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Brenda A. Rodríguez Hernández
ESPA 4492
Prof. Alfredo Morales
Monografía
Identidad poscolonial: Simbiosis entre tradición y transición
El tema de la identidad nacional ha sido muy debatido y desarrollado a través de la
historia en Puerto Rico. Escritores como Antonio S. Pedreira y Palés Matos hicieron un intento
por crear un modelo estándar que explicara la naturaleza y los componentes de la
puertorriqueñidad. A este modelo se le añadieron elementos políticos, raciales entre muchos
otros. ¿Qué es un puertorriqueño? No hay una definición concisa, sino más bien un
conglomerado de elementos que conforman un todo. A nivel individual, en algún momento de la
existencia humana surge la pregunta: ¿Quién soy realmente? La respuesta en ocasiones no está
definida. Cada quien tiene un marco mental, relleno de muchos matices y colores, a veces
abstracto, pero con un sentido y un significado. Hay quien tiene un cuadro bastante claro y otros,
cuyo marco bordea un espacio en blanco. Ese espacio es llenado con elementos que de alguna
manera se entrelazan y componen una realidad. Así se nos presenta la novela Cuando era
puertorriqueña de Esmeralda Santiago. Una duda salta en la cabeza del lector al leer el título de
esta narración: ¿Cuándo era puertorriqueña? ¿Ya no lo es? Las contestaciones a estas
interrogantes son sustentadas por varios elementos que cimentaron la construcción de la
identidad nacional de la escritora, viven en su recuerdo y en su presente.
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Las memorias de Santiago son narradas a través de los ojos de la protagonista, Negi.
Siendo ésta una niña, sus vivencias son presentadas desde una perspectiva inocente y
conmovedora. La niñez es una etapa fundamental en la vida del ser humano. Lo que aprendemos
y percibimos en ese periodo es decisivo en nuestro desarrollo. Por tanto, Santiago destaca
momentos clave de su vida que fueron trascendentales en su definición como mujer y sobre todo,
como puertorriqueña.
El texto ¿Quién le teme la teoría? De Llenín y Rolón indica que el término poscolonial
puede interpretarse de diversas maneras. Sin embargo, la versión que deseo exponer en relación
con la novela de Santiago es la del término poscolonial cómo todo aquello que ha trascendido y
superado el colonialismo. Entonces, la autora de Cuando era puertorriqueña, enfatiza cuáles son
aquellos elementos de la puertorriqueñidad que superaron las imposiciones del colonizador
estadounidense y que todavía prevalecen en la cultura del país. El predominio del español sobre
el inglés y la preservación de tradiciones autóctonas, refuerzan la vitalidad de la cultura
auténticamente boricua, preponderante ante la estadounidense. La característica central de la
teoría poscolonial es “su enfoque posbinarista y posromántico de las relaciones coloniales”
(Vidal). Las memorias de Santiago, son narradas desde una perspectiva romántica que surge
posterior a su distanciamiento de Puerto Rico. La intención de este trabajo es exaltar los
elementos que forjaron la identidad puertorriqueña de la autora y que no fueron ensombrecidos
por la cultura estadounidense. Aunque muchos desvinculan a la autora de sus raíces, esta
investigación destaca aquellas vivencias que conforman la esencia de su identidad.
La década del cincuenta cobra gran importancia en esta historia, pues para ese entonces,
Puerto Rico se encontraba todavía en proceso de colonización y transición hacia la modernidad.
Los intentos por integrar al país a las costumbres estadounidenses y crear una asimilación en
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diversos sentidos fueron más que evidentes. Más adelante se presentarán las diversas
imposiciones de los colonizadores y cómo Negi se rehusaba a cambiar su cultura por otra. De
igual manera, la figura del jíbaro es relevante y representa para la protagonista un pasado
añorado, una actitud de apego a la patria, un dialecto particular y en fin, todo un estilo de vida.
Para ese tiempo el jíbaro comenzó a verse de manera despectiva, como símbolo de atraso y de
ignorancia. Esto es censurado en varias ocasiones por la autora, que destaca al jíbaro como
símbolo nacional.
La historia de Negi comienza en Macún, una comunidad humilde, con casitas de madera
y zinc, rodeadas de barro y abundante vegetación. Los habitantes de Macún vivían en extrema
pobreza y necesidad, aunque a Negi nunca le faltó lo esencial. A pesar de las vicisitudes, tuvo
una niñez feliz y recuerda más que lo negativo, los momentos alegres y los que quedaron
impregnados en su recuerdo: las primeras lluvias de mayo, el olor a cilantro y recao en el vestido
de su madre, las comidas hechas al fogón, el canto del coquí como canción de cuna y el
momento en que descubrió de qué estaban hechas las morcillas que tanto disfrutaba. En un
espacio donde resaltaban las tradiciones puertorriqueñas, trataba de buscar espacio el
norteamericano y sus costumbres. A continuación se mencionarán varios ejemplos de cómo
Negi, mientras vivió en Puerto Rico, se mantuvo firme ante los esfuerzos del país colonizador.
Más tarde Negi adoptará elementos de otra cultura, mas su doble identidad no opacó ni destruyó
su base puertorriqueña.
Con la política del Nuevo Trato, en Puerto Rico se implantaron ayudas federales, como la
“Puerto Rico Emergency Act” y la “Puerto Rico Reconstruction Act”. La primera brindaba
alimentos y productos de primera necesidad al ciudadano. La segunda se ocupó de la
construcción de carreteras, energía hidroeléctrica y centros comunales donde personas como la
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mamá de Negi, eran orientadas sobre nutrición e higiene. Por esa vía, se intentó cambiar el
tradicional plato de arroz con habichuela y el mangó por comidas enlatadas, manzanas y
melocotones. Los huevos no se cogían del nido de una gallina, sino que venían en polvo. En la
escuela servían melocotones en almíbar y no guayabas recién tomadas del árbol. Como por
difusión, el puertorriqueño añadía elementos de la cultura estadounidense a su diario vivir. Para
una niña que veneraba la tradición de su país todo este proceso resultaba confuso. Negi pensaba
que si comía los alimentos que le suplían en el centro comunal podría volverse americana. Ante
esta incertidumbre su padre le aclaró que esto sucedería “sólo si te gusta más que nuestro arroz
con habichuelas” (Santiago 81). Aquí se presenta un dilema: lo que define nuestra identidad, ¿se
impone o se escoge? La respuesta es: ambas. Hay eventos tan fuertes que involuntariamente
pasan a ser parte de nuestra idiosincrasia y otros elementos, simplemente los adoptamos por
decisión. Sin embargo, Negi para ese entonces, celaba sus raíces y simpatizaba con las
tradiciones de Puerto Rico.
Como parte del proceso de asimilación con la cultura estadounidense, se impuso la
enseñanza del idioma inglés. Negi se rehusaba a aprender inglés porque no quería ser “gringa”.
Más tarde su padre le haría entender que ser americana no lo definía el uso de una lengua. Una
de sus maestras intentó enseñar inglés por medio de canciones, pero los niños las aprendían
fonéticamente sin entender su significado. Cuenta Negi, que cuando intentaron enseñarles
“America the Beautiful ” la maestra desistió porque se enredaban al cantar “fó espechos scays”
(for spacious skies). Esto demuestra que la enseñanza del idioma no fue muy fructífera y hasta
nuestros días se arrastran deficiencias. Sin embargo, la resistencia ante el inglés tuvo su límite,
pues en su adolescencia en Estados Unidos, Negi tendría que aprender el inglés por necesidad,
sabiendo que su educación y futuro dependería de ello.
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Mientras más se alejaba del campo y se adentraba a la ciudad, el relato de Negi se tornaba
más angustioso y triste. Pareciera como si la modernidad, a pesar de sus comodidades, tuviese un
efecto negativo. El que vivía en la ciudad gozaba de los beneficios de la electrificación y sistema
de acueductos. La gente abandonaba la vida tranquila y el trabajo de la tierra por una vida más
cómoda en la ciudad y mejores condiciones de trabajo. Había más tiempo para el libertinaje, la
baraja y el alcohol. La sociedad se centraba en el entretenimiento y la vida de pueblo. El jíbaro se
desvanecía y el campo se achicaba con la llegada de la modernidad.
No solo hay eventos o épocas en la vida que distinguen nuestra identidad nacional. Las
personas influyen de manera significativa. El padre de Negi le enseñó a amar la poesía de Luis
Llorens Torres y a conocer la vida del jíbaro a través de la música. Aunque esa vida se
presentaba como una “dura y llena de sacrificios, decían que los jíbaros eran recompensados con
una vida contemplativa, independiente, vecina con la naturaleza, respetuosa de sus caprichos,
orgullosamente nacionalista” (Santiago 15). En Macún y en el país en general, la gente se
burlaba del jíbaro por sus viejas costumbres y su manera de hablar. La madre de Negi la
reprendía cuando ignoraba algo: “¡No seas tan jíbara!” Luego le explicaba que ella jamás podría
ser jíbara porque había nacido en Santurce. Negi se preguntaba por qué si no eran jíbaros, vivían
como tal. Comían como los jíbaros, vivían en el campo y su casa era pobre como la de los
jíbaros. Ser jíbaro o llamar jíbaro a una persona era considerado un insulto.
Sin embargo, había una contradicción en la ideología “progresista” del puertorriqueño. A
pesar de que se apoyaba la modernidad en ciertos aspectos, hubo unos estigmas sociales que
ponían una barrera hacia el adelanto. En esto concordaba el personaje principal, quien
desaprobaba las ideologías colectivas que atentaban contra la figura femenina. Las mujeres
debían tener una manera específica de caminar, mirar, hablar y eran señaladas al mínimo intento
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de romper la regla. Los vecinos en Macún dejaron de ver con buenos ojos a la madre de Negi
desde que ésta comenzó a trabajar. La mujer debía estar en el hogar para cuidar a sus hijos y
atender al esposo. La madre de Negi le recordaba siempre que era casi una señorita y debía
comportarse como tal. Gran parte de ese pensamiento machista era apoyado por las mujeres, lo
que resultaba ridículo para Negi. Cuando caminaba hacia la escuela escuchaba los boleros que
hablaban de hombres despechados por culpa de “mujeres maliciosas”. Esta experiencia la ayudó
a discernir entre lo que debía acoger de su cultura y lo que debía rechazar. En una sociedad
donde el varón fijaba la norma, la mujer vivía a la merced del maltrato y la discriminación. Los
hombres acostumbraban a tener una doble vida, con hijos fuera del matrimonio y varias mujeres.
En gran medida, esto fue la base para los problemas entre los padres de Negi y su futura
mudanza a Estados Unidos. Allá tendría su primer encuentro con una sociedad distinta que
influyó en la composición de una identidad dualista. Sin embargo, el encuentro con una nueva
cultura, no destruyó su parte puertorriqueña, sino que la reforzó y la enriqueció.
A causa de las mencionadas disputas entre sus padres, Negi se mudó de casa y de escuela
en varias ocasiones. A pesar de su inestabilidad, fue criada con buenos valores y con una idea de
lo que representaba la dignidad. No obstante, esa idea que intentaron de inculcarle estaba ligada
a valores machistas. Dignidad implicaba, entre otras cosas, “que los hombres podían mirar a las
mujeres lascivamente, pero las mujeres no podían mirar a los hombres de cara, solo de reojo, a
menos que fueran putas” (Santiago 35). Esa inestabilidad permitió que Negi visitara muchos
lugares, conociera muchas personas y participara en diversas costumbres puertorriqueñas. Tuvo
la oportunidad de asistir a un baquiné y de cerrarle los ojos al niño difunto para que su alma
subiera al cielo. En Navidad presenció la matanza de un cerdo, comió arroz con dulce y esperó la
llegada de los reyes. Entre el desastre de un huracán comió un guisado de gallina vieja a la luz de
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un quinqué y vio a los hombres jugar dominó. En alguna ocasión supo distinguir las voces de
José Miguel Agrelot y Jacobo Morales en los muñequitos de la televisión. Cuando su vecino Don
Berto murió, escuchó a su padre cantar las novenas. Aunque su familia no era muy religiosa,
hacían muchas cosas por tradición. Negi aprendió que al rezar, debía santiguarse con la mano
derecha porque la izquierda era del demonio. Aprendió también que no se les puede levantar la
mano a los padres, pues al morir, la mano se le quedaría levantada y no podrían cerrar su ataúd.
Un sinfín de experiencias como éstas son expuestas a lo largo de toda la historia, reforzando el
hecho de que la autora no está distante de sus raíces y que éstas tienen un valor significativo en
su vida.
El uso de refranes en toda la narración indica el conocimiento que tiene la autora de sus
costumbres y del pensamiento puertorriqueño. Los refranes recogen una multiplicidad de ideas,
que solo pueden ser descifradas por un individuo que conoce su historia y tradiciones. Negi era
la mayor de once hijos, por lo que sintió como cada uno de sus hermanos venía a “quitarle la
falda”, es decir, a robarle el cariño y la cercanía de su madre. Su padre, era tan mujeriego que
andaba “enamorado hasta de un palo de escoba”. La ayuda de los federales, luego del huracán,
llegaría a Macún “cuando las gallinas meen”. Negi había contemplado lo suficiente a las gallinas
como para saber que eso nunca sucedería. Cuando intentaron hacerle creer que la dieta
estadounidense era mejor que la puertorriqueña, entendió que “lo que no mata engorda”, pues a
todo se le busca el lado negativo. Al llegar a Estados Unidos supo que “ahí fue donde la puerca
entorchó el rabo”, ya que las cosas no cambiarían para bien, sino que empeorarían.
Al enterarse que abandonaría su patria, Negi sintió un gran resentimiento. Sentía que la
despojaban del entorno con el que se identificaba y donde se había formado como persona. Al
llegar a Estados Unidos, descubrió que Puerto Rico no era el único lugar del mundo donde
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existían las diferencias por nacionalidad. En su nueva escuela observó disputas entre culturas,
razas y discrepancias entre personas de una misma procedencia. Entre los puertorriqueños
también había desacuerdos entre los recién llegados como Negi y los nacidos en Brooklyn.
Dentro de los que habían vivido en Puerto Rico, estaban los que anhelaban regresar y los que
querían olvidar el pasado. Aquí entra el asunto de la identidad como una construcción
influenciada por elementos externos e individuales. En el caso de Negi, ella decía sentirse a
veces como una traidora: “por querer aprender inglés, porque me gustaba la pizza, porque
estudiaba a las muchachas con mucho pelo y probaba sus estilos en casa, encerrada en el baño
donde nadie me viera” (Santiago 249). Poco a poco Negi tomaría préstamos de la cultura
estadounidense y los adaptaría a su nueva vida.
La criminalidad para ese entonces no se hacía invisible. Por tal razón Negi carecía de
libertad para salir por las calles como lo hacía en Puerto Rico. Sin embargo, sus esfuerzos
estaban orientados al progreso. Cuando intentaron bajarla de grado por no dominar el inglés,
Negi le explicó al director de su escuela: “Ay jab A in scul Puerto Rico. Ay lern gud. Ay no
sében gré gerl” (Santiago 245), logrando así su matrícula en el octavo grado. De tal manera,
Santiago presenta como su identidad se fraccionó entre dos países que le brindaron lo mejor de
dos mundos. Puerto Rico le había brindado su base: valores, costumbres, refranes, idioma y una
hermosa herencia. Estados Unidos le abrió las puertas hacia la diversidad, una nueva cultura, un
nuevo idioma y una llave hacia el progreso.
El prólogo de la novela Cuando era Puertorriqueña hace alusión a un momento en el que
la autora se encontraba en un mercado donde vendían guayabas llamado “Shop and Save”.
Santiago hace una descripción de las guayabas, todas verdes en el mercado. Esta fruta le
recuerda los días de verano de su niñez, cuando era feliz y despreocupaba. Ahora es una mujer
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adulta y profesional. Empuja su carrito hacia las manzanas y peras de su adultez con “su
previsible madurez olvidable y agridulce” (Santiago 5). Las frutas, símbolos de sus diversas
etapas, conviven en un mismo espacio, aunque las guayabas, tienen un aroma “seductor e
inolvidable”.
En un principio mencioné que ser puertorriqueño conlleva un sinnúmero de elementos y
que juntos conforman un todo. Nadie puede señalar o acusar a alguien de no ser puertorriqueño
porque vive en Nueva York o porque habla inglés. El puertorriqueño residente no es más
puertorriqueño que el que vive afuera y viceversa. No hay una regla fija que dicta la
puertorriqueñidad. Hay un refrán puertorriqueño que dice: “nadie sabe lo que hay en la olla más
que el que la menea”. Entonces, cada individuo define su identidad y llena una serie de
requisitos, nunca impuestos, que lo hacen llegar a una conclusión.
En los días de nieve, Negi tomaba copos de nieve e intentaba echarle “siró” para hacer
una piragua, pero nunca quedaba igual como las que compraba en Puerto Rico. Comía un asopao
para las noches frías o tomaba una taza con chocolate Cortés. No tenía que ir a Puerto Rico para
hablar español o practicar sus costumbres. Esmeralda Santiago admite que aunque el idioma que
más habla es el inglés, en sus noches sus pensamientos son en español. El idioma tiene todo un
significado cultural que va más allá de su utilidad comunicativa. Santiago afirma que aunque el
título de su libro está en tiempo pasado no implica que dejó de ser puertorriqueña, sino que
cuando se mudó a Estados Unidos se convirtió en “una puertorriqueña que vive en los Estados
Unidos, habla inglés todo el día y se desenvuelve en la cultura norteamericana día y noche”
(Santiago xvii).
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En conclusión, Esmeralda Santiago presenta en su novela una historia con la que muchos
hispanos residentes en Estados Unidos pueden identificarse, pues la misma presenta un
sentimiento de desarraigo y apego a su nación. La teoría postcolonial resulta “del análisis de las
luchas, cruces e intersecciones entre cultura imperial dominante y saberes subalternos locales”,
proceso que da lugar a un fenómeno que ha sido descrito en términos de “mestizaje”, “hibridez”
o “transculturación” (Quevedo). Así puede decirse que Esmeralda Santiago es una híbrida, con
unos cimientos puertorriqueños y unos refuerzos estadounidenses. Los elementos que conforman
su identidad dualista están cargados de tradiciones y valores puertorriqueños. Los mismos
sobrevivieron al Puerto Rico en proceso de modernización, a la introducción de una nueva
cultura, a toda una vida lejos de la patria y al tiempo. Con seguridad se puede afirmar que la
identidad puertorriqueña de Santiago superó muchos aspectos de la colonización americana y
sigue persistente hasta el presente.
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