TESIS DE MAESTRIA
RÉGIMEN ELECTORAL Y SISTEMA DE PARTIDOS.
La Influencia de la ley de lemas sobre el sistema de partidos en la provincia de
Santa Fe.
Autor: Silvia Alicia Robin
Director: Hugo Quiroga
RÉGIMEN ELECTORAL Y SISTEMA DE PARTIDOS.
La Influencia de la ley de lemas sobre el sistema de partidos en la provincia de
Santa Fe.
INDICE
INTRODUCCIÓN Pag. 4
PRIMERA PARTE: Sistema electoral y sistema de partidos en la Argentina. Pag. 12 I. Singularidades del régimen electoral Argentino. Pag. 12 II. La configuración partidaria desde el retorno a la democracia hasta la reforma constitucional. Pag. 14 III De la reforma constitucional al colapso institucional Pag. 20 IV. Después del derrumbe. Pag. 28
SEGUNDA PARTE: Características y efectos de la ley de doble voto simultáneo Pag. 32 I. El sistema político santafesino Pag. 32 II. Los cambios en la legislación electoral. Pag. 34 III. Principales rasgos de La ley de lemas y sus derivaciones generales sobre los partidos y el sistema de partidos a nivel provincial. Pag. 38 IV. Los efectos sobre la organización partidaria. Pag. 39 IV-1. Disgregación del perfil ideológico y debilitamiento organizacional Pag. 40 IV-2. Identidad versus liderazgos Pag. 42 IV-3. Fortalecimiento de los localismos Pag. 46 IV-4. Debilitamiento institucional y transformación del modelo.
Pag. 47
V. Los efectos sobre el sistema de partidos. Pag. 49 V.1- El fortalecimiento de la bipolaridad. Pag. 49 V.2- Doble voto simultáneo y calendarios diferidos. Pag. 50 V.3- Autonomía de la configuración partidaria santafesina e influencia sobre la arena nacional. Pag. 53
TERCERA PARTE: Sistemas de partidos y liderazgos en territorio Santafesino Pag. 58 I. La configuración partidaria santafesina antes de la ley del doble voto simultáneo.
Pag. 58
II. El primer impacto. Pag. 63 III. La gestación de una nueva configuración partidaria. Pag. 67
2
IV. Rupturas y continuidades. Pag. 77 V. Fragilidad en la configuración partidaria santafesina Pag. 78 VI. Los comicios que marcaron el final del sistema. Pag. 88
CONCLUSIONES Pag. 97
BIBLIOGRAFÍA. Pag. 100
ANEXO ESTADISTICO Pag. 105Cuadro A.I. -Provincia de Santa Fe. Elecciones para gobernador1983-2003
Pag. 106
Gráfico A.I -Provincia de Santa Fe. Elecciones para Gobernador 1983-2003
Pag. 106
Cuadro A.II. -Provincia de Santa Fe. Elecciones para diputados nacionales 1983-2003
Pag. 107
Gráfico A.II. -Provincia de Santa Fe. Elecciones para diputados nacionales 1983-2003
Pag. 107
Cuadro A.III. -Provincia de Santa Fe. Elecciones para gobernador1991
Pag. 108
Cuadro A.IV. -Provincia de Santa Fe. Elecciones para gobernador1995
Pag. 109
Cuadro A.V. -Provincia de Santa Fe. Elecciones para gobernador1999
Pag. 110
Cuadro A.VI. -Provincia de Santa Fe. Elecciones para gobernador2003
Pag. 111
Cuadro A.VII. -Provincia de Santa Fe. Índice de concentración 1983-2003
Pag. 111
Cuadro A.VIII. -Ciudad de Rosario. Elecciones para gobernador 1995
Pag. 112
Cuadro A.IX. -Ciudad de Rosario. Elecciones para intendente 1995 Pag. 113Cuadro A.X. -Ciudad de Rosario. Elecciones para concejales 1995 Pag. 114Cuadro A.XI. -Ciudad de Rosario. Elecciones para gobernador 1999 Pag. 115Cuadro A.XII. -Ciudad de Rosario. Elecciones para intendente 1999 Pag. 116Cuadro A.XIII. -Ciudad de Rosario. Elecciones para concejales 1999 Pag. 117Cuadro A.XIV. -Ciudad de Rosario. Elecciones para concejales 2001 Pag. 118Cuadro A.XV.- Ciudad de Rosario. Elecciones para gobernador 2003 Pag. 119Cuadro A.XVI. -Ciudad de Rosario. Elecciones para intendente 2003 Pag. 120Cuadro A.XVII. -Ciudad de Rosario. Elecciones para concejales 2003
Pag. 121
3
RÉGIMEN ELECTORAL Y SISTEMA DE PARTIDOS.
La Influencia de la ley de lemas sobre el sistema de partidos en la provincia de
Santa Fe.
Introducción
El grado de incidencia que los sistemas electorales tienen sobre la dinámica general del
sistema político, la influencia directa que tienen tanto sobre el sistema de partidos como en la
organización interna de los mismos, y la búsqueda de regularidades en esa interacción ha sido
una de las problemáticas privilegiadas en el campo de la ciencia política. El trascendente estudio
de Maurice Duverger de comienzos de la década del cincuenta, en el cual estableció sus “leyes”,
y las respuestas de Douglas Rae y William Riker, más los sucesivos aportes de Giovanni Sartori,
Arent Lijphart y Dieter Nohlen, constituyen la columna vertebral sobra la cual se apoyan análisis
más recientes.
La importancia de las reglas electorales sobre el sistema de partidos radica en que las
mismas delimitan las condiciones en las cuales se llevará a cabo la competencia política y
establecen los requisitos exigibles para obtener las diferentes categorías de premios derivados de
la disputa por el poder. Asimismo, la creación y adopción de estas normativas no es un elemento
externo a los propios intereses de los representantes que las formulan. En consecuencia, los
análisis no pueden circunscribirse únicamente al estudio de los dispositivos de la legislación
electoral, sino que deben tener en cuenta las complejidades del entorno ambiental dadas por la
totalidad de las condiciones institucionales, ideológicas, históricas y sociales donde dichas
regulaciones surgieron y operan. De esta forma, la cristalización de un sistema de partidos
determinado puede describirse como el resultado del vínculo entre la dimensión histórica de las
estructuras sociales, por un lado, y de los factores institucionales, por otro.
En este último sentido, tampoco se debe obviar que las reglas electorales y la influencia
de éstas sobre el sistema de partidos se encuentran condicionadas por las características globales
del régimen político en el cual actúan. Los trabajos de Linz, Nohelen, Shugart y Mainwaring,
Sartori y Alcántara, entre otros, han aportado, desde diferentes perspectivas, interesantes
argumentos para dilucidar la influencia que ejerce el presidencialismo sobre los sistemas de
4
partidos, muchos de ellos haciendo eje fundamentalmente en el análisis de los contextos
latinoamericanos.
Por otra parte, en las últimas dos décadas se ha ido acentuando una preocupación sobre la
posible mutación de los principios representativos que definieron la forma de relación entre
ciudadanos y gobiernos durante la segunda mitad del siglo XX. Se pone énfasis en considerar que
la institución partido político ha alterado su naturaleza, su forma y su funcionamiento, de la
misma manera que las relaciones entre los partidos han sufrido también un significativo proceso
de innovación. Parecería haberse agotado aquella organización partidaria de una considerable
complejidad institucional, que constituía el vínculo representativo de determinados intereses
sectoriales de la sociedad y que, dotada de una identidad cultural e ideológica, otorgaba a sus
simpatizantes un claro sentimiento de pertenencia (Manin, 1998). Como parte de este proceso de
“metamorfosis” se han ido configurando nuevos tipos de agrupaciones como los denominados
"atrapalotodo" (Kirchheimer, 1966) y los partidos cartel (Katz y Mair, 1995).
Que los partidos ya no conserven la relevancia de antaño como ejes organizadores de la
vida política y hayan visto debilitada su clásica función de mediación ante el avance de medios
tecnológicos que revolucionaron las formas de comunicación y de interrelación entre los
individuos, no significa que hayan desaparecido completamente de la escena. Si bien sus
estructuras internas mutaron, se debilitaron las cosmovisiones ideológicas que los sustentaban,
disminuyó la extensión de sus organizaciones, se hicieron más flexibles y se adaptaron a nuevas
circunstancias y, en su interior, se alteraron las relaciones entre líderes y cuadros; aún así, y a
pesar de esos cambios, siguen siendo los principales ordenadores del juego político institucional
en todas las democracias occidentales porque mantienen el monopolio de la representación legal
y, en consecuencia, de ellos surgen quienes serán responsables de tomar las máximas decisiones
gubernamentales de un Estado.
Paralelamente a estos cambios se ha podido verificar un incremento en la libertad política
por parte de los ciudadanos, que cada vez más dejan de permanecer adscriptos a una
identificación fijada por tradiciones. Esta autonomía que resiente las lealtades y filiaciones
partidarias, se manifiesta en una creciente fluctuación y volatilidad del sufragio que vuelve más
dinámica e imprevisible la escena electoral.
Por otra parte, si los resultados de los comicios constituyen el pilar sobre el que se asienta
la legitimidad de la representación democrática, las regulaciones legales y procedimentales que
los ordenan y controlan tienen una importante influencia sobre la totalidad del sistema político.
5
Un sistema electoral puede ser definido como un conjunto de mecanismos por lo cuales
las preferencias de los ciudadanos se transforman en votos y estos votos se traducen en cargos
gubernamentales que se distribuyen entre los partidos e individuos que compiten en elecciones
libres (Molinnelli, 2003). Estas estructuras complejas están compuestas por una cierta cantidad de
elementos que pueden ser combinados de diversas formas.
Los indicadores a tener en cuenta para el análisis de un sistema electoral varían de
acuerdo a los autores. Nohlen considera cuatro áreas de importancia: la distribución de las
circunscripciones electorales, la selección de las candidaturas, los procedimientos de votación y
la conversión de votos en escaños -en la cual incluye la problemática de las fórmulas electorales
y el umbral electoral- (Nohlen, 1993).
Liphart, en cambio, establece cuatro dimensiones relevantes para analizar los efectos
políticos de los sistemas electorales, y otras cuatro de menor influencia, pero no por ello
insignificantes. Los primeros comprenden: la fórmula electoral –mayoritarias o de
representación proporcional-, la magnitud de la circunscripción, el umbral electoral y el tamaño
de la asamblea. Dentro de las segundas enumera: la estructura del voto, la desproporcionalidad de
los distritos electorales -malapportionment-, la diferencia entre elecciones legislativas de sistemas
presidencialistas y parlamentarios y la posibilidad de unión de listas -apparentement- (Liphart,
1995).
Por otra parte, algunos estudios especializados en observar la evolución de las elecciones
en sistemas presidencialistas, sobre todo de aquellos estados con estructura federal, han
comenzado a poner el acento en otro elemento del régimen electoral que no fue tenido en cuenta
por los estudios clásicos: la importancia de la simultaneidad o no de los calendarios electorales
para las diferentes instancias: ejecutivas, legislativas de niveles nacionales y provinciales
(Shugart, 1995; Jones, 2002)
Otro de los puntos de discusión entre los especialistas en sistemas electorales se encuentra
en la posibilidad de establecer las consecuencias generalizables que los diferentes mecanismos
tendrían sobre la configuración de un determinado sistema de partidos. En este sentido, el análisis
de los mismos ha sido un tema de interés por la relación que podría establecerse entre la forma de
aquéllos y el rendimiento y/o la estabilidad del sistema político en su conjunto.
Nohlen relativiza su influencia al afirmar que es sólo un factor entre otros, y que es
preciso un análisis histórico concreto en cada caso para averiguar si el sistema electoral tiene una
función más directa que otros elementos en la proyección ejercida sobre la estructuración de un
6
sistema de partidos en particular: Asimismo sostiene que sus efectos dependen de condiciones
socioestructurales y políticas coyunturales que fortalecen o desvían las posibles derivaciones de
su diseño original. Por lo tanto, alega que resulta muy difícil establecer patrones generales de
comportamiento de los actores políticos emanados de los efectos de las reglas electorales, a partir
de lo cual discute la posibilidad de formular proposiciones universales que permitan diagnosticar
con exactitud cuales serán las consecuencias concretas de la aplicación de cada uno de ellas
(Nohlen, 1995).
Por el contrario, Sartori es uno de los autores que más ha insistido sobre la relevancia del
tema y, desde una perspectiva opuesta a la anterior, sostiene - siguiendo la tradición iniciada por
Duverger y continuada por Rae-, que dentro del marco de las limitaciones que ofrecen las
ciencias sociales para la enunciación de leyes explicativas de los fenómenos observables, es
posible establecer algunos enunciados generalizables que orienten el análisis comparado de la
influencia de los sistemas electorales sobre las configuraciones partidarias de diferentes Estados
(Sartori, 1994).
Más allá de las diferencias en el énfasis de la posibilidad de establecer patrones de
regularidad sobre las consecuencias que el régimen electoral puede tener sobre el formato del
sistema partidario, es indudable que las normas que lo componen tienen una influencia directa
sobre los actores que participan en la disputa por los sufragios, ya que aquéllas delimitan el
ámbito de competencia, disponen los requisitos que deben tener quienes deseen intervenir y
establecen la forma de repartir los premios. En este sentido las leyes electorales actúan como una
“constricción institucional” que apunta a estructurar los escenarios –electoral y parlamentario-,
donde participan las fuerzas políticas (Panebianco, 1993).
En síntesis, un régimen electoral, si bien no es el único factor determinante, ejerce una
influencia destacada en la conformación de los sistemas de partidos, ya que disciplina las
conductas de los actores en cuanto a su interacción para competir o colaborar. De esta forma,
ellos se relacionan con las reglas electorales y ambos inciden en el rendimiento y la estabilidad de
los regímenes democráticos en su conjunto.
Desde diferentes perspectivas se han ensayado tipologías a partir del énfasis en algunos de
los elementos constitutivos de lo que se considera un sistema de partidos. Los factores a
considerar para una posible clasificación son: el número y tamaño de los partidos, la distancia
ideológica entre ellos, sus pautas de interacción, su relación con los diferentes grupos sociales y
su actitud frente al sistema político (Nohlen. 1994. Ware, 2004).
7
El número de partidos ha sido el criterio predominante para realizar clasificaciones y la
tipología elaborada por Sartori a mediados de la década del setenta -con algunas alteraciones
posteriores- ha sido el esquema más difundido y utilizado en política comparada. En este sentido,
ese autor utilizó en primer lugar la variable número de partidos relevantes, es decir aquellos que
tienen una gravitación tal que pueden llegar a ser gobierno por si solos, o a través de una
coalición - potencial de coalición-, o cuya existencia, por lo menos, afecta de alguna manera la
competencia interpartidaria -potencial de chantaje-1. A este criterio clasificatorio le agregó otra
variable: la ideología medida en términos de distancia –para los sistemas de más de un partido- e
intensidad –para las comunidades unipartidistas-. De esta forma, en los sistemas de más de un
partido puede establecerse un modelo de competencia ideológica donde la distancia entre las
diferentes fuerzas políticas es limitada y, por lo tanto, los partidos convergen hacia el centro –
estructura de competencia centrípeta- y otro en el cual existe una tendencia hacia la polarización
ideológica, estableciéndose un tipo de competencia centrífuga.
Posteriormente, otros autores han tratado de profundizar en estas dimensiones,
centrándose en los partidos como organizaciones, y defendiendo la perspectiva según la cual la
dinámica de la lucha por el poder en el seno de la organización ofrece la clave principal para
comprender su funcionamiento así como las relaciones que establece con el entorno. Panebianco
(1982) fijó algunos criterios que permitirían definir el grado de institucionalización de un partido
político. Asimismo, como bien señala Alcántara (1999), dicho autor incorpora una dimensión
especialmente útil para caracterizar los sistemas de partidos -la dimensión temporal o histórica-,
al destacar la impronta que el momento fundacional deja sobre el tipo de organización partidaria.
La literatura especializada consideraba que los sistemas de partidos eran estructuras de
competencia bastante estables, sin embargo, fenómenos recientes observados en los procesos de
redemocratización de América Latina y Europa Oriental han puesto en duda estas afirmaciones.
Un trabajo pionero en el análisis de las interacciones de las fuerzas políticas en América
Latina, centró su atención sobre la estabilidad de la estructura de competencia interpartidaria en
los países de la región a partir de su grado de institucionalización, el cual era analizado a través
de cuatro dimensiones: la estabilidad en las reglas y en la naturaleza de la competencia entre
partidos; el enraizamiento y la permanencia de las banderías partidarias en el seno de las
sociedades; el respeto, arraigo y reconocimiento de la competencia electoral como pilar del
sistema democrático; y la presencia de estructuras partidistas firmemente establecidas, 1 La conocida clasificación de Sartori comprende: sistema de partido único, de partido hegemónico, de partido predominante, bipartidista, de pluralismo limitado, de pluralismo extremo y de atomización.
8
territorialmente extensas, con recursos propios y fuerte organización (Mainwaring y Scully
1995). A partir de esas dimensiones se ensayaba una tipología para ser aplicada a América Latina
y, en consecuencia, se clasificaba a sus estados entre los que tienen un sistema institucionalizado
de partidos, un sistema rudimentario y un sistema hegemónico en transición2.
Posteriormente, en otro estudio específico sobre la región, y a partir de una preocupación
sobre el tema de la gobernabilidad, la calidad y la estabilidad de las democracias en América
Latina, se sugería vincular los factores de institucionalización con las dimensiones clásicas de
número efectivo y grado de polarización ideológica de los partidos, para trabajar la tensión
permanente entre representatividad e institucionalización que caracterizaría los sistemas partidarios
en este continente.3. Asimismo se relativizaba la posibilidad de diseñar modelos de
institucionalización generalizables a la fisonomía latinoamericana; ya que se advertía que las
profundas mutaciones que experimentó el sistema partidario en América Latina estaban
fuertemente vinculadas con la aparición de nuevos clivajes y actores sociales que buscaron
expresarse en la arena política (Alcántara, 1999).
En la Argentina la preocupación por los sistemas electorales y su influencia sobre las
organizaciones partidarias y los sistemas de partidos ocupó un lugar preponderante a comienzos
de la recuperación democrática (Cavarozzi, 1983; Catterberg, 1985; Colombo y Palermo, 1985;
Garcia Delgado, 1987; Botana, 1985 y De Riz,1992).
En los noventa, y como consecuencia de las transformaciones institucionales producidas a
partir de la reforma constitucional del ‘94, una variedad de estudios han centralizado su análisis
en la calidad de la democracia argentina. De esta forma se han analizado las transformaciones de
los vínculos identitarios, la fragmentación de las fuerzas tradicionales, el faccionalismo y el
surgimiento de liderazgos delegativos en relación con la evolución de los atributos de la
ciudadanía (Quiroga, 1997; Cheresky, 1999; Nun, 1998; O´Donnell, 1997; Botana, 1995; Auyero,
1997).
Por otra parte, si bien el sistema de partidos en Argentina ha estado en continua mutación
desde el reinicio del ciclo democrático -fundamentalmente en los espacios provinciales-, la crisis
de 2001 y las elecciones presidenciales de 2003 aparecen como el momento culminante de
2 Mas allá de la importancia de las categorías conceptuales propuestas, el criterio ordenador de este trabajo publicado en castellano en 1995 ha sido superado por la vertiginosa transformación de algunos sistemas partidarios de la región. El caso de Venezuela es el más llamativo, ya que Mainwaring y Scully lo daban como un ejemplo de uno de los sistemas partidarios más institucionalizados.3 Las conclusiones de este trabajo discuten algunas de las premisas elaboradas por Sartori, ya que se afirma que en América Latina coexisten sistemas bipartidistas con niveles de polarización elevados con sistemas pluripartidistas con bajos niveles de polarización.
9
reconfiguración de todo el espectro partidario, lo que produjo una renovada atención especulativa
sobre ellos. (Cavarozzi y Abal Medina, 2003, Adrogue y Armesto, 2002, Leiras, 2003, 2007;
Torre, 2003, Quiroga, 2004, Cheresky, 2003, 2004, 2005).
Paralelamente comenzó a desarrollarse una creciente preocupación sobre el estudio de las
fuerzas políticas en los ámbitos subnacionales, particularmente en lo relacionado a los partidos y
sistemas de partido. Esta preocupación esta fundada en la apremiante actividad reformadora
llevada a cabo en los espacios provinciales. Esta dinámica de cambios y transformaciones -38
innovaciones electorales y 32 reformas constitucionales- se inició con mucha anterioridad al
quiebre institucional de 2001, acelerando, en las arenas provinciales, un proceso de
fragmentación de las fuerzas políticas tradicionales -radicalismo y justicialismo-, y posibilitando,
de esta forma, la consolidación de liderazgos regionales que luego tuvieron proyección sobre la
escena nacional.
Se podría afirmar, entonces, que se ha producido una progresiva separación de los
sistemas políticos provinciales de la competencia nacional. Los calendarios comiciales dejaron de
ser coincidentes para dar mayor autonomía a los electorados de acuerdo a los intereses y
necesidades de las fuerzas predominantes en cada espacio territorial (Oliveros y Scherlis, 2004;
Calvo y Escolar, 2005).
Es precisamente en esos ámbitos donde las organizaciones partidarias elaboran sus
transformaciones y se mantienen o destruyen liderazgos y alianzas, donde muchos “caciques” se
recluyen para resistir y/o fortalecerse ante los “derrumbes nacionales”.
De esta forma se puede afirmar que, al compás de la consolidación del sistema
democrático en la Argentina, se ha ido produciendo una descentralización espontánea o por lo
menos no premeditada de los partidos nacionales (Escolar y Calcagno, 2004). Como
consecuencia de ello, y en consonancia con el régimen federal, cada provincia ha construido un
sistema político propio donde se combinan reglas y tradiciones político-partidarias particulares.
En este contexto la legislación electoral de Santa Fe ha sido objeto de modificación en dos
oportunidades en el transcurso de quince años, pero éstas afectaron únicamente a la forma de
selección de los candidatos. Sin embargo, la entrada en vigencia de la ley de doble voto
simultáneo, a comienzos de la década del noventa, produjo lentas pero continuas alteraciones
sobre la configuración partidaria de la provincia.
El presente trabajo consta de cinco partes, incluyendo esta Introducción, de índole teórico-
conceptual. En la segunda, de carácter contextual, se realiza una síntesis de los principales
10
cambios experimentados por el régimen electoral nacional y su proyección sobre el sistema de
partidos desde comienzos del período de recuperación de la democracia hasta 2003. La tercera
sección aborda la influencia ejercida por la ley de doble voto simultáneo, aplicada a partir de
1991 en la Provincia de Santa Fe, sobre la estructura interna de las organizaciones políticas, así
como sobre los patrones de competencia y colaboración entre ellas, en tanto en la cuarta parte se
analiza la evolución del sistema de partidos en ese ámbito territorial durante el período de
vigencia de dicho régimen electoral, haciéndose una mención especial sobre la ciudad de Rosario.
Finalmente, se resumen las principales conclusiones que sugieren los resultados del presente
estudio.
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PRIMERA PARTE
Sistema electoral y sistema de partidos en la Argentina.
I. Singularidades del régimen electoral Argentino.
La leyes electorales que regulan el régimen de representación en la Argentina presentan
una serie de complejidades que provienen de la conjugación de un sistema político
presidencialista con representación bicameral en un Estado de estructura federal. Los laberintos
del Sistema Electoral Argentino surgen de la existencia de múltiples arenas electorales –nacional,
provincial y local- donde se eligen una amplia gama de autoridades ejecutivas y legislativas.
Cada provincia tiene autonomía para fijar el régimen de elección de autoridades en su territorio y
establecer que las mismas se lleven a cabo o no en la misma fecha que la de autoridades
nacionales. Sin embargo, a simple vista, las complicaciones surgidas del entrecruzamiento de
dichos factores se han mantenido disimuladas por la visibilidad que tiene la elección a presidente
y vicepresidente por voto directo4 en un distrito único nacional (Calvo, 2001).
La gran diversidad de regímenes electorales provinciales difieren respecto a la fórmula
que se utiliza para elegir representantes, la cantidad de distritos en su interior, la magnitud de los
mismos, el número de cámaras y su forma de renovación. Este intrincado damero de situaciones
comiciales ha sido el resultado de las sucesivas reformas constitucionales realizadas desde 1985
en todos los distritos5. A dicho ímpetu constitucionalista, incrementado después de la reforma de
la Constitución Nacional del ‘94, se deben sumar los múltiples cambios específicos sobre la
legislación electoral para modificar ciertos aspectos particulares de las mismas.6.
Estas transformaciones en los espacios subnacionales tuvieron consecuencias sobre la
arquitectura política a nivel nacional, porque los distintos escenarios de competencia le permiten
a las fuerzas que intervienen obtener plazas institucionales y, por ende, recursos claves en
provincias y municipios, a partir de los cuales elaboraron estrategias para incidir en juegos
4 El voto directo se instala en 1994 a través de la reforma constitucional. Para las elecciones del ‘83 y del ‘89 regía el Colegio Electoral para la elección presidencial, aunque en ninguna de los dos casos fue necesario reunirlo. 5 Algunas provincias han modificado su Constitución en más de una oportunidad. Santa Fe es la única provincia que no ha reformado su Carta Magna.6 Elevación de umbrales nominales para acceder a la distribución de las bancas, reducciones de las magnitudes de los distritos, estrategias de redistritado y, quizás, una de las más extendidas: la utilización del doble voto simultáneo para la selección de las candidaturas.
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mayores. Por lo tanto, cada vez más desde el retorno a la democracia, el sistema partidario
argentino se estructura y modifica desde los espacios provinciales.
El presidencialismo y la selección de Diputados Nacionales7, a través de listas cerradas y
bloqueadas, amortigua la excesiva fragmentación y coloca un incentivo para la conformación de
organizaciones –partidos o coaliciones- de extensión nacional.
Otro elemento a tener en cuenta es la proporcionalidad de la Cámara Baja, que en
principio se advierte como simple y semejante en todo el país -se aplica la fórmula D’Hont con
umbral del 3% en cada provincia como distrito único-, la misma manifiesta toda su complejidad
al considerarse la heterogénea distribución de la población en el territorio nacional que determina
una variabilidad de la magnitud de los distritos.
Estas diferencias influyen sobre la posibilidad de obtener una representación equivalente
de las fuerzas minoritarias en todas las provincias. En los distritos grandes es posible reflejar una
mayor proporcionalidad, mientras en los chicos se tiende hacia marcados sesgos mayoritarios,
situación a partir de la cual el número efectivo de los partidos compitiendo en las elecciones
nacionales a tendido a comprimirse en las provincias de menor población y a expandirse en los
distritos de extenso electorado, donde la alta proporcionalidad favorece la fragmentación (Calvo,
2001).
Otra cuestión interesante para la evaluación del régimen electoral combinado con la forma
de gobierno presidencialista y la estructura federal del país reside en la trama compleja que
resulta de los diferentes períodos de duración del ejecutivo nacional y de los diputados, -
renovación por mitades cada dos años-, y la no coincidencia del mandato del presidente con los
ejecutivos provinciales. Esto supone un entrelazamiento de calendarios electorales, donde el
resultado de cada uno de los juegos en diferentes tableros tiene consecuencias para la
gobernabilidad y la estabilidad de todo el sistema político nacional.8
Asimismo, un elemento novedoso que ha intervenido en el juego electoral de los últimos
años en la Argentina ha sido la manipulación de los calendarios electorales para hacer que los
comicios para diferentes cargos a nivel nacional y/o provincial fueran coincidentes o no. El
desdoblamiento de las fechas para las elecciones puede darse en tres situaciones diferentes: entre
comicios para cargos ejecutivos y legislativos a nivel nacional, para cargos nacionales y
7 La Cámara se compone de 257 Diputados electos en 24 distritos plurinominales por un lapso de 4 años y se renueva por mitades cada 2.8 La reforma constitucional del ‘94 produjo cambios, ya que acortó el ciclo presidencial y lo hizo coincidente con el de los Gobernadores a la vez que agregó la elección directa de Senadores .
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provinciales, y para los casos de legislativas nacionales en los diferentes distritos. La
coincidencia o no de estas diferentes instancias produce diversas consecuencias sobre el sistema
de partidos y el régimen político en general, las cuales se relacionan con el “efecto arrastre” –
aún existiendo la eventualidad del corte de la boleta electoral- de aquella instancia que el
electorado visualiza como fundamental sobre el resto de las que se eligen en forma simultánea.
En el caso de la simultaneidad de comicios presidenciales con legislativos, los primeros
traccionan las preferencias hacia la lista de legisladores de su propia fuerza, a la vez que ejercen
una influencia decisiva sobre el sistema de partidos, reduciendo su número, y sobre la formación
de las mayorías parlamentarias que apoyan al ejecutivo nacional (Noelen, 1995; Mainwaring y
Shugart, 2002).
Por otra parte, la elección de los gobernadores suele ejercer una atracción superlativa
sobre el electorado, incluso a veces comparable a la del ejecutivo nacional9. Por lo tanto, en el
caso de coincidir comicios presidenciales y de gobernador, las consecuencias del arrastre son
inciertas. Asimismo la evidencia empírica manifiesta que la elección para gobernador se impone
en el alineamiento de las adhesiones sobre la de legisladores nacionales.
Los diferentes actores de la política argentina han comenzado a ver en la capacidad de
fijar el cronograma electoral uno de los elementos de mayor peso relativo sobre el resultado final
de los comicios y, por lo tanto, el mismo es valorado como una herramienta más de la que
disponen los gobernantes para la competencia electoral (Oliveros y Scherlis, 2004).
II. La configuración partidaria desde el retorno a la democracia hasta la
reforma constitucional.
El P.J. y la U.C.R. inauguraron el ciclo democrático en una situación de mutua y abierta
competencia; de esta forma se retornó a una institucionalidad que recuperó la tradición del
Colegio Electoral para elegir la fórmula presidencial10. La elección de los senadores nacionales se
mantuvo a través de las legislaturas provinciales y por el Colegio Electoral en la Capital Federal.
Por su parte, para los Diputados Nacionales –elegidos en 24 distritos electorales plurinominales-
9 La importancia de los gobernadores ha aumentado a partir de la década de los 90 como consecuencia de las políticas de descentralización implementadas, que derivaron hacia las provincias funciones y responsabilidades que antes eran ejercidas desde el poder ejecutivo nacional.10 Los decretos ley 22.838 y 22.847 firmados en 1983 por el último presidente de la dictadura militar, Gral Reynaldo Bignone, restablecieron las reglas electorales esenciales. El primero fija el sistema D’Hont y el segundo eleva el número de diputados por distrito.
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se siguieron utilizando las listas partidarias bloqueadas. La distribución de las bancas se
realizaba proporcionalmente a través del sistema D’Hont con un umbral del 3% del padrón,
elevándose el piso mínimo de diputados a 5 por distrito con la excepción de Tierra del Fuego11.
Esta disposición alteró el sistema establecido por la constitución de 185312 e introdujo un fuerte
componente de sobrerrepresentación de los distritos más pequeño. La combinación de estos dos
elementos produjo una distorsión de la proporcionalidad ya que las provincias más pequeñas
tienen un plus de representación (Cabrera, 2001).
En 1983 la escena política fue ocupada por los dos contendientes tradicionales -peronistas
y radicales- que discutían sus proyectos sobre el telón de fondo de sus identidades históricas y sus
anclajes sociales. Los primeros reivindicaban la justicia social que remitía a un pasado próspero
para los trabajadores. El radicalismo, en cambio, buscó el favor de las clases medias urbanas a
partir de un discurso que revalorizaba la institucionalidad democrática, incompatible con la
supervivencia de intereses corporativos.
El sorpresivo triunfo de la U.C.R.13 delineó una nueva arena de competencia. La derrota
del peronismo en elecciones sin ningún tipo de proscripciones puso fin al mito de su
invulnerabilidad, vislumbrándose la posibilidad efectiva de instituir un sistema bipartidista.
Después de 10 años sin comicios, se votó en un solo acto para todos los cargos en todas las
instancias de gobierno a nivel nacional, provincial y municipal. El electorado se expresó
categóricamente, produciéndose una notable polarización entre los candidatos de las dos partidos
mayoritarios –U.C.R.: 51,7% y P.J.: 40,2%-, característica propia de un sistema presidencialista
donde la apuesta al premio mayor arrastra a otros juegos. La disminución de aquélla en la arena
legislativa permitió el acceso de otras agrupaciones, algunas de las cuales eran representativas de
intereses regionales.14.
La situación en el Senado, derivada de la conformación de las respectivas Asambleas
Legislativas, fue completamente diferente, ya que de las 46 bancas existentes el P.J. ocupó 21, el
radicalismo 18, y las 7 restantes se repartieron entre los partidos de origen provincial. Por lo
11 Tierra del Fuego fue territorio nacional hasta 1991; durante ese período su representación se reducía a 2 diputados.12 La Constitución del ‘53 establecía que cada distrito provincial tendría una cantidad de diputados en función a la relación entre la cantidad de población de cada distrito y una cifra repartidora a establecer.13 El triunfo del candidato radical, avalado por el 51,75 % del electorado, significó un hito histórico, ya que superó aquel 49% alcanzado por la fórmula "Perón-Perón" en 1973. El imponerse en 17 de los 24 distritos le permitió a la Unión Cívica Radical formar Colegio Electoral propio.14 En Diputados el oficialismo logra 50,8% sobre un total de 254 bancas, en tanto el P.J. conservaba un importante poder de presión con el 43,7% de las mismas. El espectro partidario de la cámara baja se completaba con 3 legisladores correspondientes al Partido Intransigente, liderado por Oscar Alende, 2 de la Unión del Centro Democrático y 9 representantes de fuerzas provinciales.
15
tanto, este régimen electoral, en un estado federal con sistema presidencialista de gobierno y con
elecciones para el ejecutivo y el legislativo nacional coincidentes promueve, por un lado, un
bipartidismo –elección del presidente en colegio electoral por simple mayoría-, y, por otro, abriga
un componente multipartidista, ya que la lista completa y bloqueada por distrito provincial, que
se utiliza para la elección de los diputados nacionales, permite el acceso al parlamento de fuerzas
menores con arraigo provincial. Es por ello que algunos estudios colocan la media del número de
partidos efectivos en el parlamento en este período en 2,6 (Mainwaring y Shugart, 2002).
Los resultados obtenidos en el momento fundacional de la democracia descubrían un país
plural; había surgido una arena legislativa y una distribución del poder en las provincias que
favorecían una política de acuerdos entre las dos fuerzas mayoritarias15. Sin embargo, el jefe
radical, convencido de su origen plebiscitario y de que el peronismo no podría restablecerse de la
derrota sufrida, en consonancia con la cultura política tradicional argentina que valoraba los
personalismos fuertes, apostó a un diseño de partido predominante16.
A partir de la primera gran derrota legislativa del oficialismo en el debate sobre la
legislación sindical, la actitud del gobierno fue eludir la confrontación parlamentaria y reforzar la
iniciativa política del ejecutivo17. Para el justicialismo, en cambio, el Parlamento se constituyó en
el ámbito privilegiado de expresión, ya que las bancas obtenidas eran tanto la reafirmación de su
representatividad como el espacio necesario para la construcción de nuevos liderazgos dentro del
partido y hacia la sociedad18 (De Riz 1993).
Las elecciones de 1985 para la primera renovación de la Cámara de Diputados de la
Nación fue favorable al oficialismo, que aumentó el número de escaños19. Sin embargo, dos años
más tarde se produjeron juegos simultáneos en varias arenas: renovación parcial de Diputados
Nacionales, y de autoridades en los territorios provinciales. Los resultados evidenciaron un
15 Diputados con predominio de la U.C.R. y un Senado con mayoría justicialista y representación de otras fuerzas. A su vez, en las elecciones para gobernador el radicalismo había triunfado en ocho provincias (Buenos Aires, Córdoba, Entre Ríos, Misiones, Mendoza, Río Negro, Chubut y Tierra del Fuego) y el peronismo lo había hecho en doce (Santa Fe, Chaco, Formosa, Santiago del Estero, Tucumán, Salta, Jujuy, La Rioja, Catamarca, San Luis, La Pampa y Santa Cruz), en tanto en Corrientes había ganado el Pacto Autonomista-Liberal, en Neuquén, el Movimiento Popular Neuquino y en San Juan, el bloquismo.16 En la política argentina los fuertes liderazgos de Irigoyen y Perón, y la preeminencia del radicalismo en la primera parte del siglo XX y del peronismo después de 1945, había forjado una cultura política que valoraba los ejecutivos fuertes y que no alentaba la cooperación entre las fuerzas políticas adversarias.17 En temas como la reforma constitucional –con propuestas de cambios hacia un parlamentarismo-, el traslado de la capital y medidas de política económica -Plan Austral-.18 El justicialismo produce un fuerte debate interno y surge una corriente que intenta renovar prácticas y cuadros dirigentes.19 El éxito del radicalismo fue una consecuencia directa de las desavenencias al interior del Justicialismo que en la mayoría de los distritos presentaron dos listas separadas.
16
acentuado descontento sobre la política nacional20. La U.C.R. pudo conservar solo dos provincias
y perdió la mayoría en Diputados. Esta situación desencadenó un fuerte debate interno que pone
de manifiesto el grado de heterogeneidad ideológica del partido y el debilitamiento, en alguna
medida, del liderazgo de Alfonsín.
En 1989 la disputa electoral por la presidencia se llevó a cabo en medio de un agudo y
acelerado proceso hiperinflacionario que podía tener imprevisibles consecuencias para la
perdurabilidad del régimen democrático. La crisis había llevado a la sociedad a los límites de la
gobernabilidad y había debilitado la confianza en el gobierno, al punto de tener que anticipar los
comicios presidenciales.
Peronistas y radicales constituyeron frentes electorales con fuerzas menores. Por un lado,
el FREJUPO (Frente Justicialista de Unidad Popular)21 con la fórmula Menem–Duhalde y, por el
otro, la Confederación Federalista Independiente (una alianza de partidos provinciales),
encabezada por el gobernador de Córdoba, Eduardo Angeloz -candidato del radicalismo-,
acompañado por la senadora jujeña Cristina Guzmán.
El debate ideológico asumió un formato diferente al de 1983, el escenario económico
atravesaba las campañas y se convirtió en el tema excluyente. El radicalismo prometía austeridad
y ajuste del gasto público para sobrellevar la crisis, mientras el candidato justicialista apelaba a la
"revolución productiva” y el “salariazo".
Los resultados sepultaron abruptamente todas las especulaciones tejidas sobre una posible
negociación en el Colegio Electoral. La sociedad nuevamente decidió dar una respuesta
categórica y sin apelaciones, plasmándose una vez más la vocación de elección directa al
momento de elegir la Primera Magistratura.. La fórmula presidencial del FREJUPO ganó en
todos los distritos del país, aún en aquellas provincias gobernadas por el radicalismo como
Córdoba y Río Negro y también en la Capital Federal, tradicional bastión antiperonista. En estas
elecciones la fórmula justicialista obtuvo un 49,4% de sufragios contra un 37% de la UCR, lo que
representa una pérdida de casi 15 puntos con respecto a 1983. Si bien la polarización había
disminuido, seguía siendo lo suficientemente alta como para que no se vislumbrara la posibilidad
de una tercera fuerza en el escenario político con posibilidades de acceso a la presidencia.
20 El descontento estaba causado por el fracaso del Plan Austral en el orden económico a la vez que los diferentes alzamientos “carapintadas” y la promulgación de las leyes de Obediencia Debida y Punto Final habían creado, también, rechazo en algunos sectores.21 Partido Justicialista, Partido Demócrata Cristiano, Partido Intransigente, Movimiento. de Integración y Desarrollo, Movimiento Patriótico de Liberación, Partido Social Republicano, Partido del Trabajo y del Pueblo, Partido Conservador Popular y Partido Socialista Autentico.
17
Asimismo, en materia de votos para diputados nacionales se constató que los ciudadanos, para
esta instancia, se comportaron con autonomía, apoyando a otras fuerzas, sobre todo en aquellos
distritos donde existían partidos regionales.
Con respecto al derrotero de las terceras fuerzas nacionales en esta primera etapa, es
interesante observar el cambio ideológico de los partidos que ocupan dicho espacio.
Mientras en las elecciones de 1983 y 1985 este lugar estaba en manos del Partido
Intransigente, que desplegaba consignas de centro izquierda, a partir de 1987 ese lugar fue
ocupado por una fuerza ideológicamente ubicada a la derecha del espectro partidario, la Alianza
de Centro22, que obtuvo casi el 7 % de los votos para presidente y el 10% para diputados.
Carlos Menem accedió al gobierno acompañado por una gran expectativa popular y con
un partido opositor desarticulado, con baja capacidad de respuesta como resultado del desenlace
de la transición23. Por otra parte, el presidente inaugura un estilo de conducción personalista,
desdeñoso de la propia estructura partidaria, enarbolando un estilo de jefatura pragmático que
produjo sucesivos realineamientos en los cuadros del justicialismo. El tradicional peso del poder
sindical fue debilitado, los otrora renovadores se desvanecieron y nuevas figuras, ajenas a la
tradición peronista, fueron integradas al gobierno o impulsadas a incorporarse al mundo de la
política a partir de una popularidad conseguida en otros ambientes24.
Desde el gobierno nacional se implementó un profundo programa de reformas
estructurales, acorde a las recetas del “consenso de Washington”, que rompió con el patrón de
acumulación centrado en el Estado característico de la tradición peronista, y que respondía más
al modelo pregonado en su momento por el candidato opositor. De esta forma, la distancia
ideológica entre las dos fuerzas mayoritarias disminuía y, en un movimiento centrípeto, pero de
traslación hacia una cosmovisión de derecha25, cada uno de los partidos intentaba mostrarse como
el interlocutor de los intereses de una elite económica cuyos beneficios no dependían del
22 Coalición de la U.C.D. con la Democracia Progresista.23 El acta de acuerdo para el traspaso de mando anticipado incluyó una cláusula que obligaba al radicalismo a votar afirmativamente todas las leyes que remitiera el Ejecutivo hasta el 10 de diciembre, momento que asumirían los nuevos diputados peronistas otorgando mayoría propia al P.J.24 Carlos Reuteman como gobernador de Santa Fe y Ramón “Palito” Ortega como gobernador de Tucumán; más tarde, Daniel Scioli como Senador de la Capital Federal.25 “El criterio más frecuentemente adoptado para distinguir la derecha de la izquierda es el de la diferente actitud que asumen los hombres que viven en sociedad frente al ideal de la igualdad. Entendida ésta no como la utopía de una sociedad donde todos son iguales en todo sino como tendencia, por una parte, a exaltar más lo que convierte a los hombres en iguales respecto a lo que los convierte en desiguales y, por otra, en la práctica, a favorecer las políticas que tienden a convertir en más iguales a los desiguales” (Bobbio, 1995).
18
consumo interno. En 1991 los comicios para gobernadores y legisladores nacionales convalidaron
el paquete de reformas, al igual que dos años después, al renovarse la Cámara de Diputados.
Las audaces decisiones en materia de política económica estuvieron acompañadas por
otras no menos tajantes en áreas como relaciones exteriores, derechos humanos, organización
sindical, las que también contrastaban con los principales rasgos identitarios del imaginario
peronista y con las políticas impulsadas por el partido desde oposición durante el gobierno de
Alfonsín. En consecuencia, si bien la fuerte transformación ideológica que produjo Menem en el
justicialismo debilitó el antagonismo peronismo-antiperonismo, introdujo otras dimensiones
conflictivas que buscaron nuevas mediaciones para expresarse.
En este período se iniciaron cambios en las legislaciones electorales provinciales. En
algunos territorios, para enfrentar las divergencias internas y un proceso creciente de
faccionalización del justicialismo, hicieron su aparición las leyes de lemas. Asimismo, algunas
provincias, haciendo gala de su autonomía, decidieron desacoplar la fecha de los comicios
provinciales de la de los nacionales, costumbre que años más tarde se generalizará dando la
fisonomía de ciclos electorales de larga duración.
Los sucesivos triunfos en diferentes arenas electorales provocaron en el presidente y su
séquito un deseo de perpetuación en el poder que se expresaría en una ofensiva para lograr una
reforma constitucional que habilitara la reelección presidencial26. La U.C.R., debilitada, suscribió
el Pacto de Olivos, que permitió el llamado a una Asamblea Constituyente.
La síntesis de estos primeros 10 años de democracia nos revelan un sistema bipartidista
con un relativo grado de institucionalización, porque los actores políticos más significativos
demostraron un compromiso absoluto con la idea de que la única legitimidad posible de un
régimen democrático se obtiene a través de elecciones libres, competitivas y efectivas
(Mainwaring y Scully, 1995) Esta convicción permitió que se atravesaran con fortaleza tanto los
planteamientos militares como las crisis económicas. Por otra parte, las dos principales fuerzas
políticas se presentan como estructuras organizadas, territorialmente extendidas y con recursos
propios.
Los elementos más débiles con respecto al grado de institucionalización se manifestaron
en referencia a la cohesión ideológica de las dos fuerzas predominantes. En este sentido, cabe
acotar que la misma siempre ha sido poliforme y compleja, vinculada a orígenes movimientistas,
26 La misma se desarrollaba en dos frentes: por un lado, amenazaba con apelar al aval de la ciudadanía a través de un plebiscito y, por otro, buscaba una reinterpretación del art. 30 de la Constitución Nacional, a partir de la cooptación, en el Senado, de la voluntad de algunos representantes de partidos provinciales.
19
reticentes a ser encerradas en un clivaje de izquierda-derecha, y que las diferencias entre ellos se
asentaron más en términos culturales en alusión a sus contextos de formación y a los estilos
organizativos que implementaron en sus orígenes27. El radicalismo, imbricado con el inicio
mismo del sufragio universal en la Argentina, se apropió de la imagen simbólica de ser una
fuerza republicana y democrática, atenta al respeto de las reglas que enmarcan la contienda
política. Por otra parte, las transformaciones sociales producidas en el país a mediados del siglo
XX, de las cuales el peronismo se hizo cargo a través del diseño de políticas públicas innovadoras
que expandieron la ciudadanía social, lo colocó simbólicamente como el portador de una
potencialidad transformadora en beneficio de las mayorías populares. Otro punto de
diferenciación eran los principios organizativos que los sustentaban; mientras el radicalismo
tendió siempre a sostenerse sobre una fuerte institucionalización basada en la aceptación de
reglas formales, el peronismo es una clara expresión de una partido constituido en torno a un
fuerte liderazgo carismático.
III De la reforma constitucional al colapso institucional .
Las bases de la Reforma Constitucional fueron convenidas por los líderes de las dos
fuerzas mayoritarias en un núcleo de coincidencias básicas que no podía ser alterado por la
Asamblea Constituyente. En este sentido, el “pacto secreto” entre Menem y Alfonsín mostró los
límites del funcionamiento de una democracia representativa, y la forma en que las negociaciones
políticas se desarrollan a espaldas de la ciudadanía. “La decisión política se privatiza cuando ella
no es trasladada a la esfera pública y se sustrae del debate colectivo” (Quiroga, 2005).
Los grandes temas de la reforma tocaban la estructura y funciones del estado: el equilibrio
de poderes, la atemperación del presidencialismo, la reforma de la justicia, del régimen electoral
y de las relaciones entre la Nación y las provincias. Las principales renovaciones en materia
electoral se relacionaron con la duración del mandato presidencial -que disminuye a 4 años, con
posibilidad de reelección por un mandato consecutivo-, en concordancia con el período de los
gobernadores provinciales28; la elección directa de los senadores29, cuyo número se aumenta a tres
27 Se toma el concepto ideología en referencia al conjunto de creencias y valores que defendía el partido al momento de su fundación (Ware, 2004).28 La disminución del mandato presidencial a cuatro años, coincidiendo con el de diputados nacionales, y autoridades provinciales dan un efecto de simultaneidad que, en principio, pareciera haber sido diseñado para favorecer a los partidos tradicionales con estructuras fuertes y extendidas por todo el país.29 Un antecedente se había dado en 1973.
20
por cada distrito para dar representación a las minorías30 - formato que respondía a la idea de
consolidar una arena bipartidista en el Parlamento Nacional-, y la forma de elección presidencial.
En este último caso se reemplaza el colegio electoral por la elección directa a través de un
sistema de ballotage impuro31.
Aún cuando los sistemas de elecciones directas con doble vuelta están pensados para crear
mayorías absolutas y, de esta forma, legitimar el poder del presidente, en este caso el efecto se
obscureció, ya que un candidato puede llegar a la presidencia con un porcentaje muy por debajo
del exigido en el ballotage clásico, siempre que se enfrente a una oposición fragmentada. Por lo
tanto, la fórmula también operaba como un incentivo para la formación de coaliciones opositoras
(De Riz, 95).
El acuerdo entre los dos partidos mayoritarios para la reforma tuvo consecuencias no
previstas: el surgimiento de una nueva corriente política que encauzó la opinión de aquellos
sectores disgustados con el arreglo bipartidista. De esta forma se originó el Frente Grande, una
nueva fuerza con escasa estructura organizativa y con exiguo arraigo fuera de Capital Federal,
liderada por el entonces diputado Carlos Chacho Álvarez. La misma intentaba aglutinar a
sectores disidentes del peronismo32 con otros provenientes de la Democracia Cristiana, el Partido
Intransigente, líderes de movimientos por los derechos humanos y algunas agrupaciones de
izquierda. En las elecciones para diputados nacionales de la Capital obtuvo el 13,7% de los votos,
pero al año siguiente consigue imponerse en la de convencionales constituyentes con el 37,4% de
los sufragios del distrito, ganando también en la provincia de Neuquén, en tanto en el total del
país reunió un 12% de los sufragios.
Este partido se diferenciaba de las fuerzas mayoritarias por su formato. Sin estructura ni
recursos tradicionales, sus principales referentes apelaban a la opinión pública a través de los
medios de comunicación. Su discurso rechazaba los acuerdos sellados por la U.C.R. y el P.J., y
reclamaba la apertura del núcleo de coincidencias básicas para someterlo a debate. La Asamblea
Constituyente fue el gran escenario donde la figura de Álvarez logra hacerse conocida en todo el
territorio nacional.30 A través de la forma de lista incompleta se asignan dos senadores a la lista partidaria que haya obtenido más sufragios y un tercero a aquélla que le siguiera.31 En este sentido el artículo 97 de la Constitución establece que será proclamado presidente el candidato que en primera vuelta obtenga más del 45% de los votos afirmativos válidamente emitidos o cuando la fórmula que resultara más votada en la primera vuelta hubiera obtenido por lo meno el 40% de los votos afirmativos válidamente emitidos y además existiere una diferencia del 10% respecto al total de votos sobre la fórmula que le sigue.32 La disidencia se fundaba en un rotundo rechazo a la política económica del gobierno, al indulto dado por Menem a los responsables del genocidio y al acercamiento de éste con personajes históricamente antiperonistas, como el almirante Rojas.
21
El Frente Grande siempre tuvo una organización endeble e incompleta, que sus dirigentes
consideraban una virtud más que un déficit. La ausencia de institucionalización33 permitió a sus
líderes, especialmente a Álvarez, ejercer una jefatura con un gran nivel de autonomía. Las
prácticas al interior de la fuerza se basaban en reglas informales que a veces llegaban a
contradecir las pocas disposiciones estatutarias existentes (Abal Medina, 2006). Su ideología se
basaba en un principio de diferenciación con las fuerzas tradicionales, por lo tanto se estableció
un vago concepto que aludía a una nueva forma de hacer política, enfrentado a las viejas prácticas
clientelares de radicales y peronistas. Asimismo se llevaba a cabo una constante apelación a la
ética pública, haciendo eje en una fuerte impugnación a la corrupción y una irrestricta defensa de
los derechos humanos. Sin embargo, estos elementos identitarios tuvieron que ser atemperados
cuando formaron una coalición de gobierno con la U.C.R.
A fines de 1994 el Frente Grande, junto al Partido Socialista Popular –que gobernaba la
ciudad de Rosario-, y al Partido Socialista Democrático, integró el FREPASO junto a un sector
desprendido del peronismo, conducido por el senador nacional José Octavio Bordón,. La disputa
entre los dos referentes fundamentales para encabezar la fórmula presidencial fue dirimida a
través de una interna abierta en la cual triunfó el ex gobernador de Mendoza.
Paradójicamente las elecciones presidenciales de 1995, realizadas bajo las nuevas
disposiciones constitucionales forjadas para permitir la reelección del entonces presidente y
consolidar un sistema bipartidista, mostró por primera vez en cincuenta años un formato de tres
partidos competitivos: el P.J., la U.CR. y el FREPASO.
El escenario electoral del 14 de mayo se presentó surcado por los efectos de un sorpresivo
desequilibrio de las variables económicas derivadas de una crisis internacional; de esta forma,
una sensación de incertidumbre sobre la estabilidad futura permitió que la escisión discursiva
fundamental volviera a asociar gobernabilidad y eficientismo técnico. Por tercera vez desde la
recuperación democrática los ciudadanos se expresaron en forma clara y sin ambigüedades. Los
resultados permiten inferir que la estrategia de poder desplegada por el presidente Menem desde
el Pacto de Olivos obtuvo los resultados esperados: no sólo fue plebiscitado por la mitad de la
población –49,9 %-34, sino que logró la tan ansiada mayoría propia en el Congreso.
33 El FG se dirigía verticalmente desde núcleos de dirigentes a nivel nacional y de las provincias (mesas nacionales y provinciales). Los adherentes de base se nucleaban en torno a ¨ Casas del Frente¨ que se abocarían a problemas locales. La autoridad máxima del partido era una Asamblea Nacional, la cual elegía a un Plenario Nacional como órgano de coordinación de acciones; la conducción ejecutiva se realizaba a través de una Mesa Nacional, compuesta por un delegado de cada una de las regiones (eran seis y nucleaban a las provincias).34 El porcentaje incluye los votos ganados por el candidato a consecuencia de su inclusión en listas de otros partidos. El P.J. como partido, en esta instancia obtuvo el 44,9% .
22
Resultó sorpresiva la pérdida de votos del radicalismo, que quedó desplazado a un tercer
puesto con sólo el 17% de los sufragios35, en tanto el FREPASO reunió casi la tercera parte del
electorado. La irrupción de esta fuerza política tuvo un marcado efecto despolarizador, ya que la
suma de los sufragios para los partidos firmantes del “Pacto de Olivos” en la instancia
presidencial refleja una mengua de 20 puntos desde 1989. Sin embargo, la U.C.R. recuperó
adhesiones en diputados y logró equiparar al FREPASO (21,7% y 21,1%).
Estas elecciones marcaron un punto de ruptura en el sistema de partidos y el inicio de una
elocuente autonomía ciudadana que se manifestó en un aumento de la fluctuación electoral. Es
interesante subrayar que la base electoral del FREPASO no estuvo compuesta mayoritariamente
por votos provenientes de un electorado peronista, a pesar de que ambos integrantes de la fórmula
hasta no hacia mucho tiempo habían sido miembros del P.J.. Las elecciones de 1995 mostraron
que los ciudadanos desconformes con el gobierno nacional manifestaron su disgusto avalando
una nueva alternativa, aún cuando esta estuviera encarnada por quienes habían accedido a sus
cargos acompañando a Menem. “El sistema pareció comportarse como un pluralismo
predominante en el juego de suma cero por los votos opositores del que participan radicales y
frepasistas” ( Abal Medina, 2002).
Los resultados electorales de 1995 indicaron que la única posibilidad de derrotar a un
partido con la fuerza electoral del P.J. era a través de una coalición opositora; el formato de la
constitución reformada en el ‘94 empujaba nuevamente hacia una necesaria bipolaridad. En
consecuencia, para las elecciones legislativas de 1997 los partidos de la oposición, U.C.R. y
FREPASO36, decidieron concurrir juntos a los comicios de legisladores nacionales para enfrentar
al oficialismo. Surge, entonces, la Alianza por el Trabajo, la Justicia y la Educación, que logrará
derrotar al oficialismo después de ocho años de predominio justicialista. Las causas de este
triunfo pueden encontrarse más allá de las intenciones transformadoras expuestas por la
coalición. Se trató del agotamiento de un ciclo: gran parte de la sociedad había comenzado a
desencantarse de los rasgos predominantes de la cultura política inaugurada en 1989 y, al mismo
35 Si bien el radicalismo tuvo un desempeño muy desfavorable en las presidenciales del ‘95, experimentó simultáneamente una recuperación en los espacios provinciales, ya que logró conservar las provincias de Río Negro, Córdoba, Catamarca y Chubut, a las que, además, sumó el Chaco. Asimismo. en junio de 1996, en las primeras elecciones para Jefe de Gobierno de la Capital Federal, el radicalismo ganó con el 38,8% de los votos, seguido por el FREPASO con un 25,7%.36 Para estas elecciones el candidato a presidente del FREPASO en 1995, José Octavio Bordón, ya había abandonado la agrupación y su banca de senador, reclamada por el P.J,, volviendo a reintegrarse al justicialismo poco tiempo después.
23
tiempo, cada vez se hacían más visibles las consecuencias negativas del plan de estabilización a
través del aumento de los índices de desempleo y pobreza.
En las elecciones para Diputados Nacionales de 1997 surgió, también, una nueva
agrupación formada por el ex ministro de economía Domingo Cavallo, que trataba de colocarse
como una opción al espacio ideológico anteriormente capitalizado por la U.C.D., la que tuvo un
respetable desempeño electoral en Capital Federal37 y en la provincia de Córdoba.
La coalición debía enfrentar varios obstáculos: solucionar las diferencias estructurales
entre ambas fuerzas, compatibilizar los liderazgos, distribuir candidaturas y lograr, en poco
tiempo, la adecuación de un discurso compartido entre quienes parecían tener formas antitéticas
de enfrentar los problemas y concebir la política. La existencia formal de la coalición se reducía a
una mesa de conducción nacional integrada por Álvarez y Fernández Meijide por el FREPASO y
Alfonsín, De la Rúa y Terragno por la U.C.R. –estos últimos representantes de diferentes
corrientes internas del partido-. En la práctica, la relación entre los socios seguía dinámicas de
acuerdo y enfrentamiento bastante informales y complejas, determinadas por las segmentaciones
que atravesaban a cada uno de los dos conjuntos y por las divergencias y antagonismos existentes
entre los líderes (Novaro 2001). Finalmente ambas fuerzas, junto a otras que se habían acercado
para sumarse a la coalición, decidieron someter el primer lugar de la fórmula presidencial a una
elección interna.38, en la cual resultó proclamado Fernando de la Rua.
El justicialismo, por su parte, había tenido que procesar una serie vicisitudes provocadas
por la sorda pero intensa disputa entre Duhalde y Menem, quien amenazaba con hacer una
reinterpretación forzada de la Constitución para habilitar una nueva reelección presidencial e
impedir la postulación del Gobernador de la provincia de Buenos Aires.
El objetivo de la Alianza consistió en impulsar un voto reactivo a la continuidad del
justicialismo. En este sentido, los esfuerzos hechos por Duhalde para distinguirse de Menem en el
terreno social y por hacer creíble un “cambio de modelo económico”, no dieron los resultados
esperados. “La estabilidad de la moneda se había convertido en un valor fundamental que los
argentinos no querían arriesgar con propuestas o soluciones que evocaran incertidumbre”
(Quiroga, 2005). Por otra parte, la presencia de un tercer candidato, Cavallo, que le disputaba a la
37 En el distrito de la Capital irá en alianza con una corriente política denominada Nueva Dirigencia, formada por Gustavo Beliz, ex ministro del interior de Menem. El 17% de sufragios que obtuvieron permitió el ingreso de Cavallo a la Cámara de Diputados.38 El FREPASO proponía a Graciela Fernández Meijide, flamante diputada por la Provincia de Buenos Aires, mientras la U.C.R. postulaba a Fernando de la Rua, el reciente Jefe de Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Sin embargo, quien finalmente integrará la fórmula como candidato a vicepresidente será Chacho Álvarez, en tanto Fernández Meijide pasó a disputar la gobernación bonaerense.
24
Alianza las consignas del “buen gobierno” y el “mercado sin corrupción”, estimularon un muy
difuso y genérico “centrismo” (Novaro, 2001).
Nuevamente no fue necesario el ballotage, la Alianza superó holgadamente al P.J. en la
carrera presidencial 39y le arrebató la mayoría que tenía en la Cámara de Diputados. El Senado no
cambió su composición y el peronismo controlaba catorce provincias, incluyendo las tres de
mayor peso: Buenos Aires, Santa Fe y Córdoba, eterno bastión radical que había sido
conquistado por primera vez desde 1983.40. La Alianza tendría que lidiar, en suma, con una
fuerza de oposición que seguía siendo potente a pesar de la derrota y capaz de condicionar
fuertemente las políticas de reforma que requerían aprobación parlamentaria y el consenso de las
provincias. El partido de gobierno estaba obligado a “cohabitar” y a fortalecer los ámbitos
deliberativos y de negociación. Sin embargo, las propias debilidades de la Alianza conspiraron en
contra de ello, ya que ésta no pudo convertirse en una coalición de gobierno estable y
competente. Si bien el fracaso de su experiencia podría ser atribuido a las dificultades que ofrece
el sistema presidencialista para albergar este tipo de fórmulas consociativas, en este caso parece
haber estado más asociado al desbalance organizacional de sus integrantes y a la falta de
homogeneidad con respecto a las orientaciones de las políticas públicas.
El optimismo e ilusión que provocó en la ciudadanía el triunfo del nuevo gobierno se
desvanecería casi de inmediato al conocerse las primeras decisiones adoptadas41. El desencanto
con la nueva administración se agudizó al frustrarse la expectativa de moralizar la vida pública: al
cumplirse el primer aniversario del triunfo una grave crisis institucional, originada en sospechas
sobre un pago de sobornos en el Senado, enfrenta al presidente con su compañero de fórmula,
quien finalmente renunció. Este hecho provocó una profunda grieta en el gobierno de la Alianza
y marcó el comienzo de su desintegración final.
El proceso de deterioro económico y social se aceleraba, aumentando la inquietud y el
malhumor de la ciudadanía. A su vez, el ingreso al gobierno del ex ministro Cavallo producirá el
alejamiento de un grupo de diputados frepasistas, mientras que el posterior reclamo presidencial
para gobernar con “capacidades extraordinarias” sumará al cisma a algunos justicialistas y
39 Las elecciones de 1999 consagran una nueva alternancia en el gobierno Nacional. El candidato de la Alianza, Fernando de la Rúa, triunfaba con el 48,4% de los votos, en tanto Eduardo Duhalde obtuvo diez puntos menos y Acción por la República consolidó su lugar de tercera fuerza, con un 10% del electorado.40 El ‘99 había sido un año plagado de comicios, en el cual sucesivas elecciones provinciales precedieron a las nacionales. De los diecisiete distritos donde aquéllas se adelantaron, en once había ganado el justicialismo, en tres la Alianza, en uno la U.C.R. y en los dos restantes triunfaron sendos partidos provinciales.41 Una serie de medidas económicas destinadas a contener el déficit fiscal auguraba una época de restricciones y sacrificios que poco tenía que ver con la euforia que había despertado el nuevo gobierno.
25
radicales liderados por la diputada de la U.C.R. Elisa Carrió, perfilándose en la cámara baja un
nuevo bloque con miras a las elecciones legislativas de octubre del 2001.
Las mismas se produjeron en un clima de impaciencia y escepticismo, y casi una cuarta
parte del electorado nacional se expresó a través de la abstención y del “voto bronca” -en blanco
y anulado- para demostrar su decepción.
Esas elecciones representan un punto de quiebre en el sistema de partidos, ya que a partir
de este momento se advierte un notable aumento de la fragmentación partidaria, con el
consecuente surgimiento de nuevos agrupamientos y se acentúa la fluctuación y volatilidad
electoral, lo cual corrobora una progresiva autonomía de los ciudadanos frente a las identidades
históricas y una creciente desafección hacia le representación política (Cheresky, 2003).
Aún cuando el peronismo perdió una porción importante del caudal electoral de 1999,
obtuvo la cantidad de votos suficientes para aumentar su poder y alcanzar una posición de
hegemonía institucional: conservaba la mayoría en el Senado, logró una primera minoría holgada
en Diputados y controlaba gran parte de las provincias42. En cambio, fueron las simpatías
aliancistas cosechadas en 1999 las que se esparcieron en otros partidos pero, sobre todo,
engordaron la franja de los desencantados. La diáspora aliancista favoreció a las nuevas
agrupaciones, como el ARI y el Polo Social, y a una variedad de partidos de izquierda, quienes
cosecharon una buena cantidad de adhesiones -fundamentalmente en la ciudad de Buenos Aires y
en algunos distritos populosos del conurbano- lo cual les permitió colocar varios representantes
en el Parlamento Nacional.
Un dato significativo de las elecciones de octubre del 2001 –que fueron simultáneas en
todo el territorio nacional- es que ninguna de las fuerzas que competían brindaba apoyo explícito
a la política oficial. El gobierno se encontraba totalmente huérfano. Un jefe de Estado sin una
fuerza oficialista que reivindique su figura constituye una situación inédita y, obviamente,
desestabilizadora para un sistema presidencialista43.
42 Cabe señalar que la disminución del voto positivo en 2001 potenció el sesgo mayoritario. La combinación de cuatro distritos grandes –Provincia de Buenos Aires, Capital Federal, Santa Fe y Córdoba- y veinte de magnitudes medianas o pequeñas, estos últimos sobrerrepresentados en la relación población/bancas por el piso de 5 legisladores por distrito-, genera como consecuencia un doble efecto: de competencia fragmentada en los distritos grandes, con la posibilidad de terceras o cuartas fuerzas de lograr una banca en la cámara de Diputados, y de resultados mayoritarios en los medianos y pequeños, fortaleciendo la representación parlamentaria de los partidos tradicionales.Asimismo el peso de estos distritos medianos y pequeños han comenzado a tener una influencia directa al interior mismo de los partidos, en especial del justicialismo, los tres candidatos presidenciables de esta fuerza en el 2003 son los líderes de tres de las provincias más favorecidas por la sobrerrepresentación territorial: Santa Cruz, La Rioja y San Luis (Torres, 2002, Abal Medina, 2003).43 El jefe del radicalismo, Raúl Alfonsín, mantenía explícitas disidencias y oscilaba entre el suave respaldo en los momentos más duros y la crítica abierta en tiempos de menor turbulencia.
26
Después de las elecciones de octubre aumentó la incertidumbre ciudadana frente a un
gobierno que parecía “autista”; el presidente se encontraba políticamente encapsulado, sin el
respaldo de su partido y sólo atinaba a trasladar la responsabilidad de su parálisis a la oposición.
La situación económica se agravaba y, finalmente, se produjeron el estallido del 20 de diciembre,
su cruenta represión, y la caída del gobierno. “En momentos de graves y profundas
transformaciones en el comportamiento colectivo de una sociedad, -en un presidencialismo- la
gobernabilidad depende demasiado de la calidad del liderazgo y de los rasgos personales de quien
detenta la primera magistratura. Sin mecanismos institucionales previstos que puedan actuar con
rapidez y eficacia cuando el pronunciado deterioro del prestigio y la autoridad presidencial hacen
insostenible la permanencia del mismo en el cargo, sus virtudes republicanas o sus vicios e
ineptitudes pasan a ser los factores esenciales que condicionan el proceso, con resultados
imprevisibles para la perdurabilidad del sistema institucional” (Nino 1988).
Sin embargo, la crisis logró encausarse institucionalmente. Se llamó a una Asamblea
Legislativa que nombró presidente al gobernador de San Luis, quien sólo estuvo en el cargo una
semana44 a causa del escaso sostén que le prestó el resto de los gobernadores justicialistas. Una
nueva Asamblea Legislativa -de precaria constitucionalidad-, nombró finalmente presidente al
senador Eduardo Duhalde. Este nuevo gobierno, que se sustentó en una amplia coalición
parlamentaria, en la que se mezclaban peronistas, radicales y frepasistas padecía, no obstante, de
una profunda debilidad por su escaso reconocimiento social. La consigna “Que se vayan todos”
sacude e impugna los mecanismos de representación política.
Durante este período se produjo una acelerada transformación en el sistema de partidos,
cuyo rasgo sobresaliente será la mayor fragmentación y la aparición de nuevos actores.
Paralelamente se observó un creciente desajuste de la organización nacional de las estructura
partidarias, como consecuencia directa de la política de descentralización de los noventa que, al
transferir a los ámbitos subnacionales competencias que antes pertenecían a la esfera del estado
nacional, otorgó mayor autonomía y visibilidad a los gobernadores. Asimismo los comicios
dejaron de ser coincidentes, para dar mayor autonomía a los electorados de acuerdo a los
intereses y necesidades de las fuerzas predominantes en cada espacio territorial (De Ritz, 1992,
Calvo y Escolar, 2005).
A su vez, el deslizamiento electoral de la ciudadanía hacia nuevas expresiones, con el
consecuente abandono de las identidades partidarias clásicas, podría ser interpretado como una
44 Lapso durante el cual Argentina declaró el default.
27
consecuencia de la aparición de nuevos clivajes sociales y de opinión que el sistema de partidos
tradicionales no lograba reflejar. En este sentido, se puede afirmar que es razonable que exista
una tensión constante entre representación e institucionalización partidaria en sociedades que,
como la Argentina, han sufrido agudos procesos de transformación y desarticulación.
IV. Después del derrumbe.
El sistema partidario había colapsado ante la pulverización de la Alianza, la casi extinción
del FREPASO, la atomización del radicalismo y los duros enfrentamientos internos del
justicialismo, que lo asimilaban cada vez más a una liga de gobernadores que a un partido
nacional.
Las extremas condiciones sociales y económicas que atravesó el país fueron el escenario
para el surgimiento de nuevos actores que impugnaban los canales clásicos de mediación política,
utilizando procedimientos de acción directa. Los movimientos piqueteros fueron la expresión más
cabal de la protesta durante esta etapa; las marchas y los cortes de ruta le otorgaban visibilidad a
sus reclamos. Hacia mediados de 2002, cuando arreciaban sus protestas y se generalizaba el
descontento ciudadano, el poder ejecutivo se vio en la necesidad de adelantar las elecciones. A
consecuencia de ello se elaboraron una legislación electoral y un cronograma que fueron
sufriendo modificaciones al compás de la disputa abierta entre el presidente Duhalde y el ex
presidente Carlos Menem. Es importante remarcar que, en este caso, las elecciones fueron el
recurso que permitió reencauzar el mal humor y la impaciencia social y recomponer el escenario
de crisis agónica, reconstituyendo el consenso de legitimidad sobre las instituciones
democráticas.
En julio de 2002 se promulgó la ley 25.611, modificatoria de la Ley N° 23.298 (“Ley
orgánica de los partidos políticos”), por medio de la cual se establece la obligatoriedad de que los
partidos políticos hagan internas abiertas para la selección de candidatos a presidente, vice y
legisladores nacionales. Un mes después, por medio del decreto 1.397/2002, se ajustan las pautas
que han de regir para las elecciones internas abiertas y simultáneas, las que luego fueron
suspendidas para permitir que los partidos las organizaran en forma cerrada por única vez. Estos
vaivenes institucionales se vinculaban directamente con las disputas al interior del partido de
gobierno entre Duhalde y Menem, quien pretendía, nuevamente, ser candidato. A su vez, el
adelantamiento al mes de abril del 2003 de los comicios para elegir únicamente presidente y vice,
28
se insertó en un interminable calendario electoral que, habiendo comenzando a fines del 2002, se
extendió durante todo el año siguiente.
El panorama partidario profundizó la fragmentación anunciada en las legislativas del
2001. En el justicialismo, la reaparición del ex presidente Menem y la atracción que su figura aún
concitaba, tanto al interior de su partido como en algunos sectores con fuerte poder de presión
corporativa de la Argentina, hizo recrudecer el duro enfrentamiento que, desde fines de los ’90,
mantenía con Duhalde por la conducción del peronismo, situación colocó a esta fuerza al borde
de la fractura. Finalmente, un congreso partidario realizado a principios de 2003 y controlado por
el duhaldismo, suspendió las elecciones internas y aprobó un sistema de neolemas que permitió al
justicialismo estar representado por tres candidatos a presidente: Kirchner, Menem y Rodríguez
Saá. De esta forma, el peronismo logró transferir a la arena electoral interpartidaria la
competencia por la nominación. que no se encontraba en condiciones de resolver en la arena
intrapartidaria (Mustapic, 2002).
El radicalismo, por su parte, si bien realizó elecciones internas -en el transcurso de las
cuales hubo impugnaciones cruzadas por acusaciones de fraude entre diferentes candidatos-, no
pudo conseguir que alguno de sus ex miembros más reconocidos por la opinión pública, sea a
partir de su actividad parlamentaria –Carrió- o de su perfil técnico -Lopez Murphy-, volviera a
integrar las filas del partido.
Desde el momento de la convocatoria a las elecciones adelantadas, el escenario fue
sumamente dinámico, de acuerdo a las resultados de los sondeos de opinión. Tanto la
desintegración de los partidos tradicionales como la aparición de nuevas agrupaciones, armadas
en torno a las personalidades de sus candidatos, ofrecieron un paisaje de aguda fragmentación
que hacía prever un horizonte de doble vuelta.
Aún cuando la campaña electoral fue bastante apagada, no existió debate entre los
candidatos y las propuestas sobre los posibles programas de gobierno fueron casi inexistentes, las
elecciones de 2003 muestran la reconciliación de la ciudadanía con los mecanismos de
representación, ya que, paralelamente a la casi desaparición del “voto bronca”, aumentó
considerablemente la concurrencia a los comicios.
El presumible escenario de ballotage delineaba una competencia intensa entre cinco de
los diecinueve fórmulas que se postulaban: los tres neolemas justicialistas, el ARI de Elisa Carrió
y RECREAR de Lopez Murphy. Cada uno eligió una línea de quiebre para distinguirse del resto,
pero el elemento mas sobresaliente fue la personalización de la campaña; los nombres de las
29
agrupaciones pasaron a un segundo plano ya que no apelaban a ninguna identidad preconstituida.
Por primera vez desde la reforma constitucional los sondeos preveían un escenario donde, en la
primera compulsa, el ciudadano votaría por su preferencia sincera descartando el voto útil. Los
resultados electorales dieron cuenta de un pluralismo no observado en presidenciales anteriores:
Menem-Romero, 24,45%; Kirchner-Scioli, 22,24%; López Murphy-Gómez Diez, 16,37%;
Rodríguez Sáa-Posse, 14,11%; Carrió-Gutierrez, 14,05%; Moreau-Losada, 2,34%, Walsh 1,75%;
Bravo, 1,13%, en tanto el resto de los candidatos obtuvo menos del 1%.
Las dos fórmulas más votadas debían afrontar la segunda vuelta, pero la misma no se
llevó a cabo pues el ex presidente Carlos Menem decidió “bajar” su candidatura45. Frente a esta
deserción se aplicó la legislación electoral, que preveía tal situación y, automáticamente, quedó
como electa la fórmula Kirchner-Scioli.
El nuevo mandatario resultó ser un presidente accidental (Cheresky, 2003), que arrastraba
una legitimidad de origen sumamente acotada, por lo cual se pronosticaba que su gobierno
tendría una fuerte dependencia de la estructura del peronismo bonaerense. Rápidamente, sin
embargo, a través de un conjunto de iniciativas46 que no habían sido siquiera mencionadas en la
campaña. Kirchner logró revertir aquella sensación y restablecer una imagen de autoridad
presidencial, al mismo tiempo que comenzaba a desplegar una nueva arquitectura de poder
sustentada en la opinión pública, que le permitió construir un liderazgo decisionista
independiente de la estructura partidaria (Quiroga, 2006).
El extenso calendario electoral del 2003 para la renovación del parlamento nacional y de
los ejecutivos provinciales fue dibujando un panorama que, en apariencia, resultaba más
“tradicional” que el reflejado en las presidenciales. En este ciclo electoral se percibió nuevamente
una retracción de la ciudadanía, manifestada en un retorno del voto en blanco y de la abstención
electoral.
El dato más elocuente es la relativa fortaleza de las estructuras partidarias consolidadas y
la pérdida de posiciones de las fuerzas emergentes. El justicialismo ganó 16 de las 24 provincias
y pasó de 116 a 133 diputados mientras el radicalismo como partido, a pesar de su pésimo
desempeño en las presidenciales, se mantuvo como la segunda fuerza a nivel nacional ya que
retuvo 4 gobernaciones y ganó en Tierra del Fuego, en tanto el número de bancas obtenidas en
Diputados y Senadores lo colocaba como la primera minoría. El ARI vio disminuida su fuerza
45 Las encuestas reflejaban una activación del electorado en torno a su figura y un contundente rechazo a la misma.46 La renovación de la Corte Suprema de Justicia; una activa política contra la impunidad de los crímenes cometidos por la dictadura militar; la renegociación de la deuda pública; la cancelación de la deuda con el FMI.
30
parlamentaria, ya que perdió tres de las diez bancas que debía retener, por lo que su bloque quedó
compuesto por 13 diputados.
La escueta síntesis anterior no da cuenta, sin embargo, de las complejidades,
entrecruzamientos y alianzas que se fueron tejiendo en algunos distritos. En la ciudad de Buenos
Aires, por ejemplo, la coalición que sostenía la reelección de Ibarra estaba formada por el Frente
Grande, el socialismo, el ARI y sectores del justicialismo -que respondían directamente a
Kirchner-, para enfrentar a una alianza de centro derecha liderada por Mauricio Macri, que si bien
triunfó en la primera vuelta, no consiguió imponerse en el ballotage, donde fue derrotado.
También es interesante mencionar el caso de Misiones, donde la fórmula oficial del justicialismo,
que llevaba la candidatura del ex senador Ramón Puerta fue enfrentada por otro miembro de su
partido –Rovira-, quien, contando con el apoyo explícito del presidente, resultó el ganador de los
comicios.
31
SEGUNDA PARTE
Características y efectos de la ley de doble voto simultáneo
I. El sistema político santafesino
Desde 1983 la legislación electoral de Santa Fe ha sido objeto de cambio en tres
oportunidades, dos de ellas en lo referente a la forma de selección de los candidatos y una
respecto a la reducción del número de miembros de los Concejos Municipales de las ciudades de
más de 200.000 habitantes. Estas modificaciones, sin embargo, no han alterado la estructura del
sistema político provincial que tiene casi medio siglo de existencia.47
La Constitución estableció la conformación de un sistema político centrado en el papel
predominante del ejecutivo, elegido por mayoría simple, con 4 años de duración en el cargo sin
reelección habilitada para el período inmediato. La representación legislativa esta organizada de
forma bicameral: un Senado con 19 miembros,- un Senador por cada departamento-; una Cámara
de Diputados: - la provincia distrito único- compuesta por 50 miembros por lista incompleta, 28
bancas se asignan a la mayoría y 22 para el resto de las fuerzas aplicando reparto proporcional a
través del sistema D’Hont. Ambas cámaras con renovación total cada 4 años. Sólo los Concejos
municipales -por mitades- y las juntas comunales en su totalidad se renuevan cada 2 años.
Este esquema conforma de por sí un sistema de gobierno provincial con un fuerte sesgo
mayoritario. A su vez, la ley orgánica de municipalidades de 1939 dispone un régimen
municipal–comunal con elección por simple mayoría de intendentes y presidentes comunales y
cuyos órganos colegiados se cubrirá a partir de la regla de la proporcionalidad. Por lo tanto la
articulación de ambos regímenes, - provincial y municipal- en comparación con los existentes en
otras provincias se manifiesta como un conjunto parcialmente desequilibrado y semi-
proporcional. (Escolar Calcagno 2004).
En este sentido en la provincia de Santa Fe se articulan cuatro sistemas electorales:
-mayoritario por circunscripciones uninominales: para el Senado
-de mayoría y minoría para la integración de las Comisiones Comunales. Por este sistema
se le otorga representación al primer y segundo partido más votado. A la minoría se le otorga el
47 La Constitución de la provincia data de 1962 y, junto a la de Entre Ríos, son las únicas que no se ha sumado al aluvión reformista de los últimos15 años.
32
último miembro titular y el último suplente. Una vez en funciones cada Comisión Comunal elige
su Presidente entre sus miembros.
-proporcional para la integración de los Concejos Municipales, otorgándole
representación a cada partido político de acuerdo a los votos obtenidos mediante la aplicación de
la fórmula D'Hont, con una barrera del 3%.
-mixto: para la integración de la Cámara de Diputados según el cual se le otorga una
holgada mayoría absoluta -28 bancas sobre 50-al partido que obtuviera el mayor número de
votos. Las 22 bancas restantes se reparten entre los demás partidos políticos en proporción a los
sufragios obtenidos de acuerdo a la fórmula d'Hont con un piso del 3%.
Los ejecutivos de la provincia y municipios así como los miembros del Senado son
elegidos por simple pluralidad de sufragios.
Para la organización territorial del electorado la Provincia aplica dos criterios: de distrito
único y de circunscripción uninominal, este último únicamente para la elección de senadores
provinciales, donde las circunscripciones coinciden con los departamentos, eligiéndose un
representante por cada uno de ellos.
Esta agregación de regímenes electorales, combinada con la heterogeneidad de los
distritos a nivel territorial (departamentos, municipios y comunas) plantea cada 4 años una
simultaneidad de escenarios electorales, donde la ciudadanía manifiesta sus preferencias
respondiendo a los diferentes incentivos materiales y simbólicos que ofrecen las fuerzas y los
candidatos.
A nivel provincial la disputa por el cargo de senador resulta una pieza clave en el diseño
institucional. La elección uninominal por circunscripción (departamentos), en un territorio con
una distribución poblacional sumamente dispar, da como resultado una sobre-representación48
para los departamentos ubicados al norte de la provincia –hegemonizados por el justicialismo-.
En todos los distritos, excepto el de Rosario y La Capital, la figura del senador adquiere una
entidad política relevante al convertirse en un nexo directo entre las comunas, los municipios e
incluso los ciudadanos con el gobierno provincial. Su figura compite con la de los intendentes de
las ciudades más importantes de la región, los recursos que atesora le permite disponer de una
serie de incentivos electorales para sostener su influencia zonal y mantenerla indefinidamente
mientras perdure en el cargo. En los departamentos de escasa población su influencia se
48 En el departamento Garay el senador representa a algo más de 13.000 electores mientras en Rosario supera los 850.000.
33
encuentra favorecida por otra característica del sistema de representación provincial: la elección
de diputados por distrito único con lista bloqueada y cerrada.49
II. Los cambios en la legislación electoral .
El marco legal que regula la actividad de los partidos políticos en la provincia es de 1972,
con una modificación realizada por decreto en 1982 para adaptarla a la legislación nacional. En
las elecciones de 1983 el PJ, en alianza con otros partidos menores, obtiene un ajustado triunfo
sobre la UCR y gobernará la provincia durante 24 años consecutivos.
El sistema de partidos que presenta Santa Fe al momento de la recuperación democrática
es claramente bipolar; sin embargo el sistema proporcional de distribución de bancas para la
minoría permitió el acceso de otras fuerzas, como la tradicional Democracia Progresista y el
Partido Socialista Popular. Los partidos nominaban sus candidatos de acuerdo a sus propias
regulaciones internas y proponían al electorado una lista cerrada y bloqueada.
A comienzos de los 90 tanto el justicialismo como el radicalismo mostraban signos de una
creciente descomposición, el control de la organización se constituía en una fuente inagotable de
conflictos y en una vertiginosa disputa entre elites. Ambas fuerzas fuertemente faccionalizadas,
(Sartori 2000) se revelaban incapaces de construir proyectos unificadores que las proveyeran de
coherencia ideológica y programática, los diferentes grupos mantenían sus propias redes de
lealtades que competían por el manejo de los recursos y la inserción en el territorio. En
consecuencia, la mayoría de los legisladores justicialistas y radicales estuvieron de acuerdo en la
adopción del doble voto simultáneo.
Esta forma de solucionar las desavenencias internas ya había sido probado por el
oficialismo justicialista de Formosa, La Rioja; Misiones y Salta. Estas provincias la habían
adoptado en 1987 y de esa forma habían logrado evitar derrotas electorales.
La introducción de la ley de lemas50 resultó un momento singular para el desarrollo del
sistema político santafesino ya que este nuevo dispositivo modificaría la dinámica de los partidos
en la provincia e impactaría en la estructura interna de los mismos, dado que desobliga a las
49 Los partidos al conformar las listas para los cargos de diputados provinciales, si bien tienen en cuenta el reparto norte-sur; tienden a colocar en ellas referentes de las grandes ciudades, escasamente conocidos en las comunidades pequeñas.50 Ley 10.524 promulgada el 12 de noviembre de 1990.
34
organizaciones de procesar en su interior a través de mecanismos propios las divergencias entre
los diferentes grupos para seleccionar los candidatos.
En este sentido los promotores del nuevo sistema –el justicialismo santafesino- basaban su
argumentación a favor del mismo en que la concurrencia a la elección general con varias listas
maximiza la capacidad de los partidos de poner en juego los incentivos colectivos que promueven
la identidad con el lema por sobre las diferencias en la distribución de los incentivos selectivos al
interior de la propia organización. De esta forma se democratizaría la vida interna de las
organizaciones y se terminaría con las “oligarquías” partidarias.
Al realizarse en forma simultánea dos tipos de selección, por las diferentes candidaturas
ofrecidas por cada fuerza y por el partido más votado, las derivaciones del juego pueden ser
diversas de acuerdo al nivel de faccionalización de los participantes y al grado de fragmentación
del sistema partidario. Si este último es bipolar y uno de los contrincantes presenta una
competencia interna restringida por la preponderancia de algún liderazgo dentro de la
organización, mientras la otra fuerza tiene un nivel de disputa parejo entre varias corrientes, es
posible que el candidato que obtenga mayores adhesiones a su figura no pertenezca al partido que
finalmente gane los comicios. En este sentido, en un sistema político regional pasible de ser
asimilado en sus rasgos a un presidencialismo en el orden general, donde el gobernante basa su
legitimidad de origen en la cantidad de votos obtenidos a su figura, cabría pensar que ese tipo de
resultados podría jugar como un condicionante negativo del futuro desempeño de su gobierno, ya
que le quita esa imagen de líder plebiscitario necesaria para este tipo de régimen. En tres
oportunidades51. –1991, 1995 y 2003- los resultados de los comicios para Gobernador en la
provincia de Santa Fe establecieron que no fuera la figura más votada quien estuviera al frente
del ejecutivo provincial sin que se corroborara dicho supuesto, ya que el sistema mayoritario de
la cámara de diputados resguardaba los posibles resquebrajamientos de su autoridad. Sin embargo
las consecuencias negativas de la ley a la hora de la programación y ejecución de políticas
públicas se produjeron a consecuencia de otro aspecto de la norma, derivado de la falta de
disciplinamiento de la bancada oficialista, cuando la misma estaba constituida por una cantidad
similar de representantes de sublemas rivales dentro de la misma fuerza. 52
51 La excepción se registra en las elecciones de 1999, cuando el gobernador Carlos Reutemann logró ser el candidato mas votado de todos los partidos.52 En este sentido cabe resaltar que, por la aplicación de dicha ley, la mayoría parlamentaria de los 28 diputados del oficialismo se distribuían proporcionalmente de acuerdo a la fórmula D’Hont entre los sublemas de dicha fuerza.
35
Algunas particularidades de la reglamentación, que daban cuenta de una exagerada laxitud
con respecto la posibilidad de multiplicar sublemas y de inscribir nuevos lemas, lo cual hacía que
el acto comicial fuera sumamente engorroso por la cantidad de boletas con las que se encontraba
el ciudadano, más algunas otras situaciones vividas durante los escrutinios, hicieron que este
sistema fuera acumulando descrédito en la ciudadanía hasta perder totalmente su legitimidad
social.
En consecuencia, a partir de un compromiso previo a los comicios del 2003, el finalmente
electo Gobernador Jorge Obeid envío a la legislatura su iniciativa para producir la derogación de
la ley de lemas y reemplazarla por un nuevo sistema de elecciones primarias, abiertas,
simultáneas y obligatorias y de un solo voto por ciudadano, en consonancia con los debates
realizados a nivel nacional.
El análisis del proceso de discusión dado en las dos cámara (Lodi 2005) con el objetivo de
modificar la ley electoral pone en evidencia una de las consecuencias no deseadas del doble voto
simultáneo: la amortiguación del efecto mayoritario establecido por el diseño constitucional. Por
lo tanto, si la fuerza oficialista fue constituida por la sumatoria de varios sublemas de similar
influencia en el electorado, y la competencia entre las diferentes facciones ha sido pareja, el
ejecutivo no contaría en las cámaras con una mayoría propia automática que acompañe sus
proyectos, sino que estaría obligado a negociar tanto con los legisladores que llegaron a las
bancas por su propio lema como con los integrantes de la oposición. En este caso sólo 13 de los
28 Diputados Provinciales del oficialismo y 7 de los 15 senadores justicialistas respondían
directamente al Gobernador. Dentro del partido gobernante el debate dividió las aguas entre los
que acompañaban la iniciativa de la derogación y los que se oponían a ella. Por otra parte
legisladores opositores, si bien coincidían todos con la necesidad de derogar el doble voto
simultáneo, manifestaban diferentes posturas con respecto al nuevo sistema propuesto: desde una
negativa cerrada al mismo y la necesidad de volver al sistema tradicional de internas propias por
partido a una aceptación parcial del mismo con algunas propuestas de reformas, la mayoría
dirigidas a la no aceptación de la obligatoriedad para los ciudadanos.
Finalmente, el 24 de noviembre de 2004 será promulgada la ley 12.327 que establece el
reemplazo del doble voto simultáneo por el nuevo sistema de elecciones primarias, abiertas,
simultáneas y obligatorias para los partidos y los ciudadanos.
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La nueva regla de juego guarda afinidad con las modificaciones de la legislación nacional.
El tema más discutido fue el de la doble obligatoriedad, tanto para las fuerzas políticas que
presentaran una sola lista como para los ciudadanos.
El cambio no se aparta demasiado de la lógica de funcionamiento del doble voto
simultáneo. En la argumentación de los propios legisladores, fundamentalmente del oficialismo,
los partidos aparecen como organizaciones burocráticas anquilosadas y pasibles de ser dominadas
por una dirigencia resultante de acuerdos espurios. La ciudadanía reclama transparencia y por lo
tanto la selección de los candidatos debe ser producto de un proceso de gran participación.
En líneas gruesas el contraste con los lemas reside en que los electores no expresaran sus
preferencias en un solo acto (doble voto simultáneo); sino que lo harán en dos momentos con 60
días de diferencia. En las “primarias” se seleccionan los candidatos de listas presentadas por las
diferentes “tendencias” del partido, frente o alianza previamente inscripta en la justicia electoral.
El resultado de las primarias se refleja en la constitución de las listas cerradas y bloqueadas que
se someterán nuevamente al escrutinio público. .
Mas allá de los debates teóricos sobre el sistema de internas abiertas en general, es
interesante considerar el costo de afrontar en un lapso de dos meses dos campañas intensas que
requieren recursos de toda índole pero fundamentalmente monetarios . Sólo aquellas fuerzas que
tengan acceso directo a los ingresos públicos: municipales o provinciales, están en condiciones de
hacerlo, a partir de lo cual se refuerza la idea que las organizaciones partidarias que pueden
subsistir en la arena de competencia cada vez más tenderán a ser partidos de gobierno (Ware,
2004).
Con anterioridad a este proceso de reforma y como una consecuencia directa de las
protestas generalizadas de la ciudadanía en 2001, la Legislatura Provincial, para contrarrestar el
descrédito de los órganos legislativos frente a la opinión pública y con la intención de dar una
respuesta vinculada con la demanda de recortar el gasto dedicado a la actividad política, procedió
a sancionar la ley 12.06553 en noviembre de 2002 modificatoria de los artículos 2, 23, 28, 107 y
108 de la Ley Orgánica de Municipalidades, Nº 2.756. Por medio de la misma se reduce el
número de Concejales en los Municipios de Primera Categoría -por los primeros doscientos mil
habitantes elegirán diez concejales, a los que se agregará uno por cada sesenta mil habitantes o
fracción no inferior a treinta mil-. Esta medida afectaba únicamente a la ciudad capital de la
provincia y, sobre todo, al municipio de Rosario que sufrió una disminución considerable en la 53 Esta reglamentación fue conocida como Ley Borgonovo por ser este legislador, perteneciente a la bancada del PJ, el autor del proyecto.
37
cantidad de ediles54, lo que tendrá considerables efectos sobre el sistema de partidos a nivel del
distrito. Asimismo a través de una disposición complementaria se limitaban los gastos de los
Concejos Municipales al dos por ciento (2%) del presupuesto del gasto público consolidado de
las respectivas Municipalidades.
III. Principales rasgos de La ley de lemas y sus derivaciones generales sobre
los partidos y el sistema de partidos a nivel provincial.
La característica fundamental de la ley 10.524 de Doble Voto Simultáneo o Ley de Lemas,
es que el elector vota al mismo tiempo por un LEMA55 y una línea interna de aquél, llamada
SUBLEMA. No existe límite alguno para la presentación de sublemas.
Una característica sugestiva de la ley es la referente a la posibilidad de alianzas y
concertación de frentes de los sublemas con Lemas o con sublemas del mismo o distinto lema “a
fin de concurrir a los comicios con una misma nómina de candidatos” (Art.15). Las listas
resultantes y los votos que hayan obtenido se adjudicarán al Lema que tenga mayor cantidad de
afiliados en el ámbito de actuación territorial.
La ley originariamente también habilitaba la posibilidad de: constituir un lema que sea
una alianza entre partidos, que desprenda sublemas, nomine distintos candidatos y acumule igual
dentro del lema y, por otra parte, también permitía constituir alianzas entre lemas y sublemas que
requieren llevar la misma lista de candidatos.
La oferta electoral se constituía, entonces, a partir de las múltiples combinaciones posibles
entre lemas, sublemas y candidaturas a los diferentes cargos, a lo que hay que agregar que la
legislación permitía el corte de boleta por parte del elector y daba validez como voto al lema a
aquellos votos emitidos combinando varios sublemas de distintos candidatos de un mismo lema.
En noviembre de 2002, como consecuencia de las demandas ciudadanas, se realizó una
reforma -ley 12.079- por la cual se define como lema sólo a los partidos políticos y sublemas a
las agrupaciones o corrientes internas del mismo lema. En este marco general se altera las
posibilidades de realizar alianzas entre distintos partidos políticos para conformar un lema. A
partir de ello los lemas podrán concertar alianzas cumpliendo los requisitos de la Ley Orgánica de
54 El Concejo Deliberante de Rosario pasó de tener 41 a 22 miembros.55 Al lema lo constituyen partidos reconocidos en los distintos niveles territoriales o alianzas que ellos realicen e inscriban como tal. (art. 2).
38
los Partidos Políticos y al solo efecto de presentar una única lista común de candidatos. Por su
parte los sublemas sólo pueden concertar alianzas o frentes con otro sublema del mismo lema.
El reconocimiento de la personería jurídica de los sublemas, la cual caduca luego de cada
elección, se hacía a través de un apoderado que es el responsable ante el Estado. El programa del
partido se presentaba junto con los nombres de los candidatos, avalando a los distintos sublemas
o alianzas del partido. Los sublemas se conformaban por medio de una Junta Promotora que
presentaba a los avalistas ante la Justicia Electoral por medio de sus apoderados. Los avalistas
eran miembros del partido político que a través de su firma e identificación reconocían su apoyo
al sublema. Es dable señalar que la legislación permitía a los afiliados ser avalistas de cuantos
sublemas desearan. La ley exigía en cada distrito un porcentaje de avales sobre el número de
afiliados al partido.56 Una vez constituidos los sublemas provinciales y departamentales se los
habilita para postular candidatos en todas las categorías correspondientes a niveles territoriales
inferiores. La cantidad de lemas y sublemas que han constituido la oferta electoral fue creciendo
de una elección a la otra, destacándose el aumento de los lemas distritales.
La discusión sobre la calidad de los sistemas electorales generalmente se vincula con la
capacidad de aquellos para producir un resultado que refleje adecuadamente el abanico de
intereses y orientaciones del cuerpo electoral, es decir, que rija el principio de representatividad
(Nohlen 2003). Otros de los elementos a tener en cuenta al momento de evaluar la calidad de los
sistemas electorales es la simplicidad de las reglas para que el elector pueda sufragar con absoluta
libertad y logre comprender de que forma su voto influye directamente sobre la conformación de
un gobierno. Finalmente, un factor poco abordado es el referente a la calidad de la administración
del proceso electoral, ya que la misma tiene un impacto directo sobre la forma en que las
elecciones y sus resultados son percibidos por la ciudadanía y construyen la legitimidad de las
mismas.
De acuerdo a los tres ingredientes anteriores la ley de lemas no parece haber colaborado
en la realización efectiva de ninguno de ellos. Si bien el primero es competencia del régimen
electoral en su conjunto dispuesto por la constitución provincial, el sistema de doble voto
simultáneo ha empañado aún más la posibilidad de una expresión genuina de las orientaciones
del electorado. Con respecto a la simplicidad, tampoco este parecía constituir una de sus
56 Según el artículo 14 de la ley, para constituir los sublemas provinciales se requiere de un porcentaje mínimo de avales que debe
incluir el 6% del padrón de afiliados de catorce departamentos; para los sublemas departamentales se requiere un 10% de avalistas con domicilio en el departamento -Santa Fe y Rosario requieren un 3%- ubicados en al menos el cincuenta por ciento de los Distritos del Departamento y para los sublemas distritales, 1) ciudades de Santa Fe y Rosario: 3% de avales, demás municipalidades: 6%, Comunas de cinco miembros: 8% y Comunas de 3 miembros: 10%.
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características, ya que los electores no sabían de antemano a cual candidato o lista terminaba
dando su sufragio. Por último, la calidad de la administración del acto electoral fue el aspecto de
mayor vulnerabilidad, ya que el ámbito respectivo de la justicia no estaba en condiciones de
supervisar la cantidad de presentaciones que se hacían antes de los comicios y los escrutinios se
convertían en procedimientos largos y demasiado engorrosos para las autoridades de mesa.57
Los efectos más mensurables de la aplicación de la ley de lemas se observaron en torno a
las consecuencias directas que tuvo la organización interna de los partidos y los patrones de
competencia y cooperación entre las fuerzas políticas, como así también, es visible en algunos
períodos, un relativo efecto en torno a la gobernabilidad y la eficacia en la toma de decisiones del
ejecutivo,
Con respecto a este último problema ya se ha expuesto que la ley conspira contra el
principio mayoritario establecido constitucionalmente, produciendo una representación
proporcional forzada dentro del partido de gobierno, lo cual se manifestaba claramente en la
partición de bloques de la fuerza oficialista, que afectaría, en algunos períodos, la sincronía entre
el ejecutivo y la legislatura. En consecuencia, en varias oportunidades algunos de estos grupos
operó para bloquear las iniciativas del ejecutivo desplegando una alta “posibilidad de chantaje”
(Sartori 2000) como si se tratara de una fuerza opositora 58. De esta forma la lucha política en la
arena partidaria por la hegemonía de la fuerza se trasladaba al escenario parlamentario.
IV. Los efectos sobre la organización partidaria.
IV-1. Disgregación del perfil ideológico y debilitamiento organizacional.
En referencia a la influencia que esta legislación ejerció sobre las estructuras
organizativas de los partidos mayoritarios de la provincia, facilitó que tanto el radicalismo como
el justicialismo, en concordancia con los procesos partidarios a nivel nacional, se deslizaran hacia
57 Han sido innumerables los problemas técnicos que han tenido los comicios como resultado de la cantidad de boletas de las que se debió disponer en los cuartos oscuros y de las dificultades para realizar los cómputos de votos. Cabe destacar, en este sentido, la demora para producir resultados definitivos en la elección de 1995, que estaba sospechada de fraude. La elección fue el 3 de septiembre de 1995 y los resultados finales se conocieron recién a fines de octubre.58 El ejecutivo se enfrenta a una bancada oficialista fragmentada que puede obturar medidas de gobierno u obligarlo a una costosa y larga negociación para obtener las leyes que impulsa. Tanto en el período 95/99; como 2003/07 (ambas gobernaciones de Obeid), es observable este funcionamiento de la legislatura. Muchas iniciativas del gobernador (p.e. designación de miembros de organismos de control, designación del Presidente de la Cámara de Diputados).
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nuevas formas organizativas caracterizadas por una marcada desideologización. En consecuencia
se produjo una devaluación de los principios doctrinarios y de los valores simbólicos de cada
fuerza59. Esta disolución del perfil programático proviene, indudablemente, de un debilitamiento
de su estructura interna ya que, ante la innecesariedad de preconstituir una oferta unificada frente
al electorado, se elude el debate entre los diferentes grupos, tanto el meramente valorativo como
aquel más vinculado a un proceso de gestión futura como es la construcción de una agenda de
gobierno, que ofrezca un ordenamiento jerárquico de los problemas a atender.
De esta manera, al mismo tiempo que el partido se desprende de la responsabilidad de
armar una lista única de candidatos, también se produce la disgregación de una sola propuesta
programática. Ya no es necesario que la agrupación defina una iniciativa única con respecto a los
temas fuertes de la futura toma de decisiones, sino que el partido convertido en “lema” actúa
como una especie de paraguas que permite que las diferentes tendencias internas mocionen
iniciativas de la más diversa índole para que sea directamente el electorado el que decida.
Los partidos nunca han sido actores unitarios y homogéneos sino organizaciones
complejas que se comportan en ámbitos diversos y con una variopinta gama de intereses. Por lo
tanto deben ser consideradas como agrupaciones heterogéneas, constituidas por una sumatoria de
individuos con pretensiones personales, que forman constelaciones de grupos rivales pero que
tienen la voluntad, por razones diversas, de superar las diferencias y articular dichos intereses en
una unidad que los contiene en pos de una meta mayor. (Alcántara y Freidenberg, 2003). La ley
de lemas produjo la caducidad de esta última condición, ya que desparece la idea de un colectivo
general de pertenencia, que sólo queda depositado simbólicamente en el escudo o la sigla
partidaria. En consecuencia, la nueva regla impulsa a las agrupaciones para que aparezcan cada
vez más como sistemas de partidos en sí mismos, donde las unidades interiores adquieren una
dimensión de visibilidad que anteriormente no tenían. En este sentido la política invisible (Sartori
2000) –la que se realiza en el nivel subpartidario- queda confinada a resolver la distribución de
esferas de influencia al interior de la organización en aquellos aspectos no tutelados por el nuevo
régimen.
La ley cercenó una de los elementos claves de la “política pura”60: la distribución de los
lugares en las listas de candidatos para cargos provinciales y municipales. Por lo tanto las
59 Una manifestación de esta mutación se observa en los nombres de los sublemas, que no hacen referencia a la identidad partidaria sino que utilizan denominaciones regionales o localistas en el caso de los sublemas distritales: “Todos por Santa Fe”; “Primero Santa Fe”, “Santa Fe merece el cambio”; “Convergencia Santafesina”.60 Para Sartori la política al interior de los partidos es política pura por ser más sencilla y más autentica.
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“internas” eran necesarias si no existía acuerdo en la conformación de la oferta para las
legislativas nacionales; otro aspecto a cubrir por ellas era el de definir las autoridades partidarias,
pero frente a una legitimidad ganada en comicios generales, los líderes de las fuerzas las
convirtieron en una simple formalidad. De esta forma los integrantes del partido ven cercenada la
posibilidad de realizar sus carreras políticas a través de un cursus honorum dentro de la fuerza,
que será sustituido por la cercanía y la obsecuencia con el líder, en espera de una retribución. Sin
embargo, en más de una ocasión, éstos deciden incorporar a extrapartidarios o buscan formar su
grupo de confianza con individualidades sin ninguna influencia dentro de la organización para
evitar componendas o presiones.61 Esta situación se ha dado fundamentalmente en las dos fuerzas
tradicionales de la provincia; en el socialismo62 y la democracia progresista, por ser partidos más
pequeños y estructurados, pudo mantenerse una conducta de mayor apego a las normas propias
para la selección de los cuadros dirigentes y de las candidaturas.
En consecuencia, con la desaparición de la vida al interior de los partidos, la estructura de
oportunidades para construir las carreras políticas se deslizan hacia los cargos públicos que se
desempeñan y a la visibilidad de los mismos. En un sistema presidencialista, -cabe asimilar en
este análisis al gobierno de provincia de un estado federal con micro sistema presidencial-
aquellos se reducen fundamentalmente a quienes desempeñan cargos ejecutivos electos, de allí
que los candidatos a gobernadores surjan, generalmente, de quienes se han desempeñado como
intendentes de grandes ciudades, los que por otra parte son aquellos han manejado recursos
importantes tanto para incentivar la formación de un grupo de apoyo como para afrontar los
costos de una competencia política a nivel provincial.
IV-2. Identidad versus liderazgos
Paralelamente al proceso de desvanecimiento de un perfil unitario para la organización, se
produce un acelerado deslizamiento del principio identitario hacia fuertes liderazgos
personalistas; la competencia electoral se traslada hacia los atributos de cada candidato, que gana
en autonomía y acrecienta su personalismo. En este sentido tanto Reutemann en el justicialismo,
como Usandizaga en el radicalismo se desprenden de los controles partidarios y conforman sus
propios séquitos, logrando, de esta forma, establecer nuevas coaliciones dominantes al interior de
sus fuerzas.61 Tanto Reutemann como Usandizaga utilizaron este recurso.62 En el P.S.P., cuando se planteó una situación de este tipo, el partido terminó fracturado.
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Con respecto a la identidad, es importante tener en cuenta que el peronismo provincial,
durante la vigencia del doble voto simultáneo, siempre mantuvo como referencia la palabra
Justicialista dentro del nombre del lema. Recién en 2005, con el reemplazo de este sistema por el
de internas abiertas, y en concordancia con el armado a nivel nacional, se dejará de lado esta
denominación para sustituirla por Frente para la Victoria63. Por su parte el radicalismo y el
socialismo, tanto en la arena provincial como en la nacional, utilizaron otros apelativos que
dieron cuenta de las sucesivas coaliciones que fueron formando64, en cambio la democracia
progresista, si bien en el plano provincial integró la Alianza Santafesina, en los comicios de
autoridades nacionales, salvo en una oportunidad, siempre utilizó su sigla.
El cambio de la denominación partidaria no solo expresó las transformaciones a nivel
organizativo -la formación de frentes y alianzas-, sino que, al producir un efecto directo sobre la
distribución de los incentivos de identidad, facilitó el deslizamiento de adhesiones al interior de
los agrupamientos. La innovación del nombre de una organización política no es algo superfluo
sino que indudablemente tiene impacto sobre la formación de los electorados que muchas veces
no pueden ser mensurados en el corto plazo. La ley de lemas habilitó la utilización de etiquetas
de fantasía para los sublemas y de esta forma allanó el traspaso de una identidad partidaria hacia
la identificación con las figuras de mayor popularidad, diluyéndose los rasgos de cada una de las
fuerzas que la integraban65. De esta forma se promovió el establecimiento de vínculos cada vez
más personalizados, donde el lazo representativo se solventaba sobre el reconocimiento y la
confianza que despertaban los candidatos, sobrepasando los que pudieran inspirar las siglas de las
organizaciones que ya no eran tales.
La aplicación de la ley tuvo influencia sobre la totalidad de las fuerzas políticas
integrantes del sistema de partidos en la provincia, pero sus efectos se hacen notar
tempranamente en el justicialismo y el radicalismo que, como organizaciones de masas,
63 Recién en el 2007 se dejará de usar el escudo partidario en la boleta.64 En la provincia el radicalismo y el socialismo se presentaron bajo el nombre de Alianza Santafesina en 1995 y 1999, en tanto en el 2003, respondiendo a restricciones surgidas por una reforma de la ley, fueron bajo el Lema llamado Partido Socialista. Para la elección de Diputados Nacionales en 1997 y 1999 se presentaron bajo la denominación Alianza para la Justicia, el Trabajo y la Educación, en 2001 como Alianza Santafecina., en 2005 bajo la denominación Frente Progresista Cívico y Social. Por su parte el socialismo ya en 1991 había utilizado el nombre Honestidad Trabajo y Eficiencia para ambas instancias, y en 1995 para las elecciones de Diputados Nacionales había integrado la Alianza FREPASO.65 En el radicalismo el caso más notorio ha sido el de Horacio Usandizaga, cuyo sublema “Convergencia” constituyó una marca registrada desde el cual batalló contra las autoridades del partido a nivel provincial ,hegemonizadas por los miembros de la corriente coordinadora nacional. En el justicialismo el sublema Creo en Santa Fe era el sello propio de Carlos Reutemann.
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contenían a diferentes fracciones ideológicas y de intereses que pugnaban por la conducción
partidaria.
El primero había ganado las elecciones para gobernador en 1983, y en su estructura
sobresalía el peso de algunas organizaciones sindicales66, en tanto en la “rama política” se
disputaban la conducción del partido dos líneas internas –Guardia de Hierro y los jóvenes
provenientes del FEN67-; en 1985 surge un nuevo agrupamiento que respondía a la “renovación”
alineada tras el liderazgo nacional de Antonio Cafiero . En 1986 se hacen las primeras elecciones
internas directas68 para elegir candidatos para las elecciones legislativas nacionales del año
próximo.
Durante el segundo gobierno peronista en Santa Fe, los conflictos entre las diferentes
corrientes del partido atravesaban la gestión provincial de forma tal que ésta se vio convertida en
un continuo campo de disputa, lo cual afectó negativamente el proceso de toma de decisiones. La
ley de lemas posibilitó la incorporación de una figura ajena a la política como candidato del
partido, sin tener que pasar por los filtros de las facciones partidarias. El resultado de dicha
operación fue la emergencia de una nueva jefatura -Carlos Reutemann- que impuso un liderazgo
personalista y hermético que desatendía las viejas corrientes partidarias. Si bien éste incorporó en
su séquito algunos pocos dirigentes justicialistas históricos, los entrelazó con nuevos integrantes
provenientes de otros ambientes. Por otra parte su vinculación familiar con miembros de la
democracia progresista del norte provincial le posibilitó al justicialismo captar la confianza de
sectores conservadores que siempre se habían mantenido reacios a su influencia y, acorde a lo
que sucedía a nivel nacional, se transmutó la imagen histórica del partido.
El liderazgo de Carlos Reutemann se cimentó en elementos extra políticos; a partir de su
gran popularidad en la arena deportiva no necesitaba carta de presentación frente a la ciudadanía
y, por otra parte, sus rasgos personales de austeridad, parquedad y sencillez contrastaban con la
farandulización de la política propia de los 90 y lo hacían más atractivo para el “hombre común”.
El electorado peronista de la provincia apoyó masivamente su postulación deslegitimando a los
otros dirigentes. A partir de ese momento se transformó la estructura interna de la fuerza, dando
cabida a nuevas figuras que conformaron una fuerte fracción hegemónica personalista alrededor
de Reutemann.
66 Los sindicatos con mayor fuerza en el peronismo provincial a comienzos de la década del 80 eran la UOM, el Sindicato de la Carne, Obras Sanitarias y UPCN. El primer Gobernador José M. Vernet fue impuesto por la UOM.67 Agrupamiento universitario de los 70 opuesto a la JP68 Anteriormente el peronismo hacía elecciones para congresales quienes después disponían el armado de las listas.
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Para el radicalismo la aplicación de la ley tuvo como consecuencia inmediata la
sustitución de la coalición dominante que dirigía el partido desde 1983. En dicho momento la
dirección de la U.C.R. provincial integraba el movimiento de Renovación y Cambio y el
presidente del partido era un miembro fundador de la “corriente coordinadora”. El intendente de
la ciudad de Rosario no participaba de esa línea, a la que enfrentó en consecutivas elecciones
internas sin lograr imponerse. Desde la intendencia construyó su imagen de buen administrador
que prefería el “hacer” antes que los cabildeos propios de la politiquería. El manejo de los
recursos de una ciudad del porte de Rosario le permitió prontamente colocarse como líder de peso
en la opinión pública y desde allí lanzarse como referente provincial, impugnando la conducción
santafesina de la U.C.R. e, incluso, no reconociendo el liderazgo nacional del presidente Raúl
Alfonsín. En este sentido la existencia de estos dos sectores respondía, en principio, a un
fraccionamiento ideológico o de diferentes grupos de opinión (Sartori 2000), lo cual no
descartaba la lucha por los cargos y las candidaturas.
Como consecuencia de esta fuerte rivalidad, en 1990 los diputados provinciales que
respondían a Usandizaga avalaron en la legislatura el proyecto de la ley de lemas, ya que de esta
manera no necesitarían pasar por el filtro partidario para lanzar su candidatura a gobernador y
repartir cargos en las listas. Si bien el radicalismo perdió las elecciones de 1991 frente al lema
justicialista, el candidato Usandizaga fue quien obtuvo mayor cantidad de votos (Ver Anexo
A.III), situación que lo colocó en condiciones de ganar las elecciones internas por la conducción
del partido realizadas en 1993 y, desde ese lugar, imponer una jefatura que obturó el debate
interno con las líneas opositoras las que, a su vez, encontraron en el sistema de lemas la
posibilidad de sobrevivir atrincherándose en algunos espacios locales.
A los otros dos partidos con representación parlamentaria en la legislatura, la nueva regla
les facilitó configurar dicha coalición con un socio de un peso electoral muy superior sin que esto
influyera negativamente sobre su permanencia en el escenario político provincial. Por el
contrario, el Partido Socialista Popular –P.S.P.- supo convertir en ventajas relativas ciertos rasgos
de la legislación que le permitieron superar con éxito el proceso de fractura sufrido en 1994 e,
incluso, salir fortalecido después de cada elección de forma tal que su principal figura, el
intendente de Rosario Hermes Binner, se convertirá después del 2001 en el líder del espacio
opositor al justicialismo. A la democracia progresista el doble voto simultáneo le suministró un
instrumento que facilitó acuerdos, muchas veces contradictorios, con otras fuerzas y pudo
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resolver sin demasiados quebrantos la distribución de los espacios de influencia entre los
diferentes grupos de opinión.
Concluido el período de aplicación de la ley, las principales fuerzas políticas de la
provincia otrora organizadas a través de sus propios estatutos, con diferentes líneas que se
enfrentaban en comicios internos para decidir candidaturas y autoridades partidarias, con miles de
afiliados y locales distribuidos por todo el territorio habrán mutado para convertirse en grupos
capitaneados por algún dirigente que convoque a un electorado cada vez más despolitizado; en
este sentido el modelo de partido de masas se fue desdibujando para aparecer una nueva versión
de los antiguos partidos de notables.
IV-3. Fortalecimiento de los localismos
Uno de los elementos que debe ser considerado al examinar el impacto de la ley en la
estructura de los partidos es el efecto de la misma sobre la importancia que adquieren los
escenarios locales. La facilidad para el reconocimiento de lemas y sublemas distritales favoreció
su multiplicación y, por ende, fortaleció la capacidad de negociación de aquellos referentes
locales que llegaban a tener un buen desempeño electoral, más allá de la pertenencia a alguna
bandería partidaria.69.
El localismo llevó a que diputados y senadores provinciales vinculados con estos grupos
se desentendieran de mantener una perspectiva global, y se hayan transformado, mayormente, en
gestores de la solución de los problemas de municipalidades y comunas (Puig 2000). Por otra
parte, como consecuencia de la Reforma de la Constitución Nacional de 199470, los resultados
electorales de los grandes centros urbanos del país obtuvieron una mayor visibilidad, la cual
aumenta si estos divergen con la tendencia dominante a nivel provincial o nacional. En este
sentido las ciudades más importantes del país, aparecen cada vez más como áreas de autonomía y
poder local. En consecuencia las fuerzas políticas que las controlen tienen mayores posibilidades
de armar con éxito sus propios juegos de distribución de incentivos y recursos que les permita
desplegar diversas estrategias de apoyo u obstrucción a los lineamientos de las políticas de los
gobiernos provinciales e, incluso, al propio gobierno nacional, interactuando con ambos desde un
69 Esto permite que líderes de organizaciones vecinalistas o comunales negocien su adhesión a alguno de los lemas provinciales o, incluso, que sus boletas adhieran a dos candidatos de diferentes sublemas o lemas.70 Fundamentalmente en lo referente al reemplazo del Colegio Electoral por la elección directa de Presidente y Vice. No obstante también el artículo que propende a la autonomía de los espacios subregionales ayuda a una mayor presencia de las grandes ciudades en el contexto nacional.
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lugar de cierta independencia sustentado en la influencia ejercida sobre una buena porción del
electorado.
De la misma forma que el federalismo facilita la reproducción de capital político en las
arenas provinciales y debilita las estructuras nacionales, en el contexto santafesino la
multiplicación de ofertas locales, favorecida por la nueva legislación, y el asentamiento de fuertes
liderazgos de este tipo ya sea a nivel departamental –favorecidos por la importancia de la figura
del senador- o municipal en las ciudades de mayor peso poblacional, permitió que las
organizaciones hayan basado cada vez más su potencialidad en las figuras de estos referentes y en
los recursos que ellos controlaban.
IV-4. Debilitamiento institucional y transformación del modelo.
Si se prioriza una mirada que ponga énfasis sobre la importancia de las instituciones como
estructurantes del juego político, los partidos políticos cumplen básicamente tres funciones que
facilitan el objetivo de la representación política: una sigla portadora de una identificación
histórica asociada a valores y significados programáticos, un mecanismo de resolución de
problemas de cooperación entre los miembros de las suborganizaciones que los integran y un
espacio de agregación de preferencias de la sociedad en su conjunto (Leiras 2007). Se podría
afirmar que el doble voto simultáneo conspiró contra todas ellas.
En párrafos anteriores se ha hecho mención a la importancia de los cambios en las siglas
partidarias. En referencia al proceso de desarrollo de la dimensión cooperativa entre los
diferentes grupos dentro de la organización, es necesario insistir en el efecto disgregador que tuvo
esta legislación, ya que aumenta la posibilidad de autonomía de los grupos con mayor desempeño
electoral favoreciendo una conducta faccional sobre el desarrollo de espacios de integración y
mecanismos de cooperación internos, con lo cual el partido pasa a tener una existencia
meramente nominal, convirtiéndose en una convención para designar unidades independientes
que no tienen ningún lazo organizacional sustantivo (Leiras 2007). Finalmente, el aumento del
faccionalismo y la debilidad de espacios cooperativos al interior de las fuerzas impiden un
correcta agregación de intereses y, por lo tanto, disminuye la posibilidad de que los partidos
realicen con éxito la función de ser canales mediadores entre sociedad civil y Estado, siendo en
consecuencia percibidas por el ciudadano como unidades autorreferenciadas que solo defienden
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intereses corporativos. Esta situación refuerza aun más la transferencia de la adhesión desde la
organización hacia la confianza personalizada en el candidato.
Asimismo se podría afirmar que la implementación de la ley del doble voto simultáneo en
Santa Fe proporcionó el marco institucional que favoreció el acelerado deslizamiento de un
modelo de partido de masas hacia otro característico de las nuevas democracias de audiencias o
de públicos (Manin 1998). Este nuevo tipo de “conglomerado político” puede ser caracterizado
como una nueva forma de catch all party (Kirchheimer, 1966) concepto que necesariamente
debería ser resignificado para su aplicación al análisis de los partidos latinoamericanos (Tcach,
1993), por lo tanto resulta más conveniente denominarlo “partido profesional electoral”
(Panebianco 93).
El surgimiento de este nuevo modelo organizativo que se ha venido observando en las
democracias postindustriales a partir de las últimas décadas del siglo XX, ha tenido su correlato
en las transformaciones que se advierten en la forma de articular la representación política en
sociedades, como la argentina, donde los regímenes democráticos no son de larga data. En ambos
casos, este nueva forma de organización política surge como consecuencia de la pérdida de
centralidad de los Estados como reguladores del conjunto de la vida societal (Kitschelt 2004), de
la creciente desestructuración de las sociedades que se organizaban alrededor de las inserciones
laborales de los individuos y de la creciente influencia que los medios de comunicación ejercen
sobre la actuación de los actores políticos, convirtiendo a la escena pública en un espectáculo
(Manin 1998; Sartori, 1998). Este nuevo tipo de agrupamiento se caracteriza por reducir sus
expresiones ideológicas, flexibilizar sus propuestas programáticas y dar grandes márgenes de
libertad a los líderes.
En consecuencia, se observa una progresiva pérdida del peso político de los afiliados, y un
declive pronunciado de los militantes de base, con una marcada preeminencia en las decisiones al
interior de la fuerza, de los funcionarios electos sobre las autoridades y las burocracias
partidarias. (Leiras 2007). El partido esfuma su visibilidad fuera del momento comicial, el
vinculo con la sociedad se vuelve difuso y sólo se mantiene activo si logra gestionar con éxito
algún espacio gubernativo desde el cual administra todo tipo de recursos para mantener una
eficiente distribución de incentivos selectivos que le permitan mantener su fuerza electoral.
V. Los efectos sobre el sistema de partidos.
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V.1- El fortalecimiento de la bipolaridad.
El cambio de sentido operado en las estructuras de las fuerzas políticas se transmitió
rápidamente a la configuración partidaria provincial. Mientras el régimen electoral diseñado por
la Constitución estaba pensado para un formato bipartidista, la flamante legislación, que
unificaba las disputas internas con las elecciones generales y facilitaba el traslado de las
adhesiones partidarias a la confianza depositada en los candidatos, hizo que las tradicionales
organizaciones buscaran nuevas articulaciones para la competencia política, lo que finalmente
terminó remozando el “modelo bipolar” y estableciendo un bipartidismo de fachada (Sartori
1995), ya que, de acuerdo a cómo actúen en la arena parlamentaria, se podría considerar que las
unidades políticas reales son los sublemas.
Para el lanzamiento de la ley en el año 1991 se mantuvo la conformación partidaria
iniciada en el ‘83, pero en los comicios subsiguientes el escenario de competencia se transformó,
los jugadores se adaptaron a la nueva regla y buscaron maximizar los recursos ofrecidos por
ella71.
Los comicios de 1995 marcan un punto de inflexión en el sistema de partidos de la
provincia; a partir de ese momento los partidos de la oposición mantendrán un consorcio, que irá
tomando diferentes denominaciones72, para convocar a un electorado reactivo a la permanencia
del justicialismo como partido gobernante. A pesar de las profundas diferencias de criterio y de
formas de procesar los acontecimientos políticos que eran visibles entre los miembros de la
coalición, se enarbolaba un discurso cuyo objetivo era hacer manifiesta la división existente en el
electorado, por lo tanto el principal enunciado presentado por la coalición opositora desde 1995
en adelante fue el de arrebatar la conducción política de la provincia al justicialismo.
En el ’95, tanto la integración de la U.C.D. como la presencia de un desprendimiento del
socialismo dentro del lema justicialista y, por otra parte, el acuerdo entre el radicalismo, la
Democracia Progresista liderada por el Alberto Natale73 y el Partido Socialista Popular, que en el
plano nacional formaba parte del FREPASO, ponen claramente de manifiesto cuestiones claves 71 A pesar de que los partidos opositores siempre mantuvieron una postura duramente crítica a la legislación, a la cual denunciaban como una herramienta a favor de los intereses del justicialismo.72 En 1995 y 1999 se denominará Alianza Santafesina, en el 2003, a consecuencia de la reforma de la Ley de Lemas, deberá ser inscripta bajo el lema de Partido Socialista, en el 2007 será Frente Progresista Cívico y Social.73 El Dr. Alberto Natale había sido Intendente de la ciudad de Rosario durante la última etapa del Proceso militar y uno de los diputados nacionales que, por fuera del oficialismo, más había defendido el proceso de privatizaciones de las empresas públicas.
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que fueron auspiciadas por esta legislación: la flexibilización ideológica de los agrupamientos,
con la consecuente dilución de discursos programáticos y la preeminencia de las figuras por sobre
las siglas partidarias, ya que lemas y sublemas se conocían y publicitaban a partir de sus
candidatos. Por lo tanto, en última instancia, lo que determinaba el éxito de la elección era la
adhesión a una aglomeración amorfa y confusa que pretendía ser reconocida como una fuerza
política integradora: el Lema. La propia ley alentaba la formación de este tipo de construcción al
promover que el votante se guiara por dos elementos: primero, la figura del candidato74, y si esto
no resultaba suficiente, por una definición sentimental y primaria de adhesión a alguna tradición
del campo cultural de la política argentina. Es por ello que los diferentes partidos, aún integrando
coaliciones, siguieron utilizando en las boletas de sus sublemas los sellos partidarios.75
V.2- Doble voto simultáneo y calendarios diferidos.
La división de la arena provincial entre dos contrincantes se vio favorecida por un recurso
pocas veces considerado como parte integrante de un régimen electoral: la decisión de
implementar un calendario propio para el ámbito provincial y no coincidente con el determinado
para las elecciones nacionales.76.(Oliveros, Scherlis, 2004). Sin embargo esta capacidad que
tienen los estados provinciales para determinar las fechas de los comicios que les competen en su
territorio y separarlos de las elecciones nacionales ha sido un elemento cada vez más utilizado a
partir de la segunda mitad de los ‘90. Esta situación está relacionada, de alguna medida, con la
reforma constitucional de 1994, que al disminuir la duración del período presidencial a cuatro
años, lo ha hecho concordante con el de los gobernadores, a consecuencia de lo cual los
oficialismos provinciales deciden la fecha de los comicios a partir de la conveniencia de
aprovechar o aislar el efecto arrastre que podrían ejercer las elecciones presidenciales.77
74 La sumatoria de sublemas distritales, que se traducía en una excesiva multiplicación de boletas en el cuarto oscuro, con nombres que cambiaban de una elección a otra y muchos de una gran semejanza, hacía que el ciudadano buscara el nombre del candidato que deseaba votar, el que se destacaba en letras de gran tamaño. Por otra parte, se admitían como válidos los votos al lema cuando se introducían en el sobre varios sublemas del mismo lema.75 Esta identificación ayudaba al elector en el momento de emitir su voto ante la cantidad de boletas que se encontraba en el cuarto oscuro.76 Este es un atributo conferido a las provincias por la estructura federal derivada de la Constitución Nacional. En Santa Fe ya había sido utilizado en 1987 para separar las disputas locales del escenario provincial y nacional.77 Se considera que cuando se realizan en forma simultánea, la elección de la instancia que es percibida como de mayor importancia por el electorado influye sobre el resto. En un Estado presidencialista como la Argentina, en general la ciudadanía otorga una gran relevancia a dicha elección, lo cual puede ser medido también por el menor ausentismo y la disminución de los votos en blanco que se registran en esta oportunidad.
50
La no simultaneidad de los calendarios divide claramente ambas arenas electorales y
permite una gran libertad de criterio al ciudadano para evaluar su adhesión en cada uno los
escenarios, privilegiando diferentes aspectos vinculados tanto con las particularidades de las
instancias gubernativas, como con los éxitos o fracasos de las fuerzas políticas en ellas. En
consecuencia se auspicia un comportamiento electoral cada vez más autónomo de las identidades
preexistentes, y más vinculado a la evaluación de las gestiones desempeñadas por los actores. Por
otra parte, esta situación fue sumamente conveniente para que ambos partidos realizaran los
arreglos pertinentes a la integración de las listas con total independencia entre ambas instancias.
Desde la adopción del doble voto simultáneo, en 1991, 1995 y 1999 los comicios para
renovación de autoridades provinciales en Santa Fe se realizaron en fechas diferentes a los
nacionales; en cambio en 2003, año en el cual hubo elecciones presidenciales en abril, se
efectuaron en la misma fecha que las de Diputados y Senadores Nacionales. Los comicios
intermedios para renovación parcial de la Cámara de Diputados- (1993, 1997, 2001) fueron
coincidentes con los de concejales de los municipios.
En el siguiente gráfico se puede observar el comportamiento electoral de los santafesinos
frente a las ofertas partidarias cuando los calendarios electorales han sido simultáneos (1983-
1987-2003) o diferidos (1991-1995-1999)78. Para ello se ha tomado como una línea de
continuidad los resultados obtenidos por el Partido Justicialista –con sus diversas denominaciones
en cada elección entre 1983 y 2003- y el Frente para la Victoria en el 2007. De la misma manera
se ha procedido con los votos correspondientes a la U.C.R. en los tres primeros puntos
temporales, a la Alianza Santafesina en 1995 y1999, al P. S. en 2003 y al Frente Progresista
Cívico y Social en 2007, ya que de esta forma es posible graficar el desempeño electoral de las
dos fuerzas políticas predominantes en Santa Fe para los comicios nacionales y provinciales.
Gráfico : Sufragios obtenidos por las principales fuerzas políticas de la provincia en
las elecciones provinciales y nacionales de los años 1983, 1987, 1991, 1995, 1999, 2003, 2007.
78 Se toman las fechas de la renovación del cargo de Gobernador, ya que en las elecciones intermedias para legisladores nacionales no se realizan comicios para autoridades provinciales, sólo se renuevan los Concejos Deliberantes de los municipios. A partir de 1991 entra en vigencia la ley de Lemas.
51
Elaboración propia a partir de datos suministrados por el Tribunal Electoral Provincial y la Dirección Nacional Electoral del Ministerio del Interior de la Nación.
Las líneas enteras que representan los sufragios obtenidos por el P.D.P. y el P.S.P. en el
plano subnacional se interrumpen en 1991 al integrar estos agrupamientos la Alianza Santafesina.
La línea de puntos de color verde representa la concurrencia a los comicios nacionales del Partido
Demócrata Progresista en forma autónoma al de las alianzas consumadas en territorio provincial,
y la línea punteada celeste se interrumpe en el ’95, ya que refiere a las oportunidades en que el
socialismo participó sólo en las elecciones nacionales; a partir de dicho momento mantendrá la
coalición con el radicalismo también en esta arena.
Lo primero que se advierte es la mayor adhesión electoral que despierta la competencia a
nivel provincial, ya que ambas fuerzas durante el ciclo de vigencia de la ley de lemas y aún
después de su derogación, obtienen mayor cantidad de sufragios en dicha instancia. Asimismo las
adhesiones electorales hacia las fuerzas predominantes presentan comportamientos variados entre
ambos escenarios, en el justicialismo se observa una expansión de la distancia del desempeño
electoral entre ambos niveles desde el 91 al 99 -cuando los calendarios fueron diferidos-
aumentando los votos en la arena provincial y con un constante declinamiento para la nación, a
partir de lo cual se puede señalar el fortalecimiento del liderazgo de Reutemann –cuyo nombre
52
0,00
10,00
20,00
30,00
40,00
50,00
60,00
70,00
1883 1987 1991 1995 1999 2003
Años
Po
rcen
taje
de
voto
s p
osi
tivo
s
P.J. (Gdor)
P.J./(Dip. Nac.)
U.C.R./Alianza Santafesina (Gdor)
U.C.R./Alianza (Dip. Nac)
P.D.P. (Gdor)
P.D.P. (Dip. Nac.)
P.S. (Gdor)
P.S. Dip. Nac.)
siempre aparecía integrando alguna boleta- aislado de las influencias externas. En la oposición,
en cambio, si bien se observa que la separación de los comicios también favoreció la autonomía
de la fuerza y de sus líderes en la provincia , por otro lado ha resultado de importancia para la
otra arena, ya que la conformación de la coalición radical-socialista, que tuvo su correlato en la
ALIANZA a nivel nacional, le posibilitó recuperar en esta instancia en territorio santafesino un
electorado que se ha mantenido medianamente estable y resistente a los cambios de liderazgos
producidos en su interior79.
En 2003 se realizaron las últimas elecciones bajo el sistema de lemas y, contrariamente a
la costumbre iniciada doce años antes, en esta oportunidad se hicieron en forma simultánea.
Indudablemente el oficialismo utilizó este recurso para beneficiarse con la popularidad que
despertaba la figura del Gobernador saliente Carlos Reutemann, quien encabezaba como
candidato a Senador Nacional una boleta de siete cuerpos donde figuraban las nominaciones para
autoridades nacionales, provinciales y municipales. Dicha decisión fue, indudablemente, muy
acertada para el oficialismo, ya que si bien tuvo una declinación en su desempeño electoral en
relación a 1999, obtuvo casi la misma proporción de votos que en 1995, lo que le permitió
mantener el control de la provincia.
V.3- Autonomía de la configuración partidaria santafesina e influencia sobre la arena
nacional.
En 1995 las elecciones para Presidente y Diputados Nacionales se realizaron en mayo y el
pobre desempeño de la UCR fue causado por la irrupción de la Alianza FREPASO, de la cual
formaba parte activa el Partido Socialista Popular. En consecuencia, el entonces Diputado
Nacional Horacio Usandizaga intuye que la única forma de llegar a la gobernación será
concertando un arreglo electoral con este partido, al cual se terminará sumando, también, la
democracia progresista. En sus orígenes este acuerdo no suponía un compromiso a largo plazo
“La declaración de principios de la Alianza Santafesina no nos compromete a presentarnos en
futuras elecciones nacionales..... nos hicimos esta composición de lugar la única manera de
ganar es uniéndonos.”80
79 Después de 2001 Horacio Usandizaga abandona la coalición para integrar RECREAR y el liderazgo de la alianza se traslada a H. Binner.80 Declaraciones de Horacio Usandizaga al diario Rosario12 el 3 de septiembre de 1995.
53
A pesar de no haber logrado imponerse sobre el justicialismo, la experiencia de la Alianza
Santafesina irradió una importante influencia sobre la arena nacional, ya que permitió imaginar
un formato posible aplicable en todo el país para agrupar a las principales fuerzas opositoras al
justicialismo con vistas a las legislativas del ‘97 y a las presidenciales del ‘99.
Por otra parte, es posible tener en cuenta otro aspecto vinculado al desdoblamiento de los
calendarios electorales que tiene incidencia en el panorama nacional, como la posibilidad que
dicha situación otorgaba a los dirigentes partidarios de gozar de un mayor grado de libertad para
negociar la distribución de los cargos en cada una de los niveles, al interior de las fuerzas, en sus
territorios por un lado, y con las autoridades nacionales de sus partidos por otro.
Como la regla electoral de lemas hace coincidir la competencia intrapartidaria con la
interpartidaria, la separación de los comicios resulta de gran utilidad para resolver los problemas
de intercambio y compensación entre los diferentes líderes de la organización, para articular las
divergencias entre la dirigencia regional con las autoridades centrales del partido, o para facilitar
u obstaculizar la proyección de una fracción subnacional de una fuerza política al escenario
nacional. En este sentido la separación de los comicios otorga tal autonomía a las fuerzas
provinciales, que les posibilita realizar alianzas en el territorio de pertenencia que pueden o no
coincidir tanto con la posición de la misma organización en otras provincias como con la de la
coalición dominante del partido a nivel nacional.
En consecuencia, dado el carácter federal de la legislación sobre partidos políticos, las
fuerzas políticas subnacionales tienen un margen de acción bastante extenso para establecer con
autonomía las fichas a utilizar en cada uno de los juegos de las diferentes arenas de competencia:
nacional, provincial o local. Por lo tanto cada uno de los actores que participan de la contienda
pueden decidir, más o menos libremente, si los resultados en un tablero tendrán repercusión sobre
el armado de la partida subsiguiente, poniéndonos en presencia de un “anidamiento de los
juegos”, ya que los actores definen sus estrategias considerando los beneficios que les reportan
los posibles resultados en cada nivel.
De esa manera los escenarios se vuelven más complejos porque el cálculo de beneficios
debe tener en cuenta los posibles resultados en todos los tableros y el mismo puede facilitar o
perjudicar la integración de las fuerzas. Decir que los juegos están anidados equivale a decir que
los beneficios de los actores se determinan de acuerdo a un cálculo general que incorpora todos
los niveles de competencia, cuyo valor puede tener diferente ponderación para cada uno de los
actores a la vez que puede variar a través del tiempo (Leiras 2007).
54
Si bien esta situación de “jugadas simultáneas y en red” es ajena a la presencia de una
legislación electoral determinada, la existencia de una regla como la del doble voto simultáneo
complica las decisiones de los líderes, quienes tienen que agudizar su capacidad de negociación
ya que, en última instancia, en el plano regional y local, cada dirigente puede decidir competir y
probar su fuerza electoral sin necesidad de pasar por una transacción previa.
En el caso santafesino este recurso ha sido sumamente útil para deslindar las influencias
de las diferentes suborganizaciones de cada agrupamiento sobre las distintas arenas y diagramar
los intercambios y compensaciones de acuerdo a los intereses de cada uno de los actores
intervinientes. Por ejemplo, dentro de la Alianza Santafesina, el socialismo siempre privilegió
mantener la intendencia de la ciudad de Rosario y aprovechó los comicios intermedios de
renovación del Concejo Deliberante para realizar consorcios con diferentes corrientes del
radicalismo, cabalgando sobre el internismo de dicha fuerza, para lograr aquel objetivo.
Con respecto a la distribución de las influencias en el plano nacional, el estilo de los
arreglos ha sido variado y respondía a las necesidades y conveniencias coyunturales de los
principales hombres fuertes tanto del oficialismo como de la oposición. En algunas oportunidades
los comicios intermedios para legisladores nacionales se utilizaron como una forma de
compensación y resguardo para los candidatos que habían perdido la elección inmediata
anterior81, para quienes habían concluido su desempeño en un cargo82 o para despejar las
interferencias y disputas que pudieran enturbiar la claridad de un liderazgo83.
Asimismo la importancia de ocupar un cargo legislativo nacional variaba de acuerdo a la
fortaleza de la agrupación y a su afincamiento en el territorio provincial. En este sentido, para el
P.J. liderado por Reutemann y el radicalismo de Usandizaga era mucho más atractivo reafirmar la
presencia en el ámbito regional que en el Parlamento Nacional, donde los legisladores pierden
autonomía y deben alinearse a los bloques partidarios conducidos centralmente por las
autoridades nacionales de las fuerzas. Para los partido de menor desarrollo electoral de la
81 En 1993 Usandizaga, que había perdido la elección a gobernador en el ’91, encabeza la lista de Diputados Nacionales por la U.C.R. para comprobar que mantiene una alta adhesión. En este último año ya se había compensado al candidato a Intendente D’Ambrosio con una diputación Nacional.82 En el justicialismo, cuando Obeid finalizaba la intendencia de Santa Fe en el ’95, encabezó la lista de Diputados Nacionales en mayo, para ser en septiembre del mismo año candidato a Gobernador. Cuando finaliza la gobernación en el ‘99 vuelve a encabezar la lista de Diputados Nacionales.83 En las elecciones para Gobernador de septiembre de 1999 Carlos Reutemann evita la formación de sublemas opositores de peso, otorgándole los dos primeros lugares de la lista de Diputados Nacionales a Jorge Obeid –gobernador saliente- y Hector Cavallero, quienes habían competido dentro del justicialismo en las elecciones anteriores.
55
provincia –P.D.P., P.S.P., U.C.D.- lograr una banca Diputado Nacional implicaba, en cambio, la
posibilidad de expandir su presencia y articular alianzas con otras fuerzas a nivel nacional84 .
La incidencia del doble voto simultáneo sobre el sistema de partidos no sólo es observable
en el territorio provincial con el reforzamiento de una configuración bipolar, sino que irradió su
influencia sobre la competencia por cargos nacionales. Las dos constelaciones electorales
conformadas a su abrigo han desplegado una adhesión consistente sobre el electorado que
dificulta la permanencia y/o aparición de terceras fuerzas en dicha arena. En consecuencia, se
observa que después de su derogación en 2004 y aún con transformaciones producidos al interior
de cada una de las coaliciones -recambios de liderazgos y alejamiento de algunos aliados-,
asociadas a las agudas mutaciones del sistema nacional de partidos, ninguna fuerza que se haya
presentado por fuera de ambas coaliciones ha logrado acceder al Parlamento Nacional.
Con respecto al grado de institucionalización del sistema de partidos, es indudable que de
acuerdo a algunos cánones establecidos (Mainwaring y Scully, 1995; Sartori, 1994), los cambios
producidos en la legislación electoral de la provincia desde el ‘91 en adelante conspiran contra
varios de los elementos señalados como ineludibles para su consolidación tales como la necesaria
estabilidad a lo largo del tiempo de las normas que regulan los comicios, la consistencia
ideológica de sus agrupamientos, la fortaleza de las organizaciones y de sus recursos y la
permanencia de sus etiquetas. 85
Sin embargo, y a pesar de las críticas de las que es susceptible el sistema del doble voto
simultáneo, el comportamiento electoral observado a partir de la conformación de las dos grandes
coaliciones de la provincia parece demostrar que estas estructuraron raíces mas o menos
permanentes en la ciudadanía santafesina y mantuvieron sus preferencias políticas estables a lo
largo de más de una década. Sin embargo este nuevo patrón de competencia y representatividad
se ha desarrollado, basándose más en la fuerte incidencia que han tenido los liderazgos sobre la
escena política, que sobre los partidos políticos propiamente dichos, los cuales no sólo han
disminuido considerablemente en su organicidad sino que han mutado sus siglas y
denominaciones.84 Una de las constantes que es posible apreciar es el comportamiento autónomo de algunas fuerzas en las arenas nacional y provincial. Son los casos de la UCD y del PDP: la primera se ha integrado como sublema al lema liderado por el PJ pero ha mantenido su identidad para presentarse solo o conformara otras alianzas en las legislativas nacionales; la democracia progresista, por su parte, ha integrado la Alianza Santafesina en 1995 y 1999, pero ha mantenido siempre su independencia para las legislativas nacionales.85 De acuerdo al esquema de análisis de Mainwaring y Scully, un sistema de partidos institucionalizado se caracteriza por: estabilidad en las reglas y en la naturaleza de la competencia entre partidos, estabilidad de las etiquetas partidarias y raigambre de sus electorados, consistencia ideológica, fuerte organización de las estructuras partidarias y recursos propios.
56
TERCERA PARTE
Sistemas de partidos y liderazgos en territorio Santafesino.
I. La configuración partidaria santafesina antes de la ley del doble voto
simultáneo.
En el reinicio del ciclo democrático, la configuración partidaria en la provincia no difería
de la existente a nivel nacional El análisis de los resultados de los comicios de octubre de 1983
demuestra que en la provincia la conducta electoral no se diferenció de la del resto del país: entre
el PJ y la UCR reunieron el 93,15% de los sufragios para presidente y se repartieron la totalidad
de bancas en la Cámara de Diputados Nacionales -diez para el radicalismo y nueve para el P.J.-.
Sin embargo la polarización disminuyó notablemente para la elección de gobernador -
81,73-, como consecuencia de la presencia de una fuerza tradicional del sur de la provincia, el
Partido Demócrata Progresista (P.D.P.), que obtuvo una cantidad de votos que le permitieron
colocar cuatro diputados provinciales. El radicalismo resultó desfavorecido al perder dos de cada
diez votos obtenidos por el candidato presidencial, lo cual le impidió acceder a la gobernación
por una escasa diferencia de 15.456 sufragios. No obstante esta situación desventajosa, la U.C.R.
se vio recompensada por haber triunfado en la ciudad de Rosario y haber obtenido un Senador
provincial más que el oficialismo.
Rosario es la principal ciudad de la provincia donde se asienta una tercera parte del
electorado santafesino y ha mantenido históricamente una relación conflictiva con la capital
provincial, enmarcada en la ancestral disputa entre el Norte y el Sur del territorio86 con relación a
la distribución presupuestaria. El triunfo del radicalismo en la intendencia de uno de los centros
urbanos más importantes del país implica, también, un punto de ruptura con el pasado político de
esta ciudad, que hasta dicho momento había sido llamada simbólicamente “la capital del
peronismo”.
De esta forma se inicia un nuevo liderazgo: el del electo intendente Horacio Usandizaga,
quien tuvo una decisiva influencia sobre el proceso político santafesino durante veinte años. El
“vasco”, que había comenzado su carrera política en 1973 como joven concejal del radicalismo,
86 Ambas regiones presentan marcadas diferencias sociodemográficas y económicas favorables al sur, que concentra más del 60% de la población santafesina y cuenta con evidentes ventajas productivas por la feracidad de su tierra y el desarrollo de la industria.
57
no integraba el movimiento Renovación y Cambio, línea hegemónica a nivel provincial y
nacional. Esta situación produjo un distanciamiento cada vez mayor con la conducción partidaria
de Santa Fe, hasta desembocar en una profunda división faccional de la fuerza87.
En 1985 tuvo lugar la primera renovación parlamentaria. El descenso de la polarización
entre las dos fuerzas mayoritarias – rasgo característico de este tipo de comicios cuando se dan de
forma pura- y el buen desempeño electoral de la Democracia Progresista, posibilitó la llegada a la
Cámara de Diputados del principal dirigente de dicha fuerza, Alberto Natale88, quien permanecerá
en la misma durante veinte años consecutivos. El acceso de esta tercera fuerza al Congreso
Nacional se realizó en desmedro de la Unión Cívica Radical, que perdió una banca de las cinco
que ponía en juego.
En septiembre de 1987 se produjo la primera renovación de los poderes provinciales, en
coincidencia con las legislativas nacionales. Sin embargo, en esta oportunidad y por única vez, se
utilizó un recurso de la legislación electoral santafesina, que permitía el desacople entre los
comicios de autoridades provinciales y de autoridades municipales y comunales. Por lo tanto, se
observa tempranamente en Santa Fe la utilización de un componente – la separación de los
calendarios para diferentes instancias-, que años más tarde integrará la agenda política de la
mayoría de los distritos electorales del país.
Este recurso permitió autonomizar las disputas en el plano local de la competencia en las
arenas nacional y provincial. En estas últimas, en consonancia con lo ocurrido en gran parte del
país, el radicalismo perdió una porción significativa de las adhesiones cosechadas cuatro años
antes. Los resultados de los comicios para diputados nacionales mostraron un nuevo descenso en
los niveles de polarización, (Ver Anexo A.II y A.VII), situación que posibilitó no sólo que el
PDP sumase una nueva banca en el Parlamento Nacional, sino también que accediera al mismo
una nueva fuerza, cuya base electoral estaba situada fundamentalmente en la ciudad de Rosario.
Se trataba de la Alianza Unidad Socialista, cuyo principal integrante en la provincia era el Partido
Socialista Popular, una fuerza formada a comienzos de los setenta a partir de una agrupación de
origen universitario cuyo fundador, Guillermo Estevez Boero, fue quien ocupó la primera
diputación alcanzada en 198789.
87 Usandizaga conformó su propia línea interna, con fuerte desarrollo en la ciudad de Rosario y el sur de la Provincia, desde donde confrontaba con la dirección del partido.88 El Dr. Alberto Natale había sido intendente de la ciudad de Rosario durante los dos últimos años del proceso militar.89 Para los orígenes y desarrollos del PSP ver Guberman 2004.
58
En este caso la disminución de la polarización, a diferencia de lo que pasó en 1985, no fue
causada por un descenso uniforme de los votos obtenidos por los dos partidos mayoritarios sino
por la abrupta pérdida de sufragios del radicalismo, que de los cinco escaños que ponía en juego
solo pudo retener tres; mientras que el justicialismo, al haber obtenido una proporción de votos
aún mayor a la de 1983, mantuvo su representación. (Ver Anexo A.II y Grafico A.I.).
En la escena provincial se produjo una situación semejante: el voto castigo al desempeño
del gobierno nacional provocó que el justicialismo mantuviera la gobernación por una gran
diferencia de votos, a pesar de que la primera administración no había dejado una excelente
imagen y una pátina de corrupción cubría a varios de sus funcionarios más destacados. En esta
oportunidad, a diferencia de 1983, los dos candidatos a gobernador pertenecían a la ciudad
capital90.
El abrupto descenso de votos para gobernador del radicalismo -pierde una cuarta parte de
los obtenidos en 1983- es aún más pronunciado en la instancia legislativa, por lo que solo retiene
tres de los diez senadores y trece de los dieciocho diputados. En el Senado, el régimen electoral
uninominal por simple mayoría hizo que sólo el justicialismo lograra obtener las bancas que
perdió la UCR. En Diputados, en cambio, el sistema D’Hont, aplicado para favorecer la
representación proporcional de las fuerzas opositoras, facilitó que la representación de la
democracia progresista pasara de cuatro a seis asientos, mientras la Alianza de Unidad Socialista
pudo, por primera vez, obtener representación en la legislatura con un bloque de tres diputados.
La separación de los comicios de autoridades locales de alguna manera resultó favorable
para el radicalismo, que pudo amortiguar su fracaso electoral en las otras arenas manteniendo el
control sobre algunos municipios importantes91. Un nuevo triunfo de Usandizaga en Rosario lo
colocó como el dirigente radical con mayor peso electoral de la provincia. Su liderazgo se había
consolidado a través de una gestión basada en la expansión de la obra pública, la que había
beneficiado a zonas de la ciudad habitualmente postergadas y donde se asentaba gran parte del
electorado peronista. Este desempeño, junto a un discurso frontal que resaltaba sus atributos
ejecutivos y desdeñaba las componendas corporativas92, fueron los pilares de su popularidad.
90 Felix Reviglio por el P.J. y Changui Cáceres por la U.C.R.91 Intendentes radicales de ciudades importantes como Rosario (Usandizaga) y Venado Tuerto (De Mattia) fueron favorecidos por el aislamiento de las elecciones locales.92 En forma temprana el discurso de Usandizaga se erigió sobre cierta consideración negativa de la política, tomada ésta como una actividad que perdía tiempo en palabrerías y negociaciones en lugar de “solucionar los problemas de la gente”.
59
No obstante su éxito electoral, el intendente de Rosario no lograba que éste se tradujera en
un avance sobre la toma de decisiones del partido, ya que su influencia era constantemente
bloqueada por la dirigencia provincial. La línea interna presidida por Usandizaga era hegemónica
en la departamental Rosario, donde había realizado una fuerte afiliación de nuevos allegados,
pero no lograba acuerdos con otras corrientes para expandirse al resto del territorio, siendo, en
consecuencia, derrotado en todas las confrontaciones internas. La coalición dominante del
radicalismo provincial pretendía confinar su ascendente imagen a su distrito. Por lo tanto, las
negociaciones al interior del partido fracasaban, ya que el esfuerzo realizado en las elecciones
generales no era compensado en la estructura partidaria. De esta forma, aquel actor que había
desarrollado un liderazgo con influencia en la ciudadanía independiente se sentía sitiado. Las
fracciones del partido fueron desarrollando un comportamiento cada vez más faccional93; en este
sentido, cabe hacer notar que cuando los intercambios fallan, los partidos se debilitan como
estructuras de cooperación y la integridad de la fuerza se puede ver comprometida a mediano
plazo (Leiras 2007).
Esta situación explica, en parte, la actitud asumida por los diputados provinciales de la
lista amarilla –la facción de Usadizaga-, años más tarde, respecto al establecimiento de la ley del
doble voto simultáneo en Santa Fe.
Los comicios de 1989, que representaron el primer recambio presidencial desde el inicio
de la democracia, se realizaron atravesados por un grave desequilibrio de las variables
macroeconómicas y una sensación agónica en gran parte de la ciudadanía. Como es esperable en
un sistema de gobierno presidencialista, las expectativas se centraban en ese escenario, que
produjo el predecible “efecto arrastre” sobre las elecciones legislativas. Con respecto a este
fenómeno, en el campo teórico se encuentran diferentes opiniones; mientras Sartori relativiza su
existencia (Sartori, 1992), Nohlen considera que las presidenciales se comportan como un factor
estructurador de la elección parlamentaria cuando se realizan en el mismo día (Nohlen, 1995),
hipótesis corroborada por posteriores estudios comparados sobre los presidencialismos en
América Latina (Mainwaring y Shugart, 2002).
A pesar de su importancia nacional, estos comicios no aportaron grandes cambios a la
configuración partidaria en la provincia. El justicialismo afianzó su preeminencia con casi la
93 Se utiliza el concepto de facción para indicar el comportamiento de un grupo interno, organizado y solidificado alrededor de un fuerte liderazgo personalista, que mantiene una actitud fuertemente confrontativa para hegemonizar el partido. La fracciones son, en cambio, las diferentes unidades subpartidarias; en consecuencia, una fracción puede o no convertirse en facción.
60
mitad de los sufragios para Diputados Nacionales, lo que le permitió acceder a cinco de las nueve
bancas en juego, en tanto el radicalismo superó el piso marcado en 1987 y logró mantener tres.
El descenso de la polarización con respecto a 1983 confirmaba la presencia de una tercera
fuerza con arraigo provincial. (Anexo A.VII). En esta oportunidad la democracia progresista se
presentaba con la Unión del Centro Democrático (U.C.D.) conformando la Alianza de Centro,
que intentaba captar las simpatías del electorado santafesino de centro-derecha. La cantidad de
sufragios que obtuvo para diputados nacionales ratificó, además, el liderazgo de Alberto Natale,
quien se presentaba a la reelección94. (Ver Anexo A.II.).
Por lo tanto, dos años antes de la instauración del doble voto simultáneo se observa -en
coincidencia con el panorama nacional-, un justicialismo en ascenso, que se extiende por todo el
territorio santafesino pero con preeminencia en la zona norte de la provincia, y un radicalismo en
declinación, que concentra su fuerza electoral en las figuras de intendentes de importantes
municipios del sur santafesino –Rosario y Venado Tuerto-, pero cuya estructura interna se
encuentra, al mismo tiempo, fuertemente faccionalizada. Asimismo se constata la presencia de
otras dos fuerzas con arraigo preponderante en el sur santafecino: la democracia progresista en
pequeños municipios y comunas, y el socialismo popular afincado en la ciudad de Rosario.
Sin embargo, el escenario político de la provincia fue sacudido por situaciones
imprevistas que culminaron produciendo grandes impactos sobre el futuro desarrollo del sistema
partidario provincial. Uno de estos fue la intempestiva renuncia de Usandizaga a la intendencia
de Rosario95, que abrió las puertas del gobierno municipal al Partido Socialista Popular. Los otros
estuvieron vinculados con diversas denuncias de corrupción sobre los gobiernos justicialistas de
la ciudad de Santa Fe y de la propia provincia, que finalmente produjeron no solo las renuncias
del intendente de la ciudad capital y del vicegobernador, sino sus respectivos procesamientos
judiciales y condenas efectivas por haberlos encontrado responsables.
Como consecuencia de la renuncia de los intendentes de las dos ciudades más importantes
del territorio, en noviembre de 1989 se realizan comicios para sustituirlos en ambos distritos, en
los cuales, sorprendentemente, las dos fuerzas mayoritarias de la provincia fueron derrotadas96. 94 La conformación de la Alianza electoral con la U.C.D. produjo una ruptura dentro del P.D.P., ya que un grupo de disidentes –línea latorrista-, se apartaron del partido por considerar que este acuerdo con sectores conservadores contradecía las fuentes doctrinarias originales de la fuerza. 95 Años más tarde reconocida por el propio protagonista como uno de los mayores errores políticos de su carera. La misma estuvo vinculada al fuerte involucramiento que tuvo con la campaña de Angeloz y la promesa que había hecho, fiel a su estilo grandilocuente, de alejarse de su cargo de intendente si ganaba Menen las elecciones generales. El triunfo de éste, incluso en la ciudad de Rosario, provocó, días después de los comicios, la renuncia de Usandizaga.96 Por diferentes razones los dos partidos habían perdido credibilidad frente al electorado santafesino: el peronismo, por los escándalos de corrupción, y el radicalismo, por el desprestigio de su gestión a nivel nacional, el faccionalismo
61
En la ciudad de Santa Fe triunfó la democracia progresista, y en Rosario el socialismo popular.
La forma en que cada una de estas fuerzas se benefició de esta oportunidad fue diametralmente
opuesta. La primera, dos años más tarde no podría convalidar su gestión97, permitiendo, en
consecuencia, que el peronismo recuperara el gobierno de la capital provincial mientras que en
Rosario, principal distrito electoral de Santa Fe, el Partido Socialista Popular logró afianzarse de
tal manera que, incluso la fuerte fractura que atravesará años más tarde, no le va a impedir seguir
al frente del municipio.
A partir de estos resultados electorales en las dos principales centros urbanos de la
provincia, y de la temprana candidatura de Uzandizaga como futuro gobernador, los comicios de
1991 para la renovación del gobierno provincial aparecían, en el horizonte, muy complicados
para el oficialismo.
II. El primer impacto.
El justicialismo santafesino percibía que tenía serias dificultades para enfrentar con
tranquilidad las elecciones del ‘91. Dos períodos consecutivos en el gobierno provincial sin un
fuerte liderazgo habían aumentado el fraccionamiento de la fuerza, la profundización de
enfrentamientos entre los dirigentes y el consecuente desarrollo de múltiples facciones. Por otra
parte los embarazosos escándalos por corrupción que habían terminado con la carrera política de
algunos funcionarios también habían carcomido la adhesión de la opinión pública. Por lo tanto, la
única posibilidad que podría permitirle al partido seguir al frente del gobierno provincial, era
lograr que alguna personalidad concitara la atención y promoviera la suficiente confianza como
para que la ciudadanía se sintiera convocada a votar nuevamente por dicha fuerza. En este
contexto, desde la Presidencia de la Nación se aconsejó –como había pasado en otras provincias-,
adoptar el régimen electoral de lemas que habilitaba la eliminación de las internas y facultaba la
presentación de figuras extrapartidarias sin tener que atravesar los controles de quienes
monopolizaban el juego de la candidaturas dentro de la fuerza.
La modificación de las reglas electorales exige una mayoría calificada en ambas cámaras
del parlamento santafesino. Si bien el justicialismo contaba con 15 de los 19 senadores, en
Diputados, la mayoría automática de 28 legisladores sobre 50 no le alcanzaba para alterar el
interno y la renuncia de Usandizaga.97 El deceso del entonces intendente Enrique Mutis pocos meses antes de las elecciones de 1991 perjudicó al partido, que no pudo encontrar un sustituto con la trayectoria suficiente para hacer frente con éxito al justicialismo.
62
régimen. Sin embargo los legisladores del radicalismo que respondían a Usandizaga, finalmente
votaron a favor de la reforma.
Los primeros comicios provinciales bajo la nueva legislación se hicieron a principios de
septiembre de 1991, siete semanas antes que las elecciones de diputados nacionales98, para
bloquear las posibles influencias de estos últimos sobre los primeros.
El estreno de una regla electoral cuyo funcionamiento no se alcanzaba a comprender
cabalmente, más la novedad de una competencia inusual entre un candidato instalado como
ganador y un nuevo contendiente extraño a las lides políticas, fomentó una aguda disputa entre
ambos que se vio reflejada en el fuerte incremento de la concentración de los sufragios en las dos
fuerzas tradicionales, -incluso mayor que la registrada dos años antes en las elecciones
presidenciales-. (Ver Anexo VII)
Finalmente, la estrategia programada desde el poder ejecutivo nacional logró su cometido,
y el justicialismo como lema obtuvo la mayoría de los sufragios (Ver Anexo A.III). Si bien
Usandizaga consiguió más de cien mil votos de diferencia a su favor, y su sublema reunió casi la
totalidad de los votos correspondientes al radicalismo, el funcionamiento de la regla electoral
posibilitó que la sumatoria de los sublemas justicialistas erigiera gobernador a su candidato más
votado. De esta forma, la entrada a escena de una figura extraña al ámbito de la política y
poseedora de una gran popularidad, concitó la adhesión de muchos ciudadanos que, en otras
circunstancias, no hubieran sufragado por un candidato ofrecido por el peronismo.
Con respecto al desempeño electoral de las otras dos fuerzas con representación
legislativa en la provincia, el P.D.P. fue el más afectado por la concentración de votos en las
fuerzas mayoritarias y, en consecuencia, de los seis diputados que había obtenido en 1987 sólo
logró retener uno. El socialismo popular, en cambio, que se presentó bajo el lema Alianza
Honestidad, Trabajo y Eficiencia99, si bien aumenta tímidamente su presencia electoral en los
comicios para gobernador, suma algunos puntos más en diputados, los que resultaron suficientes
para quedarse con cuatro de los asientos legislativos que perdió el P.D.P. Simultáneamente,
Héctor Cavallero consiguió ratificar su liderazgo en la ciudad de Rosario después de dos años de
gestión, al haber sido reelegido como intendente.
98 El 8 de septiembre se llevaron a cabo los comicios para autoridades provinciales y municipales y el 27 de octubre para diputados nacionales.99 Constituida fundamentalmente por el P.S.P. y el P.S.D., al cual se suman otras agrupaciones menores, entre ellas una escisión del P.D.P. -el “latorrismo”-, liderada por el Fiscal General de la Nación Ricardo Molinas, candidato a gobernador por H.T.E. en 1991, quien en octubre logrará la segunda banca de Diputados Nacionales para esta fuerza.
63
Un par de meses más tarde, los resultados obtenidos por los partidos en los elecciones
para renovación de diputados nacionales dibujan un escenario diferente: la concentración de
sufragios decayó marcadamente, característica de este tipo de comicios cuando se realizan
separados de una instancia ejecutiva –ambas fuerzas mayoritarias perdieron más de la tercera
parte de sus respectivos sufragios-100, y los votos en blanco sufrieron un incremento tanto
respecto al ‘89 como a las elecciones para gobernador.
La lista de diputados nacionales revelaban los cambios producidos en la conducción de la
U.C.R. a nivel provincial. En agosto de 1991, en las elecciones internas del radicalismo,
Usandizaga había ganado por casi el 70% de los votos, proyectando su liderazgo de popularidad
sobre el electorado rosarino al interior del partido. Desde ese momento impone una jefatura
personalista, que se caracterizó por decidir de forma inconsulta sobre los nombres de los
candidatos que le correspondía a su línea, eligiendo más de una vez entre sus amigos y
favoreciendo a extrapartidarios en perjuicio de antiguos militantes.101
Por su parte la lista de Diputados Nacionales del justicialismo también exteriorizaba la
debilidad de la organización partidaria, porque la misma respondió a las sugerencias dadas desde
el gobierno nacional y fue encabezada, también, por alguien sin trayectoria dentro del partido y
ligado a una organización representativa de los intereses de los grandes productores agrarios de la
provincia102.
Si bien la U.C.R. resultó la más afectada por la pérdida de votos en comparación con su
desempeño en la arena provincial, los sufragios alcanzados para Diputados Nacionales fueron
suficientes para mantener las tres bancas que ponía en juego. En cambio fue el justicialismo
quien, aún habiendo ganado los comicios, sufrió un manifiesto retroceso, ya que obtuvo una
cantidad de sufragios similares a los de 1985, lo cual implicó la pérdida de un escaño. En este
sentido se vuelve a ratificar la escasa adhesión que el partido como tal suscitaba en la ciudadanía
santafesina, y la evidente trascendencia que había tenido la candidatura de Carlos Reutemann
para contrarrestar este descrédito. Con respecto al desempeño electoral de las terceras fuerzas, se
observa que la democracia progresista recuperó los votos perdidos dos meses atrás y mantuvo el
caudal que la caracterizaba en esta instancia pudiendo, en consecuencia, retener la segunda
diputación conseguida cuatro años antes. En cambio, el nuevo movimiento H.T.E., liderado por el
100 En el caso del radicalismo emigraron hacia otras opciones cuatro de cada diez votantes.101 En este caso encabeza la lista de Diputados Nacionales René Palestra, una figura del periodismo muy conocida en la ciudad y de una manifiesta posición antiperonista.102 Encabezaba la lista de Diputados Nacionales Marcelo Muniagurria, un extrapartidario miembro del séquito de Carlos Reutemann.
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socialismo popular, se reafirmó en la arena nacional, donde casi duplicó la cantidad de votos que
había obtenido en los comicios para gobernador y pudo acceder a una segunda banca en la
Cámara de Diputados103.
Cuadro sobre diferencias absolutas y porcentuales entre los comicios para
Gobernador y Diputados Nacionales en 1991.
Fuente: Elaboración propia a partir de datos suministrados por el Tribunal Electoral Provincial y la Dirección Nacional Electoral del Ministerio del Interior de la Nación
De las cuatro fuerzas que conformaban hasta este momento el sistema partidario
santafesino, era el socialismo popular, sin duda, quien desde el reinicio del ciclo democrático
había logrado incrementar su presencia. A partir de una agrupación universitaria logró
constituirse en una fuerza política con cuatro diputaciones provinciales, dos nacionales y que,
sobre todo, gestionaba con éxito uno de los tres centros urbanos más importantes del país104.
En el cuadro anterior se visualiza como en los comicios para gobernador los dos
principales partidos atrajeron gran parte de los sufragios que para diputados nacionales
103 En estos comicios encabezaba la lista de Dip. Nac. Guillermo Estévez Boero secundado por Ricardo Molinas un dirigente que provenía del latorrismo del PDP.104 Héctor Cavallero había sido elegido intendente de Rosario en 1989, después de la renuncia de Horacio Usandizaga y tuvo que enfrentar las consecuencias del estallido hiperinflacionario que en Rosario se había manifestado en saqueos. Su gestión fue muy eficaz en relación a la asistencia comunitaria de los barrios con mayores necesidades.
65
U.C.R. 358.386 27,14% 601.304 40,54% 242.918 67,78%
PARTIDO JUSTICIALISTA 461.164 34,92% 694.542 46,83% 233.378 50,61%
P. DEMOCRATA PROGRESISTA 121.679 9,21% 38.625 2,60% -83.054 -68,26%
H.T.E. 225.769 17,09% 127.051 8,57% -98.718 -77,70%
OTROS 153.737 11,64% 21.669 1,46% -132.068 -85,91%
100,00% 100,00%
VOTOS POSITIVOS 1.320.735 91,98% 1.483.191 94,69% 162.456 12,30%
VOTOS EN BLANCO 93.931 6,54% 72.325 4,62% -21.606 -23,00%
VOTOS ANULADOS 21.188 1,48% 10.754 0,69% -10.434 -49,24%
TOTAL VOTANTES 1.435.854 1.566.291 130.437 9,08%
Variac. Porcentual
Gob - Dip.Nac
Lemas
Gobernador 1991
Votos Lema
% del total
% del total
Votos
Dip. Nac. 1991
Variac. Absoluta
cosecharon las otras fuerzas. El escenario dibujado por estas elecciones impulsaron a las fuerzas
del arco opositor, a buscar acuerdos con vistas a sumar esfuerzos para ganarle al justicialismo.
En octubre de 1993 –legislativas nacionales y renovación de ediles municipales- descolló
la recuperación protagonizada por el radicalismo, que de esta forma convalidaba el liderazgo de
Horacio Usandizaga -quien encabezó la lista para Diputados cinco meses después de haber
arrasado, nuevamente, con sus opositores en las internas partidarias-, conservando de esta forma
las tres bancas que arriesgaba.
La composición de la boleta justicialista indicaba la creciente influencia del gobernador
sobre el partido –al cual se acababa de afiliar para conducirlo oficialmente-, ya que dos de los
cuatro primeros lugares eran ocupados por personas de su estricta confianza. No obstante el P.J.,
aún siendo la fuerza que más sufragios cosechó, nuevamente perdía un lugar en la representación
legislativa nacional a favor de H.T.E.105, que lograba su tercer escaño en el Parlamento. Alberto
Natale, por su parte, como primer candidato del P.D.P., consigue la proporción de votos
suficiente para conservar su asiento.
En estos comicios se observa un notable incremento de los votos en blanco, tendencia que
será permanente en la provincia cuando los comicios sean únicamente legislativos. (Ver Anexo
Grafico I).
III. La gestación de una nueva configuración partidaria.
Las elecciones de 1995 fueron un punto de clivaje en la política santafesina, ya que a
partir de ellas se reconfiguró el sistema partidario provincial, dando inicio a una renovada
bipolaridad sostenida sobre dos coaliciones.
El peronismo, desde sus orígenes, siempre se mostró como una fuerza movimientista y
proclive a la formación de frentes electorales que respondían a las características de cada espacio
provincial. La ley del doble voto simultáneo le permitió una mayor flexibilidad para realizar los
acuerdos y reunir bajo el mismo paraguas a agrupaciones y líderes con antecedentes ideológicos
y discursos encontrados. En Santa Fe, la entrada en escena de una nueva figura como la de Carlos
Reutemann facilitó el cambio de imagen. Su diestra conducción sobre el partido logró morigerar
105 Ingresa como Diputado Nacional el entonces Secretario de Cultura de la Municipalidad de Rosario: Enrique Llopis –cantautor popular de larga trayectoria-, quien había sido incorporado por Héctor Cavallero a su gobierno como extrapartidario.
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el anterior faccionalismo y, al engarzarlo con su propia popularidad, hizo del justicialismo una
fuerza imbatible mientras estuvo vigente la ley de lemas.
Reutemann impuso una jefatura que intentaba ser hegemónica, para lo cual debía
imponerse sobre dirigentes de larga trayectoria y acotar el despliegue de nuevas figuras que no
respondieran a su influencia. Durante su primer gobierno integró el gabinete con varios nombres
extraños a la tradición partidaria, y su estilo de gestión lo distinguió de anteriores
administraciones.
En 1993 se había comprobado que Usandizaga mantenía su peso electoral y, en las
elecciones constituyentes del ‘94, se había podido percibir con claridad el creciente desarrollo de
una autonomía ciudadana que buscaba nuevas expresiones políticas106. Finalmente. en las
elecciones para presidente y Diputados Nacionales que se realizaron cuatro meses antes que las
de gobernador, se advertía la presencia de un electorado refractario al justicialismo, por lo que el
escenario para el recambio de autoridades provinciales nuevamente se presentaba complejo e
incierto para el oficialismo.
En consecuencia, el justicialismo se puso en marcha para buscar acuerdos con otras
fuerzas valiéndose de las posibilidades que brindaba la legislación. De esta forma, por su afinidad
con el modelo imperante en el gobierno nacional, integró a la U.C.D. y a algunas organizaciones
menores107 como sublemas. Por otra parte, en búsqueda del electorado rosarino, que cada vez le
era más esquivo, incorporó al hasta entonces intendente socialista Héctor Cavallero como
candidato a gobernador de uno de los veintiún sublemas que integraron su oferta electoral.
El ingreso del alcalde de la ciudad de Rosario al lema justicialista fue causa y
consecuencia de la fractura del Partido Socialista Popular producida un año antes. Desde la
intendencia, Cavallero había desarrollado una ampliación de las bases de sustentación de su
gobierno a través de la integración de referentes de vecinales, cooperadoras, clubes y otras
organizaciones sociales –la mayoría de origen peronista- quienes conformaron el movimiento
Honestidad, Trabajo y Eficiencia. Sin embargo el P.S.P., que se había forjado como una
organización de cuadros universitarios, pequeña, fuertemente estructurada, con una conducción
centralizada y verticalista, era renuente a un crecimiento rápido y movimientista como el que
impulsaba el intendente.
106 El P.J. 33,48%; pael electorado el P:D.P se ubicó como segunda fuerza con el 14,22%, la U.C.R. sacó 11,17%, el Frente Grande 9,46%, el Modin 8,72%, H.T.E. 7,34%, la U.C.D. 4,66% . La adhesión a estas últimas cuatro fuerzas mostraba un electorado que buscaba apartarse de los tres partidos históricos de la provincia.107 M.I.D., Frente Emancipador, Partido Blanco de los Jubilados.
67
Las diferentes concepciones sobre la forma de acumulación política, objetivos inmediatos
y futuras alianzas a nivel provincial y nacional se fueron manifestando a partir de 1991 108 y se
hicieron públicas en 1993, cuando el socialismo concurre a las elecciones municipales con dos
sublemas. El que respondía a Cavallero estaba encabezado por una dirigente social ligada al
peronismo109, y representaba el criterio movimientista del intendente, en tanto la boleta del
sublema opositor era presidida por el entonces Secretario de Salud Pública, Hermes Binner, quien
había desarrollado una destacada gestión en su área con una amplia difusión mediática. La
sociedad rosarina, ajena a estas disputas internas, apoyó la gestión municipal y votó a quien la
representaba directamente, es decir a un miembro del gabinete del intendente. El sublema de
Cavallero no alcanzó a colocar un solo concejal.
De esta forma fue posible observar que, como expresa Sartori, en circunstancias normales
y rutinarias el ciudadano medio no dedica mucho tiempo ni mucha atención a las elecciones
(Sartori, 2000). La renovación del Concejo Deliberantes siempre ha sido uno de los comicios
menos convocantes, pero de gran importancia para el ejecutivo municipal, ya que le permite a
mitad de mandato pulsar el impacto de su gestión. Por otra parte estas elecciones eran la segunda
aplicación de la ley de lemas y no estaban en juego los cargos ejecutivos, de esta forma Binner
colectó los votos de aprobación a la política implementada desde el municipio.
Un año más tarde el P.S.P. atravesó la primera experiencia de elecciones internas desde
sus orígenes, donde la corriente del intendente es derrotada y de inmediato se escinde de la
fuerza. A tal punto habían llegado las diferencias que dicha confrontación no fue otra cosa que
una mera puja por el sello partidario, ya que ninguna de las dos fracciones hubieran continuado
en una organización hegemonizada por el otro grupo. (Guberman, 2004).
Cavallero, quien no renegó nunca de su condición de socialista, formó una nueva
agrupación, el Partido del Progreso Social –P.P.S.-, y de inmediato comenzó hilvanar acuerdos
con sectores justicialistas no reutemistas110 para lanzar su candidatura a gobernador integrando
dicho Lema.
Por otra parte el P.S.P., ahora conducido por Hermes Binner y Rubén Gustiniani111,
avanzó en un acuerdo nacional con el Frente Grande liderado por Chacho Alvarez para integrar la
108 Mientras Cavallero proponía un acercamiento al justicialismo con intenciones de acceder a la gobernación provincial, la mayoría de la cúpula partidaria se oponía.109 Rita Colli, presidenta del sindicato de Amas de Casa.110 Estas negociaciones estaban avaladas desde la Presidencia de la Nación, ya que Menem deseaba acotar el liderazgo de Carlos Reutemann, a quien no había podido subordinar completamente.111 Decano de la Facultad de Ingeniería de la U.N.R., quien desde 1992 reemplazará a Estévez Boero en la Secretaría General de la Mesa Ejecutiva del Comité Nacional.
68
mesa ejecutiva del FREPASO112 en Santa Fe y comenzó, además, las conversaciones para una
futura coalición de las fuerzas opositoras a nivel provincial.
El desenlace del primer juego con la nueva regla había señalado a las fuerzas de la
oposición que debían planificar una estrategia de sumar fuerzas. Este acuerdo fue posible ya que
la legislación facilitó que se forjase una coalición sin perder la posibilidad de que cada una de las
partes armase sus propias listas de candidatos y mantuviera su identidad. De esta forma se plasmó
la Alianza Santafesina, un compromiso electoral entre U.C.R., el P.S.P. y el P.D.P-, cuyo objetivo
fundamental era arrebatarle la gobernación al justicialismo. Al igual que en el lema oficialista, no
existía en la coalición opositora una preocupación por acordar programa o discutir principios,
sino que se asemejaba a una sumatoria de arreglos por el reparto de diferentes cargos electivos en
todo el territorio provincial. Cada fuerza participaba con diferentes sublemas provinciales y
distritales, lo cual facultaba la formación de diversas combinaciones en cada una de las
instancias.
Desde la mirada de los partidos integrantes de la alianza, su formación suponía una
simplificación del escenario electoral, ya que descendía el “nivel de incertidumbre ambiental”
convirtiendo a fuerzas competidoras en cooperadoras (Panebianco, 1993). Se había comprobado
en los diferentes escenarios electorales que en la provincia había un electorado reactivo al
oficialismo peronista, sin embargo sobre ese “territorio de caza” operaban diferentes ofertas que
rivalizaban entre sí. El acuerdo marco entre ellas habilitaba para que los ciudadanos expresasen
su adhesión a distintos líderes y organizaciones en escenarios simultáneos –local y provincial-,
sin que su voto se desviara del objetivo mayor: acceder al gobierno provincial. En este sentido la
reforma electoral había producido el efecto clásico que debe tener todo régimen electoral
efectivo, que es la de reducir el número de competidores. (Sartori, 1994)
En 1995 los comicios nacionales y provinciales se realizaron en fechas diferentes: los de
Presidente y Diputados Nacionales se hicieron en mayo y las correspondientes para autoridades
provinciales y municipales en septiembre. Esta situación dio mayores expectativas a la oposición,
ya que se aislaba las elecciones provinciales del posible efecto arrastre de las presidenciales,
donde estaba asegurada la reelección del presidente Menem.
En Santa Fe el panorama electoral de los comicios presidenciales marcó diferencias con
otras provincias, dado que la fuerza política que obtuvo mayor cantidad de votos fue el
112 El FREPASO en Santa Fe estaba constituido por el Frente Grande, cuyo referente más conocido era A.lberto Piccinini, el P.S.P., la Democracia Cristiana (Alberto Nogueras) y el peronismo disidente –PAIS- (Lorenzo Domínguez).
69
FREPASO113. Sin embargo, si se consideran los sufragios hacia las candidaturas, el presidente
Menem reunió cerca de la mitad de los votos positivos. En consecuencia, si se estima la
concentración de los sufragios por partidos, ésta habría descendido, pero al tomar en cuenta la
sumatoria de votos a los candidatos114 se obtiene una proporción similar a 1989. (Ver Anexo A.
VII). La diferencia con escenarios anteriores estuvo marcada por el desplazamiento de la U.C.R.
al tercer lugar y la no presentación de la Democracia Progresista.
Los resultados obtenidos en Diputados Nacionales marcaban diferencias con las
presidenciales; en esta instancia el justicialismo, cuya lista era encabezada por Jorge Obeid115, fue
la fuerza que obtuvo mayor cantidad de sufragios, lo que le permitió retener las cuatro bancas que
ponía en juego. En segundo lugar se colocó el FREPASO, que aún habiendo disminuido la
cantidad de votos obtuvo tres diputaciones nacionales116. Por el contrario, el radicalismo, que
había aumentado las adhesiones en relación a los sufragios obtenidos para presidente, fue
perjudicado al perder una de las tres bancas que arriesgaba y, finalmente, el P.D.P., que no había
acompañado ninguna fórmula presidencial, retuvo la propia ingresando a la cámara Caballero
Martín. (Ver Anexo A III).
En consecuencia, de las diez bancas que se renovaban, seis quedaron en manos de los
partidos que en la provincia constituían el polo opositor y que, por otra parte, durante todo el
período 1991-95 habían formando un solo bloque en la legislatura santafesina. Por lo tanto,
estaba clara la necesidad de conformar una coalición electoral como única estrategia viable para
derrotar al oficialismo. En este sentido la ley de lemas facilitaba las agregaciones y producía el
efecto reductor al cual alude Sartori sobre el sistema de partidos.
Si bien el radicalismo había quedado tercero en las elecciones de mayo, se preveía que el
candidato natural para la gobernación era el ex intendente rosarino Horacio Usandizaga, que
encabezaba dos sublemas de la U.C.R.117. El P.S.P. participaba de la Alianza Santafesina con la
esperanza de poder retener la intendencia de la ciudad de Rosario, a pesar de la fractura que había
sufrido el partido. Por su parte, el P.D.P.118 la integró como estrategia para mantener algunas
113 El FREPASO obtuvo 593.790 sufragios (37,44%) frente a 589.734 (37,19%) del P.J. y 199.423 (12,58%) de la UCR.114 Además del P.J., otros partidos llevaban para presidente la fórmula Menem-Ruckauf.115 Intendente de la ciudad de Santa Fe entre 1991 y 1995.116 Ingresaron Lorenzo Domínguez (PAIS); Guillermo Estévez Boero (P.S.P.) y Elsa Fernández de Combes (F.G.).117 Los sublemas eran Convergencia (la marca propia de Usandizaga) y Confluencia, un sublema que respondía al ex rector de la U.N.R., Juan Carlos Mllet. El acuerdo sellado entre ambos permitía que este último encabezara la lista de diputados provinciales de ambos sublemas, que llevaban la fórmula H. Uzandizaga–R. Bonetto.118 Esta fuerza mostraba una fuerte división en su interior referida a los incentivo de identidad, ya que en el plano nacional su referente político principal, A. Natale, apoyaba las políticas de privatizaciones implementadas por el
70
comunas y lograr lugares tanto en los concejos deliberantes de los municipios como en la
legislatura provincial, con el objetivo de seguir conservando poder en el territorio.
El municipio de Rosario era una pieza clave, porque en él se congregaba una gran
proporción de los votos que necesitaba la Alianza, pero también porque la ciudad era escenario
de una doble disputa: una, entre las dos partes del socialismo que integraban lemas opositores, y
la otra, la que se jugaba al interior de la coalición entre radicales y socialistas por la ciudad.
La oferta para la Intendencia se componía de ocho candidatos presentados por diez
sublemas de la Alianza Santafesina, nueve del lema justicialista propuestos por sus dieciséis
sublemas y, finalmente, tres candidatos por otros lemas.
En la primera se destacaba la competencia entre los sublemas radicales que acompañaban
la propuesta de Usandizaga para la gobernación y llevaban como aspirante al municipio a Angel
D’Ambrossio contra el socialismo que apoyaba a Hermes Binner.
Por su parte, la estrategia justicialista para el municipio era la multiplicación de subgrupos
en el nivel de concejales, capitaneados por referentes y punteros barriales, que se iban reuniendo
en los niveles superiores para sostener los mismos candidatos a intendente119 y a gobernador de
las diversas corrientes internas. Para la intendencia sobresalían las figuras de Norberto Nicotra
como principal representante de Obeid, aunque Creo en Santa Fe, el sublema reutemista, llevaba
a Angel Baltuzzi. Cavallero componía su oferta con tres candidatos de diferente origen: Carlos
Bermúdez, un importante dirigente del peronismo rosarino, Elías Soso, un destacado dirigente
empresarial, y Ricardo Marengo, su hombre de confianza y concejal del P.P.S.
Para la provincia, de los trece sublemas de la Alianza Santafesina habilitados con
candidaturas para Gobernador, solo uno estaba encabezado por un referente que no pertenecía al
sur de la provincia, lo cual indica la influencia territorial que tenían las fuerzas que integraban la
coalición.
La cantidad de sublemas provinciales habilitados para presentar fórmulas a Gobernador y
Vice surgidos de cada uno de los integrantes de la coalición permiten considerar el grado de
faccionalización de aquellos. Mientras el P.D.P. y el P.S.P.120 presentaron una sola candidatura
presidente Menem, mientras que en la provincia varios dirigentes estaban en total desacuerdo. Por lo tanto, se desarrolla una especie de acuerdo interno donde la arena provincial queda para estos últimos, mientras en el plano nacional el liderazgo le pertenecía al primero.119 Por ejemplo el Diputado Nacional Enrique Llopis era candidato de siete sublemas que confluían en diferentes candidaturas para Gobernador; sugestivamente no integraba la propuesta de Cavallero con quien había ingresado a la política.120 En esta instancia, y a pesar de haber ido en alianza para los comicios de Diputados Nacionales, el P.S.P. no llegó a un acuerdo con el Frente Grande, que constituyó su propio Lema y llevó la Formula A. Piccinini–A. Nogueras.
71
cada uno para gobernador y diputados provinciales y abrieron posibilidades de competencia
sumamente acotadas en el nivel local, el radicalismo tuvo cuatro fórmulas para la gobernación.121,
distribuidas en siete sublemas, a los que se sumaban las subdivisiones y derivaciones distritales.
Por lo tanto, es posible deducir que tanto el socialismo como la democracia progresista aún
mantenían un alto grado de institucionalización, donde las autoridades partidarias, a través de
diferentes mecanismos, podían acotar la estructura de oportunidades para los miembros de sus
fuerzas y resolver los conflictos dentro de la propia organización.
En cambio la U.C.R. mostraba serias debilidades organizativas, vinculadas con la propia
situación del partido a nivel nacional pero, fundamentalmente, con las características
personalistas del liderazgo de Usandizaga y las derivaciones de los fuertes enfrentamientos
internos por la jefatura del comité provincial que históricamente había mantenido con los sectores
ligados al alfonsinismo. De esta forma, en comparación con los comicios de 1991, la ley de lemas
había producido una disgregación de la oferta electoral del radicalismo la que, en última
instancia, le permitía actuar como una colectora de votos para aquellos electores que no fueran
afines al “vasco”.
El justicialismo, por su parte, se presentó a los comicios con una gran variedad de
sublemas que articulaban múltiples ofertas distritales. Las fórmulas para gobernador eran
nueve122, pero la contienda principal se dirimía entre los sublemas que apoyaban la fórmula J.
Obeid-G. Venesia y los que llevaban el binomio H. Cavallero-O. Perotti.123. Reutemann
encabezaba la lista a diputados provinciales con su sublema “Creo en Santa Fe”, acompañando la
fórmula J. Obeid-G. Venecia, la cual también incorporaba a la U.C.D. como sublema. El resto de
las fórmulas para gobernador respondían, en la mayoría de los casos, a dirigentes con larga
trayectoria justicialista que pretendían constatar si la influencia que aún mantenían sobre el
electorado les posibilitaba el acceso a una banca en la legislatura, o negociar un lugar en la futura
administración donde pudieran disponer de algunos incentivos selectivos para su grupo.
121 H. Uzandizaga–R. Bonetto; E. De Mattia-E.Sogbi; C. Fascendini-A. Rossi y J. Silvestre Begnis-T. Vinaghi.122 J.Obeid-G. Venecia; H. Cavallero-O. Perotti; L. Rubeo-A. Pascutto; E. Cevallo-J.C. Galotto; O. Lamberto-M. Muniagurria; R. Carignano–R. Rossua; H. Cárcano–G. Castillo; J. M. Lafuente–M. Vallone; R. Monserrat–A. Bonino.123 Ambas articulaban un representante del norte de la provincia con uno del sur y tres de sus integrantes habían sido exitosos intendentes de las más importantes ciudades de la provincia.
72
Los resultados electorales124 pusieron en evidencia el interés despertado en la ciudadanía,
ya que si bien la cantidad de votos en blanco fue mayor que en mayo125, la polarización
registrada superó a la de los comicios presidenciales. El efecto de la regla electoral había operado
reduciendo la cantidad de actores en la arena de juego. Aún cuando la competencia resultó muy
pareja, finalmente el lema del oficialismo se impuso por apenas algo más de 50.000 sufragios.
Por segunda vez el candidato más votado no accedió a la gobernación.
Usandizaga reunió seis de cada diez de los votos aliancistas y, aún cuando se comprobó
un descenso de las adhesiones a su persona, siguió siendo el candidato más votado, seguido por el
dirigente demócrata progresista Alberto Natale. En el lema justicialista, en cambio, la disputa
entre los dos candidatos principales fue muy reñida, imponiéndose finalmente el candidato
reutemista. (Ver Anexo A IV).
El sublema “Creo en Santa Fe”, que llevaba al gobernador saliente como candidato a
Diputado Provincial, obtuvo 19 de las 28 bancas que le corresponden al oficialismo y la mayoría
de las 13 senadurías provinciales, en las cuales se impuso el justicialismo. Por su parte, de las 25
bancas en la legislatura correspondientes a la Alianza Santafesina, el radicalismo obtuvo 17 -de
las cuales 15 fueron ocupadas por la lista de Usandizaga-, 4 por el P.D.P. y 2 por el socialismo.
Cada una de estas fuerzas constituyó su propio bloque.
Sin embargo, apenas comenzada la gestión, Obeid tuvo un enfrentamiento con Carlos
Reutemann por la hegemonía partidaria, que se manifestó en la ruptura del bloque parlamentario
de “Creo en Santa Fe”, a causa de la designación del presidente de la Cámara de Diputados de la
Provincia. La relación entre Obeid y Reutemann fue siempre conflictiva; provenientes de
tradiciones y culturas políticas diferentes, el gobernador se vio en la necesidad de aceptar la
candidatura de Obeid en 1995 porque era el único dirigente justicialista que podía mostrar una
gestión exitosa en una ciudad importante. A partir de ese momento la lucha por el liderazgo
siempre estuvo presente.
En consecuencia, la bipolaridad aliancista-justicialista se convirtió en un “cuasi-
pluralismo moderado” (Sartori, 2000) al desaparecer la mayoría automática oficialista, situación
que produjo que muchas iniciativas del Gobernador fueran demoradas en la arena legislativa y
que se debieran buscar acuerdos con las fuerzas opositoras.
124 El escrutinio tuvo serias irregularidades y recién un mes después de los comicios la justicia electoral determinó quien había triunfado.125 Los votos en blanco registrados en las presidenciales de mayo fueron 38.424 (2,35%) y para Gobernador 93.095 (5,73%).
73
El panorama después de los comicios de 1995 presentaba un oficialismo que, nuevamente,
había logrado triunfar aprovechando todas las posibilidades del régimen. Se había recurrido a una
figura extrapartidaria, esta vez para atraer votos del sur santafesino y principalmente de la ciudad
de Rosario, territorios que le eran esquivos126. La competencia entre dos sublemas fuertes, con
formulas hábilmente equilibradas entre representantes del norte y del sur provincial, compuestas
por candidatos destacados en la gestión y –excepto Cavallero-, con pergaminos justicialistas,
había incentivado la participación electoral y la acumulación de votos.127. Sin embargo, el
posterior desempeño legislativo de los sublemas oficialistas no guardó relación con el formato
previo, ya que los diputados que respondían a Cavallero formaron un bloque propio-P.P.S.-, y los
que habían accedido por el sublema ganador terminaron fracturándose entre reutemistas y
obeidistas.
En el campo opositor se mantenía el liderazgo de Usandizaga y se consolidaba la figura
de Alberto Natale, quien había traccionado muchos sufragios de un electorado afín a la
democracia progresista. El socialismo popular, por su parte, alcanzó su objetivo al conseguir que
su sublema se impusiera en la ciudad de Rosario.
Cuadro comparativo de votos a Gobernador e Intendente en Rosario 1995.
126 La excepción era Villa Gobernador Galvez, ciudad lindera con Rosario, a la que su intendente, Pedro Gonzalez, había convertido en un bastión justicialista.127 Incluso superó a la oposición en una ciudad clave del sur santafesino como Venado Tuerto, donde el ex-intendente radical -Ernesto De Mattia-, enfrentado a Usandizaga, encabezaba como candidato a gobernador varios sublemas alianciastas.
74
Fuente: Elaboración propia a partir de datos suministrados por el Tribunal Electoral Provincial y la Dirección Nacional Electoral del Ministerio del Interior de la Nación
Los resultados de la ciudad demuestran que el comportamiento electoral de los rosarinos
estuvo surcado por la contradicción principal de estos comicios a nivel provincial: toda la
oposición versus el oficialismo justicialista, y esa fractura se dio en todas las instancias sin
demasiadas variaciones. También se advierte la gran importancia que la ciudadanía rosarina le
otorga a los comicios para intendente, ya que en los mismos se verificó un aumento de los
sufragios positivos.
Para el P.J. la incorporación de Cavallero significó la posibilidad de aumentar sus
adhesiones en la ciudad, asimismo, en el cuadro anterior es posible verificar el impacto de su
presencia a través de los corrimientos de sufragios que se registran entre los sublemas
justicialistas entre la instancia de Gobernador e Intendente.
75
ALIANZA SANTAFESINA 258.351 55,91% 266.293 56,96% -7.942 -3,07%
- UNION CIVICA RADICAL 192.952 41,76% 110.046 23,54% 82.906 42,97%
- Sublema Fascendini 694 0,15% 1.106 0,24% -412 -59,37%
- Sublema De Mattia (a 28) 695 0,15% 676 0,14% 19 2,73%
- Sublema De Mattia (a 30) 1.784 0,39% 2.399 0,51% -615 -34,47%
- Sublema Sylvestre Begnis 907 0,20% 699 0,15% 208 22,93%
- Sublema (a 33) 0 0,00% 1.984 0,42% -1.984 -
- Sublema Usandizaga (a 35) 188.839 40,87% 103.177 22,07% 85.662 45,36%
- Sublema Usandizaga (a 39) 33 0,01% 5 0,00% 28 84,85%
- PARTIDO SOCIALISTA POPULAR 25.335 5,48% 140.819 30,12% -115.484 -455,83%
- Sublema (a 37) 24.369 5,27% 139.887 29,92% -115.518 -474,04%
- Sublema (a 38) 961 0,21% 932 0,20% 29 3,02%
- Sublema (a 36) 5 0,00% 0 0,00% 5 100,00%
- PARTIDO DEMOCRATA PROGRESISTA 39.571 8,56% 14.698 3,14% 24.873 62,86%
- Lema 493 0,11% 730 0,16% -237 -48,07%
PARTIDO JUSTICIALISTA 194.689 42,13% 193.690 41,43% 999 0,51%
- Sublema Cavallero 114.255 24,73% 65.335 13,98% 48.920 42,82%
- Otros sublemas 80.434 17,41% 128.355 27,46% -47.921 -59,58%
OTROS LEMAS 9.044 1,96% 7.502 1,60% 1.542 17,05%
VOTOS POSITIVOS 462.084 93,49% 467.485 94,59% -5.401 -1,17%
VOTOS EN BLANCO 28.103 5,69% 22.646 4,58% 5.457 19,42%
VOTOS ANULADOS 3.920 0,79% 4.074 0,82% -154 -3,93%
COMPENSACION DIF. ACTAS 136 0,03% 38 0,01% 98 72,06%
TOTAL VOTANTES 494.243 494.243
Gobernador - Intendente (1-2)
Intendente (2)Gobernador (1)
LemasVariac. Porcent.
Votos Lema
% del total
% del total
VotosVariac.
Absoluta
En el caso de la Alianza Santafesina, si bien para Gobernador el candidato más votado fue
Uzandizaga, quien atrajo siete de cada diez votantes al lema, en la intendencia se impuso Hermes
Binner con más de la mitad de los votos aliancistas, absorbiendo las adhesiones de los votantes a
otros sublemas de la coalición y sumando la diferencia de los votos en blanco entre gobernador e
intendente, más otras transferencias que podrían producirse desde el sublema de Cavallero o de
los votantes de otros lemas. De esta forma Binner iniciaba su liderazgo como referente local y los
resultados lo colocaban con algo menos de 50.000 sufragios debajo de los obtenidos por quien
hasta ese momento había sido el caudillo de la oposición. Esta circunstancia hizo prosperar un
sentimiento de rivalidad y desconfianza entre ambos, la cual se manifestó a partir de ciertas
actitudes discordantes de la bancada radical en el Concejo frente a los proyectos del ejecutivo.
(ver Anexo A.VIII, A.IX y A.X)
Dos meses después de las elecciones, Horacio Usandizaga será nombrado Senador
Nacional como representante de la oposición de acuerdo a lo establecido por la Reforma
Constitucional de 1994. Por el oficialismo es designado Carlos Reutemann en reemplazo de Luis
Rubeo, quien había cumplido su mandato, completando la representación de Santa Fe el senador
justicialista Jorge Massat128.
Aún cuando las elecciones provinciales y municipales de 1995 transformaron el sistema
de partidos en la provincia, su mayor importancia quizás haya residido en la proyección que
tuvieron sobre la configuración partidaria en la arena nacional, al permitir imaginar un formato
posible que agrupara a la oposición con vistas a las legislativas del ‘97 y a las presidenciales del
‘99.
IV. Rupturas y continuidades.
Dos años más tarde, en las legislativas de 1997, coincidentes con la renovación de los
concejos deliberantes, se pusieron de manifiesto las estrategias ensayadas por parte de algunos
actores con vistas a futuro. En la arena nacional, la creación de la Alianza U.C.R.-FREPASO
tuvo su impacto en el armado de la oferta y dejó entrever algunas fisuras entre los socios locales
por la distribución de los lugares en una lista conjunta.
En abril, el radicalismo provincial había concurrido a elecciones internas para determinar
la lista de Diputados Nacionales, como consecuencia de una desavenencia entre la conducción 128 Jorge Massat, dirigente del departamento de General Obligado y hombre de confianza de Reutemann ,fue nombrado Senador en 1992 y debió renunciar en 2001 sospechado por enriquecimiento ilícito. Años mas tarde la Justicia Federal desestimó las denuncias.
76
personalista de Usandizaga y uno de los principales miembros de su sector –Angel D’Ambrosio-,
a quien se le bloqueaba la posibilidad de acceder nuevamente a la Cámara de Diputados. Si bien
el hombre fuerte del radicalismo confirmó su preponderancia, esta podía relativizarse ya que la
suma de los votos de sus dos adversarios superaba los propios129. La convención provincial de
agosto del ‘97 decidió, finalmente, que la U.C.R. se presentara en coalición con el socialismo.
Usandizaga endureció su postura para lograr mayores ventajas para el radicalismo y, de esta
forma, logró incluir tres diputados entre los primeros cinco lugares de la lista, que volvía a ser
encabezada por René Palestra, a quien secundaba Rubén Giustiniani del socialismo. El Partido
Demócrata Progresista decidió no participar de la coalición a nivel nacional, pero la mantuvo en
el territorio provincial para los Concejos Municipales.
El justicialismo, por su parte, conformó una boleta sin contar con la participación del
Partido del Progreso Social, que se presentó por separado. Héctor Cavallero encabezaba la lista
de dicha fuerza para Concejales de la ciudad de Rosario, con vistas a disputar la intendencia en
1999. Por su parte, el severo enfrentamiento entre las fracciones de Reutemann y Obeid tendrá
repercusiones negativas para la fuerza en la arena nacional, a la vez que los resultados de los
comicios para concejales en la ciudad capital confirman el liderazgo indiscutido del ex
gobernador130.
Los resultados electorales para Diputados Nacionales sorprenden fundamentalmente por
dos factores: la excelente recolección de votos que hizo la coalición opositora, que le permitió
incorporar cuatro representantes, y el abrupto incremento de los votos en blanco. El justicialismo,
por su parte, pierde dos puntos en relación a la elección anterior, lo que le significó la pérdida de
una banca, y al P.D.P., a pesar de haber hecho la mejor elección desde 1983, solo le alcanzó para
que Alberto Natale siguiera en el Congreso.( Ver Anexo Grafico I) En la ciudad de Rosario las
elecciones para el Concejo pusieron en evidencia la supremacía aliancista así como la necesidad
para el lema justicialista de salvaguardar el frente electoral con a caballero que mantenía la
adhesión de una significativa proporción del electorado.
Cuadro de resultados electorales Concejales de la ciudad de Rosario 1997
129 Elecciones Internas 1997 de la UCR Santa Fe: Lista Blanca (Uzandizaga) 34.835 votos; Lista Celeste (D’Ambrosio) 27.329; Lista Blanca (Cáceres) 10.363.130 En la ciudad de Santa Fe, para los comicios de concejales se enfrentaron duramente con sendos sublemas, a consecuencia de lo cual se dio un fenómeno de votos cruzados entre la elección de diputados nacionales y la elección de ediles La lista bendecida por Reutemann ganó ampliamente en los comicios para concejales, pero no logró trasladar esos votos para Diputados Nacionales. De este modo, gran parte de los santafesinos que votaron esa lista reutemista, para Diputados Nacionales lo hicieron por otras fuerzas o sufragaron en blanco.
77
Fuente: Elaboración propia a partir de datos suministrados por el Tribunal Electoral Provincial.
En 1999, de la misma manera que se había hecho desde la adopción de la ley de lemas, las
elecciones provinciales y nacionales no fueron coincidentes. La decisión del gobierno
santafesino, otra vez, estaba motivada por la necesidad de aislar el territorio provincial de la
competencia nacional, donde se preveía una posible derrota justicialista. Los dos primeros años
del gobierno de Obeid fueron atravesados por la disputa con Reutemann, quien finalmente se
había impuesto y, en abril de 1998, logró los votos necesarios para colocar como presidente de la
legislatura provincial a un hombre de su confianza quien, además, había sido el crítico más duro
de la gestión del gobernador131. Doblegar a su adversario interno fue el primer paso para ser el
único candidato indiscutido en los comicios para Gobernador. De esta manera, sumaba al carisma
que ejercía sobre gran parte de la sociedad santafesina, el control absoluto sobre el aparato
partidario para decidir quienes lo acompañarían como diputados y senadores provinciales.
En el campo opositor habían surgido manifiestas diferencias entre el socialismo y el
radicalismo usandizaguista. El líder de esta fracción aceptó formar parte de una nueva coalición
electoral recién cuando Fernando de la Rua fue proclamado candidato a presidente. Las
discusiones entre los socios abarcaban tanto el territorio provincial como la lista de Diputados
Nacionales para octubre, y las movidas en un tablero condicionaban los resultados en el otro.
Finalmente, y después de complejas negociaciones, se reeditó la Alianza Santafesina entre
radicales, demócrata progresistas y socialistas. Sin embargo, el desencuentro entre el sector
131 Durante los dos primeros años de la gestión, Obeid había colocado hombres de su fracción con el acompañamiento de algunos votos del radicalismo. En esta oportunidad el elegido por Reutemann fue Jorge Georgetti, ex senador del departamento Castellanos y vicepresidente del P.J. santafesino.
78
ALIANZA SANTAFESINA 244.352 55,18%
PARTIDO JUSTICIALISTA 115.869 26,17%
PARTIDO DEL PROGRESO SOCIAL 70.005 15,81%
OTROS LEMAS 12.595 2,84%
VOTOS POSITIVOS 442.821 88,29%
VOTOS EN BLANCO 43.541 8,68%
VOTOS ANULADOS 15.165 3,02%
TOTAL VOTANTES 501.527
% del total
LemasVotos Lema
“Convergencia” del radicalismo y el socialismo dio como resultado la creación de un sublema
que unía a estos últimos con los adversarios internos de Usandizaga -los celestes que seguían a A.
D’Ambrossio-. Esta rivalidad convirtió a los comicios de la ciudad de Rosario,-bastión
aliancista-, en una interna abierta simultánea entre dos radicales para discernir el cargo a Senador
del departamento y constatar cuantas bancas al Concejo Deliberante de la Ciudad arrastraba cada
uno.
La oferta electoral de la Alianza santafesina para la gobernación estuvo constituida por
doce sublemas que se distribuían apoyando a tres fórmulas: Horacio Usandizaga–José Mosset
Iturraspe132, Alberto Natale–Eduardo González Riaño y Ruben Giustiniani-Carlos Iparraguirre.
En esta oportunidad el jefe del radicalismo no se mostró entusiasmado por la campaña y enarboló
un discurso que preveía la derrota, ya que, contrariamente a lo que acontecía a nivel nacional, las
encuestas marcaban al candidato justicialista como el gran favorito. Usandizaga, después de dos
derrotas consecutivas, había perdido ascendiente sobre la ciudadanía independiente, desorientada
además por sus actitudes y discursos renuentes a integrar la coalición. Por otra parte, su
conducción personalista y autoritaria al interior del partido provocó la división de su grupo de
origen, profundizando el faccionalismo, a la vez que las permanentes críticas que hacía sobre la
intendencia de Rosario lo alejaron de su principal aliado, con el que no solo tenía tenia
diferencias ideológicas133 sino al cual, además, aún soñaba con arrebatarle el control de la ciudad
de Rosario.
Días antes de las elecciones la expectativa se centraba en saber cual sería la diferencia de
votos a favor del oficialismo, que presentaba tres formulas para la Gobernación: Carlos
Reutemann-Marcelo Muniagurria; Carlos Bermúdez-Alfredo Speratti y Cristina. Benzi-Miguel
Cárcamo, donde las dos últimas oficiaban de acompañamiento al gran elector. El armado
justicialista, convencido de su debilidad en el principal distrito electoral de la provincia, jugaba
con un candidato fuerte para la intendencia de Rosario, Hector Cavallero, al frente de un sublema
que llevaba a miembros de su partido el P.P.S. al Concejo de la ciudad, el que se completaba con
una sumatoria diversos sublemas, la mayoría de los cuales respondían a dirigentes de trayectoria
justicialista en la ciudad.
132 Prestigioso jurista y ex decano de la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional del Litoral.133 Las mismas se habían manifestado claramente en la experiencia de internas abiertas que se habían llevado a cabo en noviembre de 1998 para decidir la fórmula presidencial de la Alianza UCR-FREPASO. En Rosario, al igual que en el resto del país triunfa Fernando de la Rúa apoyado abiertamente por Usandizaga.
79
Los resultados confirmaron los sondeos previos: el justicialismo obtuvo cerca de seis de
cada diez votos emitidos en Santa Fe y casi la totalidad de los sufragios fueron adhesiones
directas a Reutemann, quien duplicó en sufragios a su principal e histórico contrincante y, de esta
forma, se convirtió en el candidato que mas votos había obtenido en la historia política
santafesina. (Ver Anexo A.V.) Asimismo el justicialismo obtuvo 15 de los 19 Senadores.
En la Alianza, por su parte, si bien Uzandizaga dobló en votos a Giustiniani, estas
elecciones demostraron que su figura ya no despertaba la adhesión de otros momentos y que la
forma, personalista y no respetuosa de las diferencias, con la cual había conducido el radicalismo
durante los últimos ocho años había minado su liderazgo al interior de la fuerza. Esto se hizo
evidente en los resultados obtenidos por su sublema (Convergencia) en la ciudad de Rosario: aún
cuando para la gobernación él había obtenido casi la mitad de los sufragios del Lema, su
candidato a intendente134, a quien había impuesto contra la voluntad de muchos de sus seguidores,
apenas logró un diez por ciento de los sufragios que reunía la fuerza. (Ver Anexo A. XI,A.XII,
A.XIII).
Para los otros integrantes de la coalición la suerte fue muy dispar: mientras el socialismo,
en alianza con el sector celeste del radicalismo, mantenía el principal municipio de la provincia,
donde el intendente Binner había sido plebiscitado, consiguiendo también casi la mitad de las
bancas en la legislatura provincial, la democracia progresista, en cambio, exhibió un magro
desempeño electoral al haber perdido la mitad de los sufragios obtenidos cuatro años antes, como
consecuencia del cual vio reducida de su representación en los órganos legislativos de la ciudad
de Rosario y de la provincia.
A pesar del aumento en la diferencia de votos entre las dos principales fuerzas –6 puntos
en el ‘91, apenas algo mas de 3 en el ‘95 y 16 en el ‘99-, la polarización en esta últimas
elecciones superó a las anteriores, lo cual estaría indicando algún corrimiento de adhesiones de la
Alianza santafesina hacia el Lema oficialista. Un dato destacable fue el entrecruzamiento de
votos entre sublemas del mismo o diferentes lemas, lo cual indica una gran autonomía del
ciudadano a la hora de elegir el candidato para cada una de las instancias que vota.
El panorama electoral ponía en evidencia la habilidad de Reutemann para ampliar su
popularidad y consolidar la hegemonía como líder indiscutido del justicialismo en el territorio
provincial, proyectando incluso su imagen hacia el escenario nacional como posible
presidenciable para saldar la rivalidad entre Menem y Duhalde. Es interesante mencionar que
134 El candidato de Convergencia era el Diputado René Balestra
80
Reutemann mantuvo su perfil a partir de recursos comunicacionales que renegaban de la video-
política característica de una democracia de audiencia. Por el contrario, no se exponía a las
cámaras salvo en actos oficiales, otorgaba escasos reportajes, y su vida privada era terreno
inexpugnable. Esto le permitió seguir abonando en el imaginario de los santafesinos ese perfil de
outsider, para quien gobernar significaba cumplir con un deber cívico.
En octubre se llevaron a cabo las elecciones nacionales para recambio presidencial y
Diputados Nacionales. Los resultados de la provincia no constituyeron una excepción con
respecto al resto del paí: ganó la Alianza para el Trabajo, la Justicia y la Educación. Sin embargo,
los tironeos al interior de la coalición santafesina derivados de los resultados para autoridades
nacionales, produjeron la separación del P.D.P. de sus antiguos socios, que concurrió a los
comicios sumándose a la candidatura de De la Rua, pero con su propia lista de diputados. Por lo
tanto el radicalismo y el socialismo se vieron obligados a negociar una lista conjunta que, de
acuerdo a compromisos anteriores, encabezaba un aliado de Usandizaga, correspondiéndole el
segundo lugar al histórico dirigente socialista Estévez Boero.
La nómina del justicialismo, por su parte, daba cuenta de los acuerdos realizados por
Reutemann, a pedido de Eduardo Duhalde. El ex gobernador Jorge Obeid fue ubicado en el
primer lugar, siendo secundado por Héctor Cavallero, cuyo sublema había arrimado una buena
cantidad de votos rosarinos al lema del P.J.
Los resultados de Diputados Nacionales muestran un justicialismo que mantiene constante
la adhesión de un tercio del electorado de la provincia y una Alianza que no superó la proporción
de votos que había obtenido el radicalismo en 1993, cuando había encabezado la lista Horacio
Usandizaga. A pesar de una escasa diferencia, inferior a 40.000 sufragios, la fórmula D’Hont
benefició a la Alianza que pudo acceder a cuatro de las diez bancas parlamentarias, en tanto tres
fueron para el P.J.135 y, del resto, dos le correspondieron al P.D.P. y otra a Acción para la
República, agrupación que hacía su debut llevando la candidatura de Domingo Cavallo para
presidente136
Dos años más tarde el sistema partidario nacional emergente en el ‘97 y consagrado en
estos comicios comenzó a derrumbarse. La crisis institucional de 2001 desencadenará un
135 En esta oportunidad el justicialismo se presentaba bajo el nombre Alianza Concertación Justicialista para el Cambio, ya que integraba al Partido del Progreso Social y otras fuerzas menores.136 Se había conformado a partir de la convocatoria electoral de un dirigente ucedeista vinculado a la Federación de Industria de Santa Fe, Carlos Castellani, cuyo sublema en 1995 había acompañado a la candidatura de Obeid.
81
reordenamiento de las fuerzas y un reacomodamiento de sus referentes que también impactará en
el territorio santafesino.
V. Fragilidad en la configuración partidaria santafesina
La desafección de los ciudadanos a los canales tradicionales de expresión política -
principalmente a través del voto en blanco y anulado-, la fuga de connotados dirigentes de sus
organizaciones de origen -fundamentalmente del radicalismo-, y la consiguiente aparición de
nuevos agrupamientos impactaron sobre el sistema partidario provincial en las elecciones
nacionales de 2001.
Estos comicios tenían para la provincia un atractivo adicional, la primera elección de
Senadores Nacionales, lo cual agregaba otro tablero al juego de las postulaciones. Las reglas
establecidas por la reforma del ‘94 disponían que los dos primeros lugares fueran para el partido
mayoritario mientras que el tercero correspondía a la primera minoría.
El oficialismo provincial, seguro de su triunfo, ubicó como primer candidato a un
miembro del partido que desde el ‘85 se venía desempeñando como Diputado Nacional –Oscar
Lamberto- y, en segundo lugar, a una dirigente de la confianza personal del Gobernador que
terminaba su período como Diputada Nacional. Los integrantes de la boleta justicialista para la
Cámara Baja habían sido elegidos directamente por el Gobernador y, excepto por la la presencia
de un dirigente de larga trayectoria, la mayoría de ellos eran personas que habían ingresado a la
arena política invitados por él.
El radicalismo, aún conducido por Usandizaga, y el socialismo decidieron dejar de lado
las diferencias que los separaban, -manifestadas claramente en el Concejo de la ciudad de
Rosario, cuando los ediles de Convergencia votaban en contra de las propuestas del intendente
socialista- y acordar finalmente una reedición de la Alianza Santafesina, de la cual no participaba
el P.D.P. que se presentaba para la renovación de la banca de su tradicional dirigente Alberto
Natale.
Los socios aliancistas acordaron un esquema que indicaba el debilitamiento de
Usandizaga quien, si bien se aseguraba mantener su banca en el Senado, no sólo tuvo que
resignarse a que su sector no encabezara por primera vez la lista de Diputados Nacionales -lugar
que fue ocupado por el socialista Rubén Giustinniani, que renovaba su mandato-, sino que
además debió ceder ante la presión de sus adversarios internos y dar un lugar expectable a una
82
representante de la otra línea. La campaña política fue corta y de baja exposición. Dado el
contexto social caracterizado por la decepción y el enojo de los ciudadanos con sus dirigentes, las
encuestas preveían un abultado ausentismo y un elevado número de votos en blanco. Los
candidatos aliancistas nunca compartieron ningún escenario, lo cual denota la fragilidad del
acuerdo realizado por la simple conveniencia de no dispersar votos frente a las nuevas
alternativas que podían competir por la misma franja del electorado. Lo paradójico de la escena
preelectoral fueron los discursos desarrollados por los candidatos aliancistas, que trataban de
sobrellevar la contradicción de ser representantes de una fuerza integrante de la coalición
gubernamental nacional mientras enarbolaban un discurso de oposición.
La agrupación recientemente formada por la diputada Carrió a nivel nacional se
constituye en la provincia de Santa Fe bajo el sello del Partido Socialista Auténtico 137. La misma
se organizó a partir de la sumatoria de cuadros y militantes dispersos, provenientes de variadas
fragmentaciones partidarias, a los que se sumaban diversos integrantes de organizaciones
sociales. El primer lugar en la lista para representantes en la Cámara Baja lo ocupó Alberto
Piccinini, ex integrante de la mesa ejecutiva del FREPASO provincial.
Los resultados de los comicios a diputados nacionales permiten observar que en la
provincia, a diferencia de otros distritos, la abstención no registró un nivel excepcional y se
mantuvieron niveles de concurrencia similares a otras elecciones de este tipo -sufragaron cerca de
ocho electores de cada diez-; fueron, en cambio, los votos en blanco y los anulados los que
mostraron el disgusto de la ciudadanía -cuatro de cada diez electores utilizaron alguno de estos
recursos para manifestar su enojo con los representantes-. (Ver Anexo Grafico I)
En cantidades absolutas de sufragios los dos partidos tradicionales no sólo registraron una
intensa caída con respecto al ‘99, sino que ambos fueron superados por el medio millón de votos
en blanco. Como adelantaban todos los sondeos, el mayor perjuicio lo experimentó la Alianza,
que perdió más de la mitad de los votos para Diputados Nacionales cosechados en 1999, y sólo
mantuvo tres de los cinco lugares que debía retener en la cámara baja, correspondiéndoles los que
resignó a la democracia progresista y el ARI. El justicialismo, en cambio, mantuvo la proporción
habitual de sufragios que venía obteniendo en este tipo de elección, lo cual le permitió recobrar el
asiento cedido en 1997 y su papel de fuerza predominante en la provincia. Este triunfo se vio
137 La justicia electoral provincial habilitó la inscripción ARI para un sublema del Lema Polo Social –que tampoco se correspondía con la fuerza a nivel nacional-, existiendo además un Lema Ahora Reales Ideas (ARI). La fuerza Polo Social, que en la arena nacional tenía como referente al padre Farinello, en Santa Fe tuvo que llevar el nombre de Lema Polo Solidario.
83
fortalecido por la simbólica victoria del lema justicialista en los comicios para Concejales en la
ciudad de Rosario.
Las altas tasas de “voto bronca” –anulados y en blanco-, se originaron fundamentalmente
en quienes habían sufragado por la Alianza o por Acción por la República dos años antes, pero
también es posible inferir que existió una abultada transferencia de votos aliancistas hacia el ARI
y, de forma muy limitada, también hacia el P.J., donde se volcaron fundamentalmente los ex
electores de A.P.R. (Escolar, 2002)
Por otra parte, un análisis al interior de la Alianza Santafesina refleja que si bien para su
senaduría Usandizaga obtuvo una proporción de votos ligeramente inferior que la lista de
Diputados Nacionales, su figura ya no suscitaba la atracción de otras épocas y su rol
preponderante dentro de la coalición se estaba extinguiendo.
Las elecciones para la renovación de Concejos Deliberantes de los municipios realizadas
en octubre del 2001, simultáneamente con la de diputados y senadores nacionales, fueron una
clara manifestación de la profunda crisis que atravesaba el sistema de partidos en la arena
nacional pero, al mismo tiempo, de las debilidades y limitaciones del régimen electoral
santafesino. La irrupción de nuevas fuerzas en el orden nacional y provincial, más la indecorosa
multiplicación de sublemas en los grandes distritos urbanos, otorgaron una fisonomía caótica al
acto comicial138, que acentuó el descontento ciudadano.
Para la renovación del Concejo en la ciudad de Rosario se multiplicaron los lemas y los
sublemas. La Alianza socialista-radical presentó diferentes candidatos que reflejaban las
consuetudinarias divisiones internas en tanto el P.J. repitió su estrategia de una oferta múltiple de
sublemas donde sumaba al cavallerismo y se mezclaban dirigentes de trayectoria como
personajes recién llegados a la política139. El P-D.P. presentaba lista propia y debutaban una serie
de nuevas agrupaciones entre las que se destacaba el ARI, bajo el nombre de Socialismo
Auténtico.
138 Participan de la escena comicial nacional 14 fuerzas: la Alianza Santafesina (U.C.R. + P.S.), el Frente Justicialista por Santa Fe (P.J. + U.C.D. y otras fuerzas menores), el P.D.P., la Izquierda Unida, el ARI a través de la boleta del P.S.A. y Acción para la República. El resto son partidos de escasa repercusión electoral en el distrito provincial, como el Modin, el Partido Humanista, el Partido Obrero, el Partido Socialista de los Trabajadores, el Frente de los Jubilados, el Frente Emancipador, el Frente Polo Social y el Partido Autonomista.En Rosario competían 13 Lemas que, en conjunto, superaban los 50 sublemas, con más de 1.300 candidatos a concejales.En el cuarto oscuro se encontraban las boletas blancas que ofrecían las listas de diferentes partidos para Senadores y Diputados Nacionales en una mesa y, en otra, las papeletas celestes de lemas y sublemas con las propuestas para ocupar las bancas de los Concejos Municipales.139 Era el caso del candidato Oscar “Popi” Larrauri que, al igual que Carlos Reutemann, provenía del automovilismo.
84
Los resultados para la renovación del Concejo en la ciudad de Rosario siguieron en líneas
generales los registrado en los comicios para legisladores nacionales. El sector más irritado y
desilusionado con la situación política de la Argentina era el electorado alianciasta que había
quedado huérfano de representación (Torres, 2003). Su retirada del juego a través de un voto de
rechazo determinó que, por primera vez en el distrito desde la implementación de la ley de lemas,
ganase el justicialismo, que consiguió incorporar diez concejales de los 21 que se renovaban, en
tanto la Alianza obtuvo ocho, el P.S.A. dos y uno le correspondía al lema Polo Social. La
incorporación de este edil trajo fuertes reclamos por su dudosa legitimidad y tuvo derivaciones
judiciales. El P.D.P., por primera vez en su historia, quedaba sin representación en el Concejo.
(Ver Anexo A. XIV)
Cuadro diferencias de votos Concejales 2001-1999 en la ciudad de Rosario.
Fuente: Elaboración propia a partir de datos suministrados por el Tribunal Electoral Provincial.
Como se observa en el cuadro precedente la fuga de adhesiones afectó en forma
contundente a la Alianza que recibió seis sufragios menos de cada diez que la habían
acompañado en 1999. De la misma forma que en diputados, la mayoría de quienes la habían
apoyado dos años antes eligieron expresar su descontento general a través del voto en blanco y
anulados, y en menor medida, también apoyaron otras opciones. En el justicialismo, a pesar de
haber disminuido, se advierte un electorado más constante, mientras que la mayor fidelidad se
85
ALIANZA SANTAFESINA 279.084 61,02% 100.384 31,57% -178.700 -64,03%
PARTIDO JUSTICIALISTA 168.176 36,77% 118.583 37,29% -49.593 -29,49%
P. DEMOCRATA PROGRESISTA 18.721 3,95% 18.462 5,81% -259 -1,38%
OTROS LEMAS 10.121 2,21% 80.565 25,34% 70.444 696,02%
100,00% 100,00%
VOTOS POSITIVOS 457.381 89,23% 317.994 63,36% -139.387 -30,48%
VOTOS EN BLANCO 49.195 9,60% 83.759 16,69% 34.564 70,26%
VOTOS ANULADOS 6.023 1,17% 100.114 19,95% 94.091 1562,19%
COMPENSACION DIF. ACTAS 2 0,00% - - - -
TOTAL VOTANTES 512.601 501.867 -10.734 -2,09%
Variac. Porcentual
2001/1999
Lemas
2001
Votos Lema
% del total
% del total
Votos
1999
Variac. Absoluta
observa en el voto demócrata progresista que mantiene firme lo colectado por su sublema en la
anterior elección cuando integraba la Alianza.
con mayor fidelidad.
La legislación electoral santafesina mostraba en estos comicios sus mayores deficiencias.
Al respecto cabe subrayar la necesidad de que las reglas que regulen las votaciones sean claras y
extendidas en el tiempo, ya que la fluidez en la oferta política, la fluctuación ciudadana, y en
términos generales la valoración de las elecciones como “minirevoluciones democráticas”, han
dotado de suma importancia a las decisiones legales y técnicas sobre las regulaciones de las
campañas electorales, los sistemas de representación y el propio escrutinio (Cheresky, 2007)
VI. Los comicios que marcaron el final del sistema
El 2003 fue un año plagado de elecciones, en el cual se realizaron tres tipos de comicios
en la provincia de Santa Fe: los presidenciales en abril y los de renovación de autoridades
provinciales y de legisladores nacionales, de forma simultánea en septiembre
Los primeros dieron cuenta de las profundas mutaciones producidas en el sistema de
partidos nacional causadas por la diáspora de dirigentes del radicalismo que dieron orígenes a
nuevas agrupaciones y la fragmentación del justicialismo en tres fórmulas, que repentinamente
convirtió al clásico bipartidismo argentino en un pluralismo electoral. En la provincia de Santa Fe
esta transformación se hace evidente en el abrupto descenso de la concentración de votos en las
fuerzas mayoritarias que, medida por candidatos, apenas alcanza a aglutinar al 50% del
electorado. (Ver Anexo A.VII) A diferencia de los comicios de 2001, no se registraron abultadas
cifras de votos en blanco ni anulados. Los resultados indican que, al igual que en el resto del país,
los santafesinos dividieron sus adhesiones entre cuatro candidatos, sin tener en cuenta las siglas
partidarias históricas -el Partido Socialista y la Unión Cívica Radical sumados no superaron los
50.000sufragios en toda la provincia-.
Estos comicios fueron una competencia entre, por un lado, candidatos de nuevas fuerzas
políticas surgidas de la dispersión del radicalismo y enlazadas con partidos y líderes regionales y,
por otro, dirigentes con una fuerte trayectoria de gestión emanados de la fragmentación del
justicialismo, que contaban con el apoyo de la distribución de los recursos provenientes de
provincias y municipios que los respaldaban.
86
En el territorio santafesino, aún cuando el Gobernador Reutemann manifestó que se
mantenía al margen de la disputa del justicialismo, finalmente apareció en público saludando al
ex presidente Menem, mientras Jorge Obeid, enrolado en el duhaldismo, sostenía, en cambio, la
postulación de Néstor Kirchnner. El intendente Binner, por su parte, respaldaba explícitamente a
Lilita Carrió, en tanto Horacio Usandizaga, Alberto Natale y otros dirigentes radicales y
demócratas progresistas avalaban la candidatura de Ricardo Lopez Murphy, ex Ministro de
Defensa y Economía del gobierno de De la Rua:140.
Esta distribución de patrocinios brinda los primeros indicios de un posible futuro
reacomodamiento de los principales líderes provinciales. Por otra parte los resultados obtenidos,
confirmaron el comportamiento que el electorado santafesino había venido mostrando a lo largo
de la década del 90: una mitad se expresó favoreciendo -más allá de las diferencias de todo tipo
que se puede advertir entre ellos- a los candidatos de origen peronista, la otra, a los candidatos
provenientes del tronco radical.
Cuadro origen de votos Presidente 2003.141
Fuente: Elaboración propia a partir de datos suministrados por la Dirección Nacional Electoral del Ministerio del Interior de la
Nación
La convocatoria para el resto de los comicios de 2003 presentó dos llamativas
innovaciones. La primera respondía a las modificaciones introducidas por la normativa electoral,
que impedía que se inscribieran alianzas como lemas, lo que obligó a la coalición opositora 142 a
140 Las 4 fórmulas más votadas fueron: Menem-Romero: 25,26%; Carrió-Gutierrez: 25,16%; Lopez Murphy-Gómez Diez: 17,33% y Kirchner-Scioli: 16,11%.141 Dentro del voto justicialista se incluyó la suma de sufragios de Menem; Rodríguez Saa y Kirchner. El el agrupamiento Aliancista se adicionaron los votos de Carrio, Lopez Murphy; Moreau (U.C.R.) y Bravo (P.S.)142 En esta oportunidad el P.D.P. no formaría parte de la misma.
87
JUSTICIALISTA 841.631 49,93%ALIANCISTA 770.177 45,69%OTRO 73.927 4,39%
VOTOS POSITIVOS 1.685.735 96,86%VOTOS BLANCOS 23.613 1,36%VOTOS NULOS 31.052 1,78%
TOTAL VOTANTES 1.740.400
Votos% del
totalORIGEN DE LOS VOTOS
utilizar la denominación Partido Socialista143, única forma que la facultaba a presentar diversos
sublemas. La segunda se refería a la simultaneidad de las elecciones legislativas nacionales –de
diputados y senadores- con las de autoridades provinciales y a la habilitación por la justicia
electoral provincial para que una sola boleta, dividida en siete cuerpos, contuviera ambas
instancias144.
La modificación electoral, motivada por la deslegitimación de líderes y partidos, si bien
buscaba rearticular y fortalecer a las fuerzas políticas, dando una mayor coherencia a la oferta
electoral, indudablemente también respondió a una intencionalidad oculta del oficialismo, la que
no obstante pudo ser percibida a partir de los debates en la prensa y las declaraciones de los
dirigentes. Esta consistía en jugar fuerte con los incentivos de identidad, por una parte,
reforzando la acumulación del electorado Justicialista y, por otra, buscaba incidir en el
reacomodamiento de los socios aliancistas. El supuesto subyacente era el cálculo de que los
antagonismos internos entre los partidos de la oposición les impedirían coincidir debajo de alguna
de las siglas partidarias históricas.
La simultaneidad de los comicios, en este caso, refuerza lo ya señalado en párrafos
anteriores: la separación de los calendarios electorales para las distintas esferas gubernativas se
ha convertido en una práctica tan desarrollada en las provincias argentinas que debería ser
tomado en cuenta como un elemento más del régimen electoral. La mayoría de los estudios
referidos a la influencia que tiene la concurrencia de los comicios para gobernador con los de
renovación parlamentaria en países de estructura federal, señalan que el voto de esta última
instancia es traccionado por la adhesión a la primera. (Mainwaring y Shugart, 2002)
En esta oportunidad se perseguía un efecto contrario: que la popularidad de Carlos
Reutemann145 -candidato a Senador- produjera el arrastre allanado por la utilización de una
misma boleta, que por otra parte combinaba dos regímenes electorales. Las fuerzas políticas se
vieron en la obligación de presentar una oferta electoral que combinara las candidaturas para las
143 La coalición se había inscripto bajo el nombre Confederación Encuentro Progresista, lo que fue impugnado por el P.J. por considerar que desconocía las modificaciones introducidas por la ley 12079. A pesar de las apelaciones presentadas al Tribunal Electoral Provincial, éste impidió la concurrencia bajo ese nombre.144 A esta forma de boleta se la apodó la “supersábana”. El primer cuerpo contenía los candidatos a Senadores Nacionales, el segundo la lista de Diputados Nacionales y luego seguían las nominaciones a gobernador, diputados provinciales y senadores provinciales, para concluir con los dos últimos cuerpos referidos a las autoridades locales (intendentes y miembros de los Concejos deliberantes).145 Es interesante hacer notar que la intención de voto hacía Reutemann no se había visto afectada ni siquiera en la Capital santafesina, aún después que ésta hubiese padecido el peor cataclismo natural de su historia -la inundación producida por el desborde del Río Salado- meses antes de las elecciones. Tampoco había quedado marcado como responsable político de las once muertes ocurridas en la provincia a consecuencia del estallido de 2001.
88
dos cámaras nacionales, que debía ser única para cada partido, y luego una apertura hacia abajo
para dar cabida a la multiplicidad de lemas y sublemas provinciales y distritales.146.
Si bien la boleta de siete cuerpos permitía que el votante separase los mismos,
produciendo diversas combinaciones de acuerdo a sus preferencias, ésta no resulta una práctica
habitual, ya que requiere una cierta calificación y predisposición por parte del ciudadano.
El justicialismo organizó su estrategia a partir de la candidatura de Reutemann a Senador
que encabezaba la totalidad de las boletas, en tanto la lista de diputados nacionales fue producto
de arduas negociaciones entre éste y Obeid para evitar las elecciones internas que, en algún
momento, habían sido anunciadas. El entonces gobernador finalmente impuso cuatro de los seis
diputados que resultarían electos, de los restantes uno fue sugerido por Cavallero y otro solicitado
directamente por Kirchner.
Con respecto al plano provincial, si bien el oficialismo jugaba con cinco fórmulas, la
partida se circunscribía al clásico Obeid versus Reutemann, este último representado por su
Ministro de Obras Públicas y amigo personal, Alberto Hammerly147. Aún cuando las dos fórmulas
eran encabezadas por santafesinos se completaban con referentes de la ciudad de Rosario; en el
caso de Obeid por la Arq. María Eugenia Bielsa, quien había sido funcionaria durante la
intendencia de Héctor Cavallero, en tanto la de Hammerly integraba a un joven y destacado
dirigente justicialista de Rosario, Mario Borgonovo. Ambas fórmulas recolectaban votos de
sublemas que llevaban diferentes listas para diputados provinciales y competían en los
departamentos por alcanzar una banca en el Senado. El principal sublema de Obeid, “Frente para
la Victoria”, remitía a las recientes elecciones presidenciales y a una forzosa identificación con el
gobierno nacional, recurso que, de alguna manera, le permitía fortalecerse frente al liderazgo de
Reutemann. Si bien ambos trataban de bajar los decibeles de la disputa con un discurso que
valorizaba a la misma como herramienta para atraer más votos frente al principal candidato
opositor, era fácil advertir que estaban en juego varios factores: la futura conducción del partido
en el territorio provincial, las divergencias en cuanto a culturas políticas y concepción de
146 En toda la provincia, los electores, distribuidos en 6.934 mesas, podían optar entre los más de 44 mil candidatos -uno cada 56 electores- ubicados en boletas supersábana, que superaban los 66 centímetros de longitud, con siete cuerpos sin troquelar. En Rosario había 29 boletas sábanas de siete cuerpos (en este caso, cubriendo todos los cargos en juego: senadores y diputados nacionales, gobernador, diputados y senadores provinciales, intendente y concejales), a las que se agregaron 21 de menor tamaño, al excluir algunas ofertas. En total, 290 cuerpos de 12 centímetros de alto por 9,5 de ancho, separados o divididos por líneas de punto.147 A. Hammerly, además, acompañaba a Reutemann en la boleta para el Senado como primer suplente, y la fórmula Hammerly-Borgonovo también se presentaba por un sublema de Acción para la República.
89
construcción partidaria, el enrolamiento con las líneas y liderazgos nacionales, y el
posicionamiento frente a las primeras medidas que había adoptado el gobierno nacional.
En el campo de la oposición, por su parte, se habían operado profundos cambios desde
1999. Después de tres derrotas consecutivas Usandizaga quedaba fuera del juego para la
gobernación, y el único que se encontraba en condiciones de liderar una contienda contra el
justicialismo era el intendente de Rosario, quien había logrado irradiar una imagen de buen
administrador a partir de los procesos innovadores en materia de gestión implementados en la
ciudad148. A su vez, los atributos personales del intendente, de alguna manera similares a los de
Reutemann, irradiaban una imagen de seriedad, cautela y moderación antagónica al estilo del
“vasco”.
Para la antigua coalición los arreglos y negociaciones fueron de una mayor complejidad,
ya que no sólo intervenían factores vinculados a la distribución de cargos en cada uno de los
tableros de juego, sino que se agregaban las rivalidades y desacuerdos entre socialistas y radicales
usandizaguistas ya manifestados en 2001 y, principalmente, los diferentes proyectos de
articulación con las flamantes liderazgos surgidos en la arena nacional, convalidados en Santa Fe
por el desempeño electoral del ARI y de RECREAR.
Esta discusión afectaba con ímpetu a la democracia progresista y al radicalismo, cuyos
principales dirigentes debatían entre conformar alianzas con Elisa Carrió o con Ricardo Lopez
Murphy. En el socialismo, en cambio, la discusión no transitaba por una cuestión ideológica, ya
que en ningún momento se puso en consideración un posible acuerdo con esta última fuerza. Sin
embargo, las negociaciones con el ARI para el armado de listas conjuntas, tanto en la arena
nacional como en la provincial, estuvieron surcadas por una fuerte disputa respecto de los lugares
que debía ocupar cada uno. Finalmente, y después de un tenaz tironeo entre Giustinniani y Carrió
por el reparto de candidaturas en todas las instancias, no hubo acuerdo y concurrieron con listas
separadas, a pesar de lo cual el partido de la diputada chaqueña incorporaba a Binner como
candidato a gobernador en su boleta electoral.
En la democracia progresista y en el radicalismo las disputas sobre el rumbo a tomar no
pudieron ser saldadas por los órganos partidarios.
En el caso del P.D.P. los legisladores nacionales -A. Natale y C. Cavallero Martín-
patrocinaban un enrolamiento con las huestes de Lopez Murphy, mientras que los legisladores
provinciales que habían compartido cuatro años de gestión parlamentaria con pares socialistas 148 Un proceso de descentralización del municipio en seis distritos, que implicó una notable transformación urbanística de la ciudad, y la posterior puesta en marcha del Presupuesto Participativo Municipal.
90
rechazaban de plano este alineamiento. Al no haberse arribado a ningún acuerdo, y para evitar la
fractura del partido, se decidió dejar en libertad a dirigentes y afiliados para la realización de
alianzas.
La U.C.R., por su parte, llevó una discusión de iguales características a la convención
provincial que se reunió en julio. El sector uzandisaguista promovía la unión con RECREAR y
“los celestes” de Angel D’Ambrossio defendían el acuerdo histórico con el socialismo, mientras
sectores minoritarios bregaban por la autonomía para mantenerse fieles a las banderas históricas.
Los más interesados en la segunda postura eran los presidentes de comuna, quienes temían que
sus territorios, al dividirse la antigua coalición, fueran a manos justicialistas. Como ninguna de
las posiciones alcanzaba la mayoría necesaria para tomar una decisión oficial que involucrara al
partido en su conjunto, se tomó una resolución similar a la de la democracia progresista.
Usandizaga abandonó la coalición y se unió a RECREAR, mientras el resto se encolumnaba
detrás del liderazgo de Binner. Pero la sigla U.C-R. y el escudo radical no podía ser utilizado por
ninguno; era la primera vez que el radicalismo como fuerza desaparecía del cuarto oscuro.
En última instancia estos reacomodamientos en el campo de la ex alianza santafesina
comenzaron a ubicar a cada uno de los actores destacados en referencia a líneas políticas
nacionales que enarbolaban, en esa coyuntura, discursos diferenciadores, dando cuenta de
diversas cosmovisiones para la solución de la grave crisis estructural e institucional que aún
sacudía al país. No extrañaba el alineamiento de Alberto Natale y Horacio Usandizaga con
Ricardo Lopez Murphy, quien expresaba un pensamiento imbuido de las recetas clásicas del
liberalismo continuador de las líneas básicas implementadas por los gobiernos nacionales desde
los ‘90. Tampoco resultaban extravagantes las conversaciones entre el ARI y el socialismo, que
parecían compartir un proyecto de regeneración institucional, preocupados por las consecuencias
sociales que la aplicación del modelo neoliberal había acarreado.
En consecuencia, la coalición opositora parecía ramificarse a partir de discrepancias
ideológicas, que si bien siempre habían estado en el sustrato del agrupamiento, se habían
disimulado ante la necesidad de aglutinarse estratégicamente para formar una alternativa electoral
que convocara la totalidad del voto antiperonista del territorio provincial. Este había sido el
camino trazado para erigir la posibilidad de llegar a la gobernación y ,especialmente, no dividir
fuerzas frente al principal adversario y poder seguir controlando los recursos de municipios,
comunas y algunos departamentos. Si bien este esquema había fenecido ante la cristalización de
las diferencias con respecto a los lineamientos nacionales, su extinción no estaba exenta de
91
fuertes disputas por la distribución de cargos y candidaturas. El encabezamiento de la lista de
senadores y la intendencia de Rosario fueron los dos ejes principales que produjeron el
desprendimiento de los dirigentes históricos.
Alberto Natale y Horacio Usandizaga llevaron a sus sectores a conformar la Alianza
Movimiento Federal para Recrear el Crecimiento para competir en la arena nacional, donde el
primero buscaba entrar como senador por la minoría, en tanto la lista de diputados se confeccionó
con participantes de ambos grupos. A nivel provincial utilizaron como Lema la sigla del P.D.P.,
donde convivían dos sublemas. La distribución de cargos había sido clara: en la provincia se
postulaban candidatos demócratas para la gobernación y el primer lugar de diputados
provinciales; en la ciudad de Rosario, Usandizaga apostaba fuerte para retornar a la intendencia.
Sin embargo, esta reconversión del fundador de “Convergencia” tuvo sus costos, y perdió
miembros importantes de su séquito como el senador por el Departamento Rosario Alberto
Becan, quien finalmente integró la lista de Diputados Nacionales con el socialismo.
Por su parte, el ARI, después del fracaso de las negociaciones con el P.S., decidió
presentarse solo, basándose en la atracción que, meses antes, su fundadora había proyectado
sobre el electorado santafesino. Concurrir a los comicios sin alianzas representaba un desafío
difícil pero también necesario para lograr una identificación que los fortaleciera frente a otras
alternativas, de cara a la futura consolidación de la fuerza. Además, estas elecciones se daban en
un contexto novedoso por el acrecentamiento de la incertidumbre: después del voto negativo de
2001, de la fragmentación plural del electorado en las presidenciales, y la coincidencia -tras
dieciséis años- de las elecciones legislativas con las de gobernador, la respuesta de la ciudadanía
frente a las diferentes y múltiples ofertas era impredecible.
La coalición socialista-radical armó la oferta electoral nacional distribuyéndose los
espacios en ambas cámaras: la lista de senadores la encabezaba el diputado Giustiniani, mientras
el primer lugar de la boleta para diputados lo ocupaba el ex senador radical del departamento
Rosario.
Por su parte, en el armado provincial se observaron algunas curiosas variantes: en primer
lugar la incorporación a la fórmula encabezada por el intendente de Rosario de un ex ministro del
gobierno de Reutemann, Miguel Paulon149. Esta decisión de incorporar un ex funcionario del
gobierno justicialista intentaba extender la coalición frentista150, entre socialistas, demócratas
149 Miguel Paulon había sido Ministro de la Producción del Gobierno de Reutemann.150 El nombre que se intentaba dar a la coalición era el de Confederación Encuentro Progresista, sin embargo la reforma de la ley de lemas lo impidió.
92
progresistas y radicales, hacia fragmentos del justicialismo, con la convicción de que se debían
atraer votos de otros sectores para compensar la pérdida ocasionada por el reacomodamiento de
la antigua Alianza Santafesina. Asimismo, también significaba una apertura simbólica hacia el
reciente gobierno nacional, que fue fortalecida, además, por la inclusión de un sublema que
llevaba una fórmula para gobernador integrada por un binomio de militantes peronistas de
reconocida trayectoria, integrantes de la corriente kirchnerista151. Finalmente la oferta del P.S. se
completaba con una fórmula conformada por dirigentes radicales, cuyo candidato a gobernador
también integraba la lista de diputados provinciales de la coalición-.
Otra de las innovaciones que se observan en el 2003, fue la aplicación sin prejuicios de
los mecanismos que ofrecía la ley del doble voto simultáneo. A diferencia de ocasiones
anteriores, donde el socialismo siempre había constituido una sola oferta y la multiplicación de
sublemas era propia de la estrategia justicialista y del faccionalismo radical, en esta oportunidad
la incorporación de los desprendimientos de las otras fuerzas obligó a abrir el abanico y realizar
variadas combinaciones, sobre todo en municipios y comunas.
En los comicios se constató que una parte importante de la ciudadanía optó por el voto en
blanco para expresar su disconformidad y desconfianza hacia las opciones propuestas. En esta
oportunidad los mismos alcanzaron su mayor expresión en diputados, a la vez que registraron el
nivel histórico más alto para Gobernador. (Ver Anexo Gráfico I y Gráfico II).
Los resultados electorales para la arena nacional reflejaron la atracción que el gobernador
Reutemann aún mantenía sobre los santafesinos, ya que si bien obtuvo 100.000 sufragios menos
que los conseguidos dos años antes, más de la mitad de los electores lo siguió favoreciendo con
su voto. Aún cuando las adhesiones para el justicialismo descendieron en Diputados, esta fuerza
alcanzó más de la mitad de los sufragios y consiguió seis de las diez bancas en disputa, en tanto
tres le correspondieron a la alianza socialista radical y una al ARI. Esta fuerza descendió en
términos absolutos y relativos con respecto a 2001, pero mostró una escasa variación entre
sufragios a senadores y diputados, lo cual permite inferir la existencia de un grupo de votantes
bastante consistente. La alianza RECREAR, por su parte, tuvo un magro desempeño electoral que
exteriorizaba el agotamiento del liderazgo de Alberto Natale, tanto hacia el interior de su fuerza
como sobre un electorado que durante veinte años lo había acompañado como legislador
nacional.
151 La fórmula estaba integrada por Mario Papaleo, senador provincial (1991-1995) y Abelardo Tabeada, fundador de la línea interna “La corriente” que sostuvo la candidatura de Kirchnner presidente.
93
En el plano provincial se repitió la experiencia de las elecciones del ‘91 y del ‘95, cuando
la sumatoria de los votos al lema justicialista superó los correspondientes al candidato de la
oposición, quien individualmente recibió la mayor adhesión ciudadana. (Ver Anexo A. VI). El
electorado se dividió en idéntica proporción a como lo había hecho en 1995, aunque cada uno de
los grupos obtuvo en términos absolutos menor cantidad de sufragios y la polarización descendió
dos puntos por la escisión sufrida en el campo opositor.
Dentro del lema justicialista Jorge Obeid obtuvo casi la mitad de los sufragios y cien mil
votos más que su principal adversario, lo que fortaleció su liderazgo hacia el interior de la fuerza.
Su sublema se adjudicó, además, trece de las bancas de diputados provinciales contra nueve del
reutemismo, lo que si bien no le aseguraban una mayoría automática mejoraba el panorama
legislativo con respecto a su anterior mandato.
En el campo de la oposición los votos obtenidos indicaban que la coalición no había sido
deteriorada electoralmente por el desprendimiento de aquellos dirigentes que en otros momentos
atrajeron la mayoría de los sufragios. De esta manera se había producido en su interior una
exitosa transferencia de liderazgos, no solo entre personalidades sino también con respecto a la
fuerza que la hegemonizaría.
Aún cuando Hermes Binner se impuso cómodamente en la ciudad de Rosario, el
panorama se presentó mucho mas complejo para las autoridades locales. La elección de
intendente mantuvo su lugar de privilegio en el comportamiento de los rosarinos.
Si bien el Partido Socialista presentó un menú de ocho sublemas, el candidato fuerte era
Miguel Lifschitz, un hombre que conocía muy bien los problemas de la ciudad y los desafíos de
la gestión municipal por haber transitado por varias secretarías de la municipalidad durante las
dos intendencias de Binner. Los otros grupos que integraban el lema constituían un catálogo de
las diferentes alianzas concretadas.
Por su parte, el justicialismo, con la inclusión del P.P-S., ofreció once candidatos entre los
cuales se destacaba la competencia de Norberto Nicotra, aliado a Obeid y el ex vicegobernador
Marcelo Muniagurria por el otro sector. A su vez, la democracia progresista llevó dos sublemas,
uno de los cuales encabezaba Horacio Usandizaga. La oferta electoral se completaba con otros
diecisiete lemas, entre los cuales se encontraban fragmentos del radicalismo.
El Partido Socialista logró retener la intendencia por un escaso margen. La presencia de
Usandizaga, quien ocupó el tercer lugar en cantidad de votos obtenidos, le restó un conjunto de
adhesiones, que parecen haber acompañado al postulante socialista para la gobernación.
94
Lifschitz, si bien fue el candidato más votado, obtuvo 100.000 sufragios menos que Binner.
(Cuadro resultados intendente 2003).
Con respecto al Concejo, como consecuencia de la entrada en vigencia de la ley 12.065,
que disponía la reducción gradual de los cuerpos legislativos de las ciudades de Rosario y Santa
Fe, en esta oportunidad se renovaban únicamente once lugares. De los mismos obtuvo cinco el
socialismo, cuatro el justicialismo, en tanto los dos restantes se distribuyeron entre el ARI el
P.D.P. (Ver Anexo A.XV, A.XVI y A.XVII)
95
CONCLUSIONES
Las reglas electorales son uno de los aspectos que influyen y condicionan el buen
funcionamiento de la representación política en un estado democrático, lo cual no significa que se
las deba considerar una variable independiente y aislada del contexto histórico en el cual se
establecen. Por el contrario, son los propios intereses de los diferentes actores que intervienen en
su creación los que se encuentran en juego al establecerlas. En consecuencia, las reformas
electorales siempre son promovidas como parte de una estrategia para conservar o ganar el poder.
En el primer capítulo del presente trabajo se ha hecho referencia a las particularidades
que, diferentes especialistas, han venido señalando sobre las características y el funcionamiento
del régimen electoral argentino, y la influencia que éste ha ejercido sobre las transformaciones
del sistema político en su conjunto y la configuración partidaria en particular. Vale la pena
subrayar que la estructura federal de nuestro país ha permitido que gran parte de los cambios en
materia electoral hayan surgido en los espacios provinciales, desde donde proyectaron efectos de
diversa importancia sobre el comportamiento de los partidos y de la ciudadanía en sus propios
ámbitos, pero que finalmente tuvieron consecuencias en la emergencia de nuevos actores y reglas
institucionales en la arena nacional.
La mayoría de las reformas ensayadas reforzaron la territorialización de las prácticas
políticas y el consecuente debilitamiento de la dimensión partidaria nacional. Esta situación se
advierte a partir de las dificultades que tienen las agrupaciones para integrarse por fuera de sus
límites regionales. En este sentido, la adopción en varias provincias argentinas del régimen de
lemas ha sido uno de los factores que con mayor fuerza patrocinó conductas disgregativas de
parte de líderes y dirigentes.
La explicación de la forma en que operó esta legislación en la provincia de Santa Fe -una
de las precursoras en la implementación de este tipo de legislación-, y cuáles fueron sus efectos
más trascendentes, fue el propósito inspirador del presente trabajo. En el origen mismo de su
puesta en vigencia fue posible observar el complejo intrincamiento de intereses y expectativas
que motivaron el apoyo o rechazo a la misma. En el trasfondo de su adopción radicaba el
principal problema de las fuerzas mayoritarias: la incapacidad de los diferentes líderes y
agrupamientos para resolver los problemas de competencia e integración al interior de las
mismas. Por lo tanto, no es correcto considerar que este régimen fue el causante de la
desintegración de los partidos tradicionales en la provincia; antes bien, el mismo expuso
96
claramente las debilidades y limitaciones que éstos habían venido acumulando desde el reinicio
del ciclo democrático, los que conspiraron para que la diferencias en su interior no pudieran ser
solucionadas desde los propios estatutos internos. En consecuencia, la nueva legislación facilitó
una salida por afuera, e impidió que las tendencias centrífugas impulsadas por los antagonismos
faccionales produjeran la pulverización de las estructuras.
Aún cuando la ley aceleró el proceso de desinstitucionalización en el peronismo y el
radicalismo, tanto la democracia progresista como el socialismo resistieron, a partir de sus
estructuras más pequeñas y sólidas, los efectos nocivos de la misma. Estas fuerzas no habilitaron
la sumatoria indiscriminada de sublemas a la vez que los órganos partidarios mantuvieron un
monopolio con respecto a la inscripción de los mismos.
De esta forma, se aceleró la mutación hacia “partidos electorales profesionales” que
reconstituyeron sus vínculos con la sociedad a través de nuevos liderazgos. La construcción del
lazo representativo entre las fuerzas políticas y la ciudadanía santafesina giró, entonces, hacia un
creciente personalismo. Esta transformación determinó que los cimientos valorativos, sobre los
cuales se habían edificado las identidades partidarias, fueran transferidos hacia los atributos y
capacidades individuales de los líderes. A pesar de que generalmente se ha afirmado que este tipo
de vínculo se caracteriza por una mayor fragilidad y fluidez, en el caso de la provincia de Santa
Fe los liderazgos surgidos durante la vigencia de la ley de lemas se mantuvieron por una década.
El principal impacto sobre las estructuras del justicialismo y el radicalismo fue el de permitir la
renovación de la dirigencia oficial de los partidos, el asentamiento de nuevos liderazgos, la
incorporación de figuras ajenas a la política y la supresión de las restricciones impuestas por los
órganos partidarios al libre acceso de cualquier integrante de la fuerza al juego electoral.. Por otra
parte, si bien la ley de lemas colaboró con el proceso de dilución de las identidades históricas de
los dos partidos mayoritarios, éste tampoco fue ajeno a las influencias de las transformaciones
producidas por los vaivenes de la política nacional.
Al mismo tiempo posibilitó la remodelación del sistema de partidos de la provincia,
facilitando la formación de una nueva bipolaridad que, en su origen, tuvo en esas fuerzas los
núcleos alrededor de los cuales se armaron novedosas coaliciones electorales. La ley de lemas
permitió, entonces, que una ciudadanía, con previas identificaciones partidarias, pudiera
reconfigurar su pertenencia sin abandonar aquéllas. Las facilidades para la agregación de grupos
y dirigentes garantizadas por la ley, proveyeron del marco institucional adecuado para realizar y
consolidar alianzas entre fuerzas que presentaban variadas diferencias.
97
La normativa benefició al justicialismo en cuanto le posibilitó, en el momento originario,
salvar los faccionalismos existentes en la fuerza y retener el gobierno a partir de la incorporación,
primero, de una figura ajena a la actividad política y, después, de un dirigente de otra fuerza que
sumó adhesiones de la ciudad de Rosario.
En el otro polo, en el corto plazo, favoreció la conformación de una coalición entre las
fuerzas opositoras que, incluso a pesar de ellas, construyó una fuerte identidad en un electorado
deseoso de votar una opción contraria al oficialismo justicialista A su vez, esa filiación tomó una
densidad tal que facilitó, en su interior, la renovación de liderazgos entre referentes de distintas
fuerzas sin producir graves escisiones, la cual se prolongó en forma exitosa una vez derogada la
ley y finalmente produjo, en 2007, la alternancia de las fuerzas en el gobierno de la provincia.
Además de lo ya expuesto a lo largo el trabajo, el mayor problema de la ley de doble voto
simultáneo aplicada en la provincia de Santa Fe residió en la posibilidad ilimitada de multiplicar
sublemas, fundamentalmente en los espacios distritales, situación que se fue agravando a través
del tiempo e hizo eclosión en las elecciones de 2001. Este fenómeno que conspiró seriamente
contra la calidad y la claridad de la administración del acto comicial. La proliferación de listas, y
la demostrada incapacidad de los organismos de control para realizar una correcta supervisión del
proceso, produjeron una serie de equívocos y situaciones confusas que causó la total
deslegitimación del sistema.
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BIBLIOGRAFÍA.
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