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PREGÓN DE SAN JOSÉ DE LA MONTAÑA 2016
Pregonera: Mónica Carmen Falcón Quintana
Montaña Alta a 5 de Marzo de 2016
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Sr. Alcalde y Concejales, Sra. Presidenta de la Comisión de Fiestas, Sr. Cura-Párroco,
Sr. Pregonero de las Fiestas de San José del pasado año, Sr. Presidente del Centro
Cultural y Recreativo Montaña Alta, miembros de las Juntas Directivas, vecinas y
vecinos, buenas noches y sean todos bienvenidos a este acto anunciador de nuestras
Fiestas en honor a San José.
Quiero comenzar dando las gracias públicamente a la Presidenta y a su Junta Directiva,
por acordarse de mí para pregonar las Fiestas de mi Pueblo en honor de nuestro
Patrono San José de la Montaña.
Para mí es un orgullo que me hayan encomendado esta tarea y cómo no, decirles que
me quedé perpleja cuando se me realizó tal ofrecimiento.
Primero, pensé que se trataba de una broma. Era viernes, sobre las dos de la tarde,
empezaron a llegar a mi trabajo, personas que no conocía de nada a darme notas. Yo
no salía de mi asombro!. De repente me entregan un folio que decía ¿Quieres ser la
pregonera de tu Pueblo?
Imagínense ustedes mi cara, no entendía nada, pero rápidamente aparecieron
Samanta y Tere y aclararon mi incertidumbre. Lo primero que pensé ¿Cómo voy a ser
yo pregonera? Qué va, ser la pregonera de las fiestas de tu pueblo es una gran
responsabilidad. Pero, queridas vecinas y vecinos, es también un inmenso honor y
como tal lo acepté, poniéndome de inmediato a pensar y recordar para poder
explicarles y relatarles lo que para mí supone pertenecer a Montaña Alta. “Mi pueblo,
como yo digo”.
Aquí comencé mi infancia que, como ustedes podrán imaginar, fue muy dura por mis
circunstancias personales, ya que la vida me arrebató a mi madre con tan solo seis
años. En 1982 después de su fallecimiento me trasladé a vivir aquí, a casa de mis tíos,
Juan y Lina, como todos los conocen, donde pasé mi infancia y juventud.
En esa época la parroquia tenía un papel destacado en nuestro pueblo. Quién, de mi
época no recuerda cuanta gente acudía a misa los sábados y los domingos y luego
aprovechaban la visita al pueblo para comprar o ir al bar a echarse un pizco.
El inicio de nuestra parroquia, según los datos que recoge el libro sobre los orígenes de
nuestro pueblo escrito por Sergio Aguiar, “se remonta al mes de Abril del año 1916,
cuando María del Carmen Jiménez García, mujer de Andrés Gil, vecina del pago del
Palmital, y previa solicitud del cura de Guía, Don José Martín Morales en
representación de los vecinos de los altos de Guía, que querían construir una ermita
bajo la advocación del Patriarca San José, donó generosamente una parcela de terreno
situada en el pago de Montaña Alta donde llaman “Piedra de Molino”, término de esta
Ciudad, que linda por el naciente con terrenos de la donante.
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Posteriormente, una vez construida la ermita, el 10 de Octubre de 1925, los vecinos de
San José de la Montaña, altos de Guía, tal y como se denominan ellos mismos en una
instancia presentada en el Ayuntamiento de Guía, solicitan “el permiso necesario para
construir una plaza para las festividades y paseos públicos.
En la importancia que tienen estos pagos para poseer dicho beneficio y no poder
concurrir, por la distancia, a los paseos que se celebran en la población… además
porque contribuyendo con todos los ciudadanos a levantar las cargas del municipio
desean se les ayude con lo que v.s. estime conveniente y necesario para la formación y
adorno de dicha plaza”.
Firman la solicitud Juan Matías Santiago Guzmán, Juan Guerra, Francisco Rodríguez Gil,
José Suárez Sosa, Esteban Martín Mederos, Juan González y mis dos bisabuelos
Antonio Santiago y Silvestre Quintana.
En nuestra infancia, las monjas Petra y Carmela, entre otras, ayudaron a dinamizar la
parroquia. Ellas vivían en una de las casas de los maestros en el actual colegio. Aún
recuerdo que era una cita obligada la misa del sábado, en la que Petrita hacía un
barrido infantil en la calle, colocándonos en la primera fila de la iglesia. Entre los
monaguillos Remi, David, Javier Jiménez por citar algunos.
De esa época recuerdo también a una persona que siempre me llamó mucho la
atención, Felipa, mujer discreta, a la que casi no se la escuchaba hablar. Ella se
encargaba de limpiar y decorar la iglesia, haciéndolo con gran devoción y cariño para
una vez terminado su servicio a la parroquia marcharse en la guagua que pasaba sobre
las tres de la tarde hacia Fontanales.
En esos años, ¡cuántos comercios y bares habían en nuestro pueblo!:
La tienda de Pablito y Benedicta en la que siempre estaba sentada en el banco azul
detrás de la puerta Lolita con su pañoleta negra.
La tienda de Paquita y Juan que siempre tenía una frase muy característica cuando
llegábamos, nos decía “tú eres de aquí o viniste a la fiesta”
La tienda de Desideria.
La tienda de ropa de Dominga, que además hacía de peluquera y donde muchísimas
veces me corté el pelo.
Los bares:
De Graciliano, de la Sociedad y ya más tarde el de Amado.
Además, también estaba la barbería de Faustino, la zapatería de Pico, la tienda de ropa
de José Rodríguez. Allí se encontraba el único teléfono del pueblo que utilizaban los
vecinos cuando lo necesitaban. A estos establecimientos públicos se sumaba también
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la Caja de Ahorros ubicada en la casa de Juan Suárez, el molino de gofio de Aniceto
con Felipe de molinero; la tienda de Manolo el de los muebles regentada hoy por su
hijo Pedrín y las dos panaderías, una de Antonio Benítez y la otra de Juan Castellano.
Para las niñas y los niños que hoy tenemos 40 años, sí ese numeroso grupo que
nacimos en el año 1975, ir al colegio no suponía solo ir a aprender sino que también
significaba para todos nosotros un lugar donde poder ir a jugar, hacer travesuras y
pasarlo bien. Esa era nuestra clase pero imagínense la vida que tenía nuestro colegio
con más de 200 alumnos.
Uno de mis primeros recuerdos fue nada más llegar el primer día a clase. Siendo mi
profesora Dña. Mari Carmen Pérez, con la intención de presentarme y darme a
conocer a mis compañeros, me preguntó: ¿verdad Mónica que los niños del Palmital
son más buenos y calladitos que los de Montaña Alta? A lo que yo contesté
tímidamente y cabizbaja con una afirmación.
¡Quién le iba a decir a la pobre Mari Carmen todos los quebraderos de cabeza que le
iba a traer esa niña tan buena y tímida! Porque cuando me espabilé me pasaba el día
haciendo travesuras en clase, poniéndole animalillos de plástico en su bolso, a los que
ella tenía un miedo horroroso y sus gritos, al encontrarlos, los oían hasta de la plaza.
¡Se los puedo asegurar!
No había día que no me escondiese debajo de la mesa del profesor y con una regla le
hacía cosquillas a Mari Carmen y, claro, ella muy grande no era, pero pegaba unos
brincos que se quedaba casi pegada al techo.
Fue una época entrañable de la que, todavía al recordarla, siento mucha añoranza.
Transcurridos unos años y ¡estando la casa de mis tíos tan lejos!, insistí para que me
apuntasen al comedor, una excusa que me permitía tener más tiempo para jugar con
mis compañeros.
Pero ese cambio me sirvió para aprender a comer, ya que en ese entonces Pinito
-como todos la conocíamos cariñosamente- era la cocinera, y por cierto muy buena,
lo que me ayudó mucho a la hora de probar nuevos platos, ya que yo era, y continúo
siendo, una remilgosa para comer.
Todavía recuerdo como si fuese ahora esos pulpos en salsa que estaban buenísimos y
que aún a día de hoy no he encontrado a nadie que los prepare como ella, que les
daba un toque muy personal.
Permítanme que me refiera ahora a mis compañeros de infancia en el colegio, una
infancia que compartí con compañeros de clase como Lourdes la de Genaro, David el
de Paquita, Alfredo el de Carmela Ríos, Mary la de Fela, Remi el de Yoya, que fue mi
compañero de maldades porque si yo era un trasto él no era menos...
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También Alicia, Laura la de Clara, Noelia la de Elsa, Montse la de Jeremías, Fátima la de
Cristóbal el tractorista, Tere, Javier Suárez, Víctor, Mario, Mari Carmen, Reyes, Javier
Jiménez el de María Rosa, tremendo fichaje, que no había forma de poder ir a clase
con faldas e ir a beber agua en los chorros que habían en el patio sin que apareciera de
la nada para levantarnos la falda y claro, el creció y ya se comportó, pero luego llegó su
hermano pequeño Armiche para coger su testigo.
Durante toda nuestra etapa escolar estuvimos juntos y ya cuando llegamos a la
segunda etapa, como la llamábamos cuando llegábamos a sexto, tuvimos como tutora
a Luisa Aurora Antonia de la Santísima Trinidad Torrens Miranda, nombre carismático
que jamás podré olvidar, por lo peculiar y por la persona en sí, quien además, como
todos ustedes recordarán, también fue Pregonera de estas fiestas en el año 2008.
Pues bien, Luisa nos acompañó en esta última etapa escolar y siempre con la eterna
disputa, entre ella y Mari Carmen Pérez, porque una decía que este curso eran sus
niños y la otra también, y no había manera de que se pusieran de acuerdo.
Pero lo único cierto, y lo que de verdad importa, es que cada una de ellas aportó algo
muy especial en nuestras vidas.
Para mí recordarlas es un orgullo y siento un gran respeto y cariño porque fueron muy
especiales.
Luisa llegó y estaba embarazada de su tercera hija y a mí me llamaba muchísimo la
atención su elegancia y lo guapa que estaba embarazada. Me transmitía muchísima
dulzura, siempre la recuerdo con un pantalón celeste, un suéter blanco y sus pañuelos
a juego. Luisa era y es muy presumida.
Ella nos daba, entre otras, la asignatura de Lengua y, claro, imagínense ustedes como
puede ser de grave el asunto que les voy a contar: Cuando terminé octavo, ella hacía
un añito y medio más o menos que había dado a luz a su hija Iriome y a mí, que
siempre me han gustado los niños, le propuse cuidarle a la niña. Ella aceptó, confiando
en mí como si yo fuese mayor de edad.
Pues bien, un día haciéndole un apunte para la compra fui y le escribí harina sin h,
¡Jesús! me dio un tortazo en todo el brazo con el revés de su mano que yo, que estaba
en la cocina de su casa que daba para el patio de primera etapa del colegio, pues casi
llego al comedor del zarpazo…
Pero eso sí, les puedo asegurar que cada vez que hago la lista de la compra me
acuerdo de mi querida Luisa y no se me olvida ponerle la h a la palabra en cuestión.
Tampoco quiero dejar de mencionar a otro profesor con el que tuve muy buena
relación y recuerdos, aunque sé que la mayoría de los compañeros no compartían
conmigo esa simpatía. Me refiero a nuestro profesor de matemáticas… ¿Quién no se
acuerda de D. Ángel Trujillo Jorge?
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Sí ese que, como se enfadase, elevaba su tono de voz y te aprendías rápidamente la
raíz cuadrada o lo que fuese.
Yo tengo muchos recuerdos de él ya que era muy carismático y claro luego entró como
Concejal del Ayuntamiento de Guía y compaginaba su labor de docente y de concejal
del Ayuntamiento, pero eso le llevaba a faltar a clase por los Plenos y demás
responsabilidades y luego, para poder cubrir sus ausencias, aprovechaba nuestras
horas de recreo para darnos las clases perdidas.
Y de aquí viene otra anécdota de mis tiempos escolares que me gustaría compartir con
ustedes. Estas ausencias, y mi deseo de defender mis derechos y los de mis
compañeros, me llevaron una vez ante el director por replicarle al tutor que nuestra
hora de recreo era sagrada, y afirmar que si D. Ángel no nos podía dar la clase en el
horario programado ¿por qué teníamos nosotros que perder nuestro recreo?
El tutor, que por aquel entonces era D. Isidro Mendoza, me mandó a callar y a
ponerme fuera de la clase por replicar, y yo ni corta ni perezosa, ya fuera del aula,
seguí con la defensa de mi argumento por la ventana a lo que D. Isidro respondió
enviándome a Dirección.
¡Gracias a Dios que el que estaba en dirección era D. Miguel Suárez y no dudó en
acompañarme a la clase nuevamente y suavizar asperezas con su compañero!
Ésa no fue la única vez. En otra tutoría se formó un jaleo tremendo y terminamos
todos arrestados de rodillas durante los recreos y yo asumía dicho arresto, pero para
contrarrestar los efectos de tan duro castigo le cogí prestadas las hombreras de mi tía
para ponerlas en mis rodillas y que no me dolieran tanto.
En otra ocasión, en la que no tuvieron nada que ver los docentes, y sin acordarme
ahora mismo cuál fue el motivo, pero sí que fue por algo injusto, puse a toda las niñas
de la clase en contra de los niños… vaya guerras y claro... los chicos que suelen ser un
poco desastrosos con su material escolar, pues si necesitaban algo no podían recurrir a
las compañeras porque teníamos las armas cargadas…
Pero frente a estas pequeñas travesuras, propias de la edad, sí puedo decir que era
muy buena estudiante, aplicada con mis estudios, organizada, nunca recuerdo que un
profesor me regañase por llevar la tarea sin hacer.
Eso sí, cuando acabé mis estudios de educación primaria, mis profesores, y en
particular Luisa, insistieron muchísimo para que siguiese estudiando y realizara una
carrera, pero yo tenía claro lo que me gustaba y quería: Peluquería y Estética.
Nada más terminar el colegio, con 13 años me eché novio, mientras subía y bajaba a
buscar y a llevar a mi niña Iriome, a la que cuidaba. Por aquel entonces había un chico
que me estaba echando el ojo y no dudó en proponerme salir con él. Pues bien, esa
cosa de chiquillos, como muchos la llamaron entonces, porque es verdad que éramos
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muy jóvenes, no sólo no llegó a nada sino que dura ya casi tres décadas, exactamente
27 años, que son los que llevo junto a mi marido Pedro.
Pero, volviendo un poco atrás, y retomando el relato de mis estudios, al año siguiente,
con 14 años, comencé mis estudios de peluquería.
Como muchos de ustedes recordarán, a finales de los 80 y viviendo en Montaña Alta
cada uno se tenía que buscar la vida para desplazarse a Las Palmas. Mi taxista
particular fue Kiko el de mi prima Ana, con el que salía a las seis, porque en aquellos
años había mucha cola y teníamos que madrugar. Pues imagínense ustedes, después
de haber madrugado tanto, me subía en el coche de Kiko y él, que siempre estaba
pendiente de las noticias, del tiempo y los deportes en la radio, y yo ahí, dando
cabezazos de vez en cuando. Así, pasábamos el trayecto entre ligeros sueños y
noticias.
También recuerdo que los días que Kiko no bajaba a trabajar me llevaba Macito el de
Magdalena. En un año aprobé mis estudios de peluquería y al año siguiente lo mismo
pero con Estética.
Una vez terminados los estudios de peluquería y mientras estudiaba estética ya
trabajaba cortando el pelo por las casas a mis vecinos y vecinas de Montaña Alta.
No quisiera dejar de mencionar que mis primeras clientas fueron mis dos abuelas, que
no dudaron en ponerse en mis manos: María Santiago Castellano y María del Pino
Felipe Díaz. Pero decirles que tampoco lo dudó mi hermana Esther, con la que
experimenté un look muy moderno para aquellos años y del que siempre se acordará
mientras viva.
Nunca se me olvidará tampoco mi primer cliente bebé que fue Aday el de Ana, bueno y
de Kiko que se lo curró trasladándome... ese pobre niño yo decía ¡Ay dios mío como se
mueva le corto una oreja! Pero no, gracias a Dios, y con suerte, ese precioso niño rubio
salió ileso de tal experiencia.
A comienzos de los años 90, más o menos, recuerdo que yo tenía los conocimientos
necesarios para realizar cualquier tipo de peinado pero me faltaban los aparatos, razón
por la cual las niñas que se ponían en mis manos para lucir guapas el día de su primera
comunión debían tener un poquito de paciencia, y eso era bastante difícil en un día tan
especial para ellas.
Por ejemplo me acuerdo cuando mi cuñada Arima pasó toda la noche con los rulos
puestos para, al siguiente día, poder ir a sacarse las fotos de la comunión.
Pues así estuve varios años, de casa en casa, y guardo muchos recuerdos de personas
mayores que ya no están con nosotros a las que tenía mucho cariño. Ellos me
contaban sus historias, sus recuerdos y, cómo no, sus vivencias.
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Cuando cumplí los 18 años saqué el carnet de conducir y meses más tarde me fui a
vivir en pareja con Pedro a Guía donde compramos nuestra casa. Tres años más tarde
en 1997 llegó a mi vida mi hija Luz Marina y casi tres años más tarde, en el año 2000,
mi hijo Néstor.
Aunque vivía en Guía, yo continuaba viniendo a Montaña Alta a casa de mi tía a peinar
y poner guapa a la gente. Recuerdo pasar varios fines de año que las campanadas
llegaban y yo todavía estaba entre horquillas, trabas, laca y demás.
También me gustaría recordar aquellos veranos en Montaña Alta, una época que los
chiquillos esperábamos todo el año porque traía consigo las vacaciones y la diversión.
Recuerdo que en esas noches calurosas los vecinos del pueblo salían a la calle para
sentarse en la aceras a hablar o jugar a las cartas. También, cómo no, quién no
recuerda ir a los cursillos para aprender a nadar en las piscinas de Guía con Antonio el
de la guagua, unos cursillos en los que teníamos de monitor al famoso Maroto, con el
que aprendías a nadar sí o sí.
Mis recuerdos son muchos y muy gratos, por ejemplo no puedo olvidar aquellas
peregrinaciones a Teror a principios de los 90, donde íbamos un gran número de
personas caminando la víspera de la festividad de Nuestra Señora del Pino para
regresar al día siguiente. Uno de los guías era Juan González (Juanillo el de Carmelina)
para quien la caminata del año 91 sería la última, antes de partir hacia el camino
definitivo del Padre el día 12 de septiembre.
Y tras este pequeño recorrido por mi infancia y primeras vivencias, permítanme que
me centre ahora exclusivamente en mis recuerdos de la Fiesta en honor a nuestro
Patrón
Cuando llegaban las Fiestas de San José, era el momento en el que todos los que
habían nacido en nuestro pueblo y otros muchos que residían fuera de él,
aprovechaban para pasar algunos días con la familia. Muchísimas personas pedían el
día libre en sus puestos de trabajo para poder asistir a la festividad de nuestro
patrono, y especialmente los niños deseábamos como nadie que llegaran estas fiestas.
Los preparativos comenzaban ya casi a final de febrero cuando se ponía la caseta de
los churros en la esquina de la tienda de Benedicta, y un poco más tarde llegaban los
diferentes ventorrillos que se ubicaban a lo largo de la calle principal. Además de la
función religiosa, recuerdo dos actos en los que participaba mucha gente: el primero
era la feria de ganado y, el segundo, la carrera de caballos.
Quién no recuerda también la tradición de estrenar ropa el día de San José, ya que
nuestras familias nos la compraban expresamente para ponérnosla ese día.
Igualmente me viene a la memoria, la gran afluencia de gente que acudía a la verbena
de la víspera de San José, amenizándola en aquella época los mejores grupos de la Isla:
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Los Zotos, Los Falcón Boys, Los Diamantes y tantos otros... así como a primera hora de
la mañana del día 19 el sonido de la diana floreada amenizada por la banda de música.
Asimismo, recuerdo las carreras de cintas en motos, que despertaban bastante
expectación; ¡ah! y cómo nos vamos a olvidar de aquellos maratones populares que se
organizaban teniendo la salida desde la casilla de Bascamao hasta la plaza, donde
aparte de la medalla que conseguía el ganador, todos teníamos de premio un bocadillo
y un Clipper de fresa al llegar.
Quién no recuerda las Escala en Hi-fi que eran muy trabajadas, incluyendo la
fabricación de los instrumentos musicales, en cuyos intermedios teníamos juegos
como el “Un, Dos, Tres”, y fíjense lo importantes que éramos, que venía hasta el
hombre del tiempo en los 90 para darnos las últimas noticias meteorológicas.
También tuvimos en 1992 una murga que la llamaron “Los nietos de Paquita” cuando
el carnaval era el comienzo de las Fiestas de San José y también durante los últimos
años de la década de los 90 contamos con unas grandes obras de teatro que lideraba
José Lino Almeida Díaz (José Lino el de Cruz) y que se representaban en la Iglesia y en
esta Sociedad donde hoy nos encontramos.
En esos años recuerdo que se programaron en las Fiestas de San José los famosos
pases de modelo de ropa de la tienda de José Rodríguez y Lolina. Yo me hice cargo de
ensayar a las chicas y chicos y, cómo no, de ponerlos guapitos y peinaditos. Nos
llevaba un trabajo increíble, pero era muy divertido, todos querían participar.
José y Lolina se encargaban de asignarle las ropas a cada uno de los participantes y
supervisar que el vestuario no se estropeara porque claro, ¡era para luego venderla!.
Pero todo salía siempre muy bien, y un año, al terminar el desfile, me sorprendieron
haciendo que subiera al escenario para regalarme un abrigo con el que había desfilado
y que me encantaba. Todo ello con el aplauso del público que llenaba esta sala. Un
momento que nunca olvidaré.
Igualmente recuerdo participar en las Escala en Hi-fi que eran muy divertidas y
contaban siempre con mucha participación… Allí no podían faltar Rita la de Celia y
Pedro como Pimpinela, Javier el sardinero con sus rancheras, Pepe Castellano, con sus
actuaciones estelares y luego teníamos los que ponían las notas de humor, una tarea
que casi siempre recaía en José Juan el de Carmelina y, cómo no, en Pepe el de Celia y
Claudio el de Rita entre otros…
Ya más tarde cogerían el testigo Samanta, la que hoy es nuestra Presidenta de las
Fiestas, como Lumi la de Music Show, eso sí, Samanta siempre iba con un modelito
acorde a su actuación.
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Años después, a partir del 2000, además de todos los niños y niñas que seguían
participando también se unieron mis hijos y, por supuesto, Luz Marina heredó, con
gran alegría, los vestiditos de Samanta.
En definitiva, los vecinos y las vecinas de Montaña Alta, si en algo nos hemos
caracterizado, es por haber participado siempre con gran entusiasmo en todos los
actos que se programaban, creándose con ello un gran sentimiento de unión y
comunidad entre la gente de este pueblo.
Y ya en la recta final de este Pregón, no quisiera despedirme sin hacer una mención
especial a mi familia, a mi marido Pedro y a mis hijos Luz Marina y Néstor por estar
siempre a mi lado, apoyarme, ayudarme, comprenderme y acompañarme de forma
incondicional en todas y cada una de mis decisiones, objetivos, circunstancias y
vivencias. Gracias por estar ahí.
Ya para finalizar quiero tener y compartir con todos ustedes un recuerdo muy muy
especial para esa persona que ya no está a mi lado, pero que, de una manera u otra, yo
sé que siempre está velando por mí: a ti, mamá, que sé que estarías muy orgullosa de
verme pregonando las Fiestas de mi pueblo.
Muchas gracias a la Comisión de Fiestas por darme esta oportunidad, y quiero
felicitarles, de corazón, por la extraordinaria labor que están realizando, porque me
consta que lo están haciendo con mucho entusiasmo, dedicación, ilusión y sobre todo,
con ganas de trabajar para que nuestras fiestas se sigan manteniendo tan vivas,
participativas y acogedoras como siempre.
Queridas vecinas y vecinos, llega el mes de marzo, llega el mes de Nuestras Fiestas en
honor a San José, llega el mes en el que nos reencontramos con los hijos de este
pueblo que vuelven cada año a sus fiestas.
Por eso, quiero invitarles en nombre de todos los que forman la Comisión de Fiestas a
participar y a disfrutar de todos y cada uno de los actos programados para estas
Fiestas de San José 2016.
¡Viva San José!
¡Viva Montaña Alta!
Muchas gracias a todos.