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RECENSIÓN
CRÍTICA
La protesta de
un pueblo. Acción colectiva y
organización obrera.
Madrid 1901-1923
Autor: Francisco Sánchez Pérez
ISBN: 84-934759-0-4
Páginas: 426 páginas
Fecha de publicación: diciembre 2005
Formato: 17 x 24 cm
Asignatura H. de Madrid Contemporáneo. Profesora: Dª. Gloria Nielfa Facultad de Geografía e Historia de la UCM. Curso 2011-2012 Alumno: Francisco Gracia
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ÍNDICE
- INTRODUCCIÓN. El autor y la época 2
- ESTRUCTURA Y CONTENICO DE LA OBRA 3
- PRINCIPALES IDEAS Y TESIS DEFENDIDAS 7
- VALORACIÓN DE LA APORTACIÓN 8
- CONCLUSIÓN Y COMENTARIO PERSONAL 9
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INTRODUCCIÓN
El autor
Francisco Sánchez Pérez es Profesor Asociado de Historia Contemporánea del
departamento de Humanidades: Historia, Geografía y Arte de la Universidad
Carlos III de Madrid. Es licenciado en Geografía e Historia (Sección: Historia
Contemporánea), por la Universidad Complutense de Madrid desde junio de
1986. Desde 1994 es doctor con premio extraordinario con la tesis "Protesta
colectiva y cambio social en los umbrales del siglo XX. Madrid 1914-1923",
dirigida por D. Ángel Bahamonde Magro. Está tesis es la base sobre la que en
2005 se publicó el libro que ahora nos ocupa, editado por la Fundación Largo
Caballero.
Cuando nos disponemos a realizar una breve reseña de un autor que nos es
desconocido, podemos caer en la tentación, como he hecho al principio, de
reflejar las primeras líneas que nos encontramos en la solapa de un libro o en
los primeros resultados de algún buscador de Internet, pero lo que más nos
puede ayudar para conocerlo es acudir a un currículo académico que nos
muestre, a través de las publicaciones del autor, los congresos en los que ha
participado, etc., que nos muestre cuáles son sus áreas de interés.
Atendiendo a estas razones, si analizamos el currículo de Francisco Sánchez
observaremos que es un historiador social por antonomasia, puesto que tanto
en su tesis, como en la mayor parte de sus líneas de investigación y sus
publicaciones, su objeto de estudio es la clase obrera y, en concreto, sus
formas de protesta y acción colectiva.
Además de la etiqueta de historiador social y de su interés por la investigación
pura, su trayectoria nos muestra que se interesa, y mucho, por la pedagogía,
algo que queda claro cuando observamos que compagina su actividad de
profesor de universidad con la de Instituto, y que completa esta pasión siendo
el autor de varios manuales para el alumnado.
Cuando analizamos su obra debemos estar atentos también a la influencia
que tiene en ella el momento y el entorno en el que le ha tocado vivir, porque
como dice Hobsbawm, “hablamos como hombres y mujeres de un tiempo y
un lugar concretos”1. Lo que también nos puede servir para entender el
porqué en sus líneas de investigación aparecen categorías como movimientos
sociales o la ciudad de Madrid como marco espacial. Así, vemos que
Francisco Sánchez se licenció en Historia en la Universidad complutense en el
año 1986, por lo que cursó su carrera a principios de los años 80, un momento
clave en la historiografía contemporánea española, que tras el desierto
provocado por la dictadura que había hecho que la historia del movimiento
obrero español se escribiera desde el extranjero, ahora experimentaba un
1 Hobsbawm, E. J. “Historia del s. XX” p. 13. Editorial Crítica. Madrid 1995
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momento de auge, puesto que se estaba produciendo un momento de
renovación historiográfica por el aporte de nuevas fuentes y nuevas preguntas,
sobre todo en lo que a estudios del movimiento obrero se refiere.
Además el prólogo de este libro está firmado por D. Ángel Bahamonde Magro,
profesor y director de tesis del autor y gran estudioso de la ciudad de Madrid,
lo que nos da pistas sobre su interés por la ciudad de Madrid, algo por otra
parte nada raro en la Contemporánea española, caracterizada por una
“ingente historiografía de carácter local y regional.”2
La época.
Este libro nos traslada al Madrid de principios de siglo. El propio título de la obra
nos sitúa el objeto de estudio entre 1901-1923, aunque el autor no duda, tanto
en la introducción como en los sucesivos capítulos, en echar la vista hacia
atrás para entender el momento del que nos habla.
Ese Madrid de principios de siglo se nos presenta en continua transición, en
proceso de cambio, algo que observaremos muy bien cuando expliquemos la
primera parte de la obra, dedica a la propia ciudad. A finales del s. XIX
todavía perduran los ecos del antiguo régimen, y la entrada de Madrid en el
s. XX será, como en Europa, muy lenta y pausada, por lo que también para
Madrid podemos hablar de un “siglo corto” que tiene su punto de arranque
durante la Gran Guerra, ya que a pesar de que España permaneció neutral,
no fue ajena a sus efectos, que se dejaron notar en la economía y sociedad
española y, también y de manera especial, en Madrid y en la configuración
de su clase obrera.
ESTRUCTURA DE LA OBRA
Ya en la introducción de su estudio, que no es otra cosa que unos breves
descriptores de lo que nos vamos a encontrar en cada capítulo, aprovecha el
autor para enmarcar la obra en el contexto histórico en el que se desarrolla, el
Madrid de principios del s. XX, y para anunciar la línea maestra sobre la que
pivota su libro: las “olas” de protesta popular como motor de cambio y
progreso, que “resultan la espina dorsal de la evolución social del mundo
contemporáneo”3.
El interés de este intervalo temporal viene dado por tratarse de un momento
de cambio, un mundo dual y en transición entre el ámbito preindustrial e
industrial y, debido a esto, de un cambio en las formas de protesta popular.
2 Forcadell, C. “La fragmentación espacial en la historia contemporánea: la historia regional/local y el temor a la síntesis” Studia Historica. Historia contemporánea, 13-14 /1995-1996) 3 Sánchez Pérez, F. “La protesta de un pueblo. Acción colectiva y organización obrera. Madrid 1901-1923” Fundación Largo Caballero, 2005 Madrid. Pág. XX
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Centra su estudio en Madrid sobre todo por el “olvido historiográfico” que ha
sufrido para este periodo y esta temática.
Así pues, nos encontramos con que la ciudad de Madrid no es solo el marco
geográfico donde tienen lugar los hechos objeto de estudio (la protesta
popular) sino que la propia ciudad se convierte en sujeto activo que influye en
la evolución de esas formas de protesta. Por eso en la primera parte de las
cuatro que componen este libro, Francisco Sánchez realiza un exhaustivo
análisis de cómo encontraba la ciudad a principios de siglo, y vemos, al igual
que pasaba cuando nos enmarca el momento histórico, que la ciudad
también se encuentra en un proceso de transición no culminado, por lo que
también tenemos un mundo dual, con pervivencias del modo de vida rural
frente a la cada vez más implantada forma de vida urbana, una sociedad
encaminada hacia al capitalismo pero en la que existen “elementos de
pervivencia del antiguo régimen.
Es de destacar que el autor no se limita a la mera descripción del espacio en
el que se da su objeto de estudio (la forma de protesta) sino que tiene la
capacidad para relacionar urbanismo y sociedad, poniendo de manifiesto
tanto los cambios que el “progreso” realiza en el urbanismo como los que estas
transformaciones urbanísticas producen en las formas de trabajo y, por
extensión, en las asociaciones de obreros, como ocurre con la construcción de
la Gran Vía, el Metro, etc.
Situado el marco espacio-temporal, al que ha añadido las gentes que viven
en Madrid y sus ocupaciones, el autor salta a la segunda parte, que analiza
minuciosamente las protestas del pan, último reducto de una forma de
protestas en vías de extinción: el motín de subsistencia. El autor echa la vista
atrás todo lo que sea necesario para que seamos capaces de entender lo que
nos está contando, en este caso una forma de protesta con mucha
“tradición” en Madrid que, como ya demostró Thompson para el caso inglés,
tiene más que ver con el criterio de lo que es justo (economía moral) que con
el hambre. Para Sánchez Pérez la turba es capaz de corregir injusticias que el
propio gobierno no tiene fuerza para solucionar.
Analiza detenidamente los motines de 1907 y 1914, también las diversas
protestas que se produjeron por el alza de precios debido a la Gran Guerra
(1914-1917) para llegar a su agonía, que se produce no sin antes un estallido
final en 1919, que para el autor es el pistoletazo de salida del bienio del “virus”
huelguístico. Estos motines, aunque lo puedan parecer, no los producen masas
incontroladas, si no que saben muy bien lo que hacen y ejercen una violencia
selectiva en función de sus intereses.
Tenían unas características similares que se repiten a lo largo de los tiempos: las
protagonistas y las que inician los tumultos son las mujeres, suelen comenzar en
lunes, normalmente se inician en los barrios bajos y de ahí se extienden hacia
arriba, por la tarde se une “los hombres” que salen de trabajar, cuentan con
5
cierta pasividad (casi complacencia) de las fuerzas del orden y sirven como
mecanismo corrector de injusticias.
Pero, con el paso de los años algunos factores cambian (baja la lenidad de las
autoridades) y se van sumando otros que les insuflan un contenido más
político, algo que se debe principalmente a los socialistas, que organizan,
paralelas a los disturbios “tradicionales”, campañas “modernas” (“Pan, Luz y
Tranvías, Maura no, Guerra de Marruecos, etc.) culminadas con huelgas de 24
horas y mítines, a lo que suman su presencia en el ayuntamiento, que se
convierte en un canal para elevar la protesta popular al consistorio.
Una vez que ha analizado la protesta de los consumidores madrileños, el autor
estudia, en la tercera parte, las protestas del trabajo, primero desde el plano
teórico y después descriptivo, en los que la forma de protesta por excelencia
va a ser la huelga.
No se puede hablar de las protestas del trabajo en España sin hablar de la
Casa del Pueblo y de la UGT. Tampoco en Madrid. La Casa del Pueblo de la
calle Piamonte fue inaugurada en 1908. Ahí tenían su sede la mayoría de las
asociaciones de oficio, muchas vinculadas a la UGT socialista, lo que hace que
todas ellas compartan una estrategia similar: “la importancia de la
organización, la prudencia reivindicativa y la existencia de un horizonte
político”4 para todas sus reivindicaciones económicas.
Estas tres premisas, “cobertura, provisión y prudencia”, van a marcar el modo
de afrontar la protesta desde la UGT y sus afines, convirtiendo la huelga en el
último recurso a utilizar como arma de protesta. Por otro lado, históricamente
la UGT se había impregnado de cierto apoliticismo, con el fin de ser capaz de
atraer más trabajadores para luego “educarlos” en el socialismo, por lo que
todavía, a principios de siglo, era reticente a huelgas de carácter general.
En este capítulo hace un repaso a las sociedades obreras radicadas en la
Casa del Pueblo, ligadas al mundo de los oficios más que al de la industria,
impregnadas todas ellas de las formas de hacer de la UGT. Pero conforme nos
adentramos en el siglo XX, la UGT también experimenta, a partir de 1914, un
proceso de cambio y adaptación a los nuevos tiempos, se hace más política,
se organiza mejor y contempla incluso la huelga general entre sus formas de
protesta.
En esta tercera parte también incluye un apartado descriptivo sobre el tipo de
huelgas que se realiza en el periodo, su duración, el número de trabajadores
que participa, si terminan con éxito o no; lo que permite al autor teorizar sobre
el cambio en el “tipo” de huelgas a lo largo del tiempo y su influencia en el
resultado de las mismas. Así, establece que hasta 1919-1920 “las huelgas son
4 Sánchez Pérez, F. “La protesta de un pueblo. Acción colectiva y organización obrera. Madrid 1901-1923” Fundación Largo Caballero, 2005 Madrid. Pág. 107
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pequeñas, aisladas y circunscritas a talleres” y ligadas a “organizaciones
obreras sólidas” pero que se perdían con facilidad. Por el contrario en el bienio
de 1919-1920 encuentra el punto de inflexión por el que las huelgas pasan a un
primer plano: son más grandes, más numerosas y más breves; de industria la
mayoría.
Vista la teoría y esbozado un panorama general de la acción colectiva, el
autor aumenta la potencia la lente con que observa su objeto de estudio y nos
acerca a la experiencia particular de los sectores más importantes dentro de
la clase obrera madrileña. Esto lo recoge en la cuarta y última parte de su
estudio, la más extensa, tal vez porque sea donde entra en más detalles y
donde se exponen en casos particulares todas las prácticas que nos ha
explicado en el capítulo anterior.
Aquí, Francisco Sánchez pone la lupa en lo que él denomina “los cuatro palos”
de la baraja sindical: los tipógrafos, los panaderos, los albañiles y el transporte5.
La descripción para cada palo sigue el mismo esquema: antecedentes, cómo
afecta la guerra a su sector, cómo se comportan durante el virus de huelgas
de 1918-19 y el posterior reflujo. En todos estos casos podemos observar
procesos similares de formación de grandes sindicatos de industria partiendo
de las atomizadas asociaciones de oficio, donde una asociación
predominante arrastra a las demás, con muchos tiras y aflojas, en los que se
mezclan intereses contrapuestos, donde tan pronto el pez grande tiene miedo
de que al unirse se lo coman los peces chicos, como al contrario.
Se trata de procesos no exentos de tensiones y pasos atrás que, en ocasiones,
hacen que amplios sectores, como el de la madera, salgan de la órbita de la
UGT. A pesar de ello, veremos la conformación de tres grandes sindicatos de
industria: La FLE (Federación Local de la Edificación), el SAB (Sindicato de Artes
Blancas) y la Federación Gráfica Española, que a pesar de los cambios sufridos
van a mantener, sobre todo, el espíritu prudente de las primeras asociaciones
de obreros.
Capítulo aparte merecen para el autor los ”refractarios”, sectores donde la
penetración de la UGT había sido desde antaño difícil. Aquí tenemos a los
tranviarios, los dependientes, los trabajadores de “cuello duro”, los
funcionarios, etc. Todos ellos alejados de la UGT, en unos casos porque son
trabajadores que sufren relaciones casi feudo-vasalláticas más que laborales,
como los dependientes o tenderos, o donde corporaciones ejercían una
férrea vigilancia para despedir a trabajadores asociados, como en los tranvías
5 […] la baraja de la casa del pueblo debía haber tenido cuatro palos. Tres ya los vimos estaban repartidos: los oros para el carisma de los tipógrafos, las copas para la incontinencia de los panaderos y las espadas para la vasta tropa de los albañiles, carpinteros y cerrajeros […]. El palo restante debería haber sido el transporte urbano, encarnado en los trabajadores de los tranvías Sánchez Pérez, F. “La protesta de un pueblo. Acción colectiva y organización obrera. Madrid 1901-1923” Fundación Largo Caballero, 2005 Madrid. Pág. 325, nota 357.
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o, simplemente, como los empleados de banca, cuya única forma de protesta
que les era posible, la impulsiva, no concordaba con las tácticas de la UGT. A
pesar de todo, veremos como en todas ellas prende el virus de las huelgas y la
protesta popular, siendo ellas las protagonistas del reflujo de la ola y de las
formas más avanzadas de protesta social.
Un estudio tan amplio como el que nos presenta Francisco Sánchez Pérez no
podía terminar sin una conclusión, la cual, a pesar de su brevedad, es tan
certera como lo ha sido el conjunto de la obra. Realiza una buena síntesis de lo
que hemos visto y, no menos importante, esboza una proyección de cómo
este momento histórico repercute en las décadas siguientes.
PRINCIPALES IDEAS Y TESIS DEFENDIDAS
A lo largo del resumen del contenido del libro, he ido esbozando las principales
ideas que el autor defiende. Teniendo como trasfondo el ciclo de protesta y el
cambio, son varias las ideas fuerza que discurren a lo largo de los capítulos.
Ante todo nos hace un retrato de un mundo dual entre lo antiguo y lo nuevo,
pero que cada vez, y en todos los ámbitos de la protesta social, deja atrás un
mundo de talleres y oficios para pasar a otro de industria y servicios.
Hay que destacar la metáfora del ciclo de protestas que asoló Madrid visto
como una “ola” que se lleva por delante una forma de protestas, la del motín,
ligado a “conflictos preindustriales, para encumbrar una nueva forma de
protesta, la huelga, ligada al “conflicto industrial”. Esa ola se gesta y coge
impulso en los años de la Gran Guerra, rompe en el bienio 1919-1920 (los años
del “virus” de las huelgas) pero mantiene un reflujo muy importante en los años
1921-1923, sobre todo en sectores hasta entonces inmunes al virus de la huelga
y el asociacionismo. Son estos años en los que Francisco Sánchez pone el
acento de su investigación, cuya “cicatriz en la memoria colectiva” como un
periodo inconcluso hará reverdecer la protesta en la década de los 30.
A lo largo de este recorrido queda patente la influencia y la importancia de la
idiosincrasia de una organización, la UGT, renuente al principio a entender la
huelga como un fin en sí mismo por influencia de su origen Pablista, entre otros
factores. Sánchez Pérez le da la importancia que se merece a una
organización nacida en el siglo XIX que se hace adulta en este primer tercio
del XX, sin renunciar del todo a los valores con los que nació.
Para terminar este repaso a las ideas que nos plantea el autor, retomo la que
considero principal, expuesta en la introducción, que considera la protesta
popular como motor de cambio. Sí que podemos afirmar, por lo expuesto en
su obra que, como poco, esta protesta es un acelerante espectacular de los
cambios que se producen en el Madrid de este primer tercio de siglo y
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también un condicionante del resultado que producen estos cambios en el
Madrid de principios de siglo.
Pero Francisco Sánchez no se queda en la mera descripción de estos hechos,
sino que también los explica, y recurre para ello a causas exógenas (contagio
bolchevique, fiebre tercerista, etc.) pero sobre todo a causas endógenas y
particulares que se dan en la ciudad de Madrid, que tienen que ver, como
hemos apuntado, con los cambios que se producen y en cómo los obreros
responden a ellos.
VALORACIÓN DE LA APORTACIÓN
El movimiento obrero en España está muy bien estudiado desde los pioneros
estudios de Tuñón de Lara que comienzan a regar el desierto español de la
historia social en España, propiciado, como en tantos otros campos, por los
años oscuros de la dictadura española, que hizo que la historia española
estuviera basada en la una historia medieval llena de mitos, dejando poco
espacio para la contemporánea, centrado en la entonces vieja historia
política dejando a la historia social literalmente en el exilio, ya que solo era
practicada por aquellos historiadores que estaban fuera de España.
Desde entonces, han sido muchos los estudios, tanto a nivel peninsular como
regional y local, que han tratado diversos aspectos de la historia del
movimiento obrero español. Los estudios sobre el movimiento obrero español
se dan en el exilio desde la década de los 60 del pasado siglo, donde
destacan estudios como los ya dichos de Tuñón de Lara, C. Martí, J. Termes, A.
Elorza y J. Álvarez Junco, entre otros. Más tarde, en los 80 se suman autores
como C. Forcadell, Pérez Ledesma y un largo etcétera al que todavía hoy se
siguen sumando historiadores. Sobre los estudios parciales existentes sobre
Madrid o sobre colectivos obreros particulares no me voy a extender, remito a
la magnífica bibliografía que expone Francisco Sánchez Pérez en esta
publicación.
Así pues, ¿tiene cabida y aporta algo nuevo una obra sobre las formas de
protesta del movimiento obrero en Madrid a principios del siglo pasado?
Aunque parezca difícil, yo apostaría por contestar afirmativamente a la
pregunta. Por un lado, y como apunta el propio autor en su introducción, se ha
estudiado con profundidad este periodo en Barcelona, Andalucía, Asturias,
Euskadi, etc. mientras que, por el contrario, Madrid carecía de un estudio
general y en profundidad del mismo intervalo de tiempo, tal vez por no ser,
aparentemente, un momento tan violento como los nombrados. Así, nos
encontramos con algún estudio parcial de determinados conflictos
(dependientes, artes gráficas, etc.) pero no con una visión global que atienda
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a los desarrollos de las formas de protesta general que se dieren durante este
tiempo en Madrid.
Otro aspecto que nos proporciona información sobre la oportunidad de esta
obra lo podemos observar en la procedencia y tratamiento de las fuentes. Si
para la primera parte, la que nos sitúa en el Madrid de la época, son la
mayoría de carácter secundario, en cuantos entramos, a partir de la segunda
parte, en el objeto de estudio propiamente dicho (las formas de protesta en
Madrid a principios de siglo) la mayoría de las fuentes son de carácter
primario, sobre todo prensa y documentos de la época, entre los que me
gustaría destacar por el lado de la prensa, El Socialista, auténtico boletín oficial
del PSOE y la UGT y gran cronista de la época, como por el lado de los
documentos, la documentación del Instituto para la Reforma Social (IRS).
También me gustaría recalcar el buen uso que realiza el autor de fuentes
literarias de la época, como por ejemplo la obra de Arturo Barea. Estás fuentes
primarias son completadas en esta parte de la investigación (parte II, III y IV del
libro) con estudios sobre aspectos parciales del objeto de su investigación y
también con estudios generales que caracterizan la época y el movimiento
obrero español
CONCLUSIÓN Y COMENTARIO PERSONAL
Magna obra de Francisco Sánchez Pérez sobre las formas de protesta y
organización colectiva de los obreros de principios del siglo XX en Madrid. Un
ejemplo de tesis doctoral bien elaborada, con una buena búsqueda y
tratamiento de fuentes y una no menos ejemplar puesta de largo de la
información que nos proporcionan estas fuentes sobre el papel.
Tal vez, como ya he adelantado al realizar el Estado de la Cuestión, una de sus
grandes virtudes sea el aprovechamiento mayúsculo que realiza de las
fuentes. Si la labor del historiador ha de ser la de acercarse a la verdad a
través de fuentes verificables, se puede decir que el autor es un historiador con
mayúsculas.
Por la tanto, pocas pegas se le puede poner a esta obra, aunque seguro que
los críticos con el peso que la historia local tiene en la historiografía española
cuestionarían la oportunidad de la obra o rebuscarían en ella para encontrar
un modelo de la formación de la clase obrera española en el laboratorio de
Madrid, pero, al igual que Thompson, creo que la pretensión de Sánchez Pérez
es analizar una realidad local, que no requiere de modelos y sí de gobernar las
fuentes para demostrar cuál era la realidad existente en ese tiempo y en ese
lugar.
Tal vez, si quisiéremos añadir alguna crítica, debamos hacerlo sobre la propia
virtud de la obra, su magnitud. Aunque soy un acérrimo defensor de la
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publicación de tesis, sobre todo para facilitar investigaciones futuras de otros
historiadores, creo que además de una puesta en común de las mismas en el
ámbito académico sería necesario llegar a un público más amplio, por lo que
sería bueno y conveniente acompañar estos ambiciosos estudios con versiones
más narrativas que permitan ese acercamiento. Porque en muchas ocasiones,
los historiadores no saben (sabemos) distinguir entre publicación científica y
divulgación. Y tan importante es la una como la otra, sobre todo si esta última
se asienta sobre una buena base de investigación.
Por eso tal vez debamos caminar hacia lo que Hobsbawm denominó “haute
vulgarisation” cuyo “lector ideal será el formado teóricamente, el ciudadano
inteligente y culto, que no siente una mera curiosidad por el pasado, sino que
desea saber cómo y por qué el mundo [en este caso Madrid y las formas de
protestas que en él se dieron] ha llegado a ser lo que es hoy y hacia dónde
va.”6
Si la intención de este libro es “divulgar” y explicar cómo se dio el paso de una
forma de protesta y acción colectiva “antigua” a una moderna tal vez sea
excesivamente pesado para el lector medio, al que le pueden abrumar las
cifras y los datos que, sin embargo, tanto sentido le dan a la obra cuando la
lee un Historiador. Aún así, la obra de Francisco Sánchez Pérez es un espejo en
el debiéramos mirarnos todos los aprendices de historiador a la hora de
afrontar una investigación.
6 Hobsbawm, E. J. “La era de la revolución. 1789-1848”. Labor Universitaria. 1991. Pág. 5 Prefacio.