Julio 2012
INTELECTUALES HÚNGAROS FRENTE AL SISTEMA
SOCIALISTA (1948-1989)
MSc. Katia Cruz Cuevas
Universidad de las Ciencias Informáticas
Resumen
El presente trabajo aborda sintéticamente los rasgos fundamentales del
comportamiento de la intelectualidad húngara frente al sistema socialista desde su
instauración hasta 1980, profundizando en dos acontecimientos fundamentales:
1956 y 1968, como momentos importantes del quehacer de este grupo social.
Abarca también un análisis de la década de los ochenta hasta la caída del
sistema socialista en 1989. En este se explica cómo las transformaciones
acaecidas en este período incidieron en la manera de pensar de los intelectuales,
lo cual conllevó al recrudecimiento de la crítica al sistema y al auge de las fuerzas
de la oposición. Se abordará además las diferentes posiciones asumidas por la
intelectualidad ante el proceso de derrumbe del Socialismo húngaro.
Palabras claves: Intelectualidad, Oposición, Democracia, Partido político.
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Introducción
La caída del Sistema Socialista Europeo marcó, según algunos historiadores, el fin de un
siglo histórico que comenzó en 19141. Éste estuvo caracterizado por la existencia de un
régimen social que propugnaba la igualdad entre todos los individuos y la satisfacción de
sus necesidades espirituales y materiales. Conocido como Socialismo, se instauró en
una parte considerable del mundo, principalmente en Asia y Europa del Este. El
Socialismo parecía estar llamado a superar al capitalismo, no solo desde el punto de
vista económico, sino también por considerársele un sistema más justo; sin embargo,
para finales de la década de los ochenta se produjo su derrumbe en Europa del Este con
el apoyo de amplios sectores de la sociedad.
Este suceso tuvo gran repercusión a nivel internacional determinando un nuevo orden
mundial sustentado en el predominio del capitalismo y contribuyendo al auge de las
ideas más reaccionarias que intentaban demostrar la inconsistencia del Socialismo.
Además, determinó la entrada a un período de la historia donde fueron rechazados por
la mayoría los valores y paradigmas hasta entonces establecidos.
Hungría fue el primer país del bloque socialista en iniciar la reforma de su sistema
político y económico. A partir de 1989 comenzaron las negociaciones tripartitas en Mesa
Redonda con la oposición, las organizaciones de masas y los dirigentes del Estado y del
Partido. Como resultado se introdujeron enmiendas a la Constitución vigente para
eliminar todo su contenido socialista. Se proclamó la República de Hungría, la cual
representaba la esencia del cambio, declarando la sustitución de la gestión económica
centralmente planificada por la economía de mercado, la propiedad privada y la
democracia multipartidista. De este modo se ponía fin al sistema socialista.
Esto fue posible, entre otros factores, gracias a la acción de un sector fundamental de la
sociedad: los intelectuales. Desde la Revolución de 1956 quedó demostrado que la
mayor parte de este grupo social estaba interesado en reformar el modelo de socialismo
existente, pero vieron frustradas sus aspiraciones al imponerse, con el apoyo de la
URSS, el gobierno de János Kádar. Para la década de los ochenta existía una
conciencia generalizada de que el Socialismo debía ser reformado y los intelectuales
fueron los principales promotores del cambio, aunque no se mostraron como una fuerza
1 Eric Hobsbawn en su libro Historia del siglo XX lo define como un siglo histórico que se extiende desde el estallido de la Primera Guerra Mundial hasta la desaparición del Campo Socialista, constituyendo un período coherente que se designa como siglo corto.
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con intereses homogéneos. En ellos predominaron divergencias según sus
concepciones y métodos, por tanto, no asumieron las mismas posiciones.
Vale destacar que existen muy pocos trabajos que analicen la participación de este
grupo social en los diferentes procesos; aun cuando a través de la historia se ha
demostrado su capacidad para dirigir los procesos políticos y sociales. En el caso de
Hungría se presenta como un tema de importancia medular, pues según las encuestas
el noventa por ciento de la población no participó en el proceso. Por tanto, fue la
intelectualidad, la que asumió el papel de vanguardia durante el cambio político en
Hungría.
Partiendo de esta problemática el presente trabajo se propone como objeto de
investigación: la actuación de los intelectuales húngaros frente al sistema socialista.
Para lograrlo se proponen los siguientes objetivos:
• Caracterizar la posición asumida por los intelectuales frente al Socialismo desde su
instauración como sistema en Hungría hasta 1980.
• Explicar cómo las condiciones existentes en la década de los ochenta influyeron
en el modo de actuación de los intelectuales.
• Determinar las posiciones asumidas por la intelectualidad húngara durante el
derrumbe del Socialismo.
El presente trabajo está estructurado de la siguiente manera una primera parte que
aborda sintéticamente los rasgos fundamentales del comportamiento de la
intelectualidad húngara frente al sistema socialista desde su instauración hasta 1980,
profundizando en dos acontecimientos fundamentales: 1956 y 1968, como momentos
importantes del quehacer de este grupo social; mientras que una segunda parte
abarcará la década de los ochenta hasta la caída del sistema socialista en 1989.
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Desarrollo
La posición de los intelectuales húngaros ante el sistema socialista (1948-1980)
Después de finalizada la Segunda Guerra Mundial, Europa del Este quedó en una
situación desoladora. La mayoría de estos países fueron de un modo u otro víctimas del
fascismo, entre ellos Hungría, que a pesar de haber sido aliada, sufrió tanto o más sus
nefastas consecuencias. Ante esta situación se presentó para los húngaros un dilema:
¿se retomaría la posición de antes de la guerra o se implantaría un gobierno de corte
progresista bajo la tutela de la Unión Soviética? La Conferencia de Yalta fue la solución.
Los soviéticos se reservaban como esfera de influencia toda la región y se crearon las
condiciones para la instauración de un gobierno democrático popular que transitaría
inevitablemente hacia el Socialismo.
Los húngaros se caracterizaban por un fuerte sentimiento de rechazo hacia los rusos, un
conflicto que se remonta desde la época de los zares. Sin embargo, el hecho de haber
sido liberados por el Ejército Rojo, constituyó un elemento significativo para que
prevaleciera el agradecimiento. El Socialismo se presentó como la solución idónea a la
situación existente. Sus principios se adecuaban a las necesidades de los nuevos
tiempos, donde se pedían a gritos garantías de seguridad y protección social. Prometía
eliminar la opresión y la desigualdad nacional frente a la injusticia, los prejuicios raciales
y la intolerancia de los gobiernos que lo antecedieron. Además, la propuesta económica
que ofrecían los soviéticos -planificación estatal centralizada, encaminada a la
construcción ultrarrápida de las industrias básicas y las infraestructuras esenciales de la
sociedad industrial- parecía la solución a la crisis de la posguerra; sobre todo en una
época en que los países capitalistas vivían la era de las catástrofes y buscaban una
manera de recuperar el desarrollo económico2.
El sistema soviético ofrecía una alternativa viable al tremendo retraso de la región, y esto
atrajo a una parte considerable de la población. La idea de construir un nuevo mundo
sobre las ruinas totales del viejo, inspiraba a muchos jóvenes e intelectuales, aún
cuando el partido comunista, hubiese llegado al poder gracias al apoyo del gobierno
soviético y en detrimento de otras fuerzas políticas tradicionales que fueron
desplazadas. La mayoría de estos partidos carecieron de justificación moral para hacer
2 Ver Eric Hobsbawn. Historia del siglo XX. Editorial Félix Varela, La Habana, 2004. pp. 376.
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frente u oponerse a la URSS (Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas), pues unos
habían sido cómplices de Alemania, mientras que otros mostraron incapacidad para
hacerle resistencia. Se creaba así un vacío de poder que permitió el ascenso del partido
comunista, aún cuando no contaba con la mayoría electoral. La URSS forzó la unión del
partido comunista con los socialistas y con la izquierda del partido campesino; dando
paso a la creación del Partido de los Trabajadores Húngaros (PTH)3 que proclamó el
régimen socialista con Mátyás Rákosi al frente del gobierno.
Unido a esto se manifestó cierto malestar por la dureza del trato que la URSS le dio a
Hungría en su condición de aliada de Alemania. Se vieron obligados a pagar al gobierno
soviético cuantiosas reparaciones; aún así, por impopulares que fueran el partido y el
gobierno, la propia energía y determinación que éstos aportaban a la idea de
reconstrucción de la posguerra tuvo una amplia aunque reticente aprobación por parte
de los intelectuales4.
El nuevo régimen disfrutó de una legitimidad temporal y durante cierto tiempo de un
genuino apoyo popular. Con la nueva estrategia económica, el país avanzó
significativamente, superando incluso, los resultados de los países capitalistas. No
obstante, se les impuso una copia exacta del modelo soviético, basado en el desarrollo
extensivo de la economía que priorizaba la industria pesada. Muchos de los planes
quinquenales que se formularon no lograron verdadero éxito. La industria básica quedó
relegada a un segundo lugar y se produjo una explosión de la demanda de productos de
primera necesidad.
En el plano político, se estableció el monopartidismo, donde el partido comunista obtuvo
la función rectora de la sociedad. El nuevo gobierno se convirtió en un poder arbitrario
que dictaba leyes que venían desde arriba y que difícilmente podían ser cuestionadas.
Esto contribuyó al arraigo en el partido de fenómenos como el burocratismo y el
formalismo. Se produjo una falta de democracia y la verticalización excesiva de las
3 Partido político de ideología comunista, cuyos representantes gobernaron el país entre 1948 a 1956. Su líder hasta 1956 fue Mátyás Rákosi, sucedido durante dos meses por Erno Gero y por János Kádár hasta la disolución del partido. Se convirtió en el partido que ostentó el monopolio del poder político en la República Popular de Hungría.Durante la Revolución de Hungría de 1956, el partido fue reorganizado con el nombre de Partido Obrero Socialista Húngaro (POSH) por un círculo de comunistas alrededor de Imre Nagy. Sin embargo, después del 4 de noviembre de 1956, fue controlado por János Kádár y apoyó completamente a la Unión Soviética.
4 Ibídem . pp. 395.
6
decisiones políticas, donde debía prevalecer el centralismo democrático5, que se
sustentaba en la participación organizada de todos los individuos de la sociedad. El
predominio de la dirección casi unipersonal, sustentada en el culto a la personalidad,
unido a los juicios preconcebidos donde se condenaban a miles de personas que
manifestaran descontento hacia el sistema constituyeron elementos característicos de la
realidad húngara; lo cual generó una atmósfera de miedo. Toda manifestación de
oposición a la política del gobierno fue reprimida, lo cual se extendió al partido y al
Estado, así como a las organizaciones sociales. Muchos dirigentes entre ellos János
Kádar, fueron encarcelados, incluso otros fueron ejecutados o acusados de revisionistas
o titoistas6.
En el ámbito cultural, Hungría al igual que la mayoría de los países de Europa del Este,
tuvo que imitar a la URSS hasta en cuestiones mínimas como la estructura de la
Academia de Ciencias y la Asociación de Escritores, así como también introducir el
idioma ruso como segunda lengua obligada en las escuelas7.
Frente a este escenario, el partido fue perdiendo la base social con la cual había
contado desde principios de la instauración de este sistema. Evidentemente esa
situación estaba muy lejos de cumplir con las expectativas de los húngaros,
principalmente los intelectuales, que aunque no manifestaran abiertamente su
inconformidad, contribuyeron a crear un estado de opinión a favor de la corrección de los
lineamientos políticos del partido.
Sin embargo, la respuesta de la dirección del partido fue omisa, justificando los
problemas como causas de la acción de los enemigos políticos, la existencia de una
conciencia atrasada de las masas, la falta de la vigilancia revolucionaria y el mal trabajo
de los dirigentes estatales, entre otras. No fue hasta la década de los cincuenta cuando
se presentó la posibilidad de reformar las condiciones políticas y económicas del país.
5 Es un sistema político propugnado por Lenin que se basaba en la absoluta preeminencia de un centro de poder democrático, el cual trata de combinar la disciplina y la unidad de acción con prácticas democráticas. 6 Ver Evelio Díaz Lezcano. Historia Contemporánea. Editorial Félix Varela, La Habana, 2008. pp. 15. 7 Ver Agnes Heller y Feller Ferenc. De Yalta a la Glasnost. Editorial Pablo Iglesias, Madrid, 1992. pp. 276.
7
1.2. Primeras manifestaciones de los intelectuales húngaros contra el sistema.
Antecedentes de las fuerzas de la oposición al Soci alismo.
Tras la muerte de Stalin en 1953 y posteriormente, la celebración del XX Congreso del
PCUS (Partido Comunista de la Unión Soviética) en 1956, se abrió un proceso de
cuestionamiento total de era estalinista. Salieron a la luz todos los crímenes cometidos
por un personaje sacro que representó durante mucho tiempo al régimen cuando aún no
existía una elevación considerable del nivel de vida de la población. Constituyó una dura
crítica a un sistema que todavía no se había afianzado no solo como estructura política y
social, tampoco en la conciencia de todos los individuos. El resultado fue descubrir
verdades a unas masas que no estaban preparadas para recibirlas, sobre todo, porque
estaban orientadas a desacreditar todo el período anterior, lo que incluía la historia y por
tanto la legitimidad del sistema.
Aunque en un primer momento el gobierno húngaro no tomó en consideración los
cambios, posteriormente fueron persuadidos por Moscú para realizar transformaciones
políticas. Se determinó, entre otras medidas, que era necesario rejuvenecer el aparato
del partido y del Estado con nuevos cuadros, fundamentalmente con intelectuales
jóvenes. Una nueva generación de reformadores emprendió las transformaciones de la
sociedad húngara. Éstos se plantearon la necesidad de modificar la estructura
deformada de la economía y eliminar la dirección unipersonal, o al menos, limitar los
poderes de la dirección suprema del país.
Con la asesoría del gobierno soviético se designó para la dirección del partido a Imre
Nagy, entre otros jóvenes representantes de la intelectualidad. Esto permitió en parte,
que se reconocieran públicamente los errores cometidos por la dirección del partido,
tanto en su actividad práctica como en su estrategia para hacer avanzar el país. Sobre
todo se criticó fuertemente los juicios preconcebidos y la condena de miles de
comunistas en los años precedentes.
Se consideró que la estrategia económica aplicada había forzado el desarrollo de la
industria pesada sin tomar en cuenta las condiciones concretas del país, relegando la
agricultura y los bienes de consumo de la población. Además, estas decisiones
erróneas habían contribuido al no crecimiento del nivel de vida de la población,
empeorando las condiciones económicas de todos los sectores de la población, tanto de
la clase obrera como de los intelectuales.
8
A pesar de las críticas se designó como secretario general a Mátyás Rákosi y como
presidente de los Consejos de Ministros a Imre Nagy.
En el plano económico plantearon el ritmo acelerado de la construcción del socialismo y
la implementación del modelo económico de autoabastecimiento, así como también
aumentar el monto de las inversiones asignadas a la rama agrícola y elevar el nivel de
vida de la población8.
Los intelectuales dieron todo su apoyo a este gobierno reformador; y crearon, junto a los
obreros y los campesinos, los llamados “consejos”: órganos de poder que tenían como
función controlar a las diversas instituciones del gobierno. No obstante, este nuevo
gobierno se convirtió en una especie de fantasma, cuyas funciones consistían en cumplir
con lo que disponía con anterioridad el partido. Se crearon fuertes divisiones en la
dirigencia y una falta de apoyo creciente de los sectores intelectuales9.
Al ser destituido Imre Nagy, las reformas fueron paralizadas y un gran número de
escritores, periodistas, incluidos profesores universitarios y algunos funcionarios, se
proclamaron en contra de esta decisión y exigieron la continuación del proceso
reformador. Para ello realizaron sesiones de debate en diversas instituciones culturales,
sobre todo en las universidades, donde criticaron agudamente el sistema.
Desde finales de 1955 por iniciativa del Comité Provincial de la Juventud Trabajadora en
Budapest se fue creando un foro de discusión de estudiantes universitarios y jóvenes
intelectuales, principalmente de las ciencias sociales. Éstos se aglutinaron alrededor de
Imre Nagy y conformaron una especie de grupo de oposición que tuvo como nombre
Círculo Petőfi, en recordación del poeta húngaro Sándor Petőfi10.
En los meses de septiembre y principios de octubre se creó un Foro de Estudiantes de
Budapest que exigía la ejecución de cambios profundos en la dirección del partido y el
gobierno, aún cuando Rákosi había sido destituido en el mes de julio y accedieron al
Buró político y al Comité Central figuras como János Kádar. El foro estaba integrado por
nuevas organizaciones de estudiantes de Derecho, Economía, el llamado grupo 15 de
marzo de los estudiantes de Humanidades y el grupo Vasvari, los cuales participaron en
8 Ver Iren Suskó Nagy. El desarrollo económico y político de Hungría entre 1945-1989. PP. 36 9 Ibídem. pp. 36 10 A este poeta húngaro se le considera un símbolo de la defensa de los sentimientos nacionalistas. Se le reconoce además como el precursor de una tradición intelectual de guardianes de la cultura nacional y la conciencia de la nación.
9
la rehabilitación de László Rajk,11 llevada a cabo el 6 de octubre 1956. Para ello
realizaron una representación simbólica de su funeral. Todas estas acciones formaron
parte de lo que constituyó una manifestación general, que devino en una sublevación
contra el modelo de socialismo que se había impuesto en Hungría.
La sublevación de 1956, comenzó precisamente con una manifestación estudiantil
pacífica que fue convocada por los estudiantes de la Universidad de Budapest, quienes
desde el 16 de octubre realizaron una Asamblea General, donde aprobaron la formación
de una organización estudiantil independiente de la Federación Juvenil Democrática y
formularon fuertes críticas a la dirección partidista. Posteriormente el 23 de octubre
llevaron a cabo una manifestación general en la que participaron aproximadamente 20
mil manifestantes que se reunieron en torno a la estatua de Bem, donde Péter Veres,
presidente del sindicato de escritores, leyó un manifiesto a la multitud.
El principal objetivo de estas manifestaciones era perfeccionar el sistema socialista, pero
no su disolución. El descontento que predominaba en la población urbana, dígase los
estudiantes, intelectuales y una parte de los obreros, se manifestó en aspiración por la
renovación del sistema; aunque en estas se infiltraron grupos extremistas que utilizaron
las circunstancias para revertir la manifestación pacífica en lucha armada.
Además, la variedad de los participantes condujo al desarrollo de una sublevación
bastante compleja donde los estudiantes, obreros, adolescentes, intelectuales, las
personas ofendidas, los que cumplieron condenas injustamente, excomunistas y
familiares, las miles de personas deportadas, religiosos, o sea, todos aquellos que se
sintieron afectados por el régimen, se aglutinaron formando una compleja
heterogeneidad social con intereses y objetivos diferentes.
Aun cuando el gobierno de Imre Nagy intentó llevar a cabo varias reformas políticas
como declarar la neutralidad política, el pluripartidismo y pidió la ayuda de la
Organización de las Naciones Unidas (ONU) para que reconociera el nuevo status, no
se lograron resultados positivos. De hecho, con la aprobación del multipartidismo
aparecieron partidos de marcado carácter burgués que cobraban auge frente al Partido
Comunista.
Por ello el 3 de noviembre de 1956 se crea el gobierno de János Kádár, el cual
inmediatamente pidió la intervención soviética alegando que el anterior gobierno había
11 A este líder del partido comunista se le acusó de ser agente de la GESTAPO durante los llamados juicios conceptuales realizados en Hungría después de la instauración del sistema socialista en 1949. Posteriormente fue fusilado.
10
perdido el control del país. Petición que se consumó el 4 de noviembre en un ataque
masivo contra Budapest.
La resistencia organizada finalizó el 10 de noviembre, la revuelta fue aplastada y
comenzaron los arrestos en masa, lo que provocó que unos 20 mil húngaros huyeran en
calidad de refugiados. Para enero de 1957, el nuevo gobierno instalado por los
soviéticos y liderado por János Kádár había suprimido toda oposición pública. Con ello
comenzó un período de represión y persecución, pues desde mediados de noviembre se
detuvieron a 6 380 personas de las cuales 860 fueron deportadas a la URSS. En total se
estima que hubo 20 mil encarcelados, 380 condenados a muerte, 229 ejecutados, más
de 10 mil deportados a campos de trabajo forzado y otros 100 mil expulsados de sus
centros de trabajo, de la universidad e institutos superiores12. Estos resultados marcaron
profundamente a la sociedad húngara, incentivando mucho más el rechazo hacia la
URSS y sobre todo, constituyó un elemento fundamental para demostrar la ilegitimidad
del gobierno de Kádár durante la década de los 80.
Aún así, se pude afirmar que los dirigentes impuestos después de la derrota de 1956
emprendieron un reformismo más auténtico y eficaz que en el resto de los países de
Europa del Este. Bajo la dirección de János Kádar se llevó a cabo la liberación
sistemática del régimen, la reconciliación con las fuerzas opositoras y, en la práctica, la
consecución de los objetivos de la revolución dentro de los límites que la URSS
consideraba aceptables13.
Se realizó el perfeccionamiento del sistema de planificación y se recurrió a la elevación
del estímulo material como medio para legitimar el sistema. Para ello el gobierno
comenzó la aplicación de una línea política que le permitiera dar soluciones concretas a
las cuestiones económicas y culturales que influían en la vida cotidiana de las masas
trabajadoras, para evitar que se interesaran por la política o que llegara a formarse una
opinión acerca del sistema. En otras palabras, si la dirección del partido era capaz de
garantizar un crecimiento del nivel de vida aceptable, entonces el pueblo no se dedicaría
a la política. Se intentó realizar una despolitización deliberada de la vida diaria. Por eso
su política estuvo encaminada en función de dos objetivos fundamentales: la elevación
del nivel de vida, de manera directa con el aumento de los salarios reales y el
reconocimiento de la necesidad de ciertos bienes de consumo “de moda” como por
12 Izsák Jajos. Rendszerváltástol rendszerváltásig (Del cambio de sistema al cambio de sistema). Editorial Kiadó, Budapest, 1998. (Material en idioma húngaro). pp. 150-155. 13 Eric Hobsbawn. Historia del siglo XX. Editorial Félix Varela, La Habana, 2004. pp. 397.
11
ejemplo el automóvil. El principio fundamental de su gobierno era: las estrategias
económicas no deben obstaculizar la pacificación política, sino que las políticas
económicas deben garantizar el buen funcionamiento del sistema político sin
disfunciones ni interrupciones espectaculares14.
También se evidenciaron otros cambios que, aunque “cosméticos”, aliviaron a la
población como por ejemplo: el toque de queda desapareció; se pudo hablar libremente,
aunque no escribir, además, se pudo disponer de productos cada vez más abundantes.
Bajo estos preceptos comenzó la aplicación de una política conocida como “dictadura
blanda15”.
Aunque las medidas tomadas contribuyeron al mejoramiento de las condiciones de vida
de la población y al aumento de la eficiencia y la productividad, no constituyeron una
solución a los graves problemas que existían en la sociedad húngara. Sin embargo, la
mayoría de los intelectuales, aún cuando conservaron su recelo, a veces incluso su odio
hacia el régimen de Kádar y exhibieron grados variables de escepticismo, admitieron la
posibilidad de colaborar con las aspiraciones reformistas de este gobierno; mientras que
un grupo más reducido de los que conformaban la intelligentsia se desprendió de las
estructuras oficiales de poder para crear su propio espacio social y cultural, creando de
este modo lo que constituyó el germen de la oposición intelectual.
Posteriormente, cuando se produjeron los sucesos de 1968 en Checoslovaquia, los
dirigentes kadaristas acariciaron la idea de una reforma económica, incluso tenían
planes para aplicarla, y contaron con todo el apoyo de los intelectuales. Muestra de ello
es que entre enero y junio de 1968 los principales funcionarios húngaros y al menos la
mitad de los intelectuales de la oposición –que continuaban bajo sospecha, y en algunos
casos, bajo vigilancia policial– se interesaron en emprender nuevamente la reforma del
modelo de socialismo existente16. Por razones distintas, la intelligentsia y los
tecnócratas, también compartieron ese optimismo de los kadaristas en las primeras
semanas de las reformas en Checoslovaquia. La mayoría de ellos se proclamaron a
favor de las transformaciones que se estaban desarrollando en el país vecino e hicieron
14 Agnes Heller y Feller Ferenc. De Yalta a la Glasnost. Editorial Pablo Iglesias, Madrid, 1992. pp. 49. 15 Término que designaba al gobierno de János Kádar que enarbolaba un Socialismo con rostro humano, es decir, una flexibilización con respecto al modelo soviético, pero sin romper con los preceptos fundamentales de este sistema. Se le identificaba también como dictadura humanista. 16 Ibídem. pp. 69
12
intentos de extender las reformas a Hungría. Defendían la idea de “democratización
socialista” y “renovación del marxismo”, pero tenían objetivos y expectativas disímiles en
relación con el curso de los acontecimientos.
Los dirigentes kadaristas deseaban la simple duplicación de su propia política; el
“retorno a las normas leninistas de legalidad”, es decir, una rehabilitación de las víctimas
comunistas, y quizás de otras ideologías de izquierda, de los juicios de los años
anteriores. Con ello reducirían las tensiones existentes y mejoraría su capacidad de
gobernabilidad.
Un segundo grupo, identificados como ideólogos del sistema, querían una “democracia
socialista” con fundamentos teóricos, aunque se encontraban en un estado de confusión
general. Entre sus peticiones figuraban la participación de los ciudadanos y un cambio
político considerable.
Por último encontramos un tercer grupo que estaba conformado por la tecnocracia no
ideológica, es decir, por intelectuales y directivos tecnócratas, interesados
principalmente en una racionalización económica y para quienes los aparato del partido
y los ideólogos románticos, era aliados dudosos y poco fiables. No obstante, se
adhirieron a la alianza pro-dubcekista. Puesto que carecían de poder político autónomo y
sólido podían expresar sus aspiraciones por boca de los ideólogos, a quienes por demás
miraban con recelo. Por otra parte, y puesto que el propio programa de Dubcek incluía
la racionalización económica, su única opción era negociar con la burocracia. Además,
los tecnócratas por su parte nunca habían visto con excesivo entusiasmo la participación
popular en asuntos que, en su opinión, debían dejarse a los expertos, llevaron a cabo la
alianza natural y espontánea con los kadaristas, a quienes veían como un estorbo. Ellos
consideraban que los expertos checoslovacos, podían ser sus aliados fiables para la
modernización de la economía húngara.
Sofocada la sublevación en Checoslovaquia, quedaron selladas todas las esperanzas de
reformar el sistema. Los dirigentes habían capitulado aun antes de las órdenes de los
soviéticos. Sólo algunos de los intelectuales de la oposición, entre ellos varios filósofos,
rechazaron la intervención de las tropas del Pacto de Varsovia mediante declaraciones
públicas de condena. La derrota de este proceso acabó con las ilusiones de reformas
políticas y económicas, pero también, había quedado claro para la intelectualidad la
negativa a cualquier regeneración en el ámbito cultural.
Entre 1956 y 1968 se hizo patente el sentir de la intelectualidad. Su intención no había
sido condenar el Socialismo, y mucho menos derrocarlo. Su objetivo consistía más bien
13
en pensar qué era lo que se había hecho tan mal y proponer una alternativa dentro de
los términos del propio sistema. Para muchos de estos intelectuales marxistas el
estalinismo constituía una trágica parodia de esta doctrina y la URSS, un desafío
permanente a la credibilidad del proyecto de transformación socialista. Aún así, estos
revisionistas, continuaron colaborando con el Partido, a menudo desde dentro de él. Eso
obedecía en parte a la necesidad, pero en parte también a una convicción sincera de su
“misión de reformar el socialismo”.
Por eso se plantea que a partir de los sucesos de Praga se marcó el punto de inflexión
en la historia del Comunismo, en mayor medida que los acontecimientos de 1956 en
Hungría. La ilusión de que este sistema era reformable, de que el estalinismo había
constituido una desviación equivocada, un error que todavía podía corregirse, de que los
ideales esenciales del pluralismo democrático podían de alguna forma todavía ser
compatibles con las estructuras del colectivismo marxista, quedó aplastada bajo los
tanques el 21 de agosto de 1968 y jamás volvió a recuperarse17.
1.3. Respuesta de la intelectualidad a la política cultural del gobierno kadarista.
Cuando la situación se normalizó, el gobierno de J. Kádar emprendió las
transformaciones del Nuevo Mecanismo Económico, lo cual contribuyó
significativamente al aumento del nivel de vida de sus pobladores. Estas reformas
económicas impulsaron el desarrollo del país que hasta principios de los setenta alcanzó
una tasa de un 7% de crecimiento. Se puso énfasis en la autonomía de las empresas y
se autorizó la existencia de un sector privado en diversas actividades y se estimuló la
agricultura. Hungría se convirtió en el primer país socialista en producción por habitante
y en un exportador de alimentos18.
Los sucesos de 56 habían evidenciado el resurgimiento de fuerzas cuya base no era la
defensa del socialismo, sino más bien la restauración de la burguesía. Por ello el
gobierno optó por dar participación en la gestión de los asuntos públicos a estos
elementos no socialistas. Llevó a cabo una política de conciliación con todas las fuerzas
políticas sosteniendo como consigna: El que no está contra nosotros abiertamente, está
con nosotros19. Era una revolución permanente subyacente que cedía un determinado
17 Tony Judt. Postguerra. Una historia de Europa desde 1945. Editorial Taurus, Madrid, 2010. pp. 650. 18 Evelio Díaz Lezcano. Historia Contemporánea. Editorial Félix Varela, La Habana, 2008. pp. 16 19 Citado por Iren Suskó Nagy. El desarrollo económico y político de Hungría entre 1945-1989. pp. 72
14
margen de acción al desarrollo del “hombre socialista” sin recurrir al terror, la coacción y
las purgas. De hecho, se reconoció tácitamente los grupos de presión, aunque no de
forma legítima.
Entre esos grupos encontramos la intelligentsia ideológica– principal socio negociador
de los dirigentes kadaristas- que se le consideraba de antaño semillero de rebelión. Este
grupo lo conformaban los dirigentes archiconservadores de las iglesias, dispuestos a
convertirse en defensores de las decisiones y los intereses políticos del régimen en sus
sermones y cartas pastorales, así como en los consejos confidenciales y desde una
posición de autoridad que impartían a sus feligreses. También destacados tecnócratas,
que con independencia de su afiliación partidaria, poseían intereses materiales e
intelectuales claramente distintos al grupo anterior20.
Desde el punto de vista interno la censura fue más flexible, se redujo el círculo de los
bienes intelectuales prohibidos y la política aplicada hacia los profesionales fue mucho
más tolerante. El esfuerzo del nuevo equipo consistía en establecer un equilibrio de
fuerzas sociales, pero con la posibilidad de incorporar al menos una parte de los no
marxistas al proceso de construcción del Socialismo.
La realidad evidenció que la mayoría de los intelectuales apoyaron al gobierno de János
Kádar, pues de una forma u otra, colaboraron con el sistema entre los años sesenta y
setenta. Ello se debió gracias a la labor realizada por Aczél Gyorgyr21, el cual aplicó una
política conciliatoria en la esfera de la cultura durante un cuarto de siglo.
Esta figura política no contaba con la aprobación de Moscú, pero tenía excelentes
relaciones con Kádar. Por sus orígenes, ambos poseían varios puntos en común, por
ejemplo, los dos fueron encarcelados durante la época de Rákosi. En 1954 como parte
de la amnistía otorgada por el gobierno fue puesto en libertad, aunque al principio no
quiso, luego accedió a cooperar con el gobierno de Kádar. Su labor administrativa se
centró en crear una nueva política cultural que se diferenciara totalmente de la aplicada
por József Révai durante el gobierno de Rákosi.
Su principal objetivo era integrar al mayor número posible de los intelectuales al sistema
y si esto no era posible, al menos, establecer una coexistencia pacífica. Por encima de
todo intentaba calmar los ánimos de aquellos intelectuales que habían desempeñado un
20 Ver Agnes Heller y Feller Ferenc. De Yalta a la Glasnost. Editorial Pablo Iglesias, Madrid, 1992. pp. 56. 21 Éste fue miembro del Comité Central desde el comienzo de la era de Kádar hasta 1989, miembro del Buró Político entre 1970-1988, Ministro de Cultura entre 1957-1967 y el secretario cultural del Comité Central entre 1967-1974 y 1981-1985.
15
papel importante en los sucesos del 56, y para eso necesitaba crear en ellos un
compromiso con el sistema, sin tener que silenciarlos ni recurrir al terror. Por eso
consideraba necesario aplicar una política cultural efectiva que le permitiera ganar el
apoyo de la mayor parte de la intelectualidad, teniendo en cuenta la función clave de
este grupo social en la formación de la opinión pública. Trató de poner al servicio del
sistema a intelectuales de fama internacional, pues consideraba que si lograba su
apoyo, éstos podrían influir en el resto de la intelectualidad y con ese objetivo les
entregaba grandes privilegios.
Su política cultural respondía al interés del gobierno de buscar la conciliación entre
distintas fuerzas. Sobre la base de este objetivo Aczél trazó como línea directriz apoyar
la heterogeneidad de la vida cultural, pero estableció los límites implantando una
especie de sistema de censura conocido como "sistema de las tres T" (támogatás,
tures, tiltás), o sea, apoyo, tolerancia y prohibición.
Este sistema se convirtió en la práctica en la política cultural del gobierno. Con él se
categorizaba cuidadosamente lo que era permitido decir y lo que no, aunque esas
categorías quedaban sujetas a la situación política que imperara en el momento. De ahí
que en ocasiones fuera más flexible y en otras más restrictiva. Al crear este tipo de
clasificaciones Aczél pudo establecer una definición más específica de lo que se
consideraba literatura “no hostil” y “claramente hostil”. Entre las condiciones que
estipulaban era que si los escritores se comprometían a no meterse en política y
observaban los límites políticos aceptables, en ese caso el estado, desechando la
imposición de los límites estilísticos, les publicaría y les mantendría generosamente, casi
lujosamente. Los límites nunca se definieron claramente, pero la suerte de cualquier
libro, ensayo o película fronteriza dependía de este jefe supremo22.
Desde finales de los años 50 en adelante se redactó el reglamento de este sistema de
censura23. Su primer comentario oficial al respecto fue el informe titulado: “Sobre el
estado de nuestra literatura” (Az helyzetéről irodalmunk), cuya fecha de publicación fue
el 6 de agosto de 1957. Este hecho se identifica como el nacimiento del sistema de las
tres T. En este informe se exponían las definiciones generales de su política, y se
exhortaba a que los escritores manifestaran su compromiso político a través de sus
22 Timothy Garton Ash. Los frutos de la adversidad. Un análisis excepcional sobre la caída del socialismo en los
países centro europeos. Editorial Planeta, Barcelona, 1992. pp. 164. 23 En Hungría realmente no hubo una censura oficial que determinara de manera legal que era lo que estaba permitido publicar. Esos límites nunca quedaron bien establecidos, mas bien existía una autocensura.
16
obras literarias. La sección más importante del informe, sin embargo, fue la formulación
de los principios de las tres T.
En primer lugar se planteó que el Partido y el gobierno promovían la adhesión a la
doctrina del realismo socialista, pero admitían otras tendencias, siempre que fuesen
compatibles con los principios oficiales, o sea, siempre y cuando no entraran en
contradicción con la Democracia Popular e intentaran socavar el orden social existente.
Aunque se plantea que éstas últimas serían controladas debidamente por la “censura”.
En septiembre de ese mismo año fue publicada la estrategia del Comité Central del
POSH donde se exponía que la vida literaria en Hungría había estado prácticamente
estancada hasta ese momento y que no existía aún una estrategia adecuada para
canalizar la literatura política.
Otra señal temprana del nuevo enfoque de la política cultural fueron los “Lineamientos
de la política cultural” (Művelődéspolitikai irányelvei), que se publicó en agosto de 1958.
En este se deja claro el abandono de la vieja retórica y la necesidad de la unidad de los
socialistas y del Partido para la construcción de la vida cultural socialista. Se expone que
el partido no solo permitiría, sino que promovería activamente la diversidad cultural.
Además, se señaló la tolerancia de obras que no fueran realistas, pero que al menos
fueran de corte humanista y que no amenazaran el orden social. De acuerdo con esta
decisión se les dio la oportunidad a muchos escritores de publicar sus obras; sin
embargo, otros libros fueron considerados perjudiciales y por tanto, prohibidos.
Aunque los principios del sistema de las tres T se perfilaban desde años antes no fueron
perfeccionados hasta 1959. Su anuncio oficial constituía un paso trascendental hacia la
consolidación de la vida literaria y cultural. Esta consolidación significaba esencialmente
su despolitización. El gobierno quiso resaltar que había aprendido de los errores de la
anterior política cultural (dirigida por Révai) y que no estaba a favor de ningún grupo en
particular, sino que el principal fundamento de su política sería la diversidad cultural del
modo más amplio posible.
Para muchos críticos de la época, esta nueva política era desde el punto de vista
ideológico más colorida y políticamente más libre. Además, la producción artística fue de
mejor calidad que en la época de Rákosi.
Esta nueva visión sobre la literatura y la vida cultural de modo general obtuvo mayor
validez después de la celebración del 9º Congreso. Como resultado de este
acontecimiento y después de amplios debates sobre filosofía, literatura, historia, religión,
etc, se decidió que se les daría apoyo a todos los socialistas y otros humanistas
17
creativos cuyas obras hablaran de las grandes masas, que facilitaran los esfuerzos de la
política, aunque fueran ideológicamente contrarios, pero iban a excluir de la vida cultural
todas las manifestaciones que fueran políticamente hostiles, antihumanista o que
ofendieran la moral pública24.
Esta fue la formulación oficial de las tres T y, era al mismo tiempo, la culminación de la
neutralización política y consolidación de la intelectualidad. Se establecieron fronteras
permanentes y normativas con respecto a lo que sería tolerado o prohibido, pero no era
posible saber de antemano cuando alguna obra parecería bien a los ojos de los líderes o
aparecería como un error en la política editorial.
Tanto los escritores como los funcionarios intentaron poner a prueba los límites, pero el
único que realmente sabía lo que sería permitido en un momento determinado era Aczél.
En la práctica, a menudo él decidía personalmente qué obras literarias se harían
públicas o no. En otros casos las obras se distribuían sólo en determinados círculos de
intelectuales, siendo de este modo publicaciones semi-oficiales, sin que llegara a ser
algo habitual.
El sistema de las tres T fue evolucionando de manera continua y con los años la línea
entre las dos primeras T (apoyo y tolerancia) se hizo cada vez más confusa, incluso la
tercera categoría (prohibición) disminuyó gradualmente en importancia. Lo que sí se
mantuvo inmutable como una especie de pacto entre los escritores y el gobierno fue el
no cuestionar la base ideológica del régimen, es decir, el sistema de partido único y las
relaciones de Hungría con la Unión Soviética, y en compensación, podían expresar
libremente su descontento o sus opiniones personales.
Con el fin de proceder a la clasificación “segunda T” (tolerado), los libros tenían que
cumplir con determinados requisitos. En primer lugar, no podía contener ni siquiera de
manera implícita ninguna crítica política del régimen. En segundo lugar, no podía
incentivar a sentimientos que pudieran crear una “atmósfera negativa” dentro de la
sociedad; y de este modo se contribuía a la política de neutralidad. Se buscaba que
incluso, aquella parte de la sociedad que no apoyaba al régimen lograra sentirse
cómoda en estas circunstancias. El objetivo era que la sensación de confort redundara
en una sensación de bienestar general.
24 Raija Oikari. Discursive Use of Power in Hungarian Cultural Policy during the Kádár Era. Hungarologische
Beiträge Nº 14. (Material en idioma inglés). Disponible en: http://epa.oszk.hu/01300/01368/00001/pdf/08oikari.pdf .
Consultado 15 de septiembre 2010. pp.11.
18
En cuanto a los trabajos que eran prohibidos, éstos se determinaban sobre la base de
dos elementos: si se consideraba “alienado” y si “su actitud hacia la vida no era positiva”;
pero también en este caso las reglas podían variar.
En el caso de las publicaciones sistemáticas tampoco se estableció por escrito
prohibiciones abiertas, sin embargo, en la práctica la dirección de la prensa se regía por
principios generales y determinados procedimientos que permitían decidir lo que sería
publicado o no. Todas las noticias y las informaciones debían ser filtradas, y éstas a su
vez respondían a las orientaciones ad hoc (de acuerdo con el momento); además, la
publicación de las noticias era una responsabilidad individual de los redactores
principales. Se establecieron temas tabú que estaban claramente estipulados: la crítica a
la URSS y el campo socialista, del CAME y el Pacto de Varsovia, la presencia de las
tropas soviéticas y por último, la cuestión del 56. Para ello el POSH estableció una
serie de principios con respecto a la prensa. Primero se planteó que debía ser partidista
y defender en todo momento la dirección política del país. Debía ofrecer también una
visión clasista donde prevaleciera el papel rector del Partido, porque sólo así se podría
mostrar la posición partidista de este medio de comunicación y evitar que prevalecieran
otros puntos de vista contrarios al marxismo- leninismo. Además, cualquier crítica que se
hiciera al sistema debía tener un carácter constructivo.
Era prohibido publicar los secretos estatales, las noticias que lastimaran los intereses de
la nación, lo cual no estaba definido exactamente. También se reconocía que la prensa
tenía como tarea fundamental la lucha contra las ideologías pequeño-burguesas, las
concepciones anti-científicas y contra toda idea que pudiera influir en la conciencia de
las masas.
La “censura” fue una parte esencial de la política editorial, aunque no había ninguna
oficina que tuviera esta función, pero los principios rectores eran comúnmente conocidos
y los editores debían cumplir con la promesa de una especie de autocensura. En
cambio, el gobierno húngaro ofrecía seguridad financiera a estos “trabajadores
culturales”. Este sistema de prestaciones apoyado por el Estado y controlado por
organizaciones como la Unión de escritores y el Fondo de Literatura, ofrecía seguridad a
los escritores que seguían la política del Partido. A aquellos que sobrepasaran los
límites, se les imponían medidas punitivas como la pérdida temporal de beneficios.
A los escritores y los investigadores les preocupaba la “censura”, pero sobre todo el
principal problema era la autocensura. Con el fin de conseguir llegar al público los
intelectuales, los artistas, etc, siempre estaban tentados a adaptar su obra, podar o
19
acotar un argumento anticipándose a las posibles objeciones oficiales. En esta sociedad
donde la cultura y las artes se tomaban muy en serio, los beneficios profesionales y
materiales de esos ajustes no eran nada desdeñables, pero el respeto por uno mismo
podía obligar a pagar un considerable precio moral. Por eso la mayoría optaba por
contar con los beneficios, cometiendo con frecuencia un infanticidio: matar a su propio
hijo intelectual por el insensato terror a la mente del censor25. De esta manera
adoptaban una posición de complicidad parcial o apoyo al sistema a cambio de las
ventajas que se le ofrecían.
De manera general tanto para los escritores como para el resto de los intelectuales la
relación con el régimen prácticamente dependía de las relaciones personales que
tuvieran con Aczél. Aún así los funcionarios del partido consideraban que esta era una
política bastante peligrosa, pues tenían miedo de que las relaciones subjetivas pudiesen
interferir a la hora de juzgar según la estética y los problemas ideológicos.
Algunas celebridades, independientes del sistema político tuvieron cierto acercamiento,
tal fue el caso de Gyorgy Lukács y Zoltán Kodály26. También cooperaron los
intelectuales que tenían puestos de dirección en universidades, teatros y otras
instituciones culturales. Muchos de ellos tenían una posición importante gracias a Áczel.
Algunos, incluso llegaron a establecer una estrecha relación con él. Con ellos hablaba
abiertamente de política y eran considerados sus amigos íntimos; mientras que otros
grupos de intelectuales hacían todo lo posible por llegar al círculo de Áczel, pero éste no
los consideraba merecedores de ser parte de los grupos anteriores. A este grupo
heterogéneo, los utilizaba para determinados objetivos, y a cambio de su colaboración
los premiaba con cambios de apartamentos, compra de carros u obtención de visas y
pasaportes.
Pero no todos mostraron la misma actitud de colaboración. Evidencia de ello fueron
algunos profesionales de las Ciencias Sociales que llevaron a cabo la publicación de una
revista llamada Valóság (Realidad) que criticaba los males del sistema en la llamada
“semidisidencia”, incluso llegaron a divulgar obras de científicos occidentales. Entre ellos
se encontraban escritores, historiadores y sociólogos de renombre. Aún así, se permitió
la publicación de esta revista.
25 Tony Judt. Postguerra. Una historia de Europa desde 1945. Editorial Taurus, Madrid, 2010. pp. 824. 26 Músico y compositor húngaro. Uno de los más destacados músicos húngaros de todos los tiempos. Su estilo musical tiene como característica fundamental la mezcla de folclore y armonías complejas del siglo XX.
20
Los que no se insertaron al sistema, nunca llegaron al diálogo con Aczél, ni siquiera
entablaron conversaciones, ni relaciones con los que estaban fuera, es decir, con
aquellos que constituían la semilla de la oposición. Éstos que alzaban la voz difundiendo
sus obras en copias ilícitas impresas a ciclostil27, se enfrentaban a la sombría
perspectiva de ser prácticamente invisibles, de ver cómo sus ideas y su arte quedaban
relegados a una audiencia minúscula y cerrada, publicando para los mismos 2 mil
intelectuales de siempre.
Vale destacar que esos intelectuales decidieron renunciar a la oportunidad de emigrar o
exiliarse porque consideraban que era mejor ser perseguido e importante que libre, pero
irrelevante, entre ellos encontramos a Agnes Heller entre otros filósofos y expertos que
por su labor intelectual opuesta al sistema fueron limitados y silenciados por el gobierno.
Desde los sucesos del 56 muchos escritores recurrieron a la opción del silencio como
una vía de resistencia. Muchos eran encarcelados o acallados por otros medios. Entre
ellos se encontraban Tibor Déry y otros como László Németh, Péter Veres, István
Örkény, Zelk Zoltán. Solo a algunos se les reconocía como escritores completamente
apolíticos como Sándor Weöres, Ottilik Géza, János Pilinszky o Miklós Szentkuthy, éstos
ni siguiera se sumaron a la protesta llevada a cabo por la Unión de Escritores realizada
el 3 de diciembre de 1957, donde se planteó que: “los escritores húngaros en todas las
circunstancias serviremos al pueblo húngaro, y no permitiremos que nuestras obras
sean objeto de abuso por ningún gobierno o partido. ”28 Trataron de boicotear la nueva
política cultural del gobierno y optaron por no publicar. Estos silenciosos escritores no
aceptaron ni siguiera la publicación de poesía neutral. Todos ellos eligieron como
estrategia la política del silencio; aunque vale destacar que un gran número de
intelectuales fueron disuadidos por Aczél. Éste tenía la capacidad de entender el
lenguaje de los intelectuales y eso contribuyó en gran medida a lograr el apoyo de éstos.
Como resultado de su política pudo integrar a los escritores rebeldes en la literatura
oficial del régimen al darles un trato más flexible, aún cuando por el gobierno los
consideraba poco fiables. Logró que estos escritores dejaran de asumir esta posición y
con ello, contribuir de manera implícita a la legitimidad del régimen.
27 Aparato que servía para copiar muchas veces un escrito o dibujo por medio de una tinta especial sobre una plancha gelatinosa. 28 Citado por Raija Oikari. Discursive Use of Power in Hungarian Cultural Policy during the Kádár Era. Hungarologische Beiträge Nº 14. (Material en idioma inglés). Disponible en: http://epa.oszk.hu/01300/01368/00001/pdf/08oikari.pdf . Consultado 15 de septiembre 2010. pp. 145.
21
Para ganarlos no utilizó la coacción, de hecho, la mayoría de los intelectuales fueron
seducidos a través de las relaciones personales. Aczél utilizó una serie de trucos y
dispositivos de manipulación para llevarlos a acercarse al régimen. Su método se puede
resumir en dos términos: la política de favores y de la informalización, éste último
reflejado en contactos personales.
De cualquier modo el resultado de su política fue la reanimación de la literatura, prueba
de ello es que entre 1960 y 1985, el volumen de libros impresos y los títulos de los
folletos se duplicó alcanzando un total de 10.000, mientras que el volumen total aumentó
de 53 libros por cada mil ciudadanos, tanto en 1955 y en 1960, a 98 libros por cada mil
ciudadanos en el año 1984. Para 1970 Hungría estaba al mismo nivel que Francia,
Bélgica y Bulgaria. Diez años más tarde fue el único país socialista en alcanzar un nivel
superior de edición de libros, junto con la República Federal de Alemania, Finlandia y los
Países Bajos. Incluso más importante que las medidas cuantitativas fue la posibilidad de
leer a escritores extranjeros desconocidos y prohibidos, cuyos libros para esa época
estaban más disponibles a precios razonables.
No obstante, desde los sucesos de Checoslovaquia la política cultural de Aczél, había
comenzado a mostrar los síntomas de su fracaso. Una nueva generación de escritores
comenzó a emerger, en los cuales, la aplicación de sus métodos no tuvo éxito. Éstos
querían que su relación con el régimen no dependiera de las relaciones personales que
tuvieran con Aczél, sino más bien que ésta se estableciera de manera institucional. Por
tanto, deseaban que su rango como artistas estuviera basado puramente en sus méritos
artísticos. Tampoco querían el reconocimiento oficial a cambio de servir a los propósitos
del régimen. De hecho, no tenían la intención de legitimar el poder ni su consolidación.
El Estado en su afán de atraer a la intelectualidad había permitido su inserción en las
estructuras del poder para que pusieran sus conocimientos en función de la legitimación
del sistema. Durante este período el partido trató de atraer conscientemente a las
personas mejor preparadas para colocar a profesionales jóvenes en puestos de la
nomenclatura, en particular, en el aparato del partido. De esta manera muchos
intelectuales jóvenes accedieron al gobierno. A medida que estos jóvenes comunistas
sustituyeron a los burócratas de la vieja guardia, cambió la idiosincrasia de dicho
aparato. Estos grupos de jóvenes, a diferencia de aquellos reclutados de la clase obrera
22
y campesina, no dependían exclusivamente de sus jefes políticos29. Para Sean Hanley,
este aumento de las capas de tecnócratas y administrativos partidarios de la reforma del
sistema, frente a la concepción marxista clásica de la generación anterior, generó el
conflicto Rojos vs Expertos, que caracterizó todo el período hasta mediados de los
ochenta cuando se llevó a cabo la renovación del aparato estatal30.
Estos cambios que se produjeron en las relaciones de poder trajeron como resultado
que Aczél ya no fuera considerado como un estabilizador de éxito a finales de los 1970.
A medida que fue avanzando esta década los intelectuales fueron en un número
creciente dando la espalda al relativo compromiso que habían manifestado los años
anteriores. Los escritores querían tratar los temas y puntos de vista que habían sido
prohibidos. Esto condujo a una nueva era que dio comienzo en los años ochenta donde
los funcionarios del gobierno se vieron obligados a adoptar medidas contra los que
sobrepasaban los límites establecidos, aún cuando, se flexibilizaron gradualmente los
temas que se consideraban tabú.
Para finales de la década del setenta se hicieron más evidentes los síntomas de crisis.
Las reformas del Nuevo Mecanismo Económico se estancaron y como consecuencia de
la crisis petrolífera, Hungría sucumbió a la deuda externa para mantener un nivel de vida
aceptable en la población. Además, se produjo el derrumbamiento definitivo de la
ideología oficial y el sistema fue perdiendo la legitimidad que había tenido en las
décadas anteriores. Todas estas transformaciones incidieron significativamente en la
intelectualidad: en aquellos que constituían puntales del sistema- dígase dirigentes,
ideólogos o los que de un modo u otro justificaban su existencia- pero también, en
aquellos que manifestaban oposición al mismo. A medida que la crisis se agudizaba, la
intelectualidad comprendió que el sistema era irreformable y por tanto, se hacía
necesario un cambio radical.
29 Ver Ivan Szélenyi. Los intelectuales en el poder. En: Después de la caída. El fracaso del comunismo y el futuro del socialismo. Editorial Crítica, Barcelona, 1993. pp. 253. 30 Sean Hanley. Intellectuals and Politics in Centarl Europe. Central Europe Review, vol 1, Nº 25, 13/12/1999. Disponible en: http://www.ce-review.org/authorarchives/hanley_archive/hanley_main.html . Consultado 4 de marzo 2010. pp. 5
23
2. Los intelectuales húngaros durante la década de los ochenta: aumento de la
crítica al sistema socialista.
La década de los ochenta fue la heredera de graves problemas económicos, políticos y
sociales. A partir de 1973, se redujeron las tasas de crecimiento, aumentó la deuda
externa y la economía se hizo más vulnerable. La crisis energética había provocado
escasez de comida y productos manufacturados, y los préstamos adquiridos por el
Estado para paliar la crisis provocaron el aumento de la inflación. El sistema se mostró
altamente ineficiente, pues no solo era incapaz de producir los bienes necesarios, ni
siguiera daba libertad de acción para encontrar el proveedor más barato ni controlar la
respuesta del consumidor ya que ambos venían dados por un plan. Tampoco se podían
hacer estimaciones de la elasticidad de la demanda producida por el mercado. Los
precios de los productos permanecían inertes, sin alterarse por mucho o poco que se
produjera determinada mercancía y sin tener una clara relación con la productividad ni
con los precios de otras mercancías31. El sistema de precios fijos imposibilitaba el
cálculo de los costes reales destinado a responder a las necesidades o a adaptarse a la
reducción de los recursos. Todo esto incidió negativamente pues provocaba mayor
escasez de artículos necesarios impidiendo satisfacer las exigencias materiales de todos
los individuos en su condición de consumidores.
Aunque se hicieron intentos para solucionar la crisis con una segunda oleada de
reformas, no se obtuvieron resultados satisfactorios. El 17 de abril de 1984 en su sesión
plenaria, el Comité Central determinó como objetivos fundamentales de las nuevas
reformas, eliminar la normativa económica existente, la cual ejercía un efecto limitado
en el aumento de los rendimientos. Se pretendía aumentar la competencia en el marco
del mercado regulado y modificar el sistema de precios y salarios; además de crear un
régimen de incentivos y fomentar la iniciativa individual y privada. Proponía también
perfeccionar las formas de dirección empresarial, creando dos nuevos tipos de
dirección32.
Esta segunda oleada de reformas económicas se llevó a cabo en condiciones no muy
favorables para su éxito. Los recursos disponibles no eran suficientes en un momento en
que el valor de las exportaciones suponía el 50% de la renta nacional y seguía creciendo
31 Robin Blackburn. Después de la caída. El fracaso del comunismo y el futuro del socialismo. Editorial Crítica, Barcelona, 1993. pp. 211. 32 Ver Iren Suskó Nagy. El desarrollo económico y político de Hungría entre 1945-1989. pp. 98
24
el monto de la deuda externa. Por ello en el XIII Congreso del POSH realizado en 1985
se señaló que para desarrollar la economía era necesario perfeccionar la economía
interna reduciendo los costos, aprovechando mejor las reservas, renovar gradualmente
las bases técnico materiales de la economía nacional y elevar el bienestar del pueblo33.
Aún así, estas ideas no fructificaron y se evidenció la necesidad de hacer reajustes
mucho más profundos que permitieran un cambio en la estructura productiva, y para ello,
se hacía necesaria la modernización de la mayoría de las ramas de la economía.
Esto trajo como consecuencias que la población tuviera que asumir la mayor parte de las
cargas originadas por dicha transformación, pues apenas se pudo asegurar las
condiciones elementales, lo cual se evidenciaba en los bajos índices de consumo. Aún
cuando el Partido seguía planteando como objetivo elevar el bienestar del pueblo, el
nuevo programa del gobierno, planteaba la reducción en un 6% de la renta nacional
dedicada al consumo y aumentar entre el 14 y el 15% los precios en 1988. Sin embargo,
los salarios en 1987 fueron congelados, aunque se preveía un aumento del 3% en las
ramas más importantes y rentables de la economía.
Por otra parte, el gobierno planteaba la necesidad de mantener la política del pleno
empleo, pero al mismo tiempo se reconocía como un punto medular la poca efectividad
de dichos empleos y de la remuneración material, según la capacidad y el aporte de
cada individuo a la sociedad. Se generalizó en la sociedad un chiste que ilustra muy bien
este fenómeno: “tú haces como que trabajas y nosotros hacemos como que te
pagamos”.
Como parte del perfeccionamiento de las reformas económicas también se le dio un
impulso considerable a las iniciativas privadas, que a partir de 1985 se hicieron más
extensivas, sobre todo en la esfera de los servicios, alcanzando el 33% del Producto
Interno Bruto (PIB). Aumentó el número de arrendamientos de las propiedades estatales
no rentables como cafeterías, restaurantes, bodegas, carnicerías, así como también, se
elevó el número de los negocios por cuenta propia, creándose de esta manera una
segunda economía. A determinados obreros se les entregaban instalaciones de sus
empresas, con el fin de realizar producciones cuya ganancia les pertenecía. De esta
forma los trabajadores obtenían ingresos mayores o adicionales que les permitía afrontar
el alza de los precios, mientras otros vieron descender progresivamente sus niveles de
vida. Los salarios obtenidos en la segunda economía deterioraban el rendimiento en la
33 Citado por Iren Suskó Nagy. El desarrollo económico y político de Hungría entre 1945-1989. pp. 98.
25
primera, lo cual minimizaba el efecto estimulante de los salarios oficiales e indujeron a
los participantes a ahorrar esfuerzos en el trabajo normal34. La aceleración del
enriquecimiento de los beneficiados irritaba a amplios grupos sociales, en primer lugar, a
aquellos que no tenían la posibilidad de obtener los ingresos adicionales, entre ellos los
intelectuales que vieron descender su nivel de vida, produciéndose la inversión de la
pirámide social. Esto provocó una agudización de la crisis, pues los intelectuales
comenzaron a manifestar su inconformidad, pero esta vez de una manera mucho más
abierta, optando por estrategias económicas y políticas opuestas a las desarrolladas por
el Partido Comunista.
Se une a ello otro fenómeno vinculado con la proliferación de los delitos de índole
económica que atentaban contra la propiedad social. Con el fin de garantizar el
cumplimiento de los objetivos fijados desde arriba, los directivos de las fábricas hacían
todo lo posible por ocultar a las autoridades las reservas de material y mano de obra. Así
el despilfarro y la escasez se reforzaban. Éste sistema no solo fomentaba el
estancamiento y la ineficacia, sino un ciclo permanente de corrupción. Aquellos que
tenían acceso a los bienes comunes se adueñaban indebidamente de ellos lo que trajo
consigo una mayor diferenciación dentro de la sociedad.
De manera general la economía húngara, lejos de mejorar, entró en un período de crisis
total. Ejemplo de ello son las palabras recogidas en el nuevo programa gubernamental
aprobado por el parlamento húngaro en octubre de 1987 donde se expone: “El desarrollo
de la economía nacional- junto a los resultados dignos de atención también a escala
internacional- se ve acompañado por tensiones y contradicciones que han ido
aumentando con el tiempo. Los resultados de los últimos años –a pesar del
perfeccionamiento- muestran que los objetivos económicos no se cumplieron, las
deudas en divisas convertibles se incrementaron notablemente, no existe armonía entre
el rendimiento y los ingresos empresariales, el consumo de la sociedad supera la
producción y se produjo un incremento del desequilibrio financiero interior. Este proceso
se debe a factores tanto internos como externos. El desarrollo del mecanismo
económico y del sistema de gestión se llevó a cabo de manera ambigua y titubeante” 35
La anterior cita testifica la situación económica imperante en Hungría para finales de la
década de los ochenta. Para esta fecha la economía húngara ya agonizaba por la
creciente deuda externa de 18 000 millones de dólares. El nivel de vida descendió
34 Ibídem pp. 100. 35 Citado por Iren Suskó Nagy. El desarrollo económico y político de Hungría entre 1945-1989. pp. 101.
26
considerablemente y la inflación creció entre un 18-20%. La estructura productiva
envejeció al tiempo en que la capacidad competitiva en el mercado exterior también
decreció.
Se produjo además la violación del tabú existente sobre el pleno empleo, pues muchas
fábricas deficitarias se vieron obligadas a cerrar. Para 1988 existía ya en Hungría
alrededor de un 2% de desempleo de la población activa, es decir, unas 100 mil
personas; incluso para aquellos que estaban trabajando existía la frustración de un
trabajo sin sentido y la sensación de padecer una auténtica explotación. No solo decayó
el avance social, sino que además, disminuyó considerablemente la esperanza de vida.
Este último indicador social descendió de 67 años a 63 en solo ocho años.
Las tensiones que se produjeron por el descenso del nivel de vida generaron un
descontento general, y esto se hizo más evidente en la medida que finalizaban los años
80. En la mayoría de la población predominaba la resignación y no el realismo. La doble
moral se presentó como otro fenómeno del período. Frente al público mantenían una
actitud de apoyo total al sistema, cumplían con todas las decisiones del partido para no
tener discrepancias con el gobierno; sin embargo, otra posición bien distinta se
manifestaba en privado, en el círculo íntimo de parientes y amigos, engendrándose así
un medio moral contaminado.
Para 1988 el descontento era más perceptible por la caída del nivel de vida y la pérdida
de la capacidad adquisitiva de la sociedad. En los últimos meses de ese mismo año la
prensa se hizo eco de ello. Esto favoreció a ciertos círculos de intelectuales y a las
fuerzas de oposición que ya comenzaban a fortalecerse.
Prevalecía la idea de que la calidad de vida se había hundido más a causa de la
polución, la falta de inversiones básicas palpable en alojamientos, hospitales y las
escuelas, aún cuando el Estado apoyaba la educación con grandes recursos
económicos y contribuía a la edición de libros, al desarrollo del deporte, el teatro y el
cine. La población no sufría de paro ni inseguridad, pero sí existía una carencia
importante de viviendas y de otras necesidades básicas. Los miembros de las nuevas
generaciones comparaban su situación, no con la del pasado de su país, sino con la
situación de sus contemporáneos de Europa Occidental.
Paralelamente a la crisis económica y social se manifestó un alto desarrollo cultural en la
población, que incrementó la capacidad de reflexionar y de ver el mundo desde otras
perspectivas; pero esta evolución del pensamiento de los ciudadanos no se convirtió en
un proceso de legitimación, sino de ruptura y de desprecio por los valores básicos con
27
los cuales en algún momento se sintieron identificados. Esto fue posible, en parte, por la
influencia cada vez mayor del capitalismo occidental sobre la sociedad húngara. En un
mundo donde el desarrollo tecnológico alcanza grandes proporciones, los medios de
comunicación abarcan la esfera global y predomina la economía trasnacional, se hizo
imposible aislar a la población de la información sobre el mundo capitalista. En los años
setenta y ochenta se ensancharon los vínculos con los países occidentales y Hungría
comenzó a integrarse a la economía mundial. Además, a partir de la mitad de la década
del ochenta, ya era legal pagar televisión por cable y en otros casos, entraban cintas
piratas, creándose en la población la avidez por las películas norteamericanas y la
música pop, sobre todo en jóvenes con altos niveles de educación y con oportunidades
cada vez mayores de viajar. Estas nuevas posibilidades que se les otorgaban a los
individuos, les permitió comprender cómo era la vida en los países capitalistas y cuán
por debajo estaban en términos materiales y en libertad de elección.
La legitimación del sistema se basaba, fundamentalmente, en los resultados del
desarrollo económico y esto en los años 80 no se pudo mantener. Al no corresponderse
las expectativas con la realidad, se abonó el terreno para que fructificaran las ideas más
reaccionarias al Socialismo. Entre las capas de la población más jóvenes e instruidas
(estudiantes y trabajadores especializados) ya se ponía en entredicho no solo el sistema
de tipo soviético, sino también algunos de los valores considerados esenciales del
Socialismo.
La generación que se abrió paso en los años 80 tenía como característica principal ser
una generación sin perspectiva. Su niñez transcurrió en la etapa del “socialismo de
bienestar” que tenía como características: el crecimiento económico, cierta distensión en
la política y un nivel de vida cada vez más alto; pero todas estas transformaciones dieron
un vuelco en la manera cómo percibían su realidad. Tanto para los intelectuales de
mayor edad, como para los que constituían parte de esa nueva generación, se hacía
necesario una transformación del sistema, incluso los estratos ilustrados y técnicamente
competentes, que eran los que mantenían la economía en funcionamiento, eran
conscientes de que sin cambios drásticos el sistema se hundiría más tarde o más
temprano.
Durante este período también se evidenciaron cambios en la composición de los
órganos políticos. Frente a la necesidad de reemplazar a la mayoría de los dirigentes por
razones de edad avanzada, un grupo significativo de dirigentes jóvenes accedieron al
28
poder. Éstos no habían compartido la experiencia que había unido al comunismo y el
patriotismo en ese país. Para ellos el principio legitimador del sistema era poco más que
retórica oficial o anécdotas de ancianos. Posiblemente los más jóvenes ni siguiera eran
comunistas al viejo estilo, sino hombres y mujeres que habían hecho carrera en países
que estaban bajo el dominio comunista36. Un grupo numeroso de integrantes de las
capas medias cultas y capacitadas técnicamente, profesores universitarios y la
intelligetsia técnica alcanzaron puestos de dirección del país.
Así se fue creando una elite dentro del Partido extraordinariamente aburguesada que no
tenía una lealtad exclusiva con el comunismo. Fueron éstos los que frente a la crisis,
intentaron cambiar el sistema emprendiendo transformaciones económicas y políticas.
Todos ellos retomaron las reformas lanzadas por el gobierno de Mijail Gorbachov: la
perestroika37 y la glasnost38. Se pretendía eliminar la política centralizada dando mayor
libertad de gestión a las empresas en el sentido de reanimar la economía, poner en
marcha elecciones más o menos libres y dar cierto grado de reconocimiento a la
oposición; lo cual bajo las banderas del pluralismo político aceleró el surgimiento de
múltiples organizaciones políticas orientadas contra el Socialismo. Además, con la
incorporación de estos grupos reformistas se fortaleció la ideología socialdemócrata en
la dirección del partido.
En 1988 se celebró la Conferencia Nacional del POSH, que planteó el cambio radical de
los cuadros en la dirección del partido. Así figuras reformistas como Rezso Nyers, Imre
Pózsgay y Miklós Nemeth obtuvieron la dirección del Buró Político. En esta ocasión se
produjo la remoción de la Secretaría General de Kádar y su sustitución por Károly Grósz,
representante del grupo reformista.
Para esta fecha en sectores determinados de la dirección y en la intelectualidad
vinculada a ésta, se afianzó la idea de que el modelo de socialismo implantado se había
agotado y que se hacía necesario sustituirlo por otro, sobre la base de una economía de
mercado socialista que permitiera la incorporación total del país a la economía mundial.
Muchos de esos sectores reformistas estaban vinculados a las estructuras
36 Eric Hobsbawn. Historia del siglo XX. Editorial Félix Varela, La Habana, 2004. pp. 27. 37 Es el concepto central de las concepciones para la transformación de la sociedad soviética a partir de XXVI Congreso Comunista del PCUS en marzo de 1986. Suponía una revisión y transformación radicales del sistema de dirección de la economía para la búsqueda de una eficiencia económica mejor, lo que debería ir acompañado por una transformación también radical de todo el sistema político y social. 38 Política que complementaba el proceso de perestroika. Traducida como transparencia informativa, instaba a los medios masivos de información al análisis profundo de los acontecimientos y se les brindó libertad para proponer soluciones a los problemas de la sociedad. Se inició una ofensiva general para no dejar zonas cerradas a la crítica.
29
empresariales y de mercado del país, por eso se empeñaron en intensificar los cambios
y desmontar ese sistema económico.
La mayoría de estos reformados reformistas como los llamaría Eric Hosbawn procedían
en buena medida de los universitarios, que habían sido los más beneficiados con la
Glasnost y que se vieron empujados hacia un extremismo apocalíptico: no se podía
hacer nada hasta que el viejo sistema y todo cuanto se relacionaba con él fuera
totalmente destruido.39
Se reflejó un cambio en la ideología oficial, sobre todo porque estos nuevos dirigentes,
según plantean algunos especialistas, no estaban verdaderamente comprometidos con
el sistema. Manifestaban en privado su no creencia en la doctrina oficial, pero les era
imposible abandonarla públicamente dado que era la única legitimidad fundamental para
mantener el continuado monopolio del poder. De hecho el nuevo líder Károly Grósz
expresó que Hungría había terminado teniendo un sistema monopartidista sólo por “mala
suerte”40
De manera general se inició una era de cuestionamiento total, reflejo de la apertura a la
libertad de prensa y de expresión. Se creyó necesaria la revalorización de los sucesos
de 1956 por parte de prestigiosos historiadores como Ivan Berend, el entonces
presidente de la Academia de Ciencias, que llegaron al acuerdo de calificar lo sucedido
en 1956 como Revolución Correctiva. Este tópico había sido un tema fundamental de
debate desde principios de esta década dentro de la intelectualidad. Para los dirigentes
del partido, Hungría había llegado hasta ese punto a pesar de la revolución, mientras
que los intelectuales de la oposición que ya comenzaban a cobrar auge, consideraban
que los gobernantes húngaros ejercían su autoridad de un modo relativamente
controlado, cauto y tolerante gracias a la revolución.
Ya para finales de los ochenta se asumía una posición generalizada de apoyo a esos
sucesos. Esto reflejaba el predominio de las ideas reformistas; ya no se le consideraba
un proceso contrarrevolucionario, sino un proceso correctivo frente a los errores
cometidos por el gobierno comunista. Planteaban que el sistema socialista debía ser
reformado cada cierto tiempo para ir limando sus asperezas.
Este fue el final de la legitimación del sistema socialista en Hungría pues, a partir de ese
momento un gran número de los jóvenes e intelectuales comenzaron a crear sus propios
39 Eric Hobsbawn. Historia del siglo XX. Editorial Félix Varela, La Habana, 2004. pp. 488. 40 Ver Timothy Garton Ash. Los frutos de la adversidad. Un análisis excepcional sobre la caída del socialismo en los países centro europeos. Editorial Planeta, Barcelona, 1992. pp. 286.
30
foros y alianzas, cuya composición era extremadamente heterogénea y muchos se
manifestaron abiertamente antisocialistas.
2.2. Comportamientos críticos de la intelectualidad durante la década de los
ochenta.
Si la intelectualidad de la década de los sesenta y parte de los setenta se había
caracterizado por su misión de mejorar y perfeccionar el socialismo, la generación de
intelectuales que se abrió paso en la década de los ochenta rompe con ese compromiso.
Las transformaciones que se produjeron durante estos años influyeron significativamente
en el comportamiento de la sociedad de manera general, pero especialmente en los
intelectuales. De cierta manera se sintieron afectados por esos cambios, pero en ellos
también incidieron otros acontecimientos que se produjeron a nivel internacional. La
crisis económica, la guerra de Afganistán y el auge de los movimientos por la paz, que
se sucedían a nivel global y que daban un matiz diferente a su concepción del
Socialismo, unido a los graves problemas internos, crearon las condiciones para que la
intelectualidad asumiera posiciones cada vez más críticas al sistema.
Este cambio de posiciones respecto al Socialismo se produjo de manera paulatina en la
medida en que empeoraban las condiciones del país. Aunque desde los años 1980-1981
comenzó a generarse cierta inconformidad en el país, no fue hasta finales de los años
ochenta que se pudo hablar en Hungría de un descontento general frente al sistema.
Según Victoria Semsey entre junio de 1987 y 1988, en los periódicos aún no se
encontraban indicios de descontento general. Los diarios, practicando la tradición de los
años cuarenta, escribían casi lo mismo, pero si se leía entre líneas, se descubría
reflexiones sobre anomalías sociales y económicas. Entre los líderes del partido
comunista y una capa altamente calificada profesionalmente aparece esa nueva ola
reformista. Se trataba de un descontento de algunas capas sociales o más bien de una
parte de éstas como los intelectuales y la juventud41.
Sin embargo, ese descontento presente en los intelectuales no se pudo minimizar con la
política de neutralización aplicada por el gobierno en los años anteriores. La
41 Ver Viktoria Semsey. Transición política en Hungría (1989-1990). Disponible en:
http://www.cepc.es/rap/Publicaciones/Revistas/3/REPNE_078_237.pdf23. Consultado 24 mayo 2009. pp. 244.
31
neutralización política ya no era suficiente, ni tampoco los métodos de Aczél para calmar
a la intelectualidad rebelde. Su política perdió significado y función, lo cual tuvo como
consecuencia que fuera sustituido a mediados de la década de 1980 por Imre Pozsgay.
A diferencia de Aczél que se propuso integrar a los intelectuales al sistema y elaborar
una concepción orientadora, Pozsgay permitió que se crearan puntos de vistas
diferentes e independientes de la línea orientada. De hecho, se le relaciona como el
hombre del cambio por haber propiciado las Mesas Redondas con la oposición. Éste no
exhortaba al patriotismo como su antecesor, sino al nacionalismo. A pesar de que
pertenecía a la nomenclatura, no era partidario de la dictadura humanista, concepto que
había sido enarbolado durante el gobierno de Kádar, sino más bien deseaba la reforma
el sistema. Con su política contribuyó a la creación de una sociedad más plural y más
difícil de controlar.
En la medida en que fue avanzando la década de los ochenta los intelectuales
asumieron posiciones cada vez más críticas al Socialismo y a la política aplicada por el
partido. Adoptaron diferentes comportamientos, sin llegar a ser un pluralismo político
abierto, que se evidenció después en la década de los noventa, pero que tuvo sus
gérmenes aquí.
Las críticas comenzaron de una manera no tan frontal, de hecho, el intelectual Timothy
Garton plantea que en los primeros años de esta década la sociedad húngara se
encontraba en una especie de laberinto, donde no se sabía a ciencia cierta el camino
correcto y predominaba una completa inseguridad. Esta misma situación se extendía al
ámbito cultural donde la mayoría de los escritores, estudiosos e intelectuales de manera
general, asumían una posición ambigua frente a los graves problemas existentes. Sus
críticas a las autoridades eran oblicuas, implícitas, eclípticas y metafóricas. Era la
versión intelectual de una actitud que prevalecía en la sociedad en general: el evitar el
sistema en lugar de enfrentarse con él, la de encontrar escapatorias y huecos en lugar
de plantear exigencias al Estado; la premisa de esta actitud era una vez más la
permanencia y inmutabilidad esencial del sistema42.
No obstante, desde esta época se dan atisbos de inconformidad con la política aplicada
por el gobierno. Ejemplo de ello fue la intervención de uno de los escritores más
respetados de Hungría, István Eorsi, en el Congreso de la Asociación de Escritores
42 Ver Timothy Garton Ash. Los frutos de la adversidad. Un análisis excepcional sobre la caída del socialismo en los países centro europeos. Editorial Planeta, Barcelona, 1992. pp. 163.
32
realizado en 1981, donde hizo un llamamiento a la censura. Planteó que los intelectuales
reclamaban un departamento cuya denominación, clara y oficial, fuera la de la censura,
que especificara sus poderes y proporcionara las definiciones legales de sus límites,
pero que también se crearan tribunales que procesaran a aquellos ciudadanos que
infringieran los parámetros establecidos. Expuso también que en el régimen kadarista
las reglas de censura no eran claras, lo que conducía a arbitrarias críticas editoriales o a
otras variantes como la autocensura. Por ello consideraba necesario el establecimiento
de parámetros que estableciera las reglas del juego. En este sentido los intelectuales
se encontraban en una encrucijada, pues en la mayoría de los casos no sabían a
ciencia cierta que sería aceptado o no, pues esa decisión quedaba en manos que
cualquier miembro del Comité Central o del ministerio de cultura, los cuales eran
responsables políticos junto a los editores de periódicos, los correctores editoriales, los
productores televisivos y de manera general, todos los escritores. No existía una sola
censura, sino muchas: colectiva e individual, política y social, antes y después de la
publicación; antes, después y durante el acto de escribir. Lo único que quedaba claro era
la imposibilidad de criticar o cuestionar la presencia soviética en Europa del Este, la
política exterior soviética y los estados socialistas vecinos dado que seguían los
preceptos soviéticos.
Aún así, algunos escritores tuvieron la osadía violar estos preceptos. Tal es el caso del
autor de un informe publicado que analizaba cómo el partido comunista amañó las
elecciones de 1947 que legitimaron formalmente su poder, e incluso, abordó el impacto
psicológico de los acontecimientos de 1956 en obras de ficción y de teatro.
Durante estos años también se permitió la publicación de un nuevo libro de texto sobre
lengua y literatura húngara, que incluía un capítulo de la Biblia, y que se aprobó
oficialmente para las escuelas, pero luego fue ferozmente atacado en la prensa oficial.
Este tipo de situaciones eran muy frecuentes en este período, en algunos casos, libros
que habían pasado todos los meandros de la precensura podían ser retirados del
mercado de pronto después de haber estado a la venta bastantes días. Esto ocurrió
precisamente con un libro sobre la biografía de Bela Kun escrita por un profesor del
Instituto de la Historia del Partido a raíz de una queja de la embajada soviética.
Lo cierto es que los censores no disponían de objetivos para decidir los límites, sólo
tomaban como patrón el eslogan: aceptar las realidades. Esto se traducía en intuir lo que
sería aceptable para sus superiores. Los escritores húngaros se convirtieron en expertos
33
en adivinar lo que los editores tolerarían, también los líderes políticos se hacían expertos
en adivinar cuánto el gobierno soviético aceptaría. Por eso los intelectuales exigían una
declaración oficial de censura que estableciera los límites permitidos.
No obstante, hubo otras manifestaciones de inconformidad con el régimen mucho más
evidentes como fue el intento de creación de una red organizada secretamente en el
camping de Monor. Los participantes fueron cuidadosamente escogidos para
representar las diferentes tradiciones y grupos de la oposición intelectual. Su principal
objetivo era crear un frente popular y debatir sobre las causas que generaban la
pobreza, el alcoholismo, el retiro de las subvenciones de paro, entre otros males. Sin
embargo, lo que emergió de allí no fue un frente popular, ni tampoco crearon un
programa para la transformación del país. El encuentro no sobrepasó los límites de la
crítica.
Los ejemplos anteriores ejemplifican cómo la intelectualidad se fue manifestando contra
las deficiencias del sistema. Sin embargo, al determinar su comportamiento durante este
período se distinguen dos grandes grupos de oposición intelectual: la cultural y la
política 43. En el primer caso se manifestó a través de una subcultura, específicamente
en la música a través de géneros como el rock, el punk y la música alternativa, que se
utilizaron como vías para manifestar su inconformidad. Sus canciones no eran
aceptadas por la cultura oficial, por tanto, no eran permitidas en la radio y sus conciertos
eran controlados por la policía. La influencia de estos grupos se fue extendiendo a través
de redes personales en las universidades, que se evidenció en el abandono de las
organizaciones oficiales por parte de los jóvenes de la capital.
En el ámbito de la literatura y el teatro, también se reflejó la crítica a través de la
aparición de una Revista titulada Mozgó Világ ( Mundo en Movimiento) y la creación de
una especie de agrupación llamada El círculo que agrupaba a los escritores jóvenes.
Se creó también un grupo vanguardista integrado por el Club de jóvenes artistas que
realizaban una fuerte crítica al sistema a través de los documentales de los nuevos
realizadores. Estos creadores del arte cinematográfico consideraban que con la puesta
en escena de estos documentales se podría demostrar las contradicciones existentes
entre los principios y la realidad, y a través de ello hacer patente la necesidad de
reformar el sistema.
43 Ver Anexos (Tabla 2. Modelos de comportamiento crítico en los años 80)
34
Esta forma de crítica, aunque no directa, permitía la ampliación de los espacios y las
ramas de la comunicación social, en contraste con los canales más cerrados que ofrecía
la política. Los discursos culturales tenían la posibilidad de llegar a miles de jóvenes, y
así este patrón cultural se convirtió en una forma de oposición.
Se suman a este proceso otros grupos como los clubes de psicoanálisis, las sectas
orientales que comenzaron a aparecer durante este período, el movimiento yoga y
grupos de diferentes religiones. El rasgo común de todos ellos era el rechazo a la
ideología, la valoración de la individualidad, el idealismo; aún cuando Kádar había
contribuido de cierta manera a la privatización de la vida de familiar. Se manifestaba un
rechazo al principio social de elevación de lo colectivo frente a la individualidad que se
propugnaba en el Socialismo. Contra las relaciones unilaterales de colectividad, el
espíritu de ayuda mutua, de responsabilidad colectiva que sustentaban el
reconocimiento de una gran patria socialista; se priorizaban los intereses individuales.
En cuanto a la oposición política esta se caracterizó por ser portadora de principios
que diferían de la ideología oficial. Para expresar sus opiniones utilizaron los espacios
que les ofrecía la cultura, la literatura y la filosofía; por eso, en ocasiones, se podía
confundir con los grupos anteriores, sin embargo éstos tenían objetivos claramente
definidos. Con su labor intelectual contribuían al fortalecimiento del miedo y la
incertidumbre por el futuro en el resto de la sociedad, lo cual tuvo como impacto
inmediato la creación nuevos movimientos políticos.
Para la década de los ochenta era necesario crear un nuevo compromiso social, pero no
existía para ello las condiciones políticas como se ha explicado con anterioridad. Estos
grupos recién creados se aglutinaron para conformar la llamada oposición política e
intentaron alcanzar derechos democráticos. Esto les fue posible gracias a las libertades
políticas ofrecidas por el gobierno reformista que fue cediendo espacio a estas fuerzas
de la oposición hasta lograr institucionalizarse, y a partir de aquí participar en el proceso
de derrumbe del socialismo. Desde finales de 1988 se permitió la formación de grupos
de oposición y la organización de manifestaciones abiertas.
Para extender sus ideas crearon movimientos, círculos y clubes de discusión entre los
estudiantes universitarios, a partir de los cuales se fue extendiendo la ideología
reformista. De este modo fueron creando espacios de discusión sobre los problemas
fundamentales del país. El centro de discusión era la crisis de identidad de la joven
35
intelectualidad. Consideraban que era necesario crear un socialismo democrático,
recobrar los valores nacionales y negar el modelo importado por la URSS.
La primera manifestación de estos comportamientos críticos fueron los grupos pacifistas
y ecológicos identificados como single issue, que concentraban sus demandas en la paz,
pero al desaparecer tal demanda, dejaban de existir como organización. Éstos se
crearon paralelamente a los movimientos pacifistas, gays, feministas y ecologistas que
cobraban auge en occidente durante este período. En el caso de Hungría se crearon en
estos años movimientos de preservación de las tradiciones, de corte naturalista, pero no
gays ni feministas.
Estos grupos estaban integrados fundamentalmente por jóvenes preocupados por la
cuestión de la paz y la ecología. Su fortalecimiento estuvo dado porque tenían como
objetivo central la lucha por problemas y cuestiones generales que interesaban a toda la
sociedad, aunque trataron de no parecer movimientos políticos. No obstante, se culpaba
al Estado por ser el principal responsable de la contaminación y que la sociedad entera
se afectaba con ello; por tanto, todos debían estar interesados en esta problemática. Era
un asunto implícitamente político: la razón por la que resultaba tan difícil proteger el
medio ambiente era porque nadie tenía interés en tomar las medidas preventivas.
Concluían que el sistema económico socialista era intrínsecamente perjudicial para el
medio ambiente. Ejemplo de ello eran los grupos defensores del cuidado del Medio
Ambiente y la Paz, los cuales se consideraban apolíticos. Dentro de ellos se
encontraban dos grupos importantes: Diálogo (82-83) y posteriormente el Círculo del
Danubio (85-86). Ambos eran movimientos abiertos, muy flexibles que asumían una
posición antiideológica. Estos movimientos ecológicos fueron los más duraderos y es
interesante resaltar que utilizaban para sus actividades métodos tradicionales del
movimiento obrero, tales como demostraciones abiertas en las calles.
Junto a estas ideas se fueron fortaleciendo también los movimientos de defensa de la
vida, del pasado nacional y las tradiciones del liberalismo. Estas organizaciones
también fueron ganando espacio frente al debilitamiento de la influencia de algunos
ideólogos marxistas como: Gyorgy Lukács o la escuela de Francfort (escuela que se
proponía renovar el marxismo). Privilegiaban la defensa de la tradición húngara y las
ideas neoliberales.
Aunque todos estos movimientos constituían de una forma u otras manifestaciones de
oposición, aún no se proclamaban movimientos antisistémicos y antisocialistas. Sin
36
embargo, otros grupos fueron ocupando posiciones mucho más reaccionarias al
constituirse desde mediados de los ochenta en una oposición política más consolidada.
Se trataba de un grupo de intelectuales que se definían como oposición democrática, la
cual se circunscribía fundamentalmente a Budapest. Su consigna era: "Saber, atreverse
y hacer".
Desde la década del setenta había estado creciendo esta oposición intelectual alrededor
de las publicaciones Samizdat, pero ya para 1985 lanzaron al mercado unos veinte libros
y las revistas alcanzaban unos diez mil lectores. Sus principales temas de debate eran
los problemas sociales y políticos dentro de Hungría: la pobreza, la desigualdad, el
alcoholismo y los acontecimientos de los otros países del bloque soviético. Los que
publicaban en estas revistas no podían hacerlo de manera oficial y eran apartados de
sus empleos. Incluso en las condiciones de Hungría, con una economía sumergida de
manera considerable, se les hacía muy difícil sobrevivir. Éstos consideraban que el
principal papel de la oposición debía ser dar forma a la opinión pública y ejercer presión
a través de ella. Ello explica el tratamiento que se les daba por parte de las autoridades,
y que en ocasiones, tuvieran dificultades para seguir en sus apartamentos propiedad del
Estado y en la educación de sus hijos44. En algunos casos los editores de los periódicos
oficiales presionaban a la censura para que publicara artículos de la oposición, utilizando
como argumento que el autor de igual manera lo publicaría en Samizdat. Éstos
realizaban severas críticas al régimen y generalmente eran publicadas de manera
extraoficial. Su propuestas tuvieron tal impacto que incluso la intelectualidad oficial
asumió el debate de problemáticas sociales que la oposición había develado.
Según Agnes Heller esos perseverantes editores de los escritos clandestinos (samizdat)
que se difundieron en la sombra, pero ampliamente, ejercieron una influencia
considerable en el pensamiento contemporáneo. Muchos miembros del Partido, y
especialmente los intelectuales dentro de él, fueron significativamente influidos por los
samizdats, y de alguna manera esto debe haber funcionado como una preparación
mental y psicológica para aceptar la derrota del propio movimiento. Cuando llegó el
momento de la verdad, antes y después del Congreso del Partido en 1989, los
44 Ver Timothy Garton Ash. Los frutos de la adversidad. Un análisis excepcional sobre la caída del socialismo en los países centro europeos. Editorial Planeta, Barcelona, 1992. pp. 167
37
reformistas tenían la referencia de estos escritos, y llevándolo del pensamiento a la
práctica, se destituyeron a sí mismos45.
Estos intelectuales incentivaron la formación de movimientos de corte nacionalistas, lo
que se convirtió posteriormente en una oposición política general, cuyos objetivos eran
mejorar los derechos civiles, crear una política basada en una economía de mercado y el
pluralismo político. La intelectualidad se convirtió en la vanguardia del movimiento
alternativo, y finalmente, se fueron conformando los emergentes partidos políticos.
2.3. Posiciones asumidas por los intelectuales dura nte el colapso del Socialismo.
Aspiraciones e intereses de los diferentes grupos de la intelectualidad.
Para finales de los ochenta ya estaban creadas las condiciones para el cambio político y
económico. Entre estos grupos de intelectuales que constituían la oposición predominó
como una característica esencial un profundo interés en eliminar el sistema socialista. La
mayoría de la población húngara mantuvo una actitud pasiva frente al proceso de
derrumbe del Socialismo. Por eso se plantea que en este proceso no se activaron las
amplias capas de la sociedad, y no fueron éstas, quienes produjeron a sus líderes y
formaron los partidos, como pasó en otros países del Este de Europa, sino que fueron
los diferentes grupos intelectuales quienes se activaron y organizaron desde arriba hacia
abajo el proceso político con el objetivo de poner fin al Socialismo.
Estos grupos de intelectualidades se fueron aglutinando en diferentes organizaciones
políticas que se formaron en la semilegalidad. Existía entre ellos una total
heterogeneidad en cuanto a sus propuestas. Para todos ellos el Socialismo debía ser
sustituido, sin embargo, no todos asumieron las mismas posiciones, y por tanto, sus
alternativas al sistema variaban en dependencia de sus intereses.
Uno de estos grupos eran los pragmáticos , en el medio de los cuales se proyectaban
diversidad de tendencias. Éstos se caracterizaron por tratar de estar al mismo tiempo
dentro y fuera del sistema. De esta forma mantenían la distancia del estado-partido, así
como de la oposición democrática. Esperaban por su comportamiento constructivo al
sistema, una autonomía. En los años anteriores el gobierno no los aceptaba, pero ante 45 Agnes Heller. El fondo del abismo al desnudo. Nueva Sociedad, Nº 108, Julio- Agosto de 1990. Disponible en: http://www.nuso.org/upload/articulos/1898_1.pdf. Consultado 12 de abril 2009. pp. 5.
38
la crisis existente, se vio obligado a su reconocimiento. Su programa era moderado,
querían reformas, pero con respecto al modelo de la reproducción, querían mantener su
estructura básica. Subrayaban la necesidad del diálogo, la tolerancia y fomentar una
conciencia cívica, manteniendo una relación de socio con el poder. Se concentraron
fundamentalmente en la crítica al sistema burocrático. Deseaban crear una sociedad
civil apolítica y más que nada, fortalecer la clase media.
Otro grupo lo constituían los que defendían la alternativa “tercera vía”, que se dividían
en: populistas y socialistas liberales . Estos últimos trataban de unir los valores de
libertad e igualdad, democracia política y los valores básicos del socialismo. Para ellos
la esencia del sistema socialista no era la socialización sino la cooperación.
Consideraban que se debía llevar a cabo la socialización de los valores y las
propiedades, pero no la estatización y la redistribución sobre la base de una economía
planificada. Éstos asumieron una posición menos radical, pues consideraban que el
Socialismo era reformable, aunque se necesitaba para ello reformas profundas. Los
populistas por su parte se destacaban por su defensa de las virtudes populares de la
vida del campesino húngaro. Los escritores populistas habían sido favorecidos por la
oficialidad, conformando posteriormente un partido intelectual. Su gran tema político era
el futuro de las minorías húngaras en Yugoslavia, Eslovenia y en la Transilvania rumana.
Un último grupo lo constituían los demócratas liberales , los cuales eran partidarios de
la economía de mercado. Sus propuestas iban encaminadas a romper todos los
principios fundamentales en los que se sustentaba el sistema socialista. Eran defensores
del neoliberalismo y de la economía de mercado. Aceptaban las ideas de la Perestroika
y la Glasnost, al mismo tiempo que tomaban como referencia los ejemplos de Chile y
Corea del Sur (países que alcanzaron un gran desarrollo mediante la política neoliberal).
Entre ellos había divergencias en cuanto al modo en que se debían realizar los cambios.
Unos consideraban que primero se debía hacer una gran reforma económica, mientras
que otros razonaban que se debían crear con anterioridad las condiciones para la
libertad política y tomar como modelo la democracia liberal al estilo occidental. Su
interés principal estuvo orientado hacia la creación de una economía mixta que se
sustentara no sólo, en la economía de mercado, sino que diera total prioridad a la
propiedad privada.
Todos ellos pedían cambios en el sistema a partir de sus intereses y expectativas, pero
no fue hasta finales de los años ochenta, con la apertura política, que estos grupos se
fueron aglutinando en diferentes partidos legalmente inscritos. Entre estas
39
organizaciones se encontraban el Foro Democrático Húngaro (FDH), cuyo programa
constituía una crítica abierta al régimen comunista, la Alianza de Demócratas Libres
(ALD), la Alianza de los Jóvenes Demócratas (AJD), así como el Partido Socialista
Húngaro (PSH), surgido en 1989 como resultado de la escisión del Partido Obrero
Socialista Húngaro y con una ideológica socialdemócrata.
La primera de estas agrupaciones políticas surgió en la semilegalidad en septiembre de
1987 y se convirtió en una “organización paraguas” que integraba a las corrientes
intelectuales reformistas del partido único y a elementos críticos de origen rural,
nacionalista y populista. Contenía tres tendencias: la democristiana, la nacional populista
y la liberal-nacional. Pretendían formar en Hungría una sociedad civil, establecer el
pluralismo político y la división clásica del poder en legislativo, ejecutivo y judicial. La
esencia de su propuesta era: no debe existir un monopolio del poder sin control. En la
esfera económica, eran partidarios de la economía mixta y la propiedad privada. Su
principal líder era József Antall, defensor de la economía de mercado social, un término
acuñado por el alemán Ludwing Erhard, quien postulaba que la economía de mercado
sólo podía ser exitosa si se mantenía en equilibrio con la esfera social. En este sentido,
planteaban en su programa económico la introducción “paulatina y responsable” de la
economía de mercado, que incluía una lenta y limitada privatización de las fuerzas
productivas y que redujera, en período de 5 años, el área de propiedad estatal de un
90% como estaba en ese momento a un 30%. En el área de la propiedad privada
abogaba por el desarrollo de las empresas medianas y pequeñas, así como fomentar el
capital nacional. En política exterior favorecía la retirada gradual de la Organización del
Tratado de Varsovia y del CAME, el ingreso en la Comunidad Económica Europea
(CEE) y la firme protección de las minorías húngaras en los países limítrofes.
En el caso de la Alianza de Demócratas Libres se le consideraba la expresión
organizada de la llamada disidencia en el interior del régimen, aglutinaba la oposición
budapestina. Se constituyó en noviembre de 1988 en la ilegalidad a partir del grupo de
intelectuales que desde mediados de los años 70 exigía cambios radicales en Hungría y
hacía fuertes críticas al sistema a través de las publicaciones clandestinas como
Samizdat. En su seno se encontraban figuras importantes de las Ciencias Sociales, la
Economía y la Filosofía húngaras, que daban al partido una imagen intelectual muy
superior a la del resto de las agrupaciones. A diferencia del Foro Democrático Húngaro,
propugnaba un acelerado desmontaje del sistema y una rápida adhesión a la CEE,
combinada con una inmediata retirada de la Organización del Tratado de Varsovia. Era
40
una organización de oposición radical que tenía como objetivo extirpar todo vestigio del
sistema. Proponía la instauración del sistema político multipartidista y el modelo de
economía de mercado. No era una organización homogénea, pues en su interior
actuaban, al menos, cinco tendencias diferentes, formando un amplio espectro que iba
desde posiciones neoliberales radicales hasta posiciones supuestamente neomarxistas
influenciadas por las ideas del filósofo Gyorgy Lukács. Entre sus principales líderes se
destacan el filósofo János Kis, de 46 años de edad y el historiador Ivan Petoe, de 44
años, ambos de una larga trayectoria disidente y editores de publicaciones clandestinas.
Se identificaban con los partidos liberales eurooccidentales, tales como el Partido Liberal
de la RFA, además de estar vinculada a la Internacional Liberal.
La Alianza de Jóvenes Demócratas46 agrupaba a los jóvenes liberales, estudiantes
universitarios y nuevos profesionales. Tenía como límite de edad treinta y cinco años y
actuaba a menudo conjuntamente con la ADL, pero era una organización independiente
de ésta. Aglutinaba en su seno varias tendencias: liberales, socialdemócratas, radicales
y democristianos, entre otros. Plantean también la implantación del multipartidismo, la
economía de mercado, pero con un fuerte sistema de protección social.
Para los intelectuales que conformaban estas agrupaciones políticas la aspiración
máxima debía ser una economía de mercado que les ofreciera libertad de elección.
Muchos consideraban que debían seguir el modelo sueco de desarrollo, con mayores
posibilidades económicas, pero también con políticas sociales efectivas.
Querían obtener un Estado democrático que les permitiera ver alternando en el poder a
varios partidos, donde existiese completa libertad para ejercer la crítica al partido que
estuviese en el poder. Así se establecía un mayor control sobre las elites dirigentes. Esto
era posible solo si existía el pluralismo político, completamente opuesto al
monopartidismo que ofrecía el Socialismo. Sus aspiraciones constituían una verdadera
ironía, pues pretendían invertir el programa marxista y tratar de sustituir el Estado
Socialista por una sociedad burguesa, pero la primacía de lo burgués se antojaba
absolutamente preferible a la “insoportable experiencia histórica -que había tenido el
país- de tiranía sobre el ciudadano”. El Socialismo en su criterio negaba todos los
principios y derechos individuales de la democracia. El espacio que les ofrecía era
demasiado pequeño para el pluralismo y la actividad autónoma. Aspiraban al
46 A partir de las elecciones de 1994 modificó su oferta política hacia la derecha, cambiando su nombre por Partido Cívico Húngaro. Esta transformación lo llevó a constituirse como la principal fuerza opositora de centro y de derecha moderada.
41
reconocimiento de todas las libertades básicas que brinda la democracia liberal: libertad
individual, libertad de prensa, opinión y reunión.
El concepto de Sociedad civil era interpretado como la primavera de las sociedades que
aspiraban a ser civiles, donde debían existir formas de asociación nacional, auténticas y
democráticas, y por encima de todo, que no fueran manipuladas por el partido o Estado-
Partido. Aunque no quedaba muy clara la definición de sociedad civil, poco a poco se
fue profundizando en este concepto. No obstante, prevalecía el criterio de designar
como Sociedad civil dos cosas diferentes: todo el abanico de agrupaciones, actividades
y vínculos sociales independientes del Estado, como por ejemplo Samizdat; y otra forma
más generalizada y politizada, que la identifica con los productos de la estrategia de
autoorganización social, generalmente adoptada por las oposiciones democráticas. Para
ellos la reconstrucción de la sociedad civil era al mismo tiempo un fin en sí misma y el
medio para el cambio incluido, en algunos casos, un cambio en la naturaleza del estado.
Se consideraba que la sociedad civil había quedado destruida totalmente por el
estalinismo y por el gobierno de János Kádar47, pero que había sido reconstruida lenta y
discretamente. Por ello se planteaba que en estos últimos años se produjo una
combustión más o menos espontánea de los clubes de debates, las asociaciones y los
lobbys de diferentes grupos sociales e intelectuales, cuya mayoría de miembros
discutían, en tanto ciudadanos preocupados, no sólo sus intereses o los de sus grupos,
sino por el estado de la nación. Ejemplo de eso fue la convocatoria para la manifestación
de la Plaza de los Héroes que fue firmada por doce de esos grupos, y dos de ellos que
conformaban alianzas: el Foro Democrático Húngaro para los populistas y nacionalistas
y la Red de Iniciativas Libres para el resto.
En casi todas estas organizaciones predominaba la idea de que no existía la democracia
socialista, sino sólo democracia sobre la base del multipartidismo o el parlamentarismo;
y que la legalidad era sólo garantizada por el Estado del Derecho, o sea, la
independencia constitucional afianzada del poder judicial.
El año 1989 fue el más intenso desde el punto de vista de los partidos, su choque más
fuerte con el sistema legal y la formación oficial del multipartidismo. El antiguo POSH no
sólo tuvo que hacer frente a la fuerte oposición, sino que además desde su propio seno
47 Vale destacar que durante el gobierno de János Kádar se creó el Frente Patriótico Nacional como una organización independiente del Estado y el Partido en un intento por restablecer la sociedad civil, aunque en la práctica no cumplía con tales requisitos. Su principal líder fue Imre Poszgay. Ello explica que esta figura tuviera fuertes vínculos con la oposición que para la década de los 80 se fue aglutinando alrededor de dicha organización.
42
se fue fortaleciendo un ala reformadora que se aglutinó en el recién creado PSH. Estos
sectores reformistas y socialdemócratas del antiguo POSH, la mayoría incorporados
durante la década del ochenta, no mantuvieron el menor compromiso con el sistema,
incluso varios de sus miembros fueron los que dirigieron el proceso de transición. De
igual manera planteaban que el sistema, en términos económicos, debía ser
completamente pulverizado mediante la privatización total y la introducción de un
mercado libre al ciento por ciento. Proponían planes radicales para llevar a cabo estos
cambios en cuestión de semanas o meses. No tenían conocimiento sobre el libre
mercado o de economías capitalistas, por eso tuvieron que recurrir a las sugerencias de
economistas y expertos financieros estadounidenses o británicos. Todos coincidieron en
el planteamiento de que la economía basada en la planificación era inferior a las que se
basaban en la propiedad privada, y que el viejo sistema, incluso en su variante
modificada debía desaparecer48.
Esa nueva generación de dirigentes no intentó frenar el proceso, sino más bien, lo
aceleró retrasando cambios necesarios o aplicando métodos desacertados que
permitieron un avance más rápido del colapso. En la mayoría de los casos mantuvieron
una posición de inactividad. Ya no creían en el sistema, aunque eran los que
gobernaban y decían profesar la ideología marxista- leninista. En ningún lugar, tampoco
en Hungría, hubo grupo alguno de comunistas radicales que se preparase para morir en
el búnker por su fe, ni siquiera por el historial nada desdeñable de cuarenta años de
gobierno comunista49.
El POSH debido a sus reiteradas crisis de gestión económica y la falta de renovación en
su ideario perdió los créditos en el nuevo escenario político y en esta situación emergió
la oposición, que sin contar con programas políticos concretos de renovación
económica, arremetieron contra el sistema con un discurso anticomunista y nacionalista.
Sus programas se caracterizaron por ser imprecisos, pues se preocuparon más por
crearse una imagen con la utilización excesiva de atributos nacionales y un discurso
anticomunista, que en las propuestas concretas.
Entre los meses de marzo y junio de 1989 se produjo la organización del proceso de la
Mesa Redonda opositora, y a partir de este momento comienza el debilitamiento del
Partido-Estado, unido también al fortalecimiento de las ideas reformadoras, cuyos
48 Ver Eric Hobsbawn. Historia del siglo XX. Editorial Félix Varela, La Habana, 2004. pp. 488. 49 Ibídem. pp. 482.
43
portadores estaban dispuestos a negociar con la oposición. El 22 de marzo de 1989
quedó constituida la Mesa Redonda donde sus miembros tomaron como ejemplo el
modelo polaco, quienes desde febrero ya celebraban negociaciones con el Partido
Comunista.
Las negociaciones de Mesa Redonda comenzaron el 13 de junio y se extendieron hasta
el 18 de septiembre de 1989. En la primera reunión se conformaron 66 comisiones de
expertos que llegaron a acuerdos políticos y económicos, aunque dieron primacía a los
primeros. En estas comisiones se redactó la nueva Constitución y los derechos del
presidente de la República; además, se creó el tribunal Supremo Constitucional y se
redactaron las leyes para el funcionamiento el multipartidismo, incluyendo también, las
que crearían las condiciones para las elecciones. Se suma a ello la modificación del
código penal y las leyes que estipulaban la libertad de expresión y creación de garantías
para una transición pacífica. Una de las más importantes fue la declaración de la
República de Hungría, según la cual la nación iba a tener un sistema político de
República parlamentaria.
En las comisiones económicas se propuso la democracia y el autogobierno en los
centros de producción. Esta comisión prácticamente no logró ningún resultado porque la
oposición al conocer la situación real del país no quiso asumir responsabilidades para
quedar exenta de culpa para el futuro. El hecho de que la oposición se negara a tratar en
Mesa Redonda los problemas sociales y económicos, limitándose al proceso de
transición política, contribuyó aún más a hacer verosímil esta imagen del proceso como
el de un grupo de letrados budapestinos repartiéndose ”el pastel del Estado’’.
Historiadores, economistas, periodistas, abogados, literatos, sociólogos, politólogos y
artistas constituían el grueso de los miembros de la Mesa Redonda. Si a ello añadimos
el total desconocimiento entre la población húngara de esas personas y los partidos que
representaban, así como la nula participación popular en el proceso no es de extrañar
que las negociaciones para la transición fueran percibidas generalmente como poco más
que un asunto de intelectuales50.
La mayoría de los participantes pertenecían a la clase media de profesionales e
intelectuales de Budapest, situados casi todos en posiciones cercanas a las
universidades y los institutos de investigación. Esto fue aprovechado por los grupos
50 Carmen Gonzaléz Enríquez. Crisis y cambio en Europa del este. La transición de Hungría a la democracia. Colección Monografías, Nº 133: CIS, 1993. pp. 83.
44
antirreformistas para presentar las conversaciones, y por extensión, el proceso de
cambio, como un capricho de un grupo de intelectuales, sin ninguna relación con los
problemas reales del país, acusación que caló profundamente en la conciencia popular,
deslegitimando así los inicios del proceso entre algunas capas sociales. De ahí que la
clase obrera y la movilización popular han sido las ausencias más llamativas en este
proceso, ni siguiera el ejército ni las iglesias influyeron en el proceso51.
Sólo los intelectuales constituían una fuerza moral contra el sistema. La gente quería ser
dirigido por los nuevos líderes de “confianza” que hubieran estado fuera de las
estructuras del poder oficial. Esto les dio una oportunidad histórica a algunos filósofos,
abogados, historiadores, escritores y sociólogos de hablar en nombre de la gente y ser
portavoces de la democracia. Tan pronto como la posibilidad de elecciones libres se
materializó, la oposición democrática salió de su papel de críticos de los regímenes y
pasó a formar parte del nuevo régimen democrático.
El proceso de transición fue pactado entre las elites reformistas del anterior partido y los
dirigentes de los nuevos grupos políticos, todos ellos pertenecientes a la clase media
profesional y técnica. Algunos historiadores consideran que este elemento otorgó
estabilidad al proceso, pues la transición se produjo de manera pacífica y rápida.
Conclusiones
Desde la instauración del Socialismo en Hungría, la intelectualidad se caracterizó por su
apoyo al sistema contribuyendo al sostén ideológico del mismo. Desde la década del
cincuenta se fue creando una nueva intelectualidad técnica y cultural que mostró total
lealtad al régimen. Sin embargo, en la medida en que se fueron evidenciando las
debilidades del sistema, éstos fueron asumiendo posiciones cada vez más reformistas y
se interesaron en modificar el modelo económico, político y social que les había sido
impuesto por la URSS.
Con ese objetivo aprovecharon los marcos de liberalidad ofrecidos por el gobierno
soviético y promovieron procesos reformadores como los de 1956 y posteriormente en
1968, que culminaron con la total frustración de sus intereses. Sobre todo el 51 Ver Páez Rodríguez, Adianez. La oposición en la etapa socialista de Hungría. Evolución de los partidos políticos (1990-2002). La Habana, Tesis de Maestría.
45
aplastamiento de la Primavera de Praga de Checoslovaquia destruyó las esperanzas de
reforma política, económica y de regeneración cultural dentro del sistema. En ambos
casos quedó demostrado que no estaban interesados en eliminar el Socialismo, sino
más bien en reformarlo, pero se les negó esa posibilidad. Desde ese momento se creó
una diferenciación más marcada entre los intelectuales que apoyaban el régimen y los
que mostraban indiferencia, creándose así los gérmenes de la oposición.
A partir de estos acontecimientos una gran parte de la intelectualidad se separó de las
estructuras políticas oficiales, tratando de crear su propio espacio social e intelectual.
Asumieron como mecanismo de protesta el silencio, una actitud pasiva que fue utilizada
por un número significativo de escritores húngaros.
Esta posición fue abandonada después de 1957 –esencialmente- por la seductora
política cultural aplicada por Aczél, el cual logró de insertar a la mayor parte de la
intelectualidad, utilizando entre otros medios, el ofrecimiento de privilegios individuales y
cierta liberación de la vida cultural. Con ello logró no solo integrar a este grupo social,
sino también mantener un relativo compromiso con el sistema durante el gobierno de
Kádar. Durante la década de los setenta se produjo la inserción de la intelectualidad en
el Partido y la burocracia estatal, que saliéndose de sus caminos tradicionales y de
manera consciente, trató de atraer a las personas mejor preparadas para colocar a
profesionales jóvenes en puestos de la nomenclatura, en particular en el aparato del
Estado. Se produjo de esta manera una intelectualización de la burocracia con su
consiguiente impacto devastador sobre el orden burocrático, formándose de este modo
una nueva elite emergente que se reclutó entre los intelectuales.
No obstante, la intelectualidad más radical que emergió desde la década del 70 de la
fusión de las generaciones de la revolución de 1956 y de la reforma económica 1968
comenzó la crítica a los males del sistema, utilizando espacios informales e ilegales.
Estos grupos de intelectuales existían como redes sueltas de amigos en la capital hasta
convertirse posteriormente en la oposición oficial.
En la década de los ochenta, cuando la crisis estructural del sistema se hizo evidente, la
intelectualidad comprendió que había llegado el momento para un cambio radical en
todas las esferas de la sociedad húngara. Se vieron afectados por las transformaciones
económicas y sociales que tuvieron lugar durante estos años, viendo descender
progresivamente su nivel de vida. Esto trajo como consecuencia el aumento de la crítica
al sistema a partir de comportamientos diferentes que se manifestaron tanto desde el
ámbito cultural a través de la música, los documentales, obras literarias, etc; pero
46
también mediante posiciones políticas abiertamente opuestas al Socialismo. Todo esto
se produjo al mismo tiempo que comenzaban a prevalecer las ideas de una minoría
ilustrada del Partido Comunista interesada en el cambio, lo cual contribuyó a crear las
condiciones para el desmontaje del sistema socialista.
Sin embargo, no fue hasta 1988 que pudieron conformar los diferentes partidos legales
como resultado de las reformas políticas llevadas a cabo por la dirección reformista. Los
intelectuales se convirtieron en los nuevos políticos y los que no asumieron esta función,
jugaron un papel importante en la prensa política y en las esferas sociales, pero todos
ellos se mostraron interesados en el cambio de sistema. Las posiciones asumidas
dependían del vínculo que tuvieran con el poder, la ideología y los intereses que
defendieran, resaltando como principales objetivos la eliminación del sistema socialista
para implantar una economía de mercado y establecer una "verdadera democracia". No
buscaron alternativas originales, sino que retomaron las sugerencias de intelectuales
occidentales basadas en el modelo capitalista neoliberal predominante en Europa
durante este período.
Fueron ellos los que se activaron y organizaron el proceso conciliatorio, orientado de
arriba hacia abajo, con el objetivo de detener la influencia de otros sectores de la
sociedad. Bill Lomax interpreta esta actitud como una muestra de elitismo y de miedo no
disimulado al posible alcance de las masas52.
Se convirtieron para el resto de la sociedad en la única fuerza política capaz de
emprender el tránsito hacia el capitalismo, lo cual posibilitó que un gran número de
intelectuales accedieran al poder en 1990. Por eso algunos autores califican este
proceso como una revolución de los intelectuales porque fueron ellos los diseñadores
de la política de desmontaje del sistema socialista y la promulgación de las nuevas leyes
que llevaron a una agudización extensiva de la crisis.
52 Ver Sean Hanley. Intellectuals and Politics in Centarl Europe. Central Europe review, vol 1, Nº 25, 13/12/1999. Disponible en: http://www.ce-review.org/authorarchives/hanley_archive/hanley_main.html . Consultado 4 de marzo 2010. pp. 3.
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Anexos
Tabla 1. Cambios en la elite política (1965-1989) Contexto internacional
Política interna
Fórmula política
Modo de cambio de elite
Composición de la nueva elite
1965-1972 Guerra Fría Competencia y Coexistencia pacífica
Reformas económicas para la neutralización política
Modernización de la economía Aplicación del plan de Jruchov para alcanzar los países capitalistas
Utilización de los expertos en la toma de decisiones
Nomenclatura y tecnócratas
1973-1979 Guerra fría Proceso de distención
Ola de contrarreforma
Justicia social e igualdad
Ataque a la nomenclatura
Elite mezclada ( se mantiene la nomenclatura y los tecnócratas)
1980-1989 Guerra fría Crisis del bloque comunista
Intentos de reformas económicas para solucionar la crisis
Relativa funcionalidad
Mayor inclusión de los expertos e intelectuales
Primacía de la tecnocracia y derrota del sistema burocrático
1989 Colapso del socialismo en Europa del Este
Negociaciones en Mesas Redondas Revoluciones pacíficas y construcción del Estado de Derecho
Democracia y Sociedad civil
Acuerdo de la elite política con apoyo de masas urbanas
Elite anterior en contra del sistema Influencia importante de los intelectuales
Tomado de Politikai Pluralizmus Magyarországon (1987-2002). pp. 76.
53
Tabla 2. Modelos de comportamiento crítico en los a ños 80
Cultural Político
Grupos de escritores y artistas.
Movimientos alternativos de modo de vida.
No poseen una ideología.
Tiene ideología.
Movimientos pacifistas y ecologistas.
Tercera Vía Occidentalistas
Populistas y socialistas liberales
Liberales y Economía de Mercado.
Tomado de Politikai Pluralizmus Magyarországon (1987-2002). pp. 74
54