MÓDULO 1:
EL ENFADO: CON QUIÉ N Y
POR QUÉ ME ENFADO
El enfado: Con quién y por qué me enfado
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TEMA 2:
¿QUÉ HACEMOS CUANDO
ESTAMOS ENFADADOS?
El enfado: Con quién y por qué me enfado
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1. ¿QUE HACEMOS CUANDO ESTAMOS ENFADADOS?
Normalmente cuando nos enfadamos acabamos gritando, refunfuñando e
incluso podemos entrar en ira, llegando a tener comportamientos agresivos,
empujando o pegando a la persona que tenemos en frente.
A veces, nuestros hijos, cuando les gritamos y hablamos desde el enfado,
acaban haciendo lo que le pedimos, pero lo hacen porque se ven obligados
y presionados a ello y muchas veces desde el miedo.
Pero el enfado no es duradero y lo que antes hacían movido por nuestro
enfado, gritos, etc., no significa que lo hayan aprendido e interiorizado, sino
más bien todo lo contrario, ya que lo hacían desde la presión o el miedo.
Hay que distinguir cuando estamos enfadados y cuando algo nos ha
sentado mal, o cuando queremos marcar un límite, o expresar que no
estamos de acuerdo en algo.
Dejar de enfadarse no significa estar de acuerdo en todo, si no simplemente
es una forma diferente de expresar y sentir aquello que te ha sentado mal, o
que no estás de acuerdo en algo, o incluso de marcar los limites, o de cubrir
una necesidad.
No hace falta llegar a enfadarse para que algo suceda, o para que haya un
cambio, o para expresar que algo no te ha gustado, o no te ha sentado bien,
o para expresar una necesidad que necesitas cubrir. Nos enfadamos porque
ya tenemos el programa instalado y es a lo que tendemos, pues es la
respuesta que hemos aprendido.
A veces, el enfado y los gritos dan fruto y los dem ás “obedecen”.
Además el enfado nos lleva después a un estado de t risteza,
decepción y frustración propia que hemos de asumir y superar.
El enfado: Con quién y por qué me enfado
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Se puede desinstalar el programa, para ello hay que estar muy atento a
nosotros mismos y conocernos muy bien, saber:
Por qué nos enfadamos.
Con quién nos enfadamos.
Qué es lo que nos hace enfadar.
Qué pensamientos tengo que hacen que me enfade con mayor
facilidad, etc.
Es importante atender también a que hacemos cuando nos estamos
enfadando.
FACTORES A TENER EN CUENTA CUANDO NOS ENFADAMOS:
1. Atender al papel o al personaje que adoptamos:
Es interesante observarnos donde nos posicionamos, si como víctimas o
como verdugos.
Adoptar el papel de víctima es muy fácil y común, cuando algo no sucede
como nos gusta o cuando nos sentimos defraudados por algo o por alguien
es muy común ponerse en el papel de víctima.
Cuando nos posicionamos en el papel de víctima, nos sentimos victimas de
algo o de alguna situación o de alguna persona. Existen multitud de
situaciones por la que adoptamos el papel de víctima.
Por ejemplo:
Cuando no has podido acudir a una cena muy importante porque
estabas con gripe.
Cuando tu jefe te ha hecho ir a trabajar un sábado.
Cuando tus hijos quieres que juegues con ellos y tú tenías planificado
leer un libro esa tarde.
El enfado: Con quién y por qué me enfado
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Lo que nos lleva a sentirnos desgraciados por “culpa” de algo externo a
nosotros: de una circunstancia, de una persona o de lo que sea.
Es importante asumir que somos dueños de nuestras vidas, de lo que
hacemos y de sus consecuencias.
Para que exista una víctima debe haber un verdugo, papel que también
hemos de evitar. El verdugo es aquel que acomete los hechos para que el
otro se sitúe en el papel de víctima.
Cuando nos enfadamos nos podemos poner tanto en el papel de víctima o
en el de verdugo.
Nos podemos reconocer en el papel de víctima cuando empezamos a tener
este tipo de diálogo:
“Es que no me ayudáis”.
“No me escucháis”.
“Por vuestra culpa siempre llegamos tarde”, etc.
También nos podemos reconocer en el papel de verdugo cuando gritamos,
hacemos que las cosas se hagan a la fuerza, desde la coacción o el miedo.
2. Atender al tono de voz:
Muchas veces cuando nos enfadamos alzamos la voz, de forma que
aunque no digamos nada ofensivo, la forma de expresarlo si lo es, ya que a
nadie le gusta que le alcen la voz, ni le griten.
Cuando adoptamos el papel de víctima dejas de ser r esponsable de
tu vida para darle la responsabilidad a otro.
No es lo que se dice, sino en el tono en el que se dice.
El enfado: Con quién y por qué me enfado
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Cuando mostramos un tono de voz agresivo, decimos lo mismo, pero el
tono denota un ataque hacia la otra persona, lo cual nos sitúa en la posición
de verdugo. O un tono de voz depresivo, mostrando la queja y
posicionándote como víctima.
Ejemplo:
No es lo mismo decir a nuestro hijo:
“Ponte el cinturón” con un tono de voz suave pero contundente.
Que:
“¡Ponte el cinturón!”, alzándole la voz o gritándole.
En ambos casos dices lo mismo pero expresan realidades diferentes.
Además cuando hablamos a nuestros hijos gritándoles o alzándole la voz,
ellos nos acaban devolviendo gritos y subidas de voz. Por lo tanto si no
quieres que tu hijo te grite o te levante la voz, empieza desde bien pequeño
a no gritarle o alzarle la voz.
También está el tono de voz irónico , que dependiendo del contexto puede
llegar a faltar el respeto de la otra persona. Además dependiendo de la
edad de tu hijo, puede que no entienda la ironía como tal y tome lo que le
dices al pie de la letra. Mucho cuidado con las ironías.
3. Atender a las palabras que usamos:
Muchas veces hablamos, como si las palabras se olvidasen con el tiempo,
como si lo que decimos no tiene importancia o no tiene consecuencias, la
mayoría de las veces, somos completamente inconscientes de lo que
decimos y esto es porque no le estamos dando importancia a la palabra, al
poder creador y destructor de la palabra.
Es importante atender a nuestro tono de voz, a la h ora de poder
gestionar el enfado .
El enfado: Con quién y por qué me enfado
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La palabra crea nuestra realidad y la de nuestros hijos, por lo tanto es
fundamental que cuidemos la forma en la que nos hablamos (dialogo
interno) y en la que hablamos a la familia, a nuestra pareja, a los hijos, a los
amigos, a los alumnos, etc.
Cuando nos enfadamos, muchas veces, insultamos e injuriamos a la otra
persona, llevándonos por la emoción del enfado, sin saber, ni tan siquiera,
en ese momento lo que estamos diciendo.
También tendemos a exagerar, utilizando palabras como “siempre” o
“nunca”, “todo” o “nada”, transformando el problema en un drama,
haciéndolo mayor de lo que en realidad es.
No describimos el problema tal cual es, sino que a través de nuestro
vocabulario lo tergiversamos y lo cambiamos, por lo que lo acabamos
viendo y haciéndoselo ver a los demás tal cual lo describimos.
Por lo tanto acabamos creyéndonos lo que decimos o lo que nos decimos
interiormente, ya que nuestras palabras crean nuestra realidad. Lo mismo
pasa con el que recibe el mensaje.