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Robles Pérez Cecilia Irene
Reporte del libro El viejo y el Mar
La historia se desarrolla en La Habana Cuba, y cuenta la experiencia de un viejo pescador de 60
años llamado Santiago. ‘’Todo en él era viejo, salvo sus ojos; y éstos tenían el color mismo del
mar…’’ (Hemingway, 1979, p.6), tenía muchas cicatrices, cáncer en la piel y era muy delgado.
Vivía solo desde ya hace muchos años, no tenía mucha suerte en al pesca y frecuentemente
estaba con un sentimiento de soledad ya que su esposa había muerto años atrás. Tenía una gran
pasión por ‘’la mar’’, era muy perseverante y era conocido como ‘’El Viejo’’ en el pueblo (por su
avanzada edad).
Siempre era acompañado por un joven llamado Manolo (Manolín), que fue hecho pescador
por Santiago desde pequeño. Era un joven cariñoso, atento, alto, moreno y de ojos marrones.
Manolín siempre estaba al lado de Santiago sin importarle su suerte en al pesca, y aunque llevara
84 días sin pescar absolutamente nada, diario lo apoyaba moralmente para salir a pescar aun
cuando sus padres le prohibieron andar con Santiago.
El lazo entre ellos dos era muy fuerte, porque a pesar de las circunstancias Manolo siempre le
daba apoyo a Santiago, le llevaba comida y el periódico para que viera los resultados de los
partidos de béisbol, le conseguía sardinas para usar como carnada y la cena para recuperar
fuerzas e ir a pescar.
En el día 85 antes del amanecer, salió Santiago al mar (ya que era su número de la suerte).
En el inicio de su travesía mientras rema comienza a pensar en el pasado, pero se consuela
reflexionando sobre lo bueno que es la vida, que es bueno tener un poco de suerte, sin embargo
tiene que estar preparado ya que ‘’Luego cuando venga la suerte, estaré dispuesto’’ (Hemingway,
1979 p.24).
Ya en el mar, Santiago hace lo de costumbre, preparaba la carnada y hablaba solo (estaba
acostumbrado a eso). En ese momento un pez picó la carnada pero a su defecto solo era un pez
común, aunque decidió guardarlo para cuando necesitara más carnada. Después del amanecer
(cuando el sol estaba a dos horas de altura), Santiago ve a un grupo de aves marinas de largas alas
negras girando en el cielo sobre él, por lo tanto le indican que hay peces ‘’dorados’’ cercanos y
decide perseguirlos, sin embargo van demasiado rápido y se le escapan. El Viejo siguió remando,
ya que sabía que su pez grande tenía que estar en alguna parte cercana.
A lo largo del día, tenía la mente muy confusa, desde el béisbol y se puso a pensar de cómo la
gente lo podría considerar como loco por hablar consigo mismo, pero no le importaba. Dentro de
sus profundos pensamientos, Santiago siente un tirón en uno de los sedales, y es ahí cuando
comienza la lucha contra el mar, siente una fuerza inusual y fuerte cuando siente el tirón,
desesperadamente jaló el sedal provocándose una herida muy fuerte y profunda en la mano.
Este pez no tenía intención de rendirse, por lo que Santiago permite que el pez lo arrastre con
el en la barca (como era un pescador paciente y experto sabía que el pez iba a cansarse, a
necesitar alimento y éste se acercaría para poder clavarle el arpón en el corazón). Pasaban las
horas y Santiago no tenía la menor idea de lo que iba a hacer el pez, lo único que sabía era que se
estaba alejando cada vez más de la costa mientras el pez tiraba del sedal.
Después de cuatro horas al caer la noche, Santiago estaba cansado, se recostó sobre la madera
gastada de su barca y decide usar los remos para sujetar el sedal y poder descansar. Siente pena
por el pez que no tiene nada de comer y por en anzuelo que esta en su boca, pero es aun peor el
castigo del hambre y como se sentiría el en la misma situación, comenzó a pensar cómo se
encontraba el pez tirando de su barca.
Surgió su necesidad por tener un radio para sintonizar los partidos de béisbol, pensó en
Manolo y en lo mucho que en realidad lo necesitaba y recordó la vez que fueron a pescar juntos ,
pensó en sus victorias y en su esposa…’’nadie debería estar solo en su vejez, pero es
inevitable’’(Hemingway, 1979, p52). Tenía bastante miedo de estar solo el la obscuridad, no era
un hombre muy religioso, pero empezó a rezar 10 avemarías y 10 padrenuestros, aún así prometió
rezar 100 de cada una sin embargo sería al regresar de su travesía ya que estaba muy cansado
para rezar en ese momento.
Recordó que su mano esta muy herida e intentó curarla con el agua salada. No contaba con
tanta comida y solo tenía una botella de agua, recordó que tenía el pez dorado del otro día, así
que lo comió para que no se pudriera, posteriormente se durmió. En sus sueños aparece primero
una gran mancha de marsopas en época de apareamiento brincando en el aire, después sueña que
esta en su pueblo en su cama y luego surgen los sueños de cuando fue a una larga playa amarilla
donde vio por primera vez los leones de África jugando en ese lugar, lo que torna esa noche en
recuerdos felices.
Al amanecer del tercer día el pez comienza a dar vueltas, y ese es el momento que Santiago ha
estado esperando durante esos días, el se encuentra muy agotado pero resiste el sedal y aunque se
sienta un poco mareado, resiste y sujeta con sus dos manos aunque le causen un dolor inmenso.
En ese momento el pez se muestra y es la cosa más hermosa que ha visto, más grande y más
elegante que cualquier cosa, pero toma su arpón y lo entierra en el pez, así que éste comienza a
flotar y en ese momento Santiago se da cuenta de sus dimensiones impresionantes, es un pescado
increíblemente grande y precisamente es por esto que no lo puede subir a su barca, por esta
dificultad decide amarrarlo al costado de su embarcación, pero su esfuerzo es en vano ya que el
puerto esta muy lejos y va a ir dejando sangre por todo el camino lo que atraerá tiburones.
El primer tiburón logró llevarse 40 libras de pescado antes de que Santiago lo matara así que
deja al pescado sangrando; dos horas después dos tiburones muy agresivos habían captado el olor
a sangre y se llevaron otro peso del pescado. Al final del día no había que dado nada que pudiese
ser vendido del gran pez, ya que solo había quedado la cabeza y el espinazo.
Santiago se sentía derrotado y cansado, pero más que nada arrepentido por haberse alejado
tanto de la costa. Había legado al puerto de noche, sin nada, con su autoestima por los suelos, se
fue casi arrastrando a su choza, pero logró dormir.
Por la mañana Manolo fue a casa de Santiago como todos los días, le llevó café y se percató
de lo cansado que estaba El Viejo y lo grave que estaba sus manos, al verlo no hizo más que
llorar. Le dijo que estaba muy preocupado por el, también le dijo que lo habían buscado los
guardacostas y los aeroplanos, pero Santiago no mostraba mucho interés.
Los pobladores estaban muy asombrados del tamaño de pez que enfrentó Santiago, era un
tiburón y tenía dieciocho pies de la nariz a la cola. Esa misma tarde Manolo fue a visitar a
Santiago, le dio ánimos y esperanzas de siempre, solo que esta vez le prometió que pescaría junto
a el sin importar lo que le dijeran sus padres, el ya era todo un hombre.
Bibliografía:
Hemingway, E. (1979). El viejo y el mar. Época: México, D.F.