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El filósofo y poeta argentino analiza críticamente el papel de los medios de comunicación, fruto, segúnél, de una sociedad que ha desestimado la importancia crucial de la educación

Negar la trascendencia de los medios de comunicación masiva es un acto de insensatez y recuerda elproceder del avestruz. Aceptar sin más esa trascendencia, sin someterla a una consideración crítica,es un acto de claudicación moral y de irresponsabilidad cultural.

El protagonismo social alcanzado por el periodismo es desmesurado, y por eso mismo peligroso. Laprensa, la radio y, sobre todo, la televisión se han convertido en las fuentes centrales donde abreva laopinión pública, desplazando a la educación y, en particular, a la Universidad. Para enunciarlo de otromodo, la educación cuenta hoy con nuevos escenarios y (¡Dios me perdone!) con nuevos maestros. Side pensar se trata, habrá que preguntarse por la orientación de esa flamante enseñanza y por laíndole de quienes la imparten.

El estudio y el esfuerzo reflexivo, recursos complementarios e indispensables para forjar una opiniónfundamentada, han ido perdiendo credibilidad pública. Enterarse de lo que pasa, sin embargo, no es lomismo que comprender qué sucede. Esta diferencia sustancial parece contar muy poco para quienestendrían la obligación de no olvidarla. Los periodistas que fortalecen ética e intelectualmente elejercicio de su profesión son sin duda admirables, pero notoriamente escasos.

"El llamado cuarto poder, a la luz de la ignorancia que lo distingue, debería ser llamadopoder de cuarta".

El empobrecimiento espiritual de nuestra cultura es notorio. Perceptible, especialmente, en estedesplazamiento impune de la responsabilidad de educar desde el ámbito de la escuela y laUniversidad al de los medios de comunicación masiva. Educar no significa impartir conocimientoespecializado, sino inscribir el conocimiento especializado en un horizonte ético más amplio y másradical: el de los valores en relación con los cuales ese conocimiento ha de ser ejercido conresponsabilidad social.

La educación, en el sentido eminente en que aquí importa, es una concepción del mundo, del hombre,y de la relación entre el mundo y el hombre. Esta es la educación que se ha volatilizado, la que,esfumándose, ha dado paso a la fauna vocinglera, a la prosa facilista, a los escotes vastos y lascorbatas refulgentes que han tomado el lugar de las ideas.

La globalización uniformadora y la especialización enfermiza han terminado por fragmentar lapercepción e infundir a la información pública sus actuales características patológicas: desprecio porla ética, ineptitud para entender el papel de los medianos y largos plazos en la conformación de loverdadero, promoción de lo efímero y desdén por lo perdurable, sujeción de la lógica política a losparámetros del economicismo y el espectáculo, visión de la cultura como entretenimiento. Hemoscaído en la idolatría de los hechos mediante el menoscabo del debate de ideas. Pensar es trabajoso yla pereza, unida a la ignorancia, opera como consejera de la insensatez. Así, los medios periodísticossuelen explotar con tal éxito la intolerancia al pensamiento que han llegado a incidir en laconfiguración de la propia vida universitaria. No sólo las carreras designadas como Ciencias de laComunicación gozan hoy de un consenso superlativo, sino que, además, en las universidades, y sobretodo en las privadas, ha ido languideciendo el sentido de las disciplinas clásicas (Historia, Filosofía,Literatura) que son, han sido y seguirán siendo siempre el soporte de una concepción humanista de lavida. Las carreras técnicas, con su fuerte proclividad a la segmentación, renuncian a lo complejo, a lainterdependencia, a la integración. El pragmatismo, a su vez, insiste en concebir la educación como

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respuesta exclusiva a las demandas de un mercado indiferente a todo lo que no sea la rentabilidadeconómica. Los problemas impuestos por el sentido del conocimiento y su enlace con la ética y lapolítica quedan allí fuera de toda consideración. Es esta indiferencia hacia lo ético y las expresionesmás hondas de la conciencia, el abrevadero donde se nutre la pobreza conceptual característica tantode las dirigencias nacionales como de la mayoría de quienes representan a este cuarto poder que, ala luz de la ignorancia que lo distingue casi sin salvedades, merecería ser rebautizado como poder decuarta.

Si la cultura de masas es hoy insoslayable como dato de la realidad, ello no implica que lo ineludibledeba ser inobjetable. Acaso no podamos impedir que el delito y la incultura de los medios decomunicación masiva sigan manipulando la percepción colectiva. Pero debemos denunciarlos sinvacilaciones porque en la denuncia de ese encubrimiento se juega nuestra dignidad de personas. Y laconvicción de que la educación es menester indelegable de las altas casas de estudio, cosa que noaceptará ningún gobierno mientras la política responda a intereses puramente corporativos. La granresponsabilidad del presente es volver a alentar el afianzamiento de la educación secundaria yuniversitaria. Sólo él dará vida a una nueva ciudadanía. Y sólo esa ciudadanía promoverá lastransformaciones que requieren los medios de comunicación masiva para llegar a ser lo que deben:un baluarte de los valores del conocimiento, del buen humor y del entretenimiento que convoque a laemoción. Mientras ello no suceda, la calidad ética y por lo tanto cívica de lo que se diga y se muestreen los medios estará en poder de esos profesionales para quienes el público es, primordialmente, unmercado y no personas con quienes se convive y se quiere convivir un poco mejor. En poder, ensuma, de ese hombre primitivo del que Ortega nos hablara en 1927 y que es hoy una fauna expandiday próspera también en la selva de los medios de comunicación masiva. Si todo lo que importa es fugazy lo mejor es volátil, no veo por qué los grandes padecimientos y los grandes logros humanos debenmerecer más que un minuto de consideración. ¿Para qué alentar la memoria donde el pasado essinónimo exclusivo de lo viejo, y para qué ocuparnos del presente, si el presente no es más que lofugaz? La tarea eminente de la educación secundaria y universitaria es enseñarnos a procesar elvalor del tiempo, a meditar la orientación seguida por las civilizaciones en la comprensión de su largaexperiencia, y a proponernos los principios gracias a los cuales una sociedad humana puede llegar aser algo más que un conglomerado de pasiones egoístas. En cambio, el periodismo, cuando hacealianza con la ignorancia, desatiende la relación entre pasado, presente y futuro para concentrarse enlo que tantas veces caractericé como la idolatría del instante. Esa vertiginosa secuencia de hechosque afloran y desaparecen en una sucesión afiebrada y sin más consistencia que su despliegue.

No se ha meditado aún suficientemente sobre la condición espectral que la ausencia de pensamientoinfunde a los hombres. El lector irreflexivo, el oyente que renuncia a detenerse en el valor o disvalorde lo escuchado, o el televidente que se desliza de manera inercial de canal en canal, vanconformando el perfil de un hombre privado de sensibilidad crítica y de fortaleza moral. La educación,en consecuencia, no es un tema más entre tantos que no puede soslayar la agenda política. Es eltema decisivo. La cuestión central, porque atañe a la índole de hombres y mujeres con los queaspiramos a formar una nación. Pero nada asegura que las necesidades fundamentales llegarán aser, cuanto antes, las urgencias políticas insoslayables. Donde los medios se transforman en fines, lasmetas trascendentes, como el conocimiento y la ética, se convierten en ceniza. Refiriéndose a latelevisión en su libro memorable, Giovanni Sartori sostuvo que “la televisión no es sólo un instrumentode comunicación; es también un médium que genera un nuevo ánthropos, un nuevo tipo de serhumano”. ¿Nuevo? Yo me inclinaría por decir viejo. Y más que viejo, arcaico. Un hombre que prefieredesechar la cultura como espejo y que aspira a mirarse, con ojos cautivados, en la naturaleza.

El autor es filósofo y poeta. Miembro de número de la Academia Argentina de Letras.

Sólo una nueva ciudadanía convenientemente educada será capaz de promover lastransformaciones que requieren los medios de comunicación masiva para llegar a ser lo que deben:un baluarte de los valores del conocimiento, del buen humor y del entretenimiento que convoque a laemoción

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