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R' ECORDACIÓN DE GIDE. El 19 de febre­ro de 1951 murió en París AndréGide. Habría que investigar si es

solamente 'un respetable autor de biblio­teca o si tiene un mensaje para la épocaactual, se preguntó Marc Beigdeber, alpoco tiempo de su muerte, Responder. aese dilema no es el objeto de. la recor~dación. Si redujeramos a unas fugaces.líneas Ja obra, el fervor cotidiano deAndré Gide, sus cuarenta o cincuentatrabajos principales, afrentaríamos la me­moria de un hombre a quien es justo des­agraviar. Del más noble estilista de laprosa francesa en nuestro siglo, pocos sonlos que se abstienen de hablar. Su gloria,apagada hace mucho, dejó rescoldos queamonedaron símbolos: Gide 'es hoy, paraquien lo desconoce, sólo el defensor de lahomosexualidad, el 'apologista del actogratuito, la muestra de un espíritu ya se­pultado desde la otra posguerra. Hay algoen André Gide que impide la simpatía dellector, es de aquellos autores que puedendisgustar al público, a los críticos, sin de­trimento de su calidad. Quizá su despia­dada lucidez, su insobornable fidelidad así mismo (a sus creencias y a sus ape­tencias), quizá el peso de tantos años deprejuicios y mentiras, que enturbian todoacercamiento a su expresión. El inmola­dor que escribió un dramático y complejoJournal, el crítico literario que deja ad­mirables páginas acerca de Dostoievskiy de Montaigne, el narrador de La porteétroite, Les caves du Vatican, La sympho­nie pastorale, Les fau.-r monnayeurs, elperfecto Thésée y sobre todo de Si legrain ne meurt, clásica muestra de auto­biografía y narración, es también el poeta-amigo de Mallarmé, de Oscar Wilde,de Pierre Loüys-, poeta al que le estorbala "poesía" y tiene que saltar los límitesdel verso, como en Les nourritures terres­tres, y es el dramaturgo, nada ejemplar,de Le roi Candaulc, Saül, Oedipe, laparte menos apta de su inmenso talento.

Hay que leer a Gide, no condenarlo niexaltarlo. ("No amemos ni odiemos sinpleno conocimiento de causa. De 10 quemás se sufre es de ser odiado por aquellosa quienes se ama, y que deberían amar­nos,- nos amarían si tan solo consintieranen conocernos." Diario, 5 de marzo de1932.)-

No es otro el homenaje: conocer a Gide,<;omprender la tragedia de su soledad, desu grandeza y de su amor (el terribleconflicto con Madeleine, su esposa, sehalla presente en casi todos sus libros ydetallado en E t nunc manet in te). No

parece "un respetable autor de bibliote­cas" el Gide que a los 77 años pudo creerque los únicos seres que podrían salvaral mundo eran los rebeldes. "Sin ellostodo habría acabado, nuestra civilizaciónla cultura que amamos y que dio una jus~tificación a nuestro paso sobre la tierra.Los rebeldes son la sal del mundo y res-

d D·" "Spon en por lOS. . . amos aquel quepara alumbrarse en su camino se guíapor la antorcha que lleva él mismo." Aquíen la conciencia de que cada uno es res~ponsable, se encuentra la única posibili­dad de salvación.

LA TENTACIÓN DE LA DESESPERACIÓN.En México se ha puesto de modacensurar la censura. Lejos de ser

un deporte o un moderado ejercicio dela destrucción o la elocuencia, esa protestainútil contra las autoridades cinematográ­ficas es razonable y necesaria. Acaso enMéxico no volverá a exhibirse íntegra­mente La dolce vita, estrenada fugazmentecomo para atenuar u'na Reseña en la queproliferaron los lazarillos y los monstruossagrados. Acaso no veremos nunca en lassalas de exhibición Rocco y sus he1'manosni las películas de Antonioni ni tantosotros films que el gran inquisidor con5i­dera deshonestos, subversivos, tendencio­sos, disolventes. En cambio, basta exa­minar el periódico de hoy para ver cuálesson las películas que congregan multitu­des y son un nuevo asalto a la razón. En .sus secuencias no hay escenas "atreyidas"y se reza a la Virgen y matan con entu­siasmo indios o japoneses. Una películatal vez decorosa, que al menos está ba­sáda en una gran novela, La sombra delcaudillo, sigue "enlatada" porque a losojos del tribunal aparece como lesiva a ladignidad mexicana y a las institucionesrevolucionarias. i Estos sean tus dioses,oh Israel!

eARTA DE ITALIA. En Negro sobreblanco, boletín de la Editorial Lo­sada, Darío Puccini presenta el pa­

norama de la temporada literaria italianaen 1959 y 1960; hace el balance de laproducción y nombra las ideas, corrientesy fuerzas polémicas que impulsaron a losescritores de su país durante ese período.N uovi argumenti, la revista de AlbertoMoravia y Alberto Carocci, hizo 9 pre­guntas SOb1'C la novela. RespondieronGiorgio Basani, Italo Calvino, Carl.o Cas­sola, Eugenio Montale, -EIsa Morante, elpropio Moravia, Pier Paolo Pasolini, Gui­do Piovene, Sergio Solmi y Elemire Zolla.Protagonistas y espectadores, desarrolla­ron un examen de conciencia alrededorde algunos temas que ha planteado la crí­tica europea: crisis de la novela, novelaensayística (como Der mann onhe Eigen­schaften del redescubierto Robert Musil,1880-1942) o novela de representaciónpura (Ernest Hemingway); la nueva es­cuela narrativa francesa (Butor, Robbe-

'Grillet) y las posibilidades que encarnaesta tendencia; proclividad de la novelamoderna a desarrollarse en primera per­sona, en contradicción con la novela delXIX objetiva e impersonal; realismo so­cialista, problema del lenguaje en la na­rra~ión, novela y dialecto, presente y por­vemr de la novela histórica.

La experiencia de la novela en formasdial~ct~le~ la han vivido Gadda (Que'"Pasttc:t~CW bruto de Via M erulana) yPasoltm (Ragazzi di vita, Una vita vio­lenta). El casi extinto género de recrea-

. ción histórica ha vuelto a vivir ha reco­b~ado su vigencia con Jl gatt~pardo, elpostumo best-seller de Tommasi di Lam­pedusa.

L?s dos. premios mayores, el Stregga y.el V¡aregglO, se otorgaron respectivamentea Carlo Cassola por La ragazza di Bubbe,

considerado por Puccini el libro más her­moso que se publicó en Italia durante1960, y a G. B.. Angioletti por una seriede evocaciones de grandes personalidadeseuropeas, premiando, más que un título,una noble carrera literaria y una dignafigura de escritor. '

Asimismo, apareció La scialo de Vas­co Pratolini (segundo volumen de la tri­logía Una storia italiana, que inició Me­tello ya traducido al castellano) y el tercerrelato fantástico de Calvino: Jl cavaliereinexistente, del que informamos en suoportunidad. Algunos libros inéditos deescritores muertos: el denso y profundoOltinw diario de Corrado Alvaro y unan o v e 1a inconclusa, Mastrangelina; losRacconti completos de Cesare Pavese, elgran narrador piamontés que ha inspiradouna singular biografía, Jl vizio asurdoescrita por David tojolo. '

EL CINE Y BERTOLT BRECHT. El nú­mero de Cahiers du Cinéma, la dis­cutida y desigual revista de crítica

c i n e m a tográfica, correspondiente a di­ciembre de 1960, está dedicado a BertoltBrecht, uno de los, más importantes re­novadores de la expresión escénica con­temporánea, creador de una nueva con­cepción épica de la obra teatral y _de unsistema interpretativo que ya se empleaen muchos teatros del mundo e influyeen los más avanzados artistas de nuestraépoca.

Por vez primera en la historia de estapublicación, la totalidad de su contenidose refiere a un hombre de teatro. Brechtescribió el argumento de algunas películas,a menudo basadas en sus propias obrasdramáticas: La ópera de cuatro centavos,dirigida por O. W. Pabst; El señor Pun­tila y su criado, realización de AloertoC a val can t i. Asimismo, intervino enla adaptación de aigunos films: Los ver­dugos tamb'ién mueren de Fritz Lang,Arcade triunfo y Kühle wampe de SlatanDlldow,

La escuela de actuación y escenificaciónque dejó Brecht ha empezado anotarseen los nuevos realizadores. Cahiers re­produce un guión de Brecht, algunas desus consideraciones Sobre el sistema ci­nernatog1'áfico. Entre los textos que danforma a este homenaje se publican El ojodel maestro, un admirable artículo deJoseph Losey (autor de Chance Meetingo Deseo y destrucción) y un ensayo enel cual Bertrand Dort aboga Por unacrítica brechtiana del cine; piensa, comoBazin, que M onsieur Verdoux puede serconsiderado, sin abusar del lenguaje, comoun film que sigue ejemplarmente las ideasy las creencias de Brecht; y encuentraalguna similitud entre la producción dra­mática de aquél y las nuevas peliculas deAntonioni, desconocidas en México mer­ced al celo de nuestros censores. Incan­sable, Dort halla el eco de Brecht enZazie dans le métro de Louis Malle, y enLas bonnes femmes de Claude Chabrol,acaso los más notables realizadores de lanouvelle vague. Finalmente, Louis Mar­corelles habla de la actualidad del grandramaturgo, de su huella en un arte queen muchos aspectos se opone al teatro.

J. E. P.

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