Las cajas de ahorro y el crecimiento económico en Baleares Carles Manera ___________________________________________________________________________
LAS CAJAS DE AHORRO Y EL CRECIMIENTO ECONÓMICO
EN BALEARES, 1880-20001
Carles Manera
Universitat de les Illes Balears
1. Introducción
El estudio del sistema financiero balear en toda su complejidad es, todavía, un tema
pendiente de análisis para la historia económica regional. Los trabajos desarrollados son
escasos y superficiales, con la particularidad de que la bibliografía especializada ha
enfatizado, de manera recurrente, la importancia de la densidad bancaria en las islas –sobre
todo a partir de los años 1880–, como un contraste a destacar en relación a otras comunidades
autónomas (Tedde 1974; Maixé 2003). Ante esa laguna, el historiador económico ha debido
recurrir a viejas referencias editadas hace más de veinte años –aunque de enorme mérito–,
sobre análisis descriptivos de la evolución de entidades financieras locales (Barceló et alter
1982); o a la utilización de discursos más sintéticos y amplios, que adolecen de las virtudes y
de los defectos propios del pionerismo en el campo concreto de estudio (Alemany 1973).
En relación a las cajas de ahorros, el terreno sigue siendo bastante yermo.
Exploraciones recientes han abordado el tema desde una perspectiva más social (Peñarrubia
2001), con el objetivo, crucial por otra parte, de identificar los personajes que, desde la
segunda mitad del siglo XIX, impulsaron iniciativas de carácter cultural, social y económico y
que, a su vez, cristalizaron en la formación de sendas firmas de trayectoria permanente hasta
nuestros días: la Caja de Ahorros y Monte de Piedad de Baleares y la Caja de Pollença. Estas
contribuciones constituyen un importante activo para comprender la naturaleza de los
emprendedores: sus trayectorias vitales y sus iniciativas concretas, tendentes a la
modernización económica insular y a la capacitación crediticia de los sectores menos
favorecidos. Pero la aportación más sólida que se ha realizado en los últimos años proviene
del ámbito estricto de la historia económica, de la mano de Joan Carles Maixé (Maixé 2003).
Las páginas que siguen son deudoras de su novedosa entrega, expuesta en un seminario sobre
1 Este trabajo forma parte del proyecto de investigación SEJ2004-06649/ECON, Historia económica del turismo de masas en España, 1940-2000: las Islas Baleares y los contrastes mediterráneos, financiado por la Dirección General de Investigación del Ministerio de Educación y Ciencia (Investigador Principal: Carles Manera). Se agradecen, asimismo, las ayudas recibidas del Centre de Recerca Econòmica Sa Nostra-Universitat de les Illes Balears, y de la Universitat de les Illes Balears, en el proyecto de investigacón UIB2004-15 (Investigador Principal: Carles Manera).
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entidades financieras celebrado en Maó en 2002 y publicada en la revista Estudis d’Història
Econòmica (García Ruíz-Hernández Andreu-Manera, eds. 2003).
Con esta necesaria advertencia, el trabajo que se presenta se ordena en unos punto
concretos, definidos por las dos grandes fases cronológicas que engloban el modelo de
crecimiento económico balear (1860-1960 y 1960-2000). En un primer apartado, se sintetiza
esa pauta de crecimiento, que enmarca la erupción de las entidades de crédito. En el segundo,
se aborda la capacidad de ahorro existente en Baleares, producto de la expansión económica,
sometida a los avances y retrocesos que determinan las coyunturas decisivas para la economía
isleña. En el tercer epígrafe, se enfatiza la génesis de las cajas y se describen los productos
ofrecidos a una clientela que confía, cada vez más, en la proximidad que suponen dichas
instituciones económicas. Finalmente, se apunta el desarrollo terciario de la economía balear,
coincidente con la etapa de mayor expansión de las cajas en el sistema financiero insular.
2. Hechos estilizados del crecimiento económico balear
Las cajas de ahorros se establecen tardíamente en Baleares. Se inscriben en la
reordenación bancaria y financiera que impulsó la Restauración, con objetivos precisos:
terminar con la banca de emisión y fundamentar la circulación fiduciaria única2.
Paralelamente, el entorno económico insular se caracteriza por un gran dinamismo comercial
y productivo (Manera 2001; Casasnovas 2001). En efecto, la economía balear conoce, desde
los años 1880, un proceso importante de crecimiento económico definido por la consolidación
del cambio en el modelo agrario –la sustitución de cereales y aceite por otros cultivos
mercantiles como almendras, algarrobas, higos y productos vitícolas–, vinculado a la erosión
de la gran propiedad nobiliaria; el avance de la infraestructura manufacturera –con la
relevancia de la elaboración de calzado, de tejidos de lana, de algodón y de géneros
agroalimentarios–; y un crecimiento demográfico que consolida el peso de la ciudad de Palma
y de núcleos poblacionales superiores a cinco mil moradores. El dominio de las pequeñas
unidades productivas no elude la existencia de centros de mayores dimensiones, en particular
en Maó (con dos grandes fábricas de más de quinientos operarios, relacionadas con la
producción de tejidos de algodón y con la metalurgia ligera) y en Palma (también en los
sectores textil y metalúrgico). Pero son las actividades intensivas en fuerza de trabajo las que
articulan la pauta económica, tanto en el caso mallorquín como en el menorquín. El corolario
es la conexión regular y sólida con los mercados externos, de manera que la estructura
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comercial balear varía entre la segunda mitad del siglo XIX y fines de la Primera Guerra
Mundial, hasta el punto de que la importancia de los productos fabricados es determinante en
Menorca y nada desdeñable en la balear mayor (en concreto, conforman más del cincuenta
por ciento, en términos de valor, del total de las exportaciones: ver cuadro 1).
Cuadro 1. Composición del comercio de las islas Baleares, 1857-1920 Porcentajes sobre valores en el tráfico de cabotaje
Importaciones Maó Ciutadella Puertos de MallorcaMaterias primas 27,38 27,26 12,63Combustibles 0,9 1,06 0,36Alimentos 28,72 33,94 45,24Productos fabricados 40,97 30,8 40,2Varios 2,03 6,94 1,57
100 100 100Exportaciones Maó Ciutadella Puertos de Mallorca
Materias primas 3,88 3,44 7,88Combustibles 0,09 0,16 1,48Alimentos 9,6 16,66 33,27Productos fabricados 85,21 77,75 55,32Varios 1,22 1,99 2,05
100 100 100
FUENTE: Elaboración personal a partir de las Estadísticas del Comercio de Cabotaje, Ministerio de Hacienda, y Manera (2001).
En Baleares, el desarrollo económico entre los años 1860 y 2000 –consúltese panel 1–
ha tenido una relación directa con la movilización y el aprovechamiento de los recursos ya
existentes, más que con la “generación” de otros nuevos. El crecimiento se vincula, como
característica principal, no a inputs energéticos modernos, ni a aplicaciones tecnológicas de
última generación, sino a condiciones sociales, institucionales y culturales que agilizan una
tendencia de sacar provecho a las propias capacidades. Con frecuencia, se trata de factores
difusos e inmateriales: intangibles, en suma. Pero, en cualquier caso, resultan
desequilibradores de la situación conocida, aunque aporten una noción de gradualismo bien
patente. El crecimiento económico es sólido entre comienzos de siglo y el fin de la guerra
civil, y se puede confirmar a través de variables como las tasas del PIB –en determinados
años–, la expansión comercial, la generación de empresas y el desarrollo agrícola e industrial
(Manera 2001, Manera-Morey 2005), lo cual permite atenuar de forma parcial la dura
2 El marco normativo de referencia es el Decreto Echegaray de 1874, y la Ley de 29 de junio de 1880.
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situación de la década de 1940, en relación al conjunto español, tal y como se aprecia en el
gráfico 1.
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GRÁFICO 1TASAS DE CRECIMIENTO DEL PIB DE BALEARES Y DE ESPAÑA
Baleares España
Baleares 1,66 4,81 -0,47 1,03 13,72 6,12 6,44 2,86 2,96 4,4
España 2,12 2,59 -3,78 2,75 12,24 5,32 5,58 1,44 3,27 3,43
1921 1930 1940 1950 1955 1961 1975 1985 1993 1998
FUENTE: German et alter (2001); Manera (2000); Fundación BBVA (1999). Las tasas de crecimiento toman como referencia el año anterior, sobre valores constantes de 1986.
Los cambios más radicales –observables sobre todo a partir de los años 1960– se edifican
sobre encadenamientos previos, que abrazan tanto el riesgo de los primeros empresarios
turísticos como la observación de los mercados por parte del capital agrario e industrial y,
obviamente, los procesos de emulación resultantes. Así, la investigación de los últimos años
ha identificado comportamientos concretos (Manera 2001; Escartín 2001; Molina 2003):
aprendizajes en un sector económico que se utilizan para promocionar otra actividad, gran
polivalencia de la fuerza laboral, visión mercantil cuidadosa, conocimientos no reglados que
se aplican a la producción gracias a la experiencia adquirida, incorporación masiva de la
mujer y de la población infantil a los procesos productivos (Escartín 2001b), suponen, todo
ello, aristas distintas de un paradigma de crecimiento que, en Baleares, rebasa la vieja
polémica sobre la industrialización o no industrialización antes del turismo de masas. Los
materiales disponibles, ingentes, invitan a reflexiones más incontrovertibles, con una
conclusión firme y convincente: en Baleares se da un modelo de desarrollo propio y original,
en el que existieron sendas respuestas muy imbricadas, una agraria y otra manufacturera, y en
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donde la característica histórica del crecimiento no ha sido la composición intersectorial
estricta, clarkiana, sino la potencialidad de obtener réditos en los nexos comerciales con el
exterior, generándose un mosaico de nuevas oportunidades.
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200
GRÁFICO 2EVOLUCIÓN DEL PIB POR HABITANTE EN ESPAÑA, BALEARES Y LA
UNIÓN EUROPEA, 1930-2000
Med.España=100 BALEARES Med. UE=100 ESPAÑA Med. UE=100 BALEARES
Med.España=100 BALEARES 162 143 163 149 140 139 148 148 152 152 148 159 160 137 131
Med. UE=100 ESPAÑA 53 54 46 44 47 51 59 69 73 80 73 72 80 80 86
Med. UE=100 BALEARES 86 77 76 66 66 71 88 102 111 121 108 114 127 110 113
1930
1935
1940
1945
1950
1955
1960
1965
1970
1975
1980
1985
1990
1995
2000
FUENTE: Alcaide (2004).
Este es el meollo del modelo de crecimiento balear, que abona la erección de instituciones de
crédito que le dan cobertura y que, si se mide en términos de renta per cápita, coloca siempre
las islas en la cabecera de las comunidades autónomas de España entre 1930 y 2000 –gráfico
2–, con cifras de convergencia con Europa que se adelantan en casi cuarenta años al conjunto
estatal (Manera 2001b; Alcaide 2004).
3. La capacidad de ahorro balear y la formación de entidades crediticias
En definitiva, puede afirmarse que en Baleares se daban condiciones objetivas que
impulsaban el desarrollo bancario. Un resultado evidente de esta situación es la tangible
capacidad de ahorro en las islas, observada en distintas coyunturas, con un arranque claro a
fines del siglo XIX. Pero vayamos por partes:
a) Entre 1883 y 1935, es remarcable la importancia de las cajas como entidades receptoras
del grueso del ahorro, tal y como se aprecia en el cuadro 2 –consúltese la desagregación en el
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panel 2–, con la única excepción del bienio 1883-1885 en el que son los bancos los que
lideran el proceso, de manera que multiplican por casi cuatro el monto custodiado en las cajas.
El giro se produce en la década de 1890, cuando estas entidades se revelan como líderes en la
captación de recursos, en una breve coyuntura de evidente caída de los depósitos bancarios. El
avance de las cajas es constante, y a un ritmo superior que el de sus competidores, de manera
que, a las puertas de la guerra civil, la proporción del ahorro insular es netamente favorable a
aquéllas.
Cuadro 2. Evolución de los depósitos en el sistema financiero balear, 1883-1935 (en pesetas corrientes)
Años Depósitos en cajas Depósitos en bancos 1883 46.085 155.6361885 108.654 416.8601890 755.294 645.5041895 1.707.873 496.5221900 2.993.690 981.1531905 4.798.014 1.346.9231911 7.886.986 2.016.3701915 10.247.366 2.120.8631921 22.111.165 6.016.1461925 29.693.466 9.918.3071930 36.739.915 9.760.0131935 86.260.472 13.268.823
FUENTE: Memorias de la Caja de Madrid; Anuario Estadístico de España, Anuario Financiero de Bilbao, Anuario Financiero y de Sociedades Anónimas de España, Nadal-Sudrià (1983), Maixé (2003).
Ante esto, se impone un recordatorio sobre la evolución estricta de la banca. Desde
1872-1874 hasta 1898 las entidades bancarias son numerosas en Baleares, si bien su vida es
efímera, con las excepciones de los casos del Crédito Balear, Banco de Maó, Banco de
Felanitx, Fomento Agrícola de Mallorca, Banco de Sóller y Fomento Agrícola y Comercial de
Llucmajor, que trabajan durante algunos años del siglo XX. Pero esta realidad de fines del
Ochocientos no siguió una evolución lineal. Se abre en la década de 1870 con la constitución
del Crédito Balear y del Cambio Mallorquín, a los que se añade, en 1881, el Banco Agrícola y
Comercial, antecedente de la formación de cuatro nuevas entidades en 1882: Banco
Mallorquín, Sociedad Agrícola, Comercial e Industrial de Manacor, Banco de Baleares y
Banco de Maó. Éste último sucumbe a la crisis menorquina de 1911, que arrastra también
importantes firmas industriales (Casasnovas 2001); mientras que los cuatro anteriores se ven
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sacudidos gravemente por la coyuntura finisecular y las consecuencias derivadas de la fiebre
del oro. Entonces, el sistema bancario se recompone por la vía de la absorción: Cambio
Mallorquín y Crédito Balear engullen consorcios menores, y aparecen entonces como las
entidades que resisten la situación hasta 1893, en que desaparece el primero de ellos. Así,
Crédito Balear ve nacer el nuevo siglo con una situación de preeminencia clara en el
panorama bancario balear (Arroyo 1994).
A partir de 1905 se fundan nuevos bancos, como Crédito Mercantil de Menorca,
Banco del Comercio de Maó y Banco de Ferrerías, siguiendo esta estela favorable entre 1911
y 1917, fase en la que se crean bancos a un ritmo de uno por ejercicio: Banco de Menorca
(1911), Banco Agrario de Baleares (1912), Banco Agrícola de Inca (1913), Banco Popular de
Manacor (1914), Banco Comercial de Ciudadela (1915) y Banco del Progreso Agrícola
(1917). Así, en 1920 operan un total de trece bancos en Baleares, si bien destaca, por su
potencialidad, Crédito Balear, con una elevada rentabilidad –más del 16%–, similar e incluso
superior a la de importantes homólogos peninsulares3. Este es, sucintamente, el marco
competitivo financiero en el que se desenvuelven las cajas de ahorro en las primeras décadas
del Novecientos.
b) Desde la posguerra y hasta fines de la década de 1980, el ahorro bancario domina por
completo frente a las cajas de ahorro. La medición, efectuada en pesetas constantes de 1950
(consúltese el cuadro 3), demuestra una evolución de pasivos muy diferente. Las cajas, con
reducidas tasas de crecimiento, infieren la pésima situación de las clases trabajadoras en la
inmediata posguerra. Estamos ante una coyuntura difícil, que se profundiza en aquellas
economías regionales (como Cataluña y País Valenciano) en las que la base industrial
descansa sobre pequeñas y medianas empresas y sobre la producción de bienes de consumo.
El caso balear se inserta en esa misma perspectiva, en unas coordenadas en las que el
estraperlo, las cartillas de racionamiento, el hambre, las enfermedades sociales, irrumpen con
fuerza desde 1940. Los efectos industriales beneficiosos que había supuesto la guerra civil
para la isla de Mallorca –verdadero taller de las tropas sublevadas–, cederán paso a una época
de serios problemas de avituallamiento de las primeras materias para el desarrollo
manufacturero. Ante esto, los bancos aprovecharán la especulación derivada del estado de
3 Cf. Arroyo (1994). En 1920, la rentabilidad, por ejemplo, del Banco de Bilbao se cifra entorno al 12,55% y la del Banco Hispano Americano en el 13,26%. La de otros bancos de carácter regional es comparable a la alcanzada por el balear: Banco Guipuzcoano 16,59%, Banco de San Sebastián 10,04%, Banco de Aragón 12,50% y Banco de Gijón 10,64%, por poner sólo unos casos de contraste.
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carestía; el crecimiento de sus pasivos es elocuente, y suponen más del 70% del total de los
depósitos de ahorro.
Cuadro 3. Evolución de los depósitos en el sistema financiero balear, 1943-2000 (millones de pesetas constantes de 1950)
Años Cajas Bancos Total % Cajas % Bancos1943-1945 226 430 656 34,45 65,551949-1965 987 2.533 3.520 28,04 71,961966-1969 2.127 5.172 7.299 29,14 70,861970-1974 4.343 7.837 12.180 35,66 64,341975-1979 5.444 8.028 13.472 40,41 59,591980-1984 5.822 10.238 16.060 36,25 63,751985-1989 7.522 10.029 17.551 42,86 57,141990-1994 11.446 9.668 21.114 54,21 45,791995-2000 16.672 12.077 28.749 57,99 42,01
FUENTE: Anuario Estadístico de España, Anuario Financiero y de Sociedades Anónimas de España, Boletín Estadístico del Banco de España, Anuario de la AEB, Anuario de la CECA, Maixé (2003).
Ahora bien, en ese contexto de indiscutible despegue de la actividad bancaria frente a
la de las cajas, éstas eran vistas con buenos ojos por parte de las autoridades franquistas. El
gobierno, conocedor del grado de penetración de las cajas en el tejido social, pretende utilizar
esa infraestructura crediticia para obtener nuevos recursos que pudieran ser satisfechos por el
sector público para sus proyectos. La estrategia persigue una reestructuración del sector, que
se concreta en planes de absorción de las entidades que eran más frágiles o que tenían
problemas financieros. El caso más elocuente es protagonizado por la Caja de Pensiones de
Cataluña y Baleares, La Caixa, que incorpora a su cartera a la caja de Llucmajor en 1940, la
de Artà en 1941 y la de Maó en 1956 (Manresa-Roque 2004; Maixé 2003). En paralelo, las
cajas inician un programa de expansión, con un liderazgo nítido en las islas, de la mano de la
Caja de Ahorros de Baleares, Sa Nostra, que abre más oficinas –en concreto, siete nuevas–
entre 1940 y 1956; y de La Caixa, que ve crecer sus cifras de depósitos de manera
significativa: de poco más de 49 millones de pesetas en 1942, a 170 millones en 1948, en
unos años severos para la economía balear. Pero a pesar de que el crecimiento de depósitos en
las cajas de Baleares es mayor que en el total nacional (cuadro 4), los bancos –como ya se ha
anotado– superaron los recursos de las cajas, gracias a su entrada en el tejido empresarial
balear. El hecho arrastró el sector familiar, de forma que a partir de 1945 el peso de la banca
balear fue notable.
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Cuadro 4. Ahorros en las cajas de España y de Baleares, 1883-2000 (pesetas de 1950)
Años Baleares España Baleares España1883-89=100 1883-89=100
1883-1889 2.498.931 769.721.008 100 100 1890-1899 16.400.776 1.178.661.038 656 153 1900-1909 43.229.022 1.683.458.664 1.730 219 1910-1919 82.349.568 2.900.340.590 3.295 377 1920-1929 140.680.006 5.563.007.132 5.630 723 1930-1935 324.364.884 8.187.221.893 12.980 1.064 1943-1949 278.867.739 11.291.475.449 11.159 1.467 1949-1959 451.973.508 23.359.185.952 18.087 3.035 1953-1959 630.884.280 24.624.859.049 25.246 3.199 1960-1969 1.556.134.472 71.640.597.184 62.272 9.307 1970-1979 4.893.354.720 209.664.285.410 195.818 27.239 1980-1984 5.813.181.455 275.726.508.873 232.627 35.822 1985-1989 7.522.201.129 378.166.823.349 301.017 49.130 1990-1994 11.445.515.894 545.906.780.809 458.016 70.923 1995-2000 16.672.208.430 737.493.104.534 667.174 95.813
FUENTE: Anuario Estadístico de España, Memorias de la Caja de Madrid, Anuario de la AEB, Anuario de la CECA, Tortella (1974), Maixé (2003).
El cuadro 4 insiste en que a este glosado dominio del ahorro bancario, se le añade un
notable avance de los depósitos en las cajas, en el marco de la promulgación de una nueva
Ley de Ordenación Bancaria de 1946, que profundizó en rigideces administrativas en el
ámbito financiero. La situación se enfrentaba a las posibilidades de abrir la economía
española al exterior, pretensión acariciada por el Ministerio de Hacienda a fines de la década
de 1950. Urgían cambios en política económica que accedieran a la liberalización de los
precios y que allanaran procesos graduales de apertura hacia los mercados internacionales. El
Plan de Estabilización antecede a una nueva Ley de Ordenación del Crédito y la Banca de
1962, en la que, en relación a las cajas, la reglamentación es restrictiva: se contemplan como
entidades financiadoras del déficit público, de las inversiones del Gobierno y de las empresas
del Estado. El sistema –que favorecía igualmente los consorcios privados que se incorporaban
a las listas del Ministerio de Hacienda– suponía un estricto control de las inversiones de las
cajas.
En síntesis, los datos presentados demuestran una evidente capacidad de ahorro y de
inversión por parte de la economía balear. Pero un elemento final debe ser tenido en cuenta
cuando se analiza este tema: la repatriación de capitales y las posibles remesas de emigrantes.
La cuestión es inédita en la historia económica insular, y hasta el momento se funciona a base
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de tópicos y de visiones folcloristas de la realidad de los movimientos migratorios, que
obedecían tanto a causas provocadas por las coyunturas desfavorables –como es el caso de la
recesión filoxérica de fines del siglo XIX–, como a motivaciones netamente económicas –y
poco vinculadas a la huída de un estado de miseria–, estimuladas por la formación de redes
comerciales tanto en el sur de Francia como en el norte de África y en las Antillas. Es decir, la
salida de baleares hacia el exterior no es un fenómeno estructural, tal y como suele ser
presentado con harta frecuencia –con asimilaciones a la emigración gallega–, ni se relaciona
de forma mecánica con la pobreza, habida cuenta el notorio desarrollo de la economía insular,
si se compara con buena parte de las otras regiones. Es este crucial aspecto demográfico un
campo de investigación importante para cubrir una de las lagunas existentes en la
comprensión del modelo de crecimiento balear en el largo plazo.
4. La génesis de las cajas de ahorro
En el panel 3 se recoge el listado de las formación de cajas de ahorros en Baleares.
Pueden distinguirse diferentes niveles de análisis, que debieran ser objeto de investigaciones
específicas:
1. La fundación de las cajas de ahorro todavía vigentes4. Se trata de:
a) La Caja de Ahorros y Monte de Piedad de Baleares (Sa Nostra), escriturada en 1882, que
surge de la iniciativa de grupos republicanos y laicos, con la intervención de un
importante sector del empresariado balear.
b) La Caja de Ahorros y Monte de Piedad del Sindicato Agrícola de Colonya de Pollença
(Caixa de Colonya), fundada en 1880 por Guillem Cifre, pedagogo de fuertes
convicciones krausistas y con inquietudes de vincular el mercado del crédito y las obras
sociales, planteamiento que genera una respuesta clara desde el sector más integrista de la
iglesia local. Éste aboga por el Banco Agrícola y Caja de Ahorros de Pollença para paliar
el primer desarrollo de la entidad puesta en marcha por Cifre.
2. La creación de cajas rurales. Estas instituciones surgen en un ambiente determinado por la
proliferación de casas de empeño y de usura, con la expansión de créditos informales con
altas tasas de interés. Esta problemática motivaba situaciones severas para el campesinado, y
su frecuente entrada forzosa en los circuitos comerciales con el objetivo de vender para poder
pagar los débitos contraídos. Frente a esto, movimientos corporativos ligados a sindicatos y
4 Cf. Alenyà (2003). La Caja de Pensiones La Caixa inaugura su primera oficina en Palma en 1912, con el objetivo de recaudar cuotas de seguros sociales y obligatorios. La experiencia balear de esta entidad de crédito ha sido analizada por Manresa-Roque (2004).
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partidos republicanos y grupos católicos propician posiciones favorables al crédito
corporativo. En Baleares, esta secuencia se percibe con intensidad a comienzos del siglo XX,
muy postrero en relación a las posibilidades existentes, toda vez que la promulgación de la
Ley de Asociaciones de 1887 y el Decreto del 20 de octubre de 1868 aplanaban la creación de
cajas rurales. No obstante, su génesis avanza en aquellas poblaciones en las que se observa
una mayor diversificación económica, al tiempo que se aprecia una clara fragmentación de la
propiedad –Felanitx, Artà, Binissalem, Manacor, Pollença–; a su vez, en algunas zonas en las
que la economía cerealícola y oleícola ostenta, todavía, una presencia inequívoca –Caimari,
Sant Joan, Búger–, se advierte la formación de cajas de ahorro. Los objetivos de éstas se
centran en facilitar la obtención de nueva maquinaria para el campo, la adquisición de
semillas y abonos químicos y la compra de ganado; a la par que contribuyen a simplificar los
procesos de exportación de géneros agrícolas e, igualmente, incentivan la formulación de
seguros para la ganadería. Se está, pues, ante una completa agenda que se rubrica entre
principios del Novecientos y la guerra civil con tres características esenciales:
• El periodo de fuerte crecimiento económico en Mallorca. La recuperación isleña –menor
en el caso menorquín– de los problemas derivados del conflicto de 1898 es más intensa y
precoz de lo supuesto. De hecho, las exportaciones de calzado –renglón capital en el
intercambio colonial– se reaniman en 1900, mientras se siguen prodigando la división de
la propiedad nobiliaria y el acceso del campesinado a la tierra. Las conexiones con
Barcelona –desde donde se reexpiden al Caribe remesas de botas y zapatos– y la
pervivencia de los contactos con plazas perentorias para el tráfico comercial –como La
Habana y San Juan de Puerto Rico– explican la fortaleza de un sector siempre quejoso
ante los avatares del comercio, pero con claras capacidades readaptativas (Manera et alter
2002). En paralelo, los productos insulares –tejidos, zapatos, conservas vegetales,
almendras, higos, algarrobas, vinos, destilados, bolsos de plata, cítricos– tienen demandas
cada vez más estables en los principales enclaves urbanos europeos, a los que se accede
mediante la ágil activación de redes mercantiles.
• La consolidación del proceso de “mineralización” de la economía balear y el incremento
de la productividad con el cambio en la pauta energética. Las cajas de ahorro rurales se
vuelcan en la facilitación del crédito para la compra de máquinas y abonos químicos, en
unas décadas en las que la agronomía insular recomienda, de manera reiterada, la
necesidad de implementar nuevos factores de producción en los campos insulares. Los
consejos técnicos de los ingenieros agrícolas obtienen una respuesta positiva por parte del
pequeño campesinado, auxiliado en esas decisiones por clérigos y promotores de las cajas.
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• La progresiva utilización de las cajas rurales por parte de los sectores menos favorecidos
de la sociedad insular: jornaleros, obreros y pequeños propietarios, que canalizan sus
ahorros hacia esas entidades y esperan de ellas subsidios y créditos. Estamos ante
instituciones de reducido volumen de negocio, pero con fuerte impacto económico, ya que
cumplen una doble función relevante: por un lado, aportan, en términos de renta, una
dimensión estabilizadora en el seno de los grupos sociales más humildes; por otro,
facilitan la adaptación de nuevas pautas de consumo a los trabajadores rurales y urbanos.
3. Los productos de las cajas. Se apuntan los más significativos:
a) Préstamos prendarios, que no representan inversión alguna, ya que devengan un
interés muy bajo. Se trata más bien de microcréditos de subsistencias, que no dejan de
crecer hasta la guerra civil: en valores constantes de 1950, de 1,2 millones de pesetas
en el período 1883-1889 a 64 millones en 1930-1935, pasando de representar el 0,3%
de los préstamos prendarios del total español al 3,3%5.
b) Préstamos sobre valores firmes, fijados al 5% y a corto plazo. Este tipo de producto
experimenta una tendencia creciente, de manera que supera los préstamos prendarios.
Su éxito se justifica por la incorporación de sectores de clases medias urbanas a la
clientela de las cajas de ahorro. Este grupo no pretende solventar sus dificultades de
subsistencia inmediatas –como sucede con los préstamos prendarios–, sino obtener el
mayor provecho de sus capitales. Es, pues, una noción muy diferente que tiene en el
rédito el componente central. La evolución positiva de la economía balear en el primer
tercio del siglo XX explica que sectores acomodados de las clases medias insulares
aumenten de forma significativa como impositores: de hecho, si en 1891 sintetizaban
el 15%, pasan al 37% en 19286.
c) “Sellos de Ahorro”, producto generado en 1902 que infiere la imposición de 0,25
céntimos, de forma que cuando se acumula una peseta se devenga interés. Esta oferta
está pensada para capas populares, con posibilidades limitadas de ahorro, pero que se
ubican en un escalafón superior a los grupos sociales que incentivan el préstamo
prendario. Tal orientación tiene un servicio flexible por parte de las cajas: los
domingos y festivos, mantienen abiertas oficinas para facilitar las imposiciones, toda
vez que en los días laborables las intensas jornadas impiden disponer de tiempo para
acudir a las entidades crediticias.
5 Maixé (2003). 6 Cf. Memorias Anuales de la Caja de Ahorros y Monte de Piedad de Baleares. También Maixé (2003).
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d) Cartera de valores, iniciada por la Caja de Ahorros y Monte de Piedad de Baleares en
1890, y dotada de veinte mil pesetas. Las inversiones afectan valores públicos e
industriales y locales, de manera que se involucran empresas importantes como
Salinera Española y la Isleña Marítima.
e) Préstamos personales mediante pagarés, instrumentos de crédito de fuerte
trascendencia en el ámbito rural. Aquí son las cajas rurales las que estimulan esta
actividad, que sirve para financiar utillajes, piensos y alimentación para el ganado, a la
vez que se ofertan cuentas corrientes destinadas al pequeño empresario y se mantienen
abultadas cuentas de efectos a cobrar en sus activos. Este producto diferencia las cajas
rurales de las otras cajas, más articuladas sobre la base de los préstamos prendarios y
las carteras de valores.
f) Créditos hipotecarios, con implantación lenta en Baleares y con ofertas que, en las
islas, en encuentran muy alejadas de los volúmenes conocidos para otras economías
regionales.
Estos productos se sustentan sobre una base esencial: el ahorro popular que empieza a ser,
como se ha dicho, mayor que el librado en las secciones de ahorro bancarias. Éstas se
vinculan a la oferta de cuentas corrientes al sector empresarial y los depósitos a plazo con
altos devengos a industriales y propietarios; es decir, se orientan a facilitar el ahorro y el
crédito a los grupos detentadores de capitales. Pero si se toma como ejemplo el caso de la
estructura de inversiones antes de la guerra civil de la Caja de Ahorros de Baleares (gráfico
3), los resultados indican una clara proyección hacia la cartera de valores –que pasa de poco
más del 2% de los activos en 1890 al 69% en los años treinta– y la contracción paralela de los
préstamos prendarios, que del 41% en 1883 se desploman hasta el 4% en 1928. Es decir, las
partidas estrictas de beneficencia pierden peso en términos relativos, si bien en variables
absolutas cabe indicar que a partir de 1900 y hasta 1936 –con la única excepción del ciclo
bélico de 1914– las operaciones de empeños no sobrepasaron las 30.000 al año.
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GRÁFICO 3.SA NOSTRA
ESTRUCTURA DE LAS INVERSIONES, EN PORCENTAJE SOBRE EL ACTIVO
1883-1928
Cartera de valores Préstamos prendarios Préstamos sobre valores Préstamos hipotecarios
Cartera de valores 2,3 21,1 15,3 22,4 69,1
Préstamos prendarios 40,9 49 25 18,8 12,3 14,2 4,1
Préstamos sobre valores 3,9 33,9 17,5 21,8 27,9 7,3
Préstamos hipotecarios 5,4 7,4 13,8
1883 1885 1890 1895 1899 1903 1928
FUENTE: Memorias de la Caja de Ahorros y Monte de Piedad de Baleares, Maixé (2003).
Ahora bien, en los años finales de la década de 1940, se empiezan a detectar signos de
recuperación en la actividad económica de Baleares. La causa de este gradual repunte cabe
adjudicarla a la reactivación de las exportaciones y el mejor acceso a los inputs necesarios
para la industria, consecuencia del mayor grado de apertura del régimen franquista a partir,
sobre todo, de 1953. Las serias dificultades por las que atraviesan las empresas –falta de
primeras materias, parálisis comercial y escasa sinergia con la política económica autárquica–,
conducentes a estados de sobresaturación de la demanda y, por consiguiente, a la caída
importante en los precios de venta, dan paso a un cierto destello mercantil. Así, en 1949 un
anónimo funcionario de la estadística oficial destacaba el resurgimiento comercial, con un
detalle concreto de las mercancías extraídas por los puertos isleños. La nomenclatura es
explícita. En primer lugar, se subraya que la represa se edifica tanto sobre la exportación
industrial como a causa de la específicamente agrícola. En segundo término, las mercaderías
reseñadas confirman que los protagonistas son sectores no pautadores en el terreno
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manufacturero, intensivos en fuerza de trabajo y con cuotas de mercado relevantes; y
producciones agrícolas que arrancan del cambio del modelo agrario iniciado a partir de los
años 1830. El radio de acción de los productos baleares comienza a ser nuevamente amplio,
tal y como ya sucedió en anteriores etapas, en las que la conexión exterior de las economías
insulares siempre fue sólida y vigorosa. Esos mercados, a fines de los años 1940, abrazaban
prácticamente todos los continentes y presagiaban grados de apertura mayores, en particular
de la economía mallorquina. He aquí, pues, el esquema del desarrollo económico isleño a las
puertas del turismo de masas: agricultura comercial especializada en almendras, cítricos,
patatas y algarrobas; industrias agrarias orientadas a la fabricación de conservas vegetales; e
industrias ligeras de bienes de consumo, concretadas en el calzado y en los tejidos. La
aparente mejora que detectan los coetáneos en las postrimerías de la década de 1940, se
empieza a observar en los años venideros, particularmente en las cifras correspondientes al
comercio exterior, con claros avances exportadores de renglones básicos para la economía
balear (como por ejemplo el calzado).
En el período 1945-1959, el comercio marítimo de Mallorca se desarrolla con Europa
teniendo como núcleos fundamentales a Gran Bretaña (45% ), Holanda (16%), Francia (11%),
Noruega (7%) y Alemania (7%). Las necesidades de la economía mallorquina, perentorias en
el capítulo de inputs energéticos, materias primas y maquinaria, explican esta clara
orientación en el tráfico exterior que, a su vez, determina la estructura de esta red, claramente
concentrada en sus flujos hacia los países de la Europa central. Entre 1960 y 1973 estos ejes
fundamentales se mantienen, si bien en el trazado por el flujo de importación se vislumbran
algunos cambios decisivos. En primer lugar, los anteriores centros de la red marítima varían
sus aportaciones al conjunto; en segundo término, se incorporan nuevos nodos, significativos
tanto por la contribución en mercancías que realizan, como por lo que suponen para la
expansión de la red. Si bien en el capítulo de las exportaciones desde el puerto de Palma los
puntos centrales de conexión siguen con Gran Bretaña, Holanda y Alemania, en el apartado
de las importaciones la variación aparece clara en diferentes casos. Primeramente, Inglaterra
deja de ser el referente básico, toda vez que pasa del 50% a poco más del 11% del total de las
importaciones europeas del puerto de Palma; esto se relaciona con su pérdida de
protagonismo en los suministros energéticos. Y, en segundo lugar, y como dato más notable,
irrumpen algunas de las naciones de la Europa del Este, con flujos nada desdeñables de
mercancías. Rumanía (17%), Unión Soviética (15%), Polonia (13%) y Bulgaria (8%) resumen
cerca del 53% del total de las importaciones entre el boom turístico y la crisis de 1973, cifra
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que contrasta con la inexistencia y/o escasez de contactos previos. Este avance guarda
relación con el suministro de productos derivados del petróleo.
5. La expansión en la fase de terciariación económica
El crecimiento económico balear desde los años 1960 es firme y constante. Entre 1960
y 1973, el crecimiento de la demanda es de impresión: de unos 600.000 visitantes venidos a
las islas en el primer año citado, se pasó a unos 3.600.000 en el segundo. Este notable
aumento determinó la evolución expeditiva de una oferta compleja y diversificada que incidió
en la actividad económica insular. El resultado es conocido, y cabe recordarlo de nuevo: el
archipiélago mantiene una dependencia cada vez mayor de los ingresos turísticos, lo cual
condiciona la estructura de su economía; a su vez, las islas lideran la renta per cápita entre las
comunidades autónomas, y se han colocado en una palestra privilegiada en el contexto de la
Unión Europea. El mercado de trabajo recogía esa transformación decisiva en los mismos
inicios del fenómeno turístico. Las cifras son diáfanas: en ocho años (entre 1955 y 1962), el
sector terciario ganaba ocho puntos en la composición de la población activa, mientras el
primario adelgazaba diez –que, de hecho, engrosan los servicios– y el secundario se mantenía
en unos márgenes digamos que históricos, si bien sensiblemente inferiores a los conocidos
durante los años 1920 y 1930 –en éstos, la industria balear vertebraba casi el 40% de los
trabajadores isleños (Molina 2003)–. El sector de la construcción arañaba protagonismo. Pero
es la manufactura tradicional, de raíces centenarias, la que se esconde tras una cuarta parte de
la población activa insular entre 1955 y 1962. Los indicadores referentes al Valor Añadido
Bruto (VAB) permiten redondear esa primera percepción. Su aumento nominal es importante
en estos vitales años. Tres hechos llaman la atención. En primer lugar, la ya relevancia de los
servicios en 1955 (47%), dato que indica el dinamismo del sector en el lustro que sirve de
preámbulo al verdadero despegue. En segundo término, la caída industrial: diez puntos
porcentuales entre 1955 y 1962, descontando las actividades derivadas de la construcción, que
sí apuntalan un aumento (del casi 5% al poco más del 7%). La industria, por tanto, retiene
activos, pero su contribución al VAB regional retrocede, lo cual sugiere pérdidas evidentes en
la productividad. Finalmente, el mantenimiento y ligero desarrollo de las actividades
primarias que, en paralelo, conocen retrocesos tangibles en el mercado laboral.
Las islas se encontraban, ya a mediados de los cincuenta, por encima de la media
española en renta per cápita (poco más de un 20%), y en 1959 se hallaban, en pesetas
corrientes, al 76% del PIB por habitante de la Europa de los quince. En relación a esta última
magnitud, medida en valores constantes de 1998, Baleares contaba en 1959 con unas 881.000
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pesetas por persona, mientras que la media nacional disponía de poco más de 678.000 y la
comunitaria se fijaba en 1.162.000 pesetas (Alcaide 1999). La comparación balear con las
economías regionales más desarrolladas asevera la ventaja isleña sobre el levante valenciano
y el lógico retraso con los contrastes catalán, madrileño y vasco, aunque las distancias no son
abismales. España alcanzará la renta per cápita de Baleares correspondiente a 1955 en 1961,
hecho que proporciona una noción de que la estructura económica isleña no planteaba, en los
albores turísticos, retrasos insalvables que indujeran la clara orientación terciaria que se
inaugura en la década de 1960. Baleares ocupaba, a mediados de los años 1950 –y seguía así
el reguero de décadas precedentes, como se ha indicado– el primer furgón de las regiones
españolas, junto a Madrid, Cataluña y el País Vasco. Son otros los factores que deben ponerse
en consideración. Y, en tal sentido, cobra mayor fuerza la génesis de un modelo económico en
el que la polivalencia de los agentes sociales –una característica que es histórica– se convierte
en el potencial clave.
Entre 1955 y 1996, la tasa del VAB se ha incrementado al 5,09%, más de un punto
sobre la media española, cifrada en el 3,97%. Este es el mayor contraste regional de todas las
comunidades en cuarenta años, y guarda una relación directa con la coyuntura de la economía
internacional, cuyas oscilaciones incidirán sobre la estructura económica insular en dos
momentos particularmente duros: la crisis energética de los setenta y el bienio 1991-1993.
Pero esto ha afectado de forma parcial el trasiego de visitantes al archipiélago, que se ha
mantenido en una clara proyección creciente. En tal aspecto, las cifras son espectaculares: de
unos 98.000 turistas llegados a Baleares en 1950, se accede al turista un millón en 1965, dos
millones en 1969, tres millones en 1971, cinco millones en 1982 y diez millones en 1998. Los
períodos críticos se superan, pues, con cierta presteza. El impacto que este volumen de
visitantes provoca sobre la estructura socio-económica insular es radicalmente transformador.
Estamos ante el verdadero giro copernicano de la economía de Baleares desde el siglo XVI,
que se traduce en un pionerismo empresarial en el sector turístico que, además, produce know
how exportable a otras zonas similares menos maduras (islas Canarias, Cuba, República
Dominicana y China, especialmente). El colofón es imponente: los ingresos que representa la
actividad turística en Baleares han pasado de casi 439.000 millones de pesetas en 1990 a poco
más de un billón en 2002.
En esas nuevas coordenadas, se observa una característica del comportamiento del
ahorro de las islas: la intensa recuperación de las cajas, detectable en las tasas de crecimiento
de los pasivos, como en la mejora de la cuota de mercado (ver cuadro 3). Los factores que
explican ese avance son:
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• El arraigo de las cajas en las familias;
• La apuesta de esas entidades por las promociones inmobiliarias y la expansión de los
préstamos hipotecarios;
• Una clara aproximación a las empresas, que se multiplican sobre todo en el sector
terciario de la economía;
• El reforzamiento de la Obra Social.
En conjunto, la apuesta de las cajas en las décadas de los años 1950 y 1960 por la
construcción de viviendas sociales y por la oferta de otras de alquiler en los centros urbanos,
supone un eslabón del Estado del Bienestar que se va gestando en unas coordenadas en las
que la involucración del sector público por el gasto social no era, precisamente, muy sólida. A
ese planteamiento, cabe añadir la estrategia dirigida hacia las personas mayores y el mundo
educativo, canalizada a la dotación de centros de enseñanza y para la tercera edad, factores
que, en todo su conjunto, infieren un mayor grado de confianza del público hacia las políticas
de las cajas. Éstas, con una gestión adecuada, preparan así el camino para competir de forma
convincente con el resto de entidades de depósito, después de la liberalización del sistema
financiero a partir de 1977. Éste supuso la homologación entre cajas y bancos, a la vez que se
inició un proceso de reducción de los coeficientes de inversión obligatoria. El desenlace, a
nivel nacional, es importante, caracterizado por dos factores clave: por un lado, esos cambios
se encadenan en una etapa de fuerte inflación e incremento del paro, como impactos directos
de las crisis energéticas, en un marco político en el que la transición vuelca todo tipo de
ingentes esfuerzos; por otro, se constata un proceso de fusiones y absorciones con relación a
las cajas de ahorro, hecho que recorta el número de entidades e incrementa la competitividad
del sistema financiero.
Pero en Baleares esas incidencias tienen un perfil propio. En primer término, no se
notifican concentraciones, como en el resto de las comunidades autónomas. De hecho, en las
islas se había producido un desarrollo digamos que natural, no mediatizado por la política
económica: Sa Nostra absorbió la Caja de Sa Pobla en 1963, de manera que aquélla, junto a la
Caja Colonya y La Caixa, compiten en un mercado en el que las fusiones se realizaron en
décadas precedentes –recuérdese– y no obedecen, por tanto, a las directrices del legislador. A
esas tres cajas históricamente operativas en las islas, se añaden Caja Madrid –que entra en el
circuito insular en 1985– y Caixa Catalunya –que lo hace en 1989–; en paralelo, otras
entidades abren sucursales ya en el curso de los años 1990. En segundo lugar, no se aprecia,
hasta el momento, la preocupación por expandir las actividades de crédito fuera del territorio
regional, si bien existen indicios más claros en el plan estratégico de Sa Nostra, con una
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orientación a abrir un número indeterminado pero consistente de oficinas en el curso de 2005.
El tema puede tener una relación directa con una de las cuestiones más candentes para las
cajas baleares: el de su tamaño. Éste es un elemento crucial, en un escenario marcado por la
reducción de márgenes y la promoción de productos ubicados fuera de balance, como los
fondos de inversión o los planes de pensiones, ofertas que tienen una creciente competitividad
en otras entidades de crédito, ya sean cajas o bancos. Esto supone un envite para las cajas
regionales que, como sucede con Sa Nostra, apuestan por una identificación nítida,
estratégica, con el territorio del que surgen y al que sirven con mayor intensidad. Pero supone,
a su vez, una más alta incidencia en inversiones en nuevas tecnologías y ampliaciones del
negocio financiero a ámbitos como los seguros o las iniciativas ambientales.
La conclusión general que cabe extraer de esta resumida evolución del papel de las
cajas en la economía balear es que su contribución fue determinante para la canalización del
ahorro popular –una capacidad nada despreciable, como ha quedado demostrado–, tanto como
factor de consolidación de renta como acicate para financiar los factores de producción
necesarios para el cambio económico. Éste ha tenido componentes distintos desde el último
tercio del siglo XIX hasta la actualidad (agricultura comercial, desarrollo manufacturero,
expansión mercantil, avance demográfico, urbanización, transformaciones en los niveles de
vida); pero en todas sus fases la función crediticia de las cajas ha constituido un elemento
crucial, que ha facilitado capacidades financieras y, sobre todo, la noción de proximidad para
los agentes económicos y las familias. Las cajas han competido, con altibajos, con los bancos
en la búsqueda de depósitos y de todo tipo de operaciones, y con evoluciones dispares, como
se refleja en el gráfico 3, con datos desde la posguerra.
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GRÁFICO 4.DEPÓSITOS EN EL SISTEMA FINANCIERO BALEAR.
Tasas medias de crecimiento, acumulativas
Cajas Bancos
Cajas 0,14 7,9 16,5 11,9 2,3 2 9,2 8,7 6,4
Bancos 36,7 11,9 10,2 6,1 4,9 1,6 3,1 3,3 3,7
1943-1945
1949-1965
1966-1969
1970-1974
1975-1979
1980-1984
1985-1989
1990-1994
1995-2000
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El dominio bancario es total en los años 1950 y parte de los sesenta, para regresar con nuevos
ímpetus en la segunda mitad de la década de 1970. A partir de ahí, la intensa reestructuración
de la banca en los primeros ochenta provoca la pérdida de intensidad frente al empuje de las
cajas, que consolidan una positiva posición relativa al acabar el milenio. Esta ubicación de
fuerza sitúa a las cajas de las islas –estrictamente, a Sa Nostra y a Colonya– ante la tesitura de
los nuevos retos generados por la globalización y a la perentoriedad de competir con
entidades de mayor tamaño –quizás una de las amenazas más reseñables– y, por tanto, con
mayores capacidades para generar economías de escala.
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