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ÁLVARO SOFFIA SERRANO

LEA EL MUNDO CADA SEMANAPrácticas de Lectura en Chile, 1930-1945

ESTE LIBRO ES UN APORTE DEL

CONSEJO NACIONAL DEL LIBRO Y LA LECTURA A LAS

BIBLIOTECAS PÚBLICAS DEL PAÍS

EDICIONES

UNIVERSITARIAS DE

VALPARAÍSO

GOBIERNO DE CHILE

CONSEJO NACIONAL

DEL LIBRO Y LA LECTURA

4 LEA EL MUNDO CADA SEMANA

© Álvaro Soffia Serrano, 2003Registro Propiedad Intelectual Nº 128.097ISBN: 956-17-0342-4

Diseño: Guido Olivares S.Diseño de Portada: Josefina Johansen S.Fotografía: Verónica Muñoz S. y María Jesús Zúñiga J.

Corrección de Estilo: Loreto Echeverría R. y Olga García H.Corrección de Pruebas: Osvaldo Oliva P.Edición: Álvaro Soffia S.

Ediciones Universitarias de ValparaísoPontificia Universidad Católica de Valparaísowww.euv.clCalle Doce de Febrero 187, ValparaísoTeléfono (56-32) 27 30 87Fax (56-32) 27 34 [email protected]

Tirada de 800 ejemplares

Impreso en Salesianos S.A.

HECHO EN CHILE

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A Paula

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A cada minuto nos sentimosaplastados por la idea y la sensación

del tiempo. Y no hay más quedos recursos para escapar a esa

pesadilla, para olvidarla: el placery el trabajo. El placer nos gasta.

El trabajo nos fortifica. Elijamos.

Charles Baudelaire

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Prólogo de Eduardo Cavieres ................................. Pág. 11Introducción ................................................................. 33Agradecimientos ........................................................... 51

PRIMERA PARTE: Teoría de la historia de la lectura .. 531. Situación de la Historia Cultural ........................... 552. Historia del Libro ................................................... 75

A. Historia del Libro en Chile ................................. 76B. Críticas y Desplazamientos ................................. 87

3. Historia de la Lectura ............................................. 93A. Tres polos de análisis ......................................... 113B. Comunidades de Interpretación ....................... 119C. ¿Historia de la Lectura en Chile? ...................... 129

SEGUNDA PARTE: Lea el mundo cada semana ...... 139Prácticas de Lectura en Chile, 1930-1945 ................... 1411. Mundo del Texto .................................................. 145

A. El Sentido de las Formas ................................... 146Años de expansión editorial .............................. 146Prefiera ediciones nacionales. Oferta de libros .. 157Diarios de la época ........................................... 168Novedad sin fin. La estratégica diversidadde las revistas .................................................... 172Áreas de circulación de lo impreso .................... 195Seducir por el ojo. El diseño gráfico como eje ... 198

ÍNDICE

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B. La revista Zig-Zag por dentro. Análisis de loscontenidos ........................................................ 204“Bella, buena y reina del hogar”. Seccionesfemeninas ......................................................... 211Posando para Zig-Zag. Páginas de vida social .... 222Al ritmo de los días. Actualidades ..................... 228Elogio del individuo. Cultura, arte yespectáculos ...................................................... 236Zig-Zag induce. El editorial .............................. 248Creación y crítica literaria en Zig-Zag ............... 254

2. Mundo del lector .................................................. 259Comunidades de lectores ...................................... 259Prácticas de lectura ................................................ 266Espacios de lectura ................................................ 274Población, alfabetización, instrucción.................... 280

3. Contrastes ............................................................ 289A. Lectura de imágenes y lectura de textos ............ 292

De lo sugerente a lo evidente. Portadas ............. 294La fotografía por sobre la imaginación .............. 299Importación de costumbres a travésdel consumo ..................................................... 304

B. Radio, cine y lectura en voz alta........................ 311C. Representaciones de la lectura .......................... 318

CONCLUSIONES ¿Cómo se leía? ............................ 329Anexos ........................................................................ 337Apéndice Bibliográfico ................................................ 339Revistas por orden de materias, 1931-1938 ................ 349Población, instrucción y analfabetismo ....................... 350Índice de Ilustraciones ................................................ 355

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Pensar en la historia, y pensar historiográficamente, hoy endía suman problemas que en algunos momentos se conside-raban ya superados. Durante décadas se ha venido propi-ciando, permanentemente, el surgimiento de nuevas y defi-nitivas historias, cada cual con sus reconocidos avances yaportes al conocimiento, pero, al mismo tiempo, con suspropios procesos dialécticos que les han condenado a ser su-peradas o, al menos, a tener que competir con otras nuevasformas que, a su vez, se presentan como más promisorias,actualizadas o modernas. Se trata de la muy antigua, y tam-bién positiva, pretensión del descubrimiento, de la fuerza dela investigación, de estar buscando continuamente el saltarlas fronteras del conocimiento formalizado y de poder ir siem-pre más allá.

En este caso, no es necesario hacer un recorrido por lahistoriografía del siglo XX. Ni siquiera centrarse en lo queha sido el camino seguido por una de sus manifestacionesparticulares, la Escuela de los Annales, quizás la de mayorimpacto por sus efectos intelectuales y por estar en sucesivasetapas de maduración. Los procesos seguidos por el paso decada una de sus generaciones, de sus maestros, de sus obrasclásicas o fundamentales, han sido reiteradamente estudia-dos, editados y divulgados y permiten conformar un largolistado de títulos de artículos y libros que ha sido sintetizado

Historia e historiografía. Consideracionessobre formas de hacer historia y sobreuna historia de la lectura y los lectores.

PRÓLOGO

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y explicado muy oportuna y eficientemente por Peter Burke.

Obviamente, la situación alcanza de algún modo a lahistoriografía chilena que, al momento, se encuentra en unainteresante situación: por una parte, según las tendencias desus representantes más posesionados institucionalmente, fuer-temente dividida entre una historia sociológica, una historiade ensayos o biográfica y una historia profesionalizante, deinvestigación; y, por otra, fuertemente motivada y sacudidapor una nueva generación de jóvenes historiadores que, en-tusiasmados con sus propias interrogantes, sus capacidadesde generar conocimiento con esfuerzo, pero también con li-bertad intelectual, se han dirigido nuevamente al pasado parahacer nuevas lecturas y nuevas composiciones de procesos ode situaciones en perspectivas de análisis amplios y funda-mentados que prácticamente rompen con toda forma reite-rativa de hacer historia. Han comprendido, entre otros as-pectos, que la historia y el conocimiento de la historia esante todo un problema y un conjunto de problemas y quefrente a ello no se requiere tanto de miradas únicas y previa-mente determinadas, sino fundamentalmente de plantearseante ellas con ingenio y fuerza intelectual a objeto de traerlas nuevas significaciones que se buscan para comprender supropio tiempo, al modo como éste se los exige. Entrando enla ya significativa lista de esta generación, de la cual ya hansurgido interesantes textos, se encuentra la obra que aquípresentamos. Intenta un ejercicio de nivel, moviéndose en-tre consideraciones teóricas y el desarrollo práctico de unainvestigación sobre las lecturas y los lectores en Chile entre1930 y 1945, tomando como base de estudio la revisión dela revista Zig-Zag, que tuvo una exitosa y muy recordadatrayectoria en el Chile de gran parte del s. XX.

Si este libro fuese sólo la síntesis de una investigación, tra-ducida únicamente por la descripción de datos concretos, li-

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mitándose a ordenar el discurso posible de construir en esostérminos, bastaría con decir que se trata de un muy buen einteresante esfuerzo intelectual que se inscribe en el listado delo previamente existente sobre historia del libro, de la lecturay de lo escasamente escrito sobre los lectores, y que trata deproyectarse poco más allá. No obstante, el trabajo está lejos deaquello. El autor se esfuerza por adentrarse en caminos máscomplejos y sitúa su análisis historiográfico en medio de algu-nos problemas teóricos relevantes, no sólo con respecto a losgrandes temas centrales de su análisis (las diferencias entrehistoria de la imprenta e historia de la lectura, entre historiade las ediciones e historia de los lectores) sino también en loque concierne a debates existentes entre formas de hacer his-toria (historia de las mentalidades, historia de la cultura, his-toria cultural de lo social), todo lo cual, por lo tanto, posibili-ta y amerita considerar y reflexionar sobre éstas y otras cues-tiones. En primer lugar, pensando en los conocidos niveles delos análisis económico, social, y afectivo-mental y de la histo-ria serial del tercer nivel, esta es una buena oportunidad parahacer un breve recordatorio acerca de ya olvidadas discusio-nes, pero siempre presentes temáticas que partieron, en cier-tos sentidos, desde la entrada de los métodos cuantitativos aun mundo de la historia observado más bien como exclusivarecreación literaria. En segundo lugar, pensando entre formasde hacer historia, una mejor ocasión para volver a situar losalcances de la historia económica, de la historia de las menta-lidades y, ahora, de la historia social de la cultura, o historiacultural de lo social, ordenando algunas ideas a partir del mis-mo Roger Chartier para detenernos, finalmente, en las nue-vas rutas que se abren, en los caminos de la historia y en lasiempre responsabilidad social de los historiadores.

Cuando se entra a una problemática tan interesante comola de este libro, que intenta, a partir de determinadas ofertas

PRÓLOGO DE EDUARDO CAVIERES

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1 Cavieres, Eduardo, Historia cuantitativa: posibilidades y limi-taciones. Corporación de Promoción Universitaria, CPU, Do-cumento de Trabajo núm. 45, Santiago, julio de 1977.

literarias, descubrir las diferencias entre la lectura y el mun-do de los lectores, no hay duda alguna que es necesario plan-tearse frente a cuestiones metodológicas que puedan permi-tir aproximarse en mejores formas a su estudio. El mundo delos lectores, plural, diverso, diferenciado. Como tantos otrostemas de la historiografía más actualizada, pareciera ser ne-cesaria la distinción entre una forma colectivizada de ver estetipo de problemas y los requerimientos previos para funda-mentar de que efectivamente se trata de un comportamientosocializado y no de una simple presunción del historiador apartir de casos individuales. En estos aspectos puede ser im-portante volver a darle significación a la cuantificación en lahistoria, no como objetivo, sino como medio para poderdimensionar correctamente los fenómenos en estudio. Eneste breve recordatorio de dichas situaciones es que me per-mito intercalar algunas ideas rescatadas de un antiguo traba-jo que aún mantiene sus significaciones1 .

Se trata de reiterar la necesidad de uso de los métodos y,en este caso, no hay que olvidar que una de las situacionesmás interesantes, aunque también más discutidas, de lahistoriografía de la segunda mitad del s. XX, fue el acerca-miento progresivo, por lo menos en un sector importante delos historiadores, entre ésta y las ciencias sociales. Esta rela-ción, promovida principalmente por la historiografía fran-cesa desde los años 1930 y visualizable especialmente a pro-pósito de la historia económica y social, en algunos casosllegó a una situación quizás límite con la entusiasmada in-corporación de técnicas cuantitativas al nivel de un manejomatemático y estadístico de magnitud.

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Por el lado de los fundamentos de estos acercamientos, esobvio que las primeras justificaciones, o rechazos a los mis-mos, se presentan según la perspectiva con la cual nos en-frentamos a la historia y a su conocimiento. Sus visiones ro-mánticas, liberales, positivistas, historicistas o como quera-mos llamarles, tienen reconocidos méritos y aportes, pero almismo tiempo, esquivaron la responsabilidad del historia-dor de plantearse igualmente frente a fenómenos colectivosy globales y de referirse a los hechos o acciones dentro de suscontextos y bases sociales a partir de los cuales se dan. Asícomo la presencia de la multitud en la historia fue llevada ala exageración en algunos casos, como a su minimización enotros, del mismo modo se exageró en la negación por el inte-rés en aquellas formas repetitivas e incluso inconscientes delvivir humano, que traducidas en realidades sociales, si bienno determinan la historia es lícito señalar que la configuran.Diversos ensayos, discursos académicos, obras, se han referi-do al particular recordando entre otros, por los más conoci-dos, los Combates por la Historia de Febvre, los Escritos sobrela Historia de Braudel, variados artículos de Pierre Chaunuo de Pierre Vilar, o la inmensidad de literatura teórica que alrespecto se encuentran en las páginas de la siempre discutiday vigente revista Annales S.E.C.

En relación estrecha con ese tipo de problemáticas se pre-sentan las dificultades consiguientes del método. Si se aceptael estudio íntegro del acaecer social con todos los aspectosque están implícitos en determinadas formas de vida, desdeaquellos que dicen relación con la satisfacción de necesida-des mínimas, pero vitales, como lo son el de la procreación,la alimentación, habitación, etc., pasando a niveles de ma-yor grado de elaboración mental como lo es un quehacerproductivo, un intercambio de bienes, tipos de inversiones,creación de instrumentos que permiten realizarlos o, aún más,

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vías de comunicación, medios de transporte, una organiza-ción social, etc., etc, nos remontamos a situaciones específi-cas y complejas que requieren de una documentación parti-cular en la que no bastan las fuentes de probada historicidaden sí mismas, lo cual nos lleva irremediablemente a acudir aotras documentaciones que no siendo singulares o únicas, yque aún siendo repetitivas, nos permiten acercarnos a travésde acertadas formas metodológicas a este tipo de fenómenoso realidades, no tan sólo para aprobar la afirmación de que si“un dato puede contener la verdad, doscientos nos libran delerror”2 , sino también para deducir situaciones que, en lamayoría de las fuentes valoradas por su gran consistencia his-tórica se eluden.

Así pues, se unen y confunden objetivos del conocimien-to con método o métodos para enfrentar estas otras fuentesno propiamente históricas en cuanto a su singularidad, perosí ricas y fértiles para desentrañar una parte inmensa del que-hacer socio-cultural del pasado. Y son estos métodos los queacercan a las otras ciencias sociales: a la sociología, a la de-mografía, a la economía, al derecho, a la antropología.

Algunas de ellas exigen un vocabulario y una conceptua-lización especial y por ser propias de una realidad muy con-temporánea y próxima a nosotros ofrecen un riesgo muy gran-de al posibilitar el entusiasmo desmedido y apresurado delhistoriador, que puede llegar a medir con otras varas a socie-dades que en la esencia mecánica del actuar pueden ofrecerreacciones similares, pero nunca idénticas, si se hace el es-fuerzo por ver las particulares motivaciones que la guían y

2 Vicens Vives, Jaime, Prólogo a la Historia General de las Civili-zaciones, dirigida por M. Crouzet, Ediciones Destino, Barce-lona, 1958, Vol. I, págs. 15-16.

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caracterizan. En cambio, parece ser que el empleo de estadís-ticas y cifras, en forma adecuada y responsable, aún para so-ciedades pre-estadísticas en su conciencia, han permitidoconfirmar algunas suposiciones que de otra manera queda-ban sólo en el planteamiento hipotético, generalizado, yvisualizado a lo más, en forma indirecta. Lo más importantees que se terminó aceptando que lo anterior no elimina nidescarta el trabajo propiamente historiográfico y que se pue-de mantener y considerar el privilegio último y esencial delhistoriador en el sentido de que éste no sólo ordena y analizaesas cifras, sino que le corresponde y debe interpretarlas paradarles vitalidad y con ello vida.

Esto es lo general y la formulación teórica del problema.Debe hacerse una primera precisión: así como el historiadorha buscado al interior de las ciencias sociales, los demógrafos,sociólogos y especialmente los economistas se han vuelto alpasado y han intentado adentrarse en él, utilizando sus pro-pios modelos y formulismos dando mayor complejidad alproblema y llegando en algunos casos a la crítica profundade la llamada historia tradicional, crítica que aún viniendodesde fuera ha motivado interesantes y clarificadoras discu-siones sobre el particular3 . Al respecto, las observaciones deimportantes historiadores, han sido permanentes. En sumomento, Pierre Vilar señalaba que:

Ignorar a los predecesores es, a la vez, ganar y perder eltiempo. Olvidar las advertencias clásicas significa correrlos mayores peligros. Apoyarse sin crítica en fuentes dis-pares es provocar en el historiador una desconfianza in-salvable. Este sabe que en un salto atrás de uno o dos

3 Cf. Marczewski J. y Pierre Vilar, ¿Qué es la historia cuantitati-va?, Ediciones Nueva Visión, Buenos Aires, 1965.

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siglos las palabras y las cifras cambian de sentido. Des-pués de todo, en la historia cuantitativa está lo cualitati-vo, pero también está la historia4 .

Desde luego, la cuantificación se identificó mayormentecon la llamada nueva historia económica, pero desde allí suutilización fue abarcando una red mayor de problemas quele llevaron casi naturalmente al campo de la historia política,del derecho, etc., creando siempre nuevas fuentes de discu-sión en torno a los móviles de la historia y a las especialida-des de la investigación. El problema central es que, así comola actividad del Estado o la de otros fenómenos sociales estánestrechamente relacionados por complejos vínculos que de-terminan acontecimientos y transformaciones haciendo im-posible aislar en forma absoluta determinados aspectos yparcializar la historia, el conocimiento de ellos no puede serde propiedad de algunos especialistas que, si bien es ciertopueden ser autoridad en su materia, no pueden desconocerla implementación que significa una buena relación entre lasdiferentes áreas o especialidades.

Por entonces fue cuando Pierre Chaunu otorgó a losmétodos cuantitativos un carácter historiográfico al deno-minarles como la nueva historia serial. Señalaba que, desdelos años 1950, pasando por el auge de los modelos teóricosde los años 1960, se estaba llegando a una nueva etapa decuantificación histórica o historia serial, como la denominó,en donde se trataba de alcanzar una aproximación a las acti-tudes y comportamientos sociales tomando la cuantificacióncomo medio y no como fin. Ello tendería, precisamente, a

4 Para una mejor comprensión entre economistas e historiado-res Vilar, Pierre, “¿Historia cuantitativa o econometría retros-pectiva?”, en ¿Qué es la historia...?, pág. 72.

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superar esa tensión existente entre lo cualitativo y lo cuanti-tativo. Agregaba que:

La cuantificación, como su instrumento, el ordenador,está al servicio de la cualidad; la cuantificación, historiaserial de los sistemas de civilización, debe ser un retornoa lo cualitativo. Requiere más finura de espíritu que con-cepción geométrica5 .

Los trabajos del mismo Chaunu, o de Goubert, por nom-brar sólo a dos historiadores a título de ilustración, exigieronde esfuerzos humanos y materiales de grandes dimensiones yen la mayoría de los casos tendieron hacia la explicación deun problema particular o al análisis de una sociedad regio-nal. Sevilla y el Atlántico como historia económica, Beauvaiset les Beauvasiens, demografía histórica, nos permiten apre-ciar la magnitud de la documentación utilizada.

Para la historia de Chile, los avances fueron significati-vos, en algunos casos espectaculares. Casi el descubrimientode la vida social de base y con ello de las documentacionesrespectivas para hacer posible su conocimiento: archivosparroquiales, judiciales, notariales, municipales, particulares.Juicios de Real Audiencia o de Tribunal Superior de Justicia.Contaduría Mayor, Tribunal de Cuentas o Tesorerías. ¿Cuán-tos más? Miles y miles de documentos, de cifras. Estadísti-cas, series, interpretación. El conocimiento histórico, comofunción de investigación, se revitalizó y volvió a ser conoci-miento fundamental. Al decir de Vilar, técnica de investiga-ción y método de pensamiento.

Los problemas señalados permiten volver a las líneas ini-

5 Chaunu, Pierre, “¿Es necesario privilegiar una determinada for-ma de historia?”, en El Método Histórico (Conversaciones), Uni-versidad de Navarra, Pamplona, 1974.

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ciales. A las perspectivas con que puede enfrentarse la histo-ria y la justificación de los métodos. Lógicamente, se debehistoriar con y en función de la formación del historiador. Apartir de ello, y basándose en la propia experiencia histórica,se debe observar el pasado en su mayor integridad posible.Reconocer el papel fundamental de la personalidad comoente individual y consciente, que transforma la historia a tra-vés de los grandes hechos y creaciones, pero, al mismo tiem-po, en y dentro de un contexto social mayor a partir del cualse genera y deriva su acción. Conocer el pasado en las gran-des decisiones y también en el actuar pausado, lento y ago-biante de las grandes mayorías que no entran ni ganan ma-yor tiempo del vital, pero que han hecho posible, en cadauno de sus pasos, aquello que se ha convertido en lo mástrascendental.

Del mismo modo, es lícita la ayuda y colaboración deotros métodos y otras disciplinas sociales. No parainstrumentar o instrumentalizarse. No siempre es necesarioque como historiador haya que convertirse en economista,demógrafo o sociólogo. Más bien algo de economía, demo-grafía o sociología permite sondear el pasado con la mismalegitimidad que otros historiadores han utilizado y utilizanla lingüística, la literatura, la filosofía u otras disciplinas ométodos sin que por ello hayan dejado de ser historiadores.

En lo cerrado de las especialidades es frecuente marginarintereses del campo histórico. La expresión esto no es historiase ha centrado insistentemente sobre las más diversas expe-riencias de la población, también sobre la historia económi-ca o sobre la demografía histórica y actualmente, incluso,sobre períodos o situaciones del pasado eliminados por susola temporalidad. Para muchos, la historia es casi el presen-te. Si tomamos el caso de la demografía histórica, siendométodo, es también historia vital. Ella requiere y exige de

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series estadísticas. Datos que van desde los índices denupcialidad, fertilidad, mortalidad, que re-crean actos vita-les mínimos expresados en el registro de las entradas y sali-das por la aduana de la vida, a otros que dicen relación con lalocalización, habitación, ocupación, estructura por edades,sexo, profesión, etc. Son todos estos aspectos básicos queexplican y se explican por situaciones mayores y que sin téc-nicas cuantitativas no podrían expresarse, pero sin análisishistórico no podrían comprenderse. En los índices, corres-ponden a masificaciones. Pero, para llegar a ello, estudioscomo la reconstitución de familias permiten a la vez la indi-vidualización prolija de un alto sector de la población delpasado que nunca antes se había intentado. El conocimientoque se adquiere es de una fuerte consistencia y vitalidad, ylas relaciones que se logran pasando gradualmente desde labase inconsciente a lo singular de lo consciente, explican enuna forma bastante íntegra el acontecer transcurrido.

El desarrollo de estas formas historiográficas ha sido cons-tante y complejo. Desde una línea de avances, podríamosvisualizar el camino seguido desde la historia demográfica ala historia de la familia, desde ésta a las mentalidades y desdeallí a la historia social de la cultura. No necesariamente setrata de un solo recorrido, pero quizás en esta secuencia sepuedan observar con cierta claridad el salto desde la historiade base, contada en el sentido numérico del término, a lahistoria de las representaciones, contada en el sentido litera-rio del mismo. Es en una de sus últimas expresiones, en don-de se intenta ubicar este libro y por ello es imposible dejar dereferirse a esta forma de hacer historia o a uno de sus mentoresprincipales, el francés Roger Chartier.

En más de alguna entrevista, Chartier se ha referido pre-cisamente a los problemas de la historiografía actual, al me-nos en lo que se refiere a estos caminos emprendidos desde

PRÓLOGO DE EDUARDO CAVIERES

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la historia cuantitativa hasta algunas de las expresiones másrecientes de lo que genéricamente podemos denominar comosocial. En primer lugar, la reafirmación, ya hecha en su opor-tunidad por el inglés Lawrence Stone de que, finalmente, alfin de cuentas, la historia escrita es siempre un discurso que,de cualquier forma que se presente, es relato. Incluso cuandoel historiador se sirve de series estadísticas, sigue dependien-do de categorías relativas a cómo hacer actuar a sus persona-jes, a la construcción de la temporalidad histórica o a la con-cepción de las relaciones de causalidad. En otra oportuni-dad, Chartier señalaba que no necesariamente lo anteriorsignifica renuncia absoluta a lo serial, puesto que la constitu-ción de las estadísticas o de las series puede ser efectivamenteun primer punto de referencia de la distribución de un ma-terial6 .

Detrás de estos tipos de consideraciones, lo cierto es que,de todas maneras, podemos descubrir cierta linealidad (auncuando no en sentido irrestricto) en el cómo se han venidoproduciendo los desarrollos historiográficos que hemos ve-nido conociendo en las últimas décadas. Como lo hemosseñalado anteriormente, en una de esas líneas, desde lo cuan-titativo, aplicado en su momento especialmente a la historiaeconómica, se pasó a la aplicación de métodos similares alestudio de las poblaciones del pasado, más técnicamente a lademografía histórica, y, desde allí, a la historia de la familia

6 Entrevista realizada por Noemí Goldman y Oscar Terán, Re-vista Ciencia Hoy, Vol. 6, núm. 31, Buenos Aires y reproduci-da por El Mercurio de Santiago, E4 y 5, 26 de noviembre del2000; también Diálogo a propósito de la historia cultural, PierreBourdieu, Roger Chartier y Robert Darnton, Actes de laRecherche en Sciences Sociales, 1985, reproducida en Archi-piélago, núm. 47, págs. 41-58, Barcelona 2001.

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en donde igualmente podríamos reconocer y adecuar los tresniveles recordados por Vovelle: el de la vida material y eco-nómica, estimada y calculada en muchos de sus aspectos; elde la vida de las múltiples formas de relaciones sociales,mayoritariamente descrita; y el de la vida de los afectos ysentimientos, profundamente imaginada y significada. Porcierto, bajo cualquiera de las formas que puede asumir elrelato, puede perfectamente caber, en primer lugar, el ejerci-cio de estimar, a través de un determinado tipo de cálculo ladimensión social del fenómeno estudiado. Aun cuandoHobsbawm ha explicado, muy delicadamente, los cambiosexperimentados por la historia social desde sus expresionesmás ligadas al estudio de movimientos de base hasta susmanifestaciones últimas que no desestiman expresión algu-na de carácter grupal, sigue presente un problema de fondoreferido a cuándo un determinado aspecto de la vida quepuede exteriorizarse desde un punto de vista individual llegaefectivamente a socializarse. Se trata del problema entre his-toria de vida e historias de vidas, la biografía y la historiasocial propiamente tal. ¿Y qué decir de las débiles fronterasentre la vida privada (quizás más bien vida íntima) y la vidapública?

Por este tipo de problemas podemos acercarnos a otralínea de desarrollo: desde la historia de las mentalidades, pa-sando incluso por formas de psico-historia hasta la historiade las representaciones o, últimamente, recordando nueva-mente a Chartier, historia cultural de la sociedad. Es ciertoque la historia de las mentalidades, que ha sido tremenda-mente fructífera y que abrió tantas posibilidades, resurgió ensus últimas expresiones rodeada por desconfianzas variadasfundamentadas en sus ambigüedades y falta de definicionesprecisas acerca de sus temas y manejos analíticos. Para ellobastaría con recoger los variados análisis sobre el particular

PRÓLOGO DE EDUARDO CAVIERES

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vertidos por el mismísimo Michel Vovelle. No obstante, comonuestro personaje central acá, a propósito del libro, siguesiendo Chartier, volvamos a algunas de sus ideas al respecto.En uno de los documentos citados anteriormente, conver-sando con Robert Darnton a propósito de las críticas realiza-das por éste hacia las mentalidades, recogía parte de esas apre-hensiones y se detenía en la especie de síntesis realizada porDarnton entre historia de las mentalidades e historiografíafrancesa: en primer lugar, la consideración de que la nociónmisma de mentalidad es borrosa, imprecisa e indecisa; ensegundo lugar, quizás más focalizadamente, el recusar el pro-grama y la práctica de la historia de las mentalidades en susexpresiones serial y cuantitativa al modo como la había defi-nido Pierre Chaunu utilizando el término de historia serialde tercer nivel, el de la cultura ubicada sobre los de econo-mía y sociedad. La crítica central sería que los objetos cultu-rales no son de la misma naturaleza que las series aportadaspor la historia económica o por la demografía histórica. Ade-más, la cultura no podría ser pensada como uno de los nive-les de una totalidad social estructurada como una casa detres pisos dado que todas las relaciones entre los hombresson relaciones culturales. Lo que enfatizaba Chartier era elhecho que no necesariamente todo ello daba cuenta de larealidad de la historia cultural francesa y que lo que habíasido definido por Chaunu en su oportunidad tampoco eraexpresión de lo que los historiadores franceses realizaron pos-teriormente7 .

Diferenciando entre las propuestas de la historia de lasmentalidades y sus propios análisis historiográficos, en 1998,el mismo Chartier caracterizaba el estado de la misma con

7 Diálogo a propósito de la historia cultural..., Archipiélago, pág.42.

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sus impresiones relativas a no parecerle que, después de lascríticas de Carlo Ginzburg o Geoffrey Lloyd, hubiese toda-vía muchos historiadores utilizando o aceptando la categoríade mentalidad. Afirmaba que ya no se admitía la idea segúnla cual se podría caracterizar una mentalidad única y cohe-rente, la mentalidad, que fuese propia de una sociedad ente-ra, de un medio social, de una clase o individuo singular.Ello no debería entenderse como una caricatura de los pro-yectos de Lucien Febvre o de Robert Mandrou, con obrasfundamentales no agotadas en el tiempo, pero sí se tenía queconsiderar que la historia cultural prefería hacer hincapié “enla pluralidad de las racionalidades que un mismo grupo oindividuo puede movilizar según los contextos y circunstan-cias, o en la relación entre las representaciones mentales, lossistemas de percepción y clasificación del mundo social y lasprácticas – cualesquiera que sean”8 .

No es el propósito detenernos aquí en consideracionesrelativas a una defensa de la historia de las mentalidades, dela cual seguimos, en su oportunidad, los desarrollos france-ses en sus aplicaciones para una versión local a través de unreconocido Seminario desarrollado en el Departamento deCiencias Históricas de la Universidad de Chile a través departe importante de las décadas de 1980 y 1990, dirigidopor Rolando Mellafe y continuado en versiones anuales apartir de mi propia Dirección. En paralelo, en los cuatroúltimos años, se encuentra igualmente la edición de la Revis-ta de Historia Social y de las Mentalidades, publicación liderada

8 Entrevista de Juan José Marín Hernández, revista Panorama,Universidad Nacional de Costa Rica, año 2, núm. 6, marzo1999; dossier, pág. 3 (publicada también en Revista de Historiade América, Instituto Panamericano de Geografía e Historia,núm. 125, jul-dic 1999, págs. 151-160).

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en Santiago por René Salinas. Además, en paralelo a estasvaliosas experiencias académicas, no podría olvidarse la rea-lización de las Jornadas de Historia de las Mentalidades, ho-menaje a Georges Duby, realizadas en la misma Universidadde Chile en 1999, que contaron con la presencia activa deMichel Vovelle, ocasión en la cual hubo oportunidad paradiscutir, precisamente, el estado de esa historiografía y algu-nas de sus variantes y/o vertientes, como puede ser el caso dela psico-historia, temas respecto de los cuales, a propósitodel carácter de procesos como los de desacralización, huboun interesante cambio de opiniones con el mismo Vovelle9 .En realidad y en la práctica, la historia de las mentalidadesentregó y puede seguir entregando importantes aportes a lahistoriografía, pero también es cierto que la discusión teóri-ca sigue cumpliendo el interesante rol de abrir nuevos caucesa la investigación positiva y a los métodos de análisis.

Estamos, pues, en la Historia de la Cultura o, mejor di-cho, en los dominios de la historia cultural. Al respecto, pro-pongo algunas precisiones volviendo al mismo Chartier. Se-gún éste, en la medida que se produjo un desplazamiento enla historia social, desde la construcción de jerarquías hacia laidentificación de redes e interdependencias, se produjo unaforma de historia cultural de lo social, expresión que no defi-ne ni un método ni una escuela sino que fue propuesta porél mismo como una alternativa a la historia social de la cul-tura que dominaba un área importante de la escenahistoriográfica de los años 1960 y 1970. Su idea central era

9 Las Jornadas fueron publicadas como Monografías núm. 1 delos Cuadernos de Historia, Santiago, enero del 2000; el inter-cambio de opiniones con Vovelle en Eduardo Cavieres, Men-talidades y Sociedad en perspectiva Histórica, Ediciones Univer-sitarias de Valparaíso, UCV, Valparaíso, 1998.

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afirmar la necesidad de pensar cada realidad objetiva –unatransacción comercial, un conflicto social, la resistencia opues-ta a un poder, etc.– como culturalmente constituida, lo queno significa entender, necesariamente, que las tensiones oprácticas sociales puedan reducirse a puros discursos10 . Enotro momento, precisaba algo más acerca de las prácticas dela historia cultural, caracterizada en los últimos tiempos, porla problemática de los usos, del empleo plural de los objetosculturales y en ello, en sus estudios, la construcción de esta-dísticas o de series puede ser punto de referencia básico parala distribución de un material11 . Esta última situación lapodríamos traducir como el establecer los datos a partir delos cuales se pueden buscar las significaciones de los mismos.Si volvemos a páginas anteriores, es la reafirmación de que locuantitativo siempre ha sido un método y no un fin en símismo. Las formas en que se da cuenta de la historia es laexpresión intelectual que verdaderamente importa.

La cultura definida como universo simbólico plantea todoel complejo problema de las significaciones que los historia-dores pueden otorgarle al análisis de sus textos. De acuerdocon Clifford Geertz, la cultura se nos presenta como todoobjeto, acto, acontecimiento, cualidad o relación que sirvede soporte a una representación. Estas ideas nos acercan di-rectamente a la temática de este libro y, es claro, que debe-mos hacerlo también a partir de Chartier. Inserta dentro deestos nuevos campos de desarrollo historiográfico, emerge latambién nueva historia del libro y de la lectura,

Es una historia técnica que supone el conocimiento detradiciones diversas: la bibliografía a la manera inglesa o es-tadounidense, las diversas corrientes de la crítica textual, la

10 Entrevista..., Panorama, pág. 5.11 Entrevista..., Archipiélago, pág. 47.

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historia de la escritura, la sociología cultural retrospectivaheredada de los Annales, etc. Pero es una historia cuyo obje-to fundamental es la comprensión de las relaciones de podery la identificación de las diferencias sociales. Es difícil decirsi los trabajos acumulados hasta ahora (monografías, encuestascolectivas, síntesis) alcanzaron completamente estos objeti-vos. Me parece sin embargo que, en primer lugar, la historiadel libro permitió extender nuestra concepción de las dife-rencias sociales que no se reducen a una definición estricta-mente económica (aunque ésta sea fundamental). Y por otrolado, esta historia procuró una visión más compleja de loque Armando Petrucci ha llamado –diferenciándolos– elpoder de la escritura y el poder sobre la escritura. Siguiendola trayectoria que conduce del texto al libro y del libro a lalectura permite plantear un tema esencial de la comprensiónhistórica: el de la relación entre imposición e invención, en-tre coacciones siempre transgredidas y apropiaciones siem-pre refrenadas. En este sentido la historia de el libro y de lalectura ejemplifica interrogantes más amplias12 .

Aunque fundamental en la búsqueda de nuevos conoci-mientos, no siempre el trabajo historiográfico requiere desituarse sólo en la investigación propiamente tal. También esimportante la reflexión y el hacer un análisis profundo de laspreguntas y posibles respuestas que pueden emerger desdeun texto. Lo señalado por Chartier, ha sido recogido adecua-damente por el autor del libro, y está muy bien que ÁlvaroSoffia se cuestione permanentemente frente a la problemáti-ca que trabaja. Ello no significa el desconocimiento de otrostrabajos existentes sobre el tema. Los replanteamientos quese hacen sobre un determinado fenómeno y sobre cómo ésteha sido tratado intelectualmente, no necesariamente signifi-

12 Entrevista..., Panorama, págs. 7-8.

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can crítica adversa ni desvalorización de aquello que se reco-noce ha permitido avanzar sobre situaciones no considera-das previamente o poco tratadas. En términos de la historiadel libro en Chile, a partir de sus propias miradas y de susrespectivos análisis, lo producido por Bernardo Subercaseauxy otros, merece de toda estimación.

Lo que se trata acá es el intentar insertarse en algunas delas proposiciones de Chartier o de lo que éste asume a partirde Petrucci; por ejemplo, la distinción entre el poder de laescritura y el poder sobre la escritura. Aquí se distingue pre-cisamente un punto específico de focalización para visualizarla cultura socializada. Si tomamos el caso de la revista Zig-Zag es indudable que no se trata sólo de reconocer en ella unmaterial digno para la simple entretención ni tampoco elpensar que sus ediciones llegaban sólo a un tipo de personas.En ambos casos, se trataría de generalizaciones que, aunqueacertadas, dejarían mucho sin considerar. Por una parte, estásu análisis, como material, en términos de la historia de lec-tura, sin más. Por otra, sus significados dentro del mundo delos lectores, situación bastante más compleja: ¿qué lectores?,¿cuántos? ¿de qué nivel cultural, social, económico, etc.? Yllegamos al poder de la escritura: los mensajes, los signos, elmundo de las imágenes que se puede construir a partir deella. Algo que para los lectores de la primera mitad del s. XXera una realidad asumida plenamente puesto que, al mismotiempo, el leer era adentrarse en el tiempo y en el espacio; enlo próximo y en lo lejano, en lo conocido y en lo misterioso.El mundo de la lectura permitía participar de la historia yasombrarse frente a lo que había sucedido y a lo que estabaocurriendo. Entre los editores y los lectores se propiciaba unverdadero juego dinámico de mutuas presiones y un sanoespíritu de mutuas desconfianzas. En el sector de los edito-res, como siempre, se pretendía formar opiniones, pero al

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mismo tiempo se descansaba en la recepción por parte delpúblico. En el sector de los lectores, se adivinaba el poder dela escritura, pero no se quería estar ajeno a él. ¿Y que hayrespecto al poder sobre la escritura? Quizás hoy en día seentienda más, pero por ello mismo quienes la poseen esta-blecen fuertes competencias en pos de su control para en-tonces ejercer una presión demasiada abierta sobre los posi-bles consumidores. No sólo se ha perdido magia, sino fun-damentalmente la capacidad de asombro. Al final, todo seconvierte, en definitiva, en construcciones culturales de acuer-do a los niveles y posibilidades existentes. De alguna mane-ra, prácticamente todos estos problemas, y también otros,están planteados en el texto.

La historia del libro dentro de una cultura de lo escrito.¿Habría que recordar el ya clásico trabajo de Lucien Febvresobre la aparición del libro en el siglo XVI? No siempre haysuperación de ideas, pero lo que importa es el plantearse des-de otras perspectivas, descubrir nuevas miradas. Y en ello lahistoriografía está siempre vigente. Más allá de las distincio-nes metodológicas y analíticas entre la historia de las menta-lidades y la historia cultural de lo social, lo cierto es queChartier, con su mundo de las representaciones, ha sabidoponer énfasis en cuestiones fundamentales para una mejorcomprensión de nuestras realidades sociales y culturales yque, reflexionando sobre parte de sus textos ypuntualizaciones, el autor de este libro ha recogido impor-tantes problemáticas que ha puesto en aplicación sobre undeterminado material y un determinado tiempo de nuestrahistoria nacional. Desde tan diferentes posiciones, no sólo sepiensa y trabaja sobre algunos temas comunes, sino que, ade-más, igualmente se sigue recogiendo el desarrollo de una tra-yectoria historiográfica, que goza ya de una respetada dura-ción, y de sus correspondientes problemas metodológicos.

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Y esto no es todo. Volvamos una vez más a Chartier. Másallá de la obra y de la investigación propiamente tal, estátambién el planteamiento frente a la historia y a lahistoriografía del presente. En tiempos de incertidumbre his-tórica y de sus formas de conocimiento, Chartier ha pensa-do en que uno de los principales desafíos para los historiado-res es el hecho de que se ha puesto en evidencia que auncuando la historia se sirva de series estadísticas, la mayor ymás fuerte orientación que tiene su discurso se dirige haciael relato, lo que incide en las construcciones de la temporali-dad histórica o en las concepciones de las relaciones decausalidad. Agrega:

El desafío es de una gravedad particular en un tiempo –el nuestro– en el que las fuertes aspiraciones y tendenciasa realizar historias comunitarias, de identidades, correnel riesgo de anular toda distinción entre un saber contro-lado, universalmente aceptado, y las reconstruccionesmíticas de pasados imaginarios13.

En esos términos, además de las cuestiones técnicas ymetodológicas, vuelve a aparecer el rol del historiador, el pro-poner y desarrollar un conocimiento controlado y crítico:

Controlado porque respeta las reglas propias del oficio,como decía Marc Bloch, las operaciones técnicas necesa-rias para construir el objeto de investigación y los crite-rios de validación que, en un momento dado, permitendiscriminar entre las interpretaciones aceptables y las queno lo son. Crítico porque procura a sus lectores una de-fensa contra las falsificaciones, las reescrituras o las alte-raciones de la historia... Es sin duda la razón porque en

13 Entrevista, El Mercurio de Santiago, 26 de noviembre del 2000,E4.

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Francia Marc Bloch, el gran medievalista, comprometi-do en la resistencia a los nazis y asesinado por ellos en1944, encarna la doble figura del historiador y del ciu-dadano. Su compromiso político no se puede deducir desus obras científicas, pero es claro que la exigencia críticaque fundamenta su obra histórica lo animó en su luchacontra la barbarie14 .

Como decíamos al comienzo, la historiografía chilena noescapa a estos problemas generales y los historiadores chile-nos tienen iguales desafíos en el oficio. En esto, los jóvenestambién cuentan y tienen mucho que ofrecer en la búsquedade un conocimiento controlado y crítico. Por lo menos, eneste caso, me es interesante constatar, al momento de leer loque he escrito, cuántas reflexiones se pueden obtener de unlibro como éste.

EDUARDO CAVIERES

IHEAL; Paris, diciembre de 2002

14 Entrevista, Panorama..., pág. 8.


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