Repaso de la Escuela del Ministerio Teocratico
Septiembre - Octubre de 2012
1. ¿Que represento el altar que Ezequiel contemplo en la vision? (Ezeq. 43:13-20.) [10 de
sept., w07 1/8 pag. 10 parr. 4.]
Representó el propósito de Dios de rescatar a la humanidad mediante el sacrificio de
Jesucristo. Gracias a dicho sacrificio es posible que los ungidos sean declarados justos
y que la “gran muchedumbre” tenga una condición limpia ante Dios (Revelación 7:9-
14; Romanos 5:1, 2). Esto explicaría por qué en la visión de Ezequiel no aparece “el
mar fundido” del templo de Salomón, aquel gran recipiente que los sacerdotes usaban
para lavarse (1 Reyes 7:23-26).
2. ¿Que simbolizan las aguas del rıo que Ezequiel contempla en vision? (Ezeq. 47:1-5.) [17
de sept., w07 1/8 pag. 11 parr. 2.]
Simbolizan los medios que Jehová ha dispuesto para que obtengamos vida. Estas
aguas incluyen el sacrificio redentor de Jesucristo y el conocimiento de Dios que se
halla en la Biblia (Jeremías 2:13; Juan 4:7-26; Efesios 5:25-27). En nuestros días, el
caudal del río ha ido aumentando gradualmente a fin de satisfacer las necesidades de
la gran cantidad de personas que están abrazando la adoración verdadera (Isaías
60:22). Y en el Milenio, las aguas de vida de este río fluirán con todo su poder e
incluirán los “rollos” que serán abiertos para aumentar nuestra comprensión espiritual
(Revelación 20:12; 22:1, 2).
3. ¿Que indican sobre la educación espiritual que Daniel recibió de niňo las palabras “se
resolvió en su corazón”? (Dan. 1:8.) [24 de sept., dp pags. 33, 34 parrs. 7-9; pag. 36 pa rr.
16.]
Los tesoros del templo no fue lo único que se llevó a Babilonia. El relato dice:
“Entonces el rey dijo a Aspenaz, su primer oficial de la corte, que trajera a algunos de
los hijos de Israel y de la prole real y de los nobles, niños en los cuales no hubiera
ningún defecto, sino que fueran buenos de apariencia y tuvieran perspicacia en toda
sabiduría y estuvieran familiarizados con el conocimiento, y tuvieran discernimiento de lo que se sabe, en los cuales también hubiera facultad de estar de pie en el palacio
del rey” (Daniel 1:3, 4).
¿A quiénes se escogió? Poco después se nos indica: “Sucedió que hubo entre ellos algunos de los hijos de Judá: Daniel, Hananías, Misael y Azarías” (Daniel 1:6). Estas
palabras iluminan un poco los antecedentes de Daniel y sus compañeros, que de otro
modo quedarían oscuros. Por ejemplo, notamos que eran “hijos de Judá”, la tribu real. Fueran o no de linaje real, es lógico pensar que por lo menos procedían de familias de
cierta posición e influencia. Además de una mente y un cuerpo saludables, tenían
perspicacia, sabiduría, conocimiento y discernimiento, y todo ello a una edad lo suficientemente temprana como para llamarlos “niños”, tal vez en la pubertad. Daniel
y sus compañeros debieron de destacar como lo más selecto de la juventud de
Jerusalén.
El relato no nos dice quiénes eran sus padres. No obstante, parece seguro que
eran personas piadosas que se habían tomado en serio sus responsabilidades
paternas. Si tenemos en cuenta la decadencia moral y espiritual que reinaba en la Jerusalén de la época, y sobre todo entre ‘la prole real y los nobles’, es evidente que
las atractivas cualidades de Daniel y sus tres compañeros no eran fortuitas. Sin lugar
a dudas, debió ser desgarrador para los padres ver que se llevaban a sus hijos a una tierra lejana. Pero qué orgullosos se habrían sentido si hubieran conocido el desenlace
de aquellos sucesos. Qué importante es, por lo tanto, que los padres críen a sus hijos
“en la disciplina y regulación mental de Jehová” (Efesios 6:4). El relato inspirado dice: “Daniel se resolvió en su corazón a no contaminarse con los
manjares exquisitos del rey ni con su vino de beber” (Daniel 1:8a). Aunque solo se
nombra a Daniel, lo que sigue deja patente que sus tres compañeros secundaron su
decisión. Las palabras “se resolvió en su corazón” indican que la educación que Daniel
recibió de sus padres y de otras personas en su tierra natal le había llegado al
corazón. No cabe duda de que una formación parecida determinó la decisión de los
otros tres hebreos. Estos ejemplos subrayan la importancia de educar a nuestros hijos
aun cuando parezcan demasiado pequeños para entender (Proverbios 22:6;
2 Timoteo 3:14, 15).
4. ¿Que simbolizo el inmenso árbol del sueňo de Nabucodonosor? (Dan. 4:10, 11, 20-22.) [1
de oct., w07 1/9 pag. 18 parr. 5.]
En primer término, el árbol representó a Nabucodonosor en su posición de monarca
de una potencia mundial. Sin embargo, como la gobernación se extendía “hasta la
extremidad de la tierra”, ese árbol tiene que simbolizar algo mucho mayor. Puesto
que Daniel 4:17 relaciona el sueño con la gobernación del “Altísimo” sobre la
humanidad, el árbol también representa la soberanía universal de Jehová, y en
particular su soberanía sobre la Tierra. Por lo tanto, el sueño tiene dos cumplimientos:
uno relacionado con la gobernación de Nabucodonosor y otro relacionado con la
soberanía de Jehová.
5. ¿Que nos enseňa Daniel 9:17-19 sobre la oración? [8 de oct., w07 1/9 pag. 20 parrs. 5, 6.]
Cuando oramos para que venga el nuevo mundo de Dios, donde “la justicia habrá de
morar”, ¿cuál debería ser nuestra principal motivación? ¿El deseo de que
desaparezcan nuestros sufrimientos y dificultades, o más bien, la santificación del
nombre de Dios y la vindicación de su soberanía? (2 Pedro 3:13.)
6. ¿Que pacto se mantuvo “en vigor para los muchos” hasta el final de la semana de aňos
numero 70, es decir, hasta el aňo 36 de nuestra era? (Dan. 9:27.) [8 de oct., w07 1/9 pag. 20
parr. 4.]
No es el pacto de la Ley, ya que este se abolió con la muerte de Jesús en el año 33.
Se trata del pacto abrahámico, que se mantuvo en vigor para el Israel natural hasta el
año 36, pues Jehová siguió otorgando a los judíos un trato preferencial hasta ese año
por ser descendientes de Abrahán. Dicho pacto sigue vigente para “el Israel de Dios”
(Gálatas 3:7-9, 14-18, 29; 6:16).
7. ¿Que aprendemos del relato de cuando un ángel le dijo a Daniel que “el príncipe de la
región real de Persia” estuvo plantado en oposición a el? (Dan. 10:13.) [15 de oct., w11 1/9
pág. 8 párrs. 2, 3.]
¿Quién era ese “príncipe de la región real de Persia”? No podía ser Ciro, el rey de
Persia, pues había dado muchas muestras de favor hacia Daniel y su pueblo. Además,
¿qué rey de carne y hueso puede impedir el paso a un ángel durante tres semanas?
Recordemos que uno solo de estos ángeles mató a 185.000 poderosos soldados en
una noche (Isaías 37:36). Aquel “príncipe” solo podía ser un cómplice del Diablo: era
el demonio a cargo del territorio ocupado por el Imperio persa. El ángel de Dios
también le explicó a Daniel que en el trayecto de vuelta tendría que volver a
enfrentarse a este demonio y a otro más, “el príncipe de Grecia” (Daniel 10:20).
¿Qué aprendemos de este relato? Que esos “gobernantes mundiales” son demonios
invisibles y se reparten el control del mundo siguiendo las órdenes de su jefe,
Satanás. Pero ¿cuál ha sido su objetivo hasta ahora?
8. ¿Que profecía bíblica relacionada con Daniel 11:20 se cumplio en Jesus? [15 de oct., dp
pags. 232, 233 pa rrs. 5, 6.]
El ángel de Jehová Dios predijo: “Tiene que ponerse de pie en la posición suya [la de
Antíoco IV] uno que esté haciendo que un exactor pase por el reino espléndido, y en
unos cuantos días será quebrantado, pero no en cólera ni en guerra” (Daniel 11:20).
El que ‘se puso de pie’ de esa manera resultó ser el primer emperador romano,
Octavio, conocido por el nombre de César Augusto (véase el apartado “Se honra a
uno y se desprecia al otro”, en la pág. 248).
“El reino espléndido” de Augusto incluía “la tierra de la Decoración”, es decir, la
provincia romana de Judea (Daniel 11:16). En el año 2 a.E.C., Augusto envió “un
exactor” al ordenar un censo, probablemente con el objetivo de determinar la
cantidad de habitantes a efectos de tributación y reclutamiento. Ese decreto hizo que,
tal como estaba predicho, Jesús naciera en Belén, pues José y María viajaron a esa
localidad para empadronarse (Miqueas 5:2; Mateo 2:1-12). En agosto del año 14 E.C.
—al cabo de “unos cuantos días”, esto es, no mucho después de promulgar el edicto—
Augusto murió a los 76 años de edad. No pereció “en cólera” (víctima de manos
asesinas) ni “en guerra”, sino a consecuencia de una enfermedad. Obviamente, el rey
del norte había cambiado de identidad para convertirse en el Imperio romano, en la
persona de sus emperadores.
9. Según Oseas 4:11, ¿cual es uno de los peligros de beber demasiado? [22 de oct., w10 1/1
pag. 5.]
La Biblia dice: “Vino y vino dulce son lo que quitan el buen motivo” (Oseas 4:11). Así
es, bajo los efectos del alcohol pueden empezar a parecernos admisibles —o incluso
tentadores— ciertos deseos que solemos reprimir. Como resultado, es posible que
restemos importancia a hacer lo que está bien, bajemos la guardia en cuestiones de
moralidad y acabemos ofendiendo a Dios.
10. ¿Qué lección vital deberíamos aprender de Oseas 6:6? [22 de oct., w07 15/9 pag. 16
parr. 8; w05 15/11 pag. 24 parrs. 11, 12.]
La práctica del pecado indica falta de amor leal a Dios. Ninguna cantidad de sacrificios
espirituales puede contrarrestar tal carencia. Si bien los sacrificios y las ofrendas eran
parte obligatoria de la Ley, los contemporáneos de Oseas tenían un grave problema.
Por lo visto había israelitas que presentaban sus ofrendas escrupulosamente para
hacer alarde de su devoción, pero al mismo tiempo seguían pecando. Su conducta
censurable indicaba que no tenían amor leal en el corazón y que habían rechazado el
conocimiento de Dios, pues no se regían por él. Puesto que su actitud de corazón
no era pura ni vivían como era debido, ¿de qué valían sus sacrificios? Jehová los
consideraba ofensivos. Las palabras de Oseas constituyen una advertencia para
muchos feligreses de hoy día. Las ofrendas que ellos presentan a Dios consisten en
prácticas religiosas, pero su adoración influye poco o nada en su conducta cotidiana.
¿De veras se complace Dios en personas cuyo corazón no las mueve a adquirir
conocimiento exacto de él y a aplicarlo abandonando su comportamiento pecaminoso?
Que nadie se imagine que los actos de devoción por sí solos agradan a Dios. Jehová
no se deleita en que los seres humanos procuren ganarse su favor con meros
formalismos en vez de vivir realmente conforme a su Palabra (2 Timoteo 3:5).