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Page 1: La Refutación Del Idealismo

Octubre de 2010

Instituto de Profesores Artigas

4º B Filosofía

2º Parcial de Metafísica

Prof. Jaén Motta

Rafael Goycoechea

La refutación del idealismo en

La Crítica de la Razón Pura

El idealismo

Abordaremos brevemente la cuestión del idealismo, señalando sus rasgos esenciales y

ubicando su lugar en la tradición filosófica, como paso previo a la consideración de los

argumentos que Kant aduce para refutarlo.

La característica fundamental del idealismo, es tomar como punto de partida para la

reflexión, no el mundo, el mundo externo, sino las representaciones que de él tiene un

sujeto. En este sentido el idealismo es una postura, que comienza a partir de la

consideración de la intimidad subjetiva, como desemejante del mundo;

particularmente con respecto a su realidad espacial. Es este rasgo, el que ha llevado a

señalar a San Agustín, como lejano precursor del idealismo moderno, ya que, si bien en

otro contexto, efectivamente el doctor africano empieza con el sujeto, y no con las

cosas1. Aún así, dada la importancia que cobran en la época moderna los motivos

gnoseológicos, y consecuentemente las tesis ontológicas ligadas a ellos, corresponde

restringir el idealismo propiamente dicho, a la modernidad.

En su pregunta por la posibilidad del conocimiento, el idealismo rebasa lo

estrictamente gnoseológico, ya que lo real, lo que es, será lo que admita ser conocido,

y en especial, conocido con absoluta seguridad en razón de la plena evidencia poseída

por el sujeto cognoscente. En este sentido, el idealismo moderno comienza con

Descartes. 1 “No vayas fuera, vuelve a ti mismo. En el hombre interior habita la verdad” dice Agustín en Acerca de la verdadera religión.

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El modo idealista de concebir al ser surge de una actitud desconfiada hacia todo lo que

se presenta con pretensiones de “real”: ser es ser dado en la conciencia.

La refutación kantiana del idealismo

No hay un sentido unitario en el que Kant utilice el término “idealismo” en su obra. Su

antipatía por dicha etiqueta, fue menguando con el correr del tiempo, al punto que él

mismo llamará a su filosofía, idealismo trascendental.

Como es sabido, lo que la filosofía crítica postula es la imposibilidad de conocer la

cosa-en-sí, pero de ningún modo sostiene Kant que lo único que exista, sea el yo

humano y sus ideas. Precisamente es a los sostienen este “escándalo para la filosofía y

para la razón humana”, a quienes objetará.

Según Kant existen dos tipos de “idealismo material”2. Uno “dogmático”, que atribuye

a Berkeley, según el cual el espacio, junto con todos los objetos cuya condición

inseparable es, es imposible, de modo que las cosas presentes en el espacio no son

más que quimeras, fruto de la imaginación.

El otro, “problemático”, tiene por representante a Descartes y afirma que la existencia

de los objetos en el espacio es dudosa e indemostrable, y que no hay más que una

proposición empírica cierta: yo existo. Sólo mediante inferencia podemos establecer la

existencia de algo distinto a nuestra mente y sus contenidos.3

Es éste el blanco al que apunta Kant en “La Refutación del Idealismo” 4 ya que

considera que, por lo que toca al idealismo “dogmático”, ya se han destruido sus bases

en la “Estética Trascendental”. En consecuencia, son dos las líneas argumentales que

Kant sigue para impugnar una y otra forma de idealismo.

2 “El idealismo (entiendo el material) es la teoría que declara la existencia de los objetos exteriores en el espacio, o dudosa e indemostrable, o falsa e imposible.” Crítica de la razón pura, Refutación del idealismo, pág. 363.3 Copleston plantea reservas sobre la adecuación de estas descripciones sumarias que hace Kant, acerca las posturas idealistas de Berkeley y Descartes. Pág. 260, tomo 6.4 Sección que fuera añadida en la segunda edición de la CRP, y que, según la opinión de Allison, forma parte integral de la crítica al subjetivismo cartesiano que desarrolla Kant en dicha edición.

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A continuación desarrollaremos primero, la que ataca a la postura de Berkeley,

fundada en el tratamiento del ser del espacio y del tiempo que Kant hace en la

“Estética Trascendental”; y en segundo lugar, la de la “Refutación del Idealismo”,

destinada, como fuera dicho, a objetar a Descartes.

Refutación del idealismo dogmático

El idealismo dogmático es inevitable, sostiene Kant, si, como hace Berkeley, se parte

de una concepción errónea del ser del espacio. Afirma el obispo irlandés, según lectura

de Kant, que éste es una propiedad de las cosas, resultando de esta forma, el espacio

y los objetos por él condicionados, un no ser.

Por su parte, Kant considera que ha dado pruebas suficientes en la “Estética

Trascendental” de que el ser del espacio, y del tiempo, no es absoluto (como pensaba

Newton), ni relativo o relacional (según sostenía Leibniz), sino que ambos son formas a

priori de nuestra sensibilidad:

El espacio no representa ninguna propiedad de las cosas, ya se las considere en sí

mismas, o en sus relaciones entre sí, es decir, ninguna determinación que dependa

de los objetos mismos y que permanezca en ellos si se hace abstracción de todas

las condiciones subjetivas de la intuición (…) El espacio no es más que la forma de

los fenómenos de los sentidos externos, es decir, la única condición subjetiva de la

sensibilidad, mediante la que nos es posible la intuición externa.5

Nuestro conocimiento es, para Kant, un compuesto de materia y forma. La materia

está dada por los estímulos que nos llegan del mundo exterior, siendo la forma, por su

parte, lo que permite ordenar a esos datos brutos, de acuerdo a ciertas relaciones.

Existe una absoluta heterogeneidad entre los componentes, pero ninguno tiene

primacía sobre el otro, ambos son igualmente fundamentales y necesarios.

5 CRP, pág. 202/203.

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Es analíticamente verdadero que la sensación sólo puede sernos dada a posteriori,

pero, arguye Kant, la forma según la cual ésta se ordena, debe estar presente en

nuestro espíritu de manera a priori para que la experiencia sea posible. No debe

creerse que podemos tener sensaciones que no estén ya desde siempre “in-formadas”.

La forma es en consecuencia, condición subjetiva de posibilidad del conocimiento.

Ahora bien, esta condición es doble, y puede ser adscripta tanto a la sensibilidad

(capacidad de ser afectados por los objetos), como al entendimiento (facultad de

conocer mediante conceptos). Del lado sensible, las formas a priori a las que deben

acomodarse nuestras sensaciones, son tiempo y espacio. Es absolutamente imposible

para el ser humano, por tanto, tener experiencia de algo que no esté determinado

témporo-espacialmente. Son las categorías, conceptos puros del entendimiento, por

su parte, los que fijan nuestra capacidad de pensar los objetos.

Recapitulando entonces, espacio y tiempo sostendrá Kant, son empíricamente reales,

dado que todo objeto de experiencia para constituirse como tal, se nos presenta

necesariamente bajo la determinación del espacio y del tiempo, y trascendentalmente

ideales en tanto son condiciones formales a priori, que el sujeto impone a los

estímulos que le llegan del mundo. El espacio es la forma de nuestro sentido externo,

y el tiempo es la forma de nuestro sentido interno.

La refutación del idealismo problemático

El idealismo alentado por Descartes, se apoya en la afirmación de que únicamente

tenemos certeza de nuestra existencia mental. Todo lo que podemos hacer en cuanto

a la existencia de lo extra mental, es inferirlo. El problema es que toda inferencia

puede ser cuestionada.

La raíz del problema, de acuerdo al análisis kantiano, es que el cartesiano escéptico

confunde entre dos formas de autoconciencia; no distingue entre la apercepción

trascendental (el Yo pienso indeterminado que debe poder acompañar a todo acto de

pensamiento) y el sentido interno, o sea la conciencia empírica de mis estados. La

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certeza sustentada en el cogito, es atribuible propiamente sólo a la primera. De este

modo lo señala Kant en el texto de la “Refutación al idealismo”:

Claro está que la representación yo soy, que expresa la conciencia que puede

acompañar a todo pensamiento, es lo que encierra en sí inmediatamente la

existencia de un sujeto, pero no ningún conocimiento, por consiguiente, ningún

conocimiento empírico; es decir ninguna experiencia.6

La estrategia de Kant consistirá en probar que, ya que el idealista problemático no

puede dudar de la autenticidad de la experiencia de la autoconciencia de los propios

estados mentales, tampoco podrá hacerlo, de aquello que se demuestre como

condición necesaria de posibilidad de dicha experiencia interior.

El argumento kantiano7, que consta de cinco pasos, hace pie en la premisa que acepta

el cartesiano y que es, una vez más, la existencia de la autoconciencia empírica como

real.

Paso 1:

Yo tengo conciencia de mi existencia como determinada en el tiempo.

Se trata de la conciencia de la experiencia interna, es decir del conocimiento que tiene

la mente de sus propias representaciones como objetos subjetivos, como sucesos

mentales. Es lo que proporciona al sujeto su propia identidad como sujeto empírico;

en la medida que somos concientes de nuestras representaciones como secuenciadas

en el tiempo, somos concientes de nuestra propia existencia como determinada en el

tiempo. Esto es todo lo que dicha conciencia puede significar.

Paso 2:

Toda determinación de tiempo supone algo permanente en la percepción.

6 CRP, pág. 366.7 CRP, pág. 364/365.

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Esta premisa está conectada con, y se sustenta en, la tesis que Kant mantiene en la

“Primera analogía”. En ella señala que a causa de la imperceptibilidad del tiempo,

tenemos necesariamente que suponer algún sustituto perceptual permanente, que

haga posible conocer la coexistencia y la sucesión de los fenómenos en un tiempo

común objetivo.

Paso 3:

Pero ese algo permanente no puede ser una intuición en mí porque todos los

fundamentos de la determinación de mi existencia que se encuentran en mí son

representaciones; y como representaciones ellas mismas requieren un algo

permanente distinta de ellas, en relación con el cual pueda determinarse su cambio

y, por lo tanto, mi existencia en el tiempo en que cambian dichas representaciones.

Eso permanente no puede ser el Yo que debe poder acompañar todos mis

pensamientos, puesto que éste no consiste en una intuición, sino en una

representación meramente intelectual no determinada.

Por otra parte, Kant afirma que lo permanente que se requiere, no puede ser algo

intuido internamente, es decir un objeto del sentido interno. No podemos buscar

dentro nuestro lo permanente que se requiere a fin de determinar nuestra existencia

en el tiempo.

El cuarto paso indica más claramente este punto negativo.

Paso 4:

Por lo tanto, la percepción de este permanente sólo es posible mediante una cosa

fuera de mí y no por la mera representación de una cosa fuera de mí; y por

consiguiente, la determinación de mi existencia en el tiempo sólo es posible

mediante la existencia de cosas reales fuera de mí.

Luego de haber descartado la posibilidad de encontrar eso permanente dentro del

sujeto, Kant se vuelca hacia lo único que queda como candidato: la intuición externa.

Paso 5:

Ahora bien, la conciencia (de mi existencia) en el tiempo está necesariamente

enlazada a la conciencia de la posibilidad de esta determinación en el tiempo. Por

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lo tanto, también está necesariamente enlazada a la existencia de cosas fuera de

mí, como condición de la determinación del tiempo. En otras palabras, la

conciencia de mi existencia es, al mismo tiempo, una conciencia inmediata de la

existencia de otras cosas fuera de mí.

Aquí concluye el argumento, haciendo explícita la conclusión a la que de modo tácito

ya había arribado.

El énfasis que Kant hace en el lazo que liga una a la conciencia interna con la externa,

da la impresión de que pareciera concebirlas como dos aspectos de una única

experiencia considerada como un todo.

Al partir de la conciencia de uno mismo como determinada en el tiempo, y demostrar

que ésta requiere la permanencia de algo en el espacio, Kant no sólo muestra en

general que la experiencia interna está condicionada por la externa; ha establecido,

además, una correlación entre ellas. No obstante puede decirse que la experiencia

externa tiene la prioridad epistémica, pues ella es la que aporta los datos necesarios

para la representación determinada del tiempo. En consecuencia, el error cartesiano

consiste en haber invertido los términos de esta relación, y tomar como primario al

conocimiento del Yo.

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Bibliografía

ALLISON, H; El idealismo trascendental de Kant; Anthropos; 1992; Barcelona.

COPLESTON, F; Historia de la Filosofía, Tomo 6; Ariel; 2002; Barcelona.

FERRATER MORA; Diccionario Filosófico.

HERDER; Diccionario filosófico en CD ROM.

KANT, I; Crítica de la razón pura; Losada; 2003; Buenos Aires.

MARTIN, G; El ser del espacio y del tiempo.

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