Lectura interpretativa de la obra.
Doménico Theotocópuli mejor conocido como el Greco que quiere decir en realidad
“El Griego”, pues nació en la isla de Creta, aunque no se sabe con certeza el año de
su nacimiento, se supone que pudo ser por el año de 1547.
Este pintor es realmente un personaje misterioso, puesto que no se conoce casi nada
de sus primeros pasos; lo único que quizás se pueda precisar un poco más, aunque
sin embargo no deja de ser una interrogante para todos sus biógrafos y estudiosos de
sus obras, es lo que respecta a su formación artística que transcurrió en tres ciudades
diferentes: Creta, Venecia y Toledo, siendo esta última en donde encontraría la
acogida de todo un pueblo y la gloria de su carrera.
Aunque fue del Greco un espíritu insubordinado, incapaz de mantenerse dentro de los
moldes de escuela alguna, su paleta, que distingue en seguida un cuadro suyo de
otro que no lo sea, permanece siempre fiel a la tradición cretense; el uso y a veces el
abuso del negro con el que subraya sus figuras contrastado con el blanco, es una
característica enteramente cretense, así como la manera de aplicar los restantes
colores y combinarlos entre sí.
Sin embargo, durante su etapa veneciana, ello es difícil de advertir, ya que adopta la
paleta de los vénetos, a quienes sigue con juvenil entusiasmo, pero a medida que su
arte se va decantando, en la prolongada y difícil búsqueda de una expresión suya,
procede a una depuración radical de los elementos y va quedándose con lo que va a
serle sustancial y propio; aflora de nuevo, poco a poco, como un sedimento hondo
que volviera a la superficie, aquello que aprendió en su Creta natal; se dice, con
bases sólidas, que tenía conocimientos de arquitectura y escultura entes de salir de la
aludida ciudad.
En cuanto a su aprendizaje en los años de su mocedad se presume que adquirió el
arte de la miniatura, ya que en algunos de sus lienzos pintados en España se pueden
advertir rastros de esta dedicación suya, aunque aún se discute en cual ciudad
aprendió dicho oficio, mas algunos parecen estar de acuerdo que fue en Roma, donde
también vivió por espacio de ocho años, junto al croata Julio Clovio, quien sería su
protector y maestro.
No fue sino en Toledo, en el año de 1577, donde el Greco pinta sus grandes obras y
logra rodearse de discípulos, de modo que adquiere prestigio con mucha rapidez y
aunado a eso una gran cantidad de encargos, entre ellos, muchos provenientes de los
cortesanos como Felipe II.
En esta ciudad además de prosperar económicamente, el Greco trató de escalar el
peldaño mas alto de su carrera, es decir, convertirse en pintor de cámara. Sin
embargo, este puesto tuvo que disputarlo arduamente con Pantoja de la Cruz y
Sánchez Coello, quienes eran los pintores de la corte por aquel entonces y que le
dificultarían su entrada allí, así como su condición de extranjero y el de no ser un
artista consagrado; así que , quedó postergado para las realizaciones del Escorial.
En general, su obra puede enmarcarse en dos grupos: Las realizadas en Italia, que
tienen hasta cierto punto unidad de caracteres propios, y las que pintó estando en
España, en la que cabría distinguir varios momentos, según la evolución de su estilo.
Las más antiguas de las primeras se hayan ya pintadas al óleo y en las mismas
encontramos empleadas formas renacientes venecianas; sin embargo, se apeó a la
técnica tradicional bizantina –la aguada- así como tampoco siguió en ellas las
convenciones de esta escuela de pintura; pues, algunas se inspiraban en la
iconografía bizantina pero otras obedecen a lo que era común inspiración renaciente.
Esto prueba que el Greco, no hizo como otros artistas de su estirpe y formación, no
pintó como bizantino con elementos renacientes italianos, como lo hicieron los
llamados “madoneros”, sino que el Greco pintó más bien , desde lo más antiguo que
de él conocemos, con el lenguaje pictórico adquirido en Venecia; de manera que, su
perfil es doble, pues, es como un artista veneciano del momento pero con
personalidad propia desde un principio.
Como tal artista veneciano emplea artificios aprendidos, supuestamente, en el taller
de Tiziano: Las arquitecturas que dan profundidad a la composición, en contra de las
convenciones que rigen el arte predominantemente plano de la tradición bizantina, así
como el dibujo y colorido naturalista, que respetaba dicha escuela, del mismo modo
usaba la luz de manera distinta, ya que iluminaba las escenas representadas con
luces procedentes de puntos determinados y no de manera indeterminada y difusa.
En fin, la evolución del arte del Greco durante los de su estancia en Toledo se
agudiza, a medida que éstos pasan, siempre en el mismo sentido. Es decir, el pintor
transformaba progresivamente el lenguaje plástico veneciano, con el que se
expresaba al llegar a esta ciudad, para tratar de interpretar con él las formas y las
convenciones pictóricas bizantinas.
Ahora bien, la obra que es motivo de estas líneas diverge un poco del tema que el
pintor solía representar, mas no su tratamiento estilístico; se trata de “Laoconte y sus
hijos”, un cuadro inspirado en la mitología y no en los motivos religiosos, sin embargo,
si nos vamos a su análisis profundo, notaremos que no escapa de una fuerte
simbología hierática, comenzando por el amaneramiento de las figuras, que se
alargan hasta adquirir unas proporciones reñidas con aquellas que nos muestra la
realidad. Pues, el alargamiento de sus figuras obedece al deseo de dotar a éstas de
mayor espiritualidad, esto lo fortalece aún más las palabras del maestro: <<Los
cuerpos celestiales, por ser de tal condición han de distinguirse de los terrenales>>.
Bien cabe destacar que en el Greco, las escenas <<celestiales>> requieren un
tratamiento distinto de aquel que es propio de las escenas <<terrenales>>, ello
entraña un dualismo harto peligroso para la fe, ya que si bien a primera vista puede
parecer solo una licencia del artista, permite que la fantasía se inmiscuya en algo que,
según la religión, es completamente real. Esta obra no está exenta de ese dualismo
entre lo terrenal y lo divino, pues si bien es cierto que sus figuras tienen rasgos
divinos, por lo antes dicho, también es cierto que presentas rasgos lo bastante
humanos, como lo son la expresión de los rostros de las figuras que lidean con las
serpientes, las cuales no dejan de hacer alusión al pecado, es decir, a lo religioso,
además la escena tiene de fondo una vista de la ciudad de Toledo, la cual parece
fijada en un espacio indeterminado, esto lo logra gracias a la casi pérdida de la
tridimensionalidad, pues la espacialidad se presenta allí de manera arbitraria. El
manierismo del arte del Greco, -movimiento del cual él se considera como precursor-,
Se hace presente en la citada obra en todo su esplendor, pues la estilización y
alargamiento de las figuras son evidentes, además crean un ritmo dinámico a través
de la sinuosidad de la linea que rompen con la estructura de la composición, la cual,
es verdaderamente asimétrica.
Sin embargo, tal estilización manierista, no le resta el carácter sublime y dramático de
la obra, esto lo ayuda la atmósfera que logra a través del empaste de los colores fríos
y opacos. En fin, es una obra excepcional en la que se refleja la ideología mística y
espiritual del grandioso maestro.
Conclusión
Lo determinante en el Greco fue su manera de obrar, su espontaneidad a la hora de
tratar sus cuadros, trabajando desde su complicada ideología y sentimiento espiritual,
pues, porque ante nada el Greco trabajó desde su alma, juntó siempre lo que sentía y
como lo sentía, su identidad y su poderosa originalidad parten de su misticismo, de su
personalísima forma de soslayar el sentido religioso, a través de sus figuras duales,
mancilladas de tierra, pero siempre buscando la elevación hacia lo divino y la
superioridad del espíritu sobre la materia.
En cuanto a su pintura fue un verdadero creador, un genio que logró unir en su
pintura, como pocos lo han logrado, la solidez y severidad en el dibujo, con la
fascinación y magia del color, empleó las dos gamas con maestría llena de
originalidad y en estas combinaciones es donde hay que buscar la clave de su éxito
actual.
Resumen de la reseña del artículo
Domenico Theotocópuli nació en Creta, posiblemente en el año 1547. Se
desconocen detalles de sus primeros años. Es posible que viviera en la isla hasta
los dieciocho años. Su dominio de la técnica del contraste del claroscuro es típico
de la escuela cretense. Además, es sabido que ya tenía conocimientos de
arquitectura y escultura antes de salir de Creta. Estos argumentos contradicen la
tesis de que el Greco se educara fuera de su patria.
Hacia 1570 aparece en Roma , donde vivió durante ocho años. Fue discípulo de
Clovio, famoso miniaturista, quien le consigue la protección del cardenal Farnesio
y en cuyo palacio pinta los Esponsalios de santa Catalina y la Expulsión de los
mercaderes del templo. En esta última llama la atención un grupo de cuatro
figuras. Tres de ellas son retratos de Tiziano, Miguel Ángel y Clovio, que el Greco
consideraba sus maestros.
Entre 1576 y 1577 recibió un encargo en España. En la corte de Felipe II
sobresalían Pantoja de la Cruz y Sánchez Coello entre los pintores de cámara. Su
estilo imitaba el de las escuelas italianas. Pero el Greco no era un artista consagrado
y quedó postergado en las realizaciones de el Escorial. Instalado en Toledo, su
asentamiento fue definitivo. Vivió rodeado de gran lujo. Formó escuela y participó
activamente en la vida intelectual. El Greco rompió la tradición renacentista
italiana. Sus figuras místicas revelan una deliberada espiritualidad, encarnando la
proverbial austeridad castellana.