LA POLÍTICA, LA DEMOCRACIA Y LA CIUDADANÍA EN LOS JUICIOS,
DISCURSOS Y ACCIÓN POLÍTICA EN GRUPOS DE JÓVENES
ESTUDIANTES UNIVERSITARIOS DE BOGOTÁ
MARTHA CECILIA LOZANO ARDILA
CENTRO DE ESTUDIOS AVANZADOS EN NIÑEZ Y JUVENTUD
UNIVERSIDAD DE MANIZALES – CINDE DOCTORADO EN CIENCIAS SOCIALES. NIÑEZ Y JUVENTUD
Entidades Cooperantes:
Universidad de Caldas, Universidad Autónoma de Manizales, Unicef, Universidad Pedagógica Nacional, Universidad de Antioquia, Universidad Central, Universidad
Nacional de Colombia, Universidad Distrital, Pontificia Universidad Javeriana
MANIZALES
2009
2
LA POLÍTICA, LA DEMOCRACIA Y LA CIUDADANÍA EN LOS JUICIOS,
DISCURSOS Y ACCIÓN POLÍTICA EN GRUPOS DE JÓVENES
ESTUDIANTES UNIVERSITARIOS DE BOGOTÁ
MARTHA CECILIA LOZANO ARDILA
TUTORA
SARA VICTORIA ALVARADO S.
Tesis presentada como requisito para optar al título de
Doctora en Ciencias Sociales. Niñez y Juventud
CENTRO DE ESTUDIOS AVANZADOS EN NIÑEZ Y JUVENTUD
UNIVERSIDAD DE MANIZALES – CINDE DOCTORADO EN CIENCIAS SOCIALES. NIÑEZ Y JUVENTUD
Entidades Cooperantes:
Universidad de Caldas, Universidad Autónoma de Manizales, Unicef, Universidad Pedagógica Nacional, Universidad de Antioquia, Universidad Central, Universidad
Nacional de Colombia, Universidad Distrital, Pontificia Universidad Javeriana
MANIZALES
2009
3
Nota de aceptación
La tesis fue sustentada el día 6 de agosto de 2009 ante el jurado integrado por:
Guillermo Hoyos Vásquez
Cristina Sánchez
María Cristina García
María Teresa Luna
Directora de tesis: Sara Victoria Alvarado Salgado
Presidente: Germán Muñóz
Secretaria: Marieta Quintero
Calificación: APROBADA
Mención:
MAGNA CUM LAUDE
4
Por el camino de la comprensión de la política, la democracia y la ciudadanía, fui
acompañada por los jóvenes estudiantes universitarios participantes en el estudio, con
sus reflexiones, discursos y acciones políticas y por los auxiliares de investigación con
su apoyo incondicionado.
También me acompañaron los maestros: Guillermo Hoyos, Cristina Sánchez, Sara
Victoria Alvarado, Luis Bernardo Peña, María Teresa Luna, María Cristina García, y
mi colega y compañera de doctorado, Patricia Granada, quienes con sus ideas,
comentarios, críticas, apoyos y sugerencias, me permitieron disfrutar el valor de la
preocupación por los jóvenes y por el mundo. Por el despliegue de acciones orientadas
al cuidado, al reconocimiento de la diversidad, a la responsabilidad como ser humano y
a la inserción activa en el mundo: por la vida, la mundanidad y la pluralidad.
A todos, ¡Gracias¡
5
ÍNDICE
INTRODUCCIÓN 8
Antecedentes 8
Propósito investigativo 12
Estructura de la tesis 13
PARTE I: HORIZONTE TEÓRICO, EPISTEMOLÓGICO E
INVESTIGATIVO 16
CAPÍTULO I: APROXIMACIÓN HISTÓRICA A LOS JÓVENES
COMO SUJETOS POLÍTICOS: UNA MIRADA DESDE LA
INVESTIGACIÓN 16
CAPÍTULO II: UN HORIZONTE TEÓRICO
PARA LA COMPRENSIÓN DE LA POLÍTICA, LA DEMOCRACIA
Y LA CIUDADANÍA 25
Introducción 25
El sentido de la política 25
La natalidad y la libertad, condiciones necesarias en la política 33
La acción como praxis 35
La política y la esfera pública 41
Juicio y pensamiento 43
Banalidad del mal 52
Juicio, discurso y narración 54
Discurso y política 57
Discurso y acción 60
CAPÍTULO III: HORIZONTE EPISTEMOLÓGICO DE LA
INVESTIGACIÓN 65
CAPÍTULO IV: UN CAMINO PARA COMPRENDER LA
POLÍTICA: REFLEXIONES METODOLÓGICAS 73
Reflexiones previas 73
La narración: aportes metodológicos 74
6
La narración de historias singulares 77
Los jóvenes como narradores 79
El investigador como espectador 84
Criterios de construcción de los instrumentos 89
Criterios de calidad 91
Procedimiento y momentos investigativos 91
Disposiciones éticas 92
PARTE II: LOS JÓVENES COMO SUJETOS POLÍTICOS: ENTRE EL
JUICIO, EL DISCURSO Y LA ACCIÓN 94
CAPÍTULO V. CONCEPCIONES DE POLÍTICA, CIUDADANÍA Y
DEMOCRACIA 99
a. Apreciaciones sobre la política 99
b. Apreciaciones sobre la ciudadanía 101
c. Apreciacionesobre la democracia 104
CAPÍTULO VI. CONDICIONANTES DE LA POLÍTICA, DEMOCRACIA
Y LA CIUDADANÍA 108
Reducción de lo político a lo económico 108
Ambivalencia en la participación política 113
Sentimientos morales ante la política, la ciudadanía
y la democracia 116
Deslegitimación de la institucionalidad 120
Democracia paradójica 122
Percepciones de la política como opción de construcción de país 129
CAPÍTULO VII. DETONANTES DE LA ACCIÓN POLÍTICA
DE LOS JÓVENES 136
La corrupción en el uso de los recursos, la permisividad y la impunidad 137
La violencia estructural y política 144
La invisibilización de los jóvenes 149
La injusticia social, la pobreza y la exclusión 153
La pérdida de memoria histórica 157
7
CAPÍTULO VIII. FORMAS DE ACCIÓN POLÍTICA DE LOS JÓVENES 162
Vinculación a la institucionalidad del Estado 163
Vinculación a redes y movimientos políticos 165
a. Acciones sociales 165
b. Acciones por la visibilización y el reconocimiento 171
c. Acciones orientadas a la organización y creación de
Movimiento 176
Acciones de resistencia 180
Participación en marchas masivas e intergeneracionales de protesta 183
Movilizaciones coyunturales que atienden dinámicas propias
de los jóvenes 184
PARTE III: REPENSAR LA POLÍTICA, LA DEMOCRACIA
Y LA CIUDADANÍA 195
CONCLUSIONES Y SUGERENCIAS 195
Conclusiones epistemológico – metodológicas 196
Conclusiones sobre la política, la democracia y la ciudadanía 199
Urgencias políticas, democráticas y ciudadanas 201
Educación como refinamiento del sentido político 209
REFERENCIAS 225
8
INTRODUCCIÓN
Antecedentes
La política se ha constituido en uno de los temas de amplia reflexión en las
ciencias sociales y humanas. Sus cambios aunados a los de la sociedad, han dado lugar a
diferentes preguntas tanto en su conceptualización, como en las prácticas que ella
encierra en términos de socialización, representación, cultura política o participación en
particular de los jóvenes,1 debido a su aparente indiferencia frente a ella.
Con frecuencia los estudios sobre la participación política de los jóvenes
concluyen que es baja, especialmente en los procesos electorales o, incluso,
categóricamente se dice que los jóvenes no participan porque no tienen ningún interés
en el tema (Thenzá, 2003). No obstante, es importante tener en cuenta que la política va
más allá de los procesos electorales y que cada generación de jóvenes, de acuerdo con
las circunstancias históricas, políticas, sociales, económicas y culturales, tienen sus
formas propias de hacerse políticamente visibles. Como expresan Margulis y Urresti
(1998) “no es que los jóvenes de hoy sean consumistas y los de los años sesenta
politizados. En los años sesenta era tan improbable tener afinidades alejadas de la
política como hoy su contrario, y esto no tiene que ver sólo con los jóvenes” (p. 178).
El tema de los jóvenes frente a la política ha sido objeto de estudio
fundamentalmente a través de encuestas, estudios de opinión, análisis estadísticos de
participación electoral. Son pocos los estudios con perspectiva interpretativa que
busquen comprender las motivaciones, los distanciamientos o las percepciones que ellos
construyen con respecto a la política y a ellos mismos como sujetos políticos. Por
consiguiente, he asumido para esta investigación una perspectiva que permita
comprender, respecto de la política, la ciudadanía y la democracia, los juicios, los
1 El término incluye hombre y mujeres.
9
argumentos que elaboran y las acciones que realizan siete grupos de jóvenes estudiantes
universitarios, como ciudadanos y como sujetos políticos, para este fin, he recurrido a
las narraciones personales y colectivas de sus propias experiencias políticas.
Considero que el distanciamiento que algunos jóvenes tienen de la política debe
decirnos algo como ciudadanos y como país. Escuchar sus percepciones, sus argumentos
y conocer sus acciones políticas puede develarnos sentidos que las estadísticas o los
estudios explicativos, por su lógica, no permiten ver u oír.
En este marco de condiciones, unido a los cambios en las oportunidades laborales
y la inseguridad económica y social, es probable que los jóvenes perciban que hay
inconsistencias entre los discursos y las prácticas políticas en las que los electores son
“utilizados” para fines de partido o de intereses de algunos de los políticos, quienes
luego de los comicios, con frecuencia, no responden a las expectativas de representación
y, por el contrario, promueven algunas políticas, decisiones, leyes o acciones en contra
de los ciudadanos; por consiguiente, no se sienten realmente representados o con
posibilidades de participación.
En Colombia los jóvenes son vinculados a diversas condiciones: unos a la
productividad del país; otros a la guerra como miembros de uno de los grupos en
conflicto armado; como víctimas de las formas de violencia que vive el país; para
aumentar las evidencias estadísticas de cobertura de las políticas públicas, o los datos de
combatientes muertos en una guerra creada por unos pocos, pero en la cual nos hemos
visto incluidos, bien sea de manera directa o indirecta, la mayoría de los colombianos.
También están los jóvenes que consideran que, si bien es cierto, hay problemas, es
necesario el acercamiento entre el Estado y ellos, entre los jóvenes y la política, porque
como ciudadanos sienten que pueden aportar al desarrollo de Colombia como una
sociedad en la que puede ser posible el reconocimiento, el encuentro entre diversas
10
perspectivas y formas de ser y hacer política, para contribuir en el desarrollo de una
adecuada cultura ciudadana y de participación política.
De otra parte, están los jóvenes que asumen la resistencia como una alternativa de
expresión política, como formas garantes de sus derechos o como vía para la denuncia
de la corrupción, la mentira, la manipulación, la injusticia social o la violación de
derechos humanos.
Por tanto, insisto en que las diferentes posturas de los jóvenes frente a la política,
la ciudadanía y la democracia, deberían ser asumidas como oportunidades para que la
tradición política del país sea repensada, para dar paso a un proyecto político en el que
la convivencia sea posible y que los jóvenes, en su capacidad creativa y de innovación,
sean tomados en consideración como ciudadanos con ideas, con posibilidades reales de
aportar a un proyecto de país realmente democrático.
Si bien es cierto que existen jóvenes que se sumen en el riesgo, en el delito o en la
violencia, este no es el patrón de la mayoría; por consiguiente, el país está en mora de
replantear su visión de los jóvenes y de modo que no quede en manos de ellos
únicamente la responsabilidad de reconstruir el tejido social de Colombia, fracturado por
el resquebrajamiento de los valores, de la convivencia, de la confianza, por causa de las
ideas de políticos, empresarios o financistas que operan bajo una racionalidad sesgada
por sus intereses económicos o de partido.
Por décadas, incluida ésta, han existido jóvenes en Colombia que han gestando
formas diferentes de aparecer políticamente, es por esto que vale la pena investigar esas
formas de apariencia pública de los jóvenes, para develar su real sentido, sus
interpretaciones, inconformidades y alternativas de cambio social y político.
Se trata de comprender a los jóvenes como sujetos políticos desde distintos lugares
de referencia, incluso desde el distanciamiento dado que éste encierra argumentos que
11
probablemente van más allá de la apatía o del no gusto por la política. Justamente su
pensamiento, sus argumentos y acciones pueden dar luces para comprender formas
distintas de respuesta ante la política y para propiciar cambios en ella.
Estudios de este tipo son un desafío para las ciencias sociales y humanas en la
medida en que se puede contar con elementos conceptuales y metodológicos como las
narraciones, las experiencias, las historias personales y colectivas, las prácticas o las
formas de distanciarse de la política que asumen algunos jóvenes. Este y otros estudios
que se realicen en la misma línea pueden aportar a la identificación de subjetividades no
manifiestas, de nuevas categorías que complementen las variables que se emplean en los
estudios cuantitativos o que se constituyan en rutas de análisis diferentes a la
investigación tradicional.
Por otra parte, los resultados obtenidos pueden aportar a la reconfiguración de
procesos de socialización política y a la configuración de una cultura política menos
acrítica y más comprometida con el país; a la consolidación de una cultura política y
ciudadana verdaderamente democrática en la que los jóvenes puedan participar desde
sus propios referentes, que sean reconocidos como ciudadanos plenos de derechos y que
ellos, a su vez, puedan apropiarse adecuadamente de sus deberes ciudadanos y contribuir
a los cambios que requiere el país, en un proyecto de nación que nos comprometa a
todos.
De allí que el punto de partida para esta investigación sean los juicios, discursos y
acciones de los jóvenes en relación con la política, la ciudadanía y la democracia a partir
de sus propias trayectorias personales y grupales. Esto implica ver a los jóvenes desde
una perspectiva política en devenir en la que hay jóvenes que no quieren ser señalados
como protagonistas violentos, tampoco quieren ser vistos como apolíticos, ni como
indiferentes ante las condiciones sociales y políticas que hoy tenemos en Colombia.
12
Dada la importancia del tema de los jóvenes y la política, en la línea de
Socialización Política y Construcción de Subjetividades del Doctorado en Ciencias
Sociales, Niñez y Juventud de CINDE – Universidad de Manizales, se ha venido
reflexionando e investigando desde distintas perspectivas teóricas y metodológicas sobre
la política, la ciudadanía, la socialización política y el lugar de los niños y jóvenes en
estos procesos. Dentro de estas reflexiones se ubica la presente investigación.
Propósito y tesis de la investigación
El propósito de esta investigación es, desde una perspectiva fenomenológica
hermenéutica, develar en las narraciones de jóvenes estudiantes universitarios, sus
juicios, discursos y acciones sobre la política, la democracia y la ciudadanía en
Colombia, un país históricamente afectado por la violencia y los conflictos estructurales,
pero también enfrentado a una joven pero potente Constitución Nacional, frente a la cual
hay apropiaciones parciales de unos derechos, pero no de una ciudadanía comprometida
políticamente, ni de un Estado garante de los compromisos allí plasmados.
La tesis que propongo es los jóvenes reflexionan sobre los temas de la política, la
democracia y la ciudadanía desde sus lugares de experiencia e interés para configurar
discursos y acciones de acercamiento, negociación, tensión, crítica o de distancia de la
política. Por consiguiente, nos encontramos ante jóvenes que se despliegan
políticamente entre la simpatía y la antipatía política, no la apatía política.
De acuerdo con esta tesis, considero que para comprender a los jóvenes como
sujetos y participantes políticos, se requiere de una reflexión crítica en relación con lo
que ha sido la política, la ciudadanía y la democracia en el país y el lugar que se les ha
dado a los jóvenes en estas tres dimensiones y de la cual emane un conocimiento
pertinente sobre los jóvenes (Alvarado y Echevarría, 2006).
13
Estructura de la tesis
Para el desarrollo de la investigación he propuesto una estructura teórica,
epistemológica, metodológica y de análisis, con la intención de dar respuesta a la
pregunta por los juicios, discursos y acciones en torno a la política, la democracia y la
ciudadanía, a partir de las narraciones de los jóvenes universitarios participantes en el
estudio y llegar, así, a una propuesta que contribuya a la socialización política, en la
perspectiva de un nuevo proyecto de país.
En la parte I desarrollo, en el capítulo I, una aproximación histórica a los jóvenes
como sujetos políticos a partir de investigaciones realizadas en diferentes países, para
con ello dar cuenta de un estado del arte sobre el tema. Posteriormente, en capítulo II,
presento el horizonte teórico basado fundamentalmente en los planteamientos de
Hannah Arendt (2001a; 2001b; 2003a, 2004a y b), sobre la política; en el capítulo III
desarrollo el horizonte epistemológico y, en el cuarto el camino metodológico de la
investigación.
En el capítulo IV evidencio cómo la apuesta por una investigación distanciada de
la búsqueda de verdades o de causas concretables en leyes que permitan generalizar el
comportamiento político de los jóvenes, me permite la opción por la fenomenología
hermenéutica que propone Arendt (Sánchez, 2003), para comprender los fenómenos
políticos en sí mismos, tal como se manifiestan desde las prácticas políticas que
predominan en el país y desde allí comprender las experiencias políticas de los jóvenes a
partir de la pregunta por los juicios, discursos y acciones políticas que realizan.
Por consiguiente, mi intención investigativa no parte de objetivar el método para
dar lugar a nuevas prescripciones teóricas. Como expresa Lonergan (1985; 1999) se
trata de de dar luz y significado a las experiencias políticas de los jóvenes como una
experiencia irremplazable por las objetivaciones universalizantes, para así evitar los
artificios metódicos. Se trata de apropiar la sugestiva ontología como hermenéutica de la
14
facticidad, propuesta por Heidegger (2000). De una facticidad que “se cumple en el
“aquí” ocasional y cuya determinación es la “actualidad”, el existir histórico; su
presente, la cotidianeidad; el estar con los otros; “nuestro tiempo”. De hecho, la
hermenéutica no es un informe mundano de lo que “pasa”, sino un hacer visible el
carácter del ser de la actualidad” (Sierra, 2007, p. 357).
Por el camino de la fenomenología hermenéutica, mediante las narraciones he
buscado llegar a los juicios, discursos y acciones de los jóvenes sobre la política, la
democracia y la ciudadanía, como experiencias irremplazables de su propia existencia y
del sentido que les dan, para así hacer inteligibles sus formas de aparecer en la política
como ciudadanos en una sociedad que se autodefine como democrática.
Por este camino he requerido de un ejercicio de comprensión de conceptos y de la
praxis política de los jóvenes universitarios ligada a una racionalidad intersubjetiva,
básicamente entre iguales, que interpelada por el juicio, valida las decisiones de
actuación dentro del contexto de la pluralidad de sus grupos de sentido.
Para ello empleé la entrevista en profundidad y el grupo de discusión con el
propósito de promover la deliberación en cada uno de los grupos de estudiantes
participantes en el estudio y lograr la validez intersubjetiva de sus juicios, discursos y
acciones políticas (Ibáñez, 1991; Valles, 1997).
En el parte II, en el que desarrollé la tesis central de este estudio, presento los
resultados obtenidos para dar cuenta de los juicios, discursos y acciones de los jóvenes
en relación con la política, la democracia y la ciudadanía en un diálogo entre lo que ellos
han narrado y la teoría que como horizonte de sentido, orienta la comprensión de lo
expuesto por los participantes. Desde este lugar he buscado aportar a comprensiones
diferentes de los jóvenes como sujetos políticos a y su configuración como tales y a una
línea de investigación que, sin desconocer los aportes de las investigaciones
15
tradicionales, aporte a la producción de conocimiento que resignifique el papel político
de los jóvenes y, con ello, el de la política.
En la Parte III, a partir de los resultados, elaboro algunas conclusiones y
sugerencias que permitan aprovechar lo dicho por los jóvenes para la formación política
desde la educación superior, que aporte a la renovación de prácticas políticas orientadas
hacia la equidad, el reconocimiento, la participación libre, sin miedo y hacia un
verdadero ejercicio de la democracia y la ciudadanía plural e incluyente.
Palabras clave: Política, juicio, discurso, acción, poder, democracia, ciudadanía
16
PARTE I
HORIZONTE TEÓRICO, EPISTEMOLÓGICO E INVESTIGATIVO
CAPÍTULO I: APROXIMACION HISTORICA A LOS JÓVENES COMO
SUJETOS POLÍTICOS: UNA MIRADA DESDE LA INVESTIGACIÓN
El propósito de ésta primera parte es abordar las concepciones de los jóvenes
como sujetos políticos presentes en diferentes artículos, informes de tesis de maestría y
doctorado, estudios estadísticos y documentos de reflexión. Se trata de producciones
nacionales e internacionales que dan cuenta de algunas de las concepciones que, desde
las ciencias sociales, se han construido sobre los jóvenes contemporáneos, como
participantes políticos, como actores políticos o como sujetos apolíticos.
Diversos investigadores de las ciencias sociales, desde el siglo XIX hasta el
momento, han realizado estudios que vinculan la juventud como categoría, con las
estructuras sociales y su funcionamiento (Feuer, 1971; Levi y Schmitt, 1996; Cohen,
1999; Edmunds y Turner, 2002). Uno de los giros importantes se dio hacia 1952 con los
estudios de Mannheim quien centró su interés en el papel de las generaciones en el
cambio social.
En diferentes partes del mundo, desde la segunda mitad del siglo XX, los jóvenes
se han hecho visibles a través de las protestas ante la guerra, los riesgos de destrucción
de la especie humana, los daños al ecosistema y las políticas de dominación imperantes.
Unas veces sus formas de expresión se han hecho mediante propuestas de recuperación
de la subjetividad y transformación de la vida cotidiana, tal como lo hicieron los
movimientos hippie y el existencialismo; otras, a través de las militancias políticas que
prometían la instauración de la sociedad socialista; y unas más mediante la ligazón de
17
una tendencia con la otra, tal como lo pone de manifiesto la consigna de mayo del 682:
“la imaginación al poder” (Hobsbawm, 1996; 1998; Perea, 1998; Carrillo, 2006).
En los últimos años se ha observado un giro en los temas de investigación sobre
los jóvenes, en él se incluyen los jóvenes como ciudadanos en el marco de las políticas
públicas (Muñóz, 2006); participantes políticos (Rubio y Torres, 2006; Caetano, 2006;
Lozano, 2008; Botero, Torres y Alvarado, 2008); en los marcos de acción colectiva en
organizaciones sociales con el propósito de comprender los aspectos relevantes en la
configuración del significado y orientación de la acción colectiva de mujeres y jóvenes y
trabajadores. (Delgado, 2005; Villa, 2008; Vommaro 2008) y actores sociales (Abad,
2002; Arango, 2004; Núñez, 2008; Perea, 2008); sujetos violentos (Ferrandiz y Feixa,
2005; Alcalá, 2006; Rodríguez, 2007); o militantes en conflictos políticos, como el de
Colombia (Castellanos y Torres, 2008).
Otro tema de interés ha sido el de los jóvenes víctimas de la violencia (Álvarez –
Correa & Aguirre, 2002; Blair, 2005; Amnesty International, 2008). No menos relevante
ha sido el tema de los jóvenes como consumidores (Merlino y Roqué, 2004); y menos
aún el tema de la subjetividad política que se manifiesta en la esfera de lo público (Luna,
2006; Alvarado, Ospina, Botero y Muñóz, 2008; Lozano, 2008), esfera en la que
también construyen los jóvenes significados de lo público a partir de sus relaciones con
los adultos (Pinilla y Muñóz, 2008).
2 Al movimiento estudiantil de mayo de 1968 se suman 9 hechos más de carácter político que hacen que
este año sea uno de los más significativos del siglo XX: La muerte del Ché Guevara, la primavera de
Praga y su aplastamiento, el auge y fracaso de la revolución cultural china, la ofensiva del Tet en
Vietnam, las protestas por Vietnam, el movimiento hippie y el festival de Woodstock, la matanza de
Tlatelolco, la huelga de ANDES, la Conferencia Episcopal de Medellín y las redes de computadoras y la
“conquista de la luna”. Algunos de estos hechos aparecen como resultado de cierta acumulación histórica,
otros son significativos por la serie de consecuencias que acarrearán, otros son la expresión y síntoma de
las hondas contradicciones que atraviesaron este siglo (Ribera, 1999).
18
El énfasis de los estudios ha sido sobre los jóvenes de sectores urbanos,
fundamentalmente. Son estudios que han aportado a la generación de teorías sobre las
manifestaciones rebeldes de los jóvenes en Europa a finales del siglo XIX e inicios del
XX (Luzzato, 1996); la socialización política de jóvenes en el período del tercer Reich
(Michaud, 1996); la desviación social; el papel protagónico de los jóvenes en la guerra
(Fabre, 1996), los jóvenes obreros en las protestas sociales (Perrot, 1996), la
comprensión de las culturas juveniles, la participación en la vida social y política
(Valenzuela, 1998, 1997b; Reguillo, 1998, 2000a; 2003; Sandoval, 2000); el papel que
los jóvenes han jugado en las transformaciones de las sociedades, la construcción de las
identidades colectivas en momentos históricos particulares (Bonder, 1999; Schneider y
Stevenson, 1999, Martín-Barbero, 2004; Montenegro 2004; Castiblanco, 2005); los
movimientos juveniles de protesta o militancia ante diferentes problemas sociales,
políticos, ambientales (Tirado, 1981; Martínez, 1986; Celis, 2000; Urresti, 2000; Roatta,
2007).
Es importante en este contexto tener en cuenta que hoy, dada la complejidad
intercultural del mundo, los estudios multiculturales y étnicos han venido ocupando un
lugar importante en las ciencias sociales, muchos de los cuales se han centrado en los
problemas del reconocimiento y la identidad (Correa, 2006; Grosfoguel, 2007).
En América Latina los jóvenes se comprometieron con proyectos de nación con
pretensiones localizadas pero con una clara preocupación política por los países de la
región. Su compromiso se enmarcó en sueños de justicia social, de libertad y autonomía
a la luz de las ideas de Marx, El Che o Camilo Torres (Tirado, 1981; Martínez, 1986;
Celis, 2000) y el mismo movimiento hippie; con estos sueños se lideraron los
movimientos estudiantiles de las décadas de los sesenta y setenta, unos desde la
clandestinidad y otros desde las posiciones visibles de la marchas; de la música de
protesta; del seguimiento y promulgación de ideas políticas y sociales tendientes a la
concientización y la participación colectiva en las causas que orientaban los
movimientos (Urresti, 2000).
19
En relación con este último aspecto, en Colombia, los jóvenes universitarios que se
comprometieron con las ideas políticas de izquierda se hicieron partícipes en
movimientos como el Movimiento Obrero Estudiantil Colombiano (MOEC), el
Movimiento Revolucionario Liberal (MRL), la Juventud Patriótica (JUPA), el Frente
Unido y otros crearon la Federación Universitaria Nacional – FUN – (Leal, 1984) y los
movimientos de tercera fuerza (Meneses, 1992). Además de los movimientos sociales,
se dieron movimientos culturales y de inserción social, también con contenido político y
social como el Nadaismo, la participación comunitaria y social de los jóvenes y por otra
parte, los movimientos de guerrilla (Arrubla, 1981; Leal, 1984; Meneses, 1992; Celis,
2001). La conjunción de los ideales políticos de los jóvenes con los intelectuales, las
ideologías se constituyeron en el soporte para la apuesta de transformación de la
sociedad (Balardini, 2000). Para este momento el paradigma dominante era el de “los”
jóvenes rebeldes, revolucionarios (como categoría de generalización) y politizados
especialmente desde las universidades. Sin embargo éstas no fueron las características
de todos y todas las jóvenes.
No obstante, a partir de la segunda mitad de la década de los 80, la mayoría de los
jóvenes ya no se visibilizaron por los ideales sociopolíticos (Meneses, 1992; Manrique y
Mejía, 1995; Serrano, Hoyos, Quintero, Caicedo y Bejarano, 2003). Sus ideales sociales
y políticos al parecer han dejado de ser su motor de expresión, surge lo que a juicio de
algunos teóricos e investigadores es digno de calificar como apatía social y política,
porque no satisface sus expectativas, por el no reconocimiento y la exclusión socio-
política, condiciones que hoy persisten (Fraser, 1997; Ospina, Cardona y Loaiza, 2008);
lo cual los lleva - sin salirse de la sociedad- a colocarse en los márgenes de ella o, si se
quiere, a crear una especie de sociedad con múltiples versiones de lo juvenil en la que
ellos son el centro y los adultos son quienes deben alcanzarlos para comprender la
hibridación cultural que propician (Maffesoli, 1990; Cajiao, 1996; Perea, 1998; Salazar,
1998; Muñóz, 1998; Lozano, 2003; Martín-Barbero, 2004). El “problema de los
jóvenes” se constituyó en la evidencia de un problema social, económico y político
20
estructural profundo (Reguillo, 2000b; Cerbino, Chiriboga y Tutivén, 2000; Krauskopf,
2000).
Los jóvenes de la década de los 90, conocidos como “generación de los
descuentos” (Cottet y Jiménez, 2007), fueron abordados desde la perspectiva de algunos
autores e investigadores como “la juventud” despreocupada por lo social y lo político, e
inmersa en una sociedad consumista que acapara todos sus intereses y expectativas. Es
un joven que llena su imaginario simbólico con las marcas de moda; los contenidos de
sus conversaciones los proporcionan los partidos de fútbol o los aciertos y desaciertos de
los deportistas de alto rendimiento (Sandoval, 2000) y podríamos agregar de los artistas
musicales de moda, de los y las modelos o de la farándula en general. Estos dos autores
acertadamente invitan a las reflexiones teóricas sobre los jóvenes tomando en cuenta las
transformaciones sociales, culturales e históricas que los y las jóvenes manifiestan en su
cotidianeidad.
De acuerdo con los resultados de investigaciones, algunos de los aspectos
recurrentes que hoy más preocupan en relación con la política, son: la indiferencia de los
jóvenes, el abstencionismo electoral (Sandoval, 1999; Fernández, 1999; Caputo, 1999),
su escasa participación en los asuntos de la sociedad (Castro, 1998; Bendit, 1999;
Lozano, Alfonso, Duarte, Franco y Rivera, 2005), el vaciamiento de la vida política por
el consumo cultural (Sartori, 1995; Muñóz, 2006; Bauman, 2007) y los sentidos y
significados de la ciudadanía (Vargas, Echevarría, Alvarado y Restrepo, 2007; Castillo,
2007). A su vez se encuentra que los jóvenes evidencian giros en sus sensibilidades y las
formas de apropiación del espacio público (Arendt, 2001a; Maffesoli, 1990, 1997;
Auge, 1998; Serrano, Hoyos, Quintero, Caicedo y Bajarano, 2003; Luna, 2006; Pinilla y
Muñóz, 2008), en sus formas apáticas de expresión política, social y cultural (Muñóz,
1999; Sandoval, 2000; López, 2002; Marín y Muñóz, 2002; Huergo, 2004), en las
formas de movilización social y política (Levi y Schmitt, J-C. 1996; Franco, 1996;
Martín-Barbero, 2004; Delgado, 2005) o en las exigencias de inclusión (Martín, 1998;
Lozano, 2003).
21
La mirada transversal al conjunto de la información recopilada sobre los jóvenes
en relación con la política, permite identificar diferentes problemáticas, modos de
expresión política y, en general, el surgimiento de una serie de posturas teóricas sobre la
participación política de los jóvenes. Sin embargo, no todo lo que se ha atribuido a los
jóvenes desde lo político, les corresponde a ellos, también se debe revisar lo que hoy se
está entendiendo por político y las acciones de quienes se refieren a sí mismos como
políticos.
Son una generación emocional-mente3 afectada por las dinámicas políticas,
sociales, culturales y económicas que les obligan a resguardarse en su propia creación
estética del mundo, de los lazos sociales centrados, ya no en la familia, sino en los pares,
y en sí mismos. La resignificación que hacen de sí mismos y del mundo ha creado un
halo de desconfianza en los adultos quienes a su vez los ven como inmaduros; de
profunda sensibilidad en el aparente marco de la insensibilidad social que se les
atribuye; de incapacidad para asumir las riendas de su propia vida y, menos aún, las de
la sociedad; cuando posiblemente lo que emerge son formas múltiples de expresión
simbólica que de fondo matizan el sentir de los jóvenes frente al mundo que los rodea
(Maffesoli, 1990; Cerbino, et, al, 2000; Martín-Barbero, 2004 ). Es el encuentro entre la
emocionalidad juvenil y la racionalidad adulta heredada de la modernidad las que
convocan al encuentro de sentidos, más que al distanciamiento y la ruptura, para no caer
en el reproche mutuo, sino en la comprensión de multiversos4 en los que hoy se
encuentran los jóvenes.
En estos estudios se ponen de manifiesto continuidades, discontinuidades y las
interpretaciones que las sociedades dan al papel de los jóvenes en el proceso simultáneo 3 Afectados tanto emocionalmente como cognitivamente, no necesariamente en sentido negativo.
Emocionalmente por las sensibilidades que hoy manifiestan y cognitivamente por sus representaciones y
estilos de pensamiento. 4 Corresponde a un término que denota la complejidad y la diversidad de los jóvenes quienes se mueven
simultáneamente en una variedad de realidades que los sustraen de la concepción de universo único o
mundo único para ubicarlos en múltiples realidades, o mundos posibles y diversos.
22
de pervivencia y transformación de la sociedad. Hoy siguen en circulación los
interrogantes por las posturas de los jóvenes frente a sí mismos, la sociedad, la política,
el poder, la democracia y la ciudadanía; más aún cuando los estudios muestran que cada
vez hay menos participación de los jóvenes en la vida política, por lo menos desde la
perspectiva de la elección y el voto (Salazar, 1998; Perea, 1998), su falta de credibilidad
en las instituciones, la desconfianza en el Estado y la desesperanza por una sociedad
más reconocedora, justa e incluyente (Taylor, 1996; Fraser, 1997; Balardini, 2000;
Lozano, 2008).
La política tiene muchos matices para ofrece diversas posibilidades de
investigaciones que permitan comprender la subjetividad, el juicio, los discursos y las
acciones políticas de los jóvenes. La elección y el voto no son las únicas formas de estar
en el mundo de la política. Como lo expresan Reguillo (1998; 2003); Rapacci, Gómez, y
Salazar, (2004); Delgado (2005) y Muñóz (2006) es posible encontrar formas diferentes
de participación política juvenil, ya sea desde la institución o en el escenario de la vida
cotidiana.
Reguillo aporta la idea de una visión no restringida de la participación política
porque parece que el mundo de los jóvenes tiene otros criterios y otras formas de
organización y, por ende, de participación, en la que no se fragmenta la razón del sentir,
el pensar y el actuar. Esto hace que, en el mundo juvenil, lo político no esté separado del
juego, del arte, de la música, la danza, del conocimiento y de la propia vida. Es
necesario entender las formas de expresión de los jóvenes no desde escenarios
restringidos, sino a la luz de las grandes transformaciones sociales, políticas,
económicas y culturales que en las últimas décadas se están dando.
Por tanto, es importante llevar a cabo estudios que permitan analizar y comprender
las formas como los jóvenes elaboran sus juicios y acciones políticas para formar lo que
Arendt (2001a) denomina como sentido de comunidad para la acción política. Es
fundamental ampliar la mirada sobre los jóvenes como sujetos políticos y, a la vez,
23
sobre la política misma, entendiendo que la política ha venido transformándose de
manera importante (Quesada, 2005; Agamben, 2000; 2004; Benhabib, 2005).
Investigaciones como ésta, permiten llevar a cabo miradas desde el “afuera” de las
tendencias tradicionales, para dar cuenta de los jóvenes como sujetos políticos desde su
propia mirada, desde su propia experiencia y práctica política, desde sus trayectorias
colectivas e individuales como participantes políticos.
En la medida en que se realizan investigaciones que visibilicen los significados del
sentido común, los juicios, significados y prácticas políticas circulantes de los jóvenes,
pero no reconocidas como prácticas tradicionales y por ello no aceptadas, es posible
acercarse a la comprensión de nuevas formas de la política, de la necesidad de cambio
en una sociedad aclimatada por los problemas de corrupción, la injusticia social, la
práctica clientelista de la política, entre otros males de la política contemporánea. En
esta medida se pueden develar las razones de los distanciamientos, las rupturas o las
alternativas de participación política de los jóvenes.
Es claro que el tema político es fundamental en las reflexiones de las ciencias
sociales y humanas contemporáneas. El análisis de sus características, las prácticas a
través de las cuales se hacen públicamente visibles, sus problemas, giros y
sometimientos pueden contribuir a comprender las posturas que los jóvenes asumen
frente a ella, sin juzgarlos ni pedirles que sean iguales a los jóvenes de otras
generaciones. Es comprenderlos como sujetos políticos en el momento histórico,
político y social por el cual está pasando Colombia en los últimos años.
En otros términos, se trata de develar a los jóvenes como participantes políticos en
una sociedad en cambio, con formas políticas diferentes, pese a la persistencia de
algunos políticos en preservar la tradición, desde las cuales algunos investigadores
hacen análisis del comportamiento político de los jóvenes. Para lograr este propósito la
fenomenología comprensiva (Arendt, 2001b) se constituye en la alternativa
24
metodológica de este estudio, porque permite desde una vigilancia epistemológica tratar
de construir una lectura que facilite la emergencia de las propias formas de ser sujetos
políticos de los jóvenes y con ellas, las nuevas formas de la política, que como supuesto
están circulando en la actualidad, reconociendo que hay diversas formas de ver y de ser
en el mundo, incluyendo el mundo o los mundos de la política.
A continuación desarrollo los planteamientos hechos por Hannah Arendt sobre la
política a partir del análisis profundo que sobre ella llevó a cabo a partir de la
recuperación de la tradición griega, lo cual contribuye a la comprensión de la misma en
los momentos actuales, del sentido del ciudadano y la configuración de espacios
públicos en los que ocurren implícitamente nuevas formas de hacer política.
25
CAPÍTULO II: UN HORIZONTE TEÓRICO PARA LA COMPRENSIÓN
DE LA POLÍTICA, LA DEMOCRACIA Y LA CIUDADANÍA
Introducción
He optado para el desarrollo de esta investigación por la perspectiva política de
Hannah Arendt, no con la intención de hacer contrastaciones, verificaciones o
falsaciones teóricas, sino como un horizonte de sentido para pensar y comprender la
política, la ciudadanía y la democracia en Colombia, como experiencia singular e
intersubjetiva de los jóvenes, entre diversos y plurales. Para ello tomo en consideración
conceptos como la política, la pluralidad, la natalidad, el espacio público, la libertad, el
juicio y la acción como pilares de la propuesta política de Arendt.
El sentido de la política
La política, expresa Arendt (2001a), surge entre los hombres porque el hombre por
sí sólo es apolítico, no hay en él una esencia política; por tanto, la política se establece
como relación en la que una pluralidad de hombres y mujeres discuten y actúan sobre
los asuntos públicos de interés;5 por consiguiente, la acción política queda condicionada
por las múltiples y diversas voluntades que, por momentos dificultan el logro de los
objetivos comunes, y en otros, la facilitan; desde este horizonte, la política no es una
relación entre dominadores y dominados. De allí la importancia de la libertad para
relacionarnos con los otros, más allá de la violencia, de la coacción e imposición, de
igual con iguales, hablando y persuadiéndonos entre sí porque todos debemos tener
derecho a la actividad política, la de hablar los unos con los otros y de escucharnos
5 La palabra «política» hacía referencia para los griegos a aquello que pertenecía a la polis. Lo político era
lo opuesto a lo privado, persona o particular, y se refería a lo común y a lo que a todos concernía. Así para
Aristóteles el dominio «político» era el gobierno de los libres e iguales, de esta manera la política se
identificaba con una forma específica de ejercicio del poder (Del Águila, 2003). De allí el importante
retorno que hacer Arendt a la tradición griega, sin quedarse en ella.
26
(Kohn, 2008). No obstante, si bien es cierto hay un predominio de lo colectivo en la
acción política, es posible encontrar acciones políticas no colectivas (Portinaro, 2003),
lo cual no quiere decir que la acción política ocurra en el aislamiento.
La política se configura, entonces, como un ámbito del mundo en el que los
hombres son primordialmente activos y le otorgan a los asuntos humanos una
durabilidad que de otra forma no sería posible (Kohn, 2008). Luego, la política trata del
estar juntos los unos con los otros, con los diversos (Arendt, 1998; Arendt, 2001a), en
este sentido, la política es actividad en la esfera pública en tanto que permite a cada
individuo, mediante sus discursos y acciones6, presentarse ante los otros como un sujeto
con identidad propia, que debe ser reconocido por ellos (Serrano, 2002). Vista así, la
política es un espacio para la libertad, no un espacio de prescripción de principios, ni de
configuración de una estructura vertical del poder como el caso de los totalitarismos
(Arendt, 1996; 2001a y 2001b; Kohn, 2001). Es un espacio de acción concertada,
porque la política es participación pública7 (Cano, 2004). 6 Uno de los aportes fundamentales de Arendt al tema de la política es su retorno a la experiencia de la
polis ateniense para identificar lo que ella consideró como “verdaderos tesoros” de la política y la
democracia, los cuales traídos al presente brindan aportes importantes para comprender la política reinante
en Occidente desde la primera mitad del siglo XX. Arendt no busca una reproducción de tales condiciones
como un paradigma a seguir en la política. Se trató de resaltar el carácter performativo de la acción
política en Atenas, con la intención de diferenciar la acción de las otras dos actividades: la labor y el
trabajo, de la condición humana (Taminiaux, 1994). Básicamente Aren (2001a) hace retornos con el
propósito de comprender la política a partir del discurso (lexis) y de la acción (praxis) al servicio público. 7 Arendt retoma el concepto de política como acción y participación, propuesto por Aristóteles, para quien
la política está referida como una actividad orientada a la consecución de una vida racional y buena para
los hombres, lo que significa que los medios utilizados para tal fin deben ser acordes con la razón, esto es,
morales. El cumplimiento de estas exigencias morales implica tanto a los gobernantes como a los
ciudadanos. Unos y otros deben cultivar las virtudes de la participación que la comunidad política
requiere. Su concepción de la política implica una concepción teleológica del mundo en la que todos los
seres, las actividades y las cosas han sido creados por la naturaleza para algún fin; por consiguiente, lo que
distingue a cada cosa, ser o actividad es el fin para el que existen. En este orden de ideas, la política para
Aristóteles se define por los fines que realiza, esto es el bien común. Cuando este fin se pierde la política
se torna corrupta, pues su actividad se encuentra desnaturalizada porque su fin no se realiza (Franzé,
27
En el espacio público se da el encuentro de la libertad de los ciudadanos para
decir y hacer, para moverse, para estar en el mundo y encontrarse con otros ciudadanos,
para dialogar e intercambiar puntos de vista sobre los asuntos públicos de interés común
y realizar acciones en conjunto. Es la esfera pública el escenario de encuentro con los
diversos, de la igualdad de desigualdades porque la característica básica de los seres
humanos es su diversidad, su pluralidad. En este espacio es donde se muestran, gracias a
la palabra, las distintas opiniones de los ciudadanos (Larrauri-Max, 2001). A través de la
palabra y la acción los ciudadanos pueden crear un mundo compartido en el que se
puedan dar las múltiples perspectivas en un espacio de relación en el entre nos de ese
encuentro con los otros. No obstante, para gozar de ella, es necesario liberarse de las
necesidades para poder imaginar, hacer con otros, cosas que introduzcan novedad en el
mundo (Arendt, 2003b).
Luego, la política es organización y participación en torno a los intereses comunes
sobre los asuntos públicos8, porque la política nace «entre» los hombres y entre ellos
existe una racionalidad común que permite el diálogo en pos de soluciones. En este
2004). Por otra parte, como el deber ser se deriva del ser, los valores que guían la política se derivan del
ser, de la naturaleza de la actividad, que para el caso de la política es el bien común, como una creación
humana. 8 Se fundamenta en el concepto de bien común que también es retomado por Arendt del pensamiento
griego. El bien común se refiere a que la comunidad política realiza el fin natural para el cual ha sido
hecha y el bien de cada individuo como requisito de la ciudad; porque cada individuo ha sido hecho para
algo, tiene un fin o bien particular que se transforman en medio para la vida buena o felicidad. Porque la
vida buena es la que le permite al hombre alcanzar su humanidad, constituirse en un ser humano
completo, en el sentido moral, esto es en el sentido de la justicia. Es decir que un hombre es justo cuando
realiza aquello para lo cual fue hecho en tanto hombre, es decir que practica las virtudes para tomar
decisiones que realicen el bien en cada circunstancia y en relación a sus protagonistas. Es por esto que la
política es parte de la ética, en tanto en ella se aplican los fines para un bien común en la ciudad. La
ciudad juega un papel fundamental en estas condiciones del sujeto político. Fuera de ella sólo podían
existir los dioses y las bestias. Lo que hace evidente la existencia del ser humano como un zoon politikon
es su capacidad discursiva. La facultad de la palabra es uno de los aspectos que le posibilita la felicidad.
28
sentido, sólo los hombres aislados serían a-políticos y tendrían dificultad para ejercer
sus derechos como ciudadanos y como sujetos políticos.
La concepción que tiene Arendt sobre la política remite a tres planos
fundamentales: 1) como ciudadanía activa y participante en la que se desarrolla
solidaridad y reciprocidad que los hombres y mujeres debemos ejercitar en una
democracia, en cuanto: seres libres e iguales, 2) Como igualdad política o como la
artificialidad de la política, en cuanto que la política misma es el producto de la
interacción humana y, por tanto, «el derecho a tener derechos»; no es atributo natural de
los hombres. En este sentido la “comunidad política debe constituirse sobre la base de
identidades ciudadanas, es decir, políticas, 3) como comunidad política que a su vez crea
un espacio público, un espacio de la “presencia en común” en la que se decide sobre
cuestiones de interés público; la “artificialidad” proviene precisamente de que ésta es
producto de la interacción entre los individuos; la política aparece como un artificio,
como algo que se construye colectivamente (Baca, Bokser-Liwerant, Castañeda,
Cisneros y Pérez, 2000).
Lo anterior no quiere decir que cualquier relación sea propiamente política, ni que
en cualquier lugar en que vivan los hombres y las mujeres, haya política. Señala Arendt
(2001a), que la esfera de lo político y lo social9 se han confundido, producto de la
traducción hecha del griego al latín y la posterior adaptación al pensamiento romano-
cristiano. Así desde Séneca se tradujo zoon politikon10 como animal social y persistió en
9 En Aristóteles, lo político supone lo social, pero lo social no supone lo político. Animal social no supone
moralidad, supone reunión para el sólo vivir, no para la vida buena (Franzé, 2004). El fin de la política es
el bien común. Como desarrollo de la felicidad de la comunidad política, requisito del bien de cada
individuo. El concepto “social” Etimológicamente hunde sus raíces en el pensamiento romano y no tiene
equivalente en el pensamiento griego (Cano, 2004). El «vivir políticamente» de los griegos paso a ser en
la política romana «vivir y estar entre hombres» o «morir y cesar de estar entre hombres» (Arendt, 2001a). 10 Para Aristóteles el hombre es un zoon politikon, es decir, existe para vivir asociadamente con los otros
hombres en la polis o comunidad política. En este sentido, la tendencia del hombre a vivir en una
comunidad política no está destinada a satisfacer las necesidades primarias de subsistencia, sino a los
29
el pensamiento de Tomás de Aquino, para quien el hombre es político por naturaleza,
cuando la política es una creación entre los hombres (Arendt, 2001b).
La diferenciación que hace Arendt entre lo político y lo social permite comprender
cómo en la esfera política, a través del discurso y la acción, los hombres propenden por
la solución de problemas comunes mediante la capacidad de organización y de
participación para dar respuesta a los intereses públicos.
En la esfera de lo social se resuelven los problemas personales para promover la
convivencia. Así Arendt presenta una ilustración de la diferencia entre lo político y lo
social: el problema de contar con una vivienda adecuada es social y la acción conjunta o
no para conseguir tal fin, es lo que constituye lo político. Por ejemplo, el problema
social de la violencia adquiere los matices políticos cuando los ciudadanos recuperan la
iniciativa y capacidad de organización para participar en la toma de decisiones y en la
implementación de las soluciones; no renuncian a la crítica y no se subsumen a los
intereses particulares de instituciones que los representen (Cano, 2004). No obstante,
previamente Habermas (1984), hace un llamado de atención al respecto por cuanto la
política debe preocuparse de lo social para no caer en utopías irrealizables.
Para Arendt sin la participación pública resulta ingenuo responsabilizar al
gobierno de los problemas sociales, de allí la importancia de la educación y la
socialización política, de lo contrario, cuando la mayoría de los ciudadanos se quedan
simplemente como observadores, se vuelven aliados latentes de la minoría. Por otra
rasgos morales del hombre, porque sólo en una comunidad política el hombre alcanza su plenitud, en
términos morales, como tal. Animal político equivale a animal moral. La felicidad humana o plenitud
(eudaimonia, entendida más como plenitud que como felicidad en términos aristotélicos), para la cual
existe el ser humano. Consiste en la práctica de la virtud o excelencia (areté, como plenitud o excelencia)
(Barnes, 1999), posibles en la vida en comunidad política dado que requieren la actividad con otros seres,
no se puede realizar aisladamente. Para Aristóteles la plenitud no se alcanza sólo con el conocimiento de
lo que es bueno, sino siendo bueno. El conocimiento es necesario, pero no suficiente, es necesario actuar
con bondad porque el conocimiento del bien es necesario, pero no suficiente.
30
parte es necesario tener en cuenta que la libertad de la indiferencia es la libertad de no
hacer nada y que los prejuicios con respecto a la política, se constituyen en la base para
no actuar.
Arendt reconoce que en todos nosotros hay prejuicios contra la política, son
prejuicios comunes a todos y representan algo político en el más amplio sentido de la
palabra; evidencian realidades innegables y reflejan fielmente la realidad y sus aspectos
políticos, de allí que contengan un cierto juicio presente (Kohn, 2008).
En su riguroso retorno a los conceptos, Arendt (2001b) encuentra la referencia al
zoon politikon11 como aquel individuo capaz de actuar en concierto para atender
intereses públicos, no de tipo burocrático. Las virtudes del zoon politikon se
evidenciaban en su capacidad de llevar a la práctica su interés por lo público, por la
organización y la creación de espacios de participación óptima. Es un individuo que
tiene apertura espiritual para interesarse por los demás, referido así por Aristóteles
(1994): “Procurar el bien de una persona es algo deseable, pero es más hermoso y divino
conseguirlo para un pueblo” (p, 131). Se preocupa por el sufrimiento ajeno y a partir de
este sentimiento, puede decidir transformar la propia vida en las relaciones con los otros.
Desde este punto de vista Arendt, pone de manifiesto la relación entre estética, ética y
política. Es claro que sin cierta disposición estética hacia la vida, no podríamos
interesarnos en la ética, pero tampoco podríamos ser éticos sin interesarnos por lo
público (Cano, 2004).
Esta concepción sufrió importantes transformaciones con las propuestas de
Hobbes, para quien la política se convierte en una técnica científicamente 11 En la concepción clásica y aristotélica, la política se consideraba como un arte (una práctica y no una
técnica), no equiparable a una ciencia rigurosa. Esto porque su objeto, lo Justo y Excelente, carece de
constancia ontológica y de necesidad lógica. Como parte de la filosofía más práctica que es, la política se
basa en la phronesis, en el entendimiento prudente de la situación. Además, no hay ni puede haber
discontinuidad entre ética y política, entre el ámbito privado y el ámbito público, porque ser humano y ser
ciudadano es una y la misma cosa: ser un zoon politikon.
31
fundamentada, cuyos postulados son válidos con independencia de todo contexto
espacial y temporal12. En consecuencia expresa Habermas (1973) que la antigua
concepción de la política, la de la polis griega, se ha vuelto ajena y un tanto extraña
desde el momento de la revolución conceptual que inicia Maquiavelo y completa
Hobbes, lo que hace en términos de Lechner (1996), que la política ya no sea lo que fue
y, en términos de Arendt (2001b), que surja la pregunta por su sentido especialmente de
cara a los acontecimientos vividos en la primera mitad del siglo XX con los
totalitarismos en los que se politiza la totalidad de la vida humana con la pérdida,
consiguiente, de la libertad y las posibilidades modernas de aniquilación en manos de
los Estados, con los que además reexponerse la libertad, se juega la vida en todas sus
manifestaciones.
Arendt encuentra posteriormente, en el trabajo de San Agustín, el término «bios
polítikos» que caracteriza al hombre político por sus intereses sociales y políticos, por
actuar para el bienestar público en el ágora. El hombre que no participaba de los
compromisos públicos es considerado idion por no tener relación con la polis o idiotés al
no interesarse en lo público, sino en lo particular (Arendt, 2001b; 2001c).
El hombre político tiene una vita negotiosa o actuosa, que desde la perspectiva
aristotélica, refleja la verdadera esencia de la política, esto es, la vida dedicada a los
intereses públicos, allí donde se da lugar a la excelencia humana, a la areté o a la virtus,
para los romanos, en un espacio de actuación conforme a la razón y teniendo en cuenta
el encuentro con los otros. El interés de Arendt, sin negar la altitud del bios theoreitikós,
es actualizar el sentido del bios políticos, por la satisfacción personal y pública que
conlleva esta forma de vida13. 12 Al respecto considera Hobbes que Si se tiene un conocimiento del orden correcto del Estado y de la
sociedad, ya no se requiere la acción prudente (práctica) de los seres humanos en sus mutuas relaciones;
para ello se requiere de la producción correctamente calculada de reglas, relaciones e instituciones. Con
los cambios iniciados desde Maquiavelo a Hobbes se inicia la ciencia política. 13 Arendt (2001b) retoma la clasificación aristotélica de los tres modos de vida humana: Bios
apolaustikós: vida del goce de los placeres corporales. Bios politikós: dedicada a los asuntos de la polis y
32
De hecho en relación con el conocimiento en política es importante tener en
cuenta que el saber teórico está orientado a descubrir la verdad o la lógica de
determinados fenómenos, como en el caso de las ciencias de la naturaleza y las ciencias
físico - matemáticas14. Los resultados son objetivos y necesarios para la promulgación
de leyes y teorías. Arendt rescata la perspectiva del conocimiento, de la política que
Aristóteles (1995) plantea en la Ética Nicomáquea: “Y puesto que la política se sirve de
las demás ciencias y prescribe, además, qué se debe hacer y qué se debe evitar, el fin de
ella incluirá los fines de las demás ciencias, de modo que constituirá el bien del hombre”
(p. 131).
El saber político no es exacto, ni puede definir lo perfecto, porque para cada
problema existen soluciones mejores que otras, pero siempre varían dentro del marco de
Bios theoretikós: vida teorética, que correspondía para Aristóteles a la más satisfactoria y excelente forma
de vida humana. 14 Desde la ilustración se le ha dado un lugar preponderante a la razón tanto en la producción del
conocimiento científico como en su capacidad de combatir la injusticia a través de la acción política. Para
este último propósito la razón contaba con dos recursos, unas veces complementarios y otras con
capacidad de operación separada: de una parte, la filosofía de la historia que promovía una concepción
enfática de la política como ámbito de la emancipación del género humano. De hecho se dieron
tradiciones emancipatorias con altas exigencias morales, lo que le dio a la política un horizonte de utopía;
y, por otra, la asimilación de la actividad política a la ingeniería social capaz de transformar el mundo de
acuerdo con las exigencias de un modelo racionalmente fundado que exigía el cumplimiento de los
cánones de la ciencia. Desde estos dos marcos de la razón a la política se le ha atribuido un componente
de conocimiento casi de excelencia que cualificaba la intervención en el espacio público (Vargas –
Machuca, 2004). Así, como el conocimiento era y es una “una estructura de creencias públicamente
responsable, también el gobierno democrático resultaba una estructura de autoridad públicamente
responsable sobre la base de las razones” (Dunn, 1995 en Vargas-Machuca, 2006, p. 150). El aspecto
central de la democracia es, entonces, la retórica y el arte de convencer con deliberación.14 La democracia
se ideó para evitar la subyugación, para ello, desde su instauración en la Grecia antigua, existió una
estrecha relación entre su institución y las técnicas autocráticas analíticas del pensamiento. Las dos se
apoyaban en la práctica de la discusión pública y en la aceptación del razonamiento como base de las
conclusiones (Vargas – Machuca, 2004).
33
los bienes considerados buenos (Franzé, 2004). De allí que, por así decirlo, Arendt
(2001b) sella su concepción de la política con el planteamiento aristotélico de que el fin
de la política no es el conocimiento sino la acción.
Según Arendt la construcción de la política no se debe hacer desde el exterior sino
desde los intereses de los ciudadanos y no por intereses particulares que determinan sus
pautas de acción, generando absolutismos, autoritarismo y totalitarismo e imperialismos.
De allí la importancia que le da al juicio para reflexionar sobre los asuntos políticos;
tema que abordo a continuación.
La natalidad y la libertad, condiciones necesarias en la política
La natalidad, como es propuesta por Arendt (2001a), es el fundamento de todas las
actividades humanas; pero en particular tiene estrecha relación con la acción como
inicio o novedad, teniendo en cuenta que la acción es política por definición. La acción
es la categoría central del pensamiento político (Brunet, 2007).
Desde una perspectiva fenomenológica, la natalidad está referida al hecho de que
los seres humanos son los únicos que nacen y re-nacen cuando se inaugura un nuevo
sentido o cuando actúan de manera inesperada. Son los únicos que viven entre muchos
creando sentidos comunes. Con la natalidad, el recién llegado toma iniciativa y rompe la
continuidad del tiempo.
La natalidad hace posible un nuevo comienzo cada vez que un nacimiento se
produce en el mundo. Este recién llegado es un initium en cuanto es un agente que
comienza algo, y principiante, dado que es un Ser de acción, un ser que puede introducir
en el mundo lo inesperado. La natalidad derrota a la muerte posibilitando la
permanencia en el recuerdo comunicado a través de la narración (Corral, 1994; Prada,
2006).
34
Nacer es estar en el proceso de llegar a ser, en proceso de un devenir en el que el
recién nacido articula su identidad en una cadena de inicios – de acciones y novedades -.
El nacimiento de los hombres como parte del juego del mundo significa seguir y seguir
queriendo lo querido una vez. Es una auténtica memoria de la voluntad (Nietzsche,
1975). La voluntad de hacer promesas porque los seres humanos se responsabilizan de la
continuidad del mundo, más allá de la muerte. Cada hombre con su nacimiento y la
voluntad de hacer y cumplir las promesas, hace posible el juego del mundo (Arendt,
2001a).
La acción, entonces, es la radical capacidad de comenzar algo nuevo y
sorprendente, que no estaba previsto (Barcena y Melich, 2000). Se constituye en el
reconocimiento de la vida, de la existencia humana para hacer cosas nuevas, no se trata
de un asunto de buenas intenciones, se trata de un esfuerzo de los seres humanos por
adaptarse, como extranjero en la realidad, a una realidad viva, de múltiples rostros y con
múltiples sentidos (Arendt, 1994).
La natalidad es la condición de re-creación del mundo, de cuidado por el mundo,
de amor mundi, porque el mundo, todo lo que nos rodea, se hace cada vez más extraño y
ajeno. Es un mundo de incertidumbre, de desconcierto e incluso de confusión para
muchos y de crisis para otros. Un mundo que convoca a todos los seres humanos a la
responsabilidad. Es un mundo que requiere de la experiencia humana para su
recuperación.
Es por lo anterior que en la acción manifiesta en la esfera pública, se expresa la
libertad como espontaneidad y capacidad de comenzar porque el ser humano es un ser
de palabra y de acción, origen y principio de la libertad, por tanto fuente de decisiones y
de responsabilidad. La libertad es la razón de la política y es la acción el lugar en el que
se aplica. Por consiguiente, la libertad política es la que da lugar a lo que antes no existía
porque es creación. Ser libre y actuar es para Arendt, la misma cosa.
35
En síntesis, la natalidad se constituye en matriz de todas las acciones. Introduce
algo nuevo para hacerlo aparecer por primera vez ante el público, se trata de algo
auténtico en tanto se añade algo propio al mundo. Es una acción que le da durabilidad y
sentido al mundo, es política, pero a su vez se caracteriza por su fragilidad. Con sus
reflexiones, Arendt logra hacer de la acción un principio de libertad y un principio
político.
La acción como praxis
Arendt (2001b), asume una visión integral de la condición humana. Ve en las
facultades humanas de la libertad y el lenguaje, en la disposición estética [aisthesis:
sensibilidad] de la comprensión y en los valores éticos de la philia, de la promesa y del
perdón los condicionantes de la acción política (Cano, 2004). En su obra La Condición
Humana, retorna a los planteamientos griegos de la Vita Activa para establecer la
diferencia entre la acción y las otras dimensiones de la condición humana: la labor y el
trabajo. La labor corresponde a esa dimensión obligada por la naturaleza en tanto que
posibilita la producción de aquello que el organismo requiere para sobrevivir y con ello
garantizar la pervivencia de la especie. De allí que sus productos estén destinados al
consumo y por ello tienen una condición de mayor durabilidad que los de la labor.
Las condiciones propias de cada actividad son la vida y la mundanidad; en tanto
que las condiciones generales de la existencia humana son el nacimiento y la muerte.
Así, las tres dimensiones de la vida humana: la labor, el trabajo y la acción, se
constituyen en las condiciones básicas bajo las cuales transcurre la vida de los seres
humanos, en la tierra; a la vez, se da la creación con otros del mundo de los asuntos
humanos, mundo en el que las categorías políticas esenciales son la pluralidad la
natalidad y la acción.
El análisis que hace Arendt de la vita activa (Arendt, 2001b), le permite recuperar
la acción como inicio y como novedad. Actuar del verbo griego archein («comenzar»,
36
«guiar» y, finalmente, «gobernar») y pratein («atravesar», «realizar» «acabar» y del
latín agere («poner en movimiento», «guiar») y gerere (cuyo significado original es
«llevar»).
La acción se diferencia de la labor y el trabajo por ser constitutiva de la libertad y
por su impredecibilidad, en el sentido de que tiene un comienzo conocido, pero nunca
tiene un fin predecible. Gracias a la palabra y la acción el mundo se revela como un
espacio habitable en el que es posible la vida con los otros hombres. Es el mayor
referente de la vita activa, en ella se hace evidente el aparecer en público y su
característica es que da lugar vital a lo nuevo. La acción como natalidad está referida
fundamentalmente al hecho del inicio. Nacer es entrar a formar parte de un mundo que
preexiste a los hombres, por ello nacer es aparecer, hacernos visibles por primera vez
ante los otros.
La acción es entrar a formar parte de un mundo común, de un mundo plural de
espectadores, porque somos, a un mismo tiempo perceptor y objeto percibido, y
formamos parte de un con-texto. En la Vida del Espíritu, Arendt (2002) hace referencia
a este hecho así: “no sólo estamos en el mundo, sino que formamos parte de él” (p. 35).
La acción sólo es política si va acompañada de la palabra (lexis), del discurso. Sólo en la
conversación podemos experimentarlo como un mundo común; sólo en la
intersubjetividad que se propicia a través del habla es posible comprender cómo es
realmente el mundo, como “lo que está entre nosotros. Lo que nos une y nos separa”
(Birules, 2001, p. 19).
La acción es la única actividad que se da entre los hombres sin la intermediación
de cosas materiales, porque se da en una red de relaciones y referencias que ya existen.
Corresponde a la condición humana de la pluralidad, al hecho de que los hombres y
mujeres vivamos en la Tierra y habitemos el mundo. Por tanto, la acción no puede tener
lugar en el aislamiento, requerimos de unos otros para culminarla. “A la acción le es
peculiar, dice Arendt, poner en marcha procesos cuyo automatismo parece muy similar
37
al de los procesos naturales, y le es peculiar sentar un nuevo comienzo, empezar algo
nuevo, tomar la iniciativa o, hablando kantianamente, comenzar por sí mismo una
cadena” (Arendt, 2001b, p. 19).
La acción se distingue por su constitutiva libertad y por la impredecibilidad, pese a
que tiene un comienzo definido. “Gracias a la acción y la palabra que el mundo se revela
como un espacio habitable, un espacio en el que es posible la vida en sentido no
biológico (bios)” (Arendt, 2001b, p. 18). Le permite a cada hombre la inserción en el
mundo, la relación con unos otros ya presentes. De allí que el concepto de natalidad
juegue un papel importante en la explicación que Arendt da de la acción.
La acción política es la forma de acción y el modo de ser propio de los hombres
que tienen logos y coordinan sus acciones mediante la palabra articulada como discurso
racional. Por consiguiente, es a través de la comprensión de la acción que se pueden
develar los problemas, peligros y amenazas de la época moderna y del mundo
moderno15.
Toda acción connota un inicio, una forma de aparecer, de hacerse visible en un
mundo que ya está integrado por otros; es entrar a formar parte de un mundo común. Es
una forma de reafirmar la propia apariencia ante una pluralidad de espectadores. Se
evidencia una relación entre los seres humanos y el mundo: no hay hombres por fuera
del mundo, tampoco el mundo está por fuera de los seres humanos: “en tanto que
agentes, somos al mismo tiempo sujetos perceptores y objetos percibidos, formamos
parte de un contexto”. (Arendt, 2002a, p. 18). Quiere decir que esa imagen que han
presentado algunas de las ciencias sociales mediante una ecuación H – R (Hombre –
Realidad) no es válida para comprender a los seres humanos como actores o actrices
15 Arendt, en el prólogo de la Condición Humana establece la diferencia entre estas dos categorías. La
edad Moderna comenzó en el siglo XVII y culminó al inicio del siglo XX. y el Mundo Moderno,
políticamente hablando, corresponde al que hoy vive la humanidad, e inició con las primeras explosiones
atómicas
38
visibilizándose ante un escenario en el que hay unos oros y con quienes se establece una
relación intersubjetiva.
Ahora bien, para Arendt, la acción sólo es política cuando va acompañada de la
palabra (lexis) que vuelve significativa la praxis, de la palabra como discurso que a su
vez es acción en tanto dota de significado y durabilidad al mundo, porque en el discurso
es que se puede hacer referencia a un mundo común, que es nuestra responsabilidad. El
habla permite comprender las diferentes posturas frente al mundo, ese mundo que a la
vez separa y une a los seres humanos. Por tanto, toda acción se ubica en una red de
relaciones y referencias que ya existen, lo cual no quiere decir que se trate de un proceso
estático; por el contrario, le permite a quien actúa ver más allá de lo que podía prever.
En consecuencia, la acción es impredecible tanto en sus consecuencias,
ilimitada en sus resultados e irreversible; tampoco tiene lugar en el aislamiento porque
es inicio de una cadena de acontecimientos. Es por esto que la natalidad se constituye en
una especie de matriz de todas las acciones e implica la introducción de cosas nuevas en
el continuum temporal de la naturaleza y de la vida cotidiana. Corresponde al que cada
uno puede añadir como propio al mundo; con ello se le da sentido y durabilidad al
mundo de manera que la acción se constituye en un principio de libertad y en un asunto
político (publico). Por lo anterior, la libertad tiene que ver con la pluralidad;
entendiendo la pluralidad como distinción y tiene que ver con lo que se evidencia en la
acción y en el discurso. De allí que el sentido de la acción sólo se podrá revelar
retrospectivamente y, por otra parte, la acción no queda restringida como privilegio a los
políticos, es de todos al estar entre otros.
Una de las ideas que más aporta a la comprensión es que “la narración, requerida
para dar una solución práctica a las aporías del tiempo, lleva al mismo tiempo el
concepto de la acción al nivel de la praxis de Aristóteles en el sentido en que lo
verdaderamente importante no es el hacer de la acción humana, sino en que ésta
construye al sujeto de la acción, es decir, al agente. Es justamente a través de la
39
narración, dirá Ricœur (1987a y b), que se salva ese hacerse a sí mismo, propio del
actuar humano.
Desde esta perspectiva, la acción humana se hace realmente histórica, por su
despliegue en el tiempo y porque inscribe esta temporalidad en la red del lenguaje, de
significados de manera amplia, en un contexto público. Es desde aquí que la acción
adquiere un sentido, una finalidad. A la luz de la teoría narrativa, la apertura y extensión
del campo de la acción se hace a través de un doble movimiento de complejidad
ascendente a partir de las prácticas y de especificación descendente a partir del horizonte
vago y móvil de ideales y de proyectos a la luz de los cuales una vida humana se
aprehende en su unidad.
El horizonte de la acción queda entonces delineado entre el horizonte
comprensivo, esto es la unidad narrativa de vida y las prácticas como determinaciones
concretas y un tanto definidas; entre ellas dos están los planes de vida como “vastas
unidades prácticas que designamos con el nombre de vida de familia, vida profesional,
vida de ocio, etc.” (p.186). Son planes que toman forma entre los ideales y las
condiciones de realización. Los planes de vida constituyen, en ese sentido, una zona
mediadora de intercambio entre la indeterminación de los ideales rectores y la
determinación de las prácticas.
En este proceso juega un papel fundamental la comprensión de la experiencia
política como producto de una praxis, que, como expresa Kohn (2005) al ser
“penetrada” por el juicio, valida una serie de decisiones logradas por acuerdo, dentro del
contexto de la pluralidad de opiniones en encuentro.
La comprensión, desde una perspectiva hermenéutica, tiene para Arendt, la
función de consolidar la acción comunicativa para evaluar críticamente las opiniones en
conflicto, establecer las limitaciones de los discursos y evitar que estos discursos se
conviertan en dogmas. Por otra parte, dentro del contexto de la praxis relacional de los
40
seres humanos, la hermenéutica orienta la comprensión sobre los eventos cruciales de
las sociedades, lo cual contribuye al diseño de criterios que faciliten la consecución de
una democracia de y para los ciudadanos.
El propósito es efectuar un análisis fenomenológico de la política para lograr una
comprensión intersubjetivamente verosímil de las acciones realizadas por los hombres
con la intención de develar mediante la interpretación, el sentido que encierran estas
acciones. La hermenéutica es fundamental en la crítica del juicio para consolidar la
racionalidad dialógica que le es inherente para examinar las opiniones en tensión de los
ciudadanos e indicar sus alcances y limitaciones a fin de que no se conviertan en
dogmas.
Desde la perspectiva hermenéutica que propone Arendt, todo discurso orientado a
la interpretación de las experiencias y las acciones parte de la hipótesis fundamental de
que la comprensión de la praxis está ligada a un tipo de racionalidad intersubjetiva, la
cual al ser penetrada por el juicio, valida una serie de decisiones logradas por consenso
dentro del contexto de la pluralidad de opiniones confrontadas libremente entre sí. Dice
Arendt (1995):
Esta experiencia es una experiencia en el pensamiento [...] y, como todas las
experiencias [son el resultado de un] hacer algo, sólo puede ser ganada mediante la
práctica”. Para evitar cualquier connotación de idealista, manifiesta: “mi
suposición es que el pensamiento mismo nace de los acontecimientos de la
experiencia vivida y que debe mantenerse vinculado a ellos como los únicos
indicadores para poder orientarse” (p. 86-87).
Brindar claves hermenéuticas para la comprensión política del hombre
contemporáneo ha sido la gran pasión intelectual que está en la base de toda la reflexión
de Hannah Arendt. Por ello, uno de los principales objetivos de la presente investigación
ha sido revisar aquellos aspectos de su pensamiento que permiten construir un camino
41
de análisis del juicio, discurso y acción de los jóvenes en el marco de la política, la
democracia y la ciudadanía.
En este sentido los jóvenes como recién llegados con sus iniciativas rompen la
continuidad del tiempo y transforman, mediante las innovaciones o con las rupturas, las
tradiciones que no les garantizan su genuina identidad. A través de sus prácticas, de la
novedad, de la creación y la recreación se encuentran en proceso de llegar a ser, en un
proceso en devenir en el que se articulan desde sus propias identidades (Gómez, 1995;
Benedicto y Morán, 2003; Reguillo, 2003; Gómez, 2005).
La política y la esfera pública
En el dominio público, la posibilidad de comenzar se actualiza a través del
discurso y la acción; por consiguiente, lo que refleja la verdadera esencia de la política
es la vida dedicada a los intereses públicos, allí donde se da lugar a la excelencia
humana – areté – o la virtus, para los romanos, corresponde a lo que se denomina como
vita negotiosa o actuosa. Es el espacio de actuación conforme a la razón, en el
encuentro con los otros; diferente al sentido del gregarismo que también se encuentra en
los animales (Franzé, 2004). Desde este punto de vista Arendt distingue la política de la
organización social, jurídica y administrativa de las ciudades16, aspectos que en la
contemporaneidad sí se incluyen en la política.
16 Para Arendt, la polis no hace referencia a la ubicación física de las ciudad- estado, corresponde más a
las relaciones entre los ciudadanos en torno a los intereses públicos, la participación libre en la
organización pública (Arendt, 2001, p. 35). Inicialmente, los griegos no consideraban la legislación entre
las actividades propiamente políticas. Posteriormente para los socráticos, la legislación y la ejecución de
decisiones a través del voto se constituyeron en las actividades políticas más legítimas, aunque no
necesariamente el jurista o los hombres actuaran como ciudadanos, sino como artesanos, de manera que
su acción era una especie de poiesis más que de praxis.
42
La esfera pública es como un escenario en el que se ponen en evidencia, gracias a
la palabra y la acción, las diferentes opiniones de los ciudadanos sobre los asuntos
públicos. Se requiere para disfrutar de la libertad de participar entre plurales, entre
iguales pero diversos, librarse de las necesidades, no tener que ocuparse de labores de
supervivencia u obtener tiempo para el ocio, para dedicarse a imaginar, elaborar y
realizar planes y acciones que introduzcan novedades en el mundo.
La pluralidad es la ley de la tierra, se traduce en diversidad de raza, historia, sexo,
religión, ideas y formas de ser y estar en el mundo. También entre los seres humanos
que comparten algunas de esas diferencias, o todas, la pluralidad es muy grande. De
hecho, cada ser humano, cuando nace, ocupa en el mundo un lugar totalmente diverso
de los demás. Como el milagro, cada recién nacido encarna una novedad absoluta, sin
que ni antes ni después pueda repetirse. En lo magistral de esta singularidad, a la
pregunta: “y ¿tú quién eres?, cada uno puede responder con un relato único Esa
novedad, implícita en el nacimiento de cada ser humano, es ya en sí misma prueba de
que éste puede introducir en el mundo algo diferente.
En ese contexto de la pluralidad, el diálogo y no la fuerza son la condición para
persuadir y convencer y propiciar acciones orientadas al cambio, para lo cual se requiere
la valentía de exponerse en el escenario público a la vista de los demás. En esa gran
virtud política, la valentía, se corren riesgos como no ser entendidos, no ser seguidos,
equivocarse, e incluso verse afectada la seguridad personal. En la esfera pública se
expone, mediante la palabra y la acción, la buena vida: la libertad, la dignidad, el
reconocimiento.
Diferencia Hannah Arendt entre la comunidad natural y la asociación política. Este
ejercicio de diferenciación la conduce a considerar que la ciudadanía se configura
mediante la acción y el discurso en un espacio público compartido, como una
comunidad creada y constantemente reconfigurada por las acciones de sus miembros.
Desde esta perspectiva no puede haber comunidad política previa a la asociación política
43
y menos aún cuando existe la exclusión, cuando no hay deliberación conjunta, ni cuando
se vincula la política con la violencia, por ejemplo de carácter militar.
Son posibles estas comunidades cuando se forman comunidades espontáneas
regidas por contrato horizontal, esto porque se posibilita la creación de espacios
públicos en los que es viable el ejercicio de la libertad y de la acción colectiva. Luego
para que existan posibilidades para la acción se requiere intensificar la democracia
mediante la participación ciudadana comprometida con los asuntos públicos de manera
intensa (Sánchez, 2003).
Juicio y pensamiento
El tema del juicio se constituyó en uno de los pilares de la obra de Hannah Arendt,
para explicar la condición del hombre contemporáneo frente a los acontecimientos del
mundo moderno. Trabaja esta autora, aunque no de manera amplia, la relación entre el
pensar y el juzgar, la moral y la política (Arendt, 1999; 2002; 2003a; 2003b; 2005). En
su evolución del pensamiento llega a la vida como pensamiento y al pensamiento como
vida. Es decir a la vida como experiencia de pensamiento, como lo manifiesta Kristeva
(2003).
Su análisis a partir del juicio a Eichman en Jerusalén y su retorno a las ideas de
Kant, en relación con el juicio estético como fundamento de una posible filosofía
política del autor, evoca, a su vez, el pensamiento de Hume (1989) quien parte en su
obra Sobre la norma del gusto, argumentando la gran diversidad de gustos que reina en
el mundo, así lo expresa:
La gran variedad de gustos, así como de opiniones, que prevalece en el mundo es
demasiado obvia como para que haya alguien sin observarla. Hasta hombres de
limitado conocimiento serían capaces de señalar una diferencia de gustos en el
estrecho círculo de sus amistades, incluso cuando las personas hayan sido
44
educadas bajo el mismo tipo de gobierno y hayan embebido pronto los mismos
prejuicios. Pero aquello que pueden ampliar sus miras contemplando naciones
distintas y edades remotas todavía más sorprendidos de esta gran inconsistencia y
contraposición (p. 2).
La cuestión del gusto se complejiza porque no se está señalando las propiedades de
un objeto, sino un sentimiento, como una modificación subjetiva frente a unos
determinados objetos. En éstos términos, no se puede
hablar de sentimientos falsos o correctos ni de apreciaciones correctas o incorrectas,
pues ello implicaría caer en extremos, o pretender controlar los sentimientos de otros.
Lo cual no significa que se puedan generar disputas sobre el gusto, luego se requiere un
criterio o una norma que haga razonable el derecho a evaluar los juicios de los otros
sobre el objeto en cuestión.
Es el sentido común el que pone en evidencia la relatividad del gusto, de allí que
algunos objetos puedan ser más valorados que otros, de acuerdo con su calidad
(Quintana, 2006). Es un juicio que se basa en el sentimiento y no en determinadas
propiedades del objeto, es un problema del gusto. Afirma Hume (1989):
Aunque algunos objetos, a causa de la estructura de la mente, estén por naturaleza
calculados para proporcionarnos placer, no se ha de esperar que en cada individuo
el placer sea sentido de igual manera. Ocurren incidentes y situaciones particulares
que, o bien vierten una luz falsa sobre los objetos, o bien impiden que la verdadera
transmita a la imaginación el sentimiento y la percepción adecuados (p. 33).
Para el autor los criterios para determinar a una persona como buen crítico,
depende de las cuestiones de hecho. El gusto está en directa relación con la capacidad
para sentir y reconocer los principios generales que hacen de una obra un objeto de
aprobación perdurable y que se pueden deducir de las que se han mantenido en el
tiempo (Quintana, 2006). Por otra parte, el juicio depende de una buena disposición
45
física y mental, producto de una cierta formación cultural que incluya una educación
comparativa en obras de arte; el desarrollo de un entendimiento desprejuiciado, el
conocimiento de diversas culturas y pueblos para conocer lo que se aprecia o se rechaza,
en las obras de arte y aceptar la posibilidad del desacuerdo (Quintana, 2006).
Por el contrario, Kant parte de la cuestión del gusto, pero no centrada en la
variabilidad del gusto, sino en un uso del lenguaje para, a través de él, declarar que algo
es bello; este es el juicio del gusto, el cual es hecho por todos los seres humanos. Se
busca analizar el sentido de tales juicios, a través de develar lo que se quiere dar a
entender cuando se comunica, para luego determinar las condiciones que lo hacen
razonable.
Son los espectadores que juzgan quienes tienen la última palabra, puesto que son
ellos los que determinan que un acontecimiento pertenece o no a la historia. Expresa
Denneny (1994), interpretando a Arendt, que no son “ni el éxito ni el poder desnudo los
que determinan la significación o la grandeza de un acontecimiento. Sólo los
espectadores, que constituyen el espacio de la historia (la memoria) en el que todas las
acciones y las obras de arte se inscriben y, por lo tanto aparecen, pueden emitir el juicio
último sobre un acontecimiento, por la calidad de su existencia”, agrega el autor: “esta
podría ser considerada la función política del juicio” (p. 91). De allí que la acción y la
palabra, como categorías centrales en el pensamiento político de Arendt, están
acompañadas del juicio, como facultad que responde a las acciones y las evalúa.
En el ámbito de la política no es posible moverse sin juicios, porque el
pensamiento político se basa esencialmente en la capacidad de juzgar. Con el juicio, la
persona se reconoce y establece afinidades o distancias con otros. Por consiguiente, en
la facultad del juicio, el pensamiento (Denken) es la actividad espiritual17 de la
autorreflexión que busca el “significado” en el sentido kantiano. “El pensamiento es una
17 Arendt (2002a) en su obra de La vida del espíritu, se refiere al espíritu como a la actividad del
pensamiento y del juicio que puede iniciarse o detenerse según la voluntad del sujeto.
46
actividad espiritual que podríamos actualizar todos los seres humanos, salvo situaciones-
límite en las que uno se ve imposibilitado como la enfermedad, la guerra o algo similar;
pero en situaciones normales todos los seres humanos tenemos dicha potencialidad, la
actualicemos o no” (Cano, 2004, p. 112).
Arendt (2001), llama la atención sobre el doble significado que tiene la palabra
«juzgar». De una parte hace referencia a subsumir lo singular y particular a categorías
generales y universales al medir, verificar y definir lo concreto a partir de criterios
regulativos o leyes. Desde esta perspectiva, se juzga lo individual pero no el criterio ni
su adecuación a lo que se mide.
La segunda acepción está referida al juicio como construcción sobre algo que se
desconoce cuando no se cuenta con criterios previos para ello. Se apela a la evidencia de
lo juzgado y se sustenta fundamentalmente en la capacidad humana de valorar, que
corresponde al juicio estético o de gusto, sobre el que no puede haber regulación
canónica, pero sí discusión y acuerdos. Sin ningún otro presupuesto que la capacidad
humana de juzgar, que tiene que ver con la capacidad para diferenciar más que con la
capacidad de ordenar y subsumir. Es un juicio en el que no se puede “disputar” pero sí
discutir y llegar a acuerdos. (Kohn, 2008). De hecho, el interés por el juicio se concreta
en Arendt (2006), a partir de la experiencia que implicó para ella, como corresponsal, el
juicio a Eichmann en Jerusalén18 y de donde se derivan sus planteamientos sobre la
banalidad del mal por la «incapacidad para pensar» (Arendt, 2002; 2005), para examinar
y reflexionar, para juzgar sobre lo bueno y lo malo. Además recurre a la banalidad del
mal para referirse a la ambigüedad del concepto de maldad por el que algunas personas
pueden ser manipuladas a partir de conceptos frívolos de lo bueno y de lo malo,
banalidad que no minimiza la crueldad de sus efectos (Cano, 2004; Pressaco, 2006).
18 Eichmann había colaborado en la destrucción nazi de los judíos y de otros grupos humanos, no por ser
antisemita, estúpido, loco moral, pues «era totalmente corriente, común, ni demoníaco ni monstruoso»,
sino por seguir unas órdenes de manera burocrática, sin reflexionar sobre lo que hacía.
47
En el enfoque que le da Arendt al pensamiento, pensar no es conocer objetos19, es
reflexionar a través del juicio. Arendt, tentativamente, pues la muerte le impidió
culminar su trabajo sobre el juicio, en su obra: La vida del Espíritu (2002a), considera
que el juicio o el gusto podría ser la facultad suprema del hombre en tanto ser político,
junto con la pluralidad de opinión20. Plantea que el pensamiento, la voluntad y el juicio
son tres facultades de la mente (Mind) distintas, y cada una con su propio modo de
operar: «a los juicios no se llega por deducción ni por inducción. En dos palabras, el
juicio no tiene nada en común con las operaciones lógicas» (Arendt, 2003a, p. 16), ni
tampoco el acto de voluntad surge linealmente del juicio, sino que rompe la continuidad
y decide libremente21. El pensamiento es fuente incesante de preguntas sin respuestas;
metafóricamente, se trata de tejer y destejer para encontrar respuestas, que no son
absolutas.
Arendt, por otra parte, desde La Condición Humana hasta La Vida del Espíritu,
nos invita a no abandonar el sentido común: el sensus communis o el sentido que es
común a todos, o la facultad de juzgar, con la que, por la vía del pensamiento, se hace
19 El objetivo del conocimiento es la verdad y de tal búsqueda surgen las ciencias mientras que el
pensamiento busca el “significado” en el sentido kantiano, según Arendt (2002a). 20 Hannah Arendt hace las veces de una arqueóloga del pensamiento político al retornar a las fuentes
griegas, desde las cuales va desarrollando sus ideas, encontrando nuevas vetas y tesoros ocultos en la
historia. Temas como la política, la historia, la acción, el poder, el trabajo, la violencia, la libertad, el
espacio público y privado, la banalidad del mal o la verdad política son objeto de reflexión a lo largo y
ancho de su obra. 21 En las Conferencias sobre la filosofía política de Kant, según Arendt (2003a), hay tres perspectivas
kantianas sobre el hombre: (1) El hombre como ser racional, moral y fin en sí en cuanto individuo,
perteneciente a un reino de espíritus, y estudiado en la Critica de la Razón Pura y en la Crítica de la
Razón Práctica. (2) El hombre como especie y parte de la naturaleza, en continuo progreso hacia lo mejor,
cuyo asunto es el tema de la historia, estudiada por la Crítica del Juicio teleológico, segunda parte de la
Crítica del Juicio, y (3) En medio de las dos perspectivas anteriores, la puramente racional y la puramente
natural, estaría el hombre como ser racional y sensible, como miembro de una comunidad concreta,
también política, ligada a esta sensibilidad y a esta tierra, interdependientes incluso para pensar; es lo que
estudia la Crítica del Juicio Estético, la primera parte de La Crítica del Juicio.
48
evidenciable la representación de algo ante los otros. Es el sentido (Kateb, 2001),
público, por oposición a lo privado, como el lugar de origen del discurso y la acción
política, para lo cual rechazó la contraposición entre ser y apariencia.
Argumenta Arendt que en La Crítica del Juicio, Kant se dedica al hombre no
como ser abstracto y genérico, sino a los hombres tal como viven en sociedad, no desde
una perspectiva moral, de conocimiento, ni desde juicios determinantes o de imperativos
categóricos. Se trata de los juicios reflexionantes, de los juicios estéticos de una
específica relación entre particular y universal, de manera que lo particular no puede
deducirse de un universal (moral) ni tampoco es posible deducir universales a partir de
casos particulares (conocimiento). Esta específica relación es lo que según Arendt
caracteriza tanto a lo político como a lo estético: la existencia de juicios particulares
que, sin embargo, tienen pretensión de validez universal22. Esta posibilidad de lograr esa
cierta universalidad depende de la facultad de pensar, propia de los juicios
reflexionantes.
Ese pensar no es un asunto solitario, de hecho la publicidad de los resultados del
pensamiento es una de las libertades políticas centrales en el pensamiento de Kant.
Aunque el pensar sea hecho en soledad, supone la existencia de otros sujetos que se
hacen presentes con sus puntos de vista que son cotejados con el propio pensamiento.
No se trata simplemente de un asunto de gusto, ni de acomodarse al punto de vista
de otros. Juzgar, supone un pensamiento crítico, un pensamiento que sea capaz de poner
en duda, de someter a examen, incluso el propio juicio. El pensar extensivo, como
expresa Arendt, o con “mentalidad ampliada” implica pensar por uno mismo pero sentir
en común. En este sentido, el juicio del gusto permite el diálogo intersubjetivo en virtud
de la capacidad de la imaginación que, vía esquematización, permite que ese
sentimiento, esa opinión de inicio subjetiva y singular alcance pretensiones de
22La pretensión de validez universal significa aquí, juicios estéticos o políticos, realizados por individuos
particulares en el convencimiento, por decirlo de algún modo, que deberían ser compartidos por todos.
49
universalidad y de comunicabilidad. De esa posibilidad de hacer contraste entre el punto
de vista propio y el de otros para encontrar no la verdad absoluta, sino una opinión
desde la imparcialidad.
Pensar extensivamente, en tanto se juzga como espectador co-implicado con otros,
exige dejar de lado los intereses individuales y egoístas, para ser capaz de considerar y
comprender las opiniones contradictorias de la propia opinión. Este «desinterés» lleva a
la adopción de un punto de vista general e imparcial que da lugar a una opinión que
aspira a persuadir a los otros, pues supone un acuerdo intersubjetivo, toda vez que quien
juzga lo hace como miembro de una comunidad asumiendo, no conformándose, todos
los puntos de vista posibles.
Hannah Arendt (2003a) encuentra en el juicio reflexionante propuesto por Kant23
un instrumento de gran valor para sustentar la validez intersubjetiva de la acción política
de los ciudadanos reconocidos como iguales entre iguales. Considera, como se
mencionó antes, al juicio como la más política de las capacidades mentales de los
hombres.
Arendt plantea que el juicio político no se deriva de la razón práctica; por el
contrario es una forma de gusto; por tanto convoca a una mirada desde el afuera de las
explicaciones normativas, para “pensar sin asideros” (Arendt, 2002b), para pensar por sí
mismo y elaborar juicios que permitan interpelar la realidad política. Corresponde al
modo de pensar extensivo que se realiza comparando nuestro juicio con otros juicios
como algo posible, poniéndose en el lugar de los otros (Arendt, 2003).
23 Al respecto afirmaba Kant (2003): la subsunción de la propia imaginación bajo la condición de que en
general el entendimiento avance desde la intuición hacia conceptos (…). El juicio del gusto debe reposar
por tanto en un sentimiento que permita juzgar el objeto, de conformidad con su representación (…) para
el fomento de la facultad de conocimiento en su libre juego.
50
Consecuente con ello, cuando Arendt se refiere a la política lo hace desde la
perspectiva del pensamiento, a partir de un camino propio: básicamente fenomenológica
y fundamentada en la comprensión. Recurre a la phronesis aristotélica que está
estrechamente relacionada con la política como descubrimiento, la sabiduría práctica, el
proceso de formación de opinión o la capacidad de ver las cosas como son, que revela la
naturaleza del mundo hasta el momento en que, a través del sentido común, el mundo
deviene la experiencia que los hombres y mujeres tienen en común (Arendt, 2001a;
2002; 2003).
Desde este punto de vista el juicio como la actividad del pensamiento que percibe
el mundo, proporciona el sentido que da el espesor a las experiencias humanas. El juicio
confirma el sentido de lo que se ha descubierto a partir de un pensamiento crítico que
conduce a salir de lo obvio para encontrarse con puntos de vista que no le son familiares
al hombre, a través de un proceso de comprensión hermenéutica sobre el sentido y el
significado de los juicios y las acciones (Kohn, 2003; 2005; Sánchez, 2003).
En el juicio, la facultad de pensar, denominada en ocasiones por Arendt (2002a)
como comprensión, es “(...) la actividad de pensar en sí misma, el hábito de examinar
todo lo que acontezca o llame nuestra atención, independientemente de sus resultados o
contenido específico” (p. 31). Esta capacidad de pensar implica con-ciencia
[consciencia] como la capacidad de conocer conmigo y por mí mismo, un cierto
conocimiento que se actualiza en cada proceso de pensamiento. Al respecto afirma:
Pero si es cierto que el pensar y la razón pueden legítimamente trascender las
limitaciones del conocimiento y el intelecto –según Kant por el hecho de que sus
objetos, siempre incognoscibles, son del mayor interés existencial para el hombre-
se ha de suponer, entonces, que el pensar y la razón no tienen las mismas
preocupaciones que el intelecto. Anticipándonos, y por ponerlo en pocas palabras:
la necesidad de la razón no está inspirada por la búsqueda de la verdad, sino por la
búsqueda del sentido. Y verdad y sentido no son una y la misma cosa (p. 41 – 42).
51
Corresponde a la interpretación de los significados, no desde verdades absolutas e
incuestionables producto de las teorías canónicas o desde los procedimientos
metodológicos experimentales o a partir de convenciones lingüísticas para explicar el
significado convencional. Se trata de mostrar la forma como los fenómenos afectan
nuestro juicio (Kohn, 2005). Consiste en otorgar significado ocasional desde quien narra
por oposición al significado como concepto con primacía lógica o teórica; de allí que
significado y verdad no sean lo mismo (Grice, 1975). Es aquí donde cobra importancia
la relación entre juicio, discurso y narración como orientadores de la acción.
En el juicio se puede decir que existen dos momentos fundamentales en la
subjetividad: a) la finitud, la receptividad o sensibilidad, cuyas formas: el espacio y el
tiempo, son con las que el sujeto se hace capaz de recibir lo otro, de aceptar que hay
alguien además de él. Y, b) el momento de la espontaneidad, de las reglas de síntesis, de
interpretación. En esta espontaneidad encontramos cuatro niveles: 1) la imaginación,
con su síntesis plástica, 2) el entendimiento o facultad de las reglas (conceptos), 3) el
Juicio en cuanto aplicación de las reglas a los casos concretos y 4) la razón como
petición de totalidad e incondicionado. Son facultades o capacidades que deben ser
comprendidas como diversos momentos de la espontaneidad subjetiva: la espontaneidad
como imaginación o como entendimiento introduce variedad en la intuición. Y es que
justamente en el juicio encuentra Arendt las estrategias creadoras de comunidad, de
comunicación, de sentido común, que aprovecha para la construcción de su pensamiento
político24.
De aquí el interés por encontrar los juicios y los argumentos que los jóvenes
estudiantes universitarios, como sujetos políticos, construyen sobre la política y sus 24 A Hannah Arendt (2003a) le interesa el juicio en cuanto término medio entre teoría y práctica, en el
sentido de que aplica las reglas teóricas al caso concreto, al igual que lo hacen los médicos y los juristas, y
si se carece de ellas, las busca. Así lo expresa: «Por muy completa que sea la teoría, salta a la vista que
entre la teoría y la práctica se requiere aún un término medio como enlace para el tránsito de la una a la
otra, pues al concepto del entendimiento, concepto que contiene la regla, se tiene que añadir un acto de la
facultad de juzgar por medio del cual el práctico distingue si algo cae bajo la regla o no» (p. 75).
52
dimensiones fundamentales: la democracia y la ciudadanía. No se trata de pensar a los
jóvenes desde lo político y en relación con lo político como seres abstractos y genéricos,
sino como jóvenes, estudiantes, colombianos que viven la política, la ciudadanía y la
democracia en su condición de jóvenes.
Tomar esta perspectiva sobre el juicio que propone Arendt (2003a) es considerar el
juicio reflexionante como una alternativa de gran valor para sustentar la validez
intersubjetiva de la acción política como ciudadanos, reconocidos como iguales entre
iguales. El juicio es compartido y se fundamenta en el sentido común o el sentido que
funda la comunidad sobre el significado estético que produce un objeto o hecho en los
sentidos (Kateb, 2001) Este juicio estético es intersubjetivo y desinteresado (Sánchez,
2003), pluralista en términos kantianos (Beiner, 1983).
Esta forma de pensamiento representativo, a través de la imaginación, es lo que
Kant denomina como la mentalidad ampliada en su obra sobre la crítica del juicio,
resaltando la importancia del uso público de la propia razón y la necesidad de someter
las propias ideas al examen libre y público (Sánchez, 2003). El juicio se constituye en
una de las vías que permite un lugar para los hombres en el mundo; a su vez se
constituye en la oportunidad para abrir espacios para la deliberación en la esfera de lo
público (Kohn, 2005).
La comunicación juega entonces papel fundamental para llevar a cabo ese ejercicio
intersubjetivo de deliberación y argumentación, porque como la comunicación se
despliega en el universo de lo social, se realiza fundamentalmente en la relación
intersubjetiva.
Banalidad del mal
Las razones existenciales y políticas conducen a Arendt (1996) a preocuparse por
el tema de la vida como pensamiento. Asistir al juicio de Eichmann, en Jerusalén, la
53
lleva, a raíz de las respuestas y la actitud misma de este personaje, a reflexionar sobre el
problema del mal; para ello propone un concepto, no bien visto por todos, ni aceptado
por otros, “la banalidad del mal”. Concepción que a pesar de las críticas, ofrece la
posibilidad de comprender cómo son naturalizadas o son legitimadas las acciones de
destrucción de la vida que llevan a cabo algunos seres humanos; acciones por ejemplo
en contra del medio ambiente, en nombre del desarrollo y el progreso, las acciones
preventivas en nombre de la seguridad nacional, o las nuevas formas de esclavitud.
Acciones como las anteriores son banalizadas porque son consideradas como
irrelevantes y superfluas y, por tanto normalizadas. De allí la sugerencia de Brunet
(2007) de hablar de banalización del mal, más que de banalidad del mal, como lo hizo
Arendt.
Mucho del mal que afecta el mundo es producto no de seres monstruoso, sino de
seres carentes de reflexión, que actúan basados en contenidos preestablecidos y
estereotipados, pero con ausencia de pensamiento, y, por tanto, con dificultad para
distinguir lo bueno de lo malo, no por falta de inteligencia o de buenos hábitos. Surgen
así los dilemas: a) ¿conocer el bien, implica realizarlo?; b) ¿es posible seguir pensando
desde el horizonte de sentido de la ética y la política? Lo que hoy vemos parece
evidenciarnos un ruina moral y política (Brunet, 2007); sin embargo tenemos la certeza
de que mientras seamos capaces de juzgar, esta crisis no es catástrofe para el mundo
moral (Arendt, 2001a), porque el mal nos confronta con la responsabilidad, sobre la
índole del mal en circunstancias políticas y las acciones jurídicas y humanas respecto de
él.
Un ser normal y hasta ejemplar que actúa cumpliendo órdenes, sin distinguir el
bien del mal, que no es fanático ni xenofóbico, que su comportamiento no es causado
por el adoctrinamiento, pero con incapacidad para pensar autónomamente y desde el
punto de vista de otras personas, es quien corresponde a un ser que actúa desde la
banalidad del mal; o mejor, desde la banalización del mal (Brunet, 2007), dada la
superficialidad y liviandad con la que los crímenes se convierten en “actos del servicio”,
“cumplimiento de órdenes”. Así, la ironía se vuelve un derecho, no sólo un pathos para
54
realizar el mal (Kristeva, 2003) y la razón se vuelve enemiga de la moralidad (Bauman,
2008).
No podemos olvidar que previamente, Arendt había considerado que el mal radical
tenía que ver con hacer que los seres humanos se volvieran superfluos. Por otra parte,
esta forma de mal, tendría que ver con la eliminación de impredecibilidad y la
espontaneidad humana, por consiguiente, con la individualidad, la natalidad, la
pluralidad y la libertad, porque el delirio de omnipotencia, no el del afán de poder, de un
individuo es incompatible con la existencia de los hombres, en plural. Sin embargo, se
encuentra con lo inalcanzable de las prohibiciones morales tradicionales para
caracterizar los crímenes actuales, y dado que su intención no era definir o explicar
totalmente la maldad, genera una alternativa para explicar una forma de mal que ha
atentado contra la vida y la dignidad de las personas, al tratar de borrar la diversidad y
con ella la pluralidad.
Arendt reconoce que existe una irreductible pluralidad de males y que surgen
nuevas formas de mal en circunstancias históricas disímiles, no por ello escapa a la
responsabilidad que tenemos en él y frente a él; se requiere, a su vez, que el mal y la
responsabilidad sean repensados permanentemente en el devenir de la historia y de la
humanidad, de manera que se asegure la existencia de las futuras generaciones como
seres responsables y la capacidad de pensar desde el lugar del otro y que nuestro propio
juicio nos oriente para resistir el mal (Bernstein, 2002).
Juicio, discurso y narración
Hannah Arendt, partiendo de nuevo del pensamiento griego, trae al presente el
discurso como una de las actividades necesarias para constituir el bios polítikos. Acción
(praxis) y discurso (lexis) conforman la esfera en la que emergen los asuntos humanos y
configuran el cuerpo político. Arendt (2001b), manifiesta:
55
A diferencia del concepto moderno, tales palabras no se consideraban grandes
porque expresaran elevados pensamientos; por el contrario, como sabemos por las
últimas líneas de Antígona, puede que la actitud hacia las <<grandes palabras>>
(megaloi logoi) con las que replicar a los golpes, enseñe finalmente a pensar en la
vejez. El pensamiento era secundario al discurso, pero discurso y acción se
consideraban coexistentes e iguales, del mismo rango y de la misma clase, lo que
originalmente significó no sólo que la mayor parte de la acción política, hasta
donde permanece al margen de la violencia, es realizada con palabras, sino algo
más fundamental, o sea, que encontrar las palabras oportunas, en el momento
oportuno es acción, dejando aparte la información o comunicación que lleven.
Sólo la pura violencia es muda, razón por la que nunca puede ser grande (p. 39 -
40).
El juicio se refiere al acto de juzgar, no en un sentido de juicio lógico. El juicio,
en cuanto acción de juzgar, es un modo de pensar25 y es justamente a través del discurso
y el reconocimiento como cada uno se da a conocer en las acciones, en un diálogo entre
actor y espectador. De manera que una acción sin espectadores no tiene sentido. “El
juicio es la realización del modelo de ciudadano de Arendt gestado desde el pensar, el
querer, el actuar –el mundo de la vida–. Ciudadano para Arendt es quien ejerce el
juicio” (Zapata, 2005, p. 9).
Con el discurso como el conjunto de enunciados con los que se expresa el
pensamiento, las reflexiones, los razonamientos o sentimientos hacia algo, siempre se
quiere significar algo a través del habla, del texto o de la acción (Ricœur, 2004). Aún la
combinación de palabras puede significar algo, así no se refiera a ningún fenómeno.
25 El juicio como lo plantea Hannah Arendt se constituye en una metáfora de la acción relacionada
estrechamente con la poética del teatro, que al ser trasladada al plano de la política, implica pensar la
acción.
56
El discurso consiste en que alguien dice algo a alguien sobre alguna cosa. El
discurso es un acontecimiento cuando destacamos su realización temporal y actual,
la intención del locutor, la situación, y el destinatario original. Pero el discurso es
también significación cuando prevalece al suceso fugitivo del decir, lo dicho del
decir; a la intención mental del locutor la significación verbal del texto mismo; a la
referencia ostensiva la dimensión mundo; al destinatario original la universalidad
del cualquiera que sepa leer (Silva, 2005, p. 167 – 205).
Sin embargo, es importante tener en cuenta que lo narrado en el discurso
signifique cualquier cosa o que los relatos se enmarcan en condiciones históricas,
sociales y culturales, con lo cual se crean nexos complejos que pueden tener
significados; de allí que sea importante prestar atención a la dialéctica del
acontecimiento y de la significación.
El discurso tiene una temporalidad y un momento presente, luego pasa a la
memoria como ideas, ideologías o celebridades dichas en un contexto particular. Todo
discurso es comprendido como sentido que se articula con los acontecimientos26. El
sentido es garante de la intencionalidad del lenguaje que se emplea para comunicar algo.
El sentido es tanto noético – perceptivo- como noemático – significado –.
En sentido gadameriano, el narrador intenta expresar algo y, a la vez, procura que
su intención discursiva-comunicativa sea reconocida y comprendida por los otros,
puesto que el significado está presente en la «lógica y la conversación» y porque el
narrador dice mucho más de lo que literalmente significan sus palabras. En la
conversación existen «implicaturas conversacionales» (Gadamer, 1991). En este sentido,
“La comprensión, en tanto que distinta de la correcta información y del conocimiento
26 El discurso requiere de dos signos básicos: un nombre y un verbo que están conectados en una síntesis
que va más allá de las palabras. Un nombre tiene un significado y un verbo tiene, además de un
significado, una indicación de tiempo. Su unión produce un nexo predicativo llamado logos, discurso. El
discurso es el acontecimiento del lenguaje.
57
científico, es un complicado proceso que nunca produce resultados inequívocos. Es una
actividad sin fin, siempre diversa y mutable, por la que aceptamos la realidad, nos
reconciliamos con ella; es decir, tratamos de sentirnos en armonía con el mundo”
(Arendt, 1995, p. 95).
En el entramado del discurso, Gadamer considera que «el sentido de la experiencia
hermenéutica es que el lenguaje, respecto a cualquier otro tipo de experiencia, abre una
dimensión completamente nueva, la dimensión de la profundidad, desde la que la
palabra del pasado llega a la vida presente. Es ésta, antes incluso que sea de uso la
escritura, la verdadera esencia del oír» (p. 528 – 529). El lenguaje es el lugar en el que
se realiza el acuerdo entre los interlocutores y el consenso sobre la cosa.
Es el lenguaje de la razón misma, es decir, de las cosas que ella designa. Es en el
lenguaje donde se muestra que el hombre tiene un mundo. Es, por ello, imposible
concebir un hombre y un mundo -un mundo humano- sin lenguaje, porque tener
lenguaje significa tener un mundo que se aprehende, que transita por los discursos que
construimos en los encuentros intersubjetivos. Es en el lenguaje en el que articulamos la
experiencia del mundo como una experiencia común construida en la experiencia de la
pluralidad.
Discurso y política
El discurso de la política ha venido perdiendo su sentido, porque se han obviado
las distinciones entre términos, definiciones y conceptos. La particularización de las
significaciones para entrar en el propio mundo de sentido ha hecho que se pierda
también el sentido histórico de ellos. Al respecto, expresa Birules (2007): “aceptamos
vivir verbalmente en un universo carente de sentido y nos autorizamos, al mismo
tiempo, a retirarnos a nuestro propio mundo de significación. Lo único que exigimos es
que cada uno de nosotros sea coherente en el terreno de su terminología personal. Nos
58
eximimos así de cualquier responsabilidad hacia los demás, hacia el mundo común,
hacia la realidad política”. (p. 20).
Para Arendt (2002b), en el lenguaje hay una reserva de sentido. Bien lo decía “hay
pensamiento congelado” (p. 149), para comprender las cosas en su real sentido se debe
sacar el pensamiento de este estado para darle el sentido real a los conceptos. De hecho,
por ejemplo, los conceptos políticos actuales son complejos y controvertidos; por tanto,
la formulación de su significado es una condición necesaria para comprender los
problemas que plantea la política hoy. “Los conceptos no sólo «nos» ayudan a
comprender la unicidad de pasados significados, sino que contienen posibilidades
estructurales, que resaltan la contemporaneidad de lo no contemporáneo, irreductible al
simple decurso cronológico. El contexto está dado y, como tal, llega a ser susceptible de
experiencia sólo mediante la particularidad del concepto. En tal sentido, los conceptos
no tienen historia, porque un concepto toma un significado determinado sólo en relación
con un determinado contexto”27 (Koselleck, 1998, p. 91-109).
En algunas ocasiones se cree que el pensamiento es secundario a la acción, que no
requiere ser visto, ni oído, ni usado, ni consumido para ser real; pero acción y discurso
se consideraban, en el pensamiento griego, como coexistentes e iguales, del mismo
rango y de la misma clase. Por consiguiente, la mayor parte de la acción política es
realizada con palabras, luego encontrar las palabras oportunas, en el momento oportuno,
es acción. Luego acción, pensamiento y discurso tienen mucho en común.
27 ¿Cuándo se convierte una palabra en concepto? Según Koselleck (1986), cuando «toda la riqueza de un
contexto político-social de significados, en el que —y para el cual— se usa un término particular, entra,
en conjunto, en aquella misma y única palabra». Los conceptos, por tanto, a diferencia de las palabras
simples y unívocas, son términos complejos y plurívocos, que concentran muchos contenidos semánticos.
En el concepto, los significados y aquello que se significa coinciden, en el sentido de que la multiplicidad
de la realidad y de la experiencia histórica es elemento constitutivo de la plurivocidad semántica de una
palabra. «Una palabra contiene diversas posibilidades de significado, mientras un concepto reúne consigo
una selva de significados. Por tanto, un concepto puede ser claro, pero debe tener más significados» (p.
102).
59
Los «productos» de la acción y el discurso se diferencian de los bienes de
consumo, porque acción y discurso constituyen el tejido de las acciones y los asuntos
humanos y dependen de la pluralidad humana, de la constante presencia de otros que
ven y que son garantes de su existencia; de allí que se requiera de la memoria, de la
remembranza y del recuerdo. Sin el recuerdo, el discurso, la acción y el pensamiento
perderían realidad al final de cada proceso y desaparecerían como si no hubieran
existido jamás.
Pensamiento, discurso y acción se constituyen en las tres actividades cuyo
resultado final “siempre será una historia con bastante coherencia para contarla, por
accidentales y fortuitos que los acontecimientos y sus causas puedan parecer” (Arendt,
2001a, p. 111)28.
Los cuestionamientos que hace Arendt sobre el pensamiento congelado exigen
tener en cuenta la dinamicidad de los mismos a fin de no volverlos conceptos canónicos.
Se trata de comprender que los conceptos quedan «ligados» a una época histórica
determinada y que emergen en otros momentos históricos en los que su comprensión
resulta necesaria para entender los fenómenos. Lo anterior no quiere decir que los
conceptos se constituyan en simples indicadores de transformaciones políticas o
sociales. Como manifiesta Koselleck (1986) en relación con la política:
La historiografía del discurso político apunta a la reconstrucción de los usos del
lenguaje, como indicadores de diversos modos que han sido posibles en la historia
para construir significados. Este intento podría caracterizarse como cruce del
método nomológico-inductivo débil (para el que el lenguaje se presenta como
sistema potente de normas sin que sean leyes de causación física) y de una práctica
del Verstehen como contextualización y no como Erlebnis. En efecto, la Escuela
de Cambridge intenta una narración histórica, en que el descubrimiento de las
28 Es interesante el análisis que hace Arendt de la capacidad humana para hacer crecer el mundo o hacerlo
decaer.
60
intenciones del autor y la reconstrucción de las consecuencias no intencionales de
un acto se funden a causa del funcionamiento del lenguaje (p. 124).
En relación con la política, la acción no se debe seguir pensando en términos de
«productividad» o de simple «administración», desde una racionalidad de medios -
fines. Por el contrario, pensar la política desde su sentido originario, su razón de ser,
sería la de fundar, establecer y mantener en existencia un espacio público en el que
puedan revelarse los ciudadanos mediante la palabra y la acción. Entendiendo lo público
como espacio de aparición y mundo en común, relacionado con la pluralidad que
caracteriza a hombres y mujeres y que nos permite reflexionar, discutir, ínter-actuar, y
actuar teniendo intereses y fines comunes. Esto es lo que nos permite ser una
comunidad. La pluralidad humana en tanto condición básica de la acción -no del
comportamiento o la conducta, dirá Arendt- necesita de un espacio en el que pueda
aparecer y en el que los otros aparezcan públicamente.
Discurso y acción
Frente a la vida contemplativa, la del pensar, Arendt (2001) en su obra: La
Condición Humana, analiza lo que considera que son las tres actividades fundamentales
de la vida activa (vita activa) del hombre: (1) la labor, con la que éste se procura el
sustento de su vida biológica, (2) el trabajo, con el cual el hombre construye un universo
de cosas artificiales, y, por último, (3) la acción que, junto con el discurso, determina la
vida política, sus instituciones y sus gestas, el recuerdo y la historia. Ambos, por tanto:
discurso y acción como actividades propiamente humanas, sólo son posibles en una
comunidad o pluralidad de seres humanos. Pero además, con el discurso y la acción el
individuo posee la capacidad de empezar algo nuevo e inesperado en la comunidad de
los hombres, y su principio es la libertad, pero también la habilidad para iniciar nuevos
procesos sin precedentes, irreversibles y de resultado incierto.
61
La acción y la palabra constituyen las actividades en las cuales se encarna la
natalidad, a través de ellas el ser humano se da a conocer, se hace visible a los otros, y
hasta se entrega. La palabra y la acción tienen una cualidad reveladora de la peculiaridad
de cada quien, de manera que las personas hablan y actúan las unas con las otras, no las
unas para las otras, ni las unas contra las otras (Prinz, 2002), porque el ser humano es un
ser para la vida.
Discurso y acción se consideran coexistentes iguales, del mismo rango y de la
misma clase, lo que originalmente no sólo significa que la mayor parte de la
acción política, hasta donde aparece al margen de la violencia, es realizada con
palabras, sino algo más fundamental, o sea, que encontrar las palabras
oportunas, en el momento oportuno es acción, dejando a parte la información
que lleven (Birules, 2001a, p. 53).
Mediante la palabra y la acción los seres humanos se presentan unos a otros, no
como objetos físicos, sino como hombres. Esta apariencia, diferenciada de la mera
existencia corporal, se basa en la iniciativa; pero en una iniciativa (el appetitus
beatitudinis) que ningún ser humano puede detener y seguir siendo humano. A través de
la acción el ser humano perfecciona su capacidad de comenzar algo nuevo y de poner en
marcha un proceso cuyas consecuencias son imprevisibles. La acción emerge como
solución a los problemas, como una estrategia para llegar a un fin a través de unos
medios particulares
En los discursos los hombres dicen su hacer, luego la acción para ser inteligible ha
de ser narrada. “Con palabras y actos nos insertamos en el mundo humano” dice Arendt
(2001a, p. 201). La acción es exclusiva del hombre.29 El hecho que el hombre sea capaz
de acción, significa que cabe esperar de él lo inesperado, que incluso es capaz de
realizar lo que es infinitamente improbable con y entre otros seres humanos. Con la
acción se inaugura un universo propio, un reino y una lógica diferentes a los de la
29 Siglos atrás Aristóteles había señalado que ni una bestia ni un dios eran capaces de la acción.
62
naturaleza, que en cuanto acción es del individuo, pero en cuanto significado abre un
ámbito de intersubjetividad racional.
Por consiguiente, desde el juicio se trata de pensar la actividad humana desde ella
misma: ya no desde el punto de vista superior del filósofo que se dedica a su
contemplación. En la medida en que la filosofía política ha pensado la acción humana en
términos del hombre, de la naturaleza humana, y no de los hombres que viven juntos,
que inter-actúan y se hablan, la filosofía política ha dejado de lado la condición básica a
partir de la cual se puede pensar específicamente la acción política, a saber, la condición
humana de la pluralidad. Al respecto manifiesta Arendt (2001b):
Si los hombres no fueran iguales, no podrían entenderse, planear y prever para el
futuro las necesidades de los que llegarán después. Si los hombres no fueran
distintos, es decir, cada ser humano diferenciado de cualquier otro que exista, haya
existido o existirá, no necesitarían el discurso ni la acción para entenderse (p. 200).
La acción, en este sentido, depende por entero de la constante presencia de los
demás, cuya condición de pluralidad se realiza en el lenguaje, pues sólo la acción revela
al zoon político y hablante que es el hombre.
La narración de la acción configura una identidad narrativa (Ricoœur, 1986 y
1987) en la medida en que permite una aprehensión de la vida en forma de relato, por
tanto sirve de punto de apoyo para la comprensión de la “vida buena”, la vida que vale
la pena buscar para ser feliz y funciona por eso como un resorte conceptual
indispensable para la constitución de una ética. La identidad es fundamental, luego si no
se tiene sentido de identidad, el individuo carece de dirección, de un lugar a ocupar o de
la posición que puede asumir, y en definitiva, de la garantía fundamental de una persona
valiosa.
63
Decir el ¿quién? está a la base de una serie de acciones, implica relatar una
historia, para lo cual se requiere el desarrollo de una secuencia temporal. La narración
no es una simple enumeración o enunciación de hechos o acontecimientos, en un orden
secuencial, sino una estructuración que transforma esos incidentes y acontecimientos, en
un todo comprensible mediante el acto de seguir una historia que entrecruza el tiempo
como una sucesión discreta, abierta y teóricamente indefinida de instantes y el tiempo
como integración que permite una historia configurada en una totalidad temporal de
características muy particulares, que actúan como mediadoras entre el tiempo como paso
y el tiempo como duración.
La identidad permite responder a la pregunta ¿quién ha hecho tal o cual acción? Y
es la narrativa la que permite en el tiempo decir el quien de la acción (Arendt, 2001a),
por consiguiente configurar una identidad narrativa, una identidad que hace que cada
sujeto aprehenda la totalidad de sus acciones como suyas, en la singularidad de una
unidad temporal única y propia; una identidad que da lugar a un sí mismo (ipse) que le
posibilita al sujeto ser el lector y el escritor de su historia. De manera que se da un
proceso circular de una dinámica dialéctica entre lo pasivo y lo activo, de la
comprensión de tal historia: en el mismo acto que me comprendo a mí mismo a través
de la narración, me construyo. De allí que la narración permite escribir y reescribir a lo
largo de la vida diferentes tramas de la propia existencia en la relación con otros plurales
y diversos, porque, como afirma (2001): “La pluralidad de las formas de vida humanas
y sus correspondientes metas es algo demasiado evidente y diferencia el mundo humano
de forma fundamental de todas las demás formas de vida que caracterizan nuestro
planeta” (p. 211).
Gadamer (2001b), en Verdad y Método, plantea que en el comportamiento de los
hombres entre sí, lo que importa es experimentar al tú realmente como un tú, como
alguien que se comporta incluso con referencia a sí mismo. Reconocerlo en su alteridad
es al mismo tiempo reconocerlo en su diferencia. En este sentido, el objeto de la
experiencia hermenéutica tendría él mismo el “carácter de persona, esta experiencia es
64
un fenómeno moral, y lo es también el saber adquirido en esta experiencia, la
comprensión del otro” (p, 434). Como afirma Gadamer, la comprensión
hermenéuticamente entendida tiene una exigencia moral y es inclusive una “tarea
moral” (p. 186).
65
CAPÍTULO III: HORIZONTE EPISTEMOLÓGICO DE LA
INVESTIGACIÓN
El pensamiento reflexivo de Hannah Arendt sobre las condiciones del mundo y la
Vita activa del hombre contemporáneo, denota su interés epistemológico. Se trata de
develar las acciones pasadas y presentes que han contribuido a la resignificación de la
política; para lo cual le da gran valor a la comprensión (Arendt, 2001a; Kohn, 2003;
Sánchez, 2003).
La comprensión, en tanto que diferente a la información correcta y al
conocimiento científico verdadero, no produce resultados inequívocos ni finales; por el
contrario, se constituye en una actividad sin fin, mediante la cual y a través del cambio y
las variaciones constantes los seres humanos nos adaptamos y reconciliamos – dado que
somos extranjeros - con la realidad30 para procurar sentirnos cómodos en el mundo y de
estar vivos en él (Arendt, 1994).
La crisis en las ciencias sociales y humanas, fundamentalmente desde las
perspectivas positivistas y estructuralistas31, ha propiciado giros epistemológicos,
30 La visión de realidad que en este trabajo se asume es la de realidad múltiple, o si se quiere de múltiples
realidades dinámicas y cambiantes; por lo tanto no sujetas a criterios de verdades canónicas, más bien a la
verosimilitud. 31 Se resalta hacia la década del 50 y buena parte de los 70 el predominio del behaviorismo cuyo énfasis se
centraba en el análisis de la conducta individual o de grupos. Dentro de sus intereses investigativos, el
estudio de los aspectos políticos se hizo desde una perspectiva de procesos que debían ser
operacionalizados para facilitar su evidencia empírica; por lo tanto los métodos empleados enfatizaban en
el dato cuantitativo y los análisis estadísticos. Por consiguiente las investigaciones en el campo de la
política debían cumplir con los criterios de la unidad metodológica, la perspectiva de fondo de las ciencias
naturales para abordar el objeto de estudio, la verificación, la generalización, la objetividad y la
neutralidad, el conocimiento producido como autónomo y el control para garantizar la pureza del dato.
(Mardones, 1991; Páez, Valencia, Morales & Ursua, 1992).
66
teóricos y metodológicos con el propósito de tener explicaciones más cercanas y certeras
de la realidad social en su complejidad (Prigogine, 1997).
Arendt (1993; 2001a), a partir de la crítica que le hace al positivismo y al
behaviorismo, se orienta epistemológica y metodológicamente hacia la narración de los
acontecimientos, hacia el relato biográfico de los actores como sujetos políticos, de los
discursos y acciones políticas, el ejercicio del poder, la configuración de ciudadanía y la
construcción de democracia.32 Lleva a cabo la ardua tarea de recuperar la mirada sobre
lo político como una creación humana inherente a sus formas de relación y no como
algo externo, existente en sí mismo, fuera de la acción de los hombres y las mujeres.
El giro epistemológico y metodológico que propone Arendt, evidencia un interés
por la acción humana; la visibilización de los actores políticos desde sus propias
narraciones por oposición a la historia de las estructuras; la reconstrucción de la esfera
política desde dentro y desde abajo y no desde fuera y por arriba; el análisis para la
comprensión de una amplia gama de causas de la crisis y transformaciones en la
política; el empleo de diversas fuentes y, como algo fundamental, la aceptación de la
subjetividad que subyace a la percepción y construcción de las realidades sociales
humanas, como construcciones socio-culturales (Burke, 1993a y 1993b).
En términos de Gómez (1995), esta reorientación diluye los estrechos márgenes de
las diferentes ramas historiográficas, entre ellas la de la política, de manera que parecen
formar un continuo en el que los temas y los métodos de investigación se fusionan y
complementan y facilitan una mejor comprensión de los asuntos políticos, de sus
transformaciones, crisis y desencadenantes sociales. Hace posible, como diría Arendt,
asumir la esfera de la política como el objeto de la ciencia política. 32 Stone (1986). Orienta su actividad investigativa hacia la revitalización de la historia política a través de
la narración, que la entendía como “la organización de cierto material según una secuencia ordenada
cronológicamente y la disposición del contenido dentro de un relato único y coherente”. Desde esta
reorientación de la historia política, enfatiza en el retorno más allá de los acontecimientos históricos; se
trata de “recuperar el interés por lo humano, perdido bajo el impacto del modelo científico” (p. 95 y 97).
67
Para Arendt, abordar la esfera política como el objeto de estudio ofrece la
posibilidad de ubicar como ideas centrales los conceptos de lo público, la acción, el
juicio, lo social, el poder, la violencia,33 la crisis de la república34 o el totalitarismo35 y
alrededor de ellos otros conceptos adyacentes como el poder.
Los conceptos antes mencionados forman un entramado orientador de la
comprensión de la política como una creación humana en el escenario de las relaciones
con los otros en el espacio de la vida pública y de la acción política como una actividad
esencialmente humana (Arendt, 1994; Sánchez, 2003).
Teniendo en cuenta las limitaciones que tanto el positivismo como el conductismo
evidencian, Arendt procura una nueva forma de entender la teoría y la acción política, en
33 A Arendt le preocupan los excesos de agresividad y de fuerza en la política contemporánea, tanto estatal
como no estatal. Esta preocupación la llevó a publicar un artículo titulado reflexiones sobre la violencia,
que luego dio lugar al libro “Sobre la violencia”. Sus reflexiones giraron en torno a la amenaza nuclear
porque entrañaba y entraña la posibilidad de destrucción de la humanidad. Retomó los planteamientos de
Marx, a Fanon, pasando por Clausewitz, Sorel, Sartre y Camus para mostrar la radical oposición entre
violencia y poder. La violencia la veía como el uso de la fuerza puramente instrumental y exterior, en
tanto que el poder lo planteó como la capacidad de actuar en forma concertada (Arendt, 2005d). 34 En 1972 sale a la luz pública una de las obras fundamentales de Arendt: “Crisis de la República”, en
ella incluye cuatro partes: el ensayo sobre la mentira política referida a los documentos del Pentágono en
relación con la guerra de Vietnam. La desobediencia civil, tema que es objeto de debate en la primavera
de 1970 en el centenario del Colegio de Abogados de la ciudad de New York, cuyo tema central en el
simposio fue la pregunta ¿ha muerto la ley?, producto de un documento previo publicado en 1969 en el
Journal of Internacional Affaires y la entrevista sobre aspectos políticos, concedida a Reif, periodista
alemán. 35 El estudio sobre la revolución se constituyó en un tratado de teoría política, estrechamente relacionado
con los orígenes del Totalitarismo y la Condición Humana. En este libro hace una valoración positiva de
la revolución de Estados Unidos en contraste con la Revolución Francesa. En relación con esta última
evidencia la paradoja entre el desastre de la revolución y su constitución en el paradigma mundial con
referencia al cambio político, debido esto a que se basó en la idea de pueblo, en tanto que la revolución
norteamericana, a pesar de haber sido un éxito, no salió del escenario regional debido a que se basó
fundamentalmente en la idea de república.
68
la que centra su reflexión crítica. Rompe con la explicación behaviorista de la acción
política como conducta homogénea, desconociendo las acciones políticas que no se
inscriben en el marco de la vida cotidiana como las resistencias ante la tiranía. En su
libro La Condición Humana lo expresa en los siguientes términos:
Las leyes de la estadística sólo son válidas cuando se trata de grandes números o
de largos períodos, y los actos o acontecimientos sólo pueden aparecer
estadísticamente como desviaciones o fluctuaciones. La justificación de la
estadística radica en que proezas y acontecimientos son raros en la vida cotidiana
y en la historia. No obstante el pleno significado de las relaciones diarias no se
revela en la vida cotidiana, sino en hechos no corrientes, de la misma manera que
el significado de un período histórico sólo se muestra en los escasos
acontecimientos que lo iluminan. La aplicación de la ley de grandes números y
largos períodos a la política o a la historia significa nada menos la voluntariosa
destrucción de su propia materia, y es empresa desesperada buscar significado en
la política o en la historia cuando todo lo que no es comportamiento cotidiano o
tendencias automáticas se han excluido como falto de importancia (p. 53).
Reconoce Arendt el valor de las leyes de la estadística cuando se trata de estudios
con grandes poblaciones porque los incrementos representativos de la población
significan un incremento en la validez y una marcada disminución de error producto de
la varianza. Este aspecto en el campo político significa que a mayor población en un
determinado campo político, mayor posibilidad de lo social sobre lo político y de
configurar la esfera pública.
Para Hannah Arendt se produce una pérdida del sentido de la política a través de la
investigación behaviorista y positivista, con ello queda invisibilizada la construcción de
espacios públicos de libertad y la diferenciación de las acciones políticas en el ejercicio
del poder o de la violencia (Sánchez, 2003). Por tanto, sugiere la elaboración de
narraciones colectivas, que, sin descalificar la búsqueda de verdad, no se pretenda llegar
69
a una verdad absoluta y única. La construcción de narraciones colectivas la otorga razón
de ser a condición plural de los hombres.
Su cuestionamiento va más allá, puesto que considera que hay una insuficiencia en
los métodos de las ciencias sociales, desde estas perspectivas, para explicar los
fenómenos políticos y que, más bien, se constituyen en instrumentos de control, de
ordenamiento y administración de la vida política (Dossa, 1989).
La hermenéutica, desde una mirada fenomenológica, se constituye para Arendt en
la alternativa epistemológica y metodológica para estudiar los fenómenos políticos. Es
una opción que evidencia, como se ha mencionado anteriormente, las limitaciones de los
alcances explicativos del positivismo y el behaviorismo, presentados en los criterios de
diferenciación entre explicación y comprensión que había desarrollado Dilthey (2000).
No obstante, manifiesta Von Wright (1979), la idea ha sido superar la dicotomía entre
explicación y comprensión, para darle a ésta última un papel de herramienta heurística,
como un método fundamental para el estudio y comprensión tanto de la historia como de
las ciencias sociales.
Según este autor, la comprensión se encuentra vinculada con la intencionalidad de
una manera como no se encuentra en la explicación. Se comprenden los objetivos y
propósitos de un agente, el significado de un símbolo o de un signo, el sentido de una
institución social o de un rito religioso. Dicha dimensión intencional, -o como también
se le puede denominar, dimensión semántica de la comprensión-, ha alcanzado un papel
importante en la discusión epistemológica y metodológica de las ciencias humanas y
sociales.
Se llega por esta vía, en medio de muchas discusiones, a la propuesta de la
comprensión de las experiencias vividas y de las expresiones de la vida. No se trata de
una realidad subjetiva, se trata de experiencias que se nos presentan antes de convertirse
en experiencia objetiva y antes de que lo subjetivo se constituya. En esa experiencia se
70
encuentran sensaciones, emociones y sentimientos del contexto total de las relaciones
mantenidas juntas en la unidad de la experiencia.
Son experiencias que tienen una “temporalidad”, es decir historia del “contexto de
las relaciones”. Son experiencias que no son estáticas, por el contrario, en su unidad de
sentido se integran tanto el recuerdo proveniente del pasado, como la anticipación del
futuro. Esa temporalidad constituye el horizonte desde el cual se interpreta toda
percepción del presente. Mientras que las expresiones hacen referencia a la huella de la
vida interior de los hombres. Se trata de las “objetivaciones” de la vida humana.
Permiten la captura de la experiencia, de las objetivaciones de la vida (las obras), para
develar su sentido.
Influida por el pensamiento de Heidegger, considera Arendt que la comprensión
no se constituye en una actitud teóricamente necesaria frente a unos temas, sino que se
constituye en una manera de situarse en un mundo en el que ocurren las acciones
meritorias y los hechos extremos, como el totalitarismo, fenómenos que a su vez son
propiciadores de otros fenómenos. Para Arendt, la comprensión es el modo de vida
científicamente humano (Forti, 2001). De hecho con frecuencia recurre a la metáfora
como un medio para encarnar o materializar el sentido de lo político.
Como actividad existencial, la comprensión, para Arendt, inicia con el nacimiento
y culmina con la muerte; durante ese trayecto es posible la reconciliación con un mundo
que para nosotros es desconocido. Como resultado, emerge el significado que se origina
en el mismo proceso de vivir (Kohn, 1994). La comprensión posibilita ver procesos
políticos como el totalitarismo, el autoritarismo y entender cómo podemos vivir en ese
mundo con estos hechos. Es una especie de reconciliación desde el pensamiento.
Para Arendt la comprensión es un proceso que reviste cierta complejidad y ante el
carácter impredecible de la acción, no produce resultados exactos ni definitivos; por el
contrario, se trata de entenderla como una actividad inconclusa porque está en constante
71
cambio y variación. Así vista la comprensión es una acción de carácter social que
implica el diálogo constante con los otros.
Cuando se remite al campo de la política, Arendt lo hace con el propósito de
comprender las acciones humanas, el mundo y la realidad en la que nos desenvolvemos
como una tarea abierta y constante (Sánchez, 2003). De hecho, de cara a los horrores
vividos por efecto de acciones y discursos políticos, en su momento como el
totalitarismo y ante las preguntas por ¿qué sucedió? ¿Cómo ha podido suceder? se
plantea la cuestión por la comprensión.
En palabras de Arendt:
La comprensión significa más bien, examinar y soportar conscientemente la carga
que los acontecimientos han colocado sobre nosotros –ni negar su existencia ni
someterse mansamente a su peso como si todo lo que realmente ha sucedido no
pudiera haber sucedido de otra manera. (…). La comprensión, en suma, es un
enfrentamiento impremeditado, atento y resistente, con la realidad, un
soportamiento de esta, sea lo que fuere (p. 17).
La comprensión implica, entonces, un proceso de autocomprensión y un acto de
resistencia. Comprender, es a su vez un proceso de reconciliación con nosotros mismos
y con lo que nos rodea, con la realidad, con el mundo en el que son posibles fenómenos
como el totalitarismo, hoy los autoritarismos, las acciones en detrimento de otros bajo
los intereses particulares de la política y esta forma, seguir siendo ciudadanos del
mundo.
En este contexto, con la intención de dar respuesta a la pregunta por los juicios,
discursos y acciones en torno a la política, la democracia y la ciudadanía, que develan
desde una mirada comprensiva las narraciones de los grupos de jóvenes participantes en
el estudio, las siguientes preguntas orientaron la investigación:
72
¿Qué significados sobre la política, el poder, la democracia y la ciudadanía
develan las narraciones de los jóvenes universitarios?
¿Cómo construyen los significados sobre la política, el poder, la democracia y la
ciudadanía los jóvenes universitarios?
¿Qué comunidades para la acción política constituyen jóvenes universitarios de
Bogotá?
¿Cuáles son las acciones políticas de los jóvenes universitarios?
¿Cuáles son los discursos que sustentan las políticas de los jóvenes?
¿Qué desplazamientos producen los juicios, discursos y acciones políticas de los
jóvenes?
73
CAPÍTULO IV: UN CAMINO PARA COMPRENDER LA POLITICA:
REFLEXIONES METODOLOGICAS
Reflexiones Previas
El pensamiento reflexivo de Hannah Arendt sobre las condiciones del mundo y la
Vita activa del hombre contemporáneo, denota su interés epistemológico. Se trata de
develar las acciones pasadas y presentes - en este caso de jóvenes universitarios – que
han contribuido en la resignificación de la política para lo cual le da gran valor a la
comprensión (Arendt, 2001a y 2001b; Kohn, 2003; Sánchez, 2003).
La comprensión, en tanto que diferente a la información correcta y al
conocimiento científico verdadero, no produce resultados inequívocos ni finales; por el
contrario, se constituye en una actividad sin fin, mediante la cual y a través del cambio y
las variaciones constantes los seres humanos, nos adaptamos y reconciliamos, dado que
somos extranjeros, con la realidad36 para procurar sentirnos cómodos en el mundo y de
estar vivos en él (Arendt, 2005a).
El análisis que hace Arendt de la tradición científica y las limitaciones que
encuentra en la epistemología que subyace al “behaviorismo” sustentado en la lógica del
positivismo, la lleva a plantear la necesidad de buscar una metodología alternativa a la
que denominó pensar sin apoyaturas (Arendt, 2003a; Birules, 2007).
De hecho, la crisis en las ciencias sociales y humanas y los giros en los aspectos
epistemológicos, teóricos y metodológicos han obligado a aceptar el reto de asumir
nuevas premisas teóricas y metodológicas como respuesta a la crítica hecha al
positivismo y al behaviorismo por su tendencia radical, monista y hegemónica, lo cual 36 La visión de realidad que en este trabajo se asume es la de realidad múltiple, o si se quiere de múltiples
realidades dinámicas y cambiantes; por lo tanto no sujetas a criterios de verdades canónicas, más bien a la
verosimilitud.
74
propició la ruptura de los consensos en torno a estas tendencias de la ciencia; lo anterior
con el propósito de tener explicaciones más cercanas y certeras de la realidad social en
su complejidad (Prigogine, 1997).
La lógica de la ciencia tradicional exige procedimientos de control rigurosos, el
distanciamiento del investigador del objeto investigado, el establecimiento de leyes y la
generalización de inferencias. Arendt (1992; 1996; 2002b; 2005a), con su
fenomenología de los asuntos políticos, rompe con esta tradición para permitir escuchar
las voces de los hombres, especialmente de quienes no han sido escuchados y que con
sus relatos pueden darnos una visión de un mundo con múltiples matices, recuerda
Arendt que “el propio pensamiento surge de los incidentes de la experiencia viva, y a
ellos debe permanecer unido como los únicos que nos pueden orientar” (Arendt, 2003c,
p. 20).
La narración: aportes metodológicos
La narrativa corresponde a formas discursivas de contar la vida, los hechos, las
circunstancias que acontecen en un trasfondo cultural, social, político e histórico
determinado (Daiute y Lightfoot, 2004); configura un entramado de relatos entre lo
objetivo y lo subjetivo, entre lo individual y lo colectivo, entre el presente y el pasado
que orienta en la interpretación y comprensión del mundo de la vida, que
metafóricamente se caracteriza por destellos de luz y opacidades37.
La narrativa configura los sentidos y significados de las acciones humanas, en
términos de la vida buena, de manera que en ella se develan los juicios en relación con 37 Desde tiempos remotos, Aristóteles (1995) le asignaba a la narrativa una condición de potencia evidente
en las cualidades de la phronesis como sabiduría práctica y como prudencia; permite, además sopesar la
virtud y los vicios, de allí su relación con la ética; la catarsis como vía de expresión emocional y afectiva
de lo que nos agrada o desagrada; la poiesis o descubrimiento de las causas ocultas de las acciones para
ponerlas en evidencia a la luz pública y la mimesis relacionada con la actuación o acción en un entramado
de relaciones con otros.
75
las acciones propias y las de otros, sustrayéndose de una historia oficial borrosa y
abstracta. Sin embargo, ni está en contra, ni sustituye tal historia. En la narrativa se
devela el sentido, la intención y la concreción de la acción humana en lo personal,
social, cultural; pone de manifiesto el ethos, los valores, los sentimientos, las emociones,
la ética; en otros términos el sentido de mundo que configura cada ser humano en las
relaciones con los otros y el lugar que cada quien tiene en él a través del
autorreconocimiento, con un sentido de responsabilidad ante sí mismo y por el
reconocimiento de los otros.
De manera particular, la narración de historias y de stories se constituye en el
recurso para tejer sentidos sobre la política, la construcción del espacio público, para
reconocer la potencia de la acción, a través de lo que Arendt (2001b), metafóricamente
denominó ser pescadora de perlas del pasado. Los relatos personales siempre se
presentan como versiones dentro de un contexto de narraciones grupales ya disponibles,
constituyendo un sentido de lo público, en un sensus comunis. Su valor está en que son
memoria social en carne viva. Por consiguiente, las narraciones a través de los relatos,
no imponen un sentido único, ni un significado unívoco; por el contrario pueden generar
muchas y diversas interpretaciones, no cualquier interpretación.
Como expresaba Benjamín: “las narraciones se parecen a semillas que durante
milenios estuvieron herméticamente cerradas en las cámaras de las pirámides y
conservaron su fuerza germinadora hasta el día de hoy” (p. 121). Siendo más concisos,
en los hechos políticos hay narraciones que permiten que germine un sentido de lo
humano, de recuperación de dignidad, de posibilidades para que los hechos que han
causado daño, no se den de maneras renovadas.
En toda narración hay una orientación hacia lo práctico, porque en ella, además
de los hechos, se entretejen enseñanzas, moralejas, experiencias, circunstancias, o como
manifiesta Baltar (2006) “la sabiduría entretejida en los márgenes de la vida vivida” (p.
9).
76
Las narrativas permiten, de una parte, una ontología del ser, en tanto construcción
de identidad, mediante el relato de las historias personales, las autobiografías que
permiten saber quién es el que habla. Estas narrativas rompen con la homogeneidad
porque contienen discursos que develan diversidad, singularidad dentro de la pluralidad
que transcurre en una historia que es discontinua y fragmentada, pero que se constituye
en narrativas de la acción. La potencia de la narración como develadora del mundo
queda expresada en la siguientes palabras: “Ninguna filosofía, análisis o aforismo, por
profundo que sea, puede compararse en intensidad y riqueza de significado con una
historia bien narrada” (Arendt, 2001b, p. 20).
Se trata como expresa Benhabib (1996) de hacer justicia a la memoria de quienes
han muerto, por las acciones como las desplegadas en el totalitarismo, en la guerra, o en
las acciones políticas que se emplean para controlar, narrando los relatos de la historia,
en términos de sus esperanzas fallidas y sus esfuerzos. Condición que en Colombia es
necesaria por la violencia desencadenada contra diversos sectores de la sociedad civil en
el marco de una guerra fraticida, en la que la vida ha perdido su valor.
De otra parte, la narrativa, además de permitir la comprensión de las historias
singulares, es vía para la comprensión de fenómenos como el totalitarismo, la guerra y
de los acontecimientos políticos. Por consiguiente, Arendt (2001d) inserta las historias y
los relatos personales como elementos de comprensión y como elementos constitutivos
de su perspectiva teórica de la política. Las narraciones políticas y de nuestra condición
de sujetos políticos son posibles en virtud a que recordamos. En esas narraciones se
configuran y reinterpretan nuestras vivencias, las cuales se han sedimentado en la
memoria individual y colectiva, sin que implique una ipsedad entre las dos, ni entre la
vivencia y la narración. “En una narración se ocultan, se esquivan y hasta se olvidan –de
forma espontánea o sistemáticamente– haces de lo vivido. De hecho, la ‘capacidad’ para
recordar se inserta en la finitud que imprime nuestro carácter temporal, nuestro ‘ser para
la muerte’” (Ricœur, 1999, p. 205).
77
La narración de historias singulares
Esta forma de relato da cuenta de la fragmentación no de la totalidad histórica; su
epicentro son los incidentes históricos como los actos de violencia que interrumpen y
fracturan la cotidianeidad o lo extraordinario, como la muerte injustificada de
ciudadanos y ciudadanas en quienes se configura una historia singular o story. Para
Arendt la acción produce historias por realizarse en una trama ya existente de relaciones
humanas. Es una narración que hace visible un agente, un “quien” que aparece
públicamente con su discurso y acción.
El narrador como un espectador es el que le da sentido a la política, desde la
particularidad de un hecho a través de un pensamiento representativo en su condición de
ser político que forma el juicio y la opinión que contiene una pluralidad de perspectivas.
Se establece así una relación directa entre discurso y opinión, como dos acciones propias
de la política (Zapata, 2005). Justamente son estas dos condiciones las que dan lugar al
sentido común sobre los fenómenos, incluida la política; en este proceso es que se llega
a una pretensión de universalidad como comunicabilidad, constituida por la mayor
cantidad de opiniones.
Narrar las historias singulares - stories -, permite comprender los hechos, las
experiencias vitales de quienes viven circunstancias directas emanadas de la violencia,
del autoritarismo o de los totalitarismos, los sentimientos, esperanzas y desesperanzas.
Justamente porque en el sentido arendtiano la narración desde los relatos individuales y
colectivos, devela un modo de ser, de conocer y de hacer. Con los relatos se describen
hechos, se da una orden, se construyen sentidos, se expresa un deseo. A su vez se
constituye en una forma de acción.
La pérdida de la narración singular se constituye en el ocultamiento de la vida, la
degradación del “sentido de la vida” en la sociedad. De allí que no podemos permitir su
banalización, la serialización, el enmarcamiento en etapas o la cronologización que no
78
dejan ver los hechos en profundidad, el olvido o la desaparición. Es necesario recuperar
la narración38 de quien, como el campesino sedentario39, conoce las historias de su lugar
de origen, conoce y transmite el pasado. Visto de esta manera, el narrado debe ser
depositario de todo caudal moral y cultural de su pueblo. Al constituirse en un narrador
de la tradición se constituye en un héroe que lucha contra la mentira, el olvido, la
violencia, contando la historia de los vencidos, que frecuentemente es segregada y
borrada de los discursos oficiales, que legitima con su palabra los hechos violentos que
se imponen (Baltar, 2006) . Los hechos fundamentales como la guerra, la privación de la
libertad y de la vida cambian la imagen del mundo, de la ética, de las relaciones con los
otros, de maneras incluso impensables. Sobre la importancia de la narración, dice
Benjamín (1999):
Con la Guerra Mundial comenzó a hacerse evidente un proceso que aún no se ha
detenido. ¿No se notó acaso que la gente volvía enmudecida del campo de batalla?
En lugar de retornar más ricos en experiencias comunicables, volvían
empobrecidos. Todo aquello que diez años se vertió en una manera de libros de
libros de guerra, nada tenía que ver con la experiencias que se transmiten de boca
en boca (p. 112).
De allí la importancia de escuchar de la voz de los jóvenes sus experiencias
políticas. Por lo general los jóvenes que se narran en los libros, no son los jóvenes.
38 Benjamin (1999) resalta la narración de historias como un arte, así lo expresa: “Narrar historias siempre
ha sido el arte de seguir contándolas, y este arte se pierde si ya no hay capacidad de retenerlas. Y se pierde
porque ya no se teje ni se hila mientras se les presta oído” (p. 118). 39 Benjamín (1999) emplea dos metáforas interesantes para referirse al narrador. La del viajero como
marino mercante y la del campesino sedentario que no abandona su tierra y conoce de ella sus
tradiciones e historia. Los dos estilos de vida, dice Benjamín “han generado estirpes de narradores. Cada
una de estas estirpes salvaguarda, hasta bien entrados los siglos, algunas de sus características distintivas”.
Cada uno se vuelve una especie de “maestro patriarcal de la narración” (p. 113).
79
Los jóvenes como narradores
Quiero iniciar este apartado con una reflexión fundamental de Benjamín (1999):
La narración, tal como brota lentamente en el círculo del artesanado – el
campesino, el matrimonio y, posteriormente también el urbano -, es, de por sí, la
forma similarmente artesanal de la comunicación. No se propone trasmitir, como
lo haría la información o el parte, el «puro»” asunto en sí. Más bien lo sumerge en
la vida del comunicante, para poder luego recuperarlo. Por lo tanto, la huella del
narrador queda adherida a la narración, como las del alfarero a la superficie de su
vasija de barro (p. 119).
La relación de quien narra con su material, la vida humana, es una relación
artesanal, en la medida en que se toma la propia experiencia y ajena como insumos, y a
partir de ella se elabora una historia, no la Historia. La narración es la forma artesanal,
humilde, sincera, tradicional, sabia, popular, preindustrial, pre-tecnológica, sin
apoyaturas, de comunicación entre los hombres (Baltar, 2006).
Los jóvenes través de los relatos, buscan recuperar experiencias personales y
colectivas que están adheridas a la historia del país, a sus circunstancias, no por estar en
una etapa de desarrollo, ni por las prescripciones de lo esperado de ellos, sino por el
hecho de ser jóvenes en un momento particular de esa historia. Por ello recurro a los
planteamientos de autores como Benjamín y Arendt, quienes con su particular forma de
ver el mundo, los seres humanos y la política, aportan ampliamente a la ruta
metodológica de la fenomenología, por la cual he optado.
El primer grupo está conformado por estudiantes universitarios, un hombre y cinco
mujeres, entre los 17 y 25 años de edad, de diferentes universidades públicas y privadas,
que pertenecen a un proyecto más amplio, de carácter internacional, cuyos objetivos se
despliegan hacia los sectores menos favorecidos, con la intención de promover, a través
de la educación no formal y las redes de apoyo socia la formación en valores de niños,
80
niñas y jóvenes cuyas condiciones los hace vulnerables a la influencia de problemas
sociales como la delincuencia o el consumo de sustancias psicoactivas.
El segundo grupo está constituido por 10 estudiantes universitarios, hombres y
mujeres, afrodescendientes, que participan en red con otros jóvenes para llevar a cabo
acciones de conservación de la memoria africana, participar en los debates por los
derechos ciudadanos de las negritudes y por el reconocimiento de sus diferencias. En su
agenda de reflexión y acción política, se incluye entre otros temas la preocupación por el
desplazamiento, el secuestro, la desigualdad y exclusión social, la corrupción. Aportan a
la búsqueda de alternativas de solución a algunas de estas a través de la participación en
redes más amplias que buscan el reconocimiento en Colombia, de las minorías étnicas.
El tercer grupo está conformado por 10 indígenas, entre 18 y 25 años, provenientes
de la región norte de Colombia, hombres y mujeres, que se encuentran realizando sus
estudios universitarios en Bogotá, cinco de los cuales se encuentran en situación de
desplazamiento forzado por amenazas contra su vida, como consecuencia del conflicto
armado que vive el país. Su objetivo político ha sido la búsqueda de reconocimiento de
la diversidad y la pluralidad étnica en el país, el cumplimiento a las jurisprudencias
representativas en el Congreso, consagradas en la Constitución de 1991, la
conservación del sentido y la tradición cultural y el respeto a las identidades indígenas.
Este grupo de jóvenes, a su vez, se inserta en la red de movimientos indígenas en
Colombia, con la participación de otros sectores de la sociedad como campesinos,
trabajadores, y jóvenes, entre otros actores sociales, en rechazo por la violación de los
derechos humanos de los grupos minoritarios.
El cuatro grupo está constituido por estudiantes universitarios provenientes de
diferentes regiones del país que, en su condición de familiares de personas que han
perdido la vida o han desaparecido por sus acciones políticas, y de jóvenes que no han
tenido las experiencias de pérdida familia, pero que rechazan las acciones políticas
contra la vida. El grupo participante en el estudio estuvo conformado por 8 jóvenes,
81
hombres y mujeres, con edades entre 19 y 27 años, que pertenecen a un movimiento más
amplio por la historia y la memoria de las víctimas del conflicto político que se vive en
Colombia desde hace varias décadas.
Estos jóvenes despliegan sus reflexiones y acciones políticas en torno a la no
vulneración de los derechos humanos, en particular el derecho a la vida y a la libertad de
palabra. Se conjuga estos propósitos con un movimiento permanente por el “nunca
más”, la evocación de la memoria que impida el olvido, por el derecho a la verdad, la
justicia y la reparación. Sus formación de reflexión y acción política las llevan a cabo a
través del arte, las galerías de víctimas, la música, la participación en movimientos
nacionales e internacionales por el respeto a la vida, por la conmemoración de la
memoria, para llegar a diversos sectores de la sociedad y producir conciencia política,
así como la posibilidad de construir un proyecto de país que no se mueva en la
impunidad y la injusticia.
El siguiente grupo corresponde a 10 jóvenes estudiantes de ciencias humanas,
con edades entre 17 y 22 años, hombres y mujeres, quienes se reúnen para analizar y
debatir temas de política, ciudadanía y democracia, desde la psicología política. Con sus
reflexiones y acción de participación política ciudadana a través de las elecciones, el
acompañamiento de movimientos de protesta social por situaciones como el secuestro,
buscan contribuir de forma crítica en torno a los problemas sociales y políticos que vive
el país. En primer lugar, la falta de oportunidades para las personas en cuanto a lograr
objetivos personales como estudio, trabajo, vivienda entre otros; y, en segundo lugar, en
cuanto a la falta de posibilidades de expresión libre de las opiniones con respecto a los
problemas políticos.
El sexto grupo está conformado por 9 jóvenes que integran un proyecto juvenil
más amplio de carácter político y social con sectores con menores condiciones sociales
y económicas. El objetivo central es generar un espacio de reflexión y análisis, para
82
jóvenes interesados en participar en el desarrollo de proyectos sociales en pro de las
comunidades menos favorecidas.
Sus acciones se orientan hacia el acompañamiento de niños, niñas y jóvenes
para, a través de la formación comunitaria, contribuir a los cambios en sus comunidades
y a la formación de líderes que promuevan la participación en pro del bienestar de sus
sectores barriales. Buscan con la formación comunitaria y de historia sobre el país, que
las generaciones jóvenes sientan que Colombia les pertenece, que la tienen que conocer
y volverse embajadores de condiciones de vida dignas en el país.
El séptimo y último grupo de estudiantes participantes en el estudio, corresponde
6 estudiantes, entre 18 y 26 años, que pertenecen a un grupo más amplio de jóvenes de
distintas universidades de Bogotá.
Aunque cada miembro del grupo, piensa y siente diferentes, los une el interés
particular por generar un cambio radical en la sociedad al ser miembros activos dentro
de la misma. Despliegan varias acciones producto de sus análisis políticos. Una de estas
acciones es la denuncia de la violación de los derechos humanos, las muertes selectivas
de jóvenes, la objeción de conciencia para no participar en la guerra ni en ningún otro
acto violento en el país o la participación en uno u otro de los grupos en conflicto
político en Colombia.
Recurren al arte, la música, los encuentros comunitarios, la participación en las
marchas, el deporte o la participación en eventos para informar a la sociedad colombiana
sobre los hechos de violación de los derechos humanos y de los derechos ciudadanos. A
su vez participan con otros grupos de jóvenes en acciones de rechazo contra el
secuestro, las desapariciones forzadas, los crímenes de Estado, la conservación de la
memoria por las víctimas que ha cobrado a lo largo de la historia, el conflicto armado.
83
Una de las formas como Arendt toma a la historia es desde los acontecimientos, en
el sentido de momentos de novedad que iluminan hechos que no se veían antes de este
acontecimiento. Por ejemplo, las expresiones políticas de los jóvenes o sus antipatías,
obligan a repensar la política para pensar un lugar para los jóvenes dentro de ella.
Requiere este acontecimiento escuchar las voces de los jóvenes, más que las de los
historiadores profesionales o los estudiosos objetivistas de “la realidad juvenil”, porque
tienden a “explicaciones objetivas” que dan cuenta de los jóvenes desde una
justificación, como que son “apolíticos o apáticos por los temas de la política”, son
explicaciones que surten como oficiales para justificar las respuestas de los jóvenes y
con ello alejar toda responsabilidad del Estado, de los políticos o de la falta de
educación o de la formación para y en una cultura política que nos corresponsabilice a
todos frente al país. No se está diciendo con esto que la historia hecha por profesionales
no sea válida; sólo que la historia que parte de los que viven los acontecimientos enseña
a preguntarse por cosas que también la historia objetiva debería preguntarse, por
ejemplo: ¿los jóvenes se alejan siempre por sí solos, de la política?
La alternativa no es que Arendt abogue por una historia subjetiva, sino por la
imparcialidad; es decir, por el reconocimiento de que hay diferentes miradas, y que hay
partes implicadas en la descripción. Hay que escuchar las distintas voces para tener un
panorama claro de lo que sucede con la política y con los jóvenes frente a ella. Se trata
de lograr cierta imparcialidad o universalidad no vinculada a la objetividad, sino a la
conciencia de que hay posturas diferentes, interpretaciones diversas, y que la manera de
poner a prueba el propio punto de vista es juzgándolo a partir de los otros puntos de
vista; esto es, mediante la intersubjetividad.
Los jóvenes constituyen los narradores dado que son los autores de sus propias
historias como sujetos políticos, de una historia que está colmada de hechos y
circunstancias políticas que para muchos colombianos son condiciones propias de la
idiosincrasia del país, y para otros son objeto de develamiento, de cuestionamiento y de
oposición.
84
Los jóvenes, como muchos adultos e incluso niños y niñas son memoria viva,
porque pueden narrar historias directas como agentes de historias vividas por ellos
mismos, por sus familias o por allegados. O porque son parte de las creaciones, como
lugares de memoria, de políticos, presentes o pasados, que con frecuencia encierran más
voluntad de identidad que voluntad de verdad (Aravena, 2005). La narración como
experiencia narrada, vive un proceso de transmisión (Bárcena y Melich, 2000) y como
dice Benjamín, el narrador, en este caso los jóvenes, toman lo que narran de la
experiencia, bien sea la que ellos o ellas ha vivido, o bien la que les han transmitido. Es
importante tener en cuenta que, en la narrativa, la identidad se constituye en el
despliegue de unos relatos interiorizados, que muestran una manera de organización
relativamente unificada y con jerarquías.
En síntesis, la narración es portadora de sentido, no intenta resolver el problema,
sino provocar, en este caso, que los jóvenes se enfrenten a las cuestiones fundamentales
de su condición política y ciudadana dentro de una sociedad democrática. Mediante la
narración evoco en ellos el pasado en el presente, en una condición en devenir, porque el
pasado sigue siendo en el presente y lo será en el futuro.
El investigador como espectador
Frente a las circunstancias del mundo, hay cierta responsabilidad de los
investigadores, de los historiadores, de los filósofos, entre otros, que es importante
asumir para no perder la memoria viva de los acontecimientos, para no invisibilizar a los
jóvenes bajo los estigmas de la indiferencia o la apatía como características
homogeneizadoras de los jóvenes. Que algunos se muestren apáticos, no obliga a
inscribirlos a todos en esta condición.
Se requiere oír de forma diferente las voces de los ciudadanos, de la sociedad civil,
de los hombres y mujeres, de los niños, niñas y jóvenes para contar con la veracidad de
los relatos, - lo que en la historia oficial de los acontecimientos, no siempre es así -, para
85
que la autocomprensión revele la estructuración argumental de las propias experiencias
y con ellas tejer sentidos. En este proceso permite que la experiencia del narrador, se
constituya en experiencia para sí como oyente de los relatos (Benjamin, 1998; Baltar,
2006).
En este sentido mi condición de oyente me hace vivir otra vez la experiencia, la
que no he vivido, la experiencia que me es transmitida mediante los relatos de los
jóvenes. Como expresan Bárcena y Melich (2000) “En la narración la memoria es su
fuente de vida. La narración necesita de la memoria porque para poder narrar hay que
retener la experiencia vivida para seguir contándola, para poder transmitirla de
generación en generación, porque sin esta constante transmisión no hay ninguna
posibilidad de narración” (p. 133). En consecuencia la narración hace posible que cada
uno sea capaz de descubrir su singularidad en una relación en el entre nos, en la
pluralidad.
Po la narración a través de las entrevistas y los grupos de reflexión individual y
grupal (Ibáñez, 1991; Clandinin, 2007), con el grupo de apoyo fuimos oyentes de las
voces de los grupos de jóvenes con quienes se trabajó, voces que narran sus propias
experiencia y la de otros jóvenes colombianos que son incluidos en la historia en
algunas ocasiones como criminalizados, en ocasiones con exclusiones, en otras, con
esperanza o como concreción de los proyectos de la sociedad del consumo y el mercado.
Desde el punto de vista práctico, se trata de descender del nivel epistemológico
tanto del discurso como de la reflexividad, al camino de la comprensión para llegar a
una reflexividad en y desde las experiencias de los jóvenes como sujetos políticos
organizados en comunidades de sentido (Callejo, 1999), entendida como conciencia del
discurso y de la acción, teniendo en cuenta que la reflexividad de las personas, se nutre
de las experiencias vitales, cotidianas. Se busca pasar de la reflexividad singular a la
heteroflexividad, para recuperar la subjetividad- intersubjetividad - objetividad política
de los jóvenes a partir de sus juicios, discursos y acciones políticas (Delgado y
86
Gutiérrez, 1995; Valles, 1998). El análisis de datos, en coherencia con la perspectiva
epistemológica y el camino hacia la comprensión que propone Arendt, ha permitido
develar las acciones políticas que los jóvenes llevan a cabo, con los juicios y discursos
en que las sustentan.
Parto de la afirmación de que, hay jóvenes que reflexionan los temas de la política
contemporánea desde sus lugares de interés, experiencias personales o historias cercanas
y, con estas reflexiones, configuran discursos de distanciamiento, tensión, acercamiento,
negociación o de distancia radical del Estado y desde ellos sustentan sus formas de
acción política que, por demás, tienden a distanciarse de las formas convencionales o
tradicionales de ser, hacer y participar en política.
Son afirmaciones subsidiarias a la anterior, de una parte, que se requiere para
comprender de manera rigurosa y exhaustiva a los jóvenes como sujetos y participantes
políticos, una reflexión crítica para develar los juicios, discursos y acciones políticas
que desarrollan en sus grupos de sentido. Para ello fue importante indagar por los
significados sobre la política y sus categorías constitutivas: poder, democracia y
ciudadanía y los significados de sus acciones políticas.
Por otra parte, que el uso discursivo de nociones como política, poder, democracia
y ciudadanía, implica que sus significados se interpreten a partir de las formas de
relación entre los jóvenes y de las acciones que definen como políticas en sus grupos,
por lo tanto no pueden ser explicadas desde los discursos objetivos de la ciencia, aunque
dialogan con ella.
Lo anterior supone que la comprensión de la acción política de los jóvenes, en
particular de los participantes en el estudio, está ligada a una condición intersubjetiva,
básicamente entre iguales, que interpelada por el juicio, valida los discursos y decisiones
para la acción logradas por el acuerdo dentro del contexto de la pluralidad de sus grupos
de referencia.
87
Las afirmaciones antes enunciadas las sustento en los siguientes supuestos:
1. Los jóvenes conforman grupos de interés político, a partir de las realidades que
constituyen su mundo como jóvenes históricamente y biográficamente situados en
la complejidad de la sociedad colombiana.
2. Hay jóvenes que han reconfigurado las formas de acción política a partir de
discursos que denotan resistencias, disposiciones para la participación social y
política negociada o mediante el distanciamiento intencionado de la vida política.
3. Hay jóvenes dispuestos a participar en la vida política a través de acciones y
discursos que cuestionan las prácticas políticas, ciudadanas y democráticas que
hay en el país.
4. Las reflexiones, los discursos y las acciones políticas de los jóvenes develan
tensiones, fisuras y rupturas entre política, democracia, ciudadanía; política,
democracia y procesos sociales; entre política, democracia, ciudadanía y libertad;
entre política y economía; entre democracia, seguridad y libertad.
En coherencia con los planteamientos teórico y epistemológicos que he asumido
para el desarrollo de esta investigación, se enuncian, más que unas categorías
predeterminadas, un conjunto de categorías orientadoras, que, mediante el análisis
narrativo, posibiliten encontrar el sentido real que tienen para los jóvenes universitarios,
a partir de su juicio reflexionante y de las acciones políticas que despliegan en sus
comunidades de sentido.
Se trató de explorar y hacer significativos los juicios, discursos y acciones políticas
de los jóvenes en un entramado de sentido que articulan en un todo coherente, teniendo
como categorías orientadoras:
1. Política. Como categorías constitutivas se promovió la reflexión de los jóvenes
en relación con la política misma, la democracia, el poder y la ciudadanía a partir de sus
apreciaciones y experiencias.
88
Como subcategorías de la categoría política se forman: el juicio, el discurso, la
acción política y las formas de configuración tanto de los juicios como de los discursos
y acciones políticas.
2. Discurso como lo que los jóvenes dicen y han elaborado sobre la política, la
democracia, el poder y la ciudadanía.
3. Comunidades para la acción política en las que participan los jóvenes
universitarios.
Con estas categorías en mente, contamos con la participación de siete grupos para
un total de 59 jóvenes, hombres y mujeres, con edades entre los 17 y los 26 años. En los
grupos se incluyen indígenas y afrocolombianos; todos los participantes son estudiantes
o de 3 universidades públicas o 3 universidades privadas de Bogotá, de diferentes
facultades: psicología, sociología, ciencias políticas, derecho, teología y, administración.
El acercamiento a las reflexiones de los jóvenes se logró a partir de mi experiencia
académica participando como investigadora, con la colaboración de un grupo de
estudiantes, con quienes se propició la discusión en torno a las categorías en cuestión:
juicio, discurso y acción respecto de la política, la democracia y la ciudadanía.
Hasta aquí he presentado los planteamientos epistemológicos, teóricos y el camino
hacia la comprensión, con énfasis en la propuesta de Arendt, para entender la política
desde la acción, el juicio y el discurso. He apoyado estos aspectos con las reflexiones de
Benjamín (1991) y Ricœur (1986) sobre la narración de relatos y los aportes que esto
ofrece a la comprensión contemporánea de la política, y en este caso particular, de los
jóvenes como sujetos políticos.
A continuación presento los resultados obtenidos a través de las reflexiones
llevadas a cabo con los grupos, la observación de algunas formas de participación, sus
89
relatos y las relaciones con otros grupos de la sociedad civil, con quienes han
constituido comunidades de sentido [sensus comunis] respecto de la política
colombiana.
Criterios de construcción de los instrumentos
Para llevar a cabo el trabajo de campo se emplearon los grupos de discusión y la
entrevista en profundidad a estudiantes claves en cada grupo. A continuación se
presentan los criterios tomados en consideración para el diseño de los grupos discusión
y las entrevistas
1. Teniendo en cuenta los requerimientos de la investigación, se preparó una guía
tanto para los grupos de discusión y para la entrevista, teniendo como criterio
que fueran orientadores, tanto de las discusiones de los grupos, como de los
diálogos con los entrevistados.
2. La dinámica a propiciar en los grupos de discusión y durante las entrevistas,
para ello se tomarán en consideración el contenido de la información, que
dependió, en buena medida, de los tópicos definidos, como el proceso de la
comunicación, matizado tanto en el lenguaje verbal como en el no verbal y en
el tipo de relación establecido entre los participantes, y los entrevistadores. Se
procuró que a través de las discusiones se obtuvieran, simultáneamente, los
juicios que los diferentes jóvenes participantes tienen sobre la política, tanto
individual como colectivamente y, que a su vez, pudieran reflexionar sobre
sus propios juicios y acciones políticas.
3. A los estudiantes auxiliares de la investigación y al investigador, les
correspondieron unas funciones para el desarrollo de los grupos de discusión y
el desarrollo de las entrevistas, en cuanto a:
a. La presentación de los temas
b. La dirección de los grupos de discusión
90
c. Las actitudes frente a las reacciones verbales y no verbales de los
integrantes del so grupos de discusión y de los estudiantes entrevistados
individualmente.
d.Las funciones de los observadores asistentes en cuanto a la toma de notas
tanto de las características como de las manifestaciones verbales y no
verbales de los grupos. El registro de la información pertinente, y su
participación aunque precisa, discreta sobre la participación de los
integrantes de los grupos.
e. El registro de la información de acuerdo con la guía de observación
participante teniendo en cuenta elementos de caracterización de los
participantes, la dinámica del grupo y los temas discutidos, con la
información obtenida al respecto.
f. El manejo del tiempo y la focalización de los temas mediante tanto en los
grupos de discusión como en las entrevistas.
4. Las entrevistas se realizaron teniendo en cuenta el guión de entrevista para los
participantes individuales, de acuerdo con los temas, subtemas y preguntas
orientadoras.
a. Los juicios sobre la política, la democracia y la ciudadanía desde las
experiencias personales y colectivas de los jóvenes.
b. Los aspectos que condicionan el la política, la democracia y la ciudadanía
en Colombia.
c. Los aspectos que motivan las acciones políticas individuales y como
grupo.
d. Las acciones políticas que llevan a cabo cada uno de los grupos.
91
Criterios de Calidad
Principio de verosimilitud
No se buscó con este principio someter a prueba hipótesis; por el contrario, se trata
de develar los significados de las experiencias políticas analizadas desde la perspectiva
de jóvenes universitarios a través de la phronesis y el juicio reflexionante. Implica estos
aspectos tener en cuenta que la experiencia política es un modo de ser en el mundo. Se
trata de lograr una comprensión intersubjetivamente verosímil.
Validez intersubjetiva
Lograda a través del establecimiento de convergencias, producto del diálogo, de la
racionalidad comunicativa, como un juicio reflexivo intersubjetivo. No se trata de la
validez de las proposiciones científicas, sino el cotejo de los acuerdos de los jóvenes a
partir del «sentido común» por la vía comunicativa, como miembros de de sus grupos de
referencia política y de la sociedad. (Arendt, 2003). Se empleó como estrategia los
procedimientos de triangulación de contenidos, de fuentes, de investigadores, temporal y
teórica (Pourtois y Desmet, 1992).
Procedimiento y momentos investigativos
Para el desarrollo del trabajo de campo se plantean los siguientes momentos:
Primer momento: Convocatoria. Se hizo una convocatoria a diferentes grupos de
jóvenes que realizan sus actividades en torno a la política, la democracia y la ciudadanía.
Segundo Momento: El diseño de los grupos de discusión bajo los siguientes
criterios:
92
1. Caracterización de los participantes: Que los participantes sean estudiantes
universitarios de instituciones de educación superior públicas o privadas y que
estén participando en actividades políticas.
2. Diseño del guión temático de discusión y de las entrevistas en profundidad
individuales.
3. Convocatoria de los grupos a las sesiones de análisis temáticos. Se convocarán
entre 8 y 12 estudiantes para la realización de los grupos de discusión, cada sesión
contará en promedio con un tiempo entre 1 ½ hora y 2 horas. Cada grupo tendrá
dos encuentros a fin de garantizar los criterios de apertura, profundidad y amplitud
en las temáticas (Ruiz, 1996). Estas reuniones se realizarán en espacios
concertados dentro de la universidad y que sean viables para la realización de los
encuentros.
Tercer Momento: Desarrollo de los grupos de discusión. Para realización de estas
actividades, se contó un moderador y dos auxiliares de investigación previamente
formados en la metodología de grupos de discusión. Durante el desarrollo de las
discusiones en los grupos, se hicieron los protocolos correspondientes de la sesión.
Cuarto Momento: Realización de las entrevistas individuales a partir de la
convocatoria a siete estudiantes - a manera de ejemplares-, como propone Arendt
(2001d).
Quinto Momento: Devolución de los análisis realizados a fin de lograr el
consenso intersubjetivo sobre la información y su pertinencia para el estudio.
Sexto Momento: El análisis comprensivo de los juicios a partir de las
apreciaciones, opiniones y significados que los jóvenes tienen respecto a las tres
categorías. Los discursos encarnados en las acciones políticas de los jóvenes
participantes en el estudio.
93
Séptimo Momento: Elaboración del informe final. El momento hermenéutico,
como la precomprensión articulada lingüísticamente en el sentido del "público de
interpretación " del mundo – en ese caso de de la política – entretejido en las acciones y
discursos políticos de jóvenes universitarios dentro del contexto histórico en el cual se
insertan, a través de sus propias narraciones, sin subsumirlos a leyes que los
predeterminen ni supeditarlos a verdades que los trasciendan, pero transitando entre lo
individual y lo plural (Arendt 2001d; 2002b; 2005c).
Disposiciones éticas
Cada uno de los aspectos antes enunciados se regirán por criterios éticos a fin de
no vulnerar, ni la intimidad, ni las posturas personales o colectivas frente a los temas de
discusión. El punto de partida lo constituirá el consentimiento informado mediante el
cual se darán a conocer los objetivos de la investigación, el tipo de información que se
busca obtener a través de los grupos de discusión y la autobiografía, los procedimientos
a seguir, el uso de la información y el compromiso de devolución de los hallazgos
obtenidos.
Se incluyó en el informe las características de los siete grupos de jóvenes
participantes en el estudio, reservando su identidad e integridad de acuerdo con las
disposiciones éticas de la Ley 1090 y el código ético de la APA (2002).
94
PARTE II
LOS JOVENES COMO SUJETOS POLÍTICOS: ENTRE EL JUICIO, EL
DISCURSO Y LA ACCIÓN
A los hombres y mujeres que se les impide entrar en la
esfera pública y ejercer el poder político, los que
renuncian a él, se ven imposibilitados para reafirmar
su propia identidad, tal es el caso de las minorías, de
los extranjeros, de los esclavos, son individuos sin
probabilidad de proponer e iniciar cosas nuevas. Su
vida se reduce a las cosas que les permiten sobrevivir.
Por tanto, se ven sometidos al poder de los que definen
los fines colectivos y los medios para alcanzarlos
(Serrano, 2002).
Los resultados de esta investigación muestran que los jóvenes de hoy
corresponden a una generación cuyos juicios, discursos y formas de acción política son
diferentes a las de los jóvenes de las décadas de los 60 y 70. Uno de los jóvenes dice:
«Nos gusta la política, pero no para perder la vida por ella; esas son causa que ya no
tienen razón de ser» planteamiento con el cual concuerdan otros jóvenes. Su interés no
es asumir posturas heroicas, no ven necesario que se sigan perdiendo vidas por causas
que, con la muerte, no se transformaron. Lo que saben sobre la pérdida de la vida de
jóvenes entregados por ideales políticos, los ha llevado a entender que no es así como se
pueden propiciar cambios.
Los jóvenes son conscientes de las diferencias que tienen en relación con las
generaciones anteriores, resaltan su diversidad e imposibilidad de homogeneización. No
obstante reconocen que comparten un contexto estructural complejo, de muchas
presiones y contradicciones que causan desorientación y confusión en algunos casos,
inconformidad en otros, pese a ello actúan en su intención de contribuir a pensar los
95
problemas políticos del país y a generar alternativas de solución. Los jóvenes en cada
época de la historia con sus actuaciones han contribuido a propiciar rupturas,
continuidades y discontinuidades (Levi y Schmitt, 1996).
« (…) parece que el único denominador común que tenemos es el rango de edad.
Los jóvenes asumimos determinados roles dependiendo de nuestras experiencias y
necesidades; por lo tanto es casi imposible homogeneizar el pensamiento de esta
población, en Colombia».
Con sus apreciaciones, los participantes en la investigación no se reconocen como
uno solo o como un grupo con las mismas características o las mismas formas de pensar,
pese a lo que se considera sobre ellos en muchos estudios. Respecto a la diversidad de
los jóvenes en lo social, cultural, político e identitario, dice Brito (1998): “la juventud
es, ciertamente, un sector que se resiste a su conceptualización, ya que debido a su uso
en el sentido común, ha adquirido innumerables significados: sirve tanto para designar
un estado de ánimo, como para calificar lo novedoso y lo actual; incluso se le ha llegado
a considerar como un valor en sí misma: “lo que posee un gran porvenir” (p. 180).
Los jóvenes presentan un conjunto de características diferentes a las de las
generaciones antecedentes. La mayoría tiene necesidad de pertenecer no a las
instituciones tradicionales como los partidos políticos o los sindicatos, sino a pequeños
grupos de amigos cercanos con quienes comparten gustos, estéticas, estilos de vida y
valores orientados a la vida en la ciudad como espacio simbólico de encuentro con otros,
consumo y posibilidades de formación profesional y empleos ocasionales. Se movilizan
por espacios diversos como el de la cultura, el estudio, el trabajo, el ocio y el tiempo
libre, el consumo, y, en diversos casos, a la participación política y ciudadana
«No se puede tener una única concepción e imagen sobre quiénes somos o cómo
somos los jóvenes. Los jóvenes estamos expuestos a múltiples presiones familiares,
96
sociales, institucionales, políticas y culturales que guardan profundas
contradicciones, generando en nosotros malestar,, desconcierto e incertidumbre».
Se debe tener en cuenta que los jóvenes de hoy son los herederos de los
acontecimientos políticos, sociales y económicos de las década de los 70 a la de los 90.
Es posible, incluso, que muchos de estos jóvenes de la generación actual no valoren de
las mismas cosas que valoraron, las generaciones jóvenes anteriores. Para otros jóvenes,
por el contrario, es la oportunidad de continuar actuando en la política de forma
diferente, aunque exista un descontento con lo que pasa en ella. Lo cierto es que existe
un amplio sector tanto de jóvenes y de adultos muy afectados por esta historia y por los
cambios que en la actualidad vivimos, por los efectos directos e indirectos de la guerra y
por los procesos de privatización que desde inicios de los 90, afronta el país.
La complejidad de los cambios antes mencionados, ubica a los jóvenes
colombianos en un país con una lógica política que se mueve entre prácticas
tradicionales e intentos de formas nuevas propiciadas con el cambio de la Constitución.
Es un país en guerra, con lógicas de economía neoliberal y con tensiones, rupturas,
ambigüedades, discontinuidades, ambivalencias y conflictos importantes en las
relaciones entre la ciudadanía, la sociedad civil y el Estado.
Por consiguiente, la condición de Ser político, no debe referirse a sujetos
abstractos y aislados que sólo sean portadores de derechos, de privilegios o beneficios o
excensiones. Por el contrario, se trata de sujetos cuya existencia se ubica en relaciones
con otros, como la familia, amigos, el vecindario, el contexto educativo, el medio
laboral, la comunidad, el pueblo o la ciudad e incluso son la historia de generaciones
previas. En el marco de estas relaciones la configuración de sujetos políticos implica la
adquisición del poder simbólico, material, psicológico, social, cultural y político, que le
da a cada uno la posibilidad de constituir comunidad. Con estas formas de poder se
desarrolla un proceso social y político en constante tensión, de influencia mutua, porque,
desde una perspectiva democrática, el poder no es sólo una fuerza que es generada en las
97
relaciones con los otros; es un poder experiencia, poder sensibilidad, poder sabiduría,
poder relacional y hasta un poder memoria (Zarzuri y Ganter, 2002; Arango, 2004;
Sepúlveda, Bravo y Aguilera, 2005; Perea, 2008).
Así, en las narraciones de los jóvenes, su materia prima, por así decirlo, son sus
historias personales o familiares, sus propios intereses, percepciones positivas y
negativas, inconformidades, luchas, esperanzas; la memoria de quienes han perdido la
vida en diferentes circunstancias como consecuencia del conflicto y la política sucia en
que se mueve el país desde hace varias décadas; los conflictos entre el Estado y la
ciudadanía; las actuaciones de los políticos y las de los mismos jóvenes como
ciudadanos. Esto porque los jóvenes no existen encapsulados, como a veces se quiere
mostrar y los relatos que despliegan su identidad se tejen en el presente, con otros
relatos que los preceden.
Por tanto en los jóvenes, políticamente hablando, no todo es nuevo, hay
renovación de prácticas, de discursos, de formas de participación y expresión política en
una Colombia con formas renovadas de autoritarismo-totalitarismo y con reformas
económicas que sostienen los juegos de poder del mercado y los intereses personales.
El supuesto de partida para el análisis de las narraciones de los estudiantes, es que
el conocimiento científico que enlaza causas y efectos, no evidencia las formas de
pensar y actuar de los jóvenes en su condición de sujetos políticos y ciudadanos
(Arendt, 2001b; Berlin, 2001). Por el contrario tiende a opacarlos detrás de las
generalizaciones que los muestran como apáticos o indiferentes. Tomando distancia de
esta forma de presentación de los jóvenes como sujetos políticos, procuro recuperar
algunas de las reflexiones de los jóvenes sobre las tres categorías de interés: política,
ciudadanía y democracia, tomando como referente su mundo cotidiano, ese mundo que
trascurre en las comunidades barriales, en la universidad, en la familia, entre sus pares,
en la sociedad del día a día, para mostrar formas diferentes de comprensión y de acción
98
política que pueden estar sustentadas en las percepciones que tienen de la política, de su
condición de ciudadanos y de la democracia en Colombia.
En las reflexiones de los jóvenes respecto de estas tres categorías, se encuentra una
gama de formas de pensar, en las que se instauran opiniones, prejuicios, actitudes,
creencias, sentimientos y valoraciones que reflejan manifestaciones opuestas de gusto,
conformidad, apatía, incomodidad y distanciamientos de la política. Lo anterior, porque
en ellos existe una conciencia individual y colectiva en la que se pone de manifiesto el
juicio que atiende a lo particular.
Recurrir a la perspectiva del juicio reflexionante en sentido kantiano, para
comprender la política, la democracia y la ciudadanía, es recurrir a la experiencia
estética o a la captación estética que los jóvenes hacen estas tres dimensiones de la vida
humana, como paso necesario para escudriñar sus discursos y acciones, como formas de
ser y hacer política que, en ocasiones se distancian de la tradición partidista o del voto
para dar lugar a acciones que están más cerca de sus realidades inmediatas que en
ocasiones no se logran evidenciar (Arendt, 2003a). Es reconocer que de manos de los
jóvenes hay formas renovadas de ser y hacer política y de ser ciudadanos, que como
experiencias singulares escapan a los criterios de lo verificable y comprobable, a lo
dogmático de algunas teorías (Maldonado, 2003).
Para llevar a cabo el análisis tomé como referente toda la información
suministrada por los siete grupos; no obstante el volumen, incluyo fragmentos como
ejemplos de lo narrado por los jóvenes, para develar el significado de los fenómenos
objeto de análisis y soportar las interpretaciones. El punto de partida es la pregunta
obligada por lo que los jóvenes entienden por política, democracia y ciudadanía, para lo
cual retomo las concepciones que sobre éstas, han elaborado los jóvenes; posteriormente
hago referencia a los detonantes de la acción política de los jóvenes, para dar cuenta,
finalmente de las acciones específicas que llevan a cabo.
99
CAPÍTULO V. CONCEPCIONES DE POLÍTICA, CIUDADANÍA Y
DEMOCRACIA
Los juicios y apreciaciones que hacen los jóvenes, les permite construir
argumentos sobre lo que para ellos es la política, la ciudadanía y la democracia en el
país. Sus reflexiones les brinda la posibilidad de asumirse como parte de la historia
colombiana, como testigos de lo que hoy sucede y que, como dice un estudiante, «será
contado por nosotros a las nuevas generaciones para mantener viva la memoria
nacional y la utopía de pensar en un país diferente». No en vano, el juicio, dice Arendt
(2002a), es nuestra facultad para ocuparnos del pasado, del presente y del futuro.
A continuación presento los argumentos de los participantes, tanto positivos como
negativos, en torno a la política, la ciudadanía y la democracia, y los análisis que de
ellos se derivan.
Reflexiones críticas frente la política, la democracia y la ciudadanía
a. Apreciaciones sobre la política
Los jóvenes se refieren de diferentes formas a la política. Para unos es «una forma
de gobierno, de estipulación de normas, leyes y mandatos del gobierno, como formas
para el acuerdo entre ciudadanos o de ejercicio del poder desde el Estado». Para otros
corresponde «al proceso de toma de decisiones mediante un sistema de gobierno para
alcanzar un objetivo o fin determinado que beneficie a todos los miembros de una
sociedad, quienes deben vivir según unas normas y leyes que den orden y armonía a la
sociedad».
Es vista también como «una forma de organización pública, constituida por
personas encargada de liderar y ejercer el poder en el Estado. Son personas que tienen
la responsabilidad de ocuparse de los asuntos públicos de la nación, para lo cual se
100
requiere que a quienes elegimos hagan un manejo adecuado de tales asuntos, de
manera que se promueva el bienestar de los ciudadanos y el buen funcionamiento de la
sociedad».
Los jóvenes relacionan la política con los intereses públicos, aunque con
frecuencia la refieren a las personas que son elegidas para llevar a cabo esta labor desde
de la representación. No es común entre ellos el reconocimiento de la política como la
condición plural de la sociedad, son pocos los que la refieren como una construcción
humana colectiva entre seres humanos diversos y como espacio de encuentro de la
pluralidad. Por lo general, se le concibe más como una instancia fuera de la sociedad
misma (Garretón, 1991; Bauman, 1999; Quesada, 2005).
Desde otra perspectiva, la política es vista como «cultura, como una forma de vida
y de ejercicio del poder y que genera una lucha permanente por el acceso al gobierno y
al poder». Como cultura la política encierra «ideas, creencias, usos y prácticas sociales
que están relacionadas con los asuntos públicos y el poder».
La referencia que hacen algunos de los jóvenes de la política como cultura encierra
una comprensión de la política como consustancial con el estatus que adquiere cada
individuo dentro de la sociedad como dirigente, como ciudadano, como sociedad civil,
en condiciones de democracia. Se manifiesta el en conocimiento, los sentimientos, los
valores, las actitudes, las prácticas y orientaciones de las personas y grupos hacia la
política, sus instituciones y condiciones.
Otros jóvenes ven la política «como un sistema de organización social,
gubernamental y económico, en el cual intervienen los ciudadanos a través de sus
opinión y su voto».
La política también es comprendida como «una forma de organización pública,
constituida por personas encargadas de liderar y ejercer el poder en el Estado, de
101
ocuparse de los asuntos públicos de la nación, responsables, a su vez, de propiciar
condiciones favorables que promuevan el bienestar de los ciudadanos y el buen
funcionamiento de la sociedad y sus instituciones».
En las concepciones que los estudiantes tienen sobre la política permite hacer
referencia a ella como una forma de organización del Estado, como acción colectiva
orientada a la gestión, a la transformación de la sociedad, al ejercicio de relaciones de
poder que tienen que tienen que ver con el ejercicio de la política y la ciudadanía en una
sociedad con un sistema de gobierno definido como democrático.
b. Apreciaciones sobre la ciudadanía
En las narrativas de los jóvenes encuentro una estrecha relación entre política,
ciudadanía y democracia; éstas tres categorías son sometidas al debate por los jóvenes
en cuanto a sus contenidos y alcances.
Como en el caso de la política, hacen referencia a la ciudadanía desde distintos
lugares de referencia; la relacionan con la pertenencia como ciudadanos con derechos y
deberes, a una comunidad política y con los procesos de participación y de inclusión
social y política. Por consiguiente, es vista como «una instancia de derechos y deberes
tanto de los ciudadanos como del Estado, este cumplimiento está regido por la ley».
Para otros jóvenes la ciudadanía tiene que ver con «el cumplimiento de los derechos que
nos asiste como ciudadanos nacidos y residentes en un país».
También es entendida como «una forma amplia de derechos, porque no existe un
solo derecho, sino varios y de distintos niveles que nos cubren a todos los colombianos
y es responsabilidad del Estado su garantía y cumplimiento».
Las reflexiones de otros jóvenes sobre la ciudadanía van más allá de los derechos,
las libertades y la participación. Se refieren al tema de la inclusión social, el
102
reconocimiento, el respeto en sentido amplio y estricto de los derechos humanos y la
justicia social, en cuanto a la eliminación de las desigualdades y la marginación social;
son referidas estas reflexiones en los siguientes términos: «Con la Constitución actual
hay más derechos que se han reconocido para los colombianos, pero todavía existe
mucha diferencia entre ese reconocimiento, por ejemplo los grupos étnicos no tienen los
mismos reconocimientos, aunque la Constitución lo diga, pues en la práctica se les
discrimina; lo mismo pasa con los pobres, con los habitantes de la calle y hasta con
trabajadores, y ancianos. También hay más violación de los derechos humanos y se ve
más pobreza, violencia y menos justicia».
Se evidencia en los planteamientos de los jóvenes el debate en torno a la
ciudadanía civil en cuanto libertades personales; la política desde la posibilidad de la
participación en las diferentes instancias representativas del gobierno y la ciudadanía
social, como el derecho a condiciones de vida con calidad, sustentando en el bienestar,
la seguridad económica, la cultura, los bienes y servicios. Al respecto manifiestan: «En
Colombia falta mucho para que la Constitución se cumpla plenamente, hay mucha
violación de los derechos de todo tipo, especialmente para unas poblaciones más que
para otras. Los jóvenes vemos que no siempre se cumple con nuestros derechos,
sobretodo de trabajo y educación. Tampoco se respetan las diferencias entre las
personas ni por su raza, o sexo ni por edad».
En valoraciones de los jóvenes sobre la ciudadanía hay por lo menos dos
perspectiva visibles, una ético – moral y la segunda desde el marco de los derechos y
libertades. Desde el punto de vista ético se visibiliza una ciudadanía centrada en la
exclusión, la falta de reconocimiento y la violencia expresada en el incumplimiento de
los pactos ciudadanos establecidos constitucionalmente. Desde la perspectiva de
derechos y libertades, valoran las oportunidades que ofrece la nueva Constitución en
términos de derechos individuales y colectivos.
103
Su perspectiva de derechos lleva explícitos principios de equidad en cuanto a la
necesidad de contar con un Estado garante de los derechos de todos los ciudadanos y
que exista una distribución equitativa de los mismos. Es una perspectiva de la
ciudadanía que encierra aspectos morales y prácticos de distinto orden directamente
relacionados con las oportunidades que debe tener cada persona dentro de la sociedad
para garantizar su desarrollo con calidad. De allí la importancia para los jóvenes de este
y de otros estudios, de contar con oportunidades para desarrollar sus acciones de
participación ciudadana y de aporte social (Gentili y Gaudencê, 2000; Castillo, 2006).
La percepción que tienen los jóvenes de la ciudadanía en Colombia, es la de una
ciudadanía restringida, de una ciudadanía que no ha logrado la concreción plena de
acuerdo con lo estipulado en la carta constitucional, porque las condiciones sociales,
políticas y económicas no lo permiten. Es una ciudadanía que no garantiza el pleno
cumplimiento de sus derechos y que, por el contrario, constriñe cada vez más a los
ciudadanos y por supuesto afecta su desarrollo y constitución como ciudadanos (De
Sousa, 1998; Calderón, 2007; Sen, y Kliksberg, 2007). Los jóvenes solicitan ser
reconocidos como ciudadanos en y desde sus necesidades, intereses y expectativas a
partir de posibilidades de concreción en las diferentes instancias de la sociedad.
El ciudadano debe ser un hombre que participa activamente en los asuntos
humanos, copartícipe de la organización de la vida en la ciudad; hombres que tienen la
experiencia de la libertad política (Habermas, 1998). Sin embargo, la modernidad ha
ocasionado una separación entre la libertad y la política. El espacio público ha sido
dominado por lo económico y lo social con una libertad solpsista que “sentimiento de
que mi aislamiento con relación a todos es el resultado de mi libre voluntad”, que nada
ni nadie, salvo yo mismo puede ser considerado responsable por ello” (Arendt, 20001b,
p. 225). De esta manera, la vida de los hombres es “abandonada a ella misma” y la
acción política se vuelve monopolio de los políticos y del Estado, de manera que
muchas de las acciones ciudadanas se despliegan como intento de limitar las acciones,
sobre todo de tipo económico, del Estado sobre la sociedad.
104
La crisis que se ha evidenciado en el mundo moderno en casi todas las esferas de
la vida se manifiesta de distinto modo en cada aspecto y en cada país. La política, la
democracia y la ciudadanía es uno de los aspectos de la vida social que más evidencia
esta crisis (de Sousa, 1998; 2003). De hecho Arendt (1973/1988) y Agamben (2002 y
2004) reflexionan sobre la transformación de la política y la degradación de las formas
de vida en la sociedad actual, lo que los conduce a preguntarse por la vigencia de los
derechos humanos. Para Arendt los derechos humanos, equivale a tener derechos; de allí
que no se puede privar a un ciudadano de la ciudadanía. Incluso frente al fenómeno de
los migrantes y de los refugiados; en este sentido, Agamben (2004) propone que se
incluyan los «no ciudadanos» a quienes llama de – nizens. Propuesta que surge ante la
movilidad que han causado el neoliberalismo, la violencia, la guerra, el desempleo y la
globalización de problemas como la pobreza. Los no ciudadanos con frecuencia se ven
sometidos a la precariedad y privados de los más elementales derechos al no poder
acceder a la nacionalidad como garantía de ciudadanía (Agamben, 2000). Colombia, por
supuesto, no escapa a tales condiciones, siendo los niños, las mujeres, los indígenas y
los jóvenes, las poblaciones más afectadas.
c. Apreciaciones sobre la democracia
En cuanto a la democracia consideran que «aunque Colombia se define como una
sociedad democrática, al no respetar los derechos humanos, ni permitir la libre
participación como ciudadanos, no se puede decir que sí tengamos una democracia». Sin
embargo, para otros jóvenes la democracia es «un sistema político, en el cual todos los
integrantes de una sociedad pueden participar activamente en las decisiones del
gobierno y las instituciones. En ese sistema el voto de todos debe tener el mismo
valora».
La democracia, dicen otros, «consiste en el poder del pueblo, en su posibilidad de
intervenir en las decisiones del Estado. En ella se consolida la voluntad del pueblo».
Por medio de la democracia los ciudadanos encuentran un lugar dentro de la sociedad en
105
la medida en que «cada ciudadano tiene el derecho a opinar sobre los asuntos del país,
y debe ser escuchada y tomada en cuenta». Se constituye en la forma evidente de
participación de los ciudadanos en la medida en que «permite que todos los integrantes
de una comunidad tengan presencia en la toma de decisiones que se tomen para
manejar el país».
La democracia «se constituye en el medio para que se de la participación
ciudadana, en la búsqueda de que todos tengamos los mismos derechos y que
cumplamos los deberes que tenemos como ciudadanos y miembros de la sociedad. La
democracia es una forma de gobierno en el que existen jerarquizaciones del poder y en
el que el pueblo y su opinión son importantes». La democracia, es en concreto, «la
participación política de la sociedad».
Con relación a la democracia, Arendt (2001a y 2001b) resalta como sus atributos y
los de la política, la capacidad de deliberar, la prioridad de la palabra, el acuerdo entre
plurales y la necesidad de recuperar y mantener la memoria colectiva. Enfatiza esta
perspectiva de la participación ciudadana como un ejercicio cotidiano que ocurre en los
microespacios y de dentro una comunidad, lo cual no descarta un ejercicio más amplio,
pues la política nos implica a todos.
La autora parte de la capacidad siempre latente de un nuevo nacimiento para la
acción política, a la comprensión del pasado para que en el presente no se repitan
acciones de precarización o banalización de la vida, para lo cual se requiere de la
comprensión de las acciones humanas.
La democracia implica la acción como generadora del espacio público para el
encuentro con los otros interesados en los asuntos públicos. Para que tal condición se de,
es necesario sustraer de este espacio las necesidades, la administración y la economía
por cuanto se trata de aspectos ajenos a la política; lo cual no es tan así en las
condiciones políticas del mundo actual.
106
Vivir en una sociedad democrática debería ser un elemento de bienestar, porque,
supuestamente, los sistemas democráticos ofrecen mayores posibilidades de
participación en los asuntos públicos. “La democracia de masas tanto la impotencia de la
gente como el proceso del consumo y el olvido se han impuesto subrepticiamente, sin
terror e incluso espontáneamente” (Arendt, 2001b, p. 50).
La sociedad del consumo, considera Arendt que no es la sociedad de la
democracia, sino de la burocracia que se hace cargo de la dirección del Oikos sobre la
escala nacional.40 Para Arendt (2001b), tal forma se constituye en la última forma de
gobierno en la historia del Estado nacional. Se define como un gobierno de nadie (the
rule of nobody) también ejerce formas de dominio que no se han extinguido ni se han
superado, a pesar de que la emergencia de la esfera social ha subsumido a la política, ha
ocupado el espacio público y ha transformado a los actores en consumidores (Forti,
2001).
El punto central en Arendt es la pregunta por el cómo lograr que una pluralidad de
puntos de vista puedan cohabitar en una sociedad, como condición de posibilidad de la
vida democrática. Es indispensable tener en cuenta que el “mundo común” no nos está
dado, se debe construir en la interacción con los otros comunes; lo cual implica
reconocer la existencia de múltiples puntos de vista y la coexistencia de ellos.
Arendt al referirse al «mundo común» no se está refiriendo a una entelequia;
tampoco se trata de una realidad trascendente o de un ideal político. Es, por el contrario,
la evidencia de un mundo común habitado por diversos, es la creación de hombres y
mujeres diferentes en cada época y entre épocas. No se trata de una paradoja o de una
contradicción, es sencillamente que en un mundo que es todo habita la diferencia, no la
homogeneidad y menos aún si se ejerce presión para lograrlo.
40 Arendt (2001b). Expresa que “lo que nosotros tradicionalmente llamamos Estado o gobierno deja el
puesto a la pura administración y a aquel estado de cosas que Marx justamente predecía como la
extinción del Estado, si bien se confundiría al creer que sólo una revolución podría causarla” (p. 45).
107
Al indagar su interés por la política, las condiciones de la ciudadanía y la
democracia en Colombia, todos los grupos concuerdan en que por su interés es que han
tomado la decisión de organizarse en diferentes grupos. No confían en la democracia del
país, pues encuentran que no es incluyente, que la política está en manos de pocos y que
no hay garantía para el cumplimiento pleno de los derechos ciudadanos. En los relatos
de los jóvenes se encuentra un debate entre el ideal y lo real de la democracia en
Colombia.
El sentido político de los jóvenes impregna sus juicios y reflexiones sobre la
importancia de una verdadera democracia en la que la representatividad otorgada por la
vía electoral reivindique las solicitudes ciudadanas. Recuerda Arendt (2004b) que el
Estado debe tener funciones políticas para responder a las demandas políticas de los
ciudadanos. Para esta autora el verdadero ciudadano es aquél que participa a la vida
política, sin destruir necesariamente la libertad social, pero haciendo crecer la libertad
política.
En las concepciones de la política, la democracia y la ciudadanía que tienen los
jóvenes identifican características positivas y negativas de la política colombiana actual.
Aspectos que a continuación presento en diálogo con autores que aportan a la
comprensión de la política contemporánea.
108
CAPÍTULO VI. CONDICIONANTES DE LA POLÍTICA, DEMOCRACIA
Y LA CIUDADANÍA
Reducción de lo político a lo económico
La política ha perdido su norte por la forma como es concebida y practicada por
los políticos, se ha vuelto un medio para promover el progreso económico de pocos
aunque amparados en los discursos de desarrollo del país. Esto en buena medida
producto de la privatización y la entrada de las multinacionales.
« (…) La política se presenta como un negocio en el que la desigualdad es
triunfante. Todos los políticos son corruptos».
«Nos parece que la política mal entendida y mal dirigida, puede propiciar la
concentración de poder y la riqueza en manos de unos pocos con detrimento de
las mayorías, desembocando en luchas de clases, lo que estanca el desarrollo
social, impidiendo el progreso de los pueblos».
Los jóvenes ven con cierta desconfianza la visión administrativa de la política
porque pierde su condición de espacio de relación de los ciudadanos y el interés
fundamental es mostrar los resultados de gestión más que de la conformación de una
sociedad en la que se garanticen los derechos de los ciudadanos. Su desconfianza abarca
también a los políticos, al Estado y algunas de las instituciones. Encuentran que los
políticos elegidos como representantes de los intereses de la ciudadanía no son dignos
de confianza o de credibilidad porque priman intereses personales o de partidos,
justificada en procesos administrativos más que de gobernabilidad y, por tanto, al
servicio de la economía, de los sectores financieros y de los procesos de privatización.
«Yo, [dice un estudiante] no entiendo por qué el Presidente habla del Estado y
de la política como si fuera una empresa, siempre se le oye decir mi
administración, tal cosa, mi administración tal otra y luego habla de
109
inversiones, como si la política se trata de un gran negocio y como si el Estado
fuera negociante. Por eso creo que es que hablan de la educación como servicio,
también en el caso de la salud y me pregunto ¿dónde queda la relación del
Estado como forma de gobierno con los ciudadanos?; yo no se si es que la
política ha cambiado o tengo una idea equivocada de ella ».
La política debería ser una actividad desinteresada. Por tanto su reducción a lo
económico, a lo administrativo es una contradicción, porque se genera una política
doméstica, una despolitización de la misma política, sólo que éste énfasis doméstico se
concreta en los intereses de pocos. Se pierde así el compromiso con lo público porque
se impone el interés particular, en tal caso predomina la idiotés y el egocentrismo
(Arendt, 2001b).
La relación entre política y economía ha sido analizados por autores como Greppi
(2006) para quien la promesa de equilibrio de los poderes sociales y, por tanto, la
desaparición de las oligarquías que aparece implícita en el ideal democrático, no se ha
dado porque en la práctica nos encontramos frente a la proliferación de nichos
ecológicos despóticos, construidos a partir del monopolio de recursos como el capital, la
información y las oportunidades de económicas. De esta manera, se desdibujan las
fronteras entre las tres elites: económica, política y social.
La política y los políticos, dice el autor, están en las manos de los gestores del
dinero y de la información. No hay ningún agente político con autonomía para
contrarrestar la formación de monopolios nacionales y transnacionales. Por otra parte, se
busca una clase política hiper-profesionalizada con acuerdos mutuos ventajosos para el
sector financiero.
Tanto el dinero como la información, por su volatilidad, se tornan en las fuentes
del poder y lo que distingue ahora a las oligarquías es su capacidad para escapar del
control y las exigencias de responsabilidad; se vuelven elusivas. Hay una clara
110
desacralización de los espacios del poder: los palacios, las salas del Congreso o
parlamento y de los Tribunales; de los símbolos: las banderas, uniformes; y los
discursos, como reflejo de un proceso de deslocalización del poder mismo (Roitman,
2007; Revelli, 2008). El poder no se consigue colocando a la ley de su parte, los
poderosos son los que saben que hay lugares en el mundo a los que no llega la ley,
porque en estos lugares no hay contrapesos ni balanzas. Por eso la política deja de ser
campo de mediación y deliberación.
Los jóvenes analizan cómo los políticos han llevado la política a ser subalterna
de la economía y al servicio de los intereses capitalistas. Consideren que los esfuerzos
de la política colombiana, por lo menos en los últimos años, ha sido la recuperación de
la economía, descuidando las relaciones entre el Estado y los ciudadanos y la
convivencia pacífica dentro de los fines del Estado de Derecho. Tampoco hay real
preocupación por la disminución de las desigualdades sociales que, por el contrario, ha
aumentado en los últimos años, afectando el desarrollo social y la calidad de vida de los
colombianos.
Es claro que en el país ha venido el incremento de condiciones de vida de baja
calidad debido a los imperativos de la economía. Es el costo que pagan muchos países
por los procesos de privatización y el predominio de política sometida a la economía
(Castells y Serra, 2003; Burke, 2008).
«Lo financiero se asume políticamente. Así se ve con las decisiones de subir los
intereses, por decreto a fin de frenar la inflación. Se nota como se toman
decisiones a expensas de las personas, para estabilizar la economía».
En las dos últimas décadas el Colombia, como muchos otros países, ha entrado
en un proceso importante de reestructuración económica respondiendo a tres desafíos
(Arriola y Guerrero, 2001) que se insertan, a su vez, en la lógica de la economía global.
111
1. La competencia capital-trabajo con reformas importantes en la producción
industrial caracterizada por la desaceleración, la quiebra de empresas, el
ingreso de mercados extranjeros y la desregulación laboral con el incremento
del desempleo, aumento del subempleo o el empleo precario. Condiciones que
afectan a un amplio sector de la población, incluidos los jóvenes.
2. La competencia Estado-capital, parcialmente resuelta mediante la
incorporación del modelo neoliberal al país, de manera que se ajusta la política
económica nacional a las exigencias del capital transnacional, reducción de los
espacios de participación social en las decisiones públicas, para lo cual se ha
desplegado el control de los medios de comunicación, la transformación del
movimiento sindical y de trabajadores e incremento de la corrupción política,
la privatización e incremento de la fuerza del mercado por la vía de los
servicios públicos y sociales como fuentes de ganancias capitalistas.
3. La competencia entre capitales resuelta a través de la fusión de entidades,
empresas o absorción de otras empresas o instituciones, lo cual propicia la
concentración de capital con mayores cuotas de mercado.
No hay duda que la promesa de transparencia que suponía como principio de
legitimidad del poder político, está atada a la exigencia de justificación pública. Tanto la
política como la democracia se definían como poder del público y en público. Pero dado
el predominio de lo financiero por encima de la política y la democracia, estamos en una
sociedad en la que el poder se vuelve cada vez más opaco. En una sociedad en la que los
medios de comunicación desinforman ocultando la verdad de los hechos o privilegiando
las voces de los más poderosos. Como dice Greppi (2006) “Lenguajes y sentidos se
acumulan y renuevan caóticamente, y los políticos saben que pueden sacar provecho de
ello. La tarea específica del político profesional consiste en la producción de un
discurso, cualquiera que sea. El desconsiderado aumento del ruido acaba anulando todo
deseo razonable de autodeterminación” (p. 19).
112
Son condiciones que afectan los fundamentos morales de la sociedad, las prácticas
de socialización, o como expresa Agamben (2000; 2003), a la nuda vida en la que un
amplio trecho de la población lucha por su subsistencia y para responder a las exigencias
económicas del Estado. En buena medida lo que los jóvenes narran tiene que ver con
condiciones que precarizan la posibilidades laborales, la seguridad y la calidad de vida
(Butler, 2006).
Nos encontramos de cara a un Estado burgués preocupado por proteger al mercado
más que a los ciudadanos, preocupado por el ingreso estatal a través de los impuestos
que no obligan a los inversionistas extranjeros, por vía de la privatización, el control del
gasto, el control al ingreso de los ciudadanos, en particular de la clase trabajadora y el
control en el cumplimiento de sus deberes fiscales, más que en gobernar. Esto lo hace un
estado carente de sensibilidad social y por ello de inversión en y para lo social.41
Predomina el mantenimiento del equilibrio económico, mediante la intervención
del Estado, por encima del bienestar de los ciudadanos, de la calidad de vida, de las
posibilidades de desarrollo con equidad y bajo principios de igualdad, pues no es
responsabilidad del Estado la política social que permita combatir la pobreza,
redistribuir equitativa y justamente los bienes y recursos, ni brindar mejores garantías de
seguridad y bienestar para los grupos «más débiles» como los niños, mujeres y adultos
mayores o para los grupos «minoritarios» como los indígenas o las negritudes.
41 Hay que recordar que simpatizantes y defensores del liberalismo individualista, como Hayek, Mises,
Ropke, Friedman, el Estado asistencial corroe en sus raíces las estructuras y los valores de la sociedad
libre desarrollando una peligrosa tendencia hacia la burocratización de la vida colectiva y hacia la
reglamentación estatalista. Según estos autores, toda intervención del Estado en el mercado es una
amenaza a la libertad individual y una peligrosa concesión al colectivismo. Además, el estado asistencial
reduce sensiblemente la eficiencia del sistema y frena la expansión económica (Bobbio, Mateucci y
Pasquino, 2000).
113
Ambivalencia en la participación política
En las narrativas de los jóvenes se devela una tensión entre la participación y la no
participación política propia y de otros jóvenes y, en general, de un amplio sector de la
ciudadanía. En sus reflexiones se interpelan e interpelan al resto de la sociedad por
nuestra responsabilidad en la participación política.
«La mayoría de nosotros los jóvenes, sólo nos limitamos al concepto de política
que adquirimos y nos enseñaron en el colegio; si no fuera por el colegio no
tendríamos las mínimas bases sobre la política, porque es un tema que poco nos
interesa.
Pero en lo que podemos percibir, este no es únicamente un problema de la
juventud colombiana, ya que también se manifiesta en los adultos, quienes
también presentan poco interés con respecto a la política, ni siquiera hacen de su
hogar ni de su familia, un lugar propicio para la participación política».
Cuestionan la responsabilidad que como ciudadanos tenemos al consentir una
política inadecuada, como consecuencia de la baja participación ciudadana. En sus
voces hay una llamado a repensarnos como sociedad, como ciudadanos en nuestra
responsabilidad por lo que pasa con el país. Parece que el ejercicio correcto de la
política corresponde a concepción de mundo ideal guiado por el bien, el cual en la
práctica es compartido por pocos políticos, que efectivamente encuentran en el servicio
público su vocación y sentido de vida.
Frente a la situación de desprestigio de la política, la función política de los
ciudadanos consiste en contribuir al control de un Estado que extiendo su acción como
tentáculos sobre todas las instancias de la sociedad, en ocasiones impidiendo la libertad
de las personas. “Es la libertad de la sociedad que requiere (hoy) y justifica una cierta
restricción de la autoridad política. La libertad se sitúa (ahora) en el dominio de lo
social, la fuerza o la violencia se convierten en el monopolio del Estado” (Arendt,
114
2001b, p. 68). El ciudadano de hoy se transfigura como comunidad para dar paso al
individuo que lucha por sus propios intereses en una sociedad de masas, con el riesgo de
la despolitización, la desintegración, el conformismo, la burocracia y erosión de la
autoridad moral (Arendt, 1973/1998; 2003b; 2005d).
«Los políticos y otros funcionarios hacen y deshacen porque nosotros así lo
permitimos. No solo los jóvenes, también las mujeres, los hombres, los niños, los
adultos y los ancianos, debemos participar para impedir que esto siga. Todos
somos país, y si no participamos ¿qué reclamamos?».
Algunos jóvenes consideran que si bien es cierto no hay una amplia participación
de ellos en la política, tampoco es que todos estén desinteresado en el tema. Les
preocupa lo que sucede en el escenario diario de la vida, de las condiciones laborales
que tienen o que tendrán que afrontar, el reconocimiento de los derechos en todo el
sentido de la palabra y el ejercicio pleno de participación en la vida pública.
«Mire si usted ve en Bogotá y en otras ciudades del país se han creado muchos
grupos de jóvenes que participan de distintas maneras y en distintas cosas;
incluso muchos de nosotros votamos. Es que nosotros pensamos que participar es
importante, no únicamente para elegir a los representantes políticos. Hay una
amplia variedad de proyectos e instituciones en las que los jóvenes somos
invitados a participar activamente; si usted observa, hasta dentro de muchas
universidades se organizan grupo, claro participa una minoría de acuerdo con lo
que les gusta, por ejemplo en el desarrollo de proyectos sociales. Y es que para
nosotros eso también es actuar políticamente».
Ellos mismos desvirtúan la idea de que todos los jóvenes muestren desinterés por
la política. Dicen al respecto:
115
«Algunos jóvenes se meten con toda en la política y se meten a debates, y opinan,
hay otros que no les interesa para nada, que opinan pero que no hacen nada por
cambiar estas cosas, como viven en una burbuja y a mi no me pasa nada, no me
toca eso y como no me toca entonces no voy a hacer nada por cambiarla».
«Algunos jóvenes participan políticamente no con el impacto y la relevancia que
se esperaría, debido, en parte, a las condiciones económicas y laborales de la
sociedad colombiana y que los ha obligado a desplazar sus intereses hacia la
satisfacción de sus necesidades personales, familiares y sociales, con lo cual lo
político pasa a un segundo plano ».
Los jóvenes ponen en evidencia el problema de la participación ciudadana como
uno de los aspectos críticos en el ejercicio de la política en el país. Problema que se ha
ido acrecentando en todos los niveles de la población. Es uno de los aspectos críticos
objeto de reflexión en la mayoría de las sociedades, pero especialmente estudiado en los
jóvenes, a quienes se les señala con frecuencia como apolíticos, apáticos e indiferentes
frente a la política.
Sin embargo es importante tener en cuenta que la baja participación de algunos
jóvenes y, en general de la ciudadanía en Colombia, como en otros países, se sustenta en
buena medida en la crisis de sentido frente a la institucionalidad, los proyectos centrados
en los adultos y la distancia entre las propuestas del Estado, de las instituciones, de las
organizaciones juveniles que los jóvenes quieren como proyecto de nación, como
ciudadanos en una sociedad democrática. Es una problemática evidente en América
Latina y en otros países de occidente. El mismo sistema político desestimula a los
ciudadanos, provocando el distanciamiento del cual se queja el mismo sistema político
(Arendt, 2001a, 2001b; Bauman 1999; Bovero, 2002; Quesada, 2008).
Sea que haya o no participación de los jóvenes, en general hay un sentimiento de
desencanto, de no satisfacción, de incomodidad e incluso de disgusto frente a la política.
Estos son algunos de las razones por las cuales hay jóvenes que toman distancia y
116
buscan otras agendas personales y colectivas, en otros casos se organizan en grupos para
generar formas alternativas de participación diferentes a las tradicionales. Sin embargo,
es necesario tener en cuenta que no sólo la política constituye un motivo de
distanciamiento, también inciden los cambios sociales y culturales que privilegian el
individualismo en detrimento de lo comunitario y de lo colectivo. Estamos en un
momento de predominio del "yo" mientras se difuminan los vínculos sociales, el
sentimiento de comunidad y de nación. Paradójicamente se propicia una tensión entre la
despolitización que causan estas circunstancias y la politización a través de la protesta.
Las consecuencias son la ausencia marcada de las urnas electorales y las marchas
masivas de rechazo a las políticas económicas.
Sentimientos morales ante la política, la ciudadanía y la democracia
Las reflexiones que algunos jóvenes hacen sobre la política los llevan a elaborar
un discurso basado en sentimientos morales, cuando consideran que las actuaciones de
algunas de las personas que se dedican a ella, denotan falta de responsabilidad y justicia,
en su ejercicio.
Los jóvenes del estudio llevan a cabo reflexiones sobre muchas contradicciones,
incumplimientos, fracturas, tensiones y negaciones en los partidos políticos y sus
representantes, lo cual, en general, genera el alejamiento de los jóvenes de la política,
porque la ven como una actividad carente de principios morales y fuertemente anti-ética.
Por supuesto, son conscientes de que no todos los políticos actúan de esta manera, que
hay quienes no han olvidado su vocación de servicio público, basado en principios y
valores. Es por esto que piensan que es necesaria una reconfiguración de las prácticas
políticas tanto de los representantes públicos como de los ciudadanos.
«La política se rige por intereses individuales y por la falta de compromiso con la
sociedad».
117
«La política y la democracia están contaminada de visiones incorrectas y de
personas que no tienen claro su sentido de responsabilidad. Hay una mirada de la
política como algo ajeno a los jóvenes, corrupta, sin utilidad social y con
condiciones excluyentes».
«Mis sentimientos son de amabilidad, confianza, pero a veces surgen los
contrarios, es decir el desprecio y la desconfianza, es una dicotomía».
«Nosotros vemos que en Colombia tanto la democracia como lo de la ciudadanía
son como discursos de moda, porque no es que se cumplan de a mucho que
digamos. Participar en este país no es fácil, sobre todo cuando la gente reclama
sus derechos porque se les señala o se les criminaliza».
En los cuestionamientos que los jóvenes hacen, ellos mismos son objeto de
reflexión como ciudadanos y sujetos políticos. Saben que alejarse de los asuntos
públicos y que la política es indispensable e inherente a una adecuada convivencia social
y cultural en el país, para lo cual todos debemos asumir nuestro compromiso como
ciudadanos.
«Lo que nos molesta a nosotros los jóvenes, pues hablando muy desde mi grupo
social, es la indiferencia. Por ejemplo, está la protesta de los chicos de la
Universidad Nacional y eso es algo que realmente les toca por que les están
reestructurando su sistema de educación y le están subiendo a los costos, nosotros
aquí no vamos a salir a protestar con ellos por que no nos toca a nosotros y no
nos afecta lo que a ellos les esta pasando. Nosotros estamos privilegiados de
ingresar a una universidad privada y somos muy indiferentes con lo que les
sucede a los demás, entonces lo que más nos incomoda es que todos actuamos
como si poco o nada nos interesara lo que sucede».
El grupo de los jóvenes universitarios indígenas fundan su concepción de la
política en la idea de una sociedad como una sola unidad, en la que el respeto y el
reconocimiento de la diferencia tengan lugar. Reconoce que desde una perspectiva
118
intercultural, han aportado a la producción, a la salud, a la educación y a la paz para
crear en Colombia una sociedad armónica en una tierra protegida.
« (…) como una gran familia basada en objetivos comunes, en la confianza para
poder construir una política general como proyecto de vida, teniendo en cuenta
las diferencias y el respeto por el uso y las costumbres».
«Las reflexiones sobre la sociedad, la política, la economía o la cultura deben
partir de la sabiduría y conocimiento de los adultos mayores y de la
internalización de los poderes que da la madre tierra; pero el hermano blanco,
esto no lo tiene en cuenta».
Con la Constitución de 1991 se crea en Colombia la jurisprudencia para la
representación de los indígenas en el Congreso, la legalización y legitimación de sus
prácticas jurídicas, la reglamentación de las entidades territoriales y la regulación de los
aportes económicos a las comunidades respetando su identidad cultural y su
ancestralidad. Sin embargo, diferentes pueblos se han encontrado en medio del conflicto
bélico y la tensión en las relaciones con el Estado. Se suman a estos hechos el
reclutamiento de jóvenes indígenas para la guerra, la expropiación y uso inadecuado de
los territorios, la presencia del narcotráfico en todas sus manifestaciones, las
fumigaciones, los asesinatos selectivos, el desplazamiento masivo y con ello el
sometimiento de estas culturas a la pobreza y a la exclusión y se les ha puesto en peligro
de extinción (Izquierdo, 2009).
Por otra parte, los estudiantes Afrodescendientes también expresan su
inconformidad, sus sentimientos de malestar por la exclusión, la falta de reconocimiento
y el cumplimiento parcial del Estado, respecto de sus derechos.
«En Colombia todos no somos iguales. A los grupos étnicos no nos tratan como si
fuéramos parte del país. Somos los que estamos en peores condiciones sociales y
119
económicas y a los que menos nos dan la oportunidad de ocupar cargos en el
Gobierno. Uno siente como si se hablara de otra Colombia».
Como los pueblos indígenas, los afrodescendientes también se encuentran en
medio de las distintas fuerzas en guerra. Sus territorios han sido controlados tanto en la
vida pública y la participación política, como de la vida privada, del cuerpo, del
lenguaje, de las relaciones afectivas. Son circunstancias que causan miedo, violencia,
muerte, pobreza y desplazamientos forzados fracturando sus relaciones sociales, sus
prácticas culturales y la tradición histórica que les caracteriza (Madariaga, 2006).
Cuando los pueblos son sometidos por la vía de la violencia se produce lo que
McAdam, Tilly y Tarrow (2001) denominan como ciudadanía autoritaria para referirse a
las condiciones a las que se somete a un sector de la sociedad por cuenta de
organizaciones estatales, paraestatales u otros grupos que a través de la violencia y la
coerción ejercen poder y control, sin que exista un mecanismo público para controlar el
uso de la fuerza.
Dado este marco de circunstancias, ddifícilmente se puede analizar el poco interés
que suscita la política en muchos jóvenes, sin tener en cuenta el halo de desconfianza
que se ha creado en relación con ella por las actuaciones de los políticos. El problema no
es en sí misma la política, sino los políticos. Es a ellos a quienes se les debería preguntar
¿qué es para ellos la política y si creen en ella?
«Pero también vemos gente del gobierno y de la sociedad, con doble moral, con
solapamiento de juicios y decisiones, que acaparan los recursos y así se aumentan
los problemas de pobreza, de injusticia sobre todo con los más pobres y bueno con
los otros también, porque tienen que pagar los platos rotos de lo que otros no
hacen o hacen mal, porque a todos nos toca pagar».
Los sentimientos que expresan los jóvenes denotan molestia, indignación, censura,
lo cual justifica sus formas de pensar y actuar frente a la política. Los sentimientos
120
morales evidencian dimensiones de los agravios que sufren las personas; por tanto, son
condiciones que invitan a repensar nuestra responsabilidad como seres humanos, como
seres políticos (Arendt, 2003, 2007; Habermas, 2004).
El mundo tiene que ser romantizado, se le debe sacar de ese objetivismo frío que
propicia arrogancia, insensibilidad y pérdida de criterios éticos. La ausencia de
emociones y sentimientos no puede causar más que la incapacidad de conmovernos ante
las situaciones que vemos en el diario vivir. Tampoco se trata de ver las acciones
humanas desde el extremo del sentimentalismo, es adquirir compromiso con la
sensibilidad humana; es evitar la banalidad del mal sustentada en la superficialidad y en
la ausencia de sentido por lo que hacemos, porque la reflexión conmueve para dejarnos
por la felicidad o la por la desgracia representada en las nuevas generaciones. Ese
espíritu comprensivo y sensible posibilita la imaginación, el acercamiento al otro en y
con sus diferencias, se trata de un acercamiento emocional y epistemológico, en tanto
nos podemos encontrar y comprender sin parcialidad ni prejuicio. "Sin este tipo de
imaginación que, en realidad, es la comprensión no seríamos capaces de orientarnos en
el mundo. Somos contemporáneos sólo hasta donde llega nuestra comprensión" (Arendt,
1995, p. 46).
Deslegitimación de la institucionalidad
A juicio de los jóvenes el legalismo institucional y las organizaciones para
jóvenes, con frecuencia inhiben la participación de los jóvenes, en particular cuando sus
formas de actuación deben someterse a las disposiciones organizativas; de allí que para
algunos de los jóvenes la alternativa está en la creación de colectivos, asociaciones,
comunidades de jóvenes que puedan llevar a cabo sus proyectos sin restringirse a la
normatividad institucional. Identifican dos problemas fundamentales: el clientelismo y
la herencia del poder.
121
«Yo si veo que hay mucho tráfico de influencias políticas que se pagan con
favores, especialmente ayudando a los familiares de otros políticos o de gente
influyente, cuando en realidad deben ser el mérito y el fomento a nuevas
generaciones y no un apellido o una cuota lo que debe guiar esta colocación».
«Hay persistencia del ejercicio del poder en los mismos bajo la perspectiva de la
tradición con poca o nula participación de otros grupos o personas».
«La política en este país es un asunto de roscas de amigos y de familias, así es
difícil una renovación de ideas y un cambio, pues todos siguen con las mismas
mañas».
Los jóvenes expresan su desagrado por la repetición de las prácticas políticas
clientelistas al privilegiar, por encima de la experiencia, el compromiso y la honestidad,
la ocupación de cargos por amistad, por deuda de favores, por el favoritismo, la palanca
o el continuismo familiar de la política, aspecto, este último que ya había sido
cuestionado por Arendt (2001a), y el ethos clientelista, por autores como Velásquez y
González (2003).
Se ve con desconfianza las acciones del Estado y de los políticos porque, por lo
general, priman los intereses particulares más que los colectivos, como sello de la crisis
política del país que ha conducido al país hacia la desintitucionalización y el
surgimiento de un fuerte corporativismo, por ejemplo de algunos partidos políticos para
favorecer las decisiones del Estado y al individualismo en las relaciones entre el
ciudadano y el Estado (Garay, 2002). Con un panorama de este orden se ha generado
desconfianza de la ciudadanía, incertidumbre, el desfortalecimiento de lo público sobre
todo cuando hay oídos para desoír a la ciudadanía, la evidencia de una fuerte quiebra
moral y ética.
Es frecuente encontrar que en lugar de que haya una relación corporativa entre
Estado y sociedad. Se encuentra más bien una ciudadanía tutelada en la que la relación y
representación política es por compromisos adquiridos. El sistema político se confunde
122
con el Estado y juega más un papel simbólico que real; el poder se nutre de la clase
política que alimenta este clientelismo ya sea a nivel local, regional o central. Es un
sistema que refleja poca legitimidad y puede tener un ejercicio arbitrario del poder
(Zapata, 2000; Arendt 2001a).
Democracia paradójica
Para la mayoría de los participantes en el estudio nos encontramos en Colombia
ante una no democracia, porque existen problemas de autoritarismo, se instaura el miedo
como mecanismo para impedir la participación y otras formas antidemocráticas.
« (…) en Colombia se ve con frecuencia que el pueblo que es subyugado por el
Estado. Sus decisiones siempre están menos enfocadas hacia la salud, hacia las
necesidades básicas de una sociedad, o la vivienda. Lo que se busca desde el
gobierno, con la supuesta democracia, es expropiar a la gente de todo lo que tiene
y al país de sus recursos para vendérselo a otras entidades que, al final, no hacen
nada por el país. Por eso digo que la democracia en Colombia es una farsa».
Este punto es respaldado por uno de los participantes cuando manifiesta:
« (…) muchos ya han dicho que tienen nexos con paramilitares. Por otra parte
uno ve que los votos que recibe, son los votos de su bancada, entonces uno dice
¿cual democracia?, muchos de esos votos se lograron con sangre o por miedo (…)
».
Algunos jóvenes encuentran una fisura entre el discurso de la democracia en
Colombia y las prácticas democráticas que se suscitan en la vida pública e incluso en la
esfera semipública, es importante tener en cuenta que la mentira en una sociedad
123
democrática basada en la representación, lesiona el carácter público, de la vida política42
y se constituyen en formas antipolíticas.
La paradoja de algunas de las sociedades democráticas es que entre más se habla
de la democracia más se degrada la condición humana porque aumenta la arbitrariedad
en el uso del poder, con lo que se evidencia una distancia grande entre el discurso y las
acciones políticas democráticas, al punto que los ciudadanos se distancian de la política
para retraerse en la esfera de la vida privada. Se incorpora tal distancia o la abstención
como formas de expresión política.
La democracia pasa a ser un amasijo simbólico de órdenes institucionales que se
legitima por otros medios. Se identifica con edificios, sillones vacíos, coronas,
parlamentos, bandas presidenciales, ordenadores, urnas, voto, censos y padrones
electorales. Se presenta en la división de poderes, defensores del pueblo, del menor
o de las mujeres. Incluso las libertades públicas y privadas, de reunión, asociación
y expresión pueden aportar nuevas maneras acorde con los cambios tecnológicos:
la libertad de mercado y con ello la democracia del mercado. También la libertad
digital y con ella emerge la democracia digital. (…) Descartada la democracia
como forma de vida trasmuta la noción de bien que la acompaña. Ahora expresa
una acción represiva en manos del poder político. Debe interpretarse como un
obedecer, cumplir y acatar la ley en beneficio de la razón del Estado. El bien
común debe entenderse ante todo como un acto de disciplina dentro del orden. Ya
no existen ciudadanos, sino operadores sistémicos dentro de una economía de
mercado. Consumidores recurrentes. Sumisión y control dentro del interior de un
Estado totalitario cuyos dispositivos de seguridad garantizan el monopolio y el uso
de la violencia para reprimir las luchas democráticas. Así se cierra el círculo de la
democracia representativa (Roitman, 2008, p. 13).
42 Al respecto Kant expresaba en relación al principio de publicidad: “Injustas son todas las acciones
referidas al derecho de otros hombres, cuyas máximas no sean compatibles con la publicidad”
124
El autor complementa el análisis argumentando que esta democracia tiene como
principios básicos esta forma de democracia la desaparición del sujeto, la
desarticulación de la ciudadanía política y un asentamiento de la despolitización. La
democracia se vuelve autorreferencial en tanto la democracia es la democracia. Luego se
universaliza el concepto y se pierde así su carácter temporal y su vitalidad para reducirla
a una idea dentro de la historia de las ideas políticas. Su definición se hace neutral y su
valoración objetiva a través de un conjunto de reglas en las que se habla de mayorías y
minorías, poliarquías, alternancias, consensos, elecciones. Vista y vivida así la
democracia hace que su valor estratégico sea siempre un proyecto de futuro. Por
consiguiente, es necesario debatirla para reconfigurarla (Revelli, 2008).
«La Democracia creo que es uno de los peores sistemas que existe, o sea, digamos
que en la teoría puede ser de los mejores, pero la democracia como la ha utilizado
la humanidad me parece una farsa. Supuestamente, viene del latín, o sea, el poder
político es una forma de administración del pueblo, ¿no? del “demos”, entonces
está siendo utilizada al revés, para manipular al pueblo. Entonces que una
democracia sea sólo elegir, no me parece ¿sí?, o sea, como en el sentido de votar
y eso, no. Esas supuestas democracias participativas donde todo va al revés, en
contra de la gente y sólo sirve para utilizarla y todo eso, no».
Es común la percepción de los jóvenes participantes en el estudio, en cuanto a que
en Colombia no se ofrezcan oportunidades reales de inclusión con igualdad de
oportunidades para todos, en parte por los cambios laborales que ha sufrido el país, la
baja remuneración, el empleo a destajo, el subempleo y las pocas políticas de desarrollo
con que cuenta el país en materia de juventud. Sienten que en Colombia el Gobierno
llega a acuerdos de apertura de mercados con el ingreso de las multinacionales que
explotan en particular a los jóvenes.
Las percepciones de los estudiantes coinciden con las de otros jóvenes, en
particular de los sectores menos favorecidos, los de estratos socioeconómicos bajos,
125
empleados u obreros y en algunos casos los estudiantes universitarios son objeto de
exclusión social, económica, cultural y política (Touraine, 1999; Zarzuri, 2005).
En consecuencia, la democratización en el Estado colombiano se ha caracterizado
por la confluencia de dos lógicas encontradas: la persistencia del conflicto armado y su
efecto nefasto en la población civil y la permanencia de una cierta institucionalidad
aunque débil desde el punto de vista de su representatividad y su legitimidad por la
corrupción y la vinculación de algunos de sus miembros con los grupos en conflicto,
especialmente el paramilitarismo.
Lo paradójico –y lo dramático- de tal situación no reside solamente en la
coexistencia de esas dos formas antagónicas de convivencia, sino en la
incapacidad de los colombianos de superar ese dualismo, esa esquizofrenia
política, y pactar formas de convivencia pacífica plasmadas en una
institucionalidad democrática, libre de la presión de las armas (Vásquez, 2006, p.
1).
Lo que se observa en el país es un tendencia a la autosuficiencia en la
representación; cada representante termina por representarse a sí mismo dejando a los y
las ciudadanas a su propia suerte con lo cual se produce una ruptura, un distanciamiento
entre representantes y representados. La paradoja se extiende al comportamiento de los
y las ciudadanas quienes reclamamos el apego a las formalidades de la democracia, pero
a su vez experimentamos profunda inconformidad con el sistema político que dice
representarla, pero que además incumple sus compromisos en una sociedad que hace
gala de tener un Estado social de Derecho. En relación con esta paradoja, Velásquez y
González (2003) plantea los siguientes cuestionamientos:
¿Cómo entender las prácticas participativas en ese complejo contexto?
¿Transcurren en el campo de la institucionalidad política, ajenas a las diversas
manifestaciones del conflicto o, por el contrario, se encuentran atravesadas por la
126
polarización entre el Estado y los actores armados y se ven afectadas por la
violencia política? Estas preguntas tienen sentido pues la participación opera
fundamentalmente en el campo de la institucionalidad, y más en el caso
colombiano, como se verá enseguida. Así, preguntarse por ella no significa otra
cosa que interrogar a las instituciones políticas para examinar su eficacia en el
mejoramiento de las condiciones de vida de la población y en la construcción de
un trayecto de paz y convivencia para los colombianos (p. 2).
Las reformas propiciadas a partir de la Constitución Política de 1991 ha implicado
mayor cantidad de mecanismos de participación de la ciudadanía en la discusión de las
políticas y programas gubernamentales en el nivel local (una fragmentación importante
para desviar la atención de decisiones nacionales con la idea supuesta de romper las
elites políticas de Alcaldes y Gobernadores (Velásquez y González, 2003). No obstante
los avances logrados con la Constitución de 1991, la historia política del país no ha
cambiado: el clientelismo continúa, el autoritarismo también, la participación de la
ciudadanía sin ser oída y se han intensificado los problemas de corrupción ya no sólo
por los nexos entre política y narcotráfico, ahora entre política y paramilitarismo. De
otra parte, la esfera de lo público no-estatal está estrechamente ligada a las variaciones
entre las relaciones Estado – sociedad, entre Estado y mercado y con las
transformaciones de lo político y de la política.
Ya, desde tiempos anteriores, Arendt condena la exclusión social, las promesas no
cumplidas, los pactos rotos, o el hecho de que la política la hayan vuelto los políticos,
en muchos países, en discursos vacíos de verdad, de honestidad y del real compromiso
con los ciudadanos. Para esta autora, el derecho de votar y casi todos los demás
derechos enunciados en la Constitución son secundarios comparados con el derecho
inalienable a la vida, a la libertad y a la felicidad.
Arendt (1982/1993), plantea no pasar por alto la vida cotidiana y las luchas por el
reconocimiento de los derechos más elementales. Por otra parte, rechaza la
127
discriminación en lo jurídico porque lo considera como inadmisible; aunque reconoce
que la discriminación en la esfera de lo social, a pesar de todo es inevitable y rompe con
el principio de igualdad. Lo anterior quiere decir que, dado que las segregaciones son el
producto de la diversidad humana, hay que luchar contra el conformismo de las
sociedades que no reconocen la pluralidad. Los grupos que afirman sus diferencias con
argumentos, no con violencia, son la garantía de una sociedad verdaderamente plural.
Reclama Arendt el derecho a la igualdad política y jurídica y la idea de la diferencia
cultural.
También a nivel individual se encuentran perspectivas sobre la condición de sujeto
político de cada uno. Una de las participantes, expresa al respecto:
«Yo creo que es lo que uno vive por que tal vez no estamos tan sumergidos ni
comprometidos con el país y nos quedamos con saber que existe un presidente y
cuando hay que votar por cámara, senado y esas cosas nosotros desconocemos o
personalmente yo desconocía los partidos que hay, por que la información no
llega directamente, de pronto te llega un volantico pero no nos interesa. Digamos
a mi nunca me ha interesado nada de eso, y el único que me ha gustado ha sido
como Mockus y cuando me entere que el era un candidato leí y me gusto y quería
votar por partido visionario y por el como presidente, pero nunca me interese en
ver las ideas de los otros partidos y sus propuestas».
La democracia en Colombia, como en otros países, especialmente de América
Latina, no ha logrado ser una democracia participativa y deliberativa43 que promueva
43 La democracia deliberativa se divide en dos partes: la toma colectiva de decisiones, con la intervención
de todos los afectados o por sus representantes, y la toma de decisiones a partir de los argumentos
presentados por los ciudadanos o afectados en alguna situación particular en relación con sus derechos
ciudadanos (Elster, 1998).
Por otra parte, es importante tener en cuenta que el objetivo de la deliberación “es tomar decisiones
colectivas mediante el pluralismo razonable. Insiste en que este proceso debe hacerse por individuos
inscritos en el marco de la libertad; en donde se asegura que ninguna perspectiva moral y religiosa
128
una participación justa y equitativa (Greppi, 2006). Es evidente muchos regimenes
políticos que dicen ser democráticos cuando en realidad surgen como democracias
aparentes (Bovero, 2002; Zakaria, 2003), lo que produce una especie de desencanto
democrático (Vargas-Machuca, 2002), como es el caso de Colombia.
Las condiciones de la política, la democracia y la ciudadanía debe permitir una
crítica contundente en relación con lo que con ellas sucede; esto es, de las ideas sobre
las que se sustentan, tanto en la perspectiva del gobierno como de los ciudadanos, para
validar las relaciones de poder, las formas de interacción sociopolítica, los principios
que se imponen desde los políticos y dirigentes del país, las expectativas de cambio de
los colombianos. Las motivaciones y lógicas de los actores sociales en conflicto.
Dado el vacío que se percibe en los conceptos de identidad, nación, Estado,
espacio público, política, derechos humanos, ciudadanía en Colombia, es importante
retomarlos, dado que la política imperante no logra aprehenderlos ni conceptualmente,
ni en la práctica. Son conceptos necesarios para valorar y comprender mejor los alcances
de la participación ciudadana; para reconocer y valorar la pluralidad y diversidad de los
colombianos en la búsqueda del reconocimiento, de la inclusión y la convivencia
pacífica; en otros términos en la reconfiguración de democracia real.
Es indispensable que en el país podamos comprender que la subjetividad política
no se produce solamente en espacio de las instituciones, se configura en todo el
entramado social y por ello los discursos y las acciones de los jóvenes desbordan la
tradición para reconfigurar formas de expresión en y desde su propia condición de ser
jóvenes.
suministra una condición definitoria de aceptabilidad de los argumentos en apoyo del ejercicio del poder
político. Este pluralismo razonable proporciona un margen amplio de legitimidad al poder político,
suscrito por las razones de los ciudadanos considerados libres e iguales” (Cohen 1998, p. 245 y 280-281).
129
Percepciones de la política como opción de construcción de país
Mientras hay jóvenes que tienen una mirada crítica sobre la política y la
democracia en Colombia. Hay otros que ven como oportunidad su participación.
«La democracia es poder participar en las decisiones que afectan a nuestro país,
pero no sólo por la vía del voto. Los jóvenes ante las pocas oportunidades de
participación política que ofrece el país, gestan sus propias formas de
organización para participar en ellas».
«Mi opinión sobre la política es siempre a favor de aquellas opciones y soluciones
que benefician a muchos y que ofrezcan lo mejor en pro del bienestar y la calidad
de vida, por eso nosotros nos organizamos y participamos en proyectos de
ciudadanía para Bogotá».
«Yo creo que a muchos jóvenes sí nos gusta la política. Lo que nos incomoda es el
mal uso que se hace de ella».
Opiniones como esta encierran un sentido positivo de la política cuando su
despliegue se hace en función del bien común. Los jóvenes son poseedores de saberes
respecto de sí mismos y de su condición de ciudadanos. Expresan estos saberes de
manera simbólica frecuentemente por fuera de los espacios institucionalizados (Marín y
Muñóz, 2002; Zarzuri y Ganter, 2002)
«En Colombia vemos cosas positivas como acciones del gobierno en favor de
muchas cosas de la sociedad, un liderazgo resonante y organizador».
En este sentido, algunos jóvenes ven la política de Seguridad Democrática, como
algo bueno para el país, porque se constituye en garantía de seguridad.
«Consideramos que la política de seguridad democrática como una buena forma
de brindar confianza al pueblo colombiano, se ha eliminado de buena parte del
130
territorio colombiano la guerra y el terrorismo generado por grupos ilegales que
buscan el tráfico de armas y de drogas, encubierto en un grupo que hace y busca
supuestamente el bien y la protección de los colombianos.
Otro factor que nos parece importante porque ayuda a nuestra sociedad,
especialmente a los campesinos, son los Consejos Comunales que realiza el
Presidente de la República en diversos lugares y territorios de Colombia».
Por otra parte, hay credibilidad en la potencia de la Constitución Nacional por las
posibilidades de participación ciudadana, que ofrece.
«En cuanto a la ciudadanía creemos que el país tiene una legislación que permite
una participación activa de los jóvenes; otra cosa es que por falta de
conocimiento muchos no seamos parte de las colectividades que organizan otros
jóvenes. En esto el país necesita una mejor educación, si seguimos desconociendo
la Constitución y nuestros deberes, no vamos a participar nunca».
En Colombia con la Constitución de 1991 se dio cabida a la democracia
participativa para ir más allá de la representación directa de los partidos, para promover
una forma de democracia a través de la participación ciudadana como referente de la
democracia directa con mecanismos directos de participación, y que los ciudadanos y
ciudadanas fuéramos los protagonistas de una Nueva Sociedad basada en la
participación democrática (Escudero, 2002). La intención desde entonces es que los
ciudadanos y las organizaciones de la sociedad civil podamos intervenir en el curso de la
vida colectiva a fin de mantener, reformar, transformar o ratificar los sistemas de
organización política o de representación.
La participación que se promueve desde la Constitución se da a través de
iniciativas, de procesos de concertación y negociación o mediante la fiscalización del
cumplimiento de acuerdos, normas o medidas. Existen también otras formas de
participación más flexibles y circunscritas a circunstancias particulares y en ocasiones
131
sin ningún resultado importante. Adicionalmente, se espera una participación
deliberativa, mediada por el diálogo, la argumentación y la persuasión sobre los temas
que convocan a las partes. También puede ser la participación mediante la acción, en la
que si bien es cierto puede intervenir el diálogo y la deliberación, tiende a ser más
pragmática.
Sin embargo, el abstencionismo electoral se sigue manifestando en tasas
importantes, con más potencia, pero con menos libertad para participar en ella, sigue la
protesta ciudadana ante el incumplimiento del Estado de sus compromisos,
especialmente en los temas de salud, educación y empleo y la persistencia de un
conflicto armado, que si bien ha bajado en intensidad no ha acabado.
Los jóvenes reclaman el reconocimiento de su capacidad de espontaneidad, de
crítica, de diferencia, de pensar y actuar políticamente con sentido.
«Con nuestra manera de pensar, de organizarnos en grupos, de analizar y discutir
las cosas y también con lo que hacemos queremos mostrar que los jóvenes no
somos irresponsables y desinteresados, sino que al contrario de lo que la sociedad
piensa, queremos construir una nueva generación y que podamos centrarnos en
los problemas más fuertes de nuestro país, pero sin el señalamiento del resto de la
sociedad. Pedimos que nos dejen actuar de forma adecuada y libre».
Específicamente, en Colombia la democratización se ha caracterizado por la
confluencia de dos lógicas encontradas: la persistencia del conflicto armado y su efecto
nefasto en la población civil y la permanencia de una cierta institucionalidad, aunque
débil desde el punto de vista de su representatividad y su legitimidad por la corrupción y
la vinculación de algunos de sus miembros con los grupos en conflicto, especialmente
con el paramilitarismo.
132
Lo paradójico –y lo dramático- de tal situación no reside solamente en la
coexistencia de esas dos formas antagónicas de convivencia, sino en la
incapacidad de los colombianos de superar ese dualismo, esa esquizofrenia
política, y pactar formas de convivencia pacífica plasmadas en una
institucionalidad democrática, libre de la presión de las armas (Vásquez, 2006, p.
1).
En nuestro país dadas las condiciones de autoritarismo, totalitarismo44, de no
democracia, surge la necesidad de repensar el ideal democrático consignado en la
Constitución de 1991. Porque así como lo refieren la mayoría de los jóvenes, se
evidencia en el territorio nacional, cada vez más el incumplimiento de esos ideales. Lo
relatado por los jóvenes converge con algunos vacíos discursivos con respecto a una
democracia de calidad, que ha analizado Greppi (2006).
1. Se agota la retórica de la democracia como valor. Anteriormente, se
identificaba el verdadero sentido de la democracia con la vivencia de ciertos
valores en los que está contenida la esencia ética de una sociedad democrática.
Este hecho se da porque la democracia no opera sobre valores sino sobre
instituciones y procedimientos, y agregaríamos para el caso de Colombia, y de
personas.
2. También ha perdido fuerza el discurso aparentemente objetivo de la ciencia
política estándar, más o menos hegemónica en la segunda mitad del siglo XX. Lo
que se ha encontrado es que con frecuencia se justifican políticas conservadoras y
anti-liberales, dando lugar a perversos modelos de democratización selectiva de
los países en desarrollo. En este punto el autor llama la atención a una mirada más
aguda y crítica sobre conceptos fundamentales como igualdad política,
representación, participación, o responsabilidad y con ellas sobre el significado de
la democracia misma. Para el caso de este estudio son dimensiones ante las que la
mayoría de los jóvenes llegan al consenso de que no se están cumpliendo
44 la Dictadura y el totalitarismo están relacionadas con la forma ejercer el Poder.
133
cabalmente en el país. De hecho es cada vez más notorio que se ha ido quedando
fuera de escenario tanto el discurso como la posibilidad del ejercicio de la
democracia radical que apela a la espontaneidad y a la creatividad de las fuerzas
de oposición social y política, sin captación de sus ideas ni de las libertades de
quienes las ejercen.
En algunos de los jóvenes la reflexión se orienta en este sentido: en la
incoherencia entre el discurso y la acción política; de allí una de las razones del
distanciamiento de unos y de la participación crítica, de otros pues la acción y el
discurso político no son compatibles con la publicidad y por ello carecen de autenticidad
política (Estrada, 2004).
Es frecuente que los ciudadanos no cuenten con la información y los datos
necesarios o con los hechos pertinentes para comprender la realidad social y política del
país, para deliberar sobre los asuntos públicos de interés común, para enjuiciar y tomar
decisiones al respecto. De allí que los jóvenes no se sientan representados por el Estado
actual, pues se trata del ejercicio de una política basada en mantos de oscuridad, en
cortinas de humo, en distractores sobre la realidad nacional.
Reconocen que si bien hay jóvenes que por su desconocimiento, desinterés o
desagrado hacia la política, se colocan al margen de ella y de los acontecimientos de la
sociedad colombiana y mundial, hay otros jóvenes que como ellos no se limitan a vivir
la realidad sin más, sino que a través de su pensamiento, la palabra y la acción pueden
resignificar las cosas.
Que la política, la democracia y la ciudadanía como son desplegadas por el
Estado y los ciudadanos mismos han ido adquiriendo una forma amorfa, distanciada de
la sociedad misma y de las condiciones que rodean las posibilidades de actuación
política ética, sin temor y desprejuiciada. Que al contrario de muchos jóvenes pese a
esas características de la política, no se sienten en modo alguno separados de la política,
134
sino por el contrario, la viven intensamente desde el cuestionamiento, la denuncia, la
crítica o incluso mediante los acuerdos y la negociación con entidades del Estado,
cuando esta es una posibilidad de visibilidad de sus proyectos.
Ese vivir entre la política que “nos ha tocado vivir” como construcción de hombres que
también tienen sus formas propias de pensar lo político y la política acontece porque
ellos han logrado construir un representación de la política, de la cual han hecho
develamientos, construcciones de sentido y significado, sentimientos morales
compartidos, proyectos conjuntos, que si bien no logran modificar la estructura política
existente, logra causarle incomodad y reacción, porque como expresa Arendt (2005b),
hay una ética de la reflexión vinculada al ejercicio del juicio reflexivo .
En síntesis, lo narrado por los jóvenes los devela como espectadores y como jueces
de la política, la democracia y la ciudadanía en nuestro país. Ratifica estos hallazgos lo
que Arendt (2003b) plantea desde su ubicación en una perspectiva política y ciudadana
republicana, que para la política resulta más importante el espectador que el actor. El
espectador por definición es plural, y su juicio desinteresado o imparcial, pero no
neutral, de los acontecimientos, porque la imparcialidad favorece la construcción de un
juicio, la toma de una decisión, que aspira a ser compartida y, en la medida que lo
consigue, hace posible las condiciones y la construcción de un espacio de
intersubjetividad, como lo he encontrado entre los jóvenes (Rivera, 2004).
Por otra parte las condiciones negativas que los jóvenes perciben de estas tres
dimensiones de la vida pública, se constituyen en motivo para que algunos de ellos no
participen en los procesos electorales, aunque sí generan otros mecanismos de
participación política; son características que investigadores como Thezá (2003) ha
encontrado en estudios sobre la participación política de los jóvenes.
Por consiguiente y continuando con el ejercicio de comprensión abordo las
acciones que los jóvenes llevan a cabo de acuerdo con sus juicios y discursos, esto
135
teniendo en cuenta que la acción política no opera distanciada de los juicios de los
espectadores o narradores y menos aún de su palabra (Zapata, 2005). Por el contrario,
estas dos dimensiones se encarnan en ella.
La segunda pregunta que surge en este análisis es con respecto a lo que los jóvenes
hacen frente a estas circunstancias; en otros términos ¿qué acciones políticas realizan los
jóvenes frente a las condiciones que han develado a través de sus reflexiones y
argumentaciones? Veamos lo que los resultados sobre las acciones políticas de los
jóvenes, muestran.
136
CAPÍTULO VII. DETONANTES DE LA ACCIÓN POLÍTICA DE LOS
JÓVENES
No hay duda que los contextos históricos y culturales configuran las formas de ser
jóvenes. Contrario a la tesis de la homogeneidad, heredada de la modernidad, lo que se
encuentra es que existen distintas formas de ser jóvenes en cada época, en las formas de
socialización, en las formas de apropiación biográfica y de autonarración. De allí que la
categoría de juventud no puede ser abordada únicamente desde los discursos de las
teorías normativas de la psicología (Stassen y Ross, 1997). Se requiere comprender la
multidimensionalidad y heterogeneidad de ser jóvenes de acuerdo con las circunstancias
históricas de cada época.
El análisis que hace Arendt (2001b) de la «vita activa» le permite recuperar la
acción como inicio y como novedad. Actuar del verbo griego archein («comenzar»,
«guiar» o «gobernar» y pratein («atravesar», «realizar» «acabar» y del latín agere
(«poner en movimiento», «guiar») y gerere (cuyo significado original es «llevar»).
Justamente las acciones políticas que realizan los jóvenes participantes en el estudio
tienen ese carácter, en ellas se refleja la realización de proyectos colectivos constituidos
de manera original de acuerdo con sus intereses y expectativas sociales y políticas. Son
acciones que logran su concreción gracias a la palabra y a la idea de un mundo que antes
sus ojos se revela como un espacio habitable, como un espacio en el que es posible la
vida con los otros comunes y diversos.
La acción, como lo manifiesta Arendt (1995; 2001b) es el mayor referente de la
vita activa, en ella se hace evidente el aparecer en público y su característica es que da
lugar vital a lo nuevo porque la acción como initium se constituye en el comienzo de
alguien, no de algo que junto con las palabras nos permite insertamos en el mundo
humano y mostrar realmente quiénes somos. Por el discurso y la acción podemos
responder públicamente a la pregunta ¿quiénes somos? A su vez, por la acción como
137
inicio, hombres y mujeres podemos propiciar cambios en nosotros mismos y en el
mundo.
En este estudio se pudieron identificar diferentes detonantes de la acción política y
social. Son características de la política colombiana que se han constituido en motor de
la organización de los jóvenes y de participación con otros grupos o en movimientos
políticos de la ciudadanía.
Entre estas características se identificaron la corrupción, permisividad e
impunidad; la violencia, la invisibilidad de los jóvenes
La corrupción en el uso de los recursos, la permisividad y la impunidad
En general los jóvenes coinciden en afirmar que uno de los problemas que tiene al
país sumido en crisis es la corrupción manifiesta de diferentes formas y en diferentes
niveles, lo cual aumenta la desconfianza y la distancia con la política y con el Estado.
Hay una profunda decepcionada con la vida política en la que los políticos manifiestan
despreocupación por la sociedad.
«Uno de sus mayores defectos puede ser la corrupción, lo que impide a los
encargados de desarrollar la administración del Estado, hacer las cosas
correctamente, porque la corrupción es una de las mayores fuentes de injusticia e
ineficacia del Estado en Colombia».
«La política es corrupta, se rige por intereses individuales y por la falta de
compromiso con la sociedad».
La corrupción es uno de los problemas humanos, a través de la cual el poder se
emplea de manera inequitativa. Su carácter inminentemente político, como en el caso de
Colombia, encierra una crisis moral que implica la institucionalidad, al punto que el mal
uso de los recursos, la ineficiencia con la que deliberadamente opera el Estado y sus
138
instituciones, se ha constituido en un escenario propicio para la crítica, para el
cuestionamiento, para la protesta o para la distancia de la ciudadanía.
La corrupción que se vive día a día el país, da la imagen del mismo como un lugar
de y para el delito, para el uso indebido de los bienes y recursos de la nación en
beneficio de particulares. Es una corrupción que se evidencia también en instancias del
Estado como las fuerzas militares y de policía.
La corrupción es uno de los aspectos que contribuye para que la política esté en
crisis, producto de la incapacidad de algunos políticos para cumplir con las
responsabilidades que los ciudadanos les confiamos a través de la representación. Lo
inquietante es que son estos mismos políticos los que se preguntan por la baja
participación ciudadana, especialmente de los jóvenes. Las respuestas saltan a la vista
pues hay un sentimiento de defraudación por el hacer de los políticos para alcanzar o
mantener el poder (Fiorina, 2002; Ostrogorski, 2008).
Es por aspectos como la corrupción o la mentira política que se requiere un
auténtico ejercicio de la ciudadanía democrática. Se requiere fortalecer el juicio de los
ciudadanos para propiciar la opinión pública y la discusión (Arendt, 1999; 2004b). Los
hechos políticos que ocurren diariamente y que degradan la política, son los que los
jóvenes cuestionan y contra ellos llevan a cabo buena parte de sus acciones políticas.
Tales circunstancias, mientras hace que algunos se alejan, en otros casos los motiva para
participar activamente para protestar contra las actuaciones de quienes las practican.
«Pues la corrupción sobre todo es por parte del gobierno, las fuerzas militares,
también en la policía por que ejercen la autoridad de una forma que no debe ser,
igual que los políticos corruptos».
Las reflexiones de los jóvenes obliga a que devolvamos la memoria a una historia
de larga data de corrupción política en el país, acentuada hoy por la crisis económica, la
139
violencia estructural y política sustentada en fuerzas de poder ocultas que han
entronizado la corrupción naturalizándola como un mal inevitable en el mundo de la
política, e incluso del ser humano mismo, legitimando con ello la arbitrariedad, el abuso
del poder bajo la justificación del ejercicio legitimado del mismo, la legitimación de la
ilegitimidad y la ilegalidad, la desconfianza, la incertidumbre y el descrédito de la
política, del Estado y sus instituciones, agudizando los problemas de gobernabilidad
(Malem, 1997; Freedom House, 2000).
La corrupción política en el país ha estado sustentada en las formas de gobierno
tolerantes, permisivas o autoritarias45, en la fragilidad de la sociedad y su
institucionalidad, incluida la justicia que se ha vuelto garante de la impunidad
comprometiendo la institucionalidad del país. Se observa como las instituciones y los
medios de comunicación se repliegan a exigencias políticas por conveniencia, con una
información vedada, mentirosa o manipulada.
«Nos molesta mucho de la política que es permisiva con las personas que la
ejercen, porque es frecuente que violen las leyes, además que tampoco es que
éstas sean muy estrictas. Por ejemplo la, la mayoría de los políticos son corruptos
y esta forma de actuar no es castigada con todo el rigor de la ley. Por lo tanto
genera condiciones de inequidad».
En consecuencia, nos encontramos ante una política corrupta, con vicios
administrativos y jurídicos que han llevado a un funcionamiento inadecuado del Estado,
ausente de control porque éste está centrado en la vigilancia de los ciudadanos. Se le da
más predominancia técnica al Estado que a una visión ética del mismo, de manera que
las instituciones, partidos, sindicatos, Senado, justicia y representantes políticas pierden
su sentido y pasan a ser instrumentos de intereses económicos, de partidos o personales.
Lo llamativo es que no hay preguntas por quienes inventan estos instrumentos
45 la Dictadura, el totalitarismo y la violencia están relacionados con el ejercicio del poder.
140
burocráticos, sino por la funcionalidad de tales instrumentos, para los fines que han sido
pensados.
Así, todo, incluidos los ciudadanos, nos volvemos instrumentos al servicio del
Estado y sus instituciones, por consiguiente, todo pasa a ser permitido y justificado en
política. ¿Será, entonces, que por esto, tanto los jóvenes como los adultos caemos en una
sobredosis de desconfianza, de incapacidad y por ello hay deserción de la política para
refugiamos en la esfera de lo privado y, así desinteresarnos por la vida política?
Sus consecuencias finales son la incredulidad, la desconfianza y el descrédito a los
cuales se refieren los jóvenes. Temas como el de la corrupción que los jóvenes
denuncian, del cual somos conscientes todos en la sociedad, amerita un lugar importante
en la agenda pública, teniendo en cuenta que la corrupción política es patrimonio de
todos, por tanto a todos nos compromete para buscar salidas.
«Discutimos que es cierto que los políticos son corruptos y que hay malos
gobiernos en este país y que sus propuestas, por lo general no benefician a la
sociedad, sino a los amigos de turno del gobierno, pero nosotros tampoco es que
hagamos nada contundente para impedirlo. Miren en Ecuador o en Bolivia, ellos
han tumbado gobiernos corruptos; en Colombia no somos capaces, parece que
nos da miedo o no nos importa».
En las voces de algunos de los jóvenes se encuentran cuestionamientos a la
concepción de compromiso que tienen algunos políticos, quienes consideran que es
suficiente con colocar a hijos de otros políticos en cargos públicos y que con esto ya
están cumpliendo con su cuota y su responsabilidad con los jóvenes.
Las formas de reacción de políticos y ciudadanos frente a problemas de la
corrupción, hacen que la política y la ciudadanía misma, sean vistas a partir de una serie
de prejuicios como que "todos los políticos son iguales", que "todos van a lo mismo" o
141
“que a la ciudadanía no le importa lo que pasa con la política o con la sociedad, en
consecuencia se abre una puerta de enjuiciamientos mutuos, más que de búsqueda de
soluciones conjuntas”. Así e evidencia en algunas de las afirmaciones hechas por los
jóvenes:
«La política es un nido de ratas, existe corrupción y te quitan hasta el último
peso. Estamos distantes de países como Canadá en el que si no se invierte todo el
dinero de una obra, te devuelven el dinero. Los colombianos no estamos
preparados para el poder».
«En la política contemporánea no se piensa en el bien común ni en la sociedad.
Hay un aprovechamiento del poder para poder robar».
Los prejuicios contra la política interior hacen que, algunos grupos de jóvenes
participantes en el estudio la vean como algo fraudulento, engañoso, con intereses
mezquinos. Son prejuicios que forman parte de la cultura política del país y que, por
tanto, se transmiten a las nuevas generaciones, se intercambian en las conversaciones
cotidianas sin mayor explicación, con ellos permiten el “se dice” o “se opina”;
representan lo que los ciudadanos captan de ella cotidianamente. Los prejuicios se
vuelven criterio para juzgar en el vivir día a día, porque encierran un juicio que en
algún momento tuvo un fundamento legítimo en la experiencia; adquiere la connotación
de prejuicio al ser transmitido a través de la historia sin mucho reparo ni revisión; su
ancla está en el pasado y avanza hacia el juicio, hacia un contenido de verdad, para
permitir una verdadera experiencia en el presente o una distorsión de la realidad (Kohn,
2008).
La evidencia muestra que los jóvenes van más allá, entran en la esfera del juicio
que impide quedarse en el prejuicio, para tener una verdadera experiencia de la política
en el presente; esto, porque el pensamiento político se fundamenta básicamente en la
capacidad de juzgar (Arendt, 2001a).
142
Encuentran los jóvenes que quienes son elegidos para representar los intereses de
los ciudadanos, ya no son dignos de confianza porque no responden a los intereses y
necesidades de los ciudadanos, como lo revela uno de los participantes cuando expresa:
«la política se presenta como un negocio en el que la desigualdad es triunfante. Todos
los políticos son corruptos».
En los discursos de los jóvenes se encuentran prejuicios hacia la política. Como
dice Arendt (Kohn, 2008), el riesgo de tales prejuicios confunden con política aquello
que la puede destruir, por ejemplo la corrupción o la mentira, porque se legitiman como
algo inevitable.
Encuentran los jóvenes que quienes son elegidos para representar los interese de
los ciudadanos, ya no son dignos de confianza porque no responden a los intereses y
necesidades de los ciudadanos como lo revela uno de los participantes cuando expresa:
«la política se presenta como un negocio en el que la desigualdad es triunfante. Todos
los políticos son corruptos».
«Que la política sea un negocio de pocos y un dolor de cabeza para 44 millones
de habitantes es una cosa que nos disgusta y nos fastidia. Quién en Colombia ha
visto a un gobernante pensativo porque no tiene para el diario vivir de sus hijos o
porque no tiene para el bus, para la salud o la educación o preocupado porque su
nevera está vacía y que tenga problemas de desnutrición porque no tiene para lo
más básico, que es comer. Pero quién no ha visto tales problemáticas en el pueblo
campesino, en el vecino, en el amigo, en aquellos que estamos supeditados a las
falsas y demoradas promesas de la mediocre política».
Arendt (2001a) hace referencia a los prejuicios contra la política como algo que ha
existido mucho antes, algo así como un siglo largo, de la invención de instrumentos con
los que se pueda destruir toda vida orgánica sobre la Tierra. Muestra que hay prejuicios
hacia la política interior como que es fraudulenta y engañosa, de intereses e ideologías
143
mezquinos, en tanto que la exterior se mueve entre la propaganda vacía y la cruda
violencia. La autora complementa su análisis diciendo que al hablar sobre política, se
debe empezar por los prejuicios que todos tenemos contra ella, aunque no seamos
políticos de profesión. “Pues los prejuicios, que todos compartimos, que son obvios para
nosotros, que podemos intercambiarnos en la conversación sin tener que explicarlos
detalladamente, representan algo político en el sentido más amplio de la palabra, es
decir, algo que constituye un componente integral de los asuntos humanos entre los que
nos movemos todos los días” (p. 52).
En síntesis, el tema de la corrupción cuestiona nuestra quiebra de valores morales
y éticos. Afirmaciones como esta sugieren que como individuos y sociedad tenemos que
repensarnos en nuestro pensamiento crítico, en la incapacidad de análisis de la clase
política que elegimos para dirigir los destinos del país, en nuestra forma de interpretar
los asuntos políticos.
En segunda instancia tendríamos que pensar nuestra postura como colombianos,
como ciudadanos y como sociedad por las acciones que asumimos frente a los
problemas que nos afectan. Esto implicaría vernos comprometidos como Estado y como
sociedad en la creación y recreación de nuestra país, de manera que éste no sea objeto de
repartos políticos, sino de un proyecto conjunto entre Estado y ciudadanos, para dar
lugar a sistemas de gobierno realmente democrático, en el que mayorías y minorías
tengan un lugar y, evitar así caer en absolutismos de ningún tipo (Bobbio, 1987).
Tanto la corrupción como los manejos inadecuados del Estado, no sólo en la
administración, también en el uso de los recursos, propicia rechazo y una exigua
participación política, visible fundamentalmente en los procesos electorales y en menos
proporción en los movimientos sociales reivindicativos. En esa baja participación
ciudadana, muchos jóvenes tienen cabida (Salazar, 1998; Perea, 1998), su falta de
credibilidad en las instituciones, la desconfianza en el Estado y la desesperanza por una
144
sociedad más reconocedora, justa e incluyente (Taylor, 1996; Fraser, 1997; Balardini,
2000).
Quedan, producto de estas reflexiones, las siguientes preguntas: ¿Será que el
desconocimiento, el simplismo, la distancia, nos hace caer en la falsa idea de que el
problema de la corrupción no es algo que nos obligue a todos, y que no nos exige
responsabilidad?, ¿la corrupción que existe es consentida mientras la ciudadanía se
exculpa y se sustrae del problema como individuos, como grupos, como sociedad?
La violencia estructural y política
El mundo al que están enfrentados los jóvenes es difícil, lleno de inseguridades, de
contradicciones, de violencia, carente de oportunidades, de influencias sociales y
políticas de diferente índole y de diversas fuentes que les exige, pero no les brinda las
herramientas necesarias para afrontar los requerimientos que se les plantea.
«Para nosotros jóvenes la violencia institucionalizada, el conflicto armado, la
corrupción, el autoritarismo presidencial, la explotación de los recursos del país
a expensas del desconocimiento de los colombianos, son los grandes problemas
del país y que pocos políticos e incluso nosotros no queremos solucionar. Usted
ve que este es un país dividido, todos no nos movemos frente a estos problemas;
aguantamos mucho, y eso lo aprovechan los políticos para hacer lo quieren con el
país y con nosotros».
La creciente tendencia a la criminalización, a la atribución de atavismos negativos
como la desviación, la desadaptación social, lo cual los coloca con sus prácticas en el
ojo del huracán de la censura, de la crítica, de la vigilancia para la prevención y, por
tanto objetivo de las políticas públicas preventivas e incluso correctivas. En otros casos
se les estigmatiza por considerarlos peligrosos para la seguridad y la democracia de la
nación.
145
«La otra cosa fundamental es que para la derecha de este país, cuando uno es
comunista o es de izquierda, la muerte, el asesinato, la tortura, el exilio son cosas
justificadas, es decir, las víctimas tienen que ser personas necesariamente
inocentes para poderse llamar victimas, nosotros somos hijos de personas que
fueron comunistas, de izquierda, y por lo tanto creemos que nuestros papás son
víctimas porque se les aplicó crímenes frente a los cuales no tenían, digamos,
crímenes ilegales, que por el hecho de ser comunistas o ser de izquierda eso no
significa que sea legítimo lo que les hicieron»).
La violencia estructural, la violación de los derechos humanos, las desapariciones
forzadas o los falsos positivos que vinculan a ciudadanos y ciudadanas, especialmente
campesinos, indígenas y jóvenes, con los grupos al margen de la ley se ha constituido en
otro elemento que afecta negativamente la visión que tienen los jóvenes de la política y
la democracia.
«En este país se siguen empleando estrategias de eliminación física de jóvenes
críticos y de jóvenes pobres; ambos proclives a ser narcoterroristas o simples
terroristas como lo dictan las normas y la moral social del totalitarismo que hoy
vivimos. Ya vamos por algo más de 100 jóvenes desaparecidos y las
investigaciones al respecto, con verdades a medias y mentiras mal construidas,
apenas si dan cuenta del oscuro entramado en el cual se dio fin a las vidas y a las
ilusiones y proyectos de estos jóvenes, y por supuesto de sus familias».
Como manifiesta Blair (200) una forma de ver a los jóvenes en Colombia, es como
sujetos peligrosos. La posibilidad de acción que ellos tienen es lo que los hace personas
de riesgo. Es peligro para él mismo, para su familia, para la sociedad; por tanto son
objeto de políticas de prevención y de control.
La estigmatización, el rotulamiento y la criminalización se constituyen en
estrategias institucionales y de Estado para despolitizar y desciudadanizar las protestas
146
de los jóvenes, de los indígenas o cualquier grupo laboral para volverlos susceptibles de
un tratamiento estrictamente penal, para impedir la participación, propiciar el silencio
por temor o quitar la libertad, pasando de formas de poder autoritarias a formas
totalitarias (Arendt, 1998b; Wacquant, 2007).
Se oculta la segregación y estigmatización detrás de los discursos en que se acusa
a los participantes en las marchas o en los actos de resistencia como agresores de las
autoridades e instituciones, argumentando que los diferentes grupos sociales que
protestan, marchan o piden la reivindicación de sus derechos son hostiles y vengativos y
desconfiados. Ni las autoridades ni el Estado se apropian de la responsabilidad por esa
desconfianza que ha venido tomando fuerza en lugar de dar lugar a una relación política
en la que la tensión y el conflicto son posibles, una relación más que agonal que de
enemigos y opositores a los planes de desarrollo gubernamental nacional y local.
Como consecuencia de la tendencia a la confrontación, a la violencia verbal,
algunos jóvenes ven también al Gobierno, no así al Estado, como enemigo que priva de
los derechos, que despoja de los territorios a los indígenas y campesinos para llevar a
cabo sus proyectos expansionistas de cultivos de palma africana o caña para el
biocombustible, de explotación de recursos naturales, en los cuales ellos no tienen la
menor oportunidad, ni siquiera que se les compre sus territorios a un precio justo,
aunque tal negociación ya lleva inserta una cierta injusticia y es que como quiera que
sea los territorios deben ser entregados en nombre del desarrollo de las regiones y del
país, cuando la evidencia muestra que por las inversiones que se hacen en el país, las
regalías o los beneficios no llegan a las comunidades.
Estas condiciones de violencia “desde arriba” como la denomina Wacquant (2007)
se caracteriza por tres componentes fundamentales:
1. El desempleo masivo, crónico y persistente traducido en la desproletarización y
la expansión de la precariedad (Butler, 2006) que trae como consecuencia la
147
afectación de derechos fundamentales manifiesta en las privaciones materiales, las
dificultades familiares y personales.
2. La relegación a los barrios desposeídos dentro de los cuales los servicios
públicos y privados disminuyen drásticamente, generando competencia para
acceder a los bienes colectivos.
3. La estimgmatización y el señalamiento en la vida cotidiana y en los discursos
políticos – públicos por origen social y étnico y por el hecho de vivir en sectores o
barrios degradados y degradantes.
Es justamente frente a estas condiciones que algunos de los jóvenes generan un
discurso de compromiso social y de acción social para contribuirle a las personas que se
encuentran en condiciones de desafavorecimiento a generar formas diferentes de vida en
medio de sus precariedades.
Son condiciones que se tornan aún más nocivas cuando se aplica de manera
generalizada la exclusión y se propician desigualdades de amplio rango. Se constituyen
en condicionantes de la vida que reflejan la perpetuación de las formas atávicas del
conflicto sociopolítico y de clase que ha vivido el país con formas reprimidas de la
pobreza, la miseria, la violencia colectiva y el desarrollo desigual de los sectores que
conforman la sociedad en sus diferentes territorios, ampliando las brechas entre ricos y
pobres, entre quienes tienen un empleo estable y quienes, especialmente los jóvenes de
barrios relegados y personas mayores, se encuentran en el subempleo o el empleos mal
remunerado o por trabajos informales y actividades ilegales, en otros casos.
Estas características de las sociedades con menores condiciones de desarrollo,
configuran una forma de exclusión duradera o permanente del salario, con un efecto
negativo en el desarrollo y crecimiento del país, la precarización nutricional, de salud,
educación y de las condiciones de vida. El panorama anterior lo concreta Wacquant
(2007) así: "
148
La acumulación de males sociales y la clausura del horizonte económico explican
la atmósfera apagada, de aburrimiento y de desesperación que reina en los barrios
pobres de las grandes ciudades occidentales. (...). Los habitantes de estos barrios
experimentan la sensación de que ellos mismos y sus hijos no tienen la menor
posibilidad de conocer un porvenir que no sea la miseria y la exclusión a las que se
enfrentan actualmente" (p. 46).
Estas condiciones generan en los jóvenes sentimientos de indignidad y de
injusticia social que atraviesa la vida cotidiana afectando negativamente las relaciones
interpersonales, el desarrollo personal y social, de allí las acciones pedagógicas que
despliegan para prevenir problemas sociales como la delincuencia o la
farmacodependencia, en niños y jóvenes.
«Los jóvenes no somos de mundos distintos, somos del mismo mundo. No
tenemos la misma historia y nuestros padres no hicieron lo mismo, ni son
igualmente juzgables sus conductas, pero somos del mismo mundo en el sentido
de que nuestros padres pretendían transformar las cosas. Ahora que se habla de
transiciones, de cómo transitar a la paz, la idea es que esa transición no puede
llegar a un punto en el que se pierda la democracia, y todos esos proyectos de
esas personas que quisieron transformar el país, como si nunca hubiera existido
en Colombia una lucha para transformar las cosas».
Arendt (2001a), comprende la relación política - poder como un consentimiento
común y por tanto separa la política de la violencia, afirma que a mayor violencia menos
poder. Por tanto, mucho de esa pérdida de poder legítimo es asumido por gobernantes
con el autoritarismo, las dictaduras o alguna forma de totalitarismo.
El sentido último de la política es la libertad y la paz. No obstante este es un
propósito que ha sido sustituido por los intereses personales, económicos, ideológicos y
culturales, de manera que han venido imponiendo una estela de dolor y han dejado el
149
lastre de la desolación, de la despolitización y el desencanto. Los seres humanos
erróneamente hemos permitido a lo largo de la historia que la violencia vaya de la mano
con la política. Es bajo estas condiciones que surge la pregunta por el sentido de la
política, porque tales acciones quiebran la libertad como elemento fundamental para
llevar a cabo la acción política. Donde no hay libertad no hay política, hay autoritarismo
o totalitarismo. Se pierde así la política como fin y se constituye en un medio de
dominación y sometimiento;
La violencia implica ruptura de relaciones, sacrificio de espacios públicos de
encuentro, instalación de la cultura del miedo, silenciamiento de la palabra y en el caso
extremo, aniquilación de quienes se oponen. En este sentido, se impone el poder como
violencia, las decisiones unilaterales y la injusticia. Estas formas de ejercicio del poder
impiden que la política se de, si no se supera la violencia como alternativa para el
ejercicio del poder (Arendt, 2001a).
Sin la libertad para expresarse, para la divergencia, para la solicitud, no hay
espacio que pueda ser llamado político. La libertad de acción o y de ejercer la palabra
es la política misma. Sin la libertad para la acción política se mina la autodeterminación,
la voluntad y la posibilidad de creación de una sociedad diferente. Por otra parte, la
coerción, la intimidación y el miedo impiden la realización de los deseos individuales,
entre ellos los del cambio como decisión autónoma. Dice Arendt (1973/1998) “Sin la
libertad mental para afirmar o negar la existencia, para decir sí o no, no sería posible
acción alguna, y la acción es, desde luego, la verdadera materia prima de la política” (p.
13).
La invisibilización de los jóvenes
Debido a las dinámicas económicas, políticas, sociales y culturales en las cuales se
desenvuelve Colombia en los últimos 20 años, la perspectiva sobre los jóvenes y su
acción política han cambiado, en sí mismo las formas de ser jóvenes han variado
150
« (…) parece que el único denominador común que tenemos es el rango de edad.
Los jóvenes asumimos determinados roles dependiendo de nuestras experiencias y
necesidades; por lo tanto es casi imposible homogeneizar el pensamiento de esta
población, en Colombia.
«Es imposible tener una única concepción e imagen sobre quién somos o cómo
somos los jóvenes. Los jóvenes estamos expuestos a múltiples presiones familiares,
sociales, institucionales, políticas, sociales y culturales que guardan profundas
contradicciones generando en nosotros confusión, desconcierto e incertidumbre»
Lo cierto es que las múltiples manifestaciones de los jóvenes han despertado el
interés de diferentes instancias de la sociedad: la política, la ley, la economía, la religión
o la sociedad, cada una con razones e intereses particulares sobre ellos, para dar cuenta
de la forma de ser joven y sus formas de actuación. Los jóvenes también se interesan por
lo que son ellos y lo que pueden hacer; reconocen que hay jóvenes que no actúan, no
participan en la política y los asuntos públicos de la sociedad.
«Uno ve jóvenes que están como en otro mundo, como que no les importa lo que
pasa con el país y con las personas, incluyendo los jóvenes que matan, que les
toca escaparse para que no los cojan y los metan en esta guerra que tienen
Colombia. Son personas que viven sólo preocupados por ellos mismos, así se les
caiga el país a los píes; creo que sólo se darían cuenta de todo este lío si les
matan o secuestran a alguien cercano (…). A todos nos toca hacer algo por este
país que está formado de gente buena». Por eso hay jóvenes con pequeñas
acciones quieren contribuir a los procesos de cambio social «algunos han
generado estrategias de participación autolimitadas con opciones de sociabilidad,
estilos de vida y culturas juveniles singularizantes».
Los jóvenes con sus acciones políticas procuran desvirtuar la apatía que se les
atribuye de manera generalizada. Por el contrario, muestran que en muchos casos lo que
151
hay es antipatía; que ante la corrupción y la mentira se ha generado el retiro político de
amplias franjas de la sociedad civil tanto adulta como de los jóvenes; es decir que la
antipatía no está sólo de la mano de los jóvenes. Que hay un desgaste de la solidaridad
política cuando se va conociendo la verdad sobre los hechos o cuando se evidencia
públicamente la distancia entre el discurso y la acción política. Como expresa Estrada
(2004), ”el político, cuya ardid ha sido descubierto, será un político impotente, incapaz
de crear consenso en torno a sus propuestas y de lograr la colaboración de los
ciudadanos para materializar sus proyectos, pues ha arriesgado y perdido la fuente de su
legitimidad y autorización para actuar con representatividad: la confianza ciudadana
(Arendt, 2001b). Su descrédito ante la opinión pública lo confinará a la nulidad política”
(p. 471).
Los jóvenes refieren que no necesariamente hay en ellos escepticismo frente a la
política y menos aún con respecto a sus propios proyectos de vida. Todos los grupos
consideran necesarios los valores humanos y éticos; procuran hacerlos manifiestos en
sus distintas actividades, e incluso ven como apremiante una recuperación de los valores
en el país. De allí que algunos incluyan en sus proyectos la autoformación en valores, lo
cuales, a su vez, procuran enseñarlos a los niños y jóvenes, con quienes realizan sus
acciones sociales y políticas.
El problema no se debe atribuir a una supuesta indiferencia de los jóvenes por los
asuntos públicos, sino a la carencia de propuestas políticas serias, comprometidas,
responsables, creativas y éticas, que den respuesta a las necesidades del país. Los
jóvenes universitarios tienen voluntad de cambio e interés por una sociedad justicia.
Esto es justamente lo que se encuentra en las reflexiones de los jóvenes, una clara
desaprobación a las formas políticas por las que está atravesando el país. Formas que
distancian a unos y propician en otros posturas críticas, desconfianza y desden hacia la
política corrupta. Esto es lo que en parte puede explicar el volcamiento de muchos de los
jóvenes y adultos hacia la vida privada; hacia la despolitización, como la pérdida de
152
sentido e importancia de la vida civil republicana (Sennet, 2002), porque lo público ha
perdido relevancia en la vida cotidiana de los colombianos, a la baja participación y a la
desconfianza en la vida política.
Se podría decir que son evidentes tres grandes grupos de jóvenes. 1) Quienes
desde sus particularidades culturales y sociales se expresan políticamente a través del
arte, del deporte, del teatro, de la participación en eventos sociales que evidencian
manifestaciones de crítica o resistencia política; 2) otros grupos juveniles dedicados al
consumo cultural a través de la música, de la tecnología, de la moda, de las estéticas y
de los estilos alimentarios. 3) Un conjunto de jóvenes, lo conforma aquellos que se
sienten excluidos por virtud de las políticas económicas, de salud, de educación y
laborales, pero también expuestos al consumo cultural y a la marginalidad social por la
vía del delito, de la participación en grupos violentos.
Son privilegiadas en los jóvenes las expresiones a través del arte, el teatro, la
música, la puesta en escena, el arte urbano o su cuerpo, para manifestarse políticamente
en cuanto a la exigibilidad de derechos, la resistencia civil a la violencia y el
autoritarismo. Contrario a lo que creen algunos autores, los jóvenes le dan un alto valor
a estas formas de manifestación, pues consideran que ante la crisis de la política, de la
democracia y de la ciudadanía, para gestar un proyecto de recuperación se debe hacer
desde la cultura y la educación de manera que las respuestas estéticas sean contundentes,
tal como sucede cuando se hacen las galerías por las víctimas o cuando en las marchas
las pancartas muestran rostros de desaparecidos o de víctimas directas e indirectas del
conflicto armado.
Son discursos y acciones que como expresa Brunet (2007), que deben encarnarse
en páginas escritas, obras de arte, de música u otras cosas del mundo que dejen huella,
con una grado de mundanidad que tengan permanencia en el mundo (Arendt, 2002b).
Como expresa Arendt nuestra natalidad debe estar caracterizada por un cuidado por el
mundo, de preocupación, amor y confianza por él, haciendo del mundo habitable en
153
dimensiones temporales y espaciales por la pluralidad respetando y reconociendo la
singularidad. Este cuidado exige procurar lo público del mundo y la inserción activa en
él por la vida, la mundanidad y la pluralidad (Ludz y Nordmann, 2006)
Algunos de los participantes en el estudio consideran que se requiere de los
jóvenes colombianos una mayor participación y actitudes más propositivas para
reaccionar frente a las decisiones políticas que van en contravía de sus derechos,
libertades y autonomía. Por ejemplo sienten que es necesario organizarse para expresar
sus ideas en contra de la guerra, del militarización del país, promover más y mejores
acciones democráticas y los diálogos entre las distintas instancias del país para alcanzar
una convivencia pacífica, la inclusión de todos los sectores a la vida nacional, las
acciones reales y visibles de respeto de los derechos humanos y las libertades de
socráticas, la inclusión en el marco de la diferencia de los y las jóvenes de todas las
edades, opciones políticas, religiosas, filosóficas, de género, de etnia y raza.
La injusticia social, la pobreza y la exclusión
La justicia social, en su sentido más amplio, es el principio afirmativo de que
todos los seres humanos requieren satisfacer sus necesidades humanas básicas,
independientemente de las condiciones económicas, el nivel social, la edad, el género,
etnia, la religión. Exige la creación de políticas públicas de acordes con las
características de la población, las equidad en las oportunidades en todos los derechos el
desarrollo social y cultural para tener condiciones de vida justas y dignas.
«Nosotros somos un grupo que tiene más acogida porque buscamos una
proyección social en cuanto, sobre todo para ayudar a erradicar la pobreza
porque pensamos que eso se puede cambiar y que se puede encaminar a la gente
para cambiar los índices de pobreza. Obviamente es una tarea titánica, pero se
puede hacer, poco a poco y se está logrando, por lo menos en Chile ya se ha
154
erradicado un poco más, obviamente eso empezó allá y ya está mucho mejor, acá
hace falta mucho más pero se está logrando poco a poco».
En Colombia existen distintas formas de exclusiones y de autoexclusiones.
«Entonces como que ‘yo no hago porque yo no cuento, entonces, por ejemplo en
las elecciones, uno pregunta ¿tu por qué no votaste? y dicen, no es que mi voto no
cuenta, o uno pregunta ¿por qué no hiciste eso? dicen, no es que eso no importa.
Entonces es como eso, como no quedarse en el ‘si yo fuera o si hiciera’ sino es
mas bien meterse y de lleno, arriesgarse. Eso es lo que les falta a muchas mujeres,
sentirse que sí pueden, no sentirse minimizadas».
Es común la percepción de los jóvenes con respecto a la inequidad que hay en el
acceso igualitario a las oportunidades educativas, laborales, de salud e ingresos de la
población colombiana. No hay condiciones reales de inclusión con igualdad de
oportunidades para todos, en parte por los cambios laborales que ha sufrido el país, la
baja remuneración, el empleo a destajo, el subempleo y las pocas políticas de desarrollo
con que cuenta el país en materia de juventud. Siente que en Colombia el Gobierno llega
a acuerdos de apertura de mercados con el ingreso de las multinacionales que explotan
en particular a los y las jóvenes. En este sentido en términos de Touraine (1999) los
jóvenes se encuentran frente a sociedades llenas de desigualdades y exclusiones.
Bajo estas condiciones muchos de los jóvenes, en particular los de sectores
“subnormales”, los de estratos socioeconómicos bajos, empleados u obreros y en
algunos casos los estudiantes universitarios son objeto de exclusión social, económica,
cultural y política (Zarzuri, 2005).
En segunda instancia, para algunos jóvenes existe una cierta insensibilidad del
Estado y de la ciudadanía ante las clases menos favorecidas, la diferencia de identidades
o de etnia.
155
«A nosotros nos parece que hay gente muy intolerante y poco solidaria. Si las
personas no se ven afectadas, raramente intervienen ya sea para ayudar a los
otros que lo necesitan o para ser solidarios con lo que la gente pide cuando
protesta o cuando se pide que las cosas se hagan correctamente».
«A mi me cuestiona el sistema económico que tiene el país, o mejor dicho en la
forma como se administran los sueldos y las riquezas. También me pone a pensar
que las personas tengan que vivir de su trabajo y que tengan una vida monótona y
aburrida, porque simplemente no pueden hacer lo que ellos quieren o desean. Me
entristece que todo tenga que comprarse y venderse y que la sociedad esté
encaminada a la producción de lo material y a capitalizarse. Yo pienso que debía
promoverse más el arte, ya se hace en ciudades como Medellín y Bogotá, para que
se dé cabida a otras formas de trabajo y así también la gente sale de la rutina».
En buena medida lo que los jóvenes narran tiene que ver con condiciones que
precarizan la posibilidades laborales, la seguridad y la calidad de vida (Agamben, 2004;
Butler, 2006).
Predomina el mantenimiento del equilibrio económico, mediante la intervención
del Estado, por encima del bienestar de los ciudadanos, de la calidad de vida, de las
posibilidades de desarrollo con equidad y bajo principios de igualdad, pues no es
responsabilidad del Estado la política social que permita combatir la pobreza,
redistribuir equitativa y justamente los bienes y recursos, ni brindar mejores garantías de
seguridad y bienestar para los grupos «más débiles» como los niños, mujeres y adultos
mayores o para los grupos «minoritarios» como los indígenas o las negritudes.
«En Colombia vemos cosas positivas como acciones del gobierno en pro de
muchas cosas de la sociedad, un liderazgo resonante y organizador. Pero también
vemos gente del gobierno y de la sociedad, con doble moral, con solapamiento de
juicios y decisiones, que acaparan los recursos y así se aumentan los problemas
156
de pobreza, de injusticia sobre todo con los más pobres y. bueno con los otros
también, porque tienen que pagar los platos rotos de lo que otros no hacen o
hacen mal».
Desde esta perspectiva Colombia, como otros países se encuentra en la perspectiva
del mercado autorregulado que no es capaz de registrar y satisfacer ciertas necesidades
materiales y morales de los ciudadanos. En particular el Estado liberal deja «libre» al
trabajador prácticamente indefenso y frente a las exigencias impersonales del mercado y
expuesto a todos los golpes de las fluctuaciones económicas (Bobbio, Mateucci &
Pasquino, 2000). Son formas político económicas que van en contra de la lógica de la
justicia distributiva (Fraser, 1997; Ackerman, Alstott, van Parijs y Wright, 2006).
Los jóvenes se sienten incómodos con un Estado que denota desinterés por las
condiciones sociales y económicas de la mayoría de los ciudadanos. Ven cómo las
reformas a la educación y al sistema laboral los preparan para utilizar su fuerza de
trabajo, con bajos salarios, inestabilidad e inseguridad.
El fenómeno de la injusticia social, de la exclusión y la pobreza es muy complejo,
son condiciones que las personas viven de distintas formas. Corresponden a realidades
de las sociedades contemporáneas causadas por diversas situaciones de la vida personal,
social y cultural. Confluyen en estas condiciones factores políticos, económicos,
raciales, de género, edad y clase. En conjunto estos tres aspectos profundizan y
ensanchan las distancias entre las personas y con frecuencia se vuelven motivo de
conflicto entre la ciudadanía y el Estado. Evidencian la vulneración de derechos
humanos fundamentales y que afectan las condiciones de vida de quienes las sufren, con
efectos políticos importantes de resentimiento, de crítica e inconformidad y limitación
de los derechos políticos y democráticos (Jaramillo, 2006; Arango, 2007).
157
La pérdida de memoria histórica
Con las acciones no tradicionales como las galerías por la memoria de las
víctimas, por el nunca más y el no olvido, los jóvenes intentan, como grupo, desplegar
acciones que empiecen por pequeños grupos, comunidades y, luego que lleguen a toda
la sociedad. Pretenden quebrar pensamientos, generar discusiones para llegar a
momentos reflexivos en los que se integren diferentes grupos para lograr construir una
memoria común en todo un país. Se vislumbra en la recuperación de la memoria la
denuncia, en búsqueda del ‘derecho a la memoria’.
«Todos los colombianos y colombianas somos responsables de no dejar morir la
historia de la violencia, ni dar paso a la impunidad. También de recodar a la
gente inocente que ha caído en este magnicidio sin sentido en una guerra que no
hemos propiciado todos los colombianos, porque no es cierto que por naturaleza
los colombianos seamos violentos, ni nosotros ni ningún otro ser humano.
Tenemos que recordar a la Colombia buena, de hombres y mujeres trabajadores y
luchadores. El país no puede olvidar a las víctimas de la guerra, de las
desapariciones forzadas, de las muertes selectivas, ni a las familias en situación
de desplazamiento forzado, ni el empobrecimiento de grandes grupos de
campesinos e indígenas que además son víctimas del terror, del miedo, de la
amenaza y la muerte de sus seres queridos por la mano del colombianos que no
quieren al país, que la ambición los ha llevado a cosa inimaginables para lograr
sus fines económicos, terratenientes, y de delincuencia organizada. Los
colombianos no podemos ser irresponsables con nosotros mismos, con nuestros
hermanos que han muerto siendo víctimas de este absurdo de la guerra, de la
política corrupta, de los intereses egoístas; no podemos simplemente
acomodarnos pensando que esto es lo que nos toca vivir».
Se trata desde la reflexión de recuperar una historia que acoja y transforme los
aspectos antes enunciados, que se haga cargo de la carga explosiva de represión,
158
exclusión, deseo y urgencia de felicidad, de reconocimiento, de justicia y de
reconciliación. Se trate de una historia sin nostalgia, sin “tenebrosa mística de la
muerte”, sin exaltación de la guerra ni inmortalización de los caídos. No es un asunto de
buena voluntad, sino de exigencia de justicia. Se trata de no olvidar a las víctimas, no
renegar de ellas y no rematar a los muertos o a las víctimas con los juicios de
merecimiento porque se lo buscaron, y de conseguir que los vivos puedan celebrar
fiestas, tal como lo refiere el auto anterior.
Procuran un verdadero proceso de autoafirmación frene a la realidad del país, para
asumir con libertad la contribución a la construcción de una historia sin impunidad. Esa
unión de voces, si bien es cierto no transforma el mundo, puede poco a poco a mostrar la
realidad y llevar a la gente a reaccionar frente a lo que nos pasa.
«cuando asistimos a las marchas, cuando hacemos nuestras apuestas por el
“nunca más” de la violencia, de las desapariciones forzadas en Colombia y para
ello hacemos las galerías de víctimas o cuando en la prensa hacemos sentir
nuestros desacuerdos con las decisiones jurídico-políticas que toma el Estado».
A los jóvenes les gusta actuar por sí mismos, sin ataduras, a partir de sus
experiencias y de las experiencias de otros colombianos sacudiéndose del peso de la
tradición para ser ellos mismos, desde su mundo vital que forma parte del entramado
social y político del país. Los jóvenes participantes en este estudio, metafóricamente
hablando no quieren la cultura del vidrio, porque mirando los hechos a través de él, es
difícil dejar huellas, cuando “vivir quiere decir dejar huellas” (Benjamin, 1991, p. 133).
A este respecto y frente a los hechos políticos que han ocurrido desde principio del
siglo XX Benjamín aporta en sus reflexiones sobre el sentido de la historia, del
historiador o del narrador. Considera que la experiencia, la memoria y la historia se tejen
al articular históricamente el pasado no “conociéndolo como verdaderamente ha sido”,
sino apropiándose de él para comprender. La “tradición de los oprimidos” enseña que
159
las situaciones de peligro, los “estados de excepción” son la regla y que el peligro es
grave. Tan así que sólo pueden superarlo quienes han roto con “la fe en el progreso” y se
resisten al tropismo del poder (Benjamin, 1991; Agamben, 2004 ).
Arendt (2006 y 2007) se refieren a las personas a las que les duele el pasado con
tal intensidad que les produce toda la tristeza y que a través de la narración, de la
memoria, de la remembranza, no de la nostalgia, procuran recuperarlo para no caer en el
olvido, para reconciliarse con este mundo comprendiendo que en él todo es posible.
Pero no sólo se trata de recuperar la memoria, se trata también de evidenciar el
mal radical que se banaliza a través de la legitimación de la muerte como una necesidad
para lograr la seguridad nacional, para prevenir males mayores a futuro o justificándolos
como bajas de guerra, cumplimiento del deber o actos de servicio de los héroes, al
Estado (Arendt, 2006). Son actos contra la vida efectivamente cometidos. Es el reclamo
de la pérdida de vidas como delitos de lesa humanidad. Son crímenes en los Estados
totalitarios, en tanto y por cuanto se vuelve superfluas a las personas (Arendt, 2004a).
Agrega Arendt (2006) que sólo el bien tiene profundidad, entonces, el pensamiento se
siente frustrado al tratar de vérselas con el mal, porque no encuentra nada. En eso
consiste la banalidad del mal.
Las vidas perdidas se vuelven ejemplares cuando hay un espectador que las
convierte en objeto de su reflexión y así las salva del olvido, porque el totalitarismo
produce muertes silenciosas, anula los lazos entre sus víctimas e impide las muertes
heroicas (Brunet, 2007; Lorenzano, 2007), la sociedad como testigos, a través de la
memoria colectiva hace que el olvido no sea posible, pues siempre habrá un hombre
para contar la historia (Arendt, 2006).
En casos como este y como el de las miles de víctimas que ha cobrado la guerra, el
totalitarismo, la intolerancia frente a opinión contrapuesta, tiene profunda vigencia las
palabras de Arendt (2006) en cuanto que las bolsas del olvido no existe y que no hay
160
ninguna obra del ser humano que sea perfecta, a lo cual se suma el hecho de que hay
demasiados seres humanos, testigos directos e indirectos, como para que el olvido sea
realidad. Siempre habrá alguien vivo que cuente la historia.
Sin duda Colombia ha pasado a formar parte de la historia humana que tiene un
largo prontuario de muerte de millones de personas por violencia. Solo el siglo XX es un
triste recuerdo de todo eso: dos guerras mundiales segaron la vida de unos ochenta
millones de seres humanos. Un relato como el anterior lo que nos deja ver es no
podemos volver la espalda a quienes sufrieron por la indolencia de otros que deciden
actuar como dueños e la vida y menos aún dejar en la soledad de los recuerdos a quienes
han sufrido tales pérdidas. Así nos lo recuerda Benjamín (1999) cuando nos convoca a
que ese tipo de memoria en particular, no se olvide, pues mientras la causa de los
vencidos no triunfe, siempre serán posibles nuevos holocaustos. Nos invita a la
compasión por los que ya no están y por los que quedan con tal dolor.
Las acciones de los jóvenes lo que pretenden es desnaturalizar las injusticias, las
desigualdades y las inequidades. Expresa una de las participantes:
«Por qué tenemos que convencernos que porque somos latinoamericanos,
colombianos, jóvenes, pobres, indígenas, negros o mestizos y que por eso
merecemos la inequidad y la injusticia, porque eso fue lo que nos tocó. La
pregunta que yo me hago es y ¿quién ha decidido que eso nos toca a los
colombianos o a los ecuatorianos?».
En relación con la memoria y el tiempo, plantea Benjamín (1991) que el
problema de la pobreza de experiencia y la consiguiente barbarie no obedecen sólo a
motivos de la época. Sus causas también se deben a la forma como funciona
estructuralmente, en sentido histórico la memoria, y a los esquemas ordenadores del
tiempo, dos elementos fundamentales para tejer la trama fundamental de la genealogía,
de la tradición de la sucesión. En otros términos de la vida y de la historia, es decir, de la
161
cultura. Respalda este planteamiento con la siguiente afirmación, contundente: “No
existe documento de cultura que no sea a la vez documento de barbarie” (p.131-132).
El tiempo es un estructurador fundamental de la experiencia y de la memoria; a
su vez es configurador de la propia identidad y de la construcción social y política que
hacen los jóvenes en su devenir como sujetos políticos, porque el tiempo que teje, da
continuidad y se vuelve culminación. Esa condición de devenir, paradójicamente, es
construcción – destrucción. Los jóvenes reconocen el valor histórico de la memoria y
por ello hacen eventos conmemorativos a los padres de algunos de los miembros los
grupos y en general por la memoria de los colombianos víctimas de la guerra y la
violencia institucionalizada.
162
CAPÍTULO VIII. FORMAS DE ACCION POLITICA DE LOS JÓVENES
Algunos jóvenes al ingresar a la universidad y de acuerdo con sus intereses
políticos y ciudadanos se incorporan en algún grupo con intereses de servicio a la
comunidad, de arte con orientación política; en otros casos forman parte de grupos fuera
de la universidad. Otros traen alguna trayectoria desde el colegio o a través de la
participación en su barrio, en comités juveniles. Otros simplemente prefieren
mantenerse alejados.
Hay jóvenes que forman de la participación política y ciudadana, un estilo vida
con un profundo sentido de responsabilidad social, política y moral que implica acciones
de denuncia, de resistencia, de recuperación de la memoria cultural e histórica, de
develamiento de acciones y discursos para dar cuenta de la historia del país, de la
violencia y la pretensión de olvido de las miles de víctimas que ha cobrado la guerra en
Colombia, a los largo de su historia.
Con su participación política los jóvenes buscan romper con la violencia de la
discontinuidad histórica, de la descontextualización de los hechos, la suspensión de la
representación de la violencia estructural y política por vía de la desinformación, la
distorsión o la justificación. Mostrar la lógica totalitaria y autoritaria del control con el
desborde de las acciones para lograr el “reencuadramiento” de la sociedad (Richard,
2007) y el disciplinamiento social mediante la modernización del Estado, el mercado y
la represión a través de la censura y los señalamientos (Thayer, 2003).
En términos de Arendt (2001b), esa es su forma de natalidad en el espacio de sus
grupos, en las redes con otros grupos interesados en los mismos temas, en las marchas
nacionales de protesta o en las solicitudes ciudadanas en la cotidianeidad. Es
fundamental recordar que en el pensamiento de esta autora, la acción requiere del
discurso para a través de él, revelar quiénes son los hombres, aparición que encierra una
163
ética de lo público, por cuanto no hay motivo para que los jóvenes como ciudadanos se
oculten.
Lo interesante es que hechos como la guerra, la violencia institucionalizada, los
problemas de la política, los cambios laborales, las decisiones unilaterales tomadas por
el Estado y los cambios económicos, han transformado las acciones políticas de los
jóvenes. El uso de la red, de medios de comunicación alternativos, las estrategias
creativas de vinculación del deporte, la cultura y el arte han sido alternativas para dar a
conocer hechos de violencia contra la población civil, con el ánimo de evitar el olvido
(Valenzuela, 2007).
En concordancia con estos referentes, desde la década de los noventa, en Colombia
se viene observando formas de acción política de los jóvenes centradas en el arte, la
música, el arte urbano a través del graffiti, la denuncia pública mediante fotografías,
pancartas, carteles y medios de comunicación alternativos. Por consiguiente, a partir de
esta diversidad de formas de acción política, difícilmente se puede hablar una sola forma
de ser “joven político” o del “joven ciudadano”. Por el contrario, estamos ante una
pluralidad de condiciones de ser jóvenes y con ellas de ser sujetos políticos y
ciudadanos.
Los resultados muestran como formas predominantes de acción política de los
jóvenes la vinculación a la institucionalidad del Estado, la participación en movimientos
sociales con otros grupos con quienes comparten intereses y preocupaciones políticas
Vinculación a la institucionalidad del Estado
La variedad de las acciones políticas de los jóvenes se evidencia en la forma como
perciben su participación institucional. Se observan acciones que denotan adhesión
política a través de las elecciones. Reconocen esta forma de participación como un
mecanismo de ejercicio de la ciudadanía. Afirman algunos que «si no se participa en las
164
elecciones, se deja el camino abierto para que suba cualquier persona al poder.
Además si no votamos, después cómo reclamamos», de alguna manera se reconoce el
valor de la participación electoral como un aspecto importante para el desarrollo de la
democracia en el país.
Dos de los cinco grupos cuestionan la forma de los procesos electorales que se
llevan a cabo en el país, sobre todo por la falta de transparencia, la negociación de votos
y el traslado de electores. «Aunque sabemos de la manipulación de las elecciones a
través de la manipulación de los electores con las promesas que les hacen, de todas
formas votaos, es un deber ciudadano y el voto de uno es importante, si no cómo se
hace la democracia». Pese a los cuestionamientos que hacen los jóvenes, participan en
la mayoría de los procesos electorales que se llevan a cabo, en lo único que no
participan es en las consultas de partido, pues su participación electoral no está
circunscrita a la pertenencia a ningún partido.
No en todos los casos los jóvenes buscan formas alternativas de participación a
través de la instituciones del Estado, pero refieren a otros grupos de jóvenes que a través
de sus proyectos de arte, sobre todo, contratan con Alcaldías o participan en los
programas ciudadanos que ésta lleva a cabo; de esta forma, aportan a la formación
colectiva de la ciudadanía con su singularidad, con sus formas culturales de aparecer en
público con sus propias producciones.
«Algunas instituciones del Estado han generado estrategias de participación
para los jóvenes, por ejemplo en los programas de la Alcaldía, aunque tienen que
estar limitadas a las exigencias que tienen los proyectos y si están con lo que
piden, el grupo puede participar en las convocatorias para que los jóvenes
participen en proyectos de cultura ciudadana. Esa es una buena opción para los
grupos que ganan las convocatorias porque se conoce gente, se crean redes y se
muestra lo que el grupo es y que no es igual a otros».
165
Vinculación a redes y movimientos políticos
Los grupos, unos más que otros, se vinculan con otros grupos sociales o
participan en movimientos sociales cuando se hacen solicitudes al Estado. Con estas
dos formas de participación despliegan acciones de proyección social; visibilización y
reconocimiento o se integran a redes que luchan por derechos específicos, como el
caso de las víctimas de la violencia de Estado y política; acciones de resistencia, o
solicitudes relacionadas con los derechos fundamentales o sociales (Luna, 2005). La
vinculación en estas redes la llevan a cabo con diferentes propósitos; de una parte
realizar acciones sociales y de educación con poblaciones menos favorecidas y, de
otra, para reflexionar sobre situaciones públicas de su interés o para participar en los
movimientos colectivos.
Acciones sociales
Es importante recordar en este punto el valor de la reflexión, del pensamiento, del
juicio y de la voluntad como condiciones que permiten ampliar el margen ético-estético-
político de los ciudadanos. Dos grupos de jóvenes de centran sus acciones hacia grupos
de población menos favorecidos o hacia quienes están afectados por el dolor de la
enfermedad, para crear espacios de diálogo y acción construida con los niños, niñas y
jóvenes, partiendo de la convicción de que es posible el cambio.
Pretenden con sus acciones contribuir al desarrollo y la evolución de las
sociedades por medio de actividades de concientización de jóvenes y niños a través de
programas de formación valorativa, actividades de acompañamiento a los jóvenes para
la consolidación de redes de apoyo social y capacitación Realizan trabajo social con los
niños menos favorecidos en artes, literatura, música, la imaginación y formación para la
solidaridad.
166
Uno de los grupos centra su acción en el acompañamiento a niños con problemas
de salud graves, en programas de construcción de vivienda como realización de un
sueño. En la consolidación de grupos juveniles y el agenciamiento para el desarrollo de
sus comunidades. Son grupos que parten del presupuesto de que las condiciones del país
se constituyen en oportunidad para su propio agenciamiento y la construcción colectiva
de proyectos orientados a la acción política.
«Se evidencia un fuerte vínculo entre las comunidades y nosotros. Se puede decir
que es gracias a la percepción del contexto sociopolítico como un contexto
violento, excluyente, con injusticia social y demás situaciones negativas para la
sociedad y sus individuos, que nos hemos movido a trabajar por una sociedad más
justa y apta para el desarrollo integral de quienes no sólo son el futuro sino el
presente del país, es decir, los niños».
Plantea Arendt (2003a) que la actualización del pensamiento, el juicio y la
voluntad dependen del sujeto en sí mismo, partiendo del hecho de que todo ser humano
tiene la capacidad de pensar, de juzgar y querer hacer, pero ello depende de la voluntad
de cada sujeto. La actualización del pensamiento no depende del nivel informativo ni del
contexto histórico, sino de la libertad del sujeto, por lo que no hay prescripciones
universales para atreverse a pensar y menos para actuar (Cano, 2004). Es
responsabilidad de cada uno, en la medida de lo posible, actualizar estas potencialidades
y ponerlas al servicio del bien común.
En su proyección social, los jóvenes realizan actividades de formación para la
acción social y política con niños, jóvenes y las familias a través de actividades de
concientización y de alfabetización, de sensibilidad frente al dolor mediante el
acompañamiento de niños y niñas con problemas graves de salud, como cáncer.
Trabajan con las necesidades, intereses, expectativas, valores como la amistad para
fortalecer vínculos y generar redes de apoyo social y ciudadano desde temprana edad,
pues consideran que el país se tiene que reconfigurar a través de la educación, del
167
compromiso de todos, desde temprana edad. Al respecto expresa un grupo «Nosotros
contribuimos con nuestros proyectos sociales a la formación de valores en los niños que
viven en barrios más deprimidos, les ayudamos a formar redes de amistad y solidaridad
para que desde pequeños tengan una buena formación social y con buenos valores».
«Formar en los valores para pensar en una sociedad diferente, es una forma de
expresión de los político» según los jóvenes que llevan a cabo acciones sociales. Es una
forma de producción política que se manifiesta en relación con dimensiones reales de la
sociedad, como la distribución de los recursos, la disposición de oportunidades o las
condiciones diferenciales entre sectores de esa sociedad. Son acciones que sustentan en
la idea de poder tocar y transformar las formas de pensar y hacer de los seres humanos
en la cotidianeidad de su convivencia. De ahí el énfasis que le dan al trabajo con los
niños, niñas y jóvenes desde edades tempranas
Dentro de los procesos de formación social y ciudadana que llevan a cabo,
promueven acciones para el autoagenciamiento, mediante las que a través de la
combinación del trabajo y el estudio pueden ayudar a mejorar la situación de personas
con problemas de salud y violencia en sus hogares, «porque consideramos que es
indispensable que cada persona interiorice el sentido de responsabilidad social que
desde el hogar promueva condiciones de convivencia pacífica» expresa un participante.
Que en los hogares se promuevan los valores de amistad, respeto, cariño, y amor. Es por
ello que dentro de las actividades que se realizan en la interacción con los niños
promueven la motivación y la generación de sentimientos de amistad y apoyo, de
acciones que reflejen la incorporación de valores personales, sociales y culturales de una
sociedad de bien.
La pedagogía política, ciudadana y democrática que comparten algunos de los
grupos de jóvenes con las comunidades, corresponde a una subjetividad individual y
social preocupada fundamentalmente por las inequidades sociales que pueden ser
afrontadas con acciones propositivas. Se trata de reconocer a todos los miembros de la
168
sociedad el derecho a ser reconocidos e incluidos dentro de la sociedad (Mejía, 2005),
teniendo como punto de partida la familia y las comunidades en las que viven.
En este ejercicio de despliegue social y ciudadano, hay grupos cuya formación
corresponde a una red amplia con acción en diferentes países con la intención de
contribuir en la formación, educación y apoyo a la niñez y la juventud y sus familias, de
escasos recursos mediante actividades sociales, culturales, deportivas y recreativas
construyendo con ellos, aunque parezca utópico, esperanzas, sueños y oportunidades
para contribuir a formar un mundo más justo, equitativo y libre, en el que quepan las
familias y comunidades que día a día luchan por realizar sus sueños. También buscan
establecer vínculos de amistad y solidaridad entre los jóvenes y los niños, mediante
encuentros personalizados; en características y acciones como las enunciadas consiste su
razón de ser como grupo frente al mundo, especialmente, frente a la sociedad
colombiana. «Con nuestras acciones educativas estamos contribuyendo políticamente a
crear culturas de paz y convivencia que tanto necesita el país», expresa una estudiante.
Los grupos que llevan a cabo acciones sociales no pertenecen a ningún partido
político, pero llegan al consenso sobre la corrupción que existe en el país y ha existido
en los diferentes gobiernos a lo largo de la historia en Colombia, por eso el énfasis en la
formación en habilidades valorativas, en la capacidad de reflexionar el bien común y en
la necesidad de la justicia.
«Nuestras acciones no están dirigidas hacia un cambio masivo sino que se
interesan primero en conseguir nuestro propio cambio y luego lo proyectamos hacia la
comunidad». Siempre apostándole a que si se logran cambios individuales, con la suma
de ellos se puede llegar a tener una mejor sociedad. Los objetivos que se trazan y su
razón de ser como grupo están basados en la ética cristiana, desde la cual el amor al
prójimo es el mejor acercamiento o forma de experimentar a Dios, al mismo tiempo que
implica un gran crecimiento personal, tanto en su ámbito espiritual, social y afectivo.
169
En estos jóvenes la espiritualidad adquiere sentido social mediante la pedagogía
concientizadora, en la que se asumen las condiciones menos favorecidas no como un
designio de Dios, sino como el producto humano de las condiciones de desigualdad e
injusticia social.«Nuestros proyectos siempre tienen un sentido cristiano, porque
muchos de nosotros hemos estado en grupos de pastoral desde niños o adolescentes y
por eso buscamos grupos con un sentido espiritual que puedan ayudarle a las
comunidades más pobres».
«Nuestro grupo tiene una historia de mucho tiempo atrás. Ha seguido la tradición,
como desde los años 70, de trabajo pastoral con comunidades de barrios. Ahora
que estamos en la universidad queremos seguir este mismo camino y por eso
ayudamos en comunidades así, siempre teniendo a Dios presente».
Mediante sus acciones evangelizadoras, educativas y de concientización, los
jóvenes abren espacios sociales comunitarios para desplegar sus proyectos; con ellos
procuran contribuir con las transformaciones de las realidades históricas inmediatas de
las personas que participan en sus acciones; siempre con la perspectiva de una vida
vocacional al servicio de los más débiles (Martín-Baró, 1998).
Con sus acciones de concientización los jóvenes procuran la ruptura con el
fatalismo, porque el orden establecido en el que hay un aumento cada vez mayor de
personas en condiciones precarias es una producción humana responsable de la
injusticia económica y social, en un intento de toma de conciencia política, porque como
expresa Ignacio Martín – Baró (1997) considera que Iglesia debe entrar en la política
por cuatro razones fundamentales: 1. Cuando un poder político se ejerce de tal manera
que enriquece más a los ricos y empobrece a los pobres. 2. Cuando un gobierno practica
la tortura o legaliza la pena de muerte. 3. Cuando los políticos y los representantes del
pueblo mienten en defensa de su propia política y, 4. Cuando un régimen o un partido
político no respeta los derechos humanos.
170
Lo que se encuentra en las acciones de los jóvenes es que para ellos no hay un
distanciamiento entre lo social, lo ciudadano y lo político. Ven como decisiones
políticas afectan la vida de los colombianos contribuyen a procesos de mejoramiento en
algunos aspectos y de deterioro de la calidad de vida en otros, con consecuencias como
el aumento de la pobreza, la exclusión social, la deficiente calidad de los servicios, sobre
todo para los sectores de las periferias, campesinos, indígenas o los habitantes
localizados en zonas fronterizas.
Las acciones que los jóvenes emprenden les permiten tomar conciencia de su
propio lugar dentro de la sociedad y la historia y contribuir en procesos de cambio,
mediante las acciones organizadas comunitariamente para contribuir en la reescritura de
una nueva historia. Son utopías le dan sentido a sus acciones individuales y colectivas.
Para estos jóvenes existe una estrecha relación entre la carencia de recursos y
oportunidades lo cual produce baja participación política en los sectores afectados,
participación manipulada o imposibilidad para participar debido a que tienen que
dedicarse fundamentalmente al trabajo para ganar su subsistencia, aspecto que ha sido
ampliamente reflexionado por Agamben (2003; 2004).
Por consiguiente, es a través de la comprensión de las acciones que se despliegan
estos jóvenes, que develan su condición de sujetos políticos y ciudadanos en medio de
los problemas, las tensiones, peligros y amenazas de la época moderna y del mundo
moderno46 y de manera específica de las condiciones políticas y democráticas en
Colombia. Se ratifica entonces el pensamiento arendtiano en cuanto a que “gracias a la
acción y la palabra es que el mundo se revela como un espacio habitable, un espacio en
el que es posible la vida en sentido no biológico (bios)” (Arendt, 2001b, p. 18).
46 Arendt, en el prólogo de la Condición Humana establece la diferencia entre estas dos categorías. La
edad Moderna comenzó en el siglo XVII y culminó al inicio del siglo XX. y el Mundo Moderno,
políticamente hablando, corresponde al que hoy vive la humanidad, e inició con las primeras explosiones
atómicas
171
Acciones por la visibilización y el reconocimiento
Como se dijo en el referente teórico, las experiencias que las personas viven en la
vida cotidiana dan para que se tenga diferentes impresiones sobre lo acontece en el país,
e incluso solicitan el reconocimiento de la diferencia en comparación con generaciones
de jóvenes anteriores.
«Somos diferentes porque queremos romper los moldes que las generaciones
pasadas nos dejaron, no queremos como se dice “tragar entero”; es decir
queremos desarrollar ideas y actuar con base en ellas. Los jóvenes sí
pensamos en nosotros y en los demás. La gente debe tener en cuenta que los
jóvenes de las antiguas generaciones tenían otro contexto y otras
problemáticas diferentes a las de nosotros; por lo tanto no pueden pretender
que seamos iguales a las antiguas generaciones».
Reconocen los giros que ha dado la sociedad en el reconocimiento de las
diferencias, de los cambios en las ciudades para producir entornos habitables por los
ciudadanos. Lo cual contribuye a configurar escenarios de comunicación, socialización,
de encuentro y de creación de cultura ciudadana desde la diversidad (Pereira, 2007). No
obstante consideran algunos, que aún falta mucho desarrollo en este sentido. No
obstante, los jóvenes expresan que:
« (…) ésta no es la misma sociedad de hace años, porque ahora somos mejores
ciudadanos y más conscientes de que esto es de todos, y por eso debemos cuidarlo
para un buen futuro y el de nuestros hijos»
«Lo que más nos gusta de Colombia es que se está logrando un gran avance en
cuanto al respeto por las diferencias, aunque somos una sociedad muy
conservadora, poco a poco hemos ido comprendiendo que no todos somos iguales;
aunque falta mucho más por parte de todos. Es posible que en unos años el país
no se encuentre tan polarizado con respecto a estos temas».
172
Aunque los jóvenes valoran positivamente el reconocimiento de las diferencias, de
la diversidad y de la pluralidad, consideran que aún faltan acciones de reconocimiento
por cuenta del Estado, especialmente hacia los grupos minoritarios, como los grupos
étnicos.
«El Gobierno colombiano ha desconocido nuestra historia, al punto que ha
descuidado a nuestros indígenas y personas de otras descendencias como los afro.
Vemos con mucho pesar cómo los indígenas tienen que luchar para ser
reconocidos y hacen largas marchas, con gran dignidad y unión. Llegan a esta
ciudad y se les trata con hostilidad, en hacinamiento y en condiciones precarias.
Esto no es sólo para los que llagan a Bogotá a protestar por sus derechos;
también para los viven en las diferentes regiones o para las culturas negras de la
Costa Pacífica. Son grupos humanos en total abandono y que directamente tienen
que vivir las consecuencias de la guerra que vive el país».
En punto anterior, en particular, aunque se han logrado algunos procesos de
inclusión y participación, lo que se observa en Colombia es un Estado cada vez más
controlador y represivo. Hay menores condiciones de igualdad para el ejercicio político
de los nuevos sectores y los movimientos independientes, incluso con casi una
desaparición de las tradiciones partidistas históricas: “Liberales y Conservadores”.
Las comunidades indígenas y en particular los jóvenes insertos en formas
institucionales y sociales de la cultura occidental, luchan por conservar los que
históricamente los ha configurado como comunidad: sus tradiciones, no obstante es
evidente la hibridación de ideas y comportamientos propios de las dos culturas.
Este tránsito entre culturas ha permitido que los indígenas logren el
reconocimiento y que, sin que aún se haya llegado a una redistribución y participación
equitativa y justa cuenten con cierto reconocimiento en los ámbitos universitarios.
Desde 1991 los grupos indígenas tuvieron participación política con voz, voto y
173
representaciones en el Senado. Sin embargo esos espacios ganados, con este Gobierno
se han ido desvaneciendo.
Los jóvenes afrodescendientes también llevan a cabo acciones políticas en
búsqueda del reconocimiento para dar a conocer su origen, sus raíces culturales, sus
trayectorias y sus posibilidades de aporte político.
Estas acciones las llevan a cabo «celebrando y conmemorando el día de la Afro-
colombianidad en las universidades, entonces estamos haciendo una publicidad en
las diferentes universidades, en las diferentes instituciones que están interesadas
en los temas afro y en relación al tema académico que es y va entorno a la
problemática afro en Colombia».
Existe en el movimiento étnico un trabajo por la apropiación de su identidad a
través de un reconocimiento externo, llevan a cabo eventos académicos o participan en
ellos con temas de la actualidad Colombiana, incluyen temas como el conocimiento de
sus raíces, que se evidencia cuando hay una participación activa en la feria estudiantil y
en medios de comunicación dentro de las universidad y, cuando se los permiten, en los
medios masivos.
« (…) dentro de esas conferencias que hemos tenido nos hemos interesado por la
impronta africana, por todo ese abolengo africano y esa trietnicidad y ese
mestizaje que vive hoy Colombia, de lo que somos nosotros los colombianos.
También nos hemos preocupado por los temas que tocan a nuestra población afro
en las regiones, como el desplazamiento, el secuestro, la desaparición forzosa,
estos son temas que nos solo tocan a nuestra población sino a diferentes actores y
a los diferentes ciudadanos de Colombia» (Karim, Afro, entrevista individual).
Existen múltiples estudios que dan cuenta de las causas estructurales, políticas,
económicas, históricas o coyunturales del conflicto étnico en Colombia y que ha
174
contribuido al desangre del país, en particular en relación con los pueblos indígenas. En
Colombia, como en otros países del mundo, los grupos “minoritarios”: por género, edad,
etnia han vivido en condiciones de exclusión desde el proyecto de desarrollo que se ha
propuesto para el país. Sin duda se trata de una problemática que pone en duda una
ciudadanía multicultural (Kymlicka, 2002) y una política del reconocimiento (Fraser,
1997; Taylor, 1996).
Los grupos mal llamados minoritarios (no son en cantidad, sino en condición
humana) en situaciones de dificultad, tensión o crisis se evidencia con mayor fuerza las
dificultades y limitaciones para el ejercicio de prácticamente todos sus derechos. A la
vez que desde ellos se desencadena con mayor ímpetu la conciencia de asumirse como
sujetos plenos de derechos (Cruz, 2000).
Luego de la Segunda Guerra Mundial los países capitalistas se han declarado a sí
mismos como sociedades civilizadas y más democráticas en la intención de reducir las
desigualdades de condición y de las posiciones derivadas de las identidades
“adscriptivas”.Por otra parte, el consumo masivo, el supuesto aburguesamiento de la
clase obrera, los niveles cada vez más altos de educación y las crecientes posibilidades
de empleo, la expansión del individualismo liberal denotaban el avance de una época de
bienestar y desarrollo material y de armonía ciudadana y social (Arendt, 2004b)..
Si bien es cierto hemos avanzado en muchos aspectos, en Colombia aún no hay
garantía plena de derechos, porque el despliegue de la economía neoliberal no lo permite
y porque no hay voluntad política de los gobiernos desde 1990 hasta el momento por
comprometerse con la calidad de vida de los colombianos; por el contrario sus esfuerzos
se concentran en el cumplimiento de las exigencias del capital reinante (Zuleta, 2004).
No hay duda que ciertos desarrollos del poder económico han transformado la
acción humana y con ella su ética. Si bien con tales desarrollos los seres humanos
pueden generar cambios positivos, también hay formas violentas y violadoras de acción
175
sobre la naturaleza tanto física como humana, bajo la idea de un inagotable ingenio
humano, dice Jonas (2004).
Así por ejemplo, los indígenas sienten cómo a través de las políticas de desarrollo
la “madre tierra” es violentada; los afrodescendientes ven como se le explota sin
consideración y a expensas de condiciones de vida adecuadas para las poblaciones como
las del Pacífico o la Costa Atlántica.
Las leyes y las políticas asumidas por el Estado e impuestas en algunos territorios
muestran la vulnerabilidad de la naturaleza, reconocible en los daños causados y son,
justamente los grupos indígenas quienes con mayor frecuencia reclaman ante las
políticas del Estado. De allí que parte de su acción en el marco de la cultura del cuidado
de la naturaleza sea la de tratar de concientizar a los “hermanos menores” sobre la
imposibilidad de concebir l hombre independiente de la naturaleza; ella y el hombre son
una misma cosa. Por consiguiente, el ser humano es llamado a responder por la
naturaleza, por los daños que a ella ha causado su acción instrumental irracional que con
frecuencia se comete en nombre del desarrollo de la ciencia y la tecnología y del
progreso de la humanidad.
Desde este lugar de referencia, la brecha que se abre entre la fuerza del saber y la
fuerza de las acciones genera un problema ético nuevo (Jonas, 2004) que requiere la
autovigilancia del desmesurado poder humano, porque es necesario tener en cuenta las
condiciones globales de la vida y del futuro de nuestra existencia y de la de otras
especies. Es pensar de manera más amplia en los deberes y derechos que busque no sólo
el bienestar humano y que lleve a cuestionar los fines en sí mismos más allá de la esfera
humana e incorporar al concepto del bien humano el cuidado de la naturaleza.
Como expresan los jóvenes indígenas es necesario “escuchar a la naturaleza” para
comprometernos política, social y culturalmente con ella. Como expresa Jonas es
posible que nos encontremos ante un imperativo que se adecua a las actuales acciones
176
humanas que diría “obre de tal modo que los efectos de tu acción sean compatibles con
la permanencia de una vida humana auténtica en la tierra” (p. 40). Esto implica no sólo
pensar en que los efectos de nuestras acciones no sean negativos ni para humanos ni
para ningún otro elemento de la naturaleza o del cosmos. Que nada ponga en riesgo la
continuidad de la vida sobre la faz de la Tierra47, o que como efecto de nuestra acción
tengamos en cuenta la futura integridad de la humanidad y de la naturaleza. No nos es
lícito arriesgar la vida de la humanidad y demás especies, aunque es posible que algunos
decidan arriesgar su propia vida. Es un imperativo más orientado a la política pública
que al comportamiento privado. Es una responsabilidad que nos convoca a todos y todas
como sujetos políticos.
Acciones orientadas a la organización y creación de movimientos
Los jóvenes, bien sea hijos de víctimas, por solidaridad o por decisión personal,
participan en movimientos de rechazo a esta condiciones de violencia, de impunidad y
de pretensión de algunos organismos del Estado por propiciar el olvido, por tener a un
país sin memoria. En el movimiento por la memoria han participado alrededor de 4.500
víctimas de la violencia política y el conflicto armado (Mesa Nacional de Víctimas,
2008) quienes se han hecho presentes a través de la manifestación de sus inquietudes,
cuestionamientos y exigencias en algo más de 75 propuestas entregadas a la Comisión
Primera de la Cámara de Representantes en ejercicio de su derecho a la participación y
como protagonistas del debate sobre las medidas y disposiciones que las afectaran
directamente. También han marchado en distintos momentos y realizado actos
simbólicos en diferentes lugares de la ciudad. Estos movimientos han participado
algunos de los grupos de jóvenes del estudio. Esta red nacional por la memoria busca.
«Impugnar la deslegitimación la falta de garantías de los derechos de las
víctimas, la negación de la responsabilidad del Estado al no cumplir su deber de
respeto protección y garantía de los derechos de todas las personas Colombia».
47 Lo plantean Bárcena & Melich, 2000.
177
«Con estos movimientos, tanto las víctimas, como la sociedad civil y muchos
ciudadanos buscamos, además de la reparación integral de las víctimas de la
violencia, que se reconozca incluyen la verdad histórica, la memoria, la
aplicación de justicia efectiva y las garantías de no repetición».
«Este país no puede olvidar que toda esta barbarie de la guerra y el exceso de
poder son una violación a los derechos humanos y al derecho internacional
humanitario, tantas muertes inocentes no deben quedar en el olvido».
«Mantener la memoria viva mediante las marchas, las protestas, los actos
simbólicos es no renunciar a la inclusión de todas y cada una de las víctimas de
los actores en el conflicto, individuales y colectivas, sea cual sea su condición
étnica, religiosa, comunitaria, organizacional, sexo y edad. Al reconocimiento de
la responsabilidad de los Estado por la violación de los DH y del DIH. A que se
haga justicia con respeto diferenciando las medidas de ayuda, asistencia y
realización de los derechos económicos y sociales. A la restitución y regreso de
las víctimas a sus tierras y propiedades. A las medidas diferenciales en los
procedimientos judiciales. A las garantías de eficacia de la ley. A que se garantice
el derecho a la verdad histórica y judicial ».
Es por ello que las acciones políticas de los jóvenes se ubican en las redes de
relación con otros jóvenes con los que comparten sus ideales, las vicisitudes, o las
percepciones sobre algunos hombres del mundo contemporáneo, como excluyentes e
injustos. No es per sé el mundo el que es injusto, ni excluyente o incluyente, ni violento,
ni pacífico, estas condiciones son humanas hechos por humanos. De allí que a través de
la comprensión de la acción es que se pueden develar los problemas, peligros y
amenazas humanas de la época moderna y del mundo moderno48.
48 Arendt, en el prólogo de la Condición Humana establece la diferencia entre estas dos categorías. La
edad Moderna comenzó en el siglo XVII y culminó al inicio del siglo XX. y el Mundo Moderno,
políticamente hablando, corresponde al que hoy vive la humanidad, e inició con las primeras explosiones
atómicas
178
Como se puede observar, algunas de las acciones de los jóvenes se dan a través de
redes de relaciones con otros grupos con los que comparten perspectivas y permite el
encuentro en la pluralidad y la diversidad de modos de ser jóvenes y actuar desde su
vida cotidiana. A la acción le es peculiar, dice Arendt (2001b), poner en marcha
procesos para sentar un nuevo comienzo e iniciar nuevo, tomar la iniciativa o, hablando
kantianamente, comenzar por sí mismo una cadena de acciones políticas.
Tal como plantea Benjamín (1991) “El continuum de la historia es el de los
opresores. Mientras que la idea de un continuum iguala todo al nivel del suelo, la idea de
un discontinuum es la base de la tradición auténtica” (p. 159). Esto en razón a que la
conciencia de una discontinuidad histórica, de los intentos de ruptura o del
develamiento, la denuncia de la eliminación del otro, es lo propio de las ideas, de la
palabra y de la acción de quien se vuelve testigo de lo ocurrido en su presente, como se
identifica en el testimonio de un grupo de jóvenes cuyos familiares son considerados
víctimas de Estado por muerte, desaparición o desplazamiento forzado.
«No, nosotros no somos un grupo que pretenda levantar las banderas de nuestros
padres, como si tuviéramos una herencia ideológica. Nosotros nos ubicamos hoy
en el presente, somos jóvenes hoy en el presente. En el presente nosotros ubicamos
nuestra realidad y un punto que analizamos de la realidad que mucha gente no
analiza es la historia, pero no la historia de los libros, sino la historia vivida,
entonces hacemos exactamente lo mismo que hicieron nuestros padres, en el
sentido de sentarse en la silla crítica de decir en qué país vivo, en qué mundo vivo,
sino que, a diferencia de ellos, tenemos muchas cosas que analizar, por ejemplo su
propia muerte, cosas que ellos no vieron de sí mismos».
El pensamiento de Arendt (2007) sobre la responsabilidad y la justicia aporta a la
comprensión de estas formas de acción de algunos de los grupos de jóvenes, teniendo en
cuenta que en los discursos y acciones de ellos hay un referente ético – moral, en tanto
que no es un desiderátum que se deba cumplir, sino la exigencia doble de la realización
179
de los jóvenes a través de la acción (constituida por la lexis y la praxis) y la capacidad
de juicio reflexivo; configurando así una ética de la acción, del sentido común, de los
sentimientos y de la reflexión (Brunet, 2007; Agamben, 2003, 200449), teniendo en
cuenta que la pluralidad es una de las categorías fundamentales de la acción, de allí que
los grupos busquen sus comunidades de sentido entre sus pares, por los vínculos de
amistad e intereses comunes, con la esperanza de contribuir a la construcción de una
sociedad en la que quepamos todos. Sin la pluralidad no es posible una auténtica y
genuina acción fuera de un espacio público (Arendt, 2001a y 2001b).
En este sentido la narración se vuelve una acción, a través de la cual se puede
construir un «sentido común» mediante el hacer públicamente reflexivo, los
sentimientos, como los elementos que configuran los juicios morales bien formados.
Además porque permite compartir ciertas condiciones de posibilidad.
Con la acción de narrar, con el compromiso político y social; con los modos de
vivir y transmitir la experiencia como testigos del mundo que les ha tocado vivir 49 Vale la pena recordar que el mundo contemporáneo por sus condiciones, exigencias, tensiones,
conflictos, decisiones, perspectivas del hombre y la sociedad, es un mundo en el que la “nuda vida se ha
convertido en todas partes en la forma de vida dominante” (Agamben, 2000, p. 16) hay miles o mejor
millones de seres humanos luchando para sobrevivir, disminuyendo con ello su posibilidad de
participación y acción política. De allí la importancia de la memoria histórica de las víctimas, de los
sobrevivientes, de los testigos. Por otra parte, bajo estas condiciones parece que vivimos permanente bajo
un estado de excepción en el que la existencia del refugiado y del campo de concentración se reproducen,
de formas diversas, pero con ideas semejantes, lo cual compromete la política de la democracia en la
práctica y la ciudadanía como derecho a tener derechos. Este concepto propuesto por Benjamin en la tesis
VIII en Sobre el Concepto de la Historia explícitamente hace referencia a: «La tradición de los oprimidos
nos enseña que el “estado de excepción” en que ahora vivimos es en verdad la regla. El concepto de
historia al que lleguemos debe resultar coherente con ello. Promover el verdadero estado de excepción se
nos presentará entonces como tarea nuestra, lo que mejorará nuestra posición en la lucha contra el
fascismo. La oportunidad que éste tiene está, en parte no insignificante, en que sus adversarios lo
enfrentan en nombre del progreso como norma histórica. -El asombro ante el hecho de que las cosas que
vivimos sean “aún” posibles en el siglo veinte no tiene nada de filosófico. No está al comienzo de ningún
conocimiento, a no ser el de que la idea de la historia de la cual proviene ya no puede sostenerse» (p. 155).
180
contribuyen a develar la realidad, a la recuperación de ese tejido vital, social, simbólico
e histórico que en ocasiones se pretende desaparezca para no dejar evidencia de la
barbarie.
Acciones de resistencia
Unos grupos más que otros, tienen discurso y llevan a cabo acciones de resistencia
en relación con la exclusión, la violación de los derechos humanos, la corrupción, la
política clientelista, las prácticas instrumentales de la política, expresan objeción de
conciencia ante la prestación obligatoria del servicio militar o la participación en la
guerra.
«Nosotros no participamos en la firma de los referendos, ni apoyamos las
decisiones para que por ejemplo se firme el TLC o para la reelección. Estas
políticas van en contra de los ciudadanos y perpetúan el ejercicio del poder en
manos de pocos».
«Somos objetores de conciencia y por eso ni prestamos el servicio militar, ni
estamos de acuerdo con el servicio militar obligatorio, tampoco participamos en
ninguno de los grupos que están en guerra. Los jóvenes no tenemos por qué dar la
vida o matar a otros hermanos».
Algunos de los jóvenes procuran coherencia entre sus juicios, discursos y acciones.
Sus acciones de objeción de conciencia, como un aspecto relevante para mantener la
paz, para no sacrificar la vida de los colombianos en una guerra fratricida y para no
minar la juventud vinculándola al conflicto armado o al servicio militar, son
evidenciadas públicamente mediante comunicados, la participación en las marchas o la
denuncia pública.
Con estas acciones se develan el carácter vinculante de las decisiones políticas,
esto es, decisiones que afectan necesariamente a los jóvenes, a sus familias, a la
181
sociedad misma; por tanto se resisten a servir a una guerra que minado oportunidades en
e país y que ha fracturado de manera el tejido social.
Los jóvenes encuentran que mientras el Estado colombiano exige legitimación
de sus acciones, los movimientos sociales, las expresiones de resistencia, la crítica y el
cuestionamiento de diversos sectores de la sociedad como los indígenas, los
trabajadores, los estudiantes, en particular los universitarios, las víctimas de la guerra,
son deslegitimadas por el Estado y sus diferentes instancias. Con frecuencia esta
deslegitimación se acompaña de la fuerza, de los señalamientos, de la amenaza. Se trata
de un poder que no propicia el consenso ni la adhesión; por el contrario genera
distanciamiento, desconfianza e inseguridad; se manifiesta así un ejercicio de poder
desigual.
«Rechazaos lo que dice el Estado sobre que los jóvenes somos revoltosos, que
somos guerrilleros o que somos bandidos porque protestamos contra los abusos
que se comenten con la población colombiana, especialmente con los indígenas o
las ONGs o contra cualquier persona que no esté de acuerdo con las políticas de
Estado. Por eso hay la toma pacífica de la universidad».
«No podemos decir que todas las épocas son iguales porque en cada época los
políticos o los dueños del poder se inventan formas de utilizarlo, como nosotros
nos inventamos algunas formas de resistir, por ejemplo tomándonos instalaciones
de la universidad, ya no en la plaza de Bolívar o las calles o un parque».
Con la palabra, con el arte o el texto crítico los jóvenes resisten a la censura o a la
autocensura para dar paso a lo callado, a lo encubierto, a lo silenciado. Procuran con
estas formas de aparecer político recuperar la historicidad, la memoria, los sentidos de
hechos que han sido llenados de vacíos o justificados con discursos de necesario control
social. Tratan de mostrar la situación del país como un continuum histórico de sentido y
de acciones para ocultar la verdad y hacer efímeros los hechos. Intentan con tales
182
expresiones hacer una política y poética del acontecimiento (Richard, 2007). Así se
encuentra en la narración de algunos grupos.
«Con la música podemos decir lo que nos disgusta de la política y de la falta de
democracia. Otros muchachos lo hacen con el arte urbano o en el teatro.
Nosotros por ejemplo, empleamos el deporte para no silenciarnos y para mostrar
nuestros desacuerdos con la violencia del Estado, para denunciar crímenes o
para decir que nos participamos en ninguna forma de expresión armada. Esas son
formas pacíficas de resistencia política, que además está de acuerdo con lo que
somos los jóvenes, además que lo hacemos públicamente».
La resistencia es la antípoda del poder, es la negación de la obediencia como una
forma para equilibrar el poder. Se constituye en formas de acción que articulan entre lo
social, cultural y lo político. Con estas acciones se rechaza la injusticia, la violación de
derechos. Se constituye en formas de oposición activas contra toda forma de violencia,
de sumisión a las disposiciones autoritarias en el ejercicio del poder. Son acciones que,
contrario a las que se desplegaron en la década de los 70, no encarnan violencia, pero sí
la defensa de los derechos humanos. Son formas de concreción de la percepción y el
discurso de de inequidad en acciones que expresan el deseo de los jóvenes por no
hacerse partícipes del conflicto o de los ejercicios unilaterales del poder. No se trata de
acciones en abstracto y sin sujetos.
La resistencia constituye a los jóvenes que la practican. Dado que constituye
opciones de vida, la resistencia es el joven mismo, en su cuerpo, en sus formas de
ocupación de los espacios, en sus actos individuales y acciones conjuntas; en otros
términos la resistencia es acción, es la expresión de fuerzas concretas, manifestaciones
reales de los jóvenes como sujetos políticos y como ciudadanos (Nieto, 2008).
En este análisis se concreta el pensamiento de Arendt (2001b) sobre la acción. La
acción es la única actividad que se da entre los hombres y mujeres sin la intermediación
183
de cosas materiales en una red de relaciones y referencias que ya existen, sin embargo es
otra cosa lo que se observa en Colombia, un país en el que constantemente se median los
procesos con las necesidades materiales en un tejido social fracturado y con distancias
importantes entre los ciudadanos y el Estado. Un país en el que parece ser que la
condición humana de la pluralidad no es posible. De allí la importancia que le dan los
jóvenes a la conformación de los grupos para poder aparecer en público con sus ideas,
para no perder esa condición de la pluralidad como condición de toda vida política,
como oportunidad de la presencia de otros y la manifestación de los mismos, porque la
acción no puede tener lugar en el aislamiento, reconocen que se requiere de unos otros,
incluso del Estado culminarla en cambio, en transformaciones de fondo. A la acción le
es peculiar, dice Arendt (2001b), poner en marcha procesos cuyo automatismo parece
muy similar al de los procesos naturales, y le es peculiar tener sentar un inicio para
aportarle al mundo.
Participación en marchas masivas e intergeneracionales de protesta
Se narran en las marchas de protesta en las que no silencian la palabra para poder
denunciar las acciones de un «Estado paramilitar y neoliberal, así se diga lo contrario».
Marchan a la par de las autoridades evitando la confrontación justamente para no perder
la libertad o la vida, pues como expresa uno de los participantes.
« (…) la época de los altruismos duros, ha pasado. Colombia no necesita más
derramamiento de sangra ni de jóvenes, ni de indígenas e incluso ni de las
autoridades, porque la historia ha mostrado que a pesar de quienes han muerto
los juegos de poder persisten y aunque la sociedad ha cambiado, las injusticias
siguen, las desigualdades se sostienen, la corrupción persiste, sólo que en
condiciones diferentes».
Así como cambian las tensiones sociales y políticas, dentro de las mismas
tensiones que se han fortalecido en la historia occidental desde la modernidad,
así también cambian las formas de acción de la ciudadanía y la sociedad civil
184
que tienen que inventar nuevas formas cuando sus posibilidades de
participación en la protesta se ha venido estrechando».
En el caso particular de los indígenas sus acciones de resistencia desde hace
muchos años, pero de manera específica en los últimos 5 años.
« Protestamos con dignidad y valentía resistimos en nuestros territorios,
mediante las marchas o a través de las denuncias la presión y represión del
Gobierno y de la Fuerza Pública, además en otros casos de la guerrilla o de los
paramilitares. Los indígenas parece que no importamos para este Gobierno, no
sólo no se invierte en el desarrollo de nuestras regiones, no nos permiten
acceder a los medios de comunicación o cuando se hace es para no mostrar la
realidad, sino lo que les conviene. Permanentemente hay una violación de
nuestros derechos fundamentales y culturales, al pretender desaparecernos por
la vía de la violencia y la intimidación para que abandonemos nuestras tierras,
con el especial señalamiento de los jóvenes, así sólo pretender dejar los viejos y
los niños para acabarlos más fácilmente. Ustedes ven que siempre se mata a los
indígenas jóvenes, no a los viejos».
Movilizaciones coyunturales que atienden dinámicas propias de los jóvenes
En este plano de la acción política los jóvenes se narran en sus acciones de
participación en los movimientos estudiantiles, no a la manera de las décadas anteriores,
sino en formas distintas de apropiación de los espacios de la universidad como lugares
de defensa de su derecho constitucional a la educación, como lugar público de
apariencia con sus requerimientos y desaprobación de decisiones del gobierno sobre la
privatización de la educación o el respaldo a las ideas del libre mercado y con ello la
probabilidad de ingreso al país de las multinacionales de la educación, perdiéndose así
oportunidades iguales para todos, incluidos estudiantes y profesores.
185
«Como nos preocupa que todo se vuelva servicios en este país, hemos apoyado a
los estudiantes de las universidades públicas porque la privatización de la
educación es prácticamente un hecho, así como se ha privatizado la salud, las
pensiones, el transporte».
«La privatización nos está afectando a todos, ya por lo visto no vamos a ser
dueños de nada. Los jóvenes somos los más afectados, mire por ejemplo con ese
problema de la educación en las universidades públicas; por eso han sido las
marchas de estudiantes en todo el país. Si siguen así, a los estudiantes de las
universidades públicas les va a tocar ir al Sena».
La privatización de los servicios públicos básicos ha sido uno de los debates que
ha estado a la luz pública. Este ha sido uno de los temas fuertes del Estado dentro del
discurso de la modernización del Estado. En los últimos años, las políticas sobe al agua,
la electricidad, la salud y la educación han propiciado toda clase de controversias tanto
políticas como sociales política y han desencadenado movilización de protesta a gran
escala. Es un tema recurrente tanto en los países desarrollados como los países en
desarrollo.
Desde la perspectiva de los distintos movimientos de la sociedad civil, de la
ciudadanía, de los grupos afectados, el tema de los servicios básicos abarca una gran
variedad de áreas temáticas, de una parte la afectación con tales políticas de los derechos
humanos fundamentales; el incremento de la pobreza y el aumento de la brecha entre
ricos y pobres; Las decisiones unilaterales tomadas por el Estado que ponen en cuestión
la democracia; el aumento de las desigualdades sociales de los géneros; la calidad y
cobertura de los servicios que se ofrecen; la falta de transparencia en el ingreso e
inversión de los recursos económicos por la venta de las empresas y la privatización de
los servicios; los problemas del medio.
186
Algunos de los movimientos de resistencia y protesta en los que han participado
los jóvenes ante la privatización de los servicios fundamentales tienen que ver no sólo
con un problema de derechos humanos; también con las formas antidemocráticas e
indiscriminadas con las que se han llevado a cabo los procesos de privatización. Se
cuestionan la exoneración de impuestos a las multinacionales o en relación con el medio
ambiente y los acuerdos de beneficios de regalías u otros pactos que no son conocidos
por la opinión pública y menos acordados con la participación de los ciudadanos.
Aunque poco a poco se va haciendo visible la pérdida del patrimonio nacional.
El debate no es sólo de orden económico, es también ético y moral porque la
carencia de recursos o el privilegiar el pago de servicios por encima de la satisfacción de
las necesidades básicas con un mínimo de calidad pone en riesgo la vida especialmente
de las poblaciones más frágiles: los niños, las mujeres y las personas de mayor edad. Se
entra en una sociedad en la que las condiciones de vida pueden incrementar la
morbimortalidad de las poblaciones, aumentar el subdesarrollo y la oportunidad para
que las generaciones jóvenes entren en formas nuevas de esclavitud por la carencia de
educación, a través de condiciones poco adecuadas de trabajo (Comisión de Derechos
Humanos de las Naciones Unidas, 2002; Congreso de la República, 2007).
Los resultados obtenidos en éste estudio me llevan a cuestionar conceptos que se
han empleado para referirse a los jóvenes como sujetos políticos, a saber apatía,
indiferencia, y desinterés, porque a mi modo de ver han creado un halo de prejuicios
sobre ellos. Creo que lo que más se evidencia son sentimientos de antipatía relacionados
con las prácticas políticas negativas y de impotencia ante la ausencia de cambio de estas
prácticas pese a la pérdida de aprecio ciudadano por la política. Luego considero que es
necesario oír estas múltiples voces, incluidas las del silencio, para pensar en
transformaciones políticas de fondo necesarias para Colombia.
Como se pudo observar en el estudio la mayoría de las afirmaciones y las
acciones denotan inconformidad, desagrado, molestia y rechazo por las formas como se
187
está desarrollando la política en el país. Los jóvenes asumen distintas posturas ante tales
situaciones, los participantes en el estudio denotan, la mayoría su antipatía a través del
rechazo que expresan ante la corrupción, la mentira, la violencia, el incumplimiento de
los derechos fundamentales o la violación de los mismos.
Esta antipatía los lleva a no replegarse, por el contrario actúan con otros para
resistir, para denunciar, para cuestionar o para desaprobar acciones que realiza el Estado
y que comprometen los derechos consagrados en la Constitución. En otros casos, como
lo narran los jóvenes al hacer referencia a lo no participación de muchos jóvenes, el
silencio, el alejamiento y la no participación son formas de manifestación de las
inconformidades que produce la política, de la falta de resultados positivos que
favorezcan el desarrollo del país en condiciones justas y equitativas; tales condiciones
producen desinterés y una especie de despolitización, desconfianza e incredulidad no
sólo en l apolítica, también en el Estado y sus instituciones.
La distancia política de algunos jóvenes, según los participantes, se argumenta por
la no pertenencia a partido político alguno, el distanciamiento de las urnas electorales o
incluso por la incomodidad al hablar del tema de la política. En otros hay distancia de la
política tradicional y generan nuevas formas de acción política a través del arte, el
deporte, medios de comunicación o a través de la participación en redes de grupos
organizados de víctimas.
En estos casos la antipatía se acompaña de la palabra y las acciones de
participación. Es evidente que los jóvenes han generado otras formas de participación
política que tienen un sentido especial para ellos, como las organizaciones sociales -
comunitarias, artísticas y culturales y estudiantiles. Me parece que las formas por las que
optan los jóvenes para aparecer políticamente, denotan otras maneras de entender la
política y la participación en ella.
188
El trabajo de campo, el análisis de las narrativas de los jóvenes y el ejercicio de
comprensión de las mismas, me permite reafirmar la tesis de que en los jóvenes no hay
apatía o indiferencia hacia la política; que en algunos de los jóvenes hay antipatía que
lleva al desinterés y distanciamiento de algunos jóvenes y a la participación crítica, en
otros; son formas de reacción provocadas por las circunstancias políticas que tiene el
país.
La antipatía que los jóvenes expresan, aunque en algunas ocasiones está referida a
la política, es en realidad hacia los políticos porque han defraudado las expectativas con
sus actos de corrupción, de indiferencia ante las necesidades sociales y políticas del país.
Muestran animadversión por las actuaciones engañosas, mentirosas y fraudulentas. A
diversos jóvenes no les interesa participar en esta supuesta democracia, por la
desconfianza en los entes políticos, en las instituciones políticas y hacia quienes las
integran. En quienes menos confían los jóvenes son los partidos políticos, el Congreso
Nacional, el sistema judicial, el gobierno y la alcaldía.
La representación que los jóvenes tienen de la política y la democracia, por causa
del comportamiento de los políticos, es de dos dimensiones de la vida pública sucias y
cínicas, debido al poco escrúpulo de quienes las asumen como profesión; personas que
por lo general están enceguecidos por el poder, por la ambición y el deseo de
protagonismo. Sus actuaciones producen desconfianza e inseguridad ante la carencia de
principios y de una moral de los asuntos públicos50 que hagan posible una verdadera
política.
No se puede olvidar que la realidad del mundo, en el sentido arendtiano, se
manifiesta como realidad pública, compartida por todos y, por consiguiente válida para
50 Este es un asunto que resulta contradictorio porque las democracias inventan los principios morales, las
instituciones apropiadas y los procesos y las prácticas funcionales para asegurarse que por lo menos sus
propias sociedades, si no el mundo entero, reduzcan la incidencia de características ofensivas como la
esclavitud, la pobreza, la violencia, la delincuencia, la miseria o la opresión (Caiden, 1997).
189
todos. Arendt (1996) recuerda en su artículo Verdad y política, que la mentira, la
manipulación de las masas, la fabricación de imágenes sobrecogedoras son lo propio de
todos los gobiernos. La extensión de la mentira, dice Arendt, se debe al fenómeno de la
«conspiración a plena luz»; es decir, antes se mentía y los ciudadanos no sabían, porque
no podían saber; hoy se le miente a los ciudadanos allí donde, en principio, pueden
saberlo todo. Es justamente es develar cínico de los políticos lo que provoca reacciones
políticas diferentes en los jóvenes.
Estrada (2004) expresa al respecto: “la mentira en política atenta contra alguna de
las condiciones y los fundamentos de posibilidad de la política misma; específicamente
de la libertad, la igualdad, la pluralidad, la publicidad, la solidaridad y la mundanidad”
(p, 463). Por consiguiente la mentira, el engaño en la vida pública deben ser objeto de
censura y desacreditación, no desde una postura moral, sino desde una postura
consecuente con la política.51
Así como existen un conjunto de hechos, las guerras, los totalitarismos, el
autoritarismo o las dictaduras, que pueden fracturar el mundo o la realidad que
compartimos, la mentira y la corrupción hacen de suyo lo propio porque causan
confusión, polarizaciones, incertidumbres y desconfianza. A esto se suma la respuesta
de una buena proporción de la ciudadanía que dándose cuenta de estas circunstancias
actúa como si no hubiera sucedido nada, producto de la carencia de conocimiento
política y de la capacidad de juicio reflexivo y crítico, hecho que lleva en muchas
ocasiones a naturalizar el mundo social y de la política; en tanto que otros vuelven tales
circunstancias objeto de sus reflexiones y decisiones políticas. Como dice del Águila
(2003) al referirse a las decisiones y acciones políticas, existe en la sociedad actual una
51 En los procesos de transformación de la política y de la democracia, occidente ha perdido de vista que
los errores en las decisiones políticas comprometen a la propia comunidad hasta extremos de difícil
imaginación. En política y democracia todo está determinado por la acción propia y de los otros. Se ha
perdido conciencia frente a las posibilidades de la acción humana, pese a que la historia está colmada de
hechos que muestran lo contrario (Arendt, 1998).
190
suerte de blindaje institucional e ideológico que protege a los hombres y mujeres de la
realidad y les posibilita no tomarse en serio las consecuencias de sus acciones políticas.
La intersubjetividad juega un papel crucial en la reconfiguración de los sentidos y
significados de las acciones y discursos políticos y de la democracia. Como expresa
Estrada (2004) “Nuestros semejantes son, por tanto, condición necesaria de la realidad
de las cosas, eventos y personas de nuestro mundo social. Su testimonio sobre dicha
realidad libera al individuo de la sospecha solipsista de que no todo es más que mera
ilusión, un sueño u obra de un demonio cartesiano” (p. 465).
Otro aspecto que incomoda a los jóvenes es el autoritarismo y las prácticas
totalitarias que se han venido dando en el país, las cuales ocasionan la pérdida de vidas
humanas ante la intolerancia de la divergencia, de la crítica, del cuestionamiento o el
desacuerdo con las acciones estatales criminalizadotas de los ciudadanos.
Actos totalitarios como la eliminación étnica de grupos indígenas,
afrodescendientes; la “limpieza social” mediante la muerte de jóvenes de los sectores
populares con mayor carencia de recursos económicos y sociales, muertes selectivas que
llevan incrustado un sentido de justicia preventiva. La proyección de metas personales
sustentadas en nombre del desarrollo y modernización del país e impuestas por medio de
la fuerza de la ley y la intolerancia; el control de la voluntad política de los ciudadanos;
la imposición de una justicia transigente para unos e intransigente para otros; la
democracia antidemocrática evidente en la personalización y centralismo del poder que
sobrepone la razón del Estado sobre la razón humana; el control y manipulación de las
instituciones al servicio de la ideología política reinante; el control de los medios de
comunicación y la reorientación del sistema educativo a la productividad, al desarrollo
tecnológico y al desarrollo de competencias al servicio del sistema laboral y productivo,
no de la sociedad. En síntesis, incomoda a los jóvenes el control del Estado en las
relaciones sociales y de la vida individual, sobretodo de los jóvenes; el extremo control
financiero en beneficio del sistema financiero, industrial y multinacional.
191
Muestran desagrado en el uso de mecanismos de control de la participación
política, los señalamientos y la criminalización de las acciones políticas. Los manejos
políticos de los partidos, centralizados particularmente en uno; la economía centralizada
y la imposición de ideas, lenguajes y prácticas autoritarias para controlar el terrorismo;
las acciones de políticos y de las fuerzas armadas y militares para garantizar el control;
por ejemplo las coaliciones con los grupos armados en conflicto; las muertes selectivas
o los falsos positivos.
Rechazan el autoritarismo que se despliega paralelamente a las acciones antes
mencionadas; un autoritarismo que se caracteriza por el ejerció del poder y la autoridad
de manera vertical y personificado. La subsunción de las instituciones como el Senado o
la Corte Suprema de Justicia a fin de dar paso a intereses políticos sectorizados y con
ello la limitación de la libertad en la sociedad.
Bien lo decía Hannar Arent (1973/1998) que la violencia es muda, contraria al
discurso y a la política. La violencia es contraria al poder; dice la autora: “Los que se
oponen a la violencia con el simple poder descubrirán que se enfrentan no con hombres
sino con artefactos de los hombres, cuya inhumanidad y eficacia destructiva aumenta en
proporción la distancia que separa los oponentes. La violencia puede siempre destruir el
poder; del cañón de un arma brotan órdenes más eficaces que determinan la más
instantánea y perfecta obediencia. Lo que nunca podrá brotar de ahí es el poder” (p.
155).
Denotan desagrado ante la injusticia social hacia las poblaciones menos
favorecidas como los indígenas, afrodescendientes, hombres y mujeres de los sectores
más empobrecidos. La exclusión de los jóvenes de las alternativas de trabajo, de la
educación producto de la inadecuada aplicación de políticas públicas, propiciando
condiciones que causan decepcionar a la ciudadanía, resentimiento, desencanto y
frustración al ver que los gobernantes, los representantes políticos y funcionarios de las
instituciones del Estado, no están haciendo bien su trabajo.
192
En este sentido los juicios de los jóvenes son en buena medida el producto de sus
propias experiencias, de su condición de ciudadanos colombianos inmersos en un país
con una larga trayectoria de conflictos y tensiones. De hecho los acontecimientos que
han ocurrido en Colombia desde un poco antes de la mitad del siglo XX, con el paso de
los años se han vuelto cada vez más desestabilizadores: la violencia generalizada, la
guerra, las desigualdades sociales, el rechazo a las políticas neoliberales y de la
globalización el aumento de las desigualdades, la exclusión, la injusticia social, las
muertes selectivas, la corrupción y el autoritarismo son algunos de los aspectos que
convocan a los jóvenes universitarios.
Las condiciones anteriores hunden sus raíces en la historia próxima y lejana del
país. El pasado reciente y el presente permite pensarlos como núcleos en los que se han
cristalizado problemas de antemano anticipados, pero no necesariamente abordados con
alternativas que efectivamente permitiera resolverlos o que minimizaran el saldo social
para el país.
Frente a estas condiciones bien vale la pena traer a colación la afirmación según
la cual no hay experiencia estética que no emerja de una imagen anunciadora de un
mundo inconmensurable por explorar, considerar y abrir. Es lo que se encuentra en los
juicios, discursos y acciones de los jóvenes. Son condiciones que como expresa Arendt
(2005a) producen resentimiento social.
Los jóvenes rechazan el desplazamiento de la política a la administración que ha
hecho ver la política como una forma de empresa administradora de bienes y servicios,
no de las relaciones y los asuntos públicos de la sociedad. Se oponen a las políticas de
privatización porque afecta la calidad de vida de los colombianos, sus intereses
personales, especialmente los que tienen relación con la educación, la salud y el trabajo.
En las últimas dos décadas se ha producido un profundo desbalance por el traslado
de decisiones hacia instancias supranacionales como las instituciones financieras
193
internacionales, los organismos de comercio internacional, pactos regionales y
estructuras estatales, y la construcción de mecanismos y modalidades de control
democrático adecuados a estas nuevas realidades. Es importante tener en cuenta que el
discurso de la esfera pública no-estatal ha servido de coartada para los procesos de
privatización y retraimiento del Estado sin adoptar las previsiones necesarias, como ha
sucedido en Colombia y otros países de América Latina Además. Ese traspaso de
funciones a organizaciones, fundaciones, y asociaciones de la sociedad civil, o de la
esfera pública no-estatal como las multinacionales, la banca las entidades prestadoras de
servicios de salud, las entidades de venta de servicios públicos. Hay una clara des-
estatalización de los servicios públicos con una marcada descentralización y
privatización con mecanismos alternativos de el desarrollo, de suministro y de control,
prácticamente independientes del Estado, lo cual ha debilitado la posibilidad de definir
políticamente los objetivos y metas de las políticas públicas puesto que se ha reducido
ampliamente el espacio de lo político nacional, que, además, está siendo fragilizado por
la crisis del Estado de Bienestar, el retraimiento del Estado frente al mercado, y el clima
cultural de la postmodernidad, lo cual ha acentuado las diferencias sociales, en lugar de
reducirlas.
En síntesis, todas estas condiciones tienen claras repercusiones en la política, en la
sociedad, en las condiciones de ciudadanía, en el desarrollo del país y la calidad de vida
de los ciudadanos, pues no se puede olvidar que todo ciudadano pertenece a dos órdenes
de existencia: la vida privada y la vida pública.52 Dentro de esta última forma de vida se
requieren dos condiciones para constituir lo que Aristóteles denominó bios políticos: la
praxis o acción y la lexis o el discurso53, de estas dos condiciones surge la esfera de los
asuntos humanos, de la que se excluyen lo necesario y lo útil (la labor). En este punto,
Arendt llama la atención sobre el distanciamiento que, desde la antigüedad, se ha dado
entre acción y discurso. Se ha desplazado el interés de la acción hacia el discurso;
52 La vida privada referida como el oikos y la vida pública como el bios politikus, con lo cual se
establecen diferencia entre lo que es suyo – idion – y lo que es comunal – koinon –. 53 Aquiles es el ejemplo de grandes acciones y el orador de grandes palabras.
194
entendiendo el discurso como un medio de persuasión que “como específica forma
humana de contestar, replicar y sopesar lo que ocurría y se hacía”54 (p. 40).
A partir de los análisis anteriores, considero que es necesario oír las múltiples
voces de la ciudadanía, incluidas las del silencio, para pensar en transformaciones
políticas de fondo. De otra parte, creo que es necesario pensar en propuestas educativas
que nos permitan construir una cultura política basada en la libertad, en la pluralidad y la
diversidad para que el país democrático que soñamos, sea posible. En el siguiente
capítulo aventuro algunas conclusiones e ideas para un proyecto de educación y
socialización política en Colombia.
54 Ser político y vivir en una polis, en la antigua Grecia, significaba que todo se expresaba por medio de
palabras y de persuasión, no con la fuerza ni con la violencia. Obligar a las personas por medio de la
violencia, mandar en lugar de persuadir se constituían en formas pre políticas para tratar con la gente y
menos aún cuando estas formas despóticas se asemejan a la organización familiar. De allí que cobre
fuerza la correcta acepción que le dio Aristóteles al concepto del zoon politikon como «ser vivo capaz de
discurso» traducida equivocadamente como «animal social», así mismo político no es igual a social.
195
PARTE III
REPENSAR LA POLÍTICA, LA DEMOCRACIA Y LA CIUDADANÍA
CONCLUSIONES Y SUGERENCIAS
Los resultados de esta investigación, unidos a otros estudios, evidencian diferentes
jóvenes como un faro en este mundo de tensiones y conflictos. Sus pensamientos y
reflexiones sobre la política, la democracia y la ciudadanía se vuelven campo obligado
de comprensión para quienes les escuchamos e implica la confrontación como
ciudadanos, tal vez lo más importante, como seres humanos. Es decir, tenemos que
repensar formas diferentes de humanidad, de sociedad y de política.
Las formas de pensar y actuar en la política de los jóvenes, e incluso hasta los
distanciamientos de muchos, debe decirnos algo porque ante sus acciones, se abre una
puerta para pensar con ellos mismos la política, la democracia y la ciudadanía. Por otra
parte, es indispensable reflexionar estas tres categorías desde las acciones de los
políticos y sus justificaciones. En otros términos, también hay que pensar el problema
desde la otra orilla.
En consecuencia, los juicios, los discursos y acciones políticas narradas por los
estudiantes universitarios participantes en el estudio me permiten llegar a las algunas
conclusiones sobre la política, la democracia y la ciudadanía en Colombia, plantear unas
urgencias y, con ellas, llegar a una propuesta centrada en la educación.
Creo que, contrario a considerar que esta investigación se termina, queda como un
camino que se abre a nuevas preguntas para trabajar con otros jóvenes como actores y
espectadores políticos y proponer metodologías alternativas que permitan entrar a los
fenómenos en sí mismos. Justamente, quiero iniciar por este último punto.
196
Conclusiones epistemológico – metodológicas
El campo de las ciencias sociales y humanas cuenta con una amplia cantidad de
métodos para investigar los fenómenos. Sin embargo, personalmente encontré una
profunda riqueza en la reflexión filosófica que hace Heidegger (2000) y Arendt (200b)55
sobre el método y por qué asumir la fenomenología como un camino, como posibilidad,
como algo no manifiesto, ni obvio, como el cómo de la investigación, de la ontología
como hermenéutica de la facticidad y, no como un método objetivo que da cuenta de
verdades absolutas.
En esta perspectiva de la fenomenología, la narrativa de relatos como camino para
la comprensión, ha sido otro aporte fundamental, que bien se puede aprovechar para
estudiar, como dice Arendt (2004a), sin apoyaturas el mundo de la vida. Con la narrativa
se pueden abordar temas positivos que surgieron de los relatos de los estudiantes: la
ciudadanía como potencia, el Estado como alternativa, la democracia como posibilidad
para el encuentro deliberativo, para la co-participación entre Estado, ciudadanía y
sociedad civil y los jóvenes como potencia. La narrativa es potente para tejer el sentido
ético político del país frente a la crisis, la responsabilidad política, las víctimas. La
narrativa se constituye en una bisagra entre la acción y la ética.
Estos y otros temas críticos como la memoria y el olvido; la ética hacia las
víctimas, el descontento de los ciudadanos por la política y la democracia; la injusticia
social; la exclusión; la violencia, la guerra como estrategia política, la criminalización de
los ciudadanos o la muerte como estrategias para el ingreso económico, para
desestabilizar la participación política, o para silenciar las voces de denuncia o de
protesta, el amordazamiento del pensamiento alternativo; la censura de la opinión y la
banalización de las estrategias de control, de la víctimas y de la violencia, se constituyen
en opciones para desarrollar campos de conocimiento en política, democracia y
55 Arendt denomina este problema como crisis de autoridad
197
ciudadanía con metodologías que se inserten en la piel de los fenómenos, a través de
quienes pueden decir por su experiencia, lo que estos hechos significan realmente.
En esta investigación se constata que, algunas tendencias de las ciencias sociales y
humanas a partir de los resultados de sus investigaciones, han naturalizado un sistema
de representación de los jóvenes como políticamente apáticos, desinteresados,
subsumidos por el consumo y el hedonismo pleno, desconociendo, subvalorando o
suprimiendo otras maneras de discurso y acciones políticas manifiestas por ellos.
Formas políticas enraizadas en su historia familia, en su biografía y en la historia de
Colombia, que se ancla en un mundo globalizado, con una economía neoliberal, y en
crisis.
El país está aún inmerso en una encrucijada porque enfrenta problemas de distinto
orden: la influencia de la guerrilla, el paramilitarismo, la corrupción, la delincuencia
común, el sometimiento de la justicia a intereses particulares, la pobreza, el desempleo.
Se trata de problemas estructurales que exigen repensar la democracia, la política y la
ciudadanía, para que la participación ciudadana deje de ser un simple enunciado formal
y se convierta en acción permanente, ligada a la formación del nuevo ciudadano
constructor de paz y del nuevo país que necesitamos. Esto exige también un sector
dirigente cuyo imperativo ético sea la responsabilidad y la honestidad.
Para que el país llegue a una verdadera participación democrática se requieren
unos mínimos de condiciones objetivas y subjetivas; por ejemplo, la existencia y el
reconocimiento de los derechos humanos, la creación de una cultura para el ejercicio de
libertades políticas, y democráticas, el reconocimiento y respeto de la diferencia. Esto
significa que el Estado debe garantizar la participación de la ciudadanía en todos los
asuntos públicos que le competen, teniendo en cuenta las distintas formas de
participación política que se han consagrado en la Constitución de 1991 y en las que
propician los ciudadanos de acuerdo con sus intereses y necesidades.
198
En las diversas formas de ser y participar en la política, hay jóvenes que no se
distancian radicalmente de lo político, sino de las formas de concepción y ejercicio de la
política que se está desarrollando en el país, en particular en los últimos años. No se
sienten conformes con la política representativa por la corrupción, la burocracia, la
manipulación, la mentira, la impunidad y la injusticia. Es por esto que hay grupos
juveniles que desarrollan formas alternativas a las tradicionales de hacer política, en las
que la equidad de género, raza, religión, etnia, condición social y educativa, tienen lugar
para dar cabida a la pluralidad y configurar un ethos político basado en prácticas de
reconocimiento e inclusión, en la igualdad jurídica y la libertad. Son las solicitudes de
una generación a la que le ha tocado vivir la política del autoritarismo-totalitarismo en
Colombia. La historia política muestra formas distintas de gobierno, pero este en
particular se ha caracterizado por la combinación de estas condiciones, creando así, otro
capítulo de violencia en la historia del país.
Colombia requiere de un cambio social, de una modificación en nuestras formas
de pensar y vivir la política y lo social, para lo cual es necesaria la educación y
formación en una ética pública y social que permita resolver los problemas antes
mencionados, valorar la vida, reconocer y tolerar las diferencias, respetar la libertad y
consagrar en la práctica los derechos humanos.
Los jóvenes, participantes en el estudio, no quieren que ellos u otros de la
violencia política, ni un enemigo imaginario, pues ellos no se sienten así frente al
Estado, ni enemigos de Colombia; distantes sí del gobierno y sus prácticas políticas, de
la violación de los derechos humanos, de las justificaciones injustificables para privar de
la vida a miles de colombianos.
Tampoco quieren quedarse en sus propios discursos, desean llevar sus reflexiones
a acciones que promuevan en los colombianos el conocimiento de la verdadera historia
del país, a través de la memoria cultural y política, desde su acervo cotidiano, cultural,
199
artístico, profesional y ciudadano contribuyan a la reconstrucción del tejido social y a la
convocatoria por una política en la que la dignidad humana, sea plenamente reconocida.
Conclusiones sobre la política, la democracia y la ciudadanía
La política, como la posibilidad de apariencia y de publicidad en la esfera de lo
público, en Colombia como en otros países, se ha vuelto un campo de confrontaciones
entre el Estado y algunos sectores de la sociedad civil. Desde hace varias décadas su
expresión institucional y estatal ha transitado por la el conflicto y la tensión, que en
ocasiones ha terminado en actos de violencia.
La violencia simbólica, física, social, económica; el autoritarismo y algunas
manifestaciones de totalitarismo y la participación de los ciudadanos, en algunas
oportunidades, sin interlocutores del Estado, se ha constituido en el telón de fondo de la
política nacional. Sin embargo, a pesar de estas circunstancias, se observan formas
diferentes de participación política de los ciudadanos, incluidos niños y jóvenes, para
exigir el respeto de los derechos humanos o para hacer solicitudes como el derecho a la
vida y la libertad. La situación política que ha vivido el país en las últimas décadas ha
sido motivo para que, en particular, los jóvenes responden de diferente manera; en
ocasiones con distancia, en otras con acercamientos, con crítica, con violencia o
resistencia.
El país está aún inmerso en una encrucijada porque enfrenta problemas de distinto
orden: la influencia de la guerrilla, el paramilitarismo, la corrupción, la delincuencia
común, el sometimiento de la justicia a intereses particulares, la pobreza, el desempleo.
Se trata de problemas estructurales que exigen repensar la democracia, la política y la
ciudadanía, para que la participación ciudadana deje de ser un simple enunciado formal
y se convierta en acción permanente, ligada a la formación del nuevo ciudadano
constructor de paz y del nuevo país que necesitamos. Esto exige también un sector
dirigente cuyo imperativo ético sea la responsabilidad y la honestidad.
200
Para que el país llegue a una verdadera participación democrática se requieren
unos mínimos de condiciones objetivas y subjetivas; por ejemplo, la existencia y el
reconocimiento de los derechos humanos, la creación de una cultura para el ejercicio de
libertades políticas, y democráticas, el reconocimiento y respeto de la diferencia. Esto
significa que el Estado debe garantizar la participación de la ciudadanía en todos los
asuntos públicos que le competen, teniendo en cuenta las distintas formas de
participación política que se han consagrado en la Constitución de 1991 y en las que
propician los ciudadanos de acuerdo con sus intereses y necesidades.
En las diversas formas de ser y participar en la política, hay jóvenes que no se
distancian radicalmente de lo político, sino de las formas de concepción y ejercicio de la
política que se está desarrollando en el país, en particular en los últimos años. No se
sienten conformes con la política representativa por la corrupción, la burocracia, la
manipulación, la mentira, la impunidad y la injusticia. Es por esto que hay grupos
juveniles que desarrollan formas alternativas a las tradicionales de hacer política, en las
que la equidad de género, raza, religión, etnia, condición social y educativa, tienen lugar
para dar cabida a la pluralidad y configurar un ethos político basado en prácticas de
reconocimiento e inclusión, en la igualdad jurídica y la libertad. Son las solicitudes de
una generación a la que le ha tocado vivir la política del autoritarismo-totalitarismo en
Colombia. La historia política muestra formas distintas de gobierno, pero este en
particular se ha caracterizado por la combinación de estas condiciones, creando así, otro
capítulo de violencia en la historia del país.
Colombia requiere de un cambio social, de una modificación en nuestras formas
de pensar y vivir la política y lo social, para lo cual es necesaria la educación y
formación en una ética pública y social que permita resolver los problemas antes
mencionados, valorar la vida, reconocer y tolerar las diferencias, respetar la libertad y
consagrar en la práctica los derechos humanos.
201
Los jóvenes, participantes en el estudio, no quieren que ellos u otros de la
violencia política, ni un enemigo imaginario, pues ellos no se sienten así frente al
Estado, ni enemigos de Colombia; distantes sí del gobierno y sus prácticas políticas, de
la violación de los derechos humanos, de las justificaciones injustificables para privar de
la vida a miles de colombianos.
Tampoco quieren quedarse en sus propios discursos, desean llevar sus reflexiones
a acciones que promuevan en los colombianos el conocimiento de la verdadera historia
del país, a través de la memoria cultural y política, desde su acervo cotidiano, cultural,
artístico, profesional y ciudadano contribuyan a la reconstrucción del tejido social y a la
convocatoria por una política en la que la dignidad humana, sea plenamente reconocida.
Urgencias políticas, democráticas y ciudadanas
Colombia se encuentra ante una inaplazable urgencia de reconfiguración de los
sentidos y prácticas sociales y políticas para dar paso a la sociedad y la democracia que
buscamos, a la equidad y la justicia que necesitamos para superar la desigualdad, la
injusticia, la exclusión, la violencia, el autoritarismo - totalitarismo del gobierno que, a
su vez, se reproduce en las instituciones del Estado y en algunos de los servidores
públicos. Es por situaciones como las anteriores que, como plantean Tenzer (1992);
Arendt (2001a); Olleri (2005) y Quesada (2005), sin perder de vista las grandes
dificultades que tiene en el presente el ejercicio de la política y de lo político, se requiere
repensarlas para el momento actual y para el futuro inmediato.
Las reflexiones, discursos y acciones de los jóvenes participantes en el estudio
revitalizan las necesidades de un horizonte político en el que la libertad, la justicia, el
reconocimiento y el respeto penetren nuestras prácticas cotidianas, las prácticas políticas
estatales y de los ciudadanos.
202
De acuerdo con lo anterior, necesitamos de la capacidad de pensar sobre nosotros
mismos, sobre las relaciones con los otros, sobre la condición humana que hemos ido
perdiendo por la imposición de la barbarie. Por consiguiente, se precisa de discursos
argumentativos no violentos en los que la pluralidad de la palabra, sea posible.
Tenemos que pensar en espacios públicos, no privatizados, para que el encuentro entre
ciudadanos se haga realidad; un encuentro en el que se pueda ejercer la deliberación sin
el temor al señalamiento, a la intimidación, ni a la muerte.
Las apreciaciones de los jóvenes a partir de sus comprensiones sobre la política, la
democracia y la ciudadanía, sus discursos críticos y las acciones de develamiento de la
injusticia social, de la apropiación de la vida por cuenta de la inversión militar y del Plan
Colombia, o los impuestos para la seguridad democrática, nos impele a pensar el sentido
del poder en la política, los usos que de él se hace y las consecuencias de dolor que deja
como estela detrás de muchos colombianos, de familias completas, de una sociedad
sumida entre la esperanza y la desesperanza.
Ante la lógica del sistema político, es necesaria una ética en la que el poder no
mine la subjetividad del otro, ni la acción, e incluso la intención, en esa extraña decisión
de la política preventiva que elimina a quien cree enemigo potencial y peligro para la
sociedad; que la vida no sea arrebatada por la premura del juicio o la urgencia de la
seguridad democrática. Una ética en la que existan discursos y acciones con
benevolencia hacia y para con el otro; una ética de la confianza, del encuentro rostro a
rostro sin el temor a la represalia. Una ética de la palabra en la que el diálogo
persuasivo56y no violento tenga lugar, en la que la tensión y el conflicto sean potencia y
56 El prefijo per significa que tiene una cierta finalidad, y, suave o que proviene de la misma raíz suavis-
que significa aconsejar sin imponer. Significa entonces, proponer al otro y tomar una decisión apelando a
los sentimientos de los otros. Persuadir hace referencia a la confianza moral, y se opone (a iubeo,) lo que
significa imposición u obligación. En la persuasión la comunicación juega un papel fundamental como
tejido fundamental para la convivencia humana. Se trata de una argumentación razonable más que
racional, para alcanzar el asentimiento mutuo, de manera libre.
203
no motivo de destrucción. Una ética del cuidado que nos permita garantizar la vida, la
palabra, las relaciones sociales, una cultura política entre plurales y diversos, una
sociedad incluyente (De Sousa, 2005).
Es necesario contar con unas formas políticas no de enemigos, en las que pierde
quien menos poder posee. Una forma de relación política agonista (Mouffe, 1999) en la
que mutuamente, Estado y ciudadanos, puedan expresar sus opiniones, sus argumentos,
sus justificaciones; en una relación humanizada y con despliegues de humanización del
mundo a través de acciones comunicativas en las que el consenso y el disenso sean
posibles en la esfera de lo público.
En este orden de ideas el aporte de Arendt (2003a), sobre el juicio reflexionante y
deliberativo, nos ubica en un entramado político en el que prime la palabra, la libertad y
la publicidad en una relación intersubjetiva, con los diferentes, con los plurales, con
quienes compartimos el mundo. Aquí el acto de juzgar se constituye en el elemento
fundamental, no desde una perspectiva cognoscitiva, en tanto es comunicado, porque la
política no está lejos del mundo de la vida, ni es la política de la retórica teórica. Es la
política hecha por humanos y vivida entre humanos.
Por consiguiente, se requiere hablar desde una posición ética en la que el
sufrimiento humano y social no sea un problema que esté fuera de nosotros mismos,
sino que sea parte de todos; lo cual exige estar muy comprometidos, como seres
políticos, con las soluciones al problema de la guerra, de la injusticia social y demás
problemas estructurales que está viviendo este país.
Necesitamos romper con la historia que nos quieren contar, una historia de casos
aislados que por “infortunio del destino” le ha sucedido a unos cuantos colombianos que
estaban en el momento y en el lugar equivocado y, por ello, les ha costado la vida. En
Colombia tenemos derecho a la verdad y a la justicia, por eso es importante una
204
memoria ética, si así se puede denominar el no olvido de nuestra historia, de la víctimas,
de la barbarie que es parte de la realidad social, política, incluso, cultural del país.
En este punto las ideas de Arendt (1995), de nuevo, iluminan esta reflexión en
cuanto que la autora asume una perspectiva crítica frente al simple pensar, al pensar
vacío; considera la autora que el pensamiento, en cuanto tal, no es suficiente para que
logremos distinguir definitivamente el bien del mal. Sin embargo, ve en el pensamiento
reflexivo un elemento potente en la medida en que nos protege de asumir cualquier
criterio ligero frente a los valores que rigen nuestras vidas.
La importancia del pensamiento en el ámbito de los asuntos humanos está en la
función preventiva que éste encierra, en tanto y por cuanto la autorreflexión impide que
caigamos en la red de la banalización del mal, de la naturalización o la relativización del
mal, a la subvaloración de la vida, a caer la estupidez por la falta de pensamiento, a las
justificaciones de la violencia y de la crueldad tanto en lo público y lo privado.
Tiene en este momento sentido el comentario de Young-Bruehl (1993) en torno a
Hannah Arendt; expresa la autora de su biografía: “Arendt no se reconcilió con el
mundo en el sentido de condonar u olvidar; ni tampoco cesó de horrorizarse ante los
actos perversos; pero se dio cuenta de que al buscar el sentido de los hechos, los
humanos obtienen todo lo que les es posible cuando contemplan males pasados: el
privilegio de juzgar” (p. 481).
Además del pensamiento, la acción y la palabra son requeridas para garantizar la
vigencia de un espacio común. Emplea la autora la bella expresión “Amor mundi” para
referirse a la relación de pertenencia y a la vez de responsabilidad, de cuidado de lo
compartido, del mundo, que requiere, por tanto de un actitud sensible y activa frente a
los acontecimientos Arendt (2001c). De esta forma, no podemos olvidar que el mundo
del entre nos, es el medio por el cual ocurre nuestra natalidad y el milagro de una
existencia que amamos aún en la desgracia.
205
No en vano, invita Arendt a “pensar sin barandillas”, esto es, a pensar desde la
fragilidad, con la clara disposición a afrontar las condiciones contemporáneas del
pensamiento y de la política (Birules, 2007). De allí su interés por repensar
constantemente la tensión entre el pensamiento y la acción, sin caer en la dialéctica, ni
en el pragmatismo, sino en la creación entre los hombres. Pensar y actuar, en este
sentido, es abordar la tensión sin eliminarla para encontrarnos en un campo en el que las
tradicionales fronteras entre ética, estética, metafísica, epistemología y política se ven
transgredidas por una fuerte voluntad unánime de pensar y de tratar cada acontecimiento
como si nadie hubiera tocado la cuestión anteriormente (Arendt, 2002a).
Este ejercicio de pensamiento reflexivo busca ir más allá de la interpretación
hermenéutica de los acontecimientos, se trata de decir algo o de asumir postura sobre el
mundo y sobre la propia experiencia en él. En otros términos, debemos ser
interlocutores críticos de los hechos, sin pretender dar cuenta de ellos como algo
acabado, sino posibilidad de recreación a partir de lo experimentado. Se trata de
construir pensamiento a partir de la realidad, de interpelarla y dejarnos interpelar por
ella para actuar.
El pensar y el juicio en la perspectiva arendtiana se orienta a la preocupación por
el problema de la verdad frente a los acontecimientos humanos. En este ejercicio
reflexivo, la interpretación fenomenológica ocupa un lugar privilegiado al tratar de
mostrar “lo que es”, o en otros términos la realidad como es, con sus aciertos y
desaciertos, o si se quiere con sus crudezas y juzgarla para darle sentido. Porque el
ejercicio del juicio político y del juicio histórico es intentar comprender los hechos
como han sido o como son (Campillo, 2002).
Pensar en el mundo encierra una perspectiva existencial en la medida en que
brinda la posibilidad de resistencia a lo humanamente imposible que se ha hecho
posible, es decir, al mal radical; a la banalización del mal para dar lugar a la recreación
de un mundo diferente.
206
La autorreflexión es el puente hacia la interiorización de los demás y, si bien es
cierto que no garantiza conocer al ser humano en su totalidad, por lo menos nos amplía
el sentido crítico para prevenirnos de cualquier manipulación. Es por ello que para la
participación pública se requiere ampliar los márgenes de sensibilidad y de imaginación
frente al otro, frente al diverso, y tener la disposición desinteresada y abierta para
participar en la construcción de acuerdos intersubjetivos e imparciales, pactos de
ciudadanía, de democracia real.
Como dice Arendt, no es el intelecto, ni la razón práctica lo que propiamente
actualiza al zoon politikon, sino el juicio estético, porque supone la libertad de juzgar y
apertura a la otredad para participar en la creación de acuerdos intersubjetivos e
imparciales; aspectos fundamentales para reconstruir el horizonte político en el que el
espacio público sea posible para el encuentro en el discurso y la acción, en un proyecto
de país conjuntamente construido. No se puede olvidar que para que la capacidad de
juzgar sea política, se requiere la pluralidad, pues pensar o juzgar en soledad no tiene
sentido alguno, es un monólogo incapaz de transformar la realidad. El ejercicio del
juicio reflexionante requiere de la presencia de otros, diferentes, con miradas distintas,
con disponibilidad al diálogo libre de miedo o intimidación; de allí el valor de la libertad
para la deliberación en este ejercicio de acción política.
Para lograr el propósito anterior, cobra especial valor la idea de Arendt (2003a) en
cuanto a que los fenómenos políticos se acercan a lo estético en virtud a que los dos, lo
político y lo ético, son la expresión de una capacidad específicamente humana: crear
algo nuevo, libre y que se puede compartir con los otros en un mundo humano, hecho
por humanos.
En concordancia con lo anterior, los jóvenes del estudio no tienen interés en una
política insensible, sesgada, ni hegemónica para el país. Tampoco quieren una
democracia paradójica en la que exista ruptura entre el contenido constitucional, el
discurso político y la práctica política.
207
Es necesario, también, que los intelectuales e investigadores tengan una mirada
más crítica, mayor apertura y disponibilidad ante las formas que los jóvenes emplean
para lograr su lugar como sujetos políticos y ciudadanos dentro de la sociedad. Que, si
bien es cierto, no todo se puede denominar como político o como acción política o como
discurso político, que se comprenda que sus formas de expresión política, han emergido
de sus mundos de vida y que, por tanto, son formas alternativas de aparecer en público y
de hacer oír sus voces de acercamiento o distancia de la política.
El uso discursivo de nociones como política, poder, democracia y ciudadanía,
implica que sus significados se interpreten a partir de las formas de relación de los
jóvenes y de las acciones políticas que definen en sus grupos y en las redes con otros
grupos con quienes comparten el interés por lo político y la política, como dije
anteriormente mediado por sus historias y la del país.
Es claro que los jóvenes no están dispuestos a silenciar sus reflexiones y discursos
y, menos aún, dejar de actuar políticamente, sobre todo cuando sus derechos se ven
vulnerados. No quieren dejar de evidenciar las tensiones, fisuras y rupturas que ellos
encuentran en la política y en la sociedad. Tampoco tienen interés en ceder su libertad y
el derecho a la palabra y el derecho a la vida, que el lado oscuro de la política
colombiana quiere terminar.
Arendt convoca a todo nuevo ser humanos para que por sus propios medios
descubra su propio camino de reflexión y acción mediante la inserción de su presente en
el pasado y en un futuro. El presente es fundamental porque nos posibilita develar el
significado de nuestras acciones. De ahí la importancia de “dar vida” a nuestras acciones
trascendentales, en un mundo cambiante y en el que nuestra presencia es transitoria.
Para lograr este propósito, es fundamental comprender la importancia de recuperar la
esfera pública para el ejercicio de la política y la ciudadanía, en esa condición
fundamental de la pluralidad.
208
Es esencial un giro en la política que permita superar el paradigma político de la
modernidad en favor de una concepción menos “egocéntrica” de la política, menos
obsesionada por la centralidad de la fuerza y más cooperativa (Ravelli, 2008).
Como manifiesta Nancy (2003), necesitamos recuperar el sentido del mundo57 para
superar el vacío que dejó el desvanecimiento de la distinción entre interior y exterior. El
sentido quedó restringido al “fuera”. Se requiere la recuperación del sentido de la
alteridad de manera que sea entendida en el interior de la relación, no como
imposiciones. Es también indispensable pensar el ser – para o el para del ser,
recordando que la relación, el hacer – con, es potencia. Por consiguiente, son
fundamentales las relaciones horizontales en la Política.
La política requiere ser sacada del lastre al que se le ha sometido, del prejuicio
justificado: el descrédito motivado y motivable, en el entendimiento de que hemos caído
en una situación en la que no sabemos cómo movernos (Arendt, 2001a).
A todos nos compete la responsabilidad, pero en particular a los políticos de
profesión, lo estadistas de restaurar una política que ha sido aniquilada en sus
fundamentos de sentido por la absolutización de sus medios técnicos y de los
instrumentos de poder. Sacar a la política del naturalismo vergonzante en que ha caído,
para reconocerla como una condición que nace entre los hombres; 58 es decir, de estar en
medio del entre nos y, por tanto, se afirma en la relación, no sobre y ni siquiera junto a o
en el otro lado, en una esfera separada, con otras reglas, otra moral y otro ethos.
Estamos en mora de trabajar una política en la que se supere el autoritarismo, el
totalitarismo, la verticalidad separadora de lo político como técnica de dominio (Ravelli,
2008). Dice este autor:
57 El autor se refiere al mundo como ser – para, relación, dirección, envío, donación, presentación a. Ser –
en, ser – por, ser- a través de. 58 El infra hace referencia al «descenso», «merma», recuperación del «nosotros» en la intimidad de los
intersticios interpersonales, donde la relación se había roto y resulta restaurada
209
no es esta no es esta sólo una idea regulativa. Decenas, quizás miles de mujeres y
de hombre, en los intersticios del desorden global, están por la tarea de «reanudar
lazos», de cerrar las heridas, de «elaborar el mal». Para deshacer los grumos y
enemistades que los desniveles planetarios (el feroz retorno de la desigualdad), los
conflictos identitarios (étnicos, religiosos, la degradación de la «política de las
tribus»), el espectáculo obsceno de la injusticia representado en el escenario del
sistema – mundo, van engrosando con velocidad creciente (p. 106).
Se requiere un proyecto político y de país, que se concrete en acciones que nos
comprometan a todos los colombianos en la construcción de un país en el
reconocimiento de la diversidad, la pluralidad, con un presente menos inseguro y con un
futuro más real para los niños y jóvenes, en el que sus sueños y expectativas de
realización se tornen en realidad.
Educación para el refinamiento del sentido político
Frente al panorama anterior, el país necesita implementar una educación que
privilegie la participación, con un amplio sentido estético y compromiso ético para que
las distintas comunidades acepten sus diferencias, que se admita el multiculturalismo y
la multiplicidad de formas de pensar y de actuar.
Es en las tensiones, los conflictos y problemas que tiene Colombia que están las
oportunidades para que todos podamos contribuir en la reconstrucción del tejido social y
llegar a una sociedad democrática y participativa. Por ello a continuación desarrollo
algunas ideas que aunadas a otras propuestas de pensadores nacionales (Fals Borda ,
2000; Gómez, 2003; Hoyos, Serna y Gutiérrez, 2007; Alvarado y Carreño, 2007; y Fals
Borda, 2007; Gómez, 2005; Gaitán, Maldonado, Mariño, Ugartetxea y Villaral, 2007;
Villa, Tejada, Sánchez y Téllez, 2007) e internacionales (Fraser, 1997; Habermas, 1999;
Nussbaum, 2001; Boff, 2002; Mardones y Reyes, 2003; Maturana, 2004; Lira,
210
Fernández, y Alegre, 2008; Ackerman, Alstott, y van Parijs, 2006; Reygadas, 2008;
Fraser, 2008 ), pueden contribuir al logro de estos propósitos.
¿Por qué la educación?, porque es el escenario de encuentro intersubjetivo de los
diversos pero iguales, de la innovación, de la creación y re-creación. Es el lugar de
natalidad de maestros y estudiantes, de lo impredecible y de las posibilidades de
transformación. La educación como una esfera de vida activa es uno de los lugares en
los que se pone en juego la integridad de la condición humana.
Los jóvenes así lo expresan cuando consideran que la educación en la formación
política denota deficiencias importantes, dado que el sistema educativo colombiano,
como el de muchos otros países, se ha centrado más en una formación basada en
competencias para satisfacer los requerimientos del mercado, que en la formación
humanística; consideran que aunque ésta se da vinculada a las cátedras de ética, aun no
se logra una formación humanística para una sociedad necesitada de un nuevo proyecto
humano. Por consiguiente, uno de los puntos nodales es reflexionar sobre el sentido de
la educación universitaria en la formación política y ciudadana de los futuros
profesionales.
Si la acción en la perspectiva política de Hannah Arendt (2001b) es la actividad
fundamental de la vida humana y con la cual podemos tener presencia en el mundo
mediante la apariencia entre comunes pero diversos, singulares e irrepetibles, entonces
la educación se puede entender como una acción en la que estudiantes y profesores
pueden aparecer en la esfera pública con sus propias acciones y discursos en una red
intersubjetiva, de mutuo enriquecimiento, de construcción compartida de sentido sobre
los problemas fundamentales y su soluciones.
Desde este punto de vista, la educación como acción y como vida activa implica el
compromiso de unos y otros en la reconfiguración del mundo, de la política, de las
211
sociedades, de manera que los ideales de reconocimiento, de justicia social, de respeto
de los derechos humanos, del cuidado de la vida en todas sus formas, sea hagan realidad.
La educación como vida activa se puede y debe orientar a la no minimización o
eliminación de la singularidad, a no contribuir en el fomento del individualismo que
saca al sujeto de su posibilidad de constituir comunidad, para ubicarlo en un presentismo
dotado de soledad, puesto que cada quien debe preocuparse únicamente de sí mismo
para lograr sus metas desde un referente de competencia y competitividad, y centrarse
en el logro de sus intereses y deseos particulares (Muñoz, 2006). Un individualismo que
despolitiza y que reduce la ciudadanía al cumplimiento de derechos y deberes.
Vale la pena en este punto retomar el sentido de la vita activa para Arendt (2001b)
y desde allí ubicar su aporte a la educación política, ciudadana y democrática. La labor,
el trabajo y la acción son referentes que muestran la complejidad del ser humano. Para
nadie es desconocido que la sociedad actual y sus condiciones reducen a muchos seres
humanos a la labor, a vivir para satisfacer sus necesidades vitales y la de los integrantes
de sus familias, para preservar la vida misma en medio de precariedades o carencias.
Necesidades que desplazan las preocupaciones por los otros, por la sociedad y por la
naturaleza, y que deben ser medianamente satisfechas, según lo que los seres humanos
logren para tal fin. En este sentido el dominio de lo privado impera por encima de la
esfera de lo público.
Es a este lugar al que se quiere llevar con frecuencia a las generaciones jóvenes,
con la idea de satisfacción de carencias que se vuelven necesidades vitales, sin que así lo
sean, lo cual acapara una parte importante de la vida actual, desplazando lo público en el
que la libertad se hace realidad, a su realización en la esfera de lo privado. Cada vez es
más notoria el encerramiento de sujetos en el individualismo que lleva como correlato el
aislamiento de los asuntos públicos y con ello dificultades en la identidad con unos
intereses sociales y políticos comunes, lo cual, por supuesto, es bien aprovechado por
políticos, dirigentes, empresarios para profundizar en el individualismo de forma tal, que
212
se pierda el horizonte de sentido común que debe propiciar en nosotros lo político y lo
social.
Es constante, entonces, la hibridación entre labor y trabajo, de manera tal que se
desvanece el sentido del trabajo como producción de obras que sean permanentes en el
legado humano. Este desplazamiento ha hecho que la producción como trabajo quede
relegada en manos de otros mientras la mayoría trabajan para satisface la supervivencia.
Mucha de la capacidad de creación humana se le hace ver a los jóvenes como necesidad
en un mundo laboral que si les da la posibilidad de “ubicarse”, les permitirá satisfacer
sus necesidades personales en condiciones de éxito y calidad; no así para quienes no
pueden más que acceder al trabajo como opción límite para satisfacer sus necesidades
básicas y las de su familia.
El trabajo visto hoy como el éxito, el triunfo, la competitividad insensibiliza ante
la carencia o el dolor de otros. La educación superior, de alguna manera, ha caído en
este juego. Hoy se desconoce, e incluso, se desaprueba la fragilidad humana. La
universidades muestran hoy mayor satisfacción por sus egresados con éxito, que por los
profesionales que se dedican a construir en y para fragilidad de la personas y con ellas,
de este mundo. A este respecto, Arednt al reflexionar sobre las circunstancias de los
hombres de hoy, concluye que ser intelectual o profesional no es garantía suficiente para
ejercer un pensamiento crítico. Pensar, como reflexión, mediante el dialogamos con
nosotros mismos, implica plantearse interrogantes, problemas o inquietudes que
tratamos de resolver; por tanto, se trata de una actividad desplegable en todas las capas
sociales.
Con independencia del nivel cultural, siempre se encuentran personas con
capacidad de pensamiento por sí mismas, que en el momento que se requiere llevan a
cabo acciones de aceptación o de repudio. Concluye Arendt (2005), que la incapacidad
de pensar no es un asunto de estupidez, que es una condición que se puede encontrar en
213
personas catalogadas como inteligentes. De otra parte, las personas capaces de escuchar
y pensar con conciencia, no necesariamente son personas educadas o cultas.
La creación humana se ha mercantilizado, ya no es patrimonio cultural de la
humanidad, sino producción privada, públicamente presentada y económicamente
disfrutada. En este sentido la educación debe trascender su perspectiva profesional
únicamente de trabajo, de productividad para la patentización y, con ello, la explotación
y el enriquecimiento.
En la educación universitaria se debe pensar en los problemas fundamentales que
afectan a la humanidad. Pensar implica actuar inteligentemente, más allá de
conocimientos preestablecidos y de formulas prefijadas que no han permitido respuestas
contundentes. Uno de los aspectos a repensar es la humanidad de lo humano.
A pesar de los procesos de masificación de la educación superior, la universidad
tiene un compromiso con el conocimiento y con los estudiantes para llevarlos a pensar y
a actuar en un mundo que exige comprensión de sus condiciones cambiantes y de cada
uno en él y asumir una actitud política en la sociedad de la técnica, la tecnología y la
masificación.
Justamente, se trata de educar para recuperar el sentido de la pluralidad por
oposición a la homogeneización de las personas. Se requiere educar para reconocer la
diversidad de seres humanos que habita el planeta. Es una educación que invite y haga
posible el encuentro con los otros como singulares, como irrepetibles, para el
reconocimiento, para escuchar las múltiples voces que configurar la pluralidad humana.
Como dominios específicamente humanos, el discurso y la acción tienen un papel
fundamental en la actual condición del mundo. Son ellas la única actividad que media
entre los hombres no como homogeneidad, sino como pluralidad, en la que se reconoce
la singularidad de cada ser humano y a la vez la multiplicidad de seres humanos; por
214
tanto, de intereses y perspectivas. Una singularidad que da cuenta de la imposibilidad de
homogeneización de los seres humanos, una singularidad que da cuenta de la
irrepetibilidad de cada uno, de la impredicibilidad, y de las formas singulares de
apariencia en la esfera pública.
La acción, constituida por la palabra y la acción misma, da lugar al inicio, a la
creación o re-creación o reinicio en los que cada ser humano se pone en relación con los
otros como iguales, como ciudadanos pero no manipulado.; eso sí con lo mejor de sí
mismos para llevar a cabo acciones concertadas. Con la acción es posible la renovación,
la natalidad en sentido arendtiano, a través del encuentro con los advenedizos, para a
partir de pensar en los problemas fundamentales, reconstruir el mundo que nos es
común. Esta por consiguiente debe ser una de las tareas fundamentales de la educación.
De nada nos sirve pensar en los problemas fundamentales de la humanidad, si no
actuamos. Por consiguiente es necesario educar para actuar.
La universidad tiene la responsabilidad de educar en y para las disciplinas y
profesiones. Sin embargo, es necesario tender puentes entre el pasado y el futuro para
comprender el mundo y actuar en él, para que los jóvenes no naturalicen lo que hoy
sucede. Para que conociendo el mundo, a través de las narraciones de otros, que sus
acciones como seres humanos y como sujetos políticos tengan sentido. Para que su
identidad se configure en una esfera de pluralidad y no en la soledad que propicia hoy el
individualismo.
Que la fugacidad en la universidad no esté marcada por el acelere del cumplimento
de tareas, de los tiempos que no permiten el encuentro con los otros y no permite la
reflexión sobre los problemas que embargan a la sociedad actual y menos aún articular
la formación disciplinar y profesional con las alternativas de solución. La universidad no
debe perder la disposición para construir, conservar y revolucionar el mundo común, un
mundo por demás complejizado por las problemáticas sociales y políticas que hoy lo
embargan.
215
En la sociedad del mercado, de la competencia, del consumo, la universidad corre
el riesgo de reificar para trasformar todo en formas tangibles y terminadas,
instrumentalizando a quienes las producen, y, con ello, mercantilizar la acción
educativa. La universidad tiene el compromiso ético y social de no caer en la relación
medios fines utilitarios (Arendt, 2001b) y de superar la relación instrumental de la
calidad en sentido industrial y de instrumentalizar las relaciones profesores –
estudiantes, en una perspectiva de cliente-proveedor del servicio.
La educación en todos sus niveles, pero en particular la educación superior no
debe perder de vista el hecho de que está relacionada a la esfera de lo público como
espacio de encuentro con los otros y realización de la libertad por tanto, su acción debe
ir más allá de la mercantilización e instrumentalización de los seres humanos, para
promover el pensamiento, la sensibilidad por lo humano, la sociedad y la naturaleza.
Esto le implica definir sus prioridades en la formación de los futuros profesionales en
quienes las inquietudes referidas a la integridad de la condición humana, no se deberían
perder.
La educación como espacio de encuentro es el lugar oportuno y propicio para la
conversación (Gadamer, 2000), para vivir la experiencia del reconocimiento, de la
reciprocidad, de la diversidad y de la acogida de las diversas reflexiones y propuestas
para la configuración de una sociedad que tenga en cuenta la condición humana,
asumiendo la singularidad propia y la diferencia propia de la pluralidad humana,
garantizando una espacio para el ejercicio propio del pensamiento y de la acción para
buscar alternativas para resolver los problemas que como sociedad, como mundo
humano, nos atañen; de esta forma se da lugar a la formación de un pensamiento y de
acciones con relevancia moral y política, evitando la ausencia de pensamiento que
conduzca a los estudiantes y profesores a la conformidad irreflexiva y banal a las
disposiciones políticas que se imponen. Permitiría que como personas, ciudadanos y
profesionales los estudiantes pudieran tomar decisiones evitando el adoctrinamiento de
216
los regímenes del mercado y del poder que predominan en las sociedades
contemporáneas, la deshumanización o la indiferencia.
Educar es educarse (Gadamer, 2000), una acción que aunque incluye a todas las
comunidades educativas del país, a cada persona, a cada ciudadano; esto teniendo en
cuenta que la educción se da en todas las esferas de la vida humana y en cada uno de los
espacios que habita, como espacios públicos para la acción política
Tenemos que educarnos mutuamente para generar en nosotros como colombianas
y como seres humanos una cultura de paz, de noviolencia, de solución pacífica de los
conflictos, de la convivencia con los otros diferentes con tolerancia, con respecto y con
reconocimiento. Por consiguiente, es necesaria una cultura de la expresión política en la
que no se fomente la violencia con el lenguaje o con los actos, con las disposiciones o
las normas o con las acciones unilaterales e impuestas.
El sentido y finalidad de la educación se debe reconocer en la “vida” y la historia
que vivimos los seres humanos. Al respecto expresa Dilthey (1978): “El hombre no se
reconoce más que en la historia, nunca en la introspección. Lo buscamos dentro de la
historia …” (p. 279).
Es justamente una de las cosas que se puede aprender del análisis que hace Arendt
de fenómenos como el totalitarismo, la mentira en política, las condiciones de la vida
humana o de los hombres que han sido impactados en su existencia por tales hechos;
temas que bien se pueden abordar en la educación a fin de cuestionarlos e ir
configurando sujetos éticos que no caigan en la banalidad del mal o en el mal radical
(Bilbeny, 1995).
Los colombianos necesitamos comprende los fenómenos políticos y sociales que
nos acontecen en el devenir histórico para ubicar nuestro lugar y autodefinición para
poder comprender lo que ha acontecido en nuestra historia como seres humanos y
217
colombianos. Es posible que el desconocimiento histórico nos obligue a las omisiones
involuntarias. Por el contrario, la autodeterminación nos permitiría actuar como
ciudadanos. La comprensión de los fenómenos debe permitir la transformación
dialéctica de los colombianos como sujetos políticos y de las condiciones sociopolíticas
en las que se ha sumergido el país. Dilthey expresa al respecto: “La comprensión supone
una experiencia y la experiencia no llega a ser experiencia de vida, si la comprensión no
pasa de una experiencia estrecha y subjetiva a un dominio de lo global y lo general…”
(p. 143).
El análisis histórico contribuye al develamiento de asuntos de interés público;
permite entender la génesis, visibiliza la evolución y cambios de las realidades
personales, sociales y políticas; se descubre en ella lo posible y lo impensable de las
acciones humanas, para no repetir, por así decirlo, aquellas acciones que ponen en riesgo
la dignidad, la vida, la sociedad o la política.
Es importante tener en cuenta que sin discurso la acción pierde su sentido
revelador y el sujeto se invisibiliza. Sin la palabra no se puede conocer lo que el sujeto
político quiere decir y hacer en la esfera de lo público; sin la una y sin la otra,
quedaríamos en el anonimato. Es mediante estas dos facultades que podemos expresar
nuestra aceptación o rechazo a las condiciones del mundo que estamos construyendo.
Debemos recordar que el discurso y la acción son las actividades que nos
identifican como humanos y que la acción tiene un comienzo definido y un fin
impredecible e irreversible (Arendt, 1993). En este sentido, los colombianos debemos
aprender que hay acciones que se han iniciado y que han desencadenado una violencia
que probablemente no se esperaba, con consecuencias funestas en las relaciones sociales
y políticas, y en la conservación de la vida.
Todos los colombianos hemos sido testigos del inicio del conflicto armado, por
ejemplo, con consecuencias irreversibles como la muerte de muchos colombianos,
218
niños, hombres, mujeres y jóvenes. Un saldo en vidas que el país no puede devolver y
que tan sólo han dejado estelas de dolor para quienes las han vivido, sin haber esperado
ser parte de esta guerra que fue propiciada por otros sin perspectiva de su alcance.
El país requiere una educación para la acción política, para la participación en la
vida del país, sin perder de vista la pluralidad humana en su doble carácter, de igualdad
y de distinción. Necesitamos reconocer la igualdad entre unos y otros para propiciar el
entendimiento, el reconocimiento como seres distintos entre iguales, manteniendo la
singularidad dentro de la pluralidad, por consiguiente la satisfacción de las condiciones
de vida y la generación de oportunidades de manera justa y equitativa. ¿Qué sentido
tiene la nueva Constitución de 1991 en la que se asientan los pilares de una sociedad
democrática, si ni la palabra es escuchada y la acción divergente es censurada?
No podemos olvidar que justamente es a través de la palabra y la acción como nos
insertamos como humanos desde una perspectiva moral y ética que propicie la creación
de vínculos cooperativos, como ciudadanos con derechos y deberes, una sociedad civil
incluida e incluyente de ciudadanos, de las organizaciones públicas y privadas, de los
partidos políticos, para dar cuenta de una democracia real, en el marco de una verdadera
política y no de una política subsumida por el mercado. Los seres humanos tenemos
lugar en este mundo en nuestra condición de humanos, ciudadanos y como sociedad
civil, aún somos necesarios social, política e intelectualmente. El mundo no está
compuesto solamente por los grupos conformados por el mercado y por los Estados
(Alexander, 2000).
Recuperar la igualdad formal para recobrar los temas de la participación
democrática y la libertad y afrontar problemas como la pobreza, la movilidad, los
conflictos de clase, es una clara necesidad en el país. También es necesario superar la
visión utilitarista del hombre, lo cual implica pensar en una nueva perspectiva
antropológica y social del mismo en la intención de superar el utilitarismo, sacara a la
sociedad de la condena a la que se le ha sometido desde las lógicas del mercado, como
219
en su momento lo propuso Polanyi (1950), o de la visión de la sociedad civil como el
mercado privado, y la recuperación de las instituciones requeridas para promover la
democracia y con ello superar el individualismo al cual hemos sido conducidos.
El pensamiento como actividad fundamental de la condición humana, aunque
aparentemente esté ubicado más en la vida contemplativa, es una actividad esencial en la
facultad de juzgar (Arendt, 2002), por tanto se debe aprender para evitar que la facultad
de juzgar pueda ser relegada por las condiciones de la sociedades del consumo, lo cual
da lugar a los mayores males del mundo como la violencia, la exclusión o la injusticia
social. Arendt (2003a) descubre en el pensamiento de Kant una filosofía política en la
que el pensamiento y el juicio están estrechamente unidos.
El pensamiento es el pilar para el cambio, para introducir la novedad en lo dado,
para llegar a la acción como producto de la reflexión previa. Es indispensable volver
sobre el pensar para pensar en lo que merece ser pensado, como expresa Heidegger
(2005):
Lo que más merece pensarse es que nosotros todavía no pensamos; todavía no,
aunque el estado del mundo se hace cada vez más problemático. Este hecho parece
exigir, más bien que el hombre actúe y actúe sin demora, en lugar de hablar en
conferencias y congresos y moverse en la mera representación de lo que debería
ser y de cómo habría de hacerse. Falta por tanto acción y de ningún modo
pensamiento (p. 16).
Que no se entienda que el autor está diciendo que no es necesario el pensamiento
para la acción, lo que quiere decir es que no se necesita más pensamiento que se quede
en la contemplación, en el nivel de los ideales, del deber ser o del deseo. De hecho,
plantea que para ser capaces de pensamiento, debemos aprenderlo. Un aprender en el
que los seres humanos ponemos nuestro hacer y omitir en correspondencia con lo que de
220
esencial se le adjudica en cada caso. Aprendemos el pensamiento en la medida en que
atendemos a lo que da que pensar.
Si como dice Heidegger: “lo que más merece pensarse en nuestro tiempo
problemático es el hecho de que no pensamos” (p. 17), lo que es merecedor de pensarse,
es lo que nos da más que pensar y ¿qué es lo que nos da más que pensar en Colombia?
Merece pensar nuestro ser histórico esencial, porque ello nos permite hacer visible el
fundamento original de lo que somos los colombianos; es decir, se necesita conocer la
historia desde lo que le ha sucedido al país, desde la historia singular de quienes han
sufrido el flagelo de la violencia estructural, de las víctimas del desplazamiento forzado,
desde el dolor de quienes le preceden a los desaparecidos o quienes han muerto
selectivamente, desde quienes han sufrido la violación de sus derechos, desde los
jóvenes excluidos, desde los grupos étnicos invisibilizados; desde los secuestrados en su
experiencia vital de pérdida de la libertad y de la vida no física, sino emocional, laboral,
social, familiar.
Necesitamos oír las distintas voces para que el olvido, la impunidad la injusticia, la
corrupción no se constituyan en la característica fundamental de la sociedad humana y la
desesperanza de quienes directa e indirectamente hemos sido afectados con el norte que
se le ha dado al país. Es posible que necesitemos una “academia desde la experiencia del
dolor para no adormecer nuestras conciencias”. Para ello se debe aprender a pensar en
los colombianos como seres humanos, en el valor de la vida, en la indispensable
presencia de todos en este país, de manera que nadie decida quién sí debe vivir y quién
no.
Necesitamos una academia que piense no solo sobre el mundo que está ahí, es
decir se requiere pensar en lo que da origen a un mundo como el que hoy tenemos, en el
país que estamos viviendo. Para pensar en lo que es necesario pensar en el país, hay que
sustraer la memoria del olvido, porque el olvido, que en términos de las nuevas
generaciones se traduce en desconocimiento y en los adultos en indiferencia, es lo que
221
no nos deja pensar y, por tanto, vincularnos con la historia del país e incluso la historia
del mundo.
En esta línea, Arendt (2002b) muestra cómo tanto la premodernidad como la
modernidad han sacado al pensamiento del corazón de la vita activa. De allí que se
requiere voluntad y recuperar el pensar para actuar y juzgar las situaciones frente a las
que nos encontramos. También es necesario superar la visión utilitarista del hombre, lo
cual implica pensar en una nueva perspectiva antropológica y social del mismo en la
intención de superar el utilitarismo, sacara a la sociedad de la condena a la que se le ha
sometido desde las lógicas del mercado, como en su momento lo propuso Polanyi
(1950), o de la visión de la sociedad civil como el mercado privado, y la recuperación de
las instituciones requeridas para promover la democracia y con ello superar el
individualismo al cual hemos sido conducidos.
Para la acción es indispensable pensar como el juzgar a partir de los casos
particulares; de manera que podamos reconocer que no es el actor, sino el espectador el
que conoce y comprende el fenómeno, es quien puede juzgar y comprender el sentido de
los fenómenos, porque permanece en el mundo de los fenómenos y que construye
opiniones que no son independientes de los demás. Dice Arend (2002a)t: “es el
espectador, no el actor quien posee la clave del significado de los actos humanos - los
espectadores de Kant-, y esto es lo decisivo, existen sólo en la dimensión plural, y así
pudo llegar a una filosofía política” (p. 116).
Desde la educación, es nuestra responsabilidad, como fuente de pluralidad, de
discurso, de acción y de novedad, contribuir con las nuevas generaciones de niños y
jóvenes en la construcción del mundo, propiciar la aparición de las nuevas generaciones
con su palabra y acción, lo cual exige contar con los espacios públicos, la universidad
puede ser justamente uno de esos espacios públicos que hay que mantener para no
destruir el pensamiento y la capacidad de juzgar (Comesaña y Cure, 2006). Para permitir
222
la natalidad como comienzo político de los jóvenes y como expresión máxima de la
libertad como condición humana.
Es fundamental cultivar un pensamiento que promueva la capacidad de ponerse en
el lugar de cualquier otra persona para afirmar la existencia en la pluralidad de los
colombianos como seres humanos. Una pluralidad que nos permita aprender a resolver
los conflictos, los problemas y las tensiones en el espacio de lo público, como el lugar
en el que se da el hecho político.
El pensamiento como actividad fundamental de la condición humana, aunque
aparentemente esté ubicado más en la vida contemplativa, es una actividad esencial en la
facultad de juzgar (Arendt, 2002a), por tanto se debe aprender para evitar que la facultad
de juzgar pueda ser relegada por las condiciones de la sociedades del consumo, lo cual
da lugar a los mayores males del mundo como la violencia, la exclusión o la injusticia
social. Arendt (2003a) descubre en el pensamiento de Kant una filosofía política en la
que el pensamiento y el juicio están estrechamente unidos.
El pensamiento es el pilar para el cambio, para introducir la novedad en lo dado,
para llegar a la acción como producto de la reflexión previa. Es indispensable volver
sobre el pensar para pensar en lo que merece ser pensado, como expresa Heidegger
(2005):
Lo que más merece pensarse es que nosotros todavía no pensamos; todavía no,
aunque el estado del mundo se hace cada vez más problemático. Este hecho parece
exigir, más bien que el hombre actúe y actúe sin demora, en lugar de hablar en
conferencias y congresos y moverse en la mera representación de lo que debería
ser y de cómo habría de hacerse. Falta por tanto acción y de ningún modo
pensamiento (p. 16).
223
Que no se entienda que el autor está diciendo que no es necesario el pensamiento
para la acción, lo que quiere decir es que no se necesita más pensamiento que se quede
en la contemplación, en el nivel de los ideales, del deber ser o del deseo. De hecho,
plantea que para ser capaces de pensamiento, debemos aprenderlo. Un aprender en el
que los seres humanos ponemos nuestro hacer y omitir en correspondencia con lo que de
esencial se le adjudica en cada caso. Aprendemos el pensamiento en la medida en que
atendemos a lo que da que pensar.
Como Arendt expresa a lo largo de su obra, en Colombia y en cualquier otro lugar
del mundo, de lo que se trata hoy es del ser humano, de su libertad y de la capacidad de
iniciar algo nuevo, algo que de otro modo no existiría. Eso que intentan muchos de los
jóvenes a través de sus formas singulares de ser sujetos políticos y de contar con las
oportunidades, hasta de la vida física, para ello.
Una educción para el ejercicio de la ciudadanía y la participación política y de una
cultura política en la que la libertad sea posible para que cada colombiano se inserte de
palabra y acción, sin temor porque cuestiona o discrepa, es probablemente una de las
alternativas para nuestra recuperación como país; para que los colombianos podamos
producir el milagro, no en sentido religioso, de configurar una realidad diferente si
contamos con la libertad y la posibilidad de la acción para producir algo totalmente
inesperado en el país.
Para este proceso es indispensable el pensamiento crítico como un pensamiento
ampliado que nos permita pensar como el otro, mediante el encuentro intersubjetivo en
el que aparecen las distintas perspectivas producto del pensar por uno mismo
reconociendo el pensamiento del otro desde la diferencia, de allí que sea indispensable
la pluralidad y la posibilidad de ejercer la facultad de juzgar cuyo sentido se despliega
en la acción.
224
En síntesis, requerimos de un proyecto de formación ético político con el que
podamos comprender el valor del reconocimiento, del bienestar colectivo, de la
diferencia, de la diversidad de puntos para poder decidir y de la pluralidad como punto
central de la diferencia humana. Una formación ético - política en la que recuperemos el
sentido de mundo como construcción humana, por la que vale la pena hacer esfuerzos
para conservar en las mejores condiciones de justicia, de equidad, de convivencia
pacífica y con compromiso de preservación de todas las formas de vida que habitan el
planeta.
225
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