UNIVERSIDAD DE GUANAJUATO Facultad de Filosofía y Letras
LA POLÍTICA DELIBERATIVA EN LAS SOCIEDADES CONTEMPORÁNEAS
TESIS
que para obtener el grado de
MAESTRO EN FILOSOFÍA
PRESENTA
SALVADOR SÁNCHEZ PÉREZ
DIRECTOR DE TESIS DR. JOSÉ MENDÍVIL MACÍAS VALADEZ
Valenciana, Guanajuato, abril de 2008
ÍNDICE
Introducción 4
1 Desafíos a la filosofía política 8
1 1 La dificultades de la democracia representativa 8
1 1 1 La idea de democracia
1 1 2 Principios generales de la democracia representativa
1 1 3 Dificultades características
1 2 La crisis en el capitalismo 30
1 2 1 El comportamiento cíclico del capitalismo
1 2 2 La crisis del Estado de bienestar
1 2 3 El capitalismo contemporáneo
1 3 Los límites del Estado Nación 51
1 3 1 La cultura local - global
1 3 2 La gestión de la economía
1 3 3 Organización social y gobierno
1 3 4 Demandas de justicia y reconocimiento
2 Fundamentos de la democracia deliberativa 69
2 1 De la actividad teleológica a la acción comunicativa 70
2 1 1 El giro lingüístico
2 1 2 De la conciencia al acto
2 1 3 Los orígenes sacrales de lo normativo
2 1 4 Lenguaje, sacralidad y norma
2 2 La noción bi-dimensional de la sociedad de Habermas 87
2 2 1 El mundo de la vida y el sistema
2 2 2 Colonización del mundo de la vida
2 3 El vínculo interno entre la ley y la democracia 95
2 3 1 Relación entre derecho y moral
2 3 2 Relación entre soberanía popular y derechos humanos
2 3 3 Relación entre autonomía pública y privada
2 3 4 La desobediencia en un marco democrático
3 Deliberación, justicia y sociedad 103
3 1 El itinerario de la justicia 103
3 1 1 La redistribución
3 1 2 La lucha por el reconocimiento
3 1 3 La emergencia de la representación
3 2 Democracia deliberativa y sociedad 119
3 2 1 La relación teoría-praxis
3 2 2 Principio de participación
3 2 3 Indicadores normativos
3 2 4 El carácter epistémico de la democracia
3 2 5 Ejercicio formativo y de aprendizaje
3 3 Pertenencia social y participación 141
3 3 1 Entre el liberalismo y el republicanismo
3 3 2 Entre lo universal y lo comunitario
3 3 3 El momento reflexivo del proceso
3 3 4 Sociedad civil y cultura política
3 4 Política interior mundial sin gobierno mundial 165
3 5 Reflexiones finales 174
Bibliografía 182
Introducción
Contemplamos que los procesos sociales que vive nuestro mundo, se están dando en
tal multiplicidad y rapidez que nos hacen difícil asimilarlos, entender y menos adecuarnos a
ellos, sin embargo son señales que indican que se está generando un nuevo orden de las
cosas. Los indicios que se pueden levantar no son claros, antes al contrario presentan
contradicciones, ambigüedades, imprecisiones, por lo cual no es posible todavía atisbar el
semblante de lo que van configurando estos procesos, con todo, es menester trabajar para
que ese nuevo orden al surgir sea uno que posibilite la realización de los proyectos de todos
y no únicamente de unos cuantos. La globalización, un nuevo orden mundial, el auge y
alcance de los medios de comunicación, la magnitud de la movilidad humana, el
surgimiento de grupos que no dan prioridad a la ciudadanía, las reivindicaciones de grupos
de ciudadanos más allá de las fronteras, el surgimiento de la ecología como preocupación
generalizada y una serie de temas emergentes difícilmente cuantificables, son signos que
indican una forma diferente que tienen los seres humanos de concebirse a sí mismos en el
mundo, a sus relaciones, sus expectativas, realizaciones. En general, en las transiciones
dominan los interrogantes, pues lo nuevo no acaba de hacer su aparición y lo antiguo no ha
perdido del todo su vigencia y así es en este caso, en este sentido la pregunta por cómo
construir nuevas modos de interacción que fomenten la convivencia humana cobra
actualidad, sin embargo no hay respuestas claras y contundentes. Teniendo presente estos
fenómenos, resonamos con Wallerstein cuando afirma: “No se puede discernir en qué
consistirá semejante nuevo orden. Apenas si es posible afirmar lo que quisiéramos que
fuera y luchar por conseguirlo.”1
Esa es nuestra convicción central. Nos parece una tarea llena de importantes retos,
pues únicamente es posible atisbar más allá de la apariencia, sin embargo hay que ser
capaces de construir una sociedad donde haya cabida para los proyectos de todos en el
contexto de un proyecto común, proyectos con fundamente en lo que existe, pero
orientados hacia la construcción de lo que viene, este es el punto de engarce con la
provocadora sentencia de Nancy Fraser: ‘La globalización está cambiando nuestro modo de
pensar la justicia’, en efecto son cambios que vienen de muchas latitudes, sin embargo
están perfilados por eso que llamamos globalización. En ésta búsqueda el encuentro con 1 Wallerstein Wallerstein, Immanuel, La crisis estructural del capitalismo, Ed. Contrahistorias. México, D.F. 2005. p. 124.
5
Jürgen Habermas ha sido un aporte fundamental, pues estamos convencidos que su
propuesta de la Teoría de la Acción Comunicativa es un recurso teórico capaz de
fundamentar un proyecto de convivencia que a la vez sigue las intuiciones de una larga
tradición, es capaz de hacer frente a los signos del presente.
Estas son las coordenadas donde se ubica el presente trabajo de investigación, que
indaga en las posibilidades, alcances, límites que tiene la democracia deliberativa para
constituirse como realización de la justicia en las sociedades contemporáneas.
El trabajo tiene tres capítulos. En el primero se presenta un esquema de diagnóstico
de las sociedades contemporáneas. El eje articulador es la pregunta por los diseños de
organización social que se pueden identificar en la historia, es un presupuesto básico que
para el ser humano el hecho de vivir con otros semejantes es inherente al existir, sin
embargo el modo como configure esta relación es una opción de la colectividad. En las
sociedades actuales hay múltiples signos que indican la presencia de fuertes cambios, ésta
es la idea que se intenta describir. La democracia como se desarrolla en las sociedades ha
sido fuertemente impactada por todos estos cambios, muchos grupos de los más diversos
orígenes reclaman participación en las decisiones que les pertenecen, porque la democracia
vigente parece ser más bien un mecanismo legitimador del orden establecido, que uno que
promueva una convivencia equitativa y justa. En general el panorama se construye desde la
perspectiva de la movilización humana, de capital, de intereses, de información y sus
implicaciones en los diferentes aspectos de la vida tanto de los ciudadanos particulares
como de los colectivos sociales.
En el segundo capitulo se abordan tres elementos centrales en la fundamentación
teórica de la democracia deliberativa. En primer lugar se recupera el desplazamiento que se
ha dado en la filosofía de la conciencia al acto, como cambio de paradigma de la
comprensión fundamental del ser humano y de la sociedad, pues éste es el sustento de la
acción comunicativa, en segundo lugar se aborda la noción bidimensional de sociedad que
le es propia a la acción comunicativa, pues se concibe a la sociedad a la vez que como
sistema, como mundo de la vida. Finalmente se explica otra noción básica de ésta
modalidad de la democracia, que es el vínculo interno entre la ley y la democracia. Por
supuesto que no son todos los elementos que componen la democracia deliberativa, sin
6
embargo si son los que se han considerado indispensables para fundamentar la propuesta
del trabajo en conjunto.
En el tercer capítulo se da cuenta de nuestra comprensión de la democracia
deliberativa como realización de justicia política en las sociedades contemporáneas. El
punto de partida en una recuperación del itinerario recorrido por la noción misma de
justicia, para explicar en que sentido se entiende que es la democracia deliberativa la forma
en que la justicia se realiza en plenitud. En efecto, la justicia es una noción en construcción
que ha realizado un recorrido histórico diverso y variado. En una tensión entre libertad e
igualdad, los grupos humanos han descubierto el imperativo por distribuir de manera más
equilibrada los recursos existentes como modo de realizar la justicia. En un segundo
momento se descubre que hay una serie de presupuestos implícitos entre los individuos y
colectividades que regulan y modelan sus relaciones, su aceptación o no, la expectativa de
los derechos y obligaciones de que son portadores, es decir, una serie de presupuestos sobre
sí mismo y sobre los otros que por su carácter regulador de las relaciones sociales ha de ser
ajustado para permitir la convivencia libre y justa. La manifestación plena de este itinerario
exige una tercera modulación y es la capacidad de tomar decisiones vinculantes para el
grupo al que se pertenece, pues los individuos y los grupos se considerar a sí mismos no
sólo como sujetos del orden social sino con sujetos constitutivos del mismo, este es
precisamente el lugar de la democracia deliberativa, como realización que hace plena a la
justicia, pues asumiendo las otras dos dimensiones hace valer su capacidad de participación
en la construcción de las decisiones del conjunto social.
Como parte sustantiva de este mismo capítulo se recupera la relación entre política
deliberativa y sociedad en varias fases. Primero, se explicita la tensión entre la teoría y la
praxis que siempre ha estado presente en la historia del pensamiento de la humanidad, por
ello se hace una recuperación de las modulaciones que ha presentado en diferentes épocas
para ubicar desde ese contexto el planteamiento de la democracia deliberativa. Enseguida
se explicita además que una noción procedimental de democracia supone la validez de las
normas únicamente si han recibido la aprobación de los afectados, este elemento
imprescindible es justamente el principio de participación. Se exponen enseguida algunos
indicadores normativos fundamentales en esta comprensión, el carácter epistémico que le es
propia y su comprensión como un ejercicio formativo y de aprendizaje. Se aborda asimismo
7
la democracia deliberativa como construcción que retoma aspectos de liberalismo y del
republicanismo desde su propia postura de la acción comunicativa, pero también como una
propuesta que tiene pretensiones universales pero se muestra sensible a los contextos
locales y se considera además la necesidad de la promoción de una cultura política donde la
democracia sea práctica ordinaria, momento que incluye la necesaria decisión reflexiva del
colectivo, puesto que estos procesos elegidos no pueden ser de generación espontánea.
Finalmente, se hace una consideración sobre las implicaciones y posibilidades de la
relación entre democracia deliberativa y globalización.
Así pues, analizar el contexto, significado, implicaciones, posibilidades, dificultades
de la democracia deliberativa como realización de justicia en el marco de las sociedades
contemporáneas es el propósito de este trabajo.
Ya para concluir esta parte, tengo tanto que agradecer. Jorge Manzano, gracias por
ser maestro que inspira pensar. José Mendívil gracias por compartir sabiduría y por tu tacto
pedagógico. Carmen, la frase dice ‘sin tu ayuda este trabajo no habría sido posible’, ahora
es verdad. Humberto, los pendientes reclaman, gracias por tu apoyo. David, tu fraternidad
basta. Valenzuela, tu impulso ha sido fundamental. Comunidad por la vida compartida.
Cuauhtémoc, simplemente gracias. Beatriz, finitud y paciencia. Isabel, una lectura
compartida y una cercanía permanente. Diana, tantos años llenos de vida. Edith, dónde
andas. Ángeles y Paola, siempre eficiencia, siempre risas. Martha, impulso y momento
oportunos. Rafa y Paco, les debo mucho. Daniel, he aprendido de ti tanto. Delfina y
Florentino, 15 años no es nada, mil kilómetros menos. Luis Fernando, maestro y amigo.
Mario, Chuy, Kichi yo soy del mero Chihuahua. Sergio/Ana y Sergio, gracias por ser
amigos. Andrés, Enrique, Luis por dejarme compartir un momento tan importante de sus
vidas y Gilberto, siempre cerca. Jorge y Paty más Jorge y Lore, no he estado pero si he
estado. Raúl, el corazón también recuerda, igual Ray, Rollo, Pepe, José, Lorena. Claudia y
Alejandro, Tadeo, Lalo, David, estamos. Miguel, adelante. Jorge, cuento contigo. Mónica y
Marce, siempre princesas. Omar, presencia constante. Martin, no sólo no hay de otra, es
grandioso estar entre otros. Mario, por los éxitos compartidos. Oscar, solidaridad en el
momento justo. Gracias a todos y cada uno.
8
1 Desafíos a la filosofía política
Ubicar el lugar y la pertinencia de la democracia deliberativa en las sociedades
contemporáneas parte necesariamente de un diagnóstico de las características de estas
sociedades. En este primer capítulo se trazan algunas características de lo que define la
convivencia y del orden social actual, ya que desde esta perspectiva se esclarecen los
desafíos que la filosofía política enfrenta.
En la primera parte de este capítulo se da cuenta de las dificultades de la democracia
representativa, para ello se trazan algunos rasgos que dibujen una idea de democracia que
pueda actuar como punto de referencia, enseguida se repasan los principios generales de la
democracia deliberativa y finalmente se hace un balance de sus principales dificultades. En
segundo lugar se aborda el capitalismo, pero como se advierte que éste es un tema lleno de
aristas, únicamente se trazan algunos elementos descriptivos definitorios, en particular se
aborda una concreción histórica de éste: el Estado de bienestar, puesto que éste dispositivo
funcionó durante una época concreta como reacción oportuna a las demandas de su tiempo,
pero que sin embargo se agotó como modelo o se enredó dentro de sus mismas
contradicciones, en todo caso, las consecuencias de esas rupturas conforman el entramado
de lo que viven las sociedades contemporáneas. Un panorama de la globalización se traza
en la tercera parte de este capítulo, desde la discusión si hay lugar o no para entender estos
fenómenos como ‘globalización’, más allá de eso se trazan rasgos de la ruptura del
esquema del Estado-nación como modelo regulador de las relaciones en el planeta. Desde
estos tres elementos se intenta dar cuenta del estado actual de las sociedades
contemporáneas.
1 1 Las dificultades de la democracia representativa
La democracia goza hoy en día de gran prestigio, como nunca antes lo había tenido.
En la opinión pública en general, la democracia no sólo está bien posicionada en los
discursos de los diferentes actores, sino que se le considera un elemento imprescindible de
las relaciones sociales. Los jefes de Estado de la mayor parte de los países tienen
incorporado en su discurso el tema de la democracia, bien sea para el desarrollo de sus
procesos ordinarios de gestión o para la toma de decisiones vinculantes al conjunto de la
sociedad, sin embargo este no es la percepción que sobre la democracia se ha tenido en la
historia, pues los sistemas autoritarios han prevalecido como modelos de organización
9
social sobre los esquemas de organización democrática. Lo interesante de todo esto, es que
de manera simultánea a esta valoración positiva se da un desaliento y apatía para la
participación ciudadana en las prácticas de formación de la voluntad social común, esto es
sorprendente, pero justificado, pues el desencanto ante los resultados de la democracia es
real. Existe una dificultad inherente para operativizar los procesos que convocan la
participación de la comunidad en ámbitos más allá de la cotidianeidad. El panorama es por
lo menos confuso, la convivencia de, por un lado, entusiasmo por la democracia y por otro,
desencanto por la participación, es por lo menos dificultosa, el objetivo del presente
apartado es analizar este conjunto de fenómenos, a partir de la hipótesis que ambos: interés
y desencanto son dos caras de la misma moneda, pues el desaliento para la participación
social es más que un efecto indeseado, el requisito para el funcionamiento de la democracia
representativa, se entiende pues que es un ingrediente básico de su diseño originario.
El modelo de organización que adopta el ser humano para concretizar su dimensión
social es precisamente el punto de discusión, pues no es de ninguna manera definitivo, ni es
un dato inherente a su existencia un modelo específico de organización. En la historia ha
habido muy distintos modos de articulación: desde los modelos autoritarios hasta los
totalmente incluyentes y participativos, pues la idea de que un conjunto de personas se
gobierne a sí misma siempre ha convivido, a veces en tensión, con las ideas de la
protección y dominio de unos por otros.
La democracia tiene una larga historia a través de la cual ha ido adquiriendo las
características que le son propias. En el siglo V a. C. los griegos fueron la primera sociedad
donde la democracia vio la luz, luego de una serie de arreglos sociales desde colectividades
tribales, modelos autoritarios y esquemas jerárquicos se dio un conjunto de condiciones
mediante las cuales ese grupo humano se planteó la posibilidad de crear esquemas que
propiciaran la participación de todos sus integrantes para la toma de decisiones que tuvieran
que ver con el conjunto mismo de la sociedad. Esta imagen aparece reiteradamente en la
historia de occidente, como modelo de organización social democrática o por lo menos la
imagen que hoy en día nos hacemos de ella, a partir de ahí, es posible trazar algunas
características que permitan reconocer como democráticas o no, las prácticas de cualquier
diseño social. La historia de la democracia es muy interesante y por razones de espacio no
es posible abordarla aquí toda, sin embargo, es posible señalar algunos rasgos y
10
características que permitan hacerse una idea cabal del proceso llevado a cabo para
configurar ese modelo de organización social, con todo y los desencuentros que ha tenido
lugar, para hacerse de una idea clara que ayude a la realización del objetivo propuesto de
señalar opciones democráticas acordes a estos tiempos.
1 1 1 La idea de democracia
El acuerdo entre por lo menos dos es requisito para una convivencia afortunada, sin
acuerdo la socialidad no es viable, no hay siquiera posibilidad de supervivencia humana. La
historia muestra una gran variedad de ese tipo de opciones: “Desde los tiempos antiguos,
algunos pueblos concibieron la posibilidad de que existiera un sistema político cuyos
miembros se considerasen iguales entre sí y colectivamente soberanos, y dispusieran de
todas las capacidades, recursos e instituciones necesarias para gobernarse.”1 La idea
opuesta, el dominio de algunos sobre la mayoría, convivió a la par en sus muchas variantes,
incluso fue anterior a aquel como modo de organización, sin embargo, la idea de un
gobierno de muchos permaneció, siempre se mantuvo como ideal, aunque fuera
ordinariamente difícil de realizar y de adaptar a las condiciones en que cada uno de los
pueblos tenían que desarrollar el conjunto de la vida.
La palabra democracia proviene del griego demos pueblo y kratia gobierno o
autoridad, significa por lo tanto el gobierno del pueblo o por el pueblo. Además de su
origen etimológico la idea de democracia viene de ahí, este fue el modelo que se implantó
en Grecia en el s. V a. C. Un elemento sorprendente en toda esta historia es que no se
poseen escritos o discursos sistemáticos de ella, lo que se sabe de la democracia griega es
por fragmentos y generalmente a través quienes tienen un punto de vista crítico de ella,
entre éstos se cuenta destacadamente a Platón, por la agudeza de sus observaciones, crítico
también, aunque de manera moderada está Aristóteles, luego hay algunos otros, por eso la
democracia griega no es un sistema rígido, bien ordenado y sistematizado de reglas o
creencias, lo se sabe de ella son fragmentos a través de los cuales es posible reconstruir lo
que en realidad fue, así pues, es posible hacer una reconstrucción de la ciudad - Estado, que
es el modo como los autores denominan generalmente a esta forma de organización.
La referencia es un pasaje de Aristóteles, donde da cuenta con cierto detalle de este
sistema de organización: “…la elección de los magistrados por todos y entre todos, el
1 Dahl, Robert A., La democracia y sus críticos, Paidós, Barcelona. 1992. p. 9
11
gobierno alternado de todos sobre cada uno y del de cada uno sobre todos; la elección por
sorteo de todas las magistraturas o de las que no requieran experiencia y competencia
técnica; que no sea necesario poseer ninguna propiedad, o sólo una muy pequeña, para el
desempeño de las magistraturas; que no pueda la misma persona tener el mismo cargo dos
veces, o no muchos, o que sólo pueda tener pocos cargos fuera de los militares; que todas
las magistraturas, o cuantas sea posibles, sean de corta duración; que la función judicial la
ejerzan todos los ciudadanos, es decir personas elegida entre todas, y en todos los asuntos, o
en la mayoría y en los mayores y más importantes, como en la rendición de cuentas,
cuestiones constitucionales y contratos privados; que la asamblea sea soberana en todos los
asuntos, pero que ningún magistrado lo sea en ninguno o lo más en muy poco; o bien aún,
que con respecto a los negocios más importantes sea soberano el Consejo.(De todas la
magistraturas, el Consejo es la más democrática cuando no hay abundancia de recursos con
que pagar a todos, porque cuando la hay aun esta magistratura se ve privada de su fuerza,
ya que el pueblo, cuando dispone de salarios cumplidos, concentra en sí todos los juicios,
según hemos dicho en la investigación inmediata anterior.) Otro carácter de la democracia
es el pago por los servicios públicos, por todos si puede ser, así en la asamblea como en los
tribunales y en las magistraturas; y donde no se pueda a los magistrados, los jueces y los
miembros del Consejo, así como a los de las asambleas principales, o por lo menos a los
magistrados que tiene que compartir la mesa en común. Y así como la oligarquía se define
por el linaje, la riqueza y la educación, las características de la democracia, parece ser las
contrarias de éstas, a saber la falta de linaje, la pobreza y la vulgaridad. Además, otra nota
de la democracia es que ninguna magistratura sea vitalicia, hay que despojarla de su poder
y hacerla sorteable en lugar de electiva. Estos son pues los caracteres comunes a las
democracias.”2
Descripción que brinda la oportunidad de hacer un recuento de algunas
características relevantes, señalamos por los pronto tres: es restringida, es participativa y
supone la autonomía de la ciudad. La primera característica y la más destacada es que se
trata de una democracia restringida, pues su misma formulación exige que entre los
ciudadanos haya características en común: intereses capaces de ser armonizados, una idea
compartida de lo que es el bien de la comunidad, cierto compromiso para actuar con esa
2 Aristóteles, Ética Nicomaquea – Política, Ed. Porrúa, México, 1989. pp. 268-269. Libro Sexto de Política.
12
percepción y compromiso para buscar armonizar los intereses particulares con los intereses
de la colectividad. Esto quiere decir que debe haber cierto piso común compartido en ideas,
expectativas, imágenes de mundo, futuro, ser humano, etc., es decir, una cultura común, de
lo contrario tendrían que emplearse grandes cantidades de tiempo y discusiones para
suavizar, neutraliza, eliminar esas diferencias. Por esto una ‘polis’ no podría funcionar si
hubiera grandes diferencias entre los grupos en su interior, así también las diferencias de
recursos económicos, es decir, la desigualdad entre ricos y pobres, o bien diferencias
significativas en religión, idioma, educación, raza incluso. Las mismas características de la
democracia griega exigen un número determinado de ciudadanos, esto es necesario
principalmente porque debería privar entre ellos un conocimiento mutuo, de manera que se
conocieran o por lo menos tuvieran conocimiento mutuo de sí, gracias a la participación en
los debates públicos, conocimiento de la forma de pensar de los demás, de sus expectativas,
de sus conocimientos, de su carácter, todo ello imprescindible para las tomas de postura,
decisiones, arreglos, etc., finalmente el número limitado es condición, pues la reunión en
asamblea de los ciudadanos era la condición para la auto-gestión de la ciudad. A la luz de
estas descripciones queda claro como cualquier modalidad de gobierno representativo es
incluso inconcebible para los ciudadanos griegos, esto fue a la vez una limitación, puesto
que la articulación de diferentes ‘polis’ era algo que rara vez tuvo lugar, pues la
participación en asambleas directas es un elemento imprescindible de la democracia griega.
El segundo rasgo es su carácter participativo, pues tiene que ver más allá con el
hecho de la celebración de reuniones de la colectividad, pues el gobierno de la ciudad no
consistía simplemente en asambleas reunidas periódicamente, pues había una gran cantidad
de cargos públicos a los que los ciudadanos ordinariamente accedían mediante sorteos y
que no podían ser ocupados reiteradamente. Por lo menos alguna vez en la vida un
ciudadano ocupaba un cargo público, algunos participaban en el Consejo de los Quinientos,
organismo que se encargaba de articular la agenda para la celebración de las asambleas, o
para algún otro organismo sobre los que descansaba el funcionamiento ordinario de la
ciudad. Como un simple señalamiento se indica la tercera cualidad, se trata de la autonomía
necesaria de la ‘polis’, aspecto que resultó más bien un obstáculo para la integración de
confederaciones, de bloques, de coaliciones de Estados para el fortalecimiento de su
posición regional, ante embates de la naturaleza o de los pueblos vecinos.
13
Este cuadro muestra de inmediato características de una fuerte idealización, aunque
parece que no puede ser de otra manera, pues la distancia y el tiempo hacen que la idea de
la participación de los ciudadanos en las decisiones que les afectan al pertenecer a los
asuntos públicos de la ciudad, por ser parte ellos mismos el conjunto social aparezca
bastante estilizada, aunque ya los mismos griegos señalaban sus dificultades, con todo, es
esta una imagen que ubica sus características principales y su funcionamiento ordinario y
que sirve como referente definido para la edificación de proyectos sociales, sin embargo, se
tiene que notar que en el manejo de término democracia hay un dualismo inherente a su
mismo concepto, pues por un lado es un ideal que se ha manifestado reiteradamente a
través de la historia, pero por otro lado ‘democracia’ es el término que se usa para designar
a una serie de procedimientos e instituciones formales que se dan al interior de las
sociedades, este es un desnivel que acarrea también malentendidos, pero la democracia es
ambas cosas y conviene tenerlo presente.
Luego del destello griego el mundo no volvió a conocer la democracia en la
práctica, hasta dos milenios después, en los albores de la modernidad, cuando los
pensadores se detuvieron atentamente a considerar como podían aplicar antiguos principios
a situaciones totalmente nuevas, en el mundo que estaba luchando por emerger luego de la
edad media. El resultado de esta búsqueda es la democracia representativa, resultado del
ejercicio que realizaron los pensadores de la época para lograr preservar antiguos valores en
su nuevo mundo, esfuerzo que quedó lastrado con presupuestos que le configuraron en su
forma definitiva y que a la larga actúan como trabas en su desarrollo. Uno de esos
presupuestos básicos es la escala, pues en el naciente Estado – nación ya no hay lugar para
las asambleas con la participación de todos los involucrados, de ahí nace como gran logro
la representatividad, el segundo presupuesto importante es la desconfianza y baja estima en
la participación del pueblo, pues no se le considera apto para autogobernarse, para
identificar, ejecutar y realizar las mejores opciones para su desarrollo, se le considera más
bien sujeto de arrebatos, oportunismos, veleidades.
En efecto, la escala llegó a ser un fuerte determinante en la modalidad de la
democracia, pues el número de implicados en estos procesos, que en las ciudades griegas
eran quizá unos cuarenta mil, era un componente esencial del modo de organización social,
aunque se refiere a un número nada desdeñable, los problemas de articulación podían
14
enfrentarse de alguna manera, siempre había modo de escucharse unos a otros, de
identificarse, de llegar a acuerdos, de tal manera que un ciudadano nunca sería totalmente
extraño para otro, aunque viviera en la parte totalmente extrema de la polis. Esta cuestión
de la escala, llegó a ser fuertemente determinante en los futuros desarrollos de la
democracia, cuando los volúmenes de población y la extensión geográfica del territorio
crecieron en la misma evolución de la historia, para dar paso al modelo del Estado – nación,
cuestión que veremos con cierto detenimiento más adelante. Pero también funcionó en el
desarrollo de la democracia representativa la idea, ya más, ya menos explícita, de la
incapacidad del pueblo para gobernarse, de ahí la justificación de la necesidad de tutores.
Cuestión relevante que ya se expresaba con toda claridad desde Platón, en sus
planteamientos dirigidos como crítica a la democracia ateniense. Ésta idea está muy
presente en el surgimiento de la democracia representativa: “Era opinión de todos los
constituyentes, federalistas y antifederalistas, que las mayorías estaban incapacitadas para
autogobernarse; y que todas sus deliberaciones, inevitablemente, tendían a la adopción de
decisiones facciosas (‘apasionadas’, ‘irracionales’ en definitiva). De allí que diseñaran un
sistema en el que las mayorías quedaban inhabilitadas para deliberar de por sí, y
prácticamente incapacitadas para ejercer un control efectivo sobre el gobierno. El sistema
diseñado facilitaría (sobre todo a partir de las elecciones indirectas) el arribo al poder de
individuos de clase alta; y estaría dirigido, en tal sentido, y especialmente, a la protección
de la minoría de aquellos que Hamilton denominara abiertamente ‘los ricos y bien
nacidos.’”3
Estos dos factores, la escala y la dificultad de la masa para autogobernarse, son
factores que determinaron posteriores desarrollos de la democracia, por ejemplo, llegó a ser
casi de sentido común entender que la democracia no es necesariamente un mecanismo de
autogobierno, sino que es el dispositivo por el cual se alcanzan decisiones que tienen que
ver con el conjunto de la sociedad, el mecanismo para determinar quién y cómo se adquiere
el poder para determinar el rumbo. Este fuerte desplazamiento da lugar a la democracia
representativa, es decir, se entiende a la democracia como un sistema que permite el
nombramiento de representantes de los diferentes grupos de la sociedad para que ellos, una
vez reunidos, logren acuerdos o lleguen a decisiones vinculantes para el conjunto social.
3 Gargarella, Roberto, Crisis de la representación política, Fontamara, México, 1997. p. 47
15
Entonces la democracia no es una categoría simple, es evidente que tiene muchos
componentes, que su descripción no es sencilla, que entre la idea y la realización hay una
trecho complicado, con todo, es necesario hacer una descripción de ella y es lo que se
intenta en el presente apartado. Por lo pronto, es posible identificar en la actual idea de
democracia cuatro fuentes o raíces, fundamentalmente son: “…la Grecia clásica, una
tradición republicana proveniente más de Roma y de las ciudades-Estado italianas de la
Edad Media, y el Renacimiento que de las ciudades-Estado democráticas de Grecia, la idea
y las instituciones del gobierno representativo; y la lógica de la igualdad política.”4 Todas
ellas forman parte y son aportes fundamentales de la actual idea de democracia. En el
siguiente apartado se da cuenta con cierto detalle de cada uno de éstos elementos y de la
forma y modos como se alcanzar a articular.
1 1 2 Principios generales de la democracia representativa
La democracia representativa es el mecanismo que encontró la modernidad para
conservar lo mejor de la tradición del pensamiento político en circunstancias totalmente
diferentes, como las que se producen por la superación del feudalismo de la Edad Media5.
La democracia al estilo Atenas ya no es viable, pues la celebración de asambleas con el
concurso de todos los ciudadanos de una entidad, donde todos y cada uno puedan tener
participación con voz y voto para la toma de decisiones se ha vuelto prácticamente
imposible, el tamaño de las poblaciones y de los territorios en el Estado – nación hacen
inoperantes la aplicación y funcionamiento de estos mecanismos. La cuestión a la que se
enfrentó esa generación fue hallar los modos de aprovechar lo mejor de esa tradición en
muy diferentes circunstancias, esta es la tarea que se darán los mejores pensadores de le
época, hasta dar con un modelo útil para sus sociedades.
Para la descripción de la democracia representativa se intenta una articulación de
aspectos históricos y sistemáticos, pues se describen categorías fundamentales a partir de
los aporte de pensadores protagonistas de esa búsqueda. El punto de partida es Maquiavelo
(1), pues actúa con gozne entre dos grandes épocas, en seguida se aborda el concepto de
soberanía (2), a partir de algunos de los planteamientos de Hobbes, el punto siguiente
4 Dahl, Robert A., La democracia y sus críticos, Op. Cit. p. 22. 5 El feudalismo propio de la Edad Media se ha considerado repetidamente como la antítesis típica de la democracia, pues en ella se establecen relaciones de dependencia entre el señor feudal y los vasallos, relaciones de protección, de dominio.
16
aborda las características que debe tener el poder del Estado (3), para ello la atención se
dirige sobre Locke, Montesquieu, Madison y Rousseau, que fueron quienes estructuraron a
la democracia representativa, en seguida se retoman dos elementos esenciales de este
sistema, que son la libertad individual (4) y la representación (5), todo a partir de los
aportes de John Stuart Mill y finalmente, se aborda el tema de la igualdad (6), que actúa de
manera especial en todo el planteamiento, sin poderse atribuir a ninguno en particular, pero
como un elemento presente en todos, este es pues, el punto que cierra el recorrido por los
principios generales de la democracia representativa.
Maquiavelo6 (1), entendió muy bien la problemática de su tiempo, pues como
bisagra entre dos épocas, es quien se encarga de discernir la problemática a resolver, de
contextualizar la pregunta, de bosquejar alternativas de resolución. Maquiavelo es conocido
sobre todo por su obra El Príncipe. Ésta obra ha pasado a la historia por describir artilugios
importantes para el arte de gobernar, por ejemplo, en ella se explica que hay ocasiones en
las que es necesario acudir a las razones de Estado y pasar por sobre las voluntades
particulares para lograr los objetivos propuestos, el énfasis que se ha hecho sobre esta
controvertida perspectiva ha determinado la lectura tradicional que se hace de este autor,
sin embargo una lectura más justa de él tiene que pasar también por su otra obra
importante: Los Discursos, en la que plantea el panorama de la política como transición
entre lo que aún no se ha ido y lo que no está bien dibujado porque no acaba de llegar, en
efecto, Maquiavelo describe una importante transición entre la teoría política del mundo
antiguo y la del incipiente nuevo orden europeo. Reconoce tres principales formas del
gobierno constitucional: monarquía, aristocracia, democracia, inestables todas desde su
diagnóstico inicial y hace un análisis que las recorre una por una, además tiene la
convicción que la democracia en Atenas degeneró por su incapacidad de protegerse, tanto
de la arrogancia de las clases superiores, como del carácter licencioso del gran público. Un
punto muy importante, pues se va a convertir en un presupuesto de aquí en adelante, es la
negativa de Maquiavelo de reconocer la existencia de un orden natural preexistente, que
simplemente haya que descubrir para articular la sociedad, al contrario, dice que es tarea de
6 Nicolás Maquiavelo (1469-1527), obras: El Príncipe, 1513, Los Discursos, 1512-1519. Para contar con una referencia, se acompaña al nombre del pensador su fecha de nacimiento y muerte, así como una o dos de sus obras más importantes. Se procede de la misma manera con el resto de los pensadores considerados en este apartado. Los datos fueron tomados de: Held, David, Modelos de democracia, Alianza, México, 1992.
17
los hombres articular ese principio de cohesión social: “…la tarea de la política consistía en
crear orden en el mundo. Maquiavelo concebía la política como una lucha para obtener,
utilizar y contener el poder. Se atribuye por lo tanto a la política un lugar preeminente en la
vida social, como elemento constitutivo principal de la sociedad.”7
La soberanía (2) es una categoría clave en el pensamiento político que designa la
centralidad y la superioridad del poder sobre el cual no existe ningún otro poder superior,
por eso ‘el soberano’ tiene toda la autoridad sobre el territorio y la población, pretensión no
menor, desde entonces es un tema de disputa. De manera particular, en el cambio de
circunstancias históricas no queda claro a quién pertenece la soberanía y quién tiene que
ejercerla. En esta discusión interviene Hobbes8 y su aporte lo convierte precisamente un
punto de transición, pues se ubica entre la defensa del estado absolutista y la lucha del
liberalismo contra la tiranía. En su obra El Leviatán, a través del artificio metodológico del
‘estado natural’, supone al ser humano en estado primitivo, lleno de pasiones egoístas y que
lucha siempre por tener una posición fuerte y donde pueda satisfacer sus pasiones. Sin
embargo, en un momento dado, para hacer la convivencia posible ha de otorgar a algo o
alguien su poder, para que éste sea capaz de garantizar el orden social y hacer posible la
convivencia. En un estadio más desarrollado ese ‘alguien’ tiene que ser el Estado, es decir,
la soberanía es el resultado de la cesión que hace cada individuo de su poder personal. “Es
importante hacer hincapié en que, en opinión de Hobbes, a pesar de que la soberanía debe
ser indivisible, fundamentalmente absoluta y debe perpetuarse a sí misma, se establece por
la autoridad que le confiere el pueblo (Leviatán, pp.227-228)”9 En síntesis, Hobbes concibe
que los seres humanos son profundamente egoístas y siempre buscan deleites y hacerse de
una posición fuerte, por eso hay que hacer valer tanto la libertad del individuo como el
poder del Estado para que se garantice el orden social y político, estos dos componentes son
esenciales para que se que se garantice el orden social y político, el gobierno de un
soberano indivisible.
El Estado concentra el poder (3), por ello el modo en que éste ha de ser ejercido es
una cuestión de primer orden, además como se va a ilustrar en adelante, ésta definición
7 Held, David, Modelos de democracia, Op. Cit. p. 61. 8 Tomas Hobbes (1588-1679), obras: Del Espíritu de las leyes. 9 Held, David, Modelos de democracia, Op. Cit. p. 67.
18
necesitó otros tantos desarrollos hasta configurarse de manera más clara. Locke10, impulsor
decidido de la tradición constitucionalista liberal, está de acuerdo en parte con Hobbes,
pero no del todo, por eso lo complementa a través de una ingeniosa crítica: usa una
comparación que se ha hecho célebre, pues se pregunta cómo es posible que un hombre que
no pueda confiar en otro como él para la convivencia diaria vaya a ser capaz de confiar en
el Estado para el desarrollo de sus objetivos: “…eso sería como pensar que los hombres son
tan insensatos que se preocupan de salvaguardarse de los daños que puedan hacer las
Mofetas o los Zorros, y les tiene sin cuidado, más aún, que juzguen como una salvaguardia
el ser devorados por los Leones.”11 De ahí surge la necesidad de definir con precisión los
alcances y tareas del poder del Estado. Para Locke, el Estado va a ser el órgano encargado
de la defensa de la vida, libertad y propiedad de los ciudadanos.
Debido a que el Estado deriva de la existencia de ciudadanos libres, la actividad
política es el instrumento óptimo para garantizar las condiciones para la libertad de los
integrantes de la sociedad. El objetivo final es proteger la libertad de los ciudadanos
mediante la institucionalización de un poder político circunscrito legalmente y responsable
ante los gobernados, la razón del El Estado es pues, proteger los derechos del individuo, por
eso, la integridad y fines últimos de una sociedad requieren de un Estado constitucional en
el que el ‘poder público’ esté legalmente circunscrito y dividido. “Para Locke, la actividad
política es instrumental; garantiza el marco o las condiciones para la libertad, de modo que
los fines privados de los individuos puedan ser realizados en la sociedad civil. La creación
de una comunidad política es la responsabilidad que tienen los individuos para asegurar sus
fines. Por lo tanto, la pertenencia a una comunidad política, es decir, la ciudadanía, otorga a
los individuos responsabilidades y derechos, deberes y poderes, limitaciones y
libertades.”12
Sin embargo, la definición más precisa de los límites del Estado y del mecanismo a
través del cual logrará el objetivo de asegurar la libertad de los ciudadanos, la plantea
Montesquieu13, pues hace interesantes innovaciones en el modelo que está surgiendo:
asume tanto el diagnóstico de Hobbes acerca del origen egoísta del ser humano, como el
10 John Locke (1632-1704), obras. Ensayo sobre el gobierno civil. 11 Locke, John, Ensayo sobre el gobierno civil, p. 71, par 93. en: Held, David, Modelos… p. 69. 12 Held, David, Modelos de democracia, Op. Cit. p. 72. 13 Montesquieu, Charles-Louis de Secondat, Barón de (1689- 1775), obras: El espíritu de las leyes, 1748.
19
análisis de Locke de la necesidad de un estado acotado, pero radicaliza ambos
planteamientos, por ello es quien con mayor énfasis habla de la división de poderes del
Estado en ejecutivo, legislativo y judicial, según su análisis, éstos surgen de la necesidad de
instituciones para alcanzar la constitución de un gobierno representativo. Montesquieu
admira la polis griega, pero cree que las condiciones que le hicieron posible ya han
desaparecido, por eso aboga por un modelo de sociedad donde el gobierno tenga
atribuciones constitucionales para la protección de los derechos de los individuos, donde
queden bien definidas la relación y los equilibrios entre el Estado soberano y el pueblo
también soberano.
Todos estos desarrollos son asumidos por Madison14, arquitecto de la constitución
norteamericana, que elabora todo un proyecto político viable, superando la mera exposición
de unos planteamientos generales. De Hobbes asume que la política se funda en el egoísmo,
de Locke que se tiene que proteger la libertad de individuo a través de un poder civil
circunscrito y responsable ante los ciudadanos, de Montesquieu asume el principio de la
división de poderes como central para la construcción de un estado legítimo. Su punto de
partida es una postura crítica ante la democracia directa, al estilo de Platón y toma como
base los principios hobbesianos del egoísmo como sustento de la naturaleza humana.
Madison sostiene que las democracias puras han sido intolerantes, injustas e inestables y
aunque no es el primero en proponer la democracia representativa, este modelo va a recibir
de él sus planteamientos más acabados, todo un programa político, como se señalaba ya con
anterioridad. Una preocupación central en Madison es la lucha que se da entre facciones, es
decir, entre grupos de interés que surgen al interior de las sociedades, grupos mayoritarios o
minoritarios que actúan por algún impulso común y que asumen una postura de conjunto
que normalmente se opone o enfrenta a otros grupos al interior de la sociedad, por ejemplo,
de un lado están los que tienen más recursos en determinado grupo social, por otro están los
que tienen menos o no tienen nada. El modo en que Madison enfrenta este aspecto de las
inequidades en toda sociedad, es a través de un principio básico, pues la distribución
desigual de los bienes es fuente de antagonismo y no hay de otra, las inequidades siempre
van a existir, por ello Madison entiende que esas diferencias pueden superarse mediante las
urnas, ellas indicarán el rumbo hacia el cual ha de dirigirse la sociedad en su conjunto, este
14 James Madison (1751-1836), obras: El Federalista.
20
planteamiento es lo que da lugar a la representación política, que entonces viene a ser como
la delegación del gobierno a “un pequeño número de ciudadanos elegidos por el resto”.15
En este esquema es posible conciliar intereses, negociar, llegar a acuerdos, no importa la
escala de la sociedad, la búsqueda de acuerdo siempre es posible.
Entonces, la configuración del poder del Estado se va nutriendo de todos estos
componentes, a través de los cuales va surgiendo este nuevo modelo de representación. Un
aporte esencial es el que dan Jeremy Bentham16 y James Mill17, portavoces del liberalismo
inglés, utilitaristas de afiliación ideológica, por la semejanza de sus planteamientos,
usualmente se les aborda juntos. Ambos señalan que la motivación predominante de los
seres humanos es satisfacer sus deseos, maximizar su satisfacción y utilidad y minimizar su
sufrimiento, por eso la sociedad está compuesta de individuos que persiguen tanta utilidad
como pueden obtener de todo aquello que desean.
Finalmente un pensador fundamental en el desarrollo de la democracia liberal es
Rousseau18. Relaciona democracia con los derechos y deberes del ciudadano, es crítico de
la noción de democracia de la Atenas clásica, considera que como no hay división entre las
dimensiones legislativa y ejecutiva, en épocas de crisis se tiende a la inestabilidad, a las
luchas de aniquilación mutua y a la indecisión, sin embargo es difícil no hallar continuidad,
aunque él la establezca más bien con la Roma republicana. Para Rousseau es central la idea
que el consentimiento de los individuos legitima el sistema de gobierno.
Los puntos señalados en este apartado son todos fundamentales para el desarrollo de
la democracia representativa, pero sin duda la libertad ocupa un lugar central en las
preocupaciones de los distintos autores, en efecto, la defensa de la libertad individual (4), es
el eje articulador de la reflexión que hasta aquí se ha recuperado. De manera significativa,
es John Stuart Mill19, quien señala la centralidad de esta categoría y por ello la necesidad
de su defensa. Entiende que el Estado es únicamente el aparato que se constituye para
lograr el objetivo de su defensa. “El objeto (…es…) proclamar un principio muy sencillo
encaminado a regir de modo absoluto la conducta de la sociedad en relación con el
15 Gargarella, Robert, Crisis de la representación política, Op. Cit. p. 84 16 Jeremy Bentham (1748-1832), obras: Introducción a los principios de moral y legislación, 1789. 17 James Mill (1773-1836). Obras. Principios de economía política, 1822. Análisis de los fenómenos del espíritu humano, 1829. 18 Jean-Jaques Rousseau (1712-1788), obras. El Contrato Social, 1762. 19 John Stuart Mill (1806-1873), obras: Del gobierno representativo, 1861. Ensayo sobre la igualdad sexual, 1869.
21
individuo en todo aquello que suponga imposición o control, bien se aplique la fuerza física
en forma de penas legales, o la coacción moral de la opinión pública. Tal principio es el
siguiente: el único objeto que autoriza a los hombres, individual o colectivamente, a turbar
la libertad de acción de cualquiera de sus semejantes, es la propia defensa; la única razón
legítima para usar de la fuerza contra un miembro de una comunidad civilizada es la de
impedirle perjudicar a otros. (Sobre la libertad p. 32)”20
Stuart Mill considera que la defensa de la libertad es un ‘principio muy sencillo’, sin
embargo a la hora de explorar las implicaciones en la vida social de este planteamiento, las
cosas pueden ser bastante complicadas, pues no queda claro hasta donde la solidaridad
puede empezar a convertirse en una intromisión, no queda claro hasta donde las exigencias
de la simple convivencia comienzan a imponerle a unos y a otros por una simple
distribución de tareas, cargas que puede empezar a considerarse intromisión, en síntesis,
este ‘sencillo principio’ puede ser formulado con toda precisión, sin embargo su aplicación
no ha dejado nunca de presentar dificultades. Finalmente, no es posible dejar pasar el hecho
que Stuart Mill siendo tan admirador de la democracia directa, estilo Grecia, afirme que
éste modelo no se podría sostener en la edad moderna, por cuestión de la escala, por ello
también se le aborda en el siguiente punto.
La representación (5) se articula en el esquema de John Stuar Mill al enfrentar los
peligros del poder despótico, dirigido, altamente autoritario, absoluto en cuya defensa se
habían involucrado no pocos de su tiempo. Había que hacer frente al latente peligro
generado por los ataques a la libertad de los integrantes de una sociedad, situaciones que
podrían darse en el caso de un Estado que creciera rápidamente por intentar responder a la
complejidad que se da tanto al interior del Estado como en su interrelación con otros
Estados. Aparece aquí el problema de la escala de la democracia, pues las dimensiones
poblacional y geográfica tornan imposible la pretensión de hacer vigente la democracia
directa, por eso hay que nombrar representantes, la escala ha hecho inviable ese tipo
específico de democracia en los tiempos modernos. “…la idea de la polis de la antigua
Grecia no podía sostenerse en la sociedad moderna. La noción de autogobierno o gobierno
de asambleas abiertas es, sostenía (de acuerdo con la tradición liberal en su conjunto) una
pura locura para toda comunidad que excede a una pequeña ciudad. Por encima de los
20 John Stuart Mill. Sobre la libertad, p. 32. En Held, David, Modelos de democracia, Op. Cit. p. 111.
22
pequeños números, los individuos no pueden participar ‘más que en una porción muy
pequeña de los asuntos públicos’. (Del gobierno representativo, pp. 217-218)”21
La igualdad (6) de los integrantes de una sociedad es el último de los principios de
la democracia representativa recuperados en este apartado. Este punto no pertenece a
ninguno de los autores en específico, pero indagando se puede hallar un posicionamiento al
respecto en cada uno de ellos. En términos generales, la igualdad es el supuesto que en el
conjunto de la sociedad, más o menos todos los miembros del grupo podrían estar
preparados para gobernar, ésta es una idea primordial para el desarrollo de la democracia.
La igualdad es un factor donde es posible examinar la influencia de las creencias del
grupo en el comportamiento social. Supóngase el caso de un grupo mayoritario o
minoritario pero sustantivo, de una totalidad que quisiera no vivir la vida social en un
esquema de democracia, la existencia de un grupo con estas características haría a la
democracia inviable para ese conjunto. La idea de igualdad supone la pertenencia, pues con
ella queda más o menos definido quien pertenece a tal grupo y quien no y le es inherente
también la idea de independencia de controles externos. Por la idea de igualdad: “…los
miembros creen que ninguno de ellos, y ninguna minoría entre ellos, está mejor capacitado
o capacitada, tan definidamente que a esa o esas personas deba permitírseles gobernar sobre
todo el resto de la asociación; por el contrario, piensan que todos están igualmente
calificados para participar en un pie de igualdad en el proceso de gobierno de la
asociación.”22 Lo señalado hasta ahora va en la línea de aspectos que funcionan como
principios generales en la configuración de la democracia representativa, sin embargo, se ha
dicho también que los diseñadores de la democracia representativa no creen en que el
pueblo tiene la preparación, ni la sensatez, ni la información necesaria para participar en la
toma de decisiones, hay en ellos una, ya más, ya menos, velada visión despectiva del
pueblo. Esta visión despectiva hacia la participación, a mediano plazo ha acarreado
dificultades sustantivas, que son las analizadas en el siguiente apartado.
1 1 3 Dificultades características
El itinerario recorrido para hallar esquemas de organización democráticas no ha
estado libre de dificultades. Como se ha señalado, la democracia representativa es un
21 Held, David, Modelos de Democracia, Op. Cit. p. 118. 22 Dahl, Robert, La democracia y sus críticos, Op. Cit. p. 43.
23
esfuerzo por condensar y hacer viable lo mejor de la experiencia histórica de las sociedades
en condiciones nuevas, sin embargo su concepción, modelación y desarrollo se ha
levantado con presupuestos que la han hecho cada vez más complicada. El panorama que
resulta de su ejercicio en las sociedades contemporáneas es muy problemático, existe un
desencanto generalizado en la ciudadanía por la participación en los asuntos públicos: “Las
consecuencias están a la vista e históricamente se repiten: un abstencionismo electoral
masivo y galopante en las grandes democracias occidentales; un profundo desinterés de las
masas por el funcionamiento del gobierno; y, fundamentalmente, la convicción profunda
(masas) y cínica (espectadores) de que los políticos (elites) no sirven para gran cosa; salvo
mantener un statu quo prolongado. En otras palabras: se vive una glaciación afectiva de la
política; un mundo sin encanto ni generosidad, frío y poco solidario, oportunista, egoísta,
clasista y mediocre, donde los cambios de regímenes y de economías poco o nada hacen
para transformar los modos de vida. La resultante emocional, a veces juzgada en términos
de resignación, morosidad y anomia, puede expresarse bajo la forma de un individualismo
desenfrenado, también en la búsqueda de una alternativa irracional, y en otras ocasiones
como la internalización de la violencia. En suma: una sociedad malsana, que continúa
avanzando sin brújula colectiva. Por cierto, esta mirada diagnóstica realista no debe
hacernos olvidar que los procesos políticos son ciclos históricos.”23
Un examen atento de sus condiciones hace evidente que esas dificultades, que se
entiende fueron planteadas en su momento como la salida más adecuada, implicaban
presupuestos elitistas y excluyentes. Se asume aquí una perspectiva crítica, no simplemente
descriptiva, a partir de la cual es posible lograr planteamientos que permitan identificar
aspectos donde ésta se muestra claramente deficitaria o donde sus presupuestos básicos se
le revierten y se muestran que evidentemente funcionan como obstáculos a la idea misma
de democracia.24 El procedimiento será desarrollar una descripción de la democracia
23 Dorna, Alexandre. La democracia ¿un espejismo? Populismo, maquiavelismo, carisma. Grupo Editorial Lumen. Buenos Aires – México. 1990. pp. 38-39 24 Esta es básicamente la lectura contemporánea sobre la democracia representativa, por ejemplo Gargarella sostiene en un trabajo donde aborda directamente esta cuestión que actualmente, en las sociedades se contempla “…la presencia de una extendida desconfianza hacia las instituciones públicas; y formas parecidas de descontento o apatía, respecto de cuestiones de interés colectivo.”, esto no es casual, ni producto del azar, porque: “Las instituciones que distinguen al sistema representativo (por ejemplo, la democracia indirecta; la existencia de un poder judicial capaz de controlar la validez de las leyes aprobadas por el parlamento; la presencia de un poder legislativo bicameral; la autorización de mecanismos de veto legislativo por parte del ejecutivo; etc.), fueron diseñadas conforme a presupuestos elitistas, que hoy nos resultarían claramente
24
representativa teniendo en cuenta los antecedentes abordados con anterioridad (1), en
seguida se señalan tres fuertes deficiencias, estas son: la distancia entre representantes y
representados (2a), el poder de la mayoría y la subrepresentación (2b) y los fallos en la
rendición de cuentas (2c), finalmente se procede a hacer una valoración general de la
democracia representativa (3).
(1) De la descripción hecha se deriva que la democracia representativa es: “…un
sistema de competencia (entre individuos y/o grupos y facciones egoístas), que permiten
maximizar el interés general, evitar la tiranía de la mayoría y/o castigar a las elites que
defraudan el interés público; sin necesidad de contar con ciudadanos con amplia vocación
pública.”25 De esta definición es posible extraer tres elementos sustanciales, el primero es
que se convierte en el mecanismo permitido para competir, para sacar adelante los propios
intereses, para llegar a acuerdos, en todo caso sin necesidad de anteponer fuerza o violencia
para el logro de esos acuerdos, el segundo es que no hay necesidad de establecer un
régimen de opresión de un grupo sobre otro, finalmente el tercer punto es la posibilidad de
prescindir de la participación de la mayor parte de los ciudadanos, pues el grado de
involucramiento no es considerable y se limita a un momento puntual y de fácil ejecución.
Para el desempeño de la democracia representativa es necesaria la presencia de una
serie de instituciones, que además se han convertido en su sello distintivo, que tienen la
función de articular a los diferentes actores de la sociedad, de modular sus intereses, de
hacer funcionar al sistema. Básicamente estas son: un sistema judicial que tenga la
capacidad de hacer valer la legislación aprobada por el parlamento y de dirimir los
conflictos que pudieran darse en su aplicación; un parlamento, articulado en dos cámaras
con el encargo de generar las leyes para la sociedad y un ejecutivo vigoroso que tiene entre
sus atribuciones la responsabilidad de la administración pública ordinaria, la capacidad de
vetar alguna ley y que cuenta con mecanismos que le permiten una fuerte posición ante el
conjunto de la sociedad.
contraintuitivos…”. Para probar su tesis, hace un repaso al momento en que se genero la democracia representativa, particularmente a las discusiones constitucionales en Estados Unidos en el siglo XVIII, en el momento de la celebración de la Convención Constituyente de 1787, en especial los debates constitucionales y sus resultados son precisos: fruto de esas discusiones se genero un sistema contrario a una idea genuina de democracia. Gargarella, Roberto. Crisis de la Representación Política. Op. Cit. Introducción. pp. 9-11. 25 Hernández, Andrés, Republicanismo Contemporáneo, Siglo del Hombre Ed. 1992. p. 532
25
Sin embargo, la democracia representativa se reserva una participación más amplia
de la sociedad porque entiende que en los momentos de decisión, la masa tiende a actuar
impulsivamente, que se mueve más por el estado de ánimo construido en el momento y no
por la razón. “…En tal sentido, la conexión entre discusión mayoritaria y pasiones (o
‘irracionalidad’), asumida en los orígenes de nuestro sistema representativo, resultaría
contradictoria con ideas como la de que la participación de las mayorías en los asuntos
públicos es valiosa (y que, como tal, debe ser incentivada); o aquella según la cual la
discusión colectiva mejora la calidad de las decisiones por tomarse, favoreciendo entonces
su ‘racionalidad’.”26 Por lo tanto, desde esta perspectiva, la participación de las mayorías y
el ejercicio de la democracia son ideas antitéticas.
La democracia representativa termina por desalentar la participación de los
ciudadanos en las políticas públicas, pues se configura ordinariamente con elecciones luego
de una competencia entre diferentes fuerzas, se ubica con toda precisión en un territorio
delimitado, los actores son los políticos profesionales que buscan ocupar una oficina del
aparato estatal, el resultado consiste y cada vez con mayor definición en frutos totalmente
contrarios a aspiraciones sustantivamente democráticas, es decir, una organización social
que facilite la participación política organizada de los ciudadanos, el logro de acuerdos,
consensos, definiciones a través del diálogo y la discusión pública, la implementación de
medidas que contribuyan a la integración de una economía que produzca bienes y servicios
mediante la cual todos los integrantes de esa sociedad participen de las riquezas de la
nación.
En la práctica de las sociedades contemporáneas se va dibujando con mayor
precisión una contradicción: los ciudadanos creen o dicen creer en las bondades de la
democracia, pero al mismo tiempo esos mismos ciudadanos poseen menos confianza en las
instituciones claves de la misma. La insatisfacción con la forma en que los gobernantes
trabajan, conduce a mediano plazo al debilitamiento de la confianza en la democracia y de
esta manera debilitar el soporte a la democracia misma. Otros ciudadanos concluyen que
deberían participar más activamente en la vida política para subsanar los defectos que ellos
ven en la operación de sus gobiernos democráticos.27
26 Gargarella, Roberto, Crisis de la representación política, Op. Cit. p. 10. 27 Esta tesis la ha sostenido Robert A. Dahl en diferentes trabajos, aquí hacemos referencia a: Dahl, Robert A., Una paradoja democrática, Political Science Quaterly, Volúmen 115, Número 1, 2000.
26
Se describen ahora tres fuertes dificultades que se pueden identificar en la
democracia representativa. En primer lugar se aborda la distancia entre representantes y
representados (2a). La democracia representativa supone el libre asentimiento de los
participantes, sin embargo como no puede determinar cuándo y cómo se puede llegar a esta
situación ha tenido que transformar esta pretensión a otra más factible, para quedar
reducida simplemente a ‘aquello que los participantes pudieran querer’, expectativa muy
alta, si se parte de los presupuestos iniciales de un observador neutro, más aún, hay que
tomar en cuenta que en última instancia los representantes políticos persiguen sus propias
metas y no los intereses públicos ni la agenda programática con la que obtuvieron el apoyo
de los electores.
Este acercamiento permite dar cuenta que la democracia representativa presupone
demasiado de los representantes, pues entiende que han de ser personas con alto grado de
virtud, de conocimiento, de determinación, características que en los momentos concretos
resultan una gran carga, pues son expectativas muy altas que finalmente y de ordinario no
se pueden cubrir. Esta pretensión también abona a la afirmación que la democracia
representativa no pretende hacer más responsable a la ciudadanía, sino algo mucho más
simple y grave, que es conseguir la legitimidad necesaria para el ejercicio público de los
representantes: “…las democracias representativas no fueron concebidas por los padres
fundadores como una forma de autogobierno de la ciudadanía; por el contrario, el gobierno
representativo se concibió como una forma de gobierno sustancialmente diferente y
superior a la democracia. Las elecciones se establecieron para habilitar y legitimar el poder,
no para eliminar las diferencias entre gobernantes y gobernados. De esta manera, las
elecciones, a pesar de representar un contenido igualitario, también tuvieron (y tienen) un
rasgo aristocrático y elitista en tanto creaban (y crean) una diferencia entre gobernantes y
gobernados.”28
La segunda dificultad importante que se aborda aquí es la dominación domesticada
de las mayorías (2b), es decir, como no hay mecanismos para lograr el consenso en cuanto
sea posible, se opta entonces por el establecimiento de la regla de la mayoría, esto es una
28 Cuando se explicitan estos supuestos se hace evidente la influencia de planteamientos del tipo de Hobbes, que tienden a enfatizar el egoísmo de los hombres en el manejo de sus acciones concretas, en las formulaciones y esquemas logrados de la democracia representativa. Sin duda éste sistema al ser diseñado para dejarse en manos de representantes lograba evitar las dificultades señaladas. Hernández, Andrés, Republicanismo Contemporáneo, Op. Cit. p. 533.
27
representación imperfecta, en donde permanece siempre la amenaza de la tiranía de la
mayoría sobre aquellos pareceres que no concuerden con la visión dominante. La
pretensión inicial era cubrir mediante los esquemas democráticos representativos un
panorama completo de todas las posturas en la sociedad, sin embargo como este ideal no
era sencillo de alcanzar, fue derivando en la representación imperfecta, incompleta o
parcial. Finalmente la pretensión de la representación ya no se puede lograr y normalmente
los grupos más afectados son los minoritarios o aquellos que padecen falta de
reconocimiento a sus especificidades culturales.
Un tercer aspecto que se identifica como altamente deficitario en la democracia
representativa es la dificultad de la población de exigir a sus representantes el
cumplimiento de los programas electorales y de evaluar la calidad de su gestión, es decir, la
dificultad para hacer valer la rendición de cuentas (2c). Si bien se supone la posibilidad del
voto de castigo, en la práctica éste no funciona como recurso eficiente, pues hay una serie
de factores involucrados en las fases de relevo que hacen que este punto se diluya entre
otros, por ello la rendición de cuentas es un aspecto muy complicado en la democracia
representativa. Una factor importante en éste déficit es el funcionamiento del sistema vía
los partidos políticos, porque éstos “…permitieron ampliar el electorado y aumentar su
influencia sobre las decisiones públicas. Los partidos, con sus burocracias y redes de
militantes, movilizaron al electorado mediante ofertas programáticas. Las bases sociales
elegían a sus representantes a partir de programas electorales que fijaban un mandato al
trabajo de los partidos y parlamentarios. Estos, una vez electos, deberían cumplir con las
promesas y seguir la disciplina del partido; por ello, para muchos se consideró que era una
forma de reducir la autonomía de que gozaban previamente los políticos durante su
mandato.”29 La democracia representativa de ordinario hizo gala de su sistema de frenos y
contrapesos para restaurar los equilibrios del sistema al establecer controles mutuos entre
los diferentes componentes del sistema político y para no permitir la sujeción o dominio de
uno sobre otro: “Este sistema (el de ‘frenos y contrapesos’), centralmente estuvo orientado
a establecer diferentes ramas de poder, parcialmente separadas entre sí, y mutuamente
capaces de controlarse entre ellas. La forma de alcanzar este último objetivo, consistió en
proveer a cada una de las ramas en cuestión (el ejecutivo, el judicial, las dos cámaras
29 Hernández, Andrés, Republicanismo Contemporáneo, Op. Cit. p. 545.
28
legislativas) de medios capaces de restringir los posibles excesos de las otras. Así, entonces,
el veto presidencial; la capacidad de cada cámara para vetar las decisiones de la otra, y para
sobrepasar (con un esfuerzo mayor) el veto del ejecutivo; o el control judicial de las leyes
(consagrado definitivamente en forma posterior a la sanción de la Constitución).” 30 Sin
embargo los pensadores que generaron este sistema ni siquiera se plantearon la pregunta si
las diferentes ramas del poder representaban en verdad a los diferentes grupos que integran
a la sociedad. Este origen en el diseño da lugar a grandes dificultades: “Un problema
estructural y no circunstancial de las democracias liberales es que es imposible hacer
cumplir a los políticos, porque no existe ningún contrato, ni tribunales que tengan
jurisdicción sobre los compromisos que adquirieron con los electores. Estas democracias se
caracterizan por funcionar con enormes asimetrías informativas entre los ciudadanos que
actúan como consumidores y los políticos que ofrecen programas e intentan alcanzar su
elección.”31
De esta manera se puede ya ir elaborando un balance genérico de la democracia
representativa (3) a partir de los elementos enunciados, afirmaciones que son
fundamentales porque describen el mismo diseño de este esquema de organización. Como
el diseño mismo de le democracia representativa producen desánimo en las poblaciones, la
opinión pública tiene que buscar otros espacios para expresarse.
Todos estos signos no son efectos indeseados, sino requisitos para el
funcionamiento del sistema, con demasiados signos empíricos como ubicarlos al margen:
“Cualquier encuesta nos dice de la poca credibilidad de la que goza la clase política y
cualquier conversación de café nos confirma lo que intuimos: una extendida desconfianza
sobe los representantes; la sensación de que ‘los políticos’, muy frecuentemente, actúan con
absoluta independencia de los reclamos de la ciudadanía.”32 La existencia de una antipatía
generalizada hacia todo lo que tiene que ver con la política y lo político, la también
generalizada desconfianza hacia las instituciones públicas y la muy extendida apatía y
molestia hacia todo lo que tiene que ver con temas de orden colectivo son los síntomas de
la crisis. “Para algunos autores, tales hechos se explicarían a partir de ciertas
30 Gargarella, Roberto, Crisis de la representación política, Op. Cit. p. 34. 31 Hernández, Andrés, Republicanismo Contemporáneo, Op. Cit. p. 549. 32 Gargarella, Roberto, El ideal de la democracia deliberativa en el análisis del sistema representativo.
Algunas notas teóricas y una mirada sobre el caso de la Argentina, Revista Sociedad, Facultad de Ciencias Sociales (UBA), n. 6, abril 1995.
29
‘deformaciones’ o ‘desvirtuaciones’ de nuestro sistema político, propias de estas últimas
décadas. Según mi análisis en cambio, los citados ‘males’ señalarían precisamente lo
contrario, esto es, que tal sistema político funcionó tal como se esperaba que
funcionase.”33Un tipo de análisis de este fenómeno tiende a enfocar la atención hacia el
deterioro de ciertos valores que se tienen por fundamentales o bien a enfatizar que son
producto del surgimiento de una clase política especialmente interesada en obtener tal o
cual beneficio. Sin embargo por lo ya analizado, es posible sostener lo que ya se había
anunciado con anterioridad: la falta de participación de la sociedad civil no es un obstáculo
para el funcionamiento de la democracia representativa, antes bien, es un requisito para su
operación: “Varias experiencias de debilitamiento de la sociedad civil y, en otros casos, de
resurgimiento o creación de nuevas expresiones de movilización social independientes del
Estado y del mercado en la última década, han mostrado la importancia central de la
existencia de una sociedad civil fuerte y autónoma para la consolidación de una democracia
disputatoria, incluyente, participativa y menos desigual que las democracias liberales de
tipo delegativo.”34
Por ejemplo, el poder judicial resuelve controversias sobre asuntos centrales para la
sociedad, temas importantes sobre la familia como aborto, divorcio, tutela, salud, eutanasia,
eugenesia, jubilaciones, etc., es decir, las cuestiones sustantivas para la vida no son
resueltas por la gente, sino por los jueces, lo cual provoca pasividad o indiferencia, por
decir lo menos. En el poder judicial con toda claridad se nota el ‘carácter
contramayoritario’ en el diseño social, esto es: “…dentro de un sistema democrático, la
decisión de cuestiones ‘sustantivas’ debe quedar en manos de las mayorías o (en todo caso)
de sus órganos representativos. En tal sentido, el Poder Judicial parece mal ranqueado, dado
que sus miembros no son elegidos directamente, y los mandatos de éstos se extienden
mientras dure su ‘buena conducta’ sin sujeción alguna al voto popular.”35
El diseño que hace de la pertenencia social un mecanismo automático inhibe la
afiliación voluntaria, que ayudaría al compromiso personal y social, pero además el
mantenimiento de estas instancias pide, o exige incluso, mecanismos de control y
33 Gargarella, Roberto, Crisis de la representación política, Op. Cti. p. 93. 34 Hernández, Andrés, Republicanismo Contemporáneo, Op. Cit. p. 558. 35 Gargarela, Roberto. El ideal de la democracia deliberativa en el análisis del sistema representativo, Op. cit.
30
dominación sobre los grupos o colectivos, no se diga de raigambre autoritaria, sino
bloqueadores y hasta penalizadores de la iniciativa personal. El balance sobre los elementos
descriptivos de la democracia representativa no puede ser optimista, este sistema fue
formulado con principios de exclusión, además es posible afirmar como lo hacen algunos
autores, que en su diseño hay precisamente planteamientos contrarios a una idea genuina de
democracia: “Una alternativa permanente frente a la democracia es que el gobierno esté a
cargo de ‘tutores’, ‘custodios’ o ‘guardianes’ de la sociedad. Para quienes defienden esta
concepción la idea de que el pueblo comprenderá y defenderá sus propios intereses es
ridícula, y más ridículo aún es pensar que comprenderá y defenderá los intereses de la
sociedad global.”36
Una vez completado este recorrido es posible dar el siguiente paso y analizar los
componentes del sistema económico, en concreto el sistema de intercambio vigente que es
el capitalismo, sus dificultades, posibilidades y realizaciones.
1 2 La crisis en el capitalismo
El capitalismo ha sido reiteradamente acompañado de crisis, lo ha sido de tal
manera que para algunos autores la crisis es incluso un componente inherente a su
funcionamiento. Hay diferentes tipos de crisis, hay unas que se generan como resultado de
todo un proceso de gestación y produce una nueva realidad, otras que se dan cuando el
sistema ha agotado sus posibilidades de reproducción y colapsan lo existente, además hay
crisis que se generan dentro del funcionamiento de un sistema y produce cambios,
acomodos, movimientos para lograr finalmente un mero reajuste o mejoramiento del
sistema.
En el presente apartado se va a abordar la explicación del comportamiento cíclico
del capitalismo desarrollada por Kondratieff para mostrar el valor funcional de la crisis, en
seguida se aborda la crisis del Estado de bienestar, como un momento emblemático de la
crisis del capitalismo, pero desde dos perspectivas: la lectura que se hizo desde la izquierda
y la que se generó desde la derecha, además se da cuenta de las reacciones que se generaron
como respuesta a esta crisis, pues son expresión de la situación contemporánea, que es el
punto que se aborda en el último segmento del presente apartado.
36 Dahl, Robert A., La democracia y sus críticos, Op. Cit. p. 67.
31
1 2 1 El comportamiento cíclico del capitalismo
Un marco amplio para entender el comportamiento de capitalismo es el aparato
conceptual desarrollado en las primeras décadas del siglo XX por el economista ruso
Nicolai D. Kondratieff37. La afirmación básica de Kondratiff es que a la economía
capitalista le es propio un comportamiento regular expresado como ciclos largos de auge
intercalados con ciclos también largos de desplome. Metodológicamente estudió el
comportamiento de diferentes variables económicas para mostrar precisamente un
comportamiento cíclico del capital, las variables por él usadas fueron: el dinamismo del
nivel de precios al mayoreo, las tasas de interés, los salarios y el comercio exterior, la
producción y el consumo de carbón y hierro en lingotes y la producción de plomo38. Con
los datos disponibles y bajo un esquema de trabajo estadístico muy riguroso analiza lo
sucedido en Francia e Inglaterra y posteriormente incorpora también los datos de Estados
Unidos. A este planteamiento es al que denomina los Ciclos Largos del Capitalismo y
desde entonces ha sido referencia para muchos que han pretendido comprender y explicar
al capitalismo. Aunque en una sociedad la economía, la política y la ideología están
completamente engarzadas y no pueden funcionar una sin la otra, metodológicamente
tienen que distinguirse y abordarse como componentes claramente diferenciadas para hacer
posible su estudio y poder extraer explicaciones de provecho, el de Kondratiev es un aborde
económico y aunque las otras dimensiones están presentes, el énfasis es el comportamiento
de las variables económicas.
El estudio de Kondratiev muestra un mapa de ciertas regularidades con las que se
perfila un panorama que si bien es complejo, alcanza a trazar regularidades bien
delimitadas. La primera observación que es que efectivamente existen ciclos, si bien dichos
ciclos no son uniformes y completamente regulares, si presentan tendencias claramente
definidas que indican su orientación global y cuando ocurren cambios, estos se alcanzan a
notar con claridad y hasta contundencia. En este modelo un ciclo inicia cuando se da un
aumento en las cotizaciones de los valores de renta, en las tasas de interés y en las otras
37 Kondratiev, Nikolai D., Ensayos sobre el ciclo económico, FCE, México. 1944. Bajo la dirección de Víctor L. Urquidi. Hemos accedido a este texto en una versión en línea que es realmente una selección, de textos, el documento se halla en www.eumed.net/cursecon/textos por lo menos hasta el 27 de septiembre del 2007. La referencia de la publicación original es: The Reviews of Economics Statistics: Vol XVII. No. 6. Noviembre 1935. 38 Kondratiev, Nicolai D., Op. Cit., 1944. Estos son precisamente los títulos de los capítulos IV al IX.
32
variables que se han señalado, aumentos que expresan un auge general de la economía. El
crecimiento se sostiene continuadamente, hasta llegar a un punto de quiebre y las variables
comienzan a declinar primero ligeramente, luego de manera continuada incluso con
agresividad hasta la caída total. Es decir, los cambios se alcanzan a dibujar con claridad,
aunque en un ‘gran ciclo’ también hay fluctuaciones. Con los datos disponibles Kondratiev
identifica la presencia de tres grandes ciclos. El primero va de 1780 hasta 1810-17 (más o
menos) y es un ascenso, enseguida el descenso va de 1810-17 a 1844-51. El segundo en
ascenso desde 1844-51 hasta 1870-75 y en descenso desde 1870-75 hasta 1890-96.
Finalmente el tercer, en ascenso que va desde 1890-96 hasta 1914-20 y el descenso de
1914-21 a la fecha que escribe39. Kondratiev hace notar que aún dentro de un ‘gran ciclo’
hay fluctuaciones, aunque las constantes observadas se pueden identificar con claridad.
Como producto del análisis desarrollado y a manera conclusiva, Kondratiev sostiene
importantes aseveraciones, pues afirma: “…pensamos que, con base en los datos
disponibles, es muy probable la existencia de grandes fluctuaciones de carácter cíclico. (…)
Al mismo tiempo, creemos justificado decir que, si existen de alguna manera, las grandes
oscilaciones son un factor muy importante y esencial en el desarrollo económico. (…) Al
afirmar la existencia de las grandes oscilaciones y negar que provengan de causas fortuitas,
somos también de la opinión de que provienen de causas que son inherentes a la esencia de
la economía capitalista. Esto naturalmente conduce a la naturaleza de estas causas”.40
De los datos trabajados tendría que concluirse que la crisis es inherente al
capitalismo, sin embargo Kondratiev es muy cauteloso, pues pide mantener abierta esta
investigación para continuar agregando datos hasta contar con una base que le de mayor
solidez al estudio y poder establecer conclusiones definitivas.
1 2 2 La crisis del Estado de bienestar
Se aborda la crisis del Estado de bienestar como un momento emblemático de las
crisis del capitalismo. En principio se hace un recuento de los antecedentes inmediatamente
previos, como es la post-guerra, etapa donde se gestó este modelo (1), enseguida se hace
una descripción de esta crisis, pero en una interpretación doble, pues ambas son
complementarias para una comprensión y para entender los efectos y sus consecuencias: la
39 Kondratiev, Nikolai D., Op. Cit., 1944. Se refiere a los tres ciclos que están descritos en el Cap. X. 40 Kondratiev, Nikolai D., Op. Cit., 1944. Conclusiones.
33
que se ofrece desde la derecha (2) y la que realiza la izquierda (3), luego se hace un
balance, (4) se exponen las reacciones articuladas por ambas tendencias (5) (6) y para
cerrar se hace una serie de señalamientos críticos (7).
Luego de la Segunda Guerra Mundial (1) privó en el mundo entero una amplia
sensación de consenso social, una especie de adhesión incondicional a los acuerdos e
instituciones vigentes y altos niveles de cohesión social. “Muchos han caracterizado la
década y media que siguió a la segunda guerra mundial como un período de consenso, fe en
la autoridad y legitimidad. La guerra parecía haber generado una corriente de promesa y
esperanza en una nueva era caracterizada por cambios progresivos en la relación entre
estado y sociedad a ambos lados del Atlántico. En Inglaterra, la coronación de la reina
Isabel II en 1953 –al menos dos millones de personas llenaron las calles, más de veinte
millones las vieron por televisión, cerca de veinte millones la escucharon en la radio,
reforzó la impresión de consenso social, (…) En Estados Unidos, la lealtad patriótica de
todos los ciudadanos parecía plenamente establecida.”41
Además, en esta época se dieron otros eventos, que aunados a este consenso social,
reforzaron la solidez del panorama. Los Estados Unidos jugaron un papel central de
liderazgo mundial, pues su intervención tardía en la guerra les otorgaba una posición
económica privilegiada, por ello pudieron desplazar grandes cantidades de recursos para la
reconstrucción de Europa, lo cual les otorgó un papel fundamental en la política mundial.
Los actores centrales tenía pleno conocimiento de ello: “Varios protagonistas de la política
extranjera, especialmente Roosevelt, Harriman y Acheson, habían adquirido conciencia de
la decadencia de Gran Bretaña y se les enseñó que su papel sería el de tomar el relevo del
liderazgo mundial; un papel que se sentían tanto más inclinados a aceptar dado el enorme
poder de los Estados Unidos al final de la guerra.”42
Por otro lado la guerra había producido un impacto en la configuración total de la
política mundial, los liderazgos no eran claros, justo en un momento cuando éstos eran muy
necesarios, por eso la participación norteamericana no sólo fue producto de una coyuntura
particular, pues los mismo países europeos solicitaron a los Estados Unidos su intervención
directa para la configuración de la política mundial: “El colapso de Gran Bretaña en esta
época dejó un auténtico vacío de poder, y los europeos decidieron llenarlo pidiendo a 41 Held, David, Modelos de democracia, Op. Cit. p. 267 42 Hall, John A., & Ikenberry, John, El Estado, Alianza Editorial, México. 1993. p. 120
34
Estados Unidos que se ocupara de su defensa en lugar de actuar por sí mismos: se trataba
de un imperio por invitación. Además los europeos eran susceptibles y nerviosos: la
implicación estadounidense en Corea del Sur fue ocasionada por la necesidad de garantizar
a los europeos el compromiso con la OTAN.”43
En los sesentas dicho consenso se fue desdibujando y dio muestras de franca
descomposición en la década siguiente. Los factores que llevan al agotamiento de un
modelo particular de desarrollo no son claros, aun cuando haya teorías explicativas, sin
embargo el auge, la estabilidad, el crecimiento sostenido y el progreso de pronto, pero
indefectiblemente, llegaron a su tope máximo y comenzó una época de cambio, esto fue lo
que sucedió con la estabilidad de la posguerra. “Cuando el crecimiento se hizo más difícil
de alcanzar en los setenta, muchos dieron en creer que grupos organizados, en particular la
clase obrera, liberados por los derechos ciudadanos de toda conducta diferente, se habían
hecho tan agresivos que un Estado ‘sobrecargado’ se enfrentaba a una ‘crisis de
racionalidad’ porque no tenía margen para gobernar el sistema.
La derecha radical (2) reaccionó volviendo de Keynes a Darwin: trató de suprimir
muchos derechos ciudadanos y de reintroducir la disciplina social, en gran parte, y
probablemente de forma consciente, extendiendo el desempleo.”44 Entonces, el período de
posguerra es de auge, se crea una riqueza masiva y una sensación de prosperidad
generalizada se extiende, esto es, el consumo de la población de toda clase de bienes y
servicios se incrementa notablemente, aumentando constantemente el nivel de vida de la
población en general, las pretensiones de los diversos grupos sociales también crecen, la
población persigue mayores niveles de renta, de servicios médicos, de educación y la elite
responde con energía a este panorama, pero este cuadro progresivamente empieza a
cambiar y se dan diferentes reacciones ante las perspectivas que van surgiendo. De este
modo, para los liberales, la generalización de las pretensiones de la sociedad de recibir todo
como beneficio deriva en la disminución de la iniciativa y la responsabilidad personal,
además afirman que se crea una expectativa, que en realidad nunca se puede llenar
provocando entonces una constante insatisfacción. Los grupos sociales presionan al Estado
43 Hall, John A., & Ikenberry, John, El Estado, Op. Cit. p. 122. Los autores citan el trabajo: G. Lundestand, “Empire by invitation? The United States and Western Europe, 1945-52” Journal of Peace Research, vol. 23 (1986). 44 Hall, John A., & Ikenberry, John; El Estado, Op. Cit. p. 140.
35
para conseguir más y mejores beneficios en la misma escala, pretensiones que a largo plazo
se hacen imposibles de cubrir, y así para todos los grupos sociales: se generalizan las
presiones de los bancos por mejores tasas, de los deudores por una baja en ellas, de los
sindicatos por pretensiones y canonjías, de los trabajadores por prestaciones más holgadas,
etc. El Estado, como arena de resolución de conflictos entre clases, es para los teóricos
liberales, una entidad que se encuentra sobrecargada por las demandas de todos los
sectores, además, los partidos en pugna entran en una competencia por ofrecer cada vez
más y mejores beneficios para hacerse del voto de las mayorías y las burocracias creadas
para ofrecer estos servicios, normalmente no llegan a cumplir las demandas para las que
fueron creadas. En resumen, desde el punto de vista liberal, la iniciativa personal es
francamente aniquilada en medio de un ambiente constante de insatisfacción por demandas
nunca completamente satisfechas.
El liberalismo parte de la salvaguarda y preservación, siempre y en todos los casos,
de la libertad individual: “La Nueva Derecha (o el neoliberalismo, o neoconservadurismo,
tal como se le denomina algunas veces) está comprometida, en general, con la idea de que
la vida política, al igual que la vida económica, es (o debe ser) una cuestión de libertad e
iniciativa individual.”45 Desde esta postura y ante la situación generada por el largo período
en que estuvo vigente el Estado de bienestar, la respuesta no se hace esperar y se configura
con toda decisión y contundencia, pues se plante como la estrategia de salida a un enorme
atolladero, la táctica es pues hacer retroceder al Estado del lugar privilegiado que ocupa en
el dinamismo de la economía hacia una postura meramente de gestión y defensa de la
libertad individual. Este discurso ha sabido aprovechar bien del enorme desencanto e
insatisfacción que se produce en las poblaciones debido a la enorme burocratización e
ineficiencia creados por el Estado de bienestar, pues los grupos atendidos son tratados por
las burocracias de manera bastante rígida, procedimentalista y hasta paternalista, cuestión
que el Estado de bienestar no tuvo nunca suficientemente en cuenta.
Recuperando, en el análisis de los liberales el Estado hace frente a los diferentes
grupos que conforman la sociedad, estos grupos tienen diferentes intereses entre sí, en
ocasiones son hasta contrapuestos, sin embargo todos ellos pretenden intervenir en las
decisiones del conjunto de la sociedad, pues todos quieren participar en los procesos
45 Held, David, Modelos de democracia, Op. Cit., p. 293.
36
sociales y por lo mismo todos ejercen presiones e impulsan distintos mecanismos para
gestionar sus demandas. En el contexto de la posguerra, la riqueza y prosperidad
generalizada, a la par que el Estado de bienestar que impulsa diferentes mecanismos
redistribuidores de la riqueza, provoca un aumento en el nivel de consumo de las
poblaciones, en el contexto de la generalización de la información gracias al alcance de los
medios de comunicación, a las opciones de entretenimiento, acceso a la vivienda, en fin, la
sociedad disfruta como nunca antes de toda clase de bienes materiales y de servicios. Por
ello las expectativas de vida de los distintos grupos sociales son históricamente elevadas, la
posibilidad y expectativa de acceso a servicios como vivienda, salud, alimentación,
educación y hasta entretenimiento son cuestión cotidiana, además todos estos servicios son
provistos por el Estado. El goce de estos bienes y servicios, según el mismo análisis,
provoca siempre la aspiración en los grupos sociales más bajos a disminuir la distancia que
los separa del resto de la sociedad. El resultado, según la lectura liberal, es que la iniciativa
personal va gradualmente disminuyendo, que la responsabilidad individual se va mermando
progresivamente a causa de unas ideologías que prometen dar demasiado, en realidad,
mucho más de lo que cada individuo pudiera alcanzar.
Es por eso, que por un lado, las poblaciones presionen a los políticos para que
generalicen más y mejor la distribución y otorgamiento de bienes y servicios, que los
salarios sean cada vez más altos, que el empleo sea generalizado y protegido, que los
precios a los consumidores sean cada vez más bajos y más altos según los proveedores y
por otro, se provoca que los políticos, con tal de contar con el voto de los electores, realicen
promesas cada vez más articuladas y complejas, que la lucha entre partidos derive en un
proceso gradualmente creciente. La idea de un nivel cada vez más alto de vida se
generaliza.
Los partidos en el poder, una vez convertidos en gobierno, se convierten en rehenes
de los electores, pues nunca se atreverán a implementar medidas directas de control o a
realizar intervenciones que modifiquen los sistemas de distribución de bienes y servicios,
como no sea para aumentarlos o expandirlos. Como estrategia, el Estado involucrado en
esta dinámica tendrá la tendencia a la expansión y crecimiento, al desarrollo de grandes
burocracias que gestionen los bienes para la sociedad, con el resultado a mediano plazo que
estas burocracias dejen de cumplir los fines para los que fueron creadas. El Estado se hace
37
cada vez menos capaz de dar rumbo, dirección y sentido a la sociedad, presa como está y
cada vez más de los costos de los programas, de las demandas de los grupos, de las
complicaciones que genera la distribución de estos bienes.
Y la relación es directa, entre mayor es el Estado, menor es la capacidad de
iniciativa individual, hay menos espacio para la libre empresa, para la iniciativa personal.
Se genera pues una dinámica cíclica entre un enorme aparato burocrático y una iniciativa
personal disminuida, dinámica que sólo un viraje radical en el timón del Estado es capaz de
romper. Únicamente una dirección firme y decidida es capaz de promover a la sociedad, sin
dar necesariamente respuesta a las demandas clientelares de los grupos sociales y de las
burocracias. “Las aspiraciones se refuerzan por una ‘menor deferencia’ o respeto a la
autoridad y el estatus. Esto es a la vez el resultado de, entre otras cosas, una creciente
riqueza, y de una asistencia social, sanidad y educación ‘gratuita’ que mina la iniciativa y
responsabilidad privada, y de unas ideologías igualitarias y meritocráticas que prometen
mucho más de lo que en realidad se podría alcanzar nunca.”46
El Estado es pues, el campo donde las clases dirimen sus conflictos, donde grupos
de todo tipo llevan sus pretensiones e intentan imponerlas al resto de la sociedad a toda
costa, envueltos en una dinámica de lucha y negociación de poder. Según se ha mostrado, la
posguerra marca una clara fase en ascenso del ciclo de Kondratiev, gracias a la cual se crea
una riqueza masiva y se extiende una sensación de prosperidad generalizada, que se
manifiesta en el incremento en el consumo de la población de toda clase de bienes y
servicios. El nivel de vida de la población en general se eleva en un ascenso que parece no
tener freno, porque entre más bienes, las pretensiones de la población también crecen y se
crea una sensación de derecho a mayores niveles de renta, de servicios médicos, de mejor
educación, de vida en general. Así pues, según el diagnóstico de los teóricos de la derecha,
estas altas pretensiones y el hecho de recibir todos estos bienes como un beneficio terminar
por minar la iniciativa y la responsabilidad personal, en una expectativa que nunca puede
ser plenamente satisfecha.
El conjunto de estas señales es la descripción de lo que los liberales denominan la
‘sobrecarga del Estado’. Se trata del exceso de demandas por parte de los diferentes
sectores de la sociedad, de la elevación incesante de ofertas debido a la pugna por el poder
46 Held, David. Modelos de democracia. Op. Cit. p. 280
38
entre los partidos empujados para conseguir el voto de las mayorías, de la dimensión de las
burocracias, su ineficacia y su evolución en obstáculo real para la distribuciones de bienes y
servicios, factores todos que derivan en el aniquilamiento de la iniciativa personal.
Sin embargo, una interpretación completamente diferente que se hace del mismo
fenómeno, es la que se genera desde la izquierda (3). Se entiende que el sistema enfrenta
una crisis de legitimación, dado que el Estado tiene que compensar con bienes su falta de
legitimidad. El problema está en la base del diseño de la sociedad: “…la contradicción
básica del orden capitalista sigue siendo la apropiación privada de la riqueza pública –dicho
en términos del modelo discursivo de la razón práctica: la represión de intereses
generalizables mediante su tratamiento como intereses particulares-. A consecuencia de
ello, las decisiones políticas en que se refleja el principio de organización social vigente
dejan de ser ipso facto susceptibles de un consenso racional. (…) De ahí que la estabilidad
de la formación social capitalista dependa de la eficacia de legitimaciones que, sin
embargo, no pueden resistir un examen discursivo. El problema, dicho en pocas palabras,
es cómo distribuir de forma injusta y, sin embargo, legítima la riqueza socialmente
producida.”47 En términos generales, la riqueza es el producto de la mano de obra en la
transformación de las materias primas, la producción, por ello, se organiza de tal modo que
produzca la mayor cantidad de beneficios, así el Estado de bienestar contribuyó a lograr un
crecimiento sostenido en la etapa posterior a la guerra. Sin embargo, la inestabilidad
inherente de la economía provoca incesantes crisis, esto hace que los diferentes indicadores
de la economía se vean trastornados, por ejemplo, en momentos la materia prima deja de
ser abundante, la producción baja de nivel, el desempleo aumenta, igual la inflación y así
por el estilo, el conjunto de factores que describen la economía salen de control.
Habermas participa de este diagnóstico, pues describe la crisis del Estado del
capitalismo tardío, que es el término que él usa para describir esta fase del capitalismo, con
especial énfasis en señalar que aún en el capitalismo regulado por el Estado, hay
contradicciones inherentes a su diseño. En principio sienta las bases con un concepto de
crisis útil para las ciencias sociales. Hace un recuento de cómo en las ciencias médicas se
habla de crisis cuando el paciente está en un punto de mejorar o empeorar, o bien, en las
artes clásicas la crisis es un momento de enfrentamiento entre el destino y la libertad de los
47 McCarthy, Thomas, La teoría crítica de Jürgen Habermas, Op. Cit. p. 414.
39
personajes, en el momento culmen de la obra, los personajes se encuentran con que el
destino es inevitable, por eso se tiene que enfrentar a él, lo que provoca cambie la identidad
de los personajes. Esta es la búsqueda y es la que hace que se decante por un concepto de
crisis que puede ser usado en el análisis social. 48
Pero el señalamiento no puede ser simplemente de orden moral, no se trata de una
descalificación simple, se trata más bien de un planteamiento que asume completos los
presupuestos del análisis marxista: “La crítica adopta, pues, en conjunto una forma
marxiana: lo exigido moralmente está siendo gestado empíricamente; las semillas de la
nueva sociedad se están formando en el seno de la vieja. Pero se trata de una crítica
marxista con importantes diferencias. En primer lugar, las tendencias a la crisis más
preñadas de futuro ya no queda situadas inmediatamente en la esfera económica sino en la
esfera sociocultural; no afectan directamente a la producción de las condiciones materiales
de la vida sino a la reproducción de estructuras intersubjetivamente fiables.”49
Al identificar una crisis de legitimación, está afirmando que un sistema que por
definición hace una distribución polarizada de la riqueza tiene que justificar antes las masas
su presencia, por eso va a ofrecer mediante la recaudación de impuestos, servicios de
bienestar. Este ‘intercambio’ es precisamente lo que identifica como pretensiones de
legitimación y es justamente lo que se encuentra en crisis. El Estado asume un sistema
administrativo que enfrenta demasiadas demandas y muy altos requerimientos, a los cuales
por supuesto es incapaz de responder, situación que lo pone en problemas graves.
Estructuralmente el Estado es incapaz de satisfacer las demandas de todos los sectores, sin
embargo tiene que hacer frente a ellas, dada la apariencia de neutralidad que ha de guardar
a los ojos de los diferentes actores que configuran el entramado social.
En estos términos, la competencia que se genera entre los partidos políticos es
siempre limitada porque los recursos en una sociedad son los que generan los dueños del
capital, por ello, dichos partidos, una vez en el gobierno han de asumir una postura que no
se contraponga a esos intereses, pero al mismo tiempo debe hacerlo de tal modo que
48 Habermas, Jürgen, Problemas de legitimación del capitalismo tardío, Amorrortu Ed. Buenos Aires. 1973. En esta obra Habermas traza un diagnóstico del Estado de bienestar, al que denomina ‘capitalismo tardío’, quiere expresar que aún en un modelo de capitalismo con intervención del Estado, las contradicciones propias son inherentes a su diseño. Todo el capítulo 1 está dedicado a dilucidar un concepto de crisis, un concepto de crisis útil para las ciencias sociales, dice él, en afán de delimitar el campo de comprensión. 49 McCarthy, Thomas, La teoría crítica de Jürgen Habermas, Op. Cit. p. 415.
40
parezca neutral a los ojos de las otras clases en la sociedad, de tal manera que ésta postura
no sea en detrimento del apoyo de las masas. Para paliar la inestabilidad se hace necesaria
la intervención del Estado, pues los indicadores no pueden sufrir altibajos tan marcados, el
papel del Estado es entonces dirigir el rumbo de la economía capitalista y controlar en
antagonismo natural entre las clases, en fin, el Estado debe asegurar, por una parte la
participación del capital y por otro la colaboración incondicional de las clases trabajadoras.
Esto hace que el Estado se convierta en un contenedor de la crisis, pues han de intervenir
para rescatar industrias en problemas financieros o de liquidez, porque la quiebra de una
empresa ejerce efectos sobre el conjunto de la economía y esto es lo que debe paliar el
Estado.
La necesidad de actuar en cada vez más áreas, hace que el Estado tenga que
expandir su aparato administrativo y hacerse internamente más complejo, así la articulación
de los diferentes sectores es cada vez más indispensable, pero sobre todo, provoca que el
presupuesto para el funcionamiento de tan expandido sistema tenga que ser cada vez
mayor, sin embargo, el financiamiento del Estado es ordinariamente vía impuestos y
extraordinariamente vía trasferencias de capital, vía préstamos de los bancos privados, lo
cual es ya en sí mismo una interferencia en los procesos de generación y acumulación de
capital, como los criterios que rigen son los del mercado, las tasas de interés ponen al
Estado en una permanente crisis de finanzas.
Este panorama, en un contexto de tensión entre el control interno de la economía y
la liberalización internacional de los mercados, es una ‘crisis de racionalidad’, puesto que
no hay consistencia entre la planificación que hace el gobierno que lleva a que unos
sectores sean impulsados y proyectados, mientras que otros tengan que ser limitados. “El
estado, controlado por un partido de derechas, no puede reducir drásticamente sus costes y
gastos, por miedo a que el poder de los sindicatos (o de otros grupos de protesta) cause
desórdenes a gran escala; el estado, controlado por un partido de izquierdas, no puede llevar
a cabo de forma eficiente políticas socialistas duras, debido a verse drásticamente
debilitada. Por lo tanto, gobiernos de distinta ideologías vienen y van, y la política cambia
constantemente.”50
50 Held, David, Modelos de democracia, Op. Cit. p. 284.
41
La sociedad cada vez hace más demandas al Estado y el Estado puede cada vez
menos dar respuesta a ellas. Los requerimientos de vivienda, educación, salud y los demás
servicios que la sociedad hace al Estado sobrepasan a las instituciones y el panorama
general se sale de todo control. El recurso al autoritarismo está siempre presente, la
posibilidad de acceder a un Estado que ponga mano dura a las demandas de las masas, que
restaure forzadamente el ‘orden’ social estará siempre presente. Sin embargo la
transformación es posible y es inherente al funcionamiento del sistema, puesto que los
mecanismos de control forzado se verán cada vez más erosionados y la capacidad de
control del Estado será verá cada vez más disminuida, erosión paralela al surgimiento de
procedimientos alternativos de propiedad y gestión de las materias primas, recursos,
procesos, mecanismo que transfiere el control de sí y de sus decisiones al conjunto de la
sociedad. Como síntesis, puede funcionar la conclusión a la que llegaba Habermas en
aquellos momentos: “Por ahora no veo ninguna posibilidad de decidir, con argumentos
sólidos, la pregunta por las posibilidades de autotransformación del capitalismo tardío. Pero
no excluyo la perspectiva de que la crisis económica pueda ser contenida en el largo plazo,
aunque sólo de tal modo que los imperativos contradictorios de autogobierno, determinados
por la compulsiva necesidad de valorizar el capital, generen una serie de nuevas tendencias
a la crisis. La tendencia, hoy actuante, a la perturbación del crecimiento capitalista puede
manejarse administrativamente y ser desplazada poco a poco al sistema sociocultural
pasando por el sistema político.”51
Así pues, haciendo un balance (4), se identifica que ambas posturas, las de izquierda
y las de derecha, reconocen que la primera función del Estado es la administración del
poder, reconocido por la sociedad o por lo menos el que es aceptado como tal, en todo caso
el asunto es atender las demandas de la población. El punto de conflicto es cuando estas
demandas sobrepasan la capacidad del Estado, cuando el Estado intenta satisfacer estas
demandas para conseguir legitimidad, todo en detrimento de la movilidad y capacidad de
acción del Estado, pues el Estado ha de ser ante todo el medio de promover y mantener la
cohesión de una sociedad. En efecto, el gobierno ha de tener siempre la posibilidad de usar
su poder para ejercer una acción política efectiva, pues los sujetos individuales o sociales
han de ser capaces de actuar en la sociedad a través de las instituciones y gestionar sus
51 Habermas, Jürgen, Problemas de legitimación del capitalismo tardío, Op. Cit. p. 58
42
demandas a través de ellas, siempre para la consecución de sus objetivos, siempre dentro
del marco de las instituciones. El todos los casos, el margen de movilidad de un Estado
depende de la recepción de su autoridad o legitimidad.
En cualquier caso, el poder del Estado se halla erosionado, en términos de la
capacidad de resolver las distintas demandas de la sociedad, pues es cada vez más ineficaz
o no es racional. El punto de vista que insiste en la sobrecarga del Estado, entiende que la
relación que se da entre los diferentes grupos sociales y el Estado es cada vez más tensa y
tiene en sí misma cada vez menos posibilidades de resolverse positivamente para las partes,
en tanto que quienes insisten en la tesis de legitimidad afirman que las intervenciones del
Estado son excesivas y terminan por erosionar los supuestos culturales de los grupos
involucrados y estos procedimientos politizan un conjunto de cuestiones que originalmente
no tendrían que tener ese talante.
Balance complicado, pero interesante, más allá de las posturas descritas, es posible
hacer una observación que se remite a causas más profundas, señala Held: “…En resumidas
cuentas, no es que se haya ‘dado marcha atrás’ en el fin de las ideologías, o que se haya
colapsado un mundo unidimensional, o que la autoridad del Estado se encuentre de repente
en declive por un aumento excesivo de las demandas, o que la legitimidad esté ahora
minada; resulta , más bien, que hoy en día, el cinismo, el escepticismo y el distanciamiento
de muchas persona no logran en ocasiones ser compensado por suficientes comodidades y/o
promesa de futuros beneficios, al atravesar la economía y los sucesivos gobiernos
problemas aparentemente cada vez más difíciles. La desconfianza expresada a menudo se
ha traducido, y puede traducirse en un conjunto de acciones. Las posibilidades de posturas
opuestas al Estado -que la antipatía hacia los políticos, el respeto al sentido local y común
de la gente corriente, y el rechazo de los ‘expertos’, prefiguran o anticipan- están ahí, como
de hecho están los gérmenes de una variedad de movimientos políticos distintos, que tratan
de reafirmar la autoridad del Estado. Que el antagonismo y el conflicto deben existir no
debería extrañar a nadie: el consentimiento condicional o la aceptación instrumental del
statu quo es potencialmente inestable, precisamente porque es condicional o
instrumental.”52
52 Held, David, Modelos de democracia, Op. Cit. p.288-289.
43
La reacción de la derecha a este fenómeno (5) presenta características particulares.
Un principio básico, que reafirman con insistencia, es el lugar central de la libertad de los
individuos en la vida social, pues ésta depende siempre de la iniciativa individual. Por eso
mismo suponen que el mercado tiene que ser necesariamente el medio para el desempeño
de los individuos y el Estado debe limitarse a garantizar la libertad de todos los ciudadanos:
“…la libertad individual no se puede conciliar con la supremacía de un solo objetivo al cual
debe subordinarse completa y permanentemente la sociedad entera. La única excepción a la
regla de que una sociedad libre no puede someterse a un solo objetivo la constituye la
guerra y otros desastres temporales, circunstancias en las que la subordinación de casi todo
a la necesidad inmediata y apremiante es el precio por el cual se preserva a la larga nuestra
libertad.”53
Por ello, el espacio posible para la realización de la libertad de los individuos no
puede ser un modelo único, pues los intereses de los individuos son tan amplios que no es
posible contenerlos dentro de un mismo esquema, por eso hablan del ‘marco de la utopía’,
como un espacio donde caben proyectos disímiles, todos con el mismo derecho de
realización, así pues, ese marco es el ‘Estado mínimo’, en estas concreciones en
planteamiento se radicaliza, pues ésta situación es precisamente la utopía. “El marco,
argumenta Nozik, es ‘libertario y de laissez-faire’. Tan sólo los individuos pueden juzgar
qué es lo que quieren y, por lo tanto, cuanto menos interfiera en sus vidas el Estado, mejor
para ellos. El ‘Estado mínimo’, es por lo tanto, incongruente con la ‘planificación en
detalle’ y con la redistribución activa de los recursos, ‘que fuerza a unos a ayudar a otros’.
El estado va más allá de sus límites legítimos cuando se convierte en un instrumento para
promover la igualdad, ya se de oportunidades o de resultados. ”54
Es decir, el Estado únicamente se ha de encargar de atender la creación y
preservación de condiciones que hagan posible la libertad, tal como impedir el robo de
propiedades entre los ciudadanos, de vigilar el cumplimiento de los contratos que se
realizan entre particulares, en general de aquello que se ha señalado como el ‘monopolio de
la fuerza o violencia’, el Estado es el único depositario de estas atribuciones, que ha de
utilizar generalmente para la protección de los derechos individuales. “El Estado tiene que
53 Hayek, Friedrich A., Camino de Servidumbre, Universidad Autónoma de Centroamérica; San José, Costa Rica, 1986. p. 247. 54 Held, David, Modelos de democracia, Op. Cit. p. 297.
44
limitarse a establecer reglas aplicables a tipos generales de situaciones y tiene que conceder
libertad a los individuos en todo lo que dependa de las circunstancias de tiempo y lugar,
porque sólo los individuos afectados en cada caso pueden conocer plenamente estas
circunstancias y adaptar sus acciones a ellas. Si los individuos han de ser capaces de usar su
conocimiento eficazmente para elaborar sus planes, tienen que estar en situación de prever
los actos del Estado que pueden afectar a esos planes. Más para que sean previsibles los
actos del Estado, tienen estos que estar determinados por normas fijas, con independencia
de las circunstancias concretas que ni pueden preverse ni tenerse en cuenta, por anticipado:
por lo que los efectos particulares de aquellos actos serían imprevisibles. Si, de otra parte,
el Estado pretendiese dirigir las acciones individuales para lograr fines particulares, su
actuación tendría que decidirse sobre la base de todas las circunstancias del momento y
sería imprevisible. De aquí el dicho familiar de que, cuanto más ‘planifica’ el Estado, más
difícil se le hace al individuo su planificación.”55
El Estado de bienestar realizó excesivas funciones de planificación de la economía y
en la ejecución de programas de compensación social, muchas veces la ejecución de estos
programas se realizó reforzando mecanismos burocráticos en exceso, bien mediante
procedimientos rígidos que en la mayoría de la veces eran protectores y paternalistas. Estos
dinamismos provocaban a la vez insatisfacción y molestia entre los sectores más
desfavorecidos de la sociedad, lo que precisamente eran los usuarios de estos
procedimientos de compensación. “La Nueva Derecha ha logrado hacer de esta
insatisfacción un capital político, afirmando que se trata del resultado natural de la
‘democracia de masas’, en general, y de las políticas socialistas intervencionistas, en
particular. Si bien muchos partidos socialistas y socialdemócratas han sido
incuestionablemente ‘superados en su táctica’ por este ataque, no es probable que, a largo
plazo, la estrategia de la Nueva Derecha funcione.”56 Montar sus críticas sobre este impacto
en las masas ha sido uno de los principales argumentos de la derecha, además un argumento
que le ha resultado efectivo y le ha posibilitado entonces justificar el desmantelamiento de
esas instituciones y mecanismos reguladores.
La respuesta de la izquierda (6) se configuró básicamente como reacción a la
situación producida por el complicado panorama de los tropiezos del Estado burocrático, 55 Hayek, Friedrich A., Camino de Servidumbre, Op. Cit. p. 107-108. 56 Held, David, Modelos de democracia, Op. Cit. p. 304.
45
las derrotas, muchas veces autogeneradas en debates internos inagotables de los setentas,
ante la imposibilidad de hallar respuestas en las herencias recibida del marxismo y menos
como reacción al resurgimiento de la derecha.
En todo caso, se critica un aspecto fundamental de la concepción liberal del
funcionamiento de las sociedades y es la posibilidad fáctica en las sociedades de la libertad
individual, pues en sentido estricto un individuo tiene mucho más condicionantes que le
provee la estructura social de las que pueden aparecer a simple vista. Es decir, se refieren al
hecho que las relaciones que se establecen en una sociedad ya están marcadas por una serie
de condicionamientos que no pueden ser ignorados. “La teoría liberal asume generalmente
lo que, de hecho, debe ser cuidadosamente examinado: a saber, si las relaciones existentes
entre hombres y mujeres, negros y blancos, las clases trabajadora, media y alta, y entre los
distintos grupos étnicos, permite que los derechos formalmente reconocidos tenga un
reconocimiento real. La existencia formal de ciertos derechos, es, si bien importante, de
poco valor si no pueden ser genuinamente disfrutados. Una valoración de la libertad debe
hacerse sobre la base de las libertades tangibles, que pueden ser desplegadas en el reino del
estado y de la sociedad civil. Si la libertad no tiene un contenido concreto –como libertades
particulares-, difícilmente se podrá decir que tiene consecuencias profundas para la vida
cotidiana.”57
Una vez expuesta la reacción tanto de la izquierda, como de la derecha, con el
objeto de cerrar este apartado y debido a que es el marco en que se inserta la propuesta de
este trabajo, se hacen también algunos señalamientos críticos (7), que puedan ir abonando
en la configuración de una propuesta más integral. En general, la izquierda se ha movido en
una postura que reclama la participación e intervención de los ciudadanos en el destino de
la sociedad en su conjunto, en el establecimiento de políticas y desarrollos que la hagan una
sociedad más justa, igualitaria, con mejor distribución de los recursos. Con todo, es muy
importante observar que esta propuesta es el modelo alternativo a la democracia legal que
propugna la derecha, aunque no es en sentido estricto una contrapropuesta, pero si lo hace
en el sentido de reclamar una capacidad de decisión de los integrantes de una sociedad.
Aunque de algún modo si se puede decir que estos movimientos recuperan los
57 Held, David, Modelos de democracia, Op. Cit. p. 307.
46
planteamientos de los movimientos alternativos de los sesentas y setentas, pero con la
conciencia de deshacerse de los impulsos que los hicieron inviables.
El problema con la democracia participativa es como siempre la escala, es decir, el
cuestionamiento a la posibilidad real a la participación en una sociedad que vaya más allá
del puñado de miles que constituía las ciudades griegas, puesto que eso genera problemas
desde el mismo planteamiento, factibilidad, posibilidad real de participación, de ejercicio
real de la voluntad personal, de la realización de auténticos acuerdos y consensos viables.
Éste es precisamente el problema que ha tenido que enfrentar estos teóricos, pues en todo
caso se tiene que hacer un diseño que permita la participación, no aceptando y repitiendo
únicamente los condicionamientos sistémicos sino transformándolos, esto se ha
vislumbrado puede lograrse a través de un sistema de partidos que sean competitivos en el
interior y el fomento de organizaciones locales, pero a todos los niveles, que se estructuren
y funcionen a través de la democracia directa. “Siempre habrá, por lo menos dentro de lo
previsible, cuestiones y grandes diferencia de interés en torno a las cuales se formen
partidos, y únicamente la competencia entre los partidos políticos garantiza un mínimo de
sensibilidad, en los que ocupan el gobierno, hacia las persona de todos los niveles inferiores
El sistema de partidos mismo debe reorganizase, sin embargo, de acuerdo con
principios menos jerárquicos, que hagan a administradores y dirigente políticos más
responsables ante el personal de las organizaciones que representan. Se crearía una base
sustancial para la democracia participativa si los partidos se democratizan con arreglo a
principios y procedimientos de democracia directa, y si estos “partidos genuinamente
participativos” operan dentro de la estructura parlamentaria o del congreso, complementada
y controlada por organizaciones de pleno autogobierno, en el lugar de trabajo y en las
comunidades locales.”58 En términos generales esta es en opinión de los teóricos de la
izquierda, el sistema que puede garantizar la participación de todos los integrantes de una
sociedad que propicie a la vez el desarrollo de todos sus integrantes.
Estas propuestas tienen la gran limitación de pronunciarse escasamente en los
modos concretos del funcionamiento de una sociedad, “…dicen muy poco acerca de
factores fundamentales como, por ejemplo, cómo organizar en realidad la economía y cómo
relacionarla con el aparato político, cómo combinar las instituciones de la democracia
58 Held, David, Modelos de democracia, Op. Cit. p. 311.
47
representativa con las de la democracia directa, cómo controlar el ámbito y el poder de las
organizaciones administrativas, cómo relacionar los servicios de ayuda en el hogar y en el
cuidado de los niños con el trabajo, cómo podrían negarse a participar en el sistema político
los que lo desearan, o cómo tratar con los problema que plantea el siempre cambiante
sistema internacional de estados. Más aún, estos pensadores tienden a asumir que, en
general, las personas quieren expandir el margen de control sobre sus vidas. ¿Y si no
quieren?; ¿y si no quieren realmente participar en la dirección de las cuestiona sociales y
económicas? , o ¿y si quieren ejercer el poder democrático de forma ‘no democrática’ para
limitar o acabar con la democracia?”59 La crítica principal a estos planteamientos ha sido
generalmente que por fijar demasiado la atención en los procesos de participación en las
decisiones colectivas, la democracia deliberativa toma muy poco en cuenta la relación entre
la libertad individual y la pertenencia social, los mecanismos de redistribución que hacen
valer la justicia distributiva, todo en el afán de manifestar la necesidad y características del
proceso democrático.
Entonces, la descripciones de estos teóricos se centra el los procesos de toma de
decisión, la participación de los diferentes colectivos, el lugar de la negociación como
mecanismo privilegiado para el logro de acuerdos, precisamente este énfasis no da cuenta
de sus límites, pues no queda claro cual es o debería ser el alcance de esas decisiones,
tampoco se describe el destino de las minorías o de individuos con posturas diferentes a las
generadas por el colectivo, en fin, que estas descripciones no dan cuenta del mecanismos
establecidos ni de los límites que debería tener los procedimientos democráticos. Es decir,
una propuesta de democracia participativa tiene que garantizar también el aseguramiento de
la libertad individual y la protección a los individuos particulares de mecanismos que en
búsqueda de la igualdad hagan resentir a la iniciativa personal. El planteamiento de la
democracia deliberativa supone normalmente que la voluntad del conjunto es sobre el
conjunto, sin embargo habría que garantizar mecanismos para asegurar la libre
determinación individual.
1 2 3 El capitalismo contemporáneo
Determinar qué aspectos pueden ser significativos para un análisis del capitalismo
contemporáneo no es tarea sencilla, por lo que en este trabajo se ha optado por una
59 Held, David, Modelos de democracia, Op. Cit. p. 316-317.
48
perspectiva histórica.60 Como ya se apuntó en el apartado anterior, luego de la Segunda
Guerra Mundial tuvo lugar una fase de crecimiento sostenido, de cohesión social, de
consenso generalizado. Más o menos hasta finales de los sesenta, en que las tasas de
crecimiento empezaron a vacilar para entrar en pleno declive en los setentas. Lo que sucede
después de los ochentas también ya se ha analizado como la crisis del Estado de bienestar y
las reacciones que ha habido a partir de este fenómeno. Se observa un cierto declive del
poderío de Estados Unidos y una posible difusión de la hegemonía entre Europa, China y
los mismos Estados Unidos, así mismo se avecina un círculo vicioso de poca inversión y la
imposibilidad de continuar con un optimismo a largo plazo. Entre las tendencias que se van
dibujando en un horizonte más amplio aparecen transformaciones sustantivas, como la
movilidad humana a través de los espacios geográficos, una búsqueda incesante hacia el
orden establecido policialmente, en general un mejoramiento del bienestar traducido en una
mejor distribución de alimentos y atención a la salud y la existencia y promoción de grupos
que no dan prioridad a la ciudadanía, aventurar más allá es especular, como dice
Wallerstein: “No se puede discernir en qué consistirá semejante nuevo orden. Apenas si es
posible afirmar lo que quisiéramos que fuera y luchar por conseguirlo.”61 Se vislumbran
algunos rasgos desde la perspectiva económica, desde los flujos de capital y mercancías, de
los cuales aquí se da cuenta, se abordan también otros aspectos ya políticos, ya ideológicos
porque todos están relacionados, pero para efectos del presente análisis se asume que este
es un análisis económico.
La globalización es una idea muy extendida, de gran impacto funcional. Se trata de
la idea que el mundo está viviendo un momento de interconexión exhaustiva, de disolución
de las fronteras, de libre flujo de capitales y mercancías, como si se tratara de una fase
completamente nueva del capitalismo. Desde la visión de Wallerstein esta es una idea que
más ha funcionado como recurso retórico e ideológico que como realidad fáctica. Sin
embargo, aunque ha funcionado como recurso legitimador está perdiendo ya su eficacia
justificadora de un determinado orden establecido. Por ejemplo, al recuperar algunos
elementos de un trabajo suyo que retoma pasados los años dice: “Pienso que el análisis que
60 Esta es la misma perspectiva por la que ha optado Wallerstein, a quien seguimos en algunos planteamientos fundamentales en este análisis. 61 Wallerstein, Immanuel, La crisis estructural del capitalismo, Ed. Contrahistorias. México, D.F. 2005. p. 124.
49
hice de las estructuras del capitalismo continúa siendo tan válido como lo era hace varios
lustros. No pienso que exista hoy una nueva versión del capitalismo, ni para mejor ni para
peor. Y dudo bastante que exista incluso alguna cosa nueva o diferente, en el seno del
capitalismo, a la que pidiésemos llamar mundialización o globalización.”62. Esto es, el
capitalismo siempre ha sido global.
Pero no todo es continuidad, porque en efecto están ocurriendo fusiones, rupturas,
quiebres y están surgiendo nuevos modos de localizarse en la complejidad de la realidad.
No todos los procesos han seguido una misma lógica, hay señales que indican el
surgimiento de una etapa diferente, aunque el comercio siempre haya sido global, los
niveles en que lo hace hoy en día afectan profundamente los mundos de la vida de los
diferentes grupos sociales. Otro aspecto que realmente está cambiando la configuración
social es el acortamiento de las distancias por el uso intensivo de los medios de
comunicación y el ingente desarrollo tecnológico en este campo. La interconexión en todas
las latitudes del planeta promueve por eso mismo el efecto de simultaneidad en la vida de
todo el planeta. Junto con la comunicación, también otros rasgos que ya se señalarán
adelante, están promoviendo otras formas de socialización y organización. El modelo
político de organización y reparto de atribuciones, de jurisdicción territorial en definitiva, el
modelo del Estado-nación westfaliano, resulta insuficiente en la diferentes situaciones para
explicar y justificar el orden mundial, se va configurando eso que Habermas llama ‘la
constelación post-nacional’.
Parece pues que el estado de la economía global señala otra etapa más de vigencia
incuestionable del liberalismo, aparece como una realidad que se va imponiendo con mayor
vigor, sin embargo los signos no son simples y no es posible afirmar un triunfo
contundente, porque los cambios también van indicando la exigencia de las sociedades de
participar en la configuración de las decisiones que les afectan, debido al flujo de
información y a los otros factores que se han señalado, como sea, la sociedad en general se
involucra en los acontecimientos que tienen que ver con el conjunto. Por eso no es
suficiente con la subsistencia de instituciones parlamentarias, partidos políticos, derechos
civiles elementales, pues hay un reclamo por la participación en los procesos sociales, en
62 Wallerstein, Immanuel, La crisis estructural del capitalismo, Op. Cit. p. 58. El Capitalismo Histórico es un texto de 1983 aparecido en una edición inglesa. El ensayo aquí citado es el capítulo 1 que entonces no es sino un posfacio que escribió en 2002 para la nueva edición del mismo texto que es el material aquí empleado.
50
muchos casos concretos se ha evidenciado que las sociedades ya no se conforman con
legitimar el funcionamiento de sistema. Desde las luchas del sesenta y ocho como punto de
quiebre en la fe de la gradualidad del cambio se va manifestando una participación
generalizada en temas como medio ambiente, derechos humanos, democracia, desarrollo.
Cuestiones antes desapercibidas como el hecho que el Estado canaliza los recursos captados
vía recaudación tributaria para apoyar a la empresa privada, de manera que se socializan los
costos y se privatizan los beneficios, son situaciones que cada vez se tornan más
complicadas de sostener para una ciudadanía que en general cuenta con más información y
conciencia. Este es un elemento tal vez desdibujado, pero se va vislumbrado como la
sociedad va exigiendo participación en acontecimientos que afectan al conjunto de la
sociedad. Participación que es reclamada ahora únicamente de manera puntual en
situaciones específicas y movimientos concretos.
El discurso liberal hace también de la globalización el recurso sobre el cual monta
su promesa de desarrollo para los pueblos, pero a mediano plazo los magros resultados van
provocando desencanto. Igual el conjunto de acontecimientos tampoco es totalmente
neutro, pues en efecto, se ha provocado una caída de los movimientos tradicionales de
izquierda y eventos como la caída del muro que fueron celebrados por los liberales como el
triunfo definitivo de sus históricas pretensiones, no pueden ofrecer pruebas contundentes
del triunfo del pensamiento liberal, pues las demandas de democracia que sostienen las
sociedades en todo el mundo son irreversibles y cada vez mas pronunciadas, aunque ahora
vayan apareciendo en ocasiones puntuales y en temas específicos. Sin embargo no debe
darse lugar a confusión, porque esta demanda no es lo que tradicionalmente se ha
entendido, esta demanda: “…ahora es mucho más que el paquete limitado de instituciones
parlamentarias, sistemas multipartidistas y derechos civiles elementales: la democracia de
verdad, una auténtica repartición igualitaria del poder. Y esta última demanda fue
históricamente el tope del liberalismo; fue para constrarrestarla para lo que el liberalismo
propuso su paquete de compromisos limitados combinados con un seductor optimismo
acerca del futuro. En la medida en que hoy ya no existe una fe generalizada en el
reformismo racional por la vía de la acción estatal, el liberalismo ha perdido su principal
defensa político-cultural contra las clases peligrosas.”63
63 Wallerstein, Después del liberalismo, Op. Cit. p. 262.
51
Se puede señalar que un factor muy importante es el aumento en la urbanización de
las sociedades. En general la urbanización trae aparejado mayores niveles de educación en
la población, que sumado a la expansión de los medios de comunicación y con ello, el
grado de conocimiento de la situación global, da como resultado un aumento en la
conciencia de las semejanzas y diferencias con otras sociedades en diferentes latitudes, pero
a la vez y de manera destacada se produce un aumento en la conciencia política de la
población. “Esa conciencia política es reforzada por la deslegitimación de cualquier fuente
irracional de autoridad. En resumen, más gente que nunca exige la igualación de las
remuneraciones y se niega a tolerar un condición básica de la acumulación de capital. La
baja remuneración del trabajo. Esto se manifiesta tanto en el significativo aumento mundial
del nivel de los salarios ‘históricos’ como en la altísima y aún creciente demanda a los
gobiernos que redistribuyan bienestar básico (en particular salud y educación) y aseguren
un ingreso constante.”64
Como balance se puede decir que la sociedad cobra cada vez mayor conciencia y no
permite con la misma facilidad el inequitativo reparto de los recursos. Existe una tensión
entre mayor conciencia política y mayor conciencia de la injusticia de los costos sociales de
las medidas de carácter vinculante para la sociedad.
1 3 Los límites del Estado - Nación
El tercer elemento en el análisis de las sociedades contemporáneas es la
transformación del modelo de organización a nivel mundial, pues el esquema propio de la
modernidad para la organización social, el Estado – nación, está siendo empujado hacia el
cambio por múltiples factores que van en la línea de cuestionar su preeminencia como
aparato fundamental de organización. El Estado-nación ha sido el esquema que determina
las relaciones de convivencia política en el planeta a partir del siglo XIX y ha funcionado,
tanto en el plano simbólico, para configurar el imaginario de esas relaciones, como en el
plano legal, para regular, a través de disposiciones jurídicas con fuerza vinculante, las
relaciones internacionales.
Antes de abordar la descripción de este panorama a través del seguimiento de lo
ocurrido en los planos la cultura, la economía y los esquemas de organización política y
gobierno, es necesaria dar cuenta de tres aspectos que pueden ser articulados como
64 Wallerstein, Después del liberalismo, Op. Cit. p 262.
52
escenario de estas transformaciones, esto son: en primer lugar la noción de globalización
(1), pues es necesaria establecer nuestra comprensión de este fenómeno, en seguida se
aborda el lugar de los derechos humanos (2) como detonador y reflejo patente de la tensión
entre lo global y lo nacional y finalmente es necesario abordar una descripción del esquema
del Estado-nación o marco westfaliano (3), que es el que se trastoca en esta evolución.
Un eje vertebrador de la presente investigación es que “La globalización está
cambiando nuestro modo de debatir acerca de la justicia”65, por ello es necesario dar cuenta
de la noción e implicaciones de globalización (1) y del contexto en que está teniendo lugar,
en otro apartado se discutirán los contenidos de la justicia. Globalización es un concepto
amplio, sin embargo siempre orientado, por ejemplo dice Habermas: “Empleo el concepto
de ‘globalización’ para la descripción de un proceso, no de un estado final. Este concepto
caracteriza el creciente volumen e intensidad del tráfico, la comunicación y los
intercambios más allá de las fronteras nacionales.”66 En tanto que para David Held, la
globalización “…designa la escala ampliada, la magnitud creciente, la aceleración y la
profundización del impacto de los flujos y patrones transcontinentales de interacción social.
La globalización remite a un cambio o transformación en la escala de la organización
humana que enlaza comunidades distantes y expande el alcance de las relaciones de poder a
través de regiones y continentes de todo el mundo.”67 Por lo tanto, la escala y la
movilización de los flujos y la organización humana son elementos básicos y
fundamentales de este concepto. Si bien la historia siempre ha atestiguado intercambios
comerciales entre diferentes pueblos, imperios, naciones, ya simbólicos, de bienes, de
servicios, de todo tipo, el concepto ‘globalización’ indica además en estos tiempos, que este
libre flujo está configurando no sólo las relaciones en el plano comercial, sino también está
reconfigurando la comprensión que el ser humano tiene de sí mismo el mundo.
Es posible hacer de los derechos humanos (2) el gozne para explicar este complejo
entramado, pues son un delicado punto que hace patente la tensión entre la soberanía estatal
y los mecanismos reguladores capaces de actuar sobre la soberanía de un Estado-nación. En
1948 fruto de la II Guerra Mundial, se instituye la Declaración Universal de los Derechos
65 Fraser, Nancy, Un nuevo marco para la justicia en un mundo en proceso de globalización, Revista “Este País”, Num. 180. Marzo 2006. 66 Habermas, Jürgen, La constelación posnacional: ensayos políticos, Paidós. Barcelona. 2000. p. 90 67 Held, David y McGrew, Anthony. Globalización/Antiglobalización. Sobre la reconstrucción del orden mundial. Paidós. Barcelona. 2003. p. 42.
53
Humanos para establecer que independientemente del reconocimiento de las legislaciones
locales nacionales un ser humano es depositario de una serie de atribuciones por el simple
hecho de ser humano. Esta aparentemente sencilla afirmación pone en entredicho la
soberanía como poder total de un Estado-nación, pues esta declaración hace referencia a
atribuciones anteriores a la constitución estructural de un Estado para sus integrantes.
Todavía más, el aparato de mecanismos continentales que concretizan esta Declaración
Universal tiene también sus características que pueden ser señaladas. Es sin duda la europea
la que rebasa con mucho las pretensiones ordinarias, mostrándose como mecanismo
efectivo de avanzada en la constitución de mecanismos supranacionales. “La iniciativa
europea se comprometió a llevar a cabo la innovación legal más destacable y radical: una
innovación que en principio permitiría a los individuos fincar acciones contra sus propios
gobiernos. Los países europeos han aceptado una cláusula (opcional) de la Convención que
permite a los ciudadanos apelar directamente ante la Comisión Europea de Derechos
Humanos, que puede llevar los casos al Comité de Ministros del Consejo Europeo y luego
(si es aprobado por una mayoría de dos tercios en el Consejo) al Tribunal Europeo de
Derechos Humanos. Si bien el sistema dista de ser sencillo y es problemático en varios
aspectos, se ha sostenido que, junto con otros cambios legales introducidos por la
Comunidad Europea, ya no permite al Estado ‘tratar a sus propios ciudadanos como crea
conveniente’ (Capotorti, 1983, pág. 977; véase Coote, 1992).”68 Están también las cortes
Americana y Africana de derechos humanos, que sin tantos alcances como la europea,
toman nota de casos particulares en las naciones y extienden recomendaciones que si bien
no pueden ser exigibles jurídicamente, si tienen un impacto mediático importante.
Debido a que la globalización reconfigura los esquemas de organización social y
política en el planeta, hasta entonces conformados por el Estado-nación como figura
central, es necesario hacer una caracterización de este modelo de organización política, para
señalar los puntos que la constelación posnacional69 viene a reconfigurar (3). Desde la II
Guerra Mundial, pero ya desde el siglo anterior, se han venido dando en el planeta una serie
68 Held, David, La democracia y el orden global. Del Estado moderno al gobierno cosmopolita, Paidós. Estado y Sociedad. Barcelona. 1995. p. 132. 69 Habermas usa ambos conceptos indistintamente. Por ejemplo: “…para poder explicar que tipo de procesos asociamos con la expresión ‘globalización’. Y a partir de este cambio de constelación, que tiene lugar ante nuestros ojos….” Habermas, Jürgen. La constelación posnacional. Op. Cit. p. 85. Sin embargo si parece hacer un énfasis, pues la expresión ‘constelación post-nacional’ quiere enfatizar las mutaciones que se han dado en las relaciones en el plano político, sin excluir los demás aspectos del entramado social.
54
de intercambios comerciales que impulsan el libre flujo de mercancías, sin embargo a partir
de ésta se da una tendencia a ordenar los flujos comerciales, en general se da una
importante reconfiguración en el esquema que rige la convivencia política en el mundo, así
hasta finales de los años sesentas y principios de los setenta del siglo XX. A partir de
entonces se da una serie de transformaciones que de manera fáctica han constituido un
sistema totalmente diferente que aún no acaba de configurarse, menos a establecer nuevos
órdenes jurídicos perfectamente establecidos, pero que sin duda constituyen un nuevo
marco de referencia. Es un orden que en primera instancia se encuentra saturado de
interconexiones entre los diferentes componentes que le son característicos, dando lugar a
una reducción radical de las distancias y que hace cobrar conciencia del destino común de
la humanidad.
Entonces, el esquema general que se da en el mundo a partir del siglo XIX y hasta
principios de los setentas del siglo XX, es un esquema de organización política que se viene
configurando lentamente, pero que tiene la precisión de sus principales puntos en los
acuerdos que se dan posteriores a la Guerra de los Treinta años en Alemania y que se
conocen como los acuerdos de Westfalia, instaurando por primera vez y con toda claridad
el principio de soberanía territorial en los asuntos de competencia mundial. Los acuerdos de
Westfalia promueven la paz y la estabilidad luego de una turbulenta y larga etapa de
transición, fruto de las aspiraciones y los logros hasta entonces de la modernidad.
En la edad media el poder está atomizado, pues los señores feudales ofrecen a la vez
que una endeble lealtad al soberano, el control de los habitantes que formaban parte de su
territorio. Este es el periodo denominado de la cristiandad, cuando toda Europa es cristiana
católica y los individuos le deben lealtad a Dios, en la figura concreta del rey o emperador,
en un esquema de organización en que todos los príncipes se encuentran bajo la sombra del
papa. Las luchas religiosas en el siglo XVI, de la que es puntal la irrupción de Lutero,
ejercen un efecto demoledor a esa unidad europea, surgiendo una fuerte disputa por el
control político. El otro factor de más influencia en este ajuste son las disputas por el
control de Europa que se vive entre las casas reales de los Bourbon y los Habsburgo.70
70 Marcílio Toscano, Franca Filho (2), Historia y razón del paradigma westfaliano, Revista de Estudios Politicos (Nueva época) ISSN: 0048-7694, Núm. 131. Madrid, enero-marzo (2006), págs. 87-111. En efecto, estas dos dinastías, una de Francia y la otra de España y el Sacro Imperio Romano Germánico, se disputaban el control de los territorios de Europa, en el origen está de nuevo un conflicto religioso entre católicos y protestantes.
55
Finalmente, el otro actor, sin duda clave en todo este proceso, es la naciente burguesía, que
busca consolidarse un papel dentro del conjunto social a través de medidas como la
unificación de la moneda y el establecimiento de acuerdos que hagan posible un
intercambio comercial más ágil en toda Europa. El telón de fondo es un enfrentamiento
entre dos visiones, una hacia el pasado, representada por los poderes del Sacro Imperio
Romano Germánico que buscan mantener el poder universal católico medieval por vía del
Emperador y del otro lado una visión representada por los franceses a quien se debe la
emblemática expresión ‘razón de Estado’ como síntesis del nuevo orden que se busca
edificar y al que le pertenecen sustantivamente la libertad, la igualdad y la autonomía para
los Estados, escenario pues no poco complicado. Luego de la guerra de 30 años, en 1648 y
al cabo de largas y complicadas negociaciones se pone fin por primera vez mediante el
diálogo a la guerra, pero no sólo, porque este acuerdo significa la fundación de la Europa
moderna mediante un acuerdo firmado en Münster, ubicado en la región de Westfalia, que
es de adoptan su nombre estos acuerdos.71
En términos generales los acuerdos de Westfalia establecen la organización del
mundo a través del Estado – nación y para cada uno de éstos no habrá ninguna instancia
superior en jerarquía, un Estado-nación es absoluto para ejecutar las determinaciones que
considere prudentes para el ejercicio de la convivencia social dentro de su territorio. En
términos jurídicos, la generación de leyes, la resolución de disputas al interior del Estado, la
ejecución de esas mismas leyes es un atributo que pertenece únicamente al Estado en
cuestión, no hay ninguna otra instancia que le pueda determinar o imponer ningún
ordenamiento jurídico con carácter vinculante. En este sentido, el derecho internacional
únicamente se encarga de regir las relaciones entre los Estados, pero en un espacio mínimo,
se trata en todo caso, del establecimiento de unas reglas mínimas de convivencia. Cuando
se da el caso de que un derecho de un individuo se violente en otro Estado, se refiere
entonces a un asunto de carácter privado que debe resolverse en esos términos, pues no hay
posibilidad de recurrir a instancias que estén sobre el Estado. Las disputas entre los estados
71 Marcílio Toscano, Franca Filho (2), Historia y razón del paradigma westfaliano, Op. Cit. Consultar de nuevo el artículo citado, en particular el Cap. 3 “Las consecuencias jurídicas de la paz de Westfalia: el núcleo del paradigma westfaliano”, donde se describen las implicaciones para el orden internacional que supuso ese episodio histórico en las relaciones internacionales.
56
se resuelven por el recurso a la violencia, en todo caso, el acuerdo fundamental es
garantizar a toda costa la libertad del Estado. 72
Con estos tres antecedentes, se bosqueja el escenario donde se da la transición del
Estado – nación, que es precisamente el esquema jurídico y fáctico que viene actualmente a
reconstituirse por eso que se denomina la globalización o constelación postnacional.
Normalmente, los análisis que encontramos, enfatizan este transición como proceso
inacabado, en efecto, el panorama presenta las características de un cambio, en el que las
categorías empleadas no están completamente definidas, pero sin embargo si alcanzan a
perfilar y en conjunto trazan ya una nueva perspectiva en la cual se va configurando la
organización y la convivencia social. Este es el tono de los tres apartados que siguen a
continuación. Se trata de una tensión que dibuja lo que se está proyectando, sin acabar de
configurarse, el esquema entonces se traza a partir de las dimensiones cultural, económica y
política de la sociedad.
1 3 1 La cultura local - global
La globalización empuja a la cultura de manera contundente, modifica estilos de
vida, crea imágenes de mundo y configura posibilidades. En todo caso la cultura se ve
impactada, por un lado el estilo de vida de la cultura norteamericana se va estandarizando
en el planeta, que se plantea como el modelo universal, gracias al poder de penetración de
los medios de comunicación y a la urbanización, sin embargo, por otro lado y de manera
simultánea, se da la solidificación de los patrones culturales propios de determinados
grupos. Se abordan pues este fenómeno para luego dar cuenta de las reacciones extremas a
él: por un lado, la asimilación generalizada y por otro, la reactividad producida en algunos
espacios.
Los medios de comunicación tienen en la era de la globalización un lugar sin igual,
pues la necesidad de acortar tiempos y distancias ha sido un impulso que la ciencia y la
técnica han recibido para transformar incluso el modo de situarse en el mundo. En todo
caso, la evolución de los procesos de comunicación ha tenido un impacto directo en las
formas de relacionarse entre los seres humanos. Es posible distinguir en diferentes etapas
de la historia de la humanidad diversidad de modos y articulaciones en la comunicación,
72 Held, David, La democracia y el orden global, Op. Cit. . p. 105.
57
por ejemplo, en las sociedades tradicionales, los medios ordinarios de comunicación fueron
la narración, el lenguaje simple, la comunicación directa y las tradiciones orales en general
Lentamente, pero de forma gradual e incesante, estos procesos se fueron fijando, así,
la escritura llegó a ocupar un lugar preponderante como modo de comunicación. La
escritura representó un medio privilegiado para la transmisión de las propias ideas, aun
cuando no mediara el contacto directo. Este proceso fue fluyendo apaciblemente durante
centurias hasta que la automatización en la reproducción de discursos escritos, con la
invención de la imprenta en el siglo XVI, provocó un vuelco altamente significativo. La
reproducción masiva de escritos hizo que las distancias se acortaran, sin embargo la
revolución tecnológica que atestiguó el siglo XX trajo aparejados cambios incomparables:
“También los periódicos de masas son hijos del siglo XIX, pero el efecto que producen los
medios impresos en la percepción del tiempo y el espacio se ha visto fuertemente reforzada
a lo largo del siglo XX por la aparición de la fotografía, el cine, la radio y la televisión. Las
distancias espacio-temporales ya no son ‘superadas’; simplemente desaparecen sin dejar
huella en la ubicua presencia de las realidades reduplicadas. Finalmente, la comunicación
digital supera a los demás medios en cuanto a su capacidad y alcance; cada vez más seres
humanos pueden generar más rápidamente mayor cantidad y diversidad de información e
intercambiarla sin importar las distancias.”73
La revolución que los ordenadores acarrea al mundo no tiene par en la historia, pues
a la distancia se añade ahora el tiempo, ambos se ven neutralizados. Por ejemplo, es posible
conocer el estado del tiempo, la existencia de catástrofes climatológicas al otro lado del
planeta, la evolución de los conflictos en el medio oriente, los resultados de un partido de
fútbol en Brasil, el nivel de exportaciones de la Unión Europea, etc., a través de un
periódico, de la radio, la televisión, o del internet. Los medios de comunicación provocan la
simultaneidad en muchos niveles, se produce la sensación de estar presente ante algo que
ocurre a una gran distancia. Sirva de ejemplo para ilustrar la vertiginosidad e inmediatez de
las comunicaciones actuales, el acontecimiento de la masacre en abril del 2007 en una
universidad de los Estados Unidos. Cuando la noticia salió impresa en los diarios, ya era
prácticamente historia, pues el suceso se difundió por medio de los celulares, los blogs, las
cámaras digitales, de este modo la opinión pública alrededor del mundo accedió a la noticia
73 Habermas, Jürgen, La constelación posnacional, Op. Cit. p. 63-64.
58
y sus pormenores a través de fuentes directas, rebasando los límites del periodismo clásico,
que no pocas veces solía ser hasta heroico. “El desarrollo de nuevos sistemas de
comunicación crea un mundo en el cual las particularidades de lugar y la individualidad
están constantemente mediadas por redes de comunicación regionales y globales. Los
productos culturales, desde las telenovelas hasta los documentales periodísticos, pueden ser
producidos y difundidos a través de todos los territorios nominalmente separados.”74
En el siglo XXI un ciudadano estándar está, pero con mucho, más y mejor
informado que un jefe de gobierno de otros siglos, lo que haga con esa información es otra
cuestión, pero la posibilidad de acceso y la simultaneidad brindan sin duda otra concepción
de sí mismo, de la sociedad, del mundo en que se vive. “…Estos sistemas transforman las
relaciones entre los ámbitos físicos y las circunstancias sociales, y alteran la ‘geografía
situacional’ de la vida política y social; de forma creciente, (los) medios hacen de nosotros
audiencias ‘directas’ de lo que acontece en otras regiones y, a la vez, hacen posible que nos
dirijamos a públicos que no están físicamente presentes (Meyrowitz, 1985, pág. 7). En estas
circunstancias, el vínculo tradicional entre el ‘ambiente físico’ y la ‘situación social’ está
roto; los nuevos sistemas de comunicación crean nuevas experiencias, nuevas coincidencias
y nuevos marcos de significado independientemente del contacto directo entre las personas.
De esta forma, pueden desligar, o desmontar, las identidades de los momentos, lugares y
tradiciones particulares, y pueden tener un ‘impacto pluralizante’ sobre la formación de
identidades, generando una variedad de opciones ‘menos fijas o unificadas’ (Hall, S., 1992,
págs. 303 y 309). Más aún, estos sistemas operan en gran medida de forma independiente
del control del Estado y son, en consecuencia, poco dóciles a la regulación política
directa.”75 Todos estos desarrollos dibujan oportunidades, problemas y dificultades, crean
otras y sorprendentemente dejan algunas más intocadas, por ejemplo, el racismo sigue
presente con fuerza en algunas regiones, de modo que la aceptación y la tolerancia,
cuestiones inherentes a la convivencia humana, son problemática vigente que presenta la
dificultad de siempre. El hecho de acceder a lo que está sucediendo en otro continente de
manera simultánea a su acontecer, no abona a la capacidad de aceptación al otro por ser
otro, no borra la posibilidad de hacerle al humano sentirse amenazado con la sola presencia
74 Held, David, La democracia y el orden global, Op. Cit. p. 155. 75 Held, David, La democracia y el orden global, Op. Cit. p. 155-156.
59
de otro diferente, no borra las diferencias de lengua, de historia, de tradiciones, de
símbolos, cuestiones que ni tan rápido, ni tan en automático desaparecen.
La expansión del poder de penetración de los medios ha sido el canal ordinario para
la extensión de la cultura norteamericana. Las modas, las canciones, los artistas, las
películas, los jeans, etc., son elementos que se convierten en imágenes capaces de permear
todo, de llegar hasta los rincones más apartados del planeta y de esta manera llegan a ser un
ideal estándar para todos, un inglés con una amplia variedad de acentos y sintaxis se
convierte en el canal adecuado de comunicación en situaciones cada vez más ordinarias. El
otro punto de todo este entramado es el incremento de los niveles planetarios de
urbanización, pues son históricamente los más altos. Grandes proporciones de la
humanidad vive en las ciudades y eso estandariza también sus modos de vida.
“Actualmente más del 40% de la población mundial vive en ciudades, y este nuevo proceso
de urbanización está destruyendo, junto a las formas de vida urbanas surgidas en la vieja
Europa, la ciudad misma. Una ciudad como Nueva York, incluido el núcleo metropolitano
de Manhattan, todavía pueden recordarnos lejanamente al París o al Londres del siglo XIX.
Pero desbordadas megalópolis como México, Tokio, Calcula, Sao Paulo, Seúl o Shangai
han dinamitado las dimensiones habituales de la ‘ciudad’.”76
De manera simultánea se da una reacción completamente extrema: el afianzamiento
de los fundamentalismos. El arraigo a la propia cultura es también una respuesta a las
pretensiones de homogenización cultural a través de los medios de comunicación. Si bien el
Estado-nación se asentó sobre una base cultural común para los colectivos, sobre una base
de elementos significativos y heredados como tradiciones ancestrales, de una cultura
compartida, en un esquema que siempre tuvo un sustento real sobre el cual asentarse,
aunque en algunas ocasiones habría podido servir como ideología de cohesión para el
beneficio de ciertos grupos de ese entramado social antes que como verdadero factor de
cohesión y realizador de consensos en posturas divergentes. “Que las élites nacionalistas
buscaron activamente generar el sentido del nacionalidad y cultivar el compromiso con la
nación – una comunidad de destino, es un hecho bien documentado. Pero ‘de ello no se
sigue’, como agudamente observara un especialista, que dichas élites ‘inventaran la
nacionalidad donde nada existía’…. Así, muchas naciones ‘fueron edificadas sobre la base
76 Habermas, Jürgen, La constelación posnacional, Op. Cit. p. 62.
60
de ‘focos étnicos’ cuyos mitos y memorias, valores y símbolos, dieron forma a la cultura y
el contorno de la nación que las élites modernas proyectaban fraguar’.”77 En ocasiones la
reafirmación de la propia identidad es realizada a tal extremo que se torna en
fundamentalismo, en todo caso la identidad cultural es un piso básico que lucha por hacerse
presente y que no se resigna a la propia desaparición tras la cultura estándar global, aunque
para ello haya que tomar posturas determinadas de endurecimiento de la propia identidad.
Esta tensión se da en el contexto de una compleja composición multiétnica del
planeta, pues aunque: “En la actualidad la mayoría de países son culturalmente diversos.
Según estimaciones recientes, los 184 Estados independientes del mundo contienen más de
600 grupos de lenguas vivas y 5000 grupos étnicos. Son bien escasos los países cuyos
ciudadanos comparten el mismo lenguaje o pertenecen al mismo grupo étnico-nacional.”78
El panorama global del orden mundial no refleja de ninguna manera esta composición, se
cita el caso de Corea y Singapur como excepciones a la norma, pues estas naciones son de
las pocas, que presentan una composición étnica homogénea. Si se suma a este ya complejo
panorama el otro hecho altamente significativo de este entramado que representa la
migración, que si bien no es promovida por los medios de comunicación si la enaltece y
hace porosas las fronteras físicas entre los países, fenómeno sin duda relacionado con la
concentración de la riqueza en ciertas zonas del planeta, en detrimento de otras regiones
donde lo ordinario es la carencia. Este es el mecanismo que se está haciendo ya ordinario:
los Estados Unidos, país típicamente receptor de migrantes, pero también Canadá y Europa,
lo están haciendo ahora a un ritmo vertiginoso, situación que provoca fuertes cambios en su
composición poblacional, cultural y étnica, con el consiguiente impacto en los procesos de
reproducción y organización de las sociedades.
Así pues, se hace imprescindible la búsqueda y el hallazgo de elementos comunes
entre las diferentes culturas que con toda justicia reclaman reconocimiento como paso
necesario para fomentar y por lo menos permitir la convivencia en sociedades con esa
composición.
77 Held, David, La democracia y el orden global, Op. Cit. p. 82. 78 Kymlicka, Will, Ciudadanía multicultural, Paidós, Barcelona, 1996. p. 13.
61
1 3 2 La gestión de la economía
La tensión que se da entre los alcances de la autoridad del Estado y sus
disposiciones regulatorias y los mecanismos de producción y distribución económica que
frecuentemente no reconocen límites nacionales por tener una cobertura mucho más amplia
que esa, es la característica del plano económico en tiempos de globalización.
En economía hay una distinción fundamental entre los procesos productivos, la que
se refieren a la transformación de materias primas en productos diversos, procesos
básicamente materiales porque implican productos tangibles y los procesos financieros, que
son mucho más complejos porque implican siempre el aparato que está detrás de los
primeros, que implica por ello flujos de dinero, de inversión y de ganancias, que se hacen
por ello altamente móviles y en ocasiones se vuelven hasta intangibles. Un mundo real,
complejo que se mueve en una lógica diferente. “…El sector financiero rinde utilidades no
sólo sobre la base de inversiones a largo plazo, sino también sobre la base de la
manipulación de los movimientos en el propio mercado financiero. Cuanto más rápido sea
el movimiento, mayores son las comisiones que pueden obtener los agentes financieros
clave (véase Stange, 1986). Las nuevas tecnologías tiene un profundo impacto sobre las
operaciones de estos mecanismos financieros.”79
Es verdad, el uso y aprovechamiento de la tecnología tiene alto impacto en el
mercado. Gracias a ella, las empresas pueden organizar sus procesos de producción y
distribución de acuerdo a una visión global por la que se puede diseñar los procesos de
producción y distribución de acuerdo a una perspectiva global eligiendo los espacios que
pueden ser mercados altamente prometedores en la medida que prometa la mayor cantidad
de ganancias. Pero si el efecto que la tecnología tiene sobre la producción es enorme, es
infinito sobre los procesos financieros. Merced a la tecnología es posible hablar de un único
mercado financiero mundial que opera día y noche, donde las fronteras geográficas ya no
tienen ningún sentido, puesto que han sido rebasadas por estos recursos.
En lo productivo el espacio geográfico es determinante, pues la elección del lugar
donde instalar una planta productiva implica una apuesta de largo plazo. Sin embargo, en el
ámbito financiero los movimientos de capital son instantáneos gracias al uso de las
tecnologías. En estos casos, la disponibilidad de información es un factor altamente
79 Held, David, La democracia y el orden global, Op. Cit. p.162.
62
relevante y la tecnología permite la interconexión instantánea entre diferentes puntos por
lejanos que estos se encuentren, este estado de cosas provoca entre otros fenómenos que los
mercados financieros estén funcionando día y noche sin parar, de este modo, en algún lugar
del mundo en este mismo instante el sistema financiero está produciendo movimientos
hacia uno y otro extremo. Los mercados financieros están en realidad tan
interconectadamente diseñados que un golpe a uno de ellos, puede ser lo suficientemente
impactante para provocar que el sistema completo sea sacudido sin posibilidades de
marginalización, esto es, las fronteras nacionales son indudablemente borradas.
El clásico esquema del trust o monopolio en este nuevo panorama es muy
complicado, cuando en el esquema del Estado-nación siempre hubo mecanismos para
combatirlo, cercarlo, limitarlo. El sistema jurídico estuvo diseñado para proteger las
economías locales de mecanismo concentradores de capitales y de bienes, sin embargo en
este nuevo marco las empresas están conectadas a enormes redes que les permiten elegir
ritmos y tiempos sin impacto real en retrasos de distribución al contar con diferentes
alternativas o actuar oportunamente en nichos de mercado especializados cuando se halle la
oportunidad. Por supuesto que las legislaciones locales no tienen alcance para sancionar o
delimitar los alcances de estas acciones. En el caso que los Estados logren hacerse de
procedimientos de control, la vertiginosidad de los cambios hace que esas disposiciones
cobren un grado de obsolescencia con gran rapidez. El Estado no puede participar más de la
dinámica de control de las empresas transnacionales, si bien puede tomar medidas para
proteger su economía local, en la medida que esas disposiciones sean temporales y se
ajusten al panorama global pueden ser eficaces, sin embargo corren el riesgo de quedar
marginalizadas en los procesos de distribución o beneficio en el contexto del mercado
global, porque los capitales buscarán lugares más seguros y prometedores donde tengan
garantizada su viabilidad y su reproducción continua.
La temporalización de medidas de protección y la regionalización de mecanismos
de cooperación se han mostrado como mecanismos eficaces de control y de protección de
las economías nacionales, por lo tanto no podemos hablar de una apertura total, absoluta e
indiscriminada. Los Estados tienen un margen aunque pequeño, todavía efectivo de control
de sus economías locales. Pero por supuesto que la distribución internacional de la
producción y el flujo de los mercados, son mecanismos que sin duda lesionan la capacidad
63
del Estado para controlar sus economías locales. Esto no significa que se queden sin control
absoluto, pero los mecanismos se han vuelto altamente complejos, limitados y arriesgados
pues el Estado ha de asumir los costos de las decisiones que decida levantar.
Se ha caracterizado a época que va de la posguerra hasta los años setentas como la
época del capitalismo organizado y a la etapa posterior como la del capitalismo
desorganizado, pues no hay controles, ni orden en los flujos, ni sistematización de
esquemas de producción: “Vista en perspectiva histórica, la caracterización del período
contemporáneo como capitalismo desorganizado no parece del todo precisa, ya que el
poder regulatorio del Estado-nación fue siempre limitado en relación con la dinámica y el
desarrollo de la economía mundial. Sin embargo, indudablemente, la caída de los imperios
europeos, la erosión de la posición económica de los Estados Unidos en los últimos años y
el crecimiento de la internacionalización del capital productivo y financiero, en particular
durante las últimas dos décadas, redujeron considerablemente las opciones (y las ilusiones)
de todos los Estados-nación, incluso los más poderosos (véanse Keohane, 1984a; Kennedy,
1988). Si bien esto no es equivalente a una erosión directa del derecho de un Estado-nación
a gobernar su territorio –soberanía-, deja a los Estados-nación expuestos y vulnerables ante
las redes de fuerza y relaciones económicas que circulan dentro y a través de ellos,
reconstituyendo su forma y sus capacidades.”80
Es sin duda el tema de la ecología donde se engarzan diferentes problemáticas como
manifestación de la lógica del consumo que arrasa con lo que a su paso encuentra. La
ecología es un tema privilegiado para hacer evidente la tensión entre los poderes del
Estado-nación y la pretensión y necesidad de mecanismos supraestatales de influencia y
regulación. En el marco del Estado-nación era muy claro que la soberanía estatal se ejerce
sobre todo lo que cabe en el territorio, así el subsuelo, el aire, los ríos y mares, el Estado
garantiza el uso y la protección de ellos porque es el propietario de los títulos legales,
incluyendo la plataforma mariana, es decir, aquello del mar que dista hasta 200 millas del
territorio se considera también propiedad del mismo Estado y lo que no cabía en esos
rangos no estaba regulado, sin embargo en los sesentas del siglo XX, dentro de los
mecanismos ordinarios de la ONU se desarrolló el concepto de ‘patrimonio común de la
humanidad’ para designar aquellas propiedades que no corresponden al territorio de un
80 Held, David, La democracia y el orden global, Op. Cit. p.168.
64
Estado-nación en particular, sino al conjunto de ellos, por lo cual su uso, protección y
desarrollo corresponde al conjunto de naciones. Con todo es una categoría que aún le queda
mucho por definir, pues no quedan claros sus alcances y limitaciones.
Para ilustrar con más detalle este tema, se consideran todavía dos casos más: el
primero corresponde al típico del reactor nuclear ubicado en las fronteras de un Estado,
aunque su simple ubicación tiene repercusiones sobre sus vecinos, éstos no podrían hacer
nada para evitarlo, regularlo o en todo caso protegerse de posibles incidentes, el otro caso
típico es la discusión sobre el calentamiento global, que de nuevo, es producto de la lógica
consumista occidental de usar los recursos no renovables y acelerar la producción de ciertos
bienes a costa del uso de energéticos que producen emisiones no asimilables por la
atmosfera, con sus correspondientes efectos. Fenómenos de éste tipo han hecho urgente la
necesidad de establecer mecanismos supranacionales reguladores. Este es el caso de la
Conferencia de Río en Brasil en 1992, donde se establece que es urgente la creación de
mecanismos de control global: “La Declaración de Río adopta como meta primaria la
creación de nuevos niveles de cooperación entre los Estados, los sectores claves de la
sociedad y el pueblo (Naciones Unidas, 1993, vol. 1 pág. 3)”81, como muestra de que la
soberanía estatal ya no es ni puede ser absoluta, los Estados deben comprometerse a un
diálogo constructivo y concreto, capaz de generar alternativas comunes, regulaciones
vinculantes y salvaguardas globales para la conservación del planeta. Hasta aquí se
concluye este apartado, con el señalamiento inicial, la ecología es un punto que hace
evidente la tensión entre los poderes del Estado-nación y la necesidad de mecanismos
supra-estatales reguladores a los cuales los primeros han de someter su autoridad.
1 3 3 Organización social y gobierno
Para describir las tensiones que se dan en el plano político se aborda en primer lugar
la internacionalización de los procesos jurídicos, en seguida se toca otra serie de
mecanismos de regulación a diversas instancias de la vida social, el panorama en conjunto
refleja una estructuración supra-nacional para la toma de decisiones significativas para las
sociedades.
Un primer indicativo de esta discusión es la internacionalización de procedimientos
jurídicos, pues estos se fueron creando y desarrollando de manera gradual. Aunque sin duda
81 Held, David, La democracia y el orden global, Op. Cit. p. 136.
65
estos procedimientos se aceleraron luego de las guerras mundiales. Con anterioridad ya se
ha señalado como es en el campo de los derechos humanos donde se hace patente la
porosidad de las fronteras y la relativa fuerza que la soberanía puede llegar a presentar en
determinados casos, cuando acudir a ella puede emplearse para velar injusticias. Por
supuesto que en este nivel también hay fortalezas y desniveles, es de nuevo, los
mecanismos desarrollados en Europa los que presentan mayor alcance y posibilidades y
aunque los desarrollos logrados en otras latitudes son significativos van apuntando hacia
mayor articulación entre las naciones y más capacidad de actuar de los organismos supra-
nacionales.
Estos mecanismos han evolucionado de manera vertiginosa, y ha sido la comunidad
europea la que ha dado los pasos más atrevidos y arriesgados, de tal manera que incluso la
soberanía nacional ha pasado en ciertas ocasiones a ser un concepto de la historia: “Con la
aprobación de la Carta Europea Única en 1986, la unanimidad dentro del Consejo de
Ministros fue reemplazada por ‘la votación de la mayoría calificada’ en una cantidad
importante de áreas temáticas (Veáse Noel, 1989). Si bien este cambio contempla ciertas
salvaguardias de la soberanía nacional (las decisiones que determinan qué temas se pueden
decidir mediante el principio de la mayoría requieren la unanimidad), es posible que se
adopten medidas a las cuales se oponen ciertos Estados individuales. Por lo tanto, el lugar
de la soberanía nacional ya no está garantizada.”82
El proceso que ha dado lugar al surgimiento y posicionamiento de las instituciones
supranacionales presenta también sus aristas y matices. La Liga de las Naciones, fruto de la
Primera Guerra Mundial, aunque tuvo muchos inconvenientes, fue sin embargo el primer
intento desarrollado intencionadamente en el sentido de construir una instancia
supranacional. Con todo, es sin duda la ONU, consecuencia de la Segunda Guerra Mundial,
el organismo que más ha desarrollado sus procedimientos y que ha sido en la práctica la
arena de resolución de numerosos desencuentros, pues ha actuado como mecanismo
restaurador del equilibrio cuando ha sido necesario gracias tanto al consenso que le es
propio como a la juridificación de sus dispositivos, que aunque no pueden ejercer corción,
la fuerza de sus pronunciamientos es de tal relevancia que su incumplimiento es
complicado, es el caso de la mecanismos institucionalizados, como la Declaración
82 Held, David, La democracia y el orden global, Op. Cit. p.143.
66
Universal de los Derechos Humanos. Otras instancias supranacionales como la Convención
Europea de Derechos Humanos, cuenta incluso con una corte para la sanción de casos que
atiende luego de un complejo proceso para acceder a ella, cuenta también con mecanismos
que le proporcionan poder de sancionar, facultad de la que carece por ejemplo su homóloga
de América, en todo caso sus pronunciamientos tienen un peso moral bastante considerable
para ser desdeñados. En esta categoría están también la UNESCO, la OMS y otras del
estilo.
Como mecanismos supranacionales, pero en orden estrictamente técnico se
encuentran también las instituciones que regulan la vida social en un espectro amplio de
campos. Por ejemplo, se han creado organismos responsables de la regulación postal,
climatológica, de pesos y medidas, etc., y en este ámbito, estrictamente técnico, es que
cumplen sus funciones vinculantes para el orden internacional total.
Hay otro tipo de instituciones supranacionales que juegan un papel relevante en el
orden internacional y que incluso su impacto sobre las políticas nacionales son de alto
impacto, es el caso de los organismos de control de las economías, como son el FMI o el
BM. Es muy fuerte el poder de decisión sobre medidas que afectan las economías
nacionales, además no son tomadas en cuenta las situaciones concretas locales, porque los
criterios generales son aplicados sin discriminación. Fue principalmente en los setentas que
estos organismos financieros emitieron fuertes sumas de dinero en prestamos a las naciones
que lo solicitaban, provocando un alto y prolongado endeudamiento de los países y cuando
se llegaron los tiempos de saldar los créditos se tuvo que desproteger a las economías
locales, porque el uso que se le dio al dinero de los créditos fue generalizadamente a las
élites locales a través de actos de corrupción. Así pues, cuando un país solicita un préstamo,
éstos organismos anteponen una serie de fuertes condiciones que actúan como mecanismos
intervencionistas por arriba de la soberanía local: “Las condiciones de un empréstito
internacional suelen equivaler a un ‘tratamiento de shock’ en el país que lo recibe, lo cual
disloca gravemente sus instituciones y costumbres. Debe tenerse en cuenta que la
intervención del FMI tiene lugar de forma rutinaria a petición de las autoridades
gubernamentales o de facciones políticas particulares dentro de un Estado, y en general es
el resultado del reconocimiento de que es mínimo el espacio que existe para la
implementación de medidas económicas nacionales independientes; no puede ser
67
interpretada, por lo tanto, como una simple amenaza a la soberanía. (…) Mientras la
soberanía de jure puede no ser directamente quebrantada, el proceso de toma de decisiones
del FMI plantea serias dudas sobre las condiciones bajo las cuales una comunidad política
es capaz de determinar sus propias medidas y su propio rumbo.”83
1 3 4 Demandas de justicia y reconocimiento
La otra dimensión que ha ido concretizando el estrechamiento del significado de las
fronteras ha sido la promoción de las demandas de justicia y reconocimiento, pues ellas
manifiestan la insuficiencia de los límites del Estado-nación, más aún, estas reflejan que la
aceptación de fronteras significa generalmente una coartada para evadir la justicia en uno y
en otro caso.
En muchos Estados-nación los ciudadanos han demandado al Estado local por
violación de garantías individuales o por vejaciones en sus derechos humanos. Aunque esta
fue una discusión que más o menos quedó zanjada en los juicios de Nuremberg, no siempre
se contó con los mecanismos jurídicos y las vías institucionalizadas para ejercer esos
derechos. “El Tribunal dictaminó, por primera vez en la historia, que cuando las normas
internacionales que protegen valores humanitarios básicos entran en conflicto con las leyes
del Estado, cada individuo debe transgredir el derecho estatal (a menos que no haya lugar
para una ‘elección moral’) (Casseses, 1988, pág 132). El marco legal del Tribunal de
Nuremberg implicó un cambio fundamental en la dirección legal del Estado moderno, pues
las nuevas normas desafiaron el principio de la disciplina militar y subvirtieron la soberanía
nacional en uno de sus puntos más sensibles. Las relaciones jerárquicas dentro del ejército.
El derecho internacional contemporáneo generalmente confirmó la posición adoptada por el
Tribunal y respaldó su rechazo del argumente que propone eximir de responsabilidad a
quienes participaron en crímenes contra la paz y la humanidad obedeciendo órdenes
superiores.”84
Por otra parte, grupos ubicados en determinado territorio han sido comprendidos
dentro del Estado-nación sin compartir identidad cultural, al pertenecer a tradiciones
fundacionales diversas, además de ser numéricamente minoritarios. Estas condiciones que
les representan normalmente ser subestimados o definitivamente ignorados dentro de los
83 Held, David, La democracia y el orden global, Op. Cit. p.141. 84 Held, David, La democracia y el orden global, Op. Cit. p. 131-132.
68
acuerdos sociales. Estos grupos han desarrollado un esquema de lucha militante, con su
correlato correspondiente en la ámbito académico. A estas demandas se le conocen como
luchas por el reconocimiento de la identidad cultural propia. “La tesis es que nuestra
identidad se moldea en parte por el reconocimiento o por la falta de éste; a menudo,
también, por el falso reconocimiento de otros, y así, un individuo o un grupo de personas
puede sufrir un verdadero daño, una auténtica deformación si la gente o la sociedad que lo
rodea le muestra, como reflejo un cuadro limitativo, degradantes o despreciable de sí
mismo. El falso reconocimiento o la falta de reconocimiento, puede causar daño, puede ser
una forma de opresión que aprisione a alguien en un modo de ser falso, deformado y
reducido.”85
Para cerrar, es necesario hacer un balance sobre la soberanía, que como se
expresaba ya un el apartado anterior de éste mismo capítulo fue el concepto central que
acuñó el Estado-nación, así pues: “La soberanía es la autoridad política de una comunidad
que tiene el derecho reconocido de ejercer los poderes del Estado y determinar las reglas,
regulaciones y medidas dentro de un territorio determinado.”86 En efecto pues, no se puede
decir que los mecanismos supranacionales han desplazado de lleno la soberanía nacional,
pero tampoco lo contrario, que la soberanía estatal sigue intocada y que es parte inherente a
la formación de los Estados, por eso se ha insistido aquí en la idea de un proceso inacabado
y de una tensión necesaria, puesto que en efecto, no se han dado ninguno de los dos
extremos, sino que se da una tensión propia de la configuración de un nuevo estado de
cosas.
De este modo se han recorrido los principales aspectos para contar con un panorama
del mundo contemporáneo. Antes de pasar a analizar el proyecto de la democracia
deliberativa conviene hacer un repaso por algunos puntos que la fundamentan, para
concluir con una exposición de ella como expresión de justicia política en el último
capítulo.
85 Taylor, Charles, El multiculturalismo y la ‘política del reconocimiento’, FCE. México. 1993. p. p. 17-18. La composición multiétnica del planeta y sus implicaciones, es un tema también abordado en 1 3 1. 86 Held, David, La democracia y el orden global, Op. Cit. p. 129.
69
2 Fundamentos de la democracia deliberativa
Múltiples han sido los intentos por fundamentar la ética y la moral. Sin duda la
Crítica de la Razón Práctica, es piedra de toque en esta tarea, pues el ingente esfuerzo
realizado por Kant en esta obra la ha convertido en referencia obligada en el tema. El reto
de fundamentar la moral es en sí mismo considerable, pero además el resultado debe dar
respuesta cabal a los escépticos y a los relativistas que afirman la imposibilidad de precisar
fundamentos estables en este campo. No obstante, la labor de echar los fundamentos de la
razón práctica se ha emprendido en reiteradas ocasiones. John Rawls, Ernst Tugendhat,
Kart-Otto Apel, entre otros, han estado en estos tiempos trabajando en ésta tarea. En esta
corriente está también Jürgen Habermas, quien a lo largo de su carrera intelectual, pero
explícitamente en Teoría de la Acción Comunicativa se ha dado a la tarea de establecer de
nuevo los fundamentos de la moral. Hay otro elemento adicional, pero que también es
fundamental en ese retorno al pensamiento ético y es el recurso a la filosofía del lenguaje:
“Otro rasgo común de esa rehabilitación del pensamiento ético consiste en la remisión al
lenguaje como primer objeto de reflexión: prácticamente todos los empeños –y muchos de
ellos representan contribuciones sumamente innovadoras- parten del supuesto de que la
propiedad más singular del ser humano es el lenguaje y de que debe ser ese medio esencial
de la comunicación y del pensamiento –no la razón abstracta- la realidad fundante de la
ética. También Habermas, con sus propios matices, se encuentra en esa nómina de
neokantianos y filósofos del lenguaje moral.”1
En este capítulo se hace un repaso por los fundamentos de la democracia
deliberativa. Primero se aborda a grandes rasgos la descripción de la transición de
paradigma que supone la acción comunicativa, enseguida se aborda la noción de sociedad
en que asienta Habermas su proyecto, para concluir con un aspecto central que es el vínculo
interno entre la ley y la democracia. Estos tres aspectos no son la totalidad ni de la acción
comunicativa, ni de la democracia deliberativa, simplemente son aspectos que se han
elegido porque representan aspectos fundamentales necesarios para la comprensión de este
proyecto, aspectos que forman un todo con la descripción de las sociedades
contemporáneas y la formulación del proyecto de democracia deliberativa.
1 Velasco, Juan Carlos, Para leer a Habermas, Alianza Editorial, Madrid, 2003. p. 52.
70
2 1 De la actividad teleológica a la acción comunicativa
Para dar cuenta de los contenidos del cambio de paradigma de la filosofía de la
conciencia a la acción comunicativa, se hace un repaso por el planteamiento del giro
lingüístico desde los aportes de la filosofía analítica de Wittgenstein y de la filosofía
hermenéutica de Heidegger (1), en este talante se explica el procedimiento desarrollado por
Mead para tratar el tránsito de la conciencia al acto, como una concreción para abordar la
interacción regulada por normas y mediada a través del lenguaje (2), el punto dejado por
Mead de lado, pues al explicar la estructura individual del comportamiento no identifica las
fuentes de la cohesión social, se aborda con la recuperación de los orígenes sacrales de lo
normativo que realiza Durkheim (3), finalmente se describe el proceso que ha conducido a
la racionalización de las imágenes del mundo, que lleva a transitar de la fuerza normativa
de lo sacro a categorías que permitan la misma función al actuar como fuerzas articuladoras
de la sociedad (4). Del engarce de estos hilos se origina la acción comunicativa, de donde
se deriva la propuesta de democracia deliberativa.
2 1 1 El giro lingüístico
El giro lingüístico ha sido presentado por la filosofía del lenguaje y en concreto los
desarrollos realizados que tiene como punto más logrado, pero a la vez que se realizan a
partir de Wittgenstein. Este aborde vivido por la filosofía es un verdadero punto de
inflexión en la forma de abordar los problemas filosóficos, pues constituye un nuevo
horizonte desde el cual se perciben aspectos que habían pasado desapercibidos y es
particular también su modo de abordarlos, por supuesto, y no podía ser de otra manera, las
conclusiones que surgen del empleo de estos procedimientos también son diferentes. En
una formulación sintética de este proceso Habermas afirma: “El modelo sujeto-objeto de la
filosofía de la conciencia se ve atacado a principios de este siglo por dos frentes: por parte
de la filosofía analítica del lenguaje y por parte de la teoría psicológica del
comportamiento. Ambos renuncian a un acceso directo a los fenómenos de conciencia y
sustituyen el saber-se intuitivo, la reflexión o la introspección, por procedimientos que no
apelan a la intuición. Proponen un análisis que parte de las expresiones lingüísticas o del
comportamiento observable y que quedan abiertos a una comprobación intersubjetiva. El
análisis del lenguaje hace suyos los procedimientos usuales en lógica y en lingüística de
reconstrucción racional de la capacidad que tienen los sujetos para hacer uso de ciertas
71
reglas, y la psicología del comportamiento adopta los métodos de observación y las
estrategias interpretativas de la investigación etológica.”2
El giro lingüístico3 tiene ya su historia. Humboldt4 es el pensador que puede ser
considerado como su primer antecedente explícito, es quien básicamente en la obra ‘Sobre
las diferencias de la Construcción del Lenguaje Humano’, establece las bases para una
comprensión del ser humano desde el lenguaje, antecedente originario del giro lingüístico.
Más adelante, la filosofía hermenéutica de Heidegger5 y la filosofía analítica de
Wittgenstein6 son desarrollos que actúan como sus dos formas complementarias. Por un
lado, el acercamiento hermenéutico al Dasein que realiza Heidegger en ‘Ser y Tiempo’ y
por otro la filosofía del lenguaje que desarrolla Wittgenstein en el ‘Tractatus’, son los
desarrollos que van a acabar de configurar este nuevo modelo de expresión de los
desarrollos en la filosofía. Heidegger parte del seguimiento de la veta semántica de la
filosofía del lenguaje de Humboldt, pero bajo la clave de la exposición de la función que
tiene el lenguaje para posibilitar la apertura del mundo, por esto va a asumir como centrales
las estructuras conceptuales y las intersecciones de sentido que son inherentes a la forma
del lenguaje en sí mismo.
Para Humboldt: “…entendemos una expresión lingüística cuando sabemos bajo qué
circunstancias podemos servirnos de ella para entendernos acerca de algo en el mundo.”7
Pero una expresión desnuda no es de mucha utilidad, porque para que tenga sentido se debe
justificar como verdadera. Es decir, una proposición tiene sentido únicamente cuando están
dadas las condiciones en las cuales esa proposición es verdadera o existen las condiciones
que la hacen verdadera. Una palabra aislada en sí misma no significa nada en términos de
verdad o falsedad, por el contrario, las condiciones de verdad o falsedad únicamente se van
a presentar en una proposición completa, donde las palabras cobran sentido y validez en el
conjunto de la proposición, llevando a extremo esta proposición se entiende porque una
2 Habermas, Jürgen, Teoría de la Acción Comunicativa II, Taurus, México, 2002. p. 9. 3 En Verdad y Justificación, Habermas da cuenta del uso que hace del giro lingüístico a lo largo de su carrera y en su propuesta de la Teoría de la Acción comunicativa, como un cambio de paradigma en la filosofía. Este volumen es una recopilación de trabajos de filosofía teorética realizados entre 1996 y 1998, tema que no había sido abordado de manera sistemática desde Conocimiento e Interés en 1968. Habermas, Jürgen, Verdad y
Justificación, 1999. Trotta. Madrid. 2002. 4 Humboldt, Guillermo de, Sobre las diferencias de la construcción del lenguaje humano, 1836. 5 Heidegger, Martin, Ser y Tiempo, 1927. 6 Wittgenstein, Ludwig, Tractatus logico-philosophicus, 1921. 7 Habermas, Jürgen, Verdad y Justificación, Op. Cit. p. 77.
72
misma palabra puede tener significados contrarios en dos afirmaciones o expresiones
diferentes. Es necesario tener presente que no es lo mismo el ‘sentido de’ que ‘la referencia
a’, que pueden tener las palabras, porque no es lo mismo el contenido que tiene una
afirmación que la referencia al objeto al que se está aludiendo. Estos matices son necesarios
de aclarar, pues de otro modo enfrentaríamos la situación de que no se podría reconocer al
mismo objeto en diferentes afirmaciones. Si esto fuera así, dicho en sentido heideggeriano,
no sería posible la ‘apertura del mundo’ que tiene el lenguaje, pero más aún, el
conocimiento mismo no sería posible.
Por esto, considerar que el lenguaje es constituidor del mundo, es la tesis de
Wittgenstein que funciona como piedra de toque en su planteamiento: “Los límites del
lenguaje ‘significan los límites de mi mundo’, las proposiciones de la semántica lógica nos
dejan ver la ‘estructura del mundo’.”8 Wittgenstein considera que al hacer una proposición,
se da sentido a toda una descripción y definitivamente se da sentido al mundo todo y en
esto reside la fuerza de una expresión: representar la esencia del mundo. Por supuesto que
la referencia no es simplemente un análisis gramatical, se trata de un análisis de las formas
del lenguaje, porque esto puede hacerse sin tocar toda una concepción fundamentada en la
conciencia, que únicamente se ve afectada ante el presupuesto fijo que la estructura de los
enunciados determina por completo la estructura de los hechos. Con este postulado se
rompen en definitiva los presupuestos que fundan un acceso introspectivo en el mundo,
para ponernos en el lugar de la acción reflejada en el lenguaje, esto es, porque saber el
funcionamiento de una afirmación o enunciado es un asunto eminentemente práctico, que
no hace referencia a un estado mental específico o una capacidad determinada de la psique.
Siguiendo con el postulado sintético de Humboldt que sólo hay mundo donde hay
lenguaje, como telón de fondo, se procede ahora a recorrer la perspectiva heideggeriana de
‘apertura del mundo’ que realiza el lenguaje. Tomando como antecedente unas
aproximaciones hermenéuticas de textos, del esfuerzo por comprender lo que ellos
contienen, pasa a través de una radicalización extrema a afirmar que el Dasein humano
intenta en cada momento justamente esto, comprender. Aquí hay que señalar que cuando se
8 El planteamiento de Witgenstein ratifica en un planteamiento sistemático el giro lingüístico introducido por Frege: ‘Dar la esencia de la proposición significa dar la esencia de toda la descripción, o sea, la esencia del mundo.’ L. Wittgenstein, Tractatus Logicus-Philosophicus, cit (5.4711), p. 119 en: Habermas, Jürgen, Verdad
y Justificación, Op. Cit. p. 79.
73
da una emisión, de una expresión o afirmación, el ‘esfuerzo por comprender’ no se
concentra precisamente en la expresión, sino en el contexto en que se da tal expresión, más
aún que comprender, Heidegger señala que siempre hay una comprensión previa del mundo
y de la situación concreta a la que nos enfrentamos, esto sería algo así como que siempre
tenemos una pre-comprensión del mundo todo y de las situaciones concretas a las que
hacemos frente. Es en este sentido que se habla del lenguaje como abridor del sentido en el
mundo, que además hace que se dé la verdad, hace ‘acontecer’ a la verdad. Esta manera de
entender la verdad como ‘apertura del mundo’ que es ‘acontecer de la verdad’ hace que ya
no sea posible considerar la posibilidad de una verdad eterna e inmutable, permanente,
universalista. Esta concepción es radical y extrema, porque al entender la dimensión de
interpretación del humano, deja de lado la posibilidad que también brinda el lenguaje de
conocer el mundo.
Así pues y dicho de manera sintética: “Con su acceso descriptivo al uso del lenguaje
tal como funciona de hecho, Wittgenstein difumina y neutraliza simultáneamente la
dimensión cognitiva del lenguaje. Tan pronto como las condiciones de verdad que deben
ser conocidas para poder usar correctamente oraciones asertóricas pueden obtenerse tan
sólo a partir de la praxis cotidiana del lenguaje, desaparece la diferencia entre validez y
vigencia social. Aquello por lo que estamos justificados se asimila a aquello a lo que
meramente nos hemos acostumbrado. En la medida en que Wittgenstein transfiere la
espontaneidad constituidora del mundo a la diversidad de los juegos del lenguaje y las
formas históricas de vida, confirma el primado del sentido a priori sobre la constatación de
los hechos… Wittgenstein, al igual que Heidegger, cuenta con el trasfondo de una
comprensión del mundo que, sin ser por sí misma verdadera o falsa, establece de antemano
los criterios para los enunciados verdaderos o falsos.”9
2 1 2 De la conciencia al acto
El planteamiento de George Herbert Mead10 es el siguiente paso para fundamentar
la Acción Comunicativa. Sus postulados llevan a recuperar el análisis del mecanismo que
explica los modos en que se produce la interacción regulada por normas y mediada a través
del lenguaje. Así pues, el aparato conceptual de Mead parte de una acceso oblicuo a la
9 Habermas, Jürgen, Verdad y Justificación, Op. Cit. p. 84. 10 Entre las obras más importantes de George Herbert Mead (1863-1931) se encuentra: La filosofía del
presente, 1932, Mente, yo y sociedad, 1934 y La filosofía del acto, 1938.
74
conciencia, pues lo hace desde los modos como se estructura la interacción entre los
sujetos, vía el lenguaje o vía símbolos. El lenguaje produce una manera muy particular de
estructurar no sólo al individuo porque también hay un impacto que resulta decisivo en el
modo de relacionarse con otro, es decir, y éste sería su origen más radical, en el modo de
estructurar la sociedad. Tres raíces son evidentes sobre las que Mead realiza el análisis por
el cual hace su planteamiento: el conductismo, el pragmatismo y la dialéctica hegeliana.
En primer lugar se retoma el conductismo, pues es un aborde surgido y empleado
principalmente en la psicología social y se refiere al estudio de la experiencia de las
personas desde el punto de vista de su conducta, entendida ésta como su comportamiento,
lo que resulta exteriormente observable. Mead tenía la fuerte convicción que aún las
experiencias internas podrían ser observables a partir de lo registrado desde el exterior. Es
este el origen de asumir al acto como punto de partida de sus observaciones y de su teoría
en general. El acto que es lo exteriormente observable o registrable, tiene su origen en el
interior del individuo. Sin embargo “…Mead es consciente de que la mente no puede
reducirse simplemente a conductas, pero afirma que sí es posible explicarla en términos de
conducta sin negar su existencia.”11
La segunda influencia de Mead es el pragmatismo. De manera tal vez muy
simplificada se puede decir que algunas de las ideas del pragmatismo que están más cerca
de los presupuestos de Mead son las siguiente: “Primera, para los pragmatistas la verdad y
la realidad no existen ‘fuera’ del mundo real; se ‘crean activamente cuando actuamos en el
mundo y nos proyectamos hacia él’ (Hewitt, 1984: 8; véase también Shalin 1986). Segunda,
la gente recuerda el pasado y basa su conocimiento del mundo en lo que se ha revelado útil.
Suele modificar lo que ya no ‘funciona’. Tercera, las personas definen los ‘objetos’ sociales
y físicos que encuentran en el mundo de acuerdo con el uso que hacen de ellos. Finalmente,
si queremos comprender a los actos, debemos basar nuestra comprensión en lo que
realmente hacen en el mundo.”12
El tercer y último rasgo que se puede observar en la obra de Mead es la dialéctica
hegeliana. Se encuentra presente más que en contenidos, en el modo de articular su teoría.
Es casi imposible abordar algunas de sus ideas por separado debido a la relación dialéctica
11 Ritzer, George, Teoría Sociológica Clásica, Mc Graw Hill. México. 2005. p. 471. 12 Ritzer, George, Teoría Sociológica Clásica, Op. Cit. p. 472.
75
que las une. Con todo, hay un esfuerzo por distinguir las categorías para ganar en claridad,
sin embargo siempre hay que tomar esta dimensión en cuenta.
Así pues, estas tres posturas: el conductismo, el pragmatismo y la dialéctica
hegeliana constituyen la perspectiva, el enfoque y el planteamiento básico a partir del cual
Mead va a realizar sus postulados.
En la pretensión de dar cuenta del orden social, se llega a identificar como un punto
fundamental la comunicación entre individuos. Este hecho sólo es posible a través del
lenguaje, por esta razón se usan los desarrollos de la filosofía del lenguaje en el análisis de
la sociedad. En principio, el lenguaje no ha surgido por generación espontánea, sino que ha
transitado por diferentes etapas, ha cobrado diversos matices, tiene una larga carrera
evolutiva, en definitiva, ha recorrido un proceso a través del cual se ha complejizado. Así
pues, se analizan las etapas por las que ha transitado el lenguaje hasta constituirse en lo que
conocemos, para ello se hace un aborde genealógico, pues para tener una comprensión
cabal del proceso es necesario determinar cuáles son los procesos que se han desarrollado
hasta darle la forma compleja que tiene.
Mead establece las bases de la psicología social, para explicar de manera conceptual
los mecanismos que posee la comunicación racional entre los individuos en una sociedad,
esto es, explica cómo es posible el lenguaje en sentido amplio, es decir, cómo es posible la
interacción mediada por símbolos y normas.
El punto inicial de la propuesta teórica de Mead es el acto, pues el acto es la
categoría más elemental del comportamiento humano. Cuando el acto se desarrolla entre
más de un actor, es el germen del acto social y entonces se le llama gesto. Los gestos son
los rudimentos de un proceso de comunicación que se ha dado entre los primeros
organismos vertebrados, el tipo de interacción que se va a dar entre los actores se realiza a
través de gestos y está regulado básicamente por el instinto, los gestos son símbolos
utilizables con idéntico significado, símbolos simples sin reglas que permitan hacer juegos
diferenciados de acomodo, además en contextos que resultan parecidos en una y otra
ocasión, posibilitan ya una forma totalmente nueva de comunicación, Mead le va a llamar
lenguaje de gestos y es el punto de partida de un lenguaje que hace posible, aunque en
términos incipientes, la comunicación. El gesto es el mecanismo básico del acto social y del
proceso social en general. Lo importante y decisivo es que los gestos de un individuo van a
76
actuar como estímulos para un segundo individuo. Mead va a ejemplificar esto con la idea
de un encuentro entre animales, pues en ellos la acción de uno va a provocar la reacción en
el otro y así sucesivamente, con la precisión evidente que no se da ninguna clase de proceso
mental entre los animales. “…Mead trata de explicar el nacimiento del lenguaje suponiendo
que el potencial semántico que las interacciones mediadas por gestos comportan queda
convertido, mediante internalización del lenguaje de ademanes, en símbolos utilizables por
los propios participantes en la interacción.”13
Al evolucionar este proceso, se hace patente que los gestos se han transformado
hasta llegar a ser símbolos significantes, pues la interacción se estructura mediada por un
lenguaje de señales que se constituyen en un sistema de símbolos que se ha complejizado
de tal manera que la interpretación de ellos depende del contexto en que se encuentren los
actores y del historial que les antecede, es decir, se trata ya de un sistema completo de
lenguaje. Esto es, cuando un gesto surgido de un individuo provoca la misma respuesta, no
necesariamente idéntica, a la que se supone debe provocar en aquellos a quienes se dirige.
Para hacer posible este tránsito Mead supone que el individuo posee la capacidad de asumir
la actitud del otro, lo cual provocará este brinco cualitativo altamente diferenciado. Este
salto hace que ahora el primer organismo asuma al otro como un objeto social y que su
respuesta no sea una simple reacción, sino que ahora, después de un proceso de
interpretación de comportamiento observado, aparece una reacción. La situación igual le
ocurre al segundo organismo, por lo que es notable que el gesto no se ‘hace’ simplemente,
sino que se hace con intención de ser captado por el otro, en otros términos, se trata ya un
proceso comunicativo complejizado, pues hay interacción. Por el símbolo significante es
que se hace posible la interacción simbólica, cuestión sobre la que se abunda más adelante.
La capacidad de concebirse a sí mismo como objeto va a ser una noción muy
importante en Mead, por eso se va a encargar de explicar y de hacer uso de ella, la va a
denominar self. El self tiene la capacidad de considerarse a sí mismo como sujeto y como
objeto. Sin embargo la capacidad de considerarse a sí mismo como otro únicamente va a
surgir en el contacto y la relación con otros, más aún al asumir el papel de otros va
emergiendo la capacidad del individuo de encontrarse consigo mismo.
13 Habermas, Jürgen, Teoría de la Acción Comunicativa II, Op. Cit. p. 17.
77
Todo esto es un proceso que se va gradualmente complejizando. Al observar el
comportamiento de un niño se ve que es capaz de asumir el papel de ‘otro’, por ello va a
asumir el papel de un indio, de padre o madre, etc., la evolución cronológica y emocional
de este proceso conduce hasta hacer posible que un individuo sea capaz de asumir en sí
mismo todo los roles que hay en un juego, en esto nos dice Mead que el individuo es capaz
de observar e intentar predecir el comportamiento de los otros, se dice que asume pues la
identidad del ‘otro generalizado’. Todo este proceso es un recorrido con resonancias
altamente significativas y para decirlo esquemáticamente ha ocurrido un desplazamiento
desde el juego al deporte, del play al game, que son los términos usados por Mead.
El conjunto de los postulados de Mead apuntan a reconocer la prioridad de lo social,
“…la teoría de Mead asigna primacía y prioridad al mundo social. Es decir, la conciencia,
la mente y el self se derivan sólo del mundo social y emergen de él.”14. Esto es, para Mead
los procesos sociales preceden a los procesos individuales, esta afirmación puede sintetizar
toda la propuesta de Mead: en sentido estructural y no cronológico, primero es la sociedad
y luego el individuo.
Del conductismo como punto de partida del análisis, al centrarse en el acto, el
aborde se hace funcionalista y toma distancia del idealismo, pues el acto es más que un
fenómeno subjetivo trascendental. Es algo más que un artificio metodológico, pues el
aborde de la mente en última instancia se hace a partir de sus efectos, pues “… lo que
ocurre en el sistema nervioso central es, en realidad, inseparable del acto; constituye un
aparte constituyente del acto. Así Mead se negó a pensar la mente en términos subjetivos y
la estudió como algo que forma parte de un proceso objetivo.”15
Un postulado que no conviene perder de vista, porque va a estructurar el conjunto
de la presente argumentación es que la racionalidad ha cobrado una cualidad comunicativa,
como ha quedado de manifiesto tras el recorrido realizado por la argumentación de Mead.
Por ello, es necesario anotar que la propuesta comunicativa de Mead ha explicitado los
mecanismos operados para hacer posible el desplazamiento de la interacción sub-humana
mediada por gestos a la interacción mediada por símbolos. Aquí es necesario explicar con
ayuda del concepto desarrollado por Wittgenstein de ‘seguir una regla’, cómo es posible la
socialización, para éste autor, el mecanismo a través del cual la interacción humana se hace 14 Ritzer, George, Teoría Sociológica Clásica, Op. Cit. p. 496-497. 15 Ritzer, George, Teoría Sociológica Clásica, Op. Cit. p. 471.
78
posible a través del seguimiento de reglas. Así que el comportamiento se va desarrollando a
través de reglas que son ejecutadas por el sujeto, pero que sin embargo para demostrar el
seguimiento eficaz, es necesario que sea atestiguado por otro sujeto, él es quien habrá de
verificar éste seguimiento y por ello afirma Wittgenstein que no han reglas privadas, pues
desde éste enfoque carecerían completamente de sentido. Más aún, éste comportamiento
hace evidente que ha habido una internalización de la actitud del otro y este punto es
precisamente que hace posible este tránsito.
Todavía, se tiene que explicitar los tres elementos que van a hacer posible el
desplazamiento de una interacción mediada por símbolos a una interacción mediada por
normas, estos son en primer lugar las funciones de entendimiento como la percepción que
se tiene de las cosas, enseguida está la integración social, que es la formación que se va
haciendo el sujeto de las expectativas del comportamiento de los otros y finalmente la
socialización, que es la formación de una identidad propia van a constituir de manera
complementaria e imposible de sustituir el mundo social y el mundo subjetivo.
Hasta aquí el planteamiento de Mead que explica las fuentes de la comunicación, sin
embargo, según observa Habermas, Mead ha sido incapaz de explicar cómo las normas han
llegado a ocupar un lugar preponderante y decisorio en los grupos sociales. Esta laguna la
llena acudiendo al aparato conceptual propuesto por Durkheim, pues éste autor va a
explicar el modo en que la solidaridad social tiene un antecedente remoto en el rito, o sea
en las comprensiones arcaicas de lo religioso, pues hay un sustento sacro en las
comprensiones morales que aseguran la cohesión social. El planteamiento básico de todo
este apartado es que el acuerdo normativo básico como trasfondo de la cohesión social
tienen un origen remoto en lo sacro, pero que un proceso evolutivo lo ha lingüistizado,
porque ha dado lugar a una visión racional del mundo y es justamente ahí donde se pueden
distinguir las estructuras simbólicas de la cohesión social.
2 1 3 Los orígenes sacrales de lo normativo
La teoría de Mead da cuenta del desarrollo evolutivo del lenguaje en los individuos,
que es justamente el medio de comunicación en un grupo, sin embargo no asume la
estructura de la comunicación en la sociedad. Buscando llenar este hueco, Habermas dirige
su atención a los postulados de la teoría de la religión que propone Durkheim. A las
formaciones conceptuales que no corresponden exclusivamente a un individuo, sino a un
79
grupo social, Durkheim va a denominar la conciencia colectiva. En ella identifica
Habermas una forma de razón, que es previa a las consideraciones sobre el lenguaje, es
razón prelingüística, esto es posible porque su constitución es de carácter simbólico y es en
ella donde se pueden encontrar indicios remotos de la acción regida por normas. “El
individuo debe su identidad como persona exclusivamente a la identificación con, o a la
interiorización de, características de la identidad colectiva; la identidad personal es reflejo
de la colectiva…”16 En el grupo social se van a desarrollar ritos, creados como prácticas
religiosas, que van a derivar en un acuerdo social articulado a través del lenguaje. Este
origen estructural de las motivaciones sociales se va a constituir en fundamento de la
propuesta de Habermas, pues en él la evolución del origen de lo sacral en una sociedad
hasta derivar en práctica lingüística está la explicación del origen de lo social que faltaba en
Mead y que completa adecuadamente los postulados realizados por Durkheim. El postulado
básico se puede enunciar como sigue: “A medida que queda libre el potencial de
racionalidad que la acción comunicativa comporta, el núcleo arcaico de lo normativo se
disuelve y da paso a la racionalización de las imágenes del mundo, a la universalización del
derecho y de la moral y a la aceleración de los procesos de individuación. Finalmente, en
este tendencia evolutiva basa Mead su proyección idealista de una sociedad integralmente
racionalizada en términos comunicativos.”17
Durkheim, al fundamentar la sociología, hace énfasis en un aborde empírico de lo
social y toma distancia de lo que pareciera simplemente una variante o tipo de filosofía.
Esta toma de distancia es la que hace ver que los hechos sociales han de ser tratados como
cosas, que han de ser tratados empírica y no filosóficamente, si se entiende que el puro
aborde introspectivo de las ideas constituye un acercamiento estrictamente filosófico, esto
es insuficiente, este conjunto es lo que hace de los hechos sociales el punto de partida
fundamental. Con fines de estructuración de su aparato conceptual Durkheim va a
distinguir ‘hechos sociales materiales’, como la arquitectura y el derecho y ‘hechos sociales
no materiales’, como son las normas y los valores, esto es, la cultura. Los hechos sociales
son externos.
En la tarea de fundamentar la sociología, Durkheim asume en términos
metodológicos la necesidad de apoyarse en las manifestaciones materiales de los hechos 16 Habermas, Jürgen, Teoría de la Acción Comunicativa II, Op. Cit. p. 86. 17 Habermas, Jürgen, Teoría de la Acción Comunicativa II, Op. Cit. p. 70.
80
sociales inmateriales. Ese es el sentido que explica que Durkheim haga un aborde al tema
de la religión, la obra que da cuenta de sus planteamiento es básicamente el libro ‘Las
formas elementales de la vida religiosa’, porque la religión es el hecho social inmaterial
por excelencia acerca del cual podrían hacerse acercamientos amplios. Durkheim se
empeñó en un aborde de la religión en las sociedades primitivas, pues creía que las formas
religiosas ‘aparecían desnudas’ en la sociedad primitiva, y se requería ‘sólo un pequeño
esfuerzo para entenderlas y exponerlas.’18 Una segunda gran ventaja que tiene ese aborde,
es que el acercamiento a las sociedades primitivas no presenta la complejidad con que
aparece en las sociedades modernas. Se centró en el estudio de la religión primitiva, no
porque lo considerara valioso de por sí, sino porque la naturaleza religiosa es un aspecto
fundamental y esencial de la humanidad.
Durkheim se pregunta por la factibilidad del orden social, pero ahora desde la
perspectiva de la capacidad de cohesión que se manifiesta en lo normativo. Habermas,
siguiendo a Durkheim articula los modos como el hombre primitivo fue capaz de otorgar a
fenómenos para él inexplicables o complejos una fuerza capaz de establecer un orden de
comportamiento para la comunidad. Durkheim realizó esta tarea en su intento por
establecer el acercamiento empírico de la sociedad en que está fundamentada la sociología
como disciplina. Así pues, según Durkheim, son las sociedades primitivas las que nos
muestran de manera más clara esta interrelación entre lo sacral y lo normativo. En los
análisis desarrollados por Durkheim se va dibujando una comprensión de la religión
netamente como creación social, aparece también el modo como se fue trazando esta
comprensión, una parte importante del proceso es la distinción que se fue dando entre los
elementos considerados como sagrados y otros que se manejaban como profanos. “Los
aspectos de la realidad social que entran en la definición de lo sagrado –es decir, los que se
apartan y se considera prohibidos- forman la esencia de la religión. El resto constituye lo
profano – los aspectos mundanos, cotidianos, comunes y útiles de la vida-. Lo sagrado
infunde obediencia, respeto, misterio, temor y honor. El respeto a ciertos fenómenos
profanos los transforma en sagrados… La diferencia entre lo sagrado y lo profano y la
elevación de ciertos aspectos de la vida social a la categoría de sagrado son condiciones
18 Ritzer, George, Teoría Sociológica Clásica, Op. Cit. p. 244.
81
necesarias pero no suficientes para la creación de la religión…”,19 para ello hacen falta
también las creencias religiosas, es decir, las representaciones de las cosas sagradas y las
relaciones que sostiene entre sí y con lo profano, los ritos, que son reglas de conducta
respecto al manejo de las cosas sagradas y una iglesia o comunidad, espacio donde tienen
vigencia estas consideraciones.
De esta manera Durkheim traza el modo en que se estructura lo normativo a partir
de sus remotos orígenes sagrados. El individuo orienta sus actos por la autoridad libre de
sanción que le viene de algún lado y es de alguna manera contundente. Ésta fuerza es la
misma a la que Mead denomina como ‘el otro generalizado’. En efecto, en sus análisis, al
centrarse en el proceso como se estructura el individuo no es capaz de explicar el
mecanismo mediante el cual se dan las identidades grupales, cómo se estructura la
presencia del ‘otro generalizado’, que es lo mismo que Durkheim denomina de la
‘conciencia colectiva’. Guiados únicamente por el análisis de Mead las identidades
colectivas no quedarían completamente explicadas. “…El concepto de conciencia colectiva
experimenta un desplazamiento correspondiente. Mientras que inicialmente Durkheim
había entendido la conciencia colectiva como la totalidad de las representaciones dotadas
de autoridad social que son compartidas por todos los miembros de la sociedad, en el
contexto del análisis del rito esa expresión se refiere no tanto a los contenidos como a la
estructura de una identidad grupal creada y renovada mediante la común identificación con
lo santo. La identidad colectiva se constituye en forma de un consenso alcanzado, puesto
que la identidad de los miembros del grupo se constituye cooriginariamente con la
identidad del grupo. Pues lo que convierte al individuo en persona es aquello en que
coinciden con todos los demás miembros de su grupo social. Es, en términos de Mead, el
Me, que representa en el adulto socializado la autoridad del otro generalizado. Durkheim
adopta aquí una posición parecida a la de Mead: ‘Cabe pues,…decir desde este punto de
vista que lo que convierte al hombre en una persona es aquello que lo confunde con los
otros hombres, aquello que hace de él un hombre y no tal hombre. El sentido, el cuerpo, en
una palabra, todo aquello que individualiza es, por el contrario, considerado por Kant como
antagonista de la personalidad. Esto es así porque la individuación no es en modo alguno la
característica esencial de la persona.’ (Durkheim (1968), 388) La identidad de la persona
19 Ritzer, George, Teoría Sociológica Clásica, Op. Cit. p. 244.
82
sólo es, por de pronto, el reflejo de la identidad colectiva; ésta asegura la solidaridad social,
por así decirlo, ‘mecánicamente’… Esta teoría permite colmar el hueco filogenético que
presentaba la construcción de Mead…”20
Como se ha explicado, el interés que Durkheim tiene en la religión no es por su
valor en sí mismo, sino como la forma en que se expresa genéticamente el vínculo de
cohesión en la sociedad. En síntesis, Durkheim plantea la cuestión de que el individuo que
vive en comunidad únicamente lo va a hacer, si es capaz de aprender a socializar, esto es:
“Teniendo en cuenta sus ideas sobre las pasiones humanas innatas y la necesidad de
controlarlas mediante una moralidad común, no es sorprendente que Durkheim se interesara
enormemente por la internalización de las costumbres sociales a través de la educación y,
en términos más generales, de la socialización. La moralidad social existe
fundamentalmente en el nivel cultural, pero también es internalizada por el individuo. En
palabras de de Durkheim, la moralidad común ‘penetra en nosotros’ y ‘forma parte de
nosotros’.”21
Así pues, lo religioso aparece y se desarrolla como el trasfondo normativo que
posibilita la integración de la comunidad. “El núcleo de la conciencia colectiva lo
constituye un consenso normativo que se produce y regenera en la práctica ritual de una
comunidad de fe. En ese consenso, los miembros del grupo se orientan por símbolos
religiosos; la unidad intersubjetiva del colectivo les aparece como categorías de lo santo.
Esta identidad colectiva define el círculo de aquellos que pueden entenderse a sí mismos
como miembros del mismo grupo social y hablar de sí bajo la categoría de primera persona
del plural. Las acciones simbólicas del rito pueden entenderse como residuos de una etapa
de comunicación, ya superada en el ámbito de la cooperación social profana. El desnivel
evolutivo existente entre la interacción mediada por símbolos y la interacción regida por
normas permite el encapsulamiento de un ámbito sagrado en el seno de la práctica
cotidiana. Esta, incluso en las sociedades más primitivas, se mueve ya en la etapa de la
acción regida por normas, etapa en la que se han formado un sistema de instituciones, por
un lado y, por otro, la estructura propia de los individuos socializados; el nacimiento de
20 Habermas, Jürgen, Teoría de la Acción Comunicativa II, Op. Cit. p. 80. 21 Ritzer, George, Teoría Sociológica Clásica, Op. Cit. p. 253.
83
instituciones y la formación de identidades constituyen los correlatos filogenéticos de la
formación del mundo social y del mundo objetivo, que Mead estudia ontogenéticamente.”22
El proceso del desarrollo evolutivo, muestra ahora la siguiente fase, lo sacral puede
ser dimensionado como el trasfondo de lo normativo y las imágenes religiosas pueden
llegar a transformarse hasta hacerse imágenes del mundo, de manera que en su construcción
contribuyen los participantes de la sociedad: “…Por determinados que estén
lingüísticamente nuestro conocimiento y las expresiones de nuestras vivencias, lo cierto es
que en su reconstrucción podemos remontarnos a la inteligencia animal y a los gestos
expresivos de los animales. Por el contrario, la conciencia normativa carece de una
referencia extralingüística igual de trivial; para las obligaciones, a diferencia de lo que
acontece con las impresiones sensoriales y con las necesidades, la historia natural no nos
ofrece correlatos tan inequívocos. Pese a lo cual, la conciencia colectiva, es decir, el
consenso normativo basado en paleosímbolos y la identidad colectiva a que ese consenso
sirve de sostén, aseguran a los sentimientos de obligación un contacto con una realidad que,
si no es a-simbólica, si que es prelingüística –son “mas viejos” que la interacción mediada
lingüísticamente… Parto del supuesto de que el habla gramatical se distingue del lenguaje
de señales por la diferenciación y ensamble, a un nivel superior, de aquellos componentes
asertivos, apelativos y expresivos que inicialmente constituyen una unidad difusa…”23. Es
así como se ha llegado al punto de dar cuenta de la relación entre la sacralidad y el lenguaje
como ejes estructuradores y posibilitadores del orden social, para ello hay que dar cuenta
del engarce y el mecanismo en que aparece éste.
2 1 4 Lenguaje, sacralidad y norma
El trayecto recorrido permite ahora explicar el modo en que se realiza el traslado
desde la fuerza que posee lo normativo hasta lo puramente lingüístico, este desplazamiento
es un cambio cualitativo altamente significativo. En éste último apartado se va a exponer
este proceso, primero se recuperan los planteamientos del desplazamiento de lo sacro a lo
puramente normativo, luego se hace frente a dos potenciales cuestionamientos que puede
tener el presente planteamiento: su talante idealista y formalista, de ahí se avanza hacia el
planteamiento de la necesaria formación social de la conciencia individual, y así explicitar
22 Habermas, Jürgen, Teoría de la Acción Comunicativa II, Op. Cit. p. 90. 23 Habermas, Jürgen, Teoría de la Acción Comunicativa II, Op. Cit. p. 91.
84
la función normativa que tiene lo sacral como fuerza cohesiva de la sociedad en términos
completamente inmanentes, esto se realiza a través de la racionalización de las imágenes
del mundo.
Lo sacro tiene una fuerza inherente que produce horror, que impacta, que seduce,
pero que al hacerse cotidiana, esta fuerza se transforma en el impulso que mantiene unida a
una comunidad. En los términos planteados por Durkheim, lo normativo va determinando
de diferentes maneras la integración del grupo social. En este punto, se retoman las
consideraciones que hace Mead del lenguaje y del discurso, porque a partir de ellas es
posible notar el modo en que se dan los procesos de socialización y se pueden contrastar
con los procesos de individuación.
Es necesario abordar los dos cuestionamientos que normalmente se le hacen a los
planteamientos de Mead e indagar cómo se podrían remontar para poder aprovecharlos en
el contexto de una teoría de la acción comunicativa. El planteamiento de Mead es a la vez
que idealista, también formalista. Entonces, Mead plantea una comunidad ideal de
comunicación, pero esto no significa que esté planteando una filosofía de la historia por la
que la humanidad necesariamente ha de conducirse hacia ese estado, entendido como meta,
esto sería otorgarle un sobrepeso al sentido metodológico con que se realiza está propuesta,
antes bien, el planteamiento de una sociedad donde se de la comunicación sin restricciones
ni limitaciones, en un planteamiento que se hace en términos contrafácticos, es decir, se
sabe con toda claridad que ese no es un hecho empírico, sino una imagen contra la cual se
contrasta la situación que se da en las sociedades conocidas, ya que de esta manera se
patentizan las fronteras borrosas que dibujan las tendencias evolutivas.
La segunda crítica tiene que ver con el formalismo de la propuesta. Se cuestiona si
no se están sustantivando o haciendo estructurales elementos que no son sino formas
culturales de determinado espacio y tiempo, o por el contrario, si el seguimiento de este
formalismo no deja demasiado generales los modos en que se concretiza la vida de una
sociedad, si la disciplina metodológica de este formalismo ha dejado escapar cualquier tipo
de contenido. Una postura bien clara es necesaria ante las concreciones que pueda presentar
una sociedad, porque únicamente desde ahí es posible hacer una valoración con valor
metodológico suficiente, sin embargo ha de privar un respeto también metodológico para
evaluar las formas concretas como un individuo decide plantear su trayectoria vital. “El
85
enjuiciamiento moral presupone una actitud hipotética, es decir, la posibilidad de
considerar las normas como algo a lo que podemos otorgar o negar validez social. Pero no
tendría sentido supone, análogamente, que podríamos elegir de la misma manera formas de
vida. Nadie puede asentir a la forma de vida en que ha sido socializado con la misma
flexibilidad con que puede asentir a una norma de cuya validez se ha convencido.”24
El objetivo último de esta tarea es fundamentar la acción comunicativa que
estructura la integración en una sociedad, puesto que recordemos una vez más que la
pregunta que orienta es la que inquiere por la posibilidad del orden social. El proceso que
hace Kant para fundamentar la ‘razón práctica’, es el soporte que guía esta argumentación.
En la ‘Crítica de la Razón Práctica’ se ocupa de lo que concierne al ‘yo’ y en la
‘Fundamentación de la Metafísica de las Costumbres’, establece las bases de la razón
práctica para el ‘nosotros’. Hay pues un desplazamiento en el que no es necesario abundar
ahora, sino simplemente dejar constancia que metodológicamente sería un exceso dar por
presupuesto este trayecto. El mismo Kant no realiza de manera explícita este recorrido, sin
embargo una lectura atenta y sistemática de su obra puede hacer patente el trayecto.
Las estructuras normativas sociales y los modos de vida son introyectados en los
individuos, el sujeto no tiene otra posibilidad al pertenecer necesariamente a un grupo
social.25 La conciencia personal es el punto de partida, Kant sostiene que la conciencia
moral es un elemento constitutivo del ser humano, más aún, por más que trate de huir de
ella, no podrá hacerlo, de ninguna manera puede el ser humano hacer caso omiso a la voz
de la conciencia: “Se podría pensar que exageraba (Kant) al sostener tal cosa ya que,
después de todo, no deja de resultar dudoso que la voz de una conciencia moralmente
ineducada consiga no digo hacerse oír, sino ni tan siquiera romper a hablar, de la misma
manera que –sin la educación moral que habitúa al hombre a prestarle oídos- parece harto
improbable que éste se sienta alguna vez interpelado por la voz de su conciencia (y todo
24 Habermas, Jürgen, Teoría de la Acción Comunicativa II, Op. Cit. p. 157. 25 Los vínculos las estructuras normativas sociales y la conciencia personal son analizados por Javier Muguerza, en un planteamiento que sostiene que la conciencia personal no puede ser eliminada. Explica el proceso a través del cual se constituye la conciencia de un individuo que vive en sociedad, que en un tejido de argumentos por rescatar el lugar de la conciencia individual en la historia de la humanidad y ante el desplazamiento que ésta sufre en el planteamiento de Habermas, establece de manera contundente que no va a ser otro, sino aquello que se denomina como interiorización o introyección de los fenómenos sociales en un individuo concreto. Ver. Javier Muguerza, De la conciencia al discurso: ¿Un viaje de ida y vuelta? En Gimbernat, José Antonio (Ed.), La filosofía moral y política de Jürgen Habermas, Biblioteca Nueva, Madrid, 1997, 79.
86
ello por no hablar de la compleja estratificación e interconexión de los diversos registros de
esa voz con los que estamos bien familiarizados desde Freud). Lo que describe Kant como
un rasgo de la naturaleza humana quizá no pase, pues, de reducirse a una contingencia de la
constitución del hombre como un sujeto moral, con anterioridad a la cual haya que
conceder la posibilidad de la mudez y la sordera de, y ante, la voz de la conciencia, tal y
como con posterioridad habría que conceder que la voz de la conciencia permanece
frecuentemente sumida en la afonía y que solemos hacer, con no menos frecuencia, oídos
sordos a su llamado.”26
Hablar simplemente de moral puede causar confusión, porque todavía hay que
distinguir entre la moral como estructura, la moral como contenido y la moral como actitud,
pues se trata de diferentes dimensiones que además son específicas del ser humano, esto es,
el hecho mismo de ser moral es parte constitutiva del ser humano, esta es la moral como
estructura; los contextos de espacio y tiempo van a ir determinando los contenidos propios
que asuma en cada caso, finalmente, al individuo le queda siempre la posibilidad de aceptar
apropiarse para realizar o no tales planteamientos, moral como actitud. Así pues, aunque la
pretensión era mostrar la primacía de la conciencia, estos argumentos han ayudado para
establecer los modos como ésta se configura en la vida de los individuos, este es el proceso
que se denomina interiorización de lo social, punto que aquí interesa.
Argumentando sobre la posibilidad de un orden social, Durkheim recurre a la
imagen del contrato de trabajo para afirmar “…los contratos tienen carácter obligatorio en
virtud de la legitimidad de las regulaciones legales que les subyacen; y estos sólo pueden
reputarse legítimas en la medida en que sean expresión de un interés general. Lo cual puede
a su vez determinarse viendo si los contratos a que esas regulaciones dan autoridad
significan, en efecto, una conciliación de intereses o violan en realidad los intereses de una
de las partes, aun cuando ésta haya prestado un asentimiento formal libre…”27
Así pues, el recorrido realizado explica como lo sacro tuvo un papel fundamental de
la consecución del orden social, éste fue evolucionando para construir imágenes de mundo
que sirvieran para mantener los vínculos en una sociedad y finalmente éstas imágenes se
han tornado en discurso para ejercer la misma función que siempre les ha pertenecido,
dicho de manera sucinta y esquemática: “La racionalización de las imágenes del mundo se 26 Javier Muguerza, De la conciencia al discurso: ¿Un viaje de ida y vuelta? Op. Cit. p. 79. 27 Habermas, Jürgen, Teoría de la Acción Comunicativa II, Op. Cit. p. 116.
87
expresa en un proceso de abstracción que sublima a los poderes míticos convirtiéndolos en
dioses trascendentes y, finalmente, en ideas y conceptos, y que a costa de una contracción
del ámbito de lo sacro da lugar a una naturaleza desendiosada. (…) Finalmente, las
imágenes del mundo racionalizadas tienen que competir con la autoridad de una ciencia
integralmente secularizada. (…) La abstracción de la idea de Dios va acompañada de una
generalización de los valores…”28 En efecto, lo sacro es cada vez menos la fuerza de
cohesión de la sociedad, porque esta ahora ésta se encuentra en el esfuerzo de entenderse y
de establecer acuerdos entre los integrantes de una sociedad, lo sacro se ha hecho lenguaje,
comunicación y acuerdo.
Con la exposición del remoto origen sacral de lo normativo y del cambio de
paradigma realizado, se ha avanzado en la tarea de establecer los fundamentos sobre los
cuales se asiente una propuesta que considere a la acción comunicativa como sustento en la
vida de las sociedades. Antes de indagar en la relación entre las formas de justicia y la vida
de las sociedades, materia del último capítulo, se aborda una perspectiva de sociedad que
considere tanto el punto de vista del actor, como el del participante, además se considera el
papel de la ley en la vida de las sociedades.
2 2 La noción bi-dimensional de la sociedad
Mundo de la vida y Sistema son dos categorías centrales en el aparato teórico
expuesto por Habermas. ‘Mundo de la vida’ ha sido básicamente una noción extraída de la
tradición fenomenológica (Husserl), mientras que ‘Sistema’ la ha asumido de Parsons y
luego de Luhmann. Como es habitual, Habermas toma los conceptos, los analiza, los
depura y asume de ellos aspectos fundamentales para incorporarlos a su propio
planteamiento. Se trata de dos aspectos de una misma realidad, que según su propuesta no
han de ser disociados, a riesgo de obtener un análisis inadecuado, sin embargo cada uno de
ellos va a tematizar porciones precisas en su estructura conceptual. La diferencia básica está
trazada por la perspectiva desde la cual se hace el aborde de la realidad social, en efecto, el
mundo de la vida se refiere a la perspectiva interna de los sujetos involucrados, así pues, se
trata del punto de vista de los sujetos que actúan, mientras que el sistema se refiere a la
perspectiva externa, es el punto de vista de un observador, es decir, se conceptualiza por
28 Habermas, Jürgen, Teoría de la Acción Comunicativa II, Op. Cit. p. 120.
88
este medio a la sociedad como una estructura sistémica, además Habermas señala que es el
derecho civil que va a actuar regularmente como engarce entre estas perspectivas.
Se abordan en primer término las categorías ‘mundo de la vida’ y ‘sistema’ a partir
de establecer una comprensión inicial de cada una de ellas, así se construye una definición
provisional de lo que en adelante se va a entender por cada una de estas nociones. Se
entiende que "la perspectiva de mundo de la vida es la propia del participante y, en este
sentido, es hermenéutica e internalista, mientras que la perspectiva del sistema es la del
observador y, por tanto, objetivadora y externalista"29. Aún antes de abordar sus
contenidos, se ve que es posible verificar cómo las realidades que representan estas
categorías son determinantes en un análisis de la sociedad y por ello mismo no se puede
prescindir de las mismas.
El mundo de la vida corresponde a un trasfondo de experiencias y vivencias a partir
de las cuales se otorga sentido a todo cuanto se hace o se dice, experiencias que permancen
en el ámbito prerreflexivo, justo incluso antes de su formulación en lenguaje discursivo.
Entonces, en esta categoría, que Habermas "... adopta de la tradición fenomenologica
iniciada por Edmund Husserl, se hace referencia al entorno inmediato del agente individual,
un entorno simbólico y cultural configurado por aquella capa profunda de evidencias,
certezas y realidades que habitualmente no son puestas en cuestión."30
Por otro lado está el sistema como un concepto o categoría que ha sido usado por
Parsons y luego por Luhmann, extraído de las ciencias naturales y la cibernética. Sirve
ahora para referirse a ese mismo mundo de vida, pero vista desde la óptica del observador
externo. Es el mismo entramado social "que tiende al equilibrio autorregulatívo por medio
de la especificación funcional de los diferentes subsistemas."31 Mas aún, el sistema mismo
está formado de mecanismos anónimos que cuentan con una lógica propia y que en las
sociedades avanzadas se presenta en forma de subsistema administrativo-estatal y del
subsistema económico, entre otros.
2 2 1 El mundo de vida y el sistema
Para precisar la noción de mundo de la vida Habermas reconoce y distingue los
elementos que le integran, a estos ha llamado los componentes estructurales del mundo de
29 Velasco, Juan Carlos. Para leer a Habermas, Alianza Editorial, Madrid, 2003, p. 49. 30 Velasco, Juan Carlos, Op. Cit. p. 47. 31 Velasco, Juan Carlos, Op. Cit. p. 48.
89
la vida, por ser parte de su fundamento y lo que lo hace tomar cuerpo. En un análisis
sustantivo de la sociedad reconoce tres diferentes procesos que la caracterizan y la
constituyen, primero están los procesos de la tradición y la renovación del saber cultural,
luego el proceso que va integrando la sociedad y la creación de la solidaridad y finalmente
los procesos que van formando las identidades personales de los sujetos que a ella
pertenecen, este cuadro conforma los componentes estructurales del mundo de la vida que
son la cultura, la sociedad y la personalidad.
Antes de tematizarlos como componentes estructurales, se nota que pertenecen a los
modos de empleo del lenguaje, puesto que analizando lo que ocurre en un acto promedio de
habla, se observa que el hablante entabla una relación en los hechos en una triple
dimensión: por una parte está el mundo objetivo, es decir, el referirse siempre a algo, a la
posibilidad de enunciar sobre una u otra entidad algo verdadero, luego está ese algo que es
dicho a alguien, es decir, se aborda la totalidad de las relaciones personales posibles que el
hablante puede propiamente entablar y finalmente el hablante se relaciona de igual manera
a partir de su propio mundo, es decir, a partir de la totalidad de vivencias personales y el
modo como han sido asumidas y por supuesto la referencia es aquí el modo como esas
vivencia son expresadas con pretensión de verdad. Por esto: "...La acción comunicativa se
basa en un proceso cooperativo de interpretación en que los participantes se refieren
simultáneamente a algo en el mundo objetivo, en el mundo social y en el mundo subjetivo
aun cuando en su manifestación sólo subrayen temáticamente uno de estos tres
componentes. Hablantes y oyentes emplean el sistema de referencia que constituyen los tres
mundos como marco de interpretación dentro del cual elaboran las definiciones comunes de
su situación de acción. No hacen referencia sin más a algo en un mundo, sino que
relativizan su manifestación contando con la posibilidad de que su validez quede puesta en
tela de juicio por otro actor."32
Así pues, persona, cultura y sociedad son los componentes estructurales del mundo
de la vida y están plenamente arraigados en la estructura humana individual y colectiva.
Ahora si ha quedado establecido un piso firme para trazar de manera explícita lo que se
entiende por cada uno de estos elementos: "Llamo cultura al acervo de saber, en que los
participantes en la comunicación se abastecen de interpretaciones para entenderse sobre
32 Habermas, Jürgen, Teoría de la Acción Comunicativa II, Op. Cit. p. 171.
90
algo en el mundo. Llamo sociedad a las ordenaciones legítimas a través de las cuales los
participantes en la interacción regulan sus pertenencias a grupos sociales, asegurando con
ello la solidaridad. Y por personalidad entiendo las competencias que convierten a un sujeto
en capaz de lenguaje y de acción, esto es, que lo capacitan para tomar parte en procesos de
entendimiento y para afirmar en ellos su propia identidad. El campo semántico de los
contenidos simbólicos, el espacio social y el tiempo histórico constituyen las dimensiones
que las acciones comunicativas comprenden. El entretejimiento de interacciones de que
resulta la red de la práctica comunicativa cotidiana constituye el medio a través del que se
reproduce la cultura, la sociedad y la persona."33
Regresando al punto de partida: las perspectivas externa, de observador, e interna,
de participante, es decir, al sistema y al mundo de la vida, corresponden a la misma
realidad, esto es, corresponden por igual a la sociedad, pero en afán de precisión deben
distinguirse, porque se refieren a perspectivas completamente diferentes, pero igualmente
necesarias para un análisis que tiene la pretensión de construirse como revelador de lógicas
que de otro modo pasan desapercibidas.
Es justamente en la distinción de estas dos lógicas sobre las que descansan los
postulados críticos de la sociedad que realiza Habermas. Ambas dimensiones corresponden
a la misma realidad, pero como se ha dicho, con diferencia de enfoque o perspectiva, de
modo que ellas se necesitan, complementan e interactúan. "El mundo de la vida, en tanto
que trasfondo, es la fuente de donde se obtienen las definiciones de la situación que los
implicados presuponen como aproblemáticas. En sus operaciones interpretativas los
miembros de una comunidad de comunicación deslinda el mundo objetivo y el mundo
social que intersubjetivamente comparten, frente los mundos subjetivos de cada uno y
frente a otros colectivos. Los conceptos de mundo y las correspondientes pretensiones de
validez constituyen el armazón formal de que los agentes se sirven en su acción
comunicativa para afrontar en su mundo de la vida las situaciones que en cada caso se ha
tornado problemáticas, es decir, aquellas sobre las que se hace menester llegar a un
acuerdo."34
Así el mundo de la vida es la perspectiva interna y es el ámbito donde se da la
acción comunicativa: "...la tradición cultural compartida por una comunidad es constitutiva 33 Habermas, Jürgen, Teoría de la Acción Comunicativa II, Op. Cit. p. 196. 34 Habermas, Jürgen, Teoría de la Acción Comunicativa I, Op. Cit. p. 104.
91
del mundo de la vida que los miembros individuales encuentra ya interpretando en lo que
atañe a su contenido. Este mundo de la vida íntersubjetivamente compartido constituye el
trasfondo de la acción comunicativa."35
El engarce de la acción comunicativa con el mundo de la vida, se tiene que
establecer la relación que se da con los componentes estructurales que se han abordado con
anterioridad, por ello: “El concepto de acción comunicativa fuerza u obliga a considerar
también a los actores como hablantes u oyentes que se refieren a algo en el mundo objetivo,
en el mundo social y en el mundo subjetivo, y se entablan recíprocamente a este respecto
pretensiones de validez que pueden ser aceptadas o ponerse en tela de juicio. Los actores no
se refieren sin más intentione recta a algo en el mundo objetivo, en el mundo social o en el
mundo subjetivo, sino que relativizan sus emisiones sobre algo en el mundo teniendo
presente la posibilidad de que la validez de ellas pueda ser puestas en cuestión por otros
actores."36
Sin embargo en términos de acción comunicativa es necesario evidenciar el lugar
fundamental que tiene el mundo de la vida ante el sistema, pues este es justamente el lugar
donde se pueden trazar los elementos necesarios que hacen posible un acuerdo o
entendimiento, en términos llanos, es el mundo de la vida el lugar donde se puede
establecer la comunicación: “El mundo de la vida es, por así decirlo, el lugar trascendental
en que hablante y oyente salen al encuentro; en que pueden plantearse recíprocamente la
pretensión de que sus emisiones concuerdan con el mundo (con el mundo objetivo, con el
mundo subjetivo y con el mundo social), y en que pueden criticar y exhibir los fundamentos
de esas pretensiones de validez, resolver sus disentimientos y llegar a un acuerdo. En una
palabra: respecto al lenguaje y la cultura los participantes no pueden adoptar in actu la
misma distancia que respecto a la totalidad de los hechos, de las normas o de las vivencias,
sobre que es posible el entendimiento.”37 De ahí la necesidad de enfatizar el lugar del
mundo de la vida en estos procesos y el imperativo de hacer patente los elementos que
resultan coactivos a la acción comunicativa que proceden del sistema.
En resumen, son tres los ámbitos donde se da la acción comunicativa de manera
diferenciada, además es posible explorar los modos como se da la acción comunicativa,
35 Habermas, Jürgen, Teoría de la Acción Comunicativa II, Op. Cit. p. 119. 36 Habermas, Jürgen, TAC: complementos y estudios previos, Madrid, Cátedra, 1983, p. 493. 37 Habermas, Jürgen, Teoría de la Acción Comunicativa II, Op. Cit. p. 179.
92
teniendo como contexto esos ámbitos del mundo de la vida a partir de una reflexión sobre
la categoría de conciencia colectiva y finalmente, la racionalización del mundo de la vida
es la que permite la continuidad en estructuras diferenciadas.
Por otro lado y en una posición equidistante está el sistema. Se trata pues de esos
mismos elementos que se han abordado y que constituyen el mundo de la vida, pero ahora
la perspectiva de un observador externo, por ello la sociedad aparece como un sistema, con
diferentes acomodos estructurales, por ejemplo la familia, el estado, la economía, etc., Es
decir, si "...entendemos la integración de la sociedad exclusivamente como integración
sistémica estamos optando por una estrategia conceptual que presenta a la sociedad según
el modelo de un sistema autorregulado. Vincula el análisis a la perspectiva externa de un
observador y nos pone ante el problema de interpretar el concepto de sistema en términos
que pueden aplicarse a los plexos de acción."38
Sin embargo esta articulación no es inocua, puesto que en las sociedades se va
dando un proceso gradual de racionalización que va alejando al sistema del mundo de la
vida, para hacer esto evidente entonces es necesario no dejar de lado en el análisis una u
otra perspectiva, aunque en la práctica esto se pueda hacer, los resultados serían parciales.
Es por eso que se ha considerado imprescindible contar con ambos elementos. Estas
consideraciones son las que han llevado a Habermas a establecer lo fundamental que es
contar con ambas perspectivas en los análisis, dice: "La concepción de la sociedad como
mundo de la vida, que es la que más obvia resulta desde la perspectiva conceptual de la
acción orientada al entendimiento, sólo tiene un alcance limitado para la teoría de la
sociedad. Por eso voy a proponer que entendamos las sociedades simultáneamente como
sistema y como mundo de la vida."39
2 2 2 Colonización del mundo de vida
Se ha insistido en el señalamiento que mundo de la vida y sistema son dos
perspectivas de la misma realidad. La insistencia es pues doble, se trata de la misma
realidad, pero se refiere a dos perspectivas diferentes. Esta unidad tiene sus matices, que
han de explicitarse.
38 Habermas, Jürgen, Teoría de la Acción Comunicativa II, Op. Cit. p. 214. 39 Habermas, Jürgen, Teoría de la Acción Comunicativa II, Op. Cit. p. 168
93
La teoría de los sistemas tiende a subsumir los componentes estructurales del mundo
de la vida como si se tratase simplemente de subsistemas. Esta comprensión provoca en
ciertas concreciones sociales una separación que alcanza límites demoledores, puesto que la
lógica del sistema llega a invadir, a imponer su lógica, llega, en términos habermasianos, a
"colonizar" el mundo de la vida, porque los ámbitos y lógicas del mundo de la vida, quedan
cooptados por lógicas completamente extrañas al ámbito donde se están generando, esto es,
las lógicas del mundo de la vida quedan atrapadas en las lógicas del poder y del dinero, que
de esta manera de erigen en vertebradores de la comunicación entre los sujetos, cuando
originariamente no pertenecen ni tienen cabida en estos ámbitos. "Con los subsistemas
diferenciados a través de los medios de control, los mecanismos sistémicos se crean sus
propias estructuras sociales exentas de contenido normativo, que se yerguen por encima del
mundo de la vida. Ciertamente que éstas quedan conectadas retroalimentativamente con la
práctica comunicativa cotidiana a través de la institución básica que es el derecho civil. (...)
Podemos representarnos las cosas de las dos maneras: las instituciones mediante las que
quedan anclados en el mundo de la vida mecanismos de control tales como el dinero o el
poder canalizan, o bien la influencia del mundo de la vida sobre los ámbitos de acción
formalmente organizados, o, a la inversa, la influencia del sistema sobre los plexos de
acción estructurados comunicativamente. En un caso actuarían como marco institucional
que somete el mantenimiento del sistema a la restricciones normativas del mundo de la
vida; en el otro, como la ‘base’ (en el sentido de Marx) que subordina el mundo de la vida a
las coacciones sistémicas de la reproducción material y que de este modo lo mediatiza."40
En los procesos de comunicación se hace transparente que el poder y el dinero
pueden llegar a ocupar un lugar determinado e incluso determinante de las lógicas de
acción, aunque esto no se perciba en la comunicación, más aún, pasan desapercibidos es
una característica que se va haciendo fundamental en la práctica. Al poner en competencia
las lógicas de integración social con las lógicas de integración sistémica se hace más visible
esta presencia disimulada. Es decir, los mecanismos sistémicos acaban imponiendo su
lógica a las formas de integración social hasta el punto de aniquilarlos. Todo este proceso
es lo que se denomina mediatización del mundo de la vida, que por estos mecanismos ha
llegado a constituirse como una forma de colonización de la lógica de los sistemas al
40 Habermas, Jürgen, Teoría de la Acción Comunicativa II, Op. Cit. p. 261.
94
mundo de la vida. "La suposición de una mediatización del mundo de la vida se refiere a
fenómenos de interferencia que se presentan cuando sistema y mundo de la vida se han
diferenciado entre sí hasta el punto de que pueden reobrar el uno sobre el otro. La
mediatización del mundo de la vida se efectúa en y con las estructuras del mundo de la
vida; no pertenece a los procesos tematizables dentro del mundo de la vida; de ahí que no
pueda inferirse ni de los componentes de la tradición ni de los contenidos de la
comunicación, es decir, del saber intuitivo de los miembros del mundo de la vida."41
El presente análisis ha hecho evidente algo desde otras opciones pasa desapercibido,
por eso ha sido largo y en momentos hasta complicado el camino de desentrañar lo que ahí
se ha mostrado, porque este fenómeno incluso provoca resquebrajamientos en los análisis
sociales. El recorrido que se ha realizado para hacer evidente que ciertos fenómenos
desestabilizadores, perturbadores, turbulentos ocurren, a éstos se les ha denominado en
diferentes acercamiento ‘alienación’, ‘colonización’, ‘enajenación’, porque en efecto,
desarticulan al individuo para el funcionamiento de la sociedad. En conclusión, tenemos
que "...la no percepción subjetiva de las coacciones sistemáticas que instrumentalizan la
estructura comunicativa del mundo de la vida cobra el carácter de una ilusión, de una
conciencia objetivamente falsa. Los ataques del sistema al mundo de la vida, que alteran la
estructura de los plexos de acción de los grupos socialmente integrados, tienen que
permanecer ocultos. (...) El resultado de ellos es una violencia estructural que, sin hacerse
manifiesta como tal, se apodera de la forma de la intersubjetividad del entendimiento
posible. La violencia estructural se ejerce a través de una restricción sistemática de la
comunicación; quedando anclada de tal modo en las condiciones formales de acción
comunicativa, que para los participantes en la comunicación la conexión de mundo
objetivo, mundo social y mundo subjetivo queda prejuzgada de forma típica."42
En resumen, se ha mostrado que la comprensión de la democracia deliberativa como
forma de justicia política es la concreción política de la teoría de la acción comunicativa y
un elemento fundamental es la comprensión de sociedad, que a la vez que mundo de la vida
es sistema, dimensiones que no se pueden escindir, pero que tiene la necesidad de ser
diferenciadas, como se entiende con toda claridad ahora al final de los desarrollos
realizados. 41 Habermas, Jürgen, Teoría de la Acción Comunicativa II, Op. Cit. p. 263. 42 Habermas, Jürgen, Teoría de la Acción Comunicativa II, Op. Cit. p. 264.
95
2 3 El vínculo interno entre la ley y la democracia
En las sociedades contemporáneas se ha hecho de sentido común considerar que la
vida democrática es independiente del estado de derecho que las rige, que las prácticas del
desarrollo representativo y toma de decisiones no tienen relación particular con el sistema
legal a que está sujeta esa sociedad, en definitiva, que pueden convivir en perfecta armonía
una y otra sin especial referencia entre sí. A esta situación ha contribuido de manera
significativa el hecho que la academia acentúe tal separación, pues considera a estas
dimensiones, la ley y la democracia, como los campos de dos disciplinas diferentes: las
ciencias jurídicas y las ciencias políticas, una enfatiza la perspectiva jurídica – normativa y
la otra lo hace desde el punto de vista empírico.
Habermas ha reaccionado decididamente en contra de esta comprensión, pues desde
su marco explicativo no es posible hablar de la una sin la otra, es decir, no hay sistema legal
con plenitud de validez sin democracia, ni democracia sin un sistema legal pleno.
Presupone que hay un vínculo intrínseco existente entre la ley y la democracia. A lo largo
de su trabajo ha intentado por varios caminos hacer evidentes los vínculos que existen entre
ellas, explicita de manera contundente su reacción a este mal entendido43, y señala como el
Estado de derecho y la democracia son dos objetos necesariamente complementarios,
señala que el hecho que haya dos elaboraciones teóricas independientes es de carácter
metodológico y no sustantivo. El énfasis de la unidad interna de estos dos campos ha sido
una constante a lo largo de su carrera académica, si bien en diferentes momentos ha hecho
diferentes énfasis y matices, pero no ha dejado de señalar y explicitar los nexos internos
que hay entre ambas dimensiones. Dicho de manea sintética: desde un punto de vista
normativo, no hay Estado de derecho sin democracia, ni democracia sin Estado de
derecho.44
Es un rasgo destacado el lugar que la democracia liberal tiene en el proyecto
habermasiano. La escuela de Frankfurt, donde tiene su orígenes Habermas, no tuvo una
43 En 1992, en la obra Facticidad y Validez señala básicamente el lugar de las instituciones y lo jurídico como no sólo complemente, sino como la parte inescindible de una sociedad vigente, al señalar la tensión implícita de toda sociedad entre lo que de hecho se da y lo que es válido en términos normativos, puesto que la deliberación se encuentra plenamente acotada por las instituciones vigentes, cuestión en la que no había hecho suficiente insistencia. Habermas, Jürgen, Facticidad y Validez, Trotta. España. 1999. 44 Habermas, Jürgen, La inclusión del otro, Paidós Básica, Barcelona, 1999. Cap. 8, p. 247 y ss.
96
postura optimista acerca de la democracia liberal por considerarla instrumento del poder
para mantener el orden establecido, una perspectiva similar es la que sostiene el
pensamiento post-socialista. Habermas toma distancia de ambas postura y apuesta
fuertemente por la democracia liberal, complementada necesariamente con la activación
permanentemente los espacios de discusión en las sociedades. De ordinario se refiere a una
versión fuerte de la misma, a la que llama ‘democracia radical’, que es la que ha de privar
normalmente en las sociedades. Ya desde 1962 en su estudio sobre el espacio público habla
del uso de la razón en este ámbito, y así, a lo largo de su carrera, Habermas se ha esforzado
“…en demostrar que los principios emancipadores de una sociedad basada en un libre
acuerdo entre sus miembros ya están incorporados en las instituciones democrática
existentes, aunque, eso sí, de un modo incompleto y distorsionado, por lo que sólo cabe
hacer una crítica inmanente de ellas.”45
Por otro lado, el capitalismo, al privatizar la dimensión pública de la vida social,
elimina la dimensión crítica que pudiera tener la democracia. En 1973, en ‘Problemas de
legitimación del capitalismo tardío’46, vuelve a plantear el tema de la democracia y en
concreto el tema de la dimensión de su vigencia, para hacer una descripción y análisis de
las instituciones y los procesos democráticos, ahí se hace evidente el progresivo deterioro
de la democracia.
Desde esta perspectiva crítica, es posible contar con una definición de democracia
que atienda a las observaciones anotadas, entonces, democracia es: “…aquel modelo
político en que la legitimidad de las normas jurídicas y de las decisiones públicas radicaría
en haber sido adoptadas con la participación de los potencialmente afectados por ellas.”47
Con esta definición Habermas hace frente a la crítica de Hegel al formalismo moral de
Kant, que es el que ha adoptado Habermas como plataforma, por las carencias
institucionales, pues es indiscutible que estas son mediaciones entre la teoría de la acción y
la realidad de las instituciones.
El origen de la separación entre ley y democracia es muy remoto, para ilustrarlo se
retoma un análisis que hace Foucault de la génesis de este tratamiento48, retomando un
45 Velasco, Juan Carlos, Para leer a Habermas, Op. Cit. p. 100. 46 Habermas, Jürgen, Problemas de legitimación del capitalismo tardío, Amorrortu, Buenos Aires, 1973. 47 Velasco, Juan Carlos, Para leer a Habermas, Op. Cit. 106. 48 Palti, Elías José. Ley, Los funerales de Patroclo y la sentencia de Habermas. Una reseña crítica de
Facticidad y Validez, p. 243. En: Aporías. Tiempo, Modernidad, Historia, Sujeto, Nación, Ley, Alianza
97
episodio de la Iliada dice: “En ella, Antíloco comete una irregularidad y gana.
Naturalmente, Menelao, su adversario, protesta; pero lo que sorprende a Foucault es que, en
vez de recurrir a los testigos para zanjar la disputa, Menelao desafía a Antíloco a jurar ante
los dioses que no realizó ninguna acción irregular, Antíloco reconoce entonces su falta y el
premio se entrega a su rival. La idea implícita aquí es que, si Antíloco hubiera jurado en
falso, el deber de castigarlo habría recaído sobre los dioses; el mismo Zeus habría hecho
sentir su poder y su ira arrojándole su temible rayo.”49
Este relato muestra como hay una relación originaria entre verdad y poder, quién
tiene el poder ha sido provisto con los elementos necesarios para su ejercicio. Así era en los
orígenes, sin embargo gradualmente la ley, el derecho, la justicia se volvieron objetivos y
se hizo la separación entre una y otra, “Ésta (la justicia) se la identificaría ahora con la
comunidad en su conjunto, perdiendo así su naturaleza subjetiva: en lo sucesivo, un
transgresor de la ley ya no cometería meramente una ofensa personal, sino que desafiaría el
orden social (lo que exigiría la restauración de la justicia, dike.)”.50 La justicia deja de ser
subjetiva, se traslada a la comunidad y se hace objetiva. Transgredir la ley no es ya sólo una
ofensa personal, es una ruptura del orden social, que exige ser restaurado. La
administración de la ley es humana, la ley misma es objetiva, única, universal. Esto es una
gran transformación, pues se ha hecho que el ciudadano quede por arriba y por debajo de la
ley, es subjectum y subjectus, el pueblo es soberano y al mismo tiempo es su propio
súbdito.
2 3 1 Relación entre derecho y moral
La relación entre derecho y moral, desde un punto de vista de teoría de la sociedad
también es de mutua complementariedad. En cierta medida el derecho ofrece la
oportunidad de reducir la enorme complejidad que se presenta en un sistema moral a los
individuos en particular. Dentro de los límites establecidos por un marco jurídico se reduce
la complejidad y se promueven el proceso de integración de la sociedad, pues un marco
jurídico establecido ofrece la cualidad de fijar estándares determinados en multiplicidad de
situaciones.
Editorial, Buenos Aires, 2001. En esta parte, el autor presenta una recuperación del sugerente análisis de Foucault. 49 Palti, Elías José, Los funerales de Patroclo y la sentencia de Habermas… Op. Cit. p. 244. 50 Palti, Elías José, Los funerales de Patroclo y la sentencia de Habermas… Op. Cit. p. 243.
98
Una comprensión de lo normativo entendida en términos jurídicos tiene por lo
menos tres ventajas sobre una comprensión expresada meramente en términos morales.51
Primero se elimina el problema de la indeterminación cognitiva, puesto que un sistema
moral proporciona a los individuos que pretenden guiarse únicamente por criterios
racionales un margen muy abierto de posibilidades, por ello han de de asumir en cada
ocasión muy variados y complicados esquemas de fundamentación para la aplicación de
normas en cada caso particular, en cambio, contar con una norma sancionada positivamente
permite al individuo sentirse y posicionarse con libertad ante lo que tiene que ver con la
formación de su propio juicio moral. Segundo, se supera también la incertidumbre
motivacional, pues la formulación imperativa que tienen las sentencias en el derecho, más
la fuerza impositiva que tiene su dimensión coercitiva, no permite la formulación de
vacilaciones ante lo que se tiene que hacer en casos particularmente determinados, por la
formulación precisa de su prescripción. Finalmente se evitan los problemas de exigibilidad,
pues en las situaciones particulares los sujetos tienen como un presupuesto básico y bien
establecido que las normas van a ser seguidas por todos, que haya un seguimiento
generalizado de las disposiciones, estos presupuestos tienen como fundamento la dimensión
coercitiva de las leyes, así que su imposición está por demás entendida.
Así pues, el derecho es capaz de hacer que cada individuo particular pueda superar
la falibilidad, contingencia y concreción sobre la que ha de ejercerse el juicio moral en cada
ocasión, además de estandarizar un seguimiento determinado, independientemente de la
multitud de motivaciones específicas que pueden surgir en la compleja red de estructuras e
interacciones sociales. Esto es, que ante la complejidad de posibilidades que se presentan
en las decisiones de un individuo inserto en una trama social la conexión entre derecho y
moral: “…apunta a la naturaleza del derecho como mecanismo encargado de la función de
reducir la complejidad y de favorecer los procesos de integración social. Aquí la idea básica
consiste en subrayar la enorme capacidad del derecho para ‘aliviar’ a sus destinatarios de
las cargas cognitivas, motivacionales y organizativas que sobre ellos impone o puede llegar
a imponer la moral individual.”52 Al asumir esta última consideración, la teoría discursiva
51 Velasco, Juan Carlos, Para leer… Op. Cit. p. 84 y ss. Este esquema de la ‘triple ventaja’ de lo jurídico frente a lo puramente moral, es muy sugerente, básicamente aquí se asume ese esquema. 52 Vallespín, F. ¿Reconciliación a través del derecho? Apostillas a Facticidad y Validez de Jürgen Habermas, p. 215. En Gimbernat, José Antonio (Ed.) La Filosofía Moral y Política de Jürgen Habermas, Biblioteca Nueva, Madrid, 1997.
99
toma distancia de los presupuestos de la moral kantiana, dado que, en lugar de apelar a la
noción del deber como móvil de la acción, sitúa a consideraciones estratégicas en el centro
mismo de la moralidad.
Quizá la diferencia más decisiva que se pueda observar entre ambas comprensiones,
sea que la moral, por razones estructurales nunca exonera a los individuos de la tarea de
fundamentar las normas y principios que guíen su conducta, mientras que el derecho libera
a los destinatarios de las normas de la ardua y problemática tarea de elaborar las normas,
fundamentarlas y en ocasiones se da hasta la situación en que el individuo se ve liberado de
la aplicación, recayendo dicho ejercicio en instancias que ex profeso se han diseñado y así
funcionan en situaciones incluso que requerirían un peritaje especializado. Con todo, de
facto, el problema más agudo que enfrentan los órganos encargados de administrar la
justicia en las sociedades es precisamente determinar en cada caso particular la
aplicabilidad o no de determinada norma que ha sido diseñada con criterios de evidente
generalidad.
2 3 2 Relación entre la soberanía popular y los derechos humanos
Los sistemas jurídicos se han fundamentado ordinariamente en la soberanía popular
o en los derechos humanos, por lo que la legitimidad de que se han revestido para su
funcionamiento ordinario obedece a dos lógicas bien diferenciadas.
La soberanía popular es una categoría que hace referencia a la posibilidad y
capacidad del conjunto social de ser la última instancia de decisión sobre los asuntos de la
colectividad, de esta manera se garantizar la autonomía pública de los integrantes de la
sociedad. Los derechos humanos son la garantía que tiene cada individuo de poder ejercer
su liberad dentro del marco de determinados derechos fundamentales, son el medio para
garantizar la autonomía privada de los ciudadanos. “La autonomía política de los
ciudadanos debe tomar cuerpo en la autoorganización de una comunidad que se dé a sí
misma sus leyes a través de la voluntad soberana del pueblo. Por su parte, la autonomía
privada de los ciudadanos debe tomar cuerpo en derechos fundamentales que garanticen el
imperio anónimo de la ley.”53
Al entender así ambas fuentes, como generadoras, una de la autonomía privada, la
otra de la autonomía pública, es posible establecer el carácter simultáneo de ambas
53 Velasco, Juan Carlos, Para leer a Habermas, Op. Cit. p. 252.
100
dimensiones, no se puede aceptar una sin la otra. “Los llamados derechos individuales, en
definitiva, no preexisten a su sanción legal: la ley (positividad) y los derechos (idealidad)
son, según afirma, equiprimordiales (gleichursprünglich). Pero, por otro lado, la evidencia
del sustrato ineliminable de facticidad presente en todo código legal condujo a los
sociólogos (en este caso el blanco preferido de Habermas es la teoría de los sistemas de
Luhmann) a adoptar una concepción objetivista que ignora la dimensión de validez
universal (esto es, trascendente a cualquier contexto particular) inherente a todo código
legal que pretenda ser legítimo).”54
2 3 3 Relación entre autonomía pública y privada.
Los ciudadanos son suficientemente autónomos solo si tienen garantizada su
autonomía pública. Pues “Aunque los derechos humanos pudieran ser fundamentados en
términos morales sin ningún problema, no pueden imponerse a un soberano, por así decir,
de manera paternalista. La idea de la autonomía jurídica de los ciudadanos exige que los
destinatarios del derecho puedan comprenderse al mismo tiempo como los autores del
mismo.”55
La autonomía privada concede a las personas jurídicas los derechos de que son
portadores. Esto es muy significativo, pues precisamente de aquí se entiende que los
derechos fundamentales que pueden tener los ciudadanos en particular son el fundamento
sobre el cual se colocan las instituciones jurídicas que hacen posible que los ciudadanos
hagan uso de su autonomía publica.
Este razonamiento da la posibilidad de entender el motivo por el cual la autonomía
privada no puede ser ni el antecedente, ni la competencia, ni la contraposición de la
autonomía pública, antes al contrario, cada una de ellas supone el establecimiento sólido y
bien definido de la otra, de tal manea que ninguna de las dos puede reclamar para sí la
primacía, el origen, la fundamentalidad sobre la otra.
Ahora bien, si se atiende este señalamiento como presupuesto, es posible entender
porque en una sociedad un ciudadano en particular sólo puede hacer uso adecuado y
absoluto de su autonomía privada únicamente si se ha asegurado y se puede garantizar una
54 Palti, Elías José, Los funerales de Patroclo y la sentencia de Habermas… Op. Cit. 236. 55 Habermas, Jürgen, La inclusión del otro, Op. Cit. p. 254.
101
autonomía pública por el contrario y de manera equidistantes, únicamente podrá hacer de la
autonomía pública en el caso que se garantice la capacidad de ejercer su soberanía privada.
2 3 4 La desobediencia civil en un marco democrático
El planteamiento de Habermas ha sido definitivamente influenciado por
movimientos sociales, en particular él mismo ha remarcado el impacto de las revueltas del
68, que se configuraron como un movimiento capaz modificar radicalmente el orden
establecido a través del ejercicio de la protesta. Por otro lado, sus planteamiento han tenido
también que hacer frente a críticas que se le han hecho de defender el orden establecido,
puesto que se le ha señalado que muchas veces es necesario que los afectados por
determinadas disposiciones hagan oír su voz obligando a los que detentan el poder y el
control a reconsiderar posturas iniciales únicamente y por efecto de la presión que
necesariamente ha de ejercerse. De ahí que el disenso siempre ha de contemplarse como
posibilidad legítima. En el extremo opuesto, Habermas ha recibido críticas de sectores
conservadores de la sociedad y de la academia de se provocadores de revueltas, sin
embargo a éstos también ha respondido.
La justificación de la violencia se torna problemática, sea cual sea el origen que ésta
tenga. Por ello se entiende porque la cuestión de la desobediencia civil es primordial, ya
que la respuesta que se plantea remitirá siempre a la cuestión de los fundamentos políticos
de la sociedad. Por un lado, el tema del origen de la legitimidad de un código legal, sea cual
sea la fuente y la naturaleza de éste, y por otro, el tema de la violencia en las sociedades son
aspectos de los que no se puede prescindir en los análisis. Estas dos cuestiones son
fundamentales a la hora de hacer planteamientos de una teoría social, porque la resistencia
puede estar respondiendo a ciertos códigos normativos establecidos que o bien han perdido
vigencia o bien obedecen a lógicas que se remiten a la protección de sectores específicos de
esa sociedad en detrimento del conjunto. Hay pues un énfasis en la reflexión sobre las
posibilidades morales de tal abordaje, sin embargo se tiene presente los que corresponden al
ejercicio y vivencia de la organización social.
Entonces, ante críticas de cuño conservador, pero con oído atento Habermas ha
querido responder al delimitar la desobediencia civil a los marcos constitucionales. En
Facticidad y Validez, expresa ya una postura mas reposada, pero inequívoca. “Estas actos
de trasgresión simbólica de las reglas, exentas de violencia, se entienden como expresión de
102
la protesta contra decisiones vinculantes que, según entienden los actores, pese a haberse
tomado legalmente, son ilegítimas a la luz de los principios constitucionales vigentes.”56
Pero también ha hecho la opción por considerar el conjunto de la trayectoria social como
una proceso y de ahí concebir necesariamente al documento constitucional como un
proyecto inacabado, es decir, hay una clara concepción dinámica de la sociedad, donde la
Constitución es necesariamente un proyecto inconcluso, abierto, perfectible y necesitado de
revisión. “La constitución de una Estado democrático es una ‘obra abierta’ con un carácter
necesariamente falible y, por tanto, revisable. No es un mero ‘documento histórico’ muerto,
sino un proyecto d sociedad justa que señala el ‘horizonte de expectativas’ de una
comunidad política y que sus miembros mediante sus diferentes lecturas deben ir adaptando
a los cambios sociales.”57
La tesis básica del presente desarrollo se ha manifestado desde el título, se ha
indagado sobre los vínculos existentes entre la ley y la democracia, a partir del presupuesto
de este vínculo no es evidente en la práctica ordinaria, más aún, el discurso e incluso la
misma práctica académica, han contribuido a que la comprensión de ambos sea autónoma
por pertenecer a campos de disciplinas diferentes, sin embargo, y esta tarea le ha llevado
grandes esfuerzos, Habermas ha desarrollado la labor de demostrar que más allá de un mero
postulado, la comprensión vinculada de ambas figuras es inherente a las mismas categorías,
más aún, que ya incluso, aunque manera velada, así está dada en la práctica ordinaria.
La exposición de este punto cierra el apartado que establece los fundamentos de la
democracia deliberativa, contamos ahora con los elementos necesarios para explicitar los
contenidos de la democracia deliberativa en el marco de las sociedades contemporáneas.
56 Habermas, Jürgen, Facticidad y Validez, Op. Cit. p. 646. 57 Velasco, Juan Carlos, Para leer a Habermas, Op. Cit. p. 119.
103
3 Deliberación, justicia y sociedad
Analizar las posibilidades de la democracia deliberativa para configurar la justicia
en las sociedades contemporáneas, pasa por abordar la noción de justicia, pues esta nos
revela que no siempre sus contenidos se han configurado de la misma manera, sino que las
posibilidades de su ejercicio han dependido siempre de las condiciones históricas de las
sociedades correspondientes. Se pasa así a considerar la relación entre democracia
deliberativa y sociedad, a partir de la relación teoría-praxis en filosofía y de las
implicaciones del principio de participación, enseguida se consideran algunos indicadores
normativos, como la dimensión procedimental de la democracia deliberativa, las
pretensiones de neutralidad en filosofía política y el uso constante de idealizaciones
contrafácticas, para considerar enseguida el carácter epistémico de la democracia y su
ejercicio como un acto constante de formación y participación. Se exploran también las
relaciones entre la pertenencia social y participación, pues se considera el planteamiento de
la democracia deliberativa como un proceso que se genera desde sus propias intuiciones,
pero a partir de la recuperación de elementos liberales y republicanos, de una síntesis entre
lo universal y lo particular, esto hace necesario también la consideración de la elección
ética de sí misma que realiza la comunidad y para ello la creación de condiciones a través
de la promoción de una cultura política democrática. Ya para terminar se hace una
consideración sobre el gobierno mundial para concluir con las reflexiones finales de toda la
trayectoria recorrida. Así pues, explicitar los contenidos propios de la democracia
deliberativa e indagar las posibilidades de que pueda configurarse como realización de la
justicia en el marco de las sociedades contemporáneas es la tarea del tercer capítulo.
3 1 El itinerario de la justicia
La idea de justicia siempre ha estado presente en la historia de la humanidad, su
presencia en ningún caso ha sido neutra, porque además supone una toma de postura. Su
discusión ha consumido grandes cantidades de energía y ha provocado posicionamientos,
enfrentamientos, debates, simulaciones, etc. Para ilustrar su fundamental radicalidad hay
quien señala que la justicia pertenece al orden social en un talante similar al que la verdad
es inherente a las ideas.1 Como sea, el contenido de la idea de justicia permanece abierto al
debate. Nos preguntamos si la justicia es un ideal, es una utopía, es la primera virtud de las
1 Rawls, John, Teoría de la Justicia, FCE, México, 1997. p. 17.
104
instituciones sociales, es una idea irracional, es un discurso legitimador de las elites
dominantes, porque todo esto y más se ha dicho de la justicia, de ahí la necesidad de
explicitar sus contenidos.
En la vida social los dinamismos políticos, económicos, culturales, religiosos, etc.,
se atienen a reglas que han de ser justas y el campo que atiende a esta dimensión es la
moral, ese es el lugar propio de las discusiones, debates y discursos sobre la justicia. Así
pues, en ese ámbito se recuperan las diferentes concepciones de justicia. De inicio se
señalan dos posturas: las cognoscitivistas, por un lado, y las no-cognoscitivistas, por otro.
Si los enunciados de justicia formulan proposiciones que pueden ser verdaderas o falsas
están en el primer caso, sin embargo, si los enunciados de justicia formulan proposiciones
que fundamentalmente expresan emociones o imperativos de conducta se trata de posturas
no-cognoscitivistas. A su vez, las posiciones cognoscitivistas pueden ser ya sea empiristas,
si acaso las proposiciones de justicia hacen referencia a hechos accesibles a la experiencia
sensible, o bien no-empiristas, si las proposiciones de justicia no se refieren a hechos
accesibles a la experiencia sensible. De ambas posturas, empiristas y no-empiristas, se
puede hallar posiciones objetivistas y subjetivistas. La primera se da cuando se sostiene que
los hechos que determinan la verdad o falsedad de los juicios de justicia no dependen de
actitudes, creencias o preferencias de ciertos sujetos y serán subjetivistas en caso contrario,
es decir, cuando sostienen que los hechos que determinan la verdad o falsedad de los juicios
de justicia dependen de actitudes, creencias o preferencias de ciertos sujetos. Por ejemplo,
afirmar que la justicia absoluta es una idea irracional porque únicamente hay valores
relativos es una postura subjetivista y por lo tanto relativista de la idea de justicia. Para
concluir este panorama habrá que señalar una distinción más, existe la postura del
subjetivismo empirista individualista, que es la que sostiene que los juicios de justicia
describen la actitud del hablante, pero también está la postura del subjetivismo empirista
societalista, que es el que sostiene que los juicios de justicia describen la actitud de las
sociedad en su conjunto, a esto último se conoce también como ‘convencionalismo moral’.2
2 El esquema sobre las concepciones de la justicia como cognitivistas y no-cognitivista, empiristas y no empiristas, se encuentra en: Nino, Carlos S., Justicia, En: Garzón Valdés, Ernesto y Laporta, Francisco J. El
derecho y la justicia, Trotta, Madrid, 1998. pp. 468-479.
105
3 1 1 La redistribución
El título del presente apartado sugiere la tesis la justicia no es una categoría estática,
sino una que ha recorrido un itinerario bien definido, la redistribución es punto de partida,
avanza hacia el reconocimiento y concluye, por lo pronto, con el tema de la representación.
Así pues, el punto de partida es la redistribución, tema que se ha recuperado para la
discusión en la obra ‘Teoría de la justicia’ de John Rawls, luego que el debate se había
mantenido en estado de latencia, aunque en la historia del pensamiento ya tiene su camino
recorrido. Rawls sigue la pista trazada por Kant, por lo tanto actualiza los planteamientos
de una ética deontológica. Para Kant los principios morales han de ser autónomos,
categóricos y universales. La moral se fundamenta en última instancia en el imperativo
categórico, del cual es posible hallar dos formulaciones: La primera sostiene: “Obra de tal
modo que la máxima de tu voluntad pueda valer siempre, al mismo tiempo, como principio
de una legislación universal.”, mientras que otra formulación característica afirma: “Obra
de tal modo que trates siempre a la humanidad, ya en tu persona, ya en los demás, no sólo
únicamente como medio, sino también al mismo tiempo como fin.”3
Los planteamientos de Rawls provocaron reacciones que van de la aceptación plena
al rechazo, pasando por la perplejidad, en todo caso, el balance indica un fortalecimiento
del papel de la ética en los diseños sociales. Con plena conciencia de la complejidad del
aparato explicativo, podemos asumir como punto de partida que la pretensión de Rawls es
entender la justicia como imparcialidad, es decir, como equidad en la elección de los
principios que han de ser decisivos para la distribución de los bienes básicos para el
desarrollo del ser humano.
Como es evidente, un debate sobre la justicia que apela a la igualdad tiene que tocar
necesariamente el esquema de libertades, porque éstas son dos categorías que se involucran
una a la otra, efectivamente, así es también en la obra del Rawls, donde el debate libertad –
igualdad es fundamental.
Rawls se pregunta si es posible la existencia de principios universales. El asumir a
la justicia como imparcialidad, le permite a Rawls llevar la conocida teoría del contrato
social a un alto nivel de abstracción y fundamentar desde ahí sus planteamientos. El punto
3 Son las formulaciones clásicas del principio categórico de Kant. Por ejemplo: Colomer, Eusebi, El
pensamiento alemán de Kant a Heidegger, Tomo I, Herder, Barcelona, 2001. p. 221.
106
de partida es la posición originaria, recurso metodológico que plantea que lo que hombres
libres, racionales e iguales podrían querer, en condiciones ideales, para sí, es un esquema de
libertades civiles y políticas, un ingreso, prestigio, etc., siempre que estos bienes sean
compatibles con un esquema de libertades para todos. El primer principio dice: “Cada
persona ha de tener un derecho igual al esquema más extenso de libertades básicas que sea
compatible con un esquema semejante de libertades para los demás.”4. Un presupuesto
fundamental de Rawls es el ‘velo de ignorancia’, es decir, estos hombres no saben que
posición van a ocupar en la sociedad y en esas condiciones discuten para elegir los
principios que van a regir la sociedad. En términos generales el principio sostiene que
“…cada persona debe tener un derecho igual al sistema más extenso de libertades básicas:
de conciencia, de palabra, contra detenciones arbitrarias, de voto, etc., que sea compatible
con un sistema igual de libertades para todos.”5 El ‘velo de ignorancia’ es un recurso que
sustenta primariamente a su teoría para enfatizar el esquema de libertades que han de gozar
los individuos en una sociedad, pues al establecer que estos individuos no saben de
antemano el lugar que van a ocupar en la sociedad, las desigualdades que acepten serán
únicamente para beneficiar a los que menos tienen, este punto precisamente lo que
garantiza es un esquema de justicia en un planteamiento liberal y es lo que constituye el
segundo principio: “Las desigualdades sociales y económicas habrán de ser conformadas de
modo tal que a la vez que: a) se espere razonablemente que sean ventajosas para todos, b)
se vinculen a empleos y cargos asequibles para todos.”6 El sentido del segundo principio
entonces va orientado a señalar que las desigualdades sociales y económicas que resulten
deben ser dispuestas de tal modo que primero sean para el mayor beneficio de los que se
encuentran en posición social menos aventajada. Por el modo como se establece este
principio y por sus efectos, se denomina a éste también el principio de diferencia, porque
además es un principio que se deben adjudicar a posiciones abiertas a todos bajo
condiciones de una equitativa igualdad de oportunidades.
Como ya se señaló, la polémica suscitada por los planteamientos de Rawls es de
amplio espectro, para algunos su teoría es insuficientemente liberal o insuficientemente
igualitaria y pasando por una amplia variedad de matices llega hasta los que sostienen que
4 Rawls, John, Teoría de la Justicia, Op. Cit. p. 67. 5 Garzón Valdés, Ernesto y Laporta, Francisco J., El derecho y la justicia, Op. Cit. p. 475. 6 Rawls, John, Teoría de la Justicia, Op. Cit. p. 68.
107
finalmente desde un planteamiento liberal se ha trazado las bases para la construcción de
una sociedad más justa, en cualquier caso los aportes de Rawls han exigido un
posicionamiento a favor o en contra, pero muy difícilmente han permitido la neutralidad.
El esquema igualdad-libertad hace evidente que la igualdad a que se refieren los
planteamientos rawlsianos tiene que ver con los bienes que han de ser distribuidos en la
sociedad, esto es, se refieren a una concepción de la justicia como redistribución, para
entender esta afirmación se expone la noción de justicia de Aristóteles, que es quien
originariamente explica esta categoría. Para Aristóteles la justicia es: “…aquel hábito que
dispone a los hombres a hacer cosas justas y por el cual obran justamente y quieren las
cosas justas.”7 Así pues, justicia es hacer lo que se tiene que hacer, además distingue
básicamente dos tipos de justicia: la primera es la justicia distributiva, que es la especie de
justicia que se encarga de repartir los honores, la fortuna y todas las demás ventajas que
están al alcance de todos los miembros de la ciudad. El segundo tipo de justicia es la que
regula las condiciones legales de las relaciones civiles y de los contratos, teniendo en
cuenta que puede haber contratos civiles voluntarios, como contratos, compra - venta, etc.,
e involuntarios, como robos, corrupción, etc., a este tipo de justicia también le llama
reparadora y represiva, porque regula, como ya se indicó, las relaciones entre los
ciudadanos cuando se ha roto el equilibrio en sus relaciones.8
Así pues, en el primer tipo, la justicia se entiende como igualdad, que en las
conocidas categorías del ‘término medio’ que le son propias viene a resultar en la
proporcionalidad, de ahí que la virtud es el punto medio entre dos extremos, por un lado
está lo que es demasiado y por el otro lo que es defecto, así pues, la virtud se ubica entre
esos extremos. Tómese como ejemplo la virtud del bien, esta estaría situada entre hacer el
mal y sufrirlo. De todas las posibilidades, para Aristóteles la justicia es la virtud más alta y
la justicia distributiva es fundamental. La justicia distributiva es para Aristóteles la relación
entre cuatro componentes: dos personas que se comparan y dos cosas que se atribuyen a
dichas personas, la situación de por sí se torna más compleja si se tiene que tomar en cuenta
el mérito de las personas. Entonces, se entiende a la justicia distributiva si consideramos
7 Aristóteles, Ética Nicomaquea – Política, Ed. Porrúa, México, 1989. p. 58. 8 Aristóteles, Ética Nicomaquea – Política, Op. Cit. p. 59 y ss. Aristóteles dedica todo el Libro Quinto de su tratado a la “Teoría de la justicia”. Hace una definición de ella en el Capítulo I, y en los Capítulos III y IV aborda la Primera y Segunda Especie de Justicia.
108
que: “…Lo justo es, pues, lo proporcional; lo injusto lo que está fuera de la proporción, lo
cual puede ser en más y en menos. Esto es lo que acontece en la práctica: el que comete
injusticia tiene más; el que la sufre, menos de lo que estaría bien. En el mal es a la inversa;
el mal menor está en concepto de bien comparado con el mal mayor. El mal menor es
preferible al mayor; ahora bien, lo preferible es un bien, y cuanto más preferible, mayor
bien.”9
Por lo anteriormente expuesto, es claro que los postulados de Rawls se ubican
dentro del marco de la justicia distributiva. Como ya se indicó, los planteamientos que le
han sucedido a Rawls en la búsqueda de la justicia entendida como redistribución son
variados y desiguales. Con fines meramente ilustrativos se abordan en seguida únicamente
dos acercamientos a posturas que de alguna manera se pueden considerar reactivas a la de
Rawls, aunque estas tienen su propio peso por sí misma, una es la de Amartya Sen, quien
considera que Rawls tiene una noción reducida de redistribución, puesto que la justicia
consiste en algo más que la mera distribución de recursos, por otro lado se consideran los
postulados de Robert Nozick, quien le critica tener una concepción muy reducida de la
libertad, reducción que termina por condicionarla.
Sen desarrolla todo un aparato teórico al que denomina la teoría de las capacidades.
Según esta postura, el limitar el análisis social al ámbito de los recursos de que se puede
disponer es una condicionante de la comprensión de justicia en una sociedad, por eso indica
que es fundamental hacer distinciones entre los individuos, porque los recursos de que
disponen se aquilatan en cada caso de distinta manera, pues la capacidad de transformarlos
en realizaciones es particular para cada uno. Como los postulados del bienestar han
articulado las discusiones sobre la distribución, Sen las analiza e identifica que no todas las
actividades de los humanos se dirigen a acumular bienestar, independientemente del
concepto amplio o corto que se tenga de esta categoría, esto hace necesario establecer una
distinción que viene a resultar muy importante, puesto que no es lo mismo ‘tener o
conseguir bienestar’ que llegar a ‘ser agente’ para todo ser humano10, que es su propuesta
central, a través de la cual marca una enorme distancia con las anteriores y establece nuevos
criterios para ubicar la desigualdad y su discusión, al igual que modos específicos de
gestionar el reparto de los recursos en una sociedad. Amartya Sen critica la noción de 9 Aristóteles, Ética Nicomaquea – Política, Op. Cit. p. 62. 10 Sen, Amartya K., Bienestar, justicia y mercado, Paidós, 1998. p.61
109
bienestar propia del utilitarismo, pues sostiene que el bienestar no se puede concebir
únicamente como felicidad, como satisfacción de deseo o como posibilidad de elección,
que es la noción propia de esta corriente y la más difundida que parte de la conducta de una
persona, esto es, de la posibilidad de elegir de cada subconjunto de un conjunto de
alternativas11, igual es si se concibe como felicidad pues de este modo puede entenderse
que el bienestar es un elemento restringido a un puro estado mental, empíricamente se tiene
que hay otros estados mentales equiparables que no son felicidad. La argumentación que
hace relación a los deseos satisfechos es similar, pues ‘difícilmente hay algo más mental
que los deseos’. Este recorrido es el que le ha hecho formular la teoría de las capacidades,
su postura, que sostiene básicamente que “…la característica esencial del bienestar es la
capacidad para conseguir realizaciones valiosas.”12
Ahora se consideran algunos aspectos de la visión de Nozick. Este autor critica la
insuficiencia de libertades en la teoría rawlsiana al subrayar la idea de un Estado mínimo,
porque desde sus presupuestos la teoría de Rawls pone en peligro la libertad individual.
Nozick, desde su postura liberal, presupone que el Estado debe tener por función principal,
casi única, la defensa de los derechos naturales de individuo, porque las libertades
individuales son libertades absolutas, es decir: “Las libertades individuales son así,
libertades absolutas. El control social ejercido a través del Estado deberá salvaguardar los
intereses fundamentales de los individuos, entre los que no se encuentra la protección de
unos hipotéticos derechos sociales… Por lo tanto, la justicia nunca llega a alcanzar una
función de redistribución de los recursos, a partir de criterios como la necesidad, el mérito o
la utilidad social. La justicia consiste, simplemente, en respetar y hacer respetar el derecho
a la libertad personal.”13
Nozick sostiene que Rawls no toma en cuanta la individualidad de las personas,
pues prácticamente sustantiva a la colectividad, esto es especialmente notable si se asume
que el talento que tiene cada individuo puede convertirse en un bien colectivo y además
según sus concepción los bienes materiales serían como una propiedad colectiva sin
titularidad específica, siendo que los bienes materiales son el resultado del trabajo y esto es
precisamente el mecanismo que distribuye los bienes. Para señalar con mayor claridad este
11 Sen, Amartya K., Bienestar, justicia y mercado, Op. Cit., p. 64 12 Sen, Amartya K., Bienestar, justicia y mercado, Op. Cit., p.80. 13 Puyol, Ángel, El discurso de la igualdad, Crítica, Barcelona, 2001. p. 20.
110
punto señalemos que: “Esa adjudicación está regida, según Nozick, por tres principios: el
de adquisición, que se basa en el principio lockeano de que es justo apropiarse de lo que se
ha mezclado con el propio trabajo, siempre que quede suficiente para los demás; el de
transferencia, que legitima las transferencias de bienes consentidas por las partes; y el de
rectificación, que neutraliza la violación de los principios anteriores.”14
En efecto, los planteamientos de Rawls y los de Nozick tienen puntos encontrados.
Para Rawls es muy importante el valor de la autonomía personal, pero lo es tanto como el
valor que tiene la igualdad. Explorando un poco más, es posible identificar que la igualdad
expresada por Rawls está inspirada en el imperativo categórico de Kant que impide tratar a
los seres humanos como medios, por eso se opone tajantemente a la explotación, en este
sentido no considera a la igualdad como simple equiparación, sino que le implica mucho
más, implica la determinación de no dominación. Los planteamiento de Nozick no afirman
de ninguna manera que se puede tratar a otros como medios, pero no resistiría la crítica de
que la intervención, incluso decidida, puede llegar a ser también por omisión, es decir, que
sin intervención se puede hacer que otros no hagan uso de los derechos a que son
acreedores. Se puede objetar que la omisión no es causa de señalar un impedimento en el
ejercicio de los derechos propios, sin embargo hay que considerar que hay ciertos
presupuestos implícitos en la convivencia que se asumen como normales, cuando de hecho
son los que precisamente están impidiendo el ejercicio de la libertad. El orden en la
sociedad no puede tener preeminencia sobre la justicia, esto porque “…la violencia
necesaria para imponer instituciones injustas es siempre computada como desorden.”15
3 1 2 La lucha por el reconocimiento
La lucha por el reconocimiento irrumpió en la escena mundial cuando grupos
tomaron conciencia de la percepción de que tenían diferencias y especificidades
particulares al mirarse a sí mismos de frente al conjunto de la sociedad, pero más aún,
notaron que esas diferencias y especificidades le implicaban un trato diferente,
normalmente en detrimento de su condición de seres humanos. El movimiento feminista, en
sus diferentes variantes, también ha sido muy fecundo en aportes en este campo, igual las
luchas por reivindicaciones raciales han representado un fuerte impulso a las luchas por la
14 Garzón Valdés, Ernesto y Laporta, Francisco J., El derecho y la justicia, Op. Cit. 476. 15 Garzón Valdés, Ernesto y Laporta, Francisco J., El derecho y la justicia, Op. Cit. p. 477.
111
justicia en las sociedades, pues ambas han logrado hacer evidente que hay un prodigioso y
no explícito aparato ideológico que modula la interacción social ordinaria.
Diferentes pensadores, se han dado a la tarea de hacer evidente que de hecho hay un
origen fundamental de desigualdad que pertenece a los supuestos que se tienen entre los
seres humanos por su pertenencia a determinado grupo racial, origen étnico, opción sexual,
etc., y a esto le han llamado falta de reconocimiento a la identidad de los grupos sociales,
porque se ubica que de origen hay un déficit en el reconocimiento que se le ha de prestar a
la diferencia, por ello se ha entendido que para establecer la justicia no es suficiente intentar
distribuir los recursos de una manera determinada, como de hecho ya se hace, porque hay
otras formas de exclusión y diferenciación que actúan en los presupuestos ordinarios de una
sociedad, es decir, se ha levantado la exigencia del reconocimiento social por las
reivindicaciones de grupos minoritarios en el entorno social. El asunto está
fundamentalmente localizado en los elementos que caracterizan la imagen por la que opta
un individuo en relación con el grupo al que pertenece, de esta manera queda claro que el
vínculo entre reconocimiento e identidad es extraordinariamente fuerte, puesto que la
identidad es precisamente “…la interpretación que hace una persona de quién es y de sus
características definitorias fundamentales como ser humano.”16 Esto es lo que ha dado lugar
a la lucha por el reconocimiento social.
Un análisis más detenido muestra que hay diferentes modalidades de injusticia en el
plano de las relaciones sociales. Un primer caso de injusticia se observa cuando los
patrones sociales de representación, interpretación y comunicación se dan asociados a otra
cultura y ello provoca la sensación de ser extraño u hostil a los propios esquemas culturales,
esto es ‘dominación cultural’. Una segunda modalidad es cuando los comportamientos
sociales han evolucionado tanto hasta hacerse invisibles a través de prácticas
representativas, interpretativas y comunicativas de la propia cultura, esto es justamente el
‘no reconocimiento’. Finalmente, un tercer modelo de injusticia se da cuando se es
calumniado o menospreciado habitualmente en las representaciones culturales públicas
estereotipadas o en las interacciones cotidianas y a esto se le llama ‘irrespeto’. Estas tres
16 Taylor, Charles. El multiculturalismo y la ‘política del reconocimiento’. FCE, México, 2001, p. 43.
112
modalidades proporcionan un panorama descriptivo del elenco más o menos abarcador de
potenciales injusticias en el plano de la cultura.17
Dos autores han sido los impulsores de la reflexión en el campo del reconocimiento,
no los únicos, pero si quienes han hecho aportes altamente significativos. Uno de esos
impulsos es el que hizo Charles Taylor en el ensayo titulado ‘La política del
reconocimiento’18, el cual ha jugado un papel altamente relevante en este tema. Taylor
percibe y da cuenta que la variedad de grupos sociales que existen en las sociedades
reivindican el reconocimiento de sus especificidades identitarias. Categoriza esta
problemática desde unos supuestos a los que denomina ‘la concepción intersubjetiva de la
identidad’, pues para él con toda claridad la identidad se sustenta en un modelo dialógico
que tiene como base las ‘redes de interlocución’, porque de este modo se construye la
subjetividad desde la modernidad.
Es por ello que las prácticas sociales del reconocimiento son cruciales para la
formación del sí mismo, puesto que señalan las modalidades de los procesos morales y
psicológicos a través de los cuales el ser humano desarrolla los sentidos de autoconfianza,
autoestima y respeto. Taylor señala que los procedimientos distorsionados de
reconocimiento infringen heridas en el desarrollo de sí mismo y por ello los procesos de
represión o marginalización colectivos restan el sentido de valía colectiva del grupo. Esto
explica como las consecuencias se tornan contundentes, pues las prácticas colectivas
pueden provocar daños individuales. Ejemplo que clarifican estas aseveraciones son los
casos concretos del odio colectivo a homosexuales, judíos, gitanos e indígenas. El efecto de
estas prácticas es contundente, pues se daña al autorespeto y se puede desmoronar el
sentido grupal de autoestima.
El otro autor que ha influido decisivamente en este debate es Will Kymlicka19. Él
estable que los derechos culturales existen y tienen que ser plenamente identificados como
derechos ciudadanos diferenciados por grupo y como derechos de las minorías. Para éste
autor, los principios básicos del liberalismo, que es desde donde ubica con toda claridad sus
17 En términos generales este esquema es presentado en: Fraser, Nancy, Iustitia Interrumpta. Reflexiones
críticas desde la posición ‘postsocialista’, Nuevo Pensamiento Jurídico, Bogotá, 1997, p. 22. 18 Taylor, Charles, El multiculturalismo y la ‘política del reconocimiento’, Op. Cit. 19 Kymlicka, Will, Ciudadanía multicultural, Paidós, Barcelona, 1995. El breve señalamiento que aquí se hace, básicamente esta expuesto en esta obra, aunque no es la única, si fue la obra clave de su planteamiento en este tema.
113
aportes, son los de la libertad individual, es por ello que los derechos de la minoría han de
reivindicarse únicamente en los casos en que son compatibles con la libertad y la autonomía
de los individuos. Kymlicka señala dos tipos de límites a los derechos de los grupos, estos
son las restricciones internas, que son reivindicaciones de un grupo frente a sus propios
miembros y las protecciones externas que son los mecanismos en que los miembros de un
grupo dirigen contra la sociedad en general. Una distinción adicional en sus planteamientos
es que hay diferencias fundamentales entre las minorías nacionales y los grupos étnicos
inmigrantes, porque los primeros son las culturas que previamente se autogobernaban y
estaban concentradas territorialmente y los segundos tiene que ver más bien con
asociaciones flexibles de inmigrantes voluntarios.
La categoría que va a vertebrar el aparato teórico y conceptual de este autor, es el de
‘culturas societarias’, éstas son las culturas que ofrece a sus miembros ‘formas de vida’
significativas en todo el espectro de las actividades humanas, incluida la vida social,
educativa, religiosa, recreativa y económica, condición que se dan tanto en la esfera pública
como privada. Para Kymlicka, un planteamiento liberal, como el suyo, ha de rechazar las
posturas que limiten el derecho de los miembros del grupo a cuestionar y revisar las
prácticas y las autoridades tradicionales, pero en cambio ha de apoyar las posturas que
promueven la justicia entre los grupos.
Para lograr una visión más exacta del planteamiento de Kymlicka se recupera la
crítica que le hace Seyla Benhabib.20 Según ella, este autor no logra diferenciar entre
sistema de acción social, cultura y estructura de personalidad21, por otra parte tampoco
queda bien establecida la distinción entre cultura y formas institucionalizadas de las
identidades públicas colectivas, puesto que en su aparato teórico son identificados.
Finalmente ella no admite que haya algo así como una cultura única como sostiene
Kymlicka, en todo caso hay principio único en las esferas pública y privada, pero esto no es
equivalente, también le critica que no toma suficientemente en cuenta que las culturas no
son totalmente homogéneas, pues es la impresión que producen con frecuencia sus
planteamientos.
20 Estos son los señalamientos que le hace Benhabib a Kymlicka en Benhabib, Seyla, Las reivindicaciones de
la cultura. Igualdad y diversidad en la era global, Katz Discusiones, Argentina. 2006. p. 111 y ss. 21 Los componentes estructurales del mundo de la vida.
114
La cuestión del reconocimiento en las sociedades, se ha levantado no sin
dificultades, nunca ha estado exento de ellas y algunas veces éstas atinan en aspectos
fundamentales. Un fuerte crítica que se le ha hecho es haber dejado de lado la búsqueda de
la redistribución, a causa de que los resultados históricos que arrojaron estas luchas han
sido extenuantes y con salgo negativo, por eso estas nuevas luchas no incluyen ya ese otro
tipo de reivindicaciones, que efectivamente se vislumbraron imposibles, es decir, que ante
la magnitud de la lucha se optó por dejarlas de lado.
Esta situación la captan con agudeza e insisten en ella algunos pensadores, un caso
relevante y es el que guía estas reflexiones es Fraser22, quien señala que según los datos
empíricos la lucha por el reconocimiento al volverse el núcleo de las reivindicaciones
sociales ha dejado de lado la lucha por la redistribución. Tan conflictivo es este asunto que
el aborde de ambas perspectivas se torna dilemático, pues la lucha por la redistribución
busca la igualdad de los ciudadanos, considerados en lo individual o en colectivo, mientras
que por otro lado la lucha por el reconocimiento busca precisamente la identificación de lo
específico de cada colectividad, dibujando con mucha claridad las diferencias que le son
propias. El carácter dilemático del planteamiento ha sido también abordado por otros
teóricos, ya como mero señalamiento o bien como indicativo de una profunda e intensa
fuente de encubrimiento de intereses. Según estas críticas, la mera reivindicación del
reconocimiento deja intocado el aparato económico que le subyace a todo orden social y
hace a la lucha por el reconocimiento un mero aparato ideológico del mercado y de los
poseedores de los medios de producción. Estas afirmaciones son altamente problemáticas
pues se plantean como una fuerte crítica que no puede ignorarse, pues queda como
cuestionamiento a las luchas que articulan sus discursos reivindicadores términos del
reconocimiento exclusivamente.
En todo caso, el dilema que se plantea es real y no es sencillo de diluir, resolver,
abordar. Este dilema tuvo atentos a los teóricos y militantes debido a los efectos
contradictorios que surgían y que tenían su origen precisamente en el modo de hacer el
planteamiento, porque la lucha por la redistribución implica un esfuerzo por establecer la
igualdad de los individuos en las sociedades, en cambio el reconocimiento cultural implica
la exigencia del reconocimiento de sus diferencias y especificidades. Los dos
22 Fraser, Nancy, Iustitia Interrupta, Op. Cit.
115
planteamientos buscan la igualdad, pero el primero la establece como presupuesto y sin
distinciones, mientras que el segundo afirma que para lograr la igualdad precisamente hay
que distinguir las especificidades inherentes a los grupos sociales. Como la disolución del
dilema es imposible Nancy Fraser traza sus postulados donde intenta suavizar las tensiones
entre los polos de este dilema e intenta recuperar de alguna manera ambas intuiciones
dentro de la lucha de intelectuales y militantes en un marco amplio al que denomina el
‘horizonte post-socialista’ para remarcar la necesidad de recuperar el carácter no –
sustituible de ambos polos del dilema dentro de un esquema social comprensivo de lucha y
reivindicación social.
De alguna manera, si se pudiera sintetizar ese planteamiento, se puede afirmar que
es el modelo socialista es el más adecuado para las cuestiones de la distribución porque
ofrece mejores pistas para establecerla en las sociedades, mientras que en el ámbito cultural
es la deconstrucción de las identidades estereotipadas el mecanismo a través del cual se van
a destrabar los discursos encasilladores y estigmatizadores en las sociedades.23
3 1 3 La emergencia de la representación
La lucha por la justicia entendida ya como lucha por la redistribución, ya como
lucha por el reconocimiento o alguna combinación de ambas, aunque no sin problemas,
pudo funcionar como eje vertebrador en la búsqueda de una sociedad más justa hasta
tiempos recientes. La afirmación de Nancy Fraser: “La globalización está cambiando
nuestro modo de pensar la justicia.”24, consigna que en efecto, el núcleo de las discusiones
sobre la justicia se encuentra trastocado y se plantean nuevos horizontes, pues la lucha por
la redistribución y el reconocimiento fueron comprensibles en el esquema o marco del
Estado-nación o marco del Estado de bienestar – westfaliano, pero la globalización plantea
otros retos, plantea otras perspectivas. La filosofía política contemporánea se ha tenido que
hacer cargo de esta cambiante realidad, pues en el esquema del Estado-nación todo pudo
plantearse, aunque no sin problemas, incluso de manera tensionante, en el dilema entre
distribución-reconocimiento, porque ambas reivindicaciones presuponen la territorialidad
de la sociedad y es que la organización social establecida giró incuestionablemente durante
mucho tiempo en torno a esta categoría: “El concepto de soberanía organizó la emergencia
23 Postura que asume la autora en: Fraser, Nancy, Iustitia Interrupta, Op. Cit. p. 45. 24 Fraser, Nancy, Un nuevo marco para la justicia en un mundo en proceso de globalización, Revista “Este País”, Num. 180 Marzo 2006.
116
del Estado moderno y enmarcó el desarrollo de la democracia y los procesos que
propiciaron su consolidación.”25 La globalización ha cambiado todo este panorama. En
adelante se desarrollan algunas de sus concreciones, que aunque ya fueron de alguna
manera abordadas en el primer capítulo, se enfatizan ahora los aspectos que impactan
directamente al tema de la representación.
En el plano económico se dan situaciones donde el presupuesto del Estado-nación
ya no alcanza a explicar las causas estructurales de muchas injusticias en un mundo en
proceso de globalización, puesto que se trata de fenómenos o factores que no son de
carácter territorial, de la multiplicidad de esta clase de fenómenos por lo pronto se
considera el funcionamiento de los mercados financieros que actúan en una lógica
totalmente desterritorializada, el caso de las fábricas en el exterior de un determinado
Estado que hacen ingresar sus productos a otro Estado, el caso de los regímenes de
inversión de los grandes corporativos, o bien el funcionamiento de cada vez más estructuras
de gobernabilidad propias de una lógica global.
También en el plano biológico, es importante señalar como hay disposiciones sobre
el clima y el medio ambiente en general, que son cuestiones que afectan no a un grupo
determinado, sino a la humanidad en conjunto, o bien el asunto de las epidemias, las
drogas, la biotecnología, etc., todos estos son casos específicos que manifiestan una nueva
manera de situarse, una manera propia de un mundo globalizado, su importancia radica en
que determinan las posibilidades de vivir o de morir, o bien, indican las condiciones en que
se desarrolle la vida de los individuos.26
Estas dinámicas ya no pertenecen a un espacio territorial determinado, en todo caso
de trata de ‘flujos’ de personas, dinero, bienes, servicios. Esta configuración hace necesario
un nuevo esquema que ya no tenga que recurrir a la territorialidad, porque en todo caso,
este se puede convertir en el argumento con el cual se estaría protegiendo a entidades que
tienen ordinariamente un actuar extraterritorial, cometiendo a todas luces una injusticia,
precisamente al querer combatirla, pues se crea una simulación que termina por encubrir y
justificar una situación injusta. La superación del marco westfaliano en la globalización es
un proceso en marcha. En ese esquema no hay dificultad para determinar quién cuenta
25 Held, David, La democracia y el orden global, Paidós, Barcelona, 1997. p. 53. 26 Este es el esquema de casos identificado en Fraser, Nancy, Un nuevo marco para la justicia… Op. Cit. 2006.
117
como miembro de determinada comunidad, pues el presupuesto es que el territorio define
esta situación: “Pero el problema, que se presenta tanto a los defensores de la democracia
moderna como a sus críticos, es que la interconexión regional y global desafía las formas
nacionales tradicionales en que se resolvían las cuestiones claves de la teoría y la práctica
democráticas. El proceso mismo del gobierno puede escapar al alcance del Estado-
nación.”27 El punto de controversia es entonces la pertenencia social, así pues, la definición
de los criterios de quién cuenta como miembro de determinada comunidad, por decirlo en
síntesis, es en sí el tema de lo que se denomina la representación. La nueva configuración
mundial global supone una realidad más compleja, pues se da el caso de ciudadanos de un
Estado viviendo en otro o ciudadanos afectados por determinado criterio social aunque de
hecho no compartan el mismo territorio.
El medio que puede ser de mayor provecho para el establecimiento de marcos en
este nuevo esquema postwesfaliano, tomando en cuenta la clara emergencia de momento y
la falta de definiciones firmes y con todas las reservas del caso, puede ser considerar el
‘principio de todos los afectados’28 como el marco más adecuado para hacer vigente la
justicia. Ese supuesto implica también que el modo de establecer los marcos sea de manera
dialógica. Al ir más allá del marco del Estado territorial el único modo de incluir a los
afectados como sujetos mismos de sus decisiones es el establecimiento de un momento
democrático dialógico.
De manera similar a la estructura de la justicia que se presentó anteriormente como
redistribución, reconocimiento y representación Fraser propone entender la justicia también
en tres planos, pero con sus propios matices. En términos generales se considera que la
justicia tiene dimensiones: la primera hace referencia a su objeto, esto es, es necesario
determinar el qué de la justicia29, por otro lado, el asunto del quién es a lo que denomina
Fraser el marco de la justicia y según dice ella misma puede ser que se comenta algún tipo
de injusticia si al determinar ese marco se excluye deliberadamente o no a quién si tuviera
derecho a pertenecer a ese ámbito y por supuesto tendría que gozar de los beneficios de esa
pertenencia. Como sea, hasta aquí quedaría pendiente señalar quien establece los límites de
27 Held, David, La democracia y el orden global, Paidós, Barcelona, 1997. p. 38. 28 Es su propuesta en: Fraser, Nancy, Un nuevo marco para la justicia en un mundo en proceso de
globalización, Op. Cit. 29 La autora usa este proceso de abstracción, pero que finalmente aclara y simplifica la comprensión de la justicia. Fraser, Nancy, Un nuevo marco…
118
pertenencia de los involucrados en determinado asunto, este es la cuestión del
establecimiento de los marcos, cuestión central de la justicia en un mundo en proceso de
globalización, donde la pertenencia es justamente lo que está a discusión, a esto es
precisamente lo que denomina el cómo de la justicia, porque este nivel es lo propio de la
justicia en tiempos de globalización. Determinar mediante qué procedimiento se define
quién participa en determinados beneficios o repartición de responsabilidades, o bien cómo
se define quién pertenece o no a un determinado ámbito, espacio o comunidad, es
exactamente el tema de la representación.
El tercer plano, el que se refiere al cómo de la justicia, tiene sus propios niveles,
éstos se refieren al modo de participar en las decisiones para determinar los límites de
pertenencia. Son tres los niveles de falta a la justicia política. El primero es la falta de
representación ordinaria, es el caso en que se elige a los gobernantes o representantes por
mayoría, esto implica los que han respaldado al candidato ‘perdedor’ ya no son
representados por el elegido. Un segundo nivel de injusticia es cuando los límites del grupo
a que se refiere, excluyen indebidamente a unos que propiamente deberían estar incluidos,
es decir, en el momento de determinar quién es el sujeto de tal o cual derecho se puede
dejar fuera indebidamente a quien debería estar incluido, esta delimitación es precisamente
lo que aquí se llama ‘el marco’. Finalmente, un tercer nivel de exclusión se da en el
momento de definir quienes son sujetos de determinado derecho, es decir, en el momento
de definir los marcos, precisamente este punto es el que ha sido profundamente afectado
por la globalización, porque el establecimiento de los marcos ya no son automáticos,
anteriormente el territorio era el marco ordinario y por eso mismo no tenía que hacerse
explícito, sin embargo la globalización trastocar precisamente este presupuesto.
De esta manera, la definición de los marcos se convierte en el tema central en la
lucha por compensar la falta de justicia política en una sociedad. La definición de marcos
tiene dos posibilidades: la primera es la política positiva del uso de los marcos, es decir,
aunque se impugnen los marcos vigentes se está aceptado el paradigma del Estado
territorial para el establecimiento de esos mismos marcos, la segunda opción cuestiona el
establecimiento de marcos, pues asume que el Estado territorial ya no permite determinar
quién es el sujeto de la justicia, por eso tiene que hacerse la definición en cada caso.
119
El papel de las instituciones públicas se ha desdibujado y la participación ciudadana
en la política es también mínima, como ya se consignó, este déficit no es desvirtuación del
sistema político vigente, sino requisito necesario, pues el sistema se ha diseñado para
desalentar la participación de los ciudadanos en los asuntos públicos, a causa de la
desconfianza radical en la intervención directa de los ciudadanos en las decisiones publicas.
Este es impulso del modelo de la democracia deliberativa, que sin embargo no es de
aplicación automática: “…El modelo participativo clásico no se puede adaptar fácilmente a
diferentes situaciones a lo largo del tiempo y del espacio. Su emergencia en el contexto de
las ciudades-Estado, y en condiciones de ‘exclusividad social’, fue un factor esencial de su
exitoso desarrollo. En las sociedades industriales complejas, caracterizadas por un alto
grado de diferenciación social, económica y política, resulta muy difícil imaginar de qué
manera una democracia de este tipo podría ser exitosamente adoptada en grandes escalas
sin una drástica modificación.”30 De modo que el modelo dialógico siendo una alternativa
real al sistema vigente y que retoma elementos centrales de la tradición histórica, todavía
tiene que explicar cuáles son los mecanismos de funcionamiento en las sociedades
complejas contemporáneas, precisamente este es el punto que se aborda enseguida.
3 2 Democracia deliberativa y sociedad
En este segundo apartado se explora el significado, contenido e implicaciones de la
democracia deliberativa, punto que acrisola los postulados hasta ahora recuperados. En
efecto, la afirmación ‘la globalización está cambiando nuestra forma de entender la justicia’
hace patente un proceso que está teniendo lugar y que impulsa por sus características la
participación de quienes han de configurar el modo de articulación de las colectividades en
cada caso, todo esto en un panorama como el que se ha trazado, donde las fronteras
geográficas se han ido gradualmente desdibujando. En primer lugar se aborda la relación
teoría-praxis, como se ha entendido a lo largo de la historia del pensamiento y como se
entiende en el aparato teórico de Habermas, luego se aborda el principio de participación,
que es piedra de toque de la democracia deliberativa, pues éste elemento es donde se
sustenta la dimensión política de justicia de esta propuesta, en seguida se tocan tres
aspectos fundamentales en la comprensión deliberativa de la democracia: su carácter
procedimental, las pretensiones de neutralidad y el reiterado uso metodológico de las
30 Held, David, La democracia y el orden global, Paidós, Barcelona, 1997. p. 35.
120
idealizaciones, tres elementos considerados aquí como indicadores normativos. El otro
aspecto necesario a abordar es el carácter epistémico de la democracia, para terminar con la
explicitación de sus posibilidades a través de una comprensión que la entiende como un
ejercicio formativo y de aprendizaje donde hay lugar a la incorporación reflexiva de las
dificultades inherentes al proceso de evolución social.
3 2 1 La relación teoría-praxis
Debido a la perspectiva del presente trabajo, es necesario explicitar el sentido del
aporte que desde la filosofía política se hace del diseño social, porque un modelo concreto
escapa de sus horizontes, pero tampoco es suficiente con señalamientos demasiado
genéricos. Esta es una discusión que ya se ha tenido con anterioridad, de hecho pertenece
de manera inherente a la tradición del pensamiento, se trata de la relación entre la filosofía
y la práctica, entonces se hace un muy breve recorrido por algunos de los aportes en esta
línea, para examinar la posición que Habermas ha asumido en este punto en particular.
Un recorrido sobre la historia del pensamiento, muestra una tensión inherente a la
tarea misma de pensar la realidad, que se ha expresado en las diferentes posturas que se han
tenido sobre la relación entre la teoría y la práctica. En términos del pensamiento clásico,
están las respuestas de Platón y de Aristóteles. Platón considera que lo práctico por
excelencia es la teoría, aunque le imprime a esta una implicación más bien religiosa, pues la
contemplación del cosmos es de hecho una experiencia mística, por eso la teoría es un
camino que conduce a la salvación, pues provoca una flexión del espíritu hasta su
transformación total. “En el ascenso hasta las Ideas el alma se purifica de las bajas pasiones
y de los intereses mezquinos; en la ascensión hasta la captación noética de las Ideas el
alma se desprende de la materia y se libera de la prisión que es el cuerpo. Del mismo modo,
en la tradición aristotélica y en la tradición estoica la forma teórica de vida tiene prioridad
sobre la vita activa.”31
En cambio para Aristóteles la teoría es un camino de conocimiento, no de salvación,
por eso adquiere relevancia práctica, de ahí se desgaja lo que se puede considerar como
filosofía práctica. No hay promesas de salvación, sino la demanda de concretizar en
instituciones y procedimientos humanos mecanismos que permitan construir condiciones
para la vida buena. “La política se entendía como la doctrina de la vida buena; es
31 Habermas, Jürgen, Verdad y Justificación, Trotta, Madrid, 2002 p.308.
121
continuación de la ética. Pues Aristóteles no veía ninguna oposición entre la constitución
vigente en el nomoi y el Ethos de la vida ciudadana; tampoco cabía separar la eticidad de la
acción de la costumbre y la ley. Sólo la Politeia habilita al ciudadano para la vida buena: el
hombre es, en general, zoon poltikon en el sentido de que para la realización de su
naturaleza depende de la ciudad.” 32
Otra respuesta es la que se ofreció en torno a la revolución francesa y el conjunto de
la modernidad, de hecho, Habermas rescata una afirmación de Hegel: “No debe uno
pronunciarse en contra cuando se dice que la revolución recibió su primer impulso de la
filosofía.”33 Es la convicción que como fruto de la revolución burguesa se había
positivizado el derecho natural. A este esquema pertenecerían las declaraciones francesas y
americanas de los derechos del hombre. La visión con que se presentan los derechos
humanos pertenece a esta corriente. De modo que la relación teoría y praxis puede
formularse en los siguientes términos: “…la sociedad justa, aquella que la filosofía anticipa
en pensamientos, puede lograrse por la vía política que representa una praxis
‘revolucionaria’.”34
Ante las dos primeras posturas podemos decir tajantemente que en estos tiempos, el
pluralismo en que se vive, impide que la ética pueda de modo alguno ofrecer modelos
únicos de vida y recomendarlos para su seguimiento. A partir de la modernidad las éticas
proponen pistas para que el individuo en privado las pueda seguir como modo de vida. Con
respecto a la visión que la modernidad tiene de ésta relación, se hizo imprescindible una
filosofía de la historia donde se pone la realización de las ideas normativas, con todo que a
la luz de tales ideas se pueda reclamar la realización de determinado aspecto que en la vida
práctica de la sociedad no se ve realizado, así: “Con su filosofía de la historia dialéctica,
Hegel tapa el hueco entre la norma racional y la realidad irracional, que en Kant era
confiada a la praxis ética de individuos estimulados solamente por consideraciones acerca
de la filosofía de la historia.”35
Como seguidor de Hegel, Marx se ve a la vez que atraído por la racionalidad de tal
posicionamiento, distanciado de sus tintes altamente idealizantes, por ello está a favor de
32 Habermas, Jürgen, Teoría y Praxis, Altaya, Madrid, 1999. p. 49-50. 33 Habermas, Jürgen, Teoría y Praxis, Op. Cit. En: Cap. 2 “Derecho Natural y revolución”. p. 87. La cita es: Hegel, Sämtliche Werke, ed. Glocker, vol. XI, p. 556. 34 Habermas, Jürgen, Verdad y Justificación, Trotta, Madrid, 2002 p.310. 35 Habermas, Jürgen, Verdad y Justificación, Op. Cit., p. 310.
122
una praxis que se entiende como una superación de la teoría por medio de una realización
fáctica de ella. Sin embargo, las reiteradas ocasiones en que en la historia se han dado
muestras de violencia del poder sobre los impulsos de liberación, se convierten en
condición suficiente para hacer inviables estas pretensiones, pues esta concepción:
“Confunde la praxis intersubjetivamente acreditada por individuos socializados con las
intervenciones técnicas de un sujeto colectivo que se afirma a sí mismo.”36
a filosofía de nuestros tiempos, con su negativa a aceptar un pensamiento que sea
capaz en sí mismo de abarcar toda la realidad, con sus esfuerzos por dirigirse ya no a la
conciencia y el desplazamiento hacia elementos que hagan ese acceso indirecto como el
lenguaje y el acto social, o bien la tendencia a situar a la razón en un tiempo y espacio
determinados, e incluso invertir el orden entre teoría y praxis, ha llevado a que la filosofía
se tenga que presentar a sí misma con una postura mucho más modesta al pretender situarse
en el mundo por ella categorizado, de tal modo que sea capaz de hacerle alguna
contribución específica. Una filosofía en estas condiciones únicamente puede asumir
determinado rol en medio de una cultura donde la ciencia es importante e incluso hasta
determinante en sus orientaciones, con funciones sociales diferenciadoras y donde los
integrantes de esa sociedad tienen que hacer frente a una presión altamente
individualizadora: “…el mundo de la vida constituye el horizonte de una praxis de
entendimiento mediante la que los sujetos que actúan comunicativamente buscan solucionar
sus problemas cotidianos. Los mundos de la vida modernos se han diferenciado en los
ámbitos de la cultura, la sociedad y la persona. La cultura se articula de acuerdo con
aspectos de la validez relativos a cuestiones de verdad, de justicia y de gusto, en las esferas
de la ciencia y la técnica, el derecho y la moral, el arte y la crítica de arte. A partir de las
instituciones básicas de la sociedad (como la familia, la iglesia y el orden jurídico) se han
formado sistemas funcionales que (como la moderna economía y la administración del
Estado) a través de medio de comunicación propios (el dinero y el poder administrativos)
han desarrollado una cierta vida propia. Finalmente, las estructuras de la personalidad son
los resultados de procesos de socialización mediante los que las generaciones adultas se
dotan de capacidad para orientarse autónomamente en un mundo complejo.”37
36 Habermas, Jürgen, Verdad y Justificación, Op. Cit., p. 312. 37 Habermas, Jürgen, Verdad y Justificación, Op. Cit., p. 314.
123
Así pues, la sociedad en general y la persona concreta en particular, además que
todos las nociones que establecen una relación o conexión entre ambas dimensiones son el
campo o tarea de la filosofía, tarea renovada según los derroteros de la evolución de ls
historia, ahí el lugar privilegiado de la filosofía: “La filosofía, al igual que las ciencias,
siempre se ha orientado por cuestiones relativas a la verdad. Pero al contrario que la
ciencia, la filosofía conserva una conexión interna con el derecho, la moral y el arte.”38
Si esto es verdad, entonces es posible identificar que el filósofo tiene un
imprescindible e insustituible papel en la sociedad como experto o como mediador que de
cohesión a los planteamientos que se realizan desde diferentes posturas. “La filosofía ni
puede basarse en un saber de salvación teológico ni en un saber clínico especializado y, por
lo tanto, no puede, como la religión o la psicología, procurar ‘ayuda para la vida’. En
cuanto que ética, puede conducir en cuestiones relativas a la identidad –quién se es y quién
se querría ser- a un entendimiento racional de sí mismo. Pero el papel ‘terapéutico’ de la
ética filosófica se limita hoy en día a alentar al individuo a dirigir de forma consciente su
propia vida. Un ‘asesoramiento’ filosófico que ponga en las manos de los mismos
participantes la reflexión sobre el sentido de su vida se comporta con respecto a la
‘mediación de sentido’ de forma ascética.”39
3 2 2 Principio de participación.
El principio de participación es fundamental en la democracia deliberativa. Este
principio ha sido formulado y discutido por Habermas en una ya larga trayectoria. A través
de esa constante revisión se ha logrado elaborar el contenido y alcances de ese principio de
participación hasta perfilarlo de manera cada vez más fina, como se muestra en los
diferentes escritos posteriores a la Teoría de la Acción Comunicativa. En éste trabajo se
asume el supuesto fundamental que la justicia política definitivamente ha de garantizar la
participación de los potencialmente afectados en los diferentes niveles en que se dan las
decisiones, por ello la democracia deliberativa desde sus planteamientos básicos ha de
garantizar esta participación.
En sus primeros desarrollos Habermas afirma que la razón práctica necesariamente
ha de inferirse de un principio de universalización, al que llama ‘principio U’, de alguna
38 Habermas, Jürgen, Verdad y Justificación, Op. Cit., p. 315. 39 Habermas, Jürgen, Verdad y Justificación, Op. Cit., p. 317.
124
manera este principio es una traslación del imperativo categórico kantiano y así lo entiende
al fundamentar una teoría de la comunicación que sea capaz de trascender los contextos
específicos en los cuales se desarrolla. En la necesaria evolución provocada por la
recepción que sus trabajos han tenido, por el mismo proceso de reflexión y posicionamiento
ante los límites, dificultades, posibilidades a que él mismo se ha ido enfrentando en el
desarrollo de su pensamiento y al profundizar cada vez sus propios presupuestos,
precisamente este proceso le ha llevado a Habermas a formular el ‘principio D’, que tiene
diferentes connotados, inicialmente parece ser una concreción del principio de
universalización, pero en el horizonte en que se desarrolla la teoría de la acción
comunicativa, que es el que proporciona el ‘giro lingüístico’, fuera del paradigma sobre el
que Kant había trazado el imperativo categórico.
Se anota pues, la formulación que hace de ambos principios en Conciencia Moral y
Acción Comunicativa40, así tenemos que el principio de universalidad, ‘principio U’,
establece que: “…cada norma válida habrá de satisfacer la condición de que las
consecuencias y efectos secundarios que se siguen de su acatamiento general para la
satisfacción de los intereses de cada persona (presumiblemente) puedan resultar aceptados
por todos los afectados (así como preferidos a los efectos de las posibilidades sustitutivas
de regulación).” Mientras que el principio de discurso, ‘principio D’, sostiene que: “…una
norma únicamente puede aspirar a tener validez cuando todas las personas a las que afecta
consiguen ponerse de acuerdo en cuanto participantes de un discurso práctico (o pueden
ponerse de acuerdo) en que dicha norma es válida.”41
En etapas iniciales del pensamiento de Habermas el principio “U” fundamenta la
moral en general, mientras que el principio “D” fundamenta la vida política. El punto de
controversia es si el primer principio, el que fundamenta la moral, puede extrapolarse sin
más a las cuestiones políticas, Habermas en un principio cree que sí, pero múltiples debates
y réplicas le han hecho revisar su posición y perfilar de manera más precisa este punto,
pues reconoce, después de muchos debates, que las cuestiones morales son las que pueden
fundamentarse en un principio de universalización, esto es posible porque en un debate se
40 Habermas, Jürgen, Conciencia Moral y Acción Comunicativa, Ed. Península. Barcelona. 1994. 41 Aunque estas formulaciones han tenido su propia evolución en el pensamiento de Habermas, una postura definida se encuentra en: Habermas, Jürgen, Conciencia Moral y Acción Comunicativa, Op. Cit. p. 85-86. Ver también Habermas, Jürgen, Facticidad y Validez, Op. Cit. p. 172.
125
puede llegar a acuerdos. Este giro fundamental perfila de manera contundente la
participación de los afectados, sea en cuestiones políticas, sea en el plano de la moral en
general.
En Facticidad y Validez el problema es nuevamente abordado en el momento en que
se da a la tarea de fundamentar los ‘derechos fundamentales’ en términos de la teoría del
discurso, vuelve a traer a colación la distinción entre principio universal, su forma jurídica
y el principio de discurso y así, al describir la paradoja del nacimiento de la legitimidad a
partir de la legalidad explica el origen de los derechos subjetivos y la relación de
complementariedad entre el derecho y la moral, entonces quedan bien establecidos los
límites y competencias de las normas jurídicas a diferencia de las normas generales de
acción. “Mientras que el principio moral desempeña el papel de una regla de argumentación
para la decisión racional de cuestiones morales, el principio democrático presupone ya la
posibilidad de decidir racionalmente las cuestiones prácticas y, por cierto, la posibilidad de
todas las clases de fundamentaciones efectuables en discursos (y en negociaciones
reguladas por procedimientos), a las que se debe la legitimidad de las leyes. El principio
democrático no da, por tanto, respuesta alguna a la cuestión –que hay que aclarar
previamente en términos de teoría de la argumentación- de si, y cómo, los asuntos políticos
pueden en general tratarse discursivamente. Bajo el presupuesto de que es posible una
formación racional de la opinión y la voluntad políticas, el principio democrático dice sólo
cómo puede institucionalizarse ésta, a saber, mediante un sistema de derechos que asegure
a cada uno la igual participación en tal proceso de producción de normas jurídicas, el cual
venga a la vez garantizado en lo que respecta a sus presupuestos comunicativos. Mientras
que el principio moral opera en el plano de la estructura interna de un determinado juego de
argumentación, el principio democrático se refiere al plano de la institucionalización
externa, es decir, efectiva y operante en lo que se refiere a la acción, de la participación
(dotada de los mismos derechos) en una formación discursiva de la opinión y la voluntad
política que se efectúe en formas de comunicación garantizadas a su vez jurídicamente.”42
El presupuesto es básico, pues únicamente hay comunicación entre actores que ya
hayan tomado la decisión de entenderse sobre algo, esto implica que tienen una postura
definida y esperan de los otros participantes en el diálogo que también hayan asumido
42 Habermas, Jürgen, Facticidad y Validez, Trotta. Madrid, 2005, p. 176.
126
posturas definidas para diferentes puntos, en todo caso, que haya la voluntad de entenderse.
Una vez asumido este posicionamiento básico e insustituible, es posible volver a plantear
las relaciones entre el principio de discurso y el principio de democracia, entendiendo
además que el principio democrático se tiene que concretar al ser el medio positivizado del
principio de discurso: “La idea decisiva es que el principio democrático se debe al
entrelazamiento del ‘principio de discurso’ con la forma jurídica. Este entrelazamiento lo
entiendo como una génesis lógica de derechos, que puede reconstruirse paso a paso.
Comienza con la aplicación del ‘principio de discurso’ al derecho a libertades subjetivas de
acción de acción –derecho que es constitutivo de la forma jurídica como tal- y acaba con la
institucionalización jurídica de condiciones para un ejercicio discursivo de la autonomía
política mediante la que la autonomía privada, que en un primer momento sólo queda
puesta en términos abstractos, puede ser objeto de desarrollo y configuración jurídicos. De
ahí que el principio democrático sólo pueda aparecer como núcleo de un sistema de
derechos.”43 Con este planteamiento ha cristalizado el posicionamiento del principio de
participación.
No se trata simplemente de empalmar los proceso deliberativos y los jurídicos, pues
hace falta una comprensión donde puedan ejercer cada uno de ellos el campo de que es
atribución, pero que por otra parte, al considerarlos de manera separada se hacen inviables
en el presente planteamiento: “Ni el principio de discurso ni el que determinadas relaciones
interactivas adopten forma jurídica bastan de por sí a fundamentar derecho alguno. El
principio de discurso sólo puede adoptar la forma de un principio de democracia o principio
democrático a través del medio que representa el derecho si ambos, es decir, principio de
discurso y el medio que es el derecho, se ensamblan, entrecruzan o entrelazan el uno con el
otro, convirtiéndose en, y desarrollando un, sistema de derechos, que ponga a la autonomía
privada y a la autonomía pública en una relación de presuposición recíproca.”44
Una vez que hechas estas precisiones, se puede abordar ahora una descripción de la
democracia deliberativa, esto se hace a través de una discusión acerca de tres aspectos
fundamentales considerados aquí como indicadores normativos de la democracia
deliberativa para las sociedades, todo para concretar lo discutido y poder hacer un perfil
suficientemente claro de los contenidos y procedimientos en que ésta consiste. 43 Habermas, Jürgen, Facticidad y Validez, Op. Cit. p. 187. 44 Habermas, Jürgen, Facticidad y Validez, Op. Cit. p. 194.
127
3 2 3 Indicadores normativos
La democracia deliberativa supone la auto-organización de los integrantes de un
colectivo social que libremente han decidido asociarse para formar una comunidad jurídica,
de ésta primera delimitación de sus competencias destacan sus contenidos idealizantes, sin
embargo, en el proceso de exponer sus contenidos y especificidades quedará de manifiesto
el limitado carácter metodológico de tal proyección pues únicamente sirve como modelo
para ser confrontado con las sociedades que conocemos.
En la vida cotidiana de las sociedades los procesos que implican el logro de
acuerdos en un colectivo implican consumo de espacio, tiempo y energía en exponer los
argumentos de uno y otro participante, en la consideración de tales argumentos por parte de
los actores, además en los procedimientos que tiene que implementarse en términos
organizativos. Un proceso de este estilo implica también que algunas decisiones tienen que
tomarse sin contar con la información necesaria para la selección de la mejor opción, esta
observación quiere decir, que además del riesgo que va aparejado a cualquier decisión, no
siempre se cuenta con el arsenal suficiente y necesario de información, todo esto implica
costos y un reparto muchas veces inequitativo de funciones, atribuciones y
responsabilidades. “Los recursos para una participación en las comunicaciones políticas
vienen por lo general estrechamente tasados, empezando por el tiempo de que
individualmente se dispone y la fragmentada atención individual a temas que tiene su
propia lógica y su propio curso, pasando por la disponibilidad y la capacidad para aportar
algo propio en relación con esos temas, hasta las actitudes oportunistas, las pasiones, los
prejuicios, etc., que merman o menoscaban la formación racional de la voluntad.”45
Por todo ello, resaltan con contundencia las limitaciones que le son inherentes:
“Pues el modelo no tiene en cuenta, por así decir costes de información y decisión de los
procesos de comunicación. No tiene en cuenta las limitadas capacidades cognitivas que, a
la hora de elaborar problemas tienen las comunicaciones simples entrelazadas
horizontalmente; abstrae en particular de la desigual distribución que dentro del público se
da de la atención, de las competencias y del saber. Ignora también las actitudes y motivos
que estorban, perturban y desbaratan la orientación al entendimiento, es decir, es ciego para
45 Habermas, Jürgen, Facticidad y Validez, Op. Cit. p. 404.
128
el egocentrismo, para la debilidad de la voluntad, para la irracionalidad y el auto-engaño de
los implicados de que se trate.”46
La democracia deliberativa presupone una vigorosa cultura cívica porque su
efectividad se hace descansar sobre procesos que se suponen ya de práctica cotidiana,
procesos que derivan en puramente informales. Precisamente este punto ha levantado
múltiples voces críticas que señalan que la democracia deliberativa en concreto y la teoría
de la acción comunicativa en general, son ciegas a la realidad institucional y dejan los
procesos a la libre espontaneidad de los participantes. Por supuesto que no, de entrada, el
marco del Estado liberal permanece básicamente como es conocido, es decir, existen las
instituciones que ofrecen el espacio para la actuación de la representación parlamentaria, el
espacio para la actuación de un ejecutivo y por supuesto un poder judicial sancionador de
leyes, es decir un espacio liberal con todos los aciertos y reservas del caso, pues el énfasis
que hace la democracia deliberativa es sobre la esfera de la opinión pública, ese es el área
donde se juegan aspectos definitivos que se quieren procesar, es en este espacio de la
sociedad civil, dejado a la participación casi espontánea, es decir, de mínima regulación en
la sociedad que en el marco del Estado liberal ejerce su voz y llega a acuerdos. Estos
elementos que parecen lagunas son a la vez la gran fortaleza del planteamiento
habermasiano, puesto que no se trata de una oferta sobreregulada o cargada excesivamente
de prescripciones normativas, como sería el caso de algunas teorías de la justicia, o por el
contrario, que se trata de una propuesta que se presenta sin la presencia de ni siquiera
resquicios de normatividad, pues un ejercicio de esta naturaleza queda en el señalamiento
de aspectos puramente descriptivos.
La exposición muestra ahora como a la democracia deliberativa le es inherente una
comprensión procedimentalista (3a), para discutir entonces la neutralidad del proceso (3b)
frente a otras posturas que se atribuyen tal cualidad y el valor estrictamente metodológico
que tiene el recurso a las idealizaciones (3c) en la exposición de la democracia deliberativa.
La democracia deliberativa persigue la consecución del bien común, este es una
categoría de larga tradición en la historia del pensamiento, sin embargo es posible recuperar
una visión de éste una vez que se ha liberado de planteamientos substancialistas: (3a):
“Nuestro bien común –el bien y los intereses que compartimos con otros- rara vez consiste
46 Habermas, Jürgen, Facticidad y Validez, Op. Cit. p. 403-404
129
en objetos, actividades y relaciones específicas; por lo general consiste en prácticas, modos
de organizarse, instituciones y procesos que, dicho de nuevo en términos tradicionales,
promueven el bienestar de nosotros mismos y de otros, no ciertamente de ‘todo el mundo’,
pero sí de las suficientes personas como para convertir esas prácticas, modos de
organización, etc., en aceptables… Estos incluirían los rasgos generales del proceso
democrático.”47 Pero enunciar la pura participación puede ser insuficiente, por eso mismo
se tienen que garantizar otros mecanismos para el ejercicio ordinario de la democracia
deliberativa, es decir, se ha de garantizar la existencia de un medio o contexto que permita
la participación y que otorgue las condiciones para su ejercicio, además es necesario
asegurar mecanismos de manejo de información para que la participación de los
involucrados sea con conocimiento de causa y conciencia, con igualdad de oportunidades
de participar en el proceso político y finalmente se ha de contar también con mecanismos
que orienten a la realización de síntesis y consensos. Principios todos que han sido
enunciados en diferentes oportunidades y que necesariamente deben ser leídos en el
contexto del concepto de justicia que aquí se ha trabajado.
La democracia deliberativa, como postura política procedimental, se atribuye a sí
pretensiones de neutralidad como uno de sus mejores ingredientes, como un factor que le
hace llevar la delantera sobre otras propuestas, sin embargo es la misma pretensión que se
atribuyen todas las posturas políticas, quizá falazmente porque un repaso por esas
pretensiones muestra lo complicado que es atribuirse la neutralidad sin más, pues para ello
deben crearse condiciones, las cuales, pretende cubrir la política deliberativa. Se hace un
repaso de ellas con el fin de describir las características propias de esta pretensión de la
democracia deliberativa (3b).
Primero se asume la postura de los liberales, que señalan que el Estado, como
guardián de la sociedad, es quien protege los derechos individuales, enseguida se aborda el
planteamiento de los republicanos, que señalan que los derechos cívicos son libertades
positivas, es decir, no hay que simplemente suponer la convivencia social, sino hay que
establecer elementos que la hagan posible, finalmente se aborda la visión de los
comunitaristas, quienes entienden que el valor está puesto en lo recibido como grupo y en
los signos y símbolos que configuran una identidad social. Luego de la exposición de cada 47 Dahl, Robert, La democracia y sus críticos, Paidós Estado y Sociedad. Barcelona. 1992. Habermas cita la edición en inglés: Id., New Haven, 1989, p. 307. En Habermas, Jürgen. Facticidad y Validez. Op. Cit. p. 393.
130
postura se ofrece el posicionamiento de la democracia deliberativa ante los argumentos de
neutralidad, pues se asume que lo procedimental es el núcleo normativo de la democracia,
de este modo puede realizar su función configuradora, puesto que ofrece el modelo para
construir el esquema de organización de la sociedad.
Los liberales reivindican por supuesto la libertad individual y sería contradictorio
que no hubiera medios para permitir que cualquier integrante del grupo social puedan tener
igualdad de oportunidades para plantear los temas de su conveniencia, afirman que el
discurso político está abierto a todas las cuestiones, que los procedimientos para el
establecimiento de la agenda de discusión están abiertos, sin embargo no queda claro quién
y de qué manera se establece esa agenda. El planteamiento que en la agenda de discusión
han de entrar todos los temas que por lo menos a uno de los participantes le parezca
relevante es puesto en cuestión. Una objeción paradigmática de esto es la que presentaron
las feministas, que muestran lo falaz de la presunta neutralidad del planteamiento liberal. El
tema de la violencia doméstica parecía, en el momento en que se quiso poner en la mesa del
debate, una cuestión que abordaban un asunto de la esfera privada, sin embargo las luchas
reivindicatorias fueron las que abrieron un espacio para que el tema pudiera ser tratado
como un problema de comprensión pública, de género y de reproducción cultural. Esto es
una concreción de la tensión entre la autonomía pública y la privada y se muestra que no
puede ser resuelta de manera contundente y de una vez y para siempre, “…Sólo tras una
‘lucha por el reconocimiento’ sostenida públicamente pueden las debatidas constelaciones
de intereses ser abordadas por las instancias políticas correspondientes, ser introducidas en
los órdenes del día de los órganos parlamentarios, ser discutidas y, llegado el caso, ser
convertidas en una moción y tomarse sobre ello una resolución vinculante….”48 Este caso
muestra que únicamente la ejecución de nuevas consideraciones de responsabilidad pública
o una regulación de tipo penal son capaces de introducir estos desplazamientos entre lo
privado y lo público, que se reflejan en un modo diferente de entender las responsabilidades
formales y en los hechos, por lo cual el liberalismo se muestra falaz en su planteamiento de
neutralidad.
La segunda consideración es la de los republicanos, afirman que los derechos
cívicos son libertades positivas, porque no es posible suponer la convivencia social, como
48 Habermas, Jürgen, Facticidad y Validez, Op. Cit. p. 393.
131
si este fuera un elemento que se da en automático, antes al contrario, hay que establecer
condiciones que la hagan posible, pues bien, el principio de participación ya aludido da
cuenta de esta deficiencia de los planteamiento en filosofía política, pues el ejercicio de los
directamente afectados puede subsanar esta desatención, no habría otra voz más cualificada
para señalar las posibles omisiones ni había otro actor capaz de hacer surgir alternativas
para subsanar las omisiones detectadas. Planteamiento que asume completo la democracia
deliberativa.
Finalmente la tercera gran consideración es la que se deriva de la postura
comunitarista. Según ellos la neutralidad es en principio un planteamiento falaz puesto que
“…los criterios para un enjuiciamiento imparcial de las cuestiones prácticas no pueden
separarse del contexto de determinadas interpretaciones del mundo y de determinados
proyectos de vida: ningún principio presuntamente neutral puede en verdad ser nunca
neutral.”49 Sin embargo es necesario aclarar que independientemente del contexto o incluso
de la lengua de que provengan, las categorías verdad, fundamentación, consenso tiene
siempre el mismo papel. Al referir a sociedades modernas, donde el derecho se ha
positivizado, la política, se entiende, se ha secularizado y la moral es racional, hay entonces
un nivel de actitud suficientemente reflexiva entre los sujetos y por este mecanismo el saber
practicado se convierte en saber explícito de las reglas y presupuestos de convivencia, los
discursos y toma de decisiones están suficientemente institucionalizados. Así pues, las
diferencias de interpretación existen, pero en cuanto se puede, se hacen explícitas.
Estas consideraciones permiten afirmar que un planteamiento procedimentalista
garantiza efectivamente las posibilidades de neutralidad requeridas para el acuerdo político
en las sociedades, pues los involucrados y no otros son quienes se encargan de establecer
los límites de la discusión, sus contenidos y el desarrollo de la misma, con lo cual se
garantiza que los acuerdos a que se arribe pueden en efecto llevar un carácter vinculante
para el conjunto.
Si se elabora una propuesta con idealizaciones tan fuertes, es fácil deducir que esta
naturaleza surgirá por contraste en cualquier intento de realizar su implementación
empírica. Las idealizaciones con que trabaja la democracia deliberativa tienen un carácter
meramente metodológico, (3c) cuestión que siempre hay que tomar en cuenta. La
49 Habermas, Jürgen, Facticidad y Validez, Op. Cit. p. 387.
132
democracia deliberativa implica procedimientos que consumen tiempo y energía, cuestión
que no se debe omitir en el análisis ni se debe dar por supuesto. Implica un esquema de
división del trabajo que se supone que se dará en cualquier sociedad, puesto que unos
tendrán mayor y mejor acceso a los datos y contarán con el contexto suficiente para
entenderlos, mientras que otros tendrán que hacerse del contexto para la comprensión del
planteamiento, a riesgo de no asumirlo a plenitud. Esta cuestión del acceso a la información
es un punto delicado que se abordará con mayor detalle más adelante. En la
implementación pueden surgir elementos como los que ya se han enunciado y otros más
que representan señales de desviación del modelo, necesarios por su contenido altamente
idealizado e idealizante y puede llegar a parecer hasta irreales, sin embargo tal idealización
es una cuestión con la que hay que contar y a la que habrá que hacer frente. Ninguna
sociedad compleja puede cumplir con los requisitos o caracterizaciones de una sociedad
ideal de comunicación. Por eso hay que en cuenta que las idealizaciones planteadas son un
recurso contrafáctico y que únicamente puede funcionar como recurso de método para
hacer evidente los contornos con que cuentan las sociedades que conocemos.
El planteamiento de la democracia deliberativa parece así demasiado exigente y
lleno de requerimientos, esto es porque normalmente no se aplica el proceso completo de
forma ordinaria en la historia, sin embargo esto no equivale a la escasa factibilidad de esta
propuesta, pues aunque esta complejidad es en principio una traba, un obstáculo o una
dificultad para la implementación de estos procedimientos, no lo es de ninguna manera de
un modo que resulte infranqueable para su implementación en las sociedades
contemporáneas; el alto grado de complejidad de nuestras sociedades simplemente implica
una aplicación diferenciada de los criterios, implica que se ha de asumir esta propuesta
como un ejercicio formativo y de aprendizaje, tómese como ejemplo el asunto de quién es
que toma las decisiones o de las múltiples formas en que se pueden implementar
procedimientos de tomas de decisión. Se puede constatar que con múltiples matices ya se
observan en las sociedades contemporáneas la aplicación de estos procedimientos, en
diferentes grados: desde las posturas más incipientes a desarrollos más elaborados. Es el
caso de: “…las democracias existentes basadas en la competencia entre grupos y partidos,
(que) pueden entenderse como sistemas de acción en los que el procedimiento democrático
no sólo ha sido implementado en la forma nominal de derechos de participación y
133
comunicación política, sino que también ha sido implementado efectivamente en forma de
prácticas, por selectivamente que ellos haya sido.”50 Entre los puntos más destacados como
materia de aprendizaje en las sociedades contemporáneas está la tarea para el
descentramiento de poder, la relación permanente entre información y poder y los modos de
integración social en el mundo de la vida.
3 2 4 El carácter epistémico de la democracia
La democracia deliberativa le atribuye un papel epistémico a la participación, a
diferencia de la democracia liberal que la considera simplemente como ejercicio
voluntarista de los integrantes de la colectividad. Para tomar lugar en un proceso
deliberativo hay que proceder con argumentos, a partir de ellos se constituye la deliberación
que se corona en acuerdos (4a), en seguida se considera como el consenso tiene en estos
procesos el equivalente de imparcialidad (4b).
Entrar en un proceso genuino de argumentación implica la disposición tanto a
argumentar la propia postura como a modificarla si los argumentos han mostrado que esa es
la opción concluyente con el fin de llegar a un acuerdo (4a). Una deliberación al implicar el
conocimiento de los intereses del otro permite la consideración de ellos y si fuera entonces
necesario la modificación de la propia postura.
Lo conducente en una deliberación es la argumentación, no basta con exponer la
propia postura en cada caso, pues habría que dar forma de argumento a un simple
enunciado. Para que esto sea evidente, el enunciado debe cubrir ciertos requisitos: un
argumento debe en primer lugar simplemente parecer tal, pero además un enunciado deben
cubrir otros requisitos. Primero, un enunciado del tipo ‘eso es lo que yo quiero’ no abona a
la argumentación, porque esa afirmación puede recibir una respuesta descalificándola al no
aportar elementos significativos al proceso. Un segundo tipo de argumento que se puede
descalificar es aquel que se esgrime apoyado únicamente en la costumbre o la tradición,
pues el modo como se acostumbra hacer las cosas no es indicativo de corrección y puede
ser en cualquier caso cuestionado. Un tercer tipo de argumento que no tiene cabida en un
proceso deliberativo es aquel relacionado con la universalidad de su validez y puede
presentar dos variantes: la primera tiene en cuenta que aunque a todo argumento le subyace
el imperativo categórico, un argumento no se pueda universalizar cuando tiene validez
50 Habermas, Jürgen, Facticidad y Validez, Op. Cit., p. 394.
134
únicamente en ese caso específico, la segunda variante tiene en cuenta que la medida debe
tener por lo menos relación con lo que está en juego, con el caso particular a tratar. En
síntesis, los enunciados para ser considerados en un proceso deliberativo han de cobrar
carácter de argumentos. Además, estos argumentos han de tener la posibilidad de
convertirse en cuestión generalizada, tómese en cuenta que se está abonando a una
comprensión de democracia como transformación de intereses y no simple agregación de
particularidades: “Parte del intercambio en una discusión que precede a una decisión
mayoritaria presume la mutua relación de intereses. Incluso si esto fuera todo, los
participantes en el proceso estarían simplemente expresando juicios descriptivos que no
tienen ningún poder justificatorio en absoluto. Si los actos discursivos practicados en una
discusión democrática por las élites o los representantes describen el contenido de sus
intereses, sería difícil explicar cómo la discusión podría progresar y entender el sentido de
estas confesiones psicoanalíticas recíprocas.”51 Estos son algunos de los elementos que se
pueden considerar para analizar los enunciados y determinar si es que acaso pueden llegar a
ser argumentos en una deliberación para hacer factible el acuerdo.
Así pues, el proceso de deliberación expone los argumentos esgrimidos en uno y en
otro caso, poniéndolos a la luz pública y por ello haciéndolos vulnerables, ello expuestos a
la detección de errores y fallos. Finalmente hay que tomar en cuenta que para transitar de
una exposición de enunciados hasta una de argumentos se han de considerar también los
factores emocionales, que si bien estos no tienen peso decisivo en el proceso argumentativo
si deben ser sopesados y deben así mismo hacerse reflexivos en cada caso, tomando en
cuenta que el asunto sobre el que se está, corresponde a un proceso argumentativo y en
ningún caso al depositario de los argumentos.
Es un supuesto básico que el consenso tiene el valor de imparcialidad (4b), de ahí la
importancia de la negociación implicada en la deliberación. Se supone también básicamente
que la deliberación es la transformación de las preferencias y no el simple agregado de
ellas, esto es muy importante, dentro de una visión panorámica de la democracia
deliberativa, puesto que no basta con llegar y exponer razones, si no hay disposición
implícita y necesaria para cambiar de postura en base a las argumentaciones esgrimidas en
una deliberación. “La unanimidad parece ser el equivalente funcional de la imparcialidad.
51 Nino Santiago, Carlos, La constitución de la democracia deliberativa, Gedisa, Barcelona, 2003., p. 170
135
Si todos aquellos que pueden ser afectados por una decisión han participado en la discusión
y han tenido una oportunidad igual de expresar sus intereses y justificar una solución a un
conflicto, ésta será muy probablemente imparcial y moralmente correcta siempre que todos
la acepten libremente y sin coerción.”52
3 2 3 5 Ejercicio formativo y de aprendizaje
La democracia deliberativa no se da de una vez y para siempre, pues supone un
constante ejercicio formativo y de aprendizaje que exige se haga reflexivo de ordinario y
como tarea permanente. Supone un proceso donde el poder no se halle concentrado en una
unidad sino que esté distribuido entre los integrantes de la colectividad (5a), ha de aclararse
también la relación que hay entre la información y el poder (5b) y hay también que
explicitar los mecanismos ordinarios para su distribución y manejo ordinario, para dejar de
convertir ciertos temas en campo exclusivo de especialistas, finalmente, como las
dificultades no dejarán de presentarse es necesario hacerse cargo de ellas e incorporarlas a
los procesos en adelante (5c).
La democracia deliberativa exige resolver el problema del necesario
descentramiento del poder (5a), pues para un ejercicio de estos procedimientos hay que
tomar en cuenta que no es suficiente con distribuir de otra manera el poder de tomar
decisiones que afecten a los involucrados, porque esta ‘descentración’ del poder también
tiene que ir acompañada de una cultura política que se base fundamentalmente en la
promoción de distintos y eficaces esquemas y modelos de socialización entre los diversos
componentes de una sociedad. La distribución diferente del poder tiene que ir acompañada
de una nueva socialización en donde puedan resolverse las diferencias que surgen
necesariamente en la convivencia entre los integrantes de una sociedad, porque de otro
modo se producirían constantes desacuerdos que resultarían a la postre totalmente
infranqueables, al presentarse una y otra vez la circunstancia de unos miembros o grupos
que tratarían de imponer su perspectiva de manera violenta o por lo menos agresiva sobre
otras perspectivas que en cualquier caso podrían resultar igual de legítimas que las posturas
con las que compiten.
El otro tema relevante para este modelo de organización social, es la necesaria
relación entre la información y el poder (5b), pues un elemento importante de las
52 Nino Santiago, Carlos, Op. Cit., p. 166
136
democracias liberales es la ‘esoterización del saber’ que se da en la sociedad, punto que se
ha convertido en un autentico ‘cuello de botella’ para lograr avances significativos en
proceso democráticos. Con ‘esoterización de saber’, se quiere decir que los ciudadanos
ordinarios, tienen que hacer un proceso de especialización al que difícilmente se puede
acceder para hacerse de una opinión en los asuntos públicos, pues tienen que acudir a los
conocimientos concentrados por unos ‘expertos’ para lograr la formación de sus propias
opiniones. Éste fenómeno, lo que sí provoca es una especie de ‘paternalismo’ que conduce
a que los ciudadanos únicamente se queden en el plano de una participación meramente
simbólica, y todo porque la formación de la opinión y la voluntad políticas, por los
mecanismos que a ello conduzcan, es fundamental en cualquier procedimiento serio de
democracia. Un esquema de democracia deliberativa tiene que dar cuenta de los modos en
que se propone generalizar el acceso libre a la información, requisito básico para la toma de
decisiones.
Finalmente también ha de quedar claro para un proceso deliberativo el asunto de los
modos de integración social (5c). Resolver los obstáculos es una tarea a la que tiene que
enfrentar la política deliberativa y de nuevo, hacerlo le quita su visión idealista, de
repentina y espontánea aparición y la convierte en un proceso de constante aprendizaje que
funciona de manera reflexiva. Una visión suficientemente abarcadora de la sociedad ha de
hacer éstas observaciones, puesto que a más de los componentes materiales que se
constituyen entorno del mundo de la vida, hay que asumir las consideraciones de
comunicación entre los integrantes de una sociedad, elementos que de hecho funcionan en
la vida de las sociedades y a partir de los cuales es posible hacer funcionar al sistema
político total. A esto se le denomina generación de ‘poder legítimo’ mediante política
deliberativa y esto hace que se presente como una alternativa verdadera y viable.
El objetivo de una sociedad es su constante y permanente integración, que es una
especie de mecanismo autopoiético, una tendencia a la recuperación del equilibrio en los
casos en que algo o alguien le provoquen fenómenos que produzcan su inestabilidad. Así
pues, un problema que resulta a la hora de enfrentarse con un conflicto en la elaboración y
acceso al saber, porque de ahí va a resultar diferentes alternativas para resolver esas
diferencias o aunque no haya diferencias, simplemente de la elaboración de objetivos
comunes. Los mecanismos propios del mundo de la vida actúan como medio de integración
137
en las sociedades, estos son la comunicación, el acuerdo, el enfrentamiento de las
diferencias de visión, de horizontes. Sin embargo cuando la demanda de atención para la
resolución de asuntos es demasiada, aparece la política como mecanismo para reestablecer
la integración de la sociedad. La política va a usar el lenguaje del derecho para ésta tarea, el
derecho sirve de puente entre diferentes sistemas, pues es capaz de traducir códigos del
mundo de la vida a los sistemas administrativos. Lo que resulta simplemente del acuerdo o
convivencia puede convertirse en vinculante para todo el grupo social si está determinado
de esa manera en la ley.
Sin embargo cuando algo está ya legislado, solamente puede articularse en el mundo
de la vida si se hace de manera reflexiva, de esta manera se ejecutarían acciones de manera
prácticamente natural, de manera que pasan desapercibidas para el actor. Por eso, la
integración de la sociedad tiene que articularse en este punto mediante la práctica
discursiva. Si por alguna razón fallan estos mecanismos en el mundo de la vida, si resulta
que los valores, las normas, las formas de entendimiento se han vuelto rutinarias, entonces
es cuando la política y el derecho vuelven reflexivas estas prácticas para la solución de
problemas, desavenencias, desacuerdos.
Estos son los modos de integración que se dan en las sociedades, gracias a la
coordinación entre los participantes. Los individuos o grupos realizan acciones con el fin de
producir resultados que tengan para todos lo involucrados la posibilidad de ser valorados
positivamente. Puede ser o bien el logro de fines colectivos o el mantenimiento del sistema,
o la articulación y acuerdo de los sistemas entre sí. Por otra parte, se tiene que tomar en
cuenta también que los mecanismos de integración social, la resolución de conflictos de
orden moral, el aseguramiento ético de las identidades y formas de vida de los colectivos,
son elementos que actúan entre si para hacer posible la reproducción de determinada
sociedad. Si esto es cierto, se puede considerar a las sociedades como sistemas que
solucionan problemas y los logros o no en esta tarea pueden y en dado caso tendrían que
poder medirse con criterios racionales.53
A estas alturas se puede apreciar como el proceso democrático viene a constituir una
alternativa a la generación de reiteradas disposiciones normativas de carácter vinculante, de
manera que se realizan los mecanismos de integración que de otra manera pasan
53 Estos son, mostrados de manera incipiente, algunos de los postulados de la teoría de sistemas.
138
desapercibidos para el ciudadano común. De todo este entramado se tiene que: “…la pieza
medular de la política deliberativa consiste en una red de discursos y formas de negociación
que tiene por fin posibilitar la solución racional de cuestiones pragmáticas, morales y
éticas, es decir, justo de esos problemas estancados de una integración funcional, moral y
ética de la sociedad, que por la razón que sea, ha fracasado en algún otro nivel.”54
La puesta en marcha de estos procedimientos enfrenta, por lo menos, dos grandes
dificultades de distinta índole. Primero, no queda claro cómo le hace la sociedad para
identificar los problemas a los que ha de hacer frente, es decir, dentro de las muchas
posibilidades que pudieran surgir, cómo se eligen aquellos que se tienen que abordar y
resolver. La segunda gran dificultad es la separación que existe en las democracias liberales
entre la elaboración de leyes y su ejecución, pues este es un procedimiento se realiza
normalmente con notables resistencias. Esto significa que: “En un sistema político
sometido a la presión que ejerce la complejidad de la sociedad, estas restricciones se
manifiestan en crecientes disonancias cognitivas entre las suposiciones de validez del
Estado democrático de derecho y las formas del decurso efectivo del proceso político.”55
Son pues, problemas que normalmente van a aparecer y a los cuales hay que hacerles frente
al incorporarlos de lleno al procedimiento de deliberación.
Es precisamente en este sentido que se afirma que la democracia deliberativa se
plantea como un mecanismo de aprendizaje, que es lo que significa implementar
mecanismos que proceden en términos reconstructivos. Con lo planteado hasta ahora, se
puede dar cuenta que la democracia deliberativa al presentase como una procedimiento que
constituye un proceso de aprendizaje, pierde su aspecto idealista e irrealizable como a
simple vista puede presentarse. Por ello, “Los participantes en la argumentación parten de
la suposición idealizadora de una comunidad de comunicación delimitada en el espacio
social y en el tiempo histórico y, conforme a una formulación de K.O. Apel, no tienen más
remedio que presuponer dentro de su situación real la posibilidad de una comunicación
ideal…”56 A la luz de esta proyección, los participantes en el diálogo al suponerse en una
situación ideal están haciéndose trascender de sí mismos los localismos con que pudieran
actuar. Son y tiene que serlo necesariamente ‘presupuestos contrafácticos’, de otra manera
54 Habermas, Jürgen, Facticidad y Validez, Op. Cit., p. 398. 55 Habermas, Jürgen, Facticidad y Validez, Op. Cit., p. 398. 56 Habermas, Jürgen, Facticidad y Validez, Op. Cit., p. 400.
139
todo planteamiento sería imposible. Por eso mismo, la ‘comunidad ideal’ como supuesto
contrafáctico en una elaboración hecha estrictamente en términos de método, detrás de la
cual pueden observarse los contornos de la complejidad de su propia situación y de ninguna
manera puede ser una meta o un punto de llegada imprescindible.
Ya para terminar este apartado hay que señalar tres aspectos más. La democracia
deliberativa está planteada como un universalismo sensible a las diferencias, tiene sus
límites bien claros y cuenta con la ley como dispositivo para reducir la complejidad en las
situaciones cotidianas de la sociedad. Bien, se trata de un universalismo sensible a las
diferencias debido a que sus presupuestos suponen validez universal, pero no se
desentienden o niegan las identidades culturales de determinado grupo o las tradiciones de
que son depositarios y mucho menos, la pluralidad de subculturas que seguramente se
encuentran en los grupos sociales determinados, porque los actores aunque están insertos en
su mundo de la vida, no están enteramente determinados por él, pues tiene la capacidad de
tomar distancia de los procesos que les son cotidianos y actuar así de manera reflexiva,
pues el mundo de la vida únicamente tiene la posibilidad de reproducirse a través de la
acción comunicativa. Siempre y en todo caso, el actor tiene la posibilidad de elegir, por eso
para lograr el acuerdo en la sociedad los actores tienen que exponer sus argumentos,
escuchar los del otro, tiene que ser convencidos, por eso la sociedad ha de impulsar una
cultura que esté abierta al aprendizaje.
La democracia deliberativa tiene sus límites y éstos tienen que ser tomados en
cuenta. A manera de simple señalamiento no exhaustivo, hay que contar con que la difusión
de la información tiene sus costos, los modos de llegar a las decisiones por supuesto que
también, hay que tener en cuenta que las posibilidades que tienen los participantes para
entender el planteamiento del problema no son iguales y que hay que considerar un proceso
que daría lugar a ello, pues el saber está repartido de forma desigual en toda sociedad. El
modelo propuesto tampoco considera las desviaciones que pueden ocurrir en el proceso
debido a egocentrismos, autoengaños, debilidades de la voluntad y de todo aquello que
pudiera funcionar como obstáculo para el acuerdo.
Y ya para terminar, únicamente habría que enfatizar dos aspectos más: el papel que
del derecho y las posibles resistencias. El derecho funciona como un reductor de la
complejidad, cuando no hay que diseccionar todos los detalles de cada situación, sino
140
únicamente hacer referencia a las condiciones con que se presentan diferentes situaciones
en cada caso, este es una enorme ventaja, puesto que no todo es materia de deliberación, de
negociación, de acuerdo, no es necesario comenzar desde cero cada uno de los
procedimientos que se asumen en el colectivo, sino simplemente definir los límites del tema
respectivo a tratar. Todavía habría que anotar que es posible que puedan permanecer dentro
de la sociedad algunos nichos de poder enraizados en un sistema de estado de derecho
como resistencias a una comunicación libre, fluida y forjadora de acuerdos. Esto habrá que
tomarlo en cuenta para no hacer una visión ingenua de la democracia deliberativa y
plantearse de manera consciente las providencias que habría que tomar para hacer frente a
esos planteamientos cuando se hagan presentes. Este punto ya no va a ser tratado aquí, pero
habrá que tener presente que en estos espacios se tienen que consolidar como propios de la
sociedad civil y de la opinión pública política.
En síntesis, la democracia deliberativa asume por completo una perspectiva
completamente procedimentalista, pero es necesario no perder de vista que hay una noción
de justicia que desde estos planteamientos le pertenece de manera inherente y desde la cual
se consideran los otros aspectos que el puro procedimiento ha dejado de lado. La
democracia deliberativa ha sido planteada como un ejercicio reflexivo a partir de ideales
que funcionan como ficciones metodológicas, a la vez que como un ejercicio formativo y
de aprendizaje que tiene en cuenta que hay que considerar el aspecto de la descentración
del poder y la obligada relación entre la información y el poder, porque la integración de la
sociedad se da en el mundo de la vida, se tiene que dar como una práctica que actúe en
términos reflexivo. Tampoco se han dejado de lado sus dificultades, pues no todos los
temas son sujetos de agenda, hay una selección de temas y hay que especificar los
mecanismos a través de los cuales se llega a esas determinaciones, por eso el proceso tiene
que marchar en términos reflexivos. Para cerrar se han considerado también algunas
dificultades que pueden surgir en el proceso, por ejemplo la democracia deliberativa tiene
sus límites en términos de costos y tiempos y finalmente, todo lo cual ha de ser incorporado
a la vez que se consideran también las pretensiones universales de estos procedimientos,
pero con una mirada atenta a las especificidades locales y que es la ley la que ayuda a
reducir los niveles de complejidad en las sociedades y la necesidad de hacer frente a
posibles resistencias del sistema a los mecanismos deliberativos, elementos todos que han
141
de hacer comprensible la viabilidad de la democracia deliberativa en las sociedades
contemporáneas.
3 3 Pertenencia social y participación
El presupuesto habermasiano de la relación intrínseca entre la teoría y la práctica, ha
sido fructífero, en efecto, su pretensión desde los inicios de su trayectoria académica ha
sido, contar con un sistema de pensamiento que pueda orientar la acción concreta. Este
intento está presenta ya en ‘Conocimiento e Interés’, esfuerzo que sin embargo se hizo
totalmente inviable al quedar atrapado en los esquemas de la filosofía de la conciencia,
razón por la cual ya no pudo avanzar más por este camino. Más adelante continúa ésta
búsqueda en ‘Teoría y Praxis’, trabajo donde precisamente aborda esta relación y se
posiciona directamente por la ruptura de tal dicotomía. El salto cualitativamente
determinante lo da al entrar en los terrenos de la inter-subjetividad para desplegar así su
‘Teoría de la Acción Comunicativa’, planteamiento que ya no va a abandonar y que se va a
hacer presente a lo largo y ancho de toda su trayectoria intelectual, trayectoria elaborada
necesariamente en diálogo, por supuesto, empeñada siempre en esa búsqueda de construir
una propuesta viable para las sociedades, pretensión que nunca ha abandonado.
La opción inicial, que recorre toda su trayectoria, es una perspectiva teórica crítica,
pero con una orientación muy propia, pues partiendo de ahí se da a la tarea de construir los
fundamentos de una teoría de la sociedad, todo a través de un enfrentamiento de la relación
teoría–praxis para levantar una teoría de la racionalidad como sustento de un modelo de
sociedad.
Habermas hace uso de una gran cantidad de recursos para hacer frente al enorme
reto que tiene frente a sí, para ello ha recorrido con tenacidad un ya largo itinerario, siempre
asido de sus intuiciones originarias, ha sido pues un itinerario de diálogo y debate, de lucha
y esfuerzo, de enfrentamiento y de complemento con planteamientos diferentes en su base y
en ocasiones hasta opuestos. La tarea emprendida no pretende explicar de una vez y para
siempre el curso de la historia de la humanidad, pues la teoría de la sociedad desarrollada
por Habermas tiene unos márgenes ambiciosos, pero a la vez bien delimitados, al
pretenderse como una teoría de la racionalidad que da sustento a la sociedad, que sea capaz
de iluminar la práctica situada en unas coordenadas históricas bien determinadas. La
pretensión de fundar una nueva filosofía de la historia no ha estado presente, es un
142
planteamiento que continuamente ha rechazado, antes bien, Habermas se percibe a sí
mismo como un intelectual que trabaja por hacer frente a los retos que la época le va
presentando a través de formulaciones teóricas sensibles a componentes relevantes del
contexto histórico y a los desafíos que le proporcionan sus diagnósticos del tiempo
presente.
En el camino recorrido, se identifica todavía una dificultad. Se trata de un
planteamiento que ha estado presente, pero que al darse por supuesto no se ha hecho lo
suficientemente explícito, es precisamente el tránsito de las componentes que integran la
pertenencia a un grupo, hacia el planteamiento de la participación en la vida política, ésta
transición no es automática y no deja de presentar sus dificultades, aunque muchas veces se
haya presupuesto. La argumentación aquí adoptada tiene una estructura muy sencilla que se
va desplegando por pasos, inicia con el planteamiento del título de este apartado, acerca de
la ‘pertenencia social’, la pregunta es: ¿Cuál es el factor fundamental que permite y hace
posible la existencia de la sociedad? Es decir, ¿Qué hace posible la convivencia de los seres
humanos en grupos o comunidades? Así desplegada la pregunta, se ve que ésta no es otra,
sino la que indaga fundamentalmente por los factores o motivos que llevan a un grupo
social a permanecer unido, entendiendo esta cuestión todavía en los términos más genéricos
posibles. Dicho de otra manera, es el ya clásico cuestionamiento que inquiere por la
posibilidad y factibilidad del orden social. La respuesta no es por supuesto sencilla, los
intentos de responder a ella han sido muy diversos, pues se trata de las raíces básicas de la
socialidad.
En el apartado sobre la democracia, se ha abordado con cierta abundancia este tema,
por ello nos vamos a limitar aquí a retomar algunos aspectos que definen este tema a partir
de la modernidad, en ella el modelo de orden social ha sido el Estado – nación. Es un
modelo que habiendo funcionado sin mayores problemas, presente en estos tiempos, como
se ha analizado con cierto detalle en otros lugares de este mismo trabajo, dificultades,
inconsistencias, problemas inéditos que han provocado que ese modelo no constituya ya el
esquema vigente de socialidad y acuerdo social en el cual conviven, se desarrollan, crecen
las sociedades contemporáneas. Este es el eje que ha articulado toda esta investigación,
situación a la cual se quiere responder y es en este punto donde se establece el principal
143
engarce con la tesis principal de este trabajo, a saber, que la democracia deliberativa
constituye un modelo de justicia política para las sociedades contemporáneas.
Se va entonces a explorar el lugar de la democracia deliberativa como una tensión
necesaria e insustituible entre el liberalismo y el republicanismo, binomio de donde se
recuperan puntos de ambas visiones al igual que se desechan otros para hacer una síntesis
propia a partir de sus intuiciones fundamentales. Igual se presenta como una tensión
siempre presente entre las condiciones locales de una cultura bien definida pero con
pretensiones también siempre buscadas de universalidad. El siguiente paso es la afirmación
contundente del momento reflexivo del proceso, puesto que una configuración determinada
no puede ser sino una apuesta elegida, pero como una elección deliberada no puede hacerse
sin condiciones que la hagan viable es imprescindible la creación de ellas, esto es, la
promoción de una cultura política que conduzca hacia ello, esto nos lleva a captar como la
democracia deliberativa no es sólo necesaria, sino posible e históricamente viable.
3 3 1 Entre el liberalismo y el republicanismo
La democracia deliberativa es una construcción que se hace a partir de la idea de
racionalidad comunicativa, pero recuperando elementos tanto del modelo republicano como
del liberal, una vez que se ha señalado aquello que se considera como limitación en cada
uno de los modelos. El Estado – nación no puede ya regular las relaciones de organización
social en el mundo contemporáneo, por ello que se tiene que abrir otros horizontes desde
los cuales extraer elementos que puedan ser significativos para la cohesión social, en la
tensión inherente entre generar una propuesta viable para un orden inédito pero teniendo en
cuenta lo mejor de la tradición.
En términos muy genéricos se puede decir que el modelo liberal ofrece la creación
de un espacio de libertad y que el republicano es un espacio creado por los ciudadanos.
Conjuntando estos modelos y desde su formulación propia, Habermas retoma sus ventajas y
las fusiona para dar lugar a la política deliberativa. Entonces, del modelo liberal asume sus
procedimientos e instituciones, del republicano la pertenencia a la sociedad como elemento
configurador de ella. La exposición que sigue hace una comparación sinóptica en los
renglones de comprensión de lo que cada uno tiene de la sociedad (1), de libertad (2), de
identidad ciudadana (3), para terminar se hace una síntesis (4) que da cuenta de lo que la
democracia deliberativa integra desde esas categorías desde su propia intuición.
144
La sociedad, (1) en la comprensión liberal, es un espacio para la participación, pues
ha de ofrecer las oportunidades y espacios para que sus miembros puedan ejercer sus
derechos ciudadanos. De este modo, la democracia en esta concepción, es el medio a través
del cual se expresan y por ello se hacen evidentes los intereses de la sociedad, intereses a
los cuales ha de atender el Estado. Pues el Estado: “…se concibe como el aparato de la
administración pública y la sociedad como el sistema de interrelación entre las personas
privadas y su trabajo social estructurado en términos de la economía de mercado.”57 La
sociedad es la suma de los intereses individuales decantados en términos de mayorías, la
voluntad de las mayorías es la que determina el desempeño que tiene que seguir el Estado,
pues entiende que es el mandato que la sociedad le ha encomendado. El Estado tiene que
seguir la expresión de la sociedad que ha elegido por medio de la manifestación de las
mayorías y por ello la labor de la política es lograr los acuerdos entre los individuos para
canalizarlos a través de los dispositivos administrativos del aparato estatal, cuya función
principal es precisamente el logro de las metas que la sociedad le ha encomendado. Sin
embargo una sociedad no puede sólo estar gobernada por leyes, pues habría miles de
situaciones que no están previstas ahí, por eso tiene que haber acuerdos sociales
complementarios, estos funcionan a manera de aglutinante social. “Las leyes tienen que
estar encauzadas en una red de normas que imperen de modo efectivo y con independencia
de la coerción estatal, en el reino de la sociedad civil. La sociedad civil es la asociación
extrafamiliar e infrapolítica; es aquella forma de sociedad que se extiende más allá de los
angostos confines de las lealtades familiares, pero que no requieren estrictamente la
existencia de un estado coercitivo. Si el estado tiene que ser capaz de hacerse un sitio en los
corazones de las gentes, y si sus leyes del estado tienen que ser verdaderamente efectivas,
esas leyes tienen que trabajar sinérgicamente con las normas ya establecidas, o en vías de
serlo, en la sociedad civil. Las leyes tiene que sostener a las normas, y las normas tienes
que venir en apoyo de las leyes.”58
Por otra parte, para el republicanismo la sociedad es la participación de los
individuos en los procesos sociales. La participación social no es un mecanismo intermedio
entre la sociedad y el Estado, es de hecho el medio ambiente, el canal mismo de expresión
de la sociedad en su conjunto, de este modo la política es un ejercicio reflexivo del 57 Habermas, Jürgen, La inclusión del otro: estudios de teoría política, Paidós, Barcelona, 1992. p. 232. 58 Pettit, Philip, Republicanismo. Una teoría sobre la libertad y el gobierno, Paidós, Barcelona, 1999. p. 313.
145
conjunto de la sociedad en sus relaciones ordinarias, de su pasado y del proyecto a
construir. La sociedad es un espacio para la expresión solidaria de las individualidades
ciudadanas porque está implícita una interdependencia entre los ciudadanos, es un espacio
donde se forma la conciencia colectiva y por ello se forja una voluntad común, los
ciudadanos se entienden a sí mismos como seres humanos libres y en condiciones de
igualdad. El Estado no puede ser una instancia externa a la cual recurrir en caso de
conflicto, en lugar de eso es una instancia en la que cada miembro es parte inherente de esa
colectividad, por ello, Estado y sociedad juegan una profunda interrelación con
entrecruzamientos vitales y así la solidaridad es un factor de integración social.
La democracia deliberativa recupera elementos de ambas posturas, pues a partir de
los espacios que se generan para la participación y de que esos espacios son creados por la
interacción misma del colectivo, se construye le noción deliberativa de la sociedad, en ésta,
el Estado se despliega en la medida en que la sociedad sea capaz de configurarse a sí misma
como comunidad política.
Un segundo nivel en la concreción de la democracia deliberativa es el que se da a
partir de la equiparación entre las comprensiones de libertad-ciudadanía (2) que tienen
ambos modelos: republicano y liberal. Se parte de la clasificación ya clásica de derechos
subjetivos, que son los derechos que ordinariamente se pueden ejercer o reivindicar, por
ello es necesario determinar el grado de estos derechos que tiene un ciudadano frente al
Estado y frente al conjunto de ciudadanos que conforman la sociedad.
La libertad (2) para el liberalismo es la ausencia de interferencias, implica que un
individuo no sea impedido para realizar su voluntad, esto es, es libertad negativa59, ésta:
“…entraña la ausencia de interferencia, entiendo por interferencia una intervención más o
menos intencional de un tipo que muy bien podrían ilustrar, no sólo la mera coerción física
del secuestro o el encarcelamiento, sino también la coerción de la amenaza creíble…”60 Los
derechos son aquellos que el ciudadano está en libertad de ejercer o no, pues son puestos a
su libre elección. Esta misma es la estructura de los derechos políticos, el ciudadano tiene la
posibilidad de votar y de ser votado, todo dentro del límite del derecho privado. El
59 Sobre libertad positiva y libertad negativa ver el artículo Dos conceptos de libertad de Isaiah Berlin, presentada por primera vez como conferencia en la “Inaugural Lecture” en la Universidad de Oxford el 31 de octubre de 1958, y publicada ese mismo año por la Clarendon Press. 60 Pettit, Philip. Republicanismo... Op. Cit. p. 35
146
ciudadano puede participar o no con su voto en la conformación de los poderes ejecutivo y
legislativo, es decir la participación que tiene un ciudadano de influir en las decisiones del
Estado será siempre dentro del ámbito privado de participación. Libertad negativa, es hacer
lo que se quiere sin ningún tipo de interferencias: “La ‘libertad negativa’ es algo cuya
amplitud es difícil de estimar en un caso determinado. A primera vista puede parecer que
depende simplemente del poder que se tenga para elegir, en todo caso, entre dos
posibilidades. Sin embargo, no todas las decisiones son igualmente libres, ni siquiera libres.
Si en un estado totalitario yo traiciono a un amigo mío bajo la amenaza de tortura, e
incluso, quizá, si obro por miedo a perder mi empleo, puedo decir con razón que no obré
libremente. Por supuesto, en ese caso yo tomé una decisión, y, por lo menos en teoría,
podía haber elegido que me mataran, me torturaran o me metieran en la cárcel. La mera
existencia de dos posibilidades no es, por tanto, suficiente para hacer que mi acción sea
libre (aunque puede que sea voluntaria) en el sentido normal que tiene esta palabra.”61
En cambio, el republicanismo postula que la libertad es el no dominio. Primero de sí
mismo, porque supone una imagen antropológica del hombre como dividido, de un lado la
parte del ser que quiere el control, el dominio y por otro lado la que arropa a las pasiones y
los deseos, que tienen que ser dominados, aniquilados, reducidos. Segundo, se trata de la
dominación de otros, eso es precisamente la no - dominación. “El sentido ‘positivo’ de la
libertad sale a relucir, no si intentamos responder a la pregunta ‘qué soy libre de hacer o de
ser’, sino si intentamos responder a ‘por quién estoy gobernado’ o ‘quién tiene que decir lo
que yo tengo y lo que no tengo que ser o hacer’. La conexión que hay entre la democracia y
la libertad individual es mucho más débil que lo que les parece a muchos defensores de
ambas. El deseo de ser gobernado por mí mismo o, en todo caso, de participar en el proceso
por el que ha de ser controlada mi vida, puede ser tan profundo como el deseo de un ámbito
libre de acción y, quizá, históricamente, más antiguo.”62
La noción de libertad que postula la democracia deliberativa, tiene otro enfoque,
pues la ciudadanía no está definida por el puro ejercicio de sus libertades negativas, sino
que se tiene que se entiende que el ciudadano únicamente lo llegará a ser en tanto
participante de la vida pública y en tanto participante de las decisiones vinculantes para el
conjunto de la sociedad, esto es, los derechos del ciudadano son libertades positivas. 61 Berlin, Isaiah, Dos conceptos de libertad, Op. Cit. nota 10. 62 Berlin, Isaiah, Dos conceptos de libertad. Op. Cit. p. 8.
147
Ciudadano únicamente puede llegar a ser quien participa en la vida pública: “La
participación es una práctica común sólo a través de cuyo ejercicio los ciudadanos pueden
llegar a ser aquello que ellos mismo desean ser: sujetos políticamente responsables de una
comunidad de personas libres e iguales.”63 El proceso político pues, no tiene por finalidad
mantener al Estado bajo control de los ciudadanos cuando ejercen sus derechos políticos, ni
ser bisagra entre el Estado y la sociedad civil, pues el poder del Estado no es un poder
previo a la configuración social, mucho menos es el medio a través del cual se salvaguardan
los derechos subjetivos, en la comprensión republicana, el poder del Estado es el poder de
la sociedad que se genera a través del libre ejercicio de la ciudadanía, el Estado deberá
garantizar y de hecho ser el espacio de expresión de los ciudadanos, pero ha de garantizar
también ser el espacio para el logro de acuerdos y consensos, el espacio para la definición
de las metas que como conjunto la sociedad se propone conseguir. Es decir, ser ciudadano
dentro de un Estado radical es mucho más que tener salvaguardados los propios derechos e
intereses.
El tercer punto para nuestro análisis es la identidad ciudadana (3). La
racionalización resultante del proceso reflexivo de la sociedad sobre sí, le genera una
comprensión de sí misma que progresivamente va fraguando en una identidad consolidada.
Si asumimos más despacio, que del liberalismo se pretende rescatar los procedimientos
sobre los que se constituye la ciudadanía en una sociedad que se reconoce a sí misma como
democrática y que por otra parte, para el republicanismo, se consideran como elemento
sustantivo la no-dominación, es posible entonces rescatar que el consenso fundamental
tiene que buscarse necesariamente en una sociedad que se autocomprenda en este marco.
Así pues, la democracia deliberativa pretende ser la síntesis lograda de ambas posturas, de
manera que una mirada atenta puede reconocer lo mejor de ambas, pero al mismo tiempo
ha de ser capaz de tomar distancia, para reconocerse como una síntesis bien armada de
ambas posturas.
Sin embargo, el liberalismo en sus pretensiones, delimita el poder a través de
procedimientos bien constituidos y formalizados en la distribución y separación de los
poderes dentro de los cuales la ley, mejor, el apego a ella, eso constituye el origen de la
legitimidad. Esta es una carencia del liberalismo, puesto que no hay espacios para el
63 Habermas, Jürgen, La inclusión del otro, Op. Cit. p. 234.
148
entendimiento colectivo de los ciudadanos, ya que el sistema liberal es contundente al
determinarse únicamente a través de los resultados otorgados por las mayorías. El énfasis
que hace el liberalismo va más por el lado de los procedimientos que ha de observar el
poder constituido, que en los procesos que conducen a la formación de retos y metas en una
sociedad y en la determinación firme y decida para alcanzarlos. El liberalismo no
proporcionan elementos para la constitución de una cultura democrática, puesto que
suponen dadas las condiciones que conforman a un ciudadano y a la ciudadanía en general,
de hecho y radicalizando la crítica, es un punto que pasa inadvertido al liberalismo. A este
dinamismo se denomina ‘tutelaje’, pues supone a los ciudadanos incapaces de gobernase a
sí mismos, de ahí la necesidad de seleccionar ‘representantes’ cualificados mediante
elecciones para el gobierno de la sociedad. En resumen, se reconoce los alcances del poder,
pero a la vez se señala como deficiente la falla en procedimientos para la formación de la
voluntad de participar en la constitución de la democracia, punto precisamente que se
levanta como tesis básica de este trabajo, considerado en su conjunto.
Al pertenecer al pensamiento republicano la idea de no dominación, se entiende
pues que el consenso es fundamental en la constitución de la identidad ciudadana. En
seguida toca el turno la noción de identidad ciudadana asimilada por la política deliberativa,
se integra mirando elementos de las propuestas liberal y republicana e integrando lo que
desde su intención ayuda mejor a la constitución de una sociedad a partir de su propia
intuición básica que es el logro del consenso y acuerdo a través del diálogo, de otro modo,
es el ejercicio de los derechos humanos universales en un contexto que permita la garantía
de un proceso de diálogo sin coacciones, excepto la provista por la del mejor argumento.
Los discursos, posiciones iniciales, negociaciones, cesiones, deliberaciones han de
engarzarse para el logro de acuerdos y consensos, pues el presupuesto básico es que el
diálogo es capaz de generar acuerdos básicos vinculantes para todos los participantes. “Por
eso, la disputa de opiniones sostenida en la escena política mantenido de manera continuada
posee fuerza legitimadora no sólo en sentido de una autorización para acceder a posiciones
de poder; más bien, el discurso político mantenido de manera continuada posee fuerza
vinculante también para el modo de ejercer el dominio político. El poder administrativo
sólo puede emplearse sobre la base de aquellos programas políticos y dentro de los límites
149
de aquellas leyes que surgen del proceso democrático.”64 Se trata de un punto fundamental
al cual habrá que regresar más adelante, es el proceso a través del cual se forma la opinión
y la voluntad políticas de la sociedad, considerada ésta en cada uno de sus integrantes y
también como conjunto, centraliza por ello el hecho que el Estado se convierta en algún
momento sinónimo o equivalente de la sociedad, precisamente cuando la sociedad se
convierte a través de un proceso reflexivo como la forjadora y conformadora de los
procesos que quiere desarrollar. Un Estado es democrático en la medida en que la sociedad
sea capaz de configurarse a sí misma como comunidad política. Este es un presupuesto que
sería inaceptable en el territorio del liberalismo, pues la separación que hay entre el Estado
y la sociedad civil no es de ninguna manera eliminable, acaso únicamente puedan
establecerse puentes para conectarlos a través de los procedimientos de la democracia. Se
entiende que las relaciones entre los poderes de un Estado liberal están plenamente
positivizados y que ese es un marco infranqueable y que se establece como un sistema
restaurador del equilibrio social. La otra fuente de control del Estado es la que establece la
competencia entre partidos políticos, que es el espacio donde los ciudadanos vehiculan sus
intereses y éstos, los partidos políticos, son los encargados de representarlos y
salvaguardarlos en todo caso, se supone que el partido en el poder ha de empeñarse en la
búsqueda de la conservación del poder y desde ahí hacer frente a los embates críticos de la
oposición.
Para la democracia deliberativa, la identidad viene a ser producida por los vínculos
creados por las comunicaciones que se establecen entre los ciudadanos y los acuerdos a
esos procedimientos y acuerdos establecidos en esas negociaciones. El balance pues, es que
la política deliberativa se sustenta únicamente sobre la formación de consensos por medio
de procedimientos deliberativos, pues para este modelo no hay necesidad alguna de invocar
a instancias pre-dialógicas tales como las tradiciones culturales, una lengua compartida, un
territorio común, en todo caso, la identidad viene a ser producida por los vínculos creados
por las comunicaciones que se establecen entre los ciudadanos y los acuerdos a esos
procedimientos establecidos en esas negociaciones.
En resumen (4), la democracia deliberativa establece más procedimientos y
presupuestos normativos que el liberalismo, pero menos que el republicanismo, es por ello
64 Habermas, Jürgen, La inclusión del otro, Op. Cit. p. 237.
150
que los elementos que toma de ambas posturas están procesados y articulados en una sola
propuesta. Del republicanismo, la democracia deliberativa asume el proceso de formación
de la voluntad política y de la opinión pública como elemento central para su propia
propuesta. En este presupuesto también se asume que hay unos derechos fundamentales de
los ciudadanos, derechos universales y que son irrebasables, pero además el apego al
Estado de derecho es también un requisito del cual no se podría prescindir en ningún caso.
“La teoría discursiva no hace depender la realización de una política deliberativa de una
ciudadanía capaz de actuar colectivamente, sino de la institucionalización de los
procedimientos correspondientes.”65
La sociedad no es la totalidad social que asume al Estado como su centro, pero que
sin embargo le es vehículo para la realización de sus metas y desarrollos. La democracia
deliberativa adopta del republicanismo esta noción, puesto que el Estado no es de ninguna
manera un ejercicio de pesos y contrapesos de los poderes, donde la sociedad participa en
términos de intercambio de mercancías. El individuo de ninguna manera es considerado
como el núcleo de posturas y decisiones, antes bien, la dimensión dialógica le hace
entenderse intersubjetivamente, exponer sus juicios a la consideración de los otros, llegar a
acuerdos. Para el liberalismo la ciudadanía se entiende como un sujeto que actúa por sí. Por
otro lado la democracia deliberativa entiende a la ciudadanía compuesta de actores
individuales que actúan como variables dependientes entre sí y que han necesariamente de
llegar al consenso para la constitución de la identidad colectiva.
Para la democracia deliberativa los procesos dialógicos que son necesarios para la
creación de los consensos son el espacio privilegiado a través del cual se va
progresivamente y de acuerdo a los desafíos en cada caso formando la voluntad ciudadana.
Esto es, actúa un proceso de racionalización. “Racionalización significa más que mera
legitimación, pero menos que constitución de poder. El poder disponible de modo
administrativo modifica su propia estructura interna mientras se mantenga retroalimentado
mediante una formación democrática de la opinión y de la voluntad común, que no sólo
controle a posteriori el ejercicio del poder político, sino que, en cierto modo, también lo
programe. A pesar de todo ello, únicamente el sistema puede ‘actuar’.”66 Es por ello que se
considera a lo político como un subsistema orientado a la modelación de las decisiones de 65 Habermas, Jürgen, La inclusión del otro, Op. Cit. p. 242. 66 Habermas, Jürgen, La inclusión del otro, Op. Cit. p. 244
151
la sociedad, es por ello que como sistema es sensible a las demandas y planteamientos de la
sociedad, esto es la opinión pública, la capacidad que tiene la sociedad para expresarse.
Cuando la sociedad ha logrado canalizar sus energías a través de mecanismos mediante los
cuales le plantea al sistema sus demandas de cambio, de mejora se dice que ha logrado
constituir un poder comunicativo de alto impacto.
3 3 2 Entre lo universal y lo comunitario
La democracia deliberativa se construye, por influencia kantiana con pretensiones
de universalidad, sin embargo, está planteada como un sistema de pensamiento que es
sensible a las condiciones que le plantea la contextualidad de los procesos locales, pues
toma en cuenta las críticas que Hegel levanta contra las formulaciones kantianas67, se trata
pues de un universalismo sensible a las diferencias.
El supuesto inicial de Kant es que el ser humano es un ser racional finito, en el
sentido que no está definido únicamente por la razón, pues la sensibilidad también le es
inherente. A un ser de esta naturaleza, como lo es el ser humano, le es propio el deber pues
a uno que no comparta esta cualidad el deber le sería absurdo. El deber es así señal de la
grandeza del hombre, cualidad que no tiene ningún otro ser vivo, pero por lo mismo es
señal de finitud. En el caso de las acciones del individuo, las cuales están comprendidas en
el ámbito de la razón práctica, el punto de partida es lo nouménico, en el mismo sentido que
si la referencia es a la razón pura, este será lo fenoménico. Para la razón práctica: “Una
acción fenoménica o relativa carece de sentido. La acción no puede ser sino absoluta. La
praxis es siempre real y sólo se ejerce sobre realidades.”68
El universalismo se entiende, relativiza los contextos locales, desconoce por ello su
propia tradición, admite a los extraños sin distinción y así por el estilo, sin embargo este
tipo de universalidad es abstracta. Existe otra universalidad, aquella que parte de una
comunidad que comparte la totalidad de la vida, pero que sin embargo da lugar a
planteamientos de universalidad en su comportamiento individual y colectivo. El extremo
de ambas posturas, es la comunidad cimentada sobre sus costumbres, tradiciones, sentido
de la vida, etc., sin embargo éste tipo de comunidad corre siempre el riesgo de incurrir en
67 Estas consideraciones se hicieron con la referencia: ¿Afectan las objeciones de Hegel a Kant también a la ética del discurso? En: Habermas, Jürgen, Escritos sobre moralidad y eticidad, Paidós/I.C.E.-U.A.B. Pensamiento Contemporáneo. Barcelona. 1992. pp. 97-130. 68 Colomer, Eusebi, El pensamiento alemán de Kant a Heidegger. Tomo I, Op. Cit. p. 208.
152
totalitarismos homogenizadores. La relación entre universalidad y contextualidad es pues
una tensión que siempre se ha de mantener, pero que normalmente se ha optado por
reducirla a uno de sus polos porque es una tensión altamente sensible y no fácilmente
reducible. La apuesta de Habermas ha sido por conservar ambos polos en una tensión a
veces forzada, otras veces mejor planteada y siempre atento a las críticas del entorno, ha
sido capaz de incorporarlas luego de revisiones, modificaciones, complementos, arreglos,
ajustes a la luz de tales críticas, sin embargo Habermas tiene un planteamiento originario al
que se mantiene fiel y desde el cual es capaz de entablar diálogos y debates en el mundo
intelectual. Las críticas que Hegel le hace a Kant son piedra de toque, sin embargo no han
dejado resuelto el problema, lo cual sale a relucir precisamente cuando se hacen
planteamientos con pretensiones universales que no toman en cuenta las condiciones
concretas en las cuales se integran los contextos de vida.
Por su parte, Hegel asume que si la realidad es dialéctica, el conocimiento
necesariamente lo es también. Para él, la dialéctica es anterior al movimiento de las cosas,
si se hace una consideración cronológica de éstas: “Hegel pensó, sin embargo, que los
movimientos sucesivos de su dialéctica estaban todos necesitados por lo que fue anterior a
ellos.”69 Si la totalidad es lo verdadero entonces las dicotomías como conocimiento y
realidad, pensar y ser, sujetos y objeto, etc., son reducciones creadas seguramente con un
sentido práctico, por lo tanto, la síntesis de ellos puede revelarse como el conocimiento
absoluto, como el conocimiento de la totalidad de la realidad y a la vez el conocimiento de
determinada particularidad.
La estrategia de la ética del discurso es lograr acuerdos a través del diálogo, de ahí
lograr el entendimiento entre todos los integrantes de la comunidad, supone una
‘comunidad ideal de comunicación’, que incluye a todos los sujetos capaces del lenguaje y
de acción. Es desde este planteamiento a través del cual se logra la integración de una
voluntad común que de lugar a la incorporación de todos sus integrantes, sin romper los
nexos que los unen. Así pues, desde esta postura, pero atento a estos planteamientos, Jürgen
Habermas formula su propuesta de filosofía política, no ya desde el horizonte de la filosofía
de la conciencia, sino desde la acción comunicativa, tomando en cuenta estos elementos, se
69 O’Connor, D.J. Historia crítica de la filosofía occidental V. Paidós Studio. 1983. p. 95.
153
procede ahora al análisis de las críticas de Hegel a Kant y al análisis también de las
implicaciones que tienen éstos para la teoría de la acción comunicativa.
En el recuento habermasiano, son cuatro los aspectos que Hegel cuestiona a Kant: el
formalismo, el universalismo, la impotencia del simple deber y el cognitivismo,70 aquí
únicamente son pertinentes dos: el formalismo y el universalismo, el procedimiento de
análisis a seguir aquí será indicar la objeción luego, el punto de vista de Habermas y
enseguida su posicionamiento.
Primero se toma en cuenta la objeción de Hegel contra el formalismo de la ética
kantiana: Dice Hegel que al tomar nota de las formas de la realidad, las formulaciones
éticas tienen que elaborarse como máximas, las cuales expresan una situación particular,
que sin embargo tiene pretensiones inherentemente universales y al mismo tiempo están
formuladas a modo de una oración universal, lo cual la convierte en una oración verdadera
en sí misma, vacía, que es lo mismo. Cualquier realidad moral pueda convertirse en
máxima, cualquier realidad de las costumbres puede llegar a ser una máxima.71
Sin embargo, el hecho de que el imperativo categórico exige abstraer de cuantos
contenidos particulares tengan las máximas de acción y los deberes, la aplicación de ese
principio moral produce forzosamente juicios tautológicos. Entonces, porque el imperativo
categórico exige abstraer contenidos particulares para las máximas de acción lo único
posible que se genera serán precisamente juicios tautológicos.
Habermas califica de falsa esta apreciación que su postura sólo permite enunciados
tautológicos. “Ni Kant ni tampoco la ética del discurso se exponen a la objeción de que, a
causa de la definición formal o procedimental del principio moral, sólo permitan
enunciados tautológicos. Pues estos principios exigen, no sólo como Hegel falsamente
supone, consistencia lógica o semántica, sino la aplicación de un punto de vista moral
cargado de contenidos sustanciales: no se trata de la forma gramatical de enunciados
normativos universales, sino de si todos podemos querer que una norma en tela de juicio
pueda cobrar en las circunstancias dadas una obligatoriedad general (fuerza de ley).”72 Para
él la distinción está puesta en que se pide el ‘querer’ de todos a una norma y no únicamente
70 Habermas, Jürgen, Escritos sobre moralidad y eticidad, Paidós. Barcelona. 1991. En el apartado: ¿Afectan las objeciones de Hegel a Kant también a la ética del discurso? pp. 97-130. 71 Habermas, Jürgen, Escritos sobre moralidad y eticidad, Op. Cit. Ver Nota 2. p. 98. 72 Habermas, Jürgen, Escritos sobre moralidad y eticidad, Op. Cit. p. 115.
154
se pide reducirla a su forma gramatical, esta crítica pues no es viable, porque la moral tiene
que hacer frente a conflictos generados por la vida, no por los filósofos. La ética
procedimental separa en efecto, la estructura de los contenidos del juicio moral, pero para
eso se levanta la pregunta por la posibilidad de formular conceptos tales como justicia
universal, rectitud normativa, etc., independientes de una concepción concreta de vida
buena. Para Habermas precisamente no se ha logrado, ni se puede lograr la asimilación
abstracción - concreción, cuando más, lo que se ha puede obtener es el establecimiento de
sentencias morales fundamentales de respeto a la vida y a la comunidad en términos de
negación.
En seguida se revisa el universalismo. Por supuesto que el planteamiento es de
pretensiones universales, esto es justamente lo señala el ‘imperativo categórico’, sin
embargo, dice Hegel, la conciencia moral siempre y en todos los casos se enfrenta a
situaciones concretas, bien situadas, determinadas en un contexto particular, la conciencia
moral nunca va a hacer frente a una situación universal. El reverso de la abstracción
universal es la absolutización de lo particular, entonces lo particular como tal, se hace
irreconocible en forma de universal. Es posible siempre establecer un re-juego entre ambos
extremos, para Hegel, el otorgar características de universal a lo concreto no puede hacerse
sino como un subterfugio, como un truco, como una trampa y no hay otra posibilidad. Es
decir, Hegel objeta decididamente contra el universalismo abstracto de la ética kantiana,
dado que el imperativo categórico exige separar lo universal de lo particular, los juicios
válidos conforme a ese principio tienen que ser insensibles a la naturaleza específica y al
contexto del problema que en cada caso esté necesitado de solución, y han de permanecer
externos a los casos particulares.
Ante esto dice Habermas que ni Kant ni la ética del discurso reprimen la estructura
pluralista de las formas de vida, pues tanto más se individualicen las valoraciones, más
abstractas se hacen las normas. Además, no se toman en cuenta las consecuencias de la
observación de las normas. Esta si afecta a Kant (pues está de lleno dentro del horizonte del
monologismo), pero no a la ética del discurso (la misma formulación del principio de
discurso está referida a resultados y consecuencias). En cambio, según señala en mismo
Habermas donde Hegel si tiene razón es que las éticas de tipo kantiano se especializan en
justificación, pero dejan sin responder las cuestiones relativas a la aplicación, por eso habrá
155
que tomar en cuenta ‘todos los aspectos relevantes de un caso’ y ‘la proporcionalidad de los
medios’, pues estas consideraciones las que podrán conferir validez y fuerza a la exigencia
moral de una aplicación imparcial. “…la ética del discurso insiste en que no podemos caer
por debajo del nivel alcanzado por Kant en lo tocante a la diferenciación entre la
problemática tanto de aplicación como de realización de las ideas morales. La ética del
discurso puede mostrar que también en la aplicación inteligente de normas se imponen
principios generales de la razón práctica. En esta dimensión son topoi nada desdeñables,
como los principios desarrollados por la tópica jurídica relativos a la consideración de todos
los aspectos relevantes de un caso o la proporcionalidad de los medios, los que confieren
validez y fuerza a la exigencia moral de una aplicación imparcial.”73
Se tiene que distinguir además entre una acción sujeta a leyes y una práctica que
tiene por meta la realización y plasmación de leyes morales. Es posible señalar algunas
condiciones concretas que son necesarias para este proceso, por ejemplo, las instituciones
tienen una labor de concretar y expresar la voluntad común en determinados temas o habría
que considerar los procesos de socialización, ya que los casos concretos pueden presentarse
muchos niveles de conciencia moral, también es posible considerar las condiciones sociales
y materiales, pues no es posible establecer de antemano si determinaos planteamientos
morales favorecen la existencia digna de los seres humanos. Todas son objeciones que hay
que considerar, puesto que hay que mantener la tensión sin decantarse por uno de los polos,
dice Habermas: “…las objeciones de Hegel no se dirigen tanto contra la reformulación que
hemos hecho de la ética de Kant, como contra algunos problemas a que la ética kantiana da
lugar y que tampoco la ética del discurso puede resolver de un plumazo. (…pues…) Toda
ética deontológica, y a la vez cognitivista, formalista y universalista, debe su concepto
relativamente riguroso de moral a enérgicas abstracciones.”74
Por todo lo dicho, es posible considerar que la pertenencia a una comunidad
concreta es un hecho fundamental, pues a esa pertenencia le es inherente su propio
lenguaje, tradiciones, símbolos, entendidos, etc., sin embargo esa pertenencia se ha de
considerar siempre como un punto de partida, cuestión que no se tiene que asumir como
condición fatal, inevitable e insuperable, pues es de hecho la realidad desde la cual es
posible construir la socialidad, una y otra vez mediante diálogo, acuerdo, consenso, todo a 73 Habermas, Jürgen, Escritos sobre moralidad y eticidad, Op. Cit. p. 121. 74 Habermas, Jürgen, Escritos sobre moralidad y eticidad, Op. Cit. p. 127.
156
partir de la pertenencia a una comunidad. Sin embargo es una pertenencia puesta en
tensión, pues es siempre tiene sus miras puestas en lo universal. La comunidad es el medio
más adecuado, en realidad es el único espacio real donde se puede desarrollar la cultura
política, la vida política real y concreta, y al mismo tiempo es fundamento desde al cual se
tiene que partir hacia lo que se quiere construir.
Habermas nunca ha dejado de hacer presente esta tensión y aparece así de muchas
maneras a lo largo de sus años de trabajo, sin embargo, en las ocasiones que parece
decantarse por uno de los extremos han surgido voces críticas haciendo el señalamiento. La
tensión entre lo local y lo universal es una de las principales fortalezas de Habermas, pero
al mismo tiempo, como pasa generalmente con las grandes fortalezas, más de una ocasión
ha dado muestras de ser también un defecto notable, una gran debilidad e incluso de la
misma magnitud, es su tenacidad por mantenerse fiel a ciertos planteamientos básicos, sin
los cuales se haría simplemente irreconocible el mismo Habermas, fidelidad no de
apariencia, sino que constituye de hecho el núcleo de sus postulados teóricos. Este es el
caso concreto de su fidelidad al procedimentalismo como formador de la voluntad
democrática en las sociedades, cuestión que más de alguna ocasión, como lo han mostrado
sus críticos atropella los presupuestos inherentes a la pertenencia a comunidades concretas.
Además, la pretensión de fundamentar su propuesta comunicativa, que le han
acarreado a Habermas notables esfuerzos intelectuales desarrollados a lo largo de su
carrera, ha hecho que se muestre en ocasiones más preocupado en la diferenciación de
niveles categoriales del lenguaje o en la explicación de los fundamentos de la racionalidad
y los respectivos usos del lenguaje que le son propios, que en cuestiones específicas que
aparecen en las sociedades concretas, cuestiones que la mayoría de las veces provienen de
las específicas visiones de mundo, en un mundo precisamente donde lo que se está
haciendo característico es la pluralidad de esas visiones y donde se hace cada vez mas
urgente la necesidad de logar acuerdos y hallar procedimientos para lograr la convivencia
pacífica de esas disímiles y a veces hasta opuestas visiones de mundo.
Este panorama nos permite entender el contexto sobre el cual se ha dado un gran
número de los cuestionamientos a los postulados de la acción comunicativa, en términos
generales provienen de lo que se puede reconocer como un llamado a hacer presente la
‘sensibilidad a las diferencias’, como un cuestionamiento que se le ha levantado
157
reiteradamente, cuestionamiento que siempre ha intentado atender, provocando que sus
postulados se hagan cada vez más abiertos y abarcadores. El reposicionamiento constante
en este punto que ha hecho Habermas, expresado a veces como si se tratase de vaivenes
tajantes, que no pocas veces provocan perplejidad, pues a veces se tiene la impresión que
ha hecho de lado sus intuiciones fundamentales para dar cabida a esos replanteamientos,
que sin embargo siempre los ha visto como necesarios y sin detrimento de sus
planteamientos fundamentales. El problema no es otro sino el de las relaciones, vínculos,
engarces, traslapes, matices, cortes definitivos entre lo universal y lo particular, entre la
atención a los postulados universales fundamentales y las exigencias manifiestas
precisamente por los contextos concretos donde estas propuestas tienen que llevarse a cabo.
Por ello, el recurso al procedimentalismo ha sido adecuado, pues éste renuncia de entrada a
contenidos iniciales fuertes, a imágenes de mundo solidificadas, a presupuestos tajantes de
bien, y de nuevo surge la tensión, puesto que estos indicadores señalados, y otros, han de
atenerse al estado de situación del grupo social, pues sin duda no es factible ni que los
ciudadanos considerados en su individualidad, ni las colectividades construidas a lo largo
de plazos grandes de tiempo estén dispuestos a renunciar a los elementos fundamentales de
sus identidades con tal dirigirse hacia la moralización social, de ahí el recurso a un
procedimentalismo que cada vez se hace más abstracto para solventar los desencuentros al
interior de las sociedades.
La opción para Habermas ha sido contar con un diseño teórico que de cabida
simultánea a procesos de integración moral cada vez más afinados y a la vez a procesos de
configuración que consideren el mecanismos cada vez más regulados, consensuados,
expandidos de los derechos humanos universales. Son en resumen los dos polos que
inevitablemente han de permanecer en tensión, puesto que es lo que haría posible integrar a
una sociedad que se considere justa, una sociedad que de cabida al mismo tiempo tanto a
los principios universales como a sus concreciones locales.
3 3 3 El momento reflexivo del proceso
El planteamiento de un sistema puesto en tensión y las consideraciones que se han
hecho en los dos apartados anteriores, conducen necesariamente a un tercer punto,
fundamental en cualquier planteamiento ético y que sin embargo no siempre ha hecho notar
la política deliberativa, este es, el momento en que una sociedad opta decididamente por
158
asumir una modalidad en específico, precisamente en tal modalidad específica y no otra,
cuando opta por dirigirse a sí misma hacia un determinado rumbo, rompiendo o afirmando,
en todo caso, de manera reflexiva, las tendencias que marca la costumbre o la tradición.
Este es precisamente el momento ético, en el sentido más lato de la expresión, pero también
por ello, en un sentido donde el mismo postulado cobra alcances sustantivos. Sin este
momento, el carácter normativo de la democracia deliberativa sería inviable.
El colectivo social elige en algún momento de su transcurrir histórico la modalidad
de convivencia que desea establecer para sí. La mayoría de las ocasiones esa elección es
fruto de acuerdos que se dan luego de fuertes luchas, acuerdos que se logran en algún
momento de estabilidad. Como se ha señalado en otras parte de este trabajo, en estos
tiempos la pertenencia a un colectivo social no puede estar determinado por los elementos
territorio, pueblo, ley, en efecto, como se ha explicitado con anterioridad ya no es posible la
referencia generalizada y automática al imaginario del Estado- nación. La integración social
ha de descansar en un acuerdo juridificado, acuerdo al que Habermas ha llamado
‘patriotismo constitucional’75 y con esto quiere enfatizar que la pertenencia a un colectivo
social ya no esta dada de antemano por pertenencias lingüísticas o raciales, sino por la
adhesión a ciertos principios de convivencia social.
Lo dicho nos ha llevado hasta un punto muy delicado de todo este entramado, pues
no basta y así lo ha constatado Habermas, con hacer un planteamiento desde la
comunicación, intentando por todos los medios mantenerse libre de presupuestos
metafísicos, naturalistas, o pre-lingüísticos, este es el momento ético y por ello momento
necesario e inevitable. La participación no puede ser impuesta jurídicamente, antes al
contrario, la participación decidida en la construcción de la sociedad ha de ser
necesariamente parte de recursos espontáneos que surgen de sujetos libres que conforman
tal sociedad. Este es un punto que no ha sido abordado abundantemente por Habermas, por
ello había parecido una gran omisión y parece que lo había dado por presupuesto en sus
planteamientos, sin embargo lo establece con toda la fuerza en las réplicas que elabora
luego de la recepción de ‘Facticiad y Validez’: “La constitución del poder comunicativo y
75 Patriotismo constitucional es una expresión usada por Habermas que ha hecho lugar en el ámbito de la academia y de la vida política en general. El capítulo 5’Patriotismo constitucional en general y en particular’ en Habermas, Jürgen, La necesidad de revisión de la izquierda, Tecnos, Madrid, (1990) 1991, da cuenta relativamente amplia de la expresión y se sentido.
159
de Derecho legítimo torna necesario el que los ciudadanos tomen en consideración sus
derechos democráticos, no exclusivamente como libertades subjetivas, esto es,
autointeresadamente, sino también como habilitaciones para un uso público de las
libertades comunicativas, orientadas al bien común. Por buenas razones, éstas no pueden
ser de nuevo urgidas jurídicamente.”76
Recuperando una visión global de lo dicho. Tenemos una tensión que siempre se
mantiene, sin disimular las dificultades, entre el republicanismo y el liberalismo, entre lo
local y lo universal, tensiones que es necesario mantener sin decantarse por alguno de los
polos, tensiones que se han de mantener en un movimiento que se ha de hacer
necesariamente reflexivo, como reflexiva es la opción por un modelo de convivencia social
que elige el grupo social en cada caso. Recuperación necesaria, pero que nos conduce al
punto de la formación de condiciones para establecer la posibilidad de acuerdos en ese
momento reflexivo, por ello es necesario desarrollar una cultura política, que ha sido la otra
de las preocupaciones sustantivas de Habermas desde sus remotos estudios sobre es
Espacio Público, pues es en esta arena donde se dan las luchas, los rejuegos, las apuestas y
las opciones. Miremos de pasada este punto y algunas implicaciones que de ahí se derivan.
En el esquema presentado de la tensión entre el marco liberal y el marco
republicano, que se abordó con anterioridad, es posible señalar que Habermas apuesta a la
fusión de elementos de ambos marcos, es una apuesta afirmada con contundencia, sin
embargo esta fusión no basta, pues falta crear las condiciones que hagan posible la
participación, pues como se dijo, ésta no es espontánea: “Por ello, se hace necesaria la
habituación a las instituciones de la libertad en el marco de una cultura política liberal –
necesaria en el sentido de un requerimiento funcional.”77
3 3 4 Sociedad civil y cultura política
El trayecto que va del simple hecho de pertenecer a una comunidad específica hasta
la participación decidida en los asuntos de la comunidad misma y más específicamente en
el hecho de participar en la toma de decisiones de carácter vinculante, no es un recorrido
que se realice en automático, es necesario la creación y promoción de condiciones que
76 Se trata de una cita tomada de Habermas, Jürgen, La Inclusión del otro, Edición alemana, Suhrkamp, 1997, p. 381. De un capítulo que no fue incluido en la edición en español. En Prieto Navarro, Evaristo. Jürgen
Habermas: acción comunicativa e identidad política, Centro de Estudios Políticos y Sociales, Madrid, 2003. p. 404. 77 Habermas, Jürgen, La inclusión del otro, Op. Cit. p. 381.
160
favorezcan la participación. La configuración estas condiciones para realizar la
participación de los ciudadanos en la modelación de la sociedad que quieren vivir es un
preocupación siempre presente en la trayectoria de Habermas, interés que quizá no siempre
ha sido tan evidente, pero baste como ejemplo ilustrativo mencionar que el libro originario
sobre las raíces del espacio público, está precisamente impulsado por esta preocupación.78
Cuáles son los mecanismos necesarios para promover la participación de la sociedad
en la configuración de un modelo de sociedad incluyente, no simple reproductora del
sistema establecido, capaz de acoger diferentes modelos de ser y pensar para potenciar la
realización de sus miembros. Esta es una pregunta que siempre han estado presentes en la
obra habermasiana, pero que sin embargo muy pronto es rebasada por otras cuestiones
juzgadas de mayor envergadura a la luz de la intuición originaria del mecanismo
comunicativo como eje articulador de la racionalidad y de un modelo de sociedad que fuera
capaz de integrar dentro de sí una sociedad justa e incluyente, estas otras cuestiones, las
relativas a la fundamentación de la teoría de la acción comunicativa, son las que han
consumido las energías y empeños del Habermas científico social y las que han
configurado la integralidad de su trayectoria.
De modo que desde ese trabajo remoto sobre el espacio público, quedó establecida
la categoría de ‘publicidad’, la cual, por sus características inherentes, ha estado llena de
incomprensiones que han contribuido a acrecentar la complejidad de su composición, sin
embargo es una categoría central, pues éste es el espacio donde se desarrollan los
potenciales de transformación social, por lo pronto y para ir delimitando, es posible
entender que la publicidad: “…como red de sensores y flujos informales de comunicación,
es funcionalmente necesaria para garantizar un aflujo regular de interpretaciones y temas a
las agendas políticas (…) La publicidad es el ámbito en que se gestan las relaciones de
reconocimiento entre los actores, que gozan de un carácter espontáneo, y en el que se
producen las agregaciones de la identidad subjetiva, previas a su conformación jurídico-
estatal.”79 Podemos entender que la publicidad es el correlato social del mundo de la vida,
es el espacio de encuentro de las individualidades en la aproblematicidad inherente a su
78 Habermas, Jürgen, Historia y crítica de la opinión pública. La transformación estructural de la vida
pública, Editorial Gustavo Gili, Barcelona, 1982 (1962). 79 Prieto Navarro, Evaristo, Jürgen Habermas: Acción comunicativa… Op. Cit. 400, 401
161
definición que funciona como condensador y sedimentador de los intereses presentados,
superando por ello lo que puede consistir en una simple suma de perspectivas individuales.
Son esos espacios los únicos desde donde se puede lograr la transformación de la
sociedad y son precisamente esos espacios donde se tiene que hacer la promoción de una
nueva comprensión de la sociedad. Este tipo de procesos no son de generación espontánea,
antes al contrario, son producto de una decisión firme y determinada de orientar el rumbo
de la sociedad en esta dirección, por ello es necesaria la configuración de la sociedad
mediante la promoción de una cultura política orientada hacia la intervención decidida y
participación. La participación política es la manifestación fáctica de que los interesados,
los potenciales afectados, del deseo de contribuir con sus aportes a la integración social,
proceso continuo, que y por ello únicamente se da gradualmente y no siempre, ni
necesariamente en trayectoria ascendente o de progreso, antes al contrario, en momentos y
coyunturas tiene a veces hacia avances y otras hacia retrocesos, la participación social y sus
desarrollos son procesuales. Este hecho hace evidente la ineludible necesidad de la
modelación, configuración y preservación de una cultura política como el único medio para
lograr la configuración de la sociedad mediante la participación de los directamente
involucrados.
Es evidente que promover la participación no es una tarea sencilla, plana, sin
complicaciones, antes al contrario, es evidente que sería más sencillo imponer en una
sociedad a una dictadura que conformarla con procedimientos democráticos como prácticas
ordinaria de la vida social, en este talante, es también evidente que la democracia
representativa es más sencilla que la participativa. El punto de inflexión está puesto en la
decisión reflexiva y explícita de los involucrados y su participación decidida a la
construcción y preservación de la sociedad que han elegido, decisión que normalmente se
da en un medio que tiene las condiciones que la hagan posible. Por todo ello, un elemento
ineludible de la democracia deliberativa es la promoción de una cultura política que va
trabajando, fortaleciendo y aún profundizando la racionalidad del mundo de la vida, esto es,
que hace urgente contar con mecanismos que permitan configurar a la sociedad en un
proceso constante que permita y promueva el uso y aprovechamiento de las instituciones en
un marco de libertad como es el que se ha supuesto.
162
Así pues, la publicidad es el espacio donde se dan las relaciones entre distintos
actores que se reconocer mutuamente personalidad propia, identidad y capacidad de
diálogo, es el espacio donde se dan relaciones de manera espontánea, previas a cualquier
constitución formal o incluso jurídica, por ello es evidente que la publicidad tiene
características diferentes que los espacios institucionalizados, puesto que las espontaneidad
que se tiene como presupuesto provoca la conformación preconceptual de nuevas
comprensiones, entendidos, acuerdos, por ello se genera la posibilidad de integración plural
en un marco de aceptación incondicional, respeto, reconocimiento, fortaleza e identidad
propias. En el territorio de la política, esto se corresponde a la posibilidad que tiene la
sociedad civil para la conformación la voluntad general. La sociedad ha de contar con
mecanismos ordinarios y eficaces para conformar su voluntad, mecanismos a través de los
cuales quede garantizada la libertad de sus miembros y por ello, la legitimidad de sus
acuerdos. Precisamente, la generación de mecanismos a través de los cuales se modela la
voluntad particular hacia una integración social se da a través de la cultura política.
Sin embargo, hay que tener en cuenta que el desempeño de la democracia
deliberativa no se enfatiza sobre la espontánea y libre participación de los ciudadanos, sino
sobre la existencia de estructuras funcionales y un marco jurídico apto para tal efecto. Los
dos elementos son constitutivos de ella, si se quiere comprender a la democracia
deliberativa como la concretización de los discursos en instituciones o se pretende acotar la
democracia a su puro marco jurídico con ello se le quita su carácter inherente de
mecanismo de incorporación social integrativa. Lo que está en juego y esa es precisamente
la búsqueda que se ha querido ilustrar aquí, es el acondicionamiento de un marco jurídico y
de instituciones a los espacios para la expresión de los grupos sociales y del conjunto de la
sociedad.
Como sea, no son dos polos ajenos totalmente uno del otro, pues hay efectivamente
un vínculo entre las expresiones públicas de la sociedad y los marcos normativos que se
crearían con esas expresiones. Cuando un tema o circunstancia logra movilizar a una
sociedad estamos haciendo frente a lo que constituye un poder comunicativo, esto es
precisamente la ‘publicidad’ a la que ya se aludía con anterioridad, es decir, es cauce de los
mecanismos de integración política en una sociedad. La publicidad política hace las veces
de caja de resonancia de las demandas, intereses, intenciones de la población de una
163
sociedad, por eso las agendas políticas han de estar nutridas de los elementos ahí
expresados.
Así pues, la relación entre la cultura política y el sistema jurídico mantienen una
relación que necesariamente se ha de alimentar continuadamente, esto es lo que hace
posible que los derechos fundamentales se hagan tangibles para el conjunto social. En
diferentes foros es a esto lo que llama Habermas ‘patrotismo constitucional’, una lealtad a
principios políticos a partir de las condiciones culturales propias del conjunto social
particular.
Sintetizando, una cultura política viable en la configuración de la democracia
deliberativa en las sociedades contemporáneas ha de tener presente por lo pronto, estos tres
elementos: la tensión permanente entre las condiciones de la cultura originaria y las
pretensiones inagotables de universalidad, la referencia constante a un piso básico de
derechos fundamentales de los seres humanos de carácter universal y una necesaria
sensibilidad al momento histórico.
Considerar como medio donde se ha de desarrollar la democracia deliberativa de
manera reflexivamente elegida conduce a la pretensión de abandonar presupuestos
localistas, que tienen únicamente como fuerza de imposición la costumbre, con elevado
calado impositivo. Aquí precisamente es donde se puede hallar un traslape, una
identificación, pues los principios de convivencia surgidos al calor de las reivindicaciones
históricas de una comunidad se hacen a través de procesos reflexivos del conjunto
elementos de una cultura políticas de miras universales, es lo que hace posible la inclusión
de comprensiones universalistas que sea capaz de superar las diferencias al incluirlas. De
este modo el universalismo no es un punto de partida, sino un horizonte al que
ordinariamente se dirigen las sociedades. Tensión necesaria en el modelo habermasiano.
El otro elemento que resulta indispensable en un esquema de democracia
deliberativa son los derechos fundamentales inherentes a los miembros de la sociedad.
Estos derechos actúan como un piso fundamental, básico, de una estructura fáctica que de
lugar al mismo tiempo tanto a una estructura jurídica fundamental como a este esquema de
cultura política que en este momento se está describiendo. De hecho eso es precisamente lo
que se entiende cuando se habla de derechos fundamentales en el proyecto de construcción
social de Habermas. Estos derechos fundamentales lo que expresan es la creación de las
164
condiciones mínimas básicas, indispensables, que hagan a determinada comunidad social
entenderse en esta tónica y hacerse funcionar así. Este es precisamente el camino que ve
Habermas para unir los polos del diseño social que proponer, unir siempre en tensión la
vida de la comunidad local con sus propias manifestaciones culturales y que por ello sea
capaz de atender a la diversidad inherente con las miras siempre puestas en un proyecto
universalista. Y en el otro de las tensiones inherentes a este planteamiento, la salvaguarda
de los derechos que plantea el liberalismo y las condiciones para la autorrealización de los
integrantes de una determinada comunidad social.
Habermas siempre ha considerado la atención directa a las señales del momento
histórico respectivo, esto explica quizá la movilidad que le caracteriza pero de modo más
radical lo que se ha dicho con insistencia de que su modelo no funda una nueva filosofía de
la historia, sino que más modestamente quiere iluminar la acción concreta de las
sociedades. En concreto las evoluciones del Estado nación como modelo de integración
social y del nacionalismo como postulado ideológico, sobre los cuales se ha sustentado un
modelo de convivencia social, es en muchos casos contemporáneamente inviable, de ahí la
necesidad de abrir espacio a los procedimientos indicados, quizá un planteamiento más
abstracto, pero a la luz de lo expuesto, elementos necesarios para la composición de un
esquema capaz de ser propositivo y configurador de la realidad social.
Comprender así a la democracia deliberativa ayuda a limar su aspecto hiper-
idealizado y de este modo nos permite entender que de hecho en la historia y en la práctica
hay y siempre ha habido manifestaciones parciales e incompletas de esta modalidad de
integración social, pero que sin embargo la van configurando y que es posible identificarlas
y potenciarlas y eso sería lo interesante. Bajo estos presupuestos, es pues posible constatar
que la democracia deliberativa es un modelo que configura la justicia política en las
sociedades, es decir, es un modelo capaz de orientar los esfuerzos sociales para constituir
una comunidad donde la justicia política sea práctica y procedimiento ordinario, pero
además, se puede categorizar las posibilidades de la democracia deliberativa como
verificadora de justicia política en las sociedades, esto es, la democracia deliberativa nos
hace posible darnos cuenta si una sociedad tiene justicia política y en que grado o no la
tiene en absoluto.
165
La filiación hacia procedimientos universales en el ámbito de lo político, filiación o
apego que necesariamente ha de ir de la mano de la relativización de los valores tenidos
como propios, proceso que a nuestro entender, es posible lograrse y quizá el único modo,
por la vía de hacer reflexivos estos procedimientos, a este conjunto es a lo que denomina
Habermas el “patriotismo constitucional” que hace de base de un proceso de convivencia
social, de horizonte hacia el cual se dirigir un colectivo social, proceso que como ya de dijo
alimenta su debilidad motivacional por vía de construcción, alimentación, estructuración de
una cultura política sana, fuerte, que termine por echar raíces, por hacerse parte de los
colectivos, que lleve de su ausencia, al momento de su inclusión reflexiva y hasta vigencia
constitutiva misma.
Parece pues, que la propuesta incluye como necesario un itinerario que conduzca
hacia una integración social genérica, que haya una vigencia de procedimientos políticos,
que se transite hacia la vigencia también de los derechos universales, hacia la constitución
de una formación democrática en la gestión de los asuntos públicos, elementos estos que
hacen de lado, necesariamente cualquier presupuesto localista de pretensiones sustantivas.
Aunque este punto no deja de tener sus dificultades, es posible rebasar el traslape que se da
en la integración por vía de los presupuestos adoptados de la tradición y la integración
política de la sociedad.
3 4 Política interior mundial sin gobierno mundial
El genérico ‘las sociedades’ que se ha empleado, hace referencia a los potenciales
niveles de proyección de la democracia deliberativa, así es posible la relación a
organizaciones temáticas por intereses, a determinados arreglos territoriales, a ciertos
ámbitos laborales, a las instituciones y al espacio público en amplio. Por otra parte, la
alusión constante que se ha hecho a lo largo del presente trabajo de la noción de
globalización como proceso generalizado en el planeta, es posible que más de alguna
ocasión haya provocado la percepción de la necesidad de explicitar la relación, justamente
entre la globalización y la democracia deliberativa. La avalancha de cambios dibujada en su
posicionamiento de facto hace brotar la pregunta por cuáles serían los espacios de
realización de esta modalidad de organización social en las condiciones de la sociedad que
se han descrito.
166
En este trabajo se ha planteado un panorama donde la globalización tiene un lugar
central, se trata de una recomposición generalizada en la cual las fronteras que delimitaban
los territorios del Estado-nación se han difuminado ante el libre flujo de mercancías,
información, personas y bienes. El otro elemento sustantivo de este entramado es la
expansión de la conciencia de las poblaciones producida básicamente por la acelerada
evolución tecnológica que hace que los flujos de información sea cada vez más acelerados,
pero a la vez producto también de la urbanización de cada vez más grandes sectores de la
población del planeta en conjunto. Se ha hecho el planteamiento también, que en esta
situación, el esquema de democracia representativa, la democracia que ordinariamente ha
funcionado, se ha hecho cada vez menos viable, porque estos fenómenos producen un
efecto que se traduce en más conciencia de sí, en lo particular y en lo colectivo, y por lo
tanto se traducen en el reclamo en la participación de asuntos que configuran el desarrollo
de las colectividades.
El conjunto establecido conduce a la pregunta por la modulación de un orden
político mundial, de un esquema de coordinación que plantea la articulación y el
funcionamiento de las cuestiones que se han expuesto a lo largo de este trabajo: sociedad,
globalización, democracia y participación. La pregunta misma surge de una comprensión
del mundo ante la pretensión de hallar nuevas formas de articulación de la colectividad en
una época de transición, donde el cambio es la constante, donde son cotidianas tanto la
ruptura de distancias, como la simultaneidad, y en general de los fenómenos generados por
el incesante avance de las tecnologías de información, en el ámbito finalmente del flujo de
personas, mercancías, dinero y sus efectos.
Es necesario volver al esquema del Estado-nación, que ya fue abordado en el primer
capítulo, pero con énfasis en el orden mundial que ahora se reconfigura. Sin duda el
principio que estructura ese marco es la soberanía, una categoría de amplio poder
explicativo, pues hace referencia a un poder que está concentrado y que es de alguna
manera absoluto: “En el centro de la idea del Estado moderno se encuentra un orden
impersonal legal o constitucional, delimitando una estructura común de autoridad, que
define la naturaleza y la forma de control y la administración de una comunidad
determinada.”80
80 Held, David, La democracia y el orden global, Op. Cit., p. 60
167
Según este esquema, entre los Estados se establece una relación ‘soberana’, que
prohíbe la intervención de un Estado en los asuntos de otro, establece, en todo caso, el
derecho de guerra para resolver diferencias cuando se han agotado otras vías, por ejemplo,
la diplomática: “La idea de soberanía del Estado fue la fuente de la idea del poder estatal
impersonal. Pero también fue el marco legitimante de un sistema de poder centralizado en
el cual todos los grupos sociales, más tarde o más temprano, procuraron participar. Cómo
habrían de combinarse de forma coherente la soberanía estatal y la soberanía popular fue
una cuestión que distó mucho de encontrar una respuesta definitiva. … el Estado moderno
se convirtió en la esfera privilegiada por los grupos y las colectividades para resolver sus
disputas por sistemas de gobierno y bienes escasos; y también se convirtió en la base
organizacional sobre la cual gobernantes y súbditos se movilizaron para luchas contra los
grupos externos a sus fronteras.”81 En síntesis, la soberanía es la cualidad que tiene un
Estado para definir el orden social que se quiere dar a sí mismo, en contraparte, el Estado
debe garantizar el control dentro del territorio que le corresponde administrar, todo esto lo
hace capaz de establecer relaciones de mutuo reconocimiento con sus semejantes, otros
Estados.
Lo que está cambiando la globalización es que la comprensión tradicional de un
ciudadano como miembro de un Estado se ve desdibujada por el incesante flujo de bienes,
personas, dinero, esto lo hace de facto miembro de una comunidad mundial, pero sin
embargo, tal pertenencia no cuenta con estructuras definidas, además que como en toda
transición, privan a la vez los elementos que se van desdibujando, con los otros que no se
acaban de configurar, por ejemplo a este esquema le faltaría todavía la definición de un
esquema de autoridad superior, que sin embargo si va definiendo de alguna manera
determinados contornos, que aunque en medio de resistencias, van proporcionando un
panorama incierto: “Todavía hoy existen evidencias suficientes que apoya la tesis empírica
de que los Estados nacionales se aferran a su soberanía y no ‘quieren’ renunciar ‘de ningún
modo’ a los espacios de acción que les concede el derecho internacional clásico.”82 En todo
caso, parece que hay que asumir la presencia de ciertos elementos que van impulsando la
configuración de un estatuto particular para ciudadanos cosmopolitas.
81 Held, David, La democracia y el orden global, Op. Cit., p. 69 82 Habermas, Jürgen, El occidente escindido, Madrid, 2006. p. 123
168
Tanto en el plano académico, como de militancia, hay partidarios del gobierno
mundial83, hay quien ha llegado precisamente a esa conclusión en sus acercamientos a estos
fenómenos y defienden el establecimiento de régimen mundial que incluye la configuración
de los modos de articulación social entendiendo ya no más fragmentaciones en la sociedad,
a la cual asimilan a una única realidad global. Plantean por ello una ciudadanía mundial,
donde no importan más las geografías y en ese entendido todos son ciudadanos del mismo
entorno y gozan de los mismos derechos y están circunscritos también a las mismas
obligaciones, propugna también por la creación de un tribunal judicial mundial que de
cuenta de las diferentes interpretaciones de la ley y se establezca como una última palabra
en su lectura y aplicación y finalmente impulsan una transformación de mecanismos
establecidos tal como el Consejo de Seguridad de la ONU, en algo así como un organismo
ejecutivo de ese nuevo gobierno, que realice las tareas de un gobierno ordinario en el
planeta. “En primer lugar, el modelo cosmopolita de democracia buscaría la consolidación
del derecho cosmopolita democrático con el objeto de definir el perfil y los límites del
proceso de elaboración de decisiones políticas. (…) De la mano de estos desarrollos, el
modelo cosmopolita promovería la creación de un poder legislativo y un poder legislativo y
un poder ejecutivo transnacionales, efectivos en el plano regional y en el global, cuyas
actividades estarían limitadas y contenidas por el derecho democrático básico.”84
Estos mecanismos de democracia global, buscarían también modelos para establecer
pautas que legitimen los procedimientos de gobierno ordinario: “El establecimiento de una
asamblea independiente de los pueblos democráticos, directamente elegida y controlada por
ellos, es un requisito institucional inevitable.”85
El gobierno mundial es la vía que por la que parece inclinarse Kant en repetidas
ocasiones, en ‘La paz perpetua’, hace el recorrido desde un derecho estatal que garantiza la
libertad y seguridad a los ciudadanos, hacia el derecho internacional que establece las
pautas de convivencia entre los Estados, hasta el derecho cosmopolita, es decir, la
convivencia entre ciudadanos en un orden político mundial.
83 Por lo pronto, un autor que hemos seguido, es precisamente impulsor de la democracia a nivel global, ver Held, David, La democracia y el orden global, Op. Cit. 84 Held, David, La democracia y el orden global, Op. Cit., p. 321 85 Held, David, La democracia y el orden global, Op. Cit., p. 324
169
Se analizan tres dificultades que se presentan como fuerte objeción a un orden
mundial, aunque puede contemplarse desde el punto de vista empírico, las dificultades aquí
analizadas tienen una modulación más bien de orden teórico. La primera es la relativa a una
legislación suprema y constitutiva, del tipo de una Constitución en relación con el orden
estatal, la segunda objeción que se contempla es en vínculo de la solidaridad que se supone
entre los miembros de un Estado y la complicación para concebirlo en un plano Estatal
mundial, finalmente se considera un argumento de alta prioridad y es la falta de
legitimación que sería implícita a un ordenamiento de esta naturaleza.
La Constitución es el documento fundante de una comunidad estatal, se establece de
manera jurídica. La cuestión acerca de las posibilidades de una constitución mundial se
levanta, para ello habría que romper inercias, habría también que revisar las implicaciones
que acarrearía, en fin hay que constatar que para ello hay dificultades no solamente
empíricas sino teóricas para hacer un planteamiento de esta naturaleza.
Una segunda cuestión que habría que considerar es el modo para establecer una
solidaridad del tipo de la que se da en el Estado-nación, pero ahora para el caso de un
gobierno mundial. La Declaración Universal de los Derechos Humanos que pudiera se
ocasión del origen de una desarrollo legal más elaborado tiene grandes dificultades, por
ejemplo, no se entiende cómo atender a las especificidades culturales de la multitud de
grupos que se integrarían a ese conglomerado único, puesto que ya no habría posibilidad de
entenderse como desde dentro o como desde fuera. Hasta ahora esa Declaración contiene
enunciados más bien de orden moral, pero de ninguna manera representan un ejercicio
vinculante para cualquier ser humano. Una solidaridad de esta naturaleza únicamente puede
establecerse en caso del pleno establecimiento de las identidades grupales, el
establecimiento de tal acuerdo o compromiso único no es siquiera imaginable.
La tercera dificultad es la falta de legitimación del aparato estatal surgido de esta
manera, en efecto, no tendría un gobierno mundial el apoyo de los pueblos en las decisiones
vinculantes, esta es una gran dificultad igual, no únicamente empírica, sino teórica de un
planteamiento de esta naturaleza.
Este esquema plantea objeciones efectivas a un gobierno mundial, en todo caso,
permanece una preocupación central y es la búsqueda por implementar más política donde
la economía ha impuesto su lógica sin condiciones, de manera que ha logrado constituir sus
170
entendidos en convencionalismos casi naturales, por ejemplo, la ruptura de fronteras se
entiende exclusivamente en el ámbito económico, en el libre flujo de mercancías y dinero,
precisamente eso es lo que ha implicado hasta ahora la liberalización de los mercados
mundiales, el resto de las dimensiones que constituyen la vida de las sociedades no son
considerados o lo son en grado mínimo, todo en una lógica que se ha generalizado hasta
hacerse casi natural. Pero la economía necesita diques, estos se han logrado a través de
mecanismos supranacionales tipo la Unión Europea, de más amplio espectro o el TLC que
siendo un acuerdo comercial, intenta precisamente regular en ese talante los flujos de
personas, bienes y mercancías.
Las posibilidades que ofrecen organismos ya establecidos, como el caso
paradigmático de la ONU, para constituirse en un gobierno mundial, tienen que ser
planteadas y analizadas para determinar así sus posibilidades reales de convertirse en los
mecanismos reguladores de una política mundial. La ONU es un organismo que fue creado
para preservar la paz luego de la Segunda Guerra Mundial. En su Asamblea General, los
Estados miembros tienen independientemente del tamaño de sus poblaciones, de la
legitimidad de su poder, un voto igual que todas, si bien es cierto que su Consejo de
Seguridad tiene una composición más acorde con la interrelación real de fuerzas, con todo,
la ONU debido a sus orígenes y a su constitución, no presenta las bases para constituirse en
un gobierno mundial, básicamente porque es un organismo constituido para preservar la
paz y para actuar en casos de emergencia, para realizar intervenciones de naturaleza
reactiva, de ninguna manera en cuestiones de gobierno ordinario, de regulación, cuestión
acentuada por su falta sustantiva de legitimidad.
Este tipo de imperativos se avienen de manera adecuada al viraje que hace Kant y
que se convierte en central en el planteamiento de Habermas y en la presente propuesta,
para constituir un planteamiento factible, tanto empírica como teóricamente, pero resulta
definitivo una consideración de naturaleza radical y es la ya analizada relación entre lo
universal y lo local, entre la norma general y el contexto específico de su aplicación, entre
la pertenencia a la humanidad como un todo y su pertenencia a una tradición cultural
específica: “De acuerdo con esta lectura, la ‘contradicción’ consiste en que los ciudadanos
de una república mundial obtendrían la garantía de la paz y la libertad civil sólo a costa de
171
perder esa libertad sustancial que poseen como miembros de un pueblo organizado en la
forma de un Estado nacional.”86
Este es precisamente el punto de vista de Kant, que se aferra, por decirlo de alguna
manera, a la constitucionalización de los derechos de los ciudadanos hasta establecer una
propuesta generalizada mundial, pero en algún momento, sin dar mucha cuenta de su viraje,
sostiene que esto no sería posible, sino mejor establecer una asociación de naciones: “Que
un pueblo diga: ‘No quiero que haya guerra entre nosotros; vamos a constituirnos en un
Estado, es decir, a someternos todos a un poder supremo que legisle, gobierne y dirima en
paz nuestras diferencias’; que un pueblo diga eso, repito, es cosa que se comprende bien.
Pero que un Estado diga: ‘No quiero que haya más guerra entre yo y los demás Estados;
pero no por eso voy a reconocer un poder supremo, legislador, que asegure mi derecho y el
de los demás’, es cosa que no puede comprenderse en modo alguno. Pues ¿sobre qué va a
fundarse la confianza en la seguridad del propio derecho, como no sea sobre el sucedáneo o
substitutivo de la asociación política, esto es, sobre la libre federación de los pueblos? La
razón, efectivamente, une por necesidad ineludible la idea de la federación con el concepto
del derecho de gentes; sin esta unión carecería el concepto del derecho de gentes de todo
contenido pensable.”87
La opción que plantea Habermas, y que aquí se asume es establecer una política
interior mundial sin gobierno mundial. Y aunque a esa política interior mundial le falta un
gran proceso hasta alcanzar una formulación adecuada, pueda explicarse a partir de
elementos ya presentes, teniendo presente la enorme y urgente tarea de asegurar el
desarrollo de mecanismos políticos que permitan hacer frente a la economía y a la vez que
consiga desarrollar mecanismos de aporte desde sectores amplios de la sociedad que le den
legitimidad a los acuerdos.
Este arreglo político puede formularse como el establecimiento de una política
interior mundial sin gobierno mundial, en varios niveles: “A la luz de la idea kantiana, y
partiendo de las estructuras que hoy existen, es posible representarse una Constitución
política de la descentralizada sociedad mundial como un sistema de varios niveles al que,
por buenas razones, falta en conjunto el carácter estatal.”88 En el nivel más alto, en el
86 Habermas, Jürgen, El occidente escindido, Op. Cit. p. 125 87 Kant, Immanuel. Lo bello y lo sublime, La paz perpetua. Espasa. Madrid, 2003., p. 111 88 Habermas, Jürgen, El occidente escindido, Op. Cit., p. 132
172
supranacional, habría que establecer el funcionamiento de organismos encargados de
asegurar la paz y establecer una política de derechos humanos, cuestiones ambas que en el
actual esquema son precisamente competencia de la ONU. La propuesta establece también
el establecimiento en niveles intermedios de que mecanismos establecidos estructuralmente
o convocados con este fin, se encarguen de temas tales como la economía mundial, la
redistribución de la riqueza, la modulación de los flujos de inversiones y aborden también
los temas relativos al clima, a la ecología, a la contaminación, de nuevo, que se configuren
mecanismos para el establecimiento de negociaciones permanentes y conferencias
convocadas para tal efecto que tengan un efecto difusor de las problemáticas tratadas. La
configuración de mecanismos regionales supranacionales conduciría también hacia este
objetivo. Finalmente, es posible observar que: “No sólo el Estado constitucional ampliado
hasta alcanzar dimensiones globales cumple las condiciones abstractas de una ‘situación
cosmopolita’.”89 Con todo lo problemático del caso, lo que parece efectivo es la presencia
de tendencias favorables para el establecimiento de este modelo de relaciones en el planeta.
Un esquema de asociación de Estados, en lugar de un gobierno mundial hace
incluso que las dificultades antes planteadas, puedan cobrar nueva perspectiva: Esto es
porque el recorrido que tendría que realizarse entre las funciones del Estado nacional, tal
como es conocido, con un mecanismo tipo Estado mundial no se corresponden, las
funciones de gobierno ordinario para un Estado tienen necesariamente que ser muy
reducidas en el caso de un gobierno mundial, posiblemente acaso al aseguramiento de la
paz y la vigilancia de la salvaguarda de los derechos humanos.
Una política interior mundial sin gobierno mundial no reclama una constitución
mundial, pues otros dispositivos cubren con soltura esa función: “En efecto, en el terreno
del derecho internacional no falta el elemento análogo a una Constitución que funda una
asociación de miembros libres e iguales. Lo que falta es un poder supranacional más allá de
los Estados rivales que aporte las posibilidades de sanción y las capacidades de acción que,
para imponer sus reglas, requiere la comunidad de Estados constituida en la forma del
derecho internacional.”90 Hay otros mecanismos que juegan este rol, por ejemplo, como
mecanismos ya instaurados que establecen la coordinación internacional se tiene la Carta de
intención, el Acuerdo en sus múltiples variantes, el convenio establece también acuerdo 89 Habermas, Jürgen, El occidente escindido, Op. Cit., p. 133 90 Habermas, Jürgen, El occidente escindido, Op. Cit., p. 130
173
entre las partes, pero con fuerza jurídica más débil. La misma Carta de las Naciones Unidas
establece que en los acuerdos entre los Estados está garantizada la igualdad soberana, a la
vez que es el mecanismo posibilitante de relaciones mutuas.
El tema de la solidaridad entre ciudadanos cosmopolitas es el otro pendiente y
parece que en este punto insalvable. En efecto, no es posible establecer un tipo de
solidaridad como la que se da entre las diferentes entidades que componen hasta ahora un
Estado federal, hasta ahora la solidaridad es puntual y coyuntural: “En comparación con la
solidaridad activa de los ciudadanos de un Estado que, entre otros, han hecho posible las
políticas distributivas del Estado de bienestar, la solidaridad entre los ciudadanos del
mundo tiene hasta ahora un carácter reactivo, ya que el consenso cosmopolita queda
asegurado ante todo por el sentimiento de indignación que produce la violación de
derechos, mediante la represión estatal y las violaciones de los derechos humanos.”91 Hay
que considerar la coyuntural solidaridad también reactiva ante las catástrofes naturales.
La tercera objeción, es decir, la que alerta por la falta de mecanismos de legitimidad
de un gobierno mundial también es confrontada. El conocimiento, participación y
asentimiento de la opinión pública no tiene espacios para su desarrollo. Esto puede
remontarse a través de por ejemplo, mecanismos considerados de intervención de bajo
perfil, pues en estas condiciones cobran relevancia, pues en una comprensión que concede a
la participación un valor epistémico se convierte en altamente significativa, así la
celebración por ejemplo de las conferencias sobre Medio Ambiente, Derechos de la Mujer,
Pobreza que la ONU realizó recientemente, convocaron la participación de los gobiernos
por supuesto, pero también y eso es muy importante, promovieron la intervención de
organismos ciudadanos que cotidianamente tienen que ver con esos temas desde sus
trincheras concretas de lucha. “Así pues, la constitucionalización del derecho internacional
que pone límites al poder, pero que no se constituye como Estado, sólo cumplirá las
condiciones de legitimación de una ‘situación cosmopolita’ si tanto en el nivel de la ONU
como en el de los sistemas transnacionales de negociación se obtiene un ‘respaldo’
mediado por procesos democráticos de formación de la opinión y la voluntad que sólo
pueden institucionalizarse plenamente en los Estados constitucionales, por complejos que
91 Habermas, Jürgen, La constelación posnacional, Op. Cit., p. 141
174
sean estos Estados de dimensiones continentales constituidos federalmente.”92 Como se ha
dijo también, determinar por mecanismos jurídicos la participación, hace valer la dimensión
epistémica de la participación en la configuración del destino social y hacen resonar en las
opiniones públicas mundiales temas que de otra manera parecerían acuerdos al margen de
la participación o no de la opinión pública. “Así por ejemplo, una participación
institucionalizada de las organizaciones no gubernamentales en las deliberaciones del
sistema internacional de negociaciones aumentaría la legitimación de los procedimientos en
la medida en que, por esta vía, se lograra hacer transparentes para las opiniones públicas
nacionales procesos de decisión transnacional de nivel intermedio y acoplarlos, de este
modo, a los procesos de decisión que tienen lugar a nivel nacional.”93 Con este argumento
se cierra el planteamiento de una propuesta de articulación de los actores a nivel global que
cubre con soltura las expectativas del modelo propuesto.
3 5 Reflexiones finales
Luego de la trayectoria recorrida, es necesario regresar a la tesis central de este
trabajo: la pregunta por la factibilidad o no de la democracia deliberativa para constituirse
como mecanismo capaz de impulsar el establecimiento de justicia en las sociedades
contemporáneas, si este modelo de articulación es viable para configurar una sociedad con
justicia, si puede ser el instrumento con que se verifique si en una sociedad sus miembros
tienen posibilidades reales de constituirse en ciudadanos en plenitud, partícipes del rumbo
elegido por el conjunto. Es la pregunta que inquiere por la factibilidad de mecanismos
capaces de constituirse en posibilidades para la realización humana y social en contextos
cambiantes.
¿Cuáles han sido los hallazgos en este camino? Básicamente hemos encontrado un
mundo en transición, que no cuenta con imágenes fijas, un mundo donde es posible crear,
inventar y proponer, porque muchas cosas se están modificando, lo cual es en sí mismo
positivo, pero por otro lado, esa misma transición produce incertidumbre, pues las
posibilidades son múltiples, no hay suficientes referentes que puedan ser orientadores del
quehacer humano cotidiano. Se trata de un mundo con sociedades dinámicas que buscan
adaptarse al ritmo vertiginoso de los cambios, sin embargo no es una transición pasiva o
92 Habermas, Jürgen, El occidente escindido, Op. Cit., p. 138 93 Habermas, Jürgen, La constelación posnacional, Op. Cit., p. 144
175
automática, antes al contrario, es una que reclama imaginación, decisión, reivindicación
para modelar lo que se va configurando.
Focalizando, se observa incomodidad en las sociedades porque éstas perciben que el
sistema les niega la posibilidad de ejercer en plenitud su derecho de ser ciudadanos. Se da
molestia y agitación, pues se reclama mayor peso en las decisiones vinculantes para el
conjunto. Las sociedades contemporáneas tiene más conciencia de sí mismas que en otros
momentos de la historia, a causa de que con la generalizada urbanización, la extensión de
los medios de comunicación, los niveles de información, el flujo incesante de personas,
mercancías, dinero, etc., y todos los demás fenómenos que produce un entramado social
que se articula en modalidades cada vez más complejas, se va forjando una sociedad que se
ubica cada vez más dentro de esa transición y por ello reclama progresivamente mayor
participación en la configuración del horizonte que se está generando.
La Teoría de la Acción Comunicativa ha mostrado ser un sólido aparato conceptual,
capaz de dar cuenta de los mecanismos que articulan la estructura social. La recuperación
ontogenética que realiza, identifica los mecanismos básicos de la comunicación y los ubica
como lo propia y específicamente humano, cuestión que es complementada con una
reconstrucción filogenética que muestra los mecanismos que hacen posible la capacidad de
la sociedad de articularse a través del acuerdo racional.
La democracia deliberativa como concreción política de la acción comunicativa es
un mecanismo viable para modelar los dinamismos de organización de las sociedades, pues
es capaz de constituirse en el dispositivo inmanente para la discusión de problemas y para
el logro de acuerdos. La fuerza normativa de lo sagrado se ha racionalizado y esos
mecanismos que eran eficaces a través de imágenes que infunden respeto, distancia y horror
han sido desplazados por el acuerdo racional para configurar una convivencia pacífica y
productiva.
La comunicación racional parece sencilla, sin embargo la pretensión de lograr
acuerdos la tornan en verdad exigente. La comunicación para el entendimiento plantea
como requisito indispensable una cultura social sólida, pues se suponen naturales
pretensiones de inteligibilidad, verdad, rectitud, veracidad y aunque parece demasiado, los
procedimientos de su aplicación se entienden en la práctica ya como mecanismos
cotidianos. La democracia deliberativa, en consonancia con esos requerimientos es
176
exigente. Parte de una cultura política expandida, de una sociedad con buenos niveles de
información, de una actitud decidida de quien interviene, precisa de la sensibilidad y tacto
para el otro o el diferente, no hay lugar a imposiciones y la búsqueda de los primeros
lugares se deja de lado. Todas estas exigencias parecen irreales, parecen requerir una
sociedad de personas sin pretensiones, sin ambiciones, sin egoísmos, esto es falso y
verdadero al mismo tiempo, pues la democracia deliberativa exige que las personas que
componen determinada sociedad hayan entendido el valor del ser humano y su capacidad
absoluta para gobernarse, para dirigir su destino, para reclamar explicaciones, para ofrecer
enmienda de sus errores, sin embargo no es un reclamo de tajo, es a la vez un ideal desde el
cual se van configurando las prácticas cotidianas, desde donde se van reformulando las
prácticas en nuestras sociedades, donde la democracia deliberativa ya existen en muchos
espacios, en trozos, en fragmentos, en momentos específicos.
La democracia deliberativa recupera los mecanismos de realización de los procesos
de integración en la vida de las sociedades, pues la comunicación orientada al
entendimiento es el mecanismo original y primario que coordina la acción en la vida social,
además la acción comunicativa supone intuiciones básicas de la civilización occidental,
tales como el respecto absoluto por la persona, la implementación de mecanismos de
inclusión social, la decidida participación en la construcción del destino de la colectividad,
los procesos que hacen de su competencia a todos aquellos afectados por determinado
asunto, el derecho a participar en las decisiones a quien tributa, en fin, de promover la
palabra como mecanismo unificador y no coercitivo, sino como creador de consenso, en
resumen la comunicación y el entendimiento como vínculo de cohesión social.
La democracia deliberativa es una perspectiva de ética procedimental, se entiende
entonces que únicamente son aceptables como normas aquellas que puedan recibir la
aprobación de los afectados, el punto central es determinar el procedimiento por el que se
alcance el acuerdo. Una perspectiva procedimental entendida desde el concepto de justicia
que aquí se propone, permite que los ciudadanos para serlo de verdad, cuenten con los
requerimientos mínimos el desarrollo de sus capacidades, como dice Sen, que tengan la
posibilidad de transformar sus pretensiones en realizaciones. Si a una persona no se le
reconoce el derecho de ser quien es, no tiene viabilidad de participación, ni siquiera de
integración al conjunto social al arrastrar un déficit inherente a su ser humano. La necesaria
177
integración de una noción comprensiva de justicia es insustituible para garantizar la
posibilidad de tomar decisiones vinculantes, pues para la realización no basta con ser
considerado simplemente el mero ejecutor, sino como creador de las normas de
convivencia.
La participación del colectivo en la construcción de su destino no es un proceso de
surgimiento espontáneo, tampoco es posible hacerla jurídicamente exigible. La decisión del
conjunto social en la participación de su modelación como colectividad y de los procesos
de gestión ordinaria tiene que partir necesariamente de la decisión conciente del conjunto
social hecha como una apuesta sobre sí. La democracia deliberativa no es definitivamente
un mecanismo de generación espontánea, es necesario el momento reflexivo del proceso, es
decir, la asunción del colectivo de este concreto y específico modo de organización social,
que tampoco es de un surgir automático, pues es necesaria también la construcción de
condiciones que lo hagan viable en una determinada colectividad social a través de la
promoción de una cultura política que entienda la participación en la construcción del
destino colectivo como elemento necesario e inescindible del ser persona y del ser social.
La democracia es el modo decidido de organización social que toma el futuro del
colectivo en las manos de los interesados. La democracia representativa fue la respuesta
más adecuada que encontró la modernidad para preservar lo mejor de la tradición en su
propio contexto, pero esta modalidad de la democracia se ha mostrado insuficiente, además
ese esquema de organización provoca en estas nuevas circunstancias más bien
encubrimiento y justificación, el panorama de la globalización eso nos muestra, hay un
cambio en la sociedad en los modos de entenderse en el siglo XXI.
Nos parece que la noción bidimensional de la sociedad de Habermas es la palanca
decisiva para reinsertar el talante utópico en las sociedades reales. La perspectiva
puramente funcionalista de la sociedad es limitativa e insuficiente, considerar a la sociedad
únicamente como sistema implica limitar su desarrollo a funciones meramente
reproductivas, anulando la perspectiva de transformación, para devenir simplemente en la
reproducción de lo establecido. El ser humano es inherentemente posibilidad abierta, aún
cuando algunas circunstancias lo obligan a limitarse, otras posibilidades de vida emergen al
superar las limitaciones que se le plantean, tanto en lo individual como en lo colectivo.
178
La democracia deliberativa necesita tiempo y el tiempo es un recurso escaso. En los
procesos reflexivos y configuradores del destino colectivo atenerse a la limitación del
tiempo termina siempre favoreciendo lo establecido. Las pretensiones de la comunicación
orientada al entendimiento de inteligibilidad, verdad, rectitud, veracidad, que son los
presupuestos de la democracia deliberativa devienen muy altos, sin embargo hay una
motivación central para impulsarla como mecanismo de gestión ordinaria en la vida de los
colectivos y es que implica un salto civilizatorio cualitativo de frente al momento que se
vive, de cara, por supuesto, al futuro que se va forjando.
La democracia y la ley son dos dimensiones que aunque se les considera
empíricamente separadas, están íntimamente vinculadas, la ley es co-originaria de la
democracia, pues si la ley no tiene legitimidad la democracia no puede realizarse. Al mismo
tiempo, la ley es el mecanismo que regula la materia de deliberación, pues no todo tema es
materia de deliberación, la ley es elemento necesario de la convivencia social, puesto que es
necesario ese referente fijo para orientar la actividad ordinaria. La ley es también el dique
de posibles entusiasmos eufóricos de la masa, cuestión que fue reiteradamente señalada por
los críticos de esta modalidad de democracia, pues la ley es un mecanismo que permite
preservar lo que la misma sociedad ha logrado alcanzar. Ley y democracia llegan a
considerarse como un mecanismo único de configuración de lo social. El espacio para la
deliberación es la opinión pública pero ha de contar con mecanismos capaces de llegar a
consensos, de configurar su voz y de implementarse en la sociedad. Todo esto es para los
procesos ordinarios, sin embargo se considera a la ley como un proceso histórico, siempre
inacabado. La posibilidad de abrir la discusión para temas no considerados, de mostrar
objeciones individuales o colectivas de conciencia, de resistencia civil contra determinadas
disposiciones son opciones siempre viables en este marco.
En la reflexión realizada de mecanismos de construcción de lo social en la era de la
globalización surge también la urgencia de formular modelos de distribución de poder, para
establecer la configuración de sociedades que se organizan como espacios donde fluyen
habitualmente los mecanismos de justicia. Constituir la democracia deliberativa es una
tarea larga, pero no implica la consumación de la historia para su realización. Una
perspectiva así, hace patente la existencia de múltiples espacios donde se gestiona la
convivencia social mediante mecanismos propios de la democracia deliberativa. En todo
179
caso, se tienen que seguir construyendo una cultura política que la favorezca, se ha de
seguir propiciando en los espacios domésticos, laborales, universitarios, habitacionales y
alcanzar mecanismos adecuados para su ejercicio en los más variados niveles, en las
ciudades contemporáneas, en las relaciones entre los estados, por supuesto en las cada vez
más urgentes estrategias políticas para hacerle frente a la fuerza de las que provienen de la
economía, es decir, los necesarios dispositivos supra-nacionales como mecanismos que
tiendan hacia la complicada configuración de una política interior mundial sin gobierno
mundial, de la misma manera en relación no ya a espacios, sino a temáticas, así en asuntos
de ecología, asuntos financieros y problemas álgidos de la humanidad como la pobreza, la
desigualdad, los derechos de las mujeres, los derechos de las minorías, los derechos de los
emigrantes, de los excluidos.
Decir una palabra acerca de la configuración de ese orden mundial tiene que ser a
partir de, no hay más remedio, pero tampoco más posibilidades, los elementos con que
contamos. En este trabajo hemos planteado un panorama donde la globalización tiene un
lugar central, se trata de una recomposición generalizada donde las fronteras que
delimitaban los territorios del Estado-nación se han difuminado por el libre flujo de
mercancías, información, personas y bienes. Parte sustantiva de este entramado es la
expansión de la conciencia de las poblaciones producida básicamente por la acelerada
evolución tecnológica que empuja flujos de información sea cada vez más acelerados, pero
a la vez producto también de la urbanización de cada vez más grandes sectores de la
población del planeta en conjunto. Hemos planteado también que en esta situación el
esquema de democracia representativa, la democracia que ordinariamente hemos conocido,
se ha hecho cada vez menos viable, porque estos fenómenos producen un efecto que se
traduce en más conciencia de sí, en lo particular y en lo colectivo, y por lo tanto se traducen
en el reclamo en la participación de asuntos que configuran el desarrollo de las
colectividades.
La cuestión del establecimiento de un gobierno mundial, parece complicada, un
esquema de organización donde se plante la organización y funcionamiento de las
cuestiones que se han expuesto a lo largo de este trabajo, como son el creciente flujo de
personas, mercancías, dinero, bienes en general a través de la centralización universal de su
gestión. La provocadora pregunta se posiciona por sí misma a partir de los mismos signos
180
de un mundo en tiempos de globalización, se trata de la búsqueda de formas de articulación
de la colectividad en una época de transición, en que un mundo en que todo cambia, en un
mundo donde se hace cotidiana la ruptura de distancias a la vez que de simultaneidad,
fenómenos impulsados por el incesante avance de las tecnologías de información, pero
circunscrita finalmente al flujo de mercancías, dinero y sus efectos.
Un esquema de gobierno mundial, tiene partidarios, que a partir del acercamiento a
estos fenómenos, impulsan el establecimiento de régimen mundial que incluye la
configuración de los modos de articulación social entendiendo una única sociedad global, a
partir de la constitución de una ciudadanía mundial más allá de toda consideración espacial,
todos somos ciudadanos de una misma entidad y los derechos corresponden a todos por
igual sin distinciones, este esquema incluye también un dispositivo judicial mundial, en la
modalidad de tribunal, capaz de interpretar la ley cuando haya controversias, para
constituirse en postura definitiva, igual se entiende en la constitución de una organismo
ejecutivo en las tareas cotidiana de un gobierno en el planeta.
Sin embargo hay otro tipo de respuestas a todo este conjunto complicado de
fenómenos. Es la postura de Habermas,,con inspiración, otra vez de Kant, que sin dejar de
enfrentar la avalancha de fenómenos y darles una respuesta, articula la perspectiva de la
ejecución de esfuerzos y establecimiento de límites a través de mecanismos de
coordinación. El establecimiento de un gobierno mundial es harto complicado, no sólo por
cuestiones operativas, sino por elementos sustantivos de su definición. A un gobierno
mundial, por ejemplo, le haría falta legitimidad, constitucionalidad, vínculos de solidaridad,
como los que se suponen para el Estado-nación.
Como sea, pervive la preocupación efectiva por introducir más política donde la
economía ha impuesto su lógica sin condiciones. Las posibilidades que ofrecen organismos
ya establecidos es muy complicada, la distancia que hay entre las funciones de gobierno
ordinario y los estrechos, aunque importantes aportes de aseguramiento de la paz y
vigilancia de los derechos humanos no tienen correspondencia.
Una política interior mundial sin gobierno mundial supone mecanismos ya existes a
la vez que desde sus pretensiones de configuración pone la mirada en el futuro, tiene la
enorme y urgente tarea de asegurar el desarrollo de mecanismos políticos que permitan
hacer frente a la economía que actúa bajo su propia lógica, pero que al mismo tiempo logre
181
definir esquema de propuesta desde conglomerados sociales que le den legitimidad a los
acuerdos así conseguidos.
Retomando el hilo de la argumentación, tenemos que a partir de los elementos
analizados, se refuerza el potencial de la democracia deliberativa como realización de los
procesos inherentes de la vida social, en tanto que los actos de comunicación y
entendimiento son la manifestación de mecanismos coordinadores de la acción,
mecanismos que por todo lo contemplado refuerzan la factibilidad de la democracia
deliberativa como realización de la justicia integral en las sociedades contemporáneas.
182
Bibliografía
ARISTÓTELES, Ética Nicomaquea - Política, Ed. Porrúa, México, 1989. BENHABIB, Seyla, Las reivindicaciones de la cultura. Igualdad y diversidad en la era
global, Katz Discusiones, Argentina. 2006. COLOMER, Eusebi, El pensamiento alemán de Kant a Heidegger, Tomo I, Herder, Barcelona, 2001. DAHL, Robert A., La democracia y sus críticos, Paidós Estado y Sociedad, Barcelona, 1992. DORNA, Alexandre, La democracia ¿un espejismo? Populismo, maquiavelismo,
carisma, Grupo Editorial Lumen, Buenos Aires – México, 1990. FRASER, Nancy, Iustitia Interrumpta. Reflexiones críticas desde la posición
‘postsocialista’, Nuevo Pensamiento Jurídico, Bogotá, 1997. GARGARELLA, Roberto, Crisis de la representación política, Fontamara, México, 1997. GARZÓN VALDÉS, Ernesto y Laporta, Francisco J., El derecho y la justicia, Trotta, Madrid, 1998. GIMBERNAT, José Antonio (Ed.), La Filosofía Moral y Política de Jürgen Habermas, Biblioteca Nueva, Madrid, 1997. HABERMAS, Jürgen, Historia y crítica de la opinión pública. La transformación
estructural de la vida pública, Editorial Gustavo Gili, Barcelona, (1962) 1982. HABERMAS, Jürgen, Teoría y Praxis, Altaya, Madrid, (1963) 1999. HABERMAS, Jürgen, Problemas de legitimación del capitalismo tardío, Amorrortu Ed. Buenos Aires, (1973) 1989. HABERMAS, Jürgen, Teoría de la Acción Comunicativa I y II, Taurus, México, (1981) 2002. HABERMAS, Jürgen, Conciencia Moral y Acción Comunicativa, Ed. Península, Barcelona, (1983) 1994. HABERMAS, Jürgen, Escritos sobre moralidad y eticidad, Paidós/I.C.E.-U.A.B. Pensamiento Contemporáneo, Barcelona, (1984) 1992.
183
HABERMAS, Jürgen, TAC: complementos y estudios previos, Madrid, Cátedra, (1984) 2001. HABERMAS, Jürgen, La necesidad de revisión de la izquierda, Tecnos, Madrid, (1990) 1991. HABERMAS, Jürgen, Facticidad y Validez, Trotta, España, (1992) 1999. HABERMAS, Jürgen, La inclusión del otro: estudios de teoría política, Paidós Básica, Barcelona, (1996) 1999. HABERMAS, Jürgen, La constelación posnacional: ensayos políticos, Paidós, Barcelona, (1998) 2000. HABERMAS, Jürgen, Verdad y Justificación, Trotta, Madrid, (1999) 2002. HABERMAS, Jürgen, El Occidente escindido, Trotta, Madrid, (2004) 2006. HALL, John A., & Ikenberry, John, El Estado, Alianza Editorial, México, 1993. HAYEK, Friedrich A., Camino de Servidumbre, Universidad Autónoma de Centroamérica; San José, Costa Rica, 1986. HELD, David y McGrew, Anthony, Globalización/Antiglobalización. Sobre la
reconstrucción del orden mundial, Paidós, Barcelona, 2003. HELD, David, La democracia y el orden global. Del Estado moderno al gobierno
cosmopolita, Paidós. Estado y Sociedad, Barcelona, 1995. HELD, David, Modelos de democracia, Alianza, México, 1992. HERNÁNDEZ, Andrés, Republicanismo Contemporáneo, Siglo del Hombre Ed., 1992. KANT, Immanuel, Crítica de la razón práctica, Ediciones Sígueme, Salamanca, 2002. KYMLICKA, Will, Ciudadanía multicultural, Paidós, Barcelona, 1995. MCCARTHY, Thomas, La teoría crítica de Jürgen Habermas, Tecnos, Madrid, 1978. O’CONNOR, D.J. Historia crítica de la filosofía occidental V, Paidós Studio, 1983. PALTI, Elías José, Aporías. Tiempo, Modernidad, Historia, Sujeto, Nación, Ley, Alianza Editorial, Buenos Aires, 2001. PETTIT, Philip, Republicanismo. Una teoría sobre la libertad y el gobierno, Paidós, Barcelona, 1999.
184
PRIETO NAVARRO, Evaristo. Jürgen Habermas: acción comunicativa e identidad
política, Centro de Estudios Políticos y Sociales, Madrid, 2003. PUYOL, Ángel, El discurso de la igualdad, Crítica, Barcelona, 2001. RAWLS, John, Teoría de la Justicia, FCE, México, 1997. RITZER, George, Teoría Sociológica Clásica, Mc Graw Hill, México, 2005. SEN, Amartya K., Bienestar, justicia y mercado, Paidós, 1998. TAYLOR, Charles, El multiculturalismo y la ‘política del reconocimiento’, FCE, México, 1993. VELASCO, Juan Carlos, Para leer a Habermas, Alianza Editorial, Madrid, 2003. WALLERSTEIN, Immanuel, Después del liberalismo, Siglo XXI Editores, México, 2003. WALLERSTEIN, Immanuel, La crisis estructural del capitalismo, Ed. Contrahistorias, México, D.F., 2005.
Artículos
BERLIN, Isaiah Dos conceptos de libertad, presentada por primera vez como conferencia en la “Inaugural Lecture” en la Universidad de Oxford el 31 de octubre de 1958, y publicada ese mismo año por la Clarendon Press. DAHL, Robert A., Una paradoja democrática, Political Science Quaterly, Volúmen 115, Número 1, 2000. FRASER, Nancy, Un nuevo marco para la justicia en un mundo en proceso de
globalización, Revista “Este País”, Num. 180. Marzo 2006. GARGARELLA, Robert, El ideal de la democracia deliberativa en el análisis del
sistema representativo. Algunas notas teóricas y una mirada sobre el caso de la
Argentina, Revista Sociedad, Facultad de Ciencias Sociales (UBA), n. 6, abril 1995. KONDRATIEV, Nikolai D., Ensayos sobre el ciclo económico, FCE, México. 1944. Bajo la dirección de Víctor L. Urquidi. Edición original: The Reviews of Economics Statistics: Vol XVII. No. 6. Noviembre 1935. MARCÍLIO TOSCANO, Franca Filho, Historia y razón del paradigma westfaliano, Revista de Estudios Politicos (Nueva época) ISSN: 0048-7694, Núm. 131. Madrid, enero-marzo (2006).
Recommended