KARL MARX Y EL MARXISMO
El paulatino y ya casi evidente fracaso de supuestas aplicaciones prácticas de
sus ideas políticas y económicas, no debe ensombrecer la talla de Karl Marx
como pensador revolucionario, cuya obra significó en las ciencias
socioeconómicas un vuelco similar al producido por Freud en la psicología o
Einstein en la física. La cristalización y dogmatización de su brillante propuesta
intelectual ha tenido un precio que la historia juzgará y él no hubiera avalado.
Con Marx, la ética política deja de ser una ciencia infusa y la doctrina
económica una velada defensa de intereses particulares. Después de él, la
comunidad internacional ya no tiene excusas racionales para no avanzar hacia
la justicia y la igualdad desde el análisis científico de los hechos, sus
relaciones, causas y consecuencias.
Karl Marx nació en la Renania prusiana actual Alemania, en la ciudad de Trier
(antes Trèves, en español Tréveris) el 5 de mayo de 1818. Fue uno de los siete
hijos del abogado judío Heinrich Marx y de su esposa holandesa Henrietta
Pressburg. El padre era un hombre inclinado a la Ilustración y a las ideas
moderadamente liberales, devoto de Kant y de Voltaire. Por tanto, Karl tuvo
una infancia habitual en la burguesía culta de su tiempo, y asistió a la escuela y
cursó el bachillerato en su ciudad natal.
En octubre de 1835, con diecisiete años, se inscribió en los cursos de
humanidades de la Universidad de Bonn. Pasó allí sólo un año, en el que
estudió griego e historia y llevó una agitada vida estudiantil, incluyendo un
duelo y un día de calabozo por alcoholismo y desórdenes (fue la única vez que
el fundador del comunismo científico estuvo en prisión). El ambiente
universitario de Bonn era rebelde y politizado, por lo que Karl se hizo miembro
de un círculo en el que se discutía de política y poesía, y llegó a presidir el Club
de las Tabernas, que tenía otros fines. Pese a tantas actividades, de pronto
resolvió pasarse a la Universidad de Berlín, en la que ingresó al año siguiente,
también en el mes de octubre.
En Berlín se apuntó para estudiar leyes y filosofía, sin abandonar su inclinación
por la historia. Encontró muchos amigos y una novia, Jenny von Westphalen,
joven inteligente y atractiva de veintidós años (cuatro más que Karl Marx),
perteneciente a una familia de funcionarios de reciente nobleza, que jamás
tragarían al «noviecito» judío e intelectual de Jenny.
Un joven hegeliano
Georg W. F. Hegel acababa de morir y el ambiente universitario berlinés era
fervorosamente hegeliano, aunque cada grupo o cenáculo estudiantil
interpretaba las ideas del creador de la dialéctica a su manera. El joven Marx
se vio inmerso en esas discusiones, que lo llevaron a una profunda depresión y
al primer descalabro de su frágil salud. En prenda a su rigor intelectual, aceptó
incorporarse a «una concepción que odiaba» (según carta a su padre de
noviembre de 1837) y se unió al grupo de seguidores del joven profesor Bruno
Bauer, que sostenía las ideas más progresistas y democráticas de la obra de
Hegel y el cuestionamiento del pensamiento matemático y formal.
Casa natal de Marx
Bauer fue expulsado de la universidad por «radical» en 1839, pero los jóvenes
hegelianos ya eran republicanos de izquierdas que utilizaban la filosofía y la
dialéctica como instrumento crítico de la rígida sociedad prusiana en la que
vivían. No obstante, Marx y sus compañeros eran todavía idealistas y bastante
románticos, al confiar en que la sociedad cambiaría gracias al desarrollo de la
cultura y la educación. Esta posición no era compartida por el periodista Adolph
Rutemberg, el más íntimo amigo de Karl en esa época, que lo impulsaba a
conocer la lóbrega realidad de los obreros y los menesterosos.
A instancias de sus amigos y de Jenny, en abril de 1841 presentó una brillante
tesis doctoral que contrastaba la filosofía de Demócrito y la de Epicuro,
incluyendo la después famosa frase: «La crítica es también teoría», con lo que
se doctoró en filosofía cuando aún no había cumplido veintitrés años. No irían
mucho más allá sus logros académicos. A principios del año siguiente se
incorporó a una publicación fundada por las fuerzas más progresistas de
Colonia, entonces capital industrial de Prusia.
Como redactor de la Rheinische Zeitung (Gaceta de Renania), Marx tomó
contacto con las realidades sociales y la naturaleza crudamente clasista de la
legislación prusiana. Nombrado otra vez director de la revista en octubre de
1842, sus crónicas parlamentarias desde la Dieta renana denunciaban al
Estado como guardián y valedor de los intereses de los empresarios y
expresaban su interpretación radical del pensamiento hegeliano, en tanto que
el Estado no cumplía su función esencial como realización ética de la
especificidad humana.
Su labor como periodista político lo llevó a tomar conocimiento de los
movimientos obreros en Francia e Inglaterra, especialmente por las crónicas de
Heine desde París y Lyon, y de las ideas del socialismo utópico mantenidas por
Fourier, Owen, Saint Simon y Weitlig. Desde hacía un tiempo estaba
fuertemente Influido por el pensamiento de Ludwig von Feuerbach, discípulo de
Hegel que elaboró lo que suele resumirse como un «humanismo ateo». Marx
comenzó a intentar casar ese materialismo con la dialéctica hegeliana sin llegar
a plantearse todavía nada que pudiera llamarse lucha de clases. Justificaba en
sus artículos las reivindicaciones proletarias europeas como rebelión de «la
clase que hasta ahora no ha poseído nada», un fenómeno natural y
circunstancial motivado por la insensibilidad del estamento dominante, que no
cumplía adecuadamente su papel rector. Incluso criticaba abiertamente las
ideas del comunismo utópico por su parcialidad clasista, que dejaba de lado las
«comprensiones objetivas» de la realidad. En última instancia siguió
defendiendo el estado integral humanista de Hegel, frente al «estado de
artesanos» que, en su opinión, propiciaban los protocomunistas.
La censura prusiana presionó seriamente contra los editores de la Rheinische
Zeitung y Marx se vio obligado a dimitir. No deseaba regresar a la carrera
académica a causa del rígido control ideológico implantado por el gobierno en
la universidad. Tras siete años de noviazgo, se casó con Jenny en junio de
1843 y ambos se sumaron a la emigración política alemana que se dirigió a
París. Allí conocería a la crema de la juventud revolucionaria europea, como
Heine, Borne, Proudhon y, sobre todo, Friedrich Engels.
El Manifiesto comunista
Marx siguió trabajando sobre la base del humanismo abstracto de Feuerbach,
que criticaba la religión y la filosofía especulativa. Por su parte, Engels lo
convenció de la importancia de profundizar los estudios económicos. Junto al
hegeliano Arnold Ruge editó en 1844 el Deutsch Französische Jahrbücher
(Anuario AlemánFrancés), que incluía dos extensos artículos de Marx: «La
cuestión judía» y «La filosofía hegeliana del derecho» en el que escribía el
célebre aserto: «La religión es el opio de los pueblos» (metáfora de gran
actualidad, pues Inglaterra acababa de invadir China en la llamada «guerra del
opio»). También trabajó en esa época en unos Manuscritos
económicofilosóficos, que dejó en borrador y no publicó durante su vida. En
ellos se refleja especialmente el momento de transición que atravesaba su
pensamiento, y el proceso de elaboración de lo que él mismo llamaría la
«mezcla» entre el análisis crítico de las ideas y el estudio e interpretación de
los datos reales.
Marx y Engels
La presión de Prusia sobre el gobierno de Guizot hizo que Karl Marx
abandonara París. El 5 de febrero de 1845 se instaló en Bruselas, donde
transcurrirían dos años de fecundo trabajo en colaboración con Engels. Fue en
ese período cuando efectuaron la primera formulación del materialismo
dialéctico y escribieron La sagrada familia, La ideología alemana y Miseria de la
filosofía, este último cuestionando el libro de Proudhon Filosofía de la miseria.
En 1847 Marx llegó a Londres y tomó contacto con una sociedad secreta en
formación, la Liga de los Justos, integrada principalmente por artesanos
alemanes emigrados, que le pidieron que escribiera sus estatutos. Engels los
relacionó con los obreros izquierdistas ingleses, y ambos trabajaron desde
diciembre hasta enero de 1848 en la carta fundacional de la Liga, que se
publicó como Manifiesto comunista. La declaración comienza con una frase
que se hizo famosa: «La historia de toda sociedad que haya existido hasta hoy,
es la historia de una lucha de clases». Y entre sus consideraciones afirma que
las fuerzas productivas están en tensión constante con «las relaciones de
producción, con las relaciones de propiedad, que son las condiciones de vida
de la burguesía y de su dominio».
Según escribiría más tarde Engels, fue en este período cuando se produjo el
punto de inflexión conceptual que rebasó a Feuerbach, pasando «del culto del
hombre abstracto a la ciencia del hombre real y su evolución histórica».
Apareció entonces también la idea de la «sobreestructura» compuesta por las
instituciones y formaciones ideológicas, frente a la Verhaltnisse (palabra
alemana que significa tanto condiciones como relaciones) de producción y
apropiación del producto social.
En ese momento estallaron en Europa una serie de revoluciones populares en
cadena que afectaron a Francia, Italia y Austria, con repercusiones sociales en
Alemania e Inglaterra. Marx fue invitado a París por el gobierno provisional y se
opuso con vehemencia a la expedición «liberadora» sobre Alemania que
proponía el poeta Georg Herwegh. Esto le granjeó una gran impopularidad
entre los revolucionarios, pese a que él y Engels pasaron en abril de 1848 a
Alemania para colaborar con las fuerzas democráticas. La propuesta de Marx
era una alianza de los trabajadores con la burguesía progresista, que lo llevaría
a enfrentamientos frontales con los líderes obreros.
Marx resucitó en Colonia la Neue Rheinische Zeitung, que tuvo corta vida
debido al contraataque represivo del gobierno prusiano. En su último número,
espectacularmente impreso en tinta roja, la revista convocaba tardíamente a la
resistencia armada. En 1849, ante el fracaso de la revolución, Marx volvió a
París, de donde fue nuevamente expulsado. Pasó a Londres, ciudad en la que
viviría el resto de sus días. El desencanto circunstancial respecto al activismo
político y su rechazo al radicalismo utópico de algunos compañeros, lo llevó a
disolver en 1850 la Liga de los Comunistas.
El cerebro de la Internacional
La primera época en Londres fue bastante dura para Karl Marx, sumido en la
pobreza, aquejado por su mala salud y acechado por los acreedores. La familia
sobrevivió seis largos años en dos míseros cuartos del Soho, gracias a las
ayudas que enviaba Engels desde la factoría de su padre en Manchester,
donde trabajaba como contable. También colaboraron a su sustento Wilhelm
Wolff, amigo de Karl, y esporádicos envíos de los parientes de Jenny. Dos de
los cuatro niños de los Marx murieron en esos años de privaciones y
sufrimientos.
A fines de 1851 el New York Tribune lo designó corresponsal, lo que alivió en
parte su situación económica y mucho su dignidad. En once años de
colaboración, Marx escribió para ese diario más de quinientos artículos y
editoriales, un tercio de ellos con Engels. En esa etapa de su labor intelectual
comenzó a preparar datos y materiales para el primer volumen de El capital
(Das Kapital). Trabajos como la Contribución a la crítica de la economía
política, Teorías sobre la plusvalía o un nuevo Esbozo para una crítica de la
economía política suelen ser considerados como escritos preparatorios de su
monumental obra teórica. Mientras tanto, no dejó de mantener nuevos
enfrentamientos con los que llamaba «aventureros» y «alquimistas» de la
revolución.
No obstante, cuando en 1864 se fundó en Londres la Asociación Internacional
de Trabajadores (conocida popularmente como la Internacional), sus dirigentes
llamaron a Karl Marx a participar y a colaborar en la redacción de sus primeros
documentos. Si Marx es considerado el creador del comunismo moderno, y la
Internacional su primera formación concreta para los trabajadores de todo el
mundo, lo cierto es que aquél no fue fundador ni líder de ésta, sino sólo el guía
intelectual de un sector de la misma.
Como miembro del consejo general, trabajó activamente en la redacción de la
memoria inicial y los estatutos de la asociación, al tiempo que completaba la
elaboración del primer volumen de El capital, que se editó en Londres en 1867.
Fue el único volumen publicado en vida de su autor (los volúmenes II y III los
dio a conocer Engels, respectivamente, en 1885 y 1894), y el conjunto de esta
obra tuvo una influencia decisiva a lo largo del siguiente siglo. Sólo bastante
más tarde se comenzó a dar importancia al estudio y conocimiento de los
trabajos anteriores y juveniles de Karl Marx. El núcleo ideológico de El capital
parte de la negación de la especulación filosófica como fundamento de la
acción política revolucionaria, que debe basarse en el conocimiento positivo de
la realidad histórica social y económica. En este último aspecto, introduce el
concepto de la «plusvalía» como valor del trabajo humano del que se apropia el
dueño de los medios de producción.
La Internacional nació en un momento propicio, como propuesta de unión y
organización concreta del movimiento obrero, en tanto expresión de la clase
trabajadora más allá de las fronteras nacionales. En 1869 alcanzaba ya la cifra
de 800.000 asociados, con un consejo general integrado por representantes de
las «secciones» de los distintos países. En 1870 Engels consiguió trasladarse a
Londres. Curiosamente, fueron los italianos quienes le pidieron que se
incorporase al consejo como delegado de su sección. La entrada de su
estrecho colaborador alivió a Marx de la intensa tarea como «cerebro» de la
asociación y le permitió dedicar más tiempo a sus estudios en el Museo
Británico y a sus escritos teóricos.
Marx en 1882
Pese a ser quien era, Karl Marx no era un nombre muy conocido en el resto de
Europa: en parte porque escribía en alemán (pero sus obras no se publicaban
todavía en Alemania) y en parte porque sus elaboraciones conceptuales y su
estilo no estaban precisamente al alcance de las masas. Fue el levantamiento
popular de París en 1871, conocido como la Comuna, el que adoptó El capital
como fundamento teórico, proclamó la primera experiencia histórica de
«dictadura del proletariado» y difundió el nombre de Karl Marx por todo el
mundo. La mayor parte de los revolucionarios y líderes obreros adoptaron sus
ideas (aunque no todos las bebieran en su fuente original) y se inició la
veneración de su persona y su obra como quintaesencia del pensamiento
revolucionario.
Mientras tanto, el Marx de carne y hueso estaba enredado en una furiosa
disputa de facciones en el seno del consejo general de la Internacional. Su
adversario era Mijaíl Bakunin, y el tema de enfrentamiento era el camino a
seguir en la lucha revolucionaria. El líder anarquista ruso, que había levantado
la Comuna de Lyon en 1870, propiciaba la destrucción de los estados
nacionales y disentía del papel que otorgaba su rival al partido y a los obreros
industriales como vanguardia revolucionaria. El enfrentamiento se alimentaba
también de las fuertes y tozudas individualidades de ambos adversarios y de su
inocultable encono personal. Marx, que no estaba libre de prejuicios, llegó a
afirmar: «No me fío de los rusos». Hay quien, no sin ironía, vio en esa frase una
cierta intuición profética.
En el congreso celebrado en 1872 en La Haya, los partidarios de Marx
consiguieron la expulsión de Bakunin y sus seguidores de la Asociación
Internacional de Trabajadores. En el mismo encuentro, Engels anunció que la
sede del consejo se trasladaría de Londres a Nueva York, noticia que fue
recibida con justificada preocupación por los asistentes. En efecto, la que
pasaría a la historia como la I Internacional languideció en su sede americana
hasta desaparecer. Luego vendrían la II, III y IV Internacional, de diverso signo
ideológico y sin vinculación con la persona de Marx. Éste decidió retirarse del
activismo político en 1873, para dedicarse al estudio y el trabajo teórico.
Varios autores consideran que la capacidad intelectual de Karl Marx se debilitó
notablemente en la última década de su vida. Lo cierto es que era un hombre
enfermo, casi sexagenario y profundamente desengañado por la incomprensión
o la trivialización de su pensamiento por muchos de los que deberían
desarrollarlo y llevarlo a la práctica. En sus obras de madurez recuperó buena
parte del estilo y la terminología del lenguaje filosófico de Hegel, según el
propio Marx, por «coqueteo intelectual» con la obra de su antiguo maestro y
como respuesta a la «vulgarización» que mostraba la cultura de izquierdas
desde hacía varios años. Por otra parte, buscó también expresar su
reconocimiento al fundador de la dialéctica, pese a no haber compartido sus
«mixtificaciones idealistas».
Pese a ese semirretiro y a la declinación de sus energías creativas, Marx
recibió en esta etapa final visitas y correspondencia de líderes obreros y
políticos. Nunca descuidó y siempre mantuvo un magnetismo personal sobre
los círculos revolucionarios (incluso los que no compartían sus puntos de vista),
que no podían sustraerse a lo que Engels denominaba su «peculiar influencia».
Hacia 1877 con la salud muy quebrantada, se refugió definitivamente en la vida
hogareña. Y fue precisamente en el círculo familiar donde se produjeron dos
desgracias consecutivas que probablemente precipitaron su muerte. El 2 de
diciembre de 1881 falleció su esposa, y apenas un año después, el 11 de enero
de 1883, su hija mayor, Jenny Longuet. Solo, abatido, con la mente debilitada y
los pulmones seriamente afectados, Karl Marx murió o se dejó morir el 14 de
marzo de 1883. Su tumba en un cementerio londinense es hasta hoy meta de
peregrinación de marxistas y no marxistas que veneran la importancia de su
obra y la profunda apertura intelectual de su pensamiento.
Engels
(Friedrich o Federico Engels; Barmen, Renania, 1820 - Londres, 1895)
Pensador y dirigente socialista alemán. Nació en una familia acomodada,
conservadora y religiosa, propietaria de fábricas textiles. Sin embargo, desde
su paso por la Universidad de Berlín (1841-42) se interesó por los movimientos
revolucionarios de la época: se relacionó con los hegelianos de izquierda y con
el movimiento de la Joven Alemania.
Enviado a Inglaterra al frente de los negocios familiares, conoció las míseras
condiciones de vida de los trabajadores de la primera potencia industrial del
mundo; más tarde plasmaría sus observaciones en su libro La situación de la
clase obrera en Inglaterra (1845).
En 1844 se adhirió definitivamente al socialismo y entabló una duradera
amistad con Karl Marx. En lo sucesivo, ambos pensadores colaborarían
estrechamente, publicando juntos obras como La Sagrada Familia (1844), La
ideología alemana (1844-46) y el Manifiesto Comunista (1848).
Aunque corresponde a Marx la primacía en el liderazgo socialista, Engels
ejerció una gran influencia sobre él: le acercó al conocimiento del movimiento
obrero inglés y atrajo su atención hacia la crítica de la teoría económica clásica.
Fue también él quien, gracias a la desahogada situación económica de la que
disfrutaba como empresario, aportó a Marx la ayuda económica necesaria para
mantenerse y escribir El Capital; e incluso publicó los dos últimos tomos de la
obra después de la muerte de su amigo.
Pero Engels tuvo también un protagonismo propio como teórico y activista del
socialismo, a pesar de lo contradictoria que resultaba su doble condición de
empresario y revolucionario: participó personalmente en la revolución alemana
de 1848-50; fue secretario de la primera Internacional obrera (la AIT) desde
1870; y publicó escritos tan relevantes como Socialismo utópico y socialismo
científico (1882), El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado (1884)
o Ludwig Feuerbach y el fin de la filosofía clásica alemana (1888).
Tras la muerte de Marx en 1883, Engels se convirtió en el líder indiscutido de la
socialdemocracia alemana, de la segunda Internacional y del socialismo
mundial, salvaguardando lo esencial de la ideología marxista, a la que él mismo
había aportado matices relativos a la desaparición futura del Estado, a la
dialéctica y a las complejas relaciones entre la infraestructura económica y las
superestructuras políticas, jurídicas y culturales.
No obstante, en los últimos años de su vida se alejó de sus primitivas
concepciones revolucionarias y abrió la puerta a un socialismo más reformista,
vía que seguiría después de la muerte de Engels su colaborador Eduard
Bernstein y que acabaría por imponerse entre los socialdemócratas.
El marxismo latinoamericano.
Muy pocas referencias a América Latina pueden encontrarse en las obras de
Marx y Engels. El marxismo latinoamericano fué así en su mayor parte una
réplica empobrecida de esa ideología del desarrollo y la modernización
canonizada como marxista por la II Internacional, dominada por la
socialdemocracia alemana.
En general, el pensamiento político latinoamericano del siglo XIX y de las dos
primeras décadas del siglo XX veía a América Latina como un mundo
"atrasado" que solo podría modernizarse identificándose con Europa. Ese
paradigma interpretativo fué también válido para el marxismo.
El marxismo latinoamericano se manifestó más como una toma de posición
frente al anarquismo y a la democracia liberal burguesa que como una forma
de saber sobre lo social y de actuar en sus procesos. Pueden distinguirse en él
tres orientaciones fundamentales: - Una búsqueda de autonomía ideológica,
política y organizativa del movimiento obrero; - Una preparación para la
revolución, por medio de la lucha reivindicativa de la clase obrera; - Una
convicción sobre el carácter necesario (e inmanente al desarrollo de la
sociedad capitalista) de la revolución.
En gran parte, la dirigencia socialista latinoamericana originaria carecía de una
cultura marxista sólida y se orientó más bien hacia un reformismo
democratizador, buscando la vía de la concientización del pueblo y de la
conquista de mayorías parlamentarias. Recién a partir de los años '20 de este
siglo, las organizaciones del movimiento comunista difundieron la literatura
marxista-leninista en forma sistemática.
Cronología de algunos hechos importantes:
1870: Se publica en México el MANIFIESTO COMUNISTA;
1890: Se publica en Buenos Aires el periódico marxista EL OBRERO;
1894: Comienza la publicación en Buenos Aires de LA VANGUARDIA;
1896: Se funda el Partido Socialista en la República Argentina;
1898: Se publica en Madrid el primer tomo de EL CAPITAL, traducido al
español por Juan B. Justo;
1909: Enrique del Valle Iberlucea comienza a publicar en Buenos Aires la
REVISTA SOCIALISTA INTERNACIONAL.
Durante la etapa fundacional, o sea hasta la organización de los partidos
comunistas latinoamericanos, el marxismo teórico fué patrimonio casi exclusivo
del grupo que rodeaba a Juan B. Justo, principalmente en Argentina pero
también en Uruguay, Chile, Bolivia y Brasil. Juan B. Justo era una figura de
gran nivel intelectual, que mantuvo una relación crítica y conflictiva con la
doctrina de Marx, ya que su propósito político era crear un movimiento
socialista para realizar en Argentina una sociedad democrática, conduciéndo
para ello a las clases trabajadoras hacia una activa participación en la vida
política. De algún modo, esta actitud lo vincula con la tradición liberal
sarmientina, si bien repensando la historia desde el punto de vista de la lucha
de clases.
Por otra parte, el socialismo argentino nunca logró producir un fenómeno de
adhesión política de nivel masivo, salvo en forma puntual, como fué la elección
del "primer diputado socialista de América": Alfredo Palacios, electo por la
circunscripción del barrio de La Boca en 1904.
Del marxismo, Juan B. Justo tomó sobre todo la concepción de la lucha de
clases, entendida como lucha social en la que la clase obrera aprenda a
organizarse y a gobernar la sociedad.
El objetivo de Juan B. Justo era encontrar una fórmula política para: - Vencer la
resistencia del "stablishment" económico-social a permitir una expansión
popular de la participación política; - Controlar la tendencia subversiva de las
masas; - Impulsarlas hacia una organización civil democrática.
La introducción del leninismo en el marxismo latinoamericano modificó
radicalmente esta situación. Se inició una era de absolutización del Partido y de
subordinación a la estrategia marcada por la III Internacional y la dirección del
comunismo soviético. Si bien Lenin, como teórico político, reconocía la
autonomía de los movimientos de liberación nacional y su función
anrtiimperialista, esa posibilidad teórica quedó anulada por la sujección del
movimiento comunista latinoamericano a la estrategia general de la URSS.
Esta situación se agravó con el advenimiento de Stalin al poder en Rusia.
El planteo de una posibilidad de reformulación crítica del marxismo
latinoamericano, en forma semejante a lo hecho por Gramsci en Italia o por
Mao Tse Tung en China, correspondió en América Latina a José Carlos
Mariátegui (1894-1930), peruano, líder de un movimiento intelectual y social
articulado en torno a la revista AMAUTA. El planteo de Mariátegui parte de
considerar que una realidad diferente requiere un tratamiento diferente: en su
caso, una refundación del marxismo clásico para poder afrontar una situación
de atraso e invertebración nacional, tal como la que se evidenció
dramáticamente en el Perú con motivo de la "Guerra del Salitre" con Chile.
Mariátegui fué miembro del APRA (al que enseguida nos referiremos) pero
renunció a esa afiliación en 1928 para fundar el Partido Comunista Peruano. Su
obra principal, que sintetiza en forma muy completa su pensamiento, es SIETE
ENSAYOS DE INTERPRETACION DE LA REALIDAD PERUANA (1928), que
es una original aplicación del análisis marxista a las peculiares características
sociales y culturales de su país. Defendió la tesis de resolver el problema
indígena mediante el reparto de tierras a los indios, y sostuvo la idea de que el
papel decisivo del proceso de transformación social corresponde al proletariado
urbano. Esta obra tuvo mucha influencia en el pensamiento de los intelectuales
de izquierda iberoamericanos.
Otra obra suya fué LA ESCENA CONTEMPORANEA (1925) y en forma
póstuma fueron publicadas DEFENSA DEL MARXISMO (1934), EL ALMA
MATINAL (1950) y LA NOVELA Y LA VIDA (1955).
No es posible hablar de Mariátegui sin hacer referencia a otra gran corriente del
pensamiento radicalizado que fué su contemporánea y hasta cierto punto su
contrincante: el APRA, y a su fundador, Víctor Raúl Haya de la Torre.
Víctor Raúl Haya de la Torre (1895-1979) fué un político peruano que estudió
en Oxford y en la Universidad de San Marcos, de Lima, y que se dedicó a la
política desde muy jóven. Si bien no fué un revolucionario sino un reformista,
sus ideas eran tán "subversivas" para los intereses de las oligarquías
dominantes en su país, que su vida fué una larga serie de exilios, prisiones,
asilos en Embajadas, elecciones ganadas en las urnas y perdidas por golpes
militares, etc. Sus obras principales son: EL ANTI-IMPERIALISMO Y EL APRA
(1928) IDEARIO Y ACCION APRISTA (1930) CONSTRUYENDO EL APRISMO
(1933) TREINTA AÑOS DE APRISMO (1956) MENSAJE A LA EUROPA
NORDICA (1957).
Su ideología política está centrada en una afirmación indoamericana radical: en
la idea de que América Latina configura un "espacio-tiempo" original, que debe
buscar un camino de crecimiento también original. Dadas las peculiares
condiciones sociales americanas, propugna la necesidad de una alianza del
proletariado, los campesinos y las clases medias (alianza en la que éstas
últimas tienen el rol motriz) para plantear la lucha contra el imperialismo
extranjero, y preconiza un reformismo gradual, basado en organizaciones
económico-sociales cooperativistas y estatales.
APRA es la sigla de ALIANZA POPULAR REVOLUCIONARIA AMERICANA,
fundada en México en 1924 por Haya de la Torre y otros dirigentes de la
Federación de Estudiantes Peruanos, desterrados por el gobierno de Leguía.
La iniciativa tuvo repercusiones y despertó simpatías en otras partes de
América y del mundo. Defendía principios doctrinarios tales como la lucha
contra el imperialismo, la unidad político-económica de Iberoamérica, la
nacionalización de las propiedades extranjeras, la internacionalización del
Canal de Panamá y la solidaridad con las clases y los pueblos oprimidos del
mundo.
El Aprismo remonta su orígen a la Reforma Universitaria, ese movimiento
originado en Córdoba en 1918, proceso de transformación educativa que se
planteó como una nueva convocatoria de acción política, animada por
proyectos de cambios políticos y sociales. Se puede considerar al Aprismo, por
otra parte, como una corriente política surgida de la radicalización de las capas
medias de las sociedades iberoamericanas, fenómeno que caracterizó su vida
política en los años '20. Fué la expresión más avanzada de las formaciones
políticas progresistas de la izquierda burguesa, en la búsqueda de un espacio
político propio.
El Aprismo contiene una inteligente elaboración teórica, que ofrecía a los
grupos radicalizados una alternativa diferente al capitalismo y al socialismo,
orientada a instalar en América Latina una democracia social avanzada pero de
estilo indoamericano, distante del paradigma eurocéntrico. A tal fin propone una
alianza de clases con liderazgo por parte de las clases medias y el logro de la
independencia económica como primera prioridad.
En años recientes, el Aprismo menguó su virulencia transformadora, pero en
los años treinta pretendía ser una auténtica recreación histórica del marxismo
en condiciones diferentes de las europeas, rechazando al capitalismo privado
porque no conducía a un desarrollo independiente, y al marxismo europeizante
por ser incapaz de admitir otras formas de evolución de las sociedades que no
fueran las esquemáticamente establecidas por la Comintern.
Mariátegui y Haya de la Torre coinciden en que la realidad americana es
diferente de la europea, pero difieren en el enfoque estratégico: Haya de la
Torre no cree en la capacidad revolucionaria del pueblo y postula la necesidad
de un proceso gradual de cambio promovido por la clase media y desde el
Estado. Mariátegui, en cambio, piensa en un proceso laboriosamente
construído desde la base social.
Desde la década de los treinta hasta la Revolución Cubana, en América Latina
se produjo un notable crecimiento de la influencia intelectual del marxismo, por
su aceptación y penetración en las Universidades y en los ambientes literarios
y artísticos. En paralelo, se produjo un acentuado decaimiento de su influencia
política práctica en los procesos históricos en curso, planteándose para los
partidos marxistas una verdadera fractura entre cultura y política.
A partir de la revolución cubana y de su vinculación con el marxismo, se inició
una nueva era, caracterizada por una extrema variedad de posiciones, desde el
impacto del humanismo marxista en intelectuales católicos comprometidos en
la promoción social (la llamada "teología de la liberación", a la que luego nos
referiremos más ampliamente) hasta la manifestaciones concretas de
insurgencia revolucionaria, que a su vez abarca manifestaciones de sutura
política tán distintas entre sí como el sandinismo nicaragüense, los tupamaros
uruguayos, el ERP argentino, Sendero Luminoso peruano, etc.
En el plano de la actividad política institucionalizada, tras los recientes
procesos de transición a la democracia y en paralelo con la crisis de los
"socialismos reales", es perceptible la presencia de una "nueva izquierda
latinoamericana", que emerge en un segundo plano tras la predominancia
actual del pragmatismo neoliberal. Se trata esta vez de una izquierda
democrática, cuyo perfil y propuestas aún aparecen algo imprecisas, pero que
va configurando una alternativa con perspectivas de definirse más si se
acumulan, como parece, resultados frustrantes de las experiencias políticas
actualmente en curso.
Podemos mencionar como ejemplos de este fenómeno al Partido de los
Trabajadores de Ignacio "Lula" da Silva, en Brasil; al Partido Revolucionario
Democrático de Cuauhtémoc Cárdenas, en México; al M19 de Enrique Navarro
Wolff, en Colombia; al Frente Nacional para el Cambio y la Democracia de
Jean-Bertrand Aristide, en Haití; al Partido Sandinista, en Nicaragua; al Partido
Socialista chileno y al Frente Amplio uruguayo, entre otros.
Ahora vamos a referirnos a aquellos casos en que movimientos vinculados de
algún modo al marxismo han alcanzado el poder político estatal, de modo más
o menos durable. Se trata, por cierto, del castrismo cubano, del sandinismo
nicaragüense y de la experiencia del gobierno chileno de Salvador Allende, a
los que veremos, no en su ancedotario sino en lo que tienen de relevante para
el desarrollo de la teoría y la estrategia políticas.
Fidel Castro nació en Cuba, en 1927, hijo de un rico propietario de orígen
gallego. Estudió Derecho y recibió su grado de Doctor en 1950. En 1947
participó de un fracasado intento de invasión a la República Dominicana para
deponer al Generalísimo Trujillo. En 1953 dirigió el asalto al cuartel Moncada,
igualmente fracasado. Condenado a quince años de prisión fué indultado en
1955 y se exiló en México. En 1956, al frente de ochenta hombres, en el yate
"Granma" desembarcó en Cuba para iniciar la lucha contra Batista. Los
comienzos de la expedición fueron desastrosos, pero lograron sobrevivir y
afirmarse. La ofensiva final tuvo lugar en los últimos meses de 1958 y el 1 de
enero de 1959 Castro entró en La Habana, actuando desde entonces como
Jefe del Gobierno, conduciendo el proceso político del régimen socialista
cubano.
En una primera aproximación, el castrismo puede ser definido en términos de
una acción revolucionaria empírica y consecuente, que se encontró con el
marxismo durante su trayectoria. Un primer análisis permite encontrar en él: -
una estrategia de lucha revolucionaria; - un camino original para la
"construcción del socialismo"; - un régimen político con un fuerte componente
de poder carismático.
Antes del surgimiento del castrismo, el marxismo contaba con dos modelos de
revoluciones triunfantes: el modelo bolchevique de la insurrección urbana y el
modelo maoísta chino de la guerra popular. Frente a ellos, la originalidad del
castrismo está en privilegiar la dimensión militar de la insurrección y en
prescindir en un comienzo de la guía del Partido. La revolución no es vista
como fruto de un largo proceso de preparación y formación que desemboca en
la lucha armada. Las masas están dispuestas a la revolución por su miseria y
su opresión. Las condiciones revolucionarias -dice Ernesto "Che" Guevara-
"están dadas por el hambre del pueblo, por la reacción frente a esa hambre,
por el terror desencadenado para retardar la reacción popular y por la ola de
odio creada por la represión".
En esas condiciones no es necesario un partido revolucionario. La "hoguera
guerrillera" puede encender otras hogueras mientras la propaganda armada y
las reformas sociales en las zonas "liberadas" elevan la conciencia de las
masas.
El modelo cubano de revolución -dice Helio Jaguaribe - "se orienta hacia
situaciones y condiciones en las cuales un grupo de militantes muy pequeño al
comienzo tiene que hacer frente a un ejército relativamente grande y fuerte"...."
El pequeño grupo inicial de militantes podrá, por una parte, enfrentar con éxito,
mediante acciones de guerrilla, a la autoridad del gobierno y su ejército, a la
vez que elude con destreza los intentos de capturarlo. Por otra parte, ese grupo
logrará con rapidez el apoyo de los campesinos para distintos fines y
necesidades, desde la ayuda voluntaria de las comunidades rurales para
alimentar y albergar a los guerrilleros, hasta su disposición a guiar a éstos por
territorios desconocidos y su abstención en lo referente a proporcionar ayuda
voluntaria al gobierno y su ejército. También se espera cierto reclutamiento de
nuevos militantes entre los campesinos, aunque en forma limitada. Se supone
que las fuentes más importantes del nuevo reclutamiento para las guerrillas son
la clandestinidad urbana de los intelectuales extremistas y los ex-militantes del
partido y de los sindicatos. La estrategia fundamental del modelo cubano
consiste en acumular mediante la guerra de desgaste, el activismo urbano y la
propaganda política, condiciones para la desmoralización interna del gobierno y
su ejército, para la creación de conflictos internos entre ellos con la población
en general, y por último, para neutralizar y reprimir casi por completo la
capacidad combatiente del gobierno, despojando su causa de todo tipo de
respaldo social, hasta que el ejército se encuentre tan dividido y carente de
entereza moral y de decisión para la lucha, que el sistema gubernamental se
derrumbe casi por sí mismo. En ese momento crucial, la acción combinada de
una guerrilla ampliada con las actividades urbanas clandestinas, se apodera de
los centros claves y la revolución triunfa".
En el caso cubano, y en las particulares condiciones de la Cuba de Batista,
este modelo de revolución tuvo éxito. Los intentos posteriores de trasladarlo a
otros ámbitos ha fracasado. Aparte de lo que ya dijimos sobre la enseñanza
que cada revolución triunfante deja tanto para futuros revolucionarios como
para futuros represores, hay elementos objetivos que explican esos fracasos:
condiciones que se dieron en el caso cubano y que muy difícilmente se repitan.
En su obra ya citada, Helio Jaguaribe las resume en dos puntos acumulativos:
1) Con respecto a la posibilidad de que la guerrilla infligiese daños irreparables
al gobierno y su ejército, la vulnerabilidad gubernamental en el caso cubano
se debió a tres motivos: el territorio pequeño y de carácter insular del país;
el elevado oportunismo privatista de Batista y su círculo próximo; la
ingenuidad sociopolítica de su cículo de apoyo más amplio.
2) Con respecto a la falta de intromisión internacional, en especial de
intervenciones militares norteamericanas directas o disfrazadas vía O.E.A.,
el caso cubano fue algo único, debido a la apariencia neogaribaldina de la
rebelión de Fidel Castro; primer caso en su tipo.
Convengamos en que ese conjunto de condiciones es muy difícil que se repita
en otro lugar y época.
La originalidad del camino cubano para la "construcción del socialismo" estriba
en que apunta al desarrollo de la agricultura tropical y de los procesos
industriales inmediatamente vinculados a ella (ingenios, destilerías,
tabacaleras, etc.) más que al de la industria propiamente dicha.
En el aspecto sociopolítico ésto significa que el sostenimiento del regimen
socialista queda confiado a las masas campesinas antes que a la clase obrera.
En el aspecto internacional ésto significa quedar bajo la influencia política
determinante de la U.R.S.S.. A Cuba le son hoy reconocidas notables
realizaciones sociales, en especial en materia de educación y salud, pero en
materia de generación de riqueza social ha tenido una bajísima eficacia y ha
operado más bien como una sofisticada técnica de racionamiento. El colapso
de la U.R.S.S. agrava la precariedad de las condiciones cubanas, que se tratan
de compensar vía expansión de la industria turística, que muy probablemente
acarreará una corrupción de costumbres sociales, que se buscaba evitar en el
país.
El fuerte componente de poder carismático en el régimen político cubano se
evidencia en la personalidad y larga actuación política protagónica de Fidel
Castro. Hay que reconocer que se ha trabajado mucho en la organización
política de la sociedad, pero ella todavía está pendiente de la persona de su
líder, aunque no pueden señalarse elementos de un verdadero culto de la
personalidad, sino más bien la gravitación social de un discurso didáctico y
pedagógico, construído sobre una argumentación racional con la intención de
persuadir.
El marxismo en el Perú
José Carlos Mariátegui, uno de los marxistas más lúcidos y originales de la
centuria en tanto supo hacer de la teoría revolucionaria no un mero calco o
copia sino como él mismo lo llamó una creación heroica. Nacido en tierras
americanas, José Carlos Mariátegui supo combinar la ciencia europea con las
condicionantes nacionales de su natal Perú para ofrecer una concepción rica,
creativa y original sobre las posibilidades y perspectivas de un socialismo indo
americano. Su marxismo no negaba la determinación económica pero hacia
énfasis en la significativa importancia de la subjetividad humana, en el papel de
los factores supra estructurales, de la cultura, la tradición y la historia de la
nación y en la forma en que estos elementos eran interiorizados por los
diferentes sujetos sociales. No obstante, pudiera objetarse que la lectura y
estudio de la obra de Mariátegui tiene muy poco que aportar a la actual
coyuntura. Fallecido hace más de 70 años, la realidad que Mariátegui analizó
ha cambiado de manera sustancial en el mundo y de manera particular en la
América Latina. Esta objeción, valida por si misma, tendría sentido si se
intentara hacer una lectura acrítica, dogmatica y parcializada de sus escritos.
Sirve además como una advertencia en contra de un procedimiento erróneo
experimentado de manera reiterada por el marxismo a lo largo de su historia.
Basta sólo recordar las sucesivas canonizaciones que sufrió el pensamiento de
Marx en los marcos de la Segunda y más tarde en la Tercera Internacional, o la
domesticación del herético pensamiento de Lenin a fin de sincronizarlo mejor
con la lectura estalinista de la teoría, para comprender que el aviso sirve de
alerta ante un peligro real. El propio pensamiento de Mariátegui fue sometido a
un proceso de filtraje ideológico a fin de presentarlo como un convencido
marxista leninista estalinista en los años 40. El poco éxito alcanzado por este
empeño nos indica, entre otros factores, lo difícil que resulta reducir su
pensamiento a un mero esquema y refuerza la idea del necesario reencuentro
con el mismo, no para aprenderlo y aplicarlo mecánicamente sino para
desentrañar los presupuestos teórico-metodológicos que lo sustentaron y lo
convirtieron en una de las manifestaciones más originales y creativas en la
historia de las ideas marxistas.
( 1 )Desde luego que no es Mariátegui el único pensador que reflexiona
creadoramente sobre la teoría de Marx y las posibilidades del socialismo.
Formando parte de la lista se encuentran figuras de talla intelectual y
profundidad teórica, que tuvieron además la fortuna de una vida más larga y
pudieron por lo mismo desarrollar una obra más prolija. Gramsci, con el cual
Mariátegui tiene coincidencias teóricas, Luckas, Korsch, Bloch, o el
frankfurteano Marcuse, por sólo mencionar algunos, reflexionaron sobre el
destino del socialismo después de la revolución bolchevique. Estos y otros
teóricos encabezados por los clásicos no pueden dejarse de lado al intentar
realizar una reconstrucción de la teoría. Sin embargo considero que en el
pensamiento de Mariátegui se presentan una serie de aristas y presupuestos
conceptuales y metodológicos que lo hacen uno de los imprescindibles, sobre
todo desde las circunstancias latinoamericanas y tercer mundistas, para una
reelaboración creativa de las concepciones de la izquierda sobre el socialismo.
Existe pues un conjunto de razones que justifican la importancia de Mariátegui
para estos propósitos. Dentro de ellos pudieran señalarse: Mariátegui vive y
produce en un período histórico que tiene ciertas similitudes con la etapa
actual. Es cierto que ha triunfado la Revolución bolchevique, pero el
movimiento revolucionario en otras naciones europeas, como Italia, Alemania o
Hungría ha sido aplastado. La izquierda sufre las consecuencias de estos
fracasos y se encuentra en una encrucijada teórica ante la crisis del marxismo
de la Segunda Internacional, el proceso de formación del leninismo y el
ascenso del fascismo. El nivel de reflexión es muy elevado en tanto se aspira a
dar respuesta a las causas del fracaso del movimiento revolucionario en las
respectivas naciones, se reacciona contra una lectura del marxismo permeada
de economicismo y positivismo y se intenta recuperar el vital elemento de la
subjetividad y voluntad del sujeto revolucionario. La mayoría de los pensadores
de importancia vivenciaron el período, pero sólo Gramsci y Mariátegui no
alcanzaron a ver el estallido de la Segunda Guerra Mundial. La mirada de
Mariátegui sobre la situación europea de la primera posguerra, la crisis de la
izquierda y las contradicciones y reelaboraciones conceptuales que
experimenta la teoría en función de la revolución y el socialismo se encuentra
menos contaminada con las querellas y prejuicios ideológicos precedentes, que
si tienen sus contemporáneos del viejo continente. Llegado de un país en
donde marxismo y socialismo eran hasta esos momentos casi una noción
abstracta, podía evaluar y ver con mayor objetividad los procesos que
desgarraban la unidad de la izquierda. No hay en Mariátegui un sentimiento
metropolitano o endocolonialista, bastante frecuente, por demás, en sectores
de la izquierda ya sean europeos o latinoamericanos, pero que consideran que
América Latina debe seguir al pie de la letra los parámetros europeos o las
orientaciones emanadas por instituciones revolucionarias de ese continente.
Como latinoamericano comprende el significado de la ciencia y la cultura
europea para el desarrollo del movimiento revolucionario en América Latina,
pero esto no lo conduce a tratar de extrapolar miméticamente lo europeo a lo
americano. El mundo latinoamericano es una realidad diferente y presenta
otras condicionantes sociales y otro modo o tempo de lo histórico. Estos
elementos condicionan, a mi juicio, su recepción del marxismo y la recreación
original que hace del mismo.
El marxismo de Mariátegui. Mucho antes que José Carlos Mariátegui entrara en
contacto con la teoría marxista, ya ésta comenzaba a ser divulgada en tierras
americanas por medio de emigrantes europeos o por latinoamericanos
regresados de Europa, pero el marxismo que se difundía, no rebasaba en la
mayoría de los casos, el nivel de la más elemental propaganda y se sustentaba
por lo general en una interpretación simplificada o esquemática de las ideas de
algunos de los epígonos de Marx. Este marxismo de franca orientación
socialdemócrata, se imaginaba que el territorio americano repetiría los mismos
pasos de la historia europea. Para él, el territorio latinoamericano se
encontraba en una especie de crisis de infancia con especto a Europa y en su
devenir histórico repetiría las mismas fases de desarrollo. Este criterio no se
superará con la irrupción del bolchevismo en el nuevo mundo pues la mayoría
de los marxistas latinoamericanos de esta segunda oleada, regenteada ya en
los años 20 por el Komintern sostendrán criterios similares. La excepción la
constituirán en pequeño grupo de pensadores como Julio Antonio Mella,
Enrique Terán y José Carlos Mariátegui que creen que las condiciones son
otras y que las nieves del Kremlin no coinciden completamente con el clima
latinoamericano. Para ellos América Latina era una realidad diferente, pero
será Mariátegui el que logra confererirle un mayor desarrollo teórico a esta
premisa. Es precisamente la comprensión de que América Latina es otra
realidad la que le confiere una cualidad especial al Marxismo de Mariátegui. No
bastaba la experiencia europea para explicar y transformar la misma. Se hacía
necesario un esfuerzo de interpretación que encontraba en el marxismo su
principales presupuestos teórico-metodológicos, pero que no se limitaba a éste.
Al respecto escribe en su Mensaje al Congreso Obrero: "El marxismo del cual
todos hablan pero que muy pocos conocen y, sobre todo, comprenden, e un
medio fundamentalmente dialéctico. Esto es un método que se apoya
íntegramente en la realidad de los hechos. No es, como algunos erróneamente
suponen un cuerpo de principios de consecuencias rígidas, iguales para todos
los climas históricos y todas las latitudes sociales. Marx extrajo su método de la
entraña misma de la historia. El marxismo en cada país, en cada pueblo, opera
y acciona sobre el ambiente, sobre el medio sin descuidar ninguna de sus
modalidades, "Esta comprensión del marxismo, como método dialéctico, se
enriquecía y completaba producto de su conocimiento histórico, cultura, y
sensibilidad, con la consideración del papel de la subjetividad en los procesos
sociales y en la revolución socialista. Vale apuntar que Mariátegui no concebía
la revolución socialista como un proceso automático gestado por las fuerzas
ciegas de la economía capitalista en bancarrota. Al igual que Lenin entendía
que en determinado momento del desarrollo capitalista y producto de su crisis
se gestaban las condiciones objetivas para su sustitución por el socialismo, sin
que ello significase su desplome. Para que se produjera el cambio de sistema
era necesaria la voluntad, decisión y acción combativa del sujeto
revolucionario. Quizás no exista en toda su obra un fragmento que refleje con
mayor claridad esta imbricación entre método y subjetividad que en el editorial
Aniversario y Balance. En el mismo se lee: "La palabra Revolución, en esta
América de las pequeñas revoluciones, se presta bastante al equívoco.
Tenemos que reivindicarla rigurosa e intransigentemente. Tenemos que
restituirle su sentido estricto y cabal. La revolución latino-americana, será nada
más y nada menos que una etapa, una fase de la revolución mundial. Será
simple y puramente, la revolución socialista. A esta palabra agregad, según los
casos, todos los adjetivos que queráis: antiimperialista, agrarista, nacionalista
revolucionaria. El socialismo los supone, los antecede los abarca a todos.... No
queremos ciertamente, que el socialismo sea en América calco y copia. Debe
ser creación heroica. Tenemos que dar vida con nuestra propia realidad, en
nuestro propio lenguaje al socialismo indo americano. He aquí una misión
digna de una generación nueva."
Un análisis de los elementos conceptuales novedosos presentes en la lectura
creativa del marxismo realizada por Mariátegui excedería con creces el tiempo
de que se dispone para esta intervención.
EL MARXISMO EN EL PERU
José Cralos Mareategui
José Carlos Mariátegui nació en la Chira- Moquegua, 1894 Ensayista peruano,
uno de los pensadores más influyentes en el ámbito de la reflexión sobre la
cultura y sociedad de su país. Destacado activista político, fue además el
fundador del Partido Socialista Marxista Peruano.
Su madre, Amalia La Chira, se había casado con Javier Francisco Mariátegui
en 1882, en el pueblo de Sayán, de donde ella era originaria. Poco después fue
abandonada por su marido, quien la dejó a cargo de los tres hijos del
matrimonio. Cuando la familia se instaló en Lima, José del Carmen Eliseo
cambió su nombre por el de José Carlos. Durante una estancia en Huacho,
Mariátegui sufrió un accidente que dañó su rodilla izquierda y, aunque fue
tratado en la Maisón de Santé de Lima, perteneciente a la Beneficencia
Francesa, finalmente quedó cojo, lo que le obligó a abandonar sus estudios
escolares. Durante su convalecencia inició su formación autodidacta con su
madre y su hermana mayor.
Para contribuir al sostén de la familia entró a trabajar en el diario La Prensa
como ayudante en los talleres de linotipia y fue ascendiendo lentamente dentro
del periódico. Su deseo de incorporarse al grupo de redactores lo motivó a
publicar en 1911 un artículo sin autorización, pero a principios de 1914, tras un
duro período de aprendizaje periodístico, comenzó a escribir regularmente
como redactor con el seudónimo de Juan Croniqueur. Más adelante colaboraría
en diferentes revistas sociales e hípicas como Mundo Limeño, Lulú, El Turf,
Vesperal y Alma Latina.
Su amistad con Abraham Valdelomar le permitió entrar a formar parte del
entorno del grupo Colónida. Además de sus crónicas periodísticas, escribió
cuentos, poemas y dos obras teatrales, tituladas Las Tapadas y La Mariscala,
escritas en colaboración con Julio de la Paz y Abraham Valdelomar,
respectivamente, que no recibieron buenos comentarios de la crítica.
A mediados de 1916 pasó al diario El Tiempo para realizar la crónica
parlamentaria, lo cual le permitió conocer la política de su época desde dentro.
Sin embargo, mantuvo algunas de sus actitudes decadentistas, las cuales
motivarían un escándalo en noviembre de 1917, cuando, acompañado de la
bailarina suizo-argentina Norka Rouskaya y de un grupo de escritores, se
introdujeron a medianoche en el cementerio de Lima para ver danzar a la
bailarina la Marcha Fúnebre de Chopin.
Durante 1918, bajo la influencia de la revolución rusa, la prédica del presidente
norteamericano Wilson, la revista España de Luis Araquistain y de las ideas de
Víctor Maúrtua, Mariátegui se adhiere al socialismo y lanza la revista Nuestra
Época, dirigida por él mismo y por César Falcón, de la que sólo vieron la luz
dos números, debido a la publicación de un artículo antimilitarista que motivó
un ataque callejero a un grupo de oficiales. Junto a otros intelectuales y
algunos obreros, fundó el Comité de Propaganda y Organización Socialista,
que tuvo muy corta vida debido a divergencias internas. Por el mismo motivo
abandonó diario El Tiempo a principios de 1919 y fundó La Razón. Codirigido
con César Falcón, dicho periódico apoyó la lucha obrera y la reforma
universitaria.
Tras el golpe de Augusto B. Leguía, el 4 de julio de 1919, su línea periodística
fue de radical oposición al régimen, motivo por el cual la Imprenta Arzobispal se
negó a continuar editando el diario. En este estado de cosas, el gobierno de
Leguía ofreció becas para viajar a Europa, así que Mariátegui partió hacia Italia
y César Falcón hacia España.
En Europa se quedaría Mariátegui hasta principios de 1923, en un periplo en el
que recorrió Italia, Francia, Alemania, Austria, Hungría y Checoslovaquia,
aprendió varios idiomas y consolidó su formación política e ideológica,
adhiriéndose al marxismo y a la línea de la Tercera Internacional o Comintern.
Participó como testigo en importantes eventos como el Congreso del Partido
Socialista Italiano en Livorno, el Congreso Económico Mundial auspiciado por
la Sociedad de las Naciones, y las huelgas obreras en el norte de Italia. Fue
también testigo de excepción de las consecuencias de la Gran Guerra europea:
la situación alemana, el problema de las reparaciones, la derrota del gobierno
soviético húngaro y el ascenso del fascismo italiano. Sus impresiones fueron
publicados por el diario El Tiempo bajo el epígrafe general de "Cartas de Italia".
En Europa, junto con los peruanos Carlos Roe, Palmiro Machiavelo y César
Falcón, fundó la primera Célula Comunista peruana, que intentaba impulsar la
organización independiente de los obreros peruanos. En 1920 se casó con
Anna Chiappe. En marzo de 1923 regresó al Perú y se incorporó a las
Universidades Populares Gonzales Prada, en donde inició una campaña de
difusión de las nuevas tendencias políticas europeas y de adhesión a la
revolución bolchevique de Rusia, a través de un ciclo de conferencias titulada
Historia de la Crisis Mundial. Para poder sostenerse inició sus colaboraciones
en la revista Variedades, publicando artículos sobre temas europeos bajo el
epígrafe general de "Figuras y Aspectos de la Vida Mundial".
Cuando Haya de la Torre fue deportado como consecuencia de las protestas
del 23 mayo de 1923 contra la Consagración del Perú al Corazón de Jesús,
Mariátegui asumió la dirección de la revista Claridad, dándole una nueva
orientación, e impulsó la creación de la Editorial Obrera Claridad con el fin de
publicar y difundir las nuevas ideas. Todas estas actividades se vieron
afectadas en mayo de 1924 por una crisis de su enfermedad infantil que le
obligó a la amputación de su pierna derecha, condenándolo a usar una silla de
ruedas por el resto de su vida.
A pesar de ello, Mariátegui reanudó sus colaboraciones en Variedades y en la
revista Mundial, bajo el epígrafe general de "Peruanicemos al Perú". En octubre
de 1925 funda con su hermano Julio César la Editorial Minerva y publica su
primer libro: La Escena Contemporánea. A principios de 1926 se adhiere a la
organización de la Alianza Popular Revolucionaria Americana (APRA)
impulsada por Haya de la Torre y definida como un frente único de obreros
manuales e intelectuales.
En setiembre de 1926 fundó la revista Amauta. Considerada la más importante
y paradigmática del siglo XX, en sus páginas se publicaron importantes
trabajos de la nueva generación intelectual. Además de las nuevas corrientes
intelectuales, políticas, artísticas y literarias de Europa, Amauta fue expresión
de las dos tendencias más importantes del Perú de los años 20: el indigenismo
y la vanguardia. En junio de 1927, la revista Amauta fue clausurada por la
supuesta existencia de un "complot comunista" para derrocar al gobierno de
Leguía. Apresado en el hospital militar de San Bartolomé, una campaña
internacional abogó por su libertad. Aunque liberado, la revista Amauta tardaría
en aparecer, por lo que Mariátegui estudiaba la posibilidad de trasladarse a
Buenos Aires o a Montevideo.
El marxismo y las clases dominantes
Las clases dominantes presentaban (y presentan) al marxismo y demás ideas
libertarias como "extranjerizantes", ajenos a la "peruanidad".
Es cierto que el marxismo, -razonaba Mariátegui-, no surgió en el Perú o
América, sino en Europa, pero llega a los confines del mundo, al igual que llega
la ciencia, la técnica, la religión, el idioma, la ideología burguesa, etc. Y si las
clases dominantes peruanas son nacionalistas a ultranza, deben quedarse con
las culturas precolombinas, ya que a partir del descubrimiento y conquista, la
nacionalidad peruana se forja con los aluviones de la cultura occidental que se
mezclan y combinan con el legado de las culturas aborígenes.
Esta crítica también alcanza a un sector de indigenistas que en su
reivindicación de lo autóctono, intentaban dejar de lado a la totalidad de la
cultura venida de fuera, propuesta que no prosperó, porque en el pensamiento
de Mariátegui se logró la confluencia entre marxismo e indigenismo, entre
nacionalismo e internacionalismo: "Tenemos el deber de no ignorar la realidad
nacional; pero también tenemos el derecho de no ignorar la realidad mundial.
El Perú es fragmento de un mundo que sigue una trayectoria solidaria". Las
comunidades indígenas serían pilares en la colectivización del campo en un
proceso socialista, saltándose la etapa capitalista, inmersos en la revolución
latinoamericana y mundial.
Para Mariátegui la propagación y desarrollo de las ideas revolucionarias en el
mundo colonial y semicolonial es un proceso irreversible, en tanto es fruto de
las contradicciones del sistema económico mundial, dentro del cual los países
industrializados imperialistas, de la misma manera que exportan mercancías y
capitales promoviendo el surgimiento de nuevas relaciones sociales, "exportan"
ideas, entre ellas, libertarias, como el liberalismo y el marxismo: "Penetra en el
Asia, importada por el capital europeo, la doctrina de Marx. El socialismo que,
en un principio, no fue sino un fenómeno de la civilización occidental, extiende
actualmente su radio histórico y geográfico... En la Primera y Segunda
Internacionales, no estuvieron representados sino los proletarios de Europa y
de América. Al congreso de fundación de la Tercera Internacional en 1920
asistieron, en cambio, delegados del Partido Obrero chino y de la Unión Obrera
Coreana". En eventos posteriores se fueron sumando proletarios de otros
países. Igual es el proceso de propagación de las ideas revolucionarias en
América del Sur: "Hace más de un siglo vino de Europa a estos pueblos de
América una ideología revolucionaria. Y conflagrada por su revolución
burguesa, Europa no pudo evitar la independencia americana engendrada por
esa ideología. Igualmente ahora, minada por la revolución social, no puede
reprimir marcialmente la insurrección de sus colonias".
Las ideas vivientes encarnan en bastos intereses sociales, que para el caso del
marxismo se encuentra en la aparición de la clase obrera allí donde el
capitalismo se desenvuelva. Si en el siglo diecinueve el socialismo se reducía a
Europa, en el siglo veinte es una alternativa mundial. Una revolución puede
estallar en un país "adelantado" o "atrasado". En palabras de Lenin, la cadena
imperialista se puede romper en el "eslabón" más débil.
La peculiaridad de los pueblos
Por su misma naturaleza, el marxismo es creador en tanto promueve el
conocimiento de la realidad para transformarla de acuerdo a las especificidades
culturales de los pueblos, parte integrante de la realidad mundial. Esta
particularidad integrante de la universalidad, lo expresaba Mariátegui en los
siguientes términos: "El marxismo, del cual todos hablan pero muy pocos
conocen y, sobre todo comprenden, es un método fundamentalmente
dialéctico. Esto es, un método que se apoya íntegramente en la realidad y en
los hechos. No es como algunos erróneamente suponen, un cuerpo de
principios de consecuencias rígidas, iguales para todos los climas históricos y
todas las latitudes sociales. Marx extrajo su método de la entraña misma de la
historia. El marxismo en cada país, en cada pueblo, opera y acciona sobre el
ambiente, sobre el medio, sin descuidar ninguna de sus modalidades".
Los movimientos revolucionarios que han confluido con las más diversas
manifestaciones progresivas desde la economía a la política, desde la religión
al arte y literatura, han triunfado; mientras los que se han desligado de ese
torrente de manifestaciones libertarias han fracasado. Se incluye también a
formas de vida de pueblos en los cuales la actividad mercantil no se ha
interiorizado en sus conciencias, como los casos de las comunidades andinas
reivindicadas por Mariátegui para un proceso socialista a inicios del siglo veinte
o las comunas rusas de la segunda mitad del siglo diecinueve reivindicadas por
Marx.
Stalin decía que el internacionalismo revolucionario se basa en los "rasgos
generales del capitalismo, iguales en su esencia en todos los países" y los
rasgos específicos, "no son más que un complemento de los rasgos
generales". Trotsky lo criticó argumentando que la economía mundial no es la
suma de factores nacionales idénticos, en los que los "rasgos específicos" sean
sólo un complemento de los rasgos generales. "En realidad, las
particularidades nacionales representan en sí una combinación de los rasgos
fundamentales de la economía mundial. Esta peculiaridad puede tener una
importancia decisiva para la estrategia revolucionaria durante un largo periodo.
Baste recordar el hecho de que el proletariado de un país retrógrado haya
llegado al poder muchos años antes que el de los países más avanzados".
Frente a los primeros marxistas, -entre ellos Vera Sázulich y Jorge Plejanov-
que veían el desenvolvimiento ruso idéntico al europeo occidental, y frente a
los populistas que desligaban el devenir ruso del resto del mundo para
encontrar la "originalidad", Trotsky dio un salto cualitativo al encontrar la
originalidad, la peculiaridad del desenvolvimiento ruso inmerso en el sistema
mundial, mediante su teoría del desenvolvimiento desigual y combinado, donde
lo adelantado y lo atrasado, lo moderno y lo arcaico, están entrelazados, por lo
que los países en su devenir, principalmente coloniales y neocoloniales pierden
autonomía, y sus modos de vida son truncados y trastocados de su sentido
original, autónomo, para incorporarlos al torrente internacional de acumulación
de capital.
La delimitación de países "maduros" e "inmaduros" para el socialismo por parte
del stalinismo, con consignas iguales para cada sector, sin tener en cuenta las
peculiaridades nacionales, parte integrante de la totalidad, se basa en el
evolucionismo naturalista vulgar que considera que todos los países deben
pasar por las mismas fases de los países europeos, cuando la experiencia
histórica demuestra todo lo contrario con el estallido de revoluciones en países
más atrasados en el desenvolvimiento capitalista. Esto también se evidencia en
la lucha por reivindicaciones inmediatas, por ejemplo en las ocho horas de
trabajo, que en el Perú "se conquistó antes que en Cuba, Argentina, Brasil o
Chile, y varios meses antes que en Francia".
La Oligarquía
La oligarquía peruana no tuvo un proyecto nacional, porque su principal
actividad. basada en los enclaves, -haciendas de azúcar y algodón, minas-,
producía para el extranjero, sin unificar económicamente el país. Por la forma
de producción, que combinaba relaciones capitalistas y precapitalistas, hacían
de amos y capitalistas al mismo tiempo. A esta realidad económica se sumaba
la dualidad racial cultural heredado de la conquista que lo distanciaba más de
las grandes mayorías nacionales, sobre las cuales, a la explotación de clase se
suma la opresión racial cultural. Por esto José María Arguedas llegó a decir:
"Entre el zar de Rusia y un mujik creo que había menos distancia que entre un
comunero de Andahuaylas (mi tierra natal) y cualquiera de los presidentes del
Perú".
Los principales aliados de la oligarquía fueron los hacendados (gamonales) del
interior andino, esas reminiscencias feudales, que en sus haciendas, al costado
de sus iglesias construían sus cárceles.
A oligarcas y gamonales se sumaba una burguesía comerciante (compradora),
siendo la más importante la que tenía de sede Arequipa, intermediaria entre los
productores de lana, -haciendas, comunidades, minifundios-, con las casas
comerciales inglesas.
Los intereses particulares de las clases dominantes desde la conquista, no han
logrado confluir con el progreso, con la lucha por mejorar las relaciones
sociales, constituyéndose por tanto en clases sin historia, que a los lastres del
pasado agregan nuevos, integrando la vertiente conservadora y reaccionaria de
la modernidad. Esta es la explicación al papel conservador y reaccionario de
los "criollos" durante la colonia, en el proceso de la independencia y en la
república.
Es aleccionador que mientras en España -escribe Julio Cotler-, un movimiento
liberal, promovía ciertas libertades democráticas; en el Perú, el 28 de julio de
1821, día que San Martín proclamara la independencia, gran parte de la
"aristocracia" limeña, temerosa de esas libertades en la metrópoli, se puso del
lado de San Martín para preservar le estructura colonial.
Virgilio Roel Pineda señala que el general José de San Martín y el último virrey
La Serna evitaron enfrentamientos en Lima, por temor al desborde de guerrillas
y montoneras compuestas mayormente de indios, negros y patriotas
consecuentes que tenían sitiada la capital y que podían poner en peligro la
estructura colonial.
Ambos autores coinciden en que la proclamación de la independencia por San
Martín el 28 de julio de 1821 fue un acto contrarrevolucionario, ya que así
lograron apaciguar caldeados ánimos populares y preservar la tranquilidad y el
orden heredado de la colonia.
El devenir del dominio de la oligarquía se puede explicar de la siguiente
manera: En la colonia se instaura el estamento de españoles y el estamento de
indios. Los hijos de españoles nacidos en América son los criollos que, a pesar
de pertenecer al estamento español, son relegados de los altos cargos. Al ser
derrotada la tendencia indígena en la lucha contra el dominio español, los
criollos toman el liderazgo, creando una república "independiente" al margen y
en contra de las mayorías, manteniendo la estructura colonial en la economía,
y manteniendo la mentalidad de casta de los conquistadores.
Iniciada la república, a falta de una clase dominante cohesionada, surge lo que
Jorge Basadre llamaría el militarismo después de la victoria, para evitar el caos,
al amparo del cual surge la oligarquía, distinguiéndose los siguientes periodos.
1.- El periodo de formación, en el cual, proclamada la independencia, los
grandes hacendados -herederos de los encomenderos- se reinsertan en el
sistema económico mundial como exportadores. Entrelazados a ellos, con la
política de consignaciones para la explotación del guano de la isla, con el pago
de la deuda de la independencia, con el pago por la manumisión de los
esclavos negros, aparecen nuevos ricos, llamados desdeñosamente
"plutócratas".
El nuevo grupo que tiene de núcleo a los grandes hacendados, con un gran
poder económico, se disponen hacerse del poder político creando el Partido
"Civil" (1871), -es decir, un "partido" de los "civiles" para enfrentarse a los
militares- con el cual en 1872 llegan a la presidencia de la república,
inaugurando la república de los oligarcas. La guerra con Chile iniciada en 1879
interrumpe el proceso y a la vez se inicia lo que Basadre llamó el militarismo
después de la derrota, para evitar el caos y desgobierno.
2.- El periodo de esplendor se inicia cuando la oligarquía nuevamente se
consolida en el poder y entre 1894 a 1919, periodo que los historiadores han
denominada República "Aristocrática" o "Civilista", se suceden en el poder,
mediante elecciones, los "partidos" Civil y Democrático, con la breve
interrupción del gobierno populista de Billingurst (1913-1914) que fue depuesto
por un golpe militar comandado por Oscar R. Benavides.
3.- Finalmente, en 1919 se inicia el periodo de ocaso y agonía de la oligarquía
por acción de las luchas obrero populares que para frenarlas, surge lo que
Basadre llamaría el militarismo para salvaguardar el orden ante el acecho de
las clases populares. Entre 1968 a 1975 el gobierno reformista de los militares
liderados por el General Juan Velasco Alvarado (1968-1975), intentado evitar la
subversión, decreta una reforma agraria, liquidando lo más emblemático del
poder oligarca (del poder los "barones" del azúcar y del algodón): las haciendas
azucareras y algodoneras, al mismo tiempo que se liquida el poder de los
gamonales andinos. Se inaugura la república burguesa, que arrastra los peores
lastres de la república oligarca, porque en parte la burguesía ha nacido como
una rama o tendencia urbano industrial de la oligarquía, teniendo a Manuel
Prado como su máximo representante político, llegando por dos veces a la
presidencia (1939-1945 y 1956-1961).
La debilidad de la burguesía fue uno de los principales factores del fracaso del
proyecto reformista militar. El historiador Pablo Macera lo explicó
metafóricamente diciendo que el General Velasco hizo ver a los empresarios
peruanos el inmenso mercado internacional, pero ellos prefirieron quedarse con
el mercado de la feria de Huancayo.
En 1980 los militares son obligados a dejar el poder por grandes movilizaciones
obrero populares que la izquierda no fue capaz de enrumbarlo hacia la
conquista del poder político, y el grupo burgués -que conserva el alma de los
antiguos oligarcas-, al que devolvieron los grandes medios de comunicación
confiscados por el velasquismo, a su experiencia de dominio y contando
además con elites políticas que antes sirvieron a la antigua oligarquía, se
convierte en el eje del poder oficial y hasta hoy -demostrando su mentalidad
arcaica- no perdona a los militares haber realizado una reforma agraria
burguesa. La burguesía peruana ha crecido y diversificado pero no ha logrado
cohesionarse para desligarse del grupo tradicional.
La representación política heredera de la oligarquía es el Partido Popular
Cristiano, que en todos los procesos electorales cuenta con el apoyo de los
grandes medios de comunicación, pero no ha logrado llegar a palacio de
Gobierno. Sin embargo, con excepción del primer gobierno aprista (1985-
1990), los gobiernos sucesivos han acatado la misma política reaccionaria.
Intelectuales de la oligarquía
La oligarquía, durante su máximo esplendor, sus representantes políticos y sus
intelectuales orgánicos en el terreno ideológico, surgieron de sus propias
entrañas. Sus ideólogos fueron los primeros en ocuparse de los grandes
problemas nacionales, pero a la defensiva, porque -como representantes de
una clase sin historia- no logran confluir con el progreso, con los intereses
generales de la sociedad. Su principal preocupación era cómo detener las
aspiraciones de los obreros, campesinos y del pueblo en su conjunto. La
historia del Perú, para ellos, comenzaba con la conquista. La cultura aborigen
era según su visión, "exótica".
Mencionemos a José de la Riva Agüero y Osma (1885-1944), -que en España
Logra revalidar su título de Marqués de Montealegre y Aulestia-, decía que
siempre viviremos subordinados al ideal europeo y norteamericano, pero
refiriéndose solo al ideal conservador y reaccionario. En una de sus cartas a
Luis Alberto Sánchez (1929) confesaba que más que conservador, avenido a lo
presente, es reaccionario, porque quiere volver atrás las ruedas de la historia.
En su obra primigenia: "Carácter de la literatura del Perú independiente" (Lima,
1905), en la cual expone lo medular de su pensamiento, reconoce que: "...las
ideas políticas no son nunca más que el símbolo o la expresión abstracta de
determinados intereses...". representados por mediación de partidos políticos y
del estado.
Frente a la naciente clase obrera peruana que intentaba organizarse en un
partido político, Riva Agüero, que rechazaba la modernidad libertaria y sobre
todo rechazaba al socialismo, decía que no son necesarios más partidos
políticos, menos de la clase obrera, porque son suficientes los partidos
"históricos", el "civil" y el "liberal" (ambos de la oligarquía), lo cual Mariátegui
criticaría años más tarde acusándolo de intentar perpetuar el dominio de la
"gente decente", es decir, de una casta que añora el virreinato.
Por su mentalidad de casta, Riva Agüero gustaba ostentar públicamente sus
privilegios -en tanto símbología- para así legitimar su posición en la sociedad.
No tuvo reparos en decir que el dominio de la "aristocracia" (oligarquía) se
legitimaba en lo que llamaba el "derecho histórico" impuesto por los
conquistadores, y para preservar ese "derecho", llamaba a ocultar esa verdad e
imponer la autoridad por medio de la represión. De lo contrario, "todos se
convencerán de que sus desgracias son injusticias y echarán mano de todos
los medios para sustraerse a su condición..."
"Y si vuelven las revoluciones, todo estará perdido; no habrá salvación para
nosotros".
En 1915 lo vemos secundando a Víctor Andrés Belaúnde (Arequipa 1885 -
Nueva York 1966) en la fundación del Partido Futurista, intentando reformar la
forma de dominación oligarca, fracasando. En 1919, al iniciarse la crisis
irreversible de la oligarquía, Riva agüero convoca a los partidos del orden para
perpetuar el dominio tradicional y enfrentar unidos a las reivindicaciones
sociales promovidas por nuevos sectores emergentes: clase obrera y capas
medias, fracasando. La dominación tradicional oligarca bajo tutela del
imperialismo británico se resquebraja dando paso a la tutela del joven
imperialismo de Estados Unidos. Europa perdía la hegemonía mundial. Luego
de una larga agonía, asediada por las reivindicaciones populares, la república
de la oligarquía da paso en 1968 a la república burguesa.
Consecuente con sus ideas, en la década del treinta vemos a Riva Agüero
enrolado en las filas del fascismo limeño.
Víctor Andrés Belaunde se ufanaba ser de los primeros en condenar al
gamonalismo (caciquismo) y defender a la comunidad indígena, desde una
perspectiva "católica" corporativa. Escribió "La Realidad Nacional11", como
respuesta a los "7 Ensayos" de Mariátegui, oponiéndose a las ideas socialistas
con ideas religiosas corporativas de la época medieval a las que debían
someterse organizaciones modernas como los sindicatos.
Francisco García Calderón (1883-1953), escribió a inicios del siglo veinte "El
Perú Contemporáneo12", donde por primera vez se intenta presentar una
visión del conjunto de la sociedad peruana. Para contener la rebeldía popular
señalaba la necesidad de un gobierno fuerte (con un dictador), proponiendo "el
establecimiento de una aristocracia del espíritu que actuara tras bambalinas
ocupadas por un gendarme, quien debía llevar a viva fuerza a la masa
ignorante a su previsto destino como un pastor a su rebaño".
Esos intelectuales representaban al orden imperante (oligarca) en su conjunto
por encima de las facciones -por lo tanto eran intelectuales orgánicos- y para
mantener ese orden, proponían reformas para consolidar el grupo de poder, lo
cual los convirtió en cierto sentido, en ariscos a su clase. Belaunde y García
Calderón ponían en tela de juicio la supervivencia de los gamonales del interior
andino que mantienen en la servidumbre a los campesinos. Esto no los impidió,
mas que nada por complejo de casta, criticar a las plutocracias (nuevos ricos)
que se sumaban a gobernar el país. Belaunde, ya al final de su vida (1966), -en
un lapsus- enrostró a la oligarquía haber despilfarrado cuantiosos capitales
desde la época del guano y del salitre, siendo por tanto, los directos culpables
del atraso del Perú. García Calderón hizo suya la expresión de un escritor
brasileño, al denominar como oikocracia el dominio de la oligarquía, es decir,
de unas cuantas familias con sus parientes y allegados. Así mismo criticaba a
la aristocracia peruana, descendiente de la "nobleza" colonial, por no haber
logrado constituirse en una clase coherente y no sentir el orgullo de
aristocracias de otras latitudes, ya que incorporan fácilmente en su seno a
advenedizos, entre otros medios, por vía del matrimonio, siempre y cuando
tengan dinero, de preferencia extranjeros. Para el desarrollo de las capas
medias, de donde surgirían nuevas organizaciones políticas y nuevos líderes,
postulaba la necesidad de promover la inmigración, para que se dediquen al
comercio y la industria ya que allí estaba la clase "laboriosa". Además, al igual
que para otros intelectuales, los inmigrantes "mejorarían la raza" (lo que se
llamó "solución bovina").
Clases inorgánicas al margen de la historia
La debilidad de las clases dominantes (virreyes, oligarcas y burgueses) tiene su
génesis en la conquista donde se impuso bajo mentalidad de estamentos y
castas a gobernantes o clases dominantes inorgánicos, en tanto no se han
originado de las contradicciones internas de la sociedad, sino que han sido
impuestas desde el exterior. Allí se origina la dualidad racial cultural que
acrecienta el divorcio entre el Perú formal de las clases dominantes
representadas en el estado y el Perú real de las mayorías (Basadre), y también
allí se origina la "aristocracia" peruana, sobre la cual Sebastián Salazar Bondy
escribió: "Antes del medio siglo de surgida la ciudad ya existía aristocracia
limeña (Eran mercachifles que después de haber cargado con las maletas ... se
enriquecían y ponían tienda: después compraban ostentosos títulos... Courtés
de Chardiére)"
Esa misma aristocracia, -prosigue Salazar-, con el advenimiento de la
república, no tuvo reparos en entregar a sus hijas en matrimonio a los hijos de
labriegos y viñateros de origen europeo que habían amasado fortuna.
Los extranjeros -a los que se refiere Salazar Bondy- que ostentaban poder
económico y que incluso podían utilizar tecnología moderna lo mismo que
relaciones salariales en la explotación del trabajo, se asimilaban a la
mentalidad y al modo de vida "aristocrático".
El primer "aristócrata" en el devenir peruano fue analfabeto, el conquistador
Francisco Pizarro, al que le otorgaron el título de Marqués, simbolizando a
cabalidad la tendencia siniestra y bárbara de la modernidad, mientras que la
tendencia libertaria de la modernidad encarna en los pueblos y clases sociales
explotadas que luchan por su liberación.
En España Francisco Pizarro y su familia se dedicaban a degollar cerdos y su
escudo así lo acredita: un caballero degollando con su espada a un cerdo.
Cuando llega a América como conquistador se dedica a degollar seres
humanos.
Podemos decir que en las primeras décadas del siglo veinte esa "aristocracia"
(oligarquía), -con el respaldo de los sectores más siniestros de las fuerzas
armadas-, podían considerarse amos y señores. Posteriormente, a partir de
1919, en que comienza su larga agonía, su poder es asediado por las
reivindicaciones obrero populares y por nuevas formas de vida, -dignas e
indignas- que a mediados de siglo se acentúan por las migraciones del campo
a la ciudad, motivo por el cual buscaron refugio en urbanizaciones exclusivas.
Quebrantado sus fuentes de poder económico tradicional (haciendas agro
exportadoras) por los militares reformistas (1968-1975), su mentalidad de casta
transmuta en el grupo de poder -la burguesía que nació de su entorno o a su
sombra en décadas anteriores- que abiertamente mostraron su prejuicio racial
cuando Alberto Fujimori llegó a la presidencia, intentando derrocarlo. Igual
hicieron con el gobierno de Alejandro Toledo (2001-2005) -por sus rasgos
andinos- que estuvo a punto de ser declarado inepto moral por presión de lo
grandes medios de comunicación. Poco importó que ambos muestren sumisión
a sus dictados mediáticos.
Fujimori dio un golpe de estado disolviendo el congreso y, -a la buena o a la
mala, incluso corrompiendo con prebendas materiales- los hizo danzar al ritmo
del "baile del chino" durante su gobierno, el más corrupto en la historia
republicana (1990-2000), periodo en el cual puso a su servicio con métodos
ilegales a los grandes medios de comunicación. Para las elecciones del 2011
sus partidarios pusieron a su servicio a esos mismos medios, pero de manera
legal, haciéndose accionistas, capaces de decidir su orientación política.
Fueron ellos quienes se opusieron para que Vargas Llosa conduzca un
programa político en la televisión, porque el premio Nobel de literatura estaba
contra la candidata Keiko Fujimori (hija de Alberto Fujimori). Los mismos que
en 1990, inmersos en su mentalidad de casta despotricaron contra lo que
dijeron un "japonés" que llegó a palacio de gobierno, veinte años después, por
el poder del dinero, se asocian a sus huestes.
Donde pueda existir ganancia, allí está el capital, sin importar leyes ni valores
ético morales y sin importar el riesgo personal. En la selva, en la década del
ochenta del pasado siglo, mientras algunos altos mandos de las fuerzas
armadas se disputaban con líderes de Sendero Luminoso el cobro de cupos al
narcotráfico para que dejen aterrizar y despegar sus avionetas, la gran banca,
nacional y extranjera, instaló sucursales -en poblados que acaso ni aparecen
en el mapa político- para acopiar el dinero mal habido.
Dos vertientes en lucha contra el dominio español
Aunque no tuvo tiempo en hacer mayores explicaciones directas, Mariátegui
fue el primero en señalar que en la lucha contra el dominio español surgieron
dos vertientes, la indígena y la criolla: "Un artificio histórico clasifica a Túpac
Amaru como un precursor de la independencia peruana. la revolución de Túpac
Amaru lo hicieron los indígenas; la revolución de la independencia lo hicieron
los criollos. Entre ambos acontecimientos no hubo consanguinidad espiritual ni
ideológica"
Diremos que la vertiente indígena, liderada por los descendientes de la nobleza
inca fue derrotada, siendo su expresión más alta la revolución de Túpac Amaru
(1880), movimiento paralelo a la revolución francesa y a la revolución
separatista de los criollos de Estados Unidos contra el dominio de Inglaterra.
Ante el fracaso del movimiento indígena, los criollos asumieron la dirección,
creando una república contra las mayorías nacionales. En todo ese proceso
sucumbieron las elites descendientes de la nobleza inca, y las masas
indígenas, sin dirección política, se limitaron a reivindicaciones locales o
regionales, y cuando se alzaron a las alturas de la política, a fines del siglo
diecinueve e inicios del veinte, asumieron una posición milenarista mesiánica,
intentando la resurrección del Tawantinsuyo, en momentos en que hace su
aparición política la clase obrera, surgiendo el marxismo, que en la propuesta
de Mariátegui, lo autóctono (indígena) y lo universal confluyen por el cambio
revolucionario.
Para el historiador Pablo Macera, el antecedente más remoto de lo que llama
"proyecto" criollo habría sido la rebelión por una facción de conquistadores
comandados por Gonzalo Pizarro intentando separarse de la corona española,
lo cual es cierto, aunque no hay comparación entre la codicia y sacrificio de los
conquistadores separatistas, con sus descendientes que tres siglos después,
como lo reconoce Macera, no tenían mayor iniciativa, por lo que, por temor a
ser desbordados por movimientos populares, -entre los que estaban
comprometidos negros "cimarrones"-, para ellos (criollos): "No importa quién
(españoles o Argentinos) controlase la plaza de Lima. Lo que interesaba era
una tropa que garantizase la seguridad pública o lo que se tenía como tal".
Además, entre otros "proyectos", señala Pablo Macera: "Hubo un proyecto
mestizo que fracasó antes de terminar el siglo XVI. Fue liderado por los hijos de
los conquistadores y mujeres incas. Pretendían la conducción del país en virtud
de un doble título contradictorio:" descendientes de conquistadores y
descendientes -vía materna- de los incas.
En el Perú la vertiente indígena con la revolución de Túpac Amaru logró confluir
con las aspiraciones de las mayorías, incluyendo criollos descontentos de la
metrópoli, mientras que el movimiento criollo, cuya aspiración es mantener la
estructura colonial como fuente de sus privilegios, creó una república al margen
de las mayorías. El proyecto criollo no es nacional ni popular porque sus
intereses son contrarios a promover la integración nacional, menos a confluir
en la lucha por la libertad, constituyéndose en clases al margen de la historia.
Si en la colonia el término criollo, que surge con criterio estamental, de casta,
era impreciso en tanto también podían pertenecer a ese sector ciertos
"mestizos" en rango inferior a los descendientes de españoles; en una
república formalmente liberal se hace más impreciso y actualmente lo asocian
al "mestizaje". Sebastián Salazar Bondy (en su obra ya citada), nos habla de
dos acepciones de lo criollo. Una, que busca "la auténtica raíz humana y
popular del limeño" como el caso del narrador José Diez Canseco; y en su
acepción colonialista da origen a la "criollada" o a la "viveza criolla" basada en
el engaño, la mentira, el cinismo, mediante lo cual, el político al servicio de las
Grandes Familias, aspirante a llegar a la presidencia de la república, se
confunde con el más vulgar "trapacero" que con las mismas argucias pretende
encubrir sus fechorías.
Desde sus orígenes, la vertiente indígena ha tenido diversos matices, entre
ellos, una visión milenarista mesiánica, intentando la resurrección o recreación
del Tawantinsuyo, considerada una sociedad justa y libertaria. En el siglo veinte
el núcleo o núcleos centrales, que incluye al mesianismo y milenarismo,
confluyen con el socialismo, y, en el otro extremo, una minoría, que representa
intereses de los gamonales andinos, es reaccionaria.
El hacendado andino (gamonal) podía despreciar a sus siervos llamándolos
despectivamente "indios", pero para enfrentarse a la oligarquía, su aliada en el
poder, podían presentarse como indígenas, descentralistas, federalistas,
liberales, etc., intentando mayor poder en sus regiones. Los gamonales, en
ciertas zonas de la sierra norte podían tener más facciones indígenas que sus
siervos. Como expresión económica social fueron liquidados por el gobierno de
Velasco, pero parte de su "legado", conservador y reaccionario, está inmerso
en el movimiento "etnocacerista" o "etnacionalista" surgido a fines del siglo
veinte, llegando al racismo contra los "blancos" (o"criollos"). En muchas
cuestiones –homofobia, aborto, etc- los "etnonacionalistas" pueden coincidir
con los peores lastres de los grupos conservadores de extrema derecha y con
el sector más siniestro del catolicismo: el OPUS DEI.
Ricardo Palma (1833-1919), que en política era conservador, pero en su obra
literaria -"Tradiciones peruanas"- se burlaba del orden colonial, decía que en el
Perú, todos tienen algo de "inga" y algo de "mandinga". Es decir, nadie puede
reclamar pureza de sangre "blanca", "negra" o "indígena". Esto es notorio
incluso en personajes de extrema derecha que desprecian a las "razas de
color" y también en líderes "etnonacionalistas" que ni siquiera tienen apellido
autóctono. El racismo es una ideología que forma parte de la tendencia
siniestra de la modernidad, que en siglos pasados surgió para legitimar las
conquistas y el genocidio de los europeos sobre las "razas de color".
Dentro del actual sistema mundial no existe pueblo o cultura que no haya
recibido en mayor o menor grado influencia foránea, originando lo que
comúnmente se denomina "mestizaje", sociedad "criolla". Lo último puede ser
distintivo nacional en los casos de Argentina, Uruguay o Chile, (en los cuales la
población aborigen fue ínfima), cohesionándose en su devenir -con todas las
contradicciones- una mentalidad común sobre raíz "extranjera", que pronto
encuentra originalidad, especificidad, que llega representar lo "nacional" dentro
del conjunto mundial.
La especificidad, la originalidad, la "identidad" de un pueblo, siempre cambiante
y multifacético, que se integra cada vez más a la totalidad, hasta formar parte
de las determinaciones globales, se encuentra en lo que hace la diferencia, que
en el caso de los países andinos, es el legado "autóctono" o "andino" en todos
los terrenos, que con el paso del tiempo se hace más evidente.
En los procesos electorales los candidatos hacen demagogia utilizando lo
andino. Desde hace poco más de una década, un candidato de la derecha,
Alejandro Toledo, utilizando sus rasgos andinos, se presenta como
"Pachakutec", aludiendo al gran reformador del Tawantinsuyo, pero al llegar a
la presidencia, si hacemos referencia a la mitología andina, demostró ser un
"Felipillo", personaje que sirvió de intérprete a los conquistadores. Más
importante que el color de la piel es el proyecto que un individuo represente. Lo
mismo vale para otros casos como el de Obama en Estadios Unidos, que
sirven para desmitificar el color de la piel en el devenir humano.
La otra cara de lo andino es su usufructúo por motivos comerciales, por
ejemplo, para atraer el turismo, por lo que -en gran parte, reducido al
ornamento- se convierte en política de estado.
Clase obrera y anarcosindicalismo
La ayuda mutua que surge en el Perú ha mediados del siglo diecinueve es la
forma más elemental de autodefensa por parte de los trabajadores artesanos,
siendo los gremios más importantes, de panaderos y de zapateros. Desde
finales del siglo diecinueve, entrelazados a los artesanos, aparecen los
primeros contingentes propiamente obreros, surgiendo el anarcosindicalismo,
que tuvieron de principal mentor ideológico a Manuel Gonzáles Prada (1844-
1918), un personaje polifacético. Como poeta, abrió los horizontes a la
influencia francesa. Como contestatario se alzó casi solitario en su condena a
las clases dominantes ante la derrota en la guerra con Chile y posteriormente
su pensamiento confluye con la naciente y pujante clase obrera. Sus frases
directas y lapidarias, como dardos que siempre dan en el blanco y que hasta
hoy perduran, dejaron su huella en el rostro social regido por la oligarquía.
Recordemos sino su llamado a las nuevas generaciones para romper ese
"pacto infame de hablar a media voz", y su condena a los partidos políticos
oligarcas: "Sindicatos de ambiciones malsanas, clubs eleccionarios o
sociedades mercantiles. ¿Qué de nuestros caudillos? Agentes de las grandes
sociedades financieras, paisanos astutos".
Los anarcosindicalistas, a la par que las direcciones gremiales de los
artesanos, se atrincheraron en los sindicatos obreros para promover el ideal
igualitario y libertario, haciendo mención en su prédica al mundo indígena y
también a la sociedad incaica como antecesora del socialismo moderno. En
1913 conquistan las ocho horas de trabajo para los trabajadores del muelle
Dársena en el callao. En enero de 1919 mediante una huelga general en Lima
y Callao consiguieron las ocho horas de trabajo en el ámbito nacional y meses
después (mayo) fracasaron en la huelga por el abaratamiento de las
subsistencias.
La huelga por las ocho horas fue contundente, al igual que sus ideales. Se
apoderaron de las calles de Lima y el Callao, y al gobierno de Manuel Pardo no
le quedó otra cosa que ceder a sus exigencias.
Los anarcosindicalistas lograron comprometer a todos los sectores populares,
entre ellos a los estudiantes, en cuya organización gremial ya se dejaba sentir
la influencia de Haya de la Torre. Al respecto, César Lévano escribe: "En un
momento, los estudiantes proponen una transacción; que se acepte trabajar
ocho horas; pero con el compromiso de laborar una hora extra con pago
especial. En realidad la jornada de nueve horas con aumento". Esta opción fue
rechazada, porque las ocho horas -dijeron los anarcosindicalistas- era una
reivindicación universal de la clase obrera.
A pesar de predicar una nueva sociedad sin opresores, no fueron más allá de
las reivindicaciones económicas, como en otras partes del mundo, porque no
estaban preparados para hacerse del poder político. La conquista de las ocho
horas fue su máxima hazaña y, sin claudicar, comienza su tramonto.
Si la oligarquía por su mentalidad de casta decía tener su propia cultura, que
excluía el legado aborigen y a las mayorías; los anarcosindicalistas, que
reivindicaban el legado aborigen, también dijeron tener su propia cultura
"proletaria", -diferente a la oligarca- que en realidad consistía en ilustrarse así
mismos y tratar de ilustrar al pueblo en los conocimientos más elementales de
la cultura nacional y universal. Entre otras expresiones culturales estaban las
fiestas populares, las veladas literarias, el teatro, el deporte, etc. En esta
demarcación entre opresores y oprimidos aún puede notarse la mentalidad
gremial, estamental, propia de sociedades precapitalistas.
Cuando triunfa en 1917 la revolución rusa, los anarcosindicalistas al inicio lo
saludaron, pero luego sectores minoritarios lo criticaron, presentando a Lenin y
Trotsky como los nuevos opresores. Sin haber claudicado como movimiento, el
anarcosindicalismo fue forzado ha retirarse del escenario político. Sus mejores
exponentes engrosaron las filas del naciente movimiento marxista liderado por
Mariátegui y posteriormente aprista liderado por Haya de la Torre que por esa
época se reclamaba marxista.
Mariátegui, Haya de la Torre y el marxismo
Michael Lowy señala que en la mayoría de países de América Latina los
partidos marxistas (comunistas) que surgen en la década del veinte tienen dos
orígenes distintos:
a) De ciertos partidos socialistas se desprenden minorías (su "ala izquierda")
como en el caso de Argentina en 1918, o la mayoría se adhiere a la revolución
rusa como los casos de Uruguay (1920) y Chile (1922).
b) "La evolución hacia el bolchevismo de ciertos grupos anarquistas o
anarcosindicalistas: Méjico 1919, Brasil, 1922".
El caso peruano es diferente por la ausencia de un partido político obrero, en
tanto los anarcosindicalistas que hegemonizaban en la dirección de los
sindicatos repudiaban a las organizaciones políticas. Existieron intentos por
crearla, comenzando de la propuesta de Manuel Gonzáles Prada de formar el
Partido Radical que llegó agrupar a algunos intelectuales y obreros, pero no
pasaron de la propaganda y el grupo se extinguió. Entre 1918 a 1919
Mariátegui con algunos intelectuales y obreros organizan un Comité de
Propaganda Socialista intentando atraer contingentes obreros. Mariátegui se
aparta de ellos cuando intentan transformarlo prematuramente en partido.
Mariátegui (1894-1930) estuvo en Europa entre 1919 a 1923 donde, a su decir,
"desposó una mujer y algunas ideas", regresando marxista "convicto y
confeso", dispuesto a contribuir a la creación del socialismo peruano.
En sus inicios, en lo que llamó su "edad de piedra", Mariátegui se cobijaba bajo
el manto de la oligarquía, pero pronto se rebela junto a otros intelectuales,
formando el movimiento "Colónida" (1916, de vida efímera) jefaturado por
Abraham Valdelomar, que haciéndose llamar Conde de Lemos, con sus poses
y atuendo, ridiculizaba a la "aristocracia" limeña. Disuelto el grupo colónida, al
calor del triunfo de la revolución rusa (1917) Mariátegui se orienta hacia los
sectores populares, confluyendo con una emergente intelectualidad de las
provincias que reivindicaba la cultura aborigen, surgiendo en ese contexto, en
la década del veinte, al calor de las luchas populares, el marxismo peruano.
La oligarquía por su carácter reaccionario propio de clases al margen de la
historia cuyos intereses no confluyen con el progreso, es decir, con la lucha por
dignificar la vida, empujaba a las capas medias y al pueblo hacia posiciones
radicales, siendo imposible el surgimiento de movimientos reformistas que
sirvan de colchón amortiguador en los conflictos sociales.
La lucha de los estudiantes por la reforma universitaria en Indoamérica se
radicaliza con el triunfo de la revolución rusa. El movimiento estudiantil peruano
fue parte de ese proceso, teniendo entre sus líderes a Víctor Raúl Haya de la
Torre (1895-1979), que en 1923 fue expulsado del país a raíz de la masiva
protesta de los estudiantes contra la consagración del Perú al Sagrado
Corazón de Jesús. En 1924, desde su exilio en Méjico, propone la formación de
la Alianza Popular Revolucionaria Americana (APRA). En 1926 cohesiona su
idea proponiendo la unidad bajo cinco principios.
1. Acción contra el imperialismo yanqui.
2. Por la Unidad Política de América Latina.
3. Por la nacionalización de tierras e industrias.
4. Por la Internacionalización del Canal de Panamá y
5. Por la Solidaridad con todos los pueblos y clases oprimidas del mundo.
Mariátegui aceptó el planteamiento de Haya de la Torre y en 1926, al fundar
la revista "Amauta", lo pone al servicio del proyecto. Sin embargo, el Apra
no tuvo organicidad en el Perú, pero si estuvo activo con células en algunas
ciudades del extranjero formado por exiliados peruanos, entre ellas, Méjico,
Buenos Aires, París, La Paz. La principal razón para que en el Perú el Apra
no tenga organicidad, era que Haya de La Torre estaba desterrado y
Mariátegui por esa época (hasta 1927) -en una posición muy singular- tenía
mentalidad "espontaneista", pensando en que la lucha directa de los
pueblos llevaría al socialismo o en todo caso empujaría a organizaciones
pequeñoburgesas para que enrrumben el movimiento al socialismo,
poniendo el ejemplo de China y Méjico. Al fracasar esos movimientos,
Mariátegui saca la conclusión de que es necesario un partido revolucionario
de claros principios marxistas, ya que las organizaciones pequeño
burguesas, atrapadas entre el imperialismo y el pueblo, a la final optan por
el imperialismo. Haya de la Torre todo lo contrario, reivindica las direcciones
"pequeño burguesas" del proceso chino y mejicano, intentando convertir al
Apra en el Kuomingtang latinoamericano, después que esa organización (en
1927) había asesinado a miles de revolucionarios.
En 1928 Haya de la Torre, en vez de su proyecto de un frente único, intenta
fundar un "Partido Nacionalista" lanzando prematuramente su candidatura a
la presidencia de la república, lo que es rechazado por Mariátegui como
"caudillismo pequeñoburgués", proponiendo como alternativa el proyecto
inicial para formar un gran frente. Ese año Mariátegui funda el Partido
Socialista y el quincenario "Labor", y en 1929 la Confederación General de
Trabajadores del Perú (CGTP).
El Partido Socialista se reclamaba de obreros y campesinos, en tanto la
clase obrera y los campesinos (de las comunidades andinas), eran pilares
en el proyecto socialista. Esta propuesta de partido en Mariátegui era
diferente a la propuesta stalinista que entre 1926 a 1928 también promovía
partidos de obreros y campesinos pero delimitaban la revolución dentro de
los marcos burgueses para desarrollar el capitalismo.
Mientras vivió Mariátegui el stalinismo no prosperó en el Perú, y Haya de la
Torre y el Apra fueron reducidos a su mínima expresión, por lo cual, para
lanzar su candidatura a la presidencia, Haya de la Torre lo hace a nombre
de un inexistente "Partido Nacionalista".
El 16 de abril de 1930 muere Mariátegui polemizando con la tercera
internacional stalinista y con el "caudillismo pequeñoburgués" de Haya de la
Torre. En mayo se cambia de nombre al Partido Socialista por el de
"Comunista", simbolizando su sometimiento a la dirección stalinista por
mediación de Eudocio Ravines. El partido aprista se funda en setiembre de
ese año, siendo su primer secretario general Luís Eduardo Enríquez, que a
la postre denunciaría al Apra y Haya de la Torre como "La Estafa Política
más Grande de América Latina" , conforme al título de su libro aparecido en
1951.
En realidad, en 1924 y años posteriores, el APRA -aparte de su programa
de cinco puntos- no tenía ideario preciso, coherente. Haya de la Torre se
decía marxista y en sus artículos de la época -recopilados en 1927 en su
libro "Por la Emancipación de América Latina"-, se caracterizaba por su
radicalismo, a veces extremo, por ejemplo cuando en 1925 escribió que las
comunidades indígenas servirían de bases para extirpar desde la raíz la
propiedad en el agro. En 1928 cuando rompe con Mariátegui, Haya de la
Torre se niega a llamarse públicamente socialista, menos marxista, aunque
en secreto, al comunicarse con sectores revolucionarios, no escatima en
utilizar terminología marxista. Ya muerto Mariátegui, Haya de la Torre se
reclama auténtico marxista, criticando al "marxismo congelado" de Moscú.
No obstante la claudicación de sus líderes, el aprismo en América Latina se
mantiene hasta la década del cuarenta a la izquierda del stalinismo.
Mariátegui vaticinó que luego de una "temporal borrachera nacionalista", el
aprismo caería en brazos del imperialismo.
Al estallar la gran crisis mundial de los años treinta, los trabajadores,
organizados políticamente en el Partido Socialista transformado en
comunista y en el aprismo, mostraron en todo momento su espíritu de
lucha, sucumbiendo por falta de orientación. Los comunistas (stalinistas)
permitieron que el aprismo, de corriente arrinconada y sin organicidad en el
Perú, se abriera paso como alternativa de masas contra la oligarquía.
Haya de la Torre, decía que la clase obrera peruana es minoritaria, incapaz
de liderar una revolución. Pero el 7 de julio de 1932 estalla en Trujillo una
revolución obrera popular liderada por sindicalistas apristas -de las
haciendas de caña de azúcar-, que entendían al aprismo como la forma de
ser marxista en América Latina. Los insurrectos tomaron por asalto un
cuartel militar, se apoderaron de la ciudad, -por ese entonces Trujillo era la
ciudad más importante luego de Lima- destituyeron a las autoridades
oficiales reemplazándolas por otras, creando un poder popular que irradió
su acción hasta las serranías de Ancash. Fueron derrotados por falta de
coordinación en el ámbito nacional y por falta de orientación política. Los
principales líderes apristas brillaron por su ausencia, mientras el stalinismo
tildaba al Apra de "socialfascista", aunque cuando estalló la revolución
apoyaron a los insurrectos. El gobierno de Sánchez Cerro reprimió a los
revolucionarios por aire, mar y tierra. La resistencia popular duró cuatro
días. A centenares de combatientes, antes de ser fusilados, se les obligó
cavar su propia sepulturas en las afueras de la ciudad, en las ruinas pre
hispánicas de Chan chán. La historiografía académica designa ese
acontecimiento como la "revolución aprista", pero aún no reconoce que
además de haber sido promovido por apristas de base, fue el primer intento
de la clase obrera peruana de organizar su propio poder.
Del programa inicial aprista, Haya de la Torre, en su acercamiento al
imperialismo norteamericano, suprimió la palabra yanqui. En un inicio fue
crítico de la política -de "buena vecindad"- del presidente norteamericano
Franklin Delano Roosvelt, pero pronto, para competir con los frentes
populares stalinistas, se declara partidario de la política del "buen vecino",
maquillando su claudicación con el lema: "ínter americanismo democrático
sin imperio".
Cuando por presiones del imperialismo Stalin liquida la Tercera
Internacional en 1943, Haya de la Torre alude al "rompan filas" de esa
organización, sindicando a Stalin como el "mejor dialéctico", ya que la lucha
-dijo Haya de la Torre- no es entre clases, sino entre pueblos y Stalin
representa al gran nacionalismo "eslavo". En 1945 Haya de la Torre señaló
que el principal problema del Perú y América Latina no era el económico,
sino el "complejo de inferioridad" frente a las grandes potencias. Por esa
época, mediante su teoría del "espacio tiempo histórico", decía que del
mismo modo que Marx y Engels reivindicando la dialéctica hegeliana
superaron al hegelianismo, en el siglo veinte, Haya de la Torre reivindicando
la dialéctica marxista, ha superado al marxismo. Años después, dijo que la
solución a los problemas es el capitalismo y la democracia burguesa.