En tiempos australopitecos al igual que ahora; o sea, en los
intersticios de los lapsos intermedios entre el primer homínido y
este minuto de agosto del 2011, lo que fuere cuando fuere
donde fuere, de tres fundamentos disfruta una población al
asentarse en un lugar: organización social, instrumentos físicos
y tejido simbólico. Instrumentos físicos enhebran una
Plataforma Tecnológica, que a su vez abarca lo que la tradición
denomina Ingeniería, con aledaños ni pocos ni sustanciales. Sin
consecuencias no resulta una tal definición; Ingeniería deviene,
de esta manera, una de las tres vertientes que constituyen lo
humano; es decir, un directo producto de la evolución. En el
fondo de sí, no en la inmediatez diaria de los últimos siglos, la
Ingeniería no sólo participa del periplo de los saberes o técnica;
cuando al salir del arco la figura dibuja otro arco aéreo con su
vuelo sus flechas van más lejos que las del saber o técnica: la
adaptación orgánica humana está hecha para el manejo de
instrumentos físicos distintos a su propio cuerpo. Los brazos
humanos son la parte de la evolución orgánica que desemboca
en lo que hoy llamamos Ingeniería. Los brazos anteceden a las
manos, van primero en las alas del tiempo, de cuna y límite les
sirven. La Ingeniería, como brazo, es al colectivo humano lo que
al individuo la mano.
La locomoción bípeda es inferior a la cuadrúpeda, en cuanto
aceleración, desaceleración, estabilidad, etc.; la movilidad
cuadrúpeda había sido ya desarrollada en la diversidad
mamífera; más que movilidad la necesidad dedujo que se podía
intentar otra vía: la de aquellas piedras y palos que entre ellos
se lanzaban algunos simios, la de aquellas piedras y palos que
no sólo la primera vez sino casi siempre al venado llegaron más
rápido que el chita, la de aquellas piedras y palos de los que
empezaron a seleccionar los más fuertes, los más cortantes, los
más aptos para bajar frutas de las copas de los madroños, para
cortar la piel del jabalí, para pelear con el tigre y con el
congénere o para limarse los callos de las plantas de los pies.
Piedras y palos significa el uso de instrumentos físicos buscados
por toda la comunidad, escogidos con paciencia por el consejo
dado entre quienes la experiencia y la cicatriz suelen andar
juntas; piedras y palos de cuya idoneidad o simple tenencia
dependían almuerzo, vestido y pellejo; búsqueda y escogencia
que inclina a organizarse de tal o cual forma. Para el uso de
esos instrumentos físicos, para referir el hallazgo o la carencia,
la calidad o el lugar, el hábito desenvolvió las palabras en la
fertilidad de la cordialidad o de la lucha.
Procedemos hoy con la misma racionalización intuitiva, por
decirlo así, de aquel australopiteco que decidió no utilizar en las
labores cotidianas su más preciado sílex, su roca más resistente
ya hecha la más filuda sino, sabio él, destinar su preciado sílex a
la sola función de con ese pedazo del mundo convertir otras
piedras silvestres, otros palos sin función social, en hachas, en
puntas, en pequeños proyectiles cortantes, en azadones para
encontrar raíces medicinales o alimenticias, et similia. Construyó
un eje referencial de lo humano: ingeniar artefactos destinados
a construir otros artefactos.
El cotidiano trasegar de tal o cual comunidad en este o en aquel
siglo o lugar; ese trasegar en el cual de hecho se da el ejercicio
del poder; ese así trasegar homínido a través de su concatenado
periplo proviene en acápite no desdeñable de quién produce los
artefactos que los demás usan. La retroalimentación entre
ingeniería y poder social acompasó la direccionalidad de la
primera huella australopiteco de la misma manera que hoy
divide entre Primer y Tercer Mundo el andar humano sobre la
Madre Tierra. En efecto, el Primer Mundo lo es debido a que se
ha adueñado de la posibilidad de tener artefactos destinados a
construir tu nevera, su avión, mi bicicleta, el iPhone del hijo, la
central nuclear no nuestra, etc. En cuanto a construcción la
ingeniería no tiene por qué pensar que se remite a los objetos
físicos por el simple hecho de que no es así; gran parte de la
pérdida de la identidad de los pueblos del Tercer Mundo anida
en la dependencia ingenieril. La independencia de los pueblos
pasa por la fabricación de artefactos destinados a construir
otros artefactos. La Facultad de Ingeniería de la Universidad
Nacional atraviesa la historia nacional; un currículum articulado
a la función social de la ingeniería demanda de sus graduandos
no sólo el manejo del cúmulo técnico, no sólo la apropiación del
saber inherente en ello sino que, también o mejor dicho
principalmente, postula la función de época del ser ingeniero; o
sea, la ética. La morada de la ingeniería, repito con causa, está
más allá del saber o de la técnica; mira tu brazo, ingeniera.
La complejidad, en cuanto a la Ingeniería se refiere, así ata los
nudos internos de su tejido; se construye un artefacto para
hacer aquella partecita de aquel otro artefacto y así sigue y
sigue, según lo que la posibilidad gerencie. No el Sputnik sino la
maquinaria que lo construyó apto para salir de casa, contiene un
aspecto del espíritu de la Ingeniería: el del irredimible y
posibilitador ser tecnología; sí, obvio. El perfil socialmente
otorgado al ingeniero en grave número de casos queda
encarcelado en ese ser sólo tecnología.
Pues ese ser tecnología de primera generación, o sea
constructora de artefactos otros, o ese ser tecnología de
segunda generación, obediente operadora de los artefactos que
no construyó, ese ser aquel o esta determina una parte
sustancial del ejercicio colectivo ya que teje el entramado social,
anuncia vocablos que suscitan nuevos horizontes emocionales,
laborales, vivenciales, etc., como sucede con internet, señala la
pobreza como herencia de los siglos y da no pocas veces a la
riqueza cuna lejana al merecimiento individual. En el ejercicio de
ser ellos mismos vincula a los pueblos de una determinada
manera. ¿Cuál? Manera aquella mediante la que se esculpe el
perfil denominado identidad. Manera aquella que lleva a
reconocerse como saber. Ser saber implica nuevas
responsabilidades, no es un paso neutro; responsabilidades de
las que aceptarse como técnica carece. Responsabilidades que,
como los ríos que a la larga van a dar a la mar, desembocan en
un mismo fin: los hijos de la Ingeniería no pueden seguir
aferrados a que lo óptimo reside exclusivamente al interior del
hecho tecnológico y reducirse a verificar que falla lo menos
posible; es decir, no puede ser sólo tecnología sino que debe
voltear la mirada hacia la manera cómo esos productos, ese
irredimible y posibilitador ser técnica, posan su lógica sobre el
discurrir factual tanto del conglomerado poblacional como del
lugar donde se usan.
La Ingeniería muta en cuanto el devenir histórico le señala una
época dual, que es aquel en el cual para garantizar el bienestar
humano debe también responder por el bienestar biosférico. En
la no vaga trayectoria humana presenciamos una más de las
tantas veces, una más de las muchas ocasiones, en que
enfrentamos un momento de la historia en el cual la Ingeniería
debe garantizar lo uno y a la par responder por lo otro. La
domesticación del fuego hace 500 mil años funge de iniciador
de las épocas duales: en el error y en el acierto del proceso de
tal domesticación se quemaron millones de kilómetros de selva,
dejando a las comunidades sin alimentos ya de la flora, ya de la
fauna. Un precio social doloroso se pagó al desarrollar esa,
entre las cuitas tecnológicas, la básica, pues sin la
domesticación del fuego, o sea sin esa conquista de la
ingeniería pitecántropo el propósito evolutivo que constituye lo
homínido en el interior del fracaso hubiera terminado. A la
racionalidad de los saberes de la Modernidad, empeñada en
expulsar lo humano de los predios evolutivos, risa le produce la
escueta mención del ingeniero pitecántropo que en los lares que
de Shangai a Beijing van hizo trizas el poderoso imperio de la
costumbre con la fuerza de la intuición, que le indicó cuán
capaces de dominar las veleidades del fuego eran su
solidaridad, su empeño, su entendimiento y su vejez. Con una
perspectiva que reduce la tecnología, la medicina, la biología,
las ciencias sociales salvo la filosofía y la historia, así igual que
la Ingeniería, entre los dedos se escapa el horizonte donde
reconocer la función que cada saber ha de cumplir en las cuitas
humanas. Sin incluir la prehistoria el futuro no será nuestro sino
de la casualidad vuelta norma.
La Ingeniería, como sola tecnología, hiere lo que nutre a la
Madre Tierra y perpetúa dependencias; como solo saber aspira a
contribuir a la equidad social; como holística función de época
advierte la época dual que vive, ata sus lógicas a complejidades
más amplias que la tecnología o que lo humano y, al verse como
lo que es, logro de la biosfera y no navaja que cuando la rebaja
la enferma, se comprende heredera de una de las conquistas de
la evolución, nieta del Sol y de la Tierra, hija de los simios,
ventaja orgánica sin la cual los homínidos no seríamos lo que
hoy somos.
Una de las pocas diferencias claras entre lo humano y el resto de
las presencias, la Ingeniería, propiamente dicha, mora como una
de las pocas cosas exclusivas de lo humano. No ha existido lo
humano sin aquello que cumple el papel desempeñado hoy por
la Ingeniería. Por ello la Ingeniería logra cambiar de tal forma las
sociedades que muchas mutaciones de períodos históricos a ella
remiten, como la Ingeniería de Sistemas con Internet lo crea en
el mismo instante en que esto escribo o como la Ingeniería de
los metales lo forjó en aquella travesía de la Edad de Bronce a la
Edad de Hierro. La democracia griega procede de un hallazgo de
la Ingeniería, la domesticación del hierro; de sus características
no hegemónicas proviene; emana de disponer de un arado para
cada quien, de la multiplicación comunitaria de espadas y
escudos. El bronce, al igual que la energía nuclear, se produce
en núcleos centralizados que, a su vez, centralizan el poder.
Vemos con claridad que el aspecto más influyente de la
Ingeniería reside en la variante energética que entrega a su
época. Hoy ha de reflexionar sobre las consecuencias en el tipo
de organización social que tal o cual variante energética
impone. Nuclear, fósil o solar no son simples variantes
energéticas, bueno, también lo son pero son mucho más; son
tipos de sociedad específicamente posibilitados de tal forma o
de tal otra. Difícilmente logrará ser democrática una sociedad
basada en la energía nuclear. La Ingeniería haría mejor en estar
consciente de ello que en por ahí pasar de largo.
No veo cómo asentar qué conlleva ser ingeniero sin sentarse al
lado de la forma en la cual lo humano y la biosfera se
relacionan. Doy para mí que esa relación es la de la
domesticación; lo humano domestica elementos ecosistémicos y
así la de la flora se llama agricultura, la de la fauna ganadería, la
del agua hidroeléctrica o regadío o acueducto, la del átomo
energía nuclear, la del fuego ladrillo o motor o metalurgia o
Heráclito, etc. La sucesiva domesticación homínida de los
ecosistemas hasta llegar a la actual domesticación de la biosfera
posee un adelantado, aquella parte de lo humano que primero
choca o acaricia o ritma las presencias físicas del entorno: la
ingeniería. Tacto siempre inicial, tacto que si porta su función
de época deviene fundamento de lo humano, que si su paso
camina como un saber incluye el bienestar humano dentro de
sus cuitas y que si pervive en la pequeñez de cumplir
exclusivamente su rol tecnológico rige heridas en la finitud del
cuerpo de la Tierra, heridas por las que con el arrume del
tiempo mana dolor homínido.