, ••Solidaridad u objetividad», en ídem, Objetividad,
retouvismo
y verdad, Barcelona, Paid6s, 1996 [1985J. pp
39--56. Así mismo, Pasea Erige y Richard Rorty, ¿Para qué sirve la verdadr, Buenos Aires. Paidés, 2007; y Jürgen Habermas, La aíca del di5Curso
y la cuestión de la verdad, Buenos Aires, Paidós, 2004.
'Sobre la hlstoricgraña como construcción del pasado, véase Keith Jenkins, Re Ihinking Hisfory Londres y Nueva York. Routledge. 1991.
En tomo a la identidad de los modernos, véase Charles
'ra y íor.
Fuentes del yo. La construccíén de la identidad moderna, Barcelona, Paídós, 1996.
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supuesto Sentido de la historia. Contemplado desde distinta perspectiva, la contestación
creciente a un supuesto Fin de la Historia, entendido como objetivo último de una
comunidad, ha implicado el fm del historiador como garante reconocido del método
que permitía conocerlo y con ello la apertura democrática de la historiografía. No es de
extrañar que en nuestros días la literatura se arrogue el derecho de elaborar relatos
sobre el pasado, de la misma manera que ciertos ciudadanos consideran legítimo
asociarse con el objetivo de recuperar una memoria que sienten silenciada o mal
representada por los historiadores.
En definitiva, por vez primera en nuestra historia occidental convivimos con la
contingencia sin rasgamos las vestiduras'. Las viejas certezas epistemológicas y
ontológicas se han visto trastocadas y con ello nuestra relación con el pasado y con
quienes estaban legitimados para producir y comunicar conocimiento histórico. El
método y la verdad histórica ya no pueden esgrimirse como baluartes de una disciplina
académica sin suscitar la sospecha entre quienes, desde otras esferas culturales, exigen
participar en la construcción del pasado. Ahora bien, ante este creciente desafío de una
cultura sin certezas, ¿cuál está siendo la reacción de la gran mayoría de los historiadores,
ya sea cuando operan como investigadores, ya cuando operan como educadores? ¿Está
realmente aceptando la historia académica el dialogismo que en nuestras sociedades
pluralistas debe exigirse a quienes producen y comunican conocimiento histórico?
2. Ante la adversidad, constancia (en el monólogo)
A tenor de la reacción a la defensiva de la mayoría de los historiadores, no se puede
decir que la reflexión en torno a los recientes cambios culturales respecto a laproducción
y comunicación del conocimiento histórico esté instalada en las instituciones
investigadoras y educativas, al menos en el mundo latino. Los investigadores y docentes
dedicados a la historia suelen reaccionar ante la crítica contra los fundamentos
epistemológicos y ontológicos de la modernidad con un desprecio que reafirma su
lealtad a determinados hábitos disciplinarios. Y es que siguiendo tales hábitos, esto es,
el conjunto de convenciones y procedimientos que están instituidos en universidades y
academias, los historiadores profesionales muestran su identidad y reciben el
reconocimiento de sus pares. Frente al diálogo y al pluralismo, prácticamente ausentes
de las instituciones académicas, los historiadores continúan ensimismados con la idea
de conocer por conocer, sin reflexionar sobre la función social de su actividad, ya sea
como productores, ya como comunicadores de conocimiento histórico. En ambos casos.
siguen asumiendo el papel de «anticuarios» que encarnaban quienes fundaron la
disciplina, obsesionados por alcanzar una verdad definitiva sobre el pasado que cierre
, H ubo otro momc:nm de dominio de la con liDg enc ia. durante el sigl o XV I; sin em barg o aquella etapa se viv ió como un calvario que deb ía ser supe rada..
T a l a fin de su peració n es el que in ce n tiv ó la diflCU lw sa e dilicaci6D de lo s cim ien tos secu lar es de la ver oad uni v er sal que ha p en lur aoo has ta el sip o
XX . véase R id=d H . Pop lcin . Lo.historiDdtl actpridsmo dtJdt Ertumo
has ta Spino:a
M txico. Fondo de Cultura Eco nóm ica. 19 94.
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las interpretaciones venideras. Más que diálogo entre colegas, lo que prima en los
departamentos de historia es una suerte de monólogos distintos por parte de quienes
consideran que su trabajo, por individual, se construye en contra del trabajo de los demás.
Si hay alguna discusión, ésta versa en tomo al viejo metodologismo heredado del
historicismo, esto es, en defensa de un determinado método y de unas determinadas
categorías científicas que se consideran universales y por tanto se esgrimen como
herramientas necesarias para evitar que el conocimiento se convierta también en un hecho
histórico, maleable, inconsistente. Entre los historiadores es común la defensa de su
actividad como una «reconstrucción- o «representación- del pasado a partir de los datos
custodiados en los archivos; datos que, en última instancia, siguen siendo considerados
como artefactos que «hablan» y que limitan el flujo interpretativo de los relatos históricos.
Da la impresión de que para el historiador académico, el pluralismo es un mal menor que
se superará en la medida que se logre alcanzar la verdad última de unos acontecimientos,
de unas experiencias, de un determinado período histórico. No es el diálogo con el pasado
lo que defiende el historiador profesional, sino un monólogo que contenga la última
palabra sobre un tema específico, para una vez dicha, pasar a otro tema, a otro personaje
histórico. El diálogo tampoco impera entre los historiadores y la sociedad para la que
trabajan. Pese a la demanda de participación en la construcción y comunicación del
conocimiento histórico por parte de numerosos grupos e individuos, los historiadores
siguen erigiéndose en custodios últimos de un saber positivo para cuya producción, creen,
no está preparado el resto de la ciudadanía. Todo aquello que suena a literatura histórica
o a memoria popular suele ser despachado como productos de calidad menor, más cercanos
a la imaginación que la razón que sólo asiste a los historiadores profesionales
Con todo, donde más restringido es el dialogismo del historiador es cuando opera como
docente. Es allí donde el hábito del monólogo, encarnado en la clase magistral, es más
evidente; donde se pone de manífiesto la imagen peyorativa que los profesores tienen
instituida del alumno como un mero sujeto pasivo, un simple receptáculo de la verdad
positiva del docente. Si las instituciones son lenguajes verbales y prácticos estabilizados
en el tiempo con los que cada uno da sentido al mundo y aquienes lo habitan, entonces las
instituciones académicas son las idóneas para reafirmar el monólogo que impera en la
comunicación del conocimiento histórico. Dentro de tales instituciones, las discusiones
son minoritarias al entenderse que el diálogo con los estudiantes, al igual que el diálogo
entre colegas, no es un camino para el conocimiento. El historiador profesor cuenta además
con la ventaja de situarse ante un sujeto, el alumno, que tiene bien asumido el hábito de la
pasividad aprendido tras largos años de aculturación en los niveles secundarios de
educación. Si el historiador qua investigador opera como unjuez del pasado que trata de
dictaminar la verdad a partir de la evidencia de los documentos, el historiador qua docente
• Sob re el m onolog ism o del hi storiador qua in ves ti gador, v éase Jes ús Izq uier do Mar tfn . -La memoria del hisrori ador y
tos
olv id o ; de
la
histori a.. en
P. Si nche z León y J Izq uierdo M an ín
(eds.), lfin d~los hislorituloru •
pp . 179 - 20 8.
Enseñanm de la Historia. Debates Propuestas 171
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Jesús
IZQUIERDO MARTIN
t raba ja como un legislador que fi ja lo s tex tos lega les -o ra les o esc ri tos- que deben ser
m emorizados po r sus alumnos con e l fin de aprobar la signa tu ra impart ida ,
En este c o nt ex to inst i tu c ional, e l his to riador no c o nc ibe el conoc im iento como producc ión
co lec t iva , no considera que la producc ió n y la comu nic ac ió n v an de la mano . E s poco e l
in te ré s por desarro lla r la s a c ti tudes c rít ic as de su s audiencias . T odo lo contra rio : de lo que
se t ra ta es de ofrecer les un produc to tan acabado como sea posible , q ue no muest re fi su ras
ni aris tas . E s natura l q ue los sem inarios sean tan escasos en la enseñanza de nuestras
inst i tu c iones docentes, pues requ ieren una configurac ió n o rganiza t iv a en la que el profesor
tendría que aparecer como un mero o rquestador de un grupo que produce y comunica
conoc im iento a travé s de la discusión entre su s m iembros, a los que , si ac aso , e l profesor
debe ofrecer inst rumento s c rít ic os, no verdades mast ic adas y digeridas . E sta ca renc ia de
diá logo es también ev idente en lo s sem inario s ent re pro fesionales , e inc luso dentro de los
congresos c ien t ífico s, en los cua les las preguntas a los espec ia l istas se reservan a un
momento residual de la s se siones congresuales.
En suma, ante las c rít icas vert idas contra los presupuestos modernos que rigen la producc ió n
y comunicac ión de conoc im iento his tó rico , la m ay oría de los histo riadores se ha lim itado
a segu ir a p ie jun t i l las lo s hábi tos trad ic iona les de la disc iplina , hábi tos que son reac io s al
d iá logo y a la re flex ión c rít ic a sobre su propia ac t iv idad como invest igadores o docentes.
E l monó logo sigue insta lado e n sus t emplos del saber, a e xpensas de una dec idida apuesta
por la c reac ió n de fo ros C Ív icosen lo s que repensar e l pasado y la func ión de la his to ria en
nuest ras soc iedades plural is tas , muchas de e lla s a q ue jadas de problemas re lac ionados
con la na tu ra lizac ión de l pasado y c on su incapac idad para apodera rse de dete rm inados
t raumas co lec t ivos y de pensar fu tu ros posibles .
3. ¿
Unactividad sinfin?
M al que les pese a muchos histo riadores, la h isto riografía --en e l sent ido de esc r ibir
relatos sobre un m ismo hecho his tó rico- no parece tener fm . L as narrac iones se s uceden
en un cons tante flu jo in terpreta t ivo que queda fuera de l contro l de la disc iplina, dado
que en nuestro orden socia l moderno e l bro ta r de la ident idades es tan incont inente
como lo son las narra t iv as con los que lo s su je tos y grupos se do tan de biografías
indiv iduales y co lec t iv as . S i la ac t iv idad his to riográ fica no t iene fina l es porque acabar
con la divers idad in te rpre ta t iv a en to rno a l pasado equ iva ldría a detener la m isma his tor ia .
C uest ión dife rente es que toda in terpre tac ió n se haga desde el hoy , que el t i em po pro pio
9
J. Castro y S. M anfne z B enn ej o . _M oD6logo . Educac ión, tradic ión y c emun íc aoée en la hiS lori og rafia académica espa r.o la .. en P . Sánchez L eón y
1 . Izqu ierdo M anin (cd s.).
El
fill
d~ los hisrorUufores...•
pp . 2 .. 7· 250 . L a idea del his to riador-doo:::me como leg isl ador del saber se inspira en el
su ge rente trabajo de ZyglUWl t Bauman.LLgis/adora
illftrpretts Sobrt la
modunidad.
ID
posmodemidad
y los illlt/anta/a Qui lmes. Univ ersid ad
Nac ional de Quilmes. 19'J7.
10
A lgunos de es tos argwnentos es tán desa rr oU ad os en J. llq uierdo Man fn. 4> isci p1 in.2 y con t ingenc ia: histo ri ador es. co noc imien to y e: nseA anz .a del
pa sado_, en M. Carr e ter o . A. R osa y M . F. G on ñle z (comps.).
En uñanza
de
la histo~ ~mon a coíeaiva.
Buenos A ire s. Pai dó s. 2006 . pp. 53 -1 1 .
172 Enseñam:a de la Historia. Debates y Propuestas
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PASADO E HISTORIA EN
LA
ERA DE
LA
CONTINGENCIA ...
de la historiografía sea el presente. Nos inventamos pues a nuestros antepasados al dar
significación a sus acciones y al ordenar su acontecer desde la comunidad cultural que
habitamos en el presente. Ser conscientes de ello no nos lleva a salimos del círculo
hermenéutico, de la trama semántica y onomástica desde lacual significamos el mundo .
Más bien implica que nos inventamos a nuestros antepasados con palabras que en
cierto sentido hemos heredado de ellos, porque nuestra comunidad es tan histórica
como histórico es el objeto de estudio que abordamos. Entre el lenguaje del ayer -con el
que aquellos dieron sentido a sus acciones- y el lenguaje del hoy -con el que traducimos
el pretérito- trazamos un puente semántica inventando términos comparables a partir
de tradiciones lingüísticas no clausuradas .
Con todo, son todavía numerosos los profesionales y docentes de historia que siguen
defendiendo a ultranza el mito epistemológico según el cual, desde la atalaya ahistórica
del cientifismo, es posible reconstruir el pasado desde su propia lógica. Se trata de esos
mismos académicos que buscan la convergencia hacia una supuesta Verdad del pasado
que cierre el flujo interpretativo por donde se filtran los relatos históricos elaborados
por no profesionales o por estudiantes. Aunque hayan renunciado a las grandes filosofías
de la historia con las que la modernidad se apropió del pasado, muchos historiadores
siguen apelando al método y a las categorías analíticas de las ciencias sociales,
considerándolas herramientas universales que sirven para traducir cualquier tiempo y
lugar. Conceptos como clase social, estructura, progreso material, coyuntura, individuo ...
y un largo etcétera son empleados por aquellos sin reflexionar sobre su condición
histórica; sobre el hecho de que todas ellas son categorías propias de la modernidad que
no se deben aplicar ingenuamente al pasado a no ser que se pretenda acentuar
irreflexivamente la naturalización del hoy y a cauterizar de tiempo el pretérito,
alimentando la cultura del omnipresente en la que nuestras sociedades están inmersas .
En efecto, porque ensimismados con nuestro presente como momento epigonal de toda
la historia de la humanidad, estamos asistiendo a la colonización del pasado por parte
de identidades que se consideran naturales y que buscan en el pretérito sus antecedentes,
las potencias de las cuales ellas han llegado a ser actos. Tras el desencantamiento de los
futuros utópicos que se vinieron abajo después de un siglo XX plagado de horror,
buscan en el ayer los anclajes naturales de la identidad, con la intención de escapar de
las garras del tiempo y de asegurarse algún lugar sólido entre tanta arbitrariedad. Y es
que, caídos los viejos Sentidos de la historia, aquellos grandes fines que los antepasados
decimonónicos creyeron poder descubrir en las leyes de la Historia y que la centuria
siguiente se encargó de desmitificar, sólo nos quedan vagos y múltiples sentidos con
los que guiar nuestras conductas. Hemos extremado el pluralismo interpretativo sobre
A
este res pec to, véase Hans-Gecrg Gadamer,
verd d
y
método. Fundamentos dt un htrmtntutica filosófica, 2: vols .,
Salarnanca,
Ediciones
Sfgueme. 996
Véa$e Maree
Dedenne,
Comparar lo illcomparable. Alegato a favor
de
una ciencia histórica comparada,
Barcelona.
Península. 2001.
Man uel Crux .. s malas pasadas dtf ¡xuado, Identidad, raporlUlbilidad, hUtorio. Barcelona. Anagrama. 200}.
Enseñanza
de
fa Historia, Debates
y
Propuestas 173
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Jesús IZQUIERDO MARTIN
el pasado, pero a consta de naturalizarlo desde el más inmovilizador de los presentismos,
porque este mirar hacia el pasado y el futuro desde el omnipresente ¿no termina por
impedir que la imaginación se desborde y que pensemos arras mundos posibles?
La naturalización del omnipresente está bien enraizada en una modernidad que se niega
a considerarse como una cultura más y que familiariza constantemente lo extraño,
colonizando el pasado con estereotipos de nuestra propia contemporaneidad. A tenor
de los principios modernos, todo grupo o individuo tiene derecho a estabilizar su
identidad y el sentido de su vida colectiva o personal; sin embargo, cuando la
estabilización llega hasta el extremo de la universalización de lo propio, entonces
corremos el riesgo de bloquear las vías al desarrollo de los ideales dialógicos, pluralistas
e interculturales que son la mejor herencia de la modernidad . Como nos ha demostrado
el siglo recién cluasurado, son demasiadas las malas pasadas que nos ha jugado la
familiarización de lo ajeno y la naturalización de lo propio; quizá haya llegado la hora
de que la actividad historiográfica comience a dedicarse a extrañar lo propio y a
desestabilizar sentidos e identidades; quizá haya llegado el momento en que se transforme
en una práctica dirigida a desnaturalizar nuestros lugares comunes,
Para ello parece necesario echarle imaginación e inventamos el pasado como un lugar
extraño, cuyos habitantes, incluso los más cercanos a nosotros, operaban con
concepciones del mundo tan ajenas a las nuestras que nos obliguen a enfrentamos a la
temporalidad de todo lo humano. Imaginar el pasado como alteridad es una forma de
contrastar críticamente el hoy, que aparece así como un mero producto social e histórico,
distinto al del pasado, pero no más humano ni natural. Es una forma de hacemos cargo
de que el presente no es el punto de llegada en el que hemos descubierto las verdaderas
instituciones que estaban esperando a ser reveladas; que más bien es sólo un momento
en un camino que está siempre por definir, Es una forma, en suma, de reconfortamos
con la idea de que nosotros, al igual que los que nos antecedieron, somos sólo una
comunidad provinciana que acuerda temporalmente verdades con el fin de sobrevivir
en un mundo lleno de arbitrariedad, desencantado con un Dios y una Naturaleza que no
nos proporcionaron el libro maestro para guiar universalmente nuestras vidas humanas.
Ahora bien, desnaturalizar el presente supone desnaturalizar al mismo tiempo el pasado.
Implica eliminar la omnipresencia con la que hemos estado colonizando el ayer como
un espacio paulatinamente habitado por copias más o m enos fieles de nosotros mismos,
los modernos. Ésta es una tarea en la que los historiadores podrían tener un papel
crucial, ejerciendo de orquestadores que aportan a un determinado grupo las herramientas
críticas y reflexivas para evitar que sigamos construyendo identidades naturalizadas,
incapaces de pensarse como proteicas construcciones humanas. Desnaturalizar el ayer
supone historizar las categorías con las que traducimos el ayer, considerar que los
,. V éas e,
Jur ge n Hab ermas .
El di sc u rso filosófico ae la modernidad, Madrid ,
Taurus,
1989.
8/15/2019 Izquierdo Jesus. Pasado e Historia en La Era de La Contingencia
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PASADO E HISTORIA EN LA ERA DE LA CONTINGENCIA. ..
conceptos que recurrentemente emplea la disciplina histórica son meras palabras de
nuestro tiempo con las que tratamos de traducir el sentido de las obras de nuestros
antepasados. Implica asimismo historizar los datos del pasado como meros
«acontecimientos», esto es, como hechos que adquieren distintos significados en el
acontecer de su constante reinterpretación. Supone historizar los métodos y teorías de
los investigadores como meras convenciones que una vez descubrió un poeta genial y
que han devenido dogmáticas entre sus entusiastas seguidores.
Está en nuestras manos producir y comunicar conocimiento histórico como un acto
también histórico y plural, alentado por el diálogo entre nosotros y nuestros lectores
y alumnos. La historicidad de la práctica no sólo implica historizar los hábitos que
forman parte de las instituciones profesionales y académicas, y que consiguientemente
exige historizarnos como investigadores y docentes. Sobre todo supone implicar a
los ciudadanos en la recuperación de la temporalidad de sus identidades, liberándolas
de la reificación con la que colectivos y sujetos han tratado de eludir la contingencia
en la que todos vivimos. Supone abrirles a la posibilidad de pensarse como colectivos
con sentido, pero sin volver a aquellos Sentidos trascendentales que fueron norma en
el pretérito y que tantas dificultades generaron para la convivencia multicultural y
multigrupal. Implica, en suma, contribuir a que defiendan sus valores e intereses, no
como objetos ahistóricos que poseen sujetos naturales, sino como artefactos temporales
y provincianos que construyen la identidad de quienes los encarnan y defienden.
Defender nuestros valores sabiendo que son proteicos y locales no nos hace más
débiles; todo lo contrario, nos mantiene vigilantes ante la posibilidad de que quizá
mañana aquellos valores desaparezcan en la vorágine de la contingencia 15.
¡J Sobre la cultura acnsaí y el pe nsamien to débil, véa se Dar do Scav ino, t.a filosofia
ac tu al
Pensar
sin
certezas Buenos Aires. Paidés, 20 07.