Sinopsis
loane y James pueden sobrevivir a las mentiras y los secretos que los
rodean, o El Programa los reclamará al final?
¿Cómo detienes una epidemia mundial?
Sloane y James están huyendo después de apenas sobrevivir a
la epidemia del suicidio y El Programa. Pero no están fuera de peligro. Enormes
trozos de sus recuerdos siguen perdidos y aunque Sloane y James han encontrado
su camino de regreso hacia el otro, El Programa no está listo todavía para dejarlos
ir.
Al escapar con un grupo de rebeldes preocupados, tendrán que averiguar en
quién pueden confiar y cómo acabar con El Programa. Pero pese a lo lejos que han
llegado, hay mucho que Sloane y James no pueden recordar. La clave para descifrar
su pasado yace en El Tratamiento, una píldora que puede retornar los recuerdos
olvidados, pero a un alto costo. Y sólo hay una dosis.
En última instancia, cuando las apuestas son elevadas, ¿Sloane y James pueden
sobrevivir a tantas mentiras y secretos que los rodean, o El Programa los reclamará
finalmente?
¿S
Índice
Sinopsis
Parte I
La Epidemia
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Parte II
El Tratamiento
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Parte III
Adolescentes tomados en custodia
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
La caída del programa
Capítulo 11
Epilogo
Biografía del Autor
Parte I
Tal y Como Estabas
La Epidemia Traducido por PaulaMayfair
Corregido por Nony_mo
Durante los últimos cuatro años, el suicidio ha alcanzado proporciones epidémicas, matando a uno de cada tres adolescentes. Sin embargo, nuevos estudios han demostrado que la incidencia de suicidio en los adultos ha aumentado repentinamente, desacreditando el mito de que las vacunas infantiles o el uso excesivo de antidepresivos es la causa.
Mientras que El Programa ha sido el único método de prevención, su alcance está limitado. Pero en respuesta a la propagación de la epidemia, las autoridades han promulgado una nueva ley para que entre en vigor a finales de este año. Todos los adolescentes menores de dieciocho años serán sometidos a modificación de conducta con El Programa. Como toda inoculación, la esperanza es la erradicación de la enfermedad en las generaciones futuras. A través de una combinación de estabilizadores de humor y la terapia de memoria, El Programa afirma una tasa de éxito del 100 por ciento entre sus pacientes.
Información sobre el tratamiento obligatorio es pronto para seguir, pero por ahora, una cosa es cierta: El Programa está llegando.
―Reportado por Kellan Thomas
Capítulo 1 Traducido por flochi
Corregido por Nony_mo
ames se queda mirando al frente, sin una reacción inmediata a lo que acabo
de decirle. Creo que está en shock. Sigo su mirada por el parabrisas hacia el
estacionamiento vacío de la tienda a un lado de la carretera. El edificio está
abandonado, placas de madera cubriendo las ventanas, grafitis negros sobre
el revestimiento blanco. De cierta forma, James y yo también hemos sido
abandonados, nuestros antiguos seres sellados y encerrados mientras el mundo en
torno a nosotros sigue girando. Se suponía que íbamos a aceptar ese cambio, seguir
las reglas. En su lugar las hemos roto todas.
La farola encima de nosotros parpadea a la vez que el sol, todavía por debajo
de las montañas, empieza a iluminar el horizonte nublado. Casi son las cinco de la
mañana, y sé que tendremos que movernos pronto si queremos permanecer por
delante de los obstáculos. Apenas los pasamos en el límite de Idaho, y ahora hay
emitido un Alerta Ámbar para nuestro regreso a salvo.
Cierto. Porque El Programa solo se preocupa por nuestra seguridad.
―Es una píldora ―repite James en voz baja, finalmente dándose la vuelta―.
Michael Realm te ha dado una píldora que pueda regresar nuestros recuerdos. ―Se
vuelve hacia mí―. Pero te ha dado solo una.
Asiento, observo mientras el apuesto rostro de James se ensombrece, casi como
si se estuviese perdiendo otra vez. Desde que dejamos El Programa, James ha estado
buscando una manera de entender su pasado, nuestro pasado juntos. En mi bolsillo
trasero hay una bolsa plástica con una pequeña píldora amarilla en su interior, una
píldora que puede desbloquear todo. Pero he tomado mi decisión: los riesgos son
demasiado elevados, la posibilidad de una recaída es demasiado grande como para
ignorarla. Habrá pesar, angustia y dolor. Las palabras finales de la hermana de
Realm resuenan: A veces lo único real es el ahora. Y aquí, con James, sé exactamente
quién soy.
―¿No vas a tomarla, o sí? ―pregunta James, leyendo mi expresión. Sus
brillantes ojos azules lucen agotados, y es difícil creer que fue tan solo ayer que
estuvimos en el río, besándonos e ignorando el mundo a nuestro alrededor. Por un
momento se sintió como ser libres.
J
―La píldora lo cambiará todo ―digo―. Recordaré quién fui, pero no puedo
volver a ser esa persona, no realmente. Todo lo que la píldora puede hacer es
lastimarme, regresarme a la pena que sentí cuando perdí a mi hermano. Y estoy
segura de que hay otros. Me gusta quién soy contigo, James. Me gusta que estemos
juntos y temo arruinarlo.
James se pasa los dedos a través de su cabello dorado, soltando una fuerte
bocanada de aire.
―Nunca voy a dejarte, Sloane. ―Mira por la ventanilla del lado del conductor.
Las nubes se han reunido encima de nosotros, y creo que solo será cuestión de
tiempo antes de que nos veamos atrapados por un aguacero―. Estamos juntos
―dice decididamente, volviendo a mirarme―. Pero hay una sola píldora, y nunca
la tomaría sin ti. Nunca te quitaría esa decisión.
Mi corazón se hincha. James está eligiendo esta vida conmigo, una vida que
quiero salvo la parte donde El Programa nos está cazando. Me inclino, mis manos
sobre su pecho y él me acerca.
James lame sus labios, deteniéndose antes de besarme.
―Vamos a guardar la píldora en caso de que después cambiemos de idea,
¿cierto?
―Pensé lo mismo.
―Eres muy inteligente ―susurra, y me besa. Mis manos se deslizan hacia
arriba por sus mejillas, y empiezo a perderme en la sensación de él, en el calor de su
boca sobre la mía. Susurro que lo amo, pero su respuesta es ahogada por el sonido
de chirridos de neumáticos.
James se gira para mirar hacia afuera. Empieza a tantear las llaves en la ignición
justo cuando una furgoneta blanca se detiene de un frenazo, bloqueando nuestra
camioneta contra el muro de concreto de la carretera detrás de nosotros.
Pánico, espeso y asfixiante, me atraviesa. Grito para que James arranque, a
pesar de que la única amanera de salir es embestirlos. Pero no podemos regresar al
Programa para que vuelvan a borrarnos. James sacude la palanca de cambios hacia
abajo, listo para tocar el suelo, cuando el lado del conductor de la furgoneta se abre
y una persona se baja. Me quedo quieta, mis cejas fruncidas en confusión, porque no
hay ninguna chaqueta blanca, ni el cabello bien peinado de un Cuidador.
Es una chica. Está usando una camiseta de Nirvana y tiene rastas en su cabello
rubio blanquecino fluyendo sobre sus hombros. Es alta, increíblemente delgada, y
cuando sonríe sus brillantes labios rojos se entreabren para revelar una enorme
separación entre dos de los dientes frontales. Pongo mi mano sobre el antebrazo de
James, pero él sigue pareciendo que está a punto de salir huyendo.
―Espera ―digo.
James me mira como si estuviera loca, pero luego el otro lado de la furgoneta
se abre y un sujeto se yergue sobre el estribo del vehículo para mirarnos por encima
de la puerta. Tiene dos moretones en forma de medialuna debajo de sus ojos y la
nariz hinchada. La vulnerabilidad de su aspecto golpeado es suficiente para hacer
que James se detenga y se refrena pisando el acelerador.
La chica alza las manos.
―Pueden relajarse ―grita―. No estamos con El Programa.
James baja la ventanilla, el carro todavía encendido y listo para avanzar,
aplastándola, en cualquier instante.
―Entonces, ¿quién demonios eres? ―exige él.
La sonrisa de la chica se agranda y se vuelve a mirar a su acompañante antes
de darse la vuelta hacia James.
―Soy Dallas ―dice―. Realm nos envió un mensaje para encontrarlos. ―Ante
la mención de Realm, le digo a James que apague el carro, aliviada de que mi amigo
se encuentre bien.
Dallas se acerca al frente del coche, sus botas resonando en el pavimento, antes
de detenerse en la ventana de James. Alza una de sus cejas oscuras y lo mira.
―Realm debe haber olvidado mencionar lo guapo que eres ―dice
irónicamente―. Lástima para él.
―¿Cómo nos encontraron? ―pregunta James, ignorando su comentario―.
Fuimos a la frontera por Lacey y Kevin, pero había patrullas por todas partes.
Apenas logramos salir.
Dallas asintió hacia el coche.
―El teléfono que les dio la hermana de Realm tiene un dispositivo de rastreo.
Muy útil, pero probablemente deberías esconderlo ahora. ―Tanto James como yo
miramos el teléfono negro en la consola central que ya estaba en el coche cuando
entramos. También había un bolso en el asiento trasero, junto con unos doscientos
dólares que Anna nos dejó para las provisiones. Pero, ¿eso es todo? ¿Ahora éramos
parte de los rebeldes? Si es así… no parecen aunar esfuerzos.
―Tus amigos ―dice Dallas―, nunca lograron llegar a la frontera tampoco.
Encontramos a Lacey, acurrucada en su Bug1 y llorando. Parece que Kevin nunca
apareció. Creo que hay algo más que ella no cuenta, pero esperaré a que lo haga.
1 Bug: se refiere a un auto.
Mi corazón pega un vuelco. ¿Qué le sucedió a Kevin?
―¿Dónde está Lacey? ―pregunto―. ¿Está bien?
―Ella es dinamita. ―Dallas se echa a reír―. No quiso hablar conmigo, así que
Cas y yo intentamos persuadirla para que saliera del carro. Ella le rompió la nariz.
Tuvimos que sedarla, pero no te preocupes, nosotros no robamos recuerdos ―dijo
eso con una voz espeluznante, como si El Programa fuera un monstruo viviendo
debajo de nuestras camas. Estoy empezando a preguntarme si está cuerda―. De
todas maneras… ―Suspira, deslizando sus manos en el interior de los bolsillos
traseros de sus vaqueros―. Ya se encuentra en camino hacia la casa segura. Y a
menos que intenten ser atrapados, les sugiero que salgan del vehículo y vengan
conmigo.
―¿En esa furgoneta? ―James se mofa―. ¿Crees que somos menos visibles en
una gran furgoneta blanca?
Ella asiente.
―Sí. Es algo que un Cuidador conduciría. No un grupo de personas huyendo.
Escucha… James, ¿cierto? Eres súper ardiente y todo eso, pero no me das la
impresión de que seas un verdadero pensador. Así que quizás solo debas seguir
órdenes y traer a tu noviecita a la furgoneta para poder salir de aquí.
―Vete a la mierda ―digo, ofendida en tantos niveles que es difícil escoger solo
uno. James se gira hacia mí, con el ceño fruncido.
―¿Qué piensas? ―pregunta él en voz baja. Puedo ver su indecisión, pero no
tenemos ninguna otra opción en este momento. Estamos de camino a encontrar a los
rebeldes, pero ellos nos encontraron primero. Lacey está con ellos.
―Tenemos que ir por Lacey ―digo, deseando poder huir por nuestra propia
cuenta. Pero no tenemos los recursos. Tenemos que reagruparnos.
James gruñe, sin querer ceder ante Dallas. Su aversión a la autoridad es una de
mis cosas favoritas respecto a él.
―Bien ―dice, volviendo a mirar hacia Dallas―. Pero, ¿qué hacemos con el
Escalade? Es un lindo coche.
―Cas va a manejarlo de regreso.
―¿Qué? ―pregunta James―. ¿Por qué tendría que…?
―Cas no está huyendo ―interrumpe ella―. Nunca ha estado en El Programa.
Puede manejar a través de cualquier punto de control si quiere. Va a ir por delante
a explorar el camino, para llegar a la casa segura ilesos.
―¿A dónde vamos a ir? ―pregunto.
Dallas lanza una mirada aburrida en mi dirección, pareciendo sorprendida de
que le haya hablado.
―Todo a su tiempo, corazón. Ahora, si ambos salen, tenemos un pequeño
asunto del que ocuparnos primero.
James y yo intercambiamos una mirada, pero al final salimos del coche. Cas se
dirige a nosotros y por un momento tengo miedo de que seamos asaltados.
Especialmente cuando Cas saca un par de amarres de plástico.
―¿Para qué demonios son esas? ―grita James, agarrando mi brazo echándome
hacia atrás.
Dallas lleva su mano a su cadera.
―Cas consiguió que le rompieran la nariz el día de hoy, y para ser honesta,
parecen bastante volátiles. Esto es para nuestra protección. No confiamos en ustedes.
Ustedes son retornados.
La manera en que dice “retornados” nos hace sentir como abominaciones,
como si le diéramos repulsión. Pero probablemente fue lo correcto que decir para
atraparnos con la guardia baja, tomándonos desprevenidos para que Cas llegara por
detrás y deslizara los amarres alrededor de nuestras muñecas, apretándolas con
fuerza. En ese preciso instante siento la primera gota de lluvia impactar en mi
mejilla. Miro de costado a James; está enojado, mirando mientras Dallas y Cas
rodean el Escalade, sacan nuestro dinero, y lanzan la bolsa de lona al pavimento. La
lluvia empieza a caer en una llovizna, y Dallas mira hacia el cielo frunciendo la
frente. Camina dándose la vuelta para agarrar nuestra bolsa del suelo, colgándolo
perezosamente sobre su hombro.
Me siento vulnerable, y no puedo recordar cómo llegamos hasta aquí.
Deberíamos haber seguido huyendo. Pero ahora apenas tenemos opción, así que
seguimos a Dallas que nos lleva a la furgoneta y nos ayuda a entrar atrás, cerrando
la puerta detrás de nosotros.
El hombro de James está apoyado contra el mío cuando nos sentamos en el
asiento trasero de la furgoneta blanca. Estoy muy consciente de todo: los débiles
aromas a gasolina y los neumáticos de caucho que se aferran a mi cabello; el
murmullo de la radio policial demasiado bajo para comprenderlo. Los dedos de
James se rozan contra los míos, e instintivamente me vuelvo hacia él. Está mirando
hacia adelante, su mandíbula apretada mientras le da vueltas a las sujeciones.
Hemos estado manejando por horas, y el plástico duro ha frotado hasta lastimar mi
piel. Imagino que le está haciendo lo mismo a él.
Dallas mira por el espejo retrovisor justo a tiempo para ver la expresión de odio
de James.
―No te preocupes, guapo. Ya casi llegamos. Hubo un cambio de planes.
Nuestra bodega de Filadelfia fue allanada ayer por la noche, por lo tanto estamos
yendo a nuestra casa segura de Salt Lake City.
Alarmada, me enderezo.
―Pero Realm nos dijo que fuéramos al este. Dijo…
―Sé lo que Michael Realm te dijo ―espeta―. Pero también está la realidad de
la situación. No seas niña. El Programa nos está cazando; somos una infección que
ellos intentan curar. Deberías estar contenta de que nosotros los estamos ayudando.
―Seré honesto, Dallas ―dice James en una voz temblorosa con rabia apenas
contenida―. Si no le quitas las restricciones a mi novia, voy a ser un verdadero
idiota. No quiero herirte.
Dallas vuelva a mirar por el espejo retrovisor, sin una pizca de sorpresa.
―¿Qué piensas que puedes hacer? ―pregunta ella con seriedad―. No tienes
idea de lo que soy capaz.
Su voz me deja helada y puedo ver por la postura de James que sabe que su
amenaza no tiene el efecto deseado. Dallas es dura; no estoy segura si ella tiene
miedo a algo.
Seguimos conduciendo y el paisaje cambia. En vez del dosel de árboles que
dejamos atrás en Oregón, el cielo aquí es abierto. Pero todavía hay flores, colinas
verdes ondulantes. Y luego, por encima de todo eso, hay un enorme conjunto de
montañas. Es impresionante.
Detrás de mi espalda, la amarra está mordiendo la piel de mis muñecas. Hago
una mueca de dolor pero intento que no se note cuando noto lo enojado que pone
eso a James. Ajusta su posición para que pueda apoyarme contra él y calmarme, y
junto observamos mientras el paisaje se desvanece para dar lugar a cercas de tela
metálica y viejas tiendas mecánicas.
―Bienvenidos a Salt Lake City ―dice Dallas, girando en el estacionamiento de
un almacén de un único piso con revestimientos de ladrillo desmoronándose.
Inspecciono el recinto y mi pánico empieza a elevarse ante el pensamiento de ser
expuesta al Programa―. Técnicamente ―agrega Dallas, arrugando los labios a la
vez que mira alrededor del vecindario―, estamos en las afueras. La ciudad se ve
mucho mejor. Pero aquí estamos más aislados. Es lo bastante denso para
mantenernos ocultos durante el día. Cas hizo un gran trabajo.
Dallas se estaciona detrás del Escalade y apaga el motor. Se vuelve sobre su
asiento, mirándonos.
―¿Prometerán ser buenos si les cortamos las sujeciones? ―pregunta―. Porque
hemos llegado muy lejos y me gustaría confiar que no causarán problemas.
Por favor, no digas nada estúpido, James.
―Todo lo que hago es causar problemas ―responde James en voz monótona.
Me giro para fulminarlo con la mirada, pero Dallas simplemente se echa a reír
y sale. James me mira y se encoge de hombros, para nada disculpándose por
contrariar a los rebeldes que básicamente nos retienen como rehenes.
La puerta de la furgoneta se abre con un raspón metálico y somos tragados por
la luz de sol de la tarde. Parpadeamos, y luego Dallas toma mi brazo, sacándome de
la furgoneta. Todavía me estoy ajustando a la brillantez cuando Cas aparece frente
a mí con una navaja. Aspiro una bocanada de aire asustada, pero rápidamente
levanta su otra mano.
―No, no ―dice con una sacudida de su cabeza. Sonando ofendido de que
pensara que me lastimaría―. Es para cortar los amarres. ―Le lanza a James una
mirada, quien se movió a la puerta, listo para saltar―. Aquí, en serio ―dice Cas,
moviéndose hacia adelante―. No son prisioneros, hombre.
James espera un instante y luego salta al pavimento. Se gira de vuelta hacia
Cas, pero mantiene su mirada en mí mientras Cas corta a través del lazo de plástico.
Dallas observa, sus cejas oscuras arqueadas con diversión. No dura mucho. Cuando
James está libre, se voltea y agarra a Dallas por la camiseta en su puño,
arrinconándola contra la furgoneta.
―Si vuelves a meterte con Sloane ―gruñe―, juro que…
―¿Qué? ―pregunta Dallas fríamente―. ¿Qué harás? ―Dallas es casi tan alta
como James, pero parece débil cuando su delgada mano envuelve la muñeca de
James. Cree que lo que dijo él es un engaño. Observo la expresión de James
tambalearse y la deja ir. Pero antes de apartarse, el codo de Dallas se lanza,
golpeando a James en la barbilla con un repentino golpe antes de que su larga pierna
se enganche alrededor de la de él y lo lleve al suelo. Grito su nombre, pero James
está inmóvil, yaciendo ahí mirando fijamente el cielo. Dallas se arrodilla a su lado,
sonriendo a la vez que se acomoda la camiseta arrugada, el material estirado
deslizándose sobre su hombro.
―Qué temperamento ―dice―. Qué mal que no peleaste con tanta fuerza
cuando te arrastraron al Programa. ―Sus palabras me conmocionan, me duelen,
porque es algo muy cruel para decir, como si fuese nuestra culpa haber sido
tomados. James se frota la mandíbula, luego empuja a Dallas a un lado para ponerse
de pie. No discute. ¿Cómo puede discutir contra algo que no puede recordar?
―Ahora ―dice Dallas, entrechocando las palmas―, tenemos que entrar.
―Camina hacia la entrada del muelle de carga. James murmura que va a ir por
nuestro bolso en la furgoneta.
El sol golpea en mis mejillas. Sin la sombra de los árboles está más caliente de
lo que estoy acostumbrada. El lote junto a éste se encuentra vacío y creo que Dallas
tiene razón respecto al aislamiento. Aquí está tranquilo.
Cas exhala y se pasa la mano por su largo cabello marrón. En una inspección
cercana, su nariz no parece tan rota. Hay un pequeño corte en el puente, las fosas
nasales hinchadas, y por supuesto el moretón negro debajo de sus ojos. Lacey pudo
haberlo hecho peor.
―Dallas no siempre fue así ―dice Cas en voz baja―. Tenía una vida muy
diferente antes del Programa.
―¿Estuvo en El Programa? ―pregunto, sorprendida―. Lo hizo sonar como si
odiara a los que regresaron.
Cas niega.
―Odia lo que El Programa hace. Ahora se pasa la mayor parte del tiempo
entrenando.
―¿Entrenando para qué? ―pregunto, mirando mientras James escupe una
bocanada de sangre sobre el pavimento. Dallas lo golpeó con más fuerza de la que
pensé.
―Autodefensa ―responde Cas―. Cómo matar a alguien si tiene que hacerlo.
O si quiere. ―Hace una pausa―. Mira, sé que no lo parece, pero estamos en el
mismo bando.
―¿Estás seguro? ―Vuelvo mi hombro para que él pueda ver las restricciones
todavía atando mis manos. Cas se disculpa y suavemente sostiene mi antebrazo para
poder empezar a cortar a través del plástico.
―Quién sabe ―dice Cas desde atrás de mí―. Quizás al final todos nos
volvamos amigos. ―Mis muñecas se separan cuando el lazo se corta y froto el lugar
donde las restricciones han dejado mi piel en carne viva.
―No contaría con eso ―le responde James a Cas, y se interpone entre nosotros.
Deja caer el bolso a nuestros pies y luego toma mis manos para mirar las marcas
rojas. Pasa su pulgar suavemente sobre la piel arrugada, después levanta mi muñeca
hasta sus labios y las besas―. ¿Mejor? ―pregunta, pareciendo lamentarlo aunque
no ha sido su culpa.
Lo abrazo, presionando mi mejilla contra su cuello. No estoy segura de si
nuestra situación ha mejorado o empeorado.
―Me estoy volviendo loca ―murmuro.
James gira su rostro en mi cabello, susurrando para que Cas no pueda escuchar.
―Yo también.
Y de alguna manera esas palabras me recuerdan algo, un recuerdo fantasma
que no puedo ubicar. La píldora en mi bolsillo podría cambiar eso, lo recordaría
todo. Me aparto y veo la mirada en sus ojos, una incertidumbre, como si sintiera un
recuerdo familiar también. Abre la boca para decir algo, pero entonces Dallas nos
llama desde la puerta de la entrada.
―A menos que se estén anunciando para que un Cuidador intervenga
―dice―, sería mejor si se quedan fuera de vista.
La mención de los Cuidadores es suficiente para hacerme mover. James toma
mi mano y caminamos hacia el edificio de aspecto vacío, hacia lo que queda de los
rebeldes, y esperamos estar a salvo del Programa. Aunque sea por un momento.
Capítulo 2 Traducido por Azulmort Corregido por Nony_mo
l interior del edificio está desordenado con materiales de construcción:
grandes cubos sellados, pilas de bolsas de polvo y cajas de cartón
aplanadas. Trago saliva, preguntándome cómo vamos a vivir en un
almacén vacío, cuando Dallas va al otro lado de la habitación y abre una puerta de
un tirón.
Señala el espacio que nos rodea.
―Este es solo el frente ―dice―. Vivimos abajo. Es más seguro así.
―¿Hay salidas? ―pregunto, dando una mirada detrás de ella para ver una
oscura escalera.
Ella pone sus ojos en blanco.
―¿Eres el inspector de seguridad, Sloane? Por supuesto que hay salidas, pero
apreciaría que no salieras durante el día. Ellos han estado pasado tu historia por
CNN. No puedo arriesgarme a que te vean.
―¿Me mencionaron? ―pregunta James. Su bronca contra Dallas ha mermado,
lo que imagino es positivo ya que parece que estaremos estancados juntos por un
tiempo. Mi aversión por ella no ha disminuido ni un poco.
―Te mencionaron ―le dice Dallas a James―. Pero no han conseguido hacerse
con una foto tuya todavía. Espera a que lo hagan; entonces no podremos ser capaces
de esconderte lo suficientemente bien.
James me sonríe y golpeo su hombro.
―¿Qué? ―pregunta―. Esto es bueno. Significa que la gente debe estar
cuestionando El Programa. ¿Por qué más estaríamos escapando de ellos?
Cas se ríe y pasa junto a nosotros para dirigirse a la planta baja. Dallas se
detiene, su mano en el picaporte, nivelando su mirada con la de James.
―No funciona así ―dice y escucho la pena en su voz―. Van a darle vuelta.
Siempre lo hacen. El Programa controla los medios, James. Controlan todo. ―Dallas
parece perturbada por su comentario, pero trata de cubrirlo rápidamente girándose
para bajar de prisa las escaleras.
E
James la sigue con la mirada como si estuviera tratando de entenderla, pero si
lo que dice Cas es cierto y Dallas ha pasado por El Programa, ella probablemente ni
se conozca. Así que James no tiene suerte.
Bajamos por la estrecha escalera al nivel más bajo, donde me doy cuenta que
está apenas debajo de la calle, para entrar a la primera sala. Tiene ventanas altas,
aunque están cubiertas con papel periódico amarillento. Las rejillas de ventilación
inyectan un flujo constante de aire a medida que pasamos, enviando un escalofrío
sobre mis brazos. No estoy segura de cómo tienen electricidad, pero imagino que los
rebeldes no son tan improvisados como parecen.
En el centro de la habitación hay un sofá de cuero agrietado y unas pocas sillas
plegables, pero por lo demás el espacio está vacío. Siniestro.
―¿Dónde están todos? ―pregunto, la preocupación comenzando a
construirse―. Creí que dijiste que había otros. Dijiste que Lacey estaba aquí.
Dallas levanta sus manos, diciéndome que me calme.
―Están bien ―me asegura―. Están todos aquí. ―Vuelve atrás al pasillo, y es
largo, imposiblemente largo, hasta que me doy cuenta que tiene la longitud de todo
el edificio.
Bolitas de poliestireno han sido barridas a las esquinas. Las luces fluorescentes
del techo parpadean y zumban.
―Probablemente estén en la parte de atrás ―dice Dallas―. Este lugar no está
tan mal, ¿sabes? Fue la primera casa segura a la que vine después de salir del
Programa.
―¿Pasaste por El Programa? ―pregunta James. Conocer esto de ella parece
atraer su compasión, pero Dallas se gira sobre él con fiereza.
―No lo lamentes por mí ―dice―. No quiero tu lástima. El Programa tomó
todo de mí, y no sólo de acá. ―Se toca su sien. Junto a nosotros, Cas mira hacia abajo,
incómodo con lo que sea a lo que Dallas se está refiriendo―. Sólo digamos
―comienza de nuevo―, que me deben una gran cantidad de infierno. ―La
vulnerabilidad atraviesa sus rasgos y envuelve sus brazos alrededor de sí antes de
volver a caminar sola por el pasillo.
―¿Qué fue eso? ―pregunto a Cas, sintiendo que puedo llegar a conocer más
sobre el estado mental de Dallas de lo que quiero. Parece como un salto, pero pienso
en el espeluznante Cuidador Roger, cómo intercambiaba con los pacientes. Y lo que
ellos tuvieron que darle a cambio de un momento de sus propios recuerdos.
―No es mi historia para contarla ―dice Cas seriamente―. Pero estoy seguro
que la van a oír eventualmente. Los secretos son difíciles de guardar en este grupo.
―¿Sloane? ―La voz es suave y pronuncia mi nombre. Miro hacia arriba para
ver a Lacey al final del pasillo. Está de pie allí, su cabello rubio teñido de un color
rojo oscuro, usando un top negro y pantalón de camuflaje. Hay una explosión de
alivio y ambas comenzamos a avanzar, encontrándonos en algún lugar en el medio
con un abrazo―. No creí que lo lograrías ―dice en mi hombro―. Tu foto está en
todas partes. ―Retrocede, sosteniendo mis brazos mientras examina mi cara―.
¿Estás bien?
No estoy segura por cuánto tiempo he conocido a Lacey ―no puedo recordar
mi pasado― pero desde mi regreso, ella ha sido mi amiga regular.
―Estoy bien ―le digo―. Asustada, pero bien. Fuimos con James a buscarte a
la frontera, pero no estabas allí. ―El temor aparece―. Dallas dijo que Kevin se había
ido.
Lacey da una rápida inclinación de cabeza, incapaz de sostener mi mirada.
―Nunca llegó al punto de encuentro ―dice―. Fue llevado en custodia,
supongo. Yo… no sé dónde está ahora. ―Aprieta el agarre en mi brazo, y sé que hay
más de la relación entre ella y Kevin de lo que nunca demostró. Sea lo que sea, no
va decírmelo ahora. Me empuja hacia la habitación donde Dallas y algunos otros
pasan el tiempo.
En el medio del oscuro espacio tenue hay una mesa ovalada con al menos una
docena de sillas. La madera se ha combado y algunos de los asientos parece que van
a colapsar, pero Dallas agarra uno, girándolo para sentarse al revés. Su mirada es
inmediatamente atraída a la puerta cuando entra James.
James escanea la habitación, haciendo una pausa cuando nota a Lacey.
―Estoy escarbando en el rojo ―dice, aunque creo que realmente quiso decir
que está contento de que está a salvo.
Lacey sonríe, su expresión suavizándose.
―¿Por qué no estoy sorprendida de verte acá, James? Oh, es cierto. Porque eres
un dolor en el culo que constantemente desafía la autoridad.
Él alcanza a sacar una silla para ella.
―Parece que tenemos mucho en común. ―Después de que ella se sienta, James
saca otra silla para mí y luego toma el próximo lugar―. Así que, Dallas… ―Él la
llama apoyando los codos sobre la mesa―. ¿Cuál es el plan? ¿Qué es exactamente lo
que hacen los rebeldes?
Las tres personas alrededor de Dallas se sientan, esperando que ella explique.
Ellos parecen normales, no el “normal” de los que han regresado; no hay polos de
colores o camisetas caqui. Normal regular.
―No todos nosotros hemos pasado por El Programa ―empieza Dallas―.
Algunos, como Cas ―lo señala―, están aquí porque alguien por quien se
preocupaban ha desaparecido, se suicidó. O los olvidó por completo. ―La chica al
lado de Dallas levanta su cabeza―. El Programa está en todas partes. Y cada vez se
está volviendo más y más difícil encontrar gente que luche con nosotros.
Especialmente los adultos. Los rebeldes están tratando de crecer, de expandirse,
entonces vamos a tener los números para provocar un verdadero daño. Pero El
Programa siempre está un paso por delante de nosotros.
―¿Qué pasó con los otros rebeldes? ―pregunta James―. ¿Los que estaban en
su casa de seguridad?
Dallas se doblega levemente.
―El lugar fue allanado ―comienza―, y aquellos que no pudieron escapar
fueron arrastrados nuevamente al Programa. El reporte oficial dijo que estaban en
“Recuerdo”, un efecto secundario donde los recuerdos se estrellan y vuelven loca a
una persona, pero eso fue una mentira. El Programa los tomó en custodia para
aplastar cualquier rebelión. Pero no podían correr el riesgo de otro accidente. ―Su
cara se pone pálida. De repente, no es una rebelde. Es solo una niña―. El Programa
los hizo desaparecer.
―¿Qué? ―pregunta James boquiabierto―. ¿Los están matando?
―No sabemos qué les están haciendo. Todo lo que sabemos es que algunos
pacientes desaparecen. Nunca más nos contactaron, nunca más aparecieron en
nuestro radar. Básicamente, si El Programa nos atrapa… nos exterminarán.
―Tenemos que salvarlos ―dice James―. No podemos permitir…
―Ya es demasiado tarde. ―Dallas agita su mano―. No hay manera de escapar
del Programa. Lo hemos intentado.
―Quizás lo están haciendo mal.
―Cállate, James ―dice despectivamente―. Como si supieras. Lo hemos
intentado y hemos fallado. Nunca termina bien, por lo que hemos tenido que
olvidarlos. No es como si hubiera sido una decisión fácil.
―Entonces, ¿qué van a hacer? ―demanda. No puedo creer que Dallas
simplemente se rinda. Parecía más fuerte que esto.
Dallas se toma un segundo para componer sus pensamientos, y es como si
pudiera endurecerse contra ellos.
―Son la pérdida aceptada ―dice con frialdad―. Por ahora, somos los que
quedamos. Pero estoy tratando de encontrar a alguien, algo, que nos ayude. Cuando
los reúna a todos de nuevo, vamos a luchar. Te prometo que vamos a luchar.
Dallas se levanta, tirando de sus largas rastas en un gran nudo. Se ve sacudida
por los comentarios de James y no puede aguantar su mirada.
―Les sugiero que duerman algo ―dice Dallas en nuestra dirección―.
Tenemos planes más tarde, así que voy a necesitar que estén aquí a las cuatro.
―Antes de que podamos hacerle más preguntas, abandona la habitación, llevándose
la conversación con ella. Está tranquilo por un momento, y luego James se arrima
para susurrarme.
―Si alguna vez soy enviado afuera, Sloane, espero que salves mi culo. ¿Está
claro?
―Y viceversa ―digo. Él da un asentimiento definitivo y luego gira para
estudiar a los otros en la habitación. Lacey está sentada en silencio, con los brazos
cruzados sobre el pecho. Esto es lo más subyugada que la he visto nunca. Mi
estómago gruñe ruidosamente y James me mira antes de llamar a Cas.
―Oye, hombre ―dice―. ¿Tienen algo de comida en este lugar? Ella ―eleva el
pulgar en mi dirección―, suena como si estuviera en una huelga de hambre.
Cas ríe.
―Sí. Déjame mostrarte el lugar.
Me levanto, pero Lacey continúa sentada allí, frotándose la frente como si
tuviera dolor de cabeza.
―¿Estás bien? ―le pregunto, estirándome para tocar su hombro.
Ella levanta su mirada, y sus ojos están fuera de foco, como si estuviera
mirando a través de mí.
―Estrés. Rebeldes. ¿Quién sabe? ―Sonríe débilmente―. Ya pasará.
Su respuesta hace poco para aplacar mi preocupación.
―James ―digo girándome hacia él―. Te alcanzaré en un segundo. ―Él se
inclina hacia delante como preguntando si todo está bien. Cuando asiento, camina
hacia el pasillo con Cas. Me muevo más cerca de Lacey―. Hemos pasado por un
infierno ―le digo. Eventualmente los otros rebeldes se van de a poco, y en el silencio,
la tristeza comienza a llenar el aire―. Lamento lo de Kevin.
Lacey cierra sus ojos.
―Yo también.
Kevin era el Cuidador que me asignaron apenas terminé El Programa y Lacey
era mi única amiga. No tenía ni idea de que se conocieran hasta que la hermana de
Realm lo mencionó.
―¿Cómo te involucraste con los rebeldes? ―le pregunto. La habitación está
vacía, pero mantengo mi voz baja, la paranoia arraigada en este punto de mi
recuperación.
―Fue Kevin ―dice―. Lo conocí en la Escuela Sumpter, semanas antes de que
tú siquiera aparecieras. Había algo sobre él que me decía que no era como los otros
Cuidadores. Nos encontramos unas cuantas veces en el Centro de Bienestar.
Hablábamos afuera. Y luego salimos por un café, en otra ciudad, por supuesto. Me
dijo que podía ver que yo era una luchadora. Me preguntó si quería ser parte de los
rebeldes. Luego apareciste y eras como yo, una alborotadora innata, creo.
Las dos sonreímos por esto, pero me duele la pérdida de Kevin. Era mi amigo.
―Me llamó antes de desaparecer ―dice Lacey manoteando debajo de sus ojos
para capturar las lágrimas―. Kevin pensó que estaba siendo seguido y me dijo que
siguiera adelante sin él para encontrarme contigo y James. Me dijo que me vería en
un punto de encuentro. Esperé mucho tiempo. Esperé hasta que Cas y Dallas
aparecieron, y peleé con ellos cuando trataron de hacerme ir sin Kevin. Hasta golpeé
a Cas en la cara. Luché como el infierno, pero me metieron en otra van y uno de los
chicos me arrastró a aquí, solo unas pocas horas por delante de ustedes. Pienso que
Kevin se ha ido, Sloane ―dice―. Pienso que está muerto.
―Podría estar en El Programa ―ofrezco, aunque no estoy segura de qué tipo
de compensación se supone que es, sobre todo ahora que Dallas nos ha dicho que
los rebeldes desaparecen―. Cuando esto se termine, podemos encontrarlo.
Lacey se seca toscamente sus mejillas, limpiando las lágrimas que no pudo
detener.
―No ―dice―. Él tiene más de dieciocho y sabe demasiado. Lo han matado.
Sé que lo hicieron.
―No pienses de esa forma ―comienzo―. –Hay muchas otras…
―Sloane ―dice, cortándome―. Estoy realmente muy cansada. ¿Podemos
hablar de esto en otro momento? La cabeza me está matando.
―Estaré aquí ―digo―. No es como si me fuera a ir a algún lado. ―Trato de
hacerla sonreír, pero Lacey solo me agradece y se apresura a salir de la habitación.
Sola, miro alrededor del desértico espacio, procesando el hecho de que estoy
realmente aquí. Soy una rebelde.
La cocina es una oficina remodelada con una pequeña mesada y fregadero, una
heladera blanca y una viejo estufa.
―¿Para qué se solía usar este edificio? ―pregunto, mirando alrededor.
―No lo sé ―dice Cas―. Este lugar ha estado aquí por un tiempo, pero Dallas
no podía recordar exactamente dónde estaba. Lo rastreé para ella, está en muy buen
estado. Mucho mejor que algunos de los otros lugares en los que he vivido.
Cas saca un par de burritos del congelador y los mete dentro del microondas.
Murmuro mi agradecimiento y tomo asiento en la mesa redonda mientras James va
a apoyarse contra la mesada. Ahora que hay comida de verdad me doy cuenta de lo
hambrienta que estoy.
―Entonces ―dice Cas, señalando alrededor―. Sé que no parece mucho, pero
en este lugar hay diez de nosotros; doce ahora. Tenemos cerca de treinta miembros
en Filadelfia, pero eso incluye a los que fueron llevados de vuelta al Programa.
Todavía no estamos seguros cuántos hemos perdido. ―Baja su mirada―. Estamos
empezando a tener más casas de seguridad que gente.
El microondas suena y Cas coloca los burritos en platos de cartón y los coloca
en la mesa. James se sienta a mi lado e inmediatamente agarra un burrito.
Rápidamente murmura con la comida en la boca que está demasiado caliente para
comer.
―Nunca estuve en El Programa ―dice Cas, conversando―. Pero perdí a mi
hermano por la epidemia.
Miro hacia arriba, una punzada de dolor en mi pecho.
―Yo también.
―Y mi hermana pequeña desapareció hace un tiempo ―añade Cas―.
Presumiblemente muerta. Después de que Henley murió, ella se perdió. Se puso
realmente paranoica, dijo que nuestros teléfonos estaban intervenidos y que la
estaban siguiendo. Desapareció, pero resultó ser que tenía razón sobre El Programa.
Vi a los Cuidadores desde la carretera cuando se presentaron en casa buscándola.
―¿Qué edad tiene tu hermana? ―pregunta James.
―Tendría catorce ahora.
Una ola de náuseas me golpea con el pensamiento de alguien tan joven
haciendo algo tan desesperado como huir, posiblemente suicidándose.
―Lo lamento ―digo empujando mi burrito hacia James.
Cas inhala fuerte.
―Gracias. Sigo pensando que un día solo va a aparecer. Le daré un gran abrazo
y luego la voy a castigar por el resto de su vida. ―Ríe, pero no parece creer en sus
palabras. No cree que su hermana vaya a regresar nunca.
Cas se empuja de la mesada y deja salir un suspiro tembloroso.
―Debo irme ―dice―. Estoy exhausto por conducir y necesito dormir algo
antes de nuestra reunión.
―Gracias ―le digo rápidamente―. Realmente aprecio tu ayuda.
―Nos vamos a ayudar entre nosotros ―responde―. De otra manera ninguno
de nosotros lo logrará. Ahora, el cuarto al final del pasillo es de ustedes. Pero les
advierto ―agrega con una sonrisa―, no es mucho.
―Mierda ―responde James―. Tenía la esperanza de un poco de chocolate
sobre la almohada por la mañana.
―La próxima parada. Lo prometo.
Después de que Cas se va, James vuelve a colocar mi comida frente a mí,
motivándome a comer. Después de que los dos terminamos, agarramos un par de
botellas de agua del piso junto a la heladera. A pesar de que todavía es de día, se
siente como si fuera medianoche, nuestros días y noches cambiaron ahora que
estamos escondiéndonos.
Cuando llegamos al cuarto, James abre la puerta y en realidad se ríe. La
pequeña habitación tiene una cama doble y un armario de madera en mal estado.
No hay ventanas, solo una bombilla desnuda colgando del techo como fuente de luz.
―Wow ―dice James, mirándome de reojo―. Por supuesto espero una-puesta-
al-día de todos mis tiros.
Camino adentro, aliviada de ver sábanas aparentemente limpias sobre el
colchón. James cierra la puerta y pone la traba antes de tirar la bolsa de lona en el
tocador. Se pone de pie allí, mirando la habitación y yo me siento el borde de la
cama.
―Le vendría bien un toque femenino ―dice mirándome―. ¿Estás por ello?
Sonrío, sabiendo que él no está hablando precisamente de mis habilidades
decorativas. Pero todavía me molesta que Kevin se haya ido, que Lacey no se esté
sintiendo bien. Todavía estoy molesta por todo.
Los ojos de James se deslizan sobre mí, leyendo mi expresión.
―Vamos a dormir ―dice suavemente―. No hemos tenido un sueño
verdadero en días y creo que debemos estar despiertos para lo que viene.
―¿Y qué es eso? ―pregunto.
James sacude su cabeza.
―Ojalá lo supiera. ―Exhala y sube a la cama. Golpea la almohada para
aplanarla un par de veces y luego se enrosca detrás de mí. Cuando está tranquilo,
bajo la vista hacia él. Sus ojos se cierran ligeramente―. ¿Quieres acurrucarte?
―pregunta.
Hemos pasado por demasiado los últimos días, los últimos meses, los últimos
años. Estoy suponiendo. Es demasiado grande para siquiera ponerlo en palabras, así
que asiento y me acomodo junto a él.
James se mueve hasta que su boca está en mi oído.
―Lo hicimos ―susurra, la curva de su labio superior acariciando mi piel. Su
otra mano se desliza hacia arriba por mi muslo, y James coloca mi pierna encima de
su cadera. Envuelta alrededor de él, me siento más segura, como si pudiera
sostenernos a los dos.
Pero mientras James besa mi cuello, pienso en la píldora en mi bolsillo. No
hemos tenido tiempo de discutirlo, no totalmente.
―James ―digo, mi voz ronca―. Deberíamos hablar sobre la píldora naranja.
Se detiene abruptamente, su respiración aún caliente contra mi cuello.
―Bueno. ―Restriega sus labios sobre mi piel por otro momento y luego se
mueve para apoyar su cabeza junto a la mía en la almohada. Sus ojos se leen serios,
a pesar de que está tratando de calmarse―. ¿Qué pasa?
Eso confirma mis sospechas.
―¿Te gustaría tener tu pasado de vuelta, todo, incluidas las cosas malas, aún
si pudiera hacer que te enfermes de nuevo?
―Sloane ―dice―. No tiene importancia. Nosotros hemos…
―Si yo no estuviera aquí ―lo interrumpo―, si no fuera para nada una
consideración, ¿la tomarías?
―¿A dónde mierda quieres llegar?
―Solo contéstame.
James se detiene y asiente.
―Sí. ―Exhala―. Supongo que lo haría.
―¿Sin dudarlo?
Él se burla, apoyándose en su codo para mirarme.
―Claro que dudaría. Esto es algo peligroso. Pero El Programa tomó mi vida,
nuestra vida juntos. No puede haber sido tan malo. Quiero saber quién era yo, y
quiero saber qué sucedió para aterrizar en El Programa.
Cierro mis ojos, a punto de llorar.
―Entonces deberías tomarla. ―Suspiro. James quiere su vida de vuelta,
incluso si eso significa que podría enfermar de nuevo. Está dispuesto a correr el
riesgo, por lo que, ¿quién soy yo para detenerlo? Para bien o mal, le estoy dando la
misma elección que Realm me dio.
―Sloane ―dice James, colocando su mano sobre mi mejilla hasta que lo
miro―. No puedo tomar la píldora. No sin ti. Y si no estuvieras aquí, bueno… no
creo que diera una mierda por nada. Así que dejemos de soñar escenarios estúpidos
donde uno de nosotros se evapora y el otro debe sostenerse solo. Si tú quieres tomar
la píldora, entonces vamos a hablar de los riesgos. De lo contrario, solo vamos a
aguantar y ver cómo toda esta cosa de la rebelión funciona. ¿Trato?
La piel de James está encendida, sus ojos llenos de vulnerabilidad. Está
mintiendo: no dudaría antes de tomar la píldora. Se la tragaría en seco, al diablo con
las consecuencias. Pero también es terco, nunca tomaría la decisión por mí. Y por
ello, lo amo locamente. Entonces aprieto mis labios en una sonrisa y lo arrastro junto
a mí otra vez, acurrucándonos cerca hasta que ambos nos quedamos dormidos.
Capítulo 3 Traducido por Lore_Mejia
Corregido por Nony_mo
unque no hay ventanas, la molesta luz de la bombilla me despierta
lentamente. James está volteado, durmiendo tranquilo. No estoy segura
de qué hora es, pero mi cuerpo está inquieto. Me levanto y me saco la
píldora del bolsillo trasero, mirándola a través de la bolsita plástica.
Si hubiera dos, ¿la tomaríamos? Además, ¿no somos James y yo felices ahora?
¿Será que los recuerdos valen poner en riesgo nuestra vida? Si tan solo pudiera
hablar con Realm, creo que entendería más. Pero Realm huyó, me abandonó.
Cierro los ojos y me recompongo, alejando las malas vibras. Voy hacia el
armario y meto la píldora en la gaveta de arriba, tirando un poco de ropa interior
encima de ella. Luego agarro un suéter tejido y me voy a recorrer sola el pasillo.
El lugar huele a cartón y cinta de embalar, pero es mejor que el olor medicinal
del Programa. Paso por la cocina y veo a Dallas de pie cerca del mesón, sirviendo
una taza de café. Me detengo, y me aseguro de hacer un sonido con los pies para no
sorprenderla.
―Hola, Sloane ―dice sin levantar la mirada―. Si necesitas ducharte ―sus
oscuros ojos se centran en los míos―, y parece que lo necesitas, hay un baño en la
habitación principal.
Asiento en agradecimiento y me siento a la mesa. Dallas sorbe lentamente su
café antes de sonreír, el espacio entre sus dientes frontales es encantador, sus labios
tienen un color rojizo natural. Saca otra taza y la llena, luego la pone frente a mí.
Estoy sorprendida, y conmovida, de que haya hecho este pequeño ofrecimiento. Sé
que no me estoy imaginando la tensión entre nosotras. Se sienta en la silla que está
frente a mí y revisa su teléfono, apoyando sus codos en la mesa.
―¿Así que por cuánto tiempo han estado juntos tú y el Príncipe Encantador?
―pregunta sin levantar la mirada.
―Nosotros acabamos… ―me detengo―. No lo sé, realmente. No lo recuerdo.
Dallas levanta la cabeza, haciendo un gesto de disculpa.
―Sé cómo es eso. Cuando regresé por primera vez, no me sentía bien. Mi
cabello ―se coge un mechón―, era oscuro y espeso, como el tuyo ahora. Mi ropa
estaba dura y picaba. Mi madre murió justo después de mi nacimiento, todavía sabía
A
eso, pero mi padre es un idiota. Pensarías que El Programa lo debería haber
cambiado a él si quería que mi regreso fuera exitoso. ―Se detiene para tomar otro
trago―. Y cuando me dio un puñetazo en la cara después de regresar ebrio una
noche, mi diente no fue lo único que se salió. Algunos recuerdos también lo hicieron.
Casi dejo caer mi taza.
―Espera, tu papá… ¿Tienes recuerdos? ―No estoy segura de qué pregunta
hacer primero, pero Dallas me hace señas de que espere.
―Mi padre fue a prisión ―dice―. Yo obtuve terapia adicional. No les dije a
los doctores de los recuerdos porque me di cuenta de dónde venían. Cómo los había
mantenido. ―Ella espera un largo momento, leyendo mi expresión―. Me parece
que también conociste a Roger.
―Roger fue el Cuidador que me internó ―digo, disminuyendo mi voz
mientras la vergüenza, vergüenza que sé que no merezco, me enferma―. Y en El
Programa estaba haciendo intercambios. Le di un beso para conservar un recuerdo,
uno que me llevara de vuelta a James.
―¿Un beso? ―Dallas se ríe amargamente―. Roger es la personificación de
todo lo malvado que hay en el mundo. Todo lo que detesto. Estaba en mi internado.
Pero no pidió solo un beso. ―Puntos rojos empiezan a cubrir el pecho y cuello de
Dallas mientras entrelaza sus manos―. Sin ropa o nada ―dice, imitando su voz tan
perfectamente que me asusta.
―Oh mi Dios ―murmuro―. Dallas, lo siento tanto…
―Para cuando el momento terminó ―continúa, ignorando mis
condolencias―, yo tenía seis recuerdos. Pero eso no es suficiente. Quiero más; los
quiero todos. Algunas veces no estoy segura de ser una persona real, no me gusta lo
que queda. ―Sonríe tristemente―. Estoy tan molesta que quiero que paguen.
―Te ayudaré a desarmar El Programa ―digo con seriedad―. No quiero
regresar allí, y los destruiré para asegurarme de eso. ―La historia de Dallas ha hecho
eco, despertando la desesperación con la que me fui de Oregón. Estamos luchando
por nuestras vidas. El Programa nunca se detendrá.
Dallas parece sorprendida por mi respuesta.
―Parece que eres más de lo que pensaba, Sloane ―dice. Extrañamente, su
aprobación me reconforta de alguna manera. Luego, después de compartir sus
recuerdos, Dallas se levanta y se va, dejando su café a medio beber sobre la mesa.
Mi estómago está revuelto con los recuerdos de Roger y tiro el café de Dallas
por el fregadero y lavo la taza antes de ponerla en el organizador. Cuando estaba en
El Programa, Roger me hizo una propuesta. Me pidió un beso a cambio de una
píldora que salvaría uno de mis recuerdos. Su toque, su sabor, no creo que lo olvide
alguna vez. Lloré todo el tiempo que sus manos estuvieron sobre mí, su boca sobre
la mía. Tan solo pensar en eso ahora, siento una sensación de desamparo y me
aprieto contra mí misma. Las cosas que habría hecho de tener la oportunidad. Pero
tenía a Realm. Él me mantuvo a salvo de Roger, rompiendo su brazo y haciendo que
lo despidieran. Nadie salvó a Dallas.
El vacío de nuestra situación ―huyendo sin ningún lugar a dónde ir― no me
es indiferente. Pero al menos somos libres. No hay Cuidadores amarrándonos. No
hay doctores interfiriendo nuestros recuerdos. De alguna manera tenemos suerte.
Mientras miro la pequeña habitación, trato de recordar eso. Tenemos suerte de estar
vivos.
―¿Por qué huelo jabón? ―murmura James cuando entro a la habitación. Se da
la vuelta y me mira, pestañeando pesadamente con los estragos del sueño―. ¿Y café?
―pregunta―. Por Dios, Sloane. ¿Tienes café?
Sonrío.
―¿Vas a ser dulce conmigo?
―¿Estás bromeando? Te besaré ahora mismo si tienes café. Y, nena, si tienes
una hamburguesa con queso, me pongo de rodillas.
Me río y le extiendo una taza. James sale de la cama, bostezando con fuerza. Se
acerca para tomar una parte de mi cabello, todavía mojado.
―Está rizado ―dice, envolviéndolo alrededor de su dedo―. Y limpio. ¿Cómo
hiciste eso?
―Me duché ―dije como si fuera un gran logro.
―Elegante.
―La próxima vez tal vez intente conseguir algunos productos de belleza. ―Sin
un secador ni una plancha, mi cabello se ha vuelto más ondulado con el pasar de los
días. Tiene sentido viendo que hay fotos mías en la sala de mis padres con rizos
colgándome por todas partes.
―Bueno, chica de portada. ―James sorbe y luego hace mala cara mientras deja
su taza sobre la cómoda―. Espantoso café.
―Sí, y no pude encontrar crema.
James se estira mientras examina la habitación.
―Así que realmente estamos aquí. ¿Encontraste algo interesante mientras te
ponías bonita y arruinabas el café?
―Tuve una larga conversación con Dallas ―digo, sintiendo que la estoy
traicionando con tan solo mencionarlo. James atraviesa la habitación y empieza a
rebuscar en la maleta de ropa.
―¿Se halaron el cabello?
―Aún no ―digo―. Creo que estoy empezando a entenderla. También pienso
que le gustas un poco. ―James se encoge de hombro disculpándose, y voy a
abrazarlo por detrás, colocando mi barbilla en su hombro―. No tengo idea de lo que
ven ti ―susurro.
―Yo tampoco. ―James me da la vuelta, y entonces estoy presionada contra la
pared de concreto―. Pensé que eras la única lo suficientemente loca para estar
conmigo.
―Oh, lo soy ―digo, lamiéndome los labios―. Así que no me molestaría con
esas otras chicas. Fuera de su alcance.
―Mm… hmm. ―James me besa, y mi pulso se eleva mientras su mano se
desliza por mi espalda hacia el broche de mi sostén.
Alguien toca ligeramente la puerta y yo gruño.
―No abras ―dice James, besando mi mandíbula y luego un lugar cerca de mi
oreja. Sonrío, dejándolo que me de unos besos más antes de alejarlo.
―No es como si no supieran que estamos aquí.
―Estamos ocupados ―grita, y luego trata de besarme otra vez.
―Necesito hablar con ustedes chicos ―grita Lacey del otro lado de la puerta.
James se detiene, la preocupación llena su rostro cuando mira la entrada.
Luego para cubrirlo, me mira de arriba abajo, dejando que su falsa confianza llene
su preocupación.
―No hemos terminado con esto, Barstow ―dice, y luego se dirige a la puerta.
Tomo su café y le doy un sorbo, frunciéndole la nariz a James mientras le abre la
puerta a Lacey, apenas la veo, mi estómago se agita.
―¿Qué pasa? ―pregunto. No responde de la manera correcta. Va a sentarse
en la cama, apoyando sus codos en sus rodillas y su cabeza en sus manos. Su cabello
rojo está mojado y todo hacia atrás, y mientras la miro, puedo ver desde aquí como
tiembla. James debe haberse dado cuenta también porque cierra la puerta y viene a
pararse a mi lado, cruzando los brazos sobre el pecho.
Lacey mira hacia arriba de repente.
―Algo está mal conmigo ―susurra―. ¿Puedes verlo?
Su pregunta me toma desprevenida, y enseguida trato de normalizarlo.
―¿Es migraña? ―pregunto―. Tal vez podamos…
―Mi mamá tenía migrañas ―me interrumpe, su voz tomando un tono
distante―. Una vez, durante un episodio muy malo, me sentó y me dijo que le iba a
pedir el divorcio a mi padre. Lloró hasta que se empezó a ahogar con sus propias
lágrimas, y yo seguía diciéndole que se detuviera antes de que hiciera que papá se
enojara. Sus dolores de cabeza eran siempre peores cuando él estaba molesto.
James se mueve, y deja caer sus brazos.
―Eso es horrible. ¿Por qué El Programa no tomó ese recuerdo?
Tiene razón. El Programa debió haber borrado ese trágico pensamiento.
¿Podían cometer errores así?
Lacey continúa como si no nos hubiera escuchado.
―Mi papá llegó a casa con rosas ―dice―. Le dio una mirada a la cara hinchada
de mi madre, y enseguida tomó su brazo y la arrastró fuera de la habitación. Mi
madre jamás volvió a mencionar el divorcio. Tampoco volvió a sonreír. Pero tenía
migraña casi todos los días.
Un pequeño hilo de sangre sale de la nariz de Lacey manchando de rojo sus
labios antes de caer en su regazo. Digo su nombre y ella toca la sangre con sus dedos.
De sus ojos empiezan a brotar lágrimas cuando ve el escarlata en su mano.
―Mierda ―dice, con sangre en sus labios.
James se mueve rápidamente, sentándola en la cama.
―Aquí ―dice―. Presiona aquí. ―Pone su dedo sobre el puente de su nariz y
luego guía su temblorosa mano al punto correcto. Cuando ella empieza a presionar,
hace que se recueste contra la cabecera. Lacey lo mira indefensa, pero James solo le
sonríe, acariciando su cabello―. Solo es un sangrado en la nariz ―dice―. Vas a estar
bien.
―Eres un mentiroso ―susurra ella.
Su expresión no vacila, ni siquiera muestra un poco de debilidad.
―Cállate. Estás bien. Dilo.
―¿Cállate?
―Estás bien, Lacey.
Ella cierra los ojos, resignada a confiar en James.
―Estoy bien ―repite.
Y cuando James se relaja a su lado, poniendo su brazo alrededor de sus
hombros para que ella pueda apoyar su cabeza sobre su hombro, me doy cuenta de
que es el más grande mentiroso que he conocido. Pero lo hace con las mejores
intenciones.
Cuando la nariz de Lacey deja de sangrar, va a limpiarse, sin mencionar la
memoria que resurgió aunque no debería haberlo hecho. Ella no conoce a Roger.
Este es un recuerdo real, es una memoria. En El Programa nos dijeron que
demasiados estímulos podían sobrecargar el cerebro. Dallas también lo mencionó
como un efecto colateral. No quiero creer nada así, pero al mismo tiempo, tengo
miedo de que sea verdad, nuestros recuerdos podrían matarnos.
―Oye ―dice Cas desde la puerta, sacándome de mi aturdimiento. Su largo
cabello está detrás de sus orejas, y lleva ropa diferente a la de antes―. Son las cuatro.
Nos vamos a reunir en la sala. ¿Vienen?
―Oh… ―Miro a James que sigue sentado en la cama, y él asiente
rápidamente―. Sí ―digo―. Ya vamos para allá.
Cas mira a James y luego a mí, su mandíbula se torna seria.
―¿Pasa algo? ―pregunta. Su voz se torna más suave, y el tono de seriedad es
más auténtico que el tono de vamos-a-ser-todos-amigos de esta mañana.
―No ―respondo rápidamente―. Estamos un poco cansados todavía,
supongo.
Hay una leve pausa en la que Cas estudia nuestras apariencias, pero luego
sonríe ampliamente y no puedo evitar pensar que es falsa.
―Bueno, más vale que se apuren ―dice, mirando la habitación―. Uno de los
chicos trajo pizza y ese tipo de lujos no duran mucho.
James cruza los brazos sobre el pecho.
―Como ella dijo ―empieza―. Estaremos ahí en unos minutos.
La sonrisa de Cas se desvanece.
―Los veré en unos minutos entonces. ―Empieza a dirigirse a la puerta, pero
veo la manera en que examina toda la habitación, la posición de todas las cosas,
como tratando de determinar que está mal con nosotros. No me gusta lo observador
que es. No me gusta que no confíe en nosotros, aunque ciertamente nosotros no
confiamos en él.
Lo que ha cambiado es Lacey. Algo está mal con ella, pero no podemos decirles
a los rebeldes hasta que sepamos qué es. Puede que quieran echarla si creen que se
ha infectado otra vez, o si es una carga. Tenemos que proteger a Lacey, porque en
este mundo, no puedes saber en quién confiar. Todo lo que tenemos es a nosotros
mismos.
Cuando James y yo finalmente reunimos el valor, vamos a buscar al resto. Todo
el mundo está reunido en el salón principal, incluyendo a algunos que no había visto
antes. Pero es la manera en que están vestidos la que me alarma. Los rebeldes ya no
están en camisetas o camisetas sin mangas. Están vestidos de negro ―un color
raramente usado en público― y su maquillaje es negro y dramático. La escena
completa es un estereotipo emo tan grande que estoy confundida.
―¿Qué está pasando? ―pregunto.
Dallas sonríe ampliamente desde el otro lado de la mesa. Su cabello está
peinado hacia atrás con un cintillo negro, y lleva puesto un corsé de cuero con cintas
rojas en los hombros.
―Es una noche especial ―dice, levantando su vaso de plástico en medio de
vítores―. El Club del Suicidio acaba de reabrir.
Capítulo 4 Traducido por Lore_Mejia
Corregido por Nony_mo
l Club del Suicidio? ―pregunto, mirando alrededor de la
habitación. Los otros se ven plenamente felices,
sonriendo y riéndose, pero tengo el espantoso
sentimiento de que acabo de cruzar a una versión
asquerosa de la realidad―. No entiendo.
Dallas sonríe, tomando un largo trago de su vaso antes de responderme.
―No vamos a matarnos, tonta.
¿Tonta? Me pregunto qué hay en su vaso plástico.
―Significa que vamos a salir. Deberías estar feliz de salir de este horrible lugar
por un rato. ―Mira a un lado―. ¿Estás feliz, James?
Hay un poco de celos. No está solo preguntando si está feliz por salir, está
preguntando si está feliz conmigo. James la evalúa, tratando de entender la
situación.
―Sí ―responde sin darle importancia―. Ahora, ¿exactamente qué es el Club
del Suicidio?
La sonrisa de Dallas se resquebraja ante el tono de autoridad de James. Se da
la vuelta y me mira, su postura se torna irritada mientras baja su bebida.
―¿Recuerdas el Centro de Bienestar? ―pregunta―. Esto es lo opuesto. Es
como un lugar para aquellos de nosotros que no queremos usar camisetas polo y
caquis. Para esos que quieren celebrar la elección, la elección de matarnos si se nos
da la maldita gana. ―Se encoge de hombros―. No queremos morir, pero es
divertido explorar nuestro lado oscuro cuando el resto del mundo trata de
esconderlo.
―Eso es lo más estúpido que he escuchado ―dice James―. Y suena peligroso.
Dallas sacude la cabeza.
―No lo es. Es lo más seguro que estarás de la influencia del Programa. Puede
ser tú mismo, James. ¿Cuándo fue la última vez que lo fuiste?
―¿E
―Púdrete ―murmura él, examinando un pellejo en su pulgar. Puedo ver que
sus palabras lo hirieron y eso me enerva. James siempre es él mismo. Puede que no
recuerde su vida, pero no fue cambiado. Sigue siendo él. Eso es lo que yo creo.
―Pienso que pasamos ―digo, deslizando mi mano en el codo de James―. De
todas formas, gracias.
―Irán ―dice Dallas, luego su voz se torna más suave―. Deberían ir. Es un
gran lugar para reclutar nuevos miembros. Ahí es donde conocí a Cas. ―Ella lo
mira―. Estabas tan apuesto ―lo molesta―. Esos enormes ojos marrones y su cabello
largo, creo que te habría traído a casa incluso si hubieras estado deprimido.
―No compartamos todos nuestros secretos ahora… ―responde Cas, luchando
por esconder una sonrisa apenada. No puedo decir si han tenido algo o no, y
francamente no me importa.
―Así que estamos huyendo del Programa, pero ¿vamos a ir a un club?
―pregunta James, señalando la obvia falla de este plan―. ¿Por qué no llamamos a
los cuidadores nosotros mismos y les pedimos que nos encontremos allá?
―Eres tan gracioso ―dice Dallas con una risa burlona―. Seguro, el Club del
Suicidio tiene sus riesgos, pero los propietarios son cuidadosos. Nunca es dos veces
en el mismo lugar, siempre oculto. Solo los que sabemos nos enteramos, y aun así
solo el día en que sucederá. No es como si hicieran publicidad. ―Dallas apoya su
codo en la mesa―. No todo el mundo quiere portarse bien todo el tiempo, así que
van al Club del Suicidio para soltarse. Y cuando se trata de rebeldes, este es el mejor
lugar para encontrarlos. Podemos ver cómo son realmente. Solo tenemos que buscar
entre los verdaderamente perturbados para encontrar a los luchadores. ¿No fue así
que Realm te encontró, Sloane? ¿Por tu mala actitud?
A la mención de Realm, James y yo nos volteamos hacia ella a la defensiva. No
pico la carnada de Dallas. Ya sea que sus palabras vayan dirigidas a herirme o a
interponerse entre James y yo, no le daré más oportunidades por encima de aquellas
que ya trata de tomar. Sí me lastima en realidad, y trato de suprimir el recuerdo de
Michael Realm, cuánto lo extraño y me preocupo por él. Dallas me mira con algo de
satisfacción, la chica que me contó sus secretos está oculta detrás de maquillaje y el
trago que esté en su vaso. Toma nuestro silencio como aceptación.
―Nos vamos en una hora ―dice―. Te conseguiré algo apropiado para que te
pongas y te lo enviaré a tu habitación, Sloane. No nos dejaran entrar si te ves así.
James. ―Sonríe―. Estás bien así como estás.
James y yo nos quedamos de pie como un par de idiotas, mirándola, y Dallas
vuelve a reírse y a beber con los otros rebeldes como si nosotros no existiéramos.
James me mira escéptico.
―¿Se supone que debo estar de acuerdo con que salgas así? ―pregunta,
acariciándose la barbilla mientras me rodea―. Creo que puedo ver tu vientre.
―No puedes. ―Me río y doy la vuelta para seguir su lenta evaluación.
Me mira dudosamente.
―Es corto.
―No tan corto. Las botas son sexy. ―Levanto mi pie, modelando las botas de
cuero negro con púas que Dallas envió. Son un poco grandes, pero espero que eso
les evite lastimarme mucho.
Ni James ni yo habíamos estado interesados en salir, pero ahora que llevo
puesta esta corta falda negra, camiseta rasgada, y suficiente maquillaje para que no
me reconozca mi familia, me siento… bien. Como si pudiera ser alguien más por
esta noche.
―Contigo vestida así, probablemente acabe en una pelea ―dice él.
―Lo sé. ―Sonrío―. Dallas y los otros están esperando en el salón principal,
así que deberíamos apurarnos antes de que se enoje más.
―¿Eso es posible? ―pregunta, caminando hacia la cómoda. Saca una camiseta
de la maleta y luego se gira hacia mí. Sus mejillas están ásperas por no afeitarse;
suaves sombras se posicionan bajo sus ojos―. Sloane ―pregunta suavemente―.
¿Estás segura de que esto es una buena idea?
La ansiedad revuelve mi estómago.
―Estoy muy segura de que es una idea terrible ―digo―. Pero no sé qué más
hacer. Podríamos negarnos, incluso podríamos escaparnos con Lacey, pero la
verdad es que no tenemos adónde ir. No podemos irnos sin obtener respuestas o
acabaremos indefensos, siendo arrastrados de regreso al Programa.
James se detiene, absorbiendo mis palabras, pero no debe tener un mejor plan
porque se quita la camiseta antes de ponerse la limpia. Espero en la puerta, pero me
doy cuenta que aún estoy usando el anillo, el anillo plástico que James me dio en el
río. Se ve infantil comparado con la ropa adulta que estoy usando, así que me lo
quito y lo pongo en la cómoda. James levanta una ceja, cuestionando mis razones.
―Es demasiado dulce ―digo con una sonrisa. James examina mi ropa otra vez,
y con un pesado suspiro, asiente. Soy alguien más esta noche.
Encuentro a todos reunidos en el primer salón, la escena está tan fuera de lugar
que empiezo a pensar que estoy alucinando. Dallas está de pie, como una visión
gótica negra y roja. Cas está a su lado, su largo cabello desordenado en su cara, con
delineador negro en los ojos. Todos se ven como salidos de una versión pirata de Los
locos Addams, y eso me incluye a mí.
―No estoy bien vestido ―dice James.
―No ―dice Dallas con una sonrisa―. Estás perfecto. Estaba pensando en que
condujeras esta noche. Necesitamos a alguien que se vea normal detrás del volante.
No que alguna vez serás un tipo promedio.
Ruedo los ojos y me doy la vuelta. Parece ridículo decirle que no mire a mi
novio y me gusta pensar que estoy por encima de eso. Pero si lo hace otra vez, tal
vez le saque los ojos.
―¿Dónde es ese lugar?
―El Club está en Kelsey, a veinte minutos de aquí. Te guío.
James asiente, pero entonces algo atrae su mirada. Sigo su mirada hacia la
puerta donde Lacey está parada. No está vestida para el Club del Suicidio. En vez
de eso, está usando sudadera grande y una camiseta que dice Oregon Ducks.
―No me siento bien ―dice, su cara sin maquillaje causa impresión en una
habitación de caras pintadas―. Iré la próxima vez.
Cas de inmediato camina hacia Lacey y toca su brazo. Se inclina a susurrarle
algo en el oído, y después de un momento Lacey se quita para mirarlo antes de
asentir lentamente. Quiero saber qué dijo Cas, lo que sabe de Lacey que yo no. Ella
es mi amiga, él es solo un tipo al que ella le partió la nariz. Cas pone un brazo sobre
sus hombros y empieza a llevarla en otra dirección, pero rápidamente troto detrás
de ellos.
―Lacey ―le grito. Ella me mira, sus ojos recelosos.
―Por favor no te preocupes por mí, Sloane ―dice―. No es bueno para ti o
para James. Solo necesito dormir un poco, eso es todo. Diviértete, hablaremos
mañana.
―Voy a quedarme con ella ―dice Cas―. Ya he ido al Club del Suicidio lo
suficiente. Dallas se las puede arreglar sin mí una noche. ―Se da la vuelta para
sonreírle gentilmente a Lacey, pero ella no lo hace. En vez de eso sus ojos se dirigen
a su habitación como si no quisiera nada más en el mundo que dormir. Soledad.
―No creo que deba dejarte. ―Me empiezo a dirigir hacia ella, pero la postura
de Lacey cambia agitada.
―Sloane ―dice―, te amo, pero por favor, no es nada personal. Lo prometo.
Solo estoy cansada, y no he estado sola desde que dejé Oregón. Quiero algo de
espacio. ―Se gira hacia Cas, quitándose su brazo de sus hombros―. Y eso te incluye,
Casanova. No necesito que me des vueltas ni que intentes meterte en mi pantalón.
Cas se ríe fuertemente y luego aguanta su sonrisa. No estoy segura de si él iba
a coquetear con ella o si Lacey sabía cómo apenarlo para quitárselo de encima. Él
levanta su mano en señal de rendición, y Lacey le agradece. Se va hacia la habitación,
desapareciendo en la esquina antes de que pueda escuchar el seguro de la puerta.
Por un momento, no estoy segura de qué hacer. Aparte del sangrado en la nariz
y el deseo de estar sola, Lacey no parece estar deprimida. No hay señales de
verdadera depresión, ojos oscuros, espirales, comportamiento errático. Después de
todo ha sido curada. Perdió a Kevin ―Kevin― y tal vez necesite un poco más de
tiempo para lidiar con eso. Todos lo necesitamos.
Cas vuelve a entrar a la habitación principal, y decido dejar que Lacey tenga
una noche de tranquilidad, jurando acosarla mañana. Tendrá que hablar en algún
momento. Atravesaremos esto juntas. Vuelvo a entrar a la habitación y busco a
James. Lo encuentro sentado con Dallas de pie cerca, hablando animadamente.
James dice algo que no puedo escuchar, y ella se ríe, inclinándose casualmente para
tocar su rodilla. El cosquilleo de celos se extiende hacia mi pecho.
Dallas alza la mirada, sintiendo mi presencia, y deja caer su mano de James.
Mira a la habitación.
―Bueno ―anuncia con una palmada―. Ahora que estamos todos de regreso,
es hora de divertirnos. ―Hace señas hacia la escalera y rápidamente la habitación
empieza a vaciarse. James se da la vuelta y me ve, mirando mi atuendo como si
acabara de recordar cómo estoy vestida. Se muerde el labio mientras se aproxima, y
mis celos de antes se desvanecen cuando me toma la mano.
Cas aparece a nuestro lado y Dallas se dirige a nosotros.
―Creo que me voy a quedar ―dice Cas, intercambiando una mirada con
Dallas―. Estar pendiente de las cosas aquí.
―Si esto es por Lacey, no creo que quiera que la molestes ―digo rápidamente.
―¿Qué le pasa a Lacey? ―pregunta James.
Me encojo de hombros.
―Quiere algo de espacio. ―James trata de mirar si hay algún tipo de
significado oculto en mis palabras, pero no lo hay―. Creo que solo está cansada
―digo seriamente.
―¿Ese es tu diagnostico doctora? ―pregunta Dallas. Aprieto los dientes y la
miro―. Incluso si tienes razón ―agrega―, no dejamos personas en nuestras casas
seguras solas, deprimidos o no. Pueden traicionarnos sin querer, o a propósito. Los
suicidas no son nada predecibles.
―Ella no es suicida ―le digo.
―Seguro ―dice Dallas―. De todas formas, Cas va a quedarse. Y tenemos que
llegar a un club, así que si no les importa mover su trasero…
Miro a James, pero él está perdido, examinando la situación en su cabeza,
analizando nuestras opciones. Después de un segundo, su mirada azul clara cae
sobre mí.
―¿Qué quieres hacer? ―pregunta.
―Te necesito James ―interfiere Dallas, más sobria de lo que creía―. Lacey
estará aquí en la mañana y ustedes tres pueden jugar al psicólogo. Pero ahora mismo
los rebeldes te necesitan. No es que tengamos mucho músculo aquí. ―Mira a Cas―.
Sin ofender.
―No me he ofendido. ―Se mete las manos en los bolsillos, pero no parece
decepcionado de perderse el Club del Suicidio. De hecho, creo que tiene prisa por
quitarse la ropa negra y el delineador.
Dallas se impacienta con el silencio de James, y su dureza empieza a quebrarse.
―Por favor ven con nosotros esta noche ―dice―. Necesito refuerzos, ya sea
de nuevos rebeldes o de Cuidadores. No puedo hacer esto sola. Y a Cas le parten la
nariz muy a menudo. Hay algo en ti, en ustedes ―concede―, que está inspirando
a la gente. Estamos muriendo. Necesitamos más miembros y no sé cuándo será el
próximo Club del Suicidio.
Su súplica debe tocar a James correctamente porque, sin consultarme antes,
asiente. James no es un luchador, no realmente. Pero tiene un buen corazón y aunque
pretenda ser un idiota, la mitad del tiempo no puede ocultarlo. Amo eso de él. Y
ahora, con una mezcla de ansiedad y miedo, lo dejo halarme para ir al Club del
Suicidio.
El edificio no está marcado. Su fachada de piedra gris y ventanas con barrotes
de hierro es amenazante, hay bugambilias muertas en los costados. El viejo aviso
sobre la puerta pertenece a un viejo local de tatuajes, uno corriente. Dallas dirige a
James a la parte de atrás, y estacionamos cerca de donde están el resto de carros. Es
tan extraño estar afuera, un grupo de adolescentes sin ningún tipo de supervisión
de un Cuidador. El sabor de la libertad es abrumador, como si estuviera girando
fuera de control, borracha de vida.
Hay un gorila en la entrada del Club del Suicidio, un tipo de miedo con un
brazalete de púas y cariño por las camisetas apretadas. Nos estudia a cada uno,
apuntando una luz hacia nuestros ojos. Dicen que cuando la enfermedad ―la
depresión― nos infecta, nuestros ojos de verdad cambian. Y que si sabes qué buscar,
puedes ver la muerte allí. Ha pasado poco tiempo desde que me encontré con Liam
fuera del Centro de Bienestar. Se había enfermado, diciéndome palabras horribles.
Lo vi en el medio de la epidemia, sus ojos no estaban bien.
Supongo que es eso lo que el gorila busca, asegurándose de que no les digamos
al resto nuestros pensamiento suicidas. Cuando dejan pasar a James antes que a mí,
dejo salir un suspiro de alivio. Y cuando entro detrás de él, finalmente dejo de
temblar.
Capítulo 5 Traducido por Apolineah17
Corregido por Helen1
l interior del Club del Suicidio está brumoso por el humo de cigarrillo.
Hay grandes habitaciones con paredes de estuco pintadas en un color
morado oscuro, y las luces negras mezclándose con las luces de neón,
creando una especie de sombra profunda. Las personas flotan, sus charlas
silenciadas por la música, los sonidos son transgresores, pesados, y rasguñan el
alma. Me balanceo por ello, por algo que olvidé que estaba allí, algo oscuro. Una
parte de mí que solía estar triste y que tal vez todavía lo está.
La mano de James toca la parte baja de mi espalda mientras hace un gesto hacía
una mesa vacía. Me siento, y él se sienta a mi lado, examinando el sitio.
―Esta no es realmente mi idea de diversión ―dice.
No parece sentir lo mismo que yo, la tristeza. Él no está atraído por ella, y
pienso otra vez en nuestro pasado perdido, y en lo que este momento dice al
respecto. Tal vez James nunca estuvo triste. Tal vez yo siempre lo he estado. Por un
fugaz momento, es como si estuviera escapando, y alcanzo la manga de su camiseta
para acercarlo más, trayéndome de vuelta a la realidad.
Debo ocultar bien mi inseguridad, porque James besa la parte superior de mi
cabeza, rozando sus dedos a lo largo de la malla negra en mi rodilla antes de susurrar
que volverá en un momento. No quiero que se vaya, pero no digo nada mientras se
aleja. Este lugar me hace sentir vulnerable, expuesta. Frente a mí una pareja está en
una cabina, presionándose el uno contra el otro mientras se besan, aparentemente
ajenos a las personas que los rodean. Aparto los ojos, pero entonces me doy cuenta
de las miradas perdidas en la multitud. He leído los folletos del Programa, los que
mi madre solía dejar al lado del teléfono. El Programa dice que aquellos que están
infectados exhiben todo tipo de comportamientos poco característicos, incluyendo
promiscuidad, ira y depresión. Tal vez nunca se les ocurrió a los buenos médicos
que a veces una pareja podría ponerse caliente entre sí o enojada o triste. Y no
siempre es una enfermedad.
Justo mientras pienso esto, noto a un chico apoyado contra la pared de estuco,
con un aro en su labio y otro en su ceja. Su cabello negro le cae a la mitad de los ojos
mientras inspecciona el lugar. No estoy segura si es su postura, o simplemente el
entorno, pero su desesperación es palpable.
E
Me acuerdo de dónde estoy, la música de repente está demasiado fuerte, el aire
tiene demasiado humo. Apoyo los codos sobre la mesa y pongo mi rostro en mis
manos. Apenas soy capaz de deshacerme de mi nueva ansiedad recién aumentada,
antes de que sienta a alguien a mi lado.
―Estás un poco deprimida, Sloane ―dice Dallas. Está sosteniendo un vaso
transparente de plástico lleno de un líquido rojo brillante. El club probablemente no
confía en sus clientes con vasos de vidrio. Dallas toma un sorbo de su bebida,
pasando su mirada sobre mí y deteniéndose en la cicatriz roja del corte en mi
muñeca. Sus pupilas son agujeros y me pregunto si solo está en el alcohol o en las
drogas―. ¿Cuántas veces has intentado suicidarte? ―pregunta.
Un sonido herido se escapa de mi garganta mientras su pregunta trae un dolor
que no puedo asociar con ningún recuerdo específico. Pero de repente la odio. Puedo
ver exactamente lo que está haciendo, cómo está tratando de provocarme.
―Sabes malditamente bien que no puedo recordar ―le digo―. Pero te aseguro
que no voy a tratar de suicidarme, si eso es lo que estás esperando.
Dallas se ríe, sorbiendo otra vez de su bebida.
―¿Por qué crees que me gustaría eso?
Echo un vistazo hacia donde James está esperando en la barra, entregándole el
dinero al barman tatuado antes de agitar el líquido rojo en una de las copas con una
mirada dudosa. Dallas hace un sonido con la lengua.
―Oh, por favor, Sloane ―dice, inclinándose más cerca de mí mientras ambas
observamos a mi novio―. Si quisiera a James, si realmente lo quisiera, no necesitaría
que murieras para tomarlo.
Estoy a punto de tirar la bebida de su mano y de decirle que recupere la
sobriedad antes de que la golpee, cuando James está allí, poniendo una copa enfrente
de mí. Él ni siquiera nota a Dallas.
―No tengo idea de lo que es esto ―me dice―. Pero es la única bebida que
sirven.
―Se llama Bloodshot ―dice Dallas―. Te hace sentir cosas.
Sonríe abiertamente cuando James la mira por encima del hombro, los labios
de ella están teñidos por el líquido rojo. Se estira para pasar el dorso de sus dedos
sobre el bíceps de James, y en lugar de estremecerse y alejarse, la mira como si
hubiera perdido la cabeza
―Te veo después ―le murmura íntimamente antes de alejarse, ganando
algunas miradas ardientes de otros chicos en el club, incluyendo al chico perforado
que todavía está contra la pared. Cuando Dallas se ha ido, James se sienta.
―¿Qué diablos está mal con ella? ―pregunta, levantando la copa y oliéndola
antes de tomar un sorbo.
―Es una psicótica ―digo, y tomo un gran trago para bloquear la duda y la
preocupación. El sabor es insoportablemente dulce al principio, y hago una mueca
después de tragarlo. No le creo a Dallas. Nunca podría tener a James, ni siquiera si
yo estuviera muerta. James suelta una fuerte exhalación, examinando la bebida.
―Esto está fuerte ―dice, empujándola a un lado.
Asiento, tomando otro sorbo. El calor baja por mi garganta, y se propaga a
través de mi pecho, pero me gusta. Me gusta lo rápido que hace que mi cuerpo se
relaje, que mis pensamientos se vuelvan difusos. Termino la bebida, observando el
lugar hasta que James se acerca para hablarme al oído, con su brazo casualmente
sobre mi regazo.
―Creo que ese tipo está en algo un poco grave ―dice, señalando al chico que
había estado observando. Pero he perdido el interés en el chico suicida.
Mi mente gira cómodamente, y mientras los dedos de James dibujan patrones
en mi piel, llega el deseo. Él está a la mitad de una frase cuando me giro y lo beso,
atrapándolo con la guardia baja solo por un momento antes de que su mano esté en
mi cabello y su lengua esté en mi boca. El mundo se desvanece y solo somos
nosotros, murmurando te amo entre besos. Estoy sintiendo mucho y pensando poco.
Pronto estoy fuera de mi silla, bailando en medio de la multitud, con James
presionado contra mí mientras la música construye muros alrededor de nosotros.
Bebidas rojas. Ojos tristes. Beso a James, enredando mis dedos en su cabello,
deseando que estuviéramos en otro lugar. Y entonces lo estamos. James me guía a
través de un laberinto oscuro antes de presionarme contra la fría pared. Estoy sin
aliento mientras él envuelve mi muslo alrededor de su cadera. Besa mi cuello, mi
clavícula.
―James. ―Respiro profundamente, dispuesta a perderme por completo
cuando una luz brillante inunda mi visión.
―¡Oigan! ―dice una voz profunda. James permanece presionado contra mí,
pero se gira hacia la luz, levantando la mano para bloquear el deslumbramiento―.
Ustedes no pueden estar aquí ―dice el hombre.
Me toma demasiado tiempo enfocarme, para descubrir que estamos en algún
cuarto trasero al lado de cajas y cajas. Mi palma toca la pared de bloques expuestos
detrás de mí mientras la luz del club se filtra por la puerta abierta. No estoy ebria.
Esto es algo diferente, algo mejor.
―Creo que pusieron algo en mi bebida ―murmuro mientras James da un paso
hacia atrás. Trato de arreglar mi ropa, pero James tiene que agarrarme del brazo
cuando casi tropiezo con mis botas de tacón. A James, todavía sonrojado, le toma un
segundo darse cuenta de lo que he dicho.
―¿Estás segura? ―pregunta. Confundido, mira alrededor de donde estamos,
me mira, y luego maldice entre dientes―. Sí, lo hicieron ―concuerda. Dejo que me
lleve hasta donde el portero está sosteniendo la puerta abierta. Cuando pasamos,
niega, luciendo más molesto que enojado.
―Mantenlo dentro del club o llévalo a casa ―dice el portero detrás de
nosotros. James se ríe y le dice que hará su mejor esfuerzo.
Cuando escapamos dentro de la sala llena de humo, James hace una pausa para
mirar alrededor. Voces bajas y sonidos fuertes nos rodean, y me mecen de nuevo.
Estoy en una hiper realidad donde nada está mal, donde nada duele. Me gusta.
―¿Te sientes bien? ―pregunta James, frunciendo el ceño con preocupación.
Quiero tocarlo y me estiro para poner mi mano sobre su mejilla. Pienso en lo mucho
que lo amo, y antes de que pueda decírselo, me pongo de puntitas y lo beso de
nuevo.
―Te deseo ―murmuro contra sus labios. De repente estoy convencida de que
lo necesito, necesito esa cercanía de una manera que nunca he querido antes. La
intensidad de nuestro toque, su boca contra la mía…
―Sloane ―dice James, alejando mis manos de su cuerpo. Se inclina, por lo que
sus ojos están al nivel de los míos, sonriendo―. Aunque nada me gustaría más que
arrancar esas ridículas ropas, prefiero hacerlo en privado. ―Asiente con la barbilla
al escenario a nuestro alrededor y recuerdo que todavía estamos en público. Me toco
la frente, tratando de darle sentido a mis sensaciones. Parpadeo rápido y miro de
nuevo a James.
―¿Éxtasis? ―pregunto.
―Supongo. Pero no estoy seguro de por qué lo pondrían en nuestras bebidas.
De cualquier manera, deberíamos salir de aquí. Vamos a encontrar a Dallas.
Tuerzo mi labio ante la mención de su nombre, pero empezamos a buscarla en
el club de todas formas. Los rostros son borrosos, y entre más trato de concentrarme
en ellos, más difícil se vuelve. Rasgos tras rasgos, todas las voces alrededor, dentro
de mi cabeza. Me estoy quedando atrás, así que James me pone contra la pared.
―Espera aquí ―dice―. Ya vuelvo. ―Lo observo desaparecer en la multitud,
y entonces inclino la parte posterior de mi cabeza sobre la pared y cierro los ojos. El
dulzor de la bebida roja se ha desvanecido en un sabor químico y metálico.
―Qué asco ―digo, deseando una botella de agua.
―Es feniletilamina ―dice alguien a mi lado―. Entre otras cosas. ―No me
sorprende del todo ver al chico perforado de antes. Él se vuelve hacia mí, y sus ojos
son aún más oscuros de cerca, pero no como si estuvieran muertos. Es como si
estuviera usando lentes de contacto―. Las drogas son para provocar euforia,
enmascarar la depresión ―dice―. Pero en realidad sólo nos joden.
―Lo he notado ―digo, fascinada por su rostro. Quiero tocar uno de sus aros,
pero entonces aprieto mi mano en un puño para enterrar el pensamiento―. ¿Es legal
que nos droguen? ―le pregunto.
―Ni siquiera es legal para nosotros estar aquí, así que no es como si
pudiéramos denunciarlos.
―Buen punto. ―Aunque sé que no soy yo misma, todavía me gusta esta
sensación, esta libertad despreocupada. La tristeza que llevaba dentro se ha ido.
Ahora es como si nunca fuera a estar triste de nuevo. Me siento invencible. Me
pregunto si esto le hizo lo mismo a este chico―. ¿Cómo te llamas? ―le pregunto.
―Solo dime Adam.
―Lo haces sonar como si ese no fuera tu verdadero nombre.
Se muerde el labio para ocultar su sonrisa.
―No lo es. Sabes, eres bastante lista para alguien que bebió un Bloodshot
completo.
―O tal vez solo te juntas con un montón de gente estúpida.
Se ríe, moviéndose más cerca de mí mientras lo hace. Cuando se ríe, se me
ocurre que sus labios no están rojos, no tienen ese ligero tinte rojo que tienen los de
Dallas (y probablemente los míos) por la bebida. ¿Él tomó un Bloodshot?
―Deberíamos salir de aquí ―dice Adam, haciendo un gesto hacia la puerta.
Tengo un carro y un lugar agradable. ¿Dónde vives?
No lo dice de manera espeluznante, incluso si me está pidiendo que me vaya
con él. Y tal vez le habría dicho adiós con la mano, mencionando cómo James
probablemente le patearía el trasero, pero estoy molesta por el hecho de que no me
está dando su verdadero nombre. Estoy a punto de preguntarle cuando mi novio de
repente aparece, caminando entre la multitud con Dallas detrás, de la mano con un
chico de cabello púrpura y unos jeans de alguna manera demasiado ajustados.
James nos lanza una mirada sospechosa a Adam y a mí.
―Y se terminó esta conversación ―murmura él, y me aleja de la pared. No me
había dado cuenta de lo mucho que ésta me estaba sosteniendo―. Realmente no
deberías hablar con extraños ―añade James en voz baja, lanzando otra mirada en
dirección a Adam.
Dallas finalmente nos alcanza y se para delante de nosotros, soltando a su
acompañante.
―Yo todavía no me voy ―afirma. Estoy a punto de protestar, cuando ella
sonríe ampliamente y levanta las llaves, colgándolas en sus dedos―. Pero ustedes
váyanse ―dice, luciendo extremadamente ebria―. Conseguiré un aventón de
regreso. ―Asiente hacia el chico a su lado.
Eso parece completamente imprudente, pero en este momento, no voy a
discutir. Este lugar es abrumador, desconcertante… seductor. James toma las llaves
de su mano y luego comienza a dirigirse hacia la puerta. Mientras salimos, oigo la
voz de Adam.
―Ten una buena noche, Sloane ―dice detrás de mí. Me doy la vuelta y le digo
adiós con la mano porque él no fue un total idiota ni nada.
―Sí, tú también.
Sigo a James afuera, tomando de vez en cuando su brazo mientras pasamos
entre la multitud abarrotada esperando para entrar. No es sino hasta que estamos
en el aire fresco de la noche que me detengo y miro hacia atrás, hacia el edificio, un
escalofrío recorre mi piel. Porque me doy cuenta… de que nunca le dije mi nombre
a Adam.
Capítulo 6 Traducido por scarlet_danvers
Corregido por Helen1
l almacén está tranquilo cuando entramos. Cada movimiento que hago
suena demasiado fuerte, cada paso. Cada respiración. La puerta de Lacey
está cerrada, y las luces zumban mientras caminamos por el pasillo.
Estamos apenas en el interior de la habitación cuando la mano de James roza mi
cadera, me mueve a un lado, pero lo agarro por la camiseta y lo tiró hacia mí.
Es como si nos estuviéramos muriendo de hambre el uno por el otro, su boca
está en la mía y me apoya contra la puerta, cerrándola. Hemos dormido juntos sólo
una vez, que yo recuerde, y estoy febril por él ahora. Mis manos se deslizan bajo su
camiseta antes de tirar de ella sobre su cabeza, y oigo mi camiseta rasgarse más a
medida que él tira de ella con el puño. Cuando no sale del todo, gruñe, y entonces
nos estamos moviendo hacia la cama. Lo empujo hacia abajo y luego subo sobre él,
olvidando todo aparte de nosotros. Nuestras capas de ropa comienzan a evaporarse,
y su piel está caliente contra la mía. Susurro su nombre, y luego me da la vuelta
colocándose sobre mí, es pesado, pero perfecto. Alcanza su pantalón que se
encuentran en un montón junto a la cama, cuando siento algo debajo de mi espalda.
Me muevo, pensando que es una etiqueta de las sábanas, pero cuando me estiro para
sacarla de debajo de mí; veo que es un pedazo de papel doblado.
James saca un condón de su cartera y luego se da cuenta que estoy sosteniendo
algo. Hace una pausa.
―¿Qué es eso? ―pregunta, con voz ronca.
―No lo sé ―digo. El pánico comienza a burbujear mientras James se aleja de
mí para conseguir una mejor visión del papel. Empiezo a desdoblarlo, viendo a
través de la hoja que hay algo escrito en tinta, es una nota. En la letra perfecta de
Lacey, hay una sola palabra que no significa nada para mí, y sin embargo me saca
una respiración entrecortada.
Miller
―¿Sloane? ―La voz de James está a un millón de kilómetros de distancia
mientras dejo caer el papel, mi pecho pesado con un dolor que no puedo entender.
E
James agarra la nota de mi regazo y la lee. La arroja a un lado antes de tomar mis
hombros―. ¿De quién es esto? ―pregunta. Mis ojos aterrados encuentran los suyos
mientras me empieza a temblar todo el cuerpo.
―Lacey. ―En mi cabeza solo puedo pensar Miller. Mi Miller. Pero no sé lo que
significa.
―Maldita sea ―dice James, saltando para agarrar su pantalón del suelo y
poniéndoselos. Arroja su camisa en mi dirección y luego está fuera de la puerta,
corriendo descalzo por el pasillo. Me deslizo en su camisa y corro tras él.
¿Por qué Lacey escribiría esa nota? ¿Por qué la pondría en mi cama? Oh, Dios.
Empiezo a correr más rápido. ¿Dónde está Lacey?
Alcanzo a James justo cuando se detiene frente a la puerta de Lacey, sin tocar
antes de entrar sin embargo. La habitación está oscura, y cuando miro hacia adentro,
él está en el medio, deslizando su mano en el aire en busca de la cadena de la luz.
―¿Qué está pasando?
Me doy vuelta y veo a Cas acechando hacia nosotros, sacando su navaja. Su
cara está hinchada por el sueño, su ropa arrugada, pero está tan alerta como si
hubiera estado esperando a los Controladores toda la noche. En ese momento, la
luz inunda la habitación, y mi corazón salta de esperanza. La habitación es austera
y la cama está vacía. Lacey se ha ido.
Cas entra en la habitación empujándome, y tira de las sábanas como si Lacey
estuviera de alguna manera oculta. Gira para enfrentar a James.
―¿Dónde está ella? ―exige en tono acusador. James se ve devastado,
conmocionado.
―No lo sé.
Cas abre a tirones los cajones de la cómoda, maldiciendo cuando los encuentra
vacíos. Todavía estoy en la puerta y cualquier rastro de la bebida en el Club de los
Suicidas ha desaparecido, reemplazado en cambio con incredulidad y pánico. Cas
saca el teléfono de su bolsillo y comienza a caminar mientras marca. James sigue en
pie bajo el balanceo de la bombilla desnuda, con la cabeza gacha, el pecho agitado.
―¿James? ―digo débilmente. Él me mira, y soy golpeada con una imagen tan
familiar, no estoy segura de cómo procesarla. Los ojos de James están rojos, su piel
con manchas, como si estuviera a punto de llorar. Pienso que Lacey se ha ido, y luego
uniéndose a ello está el pensamiento de que “Miller” se ha ido también. La expresión
de James se ajusta a la idea de alguna manera, como si estuviera repitiendo un
recuerdo de mi cabeza.
James tose el inicio de un grito, pero luego cruza la habitación y me recoge en
un abrazo. Sus labios presionan un fuerte beso en mi frente, con los músculos
rígidos mientras agarro su brazo.
―Dallas ―dice Cas al teléfono―. Tienes que volver. ―James y yo miramos a
Cas mientras sigue paseándose―. Me importa una mierda ―le espeta al receptor―.
Lacey se ha ido. Estamos comprometidos. ―James y yo intercambiamos una mirada,
miedo se clava en mí―. Voy en camino ―dice Cas a Dallas, y luego cuelga.
―¿Qué está pasando? ― pregunta James.
―Consigue tus cosas ―dice Cas, saltando más allá de nosotros―. Ya nos
vamos. ―Hace una pausa en la puerta y se vuelve para mirarme―. Siento mucho lo
de tu amiga ―dice―. Realmente lo hago. Sin embargo los que vuelven siempre son
una amenaza, y Lacey se ha ido. Será sólo cuestión de tiempo antes de que El
Programa venga por el resto de nosotros.
―¿Crees que tienen a Lacey? ―pregunto, frenética.
―Sí ―dice Cas en voz baja―. Creo que Lacey está con El Programa. Ahora
toma tus cosas y nos vemos en la camioneta.
Cas se va, y yo giro hacia James, esperando que me diga que Cas está
equivocado. Pero James solo se queda mirando tras él.
―Lo intenté ―susurra, sobre todo a sí mismo. Luego baja los ojos para
encontrarse con los míos―. Traté de ayudar a Lacey, pero no fue suficiente.
―Tenemos que traerla de vuelta ―digo, asintiendo con la cabeza para
conseguir que James entienda―. Tenemos que encontrarla y traerla de vuelta.
James sólo puede balbucear su acuerdo, pero no está aquí conmigo. Sus ojos se
ven fuera de foco y comienza a salir de la habitación. Lo sigo, el suelo frío en mis
pies, mientras busco en mi mente otros lugares donde Lacey podría estar. Tal vez
decidió ir al Club de los Suicidas después de todo. Quizá… nada. Esto no puede ser
el final.
La culpa ataca mi conciencia cuando pienso en cómo Lacey actuaba justo antes
de que saliéramos del Club de los Suicidas. Debería haber hecho más, pero pensé
que la vería mañana. Pensé que había más tiempo. Fui tan estúpida. Ella evocó un
recuerdo que no se suponía que tuviera, y simplemente la deje.
James ya está en la habitación cuando entro, metiendo la ropa en la bolsa de
lona. Agarro unos jeans y me los pongo antes de cruzar a la cómoda. Saco la píldora,
y en ese momento James mira por encima.
―Si encontramos a Lacey ―digo, mi cuerpo temblando―. Podríamos darle la
píldora. Tal vez podría ayudar. Tal vez podría curarla.
James baja los ojos.
―Fueron sus recuerdos los que le hicieron daño, Sloane. No estoy seguro de
que darle más de ellos sea una buena idea.
Miro la píldora, dispuesta a debatir el punto, pero Cas está gritando desde la
otra habitación para que nos apuremos. Meto la píldora en mi bolsillo y termino de
empacar nuestras cosas. Antes de preocuparme qué hacer con la píldora, tenemos
que encontrar a Lacey.
Una vez empacado, nos dirigimos hacia la puerta. James se tambalea hasta
detenerse y recoge la nota del piso para examinarla una última vez.
―¿Qué significa esto? ―pregunta―. ¿Quién es Miller?
―No sé ―digo, moviéndome a su lado para leer la palabra de nuevo―. Pero
me duele.
―Lo sé ―dice James, aplastando el papel en el puño―. Es como una pena, un
dolor aquí ―se golpea ligeramente su corazón―. Por alguien que no conozco.
Pero puedo decir lo que está pensando, debimos haber conocido a Miller.
Es veinte minutos más tarde cuando James está manejando el Escalade que
habíamos dejado en Oregón, Cas siguiéndonos en la furgoneta blanca. Estamos
recogiendo a Dallas y los otros en el Club de los Suicida, pero mientras conducimos,
veo las calles, con la esperanza de ver a Lacey deambulando o perdida. No quiero
creer que se haya ido.
Lacey, de cabello rubio platino, que se pintó de color rojo porque sí. Lacey que
comía pastelillos para el almuerzo y cuestionaba todo. Podría haber hecho más para
ayudarla. Me podría haber quedado esta noche. Pero ella se escapó, tomó sus cosas,
¿adónde iría? ¿Qué recordó que fue tan horrible? Me toco el pecho, mientras el dolor
se inicia de nuevo, el nombre de Miller frecuentando mis pensamientos.
A medida que nos detenemos en el Club de los Suicidas, el gorila se endereza,
viéndose alarmado. Inmediatamente saca su teléfono y lo aprieta contra su oreja.
Cas estaciona y trota hacia él mientras James y yo esperamos en el SUV. Estamos en
silencio. La ansiedad y la preocupación giran en mis entrañas, y no sé qué hacer.
Casi quiero otro Bloodshot del club.
―Estoy harto de perder ―dice James en voz baja―. Y estoy harto de huir. ―Se
vuelve hacia mí, y el fuego está de vuelta en sus ojos, la tristeza sustituida por la
ira―. Vamos a acabar con El Programa, Sloane. Y vamos a traer a Lacey de vuelta.
―¿Lo prometes? ―pregunto, queriendo creer sus palabras, a pesar de que sé
que James no tiene el poder para hacerlas realidad. Pero voy a creerlas si él me las
dice. No tengo otra opción.
―Sí ―dice, mirando más allá de mí hacia el club―. Lo prometo.
Parpadeo las lágrimas que están empezando y luego sigo su mirada al Club de
los Suicidas. Dallas y Cas salen corriendo, los demás, incluido el tipo con el cabello
morado, cerca detrás de ellos. El gorila asiente cuando salen, pero estoy sorprendida
de ver a otra persona, deteniéndose cerca de la puerta mientras se fuma un cigarrillo.
Es Adam, observando con cuidadosa consideración. Me llama la atención entonces
que él no es como las otras personas del club. Y mientras Dallas se sube a la
camioneta, diciéndonos:
―¡Vamos, vamos! ―Observo mientras Adam se vuelve hacia mí.
Él sonríe, y la sonrisa no es siniestra, no es amenazante. Es casi de disculpa.
Levanta su mano saludando mientras James sale del estacionamiento, y sé que El
Programa no puede estar muy lejos.
Capítulo 7 Traducido por Erudite_Uncured12
Corregido por niki26
a has visto? ―pregunta Dallas en el teléfono. Sus
palabras son un poco torpes, sin embargo parece unirlas.
De hecho, se hace cargo de una manera que me hace
confiar en ella―. ¿Ah sí? ―pregunta, endureciendo su
tono―. ¿Dónde?
James aprieta su agarre sobre el volante, sus nudillos volviéndose blancos. En
el momento en que nos habíamos alejábamos del Club de los Suicidas, Dallas había
comenzado a hacer llamadas, mientras Cas llevaba a los otros a la furgoneta. Dallas
dijo que tenía contactos dentro del Programa y que nos podrían decir si Lacey había
sido recogida. Me vuelvo para mirar hacia atrás cuando Dallas cuelga el teléfono.
Cuando sus ojos se encuentran con los míos, están aturdidos.
―Se ha ido ―dice Dallas.
―¿Qué quieres decir? ―pregunto, mi voz quebrada por las palabras.
―Está viva ―dice como si esa fuera la mala noticia―. Pero está en El Programa
de nuevo. Están diciendo que tuvo un colapso de función cerebral, y está
hospitalizada en sus instalaciones. La encontraron en una estación de autobuses,
para regresar a Oregón. ―Sacude la cabeza, absorbiendo sus palabras―. Debe haber
tenido un colapso. Sucede a veces. Lo siento, Sloane. Pero… ella nunca va a ser la
misma. Incluso si pueden poner sus piezas juntas de nuevo, El Programa no va a
dejarla salir de allí. Van a tomar lo que queda de ella. Probablemente ya tienen
nuestra ubicación y están atacando el almacén ahora. ―Dallas alcanza a frotarse los
ojos con las palmas de sus manos, corriéndose el maquillaje.
―¿Qué estás diciendo? ―pregunto.
―Estoy diciendo que Lacey ya no existe. Y no hay manera de traerla de vuelta.
―Hay una ráfaga de movimiento a mi lado y el SUV se desvía. James golpea su
puño contra el volante. Entonces de nuevo. Una vez más.
―James, detente ―le digo, llegando a agarrar su brazo, pero da un tirón lejos
y chilla los neumáticos por lo que frena en seco. Todos nos vamos hacia delante, y
detrás de nosotros oímos la furgoneta deslizándose en una parada. James abre la
puerta del conductor y salta para comenzar a caminar. Me apresuro detrás de él,
confundida por su comportamiento y horrorizada por las noticias que acabamos de
―¿L
recibir―. ¡Espera! ―grito, persiguiendo a James. Antes de llegar a él, se gira y me
sobresalta. Tira de su cabello rubio, anudando sus dedos mientras su rostro se
contorsiona con la ira y la miseria.
―No podemos confiar en ellos ―dice, señalando hacia los coches―. No
podemos confiar en ninguna jodida persona, Sloane. ¿Entiendes eso?
―Sí, pero…
―Contactos en El Programa ―dice, como si la idea fuera ridícula―. ¿Es una
broma? ―Alcanza mis brazos y me tira más cerca―. Escúchame ―dice―.
Confiamos sólo el uno al otro de aquí en adelante. Me importa una mierda lo que
nos digan; tú y yo. Nadie más. Por lo que sabemos, podrían haber enviado a Lacey
al Programa.
La idea no se me había ocurrido, instintivamente me doy la vuelta para mirar
el Escalade. Las puertas están abiertas, inundando la calle oscura de luz. Dallas se
inclina entre los asientos delanteros, agitando su mano para que volvamos al interior
de la camioneta. James pone la mano en mi mejilla y me vuelve hacia él; su tacto es
suave, serio. Cuando me encuentro con sus ojos, mi cuerpo se relaja ligeramente.
James me atrae en un abrazo, apoyando su barbilla en la parte superior de mi cabeza,
con los brazos pegados a mi alrededor.
―Es solo nosotros ―le susurro en la tela de su camisa―. Para siempre, solo
nosotros.
―Esa es la idea ―responde. La bocina emite un pitido, sobresaltándonos.
James me da un vistazo una vez más antes de alisar los rizos de mi cabello de la cara.
En este momento de calma, la desaparición de Lacey es aplastante. Pero ya no es
pánico, es pérdida. Pesada, terrible pérdida me cubre en una sombra. En lugar de
llorar, tomo la mano de James y me vuelvo al coche esperando. No hay tiempo para
llorar. Sólo hay tiempo para correr.
Nunca he estado en Colorado antes, y cuando cruzamos la frontera del estado,
el sol está brillando. No hace nada para consolarme sin embargo, inclino mi cabeza
en el hombro de James en el asiento trasero mientras Dallas conduce.
He estado revisando la transmisión de CNN en el teléfono de Dallas con la
esperanza de que hablen de Lacey, pero al mismo tiempo, aterrorizada de lo que un
artículo podría decir de ella. Pero no hay cambios, con excepción de uno más antiguo
sobre James y yo escapando.
James me pide que compruebe el New York Times, y cuando lo hago, mi
estómago cae.
―Oh Dios mío ―me quejo, desplazándome a través de una entrevista. Esto no
puede ser real.
―¿Qué es? ―pregunta James. Dallas mueve rápidamente su mirada hacia el
espejo retrovisor. La fecha de la entrevista es de hace unos días, y cuando me
encuentro con los ojos de Dallas, veo que ya sabe.
―¿Qué está pasando? ―demanda James. Sostengo el teléfono hacia él y veo
como su expresión se tambalea. Es una profunda entrevista sobre nosotros. Y el
padre de James está hablando.
―Está diciendo que es tu culpa ―dice Dallas en voz baja, mirándome por el
espejo―, como si fueras una especie de zorra. Uno pensaría que estaría más
preocupado por conseguir que su único hijo vuelva a casa.
James todavía está leyendo, y cada segundo que pasa su postura se pone más
rígida, con las manos en puños. Yo solo había hojeado la entrevista, pero el padre de
James reclamó que yo era el cerebro detrás de nuestra desaparición. Incluso hay una
foto de él posando con una foto enmarcada de James de la escuela media. Es
absolutamente absurdo.
―Propaganda ―vuelve a hablar Dallas, a pesar de que James y yo nos hemos
quedado en silencio.
―Ellos lo ceban en la entrevista para obtener el apoyo del público. No dejaría
que eso te moleste demasiado.
Me burlo.
―Correcto, Dallas. Voy a sacarlo de mi mente. ―Miro a James, intentando
calibrar su reacción. Eventualmente apaga la pantalla del teléfono y se lo devuelve
a Dallas. Empiezo a morder mi uña, esperando. Pero James simplemente cruza sus
brazos sobre el pecho como si nunca pudiera volver a hablar―. ¿James? ―pregunto,
cuando su falta de respuesta casi me envía sobre el borde.
―Mi padre es un idiota ―dice en voz baja―. Vamos a dejarlo así por ahora.
Pero no puedo dejarlo. No sé cómo el padre de James se siente sobre mí, o por
lo menos no lo recuerdo. Él podría tener una razón para odiarme, o como James dijo,
podría ser sólo un imbécil. De cualquier manera, el hecho de que esta es una noticia
muestra el alcance del Programa. Usar a su padre es otro nivel de traición. Sabían
que esto podría dañar a James. Querían hacerlo. Es la prueba de que no se detendrán.
No van a dejar que nos vayamos.
―¿Qué vamos a hacer? ―le susurro.
James se vuelve hacia mí.
―Resistimos ―responde. No es la respuesta de hacerle-pasar-por-el-infierno
que necesito oír, pero James es humano. Todos somos vulnerables. Como Lacey.
La realidad de nuestra situación es aplastante, y seguimos en silencio, James
perdido en algún lugar a mi lado. Miro por la ventana a medida que pasamos un
parque. Hay niños que juegan con camisetas de colores brillantes, dando vueltas
mientras sus madres cariñosas observan. Por un instante extraño a mis padres de
una manera desesperada que no he sentido en mucho tiempo. Por un instante, me
gustaría poder volver a casa. Pero luego pienso en el padre de James sentándose
para una entrevista, y sé que fácilmente podrían haber sido mis padres. Cierro los
ojos hasta que estoy de vuelta al ahora, en la carrera con James y Dallas.
―Creo que te va a encantar Denver ―dice Dallas desde el frente,
sobresaltándome de mis pensamientos―. No va a haber ningún Club de los Suicida
por un tiempo, sin embargo. El último quedó allanado después de que nos fuéramos.
En cierto modo, Lacey salvó mi culo despegando.
―¿Cómo se enteraron sobre el club? ―pregunto. Dallas comienza a retorcerse
las rastas rubias con aire ausente.
―Un Cuidador probablemente ―dice, mirando la calle fuera del parabrisas―.
Esos hijos de puta están incrustados en todas partes.
Cuidadores incrustados, ese pensamiento no se me había ocurrido. Mis
recuerdos de la noche anterior en el Club de los Suicidas son confusos, pero recuerdo
a Adam. ¿Era un Cuidador haciendo una escena, fingiendo estar deprimido? Eso es
tan equivocado, tan poco ético. Si era un Cuidador entonces…
El miedo se arrastra por mi espalda y brazos, una devastadora realidad que ni
siquiera puedo decirle a James. Todavía no, no cuando él todavía se siente culpable
por Lacey. Pero Adam sabía mi nombre, sabía quién era yo. Si era un Cuidador, ¿por
qué no me llevó en ese momento? ¿Qué pasa si yo era la razón por la que el Club de
los Suicidas fue allanado?
―Espera ―nos dice Dallas cuando su teléfono vibra. Los ojos de James se
estrechan mientras mira por el espejo retrovisor cuando contesta―. ¿En serio?
―dice Dallas al teléfono―. Maldita sea, Cas. Bien ―gruñe, y cuelga, dejando caer
su teléfono en el portavasos.
El Escalade se aleja más allá de nosotros, pero giramos a la derecha.
―Cas dice que tenemos que separarnos ―nos dice―. El lugar en Denver no
funcionará para ustedes, y es demasiado arriesgado seguir conduciendo en este
momento. Al parecer están haciendo un programa especial de Dateline sobre ustedes
dos. Los medios de comunicación están totalmente aferrados a su historia de
amantes fugitivos y el escáner se está volviendo loco con posibles observaciones.
Esto es un jodido desastre.
―Entonces, ¿a dónde vamos? ―pregunta James, su estado de ánimo todavía
oscuro después de leer lo de su padre―. ¿No tienes ningún amigo aquí? ―La
indirecta hace a Dallas estremecerse, pero sonríe, apartándose el cabello detrás de
su hombro
―Oh, tengo amigos, James. Pero no me darán exactamente la bienvenida con
los niños del cartel rebelde en el remolque. Lástima que tu hermoso rostro no pueda
ser un poco menos memorable ―dice como si lo odiara por ello.
―Sí, es una pena ―le respondo con sarcasmo. James se ríe, mirándome de
reojo. Su expresión de enojo se ablanda, y luego me golpea el hombro
juguetonamente―. ¡Oye! ―Lo empujo hacia atrás, a lo que él responde hasta que
por fin estoy sonriendo. Me encanta cómo podemos hacer eso, equilibrarnos a través
de la miseria para encontrarnos siempre el uno al otro.
Dallas interrumpe.
―Nos dirigimos a Colorado Springs. Hay una pequeña casa que Cas utiliza
para dormir. Nos dijo que fuéramos mientras deja a los demás. Él va a quedarse con
nosotros, sin embargo. Los cuatro ―murmura―. ¿No será agradable?
―Encantador ―respondo. Debido a que pasar más tiempo con Dallas es lo
que necesito. Descanso apoyándome en James; él trenza mechones de mi cabello
entre sus dedos mientras observo la calle pasar por la ventana. El cielo azul y las
montañas de cimas blancas.
Y cuando llega el momento, la normalidad se desvanece, estoy atormentada,
una vez más por pensamientos de Lacey, y cómo podría haberla salvado. Voy a
torcer el anillo en mi dedo y me alarmo cuando sólo hay carne desnuda. Sostengo
mi mano y contengo la respiración. Me doy la vuelta a James, lágrimas listas para
desbordarse.
―Lo dejé atrás ―le digo. Al principio, su expresión es una mezcla de
preocupación y confusión, pero luego mira mi mano y se da cuenta de que estoy
hablando del anillo. Sus hombros se desploman, dolor se refleja en sus rasgos.
Hace unas semanas había encontrado un anillo escondido en mi habitación. Lo
había puesto allí para cuando saliera del Programa, y con el tiempo me ayudó a
encontrar de nuevo a James. Apenas la semana pasada me había conseguido un
segundo anillo ―una nueva promesa. Pero fui tan descuidada como para perderlo.
Está empezando a sentirse como un patrón: la pérdida de las cosas que me importan.
La gente que me importa. Me acurruco contra James, mi rostro enterrado en su
camisa mientras murmura que me va a dar otro. Era sólo un objeto; es reemplazable.
Pero cuando habla, froto ausente el espacio vacío en mi dedo anular, pensando en
reemplazos. Y me pregunto si sólo soy un reemplazo de la chica que solía ser.
La casa es escuálida de dos pisos con pintura amarilla y una valla de madera
rota. Doy un rápido vistazo alrededor mientras nos adentramos en el garaje detrás
de la casa. Dallas nos lleva hacia el hundido porche de atrás y recoge la llave de
debajo de una lata de café llena de colillas de cigarrillos viejos que está en las afueras
de la puerta. James y yo estudiamos el patio, y él apunta a una caseta de perro en
mal estado en la esquina.
―¿Podemos conseguir un cachorro? ―pregunta, sonriéndome. Quiero decir
que sí y luego realmente tener un perro. Vamos a darle un nombre estúpido y
llevarlo a todas partes con nosotros. Pero nuestra situación no es permanente.
Podríamos nunca encontrar permanencia de nuevo. Podríamos no encontrar nunca
a Lacey. Cuando no respondo, la sonrisa de James se desvanece y pone su brazo
alrededor de mí mientras esperamos que Dallas abra la puerta.
Estaba en la cafetería de la escuela la primera vez que conocí a Lacey. Llevaba
el mismo tipo de ropa que los demás que se reincorporan, pero en su caso no parecía
tan sosa. Me dijo que no comiera la comida porque pusieron sedantes en ella. Me
dijo esto a pesar de que podría haber conseguido meterse en problemas. Se sentó
conmigo ―una ahuecada y confundida chica― hasta que empecé a sentirme menos
perdida. Me hizo reír. Trató de protegerme del Programa. Pero la decepcioné.
Debería haber tomado más en serio la hemorragia nasal. No estoy segura de lo que
pude haber hecho por ella, pero se me debería haber ocurrido algo. Si Realm hubiera
estado aquí, habría sabido qué hacer.
―¿Sloane? ―pregunta James, distrayéndome de mis pensamientos. La puerta
está abierta y Dallas se ha ido, pero todavía estoy en el porche trasero, mientras que
James me mira desde el interior―. ¿Vienes? ―pregunta.
Pienso en la caseta del perro otra vez, un símbolo de la vida normal que nunca
tendremos, a continuación, sigo a James a la casa antes de cerrar la puerta detrás de
nosotros. La puerta de entrada conduce a la cocina, que aunque pasada de moda,
parece estar perfectamente intacta. Hay electrodomésticos y platos en los armarios
abiertos. Es como una casa de verdad, pero eso no me ofrece mucho consuelo. En
cambio me acuerdo de mi vuelta a casa en Oregón, de mis padres, con los que no
he hablado desde el día que me fui. ¿Están enfermos de preocupación? ¿Están bien?
―Creo que quiero a acostarme ―le digo a James, mi pecho se contrae cuando
pienso en mi padre a la espera de que vuelva a casa. Mi madre mirando por la
ventana delantera, preguntándose si estoy viva. James le pregunta a Dallas, dónde
están las habitaciones y ella señala hacia las escaleras. No espero a James y empiezo
a subir, notando clavos pequeños perforados en las paredes sin las fotografías que
cuelgan de ellos.
Hay tres habitaciones, y James me permite decidir cuál quiero. Tomo la
primera con la cama más grande, y James suelta nuestra bolsa sobre la cómoda. La
habitación tiene una buhardilla con un juego de sillas en el espacio, junto con una
pequeña mesa. Las paredes son de un blanco grisáceo y el mobiliario es viejo, pero
todavía utilizable. Las mantas se ven decentes y se encuentran en la parte superior
de un edredón verde desteñido. Cuando me acurruco en posición fetal, James llega
a tumbarse a mi lado, frotando su mano sobre mi espalda.
―Vamos a salir de esto ―dice―. Eres más fuerte que cualquiera que conozca,
Sloane. Vamos a mantenernos a salvo entre sí.
Las palabras suenan huecas, palabras que estoy segura he oído antes. Si me
detengo más en los pensamientos negativos, me temo que voy a enfermarme. Es
como si la depresión estuviera siempre allí, amenazando derribarme. Me doy vuelta
y envuelvo mi brazo alrededor de James, mi mejilla en su hombro. Me acaricia el
cabello, cómoda e inocentemente, pero no es suficiente para mí. Me levanto en mi
codo y miro hacia abajo a su hermoso rostro, sus ojos confiados.
Lo beso.
―Hazme olvidar ―murmuro entre sus labios, deslizando mi mano debajo de
la camisa. James es rápido para responder, me mueve encima de él, y los
pensamientos negativos se van. Las caras ―reales o imaginarias― se están
desvaneciendo. Trato de despojarlo de sus ropas, pero mis manos están demasiado
inestables y lágrimas me pican los ojos. Todo es tan abrumador y no estoy segura de
que pueda soportar ni una pérdida más. Sólo quiero que todos mis sentimientos se
vayan. ¿Por qué no pueden simplemente irse?
James agarra mis muñecas y me detiene, me tira contra él en un abrazo.
―Haz que se vaya ―le suplico. James traga saliva, su agarre se afloja sobre mí.
Mis manos, una vez más buscan su cuerpo, pero la pasión se ha ido. Cuando por fin
me encuentro con sus ojos, ellos me pinchan en su lugar.
―No te quiero así ―dice―. No nos quiero así. ―Lagrimas vacías me
atraviesan, enroscándose alrededor de mis dedos de los pies. Soy un agujero negro
de duda y de miseria. Deslizo mis dedos por la mandíbula de James, sus labios
carnosos. Toma suavemente mi mano y la besa.
―Vamos a salir de esto ―dice, un llanto amenaza con romper la dureza de su
declaración. Espera a que esté de acuerdo, y cuando me tira más cerca, sólo me
recuesto contra él y dejo que la oscuridad me trague.
Capítulo 8 Traducido por Selene Corregido por niki26
os estamos yendo de la estación de gasolina hasta que Cas aparece unos
días después con una bolsa de productos no perecederos que tomó del
banco de alimentos. Dallas lo observa pero no le pregunta dónde ha
estado. Pero poco después de su regreso, comienzan a salir por largos períodos
―horas― sin dar ninguna explicación de a dónde van. Debido a mí y al estatus de
alto perfil de James nos quedamos atrás preguntándonos sobre ellos.
Los días comienzan a desdibujarse y nos aislamos del mundo exterior, James y
yo estamos cayendo en una rutina. Empiezo a pensar que tal vez en realidad
podríamos tener un perro, pero luego mi lado racional me recuerda que todo esto es
una mentira. Al menos por ahora.
―Deberías usar un delantal ―dice James en voz juguetona desde la mesa de
la cocina mientras lavo lo último de los platos. Nunca he pensado en mí misma como
alguien hogareña y si mis habilidades de cocina demuestran algo, definitivamente
no lo soy. Así que James cocina y yo limpio, Dallas y Cas vagan como líderes
rebeldes y hacen bromas sobre cómo James y yo estamos jugando a la casita.
Cierro el grifo y entonces, en lugar de secar mis manos en el paño de cocina,
me acerco y las pongo en el rostro de James mientras intenta luchar contra mí. Los
dos nos estamos riendo, luchando de una manera que seguramente va a terminar en
besos, cuando Dallas entra interrumpiendo la escena.
―Lindo ―dice, como si no lo encontrara ni lo más mínimo entrañable―.
¿Conseguiste que el agua caliente funcione? ―le pregunta a James. Él inclina la
cabeza hacia atrás para mirarla mientras estoy sentada en su regazo.
―Todavía no. No soy muy hábil. ―Sonríe―. Mis talentos están en otra parte.
―Golpeo su pecho y se ríe volviéndose hacia Dallas―. El Internet en tu teléfono es
irregular aquí, así que no puedo descargar un vídeo de ayuda o cualquier otra cosa.
¿Cas es bueno arreglando cosas?
―No ―dice de inmediato―. Cas es bueno en la recopilación de información,
no evaluándola.
James se endereza y me ayuda a bajarme de su regazo para que se pueda
levantar.
N
―¿Qué tipo de información? ¿Qué es exactamente lo que tú y Cas hacen todo
el día, y por qué no nos dicen nada?
―Estamos recogiendo inteligencia, monitoreando las casas de seguridad, en
busca de nuevos reclutas. Y no te contamos nada porque no confiamos en ti.
Mientras tú y Sloane están viviendo una farsa, hay personas matándose. Hay una
epidemia afuera James, y El Programa está usando eso para promover sus planes. El
primer paso es deshacerse de todos nosotros.
―¿Y cómo sé que no los guiaras aquí? ―pregunta James, cuestionándola por
las sospechas que han surgido.
La cara normalmente linda de Dallas se endurece y su mandíbula se tensa.
―¿Quieres saber por qué no trabajo para El Programa? ―le pregunta. Empuja
hacia arriba sus mangas y extiende sus brazos, una gran cicatriz, rosa claro y curada,
se envuelve alrededor de sus muñecas―. Esta es de las restricciones ―dice―. Seguí
arrancándome el cabello, así que me ataron. Pero eso hizo que luchar contra el
Cuidador fuera bastante difícil.
―Mierda ―murmura James mientras mira sus cicatrices. Olas de
estremecimiento pasan a través de mí, conociendo la historia, y odiando a Roger aún
más.
―“La primera es gratis”, él me dijo ―dice Dallas con los ojos oscuros y fríos―.
Metió una pastilla dentro de mi boca y me dijo que me enfocara en un recuerdo. Me
concentré en mi madre. Casi me ahogo con mi propio vómito, pero él no quiso
quitarme las ataduras. Dijo que era un peligro para mí misma.
James se sostiene en la silla para mantener el equilibrio, pero estoy viendo a
Dallas con tanta simpatía y comprensión. Ella no puede ser parte del Programa, no
después de lo que Roger le hizo, nunca podría trabajar para ellos.
―Me mantuvieron sedada durante casi de tres semanas ―continúa―. Y de
esas tres semanas todo lo que recuerdo son sus manos sobre mí. Su cuerpo sobre el
mío. Dijo que sólo le gustaba que estuviera dispuesta, pero cuando la elección la
tomo él y me la quito a mí, no estoy segura de que exista mucha disposición en eso.
Estaba a cargo de mí. No tenía otra opción. Pero dejo de darme las pastillas, dijo que
no podía recordar demasiado o El Programa se daría cuenta de lo que estaba
haciendo. Él me mintió. Tomó todo de mí.
»En el momento en que me quitaron las ataduras, tome un Teaser y casi lo
maté. Quería hacerlo. ―Su dura expresión se rompe por un momento lo suficiente
para que un par de lágrimas dejen líneas de su grueso delineador―. Voy a matarlos
a todos ―dice en voz baja―. Voy a quemar ese lugar hasta los cimientos.
―No lo sabía ―le dice James―. Lo siento. ―Entonces, para mi sorpresa se
mueve hacia Dallas y la envuelve en un abrazo, rozando su mano sobre su brazo en
un momento tan tierno, que no puedo evitar sentir celos―. Lo encontraremos
―susurra James―. Y lo mataremos.
Dallas no me mira. En cambio, cierra los ojos apretándolos fuertemente
mientras pone sus brazos alrededor de James, dejando descansar su cabeza sobre su
hombro. Ella está completamente desmoronada y rota, James solo atina a sostenerla
mientras comienza a llorar.
―Shh… ―Acaricia sus rastas rubias. Después de unos minutos regreso a
nuestra habitación, dándoles un poco de intimidad. Porque a pesar de que no confío
en Dallas, confío plenamente en James.
En mi habitación voy al armario, donde puse la píldora en el estante superior
detrás de un viejo libro de historias de la Biblia para niños. Tiro de la cadena
conectada a la luz y luego me siento en el suelo del armario, examino la píldora a
través de la bolsita. ¿Tanto hemos luchado Dallas y yo por mantener nuestros
recuerdos? Roger nos cazó. Ahora habría dado cualquier cosa por tener una pista.
Ahora puedo tomarla. Pero han pasado unos pocos días desde que me sentí en
la oscuridad, y solo siete semanas desde que dejé el Programa. ¿Estoy realmente
curada? ¿No lo estaba Lacey? Lacey.
Cierro los ojos, arrugando la bolsita en mi puño. Los recuerdos de Lacey me
están enloqueciendo; no puedo correr ese riesgo. No puedo volver a enfermarme;
no puedo dejar que James se enferme otra vez. La chica que solía ser está muerta, El
Programa la mató. Y para bien o para mal, soy lo que queda. Nunca voy a tomar la
píldora. No quiero saber. Me resigno a esto, me levanto y pongo la píldora de regreso
a su lugar. Después apago la luz y cierro la puerta detrás de mí.
James y yo estamos en el patio trasero, recostados hombro con hombro en la
hierba muerta, bronceándonos. Hemos estado en el interior demasiado, estamos
empezando a parecer vampiros. Nunca pudimos ver el especial de Dateline, pero
desde entonces lo hemos reemplazado con historias más trágicas sobre la
propagación de la epidemia. Estamos tratando de hacer lo mejor en nuestra
situación, pero estar en la casa nos está volviendo locos. Así que venimos al patio
trasero, pretendiendo que estamos en una playa de hierba en Oregón de nuevo.
El Escalade sube por la entrada, pasa la palmera y entra al garaje. Estoy molesta
de que Dallas y Cas estén de vuelta, molesta de que esto no sea solo nuestro. Me
pregunto qué pasaría con James y conmigo si no regresaban nunca. ¿Seguiríamos
aquí?
―Espero que traigan comida ―dice James junto a mí, con los ojos todavía
cerrados―. Si no, tendremos que robar el auto e ir a un McDonalds.
―Hecho. ―Me giro para acurrucarme contra James mientras el calor del sol
cae sobre mi mejilla y brazo. Si pudiera, me gustaría vivir en este momento para
siempre. El canto de los pájaros, el sol brillando. James abre un ojo para mirar por
encima de mí y me sonríe ampliamente.
―Adorable ―dice y me da un rápido beso. Cuando la puerta del garaje se
cierra, James gime y se sienta―. Dallas ―la llama―. ¿Qué hay para cenar?
Dallas sale del garaje con una bolsa de comida rápida en una mano y con una
bolsa de lona en la otra. Nos mira por encima, con el rostro más serio de lo que cabría
esperar en un hermoso día de verano.
―Tengo algo para ti ―le dice a James. Cas viene desde el garaje, con la cara
agachada y de inmediato James se pone de pie.
―¿Qué está pasando? ―le pregunta, reuniéndose con ellos en la puerta
trasera―. ¿Qué está mal?
Dallas se inclina contra la barandilla, la madera cruje como si pudiera
romperse. Cas lanza una mirada cansada en mi dirección. Subo, de pronto sin
aliento. ¿Hay Cuidadores en nuestro camino? ¿Escucharon algo sobre Lacey?
Dallas saca un archivo de la bolsa, lleno de papeles con sus bordes
deshilachados. Mi estómago se hunde y camino hacia la escalera, esperando
escuchar qué han encontrado.
―Es tu archivo, James ―dice Dallas―. De tu tiempo en El Programa. Tengo
acceso a una fuente, ella robó todos los malditos archivos. Se trata de… ―me mira―,
una interesante lectura.
―¿Has leído mi archivo? ―pregunta James, pero su voz se ahoga mientras
mira fijamente los papeles. Dallas está a punto de darle lo que no debería… su
pasado. Mi cuerpo empieza a temblar.
Dallas se encoge de hombros.
―No he leído toda la cosa ―le dice―. Sólo las partes buenas. ―Parpadea con
su sonrisa desdentada―. Lo siento, Sloane. No pude obtener el tuyo. Ese lo tienen
bajo llave.
James está congelado, como si no pudiera creer lo que está realmente
sucediendo. Cuando toma el archivo de las manos de Dallas, se vuelve hacia mí, con
los ojos abiertos.
―Vamos a echarle un vistazo.
―James. ―Dallas levanta un dedo―. Tal vez deberías leerlo solo primero.
―Me da una mirada rápida y detrás de mí oigo a Cas moviéndose. Trago saliva.
―Gracias por el consejo ―dice James y luego apunta a la bolsa de la comida
rápida que Dallas está sosteniendo―. ¿Eso es para nosotros? ―Dallas asiente y
James le arranca la bolsa de las manos desapareciendo dentro, llamándome por mi
nombre desde la cocina.
Subo el resto de la escalera, exudando miedo por mis poros. Me detengo frente
a Dallas cuando llegó a la cima.
―¿Qué hay en su archivo? ―le susurro. Su expresión es a la vez fascinada y
petulante.
―Supongo que lo verás ―dice ella. Mantiene abierta la puerta para mí,
estrecho mis ojos hacia ella antes de caminar dentro.
―Tatuajes ―dice James al minuto que paso a través de la puerta de la cocina.
Tiene una hamburguesa con queso en los labios, con el archivo abierto sobre la
mesa―. Estas cicatrices son tatuajes. ¿Puedes creerlo? ―Golpea la página hacia
abajo y levanta la manga de su camisa para mostrar las líneas blancas. Sobre la mesa
hay una fotografía y jadeo cuando veo su primer nombre.
―Brady ―le digo. James sorprendido baja la mirada y deja a un lado la
hamburguesa.
―Me tatué el nombre de tu hermano en el brazo ―dice en voz baja observando
las fotos―. Debo haberme preocupado mucho por él. ―Ese pensamiento me trae
consuelo, saber que Brady no estaba solo, aunque Realm no nos había dicho mucho.
Me alegro que fueran amigos. Me dice mucho sobre el tipo de persona que James
había sido y eso me tranquiliza. Tal vez nunca he necesitado tener miedo de nuestro
pasado juntos.
James se inclina hacia adelante repentinamente y empuja la fotografía.
―Mierda. Mira.
Me siento a su lado y cuando la veo, me giro hacia él.
―Miller. ―El nombre Miller es el último en la lista de James, pero no está
tatuado como los otros nombres. Es un corte dentado y lleno de costras como si él…
se lo hubiera tallado solo. Agarro su bíceps, inspeccionando el espacio, detrás de mi
pulgar a lo largo de las cicatrices.
Miller. Miller. Mis ojos se cierran, siento una picazón detrás de mi cráneo, un
pensamiento se filtra a través de la superficie de mis recuerdos hasta que se rompen
abriéndose.
―¿Te importaría moverte? ―dice un chico parándose junto a mí en la mesa de
laboratorio―. Soy una especie un experto en esto. ―Levanto la mirada hacia atrás
alejándome del mechero Bunsen, que no podía encender.
―Caramba, caramba, gracias ―digo sarcásticamente―. No sabía que estaban
enviando profesionales.
La boca del chico se sacude en una sonrisa mientras abre el gas, el siseo apenas audible
sobre el ruido de las conversaciones de los estudiantes en la sala de la química.
―Mi nombre es Miller, por cierto ―dice―. En caso de que quieras escribir una carta
de agradecimiento.
―Estoy haciendo un borrador mental mientras hablamos. Um… ¿estás seguro que el
gas se debe abrir completamente? ―Miro alrededor de la habitación, pero mi maestro parece
preocupado por la pantalla de su computadora―. Miller ―le digo sintiéndome divertida por
usar su nombre cuando nos acabamos de conocer―. Por favor, no quemes mi tarea.
Se gira hacia mí con el encendedor en sus dedos.
―¿Es una broma? ―pregunta―. Podría hacer esto con una mano atada…
Hace ignición con el encendedor y al minuto hay una chispa, todo lo que escucho es un
zumbido antes de que una llama azul brillante estalle en el mechero Bunsen. Grito y Miller
deja caer el encendedor, caen chispas sobre la mesa del laboratorio, ¡encendiendo la tarea que
acabo de decirle específicamente que no quemará!
La chica de la mesa frente a nosotros mira hacia atrás y luego señala con el dedo nuestra
mesa que está en llamas. Miller toma rápidamente el mechero Bunsen y lo apaga con toda la
tranquilidad del mundo luego toma mi lata medio vacía de Pepsi Diet y rocía el fuego,
reduciéndolo a un leve chisporroteo.
―Bueno, mierda ―dice mirando al empapado, quemado y estropeado papel―. Eso no
salió como lo había planeado en mi cabeza.
Pongo mi mano en mi cadera y me giro para mirarlo. Pero en el momento en que su
mirada de color marrón oscuro se reúne con la mía, los dos nos reímos.
Miller. Abro los ojos, sintiendo que las lágrimas corren por mis mejillas. ¿Qué
pasó con Miller?
―Lo recuerdo ―susurro―. Tengo un recuerdo de él. ―James agarra mi
antebrazo, apretando firmemente, estoy segura de que no sabe que lo está haciendo.
No debería tener este recuerdo. ¿Es esto una evocación? ¿Voy a terminar como
Lacey, rota y destrozada? Mi corazón late con fuerza tan rápido que temo que sólo
podría dejar de hacerlo―. Creo que Miller era mi amigo, y me acuerdo de él.
James me abraza.
―¿Qué nos han hecho? ―susurra, más que nada para sí mismo. Reproduzco
mi recuerdo una y otra vez como si fuera una triste canción que es familiar y
reconfortante y al mismo tiempo áspera y dolorosa―. Mírame ―dice James, tirando
hacia atrás para examinar mi rostro―. ¿Te duele la cabeza?
Niego y él se toma un segundo más para asegurarse de que no entro en
combustión espontánea. Espera mientras le cuento lo que recuerdo, sonríe como si
fuera una buena historia y no un pedazo olvidado de mi pasado. Cuando termino
de hablar, estoy más tranquila.
―¿Mejor? ―pregunta James en voz baja.
―Sí. No hay nada más tratando de salir. Era sólo algo intermitente, un extracto
nada más. Esto no es como con Lacey ―le digo. A pesar de que James no nos
relacionó sé que debe de haber pasado por su cabeza.
―Por supuesto que no lo es ―dice con desdén, su mandíbula esta apretada―.
Pero sobre ese recuerdo, no se lo contaremos a nadie. Quizás tengas otros, tal vez no
pero este es nuestro secreto. ―Me mira―. ¿Cierto?
―Estoy bien ―le aseguro. Lo considero rápidamente y me doy cuenta que
estoy diciendo la verdad. Me siento bien. Un poco estresada, pero no siento como si
estuviera a punto de venirme abajo, ni nada. Esto no es en absoluto como Lacey.
Después de un momento James recoge la foto de sus tatuajes, comprobando las
cicatrices en su brazo.
―¿Qué pasó con toda esta gente? ―se pregunta.
―Ellos murieron. ―Pienso en Brady. Los últimos días de mi hermano se
borraron de mi memoria, y esto podría ser nuestra única oportunidad de averiguar
lo que realmente le sucedió―. James ―le digo llegando más allá de él para extender
los archivos, buscando el nombre de mi hermano―. Veamos si mencionan a Brady.
Me ayuda a clasificar los archivos, recogiendo los papeles en los cuales cree
que aparece algo.
―¿Qué tal este? ―pregunta deslizando una página―. Son algunos minutos de
mis sesiones con el Dr. Tabor.
Miro de reojo a James, sorprendida de que recuerde el nombre de su médico.
Recuerdo al Dr. Warren, pero James nunca ha mencionado nada sobre su tiempo en
El Programa, nada más allá de que todo es borroso.
―Es el único ―dice examinando la impresión en algunos de los otros papeles
antes de renunciar a la búsqueda. Se acomoda en la silla con un rápido vistazo hacia
mí para asegurase que estoy escuchando, y luego empieza a leer de la página―.
Sesión uno ―comienza―. Paciente 486: James Murphy. Doctor: Eli Tabor. El
paciente rechazó la medicación para la recuperación selectiva y por tanto ha sido
inyectado. ―James se tensa ante esa línea, y me inclino hacia abajo para leer por
encima de su hombro.
Dr. Tabor: ¿Por qué estás aquí, James?
Paciente 486: ¿Qué? ¿No le dijeron? ¿Qué clase de operación de mala muerte es esto?
Dr. Tabor: ¿Estás deprimido?
Paciente 486: No deprimido. Quizás un poco cansado.
Dr. Tabor: Háblame de Brady Barstow.
Paciente 486: Vete a la mierda.
(El paciente se siente incómodo y se le administra otra inyección.)
Dr. Tabor: ¿Mejor?
Paciente 486: No.
Dr. Tabor: Ya veo. James, los adolescentes defienden su posición de ser siempre combativos; eso no es un sentimiento nuevo. Pero tienes que entender que estamos aquí para ayudarte. Para curarte. ¿Quieres vivir?
Paciente 486: No después de que ustedes hayan terminado, no quiero.
(Tener en cuenta que durante el discurso el paciente está arrastrando las palabras.)
Dr. Tabor: ¿Es por tu novia?
Paciente 486: No tengo una.
Me detengo en esa línea y miro a James. En el momento en que lo lee, su
respiración cambia, pero no se gira hacia mí. Una nueva especie de preocupación
comienza, y sigo leyendo con la esperanza de que sea una mentira.
Dr. Tabor: ¿No estás saliendo con Sloane Barstow, la hermana de Brady?
Paciente 486: Yo no lo llamaría salir.
Dr. Tabor: ¿Cómo lo llamarías entonces?
Paciente 486: Lástima.
Mi estómago se cae ante la palabra lástima. No lo creo, pero por dentro, una
semilla de duda se ha plantado.
Dr. Tabor: Tenemos una amplia investigación sobre usted y la señorita Barstow. Sabemos que han estado en una relación desde hace años.
Paciente 486: Su hermano me pidió que la cuidara. Lo he estado haciendo. Pero en el momento que cumpla dieciocho, he terminado. Habré terminado con Sloane y no tendrá que preocuparse por ella nunca más.
Dr. Tabor: Pero estamos preocupados. Puede que no esté escribiéndose nombres en el brazo, pero es de alto riesgo, James. Queremos traerla.
Paciente 486: Estás perdiendo el tiempo. Ella no me ama. No la quiero. Claro, dormimos juntos a veces, pero usted debe saberlo. Soy un buen partido.
Dr. Tabor: James…
Paciente 486: ¿Hemos terminado? Porque he terminado de hablar.
Dr. Tabor: No. Quiero…
(Tenga en cuenta que el Paciente 486 se lanzó a través de mi escritorio y me agarró por mi bata para atacarme. Los Cuidadores lo sedaron. Él será enviado a aislamiento durante tres días antes de su próximo período de sesiones.)
Notas adicionales: Paciente 486 trató de poner fin a su vida después de su período de sesiones. Después de despertar de su sedación, usó sus sábanas para intentar ahorcarse en su habitación. El Dr. Arthur Pritchard ha sido llamado para una consulta.
Me levanto de la silla de la cocina, chocando de nuevo contra la pared. James
está inmóvil, sin dejar de mirar hacia los papeles. Trató de suicidarse. Dijo que nunca
me amó. Puedo recordar a Miller.
De repente, mi cabeza está palpitando, mi corazón se acelera. Toco mi sien justo
cuando una ola de mareo llega, no debería meterme con mis recuerdos, pero no
puedo evitarlo. Estoy tratando de reconstruir lo que sé con certeza.
La primera vez que regresé del Programa, que conocí a James fuera del Centro
de Bienestar. Un chico llamado Liam me llamo bicho raro y aunque no nos
conocíamos James me defendió. Cuando nos acercamos, James siempre me contuvo.
¿Es por eso? ¿Realmente está esperando que cumpla dieciocho?
Las lágrimas empiezan a picar en mis ojos, las froto y me alejo de la mesa.
Necesito un minuto para averiguar qué está pasando. Dejo la cocina, en dirección a
nuestra habitación… y James no me detiene.
Capítulo 9 Traducido por Martinafab
Corregido por PaulaMayfair
ntro a la habitación y comienzo a pasearme. Mi mente está en quinta
velocidad, imaginando lo peor, creando escenarios elaborados donde
James era mi amor no correspondido. ¿Esto es lo que Realm dijo que no
me gustaría averiguar? Me dijo que amaba con locura a James, pero no dijo si él
también me amaba. ¿Podría ser por eso que me enfermé?
Cubro mi cara, pidiéndome a mí misma parar, detener los pensamientos
negativos que se están alimentado de mí. Pero no puedo. Algo que había aceptado
como un hecho, esta historia de amor entre James y yo, podría no ser verdad.
Cuando pienso en ello, hubo un montón de signos. Ese día que vino a mi casa para
hablar de Brady, se retiró cuando le abracé. Y más tarde incluso me dijo que estaba
imaginando nuestra relación en mi cabeza.
―Sloane. ―La voz de James me sobresalta, pero no respondo.
James aparta las manos de mi cara, y comienzo a llorar. No es sólo por el
expediente de James. He perdido a Lacey. He perdido a Miller. Estoy
desmoronándome completamente y tengo miedo. ¡Tengo mucho miedo!
―Estás descontrolándote, Sloane ―dice James, su voz apresurada―. Necesito
que te tranquilices ahora mismo. Ahora mismo, joder. ―Empiezo a sacudir la
cabeza, pero James me coge de la muñeca para acercarme y abrazarme con fuerza
contra su pecho―. Quédate conmigo ―murmura al lado de mi oreja―. Deja de
pensar y quédate conmigo. Todo va a estar bien. Todo está bien. ―Me tranquiliza
en su voz de mentiroso.
Me consuela sin embargo. Esas palabras alivian mi piel mientras James me
acaricia el cabello, diciéndome que vamos a estar bien. Mido mi respiración hasta
que se asienta en un patrón normal y las lágrimas se secan en mis mejillas. James
tiene razón. Estoy descontrolándome, y tengo que tranquilizarme.
―¿Crees que estabas mintiéndole al doctor? ―pregunto, mi voz llena de
lágrimas.
James me aparta así que puedo ver su rostro.
―Sí, Sloane. Obviamente, no le estaba diciendo la verdad. ¿Crees que
realmente le hablaría al Programa de nosotros? De ninguna manera.
E
―Pero, ¿cómo lo sabemos? ―le pregunto, respirando con dificultad―. ¿Cómo
sabemos qué es real?
James pone una mano sobre su corazón, la angustia en su rostro casi me mata.
―Porque puedo sentirlo aquí, y podía leerlo en mis palabras. Te estaba
protegiendo. Habría muerto por protegerte si no me hubieran detenido. Estamos
locos el uno por el otro, pero tal vez así es como sobrevivimos a esto. Sólo tenemos
que estar más locos que El Programa.
Ahogo una pequeña risa, y James me abraza de nuevo.
―Estoy cansada de huir ―susurro.
―Yo también ―dice―. Pero es ahora cuando tenemos que luchar con más
fuerza. Esto es todo lo que queda de nosotros, esto, ahora mismo. Tenemos que hacer
que cuente. ―James me acaricia el cabello detrás de la oreja.
Sin importar lo que diga el archivo, mentiras o no, lo que somos ahora importa.
―Todavía te amo con locura ―susurro.
―Yo también te amo ―lo dice tan honestamente que no puedo creer que se
sienta de otra forma. Mi duda comienza a desvanecerse, y James entierra su cara en
mi cabello. Deslizando mi mano por su brazo, me paro sobre sus cicatrices, sus
tatuajes, trazando patrones hasta que siento que me besa suavemente en el cuello.
Un sonido suave se escapa de mi garganta, y giro mi rostro para besarle. Él
profesa su amor de nuevo, con las manos agarrando mis caderas. Nos llevo hasta la
cama, besándonos, susurrando. Estoy perdiendo rápidamente capas de ropa, pero
James todavía está vestido cuando caemos en la cama.
Cuando trato de desabrocharle el cinturón, me detiene.
―No lo hagas ―dice. Me mira y se ríe―. No puedo controlar la tentación.
―Entonces, deja de resistirte. ―Levanto la cabeza para besarle de nuevo. Me
devuelve el beso, pero luego rápidamente se deja caer sobre su espalda.
―No puedo, Sloane ―dice―. Me olvidé los condones en Phoenix.
Me congelo por un momento, y se vuelve hacia mí, sonriendo tímidamente.
―¿Estás bromeando? ―pregunto.
―No. Pero créeme, estoy bastante enojado al respecto.
Gimo, pero luego me doy cuenta de que estoy mejor. La distracción funcionó,
y mi cabeza no duele tanto, aunque todavía tengo un pequeño dolor detrás de los
ojos. Pero James me hizo olvidar el dolor. Arrojo mi pierna sobre la suya, y pongo
mi cabeza sobre su pecho.
―Al menos estamos formando algo de anticipación ―digo con una sonrisa,
feliz de sentirme bien de nuevo.
―Por lo menos ―murmura.
Deslizo una mano bajo la camisa de James para dejarla descansar sobre su
corazón, sintiendo los rápidos latidos. Dicen que el estrés te lleva a colapsar, por lo
que bloqueo los pensamientos de Brady, Miller, y Lacey. Si hay una cosa en la que
nos haya hecho expertos El Programa, es en reprimir.
―Lo digo en serio, sabes ―dice James en voz baja―. Te quiero con locura, y
me importa una mierda lo demás.
Estamos en silencio durante un largo rato hasta que James tiene que sentarse
porque se le duerme el brazo.
―¿Deberíamos echar un vistazo al resto del archivo? ―pregunta
tentativamente―. Vas a tener que tomártelo con calma, pero esto podría ser nuestra
única oportunidad de averiguar qué pasó. Estoy bastante seguro que El Programa
no los está entregando como si fueran tarjetas de felicitación.
Estoy preocupada, pero estoy de acuerdo, dejando que tome la iniciativa de la
investigación. Esto fue un golpe de suerte, no me estoy viniendo abajo. No hay nada
malo con algunos recuerdos, siempre y cuando no deje que me controlen. Puedo
manejar esto. Soy lo suficientemente fuerte.
Dallas está en la cocina, vertiendo agua en la parte trasera de la cafetera
mientras Cas está sentada en la mesa, viéndose agotado. Cuando bajamos, presiona
sus labios en una sonrisa, pareciendo aliviado de que nos unamos. Dallas lanza una
mirada curiosa sobre su hombro, pero no dice nada mientras James y yo tomamos
asiento.
―Entonces, ¿qué pasó con mi archivo? ―pregunto mientras el café comienza
a filtrarse.
Cas se encoge de hombros, respondiendo sólo después de que Dallas se queda
en silencio.
―He llamado a todos los contactos que tengo ―dice―, pero tu archivo ha
desaparecido, o al menos, no se puede acceder a él. Ellos trataron de hacerse con el
de James también, probablemente después de que tú huiste, pero lo cogí a tiempo.
Creo que están tratando de cubrirse las espaldas en caso de que aparezcas muerta o
en un especial de Oprah.
―Esa es la siguiente parada en nuestra gira de publicidad ―dice James con
una sonrisa. Dallas se gira, mostrándole una sonrisa rápida antes de tomar dos tazas
de café y poniendo una delante de James. Él le agradece, y luego empieza a hojear
su archivo de nuevo. No puedo mirar a Dallas. Ella leyó las notas de las sesiones de
James, y cuales sean las dudas que tenía están probablemente magnificadas por mil
en su cabeza. Por suerte, no tengo que detenerme en sus posibles pensamientos antes
de que James levante otro papel.
―Miren esto ―anuncia―. Aquí dice que agredí a un Cuidador. ―El
documento es un informe de incidente y al parecer, después de su sesión de
desmayos, James atacó a un Cuidador en el pasillo. Me recuerda a cuando Realm
dejó inconsciente a Roger, y me giro hacia James, pensando por primera vez que él
y Realm tienen mucho en común, más que solo yo.
Dallas retira la taza de café de James, su mano sacudiéndose. Le pregunta a
Cas si quiere una taza, pero él pasa. Nunca me ofrece una a mí. Pone la olla en su
lugar justo cuando James dice mi nombre.
―Aquí está ―dice él. Me mira de inmediato y luego señala una página sujeta
al archivo. Es un formulario de entrada, y en el cuadro inferior hay una nota escrita
a mano en tinta azul. La primera palabra que reconozco es el nombre de mi hermano,
y me preparo para lo que viene a continuación.
El paciente 486 fue primero infectado después del suicidio de Brady Barstow (ahogamiento), y más tarde fue provocado por el suicidio de Miller Andrews (Muerte rápida). Bajo la influencia de su medicación, el Paciente 486 admitió presenciar la muerte de Brady Barstow en el río, donde sus intentos en rescatarlo fracasaron. Desde entonces, ha estado luchando contra la depresión, ocultándola con la ayuda de Sloane Barstow, la hermana del fallecido.
―Intentaste salvarlo ―susurro. Entonces, antes de que James pueda
responder, me inclino y le beso, mis manos en sus mejillas. Mi hermano no estaba
solo cuando murió, lo que sabía, pero la idea de James tratando de salvarlo me llena
de un consuelo que no puedo describir.
Me aparto, sonriendo por lo valiente que James debe haber sido. Al otro lado
de la habitación, percibo una figura de pie en el umbral de la puerta. Sus hombros
están hundidos, con la cabeza baja. Se me atasca la respiración cuando levanta sus
ojos oscuros a los míos. No puede ser…
―¿Realm? ―Mi voz se quiebra y me pongo de pie. Realm está más delgado,
la ropa cuelga de su alta figura. Su cabello oscuro es ahora un tono cobrizo naranja,
como si se hubiera teñido de rubio no hace mucho tiempo. Las sombras bajo sus ojos
son oscuras y profundas, y creo que ha tenido algún problema. Doy un paso hacia
él―. ¿Has vuelto?
Una pequeña sonrisa tira de los labios de Realm, y estoy absolutamente
invadida de alivio. Dallas se ríe, de pie en el fregadero, pero nada más importa
cuando me apresuro hacia Realm y me lanzo contra él, envolviendo mis brazos
alrededor de su cuello. Está vivo.
―Te he echado de menos ―susurro en su camisa.
―Ah, Michael Realm ―dice James en voz alta, aún sentado en la mesa de la
cocina―. Qué sorpresa. Te daría un abrazo también, pero creo que preferiría darte
un puñetazo en la cara.
No me molesto en reaccionar, tan solo me aferro a Realm. Nunca pensé que
volvería a verle. Toca con cautela mis hombros y luego mira más allá de mí hacia
James.
―De veras no eres mi tipo, James ―dice―. Así que creo que prefiero el
puñetazo de todos modos.
―Es bueno saberlo. ―James tira dardos con la mirada entre Realm y yo,
sonriente pero obviamente tenso por nuestra proximidad. No fue hace mucho
tiempo que me vio besar a Realm, antes de que volviéramos a estar juntos. Y sabe
acerca de la vez que fui a la casa de Realm en medio de la noche. Sabe que hemos
sido más que amigos.
Siento un toque en la mejilla y me vuelvo hacia Realm mientras desliza su dedo
sobre mi piel.
―Te ves bien ―dice en voz baja―. Estaba preocupado.
―¿Tú estabas preocupado? No he oído hablar de ti. Pensé que estabas… ―Me
detengo, sin querer terminar el pensamiento.
―Muerto ―termina James por mí.
Realm lo ignora, sin dejar de mirarme con una especie de reverencia.
―¿Entonces estás feliz de verme? ―pregunta, como si tuviera miedo de la
respuesta.
―Sí. ¿Qué clase de pregunta es esa?
Sonríe, dejando caer su mano.
―Por supuesto. No la tomaste.
Mi expresión se tambalea cuando menciona la píldora. Realm no sabe que le
hablé a James sobre ello. No sabe que lo hemos mantenido en secreto de los demás.
Dallas golpea la puerta del gabinete bajo el fregadero, y mi corazón salta. Cuando
miro hacia arriba, ella está caminando de nuevo con una pequeña caja en la mano,
centrada en Realm, y me relajo.
―Hey, rubiecito ―dice con una gran sonrisa―. Me preguntaba cuándo ibas a
llegar. Tomé esto para ti antes. ―Lanza una caja de tinte para el cabello contra su
pecho―. Siempre me has gustado más moreno de todos modos.
Realm le sonríe, algo afectuoso y familiar.
―Gracias, Dal.
Ella se encoge de hombros como si no fuera nada, agarra una silla de la cocina,
y la gira para sentarse desde atrás.
―Realmente no deberías acercarte sigilosamente ―le dice en broma a
Realm―. ¿Has recibido mis mensajes?
―Pido disculpas ―le dice―. Pero sí, los recibí. De hecho, es así como los
encontré. No debemos quedarnos aquí. Necesitaremos otra casa de seguridad.
―Estoy trabajando en ello ―dice Cas, levantándose para tomar una mochila
del armario―. No te esperaba por una semana más por lo menos.
Intercambian una mirada antes de que Cas le lance la mochila a Realm. Él la
abre inmediatamente, rebuscando en el contenido.
―Hemos encontrado un apartamento en un sótano ―continúa Cas―. Pero no
creo que sea una buena elección. No hay suficientes salidas.
―Sigue buscando ―dice Realm, sacando un teléfono móvil―. ¿Esto está
limpio? ―pregunta.
―Lo conseguí hoy. ¿Por qué? ―sonríe Cas―. ¿Quieres pedir una pizza?
―Tengo que llamar a Anna y darle las gracias. Hacerle saber que estoy bien.
Anna, la hermana de Realm, es la que nos dijo que corriéramos, la que nos dio
un auto y algo de dinero. Nos ayudó a escapar antes de que El Programa nos pudiera
atrapar. E hizo todo eso sólo porque su hermano se lo pidió.
―También dale las gracias de mi parte ―digo, tocándole el brazo a Realm. Él
se estremece, pero luego baja la vista hacia donde mi mano está sobre él. Parece un
poco perdido, y quiero preguntarle dónde ha estado todas estas semanas, pero no lo
hago. Todavía no.
―Se lo diré ―responde.
―Oye, Realm ―dice Cas―. Dejaré tus cosas en mi habitación. Creo que
preferiría dormir en el sofá de todos modos. Este lugar se está poniendo un poco
claustrofóbico. ―Le da un golpe con el puño a Realm antes de dejar la habitación.
Michael Realm me sonríe, de alguna manera tímidamente, y luego marca un
número en el teléfono y entra a la sala de estar. Me paro, detrás de él, y cuando lo
escucho ahogar el llanto, prometiendo que está bien, siento un calor familiar por él.
Me gusta la forma en que se preocupa por su hermana. Me recuerda a Brady.
―Estaré arriba ―murmura James, y se va. Su archivo todavía está abierto
sobre la mesa, pero sé que está angustiado. Realm es su inseguridad, y era una idiota
por no ser más sensible por ello.
Echo un vistazo a Dallas, quien está apoyando los codos sobre el respaldo de
su silla, viéndose santurrona.
―¿Un novio y un amante? ―pregunta―. Nunca hubiera pensado que eras de
las de ese tipo.
―Cállate ―contesto, aunque siento mi mejillas enrojecer. Luego, con el pulso
todavía corriendo por el regreso de Realm, me apresuro a subir las escaleras detrás
de James.
Capítulo 10 Traducido por Auroo_J
Corregido por PaulaMayfair
l silencio es ensordecedor en el rellano que conduce a los dormitorios.
Espero que James este celoso, enojado, en vez de eso lo encuentro en la
silla junto a la ventana, mirando hacia la calle. Luciendo tan solo.
Soy una idiota.
―James…
―Es tu amigo ―dice, los ojos fijos afuera―. Lo entiendo. Incluso estoy
contento de que no está muerto.
―No quieres decir eso.
―¿Qué parte? ―Se vuelve entonces, la tenue luz hace que sus ojos
normalmente azul cristal se vean más oscuros. Cruzo la habitación y me siento en la
cama, tirando de las piernas debajo de mí mientras lo miro. James no está haciendo
pucheros, exactamente. Sólo parece dolido, y tal vez un poco confundido.
―¿Qué puedo hacer? ―pregunto.
Está tranquilo al principio, y luego James baja la cabeza.
―¿Qué es lo que quiere? ―pregunta. Mira hacia arriba y su rostro es
absolutamente miserable―. ¿Por qué te está ayudando de esta manera?
―¿Realm?
―Si. ¿Por qué sigue arriesgando su vida por ti?
Me encojo de hombros, pero sé la respuesta. Realm está enamorado de mí,
aunque yo no siento lo mismo por él. Pero mi falta de respuesta hace poco para
consolar a James.
―Hay algo que necesito saber ―dice―. A pesar de que no me guste la
respuesta.
―Oh, Dios. ¿Qué?
―Esa noche… ¿La noche que discutimos y fuiste a la casa de Realm? ¿Qué pasó
entre ustedes dos, exactamente?
―¿Importa ahora?
James exhala, recostándose en la silla como si estuviera agotado.
E
―Un poco.
―No dormimos juntos.
Cierra los ojos.
―El hecho de que saltaste a eso de inmediato para defenderte no es
reconfortante.
―Estaba molesta.
―Lo besaste.
Asiento, sintiéndome avergonzada. James y yo ni siquiera éramos una pareja,
pero sabía lo que sentía por él. Mi conexión con Realm era totalmente conservadora.
―¿Y más? ―pregunta James.
Asiento otra vez, y miro por la ventana a las ramas de los árboles, que se mecen
en el viento. Creo que realmente puedo escuchar el sonido del corazón de James
rompiéndose.
―¿Lo tocaste?
―¿Tocar qué?
―Eso.
Me río y niego.
―No. No, no lo hice.
―¿Él toco la tuya?
―¡James!
―¿Lo hizo? Estoy tratando de entender qué significa "y más".
―No. ―Me pongo de pie y camino hacia su silla―. James, no. Él no… hizo
eso.
―¿Qué hay de esas? ―Señala a mi pecho. Debió ver que mi expresión cambia
porque asiente―. Así que se llegó a la segunda base.
―¿De verdad, James? ¿La segunda base?
Se aparta de mí.
―No lo culpo ―murmura―. Son lindas.
―Gracias.
―Además, fue mi culpa de todos modos. Fui un idiota. Prácticamente te
entregue a él. ―Y a pesar de que está tratando de sonar como si estuviera siendo
razonable, una lágrima se derrama en su mejilla y la limpia rápidamente por lo que
cree que no voy a notarlo.
Pongo mis brazos sobre sus hombros, y vuelve su mejilla contra mi camisa, con
las manos en mis caderas.
―Lo siento ―susurro, deseando poder quitarle la traición que debe sentir―.
Realm sabía que no estaba en ello. Sabía que estaba loca por ti.
James solloza y se aleja lo suficiente para mirarme con una pequeña sonrisa.
―¿No te gustó? ―pregunta.
―No.
―¿Porque me amas?
―Sí.
―¿Y no lo va a besar de nuevo?
Sonrío.
―Nunca.
Se lame los labios.
―¿Pero me besaras ahora?
Respondo llevando a mi boca a la suya, besándolo suavemente. Es lento para
responder, con el cuerpo tenso. Puedo sentir sus brazos temblando mientras los
envuelve alrededor de mí. Él es todo terminaciones nerviosas primas, y luego James,
mi James, prácticamente se derrumba y llora en mi cabello, diciendo cuánto siente
casi perderme.
Voy abajo para la cena cuando James corre a la tienda de suministros con Cas,
optando por saltarse la comida. En serio, creo que está evitando a Realm, pero por
el momento, teniendo en cuenta lo que habíamos hablado antes, eso es
probablemente una buena idea.
Llego a la cocina y Dallas es la única que está, friendo algo que huele a carbón
vegetal en un sartén. Cuando me nota, se encoge de hombros.
―Quemo todo. ―Levanta el sartén―. ¿Pollo?
―Uh… ―Veo dentro del sartén y niego―. No, gracias. ¿Tenemos macarrones
con queso sobrantes? James no está cocinando para nosotros esta noche.
Dallas pone la comida quemada a un lado.
―Me di cuenta. ―Alcanza un armario para tomar una caja de macarrones con
queso y luego toma una olla y la llena de agua. Una vez que lo hace, se vuelve hacia
mí―. ¿Él está bien? ―Suena realmente preocupada.
―No es un gran fan de mi amistad con Realm.
―Supongo que no. Y supongo que a partir de la reacción en el fichero, tu
pasado no era exactamente lo que pensabas que era.
―James estaba tratando de protegerme ―digo a la defensiva―. Y si vas a
regodearte…
―¿Regodearme? Sloane, no quiero que seas miserable. Y definitivamente no
quiero a James infeliz. ¿Personalmente creo que ustedes dos juntos es una mala idea?
Sí. Creo que se aman hasta la exageración, pero en un mundo como éste, siendo una
media de Romeo y Julieta es una estupidez. Voy a tomar mis posibilidades de
quedarme sola.
No puedo evitarlo. Me río. Tomo asiento en la mesa, y Dallas agarra un par de
refrescos de la nevera y me da uno. A veces no la odio totalmente.
―Realm fue quien me dijo que James y yo estábamos juntos antes
―empiezo―. Quiero decir, lo había adivinado porque encontré una foto de James
con mi hermano, pero no lo sabía a ciencia cierta. Fue tortuoso, porque James
cambiaba entre el calor y el frío, el coqueteo y el ignorarme a diario. Lo
solucionamos, sin embargo ―digo―. Así que llamo una mierda a ese archivo.
―Huh ―dice Dallas, bebiendo de su refresco―. Suena como eso. James
mentiría para protegerte. Lo que me lleva a mi siguiente pregunta. ―Retuerce la
tapa de su lata de refresco hasta que se abre―. ¿Cómo conoces a Realm?
El calor sube a mis mejillas.
―Nos conocimos en El Programa.
Ella se ríe.
―Bueno, obviamente. Pero, ¿son amigos? ―Hace una pausa―. ¿Del tipo con
beneficios?
Tomo mi bebida, intentando parecer casual.
―Sólo somos amigos. ―Pero incluso yo detecto la tensión en mi voz, el tono
claro de la mentira. Se ríe, y levanto la mirada para ver su sonrisa.
―Sí ―dice con sarcasmo―. Yo también. ―En ese momento las sutilezas se
escabullen, tanto de mi cara como de mi postura―. Pero mi amistad viene con
beneficios. ―Añade, tomando su refresco mientras camina de nuevo hacia la cocina,
donde el agua ha comenzado a hervir.
Me deja sentada aquí con una mezcla de envidia y vergüenza. En realidad,
nunca se me había ocurrido que Realm estaba con alguien más, que tenía una vida
fuera del Programa. Pero lo hacía. Lo hace.
Y Dallas dejó en claro que en realidad ya no me incluye a mí.
Me siento en la cama sin hacer de mi habitación vacía, la ventana entreabierta
para dejar entrar la brisa. James se está duchando en el baño del pasillo, el vapor de
agua se desliza por debajo de la puerta. Todavía estoy nerviosa por mi charla con
Dallas, mi cerebro y mi corazón en desacuerdo acerca de lo que debería estar
sintiendo. Realm no vino a la cena, así que fuimos sólo yo y Dallas, comiendo en
silencio a excepción de cuando me pidió que le pasara la salsa picante.
Es sólo que no entiendo por qué Realm nunca me habló de ella. Durante todo
ese tiempo en El Programa, todas las noches jugando a las cartas. Él nunca mencionó
su nombre. ¿Por qué? Y, ¿qué significa ahora? ¿Es su novia? ¿Es Dallas su James?
―No estás dormida ya, ¿verdad?
Sorprendida, miro hacia arriba y veo a James parado en la puerta, una toalla
atada en su cintura, con el cabello rubio mojado y peinado hacia atrás. Está
sonriendo con ironía, una especie de sonrisa contagiosa que parece quemar a través
de mí.
―Así que supongo que llegué temprano ―dice.
Estoy abrumada por la visión de él, la forma en que sus ojos me sostienen en
su mirada, malos y amorosos al mismo tiempo. Observo mientras viene a la cama,
inclinándose lentamente pero con seguridad. Ya no es prudente conmigo, él mismo
se ha entregado a mí por completo. Así que lo beso fuerte, clavando las uñas en su
piel mientras lo jalo hacia la cama. Somos adictos el uno al otro, sin importar las
consecuencias.
―Creo que necesito otra ducha ―dice James junto a mí. Me río, rodando para
descansar mi cara en su hombro.
―Shh… ―digo, poniendo mi dedo sobre sus labios―. No lo arruines.
―Yo soy el que está arruinado.
―Cállate, James.
―Estoy como… corrompido.
―No lo estás.
―Creo que tienes que casarte conmigo ahora.
Me río, pero cuando él no sigue adelante, miro a su cara. Sonríe, pero su
expresión es mucho más seria de lo que esperaba. Hay una corriente fría viniendo
de la ventana que se abrió apenas un poco, pero ninguno tiene prisa por levantarse.
―Bien podrías casarte conmigo ahora ―dice―. Sabes que lo harás, de todos
modos.
Un cosquilleo se extiende sobre mi piel.
―¿Lo haré? ―pregunto.
Asiente.
―En la playa. Después de que aprendas a nadar.
Me estremezco.
―Me tenías hasta que dijiste nadar.
―Oh, vamos ―dice James―. No puedes tenerle miedo al agua por el resto de
tu vida.
Cuando le digo que estoy segura que puedo, James pone la mano detrás de mi
cuello, tirándome en un suave beso.
―Dime que sí ―murmura―. Di que sí ahora, así jamás tendré que preguntar
otra vez.
Su boca, su sabor, es todo tan familiar y emocionante. Es pesado y sofocante,
es entonces y ahora.
―Sí ―susurro finalmente, cerrando los ojos mientras me acurruco contra él―.
Me voy a casar contigo algún día, James. Haría cualquier cosa por ti.
Puedo sentir su mandíbula moverse mientras sonríe, tomando mi mano para
apretar sus dedos entre los míos antes de besar mi dedo anular.
Capítulo 11 Traducido SOS por scarlet_danvers & flochi
Corregido por sttefanye
l desayuno es totalmente incómodo mientras me siento al lado de Realm,
James junto a mí con su cuerpo girado un poco lejos. Me habría
imaginado a James más del tipo posesivo, de alguna manera
reclamándome frente Realm mientras crujían sus Frosted Flakes. Pero en lugar de
eso, solo tiene una pequeña sonrisa que noto entre cucharadas.
―Estás feliz hoy ―dice Realm, lo miro mientras se toma un café negro en una
taza de polietileno. Dallas mira por encima de donde está sentada en el mostrador,
estudiando la expresión de James hasta que entiende, y luego se da la vuelta.
―Estoy muy feliz ―responde James a Realm, sin levantar la vista.
―No va a durar ―dice Realm―. Lo sabes.
James sonríe ampliamente, finalmente encuentra la mirada suspicaz de Realm.
―No tienes idea de cuánto tiempo puedo durar ―dice James con una risita. Se
empuja hacia atrás de la mesa, tomando su cuenco. Besa la parte superior de mi
cabeza antes de caminar hacia el fregadero, palmea la pierna de Dallas, y luego sale
de la habitación, sonriente todo el tiempo.
La mirada oscura de Realm gira hacia mí; el tipo tranquilo que se presentó ayer
se ha ido.
―Veo que ustedes dos se reconciliaron ―dice.
De repente he perdido el apetito. La primera vez que le presenté a Realm a
James, casi se matan el uno al otro, porque Realm estaba siendo un idiota conmigo.
En este momento esto se siente muy familiar.
―¿Cuándo estuvimos James y yo peleando?
―Antes de que te fueras de Oregón. Cuando viniste a mi casa y me besaste. A
menos que te hayas olvidado de eso.
En ese momento suena el tintineo de un recipiente antes de que Dallas salte del
mostrador.
―Esa sería mi señal para salir ―dice ella―. Realm, me pondré al día contigo
en el sitio más tarde.
E
Realm llega a ella mientras comienza a pasarlo, tocando su mano. Hay una
ligera punzada en mi estómago.
―Solo dame unos minutos, Dal ―dice amablemente. Lo considera, pero
después de una mirada molesta en mi dirección, ella asiente y se va.
El peso de un argumento inminente inunda la habitación, incluso aunque no
estoy del todo segura acerca de qué Realm y yo tenemos que pelear. Sí, le di un beso,
pero eso fue debido al Programa. Trataron de borrar a James, pero yo todavía lo
amaba. Incluso Realm vio eso.
―Si vas a ser un idiota ―empiezo―, entonces…
―¿Qué esperabas, Sloane? ―Realm pone sus codos sobre la mesa,
inclinándose hacia adelante como si estuviera listo para saltar―. Te dije que te
mantuvieras alejada de James, que él haría que te enfermes de nuevo. Y sin embargo,
aquí estás huyendo por culpa de él, porque estaban siendo imprudentes y El
Programa fue llamado. ¿Crees que debo aplaudir eso? ¿Qué diablos quieres de mí?
―No lo sé ―le digo―. Que vuelvas de nuevo a la forma en que eras en El
Programa.
―Te refieres a la forma en que quieres que sea.
―Eso no es lo que estoy diciendo.
―No funciona de esa manera. Tú no puedes dictar cómo actúo, cómo me
siento.
―No estoy tratando de…
―¿No lo estás? ―grita, y me enderezo, alarmada por su tono áspero―. ¿Por
qué no te tomas la píldora, Sloane? ¿Por qué no puedes recordar? ―Miro
inmediatamente hacia la puerta, temiendo que alguien hubiera escuchado. La boca
de Realm se abre, con una expresión cómplice en su rostro―. Es a causa de él, ¿no
es así? ―exige―. No la tomaste por James.
―¡Fue una elección imposible! Solo había una píldora. ―¿Cómo podría elegir?
―Fácil. Te la di a ti.
Niego.
―¿Y el peligro? ¿Cómo se supone que iba a dar ese salto de fe, mientras que la
gente se está volviendo loca con sus recuerdos? ¡Eso es lo que le pasó a Lacey!
―La píldora no es como un recuerdo. No es una fractura por estrés. Trae lo
que El Programa bloqueó y seguro, duele, pero no te habría matado.
Me inclino hacia él, tratando de mantener mi voz baja, pero estoy fallando.
―Oh, eso es muy reconfortante. Pero esto no era solo sobre James. Tú hermana
me dijo que puede que no me guste lo que encuentre en mi pasado. No sé quién era,
Realm. Pero sé lo que soy ahora. ¿Qué hay de malo en querer vivir en el ahora?
La expresión de Realm se suaviza y estira su mano en mi dirección, justo antes
de tocar la mía.
―No hay nada malo en ello ―dice―. ¿Eso fue todo lo que te dijo Anna?
―Ella me dijo que no te podría perdonar. ¿Por qué? ¿Qué has guardado de mí?
―No me acuerdo mucho de mi tiempo en El Programa. Hay fragmentos, trozos,
donde estaba jugando a las cartas o riendo con Realm. Pero mi pasado se ha ido, al
igual que el pasado de los demás. De algún modo Realm se aferró a mi historia. Él
no me lo dijo de inmediato, no hasta que se lo exigí. Puedo sentir que tiene más
secretos; su hermana lo confirmó excepto lo que hace él. Sin embargo… todavía
confío en él. Confío en él a pesar de que sé que está mintiendo.
―Anna no quería que yo recordara. Dijo que el pasado sería demasiado
doloroso. Y para ser honesto, puedo entender de dónde viene. Pero te he dicho todo
lo que puedo, Sloane ―dice Realm, claramente frustrado―. Eso tiene que ser
suficiente. Si tomas la píldora, sabrás la verdad.
―¿Y si no la tomo? Si se la doy a James, ¿qué recordará?
Los ojos de Realm se estrechan ante la idea de mí dándole su regalo a James a
cambio.
―Tal vez se dará cuenta de que no se pertenecen.
Trato de quitar mi mano, pero Realm la agarra.
―Lo siento ―dice rápidamente―. Lo siento, dulzura. No te vayas.
―¿Cómo tú me dejaste? ―Las palabras me golpearon, y el dolor y la
preocupación que sentía por la repentina desaparición de Realm me derrumba―.
Tú me diste una estúpida píldora y luego me dejaste ―le susurro.
Realm se estremece y se lleva mi mano a los labios.
―Lo sé ―murmura en mi piel―. Pero te quiero tanto. ―Besa mis nudillos―.
Quería que tuvieras la oportunidad de recordar. ―Mi muñeca. Su toque irradia
sobre mi piel, torturándome, confundiéndome―. Dime que me extrañabas también.
Mi respiración se profundiza a medida que Realm besa mi parte interna del
antebrazo. Él está dentro de mi cabeza, lo sé. Pero no puedo negar que lo extrañaba.
Lo hice. Realmente, realmente lo hice.
―Te extrañé ―le susurro, mientras su mano se desliza por mi brazo,
ahuecando mi hombro para tirar de mí lo suficientemente cerca para besarme.
Delante de mí, los profundos ojos castaños de Realm son serios pero oscuros.
Oscuros y torturados. Esto me lleva de nuevo a mis sentidos, y Realm debe leerlo en
mi expresión, porque su mandíbula se endurece.
―James no te quiere ―dice lentamente, su cálido aliento sobre mis labios―. Sí
lo hiciera, te habría hecho tomar esa píldora.
Hay un sonido, y ambos, Realm y yo giramos para ver a James parado en la
puerta. Sigue estando, con una expresión indescifrable. Empujo la mano de Realm
lejos y salto de vuelta a la mesa, pero sé que es demasiado tarde. James vio-oyó todo
eso. Él no se fija en mí otra vez, solo sigue mirando hacia donde estaba sentada. Y
luego, sin decir palabra, James se da vuelta y se va.
El paseo a la habitación parece no tener fin. Mi corazón golpea, mi boca está
seca. James oyó la conversación entre Realm y yo, vio a Realm lo suficientemente
cerca como para besarme. ¿Cómo pude dejar que eso sucediera?
―¿James? ―llamo suavemente mientras empujo la puerta de nuestra
habitación. La puerta del armario está entreabierta, la cadena de la luz sigue
balanceándose.
―¿Crees que tiene razón?
Me giro y encuentro a James en el rincón más alejado de la habitación. Él no se
burla, ni nada remotamente odioso. Solo se ve con el corazón roto, incapaz de
mirarme a los ojos. En su puño agarra la bolsa de plástico.
―¿Acerca de la píldora? ―le pregunto, sin desear nada más que arreglar el
daño que he causado. James nunca ha dejado que otra chica se acercara a él, y Dallas
seguro lo intentó.
James levanta la vista, sus ojos azules bordeados en rojo.
―Acerca de mí ―dice―. ¿Crees que debería haber hecho que te tomaras la
píldora?
Empiezo a decir que no, pero James ya ha tomado una decisión. Las palabras
de Realm lo han sacudido, le hizo dudar de todo. Es como si Realm supiera
exactamente cómo hacernos daño.
James mantiene la píldora envuelta, pero no puedo ni mirarla, así que la mete
en el bolsillo de atrás.
―James… ―empiezo.
―No más mentiras ―me interrumpe―. En este momento, con Realm, ¿qué fue
eso? Cristo, Sloane. ¿Te has acostado con él?
―¡Por supuesto que no!
―Te he oído. Lo extrañaste. ―Sus labios se separan en angustia, sus ojos se
debilitan―. Casi lo besaste. Yo… vi todo eso, y ninguna vez ―clava su dedo en mi
dirección―, le dijiste que se detuviera.
Lágrimas gotean sobre mis mejillas, pero no hay nada que pueda decir. No
tengo ninguna excusa. Extrañé a Realm; no mentí sobre eso. Hay un vínculo tácito
entre nosotros que no parece conectado a ningún recuerdo específico. Confío en
Realm con mi vida. Y algunas veces él usa eso en mi contra.
―No te conozco en este momento ―dice James―. Porque para mí ―hace un
gesto hacia el pasillo―, parece que él es tu novio. ¡Y estoy celoso! ¡Dios, soy un
imbécil celoso de mierda y lo odio! ―gime, tirando fuertemente de su cabello―.
Pensé que éramos tú y yo, Sloane. Que éramos tú y yo para siempre o no en absoluto.
―Quiero ese para siempre también.
―Él te dio una píldora ―dice James―. Te dio una forma de traer de vuelta
todos tus recuerdos. No tengo ese poder, y quién demonios sabe cómo reaccionaría
si lo hiciera. Quizá tenga razón. Tal vez debería haber hecho que la tomaras.
Hay un sonido, y James y yo miramos por encima para ver a Dallas de pie en
el umbral, sosteniendo una lata de Coca-Cola.
―¿Qué píldora? ―pregunta, ni siquiera tratando de fingir que no estaba
escuchando nuestra conversación. Sus ojos oscuros miran a James, pero él solo
parece molesto por la interrupción. Cuando no respondo, Dallas entra a la
habitación. El clic de sus botas es fuerte en el pequeño espacio mientras pone su
refresco en el tocador―. ¿Qué píldora?
―Cálmate ―dice Realm. Mis entrañas dan un vuelco cuando Realm entra
detrás de ella, lanzando una mirada cautelosa en dirección a James antes de dirigirse
a Dallas―. Se la di a ella.
Dallas se gira hacia él, pero antes de que pueda reaccionar, James se está
moviendo hacia ella. Empuja a Realm y los dos se estrellan contra el muro blanco
desnudo. Realm mete el primer golpe, su puño cerrado conectando en lo alto de la
mejilla de James con un sonoro “thwack”. Pego un grito, corriendo hacia ellos, pero
luego se encuentran en el suelo, un borrón de movimiento que no puedo desenredar.
―¡Deténganse! ―grito, agarrando el brazo de James cuando se echa hacia atrás
para golpear a Realm, pero él simplemente me sacude antes de conseguir golpear
otra vez, golpeando a los lados. Realm se lanza sobre él, pero James lo golpea en el
rostro, sangre saliendo a borbotones de la nariz de Realm. Dallas exhala, finalmente
acercándose para prestar su ayuda. Me encuentro gritando para que ambos chicos
se detengan, pero parecen empeñados en matarse entre sí. La sangre se está
vertiendo de los labios de Realm a la vez que suelta palabras al azar de ira; James se
está balanceando a dónde sea que pueda golpear.
Realm cae a un lado y James se pone de rodillas, el puño levantando para
impactar en la cara de Realm, hasta que Dallas saca algo de su bolsillo. La navaja
brilla un instante, y luego lleva el cuchillo a la garganta de James, deteniéndolo en
seco. Mis ojos están abiertos como platos cuando Dallas tiene su brazo retorciéndose
alrededor del cuello de James, la cuchilla mordiendo su piel. Levanta sus ojos a
donde ella está, su pecho elevándose y un hilillo de sangre saliendo del corte en su
pómulo.
―No puedo dejar que lo mates ―dice―. Lo siento, James.
Por un momento nos quedamos todos en silencio, y entonces Dallas baja la
navaja, y James, observándola por un largo momento, se pone de pie. Mira en mi
dirección antes de salir. Quiero comprobar que él se encuentra bien, pero decido
darle algo de tiempo para que se tranquilice.
Realm se sienta, apoyando los codos en sus rodillas dobladas mientras deja que
su sangre siga corriendo por su rostro. Las gotas impactan contra el suelo de madera.
Dallas mira entre nosotros, su expresión oscureciéndose antes de ir a agarrar su
bebida, tomando un largo trago.
Estoy en shock, incapaz de pronunciar una palabra, hasta que Dallas lanza su
refresco a medio beber sobre Realm, golpeándolo en el hombro antes de que la lata
caiga en el suelo, enviando un rocío de cola pegajosa. Grito y retrocedo un paso,
mirándola fijamente mientras su refresco echa espuma por la boca de la lata.
―Entonces, conseguiste poner tus manos en El Tratamiento ―le gruñe a
Realm―, ¿y se la diste a ella? ―Dallas lanza una mirada en mi dirección y me encojo
con culpa inmediata.
―No es el momento, Dallas ―dice Realm―. Lo hablaremos más tarde.
―No me ignores. Juro por Dios, que…
Realm se pone de pie de un salto, la mitad inferior de su rostro todavía
manchado con sangre. Parece loco, y por primera vez que pueda recordar, me
asusta. Realm cierra las manos en puños, pero Dallas no retrocede.
―Sal ―dice con los dientes apretados.
―No hasta que me digas cómo lo conseguiste. ¡No hasta que me digas por qué
a ella! ―Dallas está a punto de quedar deshecha, sus labios están temblorosos como
si pudiera echarse a llorar. Espero a que Realm la agarre, la llame cariño, y calme el
enojo. Pero no lo hace.
―No me importas, Dallas ―lo dice con seriedad―. No me importas de la
misma manera que ella y lo sabes. La amo. Y eso es todo lo que voy a decir al
respecto.
Un terrible silencio desciende en la habitación, y Dallas baja los ojos, herida por
las palabras de Realm. En ellas se siente la traición, y esa emoción me golpea como
algo familiar, aunque no puedo ubicar de dónde proviene.
―¡Los odio! ―murmura Dallas, sin levantar la cabeza cuando se marcha.
No me importa si Dallas me odia, el sentimiento es mutuo. Pero cuando la
postura de Realm se hunde, me doy cuenta que hay más en su relación que amigos
con beneficios. Y sin embargo fue rápido en alejarla, aplastarla. ¿Es así cómo se
preocupa? ¿Cundo yo ya no importe, me echará también?
Ni Realm o yo nos movemos para limpiar el refresco que Dallas dejó tras de sí.
Mi cuerpo sigue temblando con adrenalina, pero por debajo me estoy ahogando en
la profunda oscuridad, doliendo en todas partes.
―¿Qué está pasando, Realm? ―pregunto―. ¿Qué es El Tratamiento?
Lleva su antebrazo a su barbilla para limpiarse algo de la sangre.
―Esa píldora naranja que has estado ocultando ―dice―, es la cura para El
Programa, lo llaman El Tratamiento. Solo hay unos pocos prototipos, pero después
que El Programa supo de ellos, destruyó el laboratorio. También destruyeron a los
científicos que las crearon. Pero quedó una píldora.
No merezco esto, no cuando Dallas o James o probablemente cientos de otras
personas darían lo que fuera por tomarla.
―¿Por qué me la diste?
―Porque la necesitas ―dice simplemente―. Te saliste de sus redes, rompiste
las reglas. El Programa te quiere de vuelta, Sloane. Y esta es la única manera en la
que pude proteger lo que queda de ti.
―Pero, ¿cómo…?
―Lamento interrumpir. ―Cas se haya parado en la puerta, su cabello retirado
en una cola y su barbilla sin afeitar. Lanza una mirada inquieta alrededor de la
habitación destrozada―. Tenemos un visitante ―agrega.
La mano de Realm inmediatamente me agarra del codo, poniéndome de pie
junto a él.
―¿Quién es? ―pregunta rápidamente―. ¿Y cómo nos encontró?
―Parece que Dallas consiguió hablar con el doctor, después de todo.
Realm maldice en voz baja, pero estoy asustada, aterrorizada por la palabra
doctor.
―¿Ha dicho algo? ―pregunta Realm, limpiándose las manos cubiertas de
sangre en la parte inferior de su camiseta como si eso fuera suficiente para estar
presentable.
―Solo que está aquí para hablar. Preguntó por ellos ―dice Cas, haciendo un
gesto hacia mí.
Respiro hondo.
―No ―digo―. Realm, ¿van a llevarme?
―No, dulzura ―dice―. Dallas ha estado buscando a este hombre hace tiempo,
en contra de mis objeciones. ―Niega, una mezcla de molestia y enojo―. No creo que
sea una amenaza. No está con El Programa. ―Realm y Cas intercambian una mirada
antes de que Realm avance a la puerta, murmurando en voz baja―: Al menos no
ahora.
Soy un completo lío cuando bajo las escaleras, temerosa del doctor, culpable
por lo que he hecho pasar a James; avergonzada por haber dado el regalo de Realm
por sentado… la reacción de Dallas es una prueba de ello. Entro en la sala y el ceño
de Dallas desde el sofá irradia odio candente. Me muevo al otro extremo de la
habitación. Realm se detiene a lavarse el rostro, y luego se encuentra conmigo en la
sala. Cas ha pasado junto a nosotros rumbo a la cocina, donde asumo que está
esperando el doctor.
Espero que James entre, pero los minutos avanzan sin él. Lanzo unas cuantas
miradas cautelosas en dirección de Dallas, pero ella parece despreocupada con su
ausencia. Yo, sin embargo, estoy empezando a volverme loca.
―¿Dónde está James? ―le murmuro a Realm. Se encoge de hombro, molesto
de que le haya planteado la pregunta. Estoy a punto de llamar a Dallas, cuando hay
movimiento proveniente del corredor y me sobresalto cuando un hombre entra en
la sala, sin esperar a que Cas lo presente.
El hombre es alto y delgado debajo de su traje color pizarra. Tiene bigote y
barba gris. Se parece a un abuelo rico, pero cuando habla, su voz es nítida a la vez
que corta a través del silencio de la habitación.
―Son completamente vulnerables aquí ―dice. Busca hasta encontrar a
Dallas―. ¿Y si fuera un Cuidador?
―Entonces estaría vestido de blanco.
No sonríe.
―Sabe a lo que me refiero, Srta. Stone. Todos ustedes ―se mueve alrededor de
la sala―, son accesorios. Un desliz los hará aterrizar en la cárcel, o peor, en El
Programa. Sugiero que se mantengan en guardia. No seré capaz de salvarlos si los
atrapan.
El duro exterior de Dallas se desvanece y empieza a mordisquear la uña del
pulgar, evitando los ojos de él. Todo el mundo se encuentra tranquilo mientras este
hombre está de pie frente a todos nosotros como si se encontrara a cargo. James está
perdido y me encuentro súbitamente sola.
―¿Quién es? ―le pregunto finalmente al hombre.
El doctor desliza las manos en el interior de los bolsillos de su traje y aprieta
los labios en disculpa.
―Lamento que nos haya tomado tanto tiempo ser presentados ―dice
sombríamente―. He estado siguiendo su caso por algún tiempo, Srta. Barstow. ―Da
un paso hacia adelante y extiende la palma―. Soy el Dr. Arthur Pritchard, y soy el
creador del Programa.
Parte II
El Tratamiento
El Programa
Intensifica el Control Traducido por PaulaMayfair
Corregido por sttefanye
on las crecientes restricciones presentadas por El Programa, los adolescentes se han dirigido a una nueva forma de expresión. Clubs Suicidas han surgido en todo el país, fiestas subterráneas ilegales donde las drogas, el
alcohol y la depresión son comunes.
Las autoridades están preocupadas de que los Clubs Suicidas conducirán a un aumento en la auto-terminación, y están gastando recursos considerables para localizar a los propietarios. Un club recientemente allanado en Utah desató una persecución abarcando varios estados, pero El Programa no proporciona más detalles sobre los sospechosos en este momento. Sin embargo, están pidiendo ayuda al público para informar cualquier y todos los comportamientos sospechosos.
Con el aumento de arrestos relacionados con El Programa, la preocupación de la interferencia del gobierno en los asuntos personales ha surgido una y otra vez. Pero a medida que la epidemia continúa, las investigaciones sobre los métodos del Programa siguen siendo ignorados. El foco permanece en el índice de éxito de los que regresan y la contención del brote empeorando.
Relatado por Kellan Thomas.
C
Capítulo 1 Traducido por Apolineah17
Corregido por sttefanye
e balanceo, completamente aturdida mientras pinchazos de miedo me
inyectan con pánico. Tener al creador del Programa sabiendo tu
nombre es un poco como la Muerte llamándote. Pero él está aquí, el
hombre que arruinó nuestras vidas, de pie delante de mí. Nadie está reaccionando
de la manera en que debería. Me mofo de su mano extendida y luego miro
acusadoramente a los demás. Todo cambió drásticamente de lo que debería ser:
James no está aquí, pero el creador del Programa sí. Esto en realidad no puede estar
pasando.
Cas va a sentarse tranquilamente junto a Dallas, pero Realm ha orientado su
cuerpo para que él no pueda dar un paso hacia mí si tiene que hacerlo. Aunque lo
agradezco, creo que él querría detener la locura que está pasando ahora mismo. Pero
solo se para aquí.
―¿Por qué estás aquí? ―le demando al doctor. Él mira hacia su manos y la
baja. Mi cuerpo empieza a temblar, y estoy segura de que puede verlo―. ¿Qué más
podrías querer de nosotros? ―pregunto.
―Primero déjame asegurarte que no tengo la intención de hacerle daño a
ninguno de ustedes. De hecho, como Dallas puede decirte, estoy aquí para ayudar.
Todos queremos lo mismo, Sloane. Y terminar El Programa.
―¿Esperas que crea eso? ―chasqueo―. Arruinaste mi vida. ¡Eres un
monstruo! ―Me giro, mirando a los demás en la habitación―. ¿Qué está mal con
todos ustedes?
―Escúchalo ―dice Cas―. No sabes toda la historia. ―Sacudo la cabeza con
incredulidad total y absoluta.
―Gracias, Sr. Gutiérrez ―le dice el doctor, y se gira hacia mí―. Querida
―continúa y me encojo bajo su tono cariñoso―, tú eres el ejemplo perfecto de por
qué El Programa nunca podrá funcionar realmente. Está en tu personalidad de
luchar por lo que crees, por lo que amas. El Programa fallará porque, aunque pueda
borrar los recuerdos, las personalidades básicas permanecen sin cambios. Esto lleva
a repetir los mismos comportamientos, y en última instancia, los mismos riesgos y
errores.
M
Lo que él está describiendo suena como yo y mi relación con James. Me
recuerda que si peleábamos antes y fracasábamos, éramos lo suficientemente
estúpidos para intentarlo de nuevo.
―No hay manera de que alguna vez confíe en ti ―le digo al Dr. Pritchard―.
No quiero tu ayuda.
―Me temo que no tienes otra opción. ―Él mira a Dallas―. Sé que me
contactaste con la esperanza de mejores noticias, señorita Stone, pero tu inteligencia
estaba en lo correcto. La epidemia se ha propagado. Hay una llamada a la acción, y
El Programa está usando esto para promover sus motivaciones secretas.
Se siente como si el mundo se hubiera caído debajo de mí. Antes de que se
suicidara, Liam me había hablado de su primo ―un adulto― que se suicidó. Él
estaba desvariando sobre la propagación de la epidemia, pero lo atribuí a su
depresión. Pensé que se había vuelto loco. Pero Liam estaba en lo cierto.
El Dr. Pritchard saca un rígido pañuelo blanco de su bolsillo y se seca el sudor
que ha comenzado a reunirse en su frente. Se afloja la corbata. Se sienta en un
taburete en la parte frontal de la habitación como si fuera un profesor y nosotros sus
alumnos. Estoy lista para escapar, encontrar a James, y salir de aquí.
―Ha habido varios accidentes de asesinato esta misma mañana ―dice el
doctor―. Hombres y mujeres jóvenes en sus veintes, con exposición desconocida a
los estímulos. Ahora El Programa se está desarrollando para combatir el
agravamiento de la epidemia. Hubo una historia que se propagó hace un par de
semanas, pero fue enterrada rápidamente.
―¿Qué vas a hacer? ―pregunto. ¿Qué tipo de acción está proponiendo El
Programa? ¿Cuánto más pueden tomar de nosotros?
―No ―dice el doctor―. No yo. Puede que haya creado El Programa, pero
perdí el control de él hace meses. Es una corporación, adquirida y pagada por el
gobierno de los EE.UU, y ellos esperan resultados.
¿Podría El Programa ser peor de lo que pensábamos? ¿Es eso posible? A mi
lado Realm permanece callado, pero sus hombros parecen menos protectores ahora.
No quiere que Arthur Pritchard note su rostro. Secretos. Realm está lleno de secretos,
y no creo que pueda aguantar más en este punto.
―¿Qué están planeando? ―le pregunto al doctor. La lucha se ha ido de mi voz,
reemplazada con miedo.
―Admisión obligatoria ―responde el Dr. Pritchard―. Toda persona menor de
dieciocho años entrará al Programa. Eso significa que antes de la graduación, cada
persona será borrada y recreada como un individuo bien equilibrado y de buen
comportamiento. Complacencia. Toda una generación perdida, como estoy seguro
de que te sientes ahora, señorita Barstow.
La admisión obligatoria para personas que ni siquiera están deprimidas es
como un lavado de cerebro masivo. Alguna versión enferma y retorcida de utopía.
No hay manera de que el público lo permita. ¿Cierto?
El médico continúa.
―El Programa está tratando de poner en marcha nuevas políticas. Han
demostrado que son un cien por ciento eficaces, comprobando que sus medidas
preventivas funcionan. Por lo que ahora todas las personas menores de dieciocho
años serán cambiadas, para bien o para mal, en contra de su voluntad. Piensa en lo
que pueden hacer con tanto control ―dice―. Piensa en lo que pueden crear a partir
de una sociedad sin ninguna experiencia, ningún tipo de errores aprendidos.
Personas sin conexiones.
―Entonces detenlo ―digo enérgicamente―. Si le dices al gobierno lo que
realmente está pasando con El Programa, le pondrán fin al mismo.
―Y ahí está mi dilema ―dice el doctor, apretando las manos debajo de su
barbilla―. Al igual que todos los que trabajan en El Programa, tengo una cláusula
de prohibición de publicidad, un contrato vinculante que les da el derecho de tomar
mis recuerdos, para borrarlos si no cumplo con el acuerdo de confidencialidad. Solo
que no se detienen allí, no con mi autorización de seguridad. Ellos van a
lobotomizarme ―dice el médico―. El Programa considera a algunos que han
regresado, y otros como yo, de poca ayuda. Cuando ponen de nuevo El Programa,
un paciente es evaluado. Y si el borrado no es una opción, estarán sujetos a una
lobotomía. Es el último recurso de una operación implacable. Es como El Programa
mantiene su tasa de éxito al cien por ciento.
La mano de Realm se cierra alrededor de la mía, pero apenas puedo sentirlo.
Es como si los bordes de mi realidad se estuvieran rompiendo a pedazos.
―¿Entonces qué? ―pregunto débilmente.
―Sus personalidades completas se eliminan y son institucionalizadas. Son
borrados del mapa, querida. Evaporados en el aire.
No, es demasiado cruel. Es demasiado cruel para ser una posibilidad real.
―¿Cómo puede un ser humano racional infligir esto a otro? ¿Cómo puede
suceder esto en un mundo civilizado? ―pregunto.
―¿Acaso no lo han hecho antes? ―pregunta el doctor―. Hace años, cuando
los médicos no sabían cómo tratar a los enfermos mentales, comenzaron con una
terapia de electrochoques y en casos extremos, lobotomías. Ellos perforaban
agujeros en sus cerebros, señorita Barstow. Los seres humanos son criaturas crueles.
Y lo que no entendemos, lo manipulamos hasta que lo destruimos. La epidemia está
obligando al mundo a centrarse en la enfermedad mental, pero lo han distorsionado
en algo para ser temido, en lugar de para ser tratado. Me temo que el apoyo público
no está contigo en esto. Estamos en medio de una epidemia que mata a nuestros
hijos. No tienes idea de lo lejos que el mundo llegaría para detenerlo.
Él tiene razón. Sé que tiene razón, pero todo lo que quiero hacer es gritar que
es un mentiroso. Quiero que James explote y diga, “¡Mentira!” y le dé un puñetazo
en la cara. Pero eso no sucede. En su lugar, la soledad y el terror se unen para
consumirme.
―Nosotros no hacemos ninguna diferencia en comparación con los muchos
que ellos pueden salvar ―dice Arthur Pritchard―. Y si voy a la prensa, le daré al
Programa cualquier indicio de que ya no estoy de su lado, y me neutralizarán. Tengo
que terminar mi trabajo antes de que lo hagan.
Levanto mis ojos hacia los suyos, mi visión borrosa por las lágrimas contenidas.
―¿Qué clase de trabajo es ese?
―Una píldora ―dice―. Una que pueda contrarrestar los efectos del Programa
y evite el borrado. Se llama El Tratamiento.
Mi mano se desliza de la de Realm e inmediatamente miro a Dallas. Ella no
tiene ninguna reacción perceptible mientras tuerce una rasta alrededor de su dedo.
Oh, Dios. Por favor no digas nada, Dallas.
―Tengo que encontrar El Tratamiento ―dice el Dr. Pritchard―. Tengo la
intención de analizarlo para que así pueda ser reproducido. Si puedo evitar que El
Programa borre a otros, entonces será obsoleto.
Mi boca se ha secado y siento como si hubiera un foco de atención sobre mí.
¿Sabe él que Realm me dio la píldora? ¿Es por eso que está aquí?
―Digamos que traes todos los recuerdos de regreso ―dice Realm en voz
baja―. Y no todos pueden manejarlos, ¿qué vas a hacer para evitar que se suiciden?
Los ojos del médico se estrechan ligeramente mientras mira a Realm de arriba
hacia abajo.
―La gente seguirá muriendo, hijo. No puedo afirmar lo contrario. Pero
después de que restauremos los recuerdos originales, trataremos la depresión lo
mejor que podamos con la terapia tradicional. Vamos a trabajar con los problemas,
en lugar de evitarlos.
No puedo creer lo que estoy escuchando. En realidad lo que dice tiene sentido,
pero tengo miedo de que todo esto sea un acto. No, estoy segura de que todo es un
acto. Pero, ¿cómo puede decir esas cosas y no ver la verdad en ellas? Al mismo
tiempo, ¿cómo el doctor supo sobre la píldora? Realm dijo que era la última y que El
Programa pensó que había sido destruida. ¿Quién es el mentiroso más grande aquí,
Realm o Arthur Pritchard?
―Ellos trataron de hacer eso ―digo, enfrentando al Dr. Pritchard―. Al inicio
intentaron la terapia normal, pero no funcionó. ¿Por qué debería creer que la tuya
será diferente?
―El problema fue que ellos no intentaron, yo no intenté, dar terapia el tiempo
suficiente para que fuera efectiva. Nos movimos muy rápido. Y ahora es el momento
de arreglar las cosas. Creo que El Programa por sí solo añade presión, lo que lleva a
más intentos de suicidio. Vives en una olla de presión. No es justo.
―No lo es ―concuerda Dallas, atrayendo todas nuestras miradas―. Pero dime
más acerca de esta píldora que estás buscando, Arthur. ¿De dónde viene? Solo he
escuchado rumores.
¿Qué demonios está haciendo Dallas?
El médico cruza las piernas, apoyando las manos cruzadas sobre sus muslos.
―La Dra. Evelyn Valentine nunca creyó en El Programa ―comienza―.
Mientras trabajaba allí, creó una píldora y la probó en varios que habían regresado.
Había habido varias encarnaciones, pero al final encontró una que funcionaba.
Restauró todos sus recuerdos, y con ella, su depresión. Una terminó con ello de
inmediato, y antes de que Evelyn pudiera tratar adecuadamente a sus pacientes,
desapareció. Sus archivos fueron destruidos, y los registros de sus pacientes
desaparecieron. El Programa nunca los encontró. Es por eso que creo que todavía
hay una píldora o dos por allí. La estoy buscando. La cura de Evelyn se ha perdido,
pero me gustaría crear otra en su ausencia.
Mi corazón palpita; espero que Dallas apunte con uno de sus huesudos dedos
en mi dirección, diciéndole al doctor que yo soy la persona que la tiene. Pero su
rostro se mantiene neutral, leal a Realm. A pesar de lo que él dijo antes, ella no lo va
a traicionar. Creo que Dallas lo quiere.
―No entiendo ―digo, sacudiendo la cabeza―. ¿Por qué necesitas la píldora
real? La fórmula no puede ser tan complicada de descubrir. ¿No sería eso más fácil
que perseguir algo que ni siquiera podría existir?
Los ojos del Dr. Pritchard se fijan en los míos, y me siento languidecer bajo su
pesada sospecha.
―Nadie sabía la fórmula aparte de Evelyn, y ella era la mejor química que
cualquiera de nosotros. ¿No crees que he agotado todas las demás opciones? He
pasado de todo tratando de lograr que los científicos me ayuden, pero todos ellos
están con El Programa, o les temen. No queda nadie para pelear conmigo. Excepto
por aquellos de ustedes que están aquí. Creo que no te das cuenta de lo terrible que
es nuestra situación. Creo que no te das cuenta de lo solos que realmente estamos.
»Si El Programa encuentra la píldora antes de nosotros ―continúa―, la
fórmula se perderá. Ellos planean extraer los ingredientes, patentarlos y hacer su
producción ilegal. Por lo menos ahora podemos proseguir con las pruebas. Pero una
vez que ellos tengan el control de las sustancias, entonces ningún otro tratamiento,
nada que El Programa no apruebe, alguna vez será fabricado.
Todo está alrededor de mí y entonces, la presión, asfixiante y absoluta. Cuando
la única persona que queda para confiar es el creador del Programa, todo está
perdido. Realm reacciona, saliendo rápidamente de la habitación sin decir una
palabra, los ojos del médico siguiéndolo todo el camino. Cuando él se ha ido, es
como si no pudiera respirar completamente, como un ataque de pánico. Arthur
Pritchard continúa hablando, pero pronto me estoy dirigiendo hacia la puerta.
―Te necesito, Sloane ―dice detrás de mí. El uso de mi primer nombre me
sobresalta, pero no me doy la vuelta―. Juntos podemos cambiar el mundo.
Él está ofreciendo esperanza donde no la hay. Pero, ¿no es esa una forma de
lavado de cerebro en sí misma? ¿Esperanza en lugar de cambio? Niego, con un
pequeño gemido atrapado en mi garganta, y me voy, desesperada por encontrar a
James.
Fuera de la habitación soy capaz de respirar de nuevo, aunque todavía estoy
temblando. La casa está inquietantemente tranquila mientras paso por la cocina, sin
encontrar a James, y me dirijo hacia los dormitorios. El mío está vacío, y es como si
estuviera envuelta en aislamiento. James podría no dormir aquí esta noche. Sería la
primera vez que hemos estado separados desde que dejamos Oregón.
Pongo mi mano sobre mi frente, tratando de estabilizarme. No puedo empezar
a pensar en lo negativo. No puedo permitirme perder mi cordura en estos
momentos. Soy una fugitiva, y tengo que ser más inteligente.
La habitación de Realm está en el pasillo, y cuando entro, me encuentro con su
cama empujada al lado de la ventana. Está sentado allí, mirando la oscuridad dentro
de ella. Me recuerda a un niño perdido, y por un segundo quiero abrazarlo y decirle
que todo estará bien.
―No confío en el doctor ―dice Realm, sobresaltándome. Se da la vuelta, y sus
mejillas y cuello tienen manchas rojas―. Creo que está mintiendo.
Obviamente tampoco confío en el médico, pero tengo curiosidad por el
razonamiento de Realm. Voy a sentarme a su lado, mordiendo el interior de mi labio
mientras espero a que se explique. Esta es la primera vez que hemos estado en su
habitación desde que dejó El Programa. Aquí no hay nada más que la rasposa manta
azul y el duro colchón de su cama torcida. No hay nada que diga quién es Realm.
Incluso yo tengo unas pocas posesiones, y he estado huyendo desde que dejamos la
escuela hace unas semanas.
Realm exhala, mirando hacia afuera una vez más.
―Moví mi cama junto a la ventana porque de lo contrario empiezo a sentir
claustrofobia, me empiezo a sentir encerrado. Compruebo el panel por lo menos tres
veces al día, solo para asegurarme de que no está sellado. ―Me mira―. Solo para
asegurarme de que no estoy encerrado.
―¿Efectos secundarios del Programa?
―Entre otras cosas. Y tener a Arthur Pritchard aquí no ayuda exactamente a
aliviar mi ansiedad. No confío en él, tengo que mantenerme lo más lejos posible de
él.
Realm siempre está lleno de secretos. Pero éste tendrá que compartirlo.
―¿Por qué? ―exijo.
―Porque ―dice encogiéndose de hombros―. Evelyn era una amiga mía. Y yo
soy uno de esos pacientes que curó.
Capítulo 2 Traducción SOS por Emii_Gregori y Otravaga
Corregido por Nanis
as palabras de Realm chocan entre sí y caen a mi alrededor, pesadas
como piedras. Su secreto es mucho mayor que cualquier cosa que podría
haber imaginado. Realm había sido curado. ¿Cuándo sucedió esto? ¿Qué
otra cosa no se me ha dicho?
Realm busca en mi expresión.
―¿Qué piensas de eso, Sloane? ¿Cómo te sientes con el hecho que tengo todo
mi pasado pero nunca te dije?
―Creo que eres un idiota. ―Sólo estoy en tal shock que no estoy segura de
cómo me siento al respecto. Su hermana había dicho que estaba guardándolo para
después del Programa, pero ya se había curado. Estaba mintiéndole a ella, también.
Realm sonríe, pero no hay humor en ello.
―Me gustaría que realmente me odiaras ―dice―. Pero sé que no es así. Aún
no.
Alcanza a tocar mi mano, un movimiento demasiado íntimo mientras estamos
en su cama, y la aparto. Realm abre su boca para hablar, pero luego la cierra
rápidamente mientras su mirada se mueve más allá de mí hacia la puerta. Mi
corazón salta y espero a James, pero en cambio encuentro al Dr. Pritchard allí de pie.
―¿Puedo hablar con usted, señorita Barstow? ―pregunta. Aterrorizada, miro
a Realm. Frota la palma de su mano por su cara, y luego encuentra mis ojos.
―Estaré afuera, ¿de acuerdo? ―dice en voz baja―. No pasará nada.
―¿Me dejarás aquí con él? ―susurro de regreso ferozmente. Estoy tratando de
concentrar mis nervios, pero no es fácil cuando el doctor está de pie detrás de mí.
Porque ya sea que sabe que me dieron la píldora, o que Realm la tomó antes. ¡Lo
cual significa que Realm no debería dejarme sola con el doctor del Programa! Yo no
soy como él o James… No puedo mentir como salida para todo.
―Estarás bien ―susurra Realm, ampliando sus ojos como si me pidiera que no
revelara lo que me acababa de decir. Oh, claro. Ni siquiera tuve tiempo para
procesarlo, pero supongamos que no lo sé. Estoy escondiendo tantas cosas que estoy
empezando a perder la pista.
L
Realm toca mi hombro mientras se levanta, y una vez que se va, el doctor viene
a sentarse a mi lado en la cama. Lo siento mirándome, y lentamente levanto mi
cabeza, aterrorizada sobre lo que hablará conmigo estando aquí. En lugar de
continuar suplicando mi ayuda, saca su billetera para sustraer una foto. Cuando me
entrega la foto, veo lágrimas reuniéndose en sus ojos.
―Lo siento por todo lo que te ha pasado, Sloane. ―Hace una pausa―. ¿Puedo
llamarte Sloane? ―Me encojo, una respuesta evasiva, y luego bajo la mirada hacia
la foto―. Creo que es momento de que escuches la razón ―continúa―. El propósito
detrás de todo. Quiero que sepas por qué he creado El Programa.
Las palabras son demasiado grandes para comprender. Es como si Dios
simplemente se mostrara para decirme el significado de la vida… sólo que esta vez
no es Dios. Es el médico perturbado que robó lo que era. Y ahora va a decirme por
qué.
Arthur Pritchard golpea la esquina de la foto que estoy sosteniendo.
―Ella tenía siete años cuando ésta fue tomada ―dice con una leve sonrisa―.
Mi hija, Virginia.
Por primera vez estudio la foto en mi mano. Hay una niña usando una corona
de princesa, con una boa de plumas alrededor de su cuello. Si está gritando o riendo,
no estoy segura de eso. Pero la foto es dulce y triste y extrañamente solitaria. El
doctor la toma de regreso.
―Ella acababa de cumplir quince años el día que llegué a casa temprano de la
oficina ―dice―. La encontré colgando de una viga de madera en el ático. La cuerda
estaba mal atada. Imaginé que luchó por respirar durante mucho tiempo.
Parpadeo rápido en contra de la enferma imagen de una chica sufriendo.
Puedo sentir su desesperación, su aislamiento. Me impacta que yo probablemente
fui suicida una vez, sufriendo y aislada. Estoy viva ahora. ¿Hubiera cambiado de
opinión en mis últimos momentos? ¿Lo hubiera hecho mi hermano? ¿O Virginia?
―Dejó una nota ―continúa el Dr. Pritchard―. Una página de garabatos y
tonterías. La madre de Virginia falleció cuando ella era apenas un bebé, y de esa
forma estuvimos los dos solos durante mucho tiempo. Mi hija fue de los primeros
de la epidemia.
Quería decirle que lo sentía, pero no lo hice. No sé cómo decirle al hombre que
arruinó nuestras vidas que lamento su pérdida, no cuando ni siquiera puedo
recordar todo lo que he perdido.
El Dr. Pritchard guarda la imagen de nuevo en su cartera, pasando su dedo
índice sobre el plástico donde la foto ha comenzado a desvanecerse.
―Solía trabajar con las compañías farmacéuticas ―dice―. Me iba a recetar
medicamentos para la depresión. Pero después de la muerte de Virginia, y después
de que las noticias revelaran que los antidepresivos eran una causa posible, me
arrojé a la búsqueda de una cura. Perdí seis pacientes en una semana. No podía
mantenerlos con vida.
―¿Qué causó la epidemia? ―le pregunto. La idea de finalmente conocer la
respuesta hace que mi cuerpo salte de anticipación.
―Fue una combinación de factores ―dice meramente―. Los efectos
secundarios de los medicamentos, la cobertura de las noticias, contagio conductual.
El gobierno está a punto de aprobar una ley que prohíbe las historias sobre suicidio
en las cadenas de noticias. Afirman que está contribuyendo a la epidemia… los casos
de imitadores. Nunca sabremos exactamente dónde empezó, Sloane. Sólo podemos
suponer. Pero intentamos una cura de inmediato. Tengo un comité en conjunto…
los que eran lo suficientemente terribles como para ofrecer a sus propios hijos como
sujetos de prueba. Hemos experimentado con una combinación de asesoramientos
y medicación, psicoterapia intensa. Incluso le hicimos lobotomía a uno ante la
insistencia de su padre. Lo intentamos todo. Pero luego encontramos que si
eliminábamos el comportamiento, la parte contagiosa de la epidemia, entonces los
pacientes podrían retener la mayor parte de su personalidad. Se convirtió en el truco
de cómo llegar a ellos.
»Algunas de las mentes más inteligentes de nuestro tiempo se unieron para
crear El Programa. Yo soy el que creó la píldora negra, el último paso en el bloqueo
de los recuerdos: la última píldora que tomas. Se suponía que debía ser una solución
permanente. Por supuesto todo eso venía con la extensa construcción del mundo,
una lenta integración en la sociedad. Pero después de unos meses, no estábamos a
un cien por ciento y el comité dejó claro que la perfección era el objetivo final.
Empezaron a incrementar la presión, trajeron a los Cuidadores, integraron a otros.
No se detendrán ante nada para obtener los resultados que desean… y eso viene a
costa de sus vidas. Incluso si tomas El Tratamiento ahora, realmente no puedes
regresar a quién eras, Sloane. Mucho ha cambiado ahora. Ves eso, ¿no es así?
―Tal vez no quiero ser quien era ―digo, un dolor familiar en mis palabras―.
Sólo quiero que El Programa me deje en paz.
―Sí, supongo que eso es cierto. Pero no es tan fácil. El Programa tiene muchos
defectos, y uno que están empezando a descubrir en sí es con los que han regresado.
El cerebro es más inteligente de lo que puede ser cualquier terapia, y el trauma y la
sobre estimulación están afectando la rehabilitación. La restauración obligatoria es
inevitable para alguien como tú: una persona en una situación de alto estrés. Es la
única manera de mantenerse cuerdo.
Mi estómago da un giro enfermo.
―¿Estás diciendo que mis recuerdos regresarán?
―No. ―Niega―. No todos. Partes y piezas fuera de lugar, a veces sesgados.
Sólo se produce bajo coacción extrema: tragedia, dolor, unirse a los rebeldes, por
ejemplo. Esto provoca grietas en la superficie, de otro modo lisa, que El Programa
creó. Puedo imaginar que sería muy traumático tener estos pensamientos
desconocidos. La gente se ha vuelto loca por eso. ―Hace una pausa para
analizarme―. ¿Has tenido este problema, Sloane?
―No ―miento. Sucedió cuando recordé a Miller. Vi lo que le hizo a Lacey. El
Dr. Pritchard dice la verdad acerca de esto.
¿Podría estar diciendo la verdad acerca de todo?
―Eso es bueno ―dice el médico, sonriendo―. Eso significa que no es
demasiado tarde. Si tuviera la píldora, podría despejar la niebla y tratar el problema
real. El Programa ha aislado tus recuerdos, como los de tu hermano, para evitar que
tú también te quites la vida. Lo que estoy sugiriendo es que dejen que los pacientes
mantengan los asuntos dolorosos… y no, la vida no va a ser feliz y normal. Pero por
otro lado, realmente ninguno de ustedes era feliz, incluso después de su
transformación. De lo contrario no te habrías unido a los rebeldes.
―Ya nos dijo que el público no va a estar de nuestro lado. Así que, ¿por qué
deberíamos arriesgarnos trabajar con usted? ―Me doy cuenta de que realmente
quiero que me dé una razón.
El doctor cruza las manos en su regazo.
―¿Cuál es tu alternativa?
No era la respuesta que necesitaba oír. Él cree que sabe más, y eso hace que
Arthur Pritchard sea igual que mis padres. Igual que El Programa.
―Todavía puedo huir ―digo.
Su mandíbula se endurece y su cuidadosa fachada comienza a caer.
―No hagas eso ―dijo bruscamente―. No pases el resto de tu vida huyendo.
Nunca estarás a salvo. Nunca tendrás un hogar.
Tenía un hogar con James, incluso cuando estábamos huyendo. Tengo que
encontrarlo y disculparme, hacer esto bien. Estoy harta de todas las mentiras y los
secretos. James y yo podemos abandonar a los rebeldes para siempre, y seremos sólo
él y yo: del modo en que queríamos. Me levanto, a punto de encontrar a James para
que podamos planear nuestra fuga, cuando el doctor alcanza mi brazo.
―Sloane, necesito esa píldora ―dice. No me doy la vuelta enseguida, sus
dedos son una abrazadera alrededor de mi muñeca―. No podemos dejar que El
Programa ponga sus manos en ella. ―El calor se arrastra sobre mis mejillas mientras
vacilo en busca de una respuesta.
―No la tengo ―digo con la mayor calma posible, mirando por encima de mi
hombro. El Programa está buscando El Tratamiento… eso es lo que es esto. Él
todavía está trabajando para ellos.
―¿Sabes quién la tiene? ―pregunta.
―No.
Me examina, tratando de detectar si estoy mintiendo.
―Sloane ―dice―. La píldora es…
―Lo entiendo ―le interrumpo―. Es la clave para salvar el mundo. Pero no
puedo ayudarlo.
Él deja caer mi brazo, tomando un momento para serenarse.
―Escucha ―comienza de nuevo, más suave―. Sé que estás enojada, pero
tenemos un objetivo común aquí. El Programa está detrás de ti. Tú y tus amigos son
fugitivos, y en mi opinión eso te hace mi aliada. Ya te he dicho mi plan, me puse a
mí mismo en riesgo. Deberías tomar ese mismo riesgo conmigo, Sloane. Ya no te
queda nada más.
―Puede que usted tenga razón ―digo con una rápida inclinación de cabeza,
mi determinación de encontrar a James abrumándome―. Pero todavía estoy viva,
Arthur. Y mientras viva, no voy a perdonarlo por lo que nos ha hecho. ―Entonces,
antes de que pueda detenerme de nuevo, camino a zancadas hacia la puerta y la
abro, haciéndole señas con la mano para que se vaya.
Realm está de pie en el pasillo, y echa un vistazo entre el doctor y yo antes de
ponerse a mi lado como respaldo. Arthur Pritchard suspira profundamente y se
levanta. Se ve derrotado, pero no puedo confiar en él. No puedo confiar en el hombre
que creó El Programa.
―Fue un placer finalmente conocerte en persona, Sloane ―dice el doctor―.
Por favor, dale a James mis saludos.
Un escalofrío me recorre, un frío entendimiento. En el expediente de James se
mencionaba que Arthur Pritchard había sido llamado para una consulta. Él conoce
a James. Él lo hizo esto a James. Me doy la vuelta bruscamente y echó a andar por el
pasillo… desesperada por encontrar a James y advertirle sobre Arthur.
―James ―grito cuando llego a las escaleras. Cas viene subiendo desde abajo,
con una arruga de preocupación entre sus cejas.
―Sloane ―empieza, sonando dolido. Lo empujo para pasarlo, todavía
llamando a James.
¿Dónde está?
―Sloane ―dice de nuevo Cas, pero esta vez puedo escuchar en su voz que
algo está mal. Me detengo cerca del escalón inferior y me volteo hacia él. Levanta las
manos con impotencia, y el mundo a mi alrededor empieza a cerrarse―. Sloane
―dice Cas―, James se fue. Cuando Arthur estaba hablando con nosotros, agarró las
llaves y tomó el Escalade. Él dijo… ―Hace una pausa, levantando los ojos hacia
Realm, quien asiente para que continúe―. Dijo que ya no hay nadie en quien pueda
confiar. Luego se fue.
Extiendo la mano para agarrar la pared mientras me tropiezo hacia atrás, mi
zapatilla resbalando fuera del último escalón. James me dejó. Oh, Dios mío. James
se fue.
Capítulo 3 Traducido por Auroo_J
Corregido por Nanis
stoy aturdida mientras Arthur Pritchard pasa junto a mí en la escalera.
No menciona a James de nuevo, a pesar de que él oyó claramente la
admisión de Cas. Tal vez él pueda ver la devastación en mi cara. Cuando
oigo la puerta de la entrada cerrarse, poco a poco camino de regreso a mi habitación,
sin llorar, demasiado sorprendida para llorar.
En la cómoda está el archivo de James, él lo dejó atrás. Me gustaría poder leer
mi archivo, leer acerca de mi hermano, mis amigos. Me gustaría saber la verdad
sobre James. ¿Realmente estaba mintiendo para protegerme? ¿Lo amé? Lo amo
ahora, y sin embargo, no he corrido tras él. Dejé que se fuera.
Me tumbo en la cama y doblo las manos sobre mi pecho como si estuviera
muerta, en un ataúd y pudriéndome. Echo de menos a mi padre, recuerdos de él
llevándome por un helado todavía están claros en mi cabeza. Pero el tiempo que
rodea la muerte de mi hermano se ha ido. ¿Cómo actuó mi padre entonces? ¿Cómo
se comportó cuando me llevaron al Programa? Me pregunto si incluso trató de
detenerlos. Me pregunto si todavía amaba lo que yo era en ese momento.
Mis pensamientos se están distorsionados y me acurruco en mi costado,
poniendo mi mejilla en la almohada. Extraño a James. Echo de menos mi casa. Echo
de menos los recuerdos que ya no tengo. Es tan vacío aquí. Estoy tan vacía.
Cas aparece en la puerta, con el rostro lleno de la compasión que siento por mí
misma.
―¿Puedo ofrecerte algo? ―pregunta―. Estamos un poco preocupados por ti.
Realm probablemente lo envió aquí para medir mi cordura. Ahora no es un
buen momento para que mi amigo me diga que me ama, tratando de tomar ventaja
de la situación. Incluso él lo sabe. Pero no voy a ser una criatura digna de lástima.
No estoy indefensa. Aún puedo luchar.
―Estoy bien ―le digo a Cas, tratando de bloquear todo―. Sólo tengo que dejar
de sentir por un tiempo. ¿No es eso lo que quería El Programa en primer lugar?
―Jesús, Sloane ―dice Cas, dando un paso dentro de la habitación―. Estás
siendo un poco lúgubre.
E
Pero estoy de pie y junto a él antes de que pueda preocuparse más. Durante un
minuto, estoy mejor. Mi pecho se siente hueco, pero el dolor me ha embotado. La
tregua se resbala cuando llego a la cocina y encuentro a Realm sentado a la mesa de
la cena, comiendo fideos ramen. Dallas está detrás de él, lanzando dagas con los ojos
en la parte posterior de su cabeza mientras gira alrededor los tallarines con el
tenedor.
―¿Queda algo de comida? ―pregunto, señalando hacia sus cuencos. Dallas
levanta una de sus cejas, sorprendida, y Realm luce asombrado de verme fuera de
la habitación tan pronto. Cas va a llenar un recipiente en el mostrador antes de
colocarlo en frente de un asiento vacío. Él me mira con cautela, mientras me siento.
Tomo un bocado y la comida es insípida, una masa húmeda de fideos que no quiero
consumir. Pero en este momento la supervivencia es la clave.
No me atrevo a mirar a Realm. Él es la razón por la que James se fue. Él ha
estado mintiéndome. Ha tenido sus recuerdos todo este tiempo. No tiene sentido,
sin embargo. ¿Cuántas veces ha pasado por El Programa? ¿Cómo todavía puede
recordar? Mis sospechas comienzan a roerme, pero cuando levanto mi cabeza,
Dallas ha desplazado su odio hacia mí.
―¿Así que te dejó? ―pregunta.
Bien podría haberme golpeado. El agua inunda mis ojos, y agarro mi tenedor
con tanta fuerza que el metal se clava en mi piel.
―Por favor, no ―me quejo, dejando el utensilio. Realm continúa comiendo.
―No, ¿qué? ―pregunta Dallas inocentemente―. Sólo estoy haciendo plática.
―Él va a volver ―dice Cas, captando mi atención―. No le hagas caso a Dallas,
sólo está siendo una perra. Todos sabemos que James regresara.
―Cállate, Cas ―se burla Dallas―. No sabes lo que estás diciendo. Además, no
nos vamos a quedar aquí. Sloane tiene El Tratamiento. Ella lo tuvo todo este tiempo.
Los ojos de Cas se redondean y su respiración se detiene como si hubiera sido
golpeado. Pero inmediatamente veo a Realm cuando una realización me pega: no
tengo El Tratamiento. James lo tiene. Oh, Dios mío, James lo puso en su bolsillo. ¿Va
a tomarlo ahora que no está conmigo?
―No podemos irnos ―le digo a Realm, con mi pulso acelerado―. Tenemos
que esperar hasta que James vuelva.
Realm exhala, empujando su plato a un lado.
―Tu vida amorosa es la menor de nuestras preocupaciones, Sloane. Lo siento,
pero nos vamos tan pronto como caiga la noche.
―¡No voy a irme sin James!
―¡Bueno, entonces voy a sacarte de aquí! ―dice Realm, levantando la voz―.
A diferencia de tu novio, no tengo miedo de hacer lo que es correcto para ti. No
vamos a ponerte a ti o al Tratamiento en riesgo porque él está haciendo una rabieta.
Golpeo mi mano contra la mesa, por lo que los tenedores cascabelean en los
tazones.
―Basta ―siseo―. Deja siempre de tratar de separarnos. No va a funcionar, ¡no
importa qué excusa pongas detrás de ello!
Realm reacciona inmediatamente, saltando de la silla y derribándola al suelo.
Sus mejillas están brillando de color rosa y se ve completamente enloquecido.
―¡Él te dejó! ―grita.
―¡Tú también! ―Pero el daño ya está hecho. Las palabras de Realm me cortan,
perforando mi vulnerabilidad. Agarro mi tazón y lo arrojo contra la pared, enviando
fragmentos de cerámica y fideos húmedos por todas partes. ¡Estoy tan harta de esto!
Si Realm quiere una pelea, tiene una.
Cas maldice en voz baja y se empuja hacia atrás de la mesa.
―He terminado ―dice con desdén―. Ustedes dos pueden seguir adelante y
matarse el uno al otro. ―Mira por encima de su hombro, a Dallas, y le señala que lo
siga.
Dallas sonríe, y luego toma un sorbo más de fideos fríos antes de lanzar su
tenedor sobre la mesa con un ruido metálico.
―Bésense y reconcíliense, niños ―añade―. Va a ser un viaje largo en auto de
otra manera.
Cuando se han ido, encuentro a Realm mirándome.
―Estás siendo horrible ―le digo―. Sabes que estoy herida y todavía estás
siendo cruel. ¿Qué te pasa? ―Estoy enojada, un resentimiento profundo hacia él que
no comprendo totalmente. O tal vez no lo recuerdo.
―Si estás esperando que te diga cómo arreglar las cosas entre tú y James
―dice―, eso nunca va a suceder.
―No espero que lo hagas. Yo… pensé que eras mi amigo, pero siempre
terminamos así. ―Señalo hacia el caos que nos rodea. Es claro para mí que si alguien
es tóxico, es Realm.
―¿Amigo? ―Realm se ríe, condescendiente―. Claro, dulzura, somos amigos.
Pero si estoy siendo honesto, hay una gran parte de mí que no desea que James gane.
Podrías haber salido del Programa y reiniciar tu vida. Podrías haber sido feliz. Pero
en vez volviste a él y ahora mira. No tienes nada. No tienes a nadie. ―Sus ojos se
debilitan un poco―. ¿Cuánto falta antes de que te enfermes de nuevo? ¿Ha
comenzado?
Siento caer mi expresión porque sé que lo ha hecho. Los pensamientos oscuros,
el aislamiento, es todo lo que hay bajo la superficie. Esperando. Realm traga saliva,
leyendo mi reacción.
―No voy a perderte, Sloane ―susurra―. Lo voy a matar si tengo que hacerlo.
―Prefiero morir.
Realm se aleja.
―Eso es lo que temo.
Esta callado por un momento; su postura se desploma. Completamente
agotada, me siento en mi silla, demasiado cansada para luchar con Realm más.
Demasiado cansada para hacer excusas para nuestro comportamiento.
―¿Qué hago ahora?
―Tenemos que irnos ―dice Realm―. En este momento, antes de que el doctor,
El Programa, quien sea, vuelva. Dejaremos este lugar detrás de nosotros.
Hago una pausa, sus intenciones cada vez más claras.
―¿Nosotros?
Él mira hacia arriba.
―Sólo nosotros.
Él no está escuchando, no acerca de James, no sobre lo que realmente quiero.
―Realm, ya no tengo El Tratamiento ―le digo en voz baja.
Sus labios se parten, y se ve absolutamente pasmado. Se pasa la mano por el
cabello.
―Bueno, mierda ―murmura―. ¿Lo tomaste?
―No. James lo tiene. Cuando estábamos en mi habitación, se la guardó en el
bolsillo. Él todavía la tenía cuando se fue. Yo… no sé lo que va a hacer.
Realm mira alrededor de la habitación como si estuviera tratando de ordenar
sus pensamientos. Después de un momento de tranquilidad asiente definitivamente.
―James no va a tomar la píldora ―dice―. Por supuesto que no la va a tomar.
―Sólo quiero que él vuelva ―le digo, levantando mis manos sin poder hacer
nada―. No me importa El Tratamiento.
―Debería importarte ―dice, enderezando su silla y cayendo en ella―. Al
Programa le importa. A Arthur Pritchard le importa. Me cambió la vida. ―Mira
lejos, y no puedo decir si se siente nostálgico o atormentado―. Sloane ―dice―.
Cuando nos conocimos, no fue mi primera vez en El Programa. Evelyn Valentine
había sido mi doctor, y me eligió para ir a través de la prueba, me dio El Tratamiento.
Verás, la depresión se había empezado a arrastrarse de nuevo, y ella pensó que había
encontrado la respuesta. Pero hay un inconveniente con la píldora. Sólo los
verdaderamente fuertes pueden sobrevivir a la caída de los recuerdos. Evelyn me
ayudo a través de ello con terapia, pero no pudo salvarnos a todos nosotros. No creo
que ella pudiese manejar la pérdida.
»Ella desapareció poco después. Me presenté en su oficina y había sido
saqueada. Evelyn había desaparecido junto con su investigación, y nuestras
identidades. Ella nos mantuvo en secreto del Programa, me salvo una última vez.
Como precaución, pusieron a todos los pacientes con que había tenido contacto de
regreso a través del Programa, pero la píldora protegió mis recuerdos, los cemento.
Sólo hay cuatro personas que saben que he tomado El Tratamiento, nadie más, ni
siquiera mi hermana. Casi me volvió loco. Me gustaría poder decirte que conseguir
todo de vuelta valió la pena, pero no tienes ni idea de lo terrible que es recordar,
Sloane. No tienes ni idea de lo canceroso que puede ser.
He visto la cicatriz en el cuello de Realm de cuando había tratado de suicidarse.
Pero nunca tuve que imaginarlo antes. Siempre parecía como si le hubiera ocurrido
a otra persona. Ahora me imagino lo que debe ser tener todos tus oscuros
pensamientos descendiendo sobre ti a la vez. Incluso si Realm piensa que lo soy, no
estoy segura de que habría sido lo suficientemente fuerte como para manejar eso.
―¿Cómo El Tratamiento protege tus recuerdos? ―pregunto. Todo el mundo
está tan empeñado en conseguir esta píldora, y todavía no sé ni cómo funciona.
―Hizo mi cerebro como teflón ―dice Realm con una sonrisa sombría―. El
tinte que El programa utiliza no puede pegarse. Simplemente se aleja. Ninguno de
mis recuerdos puede ser objeto de cancelación, pero, por supuesto, los médicos no
pudieron verlo. Aprendí a ser un mentiroso muy talentoso. La buena noticia es: que
nunca olvidaré. La mala noticia es: nunca podré olvidar.
―Protección contra El Programa ―le digo, un pequeño rayo de esperanza se
abre paso en mi existencia de otro modo sombría. ¿Cómo sería no tener esa
preocupación?
―Todavía nos pueden lobotomizar ―dice Realm―. Pero no me imagino que
les gustaría hacer eso. Sería una pesadilla de relaciones públicas enviarte, una cara
reconocible de nuevo como no otra cosa más que bien educada y complaciente.
―¿Qué pasa con Arthur ? ¿Él realmente va producirlo en masa?
Realm niega.
―Evelyn era una mujer inteligente. No sé lo que puso en las pastillas,
realmente no lo sé, pero no estoy seguro de que sea reproducible. La cosa es que ella
nunca tuvo la intención de que El Tratamiento saliera al mercado. No querría a
Arthur poniendo sus manos sobre la píldora; sería responsable de los suicidios en
masa que había estado tratando de evitar. Se le rompió el corazón cuando Peter
murió.
La casa es inquietantemente tranquila a nuestro alrededor, recargo mis codos
sobre la mesa, Realm finalmente está dispuesto a compartir sus secretos conmigo.
―¿Peter?
Realm presiona sus labios en una sonrisa triste.
―Peter Alan era mi amigo, pero no pudo sobrevivir a sus recuerdos. Él ingirió
Muerte Rápida. ―Realm mira hacia abajo―. Evelyn destruyó los archivos después
de eso. Dijo que los riesgos eran demasiado grandes, uno de cada cuatro. No le
gustaban esas probabilidades.
Una nueva preocupación pica cuando considero la reacción de James al
Tratamiento. Si lo toma… Trago saliva, incapaz de terminar la frase. Tengo que
encontrarlo.
―¿Qué pasa con los otros? ―le pregunto, con la esperanza de mejores
noticias―. ¿Quiénes eran los otros pacientes?
Realm se muerde el labio.
―Bueno, ya has conocido a Kevin.
―¿Mi Cuidador? ―Kevin tenía que estar aquí con nosotros, pero él
desapareció. Lacey pensó que El Programa llegó a él, y sé que tiene razón. Pero si él
tomó El Tratamiento, entonces no pueden borrarlo. Él va a estar bien. Gracias a Dios
que va a estar bien.
Los ojos marrones de Realm son tan apesadumbrados cuando menciona el
siguiente nombre.
―Y Roger.
Todo el aire parece salir de mis pulmones, y golpeo mi mano sobre mi boca.
¿Realm conocía a Roger? Roger quien negociaba por favores sexuales en El
Programa con la intimidación y las amenazas sádicas. Roger que arruinó a Dallas, y
destruyó su confianza en la gente. ¿Realm lo conocía y nunca lo mencionó mientras
estábamos en El Programa juntos?
―¿Cómo pudiste ocultarme eso? ―exijo. Roger es un monstruo y Realm lo
conocía. Todas las mentiras me están arrastrando hacia abajo, me sumen en una
oscuridad de la que no puedo nadar fuera.
―Lo siento ―dice Realm, tomando mi mano. No me alejo porque estoy
empezando a ahogarme―. Lo siento mucho, Sloane. ―Hace una pausa, mirando
hacia abajo a mi mano―. Necesito que me prometas una cosa: Cuando obtengamos
El Tratamiento de vuelta de James, tienes que tomarlo. Vas a estar bien, lo juro. Pero
quiero que estés protegida cuando El Programa te encuentre.
―¿Cuando me encuentren? ―Me levanto y me tropiezo con la mesa. Roger,
Kevin, Realm, todos se conocen entre sí. Hay un atisbo de algo debajo de ese
conocimiento, como un recuerdo luchando por emerger. Un fluido gotea sobre mi
labio y estornudo, limpiando mi nariz. Mi boca se inunda con un sabor metálico, y
cuando miro hacia abajo a mi mano, veo sangre.
Le extiendo mis dedos rojos a Realm, aterrorizada. Él viene rápidamente y echa
mi cabeza hacia atrás, apretando mi nariz. Estoy muy conmovida para detenerlo,
demasiado agitada para decirle que quiero a James y no a él. En cambio pienso en
cómo James ayudó Lacey cuando esto pasó. Y cómo le dijo que iba a estar bien.
Lacey no estaba bien. Y yo sé que no estoy bien.
Capítulo 4 Traducido por LizC
Corregido por Helen1
stoy sentada en el borde de la bañera mientras Realm frota un paño frío
bajo mi nariz. Cualquier enojo que tenía ha desaparecido, reemplazado
solamente con preocupación. Por un momento lo veo en la forma en que
era en El Programa: dulce, comprensivo, dedicado a mí.
Quiero creer que ese es el verdadero él, pero mi mente da vueltas, dejándome
mareada.
―¿Voy a terminar como Lacey? ―murmuro bajo el borde del paño.
―No ―dice―. No a menos que tengas más descansos. Es el estrés, no el estrés
normal de todos los días, sino esta montaña rusa emocional que has puesto en ti,
está metiéndose con tu cabeza. Estás fracturando tus recuerdos, pero de una manera
dispersa. Puede hacer que te vuelvas loca, Sloane. Necesitas tomarlo con calma.
―Soy un corredor ―le digo―. No es como si pudiera relajarme en el sofá,
comiendo galletas. Las cosas no van a calmarse a corto plazo. En todo caso, solo van
a ser cada vez más complicadas. ¿Por qué Dallas tenía que traer a Arthur Pritchard
hasta aquí? ¿Cree en su historia?
Realm se ríe.
―Dallas no se fía de nadie. Es una actriz muy buena cuando tiene que serlo.
Quería averiguar qué es lo que sabe Pritchard sobre El Tratamiento. ―Baja la
vista―. No le dije que lo tenía.
―Sí, capté eso ―le digo. Dallas prácticamente nos odia a ambos debido a eso.
―Me golpeó con una lata de refresco ―dice Realm, como si solo estuviera
recordando―. Quiero decir, me lo merecía, pero fue un poco violento, incluso para
ella. Y estoy seguro que ella no se siente mejor por las cosas. Resulta que, Arthur
Pritchard sabía aún menos sobre El Tratamiento que ella.
Le quito el paño manchado rosa de su mano, limpiando debajo de mi nariz
para comprobar si el sangrado se ha detenido. Estoy aliviada de ver que lo hizo.
―Bueno ―le digo―, aprendimos sobre el plan del Programa por admisión
obligatoria.
E
―A menos que él estuviera diciendo eso para conseguir poner sus manos sobre
El Tratamiento.
¿Podría realmente mentir sobre algo tan horrible? Me quejo, frustrada que no
haya nadie en quién creer.
―Depende de todos nosotros ―digo―. No somos nada más que un montón
de mentirosos.
Realm se alza desde su posición arrodillada.
―Todo el mundo miente, Sloane. Sucede que somos mejores que los demás. Es
por eso que todavía estamos vivos.
Por extraño que la declaración sea, creo que es un reflejo de nuestras vidas.
Todos somos culpables de ocultar cosas, es la naturaleza del mundo en la actualidad.
Escondemos nuestros sentimientos, escondemos nuestro pasado, escondemos
nuestras verdaderas intenciones. Ya no hay manera de saber lo que es real.
Realm se estira y levanta mi barbilla hacia él, y mi respiración queda atrapada.
Mira por encima mi rostro y luego sonríe suavemente.
―Todo limpio ―dice―. Tengo que ir a hablar con Cas acerca de nuestro
próximo movimiento. Sloane… sabes que no podemos quedarnos aquí.
―No lo voy a dejar. ―No voy a ir a ninguna parte sin James. No puedo
abandonarlo con El Programa yendo detrás de nosotros.
Poco a poco me levanto, y Realm sostiene mi brazo para mantenerme estable.
Puedo ver cuán frustrado está, pero después de su discurso de tómalo con calma, no
puede expresarlo exactamente. No estoy segura de si mi cerebro ya está todo
revuelto, pero voy a hacer mi mejor esfuerzo para no estimular más recuerdos. Me
muevo más allá de Realm, esperando que me llame, pero me deja ir.
Está decidido. Cuando James regrese, nos iremos. No antes. Llego a mi
habitación, pero me detengo cuando paso al interior. La luz de mi armario sigue
encendida. Echo un vistazo alrededor, viendo que nada más está fuera de lugar, y
luego cruzo el espacio para apagar la luz. Espero un poco, tratando de recordar si la
dejé encendida… pero la noche ha sido un revoltijo de pensamientos y no puedo
estar segura. De cualquier manera, me pone nerviosa.
Me subo a la cama, deseando que James y yo nunca nos hubiéramos
encontrado con los rebeldes; que hubiéramos huido por nuestra cuenta. Pero no
puedo volver a escribir la historia. Solo puedo vivir con lo que queda.
Estoy medio dormida, tumbada en la cama en la oscuridad, esperando a James.
Nadie ha venido a hablar conmigo, a pesar de que Realm me aseguró que Dallas
estuvo llamando a todos sus contactos en busca de él. Me recuerdo que Dallas puede
encontrar a cualquiera, especialmente a James. Lo veré pronto. Sé que lo haré.
Las bisagras de la puerta crujen y me siento rápidamente, mi corazón saltando
hasta mi garganta. Pero no es James. Realm se detiene allí, inundado por la luz del
pasillo, su piel pálida contra el azul de su chaqueta, su cabello castaño oscuro. La
decepción me estremece, y me froto los ojos.
―¿Has oído algo? ―le pregunto, mi voz ronca.
Realm desliza sus manos en los bolsillos y niega. Maldigo y me vuelvo a
tumbar, mirando al techo. Si tan solo pudiera hablar con James, comprendería que
no hay nada entre Realm y yo.
―Sloane ―dice Realm en voz baja―. Lo siento. Tenemos que irnos. Lo
lamento, pero tenemos que hacerlo. El Programa está en camino. Recogieron a
Arthur Pritchard hace unos veinte minutos. Tenemos que salir de aquí.
Tomo una respiración temblorosa, el miedo y el pánico desgarrándome. Arthur
Pritchard se ha ido, ¿y si estaba diciendo la verdad? ¿Y si es mi culpa que haya sido
capturado?
―Dulzura ―dice Realm, caminando a través de la habitación en sombras para
sentarse a mi lado―. Podemos hablar de esto en el camino, pero tenemos que irnos.
Sé que Realm tiene razón… realmente lo sé.
―No puedo dejarlo ―le digo―. Por favor, no me hagas dejar a James atrás.
―Esto podría terminar con él, literalmente, poner fin a James si El Programa se
adueña de él―. Por favor ―intento por última vez.
Una figura se materializa en la puerta y mi corazón se detiene. Al principio, no
puedo decir si es James o un Cuidador. Estoy a punto de gritar, pero la persona
enciende la luz. Mi estómago se hunde.
―Dallas está esperando en el auto ―dice Cas con impaciencia. Está
despeinado, inquieto, y cuando mira alrededor de la habitación, no puedo dejar de
pensar que él está buscando por El Tratamiento. Me pregunto si él fue el que estuvo
en mi habitación antes, justo cuando va a la cómoda agarrando la bolsa de lona en
la parte superior y rellenándola con mi ropa.
―Sloane ―dice Realm, tocando mi rodilla―. Lo encontraremos, lo prometo.
Pero en este momento tienes que venir con nosotros. Si no… te obligaremos. Voy a
hacer lo que tenga que hacer para mantenerte a salvo. Espero que creas eso.
Siento una fuerte chispa de traición, y la empujo lejos, saliendo de la cama. Me
pongo un suéter y luego encuentro a Cas al otro lado de la habitación, arrebatando
la bolsa de sus manos. Él asiente hacia mí, disculpándose. A través de una mirada
llorosa, busco el resto de mi ropa y la de James.
No tengo ninguna duda de que Realm me arrojaría encima de su hombro o me
arrastraría de aquí gritando y pataleando. Lo que es peor, sé que James nunca me
dejaría atrás de esta forma. Él nunca me haría esto.
Mis pertenencias caen al suelo y me acuclillo, cubriendo mi cara mientras
sollozo entre mis manos. ¿Cómo puedo hacer esto? ¿Cómo puedo vivir conmigo
misma si le pasa algo?
Hay un segundo de tranquilidad antes que Cas se incline para recoger mi bolsa.
Realm llega y pone sus brazos alrededor de mí, inclinándose hacia abajo y
susurrando en mi cabello lo mucho que lo lamenta verdaderamente. Sigo llorando
y dejo que me ponga de pie, aferrándome a él para así no colapsar. Salimos de la
habitación, pero no antes de que eche una mirada más hacia atrás sobre la misma.
Vacía.
Hemos estado conduciendo durante horas. Tramos de autopista que se
mezclan entre sí, adormeciéndome dentro y fuera del sueño. Apoyo la cabeza contra
la ventana tibia en el asiento trasero, Realm está al otro lado de mí. No ha habido
ninguna palabra sobre James… buena o mala, pero cada vez que Dallas saca su
teléfono, mis esperanzas ascienden y luego se estrellan contra el suelo. La última vez
que le pregunté acerca de James, me aseguró que si había sido capturado, ella lo
sabría al instante. Piensa que se está escondiendo o está abatido, pero de cualquier
manera, va a encontrarlo. Espero que tenga razón.
Arthur Pritchard había sido recogido por un grupo de Cuidadores a una
treintena de kilómetros de nuestra casa de seguridad. No habían estado
vigilándonos, no que pensáramos, pero las intenciones del médico deben haber sido
reportadas. Alguien entregó a Arthur Pritchard, y ahora pertenece al Programa. Solo
espero que pueda salirse de esta. Él es el creador, eso tiene que contar para algo.
―¿Cuánto tiempo más? ―pregunto a nadie en particular. Tengo la boca seca,
y estoy cansada de viajar en la camioneta. Los otros rebeldes se han dirigido a
Denver, aunque no los he visto desde que dejamos el Club Suicida de vuelta en Salt
Lake. Cas no quería que vinieran con nosotros esta vez. Él dijo que tenemos que
proteger El Tratamiento, lo que significa mantenerlo en secreto durante tanto tiempo
como sea posible.
Por supuesto, no estoy actualmente en posesión de la píldora, así que supongo
que estoy guardando secretos también.
Dallas lanza una mirada desinteresada en mi dirección, pero no responde.
―Cas ―dice ella, dirigiéndose a él en su lugar―. ¿Podemos parar? Mi vejiga
está a punto de estallar.
―Gracias por la explicación innecesaria ―responde él, sonriendo desde el
asiento del conductor. Pone las luces de cruce en la siguiente salida, y yo me
enderezo, lista para estirar las piernas. Realm le murmura que sea rápida al respecto,
y Dallas bufa, manteniendo su cuerpo apartado de él. Este ha sido el patrón desde
que salimos. Siempre que Realm le hace una pregunta, Dallas se dirige a Cas para
contestarle o permanece en silencio, fingiendo que Realm no existe.
A lo largo del camino le he estado dando vueltas a las confesiones de Realm en
mi cabeza, a cada momento en el que me mintió. Realm había estado en El Programa
más de una vez. Conocía a Roger. Recuerda su vida. Él tiene una ventaja injusta
sobre toda nuestra amistad: Nunca podrá olvidar.
El auto choca con la acera cuando giramos en el estacionamiento de una
gasolinera, sacándome de mis pensamientos. Permanezco tranquila mientras
estacionamos, y Dallas y Cas se bajan rápidamente. Soy lenta para moverme, pero
salgo sin una palabra a Realm, y me dirijo a la pequeña tienda de conveniencia.
Dallas ya está en el baño, y los ojos del vendedor caen sobre mí
sospechosamente mientras merodeo. Me preocupa que me reconozca por las
noticias, y opto por esperar afuera en su lugar. Aprieto mi suéter a mi alrededor y
trato de pasar desapercibida. Salgo al estacionamiento, y un pequeño auto azul se
detiene en la bomba. Tengo que tener más cuidado con ser vista. Me paseo por el
lado del edificio, manteniendo la cara oculta. Me pregunto si James sabe permanecer
en las sombras. Me pregunto si incluso sabe que ya nos hemos ido.
Descanso contra el revestimiento gris, esperando a los demás. Echo un vistazo
al lugar donde está estacionada la camioneta, pero los cristales tintados hacen que
sea difícil ver el interior. Lo cual es mejor así, estoy segura que encontraría a Realm
observándome culposamente en pánico. No voy a hacer que se sienta mejor en estos
momentos.
―Pareces un poco perdida.
Salto y veo a un chico caminando hacia mí, con las manos en los bolsillos de su
sudadera con capucha. Lo reconozco de inmediato, a pesar de que no parece el
mismo. Debería correr, pero estoy arraigada en el lugar por el miedo.
―¿Quién eres tú? ―pregunto. Es evidente que “Adam”, a quien conocí en el
Club Suicida, no es lo que pretendió ser esa noche. Su cabello está peinado
suavemente, sus ojos azules y claros, no las orbitas negras que sus lentes de contacto
habían presentado. Lleva puesta una sudadera con capucha de color verde claro, de
muy buen gusto de una manera Abercrombie, no de una forma retornada. También
es más viejo de lo que pensaba, a mediados de los veinte años, tal vez―. ¿Eres un
Cuidador? ―exijo, temiendo que alguien esté a punto de saltar y agarrarme.
Adam se ríe.
―No, Sloane. No soy parte del Programa, pero estoy interesado en escuchar
tus pensamientos sobre él. ―Saca la mano del bolsillo de su suéter, y me estremezco
como si fuera a descargarme con su Taser. Él sostiene una tarjeta de negocios, pero
solo puedo mirarlo―. Está bien ―dice suavemente―. Lo prometo, te quiero ayudar.
―Bueno, esa es la segunda vez que he escuchado eso en las últimas
veinticuatro horas. No le creí tampoco. ―Pero Arthur Pritchard podría haber estado
diciendo la verdad, después de todo, El Programa se lo llevó. ¿Es posible que Adam
esté diciendo la verdad también?―. ¿Por qué me sigues? ―pregunto, lanzando una
mirada detrás de él. Espero que Realm aparezca en cualquier momento, pero de
nuevo, no estoy segura de si quiero que lo haga. ¿Lo pondrá en peligro?
―No quise asustarte ―dice Adam―. Pero, Sloane… tienes que entender: eres
un gran problema en mi mundo. ―Él ofrece su tarjeta de nuevo, y esta vez la tomo.
Quedo atrapada con la guardia baja por lo que dice.
―Kellan Thomas ―leo, y luego levantó la vista sorprendida―. ¿Eres un
periodista?
―Para el New York Times ―responde―. He estado siguiendo tu historia desde
que desapareciste el mes pasado. Me has llevado en un infierno de persecución.
―Sonríe. Voy a entregarle de vuelta su tarjeta, pero agita una mano, diciéndome
que la conserve.
―No te lo dije de inmediato porque quería comprobar tu estado de ánimo. Por
si lo has olvidado, meterse con los retornados es contra la ley. Tenía que asegurarme
de que no me entregarías. Sin embargo, algunas leyes están hechas para romperse,
especialmente las que guardan secretos. ¿Vas a hablar conmigo, Sloane? ¿Me dirás
tu historia?
―¿Por qué? ¿Qué puedes hacer? ―Estoy empezando a sentir ansiedad, la
presencia de Adam Kellan, aquí está demostrando que no somos tan difícil de
encontrar. El Programa podría aparecer en cualquier momento. Arthur nos había
dicho que el público no estaba de nuestro lado. ¿Kellan puede posiblemente cambiar
eso? ¿Va a terminar como Arthur si lo intenta?
―Voy a ser honesto ―dice Kellan―. El periódico ha estado enterrando mis
historias, y aún no he obtenido acceso a cualquiera de los procedimientos o métodos
del Programa. Operan bajo furtivo secreto, y para una institución de salud pública,
eso parece un poco fuera de ética. Pero tú y James Murphy… son un escándalo
nacional. Ha habido otros retornados, pero ninguno con la historia que tienen: una
versión moderna de Bonnie y Clyde. El mundo está empezando a arraigarse por
ustedes. Solo puedo imaginar lo que piensa El Programa de eso. Me gustaría
averiguarlo. Déjame contarles tu lado de las cosas, traer un poco de conciencia de lo
que está sucediendo dentro de las instalaciones. ¿Qué te hicieron, Sloane? ¿Qué
sucede dentro del Programa? ―Kellan me está mirando fijamente, con los ojos llenos
de impaciencia a pesar de que está tratando de parecer tranquilo. Arthur Pritchard
había mencionado a algunos Cuidadores incrustados encubiertos… ¿Kellan es uno
de ellos? Él podría estar jugando ambos lados. Abro la boca para decirle que es
demasiado peligroso hablar con él, cuando escucho mi nombre.
―¿Sloane? ―Realm suena frenético cuando me llama por segunda vez. Kellan
cierra los ojos, exhalando fuertemente antes de mirarme de nuevo.
―Mi número está en la tarjeta ―dice―. Por favor, habla conmigo. Pero…
vamos a mantener esto entre nosotros. No quiero terminar en la cárcel… o algo peor.
Se me ocurre que yo soy lo “peor”. Paso de prisa por delante de él, corriendo
hacia el frente de la estación de servicio, donde veo a Realm, con las manos cruzadas
sobre la cabeza mientras lanza una mirada de pánico en todas las direcciones.
Maldice cuando me ve.
―Ahí estás ―dice cuando me acerco―. Me asustaste a muerte.
―Lo siento.
Kellan me pidió que mantenga en secreto su existencia, pero parece que estar
a la carrera es realmente acerca de decidir en quién confiar. Tomo el brazo de Realm
y lo empujó más cerca.
―Tengo que hablar contigo ―murmuro. Él me mira con curiosidad y luego
mira al estacionamiento, deteniéndose al ver el auto azul vacío.
―No aquí ―dice, poniendo su brazo sobre mis hombros y conduciéndonos a
la camioneta―. Vamos tan lejos como nos sea posible en primer lugar.
Cas y Dallas ya están en los asientos delanteros, y cuando nos alejamos de la
estación de servicio, mi corazón se acelera y me debato en decirles de Kellan. Pero
en vez de eso miro por la ventana hacia el lado del edificio donde el periodista está,
probablemente, observándonos. Toco la esquina de su tarjeta de negocios en mi
bolsillo, preguntándome si alguna vez volveré a verlo. Hay una pequeña sensación
de decepción, porque aunque no confío en él, si Kellan dijo la verdad, podría haber
sido capaz de ayudarme a encontrar a James.
―¿Dallas? ―digo, ganándome una mirada rápida de Realm―. ¿Has oído algo
sobre James?
Ella se da la vuelta, pero no se encuentra con mis ojos.
―Todavía nada, Sloane. ―Suena más apenada de lo que hubiera esperado.
Pero luego me recuerdo que a Dallas le gusta James. Tal vez su regreso a salvo es
una prioridad para las dos.
―¿A dónde exactamente nos dirigimos ahora? ―pregunta Realm.
―Lejos de la ciudad ―dice Dallas, hablando con él por primera vez―. En
medio de la nada, en el centro de la nada. ―Sonríe hacia él, su sonrisa falsa―.
Querías que desaparezcamos, así lo haremos. Espero que ella lo valga. ―Y luego se
da la vuelta y enciende la radio, llenando el silencio.
Cas nos dice que el camino es demasiado largo y vamos a tener que parar. Es
de noche cuando terminamos en un motel de mala muerte a un par de vueltas de la
autopista.
El signo de vacante está solo iluminado a la mitad, y Realm se dirige hacia el
acristalado stand para reservar las habitaciones. Dallas baja su ventana.
―Reserva una habitación separada para mí y Cas ―dije con frialdad―. No
voy a compartir la cama contigo esta vez. ―Realm se detiene pero no responde. No
es hasta que la ventana de Dallas está cerrada que se dirige a la cabina, hablando con
la persona detrás del vidrio.
―Acaba con esto ―murmura Cas, golpeando sus manos con impaciencia en el
volante―. Ninguno de nosotros quiere estar en el medio de su pelea de amantes.
Dallas se vuelve hacia él.
―No escuchaste lo que él dijo ―espeta. Siento que mis entrañas se retuercen,
temo que voy a ser arrastrada a la conversación―. Me importa una mierda ―le dice
a Cas, sus mejillas cada vez más sonrosadas―. Él no tiene ningún derecho a decirme
que no puedo. ―Cas se estira para poner su mano sobre su hombro, tratando de
llevar a Dallas en un abrazo, pero ella se sacude alejándose―. Estoy bien ―dice―.
Me gustaría que él solo desapareciera de nuevo. ―Mira rápidamente hacia mí―. Y
puede llevársela con él.
Quiero gritar que no amo a Realm y nunca lo he hecho. Quiero recordarle que
James, mi James, está desaparecido, y su pequeña fiesta de autocompasión no está
haciendo ninguna de nuestras vidas más fáciles. Pero es de noche, y Dallas está
cansada. Y de verdad… no la culpo por estar enojada con Realm. Él saca lo peor en
todos nosotros.
Una vez que Realm eleva las llaves para mostrarnos que las habitaciones están
dispuestas, agarramos nuestras maletas y nos dirigimos hasta el segundo piso. El
lugar es bastante mugriento, con pintura amarilla descascarada y un verde horrible
en las puertas. Frunzo mi labio y Cas asiente en acuerdo.
―Fue una buena elección ―le dice Realm a Cas cuando se da cuenta de nuestro
intercambio―. Aceptan dinero en efectivo y no requieren de identificación. ―Se
detiene frente a la habitación 237 y utiliza la llave, como una verdadera llave de
motel con un número y cadena, y abre la puerta. Inmediatamente, el olor a humo
rancio golpea mi nariz; los edredones multicolores en las camas son molestos y
planos.
―Asqueroso ―dice Dallas, mirando el interior.
Realm sostiene una llave para ella.
―Dallas, yo… ―Dallas toma la llave y camina al lado. No le grita o repite las
cosas que dijo en el auto. Cas se ve cansado cuando la sigue hasta su habitación, y
espera a ver si Realm irá detrás de Dallas y habla con ella. Pero él solo va dentro de
la habitación y desaparece detrás de la puerta del baño. Genial. Me estoy empezando
a preguntar si alguno de nosotros va a ser feliz de nuevo, reír alguna vez, vivir…
alguna vez.
Cierro la puerta y deslizo la cadena sobre la cerradura. Siento como si estuviera
en una película de terror de los años ochenta y, enciendo la lámpara junto a la cama.
Todas mis pertenencias están en la bolsa de lona, así que la abro, mirando dentro al
archivo de James. No me atrevo a leerlo, no sin James.
La puerta se abre y Realm sale, con una expresión indescifrable mientras va a
la cama de enfrente y se acuesta. Cruza las manos detrás de su cabeza y mira hacia
el techo. Me acuesto en mi lado, demasiado cansada para lavarme la cara o
cambiarme de ropa.
―Entonces ―dice Realm, sonando agotado―. ¿Qué pasó en la gasolinera
antes?
Nunca le dije a nadie acerca de la primera noche que conocí a Kellan, cómo
sabía mi nombre. No estoy exactamente segura de cómo enmarcar la historia.
―¿Has sido alguna vez abordado por un periodista? ―le pregunto.
―No. ―Realm arruga la nariz como si fuera una pregunta extraña―. ¿Tú sí?
Saco la tarjeta de visita de Kellan de mi bolsillo y la extiendo hacia Realm. Sus
ojos se abren de par en par, y la agarra rápidamente. La ve por encima y luego planta
los pies en el suelo, sentándose en el borde de la cama.
―Sloane, ¿cómo diablos conoces a este hombre?
―Lo conocí en el Club Suicida. Tenía el aspecto de todos los demás… pero
sabía mi nombre antes de que se le dijera. Al principio pensé que tal vez era un
Cuidador, como los integrados de los que Arthur Pritchard me dijo. Pero cuando
paramos en la gasolinera de camino aquí, él apareció. Estaba aterrorizada. Me dio
esta tarjeta, dijo que era un reportero del New York Times siguiendo la historia de
James y yo. Quiere información sobre El Programa. Creo que puede ver lo que nos
están haciendo en realidad.
Realm se pasa los dedos por el cabello, dejándolo sobresaliendo cuando deja
caer el brazo.
―No me gusta ―dice―. No deberíamos hablar con nadie fuera de los
rebeldes. Por lo menos no todavía. Él podría estar trabajando para El Programa.
―Supongo. ―Me siento de nuevo en las almohadas, pensando―. Pero no
creímos en Arthur, y fue atrapado por El Programa. ―Me giro hacia Realm―. ¿De
verdad crees que lo van a borrar?
Realm considera mi pregunta durante un largo rato.
―Hay una posibilidad de que esto es solo un truco para hacernos salir
―dice―. Quiero decir, él es el creador del Programa. ¿Podrían realmente hacer eso
con él?
―Espero que no ―murmuro. Si pudiera rebobinar, habría hablado con Arthur
por más tiempo, averiguado qué más tenía por decir. Si pudiera retroceder el
tiempo, haría muchas cosas de forma diferente. Mi labio inferior tiembla y lo
muerdo―. Dime que James está bien ―susurro.
―No puedo. Pero si James te ama, te encontrará. ―Realm se vuelve hacia mí―.
Yo te encontré.
James me ama, aunque Realm siempre trata de disputar ese hecho. Pero ahora
han pasado dos días desde que James se fue… dos días sin una palabra de él. Estaba
tan enfadado la última vez que lo vi. Espero que sepa cuánto lo siento. Ante ese
pensamiento, apago la luz, sumergiendo la habitación en la oscuridad. Me tumbo en
la cama, acurrucándome en la soledad.
―Sloane ―dice Realm, en voz baja―. ¿Recuerdas en El Programa, cuando te
colabas en mi habitación conmigo? ―pregunta―. Nos acurrucábamos.
Platónicamente, por supuesto.
Yo solía pasar tiempo en la habitación de Realm, hablando, aunque ya no sé
exactamente de qué hablábamos. Lo que sí recuerdo es cómo se sentía el dejarlo
acariciar mi cabello, dejarlo susurrar sus cuentos cerca de mi oreja.
―Era agradable ―dice Realm―. Sostenerte así.
Cierro los ojos, apretándolos firmemente, como si pudiera bloquear la forma
en que lo he echado de menos. Alguna vez Realm lo fue todo para mí. Me duele
recordar eso, porque ahora no estoy segura de si ese era el verdadero Realm.
―Era agradable ―digo en voz baja.
―Si… ―Hace una pausa, y escucho su garganta cerrarse cuando traga―. Si
quieres dormir aquí conmigo, no me importaría. No voy a intentar nada tampoco.
―No puedo ―digo con sencillez. Aunque no supiera nada sobre Realm y El
Tratamiento, todavía no correría a él en este momento. Aprendí la lección en su casa
esa noche de tormenta. Amo a James. No es justo pretender otra cosa.
―La oferta sigue en pie, Sloane ―dice Realm―. Siempre estaré aquí para ti.
Capítulo 5 Traducido por Ahtziri29
Corregido por flochi
s un día después cuando llegamos a una pequeña casa de campo en las
afueras del lago Tahoe, y como dijo Dallas, está en medio de la nada.
También es hermoso. Árboles encierran la propiedad entera, y la
pequeña casa de campo en mal estado tiene encanto por sí sola. Desde la
descascarillada fachada blanca al enorme y acogedor porche, me hacen pensar en
una vida que me habría gustado tener con James. Solo nosotros en el país, tal vez
algunos perros corriendo alrededor. Pero estoy aquí con un grupo de rebeldes en su
lugar. Las cosas no siempre salen como las planeamos.
No tengo mucho para cargar mientras nos dirigimos hacia adentro. Está un
poco polvoriento, y toso al minuto que Cas abre la puerta. Pero me gusta. Me gusta
lo pacífico que es.
―Esto perteneció a los abuelos de otro rebelde ―dice Dallas y después baja
sus ojos―. Pero ella fue llevada de vuelta al Programa unos meses atrás. No la he
visto desde entonces. Así que es nuestro ahora. ―Deja caer su bolsa a sus pies―. No
deberíamos ser molestados.
―Es un lugar bonito ―digo, deteniéndome para mirar las fotos enmarcadas
en la pared. Hay una pareja mayor, muy de los setenta con collares de mariposas y
diseños intrincados. Toco la imagen, recordando a mis propios abuelos, que
murieron cuando yo era pequeña. Su foto cuelga de mi pared en casa.
Mi casa. Tal vez no la vea nunca de nuevo. Me sacudo el inminente dolor por
la pérdida y en su lugar camino alrededor para explorar el lugar, necesitando la
distracción. Encuentro un pequeño cuarto, no más grande que un closet, una cama
matrimonial y nada más. Decido que me gusta. La ventana mira hacia afuera sobre
el extenso jardín, un pequeño arroyo cortando a través del pasto. Puedo imaginarme
que en las mañanas tal vez haya un venado o incluso conejos, jugando. Sonrió y me
siento en el colchón, rebotando para hacer los resortes crujir.
―Hey. ―Cas asoma su cabeza en mi habitación. Se ve bastante arruinado
después de conducir hasta aquí, y estoy segura de que no me veo mucho mejor. Su
cabello bastante largo está enredado, y hay círculos negros debajo de sus ojos. No se
ha afeitado desde que nos fuimos. Me pregunto cuánto tiempo ha estado Cas tan
exhausto, acabado. Tal vez estaba demasiado ocupada para darme cuenta.
E
―Pedí primero la ducha ―dice―, pero si la quieres, te daré este caballeroso
pase.
Sonrió.
―No, claramente la necesitas más que yo. ―Pone su mano sobre su corazón.
―Ouch. Bueno, no planees tener agua caliente.
―Todo un caballero. ―Cas guiña un ojo, juguetón y coqueto del mismo modo
que es con Dallas. Y aunque debería hacerme sentir incluida, solo me hace sentir
más sola.
Me meto debajo de las sábanas en un intento por dormir algo del agotamiento,
escuchando cómo la ducha se prende. Pero el vacío de mi pequeño cuarto se vuelve
demasiado, y voy abajo en busca de vida en su lugar. Encuentro a Dallas sentada en
el sillón, sus pies levantados en el brazo mientras se desplaza por la pantalla de su
celular. Me sonríe.
―¿Necesitas algo? ―pregunta―. Tienes esa expresión necesitada.
Me paro frente a ella por un minuto, la tensión que nunca se acaba entre
nosotras está sofocándome. Puedo ofrecer un comentario sarcástico e irme como
suelo hacer, pero entonces nunca vamos a resolver esto. Ruedo mis ojos y me siento
con las piernas cruzadas en el piso cerca del sillón. Esto pica su interés y Dallas
desliza su celular en su bolsillo.
―Lo siento ―digo, mirando fijamente a la desteñida alfombra color oxido―.
Siento haberme interpuesto entre tú y Realm, no fue mi intención. ―Escuché a
Dallas bufar detrás de mí.
―Oh, bueno. La sociedad está construida de buenas intenciones Sloane. Y mira
qué tan lejos nos ha llevado. ―Su tono es casi lo bastante duro como para hacer que
me vaya, pero aguanto. No quedan muchos de nosotros. Podría valer la pena
intentar tener una amiga, una persona en la que pueda confiar.
―Si te sirve de consuelo ―digo―, no creo que haya dicho en serio las cosas
hirientes que dijo. ―No estoy tratando de buscar excusas para él, Realm fue un total
idiota. Pero había algo en su postura después, la manera en que todavía la mira, que
me hace pensar que le importa más de lo que dice. Me volteo hacia Dallas, la veo
mirar el techo con su mandíbula apretada, su labio inferior sobresaliendo. Voltea sus
ojos hacia los míos.
―Esa es toda nuestra relación ―dice―. Y sí, no pienso que lo haya dicho en
serio, pero siempre lo hace. Siempre lo ha hecho. ―Dallas reajusta su posición en el
sillón, recostándose con una expresión lejana―. Conocí a Realm después que huí
de casa. Yo estaba en un mal lugar, peor del que estoy ahora. Había pasado por El
Programa, por Roger, por el abuso de mi padre. Empaqué una mochila y me
encargué por mí misma. No había una historia nacional detrás de eso, no como tú y
James. Sólo desaparecí, pasé mis noches en edificios abandonados en dirección a Salt
Lake. Escuché historias de una resistencia ahí.
»Yo era tímida entonces. No estoy segura cómo era mi vida justo antes de que
fuera tomada, pero en la secundaria, antes de la epidemia, fui una porrista. ―Se
ríe―. ¿Te lo puedes imaginar?
Sonrío.
―No.
Se calla por un momento y enreda sus brazos alrededor de sí misma.
―Entones Roger pasó ―dice―. Cuando llegué a casa de la escuela, no podía
asimilarlo, pero aprendí a fingirlo para superar la terapia. A la primera oportunidad
que tuve, me fui. Conocí a los rebeldes y me aceptaron. Un día Michael Realm
apareció. La manera en que actuó… Se sintió que estaba ahí por mí. La manera en
que habló, la manera en que me miró. Estaba asustada entonces, pero él lo hizo
mejor. Por un tiempo.
Escuchando a Dallas, me recordé que tal vez no conocía a Realm en lo absoluto.
Esto fue antes de que lo conociera. ¿Fue antes de que él estuviera en El Programa la
primera vez? ¿Fue antes de la segunda vez?
―¿Qué paso después? ―pregunté a Dallas, recargando mi codo en el sillón.
―Se fue ―dice―. Realm siempre se iba y nunca decía a dónde iba. Entonces
aparecía otra vez y actuaba como si nada hubiera pasado, nos acercábamos y
entonces me empujaba lejos. Aunque esta es la primera vez que trajo otra chica a
casa. No voy a mentir, Sloane. Duele. Creí que me había hecho inmune al dolor, pero
Realm sabe justo cómo retorcer el cuchillo para que deje de amarlo completamente.
La culpa cae alrededor de mí, incluso aunque no soy a quien culpar. Aun así,
puedo entender por qué Dallas me odia. No puedo imaginarme como le haría frente
a que James se enamorara de alguien más.
―¿Qué hay acerca de Cas? ―preguntó―. ¿Ustedes dos alguna vez…?
―No ―dice Dallas rápidamente―. No somos así. Mierda, ni siquiera estoy
segura qué tipo de chica le gusta a Cas. Es mi mejor amigo, que es como los dos lo
queremos.
No sentamos calladas por un tiempo, y regreso a nuestra conversación,
juntándolo con lo que Realm me ha dicho. No siento que tengo la historia completa,
como si hubiera una pieza faltante de su dinámica.
―¿Alguna vez has hablado con Realm acerca de su comportamiento? ¿Le has
dicho cómo te sientes?
La expresión de Dallas se debilita cuando se voltea hacia mí.
―Él dijo que no le importaba, Sloane. No pienso que pudiera haber sido más
claro que eso.
Parpadeo, las palabras de Realm escociéndome incluso a mí. No entiendo sus
motivaciones. Entonces de nuevo, James también era una especie de idiota cuando
me encontré con él.
―James me alejó ―confieso―. Le pedí explicaciones, y salió corriendo. Mi
amistad con Realm es lo que hizo que finalmente admitiera sus sentimientos por mí.
Hasta hace unos días, pensé que éramos fuertes. Pensé que éramos para siempre.
―James es la conexión entre quien era y quien soy ahora. Sin eso, estoy perdida.
―Bueno, encuéntralo ―declara Dallas―. No tengo dudas que James está
seguro. Si acaso, probablemente está enojado. Esto no es porque te odie ni nada
―dice con una sonrisa―, pero creo que veo su punto. Tú y Realm… actúan como
más que amigos. Yo también te habría dejado.
James no sería amigo de una chica que está enamorada de él, no si me
lastimara. Estoy avergonzada por mi comportamiento. Avergonzada de no ser lo
suficientemente madura para tener más respeto por mi novio. Estoy avergonzada
de que incluso Dallas pueda verlo.
―¿Puedo preguntarte algo? ―dice Dallas tentativamente―. ¿Qué vas a hacer
con El Tratamiento?
La pregunta me atrapa fuera de guardia y me toma un segundo demasiado
largo contestar.
―Honestamente, no lo sé. ―digo eventualmente―. Es demasiada presión.
¿Qué… qué harías tú?
―Si fuera yo, me lo hubiera tomado de inmediato. No me preocuparía por
Pritchard o los demás. Pero si fuera tú ―se encoge de hombros―, se lo habría dado
a James. ―Alza su mirada hacia mí y sonríe―. ¿Puedo ser sincera por un segundo?
Tú novio es súper sexy. En serio, James realmente hace algo en mí. Sólo pensé que
deberías saberlo.
Me río, echando mi cabeza hacia atrás. Encima de nosotras, las tuberías
traquetean y está el sonido de una llave girando antes de que el agua se apague.
Hablar con Dallas me ha dado un poco de perspectiva, pero más sorprendente,
puedo ver que es una buena persona. No le he dado ni de cerca el crédito suficiente.
Me pongo de pie, esperando que Cas no haya usado realmente toda el agua caliente.
―Gracias por la charla.
―Ni lo menciones ―responde Dallas, su tono desdeñoso como si ella no se
estuviera llevando la misma experiencia de unión que yo―. Hey, si ves a Cas, hazle
saber que me gustaría una lucha de cuchillos al rato.
―Uh… está bien.
Dallas saca su celular, y su cambio de comportamiento me molesta
ligeramente, pero esto podría ser sólo lo que hace para evitar ser herida. No puedo
esperar que confíe en mí, no todavía. Comienzo a subir las escaleras pero me
detengo y miro hacia ella. Dallas ondea su mano en conocimiento, una sonrisa en
sus labios y pasa sus pulgares sobre su pantalla, excluyéndome.
Cas está en su cuarto para cuando llego arriba y entro en el baño lleno de vapor,
pasando mi mano a través del vaho en el espejo. Estudio mi reflejo, notando que el
brillo saludable que tenía después de dejar El Programa ha sido reemplazado por
círculos negros, piel pálida. He adelgazado y me pregunto qué pensarían mis padres
si me vieran ahora.
Probablemente pensarían que estoy enferma. Probablemente llamarían al
Programa para que vinieran por mí. Me pregunto por un momento acerca de cómo
pasó, pero rápidamente lo bloqueo. Es demasiado horrendo para imaginármelo.
¿Me gustaría sentir cómo es para mis padres traicionarme?
Exhalo una fuerte respiración, tratando de aclarar mi mente y me volteo para
prender la ducha. El baño es viejo, con azulejos blancos y negros y una bañera con
patas de garra con regadera. No tengo jabón, pero encuentro una barra sin abrir
debajo del lavabo. Al minuto que me paro debajo del chorro de agua caliente, estoy
agradecida de que Cas no la haya usado toda. Mis músculos, rígidos por el viaje en
coche y la falta de buen sueño, empiezan a soltarse, mi mente desentrañando las
últimas semanas.
Comienzo con Lacey, un lugar al que no me he permitido ir desde que se fue.
Dallas dijo que estaba de vuelta en El Programa y mi única manera de lidiar con ello
era dejar de pensar en ella. Pero ahora puedo verla, antes y después de su espiral.
Veo la nota: Miller. ¿Puedo pensar en la memoria de Miller? ¿Traerá nuevas
memorias y me volverán loca? El agua está empezando a enfriarse mientras cierro
mis ojos y pretendo que James está aquí conmigo en la ducha. Dice que está
arrepentido por irse. Digo que me arrepiento por mentir. Los dos estamos
arrepentidos. Siempre estamos arrepentidos.
Paso la barra de jabón por mi cabello húmedo, pero de repente hay un dolor
agudo en mis sienes, un golpe rápido de recuerdos golpeando a través de la
superficie.
El suelo de azulejos esta frío debajo de mis pies descalzos. Busco a tientas por la manija
de la puerta. Justo cuando la abro, veo el brillante corredor blanco del Programa. Realm
camina hacia la estación de enfermeras, donde Roger está parado, riéndose. Mis muñecas
duelen de cuando el Controlador me había atado, pero estoy tan asustada por Realm. Estoy
tan asustada sobre lo que hará.
El puño de Realm conecta con la cara de Roger, mandándolo sobre la mesa y la
enfermera grita. Trato de acercarme, para decirle a Realm que pare antes de que se lo lleven,
pero estoy tan enojada. Roger me drogó.
―¿Qué brazo? ―gruñe Realm.
―No hagas esto Michael ―dice Roger―. Nos expondrás a todos.
Realm lo golpea más fuerte en la cara de nuevo, rompiendo su nariz, enviando sangre
en una explosión contra la pared blanca.
―¿Con qué brazo la tocaste? ―exige Realm. Cuando Roger no contesta, Realm agarra
el brazo derecho del Cuidador y lo tuerce detrás de su espalda hasta que cruje, mandando a
Roger en un ataque de aullidos. Realm sólo retrocede, enfurecido pero extrañamente calmado.
Seguridad viene corriendo, pero en lugar de aventar a Realm al suelo, ellos le susurran
hasta que él acepta, dejando que lo lleven lejos. Pero no antes de que vea de vuelta sobre su
hombro hacia mí, asintiendo como si tuviéramos un secreto. Un secreto entre nosotros.
Jadeo y tropiezo de lado, atrapando la pared con mi mano antes de caer fuera
de la tina. Secretos, ¿cuántos tenemos Realm y yo juntos? ¿Cuántos de ellos he
olvidado?
Todo es demasiado, todo el martirio me quiebra y comienzo a sollozar. Me
deslizo hacia abajo dentro de la tina, llena de pérdida y devastación. Lloro debajo
del agua helada, temblando pero incapaz de levantarme. No soy débil, sé que no lo
soy… pero es demasiado. Tengo que dejarlo salir porque es malditamente
demasiado.
La cortina se abre, seguida por el chirrido de la llave cerrándose. Todavía estoy
llorando cuando el calor de una toalla se envuelve alrededor de mis hombros y
Realm me ayuda a salir de la tina. Mis piernas están temblorosas, pero en el
momento en que me doy cuenta que está aquí, que me está tocando, lo alejo.
Odio a Realm por mentirme en El Programa, actuando como si fuera igual que
yo cuando no lo es. Él tiene sus recuerdos. Conocía a Roger. Pero más que nada, lo
odio por estar aquí cuando James no.
Envuelvo la toalla más apretada alrededor de mí y quito las lágrimas de mis
mejillas, mirando a Realm. Su expresión se tambalea, preocupación reemplazada
con derrota, vulnerabilidad.
―No quiero escucharlo ahora ―digo, sonando como una niña petulante. Pero
no dejaré a Realm manipularme. Siento como si ya lo hubiera hecho.
―¿Sabes por qué termine en El Programa en primer lugar? ―pregunta,
tomando un paso más cerca de mí.
Estornudo, sorprendida por la pregunta, pero también por su proximidad.
Retrocedo, chocando contra el lavabo.
―Nunca me dijiste ―digo―. Dijiste que no te acordabas.
Realm se mueve y yo retrocedo como si fuera a tocarme, pero se va a sentar al
borde de la tina.
―Tenía dieciséis años ―dice en voz baja―. Mis padres estaban muertos y mi
hermana trabajaba día y noche. Nunca la veía. Trabajaba dentro y fuera, pero
mayormente fumaba y bebía, entumeciendo lo que podía. La desesperación era tan
profunda y oscura que me fue comiendo por dentro. Comencé a imaginar que me
estaba pudriendo, que si separabas mi piel sangraría de color negro, sangre
cancerosa. ―Encuentra mis ojos―. Así que un día decidí averiguarlo.
Mi respiración se acelera y el horror comienza a trabajar lentamente a través
de mí. La confesión demasiado personal, demasiado dolorosa para escuchar. Mis
ojos comienzan a llenarse.
―Mi hermana estaba en su trabajo, mi novia se había ido, ido al Programa
semanas antes. No tenía nada. No tenía a nadie. Pero no estaba buscando paz,
Sloane. Estaba buscando dolor. Quería que doliera. Quería sentir cada centímetro de
mi muerte y quería sufrir. Así que agarré un cuchillo de sierra del bloque de madera
en el mostrador de la cocina, fui al baño y cerré la puerta. Debí haber estado parado
en el lavabo cerca de una hora, viéndome. Los círculos debajo de mis ojos, el disgusto
que sentí frente a mi propio reflejo.
»Y entonces… puse la hoja contra mi cuello y comencé a cortar. Miré tanto
como pude, viendo la sangre caer hacia abajo por mi playera, la piel se separó,
solamente para perder mi lugar por mi mano temblorosa. Entonces empecé de
nuevo.
Cubrí mi boca, lagrimas derramándose en mis mejillas mientras las imágenes
se disparaban por mi cabeza.
―Para ―dije. Pero Realm parecía loco, perdido en su cabeza.
―La última cosa que recuerdo ―dice―, es el pensamiento que no era sangre
negra en lo absoluto. Era roja. Todo era tan rojo. Me desperté en El Programa. Setenta
y tres puntadas. Cirugía reconstructiva. Terapia extensiva. Los doctores me dijeron
que era un milagro. ¿Estás de acuerdo? ―pregunta, sus ojos cafés salvajes―. ¿No
era yo un modelo a seguir ahora? Una jodida inspiración.
Nadie debería sufrir así. Es demasiado terrible incluso comprender. Doy un
paso adelante y lo abrazo, deseando poder llevarme el dolor.
Los brazos de Realm se envuelven alrededor de mi cintura mientras me
sostiene más cerca, tomando respiraciones entrecortadas antes de seguir.
―A veces deseo que hubiera funcionado. Quería morir ese día, pero en su
lugar tenía doctores picoteándome. Pero eso no es lo peor que he hecho Sloane.
Deseo que lo fuera.
Me alejo y miro abajo a su cara. ¿A qué se refiere? Me muevo fuera de sus
brazos, apretando mi toalla otra vez. De repente me doy cuenta que estamos solos y
estoy desnuda en nada más que esta pequeña prenda enredada alrededor de mí.
Realm se da cuenta de mi reacción y baja sus ojos.
Aunque mi cara se siente hinchada por llorar, me recompongo. Tengo que
seguir adelante, seguir luchando. Tal vez sea una fugitiva, pero al menos estoy viva.
Agarro el pomo de cristal de la puerta del baño para irme.
―Sloane ―llama Realm en voz baja. Me volteo para mirarlo―. Si él no regresa,
todavía me tienes a mí.
Mis ojos se cierran.
―Realm…
―Te amo más de lo que James jamás podrá ―dice tan seriamente que sé que
lo cree. No puedo concebirme hiriéndolo, diciendo las cosas que debería. Sólo puedo
voltearme e irme, rezando que James realmente vuelva. Y preguntándome qué
significará para Realm cuando lo haga.
Capítulo 6 Traducido por Martinafab y Gigi D
Corregido por flochi
s tarde. Estoy acostada en la cama, junto a la ventana porque entiendo lo
que quería decir Realm en la otra casa, hay un efecto posterior
claustrofóbico del Programa. Una luz se enciende en el patio trasero, y
de inmediato me siento, mi estómago dando tumbos por el miedo.
Poco a poco, deslizo la cortina y me asomo. Necesito un segundo para
encontrarlos, pero luego veo a Dallas y a Cas en el césped. Dallas riendo, una
emoción genuina de felicidad, mientras Cas tiene su navaja, abriéndola y agitándola
como si fuera de West Side Story. Yo también sonrío.
Deslizo los brazos en mi suéter y empujo los pies en mis zapatillas, y me dirijo
abajo. Cuando abro la puerta mosquitera, ambos se giran hacia mí, Cas sujeta su
cuchillo en la mano y me apunta con él.
―Me asustaste como la mierda ―dice. Dallas pone los ojos en blanco, y
considero volver arriba, pero al final estoy muy despierta para dormir. Y
definitivamente no quiero estar en la cama y ponerme a pensar toda la noche.
―¿Les importa si me quedo aquí un rato? ―pregunto.
―Claro que puedes ―dice Cas rápidamente―. Sólo le estoy enseñando a
Dallas cómo defenderse. Ya sabes ―la mira―, ya que es tan delicada y modesta.
―Idioteces, Cas ―dice ella, tirando de sus temores en un alto nudo―. Te
garantizo que puedo acabar contigo en menos de cinco segundos.
Cas cierra la hoja y se quita la chaqueta, arrojándomela.
―Ooo… ―dice―. Me gusta ese desafío. ¿Quieres soltar dinero, Sloane?
Me río.
―Definitivamente juego por Dallas en esta.
―Chica inteligente ―dice Dallas, y comienza a bailar de pie a pie como si fuera
un boxeador. La noche es tranquila detrás de nosotros, los gruesos árboles
bordeando la propiedad, manteniéndonos a salvo de los vecinos. Hace frío pero se
está a gusto. Veo el tronco de un árbol y me siento en él, completamente entretenida.
―Muy bien, cariño ―dice Cas, poniéndose el cabello detrás de las orejas―. Si
te hago daño será mejor que no me guardes rencor.
E
Dallas asiente burlonamente.
―Claro que sí, Casanova. Y si tus hombrecitos pierden la capacidad de
reproducirse, espero que no haya resentimiento.
Cas baja los brazos.
―¡Oye! No puedes…
Dallas corre, barriéndole los pies debajo de él. Al mismo tiempo, sus manos se
lanzan hacia adelante, golpeando a Cas en la espalda. Él apenas tiene tiempo para
reaccionar y termina boca bajo sobre la hierba, gimiendo. Dallas cae en una posición
en cuclillas a su lado.
―¿Fui demasiado dura? ―dice en una voz de bebé.
Cas comienza a reír, sacudiendo la cabeza. Dallas le ofrece la mano y lo ayuda
a levantarse. A pesar de que acaba de patearle el culo, Dallas y Cas lo hacen una y
otra vez, casi siempre terminando con Dallas triunfante.
―¿Quieres intentarlo? ―me pregunta Dallas. Tiene una mancha de tierra en la
frente de cuando Cas trató de alcanzarla desde el suelo.
―No, gracias ―le digo, levantando las manos―. Creo que preferiría pelear
con Cas.
―¡Oye! ―grita con una carcajada. Cas se levanta, sacudiéndose las manchas
de hierba de los vaqueros, que están más allá del punto de retorno. Viene a sentarse
en el tronco junto a mí, con olor a tierra y jabón. Dallas se acerca, estirando sus brazos
hacia un lado mientras estira el hombro por una torcedura.
―Lo decía en serio ―dice ella―. Me puse en contacto con un empleado. El
Programa aún está buscando a James. ―Ante la mención de su nombre en
combinación con El Programa, mis músculos se tensan―. Relájate ―dice Dallas,
leyendo mi ansiedad―. Estas son buenas noticias. Significa que él se escapó. James
está a salvo, escondido en alguna parte. Ahora es sólo cuestión de que lo rastreemos.
―¿Está bien? ―pregunto, demasiado asustada para tener esperanzas.
―Parece que sí ―dice Dallas―. ¿Eso hace que te haga fruncir el ceño al revés?
―bromea, tratando de hacerme sonreír. Mi alivio es absoluto.
―Sí ―le digo honestamente, soltando una respiración medida―. Ciertamente
lo hace. ―Estoy ingrávida. A pesar de que James no está aquí ahora, Dallas dijo que
era sólo cuestión de tiempo. Y confío en ella. Después de tanto tiempo, finalmente
me fío de ella.
―Ya no tengo El Tratamiento ―confieso―. James se lo llevó por accidente.
Dejamos la píldora detrás con él.
Cas se gira repentinamente, confusión cruzando sus características.
―¿Hablas en serio? ―pregunta―. ¿No la tienes aquí? ―Él y Dallas
intercambian una mirada, y me pregunto si he cometido un error al confiar en ellos.
―Siento no habérselos contando antes ―digo―. No estaba segura de si…
―Sloane ―interrumpe Dallas―, está bien. No es como si sólo te estuviéramos
tolerando por El Tratamiento. ―Hace una pausa―. Bueno, tal vez al principio. Pero
ahora, demonios, somos, como, casi-amigos. ―Muestra su sonrisa amplia, y la
tensión se evapora―. Además ―añade―, James volverá pronto de todos modos con
El Tratamiento. Entonces vamos a averiguar qué hacer a continuación.
Cas está de acuerdo, y estoy muy agradecida de que no estén enfadados. En
todo caso, podría hacerles buscar a James con más fuerza.
―Oh ―Dallas chasquea los dedos y mira a Cas―. Estamos bajo de fondos y
tengo que pagar un poco por información. ¿Tienes algún enganche?
Cas agarra una botella apoyada en la hierba y toma un sorbo. No se me había
ocurrido que necesitábamos dinero. En el primer día, Dallas y Cas recogieron lo que
la hermana de Realm nos había dado. No se me ocurrió preguntar de dónde más
recibían dinero.
―Conseguiré el dinero ―dice Cas, sonando agotado―. Todavía no los he
decepcionado, ¿verdad? ―Dallas niega.
―¿De dónde viene el dinero? ―pregunto. Cas me mira de reojo y toma otro
trago.
―Él nunca lo dice ―anuncia Dallas―. Creo que es un ladrón, pero me imagino
que a todos se nos permite tener nuestros secretos. Y si mi pequeño ladronzuelo
quiere pedir prestado a los más afortunados, entonces que así sea. Esto nos mantiene
alimentados.
―Algún día tendremos langosta y filete ―dice él, con una sonrisa detrás de la
parte superior de su botella.
―Tú cocinas ―dice Dallas.
―Diablos, sí. No voy a dejar que lo quemes.
Todos estamos sonriendo, pero ya tienen que ser por lo menos las tres de la
mañana. Digo mis buenas noches, y Dallas y Cas se quedan atrás. No creo que vayan
a pelear más. Tampoco creo que vayan a conectar. Me gustan los dos un poco más
de una manera extraña. Su amistad es tan honesta y fácil, y una vez más veo otra
cara de Dallas. Combinada con las noticias de que James se encuentra actualmente
a salvo del Programa, por ahora, y casi me siento esperanzada sobre toda esta
situación.
Los días pasan lentamente, cómodamente. Es temprano en la mañana cuando
me encuentro a Realm junto a la puerta trasera, una amplia sonrisa estampada en su
rostro. Está tan fuera de lugar que realmente veo alrededor de la cocina para
asegurarme que no me estoy perdiendo algo. Cuando veo que sólo estamos
nosotros, me pongo la mano en la cadera y río.
―¿Qué? ―pregunto, devolviéndole la sonrisa. En lugar de responder, Realm
agarra el picaporte de la puerta trasera y la abre.
Miro por el patio, mis ojos abriéndose mientras una suave brisa que huele a
hierba entra. Hay por lo menos seis ciervos en nuestro patio trasero; uno es un bebé.
Son tan hermosos. Doy un paso hacia ellos, y Realm se pone un dedo en sus labios.
―Shh… ―dice, girándose para verlos también. Voy para pararme junto a él, y
pone su brazo sobre mis hombros―. A veces es difícil de recordar las buenas cosas
―susurra.
Los ciervos siguen comiendo del viejo huerto, y el bebé está acostado en la
hierba. La propiedad es aún más bonita en la luz de la mañana: verde y viva. ¿Cómo
puede haber una epidemia de suicidios cuando la naturaleza puede ser tan suave y
apacible? ¿Cómo puede suceder cualquier cosa terrible en un lugar como este?
Apoyo la cabeza en el pecho de Realm mientras observamos a los ciervos, perdidos
en una belleza que olvidamos que existía.
―¿Qué están haciendo, chicos? ―dices Cas desde detrás de nosotros. Uno de
los ciervos voltea la cabeza, sus orejas crispándose. Cas pasa fuerte hacia donde
estamos, no tranquilo y no sutil―. Oh, mierda ―dice, señalando el patio. Dos de los
ciervos de inmediato se van corriendo, y los demás se congelan, mirando en nuestra
dirección―. ¿Deberíamos matar a uno y comerlo? ―pregunta Cas.
Me burlo y me vuelvo para mirarlo. Realm ríe, bajando su brazo de mis
hombros. En el momento en que me giro hacia los ciervos, se han ido. La decepción
me agobia. Me gustó la sensación que los ciervos me dieron; me gustó sentirme
pequeña junto a la naturaleza.
Cas suspira y luego se va a la cocina, buscando en los armarios inferiores para
sacar una cacerola pesada. La llena de agua y la deja en el fogón, dándole vida con
un click. Creo que la idea del guiso de carne de venado todavía está bailando en su
cabeza, pero en realidad va a cocinar los asquerosos alimentos procesados que
consiguieron en la gasolinera. Cas todavía no ha encontrado dinero, pero ni Realm
ni Dallas le están presionando sobre ello. Sin embargo puedo ver que se están
poniendo nerviosos.
Realm se acerca.
―Hey ―dice―. ¿Quieres ir a dar un paseo? El día está precioso.
Miro hacia arriba, sintiéndome serena por primera vez en mucho tiempo. Es
difícil estar enfadada en un lugar tan hermoso. Estoy de acuerdo y le digo a Cas que
nos guarde algo de comida antes de que Realm y yo salgamos.
El sol está brillando, pero la brisa es fresca, y envuelvo mis brazos alrededor
mientras caminamos sobre el césped extenso hacia el arroyo, hacia los bosques que
están más allá. En el otro lado de nosotros hay una enorme gama de montañas,
encerrándonos en la seguridad de la naturaleza. Por un momento me acuerdo de
cuando Realm y yo estábamos en El Programa. Me sacó a pasear por el jardín de
flores con él, y me dio tanta esperanza. Me recordó que había un mundo al cual
volver.
Un pequeño puente de madera se curva sobre el arroyo, y nos detenemos en el
centro del mismo y descansamos los codos en la barandilla, mirando la casa y el
bosque.
―¿Qué vamos a hacer con nuestras vidas? ―pregunto en voz baja―. ¿Cuánto
tiempo podremos vivir aquí?
―Tanto como podamos. ―Baja la cabeza y lo miro de reojo―. Siempre
tendremos que mantenernos en movimiento ―dice―. Mientras que El Programa
esté aquí, no vamos a estar a salvo.
Sé que tiene razón, pero admitirlo aplasta la alegría del momento. Exhalo, largo
y pesadamente, y luego miro al mundo una vez más, deseando que siempre pudiera
ser así.
―Quiero decirte todo, Sloane ―dice Realm en voz baja―. Pero no sé si puedo.
Mis ojos están enfocados en los árboles, pero mi corazón comienza a acelerarse.
―Tal vez sea hora de intentarlo ―le digo. No estoy negándolo; siempre he
sabido que Realm estaba ocultando algo. Pero ahora, aquí, tengo miedo de saber lo
que tiene que decir.
Realm asiente, inclinándose más por la barandilla para estudiar el agua fluir
debajo.
―Se trata de Dallas ―murmura―. La conocía antes de que ninguno de
nosotros estuviéramos en El Programa.
Junto las cejas, procesando sus palabras. Dallas se encontró con él después de
que ella saliera del Programa.
―¿Qué? ―pregunto, volviéndome hacia él.
La expresión de Realm está llena de dolor, pesar.
―Fue mi novia antes de que entrara en El Programa. Ella simplemente no lo
recuerda.
―Oh, Dios mío ―digo, tapándome la boca. ¿Cómo podría Dallas no saberlo?
¿Cómo podría Realm no decírselo?
―Sloane ―dice, tomando mi muñeca para tirar de mi mano―. Después de
haber tomado El Tratamiento y de volver a tener mis recuerdos, la busqué. He estado
tratando de mantenerla a salvo.
―¿Por qué no se lo dijiste entonces? ¿Por qué fingir que se acababan de
conocer? ¿La estabas manipulando utilizando cosas de tu pasado?
―No ―dice rápidamente, pero luego traga saliva, mirando hacia abajo―. Un
poco. Sin embargo hice lo que tenía que hacer. Tú no la conocías. Ella no es como tú,
Sloane.
―¿Qué significa eso? ―De pronto siento que tengo que proteger a Dallas, y mi
ira contra Realm está creciendo exponencialmente.
―Ella no es fuerte. Claro, intenta serlo. Monta un espectáculo. ―Sacude la
cabeza―. Pero no lo es. Dallas puede pensar que quiere volver a tener sus recuerdos,
pero puedo decirte ahora mismo que no puede soportarlos. Allí estaba su padre
bastardo, su intento de suicidio. Y luego estaba yo. No fui precisamente el mejor
novio.
―Creo que la estás subestimando.
―No la viste. Yo soy la razón por la que Dallas entró en El Programa. Era un
suicida, vicioso, enfadado. Dije cosas horribles. Quería que estuviera triste, la hice
ponerse triste. Y entonces… ―Se detiene, volviéndose para mirar el césped mientras
pone su mano sobre su boca, tosiendo un grito en ella antes de que pueda recobrar
la compostura.
―¿Qué hiciste? ―susurro.
―Llamé al Programa y les dije que se la llevaran.
Mis ojos se abren como platos, y entonces me muevo velozmente, intentando
abofetear cada parte de su cuerpo.
―¡Hijo de perra! ―grito, intentando lastimarlo. Lo acepta todo, pero pronto
mis manos duelen y mis brazos están cansados―. ¿Cómo pudiste? ―susurro, con
el corazón roto por una chica que ha pasado demasiado. Más de lo que nadie debería
pasar jamás. Él le ha ocultado todo esto. Me hace preguntarme exactamente de qué
es capaz Realm. Me siento en el puente, abrumada.
Realm me mira, con un pequeño rasguño sangrante en la mejilla.
―Cuando recuperé la memoria ―dice―, encontrar a Dallas fue mi prioridad.
Y cuando vi que estaba bien, estaba tan aliviado. Me preocupaba que no hubiera
sobrevivido. Créeme, me odio por lo que hice. En ese momento ella y yo iniciamos
una relación extraña. Es vulnerable, particularmente conmigo. Y luego me contó de
Roger, de lo que le había hecho. Y sentí tanta culpa. ―Cierra los ojos―. No entiendes
lo que se siente tamaña culpa. De nuevo me encontré cargándola a ella. No puedo
no herirla, Sloane. Quiero protegerla, pero no puedo ni siquiera protegerla de mí
mismo.
―Entonces déjala en paz ― digo―. ¿No es eso lo mejor que puedes hacer por
ella? Aún le importas, Realm.
―Y yo estoy enamorado de ti.
Mi estómago se retuerce, enfermo por esas palabras. No es mi culpa cómo trató
a Dallas.
―No lo vuelvas contra mí. Nunca deberías habérselo dicho, sabiendo su
pasado juntos. Sabiendo cómo se siente por ti. Fue cruel.
Sonríe, triste y solitario.
―¿No es eso lo que me haces cuando se trata de James? ―pregunta―. ¿No
estamos en la misma posición?
Sus palabras me asombran, y me pongo de pie. ¿He hecho eso? ¿Soy tan cruel?
Retrocedo un paso, y Realm sacude la cabeza y toma mi brazo.
―Sloane, espera ―dice―. Lo lamento. No quería que te sintieras mal. Lo
entiendo, eso es lo que quiero decir. Entiendo lo tuyo con James, tú siempre lo
elegirás. Sólo digo que, en el mismo lugar, yo siempre te elegiré a ti.
Realm es quien está mal. ¿Siempre ha sido así, o está cayendo en depresión?
Retrocedo hacia la casa, quitando mi brazo de su agarre.
―Estás loco ―digo―. Aléjate de mí, Realm. Aléjate de Dallas.
Realm empieza a seguirme, pero algo en mi cara lo hace detenerse. En cambio
se inclina y me observa irme. De repente estoy desesperada por encontrar a James.
No puedo decirle a Dallas de Realm; no estoy segura de poder hacerle eso. Pero le
pediré ayuda buscando a James. Y luego nos sacaré de aquí. Comienzo a correr hacia
la casa, lejos de Realm. Siempre de regreso a James.
Cuando llego, la casa se encuentra en silencio. La cacerola que Cas usó está
remojándose en el lavabo, y hay un tazón lleno de fideos en la mesa. De todas formas
no puedo comer, no después de lo que aprendí. Dallas no está en la sala, pero debo
encontrarla. Tenemos que encontrar a James e irnos. Me dirijo arriba por mis cosas,
suponiendo que Dallas aún duerme. Subo las escaleras chirriantes, y cuando abro la
puerta del dormitorio, se me atasca el aliento en la garganta.
James está de pie ante la ventana, mirando al jardín. Veo sus hombros tensarse
cuando entro, pero no se vuelve enseguida. Parece distinto, aunque sólo han pasado
unos días. Quiero ver su cara, pero al mismo tiempo, me asusta lo que pueda
decirme su expresión. ¿Sigue enojado por lo de Realm? ¿Cree que lo he abandonado?
―Acabo de verte en el puente ―dice quedamente―. La vista es preciosa aquí.
Muy parecido a Oregón. Muy parecido a casa.
Estoy a punto de quebrarme, pero me contengo.
―Nos encontraste ―digo, pensando en las palabras de Realm. Dijo que si
James me amaba, me encontraría. Espero que sea cierto.
James se da la vuelta, con sus grandes ojos azules escaneándome.
―¿Creíste que no lo haría? ―pregunta―. Me conoces demasiado para creer
que me rendiría contigo. Me fui para no asesinar a tu amigo, pero algo surgió. Sólo
me alegra que Dallas dejara un camino de migajas.
El momento se siente pesado, cargado de emoción. Mis dedos tiemblan tanto
que los chasqueo frente a mí.
―Me preocupé por ti ―digo.
James asiente y busca en su bolsillo, sacando la bolsa plástica.
―Debería devolverte esto ―dice en voz baja―. Pensé en quedármelo, pero no
pude. Ves, dudé.
―Me alegra ―digo―. Tengo tanto que decirte, y para ser sincera, dudo que
alguno de los dos vaya a tomar el Tratamiento pronto.
James mira confundido a la píldora antes de volver a ponerla en su bolsillo.
Pero en lugar de preguntar, baja la mirada, con sus hombros hundiéndose. Mi
estómago da un vuelco.
―¿Qué sucedió?
James levanta la mirada.
―Mi papá murió.
Jadeo, sorprendida más allá de las palabras. Me apresuro hacia adelante, sin
importarme si lo quiere o no, y lo envuelvo en un abrazo. Él ya había perdido a su
madre, y ahora… su padre. James es huérfano. Realmente está solo en el mundo. Sus
brazos son débiles al apoyarse en mi cintura. Me pongo de puntillas, susurrándole
al oído:
―Lo lamento tanto, James.
Su agarre se tensa, y pronto me está aferrando, expulsando algo de la pena que
llevaba en los hombros. Debería haber estado con él, pero en cambio dejé que Realm
me manipulara. Rompí la confianza de James. Podríamos haber pasado por todo
juntos, pero ahora es demasiado tarde.
Después de un momento, James comienza a respirar entrecortadamente. Se
frota los ojos enrojecidos y me mira.
―Estás demasiado delgada ―dice, sonando abatido.
―He estado algo estresada.
Asiente como si lo entendiera. Ausentemente, se estira para tomar un mechón
de mi cabello y enrollarlo en su dedo.
―Cuando me fui ―dice en voz baja―, tenía la intención de descargarme por
un par de horas, volver, y alejarte de él. Alejarte de Realm. En un momento levanté
la mirada y vi que estaba volviendo a Oregón. Sólo quería ir a casa. Quería nuestras
vidas de vuelta. Me detuve en una estación de servicio y pedí usar el teléfono. Llamé
a mi papá.
Las lágrimas se juntan en sus ojos y su tristeza es contagiosa. Aunque su padre
me culpaba porque James había huido, seguía siendo el papá de James. Vuelvo a
murmurar lo mucho que lo lamento, pero él no parece oírme.
―Papá no atendió ―sigue―. Y tuve un mal presentimiento. Así que… llamé
a tu casa.
―¿Mi casa?
James asiente, soltando mi cabello de su mano.
―Ni siquiera sé por qué. Lo hice sin pensar, simplemente… marqué el número.
Hablé con tu papá.
―¿Mi papá? ―logro decir. Extraño a mis padres. A pesar de todo, los extraño,
y saber que James perdió a su papá sólo me hace querer más a los míos de regreso.
―Me contó que papá murió la semana pasada. No hubo un servicio porque no
había familia para que lo enterrara. En su lugar, el Estado tomó su cuerpo. Yo…
―James comienza a quebrarse pero lucha por mantener la compostura―. Abandoné
a mi papá, Sloane. Murió completamente solo.
Me cubro la boca con una mano, intentando no llorar. Por esto James se veía
diferente cuando entré. Ya no es chistoso o confiado. En los últimos días, había
perdido su vieja vida. Tuvo que crecer completamente. Su vida ha cambiado sin
remedio.
―Tu padre preguntó por ti ―dice James―. Le dije que estabas bien, que no te
encontrabas enferma. Y que algún día volveríamos a casa. ―Cierro los ojos, con las
lágrimas ya cayendo―. Dijo que realmente lo esperaba ―siguió James―. Me pidió
que cuidara de ti hasta ese entonces.
Vuelvo a mirarlo, con el corazón herido.
―¿Y tú se lo prometiste?
Sonríe suavemente.
―Sí, le dije que haría lo que fuera para mantenerte a salvo. Y fue en serio,
Sloane. Después de hablar con él, di vuelta el auto porque sabía que no podía
abandonarte. Eres toda la familia que me queda.
Las palabras se me escapan, las frases perfectas que le demostrarían a James
cuánto lo amo. Somos familia.
―¿Realmente crees que algún día volveremos a casa?
―Como un demonio que lo intentaré ―dice, acerándose más a mí. Apoya su
mano en mi cuello, su pulgar acariciándome la barbilla. Necesito que me bese, pero
se está conteniendo.
―¿Cómo nos encontraste? ―pregunto―. ¿Cómo pudo Dallas llegar a ti?
―Debo admitir ―ríe―, que es muy buena. Debe haber tenido a alguien allí
buscando el Escalade. Primero me llegó una nota que me envió a un motel. Estaba
un par de días atrasado. El dueño fue lo suficientemente amable para decirme que
compartiste cuarto con un chico alto de cabello oscuro con una fea cicatriz en el
cuello. ―James baja el brazo.
Hay un destello de culpa, pero me apresuro a explicarme.
―No fueron así las cosas.
―No estaría aquí si no te creyera ―dice James―. Estás enganchada con él.
Tengo que lidiar con ello. ―Se queda en silencio, metiendo las manos en sus
bolsillos―. En el motel ―continúa―, Dallas dejó una guía para el Lago Tahoe.
Desde allí, fue sólo cuestión de rastrear la Van. Cas me dejó pasar cuando llegué,
viéndose muy sorprendido de verme, la verdad. Me mostró tu cuarto, y al mirar por
la ventana, te vi en el puente. ―Los ojos de James brillan con vulnerabilidad―. Te
dije una vez que no era un chico muy celoso excepto cuando se trataba de Michael
Realm. Pero ese es mi problema para superar, no tuyo. Escojo confiar en ti.
Aunque me alegra que James se decidiera sobre sus sentimientos, se ha perdido
tanto.
―Le dejé claro a Realm que entre él y yo nunca va a pasar ―le digo―. Me ha
estado ocultando cosas, mentiras horribles a todos. No creo que esté bien, James.
Sólo quiero que huyamos de aquí.
James no puede ocultar su alivio, sonriendo.
―Nos iremos en la mañana. ―Jala de mi camisa para acercarme a él. Envuelvo
mis brazos en su cuello, poniéndome de puntillas para que nuestros labios se
toquen―. Me rindo, Sloane ―susurra contra mí―. Soy todo tuyo.
Hay un dolor, un hermoso dolor punzante en mi pecho, y me inclino para
besarlo. Sus labios son cálidos y suaves, incluso mientras su barba me roza. Su toque
no es urgente, aunque estoy segura de que ambos ardemos por el otro. Es un beso
lento y posesivo. Nos retiramos hasta la cama, tomándonos nuestro tiempo, algo que
nunca hemos hecho, no que pueda recordar. Sus besos recorren mi cuerpo, y mi
corazón se detiene con cada gemido suyo. James ha vuelto, realmente volvió. Y
juntos vamos a comenzar una nueva vida.
Para media tarde, James y yo seguimos en mi cuarto mientras lo pongo al día
con los eventos que se ha perdido. Le digo de Arthur Pritchard, Kellan. Hablamos
de mis recuerdos que volvieron y el sangrado de nariz. Incluso le digo de Dallas y
Realm. James escucha cada historia, claramente abrumado por la información. Pero
lo maneja mejor de lo que creía. Realmente ha madurado.
―¿Y cómo crees que se sentirá Michael Realm sobre nuestro reencuentro?
―pregunta, señalando entre ambos.
―Me imagino que destrozado. ―Siento un leve remordimiento, pero me
recuerdo cómo Realm ha tratado a Dallas. Yo nunca podría hacerle algo tan cruel.
―Bueno, en ese caso ―dice James sonriendo―, no puedo esperar a verlo.
Capítulo 7 Traducido por Gigi D Corregido por flochi
urante la cena, sólo Cas sonríe. Bueno, además de James, quien está
masticando el filete comprado en una tienda como si fuera lo mejor que
jamás hubiera probado. Se duchó y afeitó antes de bajar, y a diferencia
de la última vez, James está absolutamente satisfecho con su regodeo. Quizás
malinterpreté su madurez.
James mantiene una mano en mi pierna, casualmente, pero no la mueve.
Estamos sentados juntos, y de vez en cuando posa sus labios en mi oreja para
susurrar cuánto me extrañó. Le diría que dejara de echar sal en la herida, pero no lo
hago. Porque mañana huiremos, como deberíamos haber hecho en un principio.
Planeo decirle a Dallas que se nos una, pero dudo que deje a Cas. De todos modos
voy a darle una opción.
―¿Y dónde has estado? ―pregunta Cas, estirándose para sacar un poco de
carne seca de la bolsa que hay sobre la mesa. Afuera ha caído la noche, oscureciendo
las ventanas y llenando el cielo de estrellas. Tengo intención de sentarme afuera a
observarlas más tarde, disfrutar una última noche en Tahoe antes de partir a lo
desconocido.
―Intenté volver a Oregón ―responde James―. Me sorprendió haber visto la
marquesina con mi apuesto rostro en ella. ―Me guiña un ojo para que sepa que está
bromeando.
Dallas ríe.
―Eso debe haber distraído a muchos conductores.
―Seguro que sí ―responde James―. Los turistas llenaban el camino tomando
fotos. Hubo embotellamientos. Sabía que sería un blanco. Terminé acampando un
par de días antes de encontrar tu rastro. Estaba muy solo. Pero pude encontrarme a
mí mismo en el camino. ―Sonríe―. Resulta que soy un gallo.
―Cállate. ―Río, empujando su hombro. James sigue contando historias
ridículas, dejando de lado todo lo relacionado con su papá. Lo está manteniendo en
privado, lo cual respeto. Dallas parece iluminada desde el regreso de James, y no me
amenaza su atención. No como antes.
D
Realm está al final de la mesa, y Dallas le dirige una mirada ocasional, aunque
claramente sigue muy molesta para meterlo en la charla. Odio el saber trozos de su
vida que ella ignora. ¿Podrá sentir en su interior que en algún momento amó a
Realm? ¿Soy cruel por no decírselo?
Como si leyera mi mente, Realm deja a un costado su bebida y mira fijamente
a Dallas hasta que ella lo ve.
―¿Podemos hablar? ―le pregunta.
Ella bufa.
―No. ―Se vuelve a James, pero Realm se apresura en tomarle la mano,
sorprendiéndola.
―Necesito hablar contigo ―repite, agresivamente. Del otro lado de la mesa,
Cas observa a Realm.
―Déjala en paz amigo ―dice Cas con seriedad―. Déjala. ―Intercambian una
mirada, con un significado pesado, pero Realm no retrocede.
―No puedo ―dice, con los labios apretados―. Y esto no es problema tuyo,
Casanova. Ni ella; ni el Tratamiento. ¿No crees que no noté cómo buscas la píldora?
Cas se pone de pie, arrojando un vaso de la mesa al piso con un estruendo.
Todos saltamos, sorprendidos de ver tal reacción en él. Es un enfrentamiento como
en el Viejo Oeste, y James se endereza como si se preparara para separarlos.
Por su parte, Dallas se ve francamente confundida. La reacción de Cas es
exagerada, especialmente dado que sólo son amigos. Y no entiendo cómo algo de
esto tiene relación con El Tratamiento.
―Afuera ―le gruñe Cas a Realm. Al principio creo que le dice de pelear, pero
Realm asiente solemnemente. Cas no le dirige la palabra a Dallas antes de irse,
cerrando la puerta detrás de sí con fuerza.
Realm hace una pausa, pero Dallas se niega a mirarlo. Rodea la mesa, tocando
mi hombro al pasar. Ni James ni Dallas lo notan. Veo a Realm irse, preguntándome
qué demonios está ocurriendo. ¿Realmente quiere disculparse con Dallas? ¿Estará
enloqueciendo por el regreso de James?
Dallas maldice y se pone de pie.
―Es un imbécil ―dice, agitada. No quiere hablar con Realm, pero el obtener
su atención rompe su usualmente buen humor. Realm la llamó inestable, pero
claramente él tiene parte de culpa en ese diagnóstico. Aquí hay daño real en el que
él no tiene por qué indagar. Y para demostrarlo, Dallas deja caer su carne seca y se
va hecha una furia hacia arriba.
James me mira, con las cejas alzadas.
―¿Y qué fue todo eso? ―pregunta―. ¿Acaso Dallas y Cas…?
―Ambos lo niegan ―digo―. Sólo amigos. Como sea, estoy lista para largarme.
Ellos quieren El Tratamiento, nosotros no. ―Al mencionarlo, recuerdo que dejamos
la pastilla en el cuarto. Después de ese intercambio me siento paranoica. Quiero
asegurarme―. Subamos ―digo.
James no bromea porque puede ver que estoy siendo suspicaz. Juntos
volvemos al cuarto e inmediatamente verifico el bolsillo de la bolsa. La píldora sigue
allí, metida junto con la tarjeta de negocios de Kellan Thomas para no perderlas.
―¿Qué está pasando? ―pregunta James, cerrando la puerta antes de ir a
sentarse en la cama―. ¿Acaso los rebeldes quieren apoderarse del Tratamiento?
Sacudo la cabeza, intentando averiguar qué me tiene tan incómoda.
―No en verdad, o al menos, no obviamente. Quieren mantenerla alejada del
Programa. Yo había asumido que la amenaza era Arthur Pritchard, pero quizás lo
malinterpreté. Ahora depende de nosotros. ―Vuelvo a pensar en el médico,
esperando poder encontrármelo nuevamente en alguna ocasión. Si ha entendido los
riesgos del Tratamiento, quizás se le haya ocurrido alguna forma de combatir El
Programa. Quizás pueda haber un final feliz en todo esto.
―¿Puedo verla un segundo? ―pregunta James. Levanto la mirada hacia él, y
asiento. Tomo la bolsa y me meto en la cama. James yace a mi lado, y le doy los
objetos, apoyando mi mejilla en su hombro. Lee la tarjeta de negocios a través del
plástico y comienza a acariciar la píldora con su pulgar.
―Una cura lo suficientemente peligrosa para matarnos ―dice―. Qué evento
retorcido.
Cierro los ojos, pensando en lo que Dallas dijo. Ella habría hecho que James
tomara El Tratamiento. Realm me habría obligado a mí. Ambos creyeron que el
riesgo lo valía, y ahora James lo ha perdido todo… me pregunto si tendrán razón.
―Entiendo si quieres tomarla ―le digo―. Sé que eres lo suficientemente fuerte
para luchar contra la depresión si quieres esos recuerdos. Especialmente ahora que
has perdido a tu papá.
James me besa la frente.
―Tengo todo lo que necesito justo aquí ―murmura―. Y si hay una posibilidad
de que un médico, o quien sea, averigüe cómo usar esto en el futuro para salvar a
otros, deberíamos aferrarnos a ella. ―Sonríe―. ¿Cómo demonios terminamos a
cargo del futuro de todo el mundo?
Me río.
―No tengo idea.
James desliza la bolsita en el bolsillo de su pantalón cargo y luego me envuelve
con sus brazos. Me acaricia el cabello y yo toco las cicatrices en su brazo, los nombres
que El Programa se llevó.
―Mantendremos la píldora a salvo del Programa ―susurra―. En la mañana
nos iremos lejos hasta que todo se haya acabado. Incluso nos conseguiremos un
perrito.
―Dos ―respondo, aunque sé que sólo estamos jugando a la casa de nuevo. No
me importa. Cuando toda tu vida se ha convertido en una mala película de acción,
fantaseas con una existencia suburbana aburrida. Qué fácil sería todo.
Hay un dolor agudo en mi sien, y hago una mueca y me toco el lugar. Me
recuerda lo que ocurrió la última vez que un recuerdo volvió. Pero justo como
aparece, el dolor desaparece. Así que no lo menciono. Sólo me acurruco contra James
y me dejo caer dormida.
Hay un susurro del viento entre los árboles, que mueven sus hojas a nuestro alrededor.
James está de pie detrás de mí en el césped, pasando sus dedos por mi cabello mientras trabaja
con los nudos.
―Siento que estoy saliendo con Medusa ―dice―. ¿Acaso escondes serpientes aquí?
―Cepilla mi cabello sobre mi hombro y los rizos negros caen en cascada antes de que se
incline para besar mi piel.
―Si lo hiciera, seguramente ya te habrían picado.
James me muerde el hombro juguetonamente, y me doy la vuelta y lo empujo, riendo.
Se inclina para tomar un puñado de hojas caídas, observándome de una forma que me hace
saber que terminarán bajo mi camiseta.
―Tenemos que ir a clase ―le advierto, retrocediendo un paso―. Miller estará perdido
sin nosotros, así que no podemos escaparnos.
James no responde, sólo sonríe estúpidamente mientras se acerca.
―James ―vuelvo a advertir, aunque me estoy riendo―. Te daré un rodillazo muy
fuerte. No me hagas hacerlo.
―No lo harás ―dice, dando otro paso.
Y justo cuando grito y quiero salir corriendo, siento su tacleada desde atrás y caigo en
el césped, con las hojas rompiéndose bajo mi peso mientras me mete follaje sucio bajo la
camiseta, riendo como un maníaco. Pero manteniendo mi palabra, levanto la rodilla. No es
hasta que gruñe, rodando lejos de mí, que me arrepiento de lo que he hecho. Maldigo y me
muevo hacia él de inmediato mientras se aferra a su paquete, con los dientes apretados.
―Maldita sea, Sloane ―dice ahogado―. Creo que me has dejado estéril.
―Lo siento tanto. ―Me agacho y pongo mi rostro cerca de su cuello, intentando
abrazarlo sin embargo sigue gimiendo de dolor. Me siento terrible, aunque él fue quien lo
empezó.
―Acabas de matar a nuestros futuros hijos ―murmura, aunque sus manos van a mis
brazos mientras me aferra. Respiro en su cuello, besándoselo y disculpándome en susurros.
―De todas formas no quería hijos ―añado―. No querría que crezcan en un mundo
así.
James se queda callado un momento, y el humor cambia. La tragedia de la vida nos
envuelve.
―Pero, ¿y si yo sí los quisiera?
Me siento erguida y lo miro.
―Estás bromeando, ¿cierto? ―le pregunto. Cuando veo la seriedad de su expresión,
esa resolución, no puedo hablar con suficiente rapidez―. James ―digo―, tener hijos cuando
están creciendo para suicidarse es estúpido. Muy estúpido e irresponsable. En segundo lugar,
tener hijos es difícil, como… ¿qué? Estoy tan confundida.
James sacude la cabeza.
―No te estoy diciendo que quiero plantar mi semilla aquí mismo ni nada de eso…
―¡Asqueroso! ―Golpeo su brazo y ríe suavemente―. Por favor, no hables de semillas.
Creo que me voy a enfermar.
―Sólo digo ―continúa, acercándome más a él―, que un pequeño yo sería algo
adorable y deberías considerarlo. En, digamos, quince años desde ahora.
―No.
―Rubio, ojos azules, un olfato para los problemas. ¿Qué podría salir mal?
―Tantas cosas. ―Dejo que James me meta en su abrazo. Es verdad que algo que sea
mitad James sería hermoso y problemático, pero no es suficiente. Mi corazón se hunde al
considerar el futuro, la cantidad de gente que va a morir. Y cómo nunca quiero pasar por la
pena que mis padres pasaron.
James debe sentir mi desesperanza, así que me abraza con más fuerza y besa mi
coronilla.
―No te preocupes ―murmura―. Volveré a preguntarte dentro de quince años.
Me despierto sobresaltada, el recuerdo tan vívido como si hubiera ocurrido
recién. No hay dolor residual, y por un segundo me pregunto si lo habré soñado.
Pero en mi corazón sé que realmente sucedió, puedo sentirlo. James está a mi lado
en la cama y sacudo su hombro.
―Durmiendo ―murmura, doblando la almohada sobre su cabeza.
―James. ―Pongo mi mano en su mejilla, y abre los ojos―. Tuve otro recuerdo.
Estábamos jugando en el césped y hablabas de tener hijos.
Me mira, y se levanta sobre su codo.
―Disculpa, ¿qué?
Me río.
―Decías que querías hijos, y eras tan dulce. Tuve un recuerdo, y ahora ni
siquiera me siento mareada. No lo sé, ayer fue bastante estresante, por lo que debo
haberlo presionado. Pero quizás que los recuerdos vuelvan no siempre es malo,
James ―digo, exaltada y aliviada―. Estábamos tan enamorados.
James sonríe, acercándome a él. Estoy a punto de besarlo, lista para revivir el
recuerdo, cuando hay una ruidosa conmoción abajo. Oigo a Dallas gritar,
verdaderamente hacerlo, y tanto James como yo nos sentamos.
Seguimos con nuestra ropa de anoche, y James me saca de la habitación tan
rápido que tengo miedo de tropezar. Se detiene en seco en el pasillo al oír voces
abajo. La verdad devastadora me golpea, El Programa está aquí. Nos han
encontrado.
James se vuelve hacia mí, con los ojos aterrorizados.
―Puerta trasera ―susurra, y luego me empuja hacia la pequeña entrada con
la escalera en espiral. Hemos bajado la mitad cuando oímos los pasos sobre nuestras
cabezas. James maldice y luego nos estamos moviendo más rápido, con más torpeza.
Me golpeo el codo con el marco de la puerta mientras entramos en la cocina. Detrás
de nosotros hay un estruendo de pasos en la escalera.
James atraviesa la puerta, y la luz de la mañana es brillante, el aire frío. Jadeo
para respirar mientras huimos, dirigiéndonos al bosque por protección; es nuestra
única oportunidad. Sigo descalza cuando mis dedos tocan el césped y pronto
llegamos al puente, un puente en el que me paré la semana pasada, a pensar lo
hermoso que el mundo podía ser. Estaba equivocada.
―¡Alto!
Miro sobre mi hombro para ver un Cuidador, vestido con la chaqueta blanca
usual, persiguiéndonos.
―¡James! ―grito para que se apresure, con miedo en mi voz. La mano de James
está firmemente alrededor de la mía aunque ya podría haber desaparecido si yo no
lo retuviera. Apenas cruzamos el puente, James gira a la izquierda. Desaparecemos
en el bosque, y deja ir mi mano para proteger su rostro de las ramas que amenazan
con arrancarnos los ojos.
Estamos saltando sobre ramas caídas. Algunas me raspan los brazos y una
incluso me corta la mejilla. Tenemos que seguir corriendo.
Tenemos que irnos.
El ruido a nuestras espaldas disminuye, pero adelante se ve movimiento, lo
que hace que James y yo nos detengamos. Me doy la vuelta, buscando en todas
direcciones, aterrorizada de que nos hayan rodeado. Pero luego veo el cabello rubio,
y gimo de alivio.
―Es Dallas ―digo, y ahora yo voy guiando. Dallas nos nota y saluda, pero se
lleva un dedo a los labios. El bosque es denso, y no tengo idea de en qué dirección
estamos yendo.
Cuando finalmente llegamos hacia Dallas, ella está herida, con la camisa
desgarrada sobre un hombro.
―¿Realm? ―pregunto sin aliento―. ¿Cas?
―Cas está más adelante ―dice señalando en una dirección y luego otra,
perdida―. No tengo idea de dónde está Realm. Desapareció. Maldita sea ―dice al
oír los gritos a nuestras espaldas―. Por aquí. ―Señala la derecha y volvemos a
correr.
Capítulo 8 Traducido por Lexie’ Corregido por flochi
is piernas están en llamas y adoloridas, y sé que en el momento en
que nos detengamos, en las plantas de mis pies descalzos brotará
sangre. Justo cuando creo que nunca vamos a salir del bosque con
vida, hay un pequeño claro y luego pavimento. Nunca he estado tan feliz de ver la
civilización antes.
Delante de nosotros está la parte de atrás de una gasolinera, y Dallas grita con
alivio después de que ve a Cas allí, doblado y respirando pesadamente. Mientras
nos encaminamos hacia él, una camioneta sale alrededor de la tienda y otra llega del
otro lado. El mundo parece desaparecer debajo de mí y James y yo volteamos para
correr al bosque, pero es demasiado tarde. A través de las hojas podemos ver el
blanco de las chaquetas viniendo en nuestra dirección y envuelvo mis brazos
alrededor de mí misma, sofocando un grito.
―Lo siento tanto, Sloane. ―James exhala. Cierro mis ojos por el dolor,
escuchando el crujido de las pesadas botas mientras los Cuidadores se acercan.
Escuchando a Dallas gritando tan alto que comienza a perder su voz. Sé que no nos
queda ningún lugar para correr.
Levanto mi vista hacia James y pongo mi palma en su mejilla. Nuestro mundo
se está cayendo a pedazos y todos nuestros sueños de normalidad, fueron sólo eso:
Sueños.
―Te amo locamente ―susurro.
Sus lágrimas corren sobre mi mano y las froto antes de que él me sujete y me
tire en un abrazo.
―Vendré por ti ―dice él en mi oído―. No los dejaré borrarte. Espera por mí,
Sloane. ―Su voz es ahogada por su llanto, y veo el movimiento detrás de él.
Lentamente, esperando que todo esto sea una pesadilla, salgo de sus brazos y veo a
Dallas, un Cuidador poniendo sus propios brazos alrededor de ella como una
camisa de fuerza. Las puertas de una camioneta están abiertas y otros tres
Cuidadores están caminando en nuestra dirección, dos saliendo del bosque.
Parece que todos se juntan sobre nosotros a la vez, como una pesadilla, habría
pensado demasiado horrible para ser real.
M
La puerta del pasajero de la camioneta se abre y estoy tan abrumada por la
situación que me toma un minuto darme cuenta quién sale: Arthur Pritchard en un
elegante traje azul marino. Tengo una esperanza repentina y loca de que esto es todo
un plan para salvarnos. Doy un paso hacia él, lista para rogar por nuestras vidas
cuando Roger sale desde el otro lado de la camioneta. Realmente ríe cuando me ve,
sacudiendo la cabeza como si no pudiera creerlo. Cuando Dallas lo ve, comienza a
gritar, algo maniático y animal, una vez más.
No puedo creer que Roger esté aquí. No puedo creer que esto esté pasando.
Vuelvo a James, y cruzando el lote el doctor desliza sus manos en los bolsillos de su
traje.
―Lo siento por esto, Sloane ―dice tristemente. Sus brillantes zapatos hacen un
ruido golpeando en la acera mientras se acerca, manteniendo un ojo sobre James.
James pone su brazo en frente de mí, lentamente retrocediéndonos y luego
haciéndonos a un lado mientras los Cuidadores nos rodean. Podríamos intentar
pelear por escapar, pero hay muchos de ellos. ¿Cómo terminaría? Miro atrás hacia
el bosque, preguntándome si Realm está en alguna parte, si puede vernos. Si nos va
a salvar.
―Nunca quise traicionarte, Sloane ―dice el doctor―, pero te había advertido
sobre correr. Básicamente, pusiste tu confianza en las personas equivocadas.
Estoy demasiado devastada para comprender totalmente sus palabras, y
sostengo fuertemente a James mientras trata de mantenernos protegidos. Dallas está
luchando por librarse de su Cuidador, gritando por Cas, pero nuestro amigo solo
está de pie mirándola impotente.
―Han venido por El Tratamiento, Sloane ―dice Arthur―. Lo siento mucho.
―Dolor cruza sus facciones y puedo ver que su intención nunca fue hacernos daño.
―Entonces, ¿por qué estás ayudándolos? ―pregunto.
―No les dije que tenías El Tratamiento ―dice él―, a pesar de que lo sabía.
Han estado integrados con ustedes todo este tiempo. Le dije al Programa que podría
ayudar a obtener tu rendición hoy. ―Traga duro, echando un vistazo hacia atrás a
Roger, que está empezando a concentrarse en lo que el doctor está diciendo―. Pero
en realidad, estoy aquí para asegurarme de que haces lo correcto.
James se queda inmóvil y siento mi cara ponerse rígida.
―¿Y qué es eso, Arthur? ―preguntó.
―No dejes que pongan sus manos en El Tratamiento.
Arthur apenas termina de decir las palabras antes de que todo su cuerpo se
convulsione, su grito cortado por la vibración del Taser disparando voltios de
electricidad a través de su cuerpo. Cae al suelo, desplomándose como un pez, y yo
grito horrorizada.
James agarra mi brazo y comenzamos a correr, pero uno de los Cuidadores me
coge por la cintura y me aparta, lanzándome al suelo y me regresa a la camioneta.
Hay muchos gritos en todas las direcciones y el cuerpo de Arthur luce sin vida,
tirado sobre el concreto en un montón. Cas está aún parado allí, mientras dos
Cuidadores luchan con James en la otra dirección, apartándonos.
Antes de que el Cuidador sosteniéndome pueda colocarme abajo para
contenerme adecuadamente, lo pateo fuerte, enviándome precipitadamente al suelo.
Mi frente rebota en el cemento, y por un momento veo estrellas. Una oleada caliente
de líquido desciende sobre mi ojo y parpadeo, limpiando la sangre con mi mano.
El Cuidador está a punto de someterme de nuevo.
―Espera ―dice Cas en voz alta, sorprendiéndome. Estoy media aturdida,
cuando miro hacia arriba, viéndolo acercarse lentamente con sus manos arriba en
señal de rendición.
―Corre, Cas ―digo en una voz débil mientras mi cabeza da vueltas. Ahora es
su oportunidad de salvarse a sí mismo.
Minando su intención, el Cuidador da un paso atrás, dándome espacio. James
está cruzando el estacionamiento con un Cuidador a cada lado de él, boquiabierto
de preocupación y terror. Mientras Cas se acerca, presiona sus labios juntos,
luciendo absolutamente miserable.
―Lo siento mucho, Sloane ―dice él.
Limpio la sangre de mi ojo de nuevo y lentamente me incorporo. Jadeo cuando
me doy cuenta y frescas lágrimas comienzan a correr por mis mejillas.
―No ―digo, cuando la demoledora realidad se asienta sobre mí―. No, Cas.
―Solo dales El Tratamiento ―suplica en voz baja, como si él fuera quien está
lastimado―. Deja El Tratamiento y te dejarán ir.
―¡Hijo de perra! ―grita James, reafirmando la guardia de sus Cuidadores,
mientras ellos lo fuerzan a retroceder unos pasos―. ¡Te voy a matar, maldito!
Los ojos de Cas se debilitan, pero sacude su cabeza, decidido a mantener su
atención en mí.
―Dales la píldora, Sloane, y todo esto habrá acabado. Seremos capaces de
volver a casa. ―Lágrimas se mezclan con sangre en mi cara. Estoy demasiado
aturdida para hablar―. No podíamos seguir corriendo ―añade en mi silencio―. Mi
Intel mostró que teníamos solo algunos días de ventaja. Nos habrían atrapado, pero
hice un trato. El Tratamiento por nuestra libertad.
Mi cabeza da vuelta y no es sólo de donde me golpeé. Arthur está tirado a
algunos pies de distancia. Detrás de él, Roger observa atento, una enferma sonrisa
en sus labios. Puedo ver en su expresión que no tiene intención de dejarnos
marcharnos de aquí hoy. Trato de ponerme en pie, pero tropiezo de nuevo, raspando
mi rodilla y llorando adolorida. Escucho una pelea y sé que James una vez más está
tratando de llegar a mí. Pero no lo dejarán que se acerque de nuevo. Me siento en el
pavimento y miro alrededor una vez más. Cuando encuentro a Dallas, ella luce
catatónica.
Sus ojos están grandes, desenfocados, su boca está abierta. Sus brazos aún están
alrededor de ella, mientras un cuidador la sujeta, pero ella no está luchando. Sólo
está mirando a su mejor amigo, completamente perdida en su dolor. Lloro por ella,
la única persona que ella se había permitido confiar y esto es lo que hace.
Cas lee mi expresión y lentamente se voltea para enfrentar a Dallas. Él inclina
la cabeza, cubriendo su propio llanto a su presencia.
―¡Déjala ir! ―grita él con voz gruesa―. Ella no es parte de esto. Dijiste que
solo querías la píldora.
―Lo siento Casanova ―dice Roger, pasando sobre el cuerpo inconsciente de
Arthur Pritchard―. Me temo que nuestro acuerdo es nulo. ―Cas se balancea para
enfrentarse a él, su postura endureciéndose―. Mirando detalladamente, tus amigos
han sido considerados infectados. Los tomaremos en custodia en este momento.
―¡No vas a ninguna parte cerca de ella, maldito! ―grita Cas. Roger ríe,
sacudiendo su cabeza con desdén, antes de que otro Cuidador ponga su mano en el
hombro de Cas, una sutil advertencia de mantenerse atrás.
―Oh vamos ―dice Roger con una sonrisa―. Dallas y yo somos viejos amigos,
¿cierto cariño?
Cas y James comienzan a maldecir a Roger y mi estómago se sacude ante la
idea que cualquiera pueda ser tan sádico como él. Miro a Dallas y me congelo. Ella
ha levantado su mirada de Cas a Roger, sus labios curvados, sus ojos entrecerrados.
Va a regresar a la vida, pero como qué, no estoy segura. No creo que sea ella misma.
Ni siquiera creo que ella esté cuerda.
Roger no está mirando a Dallas, sin embargo. Mira alrededor a los Cuidadores,
cada vez más impacientes en la escena.
―Confisquen El Tratamiento y agarren a las chicas. Pónganlo en otra
camioneta. ―Señala a James―. Casanova ―agrega, volteando hacia él―. Gracias
por tú cooperación.
Mi cabeza y corazón están palpitando. Hemos sido traicionados. Cas nos
estregó al Programa. ¿Cómo pudo confiar en ellos, sabiendo lo que nos habían hecho
en el pasado? Un Cuidador se acerca para ayudarme a levantarme, y miro a través
del estacionamiento a James, encontrándolo ya mirándome. Su rostro está húmedo
con lágrimas, su cuerpo desplomado con fracaso.
No lo logramos. Una vez más El Programa ha ganado y estamos a punto de
perderlo todo. James mira alrededor del estacionamiento buscando un último
escape, pero cuando su mirada regresa a mí, veo la desesperanza. Su ojo izquierdo
ha comenzado a hincharse, donde debe haber sido golpeado, y sólo puedo imaginar
cómo luce mi cara empapada de sangre.
Cuando finalmente estoy de pie, sé que nuestro tiempo ha terminado. No
estamos aún lo suficientemente cerca como para tocarnos, lo suficientemente cerca
para hablar.
―¿Dónde está la píldora? ―me pregunta el Cuidador, palmeando mis
bolsillos. Estoy alarmada por su toque, y entonces recuerdo: James tiene El
Tratamiento. Él parece darse cuenta de lo mismo en ese preciso momento.
No podemos dejar que El Programa tenga en sus manos la píldora. No pueden
tener control sobre los ingredientes. Si la píldora se va, aún existe la esperanza de
que algún día otro científico brillante como Evelyn Valentine venga y cree una mejor.
James se encoge de hombros con impotencia, como preguntando si debería hacerlo.
Sonrío tristemente, pensando que es agridulce. Si James sobrevive a esto, me
recordará. Todo de mí.
El Cuidador comienza volcar mis bolsillos, buscando rudamente El
Tratamiento, pero bloqueo su existencia. Aquí estamos sólo James y yo, los ojos fijos
en el otro. Asiento.
Como los Cuidadores están enfocados en mí, James desliza su mano en su
bolsillo, revuelve alrededor hasta que saca la píldora, un destello de color naranja
entre sus dedos. Se detiene un rápido segundo, antes de colocarla en su lengua y
tragarla en seco. Una vez que está abajo, cierra los ojos y comienzo a llorar.
Pero me detengo. James está a salvo, es la persona más fuerte que conozco. El
Tratamiento no lo lastimará. Y siempre y cuando El Programa no lo mate ni
lobotomice, no serán capaces de robar sus recuerdos. Puede aparentar ser borrado.
Es el mejor mentiroso que conozco.
―Te amo ―le digo, cuando me mira de nuevo. No puede escucharme
realmente, pero lee mis labios y lo dice de regreso.
―Ella no lo tiene ―dice en voz alta el Cuidador rebuscándome.
Roger lanza una mirada molesta en mi dirección antes de voltearse hacia Cas.
―¿Dónde está? ―Pero Cas me está mirando, y creo que él presenció todo el
intercambio. Él confirma mis sospechas.
―Se ha ido ―dice―. Gracias a Dios que se ha ido.
Roger está confundido por un momento, mirando alrededor de todos nosotros.
Finalmente, El Tratamiento no es lo que lo trajo aquí, no importa el trato que hizo
Cas. Roger les pide que pongan a James en la camioneta, y los Cuidadores agarran
sus brazos y comienzan a arrastrar su cuerpo oponiéndose. Grito para que se
detengan, pero sé que es inútil. Mi voz está agotada y sólo puedo ver cómo James es
sedado, mirándome por última vez antes de que sus ojos se cierren.
Roger lanza una entretenida mirada a Cas y se dirige hacia Dallas, sabiendo
cuánto le molesta. Me recuerda cómo era Roger en El Programa, y cómo él se burlaba
de Realm acosándome. ¿Realm? Miro hacia el bosque de nuevo, preguntándome si
está allí, observando. No creeré que nos haya abandonado. Él no me haría eso.
―¿Ella es tu novia? ―pregunta Roger a Cas mientras se detiene en frente de
Dallas. Ella está indefensa, pero lo mira con una extraña especie de calma. No estoy
segura de haber visto un espectáculo más aterrador.
Cas ignora la pregunta de Roger y trata de captar la atención de Dallas.
―Lo siento ―le grita―. Tenía que dejar de correr. Estaba cansado, Dallas.
Quería que nosotros, tú, al fin tuviéramos una vida normal. Voy a hablar con ellos.
―Mira a su alrededor―. Te voy a sacar de esto. Lo prometo.
Roger sorbe, mirando a Dallas de arriba abajo, y evaluándola.
―Oh, no hagas promesas que no puedes cumplir ―dice a Cas―. Odia eso.
―Sonríe, y creo que es el monstruo más grande que he conocido. Pero antes de que
pueda imaginar los horrores que él tiene preparados, Dallas reacciona.
En un movimiento brusco patea la rodilla del Cuidador detrás de ella, girando
fuera de su agarre y liberando sus brazos. Ella es un torbellino de movimiento, y veo
el destello del metal de su cuchillo antes de darme cuenta de que lo había tomado
de su bolsillo. Gruñe como un animal salvaje y choca contra Roger, enterrando la
hoja hasta la empuñadura en su estómago.
―¡Te odio! ―grita un agudo chillido que apenas es humano. Roger está
demasiado aturdido, o demasiado lastimado, para hacer algo más que doblarse.
Dallas tira hacia afuera el cuchillo y se lo hunde en su pecho con ambas manos, antes
de que otro Cuidador la derribe en el pavimento con un enfermo ruido sordo. Roger
se está lamentando, rodando sobre su costado mientras la sangre se acumula en el
concreto gris.
Antes de que puedan llevársela, Dallas le sostiene la mirada a Roger. La sangre
está en sus brazos y salpica a través de su camisa. Y ella comienza a reír, no alegre o
incluso maníaca. Está desquiciada. Loca. Comienza a tironear sus temores, gritando
que ella gana, que ella jodidamente gana, incluso cuando empiezan a llevársela.
Mi cuerpo se estremece, mis dientes castañeteando a pesar de que no puedo
sentir el frío. Arthur Pritchard está despertando lentamente, pero me hacen pasarlo
antes de que esté completamente consciente. Un Cuidador me ata, restringiendo mis
muñecas, alegando que son para mi protección, aunque en realidad son para la suya.
Una camioneta se aleja antes de que las otras lo hagan, y me doy cuenta que
James estaba dentro de ella. Se ha ido. Dallas se ha ido. El Cuidador me inclina contra
la puerta de la camioneta antes de tomar un momento para informar el incidente.
Aunque Cas no está en custodia, es guiado por un Cuidador. Él se detiene, mirando
como disculpándose. Pero no me importa escuchar sus excusas. Hay un agujero
gigante en mi pecho, filtrando el resto de mis sentimientos.
―Tú la mataste ―murmuro en su dirección, pensando en lo destrozada que
Dallas está ahora―. Has matado lo que quedaba de ella.
Cas se balancea con tristeza.
―No se suponía que ocurriera así ―dice, jalando su brazo del Cuidador―. Me
dijeron que estaría a salvo. Que todos nosotros lo estaríamos.
―Entonces eres estúpido por creer en El Programa. Eres estúpido por pensar
que siquiera nos dejarían salir de aquí. ¿Y qué hay de Realm? ¿Qué le hiciste a él?
Cas frunce el ceño, confuso. Pero entonces mi Cuidador está de vuelta,
abriendo la puerta y empujándome en el asiento. Me sujeta en el lugar, dejándome
indefensa con mis manos atadas. Desde fuera de la camioneta, Cas mira horrorizado.
―No tengo ni idea de dónde está Realm ―dice antes de que cierren la puerta.
Hay un pinchazo de temor de que Realm no esté esperando en el bosque en
absoluto. De que tal vez Roger ya lo encontró y le hizo algo. Estoy tan abrumada.
Estoy tan completamente enterrada en la desesperación, que no creo alguna vez
encontrar la manera de salir.
Al frente dos Cuidadores suben a los asientos. El conductor informa nuestra
ubicación, y el operador del escáner le pregunta si Roger está muerto.
―No estoy seguro ―responde el Cuidador―. La ambulancia está en camino.
―Si Roger sobrevive ―digo en voz alta, ronca, todo mi cuerpo temblando―.
Terminaré el trabajo. Mataré a cada uno de ustedes.
El Cuidador se gira, sus ojos marrones ampliados, mientras el otro chico me
mira por el espejo retrovisor. Tienen las bolas para realmente lucir consternados.
Apoyo mi cabeza contra el asiento, balanceándome con los baches de la carretera,
pensando que he perdido el control. Toda esperanza está perdida ahora.
Voy a volver al Programa.
Parte III
Sin Disculpas
Adolescentes
Tomados en Custodia Traducido por PaulaMayfair
Corregido por Helen1
l programa informa que han atrapado a un grupo de adolescentes escondidos cerca del Lago Tahoe, Nevada. Los nombres se mantienen en reserva en este momento, pero hay especulaciones de que los sospechosos incluyen a Sloane
Barstow y James Murphy.
Los dos adolescentes, reportados como desaparecidos el mes pasado, han llevado a las autoridades a una persecución por varios estados. Exactamente el por qué Barstow y Murphy estaban huyendo, nunca se ha hecho público, pero la efectividad del Programa ha sido cuestionada.
Arthur Pritchard, creador del Programa, ha dimitido en medio de la controversia, y su abogado va a hacer una declaración esta semana. Él no está disponible actualmente para hacer comentarios.
Reportado por Kellan Thomas
E
Capítulo 1 Traducido por Soñadora
Corregido por Helen1
ay voces, pero no entiendo las palabras. No al principio. Mis párpados
pesan cuando trato de abrirlos, dejando pasar pequeños reflejos de luz
plateada cuando parpadeo. La voz junto a mí es sólo un eco.
―¿Hay alguien allí? ―pregunta ella de nuevo más claramente.
Mis labios están adormecidos mientras giro mi cabeza con pereza a un costado.
Mi cabeza palpita en el lugar que golpeó el pavimento.
―Ayúdame ―le susurro a la enfermera que espera. Trato de alcanzarla, pero
mis muñecas están atadas. Estoy rodeada de paredes blancas con el olor espeso a
blanqueador en el aire. La enfermera se inclina más cerca, y la reconozco de mi
primera estadía en El Programa. La enfermera Kell pone su mano en mi hombro.
―Vamos a ayudarte ―dice, con una sonrisa honesta en sus finos labios―. Pero
primero, tenemos que curar la infección. ―Toma una jeringa del bolsillo de su suéter
peludo azul y la destapa―. Ahora no te muevas, querida ―dice, levantando mi
manga―, o esto realmente dolerá.
Inspiro rápidamente, atragantándome cuando empiezo a suplicar.
―Por favor, Kell ―digo―. No estoy enferma. En serio, no lo estoy.
―Eso es lo que dicen todos. ―Sus modales son dulces pero firmes. Y cuando
siento el pinchazo y quemazón de la aguja, sollozo ruidosamente.
Un Cuidador entra. Es alto, un poco desprolijo comparado a los otros. El
mismo que puso su mano en el hombro de Cas en el estacionamiento. Mi corazón se
rompe y sacudo mi cabeza, tratando de deshacerme del recuerdo de Cas.
Pretendiendo que las últimas semanas con él nunca ocurrieron. No puedo aceptar
en mi mente que el hombre que nos cuido es en realidad el que nos entregó.
El Cuidador se acerca, hablando quedamente con Kell. Cuando acaban, me
desatan de la cama y me tiran a una silla de ruedas, asegurándome a los
apoyabrazos. La quemazón de la aguja se ha convertido en un cosquilleo, y luego es
como una cálida agua de baño. Una sensación de calma se apodera de mí, aunque
sé lógicamente que no está allí. La droga adormece mi pánico, pero no puede diluirlo
todo. No la dejaré. Pateo mis piernas, tratando de sacar mi cuerpo de la silla, pero
estoy demasiado adormecida. Termino moviéndome como un pez, rogando por
H
aire, y para el momento en que estoy fuera del pasillo, estoy demasiado cansada
como para seguir luchando. Me derrito en la silla, sintiendo el camino de las
lágrimas cayendo de mis mejillas.
―¿A dónde vamos? ―murmuro mientras la enfermera Kell camina aprisa
junto a mí, las manos en el bolsillo de su suéter.
―A ver al doctor, Sloane. Necesitan determinar si eres candidata para terapia
continua.
Mi corazón salta.
―¿Y si no lo soy? ―pregunto. Kell no responde, solo sonríe como si fuera una
pregunta tonta. Pasamos pacientes en los pasillos, flashes de batas amarillo limón
nublando mi vista. Pero es la última cara que veo antes de ser empujada a través de
las puertas dobles la que hunde mi esperanza.
Lacey Klamath me mira desde una silla junto a la ventana, sus ojos amplios y
perdidos. Su cabello rubio tiene un corte estilo pixie2, y su expresión serena no da
señales de reconocerme, no da muestra de emoción. Casi la llamo, pero me detengo
en seco al ver una enfermera aparecer a su lado, poniendo un vasito pequeño en su
mano. Obedientemente y sin quejas, Lacey traga lo que sea que hay dentro y vuelve
a mirar en blanco hacia adelante.
Cuando el Cuidador me empuja por las puertas marcadas como “Ala de
terapia”, giro para mirar delante de nuevo. Ella está aquí, Lacey está aquí. Aunque me
alegra saber que está segura, es obvio que ella es… diferente. No sé qué le han hecho,
pero debo encerrar ese pensamiento. Volveré por ella. Justo como rezo que James
vuelva por mí.
No liberan mis brazos una vez que estoy dentro de la oficina del doctor. Me
siento en el lado contrario de un enorme escritorio de madera atestado de papeles.
Este no es El Programa en el que estuve antes, incluso si la enfermera Kell está
haciendo el papel de la enfermera conocida. Desde que dejé Oregón, otras
instalaciones se habían abierto en el país. No hay forma de decir siquiera en qué
estado estoy.
A diferencia del ambiente a hospital de los pasillos, la oficina es acogedora,
aunque masculina. Hay filas de estantes para libros en las paredes verdes, una
pesada alfombra bajo la silla elaborada en la que me ataron. Me recuerda a la cueva
secreta de algún hombre con dinero, completa con el globo terráqueo que podría
estar lleno de botellas de licor.
2 Pixie: Es un corte de cabello que puso de moda la actriz Mia Farrow en los años 60 y tiene un toque
clásico, con clara referencia a los cortes de cabello masculinos y poco pulidos.
¿Tratan de crear un falso sentimiento de comodidad? ¿Normalidad? No
importa, supongo. Tengo que encontrar a Dallas y asegurarme de que está bien.
Siempre ha sido la que conseguía información para nosotros, pero ahora es mi turno.
Las puertas se abren detrás de mí, y tenso mis músculos. Casi espero que
aparezca la Dra. Warren, su cabello marrón atado en una linda coleta, algo nada
amenazante y confiable. Pero la figura que rodea mi silla no es la Dra. Warren. Veo
a un hombre sentarse en una silla de cuero al otro lado del escritorio.
Me mira luego de abrir mi archivo y sonríe con calidez.
―Hola, Sloane ―dice. Su voz es modulada, como si hubiera pasado años
deshaciéndose de un acento. Tiene una barba cuidada, resaltando lo que sería un
rostro atractivo. Excepto por la cicatriz que atraviesa su labio superior. Aun así, eso
no lo hace poco atractivo, sino más normal que los doctores estériles a los que estoy
acostumbrada. Lo miro, mis pensamientos honestos por las drogas corriendo por
mis venas―. Mi nombre es Dr. Beckett ―dice, y saca un par de lentes de marco fino
de su bolsillo delantero. Se los pone, estudiándome―. Veo que ya te han dado la
medicación. ―Anota algo en el papel de mi ficha―. Eso es inusual.
―Diría que la mayoría de esto es inusual. ―Mi voz es ronca, y el Dr. Beckett
pone sus codos en el escritorio, inclinándose más cerca.
―Tiendo a estar de acuerdo, Sloane. Ya has pasado por El Programa. ¿Qué
puede haber pasado para que aterrices aquí dos veces? ¿La depresión ha aparecido
de nuevo?
―¿Está bromeando? ―pregunto―. Estoy aquí porque traté de escapar.
¡Porque todos ustedes son un grupo de psicópatas! ―Mi arranque es seguido de
inmediato por otra ola de calidez, y maldigo mientras mi cabeza cae a un lado. No
quiero estar relajada. Quiero destruir este lugar.
El doctor asiente con solemnidad.
―Parece que estás delirando. No es extraño. ―Pone una nota en mi archivo―.
Cuando los pacientes suicidas a menudo malinterpretan el mundo que los rodea, se
vuelven paranoicos. Creen que todos están afuera para perseguirlos. Es triste que te
sientas tan sola. Realmente estábamos todos esperando tu éxito.
―Estoy segura.
―Oh, vamos ―dice, sacudiendo su cabeza―. Usa tu sentido común, Sloane.
No puedes creer realmente que queríamos que fallaras. De hecho, la enfermera Kell
en persona solicitó esta tarea. Queremos que seas exitosa. Piensa en tu potencial.
Podrías haber sido de tanta ayuda para la comunidad, una chica modelo. Linda,
lista, imperfecta. El público te hubiera abrazado como una oradora motivacional.
Hubieras convencido a los niños de entrar voluntariamente al Programa en lugar de
tener que ir a buscarlos nosotros. Pero no seguiste las instrucciones de tu doctora. O
tu Cuidador. ―Hace una pausa y junta sus manos frente a él―. Sentí mucho oír
sobre Kevin. Era un buen hombre. Trabajamos juntos en otra instalación.
Aunque la medicación debería mantenerme calmada, ante la mención de Kevin
me siento más derecha, las ataduras en mis muñecas tiran en protesta.
―¿Qué le hiciste?
El Dr. Beckett sacude su cabeza como si no supiera de qué estoy hablando.
―¿Yo? No, querida. Se enfermó de nuevo por culpa tuya. Por el estrés que tú
y James Murphy infringieron en él. Kevin saltó al agua desde el puente St. Johns
poco después de que saliste de la ciudad.
Es un soplo agonizante, y bajo mi cara. Dolor, agudo y filoso, me rompe antes
de que la medicina pueda tratar de enmascararlo. Kevin no está en El Programa.
Está muerto.
―Lo mataste ―susurro, apretando mis ojos.
―No seas tonta ―dice el doctor con un dejo de molestia―. Queríamos ayudar
a Kevin pero escogió otra salida. Hacen eso a veces, los enfermos. Mi pregunta es…
―se quita los anteojos―. ¿Qué decidirás tú? Dada la oportunidad, ¿te matarías,
Sloane? ¿Irías tan lejos para conservar tus recuerdos infectados?
Sí. Pienso que mi respuesta corta es sí, pero, ¿por qué es esta la pregunta? ¿Por
qué no hay otras opciones viables? Quiero ser fuerte. Grito dentro de mi cabeza que
debo ser fuerte, pero en cambio comienzo a caerme. Kevin, mi Cuidador, mi amigo,
está muerto. El Programa puede haberlo empujado por el puente por lo que sé, pero
incluso si saltó, lo hizo para protegernos. El Programa lo empujó a eso. Y cuando
comiencen a ejercer la misma presión en mí, ¿qué haré? Todo se ha ido. Cambiaron
a Lacey. Me cambiarán a mí. ¿Vale la pena vivir la vida?
―¿Tenemos que mantenerte restringida por tu propia seguridad, Sloane?
―pregunta gentilmente el Dr. Beckett.
―Sí ―respondo, molesta y desafiante―. Sí, tienen que hacerlo.
El Dr. Beckett exhala y luego se reclina contra la espalda de su silla.
―Es una lástima. ―Presiona el botón de llamar en su teléfono―. Hagan que
la enfermera Kell espere con la próxima dosis ―dice, disparándome una mirada.
Toma un momento para recomponerse, doblando sus lentes antes de guardarlos en
su bolsillo. Pienso que los usa solo para parecer más oficial. Aparentemente estamos
pasando esa etapa de nuestra relación.
―Podemos ser amigos ―me dice con voz suave―, si tú quieres. Pero hay una
definitiva en nuestra ecuación. Nunca, jamás, dejarás este lugar con tus recuerdos.
Simplemente no podemos permitirlo. Trata de comprender nuestra posición.
―Son monstruos.
―¿Lo somos? ¿O somos la cura para una epidemia mundial? Todas las vacunas
vienen con una pérdida inicial. ¿No estás dispuesta a morir por las generaciones
futuras?
―No. ¿Están dispuestos a matarme por ellas?
―Sí. La respuesta es simplemente sí.
No recuerdo mi estadía en El Programa. ¿Siempre fueron así de agresivos? ¿De
terroríficos? ¿O mi situación actual ha sobrepasado su amabilidad? Parte de mí
desearía que él me mintiera, dijera algo para aplacar el miedo. Sin embargo, su
honestidad me mantendrá despierta, mi propósito renovado.
―Ahora ―dice el Dr. Beckett―. Sé que has estado bajo situaciones extremas
¿Algún recuerdo ha resurgido?
Hay una punzada de pena que viene con el conocimiento de que perderé de
nuevo las piezas, perderé a Miller. Pero si espero salir de esto viva, deberé fingir, al
menos por un tiempo.
―Sí ―digo―. Pero ninguno negativo. Yo… yo te diré de ellos, sin pelear. Sin
mentir. Pero primero debes hacer algo por mí. Necesito saber que Dallas está bien.
El doctor sonríe, pareciendo complacido de que participaré en mi
recuperación.
―Ah, sí. Dallas Stone. Parece que su enfermedad es demasiado progresiva. No
esperan que sobreviva la noche sin extremas medidas. Está en confinamiento
solitario hasta nuevo aviso.
―¿Qué? No pueden encerrarla. ¡No es un animal!
―Estaba arrancándose su propio cabello. Es un peligro para sí misma y para
otros. Por el amor de Dios, apuñaló a un Cuidador.
―¡Se lo merecía! ―grito.
―Ha enloquecido por completo. Matará a alguien.
―Déjame hablar con ella. Por favor. ―Tiro de mis muñecas, deseando poder
entrelazar mis manos frente a mí para mostrarle lo sincera que soy. El Dr. Beckett
inclina su cabeza, pareciendo sopesar sus opciones―. Es mi amiga ―ruego―. Puedo
calmarla. ―Dallas es mi amiga, una por la que lucharía. Desearía haberme dado
cuenta de ello antes, habernos sacado de esa casa antes de que apareciera El
Programa.
―¿En serio piensas que puedes llegar a ella? ―pregunta con cautela.
―Sí ―suspiro―. Realmente lo hago. ―Aunque ayudar a Dallas es parte de la
razón, estoy más preocupada en que se mantenga controlada hasta que piense qué
hacer. Nos necesitaremos la una a la otra para mantenernos cuerdas.
Después de un largo momento, el Dr. Beckett asiente y presiona un botón en el
intercomunicador, mirándome mientras habla.
―Por favor, lleven a la Srta. Barstow abajo, al confinamiento solitario, a hablar
con la paciente. Vigílenlas de cerca. ―Cuando se sienta en su silla de nuevo, levanta
mi archivo y lo mira otra vez―. Realmente espero que puedas calmarla, Sloane
―dice, soltando la carpeta en su escritorio―. Porque si no lo haces, realmente
odiarás lo que sigue.
Capítulo 2 Traducción SOS por scarlet_danvers & SOS por Fanny
Corregido por niki26
l Cuidador que empuja mi silla de ruedas huele a humo de cigarrillo. Es
el mismo que me trajo desde mi habitación antes, pero la enfermera Kell
está a la vista. Esta pequeña fluctuación, el hecho de que no huele como
un curita, es un poco de esperanza. Me recuerda a…
Bajo mi rostro, lágrimas reuniéndose ahora que los efectos calmantes de la
medicina han comenzado a disminuir. Kevin está muerto. Lacey estará devastada.
El hecho doloroso es que esto realmente podría ser mi culpa. Si hubiera seguido las
reglas, Kevin no hubiera tenido que ayudarme. Él todavía estaría vivo.
Algo me roza el hombro, y luego con un paño es limpiado a través de mis ojos,
sobre las mejillas, debajo de mi nariz. Me encojo de hombros lejos, y cuando miro
hacia atrás al Cuidador, está metiendo un pañuelo de mano en el bolsillo.
―Estás llorando ―dice en voz baja―. No hagas eso.
Me burlo, lista para decirle que se muera, porque, ¿qué le importa? Estoy
llorando por una verdadera tragedia, y él es solo un imbécil que trabaja para el
Programa. Antes de que pueda, se detiene en una puerta con una pequeña ventana
rectangular y luego toma una tarjeta de la cadena retractable en la cintura del
pantalón. Empuja la puerta abierta, moviendo la cabeza mientras trata de ver el
interior de la habitación con poca luz. Toma el Taser de su cadera y desaparece en el
interior. Estoy escuchando el grito de Dallas, o peor aún, el sonido de ella golpeando
el suelo, pero el silencio se extiende hasta que el Cuidador emerge con una expresión
pétrea. Viene detrás de mi silla de nuevo y me empuja dentro de la habitación.
Desabrocha mis manos, y me da una mirada severa como advertencia, y luego sale,
cerrando la puerta detrás de él.
Aislamiento es más oscuro que los otros lugares en el hospital que he visto,
pero no es sombrío. El suelo está cubierto de baldosas de goma de color gris, y las
paredes tienen el acolchado blanco. Hay un pequeño conjunto de luces de pista, pero
no hay ventanas. Las esquinas de la habitación se encuentran en sombras. Ahí es
donde encuentro a Dallas, sentada en el suelo con las manos atadas frente a ella.
Lleva una bata de color amarillo brillante que desgasta su semblante. Cuando me
reconoce, sonríe ampliamente. Su desdentada sonrisa ya no es encantadora, no
cuando se ve como loca.
E
―¿Lo maté? ―pregunta.
¿Se ha centrado en Roger todo este tiempo?
―No lo sé ―le digo―. Lo último que supe fue que la ambulancia venía por él.
―No me gusta la expresión de decepción en sus ojos. ¿Qué ha sido de nosotros,
deseando la muerte de alguien? ¿Que nos ha hecho El Programa?
―¿Encontraron a Realm? ―pregunta.
―No lo sé. No lo han mencionado todavía. ―No quiero expresar la posibilidad
de que Roger pudo haberlo lastimado. De esta manera puedo esperar que Realm
escapara. Ahora mismo podría ser la única persona que nos puede salvar. James será
capaz de recordar, él tomó El Tratamiento, pero todavía está en alguna parte en El
Programa. Solo espero que esté bien.
―Nadie se escapa ―dice Dallas, meciéndose suavemente. Todo su
comportamiento es más pequeño, vulnerable―. El Programa encontrará a Realm. Es
solo cuestión de tiempo, porque en algún lugar de tu cabeza esta la pista que les
ayudará a encontrarlo. Van a sacarla de ti. O de mí ―razona, alzando los ojos hacia
el techo―. Pero probablemente no de mí porque voy a estar muerta.
―Dallas ―susurro, inclinándome hacia delante en la silla―. Te necesito en
estos momentos. Nos necesitamos unos a otros. Contrólate o se acabó.
―Ya se acabó.
―No. ―Me bajo de la silla, mi cuerpo todavía aletargado por la medicación
anterior. Tomo las manos de Dallas en la mías, tratando de darle vuelta. Tratando
de despertarla―. Sobrevivimos al Programa antes ―le digo―. Podemos hacerlo de
nuevo. ¿Sabes a quién vi? Lacey, está aquí.
Esto parece invocar un leve interés en la expresión de Dallas. Sus oscuros ojos
se ensanchan, una ligera curva en su labio.
―¿Está viva?
Asiento enfáticamente, ocultando mi desesperación por el estado real de Lacey.
―Lo está ―digo―. Y ahora solo tenemos que aguantar. Tienes que aguantar,
Dallas, hasta que decida qué hacer.
―Estoy cansada de luchar ―susurra―. Cas tenía razón, esto es demasiado
duro. Creo que prefiero morir.
Su tristeza llena la habitación, me llena. Envuelvo mis brazos alrededor de ella
en un abrazo, absorbiendo su dolor lo mejor que puedo. Su cabello no huele más a
tierra; huele a papel mojado. A algo rompiéndose y disolviéndose. De alguna
manera Dallas está exactamente donde pertenece, es suicida y sin intervención…
estaría muerta. No puedo dejar que eso suceda.
―Tienes que ser fuerte ―digo con tristeza. Ella se siente pequeña en mis
brazos, frágil―. No vas a renunciar. No te voy a dejar.
Hay un chasquido detrás de mí, y la puerta se abre. El Cuidador está allí, con
el rostro oculto en las sombras grises. Es hora de que me vaya. Me alejo y pongo mis
manos en sus mejillas, pero veo que ella no está ahí, no realmente. Sus ojos están
desenfocados, sin sentimientos. Es como si Dallas ya estuviera muerta.
Nos salvaré, articulo, sintiendo el aguijón de las lágrimas. Solo pelea un poco más.
El Cuidador se acerca y toma mi brazo; él no es peligroso, pero sí firme. Me
pone de vuelta en la silla, vuelve a colocar las restricciones y mantiene un ojo en
Dallas. Ella mira, pero no tiene ninguna reacción. Se ha perdido dentro de su cabeza
en estos momentos.
Murmuro mi adiós a Dallas mientras el Cuidador me saca de la sala. Estamos
deslizándonos por el pasillo, y estoy completamente desconsolada. Dallas está loca,
Lacey esta borrada; en este momento soy la única que queda en pie, e irónicamente
suficiente, estoy atada a una silla de ruedas. No puedo esperar a que James o Realm
aparezcan y me rescaten. Voy a tener que reunir la información, explorar esta
instalación, y encontrar la manera de salir de aquí. Sé lo que Él Programa quiere de
mí: complacencia. Voy a tener que poner al día mis habilidades de actuación.
―¿Alguna posibilidad de que me lleves en un tour? ―Me doy la vuelta al
Cuidador, pidiéndolo tan dulcemente como sea posible. Hay un pequeño tirón de
una sonrisa en sus labios mientras chasquea un rápido vistazo en mi dirección. Tiene
ojos color avellana, y no increíbles o llamativos como los de James, pero parece
amable. Definitivamente es más humano que los otros Cuidadores que he visto, con
excepción de Kevin.
―Es un poco tarde para una visita guiada ―dice con la misma voz suave―.
Tal vez mañana.
Me enderezo, decepcionada, pero no completamente disuadida. Voy a
bloquear la tristeza, deshacerme de las emociones. Le dije a Dallas la verdad. Nos
salvaré.
Tengo que hacerlo.
Escucho un zumbido silencioso cuando abro los ojos. El sol de la mañana se
filtra en la ventana seguramente sellada de mi habitación. Parpadeo rápidamente y
luego me vuelvo para ver a la enfermera Kell sentada en una silla al lado de mi cama,
tejiendo, de todas las cosas. La veo, un poco desorientada, antes de que me aclare la
voz para hablar.
―¿Qué estás haciendo? ―pregunto.
Ella no levanta la mirada, pero el zumbido se detiene mientras el repiqueteo
de las agujas de metal continúa.
―Te estaba dejando dormir ―dice―. Te veías tan cansada ayer. ―Aprieto los
dientes, pero entonces recuerdo mi promesa a mí misma de la noche anterior. Tengo
que jugar bien.
―Sí, bueno ―digo razonablemente―, podría haber sido el medicamento que
me diste.
Se detiene y baja sus agujas.
―Supongo. Pero tal vez no las necesitemos esta mañana. Al Dr. Beckett le
gustaría verte.
―Está bien. ¿Pero hay alguna posibilidad de que pueda salir de estas
restricciones de forma permanente? Están poniéndome las muñecas en carne viva.
El rostro de Kell se estremece y baja la mirada, hacia mis brazos.
―Pobrecita ―dice, examinando la piel―. Voy a comprobar tu progreso y ver
lo que puedo hacer. La respuesta dependerá de ti, por supuesto.
Es tan duro mantener mi lengua sarcástica de arremeter contra ella. Porque si
fuera por mí, no solo no necesitaría estar atada, y no estaría en este lugar horrible.
Quiero escupir en la cara de la enfermera Kell, decirle lo cruel que es. Solo bajo la
cabeza.
―Voy a dar mi mejor esfuerzo. ―Me siento allí pasivamente, pero por dentro
estoy hirviendo―. ¿Por qué haces esto, Kell? ¿Qué hay aquí para ti?
Ella parece realmente sorprendida por la pregunta, y pone su labor de punto a
un lado.
―Estoy salvando vidas. Incluso he salvado la tuya una vez.
―¿Realmente crees eso? ―La miro fijamente, al ver que ella lo hace. Su cara
redonda, cabello corto de color rojo y rizado no es siniestro. Podría ser la abuela
cariñosa de alguien―. ¿Sabes lo que nos están haciendo? ―digo, mi fachada
cayéndose―. Nos están cambiando en contra de nuestra voluntad. Están arruinando
nuestras vidas.
Los pequeños ojos verdes de la enfermera Kell se debilitan.
―Sé que piensas eso, cariño ―dice―, pero te equivocas. He sido enfermera
durante treinta años, y nada, nada podría haberme preparado para lo que paso
cuando la epidemia comenzó. Creo que no te das cuenta…
―Viví a través de esto ―le interrumpo.
―Sí, estabas enferma y vivías a través de esto. Lo que significa que nunca lo
viste con claridad. Las personas infectadas tienen pensamientos que son asimétricos
y falsos. Saqué un cuchillo de mantequilla de la garganta de una chica de quince
años de edad. Fue cuando El Programa decidió que las cucharas eran una mejor
opción en la cafetería. Me subí a una silla y corte la sábana de una niña de trece años
de edad colgando de ella, espirales talladas con las uñas en la carne suave de su
antebrazo. ―Las mejillas de Kell resplandecen de color rosa y se inclina más
cerca―. Enterré a dos nietos en el último año, Sloane. Así que no asumas que no sé
nada de la epidemia. Sé que esto es mucho mejor de lo que tú crees. Solo soy una
persona dispuesta a hacer lo que pueda para detenerlo.
Estoy sin palabras. Ella es un ser humano después de todo.
―¿Por qué estás en este hospital? ―pregunto finalmente―. ¿Por qué pediste
ser mi enfermera aquí?
Sonríe y llega a ponerme el cabello detrás de la oreja.
―Porque he visto donde empezaste. Vi la oscuridad en tus ojos. No voy a
renunciar a ti hasta que estés bien de nuevo. ―Su expresión me dice que piensa que
esto es una causa noble y que debería estar agradecida. Tal vez si no fueran mis
recuerdos los que ella ayudó a borrar, me gustaría ver sus buenas intenciones.
Por dentro estoy gritando: Gracias por arruinar mi vida. Apenas puedo mantener
mi voz firme cuando murmuro:
―Gracias por salvarme ―digo en su lugar.
Después de nuestra honesta plática, la enfermera Kelly me ayuda a vestirme.
Estoy en un fresco uniforme amarillo con calcetas con suela anti deslizante cuando
llama al Cuidador. Es el de anoche, y mi ansiedad se calma lentamente, incluso a
pesar de que no estoy completamente segura por qué. Él podría ser tan horrible
como el resto.
―¿Asa? ―lo llama la enfermera Kelly mientras empuja mi silla de ruedas―.
¿Puedes llevar a Sloane a ver al Dr. Beckett? La está esperando. ―El Cuidador no
responde, pero toma mi mano para ayudarme a sentarme en la silla de ruedas, una
inusual muestra de bondad que me atrapa con la guardia baja―. Todo estará mejor
pronto ―dice la enfermera Kelly mientras amarra mis muñecas suavemente. Luego
da un paso hacia atrás, y Asa me saca del cuarto antes de poder responder.
El Cuidador me está llevando a través de los pasillos una vez más, como una
continuación de anoche, pero esta vez, nuestro paso es más lento. Se está tomando
su tiempo. Hay varios pacientes caminando libremente, pero ninguno de ellos es
Lacey. La busco. Temiendo y necesitando verla. Para ver lo que queda de ella.
―Quiero mostrarte algo ―dice Asa tranquilamente, presionando el botón que
abre un par de puertas dobles, unas que no llevan a la sala de terapia. Lo miro sobre
mi hombro, tratando de discernir por qué lo estaría haciendo furtivamente. Me
recuerda a Realm, así que no discuto. Comenzamos por un ala tranquila donde las
paredes blancas se desvanecen a un gris polvoriento.
―¿Alguna posibilidad de que esto sea una salida? ―pregunto, tratando de
aligerar la pesadez que cae en su postura. Asa no me mira, solo hacia adelante.
―No exactamente.
Mi corazón palpita con fuerza, y estoy enfrente de nuevo. Mi tranquilidad
comienza a evaporarse, remplazada rápidamente por ansiedad. Asa se pasea
lentamente mientras nos aproximamos a otro par de puertas.
―Aquí es donde los mantienen ―murmura.
―¿Los mantienen? ―Es obvio que esta parte del hospital no es de uso regular.
Esta callado, muy callado, y el aire huele ligeramente a orina. El miedo está a punto
de sacar lo mejor de mí y comienzo a jalar las restricciones, sutil al principio, pero
luego más agresivamente. No sé a dónde me está llevando. ¡No sé qué está pasando!
Y de repente nos detenemos. Estamos en un cuarto grande, más como la sala
de ocio, pero en lugar de distracciones y juegos de cartas, hay unas cuantas sillas de
ruedas dispersas con personas en uniformes grises.
Todos están viendo una ventana, o en un caso, viendo una pintura en blanco y
negro sobre la pared. Muchos de ellos tienen un parche blanco sobre su ojo
izquierdo.
―¿Qué está pasando? ―pregunto con una temblorosa voz.
―Los doctores descubrieron que el color los molesta pronto después de la
cirugía ―murmura Asa―. El ruido también. Los mantienen aislados hasta que su
mente esté un poco más calmada.
Doy vuelta en la silla, la presión en mis muñecas es suficiente para hacerme
estremecer.
―¿Estás diciendo que a esta gente le han hecho una lobotomía?
Asa asiente, encontrando mi mirada.
―Eso es exactamente lo que estoy diciendo, Sloane. Esto lo que está instalación
hace. Tú eres uno de los intratables, esto es lo que va a pasarte.
El mundo comienza a cerrarse sobre mí, y busco el cuarto de nuevo, tratando
de que tenga sentido. A pesar de que una lobotomía fue siempre una amenaza, no
sabía si era definitiva. Nunca la imaginé como esto. No creo que crea que pueda
pasarme a mí.
―Pero estoy cooperando ―digo en una pequeña voz―. Les estoy diciendo…
―Están extrayendo la información que necesitan y luego terminarás aquí.
Todos terminan aquí.
Parpadeo y siento una cálida lágrima deslizarse sobre mi mejilla y caer a mi
muslo. Estoy atónita, horrorizada, traumatizada por lo que Asa me está mostrando.
No sé qué hacer. Estoy tan malditamente asustada que no puedo pensar.
―Tienes una semana ―dice Asa―, antes de que te traigan aquí. Entre más
tiempo mantengas la información contigo, más tiempo te comprara para que esto no
suceda. Solo quería que supieras lo que está en juego, Sloane.
Una semana. Tengo mi vida por una semana más. ¿Cómo alguien procesa esta
información sin volverse completamente loco? ¿Qué espera que haga? No puedo
solo fracasar. Esto es casi como otra forma de tortura.
―¿Por qué me trajiste aquí? ―murmuro, mirando de nuevo a la parte posterior
de las cabezas, los hombros caídos, las almas vacías.
―Hay alguien aquí a quien pensé deberías ver.
James. Trato de saltar de la silla, buscándolo, pero inmediatamente soy jalada
hacia atrás por las correas mientras muerden mi piel. Por favor, no. Por favor.
Asa se agacha, su mejilla cerca de la mía mientras pasa más allá de mí,
señalando una silla a través del cuarto. Desde el perfil puedo ver que es un hombre
viejo y farfullo un grito de alivio porque no es James. El Cuidador se voltea, las
cerdas de su nuca cosquilleando mi piel.
―Ellos han aplastado la rebelión ―susurra―. Pero James y Michael Realm
escaparon, y ahora cualquier esperanza de terminar El Programa reside en ti y tus
amigos. Quería que supieras el poco tiempo que te queda para que lo descubras.
James está bien. Oh Dios mío, James se escapó. Pero mi consuelo dura poco
mientras miro directamente al hombre en la silla. Lo reconozco.
―¿Arthur? ―pregunto, mi voz rompiéndose sobre su nombre.
Asa se levanta y me empuja cerca del doctor. No lo creo mientras lo estudio,
su barba gris, su arrugada piel. Tiene un parche sobre su ojo y hay una fina línea de
baba de su labio a al pecho de su uniforme gris.
Comienzo a llorar.
―¿Arthur? ―digo de nuevo, esperando que solo salga de eso y me mire. Pero
no reacciona en absoluto. Mira hacia la nada. Sabiendo nada. Arthur Pritchard está
muerto y su cuerpo es dejado atrás para pudrirse―. Lamento no haberte creído
―gimo―. Lamento que te hicieran esto. ―Flexiono mis dedos como si pudiera
llegar y tocarlo, pero Asa jala la silla hacia atrás.
―Tenemos que irnos ―dice solemnemente.
Miro a Arthur todo el camino hacia la puerta, deseando haber hecho todo
diferente. Porque, ¿qué esperanza tengo ahora? ¿Qué esperanza podría
posiblemente tener cuando El Programa ha lobotomizado a su creador?
Capítulo 3 Traducción SOS por scarlet_danvers & Jadasa Youngblood
Corregido por niki26
sa no dice nada mientras acomoda mi silla de ruedas en el centro de la
oficina del Dr. Beckett, dejándome sola. Todo mi cuerpo está
temblando, horrorizada por la imagen del Arthur Pritchard borrado. Ya
no es un factor en nuestro futuro. Él no tiene ninguno. Esa voy a ser yo en una
semana, a menos que decida qué hacer.
¿Es eso lo que le pasó a Lacey? ¿Era como Arthur? ¿Ella está vacía? Nuevas
lágrimas amenazan con desbordarse, pero sollozo y trato de parpadear para
enjuagarlas. Mis muñecas siguen atadas, así que no voy a tener una manera de
limpiar mi cara antes que el Dr. Beckett llegue. Necesito un plan. Y necesito uno
rápido.
Se abre la puerta detrás de mí, y tomo un profundo respiro y espero mientras
el médico llega al otro lado de su escritorio, estudiándome mientras camina. Tiene
el mismo aspecto que tenía antes, excepto que ahora que conozco la amplitud del
Programa, estoy realmente asustada de él.
―Hola, Sloane ―dice con buen humor―. ¿Cómo fue tu charla con Dallas?
Dallas. Ella probablemente tiene menos tiempo que yo. Quién sabe, ya podrían
haberla lobotomizado esta mañana.
―Todo salió bien ―le digo, ofreciendo una sonrisa presionado el labio―. Está
enferma, pero no más allá de su ayuda.
Dr. Beckett asiente para sí mismo, tomando asiento mientras parece pensar
sobre mis palabras.
―¿Esa es tu opinión de experta?
No me gusta su sarcasmo, pero me contengo.
―No soy una experta, pero he visto la depresión. Sé que Dallas quiere vivir,
en el fondo. Creo que se puede salvar.
―Interesante. ―El médico abre mi archivo de nuevo, su pluma pasa
rápidamente en las hojas blancas recortadas―. Pareces haber tenido un gran cambio
de corazón desde ayer. ¿A qué se puede atribuir este cambio milagroso?
A
―A la enfermera Kell ―miento―. Me dijo que por qué pidió ser mi enfermera
y por qué es parte del Programa. ¿Qué puedo decir? Resonó.
Beckett se ríe y empuja sus papeles lejos de él.
―¿En serio? Bueno, Sloane ―dice―, me disculpas si no compro tu cambio de
inmediato. Auténtico o no, nos tomamos muy en serio la terapia y no podemos
simplemente aceptar tu palabra. Tenemos que continuar, y la forma en que lo veo,
tienes dos opciones: puedes renunciar voluntariamente a tus recuerdos, o podemos
tomarlos. Ahora, sé que ninguna puede parecer una buena opción, pero te prometo
que la primera de ellas es mejor.
Él tiene razón. Podría haber pensado que su amenaza era vacía, o al menos
tenía alguna razón para pensar que pudiera ser más astuto, si no lo hubiera visto por
mí misma.
―Voy a hacer lo que sea necesario para salir de aquí ―le digo al doctor―.
Tiene mi palabra.
―Estoy muy feliz de escuchar eso. Porque necesitamos tu ayuda para localizar
a Michael Realm.
―¿Q-qué? ―tartamudeo. No puede esperar que me dé por vencida con Realm,
incluso si supiera donde está, está con James. Tengo que protegerlos.
―Sí, Michael es un amigo tuyo de tu tiempo en El Programa. En realidad…
―dice sonriendo―, aquí dice que fue un poco más serio que eso. Parece que el Sr.
Realm ha estado fuera de la red desde entonces, pero a él no le estaba realmente
permitido hacer eso, ves. Está bajo contrato.
Un escalofrío baja por mi espina dorsal.
―¿Qué quiere decir con "contrato"?
El Dr. Beckett parece sorprendido.
―¿No sabes? ¿No te dijo mientras estaban juntos huyendo? ―Cuando no
respondo, en parte porque no quería admitir estar con Realm, y en parte porque creo
que sé lo que el médico está a punto de decir. De alguna manera, lo sé―. Michael
Realm es un Cuidador, Sloane. Un Cuidador infiltrado que fue asignado para
ayudar a borrarte, y luego más tarde, asignado para seguirlos a ti y a los rebeldes.
Solo que debió haber quedado atrapado en su causa, o más probablemente, se ha
enfermado. Tenemos que encontrarlo antes de que se dañe a sí mismo.
Mis labios funcionan, pero las palabras no salen. Realm es… ¿un Cuidador?
Realm… Mis párpados aletean, y estoy a punto de desmayarme mientras mi hombro
golpea la barra de metal de la silla de ruedas. ¿Realm ayudó a borrarme y luego me
localizó para El Programa? ¿Es algo de eso es cierto? ¿Podría ser?
Realm ignora a James, mirándome con una especie de reverencia.
―¿Así que estás feliz de verme? ―pregunta, como si tuviera miedo de la respuesta.
―Sí. ¿Qué clase de pregunta es esa?
Él sonríe, dejando caer su mano.
―Por supuesto ―repite―. No la tomaste.
Mi mundo se rompe y empiezo el luchar contra mis limitaciones. Ahora
entiendo lo que Realm quiso decir la primera vez que lo vi después de que me dio
la píldora. En un momento debí haber sabido exactamente lo que él era. Él pensó
que yo recordaba eso.
―¡No! ―grito, mi piel escociendo debajo de las restricciones. Las lágrimas
ruedan por mis mejillas y mi garganta está en carne viva. Me pongo a llorar,
traicionada, tan herida. Mis muñecas se deslizan alrededor en la sangre mientras
trituro mi carne debajo de la hebilla. El Dr. Beckett se mueve alrededor de la mesa
para deshacer mis restricciones, y una vez liberada, no hago ningún movimiento que
no sea para cubrir mi cara y llorar―. Realm ―digo, gimiendo―. ¿Qué has hecho?
Mi mejor amigo ayudó a destruir lo que yo era. Trabajó para El Programa,
nunca fue mi amigo. ¿Cómo iba a ser cuando él tenía información privilegiada sobre
mi vida? ¿Mis relaciones? Estuve siendo manipulada todo el tiempo. Y ahora está
con James. ¿Qué va a hacer?
Me siento estúpida. Me siento sola. El Dr. Beckett pone su brazo alrededor de
mí en una muestra de apoyo, y me vuelvo y lloro en el cuello crujiente de su camisa
de botones, manchando de sangre sus mangas. Me gustaría poder ver a Michael
Realm de nuevo. Solo para poder matarlo.
Una docena de otros recuerdos quieren salir a la superficie, donde Realm es
amable y cariñoso, siempre cuidando de mí. Pero gruño a las mentiras de ellos y
empujo hacia atrás al Dr. Beckett. Agarra rápidamente mis brazos, presionándome.
―Mantén la calma ―dice con dulzura. Pero no sirve de nada. Estoy lista para
hacerlo pedazos―. Vamos a atrapar a Michael Realm ―dice, cerca de mi cara―. Y
entonces serás libre de sus mentiras.
Levanto la barbilla desafiante.
―¿Cómo sé que no eres el que está mintiendo?
Beckett suelta mis brazos y se sienta en la silla junto a mí.
―No seas ingenua. Ya lo sabías, Sloane. Tal vez no quieres admitirlo, pero lo
sabías. Michael Realm, tus amigos en El Programa, Shepard, Derek, Tabitha. Son
todos parte de esto, Sloane.
Lo miro un instante, pasando rápidamente por todo lo que alguna vez he
sabido, sospechando de cada amigo del que tengo memoria. No hay manera de saber
la verdad ya. No hay manera de saber quién o qué es real.
―Y Cas ―le digo―. Tienes a Cas, también.
El médico niega.
―Casanova Gutiérrez no era más que un informante. Él no está en la nómina.
Hemos llegado a un acuerdo con él, el tratamiento a cambio de su libertad. Al menos
tenía una noble causa. Por desgracia, cuando los Cuidadores llegaron, era obvio que
todos habían sido infectados. Ellos me dijeron que no tuvieron más remedio que
proceder a la detención. El suicidio es contagioso, después de todo, y todos ustedes
son una amenaza de alto nivel. Hemos dejado que el señor Gutiérrez se vaya, sin
embargo. Tratamos de mantener nuestra palabra.
Cierro mis manos en puños, manchas de sangre salpican mi bata. No le creo al
Dr. Beckett. Nunca planearon cumplir el trato, al igual que ahora no planean
dejarme ir. Asa lo confirmó. Posiblemente no pueda tomar todo esto, nadie podría.
El Dr. Beckett está tratando de volverme loca, de enviarme al Programa. ¿Por qué?
No soy tan especial. No soy digna de tanto dolor y esfuerzo. ¿Qué más quieren de
mí? ¡Lo han tomado todo!
Me levanto de un salto de la silla y agarro el pisapapeles del escritorio del Dr.
Beckett, un cerebro de hierro fundido con diferentes partes resaltadas. La sostengo,
y el Dr. Beckett se levanta lentamente de su asiento, sus ojos se estrechan mientras
lanza mirada de mí al pisapapeles.
―Sloane, bájalo ―dice en voz baja―. Voy a decirlo una sola vez. ―La puerta
se abre detrás de él, como si toda nuestra charla hubiera sido supervisada desde el
principio. Asa está parado ahí, su rostro ilegible. Y entonces sacude su cabeza en
silencio. Siento mi interior rompiéndose, resquebrajándose, y deshaciéndose. No
voy a salir de esta manera, no por matar a un médico quién puede ser reemplazado
tan fácilmente. Es más grande que eso. Es más grande que yo.
Dejo caer el cerebro al suelo, donde el ruido metálico fue fuerte incluso a través
de la alfombra. El Dr. Beckett lanza su mano, y lo empujo hacia atrás con la fuerza
suficiente para hacerlo tropezar con la silla y caer al suelo. Empiezo a gritar,
estirando mi cabello, antes de que Asa se precipite. Lo estoy perdiendo. Estoy
jodidamente perdiéndolo por completo. Asa sujeta mis brazos a mis costados, me
bloquea con su agarre mientras sostiene mi cuerpo contra el suyo, me inmoviliza.
Sigo gritando mientras el Dr. Beckett intenta ponerse de pie, y me echo sobre mis
pies, apenas alcanzándolo.
La enfermera Kell entra a trompicones con la tapa de una jeringa, corriendo en
la habitación, en medio del caos que estoy creando. Solo tengo un momento para
mirar a sus preocupados ojos antes de que apuñalara mi muslo con un sedante.
Pronto estoy deslizándome de los brazos de Asa de nuevo en la silla, mis gritos
desvaneciéndose en suaves gemidos. La enfermera Kell se arrodilla a mi lado,
limpiando mi cara mientras me quedo mirándola sin poder hacer nada.
―Shh… ―susurra―. Sloane, ya casi termina. Solo unos pocos días más y todo
esto habrá terminado.
Las palabras renuevan mis gritos, y dirijo mi mirada hacia Asa, quién solo ve
a través de mí, endureciendo su mandíbula. Estoy sola en esto. Y por fin puedo ver
que siempre lo estuve.
No estoy segura de cuánto tiempo ha pasado, pero estoy en la oficina con el
Dr. Beckett, mi cuerpo cuelga a través de la silla, vendas envueltas alrededor de mis
muñecas. Mi claridad aparece y desaparece. Estoy destruida, pero la medicación me
ha traído entumecimiento. Una nebulosa alegría, no puedo luchar. El Dr. Beckett
toma esto como cooperación, y supongo que lo es. Excepto por la parte donde
realmente no tengo elección.
―Michael Realm fue enviado para recuperarte a ti y a James ―dice Beckett―.
Desafortunadamente, cortó el contacto poco después de dejar la instalación. No fue
hasta que Arthur Pritchard empezó a involucrarse que conseguimos una pista sobre
tu paradero. No es inusual para nosotros mantener un ojo en nuestros empleados,
pero debo admitir que el interés de Arthur en El Tratamiento fue una complicación
imprevista. Sloane, ¿qué te prometió el doctor? ¿Le diste El Tratamiento?
No lo saben. Sonrío para mis adentros, agradecida de que James tomara El
Tratamiento antes de que El Programa pusiera sus manos en él. Sé que no lo va a
fundir, es malditamente demasiado engreído para dejar que El Programa lo venza.
Ahora está con Realm, pero El Programa está buscando a mi primer amigo, no es
probable que entregue a James. Miro al doctor por debajo de mis pestañas mojadas.
―Arthur quería deshacer el daño hecho por El Programa ―digo―. Iba a
hacernos regresar y tratar la depresión de la manera en que debería haber sido antes
de que corrompieran la terapia.
La expresión del Dr. Beckett se tambalea, y se acerca más.
―Los métodos de Arthur Pritchard fallaron. El Programa tuvo que
evolucionar. Y no hay garantía de que El Tratamiento incluso pueda rehacerse.
Dicen que Evelyn Valentine utiliza células madre, lo cual es ilegal. ¿Te habló de eso?
Incluso a través de mi adormecimiento, puedo sentir la satisfacción. No saben
nada sobre El Tratamiento, y está esperando que le pueda dar más detalles. Nunca
he estado tan feliz de no tener las respuestas.
―Supongo que tendrás que preguntárselo a Arthur ―digo, sabiendo bien que
Arthur no será capaz de decirles nada. No después de lo que le han hecho.
Miro a un estante alto al otro lado de la habitación, donde Beckett trasladó su
pisapapeles, su presencia seguramente haciéndolo inestable. Podría haberlo matado.
Quizás debería hacerlo.
―¿Qué quieres ahora con Realm? ―pregunto, mis labios haciendo sonar como
insulto mis palabras―. Nos tienes bajo custodia. Incluso si no nos entregó por sí
mismo, hizo su trabajo. ¿Por qué aún quieres borrar sus recuerdos?
El Dr. Beckett dobla sus brazos frente a él en la mesa.
―Es una obligación ―dice simplemente―. Vamos a borrarlo por completo.
Mi afecto por Realm brilla, incluso aunque lo odio… odio lo que ha hecho.
Estornudo fuerte y limpio mi mejilla sobre mi hombro, negándome a ceder a la
simpatía. Realm me traicionó. No puedo perdonar eso.
―Bien ―digo, finalmente, aunque no es lo que quiero decir―. Bien.
Asa me lleva de vuelta a mi habitación, dejando la silla de ruedas en el pasillo
afuera de la oficina del Dr. Beckett. Su brazo está alrededor de mi cintura mientras
me apoyo en él. Una vez parada, el verdadero efecto de la medicina se puede sentir,
y estoy mareada e inestable.
―Solo un poco más lejos ―dice Asa, dando una vuelta y bajando por mi
pasillo.
―Deberías de haber utilizado la silla de ruedas ―murmuro, y me acerco para
tocar la pared así puedo aguantar―. ¿Cómo es que no estoy más restringida? ¿No
te asusta que te pueda golpear?
―No ―dice. Asa no dice nada más, su rostro siempre estoico, sus movimientos
decididos. Cuando llegamos a mi habitación, empuja mi sábana con un brazo,
sujetándome con la otra. Me ayuda a subir en la cama, y siento el dolor de todo lo
que ha pasado hoy. Asa se para por un momento, bajando su mirada hacia mí, y
levantó mi mano hacia él.
―¿Por qué me estás ayudando? ―preguntó. Toma mi mano y la aprieta
tranquilizándome.
―Porque Realm me lo pidió.
Mis ojos se abren, y sacudo mi brazo lejos de él, pero Asa agarra mi mano de
nuevo y la sostiene contra su pecho.
―Realm se preocupa por ti ―dice contundentemente―. Me pidió que te
cuidara.
No quiero escuchar. Uso la otra mano para tratar de golpear a Asa, pero me
bloquea fácilmente, agarrando mis dos muñecas adoloridas y haciéndome llorar de
dolor.
―Sloane, cálmate ―dice, sujetándome contra la cama.
―Michael Realm es un mentiroso ―gruño, continuo luchando hasta que Asa
tiene que, una vez más, bloquear mis manos a mis costados.
―Sloane, todos mentimos ―dice―. Cada uno de nosotros se está escondiendo
de quién realmente es.
―No de esa forma. ―Empiezo a llorar de nuevo, y detrás de ello está la ira.
Giro mi cuerpo de lado a lado en la cama, luchando… no estoy segura contra qué.
Pensé que Realm me amaba. Estaba tan equivocada en todo―. Lo odio ―digo con
un sollozo, finalmente el dolor es demasiado abrumador. Giro mi cara contra la
almohada―. Lo odio.
Siento la mano de Asa tocar mi cabeza, un roce suave a través de mi cabello.
Hace esto hasta que empiezo a desplazarme hacia el sueño, una liberación del dolor
que la medicación no puede darme. Y justo antes de que me deslice lejos, escucho a
Asa susurrar:
―Michael estará muy triste de escuchar eso.
Capítulo 4 Traducido por Lola Irina
Corregido por Nanis
uando me despierto a la mañana siguiente, hay un dolor agudo en mi
cabeza como si me hubiera dado un golpe con un martillo. Mis manos
vuelan para sentir cualquier incisión, como si los médicos me hubieran
dado una lobotomía mientras dormía. No hay nada, sino los nudos de mi cabello.
Mis manos. Miro hacia abajo, sorprendida al ver que ya no estoy atada a la
cama. Levanto mis brazos, veo que las marcas rojas y los moretones en las muñecas
siguen ahí, pero estoy agradecida de estar libre. Hay un dolor en mi pecho, un
miedo profundo. Tengo que decirle a Dallas acerca de Realm, todo acerca de él.
Acerca de su pasado juntos, la parte donde él es un Cuidador; un sucio mentiroso.
La parte donde lo odio.
Echo un vistazo alrededor de la habitación, recordando cómo Asa me llevó a
ese lugar horrible con los pacientes lobotomizados para ver a Arthur Pritchard
babeando sobre sí mismo. ¿Qué piensa exactamente el Cuidador hacer al respecto?
Si fuera tan fácil escapar, otros habrían salido. Estoy atrapada, y no estoy segura si
el conocimiento que Asa me dio está hiriéndome o ayudándome.
Para mantener mi cordura, corro a través de la cronología de mi vida, o, al
menos, mi vida después del Programa. James y yo nos conocimos en el Centro de
Bienestar del día después de que regresé. Él era malo conmigo dentro y fuera hasta
que se convirtió en algo más. Dio la cara por mí, incluyendo un par de veces cuando
Realm cruzó la línea. Realm…
Trago fuerte y sacudo la cabeza para evitar gritar. Estoy ardiendo de furia, pero
ese tipo de emoción no me va a ayudar. Tengo que pensar claramente. Tengo que
encontrar un modo. Pero tan pronto como la rabia viene, esta es sustituida con un
choque de calor extendiéndose sobre mi pecho. El medicamento debe contener un
inhibidor fijando mis nervios agotados. Recuerdo mis primeros días después del
Programa.
Sin supervisión bajo de la cama, moviéndome lentamente para poner a prueba
mis miembros, miedo de hacer algún movimiento repentino. Cuando estoy firme,
me cambio con un juego nuevo de bata que fue puesta en mi cama. Dejo mi
habitación, tentativa y ansiosa, mirando por encima de mi hombro. Hay voces en el
pasillo, y me dirijo en esa dirección.
C
Hay una sala de espera, una versión más pequeña de la sala de esparcimiento.
Hay otros cuatro pacientes allí, viendo la televisión montada en la pared ―un
infomercial en el programa, así parece― y otros dos pacientes sentados a la ventana
y mirando. Veo que uno de ellos es Lacey.
Sonrío reflexivamente, pero luego atenúo mi expresión cuando la alcanzo. No
quiero asustarla. Hago una pausa. ¿Puedo asustarla? ¿Ella incluso sabe lo que está
pasando? Aplasto la angustia que viene junto con ese pensamiento.
―Hola ―le digo con una voz rasposa cuando estoy de pie junto a ella. Lacey
continúa mirando por la ventana sin ninguna reacción evidente a mis palabras.
Compruebo por una cicatriz, pero no veo ninguna. No estoy segura de cómo
realizan las lobotomías; realmente nunca pensé en investigar esto.
De repente Lacey se gira hacia mí. Ella desvía la mirada sobre mis rasgos, y sus
labios se separan lentamente.
―¿Es hora para el desayuno ? ―pregunta en voz demasiado suave. Tristeza
profunda cava a través de mi pecho, pero intento mi mejor sonrisa.
―Todavía no ―le dije amablemente.
―Oh. ―Gira de nuevo a la ventana, sus pensamientos aparentemente una
suave brisa en su mente, no hay urgencia, ni miedo, ni ansiedad. Intento pensar en
lo que puedo decir, lo que puedo decirle para dejarle saber que me preocupo por
ella. Lo siento porque no la salvé del Programa. Siento mucho que esto le sucediera.
―¿Sloane? ―El sonido de la voz de la enfermera Kell me sobresalta, y miro
por encima de mi hombro donde ella está de pie en el umbral. Su expresión está
sumergida en sospechas, y cuando me llama de nuevo, me regaña como un niño, sé
que mi tiempo con Lacey se acaba.
―Voy a hablarte pronto ―le digo a mi amiga, tratando de comunicar en mi
tono que espero volver a verla. Ella ofrece una mirada más desinteresada y luego
regresa a disfrutar de la vista del patio en su lugar.
Mi corazón es pesado cuando me acerco a la enfermera Kell. Languidezco bajo
la acusación en su expresión y rápidamente trato de explicar.
―No sabía a dónde ir cuando me desperté ―le digo, tan pronto cuando estoy
lo suficientemente cerca―. No estabas allí.
Ella toma mi brazo, me conduce a la habitación.
―Asa debería haberte dejado contenida entonces. Sloane, no estás lista para
interactuar con los otros pacientes todavía. Eres una amenaza para ellos.
Me giro hacia la enfermera Kell mientras caminamos de vuelta a la prisión de
mi habitación.
―¿Vas a atarme? ―le pregunto, ante la imposibilidad de controlar la furia
burbujeando―. Porque pensé que estaba siendo muy cooperativa hasta ahora.
―Oh, cariño ―dice con voz condescendiente―. Lo estas. Pero no es saludable
para los otros pacientes interactuar contigo. Aún estás muy enferma. Puedes iniciar
una nueva epidemia entera aquí. Dale una semana más. El tiempo pasará volando.
En una semana voy a ser lobotomizada. La enfermera Kell debe saber esto, y
aún me está hablando como si debería estar agradecida. Cualquier camaradería que
ella había intentado construir se evapora en ese momento. Rechino mis dientes
juntos, sin decir nada.
―Dejé tu desayuno en tu habitación ―dice ella―. Pensé que estaría más
cómodo allí. ―Se detiene justo afuera de mi puerta y hace señas para que entre antes
que ella. Veo la bandeja de metal sobre un carrito con ruedas al lado de mi cama. La
comida está cubierta con tazones de plástico color bronceado para mantenerlo
caliente. Vuelvo a pensar en algo que Lacey, una vez me dijo, que ponían sedantes
en la comida. Estoy hambrienta ahora misma, famélica de verdad. ¿Puedo manejar
un poco de medicamento para conseguir algunos nutrientes? ¿Vale la pena el riesgo?
Doy un paso dentro de mi habitación, caminando hacia la bandeja, cuando oigo
la puerta cerrarse detrás de mí. Me doy vuelta y oigo el clic de la cerradura. Mi
corazón se hunde, y salgo corriendo para intentar llegar al picaporte.
Kell solo me encerró, miro alrededor de la habitación por algo, cualquier cosa,
para forzar la cerradura. Pero El Programa es cuidadoso. La cosa más aguda en mi
habitación es la cuchara de plástico que viene con mi desayuno. Atrapada, me voy
a mi cama y me siento, levanto la tapa de mi comida y encuentro panqueques con
cara feliz.
Me les quedo mirando un largo momento, la ironía ―o la crueldad― es
demasiado. Y luego le doy la vuelta a la bandeja, enviándola al suelo con un fuerte
ruido metálico, y me acurruco, mirando por la ventana.
El Dr. Beckett no pide verme, y las horas a solas en mi habitación se alargan
hasta que siento psicosis. Murmurando para mí misma, imaginando formas de vetas
en la puerta, empiezo a dudar si alguien alguna vez vendrá por mí otra vez, no hasta
que ellos estén listos para llevarme a la sala gris.
En el almuerzo la enfermera Kell viene a dejar mi próxima comida. En el
minuto en que la veo, estoy a su lado, rogándole que me deje salir. Creo que podría
perderme por completo si no salgo, al menos, de esta habitación. Pero la enfermera
Kell sólo me mira y luego a la bandeja volcada de comida de desayuno.
―Lo siento, Sloane ―dice―. No puedes salir todavía. Lo siento.
La noticia es devastadora, pero no parece molestarse cuando limpia el jugo de
naranja derramado que se volvió pegajoso en el suelo
―¿Qué se supone que debo hacer con el resto de mi tiempo, entonces? ¿Es esta
otra versión de confinamiento solitario?
La enfermera Kell exhala y luego se levanta para mirarme.
―El Dr. Beckett fue llamado por la tarde. Te verá cuando regrese. Por ahora
quiere que permanezcas en tu habitación y fuera de problemas. No tiene sentido que
te muevas. Ahora come tu almuerzo.
Echo un vistazo al sándwich, sorprendida de lo apetitoso que parece. No
recuerdo la última vez que he comido, tal vez no desde que llegué aquí. Mi estómago
gruñe en acuerdo. Me dejo caer impotente en mi cama y recojo mi sándwich, dando
un mordisco tentativo. Espero un sabor calcáreo o amargo, algo que demuestre que
estoy siendo drogada. Pero sólo sabe como el pavo.
―Debajo de tu plato hay un poco de papel ―dice la enfermera Kell, pasando
y sacudiendo una servilleta para ponerla sobre mi regazo―. El Dr. Beckett pensó
que desearías copiar detalladamente algunos de tus pensamientos para su próxima
sesión, para ayudarte a mover las cosas. Parece una manera positiva para combatir
el aburrimiento.
Mentira. Él quiere información sobre El Tratamiento. Realm. Pero no
conseguirá nada de mí.
―Tal vez puedo escribir a mis padres ―sugerí, sólo para ver la reacción de
Kell. Ella sonríe amigablemente.
―Bueno, eso suena maravilloso ―dice sinceramente―. Estoy segura que El
Programa ya les ha dicho que estás aquí, pero ellos probablemente agradecerían una
actualización de tu parte. Les has dado un buen susto.
¿El Programa les ha dicho a mis padres que me tienen? No tendría mucho
sentido, no si planean lobotomizarme. Miro a la enfermera Kell, parece sinceramente
impresionada de que me gustaría escribirles a mis padres. No estoy segura de que
sabe lo que ocurre con las personas que salen de este centro. Pienso que nadie lo
sabe.
Mis padres. Si El Programa no les ha dicho, ¿dónde piensan que estoy ahora?
¿Mi padre le dijo a mi madre que James había llamado? ¿Piensan que él me mantiene
segura como lo prometió? Si solo supieran que El Programa estaba planeando
lobotomizarme. Hacerme bien educada. ¿Es así como me quieren?
Estoy tranquila cuando la enfermera Kell termina de ordenar la habitación,
diciendo que volverá en una hora por mis platos. No como nada más y en su lugar
encuentro el papel y la pluma flexible que dejó para que escriba.
Muevo los platos a la bandeja y los dejo en el escritorio. Pero mientras miro al
papel, extenso, inexpresivo y blanco, no se me ocurre qué escribir. Realmente, pienso
en James. Y qué tan probable es que nunca lo voy a ver de nuevo, al menos no como
yo misma.
Cerrando los ojos me imagino lo que me gustaría escribir para él, sin atreverme
a ponerlo en el papel. Me permito pensar de nuevo en los buenos tiempos, algunos
de los malos. Nuestras promesas.
Te amo, escribo para James en mi mente. En otra vida podríamos haber estado
juntos, luchado, estando de nuevo juntos. Nuestra existencia no habría sido la preocupación
de nadie. Tal vez habría aprendido a nadar. Tal vez hubiéramos tenido hijos.
James, nos fallamos el uno al otro. Tomaste El Tratamiento y ahora siempre me
recordaras. Mis lágrimas gotean sobre el blanco papel. Pero yo no te voy a recordar. No
voy a recordar cómo me haces reír o cómo me haces enojar con tu terquedad. James, no te
recordaré.
Pero siempre te amaré.
Me acuesto en mi costado, y el papel se cae de la cama, meciéndose en el aire
hasta que aterriza en algún lugar en el suelo. Nunca seré capaz de decirle a James
cómo me siento, no a menos que encuentre una manera de salir de esto. Pero cada
segundo me recuerda el poco tiempo que me queda. Nadie viniendo por mí. Excepto
el cirujano.
Capítulo 5 Traducido por Lola Irina
Corregido por Nanis
ime tu último recuerdo de la casa de campo, antes de que los
Cuidadores vinieron a recogerte ―dice el Dr. Beckett. Está de
regreso en su sillón de cuero, y yo estoy en el asiento frente a
él, mis manos ya no están atadas. Mi cabeza esta pesada con la medicación que el
doctor me dio para calmarme a través de mi cuerpo, dando vueltas y me pone en un
estado de alivio.
―Estaba con James ―le digo con una sonrisa―. Tuve un sueño sobre nosotros,
y le estaba diciendo de esto antes de escuchar a Dallas gritar desde la planta baja.
Entonces corrimos por el bosque. ―Cierro los ojos y le digo acerca de la persecución.
Acerca de Arthur siendo electrocutado con un Taser, y Dallas apuñalando a Roger.
Él escucha atentamente, nunca interrumpiendo. Pero cuando he terminado, él se
lame los labios como si hubiera estado esperando con una pregunta.
―¿Dónde estaba Michael Realm en este intercambio? Casanova estaba allí,
pero Michael no estaba en la casa de campo. ¿Sabe a dónde se fue?
―Tal vez se mató ―digo amargamente. Cuando las palabras se encuentran
con el silencio de la habitación, me arrepiento de inmediato de ellas. No quiero a
Realm muerto. Quiero que él me diga que el doctor está mintiendo acerca de todo
esto. Quiero que me traigan a James.
―Estoy plenamente confiado en que Michael todavía está vivo ―dice el
doctor―. Pero no te preocupes; tendrás tu justicia una vez que lo encontremos.
Ahora, ¿cuándo fue la última vez que lo viste?
―En la casa. Él y Cas tuvieron una discusión, y salieron. Entonces James y yo
subimos las escaleras y… ―Levanto mis ojos al Dr. Beckett, dándome cuenta de que
yo no debía saber que James está libre―. ¿Cómo esta James? ―le pregunto, sonando
preocupada.
El doctor sonríe.
―Está muy bien, Sloane. Está en un centro del Programa y está siendo muy
cooperativo por lo que escucho. No tienes que preocuparte por él. Sólo tienes que
preocuparte de ti misma.
―D
―No le hagas daño. ―El Dr. Beckett está atrapado en su propia mentira y ni
siquiera lo sabe. Parpadeo rápido como si estuviera aguantando las lágrimas―. Por
favor, no lo hieran.
El doctor frunce los labios como si estuviera teniendo un ataque de conciencia.
―Voy a enviar las palabras que pediste para él. ¿De acuerdo?
Asiento, fingiendo ser agradecida. Me relajo de vuelta en la silla y me centro
en los últimos días en la casa de campo. Mi conversación con James acerca de los
bebés, detalles que no pueden ayudar posiblemente a Beckett a encontrar a nadie, y
mucho menos a mi novio.
Beckett escribe algo en sus notas, y está visiblemente agitado. Me recordó que
tengo sólo seis días hasta que seré lobotomizada, a menos que compre más tiempo.
Eso es lo que Asa me dijo.
―Quizás… ―empiezo, no estoy segura de lo que voy a decir a continuación,
pero sabiendo que tengo que decir algo―. Tal vez estoy olvidando una pista ―le
digo―, acerca de dónde está Realm. Él podría haberme dicho algo, pero no puedo
recordar.
El doctor levanta la vista, quitándose las gafas y poniéndola sobre la mesa.
―Hay medicamentos que pueden ayudar para que los recuerdos sean más
vivos ―dice―. Podemos probarlos la próxima vez. ―Es desconfiado, y supongo
que se está preguntando la verdadera razón de por qué repentinamente soy un
paciente tan modelo. Soy rápida para ofrecer una cubierta.
―Si lo encuentras ―le digo en un tono más valiente de lo que siento―. Quiero
hablar con él antes que tú ―hago un gesto con mi mano―, lo que sea que estés
pensando en hacer con él. Y entonces me quiero ir a casa.
El Dr. Beckett asiente con condescendencia.
―Por supuesto, cariño. Todavía tendrás que completar El Programa, pero
después de eso serás libre de irte.
―Trato hecho.
El doctor no menciona la lobotomía, no pensé que lo mencionaría. Pero tal vez
una parte de mí esperaba que simplemente lo admitiera. Por otra parte, sin detalles,
cada día podría disolverse en la tortura. He visto a Lacey, Arthur. Sé lo que está por
venir. Tal vez lo mejor es vivir en la negación por el tiempo que pueda.
El Dr. Beckett me hace que trague una píldora de color rojo brillante antes de
que salga de su oficina. Me sorprendo cuando Asa no está esperándome, pero ya
estoy con sueño así que trato de apresurarme por el pasillo. Hago una pausa en mi
camino más allá de la sala de espera.
Lacey está ahí, balanceándose suavemente mientras mira por la ventana.
Parece estar mejor, por lo menos un poco más, de lo que parecía las otras veces que
la vi. Antes de caminar, lanzo una mirada por el pasillo, y cuando la costa está libre
de Kell, me dirijo hacia allí.
―Me gusta tu cabello ―le digo con mi declaración más débil y sin ser
amenazante. Lacey mira y muestra sus dientes.
―Gracias. ―No me pide sentarme, pero su postura me dice que no se opone a
la idea. No recuerdo como era Lacey antes del Programa, pero tengo que creer que
siempre ha sido una chica dura. Me pregunto si ese lado con el tiempo volverá a
salir.
Me siento en el cojín del sofá rígido, frente a su silla, y ella se gira ligeramente
como si tuviera curiosidad de lo que voy a decir a continuación. Realmente no había
pensado en eso antes.
―Soy Sloane ―le digo.
Ella sonríe suavemente, sus ojos abiertos mientras me echan un vistazo. En
ellos no encuentro ningún reconocimiento, pero no están muertos. No
completamente. Me inclino más cerca, comprobando una vez más para asegurarme
de que no estamos siendo observadas.
―Tu nombre es Lacey ―le susurro―. Eres Lacey Klamath y provienes de
Oregón.
Su sonrisa se desvanece, sus cejas juntas como si luchara por entender lo que
quiero decir. No sabe quién es ella ―en absoluto― pero su personalidad está
establecida. No es únicamente basado en sus recuerdos. Todavía será Lacey. A pesar
del pánico, está naciendo el pensamiento de que ella no vuelva jamás, estoy tratando
de convencerme de que aún es Lacey.
―Si pudiera sacarnos de aquí ―le digo débilmente―. ¿Vendrías conmigo?
Los ojos de Lacey flota más allá de mí, y una mano me aprieta el hombro, casi
me hace saltar de mi piel. Me giro y veo a Asa de pie sobre mí, con su mandíbula
apretada con ira.
―Debes estar cansada, señorita Barstow ―dice con frialdad―. Te dejaré de
vuelta en tu habitación para que descanses. ―Tiene razón; debajo de esta explosión
de adrenalina; mi cuerpo está muy medicado, listo para quebrarse. Echo un vistazo
a Lacey una vez más, pero ella se aparta, de nuevo balanceándose mientras mira por
la ventana.
Murmuro un adiós y luego sigo a Asa. Él me acompaña más como un niño
castigado que un rebelde tratando de salir de un centro de lavado de cerebro.
Cuando vamos por el pasillo, Asa se gira y me sorprendo dando un paso hacia atrás.
―¿Qué diablos piensas que estás haciendo? ―exige en voz baja. Todavía huele
a cigarrillos, y sus ojos tienen círculos negros. Está preocupado por algo.
―Tendrás que ser más específico ―le digo, y su mirada me enfría.
―¿Deseas ser lobotomízada? Estoy tratando de salvar tu vida, Sloane.
Preguntándole a Lacey sobre escapes… ¡Dios! ―Él enrosca su mano en forma de un
puño como si quisiera golpear algo. Da un paso lejos y luego regresa, claramente
frustrado―. Mira ―dice―, necesito que seas inteligente. Dallas no escucha y ahora
está programada para la cirugía.
―¿Qué? ¿Cuándo? ―Van a convertirla en una de esas personas. Van a
apagarla―. ¡Tienes que detenerlos!
―No puedo ―dice, acercándose a mi cara―. Está siendo llevada al cirujano
mañana. No puedo comprometerme o voy a terminar como ella y Arthur Pritchard.
―Entonces, ¿qué hacemos? No puedo permitir que eso suceda. Tengo que
salvarla.
―Sloane ―dice sonando desesperado―. Tienes que salvarte a ti misma. No
puedo ayudarla ahora, y tú tampoco. Simplemente juega el juego. Realm está
haciendo todo lo posible para llegar a ti, te lo prometo.
Una vez más el nombre de Realm me da una extraña mezcla de sentimientos
que es cubierto rápidamente por la medicación. Me invade, y en pocos segundos mi
mente está confusa. Asa maldice y luego toma mi codo para conducirme hacia mi
habitación.
―Es la píldora roja. Tiene un sedante que trabaja mientras borra tus recuerdos
―dice, continuamente comprobando detrás de nosotros.
―¿Qué están borrando? ―le pregunto, aunque puedo escuchar el balbuceo al
final de mi frase.
―No estoy seguro. Depende de lo que le dijiste.
―Ellos quieren encontrar a Realm ―le digo, cuando Asa me lleva a la
habitación―. Quieren saber por qué él no estaba en la casa de campo cuando
vinieron a llevarnos.
Asa me ayuda a subir la cama y luego me mira.
―¿Y qué les dijiste?
―La verdad. ―Mi parpadeo disminuye, haciendo que Asa aparezca y
desaparezca en intervalos más largos―. Le dije que no lo sabía.
Asa sonríe y entonces mis ojos permanecieron cerrados.
―Buena chica.
Estoy sentada en la oficina del Dr. Beckett, sintiéndome más sola que nunca.
No puedo creer que en realidad estaba de acuerdo en tomar esta píldora, una píldora
que se adhiere a mis recuerdos, aclarándolos, y luego considere eliminarlos. Nunca
pensé que voluntariamente podía hacer algo como esto, pero en este momento es mi
única oportunidad de comprar más tiempo. Tengo cinco días para salir, tal vez
cuatro. Sin pensarlo más, me trago la píldora amarilla y luego cierro los ojos,
esperando la primera ola.
Frente a mí, suenan los gemidos de la silla del Dr. Beckett cuando ajusta la
posición, preparándose para una larga sesión. Hay un pánico rápido que mi
subconsciente realmente pudiera saber dónde está Realm, pero lo empujo más allá
de la preocupación. Ya he tomado la píldora, no hay nada más oculto dentro de mi
cabeza. Tal vez parte de mí piensa que merece ser descubierto.
Cinco minutos más tarde mis párpados palpitan. Me siento tranquila, pero a
diferencia del sedante, no estoy aturdida. Alerta, clara y tranquila. Me quedo
mirando al Dr. Beckett por un minuto antes de que se dé cuenta que lo estoy
mirando. Está escribiendo notas en un bloc, hojeando las páginas. No tiene un anillo
de bodas; está usando una chaqueta marrón suave con una camiseta por debajo,
como algo que usaría una estrella de televisión hip para una entrega de premios. ¿Es
realmente tan informal? ¿Es esto parte de la imagen que quiere mostrar? Se afeitó
hoy, y le da un aspecto más joven. Debe estar en los cuarenta años, pero podría pasar
por veinte años sin barba. Pienso que es un paseo de la mentira, una falsa imagen
en su totalidad.
Él mira hacia arriba.
―Ah, veo que el medicamento te ha pateado
Asiento y me siento en la silla. Es mucho más cómodo de lo que recuerdo, o tal
vez sólo me estoy sintiendo realmente cooperativa.
―¿Qué está escribiendo? ―pregunto.
Él sonríe, pareciendo avergonzado sabiendo que lo estaba mirando.
―Las decisiones deben hacerse ―dice―. Algunos pacientes están más allá de
nuestra ayuda, Sloane. Yo soy el único que tiene que tomar las decisiones difíciles.
Lamento decirte ―frunce los labios y mira hacia otro lado―, Dallas no va a lograrlo.
Está programada para la cirugía.
Trago saliva, una mezcla de ira y dolor explotando dentro de mi pecho antes
de que sea arrastrado.
―¿Qué pasará con ella? Esto es cruel, incluso para El Programa.
―Te aseguro que no es tan terrible como piensas, no para alguien como ella.
Hemos perfeccionado nuestras técnicas para la lobotomía. No son como cuando eran
muy populares. Las lobotomías eran para criminales dementes. Nunca fueron para
curar sólo a los pacientes, sino para hacerlos más fáciles de manejar. Aquí tenemos
un propósito. El lóbulo frontal de Dallas será desconectado de los nervios que envían
sus señales infectadas. ―Dobla las manos delante de él en un movimiento
practicado doctoralmente―. Insertaremos una varilla de metal detrás de su ojo y
cortaremos los nervios. Cuando esté hecho, Dalla no tendrá cicatrices físicas, pero
ya no deseara matarse.
―Dallas no va a ser capaz de pensar tampoco — espete
―No es cierto. No cortaremos pedazos de su cerebro; estamos desviando los
cables. El resultado es una persona más calmada, menos violenta. No recordará nada
de las cosas terribles que ha tenido que pasar. Su memoria a largo plazo se habrá
ido. Se someterá a una amplia terapia física y del habla, de tres a seis meses, Dallas
estará lista para experimentar la vida de nuevo.
―¿Es eso lo que me sucederá? ―le pregunto, mi voz débil.
―Depende de si nos puedes ayudar, Sloane. Dime, ¿dónde está Michael
Realm?
Su boca está mintiendo, mientras sus ojos me dan todo lo que necesito saber.
No hay otra terapia en este centro. Voy a terminar como los demás.
―No sé dónde está Realm ―le digo.
―¿Qué fue la última cosa que te dijo? ―pregunta―. ¿Cuál fue tu última
conversación?
Los recuerdos están siendo buscados, y soy incapaz de mentir con la
medicación deslizándose a través de mis venas, le respondo.
―Estábamos en un puente el día antes de que los Cuidadores vinieran. Realm
dijo que entendía sobre mí y James, que yo siempre me quedaría con James sobre él.
Prometió que no importaba qué… él siempre me escogería. Pero yo no quiero eso.
El Dr. Beckett asiente.
―¿Esperas ver a Michael de nuevo? ―pregunta.
Trago, tratando de refrenar las palabras, pero no puedo.
―Sí. Espero que él me rescate.
Beckett en realidad se ríe.
―¿Qué es eso? Te aseguro que eso no es realmente posible. Pero el hecho de
que lo crees… eso dice mucho. Sloane, ¿amas a Michael Realm?
―Ahora mismo, lo odio.
―Pero, en general, a pesar de lo que él ha mentido y traicionado… ¿amas a
Michael Realm?
Ahí está el escozor de las lágrimas en mis ojos, un ligero temblor de mi labio
inferior.
―Sí ―le susurro―. Sí, lo hago.
―Entonces no vamos a tener que encontrarlo ―dice el doctor, cerrando el
archivo―. Él vendrá por ti. Y vamos a estar esperándolo.
Capítulo 6 Traducido por Jane
Corregido por sttefanye
uando me despierto a la mañana siguiente, tengo una resaca de
medicamentos. No espero a que desaparezca antes de estar fuera de la
cama, poniéndome una bata limpia. Sobre la mesa auxiliar se encuentra
una bandeja de desayuno, pero no hay tiempo para comer. Le harán una lobotomía
a Dallas hoy. Tengo que encontrarla ―salvarla― antes que ellos. Camino
rápidamente por el pasillo, la sala se inclina en mi mente y me envía hacia la pared
varias veces cuando trato de retomar el equilibrio. Tengo que recordar el camino
hacia el aislamiento, pero el mundo es difuso.
―¿Sloane? ―Me doy la vuelta y veo a Asa caminando por el pasillo
adyacente―. ¿Qué haces fuera de tu habitación?
―Tengo que llegar a Dallas ―le digo―. Tienes que ayudarme a salvarla.
Asa dispara una mirada alarmada por la sala vacía antes de correr para agarrar
mi brazo, girando y llevándome de vuelta a mi habitación. Trato de alejarme, pero
él aprieta su agarre.
―Déjame ir ―digo en voz alta, pero solo acelera el paso―. Me estás haciendo
daño. ―Cuando llegamos a mi habitación, me tira hacia dentro, haciéndome
tropezar contra la cama. Comprueba la sala una vez más antes de cerrar la puerta.
―¿Te has vuelto loca? ―grita, y luego mira detrás de él hacia la puerta. Atraer
la atención de las enfermeras u otros Cuidadores es lo último que quiere Asa, y lo
pruebo al tratar de ir hacia la puerta de nuevo. Me agarra, tirando de mí a su lado.
No me mira, solo inclina su cabeza en mi dirección mientras mira fijamente al
frente―. Si haces esto, Sloane, te eliminarán. No hay manera de salir del aislamiento
sin la aprobación del Dr. Beckett. ―Sus ojos color avellana encuentran los míos―.
Y supongo que no lo tienes.
―No puedo dejar que le hagan una lobotomía. Tienes que ayudarme, Asa.
Hay un debilitamiento en su postura, pero él solo se encoge de hombros.
―No puedo ―susurra―. Aunque quisiera, no puedo. No sin comprometerme.
―¿Entonces qué? ―pregunto―. ¿Qué se supone que debo hacer? Después de
Dallas, seré yo. ¿Vas a esperar, también?
―No, le hice a Realm una promesa.
C
―¿Por qué? ―pregunto, levantando mis manos―. ¿Qué es lo que le debes que
podría valer tanto?
Asa aparta su mirada, sus mejillas enrojeciendo.
―Michael Realm me salvó la vida una vez, y se lo debo.
―Tal vez él estaba mintiéndote también.
Asa sonríe ante esto, se vuelve hacia mí.
―Él lo hacía. Definitivamente lo hacía, pero eso no quiere decir que no esté
agradecido. Me habría suicidado, te aseguro que quería. Realm era mi único amigo.
Real o no, él me salvó. Y así es como lo estoy pagando. Él te ama, Sloane. A pesar de
tus defectos, te ama.
―Lástima que no sienta lo mismo ―respondo―. Asegúrate de decirle eso.
Asa se estremece cuando su teléfono vibra. Lo saca para comprobar un mensaje
y luego da un paso hacia atrás.
―Me tengo que ir ―dice―. Pero necesito que te quedes lejos de Dallas. Tienes
cuatro días, no puedes dejar que te lleven al cirujano antes de esa fecha. ¿Me
entiendes?
―Como si pudiera detenerlo.
―Haz lo que puedas ―ofrece. Se desliza por la puerta, pero no antes de notar
la forma en que su piel palideció, sus músculos se tensaron. A pesar de la
advertencia de Asa, no puedo olvidarlo. No puedo dejar a Dallas indefensa para que
ellos inserten una barra de metal detrás de su ojo y corten su vida. Tiene que haber
algo que pueda hacer.
Mi respiración es irregular y la adrenalina comienza a latir mientras un
pensamiento frenético se hace cargo. Tal vez pueda pelear para salir.
Exploro la habitación, en busca de algo que pueda usar como arma. Todo lo
que veo son platos cubiertos llenos de comida y cucharas de plástico colocadas en el
lado de la bandeja del desayuno. Ojalá la enfermera Kell hubiera dejado sus agujas
de tejer o algo afilado. Voy a necesitar una llave para entrar en el aislamiento, y es
obvio que Asa no entregará la suya.
Pasan los minutos, y en lo único que puedo pensar es en Dallas, cuya vida está
a punto de ser cambiada de manera irrevocable. Nadie más va a ayudarla. Soy la
única persona que puede salvarla. Me acerco para limpiar la bandeja de comida y
luego recoger la bandeja de metal plana. Voy a tener que tomar una llave.
Abro mi puerta y miro hacia fuera, con la esperanza de encontrar una
enfermera dirigiéndose en esta dirección, pero la sala está vacía. La bandeja está fría
en mi mano y mi corazón está bombeando con fuerza sangre a mis oídos. Voy a tener
que lastimar a alguien, y a pesar de que estoy loca como el infierno, todavía no
quiero hacer eso. Pero, ¿qué otra opción me dejaron? Voy a llegar a Dallas, sacarla
del aislamiento, y luego tomar un descanso. Todo mi futuro depende de la suerte,
de no ser atrapada.
Suelto una bocanada de aire, preguntándome si he enloquecido por completo
en este momento. Entonces me inclino hacia delante y silbo ruidosamente. Cuando
no oigo nada a cambio, lo hago de nuevo, y luego alguien arrastra los pies. Maldigo,
de repente debatiendo esta idea, pero cierro mi puerta y me escondo detrás de esta.
Los pasos se hacen más fuertes, y levanto la bandeja de metal por encima de mi
cabeza, preparando la fuerza que necesitaré para golpear al que camina hacia la
puerta.
El mundo se está moviendo en cámara lenta mientras observo el mango girar,
la contracción nerviosa en mi brazo, el movimiento de mi respiración. Y luego hay
un perfil lateral, seguido por la parte posterior de la cabeza con cabello corto de color
rojo. Levanto la bandeja con tanta fuerza como puedo. El metal conecta contra el
cráneo duro con un pesado sonido metálico, enviando vibraciones por mi brazo. Veo
la curva del metal y levanto la bandeja para golpear de nuevo, pero el cuerpo cae al
suelo delante de mí.
Es la enfermera Kell. Bajo los brazos y dejo que cuelgan sin vida, con aire de
culpabilidad a mis costados. Durante un terrible momento creo que está muerta,
pero luego oigo un murmullo, un suave gemido. Tengo solo un momento. Tengo
que ir hacia Dallas.
Me inclino y tomo la tarjeta de la enfermera Kell de su cadera, y luego, aún
llevando la bandeja, me apresuro a salir de la habitación. Registro el pasillo, con mi
cabeza moviéndose de un lado a otro mientras busco el conjunto adecuado de
puertas dobles. Espero que una alarma suene, inundando la sala con Cuidadores,
pero no pasa nada. Todavía no.
La estación de enfermeras está justo adelante, y me detengo presionándome
contra la pared, justo fuera de su vista. No estoy segura de cómo pasarlos, no con
una bandeja de metal y viéndome como una loca. Pongo mi arma en el blanco suelo
y luego empiezo a seguir. Terapia. Podría ir a terapia.
Un enfermero joven, de cabello oscuro levanta la vista cuando paso. Asiento
hacia él, y él gira de nuevo a su computadora mientras tomo la primera curva del
ala de los médicos. Una vez en el nuevo pasillo, reconozco la puerta al final y
comienzo a correr de nuevo. Aquí es donde Asa me llevó cuando visité a Dallas. No
estoy segura de sí todavía está allí, pero estoy a punto de averiguarlo.
Después de una revisión rápida a mi alrededor, uso la llave de la enfermera
Kell y cautelosamente entro, viendo una serie de habitaciones. No puedo recordar
cuál es la de Dallas, pero debe ser la única persona aquí abajo, porque todas las
puertas están abiertas, excepto una. Trago saliva, asustada de que no esté dentro, tal
vez vine demasiado tarde. Paso la tarjeta llave y abro la puerta, mi estómago hecho
nudos.
La sala está repleta de colores apagados, y me lleva un buen rato encontrar la
figura dentro con bata de color gris. Justo en ese momento, Dallas levanta la cabeza,
sus ojos se abren cuando me ve.
―¿Sloane? ―llama con una voz débil.
―Oh, gracias a Dios ―digo, y actúo con rapidez para agarrarla. Dallas tiene
ojeras que han cambiado la forma de sus párpados, atrayéndolos hacia abajo. Ha
estado aquí solo por unos días, pero parece enferma e incluso más delgada que
antes. Creo que el aislamiento ha estado agotándola―. Tenemos que salir de aquí
―le digo―. Te harán una lobotomía.
La ayudo, y Dallas se tambalea a mi lado, como si hubiera pasado mucho
tiempo desde que caminó.
―¿Qué? ―pregunta, mirándome―. ¿Lobotomía? ―Usa la palabra como si
nunca la hubiera oído antes. No estoy segura de en qué tipo de psicosis está, pero
tengo que sacarnos de aquí.
―Escaparemos ―le digo―. Y si no lo logramos, van a lobotomizarnos a las
dos. Se lo hicieron a Lacey, y somos las siguientes. ¡Ahora mueve el culo! ―La
empujo hacia las puertas, comprobando detrás de nosotros, y pegándonos a la
pared. Estoy esperando una alarma, luces intermitentes, pero sigue estando
tranquilo. Hay una terrible culpa cuando me pregunto si alguien ha encontrado a la
enfermera Kell.
Cuando llegamos a las puertas dobles, me detengo, poniendo mi mano contra
el marco.
―Dallas ―digo, obteniendo una mirada medio turbada de ella―. Tenemos
que correr por las escaleras, ¿lo entiendes? No te detengas, no por cualquiera. Ni
siquiera por mí.
Toma un segundo, pero veo la vida volver a los ojos de Dallas. De repente, se
acerca a abrazarme, un rápido apretón antes de retroceder y asentir hacia la puerta.
Paso la tarjeta, y luego estamos caminando, en dirección a la escalera, que está en el
otro lado de la estación de enfermeras.
Pero no lo logramos. No estoy segura de cuántos pasos damos antes de sentir
la picadura, la energía, el calambre abrumador que se apodera de mi cuerpo. El
mundo se congela y se inmoviliza, y me desmorono, cayendo en un montón en el
suelo. Mi cuerpo se estremece, las lágrimas se escapan de mis ojos, y la baba resbala
de mi boca. Mis ojos rueden atrás en mi cabeza, y cuando por fin puedo enfocarlos
de nuevo, veo la bata blanca de un Cuidador, un Taser en su mano.
De repente, alguien más está ahí, agarrándome por los hombros para
arrastrarme por el pasillo, colocándome en un lugar despejado antes de voltearme
sobre mi espalda. Veo a Asa, observándome con una mirada fría, no decepcionada
o enojada, solo vacía. A lo lejos oigo a Dallas gritar, llamándome. Pero no puedo
ayudarla ahora.
―Traeré una silla de ruedas ―comienza Asa―, y entonces te llevaré al
aislamiento. ―Mira por el pasillo, esperando a alguien. Quiero preguntarle acerca
de Kell, pero todavía estoy temblando mucho para hablar, mi mandíbula cerrada
mientras mis músculos siguen teniendo espasmos.
La silla llega, y Asa y otro Cuidador me levantan y me sientan. Me dejo caer
hacia un lado, pero nadie ofrece cualquier ayuda o pregunta si estoy bien. Creo que
me matarán esta vez. Finalmente he cruzado demasiadas líneas. Estoy esperando ser
conducida donde el Dr. Beckett, pero en cambio, giran y vuelvo por donde vine.
Ellos me arrastran para dejarme caer en la cama en una habitación contigua a la de
Dallas. Los Cuidadores me sujetan y se van, Asa ni siquiera da la vuelta para
mirarme.
Hay un ruido de grabación, algo débil al principio, pero cuanto más despierta
estoy, más fuerte se vuelve. Abro los ojos, al principio sorprendida por la habitación
desconocida, hasta que recuerdo que estoy en un hospital del Programa. Estoy a la
espera de ser lobotomizada. El golpeteo se detiene. Me giro hacia mi derecha, y al
principio estoy demasiado aturdida para reaccionar.
―Hola, Sloane ―dice Roger―. Creo que debemos tener una pequeña charla.
Abro la boca para gritar, pero Roger está al otro lado de la habitación en un
instante, con la mano sobre mi boca.
―Vamos, vamos ―dice―. No me hagas cortarte el cuello.
Sigo luchando de todos modos, girando mi cabeza de lado a lado. Roger da un
paso atrás, haciendo una mueca y ahuecando el costado en el que Dallas lo apuñaló.
En el momento en que su palma se desliza de mi boca, mi primer grito recorre la
habitación, su agarre en mi cuello los corta rápidamente. Me ahogo, mis ojos se abren
mientras me quita la respiración.
―Vamos a probar esto de nuevo ―gruñe mientras mi pecho comienza a arder.
Trato de jadear, pero no puedo tomar ninguna respiración adentro o hacia afuera―.
Voy a matar a tu amigo ―dice―, pero primero tengo que localizarlo. ¿Dónde está
Michael Realm?
No sé, vocalizo, luchando contra mis restricciones, pero es inútil. El peso de
Roger es demasiado, su fuerza supera la mía. Se siente como si estuviera aplastando
mis huesos. Va a matarme.
―Aquí está el problema, Sloane ―dice Roger en tono amigable, mientras
pequeños puntos negros empiezan a aparecer en los rincones de mi visión. Estoy a
punto de perder el conocimiento―. Realm tiene algo que me pertenece. Estoy
dispuesto a negociar por eso, pero primero tengo que encontrarlo. Ahora, me
ayudarás, o destruiré a Dallas. ―Roger baja su cara hasta que está un poco más cerca
de la mía. Intento de nuevo tomar un respiro, y fallo. Roger sonríe dulcemente―.
Voy a destrozarla, Sloane. Deseará estar muerta.
Su amenaza es suficiente para enviarme energía, y utilizo la poca fuerza que
me queda para levantar mi rodilla tan fuerte como puedo. Golpeo su muslo,
dejándolo fuera de balance y enviándolo de lado. Empiezo a gritar, pero mi voz es
ronca, rasgando mi garganta cuando ruego por ayuda. Me ahogo con en el aire que
trato de llevar a mis pulmones. Observo con impotencia como Roger se tambalea de
pie, sosteniendo su pecho. Todavía debe estar curándose de donde fue apuñalado,
y tengo una loca esperanza de que sus heridas se reabran y muera desangrado.
―Voy a buscarlo ―dice Roger, señalándome mientras se mueve hacia la
puerta―. Michael Realm está muerto, y no hay nada que puedas hacer al respecto.
―¡Ayuda! ―trato de gritar, pero sale solo como un susurro antes de que otra
tos comience. Roger está en la puerta, y yo estoy llorando, rodando de un lado a otro
para liberarme de alguna manera de mis restricciones, desgarrando la carne en mis
muñecas apenas cicatrizadas―. ¡Ayuda! ―grito de nuevo, preocupada de que él
aplaste mi tráquea y nunca vuelva a recuperar mi voz.
Ahí está el sonido de pasos, y levanto mi cabeza. La puerta se abre, y Asa mira
dentro. Al minuto en que me ve, toma su radio y dice un código. Trato de contarle
lo de Roger: Él va a matar a Realm, hacer algo horrible con Dallas, pero me hace
callar, trabajando frenéticamente para deshacer mis restricciones.
Más personas llegan, pero nunca me dejan hablar. Estoy atada a una camilla,
batas blancas pasan zumbando cerca de mí mientras sigo luchando por respirar.
Estoy viendo el rostro de Roger, pero se ha ido. Como un fantasma que vino a
atormentarme, ha desaparecido, por lo que me pregunto si estuvo realmente allí.
Pero al final del pasillo, justo antes de que me empujen hacia el ala médica de rayos
X, escucho a una de las enfermeras decir:
―Oh, Dios mío. ¿Qué le pasó en el cuello?
Y supe que Roger realmente había estado allí después de todo.
Soy momentáneamente desatada, rodeada de Cuidadores en una enfermería
mientras esperamos al Dr. Beckett.
―Fue Roger ―le digo a Asa con voz ronca ya que mi garganta sigue doliendo.
Él asiente, con los hombros rígidos y su postura alerta.
―Sí, lo vi correr por delante de mí. Pensé que había salido desde el cuarto de
Dallas, pero entonces te oí gritar. ―Sus ojos miran hacia abajo como si estuvieran
cargados de culpa, y estiro mi mano hacia su antebrazo. En el momento en que lo
hago, se estremece alejándose como si lo hubiera quemado. Rompí su confianza al
perseguir a Dallas. No creo que me vaya a ayudar de nuevo.
El doctor entra en la habitación, y Asa se mueve rápidamente para tirar de él a
un lado antes de que pueda hablar conmigo. Observo, ansiosa por decirle al Dr.
Beckett exactamente lo que sucedió para que pueda evitar que Roger lastime a Dallas
o encuentre a Realm.
El doctor saca su teléfono y comienza a hablar; disparando miradas de
preocupación en mi dirección. ¿Está llamando a Roger? ¿El Programa involucraría a
la policía? Después de un momento el Dr. Beckett cuelga, pasando por delante de
Asa para pararse delante de mí. Con aire ausente, me toca el cuello.
Su sonrisa es arrepentida pero cálida.
―Déjenos en momento ―dice a los otros Cuidadores, mirando hacia atrás una
vez. Intercambian miradas, pero luego se van incluyendo Asa. Pronto somos solo el
buen doctor y yo, solos en una pequeña habitación blanca. Estoy empezando a entrar
en pánico, asustada de que el doctor trate de hacerme daño, como Roger hizo. Soy
vulnerable. Tengo miedo.
―Debo admitir que… ―comienza el doctor―, vine aquí esperando a Michael
Realm. Estoy decepcionado de que no haya venido por ti. Supongo que no te quiere,
después de todo.
Su comentario cruel duele, pero lo ignoro, centrándome en lo que realmente
importa.
―No puedes dejar que Roger se salga con la suya ―digo después de un
silencio prolongado. Mi voz es estrangulada y débil―. Él es un psicópata y va a
matar a Dallas y Realm. Sé que él es parte del club de los chicos aquí, pero aún usted
debe tener límites.
―Se están tomando medidas.
Me río, pero luego agarro mi cuello dañado para aliviar la quemadura. Los
doctores son los que están locos. Nosotros no. No los pacientes.
―Él va a salirse con la suya ―digo―. Al igual que la última vez. ―Lo miro
directamente a los ojos―. Él estaba chantajeando a los pacientes para tener
relaciones sexuales con él a cambio de recuerdos.
La expresión de Beckett se tambalea.
―¿Son estos rumores? ¿Cómo sabes eso?
―Era un paciente, ¿recuerdas? ―Hago una pausa―. Era una víctima.
―¿Retienes recuerdos?
―¿No estás entendiendo el punto? Él está violando a chicas menores de edad,
Beckett. ¿A quién le importa si deja que mantengan un recuerdo intrascendente?
Están perdiendo mucho más. Y todo esto debe estar documentado ―agrego―. Fue
despedido mientras yo era una paciente.
Una vez más el Dr. Beckett se ve perplejo. No puedo creer esto.
―El Dr. Warren sabía todo al respecto ―le digo―. Realm rompió su brazo,
despidió a Roger y lo escoltó fuera. ¿Por qué El Programa lo contrataría de nuevo?
―No lo hicimos. Roger ya no trabaja para El Programa, no a nivel público. Y
tampoco lo hace el Dr. Warren en todo caso. Su posición se terminó después de que
enloqueciste ―exhala Beckett, con aspecto cansado―. Sloane, vamos a tener que
hablar de la enfermera Kell.
La culpa ataca mi conciencia.
―¿Está bien?
El Dr. Beckett inclina su cabeza de lado a lado.
―Ella no está genial, eso es seguro. Necesitó varias grapas para cerrar la herida
en su cabeza. ¿Es así como le pagas a alguien que ha estado tratando de ayudarte?
¿Todavía crees que no estás enferma?
―No quería hacerle daño ―le digo, avergonzada―. Solo quería ver a Dallas.
Estaba preocupada por ella. Lo que están haciendo está mal. No pueden
simplemente convertirnos en zombis.
El Dr. Beckett se burla.
―Difícilmente, Sloane. Has visto a Lacey, los pacientes están perfectamente
bien. Solo… menos violentos. Menos suicidas. ¿Puedes realmente no ver eso?
Nunca le haré entender. Creo que él cree en esta mierda.
―Déjame en paz entonces ―le digo―. No sé dónde está Realm, e incluso si lo
hiciera, nunca lo diría. Él pudo haberme traicionado, pero por lo menos no es un
idiota delirante.
El Dr. Beckett no se mueve al principio, pero luego una amplia sonrisa de
Cheshire, se extiende por su rostro.
―Pobre chica ―empieza con una voz simpática―, realmente eres un alma
perdida. ―Se agacha y roza los dedos en mi mejilla suavemente―. Que duermas
bien, Sloane ―murmura―. Haré lo que pueda para ayudar a Dallas.
En el momento justo, la puerta se abre y dos Cuidadores entran, hablando en
voz baja. El Dr. Beckett me da una última mirada, su expresión un poco dudosa, no
obstante, pero preocupada.
―Recorran la zona, y llamen fuera y hagan que busquen en los alrededores
―dice a los Cuidadores―. Y mantengan seguridad adicional fuera del aislamiento
hasta que el cirujano llegue mañana. ―Los Cuidadores, como esclavos sin sentido,
se van con su misión.
―¿Así que eso es todo? ―grito a la espalda de Beckett cuando empieza a
irse―. ¿Solo vas cortar nuestros recuerdos y fingir como si nunca hubieran existido?
―Créeme, Sloane ―dice―. Me gustaría que eso fuera todo. No te puedes
imaginar la pesadilla de relaciones públicas que tú y tu novio han creado para
nosotros. Pero vamos a salir de ella. El Programa va a sobrevivir. Debido a que los
adolescentes van a seguir tratando de quitarse la vida, y vamos a seguir salvándolos.
Es el nuevo orden de cosas. Me alegro de estar en el lado correcto de la batalla.
―No lo estás.
―Sí, bueno, ¿qué sabes? ―dice, la molestia atraviesa su exterior
contrariamente frío―. Estás deprimida. Delirante. Tu opinión significa mierda aquí.
―Hace una pausa, visiblemente avergonzado de sí mismo―. Te veré en el otro lado,
Sloane. Creo que serás mucho más agradable entonces. ―Y con eso, el Dr. Beckett
me deja encerrada en una celda acolchada, mientras que él vuelve a ocuparse del
Programa.
Capítulo 7 Traducido SOS por Scarlet_danvers
Corregido por sttefanye
ames ―le susurro al aire sobre mi cama, deseando que su
nombre pudiera invocarlo. En su lugar solo puedo imaginar su
rostro, sus ojos tan azules, el sonido de su voz. James no está
realmente aquí. Nunca lo estará. Estoy sola en una habitación, las
manos a mi lado en la posición más claustrofóbica en el mundo.
Cuando me siento en silencio, siento que mi cordura vacila. No estoy segura
de cuánto tiempo ha pasado desde que ataqué a la enfermera Kell. ¿Un par de horas?
¿Un día? No hay forma de saberlo. No hay ventanas. No cualquier cosa. Otra
enfermera ha llegado en dos ocasiones a ayudarme a usar el baño. La última vez que
estuvo aquí, me vistió con una bata gris áspera, pero no me habla. De hecho, podía
sentir que me odiaba. Me pregunto si era amiga de Kell. Una vez, casi le pregunté
acerca de mi antigua enfermera, pero luego lo pensé mejor. No tengo el derecho de
preguntar. Soy la loca que le hizo daño.
Ahora estoy atada a una cama, diciendo en voz alta el nombre de mi novio, en
realidad esperando una respuesta. El tiempo pasa, y entonces desde más allá de la
puerta oigo sonidos… pasos pesados, no los pasos suaves y tranquilos de la
enfermera. Luego más ruido, varias personas. Mi pulso se acelera y sonrío. Vinieron
por mí. James y Realm finalmente han venido por mí.
Esfuerzo mi cuello, levantando la cabeza de la cama para ver la puerta. Voy a
salir de aquí. Los pensamientos giran en mi cabeza, erráticos y chocando entre sí. No
trato de eliminarlos. En su lugar empiezo a gritar.
―¡Estoy aquí! ―les grito a ellos―. James. ―Toso, mi garganta adolorida aún
por el ataque de Roger, pero no me importa. No quiero que sigan caminando. Oigo
el golpe de una tarjeta, el pitido de la puerta, estoy casi libre.
La puerta se balancea abierta, y me toma un momento para procesarlo. No es
James, o incluso Realm. Es un hombre con una bata blanca, el cabello claro peinado
suavemente. Detrás de él hay otros dos chicos, casi copias de cada uno. La sonrisa
se cae de mi cara. Las mariposas en mi estómago se incendian y se convierten en
cenizas, llenándome con desesperación.
―No ―digo, sacudiendo la cabeza lentamente―. No.
―J
El Cuidador traicionó sus emociones mientras entra en la habitación. Comienza
a desatar las ataduras, su tacto firme pero no doloroso.
―Vamos a un viaje, señorita Barstow ―dice como si fuera incapaz de
comprender sus palabras―. Voy a ayudarle, y luego solo tienes que caminar con
nosotros, ¿de acuerdo?
―¿A dónde vamos? ―le pregunto.
―Hay un médico que quiero que conozcas.
Dejo que el chico me ayude a levantarme, contenta de estar de nuevo de pie.
La parte de atrás de mi cabello es una maraña de nudos, y me paso la mano sobre
ella con timidez mientras salimos de la habitación. No voy a ir a ver al Dr. Beckett,
voy al cirujano. Van a lobotomizarme.
Uno de los Controladores se queda atrás, cuidando lo que debe ser la
habitación de Dallas. Nada a mi alrededor parece real, ni las paredes o las batas
blancas. Ni el olor del jabón o el dolor en mis muñecas. Estoy caminando a través de
una pesadilla de la que nunca voy a despertar. ¿Será esta yo ―la yo que soy ahora―
atrapada en una celda acolchada mientras que la nueva Sloane se hace cargo? Voy a
estar esperando a James para siempre. Una lágrima resbala por mi mejilla, y la
atrapo en un soplo, mis labios secos se agrietan cuando empiezo a gemir. El miedo
es tan completamente abrumador, que lo abarca en su totalidad, así que me dejo caer
en un recuerdo, me retiro a un lugar seguro. Un último lugar. Pienso en James.
―Sloane ―dice James, su labio se curvaba en una sonrisa―. Creo que debes aprender
a nadar.
―Uh-huh. ―Ajusto el sonido de la radio del auto, y James golpea juguetonamente mi
mano.
―No estoy bromeando ―dice―. ¿Y si tuviéramos que nadar por nuestras vidas?
Me doy vuelta y río.
―¿Qué, como, de los tiburones?
―Nunca se sabe.
―No, estoy bastante segura de que nunca voy a tener que nadar lejos de tiburones.
Estoy bien con no nadar, James. Soy bastante buena en saltar rocas. Voy a tener que
mostrártelo en algún momento.
―No me gusta que tengas miedo ―dice, su sonrisa se desvanece mientras su voz se
vuelve más grave.
Vamos en camino a encontrarnos con Lacey y Kevin, de camino a unirnos a los rebeldes.
Cada momento de normalidad que tenemos tiene un trasfondo de miedo. No creo que me vaya
a ir de nuevo.
―No quiero que te asustes de nada ―dice James―. Quiero que luches. Lucha por todo,
siempre. De lo contrario, ellos ganan.
Trago saliva, lo no dicho “ellos” siendo El Programa.
―Luché por ti ―murmuro.
James levanta un hombro en un encogimiento.
―Sí, bueno. Ahora quiero que aprendas a nadar.
―Nunca.
James enciende el limpiaparabrisas mientras una suave lluvia comienza a golpear el
vidrio. Niega como si yo fuera el mayor dolor en el culo que ha conocido.
―Un día ―dice―, voy a encontrar una manera de convencerte para que me escuches.
Abro los ojos, el pasillo se extiende interminablemente. Las paredes blancas
comienzan a desaparecer, el color se profundiza a un gris polvoriento cuanto más
me acerco a la habitación del cirujano. Nunca voy a nadar con James. Estaba en lo
cierto; estaba demasiado asustada, siempre demasiado asustada. Me giro de lado a
lado, mirando a los Controladores mientras ellos continuaban acompañándome
hacia adelante, me muevo más cerca del final de la vida como la conozco.
No puedo tener miedo nunca más. Tengo que nadar.
―Te das cuenta de lo que estás haciendo, ¿verdad? ―le pregunto a uno de los
Controladores―. Ni siquiera estoy enferma. Ellos están haciendo esto para
mantenerme tranquila.
Ninguno de ellos me mira, aunque veo que el Controlador a mi derecha
bizquea ligeramente. Ojalá Asa estuviera aquí; me gustaría que me ayudara. Pero en
cambio tengo estos dos extraños con quienes tendré mi última conversación antes
de reunirme con el doctor. Tiro mis brazos hacia atrás, pero me agarran rápido.
―Mantente en movimiento ―dice uno con suavidad, como si realmente
estuviera loca.
―No puedo creer que te dejes ser parte de esto ―le siseo a él―. No puedo
creer que dejes que destruyan personas. ¿Qué pasa si yo fuera tu amiga? ¿Tu
hermana? ¿Qué pasa si yo fuera tú?
El Cuidador se gira, su labio se arruga con algún tipo de respuesta preparada,
pero aprovecho el momento. Tiro todo mi peso en mi hombro y lo golpeo contra él,
haciéndole perder el equilibrio mientras liberaba mi brazo del otro Controlador. Mis
calcetas se deslizan en el suelo, pero me da una ventaja mientras caigo más bajo,
perdiendo el brazo oscilante del Controlador tratando de atraparme.
Me quito, deslizándome hasta que consigo suficiente tracción, y luego me voy
a través de las puertas que dan al pasillo principal. Los Controladores están
gritando, tanto a mí como a sus radios. Nunca voy a salir así, pero me niego a dejar
que me lleven a mi muerte. Si van a llevarme, van a llevarme pateando y gritando.
No voy a hacerlo más fácil para ellos.
Las paredes son de color blanco de nuevo y estoy corriendo tan rápido como
mis piernas pueden llevarme. No estoy segura de hasta qué punto detrás de mí
están, y no me vuelvo a mirar, con miedo de que esto me haga reducir la velocidad.
Espero por el choque del Taser en cualquier momento, pero sigo adelante. Nunca
voy a parar.
Tomo la última curva y veo las espaldas de varios guardias de seguridad. El
aire se atrapa en mi garganta, mi estómago se hunde en el suelo. Se ha acabado.
Estoy a punto de gritar, luchar hasta la muerte, pero no giran hacia mí, y de repente
los Controladores detrás de mí dejan de gritar. Escuchan a sus radios, mirando de
mí a la escena más adelante. Estoy confundida, mi adrenalina pulsando a través de
mis venas hasta que escucho las otras voces. Me doy cuenta de que seguridad no se
preocupa por mí o las llamadas de mis Controladores ya que están hablando con
alguien, o más bien, de forma activa tratando de mantener a alguien fuera de la sala.
Sigo en esa dirección, sabiendo que estoy caminando directo a las manos de
seguridad, pero con la esperanza de que sea mi salvación de alguna manera. Echo
una mirada hacia atrás a los Controladores, que han parado, indecisos acerca de qué
hacer. Uno de los guardias de seguridad levanta la voz, repitiendo que no tiene
ningún comentario. Oh, Dios mío.
Empiezo a correr, estirando el cuello alrededor de los hombres con hombros
amplios. Otra voz grita que no va a ser censurado, y la reconozco. Me detengo junto
a la puerta de la escalera, inundada de alivio, un alivio abrumador.
Un guardia da pasos hacia él, y él entra en el foco. Kellan, su cabello oscuro,
sus ojos ansiosos.
―¿Kellan? ―digo, no lo suficientemente alto como para que él me oiga, porque
en realidad mi voz todavía está ronca, porque ya estoy llorando. Estoy salvada. El
reportero no me dejará lobotomizar.
Detrás de Kellan hay un camarógrafo filmando todo el intercambio a pesar de
que uno de los guardias de seguridad se mantiene empujando su objetivo,
golpeándolo a un lado. Me pongo de puntillas, levantando mis brazos cansados para
agitarlos y llamar la atención del reportero, cuando la puerta a mi lado se abre con
un fuerte chasquido. Antes de que siquiera tenga tiempo de ver de quién se trata,
una mano sale disparada y me agarra el codo, tirando de mí en el hueco de la
escalera. La puerta se cierra detrás de mí.
Capítulo 8 Traducido por veroonoel
Corregido por Nanis
anto Cristo, Sloane ―dice James, tirándome detrás de él antes
de atascar una llave de tuerca en la barra de metal de la puerta,
asegurándose de que cerrara. Sin decir una palabra, me
abraza, presionando sus labios en mi frente mientras permanecemos en la fría
escalera de cemento.
Ni siquiera puedo abrazarlo. Mis manos tiemblan cuando las levanto
lentamente, para tocar la manga de su camisa y luego su brazo; su cálida piel. Miro
hacia arriba y estudio sus ojos azules, su cabello rubio desgreñado, la barba rubia de
su mandíbula. Es el James de mis recuerdos. ¿Es él solo un recuerdo?
―¿Eres real? ―pregunto, mi voz vacilante. Medio creo que he caído en una
ilusión, que tuve la lobotomía y esta es la psicosis resultante. Pero luego mis dedos
tocan las cicatrices en el bíceps de James y sé que es él. Gimo y caigo contra él de
nuevo.
―Estoy aquí ―murmura James, sosteniéndome tan firmemente, tan
seguramente―. Estoy aquí, Sloane. Te dije que vendría por ti. Ahora ―se inclina
para verme―, tenemos que sacarte de aquí. Tu amigo reportero está creando una
distracción, pero tenemos que irnos ahora. ¿Puedes correr?
Asiento, secándome la cara, pero incapaz de soltar el brazo de James. Tengo
miedo de que se escape, y luego alguien me agarre y me arrastre de nuevo al pasillo
blanco. Y no puedo volver. Simplemente no puedo.
―¿Qué hay de Dallas? ―pregunto―. Ellos la tienen y…
―Ya he enviado por ella ―dice una voz desde el rellano de abajo.
Miro hacia abajo por las escaleras y veo a Realm allí de pie, usando una
chaqueta blanca, su cabello peinado liso. La imagen me hace sentir tan enferma del
estómago que pienso que voy a vomitar. Realm como un Controlador. Realm como
quien es.
―Una vez que estés segura afuera, Asa va a traer a Dallas abajo ―dice―. Me
dio su tarjeta de acceso, y en la locura de todo, conseguimos deslizarla inadvertida.
Fue un plan brillante, si me permites decirlo. ―Sonríe un poco, pero no le devuelvo
la sonrisa.
―S
Dejo caer la mano de James y comienzo a bajar las escaleras, mi cuerpo
temblando, mi cara caliente como si estuviera en llamas. La expresión de Realm se
ilumina cuando me acerco a él. Cuando hago una pausa en el rellano, lo miro. Su
cicatriz aún es irregular en su cuello, justo por encima del cuello de su chaqueta
blanca. Su piel no luce tan pálida y los círculos no son tan perceptibles. No estoy
segura si es maquillaje o simplemente que el Controlador blanco le queda bien.
Le doy una bofetada. Lágrimas se derraman por mis mejillas y me arde la
palma de la mano. Realm mantiene su rostro vuelto por un largo segundo, y luego
se endereza lentamente, sus ojos llorosos.
―Lo siento ―susurra, a sabiendas. Me inclino más cerca.
―No te perdono ―gruño. Hay un toque en mi brazo, sobresaltándome, y me
vuelvo para ver a James.
―Tenemos que irnos ―dice suavemente, mirando a Realm con compasión.
¿Sabe James que Realm es un Controlador? ¿Habría dejado que viniera aquí si lo
supiera?
Los dedos de James se deslizan hacia abajo para tomar mi mano de nuevo, y
asiente como si me estuviera pidiendo que confíe en él. Lo hago. Me tira hacia
adelante, pasando a Realm, aunque no he terminado con él. No aún. Pisoteamos las
escaleras hacia abajo, Realm quedando atrás. Justo cuando llegamos a la puerta de
salida, oímos temblar la puerta de la escalera, resonando contra la llave de tuerca.
Están viniendo. James me aprieta la mano justo antes de que traspasemos la puerta,
y la ardiente luz del sol me enceguece un instante. Los guijarros en el pavimento me
están cortando a través de las calcetas antideslizantes, pero sigo adelante, aunque
no tengo idea de dónde me está guiando James. Una alarma suena en el edificio y
mi miedo se dispara. Nunca llegaremos lejos. Nunca nos dejarán.
―Por allí ―grita Realm directamente detrás de mí, señalando más allá de mi
hombro izquierdo. Podría pasarme; él es más rápido; pero está tratando de
protegerme. A un lado del edificio hay un pequeño callejón donde sobresale el frente
de una camioneta blanca. Oigo el golpe de cuerpos contra la puerta de metal; los
Controladores casi están afuera. Mis pulmones queman mientras corro, sabiendo
que estoy corriendo por mi vida.
Hay un estacionamiento medio lleno de autos, pero nos estamos dirigiendo
hacia el callejón. En ese momento veo el destello de una bata blanca al lado de la
camioneta y mi cuerpo entero se tensa, haciéndome tropezar un paso antes de que
James me enderece. El Controlador está empujando una silla de ruedas,
deteniéndose para abrir la puerta trasera de la camioneta. Un grito se escapa de mis
labios porque reconocería ese cabello rubio en cualquier lado. Miro mientras Asa
carga a Dallas en la parte de atrás de la camioneta, su cuerpo inerte y poco
cooperativo como si estuviera muy drogada. En la distancia, oigo el inicio de las
sirenas, y sé que no quiero quedarme para ver llegar a la policía.
Aunque El Programa está mal, no voy a tomar el riesgo de que las autoridades
no me crean. En el caos, podría terminar de nuevo dentro del recinto mientras
arreglan las cosas. No soy tan ingenua para pensar que El Programa no haría todo
lo posible para mantenerme callada.
―Tienes que correr más rápido, Sloane ―dice James, mirando una vez hacia
atrás y luego renovando su velocidad, prácticamente arrancándome de mis pies. Los
Controladores deben estar acercándose, y es como si pudiera sentirlos respirándome
en el cuello. Dallas dijo una vez que era imposible sacar a alguien del Programa; lo
han intentado. James le dijo que debían estar haciendo algo mal. Espero que haya
descubierto la manera correcta.
Rodeamos la esquina y Asa ya está en el asiento delantero, el motor encendido.
Se arranca la chaqueta blanca, tirando de su cinturón de seguridad y acelerando el
motor. La parte trasera aún está abierta, y estamos tan cerca de ser libre que estoy
segura que lo lograremos. Tenemos que lograrlo.
Oigo la palanca de cambios y por un loco segundo pienso que la camioneta nos
va a dejar, pero siento que alguien agarra la parte de atrás de mi bata y me lanza
hacia delante. Estoy completamente fuera de balance mientras me tropiezo, cayendo
al estribo de la camioneta. Hay una revuelta a mi alrededor, una ráfaga de manos
haciendo imposible ver que está sucediendo. Y luego me muevo. La gravedad me
hace rodar dentro de la camioneta y la puerta se cierra, bloqueándome en el interior.
Realm se derrumba junto a mí, y estamos hombro con hombro. Los neumáticos
de la camioneta chillan, girando mientras nos movemos sin control y nos
disparamos hacia delante. Mis pulmones queman y me duele el costado. Quizás
estoy herida internamente, pero mi adrenalina está corriendo demasiado fuerte para
poder analizar adecuadamente mi condición.
―Gracias, hombre ―dice James, sus mejillas encendidas y su cabello
enmarañado por el sudor. Me doy vuelta y veo que está mirando a Realm. Realm
jadea para respirar a mi lado pero levanta su mano en un saludo a medias. Realm es
quien me empujó dentro de la camioneta. Me aparto de él, incapaz de mirarlo a la
cara; a pesar de que me acaba de salvar la vida.
―¿Sloane?
Sonrío, reconociendo la voz, y me esfuerzo hacia arriba, gimiendo por el severo
dolor en mi costado. Empujo la mano de Realm cuando trata de ayudarme. Dallas
está en la parte de atrás, un cinturón de seguridad a través del pecho de su bata de
color gris. No lleva un parche, y no puedo contener mi risa de alivio. No ha sido
lobotomizada.
Quiero pararme y abrazarla, pero la camioneta está avanzando a una velocidad
de vértigo y no puedo orientarme. James se ha movido al asiento del pasajero,
hablando con Asa y dándole direcciones. El Controlador, mi amigo, es ahora un
fugitivo, y puedo decir por la falta de color en sus mejillas que lo sabe.
Hay otro fuerte dolor en mi costado, y levanto la punta de mi bata gris para
comprobar si hay una lesión. Hay un oscuro moretón púrpura del tamaño de un
puño con magenta oscuro en el centro. Trago saliva y lo cubro rápidamente, tratando
de recordar cuáles son los órganos vitales en mi lado derecho.
―Realm, ayúdala en el asiento ―grita James desde el frente, atrayendo mi
mirada. Cuando ve mi expresión, frunce el ceño―. ¿Estás bien? ―Comprueba con
Asa antes de venir a recogerme del suelo, usando el asiento para sostenerse. No
respondo y dejo que James me mueva, mordiéndome el labio con fuerza para no
gritar de dolor al ser empujada. Realm nos rodea, tomando el lugar de James en la
parte delantera.
Estoy plegada sobre mí misma y me deslizo al lado de Dallas. James está
preocupado, pero también está mirando por la ventana buscando policías; o peor,
Controladores. Veo el reflejo en el espejo retrovisor de Asa e inmediatamente me
asusto.
―¡Nos están siguiendo! ―Hay un auto negro cerca, avanzando a través del
tráfico. Cuando giramos, gira con nosotros. Un miedo abrumador burbujea.
James sigue rápidamente mi mirada al auto negro detrás de nosotros y toma
mi mano para calmarme.
―Es Kellan ―dice―. Está bien. Es solo Kellan. ―Encuentro la mirada de
James, sorprendida. Ciertamente sorprendida―. Tenía su tarjeta de visita ―añade
James―. Él nos ayudó a sacarte.
Miro el auto de nuevo, pero las ventanas son muy oscuras para ver al
conductor. Estás sucediendo tantas cosas, no estoy segura qué preguntar primero.
Apoyo la cabeza en el pecho de James, feliz de tenerlo de vuelta, más feliz de ser
libre. Sin embargo, no puedo evitar preguntarme por cuánto tiempo.
―¿A dónde vamos? ―pregunto, envolviendo mis brazos alrededor de James,
suspirando luego de que sus manos pasan a lo largo de mi cabello. Me pongo tensa
cuando Realm es quien responde.
―Vamos a Oregón ―dice tranquilamente. Me esfuerzo hacia arriba, mirando
hacia el frente. ¿Está loco?
―Nos estarán esperando allí. No puedo simplemente aparecerme en mi
puerta. ¡Mis padres me entregaron al Programa!
―Es nuestra única opción.
―Oh, ¿se supone que ahora debo confiar en ti? Eres un Controlador; siempre
has sido un Controlador. ¡Dejaste que me llevaran! ―Lágrimas amenazan con
derramarse, la traición atacándome de nuevo. Incluso si perdonara a Realm por todo
lo que hizo antes, él no nos sacó de aquella casa de campo. Nos encontró para El
Programa; y desapareció cuando lo necesitaba más que nunca.
Realm baja la cabeza, no atreviéndose a mirarme.
―No dejé que te llevaran. Simplemente no tenía el poder para detenerlo. Cas
me habló de su problema, pero todos hubiéramos estado jodidos si no me iba cuando
lo hice. Traje a James. ―Se vuelve hacia mí, su mandíbula endurecida―. Lo traje
para ti, así que sí, deberías confiar en mí.
James me acerca más hacia él, murmurando que Realm está en lo correcto. Pero
no es suficiente para mí. Estoy más enojada de lo que creía posible; sobre Realm
siendo un Controlador, sobre la casa de campo… Pero eso no es todo. Hay un rastro
de una memoria en mi cabeza, y me giro hacia Dallas, segura de que tiene que ver
con ella. Pero nada sale a la superficie. Miro de nuevo a Realm. Ellos lo borraron. El
Programa borró parte de la razón por la cual estoy enojada con él; lo puedo sentir.
¿Qué más pudo posiblemente haber hecho? Me niego a perdonarlo por los crímenes
que no puedo recordar; no soy de ese tipo.
―Así que volvemos a Oregón ―digo, agitada de que El Programa llegó a todos
mis recuerdos―. ¿Y luego qué? ¿Cuánto tiempo antes de que vengan por nosotros
otra vez?
Asa mira a Realm, obviamente teniendo las mismas preocupaciones. Me doy
cuenta de la mierda que debe ser esto para él. Cualquier deuda que tenía con Realm
está pagada, pero ahora su vida está arruinada. Está escapando con un grupo de
rebeldes medio enloquecidos.
―No lo sé ―dice Realm con solemnidad―. Pero tú no vas a casa. Vamos a
Oregón a encontrarnos con alguien; un amigo. Probablemente el único que nos
queda.
―¿Quién? ―A esta altura, no puedo imaginar a nadie que quiera pelear con
nosotros, ni siquiera por él.
Realm sonríe tristemente y vuelva la cara hacia el frente de nuevo.
―Vamos a ver a la Dra. Evelyn Valentine.
Capítulo 9 Traducido por veroonoel
Corregido por Nanis
as casas rurales en el campo de Oregón todavía lucen igual, y la nostalgia
aumenta a medida que nos acercamos más a la ciudad. Me he pasado la
vida conduciendo a través de estos pastos, haciendo excursiones y
acampando con mi familia; mi hermano. A pesar de que no puedo recordar, la he
pasado con James también.
Mis párpados están pesados mientras batallo contra el sueño, pero mi lado está
endureciendo, dolor irradiando desde el moretón. James se encuentra en la parte
posterior de la camioneta hablando con Dallas, pero sus respuestas de una sola
palabra hacen poco para aplacar nuestros temores. Está enferma; gravemente
enferma. Hay un acuerdo tácito entre todos nosotros para mantener vigilancia sobre
ella. Y asegurarnos de que no salte de la camioneta en movimiento.
Realm ha estado hablando por teléfono con Kellan, pero no está ofreciendo
mucha información. Las conversaciones suenan sombrías, todo termina en "Ya
veremos”. Hubiera pensado que nuestras caras estarían en todas las noticias y los
escáneres, pero El Programa debe estar tratando de encubrir este hecho. No hay ni
siquiera una Alerta Ámbar emitida por nosotros.
Los asientos se desplazan mientras James agarra la esquina y sube a sentarse a
mi lado. El movimiento renueva mi dolor, y aprieto los dientes para detener un grito.
No soy lo suficientemente rápida para ocultarlo, y James se inclina cerca, volteando
mi cara hacia la de él.
―¿Qué pasa? ―pregunta seriamente. Se da cuenta que estoy favoreciendo mi
lado derecho, y sus ojos voltean acusadoramente a los míos―. ¿Estás herida?
―Realm se vuelve inmediatamente desde el frente, y sé que un espectáculo está a
punto de comenzar.
―Me di un golpe bastante fuerte con el lado de la camioneta ―digo, con los
labios secos―. No voy a mentir, esta mierda duele. Asa ―grito hacia el frente con
una débil sonrisa―, ¿por casualidad tienes algo para arreglar esto?
Mi Controlador me mira a través del espejo retrovisor.
―Algunas tomas de Thorazine. Aunque puedes esperar dormirte si te doy una
de esas.
L
Sacudo mi cabeza. Puede que tengamos que escapar de la amenaza por ahora,
pero si me duermo, no seré de ninguna ayuda. No puedo tomar ese riesgo. No creo
que vuelva a dormir de nuevo nunca.
―Deja que te dé una toma ―susurra James, inclinándose más cerca. Desliza su
palma suavemente en el moretón para revisarlo, y hago una mueca de dolor―. No
puedo besar el dolor hasta que se vaya.
―Perdón por empujarte ―dice Realm en voz baja―. Yo hice esto.
Trago saliva fuertemente, mirándolo. Hay una oleada de afecto, pero la aplasto
rápidamente, negándome a dejarlo entrar aunque sea un momento. Porque si lo
hago, no sé cuánto de mí tomará.
―No seas estúpido ―le dice James, no sin amabilidad―. Nos salvaste la vida.
Ahora, Asa. ¿Me puedes pasar la aguja? ―Miro a James con súplica, pero sacude su
cabeza definitivamente―. No voy a permitir que te pase nada. Lo prometo.
Nos miramos el uno al otro, sabiendo que lo ha prometido antes. Tal vez es así
como funcionamos: haciendo promesas acerca de cosas que van más allá de nuestro
control para ofrecer un momento más de esperanza. Esperanza; como Arthur
Pritchard nos ofreció, a veces es suficiente para sobrevivir.
Así que asiento, empujando la manga de mi camisa para darle acceso a la parte
superior de mi brazo. Asa le da la aguja, y James se ve todo nervioso cuando quita
la tapa y la mantiene en alto como si estuviera a punto de apuñalarme. Si mi lado no
me doliera tanto, me reiría.
―Espera ―dice Realm, subiendo de nuevo y tomando la aguja del puño de
James―. Jesús, no estás tratando de romper a través de su coraza. ―Realm se desliza
entre nosotros, y tan cerca de él que estoy golpeada por el dolor.
Se ha quitado la chaqueta de Controlador y está usando una camiseta de
algodón en su lugar. Pero su cabello aún está peinado hacia un lado, y pienso que
luce guapo. Lo odio más por ello.
―Aquí ―dice en voz baja, incapaz de mirarme a los ojos tan cerca. Pasa sus
dedos sobre mis músculos, cálido y suave, y luego agarra la parte inferior para
levantar mi brazo―. Respira ―susurra, demasiado amable. Lágrimas aparecen, y
aprieto los labios para no gritar. No quiero tenerlo aquí; no quiero el dolor y el
arrepentimiento. No quiero amarlo y odiarlo al mismo tiempo.
Hay un pinchazo y una profunda quemadura mientras me inyecta, y grito.
Pero no es la aguja haciéndome daño, y Realm lo sabe. Cuando quita la punta, me
tapo la cara y continúo llorando; lloro por todo lo que he perdido en los últimos
meses. Las maneras en que he sido violada y traicionada. ¡Me iban a lobotomizar!
Nada volverá a estar bien de nuevo. Así que lloro.
Realm se levanta y James se desliza a mi lado, susurrando que debería dejarlo
salir, mientras me ayuda a acostarme sobre su regazo. Me acurruco contra él, mi
lado aún dolorido, y lanzo unos gemidos más. El Thorazine trabaja lentamente a
través de mí, cubriéndome de alegría. Esta vez no lucho en contra de la calma.
―Estaremos con Evelyn en una hora, y Sloane puede descansar allí ―anuncia
Realm desde el frente, haciendo una pausa antes de continuar―. Siempre y cuando
la doctora nos deje entrar.
Hay un roce fuerte de la puerta de metal abriéndose, y me sobresalto al
despertar. Mi lado no me duele; se siente rígido y pleno, y me imagino por un
segundo que mi abdomen se ha endurecido como la madera petrificada.
―Vamos a llevarla a la parte de atrás ―dice una voz de mujer. El sonido es
áspero con un débil acento alemán. Debe ser Evelyn Valentine. Unas manos fuertes
se deslizan debajo de mí, levantándome del asiento, y mi cabeza cae sobre el pecho
de James. Estoy tratando de despertar, pero puedo mantener los ojos abiertos
durante solo unos segundos a la vez mientras lucho contra el Thorazine.
―¿Es suicida? ―pregunta la doctora.
―No. ―Es Realm quien responde desde mi lado. Parpadeo y veo las tejas de
madera de una pequeña casa de campo mientras nos acercamos a la entrada. Hay
parras que se arrastran por los lados como si la casa estuviera tratando de
permanecer oculta en la naturaleza―. Está molesta, sin embargo ―añade Realm―.
Casi no llegamos a ella a tiempo. La otra, Dallas, necesita tu ayuda.
La doctora suspira, murmurando algo que no entiendo. Vuelvo la cabeza
perezosamente para buscarla, pero la escena está rebotando violentamente mientras
James me lleva. Es difícil para mí recuperar el aliento.
―Hola, querida. ―Está a mi lado: una mujer alta y esbelta con gafas. Está en
los sesenta años, con el cabello marrón tupido y un lunar en un lado de la nariz.
Sonríe; sus dientes son de color amarillo y apiñados, pero su expresión es verdadera.
Me gusta inmediatamente―. No intentes hablar ―dice con un gesto impaciente de
su mano―. Tienes que deshacerte de las drogas durmiendo. Voy a echar un vistazo
a tu lado primero, solo para asegurarme de que no te has lesionado demasiado mal.
―¿Estará bien? ―James no está tratando de ser valiente. Es un desastre, y si
no fuera yo quien estaba siendo llevada, querría abrazarlo y decirle que estoy bien,
solo para que no tuviera que estar tan asustado.
―Oh, creo que sí ―dice la doctora, y siento que hace mi cabello hacia atrás. Mi
cuerpo se desplaza mientras James se da vuelta de lado para caber a través de la
puerta. Somos tragados por la oscuridad. Las ventanas están cubiertas, y desde
encima de nosotros una luz se prende―. Se ve como un hematoma desagradable,
pero voy a presionar un poco solo para asegurarme―. Acaricia mis brazos para
hacerme saber que solo está bromeando―. Muy bien, ponla ahí.
Frescas sábanas vienen a mi encuentro mientras James me tiende en una
pequeña cama doble. Estoy aturdida, dolorida; pero sobre todo, me aterra estar a
solas con alguien más que no sea James. Agarro su camisa para evitar que se aleje
de mi lado. Se sienta a mi lado en la cama, tomando mi mano y llevándosela a los
labios.
―Todos menos el rubio afuera ―grita la doctora, espantando a Realm y Asa
de la habitación―. Ahora saca ese color horrible de ella ―le dice a James, y él
comienza a sacar mis brazos de la bata gris. Evelyn se arrodilla a mi lado, revisando
mi lado antes de realmente presionar y hacerme gemir. Se disculpa, pero lo hace de
nuevo en algunas otras áreas. Cuando ha terminado, camina hacia la cómoda y saca
una camiseta rosa brillante, entregándosela a James―. Ayúdala a que se ponga esto
―dice―. No puedo soportar la idea de ponerla de vuelta en gris.
―¿Se encuentra bien? ―pregunta James con voz tensa.
―Contusión, moretones. Estará sensible por un par de semanas. Hasta donde
yo sé, la mayor parte de su daño será emocional. ―La doctora toma una pequeña
silla de madera y la coloca al lado de la cama, sentándose. Una vez que estoy vestida,
dirige su mirada sobre mí y James―. Estoy muy apenada por lo que han pasado.
Pero tal vez puedan llenarme con un par de cosas. Como, cómo diablos me encontró
Michael Realm.
Me recuesto contra James, abriendo mis ojos un par de veces para despertarme.
―Cuando nos llevaron de la casa de campo ―comienza James―, Realm estaba
en la camioneta donde me cargaron. Estaba vestido como un Controlador, él y Asa,
y me llevaron a un motel cerca de la instalación. Asa no estaba incluido oficialmente
en la recolección, así que El Programa no tenía idea de que estaba involucrado.
Básicamente toda mi existencia en el lugar fue cubierta porque me fui fuera de la
red. Realm me salvó.
Hay un dolor en mi corazón, porque no estoy segura qué me podría decir
James que me hiciera perdonar a Michael Realm. Sinceramente, no lo sé.
―Tenía la tarjeta de visita de un reportero ―continúa―, y Realm y yo nos
reunimos con él. Pedimos su ayuda, con la promesa de conseguir la historia de su
carrera; pero no hasta que Sloane estuviera libre. ―James se encoge de hombros―.
Realm te ofreció, Evelyn. Dijo que podía conseguir a Kellan una entrevista contigo
si él nos ayudaba.
El buen carácter de la doctora se va por un momento mientras mira hacia la
puerta donde Realm está esperando en el otro lado. Realm me dijo una vez que
Evelyn se preocupaba por él. Pero si ella se estaba escondiendo del Programa, ¿tenía
derecho a entregarla? ¿Tiene el derecho de hacer cualquiera de las cosas que hace?
James continúa.
―Kellan tuvo la idea de entrar en las instalaciones y causar un gran revuelo.
Había intentado entrar antes y sabía que seguridad aparecería con mano armada
para sacarlo. Una vez que eso sucediera, Realm y yo íbamos a entrar. Por supuesto,
no esperábamos que Sloane tratara de escapar por sí misma, pero creo que
deberíamos haber esperado eso. ―Sonríe, pero James no se ha recuperado, no de la
idea de perderme. No puedo recordar la última vez en El Programa, pero si no fuera
por James y Realm; me hubiera ido. La verdadera Sloane Barstow estaría muerta, y
no sé si hay una manera de sentirme plena de nuevo. Para sentirme segura.
―¿Y la otra chica? ―pregunta Evelyn, cruzando los brazos sobre el pecho. No
puedo leer su expresión, si está siendo profesional o realmente enojada.
―Dallas es una de nosotros ―dice James―. Pero ha sido violada. No creo que
esté bien, no importa cómo se ve en el exterior. Realm pensó que podría ser capaz
de ayudarla, también.
―Michael Realm parece pensar un montón de cosas ―dice Evelyn―. Por
favor, adelante. ―Está definitivamente molesta. Estoy feliz de que el Thorazine ha
comenzado a desvanecerse, o tal vez mi adrenalina está trabajando a través de mi
sistema más rápido, porque medio espero que la doctora nos eche.
―El plan era sacar a Sloane y Dallas y venir aquí ―dice James―. Realm ha
sabido tu ubicación durante mucho tiempo; dijo que es por eso que se ha estado
quedando en Oregón, para estar más cerca de ti. Había estado esperando el
momento oportuno para aparecer en tu puerta. Supongo que era este.
Evelyn está callada, y en el silencio, miro en torno a lo que debe ser su
dormitorio. La luz es tenue, pero es pintoresco. Hay cuadros en las paredes; paisajes
de bosques en pinturas de aceite grumoso, y las sábanas de la cama son de un verde
profundo. Es humilde aquí, y se me ocurre que hemos acabado de destrozar lo que
quedaba de su vida. Está albergando fugitivos.
―Sabía que mi tiempo iba a llegar ―dice con solemnidad―. Y si puedo salvar
unos cuantos niños más en mi camino, que así sea. Una vez que El Programa se
entere de mi ubicación, se puede esperar que converjan en este lugar. No se pueden
quedar por mucho tiempo.
―Pero si hablas con Kellan ―dice James, inclinándose hacia ella―, le puedes
contar tu historia. Podemos acabar con El Programa. Realm pensó que sabrías cómo.
Evelyn sonríe brevemente, tirando de su suéter rojo a su alrededor.
―Michael siempre pensó demasiado bien de mí. La verdad es que El Programa
me eliminará mucho antes de que el gobierno me pueda ofrecer algún tipo de
protección. Y soy demasiado vieja para correr por más tiempo. Demasiado cansada.
Tengo un montón de secretos en mi cabeza. Seres que nunca olvidaré. ―Inclina la
cabeza, mirando a James―. ¿Sospecho que te sientes igual?
―Yo no era doctor ―dice―. Mis secretos son pequeños en comparación con
los tuyos, estoy seguro.
Evelyn se inclina hacia delante, luciendo preocupada.
―¿Estás bien? ―le pregunta en voz baja―. ¿Fuiste capaz de mantener a raya
la depresión?
James se mueve incómodamente.
―Tuve ayuda ―dice―. Entre Realm y la medicación, fui capaz de luchar
contra la peor parte. Me quedé centrado en Sloane y asegurándome de que estaba a
salvo. Pero no fue fácil. Creo que he pasado lo peor de todo sin embargo.
Evelyn asiente.
―No todo el mundo tuvo la misma suerte ―dice con solemnidad―. Van a
tener que estar preparados. Los recuerdos continuarán; algunos pueden ser más
difíciles de tomar.
―Entiendo los riesgos. Pero en este momento no tenemos tiempo para pensar.
Fuiste amable al dejarnos entrar, pero necesito saber, Evelyn, ¿puedes terminar con
El Programa?
La doctora levanta la vista hacia el techo, como si estuviera tratando de detener
que las lágrimas salgan.
―No creo que Michael me haya dejado otra opción. Y no tengo ilusiones sobre
hasta qué punto El Programa se destinará a mantenerme callada. ―Respira
fuertemente y luego se inclina hacia atrás en su silla, con las piernas cruzadas―.
¿Sabían que nunca tuve hijos propios? ―pregunta―. Cuando comenzó la epidemia,
no tenía la misma inversión como algunos de los otros médicos. Eso no quiere decir
que no estaba horrorizada; lo estaba. Pero por mucho que investigué, no pude
encontrar la fuente del brote.
»Lo más cerca que tuve fue una pequeña escuela en las afueras de Washington,
donde tres chicas se envenenaron a sí mismas en una fiesta de pijamas. Estuvieron
entre los primeros, y aparte de ser amigas, no había marcadores genéticos o enlaces.
Una de las chicas; de dieciséis años; había estado tomando antidepresivos desde que
tenía nueve años. Había sido diagnosticada con una gran variedad de condiciones,
y se le recetó medicamentos para ayudar a que funcionara en la escuela. Al final,
creo que el cóctel de medicamentos es lo que llevó a sus pensamientos suicidas.
Ahora, qué le dijo a sus amigas, cómo llegaron a querer morir; ese es el verdadero
misterio. Porque después de ese día, el brote salió.
»Historias en las noticias, artículos, imitadores. Todo sucedió tan rápido que
ya no se fue el foco por qué los adolescentes querían quitarse la vida, solo la forma
de detenerlos. Era una psicosis en todo el mundo. Al menos, eso es lo que creo. Hay
otros científicos con diferentes teorías, por supuesto. Todo parece discutible; ahora
tenemos El Programa ―dice con un gesto de sus manos―. Y no sería eso salvarnos
a todos.
Estoy absorbiendo todas las palabras de Evelyn, poniéndolas junto con lo que
he visto y experimentado. No puedo decir que estoy creyendo todas sus nociones;
no voy a minimizar el brote a una moda pasajera. Pero tal vez hay algunas semillas
de la verdad allí.
―Distinguí a Michael ―dice con nostalgia―. Tiene un buen corazón, es un
luchador. Pero también puede ser cruel y manipulador; y eso fue después de que
había sido despojado de sus recuerdos. El Programa no lo salvó; lo hizo peor. Supe
entonces que no era la respuesta. Empecé a jugar con fórmulas y encontré una forma
de devolver los recuerdos. Le di El Tratamiento a Michael, Kevin, Roger, y Peter.
―Sus párpados parpadean rápidamente mientras pelea el principio de las
lágrimas―. Peter no lo logró. A pesar de todo lo que hice para que saliera bien, no
lo logró. ―Su voz se ahoga, y tengo que mirar hacia otro lado―. Habría sobrevivido
si no le hubiera dado El Tratamiento. Yo lo maté. Me comprometí a nunca correr ese
riesgo de nuevo.
»Pero… ―dice, encogiéndose de hombros con tristeza―. El Programa se
enteró sobre El Tratamiento, y mi contrato terminó. No estaba para quedarme para
una lobotomía, pero hice lo que pude para proteger a mis pacientes. Destruí los
archivos, la fórmula. No hay píldoras además de las que Realm guardaba. ¿Supongo
que no te dijo a quién pertenecían?
―No ―le digo. La doctora se burla suavemente, lista para continuar, y me doy
cuenta a quién le robó las píldoras Realm. Roger; todo este tiempo, Roger estaba
buscando su Tratamiento, y estaba con Realm. Él se debe haber dado cuenta―.
¿Puedes hacer más? ―pregunto. Pienso en Dallas, preguntándome si su pasado
podría ayudarla o hacerle daño.
Evelyn niega lentamente.
―Oh, nunca haría eso. ¿Traer de vuelta todos esos pensamientos oscuros a la
vez? Puedo también matarlos yo misma. Arthur Pritchard tuvo esa idea, y le dije
que era un error, El Tratamiento fue un error. Él no me creyó.
Arthur Pritchard, a solas en una habitación gris.
―Lo lobotomizaron ―le digo en voz baja, ganándome una mirada de James―.
Lo vi en El Programa.
Los hombros de Evelyn se hunden ligeramente.
―Bueno, siento escuchar eso. Realmente lo siento. Pero el hecho es, que El
Tratamiento no va a salvar a todos. Era la prueba de un científico ingenuo, cuando
todo el tiempo, debería haber prevenido al Programa de borrar los recuerdos en
primer lugar.
»Me preguntaste si sabía cómo detenerlos ―Evelyn nivela su mirada con la de
James―, y la respuesta es no; no sé cómo hacer creer al mundo. Pero si su reportero
puede encontrar los estudios del Programa enterrados, creo que él tendrá sus
respuestas. El Programa es la razón de que la epidemia se está extendiendo. La
presión, la atención; está causando un nuevo brote que espera contener
restableciendo el mundo. El Programa está criando suicidios.
Capítulo 10 Traducción SOS por scarlet_danvers, Isa 229 y Debs.
Corregido por Nanis
s tarde cuando Evelyn termina de hablar, y nos dice que podemos
permanecer en su habitación para descansar mientras comprueba a
Dallas y a los otros. Se siente un poco espeluznante estar acostada en su
cama, pero al mismo tiempo, con James junto a mí, sólo quiero dormir unas pocas
horas. Nosotros no decimos mucho, sólo unos pocos murmullos aliviados acerca de
estar de nuevo juntos. Tengo tantas cosas que preguntarle, pero con todo lo que he
aprendido en las últimas horas, no creo que pueda contener otro pensamiento.
No estoy segura de cuánto tiempo pasa cuando James se mueve junto a mí,
diciendo: “He dormido como un muerto”, y estoy agitada y despierta. Está oscuro,
pero él enciende la luz, inundándome en tonos poco favorecedores. Echo un vistazo
a la camiseta de color rosa y al pantalón gris que llevo, y tomo un momento para
familiarizarme con el lugar donde estamos.
Esto llega en una onda, y estoy rápidamente fuera de la cama, haciendo una
mueca cuando pongo presión en mi lado. Reviso el moretón de nuevo, y James saca
su labio inferior, al ver los colores. Viene a abrazarme con suavidad. Prometo que
estoy bien ―a pesar de que duele como el infierno― y beso sus labios antes de que
nos conduzca a la sala.
No tenemos que ir muy lejos. Me detengo, poniendo mi brazo para detener a
James de pasarme. Evelyn está en su mesa redonda de la cocina con una luz brillante
apuntando hacia ella. Kellan se sienta cerca, con su cámara, grabando la entrevista.
Realm y Asa están de pie a un lado, y Realm se encuentra con mis ojos antes de alejar
la mirada. James y yo estamos de pie y escuchamos a Evelyn Valentine decir al
mundo sobre El Programa. Ella está tranquila, y a veces tal vez incluso un poco fría,
pero es creíble.
Cuando toman cinco minutos para restablecer la cámara, paso junto a ellos en
busca de Dallas y la encuentro sola en la sala de estar, mirando a una pantalla de
televisión en blanco. Evelyn la ha sacado de la bata gris también, y Dallas se
encuentra en una camiseta de los Seattle Seahawks de gran tamaño, más fuera de
lugar de lo que nunca la he visto. Me mira por encima cuando me siento a su lado.
No decimos nada. Su labio tiembla antes de que sonría ampliamente,
mostrando la brecha entre sus dientes. Paso mi brazo alrededor de ella y se inclina
E
hacia mí, sollozando de nuevo un grito mientras que las dos miramos al espacio en
blanco de la televisión, estamos enlazadas, pero demasiado dañadas como para
hablar de lo que hemos pasado.
―Sloane ―llama James suavemente. Volteo para verle en la puerta, perfecto,
al menos para mí. Beso a Dallas en la mejilla, haciéndola reír, y luego me levanto
para encontrarme con James. La risa de Dallas no es un sonido que pensé que oiría
de nuevo, y me da una pequeña sensación de hogar. Tomo la mano de James y lo
llevo de vuelta a la cocina.
Evelyn termino con su entrevista, agotada mientras murmura sobre hacer té.
Voy a ayudarla, girando la perilla de la estufa hasta que el quemador prende, y
pongo la tetera en la parte superior. Hay un toque en mi codo, me sobresaltó y me
giro para ver Asa.
―Quise decir adiós ―dice en su manera tranquila. En ropa normal creo que se
ve como cualquier otra persona promedio y normal. No hay nada siniestro en este
Controlador, no cuando sus ojos son tan amables.
―¿Adiós? ―repito―. Pero casi no hemos tenido la oportunidad de hablar. No
sé nada de ti.
Asa sonríe, mirando a su alrededor con timidez.
―Sin ánimo de ofender ―hace un gesto al cámara―, pero quiero que siga
siendo así. Hay una chica de vuelta en San Diego que me gustaría ir a ver. Entonces
tengo la intención de mantener un perfil bajo, mientras que esta mierda golpea el
ventilador. Espero de verdad que todos ustedes lo logren. Realmente lo hago.
―Lo sé. ―Me inclino y lo abrazo, cuidando de mi lado lesionado. No puedo
culpar a Asa por no querer involucrarse. En todo caso, demuestra lo inteligente que
es. Mi ex Cuidador hace sus rondas, evitando cuidadosamente al reportero, y golpea
las manos con James y abraza a Realm. Y tan rápido como Asa se deslizó en mi vida,
se ha ido, después de haber jugado su parte en mi rescate.
La noche es larga, y James y yo optamos pasar de la entrevista filmada a cambio
de una declaración por escrito, sobre todo porque no queremos nuestras caras por
ahí más de lo que tenemos que hacerlo.
Realm se rehúsa a hablar y Kellan ni siquiera se acerca a Dallas. Obtuvo todo
lo que necesitaba de nosotros y de Evelyn. La doctora no es amable cuando le
agradece, lista para irse. Veo su ansiedad incrementarse, su mirada expectante hacia
la puerta, el retorcimiento de sus manos. Pero no nos pide a ninguno de nosotros
que nos vayamos, todavía no.
Ofrezco a Kellan salir y sólo somos los dos cuando llegamos a su coche. Es
cerca de la medianoche, las estrellas están ocultas detrás de las copas de los árboles.
Hay grillos y ranas y tantos ruidos alrededor de nosotros, nunca nos podríamos
sentir solos.
―Lo siento ―dice Kellan. Sorprendida, alzo la vista para encontrar sus ojos,
notando otra vez que no son el negro oscuro que vi la primera vez que le encontré
en el Club del Suicidio.
―¿Por qué?
―Por no llegar antes. James me dijo cómo de cerca llegaste…
Trago con fuerza y miro lejos, parando su declaración.
―Pero llegaste ―digo, presionando mis labios en una sonrisa―. Al final, todo
lo que importa es que ahora no estoy allí.
―Los tenemos, lo sabes ―dice seriamente―. Voy a encontrar los estudios y
combinados con las declaraciones de Evelyn, los relatos de los testigos, El Programa
nunca podrá sobrevivir a este lío de relaciones públicas. Te lo aseguro, Sloane.
Nunca tomarán nada de ti otra vez.
Espero que Kellan tenga razón, y en este punto creo en él. Me persiguió
alrededor del país, ayudó a salvar mi vida, tengo que creer que es un buen reportero
si puede hacer todo eso. El camarógrafo sale de la casa de Evelyn con su equipo,
dándome un adiós con la cabeza y Kellan y yo intercambiamos un último abrazo.
Miro mientras sube en su vehículo, listo para terminar su gran historia. Antes de
arrancar, baja su ventana.
―¿Sloane? ―pregunta―. Si El Tratamiento todavía estuviera alrededor, si
Evelyn hiciera más… ¿lo tomarías?
Digiero sus palabras, meciéndome atrás sobre mis pies. El dolor de mi tiempo
en El Programa todavía es tan crudo, y aún, creo que es sólo la punta del dolor que
he soportado en los últimos meses. ¿Qué podría conseguir al recuperar todo?
―No lo creo ―le digo sinceramente―. A veces, Kellan… creo que la única cosa
real es el ahora.
Él sonríe con mi respuesta, aunque sus cejas se juntan como si estuviera un
poco confundido. Le agito la mano despidiéndome y se marcha, dejando atrás a los
rebeldes. Dejándonos los unos con los otros.
La casa está tranquila cuando entro. James esta acurrucado en el piso de la sala
de estar, hablando tranquilamente con Dallas mientras ella se encuentra sentada en
el sofá. Me gusta la vista de él siendo dulce con ella, protegiéndola. James esta
diferente desde que tomó El Tratamiento. Más reflexivo de una manera que
demuestra que nos pertenecíamos desde el principio.
Hay el tintineo de una copa y sigo el sonido hacia la cocina, incómoda cuando
encuentro a Realm solo en la mesa. La puerta de la habitación de Evelyn está cerrada
y Realm mira sobre su hombro cuando entro en la habitación. A pesar de mis ganas
de retroceder, tomo asiento frente a él y me atrevo a mirarlo a los ojos.
―Te dije una vez que desearía que me odiaras ―dice―. ¿Es demasiado tarde
para retractarme?
No quiero que él sea gracioso; sólo hace que duela más. Pongo mis manos en
mi regazo, apretándolas en puños en una tentativa de controlar las emociones que
amenazan con reventarme.
―¿Por qué? ―pregunto―. ¿Si fuiste un Cuidador en El Programa, si fuiste el
que borró mis recuerdos, por qué pretender ser mi amigo? ¿Por qué continuar
incluso después de que regrese?
Realm traga, sus ojos están llorosos y abatidos mientras mis palabras lo
golpean.
―Hacía mi trabajo. Me enamoré. ―Alza la vista―. Hice lo que pude para
mantenerte. Pero la respuesta simple: Soy egoísta. Creí que podría hacerte amarme,
que sin James lo harías. Creía que podría someterte.
―Realmente te amé.
Realm sonríe tristemente.
―No así. Nunca me gustó. ―La mirada de Realm se desplaza más allá de mí,
hasta la sala de estar―. No es malo, ya sabes. Me gusta un poco. Y me equivoqué:
Nunca podría amarte como él lo hace. Ese chico está absolutamente loco por ti.
Me río, llevando las manos a la mesa mientras la ira se desvanece. Hay más
entre Realm y yo, cosas que estoy segura que no puedo recordar. No quiero. Quiero
que nos dejen aquí, hacer una tregua. Decir buenas noches, a pesar de que sus ojos
abogan por más tiempo.
James sonríe cuando me ve, palmeando la alfombra y diciéndome que me
guardó un lugar. Tenemos la intención de irnos a primera hora de la mañana. Evelyn
nos presta un coche para poder escondernos en algún lugar de la ciudad, y Realm
está llevando a Dallas a Corvallis, donde ella dice que tiene un primo que estaría
dispuesto a ayudarla a salir por un tiempo. No sabemos si Evelyn y Kellan han hecho
lo suficiente para liberarnos, pero por primera vez, estamos cerca de un final. Y no
hay consuelo en eso.
―Tenemos que irnos.
La voz corta a través de la habitación, y estoy en mis pies, todavía confusa por
el sueño. Me encuentro con Realm en la puerta, con manchas de color marrón rojizo
en las mangas de su camisa. Dejé escapar un grito de horror, y Dallas y James se
levantan de un salto, desorientados y confundidos.
―¡Oh, Dios mío! ¿Estás bien? ―Lo primero que pensé es que Realm estaba
herido, y busqué la fuente de su lesión. Pero cuando no encontré ninguna, miré más
allá de él hacia el dormitorio. La sangre le pertenece a alguien más.
Realm se separa, lamiendo la comisura de su boca, como si no estuviese muy
seguro de lo que va a decir.
―Evelyn se suicidó anoche. Ella… uh, ella no quería volver al Programa. Dejó
una nota. ―Toma un trozo de papel arrugado de su bolsillo. Ni siquiera lo mira sin
embargo; mira a través de él―. No quería que volvieran a poner las manos sobre El
Tratamiento. Y no quería que nos encontraran a nosotros. Ella… dijo que estaba
protegiendo su cerebro de los científicos.
Me tropiezo hacia atrás, y James me atrapa por la cintura y me lleva de nuevo
al sofá. Quiero correr y ver cómo está, pero sé que Realm nunca dejaría su lado si
hubiera esperanza de revivirla. Veo la devastación y la culpa en sus ojos. A mi lado
Dallas comienza a llorar, y James rápidamente toma su brazo.
Él controla sus propias lágrimas.
―Realm tiene razón. Tenemos que irnos.
―Tenemos que llamar una ambulancia ―le digo―. ¡Algo!
―No ―dice Realm, moviendo la cabeza―. Lo siento, pero es demasiado tarde.
He llamado a Kellan y le dije que enviara a alguien cuando estemos seguros. Ahora,
James, agarra las llaves colgadas junto a la puerta; las del coche están en el garaje.
Nos encontraremos en el frente.
―Realm… ―empiezo a decir, pero ya ha desaparecido de nuevo en la cocina.
Oigo armarios abriéndose y cerrándose, cajones deslizándose como si Realm
reuniera suministros. Evelyn Valentine ha muerto. No tenía que suicidarse; podría
haber venido con nosotros. Pero en última instancia, su miedo era demasiado
grande. Tenía razón: El Programa se ha convertido en una epidemia.
Los próximos momentos adquieren una calidad de ensueño; Dallas llora, y
James tira de ella, mientras me grita para que me apresure. Cargamos el coche y
esperamos a Realm. Él camina por la puerta principal, haciendo una pausa para
bloquearla. Está allí, de espaldas a nosotros, mirando a la casa. Me ahogo, pensando
que Evelyn era, probablemente lo más parecido que tenía a una madre, que no fuera
su hermana. No habla con nosotros cuando se sube al coche, sólo se sienta junto a la
ventana, mirando hacia fuera, llevando un maletín de cuero marrón.
Nunca le pregunté lo que tomó de la casa de Evelyn ese día. Pero me imagino
que Evelyn Valentine era un pedazo de su pasado que no estaba dispuesto a olvidar.
La Caída del
Programa
na vez envuelto en el secreto, el proyecto del Programa, ha sido suspendido indefinidamente por el gobierno de EE.UU. En respuesta a una entrevista confirmando un encubrimiento de todo el sistema, el Congreso actuó con
rapidez para cerrar todas las instalaciones hasta nuevo aviso.
A medida que más detalles emergen sobre los procedimientos utilizados en El Programa, la indignación pública crece. Un Cuidador, Roger Coleman, fue arrestado por varios cargos de violación de menores y está en espera de juicio. Coleman es acusado de solicitar sexo de los pacientes menores de edad a cambio de recuerdos, y se enfrenta a un máximo de sesenta años de prisión si es declarado culpable.
Originalmente el escándalo estalló después de que una entrevista grabada con la fallecida Dra. Evelyn Valentine (una ex empleada) se filtrara. Confirmó el conocimiento de un estudio en El Programa que indicaba su papel en la epidemia, confirmo las reclamaciones de un encubrimiento.
Desde el cierre, todos los pacientes han regresado a sus hogares y se les proporcionará la atención de seguimiento. Pero, a partir de ahora, los efectos a largo plazo del Programa están por verse.
Informe de Kellan Thomas.
U
Capítulo 11 Traducido por Sacarlet_danvers
Corregido por Nanis
Seis meses después
ajo mi ventana para que el aire caliente sople a través de mi cabello.
James cambia entre las estaciones de radio, pero todo lo que escuchamos
son actualizaciones: El Programa está muerto, los médicos y enfermeras
dan testimonio frente al Congreso acerca de las lobotomías, la caída de los suicidios.
Kellan Thomas es famoso, el reportero renegado que tuvo la primicia del siglo.
Encontró los estudios, y su entrevista con la Dra. Evelyn Valentine fue transmitida
por todos los medios de noticias importantes. Él nunca usó la historia que recogió
de James y yo.
La epidemia continúa, pero poco después El Programa recibió una orden de
cese mientras está bajo investigación federal, el brote se calmó, al igual que Evelyn
había pensado que lo haría. El suicidio no ha desaparecido, no del todo, pero cada
mes trae mejores estadísticas, y las esperanzas son altas.
El teléfono de James vibra en la consola central, y miro hacia abajo justo cuando
llega a hacer clic en ignorar. Michael Realm. Después de todo lo que ha pasado,
James y Realm han forjado una amistad y trato de no estar en el medio. Nunca he
sido capaz de confiar en Realm otra vez, y no sé si alguna vez lo haré. Pero a mi
novio se le permite ser amigo de quien sea que escoja, incluso si dicho amigo una
vez me había borrado.
―Pensé que estaba fuera de la ciudad ―le digo―. ¿No estaba haciendo
algunas malas elecciones en Florida?
James detiene el coche y lo estaciona delante de un prado con vacas pululando
alrededor para que pueda escribir rápidamente un texto de vuelta.
―No me gusta cuando usas tu voz de desaprobación ―me dice. Cuando no
río, deja el teléfono y me tira más cerca, descansando su frente contra la mía―. Sé
agradable.
―Cállate ―murmuro.
James sonríe y luego se inclina hacia atrás para mirarme.
B
―Eso no es muy agradable. Vamos, nena. La vida es buena. ―Pasa sus dedos
entre los míos una y otra vez mientras habla―. Estamos bien. No quiero arruinarlo
con la charla de Michael Realm.
―Dice la persona que ahora es su mejor amigo por siempre.
―No es cierto. ―Un hormigueo corre hasta mi brazo por el toque de James,
calentando mi cuerpo―. Lo que soy es agradecido ―dice―. Él me sacó del
Programa; me ayudó a llegar a ti. Fue interrogado por los investigadores y ni una
vez menciono nuestros nombres. Se lo debemos. Por no hablar de que, sin él, habrías
terminado lobotomizada…
Saco mi mano de la suya y cruzo los brazos sobre el pecho.
―Sí, lo tengo ―le digo, todavía incómoda al hablar de mis últimas horas en El
Programa. Incluso cuando fui interrogada por las autoridades, les dije que estaba
demasiado drogada para recordar los detalles finales, el escape. Les dije que
buscaran en los registros del Programa, que sabía que probablemente habían sido
destruidos para entonces.
James está en silencio por un momento, dejando que mi ira pase como siempre
lo hace. Luego comienza con mi nuevo pasatiempo favorito desde que escapó del
control del Programa: recordar.
―Había una noche ―dice con esa voz lejana que se reserva para los
recuerdos―, donde tú y Brady estaban a punto de lanzar el guante. Les dije a los
dos que estaban siendo tercos, pero fui, por supuesto, ignorado. ―Ruedo los ojos,
pero estoy sonriendo, el pensamiento de mi hermano se asienta sobre mí como una
manta.
―¿Acerca de qué estábamos peleando? ―le pregunto.
―¿De qué más? Yo. Tú no querías que me quedara la noche porque Lacey iba
a venir, y dijiste que era demasiado ofensivo para jugar bien con los demás. Brady
dijo que Lacey era un pleito a punto de ocurrir y que yo era la apuesta más segura.
Se puso un poco feo.
―¿Quién ganó?
James se ríe.
―Yo, por supuesto.
Bajo los brazos, sonriendo a la forma en que la memoria se reproduce a través
de mi cabeza. No recuerdo nada de eso, pero me encanta cuando James me cuenta
las historias. Me encanta que las tenga.
―¿Y cómo lo lograste? ―le pregunto.
Se lame los labios, inclinándose un poco más cerca.
―Prometí ser dulce. Pude haber tenido un poco de brillo en mis ojos cuando
lo dije.
―Hm ―le digo, alcanzándolo para tomar la tela de su camiseta en la mano y
acercarlo más―. Conozco esa mirada. Entonces, ¿qué? ¿Solo me di por vencida? Eso
no suena como yo.
―No fue en absoluto como tú ―susurra, haciendo una pausa al igual que sus
labios se acariciaban contra los míos―. Así es como supe que me amabas. Y es por
eso que empecé a dejarte notas. Me dije que quería que me hablaras de eso, pero en
realidad, sólo quería que me hablaras.
Lo beso; es divertido y fácil, tenemos tiempo ahora. No hay nadie detrás de
nosotros. Somos libres.
Mi teléfono suena en mi bolsillo trasero, y James gime, tratando de agarrarlo
de mi mano cuando lo saco. Sigue besándome, mientras ambos tratamos de alcanzar
el teléfono, y cuando por fin me aparto para comprobarlo, veo que es mi mamá.
―Ella tiene una sincronización impecable ―dice James, y luego cae de nuevo
en el asiento del conductor, con una última mirada maliciosa en mi dirección.
Me río y respondo.
―Hola, mamá. ―James pone el coche en marcha, dejando el pasto detrás
mientras seguimos por el sinuoso camino pacífico hacia nuestro destino―. ¿Qué
pasa?
―Hola, cariño ―dice mi madre, con voz distraída―. No puedo recordar lo
que me dijiste, ¿era queso mac’n’ el que querías que recoja? Esa cosa es horrible para
ti.
―Lo sé, pero lo he estado anhelando. No lo he tenido en mucho tiempo.
―Desde que estaba huyendo con los rebeldes, creo. Estoy tratando de convencerme a mí
misma que puedo manejar los recuerdos de aquella época, a pesar de que mi
subconsciente intenta rápidamente mandarlos a la basura.
―Tu padre todavía quiere chuletas de cerdo, así que voy a hacer esa basura
como guarnición. Oh, aquí está. ―El teléfono susurra, y golpeo mis uñas en la
puerta.
―¿Algo más? ―le pregunto, con ganas de volver a James.
―No, eso es todo ―dice mi madre felizmente―. Dile a James que dije hola.
Asegúrense de que los dos están en casa a las seis. ―Estoy de acuerdo, y en cuanto
cuelgo, miro de reojo a James.
―Me gustaría que dejara de intentar tan duro ―le digo, aunque no sin
amabilidad. La primera vez que regresé a casa después de que estallara el escándalo,
mis padres se vieron desbordados con la atención de la prensa y luego el horror de
las historias difundidas por la prensa. Ha tardado meses de tratamiento, terapia
normal con los médicos normales, para que deje de culpar a mis padres. Luego
tuvieron que dejar de culparse a sí mismos. Finalmente estamos en un buen lugar,
supongo.
―Por lo menos ella está tratando ―dice James, sin dejar de mirar al frente. Mis
padres le ayudaron a comprar una pequeña lapida en el cementerio para poner los
restos de su padre. A pesar de que alivió algo de su culpa, James sigue siendo
perseguido por el hecho de que su padre murió solo. Pero todos tenemos nuestras
cruces. Ahora James está en mi casa, permanece en la antigua habitación de Brady.
Pronto va a ser sólo nosotros, porque a pesar de lo mucho que a mis padres les
molesta, les dije que me quedaría un año. Me doy cuenta de que los he echado de
menos. Echaba de menos lo que podría ser.
El sol brilla en el cielo, pero James se queda tranquilo, tal vez pensando en su
padre. No me gusta cuando se queda en silencio, molesto por las cosas que no puedo
recordar. A veces grita en sueños ―un efecto secundario del Tratamiento― mientras
inundaciones de recuerdos trágicos vuelven. Estará tranquilo por unos días, pero al
final hablamos de ellos. No siempre es fácil recordar, lo veo ahora.
―Cuéntame otra historia acerca de nosotros ―le susurro.
La esquina de la boca de James da un tirón y chasquea una mirada hacia mí.
―¿Limpia o sucia?
Me río.
―Vamos a intentar una limpia.
James parece pensar por un momento, y luego la sonrisa se desvanece a algo
más suave, más triste.
―Hubo un fin de semana donde nos fuimos a acampar con Lacey y Miller.
Al oír el nombre, siento un fuerte retorcijón de pena. Pero tengo que escuchar
sus historias. James comprueba si estoy bien con él siguiendo, y yo asiento para
hacerle saber que lo estoy.
―Así que Miller, que estaba loco por Lacey, quiero decir, pensaba que la chica
caminaba sobre el agua. Así que, siendo la pequeña emparejadora insistente que
eres, el pensamiento del campamento sería una doble cita perfecta. Lo que podría
haber sido el caso si Lacey no fuera completamente alérgica a la naturaleza. Ella fue
miserable, Miller estaba como, “Oh, ¿no te gustan los mosquitos? ¡A mí tampoco!
Oh, ¿piensas que los frijoles son asquerosos? ¡Yo también!”. ¡Fue doloroso ver! Así
que finalmente saque al chico a un lado y le di un consejo.
―Uh-oh.
―Le dije que tenía que jugar un poco más duro para conseguirla. Sólo que él
no entendió el concepto. Pasó el resto de la noche haciendo caso omiso de ella. A la
mañana siguiente Lacey lo acorraló, llorando, preguntando qué hizo mal.
―¿Cómo superaron todo eso? ―le pregunto. No puedo recordar a Miller, no
en la forma en la que James lo hace. Realmente nunca lo haré. Pero oír hablar de él,
me hace sentir conectada conmigo misma. Miller es como mi personaje favorito en
un cuento infantil.
―Bueno, tú, pequeño encanto ―dice James―, fuiste con Miller y le dijiste que
dejara de ser un imbécil. No tenías idea que yo había hablado con él en el
campamento. Él volvió con Lacey y se disculpó, ella le dio un mal rato, y luego,
eventualmente se reunieron sin nosotros y se volvieron completamente felices.
―James sonríe―. Miller nunca me delató, tampoco. Dejó que pensaras que era un
idiota. Pero en realidad fui yo.
―No puedo creer que no supuse eso. Debo haber estado cegada por tu buena
apariencia.
―¿Quién no lo está?
James se detiene en el espacio vacío cerca de la hierba y estaciona el coche. Nos
sentamos un minuto, ambos sintiendo mucho después del recuerdo.
―Me gustaría poder recordar ―le digo, y miro por encima a James―. Pero
me alegro de que lo hagas.
―No voy a parar hasta que sepas cada segundo de nuestras vidas ―dice con
sencillez―. No voy a dejar nada fuera. Ni siquiera las cosas malas.
Asiento. James ha hecho esa promesa todos los días desde que salimos de la
casa de Evelyn. A veces repite historias, pero no me importa. Cuando visitamos a
Lacey, le contamos algunas de ellas, y aunque ella sonríe, no estoy segura de que
realmente las entienda. Pero estaba lo suficientemente bien como para terminar la
escuela, tomar algunas clases de la universidad. Su terapeuta piensa incluso que
tendrá sus sentimientos devuelta algún día. Por lo tanto, no nos damos por vencidos.
Nunca nos damos por vencidos.
―Te tengo algo ―dice James, tratando de luchar contra una sonrisa.
―¿Es brillante? ―De verdad, lo único que quiero es burlarme de él un poco.
―En realidad no.
Frunzo el ceño.
―Uh… ¿Es de color carne?
Él se ríe.
―No, eso es para más adelante. ―Mete la mano en el bolsillo del pantalón,
pero se detiene, atrapándome de nuevo con su hermosa mirada azul―. ¿Recuerdas
ese sueño -recuerdo que tuviste el día en que fuimos tomados de la casa de campo?
¿El de mi semilla?
―Ew, no. ―No recuerdo nada sobre el día que nos fuimos de la casa, ya no―.
Espero por Dios que estés hablando acerca de agricultura.
James saca una burbuja de plástico, de esas que se obtienen de una máquina
de chicles. Hay un destello de algo rosa y brillante en el interior. Me muerdo el labio,
mareada con la sonrisa tratando de abrirse paso.
―Esto se ve muy brillante ―le digo.
―Soy un gran mentiroso. De todos modos. ―Hace estallar la tapa, y saca un
anillo―. Sabías después del recuerdo que nos amábamos con locura, creo que
incluso dijiste que yo era dulce. Ahora recuerdo lo que sentí ese día. Aún entonces,
incluso con todo sucediendo, sabía que nunca dejaría que te alejaras.
―No te atrevas a hacerme llorar ―le advierto, pero ya puedo sentir el dolor en
mis ojos.
James toma mi mano y desliza el anillo en mi dedo.
―Te he dado un anillo dos veces antes ―dice―, y confía en mí, las dos veces
fueron un poco más románticas que esta. Pero voy a seguir dándotelo, mismo
Denny’s, mismo anillo. ―Su sonrisa se desvanece en un aspecto demasiado serio
para una tarde soleada.
Pongo mi mano en su mejilla, inclinándome para darle un beso.
―Te he perdido demasiadas veces, Sloane ―murmura entre mis labios. Su
mano se desliza hacia arriba de mi muslo, tirando de mí de su regazo mientras me
pone de nuevo en el asiento. Sus besos son dulces pero también un poco tristes. Trato
de cambiar su estado de ánimo por completo, y James rápidamente se aleja, riendo.
―Oye, ahora Señorita Manos Largas ―dice, señalando hacia el parabrisas―.
¿Vamos a hacer esto o qué? todavía tienes toda la ropa puesta.
―Creo que prefiero quedarme aquí ―le digo, agarrando el cinturón. Él
juguetonamente golpea con fuerza mi mano y luego envuelve su brazo alrededor de
mi cintura, tirando de mí cerca.
―Vamos ―susurra, besándome de una manera tan dulce y tierna, que no
puedo dejar de confiar en él. James sale del coche, y tomo una bocanada de aire y
miro hacia el río. Este es el primer lugar donde James me besó en ambas ocasiones.
Tomo mi toalla desde el asiento trasero, y con el corazón palpitante, abro la puerta.
James está de pie en la parte superior del banco, y cuando se gira, sus ojos son
de cristal azul a la luz del sol.
―Vamos, gallina ―dice. Y sonrío.
―No sé ―dice James, sosteniendo mi muñeca mientras me atrae más lejos en
el agua―. Creo que el problema es que todavía tienes demasiada ropa. ―Ruedo los
ojos, los labios temblando por la helada agua del río.
―Dices eso cada vez, y todavía no estoy convencida de que sea el problema.
Ahora cállate y haz algo impresionante antes de que vaya a esperar en el coche ―le
digo con voz temblorosa. Como si fuera un reto que le encantaría tomar, James
sonríe y luego se sumerge bajo el agua, haciéndose el cabello hacia atrás al salir.
―No te muevas ―dice, señalándome. Comienza a nadar hasta el muelle, y
cruzo los brazos sobre mi bikini mientras lo veo. Sus golpes son fuertes y
majestuosos, y antes de que incluso salga del agua, ya estoy impresionada. Silbo.
James mira por encima, guiña, y luego hace una voltereta hacia atrás en el agua.
Aplaudo cuando sale a la superficie, deteniéndome un momento para admirar el
nuevo anillo que tan sutilmente puso en mi mano izquierda. James comienza a nadar
en dirección a mí; la boca de vez en cuando cae por debajo del agua.
―Esa puedes ser tú ―dice mientras se acerca.
―Pasos de bebé.
―Aprende a ser fuerte. ―Cuando está delante de mí una vez más, James
envuelve sus fríos brazos alrededor de mí, levantándome mitad fuera del agua
mientras me besa. Sus labios están un poco más fríos que los míos, y tarda sólo unos
minutos antes de que mis dedos se claven en la piel de su espalda, tirando de
nosotros más cerca. Haciéndonos completamente calientes.
―Más tarde ―dice entre mis labios―. Creo que estás tratando de distraerme.
Me río y le doy un último beso antes de que me haga volver al agua. Sopla un
suspiro dramático, lanzándome una mirada de desaprobación burlona, y luego
extiende su mano hacia mí.
―Tómala ―dice con seriedad. Tomo su mano y dejo que empiece a tirar de mí
más profundo―. Mueve tus piernas. Tijeras, Sloane. Piense en ellas como tijeras.
Hago lo que dice, los dos pacientes, y pronto mi miedo comienza a desaparecer.
Mi miedo al agua. Mi miedo a ahogarme. Mi miedo a la muerte, a la vida. Es en estos
momentos de tranquilidad desde El Programa que he encontrado la razón para
seguir adelante. No es James. No son mis padres o mis amigos.
Yo me he encontrado. Después de todo este tiempo, después de todo lo que he
sido presa y destrozada, he encontrado mi camino de regreso a casa. No he recibido
ningún otro destello de mi antigua vida. El estrés causado por El Programa o de
escapar no siguió rompiendo la superficie de mi psique. Lo he aceptado, disfrutando
de las historias de James en lugar de mis recuerdos.
Y Realm, tanto como todavía desconfío de él, ha reiniciado su vida en su vieja
cabaña. La última vez que vio a Dallas, le dijo la verdad sobre ellos, que había
olvidado desde el día en la casa de campo. Ninguno de nosotros la ha visto desde
entonces, pero ella de vez en cuando me envía postales de Florida. Todo lo que la
última decía era No se lo digas a Realm.
Roger está en la cárcel, pero no por su ataque contra mí o Dallas. Tabitha, uno
de los Controladores de incognitos de El Programa, presentó cargos, admitiendo que
cuando ella fue primero un paciente, Roger la había violado, también. Resulta que
había un montón de chicas dispuestas a dar un paso adelante. Roger estará pagando
de quince a veinte años en una penitenciaría de Oregón y está en espera de cargos
relacionados con su participación en El Programa.
Ninguno de los Controladores o enfermeras has sido procesado aún. El Dr.
Warren nunca reapareció, y el Dr. Beckett contrato un abogado. La enfermera Kell
no me denunció por atacarla, aunque la culpa aún carcome en mí. Me gustaría poder
decirle que lo siento, pero nunca he tenido la oportunidad. Tal vez algún día lo haré.
No he sabido nada de Cas, pero Realm ha hablado con él un par de veces.
Ambos han acordado dejar sola a Dallas, dejarla empezar de nuevo. Por otra parte,
no creo nada de lo que Realm me dice nunca más.
―Muy bien ―dice James, con las manos apoyando mi peso mientras nos lleva
más profundo―. Voy a soltarte, pero estarás bien.
Mi respiración comienza a ser errática, y estoy tan aterrada que no estoy segura
de que pueda hacerlo.
―James ―le digo, lista para agarrarlo. Se inclina hacia delante, con los labios
cerca de mi oído.
―Lucha, Sloane ―susurra.
Trago saliva, tranquilizo mi respiración, y luego doy un rápido movimiento de
cabeza antes de empezar a mover mis manos. Son irregulares al principio, grandes
salpicaduras de agua cayendo sobre mi cara. Pero entonces siento que las manos de
James me dejan, el agua golpea después. James está a mi lado, mientras que ambos
nos dirigimos hacia el muelle. Hay unos pocos momentos en los que creo que no voy
a hacerlo, que me voy a ahogar aquí al igual que Brady lo hizo. Pero no me detengo.
Cuando llego al muelle, me agarro, riendo salvajemente. Me ha tomado todo
este tiempo, toda esta pérdida, para darme cuenta de que lo que realmente importa
es el ahora. No nuestros recuerdos. El ahora. Y ahora estoy aquí en el río donde
murió mi hermano. Con James. Nadando.
Epílogo Traducido por PaulaMayfair
Corregido por Nanis
El apartamento está demasiado brillante cuando Dallas sale de su habitación,
parpadeando contra la luz del sol. Lleva la palma a sus cortos cabellos estilo pixie,
momentáneamente extrañando sus largas rastas. Su compañera de piso dejó la
cafetera llena antes de que se fuera a trabajar, y Dallas murmura su agradecimiento
mientras llena una taza y bebe café negro. El turno de Dallas en Trader Joe's no
comienza hasta el mediodía, y planea pasar la mañana sin hacer absolutamente
nada. Una ventaja de ya no estar a la carrera.
Mira a sus uñas cortas, que ha estado mordiendo obsesivamente. Es un efecto
secundario, una manera de procesar el trauma sin realmente enloquecer ni asesinar
a nadie. También va a orientación, terapia real ahora que El Programa se ha ido, para
hacer frente a algunos de sus problemas de ira. Por supuesto, no siempre dice la
verdad, no sobre las partes que todavía duelen. Y planea saltarse la sesión de hoy;
tiene una cita real esta noche, y, francamente, eso es más importante.
Con el pensamiento, Dallas sonríe, tomando de nuevo de su café mientras saca
su teléfono para desplazarse a través de sus mensajes. Uno de los otros cajeros,
Wade, la invitó a salir anoche. Él no sabe sobre el pasado de Dallas, ni siquiera sabe
que ha pasado por El Programa. Es una especie de tabú ahora. Nadie habla de
Cuidadores. Nadie pregunta sobre el pasado. No está segura de si guardar secretos
es saludable, sospecha que su psiquiatra no lo pensaría así, pero le gusta ser capaz
de empezar de nuevo aquí, en Florida.
Los pocos mensajes en el teléfono de Dallas son de Wade. Él tiene una especie
de humor que le gusta. No es como los otros chicos con los que se citaba, pero tal
vez por eso le gusta. Es seguro, algo aburrido. Algo bueno. Dallas traga saliva y baja
su teléfono.
Aparte de su cabello, hay algunas otras cosas que Dallas extraña. Extraña su
amistad con Cas, a pesar de que duele recordarlo a veces. A pesar de su participación
en El Programa, aún cree que él era su amigo. Tiene que creerlo. Incluso extraña a
Sloane, quien, aunque molesta, resultó ser más resistente de lo que nunca imaginó.
Y una de las mejores amigas que ha tenido. Le envía a Sloane postales de vez en
cuando, sólo para hacerle saber que está viva. Pero no quiere que se las muestre a
nadie. Especialmente a Realm.
Con su nombre, Dallas rápidamente se pone de pie y drena el resto de su café,
con ganas de empujar el pensamiento de Realm lejos de la cabeza. Va limpiando la
cocina y luego desliza sus brazos en una bata para ir a ver el correo de ayer.
El aire exterior del dúplex es húmedo, y hasta el sol de la mañana es brillante.
Cuando se mudó aquí, Dallas amaba el sol. La hacía sentirse viva y saludable. Ahora
se ha acostumbrado a ello, y está empezando a perder su encanto. Piensa en Oregón
algunos días, visitar a Sloane y James. Pero nunca lo hace.
Descansando sobre las tiras de madera en frente del buzón hay una pequeña
caja de cuero. Dallas toma una rápida mirada alrededor de su calle tranquila, con el
corazón desbocado, antes de recogerla. La tapa del buzón esta levantada por unos
volantes de gran tamaño, y los arruga en su mano y se dirige de vuelta adentro.
Su paranoia nunca se desvanecerá. Sabe eso. Dallas tira el correo basura a la
basura y luego deja la caja en la mesa de la cocina. Sus dedos tiemblan mientras mira
dentro, y cuando saca una foto, cae de lado en la silla. Es ella, una foto de ella antes
del Programa. Cabello rubio suave, una sudadera, una chica normal. Y junto a ella
esta Realm. Sonriendo.
Hay otras imágenes, y las lágrimas caen sobre las mejillas de Dallas mientras
todo su pasado se despliega delante de ella. Frenéticamente clasifica a través de
todas las fotos, las notas. No tiene idea de cómo se salvó nada de esto, pero se
imagina que probablemente no son de ella en absoluto. Son de Realm.
Lo último que Dallas encuentra en la caja es una postal muy similar a las que
le envió a Sloane. Es de Florida, de su misma ciudad, y cuenta con una puesta de sol
de color naranja brillante cruzando el cielo. El aliento de Dallas se queda en su
garganta cuando mira en el mensaje escrito a través del fondo blanco. No está
firmado, no está dirigido. Tiene sólo dos palabras, dos palabras que superan a Dallas
y la hacen disolverse en sollozos; pesado y dolorosos sollozos que la hacen colapsar
y crecer. La duda que la poseía y el odio a sí misma, mejora un poco, y sabe que
ahora puede sanar.
Dallas limpia sus mejillas y se pone de pie. Se va para arreglarse y estar lista
para el trabajo y escoger su atuendo para su cita de esta noche. Va a hacer todo lo
que quiere hacer. Va a aceptar que cosas buenas pueden sucederle.
Dallas cierra la caja de cuero, la deja para guardarla lejos en su armario. Mira
el mensaje por última vez, lo memoriza y luego deja la postal en la mesa antes de
alejarse.
Eres importante.
Fin
Sobre Suzanne Young
Suzanne Young vive actualmente en Portland, Oregón, donde usa el clima
lluvioso como una excusa para quedarse en casa y escribir obsesivamente. Después
de conseguir su diploma en escritura creativa, Suzanne pasó varios años enseñando
lenguaje de las artes en la escuela media. Ahora puede ser encontrada en casa
persiguiendo a sus dos niños y perros de pobre comportamiento y escribiendo
novelas para adolescentes. Puedes visitarla online en www.suzanne-
young.blogspot.com
Créditos Moderadoras
flochi, PaulaMayfair y scarlet_danvers
Traductoras
PaulaMayfair
flochi
azulmort
Lore_Mejia
Apolineah17
scarlet_danvers
erudite_uncured12
Selene
martinafab
Auroo_J
Emii_Gregori
otravaga
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