Universidad de las Artes
Maestría en Arte Contemporáneo
Dr. Víctor Manuel González Esparza
Octubre 3, 2009
DULCE MARIA RIVAS GODOY
Síntesis
Los privilegios de la vista II
Arte de México
OCTAVIO PAZ
1993
El muralismo mexicano, ni fue una copia del arte europeo de su tiempo, ni arte
provinciano: fue y es una presencia en el mundo. Sí fue consecuencia de los movimientos
artísticos europeos de principios del siglo XX, pero fue también una respuesta a esos
movimientos, con ambiciones estéticas y ambiciones ideológicas.
Aunque no fue propiamente producto de la Revolución mexicana, sin ella, la pintura
mural tal vez no habría existido. Esa explosión popular, que fue mas una revuelta que una
revolución, sí fue una revelación del verdadero México ante nuestros ojos y en especial
ante los ojos de los artistas. Vasconcelos, ministro de Educación Pública en esos años,
quien creía en la misión del arte, los llamó para que colaboraran en la tarea de rehacer a
México. Los dejó en libertad para crear, pero con el ejemplo de la pintura religiosa de la
Edad Media, del Renacimiento y de la pintura novo hispana.
Una circunstancia decisiva en el surgimiento del muralismo mexicano, fue la gran
revolución estética europea, que empezó a tomar en cuenta las artes y tradiciones de otros
pueblos; lo que llevó a los muralistas a comprender mejor la tradición mexicana indígena.
Por lo tanto, la pintura mural mexicana es el resultado del cambio en la conciencia social
que fue la Revolución mexicana y del cambio en la conciencia estética que fue la
revolución artística europea del siglo XX.
Rivera revela en sus formas una visión más bien académica y europea del mundo
indígena, mientras Siqueiros se acerca más al arte barroco y al futurismo italiano. Orozco,
por su parte, tuvo mayor afinidad con el expresionismo europeo.
Diego Rivera pasó cerca de quince años en Europa, relacionándose con destacados
poetas y pintores. Lo anterior se aprecia en su pintura: las indias y los indios de Rivera, por
ejemplo, vienen de Gauguin. En Siqueiros hay ecos del futurismo italiano y en Orozco,
afinidades con el expresionismo alemán y con artistas que vienen del fauvismo. El
expresionismo mexicano está presente no solo en el muralismo, sino en artistas como
Posada y Tamayo, pero es con los muralistas con quienes empieza el arte moderno en
México.
Tanto el fauvismo como el expresionismo, que aparecen en 1905, son anteriores al
muralismo. Nuestros pintores conocieron esas corrientes, las asimilaron y adaptaron de
manera muy personal, con semejanzas que no siempre son influencias, sino confluencias.
La pintura de Rivera, con su amor a la naturaleza y a la figura femenina, está mucho
más cerca del fauvismo. Orozco y Siqueiros están lejos de esa sensualidad y las
deformaciones de sus figuras tienen no sólo un sentido estético, sino moral. Sus imágenes,
además de una visión del horror del mundo, son un juicio y una condena.
En el dominio estricto de la pintura, Diego no fue un innovador: fue un asimilador y
un adaptador. Entró en la Academia de San Carlos a los doce años y a los veinte, en 1907,
se fue becado a Madrid por el gobierno de Porfirio Díaz. Dos años después se instala en
Paris donde cultiva el impresionismo, movimiento que ya había sido superado. Conoce
también la pintura casi científica de Seurat, y el fauve de Derain. Luego, en 1914, conoce a
Juan Gris. Admiraba a Picasso y fue un seguidor tardío del cubismo.
El día en que empezó la Revolución en México, la esposa de don Porfirio Díaz
inauguró una exposición de Diego en la Academia de San Carlos y vendió todos sus
cuadros.
Diego era muy tradicional; experimentó con el cubismo, regresó al estilo de
Cézanne en 1917 y no comenzó a pintar temas revolucionarios sino hasta 1924.
Cuando conoció a Alberto J. Pani, a quien le pintó un retrato, su vida cambió. Le
arregló viajar a Italia por medio de la Universidad, donde era rector Vasconcelos y tuvo la
oportunidad de enfrentarse al arte renacentista. Volvió a México, llamado por el gobierno.
Orozco, Rivera y Siqueiros fueron muy diferentes entre sí. Orozco era anárquico y
los otros dos, ideológicos. Pintaron una cantidad impresionante de murales con un vigor
inagotable. Fueron una presencia muy poderosa en el arte, al grado que el gobierno hizo
del muralismo un culto nacional. Los tres denotaban una influencia religiosa en sus obras
aunque luego viraron hacia el nacionalismo y el folklorismo.
Vasconcelos renunció al Ministerio de Educación Pública cuando el general Calles
asumió el poder. Sus sucesores percibieron la utilidad del proyecto iniciado por él
convirtiéndolo en el arte oficial. Fue vituperado por Diego a pesar de que había sido su
benefactor. Siqueiros se afilió al partido comunista.
La pintura de Orozco fue la expresión de una visión personal y trágica del destino
del hombre. Él no pintó ni la filosofía de Vasconcelos, ni la ideología del régimen
revolucionario. Rivera y Siqueiros confundieron religión y política, revolución y salvación.
Su pintura es alegórica, uno de los rasgos menos modernos del muralismo.
Entre 1920 y 1945, el Estado ejerció un paternalismo en el campo de todas las artes,
de manera que la libertad de los artistas estaba, en gran medida, coartada.
La influencia del muralismo fue importante tanto en sentido positivo como
negativo. Siqueiros fue uno de los primeros en utilizar sistemática y concientemente el
accidente, que después sería el elemento principal del automatismo; en ese sentido, fue
benéfica, ya que abrió los ojos de los artistas, sobre todo en Estados Unidos. Por otro lado,
el muralismo engendró una secta de discípulos con ideas recalcitrantes que prevaleció hasta
que perdió fuerza como movimiento artístico articulado en 1955, en que nuevas corrientes
ajenas a la narrativa del muralismo se abrieron espacio.