Introducción
A lo largo de doscientos años, en México se han establecido ritos y símbolos que sintetizan
episodios trascendentales de la historia del país. En México, el recuerdo de su Independencia del
imperio español se encuentra vinculado al episodio histórico del “Grito de Dolores”. El Grito de
Dolores es el acto más simbólico del inicio de la insurgencia y ocurrió la madrugada del día
domingo 16 de septiembre de 1810, en el pueblo de Dolores, Guanajuato. Dicho acto, consistió
en el llamamiento a los habitantes que hizo el cura Miguel Hidalgo y Costilla incitándolos a la
rebeldía y desconocer a las autoridades del Virreinato de la Nueva España. De acuerdo con la
historiografía mexicana, en el acto se gritaron consignas libertarias, entre las cuales destaca la de
Hidalgo: “¡Viva la religión católica! ¡Viva Fernando VII! ¡Viva la Patria y viva y reine por
siempre en este Continente Americano nuestra sagrada patrona, la Santísima Virgen de
Guadalupe! ¡Muera el mal gobierno!”.1
A lo largo de distintas etapas, el Grito de Dolores ha tenido un papel protagónico en el ámbito
cívico y político del país. Desde las primeras conmemoraciones de la Independencia, diferentes
grupos políticos como insurgentes y conservadores o republicanos e imperialistas disputaron su
celebración y significado político. Lo anterior, con los fines políticos de definir y legitimar sus
proyectos de gobierno.
En el México contemporáneo, el Grito de Dolores es parte de la memoria nacional sobre la
Independencia. El día 16 de septiembre, ha quedado grabado en el calendario cívico como el “Día
de la Independencia”, siendo la principal celebración patriótica mexicana. El Grito de Dolores se
conmemora de manera oficial con una ceremonia cívica presidida por el presidente de la
República.2 En la ceremonia el presidente realiza una representación ritual del hecho histórico y
recuerda a algunos héroes de la patria enunciando vítores en sus nombres. Aunque al paso de los
años el ritual ha sufrido algunos cambios, ha consolidado el Grito de Dolores como un símbolo
patrio.
1 Para más información puede consultarse la obra de Verónica Hernández Márquez (2010:22) “La fiesta de la independencia nacional en la ciudad de México”. En este texto se argumenta que la arenga de Hidalgo quedó reafirmada con la proclama del 17 de octubre de 1810 la cuál es un manuscrito que circuló entre los insurgentes de la época y en el mismo el cura Hidalgo reafirma lo dicho en Dolores. 2 Año con año cada gobernante, municipal, estatal y federal está obligado por carácter constitucional a conmemorar y representar la arenga de Hidalgo y, aunque no hay una ley que determine como proceder y como representar el acto, si existe un consenso de los hechos prácticos y de las actitudes que deben estar implícitas en el discurso de los gobernantes. Por mencionar algunos de los cambios que ha sufrido el Grito de Dolores.
En el año 2010 se cumplió el Bicentenario de la Independencia de México, un tiempo
“hiperconmemorativo” de celebración y recuerdo.3 Dentro del marco de festejos las
representaciones rituales del Grito de Dolores tuvieron un papel central en lo público. En ese
contexto, me centro en investigar las implicaciones socioculturales y políticas de la conservación
y uso de la memoria. Uno de mis intereses particulares, radica en analizar las formas por las que
se comunican y conservan recuerdos como hechos simbólicos en la memoria colectiva nacional.
Por lo anterior, abordo cómo el Grito de Dolores ha sido un instrumento de dominación simbólica
a través de dos siglos en diferentes contextos y diferentes gobiernos.
3 Para Adrian Bantjes (2010:1) los tiempos hiperconmemorativos son momentos que se caracterizan por el exceso de conmemoraciones en una sola fecha, misma situación que ha provocado que el trabajo historiográfico se vea entre un cumulo de conmemoraciones, celebraciones y que confirman o reivindican un pasado.
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