La crítica de Kant a las pruebas de la existencia de Dios
Desde la época del Cristianismo medieval (el cual asimiló a su manera el legado de la
filosofía griega de Platón y Aristóteles) hasta el mismo siglo XVIII la posición
“metafísica” predominante fue el Teocentrismo. El fundamento último del mundo y del
hombre está, o eso se afirma, en un ser supremo, causa creadora de todo, fuente última
de la Verdad, el Bien y la Belleza, etc.
La filosofía de Kant, sin embargo, es la constatación de un cambio radical y decisivo en
esta situación (un cambio que marca en el fondo la marcha del mundo desde entonces):
constata el paso –propio y peculiar de la modernidad plena- de un Teocentrismo a un
Antropocentrismo. Estamos aquí ante un rasgo clave de la Ilustración: el (nuevo)
Fundamento del mundo es el Sujeto humano racional (y por ello “Dios” pasa a ocupar
de un modo u otro un papel secundario –deja de ser el absoluto protagonista, se
convierte en un actor de reparto, por decirlo así).
¿Qué implica esto filosóficamente? En el caso de Kant –aunque también en otros
autores posteriores- implica negar cualquier tipo de validez a las tradicionales pruebas
de la existencia de Dios. En su obra Crítica de la razón pura –en la parte titulada
“Dialéctica transcendental”- refutó expresamente y con detalle los tres grandes tipos de
pruebas: el “argumento ontológico” (debido a San Anselmo, seguidor de San Agustín),
el “argumento cosmológico” y el “argumento teleológico” (estas dos últimas clases de
pruebas están, por ejemplo, en Santo Tomás, y después se repitieron con variantes en
autores posteriores hasta el siglo XVIII). Según Kant en el fondo todos los tipos de
prueba pueden finalmente retrotraerse a la primera así que solo vamos a exponer la
aguda crítica que este autor le dirige.
El “argumento ontológico” pretender pasar sin más del plano lógico al plano real, es
decir: pretende pasar de un modo cierto, seguro y evidente del concepto de Dios
ubicado en la mente del hombre a proclamar que el referente de ese concepto –un ser
supremo, perfecto, infinito, omnipotente, omnisciente, etc.- debe existir necesariamente
tanto en la mente como en la realidad pues en caso contrario sería un concepto
contradictorio. Ahora bien, dice Kant: solo la experiencia sensible puede en última
instancia probar, certificar, que eso a lo que alude un concepto abstracto existe o no. Sin
embargo en el terreno de lo empírico nada puede demostrar de un modo riguroso y
satisfactorio la existencia de un ser infinito, perfecto, necesario, causa creadora de todo,
etc. Por lo tanto, y en definitiva, esta “prueba” de la existencia de Dios no prueba nada
de nada. Es una mera ilusión, un argumento falaz que la razón puede desmontar
mostrando el truco que encierra (pues solo a partir de la experiencia sensible es legítimo
el paso de lo lógico a lo real).
¿Qué se concluye en general de la crítica de Kant a las pruebas de la existencia de Dios?
Que la Teología en ningún caso podrá nunca demostrar de un modo satisfactorio, cierto,
seguro, fiable, que existe por encima del mundo y del hombre un Dios que sea la causa
creadora de todo, etc.
Pero, sea dicho para terminar, ¿por qué Kant, en el fondo, afirma algo así? Porque su
obra refleja el ocaso del Teocentrismo y el auge del Antropocentrismo (y por eso la
define como “idealismo transcendental”, etc.). No pueden convivir sin más dos
Fundamentos: o lo es Dios o lo es el Hombre (y el mundo moderno, en su madurez
ilustrada, apostó decididamente por la segunda opción, al menos hasta el día de hoy).