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Salvo Gunther Schuller, MOrton Feldmand y ese caso excepcional que es JohnCage, los otros compositores que representaron la música que se escribe en losEstados Unidos son anodinos, por má"sde que el nombre y la obra de ElliotCartel' estén nimbados de ¡:,;ran prestigio. Su música -así como la de LeónKirchner- suena igual a la de otros autores. Desprovistas de originalidad, pueden pasar como ociosas.
En Eduardo Mata, Luis Herrera de laFuente y Manuel Enríquez priva el deseo de experimentación, una saludableinquietud de renovar sus medios expresivos y su propio, particular lenguaje.En cambio, la Sinfonía de Héctor Quintanar no pasa de ser un aplicado e inútil trabajo académico con remembranzasde otras voces y otros ámbitos. Algoparecido podría decirse de las Estirpes,poema sinfónico de Cés~r Tort, otrointento de mexicanización desafortunada e ingenua impregnada de un desaforado stravinskismo suavi/.ado por Prokofieff. El poema sinfónico Los cazadores de Joaquín Gutiérrez Heras es unaobra limpia, redonda, den lro del mejoraliento bartokiano. Subra .. emos las Improvisaciones de Eduardo )lata que, además de su líquida claridafl y la riquezainterpretativa que tiene como posibilidad siempre distinta, seJ1:t]a una madurez excepcional en nueSff;J medio. Porotra parte, Eduardo Mal;l ha logradograndes adelantos en el terreno de ladirección de orquesta: su, indicacionesson claras, seguras y ha eliminado yaactitudes parásitas.
En resumen: a pesar (k ,tlgunos desaciertos, este tercer festi \ ;¡l de músicacontemporánea ha sido l] más dignoque se ha ofrecido al púlJlico mexicano.Por lo menos, podemos trner una ideade lo que actualmente se hace en música. El estímulo prestado ¡l jóvenes compositores mexicanos facilil:lrá, sin duda,la superación que nos h~ r:¡ ingresar alconcierto universal con U1U voz contemporánea.
Slockilausen - "/lomúre mayor de la joven IIllÍsicr¡"'
pianos preparados antes de admitir elchaviano, solemne sentido del humorde Aaron Copland; escuchar el remedoclásico de Hans-Werner Henze -dequien únicamente conooíamos algunaSonatina para flauta y piano y el fervoroso homenaje a Hans Christian Andersen que es El ruiseñ01" del emperodOl', recompensa de matiné y de cuentopara ser leído- en lugar de detenernos(como único atractivo) en la propaganda de Cm"on que nos señala las virtudesde la mujer de nuestros sueños.
Conviene señalar algunas obras y algunos autores. Por longitud, la Sinfonía Turangalila de Messiaen puede pasar como la obra más importante delfestival. Ya sabemos que se trata de uncanto universal destinado a glorificar lavida terrenal y el amor humano. Compositor católico, Messiaen desconoce lasvirtudes del pecado preconizadas porBernanos, Julien Green, Claudel o Mauriac. Para él, no existe combate posibleentre el bien y el mal y el reino terrenal está presidido por Dios, ángeles ysantos que nunca son entidades abstractas sino presencias físicas. Heredero delimpresionismo debussista y estudioso delo modos orientales, Messiaen ha cantado a Dios y la tierra en una obra vasta, maciza, contundente que, para muchos, es la más importante que se haescrito en Francia en nuestros días. Elgran equipo orquestal. de Turangalila(que comprende piano, ondas Martenot
y celesta solista) intenta recrear un larguísimo canto de amor que es tardíaconsecuencia y remedo de Tristán e¡solda.
M U· S 1 e AResumen del Tercer Festivalde Música Contemporánea
Por Juan Vicente MELO
Primer aspecto: no se incluyó nada deLuis Sandio En el festival anterior, México estuvo representado por una obradigna de figurar en el repertorio decualquier escuela de música que no hasuperado la educación primaria. Se llamaba La sefí01"a en el balcón, se hacíapasar por ópera, era mala, vergonzantey aburrida y su autor ocupaba el puestode jefe del departamento de música delINBA. Hoy, en vez de La señora en elbalcón o de Bonampak (indigenismolacrimógeno con tintes puccinianos),figuran músicos jóvenes: Eduardo Mata,Manuel Enríquez, César Tort, JoaquínGutiérrez Heras, Luis Herrera de laFuente, Héctor Quintanar. Algunas desus obras son malas, pero siempre mejores que las de Sandi o aquella otraque llevaba el ingenioso título -acasoautobiográfico- "de El niño perdido. Elrenglón estadounidense tampoco ha sidoolvidado: hace un año se ofreció a lapaciencia pública una página sinfónicatitulada Los dioses aztecas de un autorde cuyo nombre no es posible acordarse; hoy, estuvieron presentes GuntherSchuller, Elliot Cartel', John Cage, LeanKirchner, Marton Feldmand y EarleBrown que, mal que bien, superan endignidad artística a ese venturoso compositor (?) que se animó a redescubrirnuestras más antiguas raíces indígenasen un lenguaje primario y ridículo. Parotra parte, la realidad europea estuvoen manos de Olivier Messiaen -Sinfonía Turangalila-, Karlheinz Stockhausen -Punkte-, Iannis Xenakis -Pithoprakta-, y Hans-Werner Henze -Quin-ta sinfonía-, 10 que no está mal a pesarde que faltaron algunos, notables nombres como Pierre Boulez de quien todavía desconocemos El martillo sinmaestro o Pli selón pli, decidido yfervoroso homenaje a Mallarmé y reconstrucción del Libro que siempre se leede manera distinta y obliga ¡¡l lectorauditor a convertirse en coautor de laobra. Faltaron también múltiples páginas de Schoenberg, Berg y Webern (lostres clásicos de la música contemporánea) que no conocemos y muchas másde anos inventores de un nuevo lenguaje musical.
Segundo aspecto: independientemente del criterio personal (nos parece untedio la Sinfonía Turangalila por ejemplo) fue un acierto incluir esta obra deMessiaen en lugar de encargar otra, tercera e irremediable sinfonía a AndréJolivet; conocer una obra de Iannis Xenakis (griego, arquitecto, asistente de LeCorbousier, músico que llega a la músicaa través de las matemáticas) que escuchar, tardíamente, Edipo Rey de Stravinski -falso poema latinizante en lasmanos escamoteadoras de J ean Cocteau- o las Canciones de Madagascarde Ravel que ya deberían figurar en elrepertorio habitual de conciertos; divertirse con la Pl-Vrntra construcción deJohn Cage y sus baldes de agua y sus
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