RICARDO RENDÓN: EL ELOGIO DE LA SÁTIRA
Por Lina Alonso Castillo
En una serie de efemérides, conmemoramos ahora en el mes de Junio, los 120 años del
natalicio de Ricardo Rendón, uno de los más importantes caricaturistas del Siglo XX quien
ha marcado la historia de la opinión pública, desde el espacio gráfico. Perteneciente al
grupo de Los Panidas en Antioquia y al de Los Nuevos en Bogotá, colaboró en los
periódicos La República, El Espectador y El Tiempo, e hizo de la política y la sociedad en
Colombia, una fuente inagotable de ideas e imágenes que permitieron profesionalizar un
oficio, que ha merecido poca atención entre la crítica de arte y la historia de la resistencia
colectiva. Con un sugestivo suicidio a los 37 años de edad en el café La Gran Vía,
recordamos hoy a una de las mentes más agudas del siglo pasado.
DE LA PINTURA A LA CARICATURA
De carácter primigeniamente popular, la caricatura1 habría de surgir como reacción ante
las exigencias milimétricas, de las cortes y las familias reales, que pedían a los pintores en
sus retratos sobre todo en el Barroco Italiano a mediados del siglo XVII. Estos artistas por 1 Caricatura: ital (caricare): cargar.
su parte, encontraron en la sátira (de raigambre teatral) y en la actitud burlesca, el camino
afín a las realidades más próximas que les circundaban e interesaban por lo singular de los
personajes cotidianos y sus hechos inmediatos, insólitos y efímeros. Decidieron tomar por
práctica el retrato con sobrecarga y acumulación de defectos que no alterara el parecido de
los objetos retratados, en manos de Anibale Carracci estuvo éste primer acercamiento. Con
la llegada del siglo XIX este arte se comienza a considerar como arma crítica a los
gobiernos: su naturaleza mordaz, zoomorfa y extravagante hizo que toda la población, sin
importar su posición social o cultural, pudiera traducir con facilidad el mensaje que ésta
encarnaba en sí. Personajes como Honoré Daumier y Charles Phillipon en Francia
inauguraron las primeras voces de instauración de una nueva mirada, que vaciaría los
antiguos regímenes de las expresiones gráficas.
LA CARICATURA EN COLOMBIA
En Colombia la historia de la caricatura, como en muchas otras cosas, has sido más testigo
de la censura que de la publicación continua y legitimada. Habría que remontarnos a la
Conquista o a las guerras de independencia para comenzar a rastrear las primeras muestras
y los gestos precoces, de la transformación del hombre en lo demoniaco (adjetivo para lo
americano ad nauseam de los conquistadores), que llevaba en sí. Baudelaire recuerda en
“De lo cómico y la caricatura”, en ese contraste de voluntad y biología, que era
fundamental de la risa que seguía a éstas ilustraciones, el remover del hombre su instinto
que más lo acercaba a lo animal, a la afrenta con su fealdad moral y física llevada a límites
hilarantes, hermanándolo con el desgaste violento de sus acciones o ideologías. La relación
entre lo físico y el carácter del ser humano tuvo en la tierra americana la fortuna de
encontrar profundo nexo por lo natural-exuberante de los personajes y paisajes que
habitaban en ella y a los que ella llegaron. La comicidad de América residía en la
figuración latente entre el territorio infinito de diseños, colores y figuras y su capacidad de
ignorar lo que de ella se desprende. Por ejemplo, después de la independencia en Colombia,
los gobiernos, las guerras y las diferentes violencias que comenzaron a gestarse por la
nunca nueva sectorización del poder, fueron los primeros detonantes para la creación de
prensa informativa y con ella, la de humor, esos guiños cómicos que siguen a la tragedia en
tiempos difíciles. Aunque se repitieran en diferentes artistas, el problema del conflicto
seguiría siendo el mismo.
De igual forma, hacer historia de la caricatura colombiana puede equipararse a hacer
historia patria. Personajes como Alberto Urdaneta o José Manuel Groot quien ilustró el
memorable “Álbum literario o colección de chistes y agudezas i bellas artes”, junto a José
María Vergara y Vergara en 1860, comienzan a incurrir en las volubles formas de poder
que redondean la res-publica desde la ligereza de sus trazos, desde el vórtice enérgico de
sus ilustraciones.
RICARDO RENDÓN EN EL CENTRO DE LA SÁTIRA
Ricardo Rendón Bravo nació en Rionegro, Antioquia, el 11 de Junio en 1894. Después de
cursar los estudios básicos en su lugar natal, pasó a Medellín a estudiar con el pintor y
escultor Francisco A. Cano para luego ingresar a la Escuela de Bellas Artes. Ahí conocería
a los integrantes del primer grupo al que pertenecería (Los Panidas) y a la revista en la que
habría de publicar sus primeros trazos: la revista Avanti (fundada en 1914). En el número 6
de la revista Panida, en 1915, definiría la caricatura como “Un rasgo que sintetiza un
estado del alma, un momento sicológico encarnado en un capricho del lápiz, un esfuerzo
cerebral, la ligereza de la mano unida al trabajo perspicaz y profundo de los ojos” y es que
esa fue la insignia de su obra, con la naturalidad pasmosa con que realizaba sus más
grandes trabajos, propuso una nueva posición donde el creador concreta en su obra, todas
las líneas que parten de los acontecimientos que surcan la cotidianidad.
Como caricaturista, Rendón retrató con la fidelidad de un buen historiador, las dinámicas y
las fugas de todos los procesos sociales y gobiernos políticos que presenció en sus 37 años
de vida. A su llegada en 1918 a Bogotá desde Medellín, donde había vivido 7 años después
de partir de su tierra natal Rionegro, comenzó a trabajar como editorialista gráfico en El
Espectador donde siguió en cierta medida los lineamientos que traía del grupo de los
Panidas (1915), revista conformada entre otros por Fernando González, Pepe Mexía o León
de Greiff. Es ahí donde se define su orientación pictórica; su posicionamiento político y su
obra, ahora siamesas, emprenden una apuesta interpretativa por el medio en el que vive.
Comienza incasablemente a perfilar los actores y los hechos que discurrirían entre la
revocación de leyes en el gobierno, tumbar la no menos caricaturesca presidencia de
Abadía Méndez o llegar a remover los cimientos de la corte en el fallo de uno que otro
magistrado. En un especie de sino vidente, Rendón denostaría como mucho en la
actualidad, el problema de las petrolíferas, el intervencionismo norteamericano, el circo
mediático de las presidencias o hasta en los círculos menos públicos de las élites
intelectuales, la teatralidad de alguno de sus gestos.
Entre sus filosas líneas corrieron los nombres de Pedro Nel Ospina, Miguel Abadía
Méndez, Marco Fidel Suárez y todos los nombres en los que se pudiera transfigurar el
embrollo de la contienda política conservadora, de la cual Rendón contó con el más
solemne respeto (alguna prensa conservadora llegó a publicar sus trabajos). Entre sus
enemigos, sus más fieles compañeros de trabajo y bohemia, parte justa y memorable en su
leyenda, Rendón se planteó como iconógrafo, sintetizaba en sus obras la gracia y desgracia
de sus victimas, condensaba en la sobriedad de sus líneas la opinión que siempre le suscitó
la res pública y de la cual fue incansable cuestionador.
CARICATURA COLOMBIANA: UN PLEONASMO
Como un lector anónimo que le hace la anotación a Alberto Urdaneta en 1877, otro gran
caricaturista, de lo que significaba éste arte en el país, Rendón sabía que Colombia era una
caricatura ya hecha, y que en él estaba la tarea de traducir y desprender palmo a palmo los
fragmentos de imagen que brotaban de la vida menuda, de la opinión pública colombiana,
de los sujetos que desfilaban en el panorama social, algo así como una crónica incisiva del
observador en general, donde su mirada fue el impulso necesario con el que el caricaturista
contó, para vislumbrar el sendero que tendrían que ocupar las artes gráficas. Transformó los
estándares del porvenir colombiano y de la tierra bogotana, por la conciencia que tuvo en la
ironía que supone el desnudar a los sujetos, arrebatarles lo inmaculado que destella su
falacia presencial y contrastarlo con la voluntad de resignificar su espacio y su nombre en
el tiempo de su acción para ocuparlos nuevamente de un nuevo cuerpo más cercano a su
deficiencia moral, que de sí tengan por naturaleza. En la unicidad de los símbolos que creó
estaba encarnada la división, lo fractal de la realidad a la que asistía, sobretodo en
momentos en que cada reforma política al país llegaba en una suerte de golpe y repetición,
de choque y parálisis desde el fondo más espeso del olvido donde se suelen devolver las
malas decisiones.
Podría decirse que la progenie de la caricatura política en el país, parte de Rendón, tal vez
en ocasiones anteriores se puedan hallar expresiones de similar agudeza pero no de similar
tenacidad; con más de dos mil obras entre caricaturas, dibujos y grabados el artista detectó,
con una mordaz constancia gráfica, el más mínimo gesto de animalidad y ferocidad caníbal
en los personajes que hacían su prosaico inmediato. Fuera políticos, intelectuales, o
personas del común, sus aproximaciones directas y reducidas a la brevedad de una espacio
somero y conciso, hicieron de su obra la inspiración para revistas como “Fantoches”
“Guillotina” “Bogotá Cómico” o “Semana Cómica”. A su manera, en 37 años, solucionó el
exceso de gracia que emanaba desde el circo colombiano en tiempos de penuria, en una
infalible voluntad de romper los moldes caducos del siglo XIX, enlazó los problemas de su
tiempo con los de cualquier momento en la historia de Colombia, por lo contemporáneo de
sus críticas Ricardo Rendón fue para el país el creador de las metáforas visuales más
sagaces en la caricatura política, crítica gráfica y la sátira pictórica . Sospesó, como nadie
en su campo, los valores que conducían inevitablemente a la ruina moral de los gobiernos
en tránsito de los que fue testigo y de los que siempre hemos sido transeúntes lotófagos.
Para terminar, recomendaría una novela de Juan Gabriel Vásquez en la que se ha rescatado
desde cierta medida, la imagen, la leyenda y el hálito de misterio que dejó éste personaje
entre el ambiente de la prensa bogotana. Con el nombre de “Las reputaciones” (2013) el
narrador colombiano hace de Rendón, un nombre menos llamativo para la ciega caverna del
olvido.