0
La sostenibilidad del envejecimiento en contextos específicos. Un estudio de caso.
Minoldo T. María Sol, Centro de
Investigaciones y Estudios Sobre Cultura y
Sociedad-Consejo Nacional de
Investigaciones Científicas y Técnicas
(CIECS-CONICET)
Torres Eduardo, CIECS-CONICET y Facultad
de Ciencias Económicas de la Universidad
Nacional de Córdoba (UNC)
Palabras clave: Envejecimiento – Sostenibilidad – Indicadores – Seguridad Social
Resumen
Las consecuencias materiales del cambio en la estructura de edades, y del envejecimiento en particular, suelen evaluarse
en función de indicadores de apoyo, demográficos y económicos. A partir de los resultados que los mismos arrojan, los
principales análisis se orientan en torno a la idea de que el impacto material del envejecimiento conlleva
inequívocamente un incremento problemático de las cargas materiales sobre los ingresos laborales de la población activa.
Sin embargo, teniendo en cuenta que el envejecimiento se produce mayormente en sociedades que han incrementado sus
niveles de productividad, resulta problemático asumir que en todos los casos el envejecimiento se produce careciendo de
las condiciones económicas que permitan afrontar los nuevos desafíos materiales de la población, y que radique allí la
explicación de las dificultades financieras de la seguridad social. En este sentido, indicadores de sostenibilidad
recientemente propuestos por Autor (2016) permiten evaluar conjuntamente los cambios en la estructura de edades y la
evolución de la producción material de la sociedad, para determinar en cada caso particular si el envejecimiento ha sido
acompañado, o no, de un crecimiento de la producción social que garantice su sostenibilidad.
La presente ponencia aplica los indicadores de sostenibilidad al caso de España, un país paradigmático en relación con su
avanzado proceso de envejecimiento acompañado con un significativo crecimiento económico, pero con evidentes signos
de dificultades financieras crecientes en los sistemas de seguridad contributiva.
Este estudio de caso permite ilustrar la potencialidad de abordajes del envejecimiento que no divorcien los fenómenos
demográficos de sus contextos materiales particulares. Así, aplicando los indicadores de sostenibilidad y comparando sus
resultados con los de indicadores de dependencia demográfica y económica, se analizarán los aportes que proporciona
una mirada conjunta de los procesos demográficos y sus contextos materiales, para definir si en efecto puede
considerarse que el envejecimiento es un problema para sostener los niveles de bienestar de la sociedad, los niveles de
crecimiento económico y, particularmente, los sistemas de seguridad social, visibilizando la importancia de las
especificidades del contexto material que acompaña los fenómenos demográficos.
Se espera instalar el debate sobre la importancia de traer a la región las consideraciones de este tipo de abordaje con
relación a los desafíos del envejecimiento y la seguridad social.
1
Introducción
La transición demográfica es un fenómeno generalizado en los países desarrollados, que continúa
expandiéndose en casi todo el mundo, y ya comienza a producirse en nuestra región. Su impacto
sobre la tasas de fecundidad y mortalidad conlleva una transformación de la estructura de edades,
caracterizada en el largo plazo por una reducción relativa de la población joven y un incremento de
la población absoluta y relativa de adultos mayores.1
Las consecuencias materiales del cambio en la estructura de edades, y del envejecimiento en
particular, suelen evaluarse en función de indicadores de apoyo, demográficos y económicos. A
partir de los resultados que los mismos arrojan, los principales análisis se orientan en torno a la idea
de que el impacto material del envejecimiento conlleva inequívocamente un incremento
problemático de las cargas materiales sobre los ingresos laborales de la población activa.
Sin embargo, teniendo en cuenta que el envejecimiento se produce mayormente en sociedades que
han incrementado sus niveles de productividad, resulta problemático asumir que en todos los casos el
envejecimiento se produce careciendo de las condiciones económicas que permitan afrontar los
nuevos desafíos materiales de la población, y que radique allí la explicación de las dificultades
financieras de la seguridad social. En este sentido, indicadores de sostenibilidad recientemente
propuestos por Autor (2016) permiten evaluar conjuntamente los cambios en la estructura de edades
y la evolución de la producción material de la sociedad, para determinar en cada caso particular si el
envejecimiento ha sido acompañado, o no, de un crecimiento de la producción social que garantice
su sostenibilidad.
Con el objetivo de analizar las potencialidades de los indicadores de sostenibilidad para increpar
las conclusiones más generalizadas sobre las consecuencias del envejecimiento, la presente ponencia
se propone aplicar los indicadores de sostenibilidad al caso de España, para comparar sus resultados
con los de los tradicionales indicadores que ponderan el impacto material del envejecimiento. El caso
es elegido con fines ilustrativos, por tratarse de un país paradigmático en relación con su avanzado
proceso de envejecimiento, acompañado con un significativo crecimiento económico, pero con
evidentes signos de dificultades financieras crecientes en los sistemas de seguridad contributiva.
1 La transición demográfica es un proceso de larga duración, que parte de una situación inicial con altos niveles de
mortalidad y fecundidad para arribar a una situación final de bajos niveles de mortalidad y fecundidad (CEPAL, 2008)
En una primera etapa las sociedades registran altas tasas de natalidad y mortalidad. Luego pasan por un estadio de alto
crecimiento poblacional, persistiendo altas tasas de natalidad con una mortalidad descendiente. Una vez que comienza el
descenso de la natalidad, la tasa de crecimiento vuelve a disminuir. Esta es la fase “avanzada” de la transición. Es
entonces cuando los mayores de 65 años incrementan su predominancia en la estructura etaria de la población, a la vez
que disminuye la de los menores, dado un menor crecimiento de la población menor de edad (dada la disminución de la
natalidad), y un crecimiento de la de los mayores de 65 años (debido a la disminución de la mortalidad).
2
Aplicando los indicadores de sostenibilidad y comparando sus resultados con los de indicadores
de dependencia demográfica y económica, se analizarán los aportes que proporciona una mirada
conjunta de los procesos demográficos y sus contextos materiales, para definir si en efecto puede
considerarse que el envejecimiento es un problema para sostener los niveles de bienestar de la
sociedad, los niveles de crecimiento económico y, particularmente, los sistemas de seguridad social.
De este modo se busca aportar información relevante para reflexionar acerca de si, en efecto, las
soluciones a las dificultades económicas de la seguridad social han de girar en torno a políticas de
austeridad o de políticas de población que reduzcan el envejecimiento demográfico.
Los indicadores tradicionales
El indicador demográfico de dependencia ha sido empleado frecuentemente, en las últimas
décadas, para ponderar impacto material de la transición demográfica. A su vez, empleando el
indicador de dependencia ‘de la vejez’, que deriva del mismo, se ha pretendido dimensional la
„carga‟ del envejecimiento. Estos indicadores sugieren que un incremento de la tasa de dependencia
(o reducción de la tasa de apoyo) pueden ser interpretados como un incremento de la „carga‟ de la
población dependiente sobre los ingresos de la población trabajadora. Existirían, entonces,
estructuras demográficas económicamente favorables o desfavorables, independientemente de las
tasas de actividad, empleo y productividad en cada sociedad particular.
Estas herramientas han ido cosechando variadas críticas. Por un lado, se ha señalado la limitación
explicativa que supone considerar activas o dependientes a las personas en función sólo de su edad,
siendo que en las determinación como dependiente o activo depende en gran medida de variables
laborales, como el desempleo (Chackiel, 2004). Por otro lado, se ha señalado el sesgo que implica
considerar uniforme el impacto de los „dependientes‟ de diversas edades, sin que se considere la
diferente carga que podrían representar diversos grupos etarios, de acuerdo a diferentes niveles de
consumo propios de diferentes edades (Chackiel, 2004 y Uthof et al., 2006). A su vez, considerar
uniformemente a las personas “activas”, aun si todas ellas lo fueran a la edad estipulada, invisibiliza
la diversidad de situaciones entre los activos trabajadores, que pueden estar ocupados de manera
plena o parcial, o percibir niveles de ingresos dispares frente a jornadas equivalentes (Uthof et al.,
2006), y que de hecho puede suponer una diferente significación, en términos de ingresos laborales,
a estructuras de edades diferentes al interior del grupo etario considerado activo. En tanto, desde la
perspectiva de la economía generacional, un grupo de autores vinculados al proyecto NTA (Naciones
Unidas, 2013) señalan que constituye una limitación definir arbitrariamente un rango de edades
como la edad „productiva‟ o „dependiente‟, debido a que los patrones de consumo e ingresos de las
3
diferentes edades varían de una sociedad a otra. Los patrones de consumo y de ingresos de los
diferentes grupos etarios no estarían biológicamente determinados, y estarían condicionados tanto
por variables culturales como por características del mercado de trabajo y el sistema económico en
su conjunto. (Naciones Unidas, 2013). Debido a la existencia de tales perfiles etarios, una misma
estructura etaria puede tener diferentes significaciones materiales, en sociedades con diferentes
patrones.
Incorporando los datos de perfiles etarios, NTA reformula la relación de apoyo demográfica,
proponiendo un indicador de „apoyo económico‟ en que las personas son consideradas dependientes
o activas ya no en función de una edad definida arbitrariamente, sino que los grupos etarios de
población son ponderados de acuerdo a la significación que resulta, como consumidor y productor,
de los patrones de producción e ingresos. Así, la metodología de NTA visibiliza que la significación
económica de una estructura etaria depende, en realidad, de variables económicas y laborales
reflejadas en perfiles de edad cambiantes, de acuerdo a la región y el momento histórico. Aun así,
NTA propone analizar la evolución en el tiempo del indicador de ‘apoyo económico’ manteniendo
los patrones de consumo y producción de manera constante a lo largo de la serie (Naciones Unidas,
2013). Pero si la significación misma de las proporciones demográficas de cada grupo de edad
depende, en última instancia, de esos patrones, y los mismos varían históricamente, mantenerlos
estáticos podría suponer atribuir efectos económicos a la transformación de la estructura de edades
que no se corresponden con su significación en función de los patrones etarios efectivos. Lo
verdaderamente problemático de extrapolar los patrones etarios a toda una serie temporal de largo
plazo, es que la variación de los mismos está inter relacionada, en algunos casos, con los propios
fenómenos demográficos analizados. Es por eso que supone un verdadero sesgo metodológico
observar la evolución de variables demográficas forzando la „normalización‟ de patrones que podrían
ser alterados necesariamente por la evolución de dichas variables. Analizar el impacto material del
cambio en la estructura de edades requiere de un abordaje „genuinamente‟ longitudinal, que
considere la interacción entre fenómenos demográficos y contextos sociales y económicos a lo largo
del tiempo (Autor, 2016).
Por otro lado, todos los indicadores centrados en ingresos laborales, o cantidad de trabajadores,
solapan el carácter cambiante y modificable de la relación en la retribución de los factores
productivos capital y trabajo. De hecho, una reducción relativa de los ingresos laborales en relación
con el producto social podría conllevar la observación de restricciones presupuestarias en la
seguridad social que no afectaran forzosamente modalidades de financiamiento no basadas en
cotizaciones (como en el caso del financiamiento mediante rentas generales). En definitiva, la
4
cantidad de consumo agregado y la base material para afrontarlo comprometerán o no el ahorro, o
serán estructuralmente insuficientes, en función de lo que se produzca en la sociedad de manera
agregada, y no de quién se apropia, finalmente, de tales recursos, algo que puede, evidentemente, ser
alterado (Autor, 2016).
Teniendo en cuenta estos cuestionamientos al indicador de dependencia económica para ponderar
el impacto material del cambio en la estructura de edades en el largo plazo, se cuestiona
puntualmente la consideración de los ingresos laborales, „estimados‟ de acuerdo a patrones de edad
estáticos, como base material potencial para el consumo. Los cambios en los comportamientos
económicos, las características del mercado de trabajo y la productividad del sistema productivo
suponen un efecto real de la estructura etaria diferente al previsto por patrones que no consideran
esas transformaciones y que, por tanto, arrojarán una tendencia sesgada. Por tanto, en lugar de
considerar los ingresos laborales estimados según patrones de edad estáticos, la base material
potencialmente disponible para el consumo debería calcularse en función de los recursos
efectivamente generados en la serie histórica analizada. Dado que no existen fuentes de datos sobre
los ingresos laborales efectivos a lo largo de series históricas (sino para algunos países y en un año
puntual), y que de hecho se cuestiona la consideración de los ingresos estrictamente laborales (que
supone quitar de la ecuación otros ingresos que se destinan también al consumo), los recursos
generados podrían estimarse, de algún modo, en relación con la producción agregada (PBI)
producida en cada año de la serie en análisis. Si se tomara el porcentaje de PBI que constituye el
consumo en un año de referencia, y se considerara dicho porcentaje como una „cuota de consumo‟
estable a lo largo de toda la serie, los recursos producidos como base potencial para el consumo
equivaldrían al valor de ese porcentaje de PBI en cada año observado. En la medida que el valor
relativo de la cuota de consumo se mantenga estable en el tiempo, su evolución no afectará, por
definición, el valor relativo de recursos no afectados al consumo en el año de referencia, y por tanto
no afectará recursos relevantes para el funcionamiento y crecimiento económico.
Considerando esta base potencial de consumo, de acuerdo a una cuota de la producción real, es
posible calcular un indicador de dependencia económica „alternativo‟. En él, si el valor de la cuota
de consumo crece menos que los gastos estimados de consumo, la dependencia efectiva se
incrementará, del mismo modo que la dependencia económica se incrementa cuando los ingresos
laborales estimados crecen menos que los gastos estimados de consumo. Al comparar las dos
diferentes tasas de dependencia, es decir, la económica (basada en patrones anacrónicos de ingresos
laborales) y la „alternativa‟ (basada en los recursos efectivamente producidos y no limitados a una
determinada configuración distributiva entre el capital y el trabajo), podría apreciarse el sesgo que
5
imprime, sobre la evolución de la relación de dependencia, mantener estáticas las variables
productivas y laborales a lo largo de toda la serie.
Los indicadores de Sostenibilidad
Teniendo en cuenta las limitaciones explicativas de los indicadores de dependencia/apoyo, en
parte apreciables justamente en la brecha entre resultados estimados y reales de dependencia al usar
el indicador „alternativo‟, Autor (2016) propone tomar distancia de los indicadores de apoyo y
abordar el análisis de las consecuencias económicas del cambio en la estructura de edades, y del
envejecimiento en particular, desde una nueva perspectiva. Para ello, ha propuesto el empleo de
indicadores de Sostenibilidad, que permitan ponderar efectivamente en qué medida, a lo largo de la
transición demográfica, el consumo de los grupos de adultos mayores dependientes puede
comprometer realmente los niveles de consumo de los demás grupos etarios o recursos relevantes
para la evolución futura del producto.
En lugar de observar la relación entre ingresos laborales y consumo, o entre la cuota de consumo
y gasto de consumo estimado, propone relacionar toda la producción con todos los gastos de la
sociedad, en diferentes modalidades, para evaluar diferentes niveles de sostenibilidad.
Como se comentó más arriba, al emplear el dato real de producción agregada en cada año de la
serie, se evita el problema de asumir resultados relativos a la producción material según patrones de
producción que pueden haberse alterado en el transcurso de la serie, a la vez que se evita restringir la
observación a los ingresos exclusivamente laborales. Al considerar toda la producción y no sólo los
ingresos laborales, la ecuación se complementa para que la producción sea soporte no sólo del
consumo, sino también de todos los recursos económicos no afectados al mismo ―constituidos por
el capital, el ahorro, los recursos para la reinversión económica, para la inversión en desarrollo
tecnológico, etcétera― y que son relevantes para el funcionamiento del sistema económico y su
eventual desarrollo/crecimiento. Así, se relaciona el total de la producción con los gastos „estimados‟
para escenarios en los que se preserven los niveles de consumo y ahorro. La producción puede ser
suficiente o insuficiente para garantizar los niveles de sostenibilidad estipulados de acuerdo a la
estructura de edades, sus patrones de consumo y los niveles de ahorro al inicio de la serie. Los
indicadores de sostenibilidad permiten determinar si la misma ha sido comprometida en tres niveles
progresivos:
6
- (1) El nivel de Suficiencia (cuyo satisfactorio cumplimiento es el nivel de
Suficiencia Básica) requiere que el consumo per cápita de la población y los recursos no
afectados al consumo (RNAC)2 puedan preservar su valor absoluto al inicio de la serie.
3
- (2) El nivel de Disponibilidad (cuyo satisfactorio cumplimiento es el nivel de
Disponibilidad Garantizada) requiere que, además de preservarse el consumo per cápita de
la población en términos absolutos, los RNAC puedan preservar su nivel relativo (es decir,
su significación en términos de PBI).
- (3) El mayor nivel posible de neutralización material del envejecimiento es
denominado de Presión Redistributiva Intergeneracional (cuyo satisfactorio cumplimiento
es el nivel de Presión Redistributiva Intergeneracional Nula). Para alcanzarlo, es necesario
que, además de preservarse el valor relativo de los RNAC, conserve su valor relativo el
consumo agregado de los demás grupos etarios (como grupo).
Vale la pena señalar que alcanzar el nivel de disponibilidad garantizada en un contexto de menor
tamaño relativo de la población trabajadora, implicará mayor capital por trabajador. Asimismo,
Alcanzar el nivel de Presión Redistributiva Intergeneracional Nula luego de un proceso de
envejecimiento demográfico, supondrá un incremento de los recursos disponibles para elevar el
consumo de uno o todos los grupos etarios. En suma, no solo implican la ausencia de un perjuicio en
el balance material entre la evolución de la estructura de la población y de la producción agregada,
sino que supondrán una mejora potencial de los niveles de capital y de consumo per cápita al inicio
de la serie.
Los indicadores darán por resultado, en todos los casos, un porcentaje de cumplimiento
diferencial al 100% del PBI requerido, en el cual el envejecimiento no implica una carga. Un
cumplimiento con superávit estará representado por valores positivos, con déficit por valores
negativos, y el cumplimiento exacto del nivel de sostenibilidad equivaldrá al valor 0 del indicador.
Al analizar un período histórico, cada medición se realiza siempre con relación al año de referencia,
dado que se busca analizar el efecto de un fenómeno demográfico de largo plazo. La estimación de
2 Los recursos no afectados al consumo están constituidos por el capital productivo, el ahorro, los recursos para la
reinversión económica, para la inversión en desarrollo tecnológico, etcétera, y que son relevantes para el funcionamiento
del sistema económico y su eventual desarrollo/crecimiento. 3 Mantener el nivel absoluto de los RNAC podría ser, sin embargo, un problema, si la población de trabajadores se
incrementara en términos absolutos, aun si en términos relativos se redujera. Esto, dado que, en tal caso, podría reducirse
el monto de capital por trabajador.
7
los gastos de consumo previstos para cada estructura de edades se calculan de acuerdo a los datos de
población por edad y los patrones de consumo etarios calculados por NTA para el país en análisis.
Estos indicadores, como se verá a continuación, arrojan resultados muy diferentes a los propios de
los indicadores tradicionales antes descriptos. Al tener en cuenta la evolución efectiva de la
producción durante la transformación de la estructura de edades, permiten visibilizar la importancia
de que el envejecimiento se produzca en una sociedad más productiva que las de equilibrios
demográficos propios de épocas con otros contextos productivos. Por otra parte, permite reconocer
una brecha entre la disponibilidad efectiva de recursos en una sociedad, y la disponibilidad concreta
para gastos de seguridad social que depende de variables laborales, distributivas y del diseño de
financiamiento de la seguridad social.
Resultados de los diferentes indicadores en España
Con el objetivo de ilustrar la potencialidad de estos indicadores para poner en cuestionamiento
algunas conclusiones generalizadas sobre el impacto material del envejecimiento, esta ponencia
propone comparar los resultados de los indicadores convencionales, y calcular los correspondientes a
los indicadores de sostenibilidad, en un caso concreto. Se elige el caso de España por diversas
razones: por un lado, existen datos disponibles públicamente sobre los patrones de consumo por
edad; por otro, se trata de un país con un avanzado proceso de envejecimiento demográfico; a su vez,
es un país con un nivel de PBI alto (con relación a países de la región) pero que no ha impedido que
se interprete cono un problema su proceso de envejecimiento, señalado como una amenaza para la
sostenibilidad de los sistemas de seguridad social, y hasta como motivo de fuerza para avanzar en
reformas restrictivas del mismo. Todo ello lo hace un caso sumamente interesante para abrir el
debate sobre las cuestiones distributivas que subyacen a los problemas de financiamiento que,
tradicionalmente, se atribuyen al fenómeno demográfico de envejecimiento.
Se comienza comparando las diferencias entre los resultados del indicador de dependencia
demográfica y los del indicador de dependencia económica.
8
Gráfico n°1
Fuente: Elaboración propia en base a datos de Banco Mundial (2016), Instituto Nacional de Estadísticas (2016) y
National Transfer Accounts (2016).
Nota: para la relación de dependencia económica se emplearon, a lo largo de toda la serie, patrones de ingresos laborales
y consumo correspondientes al año 2001.
En el gráfico nº1 es posible observar que, al incorporar los perfiles de edad, las curvas de la
evolución en la relación de dependencia se vuelven más pronunciadas, pero la tendencia general es
muy similar. Si bien se observa un impacto un “delay” en el caso del indicador de dependencia
económica, en el que el inicio y fin del bono demográfico se registran una década más tarde, la
tendencia es casi idéntica, como queda evidenciado en la similitud de las curvas. En ambos casos,
con una diferencia de aproximadamente 10 años, se registra un proceso de crecimiento sostenido de
la dependencia en las proyecciones hacia el futuro, en un caso desde 2001 y en el otro desde 2011. El
hecho de que la dependencia económica sea, desde un principio, más alta que la demográfica, se
explica por el hecho de que las personas en edad activa también forman parte de los consumidores.
Teniendo en cuenta el interés particular de esta ponencia en el impacto del envejecimiento, se
considera pertinente comparar ambos indicadores también respecto de la dependencia „de la vejez‟.
Aunque, en realidad, la relación de dependencia económica no tiene una versión „de la vejez’,
precisamente porque postula no dividir arbitrariamente la población como dependiente o productora
en función de su edad, es posible diseñar una relación de dependencia económica de la vejez,
computando solo los consumidores mayores de 65 años, pero manteniendo su ponderación de
acuerdo a los patrones de consumo por edad, y computando los productores de ingresos de toda la
sociedad (es decir, sin realizar recortes arbitrarios de edad para atribuir la condición de productor,
sino de acuerdo a los patrones efectivos de producción por edad). El recorte de la edad de los
consumidores considerados permitirá observar el efecto sobre la relación de dependencia del grupo
de mayores, cuya evolución constituye fuente de diversas alarmas, respecto a la carga económica que
representa.
9
Gráfico n°2
Fuente: Elaboración propia en base a datos de Banco Mundial (2016), Instituto Nacional de Estadísticas (2016) y
National Transfer Accounts (2016).
Nota: para la relación de dependencia económica de los mayores sobre los productores totales, se emplearon, a lo largo
de toda la serie, patrones de ingresos laborales y consumo correspondientes al año 2001.
En el gráfico nº2 se observa es que la tendencia es muy similar en ambos indicadores, aunque el
incremento de la relación de dependencia es menos pronunciado cuando se considera la realidad
económica de los ingresos laborales por edad. A diferencia de la comparación anterior, en este caso
la tendencia no muestra un retraso del efecto en el caso de la relación económica, o sea basada en
patrones de consumo y producción, lo que lleva a suponer que el „delay‟ del primer esquema se
explica por el impacto especifico, sobre la evolución estimada del consumo, del cambio de la
estructura de edades en los grupos etarios más jóvenes.
Como se mencionó más arriba, el sesgo que conlleva proyectar en una serie histórica patones de
ingresos anacrónicos (que no consideran las transformaciones que, en el periodo, se producen a nivel
laboral y productivo), puede en parte apreciarse a los resultados del indicador de dependencia
económica con el de dependencia económica „alternativa‟. Dado que la dependencia „alternativa‟
sólo puede calcularse en años en los que se cuente con el dato de PBI producido efectivamente, la
serie en la que se comparan relaciones de dependencia llega hasta 2014.
Gráfico n°3
10
Fuente: Elaboración propia en base a datos de Banco Mundial (2016), Instituto Nacional de Estadísticas (2016) y
National Transfer Accounts (2016).
Nota: Para la tasa de dependencia „alternativa‟, el gasto de consumo se estimó a partir de patrones adecuados a niveles de
consuno de 1960, y la cuota de consumo mantenida a lo largo de la serie se fijó según el porcentaje del consumo
estimado en ese año.4
Como puede observarse en el gráfico nº3, a diferencia del leve descenso registrado por el
indicador económico de dependencia original, el indicador corregido muestra un abrupto descenso
de la dependencia, constante a lo largo de toda la serie. Esto implica que los cambios reales en el
mercado de trabajo y el sistema productivo, imprimen una significación a la estructura etaria, en
términos de generación de recursos, muy diferente a la atribuida por un indicador que traslada
patrones de producción de un solo año al total de la serie.
El hecho de que, en efecto, el porcentaje de consumo constatado total de España se haya
mantenido en un porcentaje próximo a la cuota de consumo estimada por el indicador de
dependencia „alternativo‟, muestra que efectivamente se destinaron al consumo ingresos suficientes
para mantener e incrementar los niveles de consumo del inicio de la serie durante todo el período.
Por tanto, cualquier rigidez registrada para responder a demandas de consumo de uno u otro grupo
etario, solo pueden atribuirse a cuestiones distributivas, puesto que no solo la relación de
dependencia económica no ha empeorado, sino que se ha reducido sustancialmente.
La diferencia entre ambos niveles de dependencia, es decir el de dependencia económica y el de
dependencia económica alternativa, se explica por el uso de una base material para respaldar el
consumo, estimada en un caso, y registrada en el otro.
Gráfico n°4
4 Se hizo así para que la serie se iniciara en el valor „1‟, haciendo más fácil la interpretación del gráfico que en caso de
que el valor „1‟ se ubicada en 2001. De todos modos, en caso de usar patrones y cuota de consumo de 2001, la tendencia
en la serie es exactamente la misma, pero se parte de una relación de dependencia mucho más alta en términos
nominales.
11
Fuente: Elaboración propia en base a datos de Banco Mundial (2016), Instituto Nacional de Estadísticas (2016) y
National Transfer Accounts (2016).
Nota: La cuota de consumo se fijó según valores correspondientes a 1960.
Como se puede observar en el gráfico nº4, se registra una amplia brecha entre ambas bases
materiales para el consumo, cuando se observa la evolución acumulada (respecto a su nivel de 1960)
de, por un lado, el valor de los ingresos laborales estimado en base a patrones anacrónicos y, por el
otro, de los recursos efectivamente producidos a lo largo de la serie, que constituyen la „cuota de
consumo‟ del PBI producido.
Dado que el indicador de dependencia económica estima un incremento de la relación de
dependencia para el año 2050, y teniendo en cuenta el sesgo encontrado en la serie histórica, se
emplearon los criterios del indicador de dependencia alternativa para proyectar hacia el futuro los
desafíos materiales que supone preservar una relación equilibrada constante los recursos producidos
para el consumo, y los gastos de consumo proyectados de acuerdo a la evolución proyectada de la
población. En el gráfico nº4 se calcula la evolución que debiera mostrar el PBI para mantener el
equilibrio entre gasto de consumo y cuota de consumo de 2001 o de 2011.5
Gráfico n°5
Fuente: Elaboración propia en base a datos de Banco Mundial (2016), Instituto Nacional de Estadísticas (2016) National
Transfer Accounts (2016).
El gráfico nº5 muestra que, evitar que se incremente a futuro la relación de dependencia entre
gastos de consumo y recursos producidos, no supone un gran esfuerzo económico para España. De
5 En el caso del año 2001, la cuota de consumo coincide con el gasto, ya que los patrones de consumo empleados
corresponden a la medición del consumo efectivo en el año 2001. En el año 2011, en cambio, la cuota de consumo
disponible era mayor al gasto de consumo estimado con patrones de 2011, por lo que se estimó el PBI necesario para
mantener, en todo el periodo proyectado, esta relación favorable entre gasto estimado de consumo y recursos generados
por la cuota de consumo.
12
hecho, sostener la relación del año 2001 sería viable con recursos agregados incluso menores a los
del año 2014.
Resulta llamativo, que la tendencia del crecimiento requerido del PBI desciende desde el año
2035, lo que se explica por una reducción futura del gasto total de consumo estimable para el futuro.
La reducción de dicho consumo en el marco de un proceso de envejecimiento demográfico muestra
que, en las proyecciones que asumen un incremento de la dependencia, no son particularmente los
gastos de consumo estimados los que presionan explican la mayor dependencia. Si bien se espera un
incremento de la población mayor en los próximos años, el cambio en la estructura no aporta un
incremento significativo de los gastos de consumo. Esto queda en evidencia al comparar la evolución
del gasto de consumo estimado según patrones de edad, y la evolución del gasto de consumo
estimada según un gasto de consumo per cápita uniforme.
Gráfico n°6
Fuente: Elaboración propia en base a datos de Banco Mundial (2016), Instituto Nacional de Estadísticas (2016) y
National Transfer Accounts (2016).
Nota: El nivel de consumo uniforme per cápita se estimó dividiendo el gasto de consumo estimado del año base (1960)
por el total de la población
El gráfico nº6 ilustra el escaso incremento del consumo atribuible al cambio en la estructura de
edades. La brecha entre ambas series, con una leve separación ascendente del consumo cuando se
consideran los grupos etarios, es la parte del incremento del consumo que es explicada por el cambio
en la estructura etaria, mientras que la tendencia del consumo según patrones uniformes por edad, se
explica por la evolución de la población total en términos absolutos. Como puede observarse, la
tendencia en ambos casos tiene una fuerte relación con la evolución de la población total. La
reducción del consumo desde 2011 se entiende, de este modo, por la leve reducción de la población
total. El envejecimiento de la población no impacta sobre el gasto de consumo con suficiente fuerza
para revertir esa tendencia. Es llamativo que al observar sólo la estimación del consumo, no se
13
observa bono alguno en la tendencia afectada por patrones de consumo, mostrando la escasa
significación del consumo diferencial en las diferentes edades para determinar mayores o menos
niveles de recursos requeridos para afrontar las necesidades de consumo.
Si el incremento de la dependencia no está determinado en el indicador económico por la
evolución del consumo en relación con cambio en la estructura etaria, entonces la variable que lo
explica es la de los ingresos laborales, proyectados según patrones estáticos. Como puede verse a
continuación, la transformación de la estructura de edades implica una reducción relativa del grupo
en el que se concentra la producción de ingresos laborales6 y un sustancial incremento del grupo de
adultos mayores.
Gráfico n°7
Fuente: Elaboración propia en base a datos Instituto Nacional de Estadísticas (2016).
En el gráfico nº7 se observa que, hasta 2001, el cambio en la composición por edades más
significativo es la reducción de la participación de jóvenes (de 0 a 14 años), que desde dicho año solo
decrece muy levemente. A partir de 2001, el incremento de la participación de la población mayor
tiene su correlato en la reducción relativa del grupo „en edad activa‟ (de 15 a 64 años). En tanto,
desde 2015 se registra una reducción acentuada del grupo de edad en el que se concentra la
generación de ingresos laborales. Esta reducción tendrá un impacto perjudicial sobre los ingresos
estimados, precisamente por proyectar hacia el futuro patrones de ingresos laborales que podrían
modificarse. Se considera que, frente a un cálculo de ingresos laborales futuros basados en proyectar
anacrónicamente patrones de producción por edad, deben oponerse cálculos de proyección de la
evolución del PBI, basados en el análisis de las diversas variables que afectan los niveles de
producción y evitando, de ese modo, caer en reduccionismos al proyectar escenarios futuros. Por
6 Según los patrones de ingreso laboral registrados en 2001 por National Transfer Accounts (2016), en España el grupo
de edad que produce ingresos correspondientes a al menos un 60% del ingreso de un productor “típico”, es el de 26 a 58
años.
14
ello, plantear escenarios de PBI objetivo para conseguir la sostenibilidad del envejecimiento, como
lo hacen los indicadores de sostenibilidad, permite un abordaje más realista y complejo de los
desafíos efectivos que supone el cambio en la estructura de edades en términos materiales.
Cálculos de Sostenibilidad
Teniendo en cuenta el sesgo evidenciado en los indicadores que prescinden de la evolución
efectiva de los contextos económicos en los que se produce la transformación demográfica de la
población, se presentan a continuación los resultados de los indicadores de sostenibilidad, que
permiten observar el desempeño efectivo en relación con la sostenibilidad en diferentes niveles, y no
solo con relación a la cuota de consumo manteniendo estáticos los patrones de consumo etarios. Así,
a continuación puede observarse la sostenibilidad en niveles que responden a diferentes de las
preocupaciones típicas sobre el impacto económico del envejecimiento.
Gráfico n°8
Fuente: Elaboración propia en base a datos de Banco Mundial (2016), Instituto Nacional de Estadísticas (2016) y
National Transfer Accounts (2016).
Podemos observar que, en España, los recursos generados fueron cómodamente suficientes para
preservar el consumo per cápita del inicio de la serie en términos absolutos sin comprometer el valor
absoluto de los RNAC, también para preservarlos sin afectar el nivel relativo de los RNAC (y por
tanto, estableciendo que la evolución del gasto de consumo no comprometió recursos relevantes para
conseguir crecimiento económico) e incluso para que, de mantenerse los niveles de consumo de los
mayores a lo largo de la serie, no se vea afectado el nivel relativo de los RNAC ni tampoco la cuota
de consumo relativa de los demás grupos etarios. Esto implica que, dado que la población mayor
incrementó su participación relativa de la población, alcanzar el nivel de presión redistributiva nula
15
supuso la disposición de recursos adicionales para incrementar los niveles de consumo per cápita de
la población.
Gráfico n°9
Fuente: Elaboración propia en base a datos de Banco Mundial (2016), Instituto Nacional de Estadísticas (2016) y
National Transfer Accounts (2016).
Por último, el gráfico precedente estima el crecimiento que debería registrar el PBI, con relación
al PBI de 2014, para conseguir cada nivel satisfactorio de sostenibilidad hasta 2050.
Como puede observarse, los dos primeros niveles de sostenibilidad estarían garantizados incluso
con una leve reducción del PBI con relación al producido en 2014. En cambio, alcanzar el nivel de
presión redistributiva nula, esto es, que no sea forzoso incrementar la cuota de PBI consumida por
los adultos mayores para mantener sus niveles de consumo per cápita absolutos, se requerirá un
incremento acumulado de 100% del PBI para el 2050. Sin embargo, eso solo significa que aunque se
produciría presión redistributiva si el crecimiento es menor, en la medida que el desempeño sea
mayor al de disponibilidad, estará garantizada la disponibilidad de recursos para que se produzca
algún nivel de incremento absoluto del consumo per cápita sin comprometer el valor relativo de los
RNAC.
Conclusiones
Los indicadores de dependencia han asumido que la disponibilidad de trabajadores tiene una rela-
ción estable con los resultados a nivel productivo, y que la evolución de determinados grupos de
edad se relaciona linealmente con esa disponibilidad de trabajadores. Sin embargo, NTA ha visibili-
zado que la relación entre personas de un grupo etario y el mercado de trabajo es variable de una
sociedad a otra y en una misma sociedad a lo largo del tiempo, a la vez que la relación entre trabaja-
dores y los ingresos generados también puede modificarse. Todo ello estaría reflejado en los cam-
16
biantes patrones de ingreso. Son esos patrones, precisamente, la clave para que una estructura etaria
implique o no la existencia de un bono demográfico o el incremento de la relación de dependencia.
Por tanto, la alteración de dichos patrones por cualquiera de los factores que lo determinan, sea la
tasa de actividad, de empleo o la productividad (que presuntamente se reflejaría en el nivel de ingre-
sos) podría modificar per se la evolución prevista de un indicador de dependencia calculado según
patrones estáticos a lo largo de una serie histórica. Pero, teniendo en cuenta que tales variables inter-
actúan con el fenómeno demográfico bajo análisis (es decir, la transición demográfica), el supuesto
que asume la relación de dependencia, de mantener estables tales patrones, es analíticamente insos-
tenible.
Lo cierto es que al mirar hacia el pasado, la evidencia muestra, por un lado, que la transformación
en la estructura de edades y el proceso demográfico en su conjunto se ha producido de manera inter-
relacionada con alteraciones en los componentes determinantes de los patrones de producción por
edad. Y de esas transformaciones depende realmente el impacto de la transición demográfica, de
modo que el envejecimiento puede entrañar consecuencias muy dispares según el desarrollo econó-
mico que se produzca durante la transición.
Si la reducción relativa de personas en edad productiva según patrones actuales, e incluso de per-
sonas efectivamente dispuestas a trabajar, no puede interpretarse en términos de producción de ma-
nera estable, prever una reducción de la producción debido a la disminución de los trabajadores dis-
ponibles en la economía, genera la ficción de una relación de dependencia futura desfavorable en
economías con capacidad para responder eficazmente a los futuros desafíos que supone la evolución
prevista del gasto de consumo.
Establecido esto, resulta más adecuado para ponderar los desafíos del envejecimiento, redirigir la
preocupación hacia los niveles de PBI y sus diferentes significaciones en relación con las consecuen-
cias que puede suponer para el nivel de consumo de toda la sociedad, la sostenibilidad de los siste-
mas de seguridad social e incluso la evolución del sistema económico y su crecimiento.
Por todo esto, la presente ponencia se propuso explorar las potencialidades de indicadores que
tengan en cuenta los contextos materiales y productivos en los que se produce el envejecimiento,
para obtener resultados más fieles a la realidad con relación al impacto económico y los desafíos
materiales que implica el envejecimiento de la población. Para ello, se ocupó del caso particular de
España, un país paradigmático con relación a su avanzado proceso de envejecimiento, acompañado
con un significativo crecimiento económico. Se aplicaron los indicadores de dependencia tradiciona-
les, comparando los resultados entre ellos; se contrastó la tendencia de la relación de dependencia
económica con la evolución de un indicador de dependencia „alternativo‟, que reemplazó la base
material del consumo centrada en ingresos laborales estimados con patrones anacrónicos, por una
17
cuota de consumo efectivamente producida, basada en la evolución constatada del PBI; y finalmente,
se aplicaron indicadores de sostenibilidad (Autor, 2016) para evaluar el desempeño de España duran-
te las últimas cinco décadas, así como para prever los desafíos que supone, a nivel productivo, garan-
tizar la sostenibilidad del envejecimiento en las próximas décadas, según la evolución proyectada
para la población y su estructura de edades.
Entre los resultados obtenidos, se destaca:
1. Al estimar el impacto del cambio en la estructura de edades sobre el gasto, vemos que el
mismo no afecta sustantivamente la evolución del gasto. Es decir, que el cambio en la estructura de
edades no es un factor significativo para alterar la evolución del gasto total de consumo en la socie-
dad. Sí lo es, en cambio, la evolución de la población total.
2. Ahora bien, si el gasto de consumo no se altera sustancialmente por la transformación de la
estructura de edades, la variación de la relación de dependencia, esto es tanto el presunto bono de-
mográfico como el incremento futuro de la dependencia en sociedades cuya estructura etaria se ca-
racterice por una mayor participación relativa de los adultos mayores, dependen en gran medida de la
evolución de la base material para el responder a las demandas de consumo. En el caso particular de
España, al comparar la relación de dependencia basada en patrones de producción anacrónicos, con
la relación basada en la producción efectivamente conseguida (deduciendo un porcentaje fijo de la
producción total, a lo largo de la serie), se observa una significativa variación de las tendencias de
los indicadores. Esto permite señalar que, los patrones estáticos pueden ser distorsivos para explicar
la dependencia real que se produce, a lo largo del periodo, entre las demandas de consumo y la pro-
ducción material generada. En cambio, los resultados sugieren la pertinencia de reorientar la obser-
vación, no ya hacia la cantidad de productores o sus ingresos, sino hacia lo que producen efectiva-
mente.
3. Al observar la relación entre la evolución del gasto de consumo a lo largo de la serie, y la
producción agregada, mediante los indicadores de sostenibilidad, España evidencia un desempeño
satisfactorio hasta 2011, habiendo garantizado los tres niveles de sostenibilidad del envejecimiento:
(a) Al haberse conseguido alcanzar el nivel de „Suficiencia básica‟, es posible sostener que, respon-
der a la demanda de consumo de los adultos mayores (preservando sus niveles de consumo reales) no
implicó, en todo el periodo, comprometer los niveles de consumo per cápita del resto de la pobla-
ción, ni el valor absoluto de los RNAC verificados al inicio de la serie. Por tanto, la transformación
de la estructura de edades no ha constituido una amenaza para el bienestar material de la población.
(b) Al haberse alcanzado el nivel de „Disponibilidad garantizada‟, se verifica que, responder a la
demanda de consumo de los adultos mayores, tampoco implicó comprometer los niveles relativos de
18
RNAC al inicio de la serie. Por tanto, la transformación de la estructura de edades no ha constituido
una amenaza para el crecimiento económico. (c) Al haberse alcanzado el nivel de „Presión Redistri-
butiva inter generacional nula‟, se verifica que, responder a la demanda de consumo de los adultos
mayores no implicó incrementar la participación relativa de su consumo con relación al PBI. Por
tanto, la transformación de la estructura de edades no supuso presión para reducir la participación
relativa del resto de la población en el consumo, implicando ello la posibilidad de incrementar los
niveles de consumo per cápita.
4. Al proyectar los niveles de crecimiento de PBI requeridos para preservar los tres niveles de
sostenibilidad hasta 2050, se observa que el envejecimiento no implicará la necesidad de un gran
esfuerzo económico en España. Mantener el actual nivel de PBI sería suficiente para conseguir la
sostenibilidad en los niveles de Suficiencia básica y Disponibilidad garantizada. Es decir, si el PBI
no desciende con relación a sus niveles actuales, ni los niveles de consumo per cápita del resto de la
población, ni los niveles relativos de ahorro se verían comprometidos. En cambio, poder afrontar los
gastos de consumo de los adultos mayores sin incrementar su participación relativa en el PBI, es de-
cir, alcanzar el nivel de Presión Redistributiva inter generacional nula, será necesario que España
mantenga un crecimiento sostenido de su PBI durante los próximos 35 años, llegando a duplicarlo en
ese plazo. De todos modos, un crecimiento parcial del PBI, permitiría algún nivel de incremento en
el nivel de consumo per cápita, aunque la participación relativa de los mayores se incremente.
Los resultados muestran la variación sustancial al considerar el contexto económico efectivo, alte-
rando las conclusiones acerca de los desafíos materiales que conlleva el cambio en la estructura de
edades. La diferencia entre el crecimiento de los ingresos laborales “estimados” y los recursos efec-
tivamente generados para el consumo (deducidos de los PBI constatados), evidencia tendencias di-
similes que permiten increpar el razonamiento de que una población relativamente menor deba ser
interpretada siempre como un factor que determina una generación menor de recursos para el con-
sumo. Del mismo modo, permiten subrayar la importancia crucial que tiene, para asegurar la sosteni-
bilidad de la transición demográfica, la evolución de la productividad económica.
Por otra parte, los resultados de sostenibilidad verificados en España entre 1960 y 2011, ponen de
manifiesto un contexto material favorable para responder a las demandas de consumo de la pobla-
ción mayor, e incluso incrementar los niveles de consumo per cápita, sin comprometer recursos rele-
vantes para el crecimiento económico. Por tanto, permiten poner en duda las conclusiones tradiciona-
les acerca de los „problemas‟ asociados al envejecimiento. De este modo, por ejemplo, si se encon-
trara que el envejecimiento afecta negativamente la relación entre cotizantes y beneficiarios de la
19
seguridad social, no sería correcto atribuir al mismo un problema de solvencia que, aparentemente,
dependería de un determinado diseño financiero, y de los mecanismos distributivos implícitos en él.
De hecho, reducir la brecha entre la sostenibilidad verificada respecto de la producción global, y las
restricciones financieras de una seguridad social contributiva, debería orientarse, posiblemente, a
modificar las pautas redistributivas que resultan incapaces de trasferir de manera eficaz los frutos del
crecimiento económico a la seguridad social. En consecuencia, los indicadores de sostenibilidad
permiten una aproximación al análisis de las consecuencias materiales del envejecimiento, con po-
tencialidad para poner en duda la supuesta naturaleza obligatoria de determinadas reformas social-
mente regresivas de los sistemas de pensiones, reorientando el análisis a la consideración de cuestio-
nes distributivas, asociadas en parte al propio diseño de financiamiento y distribución de los sistemas
previsionales contributivos.
En suma, los resultados sugieren la necesidad de reorientar las preocupaciones sobre los desafíos
y conflictos que entraña el cambio en la estructura de edades, en torno a dos cuestiones: En primer
lugar, si el cambio en la estructura etaria, y su potencial impacto en el sentido de reducir la disponi-
bilidad de productores, supondrá efectivamente la reducción de los niveles de producción agregada
de la sociedad. O si, por el contrario, es posible afrontar los desafíos de crecimiento económico que
los diferentes niveles de sostenibilidad demandan.
Y por otra parte, cuáles son los mecanismos de distribución más adecuados para responder efi-
cientemente a las demandas de consumo de la sociedad en su conjunto y de los adultos mayores en
particular. Puesto que, sociedades más productivas pero cuyos principales mecanismos de distribu-
ción se asienten en ingresos laborales, en caso que la producción se sostenga sobre un mercado de
trabajo relativamente más pequeño y que el financiamiento de la seguridad social se asiente sobre la
base de los ingresos puramente laborales, esto puede implicar una concentración del ingreso y un
desfinanciamiento progresivo de los sistemas de seguridad social.
Dado que estos indicadores dependen en gran parte del contexto productivo efectivo en el que son
aplicados, es de esperar que sus resultados, y por tanto las consecuencias y desafíos que pueden es-
perarse del cambio demográfico, varíen de un país a otro, de acuerdo a la evolución de sus niveles de
producción a lo largo del periodo que se analice. Por tanto, cabe señalar la importancia de avanzar
en el cálculo de niveles de sostenibilidad en los diferentes países del mundo.
20
Referencias
Autor (2016): esta referencia se completará luego de la evaluación anonimizada de la ponencia
BANCO MUNDIAL. Base de datos. Disponible en: <http://databank.bancomundial.org/> [abril
2016].
CELADE/CEPAL. Tendencias demográficas y protección social en América Latina y el Caribe,
Serie y Desarrollo, 82, publicación de Naciones Unidas, Santiago de Chile, 2008.
CHACKIEL, J. La dinámica demográfica en América Latina. Serie Población y Desarrollo,
(52). Santiago de Chile: CELADE. 2004.
INSTITUTO NACIONAL DE ESTADISTICAS. Base de datos: Cifras de población y Censos
demográficos. Disponible en: <http://www.ine.es/inebmenu/mnu_cifraspob.htm> [abril 2016].
MACINNES, J. & PÉREZ DÍAZ, J. La tercera revolución de la modernidad: la reproductiva.
Revista española de investigaciones sociológicas (REIS), (122). 2008. Disponible en:
<https://goo.gl/LNAx9p> [junio 2015].
NACIONES UNIDAS. National Transfer Accounts Manual, Measuring and analyzing the
generational economy. Department of Economic and Social Affairs. United Nations Publication, New
York. 2013.
NATIONAL TRANSFER ACCOUNTS. Base de datos: Consumption and Labor Income
Profiles Release. Disponible en: <http://www.ntaccounts.org/web/nta/show/NTA%20Data> [abril
2016].
UTHOFF, A.; Vera, C. & Ruedi, N. Relación de dependencia del trabajo formal y brechas de
protección social en América Latina y el Caribe. Serie Financiamiento del desarrollo, (169).
Santiago de Chile: CEPAL. Disponible en: <http://goo.gl/Anv2hQ> [junio 2015]. 2006.