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Leyendas de Guatemala
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INDICE
Panico en la Carretera La Tatuana
Detras de una historia de Espantos
Espiritus, Demonios y Energias La Llorona
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El señor J.L.
Gómez trabaja para una importante compañía
fabricantes de productos popula-res. Su labor consiste en colocar la
mercancía en las tiendas del interior, razón por la cual, realiza constantes viajes por todas las carreteras
del país. El día Lunes 26 de Junio de 1969, como de costum-bre aunque retrasado en esa oportunidad, salió a las cuatro de la
tarde rumbo a la costa sur. Infortunadamente antes de llegar a Palín tuvo que detenerse por falta de aire en
un neumático. La suerte parecía no acompañarle, debido a que la llanta de repuesto también estaba en malas condiciones. Gracias a la ayuda de un piloto muy atento, pudo regresar
a la población de Amatitlán. Reparó las dos llantas y continuó hasta Escuintla. El atraso fue de unas dos horas y media y sin embargo todo iba muy bien. Muchos vehículos le acompañaban en el camino. El viaje
era extremadamente duro. Tenía que llegar a Coatepeque esa misma noche, debido a un buen negocio que le esperaba en esa población. Se detuvo a comer en un restaurant al lado de la carretera. Tomó de nuevo el volante y por fin
llegó a Retalhuleu. El descanso fue agradable. Bebió un vaso de agua e hizo revisar el aire y el aceite. Eran casi las diez y media de la noche, cuando se dispuso a tomar el último trayecto del camino. Sentía un raro presentimiento. Nunca le había sucedido
algo parecido y sin embargo no le dio importancia y partió. Quizás había recorrido unos 15 kilómetros cuando tuvo problemas con la máquina. Fallaba constantemente y se detenía por momentos. Era muy raro en un coche
de modelo reciente, que además era revisado con regularidad. Parecía faltarle la corriente en alguna parte, las luces se apagaban. . El temor de quedar varado en el camino a esas horas, se
manifestaba en el señor Gómez. Por prevención detuvo completamente el auto y trató de averiguar la causa de la falla. El cielo estaba limpio y las estrellas
fulguraban en forma imponente. A pesar de ser
un hombre acostumbrado a
caminar largos trechos solo, ahora sentía una terrible ansiedad
sin compañía. Algo le pareció muy extraño. Fue un olor fuertemente azufrado que
le causaba malestar estomacal. Se imagino que la batería era la causa. Después de unos minutos de inútil
trabajo por hacer volver a caminar el carro, pensó pacientemente esperar que alguien le auxiliara. La intranquilidad se apoderó de él y
los minutos pasaban. De pronto vio sobre la cinta esfáltica una baga silueta que caminaba muy raramente.
Era una figura alta que venía en zig-zag. Ante el temor de ser atacado sorpresivamente, encendió los faros del auto y así pudo ver aunque brevemente la forma exacta de aquel
hombre. La luz se apago bruscamente. Sin saber por qué el miedo lo sobrecogió. Cerró los vidrios sin tardanza y esperó que algo ocurriera. No sabe exactamente si él lo pensó o alguien se lo dijo, pero una
idea surgió en su mente. ¨ El carro no estaba malo, la falla era debida a un enorme campo de energía y pronto desaparecerá ¨. Después de esto pudo observar que a través de la maleza, se escurría aquella extraña figura. No habían
transcurrido ni dos minutos, cuando un penetrante silbido agudo se hizo presente. Una luz clarísima e instantánea surgió y él solo pudo ver las sombras proyectadas por ella. Se movió rápidamente y partió rumbo al sur. Por la ventanilla pudo observar
como un punto luminoso desaparecía en el firmamento. Después de esta y en un estado casi histérico, trató de arrancar el coche, ahora sin dificultad el motor se puso en marcha. Sin pensarlo dos
veces partió velozmente hacia la población más cercana. Hasta en ese momento no había creído en los tales OVNIS, pero el piensa que algo de eso tuvo que ver en este pasaje inverosímil de su vida.
¿Qué había pasado en aquel lugar esa noche? ¿Quién era aquel ser tan misterioso que no se había dejado ver? ¿Era un campesino o un ser de otro mundo? Nadie lo podrá afirmar o negar, ya que este caso permanece aún en el misterio. El señor Gómez desde entonces ha
quedado muy impresionado. Es una persona agradable y perfectamente normal. Nunca ha tenido problemas y parece siempre feliz. No obstante eso cada vez que recuerda el incidente de su vida, el pánico se apodera de él y prefiere nunca
mencionarlo. Sus viajes siguen sucediendo normalmente y por lo general nunca viaja de noche, ya que por nada del
mundo desearía encontrarse de nuevo con aquella figura sobrecogedora. Muy seguido nos ocurren esas cosas misteriosas a nosotros los habitantes de la tierra, muchas veces no les podemos encontrar
una explicación satisfactoria y adecuada. Ante esta imposibilidad, solo nos queda dar nuestro relato como un auténtico testimonio de lo extraño
Leyenda de la Tatuana
Apareció en mitad de la plaza del pueblo como quien planta un árbol y espera que de fruto al instante. Erguida hasta la arrogancia, saludable y
en ademán de invitar a la cata del fruto prohibido. Dijeron que había llegado en barco sin que pudiera afirmarse que lo vieron arribar en playa o puerto alguno.
Corrían los tiempos de la Inquisición y su temible brazo castigador conseguía vadear las aguas del Atlántico sin perder nada de su lava destructora, cuando la mujer
más hermosa a la que accediera mirada humana se presentó bajo el nombre de Tatuana.
Apenas transcurridos unos meses, y sin que tampoco nadie pudiera explicar de dónde salieran los dineros, montó casa.
Y era casa de postín y mucha juerga por la que no hubo hombre maduro ni joven que no se dejara
caer , cuando menos, alguna nochecita. El tiempo pasaba y los adoquines se
embriagaban noche y día de chillones atuendos corona-
dos por generosos escotes.
Todos sabían y
callaban, hasta que llegó el día en que la
Tatuana celebraba fiesta de aniversario de la feliz inauguración
de su casa cuando con mandado de la Inquisición vinieron a buscarla y a prender-
la. “Y de qué se me acusa” quiso saber. La respuesta sólo
llegó tras varios días de encierro al conducirla ante el Tribu-nal . Se le acusaba de bruja por haber hechizado a todos los
hombre s de la localidad, amén de muchos extranjeros de paso. No tuvo defensa ni tortura pues la condena fue inmediata: moriría quema-
da viva. La Tatuana, aún espléndidamente ataviada de fiesta en la víspera de su ajusticia-
miento, miró desde lo más profundo de sus negros ojos a los de su carcelero y le rogó que le concediera un último deseo: un carbón para dibujar.
Por la mañana vinieron a buscarla para conducirla hasta la pira. En uno de los muros, con trazo firme y algo infantil, se veía navegando y alejándose un velero como el que decían que la había traído alas
costas de América, el catre aún caliente y la celda vacía.
LEYENDA DE LA
TA T UANA
His-torias
de espantos se
escuchan todo el tiempo:
le sucedió al papá de un amigo, lo
contó el vecino, pasó en el pueblo del abuelo. Son relatos que entretie-
nen muy bien en la sobremesa o en una noche
lluviosa sin luz. Pero cuando dos esposos jóvenes tienen que salir huyendo de su casa recién
alquilada en Villa Nueva y prefieren callar por miedo a que los tachen de
locos, estos cuentos de fantasmas dejan de parecer tan divertidos y se vuelven
menos explicables.Sucedió a finales del año pasado. Ruth Godoy y su esposo, Luis Grajeda, acababan de alquilar
una casa en un moderno residencial de Villa Nueva. Era una vivienda ubicada a pocas cuadras de
un conocido centro comercial, con habitaciones amplias y un precio razonable. Ruth, una estilista de 24 años, esperaba hacerse de nueva clientela en el condomi-nio; y Luis, un taxista treintañero, podría estar cerca de su
esposa y su bebé de un año que empezaba a caminar.
La emoción, sin embargo, les duró poco. Desde que se mudaron a mediados de octubre comenzaron a ocurrir cosas extrañas que fueron subiendo de tono, hasta que los esposos tuvieron que
abandonar la casa antes de que terminara el año.
Todo empezó con ruidos en la madrugada, que
parecían provenir del primer nivel, recuerda Ruth. Era como si arrastraran las sillas,
cerraran una puerta o acomodaran un sofá.
Pero su esposo siempre la convenció de que eran los vecinos
de al lado.
El primer susto vino pocos días después. Ruth estaba bordando un cuadro en la sala y Alexandra, su hija,
estaba junto a ella. La mamá, que la acompañaba durante el día, estaba en la cocina. “Fue cosa de
un instante: vi a la nena y al subir otra vez la vista ya no estaba. Le pregunté a mi mamá si estaba con ella y me dijo que no”, relata. Las dos mujeres empezaron a buscar a la niña y,
de pronto, la oyeron gritar en el segundo nivel. “Sentí un escalofrío horrible, ¿cómo
había llegado hasta ahí la nena si apenas podía subir una grada? Nos quedamos
muy asustadas”.
Luis Grajeda nunca ha creído en historias de espantos, y cuando Ruth le contó que a la niña “la habían cambiado de lugar”, le sugirió dejar de ver tanta tele.
Pero Ruth ya no estaba tranquila. Había algo en esa casa, recuerda, que le
hacía sentir miedo. Luis llegaba tarde de
trabajar, pero ella siempre lo esperaba
despierta, porque ya no conciliaba bien
el sueño. Y, al parecer, a su empleada le pasaba
lo mismo.
La muchacha de 15 años, que dormía en el sofá de la sala
familiar, le contó que una noche le jalaron la sábana. “Yo creí que era
usted, pero cuando abrí los ojos vi a una mujer despeinada, vestida de blanco, que
bajó las gradas como volando. Quise gritar, pero no me salió la voz”, le narró. Ruth la
quiso convencer de que estaba soñando, pero no logró persuadirla para que se quedara.
DETRAS DE UNA HISTORIA DE ESPANTOS
La pequeña Alexandra dormía en una cama ubicada junto a la de sus padres. Una noche, Ruth sintió que jalaron a su hija hasta botarla. Al encender la luz, la halló
gritando debajo de la cama, hasta el fondo. La siguiente vez no hubo caídas: la niña empezó a llorar a medianoche. Tenía tres aruñazos en cada mejilla.
A Luis seguían pareciéndole inventos de su esposa, hasta que su suegra y su cuñada lo hicieron quedarse pensativo. Le contaron que, de golpe, se les
había cerrado con llave la puerta de la sala, pese a que no había aire, mientras la bebé dormía adentro. Fueron a pedirle a la vecina un
cuchillo para abrir la puerta, y ella les contó que en esa casa “espantaban”. Les relató que una noche calurosa, ella y sus dos hijas adolescentes estaban en el parquecito, frente a la casa de
los Grajeda, cuando vieron a una mujer de cabellos desaliña-dos y vestido blanco pasar frente a la ventana, en el segun-
do nivel, como volando.Antes de Navidad, los Grajeda, una familia cristiana evangélica, realizaron un convivio familiar en su
casa. Estaban todos en la sala cuando a la madre de Luis le sonó el celular. Era una llamada desde el teléfono de Ruth, pero el aparato estaba en la habitación (donde no había nadie), no tenía saldo ni tarjeta y el teclado estaba bloqueado. Todos se pusieron a orar. Los dos meses y medio que vivió allí, Ruth los pasó deprimida. Cuenta que su estado de ánimo
empeoró cuando soñó que una figura monstruosa le decía que “era el dueño de esa casa y que no los
dejaría en paz”. Cuando despertó, el televisor se encen-dió solo.
Poco después sucedió lo último. Ruth se despertó sobresal-tada a la 1:00 de la mañana, se sentó sobre su cama y vio salir una sombra del baño. Creyó que era Luis, pero la figura, en vez
de acostarse, salió de la habitación sin abrir la puerta, y ella apenas tuvo voz para despertar a su marido. “Estoy cansada de vivir aquí. Tenemos que irnos”, le dijo. Y Luis, que había visto lo intranquila que se mantenía su esposa, accedió. La pareja vive ahora
en San Miguel Petapa, en una casa donde no pasa nada extraño. La casa en la que vivieron los Grajeda está ubicada al final de la calle
principal del residencial y continúa vacía. Sus dueños, que nunca vivieron allí, residen en Estados Unidos, y la encargada de rentarla cuenta que en la
casa solo han vivido dos familias: una que se mudó al cabo de un mes, sin novedades, y los Grajeda. La casera está considerando realizar allí un servicio
religioso antes de que llegue un nuevo inquilino.
Cuando se habla de
fenómenos paranorma-les, como apariciones y movi-
mientos extraños de objetos, siempre giran alrededor de ellos infinidad de relatos.
El edificio de la Corte Suprema de Justicia, en la zona 1, ha albergado historias de fantasmas desde su inauguración en 1974. El
abogado Donaldo García Peláez, ex secretario de la Corte, recuerda que en 1983, el entonces Presidente debía resolver un amparo presentado por la defensa de seis
reos que serían fusilados. El magistrado estaba en su escritorio, alrededor de las 11:00 de la noche, cuando salieron disparados los expedientes hacia arriba y un bulto oscuro caminó de su oficina
hacia las gradas. “Yo entré y lo vi muy asustado, pero en las escaleras no había nada”, cuenta García.
“El conserje que vivía en el edificio, las secretarias que trabajaban hasta tarde, todos contaban que en la noche oían máquinas de escribir y veían sombras. Lo atribuían a que en ese lugar existió la Penitenciaría Central de Guatema-
la”.
“¿Hubo testigos?”, es la primera pregunta que se hace Enrique Campang, psicólogo y catedrático universitario, ante estos fenómenos. Él considera que también debe analizarse el caso para
evaluar si la persona sufre de esquizofrenia o alucinaciones. “Hay personas que no pueden decir lo que quieren o desean desviar un sentimiento de culpa, y entonces
lo somatizan, inventando historias”, explica. “Además, el ser humano es muy sugestionable y fácilmente da por sentada información no confirmada”.
En la experiencia de
Edwin Fajardo, un sacerdote católico con
estudios en exorcismo, muchos fenómenos de este tipo encuentran respues-
ta en la Psicología. Pero una vez descartado un problema psíquico, puede llegarse a la conclusión de que
no hay una explicación científica, indica.
El religioso expone que las personas tienen diferentes grados de sensibilidad, y hay quienes perciben la energía de gente que ha estado viva. En sus 12 años de ministe-
rio, el sacerdote se ha topado con cinco casos de fenómenos paranormales, entre ellos el de una joven que fue “poseída” por un “ente” que llegó a golpearla mientras dormía.
En la Iglesia católica existe la Asociación Mundial de Exorcistas, cuya sede está en Roma. Fernando Max Kiehnle Gutiérrez es un laico guatemalteco que, al margen de su actividad como fabricante de calzado, acompaña a los sacerdotes
exorcistas mexicanos en estos casos.
Explica que en el catolicismo (apostólico y romano) se reconocen tres tipos de manifesta-ción del demonio: el circundatio (cuando asedia a la persona a través de sensacio-
nes, como olores y náuseas, o se mueven cosas frente a ella), la influen-cia (está adentro de la persona sin poseerla, le provoca
obsesiones, daños físicos y hasta enfermedades)
Espiritus, Demonios y Energ
ias
y la posesión (la minoría de los casos, cuando maneja la voluntad de la persona). Y también existe la infestación demoníaca de un lugar en donde se han realizado ritos esotéricos o satáni-cos.
Para cada caso, dice Kiehnle, la Iglesia ha establecido un procedimien-to. Pero en general, en todos se requiere que la persona aumente su vida espiritual, que se bendiga el lugar, que se rece el rosario y se lea la Biblia. Y si lo amerita, hacer una oración de liberación o un exorcismo.
Con diferentes términos, la Iglesia evangélica también reconoce este tipo de fenómenos. Edgar Menéndez, pastor, teólogo y catedrático, señala que entre los evangélicos le llaman demonio a todo lo que atenta contra el ser humano y que existen las influencias y las posesiones demoníacas. En vez de exorcismo, el procedimiento se llama libera-ción.“Reconocemos que así como hay bien, hay mal, y que se manifiesta de diferentes formas”, agrega. “Nuestra experiencia nos dice que las raíces de estos fenómenos, generalmente, se encuentran en las prácticas ocultas por parte de la persona que los padece o de un miembro de su familia. Visitar centros espiritistas, jugar ouija, leer las cartas, practicar ritos satánicos, todo esto abre puertas. Pero así como los alcohólicos deben reconocer su problema y buscar ayuda, a las personas que viven estas experiencias no se les puede ayudar si no lo desean”.
En Argentina hay un psicólogo clínico que ha estudiado el campo de la psicología paranormal desde hace 22 años. Se llama Alejandro Parra, es docente universitario y presidente del Instituto de Psicología Paranormal de Buenos Aires. A través de una entrevista telefó-nica cuenta que ha conocido varios casos de apariciones y que, a su criterio, se deben a que en determinados lugares o casas se ha quedado una impregnación psíquica a causa de una situación traumática, y que busca a un sujeto sensible para manifestarse. En estos casos puede utilizarse equipo especial para detectar las energías nocivas y así cancelarlas.
En una encuesta que hizo el instituto que Parra dirige, se registró que el 60 por ciento de las personas han tenido una o varias experiencias parapsicológicas. Solo el 20 por ciento de ellas buscó una explicación o ayuda con terapeutas o conseje-ros espirituales, mientras que el resto calló porque siente vergüenza o temor de que lo crean loco.
Sin embargo, señala, hay que tomar en cuenta que muchas historias son producto de engaños sensoriales, es decir, alucinaciones no patológicas o fábulas que se construyen para conseguir beneficios secunda-rios. “Hay que ser muy cautos con los relatos. Aunque no siempre resulta difícil trazar una línea que divida dónde termina lo normal y comienza lo paranormal”, agrega.
Cuando se habla de fenómenos paranormales nunca hay verdades absolutas y todo depende de quién los analice y quién los padezca. Sin embargo, una frase de Keihnle, el auxiliar de exorcismos, puede concluir en una coincidencia: “Nadie sabe lo que pesa el muerto hasta que lo carga”.
Cuenta la leyenda que
era una mujer de sociedad, joven y
bella, que se caso con un hombre mayor, bueno,
responsable y cariñoso, que la consentía como una niña, su
único defecto... que no tenia fortuna. Pero el sabiendo que su joven mujer le
gustaba alternar en la sociedad y " escalar alturas ", trabajaba sin descanso para poder
satisfacer las necesidades económicas de su esposa, la que sintiéndose consentida despilfarraba todo lo que le
daba su marido y exigiéndole cada día mas, para poder estar a la altura de sus amigas, las que dedicaba tiempo a
fiestas y constantes paseos. Marisa López de Figueroa, tuvo varios hijos estos eran educados
por la servidumbre mientras que la madre se dedicaba a cosas triviales. Así pasaron varios años, el matrimonio.
Figueroa López, tuvo cuatro hijos y una vida difícil, por la señora de la casa, que repulsaba el hogar y nunca se ocupo de los hijos. Pasaron los años y el
marido enfermó gravemente, al poco tiempo murió, llevándose " la llave de la despensa ", la viuda se quedó sin un centavo, y al frente de sus hijos que le pedían que
comer. Por un tiempo la señora de Figueroa comenzó a vender sus muebles. Sus alhajas con lo que la fue pasando.
Pocos eran los recursos que ya le quedaban, y al sentirse inútil para trabajar, y sin un centavo para mantener a sus hijos, lo pensó mucho, pero un día los reunió diciéndoles que los iba a
llevar de paseo al río de los pirules. Los ishtos saltaban de alegría, ya que era la primera vez que su madre los levaba de paseo al campo. Los subió al carruaje y salió de su casa
a las voladas, como si trajera gran prisa por llegar. Llegó al río, que entonces era caudaloso, los bajo del carro, que ella misma guiaba y fue aventando
uno a uno a los pequeños, que con las manitas le hacían señas de que se estaban ahogando.
Pero ella, tendenciosa y fría , veía como se los iba llevando la corriente, haciendo gorgoritos el agua, hasta quedarse
quieta. A sus hijos se los llevo la corriente, en ese momento ya estarían muertos . Como autóma-
ta se retiro de el lugar, tomo el carruaje, salió como "alma que lleva el diablo
", pero los remordimientos la hicieron regresar al lugar
del crimen. Era inútil las criaturas
La Llorona
criatu-ras
habían pasado a mejor
vida. Cuando se dio cuenta de lo que había
hecho, se tiro ella también al río y pronto se pudieron ver
cuatro cadáveres de niños y el de una mujer que flotaban en el río.
Dice la leyenda que a partir de esa fecha, a las doce de la noche, la señora Marisa
venia de ultratumba a llorar su desgracia: salía del cementerio (en donde les dieron cristiana sepul-
tura) y cruzaba la ciudad en un carruaje, dando alaridos y gritando ¡ Aaaaay mis hijos ¡ ¡ Donde estarán
mis hijos ¡ y así hasta llegar al río de los pirules en donde desaparecía. Todas las personas que la veían pasar a medianoche
por las calles se santiguaban con reverencia al escuchar sus gemidos y gritos. Juraban que con la luz de la luna veían su carruaje que condu-
cía una dama de negro que con alaridos buscaba a sus hijos. Las mujeres cerraban las ventanas, y al trasnochador que venia con copas, hasta
la borrachera se le quitaba al ver aquel carro que conducía un espectro, donde iba la llorona, del carruaje salían grandes llamaradas y se escuchaba una largo y triste
gemido de una mujer, un esqueleto vestido de negro, el que guiaba el carruaje, jalado por caballos briosos. Un día, cuatro amigos, haciéndose los valientes, quisieron seguir al carruaje
que corría a gran velocidad por céntrica calle de Aguascalientes que daba al río pirules.Ellos la seguían, temblando de miedo, pero dándose valor con las copitas, dio un ultimo grito de
tristeza y dolor ¡ Aaaay mis hijos ¡ y desapareció con todo y carruaje.
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