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UNIVERSIDAD DE EXTREMADURA
DEPARTAMENTO DE HISTORIA
Las relaciones hispano-francesas y el estallido
de la Guerra Civil Española.
El Gobierno del Frente Popular y Francia en
1936
Tesis doctoral presentada por
D. ISIDORO MONJE GIL
bajo la dirección del
Vº Bº Dr. D. ENRIQUE MORADIELLOS GARCÍA
CACERES, ENERO DE 2010
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ÍNDICE
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5
INTRODUCCIÓN………………………………………………..…9
PRIMERA PARTE: CARACTERES DE LAS RELACIONES FRANCO-
ESPAÑOLAS DURANTE LA PREGUERRA……………….……25
Capítulo 1: Los factores políticos y estratégicos en las relaciones hispano-
francesas………………………………………………………..…...27
1. España: antecedentes sociales y políticos de la guerra civil..29
2. Francia en los años 30…………………………………..…39
El camino hacia la crisis…………………………….....41
Las fuerzas políticas en juego………………………….43
Los intelectuales toman partido………………………..47
La crisis del Estado…………………………………….49
Francia se aísla…………………………………………50
Reaparición de las ligas………………………………...52
La asonada antiparlamentaria del 6 de febrero de 1934..54
Hacia la acción común de las izquierdas……………….57
La crisis de la seguridad colectiva……………………...60
El Front Populaire conquista el poder…………………..65
El primer gobierno Blum……………………………….71
Primeros obstáculos para la coalición: guerra en España..75
El segundo gobierno Blum: la certificación de defunción del
Front Populaire…………………………………………82
3. España ante el descalabro del sistema de relaciones internacionales
en los años 30………………………………………………….84
Los ejes fundamentales de la política exterior republicana..84
La Europa de los felices años 20………………………..88
La presencia española en la escena internacional de la Europa
de los inciertos años 30………………………………….91
La política exterior española durante el bienio reformista
(1931-1933)………………………………….........91
6
La política exterior española durante el bienio
conservador (1933-1936)…………………………100
La política exterior española durante el Frente Popular
(1936)………………………………………..........110
4. Los contenidos y asimetrías de las relaciones bilaterales en el
ámbito mediterráneo y marroquí……………………………….122
Las relaciones hispano-francesas en el periodo 1898-1914..123
Las relaciones hispano-francesas en el periodo 1914-1931..134
Las relaciones hispano-francesas durante el quinquenio
republicano (1931-1936)………………………………...143
La cuestión de Tánger y el Protectorado de Marruecos…145
El papel español en un deseado “pacto mediterráneo”….169
5. La representación diplomática francesa en España………….188
Jean Herbette, embajador en Madrid…………………….188
El conjunto de la representación diplomática…………....196
La representación consular………………………………199
Capítulo 2: Las relaciones económicas entre España y Francia durante la II
República……………………………………………………………...201
1. Las colonias francesas y españolas en ambos países………..203
La colonia española en Francia………………………….203
La colonia francesa en España…………………………..207
2. Las negociaciones comerciales en el periodo republicano….212
3. El comercio hispano-francés: las tensiones empresariales y
laborales………………………………………………………..221
Capítulo 3: El Gobierno del Frente Popular en España (febrero-julio de
1936)………………………………………………………………......227
1. Dinámica política y conflictividad social bajo el gobierno
frentepopulista. La conspiración contra el régimen republicano..229
2. La conspiración y los exiliados antirrepublicanos…………...253
7
3. La percepción francesa de la crisis española………………...260
La campaña electoral de enero-febrero de 1936………...260
La victoria frentepopulista del 16 de febrero……………265
Las primeras medidas del gobierno Azaña……………...269
Azaña y Prieto se desembaraza de Alcalá Zamora……...273
Mayo: el deslizamiento hacia la violencia social……….280
Junio-Julio: rumores de sedición………………………..288
SEGUNDA PARTE: DE LA INSURRECCIÓN MILITAR A LA
QUIEBRA DE LA EXPECTATIVA DE UNA GUERRA BREVE…299
Capítulo 1: La reacción de Francia ante una guerra cercana e
inesperada……………………………………………………………..301
1. Un golpe militar devenido en Guerra Civil………………....303
2. La batalla española librada en Francia: sabotaje y parálisis en la
embajada republicana…………………………………………..307
Capítulo 2: La génesis y cristalización de la política de No Intervención
colectiva………………………………………………………………..331
1. El proceso de internacionalización de la guerra……………...333
La República pide auxilio………………………………..334
Blum, el “Hamlet” francés…………………………….....348
Hitler y Mussolini buscan su parte del botín……………..359
2. El papel del embajador Jean Herbette iniciada la contienda…365
3. Francia y la génesis de la política multilateral de No
Intervención…………………………………………………….376
La No Intervención o la “propuesta londinense” de París..376
Francia, una realidad sociopolítica inflamada…...............381
Hacia un acuerdo de reglas comunes de no intervención..386
Madrid ante los hechos consumados…………………….400
La No Intervención atenuada…………………………….406
8
Des avions pour l’Espagne”, “des canions pour
l’Espagne”………………………………………………………..413
La constitución del Comité de Londres…………………...415
CONCLUSIÓN…………………………………………………………421
FUENTES DOCUMENTALES………………………………………...435
I. FUENTES DOCUMENTALES ARCHIVÍSTICAS…………..437
II. FUENTES DOCUMENTALES IMPRESAS…………………439
Documentación española…………………………………..439
Documentación francesa…………………………………..439
Otras procedencias………………………….......................439
III. PUBLICACIONES PERIÓDICAS…………………………..441
BIBLIOGRAFÍA………………………………………………………..443
I. MEMORIAS DE PROTAGONISTAS Y TESTIMONIOS
CONTEMPORÁNEOS…………………………………………………445
II. LIBROS……………………………………………………….447
III. ARTÍCULOS………………………………………………...463
ANEXOS……………………………………………………………….479
ANEXO I. Representación diplomática de la embajada francesa de Madrid en 1936…………………………………………………..481 ANEXO II. Representación diplomática de la embajada y consulado general españoles de París en julio-septiembre de 1936…………483 ANEXO III. Documentación archivística seleccionada………….485
9
INTRODUCCIÓN
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11
El presente trabajo constituye un examen de la política seguida por el
gobierno francés ante el conflicto civil español iniciado en julio de 1936.
Este marco temático y temporal nos conduce al análisis de las relaciones
franco-españolas en la preguerra y a la formulación de la política francesa
frente a las condiciones bélicas españolas. El crítico primer semestre de
1936 fue determinante para la materialización de estas relaciones
bilaterales hispano-francesas, que eran una de las principales, si no la
principal, de las relaciones exteriores mantenidas por la España republicana
debido a razones de vecindad territorial, tradición histórica, similitud de sus
regímenes e ideología de los Gobiernos en el poder, ambos inspirados en la
propuesta de frente populares antifascistas. Esta precedencia temporal y
cronológica dota de una importancia esencial a ese período por cuanto es
en él cuando se configuran definitivamente las causas, motivos, factores y
fuerzas que darán origen y sostendrán el enfrentamiento armado fratricida
de los casi tres años siguientes. Habida cuenta de la importancia de ese
semestre para desentrañar el origen inmediato y las causas catalizadoras de
la guerra civil, resulta comprensible la necesidad de conocer en
profundidad y con bases solventes el período histórico del gobierno del
Frente Popular. Tanto por lo que respecta a su gestión interior, dirigida a
solventar las profundas tensiones y problemas de todo orden planteados,
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como por lo que respecta a su gestión exterior, tendente a sortear las agudas
fracturas del orden europeo e internacional entonces planteadas. En ese
contexto, la relación con Francia se presenta como una de las dimensiones
más importantes de la actuación política del gobierno del Frente Popular
español. No en vano, desde una perspectiva historiográfica contingentista,
la guerra civil no aparece como un fenómeno irreversible. Fue una solución
violenta a la crisis española de los años treinta que cobró forma y función
en el período que media entre la última consulta electoral general de
febrero de 1936 y el inicio de la amplia insurrección militar iniciada el 17
de julio del mismo año.
Esta investigación ha pretendido desentrañar los pormenores de la
crucial conexión hispano-francesa en cinco dimensiones sustantivas y
correlacionadas: económica (estado del comercio bilateral, composición del
mismo, nivel de las inversiones francesas en España); socio-demográfica
(perfil de colonias respectivas, sentido de los flujos migratorios); política
(vinculaciones ideológicas, partidistas y sindicales, contactos
suprafronterizos); estratégicas (planificación militar, compras y suministros
de armamento); y diplomáticas (perfil de ambas políticas exteriores,
concurrencia o divergencia en la Sociedad de Naciones, percepción de las
crisis europeas del período). Cabe decir, por tanto, que un conocimiento
más estrecho y fundamentado de esa vertiente de las relaciones bilaterales
hispano-británicas constituye una vía para la profundización en el
conocimiento del contexto que hizo posible el estallido de la guerra civil
española. Sin despreciar la importancia crucial de la actitud francesa para el
fenómeno. De ahí la pertinencia del estudio y su importancia
historiográfica.
13
La acotación final de este estudio se extiende hasta la constitución
del Comité de Londres en septiembre de 1936, momento simbólico del
definitivo asentamiento de la política de no intervención adoptada por las
democracias occidentales frente a la guerra española. Si bien es cierto que
lo sustancial de la política española de París hacia los luctuosos
acontecimientos españoles se formulan en las tres primeras semanas del
conflicto, no es hasta la fecha señalada cuando se materializa casi
definitivamente la actitud francesa hacia los acontecimientos españoles y
que perdurará hasta abril de 1939.
La entidad y urgencia de los problemas internos de la República
española, unida a la inestabilidad gubernamental registrada durante la
vigencia de dicho régimen, dificultaron notablemente la coherencia y la
continuidad de la acción exterior española a lo largo del quinquenio
democrático republicano. Pero ello no significa, como ha mantenido la
historiografía tradicional, que la República española careciese de un
programa de actuación política internacional mínimamente definido o
constante. Estas líneas programáticas de acción exterior, por el contrario,
quedaron incluso recogidas en el mismo texto constitucional de 1931. El
tópico de la falta de una coherente política exterior republicana se debe a
que durante mucho tiempo los historiadores la percibieron y analizaron a
través del prisma de la guerra civil; un fenómeno que los testigos y
protagonistas, evidentemente, no habían podido prever.
La política exterior republicana estuvo formulada y ejecutada en
función de una percepción equilibrada de los intereses nacionales y de los
recursos disponibles para su defensa y protección. En esta medida, cabe
afirmar que la República no se inhibió en absoluto de la problemática
internacional coetánea, sino que mantuvo una vocación neutralista y de
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intención pacifista participando activamente en los principales organismos
internacionales (muy principalmente, en la Sociedad de Naciones).
Podemos sostener, por consiguiente, que la República definió y desplegó la
política exterior adecuada a su condición y posibilidades materiales, en una
medida similar a la de otras naciones del periodo de entreguerras en
similares circunstancias y con parecidas características.
Casi en paralelo al devenir del quinquenio republicano español, en
Francia se produjo lo que Jean-Baptiste Duroselle denominó la “fase
negativa” de la política exterior francesa, “la décadance”. Durante esta
etapa la República Francesa adoptó una especie de política exterior de
appeasement a remolque de los gobernantes británicos. Sin embargo, lo que
para los británicos fue una doctrina político-estratégica consecuentemente
ejercitada, para los franceses fue una simple manifestación de debilidad y
retracción continental. Esta política errática de los gobernantes franceses,
bajo la sombra de una auténtica tutela británica, era fundamentalmente la
consecuencia combinada de una aguda falta de preparación militar y de una
profunda división de su opinión pública y sus dirigentes socio-políticos.
Todo ello llevó a una Francia básicamente aterrada por el espectro de la
guerra a tratar de atrincherarse tras la línea Maginot una vez consumada la
derrota diplomática que supuso la firma del acuerdo de Munich en
septiembre de 1938.
La tesis fundamental resultante de esta investigación establece que el
gobierno frentepopulista francés desechó la inicial idea de auxiliar a la
República frente a la sublevación insurgente de la reacción española debido
al temor a ser abandonado por su aliado británico, a la perspectiva de
romper su coalición de gobierno, a la amenaza de hundirse en un conflicto
civil interno y, por extensión, convertirse en agente causal de una
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confrontación general europea. La política de no intervención se convirtió
así en el expediente disponible más adecuado para perpetuar la política de
apaciguamiento hacia las potencias nazi-fascistas hasta entonces
desarrollada y justificar ante sus nacionales el abandono de un régimen
legalmente constituido, aceptado internacionalmente y con unas
características similares. De este modo, se impuso un embargo de armas
colectivo a sabiendas de que estaba siendo saboteado sistemáticamente por
las potencias que apoyaban a las fuerzas sublevadas. Puntualmente, este
embargo fue vulnerado clandestinamente por una ayuda encubierta que
aunque no podamos calificar como decidida, de ella dependió la
continuidad de la República española. Pero también por su propia
naturaleza intermitente, significó un estrangulamiento lento para el
gobierno de Madrid.
Este abandono francés de su República “hermana” no pasó
desapercibido a los protagonistas de estos acontecimientos, que desde el
inicio del conflicto fueron conscientes del asimétrico cuadro de
inhibiciones y compromisos, marcado por la retracción e inhibición de las
potencias democráticas y por la intervención y apoyo de las potencias
revisionistas, que finalmente llevaron al desmoronamiento rotundo del
bando republicano español. Desde esta perspectiva, Francia no podía ser el
mejor soporte para la España republicana. Su difícil situación económica
ofrecía un estrecho margen de maniobra al gobierno de Léon Blum (1872-
1950), y la devaluación del franco acometida por el Front Populaire
encaminada a restañar los efectos de la crisis económica puso al país en
abierta dependencia de la ayuda británica. Los dirigentes frentepopulistas
creían, erróneamente, serenar de este modo su crisis interna, salvar su
coalición gubernamental, evitar la defección de su vital aliado británico y
confinar el conflicto español para impedir una escalada que se tradujera en
16
un conflicto generalizado. Sin embargo, esta retracción francesa no impidió
una rápida internacionalización del conflicto.
La obra pretende inicialmente clarificar que suponía España para
Francia, tanto en lo que atañe a las relaciones con un país cuyas decisiones
influyeron grandemente en el desarrollo y resultado final de la guerra
española, como en las relaciones mantenidas entre ambos. Nos hemos
propuesto indagar por el momento sociopolítico que vive cada nación y en
el que se encuentran sus relaciones bilaterales en el preciso instante en el
que estalla el conflicto español. De igual modo, nos hemos preguntado si la
inestable imagen de la España de 1936 actuó sobre la toma de decisiones de
los “grands commis d´État” franceses o se contemplaron otras fuentes de
información que completaran el panorama general del país o simplemente
se eludió prestar atención a las que dislocaban este esquema interpretativo.
Y, finalmente, hemos procurado analizar la entidad de las presiones a las
que los estadistas de la época vieron sometidas sus actitudes, ideologías y
psicologías.
Elegir a la vecina Francia como centro de nuestras investigaciones se
ha visto motivado, en primer lugar, por la ausencia generalizada, salvo
honrosas, episódicas y parciales excepciones, en la historiografía sobre el
conflicto español de estudios monográficos dedicados al análisis de estas
relaciones, al contrario de lo sucedido con otras potencias como Alemania,
Gran Bretaña e Italia, protagonistas de la deriva común que llevó al
conflicto mundial de finales de los años treinta. En segundo lugar, y más
sorprendente si cabe teniendo presente lo anteriormente expuesto, la
categoría de agente intermediario que a nuestro juicio ha jugado Francia
como nexo de conexión de España con Europa, y por lo tanto, elemento
mediador de estas relaciones y de la defensa de sus intereses vitales. Así
17
pues, abordar esta investigación supone una contribución que no colma este
vacío existente ya que son muchos los aspectos que en el presente trabajo
no se acometen.
Este trabajo es deudor de las investigaciones que siquiera
parcialmente enlazan con nuestro planteamiento inicial. El tratamiento
historiográfico de las relaciones hispano-francesas durante el quinquenio
republicano español arranca en fecha muy tardía, y tan sólo después de la
apertura a los investigadores del material pertinente de los archivos
españoles y franceses. Es el caso de la tesis doctoral del profesor Feliciano
Páez-Camino del año 1990 sobre la significación de Francia en el contexto
internacional de la Segunda República. Se trata de un trabajo, no publicado
por editorial alguna, amplio, ambicioso y con gran consistencia documental
procedente de ambos ministerios de Asuntos Exteriores, donde se intenta
por primera vez indagar sobre la causalidad del posicionamiento galo en el
conflicto civil español a partir del análisis de las relaciones bilaterales
franco-españolas del quinquenio 1931-1936. No tenemos una réplica
francesa de este planteamiento hasta el año 1999 en el que se publica el
estudio de Yves Dénèchere, sobre la política española de Francia en el
mismo periodo. En este caso, la fuente documental principal surge de los
archivos diplomáticos del Quai d´Orsay y, muy especialmente, de su anexo
en la ciudad francesa de Nantes, donde se custodia buena parte de la
correspondencia consular de las legaciones francesas en territorio español.
Su planteamiento no difiere en exceso del antes citado de Páez-Camino.
Como investigaciones menores en forma de artículos encontramos las
excelentes aportaciones de los profesores Ángeles Egido León (1990),
Ricardo Miralles Palencia (1993) y Jean-Marc Delaunay (1993) sobre los
antecedentes de la intervención francesa en la guerra española que
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desgraciadamente no se convirtieron en monografías de referencia más
consistentes.
Al margen de estas referencias, el resto de la historiografía se centra
en el papel de Francia ya durante el conflicto, sin examinar con la debida
atención las relaciones bilaterales previas al 17 de julio de 1936. Es el caso
de la obra de David Wingeate Pike (1975) sobre el análisis de la prensa
francesa y la guerra, la de José María Borrás Llop (1981) sobre el examen
de las inversiones francesas a través de la prensa financiera gala, la de
Jaime Martínez Parrilla (1987) a cerca del papel de las fuerzas armadas
francesas en la guerra civil española partiendo de los archivos militares
galos, la de Jean Sagnes y Sylvie Caucanas (1990), de carácter más
ambicioso o la del militar René Sabatier de Lachadenède (2000) sobre la
marina francesa y el conflicto español de similares características a las del
estudio de Martínez Parrilla. Aquí también destacan artículos de los
profesores Claude Gindin (1972), Ángel Viñas (1978 y 1986), Ramón
Salas Larrazábal (1981), Albert Broker (1986), René Girault (1986),
Michel Catalá (1993), Juan Avilés (1992), Pedro Barrauso (1999), Anthony
Adamthwaite (2008), Marie-Claude Chaput (2008) y Natacha Lillo (2008).
Nuestra investigación se sitúa en este permanente diálogo polémico
con la tradición historiográfica anteriormente expuesta. En nuestra
propuesta metodológica, hemos procurado respetar los postulados
establecidos por la materia histórica dedicada al análisis de las relaciones
internacionales. Con ello nos referimos a la premisa de que la política
exterior de un Estado constituye una dimensión vinculada a su estructura
social y su organización política. Así, la actuación internacional de los
órganos estatales supone la aplicación de las orientaciones e intereses
marcados por los grupos sociales rectores del propio Estado. Por tanto,
19
estos actos deben ser analizados a la luz de la situación sociopolítica
interior y de los condicionantes exógenos que mediatizan su formulación y
ejecución.
Las coordenadas filosóficas que sirven de marco conceptual e
interpretativo a esta investigación histórica parten del principio causal en la
explicación de los fenómenos y el necesario requisito de una base material
que verifique las proposiciones aportadas. No quisiéramos que la voluntad
de respetar la apoyatura documental cayera en un descriptivismo
abrumador. Por el contrario, preferimos correr este riesgo para evitar
recurrir al eruditismo vacío sin bases probatorias verificables. Así,
preferimos pensar que la aportación que ofrecemos y con la documentación
disponible, constituye la tesis más apropiada en términos lógicos y
documentales.
El orden compositivo del estudio se estructura en dos bloques
complementarios. En el primero se establecen los caracteres esenciales de
las relaciones hispano-francesas en el periodo de preguerra. Por tanto, se
analiza la situación interna en cada país y en el medio internacional, y los
factores políticos, estratégicos, económicos y diplomáticos de la relación
bilateral. El último capítulo de este apartado aborda el período de gobierno
del Frente Popular en España. El segundo bloque contiene el examen de la
formulación y aplicación de la política francesa ante el conflicto, en su
vertiente bilateral con la República española y en menor medida con el
bando insurgente, y multilateral, con respecto a las potencias europeas. Los
capítulos siguen un esquema diacrónico, cuyo límite final se sitúa en
octubre de 1936, cuando se constata que la política de no intervención se ha
convertido definitivamente en una farsa institucionalizada y mutuamente
consentida. A continuación, como es preceptivo, se incluyen las
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conclusiones, anexos que contienen cuadros explicativos sobre la
representación diplomática española y francesa, documentación archivística
inédita procedente de ambos países, fuentes documentales impresas y la
bibliografía.
Para llevar a cabo este análisis e investigación hemos utilizado
fuentes documentales archivísticas y hemerográficas españolas disponibles
sobre el periodo. Estas fuentes se encuentran custodiadas en el Archivo del
Ministerio de Asuntos Exteriores y Cooperación, serie Archivo Renovado
(que incluye la correspondencia general posterior a 1931) y serie de
Personal (que recoge los expedientes de los diplomáticos españoles y de los
extranjeros acreditados en España). Puntualmente hemos recurrido a las
fuentes depositadas en el Archivo Histórico Nacional, especialmente las
que hacen referencia a archivos particulares de los protagonistas de los
acontecimientos considerados: sección “Diversos”, serie “Papeles de Luis
Araquistáin” y “Archivo de Marcelino Pascua”. Siempre que hemos
necesitado recurrir a fuentes hemerográficas, hemos acudido a los fondos
custodiados en la Biblioteca Nacional.
La posibilidad de realizar nuestra investigación únicamente con este
material hubiera producido graves errores de interpretación debido a las
destrucciones y a la itinerancia de la administración republicana durante el
conflicto. Junto a ello, otro motivo que nos llevó a considerar insuficiente
la documentación española fueron los expurgos y depuraciones que estos
archivos sufrieron durante la dictadura franquista. Así pues, nuestro afán
por acceder a una apoyatura documental que pudiera demostrar o
contradecir nuestras hipótesis previas con mayor contundencia, nos llevó a
acudir a las fuentes archivísticas disponibles en Francia pertinentes para la
investigación. Nos referimos a la documentación diplomática concentrada
21
en dos grandes complejos archivísticos: el Archivo Diplomático del
Ministerio de Asuntos Exteriores del Quai d´Orsay de París, sección
“Correspondance politique et commerciale, 1914 à 1940”, serie “Z
Europe”, subserie “Espagne 1930-1940”, y serie “Rélations commerciales
1919-1940”, subserie “C-Espagne”.
Completando estas fuentes archivísticas, hemos utilizado las
colecciones documentales impresas españolas como el Anuario Estadístico
de España, el Archivo de Barcelona. Inventarios. Ministerio de Estado.
1936-1939, las Estadísticas Básicas de España, 1900-1970 y las Bases
documentales de la España contemporánea. Vol. 9 y 10, recogidas por M.
C. García Nieto y J. Donezar. En cuanto a las francesas, destacan los
Documents Diplomatiques Français, 1932-1939, Première Série (1932-36),
2ème Série (1936-1939), el Rapport fait au nom de la Commission chargée
d´enqueter sur les événements survevus en France de 1933 à 1945,
elaborado por la Asamblea Nacional Francesa en 1947 y el Journal Officiel
(debates parlamentarios) del mismo organismo.
Querríamos puntualizar, llegado este momento, algunos usos
formales relacionados con el lenguaje utilizado en el trabajo. Por ejemplo,
hemos hecho uso metonímico de la expresión “Quai d’Orsay” para
referirnos al ministerio de Negocios Extranjeros francés, expresión
comúnmente aceptada por los investigadores a partir del edificio y la
dirección que ocupa en París. A pesar de que “galo” o “franco” no
corresponden ni histórica ni geográficamente a “francés”, han sido
utilizados en numerosas ocasiones en su sustitución para evitar la
reiteración del término en sus diferentes formas gramaticales. Del mismo
modo, hemos traducido indistintamente “affaires” tanto por “asuntos”
como por “negocios”, y “étrangères” tanto por “exteriores” o “extranjeros”
22
para evitar similar circunstancia. Igualmente, hemos optado por utilizar de
una manera general “Frente Popular” para referirnos tanto al periodo como
a la experiencia política vivida en España en el primer semestre de 1936,
como “Front Populaire” para describir semejante experiencia en Francia.
Del mismo modo, hemos procurado integrar las fuentes
documentales en el discurso del trabajo a través de trascripciones que,
aunque en algunos momentos puedan parecer abundantes, ayudan a recrear
el contexto justo de la toma de decisiones de las autoridades políticas. En
esta cuestión, no hemos dudado en traducir al castellano la documentación
no española en el afán de que la investigación llegue a un mayor número de
especialistas y seguros de haber aplicado a esta tarea la misma honestidad y
ecuanimidad que se nos presupone para el resto del estudio.
Necesariamente debe encabezar nuestra lista de agradecimientos el
director de esta investigación, el profesor Enrique Moradiellos García, cuyo
aliento, generosidad y magisterio han conseguido que el texto definitivo
haya mejorado hasta cotas inimaginables para el autor al inicio de este
trabajo. Gracias a su amable invitación para incluirme en el Proyecto de
Investigación “Don Juan Negrín, jefe del Gobierno de la República
española en la guerra civil y el exilio (1937-1945). Una biografía política”
(perteneciente al Programa de Proyectos de Investigación I+D del
Ministerio de Ciencia y Tecnología, convocatoria de 2002 y con clave de
referencia BHA2002-00948), pudimos sufragar parte de los gastos de esta
tesis. Igualmente, deseo mostrar mi gratitud públicamente al diligente y
cortés trato que me ha dispensado el personal de los archivos diplomáticos
del Ministerio de Asuntos Exteriores español (en particular, Dña. Pilar
Casado), del Archivo Histórico Nacional y de la Biblioteca Nacional de
Madrid, del Archivo General de la Administración sito en Alcalá de
23
Henares y de los Archivos del Quai d´Orsay de París. Para fnalizar, debo
agradecer muy especialmente la ayuda de mi mujer Pilar, que paciente y
cariñosamente ha colaborado en el interminable proceso de
mecanografiado y lectura crítica del presente trabajo. Esta deuda intelectual
y personal impregna, sin duda, todo el estudio que sigue, aunque debo
eximirles de toda responsabilidad sobre las inexactitudes e incorrecciones
que puedan subsistir en la investigación, de las que sólo es culpable la
inexperiencia del autor.
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PRIMERA PARTE
CARACTERES DE LAS RELACIONES
FRANCO-ESPAÑOLAS EN LA PREGUERRA
26
27
Capítulo 1
Los factores políticos y estratégicos
en las relaciones hispano-francesas
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29
1. España: antecedentes sociales y políticos de la guerra civil
El panorama que la sociedad española presentaba a principios del
siglo XX era predominantemente agrario por ocupación y rural por
poblamiento. Este sistema de estructuras socioeconómicas mostraba una
gran polaridad. Por un lado, un proletariado campesino que sólo disponía
de trabajo estacional, con un nivel de vida que a duras penas llegaba al
umbral de la subsistencia, en un alto porcentaje analfabeto y carente de
organización sindical o política. Enfrente, una clase terrateniente de
grandes y medianos propietarios, sin apenas sectores intermedios. En la
mayoría de las zonas del norte peninsular, en cambio, se podían encontrar
una variedad de estructuras sociales basadas en propiedades familiares de
pequeños y medianos agricultores, donde la distancia entre los extremos no
constituía necesariamente un abismo insalvable.
El sistema político de la Restauración había dado como resultado una
monarquía constitucional dominada por una clase política distribuida en
dos partidos “pactistas”, el conservador y el liberal, no necesariamente
competitivos, que evolucionaron hacia la concesión de progresivas
libertades individuales. En la cúspide del sistema se situaba una élite unida
por lazos de parentesco y amistad que disfrutaba de estrechas relaciones
con los intereses agrarios, industriales y financieros. Por debajo de ella, los
30
notables provinciales ejercían el control político y económico sobre
caciques locales, encargados de que en cada distrito se garantizase la
pacífica alternancia en el poder de los dos partidos mayoritarios. El cacique
se había convertido así en un auténtico “empresario político”, en palabras
del profesor Juliá, gracias a su capacidad como intermediario entre el poder
central y el local para garantizar unos resultados electorales previamente
organizados en Madrid. Esta “política de pacto” entre las fuerzas
oligárquicas fue eficaz desde el último tercio del siglo XIX en tanto que
había cerrado un largo periodo marcado por guerras civiles, revoluciones
populares, pronunciamientos militares e inestabilidad gubernamental, y se
desarrollaba sobre una sociedad predominantemente agraria y rural.
Las quiebras del sistema surgieron con el cambio de siglo, cuando el
perfil de la sociedad española fue evolucionando paralelamente a la
intensificación de los procesos de industrialización y urbanización que
experimentaba el país. Fue a partir de entonces cuando comenzó a
mostrarse de manera diáfana la contradicción establecida entre el progreso
económico y social que viviría la España del primer tercio del siglo XX y
una modernización institucional incompleta tanto en el plano de las
reformas legales como en lo que se refería al sector público. En los
primeros tres decenios del siglo XX la población aumentó a un ritmo medio
del 0,8%, pasando de 18,8 millones de españoles a los 24 de 1930. Este
cambio de comportamiento se apoyaba en un descenso de la natalidad y de
la mortalidad, especialmente de la infantil. Consecuentemente, la esperanza
de vida de los españoles alcanzó niveles desconocidos, pasando de los 34-
35 a los 50 años en el mismo periodo. Mientras tanto, la renta nacional per
cápita se dobló. La falta de expectativas laborales en una población
mayoritariamente rural comenzó a producir movimientos migratorios hacia
las ciudades, y hasta 1914 con un sentido ultramarino, dejando de ser lo
31
rural lo definitorio de la población española hacia 1930, viviendo las
capitales de provincia un crecimiento demográfico anual sostenido del
1,7%. De la misma manera, el índice de analfabetismo se redujo del 55 al
27% cuando la tercera centuria del siglo pasado tocaba su fin. Bien es
cierto que las diferencias regionales seguían siendo agudas, pero los
avances se revelaban evidentes. Se fue configurando así una estructura
urbana en la que junto al asentamiento en los extrarradios de la masa
obrera, fue creciendo una nueva clase media profesional.
El crecimiento y modernización económica de este periodo alcanzó a
otras esferas también destacadas. El sector agrario contempló un aumento
apreciable de la superficie sembrada, una mejora en las técnicas de laboreo
y el uso, cada vez más generalizado, de fertilizantes y abonos, la
penetración de nuevos cultivos, un incremento de la productividad y una
renovada capacidad exportadora de los productos hortofrutícolas y los
derivados de la vid y el olivo. Si la producción aumentó un 55%, la mano
de obra agraria se redujo de un 70 a un 50%. Por su parte, la ganadería
corrió semejante suerte. Estos datos arrojan nueva luz sobre los esquemas
historiográficos que permanecen anclados en una visión inmovilista de las
estructuras socioeconómicas españolas de la época. Aunque las diferencias
con los países más desarrollados del entorno eran amplias, sí podemos
afirmar que el campo español vivió una lenta modernización.
Por su parte, las actividades fabriles crecieron un 60%, con una tasa
de crecimiento anual del 1,6%, superior a la propia renta nacional. No
obstante, debe señalarse que a pesar de estas cifras, el sector secundario
siguió sufriendo un insuficiente proceso de capitalización en un mercado
pequeño y muy protegido. La producción eléctrica aumentó asimismo de
manera espectacular, multiplicándose por veinte desde principios de siglo,
32
siendo aún una cuarta parte el consumo per cápita de los españoles respecto
a alemanes, franceses y británicos. La creciente diversificación laboral se
reflejó también en el sector de los servicios, que vio como se incorporaban
al mercado laboral un mayor número de trabajadores de “cuello blanco”.
La Gran Guerra afectó profundamente a las estructuras sociales
predominantes en España desde el inicio de la Restauración española
(1874). Este sistema se basaba en el dominio socio-político y preeminencia
económica de una oligarquía integrada por terratenientes y la gran
burguesía industrial y financiera. Este bloque había logrado construir un
particular sistema capitalista apoyado en una política económica
proteccionista y un desigual reparto de la propiedad agrícola que impedía el
crecimiento económico y la modernización del país. El sistema político se
mostraba ajeno al resto de los grupos sociales mediante unos imbricados
comportamientos antidemocráticos que hacían del corrupto sistema
electoral caciquil la herramienta engrasada que garantizaba la preeminencia
de esta clase oligárquica haciendo del parlamentarismo un concepto vacío
de representación popular. Junto a ello, dos corporaciones, la Iglesia y el
Ejército, actuaban como guardianes y legitimadores ideológicos para la
perpetuación del sistema.1
El sistema restauracionista fue superando todas las tensiones que
generaba su secular latifundismo agrario en el centro y sur peninsular y el
odio social que provocaba, junto a la aparición del nacionalismo periférico
1 Cfr. M. Tuñón de Lara (dir.), Historia de España, vol. VIII (Revolución
burguesa, oligarquía y constitucionalismo, 1834-1923) y vol. IX, (La crisis del Estado:
Dictadura, República, Guerra (1923-1939)), Barcelona, Labor, 1981; S. Juliá, J. L.
García, J. C. Jiménez y J. P. Fusi, La España del siglo XX, Madrid, Marcial Pons, 2003;
S. Balfour, El fin del imperio español, Barcelona, Crítica, 1997.
33
y al desprestigio social de un Ejército que contaba sus acciones
extrapeninsulares por derrotas desde hacía lustros. La neutralidad del país
en la Primera Guerra Mundial abrió el camino a la resolución de esta
larvada crisis gracias al proceso de expansión económica y diversificación
social que se produjo, y que nunca antes había sido conocido. La
prosperidad de la guerra sirvió para engrosar las fortunas de la alta
burguesía, mientras los costes de vida aumentaban más rápido que los
jornales. Este cambio produjo una quiebra de las estructuras
socioeconómicas que empujó a las elites oligárquicas a echar mano de un
Ejército progresivamente conservador y de larga tradición pretoriana para
perpetuar un esquema que se desmoronaba en el contexto de la crisis
económica de posguerra frente a la movilización obrera y la exigua
mediana y pequeña burguesía marginada de los privilegios oligárquicos.2
El Ejército había descubierto durante los primeros decenios del siglo
su capacidad de presión sobre el rey para solucionar sus conflictos con el
Gobierno, hecho que introducía en el sistema político un elemento de
inestabilidad en cuanto que la Monarquía se alejaba de su papel arbitral,
para intervenir con capacidad decisoria en las luchas internas. Así, Alfonso
XIII de Borbón (1886-1941), traicionando la supremacía del poder civil,
dejó al Parlamento expuesto a los chantajes del Ejército. La promulgación
de la Ley para la Represión de los Delitos contra la Patria y el Ejército, más
conocida como Ley de Jurisdicciones (1906) creó una esfera de poder
militar autónomo y aumentó de manera espectacular la militarización del
orden público.
2 Cfr. F. Romero Salvadó, España, 1914-1918: entre la guerra y la revolución,
Barcelona, Crítica, 2002.
34
La crisis de 1917 reveló la dependencia que el régimen tenía del
estamento armado para sobrevivir. El miedo a la revolución social provocó
que la burguesía industrial renunciara a sus aspiraciones políticas de
modernización y se uniera a la oligarquía terrateniente. Sin embargo, el
recurso de la dictadura del general Miguel Primo de Rivera y Orbaneja
(1870-1930) proclamada en 1923 no llegó a ofrecer una solución de
continuidad para una integración política moderna de los diferentes grupos
marginados del sistema. Como en tantas otras ocasiones en el pasado, se
hacía patente el desfase entre la realidad social española y la estructura del
poder político. Mientras esta sociedad caminaba hacia la modernización, la
política se alejaba de los comportamientos democráticos propios del resto
de las naciones europeas. Así pues, España desconoció el establecimiento
de una política democrática con la flexibilidad necesaria para absorber a las
nuevas fuerzas y ajustar el cambio social.
Este envaramiento monolítico del ejercicio del poder produjo la
extensión de otras fórmulas democratizadoras alternativas como el
republicanismo, que progresivamente fue conquistando los cafés para atraer
a una burguesía progresista cada vez más ajena al sistema estatal
establecido. Del mismo modo, las masas obreras vivieron un
fortalecimiento de su identidad mediante la progresiva identificación con
las diversas ideologías proletarias exportadas de Europa y la demostración
práctica de su viabilidad en la antigua Rusia de los zares desde 1917.
Esta creciente identidad obrera fue configurando la hegemonía de
dos organizaciones, la socialista Unión General de Trabajadores (UGT) y la
anarquista Confederación Nacional del Trabajo (CNT), que en marzo de
1917 acordaron convocar una huelga general indefinida como antesala de
una revolución en un momento en que las juntas de defensa, el malestar de
35
los regionalismos periféricos simbolizado en los parlamentarios catalanes y
la proliferación de los comités republicanos apuntaban en la línea de una
revisión del sistema político. La falta de coordinación entre los diferentes
grupos que constituían la oposición al régimen restauracionista produjo una
estéril revuelta, que a la postre desinfló las expectativas democratizadoras
de inmediata consecución y creó una desconfianza entre estas mismas
fuerzas para futuras citas.
Por su parte, los partidos dinásticos recurrieron a inestables
gobiernos de concentración en un intento desesperado de salvar al régimen
caduco de la monarquía de Alfonso XIII, que en el plano militar se
empeñaba en mantener unas tropas en Marruecos como política de
prestigio en una dilatada y agotadora guerra colonial que sangraba la
descendencia de las familias más desfavorecidas y las arcas del Estado. La
pérdida de más de 10.000 hombres en el desastre de Annual de julio de
1921 situó al sistema político al borde del colapso.3
La exigencia parlamentaria de pedir responsabilidades a un Ejército
corrupto, hipertrofiado e incapaz fue más de lo que el estamento militar
estaba dispuesto a aceptar. El 13 de septiembre de 1923 Miguel Primo de
Rivera, capitán general de Cataluña, se pronunció en Barcelona, obteniendo
rápidamente el apoyo de las principales agrupaciones empresariales
españolas y catalanas. La pasividad, cuando no la simpatía de una parte
significativa de la opinión pública y la rápida aceptación de los hechos
consumados por parte del resto del Ejército y del mismo rey garantizaron el
éxito del golpe. De esta manera, el estamento armado ponía fin a cincuenta
3 Cfr. S. G. Payne, Los militares y la política en la España contemporánea,
París, Ruedo Ibérico, 1968.
36
años de monarquía constitucional, sustituida por una “dictadura militar de
real orden”. Inmediatamente, Primo de Rivera arrebató el poder central a la
oligarquía y el local a los caciques mediante el nombramiento de militares
que ocuparon los gobiernos civiles, los ayuntamientos y las diputaciones,
dando al movimiento un cierto aspecto regeneracionista, en el que el poder
ejecutivo, el legislativo y hasta el judicial fueron ejercidos directamente por
las fuerzas armadas.
El Directorio Militar que se constituyó se enfrentó a los dos
problemas que más gobiernos habían hecho caer durante los años
precedentes: Marruecos y Cataluña. Con una acción conjunta franco-
española en Alhucemas en 1925 se ofreció la posibilidad de dar al Ejército
días de gloria después de tantos desastres. Por otro lado, las iniciales
promesas descentralizadoras siguieron la suerte general de la nueva
organización administrativa, ante el desconcierto de las fuerzas catalanistas
que habían aplaudido el golpe. Tras estos ajustes, llegó el momento de
dejar paso a los civiles en un intento de dar continuidad al nuevo régimen.
Las grandes cuestiones seguirían en manos militares, pero el nuevo
intervencionismo estatal sería asumido por los civiles integrados en el
único partido permitido, la Unión Patriótica, creado a imitación de lo
realizado en la Italia fascista en la esperanza de lograr el necesario apoyo
social al régimen. Este proceso corporativo finalmente intentó sumar las
fuerzas productivas a la estructura del Estado otorgando poco menos que el
monopolio de la representación obrera a la organización sindical socialista
UGT. Pero hacia 1927, este intento de perdurabilidad del régimen encontró
en su camino la oposición de patronos, estudiantes e intelectuales.
Esta atmósfera de insatisfacción, encendió las alarmas de una
monarquía que comenzaba a sentir que la Corona corría riesgo si seguía
37
asociada a la figura del dictador. En enero de 1930, el general Primo de
Rivera, desasistido por el rey y sus generales, y aislado de la sociedad,
presentó su dimisión. La consecuencia evidente fue que la Monarquía había
agotado la vía constitucional, pero también la dictatorial, dejando sin
respuesta los anhelos del desarrollo democrático del régimen de la
Restauración y dejando sin solución los problemas planteados en 1917 por
obreros, republicanos, reformistas, catalanistas e intelectuales. La apuesta
golpista del rey, por otro lado, había colaborado en la destrucción de los
partidos dinásticos, conservador y liberal, que lo habían apoyado durante
cincuenta años. Así, cuando la Monarquía quiso recuperar la legitimidad
constitucional, no encontró a ningún partido suficientemente robusto para
conducir el proceso, en un tiempo en el que el desarrollo urbanizador había
bloqueado sensiblemente la posibilidad de falsear las elecciones mediante
el secular sistema caciquil.
La Monarquía había llegado a representar en el pensamiento
colectivo de una buena parte de españoles lo viejo y lo caduco, un corsé
que no dejaba crecer a la sociedad. La dictadura generalizó en España lo
que los grupos periféricos al sistema de la Restauración habían predicado
desde el siglo anterior, que Monarquía era igual a despotismo. El fracaso
integrador de la dictadura de Primo de Rivera produjo un último intento de
supervivencia de la monarquía de Alfonso XIII, acudiendo a la práctica de
unos ciertos comportamientos democráticos que no le había importado
despreciar en 1923, medida insuficiente para atraerse al frente
antimonárquico que desde agosto de 1930 en San Sebastián había fijado la
fecha de caducidad del régimen.
Este progresivo despertar político de la sociedad corrió en favor del
republicanismo, que de manera casi espontánea produjo una proliferación
38
de partidos capaces de una gran movilización, que dejaron sin margen de
maniobra al rey y a la vieja clase política. Enseguida, las elecciones
municipales de abril de 1931 se plantearon como un plebiscito sobre la
continuidad de la Monarquía, y éstas dictaron su veredicto. Los resultados
electorales revelaron la ausencia de apoyo social y militar a una decrépita
monarquía que desde hacía lustros luchaba por sobrevivir. El cambio de
régimen pareció entonces como el natural recurso para dar solución a las
contradicciones que había engendrado la Restauración e impedían la
modernización de las estructuras socioeconómicas del país.4
El fin del régimen monárquico no puede pues ser atribuido sólo a un
resultado electoral adverso. Este resultado hubiera sido imposible de no
producirse en el curso de un largo proceso de descomposición del sistema
de la Restauración. Supuso el acto final de un drama más largo, que más
que el fin de un régimen, se identifica con el agotamiento de todo un
sistema social.5 Se iniciaba así una fiesta popular revolucionaria que dio su
sello inicial a un republicanismo difuso, nada estructurado, pero
incontenible.
4 Cfr. S. Roldán y J. L. García Delgado, La formación de la sociedad capitalista
en España, 1914-1920, Madrid, C. E. C. A., 1973; M. Tuñón de Lara, El movimiento
obrero en la historia de España, Madrid, 1972, 3 vols; G. Cardona, El poder militar en
la España contemporánea, Madrid, Siglo XXI, 1983. 5 J. Aróstegui, “La República: esperanza y decepciones” en La Guerra Civil, I,
Historia 16, Madrid, 1986, pp. 8-57.
39
2. Francia en los años 30
Los años 30 vieron la llegada de la crisis económica y los regímenes
fascistas en Europa, de igual modo que el triunfo de los frentes populares
en España y en Francia, que supusieron la llegada al poder de coaliciones
de centro-izquierda e introdujeron cambios profundos en el conjunto de la
sociedad. La aparición de estos frentes constituyó una de las más firmes
respuestas a esta situación de crisis social e institucional en el continente.
Ningún país como Francia6 había pagado tan caro el ansia
expansionista alemán durante la Gran Guerra. El tratado de Versalles que
puso fin a la contienda constituyó la herramienta con la que los franceses
creyeron conjurar el riesgo de repetir este duro trance. Con él, sus
dirigentes pretendieron tomarse la revancha y mantener a Alemania
sometida a la condición de potencia de orden menor.7 Pero estadounidenses
y británicos no lo entendieron así. Alemania, que mantenía casi intacto su
potencial industrial, representaba un mercado privilegiado para sus
productos, circunstancia que entraba en conflicto con la idea de
desmembración económica alemana que proponían los franceses. Más
6 Cfr. A. Adamthwaite, France and the Coming of de Second World War,
Londres, Frank Cass, 1977; de S. Berstein, La France des années 30, París, Armand
Colin, 1988; J. Chastenet, Le Déclin de la Troisième, 1931-1938, París, Hachette, 1984 ;
J. Kergoat, La France du Front Populaire, París, La Decouverte, 1986; J. Lacouture,
Léon Blum, París, Seuil, 1977; H. Noguères, La vie quotidienne en France au temps du
Front Populaire 1935-1938, París, Hachette, 1977 ; R. Soucy, French Fascism: The
Second Wave, 1933-1939, New Haven, Yale University Press, 1995; R. Young, In
Command of France. French Foreign Policy and Military Planning, 1933-1940,
Harvard, University Press, 1978. 7 J. Doise y M. Vaïsse, Politique étrangère de la France. Diplomatie et outil
militaire, 1871-1991, París, Seuil, 1992, p. 339.
40
tarde, la oferta francesa (reduciendo sus pretensiones de 1919), consistente
en ligar la condonación de los colosales préstamos que el Estado galo tuvo
que contraer con los bancos occidentales para acometer la tarea de la
reconstrucción a las reparaciones de guerra que los alemanes aceptaron en
Versalles, encontró poca comprensión entre sus tradicionales aliados
democráticos. Este desacuerdo entre estadounidenses, británicos y
franceses produjo en tiempos del gobierno presidido por Raymond
Poincaré (1860-1934) la ocupación francesa de la cuenca del Rhur (1923),
el corazón industrial de Alemania, como medida de presión para cobrar lo
pactado en Versalles.
En junio de 1930, Francia aceptó evacuar Renania a cambio de las
garantías de reparación que le ofreció el Plan Young, aprobado en la
Conferencia de La Haya de agosto de 1929.8 Pocas voces se escucharon
contra esta evacuación, a excepción de las que se elevaron en las filas del
nacionalismo galo. Hecha la evacuación, la inexorable realidad llenó de
incertidumbres la seguridad de las fronteras francesas. Cómo resistir a una
eventual agresión alemana, con un ejército lastrado por múltiples carencias,
cuya infantería era obsoleta y mal equipada, la aviación era testimonial y
8 Nuevo plan en reemplazo del anterior Plan Dawes (1924) que fijaba elevados
pagos anuales en calidad de reparaciones de guerra. Alemania se comprometía por el
nuevo plan a entregar cantidades anuales a través de un recién creado Banco
Internacional de Pagos, con sede en Basilea. Los pagos continuarían hasta 1988 y serían
incrementados gradualmente durante los primeros 36 años. Se fijaba una anualidad
incondicional, que Alemania no podía eludir pagar, de 660 millones de marcos y su
pago quedaba asegurado mediante una hipoteca sobre los ferrocarriles alemanes
estatales. El plan fue aceptado por Alemania en agosto de 1929 y la compensación fue
la evacuación anticipada, antes de junio de 1930, de las tropas aliadas asentadas en
Renania. El estallido de la crisis económica convirtió en papel mojado este plan.
41
concebida como arma de observación y los presupuestos militares sólo
alcanzaban para reponer lo existente sin el más mínimo interés por la
renovación y la modernización. Esta política militar, que tan sólo podía
aspirar a desarrollar una estrategia defensiva en caso de conflicto,
condenaba a los dirigentes galos a confiar en la panacea salvadora de la
línea Maginot, que por entonces sólo existía sobre el papel.
Otro foco de tensión, no menos importante, entre los aliados de la
última guerra lo constituía la consolidación de los soviets en la antigua
Rusia y su capacidad de interferir en la vida interna de los países
democráticos a través de la acción política de los partidos comunistas
nacionales. La llegada al poder en Italia del fascismo y en Alemania del
nazismo había supuesto para la izquierda europea una dura lección, sufrida
en carne propia. Iósif Stalin (1878-1953), temeroso del triunfo nazi, se vio
en la necesidad de redireccionar su política internacional hacia un
acercamiento a las potencias democracias, hasta el punto de proponer ya
desde 1934, la constitución de frentes de acción conjunta de las izquierdas,
incluidos los partidos burgueses, contra la amenaza fascista. La
oficialización de la nueva estrategia soviética se produjo finalmente en el
VII Congreso de la Internacional Comunista durante julio-agosto de 1935,
pero la desconfianza de las potencias democráticas nunca se atenuó.
El camino hacia la crisis
El estudio socioeconómico de la Francia de los años 30 nos revela la
realidad de un país que se resistía tenazmente a la evolución hacia el
desarrollo técnico a imitación de otras potencias europeas avanzadas del
momento. Con 41,6 millones de habitantes, 2,7 de extranjeros y un 51,2%
42
de población urbana, la Francia de 1931 arrojaba cifras de un país que no
estaba preparado para la crisis que se avecinaba. Su sector primario
ocupaba a un 36% de la población activa, dónde los pequeños propietarios
anclados en el arcaísmo de métodos y técnicas de producción eran mayoría,
excepto en la región del norte. Otro 31% de sus trabajadores se dedicaban a
un sector secundario en el que más de un 50% de su tejido industrial lo
constituían pequeñas y medianas empresas. Finalmente, el tercio restante
trabajaba en el sector servicios. En ese mismo año el paro no afectaba a
más de 50.000 trabajadores, en tanto que el presupuesto era excedentario,
las reservas del Banco de Francia aumentaban en progresión constante, la
balanza comercial era ligeramente deficitaria y su balanza de pagos gozaba
de superávit.
Cuando estalló el crack bursátil de Wall Street en 1929, sus efectos
en Francia se hicieron esperar algún tiempo debido a la anarquía de sus
estructuras industriales y a la débil inserción de Francia en los mercados
mundiales. Esta coyuntura se prolongó hasta que la devaluación de la libra
esterlina el 21 de septiembre de 1931 hundió los precios de los productos
agrícolas y de las manufacturas. A pesar de los evidentes síntomas que
presentaba el enfermo, parte de la prensa persistió en una visión patriotera
de la realidad, afirmando que tan sólo Francia y EE.UU. sostenían la
economía mundial desde entonces. A finales de año, los indicadores
económicos comenzaron a ser más inquietantes. Bancarrotas y
liquidaciones judiciales progresaron de manera galopante, azotando
especialmente a las clases medias. Por fin, a principios de 1932 el ministro
de Finanzas admitió que un ajuste monetario se hacía necesario. Las recetas
de la época, que obligatoriamente pasaban por la consecución del equilibrio
presupuestario, se centraron en medidas deflacionistas que sometieron a las
clases más vulnerables a una situación todavía más angustiosa. Así, los
43
ingresos de los agricultores franceses se redujeron a la mitad en el
quinquenio 1930-1935 y el número de parados se disparó hasta el medio
millón durante el mismo período. Ello se tradujo en un empobrecimiento
del mundo agrícola, la ruina de una parte importante de las clases medias y
en una evidente pérdida de la capacidad de compra de funcionarios y
empleados.
Las fuerzas políticas en juego
La Sección Francesa de la Internacional Obrera (SFIO), el partido
socialista francés, había decidido por dos tercios en el Congreso de Tours
de diciembre de 1920 incorporarse a la III Internacional fundada el año
anterior. Hasta entonces no había existido una corriente comunista en el
seno del partido. Dos acontecimientos contribuyeron a la radicalización del
ala izquierda del partido hacia estas posiciones ideológicas: la pérdida de
escaños, que no de votos, cosechada en las elecciones legislativas del año
anterior y la frustración producida por el fracaso de la huelga general
lanzada en mayo de 1920, que concedió protagonismo a unas bases que
terminaron por empujar a parte de sus jefes hacia la izquierda.
La escisión en ciernes que se adivinaba no afectó por igual a las
bases y a la dirección. Abierto el debate, una gran mayoría de sus afiliados
se inclinaron por el ingreso en las filas de la Internacional, mientras que
una mayoría de los cuadros permanecieron fieles a la idea de independencia
del partido. En todo caso, es indudable que esta circunstancia abrió una
significativa fractura entre los dirigentes socialistas franceses. Por un lado,
en contra del ingreso en la Internacional, se pronunció Léon Blum, que
denunció el modelo centralizado soviético como el causante de la
44
transformación de la “dictadura del proletariado” en un sistema de gobierno
en manos de unos pocos, convertido en gobierno estable y no en tránsito
hacia la construcción de una nueva sociedad. En abierto contraste, se
situaron figuras como Marcel Cachin (1869-1958) o Louis-Oscar Frossard
(1889-1946), que consideraban que la aceptación de las 21 condiciones que
la Internacional imponía a los partidos nacionales, era la senda más breve
para convertir a la SFIO en un partido revolucionario.
Cuando la escisión fue un hecho, el nuevo partido comunista francés
(PCF) intentó conservar un margen de autonomía frente a la estricta
obediencia a Moscú, pero este anhelo, pronto se reveló imposible. León
Trotski (Lev Davídovich Bronstein, 1879-1940) apartó de sus
responsabilidades dirigentes a las direcciones nacionales más celosas de su
independencia en tan sólo dos años. En el caso francés, Frossard fue
obligado a dimitir de la secretaría general del partido en 1923 y el camino
hacia la bolchevización del PCF se completó con la condena pública del
partido frente a la ocupación francesa del Rhur y su oposición a la guerra
del Rif en Marruecos. Los pobres resultados conseguidos por lo comunistas
en las elecciones de 1924 (8% y 25 escaños) demostraron la débil
implantación del partido a nivel nacional y la escasa aprobación de su
radicalismo por parte de las masas proletarias, si bien es cierto que
consolidaron sus posiciones en la periferia parisina y ciertas zonas rurales.
Posteriormente, la imposición desde Moscú de la táctica de “clase contra
clase”9 decidida en el VI Congreso de la Internacional en julio-agosto de
1928, que defendía que el mayor enemigo del comunismo era la
socialdemocracia, sentenció el desastre electoral en las elecciones de 1928
(6,7% y 10 escaños). Así, el partido perdió más de la mitad de sus afiliados
9 Esta táctica de “clase contra clase” hizo fortuna en una célebre frase del
momento: “el árbol fascista no debe esconder el bosque socialdemócrata”.
45
durante el periodo 1925-1933, hecho que lo redujo irremediablemente a la
categoría de formación política marginal.
Por contra, la SFIO fue restableciéndose de la sangría sufrida por la
escisión de 1920 sobre el proyecto de un partido basado en un sistema
pluralista de tendencias. Su diversidad interna era amplia, desde una
derecha reformista defensora de participar en las labores de gobierno en
coalición con los partidos burgueses defendida por Joseph Paul-Boncour
(1873-1972) o Pierre Ranaudel, pasando por un centro que gravitaba sobre
las figuras de León Blum y Paul Faure (1878-1960), hasta una extrema
izquierda revolucionaria representada por las figuras de Jean Zyromski
(1890-1975) o Marcel Pivert. Pero fue finalmente Blum la figura que fue
explicitando, en una paciente labor pedagógica dirigida a sus bases, la
diferencia entre el “ejercicio del poder” y la “conquista del poder”. El
primero pasaba por reducir la aplicación maximalista del programa
socialista, apostando por una vía reformista dentro del juego democrático,
aceptando acuerdos de coalición con otras fuerzas. El segundo tan sólo se
conseguiría cuando un apoyo masivo del electorado catapultara al poder al
partido, en el hipotético caso de obtener una mayoría parlamentaria. El
rechazo socialista a formar parte de los gobiernos de mayoría radical en
1924 y 1932 supuso un nuevo foco de tensión en el seno del partido que se
saldó con una nueva escisión en 1933 de los llamados “neosocialistas”.
Éstos, que habían defendido la participación en minoría en las labores de
gobierno, terminaron creando una nueva formación, el Partido Socialista de
Francia.
El Partido Radical francés de los años 30 era un partido reformista,
celoso de la defensa nacional y la legalidad democrática y representante de
las clases medias de tradición liberal progresista. Los fracasos de las dos
46
tentativas de coalición con los socialistas en 1924-1926 y 1932-1934
habían provocado rencores irreconciliables entre ambas formaciones. Los
socialistas acusaban a los radicales de haber roto estas mayorías en pro de
alinearse con la derecha. Por su parte, los radicales enraizaban sus recelos
hacia los socialistas en el débil apoyo parlamentario recibido, sin aceptar
formar parte del Ejecutivo, origen del fracaso de estas mayorías. Sin
embargo, el trasfondo de estos desacuerdos no era otro que las diferentes
maneras de aplicar la política económica y social que debía ofrecerse al
país.
El resultado del fracaso del primer ensayo del cártel de izquierdas en
el bienio 1924-1926 fue el reagrupamiento de los radicales en un ejecutivo
de “unión nacional” con la derecha, decisión que provocó una grave crisis
en el seno del partido. Los principales responsables descartaron la idea de
volver a gobernar con los socialistas y se concentraron en ocupar el espacio
del centro político. Pero los más jóvenes, los Jeunes Turcs, acometieron el
camino de la modernización de la doctrina radical, estancada desde la Gran
Guerra. El segundo intento de experiencia centrista, con Édouard Herriot
(1872-1957) como presidente del partido, volvió a fracasar, en esta ocasión
arrastrado por la asonada antiparlamentaria del 6 de febrero de 1934.
Aunque entonces, la crisis política no sólo alcanzó a los radicales, sino a la
totalidad de las opciones políticas, y con ellas a la concepción del Estado
de la III República.10
10 S. Berstein, op. cit. (1988), pp. 58-61.
47
Los intelectuales toman partido
Los intelectuales franceses, al igual que en el resto del mundo
occidental, no permanecieron ajenos a la realidad política que les rodeaba.
No en vano, podemos afirmar que fueron ellos, en gran medida, los
precursores de las alianzas políticas que posteriormente terminaron por
cuajar entre las fuerzas de centro-izquierda. En agosto 1932 se celebró en
Ámsterdam un congreso mundial de intelectuales contra la guerra
imperialista, al que asistieron figuras de la talla de Henri Barbusse (1873-
1935) o Romand Rolland (1866-1944). En junio del año siguiente, este
último organizó en la sala Pleyel de París un congreso antifascista europeo.
El resultado de que ambos congresos buscaran objetivos similares, fue la
creación del Comité Ámsterdam-Pleyel contra la guerra y el fascismo.
Unos meses antes, en marzo de 1933, se constituyó la Asociación de
Escritores y Artistas Revolucionarios para luchar contra el fascismo, entre
cuyos miembros se encontraban creadores como Louis Aragon (1897-
1982), André Breton (1896-1966), Paul Nizan (1905-1940) o André
Malrraux (1901-1976), y cuyo órgano de expresión desde entonces fue la
revista Comuna.
Inicialmente, los políticos no prestaron excesiva atención a este tipo
de iniciativas, pero los acontecimientos del 6 de febrero de 1934 mostraron
la urgencia de iniciativas de semejante corte. Así surgió, en marzo de
mismo ese año, el Comité de Vigilancia de Intelectuales Antifascistas,
integrado por figuras estrechamente relacionadas con el socialismo y el
comunismo. El 8 de noviembre de 1935 apareció la revista Vendredí, que
integró a intelectuales próximos al radicalismo, socialismo y comunismo.
En sus páginas podían leerse artículos firmados por Louis Aragon, André
Gide (1869-1951), Emmanuel Mounier (1905-1950) o Paul Rivet (1876-
48
1958), autores que no ocultaban servir de contrapeso a la agresiva prensa
de derecha. Comenzada la guerra de España, la publicación se pronunció a
favor de la No Intervención, aunque tan sólo un año más tarde, y tras la
toma de Málaga por parte de las fuerzas franquistas, reconoció su
ingenuidad por confiar en las buenas intenciones del Comité de Londres.
Desde la derecha, aparecieron un número importante de
publicaciones. Charles Maurras (1868-1952), Robert Brasillach (1909-
1945) o Pierre Drieu de la Rochelle (1893-1945)11 mostraron su odio
visceral contra el “judío” Blum desde las páginas de l´Action Française,12 o
los semanarios Gringoire13 o Je suis partout.14 Estas publicaciones lanzaron
violentas campañas de desprestigio contra políticos de la izquierda, como la
11 Charles Maurras sería condenado a cadena perpetua en 1945 por
colaboracionista. Robert Brasillach también sería condenado y fusilado en febrero de
1945 por la misma acusación. Pierre Drieu de la Rochelle, afiliado del Partido Popular
de Jacques Doriot, se suicidó en marzo de 1945 tras la liberación de Francia. 12 N. Lillo, “Le Front Populaire Espagnol au regard de la presse française
(février-jullet 1936)”, en M.-C. Chaput (ed.), Fronts Populaires: Espagne, France,
Chili, Nanterre, Centre de Recherches Ibériques et Ibéro-Américaines (CRIIA), 2008,
pp. 267-278. Diario de la tarde, órgano del nacionalismo integral, dirigido por Charles
Maurras, con una media de 72.000 ejemplares diarios en 1936. 13 Ibídem. Semanario dirigido por Philippe Henriot (1889-1944) (futuro ministro
de Información del gobierno de Vichy entre 1940 y 1944 y ejecutado este año en París
por un comando del Comité de Acción Militar dependiente de la Resistencia francesa.)
y Henri Béraud (1885-1958), que contaba con una tirada de 65.000 ejemplares en enero
de 1936 y representaba la opinión más reaccionaria de la escena periodística francesa. 14 Comenzó a publicarse en noviembre de 1930. Pierre Gaxotte (1895-1982) fue
su responsable en la época que nos ocupa. La publicación fue deslizándose desde
posiciones conservadoras hasta actitudes cercanas al fascismo durante los años 30. Con
la ocupación alemana de Francia en 1940 se convirtió en uno de los periódicos
colaboracionistas más influyentes.
49
desatada contra Roger Salengro (1890-1936), ministro de Interior del
primer gobierno Blum.15 Sus campañas de denuncia sobre las supuestas
ingerencias de Moscú en la política gala a través del PCF fueron continuas
y, evidentemente, en el caso de la guerra de España, exigieron estricta
neutralidad al gabinete Blum.
La crisis del Estado
Los años 30 constituyeron para Francia el escenario de una crisis
generalizada que puso en cuestión incluso su sistema político institucional.
Herido de una extrema fragilidad, cuyas raíces debemos buscar en la
contestación intelectual, el antiparlamentarismo de las ligas de extrema
derecha y la ausencia de mayorías parlamentarias sólidas, el sistema se
mostraba atenazado por una impotencia gubernamental sin precedentes.
Tras la sonada antiparlamentaria del 6 de febrero de 1934, esta crisis
política llegó a su paroxismo y se hizo necesaria una reforma urgente del
Estado. Aunque ésta no se acometió, el triunfo del cártel de izquierdas en
las elecciones de abril-mayo de 1936 devolvió al menos el clásico juego
político de dos bloques, y este espejismo trasladó la reforma para la década
siguiente cuando la penosa experiencia de la Segunda Guerra Mundial la
hizo inevitable.
15 Roger Salengro fue ministro del Interior en el primer gabinete del Front
Populaire. Gringoire lanzó una calumniosa campaña contra él, cuya base era la
acusación de deserción en 1915 durante la Gran Guerra. A pesar de que una
investigación de la propia Asamblea demostró la falsedad de las imputaciones, el
resultado llegó demasiado tarde para Salengro, que se suicidó en Lille el 18 de
noviembre de 1936.
50
Aunque la configuración de fuerzas se modificó, el régimen político,
falto de una reforma profunda, permaneció en similares circunstancias.
Ante esta situación de parálisis, las herramientas utilizadas fueron el poder
creciente en el ámbito legislativo de las comisiones parlamentarias y el
recurso a los decretos-leyes. El rol maquillador de las primeras no evitó la
permanente inestabilidad ministerial, especialmente en Negocios
Extranjeros y en Finanzas. De hecho, los presidentes de estas comisiones
detentaron una autoridad casi excepcional en los asuntos del Estado, como
fueron el caso de los radicales Louis Malvy (1875-1949) en la comisión de
Finanzas de la Asamblea o de Joseph Caillaux (1863-1944) en la misma
comisión dentro del Senado. Por su parte, los decretos-leyes se convirtieron
en el único recurso al que acudió el Ejecutivo para luchar contra la lentitud
de la parálisis parlamentaria.
Francia se aísla
Las elecciones de mayo de 1932 desalojaron del Ejecutivo a la
derecha, en el poder desde 1926. El recuento de los escrutinios dio una
victoria neta a la coalición radical de izquierdas (157 escaños para los
radicales-socialistas y 129 para los socialistas, contra los 259 de las fuerzas
de derecha). Albert Lebrun (1871-1950), el recién elegido presidente de la
República, encomendó la tarea de formar gobierno a un Édouard Herriot
que se resistía a incluir en el nuevo gabinete a los socialistas de Léon Blum.
La propuesta socialista de reducción del presupuesto militar y el fracaso del
cartel de izquierdas ensayado durante el bienio 1924-1926 se encontraban
en el fondo de estas reticencias.
51
El balance del gobierno Herriot fue el fracaso en materia económica
e internacional. Un mes después de alcanzar el poder, Herriot asistió a la
Conferencia de Lausana de junio de 1932. Allí, el presidente galo ofreció a
sus aliados una reconsideración de las reparaciones de guerra a las que
Alemania tenía que hacer frente, siempre que los EE.UU. condonaran o al
menos redujeran sensiblemente el montante de las deudas de guerra
francesas. Los americanos nunca aceptaron esta base de negociación, pero
sus aliados británicos propusieron a los franceses un “acuerdo de
confianza”16 para solucionar el litigio en el futuro a cambio de flexibilizar
la posición gala en el asunto de las reparaciones de guerra alemanas. El
final consentimiento francés a este “pacto de caballeros” sin una
contrapartida real, demostró la debilidad de las posiciones galas en la
conferencia y la soledad internacional en la que progresivamente se iba
hundiendo la diplomacia del Quai d´Orsay.
Ese mismo verano, la Conferencia de Ginebra para el Desarme
volvió a registrar otro fracaso. En esta ocasión, las posiciones francesas de
mantener su franja de seguridad en el este se revelaron irreconciliables con
las aspiraciones alemanas de adquirir igualdad de derechos con otras
potencias en materia armamentística (Gleichberechtigung). La falta de
acuerdo final desencadenó el abandono germano de la conferencia el 14 de
septiembre. Sin embargo, a finales de año, el 11 de diciembre, se celebró
una nueva ronda de conversaciones, en este caso a cinco, entre Francia,
Gran Bretaña, EE.UU., Alemania e Italia, en la que se consiguió un
principio de acuerdo de igualdad de derechos en el marco de un
compromiso de seguridad colectiva. No obstante, esta nueva rebaja de las
pretensiones francesas, que buscaba concitar un acuerdo in extremis en una
16 O. Dart. Les années 30, La France contemporaine, sous la direction de Jean-
François Sirinelli, París, Librairie Générale Française, 1999, p. 36.
52
atmósfera internacional cada vez más adversa a los anhelos galos, fue
rechazada por la Asamblea Nacional tres días más tarde. Esta retirada de
confianza en la política internacional del presidente del Consejo no sólo
liquidó su gabinete, sino que aisló aún más a Francia en el marco
internacional. No en vano, en tan sólo seis meses, Herriot había dilapidado
el capital negociador que suponían las dos garantías esenciales que
Versalles había asegurado a Francia (léase, reparaciones de guerra y
estrictas cláusulas militares) a cambio de vagas compensaciones verbales.
Se explica desde esta perspectiva, que autores como Duroselle, Doise y
Vaïse sitúen en esta fecha el inicio del declive de Francia como potencia
internacional, más aún, cuando la llegada al poder de Adolf Hitler (1889-
1945), apenas un mes más tarde el 30 de enero de 1933, marcó el inicio del
rearme masivo alemán, mientras Francia excluía esta posibilidad por
razones de consumo político interno.17
Reaparición de las ligas
Esta atmósfera de frustración nacional no tardó en alimentar la
reaparición de las ligas de extrema derecha, que ofrecían como recambio
político una reacción autoritaria y nacionalista para combatir la supuesta
17 J. Doise, M. Vaïsse, op. cit., (1992), p. 364 ; J.-B. Duroselle, La politique
étrangère de la France. La Décadance, 1932-1939, París, Imprimerie Nacional, 1979,
p. 271. También de Duroselle, Europa de 1815 a nuestros días: vida política y
relaciones internacionales, Barcelona, Labor, 1981, pp. 94-95; R. Miralles, Equilibrio,
Hegemonía, y Reparto. Las relaciones internacionales entre 1870 y 1945, Madrid,
Síntesis, 1996, p. 180.
53
amenaza marxista y el estéril liberalismo parlamentario.18 Aunque no
añadían ningún ingrediente nuevo al escenario político francés, la vuelta al
poder de la izquierda favoreció su proliferación. Su objetivo tampoco era
novedoso: conducir en la calle una acción directa contra el poder o contra
el régimen vigente. Entre las más veteranas se encontraban L´Action
Française o los Jeunesses Patriots que procedían de la década anterior.
En la línea del nacionalismo tradicional surgieron las Croix de Feu,
creadas en 1927 por Maurice d´Hartoy (Maurice-Lucien Hanot, llamado
teniente d'Hartoy, 1892-1981), e integradas por excombatientes que
pretendían mantener el espíritu de trinchera en defensa de los valores
tradicionales franceses. Será en los años 30, cuando su nuevo líder, el
teniente-coronel François La Rocque (1885-1946), conocido como el
Mussolini francés, le provea de una organización paramilitar. En plena
crisis económica, este movimiento se dotó de principios sociales en defensa
de la economía nacional contra la competencia de mano de obra extranjera
y por la reducción de la fiscalidad; y su carácter ecléctico convertió a sus
activistas en los más numerosos y dinámicos de entre las ligas de extrema
derecha.
Dentro de una inspiración más fascista, el Francisme fue fundado en
1933 por Marcel Bucard (1895-1946) con el apoyo financiero del industrial
de la perfumería François Coty (1874-1934), antiguo dirigente de las
Legiones del Fascio de la Valois. Su programa político se marcaba tomar el
poder, eliminar el parlamentarismo e incorporar el corporativismo a la
escena francesa. El número de sus efectivos nunca fue preocupante. Por su
parte, Solidaridad Francesa fue financiada y fundada en 1933 por el ínclito
18 R. Soucy, op. cit. (1995). Este asunto también es tratado por R. Rémond en
Les Droits en France, París, Aubier, 1982.
54
Coty, y dirigida por el comandante de infantería Jean Renaud. Se trataba de
otra formación paramilitar de vagos presupuesto políticos que contaba con
un órgano difusor de sus ideas en la publicación L´Ami du Peuple, pero
que nunca llegó a las cifras de simpatizantes de las que dispusieron las
Croix de Feu.
En conjunto, la mayoría de los historiadores franceses que han
estudiado la cuestión de la existencia de un verdadero fascismo en Francia,
coinciden en señalar que aunque existieron en los años 30 capas de
población favorables a la formación de un régimen autoritario lejos del
parlamentarismo, los movimientos que acaudillaron la capacidad de
movilizar a estas masas fueron más deudores de un nacionalismo
tradicional, que del movimiento fascista, que nunca superó una audiencia
muy limitada.19
La asonada antiparlamentaria del 6 de febrero de 1934
Un tornado político iba dar alas a estos grupúsculos: el escándalo
político-financiero Stavisky. En diciembre de 1933 saltó a las páginas de
los diarios el descubrimiento de una operación fraudulenta de bonos en la
entidad Crédit Municipal de Bayona dirigida por un judío ruso
nacionalizado francés llamado Alexandre Stavisky (1886-1934).
Inicialmente, la investigación sólo salpicó al alcalde de la localidad,
Dominique-Joseph Garat. Pero lo que concedió categoría de noticia
nacional al asunto fue que antes de su detención, Stavisky apareció muerto
el 7 de enero de 1934 en una villa próxima a Chamonix. Este rocambolesco
19 S. Berstein, op. cit. (1988), pp. 68-69.
55
desenlace lanzó a la prensa a una febril labor de investigación que terminó
relacionando el affaire con las más altas instancias del Estado y, en especial
con el Partido Radical. Parece ser que Stavisky había sido sospechosamente
beneficiado en varios procesos judiciales en los se le implicaba, sin que el
procurador general Georges Pressard, cuñado del entonces presidente del
Consejo, el radical Camille Chautemps (1885-1963), hubiera movido un
dedo por evitarlo. Ante estos dudosos indicios, la prensa se apresuró a
interpretar el asesinato de Stavisky como un intento de asegurar su silencio
para ahogar el escándalo. Comenzó así una movilización antiparlamentaria
contra los “ladrones” en la que el protagonismo de ligas como l´Action
Française, los Jeunesses Patriots o la Solidaridad Francesa fue destacado.
Esta agitación extraparlamentaria se incrementó con la negativa de la
Asamblea a constituir una comisión investigadora sobre el asunto, que ni
siquiera la dimisión de Chautemps pudo frenar.
El 29 de enero de 1934, Édouard Daladier (1885-1956) fue
encargado de formar un nuevo gobierno de urgencia para hacer frente a la
crisis. Se trataba de un gobierno de radicales sin, una vez más,
participación socialista. Dos días antes, el movimiento de antiguos
combatientes convocó para el 4 de febrero una manifestación en la plaza de
la Concordia frente a la Asamblea Nacional. El prefecto de policía de París
Jean Chiappe (1878-1940), protector confeso de las ligas, intentó jugar un
papel de mediador para evitar la manifestación. El nuevo presidente del
Consejo, entendió que tras la aparente conciliación de Chiappe se escondía
una cierta complacencia con las ligas, y lo destituyó para así intentar
atraerse a los socialistas. Dos ministro radicales abandonaron el Gobierno
en protesta por esta maniobra de Daladier, y Chiappe se apresuró a
presentar a la prensa su carta de dimisión el día 3 de febrero al tiempo que
rechazaba públicamente el puesto de residente general de Maruecos que se
56
le había ofrecido desde el Gabinete. La sombra de la sospecha comenzó a
planear sobre el Gobierno y periódicos como Le Temps se preguntaron en
sus portadas lo que la población comentaba en la calle: “¿qué noción de
justicia es ésa, que permite castigar recompensando? Todo el que ha faltado
debe ser castigado”.20
La respuesta popular se fijó para el 6 de febrero frente a la Asamblea,
justo cuando en su interior se pedía la confianza para el nuevo ejecutivo.
Las ligas aparecieron en primera línea clamando a voz en grito el slogan
que la prensa de derecha había popularizado en las semanas anteriores: “À
bas les voleurs” (“Abajo los ladrones”). La manifestación mostró su
hostilidad hacia un parlamentarismo acusado de impotente y corrupto, su
xenofobia antisemita y la decepción de los viejos combatientes que
percibían como los políticos dilapidaban la victoria de 1918. La protesta
degeneró en un intercambio de disparos. El balance del motín arrojó la cifra
de 17 muertos y más de 2.300 heridos, de los cuales, más de 1.700 fueron
agentes del orden, que desmotivados por la destitución de Chiappe,21
fueron en gran medida responsables del desenlace de los acontecimientos.
Daladier, señalado como responsable de dar la orden de disparar contra los
manifestantes, se vio obligado a abandonar el poder.
Por primera vez desde 1870, un gobierno que contaba con el apoyo
de la Cámara era derribado por la presión de la calle, hecho que certificaba
20 Le Temps, del 6 de febrero de 1934. N. Lillo, “Le Front Populaire…”, pp.
267-278. Le Temps constituía un reputado diario por sus serias informaciones y el valor
de sus comentaristas que lanzaba entre 50 y 80.000 ejemplares. Fue considerado el
órgano oficioso del Quai d´Orsay. 21 Desde entonces, para la prensa de izquierda francesa Jean Chiappe fue el
Préfet de Coup d´État.
57
la fragilidad del régimen político francés. Los acontecimientos del 6 de
febrero marcaron profundamente a sus contemporáneos. La izquierda vio
en los hechos un complot antiparlamentario de inspiración derechista para
alcanzar el poder eludiendo los mecanismos democráticos republicanos. En
cualquier caso, el descrédito de la República parlamentaria quedó en
evidencia y el intento de la calle para suplantar a los bloques políticos
volvió a abrir el debate sobre la necesaria reforma del Estado.22 De resultas
de los acontecimientos del 6 de febrero las ligas vieron progresar su
audiencia, y aunque esta fecha no está en el origen de la constitución del
Front Populaire,23 sí es perceptible que la izquierda comenzó a desarrollar
una nueva dinámica combativa, especialmente a partir del verano de 1934,
destinada a salvaguardar los valores esenciales del republicanismo.24
Hacia la acción común de las izquierdas
Cuando Stalin decidió poner al frente de la Internacional al búlgaro
Georgi Dimitrov (1882-1949) en 1934, también planeaba un cambio de
dirección en la línea política de la organización que hiciera frente a los
nuevos retos y peligros que se cernían sobre Europa con la llegada al poder
22 S. Berstein, op. cit. (1988), pp. 103-105. Archivo del Ministerio de Asuntos
Exteriores, serie Renovado, legajo 842 “Información Nacional. Francia. 1934”,
expediente o carpeta 4, ex nunc AMAE, R-842-4. 1934. 23 Autores como D. A. L. Levy en “The French Popular Front, 1936-37” en P.
Preston y H. Graham, The Popular Front in Europe, Londres, The Macmillan Press,
1987, p. 60, se muestran partidarios de situar el origen del Front Populaire en los
acontecimientos del 6 de febrero de 1934. 24 O. Dart, op. cit. (1999), pp. 78-79.
58
de Hitler.25 Este cambio estratégico pronto se hizo sentir también en
Francia. El 11 de junio de 1934 Maurice Thorez (1900-1964), secretario
general de los comunistas franceses, se encontraba en Moscú. Dimitrov, en
la línea de la nueva estrategia planeada por el Kremlin, le invitó a superar
los viejos esquemas dogmáticos, al tiempo que el órgano oficial soviético
Pravda publicaba un artículo titulado “Por la acción común inmediata”.
Dos semanas más tarde, El PCF celebró su conferencia nacional en la
ciudad de Ivry. Thorez no parecía muy seducido por la nueva política
diseñada por Stalin. Ante las evidentes vacilaciones de la dirección
comunista francesa, Thorez recibió en pleno congreso un telegrama de
Moscú invitándole a ser más explicito en su oferta a los socialistas. En la
clausura, Thorez lanzó su llamamiento a la SFIO y a su prolongación
sindical, la Conféderation Générale du Travail (CGT), para la conclusión
de la unión de acción para la defensa de la democracia. El 27 de julio se
firmó el pacto entre comunistas y socialistas.
El 10 de octubre de 1934, Thorez utilizó por primera vez en un
discurso en la sala Bullier de París la expresión “front populaire”. El 24 de
octubre, de nuevo, Thorez hizo un emplazamiento para la constitución de
un “frente popular por el pan y la libertad contra el fascismo y la guerra”,
que en esta ocasión hizo extensivo al partido radical. Por su parte, los
radicales recogieron el guante, y Daladier defendió en el congreso radical
25 G. Dimitrov, Escritos sobre el fascismo, Madrid, Akal, 1976, pp. 49-121. La
política de frentes populares como política común de los partidos de izquierda se
concretó en el VII Congreso de la Internacional Comunista, celebrado del 25 de julio al
21 de agosto de 1935, con el conocido informe de Georgi Dimitrov, “La ofensiva del
fascismo y las tareas de la Internacional en la lucha por la unidad de la clase obrera
contra el fascismo”.
59
de Nantes unos días más tarde la necesidad de constituir un frente popular
contra la importación del fascismo a Francia.
El 13 de noviembre de 1934, de nuevo Thorez lanzó en la Cámara el
eslogan: “Por el pan, por la libertad, por la paz”. El síntoma de que esta
estrategia era bien acogida por los votantes de izquierda fue que en las
siguientes elecciones municipales del 5 y 12 de mayo de 1935 los
candidatos que habían defendido este mensaje, avanzaron en los sufragios.
Cuando el 15 de mayo de 1935, el presidente del consejo Pierre
Laval (1883-1945)26 rindió visita a Moscú, Stalin se apresuró a declararle
su aprobación a la política de defensa de Francia. Lo cual venía a significar
desembarazar a los comunistas franceses de su antimilitarismo, principal
escollo para llegar a acuerdos de gobierno con radicales y socialistas. La
oficialización de la nueva línea política soviética de frentes populares
contra el fascismo se produjo finalmente durante julio-agosto de 1935 en el
VII Congreso de la Internacional Comunista.
La SFIO recibió la oferta con recelo. La escisión de los años veinte
planeaba en las mentes de los que consideraban la oferta comunista como
un instrumento envenenado para separar a los jefes socialistas de sus bases
y luego captarlas. No obstante, el 15 de julio de 1935, el consejo nacional
de la SFIO aceptó un principio de acuerdo de acción conjunta contra el
fascismo y la guerra. Finalmente, el 27 de julio, socialistas y comunistas
firmaron un pacto de unidad de acción común, al que se unieron los
radicales en octubre. La sede de reunión de la nueva coalición se fijó en la
26 Fue juzgado por el régimen del general Charles de Gaulle, condenado a
muerte por traición y fusilado en Fresnes 1945.
60
residencia de la Liga de Derechos del Hombre de Victor Basch (1863-
1944) en el 27 de la rue Dolent de París.
La crisis de la seguridad colectiva
Con la llegada de Louis Barthou (1862-1934) al Ministerio de
Negocios Extranjeros bajo el gobierno de unidad nacional presidido por
Gaston Doumergue (1863-1937), tras los acontecimientos de febrero de
1934, se produjo un efímero intento de renovación para dar un giro a la
política internacional de Francia. Barthou, que había sido el encargado de
presentar a la Asamblea Nacional las bases del tratado de Versalles en
1919, partió de dos principios fundamentales para lograr recuperar el
protagonismo internacional de Francia: Alemania era el enemigo declarado
y, ante esta amenaza, la seguridad se convertía en un imperativo.
Consecuente con este planteamiento, Francia necesitaba establecer alianzas
sólidas fuera de Ginebra según “la tradición de las alianzas de reverso de
los oportunistas”, si esta seguridad no podía ser garantizada por la Sociedad
de Naciones (SDN).27 El nuevo ministro de Negocios Extranjeros,
pragmático convencido, se resignó a esperar poco de Gran Bretaña, lo que
irremisiblemente le llevó a considerar mejores perspectivas de
entendimiento en la Italia de Benito Mussolini (1883-1945). Para completar
este giro diplomático, y siempre en aras de la seguridad frente a la amenaza
alemana, se esbozó un posible acercamiento con los soviéticos. La
incapacidad de Ginebra como foro de entendimiento, legitimaba a Barthou
para buscar acuerdos lejos de la SDN. Y así, rechazando la dependencia de
Gran Bretaña, consiguió sacar de su letargo a una diplomacia francesa, que
27 J.-M. Mayeur, La vie politique sous la Troisième République. 1870-1940,
París, Seuil, 1984, p. 339.
61
se puso manos a la obra, ampliando sus objetivos iniciales, y comenzando
conversaciones con Polonia, Checoslovaquia, Rumanía y Yugoslavia, en el
empeño de constituir un “Locarno oriental”.28
Desgraciadamente para la timorata diplomacia gala, cuando más
necesidad tenía de un líder que la despabilara, Barthou encontró la muerte
en un atentado perpetrado contra el rey de Yugoslavia en Marsella. Según
Duroselle, el magnicidio puso fin a una efímera gran política que podría
haber protegido a Francia de la guerra y la agresión. Por contra, Doise y
Vaïse consideran que los planes de Barthou no fueron acompañados de los
necesarios créditos militares y de una decidida alianza con la URSS, cuya
consecución dividía en ese momento a la Cámara. Por otro lado, no
debemos obviar que los socialistas, con su importante presencia en la
Asamblea, siempre se habían mostrado partidarios acérrimos de la
seguridad colectiva, principio que entraba en frontal colisión con los planes
del político asesinado.29 En cualquier caso, tras este intento de retomar la
iniciativa en materia internacional, Francia se atascó indefinidamente en el
fangoso camino de la inacción, rehén impotente de la crisis económica que
sufría, con una convulsa situación interior y en un escenario de incierta
coyuntura internacional.
Al día siguiente del asesinato de Barthou, Pierre Laval le sucedió en
el Ministerio de Negocios Extranjeros, inaugurando una nueva política de
“presencia y de pequeños pasos” en palabras de Duroselle. Laval invirtió
los términos anteponiendo la colaboración con Italia al acercamiento con la
URSS, buscando el permanente objetivo de aislar a Alemania. El problema
que planteaba esta nueva apuesta francesa y revelaba su fragilidad, era que
28 Ibídem, p. 83. 29 J. Doise y M. Vaïsse, op. cit. (1992), p. 366.
62
reducía las posibilidades de éxito a la única garantía de los cambiantes
deseos del Duce. El 7 de enero de 1935, con la mirada puesta en el Sarre, se
firmaron los acuerdos de Roma, en los que Francia, entre otras concesiones
cedía a Italia 114.000 km2 al sur de Libia, dejándole las manos libres en
Etiopía. Cinco días más tarde, el 13 de enero, el 90% de los electores del
Sarre votaban a favor de la reintegración en Alemania. Ésta aprovechaba la
falta de reacción gala para promulgar el restablecimiento del servicio
militar obligatorio y la ampliación de su ejército a 36 divisiones,
vulnerando de manera manifiesta el Tratado de Versalles. A las protestas
de Francia ante la SDN se añadieron las de Italia, pero no las de Gran
Bretaña, que aunque se sumó al pacto franco-italiano en abril de 1935 en la
Conferencia de Stressa, ya había decidido un acercamiento bilateral a la
Alemania de Hitler, con la que firmó el 18 de junio de 1935 un acuerdo
naval que legitimaba el rearme nazi en este ámbito.30
Los acontecimientos aceleraron el acercamiento francés a la URSS y
el 2 de mayo de 1935 se firmó el pacto franco-soviético, que en palabras de
Duroselle, suponía una obra maestra del galimatías en el que cualquier
especialista en derecho internacional podía encontrar veinte escapatorias
posibles. Si bien es cierto que los franceses habían tejido toda una red de
pactos antialemanes en Europa, éstos no eran verdaderamente efectivos,
como lo demuestra la firma del pacto naval anglo-alemán.31
La escalada de hechos consumados aumentó un tanto más con la
invasión italiana de Etiopía el 2 de octubre de 1935. Aunque en Ginebra,
30 R. Miralles, op. cit. (1996), p. 200. 31 J.-B. Duroselle, op. cit. (1981), p. 95; J. E. Dreifort, “The French Popular
Front and the Franco-Soviet Pact, 1936-1937: A Dilemma in Foreign Policy”, Journal
of Contemporary History, 11, 1976, pp. 217-236.
63
franceses y británicos exigieron sanciones para Italia, el 7 de diciembre sus
responsables diplomáticos, Pierre Laval y Samuel Hoare (1880-1959),
alcanzaron un acuerdo para salvar los pactos de Stressa, por el que
aceptaban que Italia recibiera las dos terceras partes de Etiopía y ejerciera
un protectorado sobre el resto. La filtración a la prensa de este concierto
secreto indignó a la opinión pública de ambos lados del Canal, provocando
incluso la caída de Hoare, siendo sustituido por Anthony Eden (1897-1977)
al frente del Foreign Office. A pesar de la puesta en práctica de esta
diplomacia de doble medida, donde las sanciones ginebrinas contra Italia
fueron sospechosamente moderadas, Mussolini no tardó en ser consciente
de que el aliado que necesitaba para seguir practicando su política de
hechos consumados era la Alemania de Hitler.
Aprovechando los vientos favorables y esgrimiendo como excusa la
firma del pacto franco-soviético, el dictador alemán ordenó la
remilitarización de Renania el 7 de marzo de 1936. El Reich avanzaba un
paso más allá en su política revisionista, vulnerando los artículos 42 y 43
del tratado de Versalles que estipulaban que Alemania no podía estacionar
tropas y levantar fortificaciones en la orilla izquierda del Rhin ni sobre una
banda de 50 kilómetros de ancho en la orilla derecha. Locarno había
confirmado este extremo y Alemania había aceptado que una entrada de su
ejército en la zona sería considerada una agresión de igual magnitud que
atravesar la frontera francesa.
Ante tamaña provocación, sin embargo no se produjo ninguna
reacción gala. El Ejecutivo francés se plegó a las indicaciones de su Estado
Mayor, inseguro sobre su grado de preparación militar ante semejante casus
belli. De igual modo, la mayoría de la prensa se mostró de acuerdo con su
gobierno e, incluso, la extrema derecha de Maurras y su Action Française
64
rechazaron la más mínima posibilidad de acudir a la violencia para
solucionar tal contingencia. Abandonada por Gran Bretaña, con una
opinión pública herida de pacifismo extremo y aquejada de una
sorprendente impreparación militar, la respuesta francesa se redujo a la
petición de sanciones económicas y militares contra Alemania en el seno de
la SDN, que ni siquiera los británicos apoyaron. Muy al contrario, estos
últimos invitaron a los alemanes a la apertura de negociaciones,
sancionando el reconocimiento de su golpe de fuerza.32
Las consecuencias inmediatas no se hicieron esperar. Entre los
aliados franceses del este de Europa cundió la comprensible desconfianza
en los pactos firmados, e Italia y Alemania se convencieron de que la
política de hechos consumados por la fuerza era el método a seguir para
legitimar su política expansionista. Duroselle no considera que la
preparación militar francesa en la primavera de 1936 fuera inferior a la
alemana, y quizá fue entonces cuando se le ofreció a Francia la última
oportunidad de frenar los planes imperialistas de Hitler. En oposición,
Doise y Vaïse recuerdan que los presupuestos militares galos habían sido
progresivamente disminuidos desde 1932 y el ejército francés se había
transformado en una fuerza defensiva incapaz de ir más allá de la línea
Maginot para defender los intereses galos. Desde entonces, Francia quedó
irremisiblemente condenada a seguir una política exterior de appeasement
32 J. Avilés, “Francia y la guerra civil española: los límites de una política”,
Espacio, Tiempo y Forma, Serie V, Hª Contemporánea, nº 5, 1992, pp. 165-184. El
tratado de Locarno garantizaba la frontera francesa, pero no las de la Petite Entente
(Checoslovaquia, Yugoslavia y Rumanía), que tenía pactos con Francia, mientras que el
Pacto franco-soviético de 1935 estaba desprovisto de concreción militar; así pues,
Francia no contaba con pactos sólidos cuando Hitler decidió remilitarizar Renania. En
este escenario, resultaba crucial para el ejecutivo galo colaborar con Gran Bretaña.
65
(apaciguamiento) a remolque de los gobernantes británicos. Sin embargo,
lo que para los británicos constituía una doctrina político-estratégica
consecuentemente ejercitada, para los franceses se reveló como una
verdadera manifestación de debilidad y retracción que condujo a una
Francia básicamente aterrada por el espectro de la guerra a tratar de
atrincherarse tras la línea Maginot, una vez consumada la derrota
diplomática que supuso la firma del acuerdo de Munich en septiembre de
1938.33
El Front Populaire conquista el poder
La originalidad de la experiencia del Front Populaire no residió en la
victoria de las izquierdas propiamente dicha (el centro-izquierda ya había
ganado las elecciones en 1924 y 1932), sino en la unión de radicales,
socialistas y comunistas y la presencia por primera vez de un miembro de
la SFIO, Léon Blum, a la cabeza de un gobierno. Los acontecimientos del 6
de febrero, el ascenso de las ligas y el reflejo de la crisis etíope sobre la
política interior francesa suscitaron un afán de defensa republicana y una
voluntad de unión nunca vistas antes en Francia, lejos de la inminencia de
un conflicto bélico.34
Dentro de lo que en un principio se llamó Coalición Popular existían
diversas tendencias que podría agruparse en dos bloques fundamentales.
33 R. Miralles, op. cit. (1996), p. 212. 34 Para conocer la evolución del Front Populaire en palabras de sus protagonistas
es recomendable consultar la obra de J. Grandmougin, Histoire vivante du Front
Populaire. 1934-1939, París, Albin Michel, 1966.
66
Los que defendían la consecución de reformas estructurales, como la SFIO
o la Unión Socialista Republicana; y los que planteaban tan sólo un
programa reivindicativo, debido a razones de diversa índole como hemos
planteado más arriba, como comunistas y radicales. Finalmente, en la
elaboración del programa electoral de la coalición se impusieron los
presupuestos de esta última vía, pero con la promesa socialista hecha a sus
bases de acometer reformas más profundas en el futuro.
Uno de los escollos principales a salvar para el consenso de una lista
única se encontraba en la política monetaria a seguir. Los comunistas se
oponían de manera frontal a la devaluación del franco porque no creían que
se pudiera comenzar una política de frente común lastimando los intereses
de la clase obrera. Así pues, el programa publicado el 12 de enero de 1935
por la coalición aparecía estructurado en dos grandes líneas de actuación:
las reivindicaciones políticas y las económicas. Las primeras pasaban por la
defensa de la libertad y la paz en el marco de la seguridad colectiva, la
nacionalización de las industrias de guerra y la extensión a Europa Central
y Oriental de la política de pactos abiertos al estilo del estipulado en el
acuerdo franco-soviético. Por su parte, las reivindicaciones económicas
ponían el acento en la restauración del poder adquisitivo de la población
mediante la implantación de la reducción de la jornada laboral a 40 horas
sin merma en los salarios, la urgente reforma del Banco de Francia y la
creación del Departamento Nacional Interprofesional de los Cereales para
estabilizar los precios agrícolas. Quedaba, pues, aplazada sine die la
posibilidad de alterar el valor de la moneda.
Las elecciones a doble vuelta de 26 de abril y 3 de mayo de 1936
tuvieron una elevada participación: el 84,3% del electorado acudió a las
urnas (un 0,7% más que en 1932). En la primera vuelta el PCF se reveló
67
como el gran vencedor. Con 1,5 millones de votos, doblaba sus resultados
de 1932 (780.000). Socialistas y radicales perdían algunos votos, pero los
primeros superan a los segundos por primera vez en la historia electoral de
Francia. Por su parte, los partidos de derecha tan sólo perdieron 70.000
votos. En consecuencia, disminuyeron las opciones de centro en favor de
las más extremas.
En la segunda vuelta, la derecha sólo retrocedió del 37,35% de 1932
al 35,88%. La izquierda, sin embargo, progresó gracias al voto comunista,
confirmando el ascenso de la primera vuelta. Los radicales descendieron
del 20,07% al 16,57%, certificando la pérdida de la primera posición en
favor de los socialistas, que también redujeron sus votos ligeramente del
17,63% al 16,92%. Los comunistas, por el contrario, casi doblaron sus
resultados de 1932, pasando del 6,78% al 12,45%, arrebatando votos a los
socialistas en las zonas industriales y a los radicales en el mundo rural. En
resumen, los resultados de las fuerzas integrantes del Front Populaire
progresaron del 44,48% de 1932 al 45,94% de 1936, menos de un punto y
medio.
Estos porcentajes de la coalición de izquierdas se tradujeron en la
Cámara en una ganancia de 4 diputados, gracias, principalmente, a los
magníficos resultados obtenidos por el PCF, que consiguió un rotundo
ascenso, pasando de 11 a 72 escaños. Por su parte, los socialistas
aumentaron sus asientos en 16, creciendo de 131 a 147 y los neosocialistas
aún más, aumentando los suyos de 37 a 51 diputados. Por contra, los
radicales perdieron 51 diputados, pasando de 157 a 106. En conjunto, la
coalición frentepopulista obtuvo 378 escaños frente a los 220 de la
68
oposición de centro-derecha.35 Así pues, la inesperada victoria de los
socialistas produjo un hecho inédito: Léon Blum, su cabeza de lista, fue el
encargado de formar gobierno en lugar del radical Édouard Daladier, como
todos en la coalición habían previsto.
Los resultados del 3 de mayo de 1936 supusieron también un
deslizamiento hacia la izquierda en el interior del Front Populaire, así como
el triunfo del afán de cambio y de la lírica de los oradores que durante la
campaña electoral lanzaron mensajes de felicidad, paz, pueblo, justicia,
libertad y República.36 De entre ellos, los comunistas, que se habían
presentado al electorado como el partido de la reconciliación francesa y
herederos de los jacobinos, fueron los verdaderos triunfadores. Un triunfo
que además les iba a suponer un beneficio añadido: el aumento de su
capacidad de influencia sobre el mundo sindical, especialmente sobre la
mayoritaria CGT (cuatro millones de afiliados en 1937), como
consecuencia de la reunificación sindical pactada antes de las elecciones.
Por su parte, el mismo PCF multiplicó su militancia por cuatro, pasando de
los famélicos 90.000 afiliados de febrero de 1936 a los 340.000 de
septiembre de 1937.
La diversa interpretación de los resultados electorales ocupó, como
es lógico, las portadas de los diarios. Así, L´Humanité,37 órgano central del
35 J. Mossuz-Lavau y H. Rey, Les Fronts Populaires, Firenze, Casterman-Giunti,
1994, pp. 80-81. 36 J. Touchard y L. Bodin en « L´Etat de l´opinion au début de l´année 1936 » en
P. Renouvin y R. Rémond, Léon Blum, chef de governement, 1936-1937, París, Presses
de la Fondation Nacionale des Sciences Politiques, 1981, p. 59. 37 N. Lillo, “Le Front Populaire…”, pp. 267-278. Dirigido por Marcel Cachin,
imprimía 300.000 ejemplares diarios.
69
partido comunista, titulaba el 27 de abril, al día siguiente de la primera
vuelta: “Brillante victoria del Partido Comunista”. Mientras que Le
Populaire,38 órgano oficial de la SFIO, abría su edición del 11 de mayo con
el siguiente titular: “El Partido Socialista reivindica la dirección del
Gobierno del Front Populaire”.39
Y así fue como los socialistas exigieron la dirección del futuro
Gobierno. Por su parte, los comunistas decidieron sostenerlo sin entrar a
participar en él. Mientras Thorez justificaba esta decisión por el deseo
comunista de no crear incertidumbres en el pueblo francés y evitar las
previsibles campañas de pánico que lanzaría la prensa de extrema derecha,
los socialistas lo interpretaron como una amenaza, bajo la sospecha de que
los comunistas enfrentarían desde la Asamblea a las bases socialistas contra
sus cuadros como había sucedido en el pasado.
Esta prudente actitud de los comunistas, inspirada evidentemente por
Moscú, no pudo sin embargo evitar la campaña de terror apocalíptico y los
beligerantes ataques que desplegó la prensa de derecha contra el nuevo
Ejecutivo. Charles Maurras, por ejemplo, no dudó en atacar en un tono
indudablemente antisemita de trazo grueso, muy del gusto de la Francia
más integrista: “Es como Judío que es necesario verle, concebirle,
escucharle, combatirlo y batir a Blum”, escribía desde las páginas de
L´Action Française. 40
38 Ibídem. Dirigido por Léon Blum, Paul Faure y Vincent Auriol, su tirada
ascendía a 300.000 ejemplares diarios. 39 L´Humanité, del 27 de abril de 1936; Le Populaire, de 11 de mayo de 1936. 40 L´Action Française, de 15 de mayo de 1936.
70
La figura del nuevo presidente del Consejo concitaba una profunda
repulsión en el seno de la derecha nacionalista, que sobre un fondo
antisemita, lanzó a la escena pública un debate maniqueo entre lo nacional
y lo antinacional, cuyo centro de todos los vilipendios era el propio Blum.
Asimilado a la figura de Aleksandr Fiódorovich Kérenski (1881-1970), se
le mostraba como un rehén de la izquierda revolucionaria que a no mucho
tardar se lanzaría a la conquista del poder.41 La respuesta del Gabinete a
estos ataques fue tajante: la ilegalización el 18 de junio de las cuatro ligas
con mayor presencia en la calle, a saber: Cruces de Fuego, Juventudes
Patrióticas, Solidaridad Francesa y Francistas.
Algunos autores sitúan en el inicio de esta estrategia judicial el punto
de partida que llevó a los elementos más exaltados de la extrema derecha a
considerar la vía de la acción directa. Así, surgió el Comité Secret d´Action
Révolutionnaire (CSAR), comúnmente conocido como La Cagoule, grupo
terrorista con contactos entre algunos altos mandos del ejército como el
comandante Georges Loustanau-Lacau (1894-1955), futuro creador de las
redes Corvignolles. Más allá de los Alpes, esta organización terrorista trabó
relaciones y encontró refugio en la Italia de Mussolini. Resultado del
establecimiento de estos intereses supranacionales de la extrema derecha,
fue el asesinato de los hermanos Carlo y Nello Rosselli, conocidos
antifascistas y organizadores del movimiento Giustizia e Libertà, cometido
el 9 de junio de 1937 en territorio francés, y ordenado por los servicios de
41 Este esquema hace referencia a un análisis clásico en los medios diplomáticos
de entreguerras en el que un gobierno de izquierda parlamentaria corre el peligro de ser
desbordado por un movimiento revolucionario. Tal metáfora procede del relato del
triunfo bolchevique ofrecido por el entonces embajador británico en Petrogrado Sir
George Buchanan en My Mission to Russia and Other Diplomatic Memories, Londres,
Nueva York, Cassel & Co, 2 vols., 1923.
71
información italianos. Más tarde, ya durante el conflicto español, se pudo
documentar contactos y colaboraciones entre este grupúsculo y los
servicios de información franquista.42
El primer gobierno Blum
Léon Blum llegó al poder el 4 de junio de 1936 con la firme
convicción de cambiar Francia y, especialmente, la condición del
proletariado francés. El dirigente socialista pretendía extender la cultura del
ocio, reservada hasta entonces a las élites sociales, a la totalidad de la
sociedad. No se trataba de un Gobierno para construir el socialismo. Se
trataba en el mejor de los casos, mediante el cumplimiento del programa
pactado, de preparar los espíritus para el advenimiento inevitable del
socialismo. En el Gobierno figuraban tres mujeres en las subsecretarías,
que en la época, no lo olvidemos, todavía no gozaban de derecho al
sufragio en Francia. El Gabinete estaba compuesto por 16 socialistas, 14
radicales y 2 neosocialistas. Los socialistas se reservaron las carteras
económicas y sociales, mientras que los radicales ocuparon las de defensa
nacional, negocios extranjeros, educación, justicia y comercio.
A pesar de los temores socialistas, el apoyo de los comunistas desde
la Cámara al nuevo gobierno, significó la integración en la vida pública de
42 Cfr. M. Heiberg y M. Ros Agudo, La trama oculta de la Guerra Civil. Los
servicios secretos de Franco. 1936-1939, Barcelona, Crítica, 2006; P. Barrauso, El
frente silencioso. La guerra civil española en el sudoeste de Francia (1936-1940),
Hiria, Alegia (Guipúzcoa), 2001; F. Luengo Teixidor, Espías en la embajada. Los
servicios de información secreta republicanos en Francia durante la Guerra Civil,
Bilbao, Servicio Editorial de la Universidad del País Vasco, 1996.
72
la clase obrera, hasta entonces marginada de las grandes decisiones de la
nación.43 No sólo la movilización unitaria contra el fascismo o por la paz
había contribuido a la victoria de las fuerzas integrantes del Front
Populaire, sino también el descontento producido por las medidas
deflacionistas de los gobiernos anteriores. Las recetas para solucionar la
crisis económica, que hasta ese momento, pasaban por la reducción del
poder adquisitivo de las clases medias y bajas proporcionaron una
oportunidad a las formaciones de izquierda para buscar nuevas vías. Un
intento de cambio en las estructuras, una convicción antideflacionista que
relanzara el consumo y una especial atención a las más urgentes
reivindicaciones de las clases medias y bajas habían llevado al cártel de
izquierdas al Gobierno. La puesta en marcha de esta política anhelaba
establecer la coexistencia, antes imposible, entre el sector público y el
privado en el cuadro de una economía mixta. Así, el amplio proyecto de
nacionalizaciones que contemplaban los originarios programas electorales
socialistas y comunistas se redujo a la nacionalización de las industrias de
guerra y a la reforma del Banco de Francia, hasta entonces en manos de las
“doscientas grandes familias” que había denunciado Daladier en el
congreso del partido radical en Nantes en 1934.44 Como podemos apreciar,
nada revolucionario se podía hallar en el programa a realizar. Nada que no
se hubiera ensayado antes en situaciones de crisis, en circunstancias de
43 Algunos autores de la época acertaron a situar al PCF, fuera del Gobierno,
como la cabeza visible del llamado “Ministerio de Masas”, en referencia a la gestión de
la fuerza proletaria que los comunistas dirigieron desde la calle para acelerar las
reformas estructurales que el nuevo ejecutivo se proponía llevar a cabo. 44 Con la reforma del status del Banco de Francia por la Ley del 24 de julio de
1936, un consejo de altos funcionarios y representantes de la patronal, sindicatos y
consumidores reemplazó al Consejo de Regencia constituido hasta entonces por los 200
mayores accionarios.
73
inminente estallido bélico o que no pudiera encontrarse en el New Deal de
Roosevelt.
Al día siguiente de la segunda vuelta de las elecciones, las masas de
izquierda se echaron a la calle, patentizando la necesidad de las urgentes
medidas que el nuevo gobierno debería acometer. De mayo a julio, Francia
conoció un movimiento de huelgas como nunca antes había existido.
Incluso con la llegada al poder de Blum, las huelgas se acentuaron, hasta el
punto de obligar a Thorez a hacer un llamamiento el 11 de mayo en favor
del cese de tales movimientos reivindicativos: “Es necesario saber detener
una huelga cuando se ha obtenido satisfacción. (…) Todo no es posible”.45
Este movimiento ha sido interpretado por algunos historiadores como un
movimiento por la dignidad de la clase trabajadora, de presión sobre el
Gobierno para acelerar el cumplimiento del programa frentepopulista, o
como defendió en su día la filósofa pacifista Simone Weil (1909-1943),
como una manera de “sentirse hombres durante algunos días” tras años de
sufrimientos. Pero también fueron las huelgas de la desconfianza, de la
suspicacia de unos trabajadores que mantenían presente las decepciones
vividas tras las victorias del centro-izquierda de 1924 y 1932.46
Elevado a la jefatura del Gobierno, León Blum pronunció una
verdadera declaración de intenciones que despejaban dudas sobre sus
objetivos y los compromisos alcanzados por la coalición frentepopulista:
45 Esta alocución se produjo en el Gymnasio Jean Jaurés de París ante una
audiencia de militantes comunistas. La frase que destacamos era una respuesta al
artículo de Marcel Pivert, del ala izquierdista de la SFIO, publicado en Le Populaire el
27 de marzo de 1936 titulado “Todo es posible”. 46 G. Lefranc, El Frente Popular (1934-1938), Barcelona, Oikos-Tau, 1971, pp.
66-67.
74
Somos un gobierno de Frente Popular y no un gobierno socialista.
Nuestro objetivo no es transformar el régimen social, ni siquiera
aplicar el programa específico del Partido Socialista, sino ejecutar el
programa del Frente Popular. Estamos en el poder en virtud de un
pacto constitucional y de las instituciones legales. No abusaremos.47
El 7 de junio, Blum se reunió con tres de sus ministros y
representantes de la patronal y de la CGT. Los llamados acuerdos de
Matignon (por el palacio presidencial en el que fueron acordados)
culminaron un compromiso sobre los contratos colectivos, el
reconocimiento de libertad sindical de los trabajadores y un aumento
salarial de entre el 7 y el 15%. Poco margen de negociación tuvieron los
patronos, e irremediablemente cedieron a esta conjunción de fuerza sindical
y gubernamental para evitar peores consecuencias en un futuro inmediato,
convencidos de que los proyectos iban a ser aprobados igualmente.48 Tras
la firma de los acuerdos de Matignon, en la madrugada del 8 de junio de
1936, los huelguistas sintieron la felicidad de ser partícipes de la adopción
de una política favorable a las clases populares, una dicha que culminó el
14 de julio con la mayor manifestación celebrada en la capital francesa
durante todo el periodo frentepopulista. Mientras, la derecha se abandonó
al miedo y persistió en acusar a Blum de gobernar obedeciendo a la presión
ilegal de la calle. Pero esta zozobra no fue sólo monopolio de la derecha.
La misma izquierda, por su parte, vivía la angustia de sufrir un golpe de
fuerza antiparlamentarista como el de febrero de 1934, sentimiento que, sin
duda, estaba presente en el sentir de los huelguistas.
47 J. Mossuz-Lavau y H. Rey, op. cit. (1994), p. 93. Salvo mención expresa,
todas las traducciones de citas bibliográficas procedentes de volúmenes editados en
idiomas diferentes al castellano son obra del autor. 48 G. Lefranc, op. cit. (1971), p. 73.
75
Dos días más tarde, en la Cámara se aprobaron las leyes que
regulaban dos semanas de vacaciones pagadas, el establecimiento de
convenios colectivos, la semana laboral de 40 horas, medidas a favor de los
funcionarios y pensionistas, la prolongación de la escolaridad obligatoria
hasta los 14 años, la nacionalización de la industria de guerra y el inicio de
un gran programa de obras públicas. El 24 de julio se transformó el status
del Banco de Francia con el objetivo de restar poder a las grandes familias
accionariales. Y, finalmente, el 15 de agosto se creó la Oficina Nacional
Interprofesional del Trigo para asegurar a los agricultores un precio
conveniente para su producción.
Primeros obstáculos para la coalición: guerra en España
La guerra de España iba a empañar las idílicas relaciones dentro de la
coalición gobernante. Ayudar a la República española se presentó como
una elección difícil, ya que su alto coste se situó en la balanza frente a la
realización de las reformas estructurales apenas emprendidas. Planeaba en
la conciencia colectiva el dilema a elegir entre el obrero francés o el
régimen español, y no olvidemos que el Front Populaire había sido elevado
al poder bajo el slogan “Pan, Paz y Libertad”. Cuando se releen los
discursos de Blum de aquellas fechas encontramos este dilema, que caló en
una sociedad firmemente pacifista y todavía traumatizada por la Primera
Guerra Mundial. No existía familia en el país que no contara con un muerto
o un mutilado. Francia era un país de huérfanos, viudas y antiguos
combatientes, y la sociedad francesa anhelaba por encima de todo no
volver a pasar por la misma experiencia. Esta dramática sombra se
enfrentaba ahora a la amenaza de otro conflicto bélico, que intensificó, más
si cabe, el pacifismo más militante: mejor la servidumbre que la muerte, ya
76
que de ésta no se vuelve, se llegó a proclamar. Todo, antes que la guerra. Y
Blum se plegó ante el pavor a provocar un nuevo conflicto europeo.49
Sin un ejército ofensivo, Francia era incapaz de defender todas sus
fronteras a un tiempo, menos, de reaccionar ante los hechos consumados
del fascismo.50 Y en caso de reaccionar, mejor no estar sola. Pero Francia
lo estaba. El gobierno conservador británico pronto le hizo saber a París
que jamás apoyaría una intervención francesa en España. Blum, sin el
apoyo de Gran Bretaña, sin acuerdo siquiera en el interior de su coalición
de gobierno y con una sociedad que había votado por el pacifismo y el
reformismo, enunció la política de No Intervención, como único expediente
disponible para alinearse con Gran Bretaña ante la amenaza fascista. Blum
mostró su impotencia a los españoles, a los que incluso llegó a ofrecer su
dimisión. Pero, aún sintiéndose traicionadas, las mismas autoridades
españolas prefirieron a Blum a la cabeza del Consejo antes que en la
oposición, frente a un gobierno de derecha o centro derecha, posiblemente
más hostil.
La quiebra de la coalición se reveló en lo concerniente a la cuestión
española. En contraposición al forzado encorsetamiento del Gabinete,
Thorez lanzó su campaña de “Des canios et des avions pour l´Espagne” en
su discurso del 25 de agosto de 1936, a la par que ponía en marcha el
reclutamiento de las Brigadas Internacionales.51 Tampoco Blum se resignó
49 J.-M. Delaunay, “Orígenes históricos y determinantes de la actitud francesa
hacia la España de 1936”, Historia Contemporánea, nº 10, 1993, pp. 15-28. 50 J. Doise y M. Vaïsse, op. cit. (1992), pp. 390-391. 51 Para entender la repercusión de los acontecimientos españoles en la militancia
de base de la izquierda francesa aconsejamos consultar las memorias de C. Jamet, Notre
77
a abandonar definitivamente a la Republica española a su suerte y
encomendó a Pierre Cot (1885-1977), su ministro del Aire, y a Jean Moulin
(1899-1943), el futuro héroe de la Resistencia, organizar la venta
clandestina de armas a la República y dejar el paso franco a las masas de
voluntarios camino de España. Hasta se ordenó cortar los árboles de la
carretera nacional que conducía a la frontera española en Cataluña para
permitir el paso de las alas de los aviones enviados a defender al legítimo
gobierno español. Incluso el partido socialista francés puso en marcha el 1
de diciembre un comité de acción para levantar el embargo de armas.
La guerra de España nunca dejó de ser un via crucis para el veterano
dirigente socialista, como lo demuestran las patéticas palabras
pronunciadas en su histórico discurso del Luna Park en septiembre de
1936. Sus compañeros de coalición no dejaron tampoco de recordárselo, y
el 4 de diciembre, los comunistas se abstuvieron en la Cámara en la
votación sobre la petición de confianza para la política exterior de No
Intervención que el Gabinete venía practicando desde el verano hacia el
conflicto español. Más tarde, en enero de 1937, los comunistas volvieron a
pronunciarse, de nuevo en la Cámara, contra el proyecto de ley
gubernamental que pretendía prohibir la salida de voluntarios para España.
Por otro lado, los peligros en la esfera internacional se multiplicaron
y el Front Populaire, que había enarbolando la bandera del pacifismo,
(hasta marzo de 1935 la SFIO y el PCF habían votado contra el aumento de
los créditos militares), se decidió a acometer un amplio programa de
defensa. El 24 de agosto de 1936, Alemania prolongó en dos años el front populaire. Journal d´un militant (1934-1939), París, La Table Ronde, 1966, pp.
174-185.
78
servicio militar obligatorio. La toma de decisiones no se podía demorar por
más tiempo y Francia hizo público el 7 de septiembre la puesta en marcha,
por fin, de su programa armamentístico. El Blum que había apostado por la
paz, no dejaba de hacerlo ahora, sino que consagraba la máxima que
pregonaba si vis pacem, para bellum, el deseo de paz se consigue
preparándose para la guerra. Considerando los anteriores créditos, Francia
destinó a este programa un colosal presupuesto de más de 67.000 millones
de francos, jamás sopesado por ninguna formación política en el poder:52
29.500 millones para la Aviación, 25.000 para el ejército de Tierra y
12.300 para la Marina. Las líneas de actuación que el Gabinete buscaba
eran claros y concretos: aumentar la calidad de las armas del ejército de
Tierra, dotándolos de los materiales más modernos y con suficiente
munición, favorecer la movilización industrial y reforzar la organización
defensiva de las fronteras.53
En el mes de septiembre de 1936, la situación económica se reveló
crítica. La producción industrial descendió a niveles anteriores a 1929 y las
salidas de oro del país se multiplicaron. Por fin, el 28 de septiembre, el
Gobierno decidió, demasiado tarde quizás, devaluar el franco, bajo la
apariencia de un “alineamiento general de monedas” con EE.UU. y Gran
Bretaña, mientras el Banco de Francia aumentaba su índice de descuento
del 3 al 5% y embargaba las salidas de oro. El valor del franco descendió
52 J. F. McMillan afirma en Dreyfus to De Gaulle: politics and society in France.
1898-1969, Londres, Edward Arnold, 1985, p. 111, que este formidable programa
armamentístico supuso un tercio del presupuesto francés y absorvió más del 50% de la
recaudación fiscal del año 1938. 53 J. Doise y M. Vaïsse, op. cit. (1992), p. 399.
79
de 65,5 miligramos de valor oro a una franja de 43-49.54 El impacto de la
medida se constató en un aumento inmediato de la producción industrial y
una disminución del paro en la primavera de 1937. Sin embargo el índice
de los precios siguió subiendo, las exportaciones no se relanzaron y el
déficit de la balanza comercial creció.
A partir de octubre de 1936, el ímpetu reformador del gobierno Blum
se ralentizó. En doce semanas, veinticuatro proyectos de ley habían sido
aprobados. La parálisis de la oposición, la amplitud de las huelgas y la
presión social fueron las razones que permitieron este trabajo
parlamentario, de inédito vigor desde hacía lustros. En este contexto, Blum
pronunció en Saint-Nazaire el 21 de febrero de 1937 su discurso sobre la
“pausa”, con el objetivo de dar tregua a una economía privada que no era
capaz de asumir la coincidencia de tantas reformas sociales puestas en
marcha:
Un tiempo de pausa es necesario. (…) La economía privada se
encuentra en un estado de convalecencia todavía frágil porque la
coincidencia de las grandes reformas sociales introducidas en poco
más de un mes con el alineamiento monetario, la ha introducido en
unas condiciones totalmente nuevas en las que el equilibrio no está
todavía consolidado.55
54 G. Lefranc, op. cit. (1971), p. 89. Desde el 25 de junio de 1928 había sido de
65,5 mg de oro fino por franco. La devaluación era tardía e insuficiente. Esta espera se
debió, por un lado, a razones de prestigio, y por otra, a que Gran Bretaña y EE.UU. no
quería perder el beneficio originado en devaluaciones anteriores. 55 J. Mossuz-Lavau y H. Rey, op. cit. (1994), p. 104.
80
Así, la libertad a la importación y el comercio del oro se
restituyeron. No se trataba de un parón definitivo, sino la necesidad de un
respiro en un momento donde coincidían a un tiempo la necesidad de
introducir profundas reformas sociales recogidas en el programa electoral
del Front Populaire con un esfuerzo rearmamentístico que la incierta
situación internacional demandaba. Esta política molestó tanto a la
oposición de derecha, como a los comunistas, que enjuiciaron la medida
como el camino más seguro hacia la reducción del poder de compra de los
trabajadores. El 30 de octubre, Thorez, en un mitin en la Mutualité de París,
acusó al gobierno Blum de recular ante el fascismo, popularizando el
slogan “¿Pausa? A los trust”. En el seno de la SFIO, la izquierda
Revolucionaria de Marceau Pivert también manifestó su descontento.
Desde entonces y en los meses posteriores se comenzó a escenificar una
nueva fractura en la organización socialista, y dos años más tarde, en junio
de 1938, el congreso del partido en Royan certificó la expulsión de los
disidentes.
El 16 de marzo de 1937, tuvo lugar en Clichy una manifestación del
Partido Social Francés del coronel La Rocque, las disueltas Croix de Feu.56
Las fuerzas de izquierda invitaron a sus seguidores a la organización de una
contramanifestación. Los previsibles enfrentamientos acabaron arrojando
un saldo de cinco muertos y más de cien heridos. El mismo André Blumel
(1894-1973), jefe del gabinete de Blum, fue herido. Lo que Blum más
había temido se cumplió: sus fuerzas del orden habían disparado contra los
miembros de su partido. Blum consideró la posibilidad de dimitir ante las
acusaciones de los comunistas que señalaban a la policía como responsable
última de las muertes. En el ala contraria de la coalición de gobierno, los
56 Esta liga, junto con otras de similar filiación ideológica, habían sido disueltas
por Blum el 18 de junio del año anterior.
81
radicales rechazaron cualquier tipo de sanción contra ella. Siete días más
tarde, los funerales concentraron a más de un millón de personas en el
Faubourg Saint-Denis de París.
El 11 de junio de 1937, el Senado rechazó la propuesta
gubernamental de instaurar la semana de 40 horas en la hostelería. Dos días
más tarde, también rechazó la petición de plenos poderes en materia
económica para hacer frente a una situación cada vez más acuciante
motivada por la incapacidad para reducir el déficit público y frenar la caída
de las reservas de oro. Todo ello convenció a Blum, “privado de los medios
de acción que juzgamos indispensables” según sus palabras, de dimitir en
la noche del 22 de junio de 1937.
Una coalición muy heterogénea, el miedo social provocado por las
huelgas y las ocupaciones de fábricas de mayo y junio de 1936, una
devaluación demasiado tardía, la falta de competitividad exterior de los
productos franceses, un tejido industrial (constituido por medianas y
pequeñas empresas en su mayor parte) falto de preparación para asumir la
jornada semanal de 40 horas y el “legalismo parlamentario” ante la actitud
conservadora del Senado, son algunos de los handicaps de un balance
gubernamental desigual en el que las medidas económicas y sociales
frentepopulistas chocaron con la realidad del aparato productivo francés.57
57 A. Sauvy calificó de catastrófica la aplicación de la semana de 40 horas en
Histoire économique de la France entre les deux guerres, vol.I, París, Economica,
1984, p. 331. Se muestra de acuerdo también en este extremo J. F. McMillan, op. cit.,
(1985), p. 112.
82
El segundo gobierno Blum: la certificación de defunción del
Front Populaire
El nuevo gobierno encabezado por Camille Chautemps no consiguió
hacerse con una situación nacional progresivamente deteriorada. La salida
del Gabinete de los socialistas, precipitó pronto su caída. En un segundo
gobierno Chautemps, los socialistas rechazaron participar e incluso
rechazaron apoyar la concesión de plenos poderes en materia económica
como ellos mismos habían solicitado el año anterior. El 10 de marzo de
1938, este segundo intento liderado por los radicales fracasó de nuevo.
Al día siguiente, Hitler se anexionó Austria. Ante esta convulsa
realidad, Blum accedió de nuevo a la presidencia del Consejo el 13 marzo
de 1938. El dirigente socialista intentó reactualizar la Union Sacrée de
1914, con la proposición de constituir un gobierno de unidad nacional ante
las amenazas que se cernían en Centroeuropa y reclamó los plenos poderes
que no había concedido a los radicales de Chautemps. Ya no se trataba de
acometer reformas estructurales como en junio de 1936, sino de preparar a
la sociedad francesa, moral, política y militarmente para una guerra
inminente. Blum fracasó en su intento, entre otras causas debido a la falta
de participación de una derecha que inoculaba hacía años el virus del
antisemitismo. Se trataba de una derecha a su vez dividida ante el peligro
fascista, pero que por encima de otras consideraciones juzgaba a Stalin
como la auténtica amenaza. El Senado, dominado por los conservadores,
rechazó una vez más sus propuestas, contemplando en los comunistas la
punta de lanza que podía aprovechar el inminente conflicto bélico para
extender la revolución social. Para el conjunto de la derecha la elección
parecía diáfana: mejor Hitler que un judío en el poder y mejor Hitler que la
83
izquierda en el poder. A las tres semanas, Blum se vio obligado a dimitir
de nuevo.
Tras su dimisión, la constitución del gabinete Daladier constituyó un
paso decisivo hacia la desmembración del Front Populaire. La relajación en
la aplicación de la jornada semanal de 40 horas y la firma del acuerdo de
Munich el 30 de septiembre de 1938, dividió a los partidos de la coalición
vertical y horizontalmente.
Tras dos años en el poder, el Front Populaire no aportó ninguna
innovación profunda a las caducas instituciones republicanas, si
exceptuamos la reforma del Banco de Francia. Considerando el
parlamentarismo como la mejor expresión de la democracia, la coalición se
debilitó en esta esfera antes de estar finada en la calle, rehén de sus
contradicciones entre su política social y económica y su política interior y
exterior. Tampoco tuvo fácil conjugar adelantos sociales con una obligada
devaluación que, como era previsible, empobreció a las clases más
desfavorecidas. Por su parte, en el plano internacional, Blum intentó
restablecer la Entente Cordiale con Gran Bretaña, opción que le condujo
dramáticamente a alinearse con ésta en el conflicto español, y que de
resultas, le acarreó una fractura social en Francia, y además no supuso un
contrarresto a la fuerzas fascista, en plena expansión por Europa.58 Sin
embargo, se puede acusar al Front Populaire de un alto porcentaje de
responsabilidad en la debacle francesa de 1940, pero, curiosamente, no se
le puede acusar de desarmar a Francia ante sus enemigos.
58 G. Lefranc, op. cit. (1971), pp. 117 y 119.
84
3. España ante el descalabro del sistema de relaciones
internacionales en los años 30
Los ejes fundamentales de la política exterior republicana
El 18 de mayo de 1931 fue la fecha de presentación en la sociedad
internacional de la política exterior diseñada por la recién nacida República
española en el marco de la 63ª sesión ordinaria del Consejo de la Sociedad
de Naciones. En tal efemérides se iniciaba la presidencia española del
Consejo (que le correspondía por turno rotatorio) y fue el ministro de
Estado, el radical Alejandro Lerroux (1864-1949), quien calificó la ocasión
como
(…) la prueba indudable de que la democracia española se proponía
desarrollar una política de activa colaboración en los trabajos de la
Sociedad y que, por consiguiente, prestaría especial atención a su
participación en los órganos ginebrinos.59
La política internacional que la República de 1931 tuvo que perfilar
y desarrollar en el convulso contexto internacional de los años 30 apostó,
como no podía ser de otra manera, por la colaboración en el mantenimiento
del status quo existente. Como escribió Manuel Azaña Díaz (1880-1940),
se partía de una premisa que no por sencilla parecía menos ambiciosa:
cambiar la tendencia anterior cuya política internacional había consistido
en no tenerla. Esta colaboración, que no era novedosa, sin embargo
introducía cambios sustanciales respecto de la política desplegada por los
regímenes anteriores. Dichos cambios no suponían sino la prolongación
59 F. Quintana Navarro, España en Europa, 1931-1936. Del compromiso por la
paz a la huida de la guerra, Madrid, Editorial Nerea, 1994, p. 37.
85
hacia el exterior de los mismos principios que inspiraban la política
interior, consagrados en la Constitución de 1931, y deudores de la dilatada
cultura e historia española.60 La misma Carta Magna incluía en su texto una
renuncia explícita a la guerra como instrumento político en su artículo 6, de
igual manera que se había hecho en el pacto Briand-Kellogg (1928),61 el
acatamiento al Derecho Internacional en el artículo 7, la primacía de los
tratados internacionales sobre las leyes internas en el artículo 65, la
publicidad de los tratados internacionales en el artículo 76 y la
imposibilidad de abandonar la SDN sin la aprobación del Parlamento en el
artículo 77.62 Esta verdadera declaración de intenciones institucionales
mostraba un proyecto pacifista, democrático, desprovisto de ambiciones
territoriales o coloniales, basado en los principios de publicidad y
universalidad, y activo en el sentido de participar, por derecho, pero
60 M. Azaña, Obras completas, Madrid, Giner, 1990, vol. II, pp. 41 y 224. 61 Buscando ligar a EE.UU. a una alianza dirigida a frenar una posible vuelta al
expansionismo alemán, el ministro de asuntos exteriores francés, Aristide Briand (1862-
1932), propuso a la potencia norteamericana un pacto bilateral de no agresión en la
primavera de 1927. Alentado por la opinión más pacifista y menos aislacionista de su
país, el secretario de estado norteamericano, Frank B. Kellogg (1856-1937), propuso
que el pacto se convirtiera en un tratado multilateral. Como resultado de la propuesta de
Kellogg, casi todas las naciones del mundo firmaron finalmente el Pacto, acordando
renunciar a la guerra como instrumento de política internacional y solucionar todos los
conflictos internacionales de manera pacífica. Hubo múltiples matices a este
compromiso, por ejemplo, la guerra en defensa propia, las obligaciones militares que
surgieran del pacto de la Liga de Naciones, la doctrina Monroe o los tratados de alianza
acordados tras la I Guerra Mundial. Si unimos todas estas excepciones al hecho de que
el tratado no estableció ningún método para forzar su cumplimiento, podemos entender
como el Pacto resultó totalmente inútil. 62 A. Egido León, “La dimensión internacional de la Segunda República: un
proyecto en el crisol” en R. María Pardo Sanz, J. Tusell y J. Avilés Farré (coord.), La
política exterior de España en el siglo XX, Madrid, UNED, 2000, pp. 189-220.
86
también por obligación, en los destinos de Europa y del mundo. La
Segunda República simbolizó pues, el paso de la concepción de neutralidad
como impotencia a la neutralidad como ideología y como política activa
para construir la paz.63
En esta inteligencia, la SDN era percibida por los dirigentes
españoles como la referencia internacional equivalente a la República en el
plano nacional. Por tradición y cultura política, el entendimiento con los
tradicionales aliados, Francia y Gran Bretaña, constituía otro de los ejes
fundamentales, aunque ahora desde una perspectiva de cierta autonomía,
reservando un terreno privilegiado de atención a Portugal y Latinoamérica,
sin caer en el secular paternalismo.64 Hacia este mundo hispánico, Azaña se
mostraba partidario de practicar lo que él calificaba como una “política
exterior de gran estilo”. Se trataba de ayudar a las fuerzas democráticas en
la oposición o la clandestinidad para una vez en el poder, estrechar
relaciones institucionales.65 Esta apuesta le trajo no pocos problemas con
Portugal, ya que la dictadura de Oliveira Salazar (1889-1970) presentó al
iberismo republicano como una amenaza contra su independencia,
mostrando este regeneracionismo como un cierto imperialismo
pretencioso.66
63 J. Tusell, “Los tres ciclos de la política exterior de España”, en R. María Pardo
Sanz, J. Tusell y J. Avilés Farré (coord.), op. cit. (2000), pp. 13-28. 64 I. Saz, « La Segunda República en la arena internacional » en S. Balfour y P.
Preston, España y las grandes potencias en el siglo XX, Barcelona, Crítica, 2002. pp.
52-53. 65 F. Páez-Camino, “Manuel Azaña et la politique extérieure de la Deuxième
République espagnole ”, en J. P. Amailric, y P. Aubert, Azaña et son temps, Madrid,
Casa Velázquez, 1993, pp. 217-226. 66 J Tusell, “Los tres ciclos…”, pp. 13-28.
87
El envite por la SDN reconocía la garantía del Pacto como baluarte
de la paz internacional, tan necesaria, por otro lado, para la consolidación
del nuevo régimen y su proyecto reformista, sin hipotecarse con la
perentoria perspectiva de una costosísima política armamentística que
resguardara la seguridad territorial española. A los dirigentes republicanos
no se les escapaba que la situación geográfica española suponía un foco
estratégico de alto riesgo para las grandes potencias, y en este sentido se
convertía en vital, el mantenimiento del statu quo en el Mediterráneo
occidental. Azaña calificó este programa de “neutralidad positiva y
pacifismo activo”: “mientras nos preparamos para ser Europa sólo cabe la
alternativa de estar”.67 Pero desgraciadamente para las optimistas
perspectivas republicanas, el mundo no caminaría en los años siguientes
por las sendas consagradas en los foros internacionales de postguerra, ni la
SDN iba a cumplir los fines para los que había sido creada en 1919. Queda
invalidada, pues, el tradicional panorama historiográfico que niega a la
República la práctica de una política exterior definida y coherente debido a
los problemas internos, la discontinuidad ministerial, la dimisión de una
parte significativa de la clase diplomática al iniciarse el nuevo régimen, la
coyuntura internacional y el recelo internacional hacia el “radicalismo”
español.68
67 A. Egido León, “La dimensión internacional…”, pp. 189-220. 68 J. C. Pereira es de esta opinión en Introducción al estudio de la política
exterior de España (siglos XIX y XX), Madrid, Akal, 1983, pp. 161-168. Comparte
similar opinión M. Alpert en Aguas peligrosas. Nueva historia internacional de la
guerra civil española, Madrid, Akal, 1998, p. 19: “En realidad, la política internacional
de la República se caracterizó por su no-existencia”, aseguraba Alpert.
88
La Europa de los felices años 20
Los efectos de la Depresión de 1929 alteraron las relaciones
internacionales y pusieron en marcha el desmoronamiento del sistema
internacional de entreguerras. Las bases de dicho sistema se habían puesto
en los Tratados de París firmados al final de la Gran Guerra dictadas por
los vencedores, y en perjuicio de los países perdedores. La creación de la
SDN se incluyó en el artículo 26 del Tratado de Versalles como el deseo de
crear un foro supranacional que regulara los conflictos entre países,
renunciando a la secular práctica de los acuerdos secretos, en favor de un
desarme general y proponiendo sanciones económicas, políticas y militares
en caso de agresión por parte de algún país. Sin embargo, el sistema nunca
funcionó con eficacia, y desde su creación contó con quiebras en su
construcción que a modo de pecado original arrastró como un historial de
incapacidad que impidió cumplir positivamente las funciones para las que
había sido ideado. Entre las mismas potencias no existía un único criterio
en su valoración. Gran Bretaña veía en la SDN un instrumento apaciguador
para calmar los rencores alemanes, mientras que Francia la utilizaba como
arma contra la tentació9n revisionista de Alemania. Fracasado el proyecto
de desarme a principio de los años treinta, la única política disponible para
evitar la guerra era el recurso de la seguridad colectiva. Dicho recurso
presentaba un problema añadido en la hostilidad de las fuerzas políticas de
izquierda a los inevitables gastos militares. Inversamente, la creciente
agresión de las potencias totalitarias no podía ser frenada sin el rearme de
los países democráticos. El desarrollo de la Guerra Civil española tres
lustros más tarde, puso al descubierto la gran contradicción de estas
posturas pacifistas.69
69 M. Alpert, op. cit. (1998), p. 13.
89
Por otra parte, el Tratado de Versalles no había resuelto muchos de
los problemas que habían sido el germen de la contienda. Tampoco existía
un acuerdo entre las potencias vencedoras respecto de las políticas
destinadas a los países derrotados. Gran Bretaña no quería marginar en
exceso a Alemania por considerarla vital para el aislamiento de la URSS.
Los recelos de Francia, cada vez más aislada, le llevaron a apostar por una
“política de reverso”, constatada en su apoyo a la Pequeña Entente
(Checoslovaquia, Yugoslavia y Rumanía), como un contrapeso estratégico
al otro lado de la frontera alemana,70 que además demostraba la
imposibilidad para consolidar un nuevo “Locarno” en la Europa Central. La
cuestión étnica suponía un agravamiento del problema territorial ya que
muchas minorías habían sido desplazadas al trazarse nuevas fronteras. Los
mismos EE. UU., el país gobernado por el creador de los Catorce Puntos,
Woodrow Wilson (1856-1924), no se integraron en la organización, para
retirarse a una posición de aislacionismo, temiendo que se limitara su
capacidad de acción en Hispanoamérica. Además, los norteamericanos
pretendían recuperar los préstamos hechos a la reconstrucción de Europa,
dinero que sólo saldría de la regeneración del desarrollo industrial alemán.
En el Extremo Oriente, Japón iniciaba una política expansionista hacia
China. Y Alemania y la URSS no serían admitidas hasta 1926 y 1934,
respectivamente.
La dura tarea de reconstrucción de los primeros años veinte encontró
en su camino el estallido de algunos brotes revolucionarios en Alemania y
Hungría que expandieron una profunda agitación social en toda Europa.
Esta eclosión subversiva provocó una colaboración intergubernamental
contra el peligro que suponía expandir por la Europa Occidental la
70 J.-M. Mayeur, op. cit. (1984), p. 339.
90
experiencia soviética que acababa de triunfar en 1917. El temor al
bolchevismo uniformizó la conducta exterior de los países vencedores
contra la URSS y el comunismo. La guerra había sido ganada por el
capitalismo occidental y la paz estaba orientada a su defensa. En este
sentido se ayudó a los rusos blancos en la guerra civil del antiguo imperio
zarista y se apoyó a los nuevos países bálticos (Estonia, Lituania, Letonia y
Finlandia) y a Polonia en Europa Central. Sin embargo, el acuerdo
comercial entre la URSS y Gran Bretaña de 1921 y el Tratado de Rapallo
de 1922 entre los bolcheviques y Alemania, iniciaron el desmoronamiento
del frente antisoviético.
A pesar de los deseos revisionistas de los países perdedores, en
especial los alemanes, así como de algún vencedor, los italianos en este
caso, el sistema gozó de una cierta estabilidad durante la próspera década
de los años 20, aunque con importantes contratiempos. El 11 de enero de
1923, fuerzas francesas reocuparon el Ruhr para obligar a Alemania a
pagar las indemnizaciones acordadas en Versalles. Como Francia no
recibió el apoyo de Gran Bretaña, tuvo que retirar sus fuerzas sin obtener
las indemnizaciones reclamadas. Fue entonces cuando comenzó el
sentimiento francés de abandono por parte de Gran Bretaña, y desde
entonces ya no se atrevería a actuar sin la aprobación británica. No
obstante, a partir de 1924 se dieron cambios esperanzadores en la escena
internacional motivados por el saneamiento de las economías europeas y la
estabilización monetaria. Además, el temor al establecimiento de un
gobierno dictatorial en Alemania tras la intentona golpista de Hitler en
Munich en 1923, produjo una mejora sustancial de las relaciones franco-
germanas. Esta refrescante atmósfera alentó la puesta en marcha del Plan
Dawes en 1924, destinado a amortizar la deuda alemana de las reparaciones
de guerra, permitiendo a Alemania integrarse en el orden internacional, y
91
crear las condiciones favorables para el desarrollo de las bases de una
seguridad colectiva. Se convocó para ello la Conferencia de Locarno en
Suiza en 1925, cuyo protocolo final indicaba que los gobiernos europeos se
comprometían a arreglar pacíficamente los conflictos, Alemania reconocía
las fronteras occidentales francesas de Alsacia y Lorena y Francia
anticipaba la evacuación del Rhin, además de la aprobación por parte de
Francia, Bélgica y Alemania de respetar sus fronteras bajo la garantía
conjunta de Gran Bretaña e Italia. Así comenzó lo que se dio en llamar el
“espíritu de Locarno”, que un año más tarde, en 1926, se coronó con el
ingreso de Alemania en la SDN a propuesta de Francia y la firma en 1928
del Pacto Briand-Kellog, que suponía una declaración solemne contra la
guerra, al que se adhirieron 63 países.
La presencia española en la escena internacional de la Europa de
los inciertos años 30
La política exterior española durante el bienio reformista (1931-
1933)
Este sistema de relaciones internacionales comenzó a resquebrajarse
como consecuencia de los efectos del Crack de Nueva York de 1929, pero
también a causa de otros factores como la desaparición física de
protagonistas políticos de los años veinte como Aristide Briand (1862-
1932) y Gustav Stresemann (1878-1929). Estas pérdidas humanas, que
habían simbolizado el “espíritu de Locarno” influyeron decisivamente en el
distanciamiento entre Francia y Alemania. El nacionalismo económico que
arbitraron los diversos países como mecanismo para combatir la crisis fue
descartando, asimismo, la posibilidad de una colaboración internacional
92
para su resolución; y al interior de los diversos países, trajo consigo el
agravamiento de una conflictividad social que nunca había dejado de existir
desde el final de la Gran Guerra.
El 10 de septiembre de 1931, el nuevo ministro de Estado, Alejandro
Lerroux, presentó ante la SDN las líneas maestras de la política exterior del
nuevo régimen. En plena crisis económica, la aparición de la República
española en Ginebra supuso una entrada de aire fresco con su decidido
espíritu societario. El entusiasmo demostrado por la delegación española en
los meses previos encontró sus frutos al conseguir un puesto permanente en
el Consejo (43 votos de los 53 posibles), demostrando el cambio dispuesto
por la República en materia de política exterior.71 En este contexto se
produjeron los primeros síntomas de la crisis del sistema de seguridad
colectiva y, por ende, los primeros retos a los que tuvo que hacer frente en
la escena internacional el naciente régimen. Tan sólo ocho días después del
discurso de Lerroux ante el Consejo, el 18 de septiembre de 1931, los
japoneses intervinieron en la región china de Manchuria. Las democracias
occidentales no se pusieron de acuerdo en el modo de aplicar el sistema de
sanciones (artículo 16) que la SDN había previsto para los casos de
agresión de un país contra otro. Al recurrir a un comité investigador
(Comisión Lytton), se dio a las potencias una excusa para retrasar la toma
de decisiones, mientras Japón continuaba su conquista. El acontecimiento,
sin embargo, tenía su verdadero calado, ya que no se trataba de dirimir un
simple conflicto regional, sino de evaluar la verdadera capacidad de la
SDN para preservar la paz mundial.
71 F. Quintana Navarro, op. cit. (1994), p. 49.
93
Como presidente rotatorio del Consejo, España debía arbitrar las
discusiones sobre el conflicto en el foro ginebrino. La ocasión ofrecía la
posibilidad de calcular la coherencia de la diplomacia española y la
eventualidad de ofrecer a la población española la oportunidad de tomar
conciencia de la necesidad de romper el tradicional aislamiento español. El
Consejo pronto pudo constatar la falta de eficacia de Lerroux para dirigir
los debates del “Consejo de los Cinco” (Gran Bretaña, Francia, Alemania,
Italia y España) formado al efecto, entre otros motivos debido a su más
absoluto desconocimiento de ninguna lengua que no fuera la española. La
vuelta del ministro de Estado a España, permitió que tomara protagonismo
la persona que hasta ese momento había sido el arquitecto de la delegación
española en Ginebra, Salvador de Madariaga (1886-1978).
El resultado de las discusiones fue una ineficaz condena moral hacia
el agresor, que por otro lado, supuso el abandono de la representación
nipona de Ginebra y, lo que era más grave, la demostración de la
incapacidad de la SDN para detener el revisionismo imperialista japonés en
Asia. España, por su parte, defendió de manera encendida los principios
societarios en contraste con la actitud más dilatoria de las grandes
potencias, debido a la presencia en Ginebra del que sería durante buena
parte del periodo republicano su representante, Salvador de Madariaga, al
que pronto comenzó a conocerse como “Don Quijote de la Manchuria”.72
Esta actitud de Madariaga fue en algunas ocasiones demasiado lejos en su
defensa de los principios ginebrinos y, por ello, el ejecutivo de Madrid
temió que le acarreara incómodas consecuencias en sus relaciones con las
72 S. Madariaga, Memorias (1921-1936). Amanecer sin mediodía, Madrid,
Espasa Calpe, 1977, pp. 285 y ss. y 574 y ss. F. Quintana Navarro, “Salvador de
Madariaga, diplomático en Ginebra (1931-36). La película de la política exterior de la II
República”, Hª Contemporánea, nº 15, pp. 107-124.
94
grandes potencias. El 24 de octubre de 1931, Madariaga no se limitó a
reclamar la retirada de las fuerzas japonesas de Manchuria, sino que acusó
al gobierno japonés de agresor y rechazó el principio de negociación
directa entre las partes.73 Esta decisión disgustó a británicos y alemanes,
más preocupados por implicarse lo menos posible en el conflicto que por
solucionarlo. Los británicos, en plena crisis financiera y con un gobierno de
unión nacional recién constituido tras el fracaso del gabinete laborista, no
contaban con los recursos necesarios para contener el expansionismo nipón
en solitario. Por su parte, los alemanes sin importantes intereses en la zona,
se empeñaron en mantener cierta neutralidad. Además, el desarrollo del
conflicto en el seno de la SDN les servía a los germanos como termómetro
para marcar los “tempos” del plan revisionista que planeaban.
En la primera intervención española en la SDN de cierta
envergadura, quedó patente que la política internacional republicana debía
limar las diferencias entre el ideal societario de la delegación española y el
necesario pragmatismo que mostraba el gobierno republicano. El cambio
del titular del Ministerio de Estado con el nuevo gobierno del 15 de
diciembre de 1931, que supuso la salida de los radicales, puso al frente de
la diplomacia española a Luis de Zulueta y Escolano (1878-1964), que
pronto dejó claro que no pretendía encabezar una cruzada contra Japón. En
cualquier caso, la República española dejaba patente que estaba dispuesta a
abandonar su tradicional recogimiento y tomar una cierta autonomía de sus
dos referencias tradicionales, Gran Bretaña y Francia, más preocupadas por
mantener su privilegiada posición, aún a riesgo de sacrificar los intereses
de las potencias más débiles. Desde esta perspectiva, parece ser que fue la
delegación española la instigadora de la constitución del “Grupo de los
73 F. Quintana Navarro, op. cit. (1994), p. 65.
95
Ocho” (España, Noruega, Suecia, Dinamarca, Países Bajos, Bélgica, Suiza
y Checoslovaquia), un conjunto de países sin gran capacidad militar,
decididos a profundizar en los principios de la seguridad colectiva
integrado por potencias medias que se unieron para contrarrestar la
tendencia de las grandes potencias a discutir las grandes cuestiones al
margen del Consejo, e intentar darle una verdadera dimensión universal. Al
interior del país, las filas conservadoras consideraron que el papel de
España en la SDN servía para relativizar la importancia del Pacto, y, lo que
era peor, aquí encontraron la piedra de toque para rechazar el desarrollo de
una política exterior demasiado dependiente de Ginebra.74
El fin de la cooperación económica internacional tras la crisis del 29,
también se tradujo en el fracaso de la Conferencia de Desarme de Ginebra
durante el año 1932. Esta decepción provocó enorme desilusión en la
opinión pública internacional y, más aún, supuso un duro golpe contra las
esperanzas nacidas del ideal societario. El objetivo inicial era conseguir una
reducción de armamento según lo estipulado en el artículo 8 del Pacto. Se
pretendía reducir las disputas entre las potencias europeas para evitar un
rearme generalizado en el continente. Así pues, la cuestión central era
cómo reconciliar la demanda de igualdad de Alemania
(Gleichberechtigung) con el deseo de seguridad de Francia.
La actitud española en esta ocasión siguió las trazas ya mostradas el
año anterior ante la agresión nipona. España apostó por un desarme
máximo hasta llegar al límite de garantizar el orden interior de los países y
el cumplimiento de las obligaciones internacionales. Madariaga presidió
74 J.-F. Berdah, La democracia asesinada. La República española y las grandes
potencias, 1931-1939, Barcelona, Crítica, 2002, pp. 58-59.
96
uno de los comités. La falta de avances en la conferencia aproximó la
diplomacia francesa, cada vez más aislada, a las potencias medias, y en esta
estrategia, Édouard Herriot, presidente del Consejo de ministros francés,
elaboró el llamado Plan Constructif.
Tal fue el trasfondo de la visita que Herriot realizó a España en
noviembre de 1932. Esta cita disparó todo tipo de rumores sobre los
supuestos acuerdos secretos que ambos países podían firmar respecto al
paso de tropas francesas a su imperio colonial del norte de África en caso
de conflicto, y que sus protagonistas negaron hasta la saciedad. Azaña se
mostró bastante huidizo durante la visita, que no pasó de desarrollarse
según los protocolos de la mera cordialidad, sin que aparentemente se
produjeran resultados destacables. La prevención ante las eventuales
pretensiones francesas y el mantenimiento de la autonomía de la
diplomacia española respecto de su vecino del norte, parecen estar en el
fondo de la actitud de Azaña. Aunque Madariaga presentó el encuentro
como una visita de cortesía, Azaña no lo percibió así y creyó que Herriot
venía a buscar el apoyo español contra los fascismos en caso de guerra.
Azaña garantizó que España no atacaría Francia en tal contingencia, pero la
cautela obligada por la precariedad de la defensa española le impidió
comprometerse más allá, a no ser que los franceses ofrecieran
contrapartidas interesantes.75 Francia, por su parte, pareció pretender
atraerse a España al bloque democrático y apartarla del grupo de neutrales.
En cualquier caso, la visita supuso la incorporación de pleno derecho del
régimen republicano a la escena internacional. Se firmaron algunos
acuerdos sobre asistencia social a los emigrantes españoles y se consiguió
el compromiso del ejecutivo galo para reducir las actividades de los
75 A. Egido León, “La dimensión internacional…”, pp. 189-220.
97
refugiados antirrepublicanos en Francia. A cambio, los franceses recibieron
un ligero apoyo de España a su “plan constructif” cuando se discutió en
Ginebra en febrero de 1933. El ministro de Estado Zulueta no vaciló en
declararse públicamente a favor del plan francés, actitud que podía causar
sorpresa si tenemos en cuenta la reiterada insistencia de los responsables
españoles en el carácter pacifista de su política internacional y su
orientación neutralista. Así pues, colaboración franco-española en Ginebra
fue el compromiso intermedio al que se llegó, equidistante del neutralismo
universal y de una política bilateral demasiado comprometedora que
ofreciera una imagen de satelización de España hacia Francia. De hecho,
aunque de manera matizada, España prestó su apoyo al plan galo en
Ginebra, a pesar de que finalmente, no le quedó más remedio a los
franceses que reconocer la igualdad de derechos de Alemania en un
régimen de seguridad para todas las naciones.
Madariaga sostiene otra visión bien distinta de la visita. Según el
diplomático, el presidente francés venía a estrechar los lazos con España
bajo la continua amenaza del rearme alemán, en particular para garantizarse
el paso de las tropas hacia sus colonias africanas en caso de ser atacada. A
cambio, prosigue el razonamiento de Madariaga, España podría haber
exigido una política más generosa en Marruecos y Tánger. Por el contrario,
Azaña se propuso evitar a toda costa una entrevista a solas con Herriot.
Éste salió desilusionado y terminó extendiendo su mano a Mussolini para
mantener el status quo en el Mediterráneo ¿Qué pudo haber pasado si
Azaña hubiera osado poner un pie seguro sobre la escena europea? Para
Madariaga, este tipo de actitudes no ayudaron a entender fuera de España
98
los objetivos de la política española y a la postre paralizaron buena parte de
los apoyos que más tarde se necesitarían.76
El fracaso de la Conferencia de Desarme sirvió a la diplomacia
española para reajustar su política exterior, que desde entonces pasó por
dos principios complementarios para prevenir el peligro de guerra: intentar
la modernización del Ejército y practicar una orientación más pacifista.77 A
partir de esta fecha se solaparon la contundencia de Madariaga en Ginebra
con la prudencia de Madrid, sintetizando la energía en los principios y la
prudencia en los actos.78
El comienzo del rearme alemán se produjo tras la llegada al poder
de Hitler en enero de 1933 en una Alemania golpeada por la crisis
económica y encogida por la parálisis parlamentaria.79 En una línea
revisionista, Alemania exigió igualdad de derechos antes de abordar
cualquier discusión (en la práctica, pedía el derecho a comenzar el rearme).
Era el camino marcado para recuperar los territorios perdidos en Europa
Central en 1919. El objetivo final era conquistar la Rusia bolchevique para
convertirse en una potencia continental inexpugnable. Para ello, Hitler
consideraba necesaria una alianza, aunque tan sólo fuera tácita, con Italia y
Gran Bretaña.80
76 S. de Madariaga, “Política extranjera de la República”, en España. Ensayo de
Historia Contemporánea, Madrid, Espasa-Calpe, 1978, pp. 386-404. 77 M. Azaña, op. cit., (1990), vol. II, p. 500. 78 F. Quintana Navarro, “Salvador de Madariaga…”, pp. 107-124. 79 M. Burleigh, El Tercer Reich. Una nueva historia, Madrid, Taurus, 2002, p.
183. 80 Sobre la política exterior nazi véase K. Hildebrand, The Foreing Policy of the
Third Reich, Londres, Batsford, 1973; A. Hillgruber, Germany and the Two Wars
99
La ascensión al poder del nazismo con la estrategia de revisar
Versalles y la creación del Gran Reich dio inicio a un “revisionismo
afirmado”, practicado ya en el Extremo Oriente por Japón, para que se
instalara en el corazón de Europa. Alemania abandonó la SDN en 1933,
inició el rearme e intentó el Anschluss (unión con Austria, mediante el
asesinato del canciller austriaco Engelbert Dollfuss por nazis austriacos).
La rápida reacción de Mussolini, que también aspiraba a tutelar Austria,
obligó al Führer a paralizar temporalmente sus propósitos, que finalmente
consiguió en 1938. El programa nacionalsocialista basado en la tradición
conservadora germana disparó las incertidumbres sobre un Viejo
Continente plurinacional en el que las fronteras trazadas en Versalles ahora
se antojaban asfixiantes. Antimarxismo, antiliberalismo, antisemitismo y
recuperación del “espacio vital” germano se convirtieron en conceptos
inquietantes que alcanzaban a todos los Estados, en un momento de
insolidaridad internacional en el que cada uno de ellos pretendía salir de la
crisis por su cuenta.
Ante la llegada al poder de Hitler, España fue consciente de que la
coyuntura internacional había experimentado cambios que necesitaba
ajustes importantes en la actitud de las potencias en Ginebra.
Aprovechando la situación, Mussolini lanzó la propuesta de “Pacto de los
Cuatro” con el propósito de crear un directorio de franceses, británicos,
alemanes e italianos en el escenario europeo. Madrid respondió con una
ofensiva para frustrar esta iniciativa, poniendo sobre la mesa la idea de
profundizar en un pacto sobre el Mediterráneo. Esta línea de actuación le
llevó a sondear al Foreing Office, ante la timorata e improductiva actuación
de los franceses. Por otra parte e indirectamente, los italianos ofrecieron World, Cambridge, Harvard University Press, 1981; G.L. Weinberg, The Foreing Policy
of Hitler´s Germany, 1933-1936, Chicago, University of Chicago, 1983.
100
una renovación anticipada del Tratado de Amistad firmado durante la
dictadura de Primo de Ribera con el régimen fascista en 1926. Este
inesperado cúmulo de circunstancias, que demostraban una revitalización
efectiva de la política exterior española, animaron a su diplomacia, ahora
dirigida por el socialista Fernando de los Ríos Urruti (1879-1949), a tomar
la iniciativa en el Mediterráneo, alentada por la buena disposición francesa
e italiana, en contraposición con las dilaciones británicas. La caída del
gobierno reformista de Azaña en 1933 interrumpió esta política y frustró
unas posibles negociaciones respecto al particular.
La política exterior española durante el bienio conservador
(1933-1936)
El programa exterior del nuevo gobierno derechista no supuso una
verdadera ruptura con el bienio anterior, aunque podemos afirmar que a
partir de entonces, la diplomacia española cayó en un abúlico letargo que se
prolongó hasta febrero de 1936. La discontinuidad ministerial alcanzó los
niveles más altos de todo el periodo republicano (ocho ministros de Estado
diferentes en veintinueve meses, por cuatro en los treinta y dos restantes) y
el decisivo peso de la política interior en las labores de gobierno hizo el
resto. El compromiso societario anterior se fue sustituyendo por una
neutralidad vacilante que no sólo se debía a la idiosincrasia de las nuevas
fuerzas políticas que habían accedido al poder, sino a la incierta atmósfera
internacional general que ensombrecía Europa desde la llegada a la
cancillería alemana de Hitler. Para los sucesivos gobiernos derechistas, el
Pacto se convirtió en un conjunto de compromisos de ilusiones pacifistas e,
incluso, “una utopía peligrosa que los recientes ataques contra la seguridad
101
colectiva habían convertido en ilusoria”.81 Los ministros conservadores se
preocuparon más por gestionar los asuntos extranjeros sin demasiado ruido,
de manera ambigua, y temerosos de abandonar la secular neutralidad
española. Las tradicionales alianzas con Gran Bretaña y Francia pasaron a
convertirse en una amenaza para la neutralidad de España en caso de
conflicto, considerándose la elección de tomar ciertas distancias e, incluso,
buscar nuevos apoyos en el Mediterráneo acordes con la ideología de los
nuevos gobiernos. No obstante, este revisionismo de la política anterior no
dejó de ser extremadamente moderado como lo demuestra que el
Ministerio de Estado siguiera dirigido, de manera sucesiva, por los
subsecretarios anteriores, José María Doussinague y Teixidor (1894-?) y
José María Aguinaga Barona (1889-?), y en Ginebra la delegación española
se mantuviera bajo la dirección de Salvador de Madariaga.
Sólo diez meses después de que los nazis se hicieran con el poder,
Alemania abandonó la SDN y la Conferencia de Desarme el 14 octubre de
1933, para iniciar una política de bilateralidad que vulneraba los principios
de la seguridad colectiva establecidos en Ginebra, iniciada con la firma del
Pacto de No Agresión con Polonia en enero de 1934 y seguida por el
intento de golpe de Estado nazi en Austria en julio de 1934 y el
restablecimiento del servicio militar obligatorio en marzo de 1935. La
reivindicación del derecho inmediato de Alemania a rearmarse y la
negativa a participar en nuevas negociaciones chocó con la oposición
unánime de las grandes potencias. Madariaga fue muy prudente en esta
ocasión, ya que pretendía evitar que el aislamiento internacional de
Alemania diera al traste de manera definitiva con el proyecto, ya por
81 J.-F. Berdah, op. cit. (2002), p. 96.
102
entonces una utopía, de desarme internacional. A diferencia de 1931, ahora
no se convirtió en el apóstol societario “Don Quijote de Manchuria”.
Estos acontecimientos coincidieron con el cambio de Gobierno y la
sustitución de Fernando de los Ríos por Claudio Sánchez-Albornoz y
Menduiña (1893-1984) al frente del palacio de Santa Cruz. Desde entonces,
en el Ministerio de Estado se comenzó a considerar que el Pacto imponía
compromisos excesivos a los países firmantes, a la par que se mostró una
actiud menos severa con la política revisionista de Berlín. A estas alturas,
el ministro de exteriores, Konstantin Von Neurath (1873-1956), no
ocultaba en los medios diplomáticos que el objetivo de Hitler ya no era
conseguir compromisos en conversaciones multilaterales, sino privilegiar
los contactos bilaterales, especialmente con Gran Bretaña. No se nos
escapa que este planteamiento no estaba muy alejado de las preferencias de
Whitehall. Este necesario reacomodo a la nueva realidad internacional
orientó a la diplomacia española a reactivar el grupo de países neutrales,
ahora ya “Grupo de los Seis” (ya sin Bélgica y Checoslovaquia, demasiado
ligadas a Francia) como una táctica para acentuar el neutralismo de la
política exterior española.
La reacción de las potencias ante la reiterada vulneración del Tratado
de Versalles por parte de Alemania fue muy desigual. En Gran Bretaña se
aceptó la revisión del tratado por medios pacíficos, aceptando el hecho
consumado del rearme alemán, por supuesto, todavía limitado. Francia, que
juzgó esto inaceptable, optó por la política tradicional de alianzas para
protegerse de la amenaza alemana, y en esta dirección se apresuró a firmar
el Tratado de Roma en enero de 1935 con el régimen fascista y el Pacto
franco-soviético de mayo de 1935. Los neutrales se mostraron más
cercanos a las tesis británicas. España intentó posponer una postura clara
103
del grupo de neutrales, en perfecta sincronía con el momento de
apaciguamiento que se vislumbraba, resignándose al rearme alemán y con
un creciente pesimismo sobre el desenlace de la Conferencia de Desarme.
No obstante, esta acción dilatoria no obtuvo muchos frutos ya que el 14 de
abril de 1934 los neutrales presentaron un memorando apoyando las tesis
británicas. Este movimiento del “Grupo de los Seis” no fue del todo del
agrado de Roma y París, por lo que demostraba como oposición al statu
quo reinante. Esta actitud, especialmente la francesa, que como hemos
mostrado, horrorizada optaba por su seguridad, redujo a la nada el posible
papel mediador del “Grupo de los Seis” en favor de la paz y condenaba al
fracaso definitivo a una Conferencia de Desarme que hacía meses
agonizaba.
La URSS, que había ingresado finalmente en la SDN en 1934,
reorientó su política internacional hacia la colaboración con las
democracias occidentales en un intento de exorcizar el hambre voraz de
Alemania hacia su zona de influencia en el oriente europeo, apostando por
mantener viva la seguridad colectiva. Este reajuste pasaba por el abandono
de la estrategia de “clase contra clase”, sustituida por la oferta de
colaboración con los gobiernos burgueses occidentales a través de la
constitución de Frentes Populares antifascistas. La URSS vivía un periodo
de temor a ser presa indefensa del expansionismo nipón y el germano, con
la posible connivencia de las potencias capitalistas. Sin embargo esta nueva
orientación de la política exterior soviética, no redujo los recelos de las
potencias democráticas, ya que existía la convicción de que el estallido de
otra guerra en Europa sólo serviría para desencadenar nuevas revoluciones
sociales y extender el comunismo.
104
Entre tanto, España participó en una ponencia de condena al régimen
nazi, pero fue desestimada por Francia y hasta por la misma Gran Bretaña
por excesivamente suave. Esta calculada ambigüedad constituía la prueba
irrefutable de que España se replegaba a posiciones neutralistas, dejando
también de confiar en la labor que la unidad de acción de las potencias
medias podía proporcionar. El idealismo de los inicios del bienio anterior
fue sustituido progresivamente por el pragmatismo que marcaban los
nuevos y convulsos tiempos. A partir de entonces, España basculó entre la
compresión de la situación francesa y el alineamiento con Gran Bretaña.
España volvió al principio de neutralidad ante un inminente conflicto,
tomando partido por el apaciguamiento, opción en absoluto exclusiva del
gobierno español.
Otra de las consecuencias inmediatas de la aparición del
revisionismo fascista fueron las incertidumbres que se cernieron sobre el
statu quo en el Mediterráneo, que hasta entonces había jugado un papel
secundario en la política exterior republicana.82 Las ambiciones
expansionistas de Mussolini cambiaron la percepción del gobierno español
y posibilitaron una reorientación de su política en el Mare Nostrum. Desde
que se consideró la cuestión, el ejecutivo republicano entendió que dicha
reorientación pasaba por una implicación más activa en la zona y un
alineamiento progresivo con las potencias democráticas, con las que se
habían tomado ciertas distancias durante los meses que duraron los
coqueteos con potencias más afines a la ideología dominante en el gobierno
español. Aunque existieron algunos movimientos anteriores, hubo que
esperar al verano de 1934 para que el Quai D´Orsay, con la llegada de
82 J. L. Neila Hernández, La II República española y el Mediterráneo. España
ante el desarme y la seguridad colectiva, Madrid, Dilema Editorial, 2006.
105
Louis Barthou al ministerio el 9 de febrero del mismo año, reverdeciera la
idea de un “Locarno mediterráneo”. Tras el asesinato de Barthou el 9 de
octubre de 1934 en Marsella, le sustituyó en el cargo Pierre Laval. En enero
de 1935, Laval se desplazó a la capital italiana para firmar lo que se daría
en llamar los Acuerdos de Roma. En principio, estos acuerdos fueron bien
recibidos en Madrid por lo que suponían de aproximación franco-italiana y
tranquilidad en el mar interior; pero en el reverso de esta interpretación
también comenzó a subsistir la inquietud de que en ellos se hubiera
decidido algunas cuestiones trascendentes para la seguridad española sin
haber sido consultado el palacio de Santa Cruz. Este ambivalente y
contradictorio sentimiento quedó reflejado en el discurso que el ministro de
Estado Juan José Rocha (1877-1938) pronunció en las Cortes el 29 de
enero de 1935.
Este contexto, junto con el próximo vencimiento del estatuto de
Tánger, pareció ofrecer al gobierno español la posibilidad de revisar ciertos
derechos españoles en el norte de África. Pero para ello, España debía
conseguir las garantías de que no se alteraría el equilibrio en la zona sin su
concurso, cosa que se aseguró de los británicos en marzo de 1935. Esta
garantía apaciguó los temores españoles, rehenes de una clara
vulnerabilidad defensiva que les obligaba a evitar cualquier conflicto
bélico. En cualquier caso, a pesar de los Acuerdos de Stressa firmados
entre Gran Bretaña, Francia e Italia el 11 de abril de 1935, la idea de un
pacto Mediterráneo se fue diluyendo hasta que recibió su golpe mortal con
la invasión italiana de Abisinia. Una vez más, se revelaba la distancia que
había entre la ampulosa política ginebrina de la República y la realidad de
su pobre papel en la escena internacional.
106
El 16 de marzo de 1935, Hitler anunció públicamente el inicio del
rearme de Alemania. Aunque España mantuvo una postura prudente a la
espera de la reacción de las grandes potencias, este hecho ponía de
manifiesto el problema de la seguridad nacional en caso de conflicto
europeo. No por casualidad, tan sólo seis días después, el 22 de marzo, se
presentó en Cortes para su aprobación un programa naval que perseguía
reforzar la capacidad de intervención de la marina española y garantizar la
protección de las posesiones insulares.
En abril de 1935, como ya hemos señalado, se reunieron en la ciudad
italiana de Stressa, representantes de Francia, Gran Bretaña e Italia para
ratificar su repudió a los tratados que ponían en peligro la paz europea. El
14 de abril llegaron al acuerdo de proponer a Ginebra un proyecto de
condena contra Alemania. Madariaga fue designado por Francia y Gran
Bretaña para presentar ante el Consejo dicho proyecto, que las grandes
potencias pretendían aprobar sin condiciones, ni prácticamente consulta a
las potencias medias, como así sucedió. Julio López Oliván (1891-1964),
miembro de la delegación ginebrina, fue el encargado de redactar la
posición oficial española ante el hecho consumado que ofrecía Berlín al
mundo. El documento resultante se fundaba en la condena de toda
violación unilateral del Pacto, el rechazo de cualquier solución coercitiva y
el propósito de evitar la aplicación de sanciones contra el país vulnerador
de Versalles.
Indirectamente, el rearme alemán favoreció las ambiciones
imperialistas de Italia, que a cambio de su actitud de condena escondía a
duras penas la pretensión de que Francia y Gran Bretaña le dejaran las
manos libres en Etiopía. Pero dos meses más tarde, el 18 de junio de 1935,
en el inicio de su estrategia de apaciguamiento, Gran Bretaña firmó un
107
Acuerdo Naval con Alemania en que se permitía que los alemanes
ampliaran su flota en un porcentaje equivalente al 35% de la Royal Navy,
lo que venía a significar hacer caso omiso a Versalles, permitir la creación
de una nueva armada germana y sancionar la política revisionista del
Tercer Reich.83
Si este movimiento estratégico del Foreing Office no terminó de
arruinar lo acordado en Stressa, la invasión italiana de Abisinia, certificó su
defunción. Italia pretendía convertirse en una potencia hegemónica en el
Mediterráneo en un intento de reactivar el Mare Nostrum de la Roma
imperial y contrarrestar la superioridad naval anglo-francesa en la zona.
Frenar a los italianos implicaba un riesgo de guerra evidente, no hacerlo,
lanzaba un torpedo contra la línea de flotación de la seguridad colectiva y
el fortalecimiento de las actitudes revisionistas. El 6 de septiembre de 1935
se decidió constituir un “Comité de Cinco” (Madariaga, Eden, Laval, más
los delegados polacos y turcos), presidido por el primero, para mediar en el
conflicto. Esta designación ponía de relieve la confianza de las potencias en
la política ginebrina española, pero también sus esperanzas de influir en la
decisión de un comité presidido por una frágil nación. De allí salió el 18 de
septiembre un proyecto de arbitraje en el que se ofrecían ventajas
económicas a Italia y a Etiopía, que cuatro días más tarde, el Duce rechazó.
La postura de Madariaga consistió entonces en dar facilidades a Italia, pero
manteniéndose cerca de Gran Bretaña y del Pacto.
83 R. Miralles, op. cit. (1996), p. 200; J.-B. Duroselle, op. cit. (1979), p. 95; J. E.
Dreifort, “The French Popular Front…”, pp. 217-236.
108
A pesar de las sanciones económicas impuestas contra Italia en el
seno de la SDN el 10 de octubre de 1935, no se acordó el bloqueo del país,
ni ninguna otra nación suspendió las relaciones con el régimen establecido
en Roma, por lo que el canal de Suez siguió siendo el paso franco de
mercancías hacia la península italiana. El temor a alinear a Mussolini con
Hitler, llevó a Londres y a París a firmar el “pacto Hoare-Laval” (acuerdo
por el que se aceptaba que Italia recibiera las dos terceras partes de Etiopía
y ejerciera un protectorado en el resto, con el objetivo de salvar los
acuerdos de Stressa), que constituyó a todas luces una auténtica traición a
la seguridad colectiva y un reforzamiento de la política de hechos
consumados de las potencias imperialistas. El escándalo levantó a la
opinión pública británica y a la oposición, lo que obligó a Whitehall a
repudiar el acuerdo, ponerse al frente de la SDN en la aplicación de las
sanciones contra Italia y sustituir a Samuel Hoare, secretario del Foreign
Office, por Anthony Eden. Por otro lado, las angustias francesas llevaron al
Quai D´Orsay a acelerar la ratificación del Pacto franco-soviético. En todo
ello, la postura española siguió siendo ambigua e inconsistente, a
semejanza de la actitud manifestada por las medianas y pequeñas potencias
en un momento en el que la seguridad colectiva se había convertido en un
objetivo vacío e ilusorio.
La labor de aproximación de España a Gran Bretaña e Italia se tornó
difícil en un momento en que ambas potencias se encontraba en campos
opuestos. Además, las provocaciones que hasta entonces la lejana
Alemania desarrollaba en Centroeuropa, ahora se centraban en el cercano
Mediterráneo con la agresión italiana. A la altura del verano de 1935, el
enfrentamiento entre Londres y Roma alcanzó cotas que devolvieron la
intranquilidad al Ministerio de Estado español. En el país la opinión
pública se dividió entre los partidarios de Ginebra y el escrupuloso
109
cumplimiento del Pacto que defendía la izquierda, y la neutralidad
propuesta por la derecha que no disimulaba sus simpatías por el régimen
fascista de Roma. La favorable disposición del “Comité de Cinco”
presidido por Madariaga a las posiciones italianas demostraba que la
diplomacia española se alejaba del compromiso societario a ultranza de los
primeros años del periodo republicano.84 Finalmente, la delegación
española tuvo que abandonar la ambigüedad y votar las sanciones contra
Italia, pero sin esmerarse demasiado en solicitar su aplicación estricta. Más
tarde, tampoco se dio por enterada ante las reclamaciones británicas para
garantizar el apoyo de los países mediterráneos contra una agresión
italiana. Este intento de España por no enemistarse con Londres ni con
Roma terminó por concitar el recelo de ambas hacia la República española.
Indirectamente, los recelos producidos por los Acuerdos de Roma de
enero de 1935 y la intervención italiana en Abisinia ofrecieron a España la
posibilidad de mejorar su posición en Marruecos, justo cuando se
aproximaba la fecha de revisión del Estatuto de Tánger en noviembre de
1935. Francia y España se habían repartido Marruecos en 1912, pero
España no había quedado muy contenta porque se excluyó a Tánger de su
zona (como se contemplaba en el malogrado convenio franco-español de
1902 e implícitamente en la declaración franco-británica de 1904). En 1923
se había firmado el estatuto internacional de Tánger, que contemplaba la
desmilitarización de la zona y daba el poder administrativo a Francia. Este
descontento provocó una revisión en 1928 con escasos resultados. Ahora se
volvió a plantear la posibilidad de denunciarlo, pero ante el problema
etíope, ni británicos ni españoles lo hicieron. Finalmente, un intercambio
de notas con Francia en noviembre de 1935, mejoraron el estatuto
84 F. Quintana Navarro, op. cit. (1994), p. 277. Cfr. J. F. Pertierra de Rojas,
Relaciones internacionales durante el periodo de entreguerras, Barcelona, Akal, 1991.
110
superficialmente para España, que el gobierno de la derecha utilizó en
términos de prestigio.85 Estos éxitos africanos contrastaban con la nula
operatividad y el retraimiento español en Ginebra.86
La política exterior española durante el Frente Popular
A lo largo del año 1936 el sistema de relaciones internacionales
entraría en una fase de crisis irreversible que conduciría gradualmente hasta
el estallido de la Segunda Guerra Mundial en septiembre de 1939. La
política exterior del gobierno del Frente Popular tuvo que enfrentarse a una
escena internacional plagada de peligros e incertidumbres, que añadida a la
creciente inestabilidad social interior, llevó a España a refugiarse en una
cierta neutralidad, como había sucedido en la legislatura anterior.87 El
Azaña de 1936 reafirmó su compromiso con Ginebra, pero también la
reciprocidad de los compromisos adquiridos por todos los miembros del
Pacto, activando una política exterior realista, lejos de los excesos
societarios del primer bienio. Dicho en palabras del mismo Azaña, lealtad a
Ginebra, pero sin asumir obligaciones en espacios que no incumbieran a
España.88 El anterior optimismo en las instituciones ginebrinas se tornaba
ahora en prevención. Podemos afirmar que con la llegada del Frente
Popular, la neutralidad dejó de ser estricta para convertirse ciertamente en
benévola. Los acontecimientos internacionales tiñeron la acción exterior
85 A. Egido León, “La política exterior de España durante la II República, 1931-
1936”, Proserpina, núm. 1, 1984, pp. 99-144. 86 D. Little, Malevolent Neutrality: The United States, Great Britain and the
Origins of the Spanish Civil War, Ithaca, Cornell University Press, 1985, pp. 148-151. 87 F. Quintana Navarro, op. cit. (1994), pp. 316-317. 88 M. Azaña, op. cit. (1990), vol. II, p. 316.
111
republicana de cierta improvisación, caracterizada por el soslayo de los
compromisos hasta que no quedara más remedio que encararlos.
Pretextando que el pacto de ayuda mutua entre Francia y la URSS,
ratificado el 27 de febrero de 1936, violaba los acuerdos firmados en
Locarno, y consciente de la fractura abierta entre los aliados, Hitler ocupó
la zona desmilitarizada de Renania el 7 marzo de 1936. No obstante, el
dictador alemán dejó una puerta abierta dando la orden preventiva de
retirada a su alto mando en caso de reacción francesa. Pero como
sospechaba Hitler, Francia no reaccionó militarmente ante la amenaza que
se cernía sobre su frontera, entre otras cosas, por la ausencia de
compromiso británico (que consideraba el acto como inevitable en el
proceso de recuperación de la soberanía alemana vulnerada en Versalles) y
por la aguda crisis sociopolítica en la que se encontraba Francia,
iniciándose “la décadance” de la política exterior francesa, como la
denominó Jean-Baptiste Duroselle.89 El desafío germano demostraba que la
firma del Pacto franco-soviético suponía un frágil plan B para los
franceses, mientras no contaran con las garantías británicas. Locarno
garantizaba la frontera francesa, pero no las de la Pequeña Entente, que
tenían pactos con ella, y el Pacto franco-soviético de 1935 estaba
desprovisto de contenido militar; con lo cual, Francia no contaba con
pactos sólidos cuando Hitler decidió remilitarizar Renania. Desde entonces,
Hitler pudo prescindir de las conversaciones y denunciar los tratados
vigentes, sin miedo a represalias.90
89 J.-B. Duroselle, op. cit (1979), p. 271; R. Miralles (1996), op. cit, p. 180. 90 P. Kennedy, Auge y caída de las grandes potencias, Barcelona, Random
House Mondadori, 2006, p. 529.
112
En esa nueva coyuntura, era crucial para Francia preservar la
colaboración con Gran Bretaña.91 La prevención antirrevolucionaria de los
británicos contra la URSS paralizaba la resolución de hacer frente a la
agresión nazi. Los británicos se negaban a ver que la Internacional
Comunista, más que un vehículo para transportar el virus de la revolución,
constituía una herramienta con la que la URSS se protegía contra la temida
agresión de Occidente y que los soviets necesitaban la paz para estabilizar
los logros internos conseguidos, no un conflicto que echara a perder todo el
trabajo realizado.92
Como vemos, ninguno de los actos revisionistas llevados a acabo
entre 1933 y 1936, siempre manu militari, fueron contenidos por Francia ni
Gran Bretaña, que seguían confiando en evitar un conflicto europeo
reacomodando las pretensiones italianas y alemanas. La formulación de
esta política de apaciguamiento británica, y resignadamente aceptada por
los franceses, se mostraba como una estrategia diplomática destinada a
evitar el conflicto europeo generalizado, aceptando cambios razonables en
el statu quo territorial demandados por las autoridades nazi-fascistas,
siempre que no afectaran a los irrenunciables intereses franco-británicos.
En el fondo, suponía la aceptación por parte de los aliados de su impotencia
91 J. Avilés Farré, “Francia y la guerra civil…”, pp. 165-184; J.-M. Delaunay,
“Orígenes históricos…”, pp.15-28. 92 M. Alpert, op. cit. (1998), pp. 16-17. Véase también J. Haslam, The Soviet
Union and the Struggle for Collective Security in Europe, 1933-1940, Londres,
MacMillan, 1984; G. Roberts, The Soviet Union and the Origins of the Second World
War, Londres, MacMillan, 1995.
113
para enfrentarse a un tiempo con el revisionismo imperialista de Alemania,
Italia y Japón.93
España se esforzó por encontrar posiciones a medio camino entre las
grandes potencias. Condenó la vulneración de los Tratados de Versalles y
Locarno como quería Francia, pero se opuso a la toma de sanciones contra
Alemania y se apresuró a apostar por el levantamiento de las sanciones
impuestas a Italia por la ocupación de Abisinia, que, por otro lado,
representaba el deseo de la mayoría de las naciones representadas en la
SDN. Y así lo expresó el nuevo ministro de Estado, Augusto Barcia Trelles
(1881-1961), en el foro ginebrino, mostrando el impaciente intento español
de alejar la tensión del Mediterráneo. Una carta del socialista Pablo de
Azcárate y Flórez (1890-1971) a su correligionario Fernando de los Ríos de
mayo de 1936 revelaba la desazón del imprevisto rumbo que seguía la
política exterior republicana en Ginebra:
Llevo una temporada de verdadera preocupación con la política
desarrollada aquí por España que está a mil leguas de corresponder a
la significación política del Gobierno, y sobre todo del Frente
Popular, (…) pero, por otra parte, puesto que todo lo que hace aquí la
representación de España lo hace sin asomo de intención de contar
conmigo, (…) no veo porque (sic) me he de recatar en expresar libre
y honradamente mi opinión sobre la política que se sigue. Política
que acabará por arruinar totalmente la significación internacional de
las izquierdas españolas. (…) Lo que hay hoy planteado es una lucha
a fondo entre un sistema de colaboración internacional y un sistema
93 A. Adamthwaite, The Lost Peace. Internacional Relations in Europe, 1918-
1939, Londres, Edward Arnold, 1980.
114
de fuerza. Paralelamente entre fascismo y no-fascismo. Dos políticas
(1) Arreglo con Italia: reconocimiento, mejor o peor disimulado, de
la conquista de Abisinia; reincorporación de Italia en el concierto
internacional mediante (esta es la fórmula de estos últimos días) un
pacto mediterráneo, borrón y cuenta nueva; reconstitución de la
Sociedad de Naciones; arreglo con Hitler … consecuencia refuerzo
del fascismo bajo todas sus formas, y creación de una nueva
situación falsa que en un provenir más o menos remoto (más bien
menos que más) nos pondrá en presencia de un nuevo golpe de mano
de una u otra Dictadura. Y si se ha aceptado el primero con que
fuerza moral se va uno a oponer al segundo? Es el salto en el vacío;
la ilusión de echar un mal remiendo a la situación de hoy creando
inmensos peligros para el porvenir; porque el remiendo sería inmoral
e indigno. Esta es, en el fondo la política a que ha adherido (y
empleo esta expresión por no cargar las tintas, pero podría sin
exagerar emplear otra mas (sic) expresiva) la representación de
España. (2) mantener los principio… y las sanciones, con todas sus
consecuencias. No quedarse con el remordimiento de conciencia de
pensar que si no hubiera cedido el fascismo (no solo en Italia sino en
general) habría recibido un golpe mortal; aun (sic) en el peor de los
casos, es decir si al fin y a la postre no se consigue abatir al
fascismo, conservar el caudal de unos principios sobre los cuales no
se ha transigido. Es la política del Labour de la resolución de
Bruselas y, supongo de Blum y su futuro gobierno (sobre esto tu
tendrás más y mejor información que yo) – Asi (sic) puestas las
cosas, no puedo comprender que los partidos socialistas y
comunistas (y en esto sin divisiones internas ni entre ellos) no hayan
115
exigido o exijan del Gobierno una actitud clara inequívoca y
terminante a favor de la segunda política.94
Dos días más tarde, el mismo Azcárate escribía a su compañero de
partido Julio Álvarez del Vayo (1891-1975) en similares términos:
En cuanto a Europa y África es indispensable por parte de España
que haya una rectificación neta de actitud. (…) En concreto que se
declare partidario de mantener las sanciones (…). Los ensayos que se
intentan para salir del paso por medio de un arreglo cuya
consecuencia no podía ser otra que la consagración y consolidación
del régimen fascista y de las dictaduras en el mundo.95
La ocupación de Abisinia por Italia finalmente fue reconocida por
Francia, con el ilusorio objetivo de salvaguardar el “espíritu de Stressa”.
Sin embargo, este acto de debilidad francesa sirvió para que los italianos se
acercaran más a Alemania, nación hermana en su política de expansión,
coincidentes también en la futura guerra de España y que culminó con la
formación del Eje en 1936 y más tarde del Pacto de Acero en 1939. Cuando
el 15 de junio de 1936, la SDN levantó las sanciones a Italia, un
sentimiento de frustración y vergüenza recorrió Ginebra, confirmando que
el realismo se imponía a la moralidad política.
94 AMAE, Caja 110.1. Archivo Pablo Azcárate (Secretario General Adjunto de
la Sociedad de Naciones). “Carta de Azcárate a Fernando [de los Ríos] sobre la política internacional y la actitud del Gobierno español ante ella. Conquista italiana de Abisinia”. Ginebra 21 de mayo de 1936. Carta manuscrita.
95 AMAE, Caja 110.1. Archivo Pablo Azcárate (Secretario General Adjunto de la Sociedad de Naciones). “Carta de Azcárate a Álvarez del Vayo sobre política internacional y el levantamiento resanciones a Italia”. Ginebra, 23 de mayo de 1936. Carta manuscrita.
116
La autoridad de la SDN volvió a quedar en entredicho. Como diría el
mismo Barcia al embajador francés Jean Herbette (1878-1960):
España permanece ligada a la Sociedad de Naciones, deseando que
una pronta reforma remedie todos los defectos que la experiencia ha
revelado en esta institución.
(…) si las grandes potencias pertenecientes a la Sociedad de
Naciones renuncian a mantener los compromisos que derivan de esta
pertenencia, España se considerará también desligada y se unirá a las
potencias neutrales.
(…) es visible la perspectiva –relataba Herbette sobre la actitud de
Barcia- que la perspectiva de un conflicto anglo-italiano le parece
constituir el peligro inminente.
(…) Considerando el caso de guerra, y hablando en nombre propio,
M. Barcia me declaró que según su opinión España permanecería
neutral (…).
De manera superficial, M. Barcia no ha hecho menos que explicarme
el razonamiento que haría España, si por desgracia Francia e
Inglaterra no se entendieran.
(…) incluso bajo el gobierno español actual, donde contamos con tan
fieles amigos, la política internacional de España puede reservarse
elegir según las circunstancias entre diversas conductas.96
España recuperaba prudentemente una política de estricta neutralidad
en su acción exterior, hecho que no pasó desapercibido para la
representación diplomática francesa en España. Dos semanas más tarde, el
96 Documents Diplomatiques Françaises, 2ª Série, Tome II, ex nunc DDF, 2ª, II,
14 de mayo de 1936, d. 213. Salvo mención expresa, todos los documentos traducidos
procedentes de fondos archivísticos no españoles son obra del autor.
117
embajador Herbette recomendaba a París en un extenso informe sobre las
relaciones entre España y Francia la política a seguir hacia la República:
La importancia de nuestras relaciones con España es actualmente
superior a la potencia material de la que España dispone (…).
Primero la situación geográfica de España en caso de conflicto
marítimo, así como en el caso en el nosotros tuviéramos necesidad
de llevar a la metrópoli nuestras tropas de África (…)
Tenemos un gran interés en organizar, entre España y nosotros, una
simbiosis a no ser que queramos encontrar pronto del otro lado de los
Pirineos una rival, otra Italia (…).
En política exterior, España aspira ante todo a la neutralidad. En la
medida en que la neutralidad es compatible con el movimiento,
aspira a moverse de acuerdo con Inglaterra y Francia. Si Inglaterra y
Francia están en desacuerdo, vacila; y si fuera absolutamente
necesario que se decidiera, entonces se decidiría por Inglaterra (…).
No debemos nunca intentar llevar a España más lejos de lo que
Inglaterra desee verla ir (…).97
Esta matizada orientación de la acción exterior republicana se dejó
sentir en Ginebra. Madariaga asumió, por indicación del Gobierno, la tarea
de elaborar un memorando en el que se incluía la “reserva general” para
liberar del cumplimiento del artículo 16 (aplicación de sanciones) a los
estados de zonas geográficas alejadas del conflicto en cuestión: “Lo
97 Archives du Ministère des Affaires Étrangères (Quai d´Orsay),
Correspondance Politique et Commerciale, 1914 à 1940, Série Z Europe, Sous-série
Espagne 1930-1940, carton 213, dépêche 719, ex nunc ADQO, E-213. Relations avec la
France et l´Angleterre. 1930, fév.-1936, déc. Nº 719. De Herbette a Flandin. 4 de junio
de 1936.
118
primero que usted tiene que hacer es sacarme de encima ese artículo 16. No
quiero oír hablar de él”, protestó Azaña ante Madariaga, según aseguró el
diplomático español años más tarde.98 No cabe duda que esta reforma era
verdaderamente restrictiva, y el gobierno español quedaba negativamente
asociado a ella. No obstante, cuando el documento se filtró a la prensa el 17
de junio, Barcia se vio obligado a negar la paternidad del ejecutivo español
de esta reserva general y a reafirmar su compromiso con los principios
societarios el 1 y el 3 de julio de 1936. Como daño colateral, también tuvo
que aceptar la dimisión de Madariaga para maquillar un incidente tan
bochornoso.
Los acuerdos bilaterales que anulaban los principios de seguridad
colectiva de Locarno también condujeron a deteriorar las relaciones
internacionales. Surgió de nuevo el concepto del equilibrio de fuerzas para
disuadir la agresión, de la misma manera que había sucedido antes de la
Gran Guerra, frente al de seguridad colectiva que se había intentado
posteriormente. Así se explica el acuerdo de asistencia mutua firmado por
Francia y la URSS para tener un aliado al otro lado de la frontera alemana,
reactualizándose la “alianza de reverso”, nueva versión de los acuerdos con
la Pequeña Entente. En septiembre de 1938, tras la decepción que produjo
en Moscú el acuerdo de Múnich (máxima expresión del “apaciguamiento”),
que interpretó como el intento de las potencias occidentales de echarle a
Alemania encima, la URSS reaccionó firmando con Berlín el Pacto
germano-soviético de 1939, acuerdo que equivalía en suma a un acuerdo de
reparto efectivo de Europa Oriental.
Con la sustitución de la política de seguridad colectiva por el
equilibrio como garantía de paz, comenzó definitivamente la escalada hacia
98 S. Madariaga, op. cit. (1977), pp. 554-555.
119
la II Guerra Mundial a través de la antesala de la Guerra Civil Española.
Así, debemos concluir como la República no fue destruida precisamente
por su política exterior, sino más bien por la imagen que reflejaba hacia
fuera su conflictividad interior, en fuerte conflicto con los intereses
económico e ideológicos de las grandes potencias anglosajonas.99
Asimismo, una vez que las relaciones entre británicos e italianos se
restablecieron, España dejó de ser un foco de preocupación para Londres,
lo que demostraba que las mejoras conseguidas en Marruecos en el año
anterior habían sido más producto de una situación coyuntural de tensión,
que el resultado fructífero de la política exterior española. Con los italianos,
paradójicamente, para poco iba a servir la política española seguida con
vistas a aminorar las sanciones impuestas en Ginebra, y la no denuncia
española del Tratado de Amistad con Italia de 1926, que lo prorrogaba
automáticamente.100
Poco tuvo que ver, a tenor de lo expuesto, la política exterior
republicana con la situación en la que se encontró España en el verano de
1936. Más decisivas fueron las profundas contradicciones políticas e
internacionales del momento. La política de seguridad colectiva que
propugnaba España era imposible al levantarse las sanciones contra Italia
por su agresión contra Abisinia. Dada la debilidad militar española, la
República no disponía de otra posibilidad que la integración en la órbita
franco-británica, eso sí, excluyendo compromisos militares. Durante el
periodo descrito, la diplomacia española evolucionó al ritmo de los
99 D. Little, op. cit. (1985), pp. 205 y ss.; E. Moradiellos, Neutralidad benévola.
El gobierno británico y la insurrección militar española de 1936, Oviedo, Pentalfa,
1990, pp. 117 y ss. 100 I. Saz Campos, Mussolini contra la II República, Valencia, Alfons el
Magnánim, 1986, pp. 156, 163 y ss, 178 y ss.
120
acontecimientos en la línea del apaciguamiento, y con similar
comportamiento al de otras potencias medias. A diferencia de otras zonas
geográficas, fue España la primera víctima europea en pagar el alto precio
de esta política. La situación interna condicionó una acción exterior más
decidida, ya que los problemas internos fueron prioritarios. Pero también es
cierto que se estuvo presente en los principales organismos internacionales,
se tomaron iniciativas en materia colonial, como en las relaciones con las
repúblicas americanas y no se olvidó plasmar un programa de política
exterior en la Constitución. Por ello, el tópico de la falta de política exterior
republicana no se sostiene por varias razones. En primer lugar, porque se la
suele enjuiciar en clave de guerra civil (aspectos que sus protagonistas no
podían prever), y, en segundo, en función de la oportunidad perdida con el
viaje de Herriot a Madrid en 1932. La República tuvo la política exterior
que podía tener, similar a las de otras pequeñas potencias del periodo de
entreguerras.
La acción exterior republicana, en síntesis, buscaba una colaboración
activa y una actitud conciliadora en Ginebra, sin compromiso especial con
nadie, aunque en la línea del bloque franco-británico. En la táctica, se
colaboró con los neutrales, y en particular, se prestó atención preferente a
los países de habla hispana y Portugal. Se desmonta así la tesis de la
excepcionalidad española en el contexto internacional. El fondo seguía
siendo la neutralidad, pero no el aislamiento; la proximidad al bloque
franco-británico, aunque con una nueva consideración hacia Italia; el
pacifismo, pero en colaboración con otros países neutrales. Para el propio
Azaña, romper el statu quo de la Europa occidental y mediterránea,
alejándose de Francia y Gran Bretaña o aliándose estrechamente con
cualquiera de ellas habría supuesto un esfuerzo gigantesco en el orden
militar, completamente desproporcionado para los recursos del país. Y así
121
se mantuvo, teniendo como únicos vínculos exteriores la pertenencia a la
SDN y la adhesión franco-británica en Marruecos y en el Mediterráneo por
los acuerdos de Cartagena.101 La política exterior republicana evolucionó
del idealismo al pragmatismo, del societarismo a la huida hacia la
neutralidad, de la primacía de la moral a la hegemonía de la realidad, de las
posiciones de la izquierda internacional a la comprensión de las posiciones
más conservadoras, de la apelación a la fuerza de la opinión pública
internacional a la razón de Estado.102 La República no hizo sino recorrer el
camino que otras potencias similares habían recorrido desde la Gran
Guerra. Ninguna alianza internacional hubiera podido prever la situación
bélica que se desarrolló a partir del 17 de julio de 1936, y vista la política
de apaciguamiento adoptada por las potencias democráticas, ninguna
alianza bilateral con Francia hubiera cambiado la actitud que el Quai
D´Orsay practicó desde el verano de 1936 hacia Madrid.
101 A. Egido León, “La imagen de Francia en la España republicana”, Cuadernos
Republicanos, nº 19, Madrid, 1994. 102 F. Quintana Navarro, “Salvador de Madariaga…”, pp. 107-124.
122
4. Los contenidos y asimetrías de las relaciones bilaterales en el
ámbito mediterráneo y marroquí
Francia constituye un elemento decisivo en la política exterior
española de la primera mitad del siglo XX. La vecindad territorial (435
kilómetros de frontera terrestre en los Pirineos, y 3.904 hacia las fachadas
mediterránea y atlántica), su peso económico y militar, su ascendiente
cultural, así como su influencia diplomática sobre su vecino del sur lo
confirman. Para España la vecindad con Francia ha sido crucial para su
conexión con Europa tanto por vía terrestre como marítima, en tanto que
para Francia su vecindad con España ha sido una más de los países con los
que comparte frontera. Esta particularidad se vio incrementada desde
principios de siglo debido a la coordinada penetración colonial en el
sultanato de Marruecos.
El inestable régimen liberal español del siglo XIX sobrevivió gracias
al apoyo combinado militar y financiero de Francia y Gran Bretaña (su
ejército se abasteció de importaciones procedentes de estos países). Estas
circunstancias acuñaron la máxima esencial de la política exterior española
del XIX y buena parte del XX que consistía en que cuando Francia e
Inglaterra marcharan de acuerdo, había que secundarlas; cuando no,
abstenerse. Tan sólo la asunción activa de compromisos bélicos ponían
coto a esta divisa que el político conservador Antonio Cánovas del Castillo
(1828-1897) denominó “política de recogimiento”. Del mismo modo,
España se encontraba en una condición de sensible dependencia financiera
123
y comercial de ambos países, como demuestran el balance comercial y el
origen de las principales inversiones extranjeras en nuestro país.103
Las relaciones hispano-francesas en el periodo 1898-1914
El sistema internacional de principios de siglo estaba organizado en
lo que se llamaba el Concierto europeo. Las potencias se clasificaban en
grandes y pequeñas o como afirmaba lord Robert Cecil Salisbury (1830-
1903) 104 en living nations y dying nations, destinadas estas últimas a caer
bajo el dominio de las primeras. Así, España tras el Desastre del 98 pasaba
a ser considerada como territorio susceptible de reparto.105 España
comenzaba el siglo derrotada militarmente, humillada diplomáticamente y
aislada en el concierto de las naciones, siendo reducida a una potencia de
muy segundo orden con intereses regionales, destacando su presencia en las
rutas Lisboa-Suez (vital para Gran Bretaña) y Marsella-Dakar (igualmente
para Francia).
103 E. Moradiellos, “Las relaciones bilaterales entre España y Francia en la
primera mitad del siglo XX”, en P. Martínez-Vasser y M. P. Díaz Barrado, La imagen
de Francia y España en los medios de comunicación, Cáceres, Colección Extremos,
UEX, 2003. 104 Robert Cecil Salisbury ostentó el cargo de primer ministro en tres ocasiones
entre las elecciones de 1886 hasta 1902, con el único paréntesis del periodo 1892-1895.
Lord Salisbury fue considerado el icono del conservadurismo aristocrático defensor de
la política británica del "espléndido aislamiento". 105 A. Niño, “Política de alianzas y compromisos coloniales para la regeneración
internacional de España, 1898-1914” en R. María Pardo Sanz, J. Tusell y J. Avilés Farré
(coord.), op. cit. (2000), pp. 31-94, p. 33.
124
El desastre finisecular condujo a un replanteamiento de la
orientación de la política exterior española acorde con su nueva situación
geoestratégica. La vieja tradición canovista resultó inservible para la etapa
de imperialismo que intoxicó Europa entre 1880 y 1914. Hasta entonces,
este statu quo que había mantenido a España al margen de la evolución de
la escena internacional, no perseguía más que mantener los intereses
españoles de ultramar al margen de las rencillas europeas. De este modo, se
desplegaba un contradictorio esquema en el que el anhelo de neutralidad
chocaba con una ausencia de medios de defensa acordes para mantenerlo
frente a quien quisiera violarlo. En estas circunstancias, el recurso
disponible fue la alianza con el bloque franco-británico, cuya elección
caracterizaría la política internacional española que imperó hasta 1936,
basada en el entendimiento conjunto con Francia y Gran Bretaña, la
atención preferente a la frontera meridional y la adopción de la neutralidad
en el continente.106
Por consiguiente, esta tendencia realista de la acción exterior
española enfatizaba una nueva situación geoestratégica resultante de una
doble localización del país: continental-europea y mediterráneo-africana. Y
por añadidura, se convertía en la vía de acceso a la política europea y la
superación del “recogimiento” que había caracterizado la política exterior
de la España de la Restauración. Esta vocación euro-africana, alrededor del
estrecho de Gibraltar, espacio donde los intereses de las grandes potencias
se jugaban en dos continentes, devolvía la atención de la política exterior
del país -señala el profesor Jover Zamora- al lugar preferente en el que se
había desarrollado antes de iniciarse la aventura colombina de finales del
siglo XV: “Al cerrarse el gran ciclo ultramarino abierto en 1492, la política
106 Ibídem, pp. 45-46.
125
exterior española vuelve a proyectarse sobre el que fuera históricamente su
campo predilecto de acción: la frontera meridional”.107
Mediante la integración en el sistema europeo anglo-francés, en un
espacio diseñado por Gran Bretaña para neutralizar las fuerzas en el
Mediterráneo occidental (en el que España servía de contrapeso a las ansias
expansionistas francesas), que suponía la revisión de la política exterior de
“recogimiento” y el abandono del aislamiento tradicional español, España
buscaba aliados firmes que garantizaran su integridad peninsular e insular.
Esta orientación diplomática, un tanto amedrentada, pareció ser la evidente
solución a los riesgos que implicaban tanto el clima prebélico europeo
como la debilidad de su defensa nacional,108 y cuyo reflejo fue el papel
jugado en la Conferencia de Algeciras (1906) y en la Declaraciones de
Cartagena (1907) por el que los tres países se comprometían a mantener el
statu quo en el Mediterráneo:
Entre 1898 y 1936 la política europea de España hace referencia
inmediata al segmento de frontera meridional de Europa que
podemos denominar “región del Estrecho” (el eje Baleares-Canarias,
incluyendo el norte de Marruecos), y a un sistema occidental
107 J. M. Jover Zamora, “Introducción. Después del 98. Horizonte internacional
de la España de Alfonso XXIII”, en J. M. Jover Zamora y C. Seco Serrano, Historia de
España Ramón Menéndez Pidal. La España de Alfonso XIII. El Estado y la política
(1902-1931). De los comienzos del reinado a los problemas de posguerra (1902-1922),
T. XXXVIII, Madrid, Espasa-Calpe, 1995, p. XX. 108 V. Morales Lezcano, España, de pequeña potencia a potencia media. Un
ensayo sobre el dilema de su proyección exterior, Madrid, UNED, 1991, p. 42
126
presidido por tres grandes potencias: Gran Bretaña, Francia y
Alemania.109
El profesor De la Torre adjetiva como regeneracionistas estos pasos
emprendidos por la diplomacia española entre 1898 y 1914, porque
significó el fin del aislacionismo y la inserción en el contexto exterior. Este
proceso discurrió en dos etapas bien diferenciadas: una primera de 1898 a
1907 (hasta los acuerdos de Cartagena), ocupada en garantizar lo que ya se
tenía y el intento de inserción exterior; y una posterior, durante el sexenio
1907-1912 (bajo la supervisión personal del rey Alfonso XIII)
caracterizada por una idea neocolonial de penetración en Marruecos y
recuperación de cierto margen de autonomía en la esfera internacional.110
El resultado fue positivo -en consideración de este autor- si consideramos
que no se perdió ningún territorio desde 1898, se dotó al país de un
protectorado en el norte de Marruecos y se esquivó el peligro de la Gran
Guerra. Más aún, cuando la configuración del nuevo equilibrio
mediterráneo se conformó en un momento incierto de la historia de España,
justo cuando su rango internacional se había reducido al de pequeña
potencia periférica. En palabras del profesor Quintana Navarro, esta
condición se percibe a través de la conciencia de su propia debilidad y de la
dependencia para la obtención de seguridad.111
109 J.M. Jover Zamora, “Introducción…”, p. LXXIII. En los años sucesivos, la
emergente Italia reemplazaría a Alemania en el papel revisionista del equilibrio
consensuado entre Francia y Gran Bretaña. 110 H. de la Torre, “El destino de la regeneración internacional de España (1898-
1918)”, Proserpina, nº 1, 1984, p. 11. 111 F. Quintana Navarro, Madariaga y la diplomacia republicana en la Sociedad
de Naciones, 1931-1936, Madrid, Tesis Doctoral leída en la UNED, 1989, p. 27
127
En la Conferencia de Madrid de 1880 se establecieron los principios
que garantizaban la soberanía del sultán sobre la zona de Marruecos y el
mantenimiento del statu quo. Estas premisas no se alteraron hasta la
entrada de Théophile Delcassé (1852-1923)112 en el Quai d`Orsay, cuando
se optó por una orientación hacia la penetración pacífica en el sultanato.
Para entonces, Marruecos no era una cuestión reservada a Francia, sino que
estaba abierta a las apetencias de otras potencias, como Alemania y Gran
Bretaña. En 1902, Francia ofreció a España un acuerdo para el reparto de
Marruecos, pero el presidente de gobierno conservador Francisco Silvela
(1843-1905) se negó a firmarlo, debido a un exceso de prudencia y
conservadurismo. Nunca estuvo España más cerca de conseguir una
posición de importancia en Maruecos que cuando se incluyó en este non
nato convenio hispano-francés de 1902, negociado por Delcassé y
Fernando León y Castillo (1842-1918), embajador español en Francia,113 el
reconocimiento de la posesión de un amplio territorio al norte de
Marruecos (que incluía Fez, capital política y religiosa del imperio) además
de otro territorio en el litoral atlántico alrededor del puerto de Agadir. Sin
embargo, Silvela no se atrevió a ratificarlo, temeroso de contrariar a Gran
Bretaña firmando un acuerdo a sus espaldas. Por otro lado, no debemos
obviar que la oferta francesa no escondía que para París era más ventajosa
la vecindad en Marruecos con un país de escasa relevancia como España.
112 Théophile Delcassé fue miembro del Partido Radical, ministro de Colonias
entre 1894 y 1895 y de Estado entre 1898 y 1905. Es reconocido como uno de los
artífices de la Triple Entente. 113 Fernando León y Castillo, Marqués del Muni, político liberal y diplomático
español, fue ministro de Ultramar durante el reinado de Alfonso XII y ministro de
Gobernación durante la regencia de María Cristina. Fue, sin duda, uno de los más
destacados impulsores de esta iniciativa, convencido de la necesidad de no continuar
alejados de la escena internacional.
128
Esta actitud de España hacia la Entente fue examinada sin reservas y
con gran realismo a finales de los años treinta por el autor británico G. T.
Garratt. Así enjuiciaba la oferta francesa de 1902:
Francia bajo Monsieur Delcassé, había tratado de aprovecharse de
las dificultades de Inglaterra para solucionar la cuestión de
Marruecos y había propuesto al señor Sagasta una división del
Imperio en la que España hubiera adquirido una zona mucho mayor
que la que finalmente obtuvo.
Inglaterra se enteró de estos propósitos e hizo conocer su desagrado
al Gobierno de Sagasta (…). España se hallaba tan poco deseosa
como la Gran Bretaña de emprender nuevas y peligrosas aventuras
(…). Una firme presión desde Londres fue suficiente para que se
abandonara el tratado (…).
Fue entonces cuando Francia decidió acercarse a Inglaterra (…)
[permitiendo a España establecerse] con la condición de no fortificar
la costa norte de su nuevo territorio.114
Desde entonces y hasta el tratado que se firmó finalmente en 1912,
España tuvo que ir renunciando a muchos de los convenios que se le
ofrecieron en 1902. No obstante, la administración española no desistió en
su empeño de hacer valer sus derechos históricos en la región,
circunstancia que como potencia media que era, no podía aspirar a hacer
sino a través de Francia y Gran Bretaña. España no tenía ninguna prisa por
intervenir en Marruecos, pero la idea de que quedara definitivamente bajo
tutela francesa no era muy sugestiva para el gobierno de Madrid. Y así, se
llegó al Acuerdo del 8 de abril de 1904 por el que se daba libertad de
114 G. T. Garratt, Gibraltar and the Mediterranean, Londres, Jonathan Cape,
1939.
129
acción a Francia en Marruecos115 y se salvaguardaban los intereses
británicos, y por exigencia de Londres, también los españoles,116 evitándose
la amenaza de que otra potencia de mayor envergadura se instalara frente a
Gibraltar. En el convenio, España aparecía como un sujeto pasivo. Y la
definitiva alineación de España con la Entente a través de la Declaración
hispano-francesa y el Convenio hispano-francés firmado el 3 de octubre de
1904, atestiguó que en adelante la política colonial española siempre iría a
remolque de la francesa. En su conjunto, el acuerdo dictaba que España se
ponía de acuerdo con Francia, pero no había una relación directa entre
Madrid y Londres y, por lo tanto, se eludía la imperiosa garantía de
integridad territorial que el gobierno español tanto deseaba. Reflejo de esta
asimetría fue que en los sucesivos convenios internacionales que Gran
Bretaña y Francia negociaron en Marruecos, España siempre quedó
disminuida en su rango colonial, no sólo en virtud de la superficie
adjudicada, sino también respecto a su estatus jurídico, ya que la posición
española sufriría un creciente grado de subordinación respecto a Francia.
En definitiva, esta aproximación a las potencias europeas a través de la
escena colonial norteafricana, conformó unas relaciones desiguales y
subordinadas, deudoras de la diferente concepción que los dos países tenían
sobre sus derechos en Marruecos.
115 Lo que Francia obtenía lo compensaba con lo que a Gran Bretaña se le
reconocía en Egipto y Terranova. Desde entonces, Gran Bretaña asumió un papel
moderador en la zona, una veces en apoyo de Francia, y siempre en defensa de cuanto
consideraba esencial para su posición estratégica y comercial. 116 Ya no formaban parte de la zona norte española, ni Fez ni la Cuenca del Sus,
ni la ciudad de Agadir, que pasaban a integrarse en la zona francesa.
130
Dos años más tarde, en la Conferencia de Algeciras del 16 de enero
de 1906 se confirmó el statu quo en la región, donde la preeminencia de
Francia perfilaba que la autoridad de Madrid en la zona no resultaba de
ninguna negociación directa con el Sultán, sino de la buena voluntad de
París y de las presiones de Londres en tal dirección. Desde entonces,
España situaría su posición dependiendo de la correlación de fuerzas
internacionales. La Declaración de Cartagena del año siguiente entre
Francia, Gran Bretaña y España, volvió a confirmar la voluntad de
mantener el statu quo en el Mediterráneo y en la parte europea y africana
del Atlántico, confirmando la garantía territorial que España perseguía
desde 1898. Tácitamente, Madrid renunciaba a cualquier reclamación sobre
Gibraltar, pero España salía del aislamiento y se ponían las bases para la
adopción de la neutralidad en un conflicto generalizado.117 Sin embargo, las
garantías no podían tomarse en un sentido estricto porque no se
especificaban los mecanismos de reacción ante una agresión de una tercera
potencia. En resumen, los acuerdos de 1907 eran realistas porque se
adaptaban a una política defensiva, de una potencia protagonista pasiva,
cuya importancia derivaba tan sólo de su estratégica posición geográfica.
El rechazo del gobierno liberal de Antonio Maura y Montaner (1853-
1925) en 1907 a participar con Francia en una empresa común de conquista
de la región ocultaba a duras penas la debilidad militar española. La
consecución de los acuerdos de Cartagena habían conllevado la oposición
del sector africanista francés, representado en el Residente General en
117 J. M. Jover Zamora, 1898, Teoría y práctica de la redistribución colonial,
Madrid, FUE, 1979, pp. 60-61.
131
Rabat, el mariscal Louis Lyautey (1854-1934),118 que siempre consideró
que la presencia española en el norte de África no dejaba de ser un pesado
fardo para las aspiraciones francesas. No debe asombrarnos que el 9 de
febrero de 1909 Francia y Alemania llegaran a un acuerdo a espaldas de
España, por el que se garantizaban los intereses económicos alemanes y la
libertad de acción francesa en la zona. Para España, el acuerdo significó
una humillación y una deslealtad francesa. Una vez más, España no
encontró ninguna comprensión en Gran Bretaña; pero más lamentable fue
el resultado de la demostración de fuerza (en respuesta a la matanza de
obreros españoles en Melilla) de las tropas españolas cuando se internaron
en territorio marroquí cosechando las derrotas del Gurugú y del Barranco
del Lobo en julio del mismo año.
Tras la ocupación francesa de Fez en mayo de 1909, Alemania,
entendiendo que había traspasado los límites del acta de Algeciras,
intervino en la región. Para sorpresa de París, el jefe del gobierno español,
el liberal José Canalejas Méndez (1854-1912) mandó ocupar Larache y
Alcazarquivir en el momento en el que el navío alemán Panther fondeaba
en aguas de Agadir. Sin embargo, el acuerdo franco-alemán de 4 de
noviembre de 1911, por el que Alemania se desentendía de Marruecos a
cambio de una parte del Congo francés, y en el que España volvía a ser
relegada, repercutió negativamente en la negociación posterior entre
España y Francia. No obstante, el profesor Miralles afirma que sin la
118 Louis Hubert Gonzalve Lyautey, militar francés que en 1912 estableció el
Protectorado Francés en Marruecos, convirtiéndose en el primer Residente General
(máxima autoridad francesa en Marruecos).
132
decidida acción de Canalejas, España habría perdido con seguridad toda
opción a una zona de protectorado.119
A partir de 1912 la situación del norte de África comenzó a teñirse
con nuevos matices debido a la tensión existente entre Francia y Alemania.
En los primeros meses de ese año, Francia había decidido establecer un
protectorado efectivo, con el pretexto de proteger a sus nacionales de los
graves acontecimientos ocurridos en Fez, sin contar, una vez más, con
España. En estas circunstancias, el 27 de noviembre de 1912 se hizo
efectiva, mediante el Convenio franco-español, la cláusula prevista en el
artículo tercero del anterior firmado en 1904, en virtud del cual por causa
de inseguridad, inestabilidad o amenaza al statu quo, la región se
convertiría en un protectorado efectivo. España estableció su propio
protectorado en un territorio que amputaba sus aspiraciones coloniales, más
reducido que el ofrecido en 1904,120 “sufragando” los gastos que a Francia
le había ocasionado levantar la hipoteca alemana sobre Marruecos. Pero lo
más lesivo para los intereses españoles fue que el acuerdo no emanaba de
ningún contacto entre el gobierno español y el sultán, sino de la
interposición francesa, en una suerte de subarriendo que París hacía a una
119 R. Miralles, “Las relaciones hispano-francesas en el siglo XX” en D. de
Busturia, Del reencuentro a la convergencia. Historia de las relaciones bilaterales
hispano-francesas, Madrid, Ciencias de la Dirección, 1994, pp. 35-116, p. 44. 120 AMAE, R-2811/5, muy confidencial. “Memoria relativa a las conversaciones
con Francia sobre cuestiones africanas, iniciadas el año 1935. Evacuación de
territorios ocupados por Francia en la Zona Norte del Protectorado español de
Marruecos. Tánger. Ifni. Enlace de Ifni con cabo Juby. Río de Oro. (Nuestra colonia de
Guinea). José Mª de Aguinaga Barona, 1954. España perdió respecto a negociaciones
anteriores la orilla izquierda del Uarga con una breve faja en la margen derecha, un
pequeño trozo junto al Muluya y el territorio al sur del paralelo 35, más algunas
concesiones en la zona meridional.
133
potencia menor, todo ello sin compromisos militares de naturaleza global.
Una vez que el protectorado francés de Marruecos se firmó por el tratado
franco-marroquí del 30 de marzo de 1912, se acordó una convención
franco-española el 27 de noviembre del mismo año por la que se cedía una
zona de influencia a España. Esta zona quedaba bajo la autoridad civil y
religiosa del sultán y era administrada por un califa elegido por el sultán
entre dos candidatos presentados por España, bajo la autoridad de un alto
comisionado español. Años después, el propio Manuel Azaña reflexionaba
amargamente sobre el trato ofrecido a España por su vecina del norte:
Lo que España obtuvo en aplicación de los convenios de 1912,
defraudó las esperanzas de los Gobiernos y de aquella parte de la
opinión que hacía de la expansión en Marruecos una cuestión de
prestigio; por dos motivos: la solución híbrida dada al asunto de
Tánger, espina clavada en el amor propio de los africanistas, y la
mezquindad con que a su parecer se hizo la delimitación de la zona
española. Motivo de resentimiento y punto de fricción que está muy
lejos de haber desaparecido.121
A pesar de ello, el Convenio consolidó la posición diplomática
española en la zona y la definitiva salida de España de su posición de
aislamiento internacional, aunque la contradicción de las aspiraciones
españolas hundía sus raíces en que dependían de potencias mayores, con
las que a la vez entraban en conflicto. Evidencia de ello fue la propuesta
hecha por Alfonso XIII (la Constitución de 1876 daba gran margen de
actuación a la Corona en esta materia) al conservador presidente francés
Raymond Poincaré en mayo de 1913 de una alianza más estrecha frente a
121 Cita extraída de V. Morales Lezcano, op. cit. (1991), pp. 118-119.
134
un posible conflicto con Alemania, en la que el monarca pensó en Portugal
como moneda de cambio, en un momento en el que Londres y París sólo
necesitaban que se respetase el espíritu de Cartagena. Algunos autores han
calificado esta actitud (“regeneracionismo alfonsino” como lo califica Seco
Serrano) de temeraria y aventurera para un país atrasado como era España.
La frustración de los planes megalómanos de Alfonso XIII traería como
consecuencia la neutralidad de España en la Gran Guerra un año más
tarde.122
El balance de la política colonial española antes de la guerra de 1914
parece positivo, pues, considerando que se evitó que se instalara en la otra
orilla del Estrecho otra potencia, al tiempo que se mantuvo la neutralidad
en el conflicto, aunque el precio pagado por la presencia española en
Marruecos fuera tremendamente alto (excesivo gasto público, aumento de
la autonomía militar, hipertrofia de mandos, crisis social a causa de las
quintas y movilización obrera) para un país que por entonces luchaba por
alcanzar los grados de desarrollo de otras potencias europeas.123
Las relaciones hispano-francesas en el periodo 1914-1931
El alejamiento español de los campos de batalla europeos durante la
Gran Guerra desveló la impotencia nacional para garantizar la defensa de
122 C. Seco Serrano, “Las relaciones España-Francia en vísperas de la Primera
Guerra Mundial” en Boletín de la Real Academia de la Historia, Tomo 184, Cuaderno
1, 1987, pp. 19-44. De igual modo se puede consultar al respecto H. de la Torre Gómez,
El imperio del Rey: Alfonso XIII, Portugal y los ingleses (1907-1916), Mérida, Junta de
Extremadura (Gabinete de Iniciativa Transfronterizas), 2002. 123 A. Niño, “Política de alianzas…”, pp. 91-92.
135
un país estratégicamente vulnerable, con una limitada capacidad económica
(cuya perentoria necesidad debía orientarse a otras esferas más urgentes),
neutralizada por seculares tensiones sociopolíticas internas y polarizada por
la equitativa división entre los partidarios de uno y otro bando.
Nunca se pudo hablar de una verdadera alianza de conjunto entre
Madrid y París tras los acuerdos de 1912, ya que lo firmado entonces tan
sólo alcanzaba un carácter regional. Esta circunstancia pesó en la opción
neutralista de España, elección adoptada por el Gabinete sin consulta previa
a sus aliados, que por otro lado, y en palabras del Jefe de Gobierno,
Eduardo Dato Iradier (1856-1921), no consideraba que existieran motivos
determinantes para que Madrid tomara partido por uno de los dos bloques.
Bien es cierto que las palabras del político conservador a duras penas
disimulaban la ausencia de recursos para tomar partido en una contienda de
semejantes dimensiones. Según el juicio del ministro Juan Pérez Caballero
(1861-1951):124
Al declarar la guerra mundial –decía el ex-Ministro Señor Pérez
Caballero- era imposible prever si correría o no riesgo el statu quo
del Mediterráneo y de la parte del Atlántico que bañan las costas de
Europa y África. Las circunstancias hacían temer que sí. Para tal
caso estábamos obligados, ya que no a mantenerlo manu militari al
lado de Francia e Inglaterra a concertarnos con dichos países para
examinar las medidas que podrían tomarse en común. Se preveía,
pues, un cambio de impresiones. Al declarar nuestra neutralidad sin
124 Juan Pérez Caballero y Ferrer, diplomático español, ministro de Estado
durante el reinado de Alfonso XIII , embajador en Bruselas, Roma y París y delegado
adjunto en la Conferencia Internacional de Algeciras (1906). Cfr. F. Romero Salvadó,
op. cit. (2002).
136
ese cambio previo de impresiones, dimos la sensación de
desentendernos del Acuerdo. Ese ha sido el daño efectivo que ha
producido a España la precipitada declaración de neutralidad y la
forma como fue, desde el principio, practicada.125
Desde la oposición, el liberal Álvaro de Figueroa y Torres, conde de
Romanones (1863-1950) denunció esta declaración de neutralidad en su
célebre artículo “Neutralidades que matan” publicado en el Diario
Universal,126 en el que asociaba la causa de los aliados al interés nacional.
Años más tarde, el que había sido subsecretario de Estado, José Mª de
Aguinaga,127 elaboró un dossier sobre España y su política mediterránea
125 AMAE, R-5499 bis/3, Cuadernos de Política Internacional Española.
Periodo 1934-1935. Nuestras relaciones internacionales. España y el Mediterráneo.
José Mª de Aguinaga Barona, 1959. 126 Diario Universal, 14 de agosto de 1914. 127 AMAE, Expediente personal P.559-36709 de José Mª Aguinaga Barona. Fue
secretario de la delegación española en la Conferencia de París de 1923 encargada de
organizar la zona de Tánger y de la delegación encargada de modificar el Estatuto en
1928. Ejerció como Subsecretario del ministerio de Estado de 1934 a marzo de 1936. El
18 de julio de 1936 se encontraba en París nombrado embajador en Berna. No dimitió
por razones familiares y humanitarias (según argumentó al Tribunal Seleccionador de la
Carrera Diplomática franquista). Tomo posesión de su cargo en Berna el 24 de julio de
1936 e, inmediatamente, fue enviado a tomar posesión de la embajada en Roma
(Quirinal) el 31 de julio, abandonada por Manuel Aguirre de Cárcer, no consiguiéndolo
hasta el 11 de agosto. Entonces volvió a su puesto en Berna. Presentó su dimisión al
gobierno republicano el 5 de septiembre de 1936 y el 31 de enero de 1937 presentó su
adhesión al régimen franquista. Se le declaró jubilado según el Decreto-Ley de 21 de
enero de 1938, sentencia del 19 de febrero de 1938. Pidió la revisión de su expediente
en convocatorias posteriores hasta que fue readmitido en el ministerio de Asuntos
Exteriores franquista.
137
desde principios de siglo hasta el año 1936. Sobre el famoso artículo del
conde de Romanones precisaba:
Refiriéndose al momento en que comenzó la guerra, Romanones
explica que como España “estaba obligada a adoptar una posición
definitiva u olvidar por completo todo el camino andado en política
exterior hasta entonces o ratificarse en él” y que como nuestra nación
“prefirió lo primero, y por eso no vaciló en llevar a la “Gaceta” una
declaración de neutralidad absoluta” (…). “Esta (sic) fue -declara
Romanones- la génesis de “Neutralidades que matan” (…).128
No cabe duda que la opinión general de país quedaba netamente
interpretada en esa neutralidad a todo trance. Y puesto que España no tenía
en Europa fruto que disputar, y las últimas colonias absorbieron tanta
sangre, y Marruecos exigía un continuo tributo de vidas ¿cómo no sentirse
cómodo en la posición privilegiada de la neutralidad?129
Tampoco Francia presionó para que España entrara en guerra,
siempre que ésta trabajase en favor de la Entente. Los datos económicos
disponibles demuestran que las exportaciones con destino a Francia
aumentaron un 150% y con Gran Bretaña un 60% en el periodo 1914-1917.
De hecho, sin la aportación española de plomo, pirita y mineral de hierro
necesarios para la industria de guerra aliada, la Entente habría sufrido unas
dificultades de incierto alcance.
128 AMAE, R-5499 bis/3,1959. 129 M. Fernández Almagro, De la historia del Reinado de Alfonso XXIII,
Barcelona, Montaner y Simón, 1934.
138
La creación de la Sociedad de Naciones en 1919 institucionalizó
unos principios y unos mecanismos bajo la consigna de la seguridad
colectiva, cuya finalidad era fomentar y garantizar la paz de posguerra.
España tuvo que reformular su política exterior y su neutralidad, puesto que
la seguridad colectiva invalidaba el concepto tradicional de la neutralidad
entre sus miembros. Desde entonces, la política exterior española en dicho
organismo, así como las consecuencias que de su participación en él
pudieran afectar a su política mediterránea, estarían condicionadas por la
evolución de los acontecimientos de la sociedad internacional. En este
contexto, tanto la Monarquía -como posteriormente la República-
consideraron el Mediterráneo como un área de atención preferencial de la
acción exterior y como una zona vital para garantizar su defensa nacional, y
la presencia española en Ginebra (especialmente durante el periodo
monárquico) estuvo mediatizada por la urgencia de los asuntos marroquíes,
tanto en lo referente a la guerra del Rif de los años veinte, como a la
cuestión de Tánger.130
Desde 1919 la guerra del Rif había enturbiado las relaciones entre
España y Francia. El desastre de Annual de 1921 confirmó a ojos de los
“africanistas” franceses la ineptitud de España como socio colonial. Desde
entonces, la política francesa hacia España no sólo fue de no colaboración,
sino que llegó a la instrumentalización de las ansias independentistas del
jefe rifeño Abd-el-Krim (1882-1963)131 para expulsar a los españoles de
130 J. L. Neila Hernández, “La mediterraneidad de España en las relaciones
internacionales del periodo de entreguerras (1919-1939)” en Cuadernos de Historia
Contemporánea, nº 19, Universidad Complutense, Madrid, 1997, pp. 15-54, p. 26. 131 Mohammed Abd al-Karim al-Jattabi fue un dirigente de la resistencia contra
la dominación colonial española y francesa en el Rif y presidente de la efímera
República del Rif (1923-1926). Murió exiliado en El Cairo en 1963.
139
Marruecos y completar su obra colonizadora. Como apunta la profesora
Sueiro, la política del Residente General francés en Marruecos se definió
en el conflicto hispano-rifeño como de “neutralidad”, pero lo cierto es que,
como poco, habría que añadirle el adjetivo de “benévola” hacia los
marroquíes.132 En el Quai d´Orsay se había instalado el convencimiento de
que mantener a España como socio en el norte de África creaba
inestabilidad en la zona, no aportaba beneficio alguno a Francia y ponía en
serio peligro la política de atracción y pacificación que París intentaba
llevar a cabo en su esfera de influencia. El diagnóstico de la profesora
Sueiro nos revela las paradójicas y contradictorias relaciones hispano-
francesas en el Magreb durante los años veinte: Francia constituía el claro
oponente de España, su principal competidora, pero también la necesaria e
imprescindible colaboradora.133
El convenio de 1912 atribuía a Tánger el estatus de ciudad especial,
aunque no se definiera entonces su régimen. En 1919 el gobierno de
Madrid inició una ofensiva diplomática en Londres con el fin de establecer
un régimen español en la ciudad, esgrimiendo que cualquier otra nación
dueña de Tánger adquiriría allí un nuevo poder. Estas gestiones tuvieron
poco efecto y chocaron con los planes británicos, que defendían la
conveniencia de convertir la ciudad en un enclave internacional
independiente. Por su parte, Francia no se oponía frontalmente al
establecimiento de un régimen especial en Tánger, siempre que éste fuera
gestionado principalmente por la administración gala. Ante este panorama,
132 S. Sueiro Seoane, “La política exterior de España en los años 20: una política
mediterránea con proyección africana” en R. María Pardo Sanz, J. Tusell y J. Avilés
Farré (coord.), op. cit. (2000), pp. 135-157, p. 143. 133 S. Sueiro Seoane, España en el Mediterráneo. Primo de Rivera y la
“Cuestión Marroquí”. 1923-1930, Madrid, UNED, 1992, pp. 106-107.
140
España, sin excesivo margen de maniobra como era usual, optó por apoyar
el expediente menos lesivo para sus intereses, es decir, la propuesta
británica, en el seno de la que Tánger se convertía en una tercera zona del
Protectorado, con igualdad de derechos para las tres potencias. Finalmente,
el acuerdo incluyó la consideración de plena soberanía del Sultán sobre el
enclave, a cambio de su internacionalización. El 7 de febrero de 1924 se
firmó el Estatuto de Tánger en París, demostrándose una vez más que
España debía depositar pocas esperanzas de ser favorecida por Londres, y
estaba obligada a aceptar la hegemonía francesa en la zona.
No fue hasta 1925 cuando un verdadero acercamiento entre España y
Francia se impuso en la cuestión marroquí. La llegada del general Miguel
Primo de Rivera al poder en 1923 dio un giro inesperado a la situación. El
nuevo régimen militar dejó traslucir la posibilidad de abandonar la zona,
para replegarse hasta sus tradicionales plazas de Ceuta y Melilla. En París
se encendieron todas las alarmas, poniendo en entredicho la prepotente
política marroquí confiada a los “africanistas” y llevada hasta entonces. La
profesora Sueiro vuelve a clarificar los acontecimientos de manera sintética
y acertada: “Si al comenzar el siglo la idea había sido entrar en Marruecos
para estar en Europa, ahora iba a ganar terreno la idea de estar en Europa
para salir de Marruecos”.134 Los temores franceses se confirmaron con el
repliegue general de las tropas españolas desarrollado durante 1924, lo cual
dejaba campo libre a las ambiciones independentistas de los rifeños
aliviando su estrangulamiento geoestratégico. No pasó mucho tiempo para
que las tropas de Abd-el-Krim atacaran las líneas francesas en abril de
1925. Inmediatamente, el mariscal Lyautey, paladín de la política de
“neutralidad benévola” hacia los rifeños y hostil a la presencia española en
134 S. Sueiro Seoane, “La política exterior…”, p. 151.
141
la zona, fue sustituido por el héroe de la Gran Guerra el mariscal Philippe
Pétain (1856-1951).135 Éste reorientó la estrategia gala y emprendió la
pacificación del área sin contar con Abd-el-Krim, elección que condujo
indefectiblemente a una alianza con España. El resultado de esta nueva
entente fue el triunfal desembarco conjunto en la bahía de Alhucemas del 7
de septiembre de 1925, victoria que conllevó la derrota definitiva del jefe
rifeño en mayo de 1926. La amenaza de Abd-el-Krim se exorcizó, pero los
franceses habían pasado un pánico que fue lo bastante severo como para
hacerles olvidar desde entonces cualquier escrúpulo de aliarse con los
españoles.
Tras este éxito, Primo de Rivera se consideró en condiciones para
impulsar las dos reivindicaciones españolas más deseadas por su acción
exterior: la incorporación de Tánger de manera efectiva a la zona española
de su protectorado136 y un puesto permanente en el Consejo de la Sociedad
135 Henri Philippe Benoni Omer Joseph Pétain, militar, político francés y heroico
vencedor de la batalla de Verdún durante la Gran Guerra, fue Jefe de Estado de la
Francia de Vichy desde 1940 a 1944. Mantuvo una política colaboracionista con
Alemania, hecho que le costó la condena a muerte al término de la contienda,
conmutada finalmente por la de cadena perpetua, la degradación y el estigma de traidor
a la patria. 136 AMAE, R-2811/5, 1954. El general Primo de Rivera solicitó, asimismo, una
rectificación de las fronteras de las plazas de Ceuta y Melilla, ya que pasaba por la
mente del general la posibilidad de que algún día España se viera obligada a prescindir
de su intervención en el Protectorado. Por ello estimaba de supremo interés la
ampliación de las zonas de soberanía de las dos plazas porque llegado aquel caso no se
podría vivir en ellas “si otra soberanía, fuese internacional, fuese francesa o fuese
marroquí, lindara con la nuestra en las antiguas fronteras, lo que haría carecer hasta del
agua precisa para las plazas, ya que los dos manantiales que pueden proveerlas están
dentro de la ampliación que solicitamos”.
142
de Naciones. Este nuevo rumbo revisionista de la diplomacia española
encontró la intransigencia francesa en lo referente a la primera de las
reivindicaciones, y la incomprensión británica en cuanto a la segunda.
Entonces, España intentó presionar a sus aliados insinuando profundizar en
la renovada amistad italo-hispana que había dado como resultado la firma
del Tratado de Amistad del 7 de agosto de 1926, y con la amenaza, a la
manera de las grandes potencias revisionistas, del abandono del foro
ginebrino si no se atendían sus demandas. Los gobiernos aliados, como era
de esperar, no se mostraron demasiado impresionados, y nunca
interpretaron los mensajes que procedían de Madrid más que como
bravuconadas de consumo interno de un régimen dictatorial que intentaba
conseguir el favor de sus nacionales. La realidad impuso que no sólo la
colaboración militar con Francia en Marruecos era beneficiosa para
España, sino que los intereses comerciales y financieros de los aliados en el
país eran demasiado importantes como para tomárselos a la ligera. En
1928, España se quedaba sin Tánger137 y regresaba resignada al seno de la
Sociedad de Naciones sin conseguir el tan ansiado puesto permanente en su
Consejo, y la cooperación hispano-francesa se imponía porque así convenía
a los intereses galos ante la amenaza rifeña. Esta asimétrica e humillante
relación revelaba a finales de los años treinta que la única política posible y
razonable para España, en tanto que nación caída del olimpo de las grandes
potencias, era la de la amistad con el país vecino.
137 Ibídem. España, sin embargo, obtuvo en la ciudad internacional el
establecimiento de una Oficina Mixta de Información a cuyo frente figuraría un oficial
del ejército español con el cargo de Inspector General de la Policía, y la disolución de
los tambores y su sustitución por una gendarmería bajo el mando de un oficial también
español.
143
Marruecos, pues, había ofrecido a España la posibilidad de subirse al
carro del reparto colonial, de la mano de Francia y Gran Bretaña, lo cual
confería una importancia crucial al norte de África en el contexto de la
política exterior española. Desde la perspectiva de que el Magreb constituía
la frontera sur de España, la asociación con Francia y Gran Bretaña se
hacía imprescindible para garantizar el territorio nacional en plena
efervescencia de los imperialismos nacionalistas. El Tratado de 1912
garantizaba la estabilidad en la zona y la integridad española, pero el
neutralismo de 1914 le sustrajo su creciente importancia. Desde entonces,
Francia enfrentó a España a hechos consumados, ya que el desinterés de las
grandes potencias por la zona obstaculizaba el único camino que podía
favorecer a España, la internacionalización de sus reivindicaciones. Frente
a ella, Francia practicó una política de desinterés y cierto desdén
diplomático, que se traducía incluso, en omitirle los resultados de
conversaciones internacionales con sus aliados en lo referente al área en
cuestión. Esta permanente tutela no favoreció las relaciones entre ambos
países, creando cierta francofobia en determinados grupos políticos que
perdurarían a lo largo de todo el siglo.
Las relaciones hispano-francesas durante el quinquenio
republicano (1931-1936)
Iniciado el periodo republicano, el envite de las relaciones franco-
españolas se encontraba impregnado por unos particulares factores
geoestratégicos, ya que España jugaba un papel esencial en las
comunicaciones internacionales francesas. Entre el continente europeo y el
africano, el estrecho de Gibraltar -donde España estaba presente en sus dos
orillas- constituía el eslabón perdido de las comunicaciones terrestres entre
144
Francia y su imperio africano vía España. En el mar Mediterráneo, las islas
Baleares, y en particular Menorca, controlaban las rutas marítimas
francesas, especialmente aquéllas que unían Marsella con Orán y Argel, lo
cual enfatizaba el control y defensa del archipiélago. En el área atlántica,
las comunicaciones galas tanto hacia América como hacia el África negra
también estaban mediatizadas por las bases españolas de los puertos
gallegos y canarios, el enclave de Ifni138 y el Río de Oro.139 Esta
circunstancia se hacía más decisiva en lo concerniente a las nacientes líneas
aéreas. Semejante situación comportaba el protectorado marroquí español,
que a la altura del Rif controlaba el corredor de Taza, por el que el
protectorado francés se comunicaba con Argelia. Además, la línea
ferroviaria Tánger-Fez discurría por territorio español durante 90 kms. Este
escenario geoestratégico estaba muy presente en la inteligencia del Quai
d´Orsay. El embajador francés en Madrid, Jean Herbette lo sintetizaba en
unas palabras desprovistas de toda retórica, a pesar de que Francia no había
dejado de llevar las relaciones diplomáticas entre ambos países en términos
138 AMAE, R-2811/5,1954. El Tratado de Paz y de Amistad firmado en Tetuán el
26 de abril de 1860 estipulaba en su artículo 8º la concesión a perpetuidad de un
territorio suficiente para el establecimiento de una pesquería junto a Santa Cruz la
Pequeña. Hasta el 6 de abril de 1934, España no hizo efectiva su ocupación. 139 España ejercía un protectorado sobre el Río de Oro, al sur de Marruecos,
desde 1885, aunque sus límites no se fijaron hasta la firma del tratado de 1912. El
Tratado de 1900 firmado en París delimitó en parte la posesión española de Río de Oro
(Sahara Occidental español). El límite norte de este territorio no fue definido, en efecto,
sino por el Convenio hispano-francés de octubre de 1904 que en el último apartado de
su artículo 4º expresaba que “el gobierno de la república francesa reconoce, desde
luego, al gobierno español plena libertad de acción sobre la región comprendida entre
los grados 26 y 27 40´ de latitud norte y el meridiano 11º oeste de París que están fuera
del territorio marroquí”. Por ese tratado se mantenía la continuidad entre nuestros
territorios, que desapareció por el tratado de 1912.
145
de fuerza: “España está situada entre nuestro territorio metropolitano y
nuestro imperio africano, es decir, en un área donde no tenemos necesidad
de ver ni banderas rojas, ni camisas negras”.140
El recién nacido régimen republicano tuvo más elementos de
continuidad que de originalidad en sus relaciones con el país vecino
respecto al régimen anterior, alcanzando el momento de mayor esplendor y
armonía. Los efectos de la Gran Depresión de finales de los años veinte y
principios de los treinta y la magnitud de los problemas internos a los que
se enfrentó la República española impidieron derrochar energías en su
acción exterior y marcaron el camino de la sintonía con el bloque franco-
británico. Analizar el periodo republicano implica conjugar en nuestro
entendimiento no sólo la evolución política interior española, sino también
la de su “hermana” del norte, así como la incidencia del enrarecido
contexto internacional de la década de los 30.
La cuestión de Tánger y el Protectorado de Marruecos
Las relaciones franco-españolas se vieron alteradas muy pronto
cuando el 27 de junio de 1931 el socialista Indalecio Prieto Tuero (1883-
1962), entonces ministro de Hacienda, realizó unas declaraciones
incendiarias en un mitin en Bilbao referentes a un posible desentendimiento
de España del problema de Marruecos en favor de la Sociedad de Naciones.
Otros miembros del Gobierno, como el ministro de Justicia, el también
140 Archives Diplomatiques de Nantes (a partir de ahora ADN), MfC reg. 31/2
mi1086, despacho confidencial nº 445 de 8 de agosto y nº 540 de 6 de septiembre de
1931. Extraído de Y. Denéchère, La politique espagnole de la France. De 1931 à 1936.
Une pratique française de rapports inégaux, París, L´Harmattan, 1999, p. 69.
146
socialista Fernando de los Ríos, también habían expresado anteriormente
semejante opinión. No debía ser una opinión exclusiva de Prieto y de los
Ríos ya que en el archivo personal de Pablo de Azcárate encontramos el
siguiente documento:
Durante un discurso pronunciado hace algunos meses por M. Prieto,
Ministro de Finanzas de España, (…). Se refiere a la eventualidad de
que España abandone su zona de protectorado en Marruecos y la
confíe a la Sociedad de Naciones. (…) aquí a título de ejemplo para
un arreglo, algunas bases de discusión en caso de que tal
eventualidad llegara a presentarse:
a) La zona española sería incorporada al resto del imperio de
Marruecos, y quedaría por consecuencia sometida al protectorado
francés.
b) Este aumento territorial del protectorado francés sobre Marruecos
sería posible para Francia acordando concesiones territoriales a Italia
en otras partes de África, lo que permitiría prever la posibilidad de
un arreglo definitivo de diferentes territorios que existen actualmente
entre las dos potencias.
c) A fin de apaciguar las inquietudes que Gran Bretaña pudiera
sufrir viendo la costa norte atlántica y mediterránea de África caer
bajo el control de Francia, se podría transformar el protectorado
actual de Francia sobre Marruecos en una especie de mandato
internacional bajo el control de la Sociedad de Naciones, (…).
147
d) Tal arreglo permitiría, haciendo desaparecer pura y simplemente
el régimen actual de Tánger, incluir esta ciudad bajo el régimen que
sería creado para Marruecos entero (…).141
La tormenta diplomática que se produjo obligó al ejecutivo español
desautorizar las palabras de Prieto, hasta el punto de que el 29 de junio la
embajada española en París a través de su titular, Alfonso Danvila, tuvo
que emitir un desmentido sobre cualquier acción del gobierno español en
ese sentido, asegurando que España mantenía sin ninguna alteración su
política marroquí de pleno acuerdo con Francia y los tratados en vigor.
Días más tarde el Residente General de Francia en Marruecos, Lucien
Saint,142 hizo oficial una nota a la prensa en la que afirmaba que el
protectorado sobre el sultanato pertenecía exclusivamente a Francia y que
España poseía solamente una zona de influencia concedida por la
convención franco-española de 1912. Añadía esta nota que el artículo 5 de
este tratado obligaba a España a no vender ni ceder bajo ninguna forma sus
derechos en su zona de influencia. No fue hasta el 25 de agosto cuando se
abordó el asunto en el Consejo de Ministros, de dónde salió el
convencimiento de abandonar tal idea.
El mismo embajador francés, Jean Herbette, desplegó todas sus
energías durante la totalidadad del periodo republicano (como lo demuestra
la documentación diplomática disponible), tratando de convencer a sus
superiores del Quai d´Orsay de que la permanencia de España en el norte
africano era garantía de invariabilidad del statu quo, impidiendo la
incómoda presencia de otras potencias -léase Italia o Alemania- interesadas
141 AMAE, Caja 110.2. Archivo Pablo Azcárate. “Memorando sobre la zona
española de Marruecos (en francés)”. Sin fecha. Confidencial. 142 Lucien Saint ocupaba el puesto desde 1929.
148
en alterar dicho equilibrio. Esta percepción del embajador debió estar
presente en la entrevista que tuvo lugar en Ginebra en agosto de 1931 entre
los ministros de exteriores de ambos países, Alejandro Lerroux y Aristide
Briand, donde se confirmaron las responsabilidades de España sobre
Marruecos. Desde entonces, y en una fecha tan temprana, Marruecos dejó
de constituir un papel de áspera disputa en las relaciones entre ambos
países a lo largo del quinquenio republicano, convirtiendo en caduca
definitivamente la estrategia primoriverista de presionar al ejecutivo galo
con la amenaza del abandono español de sus obligaciones coloniales.
En este punto de armonía entre ambas diplomacias se produjo la
visita del líder radical y presidente del Consejo francés Édouard Herriot a
Madrid de finales de octubre y principios de noviembre de 1932. Parece
ser, como hemos visto, que la diplomacia gala con dicha visita buscaba
apartar a España de su política neutralista en Ginebra para conseguir un
mayor alineamiento hispano con la política ginebrina de París,
especialmente en lo referente al desarme europeo, cuya conferencia se
desarrollaría desde ese año. Tampoco quedaron claras las posibles
contrapartidas a las que se comprometería Francia por dicho apoyo, que
indefectiblemente pasaban por la mejora de las condiciones españolas en la
cuestión marroquí, y que difícilmente hubieran sido rentables para Francia.
Quizá el objetivo real de la visita fuera, entre otros, tratar las cuestiones
marroquíes pendientes, interpretación que se apoya en el hecho de que el
presidente galo se hiciera acompañar inicialmente, por encima de cualquier
otra personalidad francesa de rango mayor, del Residente General en
Marruecos, Lucien Saint. El periódico comunista L´Humanité se hizo eco
de este matiz de protocolo, lo que obligó a Herriot, para no dar apariencia
de verdad a esta noticia, a prescindir a última hora de la presencia del
máximo representante francés en su protectorado. De cualquier modo, las
149
conversaciones sobre las grandes cuestiones bilaterales quedaron al margen
de la visita, lo cual parece constituir una ocasión perdida para tratar los
asuntos marroquíes. Por otra parte, Herriot tampoco encontró un
interlocutor válido por parte española, ya que Azaña se negó a toda
discusión política.143
Aunque el viaje quedó desprovisto de contenido político, sin
embargo supuso una indudable exteriorización de buena amistad y un
espaldarazo externo e interno para el nuevo régimen republicano.144 En el
pensamiento del propio Azaña, las razonas que avalaban la posición neutral
de España seguían subsistiendo, ya que para un régimen recién instalado
sería terriblemente peligroso que se viese envuelto en una guerra con sus
poderosos vecinos, Francia e Inglaterra, en la que cualquiera que fuera su
resultado, sería desastroso para España, precisamente por su posición
geográfica. Para el veterano político republicano, los verdaderos objetivos
de España estaban todos dentro del propio país y la primera condición
necesaria para lograrlos era el mantenimiento de la paz.145
Aunque la tensión nunca alcanzó los niveles del periodo precedente,
durante el quinquenio republicano, el gobierno español intentó abordar con
Francia las cuestiones pendientes en el protectorado, en particular la
devolución las cabilas146 de la parte española ocupadas por los franceses en
143 Y. Denéchère, op. cit. (1999), pp. 195-197. 144 A. Egido León, “La política exterior…”, pp.145-150. 145 V. Morales Lezcano, op. cit. (1991), pp. 122-124. 146 AMAE, R-2811/5, 1954. Según la disposición 3º del Acuerdo de 1912 relativo
a la cooperación militar, se contemplaba la facultad de persecución y de sobrevuelo en
caso de atentado de los independentistas rifeños, que se concedía sobre la base de
150
las guerras de los años veinte. A esta disposición dialogante, el Quai
d´Orsay siempre mostró una actitud dilatoria, más preocupado por recordar
a España que su verdadera preocupación no era otra que el ascenso que el
nacionalismo árabe había tenido en los últimos años en la parte española
con la anuencia de sus titulares.147 Además, puesto que España se había
negado en repetidas ocasiones a contribuir económicamente para
restablecer el equilibrio en el deficitario presupuesto de la zona de Tánger,
los franceses interpretaban la actitud española como dimisionaria y
demostrativa de su oposición al Estatuto de la ciudad internacional.
No obstante, en febrero de 1933 ambos Ejecutivos llegaron a un
acuerdo de acción conjunta en la zona. Esta sintonía animó a la
administración española a hacer efectiva en agosto del mismo año la
ocupación pendiente del enclave de Ifni, cosechando un sonoro fracaso en
su intento, producido en gran medida debido a la ayuda que los franceses
ofrecían a los marroquíes:
(…) a principios de agosto de 1933 se envió una expedición para que
estableciera allí una factoría. La expedición se efectuó a bordo del
“Almirante Lobo” que salió de Cabo Juby al mando del gobernador
de esta posesión y con escasamente un centenar de hombres. El día
12 de agosto trataton (sic) de desembarcar éstos en la bahía de Ifni,
encontrándose con fuerte resistencia. Los confidentes trajeron la
reciprocidad entre los dos países y con carácter completamente temporal y que excluía
toda idea de posesión. 147 En enero de 1933 se creó una asociación hispano-musulmana que en los
medios franceses parecía confirmar estos temores. Además, el hecho de que al frente de
ella se nombrara a Enrique de Rafols, que nunca antes había tenido relación con
Marruecos, fue interpretado como que el asunto contaba con complicidades extranjeras.
151
noticia de hallarse las kabilas en situación de efervescencia movidas
por determinados agitadores. Se comprobó también la existencia de
armamento francés nuevo en poder de las kabilas, acusándose la
presencia por aquellos días de un submarino francés a lo largo de la
costa de Ifni.148
En los años precedentes, España había desarrollado un efectivo
esfuerzo de penetración pacífica como lo demuestra la documentación
disponible:
Después de conquistados por Francia los principales pasos de la
cordillera, en su campaña de 1932 y principios de 1933, había
llegado el momento de proceder a la ocupación, aprovechando la
labor de penetración realizada por nuestros cónsules en el
Protectorado francés de Marruecos. Estos funcionarios, en efecto, se
habían ido captando poco a poco la simpatía y amistad de los jefes
de Ifni hasta conseguir su asentimiento a nuestra ocupación. Me
parece de sumo interés e este respecto reproducir parte de un
Despacho de nuestro Cónsul en Marraqués señor Maestro de León de
31 de mayo de 1932, por el que se solicitaba autorización para
efectuar los gastos que origina la labor de información y de relación
con los indígenas de Ifni. En el Despacho se dice: “Los gastos
normales que venía autorizando la Dirección General de Marruecos y
Colonias se elevan a unos 1600 francos por trimestre para el pago de
confidentes, emisarios y sus viajes, etc., más el envio (sic), cada
148 AMAE, R-2811/5,1954. El 11 de julio de 1933 Azaña confirmó a Herbette
que las autoridades españolas preparaban la ocupación de Ifni. La empresa dirigida por
el comandante Cañizares, gobernador general del Sáhara, fue mal preparada y
precipitada, y su fracaso se consumó el 20 de agosto.
152
cinco meses aproximadamente, de regalos en especie (azúcar, té,
bujias (sic), ropas etc.), que importan de 1500 a 2000 francos, que
los jefes de aquel territorio de Ifni solicitan y cuyas peticiones
algunas veces se atienden por orden de la Dirección General de
Marruecos, con el fin de mantener nuestras buenas relaciones de
amistad con los mismos. Participo a V. E. que dichos gastos son
indispensables para poder continuar realizando la labor en cuestión y
que su cuantía es la mínima a que pueden reducirse”.149
Pero ello no desanimó al Gobierno de centro-derecha, y el 6 de abril
de 1934, el coronel Oswaldo Fernández-Capaz a bordo del cañonero
Canalejas por fin hizo efectiva la ocupación del enclave. España pretendía
con esta acción asegurar sus posesiones del Río de Oro y consolidar una
baza negociadora frente a Francia, ya que el enclave se encontraba en la
línea de comunicación terrestre de Francia con sus posesiones en África
occidental. Esta apuesta española no escapó al análisis del articulista
Georges Bienaimé, redactor diplomático del diario La Victoire, meses más
tarde:
La proximidad de Ifni con Canarias confiere a este territorio una
especial importancia. España desearia (sic) que le fuera posible
comunicar facilmente (sic) con Río de Oro. Ello sería, al parecer,
perfectamente factible y sin abandonar Francia su soberanía sobre el
país intermediario.
Esta región viene a ser hoy el lugar de paso y de aterrizaje de los
aviones París-Madrid-Dakar, así como de la red de Sudamérica, cuya
importancia aumenta de día en día, por lo que la larga banda
149 Ibídem.
153
territorial de Río de Oro, que pertenece a España adquiere una
utilidad nueva. Francia, pues, tiene indudable interés en concertar un
arreglo amistoso con España con respecto a este territorio, cuya parte
Sur es contigua a la Mauritania francesa.150
La ocupación no sólo no cogió por sorpresa a la diplomacia
francesa,151 sino que pudo haber sido realizada en esta ocasión por
inducción de las autoridades galas, que por entonces encontraban
dificultades para pacificar la zona comprendida entre el Alto Atlas y el uad
Dra. Sin duda, el consentimiento de París para la consecución de la
ocupación, constituyó una entente que animó a España a asumir sus
responsabilidades en el mantenimiento de la empresa colonial compartida.
Hubo que esperar al año 1935, para que España consiguiera algunas
mejoras en su rango de potencia colonial en lo referente a la situación
administrativa española en la ciudad internacional de Tánger. Los acuerdos
de Roma de enero de 1935 entre Pierre Laval y Benito Mussolini fueron
acogidos favorablemente en el Palacio de Santa Cruz (sede del Ministerio
de Estado republicano) en tanto que podía suponer una reapertura de la
150 AMAE, R-901-7. Política del Mediterráneo. 1935. Cárdenas. “Referente
política de España en el Mediterráneo occidental y Marruecos”. París, 12 de febrero
de 1935. 151 El 28 de marzo de 1934, Lerroux informó a Herbette que el Gobierno
pretendía de nuevo hacer efectiva la ocupación del enclave. Una semana más tarde, el 4
de abril, Lerroux advirtió nuevamente al gobierno francés de que la penetración
pretendía ser pacífica, y solamente militar si fuera necesario. El 7 de abril comenzó la
operación, y dos días después se anunció oficialmente la ocupación, pendiente de una
fijación de los límites del territorio entre ambas potencias.
154
“cuestión mediterránea”.152 Fue entonces cuando se inicia la fase que el
profesor Neila ha denominado “revisionismo moderado”.153 En 1923 se
había firmado el estatuto internacional de Tánger, que contemplaba la
desmilitarización de la zona y un régimen de administración con
preponderancia francesa, a pesar de que las ¾ partes de la población era
española y la ciudad se encontraba en el interior del protectorado español.
La insatisfacción española por tal situación y ciertas reivindicaciones
italianas provocaron una revisión en 1928 que reportó escasos resultados
para España.
El Estatuto de Tánger expiraba el 14 de mayo de 1936. Si alguna de
las potencias firmantes deseaba su revisión debía anunciarlo con seis meses
de antelación, es decir, el 14 de noviembre de 1935. Francia ya había
expresado su anhelo de modificar el régimen aduanero de Marruecos, pero
necesitaba la conformidad de España para hacerlo. Además, subsistía la
ocupación francesa desde el año 1925 de algunas cabilas españolas y la
delimitación de los límites recién ocupados de Ifni por parte de España. En
este contexto, la diplomacia hispana optó por una estrategia para lograr
modestas satisfacciones evitando la confrontación con Francia, pero bajo la
velada amenaza de la denuncia del Estatuto. Los responsables españoles de
exteriores mostraron la imposibilidad de acceder a los términos de urgencia
152 ADQO, E-213. Relations avec la France et l´Angleterre. 1930, fév.-1936,
déc. Nº 48. De Madrid a París. Muy confidencial. 12 de enero de 1935. En una cena que
ofreció el Presidente de la República al Cuerpo Diplomático, Alcalá-Zamora hizo un
aparte al embajador Herbette para felicitarle por los acuerdos alcanzados con Italia, lo
que “garantizaba -en palabras del dirigente español- la paz en el Mediterráneo, de
importancia capital para España”. 153 J. L. Neila Hernández, “La mediterraneidad de España…”, p. 46.
155
con que la cuestión había sido planteada por Francia sin que previamente se
llevara a cabo una negociación diplomática entre los dos Gobiernos en la
que se estudiara la cuestión, procurando conjugar este interés galo con
alguna otra de las cuestiones concernientes a Marruecos que se hallaban
pendientes de resolución. Aún sin necesidad de llegar a una negociación de
carácter general con los demás países signatarios del Estatuto de Tánger -
pensaban las autoridades españolas-, podrían obtenerse modificaciones que
favorecieran a España en algunos de los puntos fundamentales del régimen
vigente en aquella zona, mediante un acuerdo entre España y Francia. En la
diplomacia española se tenía muy presente que el Estatuto de 1923 había
sido negociado en el momento menos oportuno para ello, precisamente
cuando la intranquilidad y la rebeldía rifeña en la zona española eran
generales. Luego, en 1928, España pudo, gracias a rematar la pacificación
de su zona, recabar alguna ventaja en la revisión del Estatuto que en
aquella fecha tuvo lugar, y no era posible ahora desaprovechar el momento
en que el Estatuto vigente dejaba el camino expedito para su revisión, sin
intentar obtener alguna modificación susceptible de mejorar la posición
política española en aquella zona internacional. El estudio y la negociación
con Francia de los problemas relativos a Marruecos en forma aislada y
fragmentaria, y casi siempre en el momento en que Francia le había
convenido -como ocurrió durante la negociación del actual Estatuto de
Tánger en el año 1923-, nos había colocado en situación desventajosa.
En octubre del año 1934 ya la embajada de Francia dirigió al
Ministerio de Estado una nota exponiendo el deseo del gobierno francés de
llegar a una modificación del régimen aduanero. El ejecutivo galo expresó
su deseo de llegar a una inteligencia con el gobierno español acerca de
dichas modificaciones, de acuerdo con lo previsto en el artículo 19 del
Tratado del 27 de noviembre de 1912. Si la transformación del régimen
156
aduanero de Marruecos interesaba en alto grado al protectorado francés, la
reforma para la zona del protectorado español revestía un interés subalterno
y de utilidad discutible. Conforme al artículo 19 del Tratado hispano-
francés de 1912, Francia necesitaba contar con la conformidad plena y
expresa de España, no pudiendo tomar iniciativa alguna que aplicada a la
zona francesa viniera a romper la unidad económica y aduanera de
Marruecos. De apartarse el gobierno francés de la norma de conducta
obligada por el artículo antes citado, cometería una grave infracción de un
tratado vigente que podría constituir materia de arbitraje. No obstante,
Francia, anticipándose al acuerdo con España, había ya iniciado en esa
fecha gestiones y negociaciones con algún país. Una carta con fecha del 31
de diciembre de 1934 confirmaba la existencia de un acuerdo entre Francia
y Gran Bretaña. De igual modo, análogas gestiones habían sido llevadas a
cabo cerca del gobierno italiano, así como de otros países signatarios del
Acta de Algeciras.154
El Ministerio de Estado español, consciente de que los italianos no se
oponían a la rectificación de pequeñas modificaciones, dio instrucciones a
su embajador en París, Juan Francisco Cárdenas155 para iniciar las gestiones
ante las autoridades francesas que darían lugar a una entrevista con Pierre
Laval, al frente del Quai d´Orsay, el 18 de marzo de 1935.156 Desde
Madrid, el embajador Herbette y su agregado militar Variot mostraron a
París la conveniencia de llegar a un arreglo con España, entre otros motivos
para frenar la campaña antifrancesa de la prensa de derecha española que
reiteraba su afán por desprestigiar cualquier signo de la presencia gala en el
154 AMAE, R-2811/5, 1954. 155 Ibídem. AMAE, R-901/7, d. 189, confidencial, 22 de enero de 1935. 156 AMAE, R-2811/5, 1954.
157
país.157 Dos meses más tarde, en mayo de 1935 el embajador de Gran
Bretaña en Madrid entregó un memorando manifestando que la experiencia
adquirida durante el vigente Estatuto de Tánger había puesto de relieve sus
graves defectos, planteando al gobierno español la cuestión de si se hallaría
decidido a sumarse a la revisión del Estatuto llegado el momento
oportuno.158
El 22 de mayo el gobierno español solicitó formalmente al francés la
evacuación de las fuerzas francesas de la zona española de Marruecos
ocupada. En respuesta, Herbette recibió de París la orden de parar las
negociaciones sobre la delimitación de Ifni. Unos días más tarde, el 10 de
junio, se le enviaba a Cárdenas dos memorandos para que los hiciera llegar
al presidente del Consejo y ministro de Estado Laval. En uno se solicitaba
la incorporación de Tánger al Marruecos español, manteniendo la
administración existente; el otro versaba sobre el interés de España sobre el
enclave de Ifni. Dos días más tarde, el 12 de junio, Cárdenas se entrevistó
con Laval:
Francia, le dije [habla Cárdenas], trabaja sin darse cuenta contra sus
propios intereses en España, enajenando una amistad que le sería
muy fácil estrechar y conservar a muy poco coste, dado que nuestras
reivindicaciones son de relativa poca importancia y nuestra buena
disposición y deseo los mejores.159
157 Ibídem. AMAE, R-901/7, 2 de abril de 1935. 158 AMAE, R-2811/5, 1954. 159 Ibídem.
158
Cárdenas no hizo entrega de los memorandos hasta el 3 de julio.
Laval remitió las demandas españolas a Henri Ponsot (1877-1963),160
Residente General de Francia en Marruecos, con quien Cárdenas se
entrevistó el 16 de julio. De resultas de este encuentro, Cárdenas informó a
Madrid de la mala disposición francesa a abandonar las cabilas ocupadas,
pero de su buena actitud hacia la cuestión de Ifni a cambio de ciertas
compensaciones como dejar expedito el paso norte y sur del enclave.
El 3 de julio hubo una nueva entrevista entre el embajador español y
el presidente del Consejo francés. Cárdenas hizo entrega en la ocasión de
un nuevo memorando relativo al Estatuto de Tánger y otro a la delimitación
de Ifni y a su enlace con Cabo Juby, no haciéndolo de uno relativo a la
evacuación de la zona por habérselo entregado ya en una entrevista que se
celebró el anterior mes de junio. En cuanto a la evacuación de las cabilas,
Laval propuso enlazar la cuestión con la rectificación que España pedía de
los límites de Ifni, a lo que Cárdenas replicó que la cuestión de la
evacuación era “distinta y primordial”:
El Gobierno español tiene el firme propósito de que la actual
situación se resuelva como cuestión previa que no es susceptible de
transacción ni compensaciones por tratarse del cumplimiento estricto
de los convenios vigentes.161
160 En julio de 1933 Lucien Saint había sido sustituido por Henri Ponsot,
representante francés en la conferencia de Oujda de 1926 para obtener la capitulación de
Abd el-Krim. 161 AMAE, R-2811/5, 1954.
159
Al día siguiente, el embajador español en Londres, Ramón Pérez de
Ayala (1881-1962), comunicó al Ministerio de Estado que el subsecretario
permanente del Foreign Office, sir Robert Gilbert Vansittart, primer Baron
Vansittart (1881-1957), le había manifestado que el gobierno británico
encontraba adecuado que se celebraran conversaciones preliminares entre
España y Francia que pudieran facilitar una conveniente modificación del
Estatuto, siempre que se tuviera al corriente al ejecutivo británico del curso
de ellas y con la condición de que no se prolongasen demasiado para evitar
interpretaciones equivocadas. El 16 de julio, Cárdenas informó de una larga
conversación con Ponsot, donde éste trató de derivar la conversación hacia
la terminación de las operaciones de delimitación, trasmitiendo la
impresión de que sobre Tánger la primera posición francesa sería abogar
por el statu quo.
En vista de la actitud dilatoria francesa mostrada en las entrevistas
que Cárdenas mantuvo con Ponsot y con el secretario general del Quai
d´Orsay, Alexis Léger (1887-1975), el 25 de julio, y con Doynel Saint-
Quentin, subdirector de África y Levante en el Ministerio de Estado galo,
dos días más tarde, y la mantenida por Julio López Oliván, ministro de
España en Berna, con Léger en Ginebra el 2 de agosto, el Consejo de
Ministros aprobó el 19 de agosto las demandas de modificación del
Estatuto de Tánger que iban a ser formuladas a Francia. España mantenía
sobre Tánger la aspiración integral de siempre, basándose en el contenido
del Tratado franco-español de 1904 y del Convenio entre ambas naciones
de 1912, o sea, la inclusión de la zona de Tánger dentro de la española.
Como se preveía que este aspecto sería difícil de conseguir, cabía formular
ante Francia una segunda posición que tendieran a modificar
fundamentalmente en favor de España la situación de Tánger, consistente
en las siguientes demandas:
160
1. Se solicitaba que la designación del Mendub (administrador de
la población indígena de Tánger) se hiciera por el Sultán en base a una
terna propuesta por el Jalifa de la zona española.
2. Se instaba a que el Administrador de la zona de Tánger fuera
español (había sido francés durante los doce años anteriores en periodos de
seis años).
3. En la Asamblea legislativa, España y Francia gozaban del
mismo número de representantes, pero Francia disponía, además, de los
representantes indígenas e israelitas. Se requería que se nombrara a
propuesta del consulado general de España la mitad de los delegados
indígenas e israelitas.
4. Se solicitaba que el puesto de Interventor del Mendub fuera
desempeñado exclusivamente por un funcionario francés o español, en
forma alternativa, por periodos iguales.
5. Se demandaba que la dirección de la Oficina Mixta de
Información e Inspector General de Seguridad fuera desempeñada por un
militar español con mayores facultades en lo referente a la vigilancia del
contrabando y a la obstaculización de propaganda y actos perturbadores de
la tranquilidad de Tánger y de las zonas vecinas.
6. Se solicitaba que la policía gubernativa fuera dirigida por un
francés con un segundo jefe español. Siendo ya español el Jefe de la
Gendarmería y el Inspector General de Seguridad, se pretendía ahora
conseguir que también lo fuera el Jefe de la Policía Gubernativa.
7. Se instaba a que el efectivo de la gendarmería volviera a ser el
de 250 hombres, ya que a fines de 1932 se accedió a que éste se redujese a
150.
8. Se solicitaba que la Aduana de Tánger pasase a depender de la
Administración Internacional con personal exclusivo francés y español.
161
Hasta entonces dependía de la Dirección de Aduanas del protectorado
francés.
9. Dada la posición histórica de España en materia religiosa y en
razón del hecho de que la casi totalidad de iglesias y conventos de Tánger
eran españoles, y la mayor parte de su población católica era de esta
nacionalidad, se requería que el Vicario Apostólico de Tánger que era un
prelado español, conservara indefinidamente su jurisdicción y prerrogativas
actuales.162
No parecía conveniente hacer mención explícita al aspecto financiero
de Tánger, ya que, entendía la diplomacia española, constituía terreno
propicio a transacciones si las demandas principales eran atendidas en su
totalidad o en parte. No obstante se argumentaba que la situación de la
hacienda de Tánger demostraba que el régimen carecía de viabilidad, ya
que existía un déficit de 1.600.000 francos, cubierto por las zonas española,
francesa y por el gobierno español. Aunque era cierto que Francia
contribuía por su parte a equilibrar o tratar de equilibrar el déficit
presupuestario, también lo era que gozaba de una situación de privilegio,
dándose además el caso de que Tánger realizaba una seria competencia a
Ceuta y a la zona española. Por otro lado, el presupuesto español
contemplaba la consignación de 6 millones de pesetas anuales para las
cargas que a la zona española correspondían en el ferrocarril Tánger-Fez,
que a la parte española no proporcionaba beneficio alguno. Unos días más
tarde, el 26 de agosto, se encargaba al embajador en París que presentara
una nueva nota solicitando la evacuación de las cabilas ocupadas,
advirtiéndole de la conveniencia de que obtuviera contestación sobre el
162 Ibídem.
162
asunto antes de que formulara las demandas relativas a la cuestión de
Tánger.
Sin embargo, las evasivas francesas continuaron en las entrevistas
del 30 de agosto y del 13 de septiembre entre Cárdenas y Laval y del 17 de
septiembre con Léger. En contraposición, el gobierno español encontró
mayor comprensión en los representantes franceses en Madrid, en concreto
en la persona del agregado militar Variot, que abogaba porque en el asunto
de la delimitación de zonas se siguiera lo estipulado en el tratado de 1912.
El día 2 de octubre de 1935 el gobierno francés dio muestras de
consentir, formulando reservas sobre ciertas de las interpretaciones
españolas, en que el asunto fuera objeto de negociaciones por parte de
ambos gobiernos, transmitiendo una actitud favorable sobre el deseo
hispano de enlazar territorialmente Ifni y la zona sur de influencia española
en Marruecos, así como a reajustar los límites de la colonia de Río de Oro.
El 9 el ejecutivo galo aprobó definitivamente el inicio de conversaciones
para el 15 de diciembre. Para entonces, Manuel Aguirre de Cárcer (1882-
1969), representante español en Bélgica, y Julio López Oliván, en Suiza, se
sumaron a las discusiones de París. Paralelamente, el 14 de octubre se
entregó a la representación diplomática británica un memorando en el que
se especificaban las aspiraciones del Gobierno respecto al Estatuto futuro.
Por fin, el 15 de octubre de 1935 se produjo el inicio de
conversaciones entre Cárdenas y Saint-Quentin. El funcionario francés
manifestó en esta ocasión que la impresión producida en el Quai d’Orsay
por el memorando español era que las cuestiones que se planteaban
equivalían a una demanda de revisión total del Estatuto; por dicho motivo,
no ofrecía interés para Francia comprometerse a nada con anticipación a
163
una posible demanda de revisión por parte de España, puesto que le
convenía más esperar a ver entonces cual fuera la actitud de los demás
países firmantes del Estatuto. Añadió que las peticiones formuladas por
España las consideraba como irrealizables y si persistiera en ellas, tendría
en frente a todos los demás países copartícipes en Tánger. En otras
palabras, que las reivindicaciones españolas superaban con mucho las
concesiones que Francia estaba dispuesta a aceptar, lo cual implicaba una
inevitable revisión del Estatuto, o lo que era lo mismo, Francia deseaba
mantener el statu quo.
Por otra parte, España, prudentemente, no dejaba de mantener al
corriente de las gestiones que llevaba a cabo a Gran Bretaña. En Ginebra,
Madariaga, en una entrevista de finales del mismo mes con Anthony Eden,
Secretario del Foreign Office, había encontrado buena acogida, e incluso,
obtuvo la promesa del británico de que indicaría al subsecretario Samuel
Hoare hablara con Laval antes de su marcha del foro ginebrino.
Como la actitud francesa seguía siendo esquiva, a pesar del inicio de
conversaciones, el Ministerio de Estado elevó al Consejo de Ministros la
recomendación de que si el día 8 de noviembre no se había conseguido,
merced a un último esfuerzo, un acuerdo con el gobierno francés en base a
unas aspiraciones mínimas, se procediera por el embajador de España en
París a solicitar la revisión del Estatuto. Pero un día antes de esa fecha, el 7,
se recibieron por fin noticias más satisfactorias, ya que en un telegrama del
señor Aguirre de Cárcer, se informaba que “en larga conferencia con
monsieur de Saint-Quentin (…) los objetivos esenciales mínimos se
hallaban virtualmente logrados”.163
163 AMAE, R-2811/5, 1954.
164
Finalmente, el 13 de noviembre de 1935, víspera de la fecha límite
para pedir la revisión del Estatuto, por cambio de notas entre el Presidente
del Consejo y ministro de Negocios Extranjeros de Francia y el embajador
de España en París, se llegó a un acuerdo según el cual, por aplicación del
artículo 56 del Convenio de París de 18 de diciembre de 1923, modificado
el 25 de julio de 1928, el Estatuto de Tánger iba a ser revalidado por un
periodo de doce años a partir del 14 de mayo de 1936, resultado de las
conversaciones que habían tenido lugar entre el Presidente, el embajador y
el señor Aguirre de Cárcer. Los acuerdos concluidos entre España y
Francia, contenidos en el canje de notas no afectaban para nada al texto del
Estatuto negociado en 1923, sino únicamente a las cartas anejas al mismo
firmadas en aquella ocasión por Raymond Poincaré, Presidente del
Gobierno francés y ministro de Negocios Extranjeros, y el señor José Mª
Quiñones de León (1873-1957), embajador de España en París. Las
concesiones que Francia hacía a España eran las siguientes:
1. Promesa por parte del gobierno francés de apoyo al candidato
español para asumir el cargo de Administrador de Tánger durante 12 años,
decisión que afectaba al artículo 35 del Estatuto.
2. Durante la prórroga del Estatuto, dos de los delegados
indígenas musulmanes de la Asamblea Legislativa serían designados por el
Mendub a propuesta del cónsul general de España. Esta concesión
modificaba el contenido de las referidas cartas anejas en la parte que éstas
afectaban al artículo 34. Como consecuencia de este acuerdo, Francia
dispondría de diez votos en la Asamblea y España de siete. Los votos
franceses se disponían en la siguiente forma: cuatro ciudadanos franceses
designados por el cónsul; cuatro indígenas musulmanes nombrados por el
165
Mendub y dos indígenas israelitas designados en la misma forma; total,
diez. Los votos de España se distribuían de la siguiente manera: cuatro
ciudadanos españoles designados por el cónsul de España; dos indígenas
musulmanes nombrados por el Mendub a propuesta del cónsul de español;
un indígena israelita designado de la misma forma; total, siete. Como
consecuencia del acuerdo negociado, España aumentaba un voto a costa de
los votos de que disponía Francia.
3. Francia renunciaba definitivamente a que el Vicario
Apostólico de Tánger (vicario unido ahora a la zona española de
Marruecos) fuera desempeñado por un obispo francés. Se modificaban las
cartas en la parte que afectaban al artículo 11 del Estatuto.
4. Se creaba un puesto de Administrador Adjunto español, con la
facultad de sustituir al Administrador francés durante sus ausencias. Esta
concesión suponía la modificación de las cartas anejas en la parte que
afectaban al artículo 20, puesto que España solo disponía de un puesto de
Interventor Principal.
5. Las cartas cambiadas con el gobierno francés con fecha 13 de
noviembre de 1935 contenían, asimismo, la promesa por parte de Francia
de que no había objeción alguna a que el efectivo de la gendarmería de
Tánger volviera al número de 250 hombres establecido en el Estatuto
después de la reforma de 1928. En 1932, en atención a las dificultades
financieras de la Administración de Tánger, España prestó su asentimiento
a su reducción a 150 hombres, si bien formulando la reserva de que su
consentimiento no sentaba precedente.164
Sin embargo, podemos documentar que no existió una coordinación
en los criterios de los diversos departamentos españoles implicados en las
164 Ibídem.
166
negociaciones con Francia, que impidió la consecución de mejores
resultados. Una carta del Jefe de la Sección de Ultramar, José del Castaño
Cardona, al cónsul general de España en Tánger, José de Rojas y Moreno,
6º conde de Casa Rojas (1892-1973) se lamentaba de esta circunstancia:
Quizás se hubiera podido conseguir algo más; (…) pero la gestión
que se llevaba en París estuvo a punto de fracasar como
consecuencia de un acuerdo del Consejo de Ministros, imprevisto
por nosotros, en el sentido de que se intentase una prórroga del
Estatuto de un año de duración y que se evitase todo lo posible llegar
a una demanda de revisión a fin de no perjudicar la negociación
comercial [acuerdos de diciembre de 1935] que en estos días se lleva
en París con gran intensidad y en la que el Gobierno está sumamente
interesado porque afecta a intereses económicos importantísimos de
gran influencia en nuestra política interior. (...) el acuerdo del
Consejo de Ministros quitó firmeza a nuestra posición, (…). En este
orden de cosas es preciso reconocer que los 12 años del vigente
Estatuto se han perdido lastimosamente. De mi experiencia en
Tánger conservo el triste recuerdo no solo (sic) de los desaciertos
cometidos sino de la falta de acción por nuestra parte, (…).165
La información que con respecto a lo convenido en París se
proporcionó a la prensa fue sumamente parca porque se temía que las
reacciones del partido colonial francés provocaran complicaciones que
perjudicaran a la puesta en práctica del acuerdo. A la misiva anterior
contestó el conde Casa Rojas en los términos que siguen: “Tan
extraordinario me ha parecido el triunfo que por no irritar a la colonia
165 Ibídem.
167
francesa he creído oportuno sugerir a nuestra prensa algunos artículos
quitándole importancia a lo logrado”. Sin embargo, los periódicos
españoles registraron unánimemente con gran satisfacción el resultado de
las conversaciones.
España no había obtenido todas sus reivindicaciones, pero su papel
en la administración de la zona pasaba a ser bastante más destacado. Con
estas modificaciones, España podía presentar ante la opinión pública las
gestiones como un éxito, aunque -en opinión de la profesora Egido- las
mejoras a su favor en el Estatuto no dejaban de ser superficiales.166 A pesar
de ello, se demostraba una vez más que sólo la aproximación a Francia
producía efectos positivos para España, nunca el enfrentamiento con ella.167
De hecho, la siguiente ocasión en la que surgió la cuestión marroquí entre
ambos Gobiernos fue en junio de 1936, cuando en un tono distendido y en
el marco de una entrevista entre Azaña y Herbette sobre aspectos generales
de la situación interior española e internacional, el primero sugirió al
embajador galo el abandono de las cabilas ocupadas en la zona española,
asunto incómodo ante la opinión pública ya que se consideraba al español
un Gobierno amigo de Francia. El embajador pareció mostrar una actitud
comprensiva al respecto:
A propósito de las entrevistas que el ministro de Estado ha tenido en
París con el Sr. León Blum y con Su Excelencia, El Sr. Azaña me
dijo con la misma libertad afectuosa que estaría muy feliz de conocer
en breve el reglamento de las cuestiones relativas a los territorios
ocupados por las tropas francesas en la zona española. “Usted quizá
ha notado, me explicó, la campaña que las derechas hacen a cerca de
166 A. Egido León, “La política exterior…”, p. 130. 167 R. Miralles, “Las relaciones hispano-francesas…”, p. 74.
168
este asunto. No creemos sinceramente que nuestros derechos puedan
ser puestos en duda. No se trata de negociar cambios, sino
simplemente de poner fin a una situación temporal creada por
razones militares evidentes durante la guerra del Rif. La posición del
Gobierno español es cada vez más complicada a medida que esta
solución se retrasa, pues es conocido por ser un gobierno amigo de
Francia.”
El Presidente, haciendo alusión a los sacrificios materiales que podía
representar para nosotros la renuncia a los impuestos pagados por
estos territorios, le respondí que existía también la preocupación de
proteger la ruta que une Argelia y Marruecos. “Pero, enérgicamente
insistió el Sr. Azaña, nosotros estamos allí para participar en esta
defensa si la configuración del terreno y la necesidad del momento lo
exigen. España puede perfectamente ayudar a proteger esta vía de
comunicación. Nosotros tenemos en el Rift el doble de tropas de las
que necesitamos”.
Estas palabras, las últimas que el Presidente me dirigió antes de las
palabras que ponían fin a la audiencia, pueden ser importantes para
tener presente. Fueron pronunciadas con tanta sinceridad como
espontaneidad. Corresponden de hecho, no sólo al deseo de obtener
la evacuación de estos territorios por las tropas francesas, sino a la
convicción manifiesta de que los intereses esenciales de España están
ligados a los de Francia. “No permitamos que se mantenga entre
nosotros ni la más mínima causa de recriminación, me decía el
Presidente cuando yo ya tenía la mano en el picaporte de la puerta,
pues tenemos en perspectiva problemas mucho más gordos
(gordos)”.
Sin rebasar la modesta medida en la que mi opinión personal puede
importar aquí, me permito además decir que estoy convencido, como
169
ya indiqué en mi telegrama nº 759 del 8 de Julio, que Francia sacaría
ventajas de restituir estos territorios de manera espontánea sin
esperar que una obligación política, militar o jurídica le sea
impuesta.168
El papel español en un deseado “pacto mediterráneo”
En el conjunto de la estrategia francesa, la idea de un pacto
mediterráneo fue desarrollada al menos desde 1930. Entonces España no
era considerada parte primordial de este proyecto, aunque sí se
contemplaba un acuerdo que englobara el litoral de Marruecos. Sin
embargo, la llegada del político de centro-derecha André Tardieu (1876-
1945) al Quai d´Orsay en 1932 en el gobierno de Herriot supuso un
abandono del posible entendimiento con Alemania en el marco de la
Sociedad de Naciones, para volver a una política de alianzas bilaterales, en
la cual España podría jugar un importante papel. De hecho, en marzo de
1932 Tardieu sacó a colación la cuestión del Mediterráneo en una
entrevista con el ministro de Estado, Luis de Zulueta. El nuevo titular de
Exteriores galo planteó entonces la creación de un “Locarno mediterráneo”
fundado en el mantenimiento del statu quo. Más tarde, igualmente apareció
la cuestión en el memorando francés de 14 de noviembre de 1932, en el
marco del fracasado Plan Constructif, que el rechazo italiano y el desinterés
británico paralizaron, como cada vez que Francia proponía un pacto
similar.
168 DDF, 2, II, T. 54, de 10 de abril de 1936; este documento también se
encuentra en ADQO, E-166, T nº 403-404. Confidencial. Herbette.
170
La visita del primer ministro británico James Ramsay Macdonald
(1866-1937) a Roma en marzo de 1933 inició un proceso de negociaciones
entre Gran Bretaña e Italia, a el que se sumaría Francia y Alemania, que
culminó con la firma del Pacto de las Cuatro Potencias del 7 de junio de
1933. La firma de este acuerdo suponía el intento de entendimiento entre
estas cuatro potencias al margen de Ginebra, aunque finalmente no fuera
ratificado.
La llegada de Fernando de los Ríos al Ministerio de Estado el 12 de
junio de 1933 en sustitución de Luis de Zulueta, reverdeció la idea del
“pacto mediterráneo”. Lo novedoso de esta iniciativa en esta ocasión
radicaba, al margen de una recobrada iniciativa diplomática por parte del
gobierno español, en que por primera vez desde 1930 era otro país diferente
a Francia el que presenta un proyecto sobre este dominio. Fernando de los
Ríos propuso asociar junto a Francia y España, a Italia y Gran Bretaña. El
ministro de Estado español comunicó el proyecto al embajador Herbette,169
gestión que comenzó a convencer a la diplomacia del Quai d´Orsay sobre
la posibilidad del interesante papel que podría jugar España en beneficio
propio.170 Paralelamente, en agosto el embajador español en Londres, Pérez
de Ayala, sondeó al gobierno británico:
Nosotros habíamos observado la escasa atención que Inglaterra
prestaba al proyecto de un nuevo pacto que esta vez asumiera –según
se había propuesto –la forma de pacto Mediterráneo, idea que, en
169 DDF, 1, IV, 32, T. 374-6, muy confidencial, 22 de julio de 1933. 170 DDF, 1, IV, 62, T. 241-2, 31 de julio de 1933. El ministro de Estado francés
Joseph Paul-Boncour exponía en este documento la satisfacción por la recobrada
iniciativa diplomática española, junto al pesar por la dificultad de lograr que Gran
Bretaña se sumara a la iniciativa.
171
cambio, favorecía Francia. No suponíamos, sin embargo, que la Gran
Bretaña habría de oponer reparos a la resurrección, en cierto modo,
de un concierto que sugería la conveniencia de consultas entre los
interesados, ni que ni ella ni Francia se opusieran a nuestro deseo de
que estos cambios de impresiones fueran conjuntos y a ellas se
asociase Italia.
En cuanto a esta última nación (…), tampoco había parecido
excesivamente inclinada a suscribir nuevos instrumentos de
seguridad y en cambio parecía preocuparle el problema de paridad
naval con Francia (…).
Porque España pertenecía a la Sociedad de Naciones, pero ni una
inteligencia o concierto de orden regional iba contra sus principios ni
los perjudicaba en modo alguno sino todo lo contrario, no existiendo
tampoco contradicción con la amistad que deseábamos mantener y
fortificar con el grupo de neutrales, (…) puesto que de lo que
tratábamos era de reforzarlos, oponiéndonos a la alteración de la
paz.171
171 AMAE, R-5499 bis/3,1959. Aguinaga reproducía en la misma documentación
unas reflexiones muy interesantes de R. N. King Hall (publicista y marino), editor de la
publicación King Hall News Letter Service, sobre la tradicional resistencia de la política
exterior británica a establecer pactos bilaterales emitidas en la citada revista en el año
1937: “No existe, no ha existido nunca y no existirá jamás una política extranjera
británica claramente definida para un largo espacio de tiempo. Pero han existido y
existen ciertos principios directores (…). Los ingleses no se hallan jamás en disposición
de hacer frente a las crisis urgentes y graves, bien se trate del desencadenamiento de una
guerra mundial, de la abdicación de un soberano o de la repentina aparición en el
horizonte político de Estados totalitarios con ambiciones expansionistas. En razón de
esta ausencia de preparación, los ingleses de una manera general no ganan en una guerra
más que una sola batalla importante, pero acontece afortunadamente para la Gran
Bretaña que, lo más frecuente, se trata de la última batalla de la guerra. Esta ausencia de
172
Pero el proyecto finalmente se interrumpió debido a las dificultades
interiores españolas que pusieron fin al bienio reformista republicano.
Destaquemos la paradoja de que en un momento en que la tensión entre
Madrid y París llegaba a incómodas cotas en los asuntos comerciales,
surgió una particular colaboración en los asuntos mediterráneos. De hecho,
desde la diplomacia española no dejó de prestarse especial atención a la
evolución de los cambios que se producían en la francesa tras la llegada al
Quai D´Orsay de Louis Barthou, aunque en ocasiones los análisis no
coincidieran:
Para juzgar los objetivos actuales de la política francesa, sin el
peligro de caer en un error de información, como le sucede por lo
visto al Embajador de España en Berlín [Luis de Zulueta], hay que
partir de un principio evidente y es, el del cambio total que en el
“Quai d’Orsay” se ha operado a contar del momento en que M.
Barthou ocupó dicha cartera. Hoy no se siguen ya las directrices
trazadas por Mr. Briand y continuadas dócilmente por Mr. Paul-
Boncour (…) que consistía en atrincherarse dentro de las fronteras
nacionales dejando lo demás a la marcha normal de la Sociedad de
Naciones.
(…) [el] viaje del Jefe del Estado Mayor, General Weygand [a
Londres] (…) busca, en lo político un equilibrio de los grupos
preparación, esta manera de tratar los problemas de una manera empírica a medida que
van apareciendo, resulta, evidentemente, incomprensible para los espíritus continentales
y nos vale una reputación de perfidia.
(…) La experiencia nos ha enseñado que una Sociedad de Naciones fuerte no
puede existir que a la condición de que los miembros que la componen sean fuertes. Por
ello un inglés no advierte contradicción entre el programa de rearme británico y la
colaboración con la Sociedad de Naciones”.
173
nacionales europeos con tendencias al “encerclement” del bloque
germánico, quedando en actitud expectante respecto de Italia.
(…) se adoptará seguramente el sistema de pactos regionales de
seguridad. ¿Dará esto origen al intento de alguno relativo al
Mediterráneo (despacho 1504)? No está totalmente fuera de lo
verosímil la hipótesis y habrá de ser considerada por el Gobierno
español, que, a juicio del que suscribe debería sondear la opinión del
Gobierno británico a tal respecto como mayor y más directamente
interesado.172
Y ya se comenzaba a vislumbrar la actitud que adoptaría España en
caso de conflicto si debía elegir entre la baza francesa o británica: “Una vez
más España debe permanecer alerta a toda posible acumulación de fuerzas
o alianzas, más o menos claras, en el Mediterráneo, pero esta actitud
expectante no debe rebasar los límites de una posición neutral ligeramente
orientada en sentido inglés”.173
No obstante la poca colaboración demostrada por Londres, París
seguía manteniendo la esperanza de constituir un pacto en la parte
occidental del Mediterráneo, aunque para entonces se aceptara como un
mero complemento a otras alianzas regionales:
El Embajador agrega: “No creo que el Embajador haya recibido
hasta ahora instrucciones sobre el particular, ni que se haya dado
172 AMAE, R-842-3. Información Internacional. Francia. 1934. Cristóbal del
Castillo (ministro consejero de la embajada española en París). “Informe sobre
política exterior francesa”. París, 28 de junio de 1934. 173 AMAE, R-842-3. Información Internacional. Francia. 1934. Juan Francisco
Cárdenas. “Sobre el viaje del Sr. Barthou a Londres”. París, 12 de julio de 1934.
174
ningún paso cerca del gobierno italiano, ni siquiera como puro
sondeo”, y termina: “Personalmente el conde de Chambrun se inclina
a un pacto que incluyera a España, Francia, Inglaterra, Italia, y acaso
Grecia, y que quedara abierto a la adhesión de las pequeñas
potencias con intereses en el Mediterráneo”.
(…) El Embajador ha hecho un viaje a Bayona con M. Barthou. Al
final dice: “En el telegrama de V. E. nº 190, que contesto, se me
encarga indague la idea que aquí existe sobre el llamado pacto
mediterráneo. A este propósito me dijo M. Barthou que había dicho
en Londres que el pacto mediterráneo debía ser el complemento de
los pactos regionales, y que en aquél Inglaterra debía tener un papel
muy importante. Me añadió el Ministro de Negocios Extranjeros que
los ingleses no contestaron a su insinuación y que no creyó oportuno
ni insistir, ni desarrollarla. A mi juicio, ello fué (sic) debido a que
Francia no querría tomar la iniciativa del llamado pacto
mediterráneo, sino que preferiría viniese de la parte de Inglaterra o
de Italia.174
Esta falta de acogida en el Foreign Office a la iniciativa francesa
terminó por convencer a París de que, al menos en apariencia, no debían ser
ellos lo que insistieran en la idea de instituir un acuerdo entre potencias en
el occidente mediterráneo:
174 AMAE, R-901-7. Política del Mediterráneo. 1935. “Pacto Mediterráneo”.
Sin fecha y sin firma; este documento también se encuentra en AMAE, R-900-13,
“Pacto del Mediterráneo 1934-1935”. Juan Francisco Cárdenas “Informe sobre la
política exterior francesa con relación a los pactos regionales y al supuesto pacto
mediterráneo”. París, 16 de julio de 1934.
175
En el curso de mi larga conversación de ayer con Monsieur Jean Paul
Boncour (sic) hijo [encargado de la sección de la Sociedad de
Naciones en ausencia de Massigli, director general de asuntos
políticos en el Quai D´Orsay]. (…) me expresó como opinión
personal suya [subrayado de Cristóbal del Castillo] que, una vez
firmado aquel compromiso [Locarno Oriental] y dando por supuesto
que Rusia entrase en la Sociedad de las Naciones o iniciase
gestiones en tal sentido, el complemento sería que un país
mediterráneo como Italia, España o Turquía tomase la iniciativa para
un Pacto de mutua asistencia en dicho mar.
(…) Para mi, pues, se trata de una sugestión que, aunque de carácter
oficioso, ha sido sin embargo estudiada en el Quai d’Orsay.175
Al final de otoño del año 1934, Madrid seguía atenta al asunto,
temerosa de quedar al margen de supuestas conversaciones, aunque para
entonces se asumía que el supuesto pacto seguía siendo una idea en ciernes
supeditada a la conclusión de un acuerdo general en la parte del
Mediterráneo oriental:
(…) visité ayer al embajador de Turquía en París.
De nuestra conversación puede deducirse que si bien el proyecto de
pacto mediterráneo puede decirse que sigue siendo una idea en
ciernes supeditada a los resultados del Pacto oriental, se ha hablado
sin embargo de ella, y tal vez discutido en principio sus posibilidades
entre el citado Embajador y el Sr. Laval.
Como quiera que tratase de puntualizar hasta donde había llegado su
cambio de impresiones, interrogué al Sr. Suad quien me dijo que no
175 AMAE, R-842-3. Información Internacional. Francia. 1934. Cristóbal del
Castillo. “Locarno Oriental”. París, 11 de agosto de 1934.
176
habia (sic) habido precisión alguna y si (sic) solo (sic) se habia (sic)
hablado del proyecto como una posibilidad mas (sic) para asegurar
la paz y el Pacto oriental.176
El 7 de enero de 1935 Laval y Mussolini firmaron los Acuerdos de
Roma sobre temas coloniales y la garantía de independencia de Austria, lo
que supuso un claro acercamiento franco-italiano. Tres días más tarde el
ministro de Estado, Juan José Rocha, dio instrucciones a las
representaciones españolas en París y Roma para que transmitieran la
satisfacción del gobierno español por la firma de los acuerdos.177 A pesar
de ello, el asunto causó honda preocupación en el ejecutivo español,
temeroso de que en Roma se hubiera hablado del papel español en el
Mediterráneo, sin contar con su presencia. No solamente las autoridades
francesas lo negaron, sino que el mismo Laval le garantizó a Madariaga en
Ginebra su disposición a que España estuviera al corriente de toda la
política francesa en Europa (similares gestiones desarrolló el entonces
embajador español en Roma, Justo Gómez Ocerín (1881-1968), recibiendo
semejante respuesta):
(…) por lo visto, en Francia se piensa en la posibilidad de un acuerdo
del Mediterráneo oriental entre Francia, Italia, Grecia, Turquía y
Yugoslavia, pero no parece que exista, por lo menos en la
176 AMAE, R-901-7. Política del Mediterráneo. 1935. Carta de Juan Francisco
Cárdenas a José María Aguinaga. París, 2 de diciembre de 1934. 177 AMAE, R-900/13, 10 de enero de 1935.
177
imaginación de M. Laval, ninguna idea concreta sobre el
Mediterráneo occidental.178
Cuatro días más tarde, Cárdenas volvió a insistir cerca del Presidente
del Consejo galo sobre el asunto, destacando la predisposición de España a
participar en unas conversaciones que afectaban evidentemente a los
intereses fundamentales españoles:
(…) Aludí [a Laval] a continuación a la afirmación publicada en la
prensa asegurando que en Roma se había hablado de Tánger y
respecto a la cual el Sr. Laval no titubeó en calificarla de “fantasía
periodística”. No se expresó con la misma precisión al indicarle que
tambien (sic) era objeto de múltiples comentarios un supuesto
cambio de impresiones sobre el problema mediterráneo, no negando
hubiese tenido lugar si bien añadió que sólo se había referido en sus
conversaciones a problemas que afectan unicamente (sic) al
Mediterráneo oriental.
(…) expresé a mi vez que me parecía dificil (sic) dividir el problema
mediterráneo en oriental y occidental y que, a juicio mío, si las
conversaciones preeliminares llegan a tomar cuerpo, España no
podría quedar ausente de ellas, pues de ninguna manera estaría
dispuesta a aceptar un pacto en cuya confección no hubiese
178 AMAE, R-900/3, Madariaga a Madrid, 18 de enero de 1935. Este documento
también se encuentra en AMAE, R-901-7. Política del Mediterráneo. 1935. “Entrevista
del Sr. Madariaga con el Sr. Laval en Ginebra el 18 de enero de 1935”. Sin firma.
178
participado. M. Laval me dió (sic) a entender que en tal caso se
contaría con España.179
Con simpatía y con un cierto paternalismo consideraba Herbette el
novedoso interés de la diplomacia española por jugar un papel activo en el
tablero mediterráneo. Analizando la prensa española, detectaba también la
necesidad de que el ejecutivo hispano ofreciera una declaración pública y
didáctica sobre su postura en relación a las implicaciones que pudieran
acarrearse de los pactos recién firmados en Roma:
(…) Lo que se extrae con evidencia de los artículos publicados aquí
por antiguos diplomáticos españoles y de las dos crónicas enviadas
desde París por Daranas [Herbette comentaba la crónica de Daranas,
corresponsal de ABC, del día 22 de enero, sobre el pacto franco-
italiano], es que la diplomacia española se preocupa por el papel que
España puede jugar en los arreglos resultantes del acercamiento
franco-italiano, y de las ventajas que ella pueda obtener. Es, sin
duda, su derecho y su deber. No sacaremos ninguna ventaja de
desanimar sus iniciativas. Pero le corresponde, por una parte,
asegurar de manera prudente y segura el apoyo del público español,
sin distinción de partido, y por otra, considerar los compromisos y
las responsabilidades que afectarían a España de un agrupamiento
destinado a excluir del “triángulo Levante-Baleares-Marruecos” de
cualquier beligerante extraño a la ribera occidental del Mediterráneo.
Seríamos indiscretos y correríamos riesgo de volvernos impopulares
179 AMAE, R-901-7. Política del Mediterráneo. 1935. Cárdenas. “Informe en
relación con acuerdos Laval-Mussolini y posibles derivaciones de éstos hacia Pacto del
Mediterráneo”. Confidencial. París, 22 de enero de 1935.
179
en España si pretendiéramos sustituir al Gobierno español en esta
tarea de preparación.180
Tan sólo unos días más tarde, el ministro de Estado Rocha hizo una
declaración en la Cámara el 29 de enero de 1935, donde no dejó de
relacionar los acuerdos de Roma con los intereses españoles en África y el
Mediterráneo. En ella, tradujo una cierta resignación ya que España no
podía adoptar otra actitud que la de estar a la espera de lo que se decidiera
en los centros de poder europeos con intereses en el Mediterráneo,
especialmente desde París. Esta incertidumbre llevó a elevar una consulta
diplomática más, en este caso al embajador francés en Madrid:
El Sr. Embajador de Francia manifestó al Subsecretario de Estado
(…) si eventualmente hubiere lugar a estudiar la conveniencia de
dicho pacto [Mediterráneo], Francia concedería el mismo interés a la
presencia de España que el que tuvo ocasión de mostrar cuando se
trató el mismo problema en vísperas de la conferencia de Londres de
1930.
(…) el Mediterráneo Occidental es un mar en el que los intereses de
las cuatro naciones directamente afectadas son perfectamente
conocidos y sobre los cuales cabe unanimidad en el acuerdo a los
fines de que ninguna otra nación pretenda inmiscuirse en lo que no le
importa.
Monsieur Herbette creía haber expresado al Subsecretario que en
ningún momento se había hablado en Roma del problema de Tánger;
180 ADQO, E-224. « Politique de non intervention; pacte méditerranéen;
conférence de Nyon. 1932, mars-1936, oct. Nº 107. Embajada de Francia en Madrid.
23 de enero de 1935.
180
(…) El Subsecretario se limitó a escuchar al Sr. Herbette, sin
perjuicio de que ponga en duda que sea completamente cierto lo que
sobre Tánger expuso el Embajador, ya que probablemente hubo
ocasión de referirse en Roma a la modificación que se pretende de
las tarifas aduaneras del Imperio [marroquí], y como es asunto que
concierne e interesa especialmente a Francia, Italia no habrá
desaprovechado seguramente la ocasión de expresar en qué
condiciones se hallaría dispuesta a acceder a los deseos de Francia,
siendo lo más probable que con este motivo se hallan referido los
técnicos a problemas que tanto nos interesan.
(…) el Sr. Herbette expresaba la creencia de que no se debía dar
lugar a la revisión, lo que me hace creer que esa es la posición del
Gobierno francés.181
Parece interesante destacar en este punto la interpretación que
produjo la actitud española en los medios colonialistas franceses, recogida
en la publicación Bulletin du Comité de L’Afrique Française de enero de
1935. En ella se destacaba el fin del desinterés español, a su juicio, en lo
referente a la escena internacional y las supuestamente ventajistas
intenciones del gobierno español al ampliar las inversiones militares en el
Mediterráneo en un momento en el que en apariencia se despejaba de
nubarrones el contexto mediterráneo:
La prensa española, en general, ha concedido largo espacio al viaje
de M. Laval a Roma y a los acuerdos que ha tenido por resultado.
Parece que, por una vez, nuestros vecinos han sacudido su
181 AMAE, R-900-13. “Pacto del Mediterráneo 1934-1935”. Este documento
también se encuentra en AMAE R-901-7, “Política del Mediterráneo. 1935.
Conversación con el Sr. Embajador de Francia el 31 de enero de 1935”. Sin firma.
181
indiferencia casi proverbial con referencia a las cuestiones de política
extranjera.
(…) La satisfacción es general, tanto en la derecha como en la
izquierda. Es que en efecto la opinión, al sur de los Pirineos, ve sobre
todo en estos acuerdos una garantía de la paz mediterránea.
(…) Es natural que despues (sic) de las concesiones que acabamos de
hacer a Italia, nuestros vecinos sur-pirinaicos (sic) sueñen a su vez,
en “monetizar” su amistad y en hacérnosla pagar lo más cara posible.
(…) Añadamos que las cuestiones de “defensa nacional”, que fueron
abandonadas un poco en la sombra desde la caída del Sr. Azaña,
vuelven en Madrid al primer plano. En el consejo del gabinete que se
tuvo el 16 de enero, el Ministro de Marina, Sr. Rocha, que detenta al
mismo tiempo la cartera de Asuntos extranjeros, hizo aprobar una
(sic) nuevo programa naval que implica la modernización de
acorazados y la construcción de una docena de cañoneros. La flota
aérea va a ser tambien (sic) reorganizada completamente. En fin, el
jefe del gobierno Lerroux, ha insistido en la necesidad de continuar
más activamente los trabajos militares emprendidos en el litoral
mediterráneo y en las Baleares.
¿Qué significan todos estos preparativos militares - en el momento
precisamente en el que, despues (sic) del pacto de Roma, la paz
europea aparece a nuestros vecinos como consolidada - sino el deseo
de España de dar un mayor precio a su “amistad”?182
El interés e incertidumbre despertados por la firma de los Acuerdos
de Roma no dejó de planear en las sucesivas comparecencias del ministro
Rocha en el Parlamento. El 14 de mayo tuvo que confirmar, en respuesta a
182 AMAE, R-901-7. Política del Mediterráneo. 1935. “África y España. España
y los Acuerdos de Roma”. Bulletin du Comité de L’Afrique Française. Enero 1935.
182
una interpelación del conde de Romanones, que el statu quo de 1907 seguía
vigente:
[Conde de Romanones dirigiéndose al Ministro] ¿el “statu quo” de
1907 hoy lo considera en completa vigencia? (El Diario de las
Sesiones de Cortes expresa al llegar a este punto: el señor Ministro
de Estado hace signos afirmativos).183
Seis días más tarde, el 22 de mayo, el ministro volvía a confirmar la
vigencia del Pacto de Cartagena:
Las notas cambiadas, que se conocen con el nombre de Pacto de
Cartagena, realmente he de confesar a los Señores Diputados, que no
consta que fueran nunca utilizadas, por ningún Gobierno; quizá,
como decía muy bien don Miguel Maura, pensaron en todas aquellas
infracciones del “statu quo” en el Mediterráneo.
Yo, desde luego, soy partidario decidido del “statu quo” en el
Mediterráneo; pero no puedo olvidar que, no habiéndose tratado esas
cuestiones, me encontré – y la cámara lo recordará – con el pacto de
Roma. (…) puedo dar la seguridad a la Cámara de que no se tratará
ninguna de esas cuestiones con ausencia de España.
Sobre lo que el interpelado, el conservador Miguel Maura (1887-
1971), mostraba su total desacuerdo:
(…) Para mí es una causa de asombro que el señor Ministro de
Estado afirme rotundamente que el Pacto de Cartagena está en pleno
183 AMAE, R-5499 bis/3,1959.
183
vigor, porque no necesito recordar más que la primera infracción
después de firmado el Pacto de Cartagena en 1907, y fue el Tratado
franco-alemán del 11, a consecuencia de la visita del “Panther” a
Agadir, para demostrarme a mí mismo, que todo quedó anulado y
cancelado desde aquella fecha, sin contar después las múltiples
infracciones que el Pacto de Cartagena ha tenido. La realidad es que
en este punto de la política general del Mediterráneo no hay en estos
momentos ningún pacto colectivo entre las naciones interesadas.184
La idea sobre el “pacto mediterráneo” se suspendió hasta que en el
año 1936 se acentuó la tensión en el mar interior. En esta atmósfera de
incertidumbre, y según la documentación disponible que aborda los planes
defensivos franceses elaborados por el Ministerio de Guerra en la antesala
del conflicto español, París consideraba todas las eventualidades en el
Mediterráneo excepto una alianza entre Francia y España.185 Por parte
española, también se fue desdibujando la opción francesa como indiscutible
aliada, visto el descrédito de la Sociedad de Naciones y lo quimérico que se
había transformado el concepto de la seguridad colectiva. A mediados de
mayo de 1936, ya hemos señalado en capítulos anteriores como el ministro
de Estado Augusto Barcia declaró al embajador Herbette que en caso de
conflicto España permanecería neutral si las grandes potencias no cumplían
con sus compromisos ginebrinos y España se consideraría desligada
también de ellos. En caso de que Gran Bretaña y Francia se encontraran en
campos opuestos, Madrid elegiría a la primera como aliada, debido a la
184 Ibídem. 185 Service Historique de l`Armée de Terre (SHAT) série N EMA 3ºB. car. 7 N
3908 informe secreto dirigido por el general comandante de las tropas francesas en
Marruecos al ministerio de la Guerra nº 75 S/3 de 22 de abril de 1936. Extraído de Y.
Denéchère, op. cit. (1999), pp. 295-296.
184
fuerte alianza entre Lisboa y Londres y la consecuente precariedad de su
flanco oeste. La reacción del embajador, como vimos, fue una vez más
animar al Ministerio de Negocios Extranjero francés a eliminar toda
“rivalidad o resentimiento que pudiera existir entre España y nosotros,
particularmente en Marruecos, así como desarrollar al máximo los factores
de entendimiento y cooperación que resultan, en todos los dominios, de la
victoria conseguida por el Frente popular en los dos países”, y añadía:
En política exterior, España aspira ante todo a la neutralidad. En la
medida en que la neutralidad es compatible con el movimiento,
aspira a moverse de acuerdo con Inglaterra y Francia. Si Inglaterra y
Francia están en desacuerdo, vacila; y si fuera absolutamente
necesario que se decidiera, entonces se decidiría por Inglaterra (…).
No debemos nunca intentar llevar a España más lejos de lo que
Inglaterra no desee verla ir.186
El 23 de junio de 1936, el presidente galo Léon Blum, en el Senado y
el ministro de Negocios Extranjeros, Yvon Delbos (1885-1956), en la
Asamblea, presentaron las líneas maestras de la política exterior del Front
Populaire. Éste último expuso la necesidad de asociar todos los estados
mediterráneos -de España a la Entente balcánica, fueron sus palabras- en un
acuerdo para garantizar que ninguna hegemonía se pudiera instaurar en un
mar en el que los ribereños estaban unidos por una civilización común. Esta
fue la primera vez y de manera pública que la administración francesa
186 DDF, 2, II, secreto y reservado de Herbette a Flandin, nº 521-522, de 14 de
mayo de 1936. Este documento también se encuentra en ADQO, E-213. « Relations
avec la France et l´Angleterre. 1930, fév.-1936, déc. » Nº 719. Herbette a Flandin. 4 de
junio de 1936.
185
incluyó, como habitualmente había propuesto Herbette, a España en sus
proyectos de alianza. Dos días más tarde, el día 25, Delbos volvió a
confirmar en entrevista privada con Barcia este acercamiento diplomático.
El 28, el ministro de Estado español defendió en Ginebra posiciones muy
próximas a las galas a propósito del levantamiento de sanciones a Italia, y
el 4 de julio ambos Gobiernos votaron su levantamiento. Este era el
momento, tan sólo dos jornadas antes del inicio del conflicto español,
según el embajador francés en Londres, Charles Corbin (1882-1970), para
plantear a Inglaterra retomar el proyecto de pacto en el Mediterráneo
occidental:
El acercamiento italo-alemán no disminuye el interés de este
acuerdo. Además la posibilidad para los italianos de sacar ventajas
de este pacto quizá haga que se planteen cambiar la dirección de su
política exterior. Si por el contrario Italia renuncia a formar parte de
un acuerdo colectivo de asistencia mutua, no podrá denunciar que se
le está acorralando.
(…)Por otro lado, un pacto nos permite aproximarnos a Turquía sin
tener que firmar acuerdos demasiado lesivos, dará a Yugoslavia
tranquilidad respecto a las intenciones italianas y permitirá a
Inglaterra incorporarse al status quo mediterráneo sin tener que
asumir acuerdos contrarios a los principios de su tradicional política.
Es una manera de garantizar a los países firmantes la seguridad aérea
y naval en sus costas y sus comunicaciones.
[Al intentar abordar la cuestión con Eden] no estaba preparado y me
emplazó para que hiciera pasar la propuesta francesa a través de
usted. Por eso le mando un memorando para definir las líneas
186
generales del pacto que englobaría a Francia, Italia, GB, España,
Yugoslavia, Grecia y Turquía.187
En resumen, y en un contexto general, sólo Jean Herbette, Édouard
Herriot y el Front Populaire parecieron buscar un verdadero acercamiento a
España, aunque sus esfuerzos no dieran resultados tangibles y duraderos.
La esclerotizada política española propugnada por el Quai d´Orsay no
prestó atención a España ni a su evolución y los asuntos al sur de los
Pirineos no dejaron de constituir para la conservadora clase diplomática
gala una cuestión excéntrica de las preocupaciones francesas. La presencia
española en Marruecos se reveló a los ojos galos como un elemento
ralentizador de su política, adivinando en el proceder español mala
voluntad, incapacidad para desarrollar su zona de ocupación y una
preocupante laxitud ante el ascenso del nacionalismo árabe. En el lado
español, esta política provocó una indisimulada susceptibilidad, que lejos
de reducirse con la llegada de la República, aumentó ahora que se trataba
de un país democrático. En una óptica más amplia, no se debe eludir el
hecho de que la aparición de la Italia fascista en el escenario mediterráneo
permitió a España plantear ciertas modestas reivindicaciones, sin alterar el
statu quo, y siempre que se aceptara la hegemonía británica y la libertad de
comunicaciones de Francia con su imperio norteafricano. Como apuntó
Azaña en su momento, alterar este equilibrio hubiera supuesto un
gigantesco esfuerzo militar, desproporcionado a los recursos del país. Pero
también por ello, y la vista de la evolución del acercamiento diplomático
187 ADQO, E-224. « Politique de non intervention; pacte méditerranéen;
conférence de Nyon. 1932, mars-1936, oct. ». Secreto. Pacto Mediterráneo. Del
embajador francés en Londres Corbin a París. 16 de julio de 1936.
187
franco-español de mayo-julio de 1936, es comprensible que la República
española esperara una actitud diferente de Francia tras el 17 de julio.
188
5. La representación diplomática francesa en España
Jean Herbette, embajador en Madrid.
La embajada francesa en Madrid constituía una de las catorce
legaciones con las que contaba el país galo en el extranjero durante los años
30.188 Encabezaba este puesto diplomático una de las figuras más
controvertida del panorama historiográfico dedicado al conflicto civil
español: Jean Herbette.189
Jean Herbette había nacido el 7 de agosto de 1878 en la localidad de
Amiens, capital de la Picadía francesa, en el seno de una familia
acomodada y conservadora de larga tradición de servicio a la rex publica.
Su padre, Louis, fue prefecto y llegó a ser consejero de Estado. Su tío Jules
fue embajador en el Berlín de los últimos años del canciller Bismarck
durante el decenio 1886 y 1896, donde nuestro protagonista fue acogido
por temporadas, especialmente en el periodo 1893-1894. Así, pudo vivir la
experiencia de una legación diplomática y aprender alemán. Licenciado en
Letras y Derecho, terminó doctorándose en Ciencias Físicas con una tesis
consagrada al “isomorfismo”. Contrajo matrimonio en 1907 con una ex
bailarina de opera, Jeanne Labatoux, con la que no tendría descendencia.
188 Y. Dénèchere, op. cit. (1999), pp. 33-39 ; F. Páez-Camino. La significación
de Francia en el contexto internacional de la Segunda República, Madrid, Universidad
Complutense, tesis doctoral, 1990, pp. 519-538. 189 Sobre Herbette, véase Y. Denéchère, Jean Herbette (1878-1960). Journaliste
et ambassadeur, Collection « Diplomatie et Histoire », P.I.E.-Peter Lang, Bruxelles,
2003 ; I. Monje Gil, “Jean Herbette o la Realpolitik al servicio de Francia (1931-1937)”,
Cuadernos Republicanos, nº 66, Invierno 2008, pp. 63-79.
189
Su vida laboral comenzó como profesor en la Facultad de Ciencias
de París, donde trabajó desde 1902 a 1906. En esta fecha cambió de
ocupación para convertirse en publicista. Su interés por la política
internacional le llevó a colaborar en diversas publicaciones de esta materia
como la revista Politique Etrangère, fundada por el futuro presidente de la
República, Raymond Poincaré, o en las secciones de internacional de
diarios conservadores como L´Information, L´Écho de Paris o Le Temps.
La estancia en este último rotativo, considerado como el órgano oficioso
del Quai d´Orsay, debió aportarle un bagaje muy útil para sus empresas
futuras en lo que se refiere al conocimiento de las entrañas burocrática del
Ministerio de Asuntos Extranjeros y de la relación entre política
internacional y prensa.
En 1924, Herbette fue nombrado embajador en Moscú sin haber
recorrido el clásico camino desde los escalafones inferiores ni haber
desarrollado actividades diplomáticas subalternas. En su nuevo destino le
fue confiada la tarea de gestionar las recién establecidas relaciones franco-
soviéticas. Posiblemente, llegó a este puesto de la mano de Édouard Herriot
(ardiente defensor del reconocimiento internacional de la URSS), a la edad
de 46 años. En Moscú permaneció hasta 1931 y su labor sería recordada,
entre otros motivos, por sus comprometidas gestiones para dulcificar la
vida de los cristianos rusos del Medio Oriente, facilitando la ordenación
clandestina de algunos obispos y colaborando en la reorganización de la
Iglesia rusa.190 Estas actuaciones le reportarían el reconocimiento de la
190 Y. Dénèchere, op. cit. (2003), pp. 30-31. Esta relación especial con las
autoridades eclesiásticas las mantuvo posteriormente en España, como lo demuestra el
hecho de que el nuncio Federico Tedeschini (1873-1959) le pidiera en marzo de 1936
refugio en su embajada si su seguridad se viera amenazada; Herbette le respondió que
en tal caso él mismo iría a recogerlo a la legación vaticana.
190
Santa Sede. El mismo secretario de Estado vaticano, cardenal Eugenio
Pacelli (futuro Pío XII, 1876-1958) le concedió, bajo el mandato de Pío XI
(1857-1939), el Gran Cordón de la Gran Cruz de la Orden de Pío IX, en
agradecimiento a las acciones desarrolladas para la protección de los
intereses católicos en la URSS. Estas intervenciones, provenientes de un
ateo declarado como Herbette, demuestran el pragmatismo y el
anticomunismo que le apartó de todo anticlericalismo doctrinario,191 y
avanzan mucho de los futuros acontecimientos que vivirá como embajador
en Madrid. Finalmente, aunque siempre se mostró partidario de la
necesidad de la participación internacional de la URSS, su hostilidad al
régimen comunista se hizo demasiado manifiesta y en marzo de 1931, el
secretario general del Quai d´Orsay, Philippe Berthelot (1866-1934),192 lo
reclamó a París. Aunque el cese no era oficial, nadie del medio diplomático
pensaba que volvería para reocupar su puesto.
Desde 1930 Jean Herbette comenzó a mostrar un especial interés por
España, sobre la que redactó algunos despachos en los que alertaba sobre
los planes de la Komintern para establecer un Estado soviético en el país,
aprovechando un eventual cambio de régimen. Esta atención hacia España
ha llevado a afirmar a algunos contemporáneos como el ultranacionalista
Jean-Baptiste Barbier, consejero de su embajada a principios de la guerra
española, que el propio Herbette habría solicitado dirigir la legación
francesa en Madrid. El hecho es que cuando se proclamó la República, su
figura surgió en los mentideros del Quai d´Orsay como una de las opciones
más adecuadas para sustituir a Charles Corbin, cuyas simpatías
191 Ibídem, p. 186. 192 J.-L. Barré, Philippe Berthelot : l'éminence grise, París, Plon, 1998.
191
monárquicas eran bien conocidas.193 Algún periódico español publicó en la
época que la llegada de Herbette se debía a los temores franceses de que en
España se encendiera la “llama roja”, para lo que París enviaba un
embajador familiarizado con los manejos soviéticos.194 Su permanencia en
el puesto desde julio de 1931 hasta octubre de 1937, le convierte en el
personaje guía para analizar las relaciones franco-españolas durante el
periodo republicano y el inicio de la guerra.
Tras ser destituido como embajador español, abandonó la vida
pública y se retiró a Clarens, Suiza, donde dedicó su tiempo a la
investigación científica en el entorno universitario hasta que falleció el 21
de noviembre de 1960 a los 82 años.
Intelectual con un gran bagaje cultural, políglota (hablaba inglés,
alemán y ruso, además de su lengua materna el francés), independiente
tanto en sus comportamientos como en sus opiniones, amante de la lengua
castellana (que aprendió con sorprendente rapidez),195 Jean Herbette,
intentó conciliar desde su llegada a Madrid la defensa de los intereses
franceses con el buen entendimiento y una profundización sincera en las
relaciones con España. Pronto se ganó el aprecio de la clase política de la
193 Y. Dénèchere, op. cit. (1999), p. 25. Consultar también J.-B. Barbier. Un frac
de Nessus, Roma, L´Alveare, 1951, p. 612. Charles Corbin como futuro embajador en
Londres, fue nombrado desde septiembre de 1936 representante francés en el Comité de
No Intervención. 194 Amanecer, 20 de junio de 1931. Extraído de Y. Dénèchere, op. cit. (2003), p.
200. 195 ADQO, E-207, D.1014, confidencial, de 7 de diciembre de 1932.
192
izquierda republicana y fue considerado un “amigo de España”.196 Hasta el
punto de ser criticado por la prensa de derecha por intervenir
excesivamente en la política interior española.197 Esta excelente cercanía a
las autoridades republicanas se tradujo en la obtención del Gran Cordón de
la Orden de la República Española y la Gran Orden de Isabel la Católica en
1935.
Como hemos señalado, el paso de Herbette por Moscú le había
producido una profunda prevención anticomunista. Azaña recordará en su
diario el estado del matrimonio Herbette en los primeros meses de su
estancia en Madrid: “Cuando el año 31 vinieron de Rusia a la embajada de
Madrid, estaban sobrecogidos de miedo, efecto del régimen policiaco de
Moscú. Por todas partes veían agentes secretos, espías, misterios,
peligros”.198 Y Duroselle no dudó en calificar a Herbette como un
“antisoviético rabioso”.199 Desde un primer momento mostró en sus
despachos una preocupación por el peligro de instalación de la revolución
de los soviets en España y en Marruecos.200 También Lacouture lo
considera anticomunista, si bien muy cercano a los rebeldes desde el inicio
de la guerra.201 Pike, por el contrario, no duda de su compromiso con la
196 M. Azaña. Memorias políticas y de guerra, tomo I, Barcelona, Crítica, 1978,
p. 411. Palabras de Prieto a Azaña en presencia de Fernando de los Ríos. Anotación de
19 de febrero de 1932. 197 ADQO, E-141, D.395, confidencial, de 4 de abril de 1934. 198 M. Azaña, op. cit. (1978), tomo II, pp. 307-308. Anotación de 3 de octubre de
1937. 199 J.-B. Duroselle. op. cit. (1979), p. 278. 200 ADQO, E-158, D.639, confidencial, de 11 de octubre de 1931; ADQO, E-
258, D.11, confidencial, de 4 de enero de 1932; ADQO, E-154, T.47-8, de 19 de enero
de 1932, entrevista con Zulueta. 201 J. Lacouture. op. cit (1977), p. 347.
193
República.202 A medio camino, Borrás Llop lo valora como un
conservador, cuyas convicciones democráticas se conmovieron con el
inicio de la guerra.203 En el otro extremo se sitúan los autores que tildan a
Herbette de socialista y francmasón; es el caso del católico fundador del
diario El Debate, Ángel Herrera Oria (1886-1968), o del director de la Casa
Velázquez, el conservador y católico hispanista Maurice Legendre (1878-
1955).204 Incluso, personajes como el citado Barbier, lo acusaron de
intermediario entre Moscú y Madrid para facilitar la llegada de armas a la
República, una vez iniciada la guerra.205
Debemos señalar también que Herbette se mostró como un decidido
antifascista. Sus continuas denuncias de la propaganda nazi que se
desarrollaba en España así lo demuestran. Pero en contraposición al peligro
bolchevique, no encuentra en el fascismo, el nacionalsocialismo o en el
salazarismo la verdadera amenaza para la joven República española. Falta
en España un Mussolini, escribió, y, sobre todo, falta el apoyo decidido de
la curia católica a este movimiento.206 Sí mostró más reservas sobre el
202 D. W. Pike. Les Français et la guerre d´Espagne, 1936-1939, París, PUF,
1975, p. 114. 203 J. M. Borrás Llop. “Relaciones franco-españolas al comienzo de la guerra
civil: la Embajada de Jean Herbette (1936-37)” en Arbor, tomo 125, nº 491-492 (1986),
p. 80. La calificación de conservador, Borrás la apoya en el pasado periodístico de
Herbette, cuando coraboró en publicaciones de derecha como Le Temps, órgano
oficioso del Quai d´Orsay. 204 Ibídem, p. 80. 205 J.-B. Barbier, op. cit. (1951), p. 612. 206 ADQO, E-166, D. 330, de 12 de marzo de 1936. Herbette a Flandin.
Confidencial. Atentado contra el diputado Jiménez de Asúa; ADQO, E-166, D. 321, de
11 de marzo de 1936. Herbette a Flandin. Propaganda hitleriana en las elecciones
españolas.
194
peligro anarquista, y en este punto, coincide con Azaña: la anarquía
representa la antítesis del orden republicano. 207 Y desde esta perspectiva,
creía que Francia, como el resto de las potencias democráticas, tenía una
gran responsabilidad en evitar que la República española se deslizara hacia
el anarquismo.208
Jean Herbette presentó cartas credenciales el 11 de julio de 1931 y se
instaló en la legación francesa de la calle Salustiano Olózaga, no lejos del
parque del Retiro. Desde allí desplegó una actividad diplomática
extraordinaria: desde su toma de posesión siempre defendió en sus
comunicaciones (llegó a enviar durante su estancia más de 8.000 despachos
e informes, a una media de 1.200 por año, además de una ingente cantidad
de telegramas)209 la necesidad de adoptar reformas estructurales en España
como el mecanismo más acertado para desarrollar el país y alejar el
fantasma de la revolución social.210 Creía que la opción más adecuada para
acometer estas reformas era la izquierda republicana, y el político más
capacitado para liderarlas, Manuel Azaña, por quien profesaba una
admiración formidable.211 Esta alta estima que muestra Herbette en sus
despachos sobre la figura del político español, está en oposición con la
progresiva desconfianza y animadversión que Azaña vierte en sus diarios
hacia el embajador. Si en 1931, Azaña lo describe como “amable,
207 DDF, 2, II, T. 423, de 10 de julio de 1936. Este documento también se
encuentra en ADQO, E-167, 767-773, Herbette. Secreto; ADQO, E-167, T. nº 759, de 8
de julio de 1936, Herbette. 208 ADQO, E-165, D. 167, de 21 de febrero de 1936. Herbette; ADQO, E-167,
D. 626, de 12 de mayo de 1936. Herbette a Flandin. Declaraciones de Largo Caballero. 209 Y. Dénèchere, op. cit. (2003), p. 204. 210 ADQO, E-167, T.722-723, de 27 de junio de 1936. 211 ADQO, E-163, D.482, de 28 de febrero de 1935.
195
inteligente, agradable y simpático”, a partir de 1932 lo muestra como
lisonjero e intrigante, para finalmente, despreciarlo iniciada la guerra:
“Todas la noticias son de que estaba a partir un piñón con los rebeldes. Este
señor se ha portado con nosotros puercamente, en todos los terrenos, y
estoy seguro de que sus informes tendenciosos no habrán dejado de
perjudicar a la República ante el Gobierno francés”. Es obvio que el
Presidente de la República desconocía los esfuerzos de Herbette por
minimizar en sus despachos el desorden español vivido en la primavera de
1936, cuando las informaciones que llegaban por otros conductos al Quai
d´Orsay apuntaban todo lo contrario. El ácido Azaña, en un ámbito más
personal, llega incluso a acusarlo de miserable en las recepciones que
ofrecía en la embajada: “Todavía el año pasado, tres ministros se me
pusieron malos a consecuencia de una cena de Herbette”. Sus apreciaciones
sobre la falta de estilo y gusto de madame Herbette no son más
benévolas.212
Herbette defendió una política española capaz de ser coincidente con
las coordenadas geoestratégicas francesas, pero siempre que el país galo
mostrara una mayor generosidad con la República española, especialmente
en lo concerniente a los conflictos económicos bilaterales.213 En este punto,
Herbette esgrimió el mayor de los pesares e impotencia. De un lado, era
consciente que la política española del Quai d´Orsay era secundaria en el
conjunto de la política extranjera de Francia, circunstancia que frustró en
no pocas ocasiones las propuestas de Herbette encaminadas a concretar una
212 M. Azaña, op. cit. (1978), tomo II, pp. 307-308. Anotación del 3 de octubre
de 1937. 213 ADQO, E-213. 1935-1936. T. 719, de 4 de junio de 1936.
196
“simbiosis” con España.214 Más que nunca, aborreció esta política
internacional diseñada en los despachos de París al margen de las
percepciones de primera mano de los embajadores. De otro lado, le
escandaliza la continua hostilidad de la prensa francesa hacia la República,
que no hacía más que concitar una francofobia, en un país en el que buena
parte de la clase política se confesaba admiradora de la cultura y de las
altas cotas alcanzadas por Francia, y alimentar las simpatías por los
enemigos de su país.215
El conjunto de la representación diplomática
El consejero de la embajada en el periodo que nos ocupa era Adrien
de Lens, entre septiembre de 1934 hasta agosto de 1936. De Lens debía
tomar el mando de la embajada cada vez que Herbette cogía vacaciones,
que solía ser dos veces al año: un periodo en enero-febrero y la
“jornada”,216 de mediados de julio a mediados de septiembre, cuando se
desplazaba a San Sebastián junto con el grueso del cuerpo diplomático
214 ADQO, E-154, de 27 de febrero de 1932; DDF, 1, VI, 3, de 14 de marzo de
1934. Esta frustración se hizo más amarga en tanto y en cuanto Herbette mantenía
relaciones de amistad con Berthelot y Léger, las cabezas dirigentes del Quai d´Orsay; o
con políticos situados en puestos claves como Édouard Herriot. A pesar de los
testimonios dejados por Madariaga en los que se otorga la máxima responsabilidad en la
consecución de la visita de Herriot a Madrid en 1932, todo parece indicar que este
mérito se debió a Herbette. 215 ADQO, E-154, de 27 de febrero de 1932; ADQO, E-156, D.84, de 1 de
febrero de 1933. 216 El ministerio de Estado abrió una delegación en San Sebastián para mantener
la conexión con las legaciones extranjeras durante este periodo estival.
197
destacado en España. Otra de las funciones de De Lens era reunirse
periódicamente con el subsecretario del Ministerio de Estado para tratar
aquellos asuntos más técnicos que no requerían la presencia del embajador.
El puesto de secretario de la embajada fue ocupado por René
Bonjean, que ejerció este cargo desde noviembre de 1931. Fue designado
por Herbette para gestionar las relaciones con la prensa, función a la que el
embajador confería especial importancia, lo cual demuestra el alto grado de
confianza que inspiraba Bonjean en su superior. Se mantuvo en Madrid
durante los primeros meses de la guerra, siendo el encargado de mantener
informado a Herbette de los acontecimientos que se sucedían en la capital.
Jean Juge ocupó el cargo de agregado comercial desde 1915. Este
veterano funcionario era un perfecto conocedor de la legislación y los
medios financieros españoles. Fue un actor decisivo en la consecución del
acuerdo comercial bilateral firmado por el ministro José Martínez de
Velasco y Escolar (1875-1936) en diciembre de 1935 durante el bienio de
centro-derecha. Volveremos sobre este acuerdo porque en él se incluía la
famosa “cláusula secreta” que obligaba a España a comprar armas a
Francia por valor de 20 millones de francos, y que el ejecutivo galo se negó
a hacer efectiva tras el levantamiento militar de julio de 1936.
Hasta marzo de 1936, el agregado militar fue el coronel Jouart. En
esta fecha le sustituyó el teniente coronel Louis Henri Morel (¿-1944), que
mantuvo el puesto durante toda la guerra, siendo desde julio a noviembre
de 1936 el único representante del gobierno francés que permaneció en
Madrid. Hombre de tacto, ponderación y educación exquisitos, como lo
definió Herbette en alguno de sus despachos, se incorporó a su puesto
coincidiendo con la sublevación militar, sin encontrar en la embajada ni a
198
su predecesor ni al embajador, ya instalado en San Sebastián. A pesar de
ser un militar de ideas conservadoras y monárquicas, con simpatías y
contactos con l´Action Française, siempre fue superior su patriotismo al de
sus tendencias políticas, revelándose como un agudo analista y observador
equilibrado. Trasmitió en sus despachos comentarios tan favorables al
esfuerzo bélico de la República, que fue acusado por la prensa de derecha
francesa de hacerle el juego a la República. Evidentemente, estos
despachos no fueron muy bien recibidos por el Estado Mayor francés, ya
que se distinguió, en este sentido, por defender el apoyo militar permanente
a la causa republicana. De su paso como profesor de Historia Militar por la
École Supérieure de Guerre de París, conservó una buena amistad con
destacados militares españoles. Uno de ellos más tarde sería el jefe del
Servicio de Información y Policía Militar (SIPM) del bando insurgente, el
coronel José Ungría Jiménez (1890-1968), a quien Morel escondió y ayudó
a escapar desde la zona republicana a la franquista.217 Desde octubre de
217 J. Martínez Parrilla, Las fuerzas armadas francesas y la guerra civil
española, Madrid, Ediciones Ejército, 1987, pp. 94-97 y 148-149: “Así tendremos cerca
de Franco un representante leal a las simpatías francesas”, escribió Morel. También se
trata esta relación en M. Heiberg y M. Ros Agudo, op. cit. (2006), pp. 63-64. Ungría
había cursado estudios en la École Supérieure de Guerre entre los años 1922 y 1924 con
De Gaulle y Lascanau-Lacau, militar del Estado Mayor francés y futuro líder de la
organización secreta Corvignolles, próxima a La Cagoule, graduándose todos en la 44º
promoción. Aquí también conoció a Morel, aunque éste se graduó en la 49º promoción.
Ungría permaneció escondido con su mujer en Madrid hasta que Morel lo ocultó en el
Instituto Francés desde el 15 de octubre de 1936 hasta abril de 1937, cuando consiguió
camuflarlo en un buque que zarpó de Alicante con destino a Marsella. Un mes más
tarde asumía la dirección del SIM (Servicio de Inteligencia Militar) en Salamanca,
organización embrionaria del futuro SIPM (Servicio de Información y Policía Militar).
199
1937 sirvió al nuevo embajador francés, Erik Labonne, ya instalado en
Barcelona, al igual que el gobierno republicano. 218
El cuerpo diplomático francés en la capital de España estuvo
completado por el agregado naval, el teniente de fragata Moullec, y el
agregado del aire para España y Portugal, el jefe de batallón Bizard, que
mantuvo residencia en París. Este último prestaría una gran ayuda a los
republicanos al comienzo de la guerra, utilizando repetidamente las mismas
células y números de motores de aviones para hacerlos entrar
clandestinamente en España.219
La representación consular
Francia contaba en España con un consulado general en Madrid y
otro en Barcelona, dirigido desde 1928 por Gaston Morawiecki-Moreau,
que conservó el cargo hasta mayo de 1934. Entonces, le sustituyó Jean
Trémulet, aunque no tomó posesión oficial del cargo hasta octubre de 1936,
una vez iniciada la guerra. Se mantuvo en el cargo hasta abril de 1937. Este
puesto diplomático desempeñaba una función de importancia relevante
debido a la proximidad con la frontera francesa y a la numerosa colonia de
nacionales que debía atender. Su significación aumentó una vez iniciada la
guerra civil por causas obvias, y más aún cuando el gobierno republicano
abandonó Valencia para instalarse en la ciudad condal.
218 La rendición de Pétain en 1940 y la colaboración de su régimen de Vichy con
Alemania llevó a Morel a unirse a la resistencia. Murió en el campo de concentración
nazi de Nenengramme en 1944. 219 J. Martínez Parrilla, op. cit. (1887), p. 96.
200
Francia contaba con otro consulado general en Tetuán y en Tánger.
En territorio metropolitano París disponía de nueve consulados en Bilbao,
La Coruña, Las Palmas, Madrid, Málaga, Palma de Mallorca, San
Sebastián, Sevilla, Valencia (muy importante porque será el encargado de
gestionar los pleitos sobre una de las exportaciones a Francia más estables
de la economía española, los cítricos) y Alicante (que perdió su categoría y
pasó a ser agencia consular). Además existía una cancillería destacada en
Zaragoza. Es evidente que estos puestos consulares coincidían con
importantes centros económicos, relevantes como nudos de comunicación o
con importante presencia de la colonia francesa.220
Además, Francia contaba con más de sesenta agencias consulares
repartidas por toda la geografía española, en capitales de provincia y en
algunas poblaciones del litoral. Su personal no pertenecía necesariamente
al funcionariado del Ministerio de Negocios Extranjeros francés; de hecho,
la mitad de ellos eran de nacionalidad española.
En general, las comunicaciones entre los puestos diplomáticos
destacados en España y París eran lentas. Tres eran los mecanismos de los
que disponían los funcionarios. El medio más habitual para hacer llegar los
despachos y otros documentos era la valija diplomática, que venía a
necesitar 36 horas para ser recibida en París. Para asuntos menos
importantes o más urgentes, se utilizaba el teléfono y el telégrafo.
220 F. Páez-Camino, op. cit. (1990), pp. 524-525.
201
Capítulo 2
Las relaciones económicas entre
España y Francia durante la II República
202
203
1. Las colonias francesas y españolas en ambos países
La colonia española en Francia
La presencia de la colonia española en Francia constituyó, sin duda,
uno de los aspectos que levantaron más suspicacias en las relaciones
bilaterales a lo largo de los años 30. La desigual presencia de los
originarios de ambos países en las naciones de acogida afectó no sólo al
número de personas, sino también al origen social y a la cualificación
laboral de los emigrados. En marzo de 1931, los españoles residentes en
Francia alcanzaban las 351.864 personas, lo que venía a constituir el 13%
de la colonia extranjera en el país galo.221 En ese mismo año, de los
361.000 extranjeros que accedieron a la nacionalización francesa, unos
27.000 eran de origen español. Se calcula que a mediados de los años 30
unos 200.000 ciudadanos franceses eran españoles nacionalizados.222 A
esta colonia permanente, deberíamos sumar los no menos de quince
221 Y. Dénèchere, op. cit. (1999), p. 107. Este recuento de 1931 no fue publicado
hasta 1935. 222 Ibídem. Datos publicados por R. Schor, L´opinion française et les étrangères,
1919-1939, París, Publications de la Sorbonne, 1985, p. 65.
204
millares de vendimiadores españoles que cruzaban la frontera franco-
española cada septiembre.223 Además, debemos agregar a este recuento los
más de 100.000 españoles instalados desde el siglo XIX en el antiguo
Oranesado argelino, siendo la española, la primera comunidad foránea de la
zona.224
La crisis económica que marcó los años treinta en las potencias
industrializadas produjo en Francia un incremento en el regreso de los
inmigrantes hacia sus países de origen. Desde 1931 las autoridades
francesas redujeron la entrada de inmigrantes y comenzaron a animar al
retorno. En 1935, el nuevo ministro de Trabajo, Frossard, anunció la
aplicación rigurosa de la ley de trabajo de agosto de 1932 encaminada a
conseguir una reducción de trabajadores extranjeros para combatir el paro
nacional. Se proponía intensificar la repatriación por cuenta del Estado
francés a un ritmo de 3.000 inmigrantes al mes. En declaraciones al
rotativo L´Intransigeant refiriéndose a los trabajadores extranjeros afirmó:
“Nuestra política es suprimirlos. En lo que va de año hemos expulsado
90.000”.225
En marzo de 1935 el Journal Officiel publicó las cuotas de
empleados extranjeros permitidas para las empresas de tránsito y comercio
223 Ibídem. Datos obtenidos de G. Mauco, Les étrangeres en France, leur rôle
dans l´activité économique, París, Armand Colin, 1932, p. 385. 224 J. Rubio, La emigración española a Francia, Barcelona, Ariel, 1974, p. 167.
Cfr. J. B. Vilar y Mª J. Vilar, La emigracion española al Norte de África (1830-1999),
Madrid, Arco Libros, 1999. 225 V. Sevillano Carvajal, La España… ¿de quién? Ingleses, franceses y
alemanes en este país, Madrid, Gráficas Sánchez, 1936, p. 30. AMAE, R-842-5.
Información política nacional. Francia. Estas declaraciones de Frossard también
aparecieron en el semanario Marianne y el diario Le Petit Journal.
205
de Hendaya, en las que se especificaba que tan sólo podía ascender a un
15% para los puestos de oficinistas y un 20% para el resto de categorías
profesionales.226 Además se redujeron en un 50% los temporeros que
acudían a la vendimia francesa.227 Así, los españoles se encontraron con la
puerta del país vecino cerrada para entrar y abierta para salir. Un año más
tarde, los españoles asentados en Francia no excedían de 253.000,
constituyendo entonces el 11,5% de la colonia extranjera en territorio galo,
siendo la tercera tras italianos y polacos.228 Más recientemente, el profesor
Cervera Gil reduce el número de españoles en territorio francés en vísperas
de la guerra a 206.000 (12,23% de los extranjeros), de los que 185.000 eran
considerados como población activa.229
El eco de la nueva política laboral francesa comenzó a ocupar
espacio en los editoriales de la prensa española, causando el evidente
deterioro de la imagen de Francia en España. Periódicos como El Debate
denunciaron que estas medidas vulneraba el tratado de noviembre de 1932
226 Datos publicados por Y. Denéchère, op. cit. (1999), obtenidos del Journal
Officiel, de 9 de febrero de 1935. 227 El Debate, de 26 de julio de 1935. 228 J. Rubio, op. cit. (1974), p. 125. 229 J. Cervera Gil, La guerra no ha terminado. El exilio español en Francia
1944-1953, Madrid, Santillana Ediciones, 2007, p. 62. El autor de la obra se basa en las
cifras publicadas en el Bulletin de la statistique générale de la France de marzo de 1947
dedicado a los extranjeros en Francia. En la publicación se diferencia entre refugiados
políticos y emigrantes económicos. En agosto del mismo año, el encargado de negocios
de la embajada española en París, José Mª Bermejo, remitió un informe donde incluía
un cuadro estadístico de los españoles en Francia, proporcionado por el Instituto
Internacional de Estadística de Francia que corroboraba los datos citados en el boletín
francés (AMAE, R-2698-1, desp. 1042, Informaciones políticas remitida por nuestra
representación diplomática y consular en Francia (1946-1948)).
206
y exigieron represalias por parte del Estado español.230 En la misma Francia
se elevaron voces contra la política del ministro Frossard como la de
Antoine de Tarlé desde el periódico La Croix, rechazando sus planes por
ilusorios, erróneos e insolidarios, ya que la mayoría de los obreros
extranjeros habían entrado en Francia a sustituir a los soldados que fueron
al frente durante la Gran Guerra y en el período posterior de prosperidad
debido a la insuficiencia de mano de obra disponible para ocupar los
trabajos más penosos.231
Cuadro I
COLONIA ESPAÑOLA EN FRANCIA
AÑO
PERSONAS
1931
451.864 + 15.000 vendimiadores
1936
306.000 - 353.000 + 15.000 vendimiadores
Fuente: J. Cervera Gil, La guerra no ha terminado. El exilio español en Francia 1944-
1953, Madrid, Santillana Ediciones, 2007, p. 62; Y. Dénèchere, La politique espagnole de
la France de 1931 à 1936. Une pratique française de rapports inégaux, París, L´Harmattan,
1999, p. 107; G. Mauco, Les étrangeres en France, leur rôle dans l´activité économique,
París, Armand Colin, 1932, p. 385 ; J. Rubio, La emigración española a Francia,
Barcelona, Ariel, 1974, pp. 125 y 167.
Estos españoles que cruzaron los Pirineos se asentaban
fundamentalmente en la zona meridional francesa, dos tercios de ellos, al
sur de la línea Burdeos-Niza. Analizando el origen peninsular de la colonia
230 El Debate, de 26 de julio de 1935. 231 AMAE, R-842-5. Información política nacional. Francia. La Croix, 17 de
agosto de 1935.
207
española en Francia, dos terceras partes procedían de las provincias
levantinas, desde Castellón a Murcia, donde la tradición agraria les
convertía en trabajadores muy apreciados por los patronos franceses. Los
dedicados a estas labores del sector primario constituían un 30% de la
población activa de origen español, siendo la construcción, la metalurgia, la
industria alimenticia y la industria química los otros destinos laborales más
habituales.
Las lamentables condiciones en las que se encontraba instalada esta
población emigrante española no debían constituir un hecho anecdótico si
consideramos algunas protestas publicadas en la época, como la carta
dirigida por el cardenal Segura a Alfonso XIII, en las que se denunciaba
una auténtica dejación de las autoridades españolas respecto de sus
obligaciones con sus emigrados.232 Parece inconcebible que con tal
volumen de presencia española en Francia no existiera una convención
sobre trabajo y asistencia social entre los dos países hasta el 2 de
noviembre de 1932. Éste fue, por otro lado, el único resultado aparente de
la visita a Madrid del presidente del Consejo de Ministros francés Édouard
Herriot. En su artículo 7 dicho convenio declaró la igualdad de trato entre
los trabajadores franceses y españoles en ambos países.
La colonia francesa en España
La falta de control de fronteras hace en extremo difícil contabilizar
con cierta seguridad el número de extranjeros en la España del año 1936.
Esta circunstancia nos obliga a recurrir a fuentes indirectas para en el mejor
232 Y. Denéchère, op. cit. (1999), p. 110, ADN, Madrid Fons C 1918-1940,
expediente 594, de Corbin a Briand, nº 114-116, mayo 1929.
208
de los casos arrojar un número aproximado a la realidad. Según el censo de
1930 elaborado por el Instituto Geográfico Catastral y de Estadística,
consultado por Sevillano Carvajal, el número de franceses residentes en
nuestro país era de 16.722, casi el 20% de un total de 83.791 extranjeros.
Por entonces, la colonia francesa constituía la segunda más numerosa tras
la de Portugal, y doblaba en número a la inglesa y la alemana. Pero esta
cifra no parece reflejar la realidad, ya que se apoyaba en el recuento del
padrón, un documento cauasivoluntario para los extranjeros, más inexacto
aún si su inclusión les convertía en base imponible para la tributación de
impuestos.233 A estas cifras deberíamos añadir el intangible número de
franceses asentados en las cabilas hispano-marroquíes ocupadas por
Francia desde 1926.
Otra fuente indirecta consultada para aproximarnos más a los datos
reales puede ser el Boletín Informativo de la Oficina Central de Colocación
y Defensa contra el Paro de 1931. Este documento incluía 18.240
extranjeros trabajando en nuestro país, de los cuales 2.894 eran franceses,
constituyendo la segunda nacionalidad más numerosa en el conjunto de la
población activa extranjera, tras los alemanes (que era el doble) y con
similares cifras a los portugueses.234
Borrás Llop, siguiendo las cifras consultadas por Sevillano Carvajal,
añade algún matiz más a estas cifras. Según el recuento consular de 1930
encargado por el entonces embajador francés, Peretti de la Rocca, los
franceses instalados en España ascenderían a 11.397 personas, aunque los
mismos medios diplomáticos franceses de la época los elevaban a unas
233 V. Sevillano Carvajal, op. cit. (1936), p. 163. Sevillano Carvajal se apoya en
unas cifras publicadas en el diario El Sol, de 4 de diciembre de 1935. 234 Ibídem, p. 50.
209
20.000 personas.235 En el año 1936, la Union des Français à l´Etranger en
su órgano oficial La Voix de France, estimaba que los franceses residentes
en España suponían unas 15.000 personas.236
Más recientemente, Denéchère propone la cifra de 23.780 personas
para los años previos a la proclamación de la República, basándose también
en el recuento consular de Peretti de la Rocca. Examinando el Annuaire des
Français de l´Etranger de 1935, acota la cifra de franceses asentados en
España en unos 20.000, coincidiendo con las cifras ofrecidas por Borrás
Llop. Naturalmente, la crisis económica de los años 30 había hecho
disminuir la cifra de ciudadanos galos instalados en la década anterior.237
Cuadro II
COLONIA FRANCESA EN ESPAÑA
AÑO
PERSONAS
1930 16.722 1935 20.000 1936 15.000
Fuente: J. Mª Borrás Llop, Francia ante la guerra civil española. Burguesía, interés
nacional e interés de clase, Madrid, Centro de Investigaciones Sociológicas, 1981, p. 27;
Y. Dénèchere, La politique espagnole de la France de 1931 à 1936. Une pratique
française de rapports inégaux, París, L´Harmattan, 1999, pp. 89 y 110; V. Sevillano
Carvajal, La España… ¿de quién? Ingleses, franceses y alemanes en este país, Madrid,
Gráficas Sánchez, 1936, pp. 50 y 163.
235 J. Mª. Borrás Llop, Francia ante la guerra civil española. Burguesía, interés
nacional e interés de clase, Madrid, Centro de Investigaciones Sociológicas, 1981, p.
27. 236 Ibídem, p. 27. La colonia francesa en nuestro país constituía la sexta más
numerosa en el extranjero. Voix de France, nº 94, de julio-agosto de 1936. 237 Y. Dénèchere, op. cit. (1999), p. 89.
210
En cuanto a su distribución, el mapa de la presencia francesa en
nuestro país ofrecería sus focos de concentración más importantes en
Barcelona, debido a evidentes circunstancias de proximidad con la frontera
y desarrollo económico, Madrid y el Levante español.
A la hora de indagar la extracción social de los emigrantes franceses
que trabajaban en los años 30 en España, los datos nos informan de
personas procedentes de ámbitos sociales medios-altos, ocupando cargos de
carácter técnico, como ingenieros o contables. Debemos destacar el alto
porcentaje de enseñantes, religiosos y laicos, que desarrollaban su labor en
los numerosos centros docentes franceses diseminados por la geografía
española.238 Por otro lado, el número de franceses con negocio propio era
pequeño. Según un recuento de las cuatro Cámaras de Comercio francesas
en España de 1930, tan sólo 342 encajarían en esta categoría.239 En
definitiva, el perfil socioeconómico del emigrante francés en España era el
de un asalariado cualificado, empleado en empresas con presencia
destacada de capital francés.
Posiblemente, la comunidad francesa era la colonia extranjera que se
encontraba más organizada y cohesionada de cuantas existían en nuestro
país. Contaba con toda una red de cámaras de comercio y sociedades de
ayuda mutua y beneficiencia que recibían subvenciones del Ministerio de
Negocios Extranjeros galo. Además, había articulado órganos propios de
expresión escrita como el Journal des Etrangers, editado en Barcelona
238 J. Mª. Borrás Llop, op. cit. (1981), p. 28. Según el autor, existirían 74 centros
docentes de origen francés, frecuentados por unos 15.000 alumnos, de los cuales 500
eran franceses. 239 Ibídem, pp. 63 y 127-128.
211
desde 1929,240 o el Journal de Français en Espagne, que comenzó a
publicarse en enero de 1936, como un proyecto personal del embajador
Herbette.241
240 Ibídem, p. 29. 241 Y. Dénèchere, op. cit. (1999), p. 89. Herbette encargó su puesta en marcha al
publicista Moisy.
212
2. Las negociaciones comerciales en el periodo republicano
En el año 1913, las inversiones francesas en España representaban el
64% de las inversiones extranjeras totales existentes en el país. Un 65% de
estas inversiones correspondían a ferrocarriles y un 18% a minas.242 A
medida que afluían a España inversiones procedentes de otros países, las
francesas entraron en un proceso de contracción, acelerándose dicha
tendencia debido a la compra de una parte importante de los valores
franceses invertidos en los ferrocarriles españoles por parte del capital
autóctono. Durante los años de la República, Francia terminó de perder esa
posición de privilegio. Para entonces, el principal inversor en nuestro país
era Gran Bretaña con un 40% de las inversiones, por delante de los Estados
Unidos con un 23% y Francia con un 18%.243 Según el historiador D. W.
Pike, las inversiones francesas en España en el año 1936 ascendían a 135
millones de dólares.244 No obstante, continuaron creándose en nuestro país
nuevas empresas con capital galo como Potasas Ibéricas en 1929 o filiales
de otras sociedades francesas como Michelin en 1932.
242 Datos publicados por J. Mª. Borrás Llop, op. cit. (1981), p. 22, obtenidos de
A. Broder, « Les investissements étrangers en Espagne au XIX siècle: méthodologie et
quantification », Revue d´Histoire Economique et Sociale, 1976, nº 1, pp. 29-63. 243 A. Viñas, La Alemania Nazi y el 18 de julio. Antecedentes de la intervención
alemana en la guerra civil española, Madrid, Alianza, 1977, pp. 219-221. 244 D. W. Pike, op. cit. (1975), p. 59.
213
Cuadro III
INVERSIONES FRANCESAS EN ESPAÑA
1913
64% (65% ferrocarriles, 18% minas)
1931-1936*
18% (1936, 135 mill. $)
Fuente: A. Broder, “Les investissements étrangers en Espagne au XIX siècle :
méthodologie et quantification”, Revue d´Histoire Economique et Sociale, 1976, nº 1, pp.
29-63 ; D. W. Pike, Les Français et la guerre d´Espagne, 1936-1939, París, PUF, 1975,
p. 59 ; Á. Viñas, La Alemania Nazi y el 18 de julio. Antecedentes de la intervención
alemana en la guerra civil española, Madrid, Alianza, 1977, pp. 219-221.
* Gran Bretaña (40%), EE. UU. (23%)
Sevillano Carvajal afirma que la masa de capital francés se
canalizaba en los años treinta hacia negocios pequeños.245 En otra
dimensión mayor destacaban las inversiones en el sector extractivo, donde
sobresalía la Sociedad Minera y Metalúrgica de Peñarroya, constituida en
París en 1881. Esta empresa incluía el Ferrocarril Conquista-Puertollano, la
Fundición de Plomo de Cartagena y la de Linares, las minas de plomo de
Horcajo, Mazarrón y Villanueva del Duque y las de carbón de Puertollano
y Bélmez. Además contaba con filiales como la Compañía Minera de
Sevilla, la Compañía Minera de Badajoz y la Compañía de Tratamientos
Minerales por Flotación. Su importante relación con el Estado español se
manifiesta en dos datos: esta empresa recibía cuando menos subvenciones
estatales por el mantenimiento de la línea de ferrocarril Valdepeñas-
Puertollano por valor de 665.077 pesetas al año y vendía gasolina a
CAMPSA procedente de la destilación de pizarras de Puertollano por valor
de unas 500.000 pesetas anuales.246
245 V. Sevillano Carvajal, op. cit. (1936), p. 131. 246 Ibídem, pp. 134-138.
214
Destacan en el mismo sector por su importancia tanto estratégica
como laboral la Sociedad Francesa de Piritas de Huelva y la mencionada
Potasas Ibéricas que en 1932 comenzó a explotar los yacimientos del
Sallent en Barcelona. Otras empresas francesas dedicadas a la extracción de
minerales eran la Compañía Andaluza de Minas, la Solvay y Compañía, La
Cruz de Linares, las Minas de Suria y la Sociedad Franco-Belga de
Somorrostro.
En la banca, despuntaban dos establecimientos de larga tradición
como eran la Société Generale de Banque y el Crédit Lyonnais. El capital
francés mantenía todavía por entonces la Compañía Internacional de
Coches-Cama, por la que recibía del Estado español una subvención anual
de 100.000 pesetas y el monopolio del correo postal aéreo con la empresa
Aeropostal, más conocida como L.A.P.E. (Líneas Aéreas Postales
Españolas). Esta empresa mantenía un servicio permanente de ruta desde el
aeropuerto de Barajas (Madrid) hasta Le Bourget (París) vía Toulouse y
Burdeos.247
En 1931 comenzamos a detectar dificultades de pago, litigios
financieros, reducción de personal y el cierre de ciertas agencias de
empresas francesas. Sin embargo, la crisis no afectó de igual modo a todas
las inversiones francesas. De hecho, la Sociedad Minero y Metalúrgica de
Peñarroya ofreció beneficios de más de trece millones de pesetas en el año
1931; y otras empresas, como Michelin, se decidieron a instalar filiales en
España con el objetivo de no perder su cuota de mercado en un momento
de proteccionismo generalizado.248
247 G. Howson, Aircrafts on the Spanish Civil War, Londres, Putnam, 1990, pp.
7 y 291. 248 Y. Dénèchere, op. cit. (1999), p. 91.
215
La estructura del comercio exterior español no había variado en el
período que nos ocupa respecto del siglo anterior en su orientación franco-
británica, si exceptuamos el descenso en el ranking de Francia y la
aparición destacada desde principios del siglo XX de los Estados Unidos.
Lo que sí se constata es el colapso que sufrió en su conjunto durante el
quinquenio republicano. Las importaciones descendieron hasta tocar fondo
en 1933, sufriendo una pequeña recuperación en el año 1935. La trayectoria
de las exportaciones, por su lado, llegó a su momento más delicado en ese
mismo año. Este descenso, especialmente el de las exportaciones de
naranjas, contribuyó decididamente al deterioro de la balanza comercial y a
la subsiguiente reducción de entrada de divisas.
Herbette comenzó el año 1936 acentuando en sus despachos su
atención hacia las dificultades por las que atravesaban las finanzas
españolas. El 18 de enero, en un informe sobre las dificultades monetarias
españolas, subrayaba la intervención en el Consejo de Ministros del día
anterior del titular de Hacienda en el gobierno de Manuel Portela
Valladares (1867-1952), Manuel Rico Avelló (1886-1936),249 evidenciando
la difícil situación que atravesaba la Central de Divisas. El panorama que
mostraba el ministro no podía ser más preocupante: el déficit ascendía a
416 millones de pesetas.250 Al mes siguiente, el embajador volvía a hacerse
eco de estas dificultades analizando un artículo de La Vanguardia en el que
se denunciaban los problemas de los industriales catalanes para efectuar sus
exportaciones debido a la falta de divisas. En ese mismo sentido, en otra
249 Ocuparía el cargo de Alto Comisario del Protectorado español en Marruecos
desde donde promovería la expedición por la que el coronel Osvaldo Capaz Montes
ocuparía Ifni a bordo del cañonero Canalejas. 250 ADQO, E-246, Nº 83, de 18 de enero de 1936.
216
crónica de Antonio Bermúdez Cañete,251 corresponsal de El Debate en
París, se informaba del desplome de la peseta en la Bolsa parisina tras las
recientes elecciones que habían llevado al poder al Frente Popular. El
periodista afirmaba que las autoridades españolas se habían visto obligadas
a depositar oro en el Banco de Francia para mantener la cotización de la
maltrecha moneda española.252 Un mes más tarde, el embajador francés
focalizaba sus informes sobre el decreto de urgencia que el Ministerio de
Finanzas había publicado para conseguir la repatriación de moneda
española.253 En abril, Herbette adelantaba la impresión que le habían
sugerido unas recientes declaraciones a la prensa de Rico Avelló:
Es muy posible, a juzgar por estas declaraciones, que el Gobierno
español considere el establecimiento de un control más estricto de las
251 I. Monje Gil, “El triunfo de Hitler en la prensa española de la Segunda
República”, Cuadernos Republicanos, Nº 55, 2004, pp. 67-84. AMAE, R-698-14.
Antonio Bermúdez Cañete fue corresponsal de El Debate en Berlín y un entusiasta del
fenómeno nacionalsocialista. Sus apasionadas crónicas, impregnadas de desmesurados
tintes épicos, fueron de una profunda fascinación por la figura de Hitler. Cuando la
actitud de los nazis hacia los católicos no fue la esperada por la curia vaticana, el ardor
hitleriano del corresponsal menguó, hasta tal punto que en enero de 1935 fue expulsado
de Alemania. Las razones aducida por las autoridades nazis para tal expulsión se
basaron en un desafortunado comentario de Bermúdez Cañete en una crónica del día 18
de enero de 1935, sobre una posible enfermedad del Fürher. Parece ser que los motivos
dados por el gobierno alemán no fueron más que una excusa para deshacerse de un
incómodo testigo en un momento caracterizado por la mala situación de los católicos en
Alemania, a pesar del tan celebrado Concordato entre Alemania y la Santa Sede firmado
en julio de 1933. 252 ADQO, E-246, Nº 261, de 27 de febrero de 1936. 253 ADQO, E-246, Nº 372, de 19 de marzo de 1936.
217
cuentas corrientes de los exportadores, para obligarles a acelerar la
repatriación de sus haberes en el extranjero.254
El tiempo daba razón a esta acertada observación cuando el 13 de
junio La Gaceta de Madrid publicó el establecimiento de un juez especial
encargado de la represión de delitos de evasión de capitales.255
Dentro del cuadro de la exportación española, las naranjas siguieron
suponiendo, con un 20-25% del total de las exportaciones en todo el
quinquenio, el primer producto de salida del país. En realidad, un reducido
grupo de productos (aceite de oliva, almendras, minerales de hierro,
vinos…) concentraban un amplio porcentaje de las exportaciones
españolas. Esta circunstancia, sumada a que esos flujos no eran
fundamentales para los países receptores (excepto las piritas, los minerales
de hierro y el wolframio), situaba a nuestro país en una débil posición a la
hora de entablar negociaciones comerciales bilaterales. Otro notable factor
de consideración era el hecho de que las importaciones españolas procedían
de un gran número de países, mientras que un 55% de las exportaciones
eran absorbidas por tan sólo cuatro países: Gran Bretaña, Francia,
Alemania y Estados Unidos.256
El descenso del grado de influencia de Francia en la economía española respecto
al siglo anterior se patentiza en que durante el lustro republicano, Francia constituía el
cuarto país suministrador más importante para España (3,7% de las importaciones
hispanas) tras los Estados Unidos (15,1%), Gran Bretaña (6,9%) y Alemania (6,4%).
Sin embargo, en ese mismo quinquenio, Francia mantenía una posición de privilegio
254 ADQO, E-246, Nº 485, de 9 de abril de 1936. 255 ADQO, E-246, Nº 764, de 16 de junio de 1936. 256 A. Viñas, Política Comercial Exterior de España, 1931-1975, vol. I, Madrid,
1979, pp. 126-140.
218
como el segundo mejor cliente de España (14,6% de las exportaciones hispanas) tras
Gran Bretaña (21,8%) y por delante de los Estado Unidos (6,9%) y de Alemania
(6,9%).257 Por lo que respecta al comercio exterior de Francia, España constituía en
1931 una potencia de segundo orden en el conjunto de la economía francesa. En una
clara demostración asimétrica, España aparecía como el noveno país suministrador
(3,3% de las importaciones francesas) y como su undécimo cliente (2,2% de las
exportaciones francesas). Aunque la balanza comercial franco-española fue favorable al
vecino del sur durante todo el lustro republicano, las cifras anteriormente descritas nos
llevan a la conclusión de que las importaciones y exportaciones españolas representaban
un factor de escasa importancia no sólo para el país vecino, sino para todo el arco de los
países más desarrollados de la época.
Cuadro IV
EXPORTACIONES/IMPORTACIONES ESPAÑOLAS (1931-1936)
DESTINO/ORIGEN Exportaciones Importaciones
Gran Bretaña 21,8% 6,9%
Francia 14,6% 3,7%
Estado Unidos 6,9% 3,7%
Fuente: Á. Viñas, Política Comercial Exterior de España, 1931-1975, vol. I,
Madrid, Banco Exterior de España, 1979, pp. 126-140.
257 A. Viñas, Franco, Hitler y el estallido de la Guerra Civil, Madrid, Alianza,
2003, p. 222. Debemos destacar que en el año 1935, Francia había cedido el segundo
puesto a una Alemania que irrumpía en la economía española con verdadera robustez y
celeridad.
219
Cuadro V
EXPORTACIONES/IMPORTACIONES FRANCESAS (1931)
Exportaciones francesas hacia España
2,2%
Importaciones francesas desde España
3,3 %
Fuente: Á. Viñas, Franco, Hitler y el estallido de la Guerra Civil, Madrid,
Alianza, 2003, p. 222.
Sólo una salvedad rompía este esquema, que bien utilizada, podía
reequilibrar ligeramente la desfavorable posición española: una parte
importante de las exportaciones hispanas estaban constituidas por
minerales de alto valor estratégico y de casi uso exclusivo militar. El 31%
del mineral de hierro importado por Gran Bretaña y el 26% del importado
por Francia era de origen español.258 De igual manera, Francia compraba en
España el 69% de sus importaciones de piritas y Gran Bretaña el 66%,259 en
dura competencia con el 55% que compraban los alemanes.260 Por
258 A. Viñas, op. cit. (2003), pp. 248-249. España mantuvo permanentemente su
puesto como tercer exportador mundial de mineral de hierro en una tendencia
descendente, a mucha distancia de Francia y Suecia. En 1935, España producía el 6,6%
del total mundial. 259 AMAE, RE-135-7, Archivo Azaña. 1938. Las piritas constituyen la materia
prima fundamental para la producción de ácido sulfúrico, esencial en la industria
química, y por consiguiente en las comunicaciones. La producción de piritas españolas
estaba prácticamente en manos de empresas británicas, destacando Río Tinto Co. Ltd. y
Tharsis Sulphur & Koper Co. Ltd. Durante la guerra española uno de los mayores
alicientes para establecer agentes británicos y franceses en Salamanca e, incluso, un
posible reconocimiento de beligerancia al bando rebelde, lo constituía el
restablecimiento del flujo comercial de piritas hacia las potencias democráticas. 260 E. Moradiellos, op. cit. (1990), pp. 77-90; A. Viñas, op. cit. (2003), p. 254.
220
entonces, no escapaba a los franceses el creciente interés del Reich por los
yacimientos minerales españoles, especialmente aquellos que podían ser
empleados en la fabricación de aceros especiales.261
Cuadro VI
IMPORTACIONES DE MINERAL DE HIERRO/PIRITAS ESPAÑOLES (1931)
Mineral de hierro Piritas
Gran Bretaña 31% 69% Francia 26% 66%
Alemania 55%
Fuente: AMAE, R-135-7, Archivo Azaña. Guerra Civil Española, Relaciones
Internacionales, Francia, 1938; E. Moradiellos, Neutralidad benévola. El gobierno
británico y la insurrección militar española de 1936, Oviedo, Pentalfa, 1990, pp. 77-90;
Á. Viñas, Franco, Hitler y el estallido de la Guerra Civil, Madrid, Alianza, 2003, pp.
248-249 y 254.
261 ADQO, E-250, Nº 55, de 24 de enero de 1933. En este informe confidencial,
Herbette alertaba a París del interés alemán por los yacimientos de tugsteno de
Mazaricos y del río Tambre en la ría de Pontevedra y Muros, del valle de la Serena en
Don Benito, de Barruecopardo en Salamanca, de la Beira Baixa en Portugal y
Peñaparda y San Martín de Trebejo en Cáceres; de molibdeno de Oria en Sierra Nevada
y en la Sierra de la Estancias en Almería; de wolframio y cobalto-níquel de la Sierra de
Cuera en Oviedo; y de bismuto de Córdoba, San Juan de Plan y Bisauri en Vizcaya.
221
3. El comercio hispano-francés: las tensiones empresariales y
laborales
Analizando los certeros informes que Herbette envía a París en
vísperas de la Guerra Civil, se llega a la conclusión de que el embajador
francés consideraba que la importancia de España para Francia era superior
a la potencia material que el país representaba en el conjunto de la escena
internacional del convulso año de 1936. A juicio del embajador, con
España constantemente acosada por la alternativa de la anarquía o el
despotismo, Francia tenía el mayor interés en facilitar la labor del gobierno
español para restablecer el orden interior. Temía que no solamente las
empresas francesas instaladas en España fueran amenazadas, sino que el
norte de África podía ser alterado en sus bases con una España
convulsionada. Así, Herbette defendía el establecimiento de una alianza
entre los dos países en el dominio económico cimentado en la garantía
francesa de absorber un alto porcentaje de las exportaciones españolas para
dar oxígeno a sus créditos e importaciones.262
No obstante, Herbette constataba como las grandes empresas, y
también las extranjeras sufrían una creciente conflictividad, y temía que
aquellas con fachada española y capital foráneo sufrieran este mismo trato
en un futuro no muy lejano. El empleo de extranjeros era cada vez más
criticado y las ayudas de los poderes públicos estaban condicionadas a la
restricción de este personal, e incluso, del capital que venía del exterior.
Estas señales representaban la realidad perceptible del nacionalismo
económico imperante en las economías europeas desde hacía un lustro, del
que España era partícipe en gran medida. A este fenómeno nuestro país
262 ADQO, E-213, Nº 719, de 4 de junio de 1936.
222
añadía otros síntomas críticos particulares: la reducción de su emigración,
la falta de desarrollo intensivo de la agricultura y la industria, y la abultada
presencia de capital extranjero.263
Un ejemplo paradigmático de lo certero del análisis del embajador
era la situación del buque insignia del capital francés invertido en España:
la Sociedad Minera y Metalúrgica de Peñarroya. Como otras grandes
empresas se había visto sacudida por la aplicación del Decreto de 29 de
febrero de 1936 que obligaba a readmitir a los obreros despedidos por los
acontecimientos revolucionarios de octubre de 1934 e indemnizarles con
efectos retroactivos por los salarios no cobrados desde entonces. La estricta
administración de tal disposición ponía en serio peligro la viabilidad
económica de muchas empresas. La resistencia a dicha imposición
gubernamental acarreó numerosos incidentes que traslucían la indefensión
empresarial ante la presión obrera y la inhibición estatal. Y esta misma
inhibición nutría la sospecha de los que advertían en el escenario nacional
la sombra de la anarquía y la virtual ausencia de un poder sólido que
garantizara las inversiones y los intereses extranjeros.
El 6 de marzo del año 1936, tres ingenieros de la empresa citada
fueron secuestrados en la “casa del pueblo” como protesta por la negativa
patronal a readmitir cuarenta obreros que se negaban a pasar el preceptivo
reconocimiento médico exigido por las compañías aseguradoras. El
gobernador civil resolvió la readmisión de los obreros, obviando pasar el
reconocimiento médico, así como de los secuestradores. A la vista de estos
hechos, Herbette teñía de escepticismo el futuro de la República: “las
autoridades españolas no parecen darse cuenta de la importancia que estos
263 ADQO, E-261, Nº 478, de 9 de abril de 1936.
223
acontecimientos comportan”.264 Unos días más tarde el embajador daba
cuenta en una comunicación de la visita del director general de la compañía
a los pozos. La falta de un programa de reivindicaciones claro, la
incapacidad de los delegados sindicales para mantener su autoridad y el
continuo sabotaje de la producción convencían al máximo responsable de
la empresa que la salida más acertada era su venta al Estado, vista la
inexistente libertad de acción de los dueños, ni las garantías para recuperar
los capitales invertidos.265
Conflictos laborales similares se desarrollaron en aquella primavera
en Potasas Ibéricas, empresa de mayoritario capital galo, obligada según el
mencionado decreto a readmitir a 500 obreros, el 60% de su plantilla, y a
indemnizarlos con 700 pesetas a cada uno, unas 350.000 pesetas. Esto,
según el embajador, suponía la quiebra de la sociedad. Al respecto,
Herbette alertaba de que las autoridades habían ordenado a la Guardia Civil
abstenerse de toda intervención para evitar las amenazas a los ingenieros
franceses y sus familias.266
Análoga falta de protección sufrían los responsables de las empresas
francesas responsables de los trabajos del puerto de Santa Cruz de Tenerife,
donde la conflictividad social y laboral se tradujeron en actos de acción
directa como el asesinato del gobernador civil de la plaza, el lanzamiento
de bombas contra los directivos o la colocación de explosivos contra la
producción de fluido eléctrico. Para Herbette la falta de comprensión y
264 ADQO, E-261, Nº 108, de 18 de marzo de 1936. 265 ADQO, E-251, Nº 665, de 16 de abril de 1936. 266 ADQO, E-261, Nº 150, de 6 de abril de 1936.
224
protección de las autoridades ponía en serio compromiso la seguridad del
personal.267
Esta situación no era privativa de los territorios peninsulares e
insulares españoles, sino que también afectaba a sus posesiones coloniales.
En el caso de la ciudad internacional de Tánger, la situación se hizo
particularmente delicada para la estabilidad de la administración
internacional en esa zona estratégica por la convocatoria de una huelga
general el 10 de mayo por la jornada de 8 horas, la ocupación del consulado
español el 2 de junio y otra huelga general el día 12. Como resultado, las
potencias presentes en la ciudad internacional se retractaron de su
compromiso previo por el que se concedía a un español el cargo de
Administrador de Tánger durante los siguientes seis años. El 3 de junio
ingleses, franceses e italianos denunciaron en la Asamblea “la carencia
total de la Autoridad consular española” como causa de conflictos y
aplazaron la elección. El diario Morning Post fue más contundente al
describir la situación: “con una España que se desliza rápidamente hacia el
comunismo, Tánger estaría a cargo de un administrador comunista con
autoridad sobre la policía y la seguridad pública”.268
En esta atmósfera de inestabilidad, percibida diáfanamente por las
autoridades francesas, el 2 de abril de 1936 el embajador exhortó en una
nota verbal al ministro de Estado a iniciar conversaciones en el plazo de
tres meses para llegar a un acuerdo sobre el reglamento a seguir para
satisfacer los litigios existentes por los empréstitos españoles realizados en
Francia en relación a los Ferrocarriles del Norte de España, la línea
267 ADQO, E-261, Nº 87, de 14 de marzo de 1936. 268 E. Moradiellos, Neutralidad benévola. El gobierno británico y la
insurrección militar española de 1936, Oviedo, Pentalfa, 1990, p.130.
225
Madrid-Zaragoza-Alicante, los Ferrocarriles Andaluces, el tranvía de
Valencia y los préstamos concedidos a las municipalidades de Cartagena y
Alicante.269 La invitación constituía, sin duda, un recurso disuasorio frente
a la indefensión que sufrían los intereses franceses en la España
republicana.
269 ADQO, E-246, Nº 455, de 2 de abril 1936.
226
227
Capítulo 3
El gobierno del Frente Popular en España
(febrero-julio de 1936)
228
229
1. Dinámica política y conflictividad social bajo el gobierno
frentepopulista. La conspiración contra el régimen republicano
Las elecciones del 16 de febrero de 1936 supusieron el empate
culminante y la virtual neutralización de los tres proyectos políticos de
sociedad que se disputaron España durante el periodo republicano:
Reforma, Reacción y Revolución. Dichos proyectos representaban en sí
mismos la evidencia de la guerra civil que se desarrollaba en el Viejo
Continente durante el periodo de entreguerras.270 La Reforma, con su
aspiración de modernización europeizante y democrática, y la Revolución,
con sus sueños de mutación social, fueron de la mano a las elecciones en un
acoplamiento constreñido y mudable frente a la Reacción, abanderada del
legado ultranacionalista y conservador. Quizá aquella jornada supuso la
última oportunidad para apartar la sombra de este enfrentamiento del
abismo que suponía un conflicto armado. Por ello, lejos de asumir
supuestos tácitos, creemos pertinente la asunción incontrovertible de que en
las últimas elecciones del quinquenio republicano español se enfrentaron
los dos bloques que meses más tarde se encontrarían en trincheras opuestas
tras la asonada militar del 17 de julio de 1936.
270 S. Berstein, Los regímenes políticos del siglo XX, Barcelona, Ariel, 1996, p.
19.
230
Los intentos previos a las elecciones desplegados por el Presidente
de la República, Niceto Alcalá Zamora (1877-1949), y el Presidente del
Gobierno saliente, Manuel Portela Valladares, encaminados a articular un
centro político que mitigara la bipolarización cainita de las fuerzas en
concurso, encontraron escaso eco en un electorado inoculado con el virus
de la violencia justificativa que no consideraba ninguna alternativa
disponible a la eliminación física del contrario ideológico. En la izquierda,
la opción republicana mantuvo su compromiso con las organizaciones
obreras y acudió a la cita electoral, en su gran mayoría, integrada en las
listas del Frente Popular. Esta coalición presentó un programa moderado,
reactualización de lo realizado en el primer bienio, mediatizado por la
amenaza fascista, junto con una promesa de amnistía muy atractiva para las
fuerzas proletarias y una ausencia diáfana de aspectos socializantes
encaminada a captar los votos de centro que para sí pretendían las máximas
autoridades del Estado.
En el seno de la derecha sociológica, sus dirigentes no encontraron
tal consenso, ni siquiera de manera temporal. La Confederación Española de
Derechas Autónomas (CEDA) pretendía crear un frente único con el
singular objetivo de evitar que las izquierdas se alzaran con la victoria, y
poder gobernar, según la normativa electoral que primaba las mayorías, con
más margen que en el bienio anterior. El partido católico mayoritario
presentó las elecciones como una lucha entre la supervivencia o la
destrucción, entre el bien y el mal. Sobre la presunción de estas premisas se
antojaba imposible un acuerdo masivo con las dispares fuerzas de la
derecha, en cuyo interior oponerse al peligro revolucionario no ocupaba la
totalidad de sus desvelos. Los monárquicos de diverso signo no se avenían
a la formación de listas comunes para subyugar su supuesto potencial
movilizador. La Falange Española, marginal todavía, pero en fase de
231
crecimiento, prefirió acudir a la cita electoral en solitario. Los radicales,
con el recuerdo fresco de la legislatura que recién acababa, no se fiaban del
ansia fagocitador de los católicos, y menos atractivo les producía aparecer
junto al extremismo monárquico, representado por un exaltado José Calvo
Sotelo (1893-1936) que no dudaba en adelantar que las Cortes elegidas el
16 de febrero serían las últimas en mucho tiempo. En fin, el resultado
electoral constituyó el balance de una neutralizadora dispersión de listas
que contribuyó a llevar a la derecha a la derrota.
La participación del electorado alcanzó la alta cifra de un 72,9 %, lo
que confería a la jornada la tintura que colorea las ocasiones
trascendentales. Los resultados arrojaron, como era de esperar, una clara
polarización de los escrutinios. Las izquierdas ganaron por estrecho margen
en número de votos, pero con un triunfo incontestable en cuanto a escaños
en las Cortes. Los estudios del profesor Tusell ofrecen unos datos en los
que las izquierdas obtuvieron un 47,1 % de los sufragios, la derecha un
45,6 y el centro un 5,3.271 Sin embargo, trabajos posteriores demuestran
que no parece tan evidente delimitar los márgenes de lo que los
especialistas consideran el centro político en una oferta electoral tan
amplia. Por ejemplo, Linz y de Miguel calcularon un 42,9% para las
izquierdas, un 30,4 para las derechas y un 21,1 para este inacotable
centro.272 En cualquier caso, al contrario de lo sucedido en 1933, la
izquierda se vio beneficiada por la incidencia de la desunión de sus
adversarios en un modelo mayoritario establecido por la ley electoral
vigente, que le concedió una holgada mayoría, mientras la CEDA se
271 J. Tusell, Las elecciones del Frente Popular, Madrid, Edicusa, 1971, vol. II,
p. 13. 272 J.J. Linz y J.M. de Miguel, Hacia un análisis regional de las elecciones de
1936 en España, REOP, 48, 1977, p. 34.
232
convertía en la mayor fuerza en la oposición, pero sin demasiado margen
de maniobra parlamentaria, y los radicales se hundían estrepitosamente,
víctimas de su innata ambigüedad y los escándalos de corrupción de la
anterior legislatura. La traducción de los sufragios a asientos en Cortes
ofreció una aplastante victoria del Frente Popular con 278 escaños, frente a
los 124 conseguidos por la derecha y tan sólo los 51 reservados al centro.
Para completar el cuadro expositivo de los resultados electorales,
recordemos que fuerzas marginales como falangistas y comunistas no
dejaban de serlo, y deberían esperar al enconamiento de los meses
posteriores para elevarse a la categoría de fuerzas políticas decisivas.
A las pocas horas de conocerse los primeros resultados electorales,
en las filas de la derecha cundió el pánico, y así, la oportunidad de los
catastrofistas quedó señalada en el reloj del destino republicano. En este
contexto, fue como se abrió la recurrente vía de la reacción española a la
corrección autoritaria, para conseguir mediante el uso de la violencia el
poder que las urnas le habían negado. En la madrugada del 17 de febrero, el
general Francisco Franco Bahamonde (1892-1975), todavía jefe del Estado
Mayor Central del Ejército, exhortó al general Sebastián Pozas Perea
(1876-1946), inspector general de la Guardia Civil, para que declarara el
estado de guerra en todo el territorio nacional. Pero el general Pozas no
accedió a dicho requerimiento y optó por acatar los resultados salidos de
las urnas. Análoga gestión hizo Jose Mª Gil Robles y Quiñones de Léon
(1898-1980) cerca del presidente saliente, Portela Valladares, para que
declarase el estado de guerra y anulara los comicios.273 Horas más tarde,
Calvo Sotelo advirtió al mismo Portela Valladares en el hotel Palace,
residencia habitual del político gallego, de la responsabilidad histórica que
273 J. R. Montero, La CEDA. El catolicismo social y político en la II República,
Madrid, 1977, pp. 244-268.
233
acarrearía si no aceptaba dicha propuesta. En estas circunstancias, con
semejantes coacciones y con la masa en la calle intentando asaltar las
prisiones para liberar a los represaliados de 1934, el presidente del
Gobierno, presa de un pánico insuperable, prefirió acelerar el traspaso de
poderes. El 19 de febrero, Azaña presentó un gobierno de urgencia, sin
esperar a agotar el plazo legal previsto. “Una vez más hay que segar el trigo
en verde”, escribió el nuevo presidente del Gobierno en su diario pocas
horas después de ser llamado por Alcalá Zamora para ofrecerle la
presidencia del Gobierno.274 Pese al respaldo parlamentario prometido por
socialistas y comunistas, el nuevo gabinete nacía en unas precarias
circunstancias, ya que en él tan sólo estaban representados los partidos
republicanos firmantes del Frente Popular, carentes de una implantación
electoral sólida, como la que atesoraba el socialismo, movimiento político
llamado a vertebrar, como único partido auténticamente de masas, las
transformaciones político-sociales que el país demandaba.
El postrero periodo republicano denominado por los historiadores
“Frente Popular”, paradójicamente, nunca estuvo gobernado por los
partidos firmantes de esta coalición. Los gobiernos de Azaña y Santiago
Casares Quiroga (1884-1950) entre el 19 de febrero y el 17 de julio sólo
contaron con el concurso de republicanos de izquierdas, eso sí con el apoyo
parlamentario de los partidos firmantes del Frente Popular. De hecho, no
hubo un gobierno verdaderamente frentepopulista hasta un mes y medio
después de comenzar el conflicto civil español. En cualquier caso, apenas
constituido el gobierno Azaña el 19 de febrero, el Gabinete debió acometer
la inmediata aplicación de una serie de medidas impuestas por el pacto
electoral firmado el 15 de enero de 1936 y por el desbordamiento de las
274 M. Azaña, op. cit. (1978), vol. II, p. 11. Anotación del 19 de febrero de 1936.
234
masas, retornando a la política reformista del primer bienio, y evitando
socializar la tierra, la banca y la industria. La más urgente de las medidas a
tomar y gran responsable de la victoria electoral era la amnistía política de
los encarcelados por los acontecimientos de octubre de 1934 (decreto-ley
de 21 de febrero). La propia Diputación Permanente saliente, de mayoría
centro-derechista, aprobó el 21 de febrero la medida, que afectó a más de
30.000 presos. Siete días más tarde, el 28, se dispuso, mediante decreto, la
readmisión en sus puestos de trabajo y la liquidación de los sueldos
atrasados a todos los despedidos en las jornadas revolucionarias de dos
años atrás. En este aspecto, no debemos obviar la intranquilidad que
produjo la medida en las cancillerías europeas en lo que afectaba a sus
intereses económicos en España. Si bien es cierto que algunas empresas
aprovecharon los encarcelamientos de octubre de 1934 para sanear sus
cuentas reduciendo sus plantillas de trabajadores, no lo es menos que
diecisiete meses más tarde el pago de las indemnizaciones y la readmisión
de trabajadores que ya no eran necesarios ponía en serio riesgo la
viabilidad de muchas compañías, especialmente en las que predominaba el
capital extranjero, dedicadas a la industria y la extracción.
En materia autonómica, el 1 de marzo se decretó la autorización al
Parlament de Cataluña para reanudar sus labores de gobierno y la inmediata
reposición en sus cargos del ejecutivo de la Generalitat, recuperando las
competencias anteriores a la suspensión de sus funciones el 6 de octubre de
1934. En abril, el Estatuto Vasco inició su proceso de tramitación
parlamentaria, aunque no se aprobaría hasta octubre de 1936, en plena
guerra civil. En junio, se aprobó en referéndum regional el Estatuto
Gallego, aunque el inicio de la contienda frenó su aprobación en Cortes. En
la línea del accidentalismo político que la CEDA venía practicando durante
el periodo republicano, la organización mayoritaria católica se sumó a estas
235
iniciativas, aunque en un desesperado e indudable esfuerzo por crear feudos
derechistas en la periferia española.
A los pocos días de la victoria electoral, miles de campesinos
andaluces, extremeños y manchegos, se lanzaron a ocupar las fincas de las
que habían sido desalojados en el invierno de 1934 y 1935. De los 843.872
parados registrados en febrero de 1936, el 66% eran jornaleros. Estas
ocupaciones desafiaban como hecho consumado los diligentes pasos que el
Gobierno había emprendido desde su toma de posesión. En estas
circunstancias, el Gabinete se vio obligado a dar carta de legalidad a estos
asentamientos al dictar el 28 de febrero un Decreto que anulaba los
desahucios de colonos y aparceros; y otro el 3 de marzo que devolvía a los
yunteros extremeños el arrendamiento de las tierras ocupadas según el
Decreto de Intensificación de Cultivos de 1932, acelerando los
asentamientos de los jornaleros en tierras expropiadas. Como resultado de
estos avances legislativos, entre marzo y julio de 1936 fueron asentadas
110.921 familias campesinas en 572.055 hectáreas expropiadas, frente a las
12.260 familias asentadas en 116.837 hectáreas en los tres años previos.275
Finalmente, el 11 de junio, apenas un mes antes del inicio de la
insurrección militar, se derogó la Reforma de la Reforma Agraria de agosto
de 1935 y se repuso la Ley de Bases de 1932.
275 E. Malefakis, Reforma agraria y revolución campesina, Barcelona, Ariel,
1976, pp. 432-433; M Tuñón de Lara, Tres claves de la Segunda República. La cuestión
agraria, los aparatos del Estado, Frente Popular, Madrid, Alianza editorial, 1985, pp.
84-85. El 25 de marzo, la Federación Nacional de Trabajadores de la Tierra (FNTT)
lideró la ocupación de 3.000 fincas por parte de 60.000 campesinos sólo en la provincia
de Badajoz.
236
Llegado Azaña al poder, las relaciones Iglesia-Estado parecieron
pasar por un cierto entendimiento. La difícil situación de los católicos en
los diversos países donde fuerzas fascistas o pseudofascistas y comunistas
habían alcanzado el poder, especialmente en Alemania, y, por supuesto, en
la Rusia soviética, determinaron que la Santa Sede adoptara una posición
conciliadora, alejada de los extremismos que buena parte de la curia
española manifestaba hacia el régimen republicano. Prueba de ello lo
constituyó la concesión del placet a Luis de Zulueta para ejercer la función
como embajador español ante la Santa Sede, rechazado anteriormente en
1931. Pero esta atmósfera de entendimiento chocaba con los compromisos
electorales del Frente Popular y la intolerancia de los dirigentes católicos.
En mayo, el Ministerio de Instrucción Pública, dirigido como en 1931 por
Marcelino Domingo Sanjuán (1884-1939), decretó el cierre provisional de
los colegios católicos, restableció la coeducación en las aulas y completó
las transferencias en materia de educación a la Generalitat catalana. Así,
finalizaba esta efímera tregua entre el poder espiritual y el temporal en la
España de 1936. Desde entonces, el radicalismo del poder eclesiástico
español y el “jacobinismo” del Ejecutivo arrinconaron el más mínimo ápice
de compromiso, convirtiendo a cada una de estas posturas en argumentos
destacados del intercambio de golpes en la escena política española.
La política militar del nuevo gobierno se centró en primer lugar y
como medida de prevención, en dispersar a los altos mandos que se
suponían desafectos al régimen republicano, alejándolos de los principales
centros de poder. Así, el general Manuel Goded Llopis (1882-1936) fue
enviado a Baleares, el general Francisco Franco, destituido de su cargo de
jefe del Estado Mayor Central del Ejército, fue trasladado a Canarias, y el
general Emilio Mola Vidal (1887-1937) transferido a Pamplona. Este
último traslado constituyó un auténtico golpe de suerte para los futuros
237
sublevados, ya que desplazaba al futuro director de la conspiración desde
Marruecos, donde había conocido la creciente radicalización de las
guarniciones, al corazón geográfico del carlismo, movimiento reaccionario
que desde Navarra, podía contar con un cierto grado de apoyo popular en
una sublevación.276 Desde allí, Mola comenzó a canalizar las diversas
conspiraciones que se urdían en el país para vertebrar la rebeldía latente
que laceraba la lealtad republicana en muchos cuarteles.
La anterior desunión en las filas de la derecha contrastó durante la
primavera de 1936 con la convergencia que vivieron dichas fuerzas en un
proyecto común: el acoso y destrucción del régimen republicano como
alternativa a su imposibilidad de alcanzar el poder a través de los cauces
establecidos por la Constitución democrática de 1931. La vía catastrofista
que se había instalado en el seno del conservadurismo español comenzó a
convivir con la conspirativa, en un urgente intento de coordinar las fuerzas
contrarrevolucionarias para una eficaz defensa del orden social.277 Y así,
todas las tramas conspiratorias planeadas ante el posible triunfo de las
izquierdas fueron coincidiendo, desde el mismo momento de la publicación
de los resultados electorales de febrero de 1936, en elevar al Ejército a la
categoría de única esperanza disponible para recuperar el poder. De alguna
manera, el fracaso de la vía legal y parlamentaria de Gil Robles hacia el
corporativismo alentó a los partidarios de la insurrección militar,278 y el
276 G. Jackson, La República española y la guerra civil, Barcelona, Crítica,
1999, p. 207. 277 M. Tuñón de Lara, “La España del Frente Popular”, Historia 16. La Guerra
Civil, vol. 2, El Frente Popular, Madrid, 1986, pp. 6-63. 278 G. Cardona, “Militares y república: entre la lealtad y la conspiración”,
Historia 16, número especial 50 aniversario de la República de Abril, año VI, nº 60,
1976, pp. 78-85.
238
Ejército, como única corporación del Estado con el monopolio del uso de
las armas y del ejercicio de la violencia legítima,279 sustituyó en el
entendimiento de los enemigos del régimen a las fuerzas civiles, que en
otras circunstancias deberían haber liderado el derribo de la República. La
conspiración militar se impuso progresivamente a la trama civil, y con ello
la supuesta sublevación popular dio paso a la preparación de un
pronunciamiento militar, donde el Ejército se reservaría la dirección militar
y política, con apoyo subsidiario civil, al modo del golpe de 1923, en la
más estricta tradición del pretorianismo militar español.
El Ejército había ido desarrollando durante el primer tercio del siglo
XX un verdadero desprecio hacia lo que consideraba la ineptitud de los
políticos profesionales. En todos los niveles existía la convicción de que las
autoridades militares podían intervenir en política para defender el orden
social y la integridad territorial de España. El mismo Gil Robles, sabedor
de que su hora había pasado, puso a disposición de los conspiradores los
fondos electorales de la CEDA. El 8 de marzo de 1936 se celebró una
reunión en el domicilio madrileño de un miembro de la CEDA, en la que se
decidió alzarse en armas contra el Gobierno. Los presentes acordaron
organizar un pronunciamiento sin carácter político definido que coordinaría
una junta de generales presidida desde Lisboa por el general José Sanjurjo
Sacanell (1872-1936). En la nómina de esta junta se encontraban Ángel
Rodríguez del Barrio (1876-1936) (en calidad de representante de
Sanjurjo), Emilio Mola, Francisco Franco, Andrés Saliquet Zumeta (1877-
1959), Joaquín Banjul Goñi (1880-1936), Miguel Ponte y Manso de Zúñiga
(1882-1952), Luis Orgaz Yoldi (1881-1946) y José Enrique Varela Iglesias
(1891-1951). Fijaron la fecha del 20 de abril para iniciar el golpe. Pero la
279 E. Moradiellos, El reñidero de Europa, Barcelona, Península, 2001, p. 43.
Cfr. S. Payne, op. cit. (1966) y G. Cardona, op. cit. (1983).
239
detención de Orgaz y Varela y la enfermedad de Rodríguez del Barrio
abortaron este proyecto. Tras la frustración de otro alzamiento organizado
por Goded para el 29 de mayo en Valencia, la conspiración pasó a ser
dirigida desde Pamplona por el general Mola, que recibió el nombre en
clave de Director, asistido en la coordinación por el coronel Valentín
Galarza, referido en el círculo de los insurrectos como el Técnico.280
En estos planes se involucró la Unión Militar Española (UME), una
organización corporativa y clandestina de militares conservadores fundada
a finales de 1933 por el comandante Bartolomé Barba Hernández (1895-
1967). Se trataba de un grupo de militares ofendidos por las reformas de
Azaña y que quedaron muy confusos por el fracaso de la sublevación de
Sanjurjo en agosto de 1932. Por su parte los tradicionalistas, crearon una
Junta Suprema Militar de Guerra con el objetivo de lanzar un movimiento
insurreccional propio. En el sector falangista, José Antonio Primo de
Rivera y Sáenz de Heredia (1903-1936) no dio su visto bueno a la
colaboración en la insurrección hasta finales de mayo desde la cárcel de
Alicante, debido a las grandes exigencias políticas que le conferirían un
destacado rol político en caso de éxito. Los únicos que se adhirieron al
movimiento sin reticencias, un tanto aislados de la masa votante de derecha
tras las elecciones de febrero, fueron los alfonsinos de José Calvo Sotelo y
Antonio Goicoechea y Cosculluela (1876-1953).
Mientras el Gabinete ejecutaba con rigor el programa reformista, la
unidad en el seno del Frente Popular fue fragmentándose. Constituidas las
Cortes el 4 de abril de 1936, Manuel Azaña e Indalecio Prieto se
280 R. de la Cierva, Historia de la guerra civil española, I, Madrid, San Martín,
1969, pp. 740-744.
240
apresuraron a abrir el proceso para destituir al Presidente de la República,
Alcalá Zamora. Esgrimiendo el artículo 81 de la Constitución, que permitía
cesar al Jefe del Estado si éste hubiera disuelto las Cortes en dos ocasiones,
la coalición gobernante pretendía desembarazarse de un Presidente que
constantemente se intrometía en la labor del Ejecutivo. El 7 de abril, por
238 votos contra 5 y la abstención de la derecha, Alcalá Zamora fue
destituido. Diego Martínez Barrio (1883-1962), presidente de las Cortes,
asumió interinamente el puesto vacante.
El 10 de mayo, Manuel Azaña, como único candidato capaz de
recibir de manera unánime los votos del Frente Popular, fue elegido nuevo
Presidente de la República, y Augusto Barcia se hizo cargo de la jefatura
del Gobierno de manera provisional. El plan ideado por Azaña y Prieto
contaba con un segundo acto consistente en propiciar el acceso a la
presidencia del Gobierno del mismo Prieto, en un intento desesperado de
involucrar al socialismo en las labores de gobierno, vertebrando el
movimiento frentepopulista como el partido con mayor representación
parlamentaria que era. La maniobra se encontró en su camino con un
obstáculo insalvable, la oposición de la minoría socialista parlamentaria
controlada por Francisco Largo Caballero (1869-1946), que además dirigía
la UGT y controlaba la influyente Agrupación Socialista Madrileña. Entre
otros motivos, Largo Caballero se oponía a la operación porque temía que
las bases obreras del partido, desencantadas con una posible participación
en un gobierno republicano-burgués, pasaran a engrosar las filas del
anarcosindicalismo de la CNT, y semejante situación redujera su influencia
en el partido y en el movimiento sindical. Para el veterano político
socialista era preferible que los republicanos gobernaran solos, se
desgastaran con el contacto de las labores de gobierno, y esperar a que
madurara la oportunidad propicia para que los representantes de las masas
241
proletarias alcanzaran el poder en solitario y pudieran desarrollar la
trasformación socioeconómica del país sin las trabas partidistas de sus
compañeros de coalición. El fracaso del plan urdido por Azaña y Prieto
llevó a la Presidencia del Gobierno finalmente a Santiago Casares Quiroga,
estrecho amigo de Azaña, pero aquejado de una tuberculosis que mermaba
sensiblemente su capacidad de trabajo al frente del Ejecutivo.
La división del socialismo que frustró la operación de gobierno
prietista, se convirtió, más aún desde entonces, en un elemento
desestabilizador de la coalición frentepopulista, que por ende restó apoyos
al Gobierno y, a la postre, al mismo régimen, habida cuenta de la vuelta al
sectarismo violento de la CNT y la todavía falta de implantación masiva
del Partido Comunista Español (PCE) en las masas proletarias.281 La
carencia de influencia electoral de los republicanos de izquierdas, convertía
al socialismo (partido político y sindicato), en el único movimiento político
de masas existente durante el periodo republicano, y por tanto en el apoyo
imprescindible del gobierno republicano de izquierda a la hora de poder
aplicar con éxito el programa reformista.282
281 H. Graham, La República española en guerra, 1936-1939, Barcelona,
Destino, 2006, p. 71. La asunción por parte del PCE del Frente Popular como una
estrategia interclasista basada en la movilización de masas respondía a las necesidades
estructurales y coyunturales de la izquierda española de los años 30. Quizá la defensa
comunista de la democracia era instrumental, dado que no había renunciado a su
objetivo de imponer un sistema similar al soviético, pero esta elección le permitía un
espacio de encuentro con otras fuerzas políticas para establecer una estrategia
antifascista. 282 H. Grahan, Breve historia de la Guerra Civil, Madrid, Espasa Calpe, 2005, p.
24.
242
El sector centrista que representaba Indalecio Prieto era, como hemos
visto, partidario de la colaboración gubernamental con los partidos de la
izquierda republicana. Los seguidores de Julián Besteiro Fernández (1870-
1940), situados a la derecha de Prieto, mantenían una representación
testimonial. Pero el sector más radicalizado del partido seguía las consignas
del insurreccional Francisco Largo Caballero, que prosiguió su proceso de
entendimiento con el resto de las organizaciones obreras en la esperanza de
que la inhibición socialista en la responsabilidad de gobernar, propiciara la
caída del gobierno burgués de izquierdas y permitiera el acceso al poder del
proletariado. Bien es cierto, que la tensión revolucionaria de Largo
Caballero no pasó de ser verbal, pero suficientemente agresiva como para
provocar temor en las clases medias, ya de por sí aterrorizadas por la
propaganda derechista y por los crecientes desórdenes callejeros. Bautizado
por el órgano de expresión máxima del poder soviético, Pravda, como el
“Lenin español”, Largo Caballero aspiraba a unificar al conjunto de los
trabajadores bajo el control socialista. En esta línea, cometió un error que
en el futuro le restaría influencia al movimiento fundado por Pablo Iglesias:
permitir la unificación de las juventudes socialistas y comunistas en las
Juventudes Socialista Unificadas bajo la dirección de Santiago Carrillo
Solares (1915) como secretario general. Efectivamente, el movimiento
cayó rápidamente bajo la influencia de la facción comunista, hecho
demostrado por la fuga de más de 40.000 jóvenes socialistas que
engrosaron las filas del PCE, iniciando en el comunismo español el camino
que lo llevaría a convertirse en una de las fuerzas políticas determinantes
del segundo lustro de los años 30 en España.283 En cualquier caso, esta
virtual guerra civil que se vivía en el seno del socialismo facilitó desde
283 P. Preston, La guerra civil española (1936-1939), Barcelona, Plaza y Janés,
1987, p. 69. Cfr. S. Juliá, La izquierda del PSOE (1935-1936), Madrid, Siglo XXI,
1977; R. Cruz, El PCE en la Segunda República, Madrid, Alianza, 1987.
243
febrero de 1936 la aproximación al gobierno republicano de los
disciplinados comunistas, comprobado en el mensaje de moderación que el
partido trasladó a sus bases con ocasión del inicio de la aplicación de la
reforma agraria y el intento de evitar que sus seguidores se sumaran a la
escalada de conflictividad social en la que se sumió el país en la primavera
de 1936.
A pesar del apoyo electoral tácito dado por los anarquistas al Frente
Popular en las elecciones de febrero, la CNT, una vez liberados sus presos
y pasado el peligro de que la derecha alcanzara el poder, retomó su
hostilidad hacia el gobierno republicano. Inmediatamente después de la
victoria electoral, la Federación Anarquista Ibérica (FAI) rechazó la
política obrera de colaboración con la burguesía y proclamó el método
insurreccional para la conquista de la riqueza social. Por si aún quedaba
alguna duda sobre los verdaderos objetivos anarquistas, en el Congreso
Confederal que la CNT celebró en Zaragoza el primero de mayo de 1936,
se defendió solemnemente la vía libertaria al comunismo con el fin de
destruir el régimen político y social vigente.284
En el extremo opuesto, la derecha se fue deslizando progresivamente
de una manera más abierta hacia la ruptura violenta del orden
constitucional. La derrota electoral, como hemos señalado anteriormente,
supuso el fin de la moderación, y muchos de los apoyos de Gil Robles se
fueron transfiriendo hacia el monarquismo más integrista, liderado por
Calvo Sotelo. Los alfonsinos profundizaron en la vía golpista, los carlistas
aceleraron la formación de sus milicias y los falangistas engrosaron sus
filas, especialmente con las juventudes procedentes de la CEDA, las
284 Cfr. J. Casanova, De la calle al frente. El anarcosindicalismo en España,
1936-1939, Madrid, Crítica, 1997.
244
Juventudes de Acción Popular (JAP), atraídas por su código de violencia, y
temerosas del inminente estallido de una revolución social. La facción
falangista pronto adoptó la vía terrorista para preparar un terreno
justificativo de desorden y caos al cercano levantamiento militar.285 El
Ejecutivo actuó de manera contundente ante las continuas provocaciones,
altercados y asesinatos políticos provocados por los alevines del
extremismo derechista. El fallido atentado contra el socialista Luis Jiménez
de Asúa (1889-1970) el 12 de marzo de 1936, colmó la paciencia del
Gobierno. Tres días más tarde encarceló a José Antonio Primo de Rivera,
ilegalizó las manifestaciones públicas de su partido y clausuró su principal
órgano de expresión, el diario Arriba.286
El país se sumió durante la primavera de 1936 en un aumento
sustancial de la violencia social. Este exceso, que se manifestó a lo largo de
todo el periodo republicano, actuó como decisivo disolvente de consensos.
Esta violencia fue mucho más expresiva en el ámbito local, donde los
cambios impulsados por las reformas republicanas, acentuaron la lucha por
el poder y el Estado evidenció su falta de autoridad. La agitación del
periodo frentepopulista tuvo mucho que ver con una situación política que
amplió unas oportunidades democráticas que desembocaron en una cierta
insurgencia dentro de un mercado laboral limitado y empobrecido. Así, la
285 I. Saz, op. cit. (1986), p. 168; R. Cruz, En el nombre del pueblo, Madrid,
Siglo XXI, 2006; R. Cruz, “Del partido recién llegado al partido de todos: el PCE,
1920-1939”, en M. Bueno, J. Hinojosa, C. García (coord.), Historia del PCE: I
Congreso, 1920-1977, Vol. 1, Madrid, Fundación de Investigaciones Marxistas, 2007,
pp. 143-158. 286 S. Payne, Falange. Historia del Fascismo español, París, Ruedo Ibérico,
1965, pp. 82-96; S. Ellwood, Prietas las filas. Historia de la Falange Española,
Barcelona, Crítica, 1984, pp. 72-77; Cfr. J. M. Thomas, Lo que fue la Falange,
Barcelona, Plaza & Janés, 1999.
245
sensación de anarquía fue interpretada por algunos observadores como un
auténtico desbordamiento revolucionario. Cualquier hecho político
violento, por mínimo que fuera, era magnificado y politizado por ambos
bandos. Y todo ello, con un Gobierno que se reveló incapaz de controlar los
propios resortes del Estado, ofreciendo un deterioro de su autoridad, excusa
perfecta para esgrimir la justificación de un golpe de Estado preventivo que
restituyera el orden.287 El incremento de las milicias políticas, que con sus
acciones buscaban crear una atmósfera de desorden que justificara la
imposición de un régimen autoritario, contribuyó a sembrar el miedo y el
odio en sectores cada vez más amplios de la sociedad. La quema de iglesias
y el cierre de los colegios religiosos decretado el 20 de mayo de 1936
alimentaron la hostilidad de la Iglesia contra el régimen. La CNT se lanzó a
una escalada de huelgas, en ocasiones con el apoyo de la UGT, que produjo
graves alteraciones del orden público y la radicalización de posturas.
La situación en el campo era explosiva, alimentada con huelgas, a
veces violentas, que se convirtieron en algo cotidiano. Hoy podemos
afirmar que la coyuntura política en el ámbito agrario durante la primavera
de 1936 no era revolucionaria, si por revolucionaria entendemos que los
emergentes poderes populares tenían un proyecto político común capaz de
tomar decisiones y asumir el control a escala nacional, regional, provincial
o comarcal. No obstante, las huelgas acabaron por considerarse como el
adelanto de una revolución, y el temor de los propietarios agrarios jugaría
un papel decisivo en la deslegitimización del régimen, siendo uno de los
287 E. González Calleja, “Violencia y tópicos de la primavera de 1936”, en M.-C.
Chaput (ed.), Fronts Populaires: Espagne, France, Chili, Nanterre, Centre de
Recherches Ibériques et Ibéro-Américaines (CRIIA), 2008, pp. 115-153, p. 117-124.
246
signos más evidentes de la “estrategia de la tensión” desarrollada
persistentemente por las derechas.288
La violencia callejera llegaba incluso a los vendedores de periódicos.
Los voceadores de los izquierdistas Claridad y Mundo Obrero mantenían
una batalla campal y permanente con los de los derechistas ABC y La
Nación. Los entierros de los asesinados se convertían en manifestaciones
políticas, y, en ocasiones, los enfrentamientos armados comenzaban en los
mismos cementerios. No en vano, el 1 de mayo de 1936, Indalecio Prieto
pronunció un discurso en Cuenca en el que alertó contra el riesgo de un
golpe militar reaccionario, pero donde también denunció la estéril
movilización revolucionaria alentada por la izquierda largocaballerista y el
cenetismo.289 Se percibía que ambos movimientos no concedían la más
mínima importancia a la posibilidad de que una insurrección militar
pudiera imponerse, a la espera de las circunstancias favorables para la
puesta en práctica de la revolución social y el comunismo libertario,
respectivamente.290
288 Ibídem, p. 121. Según los datos aportados por R. Cruz, op. cit. (2006), p. 192,
las fuerzas del orden y del Ejército causaron el 43% de las 262 víctimas mortales por
causas políticas computadas desde febrero a julio de 1936, mientras que un 20% de
estos actos fueron causados por izquierdistas y un 17% por derechistas. El 56% de los
muertos fueron jornaleros agrícolas, obreros o izquierdistas, el 19%, derechistas,
propietarios o patronos, y el 7%, policías o militares. El 56% de estos hechos se
produjeron en áreas rurales, coincidiendo con una actuación desmesurada de las fuerzas
del orden. En definitiva, hubo un despliegue desproporcionado de fuerza, antes que de
autoridad. 289 I. Prieto, Discursos fundamentales, Madrid, Turner, 1976, pp. 257 y 272-273. 290 R. Fraser, Recuérdalo tú y recuérdalo a otros. Historia oral de la guerra civil
española, Barcelona, Crítica, 1979, vol. I, p. 116. El 21 de mayo de 1936 Largo
Caballero se manifestó en este sentido en la Agrupación Socialista Madrileña y, seis
días antes, el 15 de mayo lo hizo la CNT en su Congreso Confederal de Zaragoza.
247
Así pues, el Gobierno se encontró en un fuego cruzado de difícil
solución, que desde el extranjero se interpretó como un Estado asemejado
al análisis político del paradigma Kérenski, en el que Azaña cumplía con el
rol del citado político ruso, mientras Largo Caballero esperaba su ocasión
para alcanzar el poder de la misma manera que lo había hecho Lenin en los
meses previos a octubre de 1917.291 Nunca más que entonces, se necesitó
un Gobierno fuerte capaz de frenar la conflictividad social y acelerar las
reformas sociales, camino necesario para exorcizar la violencia política que
amenazaba la república democrática. Sin embargo, proclamar el estado de
guerra equivalía a dejar el poder en manos de unos militares de cuya
fidelidad el Ejecutivo desconfiaba más día tras día. Ante este incierto
panorama, cabría decir que en estos momentos decisivos fueron el Ejército
y los sindicatos los que verdaderamente abanderaron la iniciativa política, y
no los grandes partidos del espectro político republicano.
A pesar de los rumores de conspiración, el Ejecutivo no puso mayor
interés en desbaratar los preparativos del golpe. En el mes de mayo, la
sublevación estaba casi preparada. Para entonces, un amplio grupo de
militares estaban más cercanos a los presupuestos reaccionarios que a los
reformistas. Se había decidido que la sublevación se trataría de un
levantamiento coordinado de las guarniciones comprometidas para
implantar el estado de guerra, seguido de una marcha simultánea de éstas
hacia Madrid. El fracaso de la “sanjurjada” de 1932 había demostrado que
un levantamiento ocasional se antojaba ineficaz si enfrente se encontraba
con un proletariado dispuesto a utilizar la huelga general como arma. Las
tropas africanas, único cuerpo militar capaz de garantizar el éxito de la
operación, iniciarían la sublevación en el Marruecos español. El general
291 E: Moradiellos, op. cit. (1990), pp. 117-122.
248
Franco se desplazaría desde Canarias para ponerse al frente de este
movimiento que cruzaría el estrecho de Gibraltar y avanzaría desde el sur
hacia la capital. Más tarde, el general Mola se dirigiría hacia Madrid desde
Navarra, sometiendo a la capital española a una asfixiante tenaza que
obligaría al ejecutivo republicano a entregar el Gobierno. La Constitución
sería suspendida, así como las Cortes, y tras un breve, pero intenso periodo
de represión en el que se descabezaría a las organizaciones obreras, se haría
cargo del poder un directorio militar integrado por cinco generales y
presido por el general Sanjurjo, aceptado por sus compañeros como el jefe
de la sublevación. En este momento, se contaría con las organizaciones
políticas de extrema derecha, a las que se habría mantenido al margen de
los preparativos del golpe, para articular un programa contrarreformista y
apolítico en el que el Ejército se erigiría en autoridad y árbitro absoluto de
las diversas tendencias de la derecha. Con el triunfo, la tradición militarista
del ejército español se haría presente como había sucedido a lo largo del
siglo anterior.292
La trama, asimismo, buscó apoyo exterior en los regímenes más
concomitantes al propósito de los conspiradores. Oliveira Salazar consintió
las actividades preparatorias de Sanjurjo en Portugal temeroso y hostil a los
planes iberistas de la izquierda republicana española, que protegía a los
disidentes portugueses en terreno español. Mussolini se mantuvo a la
expectativa sin colaborar excesivamente con sus interlocutores
monárquicos y tradicionalistas. En Alemania, sus gobernantes fueron
292 E. Moradiellos, 1936. Los mitos de la Guerra Civil, Barcelona, Península,
2004, p. 64.
249
sorprendidos por el golpe, a pesar de que Sanjurjo había adquirido
armamento en el sector privado germano.293
Pero los contactos externos de los conspiradores no se limitaron a
estos países supuestamente tolerantes con las actividades de los
conspiradores. También existía en Gran Bretaña desde 1932 un activo
grupo de monárquicos dedicados a labores de propaganda y, sobre todo, al
desprestigio mediático del régimen republicano entorno al aristócrata
anglo-británico Marqués del Moral y al corresponsal del diario ABC Luis
Bolín Bidwell (1897-1969), también de ascendencia inglesa. Éste hacía las
veces de enlace con el monárquico Calvo Sotelo desde sus años de exilio
en París durante la primera parte del periodo republicano.294 Aunque la vida
del grupo languideció durante el bienio conservador, volvió a revitalizarse
tras las elecciones de febrero de 1936. De hecho, Bolín cuenta en sus
memorias, por ejemplo, como le fueron encargadas 500 pistolas
ametralladoras procedentes de Alemania para introducirlas en España con
destino a la Falange (quizás de resultas de las gestiones de Sanjurjo en el
territorio del Reich). De lo que no hay duda es de las gestiones efectuadas
por Bolín, a petición del Juan Ignacio Luca de Tena y García de Torres, 2º
marqués de Luca de Tena (1897-1975), propietario de ABC, para el
alquiler del avión “De Havilland Dragon Rapide”, sufragado por el
financiero Juan March y Ordinas (1880-1962) desde su retiro en Biarritz,
que trasladaría al general Franco desde las islas Canarias al Marruecos
español para ponerse al frente de las tropas sublevadas en julio de 1936. En
293 C. Oliveira, Portugal y la Segunda Republica española, Madrid, 1986, pp.
177-188; I. Saz, op. cit. (1986), pp. 164-175; A. Viñas, op. cit. (1977), pp. 128-137 y
246-275. 294 E. Moradiellos, op. cit. (1990), pp. 113-117; L. Bolín Bidwell, España. Los
años vitales, Madrid, Espasa-Calpe, 1967, pp. 25-66, 134-135, 158-159.
250
esta ocasión, Bolín, contó con el asesoramiento de otro conocido
monárquico instalado en Londres con el que mantenía una estrecha
amistad, el inventor del autogiro, Juan de la Cierva y Codorniu (1895-
1936).
El día 16 de junio, durante una agria sesión parlamentaria para
adoptar medidas gubernamentales contra la conflictividad social en la que
se hallaba sumido el país, Calvo Sotelo se declaró fascista e hizo un
llamamiento a la sublevación del Ejército. Pocos días más tarde, el 23 de
junio, Franco envió una ambigua misiva al presidente Casares en la que se
le advertía de que el Ejército sería fiel al Gobierno si se le trataba como era
debido, insinuando que en ese momento era hostil a la República. Casi
podríamos interpretar que Franco se ofrecía a desbaratar el complot si se le
recompensaba con un puesto adecuado a su historial militar.
Los asesinatos del teniente de la guardia de asalto José del Castillo
Sáenz de Tejada (1901-1936), de conocida filiación socialista, y la
consiguiente venganza infringida en la figura del monárquico Calvo Sotelo
en la madrugada del 13 de julio de 1936, sobrecogieron al país en una
suerte de prólogo dramático de los luctuosos acontecimientos que estaban
por venir. Estos funestos hechos horrorizaron a la opinión pública mucho
más que cualquiera de los desórdenes habidos desde febrero. Tales
acontecimientos proporcionaron el pretexto adecuado para la intervención
militar en marcha, ayudaron a modificar la indecisión de algunos golpistas
como el general Franco, y aceleraron la consecución de acuerdos con las
251
organizaciones políticas de derecha, como los tradicionalistas, que aún
ofrecían alguna objeción de carácter menor al golpe.295
El 14 de julio, Mola impartió las últimas órdenes para iniciar el
movimiento tres días más tarde. Al día siguiente, el 15, el Gobierno,
desbordado por los acontecimientos, decretó el cierre de los locales de las
organizaciones de extrema derecha y estableció la censura de prensa. En
una atmósfera de plomiza tensión nacional, el 17 de julio, la guarnición de
Melilla prendió la mecha de la sublevación. A ella, se sumaron las de
Larache, Tetuán y Ceuta. Horas más tarde, en la madrugada del 18, el
general Franco se pronunció desde Canarias contra el legítimo gobierno
republicano. Cuatro días después, la sublevación había fracasado en
Madrid, Barcelona y otras ciudades importantes, derrotada por una
auténtica reacción popular. Sin embargo, los rebeldes se hicieron con el
control de amplias zonas de la geografía nacional. El fracaso del golpe
militar, reflejo de la fragmentación en el seno del propio Ejército, que lo
convirtió en un golpe militar faccional, dio paso a una guerra civil que
asoló dramáticamente el país durante los siguientes treinta y dos meses.
Ampliando el espectro cronológico a todo el periodo republicano
español, cabe apreciar que los tres proyectos de sociedad propuestos y a la
vez antagónicos, Reforma, Reacción y Revolución, no lograron imponerse
a sus contrarios, como sucedió en el resto de los países de la Europa de los
años 30. En 1917 se abrió una crisis en las estructuras sociales españolas,
fraguada desde el siglo anterior, que no se cerró hasta 1939. En este
periodo, el Ejército, las burguesías periféricas, el proletariado y el
295 J. Aróstegui, “Conspiración contra la República”, Historia 16. La Guerra
Civil, nº 3, Madrid, 1986; M. Blinkhorn, Carlismo y contrarrevolución en España,
1931-1939, Barcelona, 1979, pp. 319-347.
252
campesinado se enfrentaron al bloque dominante. Ninguno de ellos pudo
suscitar un cambio sustancial, pero desde entonces el “régimen
restauracionista” dejó de funcionar con los mecanismos establecidos. Los
españoles asistieron desde entonces, a la agonía de un régimen bipartidista
(1917-1923), a la implantación de una dictadura militar y civil, que pasó de
la contención revolucionaria a la vía corporativista (1923-1929), y,
finalmente, a la ruptura republicana, que representó un intento de sustituir
las viejas estructuras de dominación, cimentadas en un capitalismo de base
agraria que convivía con algunos núcleos industriales y un régimen
formalmente liberal, pero no democrático.
Los enemigos de este modelo republicano de cambio social fueron
muchos y poderosos: la fuerza reaccionaria a ultranza compuesta por los
terratenientes, apoyados por un gran sector de la burguesía de negocios que
había prosperado con el sistema anterior, y por los dos objetivos principales
de la fascistización en España, la Iglesia y el Ejército. Pero el proyecto
reformista se enfrentó también a una opción revolucionaria, especialmente
el anarcosindicalismo, con profundo arraigo en las masas. Problemas
similares se plantearon a muchas sociedades europeas en los años 30. Pero
ninguna llegó en su resolución al conflicto armado interno, a pesar de que
las soluciones se movieron en parecidas coordenadas: profundización de la
democracia burguesa, fascismo o socialismo (Reforma, Reacción,
Revolución). Este fue el dato clave que confirió especificidad al caso
español.296
296 J. Aróstegui, La guerra civil, Barcelona, Historia 16, 1985, pp. 6-8.
253
2. La conspiración y los exiliados antirrepublicanos
Atravesar los Pirineos para buscar refugio en el país vecino por
motivos políticos ha sido una tónica general en el devenir de los
protagonistas de la historia contemporánea española. Esta suerte de hégira
ha actuado como referente igualador por encima de tendencias políticas.
Sin embargo, otra cuestión diferente sería enjuiciar el asimétrico
acogimiento galo ofrecido a estos exiliados, cuya naturaleza siempre estuvo
asociada a su condición socioeconómica.
El advenimiento del régimen republicano produjo una suerte de
paradójico intercambio de papeles en la realidad del exilio español en
Francia. Mientras las más prudentes familias acomodadas españolas
decidieron atravesar la frontera en las semanas posteriores al 14 de abril de
1931 en busca de un entorno más apacible, igualmente se produjo un
retorno de aquellos republicanos a los que la represión de la dictadura de
Primo de Rivera había aconsejado abandonar el país en los años anteriores.
Políticos como Indalecio Prieto o Marcelino Domingo mudaron en el
transcurso de unas pocas semanas el olor rancio de sus austeras buhardillas
parisinas por la caoba impoluta de sus inesperados despachos ministeriales.
Paralelamente, no pocos simpatizantes monárquicos comenzaban una
nueva vida de incertidumbres y conspiraciones en la elitista costa vasco-
francesa o en los elegantes bulevares parisinos. Si los republicanos habían
sido estrechamente vigilados y confinados por las autoridades francesas al
norte del Loira durante los años de la derrocada monarquía, los
monárquicos españoles que rechazaban la naciente democracia republicana
iban a ser tratados por estas mismas autoridades con una apenas disimulada
benevolencia.
254
Dentro de este grupo de monárquicos instalados en el sudoeste
francés debemos diferenciar dos filiaciones políticas bien definidas: los
alfonsinos y los carlistas. Entre los primeros podemos citar a Juan de la
Cierva, la familia Ansaldo, Fernando Suárez de Tandil (conde de
Vallellano, 1886-1964), Fernando María de Ybarra y de la Revilla
(marqués de Arriluce de Ibarra, 1875-1936) y, muy especialmente,
Francisco Moreno Zulueta, Conde de los Andes (1881-1966). Ex ministro
de Primo de Rivera, se encargó desde 1932 de reunir fondos para las
conspiraciones del líder monárquico y también ministro de la Dictadura,
José Calvo Sotelo, refugiado en el hotel Lefévre de Biarritz desde el
fracaso de la intentona golpista de Sanjurjo.297 Parece ser que a este grupo
se uniría el financiero Juan March, tras su fuga de prisión en noviembre de
1933.
El otro grupo de ideología monárquica instalado en el sudoeste
francés y que desarrolló una actividad conspirativa desde 1931 fue el
carlismo. El llamado Comité de Acción Jaimista colaboró a través de
Rafael Olazábal en la Junta de Alzamiento que junto a los alfonsinos
ayudaron en la preparación de la intentona de Sanjurjo en agosto de 1932.
Estas dos ramas del monarquismo español habían firmado el pacto de
Terratet el 12 de septiembre de 1931, a modo de compromiso de
colaboración para luchar contra la República. Esta colaboración dio lugar a
297 J. Gil Pecharromán, Conservadores y subversivos. La derecha autoritaria
alfonsina (1913-1936), Madrid, 1994, p. 263; S. Galindo, Los partidos monárquicos
durante la II República, Madrid, Rialp, 1988, p. 83.
255
la creación en enero de 1932 de un Comité Director, que enseguida
comenzó a conspirar contra el gobierno de Madrid.298
En marzo de 1932, la agencia Havas publicó la noticia de este pacto
entre Alfonso XIII y el aspirante carlista a la corona española, el infante
Alfonso Carlos de Borbón (1849-1936).299 Inmediatamente, el embajador
Herbette sugirió a sus superiores que en caso de confirmarse tal cuestión, el
Ejecutivo debía invitar al antiguo rey a fijar su residencia fuera de territorio
francés, ya que este tipo de noticias hacían de Alfonso de Borbón un hôte
embarrassant (huésped incómodo) para el gobierno francés, según palabras
del propio embajador.300 Ante el revuelo organizado por esta información,
Herbette trató de trasladar a París el sentir de la prensa republicana
española acerca de las supuestas actividades conspirativas que el antiguo
monarca desarrollaba en suelo francés, y que se prolongaron durante todo
el periodo republicano. Un ejemplo de ello lo constituye el despacho que
Herbette envió al Quai d´Orsay en julio de 1935 informando de un artículo
298 S. Galindo, op. cit. (1988), p. 65; P. Barrauso, op. cit. (2001), p. 290. Sobre el
exilio carlista en Francia ha trabajado el profesor J. Canal, Banderas blancas, boinas
rojas: una historia política del carlismo, 1876-1939, Madrid, Marcial Pons, 2006. 299 Alfonso Carlos Fernando José Juan Pío de Borbón y Austria-Este, titulado
duque de San Jaime y de Anjou, fue el pretendiente carlista al trono de España, con el
nombre de Alfonso Carlos I, entre 1872 y 1875 y pretendiente legitimista al trono
francés con el nombre de Carlos XII. Participó activamente en los preparativos de la
sublevación militar. Murió a los 87 años de edad, el 29 de septiembre de 1936 tras ser
atropellado por un camión militar. 300 Y. Dénèchere, op. cit. (1999), p. 121; el mismo autor también trata la
cuestión en op. cit. (2003), p. 207, y en “L´inégalité de traitement des réfugiés
politiques en France, l´exemple des Espagnols avant 1936”, en Annales de Bretagne et
des Pays de l´Ouest, tomo 108, année 2001, nº 3, pp. 117-134.
256
de La Libertad denunciando las visitas del conde de Romanones y de
Goicoechea a Alfonso XIII en París.301
Esta dispar actitud de los gobernantes galos se simbolizó
especialmente en la figura del prefecto de policía de París, Jean Chiappe. El
jefe del orden público de la capital gala y simpatizante de grupos de la
extrema derecha, dulcificó la vida de los monárquicos españoles instalados
en Francia siempre que pudo, neutralizando en no pocas ocasiones las
consignas de sus superiores en sentido contrario. Inversamente, no había
dejado nunca de endurecer las circunstancias en las que se habían movido
los exiliados republicanos hasta el 14 de abril de 1931.
Este tipo de actitudes, obligaron a Herbette a transmitir al Quai
d´Orsay la presión que recibía del Ministerio de Estado español para lograr
un recorte en la libertad de movimientos de los monárquicos españoles en
Francia. Sin embargo, el efecto deseado por estas continuas súplicas no se
consiguió hasta que una circular del 17 de octubre de 1933 del Ministerio
de Asuntos Extranjeros, obligó al exilio monárquico a residir al norte del
Loira, a una distancia prudencial de la frontera franco-española.302 Sin
duda, esta decisión llegaba tarde, más de dos años después de proclamada
la República.303
Cuando se produjeron los acontecimientos revolucionarios de
octubre de 1934, un nutrido grupo de políticos que habían apoyado el
301 ADQO, E-207. Relations avec l´Allemagne et l´Italie. 1930, janv.-1936, juin,
T. 1167, de 30 de julio de 1935. Herbette a Laval. 302 Y. Dénèchere, op. cit. (1999), pp. 118-120. 303 AMAE, R-842-4. 1934, 6 de febrero de 1934, 25 de junio de 1934; AMAE, R-
842-5. 1935-36, 2 de julio de 1935 y 11 de julio de 1936.
257
movimiento insurreccional volvieron a cruzar la frontera. Inmediatamente,
el embajador español en París, Juan Francisco Cárdenas, protestó ante las
autoridades galas por las intervenciones públicas que algunos de ellos
desarrollaban en terreno francés. Las gestiones de Cárdenas tuvieron éxito,
y el ministro del Interior galo añadió alguna precisión a la circular de
octubre de 1933. El Loira permanecía como línea de separación de los
refugiados españoles hasta la frontera, pero ahora también se excluía la
región parisina como zona de instalación y se mantenía la prohibición del
derecho de manifestación. Aunque Chiappe ya no estaba cerca de los
centros de decisión parisinos, la prevención antirrevolucionaria del
gobierno francés se manifestaba similar a la demostrada antes de 1931, a
pesar de que el mismo Herbette recordaba que los supuestos
revolucionarios españoles eran bastante menos peligrosos para los intereses
de Francia que los monárquicos germanófilos instalados desde 1931. El
mismo Blum denunció en dos artículos en noviembre de 1934 los nuevos
añadidos a la circular de octubre de 1933.304
Desde finales de 1935, los tradicionalistas habían elegido la vía
insurreccional como camino para forzar el cambio de régimen en España.
Para ello se creó en San Juan de Luz la Junta Carlista de Guerra a finales de
año, presidida por el general Mario Muslera y Planes (¿-1936).305 El hecho
de que el pretendiente a la corona española y Manuel José Fal Conde (1894
-1975) se instalaran en la localidad francesa, le confirió la categoría de
centro de operaciones de la conspiración tradicionalista. La capacidad de
304 Le Populaire, de 12 y 15 de noviembre de 1934. 305 P. Barrauso, op. cit. (2001), pp. 41 y 290. Muslera había sido miembro del
Directorio Militar de la dictadura de Primo de Rivera. Designado por Mola para
controlar San Sebastián tras la sublevación de julio de 1936, su fracaso le llevó al
suplicio el 27 de agosto de 1936.
258
movilización carlista, junto con la financiación y las buenas relaciones
alfonsinas convertirían en los meses siguientes al departamento de los
Bajos Pirineos en el núcleo de la conspiración contra la República. Tan
sólo faltaba que un sector importante del Ejército asumiera la coordinación
de estos anhelos.
De hecho, en la primavera de 1936, Herbette volvió a advertir a sus
superiores de París de las conspiraciones que el exilio monárquico español
urdía en terreno galo. Sin embargo, el Secretario General del Quai d´Orsay,
Alexis Léger, en contra de las quejas expuestas por el embajador, no creyó
o no quiso creer que existiera un comité monárquico de tales
características, a pesar de que personajes como De la Cierva, Ansaldo,
Calvo Sotelo, Francisco Herrera o Juan March campaban a sus anchas,
instalados en la costa vasco-francesa. Este tradicional destino de
vacaciones de las familias más acomodadas españolas se revelaba como un
limbo jurisdiccional para las conspiraciones antirrepublicanas a tenor de la
falta de celo de las autoridades galas para aplicar las circulares
ministeriales antes reseñadas. Además, muy seguros debían sentirse el
exilio monárquico español en tales circunstancias cuando no mostraban el
más mínimo pudor en dejarse ver con miembros de la extrema derecha
francesa integrados en organizaciones como el de l´Action Française o
movimientos terroristas como La Caugole.306
En cualquier caso, parece indudable el poder de influencia e
intoxicación de los refugiados monárquicos españoles en los centros claves
de poder franceses como el Ministerio del Interior o de Negocios
Extranjeros, de por sí ya sobradamente conservadores. Este intento
306 M. Heiberg y M. Ros Agudo, op. cit. (2006), p. 282; J. Gil Pecharromán op.
cit, (1994), p. 269; P. Barrauso op. cit. (2001), pp. 32-34.
259
monárquico de mostrar a la España republicana como un país donde
reinaba la anarquía no dejaba de entrar en colisión con los despachos más
moderados de Herbette y su estéril labor para cambiar esta imagen. Baste el
siguiente informe de la Prefectura de Policía de París elaborado para el
Ministro del Interior enviado también al Ministro de Negocios Extranjeros
en abril de 1936:
En los medios monárquicos españoles de París y más particularmente
entre los refugiados políticos, se percibe que la situación interior de
España ha provocado ya el éxodo de numerosas personalidades o
militantes de partidos políticos moderados (…).
Se afirma, además, que la Península se encuentra bajo la amenaza de
un peligro inminente y que el régimen de semianarquía actual no es
más que provisional, que el resultado de las elecciones municipales
españolas del 26 de abril del corriente y sobre todo el de las
elecciones legislativas francesas, tendrán una influencia decisiva
sobre el desenlace de la crisis interior española: o España evoluciona
hacia el bolchevismo o vuelve a un régimen más moderado (…).
Finalmente, se cree también que el próximo 4 ó 5 de Mayo, la huelga
general será proclamada en España y que el éxito de este vasto
movimiento podría traer (…) la instauración de un régimen de
dictadura, a la cabeza del cual estaría situado el líder socialista
revolucionario Largo Caballero.307
307 ADQO, E-166, T. 4084, de 24 de abril de 1936.
260
3. La percepción francesa de la crisis española
La campaña electoral de enero-febrero de 1936
El 9 de enero de 1936, el embajador Herbette informaba en un
despacho al Quai d´Orsay:
Por primera vez desde el 6 de Octubre de 1934, los periódicos de
Madrid han aparecido esta mañana sin estar sometidos a la censura.
Así pues, hoy comienza realmente la campaña electoral para el
escrutinio del 16 de Febrero.
Según el embajador, durante quince meses, la autoridad
gubernamental se había ejercido al margen de las garantías constitucionales
y la cólera y la frustración de las izquierdas se desbordaron como un
torrente embravecido cuando la libertad de opinión y de prensa se
restableció. Aquella mañana, diarios de orientación progresista y obrera
como El Socialista y La Libertad comenzaron a publicar los relatos de las
atrocidades cometidas por la represión gubernamental durante la revolución
de Asturias. Reflexionaba Herbette que en “un país impulsivo como
España, aquellas imágenes producían más efecto que la mejor de las
argumentaciones”, y se preguntaba temeroso hasta dónde llegaría la ira de
la izquierda. Esta turbulenta atmósfera podía inclinar, no obstante, la
balanza electoral del lado conservador si la “masa neutra”, siempre
temerosa de perder sus propiedades o verse agredida en sus valores
familiares o religiosos se sentía acorralada por los excesos subversivos. Y
añadía que algunos pensaban que si la cuerda se tensaba en demasía, la
mayoría electoral optaría por las ofertas más ponderadas y las próximas
Cortes podrían ser las de una República conservadora.
261
Herbette analizaba en su despacho tres posibles eventualidades: el
triunfo de la izquierda, el de la derecha o la supremacía del centro. Su
percepción en aquella jornada de enero le hacía inclinarse por el triunfo de
las primeras. Igualmente, se mostraba persuadido de que el único hombre,
cuya estatura política sobresalía, que era capaz de dirigir los destinos de la
nación en momentos tan inciertos, era Manuel Azaña. Para el líder
republicano un triunfo manifiesto de la izquierda era peligroso, pero uno de
la derecha, sería fatal. El encarnizamiento con el que había sido atacado por
la derecha en el pasado, no le ofrecía al ex presidente otra alternativa
disponible que liderar la unión de las izquierdas en caso de victoria de las
propuestas republicano-socialistas. La figura del veterano político era,
como en el primer bienio republicano, la pieza clave para articular
cualquier operación de unidad de los sectores progresistas.
El variado comportamiento que podrían tener las diferentes regiones
en la futura cita electoral era otro componente añadido que ocupaba las
reflexiones del embajador. Conocedor de la multiplicidad regional
española, se le antojaba imposible evaluar la suerte de los diferentes
partidos en muchas de las circunscripciones. En cualquier caso, si nada
hacía disminuir la tensión electoral, era de esperar que una victoria ajustada
no fuera tolerada por los vencidos. Taciturno, profetizaba que posiblemente
el 17 de febrero una masa de refugiados se agolparía en la frontera
pirenaica.308
El 16 de enero se hizo público el pacto en virtud del cual los partidos
de izquierda concurrirían en listas comunes a la cita electoral. Un motivo
trascendente había permitido la consecución de esta coalición de partidos
308 ADQO, E-165, D. 34, de 9 de enero de 1936. Herbette a Laval. Apertura de
la campaña electoral.
262
por encima de las diferencias que les separaban: la amnistía de los presos
por la insurrección de 1934. Esta realidad galvanizó la unión de los partidos
de la izquierda republicana-socialista con el objetivo de ganar las
elecciones legislativas. Hasta los anarcosindicalistas de la Confederación
Nacional del Trabajo (CNT) apoyaron el proyecto, aunque sin formar parte
de él. Una fuerte movilización popular sería la base de apoyo de la nueva
coalición. Se buscaba reconstruir la alianza de los republicanos de
izquierda con los socialistas del primer bienio, más la incorporación, por
exigencia expresa de Largo Caballero, de los comunistas. Forzando su
entrada en la coalición, el viejo sindicalista buscaba reforzar las tesis que él
mismo defendía. Así es como los comunistas se convirtieron en una fuerza
política en España, llevados de la mano del dirigente socialista. Fue
entonces, cuando los comunistas comenzaron a llamar Frente Popular a lo
que Prieto y Azaña llamaban todavía coalición republicano-socialista.309
En frente, el conjunto de los partidos de derecha consideraban que el
bienio conservador había constituido una ocasión perdida de acabar con el
sistema parlamentario liberal y rectificar el rumbo que había tomado la
República durante el bienio azañista. Esta frustración se alimentaba de
múltiples reproches. La CEDA reprochaba a los radicales el evitar que Gil
Robles hubiese tomado el poder. Monárquicos y falangistas
responsabilizaban a la propia CEDA de haberse entregado al juego
parlamentario sin dedicarse a la movilización de masas y la conspiración
militar para terminar con el régimen. Pero ni siquiera la amenaza del
triunfo frentepopulista pudo lograr un entendimiento y las derechas
acudieron a las elecciones en gran parte desunidas.
309 Cfr. S. Juliá, Orígenes del Frente Popular en España (1934-1938), Madrid,
Siglo XXI, 1979.
263
Examinando el desafío que los partidos de izquierda inauguraban,
Herbette encontraba puntos de posible fricción entre los republicanos de
izquierda y los socialistas en lo referente a la política agraria, industrial,
fiscal, bancaria y la destinada a reducir el paro. Para los primeros, los
acuerdos conseguidos constituían una política de máximos, mientras que
para los segundos conformaban unos objetivos tímidos e insuficientes en la
vía hacia la instauración del socialismo. Este razonamiento llevaba al
embajador a prever que un posible gabinete presidido por Azaña se
apoyaría en la mayoría socialista en los primeros momentos, pero que los
acontecimientos le obligarían a buscar un ensanchamiento de su mayoría
parlamentaria hacia el centro. A pesar de estas previsiones, el programa del
Frente Popular se presentaba como un proyecto político moderado, sin
aspectos revolucionarios, ni en los principios ni en los métodos, más aún
cuando la derecha católica, y en abierto contraste, insistía en demandar
“todo el poder” para Gil Robles con un mensaje rupturista, al que se
sumaba una campaña de prensa apocalíptica de prevención marxista que no
aportaba soluciones reales a los problemas del país. Titulares tales como
“los republicanos serán obligados a gobernar bajo la dictadura de la
mayoría marxista”, publicado en ABC, convertían, a los ojos de Herbette,
el programa izquierdista en una alternativa en positivo en contraposición a
lo ofrecido por las derechas.310
Sin embargo, tan sólo dos días más tarde, el 18 de enero, los
pronósticos del embajador se inclinaban hacia una victoria de las derechas,
si el frente común de izquierda no hacía hueco en sus listas a candidatos
310 ADQO, E-165, D. 73, de 16 de enero de 1936. Herbette a Laval. Pacto
electoral de los partidos de izquierda. M.-C. Chaput, “La presse conservatrice
espagnole et le Front Populaire”, en M.-C. Chaput (ed.), op. cit. (2008), pp. 253-266.
264
centristas.311 Posiblemente, este cambio en la valoración de los pronósticos
estuvo propiciado por la eficaz campaña de la prensa de derecha antes
mencionada. El periódico El Debate, por ejemplo, dedicó un amplio
espacio en sus páginas a la información sobre los atentados políticos de las
últimas semanas, intentando mostrar a sus lectores la debilidad
gubernamental y la excesiva indulgencia de la justicia. Se trataba de surtir a
los partidos conservadores de argumentos para presentarse como los únicos
garantes del orden social. Evidentemente, la prensa de izquierda
denunciaba la violencia existente como una operación sistemática de las
fuerzas fascistas contra socialistas, comunistas y sindicalistas. Sin embargo,
Herbette no se manifestaba impresionado por este supuesto clima de
violencia y adivinaba su intencionalidad política, además de convencerse,
tras analizar las cifras publicadas, que los atentados políticos no suponían
más de un tercio del conjunto, montante aceptable durante una campaña
electoral tan envenenada.312
El 10 de febrero, Herbette se entrevistó con Azaña. En el transcurso
de la charla, el ex presidente le confió que esperaba conseguir un número
de representantes suficientes como para arbitrar la escena política española
entre las dos coaliciones mayoritarias.313 En encuentros con otros
dirigentes, Herbette supo que en provincias los gobernadores civiles, por
311 ADQO, E-165, D. 84, de 18 de enero de 1936. Herbette a Laval. Pronósticos
electorales. 312 ADQO, E-165, D. 97, de 22 de enero de 1936. Herbette a Laval. Atentados
de carácter político en España. Un estudio apoyado en cifras sobre los muertos por
causas políticas durante el período frentepopulista lo encontramos en S. G. Payne,
“Political Violence During the Spanish Second Republic”, Journal of Contemporary
History, XV/2-3, 1990, p. 282 y R. Cruz, op. cit. (2006), p. 192. 313 ADQO, E-165, T. 109-110, de 11 de febrero de 1936. Muy confidencial.
Herbette a Flandin.
265
orden del Ministerio del Interior, ejercían una acción administrativa a favor
de las derechas. Este tipo de arbitrariedades, se comentaba en los medios
políticos y periodísticos, iba encaminado a propiciar una mayoría electoral
de las derechas, que en caso de producirse, sería apuntalada por un
movimiento militar para consolidar los resultados electorales y eliminar
definitivamente de la escena política a las opciones de izquierda. Cierto o
no, los monárquicos expresaron en un manifiesto su intención de ejercer
tras las elecciones “una política de extrema energía encaminada a conseguir
la dimisión del Presidente de la República, a poner fuera de la ley a
marxistas y separatistas y a cambiar radicalmente la Constitución”. Sin
embargo, Herbette interpretaba estos mensajes como procedentes de quien
se sabía perdedor.314
La victoria frentepopulista del 16 de febrero
El 16 de febrero de 1936, el Frente Popular obtuvo en primera
instancia el 34,3% de los votos y el Frente Nacional el 33,2%. Sin
embargo, esta paridad no se reflejó en el Parlamento porque la ley electoral
establecía que las mayorías debían contar con un mínimo del 40% de los
votos válidos emitidos. En las provincias donde no se pudo formar quorum
debió realizarse una segunda vuelta que dio amplia ventaja a la coalición de
izquierda. Finalmente, ésta obtuvo 278 diputados frente a los 131 de
derechas.315
314 DDF, 2, I, T. 191, de 15 de febrero de 1936. Herbette a Flandin. Pronósticos
electorales. 315 J. Gil Pecharromán, La Segunda República española (1931-1936), Madrid,
UNED, 1995.
266
En los días posteriores a la victoria del Frente Popular, Herbette
centró su atención en recabar las impresiones de sus cónsules. Además, se
preocupó de suplicar en sus minutas al Quai d´Orsay que redoblara sus
esfuerzos con vistas a que los resultados electorales españoles no fueran
acogidos por la prensa francesa con la hostilidad habitual.316 Para reforzar
el sentido de Estado de esta petición reiterada en infinidad de ocasiones,
aseguraba que “en el estado actual de Europa, la vecindad con España no es
segura para nosotros en tanto que este País [sic] no evite a la vez una
descomposición anarquista y una reacción a imitación de Roma o
Berlín”.317
A pesar de los discursos tremendistas vertidos durante la campaña
electoral, la publicación de los resultados no fue seguida por la violencia
callejera y revolucionaria pronosticada. Dos botones de muestra son los
despachos enviados por el cónsul en San Sebastián, Lasmartres, y el cónsul
en Valencia, Marcassin. El primero mostraba su sorpresa por la calma
absoluta que se respiraba en el País Vasco, en contraste con las noticias
preocupantes publicadas por los diarios del sudoeste francés sobre los
supuestos desórdenes que se estaban produciendo.318 Salvo la precaución
de un cierto número de familias de filiación conservadora que habían
optado por atravesar la frontera, ningún incidente merecía mayor atención.
Las noticias del segundo se limitaban a relatar cómo una manifestación de
celebración en la ciudad del Turia había exigido a su paso por el edificio
consular la bandera francesa, prosiguiendo la muchedumbre su recorrido al
son de la Marsellesa en un ambiente festivo, una vez que se había hecho
316 ADQO, E-165, T. 154, de 19 de febrero de 1936. Herbette a Flandin. 317 ADQO, E-165, T. 167, de 21 de febrero de 1936. Herbette a Flandin. 318 ADQO, E-165, T. 1, de 18 de febrero de 1936. Lasmartres, cónsul francés en
San Sebastián, a Herbette.
267
con la enseña. Como nota discordante, informaba de una tentativa para
incendiar un convento.319
También la cuestión religiosa ocupó los informes de Herbette en los
días posteriores a las elecciones. Sus juicios sobre la situación en la que
quedaba la Iglesia católica tras unos comicios en los que había demandado
de manera beligerante el voto para las derechas, evidencian la abierta
mentalidad de un intelectual procedente de un país donde estos problemas
habían dejado de existir hacía decenios. El embajador no acababa de
entender por qué se mezclaba la religión con las luchas políticas y si no
haría mejor la Iglesia en mantenerse al margen de la “melé”.320 Quien podía
aportar información suplementaria a la cuestión era el embajador francés
ante la Santa Sede, Jacques Truelles. El diplomático trasladó la
interpretación que el Vaticano otorgaba a los resultados electorales
españoles a través de su órgano oficial de expresión, el Observatore
Romano. La curia romana se mostraba sorprendida y decepcionada con las
primeras noticias del escrutinio y daba especial relevancia al hundimiento
del Partido Radical, con quien la derecha al menos se había entendido
durante los dos años anteriores, según el rotativo católico. Interpretaba los
resultados desde la percepción de una preocupante tendencia anticlerical
general, en la que los católicos no pasaban por sus mejores momentos,
como por entonces estaba sucediendo en Alemania y la URSS. Concluía el
artículo con unas palabras que traslucían una cierta decepción, que también
319 ADQO, E-165, T. 3, de 21 de febrero de 1936. Marcassin, cónsul francés en
Valencia, a Herbette. 320 ADQO, E-165, D. 223, de 19 de febrero de 1936. Herbette a Flandin.
Reflexiones sobre las elecciones españolas del 16 de febrero.
268
alcanzaba a los partidos de derecha: “las elecciones, más que ser un éxito
para tal o cual grupo, serán un mal asunto para la nación española”.321
Los informes franceses de los días posteriores a la victoria electoral
del Frente Popular recuperaban un cierto grado de confianza en las nuevas
autoridades republicanas y, especialmente hacia el nuevo presidente de
Gobierno, Manuel Azaña. Tanto el embajador Herbette, como un informe
elaborado por el Comisario de Policía de Hendaya, coincidían en
considerar a Azaña como la persona más adecuada para restablecer el orden
y la normalidad republicana en el país. Se interpretaba que gestos como el
alejar a militares señalados como antirrepublicanos de los centros más
importantes del mando, buscaban eliminar de manera contundente
cualquier tentativa de rebelión sediciosa. Franco fue enviado a Canarias,
Goded a Baleares, Orgaz a Tenerife, Varela a Cádiz y Mola fue trasladado
desde Marruecos a Navarra. “[Goded] va a partir tranquilamente a las
Baleares y se bañará al sol de la playa de Formentor”, contestaba burlón el
nuevo presidente a Herbette comentando los rumores que corrían sobre la
amenaza de asonada militar: “La pretendida agitación de los militares –
concluía el Presidente- no consiste más que en conversaciones de café entre
oficiales monárquicos y tiene la justa importancia que el Gobierno quiera
atribuirle”. Bien es cierto que estas medidas no pudieron evitar que se
organizara una conspiración contra el Gobierno desde mediados de marzo.
En la misma línea, se subrayaba como un signo de suma importancia
para la vuelta a la normalidad republicana el que la Diputación Permanente
de las Cortes salientes, recordemos que estaba formada por la mayoría
321 ADQO, E-165, D. 50, de 20 de febrero de 1936. Truelles, embajador francés
ante la Santa Sede, a Flandin.
269
derechista saliente, hubieran votado por unanimidad el adherirse al
proyecto de amnistía política.322
Las primeras medidas del gobierno Azaña
Formado el 19 de febrero, el gobierno Azaña se vio en la necesidad
de ejecutar apresuradamente ciertas medidas previstas por el pacto electoral
de la coalición de izquierda. La puesta en marcha de estas medidas de
urgencia, ejecutadas incluso antes de la reunión de las nuevas Cortes, tuvo
consecuencias indiscutibles en el orden público. Herbette percibía como el
Gobierno se encontraba bajo una fuerte presión popular cuyas
repercusiones “podían superar en mucho las del movimiento que derrocó a
la monarquía en 1931”.323 Frente a la ocupación de tierras, por ejemplo, el
Gobierno no oponía los fusiles de la Guardia Civil. Bastantes sinsabores le
había proporcionado este tipo de órdenes durante el primer bienio. Tan sólo
se limitaba a legitimar por decreto, practicando una suerte de reforma
agraria de facto.324 Herbette estimaba, por supuesto, que ésta no era la
322 DDF, 2, I, T. 210, de 21 de febrero de 1936; este documento también se
encuentra en ADQO, E-165, T. nº 169. ADQO, E-165, de 23 de febrero de 1936.
Informe del Comisario de Policía de Hendaya. Informaciones sobre la situación en
España. DDF, 2, I, T. 231, de 26 de febrero de 1936; este documento también se
encuentra en ADQO, E-165, T. 193. 323 ADQO, E-166, T. 274, de 2 de marzo de 1936. Herbette a Flandin. 324 S. Riesco Roche, “El colectivo de los yunteros extremeños durante la II
República. Politización y movimiento social”, en J. Hinojosa y R. C. Montañés Pereira
(coord.), Trabajadores y movimiento obrero en la Extremadura contemporánea, Actas
del III Encuentro Historiográfico del Grupo de Estudios sobre la Historia
Contemporánea de Extremadura, Cáceres, Excma. Provincial Diputación de Cáceres,
2009, pp. 179-192. Las invasiones legitimadas mediante los decretos de los yunteros
270
mejor manera de llevar a cabo esta reforma, pero considerando lo poco que
los partidos de derecha habían hecho para solucionar el problema de la
propiedad de la tierra en los dos últimos años, era la única vía que en ese
momento permanecía abierta. Quizá, se esperanzaba el embajador, los
ocupantes de hoy fueran el elemento estabilizador en la España del
futuro.325 Los primeros decretos se completaron con el restablecimiento de
la autonomía para Cataluña el día 26 del mismo mes y la amnistía laboral el
día 29, en virtud de la cual las empresas quedaban obligadas a readmitir a
los obreros despedidos por las huelgas políticas desde 1934.
Los socialistas no entraron en el nuevo ejecutivo. El ala centrista del
partido, liderada por Prieto, defendía esta participación para favorecer un
apoyo socio-político vital a unas reformas amenazadas por el peligro
golpista. Sin embargo, la izquierda socialista, dirigida por Largo Caballero
y fortalecida por la masa votante de la UGT, se negaba a esta colaboración
ministerial y propugnaba la movilización social para acelerar las reformas.
Sorprendentemente, el PCE, fiel a las directrices de la Komintern de
propiciar la formación de frentes populares antifascistas, defendía
estrategias más moderadas cercanas a la propuesta de Prieto.
No ayudaba a que los acontecimientos discurrieran por un cauce más
sosegado atentados políticos como el que sufrió el socialista Jiménez de
Asúa el 12 de marzo. Sin embargo, Herbette, señalando a los potenciales
decretados 14 días después del triunfo electoral de febrero de 1936 se produjeron
porque se acababa la barbechera. En la madrugada del 24 al 25 de marzo, ante la
lentitud en la tramitación de los expedientes, los campesinos se lanzaron masivamente a
las dehesas liderados principalmente por la FNTT. 325 ADQO, E-166, T. 365, de 18 de marzo de 1936. Herbette a Flandin.
Situación interior.
271
autores, mostraba su confianza en que la idiosincrasia española impidiera
un progresivo deterioro violento que convenciera al tejido social de que ya
era hora de legitimar un poder fuerte para terminar con semejantes
acciones:
La gente que inspira crímenes parecidos, tan crueles como cobardes,
caen en el error de creer que este país puede ser subyugado por los
medios empleados contra Erzberger326 y contra Rathenau.327 España
no es Alemania.328
A mediados de marzo Herbette mostraba reparos a la multitud de
informes elaborados sobre la inestable situación interior de España.
Llevaba meses escuchando rumores de ruido de sables y parecía que la
impresión sobre el particular coincidía en gran medida con la visión
despreocupada, al menos en apariencia, de Azaña. Herbette no creía posible
una asonada militar, ya que, según sus reflexiones, el éxito de un
movimiento sedicioso se apoyaba en un estado crónico de desorden y en
una población sin fuerza para oponerse a él. Este no era el panorama que
observaba el embajador; pero, sin embargo, sí evaluaba un crecimiento
incontestable del fascismo, aunque en tal fecha no lo consideraba un
326 Matthias Erzberger (1875-1921) dirigió el grupo político católico Zentrum,
siempre apostando por la paz y por el desarrollo de la democracia. Una vez instalada la
República de Weimar, alcanzó puestos importantes dentro del Gobierno, entre ellos la
vicepresidencia en 1919. Su evolución política le llevó a personificar la izquierda del
movimiento católico. En 1921 fue asesinado por militares nacionalistas. 327 Walther Rathenau (1867-1922), de origen judío, fue el líder del Partido
Democrático, representante de la gran burguesía industrial y liberal. Establecida la
República de Weimar, ocupó los ministerios de Reconstrucción y posteriormente de
Exteriores. Fue asesinado en junio de 1922 por grupos ultranacionalistas. 328 ADQO, E-166, T. 330, de 12 de marzo de 1936. Herbette a Flandin.
Confidencial. Atentado contra el diputado Jiménez de Asúa.
272
peligro inmediato. La burguesía que había puesto sus esperanzas en la
victoria de Gil Robles para refrenar la revolución, meditaba el embajador,
podría buscar ahora otro protector en la figura de José Antonio Primo de
Rivera, encarcelado por tráfico ilegal de armas desde marzo de 1936 en la
prisión de Alicante. Sin embargo, Herbette también creía que sin
revolución, no podía haber contrarrevolución. Además, acertaba en
interpretar un hecho determinante, que el fascismo no disponía del decisivo
apoyo unánime del clero, que por el contrario, sí poseía la derecha
católica.329
Estas cavilaciones y sucesos como el que le relató Claude Bowers
(1878-58), embajador estadounidense en la capital española, llevaron
progresivamente a Herbette al convencimiento de que la derecha tenía cada
día más lejos el recuperar el poder. Parece ser que Francisco Herrera,
administrador de El Debate y hermano de su fundador, el influyente
periodista católico Ángel Herrera, se dedicó antes de la elecciones a visitar
en nombre de Gil Robles a distintos embajadores con el fin de
atemorizarles con los horrores que le esperaban al país en caso de victoria
frentepopulista. Incluso, se atrevió a sugerir al conde Johannes von
Welczeck (1878-1972), embajador alemán, que presionara al Presidente de
la República, Niceto Alcalá Zamora, en el sentido de no potenciar ningún
partido de centro que pudiera restarle votos a la derecha. Naturalmente,
Herbette contemplaba este tipo de actos con estupor y se preguntaba como
semejante iniciativa podía proceder de un partido cuya divisa era el
patriotismo.330
329 ADQO, E-166, T. 365, de 18 de marzo de 1936. Herbette a Flandin.
Situación interior. 330 Ibídem. Francisco Herrera, además de la embajada de Estados Unidos y
Alemania, visitó con idénticos propósitos al embajador británico, Henry Chilton. E.
273
Azaña y Prieto se desembaraza de Alcalá Zamora.
El mes de marzo estuvo sacudido en el plano internacional por la
remilitarización de Renania. La provocación alemana sorprendió a los
franceses en plena campaña electoral, y como había sucedido en el último
decenio, Francia mostró una actitud timorata, incapaz de dar una respuesta
inmediata a la espera de la actitud que adoptara Londres. Asimismo,
tampoco hizo efectivo el pacto franco-soviético, recién ratificado, que por
otra parte había sido utilizado por Hitler para desligarse de Locarno. En
plena conmoción, el Quai d´Orsay comenzó a sondear la disposición de las
potencias que le rodeaban en caso de conflicto bélico. El 12 de marzo,
Azaña declaró su apoyo a Herbette.331
A primeros de abril, el Estado Mayor francés elaboró un informe
sobre la situación política española y su reflejo fuera de sus fronteras. Este
análisis fue remitido a Paul Bargeton, Director de Asuntos Políticos y
Comerciales y tercero en la cadena de mando del Ministerio de Asuntos
Extranjeros, tras el ministro y el Secretario General, Alexis Léger.332 Según
el informe, España pretendía mantenerse en sintonía con Ginebra y en
pleno acuerdo con Francia. El Gobierno consideraba la posibilidad de
lanzar una propuesta de “unión latina” con Francia, Italia y Bélgica. España
también consideraba la posibilidad de poner de acuerdo a la pequeñas
potencias ginebrinas y amenazar a las grandes con abandonar Ginebra si
Moradiellos, op. cit. (1990), p. 74, atribuye similares gestiones a su hermano, el propio
Ángel Herrera. 331 DDF, 2, I, 404, T.258-62, de 12 de marzo de 1936. 332 Alexis Léger ocuparía la Secretaria General del Quai d´Orsay desde febrero
de 1933 hasta mayo de 1940; Paul Bargeton sería el inquilino de la Dirección de
Asuntos Políticos y Comerciales hasta 1937.
274
persistían en la actitud de no respetar el Pacto. El informe preveía un
conflicto generalizado en el plazo máximo de cinco años.333
El 10 de abril, Herbette era recibido por Azaña con ocasión de la
celebración del quinto aniversario de la proclamación de la República. Al
margen de algunos comentarios sobre la elección del próximo presidente de
la República y los sabidos desprecios de Azaña a los rumores de
levantamiento militar, el presidente del Gobierno se mostró más
preocupado por el cariz que había tomado la situación internacional en el
último mes. Eligiendo cautamente las palabras, el jefe del Ejecutivo
defendió la necesidad de crear una entente entre las naciones democráticas
lideradas por Francia e Inglaterra.334
El 24 de abril, Herbette alertaba por enésima vez a sus superiores
sobre la evidente campaña de propaganda nazi que el gobierno alemán
desarrollaba en España. Con ocasión de la invitación que la compañía aérea
germana Lufthansa había cursado a varios periodistas de diarios de derecha
españoles para visitar Berlín, Herbette volvió a destacar el intenso interés
alemán por introducir informaciones de marcado sesgo pronazi en la prensa
española.335 Este documento nos muestra la especial atención que el
embajador venía prestando a lo que consideraba una creciente intoxicación
333 ADQO, E-166, de 7 de abril de 1936. Estado Mayor a Bargeton. Secreto. 334 DDF, 2, II, T. 54, de 10 de abril de 1936; este documento también se
encuentra en ADQO, E-166, T nº 403-404. Confidencial. Herbette a Flandin. 335 ADQO, E-142, D. 555, de 24 de abril de 1936. Herbette a Flandin. A la
invitación habían acudido periodistas como Losada de ABC, Valdeiglesias de La Epoca,
Cakarasa de Siglo Futuro o Piñeroba de El Sol. El Heraldo de Madrid había hecho
pública una nota donde exponía la declinación de la invitación.
275
propagandística nazi, que en último término buscaba despertar en la
sociedad española una actitud francófoba.
Este tipo de apreciaciones venía de largo tiempo atrás, ya que las
podemos documentar desde el año anterior. Ya en el mes de marzo de
1935, Herbette desveló un plan del Ministerio de Propaganda y de la
policía política del Reich para penetrar en países neutrales como España.336
Esta percepción debía tener una cierta credibilidad en el país galo, ya que el
mismo embajador español en París, Juan Francisco Cárdenas, se hizo eco
de una información semejante publicada en el Journée Industrielle a finales
del año 1935.337
En enero de 1936, Herbette informó del número especial del semanal
Blanco y Negro del día 26 dedicado a Alemania. En el ejemplar
colaboraban periodistas como Ramiro de Maeztu y Whitney (1875-1936),
Manuel Bueno Bengoechea (1973-1936), César González Ruano (1903-
1965), Manuel Abril (1884-1943) o Avecilla. Destacaba el artículo del
embajador español en Berlín, Francisco de Agramante y Cortijo (1880-?):
La propaganda del Reich –concluía Herbette- ha sobrepasado el
límite. Estas cosas se hacen de manera más discreta. Es evidente que
tal iniciativa –entre otras- demuestra un vigoroso esfuerzo de
publicidad en relación al cual, desgraciadamente, no se puede citar
336 ADQO, E-207, D. 340, de 6 de marzo de 1936. Herbette a Laval. Muy
confidencial. En esta ocasión, los agentes del Reich habrían ofrecido a los diarios La
Nación e Informaciones una instalación completa para su planta de impresión a cambio
de una campaña de propaganda favorable al régimen nazi. 337 AMAE, R-842-6, del 9 de octubre de 1935. Cárdenas. Referente propaganda
alemana en España.
276
todavía ningún esfuerzo coordinado y eficaz de la publicidad
francesa. Ha llegado el momento de restablecer el equilibrio, no
imitando a los alemanes en su proceder excesivo o incorrecto, sino
haciéndolo mejor que ellos para recuperar el tiempo perdido.338
Tras la victoria frentepopulista, la prensa alemana desplegó su
potencial propagandístico al servicio de los intereses partidistas de los
perdedores. Un día tras otro, se esforzaba por mostrar a España desbocada
hacia el abismo de la revolución comunista y la guerra civil, con un
trasfondo de instigación francesa. Una España en crisis, argumentaban los
diarios alemanes, le convertía en un débil actor para jugar un papel
importante como factor de paz en el Mediterráneo, subyugándose a los
deseos franceses. Por extensión, ampliaba similar efecto al resto de
Europa.339 Ante tales acontecimientos, Herbette puso manos a la obra y en
marzo llegó a un acuerdo con la agencia Fabra para surtirla de noticias de
marcada intencionalidad francófila a cambio de 1.500 pesetas mensuales
con cargo a la embajada francesa.340
La destitución de Alcalá Zamora fue una maniobra política de la
coalición del Frente Popular para eliminar a un presidente tremendamente
incómodo. El poder que la Constitución confería al Presidente había sido
338 ADQO, E-142, T. 30, del 28 de enero de 1936. Herbette a Flandin. 339 ADQO, E-165, T. 506, de 18 de febrero de 1936 y T. 518 de 19 de febrero de
1936. François-Poncet, embajador francés en Berlín, a Flandin; ADQO, E-166, T. 321,
de 11 de marzo de 1936. Herbette a Flandin. Propaganda hitleriana en las elecciones
españolas. 340 ADQO, E-142, T. 76, del 3 de marzo de 1936. Herbette a Flandin.
Confidencial.
277
utilizado cada vez que éste había considerado que el régimen se encontraba
en peligro. Como sustituto, Herbette apostaba por Azaña, el único político
que podía satisfacer a los republicanos de izquierda y no decepcionar a los
socialistas. Otras opciones, como la candidatura socialista “reformista” de
Besteiro, consideraba el embajador, podía desagradar más a una parte
importante de los socialistas que a los propios republicanos de derecha.
Aunque la derecha católica reprochaba al Frente Popular estar decidido a
nombrar un “presidente parcial”, los dirigentes frentepopulistas no podían
pasar por alto el efecto que un nuevo presidente produciría sobre la opinión
pública de derecha. Eran conscientes que el elegido el 10 de mayo sólo
podría agotar su mandato si era aceptado por una parte notable de la
población. Estando así las cosas y por eliminación, Azaña era la primera
opción para ambas mayorías, aunque por razones bien diferentes.
Según informó Herbette a París, para las izquierdas, la subida de
Azaña a la presidencia de la República simbolizaba la consolidación
definitiva de un régimen republicano en el que las masas obreras habían
accedido al poder. Por el contrario, para las derechas la elección de Azaña
tenía la ventaja de dejar vacante la presidencia del Gobierno. En semejante
contingencia, Herbette consideraba que entre las filas de la derecha existían
dos planteamientos diferentes. El de aquellos más reaccionarios, los que
querían alterar la Constitución y derribar la República, que preferían que el
sillón presidencial estuviera dirigido por una personalidad débil. Otros
menos rupturistas, los que todavía querían salvar los aspectos más
conservadores de la obra republicana, deseaban que la titularidad del
Ejecutivo recayera en “el más enérgico de los españoles”. Estos
reprochaban a Azaña que sus palabras no se tradujeran en realidades. En
esta línea, comenzaba a sonar el nombre del socialista Indalecio Prieto, con
un temperamento más realista y capaz de hacer reinar la legalidad. Por otro
278
lado, el mismo partido de Azaña no se resignaba a ver a su líder encerrado
durante seis años en el Palacio Nacional; privado de él, sabían que su
formación peligraba como fuerza parlamentaria clave en el arbitraje de las
mayorías de izquierda y de derecha.341
Entre tanto, llegaron las celebraciones del 1º de mayo teñidas de los
presagios más siniestros. En una jornada festiva, socialistas y comunistas
compartieron desfile en Madrid. Herbette constató una vez más que la
conmemoración transcurrió en todo el país con mayor calma de la que
cabía esperar. El embajador no quiso terminar el informe dedicado a
analizar la jornada sin mencionar el discurso que Prieto dirigió a sus
correligionarios en Cuenca, circunscripción donde las elecciones habían
sido invalidadas y debía votarse de nuevo el día 3 de mayo. Esta
circunstancia convertía el discurso del socialista en un encendido mensaje
electoral. Sorprendentemente, Herbette no destacó en su informe las ya
conocidas palabras de Prieto al citar al general Franco como uno de los
militares más capacitados para encabezar una intentona golpista, sino que
se centró en subrayar el valiente ataque del socialista contra los excesos
revolucionarios, que no hacían más que beneficiar a los defensores del
fascismo. Estas palabras indujeron a Herbette a calificar a Prieto como un
hombre de Estado, en consonancia con las notas redactadas sobre el
político en anteriores informes.342
Finalmente, Azaña fue elegido Presidente de la República y mandó
formar Gobierno a Casares Quiroga. Prieto renunció a la propuesta de
341 ADQO, E-166, T. 542, de 22 de abril de 1936. Herbette a Flandin. Elección
presidencial. 342 ADQO, E-167, T. 586, de 2 de mayo de 1936. Herbette a Flandin. El primero
de mayo en España.
279
Azaña para evitar un cisma en la familia socialista. Así, el Partido
Socialista Obrero Español (PSOE) no participó en el Ejecutivo, pero sí que
lo apoyó desde las Cortes. El nuevo gabinete fue muy bien recibido por el
embajador francés:
No es probable que se pueda encontrar, en el mundo político
español, otro equipo gubernamental que sea mejor dispuesto hacia
nosotros (…). Cuando sus jefes son republicanos de izquierda, es
hacia Francia que ellos se vuelven para ser guiados.
Al margen de la difícil situación económica, Herbette consideraba
que los mayores retos que se presentaban al nuevo gobierno eran apartar al
Ejército de conspiraciones, poner fin a los atentados de origen anarquista o
fascista y solucionar las diferencias entre patronos y obreros. Reconocía
que en este aspecto la derecha no había hecho mucho para resolverlas
durante los dos últimos años. Pero el mayor de los escollos que podría
encontrar el nuevo ejecutivo, insistía el embajador, era mantener su
mayoría parlamentaria apoyada en los socialistas, en cuyo próximo
congreso se esperaba la victoria abrumadora de la tendencia
largocaballerista. Con el nombramiento del nuevo gabinete, Herbette daba
por terminado el periodo de impasse abierto desde la destitución de Alcalá
Zamora.343
343 ADQO, E-167, nº 638, de 14 de mayo de 1936. Herbette a Flandin. Elección
de Azaña y formación del gabinete Casares.
280
Mayo: el deslizamiento hacia la violencia social
La tregua dada por la festiva jornada del 1º de mayo dio paso a una
escalada de violencia e inquietantes rumores. A medida que discurría el
mes, la tensión político-social se hizo más patente. El enfrentamiento entre
patronos y asalariados desencadenó un movimiento huelguístico
generalizado. Hasta entonces, las apreciaciones más alarmistas que se
recibían en el Quai d´Orsay procedían de algunos informes redactados por
la policía francesa localizada próxima a la frontera o de la visión parcial de
los acontecimientos percibida por los puestos consulares de provincias.
Privados de una panorámica de conjunto, en ocasiones no parecían
distinguir entre realidad e intoxicación, entre lo particular y el paisaje
político general. A partir de entonces, los despachos del propio Herbette
comenzaron a teñirse de inquietantes conjeturas sobre el incierto futuro de
la República, como antes no se había producido. En estas minutas se
percibe una mayor preocupación por subrayar los discursos extremistas, el
aumento de la presencia comunista y anarco-sindicalista en la realidad
española y las posibles repercusiones que ello pudiera acarrear para las
posesiones francesas del norte de África. Sin duda, la intensa movilización
laboral de mayo agravó la desconfianza de las autoridades galas hacia el
poder republicano español.
A principios de mayo, Herbette se hizo eco, por ejemplo, de rumores
sobre el envenenamiento de niños a manos de religiosos. Este
emponzoñamiento informativo produjo varios incendios de iglesias, aunque
las fuerzas del orden intervinieron vigorosamente contra los incendiarios.
De hecho, el embajador, espectador de alguna de las quemas, señalaba que
no se sumaba la muchedumbre al espectáculo como había ocurrido en
mayo de 1931. Sin ningún género de dudas, se mostraba convencido de que
281
“fuerzas trabajan para provocar desórdenes aunque sus orígenes y objetivos
se mantienen oscuros”.344
Desde abril, las autoridades francesas habían comenzado a prestar
menos atención a las campañas de la propaganda nazi, para centrar sus
desvelos sobre el supuesto aumento de la influencia comunista en España.
Tanto el Estado Mayor como el Ministerio del Interior galo acometieron la
elaboración de diversos informes respecto a dicho particular. Estos dossiers
caían en el terreno abonado de la tradición conservadora anticomunista del
Quai d´Orsay. El 7 de abril encontramos el primero de ellos, elaborado por
el Ministerio de Guerra y enviado a Bargeton. En él se afirmaba que Largo
Caballero, al que se calificaba como dirigente de extrema izquierda, se
hallaba definitivamente bajo la influencia de Moscú. Su poder residía en las
cuantiosas subvenciones que los soviets destinaban a las publicaciones
Diario de Madrid y Claridad, y en que bajo su mando se encontraban más
de 130.000 jóvenes socialistas y comunistas recién unificados. Se
diagnosticaba la situación como muy grave y se lanzaban los más
tenebrosos augurios revolucionarios para el día posterior a las elecciones
municipales del 12 de abril. El dossier asemejaba la situación española a la
vivida en Italia antes del avenimiento del fascismo; sólo que en España
faltaba que la derecha tuviera un líder a la manera de Mussolini para que
triunfara el pretendido cambio de régimen. Incluso, se señalaba a Azaña
como la persona que podría jugar este papel. Bien es cierto que adoptando
una fisonomía más liberal que la italiana. Por el contrario, en el mismo
documento se desmentía un asunto recurrente, la llegada del activista
revolucionario húngaro Béla Kun (1886-1938) a España.345
344 ADQO, E-167, nº 469, de 4 de mayo de 1936. Herbette a Flandin. 345 ADQO, E-166, de 7 de abril de 1936. Estado Mayor a Bargeton. Secreto.
Esta información aparece en semejantes términos en dos minutas enviadas por el
282
A finales de abril otro informe más pertubardor, en este caso
elaborado por el Prefecto de Policía de la Haute-Garonne sobre la situación
española, llegaba al Ministerio de Asuntos Extranjeros. El informe
comenzaba con una advertencia: “Si esta información es confirmada por
los servicios secretos competentes tendrá un gran valor, ya que pondría en
cuestión nuestra situación militar en la zona francesa de Marruecos, donde
un movimiento de xenofobia, bajo la apariencia del nacionalismo, podría
ganar a la población musulmana del Norte de África”. Y seguía con un
subtítulo que comenzaba a ser habitual en la documentación que el Quai
d´Orsay manejaba sobre España: “Asunto del comunismo en España”.
Según el dossier, activistas revolucionarios como Bela Kun, Luigi
Mateuci o Celso Aparisi, respaldados por enormes medios financieros
procedentes de Moscú, serían los encargados de iniciar un movimiento
insurreccional desde las filas comunistas y anarquistas con el fin de
implantar la dictadura de los soviets en España. Algunos elementos de la
FAI que se opondrían a estos manejos, proseguía, habrían establecido
contactos con miembros de Falange Española para evitarlo. Para confirmar
esta hipótesis, el informe se apoyaba en el programa adoptado por el
Congreso de las Juventudes Socialistas de Cataluña celebrado el 19 de abril
en la Casa del Pueblo de Barcelona, al que también asistieron miembros de
la Unión de Juventudes Comunistas de Cataluña. Sus puntos fundamentales
eran la adopción del marxismo leninismo, la instauración de una República
Socialista Catalana, la alianza obrero-campesina, la prohibición de
participación de los partidos burgueses en el Gobierno, la fusión de la UGT
y la CNT y la organización de un Partido Marxista Revolucionario Único.
embajador británico Chilton a Londres el 24 y el 25 de marzo. E. Moradiellos, op. cit.
(1990), pp. 119-121.
283
El informe continuaba señalando que la situación política era
desesperada. Rehén de un periodo de agitación creciente, el Gobierno
terminaría por abandonar el poder en manos de los socialistas dirigidos por
Largo Caballero, que bajo las órdenes de Moscú llevaría a cabo una
nacionalización de la banca, la industria, el comercio y la anulación de la
deuda del Estado español. Se pretendía disolver la Guardia Civil y la
Guardia de Asalto para crear una Guardia Roja que tomaría la
denominación de Guardia Republicana. Igualmente, se disolvería el
Ejército para crear un nuevo Ejército Rojo. Se informaba también de que en
el Marruecos español se venían produciendo manifestaciones interclasistas
e interétnicas dirigidas por el Bloque Popular de Marruecos exigiendo la
democratización del protectorado español. Lo llamativo de estas acciones
es que los españoles residentes no apoyaban estas iniciativas por
nacionalismo, sino por una “mística de justicia social”. Se añadía, por
último, un dato, cuya carga simbólica no debemos despreciar. Todas las
naciones, especialmente Gran Bretaña, seguían con atención el curso de los
acontecimientos españoles y habrían ordenado a sus agentes tenerles al
corriente del día a día. En boca de un informador español, concluía el
dossier: “se dice que se esperan los resultados de las elecciones en Francia
y si en nuestro país triunfa el Front Populaire, entrarán inmediatamente en
vigor las órdenes recibidas de Moscú”.346
Ya que el 12 de abril no había estallado la revolución en España,
ahora se retrasaba la fecha, en conjunción con los resultados electorales
franceses. Deberíamos preguntarnos quién era el inductor intelectual de
estos dossiers, pero es fácil reconocer que el clima que se recreaba
346 ADQO, E-167, de 11 de mayo de 1936. Informe fechado el 28 de abril del
Prefecto de Policía de la Haute-Garonne al ministerio de Asuntos Extranjeros sobre la
situación española.
284
coincidía con lo que algunos analistas británicos identificaban desde tiempo
atrás con el paradigma Kérenski en la que se encontraba España. Este
esquema interpretativo, periodo de la crisis rusa de 1917 cuando Kérenski
presidió un gobierno liberal-burgués hasta su derrocamiento por los
bolcheviques, era un lugar común de los analistas diplomáticos de
entreguerras para referirse a situaciones en que un gobierno de izquierdas
podía ser desbordado por un movimiento revolucionario.347 Pareciera que el
abismo al que se precipitaba España, estaba presente más en las mentes de
los analistas extranjeros que en la propia existencia cotidiana de los
españoles; una especie de prevención antirrevolucionaria que a base de
repetirse en los papeles podría materializarse en la realidad.
La correspondencia que recibía el Quai d´Orsay sobre la situación
española desde Lisboa difería también de las impresiones enviadas por
Herbette hasta ese momento. El embajador Ame Leroy escribía el 1 de
mayo que Herbette no quería hablar de anarquía, pero esa era la realidad de
la situación española: incendios, pillaje y asesinatos.348
Por fin, fueron apareciendo en la escena política española
declaraciones públicas de destacados políticos que llenaron de contenido
las descripciones anteriores. Sin duda, las palabras pronunciadas por Largo
Caballero, “el Lenin español”, el 11 de mayo parecían dar la razón a los
análisis ofrecidos por la maquinaria burocrática gala. Herbette las
calificaba como “declaraciones categóricas que podrán tener repercusión
sobre el próximo futuro del partido socialista y de toda la situación interior
de España”. El dirigente socialista reivindicó públicamente en esta ocasión
347 E. Moradiellos, op. cit. (1990), pp. 70, 117; A. Viñas, La soledad de la
República, Barcelona, Crítica, 2006, pp. 451-452. 348 Y. Dénèchere, op. cit. (1999), p. 60.
285
la independencia de las organizaciones socialistas de los partidos
republicanos de izquierda, que por otro lado, no debemos olvidar, eran sus
aliados en el Frente Popular: “la representación parlamentaria que poseen,
la han obtenido al precio de nuestra sangre y sacrificio” manifestó el
político socialista. Además, reclamó la unificación de los partidos
proletarios “con un control y una disciplina férrea, militarista si queréis”, y
negó que el desarrollo económico y social del país fuera posible bajo el
reino del capitalismo. El socialismo, proseguía Largo Caballero, no se
establecería sin recurrir a la violencia. Evidentemente, estas declaraciones
coincidían con el esquema diagnosticado por Londres un mes y medio
antes.
Herbette aprovechó el mismo informe para ofrecer sus reflexiones
sobre la imposibilidad de una unión de socialistas y comunistas con los
anarquistas. Para él, el anarquismo español era una doctrina individualista,
no colectivista, libertaria y no disciplinada. Sus líderes eran pensadores
solitarios que elaboraban una suerte de filosofía aristocrática que nunca
podría ser compartida con la multitud. Y concluía:
El anarcosindicalismo español puede engendrar poetas líricos,
agentes provocadores, jefes enérgicos, saboteadores, mártires y
asesinos. Pero no puede producir, ni contribuir a producir un régimen
fundado en la subordinación del pueblo al Estado, lo que es el
principio de cualquier régimen colectivista. En consecuencia, la
alianza con la que sueña el Sr. Largo Caballero puede ser explosiva,
pero no puede hacer andar un motor de explosión.349
349 ADQO, E-167, nº 626, de 12 de mayo de 1936. Herbette a Flandin.
Declaraciones de Largo Caballero. Es sorprendente descubrir como todo este tipo de
reflexiones se localizan en la correspondencia diplomática británica con diez o quince
286
La supuesta inestabilidad española debía estar presente, como hemos
visto, en los mentideros de las cancillerías europeas, donde al parecer ya se
elaboraban las estrategias a desarrollar en caso de que el deterioro de la
realidad española pudiera desembocar en un conflicto civil. A finales de
mayo, el embajador francés en Lisboa Ame-Leroy, dirigió un telegrama
secreto a su ministro de Negocios Extranjeros informando de una reunión a
tres bandas en las proximidades de Lisboa. En esta cita secreta habrían
compartido confidencias un agente del gobierno británico, un enviado de
un partido conservador español y el mismísimo dictador Oliveira Salazar.
Los tres interlocutores se mostraron de acuerdo en que un eventual
conflicto español produciría un movimiento comunista en las provincias
limítrofes con la frontera portuguesa. El gobierno de Lisboa debía tomar
inmediatamente medidas especiales de seguridad y no descartaba una
intervención armada si la situación lo exigía. A este efecto, el delegado
español habría ofrecido el concurso financiero de su partido, y el británico
surtir material bélico en unas condiciones de pago muy especiales. El
embajador reconocía que no podía verificar la autenticidad de esta reunión,
pero si afirmaba que la cuestión se hallaba en el primer plano de las
preocupaciones del dictador.350
días de antelación, como nos ha mostrado el profesor E. Moradiellos, op. cit. (1990), p.
123. 350 ADQO, E-167, nº 83-85, de 27 de mayo de 1936. Ame-Leroy, embajador
francés en Lisboa, a Flandin. Secreto. La incertidumbre del dictador Oliveira Salazar
sobre la evolución de los acontecimientos españoles y las relaciones luso-británicas
sobre el particular están estudiadas en C. Oliveira, Salazar e a Guerra Civil de Espanha,
Lisboa, O Jornal, 1987, pp. 123-126 y en Carlos Estorninho, Amizade e Alianza entre
Portugal e a Grande-Bretanha, Lisboa, Portugália Editora, 1957, p. 33. Debemos añadir
a este respecto H. de la Torre, op. cit., (1998).
287
El 31 de mayo, Herbette sí mostró ya un panorama más desolador.
Sus cónsules en Andalucía informaron de la situación anárquica que se
vivía en la región y del peligro de contagio a otras regiones. Los
enfrentamientos mortales entre Guardia Civil y campesinos y los atentados
con bombas contra los que no secundaban las huelgas en Madrid ocupaban
las portadas de los periódicos. El Gobierno se defendía atribuyendo la
autoría de esta violenta campaña a organizaciones de extrema derecha.
Ante esta agitación revolucionaria, los sindicatos socialistas habían
prohibido a sus afiliados secundar ninguna huelga general sin recibir la
orden expresa de sus dirigentes. Rumores de crisis de Gobierno para dar
entrada en el Ejecutivo a miembros socialistas recorrían la capital. Herbette
avanzaba las claves causantes de esta inestabilidad político-social:
Aparte de causas bien conocidas que tienen que ver con el estado
económico de España, con su temperamento nacional, con sus
tradiciones anarquistas, etc…, la situación de hoy es debida a dos
factores: de entrada la política del “cuanto peor, mejor” que practican
los adversarios del régimen, de acuerdo con ciertos intereses
extranjeros, después y, sobre todo, la insuficiencia flagrante del
mecanismo gubernamental y administrativo.
Falta a un tiempo un cuadro de funcionarios adaptados a la nueva
tarea y una organización política capaz de disciplinar a las masas.
Sin estos instrumentos indispensables, el Gobierno está a merced de
sus enemigos equipados para la violencia y el Estado está amenazado
de disolución.
288
Es de esperar que esta enseñanza sea comprendida al tiempo por
todos los dirigentes del frente popular [sic] español, pero también
merece ser meditada en otra parte.351
Junio-Julio: rumores de sedición
La conspiración militar fue conocida, alentada y financiada por
sectores políticos conservadores y de derechas. Juan March, por ejemplo,
depositó 500.000 pesetas en un banco extranjero a disposición del general
Franco y otra cantidad similar para Mola. Gil Robles confió también a
Mola 500.000 pesetas de la caja electoral de Acción Popular. A pesar de
ello, los militares no permitieron que ningún civil tuviera capacidad
decisoria en la organización de la sublevación. La operación
antirrepublicana revistió un carácter específicamente militar. Se
conformaría como la suma de tres fuerzas. Por un lado, los jefes y oficiales
integrados en la Unión Militar Española, agrupación corporativa y
nacionalista secreta y clandestina que agrupaba a un gran número de
oficiales. Por el otro, la Junta de Generales de Madrid y la rebelión
organizada por Emilio Mola, bajo el pseudónimo de El Director. Las
fuerzas armadas no serían instrumento de determinados partidos políticos o
grupos de presión, sino que asumirían la destrucción de la República
frentepopulista con criterio esencialmente corporativo.352
Con la llegada del verano, la embajada y los consulados franceses
recibieron una creciente cantidad de correspondencia demandando
información sobre la peligrosidad de atravesar España. El 10 de junio,
351 ADQO, E-167, T. nº 589-591, de 30 de mayo de 1936. Herbette. 352 J. Gil Pecharromán, op. cit. (1995), pp. 265-269.
289
Herbette confirmó que no existía ningún peligro particular para los
extranjeros; no obstante, prefería definir un itinerario para los viajeros
franceses desde Irún a Algeciras, el cual se haría vigilar especialmente por
la policía española.353
El 5 de junio, Herbette informó de un hecho que toma importancia
destacada a la luz de los acontecimientos posteriores. El Director General
de Seguridad se había desplazado por sorpresa a Pamplona acompañado
por destacamentos de guardias de asalto procedentes de las provincias
vecinas. El motivo declarado había sido organizar más eficazmente la
vigilancia de la frontera. Aunque a nadie se le escapaba que las autoridades
españolas tomaban precauciones contra la importación clandestina de
armas, el embajador francés apuntó como causa de tal operación el temor a
una sedición militar organizada desde Navarra, comandada por el general
Mola, al que los rumores señalaban como conspirador contra el
Gobierno.354
Al día siguiente, Herbette fue recibido por el ministro de Estado,
Augusto Barcia. El ministro no negó la existencia de contrabando de armas
en la frontera franco-española. El dato nuevo que aportó fue que este tipo
de movimientos presentaba una gran analogía con otros detectados en el
resto de los países de la Europa democrática, Francia incluida. Barcia veía
tras estos hechos la influencia de las fuerzas de derecha y las intrigas
extranjeras, más que un doble juego de los comunistas. Sobre el general
Mola, aunque confesó que iba a ser trasferido de guarnición, no le hacía
responsable de ningún movimiento sedicioso. En palabras del ministro:
353 Y. Dénèchere, op. cit. (1999), p. 60. 354 ADQO, E-167, T. nº 615, de 5 de junio de 1936. Herbette.
290
El ejército considera al gobierno actual como la mejor protección
posible del orden público y no intervendrá a no ser que este gobierno
sea desbordado por un movimiento revolucionario. Es más, la gran
mayoría de los rumores que circulan en España sobre presuntos
golpes de fuerza de extrema derecha o de extrema izquierda son
únicamente el resultado del miedo que cada uno de estos dos
partidos extremistas experimentan en presencia del otro.355
Apenas un mes más tarde se volvieron a reunir. El ministro volvió a
rechazar la posibilidad de un golpe militar, aunque no ocultó su
preocupación por el ascenso del fascismo entre los partidos de derecha. En
esta ocasión hizo responsables de la agitación a los socialistas de izquierda
y a los comunistas, que buscaban obstaculizar la obra renovadora del
Gobierno. Admitió que podría parecer que el Ejecutivo era prisionero de
los comunistas. Por eso, el ministro se mostraba contrario a la entrada en el
Gabinete de los socialistas y rechazaba el planteamiento de los
“caballeristas” que defendían que todo el poder terminaría en sus manos.
Ni el mismo Prieto, con quien mantenía una estrecha amistad, compartía
esta premisa.356
Dos días después, el 10 de julio, Herbette se reunió con Azaña, en la
que podemos considerar como la última entrevista del Presidente de la
República de la que tenemos constancia escrita antes del levantamiento
militar del 17 de julio, y por ende la última ocasión en la que podemos
analizar sus opiniones respecto a la realidad que le rodeaba. Sobre el
355 DDF, 2, II, T. 279, de 6 de junio de 1936; este documento también se
encuentra en ADQO, E-167, 625-626, de 6 de junio de 1936. 356 ADQO, E-167, T. nº 759, de 8 de julio de 1936. Herbette.
291
ascenso del fascismo en España, Azaña no se mostró especialmente
preocupado:
El desarrollo del “fascismo” no se le escapa, pero tampoco se
confunde: no es, en su opinión, más que una reacción de miedo que
empuja a algunas clases sociales a buscar cualquier refugio contra lo
que amenaza sus intereses. “Hace 100 años los que hoy se llaman
fascistas eran llamados blancos”. Ninguna concepción política
positiva se esconde bajo esta etiqueta fascista. En particular, los
supuestos fascistas españoles no se imaginan lo que es el fascismo
italiano. “Si por mi fuera, añadió riéndose el Sr. Azaña, dejaría que
el mismo Sr. Mussolini gobernara España durante ocho días. No
haría falta más para que nuestros fascistas tuvieran suficiente, con los
impuestos y las exigencias de toda clase que les agobiarían del
régimen mussoliniano.
Más alerta y molesto se exhibió frente al movimiento insurreccional
anarquista, al que no dudó en calificar como el principal peligro al que se
enfrentaba la República:
Está consternado como todo el mundo por el rumbo que ha tomado
en Madrid la Confederación Nacional del Trabajo. En su opinión, las
causas son complejas. No está lejos de creer que los mismos patrones
han contribuido a animar a su personal a afiliarse a los sindicatos
anarquistas más que a los socialistas. En todo caso, juzga que el
desarrollo del anarquismo entre los obreros de Madrid “resulta de la
guerra que se ha hecho a la Unión General de Trabajadores”, es decir
a las organizaciones obreras socialistas. No tiene esperanza en la
292
posibilidad de calmar a los anarquistas por la persuasión. El
anarquismo es “un cáncer que es necesario extirpar” –añadió-.
Finalmente, se lamentó de las negativas repercusiones que podría
acarrear a la mayoría de izquierda la guerra intestina que vivía el
socialismo español:
El Presidente de la República no desconocía la ventaja de que
Francia se encuentre gobernada por un gabinete dónde figuran
socialistas y, sobre todo, socialistas sobre los que tiene una gran
opinión. Pero la misma fórmula no es aplicable a España en tanto
que la unidad no existe (por el momento) en el partido socialista
español. En honor a la verdad, la tendencia personificada por el Sr.
Indalecio Prieto parece ganar terreno pero es lamentable que el
congreso nacional dónde estas discrepancias podrían ser arregladas
definitivamente no se reúna antes de octubre. “Para qué esos cuatro
meses de impasse” –concluyó-.357
A mediados del mes de julio, la agitación anarquista se
incrementaba. Un miembro del Gabinete confesó a Herbette que su causa
era la financiación que recibía la CNT de la derecha. No era la primera vez
que se componía esta relación contranatura. El confidente confió al
embajador que la insurrección anarquista de diciembre de 1933 fue frenada
por el ejecutivo de Martínez Barrio financiando a los jefes anarquistas. En
octubre de 1934, el Gobierno de Lerroux habría hecho lo mismo.
357 DDF, 2, II, T. 423, de 10 de julio de 1936; este documento también se
encuentra en ADQO, E-167, 767-773. Herbette. Secreto. El subrayado es del propio
Herbette.
293
Estas confidencias no debieron parecerle muy estrafalarias al
embajador cuando reflexionaba sobre si al gobierno español no le
interesaba investigar si las sumas de dinero que pretendidamente
financiaban la agitación anarquista no procedían del extranjero. Unas
sumas que podrían tener el objetivo de extender la anarquía en España y
Marruecos, con las desastrosas consecuencias que acarrearía para Francia;
o bien, intentar instalar en España un gobierno fascista. En cualquiera de
los casos posibles, Herbette recomendó a sus superiores vigilar el paso de
capitales por la frontera, especialmente de “corruptores conocidos como
Juan March”.358
La dinámica violenta alcanzó su punto culminante el 13 de julio. Ese
día, Herbette informó a París de los asesinatos del teniente socialista de la
Guardia de Asalto, José del Castillo, el día anterior, y de la respuesta
sangrienta sufrida en la persona del jefe monárquico José Calvo Sotelo
durante la madrugada. El primero había sido “condenado a muerte”, según
el relato de Herbette, por el movimiento fascista debido a la resistencia
armada que habían ofrecido sus fuerzas en la manifestación de corte
reaccionaria celebrada el 16 de abril anterior. En venganza, como admitió
el mismo Ejecutivo, varios guardias de asalto se habían personado en el
domicilio del líder monárquico para arrestarlo. José Calvo Sotelo nunca
llegó a las dependencias policiales y apareció muerto por disparos y arma
blanca a la mañana siguiente en el cementerio del Este de la capital. La
reacción de condena de ambos asesinatos por parte del Gabinete no se hizo
esperar, anunciando la designación de dos jueces de instrucción especiales
y la toma de medidas urgentes. Inmediatamente se detuvo a más de una
358 ADQO, E-167, T. nº 790-793, de 13 de julio de 1936. Herbette.
294
quincena de sospechosos de haber tomado parte en el crimen de Calvo
Sotelo.
El país quedó sobrecogido por el doble crimen. En los días
posteriores la situación se deterioró a cada minuto. La huelga de la
construcción de Madrid continuaba.359 La conmoción en los medios
políticos era intensa. Rumores de una crisis ministerial encaminada a dotar
al Gobierno de una mayor autoridad se extendían. Filtraciones de las
fuerzas del orden opuestas al régimen se sucedían con el objetivo de
ahondar en la demostración de la debilidad y la incapacidad del Ejecutivo.
Y, por fin, la situación militar era más confusa que nunca.360 La percepción
de que el Gobierno se encontraba en la mencionada fase Kérenski a merced
de un proletariado lanzado a la revolución social fue apuntalada por las
declaraciones que Largo Caballero realizó aquella semana en el congreso
de la Federación Sindical Internacional celebrado en Londres:
Deseamos ayudar al gobierno en la realización de su programa; le
pusimos donde está sacrificando nuestra sangre y libertad; no
creemos que triunfe; y cuando fracase nosotros le sustituiremos y
entonces será nuestro programa y no el suyo el que se lleve a cabo.
(…) Sin nosotros no habría republicanos, nosotros somos la fuerza y
359 F. Sánchez Pérez, “Un laboratorio de huelgas: el Madrid del Frente Popular
(mayo-julio de 1936)” en M.-C. Chaput (ed.), op cit. (2008), pp. 155-172. La oleada de
huelgas de Madrid de mayo-julio llegó a afectar en sus momentos más álgidos durante
el mes de junio a más de 100.000 obreros de la capital. Pero especial incidencia tuvo la
huelga general de la construcción, iniciada el 1 de junio, que afectó a más de 80.000
trabajadores, y que se encontraba sin resolver el 18 de julio. 360 ADQO, E-167, T. nº 790-793, de 13 de julio de 1936 y T. nº 805, de 14 de
julio de 1936. Herbette.
295
si nosotros retiramos nuestro apoyo a los republicanos, tendrán que
marcharse.
Un editorial del The Times del 9 de julio opinaba que al menos en
España, y a pesar de la política oficial soviética, la Komintern fomentaba
una revolución social. Este esquema compositivo de la realidad española
era el aceptado, sin duda, en el seno de la mayoría de las cancillerías de las
democracias occidentales a pocos días de estallar el conflicto civil.361
El 14 de julio, Castillo y Calvo Sotelo fueron enterrados en una
atmósfera de turbación general y con el intercambio de algún disparo. El
asesinato de Calvo Sotelo se atribuyó al Gobierno, y ello aceleró decisiones
entre los conspiradores, aunque no fuese la causa directa de un movimiento
militar planeado en los meses anteriores. El carlismo aceptó apoyar la
sublevación y algunos militares que estaban indecisos tomaron partido por
la conspiración encabezada por Mola. Tal fue el caso del general Francisco
Franco.362
361 Artículos de los diarios News Chronicle del 9 de julio, The Morning Post del
13 de julio y The Times del 9 y 14 de julio recogidos en E. Moradiellos, op. cit. (1990),
p. 132. 362 J. Gil Pecharromán, op. cit. (1995), p. 268. Goicoechea prometió en la
oración fúnebre del entierro de Calvo Sotelo vengar la muerte del político y salvar
España, en lo que se entendió como declaración de guerra. El día 15, el católico Gil
Robles en la reunión de la Diputación Permanente de las Cortes acusó a los diputados
frentepopulistas de que “la sangre del señor Calvo Sotelo está sobre vosotros” y de
“hacer una política de persecución, de exterminio y de violencia de todo lo que
signifique derechas”. El conde de Vallellano calificó el asesinato como “crimen de
Estado”.
296
El 17 de julio, la guarnición de Melilla prendió la mecha de la
sublevación. A lo largo del día, otras guarniciones del Protectorado fueron
sumándose al movimiento. Herbette acababa de llegar a su residencia de
vacaciones en San Sebastián para disfrutar del largo estío español en
compañía del resto de las representaciones diplomáticas extranjeras
instaladas en España. A las 16.15, Herbette envió a París el siguiente
telegrama confidencial:
En realidad reina una inquietud (sorda) que no está motivada por la
perspectiva de tal o cual escaramuza parlamentaria, sino más bien
por el sentimiento general de que las circunstancias actuales son
favorables para un golpe de fuerza contra el régimen mismo. (…)
Tampoco los rumores de sedición militar no cesan de propagarse.
Parece que en Madrid, durante la noche, las milicias socialistas
toman frecuentemente precauciones.363
363 DDF, 2, II, T. 467, de 17 de julio de 1936; este documento también se
encuentra en ADQO, E-167, T. nºs 822-824. Herbette. Confidencial.
297
298
299
SEGUNDA PARTE
DE LA INSURRECCIÓN MILITAR A LA QUIEBRA
DE LA EXPECTATIVA DE UNA GUERRA BREVE
300
301
Capítulo 1
La reacción de Francia ante
una guerra cercana e inesperada
302
303
1. Un golpe militar devenido en guerra civil
El levantamiento militar iniciado el 17 de julio de 1936 en
Marruecos se propagó de inmediato al resto de guarniciones implicadas en
la conspiración. Los sublevados, tras pocos días, habían conseguido
controlar los restos coloniales españoles, una amplia zona centro occidental
de la Península (Navarra, Castilla, León y Galicia), un núcleo andaluz en
torno a Sevilla, y las Islas Canarias y Baleares (excepto Menorca). El resto
de la geografía española se mantuvo fiel al Gobierno legalmente
constituido. Dicho de otro modo, el gobierno de Madrid controlaba el
territorio más poblado e industrializado, pero de menores posibilidades
agrícolas. Por su parte, los insurgentes controlaban zonas con grandes
recursos agrarios y ganaderos y las minas de pirita de Huelva y de hierro
marroquíes. 364
364 Para entender los diversos aspectos del conflicto merece la pena consultar M.
Tuñón de Lara, La guerra civil española. 50 años después, Barcelona, Labor, 1985, en
la que también se encuentran destacados trabajos de los profesores J. Aróstegui, A.
Viñas, J.M. Bricall y G. Cardona. Como permanente obra de consulta destaca el clásico
estudio de H. Thomas, La guerra civil española, Barcelona, Grijalbo, 1976. Sobre el
paso del Estrecho véase los trabajos de M. Alpert, La guerra civil española en el mar,
Madrid, Siglo XXI, 1987; en la perspectiva historiográfica franquista J. Arrarás,
Historia de la Cruzada española, Madrid, Ediciones Españolas, 1939-1943.
304
En el orden financiero, el ejecutivo republicano siguió atesorando las
reservas de oro del Banco de España, en tanto que los sublevados sólo
disponían del recurso a la exportación para obtener divisas capaces de
proporcionar armas del exterior.365 En el aspecto militar, las fuerzas
insurgentes contaban con el bien preparado ejército de Marruecos, buena
parte del generalato y las cuatro quintas partes de la oficialidad. De esta
manera, la defensa de la República quedó en manos de las milicias
populares (difíciles de dirigir por los pocos mandos leales) y la mayor parte
de la testimonial fuerza aérea y la casi totalidad de la flota, en la que la
marinería se había amotinado con éxito contra los oficiales rebeldes.
En suma, el fracaso del golpe de Estado (o el triunfo de un golpe
fraccional) abrió la vía para convertir la sublevación en una verdadera
guerra civil. El derrumbamiento del aparato estatal en la zona republicana
creó las condiciones para el desencadenamiento de un proceso
revolucionario en retaguardia. Así se crearon múltiples juntas y comités
ligados a sindicatos y partidos de izquierda que en ocasiones mostraban una
nula relación con el Gobierno. A pesar de esta amenaza revolucionaria, al
Ejecutivo no le quedó más remedio que colaborar con estos nuevos
poderes. La quiebra de las funciones del Estado facilitó la represión
incontrolada del enemigo de clase, como síntoma inequívoco de la
incapacidad del Gobierno para enfrentarse a los hechos. Así, la guerra en el
frente y la revolución en retaguardia marcaron la falta de unidad de acción
de los múltiples poderes antifascistas que lastró la defensa de la República.
Hasta el nuevo gobierno de septiembre de 1936 presidido por Francisco
365 En cuanto a la inicial financiación del conflicto no debemos escatimar la
revisión del reputado estudio de A. Viñas, Guerra, dinero y dictadura: ayuda fascista y
autarquía en la España de Franco, Barcelona, Crítica, 1984 y op. cit. (2006).
305
Largo Caballero, casi dos meses después de iniciado el conflicto, no se
pudo constituir un frente gubernamental que tratara de frenar la revolución
y mostrara síntomas evidentes de poder hacer frente al enemigo.
En la zona sublevada el poder quedó en manos de la institución
corporativa militar alzada en armas según la declaración de estado de
guerra, produciéndose una militarización de los espacios sociales,
económicos y gubernamentales como se había previsto en la conspiración.
La muerte del general José Sanjurjo en accidente aéreo el 20 de julio
descabezó la dirección del movimiento y acentuó su indefinición política,
disputada entre alfonsinos, carlistas y republicanos conservadores. El
objetivo común de establecer una dictadura militar más o menos transitoria,
pasaba por el desarrollo de una contrarrevolución preventiva de todos los
elementos que se opusieran al pronto nominado Movimiento Nacional.
Tres días después de la muerte de Sanjurjo, el 23 de julio se
constituyó en Burgos la Junta de Defensa Nacional,366 integrada por los
elementos más destacados del generalato sublevado y presidida por Miguel
Cabanellas Ferrer (1872-1938) en su condición de jefe más antiguo. Este
organismo, marginado de la dirección de las operaciones bélicas, que
siguió en manos de Franco, Mola y Queipo de Llano en cada una de sus
zonas, pretendía mantener el funcionamiento de un aparato estatal ya
militarizado, en función de una expectativa de guerra breve. La Junta
también cumplía un papel político de cara al exterior, representando al
gobierno alternativo al republicano. Con este fin se creó el 30 de julio el
Gabinete Diplomático, dirigido por José Yanguas y Messía (1890-1974),
encargado de entablar relaciones oficiales con otros estados.
366 J. Tusell “La Junta de Defensa de Burgos”, Historia 16. La guerra civil, nº 6,
Madrid, 1986, pp. 56-65.
306
Ninguna de las fuerzas políticas derechistas que colaboraron en la
sublevación puso en duda el dominio absoluto de los militares, dejando a
disposición de éstos las milicias preparadas en el seno de sus
organizaciones. La urgencia bélica exigía esta subordinación. De igual
modo la Iglesia Católica jugó un destacado papel legitimador sacralizando
el Alzamiento como cruzada religiosa y patriótica, constituyéndose, junto
con el Ejército, en la fuerza social más destacada en la conformación de las
nuevas estructuras estatales que nacían en la España rebelde.367
En definitiva, como al inicio de la guerra se produjo un cierto
equilibrio militar, desnivelado a favor de los sublevados por la mayor
preparación militar del Ejército de Marruecos, este estancamiento planteó a
ambos bandos la necesidad de recurrir a la ayuda exterior, ya que en la
España de 1936 no existían medios militares suficientes para mantener un
esfuerzo bélico continuado. El 19 de julio mientras el nuevo Jefe de
Gobierno republicano, José Giral Pereira (1879-1962), solicitaba aviones y
armas a Francia, el general Franco, al mando de las tropas marroquíes,
enviaba emisarios a entrevistarse con Mussolini y Hitler con la imperiosa y
urgente misión de conseguir aviones de transporte para posibilitar el paso
del Estrecho a sus tropas. La internacionalización de la Guerra Civil
española, a pocos días de su inicio, se había convertido en un hecho que
alteraría aún más las relaciones entre las cancillerías europeas.
367 El rol jugado por la Iglesia en la contienda española se trata en profundidad
en J.J. Ruiz Rico, El papel político de la Iglesia Católica en la España de Franco,
Madrid, Tecnos, 1977; J. A. Tello, Ideología y política. La Iglesia católica española,
1936-1959, Zaragoza, Pórtico, 1984. Una revisión más actual del asunto en H. Raguer,
La pólvora y el incienso. La Iglesia y la Guerra Civil, Barcelona, Península, 2001.
307
2. La batalla española librada en Francia: sabotaje y parálisis en la
embajada republicana
Tras la proclamación de la República el 14 de abril de 1931, el nuevo
régimen encontró un cuerpo diplomático sustancialmente ajeno a los
nuevos presupuestos políticos dominantes. El reclutamiento endogámico de
este cuerpo de funcionarios, en buena parte procedente de familias
aristocráticas, suponía un factor de dificultad importante para el
entendimiento con los nuevos dirigentes del país. De hecho, nada más
proclamada la República, se produjeron varios casos de dimisiones de
diplomáticos desafectos.
El intento más destacado para garantizar la lealtad del personal
diplomático al nuevo régimen fue el proyecto de Ley presentado por el
ministro de Estado, Luis de Zulueta, a finales de agosto de 1932, al socaire
de la euforia republicana que se produjo tras el fracaso de la intentona
golpista del general Sanjurjo. Este proyecto se convirtió en ley el 6 de
septiembre del mismo año. A pesar del esfuerzo estatal por crear un cuerpo
diplomático comprometido con el régimen, al final del quinquenio
republicano éste no había alterado de manera esencial su fisonomía.
El fracasado golpe de Estado del 17 de julio de 1936 fracturó la
Carrera Diplomática española. El gobierno republicano publicó la orden
circular nº 23 de 24 de julio de 1936 por la que se requería la adhesión de
los miembros del Cuerpo Diplomático y Consular al régimen republicano.
En los días posteriores, las dependencias del Ministerio de Estado
establecidas en el palacio de Santa Cruz de Madrid recibieron 187
telegramas, de las cuales 128 ofrecieron adhesiones y 59 presentaron
dimisiones. Sin embargo, el 21 de agosto el gobierno republicano decretó la
308
disolución de la Carrera Diplomática acuciado por el rosario de dimisiones
posteriores a la circular nº 23. Apenas dos semanas más tarde, el 4 de
septiembre, con la constitución del Gobierno formado por Francisco Largo
Caballero, la nómina de dimisiones aumentó en 78 casos más. En conjunto,
poco más del 20% del personal diplomático español permaneció fiel a la
República,368 dándose la circunstancia de que en la mayoría de los casos,
los dimitidos o cesados por el Gobierno se convirtieron en agentes
oficiosos de los insurgentes allí donde habían desarrollado hasta entonces
su labor.
Por su parte, nada más iniciada la guerra, los mandos militares
sublevados dictaron la Orden de 30 de julio que creaba el Gabinete
Diplomático. Y, encumbrado a la Jefatura del Estado el general Francisco
Franco por la Ley del 1 de octubre, se creó la Secretaría de Relaciones
Internacionales. Pero la organización de la Carrera Diplomática franquista
no se inició realmente hasta la promulgación del Decreto-Ley de 11 de
enero de 1937. Muy poco después, el 29 de enero, se puso en
funcionamiento la Comisión Depuradora encargada de examinar el
comportamiento del personal diplomático al inicio del levantamiento
militar. El Decreto-Ley de 21 de enero de 1938 creó un Tribunal
Seleccionador del personal del Cuerpo Diplomático que procedió a la
revisión de los fallos emitidos por la Comisión Depuradora antes citada. El
resultado de esta comisión estableció que 62 diplomáticos fueran separados
del servicio, y de los aceptados, la mayoría fueran declarados en situación
de “disponibles” con pérdida de puestos en el escalafón de su categoría
correspondiente.
368 M. Casanova. La diplomacia española durante la Guerra Civil, Madrid,
Ministerio de Asuntos Exteriores, 1996, p. 31.
309
La legación española en París369 jugaba un papel fundamental en el
entramado diplomático republicano. La singularidad de la representación
de la capital francesa estribaba en que canalizaba buena parte de las
actividades y comunicaciones de otras legaciones europeas con origen o
destino en Madrid. Iniciada la guerra, esta estructura del servicio
diplomático adquirió una relevancia vital considerando que en París se
instaló la Comisión Gubernamental de Compra de Armas, encargada de
centralizar la mayor parte de los intentos de adquisición de material bélico
por parte del bando republicano.
Los sucesos que siguieron al inicio de la sublevación en la embajada
parisina fueron un buen ejemplo de lo sucedido en otras representaciones
diplomáticas españolas. La capital francesa acogía a buena parte de los
monárquicos y antirrepublicanos españoles que residían fuera del país. El
comienzo de la insurrección puso en movimiento a estos círculos, que, sin
duda, habían participado, de una u otra manera, en la organización de la
conspiración. A diferencia de lo sucedido en Londres, en París no se
constituyó una Junta Nacional que se arrogara la representación oficiosa de
los insurgentes, sino que esta tarea recayó en la figura de José María
Quiñones de León,370 antiguo embajador de Alfonso XIII en la capital gala,
369 I. Monje Gil, “La embajada de España en París y el inicio de la Guerra
Civil”, Actas del Congreso Internacional La Guerra Civil Española, 1936-1939, (27-29
de noviembre de 2006), Madrid, Sociedad Estatal de Conmemoraciones Culturales,
2008. 370 Quiñones de León fue en los meses posteriores al levantamiento militar, junto
al conde de los Andes, el principal organizador del Servicio de Información de la
Frontera del Nordeste de España (SIFNE) con sede, inicialmente, en el Gran Hotel de
Biarritz. Parece ser que la organización de este servicio fue un encargo personal del
general Mola, según F. Luengo Teixidor, op. cit. (1996), p. 25. Otros autores, como M.
310
que ya antes del levantamiento militar había coordinado los servicios de
información de los conspiradores en el país vecino. Los años de servicio
pasados en la ciudad parisina habían proporcionado al antiguo embajador
una amplia red de contactos con políticos, diplomáticos, periodistas y
militares, que le permitían estar al día de los acontecimientos que se
desarrollaban en la convulsa Europa de los años treinta. Instalado en el
lujoso hotel Meurice, en la rue Rivoli, frente al museo del Louvre, su
renuncia al cargo en 1931 no había supuesto una merma en estas
relaciones. Junto a Quiñones de León trabajaron desde primera hora
Federico Díez Isasi (1902-?),371 que ejerció las funciones de enlace entre
Quiñones de León y el personal reclutado en la embajada para la causa
insurgente. También formaba parte del grupo el corresponsal del diario
monárquico ABC Mariano Daranas Romero (1898-1994), José Manuel
Carvajal y Pinto Leite, 2º conde de Jimenez de Molina, el ingeniero
Augusto Krahe Herrero, Francisco Marroquín (en funciones de secretario
del grupo conspirativo),372 Román de la Presilla Bergia (1893-1958),373
Eduardo Propper Castejón (1895-1972)374 y Carlos de la Huerta Avial
Casanova, op. cit. (1996), p. 104, conceden la autoría de la designación de la misión al
mismo Franco. 371 Federico Díez Isasi había sido consejero jurídico de la embajada entre 1925 y
1932 (expediente personal de Federico Díez Isasi, Archivo del Ministerio de Asuntos
Exteriores, serie Personal, legajo 343, expediente 24281, ex nunc AMAE, P-343/24281) 372 Expediente personal de Francisco Marroquín en AMAE, P-262/17346. 373 Expediente personal de Román de la Presilla Bergia en AMAE, P-267/18248.
Secretario diplomático de primera clase, que se encontraba en Madrid el 18 de julio.
Detectamos su presencia en París a las órdenes de Quiñones de León a primeros de
agosto de 1936. 374 Expediente personal de Eduardo Propper Castejón en AMAE, P-290/21857.
Secretario diplomático de tercera clase en situación de excedencia forzosa.
311
(1881-?).375 Debemos suponer, pues, que la red de información rebelde no
surgió de manera espontánea a raíz del golpe de Estado, sino que se
organizaría de manera más sistemática tras el 18 de julio.
Juan Francisco Cárdenas,376 embajador español en París, que había
sido cesado el 15 de julio, continuaba en su puesto a la espera de ser
reemplazado por su sucesor, Álvaro de Albornoz (1879-1954). La poca
confianza que inspiraba el cesante en Madrid quedó patente con la llamada
que Indalecio Prieto, titular de Hacienda, realizó el 20 de julio al domicilio
en Ginebra de Pablo de Azcárate, representante español ante la Sociedad de
Naciones, donde se encontraba el político socialista Fernando de los Ríos
pasando unos días de vacaciones. Prieto le requirió para que se hiciera
cargo de la embajada hasta la llegada del nuevo embajador y encabezara la
improvisada Comisión Gubernamental de Compra de Armas antes
citada.377 No obstante, Cárdenas trasladó al gobierno francés la petición de
armas hecha por el nuevo presidente de Gobierno, José Giral, en el
absoluto convencimiento de que la demanda española no sería atendida.
375 Expediente personal de Carlos de la Huerta Avial en AMAE, P-294/21904. 376 El expediente personal de Juan Francisco Cárdenas, AMAE, P-251/14865, se
encuentra desaparecido de los archivos del ministerio de Asuntos Exteriores de Madrid. 377 P. de Azcárate. Mi embajada en Londres durante la guerra civil española,
Barcelona, Ariel, 1977, p. 21. H. Thomas y F. Paéz-Camino sitúan esta llamada el día
21 de julio. Según el testimonio del secretario de segunda clase, Luis Torres-Quevedo
(expediente personal en AMAE, P-559/36711), Fernando de los Ríos contó inicialmente
con la colaboración de Luis Jiménez de Asúa y del radical Ángel Galarza Gago (1892-
1966) en la constitución de la Comisión Gubernamental de Compra de Armas. Azcárate
afirma que a su llegada, el embajador y todo su personal habían abandonado las
instalaciones diplomáticas, hecho dudoso como veremos en el desarrollo de esta
comunicación.
312
Para sorpresa del embajador, Blum, aceptó hacerse cargo del pedido de
armas.
Los aspectos relativos a la seguridad de la embajada estaban a cargo
de un solo agente enviado a París por la Dirección General de Seguridad,
Francisco Mata.378 Ya antes del 18 de julio había sido recibido por el
personal de la embajada, mayoritariamente de inclinación monárquica, con
manifiesta hostilidad. Además, Mata debió desarrollar su labor en unas
condiciones de suma precariedad de medios y dinero.379 Después de esta
fecha, los problemas de seguridad siguieron sin resolverse hasta la llegada
de Luis Araquistáin Quevedo (1886-1959), como nuevo embajador, en
septiembre de 1936. En palabras de Francisco Largo Caballero, presidente
del Gobierno desde el 4 de septiembre de 1936, a su correligionario Juan
Simeón Vidarte (1902-1976): “Tenemos la evidencia de que el enemigo
conoce todo lo que hablamos con la embajada de París. Ahora se lleva
Araquistáin claves nueva”.380
La primera tarea que se impuso el grupo de Quiñones de León fue
neutralizar las actividades de la embajada, especialmente aquellas
encaminadas a comprar armas en el extranjero, y para ello, necesitaba
reclutar al personal afín a la sublevación rebelde. Los agentes insurgentes
inicialmente prefirieron que los reclutados permanecieran en sus puestos
para filtrar las gestiones y órdenes procedentes de Madrid, y en su caso,
sabotearlas. El edificio situado en la avenida George V, apenas a doscientos
metros de los bulliciosos Campos Elíseos, se había convertido tras el
alzamiento militar en una suerte de zoco en el se mezclaban políticos
378 Expediente personal de Francisco Mata en AMAE: P-269/18484. 379 F. Luengo Teixidor, op. cit. (1996), p. 38. 380 J. S. Vidarte. Todos fuimos culpables, Barcelona, Grijalbo, 1978, p. 485.
313
republicanos que el levantamiento había sorprendido fuera del país, otros
venidos de España, personal diplomático, personajes de la más variada
procedencia que ofrecían toda clase de servicios y ciudadanos de diversas
nacionalidades que brindaban su auxilio generoso a la causa republicana.
Según el testimonio de Pablo de Azcárate:
(…) la embajada de España en París ofrecía un espectáculo
indescriptible, convertida en un verdadero Oriente, en el que a todas
horas del día y buena parte de la noche entraban y salían individuos
de las diversas nacionalidades y cataduras ofreciendo todo tipo de
armas, municiones y aviones.381
Su hijo Manuel (1916-1998), que acompañó a su padre en aquellas
fechas, escribió:
(…) parece un metro en hora punta en su zaguán de entrada y una
casa de locos en las oficinas y salones, donde las incesantes llamadas
de teléfono, el cúmulo de visitas y la escasez de personal obligan a
cada uno a atender tres cosas a la vez.382
En esta atmósfera de febril actividad comenzó a librarse en la
embajada parisina una batalla similar a la de otras agencias diplomáticas, a
producirse los primeros reclutamientos y los primeros sabotajes.
381 P. de Azcárate, op. cit. (1977), p 21: “En varias ocasiones me tocó vivir con
Fernando de los Ríos auténticas congojas causadas por la imposibilidad de decidir si nos
hallábamos ante ofertas serias y dignas de consideración, o ante vulgares intentos de
estafa.” 382 M. de Azcárate. Derrotas y esperanzas, Tusquets, Barcelona, 1994, p.107.
314
Cabe afirmar que el grupo de Quiñones estuvo en contacto
confidencial desde al menos el 22 de julio, según la documentación
disponible, además de con el embajador Cárdenas, con los siguientes
funcionarios: el encargado de negocios Cristóbal del Castillo (1892-?),383
con el agregado militar Antonio Barroso Sánchez-Guerra,384 con los
secretarios de segunda clase Manuel Viturro Somoza (1904-?),385 Fernando
de Kobbe Chichilla (1894-1955),386 Eduardo Casuso Gandarillas (1903-
?),387 Jaime Agelet Garriga,388 Luis Torres-Quevedo del Hoyo (1897-?)389 y
Laureano Pérez Muñoz (1886-1970)390, con el agregado aeronáutico
Carmelo de las Morenas Alcalá391, con el agregado naval Arturo Génova
Torruella,392 con los agregados comerciales Francisco Javier Meruéndano
Hermoso (1894-?)393 y Luis Muñoz de Miguel,394 con el vicecónsul Ramón
Artero395 y con el secretario de tercera clase en el Consulado General en
París Ramón Ruíz del Árbol (1903-?).396 Todos ellos, en mayor o menor
383 AMAE, P-461/33731, RE-104/7, Asunto Castillo. 384 Expediente personal de Antonio Barroso en AMAE: P-366/25640. 385 Expediente personal de Manuel Viturro Somoza en AMAE, P-342/24245. 386 Expediente personal de Fernando de Kobbe Chichilla en AMAE, P-152/7773. 387 Expediente personal de Eduardo Casuso Gandarillas en AMAE, P-
341/24195. 388 Expediente personal de Jaime Agelet Garriga en AMAE, P-324/22811. 389 Expediente personal de Luis Torres-Quevedo del Hoyo en AMAE: P-
559/36711. 390 Expediente personal de Laureano Pérez Muñoz en AMAE, P.267/18126. 391 Expediente personal de Carmelo de las Morenas en AMAE P-307/22357. 392 Expediente personal de Arturo Génova en AMAE, P-329/22920. 393 Expediente personal de Francisco Javier Meruéndano Fermoso en AMAE, P-
344/24300. 394 Expediente personal de Luis Muñoz de Miguel en AMAE, P-330/22984. 395 Expediente personal de Ramón Artero en AMAE, P-341/24176. 396 Expediente personal de Ramón Ruiz del Árbol, AMAE P-340/24141.
315
medida, colaboraron con la causa rebelde hasta que dimitieron o fueron
expulsados de la embajada. En contraposición, otros compañeros como el
secretario de la Comisión Gubernamental de Compra de Armas, el señor
Gracia, el secretario de segunda clase Evaristo Clemente Cavadas,397 el
Cónsul General Antonio de la Cruz Marín (1890-?),398 el cónsul en Lille y
en comisión de servicio en París Felipe García Ascot (1897-1945),399 el
inspector de policía y encargado de la seguridad de la embajada Francisco
Mata400 y el agregado aeronáutico Juan Aboal y Aboal (1893-?),401
permanecieron leales al gobierno legalmente constituido de la República.
Cárdenas, desposeído de facto de sus funciones en la embajada tras
la llegada de Fernando de los Ríos, decidió no esperar más la llegada de su
sucesor, Álvaro de Albornoz, y dimitió de su cargo, dejando como
encargado de negocios a Cristóbal del Castillo.402 A las pocas horas de la
dimisión la agencia de noticias norteamericana Internews New York lanzó
la noticia de la que se harían eco los diarios franceses:
El encargado de negocios de la embajada española, partidario del
Frente Popular, trata de atenuar el efecto de la dimisión. Sabemos de
fuente segura que Cardenas (sic) presenta su dimisión a M. Lebrun
397 Expediente personal de Evaristo Clemente Cavadas en AMAE, P.323/22766. 398 Expediente personal de Antonio de la Cruz Marín en AMAE, P-323/22781. 399 Expediente personal de Felipe García Ascot en AMAE, P-322/22765. 400 AMAE, P-269/18484. 401 Sustituto de Carmelo de las Morenas y asesor de Corpus Barga en la
Comisión Gubernamental de Compra de Armas. 402 Resulta decisivo el papel de Cárdenas para retrasar la primera compra de
armas; todos los autores lo ven así menos H. Noguères, op. cit. (1977), p. 133, donde
asegura que Blum actúo “de acuerdo con el embajador Cárdenas, cuya lealtad no tiene
falta”.
316
(presidente de la República Francesa) a las 18 horas pero otros
funcionarios quedarán en sus puestos hasta que sean reemplazados,
sin duda la próxima semana. El encargado de negocios desmiente
oficialmente que otros miembros de la embajada hayan dimitido,
pero sabemos por otra parte que incluso el agregado militar habría
dimitido. De una fuente austriaca imposible de citar, sabemos que un
solo miembro de la embajada habría entregado su dimisión.403
Las imprecisiones que presentaba la noticia demuestran el
permanente estado de confusión que debía imperar en la embajada
española, escenario de medias verdades, de filtraciones interesadas y de
sospechosas actitudes a la expectativa de la clarificación de los
acontecimientos.
El encargado de negocios Cristóbal del Castillo,404 se encontraba el
19 de julio en Friburgo, Alemania, recuperándose de una intervención
quirúrgica. El día 21 se reincorporó a su puesto de la embajada.405 Durante
esa mañana, Antonio de la Cruz Marín406 tomó posesión como Cónsul
General en París, cargo para el que había sido designado dos días antes. En
la mañana del miércoles 22, Del Castillo ya había decidido que su
compromiso con el régimen republicano tenía fecha de caducidad. Nunca
había ocultado su desprecio por la política de Madrid,407 que hasta ese
403 ADQO, E-168, nº 0499744, de 23 de julio de 1936. 404 AMAE, P-461/33731, RE-104/7, Asunto Castillo. 405 Testimonio de Mariano Daranas en AMAE, P-461/33731. 406 AMAE, P-323/22781. 407 AMAE, P-461/33731. En la declaración jurada que Mariano Daranas aportó al
Tribunal Seleccionador de la Carrera Diplomática franquista describe a Cristóbal del
317
momento no se había traducido más que en manifestaciones verbales,
condicionado, sin duda, por un profundo compromiso de lealtad al Estado
que compartía con otros miembros de su familia.408 Las veinticuatro horas
anteriores le habían permitido calibrar los importantes asuntos que se iban a
dirimir en los siguientes días e intuyó que las circunstancias le iban a
enfrentar a situaciones con las que no estaba dispuesto a transigir. El
convencimiento de que la suerte de su carrera profesional estaba decidida,
le impulsó a actuar. Su obsesión esa mañana era encontrar la manera de
evitar la compra de armas que el gobierno republicano pretendía efectuar
en suelo francés, y el modo más conveniente, consciente de la
efervescencia periodística que se vivía en Francia entorno a los
acontecimientos españoles, era filtrar a la prensa la información a la que
tenía acceso. Conocedor de los círculos antirrepublicanos de la capital
francesa, contactó con el corresponsal de ABC en París, Mariano Daranas,
personaje en permanentes relaciones con la prensa de extrema derecha
francesa y con los círculos monárquicos y antirrepublicanos españoles
instalados en París. En la entrevista que mantuvieron, Del Castillo
manifestó al periodista que pretendía que “se monte todo el jaleo posible
contra el gobierno Blum para que la opinión pública se le amotine”.
Confirmó al periodista que la llegada de los comandantes Ismael Barleta de
la Quintina y Juan Aboal y Aboal la víspera estaba relacionada con el
propósito de compra de armas y aviones del gobierno español en suelo
Castillo como “partidario de un régimen totalitario y de la supresión de los partidos
políticos y del Parlamento”. 408 Su hermano, Francisco José, con destino en Tokio, también dimitió en los
primeros días del levantamiento militar.
318
francés409: “(…) los aviadores vienen a formalizar ya la ayuda que el
gobierno Blum va á (sic) dar inmediatamente, de un minuto á (sic) otro, al
frente popular español. Se trata de 20 aviones Potez”, le aseguró a Daranas.
Incluso le mostró una nota con las peticiones y los lugares de embarque.
Finalmente, le advirtió de sus propósitos:
No me despediré, sin embargo, mientras mi presencia aquí pueda
evitar el envío de todo ese material, pero ya comprenderá usted que
de un momento á (sic) otro se van a dar cuenta de los obstáculos que
estoy poniendo (…) [he] impedido con la eficaz colaboración de los
tres agregados militares, Teniente Coronel Barroso, Comandante
aviador Las Morenas y Capitán de Fragata Génova, que los contratos
estén ya firmados. (…) en cuanto se me plantee la disyuntiva de
formalizar los contratos ó irme, me iré (…).410
Daranas acordó con Del Castillo mantenerse en contacto.
Consideraron que los siguientes encuentros del diplomático con un
periodista tan señalado políticamente podían ser contraproducentes para la
salvaguardia de una fuente de información tan valiosa para la causa
rebelde. Necesitaban contar con otra persona que les sirviera de enlace,
menos marcada ideológicamente y que gozara de acceso franco a las
instalaciones diplomáticas. El elegido fue José Aguirre Lombardo,
corresponsal de la agencia de noticias Fabra en París. Inmediatamente,
409 A. Viñas, op. cit. (2006), pp. 34 y 68. La embajada española ingresó 6
millones de francos en la Banque de Paris et des Pays Bas como adelanto del montante
del primer pedido de armas. 410 AMAE, P-461/33731; RE-104/7, Asunto Castillo.
319
Daranas trasmitió la información a Quiñones de León.411 Esta entrevista va
a conectar definitivamente la trama de traiciones que se urdía en el edificio
de la embajada, en la que colaboraban al menos, Del Castillo, Barroso, De
las Morenas y Génova, con la red de información que ya tenía concebida
Quiñones de León.
El jueves 23 de julio la prensa francesa publicó la información
proporcionada por Del Castillo a Daranas, como hizo el diario
ultraderechista L´Écho de Paris. Otro diario de semejante orientación, Le
Jour, informó de la llegada de los pilotos republicanos a París enviados por
el gobierno de Madrid.
La situación de Del Castillo en la embajada, ya sin la presencia de
Cárdenas y con la amenaza de dimisión de buena parte de sus compañeros,
se hazo insostenible a medida que las horas pasaban. Citó a Daranas en su
domicilio del Hotel Majestic, saltándose las medidas de discreción
acordadas la jornada anterior. Del Castillo le relató que había tenido un
enfrentamiento con Fernando de los Ríos y que quería dimitir y “hacer
público los motivos a los medios de comunicación en los términos más
perjudiciales para la compra de armas”, pero antes prefería hablar
directamente con Quiñones de León. El periodista concertó el encuentro
411 Podemos afirmar que Cristóbal del Castillo permaneció a las órdenes del
representante oficioso de los sublevados en París, José Mª Quiñones de León, desde
entonces hasta que fue expulsado de Francia el 20 de agosto de 1936. Entonces pasó a
desempeñar “servicios reservados” en Roma a las órdenes de Antonio Magaz y Pers,
marqués de Magaz (1863-1953). El 1 de septiembre de 1936 se trasladó a Génova, hasta
que el 10 de octubre de 1936 se le nombró Agregado del Gabinete Diplomático del
Cuartel General del Generalísimo en Salamanca. Entre tanto podría haber desarrollado
alguna “actividad reservada” en Holanda.
320
para las 21,30 en el restaurante L´Ane Rouge. A la mesa ocuparon asiento
junto a Cristóbal del Castillo y Mariano Daranas, José Mª Quiñones de
León y Juan de la Cierva.412 Quiñones de León le pidió que aguantara en su
puesto el mayor tiempo que le fuera posible con el objetivo de sabotear la
compra de armamento demandado por el gobierno republicano. Del
Castillo advirtió que su situación en la embajada era extremadamente
delicada y que era cuestión de horas que se viera obligado a dimitir cuando
tuviera que firmar, como encargado de negocios, algún cheque para
formalizar el acuerdo de compra-venta. No obstante, aceptó mantenerse en
su puesto. El agregado militar Barroso, por el contrario, dimitió de su
cargo. 413
La aprobación por parte del gobierno Blum de vender armamento a
la República española supuso la puesta en marcha de la maquinaria
administrativa de la embajada española en París. Como De los Ríos no
tenía rango diplomático, el encargado de estampar la firma en el cheque era
Cristóbal del Castillo como encargado de negocios y funcionario de mayor
412 AMAE, P-461/33731; RE-104/7, Asunto Castillo. Juan de la Cierva fue la
persona que en los primeros días de julio le proporcionó a Luis Antonio Bolín,
corresponsal de ABC en Londres, el aeroplano Dragon Rapide que trasportaría al
general Franco de las Islas Canarias al Marruecos español para comandar el ejército
rebelde de África. El inventor del autogiro y miembro de la Junta Nacional de Londres,
era uno de los encargados de la compra de armas para el ejército rebelde desde Londres.
También podría haber compartido cena con el grupo, Santiago Muguiro, diplomático en
excedencia y vocal del consejo de Renovación Española, además de miembro de la
Junta londinense y también encargado de la compra de armas para los rebeldes. 413 AMAE, P-366/25640; AMAE, RE-154, 33. P. Renouvin y R. Rémond, op. cit.
(1981), pp. 329-375. A. Blumel y J. Moch destacaron posteriormente la alta
responsabilidad que tuvo Antonio Barroso en el aborto de la primera ayuda a la
República decidida por Blum.
321
categoría tras la dimisión de Cárdenas. Pero como había anunciado a sus
compañeros de conspiración, se negó a firmar el cheque que le ofreció De
los Ríos. A las dos de la madrugada del 24 de julio, Del Castillo presentó
su dimisión irrevocable, vía telegráfica, al Subsecretario del Gobierno,
transmitiendo su cargo al Cónsul General en París:
Habiendo servido con toda lealtad y entusiasmo patriótico a la
República e independientemente de cualquier ideología política sea
la que fuera y por las que tengo mi mayor respeto y entendiendo en
conciencia que dar cumplimiento por mi parte al telegrama 321
significa contribuir personalmente a la muerte de gran número de
compatriotas, suplico (…) se digne a aceptar la dimisión de mi cargo
(…).414
Del Castillo fue sustituido en su cargo por Antonio de la Cruz Marín,
que finalmente fue el encargado de firmar el cheque para saldar con el
Estado francés la primera compra de armamento con destino al gobierno de
la República española (como al día siguiente informó el diario Le Jour).415
Inmediatamente, del Castillo entregó una nota a la prensa donde explicaba
su gesto: “(…) mi conciencia me prohíbe colaborar a un envío de armas,
que ha de servir a matar a mis desgraciados compatriotas. (…) No he hecho
más que obedecer mi conciencia”.416 Según el periodista Daranas, la
dimisión de Del Castillo no contribuyó más que a retrasar veinticuatro
414 AMAE, RE-104/7, Asunto Castillo. 415 P. Azcárate, op cit. (1977), p. 21. Este rosario de dimisiones produjo una
situación burocrática anómala, que como relata Pablo de Azcárate pudieron subsanarse
gracias al expreso deseo de Blum de no plantear dificultades protocolarias en aquellas
angustiosas circunstancias. 416 AMAE, RE-104/7, Asunto Castillo.
322
horas la firma de los contratos de compra-venta de armas entre los dos
Estados.417
El sábado 25 de julio (día en que Hitler decidía prestar ayuda militar
al bando rebelde), Manuel Viturro, impresionado por el cariz que tomaban
los acontecimientos e influido, sin duda, por la dimisión de Del Castillo,
decidió dimitir de su puesto. Informó de sus intenciones a Daranas, que le
concertó una entrevista con Díez Isasi. Fue entonces cuando aparentemente
el secretario de embajada conoció la red de sabotaje organizada en la
legación española. Díez Isasi le convenció para permanecer en su puesto
con el objetivo de filtrar información sobre lo que en la embajada sucedía y
entorpecer las gestiones que condujeran a la compra de armas para la causa
republicana.418 Viturro permaneció en la legación española hasta que fue
cesado el 7 de noviembre de 1936, siendo el último de los agentes pro-
insurgentes en abandonar la embajada. En su haber conspirativo podemos
contabilizar el proporcionar pasaportes falsos a Barroso, necesitado de
documentación para moverse con soltura por Europa en busca de armas
para los insurgentes, y al periodista Daranas.
Entre tanto, Fernando de los Ríos visitó la casa de aviones Potez
convencido de poder solucionar los últimos flecos de la venta de los
aparatos. Muy al contrario, aparecieron “dificultades insuperables”, según
palabras textuales del político socialista. Para De los Ríos estas dificultades
no eran ajenas a la terrible campaña de prensa lanzada por los diarios de
derecha franceses, y decidió visitar a Blum.419 Se reunieron a las dos y
media de la tarde por espacio de una hora y cuarto, antes de iniciarse el
417 AMAE, P-461/33731. 418 AMAE, P-342/24245. 419 AMAE, P-461/33731.
323
Consejo de Ministros convocado para las cuatro. Blum le relató que se
sentía acorralado por la presión insoportable del Ministerio de Negocios
Extranjeros, del Estado Mayor francés y de la prensa para abandonar a la
República española a su suerte. Además, Gran Bretaña, su más importante
aliado, amenazaba con inhibirse en caso de conflicto y su coalición de
gobierno se encontraba a punto de quebrarse. Confesó a De los Ríos:
“tengo el alma desgarrado”. Pero aseguró: “… mantendré mi posición a
toda costa y con todos sus riesgos; hay que ayudar a la España amiga,
¿cómo? Ya veremos”.420 Paralelamente, un avión “Douglas DC-2”
aterrizaba en el aeródromo de Le Bourget procedente de España con
144.000 soberanos británicos para costear las armas y los aviones
pedidos.421 Sin embargo, en la reunión del Consejo de Ministros francés se
evidenció la oposición de buena parte de los ministros a prestar apoyo
militar a la República española, materializando “le revirement du 25 juillet
1936”.422
Cuando ya de madrugada, de los Ríos escribía a José Giral para
informarle de las gestiones de la jornada, le advirtió que el telegrama
enviado a Blum la madrugada del 19 al 20 de julio informándole del golpe
de Estado y pidiendo el envío urgente de armas y aviones había sido
interceptado y filtrado a la prensa, así como el momento de su llegada y de
los pilotos Ismael Barleta y Juan Aboal. Advertió por ello que se tomaran
medidas de seguridad con las comunicaciones de la embajada ya que “las
420 AMAE, P-461/33731. 421 G. Howson, op. cit. (1990), p. 46. 422 R. Bombin, Les socialistas et la guerre. La SFIO et la politique étrangère
entre les deux guerres mondiales, Paris, Mouton, 1970, p. 213.
324
conversaciones nuestras son captadas y todas las cosas que dicen ustedes
con leves variantes se difunden”.423
El 25 de julio se había recibido en la embajada de París un telegrama
del ministro de Estado, Augusto Barcia, enviado igualmente a todas las
legaciones diplomáticas españolas en el extranjero, en el que se preguntaba
abiertamente por la lealtad de los funcionarios a la causa republicana. El 26
de julio se celebró una reunión del personal de la embajada en París para
decidir la manera de responder a dicho telegrama. No podemos saber a
ciencia cierta que sucedió en esa reunión, pero el testimonio dejado por
Torres-Quevedo424 indica que Cruz Marín, como máxima autoridad de la
legación en esos momentos, decidió al día siguiente, sin pedir opinión a sus
compañeros, dar trámite de manera protocolaria a un telegrama en el que se
aseguraba la adhesión a la República de todo el personal de la instalación
diplomática, a excepción de Francisco Javier Meruéndano y Luis Muñoz de
Miguel,425 que habían presentado su dimisión el día anterior.
En contraposición al tropel de personajes de dudosa integridad
conocedores del mercado internacional de armas que merodeaban por la
embajada en aquellos días, también se produjeron generosos ofrecimientos
para auxiliar a la acorralada República española. Este fue el caso de los
obreros pertenecientes a la Fédération du Batiment de la Seine, que se
presentaron ese mismo 26 de julio en las dependencias diplomáticas
enviados por el diputado socialista Arrachard y el comandante François,
colaborador de Pierre Cot. Estos trabajadores tuvieron la mala fortuna de
topar con Torres-Quevedo. El deseo de los obreros era ofrecer dos aviones
423 AMAE, P-461/33731. 424 AMAE, P-559/36711. 425 AMAE, RE-154, 33.
325
comprados por suscripción popular, que no consta que se entregaran,
debido posiblemente en gran parte a las maniobras dilatorias del
funcionario. Este sabotaje constituyó el primero de una larga y fructífera
lista que Torres-Quevedo pudo llevar a cabo hasta que a mediados del mes
de septiembre fue expulsado de la embajada, con la llegada del nuevo
embajador Araquistáin.426 A primeros de agosto recibió la visita del
ingeniero Bornstein para la venta de 1,5 millones de granadas de mano
marca “Bornstein-Granat” de fabricación polaca, a quien consiguió dar
largas hasta primeros de septiembre, cuando volvió a intentarse la venta,
pero en este caso, solamente por la cantidad de un millón. Parece ser que el
otro medio millón había sido ya adquirido por el bando rebelde. Filtró
también el intento de compra republicano (conocido a través del
comandante Carlos Pastor) de 12 aviones civiles en Gran Bretaña a través
de la empresa francesa L´Aero Sport. Esta compra fue paralizada por el
gobierno de Londres, extremo confirmado por Juan de la Cierva el 26 de
octubre de 1936.
Pero el servicio más destacado de Torres-Quevedo a la causa
insurgente lo ofreció el 2 de septiembre cuando avisó de la llegada de un
tren con armas a Irún (200 ametralladoras, además de otro tipo
armamento), víspera de su toma por los ejércitos nacionales, lo cual, según
su testimonio, aconsejó adelantar el ataque rebelde a la ciudad,
bombardeando la estación de la ciudad para que no llegaran las armas a
tiempo.427 Anunció, igualmente, un intento republicano de provocar desde
426 AMAE, P-559/36711. Aunque Torres-Quevedo se apropia de la autoría de
todas estas acciones, en otras ocasiones afirma que la célula proinsurgente más activa de
la embajada estaba compuesta por él mismo, Viturro y Kobbe. 427 Ibídem. Esta información la escuchó en una conversación telefónica entre
Cruz Marín y el cónsul en Bayona, Pedro Lecuona Ibarzábal. El transporte contaba con
326
los consulados argelinos de Orán, Tremecén y Sibi-Bel-Abbes, un
levantamiento de las cabilas del protectorado español contra Franco con la
colaboración del gobierno francés. Incluso se consideró, según Torres-
Quevedo, la posibilidad de contar con la participación de Abd-el-Krim.
Filtró, asimismo, a mediados de septiembre que se habían puesto a
disposición del escritor Corpus Barga (Andrés García de Barga y Gómez de
la Serna, 1887-1975), colaborador de la Comisión de Compra de Armas,
dos cheques por la cantidad de 7,5 millones de francos (cheque que fue
visto por Viturro) en el Credistalt Wienner Verein Bank de Viena y en el
Crédit Lyonnais de París para comprar armas en Checoslovaquia. De
resultas de esta información, el infante Don Alfonso Carlos de Borbón
(aspirante carlista a la corona española) visitó al canciller austriaco, el
crédito quedó bloqueado y el dinero fue devuelto intacto desde Praga
(según le confirmó Viturro más tarde). Esta información fue publicada en
L´Action Française. Al mismo diario, trasmitió el 15 de septiembre a través
de Marroquín, el ofrecimiento de Paul Perrin (presidente de la Federación
de Oficiales Republicanos en la Reserva) de voluntarios para ir a luchar a
España. Al parecer esta oferta llegaba con el respaldo del ministro de la
Guerra, Édouard Daladier, y del secretario general del PCF, Maurice
Thorez. Esta filtración fue finalmente la que le costó el puesto ya que
L´Action Française “lo publicó con demasiada fidelidad (…) se daba toda
clase de detalles, hasta la casa donde se debían celebrar las entrevistas y el
número de teléfono de la misma”.
El martes 28 de julio (día en que Mussolini decidía dar cobertura
militar a los insurgentes), los ruegos de De los Ríos a Madrid surtieron la autorización del ministro de Transportes francés. Se lo comunicó a Viturro, quien le
concertó a las 8 de la noche del 2 de septiembre una cita con Díez Isasi en el bar del
Hotel George V, junto a la embajada española.
327
efecto y el nuevo embajador, Álvaro de Albornoz, tomó posesión de su
cargo, sustituyendo al encargado de negocios en funciones Cruz Marín, que
permaneció como Cónsul General de la Nación en París. La apuesta que la
República había hecho de sustituir en sus puestos a los miembros de la
endogámica clase diplomática, poco afín a los planteamientos del régimen,
por intelectuales, produjeron elecciones poco acertadas como ésta.
Desgraciadamente, no era Albornoz el jefe que las circunstancias
precisaban. Sus subalternos lo describen como un personaje incapaz,
confiado e incompetente, con más voluntad y buenas intenciones que
talento.428 La llegada de Albornoz fue saludada con dos nuevas dimisiones
en el seno del personal de la legación española, las del agregado
aeronáutico Carmelo de las Morenas429 y el agregado naval Arturo Génova.
Otro de los conspiradores que permanecía en la embajada, Eduardo
Casuso, encargado de los teléfonos y de cifrar y descifrar los telegramas,
comenzó en estas fechas a pasar información a las autoridades rebeldes. No
parece que la información proporcionada fuera de gran importancia, como
reconoció en la declaración jurada que ofreció al Tribunal Seleccionador de
la carrera diplomática franquista, entre otros indicios, porque no se
documenta conexión, como en el caso de sus compañeros, entre el
funcionario y la red de información de Quiñones de León. Esto no significa
que la información no llegara a este último, pero el canal de transmisión era
un personaje llamado Teixidor, que pudiera encontrase incluso en territorio
428 AMAE, P-559/36711. 429 ADQO, E-140, D.232, de 20 de febrero de 1936. El 20 de febrero de 1936,
cuando el Ministerio de Estado propuso a Las Morenas para el puesto de agregado
aeronáutico de la embajada española en París, Jean Herbette informó al Quai d´Orsay
que se trataba de un gran profesional, excelente piloto y admirador de Francia y su
lengua, y creía que su nombramiento se basaba en motivos estrictamente militares.
328
español.430 Debemos dejar en cuarentena, pues, el testimonio de Casuso,
interesado en alimentar su currículo de servicios prestados a la causa
rebelde con el fin de reingresar en la carrera diplomática franquista.
El 3 de agosto el ministro de Estado, Augusto Barcia, propuso a
Kobbe, ocupar el cargo del cónsul destituido en Perpiñán. Según Torres-
Quevedo, Kobbe le hizo saber a Cruz Marín su contrariedad por ocupar
este cargo. Aparentemente ajeno a los verdaderos motivos del funcionario,
Cruz realizó un gran servicio a la causa rebelde, ya que convenció al
candoroso Albornoz para que lo retuviera en París, donde continuó
zancadilleando las gestiones del gobierno de Madrid.431
El domingo 31 de agosto, Kobbe, Pérez Muñoz, Ruiz del Árbol,
Agelet y Casuso dimitieron de sus cargos por indicación de Quiñones de
León y se pusieron a su servicio en París. En el caso de Kobbe, Quiñones
decidió su dimisión, según Torres Quevedo, “por considerar que estaba
demasiado caracterizado por sus ideas”.432 En el caso de Pérez Muñoz,
“cuando ya los recelos que inspiraba hacían ineficaz su labor”.433 Por su
parte, Ruiz del Árbol había pedido a Quiñones no presentar la dimisión
430 AMAE, P-341/24195. 431 AMAE, P-559/36711. 432 Ibídem; AMAE P-152/7773. Ante el Tribunal Seleccionador de la Carrera
Diplomática franquista, Kobbe justificó su permanencia en la embajada tras el 18 de
julio debido a que no gozaba de otro medio para subsistir y por temor a las represalias
que su suegro, encarcelado en la cárcel Modelo de Madrid, pudiera sufrir. 433 AMAE, P-267/18126. Según Quiñones, aportó “crecidas cantidades en
metálico para la defensa de la Causa”. Se retiró al Midi francés por razones de salud
durante algún tiempo.
329
hasta que su mujer y su hijo, todavía en Asturias, llegarán a París.434 Para
entonces, los únicos miembros de la trama pro-insurgente que permanecían
en la embajada eran Viturro y Torres-Quevedo. Con la llegada a medidos
de septiembre del nuevo embajador, Luis Araquistáin, las medidas de
seguridad de la embajada mejoraron sustancialmente y la eficacia de la
labor conspiradora dejó de tener la importancia tan relevante que había
disfrutado hasta entonces.
434 AMAE P-340/24141. Marroquín comenzó a hacer gestiones a través de la
embajada alemana para sacar a su familia de España. Estas mismas gestiones se
duplicaron a través del cónsul en Burdeos, Becerra. Su familia se trasladó el 31 de
agosto a Gijón, donde embarcaría en el buque alemán Wolf. Pero su mujer fue retenida
hasta que no apareciera el telegrama de adhesión a la República de Ruiz del Árbol. El 1
de septiembre, la embajada alemana mandó unos telegramas de adhesión falsos para que
su mujer y su hijo pudieran abandonar Gijón. Al día siguiente su familia embarcó
precipitadamente en el crucero alemán Leipzig.
330
331
Capítulo 2
La génesis y cristalización de
la política de No Intervención colectiva
332
333
1. El proceso de internacionalización de la guerra
El 18 de julio, los franceses se despertaron con inquietantes noticias
procedentes de España impresas en las páginas de diarios como Paris-Midi.
El rotativo se preguntaba “Que se passe-t-il en Espagne?...Madrid ne
répond pas”. En su edición de las 11 de la mañana informaba que el
gobierno español aún no había conseguido controlar todos los resortes del
poder tras la asonada militar de la víspera.435 Durante la mañana, Herbette
recibió informaciones más detalladas de René Bonjean, secretario de la
embajada francesa en Madrid, y entorno a la media noche, el embajador
trasmitió datos más alarmantes a París:
Circulan rumores de rebelión militar en las Canarias (General
Franco) y en las Baleares (General Goded) así como rumores según
los cuales las tropas rebeldes de Marruecos reprimirían con extrema
violencia (toda) a los partidarios del Gobierno e incluso supuestas
noticias según las cuales las unidades militares amotinadas
marcharían sobre Madrid (…). [La revuelta militar] era fácil de
435 D. W. Pike, op. cit. (1975), p. 71.
334
prever (incidente Yague, (etc)….) pero menos fácil de desbaratar ya
que el ejército de África difiere grandemente del ejército
metropolitano.436
La República pide auxilio
En la madrugada del 19 al 20 de julio, José Giral, el tercer presidente
del gobierno republicano en apenas veinticuatro horas, envió un
desesperado mensaje (ni siquiera cifrado y eludiendo el habitual conducto
diplomático) a su homólogo francés, Léon Blum. En el mismo no dejaba
lugar a dudas sobre la gravedad de la situación que se vivía en el país: “Nos
hemos visto sorprendido por un peligroso golpe militar. Ruego disponga
ayuda con armas y aeroplanos. Fraternalmente Giral”.437 Ya durante la
mañana, Giral confirmó por vía telefónica al embajador, Juan Francisco
Cárdenas, la petición hecha por telegrama a Blum y le anunció la llegada
de dos especialistas españoles para asesorar a la recién constituída
Comisión Gubernamental de Compra de Armas en todo lo referente a la
adquisición de aeronaves.438
436 ADQO, E-168, T. 831-833, de 18 de julio de 1936. 437 De este telegrama no ha quedado rastro escrito y su existencia y contenido lo
conocemos por fuentes indirectas como el relato hecho por Blum en 1947 ante la
Assemblée Nationale, recogido en el Rapport fait au nom de la Commission chargée
d´enqueter sur les événements survevus en France de 1933 à 1945, París, Imprimerie
Nationale, 1951, Annexe 1, p. 215. En A. Viñas, op. cit. (2006), es interesante seguir el
relato del autor para conocer las primeras peticiones de armas por parte del gobierno
republicano en Londres (pp. 71-78), en la Alemania nazi (pp. 78-80), en EE.UU (pp.
81-82), en Méjico (pp. 82-84) y en la Unión Soviética (pp. 85-108). 438 P. de Azcárate, op. cit. (1977), p. 21. La petición de armas consistía en 24
bombarderos “Potez”, tipo 54, 8 ametralladoras “Hotchkiss”, 8 cañones “Schneider” del
335
Los primeros en conocer el telegrama de Giral dentro del gabinete
galo fueron Jules Moch (1893-1985), secretario general de la presidencia
del Consejo de Ministros, y André Blumel, jefe del gabinete de Léon Blum.
Diez años más tarde, el presidente recordaría la mañana del 20 de julio de
1936 cuando llegó al Hotel de Matignon, sede de la presidencia del
Gobierno: “(…) me encontré, abierta sobre mi escritorio, la noticia en claro
por la que el presidente del Consejo [Giral] me informaba de la rebelión de
Franco”.439
Para sorpresa del embajador Cárdenas, Blum aceptó hacerse cargo
del pedido de armas formulado por Giral,440 e informó inmediatamente a
los ministros implicados en la operación, los radicales Yvon Delbos
(ministro de Negocios Extranjeros), Édouard Daladier (ministro de la
Guerra) y Pierre Cot (ministro del Aire). Ante ellos, el presidente defendió
la pertinencia de la ayuda a la República española, basándose en el
convencimiento de que esta ayuda, mantenida en secreto, podía servir para
desbaratar el intento de golpe de Estado de la reacción española. El político
socialista tampoco olvidó subrayar que la razón de ser del Frente Popular
era precisamente hacer frente al fascismo. Si la rebelión tenía éxito, no sólo
daría alas a los extremistas franceses, sino que la misma Francia se vería
amenazada en sus fronteras por tres países fascistas. La gestión, pues, debía
calibre 75, 20.000 bombas, 250.000 balas explosivas de ametralladoras y 4 millones de
balas de distinto calibre. 439 Le Populaire, 15 de octubre de 1945. 440 La única condición impuesta por el gobierno francés fue que el embajador
español debía presentar una solicitud escrita y firmada por él. Enfrentado a tal situación,
Cárdenas dimitió dejando sin firmar el documento. F. Schwartz, La
internacionalización de la guerra civil española. Julio de 1936-marzo de 1937,
Barcelona, Ariel, 1971, p. 46.
336
ser urgente, ya que hora tras hora, la supervivencia de la República
española se antojaba más complicada.441
En un nuevo despacho, a media tarde de ese 20 de julio, Herbette, ya
en fecha tan temprana, hizo llegar a París sus dudas sobre la capacidad de
resistencia del gobierno republicano frente al levantamiento rebelde y las
consecuencias inmediatas que podría acarrear para Francia la caída del
gobierno de Madrid:
Los pronósticos son pesimistas en cuanto a la suerte del Gobierno
(…). Si las fuerzas militares insurgentes triunfan, se hace necesario
prever una violenta reacción (…). Hay que esperar, pues, en ese caso
que numerosos refugiados intenten pasar la frontera francesa y sería
oportuno dar, desde este momento, instrucciones, por si acaso, para
que sean acogidos y dirigidos hacia el Centro o Norte de Francia.442
Paralelamente, la prensa de extrema derecha francesa lanzó una
violenta campaña contra la supuesta intervención francesa en España. Esta
prensa jugó un papel decisivo en la imagen que la población recibió de los
acontecimientos españoles. Si durante el último quinquenio el periodismo
de derecha y extrema derecha había sido especialmente beligerante con la
experiencia republicana española, en los días siguientes al levantamiento
militar se convirtió en uno de los instrumentos decisivamente paralizantes
de la acción del Gobierno y en catalizador de la fractura que desgarraba a la
441 Según el testimonio de Jules Moch en el coloquio sobre Léon Blum
desarrollado en marzo de 1965 y recogido en P. Renouvin y R. Rémond, op. cit. (1981),
p. 370: “En principio, Léon Blum estaba convencido de que se trataba de ganar el
primer cuarto de hora”. 442 ADQO, E-168, T. 841-842, de 20 de julio de 1936.
337
convulsa sociedad francesa y de la que no se recuperó hasta después de
1945.
En la mañana del 22 de julio, el periódico ultraderechista L´Action
Française informó de que Yvon Delbos había mostrado sus reservas ante la
venta de armamento a la República española, en contra de la intención de
atender las demandas españolas que parecían apoyar Léon Blum, Jules
Moch y Pierre Cot. El diario no dudaba en pronosticar que ayudar a la
causa republicana conduciría a una guerra generalizada. Fue entonces
cuando se comenzó a especular con los posibles compromisos que el
ejecutivo francés había podido contraer con el gobierno de Madrid y las
peligrosas consecuencias que ello podía conllevar para la escena
internacional. En la misma línea, L´Écho de Paris publicaba un artículo
firmado por Raymond Cartier (1904-1975) titulado “¿Osará el Frente
Popular francés armar al Frente Popular español?”. El periodista se
preguntaba en su escrito: “¿Quieren correr el tremendo riesgo de arrojar a
España en brazos de Hitler?”. Y aventuraba que la ayuda a la resistencia
republicana española, en el caso de victoria de los rebeldes, significaría que
Francia se encontraría con una tercera frontera hostil al sur de los Pirineos,
tras la de Alemania e Italia. El día 25, François Mauriac (1885-1970)443
escribió en Le Figaro:
Si se probara que nuestros jefes colaboran activamente con la
masacre de la península, sabremos que Francia está gobernada no por
443 D. W. Pike, op. cit. (1975), pp. 84-85. François Mauriac evolucionó durante
el conflicto hasta firmar en agosto de 1937 un manifiesto antifranquista que denunciaba
la masacre del pueblo vasco (“peuple chrétien” lo calificaba) con ocasión del
bombardeo de Guernica.
338
hombres de estado sino por jefes de banda, sometidos a las órdenes
de lo que es necesario llamar La Internacional del odio.444
Blum asistió el 23 de julio en Londres a una cumbre anglo-franco-
belga que buscaba resucitar de nuevo el “espíritu de Locarno” vulnerado
por Hitler con la reocupación de Renania el 7 de marzo anterior. Antes de la
reunión, el embajador francés en Londres, Charles Corbin, conocido en los
medios diplomáticos caústicamente como el “embajador inglés en
Londres”, advirtió a Blum del sentimiento favorable a los rebeldes del
gabinete británico. Incluso el enviado especial de L´Écho de Paris en
Londres, el periodista “Pertinax” (pseudónimo de André Géraud, 1882-
1974) informó a Blum de que “aquí no está bien vista” la idea de
suministrar armas a la República.445 En esas horas decisivas, los rumores
señalaban intensas presiones oficiales británicas para lograr la inhibición de
Francia en el conflicto español. Al parecer, los gobernantes británicos se
tomaron verdadero interés por hacer llegar a sus homólogos franceses su
posición respecto del conflicto español. Cuando el viernes 24 de julio,
Anthony Eden, secretario del Foreign Office, acudió a despedir a Blum, le
rogó prudencia:
Anthony Eden me visitó para despedirme e hizo la misma pregunta:
“¿Enviaréis armas a los republicanos españoles?”. Yo le contesté:
“Sí”. Entonces me dijo: “Es asunto suyo; pero le pido una sola cosa:
le ruego que sea prudente”.446
444 Ibídem, p. 80. ADQO, E-168, T. 841-842, de 20 de julio de 1936. 445 P. Renouvin y R. Rémond, op. cit. (1981), p. 331. 446 J. Lacouture, op. cit. (1977), p. 333. Eden omite en sus memorias cualquier
refrencia a España durante la visita de Blum a Londres del 23-24 de julio. Sin embargo,
el 27 de julio el embajador de Estados Unidos en París informó que Gran Bretaña había
339
El día anterior, jueves 23, Pierre Cot telefoneó a Robert Coulondre
(1885-1959), director político y encargado del Quai d’Orsay en ausencia
del ministro Delbos (en Londres junto a Blum), para comunicarle la
intención de enviar aviones a España. El funcionario puso inmediatamente
en conocimiento de su jefe la llamada de Cot:
Monsieur Cot me ha llamado diciendo que ha mandado al
departamento para su aprobación, un pedido hecho por el Gobierno
español para comprar veinte o treinta bombarderos (…). El ministro
del Aire añadió que, dado que la compra había sido acordada por el
jefe del Gobierno y el ministro de Exteriores, y vista la urgencia del
caso, comenzaría al día siguiente a realizar la entrega de los aviones,
a menos que recibiera una contraorden del presidente del Gobierno.
Mientras comunico, monsieur Henri Béranger447 ha telefoneado
informándome de la grave impresión producida en el Senado -a
causa del precedente que esto crearía en las circunstancias actuales-
por la noticia de una posible entrega de material de guerra al
Gobierno español.448
presionado al presidente del Consejo galo para que se abstuviera de mandar material
militar a España. Cot y Blumel dan veracidad al hecho, que probablemente les comentó
el propio Blum. Véase al respecto D. Carlton, “Eden, Blum and the Origin of Non-
Intervention”, Journal of Contemporary History, nº VI, 1971, pp. 40-55; M. Gallagher,
“León Blum and the Spanish Civil War”, Journal of Contemporary History, nº VI,
1971, pp. 56-64; G. Stone, “Britain Non-Intervention and the Spanish Civil War”,
European Studies Review, nº X, 1979, pp. 129-149; Rapport…, Annexe, vol. I., pp. 215-
218. 447 Henri Béranger, político radical-socialista y senador por la Guadalupe de
1912 à 1945, declarado antifascista que defendió la política de no intervención en el
conflicto español. 448 DDF, 2, III, 17.
340
Este acto quizá constituya la primera demostración de contrariedad y
ansiedad en el Ministerio de Negocios Extranjero hacia la actitud que había
tomado el gabinete galo frente al conflicto español. De hecho, Delbos se
apresuró a publicar una nota oficial en la que aclaraba que no se podía
realizar ninguna entrega de armas a un gobierno extranjero sin consultar
previamente con la aprobación del Quai d’Orsay, y que hasta el momento
no se había recibido ninguna solicitud al respecto en su Ministerio. M.
Alpert sitúa en esta fecha los primeros trazos de la futura política de no
intervención.449 Lo cierto es que dos días más tarde, el 25 de julio, la
Dirección Política del ministerio, dirigida por el todopoderoso secretario
general Alexis Léger,450 (ejemplo paradigmático, junto con el Estado
Mayor, del talante conservador de la maquinaria administrativa francesa)
elaboró un informe interno, titulado “Alcance político y jurídico de la
entrega de armas; consecuencias eventuales de un apoyo gubernamental”.
En dicho documento, se consideraban las diversas consecuencias que
podrían derivarse de una eventual venta de armas a la República española.
449 M. Alpert, op. cit. (1998), p. 34. 450 Dentro del ministerio de Negocios Extranjeros francés existía la figura clave
del Secretario General, cuya misión era la de consejero del ministro y director del
ministerio. Su misión, a diferencia de lo que sucedía en el ministerio de Estado español,
era asegurar la continuidad de la política internacional de la nación al margen de las
veleidades electorales y las crisis ministeriales. Alexis Léger (poeta bajo el pseudónimo
de Alexis Saint-Léger Léger y sobre todo Saint-John Perse se le concedería el Premio
Nobel de Literatura en 1960) detentó este cargo desde febrero de 1933 hasta mayo de
1940. Como apuntó el profesor Tuñón de Lara en “¡Todavía la No Intervención! (julio-
agosto, 1936)”, Historia Contemporánea, nº 5, 1991, pp. 171-186, p. 179, fue el
“hombre clave de la política exterior francesa durante los tres años de guerra española”.
A. Viñas op. cit. (2006), p. 36, señala a Alexis Léger como uno de los “grands commis
de l´État” que sometieron las modestas peticiones de Madrid a un verdadero “sabotaje
burocrático”.
341
Contempladas tres situaciones diferentes, era particularmente interesante la
tercera, que hacía referencia a los “abastecimientos hechos por el gobierno
fabricante o a instigación suya”. El informe estimaba que en este caso la
operación presentaba características de intervención en los asuntos internos
de otro Estado, ya que la fuerza del Estado abastecedor sería puesta al
servicio de una autoridad extranjera. Bajo este planteamiento, esta opción
produciría un estado de gravedad manifiesta si los insurgentes fueran
reconocidos como gobierno de hecho por otros Estados. Entonces estos
Estados podrían oficialmente prestar apoyo a las autoridades insurgentes
por un concurso análogo: “En el caso actual –concluía- un reconocimiento
de los insurgentes como Gobierno de hecho por parte del Reich o del
Gobierno italiano y la situación se manifestará inmediatamente en toda su
gravedad”.451
Gran parte de la literatura historiográfica sobre las actitudes
francesas en la guerra civil española se han apoyado en las presiones
británicas o en las conversaciones diplomáticas al más alto nivel, sin
analizar quizá suficientemente las conductas adoptadas en el interior del
aparato del Estado, en donde apenas había habido cambios tras la llegada al
poder del Frente Popular dos meses antes. Y cuando los hubo, siempre
fueron en la línea de consolidar estos intrapoderes administrativos. Este fue
el caso del Ministerio de Negocios Extranjeros, como podemos observar,
pero también lo fue del Estado Mayor. Uno de esos excepcionales cambios
se produjo por un decreto de 6 de julio de 1936 que reemplazó el Haut
Comité Militaire por el Comité Permanent de la Défense Nacionale, con
mayores atribuciones decisorias. En él participaban, junto a los ministros
451 DDF, 2, III, 30; este documento también se encuentra en ADQO, E-218, sin
nº, de 25 de julio de 1936.
342
relacionados con el Ejército, el ministro de Asuntos Exteriores y el
secretario general de dicho ministerio, Alexis Léger.
Ideológicamente, la mayoría de los militares franceses se
encontraban próximos a los valores que representaba el movimiento
insurreccional del general Franco. De hecho, Los diarios más leídos por el
personal del Ejército eran L’Écho de Paris, L’Action Française o La France
Militaire. Este último pasaba por ser el portavoz oficioso del Estado Mayor.
Su primer editorial sobre el conflicto español no apareció hasta el 29 de
julio, y en él se criticaba abiertamente que el gobierno galo proporcionara
armas a la República. No obstante, estos militares también temían por la
seguridad de Francia si las potencias fascistas se instalaban al sur de los
Pirineos. Una de las consecuencias que más espantaba al Estado Mayor en
el caso de una victoria de Franco era la posibilidad de llevar a cabo razzias
aéreas desde territorio español contra el francés. Las hipotéticas bases,
instaladas en Baleares, Marruecos y Canarias, junto con las italianas de
Sicilia y Cerdeña, harían prácticamente imposible las comunicaciones
navales y aéreas en el Mediterráneo, quedando aisladas las posesiones
francesas de su imperio colonial en el norte de África, que por otra parte,
albergaba un tercio del ejército galo.452
452 J. Matínez Parrilla, op. cit. (1987), pp. 24-25, 35, 92, 230-232 y 236-237. La
evolución del conflicto español obligó a revisar algunas de las hipótesis en las
previsiones militares del Estado Mayor francés en caso de conflicto generalizado; en
concreto el Plan D bis de 1936 comenzó a incluir a España como adversario potencial.
En el nuevo Plan D de agosto de 1937, se incluyó una hipotética invasión de España,
que fue pronto abandonada porque necesitaba un número demasiado grande de
divisiones. Del mismo modo, también se consideró un plan de invasiones del Marruecos
español y de la isla de Menorca.
343
El gabinete británico de mayoría conservadora dirigido por Stanley
Baldwin (primer conde Baldwin de Bewdley, 1867-1947) desde 1931 vio
en la petición de ayuda exterior de ambos bandos, que supuso la
internacionalización del conflicto español, una amenaza para su política de
appeasement hasta entonces seguida (léase, consentimiento de la
modificación de aquellos aspectos más lesivos para Alemania recogidos en
el Tratado de Versalles de 1919). Lejos de temer al militarismo alemán,
Gran Bretaña se negaba a extender cualquier alianza antialemana que le
llevara a inmiscuirse en un posible conflicto generalizado. Segura de su
poderosa armada, la administración del Foreign Office veía en esta política
de apaciguamiento la mejor estrategia para mantener sus posesiones
imperiales. Sus efectos se dejaron notar también en Ginebra, y mientras
“Francia buscaba en la Sociedad de Naciones un arma contra Alemania,
Inglaterra ambicionaba un acuerdo general que apaciguara los rencores
alemanes”.453
Muchos en Londres esperaban que Hitler destruyera el
comunismo.454 Como manifestó Baldwin a Eden, ya el 26 de julio: “De
ningún modo, con independencia de lo que haga Francia o cualquier otro
país, debe meternos en la lucha al lado de los rusos”.455 Sin embargo, la
453 M. Alpert, op. cit. (1998), p. 12. 454 G. Jackson, op. cit. (1979), p. 232; P. Preston, Idealista bajo las balas.
Corresponsales extranjeros en la guerra de España, Barcelona, Monadadori De
Bolsillo, 2008, p. 63. El ala profascista de la política británica, comúnmente conocida
como Cliveden set, fue partidaria de que se tratara con los generales españoles al igual
que con Hitler y Mussolini. El periodista comunista Claude Cockburn aireó estas
conspiraciones de salón que había detrás de la política de apaciguamiento en la
publicación satírica The Week. 455 E. Moradiellos, La perfidia de Albión. El gobierno británico y la guerra civil
española, Siglo XXI, Madrid, 1996, pp. 43 y 61.
344
realidad se mostraba muy diferente. La Rusia de los soviets se encontraba
en una situación de clara vulnerabilidad y la Komintern, “más que un
vehículo para transportar el virus de la revolución, constituía una
herramienta con la que la URSS se protegía a sí misma contra la siempre
temida política de agresión desde Occidente”.456 Lo cierto es que Stalin
necesitaba una larga época de paz para estabilizar su régimen, sólo posible
si esta paz se basaba en una colaboración con el mundo capitalista.
Sencillamente, la “revolución mundial” podía esperar. En sintonía con este
reajuste de su política exterior, Moscú lanzó la propuesta de la constitución
de “frentes populares” antifascistas en VII Congreso de la Internacional
Comunista, celebrado del 25 de julio al 21 de agosto de 1935. Por contra, la
política de apaciguamiento desplegada por las potencias democráticas
convertía en vanos todos estos esfuerzos y Moscú comenzó a dudar de la
viabilidad de esta propuesta para conjurar el fascismo a medida que
evolucionó el conflicto español. En cualquier caso, como apuntó el político
conservador Leopold Amery (1873-1955), la revolución española introdujo
en la política británica el problema de la defensa de Europa contra el
comunismo, instalado en Gran Bretaña desde 1917.457
Para la diplomacia británica el golpe militar español constituía el
desenlace de la prolongada lucha entre fuerzas revolucionarias y
contrarrevolucionarias, esquema que venía a cuadrar con la interpretación
en clave de fase Kérenski 458 atribuido a los acontecimientos españoles de
los meses anteriores. El análisis de sus representantes en España describía a
un impotente gobierno republicano que observaba el combate entre un
ejército contrarrevolucionario y unas milicias de carácter comunista y
456 M. Alpert, op. cit. (1998), p. 16. 457 A. Viñas op. cit. (2006), p. 70. 458 E. Moradiellos, op. cit. (1990), p. 70.
345
anarquista. En el caso español, Azaña cumpliría con el rol del citado
político ruso, mientras Largo Caballero esperaba su ocasión para alcanzar
el poder de la misma manera que lo había hecho Lenin en los meses
previos a octubre de 1917. La diferencia con el caso ruso era que la
legalidad republicana de 1936 había quedado en el campo donde se
desataba la temida revolución social, origen de las dificultades que se
planteaban a la diplomacia británica.459
El día 22 de julio el gobierno británico examinó por primera vez la
situación española, llegando a la conclusión de que la mejor estrategia
consistía en desplegar una política dilatoria que se tradujera en una
“neutralidad tácita”, no proclamada formalmente, como solución
provisional.460 Que esta política favoreciera a los militares insurgentes,
revelaba la actitud británica como una auténtica “neutralidad benévola”
hacia la insurrección. Esta complicidad inconfesa en el desahucio
internacional de la República (“neutralidad malévola”) intentaba neutralizar
las previsibles críticas de la oposición laborista, que establecía unos límites
infranqueables para el gabinete conservador de Baldwin, a la espera de un
desenlace rápido del conflicto a favor de los insurgentes.461
459 Ibídem, pp. 117-122; E. Moradiellos, op. cit. (1996), p. 44; A. Viñas op. cit.
(2006), pp. 369-370. Recordemos que Eden autorizó contactos con el general Franco
desde, al menos el 7 de noviembre de 1936, víspera del primer intento masivo por parte
de las tropas insurgentes para tomar Madrid. 460 La adopción definitiva de esta política inicial por parte del gobierno británico
no se produjo hasta la reunión del Gabinete del 29 de julio. F. Schwartz, op. cit. (1971),
p. 50; E. Moradiellos, op. cit. (1996), pp. 58-60. 461 R. A. C. Parker, Chamberlain and the appeasement. British Policy and the
Coming of the Second World War, Londres, The Macmillan Press, 1993, p. 83; E.
Moradiellos, op. cit. (2001), pp. 84-85; J. Paul-Boncour, Entre deux guerres. Souvenirs
346
Desde el 21 de julio, las autoridades británicas se ocuparon de
impedir que la flota republicana repostara combustible en Tánger y
Gibraltar. Un día antes, el general Franco solicitó a las autoridades
internacionales de Tánger que hicieran uso de su neutralidad, evitando que
los barcos republicanos utilizaran su puerto, bajo la amenaza de ser
bombardeados. El 23 de julio, la flota republicana hubo de salir del puerto
de Gibraltar ante la incapacidad para obtener combustible de las firmas
comerciales británicas El 28 de julio, el Comité de Control de Tánger
nombró una comisión de comandantes de navío encargada de asegurar la
vigilancia del puerto y mantener alejados de su puerto a todos los barcos de
guerra españoles. Esta medida, que beneficiaba a los sublevados, implicaba
que la base más cercana para que los barcos republicanos se aprovisionaran
era el puerto de Málaga, lugar demasiado alejado para vigilar el transporte
de tropas rebeldes de Ceuta a Algeciras y más aún de Larache a Cádiz.462 El
éxito de las labores disuasorias de los sublevados animaron al general
Franco a aumentar la presión sobre la ciudad internacional en las semanas
posteriores:
El cuatro de agosto el Presidente del Comité de Control [Tánger] ha
recibido una nota del General Franco en términos particularmente
violentos denunciando la violación de la zona por la presencia de
barcos de guerra españoles y la actividad del Consulado General de
España.
sur la IIIème. République. Tome III .Sur le chemin de la défaite 1935-1940, París, Plon,
1946, p. 77. 462 ADQO, E-168. « Politique intérieure, 1936, 18-31 juillet », Nº 131. De
Tánger a París. De 28 de julio de 1936; AMAE, RE-104-8, “Resumen de lo dicho por
teléfono por el embajador de España en París”, 28 de agosto de 1936. Telegrama de la
Agencia Radio de París, Casablanca, 28 de agosto.
347
El 6 de agosto (…) una nueva nota del General Franco, que
constituye un verdadero ultimátum y contiene la amenaza de
ocupación de la zona de Tánger, si en el plazo de 40 horas el navío
“Tofiño” y los otros barcos de la escuadra no se alejan de Tánger. El
general Franco exigió igualmente (…) la dispersión y el castigo de
las bandas de las milicias rojas armadas por el Cónsul general de
España y por la escuadra, que han invadido, según Franco, la zona
internacional.463
Sin embargo, cuando el 27 de julio, Eden fue interpelado en la
Cámara de los Comunes a cerca de los rumores que le situaban como el
instigador de las presiones que los franceses habían recibido para evitar la
intervención francesa en España, Eden respondió con una contundente
negativa: “No hemos dirigido tal comunicación al gobierno francés”. Unos
días más tarde, en el Consejo de Ministros del 29 de julio, Eden informó a
sus colegas de gabinete de las gestiones que el embajador español, Julio
López Oliván, desarrollaba para adquirir material de guerra en territorio
británico. El Secretario del Foreign Office aconsejó que se diera a las
peticiones el curso administrativo normal, confiando en que el proceso
burocrático detuviera las solicitudes con la excusa de que la defensa
nacional requería toda producción de armamento disponible. Ese día se
confirmó la neutralidad inconfesa del gobierno británico frente a la guerra
española. La intervención británica en el avispero español tan sólo debía
reducirse en el futuro a interponer mediación entre las partes en lucha. Este
neutralismo inconfeso se convirtió en un refugio provisional a la espera de
que el curso de la guerra alcanzase un estadio (la toma de Madrid por los
463 AMAE, RE-104-8, “Resumen de lo dicho por teléfono por el embajador de
España en París”, 28 de agosto de 1936. París, 8 de agosto de 1936.
348
insurgentes) que justificase políticamente su conversión en una neutralidad
oficial.
Blum, el “Hamlet” francés464
A la vuelta de Blum de Londres, en la tarde del 24 de julio, las
decisiones tomadas por el gobierno francés el día 20 fueron puestas en
cuestión. Ya en el aeropuerto, Camille Chautemps informó al presidente
que Henri de Kérillis (1889-1958) había hecho públicas en L´Écho de Paris
todas las disposiciones tomadas por el Gabinete respecto a España y que la
conmoción en los medios parlamentarios era considerable.465 Esa noche,
Blum citó en su domicilio a Fernando de los Ríos y a los ministros de su
gabinete directamente implicados en la operación de auxilio a la República.
El político español trató de hacer ver a sus homólogos franceses que la
lucha española no era estrictamente nacional y que Francia tenía interés
directo en ayudar a la República considerando las contingencias que
produciría una victoria rebelde en su frontera de los Pirineos, en las islas
Baleares, en el estrecho de Gibraltar y en las islas Canarias, así como en la
unidad política de Europa Occidental. Examinaron las peticiones
republicanas, ante la que algún ministro de los presentes mostró su
464 L. Araquistáin, “La verdad sobre la intervención y la no intervención en
España” en P. Aubert, (comp.), Les Espagnols et la Europe (1890-1939), Toulouse,
Presses Universitaires du Mirail, 1992, pp. 287-302: “Blum es la antítesis del hombre de
acción. (…) Yo le he calificado alguna vez sin el menor propósito peyorativo, como el
Hamlet de la política francesa. Un Hamlet en la duda, pero incapaz en ningún caso, de
llegar a la tragedia, y si la tragedia pasa a su lado, como ha pasado la de España, incapaz
también de afrontarla”. 465 J. Lacouture, op. cit. (1977), p. 334.
349
disconformidad. No obstante, se informó al interlocutor español que los
aviones y armas estaban listos para partir.466
Sucedió entonces algo sorprendente cuando en la conversación que
mantenía De los Ríos con Daladier se mencionó una cláusula secreta, que
el español desconocía, del Tratado Comercial franco-español suscrito el 21
de diciembre de 1935 por el entonces ministro de Estado, Martínez de
Velasco. Se trataba de una nota confidencial que estipulaba la obligación
por parte de España de comprar 20 millones de francos a Francia en
armamentos y municiones. Ninguno de los ministros franceses del gabinete
actual conocía dicha cláusula, que, por otra parte, la constitución española
prohibía por no haber pasado su trámite correspondiente por la Comisión
de Estado.467 La ayuda solicitada por la República estaba en consonancia
466 G. Howson. Armas para España. La historia no contada de la Guerra Civil
española, Barcelona, Península, 2000, pp. 45-46. En esta reunión, Cot informó que el 5
de junio se había rescindido un contrato por 14 cazas “Dewoitine D.372” pedidos por
Lituania y que estos aviones, en espera de nuevo comprador, podían venderse a España,
así como cuatro “Potez 54” y diecisiete “Potez 25”, por otro lado, bastante obsoletos. Se
propuso que estos aviones se canalizaran a través de un país amigo como Méjico. Los
franceses propusieron a De los Ríos que pilotos españoles se trasladaran a Francia para
recoger los aparatos, pero éste les declaró la imposibilidad de ello, dada la escasez de
pilotos leales que permanecían en las filas de la República. Una hora después de
terminada la reunión, Cot telefoneó clandestinamente a De los Ríos para que acudiera
urgentemente a su domicilio. El ministro del Aire le informó de la intransigencia de su
colega Delbos sobre que aviadores franceses llevaran los aviones a España. Sin
embargo, el ministro francés se ofreció a transportar los aparatos hasta Perpignan. 467 En AMAE, P-461/33731 se encuentra la carta que Fernando de los Ríos envió
a José Giral, en la madrugada del 25 al 26 de julio de 1936. El documento esta fechado
por un error el 25/7/1935. A. Viñas sacó a la luz esta carta en “Blum traicionó a la
República” Historia 16, nº 24, abril 1978, pp. 41-54. La famosa carta, según H.
Thomas, fue publicada por vez primera en el periódico Il Menssagero el 10 de
350
con el derecho internacional que autoriza la ayuda a un gobierno
legalmente constituido sorprendido por una rebelión. Pero además, existía
un acuerdo comercial con esta cláusula secreta. Simplemente era necesario
aplicar este acuerdo por solidaridad ideológica e interés nacional francés.
Parece haber un consenso generalizado en la literatura en criticar la
decisión del gobierno Blum en términos de la vulneración de un convenio
comercial, que casi significaba que Francia obtenía el monopolio de venta
de material de guerra a España. Por otro lado, al negarse Francia a servir
armas a España no vulneraba el tratado comercial, sino una de sus notas
secretas, que por otro lado, tenía un dudoso valor legal. En definitiva,
constituía más una cláusula de intenciones de orden político-militar que
comercial. Sin embargo, tampoco Francia al acordar la No Intervención,
comunicó al gobierno republicano la anulación de tal carta o su suspensión
diciembre de 1936, y reproducida posteriormente en la obra de Francesco Belforte, La
guerra civile in Spagna, publicada en Milán en 1938. Posteriormente se publicó en un
folleto de la Oficina Informativa Española, titulado Las Brigadas Internacionales. La
ayuda extranjera a los rojos españoles, en Madrid en 1948 y en la Histoire de la Guerre
d´Espagne de Robert Brasillach y Maurice Bardèche en 1966. Pero lo que llama la
atención es que el artículo de Viñas, que versa sobre el análisis jurídico de la famosa
cláusula secreta aneja al Tratado Comercial franco-español suscrito el 21 de diciembre
de 1935, se basa en un documento, reproducido por el historiador casi al pie de la letra,
que reposa en el Archivo Histórico Nacional, en la sección Diversos, serie Archivo de
Marcelino Pascua, legajo 11, expediente 10 (ex nunc ANH, Pascua, lg. 11, exp. 10), del
que Viñas no cita la procedencia, ni la fecha de elaboración, posiblemente para evitar
problemas de orden legal relacionados con la legislación sobre los archivos nacionales
en 1978. Este documento fue elaborado por la Oficina Financiera de la embajada
española en París, y fechado el 27 de septiembre de 1937, a instancias del por entonces
embajador, Ángel Ossorio y Gallardo (1873-1946).
351
temporal mientras durase el acuerdo, ya que el convenio comercial siguió
funcionando.468
Para la prensa de extrema derecha como Le Jour, Le Figaro, L´Écho
de Paris y L´Action Française, la nota de dimisión de Del Castillo y la
información que en ella se proporcionaba evidenciaba la necesidad de
eludir toda ayuda material a España por parte de Francia. Le Jour mostraba
al ministro del Aire, Cot (según el periódico, amigo personal de De los
Ríos), como el instigador de la venta de armas, y al ministro de exteriores,
Delbos, como contrario a ella. Denunciaba que Blum, Cot y Daladier
pretendían prestar ayuda a España sin informar a la nación y se daba por
seguro que dieciocho pilotos civiles franceses habían sido reclutados para
llevar los aviones a España. L´Action Française se hacía eco de la supuesta
súplica de prudencia que Eden dirigió a Blum en su encuentro londinense
del día anterior, añadiendo que el británico habría comunicado a Delbos
que el auxilio militar a la República española supondría la guerra. El diario
afirmaba que estos hechos habían obligado a Blum a telefonear a París
desde Londres para ordenar que las gestiones sobre los aviones destinados
a la República se demoraran hasta su llegada y permanecieran en el más
absoluto secreto. En lo referente al armamento, se informaba que el día
anterior 20 aviones “Potez 25” venidos de Romilly (arsenal del ejército
francés) estaban haciendo la puesta a punto para intentarlos camuflar como
aviones de la casa “Potez” y no del ejército, requisito necesario para ser
468 F. Olaya, La comedia de la “no intervención” en la guerra civil española, G.
del Toro, Madrid, 1976, p. 187; P. van der Esch, Prelude to War. The International
Repercussions of the Spanish Civil War, Martinus Nijhoff, La Haya, 1951, p. 53; J.S.
Vidarte, op. cit. (1973), p. 490; J. Zugazagoitia, Guerra y vicisitudes de los españoles,
Grijalbo, Barcelona, 1977, pp. 127-128; A. Viñas, “Blum traicionó…”, pp. 41-54 y op.
cit. (2006), p. 31.
352
vendidos a la República sin necesidad de informar a la Asamblea Nacional.
Respecto a este particular, un Daladier incómodo ante las preguntas de la
prensa, invitó a los periodistas a interpelar al presidente Blum.469
Parece haberse dado demasiada importancia a las campañas de
prensa y su repercusión en las decisiones tomadas por el ejecutivo galo, ya
que resulta exagerado que su influencia fuera tan decisiva. La prensa no
hizo sino traducir la división existente en la sociedad francesa. Antes de la
guerra ya existían estas disensiones y el drama español se insertó a
posteriori en un contexto social, de por sí inflamado. También se ha
insistido mucho en las filtraciones de los funcionarios de la embajada
española en París. Pero es lógico pensar que incluso sin esa traición, el
envío de aviones a la República no hubiera pasado desapercibido.470
En la mañana del 25 de julio, Blum se entrevistó en su domicilio con
Luis Jiménez de Asúa (a petición de Vincent Auriol, ministro de Finanzas y
partidario de ofrecer ayuda a la República). El político español intentó
vencer las reticencias que De los Ríos había encontrado la noche anterior.
Según testimonio de Asúa, Blum en pijama y con los ojos llenos de
lágrimas, le confesó que Baldwin, puenteando su escalafón, se había
dirigido directamente al presidente de la República, Albert Lebrun, y de la
manera más formal posible le había informado de que si la venta de armas
a España provocaba una guerra con Alemania e Italia, Gran Bretaña
permanecería neutral. En una escena bastante histriónica, Blum llegó a
plantearle su dimisión si de esta manera creía el gobierno de Madrid que
podía ofrecer un mejor servicio a la causa republicana:
469 AMAE, RE-104/7, Asunto Castillo. 470 J. Matínez Parrilla, op. cit. (1987), pp. 214-216.
353
Somos unos indeseables –confesó Blum- si no mantenemos nuestras
promesas. Y como no podemos hacerlo, nosotros, los socialistas,
vamos a abandonar el gobierno. Hay un Consejo de Ministros esta
tarde con el presidente de la República. La crisis se va a abrir.471
Asúa, partidario de esta opción, puso en conocimiento de Albornoz y
De los Ríos la oferta de Blum, que inmediatamente la trasladaron a Madrid.
A las pocas horas recibieron respuesta de España en el sentido de que era
preferible que Blum continuara en el cargo y no presentara su dimisión.
Esta situación parecía al gobierno republicano preferible a tener a los
socialistas en la oposición y un gobierno más conservador en el poder.472
No existe constancia en la documentación disponible de la amenaza
de Baldwin. El gobierno británico aún no había decidido una política clara
a seguir (no lo haría hasta el 29 de julio). En Londres, Blum había
encontrado prudencia hacia un conflicto que en esas fechas no parecía tener
un desenlace claro. Schwartz afirma que en el encuentro de Blum y Asúa,
el primero mintió y que su ofrecimiento de dimisión no era sincero; la
situación difícil en la que Blum se encontraba al frente de su coalición de
gobierno, le podría haber llevado a elegir la excusa de la presión británica
para justificar su falta de compromiso con la República en esos momentos
tan decisivos. Protagonistas como Pierre Cot o Robert Blum, hijo del
presidente del Consejo, defienden este argumento de salvaguarda de la
coalición gubernamental como causa principal para frenar la ayuda
prometida a Madrid. En definitiva, autores como Schwartz o Adamthwaite
dudan, en ese momento preciso, de la decisiva entidad de la presión
471 Testimonio de Jiménez de Asúa en P. Renouvin y R. Rémond, op. cit. (1981),
pp. 409-411. 472 AMAE, P-461/33731. F. Schwartz, op. cit. (1971), p. 56.
354
británica en el cambio de posición del gobierno francés frente a la
República.473
Horas más tarde del mismo día 25, el Presidente del Consejo de
Ministros relató a De los Ríos el encuentro que horas antes había
mantenido con el Presidente de la República, a quien había encontrado
realmente preocupado y no había dudado en recriminarle: “eso que se
piensa hacer de entregar armas a España puede ser la guerra europea o la
revolución en Francia”. De hecho, Lebrun solicitó a Blum convocar un
Consejo de Ministros extraordinario para las cuatro de la tarde. De igual
modo, y según el testimonio de Blum ante la Asamblea en 1947, el
presidente Édouard Herriot, presidente de la Asamblea, le advirtió en el
mismo sentido: “Te lo ruego, amigo mío, te lo ruego: no te metas en eso”.
El mismo Jules Jeanneney (1864-1957), presidente del Senado, le interpeló
sobre la idea de afrontar la amenaza de una guerra por los sucesos de
España cuando el 7 de marzo se había cedido con ocasión de la
reocupación militar alemana de Renania, asegurando que Inglaterra no
secundaría esa política.474
De los Ríos se reunió de nuevo con Blum a las dos y media de la
tarde del día 25 por espacio de una hora y cuarto, antes de iniciarse el
473 P. Renouvin y R. Rémond, op. cit. (1981), pp. 355-373; F. Schwartz, op. cit.
(1971), pp. 55-56; A. Adamthwaite, “Francia y la internacionalización de la Guerra
Civil española: una reevaluación”, Actas del Congreso Internacional La Guerra Civil
Española, 1936-1939, (27-29 de noviembre de 2006), Madrid, Sociedad Estatal de
Conmemoraciones Culturales, 2008. 474 J. E. Dreifort, Yvon Delbos at the Quai d’Orsay. French Foreign Policy
during the Popular Front 1936-1939, Lawrence, Kansas University Press, 1973, pp. 38-
39.
355
Consejo de Ministros convocado para las cuatro. Blum se sentía acorralado
por la presión insoportable de su Ministerio de Negocios Extranjeros, del
Estado Mayor francés y de la prensa. Además, Gran Bretaña, su más
importante aliado, amenazaba con inhibirse en caso de conflicto y su
coalición de gobierno se encontraba a punto de quebrarse. Confesó a De los
Ríos: “tengo el alma desgarrada”. Pero aseguró: “… mantendré mi posición
a toda costa y con todos sus riesgos; hay que ayudar a la España amiga,
¿cómo? Ya veremos”.475
A la misma hora que un avión “Douglas DC-2” aterrizaba en el
aeródromo de Le Bourget procedente de España con 144.000 soberanos
británicos para costear las armas y los aviones pedidos,476 durante la
reunión del Consejo de Ministros francés se materializaba la fractura en la
coalición gubernamental debido a la más absoluta discrepancia respecto al
conflicto español entre los miembros del Gabinete. Estas discrepancias
afectaron de manera transversal al Gobierno, al margen de las filiaciones
políticas de sus miembros. A la finalización del Consejo, Blum hizo pública
la intención de no intervenir de ninguna manera en el conflicto español por
parte del gobierno francés y suspender sine die el envío de armas a España,
además de negar contundentemente que el Gobierno estuviese vendiendo
armas a la República española:
El Gobierno francés, después de discutir el tema esta tarde, ha
decidido por unanimidad no intervenir de manera alguna en el
conflicto interno español (…) es falso que el Gobierno francés haya
declarado que ha decidido seguir una política de intervención.477
475 AMAE, P-461/33731. 476 G. Howson, op. cit. (2000), p. 46. 477 P. Renouvin y R. Rémond, op. cit. (1981), p. 333.
356
No obstante, el ejecutivo de Blum se reservó la facultad de autorizar
la venta de armas a la República cuyo origen fuera la industria privada y en
caso de aeronaves, que fueran desarmadas: “ninguna exportación de
material de guerra con destino a España será permitida, reserva hecha de la
facultad de autorizar eventualmente la entrega, por la industria privada, de
aviones desarmados”.
Autores como Delpierrié de Bayac478 han presentado esta decisión
como un compromiso temporal para salvaguardar la coalición de gobierno,
cuando lo cierto es que la causa de la No Intervención por entonces estaba
ya cómodamente instalada en el Consejo de Ministros.479 Y así, tomó forma
lo que se dio en llamar “le revirement du 25 juillet 1936”.480 Las
autoridades frentepopulistas, al adoptar esta decisión, creían así serenar su
crisis interna y salvar su coalición gubernamental.481 Del mismo modo,
estaban convencidos de que confinando el conflicto español para evitar su
traducción en un conflicto generalizado, evitaban la defección de su vital
aliado británico. Cabe creer la hipótesis de que en esta decisión también
planeaba el temor a que las potencias fascistas reconocieran a los
insurrectos como gobierno de facto. Sin embargo, como veremos a
478 J. Delperrié de Bayac, Histoire du Front Populaire, París, Fayard, 1971, p.
284. 479 J. Lacouture, op. cit. (1977), p. 347. Léon Blum, en tanto que jurista, prefería
hablar de “non-inmixtion” en lugar de “no intervención”. 480 R. Bombin, op. cit. (1970), p. 213. 481 P. Renouvin y R. Rémond, op. cit. (1981), p. 357; P. Cot, Triumph of
Treason, New York, Ziff-Davis Publishing Co., 1944, p. 343. Según el testimonio de
André Blumel, el Partido Radical era casi totalmente contrario al envío de armas a
España. Existían excepciones como la de Pierre Cot, ministro del Aire. Así lo afirma
también Jules Moch, que recuerda como él y Cot tuvieron que ponerse de acuerdo con
Méjico, a espaldas de Delbos, para que hiciera de país intermediario con la República.
357
continuación, esta retracción francesa no impidió una rápida
internacionalización de la contienda española.
A pesar de los acontecimientos desarrollados durante las últimas
horas, Blum y sus ministros más “intervencionistas” no dejaron de
considerar secretamente la posibilidad de servir aviones a la República,
como lo demuestra el testimonio de De los Ríos referente a esa noche. A las
21,30, el político español se volvió a reunir con algunos ministros franceses
para ser informado de que aunque el Consejo de Ministros hubiera tomado
la resolución de no hacer ninguna entrega de gobierno a gobierno, sí
autorizaba las ventas de empresas privadas. Se le aseguró que así podrían
enviarse dos o tres días más tarde, casi con absoluta seguridad, los aviones
que estaban previstos que partieran, garantizándosele, por otro lado, que el
periodo de construcción de los aparatos “Potez 54” se intentaría acortar
para agilizar los envíos.482 Vemos pues, como ya desde entonces se
comenzó a contemplar lo que más tarde se dio en llamar la No Intervención
atenuada Non Intervention relâchée (No Intervención atenuada).
En cualquier caso, dos días más tarde, el 27 de julio, el ejecutivo
galo, en circular enviada a sus puestos diplomáticos en el extranjero, daba
por zanjada la cuestión de la supuesta asistencia armamentística a la
República española:
En las actuales circunstancias [el gobierno francés] ha debido tomar
todas las disposiciones que su fidelidad al principio de no
intervención le impone, incluso en relación a un Gobierno regular y
amigo por muy legítima que sea la lucha que sigue para mantener el
482 AMAE, P-461/33731.
358
orden. (…) Me encuentro en la obligación de hacer conocer a la
Embajada de España, invocando las consideraciones que preceden,
que toda entrega de material de guerra terrestre o aéreo, queda
prohibido con destino a España, tanto si se trata de material
perteneciente al Estado como a la industria privada. No obstante,
conforme a ciertos precedentes, se autoriza la exportación de aviones
sin armamento que fueran suministrados al Gobierno español por la
industria privada.483
La prensa de derecha gala acogió la decisión del Consejo de
Ministros con verdadero triunfalismo, mientras que la de izquierda, como
era de esperar, defendió que la entrega de armas a la República era
conforme al derecho internacional, otra decisión, suponía una ayuda
indirecta a los fascistas españoles y en contra de los intereses nacionales
franceses.484 Precisamente, el 30 de julio, el ministro Delbos compareció en
la Comisión de Asuntos Exteriores del Senado para responder a las
acusaciones vertidas por las publicaciones más conservadoras que seguía
denunciando la entrega secreta de armas a la República a pesar del
pronunciamiento del 25 de julio. Delbos se mostró tajante ante los
diputados: “el gobierno francés ofrece un desmentido absoluto sobre los
rumores referentes a las presuntas entregas francesas de armas, de aviones
y de material de guerra”.485
483 DDF, 2, III, 34; DDF, 2, III, 36; esta documentación también se encuentra en
ADQO, E-218, T. 437-439, de 27 de julio de 1936. 484 L´Humanité, de 27 de julio de 1936. 485 P. Renouvin y R. Rémond, op. cit. (1981), p. 333.
359
Hitler y Mussolini buscan su parte del botín
Iniciada la sublevación en África, los desvelos de los rebeldes se
focalizaron en la manera de hacer atravesar sus fuerzas africanas por el
estrecho de Gibraltar hacia la península. La tripulación de la armada
republicana, no así la mayoría de sus mandos, había permanecido fiel al
Gobierno. Sin mandos, los escasos buques que constituían la marina
española se trasladaron al Estrecho para impedir el paso de las fuerzas
insurgentes a la Península. En esta tesitura, al general Franco no le quedaba
más alternativa que conseguir transporte aéreo, del que no disponía en
cantidad suficiente, para trasladar sus tropas.
Franco decidió enviar emisarios a Berlín a través del jefe del partido
nazi en el Marruecos español, Adolf Langenheim, y de un comerciante
germano instalado en la colonia española llamado Johannes Bernhardt. La
comitiva partió de Tetuán el 23 de julio. En la capital alemana se dirigieron
a su centro de referencia, la Auslandsorganisation (sección extranjera del
NSDAP), dirigida por Ernst Wilhelm Bohle (1903-1960). Éste consiguió
ponerles en contacto con el lugarteniente del Fürher, Rudolf Hess (1894-
1987), saltándose el lógico trámite de informar en la Wilhelmstrasse, ya
que el Ministerio de Asuntos Exteriores germano había desaconsejado toda
intromisión en el conflicto español, temeroso de las repercusiones
internacionales que pudiera acarrear tal intervención. Hess logró el día 25
una entrevista entre los agentes de Franco y Hitler en su retiro de Bayreuth,
a orillas del río Meno, en el este de Alemania. A pesar del poco interés que
el dictador alemán había mostrado por España, sorprendentemente accedió
360
a la petición del general sublevado ese mismo día, sin consultar siquiera
con su ministro de Exteriores, el barón Konstantin von Neurath.486
Las razones que llevaron a Hitler a intervenir en España bajo la
Operation Feuerzauber (“Operación Fuego Mágico”) podemos
relacionarlas con el intento alemán de alterar el equilibrio en el
Mediterráneo occidental en la medida en que un régimen profrancés sería
sustituido por otro de signo contrario. Conseguir este objetivo con una
pequeña y secreta ayuda militar sin afrontar graves problemas con el
gobierno británico parecía una opción atractiva y barata para el dictador
germano. Bien es cierto que la larga intervención alemana en la guerra
española generó a posteriori otros motivos que aconsejaron su
mantenimiento e, incluso, su ampliación; de lo contrario, tanto Hitler como
Mussolini, no hubieran aumentado sus efectivos a lo largo de la
contienda.487 Entre estos motivos podemos destacar el suministro de
piritas488 y de mineral de hierro español, esencial para el rearme germano, y
el fabuloso campo de pruebas que se le ofrecía al creciente ejército
alemán.489 Por otro lado, una acertada instrumentalización del conflicto
486 Cfr. A. Viñas op. cit. (1977). El texto de las peticiones se reproduce en la
colección de documentación oficial diplomática de Alemania Documents on German
Foreign Policy, 1918-1945, series D (1937-1945), volumen III (Germany and the
Spanish Civil War), Londres, His Majesty’s Stationary Office, 1951, documentos
número 2 y 14 (pp. 3 y 15). 487 A. Viñas op. cit. (2006), p. 63. 488 Ibídem, p. 134. Franco confiscó “Piritas de Río Tinto” para poder hacer
frente a los créditos. 489 Ibídem, pp. 135-137. El 1 de abril de 1939, día del fin del conflicto español,
el general Franco firmó la “Ley Reservada de la Jefatura del Estado” (no conocida hasta
1979), promulgada para saldar los préstamos contraídos por el dictador durante el
conflicto a cuenta del Estado español.
361
podría acarrear discrepancias en la ya de por sí problemática relación
franco-británica. El 28 de julio comenzaron a llegar al aeródromo de Tetuán
los primeros aviones alemanes, decisivos para facilitar la operación del
paso del Estrecho, bajo el camuflaje de la Sociedad Hispano-Marroquí de
Transportes, S. L. (HISMA), constituida de manera ficticia el 31 de julio.
Se trataba de 20 “Junker-52” de transporte y 6 cazas “Heinkel-51”.
Paralelamente el vapor Usaramo transportó material adicional (diez
“Junkers-52” y seis “Heinkel-51” más, junto con todo tipo de armamento,
municiones y personal especializado) llegando al puerto de Cádiz el 6 de
agosto.
El 19 de julio, Franco también envió al periodista Luis Bolín a Roma
con una carta de recomendación del ex-monarca Alfonso XIII. El conde
Galeazzo Ciano (1903-1944), ministro de Asuntos Exteriores italiano,
acogió inicialmente la petición con reticencias. Esta misión se vio reforzada
por la presión que el general sublevado ejerció sobre el cónsul italiano en
Tánger, De Rossi del Lion Nero, que al parecer fue clave en la concesión
final de la ayuda italiana.490 Hasta el 28 de julio, Mussolini no aceptó
490 I. Saz, op. cit. (1986), p. 181; A. Bolín, op. cit. (1967), p. 178. Bolin afirma
en sus memorias, sin embargo, que el conde Ciano tuvo una reacción entusiasta ante la
proposición rebelde. No obstante, según Saz, el día 27, Ciano informó a De Rossi de
que los aviones estaban ya preparados en Cerdeña, pero le ordenó que transmitiera el
mensaje de que la aprobación de la ayuda no era definitiva y de que no asumiera
compromisos ni hiciera promesas. El texto de las peticiones se reproduce en la
colección de documentación oficial diplomática de Italia Documenti Diplomatici
Italian, Roma, Ministero degli Affari Esteri, 1993, 8ª serie, volumen IV, documentos
número 570, 578 y 584 (pp. 640, 649 y 584). La ayuda demandada, que fue ascendiendo
en los días siguientes, consistía inicialmente en 12 aviones de transporte, 10 cazas y 10
aviones de reconocimiento, más 1.000 bombas de avión de 100 kg., y 2.000 de 50 kg.,
además de 40 cañones antiaéreos y algún barco de 4.000 o 5.000 toneladas.
362
acceder a la demanda insurgente.491 El dictador italiano adoptó esta
decisión a sabiendas de que Hitler había consentido en ayudar a los
rebeldes, conociendo la retracción francesa y consciente de que una
eventual ayuda a los sublevados no encontraría demasiada oposición en
Londres, sabedor de la hostilidad británica a la causa republicana.492
Además, informaciones provenientes de Moscú revelaron a Roma que el
Kremlin no tenía intención alguna, por el momento, de intervenir en
España. El 23 de julio la embajada de Italia en Moscú informó de la
situación “embarazosa” en que los acontecimientos de España habían
situado a las autoridades soviéticas, ya que una victoria de los insurgentes
pondría fin a las esperanzas depositadas en las estrategias de los frentes
populares, con negativas repercusiones en Francia y el consecuente fracaso
de la colaboración franco-soviética. Por el contrario, una victoria del bando
republicano y la posible “sovietización” de España incrementarían la
desconfianza de las democracias occidentales hacia la Unión Soviética y
echaría por tierra todo el proceso de acercamiento a ellas.493
491 I. Saz, op. cit. (1986), p. 184. 492 N. D’Aroma. Un popolo alla prova, Dieci anni di guerra (1935-1945),
Palermo, Cusimano, 1967, p. 283. Parece ser que Mussolini informó al embajador
británico en Roma del envío de los aviones a los sublevados, obteniendo la respuesta de
que el Foreign Office había entendido la iniciativa italiana en su exacto significado. Los
británicos siguieron este proceso con relativa indiferencia, ya que consideraban que no
afectaba de manera sustancial al equilibrio en el Mediterráneo. Prueba de esta sintonía
fue la firma en enero de 1937 del Gentlemen’s Agreement. A. Viñas op. cit. (2006), pp-
41-45. Posteriormente se ha sabido que Londres descifraba sin grandes complicaciones
los mensajes italianos a través del Air Intelligence Service (contenidos en los Blue
Jackets de los archivos del Foreign Office), lo que elimina toda duda sobre la actitud
británica descrita hasta el momento. 493 I. Saz, op. cit. (1986), p. 206.
363
Con estos parámetros, y presentando la intervención en términos
antibolcheviques, y posiblemente, como afirma Coverdale, con la secreta
esperanza de exportar el modelo fascista a España,494 el Duce confió, como
su homólogo alemán, en que una pequeña ayuda podría permitir ganar a un
bajo precio un aliado en el Mediterráneo occidental. Por otro lado,
Mussolini era consciente de que la retracción francesa, y su falta de ayuda
aérea a Madrid, convertía en decisiva la ayuda italiana a los sublevados.
Así, 12 aviones “Savoia-81” salieron de Cerdeña la madrugada del 30, al
tiempo que el vapor Morandi partió con material bélico la víspera, llegando
a Melilla el 2 de agosto.
El jueves 30 de julio, dos bombarderos armados, sin marcas de
nacionalidad ni matriculación, realizaron un aterrizaje forzoso en la región
de Cudjda en el Marruecos francés, uno cerca de la frontera con Argelia y
el otro cerca de Moulouya, en la frontera con la zona española. Las noticias
hacían sospechar, sin ningún género de dudas, que se trataba de aparatos
italianos. La investigación confirmó que los aviones eran bombarderos
trimotores “Alfa-Romeo”, de la casa “Savoia-Marchetti”. Las señales de
identificación habían sido repintadas en blanco. El grupo estaba compuesto
por cinco aparatos que habían despegado en la mañana del 29 de julio de
Camiri, cerca de Novara, y habían hecho escala en Elmaz (Cerdeña), de
donde habían salido en la mañana del 30 para alcanzar la zona española de
Marruecos. Los aviones estaban tripulados por individuos que habían sido
militares italianos hasta el día 20 de julio, en que pasaron a serlo, según su
494 J. Coverdale, La intervención fascista en la Guerra Civil española, Madrid,
Alianza, 1978, pp. 89-91; P. Preston, “La aventura española de Mussolini: del riesgo
limitado a la guerra abierta”, en P. Preston, La República asediada. Hostilidad
internacional y conflictos internos durante la Guerra Civil, Barcelona, Península, 1999,
pp. 41-69.
364
testimonio, de la casa “Savoia-Marchetti”. Uno de los aviones que llegó a
su destino arrojó a los accidentados un paquete con uniformes, junto una
nota que les ordenaba presentarse, en caso de ser interceptados por las
autoridades francesas, como miembros de la legión de Nador. Al parecer,
habían sido reclutados quince días antes.495
Este incidente, que constituía la evidencia de la ayuda italiana al
bando insurgente (que nunca reconocieron las autoridades italianas496),
demostró que la retracción francesa del día 25 no había conseguido su
objetivo de frenar la implicación de las potencias fascistas en el conflicto
español.
495 ADQO, E-145, T.857-860 y T.868-874, de 1 de agosto de 1936. 496 ADQO, E-145, T.993-996, de 20 de agosto de 1936.
365
2. El papel del embajador Jean Herbette iniciada la contienda
La figura del embajador francés Jean Herbette constituye uno de los
aspectos más controvertidos de la historiografía sobre la Guerra Civil
española. Y aún hoy, los contados historiadores que se han acercado a este
personaje no muestran un acuerdo generalizado. Varias son las causas de
este panorama de luces y sombras. La primera pudiera estar ocasionada por
las escasas investigaciones más o menos solventes que los profesionales
han dedicado a la tarea. Los trabajos que ha abordado analizar el papel de
Francia en el conflicto español no cuenta hasta el día de hoy con una obra
monográfica a la altura de los trabajos realizados por Ángel Viñas sobre
Alemania, Ismael Saz sobre Italia o Enrique Moradiellos sobre Gran
Bretaña. Añadamos, que los pocos intentos se han centrado principalmente
en bosquejar las actitudes francesas en los días posteriores al inicio del
conflicto, cuando las vacilaciones del gabinete Blum todavía permitían
albergar en el entorno republicano la esperanza de un apoyo decidido de
París a su causa. Constituido el Comité de No Intervención en septiembre
de 1936, la historiografía deja de profundizar en la cuestión. Pareciera que
con prestar atención a la evolución de la política española de Londres
durante el conflicto, obtuviéramos las claves, por otro lado, previsibles y
preconcebidas a los ojos de los historiadores, que interpretan la progresión
de la huella de los hechos en el seno francés, y esta circunstancia hubiera
hecho obviar la investigación sobre el papel de Francia en la guerra
española.
La segunda causa que encontramos es una consecuencia de la
anterior: a menos investigación, menos atención a sus protagonistas. Es
indudable que la política española era un asunto de segundo orden en la
política extranjera de París. Herbette, por otro lado, tampoco constituye una
366
figura central en la guerra, siendo, sorprendentemente, el embajador que
más aparece en las memorias de sus contemporáneos (así sucede en los
diarios de Azaña, por ejemplo). De suerte que la figura del embajador ha
sido recreada, de una parte, a la luz de los acontecimientos posteriores al 17
de julio de 1936, y de otra, apoyándose en los escasos testimonios de sus
contemporáneos. La proximidad, cuando no coincidencia temporal de estos
relatos con los acontecimientos, han privado a los estudiosos de construir
una semblanza ponderada del personaje, libre de los prejuicios ideológicos
y personales inmediatos que produjo el estallido de la guerra y sus actitudes
posteriores. Así, encontramos gran dificultad para localizar testimonios que
no caigan en lo anecdótico o en planteamientos maniqueos y estériles que
reproducen las mismas contradicciones. De este enjuizamiento, tan sólo
podemos librar el trabajo de Yves Dénèchere sobre la figura del embajador.
Durante los dos primeros meses de guerra, Herbette se alineo con los
que defendían sostener, mejor que peor, al gobierno de Madrid. Bien es
cierto que, como apreciamos en sus despachos, con ciertas vacilaciones
sobre el análisis de la dinámica bélica. Por otro lado, estas vacilaciones no
eran ajenas de la desorientación que se vivía en los centros de poder
parisinos. En este período no encontramos desacuerdos esenciales entre la
política española del ejecutivo galo y la propia de su embajador en España.
De hecho, Herbette respaldó como propia la decisión del gobierno francés
del 8 de agosto de suspender los envíos de armas a Madrid. Esta alineación
definitiva con la No Intervención no provocó en Herbette ninguna reacción
contraria constatable.
Desde mediados de agosto, el cuerpo diplomático destacado en
España cruzó la frontera para instalarse en San Juan de Luz y Hendaya a
pasar la “jornada”. Herbette fue uno de los pocos diplomáticos que volvería
367
con frecuencia a San Sebastián, casi siempre para atender alguna causa
humanitaria. Intercedió ante las autoridades republicanas para la liberación
o el intercambio de prisioneros,497 así como para supervisar la integridad y
las posesiones de la colonia francesa. Esta tarea le puso a menudo en
alguna situación embarazosa (le solía acompañar su esposa). No sólo los
continuos bombardeos rebeldes acechaban en los trayectos por carretera,
sino que la anómala situación en la que se encontraba el cuerpo
diplomático desplazado a Francia, provocaba recelos y los consiguientes
roces con los milicianos de los puestos fronterizos. En una ocasión, por
ejemplo, fue encañonado y obligado a bajarse de su automóvil.498
La permanencia del personal diplomático destacado en España en el
sudoeste francés fue rechazada contundentemente desde su inicio por las
autoridades republicanas, que exigían su vuelta a Madrid primero, y a
Valencia más tarde. De hecho, ningún diplomático de los instalados en
Hendaya, incluido Herbette (se había instalado en la localidad de Cibourne,
cercana a San Juan de Luz), cedió a las presiones del Ministerio de Estado
español. Entre otros motivos, porque permanecer en el sudoeste francés les
permitía mantener relaciones oficiosas con los representantes insurgentes.
Asimismo, la proximidad a la frontera franco-española constituía un limbo
diplomático muy del gusto de la ambigüedad política internacional del
momento. En una de las comunicaciones de Herbette, así lo advertía:
497 P. Barrauso. “La misión diplomática del embajador francés Jean Herbette
durante la Guerra Civil” Bulletin d'Histoire Contemporaine de l'Espagne, Nº 28-29,
1999, pp. 122-123. Así consiguió Herbette la liberación del conde de Romanones el 23
de agosto de 1936. El 25 de septiembre, por ejemplo, se encontraba en Bilbao, cuando
las bombas lanzadas por las fuerzas de Mola castigaban la ciudad. 498 J.-B. Barbier, op. cit. (1951), p. 618.
368
Si el Gobierno de Madrid persiste en una conducta que obligue a las
Potencias a tomar decisiones, es de prever que en el momento en el
que ciertos jefes de misión se pongan en ruta para Madrid, otros se
orientarán hacia Burgos.499
El 15 de septiembre, Herbette envió un informe a París en el que se
analizaba la marcha de la guerra. Por primera vez, ponía en duda la
legalidad del gobierno de Madrid, desbordado por las fuerzas
anarquizantes. El peligro del que Herbette había advertido en los primeros
días de la lucha se hacía realidad.500 ¿Qué había sucedido en las últimas
semanas para que Herbette comenzara a cuestionar el mantenimiento de la
República española? Repasemos: el 3 de septiembre las fuerzas insurgentes
toman Irún y el 13, San Sebastián. Desde entonces, Herbette comienza a
asociar en sus despachos anarquismo y Frente Popular. Hace responsable
de la mala marcha de la guerra a la falta de autoridad gubernativa
republicana para refrenar el caos reinante. Es en este aspecto donde sitúa la
pérdida de legitimidad del Gobierno y la causa de una futura derrota.
Evidentemente, señala al general Franco como vencedor seguro de la
contienda.
499 ADQO, E-170. Politique Intérieure. 1936, 11-30 sept. T. 1188-1191. Saint-
Sebastián par St. Jean de Luz, de 12 de septiembre de 1936. ADQO, E-137.
Représentation diplomatique et consulaire française ; décorations. 1932, juil.-1937,
sept. T. 990 y 1005. Jean Herbette a Yvon Delbos. Cibourne, de 14 y 18 de septiembre
de 1936. En estos telegramas Herbette informaba de las presiones que el cuerpo
diplomático recibía del representante del ministerio de Estado español en Hendaya,
Américo Castro, para que las representaciones diplomáticas volvieran a instalarse en
Madrid. 500 Y. Dénèchere, op. cit. (2003), pp. 269-270.
369
En esta pérdida de confianza en una República desbordada por la
marea revolucionaria, podemos situar el punto de no retorno del embajador
francés y, tras analizar la nueva situación político-militar, comenzó a
generar las actitudes necesarias para rectificar la nueva realidad en
concordancia con los intereses de Francia. En estas circunstancias, Herbette
no dudó en mantener e intensificar una vía de comunicación continua con
las autoridades insurgentes que controlan la frontera vasco-francesa, y sus
acciones parecen que comienzan a ser guiadas por la contigencia de una
futura victoria insurgente. Desde entonces, en sus despachos muestra más
aprensión por la ayuda que la URSS ofrece a la República que por la
aportación fascista brindada al esfuerzo bélico de los rebeldes. Ya no
parece importarle, de hecho no lo subraya en sus escritos, las poderosas
fuerzas contra las que se enfrenta la República. Este análisis parcial le va
alejando de una realidad socio-política que él bien ha conocido, justificado
y trasmitido hasta ese momento. Y así, comienza a proponer medidas
encaminadas a la búsqueda de la reconciliación de los bandos en lucha,
porque el embajador ya no alberga dudas a finales de septiembre sobre
quien será el bando vencedor en la contienda.
El reconocimiento del bando franquista por parte de las potencias
fascistas el 18 de noviembre de 1936, lo valoró como lógico según se
desarrollaban los acontecimientos, y ello, invitó a sus superiores, debería
hacer reflexionar a las autoridades francesas para que aceptaran las
consecuencias de los hechos.501 Comenzamos a detectar en esta fecha un
manifiesto desencuentro entre la política española de París y las propuestas
de Herbette. Su posicionamiento se mostró nítido cuando propuso
abiertamente el reconocimiento anglo-francés del derecho de beligerancia
501 DDF, 2, III, T. 1344, 1361, 1362, 1364, 1373, de 19, 23, 24, 25, 29 de
octubre de 1936. Herbette a Delbos.
370
de las autoridades insurgentes como el modo más rápido de terminar con
una guerra que estaba perdida para la República y como el medio más
adecuado de desligar a Italia de los destinos del Reich. Herbette hace suya
la estrategia británica, y también gala, de embolsar el conflicto en las
fronteras hispanas evitando la amenaza del desencadenamiento de un
conflicto generalizado. Su prevención anticomunista le lleva a defender
acuerdos con la participación exclusiva de Gran Bretaña, Italia, Alemania y
Francia, dejando al margen a la URSS. Defiende que la adopción de la
política de no intervención más absoluta es el expediente disponible más
adecuado para evitar la animosidad de Italia y Alemania, una animosidad
que les lleve a comprometerse más en España y a convertirles en
definitivas aliadas.502
Con esta nueva dimensión que ha tomado el pensamiento de Herbette
desde septiembre de 1936, es natural que lamentara el concurso de las
Brigadas Internacionales (permitidas tácitamente por las utoridades
francesas), que desde noviembre contenían el asalto rebelde a la capital de
España, y cuya intervención alargaba el fin del conflicto. En una carta
dirigida a su hermano François en marzo de 1938, seis meses después de
ser relevado de su puesto insistía aún en estos planteamientos:
No se trata de elegir entre el abandono o el mantenimiento de la
España “republicana”, porque el hecho es que ya no existe España
“republicana” desde agosto de 1936 y porque ningún mantenimiento
podría salvar una causa que, siendo pisoteada en la sangre de sus
propios principios, está condenada al desastre desde los
acontecimientos militares de septiembre de 1936. (…) No existe
502 DDF, 2, IV, T. 1470, 1477, 1478, de 23 y 24 de noviembre de 1936. Herbette
a Delbos.
371
democracia desde el momento en que el gobierno salido del sufragio
universal no puede hacerse obedecer, como vemos por las
ocupaciones de las fábricas.503
Hacia diciembre de 1936 comenzó a presentar en sus despachos la
figura del general Franco como el líder que podía representar la integridad
y la independencia de España frente a las potencias extranjeras por encima
de partidos enfrentados. De hecho, ya no consigue encontrar en el campo
republicano a ningún personaje que pueda asumir esta responsabilidad de
conciliación nacional, ni veía en Valencia al gobierno futuro que pudiera
desembarazarse de la influencia de Moscú.504 Una vez más su
animadversión soviética es el filtro con el que el embajador analiza la
realidad.
El descontento de Valencia sobre esta actitud, calificada de
“profranquista” era conocida. Julio Álvarez del Vayo, ministro de Estado,
escribió en febrero de 1937 una carta personal a Blum. Le demandaba que
el embajador u otra persona del mismo rango, retomara sus actividades en
Valencia, como lo había hecho el embajador de Méjico, por ejemplo.
Cuando escribía “u otra persona del mismo rango”, evidentemente el
ministro español revelaba que Herbette no sería bien recibido. A estas
alturas de la guerra, mandar a Herbette a Valencia, hubiera significado una
provocación para el gobierno republicano; pero relevarlo, pudiera molestar
a sus aliados británicos, que podrían interpretarlo como una desvinculación
503 Cartas de Jean Herbette a François Herbette del 25 de marzo y 7 de abril de
1938, extraída de Y. Dénèchere, op. cit. (2003), pp. 320-322. 504 DDF, 2, IV, T. 43, de 13 de enero de 1937. Muy confidencial. Herbette a
Delbos.
372
de su política común. Así, el ejecutivo francés optó por mantenerlo en
Cibourne.505
Durante febrero y marzo de 1937, cuando la amenaza fascista se
cernía sobre Checoslovaquia, Herbette aprovechó la ocasión para defender
los mismos presupuestos que había venido manteniendo. Según el
embajador, cuanto más tardara Francia en reconocer a Franco, más tarde
podría alcanzar un acuerdo con Italia para salvar a Checoslovaquia. Los
mensajes elogiando a Franco se multiplican e, incluso, llegó a creer posible
un acuerdo entre Franco y Prieto.506 El mismo Quai d´Orsay se alarmó ante
el cariz que tomaba la independencia de criterio de su embajador e intentó
moderarlo. El ministro de Asuntos Extrajeros francés Delbos tuvo
recordarle que no preocupaba en ese momento el futuro, sino la aplicación
estricta de la No Intervención e incluso le conminó a que no entrara en el
análisis de posibles estrategias diplomáticas, sino que se limitara a la
estricta información de los acontecimientos. Era evidente que los análisis
de Herbette y la posición diplomática de su Gobierno mostraban una
divergencia creciente e insostenible por mucho tiempo.
Estas llamadas de atención del ministerio no surtieron el efecto
desesado. De hecho, en abril de 1937, el embajador se atrevió a
responsabilizar a París de un posible conflicto entre Francia y el bando
rebelde, evidenciando desde su punto de vista que la política española del
505 Y. Dénèchere, op. cit. (2003), pp. 294-295. Parece ser que la carta fue
enviada al domicilio particular del político socialista desde la embajada española en
París porque las autoridades de Valencia no confiaban en que el funcionariado francés
tomara el necesario celo para hacerla llegar a su destinatario. 506 DDF, 2, IV, de 5 de febrero de 1937 y DDF, 2, V, 3, 12 de marzo de 1937.
373
Quai d´Orsay era contraria a los intereses patrios.507 Y más revelador y
definitivo fue que el periodista norteamericano Jay Allen (1900-1972),
corresponsal en el conflicto del Chicago Daily Tribune y del News
Chronicle, enfrentara en mayo de 1937 en un artículo “la Francia de Blum”
y “la Francia de Herbette”.508
Desde el verano de 1937, Herbette escenificó el desencuentro final
con las autoridades de París y preconizó, extralimitándose en sus
atribuciones, no ya un cambio en la política francesa hacia Franco, sino la
puesta en práctica de una política paralela a la del Quai d´Orsay. Sus
frecuentes entrevistas con el responsable de la Secretaría Diplomática
franquista, José Antonio Sangroniz y Castro, marqués de Desio (¿-1980), y
otros representantes insurgentes al margen de las indicaciones de sus
superiores y del decoro que su cargo conllevaba, así lo atestiguan.509 Por
aquellas fechas, incluso tomó partido por los que rechazaban las
acusaciones de espionaje en el sudeste francés contra un consumado
conspirador como era el Francisco Moreno Zulueta, Conde de los Andes.510
Y, definitivamente, la situación se hizo insostenible para el Quai d´Orsay
cuando se relacionó desde los medios periodísticos a Herbette con las
actividades terroristas en territorio francés del comandante Troncoso,
gobernador militar de Guipúzcoa y jefe del servicio de información militar
507 Y. Dénèchere, op. cit. (2003), p. 297. 508 Chicago Daily Tribune, de 11 de mayo de 1937, extraido de H. Southworth.
La destrucción de Guernica. Periodismo, diplomacia, propaganda e historia,
Barcelona, Plaza y Janés, 1977, p. 257. 509 DDF, 2, V, de 6 de julio de 1937. 510 DDF, 2, V, de 6 de septiembre de 1937. El Conde de los Andes había sido
uno de los creadores del Servicio de Información del Nordeste de España (SIFNE) al
servicio de los insurgentes.
374
de la zona fronteriza. Troncoso había sido detenido acusado de cometer
actos terroristas contra intereses republicanos en suelo galo en colaboración
con el grupo terrorista francés de extrema derecha La Cagoule. Este
escándalo, que era un secreto a voces en los medios diplomáticos, le
granjeó entre la izquierda francesa, como recordaba en sus memorias del
conflicto español el embajador norteamericano, Claude Bowers, la
demoledora etiqueta de traidor. Una intensa campaña lanzada desde los
estamentos políticos, periodísticos y ciudadanos del sudoeste francés exigió
su inmediato relevo,511 y el 2 de octubre de 1937, Delbos rompió la baraja,
y puso fin a su misión para dar, por fin, satisfacción al gobierno de
Valencia. El ministro argumentó en la misiva de destitución lo evidente, y
es que París no podía hacer abstracción de la prevención suscitada en la
España republicana contra la persona del embajador.512
Herbette ha quedado identificado, pues, para la historiografía de la
guerra española, como un personaje desleal con la República. Bowers
relata en sus memorias que al final de la contienda preguntó a un
diplomático francés si Herbette era socialista, a lo que el galo contestó
“Herbette era herbettista”.513 Anticomunista, antifascista, antianarquista, sin
duda lo fue; más arriba están los testimonios de prevención hacia estos tres
fenómenos socio-políticos que lo demuestran. Pero, quizá la etiqueta que
mejor defina la figura de Herbette es la aplicada por su biógrafo, Y.
Denéchère, quien lo califica de “demócrata pragmático”. Un pragmatismo,
que puesto al servicio de los intereses de Francia, se reveló en todas sus
contradicciones ideológicas llegando a relativizar en que bando se
511 C. Bowers, Misión en España. Barcelona, Grijalbo. 1977, p. 340. 512 Y. Dénèchere, op. cit. (2003), p. 308. 513 C. Bowers, op. cit. (1977), p. 69.
375
encontraba la legalidad y la legitimidad.514 Añadiríamos a la calificación de
Denéchère, el matiz de conservador. Esta realpolitik practicada por
Herbette desde septiembre de 1936, cuya idea capital giraba en torno a la
lucha sin descanso contra las “fuerzas disolventes de toda civilización”, de
un lado, y la adecuación de los intereses franceses a una situación en la que
Franco aparecía en el horizonte como el futuro gobernante de España, de
otro, nos permite analizar los diferentes ángulos de la labor de este
personaje poliédrico.
Estallada la guerra europea, Herbette escribió a su amigo, el
periodista holandés Van Oss, unas líneas que pueden resumir la esencia de
esta realpolitik:
Pienso en presencia de esta guerra lo que pensaba durante la guerra
de España. Es que una guerra no se termina más que por los
acontecimientos militares, un bando siendo vencedor del bando
vencido. Es una perspectiva atroz ver correr la sangre, pero sería más
atroz aún cerrarse a la evidencia y no prepararse para las pruebas que
habrá que superar, ya que esta ceguera costará mucho más caro
aún.515
514 Y. Dénèchere, op. cit. (1999), p. 25. 515 Carta de Jean Herbette a Van Oss del 11 de enero 1940, extraída de Y.
Dénèchere, op. cit. (2003), p. 327.
376
3. Francia y la génesis de la política multilateral de No
Intervención
La No Intervención o la “propuesta londinense” de París
La caída de los aviones italianos tuvo un doble efecto. En primer
lugar, consiguió disminuir las reticencias francesas hacia la República,
recuperando el ejecutivo galo su libertad de acción; el mismo Blum
reconoció años más tarde que la prueba manifiesta de la ayuda italiana a
Franco había constituido para ellos una liberación: “Nos sentimos más
cómodos”.516 En segundo lugar, París comenzó a diseñar de manera
apresurada una política de No Intervención que aislara el conflicto español
de manera más efectiva. Al día siguiente, el 31 de julio, el ministro Delbos
hizo evidente esa recuperación de la libertad de acción, intentando acelerar
la puesta en marcha de una política de no intervención común mediante una
apenas velada amenaza a los países que ya estaban interviniendo en
España. Así, en el Consejo de Ministros convocado para el día siguiente, 1
de agosto, se anuló el acuerdo del 25 de julio:
(…) el Gobierno Español es un gobierno regular, cuya legitimidad
no puede ponerse en duda (…). Proporcionando armas a este
gobierno Francia no viola de ningún modo el principio de no
intervención en los asuntos de otro país. Tal acción no sería una
violación de la ley internacional, ya que sería hecho a un gobierno
regular de derecho y de hecho.517
516 Rapport... (1951), Annexe, vol. I., p. 378. 517 Débats, Chambre, 31 de julio de 1936, segunda sesión p. 2330. Extraido de J.
E. Dreifort, op. cit. (1973), p. 42.
377
El incidente de los aviones italianos no sólo supone un relevante
acontecimiento debido a lo expuesto anteriormente, sino porque abre
también la incógnita sobre la fecha en la que el gobierno italiano respaldó
la sublevación. Según Pierre Cot, que fue el encargado de enviar una
comisión de investigación al Marruecos francés, al frente de la cual nombró
al general Denain, los aviones estaban preparados desde el día 17 de julio,
fecha del inicio de la sublevación. Este hecho demostraría la comunicación
permanente entre Mussolini y los sublevados antes del alzamiento y mucho
antes de tomar la decisión de ayudar de manera definitiva a las fuerzas
insurgentes.518 Desde entonces y en prevención de desagradables
contingencias, el gobierno francés y su Alto Mando dieron prioridad a la
defensa del escenario mediterráneo, en detrimento de los intereses
franceses en el este y centro de Europa.519 El día 31 de julio, gritos de “Des
avions pour l’Espagne” interrumpieron el discurso que Blum ofrecía con
motivo del homenaje al socialista Jean Jaurès en el Vélodrome d’Hiver.
Esa misma tarde Delbos declaró ante la Cámara de Diputados:
Nosotros habríamos podido suministrar armas al gobierno español,
gobierno legítimo de derecho y de hecho. No lo hemos hecho,
primero por doctrina y por humanidad, y para no dar un pretexto a
los que sí estarían tentados de entregarlas a los rebeldes.520
Al día siguiente, el primero de agosto, el gobierno francés anunció
oficialmente una revisión de la declaración del 25 y de la nota consular del
27 de julio. Paralelamente, podemos documentar como el Quai d’Orsay
ordenó a sus embajadores en Roma y Londres sondear a las autoridades
518 P. Renouvin y R. Rémond, op. cit. (1981), p. 368. 519 A. Adamthwaite, op. cit. (1977), p. XIII. 520 P. Renouvin y R. Rémond, op. cit. (1981), p. 333.
378
sobre la posibilidad de adoptar un código de reglas comunes de No
Intervención:
[El gobierno francés] ha decidido dirigir una apremiante llamada a
los principales gobiernos interesados para la adopción rápida y la
observación rigurosa, en relación a España, de reglas comunes de no
intervención.
Al tiempo que se advertía que:
La existencia de suministros de guerra procedentes ahora del
extranjero para los insurgentes obliga al gobierno francés a
reservarse su libertad de acción respecto de la aplicación de la
decisión tomada por él [decisión del 25 de julio].
Y además se añadía a la nota:
Mientras se espera la firma de un acuerdo y a causa de las remesas
de armas ya recibidas por los sublevados, el Gobierno francés
encontraría dificultad en negarse a contestar favorablemente a un
pedido hecho por un Gobierno regular y oficialmente reconocido, y
que, en este sentido, se reservaría la libertad de acción.521
Dicho de otro modo, el gabinete galo anunciaba su intención de
suministrar armas a la República si el gobierno italiano continuaba
haciéndolo a los rebeldes. La No Intervención, pues, fue una propuesta
521 DDF, 2, III, doc. 56, 31 de julio de 1936, este documento también se
encuentra en ADQO, E-218. « Principe de non intervention. 1936, 25 juil.-7 août” Sin
Nº. De París a Londres y Roma. 1 de agosto de 1936.
379
francesa. Pero fue un ofrecimiento que no se entiende sin la dependencia
diplomática establecida en los años precedentes con Gran Bretaña. Su
objetivo no era otro que confinar, tras el pretexto de la defensa de la paz
mundial, el conflicto español y, en palabras del jefe de gabinete André
Blumel, “evitar que otros hicieran lo que nosotros éramos incapaces de
hacer”.522 De hecho, desde el inicio del conflicto el gobierno galo tuvo bien
presente la sensación de soledad a la que se enfrentaría de intentar una
política diferente a la que le dictaba Londres. Esta impotencia la expresó
Léon Blum de manera diáfana cuando en 1947 declaró ante la Comisión
que investigaba los acontecimientos desarrollados en Francia desde 1933
hasta 1945: “Nos sentimos un poco más aislados en Europa respecto a la
acción de socorro vis-à-vis del gobierno republicano español”.523 Como
afirmó de manera certera años más tarde el socialista J. Zugazagoitia:
“Cuando Blum reivindica la paternidad de la “no intervención” comete,
evidentemente, una falsedad. El engendro es de confección inglesa.”524
El 31 de julio, las autoridades británicas ya adelantaron a las
francesas que apoyarían su propuesta de no intervención, pero mostraron
algunas dudas sobre su alcance real debido a las trabas legislativas de cada
potencia participante. El embajador Corbin las comunicaba desde Londres
a París:
522 J. Delperrié de Bayac, op. cit. (1971), p. 286. Según este autor, el proyecto de
No Intervención fue trazado en sus líneas generales por René Massigli, y terminado de
perfilar por Alexis Léger e Yvon Delbos y, por su puesto, aceptado por el propio Léon
Blum. 523 Testimonio de L. Blum en Rapport…. 524 J. Zugazagoitia, op. cit. (1977), p. 109.
380
Se prohíbe la entrega de material de guerra; pero la industria privada
está autorizada a la exportación de aeronaves comerciales.
A los ojos de los ingleses esta exportación es legal, así como las
operaciones relacionadas con el combustible, alimentos, productos
químicos, equipos de transporte, etc. Naturalmente los riesgos
quedan bajo la responsabilidad de los expedidores que hacen estos
envíos.525
Las autoridades francesas estimaron que un embargo de armas
colectivo forzaría a la paralización de las hostilidades por falta de medios
para combatir y daría una oportunidad al gobierno de Madrid. Por otro
lado, la No Intervención constituía una herramienta con una endeble base
legal para que las democracias occidentales justificaran ante sus ciudadanos
el abandono de la República.526 La respuesta positiva de Blum el 20 de
julio se había adoptado pensando que se trataría de un breve
pronunciamiento. Hasta el momento no había intervenido ninguna otra gran
potencia y no parecía arriesgado enviar armas. Sin embargo, a medida que
se iban endureciendo por momentos los frentes de batalla entre la izquierda
y la derecha, Blum, tras consultar con sus colaboradores, empezó a darse
cuenta de que con esa intervención peligraban la coalición gobernante y el
objetivo fundamental de la política de apaciguamiento. De ahí la retracción
del gobierno galo en la última semana de julio que culminó en la propuesta
de un acuerdo de no intervención el 2 de agosto.527
525 ADQO, E-224. « Politique de non intervention; pacte méditerranéen ;
conférence de Nyon. 1932, mars-1936, oct. », Nº 855-856. De Londres a París. De 31
de julio de 1936. 526 A. Viñas op. cit. (2006), pp. 359-362. 527 A. Adamthwaite, “Francia y la internacionalización…” (2008).
381
Francia, una realidad sociopolítica inflamada
Cuando se produjo la insurrección militar en España, Francia vivía
una tensa atmósfera producida por la derrota de los empresarios frente a las
reivindicaciones obreras. Este triunfo momentáneo de las clases más
desfavorecidas se cristalizó en los decretos aprobados por el gobierno
frentepopulista de Léon Blum referentes a la jornada laboral de las 48 horas
y las vacaciones pagadas. “En junio de 1936, la burguesía francesa tuvo
mucho miedo, y fueron necesarios varios meses, varios años, para que se
sintiera totalmente tranquilizada”.528 Este contexto interno convirtió al
conflicto español en un “sociodrama”, Bonnefous dixit, que hizo vivir a los
franceses su propia guerra civil.529
En este contexto, era corriente, entre las filas de las fuerzas más
reaccionarias, atribuir el estallido de la guerra española a un vasto complot
comunista que se podía extender a Francia. El anticomunismo de la derecha
francesa, muy tocada por la derrota que habían supuesto los Acuerdos de
Matignon, dio a Franco una imagen de militar necesario en tiempos de
crisis y defensor del orden social. Así, en estos medios la política de no
intervención adoptada por el Gobierno fue recibida con alivio, reflejo de
una reacción defensiva ante la amenaza revolucionaria que, desde esta
perspectiva, podía ocasionar una guerra civil y, por extensión, una guerra
europea. La guerra española avivó un evidente “neopacifismo” en la clase
dominante francesa, no tan atenta al duelo entre fascismo y democracia
sino entre orden y revolución, que le llevó a solidarizarse con la reacción
528 E. Bonnefous, Histoire politique de la III République. Vers la guerre. Du
Front Populaire à la Conférence de Munich, París, 1965, p. 373. 529 P. Vilar, “Guerra de España y opinión internacional: a la búsqueda de un
método”, Historia 16, nº 22, febrero de 1978, pp. 124-133, p.127.
382
española.530Ante la intervención germano-italiana, el ala conservadora
francesa apostó por la conciliación, por la neutralidad en la guerra de las
ideologías europeas y por la abstención en cualquier tipo de conflicto que
recordara a una guerra de clases. Consecuentemente, su temor al
enfrentamiento con las potencias fascistas era deudor del horror ante la
revolución social.
Entre los que enarbolaron esta bandera sobresalieron semanarios
representantes de la derecha tradicional, como Candide y Gringoire, la gran
mayoría de la prensa de negocios (cuyos intereses económicos en España
eran muchos), la Revue des Deux Mondes o la Revue de Paris y la extrema
derecha de l’Action Française de Charles Maurras.531 Como defendió el
diputado conservador Pierre Taittinger (1887-1965)532 en la Asamblea
francesa en diciembre de 1936, la hoguera de España no debía extenderse a
Europa.533
Junto a este grupo se situó la derecha católica, muy impresionada por
el anticlericalismo de los republicanos españoles. No obstante, entre estos
últimos no percibimos el monolitismo de otras orientaciones
conservadoras. De hecho, también existieron entre sus filas los que
albergaron dudas sobre los propósitos de Franco, más aún tras el asedio
rebelde de Bilbao (cuya población se identificaba con el sentimiento
530 J. Delaperrié de Bayac, op. cit. (1972), p. 289. 531 “Blum-la-guerre a reculé!”, proclamó Maurras cuando el gobierno
frentepopulista hizo pública su propuesta de no intervención. 532 Pierre Taittinger había fundado en 1924 el grupo de extrema derecha los
Jeunesses Patriotas. 533 Annales de la Chambre des Députés. Débats parlamentaires, sesión del 31 de
julio de 1936, p. 2339, extraído de J.M. Borrás Llop, op. cit. (1981), p. 349.
383
católico) o el bombardeo sobre la población vizcaína de Guernica. Aunque
no desde el inicio del conflicto, intelectuales como François Mauriac,
Emmanuel Mounier (fundador de la revista Esprit), el novelista Georges
Bernanos (1885-1948) o el democristiano Georges Bidault (1899-1983)
hicieron todos los esfuerzos posibles para separar a la Iglesia católica de la
causa franquista. Otros, preocupados por la amenaza que conllevaba el
apoyo de las potencias fascistas a los sublevados para la seguridad
nacional, pronto tomaron distancia con el bando insurgente, como los
periodistas de L’Écho de Paris, “Pertinax” o Henri de Kérillis.
Dentro del cajón de sastre ideológico que representaba el partido
radical, el grupo “intervencionista” encabezado por Pierre Cot y Jean Zay
(1904-1944) fue rápidamente aislado. En general, la actitud de inhibición
de los dirigentes radicales hacia los acontecimientos españoles tuvo mucho
que ver con las presiones de las clases burguesas más acomodadas a la que
representaban. Estos dirigentes eran muy conscientes de que su electorado
había aceptado participar en la coalición del Frente Popular con la
esperanza de que se convirtiera en el último valladar contra el triunfo de
una revolución social en ciernes. De hecho, dentro de esta formación
política se constituyó una corriente interna dirigida por Louis Malvy, que se
convirtió en un verdadero “lobby” al servicio de la defensa de los intereses
franquistas.534 El socialista Luis Araquistáin hizo un retrato esclarecedor de
este estrato social:
534 J. Kergoat, op. cit. (2003), p. 191; J. Lacouture, op. cit.(1977), p. 343. Sobre
los coqueteos de los radicales franceses con el fascismo consultar R. Soucy, French
Fascism: The Second Wave, 1933-1939, Yale University Press, New Haven, 1995, p.
29.
384
Detrás de la no intervención de Blum estaba también la vasta
pequeña burguesía de Francia, celosa de su bienestar y de la paz de
sus fronteras. (…) Los herederos del Jacobinismo (…) no veían en
nuestra guerra más que un incendio local cuya propagación había
que evitar por todos los medios (…).
Era también el ideal de la alta burguesía francesa, de su capital
financiero, de su gran prensa mercantil, que veían amenazados sus
intereses en España por la revolución social nacida de la guerra.
Temían por sus minas españolas, por su comercio con nuestro país.
Todo esto unido a sus simpatías políticas por los regímenes fascistas,
donde el poder del alto capitalismo no era vigilado ni restringido por
el sistema parlamentario (…). ¿Y los peligros fronterizos y
mediterráneos para Francia? ¡Ah! El capital no tiene patria.535
Los partidos de izquierda tampoco tuvieron una actitud
decididamente favorable a la República española, salvo en el terreno de la
solidaridad. Una parte mayoritaria de los cuadros del aparato socialista
francés, con Paul Faure a la cabeza, apoyaron la política de no intervención
propugnada desde la Presidencia del Consejo: “La más precaria y la más
incierta paz –afirmaban- vale más que la guerra”.536 En frente y
progresivamente minoritario, el grupo de Jean Zyromski, fundador del
Comité d'action socialiste pour l'Espagne, defendieron la intervención. En
el centro, los más cercanos a Blum también se reconocieron divididos. La
discrepancia interna de la SFIO se vino a complicar aún más con el
posicionamiento intervencionista de la dirección de la Internacional
Socialista. El 9 de agosto, su presidente, el belga Louis de Brouckère
(1870-1951) proclamó:
535 L. Araquistáin, “La verdad sobre…”, pp. 287-302. 536 Le Populaire, de 8 de diciembre de 1936.
385
Europa deja hacer. Deja hacer para “salvar la paz”, dice. Es difícil
concebir tal ceguera ¿No se ve que, de concesión en retirada, de
debilidad en abdicación, se deja al fascismo la iniciativa de conducir
la política de Europa? No se comprende hasta que punto aumenta a
cada momento, que aumenta su insolencia sin límite, y que no se
parará, que nos llevará a la guerra, tanto más seguro cuanto más
pusilánime nos perciba. (…) Es ahora que se necesita salvar la paz,
salvando la república española. (…) Ahora o nunca. Quizá Europa no
tiene más que algunos días para decidirse. ¡Si ella sigue sin iniciativa
y temerosa, ella habrá sellado su terrible destino!537
Entre los comunistas tampoco existió, aunque en menor medida, una
unicidad de comportamientos. La ambigüedad inicial hacia España fue el
reflejo de la tensión creada entre la prudencia inicial de sus dirigentes,
temerosos de contradecir los posicionamientos de la diplomacia soviética, y
la creciente corriente de solidaridad con la causa republicana de sus bases.
De hecho, el proyecto de constitución de unas brigadas internacionales que
acudieran en auxilio de la República no se puso en funcionamiento hasta el
fin del mes de agosto. Finalmente, prevaleció la condena de la opción
neutralista. En este agrio contexto, era previsible que el conflicto español
abriera un abismo entre socialistas y comunistas. El primer síntoma de ello
lo constituyó la abstención comunista de diciembre de 1936 en la Asamblea
hacia la política exterior del Gabinete.538
Estos antagonismos en el seno del arco político y social francés se
mantuvieron durante todo el conflicto español. Tan sólo se atenuaron
537 J. Delaperrié de Bayac, op. cit. (1972), p. 288. 538 R. Miralles, “La política exterior de la República española hacia Francia
durante la Guerra Civil”, Historia Contemporánea nº 10, pp. 29-50, pp. 30-31.
386
ligeramente cuando las tropas insurgentes se acercaron a la frontera
pirenaica en marzo de 1938. Entonces, los defensores de la No
Intervención, incluso asumiendo su fracaso, se resistieron a renunciar a ella
bajo el argumento de que al menos había servido para preservar la paz
hasta ese momento. A pesar de ello, mantener el Comité de Londres siguió
constituyendo la opción más atractiva para la mayoría de la clase política
francesa por su utilidad como cordón sanitario para impedir el contagio
revolucionario, evitar una guerra civil y, por extensión, una guerra
europea. En conjunto, la evolución de la guerra española debilitó la
posición intervencionista, tanto en el Gabinete como en la Asamblea, y
consolidó a la coalición pacifista-derrotista-anticomunista.539
Hacia un acuerdo de reglas comunes de no intervención
El día 2 de agosto el embajador francés en la capital británica,
Charles Corbin, entregó a sir George Mounsey (subsecretario adjunto
británico, responsable del Departamento de Europa occidental) la propuesta
para la adopción de reglas comunes de no intervención en España.540 Al día
siguiente, Charles de Chambrun (1875-1952), embajador francés en Roma,
visitó al conde Ciano con la misma oferta. Londres mostró inmediatamente
su acuerdo con la propuesta a condición de incluir en el proyecto a
Alemania541 y Portugal. Hecha la propuesta a Berlín, la respuesta fue exigir
que el acuerdo debía extenderse a la Unión Soviética, hecho que se
539 J. Delaperrié de Bayac, op. cit. (1972), p. 289. 540 DDF, 2, III, nº 56. 541 DDF, 2, III, 65, de 3 de agosto de 1936; ADQO, E-218. « Principe de non
intervention. 1936, 25 juil.-7 août” Nº 445. De París a Berlín. 3 de agosto de 1936.
387
consideró, como lo demuestran las apreciaciones del embajador francés en
Berlín, André François-Poncet (1887-1978), como esperanzador:
M. Neurath acaba de declararme que el Gobierno del Reich está
dispuesto a participar en la búsqueda de reglas de acción común que
las potencias observen en relación a los acontecimiento de España,
con el fin de asegurar de manera práctica el respeto al principio de no
intervención.
El ministro de Asuntos Exteriores por otra parte ha suscitado la
cuestión de saber quien formara parte de este intercambio de ideas, y
remarcó que Rusia no sea dejada al margen de los eventuales
acuerdos.542
(…) Me parece interesante, por otra parte, que haya demostrado el
deseo de asociar a Rusia a las conversaciones. Hasta el presente, el
Gobierno del Reich estaba exclusivamente preocupado de excluir a
la URSS de toda negociación común.543
El día 5, el embajador francés en Washington, Jules Henry, informó
de la primera muestra de lo que más tarde se dio en llamar el “embargo
moral” americano. Cordel Hull (1881-1955), secretario de Estado
norteamericano, se posicionó respecto a la propuesta francesa: “(...) en la
cuestión española como en los otros problemas europeos el Gobierno
542 ADQO, E-218. « Principe de non intervention. 1936, 25 juil.-7 aoùt” Nº
2398. De Berlín a París. 4 de agosto de 1936. 543 DDF, 2, III, 70, de 4 de agosto de 1936; este documento también se
encuentra en ADQO, E-218. « Principe de non intervention. 1936, 25 juil.-7 août” Nº
2404. De Berlín a París. 4 de agosto de 1936.
388
americano no tiene interés directo al margen de la protección de los
ciudadanos y los bienes americanos (…)”.544
Roma retrasó su respuesta hasta el 6 de agosto aduciendo lo
contraproducentes que podían ser las campañas de prensa, las colectas
públicas y la movilización de voluntarios prorrepublicanos para ir a luchar
a España (intervención “ideológica y espiritual” lo calificaron las
autoridades italianas), olvidando los aviones caídos en el Marruecos
francés el 30 de julio.545 Al día siguiente, Roma insistía en la misma línea
de “le désarmement des esprits”.546 Ese mismo día, Moscú contestó
positivamente, con la premisa de incluir a Portugal y que se interrumpiera
inmediatamente el intervencionismo proinsurgente, además de declarar su
negativa a responsabilizarse por lo que retóricamente calificó como
actividades de “organizaciones proletarias internacionales”.547
El gobierno británico se mostró dispuesto a apoyar la iniciativa
francesa porque vio en ella el mecanismo ideal para preservar su
544 DDF, 2, III, 82, de 4 de agosto de 1936; este documento también se
encuentra en ADQO, E-218. « Principe de non intervention. 1936, 25 juil.-7 août” Nº
774. De Washington a París. 5 de agosto de 1936. 545 DDF, 2, III, 90, de 6 de agosto de 1936; este documento también se
encuentra en ADQO, E-218. « Principe de non intervention. 1936, 25 juil.-7 août” Nº
908-911. De Roma a París. Muy urgente. 6 de agosto de 1936. 546 DDF, 2, III, 104, de 7 de agosto de 1936; este documento también se
encuentra en ADQO, E-218. « Principe de non intervention. 1936, 25 juil.-7 août” Nº
921-923. De Roma a París. Muy urgente. 7 de agosto de 1936. 547 DDF, 2, III, 89, de 6 de agosto de 1936; este documento también se
encuentra en ADQO, E-218. « Principe de non intervention. 1936, 25 juil.-7 août” Nº
335. De Moscú a París. 6 de agosto de 1936. Un relato minucioso de la organización
de la No Intervención lo encontramos en A. Viñas op. cit. (2006), pp. 145 y ss.
389
neutralidad y confinar el conflicto español, además de frenar la posible
intervención francesa y evitar el alineamiento con la URSS, a la vez que se
eludía el enfrentamiento con las potencias nazi-fascistas y también se
amortiguaban las críticas de una oposición laborista solidaria con la
República. En realidad, Gran Bretaña fue la única potencia que respetó
estrictamente la No Intervención hasta el final del conflicto. Francia, por su
parte, no sólo consideraba su idoneidad para mantener la paz europea, sino
para proteger la coalición de gobierno del Front Populaire. Londres
entendió perfectamente esta circunstancia y se apresuró a dar su apoyo el 4
de agosto.548
Enseguida las autoridades francesas percibieron la actitud dilatoria
de las potencias restantes. Este retraso corría a favor del bando sublevado,
que no dejaba de recibir material de los gobiernos nazi-fascistas para
obtener una rápida victoria. De hecho, desde el 4 de agosto los gobiernos
italiano y alemán decidieron coordinar su acción en el conflicto en una
reunión en Roma de los jefes de los servicios de inteligencia militar de
ambos países, el general Mario Roatta (1887-1968) y el almirante Wilhelm
548 ADQO, E-218, s/n. De París a Londres. Muy urgente. 3 de agosto de 1936.
DDF, 2, III, 71, de 4 de agosto de 1936; este documento también se encuentra en
ADQO, E-218, Nº 1454. De Londres a París. 4 de agosto de 1936. Unas horas más
tarde, Londres informaba a París que aclarara que la propuesta era gala y que era a
Francia a quien le competía presentarla; DDF, 2, III, 73, de 4 de agosto de 1936; este
documento también se encuentra en ADQO, E-218, Nº 1456. De Londres a París. 4 de
agosto de 1936. M. Thomas, Britain, France and Appeasement. Anglo-French Relations
in the Popular Front Era, Oxford, Berg, 1997, p. 104; E. Moradiellos, “El acuerdo
inalcanzable: las potencias democráticas occidentales y la Unión Soviética ante la
Guerra Civil española” en S. Balfour y P. Preston, op. cit., (2002), pp. 70-97, p. 80; G.
Bonnet, Le Quai D´Orsay sous trois républiques. 1870-1961, París, Fayard, 1961, p.
168.
390
Canaris (1887-1945).549 Ante esta situación, París cedió a Londres la
iniciativa para desbloquear el proceso de compromiso:
Las informaciones que me llegan de fuente secreta (…) imponen no
perder tiempo.
Es con este espíritu que ha sido redactado el proyecto de declaración
que le envío por telegrama separado y que le pido hacer llegar de
urgencia al Foreign Office.
Nuestro cuidado principal ha sido elaborar un texto claro, simple y
que no de a equívocos; pero estamos dispuestos a recibir
contraproposiciones (…). Pero lo esencial es ir rápido y crear, en el
mínimo tiempo, una situación que haga posible el acuerdo de las
principales Potencias interesadas, para imponer el embargo sobre
material de guerra.
Por ahora, hemos recibido de Berlín una respuesta vaga; Roma
persiste en guardar silencio; sabemos que material ha sido, de estos
dos lados, suministrado en beneficio de los rebeldes y tenemos
razones para pensar que van a continuar. En estas condiciones, no
tenemos más remedio que oponer un rechazo a las demandas
presentadas por un gobierno regular que se queja de ser objeto de un
bloqueo, mientras que los rebeldes son avituallados, y por el que se
producirá un hundimiento debido a los intereses permanentes de la
seguridad francesa, teniendo gravísimas consecuencias.
Pero yo le repito que nuestro más vivo deseo es que el apoyo sin
reservas del Gobierno británico permitirá realizar, en el más breve
espacio de tiempo, un acuerdo general de no intervención (…).550
549 A. Viñas op. cit. (2006), p. 45. 550 ADQO, E-218. « Principe de non intervention. 1936, 25 juil.-7 août.” Sin Nº.
De París a Londres. Muy urgente. 3 de agosto de 1936.
391
Mientras continuaban las negociaciones en las cancillerías europeas
para alcanzar un acuerdo, Blum envió el 5 de agosto a Londres, en un
último intento de convencer a los británicos de los beneficios que
resultarían de ayudar a la República, al Jefe del Gabinete del ministro de
Marina, vicealmirante François Darlan (1881-1942), a visitar al Primer
Lord del Mar y Presidente de la Junta de Jefes del Estado Mayor, el
almirante sir Alfred Chatfield (1873-1967), y a sir Maurice Hankey (1877-
1963), secretario de la Conferencia Imperial. Darlan expresó a sus
homólogos británicos sus temores sobre el peligro, en caso de victoria
insurgente, del establecimiento de bases navales italianas en Baleares y
alemanas en Canarias. Sin embargo, los británicos no apreciaron que la
amenaza italo-germana pusiera en peligro sus intereses estratégicos. Por el
contrario, las autoridades británicas parecieron más preocupadas por evitar
la revolución comunista en España, más si cabe por su posible extensión a
su tradicional aliado Portugal. La actitud británica fue tan desalentadora,
que incluso Chatfield desaconsejó a Darlan su prevista visita a Hankey.551
Como sucedió desde el inicio del conflicto español, las motivaciones
ideológicas pesaron más que las estratégicas en el proceder de los
británicos. En un memorandum añadido a la nota de la citada reunión, sir
Samuel Hoare, Primer Lord del Almirantazgo (ministro de Marina), sí que
reconocía un peligro estratégico hipotético en caso de triunfo rebelde:
Por el momento parece claro que debemos mantener nuestra política
actual de neutralidad (…). Supongo que si los italianos y alemanes
realmente parecen dispuestos a dar un golpe podríamos enviar
buques con urgencia al punto amenazado. (…) En ningún caso
551 M. Thomas, op. cit. (1997), p. 91.
392
debemos hacer nada que estimule el comunismo en España,
especialmente si tenemos en cuenta que el comunismo en Portugal
(…) sería un grave peligro para el Imperio británico (…).552
Sin embargo, esta eventual preocupación fue hábilmente desactivada
por los buenos oficios de Jacobo Fitz-James Stuart y Falcó (XVII duque de
Alba, 1878-1953), representante oficioso franquista en Londres. El
aristócrata español trató en todo momento de persuadir a sus interlocutores
británicos de que el alzamiento no pondría España al servicio de Roma ni
de Berlín, sino que había sido el resultado de la acción de unos patriotas
cuyas ideas conservadoras no estaban muy lejos de los tories.553
El fracasado encuentro entre Darlan y Chatfield reforzó aún más en
el seno del gobierno francés el deseo de una rápida puesta en vigor de la
política de no intervención.554 El 7 de agosto, el gobierno galo acordó
prohibir el envío de armas a España, postura que hizo oficial al día
siguiente. Esta posición, que constituía una prohibición unilateral, se tomó
sin esperar a un acuerdo internacional. La declaración alcanzaba también a
las empresas privadas. Nada justifica que el gobierno francés hiciera esta
declaración, antes incluso que las otras potencias involucradas dieran la
552 FO (Archivo del Foreign Office), 371 (clave de la serie Correspondencia
General), 20527 (número del legajo de la serie), W7781 (número del documento en el
legajo, con W indicando su pertenencia al Western Departament y la cifra 41 indicando
que se refiere a España), minuta de 5 de agosto de 1936, ex nunc FO 371/20527 W7781,
minuta de 5 de agosto de 1936. Extraído de E. Moradiellos, op. cit. (1990), pp. 227-228. 553 J. Avilés Farré, “Un Alba en Londres: la misión diplomática del XVII duque
(1937-1945)”, Historia Contemporánea, 15, pp. 163-177, p. 165. 554 R. Sabatier de Lachadenède, La marina francesa y la guerra civil de España
(1936-1939), Ministerio de Defensa, Madrid, 2000, pp. 41-42.
393
más mínima garantía (excepto Gran Bretaña, por supuesto), conociendo ya
la ayuda masiva que el bando franquista recibía de Alemania e Italia:
El ministro de Asuntos Exteriores ha recordado las decisiones
precedentes tomadas en lo que concierne al asunto de la no
intervención.
Con el cuidado de prevenir complicaciones internacionales y
teniendo en cuenta que se trata de un gobierno legal de una nación
amiga, el Gobierno había decidido, el 25 de Julio, que ninguna
exportación de material de guerra con destino España sería
permitida, reserva hecha de la facultad de autorizar eventualmente la
entrega por la industria privada de aviones sin armas.
El primero de Agosto, el Gobierno, puesto al corriente de ciertos
hechos de entregas extranjeras a los rebeldes, había dirigido a los
Estados más directamente interesados una llamada en vista a la
adopción de reglas comunes de no intervención en los asuntos
españoles, pero reservándose la libertad de decisión de Francia hasta
la realización del acuerdo propuesta por ella.
Considerando la marcha de los acontecimientos y cada vez más
convencida de que la competencia entre naciones en un creciente
apoyo ya sea a la República española o a los rebeldes, constituyendo
las más peligrosa amenazas para la Paz, el Gobierno tomó el 5 y el 6
de Agosto, con el apoyo del Gobierno británico, una nueva iniciativa.
Se somete a todas las Potencias interesadas el texto de una
convención fijando las reglas precisas que permitirán hacer eficaces
los acuerdos comunes.
Las respuestas de principio casi unánimemente favorables que le
llegaron ese mismo día, bien en lo que concierne a la llamada del
394
primero de Agosto o en lo que toca el proyecto de convención
misma, dieron lugar a esperar una solución próxima.
En estas condiciones, el gobierno ha decidido suspender las
exportaciones con destino a España, exportaciones que, por otra
parte, no había hecho efectiva hasta hoy, que en el estrecho marco de
la decisión de 25 de julio.
Espera firmemente que su actitud facilitará la conclusión lo más
rápido posible de acuerdos definitivos que ha propuesto en el interés
de la Paz internacional.555
Con este posicionamiento, Blum y su gabinete mostraron una
decisiva docilidad a las amonestaciones británicas, que según los
protagonistas, fueron constantes, crecientes y finalmente determinantes.556
El gobierno francés eligió la prudencia, con el apoyo de la mayoría de los
franceses; pero a los ojos del mundo, Francia, una vez más, se batió en
retirada. Parece ser que tuvo una influencia decisiva en esta determinación
la visita que el embajador británico en París, sir George Clerk, brindó al
ministro de Negocios Extranjeros Delbos horas antes del citado Consejo de
Ministros del día 7.557 El diplomático británico le advirtió del peligro de
que cualquier acción que pudiera comprometer al Gobierno francés en el
555 DDF, 2, III, d. 108, 8 de agosto de 1936; este documento también se
encuentra en ADQO, E-219. « Principe de non intervention. 1936, 8.-12 aoùt. Conseil
de Ministres du 8 août 1936”. 8 de agosto de 1936. J. E. Dreifort, op. cit. (1973), pp.
48-49. Según el autor, la declaración que Delbos planteó en la reunión del Consejo de
Ministros contó con el apoyo de los socialistas Spinasse, Rivière, Bedouce, Blum, Faure
y Jardillier y los radicales Delbos, Chautemps, Bastid y Daladier; mientras que en
contra se posicionaron los socialistas Auriol, Salengro, Monnet, Moutet y Lebas y los
radicales Cot, Viollette, Zay y Gasnier Duparc. 556 J. Lacouture, op. cit.(1977), p. 352. 557 J. E. Dreifort, op. cit. (1973), p. 206.
395
conflicto, influiría en la estrecha cooperación entre Gran Bretaña y Francia.
Pero lo que sorprende es que el diplomático esgrimiera el mismo
argumento que Darlan había utilizado frente a Chatfield para intentar que
Gran Bretaña reconsiderara su postura hacia el conflicto español:
El embajador de Inglaterra teme particularmente, si la incertidumbre
de la lucha se prolonga, que el general Franco, con la necesidad de
comprar armas a cualquier precio, sea llevado a ofrecer las Baleares
a cambio del apoyo italiano, o más aún las Canarias a cambio del
apoyo alemán (…).558
¿Cómo es posible que tanto preocupara a Londres lo que cuarenta y
ocho horas antes le parecía un motivo liviano de intervención? Pero más
sorprendente es que el Consejo de Ministros posterior aceptara estos
argumentos. La descripción de los hechos es muestra diáfana de la
vampírica dependencia de Gran Bretaña hacia la que se había ido
deslizando la diplomacia gala. Acertada es la expresión de René Girault, “la
governante britanique”,559 que ejemplifica tristemente el contexto de la
política exterior francesa durante el conflicto español. “Tengo más bien el
recuerdo de que la intervención del embajador de Gran Bretaña ha sido en
el Consejo de Ministros el elemento que nos ha ganado para la idea de no
sostener más oficialmente a los republicanos españoles”, declaró Georges
Monnet (1898-1980) treinta años más tarde.560
558 DDF, 2, III, 108, de 8 de agosto de 1936; este documento también se
encuentra en ADQO, E-219, Nº 2480. Minuta sin nº ni fecha. Conversación Clerk-
Delbos. 8 de agosto de 1936. 559 R. Girault, “Les relations internationales et l’exercice du pouvoir pendant le
Front Populaire”, Cahiers Léon Blum, 1977, pp. 20-46. 560 P. Renouvin y R. Rémond, op. cit. (1981), p. 360.
396
Lo llamativo del caso es que el 8 de agosto los periódicos berlineses
se hicieron ya eco de manera casi literal de lo tratado en la reunión del
gabinete francés del día anterior. Y más llamativo es que comentaran la
visita del embajador británico al Quai d´Orsay como decisiva para la nueva
declaración formal de neutralidad y no intervención dada por el gobierno
galo.561 Algunos autores sitúan a altos funcionarios del Quai d’Orsay como
los instigadores de la visita del embajador al ministro para reforzar la
posición de los que se oponían a la ayuda a la República en el seno del
Consejo de Ministros, que hasta entonces se encontraban en cierta
debilidad. Y por lo que apreciamos no dudaron en hacer llagar a los medios
diplomáticos no sólo los términos de la vista de Clerk, sino el tono de la
deliberación del Consejo de Ministros del día anterior. Ha surgido en la
literatura una especie de consenso sobre los orígenes de la No Intervención
en la que se acepta que la presión británica influyó en la decisión francesa
de manera decisiva, aunque parece claro que en gran medida se debió sobre
todo al deseo de proteger la alianza del Frente Popular, al temor a una
guerra civil en Francia y a la aprensión ante el desencadenamiento de una
guerra general. Jamás se conocerá la historia completa de las deliberaciones
francesas. No existen actas sobre las reuniones del Gabinete, y buena parte
de los indicios nos llegan en forma de memorias y testimonios
exculpatorios posteriores a 1945. Los críticos pueden preguntarse por qué
si el apaciguamiento gozaba de tanta prioridad, Blum prometió en un inicio
ayudar a España y más tarde lanzar en septiembre de 1936 el mayor
programa de rearme del país hasta la fecha. La respuesta parece evidente: el
programa de septiembre no estaba diseñado como alternativa al
561 ADQO, E-219, Nº 2480. De Berlín a París. 8 de agosto de 1936.
397
apaciguamiento, sino como un impulso necesario para negociar un acuerdo
internacional.562
La esperanzas francesas sobre la eficacia de la No Intervención
pronto chocaron con la realidad legislativa interna de las potencias, y
pusieron al descubierto el corto alcance disuasorio del Acuerdo. No
obstante, tanto Francia como Gran Bretaña necesitaban con urgencia una
herramienta que les evitara adoptar una declaración de neutralidad que
hubiera significado la concesión del control de la navegación internacional
en alta mar a los bandos beligerantes, factor sin duda desequilibrante de la
frágil paz general. Por ello, ya desde primera hora, el grado de compromiso
que implicaba la adhesión al Pacto fue difuminándose hasta convertirse en
un acuerdo de naturaleza informal que no conllevaba la obligatoriedad de
su cumplimiento a tenor del derecho internacional. El 11 de agosto los
británicos alertaron a París de esta circunstancia:
(…) los acontecimientos de España despiertan en otros países
problemas interiores de orden político y jurídico demasiado graves
para que tenga lugar considerar como probable la adhesión de todos
los Gobiernos a un único texto (…).
En estas condiciones los ingleses juzgan preferible insistir a cada
Gobierno para que adopte por sí mismo y en el cuadro de sus
posibilidades la actitud que ofrezca el máximo de garantías (…).563
El 13 de agosto, con algunas reservas, el gobierno portugués aceptó
sumarse al acuerdo de No Intervención.564 Sin embargo, al día siguiente el
562 A. Adamthwaite, op. cit. (2008). 563 ADQO, E-219. « Principe de non intervention. 1936, 8.-12 août ». Nº 1536-
1540. De Londres a París. Urgente. 11 de agosto de 1936.
398
dictador Oliveira Salazar amenazó con reconocer de facto y como
beligerante a la zona dominada por las fuerzas sublevadas. Sólo la presión
de Londres evitó tan nefasta acción para los intereses británicos y el
mantenimiento de la credibilidad de la No Intervención.565 Sólo entonces,
las autoridades portuguesas aceptaron la fórmula de la neutralidad como
propuesta transitoria, ya que el dictador portugués nunca abandonó su
política profranquista. Finalmente, el 21 de agosto, Portugal anunció su
adhesión a la propuesta de no intervención con varias reservas.566
El día 15 de agosto, el proyecto francés de no intervención se
transformó en una proposición franco-británica. Cuatro días más tarde, el
19, Londres decidió aplicar de manera oficial el embargo de armas con
destino a España, como Francia lo había hecho desde el día 8, sin esperar la
aprobación definitiva de los demás gobiernos. Mientras, las potencias
totalitarias demoraban dar una respuesta concreta, y no escapaba a la
percepción de las autoridades francesas –como lo muestra la minuta
enviada por el del embajador galo en Roma el 20 de agosto de 1936- que el
motivo de tal actitud era el de favorecer a los insurgentes mediante una
564 S. Gómez de las Heras Hernández, “Portugal ante la Guerra Civil Española”,
Espacio, Tiempo y Forma, Serie V, Historia Contemporánea, t. V, 1992, pp. 273-292,
p.277. Desde el 19 de julio el dictador Oliveira Salazar puso a disposición de la causa
insurgente todos los medios políticos y diplomáticos disponibles, permitiendo repostar a
los escasos aviones rebeldes, cediendo su territorio al paso ocasional de tropas
franquistas e involucrando a sus fuerzas del orden a detener y devolver a la zona
insurgente a los evadidos republicanos que elegían Portugal como vía de evasión. Cfr.
C. Oliveira, op. cit. (1987). 565 E. Moradiellos, op. cit. (2001), p. 100 566 Ese mismo día Oliveira Salazar autorizó atracar en Lisboa a los buques
alemanes Kamerun y Wigbert y descargar el envío de material bélico destinado al
territorio sublevado.
399
estrategia concertada consistente en dilatar la entrada en vigor del acuerdo,
y poder reconocer de derecho al bando franquista si tomaban Madrid:
La actitud de Italia (…) se presta a suponer, y está fundado
preguntarse, si no es el resultado de un verdadero acuerdo entre los
Gobiernos de Roma y Berlín. ¿No será –se supone- que de alguna
manera, se han distribuido los papeles para ganar tiempo en una
acción concertada pero en apariencia divergente? No hay duda en
efecto, que se desea tanto en Roma como en Berlín, favorecer
indirectamente a los insurgentes, darles la posibilidad de obtener una
victoria completa y poder y así tomar como pretexto la ocupación
eventual de Madrid para reconocer lo más pronto posible al
Gobierno insurreccional del General Franco (…).567
Finalmente, el 21 de agosto, pero con reservas, se sumaron los
italianos al acuerdo, dando por descontado que se consideraban ingerencias
indirectas las suscripciones públicas o el enrolamiento de voluntarios de
una u otra de las partes en conflicto. De manera que sólo se integraría en la
No Intervención directa siempre que se mantuvieran sus observaciones en
lo referente a lo que consideraban la No Intervención indirecta.568 Dos días
más tarde, el 23 de agosto, la Unión Soviética aceptó adherirse al Acuerdo
siempre que no se considerara a las autoridades rusas responsables de las
567 DDF, 2, III, 179, 20 de agosto de 1936; este documento también se encuentra
en ADQO, E-224, « Politique de non intervention; pacte méditerranéen; conférence de
Nyon. 1932, mars-1936, oct. », Nº 993-6 ó 244. De Roma a París. 20 de agosto de
1936. 568 ADQO, E-224, « Politique de non intervention; pacte méditerranéen ;
conférence de Nyon. 1932, mars-1936, oct. », Nº 997. De Roma a París, vía telefónica.
21 de agosto de 1936.
400
acciones de la Komintern y que cesara inmediatamente la ayuda de las
potencias totalitarias al bando sublevado. La adhesión soviética era
considerada por Moscú la opción más adecuada en la línea de colaboración
con las democracias occidentales.569 Al día siguiente, el 24 de agosto, los
alemanes asimismo aceptaron la propuesta francesa.
La prolongación del conflicto español llevó el 24 de agosto a la
convocatoria de una reunión de la Junta de Jefes de Estado Mayor del
Reino Unido. En ella se concluyó que en una previsible guerra europea era
esencial para los intereses británicos que España fuese favorable o, en el
peor de los casos, estrictamente neutral. En caso contrario, se hacía
extremadamente difícil el control del Estrecho y el uso de Gibraltar como
base naval y aérea, poniendo así en peligro las comunicaciones imperiales a
través del Mediterráneo; de igual modo, encontrar hostilidad en los puertos
españoles del Cantábrico alteraría decisivamente las comunicaciones
oceánicas del Imperio. En función de este juicio, el Alto Mando militar
británico se planteó como esencial la necesidad del mantenimiento de dos
objetivos estratégicos básicos: la integridad territorial de España y sus
posesiones, y la “neutralidad benévola” del gobierno español que surgiera
del conflicto en caso de conflicto generalizado.570
Madrid ante los hechos consumados
La política de no intervención aplicada al conflicto español no
contaba con una base legal consistente en el marco del derecho
internacional. Ante una rebelión, como fue el caso del alzamiento militar
569 A. Viñas, op. cit. (2006), pp. 146-194. 570 E. Moradiellos, op. cit. (1996), pp. 78-79.
401
del 17 de julio, el gobierno legítimo debería haber seguido gozando del
status normal que tenía en tiempos de paz. Podría haber continuado con sus
relaciones externas con otros Estados y participar en organizaciones
internacionales. Ex more, en estas circunstancias, se le reconocía al
gobierno legítimo el derecho de adquirir armas y material de guerra en los
mercados internacionales con el fin de dominar la revuelta. De hecho, este
privilegio se le solía negar a los rebeldes por las leyes internas de otros
Estados. Como afirma Padelford en su estudio sobre el papel del derecho
internacional en el conflicto español: “Más allá de las fronteras y de las
aguas territoriales, no se reconocen otros derechos que aquellos de que
gozan cualesquiera otras entidades políticas soberanas en tiempo de
paz”.571
Es evidente que la No Intervención fue muy perjudicial para el
régimen republicano español ya que le privó, como vemos, de su derecho
legal, como gobierno legítimo e internacionalmente reconocido, de
procurarse armas. Además, fue tanto más lesiva en tanto que bloqueó todas
sus iniciativas diplomáticas, ya que el futuro Comité de Londres se
convirtió en el único foro donde discutir la continua vulneración de esta
política por parte de las diversas potencias, además de no permitírsele
denunciarlo directamente por tener vedado el acceso a dicho Comité.572 En
estas circunstancias, el gobierno de Madrid no dispuso de otra alternativa
que asumir los hechos consumados y volcar todos sus esfuerzos en exigir,
en vano, la aplicación rigurosa de la política de no intervención. Para
expresar sus quejas, sólo pudo contar con el escenario de la Sociedad de
Naciones, una organización que en el verano de 1936 se encontraba ya casi
571 N. J. Padelford, Internacional Law and Diplomacy in the Spanish Civil Strife,
Nueva York, Mcmillan, 1939, p. 4. 572 R. Miralles, “La política exterior…”, pp. 48-55.
402
vacía de contenido. Incluso aquí, la causa republicana fue desoída y
considerada inoportuna en cuanto que podían debilitar aún más a los
“gobiernos amigos”, especialmente Francia, a pesar del conocido aforismo
latino qui iure suo utitur neminem laedit (quien usa de su derecho no daña a
nadie). En palabras del profesor Tuñón de Lara:
Las grandes potencias europeas, al adoptar la llamada política de No
Intervención, paralizaron las posibilidades de defensa del gobierno
republicano español. (…) dicha política y el Comité de No
Intervención o Comité de Londres no sirvieron sino para encubrir la
intervención de las grandes potencias.573
El 10 de agosto de 1936, el embajador español en París, Álvaro de
Albornoz, dirigió una carta de protesta y con grandes dosis de resignación
al ministro de Negocios Extranjeros galo, Yvon Delbos, en la que se
desenmascaraba la política de no intervención y se denunciaba sus
perniciosos efectos para la República:
De entrada debo darle la seguridad formal de que el Gobierno
francés encontrará de parte de mi Gobierno una colaboración leal y
entera, en todo lo concerniente a la protección de intereses vitales del
país, para evitar que los acontecimientos de España se conviertan en
el origen de dificultades de orden internacional.
(…) A pesar de este espíritu de conciliación del que se han dado ya
pruebas positivas, mi Gobierno lamenta no poder alinearse con la
interpretación del principio de la no intervención.
573 M. Tuñón de Lara, “¡Todavía la No Intervención! …”, p. 171.
403
(…) la situación actual de España no puede ser de ninguna manera
asimilada a un conflicto de orden internacional. Se trata de una
cuestión estrictamente interior.
(…) La suspensión de exportación de armas al Gobierno español
justo en el momento en que tiene especial necesidad para restablecer
la normalidad jurídica en su propio territorio, lejos de ser conforme
al principio de la no intervención, constituye una intervención muy
efectiva en los asuntos internos de España. De hecho ella podría
tener como resultado hacer durar las circunstancias normales
actuales más tiempo que si mi Gobierno no fuera privado por esta
medida de los medios de acción que habría podido normalmente
procurarse en Francia sin recurrir a ninguna medida de excepción.
La no intervención, desde el punto de vista de mi Gobierno exigiría
al contrario el mantenimiento estricto y escrupuloso del régimen
normal de las relaciones de todo orden con el Gobierno español.
(…) mi Gobierno estaría dispuesto a colaborar lealmente en la
aplicación de tal convención en la medida en que le fuera posible
hacerlo sin comprometer los intereses de su país. Pero creo
indispensable demandar la atención del Gobierno francés sobre la
importancia decisiva que presenta, de un lado el retraso en que la
convención podría entrar en vigor y de otro la eficacia de las
garantías de una estricta aplicación.574
574 Este documento ha sido encontrado por el autor en tres fuentes diferentes:
DDF, 2, III, 120, 10 de agosto de 1936; AMAE, RE-104-8, “Resumen de lo dicho por
teléfono por el embajador de España en París”, 28 de agosto de 1936. Notas
entregadas por el embajador español al ministro de Negocios Extranjeros de Francia.
De 28 de julio al 10 de agosto. Nº 547. París, 10 de agosto de 1936.
404
Dos días más tarde, el 12, Vincent Auriol, ministro de Finanzas y uno
de los miembros del gabinete galo que más oposición había ofrecido a la
decisión tomada en el Consejo de Ministros del 7 de agosto, dirigió una
carta a Blum en la que criticaba en unos términos bastante ásperos la
política de no intervención adoptada. El político socialista se mostraba en
total desacuerdo con el planteamiento de que una ayuda a España pudiera
desencadenar una guerra y se lamentaba de la falta de liderazgo frente al
diktat de su aliado británico:
Lo que me preocupa y me afecta es que la diplomacia ha sido muy
activa para hacer triunfar su tesis de neutralidad, pero ahora parece
lenta para moverse cuando se trata de organizar esta neutralidad a la
que nos hemos sacrificado nosotros mismos con una abstención, que
parece abandonar a un pueblo amigo y desconocer nuestras
obligaciones nacionales e internacionales de igual manera.
(…) Una gran tristeza se entremezcla con serias dudas.575
El 15 de agosto el embajador español volvía a presentar sus reservas
sobre la decisión francesa ante el Ministerio de Negocios Extranjeros y lo
apremiaba a su rápida puesta en vigor:
Tengo el deber particular de demandar su atención sobre los peligros
que podría representar la prolongación de un estado de cosas en el
que ciertos Gobiernos, como el Gobierno francés, han prohibido ya
toda exportación de material de guerra a España en tanto que otros,
575 J. Lacouture, op. cit. (1977), p. 358. ; A. Viñas op. cit. (2006), pp. 53-54.
405
que debieran igualmente ser parte de dicha convención, conservan al
respecto una entera y completa libertad de acción.576
El 21 de agosto, Yvon Delbos remitió contestación al embajador en
los términos que siguen:
Para disipar ciertas preocupaciones expresadas por Su Excelencia, le
confirmo que jamás ha estado en mi pensamiento asimilar la
situación actual de España a un conflicto internacional, pero tenía el
deber de preguntarme si tal conflicto no surgiría de esta situación.
(…) Es para defender la causa de la Paz (…) que ha considerado [el
gobierno francés] que las potencias extranjeras deberían abstenerse
de toda ingerencia en los asuntos internos de España. Ha estimado
que un acuerdo realizado sobre este principio [No Intervención] y las
medidas concertadas que se derivan no podrían resultar, dadas las
circunstancias de hecho y el peligro de abastecimientos
considerables a los rebeldes, ningún detrimento para el Gobierno de
la República Española. Está convencido al contrario de que apartar el
peligro de complicación internacional, es facilitar el retorno en
España a un estado normal de cosas. (…) Es por lo que ha
576 Este documento se encuentra entres fuentes diferentes: DDF, 2, III, 151, 15
de agosto de 1936; AMAE, RE-104-8, “Resumen de lo dicho por teléfono por el
embajador de España en París”, 28 de agosto de 1936. Notas entregadas por el
embajador español al ministro de Negocios Extranjeros de Francia. De 28 de julio al
10 de agosto. Nº 553. París, 15 de agosto de 1936; ADQO, E-220. « Principe de non
intervention. 1936, 13.-18 aoùt ». Nº 1536-1540. De Álvaro de Albornoz a Delbos. 15
de agosto de 1936.
406
multiplicado en este sentido los esfuerzos, a los que está asociado el
Gobierno británico.577
La No Intervención atenuada
La No Intervención atenuada (Non Intervention relâchée) constituyó
la ayuda encubierta que Francia pudo ofrecer a la República entre 1936 y
1939. Esta estrategia fue el reflejo de los bandazos de una gestión de
gobierno que, por presión de sus nacionales, vulneró la política de no
intervención. Aunque no podamos calificar la ayuda francesa como
decidida, de esta No Intervención atenuada dependió en gran parte la
continuidad de la República española, especialmente desde que la acción
submarina italiana en el Mediterráneo dificultó la navegación soviética
hacia los puertos españoles. Pero también por su propia naturaleza
intermitente, significó un estrangulamiento lento para el gobierno de
Madrid.
La puesta en práctica de esta estrategia, propuesta por Blum, como
hemos mostrado anteriormente, a Fernando de los Ríos en la noche del 25
de julio, se produjo en la madrugada del 7 a 8 de agosto de 1936, durante el
Consejo de Ministros que consagró la definitiva retracción francesa. Según
el testimonio de Jules Moch, los defensores de la intervención dilataron el
Consejo con el objetivo de que todos los aviones preparados tuvieran
577 AMAE, RE-104-8, “Resumen de lo dicho por teléfono por el embajador de
España en París”, 28 de agosto de 1936. Despacho del embajador en París remitiendo
contestación del ministro de Negocios Extranjeros a las notas del 10 y 15 de agosto. 21
de agosto de 1936. Nº 1403. Al Señor ministro de Estado. 21 de agosto de 1936.
Ministro de Negocios Extranjeros. Dirección Política.
407
tiempo de partir.578 La base de este auxilio de urgencia, que nunca fue más
que un recurso paliativo para el gobierno republicano, consistió en
propiciar en su territorio un contrabando oficioso de material de guerra
proveniente especialmente de la Rusia soviética, así como el reclutamiento
de los voluntarios que constituyeron las Brigadas Internacionales. Se
organizó todo un entramado de envíos clandestinos coordinados por Gaston
Cusin (1903-1993), jefe de gabinete de Vincent Auriol, desde el Ministerio
de Finanzas, y por Jean Moulin, jefe de gabinete de Pierre Cot, desde el
Ministerio del Aire. Este entramado siguió funcionando, a pesar de los
cambios de gobierno, durante toda la guerra, ya que también se practicó
durante los gobiernos de Chautemps y Daladier.579 Prueba de la disparidad
de criterio que habitaba en el ejecutivo francés, fue que se llegó a dar la
paradójica situación de que el personal del Ministerio de Finanzas cerraba
los ojos al paso de armamento por la frontera pirenaica, mientras que el
Ministerio de Interior daba órdenes de detener todo envío sospechoso de
llevar contrabando a España.580
Por otro lado, la ayuda francesa también se reflejó en la adquisición
de oro del Banco de España por parte del Banco de Francia. La entidad
estatal española, que contaba con unas reservas de 719 millones de $
578 G. Howson, op. cit. (2000), p. 13. 579 J. Lacouture, op. cit. (1977), p. 373. Pierre Cot confirmó todos estos
términos al investigador en una entrevista que ambos mantuvieron en diciembre de
1976. 580 A. Viñas, op. cit. (2006), pp. 55-61 y 458-463. ADQO, E-145. « Armement,
matériel de guerre, trafic d´armes. 1931, nov.-1936, sept.”. S/N. Nota del ministro del
Interior al ministro de Asuntos Exteriores. 5 de agosto de 1936; ADQO, E-145. S/N.
Nota del ministro de Asuntos Exteriores al ministro del Interior. 5 de agosto de 1936;
ADQO, E-145. Nº 9340. Nota del ministro del Interior a prefectos de policía. 5 de
agosto de 1936.
408
(equivalente a 9.725 de 2005; hoy las reservas no superan los 2000),
depositó en Francia una cuarta parte aproximadamente (174 toneladas de
oro que se convirtieron en 196 millones de dólares). El traslado del metal
se realizó en 63 viajes: 36 a París, 22 a Toulouse y 5 a Marsella.581 Sin
embargo, en los meses posteriores, las autoridades francesas comenzaron a
poner trabas para la disposición de estas reservas de oro (las mismas que
sufrió el gobierno franquista para recuperar los restos de estas reservas
después de abril de 1939).582 Este motivo, junto al sabotaje bancario que
sufrieron las operaciones financieras republicanas en el mundo occidental,
convencieron a las autoridades españolas de trasladar el resto de las
reservas de oro a Moscú a partir de octubre de 1936.583
581 A. Viñas, El oro de Moscú. Alfa y omega de un mito fascista, Barcelona,
Grijalbo, 1979, pp. 79 y 87; P. Martín Aceña, El oro de Moscú y el oro de Berlín,
Madrid, Taurus, 2001, pp. 71-72; P. Martín Aceña, “La quiebra del sistema financiero”
en P. Martín Aceña y E. Martínez Ruiz (cood.), La economía de la guerra civil, Madrid,
Marcial Pons, 2006, pp. 393-429, pp. 403-407; E. Moradiellos, Negrín, Barcelona,
Península, 2006, pp. 201-203.
582 J. Matínez Parrilla, op. cit. (1987), pp. 355-358. Según el convenio Jordana-
Bérard, de 25 de febrero de 1939, los bienes españoles depositados en Francia durante
el conflicto serían restituidos en su totalidad. Sin embargo, el gobierno francés intentó
utilizar el oro depositado en Mont-de-Marsan para pagar los gastos de alojamiento y
manutención de los refugiados españoles que pasaron la frontera al final de la guerra.
De hecho, se propuso una restitución progresiva a medida que los refugiados volvieran
a España. Finalmente, en el Consejo de Ministros del 24 de junio se decidió la
restitución inmediata del oro depositado en territorio galo. 583 A. Viñas op. cit. (2006), pp. 110-115, 124-127, 249-251 y 396-398; A. Viñas,
op. cit. (1979), p. 53; P. Martín Aceña, op. cit. (2001), p. 28. El primer traslado, de
144.000 libras esterlinas en oro, se produjo el 25 de julio.
409
Otra consecuencia de la No Intervención atenuada francesa fue su
participación en el reclutamiento de las Brigadas Internacionales. El 18 de
septiembre se decidió en el Presidium Supremo de la Unión Soviética
estrechar lazos entre el PCF, la SFIO, el PCE, el PSOE y la Internacional
Socialista. Esta decisión produjo dos consecuencias decisivas para el curso
del conflicto. En primer lugar, se contempló la necesidad de articular una
fuerte campaña de solidaridad con la República en torno a la denuncia de la
intervención nazi-fascista en España. La segunda fue mucho más
significativa; nos referimos a la séptima decisión tomada: "Proceder al
reclutamiento, entre los obreros de todos los países, de voluntarios que
tengan experiencia militar, con miras a enviarlos a España". Es por lo que
Skoutelsky considera esta reunión como el acta fundacional de las
Brigadas Internacionales.584 Stalin aprobó el proyecto y autorizó al
Komintern para poner en marcha la operación bajo la supervisión del
diputado comunista francés André Marty (1886-1956).585 Hubo que esperar
a la constitución de las Brigadas Internacionales para que este esfuerzo de
solidaridad fuera comparable al de la intervención de las potencias
fascistas. Este apoyo de los comunistas franceses entraba en contradicción
584 R. Skoutelsky, Novedad en el frente: las Brigadas Internacionales en la
Guerra Civil, Madrid, Temas de Hoy, 2005, pp. 75; A. Viñas op. cit. (2006), pp. 225-
226. 585 J. Matínez Parrilla, op. cit. (1987), p. 136; P. Preston, op. cit. (2008), pp. 136-
138, 242-243, 245 y 283. Las Brigadas Internacionales estaban al mando de André
Marty, como Comandante en Jefe. Junto a él, destacaron en la dirección de las Brigadas
Luigi Longo (“Gallo”), como Inspector General, y Giusseppe di Vittorio (“Nicoletti”),
como Jefe de los Comisarios Políticos. Marty Había alcanzado notoriedad en 1919
cuando, siendo maquinista de barco, dirigió el motín de la flota francesa del mar Negro
para protestar contra las órdenes recibidas de apoyar al Ejército Blanco en la guerra civil
rusa. Preston no es muy benévolo cuando califica al activista de “carnicero paranoico,
mediocre, envidioso, servil, y cruel”.
410
directa con el principio de no intervención de la coalición frentepopulista
que gobernaba defendía y a la que el PCF prestaba soporte
parlamentario.586 Todo un despliegue de propaganda en la presa
internacional de izquierdas facilitó un amplio reclutamiento de voluntarios.
Las Brigadas Internacionales comenzaron su vida militar el 12 de
octubre de 1936 cuando los primeros 500 voluntarios desembarcaron en
Alicante del vapor “Ciudad de Barcelona” procedente de Marsella, camino
de Albacete, donde instalaron su base. La gran mayoría de los voluntarios
eran de filiación progresista antifascista lo cual invalida los juicios de la
historiografía profranquista que califica a las Brigadas Internacionales
como un ejército al servicio de la Komintern. La procedencia social obrera
de la mayoría fue complementada por una minoría de intelectuales y
artistas. En conjunto, los brigadistas, procedentes de más de 50 países
(12.000 franceses, 5.000 alemanes y austriacos, 5.000 polacos, 4.000
italianos, 3.500 norteamericanos, 3.500 británicos, 3.500 balcánicos y
1.000 hispanoamericanos; no había voluntarios soviéticos) pudieron ser
entre 32.000 y 35.000 soldados de tropa y 4.000 oficiales, más los 5.000
voluntarios espontáneos en los primeros meses de la contienda. Se calculan
en 7.000 los judíos y 200 los brigadistas de raza negra. 10.000 perdieron la
vida y el 50% fue herido de gravedad. Nunca fueron más de 18.000 al
mismo tiempo entre septiembre de 1936 y septiembre de 1938, cuando el
gobierno republicano del Dr. Negrín decidió su evacuación unilateral en un
frustrado intento para forzar la salida de los combatientes alemanes e
italianos.587
586 O. Dart, op. cit. (1999), p. 126. 587R. Skoutelsky, op. cit. (2005), pp. 393-395. La cifra mínima de 35.000 la
sostienen J. Delpierre de Bayac, Las Brigadas Internacionales, Júcar, Gijón, 1980 y R.
Rosentone, “International Brigades” en J. Cortada (ed.), Historical Dictionary of the
411
La oficina principal se instaló en París. Atendiendo a las
investigaciones de Skoutelsky, basándose en los archivos de la Komintern,
Francia aportó el mayor contingente nacional, unos 12.000
aproximadamente. La otra cara de la moneda es que desde noviembre de
1936 numerosos milicianos franceses, cansados de combatir en malas
condiciones, desertaron y se refugiaron en los consulados franceses
pidiendo ser repatriados. El PCF, haciendo gala de su conocida disciplina,
se opuso a este retorno, ya que temía la propaganda derrotista que pudieran
provocar.588 Este ejército internacional, único en la historia por su número,
procedencia, naturaleza multirracial y carácter no mercenario, combatió
como fuerza de choque en casi todas las batallas. Su contribución fue clave
por su valor militar, ejemplo de solidaridad, disciplina y eficacia.589
Durante todo el mes de agosto y principios de septiembre el nombre
de Blum fue acogido con silbidos en diferentes actos políticos. El 6 de
septiembre, tan sólo unas horas después de la caída de Irún en manos
franquistas, Blum decidió justificar públicamente la acción de su gobierno
en un mitin de la Federación Socialista del Sena en el Luna Park, ante un
Spanish Civil War, Greenwood Press, Westport, 1982. La de 60.000 procede de A.
Castells, Las Brigadas Internacionales de la guerra de España, Ariel, Barcelona, 1974. 588 J. Matínez Parrilla, op. cit. (1987), pp. 129 y 145. Bajo el mando del general
Lavigne-Delville combatieron en el bando franquista unos 300 voluntarios fascistas
franceses que conformaban la Legión “Jeanne d’Arc”. 589 E. Moradiellos, “Las Brigadas Internacionales. Una revisión histórica y
bibliográfica”, Sine Ira et Studio. Ejercicios de crítica historiográfica, Cáceres, Uex,
2000, pp. 39-47; R. Skoutelsky, op. cit. (2005), p. 457, reproduce un informe interno de
las Brigadas fechado el 31 de marzo de 1938 en el que se da cuenta de que habían
pasado por sus filas 31.369 extranjeros, de los cuales habían perdido la vida 4.575 (el
14,6%), estaban en paradero desconocido otros 5.740 (el 18,3%) y habían sido
repatriados otros 5.062 (el 16,1%).
412
público ampliamente ganado por la idea de la solidaridad con España. Tan
sólo la intervención del presidente del Consejo consiguió acallar los gritos
que coreaban sin parar el slogan más militante: “Des avions pour
l’Espagne”. El discurso de Blum, que iba dirigido a quienes desaprobaban
la política de no intervención, la defendió apoyándose en el riesgo de
provocar una guerra generalizada en Europa: “Imposible de reaccionar de
otra manera sin abrir en Europa una crisis que será demasiado difícil o
demasiado fácil de prever las consecuencias”, afirmó. Sin nombrar a los
comunistas, la sombra de la fractura frentepopulista planeó por el estadio:
“Nos dicen que es necesario, al contrario, resistir, endurecer y exaltar la
voluntad nacional, que es por orgullo, por la exaltación del sentimiento
patriótico que se puede hoy asegurar la paz”. Cuando el auditorio se había
calmado definitivamente y el presidente se había ganado a los más
beligerantes, Blum terminó preguntando de manera retórica: “¿No creen
ustedes que, después de todo, hemos salvado a Europa de la guerra en un
momento particularmente crítico?”. 590 El discurso de Blum fue aclamado
por la prensa financiera y conservadora como un discurso histórico para la
paz. Pero también era la tesis británica la que defendía el político socialista,
la política de apaciguamiento franco-británica que precedió al conflicto
español e influyó decisivamente en su evolución y en sus resultados.591
Francia no práctico sólo esta política de apaciguamiento en el extranjero,
sino que también necesitaba practicarla en casa.592
590 J. Lacouture, op. cit. (1977), pp. 362-366. 591 L. Chavenon, « Le discours de M. León Blum », L’Information Financière,
19 de septiembre de 1936, p. 1. Extraído de J.M. Borrás Llop, op. cit. (1981), p. 342. 592 M. Thomas, op. cit. (1997), p. 94.
413
“Des avions pour l’Espagne, des canions pour l’Espagne”
Los 80 aviones militares enviados por Francia entre el 31 de julio y
el 10 de septiembre según Salas Larrazábal,593 en realidad fueron muchos
menos. El pedido hecho por Giral la madrugada del 19 al 20 de julio de
1936, rechazada por el gobierno francés el 25 de julio, pero vuelta a ser
considerada el 31 de agosto, tras la caída de aviones italianos en el
Marruecos francés del día anterior, se tradujo en el envío de 13
“Dewoitine” y 6 “Potez” que llegaron a Barcelona entre el 7 y el 9 de
agosto de 1936. Estos aparatos fueron entregados desprovistos de
armamento, sin pilotos, sin armas y pagados en efectivo a precios
elevados.594 El 26 de agosto otros 2 bombarderos desarmados volaron hacia
Barcelona. Entre el 5 y el 7 de septiembre se enviaron cinco cazas más
igualmente desprovistos de armamento. No llegó ningún contingente más
de material hasta el 19-20 de octubre, consistente en 7 “Potez 542” y 2
“Dewoitine 371”.595
En el mismo período, los insurgentes recibieron de Alemania596 e
Italia597 141 aviones militares perfectamente armados y con tripulación
entrenada (73 y 46, respectivamente). Este hecho explica por qué la fuerza
aérea republicana había sido destruida casi por completo cuando los
593 J. Salas Larrazábal, La intervención extranjera en la Guerra de España,
Madrid, Editora Nacional, 1974, pp. 441-446. 594 G. Howson, op. cit. (2000), pp. 76 y 355-359. 595 G. Howson, “Los armamentos: asuntos ocultos a tratar”, en P. Preston, op.
cit. (1999), pp. 239-264. 596 R. L. Proctor, Hitler´s Luftwaffe in the Spanish Civil War, Wesport,
Greenwood Press, 1983, pp. 20 y 33; A. Viñas op. cit. (2003), pp. 414 y 430. 597 J. Coverdale, op. cit. (1979), pp. 21-22, 94, 107 y 131; I. Saz, op. cit. (1986),
pp. 184-186.
414
aviones rusos entraron en escena a finales de octubre de 1936.598 Esta
diferencia entre los bandos no se equilibró hasta esta fecha, cuando
llegaron 55 aparatos procedentes de la Unión Soviética y se consiguió
poner coto al dominio aéreo franquista. Por tanto, la ayuda soviética no
rompió un equilibrio, sino que lo restableció por primera vez.599
Con estos datos, queda demostrado que el armamento con origen
francés no llegó antes del 7 de agosto,600 invalidando que existiera un
periodo intervencionista militar francés anterior. Con lo cual, tanto Hitler
como Mussolini se adelantaron en más de una semana a la ayuda
procedente de Francia y casi en dos meses a la procedente de la Unión
Soviética. De la misma manera, tampoco se efectuó la entrega de la remesa
de armas embarcada durante la primera semana del conflicto en el buque
Ciudad de Tarragona en el puerto de Marsella.601 La intervención francesa
no sólo no precedió a la italo-germana, sino que tampoco tuvo su misma
entidad en volumen y en calidad durante los iniciales y cruciales meses del
conflicto. Considerando todo el conflicto, los republicanos compraron en
Francia durante la guerra entre 222 y 270 aviones de los cuales sólo 60 eran
militares y bastante obsoletos (fabricados entre 1922 y 1923).602 En
conjunto, podemos afirmar que nunca existió un verdadero equilibrio en la
ayuda militar extranjera recibida por ambos bandos. A finales de julio de
598 G. Howson, “Los armamentos…”. 599 E. Moradiellos, “La intervención extranjera en la guerra civil; un ejercicio de
crítica historiográfica” en Ayer, 50, Dossier la Guerra Civil, Madrid, Marcial Pons,
2003, pp. 199-232. 600 AMAE, RE-135-5, “Archivo particular de Azaña. Guerra civil española.
Relaciones internacionales. Francia. 1936”. Juan Aboal, comandante aviador. París, 6
de septiembre de 1936. 601 AMAE, P-461/33731
602 G. Howson, “Los armamentos…”.
415
1936 las fuerzas materiales de ambos contendientes ofrecían un virtual
empate, que se alteró con la entrada masiva de unos recursos extranjeros
que establecieron un cuadro de apoyo e inhibiciones favorable al bando
insurgente, al que se proporcionó un ejército bien abastecido de manera
permanente.603
La constitución del Comité de Londres
Mientras, se planteó la necesidad de crear un comité de control para
la aplicación de la política de no intervención en España. Las diplomacias
francesas y británicas eran conscientes que cuanto más eficaz fuera esta
aplicación, menos entusiasmo encontraría en las cancillerías europeas,
especialmente, en aquellas que se encontraban implicadas de manera
irreversible en la guerra española. Por ello, París y Londres procuraron
vencer sus reticencias asegurando que el proyectado comité de control de la
No Intervención carecería de responsabilidades ejecutivas. El éxito de esas
gestiones se tradujo en el beneplácito de Italia a participar en el futuro
comité el día 29 de agosto y de Alemania el 5 de septiembre.604
La constitución del Comité de Londres representó un éxito de la
diplomacia británica en sus esfuerzos por conjurar las repercusiones
internacionales de la guerra española, preservando su neutralidad tácita,
603 E. Moradiellos, “La intervención extranjera…”, pp. 228-230. 604 Para entonces se habían sumado a la propuesta francesa otras 26 naciones:
Albania, Alemania, Austria, Bélgica, Bulgaria, Checoslovaquia, Dinamarca, Estonia,
Finlandia, Grecia, Irlanda, Hungría, Letonia, Lituania, Luxemburgo, Noruega, Holanda,
Polonia, Rumania, Suecia, Turquía, Yugoslavia, Gran Bretaña, Italia, Portugal y la
Unión Soviética.
416
impidiendo la intervención francesa y su bolchevización,605 atajando el
alejamiento diplomático de Italia y Alemania (balance of power)606 y
aplacando las presiones laboristas.607 El 9 de septiembre se reunió por
primera vez en Londres el Comité de No Intervención integrado por los 26
países firmantes apoyado en unos fundamentos jurídicos débiles, que
carecían de fuerza legal internacional y no implicaba ningún carácter
obligatorio.
El día 14 se constituyó a propuesta del delegado británico S. S.
Morrison, su primer presidente, un Subcomité de Control de las
violaciones del Acuerdo de No Intervención, integrado por nueve naciones,
Gran Bretaña, Francia, Alemania, Italia, Unión Soviética, Checoslovaquia,
Bélgica, Suecia y Portugal (que no se incorporó hasta el 28 de septiembre),
sobre el que recaería gran parte del funcionamiento efectivo del Comité.
Apenas unos meses después, pudo comprobarse que el Subcomité había
sustituido enteramente al Comité, y que el control de los efectos de la
contienda española había quedado restringido a unos cuantos países
interesados en él (los limítrofes con España y los productores de
armamento).608 La propuesta británica no parecía haber sido tan inocente.
El 28, se tomó la primera decisión crucial. Ésta consistió en
considerar como examinables sólo las denuncias sobre supuestas
605 M. Baumont, La faillite de la paix 1918-39, París, PUF, 1961, p. 714. 606 L. Araquistáin, “La verdad sobre…”, pp. 287-302. Se refiere al principio
rector de la política exterior británica, una Europa donde no existiera un Estado o grupo
de Estados que se impusiera al resto, de manera que Gran Bretaña siempre pudiera
desequilibrar los platillos de la balanza. 607 E. Moradiellos, op. cit. (1990), p. 305. 608 F. Schwartz, op. cit. (1971), pp. 171-172.
417
violaciones del Acuerdo que fueran presentadas por los Estados que habían
suscrito el Pacto, lo que excluía al gobierno de la República. Asimismo, no
se contempló una provisión de sanciones en caso de que se demostrase la
veracidad de las denuncias presentadas. Inmediatamente constituido el
Comité, quedó claro que el principal instigador de su creación, Gran
Bretaña, pretendía que éste sólo sirviera para canalizar y neutralizar las
posibles tensiones que surgieran entre las grandes potencias europeas en
caso de violación del Acuerdo.
A principios de octubre, las denuncias contra la intervención de
Portugal, Italia y Alemania en España, que obtuvieron cierta repercusión en
los medios de comunicación internacionales, fueron sabiamente diluidas
por las artimañas dilatorias del gobierno británico en el seno del Comité.
Las críticas crecientes de la oposición laborista y del gobierno soviético,
obligó a las autoridades británicas, con Eden a la cabeza, a sugerir a lord
Plymouth, nuevo presidente del Comité, a presentar las pruebas
republicanas ante el Comité “de la manera más inofensiva y discreta que
sea posible, con la esperanza de mantener el Comité intacto”.609 Ésta sería
la primera de un cúmulo de labores dilatorias, que Londres desplegó en el
Comité a lo largo de toda su existencia. Además, la Sociedad de Naciones
quedó marginada del asunto, lo que demostraba que no se pretendió en
ningún momento tomar las medidas adecuadas para hacer efectiva la No
Intervención.
El 3 de octubre, el informe final del Comité de investigación sobre
las violaciones del derecho internacional en relación con el intervención en
España, presidido por la diputada liberal Eleanor Rathbone (1872-1946),
609 E. Moradiellos, op. cit. (1996), pp. 102-103.
418
asumía que el acuerdo de No Intervención había perjudicado gravemente al
gobierno republicano, en la medida en que no había cesado el suministro de
hombres y armamentos a los rebeldes. Así, el continuo sabotaje nazi-
fascista del acuerdo de No Intervención, unido a la debilidad de la
respuesta franco-británica, determinó el fracaso real del Comité de
Londres. Esto llevó al Kremlin a declarar el 9 de octubre que en caso de
continuar estas violaciones se consideraría liberado de sus compromisos
con el Comité. El 23 de octubre el embajador soviético, Ivan Maiski (1884-
1975), leyó una declaración en la que afirmaba que el sabotaje fascista y la
falta de medidas de control habían desvirtuado el Acuerdo y hacían
conveniente restituir al gobierno español su derecho a comprar armas. La
No Intervención hacía aguas, excepto como política declaratoria.610 A pesar
de la constitución del Comité de Londres, alemanes, italianos y soviéticos
aumentaron sus envites en el último trimestre de 1936, y la intervención
sólo fue ignorada hipócritamente en Londres. Así, la política de no
intervención se convirtió definitivamente en una farsa institucionalizada y
mutuamente consentida.611
610 A. Viñas, “Los condicionantes internacionales” en La Guerra Civil Española.
50 años después (ed. Manuel Tuñón de Lara), Barcelona, Labor, 1985, pp. 123-197, p.
152. 611 E. Moradiellos, “El acuerdo inalcanzable...”, p. 90.
419
420
421
CONCLUSIÓN
422
423
La política internacional que la República de 1931 tuvo que perfilar
y desarrollar en el convulso contexto internacional de los años 30 apostó
por la prolongación hacia el exterior de los mismos principios que
inspiraban la política interior, consagrados en la Constitución de 1931. Esta
verdadera declaración de intenciones institucionales mostraba un proyecto
pacifista, democrático, desprovisto de ambiciones territoriales o coloniales,
basado en los principios de publicidad y universalidad, y activo en el
sentido de participar, por derecho, pero también por obligación, en los
destinos de Europa y del mundo. La Segunda República simbolizó pues, el
paso de la concepción de neutralidad como impotencia a la neutralidad
como ideología y como política activa para construir la paz. La acción
exterior republicana, en síntesis, buscaba una colaboración activa y una
actitud conciliadora en Ginebra, sin compromiso especial con nadie,
aunque en la línea del bloque franco-británico. El fondo seguía siendo la
neutralidad, pero no el aislamiento; la proximidad al bloque franco-
británico, aunque con una nueva consideración de cierta autonomía; el
pacifismo, pero en colaboración con otros países neutrales.
De 1931 a 1936 diferentes concepciones de la política española de
Francia coexistieron, a veces se solaparon y otras se complementaron. El
424
embajador en Madrid, Jean Herbette propuso reservar un tratamiento
particular a España dentro de la política extranjera francesa. Pero la
esclerotizada política española propugnada por el Quai d´Orsay no prestó
atención a España ni a su evolución, y ésta no dejó de constituir una
cuestión excéntrica de las preocupaciones francesas. Esta política primó la
dimensión bilateral sobre la multilateral, y lo hizo en términos de relación
de fuerza, separando cada una de las grandes cuestiones y tratándolas de
manera aislada. Las autoridades francesas no consideraron ningún proyecto
importante que afectara a España, y se interesó por ella solamente en los
asuntos referentes a la economía y a Marruecos, donde la diplomacia gala
sólo valoró a su vecino del sur como un elemento ralentizador de su
política. Para París, la única ventaja de compartir protectorado. Con España
fue su debilidad, ya que no constituía para Francia parte de las grandes
potencias ni tampoco de sus pequeños aliados. En un contexto general, sólo
Jean Herbette, Édouard Herriot y el Front Populaire parecieron buscar un
verdadero acercamiento a España, aunque sus esfuerzos no dieran
resultados tangibles y duraderos. En 1936 la cuestión española permaneció
subordinada a los asuntos europeos igual que lo había estado desde 1931.
Los años 30 constituyeron para Francia el escenario de una crisis
generalizada que puso en cuestión incluso su sistema político institucional.
Herido de una extrema fragilidad, cuyas raíces debemos buscar en la
contestación intelectual, el antiparlamentarismo de las ligas de extrema
derecha y la ausencia de mayorías parlamentarias sólidas, el sistema se
mostraba atenazado por una impotencia gubernamental sin precedentes.
Tras la asonada antiparlamentaria del 6 de febrero de 1934, esa crisis
política llegó a su paroxismo y se hizo necesaria una reforma urgente del
Estado. Aunque ésta no se acometió, el triunfo del cártel de izquierdas en
las elecciones de abril-mayo de 1936 devolvió al menos el clásico juego
425
político de dos bloques, y este espejismo trasladó la reforma para la década
siguiente cuando la penosa experiencia de la Segunda Guerra Mundial la
hizo inevitable.
Ninguno de los actos revisionistas llevados a acabo entre 1933 y
1936, siempre manu militari, fueron contenidos por Francia ni Gran
Bretaña, que seguían confiando en evitar un conflicto europeo
reacomodando las pretensiones italianas y alemanas. La formulación de
esta política de apaciguamiento británica, y resignadamente aceptada por
los franceses, se mostró como una estrategia diplomática destinada a evitar
el conflicto europeo generalizado, aceptando cambios razonables en el statu
quo territorial demandados por las autoridades nazi-fascistas, siempre que
no afectaran a los irrenunciables intereses vitales franco-británicos. Sin
embargo, lo que para los británicos constituía una doctrina político-
estratégica consecuentemente ejercitada, para los franceses se reveló como
una verdadera manifestación de debilidad y retracción. Desde entonces,
Francia, por su propia debilidad, quedó irremisiblemente condenada a
seguir esta política exterior de appeasement a remolque de los gobernantes
británicos.
La política exterior del gobierno del Frente Popular tuvo que
enfrentarse a esta escena internacional plagada de peligros e
incertidumbres, que añadida a la creciente inestabilidad social interior,
llevó a España a refugiarse en una cierta neutralidad. El presidente Azaña
de 1936 reafirmó su compromiso con Ginebra, pero también propugnó la
reciprocidad de los compromisos adquiridos por todos los miembros del
Pacto, activando una política exterior realista, lejos de los excesos
societarios del primer bienio. El anterior optimismo en las instituciones
ginebrinas se tornó ahora en prevención. Podemos afirmar que con la
426
llegada del Frente Popular, la neutralidad dejó de ser “estricta” para
convertirse ciertamente en “benévola”. Para el propio Azaña, romper el
statu quo de la Europa occidental y mediterránea, alejándose de Francia y
Gran Bretaña o aliándose estrechamente con cualquiera de ellas habría
supuesto un esfuerzo gigantesco en el orden militar, completamente
desproporcionado para los recursos del país. Y así se mantuvo, teniendo
como únicos vínculos exteriores la pertenencia a la SDN y la adhesión
franco-británica en Marruecos y en el Mediterráneo. Poco tuvo que ver, a
tenor de lo expuesto, la política exterior republicana con la situación en la
que se encontró España en el verano de 1936. Más decisivas fueron las
profundas contradicciones políticas e internacionales del momento. La
diplomacia española evolucionó al ritmo de los acontecimientos en la línea
del apaciguamiento, y con similar comportamiento al de otras potencias
medias. Sin embargo, a diferencia de otras zonas geográficas, fue España la
primera víctima europea en pagar el alto precio de esta política.
Como al inicio de la guerra española se produjo un cierto equilibrio
militar, desnivelado a favor de los sublevados por la mayor preparación
militar del Ejército de Marruecos, este estancamiento planteó a ambos
bandos la necesidad de recurrir a la ayuda exterior, ya que en la España de
1936 no existían medios militares suficientes para mantener un esfuerzo
bélico continuado. Ello abrió un rápido proceso de internacionalización sin
el cual, el levantamiento militar encabezado por el general Franco jamás se
habría convertido en una larga contienda de casi tres años.
La petición de ayuda exterior efectuada por ambos bandos fue
interpretada en Londres como una amenaza para su política de
apaciguamiento hasta entonces seguida, y desde la perspectiva
anticomunista dominante en el Foreign Office, como un peligro de
427
conflicto generalizado que sólo podía beneficiar a la URSS. El gobierno
británico llegó a la conclusión de que la mejor estrategia ante el conflicto
consistía en desplegar una política dilatoria que se tradujera en una
“neutralidad tácita”, no proclamada formalmente, como solución
provisional. Que esta política favoreciera a los militares insurgentes,
revelaba la actitud británica como una auténtica “neutralidad benévola”
hacia la insurrección.
Por su parte, la política de Francia ante la contienda española quedó
definida en las tres semanas siguientes al inicio de la sublevación militar.
La petición de armas trasladada por el gobierno republicano a las
autoridades galas fue aceptada debido a evidentes razones políticas y
militares. Sin embargo, el 25 de julio, el gobierno francés decidió prohibir
la exportación de material de guerra con destino al territorio español. Los
dirigentes frentepopulistas creían, erróneamente, serenar de este modo su
crisis interna, salvar su coalición gubernamental, evitar la defección de su
vital aliado británico y confinar el conflicto español en sus fronteras para
impedir una escalada que se tradujera en un conflicto generalizado. Cabe
creer la hipótesis de que en esta decisión también planeaba el temor a que
las potencias fascistas reconocieran a los insurrectos como gobierno de
facto. Sin embargo, esta retracción francesa no impidió una rápida
internacionalización del conflicto.
La evidencia de la ayuda italiana a los insurrectos a finales de julio
de 1936 tuvo un doble efecto en las autoridades francesas: por un lado,
recuperar momentáneamente la libertad de acción en su política española;
y, por otro, comenzar a diseñar de manera apresurada una política de no
intervención que aislara eficazmente el conflicto español. El fracasado
encuentro entre los almirantes Darlan y Chatfield reforzó aún más en el
428
seno del gobierno francés el deseo de una rápida puesta en vigor de esta
apuesta y el 7 de agosto el gobierno galo acordó prohibir el envío de armas
a España, postura que hizo oficial al día siguiente. Esta posición, que
constituía una prohibición unilateral, se tomó sin esperar a un acuerdo
internacional. Nada justificaba que el gobierno francés hiciera esta
declaración, antes incluso que las otras potencias involucradas dieran la
más mínima garantía (excepto Gran Bretaña, por supuesto), conociendo ya
la ayuda vital que el bando franquista recibía de Alemania e Italia. Con este
posicionamiento, Blum y su gabinete mostraron una decisiva docilidad a
las amonestaciones británicas, que según los protagonistas, fueron
constantes, crecientes y finalmente determinantes. El gobierno francés
eligió la prudencia, con el apoyo de la mayoría de los franceses; pero a los
ojos del mundo, Francia, una vez más, se batió en retirada. El gobierno
británico se apresuró a apoyar la iniciativa gala porque vio en ella el
mecanismo ideal para preservar su neutralidad inconfesa ante el conflicto,
embolsarlo en tierras españolas, frenar la primera intención de intervención
francesa, evitar el alineamiento con la Unión Soviética, eludir el
enfrentamiento con las potencias nazi-fascistas y esquivar las críticas de
una oposición laborista solidaria con la República.
Enfrente, los dictadores Hitler y Mussolini pensaron que con una
pequeña y secreta ayuda militar al bando sublevado se podría conseguir la
victoria sin afrontar graves problemas con el gobierno británico. Alterar el
equilibrio en el Mediterráneo occidental a tan bajo coste era una opción
considerablemente atractiva, al tiempo que podría crear fricciones en la
discordante entente franco-británica. Desde entonces, la diplomacia
franquista se concentró en preservar este cuadro de apoyos e inhibiciones
existente, con el fin de lograr un desahucio progresivo de la República.
429
Ayudar a la República española se presentó como una elección difícil
para París, ya que su alto coste se situó en la balanza frente a la realización
de las reformas estructurales apenas emprendidas. Blum se plegó ante el
pavor a provocar un nuevo conflicto europeo. Sin un ejército ofensivo,
Francia era incapaz de defender todas sus fronteras a un tiempo, y menos,
idóneo para reaccionar ante los hechos consumados del fascismo. El
Presidente del Consejo galo, sin el apoyo de Gran Bretaña, sin acuerdo
siquiera en el interior de su coalición de gobierno y con una sociedad que
había votado por el pacifismo y el reformismo, enunció la política de No
Intervención, como único expediente disponible para alinearse con Gran
Bretaña ante la amenaza fascista. La inicial aprobación de Blum para
ayudar a la República el 20 de julio se había adoptado pensando que se
trataría de un breve pronunciamiento. Hasta el momento no había
intervenido ninguna otra gran potencia y no parecía arriesgado enviar
armas. Sin embargo, a medida que se iban endureciendo por momentos los
frentes de batalla entre la izquierda y la derecha, Blum comenzó a darse
cuenta de que con esa intervención peligraban la coalición gobernante y el
objetivo fundamental de la política de apaciguamiento.
La ayuda solicitada por la República estaba en consonancia con el
derecho internacional que autorizaba la ayuda a un gobierno legalmente
constituido sorprendido por una rebelión. Pero además, existía un acuerdo
comercial con Francia que incluía una cláusula secreta para abastecer de
material militar a España. Esta nota aneja constituía más una cláusula de
intenciones de orden político-militar que comercial. Sin embargo, tampoco
Francia, al acordar la No Intervención, comunicó al gobierno republicano
la anulación de tal carta o su suspensión temporal mientras durase el
conflicto, ya que el convenio comercial siguió funcionando.
430
Pronto se puso de manifiesto que aunque la No Intervención fuera
una propuesta francesa, nunca hubiera sido viable sin la aquiescencia
británica. Lejos de contemplar la guerra civil española como el preludio de
una conflagración internacional, los ministros británicos y franceses se
apresuraron a dejar a España aislada y a contemporizar con la Alemania
nazi y la Italia fascista. Los líderes democráticos se engañaron a sí mismos
infravalorando la importancia de las ideologías y devaluando todo rastro de
fe que pudiera quedar en la seguridad colectiva.
Parece haberse dado demasiada importancia a las campañas de
prensa y su repercusión en las decisiones tomadas por el ejecutivo galo, ya
que resulta exagerado afirmar que su influencia fuera tan decisiva. La
prensa no hizo sino traducir la división existente en la sociedad francesa.
Antes de la guerra ya existían estas disensiones y el drama español se
insertó a posteriori en un contexto social, de por sí inflamado. También se
ha insistido mucho en las filtraciones de los funcionarios de la embajada
española en París. Pero es lógico pensar que incluso sin esa traición, el
envío de aviones y armas a la República no hubiera pasado desapercibido.
La política de no intervención en el conflicto español propuesta por
el gobierno frentepopulista francés creó, pues, una desigual estructura de
apoyos e inhibiciones exteriores para las partes en liza. Es evidente que la
No Intervención fue muy perjudicial para el régimen republicano español
puesto que le privó, como hemos visto, de su derecho legal como gobierno
legítimo e internacionalmente reconocido, para procurarse armas. Además,
fue tanto más lesiva en tanto que bloqueó todas sus iniciativas
diplomáticas, ya que el futuro Comité de Londres se convirtió en el único
foro donde discutir la continua vulneración de esta política por parte de las
diversas potencias, además de no permitírsele denunciarlo directamente por
431
tener vedado el acceso a dicho Comité. En estas circunstancias, el gobierno
de Madrid no dispuso de otra alternativa que asumir los hechos
consumados y volcar todos sus esfuerzos en exigir, en vano, la aplicación
rigurosa de la política de no intervención. Así pues, el gobierno republicano
español quedó maniatado estratégica y tácticamente por la propuesta
franco-británica, y ya en septiembre de 1936 habría perdido prácticamente
la partida de no haber existido un viraje hacia la Unión Soviética,
aproximación que se fue ampliando a medida que se constató la retracción
de las potencias democráticas y que nunca obedeció a motivos ideológicos.
La No Intervención atenuada constituyó la ayuda encubierta que
Francia pudo ofrecer a la República entre 1936 y 1939. Esta estrategia fue
el reflejo de los bandazos de una gestión de gobierno que, por presión de
sus nacionales, vulneró la política de no intervención. Aunque no podamos
calificar la ayuda francesa como decidida, de esta No Intervención
atenuada dependió en gran parte la continuidad de la República española,
especialmente desde que la acción submarina italiana en el Mediterráneo
dificultó la navegación soviética hacia los puertos españoles. Pero también
por su propia naturaleza intermitente, significó un estrangulamiento lento
para el gobierno de Madrid. Prueba de la disparidad de criterio que
habitaba también hacia esta ayuda encubierta en el ejecutivo francés, fue,
como hemos mostrado, que se llegó a dar la paradójica situación de que el
personal del Ministerio de Finanzas cerraba los ojos al paso de armamento
por la frontera pirenaica, mientras que el Ministerio de Interior daba
órdenes de detener todo envío sospechoso de llevar contrabando a España.
Mientras tanto, se planteó la necesidad de crear un comité de control
para la aplicación de la política de no intervención en España. Las
diplomacias francesas y británicas eran conscientes que cuanto más eficaz
432
fuera esta aplicación, menos entusiasmo encontraría en las cancillerías
europeas, especialmente, en aquellas que se encontraban implicadas de
manera irreversible en la guerra española. Por ello, París y Londres
procuraron vencer sus reticencias asegurando que el proyectado comité de
control de la No Intervención carecería de responsabilidades ejecutivas. Y,
efectivamente, a pesar de la constitución del Comité de Londres, alemanes,
italianos y soviéticos aumentaron sus envites en el último trimestre de
1936.
Varios testigos y analistas han defendido la tesis de que se alegaría
que los ministros británicos presionaron a las autoridades francesas para
que propusieran la No Intervención. Pero cabe suscitar una duda:
¿realmente, hubiera sido inviable para Léon Blum mantener unido el
gobierno del Front Populaire y la entente franco-británica de haber
atendido la demanda de ayuda, que no intervención armada, solicitada por
la República española? ¿No fue ese mismo hombre quien logró persuadir a
sus compañeros socialistas, muchos de ellos contrarios a la guerra, para que
se manifestaran a favor del rearme dos meses después de comenzar el
conflicto?
Parece posible concluir que la República no fue destruida
precisamente por su política exterior, sino más bien por la imagen que
reflejaba hacia fuera su conflictividad interior, en fuerte conflicto con los
intereses económico e ideológicos de las grandes potencias. Ninguna
alianza internacional hubiera podido prever la situación bélica que se
desarrolló a partir del 17 de julio de 1936. Y vista la política de
apaciguamiento adoptada por las potencias democráticas, ninguna alianza
bilateral con Francia hubiera cambiado la actitud que el Quai D´Orsay
practicó desde agosto de 1936 hacia el gobierno de Madrid. Con su política
433
de no intervención, las democracias, en gran medida, sacrificaron a la
República española, pero a pesar de haber confinado el conflicto español,
no pudieron evitar la consolidación definitiva del Eje italo-germano y el
creciente aislacionismo de la Unión Soviética. El conflicto español había
puesto de manifiesto la incompatibilidad entre la política de
apaciguamiento anglo-francesa y la apuesta soviética por la seguridad
colectiva. Y el destino de la República en guerra quedó en gran medida
sellado por esa contradicción.
434
435
FUENTES DOCUMENTALES
436
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El Socialista
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La Libertad
La Vanguardia
Mundo Obrero
Francesas
Gringoire
Je suis partout
L´Action Française
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L´Écho de Paris
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Le Populaire
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479
ANEXOS
480
481
ANEXO I
Fuente: F. Páez-Camino, La significación de Francia en el contexto
internacional de la Segunda República, Madrid, Universidad Complutense, 1990. pp.
519-538.
REPRESENTACIÓN DIPLOMÁTICA DE LA
EMBAJADA FRANCESA DE MADRID EN 1936
ESCALAFÓN
FUNCIONARIO
EMBAJADOR
Jean Herbette
CONSEJERO
Adrien de Lens
SECRETARIO René Bonjean
AGREGADO COMERCIAL
Jean Juge
AGREGADO MILITAR
Teniente Coronel Louis Henri Morel
AGREGADO NAVAL
Teniente de Fragata Moullec
AGREGADO AÉREO
Jefe de Batallón Bizard
482
483
ANEXO II
Fuente: Archivo del Ministerio de Asuntos Exteriores y Cooperación, serie de
Personal (Expedientes Personales).
REPRESENTACIÓN DIPLOMÁTICA DE LA EMBAJADA Y CONSULADO GENERAL ESPAÑOLES DE PARÍS EN JULIO-SEPTIEMBRE DE 1936
ESCALAFÓN
FUNCIONARIO
ACTITUD ANTE LA SUBLEVACIÓN
EMBAJADOR Juan Francisco Cárdenas Proinsurgente
ENCARGADO DE NEGOCIOS Y CONSEJERO
Cristóbal del Castillo Proinsurgente
CÓNSUL GENERAL (encargado de negocios en funciones)
Antonio de la Cruz Marín Prorrepublicano
CÓNSUL EN LILLE (en comisión de servicio en París)
Felipe García Ascot Prorrepublicano
VICECÓNSUL
Ramón Artero Proinsurgente
AGREGADO COMERCIAL
Francisco Javier Meruéndano Hermoso
Proinsurgente
AGREGADO COMERCIAL
Luis Muñoz de Miguel Proinsurgente
AGREGADO MILITAR
Antonio Barroso Sánchez-Guerra
Proinsurgente
AGREGADO NAVAL
Arturo Génova Torruella
Proinsurgente
AGREGADO AERONÁUTICO
Carmelo de las Morenas Alcalá
Proinsurgente
AGREGADO AERONÁUTICO
Juan Aboal y Aboal Prorrepublicano
SECRETARIO DE SEGUNDA CLASE
Manuel Viturro Somoza
Proinsurgente
SECRETARIO DE SEGUNDA CLASE
Fernando de Kobbe Chichilla Proinsurgente
SECRETARIO DE SEGUNDA CLASE
Eduardo Casuso Gandarillas Proinsurgente
SECRETARIO DE SEGUNDA CLASE
Jaime Agelet Garriga Proinsurgente
SECRETARIO DE SEGUNDA CLASE
Luis Torres-Quevedo del Hoyo Proinsurgente
SECRETARIO DE SEGUNDA CLASE
Laureano Pérez Muñoz Proinsurgente
SECRETARIO DE SEGUNDA CLASE
Evaristo Clemente Cavadas Prorrepublicano
SECRETARIO DE TERCERA CLASE
Ramón Ruíz del Árbol Proinsurgente
SECRETARIO DE TERCERA CLASE
Gracia Prorrepublicano
RESPONSABLE DE SEGURIDAD
Francisco Mata Prorrepublicano
484
485
ANEXO III
DOCUMENTACIÓN ARCHIVÍSTICA SELECCIONADA
Los documentos diplomáticos que se ofrecen a continuación son
inéditos para la historiografía del asunto que nos ocupa. Tan sólo uno
(DDF, 2, II, T. 423, de 10 de julio de 1936, originariamente ADQO, E-167,
767-773. Secreto), sobre la entrevista que mantuvieron Manuel Azaña y
Jean Herbette el 10 de julio de 1936, fue publicado previamente en la
colección Documents Diplomatiques Françaises, y hemos decidido
incluirlo porque supone el ultimo testimonio documental escrito del
Presidente de la República antes del inicio de la guerra civil española y
hasta ahora no se le había dado la relevancia que creemos atesora.
En general, hemos intentado mantener un formato de presentación lo
más fiel posible a la estructura de los documentos originales, de la misma
manera que las traducciones están guiadas por el mismo afán; de ahí que en
ocasiones los signos de puntuación no correspondan exactamente con la
más correcta sintaxis castellana. Nuestro objetivo en esta tarea ha sido
evitar, en la medida de lo posible, la pérdida de la componente espontánea
que todos ellos guardan. Finalmente, advertir que cualquier subrayado y
mayúsculas o minúsculas inesperadas son copia del original, nunca una
licencia del autor.
486
I. INFORME SOBRE CONVERSACIÓN ENTRE EL EMBAJADOR DE
ESPAÑA EN PARÍS, JUAN FRANCISCO CÁRDENAS, CON EL MINISTRO DE
NEGOCIOS EXTRANJEROS FRANCÉS, PIERRE LAVAL, SOBRE LAS
CONSECUENCIAS PARA ESPAÑA DE LOS ACUERDOS DE ROMA (7 DE
ENERO DE 1935) FIRMADOS POR ITALIA Y FRANCIA. 22 DE ENERO DE 1935.
Archivo del Ministerio de Asuntos Exteriores, Archivo Renovado, R-901-7.
Política del Mediterráneo. 1935. Cárdenas. “Informe en relación con acuerdos
Laval-Mussolini y posibles derivaciones de éstos hacia Pacto del Mediterráneo”.
Confidencial. París, 22 de enero de 1935. (AMAE, R-901-7)
Embajada de España en París. CONFIDENCIAL. Nº 189. Dirección de Política
y Comercio
París, 22 de enero de 1935
Informa en relación con acuerdos Laval-Mussolini y posibles derivaciones de
éstos hacia Pacto del Mediterráneo
Como anuncié en mi telegrama nº 13 de II del corriente, por encontrarse en
aquella fecha en Ginebra este Ministro de Negocios Extranjero, no me ha sido posible
cumplir las órdenes que V.E. me comunicó en su telegrama núm. 15 hasta su regreso.
En la entrevista que he tenido con Monsieur Laval esta tarde, empecé haciéndole
presente la satisfacción con que ha sido recibida en España la firma de los acuerdos de
Roma y le felicité en nombre del Gobierno por su labor a favor de la paz. A
continuación le hice ver el interés especial que para el Gobierno español ofrece aquella
parte de los acuerdos relacionada con el problema africano, que sigue con gran atención
aunque desconoce aún los textos oficiales; a ello me replicó el señor Laval que había
entregado copias al señor Madariaga antes de salir de Ginebra. Aludí a continuación a la
afirmación publicada en la prensa asegurando que en Roma se había hablado de Tánger
y respecto a la cual el Sr. Laval no titubeó en calificarla de “fantasía periodística”. No se
expresó con la misma precisión al indicarle que tambien (sic) era objeto de múltiples
comentarios un supuesto cambio de impresiones sobre el problema mediterráneo no
negando hubiese tenido lugar si bien añadió que sólo se había referido en sus
conversaciones a problemas que afectan unicamente (sic) al Mediterráneo oriental. Ello
confirma la impresión recogida en la entrevista que tuve hace algún tiempo con el
487
Embajador de Turquía en París y de la que dí (sic) cuenta al Señor Subsecretario en
carta confidencial de 2 de diciembre último.
En efecto, Turquía celosa, o mejor dicho inquieta, por la presencia de Italia en la
Isla de Rodas, pide garantías de seguridad que hasta el momento considera no le han
sido ofrecidas por Italia de modo suficiente y por ello parece desea ampararse en
Francia para elaborar un pacto con Grecia, (cuya situación es análoga en el Dodecaneso)
pacto en el que se establecieron las garantías de seguridad que esperaba de Italia. A este
aspecto del problema, deduzco se quiso referir el señor Laval cuando aludió a los
intereses que se debatían en el Mediterráneo oriental. Claro está que en nuestro breve
intercambio de ideas no se entró en detalles refiriéndose solamente mi interlocutor al
aspecto del problema en la forma indicada más arriba. Sin acentuarlo demasiado por
falta de instrucciones concretas expresé a mi vez que me parecía dificil (sic) dividir el
problema mediterráneo en oriental y occidental y que, a juicio mío, si las
conversaciones preliminares llegan a tomar cuerpo, España no podría quedar ausente de
ellas, pues de ninguna manera estaría dispuesta a aceptar un pacto en cuya confección
no hubiese participado. M. Laval me dió (sic) a entender que en tal caso se contaría con
España.
Derivamos después hacia los problemas africanos en general y, previa la
salvedad de que yo no habia (sic) recibido aún instrucciones del Gobierno sobre el
particular, comenté que un periódico francés, “La Victoire, había hecho alusión a
posibles negociaciones con España para el arreglo de las cuestiones coloniales
haciéndose eco para ello de unas manifestaciones del diario madrileño “El Debate” que
analizaba bajo el título de: “Arrangements coloniaux” – “Après l’Italie peut-être
l’Espagne?”. Claro que no entré en detalles en mi conversación pero si (sic) dije al
señor Laval que tal vez convendría examinaramos (sic) juntos algún dia (sic) todos los
aspectos de nuestros problemas africanos, porque del cambio de impresiones podrían
surgir nuevas ideas que sirviesen para resolver los puntos de discrepancia y estrechar
mas (sic) nuestras amistosas relaciones.
Dada la importancia de los temas esbozados y la actividad diplomática del señor
Laval, cuyas caracteristicas (sic) de temperamenteo conciliador son conocidas,
agradecería a V.E. tuviese a bien comunicarme, si lo estima oportuno, las orientaciones
de carácter general que pudieran y a existir al efecto por parte del Gobierno de la
República.
El Embajador de España
488
Juan F. de Cárdenas
Excmo. Señor
Ministro de Estado
489
II. INFORME SOBRE CONVERSACIÓN ENTRE EL EMBAJADOR DE
FRANCIA EN MADRID, JEAN HERBETTE, CON EL SUBSECRETARIO DE
ESTADO SOBRE LAS CONSECUENCIAS PARA ESPAÑA DE LOS ACUERDOS
DE ROMA (7 DE ENERO DE 1935) FIRMADOS POR ITALIA Y FRANCIA Y UN
POSIBLE PACTO MEDITERRÁNEO. 31 DE ENERO DE 1935.
Archivo del Ministerio de Asuntos Exteriores, Archivo Renovado, R-900-13.
Pacto del Mediterráneo 1934-1935”. Este documento también se encuentra en
AMAE R-901-7, “Política del Mediterráneo. 1935. Conversación con el Sr.
Embajador de Francia el 31 de enero de 1935. Sin firma. (AMAE, R-900-13)
CONVERSACIÓN CON EL SEÑOR EMBAJADOR DE FRANCIA
EL 31 DE ENERO DE 1935
El Sr. Embajador de Francia manifestó al Subsecretario de Estado que con
referencia a la declaración ministerial relativa a política internacional, y más
especialmente a política en el Mediterráneo, creía deber recordar que con fecha 24 de
junio había ya manifestado al propio Subsecretario, a propósito de una información del
corresponsal de un periódico español, según la cual Francia se interesaba en un pacto
mediterráneo del que España se hallaría excluida que, trasmitida esa información a su
Gobierno, éste aseguraba que si eventualmente hubiere lugar a estudiar la conveniencia
de dicho pacto, Francia concedería el mismo interés a la presencia de España que el que
tuvo ocasión de mostrar cuando se trató del mismo problema en vísperas de la
conferencia de Londres, el año 1930.
El Subsecretario recuerda, en efecto, habiendo por lo demás tomado buena nota
de ello, que el Embajador de Francia había hecho las anteriores manifestaciones,
habiendo añadido que se proponía ratificar aquella comunicación ante el Sr. Ministro de
Estado, lo que efectuó el día siguiente 25 de junio.
El Sr. Herbette agregó que suponía que cuanto se había dicho acerca del
Mediterráneo se refería al Mediterráneo Occidental, por ser esta parte la que realmente
nos interesaba, comprendiendo que era perfectamente explicable el deseo de España de
no hallarse ausente en conversaciones que pudieran tener lugar sobre este problema,
pudiendo añadir al respecto que recientemente se había hecho saber, creo que al
Gobierno turco directamente, la conveniencia de que no hablaran de la conclusión de un
pacto mediterráneo, toda vez que las aspiraciones de Turquía en realidad se referían a
490
un problema mucho más limitado, y al hablarse del problema en general se podía dar
lugar a que España se considerase ausente o pospuesta.
Monsieur Herbette, a modo de reflexiones que el problema le sugería, manifestó
que, en realidad, era tal el avispero que el Mediterráneo Oriental suponía para quien no
tuviera intereses directos en el mismo, que, de poder él opinar libremente acerca de la
cuestión, no apetecería para España el que ésta mostrara el deseo de intervenir en el
mismo, ya que los problemas que en aquella parte de Europa se presentan son de poco
interés para nosotros y muy dados a sorpresas y disgustos; por el contrario -siguió
expresando- el Mediterráneo Occidental es un mar en el que los intereses de las cuatro
naciones directamente afectadas son perfectamente conocidos y sobre los cuales cabe
unanimidad en el acuerdo a los fines de que ninguna otra nación pretenda inmiscuirse
en lo que no le importa.
Monsieur Herbette creía haber expresado al Subsecretario que en ningún
momento se había hablado en Roma del problema de Tánger; advertido de que no era
ese el caso, rectificó añadiendo que era cierto que la conversación que él había creído
sostener con el Subsecretario lo había sido con el Sr. Ministro; “En todo caso –
manifestó el Sr. Herbette- lo que dije al Sr. Ministro fué (sic) lo siguiente: “No se ha
hablado en Roma del problema de Tánger; lo que ha ocurrido es que en ocasión en que
los técnicos de uno y otro país hablaban de los problemas de África, los italianos
expresaron la opinión de que Francia no reconocía de buen grado los intereses de Italia,
habiendo contestado los técnicos franceses que no era ese el caso, puesto que el año 28,
voluntariamente, Francia había consentido sacrificios en Tánger que permitieron a Italia
una intervención acusada en la administración de la ciudad; de ese solo modo se habían
referido los técnicos de ambas naciones a la ciudad de Tánger”.
El Subsecretario se limitó a escuchar al Sr. Herbette, sin perjuicio de que ponga
en duda que sea completamente cierto lo que sobre Tánger expuso el Embajador, ya que
probablemente hubo ocasión de referirse en Roma a la modificación que se pretende de
las tarifas aduaneras del Imperio, y como es asunto que concierne e interesa
especialmente a Francia, Italia no habrá desaprovechado seguramente la ocasión de
expresar en qué condiciones se hallaría dispuesta a acceder a los deseos de Francia,
siendo lo más probable que con este motivo se hallan referido los técnicos a problemas
que tanto nos interesan.
Por lo demás, el Sr. Herbette en relación a este mismo asunto de Tánger, expresó
como de pasada su creencia de que no convenía a ninguna de las naciones
491
principalmente interesadas dar lugar a que las ótras (sic) pudieran pretender intervenir
en la cuestión, ya harto difícil aún limitada como ahora se encuentra; en suma, el Sr.
Herbette expresaba la creencia de que no se debía dar lugar a la revisión, lo que me hace
creer que esa es la posición del Gobierno francés; el Sr. Herbette terminó esta parte de
su conversación manifestando se hallaba completamente a nuestra disposición por si
deseábamos documentación acerca del problema del Mediterráneo. El (sic), diplomático
y antiguo periodista, poseía elementos que seguramente pudieran interesarnos.
492
III. INFORME SOBRE CONVERSACIÓN ENTRE EL EMBAJADOR DE
ESPAÑA EN PARÍS, JUAN FRANCISCO CÁRDENAS, CON EL MINISTRO DE
NEGOCIOS EXTRANJEROS FRANCÉS, PIERRE LAVAL, SOBRE LAS
CONSECUENCIAS PARA ESPAÑA DE LOS ACUERDOS DE ROMA (7 DE NERO
DE 1935) FIRMADOS POR ITALIA Y FRANCIA. 12 DE FEBRERO DE 1935.
Archivo del Ministerio de Asuntos Exteriores, Archivo Renovado, R-901-7.
Política del Mediterráneo. 1935. Cárdenas. “Referente política de España en el
Mediterráneo occidental y Marruecos”. París, 12 de febrero de 1935. (AMAE, R-
901-7)
Nº 318. Política y Comercio. Ultramar y Asia
París, 12 de febrero de 1935. Referente política de España en el Mediterráneo
occidental y Marruecos.
Excmo. Señor
Creo de mi deber poner en su superior conocimiento que parte de la prensa de
esta capital ha aludido a los comentarios del “Giornale d’Italia” sobre recientes
declaraciones de V.E. relativas al pacto Laval-Mussolini.
Aunque V.E. ya tiene conocimiento de dichos comentarios creo, sin embargo,
util (sic) señalar a su atención que la prensa francesa a que aludo ha entresacado de los
mismos la parte que seguramente adquiere para nosotros mayor relieve y que cito a
continuación: “Las alusiones hechas por el Representante del Gobierno español a los
derechos de su país a participar al reglamento de la cuestión concerniente a la zona
occidental del Mediterráneo no pueden mas (sic) que encontrar la mejor acogida por
parte de Italia. No se puede en efecto ni ignorarlas ni negarlas dado que se derivan de la
posición geográfica d España, de sus tradiciones históricas y de sus intereses vitales.
Aunque la prensa francesa no ha comentado el artículo del “Giornale d’Italia” a
que vengo aludiendo, estimo, sin embargo, que el hecho de haber difundido la parte del
mismo relacionada con nuestras justas aspiraciones, constituye un hecho que debe
subrayarse.
Por otra parte unos cuantos periódicos de esta capital han dado cuenta de las
declaraciones del señor Moreno Calvo a la revista “Blanco y Negro” sobre las
reivindicaciones de España en Marruecos.
493
El diario “La Victoire” de 6 del actual, en un artículo firmado por su redactor
diplomático M. Georges Biénaimé, ha publicado, a raiz (sic) de estas declaraciones,
consideraciones altamente favorables sobre nuestra política norteafricana. Dice entre
otras cosas, refiriéndose a Tánger “nuestros amigos españoles desearian (sic) que ciertas
kabilas de la retaguardia de Melilla fueran reintegradas a España. Ello sería
perfectamente equitativo si en Madrid existe el firma propósito de hacer que reine la
tranquilidad entre esas tribus”.
Y refiriéndose al territorio de Ifni el articulista dice: “La proximidad de Ifni con
Canarias confiere a este territorio una especial importancia. España desearia (sic) que le
fuera posible comunicar facilmente (sic) con Río de Oro. Ello sería, al parecer,
perfectamente factible y sin abandonar Francia su soberanía sobre el país intermediario”
y prosigue “Esta región viene a ser hoy el lugar de paso y de aterrizaje de los aviones
París-Madrid-Dakar, asi (sic) como de la red de Sudamérica, cuya importancia aumenta
de día en día, por lo que la larga banda territorial de Río de Oro, que pertenece a
España, adquiere una utilidad nueva. Francia, pues, tiene indudable interés en concertar
un arreglo amistoso con España con respecto a este territorio, cuya parte Sur es contigua
a la Mauritania francesa”.
Finalmente el articulista concluye diciendo, al examinar la parte de las
declaraciones del señor Moreno Calvo referentes a la bahía del Galgo que “a España ha
dejado durante mucho tiempo indiferente esta región. Francia ha hecho acto de
ocupación de la misma. Lo ha guarnecido de tropas e ingenieros que han creado un
lugar de pesca tan fructuosa en aquellas regiones que a España tambien (sic) puede
beneficiar si las dos Naciones desean concertar un acuerdo indispensable en esta parte
del Sahara Atlántico.
El Embajador de España
Juan F. de Cárdenas
Excmo. Señor
Ministro de Estado
494
IV. INFORME DEL EMBAJADOR DE ESPAÑA EN PARÍS, JUAN
FRANCISCO CÁRDENAS, SOBRE PROPAGANDA NAZI EN ESPAÑA. 9 DE
OCTUBRE DE 1935.
Archivo del Ministerio de Asuntos Exteriores, Archivo Renovado, R-842-6.
Referente propaganda alemana en España. 9 de octubre de 1935. (AMAE, R-842-
6)
Embajada de España en París. Dirección de Política y Comercio. Sección de Europa
París, 9 de Octubre de 1935
Referente propaganda alemana en España.
EXCMO. SEÑOR.
La “Journée Industrielle” de ayer publica una información de su corresponsal en
Madrid, cuyo interés no se me oculta y por ello estimo deber ponerla en conocimiento
de V.E.
Dicha información que viene intitulada: “Alemania aprovecha la confusión
europea para intensificar su propaganda.- El caso de España” dice así:
“Se sigue aquí, concediéndole interés tan importante como en los demás lugares,
el desarrollo de los asuntos ginebrinos, pero con tendencia a razonarlos con relación a
Alemania, ya que la propaganda de Berlín en España es a tal punto insidiosa y masiva.
“El argumento final, que se murmura apenas cerca de los espiritus (sic) politicos
(sic), pero que se viene discutiendo con infinita subtilidad (sic) es el siguiente:
Inglaterra está persiguiendo su anhelo de imponer su voluntad al mundo, y este (sic) se
encontrará bien pronto con la “pax britannica”. Un solo país puede restablecer un
equilibrio de influencias amenazadas: es Alemania.
Y es que si, por otra parte, se objetara que la expansión alemana va resultando a
su vez belicosa, en muchos sectores de la opinión, se recordaría con crudeza que España
neutral nunca fué (sic) tan activa como en la pasada guerra y que las complicaciones
europeas no tendrían para ella tan solo (sic) repercusiones desfavorables.
Bajo el epígrafe “una invasión pacífica” la información prosigue:
“El aleman (sic) se fija en todas partes. Los hay en número de 40.000 en la
península contra menos de 10.000 franceses. El turista español se halla practicamente
(sic) entregado a las manos germánicas, en numerosas empresas privadas los alemanes
495
son corresponsales, secretarios a bajo precio y a veces incluso sin más medios de
existencia inteligibles que aquellos que le proporcionan desde su casa. Buques de guerra
visitan a España tributándoseles una acogida triunfal. Berlín, desprovisto de dinero,
compra en la península crecidas cantidades de materias primas.
“La acción no es menos viva en el dominio del espiritu (sic). Alemania hace en
nuestra casa un gran esfuerzo de prensa: fotografías, postales, representando a las
distintas manifestaciones del restablecimiento aleman (sic) pueblan los escaparates de
los almacenes especializados. Recientemente se ha descubierto una estación emisora
clandestina alemana, que no debe ser la única de su especie.
“Tal es la situación. Mientras tanto los países que Alemania amenazó en el
pasado se hallan enfrentados en un cruento debate, Berlin (sic) “trabaja” uno de los
paises (sic) neutrales, cuyo papel seria (sic) decisivo en caso de conflicto europeo ¿es
que en Ginebra por fin van a darse la pena de abrir los ojos y echar la mirada hacia
donde se halla el verdadero peligro?.
El Embajador de España:
Juan F. de Cárdenas
EXCMO. SEÑOR
Ministro de Estado
496
V. COMUNICACIÓN DEL EMBAJADOR FRANCÉS EN MADRID, JEAN
HERBETTE, A PIERRE LAVAL, PRESIDENTE DEL CONSEJO Y MINISTRO DE
NEGOCIOS EXTRANJEROS, SOBRE LA APERTURA DE LA CAMPAÑA
ELECTORAL DEL 16 DE FEBRERO DE 1936. 9 DE ENERO DE 1936.
Archives du Ministère des Affaires Étrangères (Quai d´Orsay),
Correspondance Politique et Commerciale, 1914 à 1940, Série Z Europe, Sous-
série Espagne 1930-1940, carton 165, dépêche 34, de 9 de enero de 1936. Herbette a
Laval. Apertura de la campaña electoral. (ADQO, E-165, 34, de 9 de enero de
1936).
EMBAJADA DE LA REPÚBLICA FRANCESA EN ESPAÑA. DIRECCIÓN
DE ASUNTOS POLÍTICOS Y COMERCIALES. EUROPA. Nº 34
Madrid, 9 de Enero de 1936
Sr. Jean HERBETTE, EMBAJADOR DE LA REPÚBLICA FRANCESA EN
ESPAÑA, A SU EXCELENCIA SEÑOR Pierre LAVAL,
PRESIDENTE DEL CONSEJO,
MINISTRO DE NEGOCIOS EXTRANJEROS.
Apertura de la campaña electoral.-
Por primera vez desde el 6 de Octubre de 1934, los periódicos de Madrid han
aparecido esta mañana sin estar sometidos a la censura. Así pues, hoy comienza
realmente la campaña electoral para el escrutinio del 16 de Febrero.
Los extractos de prensa que envío cada día a Su Excelencia son suficientes para
describir, por el testimonio mismo de los principales actores, las peripecias cotidianas
de la lucha entablada después de la disolución de las cortes. Es necesario observar estas
peripecias, pero no es necesario dejarse absorber por ellas: nos perderíamos. Es más
importante asir el curso de los acontecimientos que contemplar cada acontecimiento en
sí mismo.
Este curso está hoy orientado hacia la izquierda. Nada es más natural. Durante
más de dos años, el Gobierno ha sido de derecha. Después de quince meses, la autoridad
de la derecha se ejerció sin garantías constitucionales. Decepciones, cóleras y odios se
497
han amontonado en la izquierda. En el momento que la libertad de palabra y de pluma
se restableció, todos estos sentimientos hasta la locura desbordante, como un torrente,
han abierto las compuertas. Desde esta mañana, EL SOCIALISTA y LA LIBERTAD
comienzan a publicar los relatos de las atrocidades cometidas durante la rebelión de
Asturias. En un país impulsivo como es España, tales imágenes producen más efecto
que los argumentos mejor razonados. ¿Hasta donde llegará la ira de la izquierda? Es
demasiado pronto para juzgarlo.
Sin embargo no hay acción sin reacción. Los progresos de la izquierda pueden
inquietar a la “masa neutra” de electores y sobre todo de electoras. Todos los
ciudadanos que teman una amenaza hacia la propiedad, la familia o la religión pueden
canalizarse hacia la derecha. Es lo que esperan los hombres políticos experimentados
que la suerte no ha favorecido durante estos últimos meses. Predicen que, en definitiva,
las derechas triunfarán en las elecciones. Fundan esta hipótesis en la esperanza de su
propia resurrección. No es que ellos se alineen con una monarquía o una dictadura: no
lo creen, pero se dicen que las próximas Cortes serán las de una República
conservadora.
El Gobierno actual, por su parte, desearía mantenerse entre los dos extremos y
preparar las elecciones en el justo medio. Quizás cuentan menos con la victoria de
numerosos candidatos centristas que con un reagrupamiento de partidos después del
escrutinio. ¿Visto que un pequeño grupo de personalidades conocidas y respetadas se
preparan a entrar en las Cortes, con un programa moderado, será imposible que varios
diputados elegidos con el apoyo de los votos monárquicos, o bien de votos socialistas,
se unan a este grupo moderado para formar un partido tapón? En suma, la constitución
de un centro republicano se producirá por una cristalización gradual, alrededor de un
núcleo apropiado, durante las semanas que sigan a las elecciones.
De las tres eventualidades principales que acaban de ser esbozadas –triunfo de
las izquierdas, triunfo de las derechas, supremacía del centro– la primera aparecería hoy
como la más posible. Hoy en efecto, como se ha sido dicho más arriba, toda la presión
acumulada en la izquierda comienza bruscamente a hacerse sentir. Por contra, las
derechas padecen la usura que se ha sufrido desde el poder y sufren más aún, parece, de
la violencia excesiva con la que el Sr. Gil Robles ha empezado su campaña. En cuanto
al centro, sería necesario contar, en alguna medida, con el prestigio de un hombre
extremadamente amado por los unos y extremadamente temido por los otros. Entonces
el jefe del Gobierno actual es, siguiendo las palabras del Sr. Clémenceau, en 1906, un
498
“viejo debutante”; no domina el paisaje y, le dominará él, a la manera de un volcán más
que de una cima. El Jefe del Estado está en una situación que exige infinita abnegación,
pues una victoria de las izquierdas le parecerá peligrosa y una victoria de las derechas le
será fatal; su ejemplo puede bien demostrar la necesidad de un centro, pero no puede
asegurar la formación, pues no es suficiente ser indispensable para existir. En efecto, el
único hombre cuya estatura sobrepasa la actual melé es el Sr. Azaña. El anciano
presidente del Gobierno no es ni jacobino ni menos aún colectivista y, si vuelve al
poder, no tardará quizá en encontrarse obligado a luchar contra las fuerzas de la
revolución; pero visto el encarnizamiento con el que ha sido atacado por la derecha, no
le queda otro recurso que negociar la unión de las izquierdas y si consigue las
elecciones, los socialistas las conseguirán con él, si no, más que él.
Los días que vienen verán sin duda cambiar más de una vez las perspectivas que
se perciben hoy. Por otro lado España se compone de regiones bien distintas y los
cambios pueden operarse en sentido inverso según el lugar. Además los candidatos no
han sido aún presentados, es imposible de evaluar, incluso a grosso modo, la suerte de
los diferentes partidos en las diversas circunscripciones. Todo lo que se dice sobre la
derecha, por el momento, es que la batalla se ha entablado con una extrema aspereza y
que el prestigio del Gobierno que ha presidido no puede ser bastante resistente para
contener seguramente todas las fuerzas que se van a desplegar. Las explosiones son
pues posibles. En todo caso, si una combinación inesperada, una laxitud general o una
dispersión no vienen a disminuir antes del escrutinio la tensión de espíritus; es necesario
esperar que una victoria tan caramente disputada no sea tolerada por los vencidos. El 17
de Febrero, refugiados podrán presentarse en las fronteras de España. Sin pretender
adivinar por adelantado el bando al que ellos pertenecerán, se hará bien, en todo caso,
pensar que todavía existen los Pirineos.
Firmado: Jean Herbette
499
VI. COMUNICACIÓN DEL EMBAJADOR FRANCÉS EN MADRID, JEAN
HERBETTE, A PIERRE LAVAL, PRESIDENTE DEL CONSEJO Y MINISTRO DE
NEGOCIOS EXTRANJEROS, SOBRE LA FIRMA DEL PACTO ELECTORAL DEL
FRENTE POPULAR ESPAÑOL. 16 DE ENERO DE 1936.
Archives du Ministère des Affaires Étrangères (Quai d´Orsay),
Correspondance Politique et Commerciale, 1914 à 1940, Série Z Europe, Sous-
série Espagne 1930-1940, carton 165, dépêche 73, de 16 de enero de 1936. Herbette
a Laval. Pacto electoral de los partidos de izquierda. (ADQO, E-165, 73, de 16 de
enero de 1936).
EMBAJADA DE LA REPÚBLICA FRANCESA EN ESPAÑA. DIRECCIÓN
DE ASUNTOS POLÍTICOS Y COMERCIALES. EUROPA. Nº 73
Madrid, 16 de Enero de 1936
Sr. Jean HERBETTE, EMBAJADOR DE LA REPÚBLICA FRANCESA EN
ESPAÑA, A SU EXCELENCIA SEÑOR Pierre LAVAL,
PRESIDENTE DEL CONSEJO,
MINISTRO DE NEGOCIOS EXTRANJEROS.
Pacto electoral de los partidos de izquierda.-
El pacto en virtud del cual los partidos de izquierda y de extrema izquierda van a
firmar para reunir listas comunes de candidatos, encaminadas a las elecciones generales
que han sido fijadas para el 16 de Febrero próximo, ha sido publicado hoy y, como
testimonian los comentarios de la prensa, han atraído de todas partes la más viva
atención. Antes de analizar el texto, conviene considerar su razón de ser y nombrar sus
firmantes.
(…) En primer lugar reafirma las medidas de recuperación que las izquierdas
estiman obligatorias de tomar desde las primeras semanas o los primeros meses de la
nueva legislatura. Sobre su definición, el acuerdo es completo entre republicanos de
izquierda y socialistas. Pero este acuerdo completo es naturalmente limitado, en el
tiempo, por la duración necesaria de la ejecución de las medidas concertadas. Durante
este plazo, un Gobierno republicano de izquierda estará asegurado, en principio para
500
vivir con el sostén de los socialistas. Una vez que este plazo pase, la cuestión será saber
si el Gobierno republicano de izquierda tendrá aún una mayoría parlamentaria.
Un segundo grupo de elementos contenidos en el pacto electoral se compone, si
no me equivoco, de medidas a más largo plazo sobre las que los republicanos de
izquierda y los socialistas se entienden igualmente. Tales son las medidas relativas a las
autonomías regionales, a la política exterior, a la enseñanza pública, a los trabajos de
interés general, etc… Aquí están los factores que podrían contribuir eficazmente al
mantenimiento de la alianza parlamentaria de los republicanos de izquierda y de los
socialistas. Pero estos factores no son suficientes para garantizar que la alianza se
mantenga.
Queda un tercer tipo de medidas: las que los republicanos de izquierda
consideran como reformas máximas, en tanto que los socialistas las contemplan como
logros más o menos tímidos, y generalmente insuficientes, hacia la instauración del
socialismo; es el caso de la legislación agraria, industrial, bancaria, fiscal, así como los
remedios para el paro. ¿Los socialistas consentirán votar, en las futuras Cortes, textos
legislativos que dejan de lado algunas de sus principales aspiraciones? Sin duda,
modificando el reglamento de las Cortes y desarrollando el papel de las comisiones
parlamentarias en la elaboración de leyes, se eliminarán muchos riesgos de conflictos
entre el Gobierno republicano de izquierda y la facción socialista de su mayoría: en
particular, se evitarán ciertas votaciones molestas sobre enmiendas socialistas que el
Gobierno rechazaría. Así no quedará más que la solidaridad de la coalición ministerial
para someterla a pruebas penosas y repetidas.
También es razonable suponer que si el frente común de izquierda triunfa en las
próximas elecciones, el gabinete republicano de izquierda que se formará acto seguido,
bajo la muy probable presidencia del Sr. Azaña, no podrá apoyarse más que durante una
primera fase en los votos socialistas y se verá pronto obligado a buscar un
ensanchamiento de su mayoría hacia el centro. Es entonces, en una segunda fase, que se
podrá encontrar en el entorno del poder a los diputados centristas que el presidente del
Gobierno actual se esforzará en hacer nombrar.
Pero cualquiera que sea el valor de esta hipótesis, el pacto electoral de izquierda
permite expresar desde ahora dos juicios que parecen incontestables.
En primer lugar, el programa del frente común parece moderado. No se
encuentra en efecto nada de revolucionario, ni en los principios, ni en los métodos.
Además los republicanos de izquierda aceptan expresamente cuatro puntos esenciales,
501
en los que reposan las fórmulas de los socialistas. Por otro lado, la cuestión confesional
no se toca de ninguna manera y el antimilitarismo no tiene más lugar en este pacto que
el anticlericalismo. Después de la manifestación de las Juventudes católicas reclamando
“todo el poder” para el Sr. GIL ROBLES y en el momento en que los monárquicos
llevan, con el apoyo demasiado frecuente del clero, una campaña revolucionaria contra
el régimen y contra en jefe del Estado, el pacto que funda el frente único de izquierdas
se presenta, por contraste, como un monumento a la calma y a la mesura.
El segundo juicio que se puede aportar a este pacto, lo que por el momento
durante la campaña electoral abierta por el decreto de disolución, es la primera
manifestación de una política que abraza el conjunto de los problemas nacionales y se
propone la resolución por los procesos normales de legalidad. Los partidos de derecha
han concentrado su campaña contra lo que ellos llaman la amenaza revolucionaria. Es
un género de agitación que no es ciertamente inoperante, pero que tiene el defecto de ser
puramente negativo. Su carácter negativo se redobla, si se puede decir, desde el
momento en que el adversario se abstiene de subrayar la más mínima amenaza
revolucionaria y ofrece un programa de relajación moral, de mejoras materiales y de
progreso social en el que las principales soluciones socialistas son expresamente
desplazadas.
No es naturalmente en la prensa de izquierda que es necesario buscar la
confirmación de los dos juicios que preceden. La prensa de izquierda, como se verá por
mi boletín diario, se deshace en elogios sobre el pacto electoral; solamente, como no
goza de otro lenguaje, su testimonio es sin valor objetivo. Pero es la prensa de derecha
quien aporta, involuntariamente, una confirmación interesante a los juicios expresados
más arriba. En el editorial del órgano monárquico A.B.C. como en el de órgano católico
EL DEBATE, se nota el embarazo que el programa positivo y moderado de las
izquierdas inspira en las derechas marcadas por su campaña negativa y exaltada. A.B.C.
se limita a escribir, contra toda evidencia, que “los republicanos serán obligados a
gobernar bajo el dictado de una mayoría marxista”, que el pacto electoral “está lleno de
amenazas a la propiedad, a los bancos, a los salarios y a la clase de los contribuyentes”
y que “constituye finalmente un cártel revolucionario de provocación y de desafío a los
sentimientos de la nación y a todos sus intereses vitales”. Haría falta haber manejado
una pluma para conocer el sentido que traslucen tales declaraciones. En cuanto a EL
DEBATE, se manifiesta por un artificio que equivale a una confesión: no reproduce ni
comenta hoy más que la primera parte del pacto electoral, el que trata de las medidas
502
destinadas a deshacer lo que han hecho las derechas; en cuanto a la parte constructiva,
en la que los republicanos de izquierda rechazan las soluciones socialistas y trazan su
plan de economía nacional, de finanzas, de instrucción pública, de política agraria,
etc…, EL DEBATE las ignora fríamente para sus lectores hasta el día siguiente. Está
claro que el programa positivo de las izquierdas incomoda a las derechas.
Seguramente, esta incomodidad no durará más que un tiempo y las derechas no
están dispuestas a perder la esperanza de una victoria electoral de la que las izquierdas
no están seguras, incluso con un programa no revolucionario. En una campaña como
ésta, donde las dos fuerzas aparecen equivalentes y en donde, a fin de cuentas, las
mujeres votarán, no sería demasiado prudente adelantar pronósticos. Se nota hoy que el
pacto electoral de izquierdas está redactado sabiamente. Pero no se puede predecir lo
que resultará mañana. Por otra parte el mañana no se puede predecir: se gana a fuerza de
inteligencia de trabajo y de moralidad.
Firmado: Jean Herbette
503
VII. COMUNICACIÓN DEL EMBAJADOR FRANCÉS EN MADRID, JEAN
HERBETTE, A PIERRE LAVAL, PRESIDENTE DEL CONSEJO Y MINISTRO DE
NEGOCIOS EXTRANJEROS, SOBRE ATENTADOS DE CARÁCTER POLÍTICO
EN ESPAÑA DURANTE LA CAMPAÑA ELECTORAL DE ENERO-FEBRERO DE
1936. 22 DE ENERO DE 1936.
Archives du Ministère des Affaires Étrangères (Quai d´Orsay),
Correspondance Politique et Commerciale, 1914 à 1940, Série Z Europe, Sous-
série Espagne 1930-1940, carton 165, dépêche 97, de 22 de enero de 1936. Herbette
a Laval. Atentados de carácter político en España. (ADQO, E-165, 97, de 22 de
enero de 1936).
EMBAJADA DE LA REPÚBLICA FRANCESA EN ESPAÑA. DIRECCIÓN
DE ASUNTOS POLÍTICOS Y COMERCIALES. EUROPA. Nº 97
Madrid, 22 de Enero de 1936
Sr. Jean HERBETTE, EMBAJADOR DE LA REPÚBLICA FRANCESA EN
ESPAÑA, A SU EXCELENCIA SEÑOR Pierre LAVAL,
PRESIDENTE DEL CONSEJO,
MINISTRO DE NEGOCIOS EXTRANJEROS.
Atentados de carácter político en España.-
Ciertos periódicos españoles de derecha comentan vivamente los atentados que
parecen multiplicarse desde hace algunas semanas en España. EL DEBATE publica esta
mañana una lista que se extiende desde el 31 de Diciembre hasta el 21 de Enero: los
atentados que señala habrían causado 36 víctimas, de las cuales 15 son muertos y 21
heridos.
De creer al órgano de la derecha católica, esta situación demostraría la debilidad
del Gobierno actual y sería resultado de la indulgencia excesiva de la Justicia. Escribe:
“Sufrimos las consecuencias, la terribles consecuencias de la impunidad. Los
poderes públicos han cesado de aplicar la ley a los criminales y a los asesinos y
esto, seguros de no ser castigados, pueden con pleno cinismo consagrarse al
asesinato de sus enemigos políticos y de los agentes de la autoridad. Lo que
504
favorece la impunidad, es este anacrónico concepto liberal de la Justicia que se
deja ganar por un sentimiento mórbido por una falsa compasión”.
Después de tomarla con el Tribunal Supremo quien, a su juicio, levanta
demasiadas penas de muerte, reprocha a los partidos de izquierda hacer campaña a favor
de la amnistía.
“El pistolerismo acumula víctima sobre víctima entre la gente de bien. Y encima
aparece en el horizonte la promesa de una amnistía que se debe aplicar a toda
suerte de delitos. Es necesario absolutamente impedir que esta promesa se
convierta en realidad”.
La prensa de izquierda replica afirmando que este recrudecimiento de la
criminalidad es obra de provocadores a sueldo de los partidos extremistas de derecha.
EL SOCIALISTA escribe:
“La filiación política o sindical de los agresores y de las personas atacadas
permite suponer que efectivamente los actos de violencia que, con una
insistencia y una rapidez bien raras, son cometidos en Madrid, responden a
motivos de carácter político o social…. No nos engañemos: estamos en
presencia de una operación sistemática, de tipo netamente fascista, contra los
socialistas, los comunistas y los sindicalcitas. No es un secreto para nadie que
existen bandas a sueldo de los partidos de derecha”.
El objetivo seguido por estos será el siguiente, de creer a EL SOCIALISTA:
“Se quiere empujar al Gobierno a adoptar medidas de rigor y anular aquellas que
convendría adoptar para restablecer un régimen absolutamente normal en la vida
civil. ¿Se busca solamente proporcionar a los partidos de derecha argumentos
para presentarse como los únicos guardianes del orden social?”.
Tal es igualmente la opinión de LA LIBERTAD, órgano republicano de
izquierda, que se expresa en términos más violentos:
“Es la táctica clásica de la reacción. Es el único motivo por el cual los enemigos
de la libertad, de la justicia y del derecho siembran el dinero a manos llenas.
Quieren lanzar a la calle a sus “pistoleros”, sus matones y sus asesinos. Quieren
repetir el vulgar refrán y antipatriótico de siempre: ¡En España la libertad no es
posible! ¡En España, un régimen de libertad no es viable!”.
Estos recortes testimonian sobradamente que a izquierda como a derecha el
recrudecimiento de los atentados es explotado con una intención política. ¿Pero los
505
atentados en sí mismos tienen este carácter político que le atribuyen los periódicos
extremistas de derecha y de izquierda?
Es necesario primero observar que la supresión de la censura da ahora más
publicidad a todos los crímenes, los cuales se prestan a reportajes sensacionalistas que
interesan al público.
De otra parte, los 46 atentados declarados desde el 31 de Diciembre al 21 de
Enero pueden organizarse de la manera siguiente:
A) Atentados sin carácter político:
Robos a mano armada = 16
B) Atentados de marcado carácter político:
Ataques contra la fuerza armada = 7
Colisiones entre fascistas y comunistas = 5
Agresiones contra vendedores de periódicos y distribuidores de folletos =
3
C) Atentados de carácter social:
Contra jefes de empresas y capataces = 2
Contra empresas (actos de destrucción, sabotajes) = 9
Contra obreros (diferentes de carácter sindical) = 4
Se constata a primera vista que los atentados de marcado carácter político no
suponen más que un tercio del conjunto.
Si se examina la repartición geográfica, se puede decir que los robos a mano
armada han sido cometidos en puntos muy variados del territorio, y que cuatro de ellos
(o sea, más de un cuarto) han tenido lugar en Barcelona.
Es igualmente en Barcelona donde se han registrado el mayor número de actos
de sabotaje, cuatro de los cuales han sido en empresas de transporte.
Por contra, es en Madrid que las diferencias de carácter sindical han producido
más víctimas (2 muertos y 4 heridos) entre los elementos afiliados, sean de sindicatos
socialistas, sean de sindicatos anarquistas.
En cuanto a los atentados de carácter político, se constata que los ataques contra
la fuerza armada (centinelas, fuerzas de policía y de guardia civil) son todos producidos
en puertos (a excepción de un caso de Madrid) y en las regiones más diversas de
España, de Cádiz a La Coruña y de Barcelona a Tenerife.
Por el contrario, otros atentados políticos han tenido lugar en Madrid o en los
alrededores de la capital (Talavera). A parte de las agresiones contra 2 vendedores de
506
periódicos extremistas de izquierda y contra un distribuidor de folletos de propaganda
fascista, los otros incidentes son producidos entre fascistas y extremistas de izquierda
sin que sea fácil determinar si los actos de provocación vienen más bien de unos que de
otros.
El análisis de los hechos –al menos de los que son informados– permite pues
llegar a la conclusión de que el número de atentados de carácter netamente político es
mucho menos elevado de lo que pretenden los periódicos y que se producen, sobre todo,
en la capital.
Sin embargo el periodo electoral parece contribuir a la frecuencia de atentados
en general; él sobreexcita a la gente y ciertos elementos pueden recurrir al asesinato,
bien para suprimir adversarios, bien para aterrorizar a la población en general.
¿Cuáles son estos elementos? Se necesitaría, para pronunciarse, conocer en cada
caso el resultado de una investigación imparcialmente. Es solamente a propósito de los
problemas universitarios que han comenzado en Barcelona, que han llegado a Madrid el
17 de Enero y que ahora se extienden a Málaga, Oviedo y Sevilla, pero que no han
tenido felizmente consecuencias trágicas hasta ahora, que la iniciativa parte
incontestablemente de la derecha.
Firmado: Jean Herbette
507
VIII. COMUNICACIÓN DEL EMBAJADOR FRANCÉS EN MADRID, JEAN
HERBETTE, A PIERRE LAVAL, PRESIDENTE DEL CONSEJO Y MINISTRO DE
NEGOCIOS EXTRANJEROS, SOBRE ENTREVISTA CON MANUEL AZAÑA
ACERCA LA CAMPAÑA ELECTORAL DE ENERO-FEBRERO DE 1936. 11 DE
FEBRERO DE 1936.
Archives du Ministère des Affaires Étrangères (Quai d´Orsay),
Correspondance Politique et Commerciale, 1914 à 1940, Série Z Europe, Sous-
série Espagne 1930-1940, carton 165, Télègrames 109-110, de 11 de Febrero de
1936. Herbette a Laval. Muy Confidencial. (ADQO, E-165, T. 109-110, de 11 de
Febrero de 1936).
NEGOCIOS EXTRANJEROS. DESCIFRADO. Nº 109-10
MADRID, 11 de Febrero de 1936 a las 22 horas
recibido el “ “ “ a las 24 horas
MUY CONFIDENCIAL
El Presidente Gobierno me ha dicho ayer por la noche, después de la cena
diplomática en el Palacio Nacional, que estaba a medio camino en la tarea que había
comenzado con vistas a las elecciones. Si hubiera dispuesto de un mes o solamente de
una quincena más, añadió, él habría tenido en las futuras Cortes una mayoría de
diputados ligados a su política. Tal como la situación se presenta ahora, se permite
esperar en la elección de un grupo de partidarios bastante numeroso para conseguir ser
el equilibrio entre las dos coaliciones de derecha y de izquierda. Concluyó “para un
hombre de mi temperamento, es desagradable”.
Entre los ministros presentes que son candidatos parecía haber general confianza
en su éxito personal. La impresión de conjunto era sin embargo bastante taciturna.
El Director del “Heraldo” que ha venido a verme hoy para la Exposición de
1937 me ha dicho que en numerosas provincias, los gobernadores civiles emplean todos
los medios para favorecer a las derechas y que las izquierdas van a las elecciones “con
un enorme handicap”. Me confirma que el domingo último las izquierdas pensaron en
retirarse de la lucha electoral invocando la incorrección del Gobierno y consideran la
508
eventualidad de que gracias a la prensa oficial, las derechas obtendrán la mayoría
absoluta en diputados.
JEAN HERBETTE
509
IX. COMUNICACIÓN DEL CÓNSUL FRANCÉS EN SAN SEBASTIÁN,
LASMARTRES, A JEAN HERBETTE, EMBAJADOR FRANCÉS EN MADRID,
ACERCA DE INCIDENTES POSTERIORES A LAS ELECCIONES DE 16 DE
FEBRERO DE 1936. 18 DE FEBRERO DE 1936.
Archives du Ministère des Affaires Étrangères (Quai d´Orsay),
Correspondance Politique et Commerciale, 1914 à 1940, Série Z Europe, Sous-
série Espagne 1930-1940, carton 165, Télègrame 1, de 18 de Febrero de 1936.
Lasmartres, cónsul francés en San Sebastián, a Herbette. (ADQO, E-165, T. 1, de
18 de Febrero de 1936).
NEGOCIOS EXTRANJEROS. DESCIFRADO. Nº 1
SAN SEBASTIAN, el 18 de Febrero de 1936
recibido por correo el 19 a las 17 h. 40
Contrariamente a lo que publica uno de nuestros más importantes diarios del
Suroeste relativo a la situación de España, la tranquilidad es absoluta, al menos en mi
circunscripción consular.
Si bien el resultado, inesperado, de la consulta electoral ha provocado un éxodo
hacia Francia de un cierto número de familias pertenecientes a los partidos de derecha,
no es menos verdad que éstas han abandonado el territorio español sin ninguna
dificultad y sin ser molestadas por nadie.
El hecho resultante de las elecciones del 16 de Febrero, en lo que concierne al
país vasco, es el retroceso del partido nacionalista defensor del estatuto, es decir, del
partido separatista.
LASMARTRES
510
X. COMUNICACIÓN DEL EMBAJADOR FRANCÉS EN MADRID, JEAN
HERBETTE, A PIERRE-ÉTIENNE FLANDIN, MINISTRO DE NEGOCIOS
EXTRANJEROS, SOBRE RESULTADOS ELECTORALES DEL 16 DE FEBRERO
DE 1936 Y EL PAPEL DE LA IGLESIA EN LAS ELECCIONES. 19 DE FEBRERO
DE 1936.
Archives du Ministère des Affaires Étrangères (Quai d´Orsay),
Correspondance Politique et Commerciale, 1914 à 1940, Série Z Europe, Sous-
série Espagne 1930-1940, carton 165, Télègrames 154, de 19 de Febrero de 1936.
Herbette a Flandin. (ADQO, E-165, T. 154, de 19 de Febrero de 1936).
EMBAJADA DE LA REPÚBLICA FRANCESA EN ESPAÑA. DIRECCIÓN
DE ASUNTOS POLÍTICOS Y COMERCIALES. EUROPA. Nº 223
Madrid, 19 de Febrero de 1936
Sr. Jean HERBETTE, EMBAJADOR DE LA REPÚBLICA FRANCESA EN
ESPAÑA, A SU EXCELENCIA SEÑOR Pierre-Étienne FLANDIN,
MINISTRO DE NEGOCIOS EXTRANJEROS.
Notas sobre las elecciones españolas del 16 de Febrero.-
Las breves reflexiones que Vuestra Excelencia encontrará aquí están
simplemente destinadas a aclarar un asunto en el que no se puede aún profundizar. No
se ha sabido hasta ahora que el primer efecto de las elecciones españolas que han tenido
lugar el 16 de Febrero sería la dimisión del gabinete Portela. Los resultados oficiales de
la consulta no deben ser divulgados hasta mañana y el Gobierno hoy dimisionario ha
tenido cuidado de respetar hasta ayer que ninguna información publicada fuera oficial.
En espera de hacer el análisis, es necesario limitarse a poner luz.
(…) Pienso al contrario, que el nuevo Gobierno republicano de izquierda hará
todos los esfuerzos imaginables para impedir que se toquen los edificios confesionales.
¿Pero ha sido razonable mezclar así la religión en las luchas políticas? El episcopado
español, a cuya cabeza se encuentra el cardenal-arzobispo de Toledo, ha redactado
homilías que ordenaban votar por la derecha. ¿No haría mejor en quedarse al margen de
la melé? La Santa Sede ha evitado tratar con los Gobiernos españoles que se han
511
sucedido desde las elecciones de 1933, contando sin duda con que las elecciones
siguientes mejorarían la revisión de la constitución republicana y la llegada de un
Ministerio aún más conciliador. ¿Ha llegado? Quizás el Sr. Gil Robles soñara
institucionalizar en España un régimen análogo al del Sr. Oliveira-Salazar en Portugal.
Si tal ha sido su cálculo y el de sus inspiradores, los acontecimientos lo han desmentido.
España no está mejor hecha para imitar hoy al Sr. Oliveira-Salazar que lo era, en
tiempos del general Primo de Rivera, para imitar al Sr. Mussolini. España es una nación
individualista que tiene grandes problemas colectivos que resolver. Es una tarea que no
es realizable más que por la libertad o por la revolución.
Firmado: Jean Herbette
512
XI. COMUNICACIÓN DEL EMBAJADOR FRANCÉS EN MADRID, JEAN
HERBETTE, A PIERRE-ÉTIENNE FLANDIN, MINISTRO DE NEGOCIOS
EXTRANJEROS, SOBRE LA PROPAGANDA HITLERIANA EN LAS
ELECCIONES. 11 DE MARZO DE 1936.
Archives du Ministère des Affaires Étrangères (Quai d´Orsay),
Correspondance Politique et Commerciale, 1914 à 1940, Série Z Europe, Sous-
série Espagne 1930-1940, carton 166, Télègrame 321, de 11 de Marzo de 1936.
Herbette a Flandin. (ADQO, E-166, T. 321, de 11 de Marzo de 1936).
EMBAJADA DE LA REPÚBLICA FRANCESA EN ESPAÑA. DIRECCIÓN
DE ASUNTOS POLÍTICOS Y COMERCIALES. EUROPA. Nº 321
Madrid, 11 de Marzo de 1936
Sr. Jean HERBETTE, EMBAJADOR DE LA REPÚBLICA FRANCESA EN
ESPAÑA, A SU EXCELENCIA SEÑOR Pierre-Étienne FLANDIN,
MINISTRO DE NEGOCIOS EXTRANJEROS.
La propaganda hitleriana en las elecciones españolas.-
Agradeciendo a Su Excelencia haber querido comunicarme el despacho
particularmente interesante que nuestro Embajador en Berlín le había dirigido el 27 de
Febrero y que he tenido el honor de recibir, puedo dispensarme de todo comentario ya
que el Sr. François-Poncet ha mostrado, en las últimas páginas de su informe, el carácter
farsante de la campaña llevada por la prensa hitleriana contra los partidos españoles de
izquierda.
Me limito pues a testimoniar que, contrariamente a las afirmaciones de los
periódicos nazis, ninguna propaganda francesa se ejerce en España para contribuir a una
victoria electoral de las izquierdas. Su Excelencia sabe, por las repetidas informaciones
de esta Embajada y por el espectáculo mismo de la prensa española, que no existe en
este país ninguna propaganda subvencionada por los intereses franceses y que nuestra
publicidad comercial, que será organizada más eficazmente, está en un estado de
inferioridad manifiesta que lamento profundamente no poder remediar.
513
Al contrario, son la Alemania hitleriana y la Italia fascista quienes gastan aquí
sumas considerables, al margen de todas las formas correctas de publicidad, para
adquirir una influencia indebida y para inmiscuirse en los asuntos interiores del país.
La cólera que la prensa hitleriana ha mostrado, en presencia del fracaso sufrido
por las derechas en las elecciones españolas del 16 de Febrero, merece quizá inspirar
otras dos observaciones.
Confirma de entrada que Alemania tiene pensado de antemano utilizar a España
contra Francia, deseo que no es nuevo puesto que apareció ya en los tiempos de
Bismarck antes de la guerra de 1870. Los dirigentes del Reich saben que esta utilización
es imposible ya que los republicanos de izquierda gobiernan en España; sería
relativamente fácil si España estuviera entregada a hombres de derecha tan limitados
como el actual Embajador de España en Berlín [Agramante] o que muestran tanta
animadversión hacia Francia como el actual corresponsal de EL DEBATE [Bermúdez
Cañete], al que la derecha católica le ha conseguido un asiento de diputado.
En segundo lugar, parece una vez más que si las propagandas de la Alemania
hitleriana y de la Italia fascista consiguen el resultado que persiguen, es decir si ellas
hacen imposible el funcionamiento de los regímenes democráticos en otras naciones, no
quedará más remedio que una sola solución para evitar la servidumbre de Europa y la
destrucción de la libertad de pensamiento: será el recurso de la revolución social. Esta
convicción se refuerza de una manera contundente por la entrada de las tropas alemanas
en Renania y se puede afirmar, en este sentido, que la Alemania hitleriana trabaja muy
eficazmente en la difusión de las ideas comunistas. Era también para el comunismo que
trabajaba el Estado Mayor de Guillermo II cuando dejó pasar a Lenin de Suiza a Rusia,
después de la caída del Zar.
514
XII. COMUNICACIÓN DEL EMBAJADOR FRANCÉS EN MADRID, JEAN
HERBETTE, A PIERRE-ÉTIENNE FLANDIN, MINISTRO DE NEGOCIOS
EXTRANJEROS, SOBRE LA SITUACIÓN INTERIOR ESPAÑOLA. 18 DE MARZO
DE 1936.
Archives du Ministère des Affaires Étrangères (Quai d´Orsay),
Correspondance Politique et Commerciale, 1914 à 1940, Série Z Europe, Sous-
série Espagne 1930-1940, carton 166, Télègrame 356, de 18 de Marzo de 1936.
Herbette a Flandin. Situación interior. (ADQO, E-166, T. 365, de 18 de Marzo de
1936).
EMBAJADA DE LA REPÚBLICA FRANCESA EN ESPAÑA. DIRECCIÓN
DE ASUNTOS POLÍTICOS Y COMERCIALES. EUROPA. Nº 365
Madrid, 18 de Marzo de 1936
Sr. Jean HERBETTE, EMBAJADOR DE LA REPÚBLICA FRANCESA EN
ESPAÑA, A SU EXCELENCIA SEÑOR Pierre-Étienne FLANDIN,
MINISTRO DE NEGOCIOS EXTRANJEROS.
Situación interior.-
En la situación interior en la que se encuentra actualmente España, es difícil
informarse al detalle para equivocarse en el conjunto; aparece aquí un fenómeno
parecido al que la naturaleza nos presenta a menudo: una multitud de acciones locales,
que se ejercen en diversos medios y escapan a nuestras observaciones engendra un
medio general del que podemos captar sus caracteres. Es necesario pues desconfiar de
todas las informaciones que se dicen precisas que se reciben sobre los acontecimientos
de España: incluso cuando son informados por pretendidos testimonio oculares dignos
de fe, no son nunca ciertos y su inexactitud puede frecuentemente ser demostrado
después del primer ensayo de verificación.
(…) Por el mismo motivo, el fascismo que crece incontestablemente no parece
constituir un peligro inmediato. Creció porque la burguesía, que había contado con el
Sr. GIL ROBLES y su derecha católica para refrenar la “revolución”, se percató que
este campeón perdió la partida y busca otro protector. Ella favorece pues el fascismo
515
que personifica hoy en prisión el Sr. PRIMO DE RIVERA hijo. Es al fascismo que van
voluntarios ahora los jóvenes de buena cuna y los donativos de sus familias, pero ni los
“pollos”, ni las pesetas tienen fuerzas de choque. Para hacer una contra-revolución se
necesita una situación contra-revolucionaria, como es necesaria una situación
revolucionaria para hacer una revolución. Una situación contra-revolucionaria llegará
quizá, pero no existe hoy.
Que la burguesía se separe al menos provisionalmente de la derecha católica se
concibe. Ella se separaría más si conociera aún ciertos detalles retrospectivos. El
Embajador de los Estados Unidos me ha contado que, un tiempo antes de las elecciones
del 16 de Febrero, recibió la visita del Sr. Francisco HERRERA, entonces administrador
de EL DEBATE. El hermano del fundador de Acción católica venía a contarle a mi
colega, de parte del Sr. GIL ROBLES dijo, los horrores que el Frente popular cometería
si ganaba las elecciones. Explicó estas singulares confidencias por el interés que
afectaba a los grandes capitales americanos invertidos en España, y anunció la intención
de hacer una gestión parecida cerca del Embajador de Inglaterra. Como este último le
confió después al Embajador de Estados Unidos, el Sr. Francisco HERRERA puso su
proyecto en ejecución, declarándose muy preocupado por el resultado de las elecciones;
declaró a Sir Henry CHILTON el mismo género de Apocalipsis. Después se trasladó,
siempre según el testimonio del Sr. BOWERS, a la embajada de Alemania; en esta
ocasión llegó a sugerir al conde WELCZECK una gestión cerca del Presidente de la
República, para disuadirle de favorecer la organización de un partido centrista,
competidor de las derechas en la consulta que se aproximaba. Estoy convencido de
antemano que mi amable colega alemán, que ha visto caer tantos regímenes sin ser
jamás afectado por las ruinas de ninguno de ellos –pavidum non ferient ruinae– estuvo
dispuesto a seguir enseguida la sugerencia del Sr. Francisco HERRERA e incluso luego
logró borrarlo de la memoria. Pero en fin, para un partido que presume de super-
patriotismo, la idea de dirigirse a los Embajadores extranjeros debe ser muy difícil de
conciliar con sus deberes hacia España. Debe ser necesario una interpretación
extremadamente “molinista” para ajustar concepciones tan diferentes de la política
nacional.
Repitamos pues: si la burguesía se separa de la derecha católica, no nos puede
extrañar. Pero puede ser sorprendente que ella vire ahora hacia el fascismo. El fascismo,
en la España actual, no posee el gran factor de fuerza que disponía la derecha católica,
es decir el apoyo unánime del clero obediente a la jerarquía episcopal. Se siente incluso
516
un poco el fagot. Pero sobre todo, no puede más que reaccionar mediante la violencia.
Se puede decir muchas cosas a favor de la violencia, y estaría fuera de lugar comentar
aquí a Sorel, pero hay un punto que se debe tener en cuenta cuando se trata de España:
la violencia no es popular más que si consigue el éxito. No parece que los fascistas
vayan a tener éxito en este momento. Que se le supone ser responsables de quemar
iglesias y conventos para provocar una reacción irremediable de sentimiento católico, es
una hipótesis de la que nada aún se ha demostrado, aunque se haya arrestado en dos
iglesias de Madrid jóvenes de derecha armados. Nada permite afirmar, en efecto, que
estas armas, parecido a un sable famoso, eran indiferentemente destinadas a defender la
iglesia o a destruirla. Pero suponiendo incluso que los fascistas hayan intentado
provocar una reacción irremediable, se debe reconocer que esta reacción no tiene
ningún producto. La noche del 13 de Marzo, cuando yo recorría los alrededores del
incendio que iluminaba la calle Montera para ocuparme de ver si el fuego de esta iglesia
española corría el riesgo de extenderse a nuestra iglesia francesa de San Luis, oí a un
farmacéutico que hablaba tranquilamente con un vecino en el umbral de su puerta y que
hablando de las llamas que veíamos elevarse, decía en un tono soberanamente
indiferente: “Es más bonito todo a la vez”.
Sería necesario añadir algunas palabras sobre la situación del campo. No puedo
presumir de conocerlo, sólo de pasada. Pongamos por ejemplo los acontecimientos
recientes de Jumilla, en la provincia de Murcia. De un relato que no contiene más que
falsos lamentos, dos fascistas han matado a un republicano en una emboscada y la
multitud, exasperada por ver que no les arrestaban, ha reclamado su encarcelación
después de lincharlos en el momento que les conducían a prisión. Pero en otra versión
igualmente verídica, se sabe que en Jumilla ha habido solamente un muerto, de manera
que los dos fascistas parecen haber resucitado. Podemos citar muchas otras falsedades
parecidas, la opción más prudente a tomar, es pues limitarse a generalidades muy vagas.
En este asunto, me parece discernir que los campesinos están repartiéndose un
gran número de propiedades rurales, no solamente en las dos provincias de Extremadura
(Cáceres y Badajoz) sino también en provincias limítrofes como Salamanca (rica en
latifundios), Toledo, Ciudad Real, Huelva. El gobierno no intenta oponer a estos
campesinos los fusiles de la guardia civil, tiene razón, pues la sangre correría y la
guardia civil pronto sería desbordada. Se limita pues a legislar por decretos para
regularizar en tanto que tiene el poder, y por legitimar en tanto que sienta la necesidad,
la mano del paisano sobre la tierra. Yo informé de estos decretos en otras
517
comunicaciones y no volveré sobre ello. Seguramente esta manera de realizar la reforma
agraria no es la más recomendable. Pero, dado que los partidos de derecha no han hecho
nada en este sentido durante su estancia en el poder, es la única vía que queda abierta.
¿Se llegará así a una solución definitiva? Puede que no, porque los propietarios
desposeídos nunca tendrán probablemente la renta prescrita y porque los campesinos
tampoco tendrán probablemente los recursos necesarios para trabajar sus explotaciones
agrarias y para vivir esperando la siguiente cosecha. Peor, los problemas que subsisten
también se presentan en un orden disperso, lo que podrá facilitar su solución. Y,
contemplando las cosas con una cierta perspectiva, como si estuviera separado de los
acontecimientos actuales por todo el ámbito de los cementerios donde dormirá más
tarde la actual generación, no está prohibido esperar que los campesinos de ahora en
adelante poseedores de la tierra serán un elemento de estabilidad en la España del
futuro.
Estas notas que preceden están bien lejos de describir el asunto y sería feliz si
ellas no lo desfiguraran demasiado. Su conclusión, aunque provisional, será
simplemente esta: actualmente las posibilidades de una evolución más o menos pacífica
no son descartables en España y por consecuencia los acontecimientos dependen
todavía de los hombres. Pueden los hombres que gobiernan mostrarse como buenos
cirujanos, sabiendo cortar, y cortar solamente para sanar./.
Firmado: Jean Herbette
518
XIII. INFORME SECRETO DEL ESTADO MAYOR DEL EJÉRCITO (2ÉME
BUREAU) ENVIADO A PAUL BARGETON, DIRECTOR DE ASUNTOS
POLÍTICOS Y COMERCIALES DEL MINISTERIO DE NEGOCIOS
EXTRANJEROS SOBRE LA NUEVA POLÍTICA EXTERIOR DE ESPAÑA Y LA
INFLUENCIA DE MOSCÚ SOBRE LA SITUACIÓN POLÍTICA INTERIOR. 7 DE
ABRIL DE 1936.
Archives du Ministère des Affaires Étrangères (Quai d´Orsay),
Correspondance Politique et Commerciale, 1914 à 1940, Série Z Europe, Sous-
série Espagne 1930-1940, carton 166, de 7 de Abril de 1936. Estado Mayor a
Bargeton. Secreto. (ADQO, E-166, de 7 de Abril de 1936).
MINISTERIO DE LA GUERRA. ESTADO MAYOR DEL EJÉRCITO. 2ÉME
BUREAU. SECCIÓN DE INFORMACIONES. Nº 388
Para monsieur BARGETON. Ministerio de Negocios Extranjeros. Dirección de
Asuntos Políticos y Comerciales. Europa. Secreto
París, 7 de Abril de 1936
ESPAÑA
NUEVA POLÍTICA EXTERIOR
(Informador muy bien situado)
El informador que ha tenido varias entrevistas con personalidades políticas de
primer plano que forman parte del Gobierno español cree poder resumir como sigue, el
punto de vista actual de la mayor parte de los miembros de este Gobierno en lo que
concierne a la política exterior de España:
- La política exterior de España debe estar regulada en el espíritu del Pacto en
pleno acuerdo con Francia.
- Se considera la posibilidad de una unión latina (Francia, España, Italia,
Bélgica) apoyada, gracias a los buenos oficios de España, sobre la simpatía e incluso un
acuerdo eventual, muy posible, con las repúblicas de la América del Centro y del Sur.
- De otra parte, España, que goza de una situación especial, podría alinear todas
las pequeñas potencias para imponer el respeto del pacto a las potencias bajo la
519
amenaza de abandonar colectivamente la S.D.N. (es de desatacar que el Sr. BARCIA ha
tenido en Londres conversaciones con los delegados de las pequeñas potencias).
- España goza, en general de la simpatía del mundo musulmán pudiendo incluso
garantizar la benevolencia de los musulmanes en relación a los países latinos unidos y
ligados por un Pacto de amistad.
- En general se es de la opinión, que el peligro de una guerra en Europa no es
inminente, pero que solamente un milagro podría asegurar todavía 5 años de paz./.
ESPAÑA
SITUACIÓN POLÍTICA INTERIOR.
INFLUENCIA DE MOSCÚ
(Informador muy bien situado)
I – LARGO CABALLERO, jefe de los socialistas de extrema izquierda, parece
estar completamente bajo la influencia de Moscú.
Ha recibido muy recientemente, por ejemplo, de Moscú 500.000 Pesetas, para
comprar la imprenta del periódico “Diario de Madrid” que no sale desde hace algún
tiempo. Este periódico se convertirá en el periódico del partido. Este último tendrá,
además, un semanario: “Claridad”.
II – Las juventudes socialistas presididas por LARGO CABALLERO acaban de
unirse con las juventudes comunistas. Estas dos formaciones unidas hacen ahora un
total de 130.000 hombres, bajo la dirección única de LARGO CABALLERO,
obedeciendo él mismo a las directrices de Moscú.
III – En general se considera como bastante grave la situación interior. La
pregunta es qué es lo que va a pasar al día siguiente de las elecciones municipales
fijadas para el 12 de abril. En más de un pueblo los Soviets serán proclamados al
término de estas elecciones.
La actual situación de España es, en todos los puntos, comparable a la que
existía en Italia antes de la llegada del fascismo. Los socialistas están divididos en tres
tendencias bien marcadas: la derecha (BESTEIRO), el centro (PRIETO) y la izquierda
comunizada (LARGO CABALLERO). La única diferencia que existe con la situación
italiana antes del fascismo es que las derechas no tienen un hombre capaz de asegurar la
dictadura, a menos que AZAÑA quiera aceptar este papel, que sería bien posible, pero,
entonces, con un rasgo más liberal que el de Mussolini.
520
IV – La historia de la llegada de BELA KUN a España parece haber sido
inventada en todos los extremos. LARGO CABALLERO tomaría muy mal, en todo
caso, esta intervención directa de Moscú./
521
XIV. INFORME DE JEAN HERBETTE, EMBAJADOR FRANCÉS EN
MADRID, SOBRE CONFLICTIVIDAD LABORAL EN ESPAÑA. 9 DE ABRIL DE
1936.
Archives du Ministère des Affaires Étrangères (Quai d´Orsay),
Correspondance Politique et Commerciale, 1914 à 1940, Série Z Europe, Sous-
série Espagne 1930-1940, carton 261, T. nº 478, de 9 de Abril de 1936. Informe de
Jean Herbette sobre conflictividad laboral en España. (ADQO, E-261, Nº 478, de 9
de abril de 1936).
Es previsible que las grandes compañías extranjeras como Río Tinto y Peñarroya
sufran dificultades crecientes si continúan sus explotaciones bajo la fórmula actual. Esto
no es una simple impresión personal. Es una hipótesis fundada en la experiencia. Es
previsible también que las sociedades con fachada española, pero con capital exclusivo
o casi exclusivamente extranjero, encontrarán tarde o temprano dificultades análogas a
las que sufren ahora las grandes empresas extranjeras propiamente dichas (…).
Las dificultades son de orden diverso. En lo que concierne al personal (…), el
empleo de extranjeros será cada vez más criticado (…). La protección de la industria
nacional parece ser que se aplicará con un rigor creciente. En cuanto a las ayudas de los
poderes públicos (…) será en contrapartida necesaria de la restricción, incluso la
eliminación del personal y el capital extranjero (…).
Es un efecto del nacionalismo económico, que surge en nuestros tiempos, y que
toma un camino particularmente vivo en un país como España. Las razones son
múltiples y fáciles de comprender (…). La emigración es ínfima en comparación con
otros tiempos. El país no se presta a un desarrollo intensivo de la agricultura ni de la
industria (…). Las empresas extranjeras ocupan un lugar en España como quizá no
sucede en ningún otro país de la Europa Central, excepto Portugal (…).
España contiene un elemento de revolución social que es el problema agrario.
Pero este elemento no amenaza a la industria ni a los extranjeros. Es necesario partir de
los riesgos particulares que son obligados a afrontar en cada país: aquí el peligro de una
guerra, el de las calamidades naturales, el las guerras civiles… Está demostrado por otra
parte que la probabilidad de una revolución social sea más fuerte en España que en otros
países, incluso si estos países son tratados por la prensa mundial con menos pesimismo
que España. Además, los primeros golpes graves que han recibido las empresas
extranjeras en España no han sido obra de revolucionarios, sino de conocidos
522
capitalistas internacionales como el Sr. Cambó. En el futuro el nacionalismo económico
puede aflorar en España bajo regímenes de derecha así como regímenes de izquierda. Es
necesario pues dejar de lado toda clase de pánico.
Firmado: Jean Herbette
523
XV. COMUNICACIÓN DEL EMBAJADOR FRANCÉS EN MADRID, JEAN
HERBETTE, A PIERRE-ÉTIENNE FLANDIN, MINISTRO DE NEGOCIOS
EXTRANJEROS, SOBRE LA ELECCIÓN A LA PRESIDENCIA DE LA
REPUBLICA ESPAÑOLA DEL 10 DE MAYO DE 1936. 22 DE ABRIL DE 1936.
Archives du Ministère des Affaires Étrangères (Quai d´Orsay),
Correspondance Politique et Commerciale, 1914 à 1940, Série Z Europe, Sous-
série Espagne 1930-1940, carton 166, Télègrame 542, de 22 de Abril de 1936.
Herbette a Flandin. Elección presidencial. (ADQO, E-166, T. 542, de 22 de Abril de
1936).
EMBAJADA DE LA REPÚBLICA FRANCESA EN ESPAÑA. DIRECCIÓN
DE ASUNTOS POLÍTICOS Y COMERCIALES. EUROPA. Nº 542
Madrid, 22 de Abril de 1936
Sr. Jean HERBETTE, EMBAJADOR DE LA REPÚBLICA FRANCESA EN
ESPAÑA, A SU EXCELENCIA SEÑOR Pierre-Étienne FLANDIN,
MINISTRO DE NEGOCIOS EXTRANJEROS.
Elección presidencial.-
(…) Por el momento, no sabría decir más sobre las elecciones del domingo
próximo. Por muchas razones me incomoda hablar de la elección que tendrá lugar el 10
de Mayo. ¿Quién será el futuro presidente de la República?
Lo más normal es que consiga la presidencia el Sr. Manuel Azaña. Esta
candidatura está situada por encima de todas las otras por el mérito propio del hombre:
por su inteligencia, por su coraje, por su fuerza de ánimo ante los problemas y por su
moderación en el éxito. Además, el nombre del Sr. Azaña es probablemente el único
que pueda a la vez satisfacer a los republicanos de izquierda y no decepcionar a los
socialistas. Cualquier otro candidato será acogido con recelo o incluso con antipatía por
los socialistas, si es republicano de izquierda; con sorpresa o incluso con horror por los
republicanos de izquierda, si es socialista. Yo no hablo de una candidatura socialista
“reformista” como la del Sr. Besteiro: molestaría más a la mayor parte de los socialistas
que a un republicano de derecha. En fin, aunque la derecha católica reprocha al Frente
524
popular haber decidido de antemano nombrar un “Presidente parcial”, los jefes del
Frente popular no pueden desentenderse del efecto que un nuevo Presidente produciría
sobre la opinión de derecha. El elegido el 10 de Mayo no tendrá la suerte de ejercer su
mandato hasta el final más que si no es vilipendiado, desde el primer día por una
fracción importante de la población. El Sr. Azaña posee el raro privilegio de ser, por el
momento, el único hombre de primera línea del que las derechas pueden desear la
elección como las izquierdas.
Bien entendido, las derechas tienen razones que no son las de las izquierdas.
Para las izquierdas, la llegada del Sr. Azaña a la presidencia de la República
simbolizaría la consolidación definitiva de un régimen republicano en el que las masas
obreras tienen acceso al poder. Para las derechas, por el contrario, la elección del Sr.
Azaña a la presidencia de la República tendría la ventaja de dejar vacante la presidencia
del Gobierno. La plaza una vez libre, necesitaría un nuevo titular. En este punto
existiría, entre las derechas dos tendencias bien diferentes. La de los hombres de
derecha que son más bien revolucionarios, es decir aquellos que quieren rectificar la
República o cambiar la Constitución, desearían evidentemente que el nuevo jefe del
Gobierno fuera un personaje débil. Pero esos hombres de derecha que son sobre todo
conservadores, es decir los que quieren ante todo salvaguardar los grandes intereses
materiales, desearían no menos evidentemente que el nuevo presidente del Gobierno
fuera el más enérgico de los Españoles. En este último orden de ideas, un nombre
circula ya en todos los medios: el del Sr. Indalecio Prieto que querrían ver salir del
partido socialista y convertirse en el jefe de un Gobierno fuerte.
No es que el lenguaje del Sr. Azaña, como presidente del Gobierno, disguste a
los elementos de derecha que reclaman el restablecimiento del orden público. Sino que
reprochan al Sr. Azaña no traducir sus palabras en realidades. Ellos creen que el Sr.
Prieto, de temperamento más realista, haría mejor reinar la legalidad. No lo creo: sería
demasiado complicado. Solamente lo planteo.
Pero uno al menos de los partidos republicanos de izquierda, del que el Sr.
Azaña es el jefe, no se resignaría a verle encerrado durante seis años en el Palacio
nacional. Privado del Sr. Azaña, este partido entraría en declive. De 12 Ministros que
cuenta el Gobierno actual, 10 son del partido que dirige el Sr. Azaña ¿Es necesario
añadir que el Sr. Azaña no parece en absoluto codiciar la presidencia de la República?
Estoy convencido que es sincero cuando muestra el ademán de no quererlo. Pero, como
525
los honores acostumbran precisamente a correr detrás de los hombres que no los
persiguen, la actitud del Sr. Azaña sería más bien una razón para que fuera elegido.
En cualquier caso, las perspectivas cambian casi todos los días. Esta noche me
encontré con un hombre de segunda línea con la convicción de que el Sr. Azaña no
estará decididamente disponible. Hasta el 10 de Mayo, incluso hasta el 26 de abril,
tenemos todavía tiempo de ver sucederse muchas combinaciones. Parece probable que
todas ellas perderán sucesivamente sus oportunidades desde el momento en que sean
lanzadas a la circulación. Sólo la candidatura del Sr. Azaña puede mantener
indefinidamente la publicidad que se hará alrededor de ella. Es pues probable, hoy al
menos, que el futuro presidente será bien el Sr. Azaña, bien un “outsider”.
Firmado: Jean Herbette
526
XVI. INFORME CONFIDENCIAL DEL MINISTERIO DEL INTERIOR
FRANCÉS SOBRE LA SITUACIÓN DE INTERIOR DE ESPAÑA. 24 DE ABRIL DE
1936.
Archives du Ministère des Affaires Étrangères (Quai d´Orsay),
Correspondance Politique et Commerciale, 1914 à 1940, Série Z Europe, Sous-
série Espagne 1930-1940, carton 166, Télègrame 4084, de 24 de Abril de 1936.
Informe confidencial del Ministerio del Interior sobre la situación de interior de
España. 24 de Abril de 1936. (ADQO, E-166, T. 4084, de 24 de Abril de 1936).
MINISTERIO DEL INTERIOR. DIRECCIÓN GENERAL DE LA
SEGURIDAD NACIONAL. CONTROL GENERAL DE LOS SERVICIOS DE LA
POLICÍA ADMINISTRATIVA. Nº 4084. SOBRE LA SITUACIÓN DE ESPAÑA.
CONFIDENCIAL
PARÍS, 24 de Abril de 1936
PRESIDENTE DEL CONSEJO
MINISTRO DEL INTERIOR
- Dirección General de la Seguridad Nacional -
para el Señor MINISTRO de NEGOCIOS EXTRANJEROS
- Dirección de Asuntos Políticos y Comerciales -
- EUROPA -
Tengo El honor de dirigirle, bajo este encabezamiento, para su información,
copia de una nota de los servicios de la Prefectura de Policía de fecha 21 del corriente
relativo a la situación de España.
P. PRESIDENTE DEL CONSEJO
MINISTRO DEL INTERIOR
La Dirección General de la Seguridad Nacional
21 DE ABRIL DE 1936
527
En los medios monárquicos españoles de París y más particularmente entre los
refugiados políticos, se percibe que la situación interior de España ha provocado ya el
éxodo de numerosas personalidades o militantes de partidos políticos moderados. El
Midi de Francia, pero más especialmente Portugal acogería varios miles de estos
refugiados.
Se afirma, además, que la Península se encuentra bajo la amenaza de un peligro
inminente y que el régimen de semianarquía actual no es más que provisional, que el
resultado de las elecciones municipales españolas del 26 de abril del corriente y sobre
todo el de las elecciones legislativas francesas, tendrán una influencia decisiva sobre el
desenlace de la crisis interior española: o España evoluciona hacia el bolchevismo o
vuelve a un régimen más moderado.
El Sr. Azaña, Presidente del Gobierno, no esconde, se dice, que su situación se
volvería muy delicada si estuviera obligado a ceder a las ingerencias de las dos C.G.T.
reunidas y si estos dos organismos obreros quisieran aplicar íntegramente sus
reivindicaciones sociales. Destaca, en efecto, que la reforma agraria y la nacionalización
de las industrias nacionales, de los medios de transporte y de los Bancos, todas reformas
contenidas en el programa del “Frente Popular” de las últimas elecciones no pueden ser
realizadas más que metódicamente y al margen de toda agitación subversiva. Es lo que
el Presidente del Gobierno habría enérgicamente declarado a varias propuestas. Temería
con aprehensión los resultados de las elecciones municipales de su país, pues se cree
que los ayuntamientos que, ya han organizado las milicias obreras armadas, no dudarán,
en caso de fracaso, tomar ellas mismas, disposiciones revolucionarias inmediatas, contra
el gobierno.
Son todas estas razones las que permiten suponer a la mayoría de los elementos
españoles residentes en la capital, que las elecciones legislativas francesas van a influir
en la marcha de los acontecimientos españoles.
Finalmente, se cree también que el próximo 4 ó 5 de Mayo, la huelga general
será proclamada en España y que el éxito de este vasto movimiento podría traer, de un
lado, la instauración de un régimen dictatorial, a la cabeza del cual estaría situado el
líder socialista revolucionario Largo Caballero.
528
XVII. INFORME DEL EMBAJADOR FRANCÉS EN MADRID, JEAN
HERBETTE, A PIERRE-ÉTIENNE FLANDIN, MINISTRO DE NEGOCIOS
EXTRANJEROS, SOBRE LAS REPERCUSIONES DE LAS CELEBRACIONES
DEL PRIMERO DE MAYO. 2 DE MAYO DE 1936.
Archives du Ministère des Affaires Étrangères (Quai d´Orsay),
Correspondance Politique et Commerciale, 1914 à 1940, Série Z Europe, Sous-
série Espagne 1930-1940, carton 167, Télègrame 585, de 2 de Mayo de 1936. El
primero de mayo en España. 2 de Mayo de 1936. (ADQO, E-167, T. 586, de 2 de
Mayo de 1936).
EMBAJADA DE LA REPÚBLICA FRANCESA EN ESPAÑA. DIRECCIÓN DE
ASUNTOS POLÍTICOS Y COMERCIALES. EUROPA. Nº 586.
Madrid, 2 de Mayo de 1936
Sr. Jean HERBETTE, EMBAJADOR DE LA REPÚBLICA FRANCESA EN
ESPAÑA, A SU EXCELENCIA SEÑOR Pierre-Étienne FLANDIN, MINISTRO DE
NEGOCIOS EXTRANJEROS
El Primero de Mayo en España.-
Rumores siniestros habían circulado sobre lo que debería suceder en España el
Primero de Mayo. El acontecimiento los ha desmentido.
En Madrid, los comunistas y los socialistas han organizado un gran desfile. En
cabeza marchaban las Juventudes unificadas de los dos partidos. Después venían los
“pioneros”, es decir, los escolares de ambos sexos. Los principales personajes del
partido les seguían en dos grupos: uno rodeaba al Sr. Largo Caballero, el otro al Sr.
Besteiro.
(…) En conjunto, si se sondea el momento en el que estamos, se debe decir que
la jornada del Primero de Mayo ha pasado en España con más calma de lo que se
esperaba.
(…) Yo no debería terminar sin mencionar el discurso del Sr. Indalecio Prieto
pronunciado en Cuenca, con ocasión del Primero de Mayo. Los diputados de esta
provincia han sido invalidados y la nueva elección tendrá lugar mañana domingo 3 de
Mayo. El discurso del Sr. Prieto fue pues parte de una campaña electoral. Pero encierra
pasajes que sobrepasan con mucho el cuadro pintoresco del país “conquense”. El Sr.
Prieto tuvo el coraje de tratar públicamente la cuestión de los excesos revolucionarios.
529
Recordó primero los orígenes de la sobreexcitación popular. La represión de
Asturias ha sido atroz y ha dejado rencores feroces. Pero esta explicación no es una
justificación. Con el arte de la oratoria que le caracteriza, sin cesar un instante de estar
sostenido por el auditorio, el Sr. Prieto ha sabido atraer el aplauso a palabras como
estas:
“Lo que falta, es llegar inteligentemente a la destrucción de los privilegios, a la
demolición de las bases sobre las que reposan; pero esto no se hace en virtud de
excesos aislados, esporádicos, que dejan por toda traza del esfuerzo popular
estatuas de santos quemadas, altares abrasados, o bien puertas de iglesias
devoradas por las llamas. Yo os digo que esto no es la revolución (¡Muy bien!) y
añado que si una organización verdaderamente revolucionaria, inteligentemente
revolucionaria, no capta que estas energías malgastadas, no las domina, no las
encamina en una vía fecunda, -entonces, escuchad bien mi afirmación: lo que se
hace entonces es colaborar con el fascismo. Ya que el fascismo necesita de esta
atmósfera…
“No es necesario que os diga, en descrédito de la democracia, que un desorden
estéril es únicamente posible cuando el poder es ejercido por un Gobierno
democrático; ya que en este caso los hechos demostrarían que sólo la
democracia se presta a los excesos y que el látigo de la dictadura es lo único
capaz de impedirlo. ¡Sed conscientes, refrenad vuestro impulso!....
“Si el exceso y el desorden se transforman en un sistema permanente, no se
camina hacia el socialismo ni hacia la consolidación de una República
democrática, que nos interesa todavía. No se camina hacia la democracia, ni
hacia el socialismo, ni hacia el comunismo; se va hacia una anarquía
completamente desesperada que no es siquiera conciliable con el ideal libertario;
se va a un desorden económico que puede ser la muerte del país. Debemos
ofrecer al nuevo régimen, que implantará la justicia social, no un país en ruinas,
sino una España floreciente y vivificada por nuestro amor (Ovación
prolongada)”
Con estas palabras el Sr. Prieto terminó su discurso. Su reputación no es sólo
como orador, sino que se afirma como hombre de Gobierno. (…).
530
XVIII. INFORME DEL PREFECTO DE POLICÍA DE LA HAUTE-
GARONNE AL MINISTERIO DE ASUNTOS EXTRANJEROS FRANCÉS SOBRE
LA SITUACIÓN ESPAÑOLA
Archives du Ministère des Affaires Étrangères (Quai d´Orsay),
Correspondance Politique et Commerciale, 1914 à 1940, Série Z Europe, Sous-
série Espagne 1930-1940, carton 167, de 11 de Mayo de 1936. Informe del Prefecto
de Policía de la Haute-Garonne al ministerio de Asuntos Extranjeros sobre la
situación española, fechado el 28 de abril. 11 de mayo de 1936. (ADQO, E-167, de
11 de Mayo de 1936).
PREFECTURA DE LA ALTA GARONA. GABINETE DEL PREFECTO.
El Ministro del Interior informa al Señor Ministro de Negocios Extranjeros. Gabinete
del Ministro.
Tengo el honor de trasmitirle, con este comunicado, para su información, un
informe de la Comisaría de la División de la Policía Especial de Toulouse, concerniente
a la situación de España.
El Prefecto.
MINISTERIO DEL INTERIOR. DIRECCIÓN GENERAL DE LA SEGURIDAD
NACIONAL. Comisariado Especial de Toulouse. Nº 199-ST. Situación Política en
España.
TOULOUSE, 28 de Abril de 1936
COMISARÍA DE LA DIVISIÓN de la Policía Especial
Al Señor EL PREFECTO de la ALTA GARONA
(Gabinete)
TOULOUSE
Tengo el honor de dirigirle la traducción de un informe sobre la situación
política que me ha hecho llegar un agente informador en España.
Creo mi deber destacarle el pasaje relativo a las consecuencias eventuales en
territorio marroquí de los acontecimientos que se desarrollan actualmente en España.
Si esta información es confirmada por los servicios secretos competentes tendrá
un gran valor ya que pondrá en cuestión también nuestra situación militar en la zona
531
francesa de Marruecos, donde un movimiento de xenofobia que, bajo el pretexto del
nacionalismo, podría ganar a la población musulmana del Norte Africano.
ASUNTO DEL COMUNISMO EN ESPAÑA
Antes del periodo electoral y con el objetivo de contribuir al éxito del Frente
Popular de Izquierdas, organizado por Moscú, una serie de delegados fueron enviados a
Barcelona y al resto de España, con enormes medios financieros, para preparar la
implantación de los Soviets en España.
Entre estos delegados de diferentes categorías se encontraban: BELA-KUN,
Luigi MATEUCI, un tal Pedro BONO, una princesa Sonia SUSANA, etc etc, en fin un
gran número.
Había también anarquistas italianos como Celso APARISI, que vive en Marsella
y algunos otros. Unos para ayudar al Frente Popular, los otros para ayudar a la
Federación Anarquista Ibérica, (F.A.I.) que dirige en Barcelona la Confederación
Nacional del Trabajo. (C.N.T.)
Estos elementos (F.A.I.) saben perfectamente que un estado socialista (estilo
RUSIA), supondría una vía imposible y también hacen todo lo posible para que la
Confederación Nacional del trabajo no se una a los Socialistas. En su instinto de
conservación llegan a trabajar de acuerdo con los otros enemigos del Socialismo, es
decir, con la Falange Española.
La prueba está en lo publicado por el órgano de la Federación Anarquista Ibérica
“SOLIDARIDAD OBRERA” que constata que:
“Mientras que la Unión General de trabajadores habla, expone sin vacilación su
pensamiento por las vías autorizadas en su estatuto orgánico, todo lo que se dice,
por muy elevada que sea su significación en el movimiento UGETISTA, no
tiene ningún valor para nuestra organización.
A pesar de que las autoridades oficiales lo hayan desmentido, afirmamos que
BELA-KUN ha venido a Barcelona y que enseguida ha ido a Madrid por indicación de
los comunistas catalanes.
Esto, siguiendo las informaciones conseguidas de una buena fuente, habría
hecho saber al agitador húngaro que, aunque comunistas, ellos son en Cataluña un
partido autónomo y que no aceptarían dirigentes extranjeros.
532
El Congreso que ha tenido lugar el domingo pasado 19, en la Casa del Pueblo de
Barcelona, debe llamar la atención.
Ha sido organizado por las Juventudes Socialistas de Cataluña (Unión Socialista
de Cataluña y Partido Catalán Proletario, unidos). Tenía por objeto discutir la actividad
de los comités y adoptar el procedimiento a seguir ante los acuerdos de fusión a los
cuales han llegado los Comités de la Unión de la federación Catalana de Juventudes
Socialistas, la Unión de Juventudes comunistas de Cataluña y las Juventudes Socialistas
de Cataluña.
El acuerdo ha sido ratificado y un programa común ha sido adoptado.
Comprende los puntos siguientes:
1º - Objetivo General: Marxismo leninismo.
2º - Instauración de una República Socialista Catalana en el cuadro de la Unión
de Repúblicas Socialistas de Iberia.
3º - Alianza obrera y campesina en el seno de la Confederación General o
Nacional del Trabajo.
4º - Prohibición a los Partidos Burgueses a participar en el Gobierno.
5º - Organización de un Partido Marxista Revolucionario Único.
6º - Identificación con la Unión de Repúblicas Soviéticas y participación en su
defensa.
7º - Dirección del movimiento sindical en la Unión General de Trabajadores y en
la Confederación Nacional de Trabajadores - Partido de acción común entre las
dos Centrales y puesta en marcha del proceso de fusión.
Se han puesto de acuerdo también en que el órgano de los Comités de Unión, el
periódico “ISKRA”, sea también el de las juventudes Unificadas.
La situación política es cada día más desesperada. A pesar del fondo burgués de
los actuales hombres del Gobierno se sabe que están encaminados a entregar el poder a
la tendencia socialista, a la de Moscú representada por Largo CABALLERO.
Podemos indicar, sin la más mínima duda que los socialistas, una vez dueños del
poder realizarán los proyectos siguientes:
Nacionalización de los bancos,
Nacionalización de la industria y del Comercio,
Anulación y condonación de todas las deudas del Estado español (interiores y
exteriores).
533
Estamos en un periodo de agitación que va a crecer a medida que abdique el
Gobierno actual y que se aproxime la instauración del Comunismo en España.
El 17 del corriente, una carta fue dirigida al Gobierno por los socialistas y
comunistas demandando que se le dé comunicación en las Cortes.
Exige la disolución de la Guardia Civil y de la Guardia de Asalto para permitir
la creación de una Guardia Roja que llamarán “Guardia Republicana”. (…)
El Plan de ejecución, como es natural, intenta eliminar a los oficiales y
suboficiales actualmente en funciones, excepto aquellos que se hagan señalar como
revolucionarios. (…)
Las Naciones extranjeras, especialmente Inglaterra, siguen con gran interés el
curso de los acontecimientos en España y han ordenado a sus agentes tenerles al
corriente cada día.
Hay todavía que prestar atención particular a lo que ha sucedido en las ciudades
de nuestro Protectorado en Marruecos (es un español quien habla).
Jamás, hasta hoy, habíamos visto unidos árabes, judíos y españoles en
manifestaciones populares pidiendo la democratización de la política española en
Marruecos.
En las manifestaciones populares que han tenido lugar en TETUÁN,
LARACHE, etc, las clases españolas se unían a las poblaciones indígenas apoyándolas
en sus operaciones nacionalistas.
De la misma manera los indígenas se unían al cortejo español.
Las reivindicaciones del Bloque Popular en Marruecos pueden resumirse en una
palabra: democratización del régimen del protectorado.
En estas aspiraciones se confunden las de los indígenas y las de los españoles.
El nacionalismo ve en ello una etapa en el camino que se ha trazado y las clases
españolas aprueban y apoyan este nacionalismo no por sentimiento sino por una mística
de justicia social.
El periódico comunista “Mundo Obrero” dice sobre este asunto que el
nacionalismo marroquí no es un partido sino que engloba todas las aspiraciones de un
pueblo oprimido cuyos deseos coinciden precisamente con la voluntad de las clases
populares del país opresor.
¿Cuándo llegará y cuándo, como en España, tendrán un triunfo como el del 16
de Febrero?
534
Se puede por tanto afirmar que los gobiernos no disfrutarán mucho tiempo de
este triunfo si no dan satisfacción a las aspiraciones de los nacionalistas musulmanes
que son las del pueblo que les llevó al poder.
Como se ve, es necesario tener en cuenta estas manifestaciones para comprender
los acontecimientos que pueden surgir en Marruecos.
Sabemos que próximamente el Gobierno dará por radio la orden a todos los
soldados del ejército español de volver a sus casas, abandonar sus cuarteles y no
obedecer más a sus jefes.
De esta manera el ejército será disuelto y se procederá a la organización rápida
del nuevo ejército Rojo.
Se dice que se esperan los resultados de las elecciones de Francia y si en vuestro
país triunfa el Front Populaire, entrarán inmediatamente en vigor las órdenes recibidas
de Moscú.
535
XIX. INFORME DEL EMBAJADOR FRANCÉS EN MADRID, JEAN
HERBETTE, A PIERRE-ÉTIENNE FLANDIN, MINISTRO DE NEGOCIOS
EXTRANJEROS, SOBRE DECLARACIONES DE FRANCISCO LARGO
CABALLERO. 2 DE MAYO DE 1936.
Archives du Ministère des Affaires Étrangères (Quai d´Orsay),
Correspondance Politique et Commerciale, 1914 à 1940, Série Z Europe, Sous-
série Espagne 1930-1940, carton 167, Télègrame 626, de 12 de Mayo de 1936.
Declaraciones de Largo Caballero. 12 de Mayo de 1936. (ADQO, E-167, T. 626, de
12 de Mayo de 1936).
EMBAJADA DE LA REPÚBLICA FRANCESA EN ESPAÑA. DIRECCIÓN DE
ASUNTOS POLÍTICOS Y COMERCIALES. EUROPA. Nº 626.
Madrid, 12 de Mayo de 1936
Sr. Jean HERBETTE, EMBAJADOR DE LA REPÚBLICA FRANCESA EN
ESPAÑA, A SU EXCELENCIA SEÑOR Pierre-Étienne FLANDIN, MINISTRO DE
NEGOCIOS EXTRANJEROS
Declaraciones del Sr. LARGO CABALLERO.-
El Sr. LARGO CABALLERO ha pronunciado ayer 11 de Mayo, a la salida de
un banquete al cual asistían los diputados y delegados (se trata de los delegados
designados por sufragio universal para tomar parte en al elección del Presidente de la
República) socialistas pertenecientes a su tendencia, un discurso que el órgano de esta
tendencia el periódico CLARIDAD, ha publicado ayer por la noche. Podemos encontrar
declaraciones categóricas que podrían tener una repercusión sobre el próximo futuro del
partido socialista y de toda la situación interior en España.
Me permitiré dividirlos en dos grupos: unos de dominio político, otros de
dominio económico, y los segundos parecen mucho más graves que los primeros.
En el dominio político, el Sr. LARGO CABALLERO ha reivindicado bastante
rudamente la independencia de las organizaciones socialistas en relación a los partidos
republicanos de izquierda, sus aliados en el Frente popular. Ha dicho en concreto:
“No debemos permitir que se haga de nosotros, no solamente los servidores de
un régimen, incluso domesticados a ciertos partidos que no son fuerza en España
- (grandes aplausos que impiden escuchar el fin de la frase).
536
“¿Dónde están las fuerzas que pueden realmente tener el derecho de supremacía
sobre el proletariado? ¿Están ellas en los republicanos de izquierda? La
representación parlamentaria que ellos poseen, la han obtenido al precio de
nuestra sangre y de nuestros sacrificios (aplausos vivos y prolongados,
aclamaciones)”.
En el dominio político igualmente, el Sr. LARGO CABALLERO ha reclamado
la unificación de todos los partidos proletarios. Ha anunciado que para las juventudes
socialistas y comunistas, los sindicatos asociados a estos dos partidos deberían
fusionarse. Ha previsto la fusión de estos dos partidos para el día siguiente del Congreso
socialista que debe tener lugar en Junio. Quedan los anarco-sindicalistas y su
Confederación nacional del Trabajo. El Sr. LARGO CABALLERO ha reconocido que
la “unificación absoluta” será difícil de realizar. Pero ha recomendado, esperando la
unificación, el desarrollo de “alianzas obreras” en las que los socialistas y comunistas se
asocien a los anarco-sindicalistas:
“Sería necesario llegar a institucionalizar un organismo nacional de alianza que
fijara ciertas condiciones de carácter general, para toda España. Se llegará
enseguida a alianzas entre los grupos, en el ámbito local, provincial y regional,
sobre la base de condiciones que habrían sido fijadas por el conjunto de la
nación, con un control y con una disciplina de hierro, militarista si queréis: de
manera que todos, absolutamente todos, respondan a las iniciativas que serán
tomadas en el ámbito nacional. En sus líneas generales, este programa puede
realizarse desde mañana. ¡Es entonces cuando el corazón se abrirá a la esperanza
y al optimismo!”.
Sin cuestionar la importancia de estas declaraciones políticas, debemos observar
objetivamente que están sujetas a las incertidumbres que acompañan a los programas
políticos en general, tanto en razón de sus antecedentes como de sus eventuales
consecuencias.
Los antecedentes inspiran ciertas dudas. Es comprensible que el Sr. LARGO
CABALLERO, que ha estado encarcelado durante más de un año y ha sufrido el dolor
de no poder asistir a los últimos momentos de la agonía de su mujer, evoque los
sacrificios sufridos por los socialistas y la sangre derramada por ellos. Sin embargo, es
obligado reconocer también que entre los inspiradores actuales de su tendencia no sólo
hay antiguos combatientes de Asturias. Se da el fenómeno de que los ancianos obreros
manuales están más bien con el Sr. Prieto que con el Sr. LARGO CABALLERO, este
537
último agrupando sobre todo alrededor de él una pléyade de intelectuales. Seguramente,
el entorno de Lenin también incluía intelectuales; pero aquello se explicaba mejor, pues
la Rusia zarista no había jamás permitido la formación de un gran partido socialista
donde los trabajadores manuales hubieran podido llegar en masa hasta los primeros
puestos. En fin, la idea de una alianza con los anarco-sindicalistas será quizás realizable,
si el Congreso actual de la Confederación se presta; pero, incluso realizable, será
singularmente frágil. El anarquismo español es otra cosa que el socialismo. Es una
doctrina individualista y no colectivista, libertaria y no disciplinada. Bajo la forma
frustrada que toma en la pequeña propaganda de provincia, la doctrina de los anarco-
sindicalistas españoles se sitúa entre Jean-Jacques Rousseau y Marat. Bajo la forma más
refinada que le dan los pensadores generalmente solidarios, es una especie de filosofía
aristocrática: no es que sus autores tengan la voluntad preconcebida de alejarse del
pueblo, sino que sus meditaciones les conducen a un estado que ninguna multitud
compartirá jamás. El anarco-sindicalismo español puede engendrar poetas líricos,
agentes provocadores, jefes enérgicos, saboteadores, mártires y asesinos. Pero no puede
producir ni contribuir a producir un régimen fundado en la subordinación del pueblo al
Estado, lo que es el principio de cualquier régimen colectivista. En consecuencia, la
alianza con la que sueña el Sr. LARGO CABALLERO puede ser explosiva, pero no
puede hacer andar un motor de explosión.
Igualmente graves me parecen ser las predicciones del SR. LARGO
CABALLERO, cuando trata la situación económica en la segunda parte de su discurso:
“Tengo la convicción que en España el capitalismo es nuestro y ha llegado ya al
límite de su misión. Ya lo he dicho más de una vez: un relevo económico y
social no es posible bajo el régimen del capitalismo, ni por la intromisión de
elementos reaccionarios, ni por la de elementos de izquierda. Las razones son
innombrables. Pero es así, en particular a causa de la concepción que se hacen
estos elementos reaccionarios o de izquierda, a propósito de esto que es nuestra
sociedad y de lo que ella debe ser……
“En cuanto al paro, se anuncia un crédito de mil millones [un “milliard”]. No
pongo en duda la buena fe, la buena voluntad de hombres que así lo tratan; pero
en algunos meses, recordad bien lo que yo os digo, veréis en lo que se han
convertido estos mil millones de pesetas. Veréis donde estará la crisis del
trabajo. Estará exactamente en el mismo punto que hoy. La situación no puede
arreglarse mediante medidas circunstanciales, consagrando un montón de
538
millones tomados del presupuesto. El problema no puede resolverse más que
cambiando y transformando la estructura económica de la Sociedad (aplausos).
“Si estos hombres, rehenes de sus concepciones políticas y económicas, no se
deciden valientemente a cambiar la estructura económica de la sociedad, la crisis
del trabajo y del paro obrero continuarán eternamente.
“Es lo mismo para el resto de los problemas. Algunos esperan la mejora para la
sociedad española, gracias a un desarrollo industrial. Lo he dicho varias veces y
lo repito ahora delante de vosotros: vosotros que vivís en provincias, indicad la
industria que queráis, la que prefiráis elegir. ¿Cómo puede prosperar esta
industria? ¿Cuáles son las bases que puede tener para su prosperidad? En la
economía mundial, España es un país atrasado; no tiene oportunidades y no
puede siquiera aspirar a engrandecer su territorio por la fuerza. Le falta un gran
mercado interior. En el régimen capitalista, esta situación no tiene salida”.
Cierto, es más fácil criticar que construir y las negaciones que lanza el Sr.
LARGO CABALLERO, en contestación a la posibilidad de hacer vivir España bajo el
régimen capitalista, no son más impresionantes que su proyecto llamado positivo de
unificación entre socialistas y anarquistas. Pero aunque la crítica es fácil, no resulta que
sea necesariamente falsa. El diagnóstico aportado por el SR. LARGO CABALLERO
sobre la situación económica de España exige pues las más serias reflexiones.
Yo no hablaré de los propósitos bastante oscuros que se encuentran al final de su
discurso: el orador no es partidario de disturbios, pero cree que el socialismo no se
establecerá sin recurrir a la violencia, etc…Yo me guardaré también de exagerar el valor
de una frase que el SR. LARGO CABALLERO pronunció al comienzo, cuando dijo
que a fecha de ayer, él presentaba, sin duda de parte del nuevo presidente de la
República, un “cambio de actitud” hacia los socialistas. En tanto que marxista, el Sr.
LARGO CABALLERO debe saber que el curso general de los acontecimientos no
depende de la actitud que pueda tomar una persona, ni de las opiniones que otras
personas puedan tener sobre la legitimidad o la oportunidad de la violencia. Estas
causas individuales pueden dar lugar a incidentes, pero ellas no sabrán orientar la
historia. El único factor esencial y decisivo, si se hace abstracción de episodios
momentáneos, es el problema económico que ha evocado el Sr. LARGO
CABALLERO: ¿se puede, si o no, hacer vivir España en un régimen capitalista?
Si todos los que están interesados en una respuesta afirmativa unieran sus
inteligencias y sus esfuerzos, sería ella la que prevalecería. Pero los mismos intereses
539
del capital se oponen entre ellos, y es por lo que no se podría afirmar hoy que la
respuesta fuera no./.
Firmado: Jean Herbette
540
XX. INFORME DEL EMBAJADOR FRANCÉS EN MADRID, JEAN
HERBETTE, A PIERRE-ÉTIENNE FLANDIN, MINISTRO DE NEGOCIOS
EXTRANJEROS, SOBRE LA ELECCIÓN DE AZAÑA Y FORMACIÓN DEL
GABINETE CASARES. 14 DE MAYO DE 1936.
Archives du Ministère des Affaires Étrangères (Quai d´Orsay),
Correspondance Politique et Commerciale, 1914 à 1940, Série Z Europe, Sous-
série Espagne 1930-1940, carton 167, Télègrame 638, de 14 de Mayo de 1936.
Elección de Azaña y formación del gabinete Casares. 14 de Mayo de 1936. (ADQO,
E-167, T. 638, de 14 de Mayo de 1936).
EMBAJADA DE LA REPÚBLICA FRANCESA EN ESPAÑA. DIRECCIÓN DE
ASUNTOS POLÍTICOS Y COMERCIALES. EUROPA. Nº 638.
Madrid, 14 de Mayo de 1936
Sr. Jean HERBETTE, EMBAJADOR DE LA REPÚBLICA FRANCESA EN
ESPAÑA, A SU EXCELENCIA SEÑOR Pierre-Étienne FLANDIN, MINISTRO DE
NEGOCIOS EXTRANJEROS
Elección del Sr. Azaña y formación del Gabinete Casares.-
(…) Tenemos el deber de preguntarnos primero si los cambios que acaban de
producirse en España son conformes a los intereses de Francia. La respuesta no ofrece
ninguna duda. El nuevo presidente de la República Española está impregnado de la
cultura francesa y su formación política está hecha bajo el panorama de la Francia
contemporánea. El nuevo presidente del Gobierno, antiguo abogado de nuestro
Consulado en La Coruña, ha sido desde siempre amigo de nuestro País (…). No es
probable que se pueda encontrar, en el mundo político español, otro equipo
gubernamental que esté mejor dispuesto hacia nosotros.
(…) Los republicanos de izquierda españoles no son “extremistas” y no esperan
que nosotros lo seamos; (…). Se alegran, por nosotros y por ellos mismos, de que
nuestro ejército sea fuerte y proteja la libertad de todos los pueblos de la Europa
occidental; pero no creen que se pueda proteger esta libertad con el concurso del
fascismo italiano.
(…) Cuando sus jefes son republicanos de izquierda, es hacia Francia que se
vuelven instintivamente para ser guiados.
541
(…) Aparte del problema económico, el primer Gobierno constituido bajo el
reino del Sr. Azaña debe afrontar otras cuestiones graves. Es necesario que el ejército
sea mantenido al margen de conspiraciones fascistas y de la propaganda disolvente. Es
quizás con este pensamiento que el presidente del Gobierno ha tomado él mismo la
cartera de la guerra. Es necesario también poner fin al sistema de atentados individuales,
cultivado por una curiosa mezcla de anarquistas y de fascistas, así como al amparo del
abuso del poder, tumultos y pillajes continúan produciéndose. Numerosas diferencias
existen todavía, entre patronos y obreros, por la renovación de las “bases del trabajo”
que los Gobiernos anteriores a las elecciones del 16 de Febrero han impúdicamente
permitido deteriorarse. Seguramente, si se parte de esta constatación rigurosamente
exacta que España atraviesa un periodo revolucionario, es casi sorprendente que no
hayan pasado cosas más graves. Sin embargo, si no se quiere que el periodo
revolucionario acabe inevitablemente en una revolución, es urgente poner orden en
casa.
(…) En fin, como ya he indicado en un comentario anterior, el horizonte del
nuevo Gobierno llega hasta el Congreso socialista del mes próximo. ¿Qué saldrá de este
Congreso? Hasta el presente, los pronósticos eran unánimes: se esperaba el triunfo
aplastante de la tendencia personificada por el Sr. Largo Caballero. Pero el jefe de la
tendencia adversaria, el Sr. Prieto, es un hombre que jamás ha agotado los recursos de
su espíritu. Se le cree decepcionado, fatigado, vencido de antemano: resurge y su larga
silueta se perfila de nuevo sobre los acontecimientos. Después de las elecciones del 16
de Febrero, el Sr. Prieto ha estado muy ocupado en echar al Sr. Alcalá-Zamora, hacer
elegir al Sr. Azaña, y poner –ya que no podía él mismo– al Sr. Casares en la presidencia
del Gobierno. Para conseguir sus fines, ha dejado gritar a los adversarios que tiene en su
propio partido. Con su obra acabada, ¿va a retirarse? Si creemos en una caricatura
pintoresca que el EL LIBERAL publicó ayer y que me tomé la molestia de recortar, tal
era su deseo. EL LIBERAL le representa durmiendo apaciblemente en las nubes como
el “creador del todo” que se abandona al “reposo del séptimo día”. Pero esta mañana la
polémica del periódico EL SOCIALISTA, órgano de la tendencia Prieto, toma aires de
fanfarria. El Sr. Prieto decididamente no duerme.
Él tiene un gran partido que jugar. Posee una fuerza inesperada y sus adversarios
sufren de una debilidad demasiado evidente. Su fuerza consiste en que los comunistas
desconfían de los socialistas de “extrema-izquierda”, como el Sr. Stalin desconfiaba en
1927 de los bolcheviques decorados con la misma etiqueta; tienen más bien el aire de
542
estar con el Sr. Prieto más que con el Sr. Largo Caballero. En cuanto a la debilidad de
sus adversarios, es delicado hablarlo. En Octubre de 1934, cuando el Sr. Prieto
organizó, contra su convicción personal de entonces, la insurrección obrera en el Norte
de España, otros miembros más intelectuales de su partido permanecieron en Madrid y
no se movilizaron más que para ir a visitar a los camaradas encarcelados. Estos
Visitantes, si se permite decirlo, son ahora el rojo escarlata. Nada es bastante avanzado
para ellos. Tienen tanta prisa por hacer la revolución social que no quieren dejar tiempo
para discutir el papel jugado por cada uno en Octubre de 1934. Se sitúan en la
vanguardia después de la batalla, (…) ¿Pero estas posiciones son sólidas? Los debates
del Congreso socialista comenzarán a dar una idea. En todo caso, es demasiado pronto
para predecir los resultados del Congreso y, desde el momento en que no se sabe aún si
el horizonte está cerrado por un muro o por una nube, el Gobierno actual no tiene
ninguna razón para no seguir vigorosamente su camino.
Firmado: Jean Herbette
543
XXI. CARTA DE PABLO DE AZCÁRATE A FERNANDO DE LOS RÍOS
SOBRE LA POLÍTICA INTERNACIONAL Y LA ACTITUD DEL GOBIERNO
ESPAÑOL ANTE ELLA. CONQUISTA ITALIANA DE ABISINIA. 21 DE MAYO
DE 1936.
Archivo del Ministerio de Asuntos Exteriores. Archivo Pablo Azcárate.
Caja 110.1. Archivo Pablo Azcárate (Secretario General Adjunto de la Sociedad de
Naciones). “Carta de Azcárate a Fernando [de los Ríos] sobre la política
internacional y la actitud del Gobierno español ante ella. Conquista italiana de
Abisinia”. Ginebra 21 de mayo de 1936. Carta manuscrita. (AMAE, Caja 110.1.
Archivo Pablo Azcárate)
Ginebra, 21-5-36
Querido Fernando: me he quedado algo perplejo y desconcertado al saber que
habías estado en Bruselas y pasado unos días en París, sin decírmelo. De haberlo sabido
no hubiera vacilado en ir un día a París a hablar contigo; y para saber si estabas todavía
en París y podría alcanzarte telefonee la otra noche a Gloria, en cuanto supe por una
carta de Manolo que habías ido a Bruselas.
Llevo una temporada de verdadera preocupación con la política desarrollada
aquí por España que está a mil leguas de corresponder a la significación política del
Gobierno, y sobre todo del Frente Popular, y que representa el polo opuesto a la
resolución de Bruselas, y a lo que todas las fuerzas políticas de izquierda mantienen. Ya
comprenderás que hay en esto elementos personales que hacen especialmente delicado
para mí hablar un lenguaje explícito y categórico. Pero, por otra parte, puesto que todo
lo que hace aquí la representación de España lo hace sin asomo de intención de contar
conmigo, (excepto a Gloria; pero está lejos de ser el elemento decisivo), no veo porque
(sic) me he de recatar en expresar libre y honradamente mi opinión sobre la política que
se sigue. Política que acabará por arruinar totalmente la significación internacional de
las izquierdas españolas. Enfin (sic) que no puedo menos de sentir verdadera amargura
al ver que con la situación de hoy no ha cambiado en un atomo (sic) los elementos cuyo
influjo determinan la orientación política de España aquí; es decir no ha cambiado en
cuanto a mí se refiere, porque no ha aumentado en nada mi (sic) posibilidades de
intervención, y no han disminuido porque no puede disminuir lo que no existe; pero han
aumentado y se han fortificado los influjos de los mismos elementos que con plena
544
justificación y de manera auténtica inspiraban y representaban aquí los gobiernos de los
dos últimos años.- Este espectáculo para quien ha tenido y tiene ocasión de haber visto
y seguir viendo el juego interno de lo que aquí pasa es de lo más deprimente y
entristecedor. Pero cerremos este capítulo, sobre el que sería cuento de nunca acabar, y
que además no tiene más que de rechazo un interés general. Y vengamos a lo público.
Sin saber lo que has halado y las impresiones de Bruselas y París no me atrevo mucho a
adelantar mi manera de ver la cuestión tal y como hoy se plantea. Pero a todo evento ahí
va mi interpretación. Lo que hay hoy planteado es una lucha a fondo entre un sistema de
colaboración internacional y un sistema de fuerza. Paralelamente entre fascismo y no-
fascismo. Dos políticas (1) Arreglo con Italia: reconocimiento, mejor o peor disimulado,
de la conquista de Abisinia; reincorporación de Italia en el concierto internacional
mediante (esta es la fórmula de estos últimos días) un pacto mediterráneo, borrón y
cuenta nueva; reconstitución de la Sociedad de Naciones; arreglo con Hitler ……
Consecuencia refuerzo del fascismo bajo todas sus formas, y creación de una nueva
situación falsa que en un porvenir más o menos remoto (más bien menos que más) nos
pondrá en presencia de un nuevo golpe de mano de una u otra Dictadura. Y si se ha
aceptado el primero con que (sic) fuerza moral se va uno a oponer al segundo? Es el
salto en el vacío; la ilusión de echar un mal remiendo a la situación de hoy creando
inmensos peligros para el porvenir; porque el remiendo sería inmoral e indigno. Esta es,
en el fondo la política a que ha adherido (y empleo esta expresión por no cargar las
tintas, pero podría sin exagerar emplear otra mas (sic) expresiva) la representación de
España. (2) mantener los principios…… y las sanciones, con todas sus consecuencias.
No quedarse con el remordimiento de conciencia de pensar que si no hubiera cedido el
fascismo (no solo (sic) en Italia sino en general) habría recibido un golpe mortal; aun
(sic) en el peor de los casos, es decir si al fin y a la postre no se consigue abatir al
fascismo, conservar el caudal de unos principios sobre los cuales no se ha transigido. Es
la política del Labour de la resolución de Bruselas y, supongo de Blum y su futuro
gobierno (sobre esto tu tendrás más y mejor información que yo) – Asi (sic) puestas las
cosas, no puedo comprender que los partidos socialistas y comunistas (y en esto sin
divisiones internas ni entre ellos) no hayan exigido o exijan del gobierno una actitud
clara inequívoca y terminante a favor de la segunda política. La responsabilidad del
Gobierno español es enorme, porque su posición ejercerá un considerable influjo sobre
otros, y sobre todo tendrá una enorme repercusión en la opinión publica (sic). Pero hay
que hacerlo pronto, y de manera bien definida, si se quiere detener la decepción que
545
cunde cada día, después (sic) del gran movimiento de entusiasmo que produjo en toda la
opinión avanzada internacional el triunfo de (sic) Frente Popular. Vaya todo esto por
delante, porque no resistía más a dejarlo dentro. Como ves son informaciones que valen
más que por lo que contienen de elemento positivo (puesto que no hay en ellas nada que
no se le pueda ocurrir a todo el mundo) por lo que puede reflejar de una situación de
conjunto que no puede durar. Con más tiempo hubiera escrito algo más medido y
ajustado y más preciso. Pero para ti no me parece necesario. Espero que comprenderás
el sentido de lo que quiero decir, y estoy seguro que te darás cuenta del espíritu y la
intención con que lo hago. Me es duro y penoso hacerlo. Me repugna lo que pueda
haber en todo ello de crítica personal. Sin embargo, creo que tengo la obligación moral
de no guardar para mi (sic) esta impresion (sic) y las observaciones que se [ilegible] en
ella. Ni el gobierno ni su representante aquí me han dado a pesar de todos mis avances
rayando en la indiscreción, la ocasión de expresar una opinion (sic). A ti te la expongo
con toda claridad y con ello descargo mi conciencia. Y perdona este cartapacio.
Seguimos con idea, como le dije a Gloria de ir a Madrid a principios de Junio. Espero
que entonces podamos hablar largo de todo esto y de otras tantas cosas- Por ejemplo
como sigue sin resolverse lo del nombramiento de Embajador en Moscou?- Tengo la
impresión que los rusos empiezan a encontrar algo extraña esta tardanza.
Un abrazo
P. S. Se de buena tinta (fuente directa y auténtica) que Blum consultado por el
Quai d’orsay sobre una nota proponiendo a Londres el levantamiento de sanciones y un
arreglo por las buenas con Italia la rechazó de plano é (sic) hizo saber que si se enviaba
la desautorizaría públicamente (sic).
546
XXII. CARTA DE PABLO DE AZCÁRATE A JULIO ÁLVAREZ DEL
VAYO SOBRE POLÍTICA INTERNACIONAL Y EL LEVANTAMIENTO DE
SANCIONES A ITALIA. 23 DE MAYO DE 1936.
Archivo del Ministerio de Asuntos Exteriores. Archivo Pablo Azcárate.
Caja 110.1. Archivo Pablo Azcárate (Secretario General Adjunto de la Sociedad de
Naciones). “Carta de Azcárate a Álvarez del Vayo sobre política internacional y el
levantamiento resanciones a Italia”. Ginebra, 23 de mayo de 1936. Carta
manuscrita. (AMAE, Caja 110.1. Archivo Pablo Azcárate)
4, CH. DES ARTICHAUTS. GENÈVE
Sábado 23.5.36.
[Ilegible] Vayo: ahí le va la nota de que le he hablado ahora mismo sobre la
Conferencia pan-americana. Como Vd. vera (sic) es interior, es decir para nuestros
corresponsales de America (sic), pero no secreta. [Ilegible] copias los delegados aqui
(sic) de los paises (sic) latino-americanos, mas (sic) Estados Unidos y Brasil. Todo el
mundo la ha encontrado bien, especialmente Washington.- En cuanto à (sic)
representacion (sic) bajo una u otra forma de la Sociedad en la Conferencia, nuestra
actitud es de una reserva absoluta. Si la Conferencia invita responderemos. Pero nada de
maniobras ni intrigas para provocar una invitación. Mi convicción profunda es que todo
eso por ser poco compatible con la dignidad es contraproducente y perjudicial en
nuestra política respecto de América.- y este criterio sería à (sic) mi juicio aplicable à
(sic) la política española. Acabemos con el viejo hispano-americano retórico y vacío! Y
lo primero para eso es dar en América (del norte y del sur) la impresión de seriedad,
fuerza y gran comprensión.
En cuanto à (sic) Europa (y África!) es indispensable por parte de España que
haya una rectificación neta de actitud. Desde que el Gobierno Azaña se constituyo (sic)
lo escribí; en aquel momento (antes de las elecciones francesas) recomendaba por lo
menos un cambio de matiz. Si se hubiera hecho entonces, hoy se podría, comodamente
(sic) tomar el sitio que corresponde al gobierno del frente popular español al lado del
francés y del “Labour”. Pero el “matiz” (y qué “matiz”!) se modificó en sentido
contrario.- Lo que importa es que el Gobierno, en el cual segun (sic) la Declaración
ministerial están virtualmente representados todos los elementos del Frente popular,
547
declare su adhesion (sic) y anuncie su propósito de mantener aquí una política firme y
precisa de apoyo sin reservas al principio de seguridad colectiva: en concreto que se
declare partidario de mantener las sanciones q. no es mas (sic) ni menos q. lo decidido
en Bruselas. Y como consecuencia que deje de patrocinar los ensayos que se intentan
(por ej. el Pacto mediterráneo) para salir del paso por medio de un arreglo cuya
consecuencia no podía ser otra que la consagración y consolidación del régimen fascista
y de las dictaduras en el mundo. Va España à (sic) tomar esta responsabilidad.
Otra cosa à (sic) la que hay que prestar atención es a la reforma de la Sociedad:
supongo que el Gobierno no tome responsabilidad en proyectos inspirados en la idea
(como el que Madariaga à (sic) título personal ha distribuido aquí) de debilitar la
Sociedad ¡sería de un efecto desastroso! De esto hay más tiempo de hablar, aunque en
junio se discutirá ya mucho entre bastidores é (sic) importaría que el representante de
España viniera con intención concreta de no apoyar nada que tuviera como
consecuencia una debilitación del Pacto.
P.S. Sé de buena tinta (fuente absolutamente auténtica) que Blum consultado por
el Quai d’Orsay sobre una nota proponiendo à (sic) Londres el levantamiento de
sanciones y un arreglo por las buenas con Italia, la ha rechazado de plano y ha hecho
saber que si la nota se envía él la desautorizaría publicamente (sic).
548
XXIII. MEMORANDUM DE PABLO DE AZCÁRATE SOBRE LA ZONA
ESPAÑOLA DE MARRUECOS. SIN FECHA
Archivo del Ministerio de Asuntos Exteriores. Archivo Pablo Azcárate.
Caja 110.2. Archivo Pablo Azcárate (Secretario General Adjunto de la Sociedad de
Naciones). “Memorando sobre la zona española de Marruecos (en francés)”. Sin
fecha. Confidencial. (AMAE, Caja 110.2. Archivo Pablo Azcárate)
MEMORANDUM SOBRE LA ZONA ESPAÑOLA DE MARRUECOS
Durante un discurso pronunciado hace algunos meses por M. Prieto, Ministro de
Finanzas de España, y una de las personalidades más conocidas en el partido socialista
español, se refiere a la eventualidad de que España abandone su zona de protectorado en
Marruecos y la confíe a la Sociedad de Naciones. Esta referencia en términos vagos e
incluso incomprensibles, prueba de que ella no era la expresión de un punto de vista
reflexionado y establecido antes, provocó sin embargo una inquietud considerable en la
opinión pública internacional. Podemos preguntarnos si esta preocupación está muy
justificada.
1º.- Si España se decidiera un día abandonar su zona de protectorado en
Marruecos, dado por hecho que ella no podría hacerlo más que al fin de negociaciones y
de un acuerdo con las Potencias que forman parte de los tratados en virtud de los cuales
la zona de protectorado español fue creado.-
2º. ¿Es absolutamente inevitable que tal iniciativa de España deba
necesariamente dar lugar a una agravación de las diferencias internacionales actuales?
¿No podríamos, por el contrario, imaginar que tal iniciativa hecha en el momento
oportuno y por vías y medios bien elegidos sea de manera para facilitar la solución de
ciertas de estas diferencias? Aquí a título de ejemplo para un arreglo, algunas bases de
discusión en caso de que tal eventualidad llegara a presentarse:
e) La zona española sería incorporada al resto del imperio de Marruecos, y
quedaría por consecuencia sometida al protectorado francés.
f) Este aumento territorial del protectorado francés sobre Marruecos sería
posible para Francia acordando concesiones territoriales a Italia en otras partes de
África, lo que permitiría prever la posibilidad de un arreglo definitivo de diferentes
territorios que existen actualmente entre las dos potencias.
549
g) A fin de apaciguar las inquietudes que Gran Bretaña pudiera sufrir viendo la
costa norte atlántica y mediterránea de África caer bajo el control de Francia, se podría
transformar el protectorado actual de Francia sobre Marruecos en una especie de
mandato internacional bajo el control de la Sociedad de Naciones, en una extensión y
con las modalidades que sería determinadas por el Consejo.
h) Tal arreglo permitiría, haciendo desaparecer pura y simplemente el régimen
actual de Tánger, incluir esta ciudad bajo el régimen que sería creado para Marruecos
entero, bien reemplazándolo por un sistema especial de control internacional ejercido
por la Sociedad de Naciones.
i) Tal arreglo daría lugar a un desarrollo considerable del sistema de control
internacional por la Sociedad de Naciones sobre los territorios en cuestión, o podría dar
lugar a conflictos, lo que, desde el punto de vista general, constituiría un progreso muy
deseable.
Nota del autor: el último término, en francés “désirable”, se traduce por
deseable. Pero nos queda la duda sobre si Azcárate no pretendía expresar lo contrario.
550
XXIV. TELEGRAMAS SECRETOS DEL EMBAJADOR FRANCÉS EN
LISBOA, AME LEROY, AL MINISTERIO DE NEGOCIOS EXTRANJEROS
FRANCÉS, SOBRE REUNIÓN DE OLIVEIRA SALAZAR, REPRESENTANTES
OFICIOSOS BRITÁNICO Y CONSPIRADORES ESPAÑOLES DE DERECHA EN
LISBOA. 27 DE MAYO DE 1936.
Archives du Ministère des Affaires Étrangères (Quai d´Orsay),
Correspondance Politique et Commerciale, 1914 à 1940, Série Z Europe, Sous-
série Espagne 1930-1940, carton 167, Télègrame 83-85, de 27 de Mayo de 1936. 27
de Mayo de 1936. Secreto. (ADQO, E-167, T. 83-85, de 27 de Mayo de 1936.
Secreto).
TELEGRAMA Nº 83 a 85. SECRETO.
LISBOA, 27 de Mayo de 1936
recibido por correo el 30 a 10 h 40.
De una fuente muy segura, se me informa que el Presidente Salazar habría, hace
algunos días, en un pequeño local aislado de los alrededores de Bussaco, recibido la
visita de un delegado oficioso del Gobierno británico y de un representante del partido
conservador español que se habrían entrevistado sobre la eventualidad posible de un
importante movimiento comunista en las provincias españolas limítrofes con Portugal.
El uno y el otro habrían insistido sobre la necesidad para el Gobierno de Lisboa de
tomar desde entonces medidas especiales de seguridad, incluso no excluir la posibilidad
de una intervención armada si la situación lo exigía.
A este efecto, el representante español habría prometido el concurso financiero
más importante de su partido y el delegado británico habría declarado que su Gobierno
podría sin dilación abastecer los armamentos especificando que se consentirían
facilidades de pago excepcionales.
No tengo ningún medio de verificar la exactitud de lo que precede y yo no puedo
comunicarlo a Su Excelencia más que con todas las reservas. Pero no hay duda que esta
cuestión está en primer plano de las preocupaciones actuales del dictador.
Que el Gobierno británico tenga más que nunca interés capital en mantener el
poder y el orden establecido en Portugal, y que por otro lado los conservadores
españoles deseen el apoyo eventual del Gobierno dictatorial de Lisboa, son verdades
evidentes. Hasta qué punto el Sr. Salazar participaría en esta vía, cuando su trabajo de
551
reorganización del ejército se enfrenta a serias oposiciones y que por otro lado debe
hacer frente a una situación interior cada vez más difícil./.
AME LEROY
552
XXV. TELEGRAMAS DEL EMBAJADOR FRANCÉS EN MADRID, JEAN
HERBETTE, AL MINISTERIO DE NEGOCIOS EXTRANJEROS FRANCÉS,
SOBRE SITUACIÓN PRERREVOLUCIONARIA EN ESPAÑA. 30 DE MAYO DE
1936.
Archives du Ministère des Affaires Étrangères (Quai d´Orsay),
Correspondance Politique et Commerciale, 1914 à 1940, Série Z Europe, Sous-
série Espagne 1930-1940, carton 167, Télègrame 588-591, de 30 de Mayo de 1936.
30 de Mayo de 1936. (ADQO, E-167, T. 588-591, de 30 de Mayo de 1936).
NEGOCIOS EXTRANJEROS. DESCIFRAMIENTO. Nº 589-591
MADRID 30 de Mayo de 1936 - 23h 45
recibido el 31 de Mayo a las 7h 20
La situación grave y por momentos anárquica que describen en Andalucía
nuestros Cónsules en Málaga y en Sevilla intenta ganar otras regiones. En la provincia
de Albacete, la Guardia civil habría tenido un muerto y 7 heridos como respuesta al
asesinato de 12 campesinos (las estimaciones hablan de 40) y un gran número de
heridos. En Madrid, los atentados por bombas y ametrallamiento han sido cometidos
contra cafés cuyo personal no hacía huelga. La Confederación anarco-sindicalista del
Trabajo, que parece concentrar en este momento sus esfuerzos sobre la capital, ha
adoptado los métodos de los “pistoleros”. El Gobierno está convencido de que este
terrorismo está apoyado por organizaciones de extrema-derecha.
(…) Ante el peligro de una pretendida agitación revolucionaria, que no puede
beneficiar más que al fascismo, una evolución parece dibujarse entre los dirigentes de
los sindicatos socialistas y en el ala izquierda del partido. La comisión administrativa de
la Casa del Pueblo publica esta noche una nota prohibiendo ir a la huelga general sin la
orden de las organizaciones responsables. El Sr. Largo Caballero se entrevistó ayer con
el Ministro del Trabajo, y se esperan las declaraciones que él debe hacer mañana en
Zaragoza, ciudad que ha sido hasta el presente el centro de la organización anarco-
sindicalista en España.
Se ha extendido esta tarde la noticia de una próxima remodelación ministerial
destinada a proporcionar un Gabinete de Frente Popular donde figurarían los
representantes de las dos tendencias socialistas. Ninguna confirmación ha sido sin
553
embargo obtenida hasta el momento y el Gran Consejo político, que se dice ha sido
reunido hoy bajo la presidencia del Sr. Azaña, no pareció tener lugar.
Aparte de causas bien conocidas que tienen que ver con el estado económico de
España, con su temperamento nacional, con sus tradiciones anarquistas, etc…, la
situación de hoy es debida a dos factores: “de entrada la política del cuanto peor, mejor”
que practican los adversarios del régimen, de acuerdo con ciertos intereses extranjeros,
después y, sobre todo, la insuficiencia flagrante del mecanismo gubernamental y
administrativo.
Falta a un tiempo un cuadro de funcionarios adaptados a la nueva tarea y una
organización política capaz de disciplinar a las masas. Sin estos instrumentos
indispensables, el Gobierno está a merced de sus enemigos organizados para la
violencia y el Estado está amenazado de disolución.
Es de esperar que esta enseñanza sea comprendida al tiempo por todos los
dirigentes del frente popular español, pero también merece ser meditada en otra parte./.
JEAN HERBETTE
554
XXVI. INFORME DE JEAN HERBETTE, EMBAJADOR DE FRANCIA EN
MADRID, SOBRE EL DESEABLE PAPEL DE ESPAÑA EN LA ESTRATEGIA
INTERNACIONAL FRANCESA. 4 DE JUNIO DE 1936.
Archives du Ministère des Affaires Étrangères (Quai d´Orsay),
Correspondance Politique et Commerciale, 1914 à 1940, Série Z Europe, Sous-
série Espagne 1930-1940, carton 213, dépêche nº 719, de 4 de junio de 1936.
(ADQO, E-213. Relations avec la France et l´Angleterre. 1930, fév.-1936, déc., nº
719. 4 de junio de 1936).
La importancia de nuestras relaciones con España es actualmente superior a la
potencia material de la que dispone España (…).
Primero la situación geográfica de España en caso de conflicto marítimo, así
como en el caso en el nosotros tuviéramos necesidad de llevar a la metrópoli nuestras
tropas de África.
Después la analogía de las formaciones políticas que gobiernan tanto en París
como en Madrid: todo el peligro para la una alimenta a la otra (…). Tenemos un gran
interés en organizar, entre España y nosotros, una simbiosis a no ser que queramos
encontrar pronto del otro lado de los Pirineos una rival, otra Italia (…).”
“(…) no sólo existen en España dos fuerzas revolucionarias como en nuestro
país, sino tres. Además de los socialistas y los comunistas, España cuenta con una masa
muy numerosa de anarco-sindicalistas. Más exactamente, el proletariado español tiende
espontáneamente hacia el anarquismo y es sólo al precio de medio siglo de esfuerzos
que el marxismo ha podido imponerse en la mitad de las masas populares (…).
Resulta de ello que el movimiento revolucionario del proletariado español es a la
vez violento y frágil: violento porque los anarquistas luchan a golpe de acción directa;
frágil porque la violencia está siempre presente. España está constantemente penetrada
por la alternativa de la anarquía o el despotismo (…).
La situación interior de España no depende por el momento que de algunos
factores de los que los principales son: las disensiones internas del partido socialista, las
relaciones de los anarco-sindicalistas con el ala izquierda del socialismo y las medidas
que el Gobierno tome para disciplinar a las masas (…).
Tenemos el mayor interés en que se restablezca el orden interior en España. No
solamente las empresas francesas que trabajan en este país son amenazadas de peligro si
el desorden se convierte en crónico, sino que África del Norte puede ser alterada en sus
555
bases con una España trastornada. Así, debemos facilitar en todo lo que depende de
nosotros la tarea del Gobierno español, cuando el se esfuerce en hacer reinar el orden en
el país. No deberíamos tolerar en territorio francés, sobre todo en la frontera,
conspiraciones contra el régimen legal de España. Las campañas interesadas que se
hacen en la prensa para desacreditar a la España republicana, deben ser frenadas
también (…).
En política exterior, España aspira ante todo a la neutralidad. En la medida en
que la neutralidad es compatible con el movimiento, aspira a moverse de acuerdo con
Inglaterra y Francia. Si Inglaterra y Francia están en desacuerdo, vacila; y si fuera
absolutamente necesario que se decidiera, entonces se decidiría por Inglaterra (…). El
Gobierno español está probablemente persuadido que una guerra europea es inevitable.
No disimula ni los peligros, ni los beneficios de la neutralidad que España intenta
conservar. Toda tentativa que hiciéramos por demostrarle que los peligros sobrepasan
estos beneficios, y que por consecuencia sería mejor estar con nosotros, no tendría más
que la más grande de las suertes de fracasar: ello podría también provocar una reacción
contraria y alejar España de nosotros. Sólo los hechos, si sobrevienen, podrán cambiar
esta neutralidad. En todo caso, no debemos nunca intentar llevar a España más lejos de
lo que Inglaterra desee verla ir (…).
Una alianza podría sin embargo establecerse entre Francia y España: hay lugar
para ello en el dominio económico (…). Si nosotros le garantizáramos durante algunos
años la absorción de un cierto valor de las exportaciones, le daríamos la solución para
que sus créditos y compras no estuvieran comprometidos como ahora. Claro está que
estas ventajas tienen contrapartidas. Ellas no serán fáciles de conseguir, como la
experiencia nos enseña (…). En este caso, uno de los mejores interlocutores que se
pueden encontrar es el señor Augusto Barcia. Los apuros económicos y financieros de
España no escapan a su evidente patriotismo y su formación intelectual le predispone a
tratar con nosotros.
556
XXVII. TELEGRAMA DEL EMBAJADOR FRANCÉS EN MADRID, JEAN
HERBETTE, AL MINISTERIO DE NEGOCIOS EXTRANJEROS FRANCÉS,
SOBRE MOVIMIENTOS SEDICIOSOS EN NAVARRA. 5 DE JUNIO DE 1936.
Archives du Ministère des Affaires Étrangères (Quai d´Orsay),
Correspondance Politique et Commerciale, 1914 à 1940, Série Z Europe, Sous-
série Espagne 1930-1940, carton 167, Télègrame 615, de 5 de Junio de 1936.
Movimientos sediciosos en Navarra. (ADQO, E-167, T. 615, de 5 de Junio de 1936).
NEGOCIOS EXTRANJEROS. DESCIFRAMIENTO. Nº 615
MADRID 5 de Junio de 1936
recibido por correo el 8 a las 11h 40
El Director General de Seguridad ha llegado de improviso a Pamplona ayer por
la mañana a la vez que destacamentos de guardias de asalto enviados por los jefes de las
tres provincias vecinas. Han tenido lugar algunas pesquisas así como arrestos por
posesión ilegal de armas. El Gobernador Civil que vino a buscar al Director General a
Logroño ha explicado después de su marcha que esta operación tenía por objetivo
organizar eficazmente la vigilancia de la frontera.
Puede que las Autoridades españolas hayan efectivamente tomado precauciones
contra la importación clandestina de armas y municiones, pero se cree que temen sobre
todo la organización de una sedición militar en Pamplona, al mando del General Mola,
antiguo jefe de la Seguridad bajo el General Berenguer. Aunque el General Mola haya
sido considerado anteriormente como republicano, el rumor que corre en estos últimos
tiempos es que conspiraba contra el Gobierno./.
JEAN HERBETTE
557
XXVIII. TELEGRAMA DEL EMBAJADOR FRANCÉS EN MADRID, JEAN
HERBETTE, AL MINISTERIO DE NEGOCIOS EXTRANJEROS FRANCÉS,
SOBRE ENTREVISTA CON AUGUSTO BARCIA, MINISTRO DE ESTADO,
ACERCA DE LA SITUACIÓN PRERREVOLUCIONARIA ESPAÑOLA. 8 DE
JUNIO DE 1936.
Archives du Ministère des Affaires Étrangères (Quai d´Orsay),
Correspondance Politique et Commerciale, 1914 à 1940, Série Z Europe, Sous-
série Espagne 1930-1940, carton 167, Télègrame 759, de 8 de Junio de 1936.
Movimientos sediciosos en Navarra. (ADQO, E-167, T. 759, de 8 de Junio de 1936).
ESTRACTO DEL TELEGRAMA DE MADRID
nº 759 de 8 de Julio de 1936
8 de Julio 13 horas.
El Ministro de Estado acaba de hablarme durante una hora de sus estancias en
París y Ginebra. Resumo la información que me ha dado.
3º -Política interior.
El Sr. Barcia considera que en lo que concierne al mantenimiento del orden la
situación resulta más difícil en España que en Francia, pero en lo que afecta al fondo de
los problemas sociales, Francia tiene una tarea más difícil que la de España.
Me ha dicho que una agitación sediciosa se está haciendo sentir de nuevo aquí
en el ejército. No ha disimulado tampoco el progreso del “fascismo” entre los partidos
de derecha.
Pero tiene el sentimiento (ya expresado en mi despacho nº 853 de 6 de Julio) que
esta agitación militar y el susodicho fascismo son sobre todo reacciones provocadas por
las propagandas y por los tumultos desconsiderados de pretendidos socialistas de
izquierda y comunistas, que aterrorizan a la gente con perspectivas a la rusa y que
suponen igualmente obstáculos a la obra renovadora del Gobierno. “El público se
imagina, me ha dicho el Sr. Barcia, que somos prisioneros de los comunistas”.
El Ministro de Estado no es partidario por el momento al menos, de la
participación de los socialistas en el poder. Teme sin duda exasperar las resistencias, sin
fortalecer sensiblemente al Ministerio. La situación no es en relación a ello igual que
con Franco, ha explicado, pues el Pacto del Frente popular español estipula
expresamente que los republicanos colaborarán para gobernar sólo para ejecutar el
558
programa convenido. En cuanto a la actitud de algunos socialistas que, aunque no
siendo “caballeristas”, verían con buenos ojos que fueran sacrificados los republicanos
gracias al desorden para que abandonen el poder, que volvería entonces todo entero a
los socialistas. El Sr. Barcia me ha afirmado que estas intenciones no eran compartidas
por el Sr. Prieto del cual cree conocer íntimamente su pensamiento (los dos son
asturianos)./.
JEAN HERBETTE
559
XXIX. ÚLTIMO TESTIMONIO DOCUMENTAL ESCRITO DEL
PRESIDENTE DE LA REPÚBLICA D. MANUEL AZAÑA ANTES DEL INICIO DE
LA GUERRA CIVIL ESPAÑOLA. 10 DE JULIO DE 1936.
Documents Diplomatiques Françaises, 2ª Série, Tome II, dépêche 423, de 10
de julio de 1936 (DDF, 2, II, T. 423, de 10 de julio de 1936).
Archives du Ministère des Affaires Étrangères (Quai d´Orsay),
Correspondance Politique et Commerciale, 1914 à 1940, Série Z Europe, Sous-
série Espagne 1930-1940, carton 167, dépêche 767-773, de 10 de julio de 1936.
Secreto. El subrayado es del propio Herbette. (ADQO, E-167, 767-773. Herbette.
Secreto).
MADRID, 10 de Julio de 1936
Recibido por correo el 13 a las 12,30 horas
SECRETO
En el transcurso de la audiencia que el Presidente de la República ha querido
concederme hoy (cualquiera que fuera la situación política, he conservado la costumbre
de visitar al Sr. Azaña cada vez que se cumplía el aniversario de mi toma de posesión)
me ha hablado abiertamente de la situación política interior.
“Es más complicado aquí que en Francia, me dijo, porque en Francia la
República existe hace más de sesenta años, en tanto que aquí solamente tiene cinco
años, y la gente aún no está convencida de que ya no puede haber más monarquía”.
El desarrollo del “fascismo” no se le escapa, pero tampoco se confunde: no es,
en su opinión, más que una reacción de miedo que empuja a algunas clases sociales a
buscar cualquier refugio contra lo que amenaza sus intereses. “Hace 100 años los que
hoy se llaman fascistas eran llamados blancos”. Ninguna concepción política positiva se
esconde bajo esta etiqueta fascista. En particular, los supuestos fascistas españoles no se
imaginan lo que es el fascismo italiano. “Si por mi fuera, añadió riéndose el Sr. Azaña,
dejaría que el mismo Sr. Mussolini gobernara España durante ocho días. No haría falta
más para que nuestros fascistas tuvieran suficiente, con los impuestos y las exigencias
de toda clase que les agobiarían del régimen mussoliniano”.
El Presidente conoce el individualismo exaltado de sus conciudadanos y
concluye que en el curso de un movimiento social como el actual el principal peligro
viene del anarquismo. Está consternado como todo el mundo por el rumbo que ha
560
tomado en Madrid la Confederación Nacional del Trabajo. En su opinión, las causas son
complejas. No está lejos de creer que los mismos patrones han contribuido a animar a su
personal a afiliarse a los sindicatos anarquistas más que a los socialistas. En todo caso,
juzga que el desarrollo del anarquismo entre los obreros de Madrid “resulta de la guerra
que se ha hecho a la Unión General de Trabajadores”, es decir a las organizaciones
obreras socialistas. No tiene esperanza en la posibilidad de calmar a los anarquistas por
la persuasión. El anarquismo es “un cáncer que es necesario extirpar”. Pero el Sr. Azaña
se da cuenta de que es especialmente peligroso derramar sangre en una nación tan
sensible como España. El ejemplo de la represión aplicada a los anarquistas (por) Lenin
y Djerjinski no le parece un hecho para ser imitado aquí. “El español es todo lo
contrario del ruso”.
El Presidente de la República no desconocía la ventaja de que Francia se
encuentre gobernada por un gabinete dónde figuran socialistas y, sobre todo, socialistas
sobre los que tiene una gran opinión. Pero la misma fórmula no es aplicable a España en
tanto que la unidad no existe (por el momento) en el partido socialista español. En
honor a la verdad, la tendencia personificada por el Sr. Indalecio Prieto parece ganar
terreno pero es lamentable que el congreso nacional dónde estas discrepancias podrían
ser arregladas definitivamente no se reúna antes de octubre. “Para qué esos cuatro
meses de impás”.
Sobre política internacional, el Presidente me dijo que el Sr. Barcia había traído
de Ginebra unas previsiones pesimistas fundadas particularmente sobre el lenguaje del
Sr. Eden. Señalé que el secretario de Estado británico era aún joven y el Presidente
respondió: “No me gustan las personas impresionables… Yo no me impresiono jamás,
(y yo) espero al día siguiente para razonar mis impresiones”. Como yo señalé que los
periódicos de la mañana anunciaban la retirada de fuerzas navales suplementarias que el
Gobierno británico había enviado al Mediterráneo y como yo concluí que era sin duda
Alemania quien sin embargo atraía la atención de Inglaterra, el Presidente expresó la
opinión de que Inglaterra tendría razón. Mencioné una información particular según la
cual se diría aquí, en los medios italianos, que todo se podría aún arreglar en Europa si
tan sólo Francia consentía una desmembración de Checoslovaquia. El Presidente se
indignó y me ha preguntado irónicamente si esa era el tipo de soluciones que
consideraban los italianos.
A propósito de las entrevistas que el ministro de Estado ha tenido en París con el
Sr. León Blum y con Su Excelencia, El Sr. Azaña me dijo con la misma libertad
561
afectuosa que estaría muy feliz de conocer en breve el reglamento de las cuestiones
relativas a los territorios ocupados por las tropas francesas en la zona española. “Usted
quizá ha notado, me explicó, la campaña que las derechas hacen a cerca de este asunto.
No creemos sinceramente que nuestros derechos puedan ser puestos en duda. No se
trata de negociar cambios, sino simplemente de poner fin a una situación temporal
creada por razones militares evidentes durante la guerra del Rift. La posición del
Gobierno español es cada vez más complicada a medida que esta solución se retrasa,
pues es conocido por ser un gobierno amigo de Francia.”
El Presidente, haciendo alusión a los sacrificios materiales que podía representar
para nosotros la renuncia a los impuestos pagados por estos territorios, le respondí que
existía también la preocupación de proteger la ruta que une Argelia y Marruecos. “Pero,
enérgicamente insistió el Sr. Azaña, nosotros estamos allí para participar en esta defensa
si la configuración del terreno y la necesidad del momento lo exigen. España puede
perfectamente ayudar a proteger esta vía de comunicación. Nosotros tenemos en el Rift
el doble de tropas de las que necesitamos”.
Estas palabras, las últimas que el Presidente me dirigió antes de las palabras que
ponían fin a la audiencia, pueden ser importantes para tener presente. Fueron
pronunciadas con tanta sinceridad como espontaneidad. Corresponden de hecho, no sólo
al deseo de obtener la evacuación de estos territorios por las tropas francesas, sino a la
convicción manifiesta de que los intereses esenciales de España están ligados a los de
Francia. “No permitamos que se mantenga entre nosotros ni la más mínima causa de
recriminación, me decía el Presidente cuando yo ya tenía la mano en el picaporte de la
puerta, pues tenemos en perspectiva problemas mucho más gordos (gordos)”.
Sin rebasar la modesta medida en la que mi opinión personal puede importar
aquí, me permito además decir que estoy convencido, como ya indiqué en mi telegrama
nº 759 del 8 de Julio, que Francia sacaría ventajas de restituir estos territorios de manera
espontánea sin esperar que una obligación política, militar o jurídica le sea impuesta.
Jean Herbette.
562
XXX. TELEGRAMAS DEL EMBAJADOR FRANCÉS EN MADRID, JEAN
HERBETTE, AL MINISTERIO DE NEGOCIOS EXTRANJEROS FRANCÉS,
SOBRE LOS ASESINATOS DEL TENIENTE CASTILLO Y EL POLÍTICO
MONÁRQUICO CALVO SOTELO. 13 DE JUNIO DE 1936.
Archives du Ministère des Affaires Étrangères (Quai d´Orsay),
Correspondance Politique et Commerciale, 1914 à 1940, Série Z Europe, Sous-
série Espagne 1930-1940, carton 167, Télègrame 790-793, de 13 de Junio de 1936.
Asesinatos del teniente Castillo y el político monárquico Calvo Sotelo. (ADQO, E-
167, T. 790-793, de 13 de Junio de 1936).
NEGOCIOS EXTRANJEROS. DESCIFRAMIENTO. TELEGRAMAS Nº 790-793
MADRID, 13 de Julio de 1936 a las 18 horas
recibido el 13 a las 21h 30
El Capitán Castillo, de los Guardias de Asalto (Guardia Móvil), ha sido
asesinado ayer noche hacia las 22 horas en Madrid, por cuatro individuos que le han
matado en la calle por disparos de fuego.
Parece que este oficial pasaba por haber sido “condenado a muerte” por los
fascistas debido a la resistencia armada que había opuesto a su manifestación del 16 de
Abril último.
Durante la noche, hacia las 3 horas y media de la mañana, uno o varios
individuos de civil, de los cuales uno habría mostrado su identificación de oficial de los
Guardias de Asalto, se presentaron en casa del Sr. Calvo Sotelo, antiguo Ministro de la
Dictadura, organizador del “Bloque nacional” y jefe de la derecha monárquica en las
cortes, fingiendo tener el encargo de arrestarlo. Estos individuos venían en un camión
de la Guardia de Asalto. El Sr. Calvo Sotelo se dejó llevar a pesar de su inmunidad
parlamentaria. Tal es al menos la única versión que circula hasta el momento;
procedería de la Seguridad General.
Cuales quiera que sean las circunstancias en las que fue secuestrado el Sr. Calvo
Sotelo, ha sido asesinado, y a comienzo de la tarde se ha comunicado el descubrimiento
de su cuerpo en uno de los cementerios de Madrid. El crimen habría tenido lugar
mediante arma blanca.
A la salida del Consejo del Gabinete que acaba de terminar, y que se reunirá de
nuevo a las 18 horas, el Ministro del Interior no ha podido confirmar el asesinato del Sr.
563
Calvo Sotelo (el del capitán Castillo había sido anunciado desde esta mañana por la
“Hoja Oficial del Lunes”). El Ministro de Hacienda encargado de los comunicados a la
prensa ha expresado delante de los periodistas el horror que inspiraba al Gobierno estos
“execrables hechos” y ha anunciado la designación de dos jueces de instrucción
especiales, así como la adopción de medidas urgentes.
Por otro lado, la huelga de la construcción no ha terminado. Los obreros
parecían en general haberse presentado en las obras pero parece también que alrededor
de las tres cuartas partes de ellos habrían sido disuadidos por enviados de la
Confederación anarquista el Trabajo.
Informaciones más completas sobre las deliberaciones que han tenido lugar al
comienzo de esta tarde en el Consejo del Gabinete se añaden las siguientes precisiones:
Los guardias de asalto que han secuestrado y asesinado al Sr. Calvo Sotelo
pertenecerían a la Compañía del Capitán que había sido asesinado algunas horas antes
por los fascistas. Se trata pues de una venganza.
Algunos de estos guardias vestían de uniforme durante el secuestro. Su Jefe, un
Oficial, estaba de civil.
El cuerpo del Sr. Calvo Sotelo muestra heridas de bayoneta, aunque un
periodista que ha sido uno de los primeros en verlo informa que la muerte parece haber
sido debida a un tiro en la nuca, la bala habría salido por el [ilegible] superior. Ha sido
llevado muy temprano al cementerio del Este por un camión y entregado a los guardias
del cementerio.
El Gobierno ha arrestado a los 15 ó 20 guardias de asalto que se supone han
tomado parte en el crimen.
En los medios políticos, la emoción es intensa, el Gobierno que delibera de
nuevo en este momento parece deseoso de evitar que las Cortes se reúnan mañana. Se
habla de la promulgación de un decreto en el Consejo de la mañana que prorrogaría la
Cámara durante 30 días, pero también se considera una crisis ministerial que permitiría
formar un Gabinete dotado de una mayor autoridad./.
JEAN HERBETTE
564
XXXI. TELEGRAMA DEL EMBAJADOR FRANCÉS EN MADRID, JEAN
HERBETTE, AL MINISTERIO DE NEGOCIOS EXTRANJEROS FRANCÉS,
SOBRE LOS ASESINATOS DEL TENIENTE CASTILLO Y EL POLÍTICO
MONÁRQUICO CALVO SOTELO. 14 DE JUNIO DE 1936.
Archives du Ministère des Affaires Étrangères (Quai d´Orsay),
Correspondance Politique et Commerciale, 1914 à 1940, Série Z Europe, Sous-
série Espagne 1930-1940, carton 167, Télègrame 805, de 14 de Junio de 1936.
Asesinatos del teniente Castillo y el político monárquico Calvo Sotelo. (ADQO, E-
167, T. 805, de 14 de Junio de 1936).
NEGOCIOS EXTRANJEROS. DESCIFRAMIENTO. TELEGRAMA Nº 805
MADRID, 14 de Julio de 1936 – 24 h.
recibido el 15 de Julio a las 2 h. 40
(…) Los rumores de una sedición militar continúan circulando y podrían
empujar a los partidos de izquierda a constituir un Gabinete de frente popular para hacer
frente a la sedición. Pero en realidad la situación militar es confusa: El Capitán que
secuestró al Sr. Calvo Sotelo pertenece a la guardia civil, cuerpo reconocido como
reaccionario, y en cuanto a la guardia de asalto, ésta ha disparado sobre los
manifestantes fascistas que les insultaban a la vuelta de los funerales del Sr. Calvo
Sotelo y se dice que han hecho al menos un muerto y varios heridos.
Sin embargo parece difícil que el Gobierno actual se presente ante la Cámara en
menos de 8 días. La Seguridad Nacional, muchos de cuyos agentes no son partidarios
del presente régimen, ha dejado filtrar informaciones sobre los recientes
acontecimientos que pueden molestar al Gobierno, haciendo creer la incapacidad y la
infidelidad de sus servicios. (…)
JEAN HERBETTE
565
XXXII. COMUNICACIÓN DEL DUQUE DE ALMAZAN DESDE EL
HOTEL CRISTINA DE ALGECIRAS AL CONDE WELCZECK, EMBAJADOR
ALEMÁN EN PARIS. 23 DE JULIO DE 1936.
Archives du Ministère des Affaires Étrangères (Quai d´Orsay),
Correspondance Politique et Commerciale, 1914 à 1940, Série Z Europe, Sous-
série Espagne 1930-1940, carton 168, dépêche 13.828/A.B.M.P.32, de 23 de julio de
1936. (ADQO, E-168, D. 13.828/A.B.M.P.32).
El movimiento militar triunfa en toda España. Sólo existe una lamentable
excepción en la flota, los marineros comunistas han asesinado a sus oficiales,
convirtiéndose así en piratas.
El general Franco jefe único del gobierno y de la fuerza armada me encarga
informar a tu Gobierno a fin de que pueda apoyar cerca de Inglaterra nuestra petición
oficial de internamiento y desarme de buques piratas.
Abrazos afectuosos.
Nota del autor: este documento es citado por Ismael Saz en Mussolini contra
la II República, Valencia, Edicions Alfons El Magnànim, 1986, p. 192, como un
mensaje mandado por el duque de Almazán a Guariglia el 24 de julio, que se encuentra
en el Archivio Storico e Diplomatico del Ministero degli Affari Esteri (ASMAE),
Spagna Fondo di Guerra, b. 8.
566
XXXIII. TELEGRAMA DE YVON DELBOS, MINISTRO DE NEGOCIOS
EXTRANJEROS, A CHARLES CORBIN, DEL EMBAJADOR FRANCÉS EN
LONDRES, SOBRE LA URGENCIA DE ESTABLECER UN ACUERDO DE NO
INTERVENCIÓN. 3 DE AGOSTO DE 1936.
Archives du Ministère des Affaires Étrangères (Quai d´Orsay),
Correspondance Politique et Commerciale, 1914 à 1940, Série Z Europe, Sous-
série Espagne 1930-1940, carton 218, Principe de non intervention. 1936, 25 juil.-7
aoùt, sin número, de 3 de Agosto de 1936. Muy urgente. (ADQO, E-218, Principe
de non intervention. 1936, 25 juil.-7 aoùt, sin número, de 3 de Agosto de 1936. Muy
urgente).
Las informaciones que me llegan de fuente secreta (…) imponen no perder
tiempo.
Es con este espíritu que ha sido redactado el proyecto de declaración que le
envío por telegrama separado y que le pido hacer llegar de urgencia al Foreign Office.
Nuestro cuidado principal ha sido elaborar un texto claro, simple y que no de a
equívocos; pero estamos dispuestos a recibir contraproposiciones; (…). Pero lo esencial
es ir rápido y crear, en el mínimo tiempo, una situación que haga posible el acuerdo de
las principales Potencias interesadas, para imponer el embargo sobre material de guerra.
Por ahora, hemos recibido de Berlín una respuesta vaga; Roma persiste en
guardar silencio; sabemos que material ha sido, de estos dos lados, suministrado en
beneficio de los rebeldes y tenemos razones para pensar que van a continuar. En estas
condiciones, no tenemos más remedio que oponer un rechazo a las demandas
presentadas por un gobierno regular que se queja de ser objeto de un bloqueo, mientras
que los rebeldes son avituallados, y por el que se producirá un hundimiento debido a los
intereses permanentes de la seguridad francesa, teniendo gravísimas consecuencias.
Pero yo le repito que nuestro más vivo deseo es que el apoyo sin reservas del
Gobierno británico permitirá realizar, en el más breve espacio de tiempo, un acuerdo
general de no intervención (…).
567
XXXIV. AMENAZA DE BOMBARDEO DE TÁNGER POR PARTE DEL
GENERAL FRANCO. 8 DE AGOSTO DE 1936.
Archivo del Ministerio de Asuntos Exteriores. Archivo Renovado. R-104-8,
Resumen de lo dicho por teléfono por el embajador de España en París, 28 de
agosto de 1936. París, 8 de agosto de 1936. (AMAE, R-104-8)
Resumen
Según una comunicación del Consejo General de España en Tánger al Gobierno
español, resulta que el 4 de agosto el Presidente del Comité de Control ha recibido una
nota del general Franco, cuyas formas eran particularmente violentas, denunciando la
susodicha violación de la neutralidad de la zona por la presencia de buques de guerra
españoles y la actividad del Consulado General de España.
El 6 de agosto a media noche el Sr. Prieto del Río recibió copia de una nueva
nota procedente del general Franco, que constituía un verdadero ultimátum y contenía la
amenaza de ocupación de la zona de Tánger, si en el plazo de 40 horas el navío
“Tofiño” y los otros buques de la escuadra no se alejaban de Tánger. El general Franco
exigió igualmente, si no se quería que ejecutara su amenaza, una desaprobación, la
dispersión y el castigo de las bandas de milicias rojas armadas por el Cónsul General de
España y por la escuadra, que han invadido, según Franco, la zona internacional.
Esta última afirmación demuestra la impostura de Franco y su deseo de inventar
cualquier pretexto para crear una situación de facto muy grave.
Después de la recepción de la copia de esta nota el Cónsul General de España
rindió visita a su Colega francés para ponerle al corriente de la situación. Este
funcionario aunque no había todavía recibido respuesta del Gobierno francés en cuanto
a su interpretación de la neutralidad, se mostró decidido a mantener efectiva la
neutralidad de la zona, mediante acuerdo con los Comandantes de navíos extranjeros y
como salida para el alejamiento de navíos españoles y de la ocupación de las fronteras,
ya que el funcionario consular en cuestión era de la opinión que esta determinación
constituía un grave peligro para la paz de Europa.
París 8 de agosto de 1936
568
XXXV. ANÁLISIS JURÍDICO DE LA CLAÚSULA SECRETA ANEJA AL
CONVENIO COMERCIAL FRANCO-ESPAÑOL DE 21 DE DICIEMBRE DE 1935
REALIZADO POR LA OFICINA FINANCIERA DE LA EMBAJADA DE ESPAÑA
EN PARÍS. 27 DE SEPTIEMBRE DE 1937.
Archivo Histórico Nacional. Sección: “Diversos”. Serie: Archivo de
Marcelino Pascua. Legajo 11, expediente 10. (AHN Pascua, lg. 11, exp. 10)
Confidencial
Embajada de la República Francesa en España
Señor Ministro,
Su Excelencia ha querido por su carta de hoy, hacerme saber lo que sigue:
“Tengo el honor de hacer saber a Su Excelencia que el Gobierno de la República
Española se compromete a pasar a Francia durante la duración del Acuerdo comercial
concluido a día de hoy sus pedidos de material de guerra por un montante de 20.000.000
de francos.
“Estoy igualmente autorizado a declarar que si durante el periodo
correspondiente a la duración del presente Acuerdo el Gobierno Español sobrepasa por
sus pedidos al extranjero la suma de 100.000.000.- francos, otras conversaciones serían
emprendidas con el Gobierno francés con el fin de acordar con Francia una parte
suplementaria.”
Tengo el honor de informar a Su Excelencia que yo tomé parte en este
compromiso en nombre de mi Gobierno.
Quisiera agregar, Señor Ministro, el reconocimiento de mi más alta
consideración.
Madrid, 21 de diciembre de 1935
Firmado: Georges Bonnet
Su Excelencia Sr. Martínez de Velasco. Ministro de Estado – Madrid.
Excmo. Señor Embajador:
Vistos los documentos que el Sr. Embajador me entregó para estudio
relacionados con el Tratado Comercial Francos-Español (sic) de 1935, sólo encuentro
como muy importante, a mi entender, la carta confidencial que acompaño como cabeza
de este informe.
569
En la documentación que examino no hay ningún contrato ni ninguna referencia
a contrato celebrado con las casas francesas productoras de material de guerra.
Lo que es interesante, a nuestro juicio, es toda la tramitación diplomática que en
dichas carpetas se refleja, en todas las cuales se pone de relieve el gran interés de
Francia para que España adquiriese en este pais (sic) material de aviación y material de
guerra.
Tenemos, por ejemplo, una carta de la Societe (sic) des Moteurs Gnome et
Rhône, fecha 30 julio 1935, dirigida al Embajador en Paris (sic), en la que se hace el
ofrecimiento de los motores de su fabricación y se pone de relieve las condiciones de
estos motores, según dicha carta son en aquella época los más potentes de Europa.
El deseo de Francia de vender material de aviación a España, se demuestra en la
carta fecha 9 de septiembre de 1935, dirigida por el Embajador en Paris (sic) a D. José
María Aguinaga, en cuya carta al hablar de relaciones comerciales pone de [“relieve”,
escrito a mano] la visita que ha recibido de Mr. P. L. Weiller, Administrador de la Casa
de motores Gnome et Rhône, deseando que por el Gobierno español se comprase a tan
importante firma material de aviación. En dicha carta hay un párrafo que se refiere a que
quizá podria (sic) a Francia interesarle la reanudación de las negociaciones comerciales
con España, mediante la posibilidad de comprar material de aviación, especialmente
motores, pues, -asi (sic) dice la carta- llegaria (sic) a interesar al Ministerio del Aire en
nuestro favor.
Tal era el interés de Francia por vender aviación a España, que el propio
Embajador se dirige al Sr. Aguinaga, Subsecretario de Estado, en 19 de septiembre de
1935, mediante carta, en la cual se dice que la Casa Gnome et Rhône, está trabajando
para allanar las dificultades que pudiera haber para la reanudación de las negociaciones
comerciales, con el deseo de colocar sus motores en España, y hay un párrafo que
transcribiré literalmente por haber una consideración que creo debe ofrecer interés:
“Pareceme (sic) que tanto para Francia como para España, reviste importancia
extraordinaria el tener un material de guerra análogo, pues en caso de conflicto, Francia
podria (sic) contar a retaguardia con fábricas que produjeran el mismo material que ella
fabrica y utiliza par su aviación, y en dicho caso, las ventajas económicas para España
saltan a la vista. Esto, aparte de que en caso de necesidad para nosotros, encontariamos
(sic) también a pocos kilómetros de distancia, el material necesario en vez de tener que
ir a buscarlo a miles y miles de millas”.
570
Y hay con fecha 18 de octubre de 1935 un oficio del Ministerio de Guerra, en el
que se habla de la invitación del Administrador de la fábrica de motores Gnome et
Rhône, hecha por mediación del Embajador, para que se envie (sic) una comisión
militar a estudiar los motores de dicha casa, y el interés de Francia era tan decidido a
vender su material de aviacion (sic) y de guerra a España que es ella la que
insistentemente solicita la venta del mismo, y asi (sic) nos encontramos con el oficio
fecha 14 de octubre de 1935, en el que se recoge y acepta la invitación del Ministerio de
Aire de Francia, para que un Jefe y un Oficial del Arma de Aviación, realicen una visita
a todos los establecimientos de la industria francesa y estudien los nuevos tipos de
aviones de combate y bombardeo adoptados por el Ejército francés.
En telegrama del 17 del mismo mes, se trancriben (sic) una invitación del
General Denai, para que la comisión llegada viese algunas unidades aereas (sic). Tan
grande es el interés de Francia que en sucesivas entrevistas o comunicaciones con el
Gobierno español, para venderle material de guerra, que en 5 de noviembre de 1935, se
extiende el oficio que obra en el expediente, transcribiendo los acuerdos del Consejo de
Ministros del dia (sic) anterior, relativo a las instrucciones dadas al Embajador, en
relación con las estipulaciones del convenio comercial, y en el número cuatro de este
acuerdo se dice lo siguiente:
“Si Francia, transijiese (sic) dandonos (sic) satisfaccion (sic) en cualquiera de las
cuestiones básicas en que existe divergencias, podria (sic) ofrecérsele en compensacion
(sic), la adquisicion (sic), por una sola vez, de material de guerra en cantidad no inferior
a diez millones de pesetas, y si se llegase a la adquisicion (sic) de patentes el canon
correspondiente a las mismas”. Es decir, que en esta fecha, era tal el interés de Francia
por vender material de guerra a España que se hacia (sic) como una concesion (sic) por
el Gobierno de España para adquirir otras compensaciones de distinta naturaleza.
En telegrama de 17 de diciembre de 1935, el Embajador al Ministro de Estado,
le dice refiriendose (sic) a determinados articulos (sic) tendenciosos manifestando “que
parte comercial Tratado comercio será nuevamente revisado con motivo de importantes
encargos de aviacion (sic) que Gobierno dimisionario español supone ha hecho a
Estados Unidos, compras que debian (sic) ser reservadas a Francia a cambio de
concesion (sic) francesa acordada para sus frutas. Aunque España no se ha
comprometido a adquirir especificamente (sic) material de aviacion (sic) sino de guerra
por veinte millones de francos me permito reiterar a V. E. carta al Sr. Subsecretario de 9
y 19 de septiembre último y señalar la importancia que supondria (sic) y agrado con que
571
veriase (sic) en este pais (sic) su posible adquisicion (sic) material aviacion (sic) frances
(sic) parte cantidad antes mencionada, material que puede considerarse de guerra.”
Con posterioridad hay una carta de la Casa Gnome Rhône que insiste
nuevamente en sus ofertas.
Con todo ellos (sic) se demuestra deseos fervientes de Francia de que España
adquiriese material de guerra en este pais (sic) y toda esta gestión culmina en la carta
confidencial fecha 21 diciembre 1935, dirigida por el entonces Ministro de Agricultura,
actual de Hacienda, Sr. Georges Bonnet, al Ministro de Estado español. En esta carta
confidencial vemos perfectamente que se puede adquirir material de guerra por un
montante de veinte millones de francos y cuando el Gobierno español haya adquirido al
extranjero material de guerra por sumas superiores a cien millones de francos las
conversaciones serian (sic) reanudadas para abordar la adquisicion (sic) en Francia de
una cantidad suplementaria.
Asi (sic) pues, en este momento, el Gobierno de la República española tiene
libre el camino para adquirir en Francia este material de guerra incluso ampliar en la
cantidad que se convenga la de los veinte millones señalados en la carta confidencial,
pues no es necesario decir que las cantidades adquiridas hoy por España son muy
superiores a los cien millones de francos que se establecen en la segunda condicion (sic)
de la carta.
El convenio a que nos referimos y al que va unida la carta confidencial, está
vigente, pues en las gestiones para el nuevo convenio comercial, en el cual interviene el
que suscribe, no fué (sic) modificada esta parte como se puede ver en el Journal Officier
de 17 de enero de 1937, en el cual solo se establecieron las bases de un convenio de
pagos con modificaciones que no alteraban sensiblemente el convenio comercial y que
desde luego ni se refiere ni modifica la carta confidencial de referencia.
El punto que puede tener cierta importancia es lo relacionado con la eficacia de
esta clausula (sic) en relacion (sic) al acuerdo internacional firmado pro Francia de No-
intervencion (sic). No conocemos literalmente el acuerdo de la No-intervencion (sic),
pero aun cuando se refiera a determinados extremos e incluso habiendose (sic) dado a
este punto efecto retroactivo, no puede afectar a nuestro caso por las razones siguientes:
Se ha sostenido y aceptado la tesis, no habia (sic) otra posibilidad, de que el
acuerdo de No-intervención no ha afectado a aquellas Naciones que no le habian (sic) –
firmado.
572
El Ministro de Marina y Aire, D. Indalecio Prieto, en la fecha en que fué (sic) a
ponerse en práctica el acuerdo de No-intervencion (sic), publicó una nota del máximo
interés nacional, sosteniendo la tesis de que los barcos españoles no podian (sic)
afectarles la No-intervencion (sic) y que la Escuadra española los defenderia (sic) contra
cualquier ataque a esta soberania (sic).
España, pues, no participa ni está conforme con el acuerdo de No-intervencion
(sic) y no es posible que le pueda afectar a las relaciones de orden comercial que tenia
(sic) establecidas con Francia, porque en este caso, el acuerdo de No-intervencion (sic)
hubiese tenido que romper los Convenios comerciales que Francia tenia (sic) firmados
con distintos paises (sic).
De haberse mantenido el criterio contrario, Francia, al firmar el acuerdo de No-
intervencion (sic), debia (sic) comunicar al Gobierno de España la anulacion (sic) de la
carta confidencial o la suspension (sic) mientras durase el acuerdo de No-intervencion
(sic). Nada de esto se ha hecho. Por el contrario, el Convenio comercial y el Acuerdo
complementario de Convenio de Pagos ha jugado normalmente y en la actualidad en la
Cámara de compensación, hay varios millones de francos para el pago de las deudas
pendientes y que Francia va incluyendo en la lista de los comerciantes que se
encontraban con España en posición de acreedores.
Paris (sic), 27 de septiembre de 1937
Sello. OFICINA FINANCIERA. EMBAJADA DE ESPAÑA. PARIS
EXCMO. Señor Embajador de España en Paris (sic)
573
XXXVI. ANEJO ÚNICO (DECLARACIÓN FIRMADA POR MARIANO
DARANAS, CORRESPONSAL DEL DIARIO ABC EN PARÍS EN JULIO DE 1936)
DE LA DECLARACIÓN JURADA PRESENTADA POR D. CRISTOBAL DEL
CASTILLO Y CAMPOS ANTE EL TRIBUNAL SELECCIONADOR DE LA
CARRERA DIPLOMÁTICA FRANQUISTA. 27 DE FEBRERO DE 1938.
Archivo del Ministerio de Asuntos Exteriores. Archivo Renovado.
Expediente personal de Cristóbal del Castillo y Campos (461/33731). (AMAE, P-
461/33731)
ANEJO UNICO (sic)
El miercoles (sic) 22 de Julio de 1936, desde la Embajada de la República
española me llamaron por teléfono tres veces á (sic) mi domicilio en Paris (sic)
encontrandome (sic) yo ausente de él. Justamente yo habia (sic) salido desde muy
temprano para identificar la personalidad de unos aviadores militares que la vispera
(sic) habian (sic) llegado de Cuatro Vientos y la mision (sic) que traian (sic). Habia (sic)
sabido su aterrizaje en Le Bourget. Comuniqué el hecho al señor Quiñones de Leon
(sic) [antiguo embajador español en París durante la monarquía de Alfonso XIII, y
representante oficioso del Gobierno de Burgos desde el inicio del levantamiento
militar], el cual no dejó de alentarme hasta ultima (sic) hora de la madrugada á (sic) que
redoblara mis gestiones pues suponiamos (sic) que se trataba de una imporante misión
del Gobierno de Madrid, concretamente de una peticion (sic) de socorro al Gobierno
Blum. El dia (sic) siguiente, como digo, era para mi (sic) de gran preocupacion (sic),
pues no habia (sic) logrado adquirir ningún dato que confirmara nuestra sospecha y el
alcance del socorro en cuestion (sic).
Cuando se me advirtió que me llamaban de la Embajada, mi sorpresa no tuvo
limites (sic). Como (sic) era posible que siendo yo corresponsal del A.B.C. y
conociendo la Embajada (todos los funcionarios de ella) la intransigencia de mis puntos
de vista politicos (sic) se me llamara en aquellos momentos?. La sospecha se tradujo en
conviccion (sic) al recordar que hacia (sic) horas, apenas dias (sic), el Ministro
Consejero D. Cristobal del Castillo, convaleciente de una delicada operación quirurgica
(sic) en Alemania, se habia (sic) reintegrado á (sic) su puesto. El lunes 20 le pidió
permiso el Sr Castillo al cirujano y contra la opinion (sic) de aquel (sic) emprendió el
574
regreso á (sic) Paris (sic) incorporándose á (sic) su puesto el martes 21; Aun (sic) con la
herida abierta.
Castillo y yo habiamos (sic) celebrado, en efecto, más de una conversacion (sic)
confidencial en el curso de los ultimos (sic) meses, y no eran un secreto para mi (sic)
sus convicciones nacionalistas, su creencia de que España debia (sic) ir á (sic) un
regimen (sic) totalitario, con supresion (sic) ó (sic) exterminio de los partidos politicos
(sic), y, por supuesto, del Parlamento. Me trasladé inmediatamente á la Embajada, en
donde el portero me dijo que jamas (sic) se habia (sic) buscado á nadie con la ansiedad
que se me habia (sic) buscado á (sic) mi (sic) aquel dia (sic).
Una vez en presencia de Castillo, que me aguardaba disimulando en un
despacho, me encontré realmente sorprendido por su aspecto. Era una angustia moral?.
Eran las huellas de su reciente desgaste fisico (sic)?. O entrambas cosas á (sic) la vez?.
En todo caso, me emocionó profundamente el tono y la expresión con que me dijo:
“Sálvenos Vd. Pongase (sic) inmediatamente en accion (sic). Avise á periodicos (sic) y
agencias de Francia y de fuera de Francia, á (sic) Londres, á (sic) Roma, á (sic) Berlin
(sic), á (sic) todo el mundo que usted pueda sin dejar tampoco á America (sic), que los
aviadores en cuestion (sic) vienen á (sic) formalizar ya la ayuda que el Gobierno Blum
va á dar inmediatamente, de un minuto á (sic) otro, al frente popular español. Se trata de
veinte aviones Potez. Al llegar a este punto el Ministro Consejero sacó una nota cuyos
datos yo tomé y que realmente sumaba una cantidad inmensa de material: bombas,
aviones, baterias (sic), ametralladoras, fusiles, etc á (sic) transportar y por ferrocarril y
con los lugares de embarque ya consignados. Comprenderá usted siguió diciendo
Castillo en el mismo tono de angustia, que yo soy u dimisionario, yo no aguanto esto, ni
tolero esto. Ya conoce ademas (sic) mi pensamiento sobre el regimen (sic) que convenia
(sic) dar á (sic) España. No me despediré, sin embargo, mientras mi presencia aqui (sic)
pueda evitar el envio (sic) de todo este material, pero ya comprenderá usted que de un
momento á (sic) otro se van a dar cuenta de los obstaculos (sic) que estoy poniendo –
cuantos puedo – y que solo (sic) mi cargo de Ministro Consejero, que me ha cogido en
momentos en que la Embajada no tiene titular, ha impedido con la eficaz colaboracion
(sic) de los tres agregados militares, Teniente Coronel Barroso, Comandante aviador
Las Morenas y Capitan (sic) de Fragata Génova, que los contratos esten (sic) ya
firmados. No hay, pues, que perder tiempo. Alerte usted á (sic) todo el mundo, movilice
á (sic) sus amistades. Recorra los periodicos (sic) de Paris (sic), vea á (sic) los
corresponsales de las Agencias Extranjeras, visite las propias agencias y forme todo el
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ambiente que pueda contra el Ministerio Blum, á (sic) fin de que la opinión (sic)
internacional se le amotine, porque yo por mi (sic) mismo no puedo indefinidamente
evitar el envio (sic) de material. Mi juego empieza á ser sospechado, y, naturalmente, en
cuanto se me plantee la disyuntiva de formalizar los contratos ó (sic) irme, me iré, y me
iré con estrepito (sic). Tal como me lo indicó Castillo hice las diligencias después de
darle cuenta al Señor Quiñones de Leon (sic), y animado y autorizado por este (sic) tuve
la fortuna de que aquellas (sic) salieran bien.
Me remito á (sic) la prensa francesa y extranjera del dia (sic) siguiente. Fué (sic)
un escandalo (sic) en toda Europa. Recuerdo que fué (sic) en el “Echo de Paris” en
donde encontré mayor resistencia. Allí tuve que dar confidencialmente el nombre de
Castillo como autor de la denuncia, pero no comprendian (sic) como informes de tal
gravedad concernientes á (sic) la intimidad de relaciones entre dos Ministerios de Frente
Popular, era el corresponsal de A.B.C. y unicamente (sic) el corresponsal de A.B.C.
quien los conocia (sic). Seguí en contacto en las horas siguientes con el Ministro
Consejero sin ir por la Embajada, naturalmente, á (sic) traves (sic) del corresponsal de
la Agencia Fabra Don José Aguirre.
Por la noche del dia (sic) siguiente Castillo me citó en su domicilio, Hotel
Majestic, y me dijo: Que tras una violente excena (sic) con el Sr de los Rios (sic),
derivada de las dificultades que el primero oponia (sic) á (sic) los planes del Gobierno
de Madrid habia (sic) decidido dimitir su cargo (sic). Quisiera ver á (sic) Quiñones,
añadió, El (sic) es un hombre de esperiencia (sic), conoce de antiguo los medios
diplomaticos (sic) y oficiales franceses y como yo estoy resuelto á (sic) tramitar mi
dimision (sic) en los terminos (sic) más perjudiciales para las compras que se quieren
llevar a efecto y para la politica (sic) de solidaridad entre ambos frentes populares, me
interesaria (sic) su consulta. Yo fuí (sic) inmediatamente á (sic) ver á (sic) Quiñones.
Este (sic) nos citó para una hora despues (sic) (nueve y media de la noche) en un
restaurante de Montmatre, “L’Ane Rouge”. Alli (sic) nos encontramos en efecto, por
una parte Quiñones y Juanito Cierva; por otra Castillo y yo. El viernes 24 por la mañana
habian (sic) de firmarse los contratos de los envios (sic) que habia (sic) negociado de los
Rios (sic). Por la noche trascendió la noticia de que Castillo que actuaba de Encargado
de Negocios -pues Cardenas (sic) habia (sic) sido reemplazado por Albornoz que aun
(sic) no habia (sic) llegado- se negó á (sic) firmar dimitiendo su cargo y encargando la
Embajada al Cónsul General en Paris (sic) [Antonio de la Cruz Marín]. La dimision
(sic) de Castillo, no haria (sic) sin embargo más que retrasar veinticuatro horas los
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envios (sic) y habia (sic) que impedir ó (sic) aplazar á (sic) fecha más lejana la salida.
Dentro de la Embajada no habia (sic) medio, porque el nuevo Encargado de Negocio
estaba dispuesto á (sic) firmar y pagar. Habia (sic), pues, que buscar otro procedimiento,
y este fué (sic) hacer publica (sic) la venta de armas, -hasta entonces oficialmente
secreta- por medio de una nota de Castillo á (sic) la prensa, iniciativa de este (sic), que
Quiñones habia (sic) apoyado tenazmente en la reunion (sic) del “Ane Rouge”. Una
denuncia de aquella magnitud, formulada por conducto tan fidedigno, impresionaria
(sic) al Gobierno Frences (sic) que, en el peor de los casos, vacilaria (sic) ante las
repercusiones que pudiera traer tal envio (sic) hecho publico (sic), y en el mejor, lo
inclinaria (sic) á (sic) suspender de momento aquel (sic) envio (sic) como medida de
prudencia. Optó el Gabinete de Paris (sic) [representantes oficiosos del Gobierno de
Burgos] por lo segundo.
La nota del Sr Castillo cuya publicación (sic) gestioné, salió el sabado (sic) 25
de Julio por la mañana en los grandes periodicos (sic) de Paris (sic) (Le Journal la
publicó completa), de Londres, de Roma, de Berlin (sic), de El (sic) Haya, de Bruselas,
de Nueva York, de La Habana y de Buenos Aires. Inmediatamente el Presidente de la
Republica (sic) M. Lebrun convocó Consejo extraordinario en El Eliseo. A la salida se
habló ya de NO INTERVENCION (sic) Y SE SUSPENDIO (sic) SINE DIAE (sic) EL
ENVIO (sic) VOLVIENDO LOS AEROPLANOS A SUS BASES, LOS CAÑONES A
SUS PARQUES Y NO EMBARCANDOSE (sic) EN MARSELLA LAS VEINTEMIL
BOMBAS DE AVIACION (sic) PREPARADAS. El efecto estaba conseguido
plenamente. Se habia (sic) ganado para Franco aquellos dias (sic) y la semana que les
siguió. La tesis de la nota del Sr Castillo, que se puede ver en Le Journal del 29 de Julio
era protestar con respetuosa energia (sic) de la intervencion (sic) extranjera en material
para matar españoles y negarse á (sic) colaborar en ella. En el Consejo de ministros es
justo consignar que el de Negocios Extranjeros, M. Delbos, sostuvo el mismo punto de
vista. Le contradijo Cot, apoyado debilmente (sic) por Daladier y Blum y más
energicamente (sic) por Salengro. Se abstuvieron los demas (sic) por no ser materia de
su competencia especifica (sic). El Presidente Lebrun cerró los debates defendiendo con
verdadero calor y convencimiento la NO INTERVENCION (sic) PURA Y SIN
RESERVA. Este fué (sic) el acuerdo que se tomo (sic) teoricamente (sic). Despues (sic)
ya sabemos como se ha falseado.
Firmado: Mariano Daranas. Rubricado