IV Jornadas Clínicas IARPP: Soltando la Rama - 27 octubre 2012, Universidad Alberto Hurtado
Mindfulness y Psicoterapia
Ricardo Pulido
Director Unidad Mindfulness
Apuntes de la presentación
Tres son las grandes vertientes en que la meditación y específicamente el cultivo de la
disposición mindfulness pueden afectar positivamente la práctica del psicoterapeuta y
particularmente del psicoterapeuta relacional.
1. Cultivar una actitud mindfulness para consigo mismo, como una práctica constante y
comprometida, por ejemplo a través de la meditación u otras prácticas psicofísicas de
unificación mente-cuerpo, permiten que el terapeuta desarrolle elementos esenciales
que contribuyen positivamente al vínculo terapéutico tales como:
a. Interés genuino, apertura intersubjetiva y capacidad de sintonizarse con el otro
o regulación mutua.
b. Empatía, compasión y auto-compasión.
2. El cultivo constante de dicha disposición, permite la disponibilidad relacional del
terapeuta en momentos delicados de la relación con el paciente y que están cargados
de una gran oportunidad de transformación tales como la exploración de las
escenificaciones y la explicitación metacomunicativa (de Safran y Muran) y los
momentos del ahora que llevan al momento del encuentro que posibilita el cambio del
conocimiento relacional implícito del paciente y del analista (D. Stern).
3. El cultivo de la “atención-plena/consciencia-abierta” o mindfulness es una vía
pragmática, una heurística o metodología práctica extremadamente útil para
comprender, profundizar y encarnar la mirada fenomenológica (poner en práctica la
reducción fenomenológica o Epoché husserliana) las cual está a la base de la escucha
analítica sugerida por Freud y Bion. Esta mirada no sólo es un antídoto contra la
reificación de nuestras teorías y concepciones personales y colectivas, sino una
necesidad ética que permite el encuentro genuino con el otro y la legitimación radical
de su experiencia subjetiva.
I. Desarrollo de factores inespecíficos (no enseñables) esenciales al vínculo
En las últimas dos décadas la investigación en psicoterapia ha demostrado ampliamente la
relevancia de la alianza terapéutica en el proceso y resultados de los tratamientos
psicoterapéuticos. Sin embargo, justamente su carácter de variable inespecífica o no-
técnica hacen de la alianza un fenómeno no manipulable o controlable. De hecho no
existen investigaciones que demuestren que ciertos programas formativos hayan dado
resultados particularmente relevantes en este ámbito: la alianza no puede ser manipulada
ni controlada, sólo puede ser escuchada y cultivada.
La práctica mindfulness, parece ser de gran utilidad para desarrollar la capacidad de estar
más presentes a los indicadores relacionales del encuentro terapéutico, más abiertos a la
negociación intersubjetiva y por ende más dispuestos a dejar caer las concepciones
clínicas que en ocasiones impiden una escucha genuinamente fenomenológica del
paciente.
Recientemente han aparecido interesantes evidencias empíricas que respaldan esta tesis
de que el entrenamiento en mindfulness y específicamente en la meditación de atención
plena permite el desarrollo de importantes actitudes terapéuticas:
Autor(es) Diseño y muestra Resultados
Shapiro et
al. (2007)
83 terapeutas en
formación.
2 grupos:
entrenamiento
mindfulness (MBSR) y
control activo
Diferencias significativas de meditantes en:
-- Disminución de: estrés, afectos negativos, rumiaciones, ansiedad
(caracterial y reactiva)
-- Incremento de: afectos positivos, capacidad de auto-regulación
emocional y auto-compasión.
Grepmair et
al (2007)
18 terapeutas en
formación.
2 grupos:
entrenamiento en
meditación y control
Los 63 pacientes atendidos por terapeutas “meditantes”
presentaron mejoras significativas en varios indicadores
sintomatológicos respecto a los 61 pacientes atendidos por
terapeutas del grupo control.
Schure et al.
(2008).
35 terapeutas en
formación.
Comparación
entrenamiento en
meditación, yoga y
qigong.
Diseño cualitativo
Todas las prácticas beneficiosas, pero la meditación única que
estimuló:
-- Desarrollo de la toma de consciencia y aceptación de las propias
emociones y aspectos del sí-mismo
-- Tolerancia al propio dolor físico y emocional
-- El estar cómodamente en silencio con el paciente
-- El mantenerse sintonizado con el proceso terapéutico en general.
McCollum y
Gehart
(2010).
Terapeutas en
formación tras
entrenamiento
mindfulness.
Diseño cualitativo
Impacto positivo y significativo en el modo de ser-terapeutas:
-- Mayor capacidad para atender a sus propias experiencias
internas durante las sesiones de terapia y de estar más conscientes
de lo que le pasa a sus pacientes.
-- Ser capaces de tener consciencia de estos dos aspectos
contemporáneamente: del propio estado interno y del estado del
paciente.
-- Transformación: del “hacer-algo” con el paciente, a “ser-con” el
paciente.
Ryan,
Safran,
Doran &
Muran,
(2012)
26 díadas paciente-
terapeuta.
Estudio correlaciona
Disposición mindfulness del terapeuta se asocia positivamente con:
-- Actitudes positivas hacia sí mismo (self-affiliation; r=.41*)
-- Alianza terapéutica percibida por el terapeuta (r=.46*)
-- Mejorías en el funcionamiento interpersonal del paciente
(r=.48*)
Dentro de los resultados más importantes aparecen que terapeutas en formación que
reciben entrenamiento en meditación mindfulness muestran:
• Disminución del estrés, afectos negativos (culpa, rabia, miedo, etc.), rumiaciones, y
ansiedad. Mayor experimentación de afectos positivos (como gratitud, asombro, y
alegría), capacidad de auto-regulación emocional y auto-compasión
• Los pacientes de estos terapeutas reportan mejoras sintomatológicas superiores que
los de otros terapeutas no meditantes.
• Gracias a la meditación sienten que aprenden a tomar contacto y aceptar las propias
emociones y los aspectos negados del sí-mismo y a tolerar el propio dolor emocional.
También logran estar cómodamente en silencio con el paciente.
• Además, van desarrollando la capacidad para atender sus experiencias internas
durante las sesiones y a la vez estar más conscientes de lo que le pasa a sus pacientes.
Y sienten que la meditación va transformando su modo de ser en la terapia: en lugar
de “hacer-algo” con el paciente, vivencian la terapia como un espacio para “ser-con” el
paciente y manteniendo al mismo tiempo la capacidad técnica:
“Meditar dona presencia terapéutica. Pienso que es tan simple y a la vez tan
difícil. No se necesita ningún pensamiento o técnica para desarrollar la
presencia. La única técnica es aquietar la mente (…) Cuando aquietamos la
mente y se silencian todos los ruidos de fondo y narraciones internas… nos
volvemos conscientes de nuestro alrededor… y en el ambiente terapéutico,
nos volvemos más presentes para nuestros pacientes… algo potente”.
(McCollum y Gehart, 2010, en Brito, en prensa)
El último trabajo de Safran y Muran, publicado en la Psychotherapy Research (Ryan,
Safran, Doran & Muran, 2012) documenta un interesante estudio correlacional en el cual
se evidencian asociaciones positivas y significativas entre los rasgos o disposiciones
mindfulness del terapeuta y las siguientes variables:
• Actitudes positivas hacia sí mismo (self-affiliation); r = .41*
• Alianza terapéutica percibida por el terapeuta; r = .46*
• Mejorías en el funcionamiento interpersonal del paciente; r = .48*
Estos resultados los llevan a concluir que la capacidad o rasgos mindfulness del terapeuta
serían una variable pre-tratamiento de gran relevancia en los resultados
psicoterapéuticos.
Una forma de entender cómo es que estas prácticas promueven las actitudes vinculares
en el terapeuta es a través del concepto de sintonización desarrollado por Daniel Siegel,
uno de los pioneros en estudiar los mecanismos interpersonales asociados a la práctica
del mindfulness. La sintonización es un proceso bidireccional donde una persona se
focaliza en los estados mentales de la otra, de tal modo que el receptor de dicha atención
se siente comprendido, vinculado y sentido.
Lo interesante es que para poder sintonizarse con el otro, es necesario desarrollar la
capacidad de auto-sintonización… tal como dice el refrán: “la caridad empieza por casa”.
Según Siegel, la práctica MF fortalecería estructuras neurales involucradas en varios
aspectos que favorecen el desarrollo de la auto-sintonización del individuo, por ejemplo la
regulación corporal y el balance emocional. Sorprendentemente, estas serían las mismas
estructuras y funciones neurales que están activadas en los niños cuando interactúan con
una figura parental protectora y no-ansiosa en una relación de apego seguro
II. Disponibilidad relacional del terapeuta en momentos delicados y cargados de
oportunidad de transformación
Esta sección no la podremos revisar en profundidad, pero refiero algunas citas y
explicaciones muy preliminares que dan cuentas hacia a dónde apunta el tema.
Safran sugiere que le terapeuta puede aplicar la mindfulness a la exploración conjunta de
las escenificaciones con su paciente explicitando las comunicaciones implícitas. A este
proceso le llama metacomunicación y para llevarlo a cabo la mindfulness en acción es una
herramienta de gran valor, pues para que la metacomunicación ocurra es “esencial que el
terapeuta se mantenga anclado en la experiencia inmediata de sus propios sentimientos o
en algún aspecto de la relación terapéutica” (Safran y Reading, pág 187). Algunas citas
reveladoras:
“Para poder desengancharse de las escenificaciones, los terapeutas requieren de una
capacidad básica de autoaceptación (o de trabajo hacia el logro de ella), así como también
la voluntad y el coraje para enfrentar sus propios demonios y para involucrarse en un
proceso continuo de autoexploración y crecimiento persona” (Safran, “Mindfulness y
Escenificación en Psicoanálisis”, pág. 30).
“Un resultado secundario importante de la práctica mindfulness es el descubrimiento del
espacio interno. Esto consiste en aflojar el apego a los procesos cognitivo-afectivos propios
– la capacidad de verlos como construcciones de la mente. Esto a su vez reduce la
experiencia de constricción que resulta de la sobreidentificacción con estos procesos y le
permite a uno reflejarse en ellos y usarlos terapéuticamente. Esta experiencia es similar a
lo que los teóricos psicoanalíticos como T. Ogden (1986) y G. Gabbard (1996) refieren
como espacio analítico, i.e., el estado “doble de consciencia” que permite a los terapeutas
“ser succionados dentro del mundo del paciente y mientras tanto mantener su capacidad
observadora” (pág. 33)
“Son dos, en este sentido, los objetivos a los que apunta la práctica de la mindfulness. Por
una parte, al soltar la identificación con cualquier sentimiento concreto, ayuda al
terapeuta a abrir un espacio interno (...) en el que pueden emerger nuevas posibilidades
para el trabajo terapéutico constructivo. Y, en segundo lugar, permite al terapeuta
perfeccionar sus habilidades atencionales y cobrar consciencia de su experiencia interna y
de su contribución a la escenificación, una información sumamente útil para el proceso
terapéutico” (Safran y Reading, “Mindfulness, metacomunicación y regulación del afecto
en el tratamiento psicoanalítico”, pág. 185-186)
“La meditación mindfulness es una herramienta a la que el terapeuta puede apelar para
aprender a regular su afecto de un modo que, durante la escenificación terapéutica, pueda
servir como un regulador vicario del afecto de sus pacientes. Las habilidades internas
adquiridas a través de la práctica mindfulness pueden ayudar también al terapeuta a
desarrollar la capacidad de metacomunicación con sus pacientes durante la escenificación
para que les ayude a desidentificarse de los escenarios relacionales destructivos y les
proporcione nuevas experiencias de relación que transformen los modelos internos de la
relación que el paciente mantiene tanto consigo mismo como con los demás. Este proceso
conduce a un cambio en el conocimiento relacional implícito que el paciente tiene de las
relaciones entre el yo y los demás” (pág 205).
Por otra parte, un texto muy significativo sobre la fenomenología del encuentro
terapéutico intersubjetivo es el del Grupo de Estudio del proceso de cambio de Boston,
liberado por D. Stern. Consiste en una descripción micro-analítica de la situación
terapéutica:
Los pacientes de tratamientos exitosos recuerdan dos tipos de hechos nodales que creen
los han cambiado:
1. Interpretaciones claves
2. Momentos de encuentro. Momentos de auténtica conexión de persona a persona con
el terapeuta que cambió la relación con él o ella y, por lo tanto, el sentido de sí-
mismos. En estos, el cambio ocurre a un nivel de intercambio implícito o relacional, se
da un cambio en el conocimiento relacional implícito (CRI), ese conocimiento acerca
de: “cómo estar con alguien” (es procedural, no-simbólico, fuera de la atención focal y
de la experiencia verbal consciente).
Los MOMENTOS DE ENCUENTRO reorganizan el CRI del paciente y del analista. Cuando
ocurre, ambos sienten que han alcanzado una versión similar “de lo que está pasando aquí
y ahora entre nosotros”.
Una interacción se caracteriza por una sucesión de unidades subjetivas o momentos
presentes donde ambos van avanzando en un diálogo que pueda posibilitar el encuentro.
Cuando uno de estos momentos se pone “caliente” afectivamente y cargado de
posibilidades para el proceso terapéutico se constituyen como Momentos del Ahora (MA)
que requieren acciones específicas novedosas, diferentes de las típicas. Son como el
KAIROS griego (la oportunidad del destino). No son familiares, inquietan, son extraños. No
se sabe qué pasa ni qué hacer. Se siente como haber llegado a un momento decisivo de la
Relación terapéutica.
Cuando el MA es captado y acogido con respuesta auténtica y específica por ambos se
vuelve un momento de encuentro. De lo contrario será un MA fallido
Desde esta perspectiva fenomenológica del encuentro terapéutico se abren importantes
cuestiones como:
¿Cómo sostener los momentos del ahora?
¿Cómo permanecer abierto y receptivo en los momentos interpersonalmente intensos?
Estos momentos nos desafían, nos revuelcan y exigen una respuesta nueva,
genuinamente novedosa, no preformada.
III. Método práctico, (praxis) para aprender, desarrollar y encarnar la actitud
fenomenológica (Epoché husserliana) y la escucha analítica
Mark Epstein, pionero de la integración clínica entre meditación y psicoanálisis, ha
sistematizado una teoría de la técnica centrada en la “atención desnuda”. Cercano al
psicoanálisis winnicottiano y a la Psicología del Self, ha logrado repensar muchas nociones
psicoanalíticas desde la práctica meditativa, y sus intuiciones han tenido una acogida
enorme en todo el mundo.
Sostiene que las recomendaciones de Freud y de Bion acerca de la actitud analítica no han
sido suficientemente comprendidas o encarnadas en la práctica psicoanalítica. Famosas
son las recomendaciones de mantener una “atención libremente flotante” o de
Secuencia de regulación
mutua:
Ir hacia adelante
Momento de encuentro:
Modificación del
conocimiento relacional
implícito
Desunión mutua o espacio
abierto: soledad,
creatividad, novedad
Momento
presente Momento
presente
Momento
del ahora
Momento
presente
Momento
presente
Contexto
intersubj.
“Ir hacia delante”
Momento de
encuentro
Momento del ahora:
perdido; fallido;
reparado; señalado,
perdurable
permanecer “sin memoria y sin deseo”, pero si bien intuitivamente nos parecen
sugerencias maravillosamente profundas y sutiles, si bien nos hacen mucho sentido
clínico, por lo general no sabemos cómo desarrollar una escucha tal. ¿Cómo se aprende tal
actitud? ¿Cómo se cultiva? Tal como ocurre con la fenomenología de Husserl y Merleau
Ponty, sus recomendaciones no son fácilmente replicables. Seguramente estamos frente a
4 enfant prodige, maestros naturales de la “ciencia de la experiencia” humana que nos
han dejado descripciones impresionantes, pero muy pocos procedimientos concretos y
metodologías prácticas para desarrollar el tipo de escucha y la mirada desde donde
comprendían y llevaban a cabo sus observaciones fenomenológicas y clínicas.
Consideremos estas dos citas famosas:
“La regla del médico puede ser expresada de la siguiente manera: mantenga lejos de la
propia atención todo influjo de la consciencia y abandónese completamente a la propia
‘memoria inconsciente’, o bien, en términos puramente técnicos: escuche y no se preocupe
de tener algo en mente” (Freud, en Consejos al médico en el tratamiento psicoanalítico)
“La capacidad de olvidar, la habilidad de rehusar el deseo y entendimiento, debe ser
considerada como una disciplina esencial para el psicoanalista (…). Si el psicoanalista no se
ha desnudado deliberadamente de la memoria y el deseo, el paciente puede ‘sentir’ esto y
quedar dominado por el ‘sentimiento’ que está poseído por y contenido en el estado
mental del analista, a saber, el estado representado por el término ‘deseo’”. (Bion, en
Atención e Interpetación)
¿Se trata de una pura conceptualización o de un saber-hacer? ¿de un know-what o de un
know-how?
¿Cuánto de nuestra práctica ocurre efectivamente en estos registros?
¿Es tan solo un ideal que guía la escucha y comprensión del clínico?
¿Se puede suspender realmente la “facultad crítica” tal como Freud nos sugiere? ¿Es
posible aprender a hacerlo?
Mi impresión es que no es un ideal, ni una conceptualización. Es un saber-hacer, aunque
técnicamente se debería describir como un saber-no-hacer.
Epstein nos sugiere que la meditación, al menos algunas vinculadas a la tradición budista,
es una práctica que permite desarrollar y cultivar efectivamente este tipo de escucha, tan
esencial a la cura y a la cual llama atención desnuda.
Partiendo justamente desde la mente ordinaria, cotidiana no-educada, se desarrolla una
actitud mental específica: la atención desnuda o mindfulness… se trata de aprender a
dejar de hacer, de introducir nuestras categorías para narrar la experiencia, una verdadera
suspensión de los propios juicios y concepciones. Epstein lo describe como:
“los hechos desnudos, un registro exacto que permite que las cosas hablen por sí solas,
como si las viéramos por primera vez, separando cualquier reacción del simple evento”
(Epstein en Pensamientos sin Pensador).
Es sorprendente cuánto se asemeja a la epoché husserliana, ese poner entre paréntesis
todo lo sabido para que emerja la cosa-en-sí… “A las cosas mismas” era el famoso lema de
Husserl… y la cosa-en-si, por supuesto no es un objeto del mundo externo, sino todo
evento que se da en la consciencia, incluidos, por ejemplo, un encuentro intersubjetivo,
una emoción y una interpretación analítica.
¿Pero cómo se desarrolla este tipo de atención? A diferencia de la fenomenología, la
meditación ofrece un conjunto de procedimientos que permiten a esa mente no-educada
ir entrenándose hasta adquirir una cierta expertice. Esta es una primera recomendación
de Epstein:
“Concentra la atención, momento a momento, precisamente en lo que estás
experimentando, distinguiendo tus reacciones de los eventos puramente sensoriales”
(Epstein, Pensamientos sin Pensador, pág. 101)
Esta práctica es extremadamente dura al principio, la mente enloquece, se siente
estrecha, constreñida. Por eso su entrenamiento se acompaña frecuentemente de
prácticas de unificación mente-cuerpo. Pero una vez que se va cultivando se va
experimentando la atención desnuda y su potencia:
Epstein describe las siguientes características de la atención desnuda:
a. Estado de simple escucha, imparcial y a la vez completamente natural (no artificial)
b. Apertura que no interfiere: un ambiente intrapsíquico receptivo para explorar la
dimensión personal e íntima, que se relaciona con la apertura de la madre
suficientemente buena en cuya presencia el niño puede jugar ininterrumpidamente.
c. Interés y asombro, donde incluso el dolor puede ser fuente de interés genuino y
profundo
d. Impavidez … ecuanimidad o neutralidad implicada
e. Impersonalidad: “como un perro callejero sin dueño, los pensamientos y sentimientos
errantes a los cuales aplicamos la atención desnuda, son tratados como si no tuvieran
dueños”
El famoso libro de Epstein “Pensamientos sin Pensador” es una extraordinaria síntesis
integrativa entre busdismo, mindfulness y psicoanálisis que se centra en el cultivo de la
atención desnuda como práctica clínica, tanto del terapeuta como del paciente. Es un
texto rico de ejemplos clínicos donde vemos su gran sintonía con el pensamiento y la
práctica del psicoanálisis relacional e intersubjetivo. (Ver cita en libro, pág. 170)
Un último elemento muy relevante que nos permite la práctica meditativa es el poder
explorar y estudiar nuestra experiencia de escucha terapéutica. Esto es hacer
fenomenología de la experiencia terapéutica. No fenomenología del paciente, de su
psicopatología, etc., sino de la experiencia misma que significa escucharlo y las diferentes
modalidades, ritmos y tonalidades de la escucha.
Franco Bertossa, un maestro de meditación que integra la fenomenología occidental con
las prácticas psicofísicas del oriente, ha evidenciado, por medio de estudios en primera
persona que pueden ser verificados por quien quiera, siempre y cuando se ponga en la
actitud de escucha adecuada, los 4 tiempos de la experiencia consciente. Toda experiencia
ocurre en 4 tiempos: El abierto, el darse cuenta, la pregunta y la respuesta
Son los instrumentos de nuestro conocer. Cada uno lo puede verificar en su propia
experiencia ahora mismo. Algunos aspectos interesantes de estos 4 tiempos, pero que no
tengo tiempo de profundizar es que:
1. Para negarlos tendrías que usarlos… por tanto negándolos se confirman
2. Se dan siempre en ese orden… son como las aspas de un molino que giran siempre en la
misma dirección… nunca se da que llegue la respuesta antes de la pregunta
3. Cada tiempo tiene un sabor, una tonalidad emocional, una sensación asociada…
Estos 4TC se dan también naturalmente en el encuentro terapéutico. Yo los he llamado los
4 tiempos de la escucha terapéutica.
Esta descripción del proceso natural de nuestra experiencia resulta más interesante si
notamos que las aspas del molino por lo general giran a velocidades tales que no somos
conscientes de estos momentos… la mayor parte del tiempo ocurren automáticamente sin
que logremos tomar consciencia.
Si miramos atentamente este ciclo, nos daremos cuenta que por lo general saltamos de
respuesta en respuesta en todos los ámbitos de nuestra cotidianidad. Los tiempos del
abierto, del darse cuenta y de la pregunta se han reducido enormemente… casi como un
molino al que se le han caído 3 aspas y solo gira con una, la de la respuesta… y por
supuesto como terapeutas no estamos exentos de esta influencia.
Es interesante porque el sabor de la respuesta es el sabor del apagamiento, de la
satisfacción, del fin de un estado de necesidad, de búsqueda, de incompletud que
representa el estado de pregunta. El sabor del abierto y del darse cuenta también son
difíciles de sostener, porque algo está ya clamando el estado de apagamiento… en este
sentido, la meditación es una práctica extraordinaria para cultivar estos tres momentos de
la escucha terapéutica. Ya hemos visto la atención desnuda que corresponde al abierto…
en otra oportunidad podemos profundizar en el darse cuenta y en la pregunta… lo que me
interesa subrayar es que nuestra mente tiende a buscar una respuesta y cada vez tiende a
buscarla más rápido… si no me creen, les pido que me sigan en un pequeño ejercicio: por
favor pongan mucha atención a su mente, fíjense si puede estar en la suspensión o tiende
ella misma a completar la experiencia… si quieren pueden cerrar los ojos… [suena
estímulo auditivo conocido inconcluso].
¿Se mantuvieron en el incompleto o la misma mente rellenó la experiencia con algo que
concluye?
Aprender a cultivar los estados del abierto, del darse cuenta y de la pregunta, significa ir
contra el flujo automático de la mente… es como nadar contra la corriente… o en términos
más psicoanalíticos, ir contra la repetición. Y es que el no saber, la suspensión, la toma de
contacto sin significado, quedarse a la espera del sentido, produce sensaciones poco
agradables, a veces francamente intolerables… tal como dice Levenson:
“La tarea real en terapia no es darle sentido al material, sino resistir a la tentación de
hacerlo” (Levenson, 1992)
Para ello, dilatar el abierto cultivando la atención desnuda. Esperar a que emerja
espontáneamente el elemento que rompe el estado de indiferenciación, que surja el
aspecto de interés, la toma de contacto de una diferencia. Y entonces, confiando en la
significatividad de ese elemento, permitirse sostener el estado de la pregunta, que en el
campo de la escucha se vuelve diálogo con el paciente, intercambio, tanteo, pregunta
abierta y sostenida por ambos. Hasta que en definitiva se decanta en la respuesta, en le
proceso de acuerdo o significación de la experiencia no para cerrarla o ponerle un punto
conclusivo, sino para re-abrirla a un nuevo estado de apertura.
No es el tiempo de las respuestas, sino el de la toma de contacto y el de las preguntas que
surgen de ello, los verdaderos motores de la transformación terapéutica. El momento de
la respuesta, es más bien el culmine de un proceso que permite la entrada en un nuevo
ciclo de experiencia intersubjetiva.
Quisiera terminar citando un fragmento de san Juan de la Cruz que me resulta muy
inspirador en el sentido de sostener implicadamente el no-saber y especialmente el no-
saber en relación al otro, a su encuentro y a uno mismo:
Para venir a saberlo todo,
no quieras saber algo en nada.
Para venir a lo que no sabes,
has de ir por donde no sabes.
(San Juan de la Cruz)