TEMA 24. LA COHERENCIA TEXTUAL. DEIXIS, ANÁFORA Y CATÁFORA. LA
PROGRESIÓN TEXTUAL
A. Introducción
B. La gramática cognitiva
C. Patrones globales
D. Semántica de la coherencia
E. La deixis: anáfora y catáfora
F. La progresión textual
G. El teatro del absurdo como modelo literario de incoherencia
A. Introducción
Las dos normas programáticas de tipo lingüístico que debe cumplir toda producción que se
denomina texto son: la cohesión, que descansa sobre dependencias gramaticales, y la
coherencia, que se encarga del establecimiento de las relaciones entre la configuración de los
conceptos y las relaciones subyacentes.
Del mismo modo que no pocos elementos cohesivos pueden jugar un papel determinante en
la coherencia textual, los modelos globales que configuran la coherencia textual pueden ayudar a
la cohesión textual, haciendo innecesaria la presencia de ciertos conectores o marcadores del
discurso.
B. La gramática cognitiva
Para intentar comprender mejor los modelos de conocimiento mediante los cuales
aprehendemos el mundo, es preciso definir en breves líneas los postulados de una nueva manera
de concebir la gramática. Los presupuestos de la gramática cognitiva son: a) Simbolismo: el
lenguaje es de naturaleza simbólica, no existiendo diferencia entre sentido propio y figurado,
pues no es la palabra o su significado lo que cambia, sino los contextos en que se emplean; b)
Percepción: la percepción de un objeto se produce mediante modelos cognitivos idealizados, lo
que implica que dicha percepción está mediatizada por la asociación con otros objetos, es decir,
la coherencia visual está relacionada con la coherencia lingüística; c) Concepción del mundo:
la concepción del mundo influye en la reacción que tenemos frente a las formas lingüísticas; d)
Discreción: muchos aspectos del lenguaje son materia de grados, de prototipos regulados
mediante uno o varios parámetros que forman un campo continuo cuya segregación analítica es
artificiosa.
Dos notas finales caracterizan el modelo: la exhaustividad (es preciso hacer un inventario
de todas las situaciones y contextos significativos a favor del empirismo) y la complejidad,
frente a los modelos deductivos de la gramática estructural y generativa. Desde este punto de
vista, el lexicón, la morfología y la sintaxis forman un continuum de unidades simbólicas que
sirven para estructurar el contenido conceptual.
La combinación de las fuerzas de activación, de descomposición, de memoria episódica y
semántica, la economía y los patrones globales darán lugar a las unidades básicas y a las
operaciones cognitivas. Desde este punto de vista, la coherencia es el resultado de la
combinación de conceptos y de las relaciones de una red compuesta por espacios de
conocimientos alrededor de los temas principales del texto.
C. Patrones globales
Cada tipo textual posee un patrón global que lo caracteriza. Así, en los textos descriptivos
es el marco su patrón global, caracterizado cognitiva y lingüísticamente porque los centros de
control son las situaciones y los objetos, se observan relaciones conceptuales de atribución de
características, de estados, de ejemplos y especificaciones, y en la superficie textual existirá una
gran densidad de modificadores y complementos. En los textos narrativos su patrón global es
el esquema, que, cognitiva y lingüísticamente, se caracteriza porque la organización de acciones
y acontecimientos sigue un orden secuencial determinado, las relaciones conceptuales marcan la
causa, la razón, el propósito, la proximidad temporal… y en la superficie textual aparecerá una
gran cantidad de oraciones subordinadas. Y en los textos argumentativos su patrón global es el
plan, caracterizado cognitiva y lingüísticamente porque se usan estrategias para defender la
verdad o no de las ideas o creencias, las relaciones conceptuales expresan la razón, la
significación, la volición, el valor, la oposición… y la superficie textual se llenará de elementos
cohesivos que expresen el énfasis (repeticiones, paráfrasis, paralelismos, etc.).
Junto a esos patrones globales, existen otros como los textos literarios, que presentan una
relación de excepcionalidad. Los textos poéticos, con idéntica alternativa frente al mundo real,
presentan una organización peculiar de sus estrategias de representación y su cohesión viene
determinada por ciertas convenciones tipográficas; los textos científicos se emplean para
ampliar el conocimiento acumulado por la sociedad en el campo de los hechos; los textos
didácticos sirven para distribuir el conocimiento almacenado a una audiencia no especializada;
etc.
Podemos decir, pues, que un tipo de texto es una serie de mecanismos de invención para
producir, predecir y procesar secuencias textuales.
D. Semántica de la coherencia
Para Enrique Bernárdez (Teoría y epistemología del texto, Madrid, Cátedra, 2002), la
coherencia es un sistema de autorregulación de sistemas en interacción que tiene lugar de forma
dinámica en la comunicación: el productor desea transmitir al receptor un mensaje formado por
un contenido y una intención en un contexto a través de un texto, y será coherente cuando
represente un estado estable u óptimo. Él habla fundamentalmente de dos características para la
coherencia textual: a) la prototipicidad: se refiere a que algunos textos son más automáticos
que otros, se acercan más a un prototipo, están más fijados culturalmente como unidades
inanalizables, no permitiendo la variación individual (cartas comerciales, de pésame, recetas de
cocina, etc.). Aquí, la buena formación significa adecuarse a una configuración prototípica muy
estable, siendo de esta forma coherente con el tipo de texto; y b) la previsibilidad: como los
textos están construidos para un tipo de lectores, se presupone que debe tener una forma, debe
cumplir un horizonte de expectativas (Jauss) para ser coherente.
Según Van Dijk en La ciencia del texto, Barcelona, Paidós, 1983, la coherencia es una
propiedad semántica de los discursos y se basa en el hecho de la relación de una frase con la
interpretación de lo que dice. Podemos referirnos a los mismos individuos por su nombre, por
medio de deícticos, por sus propiedades y relaciones (mi padre, mi cuñado), etc. Ayudas
significativas para esa coherencia textual son las frases tópicas, que sirven para marcar el
comienzo y el fin y proponen directamente qué macroestructura se va a usar, facilitando así la
comprensión y evitando rodeos al hablante-oyente, las macroconexiones, que se suelen servir
de elementos conectivos como además, por eso… y la referencia, que se sirve de proformas,
pronombres demostrativos, verbos… para señalar hechos mencionados por una macroestructura
anterior.
Una teoría semántica del discurso debería dar cuenta de nociones tales como el alcance, la
dimensión, la compatibilidad y la similitud del significado. Según el modelo de Van Dijk, es
preciso separar entre la manifestación textual o microestructura (coherencia local) y su
dimensión propiamente estructural o macroestructura (coherencia global). La coherencia se
logra en su modelo mediante la identidad referencial, que agrupa conceptos tales como la
inclusión, la pertenencia, la parte-todo y la posesión, la serie (dos individuos unidos a dos
conceptos), el marco (la normalidad de los mundos implicados) y los mundos incrustados. La
ordenación lógica de hechos y secuencias (el mundo y el texto) contaría con estructuras básicas
del tipo "antes/después", "presuposición/aserción", "tópico/comento", "condición/consecuencia",
"estados iniciales/estados finales", etc. Imprescindible para comprender la macroestructura
textual es el conocimiento del discurso implícito y explícito, es decir, la presencia de todas las
acciones.
Hay que tener en cuenta que todas las oraciones complejas del discurso están unidas por lo
que Gravisse ha llamado coordinación implícita. Las conexiones textuales parecen constituirse
sobre la idea de isomorfismo con respecto a las relaciones oracionales, siendo la coherencia la
correspondencia en el nivel textual de la gramaticalidad en el nivel oracional. Dicha coherencia
pivota, según D. Maingueneau, Introducción a los métodos del análisis del discurso, Buenos
Aires, Hachette, 1980, sobre dos ejes: a) la ausencia de contradicción, que reposaría sobre los
conectores lógicos; y b) la cohesión textual, encargada de explicar la integración o interconexión
de los enunciados gracias a los conectores léxicos, a conceptos como la isotopía greimasiana y a
otros procedimientos de implicación. Es por ello que tanto coherencia como cohesión están
íntimamente imbricadas.
E. La deixis: anáfora y catáfora
La deixis es un proceso lingüístico mediante el cual determinadas partes de un mensaje
remiten o señalan al propio acto comunicativo. J. C. Moreno Cabrera en su Curso
universitario de lingüística general, Madrid, Cátedra, 1994, 2 vols., afirma que “todas las
lenguas del mundo poseen unidades lingüísticas (ya sean palabras o morfemas) deícticas, es
decir, elementos que remiten a las coordenadas del acto comunicativo”, que son el emisor y el
lugar en el que se haya, el momento en que se produce el acto comunicativo y el destinatario y el
lugar que ocupa.
Siguiendo a Moreno Cabrera en “Verbo y oración: morfosintaxis interlingüística de la
deixis verbal de persona”, Revista de investigación lingüística, 4, 2001, pp. 1109-1156, podemos
distinguir dos tipos de deixis (también llamada mostración): a) Exodeixis o deixis no textual:
unidades señaladoras de elementos identificados en la realidad exterior; y b) Endodeixis o
deixis textual: unidades señaladoras de elementos individualizados en la oración o en el texto.
En la deixis textual la referencia puede ser anafórica, cuando el elemento deíctico nos
remite a un elemento ya aparecido anteriormente en el texto (“Mi amigo me saludó cuando él
entró”), o catafórica, cuando el elemento deíctico remite a algo que vendrá después en el texto
(“Le compré un regalo a Juan”). Y es que un uso que va cada vez más en aumento es el
pleonasmo, especialmente con el pronombre oblicuo anafórico, que, aunque suele hacer
referencia a un elemento de la oración anterior, no pocas veces se duplica y hace referencia a un
elemento de su misma oración. Suele ocurrir cuando el complemento directo se antepone al
verbo por razones de conexión y por intereses expresivos: “Hoy esas operaciones las hace
cualquiera”. Las construcciones más frecuentes ocurren con pronombre dativo y especialmente
tras las formas nadie, quien y los relativos: “A nadie le puede extrañar”.
El campo indicativo, la mostración, la divide K. Bühler (Teoría del lenguaje, Madrid,
Alianza Editorial, 1985) en tres partes: a) deixis ad oculos: señala lo que está dentro del círculo
que el hablante-oyente puede abarcar con los ojos; b) deixis fórica: indicaciones verbales del
contexto lingüístico, que se divide en anafórica (lo que está antes en el discurso, ya
mencionado) y catafórica (lo que está después en el discurso, lo que se habrá de decir; y c)
deixis ad phantasma o de fantasía: tiene que ver con los acontecimientos de la memoria.
Klaus Heger en Teoría semántica II, Madrid, Alcalá, 1974, pp. 33-51 desarrolla con total
explicitud el análisis de los elementos integrantes del campo mostrativo-personal, señalando
cómo dicho sistema se encuentra estructurado sobre bases esencialmente comunicativas, al
oponerse en él los siguientes elementos:
PUNTO INICIAL DEL ACTO COMUNICATIVO vs. PUNTO NO INICIAL DEL
ACTO COMUNICATIVO
(YO) (RESTANTES FORMAS)
A su vez, el miembro no marcado de la oposición puede ser definido mediante una nueva
oposición binaria:
PARTICIPACIÓN EN EL ACTO COMUNICATIVO vs. NO PARTICIPACIÓN
EN EL ACTO COMUNICATIVO
(TÚ) (ÉL)
En la propuesta de Heger descansa sobre el emisor, YO, el papel de centro o punto cero
de todo el sistema. Es desde ese YO (el que habla) desde donde se fijan siempre las
identidades correspondientes del TÚ y del ÉL. Heger ha señalado también este mismo
esquema de la centralidad del YO respecto de otros subsistemas deícticos como el de los
posesivos (mío, tuyo, suyo), demostrativos (este, ese, aquel), temporales (ahora, no ahora) o
locativos (aquí, ahí, allí).
De esta forma, basándonos en A. Vera Luján en “La estructura del campo deíctico-personal
en español: el pronombre”, Analecta Malacitana, II, 1, 1979, pp. 3-25, podemos afirmar que es
posible encontrar un punto de conexión entre formas aparentemente tan heterogéneas
(demostrativos, posesivos, indefinidos, temporales, locativos) si incluimos dichas unidades en el
campo semántico deíctico-personal. Es esta peculiaridad la que hace que se hayan agrupado
tradicionalmente en una sola categoría (pronombre), unidas por un solo rasgo común, el
significado, que para Vera es un significado deíctico.
César Hernández Alonso en su Gramática funcional del español, Madrid, Gredos, 1984,
señala que el valor fundamental del artículo es su capacidad deíctica o mostrativa, pero se trata
de una deixis que de su evolución del latín ille al castellano se ha indeterminado, se ha
debilitado. El artículo tiene una función identificadora que convierte al elemento que acompaña
en un ente concreto.
Por lo que respecta al espacio, junto a los demostrativos, hay otros elementos que cumplen la
misma función de señalar los elementos de lugar con relación al “yo”, que crea el espacio como
sujeto de la enunciación: adverbios (cerca, lejos, arriba, abajo, delante, detrás, a la derecha, a la
izquierda, etc.), locuciones prepositivas (delante de, detrás de, cerca de, lejos de, etc.), verbos
de movimiento (ir, venir, acercarse, alejarse, subir, bajar, etc.), etc.
Eugenio Coseriu en su trabajo clásico “Determinación y entorno. Dos problemas de
lingüística del hablar”, en Teoría del lenguaje y lingüística general, Madrid, Gredos, 1971, pp.
282-323, propone la utilización de entorno como término designativo de los distintos
elementos que pueden ser incluidos dentro de la dimensión tradicional de contexto,
diferenciando cuatro tipos: a) Situación: “espacio-tiempo” del discurso por el hecho mismo
de hablar (inmediata) o producto de lo verbal (mediata); b) Región: espacio dentro de cuyos
límites un signo funciona en determinados sistemas de significación. Puede ser: 1) zona:
“región” en la que se conoce y se emplea corrientemente un signo (coincide con los límites
que marca en la geografía lingüística una isoglosa); 2) ámbito: “región” en la que el objeto se
conoce como elemento del horizonte vital de los hablantes o de un dominio de la experiencia y
la cultura de los hablantes (por ejemplo, un ámbito técnico o no técnico, que repercute en el
uso de determinado léxico); 3) ambiente: “región” establecida social y culturalmente, que
determina formas de hablar específicas (familia, escuela, etc.); c) Contexto: puede ser: 1)
idiomático: la lengua misma como fondo del hablar, pues todo acto de habla remite a su
propio código; 2) verbal: lo dicho lingüísticamente antes (anáfora) y después (catáfora) en
cada parte del discurso, pudiendo ser positivo (integrado por lo que efectivamente se dice) o
negativo (integrado por lo que intencionadamente se omite); 3) extraverbal: todas las
circunstancias no lingüísticas que se perciben directamente o son conocidas por los hablantes,
pudiendo ser físico (realidad física, deixis ad oculus, etc.), natural (realidades únicas como el
sol, por todos conocido), práctico u ocasional (coyuntura ocasional en que tiene lugar un
discurso y que condiciona los enunciados, pues “un mitad” no necesita de aclaraciones si se
pronuncia en una cafetería), histórico (las circunstancias históricas de los hablantes de forma
particular, como lo sucedido en una familia o población, o de forma general, como lo
sucedido en la batalla de Lepanto), etc.; y d) Universo de discurso: sistema universal de
significaciones al que pertenece un discurso y que determina su validez y sentido (mitología,
literatura, ciencia, etc.).
F. La progresión textual
La noción tema/rema presupone la existencia de un principio estructurador que influye en
los procesos comunicativos y en su configuración. Según esa pareja de conceptos, la articulación
de todo mensaje frástico se produce partiendo de una serie de informaciones básicas de las que
tendrá lugar la predicación de informaciones nuevas. Margarita Suñer en Syntax and
Semantics of Spanish Presentational Sentence-Types, Georgetown University Press, 1982, ha
aportado apreciaciones de importancia a propósito de los conceptos de TEMA/REMA, conceptos
que traducen la organización informativa de los enunciados sobre la base, respectivamente, de
aquello de que se habla/lo dicho de ello, y que puede, a los efectos aquí considerados,
considerarse sinónima de la de información dada/información nueva
Podemos clasificar la información emitida en un texto en estas cuatro categorías: a)
información básica o nuclear: es la aportación informativa propiamente dicha,
presumiblemente desconocida por el destinatario; b) información fática: si tenemos en cuenta
que toda información nueva debe presentarse de manera que supere las resistencias naturales de
quien la va a recibir (resistencias de orden psíquico, pues se acepta mejor lo que se acomoda a
nuestras expectativas, y resistencias de orden cognitivo, pues lo excesivamente nuevo es
también ininteligible), la información fática puede ser una información ya conocida, pero que
sirve de apoyo a la información básica, teniendo la misión de iniciar o establecer el contacto
comunicativo; c) información preparatoria: tiene como objetivo facilitar el tránsito a la
información básica mediante argumentos, ejemplos, opiniones autorizadas, etc.; y d)
información derivada: desarrolla la información básica (consecuencias, implicaciones,
derivaciones informativas, etc.).
Atendiendo a Greimas en su Semántica estructural, Madrid, Gredos, 1971, existen dos
mecanismos lingüísticos que permiten la progresión de un discurso: a) la expansión, mediante
la fórmula de la definición; y b) la condensación, mediante la fórmula de la denominación.
Según Casalmiglia y Tusón en Las cosas del decir, Barcelona, Ariel, 1999, existen varios
tipos de progresión temática: a) Progresión de tipo lineal: lo que se presenta como información
nueva (rema) se convierte en el tema (información conocida a la que se le atribuye otro rema, y
así sucesivamente); b) Progresión de tema constante: a un mismo tema se le van asignando
remas diferentes; c) Progresión de temas derivados: a partir de un tema general van surgiendo
diferentes temas o subtemas con sus respectivos remas; y d) Progresión de tema extendido o
ramificado: el tema o el rema se expande en diversos subtemas o subremas.
Es preciso decir que los textos extensos y elaborados no suelen mantener un único tipo de
progresión temática, sino que aparecen combinados, poniendo de manifiesto una progresión
compleja, que puede llegar a la ruptura temática, con la irrupción de temas incrustados y con la
posibilidad de retornar al mismo tema.
Frente a la teoría de que todos los enunciados poseen una estructura dicotómica (tema-
rema), Manuel Casado Velarde en Introducción a la gramática del texto del español, Madrid,
Arco Libros, 2000 (4ª ed.), dice que existen dos tipos de enunciados: a) los de estructura
informativa dicotómica, con el orden sujeto-verbo, bimembres, analizables en tema-rema, que
son los enunciados que denomina con Miorita Ulrich enunciados categóricos; y b) los de
estructura unimembre, sin tema y sin rema, que se expresan esencialmente mediante el orden
verbo-sujeto, denominados enunciados téticos. La oposición tético/categórico se refiere al tipo
de información que proporciona el enunciado, establecida en términos de “referencia a un
hecho”/ “referencia a un actante” respectivamente. Así, “Llegaron las lluvias” es una estructura
unimembre con información tética, pues refiere un hecho; en cambio, “Las lluvias son
insuficientes” es una estructura bimembre con información categórica por medio de un tema (las
lluvias) y un rema (son insuficientes), predicándose algo de un actante (lluvias). El orden tético
tiene una función introductiva, enmarcadora y descriptiva, mientras que el orden categórico es
continuativo y, por ello, narrativo.
Desde un punto de vista textual, la unidad narrativa elemental es la proposición. El paso
siguiente es establecer relaciones proposicionales cuya unión origina la unidad superior o
secuencia, constituida por una combinatoria de proposiciones cuya sintagmación obedecerían a
dos tipos básicos de relación: la temporal y la causal. Las secuencias narrativas funcionarían
con el constituyente superior, el texto, definido por Todorov como la sucesión de secuencias
sometida a tres posibilidades combinatorias: a) la simultaneidad: desarrollo en el mismo tiempo
lógico de dos o más secuencias diferentes; b) el encadenamiento: cuando una de las secuencias
viene a interrumpir la otra; y c) la alternancia, cuando el final lógico de una se convierte en el
inicio de la siguiente.
H. Isenberg en “Cuestiones fundamentales de tipología textual”, en E. Bernárdez
(comp.), Lingüística del texto, Madrid, Arco Libros, 1987, pp. 95-129, propondrá una serie de
fenómenos para la progresión informativa textual: a) las anáforas; b) el artículo; c) el orden de
los sintagmas en el enunciado; d) las pronominalizaciones y los pro-adverbiales; e) la posición
del acento; f) la entonación; g) el énfasis y el contraste; h) las relaciones causales entre
enunciados; i) la aplicación de reglas de un enunciado a otro; j) las restricciones contextuales; k)
las marcas de objeto para el complemento directo; l) las propiedades referenciales de los
nombres; y m) la sucesión de los tiempos.
A partir de ahí, Isenberg estableció diferentes tipos de textualizaciones, relaciones entre
enunciados que vendrían regidas desde un principio textual superior. Son las siguientes: a)
tematización de objetos no nuevos: “Esta mañana vino Pedro”; b) conexión causal: “La lámpara
no se enciende. Se ha ido la luz.”; c) conexión de motivos: “Ven aquí. Hay una carta para ti”; d)
interpretación diagnóstica: “Esta noche ha helado. Han saltado las tuberías”; e) especificación:
“Ayer hubo un accidente. Pedro se ha roto el brazo”; f) ordenamientos metalingüísticos: “Mi
hermano se ha comprado un vestido. Juan, un coche. De todo esto me he enterado esta mañana”;
g) conexión temporal: “El delantero corre hacia la portería y el defensa le quita la pelota”; h)
conexión de presupuestos: “El niño ha ido al cine. Alguien ha debido darle dinero”; i) contraste
adversativo: “Pedro es simpático. Su hermano es un mentiroso”; j) Pregunta-respuesta: “¿Qué
hiciste ayer? - Fui al cine”; k) comparación: “Pedro tiene un abrigo largo. Su hermano, uno más
largo”; y l) corrección de acciones precedentes: “Antonio ha visto a María. - No, ha sido Juan
quien la ha visto”.
Van Dijk en La ciencia del texto, Barcelona, Paidós, 1983, propone un primer paso de
ligazón de proposiciones: “Dos proposiciones están ligadas entre sí cuando sus denotados, es
decir, las circunstancias que les han sido asignadas en una interpretación, están ligados entre sí”.
Los casos generales de esa conexión serían: A es causa de B; A es una fundamentación de B; A
y B ocurren en la misma situación; A es parte conceptual de B, o al revés; A es parte
convencional de B, o al revés. Estas condiciones fundamentan el uso de los conectivos naturales.
G. El teatro del absurdo como modelo literario de incoherencia
Tras la Segunda Guerra Mundial, dentro de la renovación teatral que se está produciendo,
ocupa un lugar destacado el denominado teatro del absurdo, desarrollado en Francia por
Ionesco y Beckett. Por su concepción del mundo, este teatro enlaza con los enfoques
existenciales de Sartre o Camus: el hombre perdido en un mundo absurdo, la angustia ante el
tiempo, la soledad y la incomunicación, etc.
Pero lo verdaderamente novedoso son las formas de expresión dramática, pues se tratará de
una presentación absurda del absurdo: situaciones ilógicas, acciones incoherentes, personajes
vacíos en un marco insólito, mezcla de lo grotesco y lo trágico, frases sin sentido, balbuceos,
banalidades, etc.
En España cobran especial importancia Enrique Jardiel Poncela y Miguel Mihura. Del
primero destaca su obra Eloisa está debajo de un almendro, teatro en libertad que destaca por la
destipificación del lenguaje, que no refleja categoría social alguna, por el encadenamiento de
situaciones inverosímiles a partir de una situación base igualmente inverosímil, por la
dosificación de la comicidad en el lenguaje (chiste fonético, juego de palabras, equívocos, etc.) y
por la diversificación de la comicidad de situación.
Como señala Luciano García Lorenzo en El teatro español hoy, Barcelona, Planeta
(Biblioteca Cultural RTVE, 6), 1975, Jardiel Poncela acumula de tal manera efectos y enredos
en sus comedias que, al final, cuando intenta organizar todo aquel cúmulo de materiales
ofrecido, sale con dificultades del laberinto que ha ido creando a lo largo de muchas escenas. En
este sentido, afirma Alfredo Marqueríe en el prólogo a la citada obra del escritor (Madrid,
Salvat y Alianza Editorial, 1969) que existe una travesura dialéctica jardielesca consistente en
las falsas relaciones de causalidad y la aplicación del principio paradójico de que una misma
causa puede producir efectos diferentes y tantos y tantos resortes más, que no son juegos de
palabras, sino juegos de ideas y oraciones vueltas por pasiva o reducciones al absurdo.
El teatro de Miguel Mihura tiene como sustancias fundamentales el humor y la ternura. Un
humor – dice Luciano García Lorenzo (op. cit., 1975) –, el de nuestro autor, que nace del muy
particular código lingüístico empleado, un código que ha huido del cliché y de la frase hecha, del
término vacío a fuerza de repetición y aceptación social, de la paradoja de la respuesta
convencional a la pregunta absurda o de la absurda intervención que sigue a la frase hecha. Un
humor limpio y superador del chiste tradicional o el puro juego de palabras; una corteza
humorística nacida del ingenio y de una imaginación en libertad, pero que da productos
coherentes aun dentro del irracionalismo en que, a veces, desemboca.
Todo ello es aplicable a su obra fundamental, Tres sombreros de copa, donde la tensión
entre el absurdo lógico y la realidad existencial es el vértice de apoyo de la nueva risa. El
lenguaje busca la incongruencia, como cuando Paula pregunta a Dionisio en el primer acto si sus
padres también eran artistas y él contesta azorado: “Sí. Claro. Mi padre era comandante de
infantería”. Aquí, la incongruencia por “despiste” puede producir una suspensión de la
evidencia, la búsqueda de lo absurdo, la desviación de los comportamientos normales.