La Ensaladera
La Ensaladera
Juan Pablo Alvarez
Alvarez, Juan Pablo La ensaladera. - 1a ed. - Núñez: el autor, 2014. 109 p. ; 21x15 cm. ISBN 978-950-43-4856-6 1. Literatura Argentina. 2. Poesía. 3. Cuento. I. Título CDD A860
Fecha de catalogación: 31/10/2014
Editor: Juan Pablo Alvarez La Ensaladera Juan Pablo Alvarez Primera Edición © Juan Pablo Alvarez ISBN: 978-950-43-4856-6 Este libro fue impreso en: "La Imprenta Digital SRL" www.laimprentadigital.com.ar Calle Melo 3711 Florida, Provincia de Buenos Aires En el mes de Noviembre del año 2014. Queda hecho el depósito que establece la Ley 11.723 Libro de edición argentina No se permite la reproducción total o parcial, el almacenamiento, el alquiler, la transmisión o la transformación de este libro, en cualquier forma o por cualquier medio, sea electrónico o mecánico, mediante fotocopias, digitalización u otros métodos sin el permiso previo y escrito del editor. Su infracción será penada por las leyes 11.723 y 25.446
Ríe y no mendigues cariño de nadie, porque la vida es un
triste cómico aburrido de sus propias palabras y el
momento para que las oraciones se conviertan en acciones
se encuentra en el breve segundo que el amor te recuerda
que estás solo.
A Susana y Cecilia por decirme siempre que se puede y por
hacerme creer todos los días en armar esta ensaladera.
A Papá, por decirme que no se podía, aunque le gustaría estar acá
para verlo
A Sebastián por corregir lo que yo no pude. Y ayudarme en lo que
yo no sabía porque todos necesitamos ayuda, aunque todavía no lo
sepamos..
A Fernando y Gonzalo por saberme corregir un detalle con razón
A Javier, Nico, Sergio y Alejandra por mostrarme que la gente
simple es la mejor.
A todos los locos que andan por la calle todos los días y que se
mezclan con la normalidad de nosotros, que también somos locos.
Primeras Palabras
Ser escritor es como ser un boxeador, la única diferencia
es que no se puede ganar por puntos, para que un libro
sea bueno uno tiene que salir a tumbar a la lona en los
dos primeros round, sino, el lector cerrará el libro dando
por terminada la pelea.
Lo que tendría que explicarles con estas primeras
palabras es de que se trata todo esto que les quiero
contar.
Pero no lo voy a hacer, ¡no mierda!, quiero que lo
descubran ustedes, porque no quiero darles ventaja. No
quiero dejarlos pensar, o sí, quiero que piensen, pero
después de haberme leído.
Porque enfrento el riesgo de que vos leas unas líneas,
como una sinopsis de una caja fotocopiada de DVD,
entiendas cualquier cosa, menos lo que te quiero contar,
y cierres el libro o te quedes sin ver la película, hasta que
salga la crítica o la edición de bolsillo.
Si se van y no me leen se van a poner a ver la tele o a
lavar el auto, a mirar el partido, hacer la comida, colgar
la ropa, dormir en el subte o todavía peor, van a ponerse
a leer a otro.
A ese que escribe “¿Cómo conocer gente en un
cumpleaños?”, “Mi amiga me cagó el novio.”
“Hacía gimnasio y se me cayó todo, ¿Cómo sigo?”
Títulos que aparte de largos y pretenciosos no tienen
que ver con mucho de ustedes mismos, que estarán un
rato dándome parte de su vida para ver lo que les tengo
que decir.
Sin contar algún Best Seller pelotudo, algunas novelas
románticas del año del pedo de viejas masturbadas. La
lista sigue y nunca se acaba, porque existen las fórmulas,
los géneros y los libros de mierda.
Porque usted puede ser gordo, lindo, linda, flaco, feo,
chupa cirio, pedófilo, borracho o drogadicto. Pero sabe,
yo quiero que me conozca.
Y no porque a uno lo quieran, a mí me importa un carajo
que me quieran o no. ¿Saben que quiero?, que me lean,
que compren mis libros y que les guste lo que hago.
El libro no te gusta a las cinco, diez páginas y lo cerras
a la mierda.
Por eso, no esperes que me fije en cómo te voy a decir
las cosas, te voy a dar en los cojones.
Te voy a pegar porque quiero que me prestes atención,
que me escuches. Voy a hacer cualquier cosa para que
te quedes pegado, que no me puedas cerrar y después
irte a la mierda como si nada.
Porque uno no es más que un punto entre un montón
de gente y un libro no es más que un pedazo de mierda
entre miles, hasta que uno lo agarra, lee el título.
Mira el dibujo de la tapa, lee el intento de explicar de
que la quiere ir, ese que está en la solapa del lado de
adentro y ahí recién uno lo toma en consideración o
sabe que existe.
Lo que es todavía peor, los libros están desapareciendo,
miren, yo no soy ningún defensor de la justicia ni las
pelotas, pero no voy a dejar que un libro se muera para
que ustedes estén contentos.
Si estuvieran en mi lugar harían lo mismo, por eso,
cuando abran, se van a encontrar, no conmigo, sino con
lo que quiero decirle al mundo sobre ustedes.
Porque los conozco, sé lo que dicen cuando corren un
bondi y no llegan, lo que hacen cuando están llegando
tarde al laburo. Sé quiénes son y no me hace falta saber
dónde viven porque ya los conozco.
Como los actores parados solos en el escenario apenas se abre el telón, él les mostrará quien es, como piensa, como vive, esperando solo que atentos lo miren porque en eso está su única satisfacción, como el actor, solo en ser mirado.
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Felicidad
Vivía en un tren y no le importaba en lo más mínimo,
se reía de la suerte que decían que tenían los demás.
Un día, una vieja llena de bolsas y un carro de esos de
tela con paraguas adentro se le acercó y le preguntó,
aunque visiblemente aterrorizada de su primera idea.
-¿Es feliz?
El hombre se paró, la vieja retrocedió unos pasos, pero
el hombre la agarró de las manos.
-Mire- Dijo aclarando la voz.
-Conozco seguramente muchas más caras que usted.
Por una cuestión de tiempo, vi más gente en horas de lo
que usted intenta levantar la cabeza en años. Sé
seguramente más de la vida de esa gente, a menos que
usted escuche a kilómetros a la redonda. Sé más de
arquitectura y cómo hacer que los fideos no queden
gomosos aunque estén recalentados.
Conozco incluso la música del verano de los últimos
veinticinco años.
Soy un tipo informado, leo diarios todos los días.
Sé si la gente miente hasta por como mueve las cejas.
¿Usted se daría cuenta si su marido la engaña?
La vieja bajó la cabeza avergonzada.
-No- Negó con la cabeza
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-¿Lo ve? tiene que vivir la vida. -
-Pero, ¿tu vida no es mala?- Se sentó como mareada.
-Perdóname, no, quería decir... ya tenés bastante con
todo esto.
El tipo la abrazó
-No sabes hace cuanto no me decían eso.
Fue y se tiró en una manta deshilachada en un asiento
largo.
-Conocí más de mil formas de decir “te quiero” y otras
mil de terminar una relación, supe lo que es enterarse de
ser papá (sí, también más tarde lo fui), vi viajar personas
que no eran nadie y ahora los veo en carteles.
Veo más colores de los que usted tiene en su televisor.
Viaje más veces de lo que tiene este recorrido, pero
conozco miles de formas de tener felicidad, por eso…
sí, vivo feliz.
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Callejero (A mis amigos de la calle)
Antes no vivía acá, me levantaba todos los días al
mediodía, bah, si tenía mucho hambre, a la mañana.
Me ponía a caminar y a buscar comida en la basura.
Encontrar, encontraba siempre porque hace años vivía
ahí, sabía mucho, conocía cada calle.
Recorrer me dejó varias cosas para mostrarles abajo del
pelo.
Esta me la hice cuando quise meter la cabeza adentro de
un contenedor y otro me quiso sacar la comida.
Después, esta de acá, de cuando un cura me metió una
piña en la cabeza porque me quise robar el agua bendita
de una iglesia.
Pero algo me salió bien. En la esquina, donde viví un
tiempo, me pusieron una caja de cartón, con tres o
cuatro mantas para que también duerma.
Me tiraban una lata de atún, una milanesa a medio hacer,
dura.
Un tipo de un tenedor libre me conocía, yo paraba atrás,
en una cortada al lado de la puerta.
Eso sí, me paso todo el día tirado hasta que llega la hora
sin sol y entonces me cago de frío, me duelen las patas.
Lo único que quiero es que vengan todos así me tiro
encima, hago un par de caras y me dan comida, baño y
hasta tengo frazada. Y si hace mucho frío a la noche me
tiro al lado de la estufa.
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Como a las siete, siete y media de la mañana, me veía,
me revolvía los pelos de la cabeza, me metía los dedos
adentro de la cara, se mandaba adentro de la puerta de
la cortina y a los diez minutos abría.
No se tomaba un mate cocido, ni un carajo. Salía atrás,
sacaba la basura y me daba adentro de una bandeja de
plástico dos facturas y un vaso todo lleno de leche.
Después de que comía y dejaba la bandeja llena de migas
me iba a caminar por ahí y ni sabía cuándo volvía.
Saludaba un montón de gente y mucha gente me
conocía.
Siempre fui bastante sociable, afectuoso, tampoco
tanto, porque la calle me había enseñado a no ser tan
cariñoso apenas conocía a una persona.
Tenía cicatrices de mucha gente que me había pegado a
lo largo de la vida.
También había aprendido a escaparme de los lugares
cuando la cosa pintaba mal.
Con los años de vivir en la calle la forma que tenía de
ver detalles en las personas se hizo algo cada vez más
normal y en casi todos los casos más exacto.
Ahora vivo con una familia que me baña y me da de
comer y soy feliz. Me piden que haga cosas como un
muñeco articulado a pilas.
Hay días que me escapo por la puerta de atrás, la de la
cocina y salgo a caminar como antes.
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Entonces yo me hago parte de la vereda y la calle se hace
parte de mí.
Y me vuelven todas las cosas buenas y malas que viví,
las personas que conocí, que en definitiva me hicieron
ser quien soy.
Me hicieron aprender las cosas que sé y la calle fue, ella
sola, la que estuvo cuando no sabía para dónde ir.
Fue donde me peleé, me enamoré, me reí y más de una
vez lloré cuando estaba en el piso y me pisaron o ni me
miraron.
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Inocencia
Quisiera que los días no fueran tan largos y las
madrugadas tan cortas, que los sueños no se apilen en
el lote de los posibles y que las cosas que crea la mente
estén ahí nomás, para que uno las toque y sienta que
vuela, que la tierra desparece y la gente se ve como
hormigas diminutas desde la cola de un avión.
Que los miedos se hagan de nubes y las palabras de
caramelo, que los malos entendidos sean por buenas
razones y los pies de uno vuelen ligeros arriba de un
alfiler. Salir a darse revolcones en el pasto y que la luna
se vuelva de algodón.
Que los ojos se mimen frotando las estrellas y que la
fantasía tome por un rato el control.
Que los días sean maestros y las noches sean
compañeras. Que el café sea la única droga que haga
falta y que el curso del mundo sea hostil cuando el
tiempo lo obliga y no en todo momento.
Que las palabras sean lo que se dice y no lo que se quiere
decir y se termina haciendo.
Los países estén un poco más cerca para mirarse entre
ellos y las banderas sean una excusa para juntarse a
comer.
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La tecnología sirva para decirnos cuando nos tenemos
que juntar para vernos las caras y que desaparezca
cuando estamos todos juntos.
Que la tierra no se vuelva impersonal, estéril, fría,
miedosa de sí misma, un extraño que no sabe más dónde
vive, que la música se haga universal y todos conozcan
todo.
Que cada persona pueda viajar una vez por año, para
tener más de cien oportunidades de comer algo distinto
cada vez. Reírse en cien lugares distintos y mirar de
reojo como viven en otro lugar.
Que me duerma y pueda vivir en un sueño y saltar entre
las neuronas y salir con la electricidad, que las calles se
vuelvan nudos y los autos se entierren en cráteres.
Los ruidos se orquesten, los semáforos sean directores
de orquesta, los tachos de basura timbales y las bocinas
violines.
Es decir, que el mundo se llene de música y en el
ambiente se pueda cambiar, por la que uno quiera.
Las veredas se pinten de colores, todo se haga más
pequeño y todo el mundo se conozca.
Los policías ni tengan que usar armas, cualquier persona
sea famosa y una vez por día salga en los noticieros,
aunque no haya hecho algo tan grande.
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Los árboles dominen las calles, todos los animales
tengan casa y las ocupaciones sean sólo eso, ocuparse y
nada más alrededor.
Ni historias, ni envidias, ni resentimientos, ni celos. Solo
ocuparse en cosas para otros. Y que lo demás sea el
mundo entero para uno, ser y vivir los años hasta que
los gusanos se coman los párpados y los bichos las
mejillas, los huesos se reduzcan a abono y los pies se
desmantelen y se vuelvan uñas de lo que alguna vez fue
una persona.
Pero que mientras tanto, hasta que ese día llegue, hasta
que no quede más por hacer que abrazar a la oscuridad
total y ser de nuevo uno más con lo que no se sabe que
es ni de dónde vino, hasta que ese momento llegue, que
el mundo sea un refugio agradable y que no haya que
buscar calor en algunos brazos, agua en donde se pueda
y comida en donde se compre.
Que ser pobre no sea común, ser mentiroso no sea
soportable y los ruidos acompañen y no aturdan, que la
tranquilidad sea obligatoria y no un bien aislado.
Los abogados dibujen en cartulinas sus cartas y los
médicos salven más vidas de las que pueden ahora. Que
existan menos mujeres y hombres golpeados y más
besados y acariciadas. Más fantasías realizadas y menos
realidades olvidadas.
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Menos dolor y más razones para pensar que aún hay en
el mundo tachos de basura llenos de caramelo, la
fantasía a flor de piel y la niñez cosida en una aguja en
el hilo estirado de la inocencia.
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Antes
Cuando era más joven creía en lo justo y ahora creo en
lo seguro.
Me reía de lo eterno y ahora quisiera que la vida dure
para siempre.
Valoraba lo simple y ahora vivo en lo complejo.
Me enojaba el mal humor y ahora me parece sano.
Pensaba que existía lo perfecto y hoy día con suerte
encuentro algo que tenga algo de verdad.
Odiaba la mentira y ahora me parece una herramienta
más de vida.
Criticaba a la gente que fumaba, lo hice. Pensaba que no
decir siempre lo que uno imaginaba, estaba mal, lo hice.
Decía que estaba mal vivir persiguiendo al dinero para
vivir la vida, lo hice.
Pensaba que el mundo también era para los feos y con
suerte se encuentra ropa a medida para obesos.
También creía que en la tele no solo salía la gente linda
para el mundo y nadie en las propagandas de autos tiene
más de cinco arrugas.
Creía que la risa arreglaba todos los problemas y me
enteré de que los alquileres no se pagan con risas.
Soñaba con lo que sería un lugar feliz y entendí que la
gente es un poco más humana cuando llora.
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Creía que la competencia era un mal inútil y me enteré
de que dos seres humanos pueden pelearse por hacer
bien la misma cosa.
Me di la cabeza contra la pared para entender que los
errores son la mejor forma de aprender (y hacen falta
muchos).
Antes me parecía que dar confianza era algo bueno
hasta que supe que la confianza es algo que no todo el
mundo entiende.
Antes ponía en primer lugar lo que quería hacer en la
vida y ahora pongo lo que la vida quiera hacer
conmigo.
Antes me importaba ser una buena persona y ahora me
interesa más lograr ser una persona que pueda
manejarse en el mundo.
Antes me sorprendía más, ahora ya se lo que va a decir
la gente después de verla no más de tres veces.
Antes creía en el amor a primera vista, ahora creo que
el amor es algo no tan visto.
Antes creía que las cosas costaban más, ahora sé que
todo se consigue con el dinero.
Antes estaba seguro de que el egoísmo era malo, ahora
no estoy seguro de que compartir sin recibir nada a
cambio sea tan buen negocio.
Antes no creía en los negocios, ahora creo que la vida
es una eterna negociación.
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Antes no me importaba lo que dijeran de mí, ahora me
importa que dicen de lo que hago.
Antes entendía que merecer las cosas alcanzaba para
ganarlas y ahora sé que hay cosas que se ganan por otras
cosas, sin merecerlas o sin ni siquiera buscarlas.
Antes pensaba menos en el tiempo que me queda de
vida. Todo esto para eso, para tener un año más de vida.
- 33 -
Me gusta la gente simple
Porque esperan grandes noticias en frases pequeñas.
Definen la alegría como lo que les pica la cara en un día
de sol.
Se ríen si se empapan debajo de la lluvia.
Piden vivir de los días lo cómico y lo trágico del todo.
Sentirle el gusto, saborear la vida.
Piden a cambio solo si lo necesitan.
No actúan siempre con total decencia, pero son claros
al hablar. Así que no hay duda de lo que quieren, de lo
que les hace mal o les enoja.
Me gustan porque se preocupan por entender una parte
de la vida con el amanecer de cada nuevo día.
Suelen lograr cosas grandes, pero las toman como
pequeñas.
No conocen la diferencia entre hacer un favor y darse
por completo.
No esperan nada más del mundo que ser entendidos y
pasar todos los días haciendo lo único que puede tener
algún valor, ser mejores personas.
Existen buenas personas y simples, que se preocupan
por hacer fortunas o tener una vida de lo más tranquila,
aun sabiendo que la tranquilidad dura días y la plata
horas.
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Que la fama dura un rato y quedar en el tiempo toda la
vida, hasta que a uno lo olvidan.
Me gusta la gente simple porque entiende que una vida
es un momento, que cambia en un segundo, que se
puede desmoronar en años y oigan! , me gusta la gente
simple porque bien o mal tiene en claro que quiere de la
vida.
Me gustan porque no viven de sueños pero están toda
una vida para tratar de hacerlos realidad.
Me gusta la gente simple porque sabe ver en una cara un
llanto o una sonrisa, que una falsa risa puede tapar lo
más terrible y que mucha gente se esfuerza en inventarse
sonrisas cuando quiere llorar.
Me gustan porque defienden posturas, porque se valen
solo de sí mismos.
Porque sacan del mundo lo que el mismo mundo no se
ha esforzado en complicar.
Me gusta la gente simple porque solo se preocupa por
vivir y no importa si es un día o una vida.
Me gustan porque viven de las acciones pequeñas y
muchas acciones que no parecen nada hacen una muy
grande.
Como armar ladrillo en una construcción o mezclar
arena para las ventanas.
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Por ejemplo: Mientras un tipo maneja un auto, otro
atiende una parada de diarios que está ubicada justo
enfrente de un gran hotel donde un tipo labura de
botones.
Ahora bien, un tipo de traje está saliendo muy apurado
del hotel con un maletín, se sube a un auto de vidrios
polarizados, se le cae un papel del maletín y se va. El
botones ve que hay un papel tirado en el piso, pero el
tipo ya se fue en el auto.
Entonces va a buscar al del kiosco de diarios y le
pregunta si sabe adónde iba el auto que salió recién.
El del kiosco de diarios conoce al chofer, siguen al tipo
de traje hasta donde les dijeron que fue.
Esperan en la puerta un rato y no llega nadie, deciden
que es al pedo quedarse y se van.
Mientras, el tipo que maneja el auto ve una señora de
ochenta años que se tropieza y se va de boca al piso
tirando todas las bolsas que tenía.
El que maneja baja y la empieza a ayudar.
En eso el de los diarios y el botones viene caminando
por la vereda de enfrente y reconoce al tipo de traje que
está dentro del auto.
El tipo los ve, le tocan el vidrio, piensa que le van a
afanar y empieza a los gritos hasta buscar algo para
romper el vidrio de la otra puerta.
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El de los diarios que se da cuenta le pide al botones que
le muestre el papel.
El tipo de traje se toca los bolsillos y aliviado abre.
El papel es el discurso que el de traje va a leer en una
declaración de paz entre dos países.
Me gusta la gente simple porque entiende que los
pequeños esfuerzos son grandes.
Me gustan porque son más humanos que los humanos.
Los tiene sin cuidado si reciben algo y dan en su medida
lo que los sigue dejando vivos.
Me gustan porque son coherentes, no siempre son
sensibles, pero aunque sea son verdaderos.
Me gustan porque han dejado sus acciones en el tiempo,
porque aparecen y se van con los días.
Son lo que mucha gente se olvidó que podía ser, cuando
fue invadida por los detalles molestos y la insatisfacción
constante.
Me gustan porque no son seres especiales y aunque
todos somos distintos son lo que une lo más común de
todos nosotros.
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Un día soñé
…que las cosas se medían menos y valían más, que las
cantidades eran solo un decir y los órdenes eran de goma
no de escalones, las palabras volvían a existir más allá de
una pantalla.
La gente por la calle era más pequeña y reían a
carcajadas, eso hacía que fueran minúsculos en su
desdicha y enormes en gestos.
Y les digo más, los abrazos eran cosa de todos los días,
en cada esquina había un beso con una voltereta, un
consejo era poco menos que una caricia y había música
por todos lados, recuerdos de todas las personas llovían
y nadie se tapaba o usaba paraguas.
Soñé que las avenidas anchas estaban cubiertas de gente
hablando entre sí, ni un solo cable, las cosas se hacían
por hacerse y las segundas intenciones solo estaban bien
justificadas. Un día soñé que el mundo era de verdad.
- 39 -
Creo
Creo en las personas aunque las causas para creer sean
razones perdidas.
En levantarse como si cada día fuera distinto, creo en
los momentos, en las señales, en los errores y en los
tropezones.
Creo que el mundo es un lugar malo en remodelación.
En el uso del paso del tiempo, creo en el poder enorme
de un recuerdo.
En los resbalones que pega la memoria cuando esta
borracha de a traspiés.
En la magia de las situaciones y en la vida como una
enorme construcción hecha de momentos.
En vivir, en lo simple y lo complicado que guarda una
sonrisa.
En la mentira como un recurso divertido para decir la
verdad.
Poder viajar, en conocer y nunca estar. Porque estar es
estancarse y eso conduce a perder vida. Creo en no
depender de nadie, en lo infaltable de la sorpresa, en
mirar a los ojos y saber que pasa, creo en vivir porque
las cosas para creer se acabaron.
- 41 -
Vengo a contarte lo que se de vos porque soy el que te
mira aunque no sepas que estoy.
Soy el afuera, tu espejo en el que los granos de tus
defectos y las limaduras de tu soledad aparecen.
Estoy como el espectador de lujo de tu falsa sonrisa, soy
el que se da cuenta de que te caes caminando en tacones.
El que ve que empujas a la gente para subir al colectivo,
el que escucha cuando los huesos te suenan duros.
Aunque no lo creas también soy el que sabe diferenciar
si lloras porque tu pareja decidió que no existís más o si
de verdad te enfrentas a que las valijas toquen a tu puerta
y tu familia tenga que decirte chau hasta que la rueda
universal los vuelva a juntar.
Estoy donde vos pasas la vista al costado, hasta ahí,
cuando tus pasos acelerados frotan a la vida sin tocarla
y los detalles en lugar de ser una religión se te hacen una
molestia.
Soy el que sabe lo que queres hacer por como miras
aunque digas otra cosa.
Soy el que se preocupa más por tener un buen momento
al día que millones en una cuenta bancaria.
El que ha perdido todo lo que para el mundo puede ser
algo y tiene un montón de nada que al mundo le parece
poco.
- 42 -
Tengo lo que es nada, como reírse en un día de tormenta
abajo de un toldo, conocer a alguien que sume una frase
más a las que ya conozco de la vida.
Tener hijos, saber que existen, quererlos y que me
quieran.
Saber que la gloria es caerse y levantarse mil veces y que
cada vez duele más, pero se aprende algo nuevo.
- 43 -
Cuando seas como yo (Al hijo que no se si voy a
tener...)
Cuando seas como yo, entenderás algunas, bah, muchas
cosas que yo no supe hasta tu edad.
Sabrás que la bondad es un valor poco común, porque
es poco utilizado, verás que la apariencia es lo que vale
primero y lo que sepas hacer con ella, a los ojos del
mundo lo que te servirá después.
Más allá de toda falta, días sin comer, sin bañarte, sin
darle de comer a tus hijos o viviendo en una mansión
con paredes de mármol, servidumbre, una pileta, un
frente de pasto lleno de flores, árboles, encontrarás lo
que quieras en esta pelota histérica de gente que se mira
nerviosa llamada mundo.
Sentirás que después de tener o no tener algo de eso, lo
que termina importando es que tu cerebro termine
pensando lo mismo que tu lengua diga y tu cuerpo haga,
sé coherente.
Tratarás de no medir el cariño, ni que falte ni que sobre
y termine por cansar, por eso, ¡no lo midas!, si sobra
cansa a mucha gente, porque el mundo está lleno de
gente esperando por hartarse.
Aprenderás a compartir, no por el hecho de que los
demás no tengan, sino por el gusto que te dará una
sonrisa más que cualquier otra droga.
- 44 -
Enseguida pensarás en que hay muchas drogas que no
son drogas, la aprobación es una y el aplauso es otra,
son primas hermanas, ¡como las tuyas!, serás feliz y
harás que te aplaudan por cosas felices.
Al momento sentirás que la felicidad son momentos que
pueden durar lo mismo que tarda un helado en
derretirse en tu cara un día de calor.
Cuando te parezcas más a mí, te estirarás cada vez más
seguido, perdonarás más, te cuidarás más de lo que dices
y cuando lo haces, serás vos mismo pocas horas del día.
Trabajarás o vivirás de la gente.
Cuando todavía no seas como soy hoy, no dejarás que
nadie te diga lo que tenes que hacer. A menos que haya
plata de por medio, mal que pese, también entenderás
que el mundo se mueve con plata y voluntades. Las dos
cosas juntas hacen grandes obras, las dos cosas juntas
hacen grandes desastres.
Te encontrarás con que pedir perdón, no es perder, lo
único que se puede perder es el respeto y el perdón es
una forma de respeto. De darlo y de tenerlo, todos los
días.
Disfrutarás de las cosas más simples de la vida, rascarse
las picaduras de mosquito, hacer una germinación,
caerte en la calle y reírte, comer helado en invierno, sacar
la lengua y tomarte las gotas de la lluvia en verano.
- 45 -
Mojarte en la lluvia, dormir con lluvia, ah, la lluvia te
parecerá genial.
Caerte de una bicicleta, llorar con una película, ir a la
cancha y abrazarte con un desconocido (la cancha te va
a encantar.). Una birra fría, sudorosa en la botella en
verano, asado los domingos con amigos.
Comer con las manos, cocinar con las manos, bueno,
sabrás que todo lo que se hace con las manos es lo mejor
de la vida.
Conocerás algo parecido al amor, después nada de
amor, luego el amor y por último, lo mantendrás o no.
Te hará falta reírte más y te sentirás contento si llegas
sentado a una reposera con la persona que siempre
quisiste que esté, aunque el pellejo se te caiga por los
costados y hace rato la apariencia te haya dejado de
importar.
Te sentirás pleno cuando tengas a uno como vos eras,
corriendo como un energúmeno atrás de un paquete
brillante de golosinas, metalizado.
Sabrás que quizás hagas lo que te imaginaste que querías
de tu vida y que si no lo haces, no importa, nada es
eterno y cuando quieras pensar en la frustración, vas a
acordarte de todo lo que tenes y vas a reírte solo.
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Verás que no tenés que hacerte tatuajes porque cuando
tengas más de sesenta años, una cara puede parecer un
culo y una estrella un manchón borroso, aunque si
querés hacerte uno o varios, vas a contar con que te
acompañe a hacértelo o ir solo o sola, porque nacés con
libertad de acción y pensamiento y sabrás que la vas a
mantener toda la vida.
Viajarás, porque viajar es conocer y conocer es vivir una
y muchas vidas.
Respetarás a tus mayores porque un día serás igual, te
contarán anécdotas de cuando solían ser tan jóvenes
como eras vos. También tendrás muchas que contar.
Tendrás cuidado con los consejos que das y que recibís
y serás un punto más minúsculo en un mar de gente,
con lo bueno y con lo malo, la vida.
- 47 -
Contigo aprendí (A la relación que nunca tuve…)
Contigo aprendí, que la misma cosa, dicha diferentes
días puede sonar distinta, que todas las cosas son menos
graves, comparadas con no tener cariño.
Que una sonrisa y un beso están a kilómetros de
distancia, pero un beso y una separación pueden quedar
a segundos de alcance.
Aprendí que se encuentran más cosas para hacer cuando
uno encuentra con quién y que tener un par de palabras
dando órdenes encima puede que no sea tan malo.
También aprendí que las mentiras a veces son buenas y
aprender a hacerlas creer es un arte. Que dichas mal
pueden hacer mucho mal, que arreglan relaciones, pero
no las salvan.
Contigo aprendí que hacer sentir bien a alguien también
es sentirse bien uno mismo.
Aprendí que las mezclas son buenas, que las palabras no
siempre son lo que se quiere decir.
Aprendí a cocinar, a reírme, a perdonar, aprendí la
diferencia entre un sueño realizado y una idea que queda
en el olvido.
Contigo aprendí que el olor de tu perfume es lo mejor
que puedo tener en las mañanas. Aprendí a hacer que
los problemas se me conviertan en soluciones.
- 48 -
Contigo aprendí que me da igual verte con la boca
pintada a la mañana. Contigo aprendí que solo supe lo
que es el sexo cuando tuve amor.
Aprendí además que el amor es un sentimiento extraño
y que es la conexión última entre las barreras que son
nuestras propias vidas.
Uno nunca sabe cómo ni porque se da y cuando se
termina a veces uno sabe el cómo, pero a veces no
entiende el porqué.
Contigo también aprendí, que antes que tener un ideal
de una persona, más vale tener un armario de acciones
para recordarla.
Contigo aprendí que una caricia vale mucho más que
solo un momento. También aprendí que aunque haga
mil cosas en la vida, nada supera tener una persona que
te quiera.
Contigo aprendí a saber estar solo, a encontrar mil
formas de verte a la distancia. Bueno, contigo aprendí,
a extrañarte más y a ponerme más feliz cuando te veo.
Contigo aprendí a hacer las cosas que quiero en el
momento, porque los momentos se van y las personas
no vuelven.
Aprendí que cada cosa tiene su tiempo, que lo que es
maduro tiene mejor gusto y que toda fruta madura
puede tener cuidados para llegar a dar mejor sabor.
- 49 -
Contigo aprendí, que alguien es uno más entre un
montón de gente hasta que alguien lo hace diferente
para sí.
También aprendí que mirarse puede decir muchas cosas
y que hablarse hace que las explicaciones de más no
valgan.
Contigo aprendí los miles de secretos que puede tener
un “no me pasa nada”.
Contigo aprendí a creerme menos de lo que soy, para
quedar a la par tuyo y ser más feliz, saber menos, pero
tener más días felices. Contigo aprendí que lo mejor son
las cosas simples de la vida.
Aprendí a soportar la distancia y a entender que nada
dura para siempre.
Contigo aprendí que las cosas buenas llevan tiempo y
esperar no es un talento que tenga cualquiera. Esperar a
que pasen los días y aferrarse a no saber si las cosas se
van a dar o no. Con la esperanza de empezar un nuevo
día, conocer una nueva persona o un poco más a la
misma y ver si un día de tantos, alguien puede aprender
conmigo.
- 51 -
Te pido que me quieras
Te pido que intentes hacer como si no me conocieras,
como si no te acordaras, y si volvés otra vez a lo que te
hace feliz todos los días o haces de cuenta que te hace
reír.
Oíme, te pido que me digas por un día que sirve de algo
pensar que estas en algún lado, un poco más cerca.
A cada hora menos lejos, de que por un momento que
ninguno sabe cuándo, ni porque o si nos lo merecemos.
Sin vueltas, te pido que encuentres razones para que yo
te resulte feliz, que pongas la misma cara de dormida
cuando te levantas y bosteces sin taparte la boca.
Te pido que te rías con los ojos achinados a la mañana,
que te enredes con el auricular, que te enredes los pelos,
que largues el celular y mires al mundo, que cantes por
la calle, te pido que te pongas mil kilos de perfume de
frutilla y huelas edulcorada, te pido que te enojes, te pido
que grites, que después de un rato hagas un chiste
boludo y te rías.
Te pido tenerte en jogging, sin maquillaje, te pido
escuchar lo que sea que digas, no importa que sea el
sueño de tu vida o que tu compañera de laburo te
pudrió.
Te pido que me dejes cocinarte, te pido que a cambio
me aceptes cuando haga un chiste pelotudo.
- 52 -
Te pido que te toques el pelo como un millón de veces
para que te mire
Te pido que me quieras como al error que se quiere por
repetido y que creas que podes cambiarme algunas cosas
y que otras son errores que me hacen querible.
Te pido que me aguantes cuando estoy mal y que me
aguantes cuando estoy bien.
Te pido tener alguien para hablar cosas que no puedo
hablar solo.
Te pido que me digas lo que te molesta de mí, te pido
que me digas que pensás de todo esto que es la vida.
Te pido hablarte de lo que quiero de vos, sin
pelotudeces de nubes, corazones y pajaritos.
No sé si llegarás a leer esto, ni se si esto está bien, no sé
lo que está bien, nada más se lo que me hace feliz.
Te pido saber lo que te hace feliz, te pido que te
empapes un día de lluvia y te cagues de risa, te pido
comer helado un día de lluvia.
Te pido hacer un viaje y saber a dónde vamos recién el
día que vamos a salir. Te pido no usar el celular un día,
te pido que te rías, te pido que me quieras como soy.
Te pido que me quieras porque no se pedirte otra cosa.
- 53 -
La Libertad
La libertad es, al mundo, el anhelo de volar más alto que
sus propias cadenas.
Es el sueño escondido en un pedazo de marfil tallado
por algún idealista a quién el mundo sufre por olvidar.
Es el pensamiento que para sobrevivir utilizamos sin
darnos cuenta.
Es la savia de la vida que se escurre en nuestros dedos
solo por culpa de nosotros mismos.
Es pensar, ser, querer, sentir, existir y no depender del
miedo que supimos tejer por temor a nuestro destino y
ser nosotros mismos.
Es el amor a la naturaleza, al planeta, al arte, a lo que
pensamos y que por decir "NO", no nos permitirnos.
Es ver volar un pájaro y que sus plumas corten el sol.
Es ver una nube que parezca tener hojas y mirarnos con
cara de desgano, como quien se levanta una mañana y
se encuentra solo sin tener a quien saludar.
Solo por no ser libres los que estamos abajo no
podemos rozarlas y sentirnos más vivos por un instante,
por un suspiro.
Porque eso es la libertad y es en lo que queda un deseo,
una palabra, un sentimiento, una duda, un sin razón y
una pregunta ¿Por qué?
¿Por qué muchas veces sentirse atado, diluido?
- 54 -
Y la respuesta está en mí, en vos, en nosotros.
En cada mirada de indiferencia, en cada “prohibido”.
En cada “NO”, en cada “que me van a decir”.
Ahí se termina ese sentimiento sin límites e
incomparablemente único que se llama: libertad. Así
que, si una palabra basta un lamento.
Una duda un cariño. Una risa un guiño del destino
¿Por qué no aferrarse? ¿Por qué de vez en cuando no
mirar con atención?
Para no soñar con la libertad y empezar a vivirla.
- 55 -
Mientras tanto
Mientras tanto un kit de plastilinas recién comprado va
derecho a la basura y un hijo va directo al jardín, aprende
de sumas, cuentas, de marido y de comerciante,
mientras tanto, sus dibujos florecen en un bollo en el
tacho de basura de una esquina.
Conoce a las personas, aprende el trato de gente y la
política entre alfajores, mientras, una guitarra de madera
queda abarrotada en un rincón, hasta ser astillas de
humedad.
Conoce años más tarde, los horarios de escuela, la
voluntad de la mayoría y pagar por las cosas, mientras
tanto, un cuaderno de letras garabateadas queda debajo
de una pila de libros.
Descubre que tiene que conseguir dinero, cosas para
tener, mientras tanto, una máscara, algunas telas y
anteojos quedan enterrados en un guardarropa.
Encuentra una mujer y un hijo, entiende que tiene que
darles cosas también, mientras tanto, los créditos de una
película anuncian el final.
Intenta continuar manteniendo su vida, mientras tanto,
la vida pasa.
- 57 -
Correr volando
Voces que hablan al aire y veredas que no llevan a
ningún lado, luces que queman caras y bocinas que
atraviesan corazones.
Cordones que espían sombras, edificios que espían
hormigas y el movimiento de las cosas hace que todo
parezca natural.
Y la vergüenza se oculta y las caras indiferentes se
vuelven algo de todos los días, el jefe es un campo
minado.
La crueldad se divierte y se compra, se paga, se trata de
vivir o se ignora y se camina, si se va medio de costado
es más divertido y si se camina torcido uno deja de
pensar en que el mundo existe.
Entonces el vértigo es común y hay que aprender a
correr volando.
Falsos ciegos en la calle y algunos días terminan bien,
otros no.
Unos días morimos y otros vivimos pensando en que
vamos a morir.
El tren es un ataúd gigante que lleva, aunque sea raro, a
cosas mejores.
- 58 -
Y el que roba, roba y el que pretende no robar termina
robando, porque aunque haya que creerlo, la honestidad
de un hombre es sueño y el mundo es mentiroso y como
todos los sueños, uno se trata de acordar de cómo eran.
O ver si lo puede traer, pero uno se despierta y los
sueños se terminan.
Y todo termina quedando igual entre el auricular, la cara
y un vidrio, el brillo de un monitor, entre tu cara y la mía
que se miran como ausentes.
- 59 -
Desde el alma
Uno piensa que las almas son eternas.
Nunca deja de creer que los ojos son de cartulina.
Llega a ver aureolas en las personas que son de
purpurina.
A través de los ojos empañados revive gente de las
cavernas.
Entender esto no es tarea sencilla.
Que se enfrían en un café palabras cortadas.
Las palabras que se quedan sin decir entre miradas.
Cosas que se abandonan cuando el otro deja su silla.
Como explicar se puede, más no se quiere.
Las verdades son duras y obligadas.
Personas viscosas y acciones enredadas.
No son más que extrañas, ajenas, distantes como se
debe.
Son lecciones reales, dolores, pinchazos, molestos
ardores.
Eternas excusas de tipos blandos ahuecan corazones.
Y uno llega, molesto a preguntarse, ¿para qué soportar
pisotones?
Antes de que pese soportarlas, como subir enormes
escalones.
Que digan que irritan como el sol en verano.
Se supone que son al natural frías como el invierno.
- 60 -
Quemen porque se sabe incluso que cada día podrían
formar el infierno.
En el descuido entre un otoño feliz y una primavera
donde vive el desgano.
El día que las quieran, su sombra se habrá ido.
Ocaso encontrarán por haberlas perdido.
De nada servirá el recuerdo en el pasado.
Los ojos ahogados en el mar por no haberlos cuidado.
Días correrán entre hojas, los minutos se volverán
horas gigantes.
Salúdalos que se van con el viento de días
desperdiciados.
Y no guardes rencor, no te escondas como hiciste antes.
Salúdate rogá que hayas cerrado todo con gestos
ajustados.
Nunca pidas que vuelvan en frascos de cenizas.
Te dirán que vuelven en formas de consejos.
Olvidarás que el mundo es horrible, no una cueva de
conejos.
Jamás repitas que la vida vuelve desde las astillas.
- 61 -
Espantapájaros III
Si tus ojos dijeran lo que tus manos ocultan.
Entre lo que se te enreda en la lengua y en tu boca se
despeina.
Lo que falta que me muestres en cada palabra que decís
sin querer.
Hasta lo que te morís por pretender y terminas por
hacer
Y lo único que termina por definir
Aunque en tu cuerpo que no sabe mentir
Son las verdades que hay en gotas de sudor.
Cientos de ojos enroscados que se hunden de ardor.
El aliento enroscado, con fragancia a cebolla y teta en
mal estado.
Dientes de perla y labios de rojo morrón
Los cachetes hundidos en tu sonrisa de almidón
Y se me va un día en el que nada pasó.
Anda a saber si el tiempo se dobló
Si la sonrisa se partió, si la suerte cambió
O lo que creía en las personas se agotó.
Entonces el bailoteo exasperante de tus nalgas
Se suma a tu aliento pestilente irresistible.
A las encantadoras rayas que dibuja tu nariz cuando te
reis.
Con los pelos que se hunden entre lo frágil de tu nariz
de cristal
Tu estatura dudosa de pies que confunden.
Pestañas enrejadas que hacen mal.
- 63 -
Nosotros y los miedos
Se habían juntado los miedos de todas partes del mundo
en la cocina de un restaurante.
Levanta polleras de gordas que vivían en Italia, una
pareja de miedos al sida que compartían un
departamento en París, un viejo miedo a la tecnología,
que cada tanto trabajaba asustando a una pareja de
ancianos en Hamburgo que hace años no hablaban
con su nieto en Venezuela.
El viejo miedo también tenía un nieto, “Miedo a los
celulares”, así lo habían bautizado sus papas, dos
miedos a la comunicación.
Una adolescente miedo a los insectos que era del
Amazonas por fin habló, ante la mirada de un grupo de
miedos, a los hijos de varias partes de Europa y tres o
cuatro miedos a los anticonceptivos que acampaban en
China.
-Compañeros miedosos - Dijo aclarándose la garganta,
-¿Qué nos ha traído hasta acá? -
-Era el lugar más cerca para venir caminando. – dijo
tirándose hacia delante un miedo a volar.
-La situación es desesperante, la gente ya no quiere
tenernos -
- 64 -
- Estarás haciendo mal tu trabajo - saltó riendo un
miedo al matrimonio que trabajaba en Paraguay, pero
viajaba mucho.
-Te ayudaron, lo sé, también se quién fue – contestó la
joven mirando la primera fila de sillas. – ¡Sí!, ¡nosotros
fuimos! , le mandábamos a los que estaban seguros, los
ablandaba y le quedaban a él, se apuraron a contestar
un grupo de miedos al amor.
- ¿Y, a cambio? - , preguntó intrigada la joven miedosa
- Y... nos saca trabajo, nunca tuvimos tanto como los
últimos años. -
-¿Eso es malo? - , preguntó intrigada.
-¡No!, pero no puede haber tantos miedos al amor. -
Un miedo a la soledad habló dejando el cuarto en
silencio: -No puedo contarles mis grandes trabajos
porque no me acuerdo. Pero por como vivo sí que se
dé la gente. ¿Y saben una cosa? , no tienen ya de que
asustarse. Los celulares terminaron con las distancias. -
señalo al miedo a la tecnología que se puso en frente
llenándole la nariz de saliva.
- ¿Estás diciendo que no servimos más?, ¡Por dios!, la
televisión, las bicicletas, los “Solos y solas”, los
divorcios, la medicina, la comida. - interrumpió la
miedosa del Amazonas.
- 65 -
-Estoy diciendo que no nos necesitan más. Terminen
con esta mentira, cierren todo. El miedo se acabó - Dijo
por último el miedo a la soledad callándolos a todos.
Salían de la cocina, cuando en eso, un cocinero abrió el
frigorífico, su figura se contorneó en la puerta y los ojos
de todos los miedos se posaron sobre él.
-¡Increíble! - dijo la pareja de miedos al sida, en toda la
discusión nadie vio pasar al tipo por la puerta del
frigorífico.
-No se asusten. - dijo a los miedos -Yo sé quiénes son
ustedes, iba a abrir este lugar con la mujer que más
amaba y me plantó en el altar, nunca supe cocinar, ella
sí.
-De verdad, dijo mirando al miedo al amor, gracias por
hacernos creer que todo es inalcanzable, la vida no sería
tan divertida sin ustedes. -
- 67 -
Lista
No dejes que termine un día sin olvidarte de algo para
sentirte más humano, sin enojarte cuando perdés un
colectivo.
No dejes que se acabe, sin hablar de lo que importa en
el desayuno.
No dejes que se termine, sin irte corriendo a la mañana
con comida atravesada en la garganta.
No dejes que termine, sin que alguien te haga enojar.
No dejes que se acabe sin decirle a alguien que lo querés,
sin darle un abrazo a alguien.
No dejes que el día termine sin mentirle a alguien.
No dejes que pase el día, sin patinarte en la calle y
romperte las rodillas.
No dejes que termine, sin que veas en la calle algo de lo
que te gusta hacer.
No permitas que el día se acabe sin música.
No dejes que se termine sin pasarte de estación en el
tren o en el subte.
No dejes que el día se acabe sin una sorpresa.
No dejes que se termine sin una sonrisa.
No dejes que se acabe sin un error.
No dejes que se vaya el día sin una puteada.
No dejes que se vaya sin pedir perdón por putear a
alguien.
- 68 -
No dejes que el día se vaya sin aprender algo que ya
sabías.
No dejes que el día se termine sin saludar a tu jefe
haciéndote el contento.
No dejes que se acabe sin entender al menos uno de los
muchos juegos que tiene la vida, sobre todo entre las
personas.
No dejes que se termine sin sentirte confundido por
algo.
No dejes que se termine sin dormir cinco minutos más.
No dejes que se acabe sin comer algo rico.
No dejes que se termine sin ver una buena película.
No dejes que se termine sin ver un buen partido de
fútbol.
No dejes que se termine sin ver una buena novela.
No dejes que se termine sin leer un buen libro.
No dejes que se acabe sin contradecirte a vos mismo.
No dejes que se termine sin tomar sol.
No dejes que se termine sin ser en algo mejor persona.
No dejes que se termine sin querer a una mascota.
No dejes que se termine sin perder algo.
No dejes que se termine sin hacer algo con tu cuerpo.
No dejes que se acabe sin hacer algo a lo que le tengas
miedo.
No permitas que se acabe sin ver una linda foto.
No dejes que se termine sin bailar en donde sea.
- 69 -
No dejes que se acabe sin cantar en la ducha.
No dejes que se acabe sin conocer un nuevo lugar del
mundo.
No dejes que se termine sin que hayas vivido.
- 71 -
Viajar
Viajar es mantener vivo el deseo de que las cosas se
vivan con un gusto distinto cada día.
Es saber un poco más porque se caminó más, porque el
aire cambió o en sí porque la podredumbre del mundo
terminó por empujar a que uno sienta la necesidad de
espiar un rato o una vida por una ventana como viven
los demás.
Que dejan de ser los demás y se vuelven seres
entendibles, en el lenguaje más común y más humano,
que es el lenguaje de lo que uno sabe de todos los días.
De la esencia misma de la vida, viajar es usar esa libertad
que es la única que puede no ser tocada, la de la cabeza.
Viajar es ser un poco más grande, un poco más simple,
confirmar que equivocarse es la mejor forma de
divertirse y que el mundo está más hecho de errores que
de cosas que intentan salir bien.
Que viajando, el cansancio no molesta, los pies se
sienten más ligeros y que llevarse el corazón repleto de
recuerdos es mejor que acumular acciones.
Que viajar es alegría en movimiento y los lugares con su
variedad nos hacen acordar de que tan chiquitos somos
en realidad, escuchar música en un lugar distinto y que
tenga otro significado, tener mil cosas para contar.
- 72 -
Armar viajes es de lo más divertido y ¡salir sin nada y
tirarse a ver qué pasa también!, que las cosas se vayan
dando tal cual la vida lo hace.
Viajar solo, es conocerse a uno mismo y no es ni bueno
ni malo, es.
Es ser un poco más independiente, pasar más tiempo
con uno mismo y pasar más por el mundo como un
observador y de a ratos igual meterse, otros irse.
Viajar en definitiva es una forma de confirmar la libertad
y vivir viajando es elegir ser libre dentro de uno, aunque
uno nunca sea libre del todo.
Porque todos estamos un poco atados y un poco nos
gusta.
Viajar es comerse el mundo con los ojos, bailar un rato
con la vida y saber que una sonrisa puede abrir puertas
en cualquier parte del mundo, viajar es saber que
estamos un poco más vivos.
- 73 -
De acá
¿Dónde estaba el amor cuando no alcanzaban ni las
palabras para que los ojos se secaran? ¿Al lado de uno?
¿Mirándote a la cara? ¿Dónde mierda se había metido?
¿Cuándo dijeron que las primaveras eran mentira y nos
obligaban a todos a vivir en un otoño permanente,
cuanto mucho menos digno que un invierno que por lo
menos nos permitiera abrazarnos? ¿Dónde estaba el
amor cuando las cosas costaban?
La luz del sol no se veía y las veredas parecían más largas
de lo que eran.
¿Dónde estaba cuando tu cara se debatía entre mostrar
que estabas mal y tu cerebro te pedía por favor que no
lloraras? ¿Dónde estaba cuando la gente se iba para no
volver? ¿Dónde estaba cuando ni la televisión, la música,
la cama, el helado, nada era consuelo? ¿Dónde estaba
cuando no estabas vos? y ¿dónde se había metido
cuando nada de lo demás parecía seguro? ¿Dónde
estaba cuando todo lo demás te parecía una mentira? ,
ni siquiera hablar de un beso, porque uno no quería
decir nada.
Era un gesto intrascendente nada más, como una patada
tirada a destiempo o una palabra dicha horas después al
vacío.
¿Dónde estaba cuando no te podías ni levantar?
- 74 -
¿Dónde estaba el amor cuando estabas en pedo?
¿Dónde lo encontrabas cuando te dabas cuenta de la
poca gente que es amistad y que el resto es mentira? o
es verdad, pero realidad ficticia floja y desequilibrada.
¿Dónde estaba el amor cuando no lo encontrabas?
¿Dónde se metía cuando lo querías ahí? ¿Adónde se iba
cuando no te acompañaba? ¿Dónde está el amor en el
mundo? ¿Dónde estás vos? ¿En dónde se metía el amor
cuando los ojos de todas las personas se volvían iguales?
¿Viajaba con vos y conmigo? ¿Te abrazaba? ¿Te decía
que te necesitaba?
¿Dónde estaba el amor cuando no te mentías? ¿Dónde
estaba cuando no era tan bueno?
¿Dónde se escondía cuando querías preguntarle porque
era injusto? ¿Cuándo empezó a ser importante?
¿Cuándo y dónde lo trataste distinto? ¿Cuándo el amor
dejo de ir y venir? ¿Cuándo dejó de ser hermoso pero
raro?
Es más ¿Cuando fue más que una emoción, que un
brote fino del cerebro, un impulso eléctrico mal
calculado? ¿Dónde estaba el amor cuando no sabías que
hacer con tu vida? ¿Dónde estaba el amor cuando no
sabías que existía?
- 75 -
Cuando no te encuentre más
Cuando no tenga lugares donde buscarte y los que me
devuelven a vos ya no existan por el paso del tiempo,
cuando las mesas sean para menos y los tenedores sobre
un plato sean un lugar abandonado en un espacio vacío.
Las mañanas arranquen distinto y los consejos sean
otros, cuando quede el espacio vacío en el llavero y las
camas sean menos, tus gustos dejen de importar y
aparezcan una vez más solo en mí o falte tu cepillo de
dientes, cuando usar una frase como la tuya me haga
volver a verte, también me olvide la forma de tu cara si
no la veo en una foto. - Perdóname. -, es después de un
par de años.
Pasará que te repitas en una anécdota contada hasta en
la calle, por esa cosa molesta que se llama asociación de
ideas.
Cuando hagas falta, cuando no faltes. Oíme bien, ¿O de
verdad te pensás que la gente se borra y no aparece
nunca más?
Cuando te encuentre en otras personas y me parezca
que pueden completar lo que no hiciste en mi vida.
Cuando no haga falta ni buscarte porque sabré donde
estás.
- 77 -
Gestos
No es día del padre y me importa un carajo que así sea,
porque el día es nada más que un día y las personas son
más que eso.
Los padres y las madres son más que lo que dejan, que
lo que hacen y el que dice que los gestos son lo que más
importa es un mentiroso.
Porque lo mejor de cada persona casi nunca está en eso,
porque a todos, aunque lo escondamos incluso lo
neguemos, nos cuesta realmente llegar a dar.
Por eso hay más de nosotros en lo que dejamos de hacer
que en lo que está o mejor dicho hay más de nosotros
en lo que no se ve que hacemos.
Un padre no es mejor porque le enseñe a hacer asado a
un pibe o le enseñe a manejar o lo lleve con el tío para
que debute.
Eso nada más son cosas que sí, se ven. Pero quedan ahí
y nada más.
No hay otra forma de decir todo esto y lo que viene que
no sea la directa, en el medio de los huevos, hasta que
las pelotas se inflamen y la cara quede roja.
Porque se forma la idea, definitivamente falsa, que los
gestos arman a las personas, eso es una mentira.
- 78 -
Lo digo porque muchos de los que dirán que tienen los
mejores padres (y no digo madre porque ser madre es
otra cosa que yo no entiendo) por ahí no llegaban a
cruzar ni una tostada, ni el café de la mañana antes de ir
al colegio o al laburo, quizás no llegaban a preguntarles
como estuvo su día sin que fueran mirados por la cara
del viejo que se aguantaba una puteada masticada con el
centrifugado en la cabeza de que todo, por más que
quisiera, por más que tratara de que la mujer y los pibes
anduvieran bien y no les faltara nada, no había nada que
anduviera bien.
Y nadie tenía la culpa, pero no echarla era un esfuerzo
sobrehumano y la comunicación no es para todo el
mundo, porque el mundo tiene esa manía hipócrita de
decir que todos somos distintos y después exigir que las
personas se hagan conocer por gestos.
Hay cosas que son más que gestos y acciones en el
tiempo que valen mucho más.
Como lo dicho sin decir lo que en realidad se quiere,
pero igual se entiende o resignar cientos de cosas por
una inversión rara como son los hijos, como lo son las
familias y peor aún, si alguno supo una vez lo que es un
sueño dejarlo adentro de un cajón para que otros se
hagan realidad.
- 79 -
El mundo es raro, pero es más raro si uno se apega a sus
reglas y algo digno, aunque los códigos del éxito, aunque
la fama, aunque la gente misma diga lo contrario, no
siempre es algo que tiene triunfo y llegar a algo no es lo
mismo para todos.
La próxima vez que vean a un padre y al lado una cara
calcada, pero en miniatura, piensen que los defectos
son de todos, lo mejor es asumirlos y lo más sano es
enfrentarlos o no, llevarlos, porque los defectos son
dignos y a lo que voy, la única verdad, la única
retribución lógica, vivan los padres o no, el único
mérito que uno puede tener es tratar (decir ser es
definitivamente pretender mucho) de ser una persona
mejor.
Aunque solo uno a veces no pueda y si no se logra y un
día se tienen hijos, tratar de que ellos, aunque no lo
compartamos, aunque ni siquiera lo entendamos, elijan
el mundo que quieren con libertad. Entiendan que
pueden elegir, que no son libres hasta que no se lo
ganen, que tener personalidad no es una virtud, es una
obligación y que los padres miles de veces no tienen
gestos para que entendamos todo esto, pero de una
forma u otra se las arreglan para que lo entendamos.
- 81 -
Clásico
-Penal, ese hijo de puta se tiró, pero fue penal igual.
Así, con esa frase que hacía a la coherencia de Rulo, eran
las reglas de su casa, del tablón hormigonado rasgado
por las piñas y tiros de años de internas entre las
facciones de la Unión municipal de fomento Pedro de
Mendoza, nombre largo y pelotudo si los había.
Pero salvo el resto del mundo Rulo no lo hubiera
notado.
Por el arte de putear o por la certeza lógica de que al
club lo cagaban, palabras más, palabras menos, Rulo era
un hincha de fútbol.
Venía el día, el dolor de huevos y ardor de garganta que
nadie, que se llamara así mismo de la especie a la que
Rulo pertenecía, podía eludir.
El clásico, la parcialidad al otro lado de Villa Monteros,
esos hijos de puta. Rulo no conocería a sus esposas, ni
hijos, ni siquiera los conocería como digamos personas,
pero era así, eran pecho frío, por solo ser de Sportivo
Defensa Wanderers.
La fecha del encuentro había sido reprogramada por la
lotería que era la AFA, arreglos, denuncias de
estimulación, rumores de que el enganche de ellos había
sido cazado en el propio acto mandándose un manubrio
de moto entre los huevos como cábala.
- 82 -
Cosas miles que se decían y hacían que el clima del
clásico fuera una caldera. Rulo venía tratando a su mujer
con una buena onda poco habitual y su señora hasta
sospechaba.
Era demasiado, masajes, tres veces en una semana
invitándola a comer, vacaciones de fin de semana a la
laguna.
Eso, más la entrada al clásico, pero poco importaba,
sacando que la señora estaba de nueve meses y a
reventar en cualquier momento, todo podía salvarse,
para él era secundario, ella entendería.
-¿Vos sos pelotudo?, la razón tajante, el no clarísimo.
Se tiró al piso, se arrodilló, ofreció llevarla.
Rulo estaba, en palabras resumidas, entre la espada y la
pared. El día llegaba, Rulo se impacientaba, pero tenía
una ventaja. El horario era finalmente a las seis, jueves
a las seis.
Saldría del camión a las cuatro si el recorrido estaba
marcado bien por el pelotudo de Sánchez.
Arrancaba la mañana, el gran día, salió luego del mate
con facturas de coquito ya obligadas, con un carácter,
como nunca.
En serio, jamás había laburado, tal fue así que a las cinco
todo estaba entregado, todo despachado, todo listo.
- 83 -
“¡Pedro de Mendo!, vo so de Wande vo so cagón”,
repetía dándole piñas con euforia a la puerta del camión.
El celular, Rulo ni lo pensó, lo apagó de un manotazo
furioso. Respiró aliviado, listo, dejaría el camión, ni
pasaría a morfar. Sonó el otro celular.
El sonido chirriante y agudo que bastaba para retorcerle
el culo.
El jefe, -“Tenes que venir, hubo un re quilombo.”, en la
garganta se le armó una telaraña.
–Eh, Omar yo…,
-Yo una mierda, vení ya para acá.-, Rulo ensayó, pero el
jefe era el jefe.
Así que nuestro héroe hizo lo más lógico, hasta llegar a
la puerta del modesto (por no decir de mierda) estadio
de Sportivo Wanderers, no paró de arrastrar el camión
con acoplado incluido.
Subió los escalones como si los dientes se le astillaran al
ritmo de los cuarenta monos enajenados que pateaban
el alambrado.
Las rejas se ondeaban con los trapos que colgaban de la
popu.
El olor a chori transpirado, el viento ese que pega en la
cara cuando uno está arriba del escalón, la voz del
estadio, los papelitos, los botellazos el línea y la puteada
de rigor al árbitro y sus asistentes.
- 84 -
El celular propio de Rulo se retorcía en el bolsillo, se
infló la tela que hacía las veces de manga y salió Pedro
de mendo. Todo en naranja con la raya negra cruzándole
el pecho, la casaca con el escudo bien al medio y cortos
blancos. Vinos Peñafiel en el frente y “Lumrax” en las
mangas.
Una fiesta, los ochenta de los cien que llenaban toda la
cancha lo vivían así.
Entraron “los putos esos de Wanderers”, Rulo bajó los
escalones como una pendeja llegando tarde al laburo en
una escalera mecánica. “¡Yo hice que tu señora tenga
pibes negros Viotti!, “Bolsa de cuernos!“, “-Eh cuatro,
decile a Viotti que es cornudo, decile vos que sos
amigo.“
Lo que hacía rulo no era más que un arte milenario,
desde antes que los chinos pelotudearan con una pelota
de trapo en la calle de Shangai.
Era hacer que el diez entrara cagado y Viotti era un
virtuoso, un tipo de otro lado.
Un clásico corre en segundos, es así, dos horas pasan en
dos minutos, menos los últimos cuatro minutos, cuando
el cagón del arquero hace tiempo o esconden las pelotas.
Uno a cero, el sorete de Viotti la clavó en el ángulo
desde el borde del área grande.
- 85 -
La clarísima expresión de la boca metida en el cuello de
la campera o la mordedura de uñas o la puteada al aire
dislocada, síntoma ineludible de impotencia.
Minuto y medio, el clásico se moría y agarrón en el área,
amarilla y penal para Pedro de Mendo.
Una cosa que no se sabía (como es en estos casos) de
donde carajo salía.
Rulo tenía el cachete adentro del alambrado, pero
adentro de la cancha como para que entiendan.
Lo iba a patear el negro uruguayo Núñez Palma, un
cuatro que medía no más de uno setenta.
Rulo sintió además del escalofrió en la garganta algo que
le cosquilleaba en la espalda, toco hacia atrás y sintió
algo duro.
Era una panza y una voz de mina, -Hola gordito! -, no
caía, no quería darse vuelta, ¿Qué carajo hacia ella ahí?,
se giró como para ver el penal y mirar de costado, no
hizo falta, Panchy se puso de frente mirándolo con una
sonrisa con la que él sabía que estaba hasta las pelotas.
–Vine a ver el partido– dijo la hija de puta, ya no
importaba más nada, silbatazo, el ojo de Rulo hasta se
torció, tomó carrera, Rulo no pudo más y se colgó del
alambrado, llegó hasta el alambre de púas, miró abajo
aterrado, Panchy se retorcía en el escalón con un
montón de gente alrededor, bajó, uno que ni sabía quién
era le hizo pie para que el pueda bajar.
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Intentó levantar a la mujer del piso y en eso, Gol, la puta
madre gol.
Los escalones de hormigón no existieron más, Rulo
abrazó a la Panchy como ni la tocaba desde que se
casaron.
Le apretó la panza embarazada hasta que la mina se
puso roja de la presión, rompió fuente.
Un clásico empatado a los cagones esos y un pibe en
camino el mismo día.
El resto fue historia, dos kilos y medio, mujercita, ya la
haría putear a su primer arquero, un parto, como sería
pelear la promoción, pero era la vida y era el fútbol, todo
junto.
- 87 -
Simón Dice
Simón había entendido, que a sus ocho años, la vida no
tenía más que ofrecerle.
Así se lo había dicho a su mamá que, como los demás,
estalló en risas ante semejante inocencia.
- ¿Cómo le explicamos?- alcanzó a comentar su papá.
- ¿Cómo le explicamos?- repitió entonces pensativa la
madre. -¿Cómo hacemos que entienda todo esto?-
Nadie pensó que fuera de verdad lo que les decía, nadie
los toma nunca en serio.
Para él, todo era igual, pero distinto.
Ni las caminatas a la colonia las mañanas de verano, ni
los postres esponjosos que desbordaban chocolate, ni
los jueguitos de cara pixelada, todo era inútil,
pequeñamente doloroso y ausente.
Sus amiguit@s claro que no compartían sus inquietudes,
las pestañas con brillantina de sus compañeritas y los
autos gigantes de plástico de sus amiguitos (o celulares),
nada había que se pudiera conseguir a los ocho años,
como el porqué de su vida.
Siempre fue un petizo gruñón, desde que iba en el
asiento de atrás del auto, con la cara pegada al vidrio,
siempre le gustó mucho ver los carteles, igual que a su
papá.
- 88 -
Simón no miraba los carteles, veía a las personas, sus
ganas, los gestos, lo que él llegaría a ser cuando pegara
un estirón, tenía que hacer algo por sí mismo y lo sabía,
ese mismo día en el recreo se iría.
-Se lo notaba raro, quizás, porque había terminado
“Cocoluz contra los androides”, la novedad de la tele, le
había comprado toda la colección, mi señora dijo que
no hacía falta, no podía verlo triste pero aun así…-
Su papá podía intentar justificarlo como lo simple que
puede ser en la vida un programa de televisión.
Pero adentro de la cabeza de Simón un mundo de ideas
se arremolinaba y revoleaba hojas por el aire: Aun así yo
estaba en la puerta del aula y no aguantaba más, ¿los
grandes dicen que nos entienden?, hay cosas que no se
entienden ni siendo un jubilado.
En estas cortas palabras que se formaban en su cabeza,
el barco de papel que era el en medio de un océano se
abría paso entre olas gigantes de incomprensión.
Simón entró por la ventana corrediza ancha, pasó el
pasillo, tomó carrera para correr hasta la puerta de la
calle y nunca volver.
Entonces todo lo que le faltaba a su vida miniatura
apareció, en un par de colitas rubias atadas con una cinta
azul y un vestido también azul con puntillas.
- 89 -
Era lo mejor que había visto en su corta vida en un
metro veinte de altura.
Miró la puerta de calle y se dio vuelta, para ver que
Rulitos (no sabía su nombre) se alejaba metiéndose en
la puerta de un aula, Simón corrió hasta Rulitos, la tomó
fuertemente de su fina muñeca y le dijo: -Vos tenés que
venir conmigo. - La mocosa no salía de su asombro –
¿A dónde? , -¿Quién sos? , preguntó, el niño de manos
ahora tapadas de transpiración, alcanzó a decir, - No
importa, en el camino te explico.
La llevó arrastrando por el pasillo con los gritos de ella,
esquivó a la regordeta portera que intentó a los
manotazos agarrarlos, llegó hasta la calle donde casi
fueron pisados y salió corriendo por las veredas de Villa
Puelo.
-¿Cómo que mi bebito se escapó?, ¿Cómo quieren que
me quede tranquila?, mamó estalló en lágrimas en el
sillón, mientras papá le tocaba la espalda y le decía:
-Salgo con la camioneta a recorrer, no puede haber ido
muy lejos. – ¡Se lo llevaron! , dijo finalmente mamá con
el dedo en alto. -Seguro lo tiene una de esas redes que le
sacan los órganos a los chicos con ganchos de carnicero
y después lo venden como alimento para caballos.
Simón era una pulga que deambulaba pisando
adoquines, con Rulitos detrás, que a lagrima caída
pataleaba, - ¡Me quiero ir a casa!, -¿Quién sos?
- 90 -
Preguntaba ella y él, en su corta experiencia, sabía que
solo había algo que podía hacer, -¿Qué te gusta? -¿Qué?
Preguntó sorprendida, -Decime lo que quieras,
-¿Qué te gusta?, repetía Simón. - Caramelos, dijo
finalmente Rulitos.
El niño se palmeó los bolsillos, los abrió, solo tenía un
boleto de tren amarillento y una envoltura de caramelo,
había dejado su mochila en la escuela.
Simón tomó a Rulitos de nuevo del brazo, paso
corriendo por al lado de la ventanilla de un kiosco que
daba a la calle, pegó un salto y manoteó un manojo de
caramelos masticables de varios colores.
Una cara salió de la ventana, así mientras corría
arrastrando a Rulitos, veía al tipo de no menos de
sesenta años, chancleteando unas alpargatas y un
pantalón de gimnasia muy gastado, con el que se
tropezaba a medida que corría.
-No entiendo cómo se fue con otra persona, él es un
chico de su casa, es desobediente, sí pero como
cualquier chico de su edad, gritaba mamá en el teléfono
a papá, que ahora pegaba una frenada casi habiendo
chocado contra un poste de luz. Simón tenía la mano
del veterano kiosquero encima clavada como un gancho
de carnicero.
- 91 -
–Pendejo hijo de puta, vos y todos los que joden por
acá, vas a terminar en un reformatorio.
-¿Dónde está el cana?, continuó exasperado, - El boludo
este de Ramírez, decía el viejo enojado con el puño en
el aire mientras empujaba a Simón con el otro brazo.
Rulitos cruzo, se sentó y se puso a llorar en el medio de
la calle.
El veterano salió disparado soltando de un empujón a
Simón.
Se arrojó entre ella y el auto que estaba a punto de
pisarla, sin más, sólo le quedó recibir las puteadas del
acalorado taxista, mientras observaba asombrado a
Rulitos que ahora corría dando la vuelta a la esquina.
–Sabía que no era una buena idea, ella dijo que quería
caramelos y no le puedo decir que no a ella, no sé ni
quién es, pero no le puedo decir que no. Se apoyó contra
una pared, sabía lo que le convenía, -Deben estar
preocupados, ya está pregunto cómo y vuelvo. Daba la
vuelta a la esquina, cuando la cara ahora agitada de
Rulitos se puso frente a él y solo se limitó a decir, - No
lo voy a hacer otra vez.
-¿Perdón? el enano no salía de su asombro -Más vale
que consigas algo de comer, no quiero más caramelos.-
- 92 -
Simón sonrió de oreja a oreja, por un lado algo pasaba,
pero ahora, ¿de dónde sacaba comida? , la búsqueda de
caramelos había significado ser un pequeño prófugo de
la ley. -Se acabó, voy a ir al noticiero, sentenció la madre
mientras trataba de abrir la puerta, -¡Para!, ¿qué les vas a
decir? –Que mi bebote fue secuestrado, robado.
Estalló llorando mientras se descargaba dando golpes en
el pecho de su marido.
–La policía dice que apenas tengan novedades... –
Busqué en veinte cuadras amor, no puede haber ido
muy lejos. Simón caminaba por la vereda de Castañares
y Soldado de Malvinas, a medida que llevaba a esa enana
de ojos brillosos decidía, ¿Ahora qué?, pensaba, hasta
que, viéndolo sin ideas, Rulitos dijo: -¿Ya se te acabaron
las ideas?, pff, hombres,-mientras jugaba enrollando una
de sus colitas.
- Vamos a ir a lo de mi abuela, hace unos sanguches de
pan árabe.
- ¿Me vas a entregar? Contestó aterrorizado.
-Todos iguales, vos esperás afuera, ¡tonto!
-¿Por qué?
-¿Por qué, que? , ¿Por qué me esperas afuera?
-No, ¿Por qué estás haciendo todo esto?
- ¡Porque tengo hambre bobo!,- dijo finalmente
mientras le tocaba a Simón la punta de la nariz con el
dedo.
- 93 -
Rulitos no habrá tardado más de diez o quince minutos
en saludar a su muy senil abuela, sacarle una bolsa con
tres sanguches completos de pan árabe, decirle, que su
mamá la había mandado a ella porque sus nervios, le
habían jugado una mala pasada a su intestino otra vez y
no había podido ir ella misma, salir por la puerta y
acercarse hasta un todavía entre asustado y sorprendido
Simón, sonreírle de cachete a cachete y finalmente
decirle al niño, - ¿Viste que fácil era?.
¿Y ahora?, preguntó el, ya resignado.
-Y ahora ¡vamos a la plaza!, conozco una linda acá a tres
cuadras. Ahí, enfrente de la fuente- dijo Rulitos mientras
sentaba a empujones a Simón, que solo se limitó a
mirarla a ella y luego el agua que caía por la fuente en
ambas direcciones.
-¿Qué te pasa?, -¡Dale come! Terminó ella, mientras le
extendía la mano y le alcanzaba un sanguche
-¿Vos estás bien de la cabeza?,
- Ja, ¿Vos me preguntás?, si vos me secuestraste.
Simón dejó el sanguche arriba del banco, se paró, la
rodeo con la vista, se puso la mano en el pecho y
preguntó lo que tanto hubiera temido, -¿Por qué me
seguiste?
-¿Por qué no?-, contestó luego de un silencio, -Que se
yo, ¡estaba aburrida!, ¿vos no?
-No!,- contesto firme.
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-Y… ¿Por qué te escapaste?-, dijo al fin mientras se
sacaba las migas de pan de la boca, silencio.
-Tengo problemas-, dijo Simón.
- Como todos, ¿Qué te pensás?, ¿Qué es fácil ser una
nena con cara de galleta y cintitas?
-Yo no sabía que…- continuó arrepentido
-Vos no sabías nada, por eso sos hombre.-
Rulitos se paraba cuando Simón la agarró del brazo,
-¿Ahora qué querés?- El mocoso la tomó del hombro y
la sentó en el banco, la enana miraba aterrada.
Él se aclaró la garganta y la miró a los ojos claros.
-Hasta ahora, no sé ni porque estábamos haciendo todo
esto
-¿Qué?, ¿Bobo tenes problemas en la cabeza?
-No, no…-, Simón tragó saliva, la voz se le iba, -Te vi y,
no sé, pasó algo muy raro
-¿Raro como qué? , preguntó ella sin entender
- Raro, como que me pasan cosas con vos-, dijo él al fin.
Por primera vez en las horas que hacía que se conocían,
los cachetes de Rulitos se pusieron colorados, ella bajó
la cabeza.
- Tengo un novio, emm digo ¡dos, no!, ¡tres, sí, eso!
Tengo cuatro y todos me traen comida.
- 95 -
- Emm no, no, comida no, porque no estoy tan rellenita
y además…-
Rulitos volvía a tocarse el pelo y la parte de atrás de la
cabeza, se tapaba la cara con una mano y con la otra
apartaba a Simón empujándolo en el pecho.
La estoy perdiendo, ¿Qué haría papá ahora?, no sé,
¿decir algo?, yo que sé, pero, si digo una boludes se va a
ir y yo no quiero que se vaya nunca. Uh, me está
mirando mal, emm no sé...
La cara de Simón salió despedida hacia adelante y se
chocó con mitad labios, mitad cachetes de Rulitos.
Simón se echó hacia atrás y se quedó mirándole la cara,
que variaba en tonos que iban del rojo al violeta.
-Y… ¿eso que fue?-, preguntó Rulitos que se tocaba la
cara y no salía de su asombro
-Emm-, ahora sí, Simón estaba mudo, acercó la mano,
le revolvió los pelos rubios, antes de que pudiera decir
algo tenía los labios de ella encima de los suyos,
entonces lo besó.
Esto es más caliente que tomar chocolatada a las seis de
la mañana, pensó él. Rulitos finalmente se separó de él,
ahora roja en sus dos cachetes inflamados.
–No sé qué pasa, pero, no quiero que te vayas más de
acá-, dijo ella, que ahora hasta sonaba distinta.
Simón desarmado la tomó de la mano, Rulitos le apretó
la mano, se tiró contra su pecho lo abrazó y lagrimeó.
- 96 -
La cagué, ahora sí que la cagué, está llorando. Rulitos
empujó a Simón del banco, lo paró y caminaron juntos
de la mano por la plaza.
Mamá y papá estaban en el comedor, él estaba sentado
en el sillón agarrándose la cabeza, ella caminaba, iba y
venía, se apoyó en el marco de la puerta.
–A lo mejor nosotros tuvimos la culpa
-¿Cómo vas a decir una cosa así?, le reprendió ella
levantándose de un salto del sillón.
–Mira, nosotros siempre le dimos todo lo que quiso,
pero, ¿le dimos todo lo que necesito?
-¿De qué estás hablando?
-Los juguetes, los viajes, desde que estamos juntos vos
y yo, él siempre tuvo una vida feliz.
Mamá se acercó a él, lo abrazo y le dijo al oído
–Quizás le falto amor.
Estar con ella agarrada de la mano, era lo único que
necesitaba, ella era la alegría en un frasco de metro
veinte.
-Podemos estar paseando así todo el día-, dijo Rulitos,
Simón repetía; -Vamos a donde vos quieras
Rulitos lo miró y le dijo; -Olvidate, ¡vamos a pasear!,
mientras lo agarraba del cuello y casi lo estrangulaba con
un abrazo.
- 97 -
–Si llega a volver, te juro que si llega a volver
-¿Qué?
-No lo voy a dejar solo ni un día, vamos a estar juntos,
vamos a ir al parque, a jugar a la pelota y además…
Papá se paró contra la pared, se agarró la cabeza con las
dos manos, -¡El parque!-, volvió a la mesa de un salto,
mamá lo miraba sin entender
-¿Qué pasa con eso?, preguntó ella agarrándolo por las
mangas de la camisa.
-¡Que ya sé dónde está!
-¿Vos estás en pedo?, lo zarandeó la mujer
-No, ahora lo sé-, aseguró agitando su mano en alto
papá.
Había hecho lo que hasta entonces le parecía extraño,
recordar algo de su hijo, Simón solía decir que el mar no
le interesaba, siempre soñaba con el río.
Decía, “–Cuando sea grande, quiero ser capitán de bote
de tormenta”
Simón y Rulitos bajaron por la calle que daba a la
avenida central, al lado del puerto Miraflores.
-¿Que serías si no fueses vos? , preguntó la mocosa.
La cara de Simón se adelantó por encima del mentón, la
mano que levantaba en el aire para contestar se bajó
instantáneamente,- ¿Yo?, preguntó al fin.
- 98 -
- Si vos nene, uff, hombres, son todos iguales, que poca
imaginación.- dijo Rulitos acomodándose el pelo
encima de la cara. –Bueno me cansaste, empiezo yo-,
dijo ella finalmente mientras caminaban de la mano.
–Sería una cosa muy chiquitita, no sé, una tapa de botella
o hasta una hoja, lo que sea, da igual, lo que importa es
que…- se hizo un silencio. Rulitos se quedó parada, él
la miro. -¿Entonces qué?, preguntó impaciente.
-Callate nene-, Rulitos le pegó una ligera palmada en el
brazo.
–Mirá prosiguió ella, algo chiquito, que no moleste a
nadie, pero que todo el mundo vea y sepa que está ahí
para algo.
–No entiendo nada-, Simón se veía confundido.
-Porque soy más madura que vos, porque soy mujer, por
eso no entendés nada, en fin, siguió resoplando la
mocosa, algo que parezca que no está ahí, pero que esté,
que tenga la función de ser eso y solo por eso. -¿Vos?,
volvió a preguntar la enana
-Emm, no sé, supongo que algo que se pueda ir bien
lejos
-¿Cómo qué...?, Simón improvisó nervioso, -Ahí voy,
pensó, - A mí me gustan, ojo, me encantan las tostadas
con mermelada, pero te juro, dejo todo por ser un
pájaro.
- 99 -
Simón tomó a Rulitos del brazo y la detuvo, los dos se
quedaron en el medio de la vereda. -¿Nunca anduviste
en bote?, preguntó el
-Nunca-, respondió ella.
Bajaron por Valladares hasta la diagonal que bordea el
puerto vacío, claro, si no se cuenta al viejo que dormía
debajo de uno de los escalones de madera de la escollera.
– ¿Que hacemos acá? , protestó Rulitos, mientras lo
tironeaba del brazo. -Dale volvamos
-Para.-, la detuvo con una convicción clarísima.
–¡Allá!, los ojos de Simón se abrían de par en par, un
bote, de no más de metro y medio, golpeaba con el
borde de cemento del muelle movido por las olas.
–Listo, subite.
-Vos estás loco, ¿No?
–No ¿Por qué?, yo te ayudo mirá dame el pie,
-Ni en pedo- dijo ella terminante.
–No me digas que te da miedito.
-¿A quién?, ¿A mí? Si no la convencía así, no lo haría de
ninguna forma, en estas pocas horas la conocía lo
suficiente para saberlo.
Extrañaba algo mi casa, pensó, a mamá y papá, pero
sabía que era algo que tenía que hacer, como nene
grande.
- 100 -
-Si no querés, te vas- tiró en forma de ultimátum Simón,
su paciencia se había acabado.
–No sé-, dijo Rulitos, mientras su carita colorada y sus
gestos le decían a Simón que finalmente aceptaría.
–Bueno, dale- dijo finalmente la mocosa con una
sonrisita iluminada, temerosa pero brillante. Simón
enérgico y antes de que se arrepintiera, agarró a la niña
del brazo y la sentó en un bote de remos que flotaba
amarrado y parecía estar a punto de romperse.
-¿Estás seguro?- preguntó Rulitos ahora temblorosa, era
tarde, ya habían zarpado hacia el centro del río.
-¿Es genial no?- preguntó a los gritos Simón. Rulitos
asintió muda con la cabeza.
El sol gigante y redondo se transparentaba, Simón era
feliz por primera vez en mucho tiempo, pero…
Si querés ir al final Rojo PÁG. 101
Si querés ir al final Verde PÁG.103
Si querés ir al final Azul PÁG. 105
Si querés ir al final Amarillo PAG 109
- 101 -
Rojo
La pequeña embarcación, se balanceó hasta darse vuelta
y terminar con el pequeño capitán y su copiloto, Rulitos,
bajo el agua.
El bote flotaba a la vista de su mamá y su papá que
habían parado el auto al lado del muelle y ahora corrían
con el agua que les llegaba hasta los tobillos.
El papá se tiró al agua a nadar, Rulitos había sacado su
cabeza del agua, tragaba y escupía, movía las manos
arañando la parte de arriba (o de abajo) del bote.
El padre llegó hasta el bote y metió la cabeza para buscar
a Simón, volvió a sacar la cabeza, tomó a Rulitos por el
cuello y la sacó nadando hasta el puerto, nada supieron
de Simón hasta que Prefectura encontró su cuerpecito,
con solo su traje de colegio empapado, flotando boca
abajo en la salida del dique San Jerónimo de piedras.
Mientras sus pequeños pulmones se llenaban de agua,
supo que había vivido su vida.
- 103 -
Verde
La pequeña embarcación, se balanceó hasta darse vuelta
y terminar con el pequeño capitán y su copiloto de
Rulitos bajo el agua.
El bote flotaba a la vista de su mamá y su papá que
habían parado el auto al lado del muelle y ahora corrían
con el agua que les llegaba hasta los tobillos.
El papá se tiró al agua a nadar, Simón sacó la cabeza del
agua, se tiró encima de la parte de arriba del bote,
pataleando y dando piñas encima de la madera, con
Rulitos agarrada de la cintura y sacando la cabeza.
Su mamá miraba todo desde el muelle al lado del auto,
agitando los brazos y saltando por el aire
-Volvé para acá, ¡Se hunde!- el papá agarró a Rulitos de
la cintura y a Simón de la ropa empapada. Se subió a
Rulitos en la espalda y tironeó del cuello de la remera de
Simón.
Lo demás, pasó en la cabeza de Simón como flashes,
caer tirado en el escalón del muelle, el asiento de atrás
del auto, la casi rotura del vidrio del auto por la mamá
de Rulitos, el día de la semana siguiente que volvieron al
colegio, la historia contada.
Simón y Rulitos como héroes de metro veinte y la
historia entre ellos siguió por mucho tiempo más.
- 105 -
Azul
Dicen que la felicidad, sólo a veces, viene en frasco
chico pero como es un frasco chico se acaba rápido.
Un bulto con patas, apenas visible a lo lejos en la
heladería de la plaza, cerca de la diagonal que daba a la
bajada del puerto, era invisible para Simón, pero, para
Rulitos aún con el sol en los ojos fue bien nítido y
significó mucho más.
Alexis Dechant, el rubio de ojos verdes, sonrisa de
dientes sin un manchón, orejitas graciosas, puntiagudas,
mejillas apretables, que tantas veces le había regalado
ositos de peluche y chocolates.
-Ay, ¿Qué hace acá?, ¿Habrá faltado hoy? Seguro que
había prueba.
-Agua, pajaritos, esto es vida, ¿te fuiste a algún lugar así
alguna vez? Eh, ¿No que está bueno?-
Rulitos muda con Simón empujándole el hombro no
contestó.
-Emm, ¡Sí!, playa.- Contestó la enana rápido sin pensar.
Pero… ¿Qué hago con este? , si me llega a ver, acá, en
el medio de un bote, con él. Va a pensar cualquiera y yo
no quiero que piense cualquier cosa. Pensaba la
pequeña.
–Qué lindo, ¡qué lindo!- sonrió Simón, mientras se
tiraba en el piso del bote dejando los remos.
- 106 -
-Nos podemos quedar acá todo el día. -
Uy no, ¿ahora cómo me lo saco de encima? el otro está
solo, no está la mamá, observó Rulitos que ahora se
tiraba agarrándose la frente contra el borde.
-Me mareo, me duele la cabeza Simón, me siento mal-
Dijo mientras cerraba un ojo y finalmente los dos, para
terminar tirada en el piso del bote. Simón se paró de un
salto preocupado.
-Levantate dale. Ey arriba- decía mientras le cacheteaba
suavemente las mejillas, la pellizcó, la movió, una piedra
Rulitos, no se movía.
Uy, si se me llega a morir yo me tiro, se llenó de terror.
Antes de que me agarren con todo esto.
No, algo tengo que hacer.
Simón remó tan rápido como sus dos brazos de fideo
se lo permitieron, antes de que pudiera abrir del todo los
ojos llorosos y entrecerrados vio el muelle donde
amarró en el pedestal.
Miró en todas direcciones buscando gente mayor,
Rulitos abrió uno de los dos ojos y espió hacia la
heladería para ver que el bombón dulce todavía estaba
ahí, sentado, sosteniendo un cono de menta granizada y
frutilla firmemente con las dos manos.
- 107 -
Ya está, pobre, está muy trastornado. Pensó Rulitos que
se incorporó en el piso del bote agarrándose de las
piernas, saliendo de su mareo, movió la cabeza.
Simón se dio vuelta, la miró con una sonrisa de puros
dientes en la cara, se tiró encima de ella y la abrazó.
Rulitos lo apartó violentamente y Simón cayó sentado
en una de las puntas del bote.
No entiendo nada, pensó, ahora sí que no sé qué pasa
acá.
–Tenemos que hablar nene. No sos vos, soy yo. Vos sos
genial, el problema soy yo y… bueno chau-
Rulitos le dio un último rápido beso en la mejilla
mientras se alejaba corriendo hacia la heladería, tomaba
a Alexis de la cara y le metía un piquito y se metieron
abrazados en la heladería.
Mientras, los padres de Simón abrían la puerta del auto
estacionado y corrían hacia él, lo abrazaban y le daban
besos en las mejillas.
Simón vio irse a Rulitos de la heladería con Alexis y un
enorme cono de chocolate.
Pensó, un helado, era lo único que tenía que hacer.
- 109 -
Amarillo
La suerte es una amante caprichosa y Simón lo sabría.
Rulitos resbaló con un charco de agua golpeó su cabeza
contra uno de los bordes y cayó al agua.
El niño con desesperación pegó manotazos tratando de
sacarla, mientras, la niña se hundía en el fondo del río.
Intentó arrojarse al agua y hundir su pequeña cabeza
para hallarla, sin embargo, todo era oscuridad, suciedad
y desesperación en estado puro.
El agua se revolvía y los pelos de la niña se enredaban.
Simón logró tomarla del cuello, intentó sacarla por la
ropa, el uniforme de ella se le escurría entre los dedos y
la boca de la niña tragaba agua de río a mares.
A lo lejos Simón vio bajar en el muelle a dos personas
conocidas, ¡ Su mamá y su papá!.
-¡Ayuda, se me muere!- gritó el mocoso agitando los
brazos. ¿Podría salvar a su pequeña amante de rulos
rubios?
La respuesta llegó días después en la casa de la niña.
Simón tocó la puerta.
- 110 -
La madre de ella abrió, y en una pequeña caja marrón le
entregó, claro que luego de enterada de la aventura de
ellos, las cartas, dibujos y pertenencias que prefería que
él tuviera antes de que murieran en algún cajón
olvidado.
De última, que las tuviera, el extraño primer y único
amor de la joven vida de Rulitos.
- 111 -
Cae la noche con el sol que tiñe las torres y carteles.
Los semáforos y las luces de los postes iluminan caras
de una ciudad que se mueve como todos los días, toda
la vida.
Pero ahora se vacía, cambia, los movimientos son otros,
gente animada que entra en los teatros, en pareja,
familias.
Gente sola que camina apurada para volver a su
departamento a devorarse su cena y tener un par de
horas de televisión.
Uno que otro que no quiere terminar más el día y
preferiría quedarse dando vueltas en la calle, porque se
peleó con la mujer, porque el hijo no lo quiere, porque
la bebida no le da tregua en una guerra dentro de un
vaso con burbujas.
O tal vez porque el amor no lo hicieron para él o para
ella.
Me tiro en el piso apoyado en la columna de una galería
y el mármol de los escalones me deja helado el culo, la
cintura, mis dedos son una cubetera.
Me tapo el cuello con una colcha y veo como una
parejita de veintipico se da palmadas en los brazos, se
miran, se ríen.
- 112 -
Pero justo caminando atrás un cuarentón viene con la
cara hundida en el cuello de la campera.
Mira para todos lados, como cuando uno busca algo por
todas partes y todavía no lo encuentra.
Todo son palabras, en la vereda la gente que vende en
mantas, en los kioscos, los lugares de comida, las
pizzerías.
Todo en relación con el entorno, todo tan solo, tan
acompañadamente solo, frío, distante, temeroso de sí
mismo y de los demás, de lastimarse.
Por otro lado la alegría que cae en forma de ráfagas que
caen sobre la ciudad.
Ojos, miles de miradas distintas, que entre movimientos
de parpados hablan, dicen.
Porque, hablar y decir no es lo mismo, mil palabras
pueden rellenar el aire de temas de conversación sin
importancia.
Y solamente dos palabras pueden decirte todo, ¿no me
creen? , “Te dejo.”, “Te odio.”, “Te cago.” ,“Te duele.”,
“Te felicito.”, “¿Te vas?”, “Tengo miedo.” , “Me
duele.”, “Yo puedo.”, “Te quiero.” ,“Perdón.”,
¿Vieron?.
Salgo a caminar unas cuadras para sacarme el frío de
encima y el mundo me muestra sus caras.
- 113 -
La indiferencia frígida y el olvido de los que me pasan al
costado.
El ruido de un millón de voces que no dicen nada y la
alegría, la felicidad que me pasan por al lado.
Porque se puede vivir siendo una partícula y viendo
como todo va tomando forma y color, pero, ¿Qué es la
verdad?
Nadie sabe lo que es porque el mundo es una
construcción que se moldea, que se divide y se rompe,
se quiebra a cada minuto y a cada palabra, se pierde en
el brillo de una pantalla fría.
Se hace más corto en conversaciones sin sentido,
entrega lo cotidiano y lo simple, lo inmediato y los
minutos son preciados y las horas son eternas.
Entonces miro al mundo, pero no juego, se quien sos,
que haces y como te movés, pero vos no me vas a
hablar.
Porque hasta que leas esto no vas a saber que te miro,
que te escucho y hasta me imagino lo que pensás.
Estoy al lado tuyo aunque no me veas y cambio tu vida
aunque no te parezca, o no lo hago, pero por lo menos
trato.
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Roto, medio por el sueño y medio por cinco cartones
de vino al natural, manoteo un cacho de manta, una
almohada hecha de buzos, miro por última vez las luces
de la ciudad y te digo chau y mis ojos se apagan, no sé
hasta cuando, si para un hoy o para toda la vida.
Pero sé que el día va a ser mejor adonde quiera que vaya
y no importa que pase, voy a estar como siempre,
viendo todo y mirándote a vos, espero que vos hagas lo
mismo.
Porque, donde sea, cuando me despierte me va a gustar
saber que hay alguien en algún lado haciendo lo mismo
que yo.