La cultura del México contemporáneo:
Transformaciones de los modelos de comportamiento e identidad social
Julia Isabel Flores
Instituto de Investigaciones Sociales, UNAM
Introducción
En este escrito se presenta, a partir del análisis de los datos de la Tercera Encuesta
Nacional Los valores de los mexicanos de 1995 (ENVM), una serie de elementos
distintivos de nuestro sistema cultural y con ello, se pretende poner en evidencia las
modificaciones más significativas verificadas en el curso de los últimos años.
Si se quiere trazar a grandes líneas un cuadro del cambio cultural en México, nos
encontramos con la dificultad de circunscribir el ámbito y las dimensiones a las cuales se
aplica el término de cultura. Se entiende que la cultura constituye el elemento genético del
sistema social y de las normas de la vida individual y colectiva; incluye los modelos de
comportamiento, la orientación de valores, la ideología y el lenguaje, el modo de vivir de
los miembros de una configuración histórico social.
Partir de una definición amplia del concepto de cultura, por lo general referido a los
campos de la antropología o la sociología, sería poco útil en este trabajo, por lo que, más
que hacer una referencia a éstos conceptos en su totalidad, en este estudio se seleccionarán,
algunas de las dimensiones centrales en las que sea posible encontrar algunos rasgos
empíricos de tipo histórico y sociológico.
Este trabajo no se interesa por la cultura de elite, sino que se interesa por la
dimensión de las masas, de la cultura que no se expresa en forma doctrinal o teórica, y que
por esta razón, es raramente un objeto de indagación histórica. La noción de cultura, así
entendida, indudablemente es más vasta y comprende las representaciones (las creencias,
las cogniciones, los valores, que se refieren a las dimensiones afectivas y evaluativas y las
orientaciones a la acción) y las costumbres, los hábitos, y las prácticas sociales de la
población (los ritos, los modelos de consumo, los estilos de vida). En estos ámbitos están
comprendidos el plano de las instituciones y los mecanismos de transmisión de la cultura
que permiten, no sólo la reproducción y el pasaje de los modelos culturales de una
generación a otra, sino también, su cambio en el tiempo1.
Este estudio se interesa también, por entender los procesos de diferenciación
cultural en la sociedad mexicana. Ello nos obliga a responder a las siguientes interrogantes:
¿Cómo entender el cambio cultural?, ¿Cómo explicar los múltiples cambios acaecidos en la
sociedad mexicana en las últimas décadas?.
I. Procesos de diferenciación cultural y cambio de valores
Existen diversas teorías para representar y explicar el cambio cultural: Un primer modelo
para representar la dimensión cultural de la sociedad está presente en la teoría de la
modernización, que se ha concentrado en un juego de cambios de valores, mas o menos
comunes, que se presume, acompañan a la industrialización temprana2. Con frecuencia, en
los trabajos pioneros sobre la modernización, éstos cambios eran presentados como una
serie de dicotomías o variables pauta (variable patterns) que distinguían lo tradicional, de lo
moderno. Esta teoría marca diferencias radicales en las orientaciones de valores entre el
hombre tradicional y el hombre moderno, interpretando el pasaje de la tradición a la
modernidad en términos dicotómicos: de la segmentación a la homogeneidad cultural; de
los valores de adscripción, a los valores de adquisición, del particularismo al universalismo,
de la afectividad a la neutralidad, según el esquema parsoniano.
Una segunda forma de comprender el cambio cultural proviene de diversas
tradiciones como la escuela italiana3, la escuela de Birmingham de los estudios culturales4,
y de las aportaciones de varios estudiosos como Peter Berger, que analizan los modos de
construcción de la realidad. Esta manera de entender y explicar el cambio cultural, se
distingue de las teorías de la modernización, en cuanto a que la multiplicidad y las
1. Entre las formas de socialización y cultura se sitúa, también, el plano de la identidad individual, como había observado Simmel, analizando la creciente diferenciación social en la sociedad moderna, la identidad del individuo se desarrolla más a medida que los círculos sociales en los que vive se amplían y se diversifican, y se difunde, al mismo tiempo, la valorización de la individualidad. Simmel, Georg: La diferéntiation sociale. Paris, Minuit, 1982. 2 . Parsons: 1951; Almond y Powell: 1966; Inkeles y Smith, 1974; Lipsett, 1980.3 Véanse, por ejemplo, el trabajo de: Sciolla, Loredana: “Identitá e mutamento culturale nell’ italia di oggi’ en
Vicenzo Cesareo: La cultura dell’ Italia contemporánea. Torino Edizione della Fondazioni Giovanni Agnelli,
1990.4 . Véase: Lawrence Grossberg, ed. Cultural Studies. London, Routledge, 1992.
2
diferencias culturales, lejos de ser vistas como antítesis a la homogeneidad y a la
unificación cultural de la sociedad moderna, las presupone.
Una tercera forma de representar el cambio cultural es aquella del conjunto amplio y
heterogéneo de teorías que, centrándose en una supuesta “crisis de la modernidad”,
subrayan los aspectos de la involución, fragmentación y degeneración cultural y prefiguran,
en algunos casos, una suerte de retorno a la situación premoderna5.
Las distinciones principales entre las dos primeras formas de diferenciación cultural
pueden ser sintetizadas en los siguientes términos:
1. La diferenciación cultural entendida a partir de la teoría de la modernización implica una
sociedad en la que, en presencia de una compleja división del trabajo, la distancia cultural –
de valores, relaciones, estilos de vida- entre los grupos sociales y las zonas territoriales es
muy grande. La diferenciación cultural predomina sobre la homogeneidad y sigue líneas
horizontales, más que verticales; es decir, las diferencias que se aíslan o distinguen entre
ciertas clases sociales, o que se circunscriben a la región o a la localidad, son mayores que
las diferencias de los espacios que las atraviesan transversalmente. La movilidad, sea de
tipo espacial –de un lugar hacia otro- o sea de tipo social –de una clase a otra, en términos
de ascenso o de declive- es reducida.
La mayoría de la población vive en circuitos sociales restringidos (la familia, la
comunidad local), poco numerosos, e interrelacionados entre sí. Así, por ejemplo, la
pertenencia a una familia comporta el desarrollo de un cierto oficio, la adhesión a una
asociación profesional y a un partido. La unidad social central es la familia como
intercambio de experiencias y transmisión de valores a las nuevas generaciones, valores
que todavía no están difundidos al nivel de la masa, más que a través del factor unificante
que es la escuela.
En la identidad individual prevalecen los aspectos de la identificación con el grupo
restringido (el partido, el círculo más íntimo, la comunidad), más que los de la
individuación, o sea, de los que distinguen al singular de todos los otros. Estos aspectos
colectivos son particularmente fuertes y enraízan la identidad colectiva, capaz de organizar
de manera coherente el universo simbólico de la propia pertenencia; en consecuencia, se
puede esperar que los valores de tipo tradicional, ligados a la ética de la familia y a la 5. Como por ejemplo, la corriente de pensamiento encabezada por Jean Baudrillard o los trabajos de Michel
Maffesoli.: El tiempo de las Tribus, Ed. Icaria, 1997.
3
defensa de la comunidad local, estén más esparcidos en la sociedad; mientras que la
afirmación de los valores autorealizativos (centrados sobre el desarrollo del yo) y
universalistas (centrados en una comunidad política más amplia) sean más escasos.
Esta primera imagen de la diferenciación cultural viene acreditada, aunque no está
explícitamente teorizada, en el análisis de la realidad en términos de subculturas
territoriales, en donde el término subcultura indica un conjunto de valores y de formas
asociativas característico de regiones particulares o formas territoriales que definen la
identidad colectiva fuerte y persistente.
2. El segundo tipo de diferenciación cultural no comporta la segmentación de los modelos
culturales, sino su sobreposición y recíproca interrelación. En este caso, disminuye la
distancia cultural entre los grupos sociales territoriales, mas no por ello son menores las
diferencias entre estos; más bien, aumenta la importancia de las líneas verticales
(generacionales, por ejemplo) y de las interindividuales. La movilidad entre clases y grupos
sociales diversos es muy fuerte, con la consecuencia de que el individuo en el curso de la
vida, no sólo experimenta realmente diversos ambientes y estilos de vida, sino que los
anticipa “precozmente” en la imaginación, como expectativas para el futuro propio6.
Si se amplían los circuitos sociales en los cuales se ubican los individuos, crece
entonces el número de aquellos que pertenecen contemporáneamente a más mundos
diferentes, que deambulan entre asociaciones diversas, o se adaptan entre las diversas
formaciones histórico-sociales. Al multiplicar, al mismo tiempo, las oportunidades de
encuentro y posibilidades de vida y acción, se generan combinaciones de lenguajes que
producen a su vez, nuevas configuraciones. Aunque la transmisión de valores y de modelos
culturales tiende a asumir una forma policéntrica, la familia tiende a perder autoridad como
grupo de referencia, fundamentalmente a favor del grupo generacional y de los medios de
comunicación masiva.
Por lo que se refiere a la identidad, las múltiples instancias de ubicación del
individuo, su vivir en el punto de cruce de circuitos sociales siempre más amplios, favorece
–como señalaba Simmel- los aspectos individualizantes de la personalidad, debilitando la
tendencia al conformismo y a la identificación del grupo. La identidad colectiva fuerte se
debilita y el individuo ya no se orienta más hacia subculturas de grupo establecidas, sino 6 Sobre el fenómeno de la socialización anticipatoria véase Berger, Kellner y Luckmann. La construcción
social de la realidad. Buenos Aires, Amorrortu Editores, 9ª reimpresión, 1989.
4
hacia aquellas culturas de intersección y de conflicto de una pluralidad de modelos
culturales.
Así, en la mayoría de las sociedades post-industriales las teorías del cambio de
valores han identificado otros tipos de diferencias de actitudes y valores que se esperan
cambien de la sociedad industrial a la sociedad post-industrial: de los valores materialistas,
relacionados con la satisfacción de las necesidades primarias, a los post-materialistas,
referidos, por ejemplo, a la calidad de la vida7. Algunas clases de valores cambian más
fácilmente en las etapas tempranas de la industrialización, mientras que otros valores
tradicionales perduran más y comienzan a cambiar en etapas tardías.
Lo que hace cualitativamente distinta a esta segunda forma de diferenciación
cultural, de aquella primera que hemos mencionado aquí, es que la teoría de la
modernización presupone una amplia homogeneidad cultural de fondo, da por sentado que
la mayoría de la gente comparte un lenguaje común. En cambio, para esta segunda forma
de entender el cambio cultural, la homogeneidad promovida, sobre todo por la
escolarización y por los medios de comunicación masiva, no está entendida como antítesis
a la pluralización cultural, como por ejemplo, en la teoría de la Escuela de Franckfurt, que
nos ha habituado a identificar la homogeneidad con el conformismo colectivo.
II. Valores y cambio político.
Si se analiza la dimensión política de los cambios, el cambio de valores parece ser más
continuo que discontinuo. De hecho los valores políticos más importantes que se
encuentran en las sociedades industriales de hoy, no son nuevos, sino que han estado
siempre presentes, aunque, no siempre han sido objeto de una alta politización. O sea, no es
tanto que un juego distinto de dimensiones de valor comience a cambiar como resultado de
la industrialización, sino que su movimiento posterior tiene lugar en las mismas
dimensiones de valor que empezaron a cambiar en la industrialización temprana.
Esto se aclara cuando las dimensiones de valor políticamente relevantes cambian y
cuando los cambios del ambiente que inducen el movimiento de estas dimensiones son
identificados. La identificación de esos últimos factores causales y de las cambiantes
7. Véase: Inglehart, Ronald. The Silent Revolution. Changing values and political styles among western publics. Princeton, princeton University Press, 1977.
5
condiciones de vida bajo las cuales la socialización tiene lugar, es crucial para estimar el
ritmo y la duración del fenómeno del cambio de valores.
Si los cambios en las condiciones de vida son relativamente nuevos en su origen,
entonces tendrá que haber una brecha entre los valores. Si los cambios pueden ser trazados
con anterioridad, entonces la brecha de valores tendría un origen más temprano.
Existen dos dimensiones con un fuerte potencial político en el cambio de valores en
su relación con la política: una primera, es el cambio en el énfasis de los valores de la
autoridad hacia los valores de la autonomía y la segunda, está relacionada con el cambio de
énfasis de los valores de la conformidad a los valores de la apertura.
Así, se ha señalado que en las sociedades agrarias caracterizadas por la escasez,
desigualdad, estratificación social jerárquica y rígida, inseguridad económica y física y
dependencia personal de los patrones, las condiciones de vida anidan y nutren normas que
enfatizan la autoridad, la obediencia, el orden social, la resignación a un papel determinado
en la vida, la lealtad y la dependencia de los símbolos e instancias de poder.
En adición a este acento en la autoridad jerárquica, encontramos también un énfasis
en la autoridad horizontal, o sea, la conformidad a las presiones colectivas del grupo. La
conformidad se nutre por la naturaleza estática del cambio lento de la sociedad agraria, sus
comunidades homogéneas aisladas, la interdependencia económica de esas comunidades en
bienes y servicios compartidos y la ignorancia, que da lugar a la superstición. Estas
condiciones promueven normas de conformidad que alientan la adherencia a costumbres y
tradiciones morales y creencias religiosas, desconfianza hacia las nuevas ideas y la
intolerancia frente a lo distinto. Al cambiar las condiciones agrarias hacia las industriales,
el énfasis en al autoridad se matiza y reemplaza por una valoración creciente de la
autonomía. Así, la autonomía significa acentuar la igualdad más que las jerarquías; un
individualismo autoafirmativo e independencia, más que la aceptación pasiva o la
resignación sumisa.
De forma similar, el acento en la resignación y conformidad, da lugar a demandas
de mayor apertura. Una mayor valoración de la apertura es vital para crear un medio
ambiente más libre y facilitar la autorealización a través de la apertura a más ideas,
actitudes más permisivas hacia nuevos estilos de vida y una mayor tolerancia y empatía con
personas y grupos distintos. La apertura presenta al individuo mayores posibilidades de
6
elección y la autonomía coloca las oportunidades para elegir en sus propias manos, y ya no
en las de otros, superiores en la sociedad.
Es al identificar las causas de la brecha en los valores que la naturaleza continua de
esos cambios se vuelve aparente. Así para los cambios en política, Joji Watanuki introdujo
el concepto de política cultural y lo definió como: “Una política en la cual las brechas
culturales causadas por las diferencias en los sistemas de valores tienen mayores efectos
sobre la naturaleza del conflicto político que las brechas producidas por las diferencias
económicas, o de status”8.
Los rápidos cambios socioeconómicos en la sociedad han inducido cambios en los
valores: la educación, la edad y el nivel de información surgen como las variables
demográficas más asociadas con los cambios. En un número importante de las dimensiones
valorativas las diferencias de edad reflejan un fuerte patrón intergeneracional de cambios en
los valores.
Las tasas altas de cambio socioeconómico en la sociedad contemporánea han
significado que cada nueva generación se ha socializado en contextos de condiciones
sociales nuevas y distintas. Las modificaciones en el contexto social en el que han tenido
lugar los procesos de socialización, han creado diferencias substanciales entre los valores
sociales de las jóvenes generaciones y las de sus padres y abuelos. Al mismo tiempo, la
rápida extensión de la educación primaria y secundaria han tenido un efecto independiente
en los cambios en las preferencias de los valores.
Es importante marcar no sólo el cambio de los valores, sino también destacar la
relevancia política de esas diferencias. En este campo, el patrón de cambio de valores ha
sido desigual, por los menos desde la perspectiva parsoniana. Un cierto número de
dimensiones de valor que pueden clasificarse dentro del continuum tradicional-moderno,
muestra un marcado movimiento hacia lo moderno; mientras que otras dimensiones
muestran signos débiles del cambio.
Un elemento que complica el análisis, es el hecho de que varias clases de valores
distintos pueden estar cambiando al mismo tiempo, y eso hace difícil aislar qué juegos de
valores, entre los que cambian, afectan a las actitudes políticas.
8. Scott C. Flanagan , Et. Al. : The Japanese Voter, New Heaven, Yale University Press,1991.
7
En conclusión podemos señalar que, no se puede asumir que todos los valores
tradicionales atraviesan por un proceso uniforme de cambio hacia la dirección moderna
occidental; tampoco se puede pensar que, porque algunos valores cambian, todas las
dimensiones asociadas con ellos también están cambiando. Y finalmente, y esto es
importante destacarlo, el cambio de valores en una sociedad, no siempre contribuye al
cambio político de la misma.
¿Qué tipo de relación existe entre el cambio de valores y el cambio político en México?
¿Cómo se dan estos cambios en la sociedad mexicana?.
III. Homogeneidad y diferencia. Algunos aspectos del cambio cultural en México
Los análisis más difundidos de la cultura mexicana la definen en términos de
particularismo9, es decir; como una sociedad tradicional, regida por la autoridad de la
familia y caracterizada por formas autoritarias y jerárquicas del ejercicio del poder y la
política, en contraste con las sociedades modernas cuyos marcos de referencia normativos y
culturales son eminentemente universalistas.
En las sociedades modernas, no sólo los valores y normas hacen referencia a
cánones que se pretenden de validez universal, sino que la asignación de los derechos y
status de cada uno y el reparto de los bienes societales también se rigen por criterios
universalistas. México, se afirma, es una sociedad en donde el sistema de valores y normas,
y los patrones de conducta de sus miembros son de carácter particularista. Esto quiere decir
que si bien, las reglas pueden tener una forma general, el contenido de la obligación es
particular.
El análisis de los cambios en la cultura mexicana para finalizar el siglo XX, nos
lleva a preguntarnos: ¿Continúa siendo el particularismo una clave privilegiada de lectura
para comprender a la sociedad mexicana?.
En la mayoría de las sociedades el cambio de las características de la sociedad
tradicional asociadas con el modelo de diferenciación cultural señalado en las teorías de la
modernización, hacia un modelo universalista, complejo, generalmente toma un periodo de
tiempo largo. En México este cambio se da de manera acelerada en el curso de cerca de
veinte años, de la década de los cuarenta a la de los sesenta. 9 Véase al respecto el artículo de Lidia Girola “Particularismo y postmodernidad” en Sociológica, no 7/8,
UAM, Atzcapotzalco, 1988.
8
Veamos algunos indicadores básicos que reflejan la magnitud del cambio: El
México de la década de los cuarenta se caracterizaba por bajos índices en la salud (la
esperanza de vida era de 38.8 años) y por altos índices de analfabetismo (58.2% de la
población no sabía leer, ni escribir), por un proceso de industrialización desigual y por
fuertes diferencias entre las zonas urbana y rural (vivía en las ciudades apenas el 35.1% de
la población del país y un 64.9% vivía en el campo), el porcentaje de población indígena en
el país alcanzaba el 10%, lo que aunado a los datos antes mencionados, mostraba distancias
acentuadas entre las diversas culturas en el país. Para la década de los sesenta, en contraste,
un 95.91% de la población hablaba español, 50.7% de la población se encontraba ubicada
en las ciudades, 66.51% estaba alfabetizada y como resultado de los programas de salud, la
esperanza de vida alcanzó los 58.9 años. El 44.25% de la población total tenía entre 0 y 15
años, con un promedio de 6.8 hijos por mujer10.
Estos cambios a los que se denominó en forma general como “el milagro mexicano”
dieron lugar a estudios de diversa índole, tanto de carácter literario, como sociológico,
psicológico y político, que planteaban en general una misma interrogante: ¿pueden
mantenerse y acrecentarse los logros económicos y sociales del país, sin la liberalización
del sistema político?, ¿Conducen estos cambios a la democracia?.
Entre los estudios que analizan la sociedad mexicana en esa época destaca The
Civic Culture de G. Almond y S. Verba11, que es la primera gran encuesta levantada en el
país y la primera investigación empírica amplia que trata el tema de los valores y la cultura
política de los mexicanos. Si bien, el trabajo ha sido objeto de fuertes críticas12, fue tomado
como modelo por la mayoría de los autores que trabajaron el tema desde entonces, hasta
finales de los años setenta.
En el presente trabajo, algunos temas tocados por Almond y Verba se utilizarán,
guardadas las distancias que imponen dos trabajos de índole distinta, como una herramienta
10 . Fuente: Estadísticas Históricas de México, INEGI, 1994, 2 tomos.11 G. Almond y S. Verba The Civic Culture, Princeton University Press, 1963.12 Entre las críticas sobresalen las de Rafael Segovia en La politización del niño mexicano. México, El
Colegio de México, 1982, 2ª. Ed. y las que llevan a cabo los propios autores en The civic culture revisited,.
Véanse, entre otras: Revista Mexicana de Ciencias Políticas y Sociales.
9
útil para señalar algunas modificaciones en las tendencias de los valores presentes en la
sociedad mexicana, al compararlos con los resultados de la ENVM de 199513.
La cultura política: percepciones de entonces y de ahora
Los autores de The Civic Culture señalaban que las características distintivas de la cultura
política mexicana eran la de ser “aspiracional” y “alienada”14. Un indicador de este
componente cultural afectivo y valorativo es recogido en la respuesta a la pregunta
planteada en 1959 por Almond y Verba para expresar el sentimiento de orgullo nacional en
diversos aspectos. Así el 30% de los entrevistados se declaraba orgulloso de las
instituciones políticas y del gobierno, por debajo de los Estados Unidos y Gran Bretaña y
por sobre el porcentaje obtenido para las respuestas en Alemania e Italia15. Los autores
señalan que México e Italia eran los países con mayor proporción de ciudadanos alienados,
lo que implicaba que estaban cognitivamente orientados hacia sus respectivos sistemas
políticos, no obstante, los rechazaban completamente o en la mayoría de sus aspectos16.
¿Cómo se manifiestan hoy esas orientaciones?. Con respecto al sentimiento de
orgullo nacional, en respuesta a la pregunta planteada en la ENVM: ¿Está usted orgulloso
de ser mexicano?, la mayoría (79.7% ) afirmó estarlo mucho, mientras que sólo el 16.1%
señaló que estaba algo orgulloso de ser mexicano. En contraste, al preguntar ¿Está usted
satisfecho con los logros que como nación hemos alcanzado los mexicanos?, solamente el
6.2% afirmó estar muy satisfecho, un 20.2% señaló estar satisfecho; el 50.2% dijo estar
poco satisfecho y el 23.4% nada satisfecho.
El rechazo hacia el sistema político, consignado en la investigación de 1959, parece
tener vigencia hoy. Ello se confirma en las percepciones de los entrevistados al preguntar
13 . Es importante hacer notar que ambas encuestas no son estrictamente comparables, ni por lo que respecta a sus muestras, tampoco por lo que se refiere al fraseo de las preguntas, no obstante, su comparación arroja información sobre las orientaciones generales de los valores en el tiempo. 14. “Lo más impactante en el patrón mexicano de cultura política son sus desbalances e inconsistencias. De todos los 5 analizados, México es el país que obtiene porcentajes más bajos en las frecuencias con las cuales se atribuyen impacto y significación al gobierno y en las expectativas de los ciudadanos de obtener un trato igualitario y considerado por parte de la burocracia y de la policía. Al mismo tiempo, la frecuencia con la que los mexicanos expresan orgullo en el sistema político es considerablemente más alta que la de los alemanes y los italianos, y los objetos de este orgullo tienden a ser predominantemente la revolución mexicana y la presidencia. Aún más, este sentido de participación parece ser relativamente independiente del sentido de satisfacción con los logros gubernamentales”, op. Cit. P. 414. 15 . The civic culture, p.102.16 op. Cit. P. 101.
10
en la ENVM: ¿Usted y los suyos se han beneficiado de los programas y acciones del
gobierno?, el 62.8% estuvo en desacuerdo y sólo el 28.7% señaló estar de acuerdo.
En los años sesenta se muestra cuán bajo era el nivel de homogeneidad cultural que,
junto con elementos de tipo subjetivo, como por ejemplo el fuerte sentimiento nacionalista,
conformaban una comunidad peculiar. El hecho de que la escasa identificación con el
sistema político concreto resultara igualmente difundida en todos los estratos sociales y
fuese independiente del nivel de instrucción, sugería a Almond y Verba la hipótesis de un
profundo desapego entre los ciudadanos y el sistema político.
La percepción de baja eficacia frente a las instituciones gubernamentales se muestra
hoy todavía en forma acusada, así, en respuesta a la pregunta de la ENVM : Las personas
con poder tratan de aprovecharse de las gentes como usted: estuvo de acuerdo con esta
frase el 63.1% de los entrevistados, en desacuerdo el 28.9%, y dijo no saber un 8%. Ello se
expresa en un sentimiento de alejamiento y desconfianza del gobierno y las instituciones
políticas. De acuerdo a la percepción de la mayoría de los entrevistados (71.1%) A las
personas del gobierno no les importa realmente lo que les pasa a las gentes como usted,
mientras que estuvo en desacuerdo el 20.4%, y no supo el 8.5%.
La cultura política mexicana es descrita en The Civic Culture como alienada,
fragmentada, pasiva, parroquial, tradicionalista y centrada sobre la norma de la familia
patriarcal. La conclusión era que los mexicanos se orientan al sistema político como
súbditos, pero esta orientación es ambivalente: se caracteriza por fuertes necesidades de
dependencia y tendencias de rebelión y rechazo en todas las relaciones de autoridad:
familia, escuela, grupos de trabajo y de sistema político y gobierno.
La investigación de estos autores no se limitaba a indagar la relación con los valores
políticos, sino que se extendía a algunas características culturales más generales,
concentrándose sobre aquellos rasgos de la personalidad y las condiciones psicológicas que
se pensaban asociadas a una cultura democrática. Tales requisitos venían individualizados
sobre la base de otras investigaciones, en la existencia de una individualidad abierta (open
ego), o sea, de una capacidad de establecer relaciones con otros y compartir valores y de un
sentido de confianza en la gente. Este tipo de personalidad resultaba poco presente en
México, así por ejemplo, según los autores de “The Civic Culture” se mostraba:
“... una tendencia a confundir la aspiración con el desempeño. Por otra parte, las altas tasas de movilidad social en México, los patrones discontinuos de socialización asociados con ella y los conflictos de valores que
11
resultan, crean una alta incidencia de crisis de identidad …. Los aspectos de esta movilidad de la personalidad son el resultado de conflictos de valores y una frágil autoestima que típicamente produce sobre y baja estimación del yo. Este señalamiento puede dar cuenta de la inconsistencia en las respuestas en México: alta auto-alabanza de competencia, emparejada con inadecuación cognitiva y con inexperiencia política”17.
Hoy, algunas de aquellas percepciones están vigentes, mientras que otras han
cambiado. La satisfacción con lo que se es, para la mayoría de los entrevistados, es alta o
muy alta. A la pregunta de la ENVM ¿Está usted satisfecho con lo que es?, respondió que
Mucho el 30%, un 27.2% señaló que suficiente y consideró que regular un 30.6%.
Solamente el 9.5% dijo estar poco satisfecho y nada el 2.7%.
El sentimiento de desconfianza en los otros se encuentra arraigado en la mitad
(50.3%) de la población encuestada, mientras que la otra mitad (49.7%) afirmó confiar en
la mayoría de la gente. No obstante, esta desconfianza se manifiesta más claramente en
torno a los gobernantes: al preguntar ¿Debemos tener confianza en nuestros gobernantes?
estuvo de acuerdo el 35.8% de la población entrevistada, al mismo tiempo que aumentó el
número de quienes estuvieron en desacuerdo (52.3%) , o no supieron (11.9%).
La percepción de los encuestados acerca del desempeño de los mexicanos en
política parece corresponder a la descripción realizada hace medio siglo: El mexicano en
política fue descrito por las personas entrevistadas como: manipulado 75.3%,
desinformado 71.6%, inmaduro 66.4%, indiferente 55%; aunque el 50.7%, señaló que es
ingenuo, un 49.3% afirmó que es crítico. En esta percepción, los individuos como actores
políticos, oscilan entre ser considerados como víctimas de un sistema y la idea del
desinterés y alejamiento de la política.
Los políticos, en cambio, en su mayoría fueron percibidos por los entrevistados en
forma altamente negativa, como corruptos (88.1 %), mentirosos (83.5%), incumplidos
(83.5%), irresponsables (80.4%), autoritarios (79.5%) e incapaces (51.8%).
Gran parte de las orientaciones de valor, según Almond y Verba, no eran
características de una cultura política democrática y resultaban fuertemente correlacionadas
en modo positivo con dos factores sociales particularmente importantes en el desarrollo: el
nivel de escolaridad y la participación en asociaciones voluntarias.
Hoy, a pesar del crecimiento del número de asociaciones civiles de diversa índole en
el país, encontramos que la participación en ellas es muy escasa, especialmente entre las
17 .Op. cit. p.415.
12
mujeres y los jóvenes. Si por una parte, la mayoría (61.1%) de los entrevistados reconoció
que el organizarse políticamente permite satisfacer las demandas de uno, y estuvo en
desacuerdo con esta frase menos de un tercio (26.9%), y no supo el 11.5 %; apenas el
17.8% de las personas encuestadas participa en una asociación social, sólo el 7.8% lo hace
en asociaciones políticas, el 19.6% en asociaciones deportivas y el 25.6% mencionó
participar en asociaciones religiosas, mientras que un 29.2% lo hace en otro tipo de
asociaciones.
Las respuestas de los entrevistados en la ENVM, más que constituir un signo de
atraso en la cultura política, reflejan un desencanto con las formas habituales de hacer
política en el país, y al mismo tiempo, expresan la aparición de nuevas percepciones
relacionadas con las nuevas prácticas y modalidades surgidas en el campo político y de los
actores sociales y políticos en los últimos años.
Procesos de unificación cultural
La escolarización general
Un primer indicio y factor importante en el proceso de unificación cultural es la
escolarización general, que no sólo representa el presupuesto de la movilidad en la sociedad
moderna, sino que también circunscribe el campo de acción y establece sus límites. Estos
límites culturalmente impuestos, como señala Ernest Gellner, son decisivos y representan
los presupuestos de la ciudadanía, al generar los límites de la lealtad y del consenso
sociales.
En los años sesenta se inicia un gran esfuerzo por mejorar la educación en el país,
con la puesta en marcha del Plan Nacional para la Expansión y el Mejoramiento de la
Educación Primaria, que comenzó la edición y distribución de los libros de texto gratuitos;
posteriormente, en 1964, se inició una reforma educativa donde destacaron la Campaña
Nacional de Alfabetización y la creación de la telesecundaria. Al mismo tiempo, se inicia
un proceso de crecimiento de los alumnos inscritos en las universidades, así como el
incremento de las universidades en los estados y de las universidades privadas.
En los decenios siguientes comienzan a aparecer formas de diferenciación cultural
típicas de la sociedad compleja. La rapidez del cambio contribuyó a matizar la distancia
cultural entre los grupos sociales diversos y distintas zonas geográficas modificando, al
13
mismo tiempo, la mentalidad y las costumbres colectivas, que tienen ciertamente como
base, transformaciones profundas de las estructuras económicas y de las clases.
En este período y con rapidez, se realizan algunos procesos unificadores en el plano
cultural y ciertas modificaciones relevantes en la forma de las relaciones sociales y de los
propios mecanismos de transmisión de valores.
El proceso de escolarización no erosionó las antiguas diferencias culturales, aunque
a su vez, creó nuevas diferencias, principalmente, diferencias generacionales. Las nuevas
generaciones de fines de los años sesenta y de principios de los setenta son, en gran medida,
mucho más instruidas que las anteriores. La matrícula total en educación superior pasó de
83,065 alumnos en 1960 a 252, 200 alumnos en 1970, comenzando también a
descentralizarse: mientras que en 1960 el 70.47% de la matrícula de educación superior se
concentraba en la UNAM, para 1970 sólo el 42.31% (106,718 alumnos) estudiaba en esa
universidad 18. Para 1980 la matrícula creció a un total de 811, 300 alumnos, mientras que
en 1990 alcanzaba ya un total de 1, 097, 141 alumnos.
La educación es vista por la mayoría de la población como uno de los bienes más
preciados, ya que se le considera como instrumento básico de la movilidad social y como
fuente de status para quien la posee. Ello se refleja de manera acusada en las respuestas a la
pregunta: Para triunfar en la vida se requiere: en donde la mayoría de los entrevistados
(39.6%) señalaron en primer lugar a la educación, por sobre las relaciones personales
(18.1%), la posición social (3.3%) o la económica (3.6%), la intrepidez (5.8%), el estar
sano (12.3%), la creatividad (5.7%), la inteligencia (8.2%) y el trabajar duro 0.4%. Es
interesante anotar como el trabajo duro no es considerado como fuente de éxito si no se
acompaña de una educación, o de las relaciones personales adecuadas.
La valoración alta de la educación, se expresa además en el respeto que se otorga a
los maestros. El 56% de los entrevistados mencionó a los maestros en primer lugar, como
las personas que les inspiran mayor respeto, seguidos por el padre, que obtuvo un segundo
lugar con el 38.3%. No obstante, al preguntar acerca de la calidad de la educación, la
opinión no es unánime: mientras que un 53.3% piensa que aumentó, el 40.2% opina que
disminuyó.
18 . José Raúl Domínguez Martínez: “Los sofismas del financiamiento universitario”, CESU, UNAM, (en prensa), 1999.
14
La cultura juvenil
El fenómeno de la escolarización general influye sobre el plano cognitivo, subrayando el
mejor nivel cultural y el mejor conocimiento de los más jóvenes. No obstante, no se ha
destacado suficientemente su impacto en el plano de las formas y de los mecanismos de
socialización y transmisión de los valores. Así, un rol determinante entre los mecanismos
horizontales de transmisión de valores es el de la socialización escolar al formarse una
cultura juvenil relativamente autónoma.
Las profundas transformaciones en la sociedad, como resultado del desarrollo
sostenido durante décadas y del proceso creciente de urbanización que integraba nuevos y
más amplios contingentes a la vida política, provocaron cambios en la cultura política que
desafiaron las formas de dominación y las prácticas establecidas. Estos cambios eran la
expresión, tanto de las aspiraciones y expectativas de la enseñanza superior y las
profesiones liberales, estimuladas por la movilidad social, como por su frustración por la
inoperancia de las formas de reproducción institucional que respondían a una forma
anquilosada de organización social.
Estos sectores, en su mayoría jóvenes, provocaron un cambio importante en los
valores, la cultura y las prácticas políticas prevalecientes de obediencia al poder. Los
movimientos del 63 y del 68 marcan el desfase entre unas formas de organización y de
poder constituidas en una sociedad fundamentalmente agraria, frente a una sociedad cada
vez más urbana. Estos movimientos no sólo son la expresión de la relación entre identidad
y generaciones, sino que también, constituyen las primeras manifestaciones de la crisis de
la educación superior, la cual expresaba el tránsito de una universidad de elites a una
universidad de masas.
La fractura generacional y de las orientaciones políticas entre los jóvenes y los
adultos, que se expresó en los años sesenta y setenta, y hoy lo hace de nuevo; se manifiesta
en orientaciones más marcadas hacia la izquierda, mayor participación y mayores intereses
políticos, así como una inclinación más acentuada hacia lo que Inglehart ha calificado como
valores postmaterialistas19, es decir, aquellos que no están referidos a la satisfacción de las
necesidades elementales o primarias. No obstante, tanto para los entrevistados jóvenes,
19 . Véase Inglehart, Ronald: The Silent Revolution. Changing values and political styles among western publics. Princeton, Princeton University Press, 1977.
15
como para la mayoría, las principales preocupaciones continúan siendo la educación y la
familia. Así lo muestran los resultados de la ENVM, en donde a la pregunta: ¿Si tuviera
tiempo y dinero suficiente los gastaría en?. El 25.4% señaló que lo haría en educación
personal y un 19.5% en educación para mis hijos; el 23.1% en ahorrar para el futuro y un
17% en ayudar a mi familia.
Las preocupaciones causadas por la crisis económica aparecen en forma destacada.
Así, al preguntar ¿Qué aumentaría su nivel de bienestar personal? la mayoría de los
entrevistados (27.5% ) señaló que más dinero, el 17.5% dijo que lo haría tener un mayor
control de su vida y el 16.2% más tiempo libre.
Entre los objetivos más importantes para las personas, la prioridad se otorga a la
familia -la dimensión primaria de la pertenencia-, seguida por las condiciones de bienestar
material. De acuerdo con la encuesta, los objetivos personales más importantes de los
entrevistados son los siguientes: llevar una mejor vida familiar ( 33.3%) y para el 21%
salir de pobre; un 13.2% señaló que es vivir tranquilo y un 12.3% encontrar a Dios;
además, el 18.2% busca mejores oportunidades para mis hijos y un 10.6% vivir tranquilo.
Los medios de comunicación
Un segundo proceso de unificación cultural, no menos importante, es el de la escolarización
masiva con la difusión de la televisión. Si bien, en México la televisión se inicia desde la
década de los cuarenta, no es hasta 1950 en que se comienzan las transmisiones
comerciales de televisión, y hasta 1952, en que se inician las transmisiones completas.
Pronto la televisión se extendió a toda la república, predominando las estaciones
comerciales por sobre las de carácter cultural. Así, del número total de estaciones
televisoras concesionadas y permisionadas en 1979, el 97.4% eran comerciales y sólo el
2.53% tenía carácter cultural. Para 1980 eran 82 estaciones las estacciones culturales y para
1997 alcanzan la cifra de 580. El crecimiento fuerte de las estaciones culturales se inicia a
partid de la década de los ochenta, con la creación de la red satelital de televisión educativa,
EDUSAT20.
Si bien, varios autores han destacado los efectos negativos de este fenómeno, no
puede soslayarse su contribución a la unificación lingüística, a diferencia de la radio y los
20 . Datos tomados de los :Anuarios estadísticos de la Secretaría de Comunicaciones y Transportes. México, SCT, años 1990 a 1997.
16
periódicos, ya que tiene las características de realismo e informalidad que facilitan la
comprensión.
La televisión se ha convertido hoy en una de las fuentes principales de
entretenimiento, no obstante, la actitud hacia este medio, es ambivalente: por una parte se
desconfía de su poder de manipulación, debido al predominio de unos cuantos canales
durante un largo período de tiempoy a la posición oficialista que mantuvieron, por la otra,
se desconfía de su influencia cultural, a través de los valores que se transmiten en la
programación de las series, principalmente, extranjeras.
Lo anterior se confirma en las respuestas a la pregunta ¿Qué tan poderosa cree Ud
que en nuestro país sea la televisión? el 36.4% opinó que la Telelvisión y la prensa tenían
mucho poder y el 26.8% dijo que tenían demasiado; Igualmente, al preguntar: Y ¿Qué
confianza le inspiran?, el 36.3% mencionó que tenía poca confianza y un 31.4% de los
entrevistados señaló que tenía algo de confianza en la Televisión y la prensa.
A la pregunta ¿Qué efecto cree usted que tienen sobre costumbres y tradiciones los
programas de televisión mexicanos y extranjeros: para el 26.6% de los entrevistados la
televisión tiene un efecto positivo; mientras que un 31.5% señaló que los programas
nacionales de televisión tienen un efecto algo positivo sobre las costumbres y tradiciones.
Asimismo, al 27.5% de los encuestados le parecieron negativos los efectos de los
programas americanos de T.V. y al 19% ni positivos ni negativos.
Los procesos de unificación lingüística propiciados por la televisión han erosionado
barreras, han atenuado antiguos aislamientos, insinuando modelos y estilos de vida urbanos
en situaciones marginales y rurales, aunque por otra parte; no han producido una elevación
de los niveles culturales o una nivelación del conocimiento generalizado. No obstante, no
se cumplieron las teorías apocalípticas de los años setenta sobre la industria cultural.
A nivel individual, el consumo de la televisión no impide otras formas “más cultas”
del consumo cultural, como la lectura de libros; y el empleo del tiempo libre resultaría más
articulado y variado que el de aquellos que no ven la televisión. Sin embargo, en México, el
hábito de la lectura está poco difundido entre la población. A la pregunta: ¿Cuántos libros
leyó usted el año pasado?, la mayoría de los entrevistados (33.2%) respondió que ninguno,
el 22.9% leyó de 1 a 2 libros, el 18.2% de 3 a 4 libros y el 13.5% de 5 a 9 libros.
Solamente un 7.8% leyó de 10 a 19 libros y apenas el 5.5% leyó más de 20 libros al año.
17
En el plano colectivo, la expansión del medio televisivo va de la mano, no sólo con
el aumento de otras formas de acceso a la vía cultural, sino que también ha contribuido, en
particular en los últimos años, a la revitalización de la información y conciencia sobre la
política y el deseo de participación.
Las tradiciones
En los últimos años, se ha observado una preocupación por la recuperación de algunas
tradiciones lo que, más que indicar un retorno localista a la tradición, es la expresión de
cierta nostalgia por la lejanía del origen y la intención de reconstituir con éste, una relación
de referencia. Ello es más una expresión de la complejidad, que del atraso de la sociedad
actual. Así, al solicitar a los encuestados que señalaran qué es lo correcto con respecto a
las costumbres y tradiciones, el 40.3% opinó que no deben cambiar, ya que constituyen
nuestra herencia y un 35.5% opinó que están en crisis, como resultado de una sociedad
cambiante.
Las tradiciones no se contemplan como opuestas al desarrollo, sino como la
necesidad de mantener el sentido de pertenencia. A la pregunta: Si realmente queremos
progresar, debemos olvidar costumbres y tradiciones y adoptar otras nuevas. Al respecto
el 60.9% estuvo en desacuerdo, mientras que casi un tercio (el 32.0%) afirmó estar de
acuerdo.
Los cambios sociales se viven con inquietud, especialmente por el temor al olvido
de la herencia cultural. En la ENVM se planteó la siguiente pregunta: Nuestra sociedad ha
cambiado. Dígame si observa aumento o disminución en las tendencias que le mencionaré,
así como si el cambio es bueno o malo. En cuanto a la conservación de las costumbres y
tradiciones, el 68.9% piensa que disminuyeron, mientras que un 25.2% opina que
aumentaron; entre tanto, el 66.0% considera que el cambio es malo y sólo menos de un
tercio (el 27.1%) lo calificó como bueno.
Los procesos anteriormente descritos que tienden a generar homogeneidad, agitan
viejas diferencias culturales sin crear al mismo tiempo nuevas diferencias, o permitiendo
expresarse a los antiguos conflictos bajo formas nuevas o distintas. También algunos
valores resienten modificaciones. Los diversos indicios permitirían afirmar que, el
particularismo no es ya una clave principal de lectura de la sociedad mexicana.
18
Procesos de diferenciación: movilidad social y participación política
Otros procesos que han modificado las formas de la interacción social y de los mecanismos
de socialización han contribuido a aumentar la diferenciación cultural. Un primero, fue el
aumento de la movilidad social que hasta la década de los ochenta caracterizó a la sociedad
mexicana. El segundo, es el aumento de la participación política.
Entre 1950 y 1970, México logró tasas de crecimiento económico elevadas que
promediaron anualmente 6.6%, lo que significó un aumento del 3% anual del producto per
cápita del país. El año de 1973 marca el fin del período conocido como de desarrollo
estabilizador. En ese año se inició un período de inestabilidad en los precios, en los montos
de la inversión y en el crecimiento del PIB. En 1976 los salarios reales comenzaron a
deteriorarse y se inició el aumento del endeudamiento público. En 1982 el país entró en una
crisis de deuda y se introdujeron medidas de ajuste, por lo que el PIB entre 1980 y 1994
tuvo una tasa de crecimiento media anual de 1.9%. El crecimiento del PIB estuvo por
debajo del aumento de la población21.
La percepción de los entrevistados con respecto a la economía es muy negativa. Así,
un 77.2% de las personas encuestadas piensa que en los últimos años los ricos se han
vuelto más ricos y los pobres más pobres, mientras que se manifestó en desacuerdo sólo el
16.6%.
No obstante, con respecto a la crisis económica, la opinión está dividida: un 47.2%
considera que la crisis permite mayor solidaridad y unión de la comunidad, mientrs que,
para el 46.2% la crisis implica mayor competencia y violencia social.
Igualmente el 48.5% de los entrevistados es optimista y considera que en el futuro
recuperaremos el nivel de bienestar; para el 41.4%, en contraste, la crisis implica que
debemos aprender a vivir con menos.
Se acentúa la percepción de que la salida de la crisis reside en el esfuerzo personal,
así el 66.3% opina que saldremos de la crisis con nuestro propio esfuerzo, mientras que el
28.2% piensa que se saldrá de la crisis con la ayuda del gobierno. Igualmente, se considera
por el 75.4% de los entrevistados que la mayor participación de la gente contribuirá a
21 . Fuente: INEGI, Estadísticas Históricas de México, 2 tomos.
19
solucionar nuestros problemas, en cambio, un 16.1% piensa que la opción pedirle a la
gente que haga más política no contribuirá a la solución de los problemas.
Lo anterior muestra, a la vez, un cambio cultural que se orienta al abandono de las
tendencias del providencialismo y marca como eje al propio esfuerzo, como podría
significar también, una desilusión y desconfianza con la efectividad de las acciones del
gobierno.
Con el advenimiento de las crisis recurrentes de la economía y la implantación de
una nueva política económica, el proceso de movilización se ha estancado, e incluso, ha
comenzado a revertirse, en cambio, el proceso de participación política ha ido en aumento.
La participación política es un fenómeno complejo, incluye mucho más que el voto: se
manifiesta en la participación ciudadana, ya sea en asociaciones, manifestaciones,
campañas, en la emisión de opiniones.
La tendencia registrada en los últimos 50 años indica que la participación ciudadana
va en aumento. En 1946 votó en las elecciones presidenciales el 47.30% de los ciudadanos
inscritos en el padrón, para 1970 el número de ciudadanos que votaron representó el
14.06% y en 1994 el 35.29% Al mismo tiempo, la emisión del voto y las preferencias se
han diversificado: desde 1958 el voto de los ciudadanos por el PRI en las elecciones
presidenciales se ha venido reduciendo del 90% del total de los votos en 1958, al 49% en
199422.
Instrumentos privilegiados de la participación política, los partidos políticos son
vistos con desconfianza por una parte de la población. Mientras que por un lado se
considera que los partidos influyen en las decisiones del gobierno ( 56.8% de los
entrevistados), con cerca de un tercio ( 32.8%) en descuerdo; Por otro lado, al preguntar si
se cree que los partidos políticos representan plenamente los intereses de la población,
sólo el 6.9% estuvo muy de acuerdo, señaló estar de acuerdo el 29.4%; mientras que
estuvo en desacuerdo el 44.7 % y muy en desacuerdo el 12.3% de los entrevistados.
La percepción de los cambios acontecidos en la vida política mexicana en los
últimos años está generalizada en la población, así la mayoría (53.3%) de los entrevistados
consideró que la vida democrática y el respeto al voto han aumentado y sólo el 36.7%
22 . Fuente: Antonio Alonso Concheiro y Alicia García Futuros de la participación ciudadana en política. Suplemento Enfoque, Diario Reforma, 28 de noviembre de 1999
20
piensa que disminuyeron; asimismo, el 64.2% de los entrevistados opina que la
participación política en corrientes diversas ha aumentado, mientras que el 17.1% piensa
que disminuyó.
El aumento en la participación ciudadana registrado en las últimas dos décadas se
confirma en la percepción de los entrevistados. Así, con respecto a la organización
ciudadana el 60.9% piensa que aumentó y un 32.6% que disminuyó. Las demostraciones,
plantones y marchas de protesta en la percepción del 82.3% de los entrevistados
aumentaron, mientras que para el 9.3% disminuyeron. El aumento en las demostraciones,
plantones y marchas es calificado negativamente al ser considerado como malo por más de
la mitad de los entrevistados (57.9%), debido a los trastornos que causan en la rutina de la
vida cotidiana de la población.
De cualquier manera, un 61.1% opinó que sería deseable para México que otros
partidos alcancen el poder, en contraste, el 26.9% estuvo en desacuerdo.
Movilidad social
La movilidad social, como señalaba Mannheim23 en la primera mitad del siglo, cuando se
sobrepone e interactúa con la movilidad territorial, tiende a erosionar la certeza y la
estabilidad de las concepciones tradicionales de mundo y a revelar una multiplicidad de
modos de pensar y estilos de vida.
Por otra parte, la movilidad vertical –de una clase a otra- y horizontal –de un
espacio a otro-, han contribuido a crear nuevas amalgamas, generando nuevas formas de
estratificación, reduciendo antiguas divergencias culturales entre regiones geográficas y
profundizando otras. Al mismo tiempo, proliferan en los medios urbano y rural
asociaciones de base étnica-regional, que son más activas y que, lejos de evidenciar la
existencia de residuos sub-culturales, representan una respuesta a la dificultad de la
integración cultural, capaces de contribuir de manera innovativa a la tradición y a la
modernidad.
La movilidad social en la sociedad mexicana ha tendido a disminuir por las crisis
económicas de las últimas décadas. Las recurrentes crisis han imposibilitado el acceso de
una buena parte de la población a bienes y servicios, y con ello, también a un capital
23 . Mannheim, Karl: “El problema de las generaciones” en Sociología del Colmocimiento, México, F.C.E.
21
cultural determinado. Así al preguntar ¿cuáles son los problemas más importantes de su
comunidad, la mayoría de los entrevistados señaló en primer lugar el desempleo 43.8%, y
en segundo, la educación (30.0%).
En la ENVM, los entrevistados se autoubicaron en su mayoría como pertenecientes
a la clase trabajadora (53.6%), seguidos por el 36.9% de quienes se perciben como
miembros de la clase media. Sólo un 5% señaló pertenecer a la clase alta y el 4.5% no
supo como ubicarse.
Más de un tercio de los entrevistados afirmó vivir igual o peor que sus padres. Al
preguntar Piensa usted que con respecto a sus padres vive: un 17.8% de los entrevistados
respondió que mucho mejor, el 46.9% afirmó que mejor, el 27.5% señaló que vive igual y
sólo el 7.7% respondió que peor. Las expectativas con respecto al nivel de vida de los hijos
en el futuro son optimistas, así; la mayoría (47.3%) considera que sus hijos vivirán mejor,
el 26.1% opina que mucho mejor, para el 19.2% de los entrevistados sus hijos vivirán igual
y sólo el 7.3% considera que vivirán peor.
Una faceta de la movilidad social que puede considerarse relevante y contradictoria
en el plano cultural y de la formación de la identidad, y que debería profundizarse en
investigaciones específicas, es el de la extrema heterogeneidad de la clase media. La
heterogeneidad, desde el punto de vista de la pertenencia social, en ciertos medios puede
provocar en el individuo el surgimiento de conflictos entre modelos culturales y estilos de
vida distintos y generar una incertidumbre de status, lo que se revierte a su vez sobre la
identidad. Al mismo tiempo, las diferencias de orientaciones interindividuales y de
comportamiento, sugieren que la socialización de los hijos viene a darse en condiciones
mayormente contradictorias, aunque no necesariamente conflictuales, en las cuales
coexisten modelos culturales diversos y contrastantes.
Los cambios en la familia
Otro proceso social que ha modificado considerablemente los modelos y las formas de
socialización y de transmisión cultural, tiene que ver con las rápidas transformaciones en la
familia mexicana desde los años setenta hasta hoy. El desarrollo en esos años de
importantes campañas de planificación familiar y el acceso de las mujeres en forma masiva
a los métodos modernos de anticoncepción, llevaron a la disminución de las tasas de
22
fecundidad. De 1930 a 1965 el promedio de hijos por mujer se mantuvo en alrededor de 6.5
hijos. El inicio del descenso de la fecundidad se sitúa alrededor de 1965, aunque su
disminución es más acentuada en los primeros años de los setentas, para 1995 alcanza un
nivel de 2.8 hijos24, permitiendo la inserción de las mujeres en el mundo del trabajo.
Igualmente, disminuyen a partir de los setentas las familias extensas o ampliadas
que en 1980 representaban el 25.5%, para 1990 disminuyeron a 18.3%, hecho que repercute
en las relaciones de poder y valores dentro de las familias. Aparece también una tendencia
al incremento en los hogares monoparentales que de constituir el 6.8% en 1976, alcanzan
un 8.5% en 199525.
Los cambios en la familia son percibidos claramente por la población, que valora
algunos de ellos en forma negativa. A la pregunta: Nuestra sociedad está cambiando,
dígame si observa un aumento o disminución en las tendencias que le mencionaré, así
como si el cambio es bueno o malo, la mayoría (70.1%) de los entrevistados con respecto a
las Familias con un solo padre/madre, piensa que aumentaron y un 19.3% que
disminuyeron; por otra parte, un 75.4% califica a este cambio como malo y sólo un 14.3%
lo valora como bueno.
Igualmente, han cambiado las percepciones sobre la autoridad de los padres. Al
solicitar a los entrevistados que escogieran el refrán o la frase con la que está más de
acuerdo El 41.5% piensa que Nunca debes de cuestionar a tus padres; mientras que para el
58.5% Los padres también cometen errores. Cabe mencionar que en todas las regiones del
país los porcentajes obtenidos por la segunda frase fueron siempre mayores que la primera,
no obstante, las tendencias a cuestionar la autoridad absoluta de los padres destacan en la
ZMCM con 66.5% y la zona Norte con 62.6%, mientras que la frase nunca debes
cuestionar a tus padres alcanzó porcentajes mayores en el Sureste (47.7%) y la zona
Centro del país
(43.3%).
Es posible observar que, por lo que respecta al contenido de una cultura
particularista centrada en el familismo y en situar a la mujer en un rol subordinado, ha
habido grandes avances, pero aún, existen deficiencias en la condición de la mujer. Para la
24 . Fuente: XI Censo de Población y Vivienda de 1990.25 . Fuente: Ma. De la Paz López: “Transformaciones familiares y domésticas. Las mujeres protgonistas de los cambios”, Demos, IISUNAM, no 11, 1998, p. 17-19
23
mayoría (74.2%) de los entrevistados la independencia e igualdad de derechos de las
mujeres aumentó y en opinión del 15.5% disminuyó. Así, mientras que el 89.7% piensa que
ha aumentado la tendencia a que un mayor número de madres y mujeres trabajen y sólo el
6.2% opina que ha disminuido, este cambio es percibido por el 60.9% de los entrevistados
como bueno, mientras que el 32.4% lo califica como malo.
El plano del comportamiento ético
La preocupación y el interés por los aspectos éticos y morales más allá del plano religioso,
cobró auge en la sociedad mexicana desde mediados de los años ochenta. El énfasis en los
valores provino inicialmente de agrupaciones vinculadas con la religión y se extendió
paulatinamente a los ámbitos de las instituciones gubernamentales y privadas, de las
instituciones empresariales, e incluso de las vinculadas con la política.
La recuperación de los valores es considerada por los entrevistados como uno de los
problemas más serios para la sociedad mexicana. A la pregunta qué tan de acuerdo está
usted con que La pérdida de los valores morales es uno de los problemas más graves que
enfrenta México, la mayoría de los encuestados (74.8%) estuvo de acuerdo y un 20.2%
estuvo en desacuerdo.
De esta manera, el 72.1% piensa que El gobierno debería promover los valores
tradicionales; en cambio, sólo el 27.9% afirmó que debe ser imparcial con respecto a los
valores.
Esta preocupación que parece haberse extendido en la sociedad, oculta un doble filo:
por una parte, pretende alentar la existencia de valores altruistas y democráticos, pero por la
otra, esconde la intolerancia y el rechazo a las diferencias.
Así, en la percepción de los entrevistados la Tolerancia y el relajamiento sexual,
aumentaron (64.5%) tendencia que es calificada negativamente por un 51.7% que la
considera mala, aunque un 24.7% la considera buena. Con respecto a la pregunta acerca de
si se piensa que ha aumentado la Tolerancia a los homosexuales, la mayoría (71.6%) piensa
que aumentó, no obstante un 56.5% califica a ese cambio negativamente y un 26.8% lo
considera positivo
24
Por lo que respecta a los indígenas y minorías étnicas, mientras que se percibe un
aumento en su combatividad (61%), por otra parte este hecho se considera como negativo
por un 46.9% y positivo por más de un tercio (35.8%).
Finalmente, por lo que respecta a los derechos humanos, la opinión de los entrevistados
está dividida: mientras que el 47.1% consideró que el respeto de los derechos humanos ha
aumentado, un 43.5% piensa que ha disminuído.
La expansión de la escolarización de las masas, la declinación de la familia extensa,
la multiplicación de las oportunidades culturales y la movilidad social, modificaron
indudablemente, la forma y los modos de la transmisión cultural en el sentido de que se está
cerca de evidenciar una mayor diferenciación y un creciente policentrismo, aunque no es
claro si puede hablarse también, de un cambio en los contenidos culturales de las relaciones
y de las acciones colectivas.
Las regiones y el centro
Se puede señalar que, por lo que se refiere a los aspectos subjetivos de la cultura, se
observa una afinidad mayor entre la ZMCM y la región norte. El dualismo norte-sur
todavía no puede ser entendido como división sub-cultural, en cuanto que faltan dos
requisitos fundamentales que son: la existencia de una red organizativa y una fuerte
identidad colectiva ligada al territorio.
En las respuestas a las diversas preguntas acerca de la relación entre el centro y las
regiones en la ENVM surge por una parte, el sentimiento de pertenencia a la nación como
un todo pero, al mismo tiempo, emerge también una demanda por el reconocimiento a la
diversidad cultural y a la mayor autonomía política de las regiones.
La pertenencia a la comunidad nacional se muestra en forma acusada en los
entrevistados. Al preguntar si :Las gentes de su Estado o región sienten más orgullo por el
terruño local que por la Patria grande, el 45.7% señaló estar en desacuerdo y el 29.8%
dijo estar de acuerdo.
Así, ante la posibilidad de Que su Estado o región tenga himno local propio que se
cantara en vez del Himno Nacional, el 60.2% afirmó estar en desacuerdo y el 24.5% muy
en desacuerdo; igualmente, en el caso de Que su Estado o región tenga moneda propia, el
53.3% manifestó su desacuerdo y el 26.5% señaló estar muy en desacuerdo; Finalmente,
25
los entrevistados manifestaron en su mayoría (57.1%) su desacuerdo con Que su Estado o
región honrara una bandera con símbolos regionales en vez de la Bandera Nacional, y el
29.5% afirmó estar muy en desacuerdo.
Los encuestados no piensan que Las gentes de su Estado o región son diferentes y
mejores que el resto de los mexicanos, ya que el 57.4% afirma estar en desacuerdo y el
19.9% estar muy en desacuerdo.
En cambio, la idea de Que su Estado o región tenga mayor independencia, contó
con el acuerdo del 56.7% de los entrevistados, mientras que el 18.6% dice estar muy de
acuerdo.
En el ámbito político se manifiesta un desacuerdo con la centralización de las
decisiones y los recursos, así, al preguntar si El centralismo ha contribuido al desarollo del
país, sólo estuvo de acuerdo un 23.6%, mientras que se manifestó en desacuerdo el 55.6% ,
un porcentaje muy alto, el 20.8% no supo. Asimismo, los entrevistados afirmaron estar en
desacuerdo (72.3%) con que Los gobernadores de los estados deben aceptar decisiones del
ejecutivo federal aún cuando no sean las mejores para su estado, solamente estuvo de
acuerdo el 17.3%.
¿Particularismo o modernidad?
El sentido de identificación de una comunidad más amplia que el pequeño grupo (familia,
clan, etc.) debe representar una segunda dimensión a través de la cual se muestra la
distancia de la cultura mexicana del particularismo. Siendo una dimensión tan compleja,
podemos mencionar cuatro indicadores que pueden dar una idea clara de su evolución en el
tiempo: el sentimiento de orgullo nacional, la evaluación del sistema político, la confianza
en el sistema político y en la gente; y la disponibilidad a la acción pública.
1.El primer indicador se refiere al sentimiento del orgullo nacional que, como se ha
mencionado, a finales de los años cincuenta era alto, no obstante, se acompañaba todavía de
un cierto orgullo relativo al desempeño gubernamental. Hoy en día, el sentimiento de
orgullo de ser mexicano es muy alto, dado que alcanza al 79.7% de los entrevistados, pero
la percepción de los logros que como nación hemos alcanzado los mexicanos es muy baja y
comprende al 73.6% de los entrevistados, si sumamos las respuestas de quienes
26
consideraron que se encuentran poco satisfechos y nada satisfechos. Al mismo tiempo, el
52.4% de los entrevistados piensa que el orgullo nacional y patriotismo han disminuido.
2. Un segundo indicador tiene que ver con la evaluación del sistema político; que muestra
una tendencia al desapego, evaluación que no se aleja mucho de la recogida a finales de los
cincuenta. La corrupción se ha convertido en uno de los problemas asociados con el
desempeño del sistema político.
Así, al preguntar ¿Cuáles son los factores más importantes para el desarrollo de
México? el 33.1% opinó que el gobierno no diga mentiras y el 29.7% señaló en segundo
lugar, gente con ingenio e inteligencia; un 25.1% dice que cancelar la corrupción y un
23.6% considera que un gobierno que responda a las demandas el 17.9% piensa que Gente
que trabaje duro; y el 17.3% afirmó que líderes políticos honestos.
3. El tercer indicador se refiere a la confianza en el propio país y en la gente, lo que tiene
que ver con la disposición psicológica en la que se funda la legitimación y la cooperación
hacia los otros en general. El nivel de confianza detectado entre la población en los
cincuenta era muy bajo, hoy el sentimiento de desconfianza en los otros se encuentra
arraigado en la mitad (50.3%) de la población encuestada, mientras que la otra mitad afirmó
confiar en la mayoría de la gente. No obstante, esta desconfianza se manifiesta más
claramente en torno a los gobernantes, dado que más de la mitad de los entrevistados se
manifestó en descuerdo con la idea de confiar en ellos (52.3%) y el 77.2% considera que el
respeto y la confianza en las autoridades disminuyó.
La desconfianza hacia los extranjeros es aún más alta que hacia los mexicanos, ya
que al preguntar si se está de acuerdo o en desacuerdo con la frase: Los extranjeros sólo
desean aprovecharse de nosotros y explotar nuestros recursos, el 63.3% de los
entrevistados se manifestó de acuerdo y sólo un 26.9% estuvo en desacuerdo.
4. Una última dimensión a tomar en consideración es la disponibilidad a la acción pública,
o sea, a la participación en varias formas y modos de la vida democrática del país. Esta es la
dimensión más compleja de analizar en su evolución temporal, no tanto por la carencia de
datos, que son muy numerosos y han sido muy estudiados, sino porque presentan
interpretaciones muy diversas según los indicadores considerados.
Se necesita entonces, distinguir cuatro categorías de orientaciones: a) Los juicios
sobre el sistema político y el régimen democrático, considerados abstractamente; b) en
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comparación con los juicios sobre el funcionamiento concreto del aparato estatal; y c) la
participación política, en sentido estricto, sea institucionalizada (partidos, voto), sea
“invisible” (información e intereses políticos); entendida como d) distinta del compromiso
público (voluntariado social, manifestación de temas sensibles de interés general), y las
formas de protesta no institucionalizadas.
De esta manera, mientras que los juicios sobre el sistema político, considerado
abstractamente, tenderían a ser, más bien favorables, dado que el 53.3% piensa que la vida
democrática y el respeto al voto aumentaron, y un 48.4% está de acuerdo en que la
libertad de palabra nos permite expresar opiniones contrarias al gobierno sin temor; Los
juicios relativos al funcionamiento concreto del aparato estatal son muy negativos: así, un
57.9% estaría de acuerdo con la afirmación de que las leyes benefician y favorecen a ricos
y poderosos; y son pocos (28.7%) los entrevistados que afirman haberse beneficiado de las
acciones y programas del gobierno. Por otra parte, la mayoría (79.5%) de los encuestados
piensan que la corrupción de los empleados del gobierno aumentó, al mismo tiempo que
consideran que disminuyeron su profesionalismo y capacidad (50.2%).
Con respecto a la participación política, aparece clara para la mayoría de los
entrevistados la distinción entre la participación a través de los canales institucionales; y el
compromiso público y las formas de participación no institucionalizadas. Así, mientras que
por una parte, la mayoría (60.8%) de las personas entrevistadas, señaló que las elecciones
contribuyen a tener un mejor gobierno, y se reconoce la influencia de los partidos políticos
en las decisiones del gobierno, Por la otra, se desconfía de ellos y no se considera que
representen plenamente los intereses de la población.
Lo anterior, trae como consecuencia una disminución de la participación a través de
los canales institucionalizados y el aumento de la participación, especialmente, de los
jóvenes y las mujeres en organizaciones de carácter distinto. Así, más personas (48.2%)
estuvieron de acuerdo con que Ante la falta de democracia debemos de organizarnos y
luchar por medio de la resistencia civil, mientras que estuvo en desacuerdo el 39.2% de
los entrevistados.
Por otra parte, se encuentra presente la concepción de la democracia con una
valoración altamente positiva por parte de los entrevistados, quienes manifestaron en su
mayoría (64.5%) estar de acuerdo con que debemos avanzar hacia un gobierno más
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democrático aún con ciertas restricciones. La percepción de los entrevistados sobre la
autoridad política refleja un alejamiento de los valores tradicionales de la aceptación de la
autoridad, de tal modo que a la pregunta: Cuando la gente no se pone de acuerdo debe
aceptar la decisión del líder, el 52.7% manifestó su desacuerdo, mientras el 38.6% afirmó
estar de acuerdo. Así, también, aparece claramente una preferencia por las formas
democráticas para la toma de decisiones, lo que se muestra en las respuestas a la pregunta:
Los asuntos importantes del país deberían decidirse por plesbicito, en donde el 42.2% está
de acuerdo, el 12.5% muy de acuerdo y un 24.5% manifestó su desacuerdo.
Si en los tres primeros indicadores anteriormente mencionados,: el orgullo nacional, la
evaluación del sistema político y la confianza en la gente, no encontramos cambios
radicales en comparación con los años cincuenta, es precisamente en la cuarta dimensión, la
disponibilidad a la acción pública, en donde es posible radicar cambios acentuados con
respecto a los detectados en investigaciones más tempranas.
Si tenemos presente esta distinción, el panorama se presenta menos contradictorio
de lo que aparece a primera vista. Mientras que la tendencia hacia la valoración de la acción
ciudadana tiende a aumentar, se pone de manifiesto la crisis de legitimación de la clase
política y gobernante. Los resultados de estos datos, sugieren la hipótesis de la declinación
de aquellas orientaciones más directamente relacionadas a las formas tradicionales de la
política y su sustitución paulatina por formas nuevas que surgen del profundo clima de
insatisfacción por el funcionamiento concreto del aparato estatal y de los partidos.
Conclusiones
Al analizar en este trabajo algunos rasgos de la cultura mexicana de hoy y sus procesos de
cambio, podemos arribar a la conclusión de que el particularismo no constituye más una
clave de lectura adecuada para entender las transformaciones de la sociedad mexicana.
Se examinaron aquí, algunas dimensiones que conducen a la unificación cultural,
tales como la escolarización general, el papel de los medios de comunicación masiva, el
plano del compromiso ético y las tradiciones; así como también los procesos de
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diferenciación cultural como la movilidad social y la participación política, la creación de
una cultura juvenil y los cambios en la familia, la relación entre el centro y las regiones.
Encontramos que la diferenciación cultural en la sociedad mexicana muestra
aspectos altamente contradictorios que, lejos de prefigurar soluciones unívocas o
desarrollos unilineales, dan lugar a combinaciones, aparentemente paradójicas, de tradición
y modernidad, de individualismo y solidarismo, de valores autorealizativos y altruistas.
Los procesos que unifican y hacen homogénea culturalmente a nuestra sociedad, no
sólo crean nuevas diferencias y nuevas fracturas culturales, como cuando la movilidad de la
urbanización genera nuevas estratificaciones urbanas de tipo cultural y étnico que se
sobreponen a las estratificaciones de clase; sino que permiten que antiguas divisiones y
diferencias surjan hoy, aunque bajo nuevos ropajes.
Los localismos, regionalismos, renacimientos étnicos, difundidos hoy en nuestra
sociedad, no son simples expresiones de un retardo cultural que testimonian una inversión
de la marcha de la modernización. Estos fenómenos son distintos del pasado, por lo menos,
en cuanto que no implican un aislamiento dentro de sus propios confines, sin embargo, es la
valorización de la propia diversidad la que deviene en elemento portador de una identidad
colectiva. Como ha subrayado Smith26, en la base de los renacimientos étnicos actuales, se
encuentra el lenguaje unificador del nacionalismo. Es el Estado-nación construido sobre la
amnesia de las diferencias culturales preexistentes (Gellner)27, bajo algunas de las cuales se
agita una homogeneidad impuesta.
Se observa, una tendencia paulatina, si bien muy matizada todavía, a la adopción de
los valores de apertura y autonomía, que comienzan a expresarse, principalmente, en el
plano de la participación política, en la cultura juvenil y en la disponibilidad hacia la acción
y el compromiso públicos; mientras que, en contraste, algunos procesos que contribuyen a
la diferenciación cultural, como la movilidad social, parecen haberse estancado por el
impacto de las crisis económicas.
Finalmente, si bien los circuitos sociales en los que se mueven los individuos
tienden a ser cada vez más amplios, no podríamos hablar todavía de una orientación
individualista en la sociedad mexicana, dado que la fuente primaria de la pertenencia
continúa siendo la familia, que ocupa todavía un lugar importante en nuestra sociedad.
26 . Smith, A. :The Ethnic Revival, Cambridge, Cambridge University Press, 1981.27 . Gellner, E.: Culture, identity and politics, London, Sage, 1987.
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