La producción social del espacio urbano Tensiones y ajustes en la (re)ordenación urbana de los Tres
Turons de Barcelona
SERGIO PORCEL LÓPEZ
Trabajo de investigación para la obtención del Diploma de
Estudios Avanzados (D.E.A.) en Sociología
Director: Dr. Joan Miquel Verd Pericàs
DOCTORAT EN SOCIOLOGIA
DEPARTAMENT DE SOCIOLOGIA FACULTAT DE CIÈNCIES POLÍTIQUES I DE SOCIOLOGIA
UNIVERSITAT AUTÒNOMA DE BARCELONA
2010
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Índice Agradecimientos ........................................................................................................... 5 Introducción................................................................................................................... 7 CAPÍTULO 1. LA MIRADA SOCIOLÓGICA DE LA CIUDAD ...................... 11 1.1. La dificultad de atender a lo socioespacial: diversidad y fragmentación de
la sociología urbana como disciplina................................................................ 14 1.2. La distinción entre ciudad, lo urbano y espacio urbano.............................. 20 1.3. El estudio de la morfogénesis del espacio urbano: perspectivas teóricas 26
1.3.1. La morfología urbana bajo el enfoque demográfico de Maurice Halbwachs ........................................................................................................ 27
1.3.2. Ecología urbana: los principios naturales como explicación de la morfogénesis del espacio urbano .................................................................. 30
1.3.3. La Nueva Sociología Urbana: economía política y la transformación de las formas de la ciudad ................................................................................... 34
CAPÍTULO 2. LA PRODUCCIÓN DEL ESPACIO URBANO COMO OBJETO
DE ESTUDIO ........................................................................................................ 41 2.1. La triada espacial lefebvriana: la concepción íntegra del espacio urbano 44 2.2. La producción social del espacio urbano: los efectos de los intereses
económicos, las políticas urbanas y los movimientos sociales en el territorio.................................................................................................................. 48 2.2.1. La naturaleza económica del suelo urbano y su peso en la
morfogénesis del espacio................................................................................ 48 2.2.2. Las políticas urbanas y la planificación en la configuración del espacio
urbano ............................................................................................................... 51 2.2.3. La acción del movimiento ciudadano en la (re)definición de las formas
urbanas. ............................................................................................................. 58 2.3. El estudio del proceso de reordenación urbana de los Tres Turons de
Barcelona: modelo de análisis y preguntas de investigación....................... 64 CAPÍTULO 3. ASPECTOS METODOLÓGICOS DE LA INVESTIGACIÓN:
DISEÑO, TRABAJO DE CAMPO Y ESTRATEGIA DE ANÁLISIS.......... 69 3.1. El diseño metodológico multimétodo etnográfico: triangulando datos
cualitativos ............................................................................................................. 72 3.2. El trabajo de campo ............................................................................................. 76
3.2.1. Documentos urbanísticos ........................................................................... 76 3.2.2. Entrevistas en profundidad ....................................................................... 78
3.3. El uso del CAQDAS y la geocodificación como nueva herramienta de análisis cualitativo................................................................................................ 79 3.3.1. La irrupción de la geocodificación en los CAQDAS .............................. 80
4
3.3.2. El papel de la geocodificación en el desarrollo de la investigación ..... 82 3.4. Una estrategia de análisis inspirada en la Grounded Theory al margen de
la ortodoxia ............................................................................................................ 87 CAPÍTULO 4. CONTEXTO SOCIO-HISTÓRICO DE LOS TRES TURONS:
CONSIDERACIONES PREVIAS PARA EL ESTUDIO DE SU TRANSFORMACIÓN URBANA...................................................................... 91
4.1. La construcción del entorno urbano de los Tres Turons: de la ruralidad a
la heterogeneidad urbana ................................................................................... 94 4.1.1. El tránsito de rural a urbano (mediados del s. XIX-1930)...................... 95 4.1.2. El barraquismo, la autoconstrucción y la construcción especulativa
(1940-1970) ........................................................................................................ 98 4.1.3. Las acciones de las grandes inmobiliarias (1967-1980) ........................ 100
4.2. El movimiento vecinal barcelonés y la implicación de la Asociación de Vecinos del Carmelo en la construcción de los barrios de los Turons..... 101
4.3. El proyecto de los Tres Turons en el contexto de las políticas urbanas de Barcelona .............................................................................................................. 104
4.4. El Parc dels Tres Turons: origen y evolución de una planificación imposible.............................................................................................................. 109
CAPÍTULO 5. EL PROCESO DE (RE)ORDENACIÓN URBANA DE LOS
TRES TURONS: UNA PRIMERA APROXIMACIÓN EMPÍRICA.......... 117 5.1. Las constricciones de los elementos estructurales en la gestión del
proyecto y en la propuesta inicial: el punto de partida............................... 121 5.2. ¿Quién es quién?: el juego de los actores en el proceso de planificación
del Parc dels Tres Turons.................................................................................. 127 5.3. Tensiones y ajustes en la nueva ordenación urbanística del Parc dels Tres
Turons ................................................................................................................... 133 5.3.1. La principal controversia: ¿parque estricto o parque mixto?.............. 134 5.3.2. La problemática del núcleo central del parque y la búsqueda de
soluciones ad hoc ............................................................................................ 139 CAPÍTULO 6. PRIMERAS CONCLUSIONES, ATISBOS Y TRAZOS DE
LÍNEAS A DESARROLLAR PRÓXIMAMENTE......................................... 147 6.1. La fuerza de los elementos estructurales en la configuración del marco del
Pla del Parc dels Tres Turons ............................................................................ 151 6.2. El desequilibrio de poder entre el Ajuntament de Barcelona y las
entidades vecinales: causas y consecuencias................................................. 152 6.3. La producción social de la nueva ordenación urbana del ámbito de los
Tres Turons .......................................................................................................... 155 Referencias bibliográficas ...................................................................................... 157 Anexo .......................................................................................................................... 171
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Agradecimientos
l presente documento es el resultado de un gran esfuerzo personal. Tan sólo
el hecho de poder estar escribiendo estas líneas es ya para mi un éxito y
también un momento muy esperado. No quería desaprovechar la ocasión
para recordar a todos los que me han acompañado en este viaje intelectual, ya que cada
uno a su manera también son artífices de este trabajo.
En primer lugar, quería agradecer a Joan Miquel Verd, su entrega, su paciencia y
su interés a lo largo de todo el desarrollo de esta memoria de investigación, así como
su capacidad motivadora. Sin él, es evidente que nada habría sido lo que es. También
me gustaría destacar los comentarios recibidos por parte de Aaron Cicourel y de Jo
Moran-Ellis, los cuales me sirvieron para afinar mejor algunas cuestiones del estudio.
Cómo no recordar al grupo de compañeros y amigos con los que he podido
intercambiar durante este tiempo enriquecedoras impresiones sobre este trabajo. Mis
preocupaciones, mis avances y mis dudas siempre fueron bien acogidas por Sergi
Fábregas (¡gracias también por los artículos!), Lara Navarro, Josep Báguena, Jordi
Gumà, Maria Costa, Isaac Marrero y Marc Martí.
En cuestiones más técnicas, debo expresar mi enorme gratitud por la valiosa
ayuda que me brindaron Pilar Pérez, en las transcripciones, y Francesc Coll, en los
mapas. Mi agradecimiento también a Jaume Clapés quien me facilitó el acceso a ciertos
libros.
Por otro lado, me gustaría mencionar y darles las gracias también a Mar Sorribas,
a Carles Ros, a Blai Casals, a Élia Herranz y a Andrés Naya, a Quim Martín y a Toni
Coll. Todos ellos me ayudaron a introducirme en el rincón de Barcelona que he
estudiado, siendo vital para poder hacer realidad esta investigación. Muchísimas
gracias también a todos aquellos que han colaborado en el estudio, prestando su
tiempo para ser entrevistados o consultados, el nombre de los cuales guardaré en el
anónimato. Ellos saben quiénes son.
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Y, por último, mi más cariñoso agradecimiento a la persona que ha hecho posible
que me haya podido dedicar enteramente a hacer este trabajo cuando lo he necesitado,
Laia Oliva. Gracias por la comprensión y por el sacrificio. Y también para Mariona
Porcel. Nadie más que ella me estimuló tanto para acabar lo que ya había empezado.
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Introducción
arcelona, como otras ciudades del mundo, es desde hace tiempo un
laboratorio urbano. Es un contenedor de fenómenos y procesos observados
minuciosamente desde diversas disciplinas, entre las que las ciencias
sociales aportan un peso específico importante. El interés por obtener un
entendimiento más profundo sobre esta ciudad y el mundo urbano en general, ha dado
pie a la proliferación de estudios que, partiendo de la realidad barcelonesa, abordan
una multitud de temáticas urbanas. Las políticas urbanas, sus espacios públicos, los
movimientos sociales o su propia morfología espacial son algunas de las cuestiones
más analizadas por antropólogos, sociólogos, geógrafos o politólogos. El objetivo que
persiguen estos estudios sobre la ciudad es desenmarañar su significado y su
naturaleza con el fin de aprender a gestionarla mejor. La presente investigación nace
con la voluntad de sumarse a esta amalgama de conocimiento sobre la ciudad y los
fenómenos socioespaciales, y contribuir así, aunque sólo sea en un ápice, a ampliar el
saber empírico urbano desde una óptica sociológica.
La investigación se ocupa de un proceso de transformación urbana, el Pla del Parc
dels Tres Turons. Aunque la construcción de este parque urbano es un proyecto con más
de 50 años de recorrido, su gestión ha gozado de una gran actualidad en los últimos
años. A finales de los años 90, en un momento de definición de las nuevas líneas
estratégicas de actuación urbana, el Ajuntament de Barcelona retomó este antiguo
proyecto con la intención de hacer realidad, de una vez por todas, el gran parque de los
Tres Turons. El proyecto responde al interés del gobierno local por impulsar la mejora
del verde urbano, una materia en la que la ciudad acumula un importante déficit
histórico, pero su implementación no está siendo fácil. El elevado número de
propiedades afectadas ―edificaciones y parcelas situadas en el interior de la
delimitación del parque urbano― y la resistencia de la mayoría de estos vecinos a ser
expropiados y desalojados, han constituido una problemática clave para el desarrollo
del plan. Durante la última década, las negociaciones, más o menos conflictivas, entre
el gobierno local y las entidades vecinales sobre la conceptualización y la delimitación
del parque, han marcado un proceso que se ha saldado finalmente con una nueva
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ordenación urbana de la zona de los Tres Turons. Esta reordenación modifica los
límites del parque preestablecidos en el Pla General Metropolità de 1976 y comporta la
desafectación de más de la mitad de las viviendas afectadas. Es precisamente este
proceso de transformación del proyecto original del parque el que conforma el objeto
de estudio de esta investigación.
El tema central del trabajo y, por lo tanto, la cuestión en torno a la cual gira gran
parte del análisis realizado, es la producción del espacio urbano, entendiéndolo como
un proceso social. El objetivo que se plantea no es otro que atender a los elementos que
intervienen en este proceso de morfogénesis espacial, identificar los actores y
elementos que participan, rastrear sus interrelaciones y establecer asociaciones con
respecto a cómo se acaba configurando el espacio urbano. En el caso del Parc dels Tres
Turons, se trata de investigar las tensiones que se han producido entre los actores que
han participado en el proceso de configuración de la nueva zonificación que se prevé
para esta área urbana, así como examinar aquellos otros factores o elementos que
también hayan incidido en la remodelación de la ordenación de los Tres Turons. En
este sentido, se pone el énfasis en la mutación que sufre el proyecto de planificación al
entrar en contacto con la realidad, en los ajustes que en él se imprimen como resultado
de un proceso social complejo. Con ello se busca, por un lado, aportar luz sobre el tipo
de implicaciones que se desprenden de la reordenación urbana resultante, valorando,
entre otras cosas, si ésta cumple o no con los objetivos planteados por la planificación
en un inicio. Por otro lado, los resultados permitirán contrastar también algunos
planteamientos teóricos formulados en relación a la producción del espacio urbano.
No obstante, en la medida que el trabajo se ajusta a los requerimientos de una
memoria de investigación, en el presente documento no se presentan resultados
definitivos, sino que los contenidos se limitan básicamente al marco teórico, la
metodología y una primera aproximación empírica sobre el objeto de estudio
planteado. La idea es que este trabajo sea completado en un futuro próximo en forma
de tesis doctoral y, por lo tanto, deberá servir para conformar las bases y el trazo de las
líneas maestras que guíen el desarrollo de esa investigación más amplia y madura.
Los contenidos se estructuran en 5 capítulos que se distribuyen de la siguiente
manera. El primer capítulo recoge aspectos básicos que introducen el enfoque teórico
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de la investigación. En primer un lugar, se remarca la perspectiva que se adopta para el
estudio de la ciudad desde la sociología, a la vez que se presentan algunos de los
debates epistemológicos internos que se han sucedido en el devenir de la sociología
urbana como disciplina. En segundo lugar, se distingue entre los conceptos ciudad, lo
urbano y espacio urbano y, por último, se realiza un repaso sobre las principales
corrientes teóricas que desde la sociología urbana se han ocupado del estudio de la
morfogénesis del espacio urbano.
En el segundo capítulo, se exponen las principales referencias teóricas que se
utilizan en el desarrollo de la investigación para abordar el objeto de estudio
planteado, en este caso, la producción social del espacio urbano. En él, primero se hace
hincapié en la manera en que se concibe el espacio urbano en el contexto de esta
investigación. Seguidamente, se recogen las aportaciones teóricas más importantes
sobre la producción del espacio urbano estructuradas en torno a los factores que se han
considerados más importantes en este proceso: el valor económico del suelo, las
políticas urbanas y la acción de los movimientos sociales. En última instancia, se
presenta el modelo de análisis y las preguntas de investigación a las que se trata de dar
respuesta.
El tercer capítulo habla sobre cómo se ha realizado el trabajo empírico, es decir,
sobre la metodología utilizada, que, en este caso, es eminentemente cualitativa. Así, a
grandes rasgos, se explica el diseño metodológico que se ha seguido, las características
del trabajo de campo y la estrategia de análisis que se ha adoptado. Además, se realiza
una reflexión sobre la geocodificación, un nuevo recurso de análisis cualitativo
incorporado recientemente en los CAQDAS, que presenta una clara idoneidad
metodológica en el ámbito de la sociología urbana. La reflexión esta basada en el uso
intensivo que se ha realizado de esta herramienta en esta investigación.
Finalmente, los capítulos 4 y 5, se centran ya en el estudio del Pla del Parc dels Tres
Turons. Si bien, el capítulo 4, cumple una función introductoria y contextual del caso
estudiado, aportando una explicación de cómo se ha ido conformando históricamente
el espacio urbano delimitado como objeto de estudio, en el capítulo 5, se presenta la
primera aproximación empírica, que tal y como se explica más adelante, esta basada en
el análisis de una parte de la información disponible.
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Capítulo 1. LA MIRADA SOCIOLÓGICA DE LA CIUDAD
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Capítulo 1. La mirada sociológica de la ciudad
Por esta calle llego a una plaza cuadrada donde hay un colegio, el colegio de Santa Eulàlia, y unos jardines. Las madres están esperando a sus hijos. Pasan hombres que vienen del trabajo y me da por observar que hablan en catalán. (…) Doblo por otra calle, hacía la izquierda. Hay fábricas y se oyen ruidos fuertísimos. Ahora doblo a la derecha me fijo en las casas; son modestas, pero causan buena sensación. Y en seguida pienso en lo que el ruido continuo les debe molestar. (…) Me voy fijando en los edificios que aparecen con grietas, en los edificios que están agrietados, y observo muchos. Es una manía que tengo desde hace cierto tiempo, pues las edificaciones donde vivimos ahora, están todas rajadas de arriba abajo, más o menos imperceptiblemente. (…) Luego cruzo la Gran Vía y por entre la estación SEAT y donde estuvo la planta embotelladora de vinos SEYTA salgo a la carretera del Port y de allí a casa.
Apuntes para una sociología del barrio, FRANCISCO CANDEL
a ciudad es un ente de naturaleza compleja, compuesto por una multitud de
dimensiones —territorial, demográfica, social, cultural, económica,
política—, las cuales se entrelazan entre sí constituyendo un todo de
estructura frágil, volátil, en movimiento, en continuo proceso de reestructuración. Esta
constitución convierte a la ciudad en un objeto de estudio inabarcable desde una única
disciplina si se quiere aspirar a su compresión integral. Para lograrlo sería necesario un
marco interdisciplinar altamente sofisticado que, tal y como vaticinaba Harvey (1979)
años atrás, todavía no se ha creado. Lefebvre (1971, 1996), incluso, se muestra bastante
escéptico respecto a las posibilidades que ofrece la interdisciplinariedad en este
sentido, y se pregunta si realmente es posible crear una ciencia de la ciudad a partir de
los relatos fragmentados de historiadores, economistas, demógrafos, antropólogos,
geógrafos o sociólogos, cuyas aportaciones analizan hechos aislados entre sí. En todo
caso, lejos de pretender ofrecer un análisis global de la ciudad, la aproximación que
aquí se propone llevar a cabo es conscientemente parcial, centrada en conocer tan sólo
determinados aspectos de la realidad urbana desde una óptica eminentemente
sociológica.
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En el presente capítulo, se establece el punto de partida del encuadre teórico de
la presente investigación, siguiendo una lógica que va de lo general a lo concreto. En
primer lugar, se describen algunas de las particularidades de la sociología urbana
como disciplina, a la vez que se define el tipo de mirada que se ejerce sobre el
fenómeno socioespacial en este trabajo. En segundo lugar, se procede a la distinción
entre los conceptos ciudad, lo urbano y espacio urbano, para facilitar la delimitación del
objeto de estudio que abordará esta investigación. Por último, se exponen las
principales líneas teóricas que se han ocupado del estudio de la morfogénesis del
espacio urbano.
1.1. La dificultad de atender a lo socioespacial: diversidad y fragmentación de la sociología urbana como disciplina
Desde sus orígenes, la sociología urbana ha focalizado su atención en la trama de
interrelaciones que se producen en los ámbitos urbanos entre los procesos sociales y las
formas espaciales. No obstante, la sociología urbana presenta un aspecto fragmentado
y un tanto caótico como consecuencia de la multiplicidad de temáticas1 que se han
tratado ―y se tratan― en su nombre. Los temas más recurrentes en la literatura
sociológica urbana van desde las formas de vida y la cultura urbana (Firey, 1968 [1947];
Suttles, 1968, 1984; Zukin, 1995, 1998), a las desigualdades sociales, la segregación
urbana y sus consecuencias (Massey y Denton, 1993; Musterd y Ostendorf, 1998;
Forrest y Kearns, 2001; Caldeira, 2007), pasando por los movimientos sociales urbanos
(Castells, 1986; Lowe, 1986; Pickvance, 1986; Urrutia, 1992; Mayer, 1999), por la
configuración de las formas urbanas (Lefebvre, 1991 [1974]; Gottdiener, 1985; Harvey,
1985; Logan y Molotch, 1987; Feagin, 1998) o por los efectos de la globalización sobre la
ciudad (Friedmann y Wolf, 1982; Sassen, 1991; Brenner, 1998; Scott et al., 2004). Esta
disparidad de materias abordadas pone de manifiesto la dificultad que ha acompañado
históricamente a esta disciplina en sus esfuerzos por encontrar un objeto de estudio
claro que le permitiera desarrollarse con una cierta robustez.
Básicamente, hay dos razones que explican el amplio elenco de cuestiones que
son tratadas por la sociología urbana. Por un lado, este hecho tiene que ver con la
1 Varias muestras de las diferentes temáticas que se han tratado desde la sociología urbana se pueden revisar en Saunders (1981), Bettin (1982), Gottdiener (1994), Urrutia (1999), Martínez (2005) o Lamy (2006).
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dependencia que ha mostrado esta disciplina por cubrir de manera sistemática aquellas
problemáticas enraizadas en la ciudad que han suscitado demanda social (Castells,
1976). En otras palabras, la sociología urbana se ha visto obligada, o arrastrada, a dar
respuesta sobre todo aquello que ocurría en la ciudad y que urgía socialmente atender,
lo que se ha traducido en una ligera falta de autonomía a la hora de trazar líneas de
investigación. Pero, por otro lado, y quizá de manera más decisiva, esta fragmentación
está relacionada también con algunos escollos de orden teórico y epistemológico, que
han marcado la trayectoria de la sociología urbana.
Respecto a las cuestiones teóricas, Louis Wirth ya manifestaba en los albores de
la disciplina que “sólo en tanto que el sociólogo posea una concepción clara de la
ciudad como una entidad social y una teoría practicable del urbanismo, puede esperar
el desarrollo de un cuerpo unificado y confiable de conocimientos, cosa que
ciertamente no ocurre con la sociología urbana de nuestros días” (Wirth, 1938:24).
Wirth, no se equivocaba demasiado, sino que más bien adelantaba dos de los
problemas principales que han marcado el desarrollo de la sociología urbana y que han
dificultado su cohesión interna: el déficit teórico y la falta de consenso en la definición
de conceptos clave.
Durante la primera etapa de la disciplina, representada ampliamente por las
aportaciones precursoras de la Escuela de Chicago, las investigaciones que se llevaron
a cabo se caracterizaban, en primer lugar, por un deficitario andamiaje teórico,
conformado débilmente por la ecología urbana2, que además quedaba minimizado ante
el empirismo exaltado con el que actuaban los sociólogos de Chicago; y, en segundo
lugar, por el predominio de la metodología cualitativa y de la etnografía. Estos dos
rasgos llevaron a algunos autores de etapas posteriores a cuestionar el carácter
científico de los trabajos de la Escuela de Chicago, tildándolos en ciertos casos de meras
descripciones (Castells, 1971, 1976; della Pergola, 1973). Pero, al margen de estas
críticas cientificistas sobre el inductivismo etnográfico que marcó los inicios de la
disciplina ―siempre discutibles―, lo cierto es que esta prematura “intemperie teórica”
contribuyó a diversificar las temáticas abordadas, en la medida que permitía
seleccionar y tratar las “cuestiones urbanas” con bastante libertad. Prácticamente, todo
2 Según Castells (1976), los parámetros teóricos ecológicos con los que contaban los sociólogos urbanos de la Escuela de Chicago no proveían de una base suficiente para ser aplicada a los estudios empíricos de la ciudad, sino que se mantenían en un plano ideológico.
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lo que sucedía en la ciudad era susceptible de ser observado y estudiado por la
sociología urbana, y más si estaba relacionado con alguna problemática social
(inmigración, delincuencia, pobreza, etc.). Paradójicamente, y probablemente como
consecuencia de esta situación previa, los modelos teóricos que han surgido
posteriormente, no han conseguido mitigar las desordenadas ramificaciones de la
disciplina, sino más bien lo contrario, las han consolidado.
Por otro lado, la falta de consenso entre los sociólogos urbanos en el momento
de formular definiciones sobre aquello que estudiaban3, no ha ayudado tampoco en
este sentido y, además, ha impedido trabajar sobre una base conceptual sólida durante
mucho tiempo (Sjoberg, 1959). En parte, este inconveniente se deriva de la complejidad
que encarna el fenómeno urbano, pero sobre todo tiene que ver con las carencias
teóricas que antes se han comentado. Este problema, sin embargo, se ha minimizado en
las últimas décadas, en las que se han delimitado mejor algunos conceptos y en las que
han emergido conceptos nuevos, corrigiendo la confusión y las ambigüedades de
etapas anteriores.
A pesar de estas dificultades teóricas y de sus implicaciones en el desarrollo de
la sociología urbana, se puede decir que el origen de la división más profunda que
acusa la disciplina se encuentra estrechamente relacionado con la naturaleza recíproca
que caracteriza la conexión que se establece entre lo social y lo espacial. Halbwachs,
uno de los pioneros en el estudio de la articulación entre el espacio y la sociedad, ya
señalaba a principios del siglo XX esta particularidad de la relación socioespacial.
Según este autor, de la misma manera que una sociedad se ubica en un lugar concreto
del mundo material, incidiendo en la forma y el significado del espacio de acuerdo con
una determinada organización moral, social, económica y jurídica, la sociedad, como
parte del mismo proceso, también recibe e incorpora en su naturaleza el feedback del
medio habitado (Martínez Gutiérrez, 2003). Para Lefebvre (1991 [1974]) cada tipo de
organización social produce un entorno que es consecuencia de las relaciones sociales
que posee. En consecuencia, cada sociedad al producir un espacio acorde con su
naturaleza, no sólo lo materializa en formas de construcción particulares, sino que
también las reproduce en sí misma. Así, el autor cree también que el espacio adquiere
una doble dimensión como medio donde se producen relaciones sociales y como
3 Véase la distinción entre los conceptos ciudad, lo urbano y espacio urbano en el apartado siguiente.
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producto material que puede afectar a las relaciones sociales. En la misma línea, Pierre
Bourdieu (1999) entiende que la estructura del espacio se conforma en base a
oposiciones espaciales que marcan diferencias respecto al espacio habitado por los
grupos sociales, las cuales trascienden al espacio social en forma de estructuras
mentales y sistemas de preferencias. Al mismo tiempo, pero a la inversa, el espacio
habitado recibe también el influjo de los procesos sociales que en él se desarrollan. Es
decir, en términos del autor, el hábitat genera habitus y el habitus genera hábitat.
Esta “bidireccionalidad” ―si se puede decir así― que se desprende de los
“efectos de lugar”, como los denomina Bourdieu (1999), sugiere la existencia de dos
fenómenos socioespaciales que suceden simultáneamente, y si suceden, ambos son
susceptibles de ser abordados desde la sociología. De hecho, en los tempranos trabajos
de la Escuela de Chicago ya se plasman estas dos lecturas de la realidad socioespacial,
dónde convive el estudio de los estilos de vida y la cultura urbana con el de la
morfología de las ciudades. Sin embargo, no todos los autores han estado de acuerdo
con esta fraternal convivencia entre los dos objetos de estudio. A finales de los años 60,
esta cuestión originó algunas controversias de carácter epistemológico en el seno de la
disciplina, cuando algunos de los integrantes de la Nueva Sociología Urbana entran a
discutir qué papel debe desarrollar la sociología urbana, si debe situar a la ciudad o el
territorio como variable explicada o como variable explicativa de lo social.
Castells (1974), por ejemplo, critica los estudios sobre cultura urbana,
desarrollados principalmente a partir de la obra de Wirth, y duda si pueden ser
considerados como sociología urbana. El enfoque cultural de Wirth (1938), considera la
ciudad como variable explicativa y asocia los efectos socio-culturales que comparten
algunos ciudadanos (soledad, anonimato, individualismo, instrumentalización de las
relaciones, ausencia del control social directo, etc.) con el hecho de residir en el hábitat
urbano. Castells, en cambio, atribuye estos efectos al mismo proceso de
industrialización, y bajo esta óptica, estudiar la cultura urbana o los estilos de vida
urbanos no es más que estudiar el proceso de industrialización, lo cual no corresponde
a la sociología urbana (Castells, 1971, 1974, 2004 [1972]). Como contrapartida, el autor
propone que la sociología urbana debe ocuparse del análisis de la estructura urbana, es
decir, sitúa a la ciudad y las formas urbanas como variable a explicar. Para ello, según
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él, resulta imprescindible tener en cuenta los mecanismos de la política urbana que
moldean la estructura urbana. Lo expresa de la siguiente manera:
“El análisis de la estructura urbana (…) tropieza sistemáticamente con serios
obstáculos, cada vez que se trata de comprender el proceso de producción de
estas formas y de estas prácticas, cada vez que se ha querido establecer leyes de
su desarrollo y su transformación. Al no existir las estructuras más que en las
prácticas, la organización específica de estas prácticas produce efectos
autónomos que no están contenidos enteramente en el desarrollo de las leyes
estructurales. El corazón del análisis sociológico de la cuestión urbana está en el
estudio de la política urbana, es decir, de la articulación específica de los
procesos designados como “urbanos” con el campo de la lucha de clases y, por
consiguiente, con la intervención de la instancia política (aparatos de Estado).”
(Castells, 2004 [1972]:290)
Este planteamiento es puesto a su vez en tela de juicio por Saunders (1981), quien
afirma que Castells se acaba desviando del estudio de las estructuras urbanas, ya que
se centra en el estudio de la acción de los movimientos sociales urbanos y del consumo
colectivo. Además, según él, una de las inconsistencias de la teoría que construye
Castells es que concibe los procesos urbanos excluyendo los procesos de no consumo y
los procesos de consumo no espaciales. En este sentido, bajo el entendimiento de
Saunders, Castells únicamente se interesa por un fragmento de la realidad urbana,
basada en los movimientos sociales y en su lucha orientada hacia las cuestiones de
bienestar social, lo cual lo aleja de la sociología urbana y lo sitúa en la sociología de los
movimientos sociales o del consumo4.
Por el contrario, el mismo Saunders piensa que la sociología urbana debe
ocuparse de los procesos sociales que se inscriben en un espacio determinado y no del
espacio en sí, como planteaba Castells. Para Saunders, el “espacio es más que un
simple escenario o container pasivo en el que tienen lugar los procesos sociales, la
disposición espacial evidentemente influye y afecta en cómo se desarrollan estos
procesos” (Saunders, 1981:270). Saunders, a pesar de situar de nuevo al territorio como
4 Otra de las críticas que recibe la propuesta de modelo analítico de Castells incide sobretodo en el deductivismo radical que emplea el autor, excesivamente encasillado en la ortodoxia marxista, que le lleva a realizar un análisis forzado de la realidad social (Harloe, 1979).
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variable explicativa, no retoma la línea culturalista de Wirth5 criticada por Castells,
sino que destaca el rol estructurante que desempeña el espacio en relación con las
prácticas sociales. El germen de esta línea teórica se encuentra parcialmente en la teoría
de la estructuración de Giddens (1979), quien considera el espacio como un elemento
activo en la conformación del orden y la conducta social. Según él, el espacio constituye
un elemento estructurante de lo social, pero en su teoría es considerado como un
elemento más entre otros. Han sido otros autores quienes posteriormente se han
centrado en reflexionar más en profundidad sobre el carácter estructurante del espacio
en relación a la realidad social, apelando especialmente a la incidencia de las
constricciones espacio-temporales en las relaciones y en las prácticas sociales (Massey,
1984; Urry, 1985; Hillier y Hanson, 1988; Ducan y Savage, 1989; Blockland y Savage,
2008).
Finalmente, el resultado de este debate epistemológico ―que aquí se ha
sintetizado drásticamente― no ha sido otro que el de reforzar dos tipos de
aproximación a los fenómenos socioespaciales, a la vez que demostrar que ambos se
pueden realizar desde la sociología urbana. De modo que, es posible observar dos
grandes líneas de aproximación a la realidad urbana que estructuran, a grosso modo y
salvando muchos matices, la desbaratada producción sociológica en esta materia. Una
de estas líneas sería el estudio de los aspectos concernientes a la formación y
transformación del espacio urbano como resultado de procesos sociales (la ciudad
como variable dependiente), mientras que la otra se ocuparía del análisis de las
particularidades de la cultura, los estilos de vida y las prácticas sociales que se derivan
o simplemente que se inscriben en determinados contextos urbanos (la ciudad como
variable independiente) (Lezama, 1990).
Ambos ejes analíticos deben entenderse como complementarios y no como
excluyentes. Sólo bajo este prisma es posible entender la estrecha imbricación que se
produce entre lo social y lo espacial. Es precisamente esta imbricación la que se erige
como el verdadero objeto de estudio de la sociología urbana, aunque deba ser
abordada de manera fragmentada, como ocurre con el resto de dimensiones que
conforman la ciudad. En este sentido, y como no podía ser de otra manera, esta
5 La línea culturalista será adoptada sobretodo por la antropología urbana (Signorelli, 1999; Delgado, 1999).
20
investigación se sitúa en una de estas dos grandes líneas de análisis socioespacial, en
concreto en la que se refiere al estudio de la morfogénesis del espacio urbano.
A continuación, se procederá a distinguir varios conceptos cuya proximidad
puede llegar a provocar confusión, se trata de ciudad, lo urbano y espacio urbano. Esta
tarea facilitará el esclarecimiento y la comprensión de planteamientos posteriores, a la
vez que permitirá delimitar de manera más cómoda el objeto de estudio de esta
investigación.
1.2. La distinción entre ciudad, lo urbano y espacio urbano
En el ámbito de las ciencias sociales, las connotaciones que adoptan las expresiones
ciudad, lo urbano y espacio urbano son completamente dispares. Es por ello, que su
distinción resulta insalvable en el contexto de esta investigación. A pesar de la
familiaridad que irradian estos tres conceptos, dada su estrecha relación, el desarrollo
de los estudios urbanos, en particular los realizados desde la sociología y desde la
antropología, ha propiciado una progresiva diferenciación entre ellos, en la medida
que han ido designando objetos de estudio diferentes.
En las primeras referencias que se hacen de la ciudad en el ámbito de la
sociología, ésta aparece como un hecho social en sí misma y su delimitación se debe
principalmente a la oposición de este hábitat con respecto al campo. Los trabajos de
Karl Marx, Max Weber y Émile Durkheim dan cuenta de ello, entre los cuales se
pueden identificar dos aspectos comunes respecto al tratamiento de la ciudad. Por un
lado, para estos autores la ciudad constituye un elemento histórico clave en la
transición del feudalismo al capitalismo en la Europa Occidental. Por otro lado, los tres
autores ponen de manifiesto que las propias características de la ciudad facilitan o
favorecen la aparición de ciertos procesos sociales específicos (Saunders, 1981).
Para Marx y Engels, la división entre el campo y la ciudad constituye la
representación de la antítesis entre el antiguo modo de producción feudal y el nuevo
modo de producción capitalista (Saunders, 1981). Bajo el planteamiento marxista
ortodoxo, la ciudad es un sujeto activo que participa en el proceso de materialismo
histórico y que, como plataforma del sistema capitalista, contribuye a la disolución del
21
feudalismo, colonizando y transformando progresivamente la realidad rural (Lefebvre,
1972). Además, según Engels (1976) [1845], la ciudad, a diferencia del campo, es un
microcosmos donde los efectos del capitalismo se radicalizan y llegan a su máxima
expresión, constituyendo al mismo tiempo el escenario ideal para el surgimiento y la
constitución del movimiento obrero como agente de transformación social.
Weber (1966 [1921]), en cambio, establece otro tipo de diferenciación entre el
campo y la ciudad, basada en la organización política y económica. El autor alemán
considera que durante la Edad Media las ciudades jugaron un papel destacado en la
transformación de las relaciones políticas y económicas del feudalismo y en la
implantación del racionalismo, aspecto que será clave para el posterior desarrollo del
capitalismo y de los derechos democráticos de ciudadanía. Además, Weber percibe la
ciudad como un nuevo tipo de comunidad, que se diferencia de la rural por la
intensificación de los intercambios comerciales que acoge, por las funciones política y
militar que ejerce, por el predominio de instituciones que hay en su seno y por la
complejidad que caracteriza su organización social.
Por último, Durkheim (1987 [1893]), señala como las principales características de
la ciudad, la densidad de la población (densidad material) y el incremento de la
interacción entre los individuos y de las relaciones sociales (densidad moral). Son estos
aspectos los que la convierten en un hábitat diferente al campo. Tales características
favorecen la división social del trabajo, identificado como un fenómeno de carácter
específicamente urbano. Según este autor, la incompatibilidad de la división social del
trabajo con el sistema feudal contribuye a que éste último se resquebraje
paulatinamente.
A partir del primer cuarto del siglo XX, aún manteniendo como telón de fondo la
antítesis campo-ciudad, la Escuela de Chicago ofrece de la mano de sus principales
integrantes, una nueva aproximación a la ciudad que supone una vuelta de tuerca
sobre las concepciones que se habían formulado hasta esa fecha. La ciudad pasa, de ser
un ente compacto que ayuda a explicar determinados procesos sociales, a ser rastreada
en su interior con la intención de ser explicada, diseccionada para comprender su
propia naturaleza y su funcionamiento. En este momento, la dimensión social adquiere
una importancia de primer orden en relación a la composición de la ciudad y es a
22
partir de aquí cuando la sociología urbana empieza a establecer sus bases como
disciplina6.
Para Robert Ezra Park, el reconocido fundador de dicha escuela, “la ciudad no es
solo un mecanismo físico y una construcción artificial. Está involucrada en los procesos
vitales de la gente que la compone; es un producto de la naturaleza, y particularmente
de la naturaleza humana” (Park, 1984 [1925]:1). De esta manera, la ciudad comienza a
adquirir en el contexto sociológico un aspecto híbrido, que aúna lo físico y lo social,
que condiciona la vida de sus habitantes y que, al mismo tiempo, es el resultado de los
procesos sociales. Esta visión socioespacial de la ciudad, también transciende en
pensadores de fuera de la Escuela de Chicago. Un ejemplo es el de Lewis Mumford
(1991 [1937]), discípulo de Patrick Geddes, que concibe la ciudad como el escenario en
el que y con el que interactúan a lo largo del tiempo una colección de formas
arquitectónicas y un tejido de asociaciones, corporaciones e instituciones sociales.
Según él, “la ciudad, en un sentido completo, es un plexo geográfico, una organización
económica, un proceso institucional, un escenario de acción social y un símbolo estético
de unidad colectiva” (Mumford, 1991 [1937]:94).
Años más tarde, Louis Wirth (1938), perteneciente a la segunda generación de la
Escuela de Chicago, pone un cierto orden en esta concepción de la ciudad, donde los
límites entre lo social y lo espacial son un tanto correosos. Los planteamientos de Wirth
remarcan la dicotomía campo-ciudad y establece una diferenciación clara entre la
ciudad, entendida simplemente como lugar, y el “urbanismo” (lo urbano), entendido
como modo de vida, como lo social inscrito en la ciudad. Para Wirth, la ciudad es
simplemente un tipo de asentamiento estable, que se caracteriza principalmente por
tres factores: sus grandes dimensiones, su elevada densidad poblacional y la
heterogeneidad social de sus habitantes. Por otro lado, lo que él denomina
“urbanismo” (lo urbano) apela a los comportamientos de los pobladores de la ciudad, a
un estilo de vida, un conjunto de prácticas y una cultura propiamente urbanas,
arraigadas a la ciudad y completamente diferentes a las que se producen en la vida
rural. Este nuevo enfoque, resitúa la dimensión social de la ciudad y hace aparecer lo
6 Cabe destacar también los trabajos prácticamente coetáneos realizados bajo una lógica similar, pero con menor repercusión, de otros autores. Por ejemplo, el francés Maurice Halbwachs (1938), quien concibe el espacio no como un mero hecho geográfico o físico, sino como una construcción social, y el escocés Patrick Geddes (1915), quien ve en el análisis sociológico de la ciudad una herramienta esencial para guiar la planificación urbana.
23
urbano como objeto de estudio en la escena sociológica7. La diferencia esencial respecto
a las aportaciones anteriores es que “en las definiciones de Park y Mumford se
encuentran atisbos de lo urbano por encima de la ciudad y en Wirth como
consecuencia de ella” (Marrero, 2008:79). Lo urbano es pues “un estilo de vida marcado
por la proliferación de urdimbres relacionales deslocalizadas y precarias” (Delgado,
1999:23) propias de la ciudad como hábitat. Esta concepción de lo urbano ocupa un
lugar central en los estudios de comunidades (Gans, 1982 [1962]; Suttles, 1968, 1984;
Keller, 1975; Wacquant, 2001) y en la etnografía del espacio público urbano (Whyte,
1971; Joseph, 1988; Lofland, 1998).
A partir de finales de los años 60, la obra de Henri Lefebvre transforma de nuevo
la base conceptual de la sociología urbana, rompiendo con la antigua antítesis campo-
ciudad, estableciendo con más precisión la distinción entre ciudad y lo urbano y
haciendo aparecer en escena por primera vez el concepto de espacio urbano. Cuando
Lefebvre (1971) acuña la expresión “sociedad urbana” para denominar a la sociedad
contemporánea, hace referencia a la atenuación de la contraposición entre el campo y la
ciudad. Según él, la superación de esta contradicción no se produce mediante una
neutralización recíproca, sino que obedece a un desplazamiento del campo en favor de
la ciudad. Los efectos del crecimiento económico y del fuerte proceso de
industrialización que se venían produciendo desde mediados del s. XX, sobre todo en
las grandes ciudades, van transcendiendo poco a poco más allá, extendiéndose al resto
de territorios colindantes a éstas, afectando a regiones en su conjunto, disolviendo así
las tradicionales formas de vida campesinas. Tal y como lo explica el autor:
“…la antigua explotación del campo circundante por la ciudad, centro de
acumulaciones de capital, cede lugar a formas más sutiles de dominación y
explotación, convirtiéndose la ciudad en centro de decisión y, aparentemente, de
asociación. Como quiera que fuese, la ciudad en expansión ataca al campo, lo
corroe, lo disuelve. (…) La vida urbana penetra en la vida campesina
desposeyéndola de sus elementos tradicionales: artesanado, pequeños centros
que desaparecen en beneficio de los centros urbanos (comerciales e industriales,
retículos de distribución, centros de decisión, etc.).” (Lefebvre, 1978 [1968]:88-
89) 7 Las aportaciones de Wirth siguen la línea que ya había iniciado Georg Simmel (1964 [1903]) a principios del s. XX al estudiar los efectos psicosociales derivados de vivir en las grandes ciudades.
24
Exactamente, Lefebvre no plantea que el campo haya desaparecido como tal,
sino que el modo de producción rural y las costumbres han sufrido un proceso de
adaptación obligada por la expansión urbana, al que denomina ruralización. Por lo
tanto, en la medida que la oposición campo-ciudad se va difuminando, va surgiendo
otra contraposición, la de “urbanidad-ruralidad” (Lefebvre, 1978 [1968]). Actualmente,
este fenómeno se ha acelerado exponencialmente como consecuencia del avance de los
transportes y el desarrollo de las tecnologías de la información, que ponen
definitivamente en entredicho la dicotomía campo-ciudad. Los procesos de producción
se han transformado regidos por pautas de deslocalización y de descentralización, lo
que se ha traducido en profundos cambios del orden urbano que han favorecido la
aparición de ciudades-región, las cuales constituyen los ejes más dinámicos de la nueva
economía global (Castells, 1995).
Respecto a la distinción entre la ciudad y lo urbano, Lefebvre la expresa claramente
como la diferencia entre la morfología material y la morfología social, entre el resultado
y la acción, entre el objeto y la vida. Para Lefebvre, la ciudad es “realidad presente,
inmediata, dato práctico sensible, arquitectónico”, mientras que, lo urbano es “la
realidad social compuesta por relaciones a concebir, a construir o reconstruir por el
pensamiento” (Lefebvre, 1978 [1968]). Lo urbano constituye la capa social que descansa
sobre el escenario que conforma la ciudad. A diferencia de la distinción que proponía
Wirth (1938), Lefebvre remarca que esta distinción no implica separación y, por lo
tanto, ambos elementos están sometidos a una ligazón que les hace ser lo que son y sin
la cual, ambos elementos se verían hurtados de su razón de ser. En este sentido, para
Lefebvre es igual de importante evitar tanto la separación como la confusión entre los
dos conceptos. Precisamente, este último advertimiento que realiza el autor francés es
muy importante para la aparición del espacio urbano como nuevo concepto y como
objeto de estudio. El hecho de presentar dos elementos diferentes, pero no separados,
invita a Lefebvre a reflexionar sobre el punto de conexión entre ambos, lo que entre
otras cosas le hace pensar en formas de simultaneidad, entendidas como un campo de
encuentro y de cambio:
“La estructura social figura en la ciudad, y en ella se hace sensible y significa un
orden. Inversamente, la ciudad es un fragmento del conjunto social; transluce,
25
porque las contiene e incorpora en la materia sensible, a las instituciones e
ideologías. (…) En su nivel específico, la ciudad contiene la proyección de las
relaciones sociales.” (Lefebvre, 1978 [1968]:78)
Así, el espacio urbano aparece definido como esta proyección de lo urbano sobre la
ciudad, es el reflejo de lo social en la forma espacial, una forma espacial que va más allá
de lo físico y cuya naturaleza híbrida la sitúa en un estado de desequilibrio
permanente, en transformación constante. Resulta importante destacar que no se
plantea que la sociedad y el espacio actúan entre ellos, ya que, si bien la sociedad es
una sustancia, el espacio en cambio es un conjunto de interrelaciones de diversas
entidades, entre las cuales se encuentra también la sociedad (Urry, 1985). Cuando
Castells (1986) habla de las formas urbanas, afirmando que no son sólo combinaciones
de carácter físico, sino que a ello se le suman los usos, las percepciones, las culturas y
los grupos sociales, está hablando del espacio urbano en los mismos términos que
Lefebvre. Castells cree que las formas urbanas vienen determinadas conjuntamente por
el significado urbano —entendido como “proceso social en su sentido material”— y las
funciones urbanas —entendidas como “el sistema articulado de los medios organizativos
destinados a alcanzar los objetivos asignados a la ciudad por su significado urbano”—.
El autor define así la forma urbana:
“Por lo tanto, definimos la forma urbana como la expresión simbólica del
significado urbano y de la superimposición histórica de los significados
urbanos (y sus formas), determinados siempre por un proceso conflictivo de
los actores históricos.” (Castells, 1986:408)
El espacio urbano es pues una actividad, es la forma cambiante que adquiere la
pugna interminable entre diseñadores, planificadores, agentes económicos, políticos y
usuarios. El espacio urbano se produce ininterrumpidamente fruto de este proceso
dialéctico (Lefebvre, 1991 [1974]). En este sentido, “el espacio urbano no es un
presupuesto, algo que está ahí antes de que irrumpa en él una actividad humana
cualquiera. Es sobre todo un trabajo, un resultado, una producción” (Delgado, 2004:10).
Entendido en estos términos, el espacio urbano ocupa un lugar central en esta
investigación, en la que el objeto de estudio que se ha fijado es precisamente el proceso
mediante el cual se transforma o adquiere sus formas el espacio urbano.
26
1.3. El estudio de la morfogénesis del espacio urbano: perspectivas teóricas El estudio sociológico de la morfología y de la transformación del espacio urbano se ha
canalizado predominantemente a través de dos corrientes teóricas, la ecología urbana y
el enfoque económico-político seguido por los integrantes de la Nueva Sociología
Urbana. La ecología urbana tiene su origen en la Escuela de Chicago8, particularmente
en las contribuciones teóricas que Robert Ezra Park elaboró en el primer cuarto del
siglo XX. La Nueva Sociología Urbana9, en cambio, aparece a finales de los años 60,
precisamente como contraposición a la ecología urbana, y entre sus principales
precursores se encuentran Manuel Castells, David Harvey y Henri Lefebvre, todos
ellos de marcada tradición marxista y pertenecientes a la denominada Escuela Francesa
de Sociología Urbana.
Mientras que el paradigma de la ecología urbana se sitúa dentro de la sociología
convencional, la Nueva Sociología Urbana adopta una postura crítica. Ésta última,
radicalizada en un primer período, evoluciona posteriormente hacia posiciones más
moderadas en la medida que se superan los planteamientos marxistas ortodoxos
iniciales y se integran otras tradiciones de pensamiento sociológico, entre las que
destaca la corriente weberiana (Kemeny, 1982; Milicevic, 2001). El contexto de crisis
urbana en el que aparece la Nueva Sociología Urbana, caracterizado por graves
problemas sociales como la segregación racial, la pobreza urbana, los disturbios
urbanos, la movilización política de comunidades urbanas, etc., explica el carácter
exaltado del nuevo paradigma y pone de manifiesto las limitaciones del “venerable”
paradigma ecológico ― hegemónico hasta entonces ― para abordar las nuevas
problemáticas urbanas emergentes en ese momento (Walton, 1993).
8 La Escuela de Chicago, encabezada por Robert E. Park, tuvo su auge aproximadamente entre 1915 y 1940. Durante este período, los investigadores del Departamento de Sociología de la Universidad de Chicago desarrollaron un conjunto de estudios con el objetivo de contribuir a la búsqueda de soluciones de problemas concretos que acontecían en la ciudad de Chicago, en un contexto marcado por el fuerte aumento de inmigración. La ciudad se transformó para ellos en un laboratorio, forjando así las bases de la sociología urbana como disciplina. A pesar de no constituir una corriente de pensamiento homogéneo, el peso de la ecología urbana como enfoque teórico, además del carácter empírico y marcadamente etnográfico que guió la producción científica de sus miembros, permiten asignar una unidad al conjunto de las contribuciones de esta escuela (Azpurúa, 2005). 9 La Nueva Sociología Urbana constituye un movimiento renovador dentro de la disciplina, iniciado a partir de finales de los 60 por diversos autores procedentes de diferentes campos de las ciencias sociales. Los principales puntos de encuentro de estos autores son, por un lado, las críticas a la ecología urbana y, por otro lado, el hecho de repensar el objeto de estudio de la disciplina para cubrir las nuevas problemáticas urbanas. Emerge así, un nuevo paradigma que sitúa la economía y la política como punta de lanza de sus explicaciones sobre la morfología urbana (Zukin, 1980, Walton 1981).
27
Es importante señalar también que, si bien la ecología urbana mantiene una cierta
cohesión como corriente teórica, en la Nueva Sociología Urbana es difícil identificar un
paradigma teórico claramente definido. La Nueva Sociología Urbana aglutina los
trabajos de una serie de autores que provienen de diversas disciplinas ― sociología,
filosofía, geografía, ciencia política, economía ― cuyo hilo conductor es la relevancia
que adquiere la cuestión económica en la comprensión de la transformación de la
ciudad. De ahí, que la suma de sus aportaciones esbocen un paradigma teórico un
tanto ecléctico. No obstante, como señala Martínez Gutiérrez (1995), aún así, es posible
concebir la presencia de un conjunto “fluido” de ideas, teorías, conceptos e hipótesis
básicas, comunes a todos ellos.
Al margen de estas dos grandes líneas teóricas, es preciso citar también las
primigenias aportaciones que realiza Maurice Halbwachs en el marco del estudio de la
morfología urbana, elaboradas con anterioridad a las de la Escuela de Chicago y
generalmente olvidadas por la mayoría de los sociólogos urbanos. El autor francés,
desarrolló el cuerpo teórico de la Morfología Social, concebida como subdisciplina por
Èmile Durkheim, en el que concedió un lugar destacado a las grandes ciudades
(Martínez Gutiérrez y López, 2002). Al mismo tiempo, examinó algunas dinámicas de
la transformación de las ciudades, enfatizando el valor de los fenómenos demográficos
como elemento explicativo. El valor del trabajo de Halbwachs no reside tanto en su
relevancia dentro de la sociología urbana, sino más bien en su precocidad, por lo que se
ha considerado justo incorporarlo también en este marco teórico.
1.3.1. La morfología urbana bajo el enfoque demográfico de Maurice Halbwachs
Maurice Halbwachs pertenece a la escuela durkheimiana y su pensamiento sociológico
sigue claramente los parámetros del funcionalismo. De manera atípica al resto de
sociólogos de su época, el estudio de los fenómenos socioespaciales ocupó un lugar
importante en su trayectoria. La consideración de las condiciones espaciales en su
desarrollo teórico de la Morfología Social durkheimiana (Halbwachs, 1970 [1938]) y la
atención que dedica al espacio en su investigación sobre la construcción de la identidad
de los grupos sociales (Halbwachs, 2004 [1950]), son un ejemplo claro de ello. Pero, sin
28
duda, su principal aportación teórica al estudio de la morfología urbana puede
extraerse de su tesis doctoral, defendida en 1909 y titulada Les expropiations et le Prix des
terreins à Paris (1860-1900). El principal objetivo que perseguía el autor en esta
investigación era analizar las transformaciones de la morfología urbana de las grandes
ciudades a partir de los cambios demográficos, pero acabó yendo más allá, y abordó
también los efectos que producían en los precios del suelo las transformaciones
urbanas, en particular las expropiaciones (Martínez Gutiérrez, 2003).
Durante el período analizado, Halbwachs (2008 [1909]) advirtió que en París las
expropiaciones no se distribuían de la misma manera a lo largo de la ciudad y que
paradójicamente, pese a incrementarse el suelo disponible, el precio de éste continuaba
aumentando. El autor llega entonces a la conclusión de que el incremento del precio
del suelo está asociado con las expropiaciones, y éstas, con la llegada masiva de
población a la ciudad. Según él, las expropiaciones, relacionadas siempre con
intervenciones urbanísticas, eran consecuencia de las intensas necesidades colectivas
que provocaba la gran afluencia de población a la ciudad, como por ejemplo, agilizar la
circulación, mejorar las infraestructuras y los equipamientos de la ciudad y ampliar la
oferta de residencia. Según Halbwachs:
“(…) cuando la conciencia de una necesidad colectiva se forma, desde el
momento en que llega a ser clara, se convierte en el origen de una acción total.
Aquí, como en cualquier lugar, puede haber errores en la conciencia social: la
ciudad puede ser inducida a trazar avenidas allí donde en realidad no es
necesario, a preparar terrenos allí donde la construcción no acertaría a
desarrollarse; calles y bulevares creados costosamente pueden quedar desiertos
e inhabitados. Pero esos errores pueden sin duda explicarse por causas
sociales, de modo que, en este caso, la excepción confirma la regla.”
(Halbwachs, 2008 [1909]:88).
Paralelamente, Halbwachs introduce también otro elemento explicativo, el efecto
de “situación” que, sumado al anterior, ayuda a comprender mejor la variación del
precio del suelo. Este efecto de “situación” no se refiere a un lugar geográfico concreto,
sino al espacio social y simbólico de la ciudad. Es decir, para este autor, el precio del
suelo es sensible al entorno que le rodea, a los equipamientos disponibles, y a las
29
distintas expectativas que manifiestan los compradores y vendedores sobre una
determinada parcela urbana (Martínez Gutiérrez, 2003). Este fenómeno explicaría la
discrecionalidad con que se producen las intervenciones en la ciudad, concentrándose
en unas zonas más que en otras, según Halbwachs guiadas por las demandas que se
formulan y las “necesidades sociales” de la población. En la medida en que las
demandas y las “necesidades sociales” son diferentes en función de los grupos sociales,
el número y el tipo de intervenciones urbanísticas que se lleven a cabo sobre un área
urbana diferirán en función del grupo social que resida en dicha área (Topalov, 1984).
Topalov lo explica de la siguiente manera aludiendo a la obra de Halbwachs:
“Esas “necesidades sociales”, que tienen una base demográfica, no producen, sin
embargo, efecto sino a través de representaciones colectivas. El crecimiento de la
población no trae directamente consigo el de la demanda, pues la necesidad de
vivienda no es la misma en los distintos grupos sociales: mientras que los ricos
tienden a buscar viviendas mejores, los pobres tienden, por el contrario, a limitar
su gasto en alquiler; es por esta razón que los especuladores sólo intervienen en
los barrios ricos. Halbwachs coloca así las bases de una interpretación
culturalista de las estructuras de consumo. La demanda de vivienda no es
simplemente función de los ingresos, y de ninguna manera proviene de
diferencias arbitrarias: se encuentra determinada por la pertenencia a una clase
social, es decir, a un sistema particular de representaciones colectivas.”
(Topalov, 1984:189)
Siguiendo la interpretación de Halbwachs la morfología de la ciudad se va
adaptando a las necesidades funcionales que se presentan en cada momento, derivadas
de las dinámicas demográficas y socioeconómicas. Pese a las limitaciones que presenta
este enfoque, como el elevado peso que le da a la cuestión demográfica en su modelo
explicativo, muy por encima de los aspectos económicos, políticos o ideológicos, la
obra de Halbwachs establece los cimientos para el estudio de la producción social del
espacio urbano desde la sociología. Además, aunque la continuidad que han tenido los
planteamientos teóricos de Maurice Halbwachs ha sido más bien escasa, deben
reconocerse los reflejos que se producen entre las aportaciones del autor y los
planteamientos de las dos tradiciones teóricas principales, la ecología urbana y la
Nueva Sociología Urbana (Martínez Gutiérrez, 2008). Por un lado, el análisis del
30
crecimiento de la ciudad de París y la detección de diferentes áreas de la ciudad
despierta alguna simetría con los modelos de crecimiento urbano basados en los usos
del suelo que desarrollan los ecólogos de la Escuela de Chicago. Por otro lado, cuando
en el mismo estudio examina la variación de los precios del suelo y su vinculación con
las expropiaciones también se acerca a los postulados de la Nueva Sociología Urbana.
1.3.2. Ecología urbana: los principios naturales como explicación de la morfogénesis del espacio urbano
Con un cuerpo lo suficientemente estructurado y elucubrada en base a una cierta
especificidad urbana, la ecología urbana es considerada como el primer paradigma
social urbano que irrumpe en la escena sociológica (Saunders, 1981). Esta corriente se
caracteriza por aplicar las leyes naturales que rigen la evolución darwiniana de la
naturaleza al entendimiento de las dinámicas sociales que acontecen en la ciudad. En
términos de morfología urbana, las principales aportaciones de este enfoque se centran
básicamente en dos cuestiones: la diferenciación residencial (Park, 1984 [1925];
McKenzie, 1984 [1925]; Wirth, 1927; Duncan y Duncan, 1955; Shevky y Bell, 1955) y los
patrones de crecimiento de las ciudades (Burgess, 1984 [1925]; Hoyt, 1939; Harris y
Ullman, 1945).
Desde la ecología urbana, la ciudad se percibe como un ambiente social aislado
que constituye una unidad ecológica, la cual mantiene un orden inestable, sometido a
una serie de procesos de interactuación. Los ecólogos, siguiendo a Darwin, equiparan
estos procesos con algunas leyes que rigen la naturaleza como la competición, el dominio,
la invasión, la adaptación y la sucesión (Bettin, 1982). El equilibrio precario que mantiene
la comunidad humana asentada en la ciudad, sometido a una lógica de desajuste y
reajuste incesante, refleja el devenir de la morfología urbana desde la mirada de los
ecólogos urbanos.
La competición es el principio que conduce la organización social dentro de la
ciudad y es el mecanismo que restaura el equilibrio de la comunidad, después de que
éste haya sido perturbado (Park, 1936). Según Park (1936), la competición entre los
individuos en el ámbito urbano deriva en relaciones de cooperación (equilibrio), que se
traducen en la diferenciación de funciones sociales, las cuales se materializan en la
31
división social del trabajo10. Además, esta diferenciación funcional se refleja también a
nivel espacial, ya que el mismo proceso de competición explica las dinámicas de
segregación residencial y de usos que se producen en la ciudad, dando lugar a “áreas
naturales”. Siguiendo esta teoría, McKenzie (1984 [1925]) plantea que la distribución
ecológica de la población en la ciudad obedece al principio de diferenciación, un proceso
en el que intervienen diversas fuerzas selectivas, distributivas y acomodativas,
denominadas también “factores ecológicos”. La presión a la que se ven sometidas las
áreas centrales o las más estratégicas de la ciudad por su funcionalidad, como
resultado de la lucha por la ocupación de estas áreas que mantienen los diferentes
grupos funcionales, acaba determinando el precio del suelo. Los grupos que finalmente
logran establecerse en esas áreas en competición, son los que definen su uso o su
función. Este último proceso es denominado principio de dominio (McKenzie, 1927).
Según los ecólogos, el estado natural de la comunidad urbana sería el equilibrio,
mientras que el cambio viene siempre producido, o bien por una expansión interna, o
bien como resultado de una alteración provocada por un factor externo. Para McKenzie
(1984 [1925]), estos factores externos constituyen invasiones y éstas pueden consistir en:
cambios en las rutas y las formas del transporte; construcción de importantes
infraestructuras como edificios públicos, puentes, instituciones; la introducción de
nuevos tipos de industria; cambios en la base económica que provoquen cambios de
residencia como consecuencia de la redistribución de los ingresos entre la población,
etc. En este contexto, el incremento demográfico adquiere una gran importancia
también como elemento que posibilita la diferenciación y que provoca cambio
(Lezama, 1990). La desestabilización del status quo comporta un proceso de adaptación,
basado en la interdependencia y la organización funcional. La sucesión designa este
tránsito de un estado a otro (Saunders, 1981).
Por su parte, Burgess basándose en los procesos de competición, dominio, sucesión e
invasión elabora un modelo de expansión de la comunidad urbana, su famosa teoría de
las zonas concéntricas (Saunders, 1981). Esta teoría sugiere que en la ciudad se podrían
distinguir cinco zonas concéntricas11 y que la expansión de la ciudad se produce como
10 Este planteamiento demuestra la influencia de Durkheim y del funcionalismo en la base teórica de la ecología urbana (Schnore, 1958). 11 Estas zonas son: Zona I, donde se ubican los centros de negocios y el área neurálgica de funcionamiento económico, social y cultural de la ciudad; Zona II, zona de transición que rodea a la anterior y que se caracteriza por un cierto deterioro y por residencias de mala calidad; Zona III, donde reside la clase obrera; Zona IV, es la mejor zona de
32
resultado de la invasión de cada zona a su próxima zona exterior, siguiendo una lógica
de expansión-sucesión. En este sentido, la zona central, designada a funciones de
negocios, tiende a expandirse hacia las áreas urbanas deprimidas (inner-city) de
alrededor o zona de transición y, a su vez, ésta se expande hacia las zonas residenciales
obreras y así sucesivamente. Según este autor, esta competición por el espacio urbano
da lugar a una segregación social de la ciudad de morfología radial (Burgess, 1984
[1925]). A partir de Burgess, otros autores formularon diversos modelos socio-
espaciales de expansión urbana, entre los cuales destacan el modelo sectorial de Hoyt
(1939) y la teoría de núcleos múltiples de Harris y Ullman (1945).
A partir de los años 50, se produce un nuevo impulso de la ecología urbana,
protagonizado particularmente por Amos Hawley12, quien se centra en examinar cómo
se adaptan las poblaciones colectivamente a su entorno, ya sean entornos urbanos o no.
Para ello establece cuatro principios elementales: interdependencia, función clave,
diferenciación y dominio (Hawley, 1962). La sustitución del principio de competición clásico
por el principio de interdependencia como mecanismo fundamental en los procesos de
adaptación, constituye la principal diferencia respecto a los planteamientos de Park
(Saunders, 1981). Según Hawley (1962), los procesos de adaptación de las comunidades
al entorno se producen por mediación de la interdependencia entre sus miembros. Es
precisamente el sistema de interdependencia que se genera en las relaciones de los
humanos (sistema simbiótico), lo que este autor propone como objeto de estudio. La
función clave es aquella función, de entre todas las que pueden realizar los individuos,
que hace posible la conexión y la interdependencia del sujeto con el entorno. De esta
función clave dependen los otros dos principios a los que Hawley hace referencia. La
diferenciación funcional, que se deriva de la productividad o rentabilidad de la función
clave, y el principio de dominio, que apela a aquellas unidades que contribuyen de
manera más relevante a la función clave (Hawley, 1962). Con este conjunto de principios
el autor explica cómo las poblaciones humanas muestran una constante tendencia
viviendas donde reside la clase media y alta; Zona V, constituye un área periférica residencial con predominio de viviendas unifamiliares (Burgess, 1984 [1925]). 12 Amos Hawley intenta liberar la corriente teórica de su encorsetamiento en los estudios urbanos, transformándola en una disciplina, la ecología humana, todo sin renunciar a la mayoría de los principios teóricos elaborados por Park (Díez Nicolás, 1982). Bajo su propuesta, la ecología humana debe centrarse en el estudio de la morfología de la forma de vida colectiva de la población (Bettin, 1982). En este giro, Hawley se desmarca de los aspectos psicológicos y las cuestiones relacionadas con los valores individuales y las motivaciones que habían tratado algunos ecólogos clásicos, particularmente Louis Wirth.
33
hacia al equilibrio funcional, mostrando especial atención a la diferenciación
residencial (Saunders, 1981).
Otro de los autores de referencia de la ecología urbana contemporánea es Otis
Duncan, quien, como otros ecólogos, conceptualiza la comunidad ecológica en un
estado de búsqueda de equilibrio constante. Su principal aportación consiste en
identificar los cuatro elementos que conforman el sistema ecológico: la población, el
medio ambiente, la tecnología y la organización (Saunders, 1981). Según Duncan
(1972), en el “complejo ecológico”, estas cuatro variables interactúan entre ellas,
aunque en general la población y la organización suelen ser dependientes, mientras
que el medio ambiente y la tecnología acostumbran a funcionar como variables
independientes. De esta manera, Duncan destaca la determinación de los cambios del
medio ambiente y de la tecnología en la evolución y la (re)configuración de la
morfología urbana. El determinismo de la tecnología y del desarrollo de los medios de
transporte respecto a la modelación de las formas de la ciudad, en particular de los
procesos de suburbanización, había sido ya introducida por Hawley (1956), quien
asociaba el aumento de la disponibilidad de automóviles por parte de la población con
el incremento de la suburbanización fuera de la ciudad central. Berry y Kasarda (1977),
en cambio, rechazan esta teoría, al comprobar empíricamente que la periferia de
diferentes ciudades americanas había crecido rápida e incesantemente durante todas
las décadas desde 1900, antes incluso del uso masivo de los automóviles.
En definitiva, los parámetros teóricos y las explicaciones que ofrece la ecología
urbana giran entorno a la organización funcional del espacio, basándose en la
interacción humana y en determinados factores externos. Sin embargo, no atienden los
procesos de producción del espacio, de las formas urbanas, aspecto que como se ha
enunciado anteriormente se erige como el objeto de estudio de esta investigación. En
este sentido, el paradigma ecológico se aleja de los intereses de este trabajo, siendo las
aportaciones teóricas de la Nueva Sociología Urbana de donde emergerán las
principales referencias teóricas para abordar el objeto de estudio planteado en esta
investigación.
34
1.3.3. La Nueva Sociología Urbana: economía política y la transformación de las formas de la ciudad
La Nueva Sociología Urbana es un movimiento intelectual que surge como respuesta a
la grave crisis que estaba atravesando la sociología urbana durante las décadas de los
50 y los 6013, en un intento por reformular el enfoque sociológico sobre las cuestiones
urbanas (Castells, 2004 [1972], 1974). Tal y como se ha dicho anteriormente se pueden
identificar dos momentos diferenciados en este paradigma. Un primer momento
caracterizado por un corte teórico eminentemente marxista y, un segundo momento,
en el que el componente marxista se modera, se transforma y encuentra puntos de
encuentro con postulados neoweberianos.
Esta corriente teórica articula un discurso crítico respecto a las aportaciones de la
ecología urbana. No obstante, de igual modo que la ecología urbana, la Nueva
Sociología Urbana también se ocupa de los sistemas de dominio y de subordinación
que operan en unos límites espaciales determinados. Pero a diferencia de los ecólogos,
los “nuevos sociólogos urbanos” interpretan los cambios en la estructura urbana a
partir de procesos económicos y políticos que generan desigualdades entre los
diferentes grupos sociales. Por ejemplo, perciben las jerarquías urbanas como el
resultado del pulso que mantienen diferentes actores sociales guiados por sus intereses
(económicos o ideológicos) y no como una estructura que emerge envuelta en
“procesos naturales”. En este sentido, desde el ángulo de la Nueva Sociología Urbana,
las explicaciones que propone la ecología urbana sobre la diferenciación residencial y
la configuración de la morfología urbana ofrecen una visión descriptiva del fenómeno,
pero no alcanzan a entenderlo, ya que minimizan el significado de un elemento
explicativo esencial, la cuestión económica (Harvey, 1979). Según este nuevo
paradigma, el uso del suelo urbano viene determinado por procesos de licitación
competitiva, lo cual implica en términos económicos que el precio del suelo es más alto
cuanto mayor sea esta competencia. El precio que adquiere el espacio en última
instancia es el que condiciona su uso y, por lo tanto, éste constituye un factor esencial a
la hora de analizar las transformaciones urbanas.
13 La crisis de la sociología urbana emerge en un período marcado por el proceso de industrialización, el cual propició una gran afluencia de población en los grandes núcleos urbanos. En este contexto, la ciudad va perdiendo interés como objeto de estudio. La mayoría de la población reside ya en ámbitos urbanos y progresivamente la antítesis campo-ciudad va desapareciendo. La ciudad abandona su especificidad y lo urbano es visto como una consecuencia de los cambios que suceden a nivel estructural y no como una particularidad del propio hábitat urbano (Mellor, 1975).
35
Otro aspecto que los distingue de los ecólogos es que, centrados en conocer cómo
funciona el sistema político-económico urbano, prestan muy poca atención a los
determinantes tecnológicos y funcionales que dan forma a la urbanización (Smith,
1995). Mejor dicho, desde el enfoque político-económico el hecho que las mejoras en el
transporte y la tecnología permitan nuevas formas de localización residencial o
productiva, no implica que sean las causas de ello, como se interpreta desde la ecología
urbana, sino todo lo contrario. La mejora en los transportes y la tecnología son una
consecuencia de decisiones concernientes a la productividad y a la economía
(Gottdiener, 1983).
Siguiendo a Gottdiener y Feagin (1988), entre la gran amalgama teórica
producida por los diferentes autores ubicados en la Nueva Sociología Urbana, las
principales premisas que comparten se podrían sintetizar en los siguientes puntos:
• Las sociedades tienen especificidades que van en estrecha relación a sus modos
de producción. No se trata de una población agregada acompañada de ciertos
niveles de tecnología, sino que son formas de la organización social compuestas
por clases, relaciones de propiedad, un estado, los políticos, todo ello con modos
de regulación y lógicas específicas de producción y reproducción.
• El desarrollo de la sociedad en los países occidentales está dominado por el
proceso de acumulación de capital. La estrategia de maximizar beneficios y las
tendencias de crisis constituyen aspectos claves en la manera en que se produce el
desarrollo urbano.
• La industria inmobiliaria (Real Estate) y la inversión en infraestructuras urbanas
conforman un circuito de capital secundario, paralelo al circuito primario de
producción industrial y de intercambio de bienes y servicios. Este circuito
secundario, constituye la clave de las transformaciones en el ámbito urbano.
Manuel Castells y el geógrafo David Harvey, los dos de clara tradición marxista,
son los autores más significativos de la primera etapa de la Nueva Sociología Urbana.
En los primeros trabajos de estos autores (Castells, 2004 [1972], Harvey, 1979), las
36
cuestiones urbanas son observadas y explicadas desde una óptica política y económica,
adoptando de una manera casi ortodoxa la forma y el contenido de las tesis marxistas.
Castells (2004 [1972]) se centra más en el estudio del conflicto social y la transformación
de las estructuras urbanas. Presta especial atención a las relaciones de producción,
consumo, intercambio y poder, y crea una línea de investigación que se interesa sobre
todo por el papel, la acción y la estrategia de los movimientos sociales urbanos en los
conflictos derivados del consumo colectivo (Castells, 1986; Olives, 1976; Lojkine, 1977,
1979; Pickvance, 1974, 1976, 1977). Harvey, en cambio, pone mayor énfasis en la
desigualdad social que se produce en las ciudades como consecuencia de las dinámicas
que genera el sistema capitalista en la realidad urbana (Harvey, 1979; Scott, 1980). En
general, ambos mantienen una visión crítica de las instituciones, que son vistas como
cómplices de los agentes económicos en las operaciones urbanísticas especulativas que
transforman la ciudad de manera injusta y, por otro lado, conciben la planificación
urbana como un mecanismo de control social.
Otro de los autores marxistas clave en la forja de este nuevo enfoque sociológico
es Henri Lefebvre del que, durante esta primera etapa, destacan sus reflexiones
filosóficas sobre la exclusión social urbana, en la que reclama el derecho a la ciudad para
los ciudadanos, concebido como un derecho a la libertad, al hábitat y al habitar
(Lefebvre, 1978 [1968]), y sobre la planificación urbana, en la que expresa la necesidad
de implementar un nuevo modelo de urbanismo, con nuevos valores que respeten
precisamente el derecho a la ciudad (Lefebvre, 1972). No obstante, la mayor aportación
de Lefebvre al nuevo paradigma llegaría con su teoría del espacio (Lefebvre, 1991
[1974]), la cual protagoniza una notable influencia durante la segunda etapa de la
Nueva Sociología Urbana. El éxito de la teoría del espacio de Lefebvre (1991 [1974])
recae en gran parte en que se separa de las posiciones marxistas más ortodoxas.
Lefebvre consigue construir una teoría más versátil y flexible, utilizando recursos de la
teoría marxista para entender mejor la realidad social, pero sin someter la realidad
social al discurso marxista. Este giro hace posible que autores próximos a otras
corrientes teóricas adopten algunas de sus ideas. Gottidiener (1985) señala algunas
cuestiones que explican esta particularidad de la obra de Lefebvre:
• En primer lugar, el espacio adquiere en la obra de Lefebvre una multiplicidad de
facetas sociomateriales, lo que evita en cierta forma el reduccionismo con que se
37
había tratado esta cuestión por parte de otros autores marxistas (y no marxistas).
Para este autor, el espacio es simultáneamente un ente físico, mental y social14.
• En segundo lugar, no cree que el espacio se componga simplemente de las esferas
de producción, consumo e intercambio, manifestadas comúnmente por los
marxistas. Lefebvre piensa que el espacio debe ser considerado en sí mismo como
un elemento de producción de riqueza (Real Estate), especialmente a través de las
operaciones que implican su transformación y su diseño.
• En tercer lugar, el autor francés comparte la idea de otros autores marxistas
respecto a la relevancia que adquiere el espacio en la disposición de ciertas
condiciones para el consumo colectivo. Pero además, el autor añade que el
espacio también es un bien de consumo en sí mismo, un aspecto que ilustra
perfectamente el turismo, por ejemplo.
• Finalmente, de acuerdo con Lefebvre, el conflicto que se produce en torno al
espacio, no se ajusta necesariamente a la lucha de clases, sino a los antagonismos
que se producen entre diferentes actores en su pugna por el territorio. La
contradicción esencial que encierra la producción del espacio se encuentra entre
el espacio abstracto, planificado, pensado, y el espacio social, representado por su
valor de uso, materializado en la práctica cotidiana del espacio.
Paralelamente a esta corriente marxista, también forman parte de esta primera
etapa de la Nueva Sociología Urbana ―pero con menor repercusión― un conjunto de
investigadores neoweberianos localizados en Gran Bretaña. Éstos se centran en el
estudio de las desigualdades sociales entre la población urbana como consecuencia de
la localización de la residencia y de los sistemas burocráticos que generan esas
desigualdades (Rex y Moore, 1967; Rex, 1968; Saunders, 1979). Los conflictos,
negociaciones y alianzas que se producen entre las élites urbanas (gobernantes,
gestores, inversores, empresarios, propietarios, etc.) en torno a la planificación urbana,
reciben también una atención especial desde este enfoque (Pahl, 1975).
14 En el capitulo 2 se profundiza más en esta conceptualización del espacio que propone Lefebvre.
38
Las sinergias que se crean entre los postulados marxistas y neoweberianos,
sumadas a la sólida base de la teoría del espacio lefebvriana, marcarán el desarrollo y
la consolidación de la segunda etapa de la Nueva Sociología Urbana durante los años
80 y 90 (Kemeny, 1982). Durante estas décadas, numerosos estudios realizados desde
esta corriente parten de la idea de Lefebvre de concebir el espacio como un producto
de riqueza en sí mismo, adjudicando un papel decisivo a la industria inmobiliaria (Real
Estate) como mecanismo dominante en los procesos de transformación del espacio
urbano (Mollenkopf, 1985 [1975]; Logan y Molotch, 1987; Gottdiener, 1985, 1994;
Feagin, 1988). La manera de entender la ciudad como una “máquina de crecimiento”
(Growth Machine) introducida por Logan y Molotch (1987) es una de las obras
paradigmáticas en este período. En ella destaca la importancia que se le otorga al
contexto global del capitalismo en las transformaciones urbanas. Los autores
consideran que el crecimiento de las ciudades es impulsado básicamente por las
demandas de la población que reside en ella y por la actividad agresiva de los
inversores inmobiliarios, todo ello auspiciado por la acción política de los
ayuntamientos, que convierten el crecimiento y el desarrollo urbano en una de sus
principales prioridades. Según Logan y Molotch, este proceso de crecimiento se
produce en tensión, por la resistencia que ejercen algunos miembros de la comunidad
urbana.
Otra de las grandes aportaciones de esta época es la de Mark Gottdiener (1985),
quien desarrolla la denominada perspectiva socioespacial, contando también con una
importante base del pensamiento de Lefebvre. Desde la perspectiva socioespacial, el
objeto de estudio adopta una escala metropolitana, es decir, que se analiza tanto el
asentamiento urbano como el suburbano. Para este autor, las políticas urbanas y la
industria inmobiliaria constituyen los principales factores que proveen de los
incentivos y las oportunidades necesarias para promover procesos de configuración o
transformación espacial metropolitana. Gottdiener también aboga por introducir el
elemento cultural a la hora de interpretar los análisis, la compresión de la vida
metropolitana. En este sentido, el autor trata de atender al doble sentido con el que
opera el espacio. Por un lado, el espacio afecta a la acción y las prácticas sociales y, por
el otro, la gente altera y construye el espacio también como resultado de sus
necesidades y deseos. Por último, el autor realiza un esfuerzo para considerar cómo se
articulan los factores locales, nacionales e internacionales (Gottdiener, 1994).
39
En definitiva, como se decía al inicio del apartado, el paradigma de la Nueva
Sociología Urbana puede distinguirse por el peso explicativo que adquieren en él las
dinámicas económicas y políticas en los procesos de génesis y transformación del
espacio urbano. Las explicaciones que ofrece esta perspectiva sitúan en primer plano a
una serie de factores contingentes estructurales, asociados a las particularidades
económicas, políticas y también culturales, que afectan concretamente al proceso de
producción del espacio. Desde esta óptica, la transformación de las formas urbanas
envuelve un proceso social complejo, guiado por un sistema de interrelaciones sociales
basadas, por lo general, en relaciones de propiedad antagónicas. La desigualdad de
poder entre los agentes sociales involucrados constituye un elemento clave en el
desenlace de este proceso, en el que el ejercicio del poder acaba desencadenando el
desarrollo y la evolución del espacio urbano. La importancia que adquiere en este
enfoque la manera en la que se producen las acciones de los diferentes actores,
sometidas a las tensiones y limitaciones del propio sistema de interactuaciones en el
que se producen (agency), es fundamental para entender en profundidad la producción
social del espacio urbano. Este planteamiento analítico permite observar cómo los
actores “poderosos” operan realmente en el desarrollo de los procesos urbanos en
función de sus posibilidades, y no simplemente como consecuencia de imperativos
estructurales, lo que favorece el entendimiento de la transgresión de las lógicas
estructurantes. Por último, la consideración del proceso histórico y del contexto global
del proceso estudiado constituye también uno de los rasgos principales de esta
propuesta teórica. En el desarrollo del presente trabajo de investigación se adoptarán
gran parte de estas referencias teóricas, las cuales pasarán a ser concretadas en el
siguiente capítulo.
40
41
Capítulo 2. LA PRODUCCIÓN DEL ESPACIO URBANO COMO OBJETO
DE ESTUDIO
42
43
Capítulo 2. La producción social del espacio urbano como objeto de estudio
…los estropicios y fechorías inferidos a Ella [la ciudad] por sus jerarcas y por los otros, los colonizadores dineristas, y por sus presuntos cuidadores y sus vecinos, capaces muchos hasta de sabérsela sin entenderla y otros de deshacerla para inmortalizarse a lo Tutankhamen y otros para ganarse cien mil duros que, además de su cara, van a quitarle a La Ciudad cien millones hasta de los que ya no encuentren en ella lo que en ella fueron a buscar, lo que les dijeron, y La Ciudad, su dulce y maldita belleza, ese entero aliento de siglos y de pasos, no quede ya para los hijos que vengan, más que en la memoria de su mar.
El viejo país en Con el viento del Sur, FERNANDO QUIÑONES
as formas urbanas reducen o estimulan la actividad económica a la vez que
generan un entorno más o menos agradable para sus usuarios. Condicionan
las prácticas sociales al establecer la relación de tiempo y distancia para
realizar actividades, del mismo modo que construyen o contribuyen a construir
identidades. Son una fuente de riqueza para la industria inmobiliaria y un activo o un
gasto para los hogares. Todas estas funciones o utilidades que desempeña el espacio
urbano, no siempre se realizan de manera armónica, sino que más bien con relativa
frecuencia, el espacio urbano integra una serie de contradicciones respecto a su uso que
generan una tensión en su seno. Esta tensión marca el carácter del espacio urbano en
un proceso en el que entran en conflicto una multiplicidad de intereses de diferentes
agentes sociales y cuyo resultado acaba decidiendo el estado final de la morfología
espacial (Fanstein, 1994).
Es decir, que detrás de los artefactos físicos que conforman esta morfología
espacial, la cual esta integrada por todo aquello que simbólica y funcionalmente es
reconocido por la gente como ciudad (edificios privados y públicos, fábricas, oficinas,
tiendas, viviendas, parques, equipamientos, carreteras, estaciones), reside una intensa
L
44
interacción de elementos económicos, políticos y sociales, usualmente mediados a
través de algún tipo de planificación urbana o un sistema de regulación (Simmie, 2001).
Así, es como se produce el espacio urbano, mediante un proceso social de
naturaleza dialéctica en el que el poder de los actores que se lo disputan acaba
definiendo su forma (Lefebvre, 1991 [1974]; Gottdiener, 1985). Esta investigación se
propone como principal objetivo estudiar el proceso de producción del espacio urbano,
entendiéndolo así, como un proceso social. Para ello, en este capítulo se establecen una
serie de referencias teóricas que sirven para enmarcar la manera en que se aborda esta
cuestión en el transcurso del presente estudio. En primer lugar, se profundiza en la
definición del espacio urbano, anteriormente diferenciado de la ciudad y de lo urbano. En
segundo lugar, se presentan los principales mecanismos que impulsan y participan en
la transformación del espacio urbano, poniendo el énfasis sobre los factores
económicos, políticos y sociales, así como en su interacción. Finalmente, se sintetizará
toda esta exposición teórica en el marco conceptual particular que guía este estudio y
se formularán las preguntas de investigación.
2.1. La triada espacial lefebvriana: la concepción íntegra del espacio urbano
El espacio ha sido históricamente objeto de reflexión filosófica y sobre él ha existido un
debate que enfrenta diversas posiciones epistemológicas. Jesús Leal (1997)15, en un
esfuerzo por sintetizar y clasificar las diversas concepciones que se han producido en el
pensamiento moderno, señala tres tipos de posturas respecto a esta cuestión: la
sustantiva, la epistemológica y la relacional. Según la postura sustantiva el espacio posee
una dimensión absoluta y distinguible. Su existencia sería fija, estable y sin ningún tipo
de relación con el exterior. Desde la postura epistemológica, en cambio, el espacio no es
material, sino que es concebido como una categoría mental que hace posible el
conocimiento. Todo lo que se percibe tiene dimensiones espacio-temporales que le
atribuimos en función de la estructura mental. En este sentido, el espacio, al igual que
el tiempo, sería un medio para entender, pero no es una realidad objetiva. Por último,
la postura relacional, propone que el espacio no goza de una preexistencia vacía, sino
15 Citando a Werlen (1993).
45
que debe ser ocupado por un cuerpo. El espacio no sería nada sin los objetos que se
localizan en él.
En el contexto de la sociología, Henri Lefebvre (1991) [1974] es el teórico que
mejor ha conceptualizado el espacio (social). Partiendo precisamente de una postura
relacional a la hora de entenderlo, el concepto de espacio de Lefebvre recoge el carácter
complejo de éste, integrando en él relaciones socioespaciales a todos los niveles. En su
conceptualización el autor enfatiza la relación entre el poder y el espacio y permite la
compresión de su inestabilidad, de su continuo estado de transición, de cambio, de
transformación (Gottdiener, 1993). Como se puede observar en la figura 2.1., según
Lefebvre, el espacio se manifiesta simultáneamente de tres maneras, pudiendo ser
percibido, concebido o vivido. Estos tres estados espaciales permanecen interconectados,
conformando un todo en el que el espacio adquiere un aspecto “tridimensional”. El
espacio percibido hace referencia al entorno físico, material, palpable, perceptible. El
espacio concebido es de índole abstracta, es una idea, un proyecto, algo todavía
inexistente que encierra una gran potencia. Sería un mapa mental o el espacio
negociado entre los agentes económicos, sociales, políticos y técnicos previamente a
realizar una intervención urbanística. Por último, el espacio vivido define el lugar donde
se producen las relaciones sociales cotidianas. Las relaciones sociales son también
espaciales, ya que lo social no se puede disociar de lo espacial, todo ocurre en algún
lugar.
De este modo, la conceptualización del espacio de Lefebvre integra lo físico, lo
mental y lo social al mismo tiempo. Además, el autor propone una segunda tríada de
procesos insertos en el espacio que amplifica esta primera. Estos procesos, de la misma
manera que los estados espaciales, están interconectados entre sí y cada uno de ellos
incluye a los otros dos, reforzando así la unidad del concepto y su naturaleza
dialéctica:
• Práctica espacial, que engloba un proceso de producción y reproducción de la
forma material del espacio. Es el proceso mediante el que se configuran los
escenarios que habita una sociedad concreta, que le infiere características propias
en la medida que se apropia del territorio. Son las formas resultantes del uso y la
apropiación del espacio.
46
• Representaciones del espacio, está relacionado con las estructuras de poder y las
relaciones de producción, así como con el orden o el diseño que éstas imponen. El
orden se constituye en base al control sobre el conocimiento, los signos y los
códigos o a través de relaciones de confrontación. Este es el espacio de los planos,
de los mapas o de los proyectos de planificación. Un espacio que representa,
regula y ordena. Para Lefebvre éste es el espacio dominante en cualquier
sociedad y se presenta como un espacio inexacto, flexible, de lucha y resistencia,
un espacio de tensión.
• Espacio de representación, encarna complejos simbolismos vinculados a la vida
social que se desarrolla en el espacio y a todo lo que ella evoca. Es un espacio
dominado, que recubre el espacio físico y que se proyecta en la simbología y el
sentir de sus objetos.
Figura 2.1. Concepción lefebvriana del espacio (social).
Fuente: Elaboración propia basada en Lefebvre (1991 [1974]).
Por último, Lefebvre también señala un nuevo eje conceptual que atraviesa la
triada anterior y que recoge la contradicción existente entre el espacio abstracto y el
espacio social. El espacio abstracto es constituido por la intersección del saber y el poder.
Procesos espaciales
Espacio vivido
Espacio abstracto
Espacio social
Estados espaciales
Práctica espacial
Representaciones del espacio
Espacio de representación
Espacio concebido
Espacio percibido
47
Es el espacio jerárquico que es pertinente para aquellos que desean controlar la
organización social como los políticos, los agentes económicos y los planificadores. El
espacio social, en cambio, se desprende de la práctica, la experiencia de la vida cotidiana
que se externaliza y se materializa a través de la acción de todos los miembros de la
sociedad, incluyendo los políticos. Este espacio está en continuo cambio y las personas
que trabajan en el modelo abstracto del espacio intentan controlar estos cambios
diseñando límites y formas reguladas. Envolviendo esta dialéctica también entran en
juego la imaginación, la percepción de las formas construidas y las prácticas sociales de
los diferentes actores.
Esta compleja conceptualización del espacio es trabajada y ampliada
posteriormente por Soja (1996), quien señala al menos tres maneras de estudiar la
producción del espacio atendiendo a su expresión combinada, como forma y como
proceso. La primera (firstspace), se podría vincular a las prácticas espaciales y se centraría
en el estudio de objetos o actividades localizadas, de lugares o situaciones observables,
de pautas de distribución o de la variabilidad de los fenómenos en base al espacio
donde tienen lugar. Este tipo de estudios tienden a la objetivación. En ellos, el espacio
es percibido física y empíricamente, puede ser medido y cartografiado. La segunda
(secondspace), estaría relacionada con las representaciones del espacio y en ella el espacio
urbano se concibe de forma simbólica, mediante pensamientos reflexivos. Se
conformaría a través proyecciones sobre el espacio físico, generado por la imaginación.
No implica una realidad material, pero el conocimiento de ésta permite que se moldee
y adquiera forma mediante el pensamiento. El espacio adquiere un estatus de mapa
mental cuyas referencias residen en la experimentación de la ciudad. Este tipo de
estudio genera un conocimiento más subjetivo. La tercera (thirdspace), la que el autor
propone, es una forma de estudio que incorpora la primera y la segunda al mismo
tiempo y se podría asociar a la noción de espacio de representación. Este tipo de enfoque
se centra en el estudio de la imaginación espacial y de todo aquello que trae a la
memoria el espacio vivido. El espacio pasaría a ser un lugar simultáneamente real e
imaginario, así como un lugar de experiencia.
En síntesis, lo que transmite Soja es que ante la complejidad de la realidad
espacial, prácticamente inabarcable en su totalidad, la conceptualización lefebvriana
del espacio abre la posibilidad de aproximarse a ella de múltiples maneras. En este
48
sentido, es posible (si no necesario) seleccionar y estudiar segmentos o instancias
específicas del espacio urbano, como partes de un todo, para profundizar en su
conocimiento. Esta investigación, en su intento de analizar un fragmento de la
producción social del espacio urbano, hace suyo este planteamiento y centra su análisis
en las representaciones del espacio, lo que Soja (1996) denomina secondspace. Más adelante
se especificará con mayor detalle esta cuestión.
2.2. La producción social del espacio urbano: los efectos de los intereses económicos, las políticas urbanas y los movimientos sociales en el territorio
En el contexto capitalista, la actuación de los agentes económicos y las políticas
urbanas dictadas por las instituciones competentes, son los principales factores que
impulsan la transformación de las formas urbanas (Capel, 1974; Roweis y Scott, 1978;
Harvey, 1978; Feagin, 1998). En este sentido, la configuración de la morfología del
espacio urbano quedaría a expensas del interés o los intereses, a veces contradictorios,
de estos actores. Pero la irrupción de los movimientos sociales urbanos a partir de la
década de los 60 y la persistencia de sus luchas en la actualidad, los convierten en un
tercer actor relevante en la transformación y las construcción de las formas urbanas
(Cox, 1981; Mollenkopf, 1983 [1975]; Castells, 1986, 2008; Logan y Molotch, 1987). Con
la finalidad de apuntalar a nivel teórico la producción social del espacio urbano, a
continuación se hace hincapié en cómo este proceso integra elementos económicos,
políticos y sociales.
2.2.1. La naturaleza económica del suelo urbano y su peso en la morfogénesis del espacio
El suelo urbano se convierte en una mercancía más bajo la lógica capitalista.
Considerado como producto de mercado, el suelo urbano se podría identificar con un
bien o una propiedad de tipo monopolista. Es decir, el suelo es un bien único (no
puede existir una parcela en el lugar de otra), no puede ser trasladado de un sitio a otro
y es una mercancía de la que ninguna persona puede prescindir. Además, el suelo es
una propiedad que cambia de mano con relativa infrecuencia y no requiere de
mantenimiento para continuar poseyendo su uso potencial. Por otro lado, como a
49
cualquier bien en el sistema capitalista, al suelo también se le puede atribuir un valor
de uso y un valor de cambio (Harvey, 1979).
Respecto al valor de uso, el suelo puede reunir diversas utilidades, incluso de
manera simultánea. Por ejemplo, una casa proporciona alojamiento, intimidad, una
localización mejor o peor respecto a los desplazamientos potenciales (a los lugares de
trabajo, zonas comerciales, servicios sociales, familia y amigos), una localización en un
vecindario de determinadas características físicas, sociales y simbólicas (estatus social)
y un medio de almacenar y aumentar la riqueza. El valor de uso es subjetivo, “no es
igual para todos aunque las viviendas sean semejantes, así como tampoco es constante
en una vivienda para una persona. Cada individuo y cada grupo determinarán un
valor de uso diferente” (Harvey, 1979).
El valor de cambio, sin embargo, es la cuantía económica que se establece para
conceder el intercambio del uso del bien, la cual se denomina renta. En la práctica
inmobiliaria, a diferencia de otro tipo de mercados, el suelo y sus mejoras son
frecuentemente valorados de acuerdo con la intensidad y la calidad de uso, más que de
acuerdo con su uso real. Es por eso que el valor de cualquier parcela de terreno se
produce en relación a los valores de todas las otras parcelas vecinas en el momento
presente, así como en relación a las expectativas de valores futuros (Harvey, 1979).
El valor de uso y el valor de cambio son totalmente variables e inestables y ambos
vienen definidos por los diversos actores que participan en el mercado del suelo:
usuarios, inquilinos, propietarios, agentes inmobiliarios, constructores, instituciones
financieras e instituciones gubernamentales. La evolución de las formas urbanas
depende en gran parte de este proceso, sobretodo de la renta, que estipula el precio del
suelo ―y su rentabilidad potencial― y, en función de ello, finalmente también se define
su uso y su forma. Su transformación, su construcción o su intercambio se convierten
en un gran negocio, generando un sistema de producción paralelo que incide de
manera sustancial en las formas urbanas.
Esta idea la expresa el mismo Lefebvre (1991 [1974]) en otra de sus contribuciones
teóricas más relevantes. El autor define la industria inmobiliaria (Real Estate) como un
segundo circuito de capital, que funciona con cierta autonomía con respecto al circuito
50
de producción convencional de bienes y servicios (circuito de capital primario). Según
él, este circuito secundario y el conjunto de actividades que lo componen constituyen el
principal motor del desarrollo urbano y, por lo tanto uno de los factores que más
contribuyen a la transformación de las formas de la ciudad. Este sistema de producción
particular asociado al espacio urbano reúne una combinación de elementos que le son
propios junto a otros elementos de la estructura productiva general.
Entre los elementos propios del circuito de capital secundario se puede destacar
que éste genera una riqueza limitada. La riqueza real se produce en el circuito
primario, aunque no por eso el circuito secundario deja de ser atractivo para los
inversores, sino más bien al contrario. El mercado inmobiliario es uno de los sectores
de inversión más dinámicos, sobre todo en épocas de bonanza económica, debido a su
gran rendimiento a corto plazo. No obstante, esta particularidad hace que el flujo de
inversión en este mercado sea cíclico, dependiendo en gran parte de la inversión y el
retorno de capital que llegue al circuito primario (Lefebvre, 1991 [1974]). En esta misma
línea, Harvey (1978) apunta que los booms de la construcción se encuentran
íntimamente relacionados con los ciclos naturales de la economía, es decir, que el
mercado inmobiliario presenta una gran sensibilidad con respecto al estado de la
economía general. Esto es así, porque cuando la economía prospera, los inversores con
excedentes de capital del sector primario suelen expandir su negocio en el circuito de
capital secundario con el objetivo de obtener beneficios extras a corto plazo, ya que si
continuaran invirtiendo en su circuito primario correrían el riesgo de saturar su propio
mercado por exceso de producción. En cambio, en épocas de crisis la reacción de estos
agentes es la contraria, ante el riesgo que suponen las inversiones. Reducen costes y
disminuyen la inversión, sobre todo la que realizan en negocios fuera de su sector.
Sin embargo, Harvey (1985) indica también que existe la posibilidad de que los
períodos de crisis financiera, puedan tener su origen en el colapso del circuito de
capital secundario. Según él, la circulación de capital (inversión) en el proceso de
urbanización se fomenta a partir de la expectativa de crear excedente de capital, o,
dicho de otra manera, el excedente es necesario para lograr que las inversiones en el
mercado inmobiliario sean rentables. Este excedente de capital en el circuito
secundario se genera a partir del plusvalor resultante de una operación de intercambio
de suelo urbano a un precio mayor del que se ha comprado. Pero, tal y como plantea
51
Lefebvre (1991 [1974]), lo único que puede producir el mercado inmobiliario es
plusvalor, no puede producir riqueza real porque no se puede producir más suelo. Lo
único que se puede hacer es transformarlo y/o intercambiarlo variando su precio. Esto
hace que, a pesar de la efectividad con que el suelo urbano genera plusvalor a corto
plazo, la productividad del circuito secundario sea finita y siempre predestinada al
colapso y a situaciones de crisis financiera (Harvey, 1985).
Por otro lado, el circuito de capital secundario también reproduce pautas del
circuito primario. Por ejemplo, como en cualquier mercado, los flujos de inversiones
que llegan a una ciudad se concentran en puntos determinados de la urbe en función
de la rentabilidad de la zona (Harvey, 1985). La rentabilidad de la construcción de
infraestructuras urbanas comienza a declinar en un área después de que en ella haya
tenido lugar un gran ciclo de inversión y de productividad. Es en este momento en el
que el capital busca nuevas oportunidades de inversión en otros lugares donde pueda
obtener mayores beneficios. No obstante, ese espacio urbano siempre retiene un valor
físico y cultural, y probablemente será usado de nuevo en el futuro como nueva base
de acumulación de capital (Harvey, 1978). En este sentido, es habitual que la
producción de infraestructuras urbanas como fábricas, edificios de oficinas, hoteles,
carreteras, puentes, parkings, garajes, etc. se construyan de manera simultánea o en
relación con otras operaciones urbanísticas que se han realizado, se realizan o se
realizarán en la misma ciudad.
En definitiva, desde una óptica político-económica, el afán de acumulación de
capital, su circulación y los procesos de producción que se derivan del mercado del
suelo, son los que explican los aspectos importantes de la urbanización, en la medida
que genera una dinámica incansable de construcción, destrucción y reconstrucción de
los entornos urbanos.
2.2.2. Las políticas urbanas y la planificación en la configuración del espacio urbano
Las políticas urbanas que se desarrollan desde las administraciones públicas juegan un
papel destacado también en este proceso de producción del espacio urbano. Aún así, el
peso del que goza el poder económico en el sistema capitalista, hace que la realidad
52
económica influya en las decisiones políticas que se toman. Sin ir más lejos, el contexto
de globalización económica actual, implantado como consecuencia de la gran
reestructuración económica que sucedió a la crisis del sistema capitalista de los años 70,
ha transformado por completo el papel que juegan las ciudades a nivel global, así como
su economía interna y los desafíos que deben afrontar las políticas urbanas
actualmente (Sassen, 1991; Brenner, 1998; Moulert et al., 2001; Brenner y Theodor,
2002). En el mundo globalizado, la ciudad se enfrenta a nuevos retos que se enmarcan
entre las exigencias de la competitividad exacerbada que comporta el nuevo escenario
global y los efectos nocivos que genera esta competencia, intensa e incesante, entre la
población y los territorios. Ante esta situación, las políticas urbanas deben responder a
un conjunto de exigencias, que para Borja y Castells (1997) se podrían resumir en tres
ejes: competitividad, calidad de vida y gobernabilidad.
La competitividad reclama de la ciudad básicamente que ésta se convierta en un
elemento multiplicador de sinergias entre los agentes económicos y el capital humano
a todos los niveles. Algunas de las exigencias que se podrían señalar en este sentido
serían, por ejemplo, la disposición de una buena infraestructura en términos de
movilidad y de servicios básicos que cohesione los sistemas urbano-regionales; la
presencia de capital humano cualificado y no únicamente en los estratos superiores; el
apoyo público a agentes económicos y sociales para fomentar sinergias y suscitar una
creatividad constante; definir una marca de ciudad, un proyecto de ciudad que sea
comercializable internacionalmente.
En términos de calidad de vida, la ciudad debe acoger una gran diversidad de
actividades y equipamientos accesibles, debe ser integradora de diferentes culturas y
proveedora de empleos, servicios y espectáculos. Además debe contrarrestar los
efectos que se desprenden de las nuevas actividades competitivas en la economía
global como la exclusión social, la precariedad o la inestabilidad laboral. Otro reto
importante es compensar la excesiva especialización que se puede producir en el
territorio urbano, conduciéndolo a su fragmentación.
Por último, el reto de la gobernabilidad apela a la capacidad de responder
políticamente al progresivo aumento del peso de las ciudades-región en la escena
53
internacional. Por ello, aparece cada vez con más intensidad la necesidad de gobernar
territorios translocales de forma coherente.
Las políticas urbanas, por lo tanto, deben velar por todas estas cuestiones
simultáneamente, lo que implica una gran optimización de las acciones y la búsqueda
de dobles efectos, incluso cuando algunos de estos objetivos pueden encerrar alguna
contradicción. En cuanto a la manera en que se implementan las políticas para alcanzar
determinados objetivos o afrontar los retos que se han presentado anteriormente, las
posibilidades son diversas. El elemento que más determina el modelo de actuación
política es la orientación ideológica de los gobiernos locales. Kleniewski (2002) señala
dos grandes modelos diferenciados de políticas urbanas de desarrollo económico: el
modelo liberal (privatism policies), orientado a favorecer el libre mercado y la iniciativa
privada en la transformación de la ciudad, y el modelo progresista (progressive policies),
que trata de controlar las tendencias perjudiciales del libre mercado y opta por diseñar
mecanismos de redistribución de la riqueza. Es preciso señalar que un gobierno local
no tiene por qué ceñirse a uno de estos dos modelos en todas sus acciones, sino que
puede combinarlos en función del tipo de objetivos que se persigan o de las
circunstancias que acompañen una acción política concreta.
En el modelo liberal, las políticas urbanas se adaptan prácticamente a los
principios que rigen el libre mercado y su estrategia consiste en fomentar y apoyar el
crecimiento y la prosperidad de los negocios privados. En este tipo de políticas se
pueden diferenciar dos tipos de acciones: la subvención de operaciones urbanísticas y
las políticas mixtas de inversión público-privada. La finalidad de la subvención de
operaciones urbanísticas es la de minimizar los costes de estas operaciones, mediante la
reducción de los impuestos, mediando para conseguir un mejor precio en la concesión
de prestamos a los agentes privados, haciendo más asequible el precio del suelo si es
público o adaptando las regulaciones urbanísticas a las necesidades del proyecto. Este
tipo de acción política es habitual en grandes procesos de renovación urbana, que
precisan de un volumen de inversión de capital muy elevado, inasumible para la
administración. En las políticas mixtas público-privadas, sin embargo, la misma
administración participa como inversor, respaldando una iniciativa privada. El
objetivo de este tipo de acciones es que parte del beneficio que genera la inversión en
los agentes privados, vuelva a las arcas públicas con posterioridad y reviertan también
54
en beneficio de la sociedad. Los casos más paradigmáticos de estas operaciones son la
construcción de grandes equipamientos susceptibles de ser administrados también bajo
tutela mixta, como los centros de convenciones, por ejemplo (Kleniewski, 2002).
El modelo progresista, en cambio, se caracteriza por enfocar las políticas
estrictamente a los intereses públicos. En este sentido, las operaciones privadas reciben
subsidios únicamente si se valora y se demuestra que el resultado repercutirá en un
bien público. Más que fomentar el crecimiento urbano, estas políticas tratan de
aprovechar y modelar el crecimiento en relación con los objetivos sociales de la
comunidad (Clavel y Kleniewsky, 1990). Por otro lado, las administraciones locales
pueden transformarse también en agentes y liderar una operación urbanística por su
propia cuenta. Este tipo de acciones se suele reservar para los casos en que la
intervención urbanística es necesaria y el sector privado la considera poco rentable.
Uno de los ejemplos paradigmáticos de este tipo de intervenciones sería la ordenación
y reurbanización de los espacios públicos urbanos (Kleniewski, 2002).
Por lo tanto, de una manera u otra, ejerciendo más o menos control sobre los
agentes económicos, o participando directa o indirectamente en las operaciones
urbanísticas, los gobiernos locales (o administraciones supralocales competentes)
constituyen otro de los actores importantes en la producción del espacio urbano.
Pero, independientemente de la ideología y de cuál sea la titularidad de la
intervención urbanística, la herramienta de carácter político que quizá determina en
mayor grado la forma que adopta el espacio de la ciudad es la planificación urbana.
Entre las definiciones más comunes de planificación, entendida en términos generales
y relacionada con el ámbito de la gobernabilidad, ésta es vista como un método o como
un instrumento de uso político que parte de una orientación futura y que desde la
racionalidad establece unos fines a alcanzar y unos medios para conseguirlos (Gans,
1968; Fanstein y Fanstein, 1971; Campbell, 1996). Otros autores, la conciben como una
“razón técnica” aplicada a la toma de decisiones, aludiendo así el vínculo que establece
la planificación entre el conocimiento científico-técnico y las acciones políticas
(Friedmann, 1991). La planificación urbana sigue esta misma lógica, pero aplicada a la
utilización del suelo, al transporte local, a la reurbanización, al diseño urbano, a la
conservación del entorno o al desarrollo comunitario de los barrios.
55
Existen diferentes modos de desarrollar e implementar la planificación urbana y
aunque desde un punto de vista teórico existen diversas tipologías de planificación
urbana16, aquí se utilizará como referencia la diferenciación entre la planificación urbana
normativa y la planificación urbana estratégica (figura 2.2.). Estos dos modelos siguen
lógicas prácticamente opuestas y pertenecen a dos contextos sociopolíticos
diferenciados. Si bien, la planificación normativa fue el modelo predominante desde
mediados del siglo XX hasta mediados de los 70 o principios de los 80, a partir de estos
años se ve sustituido por el modelo estratégico, que ha gozado de una rápida
implantación y consolidación en los últimos años. No obstante, ambos modelos de
planificación deben entenderse en términos teóricos, es decir, que constituyen tipos
ideales de planificación que han de servir para entender las maneras en las que la
planificación se manifiesta en la realidad urbana.
La planificación normativa se caracteriza por su rigidez, por la imposición de una
idea proyectada y por una lógica de toma de decisiones que no deja lugar al conflicto
como elemento perturbador del proyecto (Martínez, 1999). Durante los años 60, este
modelo comienza a ser duramente criticado por algunos urbanistas, sobre todo por el
carácter utópico de sus propuestas y la excesiva racionalidad de los planteamientos.
Jane Jacobs (1967 [1961]) es una de las autoras que arremete con más fuerza contra este
tipo de planificación, defendiendo el dinamismo de las grandes ciudades y su
diversidad ante los intentos intervencionistas desnaturalizados de los planificadores
urbanos.
Precisamente, la irrupción del modelo de planificación estratégica emerge como
respuesta a estas críticas y por la necesidad de superar el encorsetamiento de la
planificación tradicional. Según Jordi Borja (2003), el nuevo contexto urbano precisaba
de una nueva herramienta flexible para “hacer ciudad” y que a la vez pudiera
combinar, por un lado, el control de las disfunciones del mercado desregulado y, por lo
tanto, de las desigualdades que éste genera, y por el otro, la creación de un marco de
cooperación público-privada. Siguiendo estas premisas surge la planificación
estratégica, que se caracteriza por su flexibilidad, por la adaptación continua de los
16 Véase como ejemplo las tipologías de planificación formuladas desde un punto de vista sociológico por Fanstein y Fanstein (1971) o Fanstein (2000).
56
objetivos previstos a la realidad y por prever un proceso de toma de decisiones basado
en el consenso y en la conciliación entre los agentes (Martínez, 1999). Este tipo de
planificación urbana generalmente no se limita a la ordenación física de las áreas
urbanas, sino que la combina con el desarrollo de objetivos socioeconómicos
(Swyngedouw et al., 2002). Para Borja (2003) los planes estratégicos poseen tres
virtudes que explican su éxito:
1. Propone un escenario de futuro para la ciudad que debería ser no solamente
una suma de objetivos económicos y sociales, sino también un esquema
territorial deseable.
2. Define un conjunto de actuaciones, proyectos, programas estructurados por
prioridades o bloques, aunque a veces se trate sólo de líneas estratégicas, en las
que cabe todo.
3. Prevé procesos participativos entre los diferentes agentes implicados en su
elaboración y en su implementación. Los proyectos estratégicos se convierten
así en un encuentro de los objetivos con las oportunidades.
Figura 2.2. Características de los modelos de planificación normativa y estratégica.
Fuente: Elaboración propia basada en Martínez (1999).
Planificación Normativa
Exclusión del conflicto
Formular decisiones
Imposición de utopía a realidad
Rigidez para cambiar/adaptarse
Ordena espacio urbano
Administración responsable
Normas para regular la acción privada
Planificación Estratégica
Consenso para superar el conflicto
Efectúa dirección y gestión
Ajusta objetivos a la realidad
Flexibilidad para adaptarse a los cambios
Planifica desarrollo no sólo urbano
Consenso entre agentes públicos y privados
Compromisos para actuar a corto plazo
57
No obstante, la planificación estratégica esconde algunas deficiencias como
herramienta planificadora. En numerosas ocasiones los planes estratégicos se ven
sobrepasados por los grupos sociales o los agentes que usan y que producen el espacio
urbano, extirpándole su capacidad de planificar y convirtiéndolo prácticamente en un
pacto social. En este sentido, para el autor la efectividad “planificadora” de este
modelo es cuestionable, ya que abre la posibilidad a aquellos que desean imponer sus
objetivos sobre los demás a hacerlo si éstos tienen suficiente poder en el proceso de
negociación. Dicho de otra forma, la planificación estratégica “liberaliza” el ejercicio de
la planificación urbana (Martínez, 1999), dejando el resultado en manos de los
“poderosos”.
Este “descontrol” de la planificación urbana estratégica es avalado por Pickvance
(1994), pero en un sentido más amplio. Este autor piensa que efectivamente el poder
del proceso de implementación del plan urbanístico no recae actualmente en las
instituciones políticas que lo impulsan. Según él, el desarrollo de un plan urbanístico es
un proceso marcado por una cierta incertidumbre sobre su resultado final, en el que
inciden principalmente los siguientes factores:
a) Las presiones estructurales, como la coyuntura económica o política por
ejemplo.
b) La influencia de los agentes sociales implicados en el proceso, tanto los agentes
económicos, como los movimientos sociales o los ciudadanos a nivel individual.
c) La posición que ocupe la planificación urbana en el aparato institucional, es
decir, la manera en que se distribuyan a nivel institucional las competencias
políticas en esta materia.
Del resultado de este proceso cabe una doble posibilidad, que la planificación
urbana satisfaga o no los objetivos racionales a los que debía dar respuesta en un
principio. En todo caso, lo que es seguro es que este resultado no se corresponderá con
una decisión racional, sino que será el resultado del devenir de un proceso de
interacción entre diferentes actores y circunstancias diversas. Esta aportación de
Pickvance (1994) refuerza la idea de entender la producción del espacio urbano como
58
un proceso social, en el que la planificación urbana no es ni mucho menos
determinante en la producción del espacio urbano, sino que constituye un actor más.
Este mismo planteamiento fue recogido anteriormente por Ledrut (1968, 1974),
para quien la planificación urbana consiste en un “arte de ajuste” entre intereses, que
combina al mismo tiempo el control de la desorganización del mercado y la resolución
de problemas urbanos. Es él quien expresa que los ensayos y las tensiones que tienen
lugar durante este proceso constituyen el verdadero corazón de las metamorfosis de la
ciudad contemporánea. Según Ledrut (1974), esas son las experiencias urbanas que
deben merecer la atención del sociólogo y éstas son precisamente las experiencias sobre
las que se dirige esta investigación.
2.2.3. La acción del movimiento ciudadano en la (re)definición de las formas urbanas.
De la misma manera que los agentes económicos y que los gobiernos locales, los
movimientos ciudadanos también inciden en el proceso de producción del espacio
urbano. Numerosos estudios ponen de manifiesto que durante las últimas décadas, de
un modo más o menos intenso, la movilización ciudadana ha mantenido un fuerte
pulso en torno al desarrollo de las ciudades frente a las inercias urbanizadoras de los
agentes económicos y/o de los planificadores o de las instituciones locales (Cox, 1981;
Mollenkopf, 1983 [1975]; Castells, 1986, 2008; Logan y Molotch, 1987, Huertas Clavería
y Andreu, 1996; Domingo y Bonet, 1998; De Haan, 2005). Esta acción ciudadana basada
en la resistencia y en la proposición, e incluso, en ocasiones, en la intervención directa
en el espacio urbano, ha estado históricamente mediada por el conflicto. Actualmente,
sin embargo, la afluencia de procesos participativos en los regímenes democráticos ha
ampliado las formas de implicación de la ciudadanía en la construcción de la ciudad,
funcionando como mecanismos de canalización de la acción ciudadana. No obstante,
los conflictos urbanos persisten. De hecho, dada la misma esencia de los procesos de
producción del espacio urbano, en los que el suelo es transformado e intercambiado,
pero también utilizado o modelado en conformidad con lo social y las relaciones de
propiedad, resulta prácticamente inevitable que aparezcan contradicciones entre los
diferentes actores involucrados en estos procesos. El conflicto es un elemento inherente
de este proceso. En todo caso, ya sea a través del conflicto o canalizada por los procesos
59
participativos, la acción ciudadana deja su huella en las ciudades, moldeando las
formas urbanas.
Este papel de los movimientos sociales urbanos fue abordado de forma pionera
por Castells (2004 [1972]) en sus primeras obras. Para este autor la distinción entre la
planificación urbana y los movimientos sociales, carece de sentido en términos
conceptuales, ya que ambos elementos afectan directamente al contenido y al proceso
de toda operación urbanística como formas de práctica política. Lo particular del
enfoque que propone Castells ―y lo que resulta interesante en el contexto de esta
investigación― es que pone el énfasis en los efectos que los movimientos sociales
propician en las formas urbanas, pasando a un segundo plano su organización o los
recursos de los que disponen (Pickvance, 1974). Es precisamente, este afán por
intervenir en los procesos de urbanización de la ciudad lo que les hace merecer a estos
movimientos sociales el apellido de “urbanos” (Castells, 2004 [1972]).
Entre las contribuciones más importantes del movimiento ciudadano en relación
al proceso de producción del espacio urbano se podrían señalar varias, las cuales
afectan al espacio en sí, a las políticas urbanas y al mismo estatus de ciudadano. En
primer lugar, se puede destacar la colaboración de estos movimientos en la
revalorización del “lugar” urbano, en el sentido en que la acción de estos grupos
convierte al espacio en una disputa que dificulta su apropiación y añade complejidad a
su gestión. En segundo lugar, han favorecido también el avance hacia una democracia
ciudadana en el ámbito local. Las fórmulas de concertación y la participación en los
planes y los proyectos, además de la gestión de proximidad de los procesos
urbanísticos, todas ellas pautas bastante extendidas actualmente, son una prueba de
este efecto “ciudadano” en las políticas urbanas. Finalmente, la lucha ciudadana ha
fomentado también la recreación del concepto de ciudadano como sujeto de la política
urbana. El ciudadano “se hace” interviniendo en la construcción y la gestión de la
ciudad. Así, según Borja (2003), el marginal se integra, el usuario ejerce derechos, el
resistente modela su entorno.
El movimiento ciudadano urbano se caracteriza por una profunda
heterogeneidad interna, es decir, que aglutina diferentes movimientos cuya
diversificación tiene que ver con las diferentes motivaciones que inducen a la
60
movilización de los ciudadanos. Por ejemplo, la provisión y el acceso a la vivienda, la
provisión y el acceso a los equipamientos, la defensa de la comunidad, la lucha contra
las nuevas políticas de desarrollo urbano, la protesta ante la exclusión social, etc. (Martí
y Bonet, 2008). Otros autores señalan la importante transformación a la que ha estado
sujeto el movimiento ciudadano como consecuencia de los cambios en los escenarios
políticos y económicos de los últimos tiempos (Urrutia, 1992; Mayer, 2000). La
emergencia de nuevos problemas urbanos, ha obligado a los movimientos sociales a
revisar sus agendas reivindicativas, así como sus estrategias, apareciendo al mismo
tiempo nuevos grupos reivindicativos.
Pero dentro de esta vorágine de movilización social urbana, en la que también es
habitual que diferentes movimientos cooperen entre ellos y generen redes de
solidaridad y de acción social (Alabart, 1998), si hay un grupo que ocupe un lugar
destacado, éste es el movimiento vecinal. Por un lado, constituye uno de los
movimientos de más largo recorrido y, por el otro, su naturaleza y su razón de ser son
de una clara inspiración urbana, demostrada por el predominio de las reivindicaciones
ligadas a la producción de espacio público de estos grupos (Domingo y Bonet, 1998) y
su evidente contribución en la construcción de los ámbitos urbanos. Hay muchos tipos
de asociaciones de vecinos, pero esencialmente, se podría decir, que son entidades que
reúnen a individuos cuyo vínculo personal se encuentra, en primera instancia, en el
hecho de compartir el ámbito residencial, y, en segunda instancia, en la defensa de
unos intereses comunes que tienen que ver especialmente con aspectos del ámbito
residencial compartido. Logan y Rabrenovic (1990), por ejemplo, definen a las
asociaciones de vecinos como “una organización cívica orientada a mantener o mejorar
la calidad de vida en un área residencial geográficamente delimitada” (Logan y
Rabrenovic, 1990:68). Por lo tanto, la cuestión residencial y todo lo que ella implica
constituye la piedra angular de las reivindicaciones de estos grupos.
En relación a la vivienda en sí, las protestas de las asociaciones de vecinos se
articulan a través de la lucha contra el chabolismo y la infravivienda, contra el
deterioro progresivo de los parques de viviendas, contra las dificultades de acceso a la
vivienda o contra las expulsiones residenciales como consecuencia de grandes
transformaciones urbanas. En cuanto al entorno residencial, el déficit, ya sea en
cantidad o en calidad, de las dotaciones municipales, como por ejemplo de
61
equipamientos o de zonas verdes, son también un foco recurrente de movilizaciones
vecinales. Por otro lado, de una manera más indirecta, cabe destacar los conflictos
vecinales en torno a la movilidad cotidiana, generados por la falta de servicios de
transporte adecuados para realizar los desplazamientos obligados de casa al trabajo o a
la escuela con unos mínimos de comodidad y efectividad. Por último, con menor
repercusión el movimiento vecinal también ha hecho gala de su oposición al
urbanismo agresivo y depredador de carácter especulativo, integrando un cierto
discurso a favor de la sostenibilidad urbana con tintes cercanos al ecologismo (Pérez
Quintana, 2008).
Cox (1982) apunta una cuestión interesante respecto a la preocupación por el área
residencial que presentan las asociaciones de vecinos. Según este autor, muchas de
estas movilizaciones se encuentran mediatizadas, a parte de por la mejora de las
condiciones de vida, por el interés económico en relación a la propiedad de la vivienda.
La vivienda es vista por los propietarios como una inversión, que ofrece la posibilidad
de aumentar su valor, aunque también incurra en ciertos costes. Por lo tanto, el valor
de la propiedad explicaría en gran parte muchas de las controversias de los residentes
sobre su misma vivienda o sobre su entorno. Este hecho ayudaría a entender también
que las relaciones que mantienen los movimientos vecinales con el resto de actores
urbanos pueden ser variables. Por ejemplo, a pesar de que habitualmente el
movimiento vecinal se muestra en contra de las actuaciones urbanísticas lideradas por
los agentes económicos, en algunas ocasiones los agentes económicos pueden ser
percibidos como aliados, especialmente si éstos promueven mejoras en el entorno
residencial. De la misma manera las alianzas o desencuentros con el gobierno local
pueden variar dependiendo de la situación. Habitualmente las instituciones públicas
locales son vistas como aliadas cuando implementan mejoras en las áreas residenciales
y como oponentes cuando impulsan procesos de urbanización en el entorno residencial
de carácter conflictivo (Logan y Rabrenovic, 1990).
Harvey (2001) también resalta la importancia del valor de la propiedad como
activo de movilización cuando se refiere, sobre todo, a las asociaciones de propietarios.
Estas asociaciones, a diferencia de las asociaciones de vecinos, defienden claramente
los intereses de la propiedad privada y la calidad de vida de sus miembros. Este autor
cree que la reacción que provoca en estas entidades la amenaza contra los derechos de
62
propiedad y los valores inmobiliarios, ya sea por parte de las instituciones locales o por
parte de los agentes económicos inmobiliarios, constituye una potente fuerza política.
Además, según él, estos movimientos colectivos impiden en numerosas ocasiones la
búsqueda de alternativas, en vez de fomentarlas, sin contemplar el interés ecológico o
de justicia social que la alternativa pueda significar. En estos casos, las asociaciones de
propietarios tienden a preservar el sistema existente, adoptando una posición
conservadora.
El problema del “particularismo militante”, tal y como denomina Harvey (2001) a
este tipo de movilización ciudadana, es que se convierte en una comunidad “para sí”,
perdiendo el sentido de la comunidad “en sí”, que implica una visón política amplia y
la defensa de un proyecto común. Este tránsito a comunidad “para sí” incrementa las
posibilidades de que estas organizaciones se vean vacías de contenido en un momento
dado, aumentando su fragilidad a causa de la falta de cohesión interna. Esta situación
las hace sucumbir más fácilmente cuando se enfrentan a desafíos importantes que
requieren de una gran fuerza movilizadora y facilita que puedan caer más fácilmente
ante la manipulación de las fuerzas políticas externas.
Siguiendo el planteamiento de Simmie (2001), los conflictos urbanos que surgen
en realción a la propiedad o a los intereses económicos se pueden clasificar en 4
grupos, en función del tipo de contradicción que se produzca:
• Intereses privados vs Interés público. Aunque en los sistemas capitalistas el derecho
a la propiedad privada es hegemónico, muchas veces este derecho desencadena
efectos no deseados para la comunidad y entran en contradicción con el interés
público. Por otro lado, los conflictos que protagonizan los propietarios que actúan
cuando ven que el interés público merma sus libertades es otro ejemplo de este
tipo de conflictos. En la práctica, estos conflictos pueden acabar, o bien, con la
reducción extrema de las libertades de propiedad privada de los propietarios,
algo bastante contradictorio en las sociedades capitalistas, o bien, resolverse con
el compromiso de favorecer en cierta forma los intereses de los propietarios
aunque esta decisión/resolución perjudique al interés común.
63
• Individuos vs Instituciones. Este conflicto se produce normalmente en el momento
en que las instituciones públicas locales proponen un tipo de planificación
urbanística que entra en contradicción con los intereses de los ciudadanos.
Habitualmente este tipo de conflicto se expresa con diferentes intensidades
dependiendo de si la participación ciudadana es reconocida o no durante el
proceso de planificación urbana. La resolución de estas contiendas suelen girar
alrededor del grado de influencia que puedan ejercer los diferentes actores en la
decisión final de la institución pública respecto al plan urbanístico.
• Derechos de propiedad privada vs Regulación pública. Este tipo de conflicto recoge las
situaciones en las que las instituciones públicas adoptan un papel más
intervencionista y controlador del espacio urbano. En estos casos, las
instituciones pueden introducir una legislación formal que incluya la regulación
y el control de los derechos de la propiedad privada. En estos casos, la resolución
depende bastante del poder que tengan los propietarios para imponer sus propias
libertades individuales en la ideología de la legislación urbana.
• Mercados vs Planificación. Esta contradicción es intrínseca a la planificación
urbana, en la medida en que su función fundamental es corregir los efectos del
libre mercado en el espacio urbano. En cualquier caso el control y la regulación
del suelo y de los mercados de propiedad pueden satisfacer diferentes intereses
según la gestión que se realice de la planificación urbana. Por ejemplo, hay casos
en que la planificación recompensa a determinados propietarios bajo la obtención
de permisos de urbanización, mientras que en otros casos, la no obtención de
permisos de urbanización hacen perder virtualmente el valor potencial de la
propiedad inmueble.
Todos estos conflictos, de una u otra manera, tienen que ver con la distribución
de los usos del suelo y los derechos de propiedad de diferentes grupos, organizaciones
y ciudadanos. Esta pugna por parte de los diferentes grupos por la defensa de sus
intereses refleja los intentos por conseguir ejercer su poder sobre los objetivos y los
resultados de la planificación urbana (Simmie, 2001). Como se ha repetido con
anterioridad, es justamente ese proceso y su resultado lo que constituye el objeto de
estudio de esta investigación.
64
2.3. El estudio del proceso de reordenación urbana de los Tres Turons de Barcelona: modelo de análisis y preguntas de investigación
El objetivo principal de este trabajo de investigación es profundizar en el conocimiento
de cómo se trasforma el espacio urbano, entendiendo esta transformación de partida
como un proceso social. Para ello, se realiza un estudio de la evolución del proyecto de
ordenación urbana del área de los Tres Turons en la ciudad de Barcelona. El Pla del Parc
dels Tres Turons, que pasará a contextualizarse y explicarse con mayor detalle más
adelante, constituye un impulso público de transformación urbana, que tiene como
finalidad principal construir un parque de grandes dimensiones en la zona central de
la ciudad. Delimitado urbanísticamente por primera vez en el Plan Comarcal de 1953 y
contemplado también en el Pla General Metropolità de 1976 ―vigente en la actualidad―,
este proyecto de parque urbano ha pasado en los últimos 10 años por una primera fase
de readaptación de la ordenación urbana actual a los nuevos objetivos planteados y a la
realidad presente. Pero el largo tiempo transcurrido desde la primera calificación de
parque urbano y los profundos cambios que se han producido a nivel socioespacial en
esta zona, han convertido esta fase en un largo y arduo proceso de confrontación entre
las instituciones públicas locales y los vecinos afectados. Finalmente, esta primera fase
del proyecto urbanístico se ha zanjado con una nueva propuesta de ordenación urbana
que redefine la delimitación inicial del parque.
La presente investigación se centra en el estudio de cómo se produce esta
transformación de la concepción del proyecto del Parc dels Tres Turons. Este propósito
comporta el análisis del tránsito de la ordenación urbana vigente, prevista en el Pla
General Metropolità de 1976, a la nueva propuesta incluida en la Modificació del Pla
General Metropolità en l’àmbit dels Tres Turons, aprobada inicialmente en enero del 2009.
En este sentido, haciendo valer como premisa las aportaciones de Soja (1996) con
respecto a la posibilidad de segmentar el estudio del espacio, la investigación se
ocuparía de las tensiones que se producen en torno a lo que Lefebvre (1991 [1974])
denomina “representaciones del espacio”. Por lo tanto, se trabaja sobre un espacio
imaginado, planificado, que no es real, pero que se define a través de las proyecciones
sobre el espacio físico. En este caso, es un espacio discutido fundamentalmente entre
los agentes sociales, los agentes políticos y los técnicos de planificación. Es por esta
65
razón que no estaría mal decir que el foco de la investigación se dirige sobre la
producción del “espacio urbano concebido”.
Otro aspecto relevante para el diseño de esta investigación es que parte de una
concepción de la producción del espacio urbano continua y dialéctica. Como se ha
apuntado en apartados anteriores, la transformación de las formas urbanas es
incesante, infinita, por lo que sería imposible determinar un principio y un final de este
proceso. De modo que este estudio aspira tan sólo a profundizar en la comprensión de
un fragmento de la producción social del espacio, delimitado por el momento en que el
Ajuntament decide impulsar el Pla del Parc dels Tres Turons y la aprobación inicial de la
última propuesta de ordenación urbana ―Modificació del Pla General Metropolità en
l’àmbit dels Tres Turons― a principios del 2009. Además, como también se ha dicho en
apartados precedentes, el proceso de producción social del espacio engloba la pugna
de diferentes actores por el control del espacio y por la defensa de sus intereses. Esta
cuestión le añade un carácter conflictivo y dialéctico al proceso, el cual constituye otro
punto de partida importante en el análisis que se lleva a cabo en este trabajo. Pero
como apunta Pickvance (1994), el proceso de producción del espacio urbano no tan
sólo incluye esta interactuación entre los actores implicados, sino que también está
sometido a los efectos de factores estructurales de carácter económico, político y social.
Por lo tanto, el modelo analítico que se propone para abordar el proceso de
reconfiguración de la ordenación urbana del área de los Tres Turons constaría de dos
niveles de análisis. El primero se situaría a un nivel estructural, poniendo el énfasis en
los aspectos económico-territoriales relacionados con el proyecto, en el contexto
político-urbano y, por último, en los antecedentes socio-morfológicos de la zona
estudiada. Estos elementos, inciden sobretodo en el tipo de gestión que se realiza del
proyecto urbanístico, no obstante, todos ellos, incluso el mismo tipo de gestión, son
susceptibles de incidir también de manera decisiva en la configuración final de la
reordenación urbana. El segundo nivel de análisis, en cambio, se centra en la dialéctica
que mantienen los diferentes actores implicados en el proceso. En este caso, la
estrategia de análisis consistirá en la identificación de los principales ejes de
confrontación, evaluando su traslación a la resolución de la propuesta final de
reordenación urbana. Los dos niveles de análisis permitirán valorar de qué manera las
constricciones estructurales, así como las tensiones y las discrepancias de los diferentes
66
actores, se traducen (o no) en ajustes de la (re)ordenación urbana en el ámbito de los
Tres Turons. El resultado contribuirá a conocer en profundidad cómo se produce este
proceso de producción social del espacio urbano concebido, es decir, las representaciones
del espacio.
Figura 2.3. Modelo de análisis de la producción social del espacio urbano concebido.
Fuente: Elaboración propia.
A partir de este diseño del modelo de análisis, generado de forma abductiva
―tras una primera toma de contacto empírica e incorporando de manera laxa algunas
referencias teóricas― (Mason, 2002), las preguntas de investigación que se plantean
responder son las siguientes:
a) ¿Qué elementos estructurales influyen en el Pla del Parc dels Tres Turons y cómo
lo hacen?
Ordenación urbana inicial (vigente)
Ordenación urbana final (modificación)
Propuesta de planificación
A
Demanda vecinal A
Demanda vecinal X
Propuesta de planificación
X
Propuesta de planificación
B
Demanda vecinal B
Conflicto político-
social [Ejes de
contradicció
Inputs de transformación
Factor político
Antecedentes socio-morfológicos
Inputs de gestión
Factor político-técnico Factor social
Elementos estructurales
Factor económico
67
b) ¿Cuáles son los actores implicados en el proceso de transformación urbanística
de los Tres Turons? ¿Cuál es su posicionamiento sobre esta cuestión? ¿Cuáles
han sido sus pautas de comportamiento durante el proceso?
c) ¿Cuáles son los ejes conflictivos sobre los que se vehicula la tensión
socioespacial en torno al Pla del Parc dels Tres Turons?
d) ¿Cómo los resuelve la última propuesta del proyecto, es decir, en la Modificació
del Pla General Metropolità en l’àmbit dels Tres Turons?
e) ¿Se plasma de alguna manera esta tensión en la transformación que ha vivido el
proyecto? ¿Cómo?
Por último, teniendo en cuenta que este trabajo es una memoria de investigación
del programa de doctorado en el que el objetivo es realizar una primera aproximación
sobre una cuestión planteada, es preciso señalar que las conclusiones que se extraerán
del análisis no serán definitivas, sino que trazarán las primeras líneas a seguir en una
investigación más amplia, que se desarrollará próximamente y adoptará la forma de
tesis doctoral.
68
69
Capítulo 3. ASPECTOS METODOLÓGICOS DE LA
INVESTIGACIÓN: DISEÑO, TRABAJO DE CAMPO Y
ESTRATEGIA DE ANÁLISIS
70
71
Capítulo 3. Aspectos metodológicos de la investigación: diseño, trabajo de campo y estrategia de análisis
Una ciudad es un imaginario creado por las más diferentes arqueologías de las piedras y las vivencias, sean de carne y hueso, sean auras referentes a palabras que se dijeron o se escribieron, a signos trazados en las geometrías o vaciados del espacio total.
Las ciudades y las mujeres en El París de Rayuela, MANUEL VÁZQUEZ MONTALBÁN
l enfoque cualitativo ha permanecido generalmente marginado en el devenir
de la sociología urbana, aún a pesar de su predominio inicial en esta
disciplina, sobretodo por las etnografías urbanas que llevaron a cabo los
integrantes de la Escuela de Chicago en el primer cuarto del siglo XX. Como hemos
visto en el primer capítulo, precisamente, el carácter cualitativo, etnográfico y
marcadamente inductivista de estos primeros trabajos de los ecólogos urbanos,
constituyó uno de los puntos de mira de las críticas que formularon algunos autores en
su aspiración por refundar la sociología urbana en los años 70. La consolidación de la
Nueva Sociología Urbana y la adopción de metodologías cuantitativas por parte de
ecólogos posteriores condujeron al cuantitativismo hacia una posición hegemónica en
la investigación sociológica urbana, eclipsando los trabajos cualitativos.
Sin embargo, la metodología cualitativa no dejó de aplicarse en los estudios
urbanos, pero su uso quedó relegado a los “estudios de comunidad” (Community
Studies), centrados en la investigación de los guetos, de los inmigrantes, de la pobreza y
de la cultura étnica (Gans, 1982 [1962]; Suttles, 1968; Hannerz, 2004 [1969]) y a las
etnografías del espacio público urbano (Whyte, 1971; Joseph, 1988; Lofland, 1998),
dirigidas al análisis de las prácticas cotidianas con el objetivo de conocer mejor las
disfuncionalidades y la alienación de la vida moderna en las ciudades. A partir de la
década de los 90, en cambio, nuevos planteamientos teóricos proponen abordar la
complejidad de la realidad urbana de un modo más sensible, en un ejercicio en el que
el subjetivismo cultural y representacional cobran un gran valor explicativo. Este giro
en la manera de entender la ciudad, favorece el resurgimiento de los enfoques
E
72
cualitativos en la sociología urbana más allá de los campos citados (Jacobs, 1993). Por
otro lado, la propia expansión y la ampliación del reconocimiento de los métodos
cualitativos en el ámbito científico, dado su progreso en cuanto a sistematización,
transparencia y rigor (Denzin y Lincoln, 1994), también contribuyeron en este proceso.
Este trabajo recoge en cierta manera ese espíritu y constituye una aproximación
cualitativa sobre los procesos de transformación urbana.
Este capítulo describe los aspectos metodológicos que se han seguido en esta
investigación para abordar los objetivos planteados. En primer lugar, se explicita el
diseño metodológico, seguidamente se detalla el proceso de recogida de información y
los datos que conforman el corpus analítico del estudio y, después, se expone la
estrategia de análisis que se ha seguido a la hora de tratar la información. Para acabar,
también se hace referencia al importante papel que ha jugado la geocodificación en esta
investigación. La metodología que se explica a continuación hace referencia al diseño
de una investigación “completo”, de más abasto que los resultados que se presenta en
este trabajo, que tan sólo constituye una primera aproximación empírica. Es por eso,
que también de forma paralela se indicará el material que se ha analizado en esta
primera presentación del estudio.
3.1. El diseño metodológico multimétodo etnográfico: triangulando datos cualitativos De acuerdo con el objetivo planteado en la investigación, centrado en analizar el
proceso de configuración de la reordenación urbana del área de los Tres Turons, se ha
optado por seguir un enfoque cualitativo. El estudio de un proceso implica preguntarse
por cómo se desarrolla y también indagar sobre algunas cuestiones relacionadas con
los resultados que éste produce. Por lo tanto, lo verdaderamente relevante en estos
casos no es determinar qué se hace, sino cómo se hace. Es decir, que el proceso se
convierte en un fin en sí mismo y no en un medio. Como dice Patton (2002 [1990]),
importa el viaje, no el destino. Partiendo de esta idea, la metodología cualitativa es la
que mejor se ajusta a estos requerimientos. En primer lugar, permite describir
detalladamente como se interrelacionan los sujetos envueltos en el proceso. En
segundo lugar, dada su sensibilidad a la hora de captar subjetividades, esta
metodología es idónea para recoger la variabilidad de las experiencias y de las
73
percepciones en torno al proceso entre los diferentes sujetos. En tercer lugar, se adapta
perfectamente a la naturaleza fluida y dinámica de los procesos. Y, por último, la
metodología cualitativa ofrece la posibilidad de atender tanto a las actividades
formales como a las informales que conforman los procesos, aportando una mayor
profundidad en su estudio (Patton, 2002 [1990]).
La estrategia de investigación que se ha seguido en la implementación de este
enfoque cualitativo tiene un fuerte componente etnográfico. En este caso, el término
etnografía no debe ser entendido como método, sino como un tipo de mirada de la
realidad social que sugiere un modo específico de contacto con el objeto de estudio
(Atkinson y Hammersley, 1994b; Creswell, 1998). Asociada al paradigma naturalista, la
etnografía infiere una aproximación inductiva. Los fenómenos deben ser entendidos en
su propio escenario, atendiendo a su propia naturaleza y guardando el máximo
“respeto” hacía ellos. No obstante, la actitud que se ha mantenido ante el objeto de
estudio ha sido la de un espectador apasionado, curioso y también reflexivo. Esta
reflexividad implica una cierta “sospecha” sobre la información recogida. Los datos no
son tomados acríticamente por sus apariencias, sino que son contrastados por el mismo
investigador, poniéndolos a prueba de manera exhaustiva y examinándolos
detalladamente para llegar a entenderlos mejor. En esta tarea, no se ha prescindido de
referencias teóricas, las cuales en algunas ocasiones han ayudado a dirigir la mirada
tanto en la lectura de datos como en su recogida y, en otras ocasiones, han establecido
útiles puntos de apoyo facilitando la estructuración del conocimiento. Se ha seguido,
por lo tanto, una estrategia abductiva, caracterizada por el ir y venir entre la empiria, la
teoría y la propia experiencia del investigador (Mason, 2002). Esta pose de “espectador
pro-activo” no ha mermado, sin embargo, la “naturalidad” con la que se ha tratado la
información, no se ha establecido ningún marco de análisis desde un inicio, sino que se
ha ido construyendo a partir del contacto con la realidad social (Lofland y Lofland,
1995), en sintonía con el modus operandi de la etnografía. El análisis de la información ha
girado en torno a la interpretación de los significados de las relaciones, las
percepciones y las experiencias de los actores durante y/o en relación al proceso
estudiado. Los resultados se han expresado principalmente en forma de descripciones
y explicaciones, cumpliendo así con otro rasgo etnográfico (Atkinson y Hammersley,
1994a).
74
Por otro lado, para abordar al objeto de estudio en toda su complejidad se ha
seguido una diseño metodológico multimétodo (Brewer y Hunter, 2006) basado en la
triangulación de diferentes tipos de datos de naturaleza cualitativa. La triangulación
debe ser entendida bajo una lógica de complementariedad entre los diferentes datos,
no de validez. Es decir, los diferentes tipos de datos se usan para obtener una visión
más amplia del objeto de estudio, articulada desde diferentes ángulos con la intención
de enriquecer la interpretación y profundizar en el análisis de éste y no para
comprobar sus aportaciones y así disminuir el sesgo que se pueda producir al utilizar
únicamente una fuente o una técnica (Fealding y Fielding, 1986; Denzin, 1989; Flick,
1992; Morse, 1994; Barbour, 1998). Atendiendo a la diversidad de las fuentes, el análisis
cualitativo que se realiza sigue una lógica de integración, en la que cada tipo de dato
retiene su carácter metodológico (Cronin et al., 2008). Este hecho permite analizar cada
información atendiendo a su propia naturaleza, de manera que contribuyan por igual a
las preguntas de la investigación planteadas.
El resultado es el de un conjunto de análisis que se yuxtaponen en algunos
aspectos y en otros no, aportando así una amplia y rica visión del objeto de estudio. La
diversidad de textura que se reúne con los diferentes datos permite explorar diferentes
dimensiones del fenómeno investigado, facilitando e incrementando su comprensión
en la medida en que se obtiene la “fotografía completa” del fenómeno estudiado. La
triangulación fortalece así el rendimiento de los datos en el análisis revelando
diferentes aspectos de la realidad empírica (Brewer y Hunter, 2006). Además su
solapamiento e incluso su contradicción respecto a una cuestión concreta no los
debilita, sino que aporta una fructífera complementariedad de gran valía para captar y
descifrar la complejidad de aquello que se estudia. Las inconsistencias entre los datos,
lejos de ser un problema, son una oportunidad para profundizar en el fenómeno
estudiado, ya que los diferentes tipos de información recogen diferentes matices de la
realidad social y es por este motivo por el que pueden ofrecer resultados diferentes
(Patton, 2002 [1990]; Miles y Huberman, 1994).
En definitiva, el uso de diversos métodos o de la triangulación permite
comprender con mayor profundidad el fenómeno en cuestión, añadiendo rigor,
amplitud y profundidad a la investigación. Algunos autores han sustituido el término
triangulación ―usado en este sentido― por el de cristalización (Richardson, 2000). Este
75
concepto quizá se adapta y designa mejor a la multiplicidad de formas en las que se
puede llevar a cabo la aproximación de un fenómeno para atender a sus múltiples
dimensiones, ya que el término triangulación evoca cierta rigidez, al relacionarse
únicamente con tres puntos (de vista).
Así pues, el corpus analítico que se ha analizado en el contexto de esta
investigación lo conforman los siguientes tipos de datos:
• Observación y notas de campo.
• Entrevistas en profundidad a los actores clave.
• Documentos urbanísticos y planos.
• Fotografías.
• Noticias de prensa.
• Documentos de comunicación formal entre los actores involucrados en el
proceso.
Figura 3.1. Cristalización de los diferentes tipos de datos respecto al
objeto de estudio.
Fuente: Elaboración propia.
Morfogénesis espacio urbano
Prensa
Fotografías Documentos urbanísticos
Observación participante
Entrevistas en profundidad
Documentos de comunicación
formal
76
3.2. El trabajo de campo
El trabajo de campo ha consistido, tanto en la recopilación de documentación
elaborada ―documentos urbanísticos, noticias de prensa o documentos de
comunicación formales―, como en la producción propia de información a través de
entrevistas, observaciones o fotografías. Todos estos datos se han ido recogiendo
simultáneamente, de forma intercalada, sin ningún orden establecido, ni otra estrategia
que no fuera la de ir cubriendo huecos de información. Esta labor ha comportado un
largo aunque discontinuo seguimiento de la evolución del Pla del Parc dels Tres Turons
durante más de dos años, en el que se ha recopilado bastante información, pero no la
suficiente como para dar por acabado el trabajo de campo.
En este trabajo, concebido como una primera aproximación al objeto de estudio,
tan sólo se han extraído resultados del análisis de los documentos urbanísticos y de las
entrevistas en profundidad realizadas a los actores. Por lo tanto, se ha analizado una
parte reducida de toda la información disponible hasta ahora. No obstante, la cantidad
de información manejada, así como las observaciones realizadas sobre el área
estudiada han proporcionado indirectamente un poso de conocimiento que
irremediablemente también se ha incorporado al análisis y a los resultados que se
presentan. A continuación, se describen los datos que conforman el corpus analizado.
3.2.1. Documentos urbanísticos
Los diferentes documentos urbanísticos existentes sobre la intervención urbana en el
área de los Tres Turons conforman una fuente de información básica para conocer de
forma pormenorizada cómo ha ido evolucionando el proyecto urbanístico que se ha
seleccionado como objeto de estudio. En su conjunto, estos documentos contienen
datos clave sobre las diversas propuestas de ordenación urbana, sobre los objetivos que
se persiguen, sobre la gestión que se llevará a cabo para implementar el parque, así
como sobre la ordenación urbanística vigente. Los documentos que se han revisado son
los siguientes:
77
• Plan Parcial de ordenación de los cerros de la montaña del Carmelo, Turó de la Rubira y
Montaña Pelada y sus zonas adyacentes (1967). Este Plan Parcial fue el que intentó
desarrollar el proyecto de parque una vez delimitada la zona como parque
urbano por el Plan Comarcal de 1953. Aporta información interesante sobre los
objetivos de la operación y sobre las modificaciones que se llevaron a cabo en el
proyecto después de la fase de alegaciones. En general, las alegaciones
provienen de propietarios con edificios y núcleos construidos más o menos
consolidados que quedaban dentro del área señalada como parque o afectados
por los ensanchamientos de algunas vías periféricas. La copia de este
documento se adquirió en el Arxiu Municipal de Barcelona.
• Línies d’intervenció en els Tres Turons (2003). Este documento constituye el punto
de partida del reimpulso del proyecto del parque que inicia el Ajuntament de
Barcelona a partir del año 2000. El documento plantea los objetivos de la
transformación de la zona y las primeras propuestas abiertas de ordenación
urbana, partiendo del Pla General Metropolità como documento base. La copia
fue facilitada por una de las asociaciones de vecinos que han colaborado en la
investigación.
• Proposta de l’equip tècnic assessor dels veïns (2005). Este documento recoge la
contrapropuesta de los vecinos afectados por el Pla del Parc dels Tres Turons en
relación a las líneas de intervención urbanísticas planteadas por el Ajuntament
en el anterior documento. Realizado por unos técnicos urbanistas a cargo del
Ajuntament de Barcelona, en él se exponen de manera clara las reivindicaciones
vecinales en relación al proyecto del parque. La copia fue facilitada por una de
las asociaciones de vecinos que han colaborado en la investigación.
• Memòria de la Modificació al Pla General Metropolità de 1976 en l’àmbit dels Tres
Turons (2009). Es el documento más completo de todos y contiene información
detallada de la última propuesta de ordenación urbana aprobada inicialmente
por la Comissió d’Urbanisme del Ajuntament de Barcelona. Además, también
aporta información histórica del proceso. Esta memoria fue adquirida a través
de la página web de la Agència de Promoció del Carmel i Entorns.
78
3.2.2. Entrevistas en profundidad
El objetivo de las entrevistas en profundidad es captar los discursos de los principales
actores involucrados en el proceso. Hasta ahora se han realizado 7 entrevistas, que son
las que se han analizado en este trabajo (tabla 3.2.). Sin embargo, la investigación
requerirá de un número superior de entrevistas para completar el trabajo de campo.
Éstas deberán incluir las opiniones del resto de entidades vecinales implicadas que no
han sido entrevistadas, las de algunos individuos de perfil político del Districte
d’Horta Guinardó y, quizá de la Comissió d’Urbanisme del Ajuntament de Barcelona
y, por último, la de vecinos a título personal, tanto afectados como no afectados.
La función de la información recabada en las entrevistas es la de profundizar en
las percepciones y las experiencias de los actores durante el proceso. Para ello se han
realizado entrevistas semi-estructuradas en las que se iban introduciendo temas
predeterminados de manera abierta según el tipo de informante, pero sin perjuicio de
introducir nuevos temas o de seguir la dirección del discurso espontáneo del
entrevistado. Esto ha permitido descubrir caminos no previstos y obtener una
información naturalizada de los actores, en consonancia con el espíritu abductivo con
que se ha concebido el diseño metodológico de esta investigación.
Respecto a la selección de los informantes, en el inicio se ha seguido una
estrategia “intencional”. Es decir, se han seleccionado informantes con claro perfil de
“informantes-clave”, como vecinos afectados y miembros de las entidades vecinales,
así como un cargo de la empresa pública que se encarga de la gestión del Pla del Parc
dels Tres Turons. Una vez realizada la primera toma de contacto con los actores, se ha
seguido una estrategia dinámica, continuada, en la que el objetivo era localizar a más
“informantes-clave” de los que ya estaban previstos (Rodríguez et al., 1999). Los
nombres de estos informantes han surgido incluso de las mismas entrevistas a otros
informantes en la medida que se ha ido realizando el trabajo de campo. A
continuación, se presentan los diferentes perfiles de los actores que se han entrevistado
y la fecha en la que se realizó la entrevista. Todas estas entrevistas forman parte del
corpus analítico de esta primera aproximación empírica.
79
Tabla 3.2. Relación de entrevistas realizadas.
Nº de entrevista Tipo de informante Fecha de
realización de la entrevista
Entrevista 1 Vecina afectada de la calle Marià Lavèrnia (ámbito Turó de la Rovira) y miembra de la A.V. Can Baró. 30/10/2007
Entrevista 2 Jefe de Participación ciudadana de l’Agència de Promoció del Carmel i Entorns. 09/07/2009
Entrevista 3 Expresidenta de la A.V. del Carmel y extrabajadora del Districte d’Horta-Guinardó en el Àrea de Participació Ciutadana i Urbanisme.
19/10/2009
Entrevista 4 Presidente de la A.V. del Turó de la Rovira. 18/11/2009
Entrevista 5 Vecino no afectado de la calle de la Font del Coll (ámbito Coll) y no miembro de ninguna entidad vecinal. 27/01/2010
Entrevista 6 Presidente de la A.V. Font d’en Fargas. 05/02/2010
Entrevista 7 Presidente de la A.V. Can Baró. 08/02/2010 Fuente: Elaboración propia.
3.3. El uso del CAQDAS y la geocodificación como nueva herramienta de análisis cualitativo
La gestión de toda la información cualitativa disponible se ha realizado a través del
programa informático ATLAS.ti 6.0. Desde el punto de vista operativo, ha sido un éxito
poder disponer de toda la información recopilada de manera centralizada, ordenada y
accesible, pese a su volumen y su diversidad. Desde el punto de vista analítico, el uso
de los diferentes recursos de este CAQDAS (Computer Assisted Qualitative Data Analysis)
han permitido agilizar el análisis. La codificación de textos, el registro de memos, la
vinculación de diversos elementos analíticos (códigos, memos, citas) y la recuperación de
textos segmentados, han permitido trabajar con los datos de forma dinámica, integrada
y rigurosa (Kelle, 1995). Otro elemento analítico de gran relevancia son los diagramas
(networks). Éstos permiten una provechosa visualización de los conceptos emergentes y
del sistema de relaciones que se genera en torno a ellos, lo que permite conducir el
análisis de manera efectiva y rigurosa.
Por último, la geocodificación es otra de las herramientas del ATLAS.ti que más
se han utilizado en el desarrollo de esta investigación, cumpliendo varias funciones. De
reciente incorporación en el ATLAS.ti en particular y en los CAQDAS en general, la
geocodificación integra la información social y territorial a modo de SIG (Sistemas de
80
Información Geográfica) cualitativo, abriendo de esta manera nuevas posibilidades
técnicas para el abordaje cualitativo de la realidad socioespacial. El uso intensivo que
se ha realizado de este recurso, la idoneidad metodológica que ofrece en el campo de la
sociología urbana y la frescura de su aparición en el ámbito de los CAQDAS, han
motivado una reflexión más profunda de este instrumento metodológico, que se
presenta en los siguientes apartados.
3.3.1. La irrupción de la geocodificación en los CAQDAS El rápido desarrollo que ha vivido el SIG desde los años 80 hasta hoy, ha contribuido a
generar nuevas posibilidades tanto en el mundo de la cartografía como en el análisis
territorial. El avance significativo de esta técnica se ha producido, en gran parte,
gracias a su delimitación como área de investigación específica dentro de la geografía a
finales de los 80. Esta circunstancia ha ayudado a impulsar nuevos usos y a mejorar los
ya existentes, incrementando sustantivamente las posibilidades de aplicación. Por otro
lado, es importante señalar también que nada hubiera sido posible sin el progreso
incesante y exponencial al que han estado sujetas las nuevas tecnologías en los últimos
años. La suma de ambos factores explica que actualmente, el SIG se haya configurado
como una nueva y potente plataforma que permite representar la información
geográfica de numerosas maneras, que ofrece mapas interactivos y que, a la vez,
presenta una enorme versatilidad en sus usos (Schuurman, 2004). Uno de los avances
recientes más relevantes ha sido la simplificación que se ha alcanzado en los procesos
de funcionamiento del SIG, sobretodo en la manera en que se recoge, se maneja y se
analiza la información espacial, lo que ha favorecido enormemente su aplicación en
otros campos, más allá de la propia geografía (Longley et al., 2005).
En la década de los 90, la adopción de este recurso por parte de la geografía
humana crítica, especialmente por las corrientes feministas, provocó el acercamiento
del SIG al estudio de las cuestiones socioespaciales (Sheppard, 2005; O’Sullivan, 2006).
Además, este giro del uso del SIG hacia la cartografía social, se produce de la mano de
un creciente interés por la metodología cualitativa en el seno de la geografía humana,
que surge de la necesidad de cubrir objetos de estudios de carácter subjetivo, como el
género, por ejemplo, entendido como una construcción social (Kwan, 2002). Así, en la
búsqueda de un conocimiento más profundo y efectivo de los fenómenos
81
socioespaciales, estos geógrafos se ven obligados a recurrir a metodologías cualitativas
o mixtas, más propias de otras disciplinas como la antropología o la sociología
(McLafferty, 2002; Pavlovskaya, 2002; Nightingale, 2003; Knigge y Cope, 2006).
Al mismo tiempo, otros autores optan por reconocer la potencialidad analítica del
SIG en sentido amplio, remarcando su adecuación para el estudio de la realidad
socioespacial y desvinculando esta técnica del positivismo y de la metodología
cuantitativa y lógico-deductiva, aspectos a los que se había mantenido ligada desde sus
inicios (Sheppard, 1995, Pickles, 1995, Miller, 1995). Estos autores valoran la capacidad
del SIG como instrumento analítico en sí mismo, enfatizando su compatibilidad con la
metodología cualitativa o incluso con la metodología mixta. Igualmente, destacan su
afinidad con los modelos de investigación inductivos, dada su solvencia como técnica
exploratoria (Sheppard, 2005). En definitiva, estos autores reconocen nuevas facetas del
SIG a nivel metodológico. Según ellos, no se limita únicamente a la representación de
información socioespacial, sino que se convierte además en una herramienta analítica y
en un dispositivo integrador de diferentes metodologías.
Este conjunto de procesos paralelos, han ayudado a que otras ciencias sociales
interesadas en el estudio del espacio, como la sociología o la antropología, consideren
el SIG como una posibilidad técnica más. Un ejemplo de esta tendencia se puede
encontrar en la integración entre etnografía y SIG que realizan Matthews et al. (2005),
en una investigación sobre el desarrollo social de niños de familias de bajos ingresos y
el papel de las ayudas estatales en los Estados Unidos. A pesar de contar también con
datos de una encuesta específica, el estudio se recrea en la integración de datos
etnográficos procedentes de fuentes diversas (entrevistas, observaciones, documentos,
etc.) a través del SIG, en un procedimiento que denominan “geo-etnografía” (Matthews
et al., 2005; Skinner et al., 2005). Estos autores señalan la efectividad del SIG como
herramienta de análisis, en la medida que los mapas pueden sugerir interpretaciones,
así como la capacidad que presenta el SIG a la hora de integrar información de
diferente naturaleza.
De esta manera, el espacio se erige como un gran punto de encuentro entre
disciplinas, en la medida que ofrece un marco de integración de diferentes procesos
sociales o, mejor dicho, de diferentes procesos socioespaciales, que engloban diferentes
82
dominios de las ciencias sociales (Goodchild et al., 2000) y para los que el SIG se
convierte en una importante herramienta metodológica para su estudio. Fielding y
Cisneros (2009) reflexionan sobre esta convergencia entre la geografía cualitativa y las
ciencias sociales cualitativas, una sinergia que trasladan también, en un nivel más
técnico, al SIG y al CAQDAS. Estos autores destacan que ambas orientaciones han
emergido en relación a las nuevas tecnologías de investigación, haciendo valer el poder
de la tecnología en favor de las prácticas analíticas sistemáticas, formales y
transparentes. Además, según ellos, ambas comparten también un cierto interés por la
práctica de metodologías mixtas. Por último, los autores hacen hincapié en la
complementariedad que muestran las dos disciplinas en relación al estudio del espacio.
Si bien desde la geografía, las ciencias sociales pueden adquirir sensibilidad en escala,
lugar, contextos y flujos, desde las ciencias sociales, la geografía puede mejorar la
documentación de procesos y de variaciones culturales, así como adoptar algunas
estrategias analíticas formales. Esta simbiosis entre la geografía y las ciencias sociales
se ha plasmado recientemente en los programas de análisis cualitativo. Así, las últimas
ediciones del ATLAS.ti, el NVivo y el MAXQDA han incorporado la posibilidad de
geocodificar, con algunas diferencias entre ellos.
3.3.2. El papel de la geocodificación en el desarrollo de la investigación
El predominante carácter territorial de una parte importante de los contenidos de la
información analizada, así como el mismo objeto de estudio de la investigación,
centrado en el espacio urbano, han convertido a la geocodificación en una herramienta
muy valiosa para el desarrollo de este estudio. En el ATLAS.ti, la geocodificación se
realiza a través de la asignación de la aplicación Google Earth como documento primario,
lo cual permite dos posibilidades de uso complementarias. Por un lado, un uso
combinado de los dos softwares que permite que cualquier parte de la superfície
planetaria pueda ser delimitada como una “cita territorial” vinculable a un código o una
memo. Por el otro, incrustado en el ATLAS.ti como una aplicación externa, el Google
Earth se mantiene operativo en la unidad hermenéutica, quedando todas sus prestaciones
como programa intactas, las cuales también se pueden poner al servicio del análisis
cualitativo. A partir de aquí, su papel en el contexto de esta investigación se podría
83
sintetizar en el desarrollo de tres funciones clave: gestión de información, análisis y
representación gráfica.
La función de gestión de información concierne sobre todo al tratamiento que se ha
realizado de los documentos urbanísticos, que ofrecen una información tan relevante
para la investigación como difícil de analizar. Las características del contenido,
excesivamente técnico, de estos documentos los convierten en un corpus poco
adecuado para ser analizado mediante técnicas de análisis textual. En cambio, la
geocodificación y, más concretamente, las prestaciones del Google Earth, han facilitado
el tratamiento específico de esta información y su integración con el resto de datos
analizados. Por un lado, se han trazado las delimitaciones de parque urbano o zona
verde propuestas por los sucesivos planes urbanísticos mediante polígonos, una opción
propia de la aplicación del Google Earth que se mantiene activa en el ATLAS.ti (figura
3.3.). Además, a estas delimitaciones se les han asociado los fragmentos más
significativos del contenido de los planes y proyectos urbanísticos como comentario
(figura 3.4.).
Figura 3.3. Delimitaciones de la calificación del suelo extraída de los
documentos urbanísticos.
Fuente: Elaboración propia.
84
Figura 3.4. Fragmentos del contenido de los documentos urbanísticos asociados a la delimitación que proponen.
Fuente: Elaboración propia.
Por otro lado, se ha introducido la información pertinente para el estudio que
hace referencia a emplazamientos concretos de la zona ―a parte de la delimitación de
los usos del suelo, introducidos anteriormente―, por ejemplo, los núcleos de casas
sobre los que los vecinos reclaman que se levanten las afectaciones, la ubicación de los
pisos de realojo de vecinos afectados, etc. Todo este tipo de informaciones se han
procesado mediante comentarios asociados a marcas de posición, que es otro de los
recursos del programa Google Earth que se mantienen activos en el entorno ATLAS.ti
(figura 3.5.).
Una vez completadas estas dos operaciones, la información de los documentos
urbanísticos se organiza en el Google Earth a través de capas, que pueden ser activadas
o desactivadas según se considere oportuno en el proceso de análisis. El dinamismo
con que se pueden observar diferentes visualizaciones de informaciones sintetizadas y
yuxtapuestas es notablemente sugerente a nivel analítico.
85
Figura 3.5. Notas específicas sobre localizaciones concretas del territorio extraídas de los documentos urbanísticos.
Fuente: Elaboración propia.
En relación a la función analítica, se pueden destacar dos aportaciones
importantes de la geocodificación. En primer lugar, una vinculada con el análisis
textual que, de hecho, constituye la función primordial de la geocodificación: la
localización de códigos. Como se ha explicado anteriormente, la geocodificación permite
asignar códigos procedentes del análisis de contenido17 a puntos concretos del territorio
que el ATLAS.ti reconoce como citas (figura 3.6.). Esta georeferenciación de los códigos
sólo se ha aplicado a aquellos que eran pertinentes, es decir, aquellos cuyo contenido
permanece asociado con un lugar concreto. Mediante el mismo mecanismo el
programa también permite asignar memos a “citas territoriales”. Este procedimiento, a
parte de cumplir con una función analítica, sirve también, indirectamente, para acabar
de integrar el resto de la información del corpus analítico en el mapa del territorio
estudiado.
El segundo aspecto que cabe destacar desde el punto de vista analítico, tiene que
ver con una función de análisis más integral, basada en la capacidad que presenta la
geocodificación para mostrar toda la información analizada distribuida en el mapa del
17 En este caso, tan sólo se han analizado las entrevistas en profundidad, pero este tipo de análisis también será realizado sobre las notícias de prensa, los documentos formales de comunicación entre los actores y con las notas de campo procedentes de la observación participante.
86
área urbana estudiada. La visualización de toda esta información sintetizada y la
facilidad con la que se puede acceder a ella, ayuda a validar ciertas interpretaciones o
sugerir otras nuevas. Todo ello, provee al investigador de una gran sensibilidad
analítica anclada en el territorio durante el proceso de análisis, la cual es muy fructífera
teniendo en cuenta los objetivos planteados.
Figura 3.6. Disposición en el territorio de varias citas con códigos
asignados.
Fuente: Elaboración propia.
Por último, hay que decir que las representaciones gráficas que ofrece el ATLAS.ti
por medio de la geocodificación es quizá la prestación más limitada del programa. El
programa no permite realizar mapas propios, sino que únicamente provee de
fotografías aéreas del Google Earth, que incluyen la información georeferenciada que se
quiera seleccionar (figura 3.7.). No obstante, la posibilidad de disponer de estas
fotografías aéreas no deja de ser sugerente y estimulante a nivel visual, y ayuda a hacer
más entendible algunos de los planteamientos del informe de investigación. Durante el
análisis se expondrán algunos gráficos de este tipo.
87
Figura 3.7. Reivindicaciones vecinales por la desafectación de casas satisfechas con la Modificación del PGM de 1976 en el ámbito de los
Tres Turons (2009).
Fuente: Elaboración propia.
A modo de conclusión, se puede apuntar que la inclusión de la geocodificación
como nuevo recurso en los CAQDAS constituye un claro avance para la metodología
cualitativa en el contexto de las ciencias sociales y, particularmente, en el campo
específico de los estudios urbanos. Como se ha expresado en algún momento, la
capacidad de la geocodificación para ofrecer una visión analítica anclada en el
territorio demuestra su idoneidad metodológica en el estudio de fenómenos
socioespaciales. Sin duda, en este sentido, la geocodificación contribuye a reforzar el
enfoque cualitativo en la sociología urbana, aportando claridad, transparencia y
sistematicidad en el análisis de la información socioespacial.
3.4. Una estrategia de análisis inspirada en la Grounded Theory al margen de la ortodoxia
A la hora de analizar los datos se han buscado algunos elementos procedentes de la
Grounded Theory con el fin de incorporarlos como referencia o como inspiración
88
durante el tratamiento de los datos. El planteamiento abductivo de la investigación, así
como el objeto de estudio propuesto, un proceso, han favorecido las sinergias en este
sentido. La Grounded Theory presenta un gran potencial en el estudio de procesos y
aunque originariamente se basa en un inductivismo radical, su versión straussiana,
más flexible, abre también la posibilidad de implementar diseños reproductivos o
abductivos. En ningún caso se ha intentado seguir de manera ortodoxa las pautas que
marca la Grounded Theory, sino que simplemente se han considerado sus propuestas
metodológicas, recogiendo y adaptando aquellas que han resultado sugerentes para su
aplicación a esta investigación.
A pesar de que la Grounded Theory se planteó en sus inicios como un tipo de
método cualitativo integral de base positivista que abarcaba una serie de
procedimientos estrictos encaminados a generar teoría (Glaser y Strauss, 1967), la
separación de sus creadores dio lugar a dos modos de entenderla. Mientras que Glaser
salvaguarda los principios iniciales del método, Strauss lo reinterpretó, derivando con
el paso de los años en un estilo de análisis cualitativo versátil que tolera una cierta
laxitud en su aplicación (Strauss, 1987; Strauss y Corbin, 1998; Charmaz, 2006). La
Grounded Theory straussiana se caracteriza entre otras cosas por la introducción de
nuevos instrumentos de análisis como la descripción interpretativa de los datos, la
codificación axial, los diagramas o la obertura hacia otro tipo de materiales de análisis
más allá de las entrevistas en profundidad, como cartas, biografía, prensa, materiales
audiovisuales, etc. Además, también fomenta la utilización de CAQDAS (Andréu et al.,
2007).
Aquí se recoge por lo tanto esta filosofía de uso abierto y flexible de la Grounded
Theory como método de análisis cualitativo, sólo que quizá dando un paso más allá.
Para Strauss y Corbin (1998), dentro de esta maleabilidad con la que readaptan éste
método, hay tres componentes clave que, en gran parte, permiten a la Grounded Theory
mantener su identidad y su potencial como estrategia de análisis. Estos son el muestro
teórico, el modo de codificación y la comparación constante. En este caso, tan sólo se ha
adoptado el modo de codificación y, además, readaptándolo. Los procedimientos que
se han seguido son dos:
89
1. Codificación abierta (open coding). Es la primera codificación que se realiza, en
la que se desmenuzan los datos y se intentan observar de manera aislada,
identificando conceptos y propiedades que se van etiquetando en la medida
que se examina el texto de manera minuciosa. En esta primera fase van
apareciendo los primeros interrogantes y pueden emerger las primeras ideas
de hipótesis. En este mismo procedimiento diferentes conceptos pueden
agruparse generando categorías, que van condensando significado.
2. Codificación axial (axial coding). A través de este procedimiento se van
estableciendo relaciones entre las diferentes categorías y también entre éstas y
sus subcategorías. Esta codificación se ha realizado prácticamente de manera
simultánea a la codificación abierta, generando vinculaciones efímeras y
atrevidas en un inicio, que van cobrando consistencia o desaparecen en la
medida en que se avanzaba en el análisis.
La codificación selectiva (selective coding), otro tipo de la codificación previsto por
la Grounded Theory, no se ha aplicado en esta primera aproximación empírica. Esta
codificación se realiza en el último estadio del análisis y consiste en la integración y
depuración de las categorías con el objetivo de determinar la categoría central (core
category). Este procedimiento está íntimamente ligado a la producción de teoría y es
por este motivo por el que se ha descartado, ya que no es el objetivo de esta
investigación.
Otro de los elementos de la Grounded Theory que sí se ha aplicado es la
elaboración de memos. Las memos son reflexiones, ideas, apuntes o primeras
interpretaciones que aparecen durante el análisis de los datos. Éstas se amplían o se
modifican durante el proceso de investigación y constituyen puntos de apoyo claves en
el desarrollo del análisis.
Aunque entre las orientaciones de la Grounded Theory y la de la etnografía se
pueden identificar diversas tensiones, la decisión pragmática de adaptar algunos
elementos de este método bajo la premisa de poner el método al servicio del
investigador y no a la inversa, ha ayudado ha obtener una mayor sensibilidad y rigor
con respecto al tratamiento de los datos. La versatilidad de la Grounded Theory, por lo
90
tanto, puede contribuir a estructurar y facilitar la conducción de una etnografía
(Timmermans y Tavory, 2007).
91
Capítulo 4. CONTEXTO SOCIO-HISTÓRICO DE LOS TRES
TURONS: CONSIDERACIONES PREVIAS PARA EL ESTUDIO DE
SU TRANSFORMACIÓN URBANA
92
93
Capítulo 4. Contexto socio-histórico de los Tres Turons: consideraciones previas para el estudio de su
transformación urbana
La colina [Turó del Carmel] se levanta junto al parque Güell, cuyas verdes frondosidades y fantasías arquitectónicas de cuento de hadas mira con escepticismo por encima del hombro, y forma cadena con el Turó de la Rubira, habitado en sus laderas, y con la Montaña Pelada. Hace ya más de medio siglo que dejó de ser un islote solitario a las afueras.
Últimas tardes con Teresa, JUAN MARSÉ
ntes de entrar en el análisis de la reordenación urbana de los Tres Turons
es necesario ubicar el proyecto del parque haciendo mención de una serie
de cuestiones históricas, las cuales ayudan a trazar algunos de los rasgos
del área objeto de estudio y del contexto socio-político en el que se produce este plan
de intervención urbanística. El área de los Tres Turons, caracterizada por la
protuberancia que infligen al territorio urbano las tres colinas que dan nombre a esta
zona ―el Turó de la Rovira, el Turó del Carmel y el Turó del Coll―, es desde hace años
un espacio en tensión. Esta tensión viene generada por su naturaleza potencial de zona
verde, continuamente amenazada por la intensa urbanización que durante las últimas
décadas se ha producido en su entorno. Aunque se encuentra situada justo en el
corazón de la ciudad, los Tres Turons conforman un amplio espacio libre, que todavía
hoy se encuentra pobremente urbanizado y desintegrado del tejido urbano.
A continuación, se realiza un recorrido por los procesos de urbanización que han
configurado este escenario sumamente heterogéneo y particular. Por otro lado, se
describe el papel que ha jugado también el movimiento vecinal en la producción de
este espacio y se procede a ubicar el Pla del Parc dels Tres Turons en las políticas urbanas
de Barcelona. Por último, se presenta también la evolución que ha seguido el proyecto
del Parc dels Tres Turons, desde su origen en los años 50 hasta los momentos previos
de su reimpulso en el año 2000.
A
94
4.1. La construcción del entorno urbano de los Tres Turons: de la ruralidad a la heterogeneidad urbana
La morfología del espacio urbano que actualmente envuelve al área de los Tres Turons
es el resultado de diferentes procesos que, como no podía ser de otra manera, están
fuertemente marcados por la actividad humana. Por un lado, las tres colinas que
integran la zona han estado sujetas a la explotación de varias canteras durante un largo
período, desde mediados del siglo XIX hasta mediados del siglo XX, las cuales han
transformado sustancialmente la fisonomía original de esta cadena montañosa. Por
otro lado, a medida que han pasado los años, la trama urbana se ha ido encaramando
progresivamente como ha podido por las laderas de estas colinas ―llegando en
ocasiones incluso a alguna de las cimas―, en una lucha por ganar suelo urbano a costa
de la cesión de terreno montañoso. Ambos procesos han introducido fuertes
constricciones en un terreno que desde hace más de 50 años está previsto que se
configure como un parque urbano, pero que hasta ahora ha sido imposible. De estos
dos elementos físicos constrictores, la complejidad del proceso de urbanización impone
la necesidad de una explicación más detallada.
A pesar de que los Tres Turons se encuentran encabalgados entre dos distritos
municipales diferentes ―Gràcia y Horta-Guinardó― y su superficie está compartida
por siete barrios18 ―Can Baró, el Guinardó, Font d’en Fargas, el Carmel, el Coll,
Vallcarca i els Penitents, la Salut―, los procesos de urbanización han seguido en toda
esta área unas pautas muy similares (Fabre y Huertas Clavería, 1976). Este fenómeno se
explica porque los procesos que han configurado esta extensa zona urbana han estado,
en gran parte, mediatizados por las peculiaridades orográficas del terreno y las propias
circunstancias socio-políticas de esta zona de la ciudad. No obstante, a nivel de barrio,
es necesario resaltar que Can Baró, el Carmel y el Coll, cobijados prácticamente en el
seno de la pequeña cadena montañosa, son los que más se parecen desde el punto de
vista morfológico, mientras que el resto de barrios, dado que su situación escapa en
parte a las sinergias generadas por las tres colinas, mantienen tan sólo algunos rasgos
comunes.
18 Según el mapa de barrios actual de la ciudad de Barcelona (mapa 4.1.).
95
Mapa 4.1. Localización del Parc dels Tres Turons en la ciudad de Barcelona.
Fuente: Elaboración propia.
A grandes rasgos, en este proceso de morfogénesis del espacio urbano se pueden
diferenciar varias fases cronológicas marcadas por diversos modelos de urbanización,
que como se verá a continuación, en ocasiones se solapan.
4.1.1. El tránsito de rural a urbano (mediados del s. XIX-1930) Durante el siglo XIX, el área de los Tres Turons era percibido desde Barcelona como un
territorio rural y periférico de la ciudad. De hecho, este territorio que rompe
drásticamente con el llano de Barcelona, no pertenecía por entonces a la jurisdicción de
la ciudad condal, sino que formaba parte del municipio de Sant Joan d’Horta, en
aquellas fechas independiente. Es por este motivo que los Tres Turons se mantuvieron
al margen de la planificación del famoso ensanche de la ciudad que realizó Idelfons
Cerdà a mediados del siglo XIX (Ajuntament de Barcelona, 2009). La anexión definitiva
Distritos Barrios Parc dels Tres Turons
96
de Sant Joan d’Horta con Barcelona no se produjo hasta 1904, pero antes de esto ya se
había iniciado un leve proceso de urbanización en la zona. Las propiedades agrícolas,
pertenecientes sobre todo a familias burguesas, se fueron transformando
paulatinamente en segundas residencias de veraneo, siguiendo un modelo de vivienda
de planta baja y piso con jardín o huerto (Bou y Gimeno, 2007). El Parc Güell es un
ejemplo paradigmático de esta tendencia, aunque con rasgos distintivos dada su
magnificencia. Otra de las zonas de estas mismas características que más ha resistido al
paso del tiempo se encuentra en el barrio del Coll, en la calle Torrent del Remei y sus
proximidades. Y en la cima del Turó de la Rovira también permanecen todavía algunas
casas de este tipo y de aquella época.
De forma encadenada a este primer proceso de urbanización, en la medida que se
fueron proyectando diferentes viales para una zona que todavía permanecía
prácticamente incomunicada con el resto de núcleos habitados, se producen nuevas
inercias urbanizadoras. Estos proyectos de nuevas vías, entre ellas la de la carretera del
Carmel, entraban en conflicto con algunas propiedades y aunque algunos propietarios
se resistían a ceder parte de sus terrenos, otros vieron una gran oportunidad de
mejorar la zona a través de la construcción de las calles. Entre éstos últimos, lo habitual
fue transferir la parte correspondiente de terreno para la apertura de viales a cambio
del permiso para construir residencias. Las casas se iban construyendo de cara a los
viales proyectados, que en muchos casos estaban todavía sin hacer y se iba generando
así una incipiente estructura urbana. Esto, a pesar de la aspereza del territorio,
facilitaba la venta de las casas y de las parcelas ofreciendo a algunos propietarios una
buena coyuntura para rentabilizar un patrimonio de carácter agrícola que no utilizaban
(Bou y Gimeno, 2007).
La mejora de las comunicaciones revalorizó rápidamente los terrenos y los chalets
de planta baja no tardaron demasiado en ser rodeados por pequeños bloques de
viviendas. Sin embargo, la complicada orografía del terreno, su localización periférica
y el déficit de servicios municipales que acusaba la zona, obligaba a que los precios de
este nuevo tipo de vivienda fuera más asequible que en otras zonas de la ciudad, por lo
que fueron mayoritariamente adquiridas por las clases populares. Este proceso
frenético llevó, en pocos años, a que los propietarios de las casas bajas, vendieran las
parcelas para después derribarlas y construir pisos. Un ejemplo claro de este proceso se
97
produce en los alrededores de la calle Llobregós, donde se ubicó gran parte de la
población inmigrada asociada a la Exposición Universal de 1929 (Fabre y Huertas
Clavería, 1976).
Simultáneamente, en la segunda década del siglo XX, tiene lugar otro fenómeno
en el entorno de los Tres Turons de gran importancia también para su morfología. Se
trata de las diferentes promociones de vivienda que realiza una entidad sin ánimo de
lucro, la Cooperativa de Periodistas por la Construcción de Casas Baratas. La
aprobación por parte del Estado español de la Ley de casas baratas en el año 1911, que
ofrecía subvenciones para la construcción de casas destinadas a colectivos sociales con
dificultad para acceder a la vivienda, movilizó a un colectivo de periodistas a unirse
entre ellos para optar a dichas subvenciones y así, construir sus viviendas a un precio
más reducido (Bou y Gimeno, 2007). Siguiendo esta lógica, la cooperativa de
periodistas realizó tres promociones de viviendas de planta baja en la zona de los Tres
Turons, que dicho sea de paso, precisamente no hacen justicia al apelativo de
“baratas”. Por lo general, se tratan de grandes casas de planta baja y piso con jardín,
que contrastan claramente con los bloques de pisos que se iban levantando a su
alrededor. Las dos primeras promociones se sitúan en el actual barrio de Font d’en
Fargas, una en los aledaños de la calle Font de la Mulassa y la otra en los del Passeig de
la Font d’en Fargas. La tercera, en cambio se ubica en el barrio de Can Baró, flanqueda
por las calles Ramiro de Maeztu, carretera del Carmel, José Millán González, Pablo
Sáez de Barés y la Plaça Sanllehy (Bou y Gimeno, 2007).
En resumen, desde finales del siglo XIX y durante el primer cuarto del siglo XX,
la zona de los Tres Turons vive un vertiginoso proceso de urbanización, que
comenzaba ya a denotar una cierta heterogeneidad, y que se producía totalmente bajo
la ausencia de cualquier tipo de planificación. Prácticamente, las calles eran trazadas
según los intereses de los particulares en la medida que iban construyendo en un
ámbito que todavía no reunía unas condiciones de comunicación mínimamente
aceptables.
98
4.1.2. El barraquismo, la autoconstrucción y la construcción especulativa (1940-1970) Durante la posguerra, Barcelona se convierte en un gran catalizador de los primeros
movimientos inmigratorios que llegan procedentes de diversos puntos del Estado
español generados por la miseria a la que había abocado la guerra a gran parte del país.
La falta de previsión de este fenómeno junto a las continuas operaciones especulativas
que se extendían por la ciudad y que incrementaban el precio de la vivienda de forma
exponencial, sumieron a la capital catalana en un grave colapso respecto al suministro
de alojamiento ante grandes contingentes de población que no podían acceder a un
techo de ninguna manera. Esta situación insostenible desembocó en el afloramiento de
numerosos núcleos de barracas, localizados en diferentes puntos de la ciudad (Bohigas,
1963; Castell, 1970; Vázquez Montalbán, 1990; Moreno y Vázquez Montalbán, 1991).
La zona de los Tres Turons acogió una parte importante de este fenómeno. El
escenario montañoso y con grandes extensiones de terreno sin urbanizar, invitaba a
ello. A partir de 1948, las pendientes de las montañas se fueron ocupando poco a poco
de barracas en un proceso que iría in crescendo durante los años sucesivos (Fabre y
Huertas Clavería, 1976). El Turó de la Rovira es el que acapara la mayor parte del
barraquismo de la zona, donde se levantan tres grandes núcleos de barraquistas,
denominados Francisco Alegre, Raimon Casellas (El Santo) y Labèrnia (Els Canons). Por
otro lado, en el Turó del Carmel y en el Turó del Coll también se ubicaron dos
pequeños núcleos de barracas en las zonas de Marsans-Rof y al final de la calle Morató,
respectivamente. Mientras que los asentamientos del Turó de la Rovira eran
básicamente de barracas, en las zonas del Turó del Carmel y el Turó del Coll se daba
una situación mixta entre barracas y cuevas.
Durante los primeros años, estas construcciones precarias sufrían el asedio y la
amenaza constante de derribo por parte de las brigadas municipales, que temían que la
situación se les fuera de las manos. Sin embargo, en el año 1956 el Ajuntament de
Barcelona pasó a reconocer este tipo de vivienda, numerándolas y transformando las
amenazas en control. Por aquel entonces en la zona de los Tres Turons se
contabilizaban 570 barracas distribuidas en los diferentes núcleos. El asentamiento más
numeroso era el de Francisco Alegre dónde se agolpaban alrededor de 300 barracas y
convivían cerca de 1.500 personas. En Els Canons, donde los barraquistas aprovecharon
99
las estructuras de unas baterías antiaéreas de la Guerra Civil para levantar sus
barracas, había aproximadamente más de 130 barracas y un poco menos en el grupo de
Raimon Casellas. En Marsans-Rof y en la calle Morató, en cambio, no llegaban a la
cincuentena (Bou y Gimeno, 2007).
Un fenómeno paralelo al del barraquismo fue el de la autoconstrucción (Fabre y
Huertas Clavería, 1976; Bou y Gimeno, 2007). De hecho, fueron muchos de los
barraquistas los que optaron por esta vía ―los que podían―, que consistía en
comprarse una parcela e ir construyéndose poco a poco una casita. Una parte
importante de esta población eran albañiles de profesión o tenían nociones básicas
sobre construcción o si no, tenían a algún familiar que les echaba una mano en la
empresa. De esta manera, fueron apareciendo múltiples edificaciones de este tipo que,
con mucho esfuerzo, tardaban años en construirse, habitualmente con materiales
reciclados y cuya estética era meramente funcional. Algunas de las parcelas se
encontraban ya afectadas por la delimitación del suelo como parque urbano, lo que
reducía su precio y las hacía más asequibles, al mismo tiempo que se levantaban bajo el
riesgo de ser derrumbadas. El auge de este tipo de edificaciones tuvo lugar sobre todo
a mediados de los años 50 y se extendió durante dos décadas. El barrio del Carmel se
encuentra salpicado de casas de autoconstrucción, en el que destacan los de la zona de
Font-Rubia y Marsans-Rof. En Can Baró todavía prevalecen algunas y uno de los
núcleos en el que saltan más a la vista se encuentra en la ladera occidental del Turó del
Carmel, en el barrio del Coll, entre las calles Ceuta y Mare de Déu del Pilar.
Esta situación y su ulterior agravamiento crearon la necesidad urgente de ampliar
el parque de vivienda de la ciudad a marchas forzadas. Y mientras los recién llegados
se autoproveían de alojamiento con soluciones precarias a la medida de sus
posibilidades, en los años 60 la industria inmobiliaria empezó también a funcionar a
toda máquina, incitada por la especulación y la todavía creciente demanda de
vivienda. En poco tiempo el entorno de los Tres Turons fue sembrado de grandes
bloques de pisos construidos con materiales de la peor calidad y que huían totalmente
de los cánones estéticos, en un ardor ciego por generar techos y con ellos grandes
sumas de dinero (Bohigas, 1963). Los barrios del Carmel y del Coll, particularmente
fueron densificados de manera acelerada. Los promotores inmobiliarios construían en
terrenos imposibles, desafiando las reglas elementales del urbanismo y empleando
100
diversos tipos de artimañas en la interpretación de las poco rigurosas ordenanzas
municipales, mientras que la superficie destinada al parque de los Tres Turons cada
vez se veía más invadida de hormigón (Fabre y Huertas Clavería, 1976). Apenas se
dejaba espacio para las calles, se recurría a una separación mínima entre las parcelas
edificadas y las faldas de las montañas se iban cubriendo de forma acelerada de
bloques de pisos (Bou y Gimeno, 2007). El resultado es bien visible en la estructura
urbana actual de estos barrios, caracterizados por estrechas y serpenteantes calles,
donde predominan unas exorbitantes pendientes.
4.1.3. Las acciones de las grandes inmobiliarias (1967-1980) Al inicio de los años 70, los solares y las parcelas en el llano de la ciudad comenzaron a
escasear y la maquinaria inmobiliaria, sobradamente engrasada, abre su cerco de
acción. Las grandes inmobiliarias se implantan en los alrededores de los Tres Turons
dando pie a tres grandes operaciones que añaden nuevos elementos constructivos en
un área urbana que, ya de por sí, era de lo más variopinta. Se trata del Parc Residencial
del Coll, el gran complejo residencial Vista Park en el Carmel y los enormes bloques de
pisos de la Cooperativa Gracienca de Viviendas, situados en Can Baró al pie de la Plaça
de la Font Castellana. Estos voluminosos edificios, a diferencia de la gran mayoría de
bloques de pisos que ya se habían construido en la zona hasta la fecha, están más
destinados a compradores de clase media, a los que les ofrecen los beneficios de una
nueva localización en Barcelona: grandes vistas, sol, aire puro, etc. (Fabre y Huertas
Clavería, 1976).
Los casos de los edificios de la Cooperativa Gracienca de Viviendas y de Vista
Park, precisamente, tienen su origen en grandes reconversiones de suelo destinado a
parque urbano y suponen un gran impacto en la zona, tanto en términos de densidad
como en términos paisajísticos. Sobre todo para un ámbito que estaba previsto
orientarlo para verde urbano. Paradójicamente, estas reconversiones surgen del mismo
plan parcial que se aprobó en 1967 con la intención de desarrollar el Parc dels Tres
Turons19.
19 Ver apartado 4.4.
101
En síntesis, el resultado de todos estos procesos, desarrollados al margen de
cualquier plan urbanístico coherente y dominados predominantemente por el capital
privado y, en menor medida, por la acción decidida y el espíritu de supervivencia de
las clases populares, han conformado durante el último siglo este paisaje urbano
desordenado y altamente heterogéneo en la tipología de viviendas, sobre el que hoy se
intenta encuadrar el Parc dels Tres Turons.
4.2. El movimiento vecinal barcelonés y la implicación de la Asociación de Vecinos del Carmelo en la construcción de los barrios de los Turons
El movimiento vecinal en Barcelona aparece con cierta fuerza a finales de la década de
los 60 y su acción será decisiva en la construcción de la ciudad, tanto en el
tardofranquismo como en los primeros años de la democracia (Huertas Clavería y
Andreu, 1996). Anteriormente, las organizaciones de vecinos habían tenido un carácter
más lúdico, eran “asociaciones de calle”, cuya motivación era básicamente participar
en la organización de las fiestas populares. Sin embargo, a partir de los años 60 el
cúmulo de déficits en la urbanización de los barrios, sobre todo en los de nueva
creación dónde residían las clases obreras, generó progresivamente un movimiento
social reivindicativo que se articulaba en torno a problemáticas urbanas, las
asociaciones de vecinos. La mayoría de estas asociaciones de vecinos surgen de
comisiones de barrio y algunas también de grupos parroquiales progresistas (Domingo
y Bonet, 1998).
El estrecho control y la represión que ejercía el régimen franquista sobre las
movilizaciones sociales contuvo durante años al movimiento vecinal, mientras que éste
se iba fraguando a golpe de pequeñas actuaciones, por entonces más relacionadas con
la autosolución de los problemas que con la reivindicación. La aprobación de la Ley de
asociaciones el 24 de diciembre de 1964, recibida en un inicio con recelo por parte del
movimiento vecinal, constituyó en pocos años la vía mediante la cual las asociaciones
de vecinos empezaron a legalizarse y a expandirse (Huertas Clavería y Andreu, 1996;
Martí, 1997). Posteriormente, el debilitamiento de la Dictadura a principios de los años
70 permitió la consolidación del movimiento vecinal.
102
Si bien en un inicio, las asociaciones de vecinos actuaban de manera muy localista
y segregada, en breve, este movimiento adquiere una visión más global de la ciudad.
Diversos conflictos relacionados con la reordenación urbana de ámplias áreas de la
ciudad servían como estímulo a las diferentes asociaciones de vecinos para unirse y
defender un modelo de ciudad alternativo. Esto ocurrió, por ejemplo, con las continuas
revisiones del Plan Comarcal de 1953, que casi siempre iban ligadas a recalificaciones del
suelo, que restaban superficie de zona verde a la ciudad a la vez que favorecían la
especulación, así como con el Pla de la Rivera o el Pla Parcial de Nou Barris, que
implicaban la expropiación y el desahucio de un gran número de vecinos (Martí, 1997).
Este espíritu fue canalizado a través de la Federació d’Associacions de Veïns de
Barcelona (FAVB) creada en 1972 (Domingo y Bonet, 1998). Por lo general, las
principales reivindicaciones del movimiento vecinal se enfocaban a cuestiones
relacionadas con la urbanización básica del ámbito residencial (asfaltado, alumbrado,
alcantarillado), con la vivienda, con los servicios públicos (transportes, escuelas,
sanidad), a la vez que se posicionaban en contra de planes urbanísticos, como los que
se han citado anteriormente, y reclamaban mejoras en el espacio público, como plazas
o zonas verdes (Huertas Clavería y Andreu, 1996; Domingo y Bonet, 1998). El éxito de
muchas de estas acciones, es lo que le otorga al movimiento vecinal un importante rol
como actor en la construcción de la ciudad. Por otro lado, es preciso resaltar también
que parte de este éxito se debía al apoyo incondicional que recibían las asociaciones de
vecinos por parte de los periodistas locales y de algunos colegios profesionales, como
el de arquitectos, por ejemplo (Domingo y Bonet, 1998).
En el ámbito de los Tres Turons, durante los años 70 el movimiento vecinal
estuvo totalmente liderado por la Asociación de Vecinos del Carmelo. Es de las
primeras asociaciones que se crean en la zona, se funda en 1972, justo en una época en
la que la situación en el entorno de los Turons es desoladora. Los servicios y los
equipamientos eran prácticamente inexistentes, en unos barrios con una orografía
complicada, muy densificados y con asentamientos barraquistas. Las problemáticas
eran graves y múltiples, por lo que tras su legalización tuvieron que ocuparse de
diferentes frentes simultáneamente.
Respecto al barraquismo, la asociación creó una vocalía de barracas que logró
conseguir una serie de mejoras mínimas para los núcleos barraquistas, como puntos de
103
luz, agua corriente, cubos de basura, etc. Además, cuando el Ajuntament decidió
desmantelar los asentamientos de barracas a mediados de los 80, el movimiento vecinal
presionó con fuerza para que los realojos se produjeran en el mismo barrio, y en parte
lo consiguieron (Fabre y Huertas Clavería, 1976; Bou y Gimeno, 2007).
El episodio más traumático de esa época fue quizá la construcción del Túnel de la
Rovira. Un proceso que se inició en 1972 con la amenaza de expropiar a 500 vecinos y
acabó, años después, con el desalojo de casi 200 vecinos por grietas en sus casas. Las
movilizaciones en relación a esta cuestión fueron intensas y tuvieron bastante eco en la
prensa. De hecho, la defensa de los vecinos contra las expropiaciones constituye una de
las líneas de lucha más recurrentes, ya que se dieron más casos de vecinos afectados
por planes de reordenación urbana, como en el caso del ensanche de la calle Llobregós.
Ante estas situaciones, la asociación de vecinos siempre actuó en base a unas premisas
claras: “reducir al máximo las expropiaciones, revisar los proyectos y facilitar las
viviendas en el barrio para los vecinos expropiados” (Bou y Gimeno, 2007:176).
Entre sus campañas más famosas se encuentran las diversas exposiciones sobre
problemas colectivos del barrio, en las que se mostraban en diversos soportes (pósters,
boletines, vídeos, etc.) las deficiencias que persistían en el barrio como consecuencia de
la pasividad municipal. Por esta razón, una de estas exposiciones, celebrada en 1974,
fue titulada: El Carmelo ¡ignorado!. La Asociación de Vecinos del Carmelo conjugaba la
combatividad y la originalidad en sus acciones, aspecto en el que reside probablemente
gran parte de sus éxitos (Bou y Gimeno, 2007).
Con la democracia ya instaurada, a principios de los 80 el número de asociaciones
de vecinos continuó incrementándose, a veces simplemente porque nuevos grupos de
vecinos se organizaban y daban lugar a una nueva entidad y otras veces bajo una
lógica segregación o escisión de las ya creadas. En este último caso, uno de los motivos
más corrientes era la efectividad territorial, ya que había asociaciones de vecinos que
habían asumido un radio de acción muy extenso, como es el caso de la Asociación de
Vecinos del Carmelo, pero en otras muchas ocasiones, el origen de la separación se
encontraba en discrepancias ideológicas, de gestión o personales (Domingo y Bonet,
1998). La entrada en la democracia también comportó un cambio en la manera de hacer
del movimiento vecinal. El cambio de estilo del consistorio democrático con respecto a
104
gran parte de las demandas de las asociaciones de vecinos fue sustancial. El gobierno
municipal pasó de hacer oídos sordos, a escuchar ―lo cual no quiere decir que
necesariamente atendiera a todo lo que se le pedía― mientras que el movimiento
vecinal pasó de reivindicar, a negociar20 (Domingo y Bonet, 1998).
Estas circunstancias dibujan, a grandes rasgos, la situación del movimiento
vecinal actual en el área de los Tres Turons, con más de una veintena de asociaciones
de vecinos instauradas entre los distritos de Horta-Guinardó y Gràcia (Alabart, 2008).
De éstas, como se verá más adelante, menos de una decena han tomado parte activa de
la reordenación urbanística de los Tres Turons y además, mostrando diferentes niveles
de interés en el asunto. De hecho, para la Asociación de Vecinos del Carmelo, a pesar
de su peso histórico en la zona, no ha sido uno de los temas principales durante los
últimos años, estando más ocupada de los problemas derivados del hundimiento que
se produjo en el barrio por las obras del metro en enero del 2005 y por el plan de
reforma integral del barrio que se ha desprendido de este suceso.
4.3. El proyecto de los Tres Turons en el contexto de las políticas urbanas de Barcelona
El Pla del Parc dels Tres Turons responde al eje de actuación urbanística denominado
Verd Estratègic, definido por el Ajuntament de Barcelona a principios de la década del
2000. Este eje de actuación establece la prioridad de intervenir en los espacios libres,
con el objetivo de reequilibrar las relaciones entre los espacios vacíos y los ocupados en
la ciudad compacta. Bajo esta visión, los grandes espacios libres son considerados
como partes integrantes de la estructura urbana y deben ayudar a estructurar y
cohesionar los tejidos urbanos colindantes. Además, a parte de mejorar la relación con
su entorno próximo, esta línea de intervención urbana trata de dotar a estos espacios
de nuevos valores ambientales, educativos y de ocio, enfatizando su repercusión en el
conjunto de la ciudad y ampliando su escala de incidencia (Ajuntament de Barcelona,
2008).
20 Marc Andreu (2008), señala una nueva ruptura en las relaciones entre el consistorio y el movimiento vecinal a partir de 1992, en la etapa postolímipica. Según el autor, las movilizaciones contra el Fòrum 2004 se presentan como la culminación de un proceso en el que, con la interrelación con intelectuales, nuevos movimientos sociales y plataformas, el movimiento vecinal ha recuperado su postura crítica respecto al modelo de ciudad, rompiendo el consenso que se había generado durante la primera etapa democrática.
105
El área de los Tres Turons constituye uno de estos espacios. Este eje estratégico lo
concibe potencialmente, junto con la sierra de Collserola, como una amplia zona
boscosa en la parte alta de la ciudad. A estos emplazamientos se les reconoce una clara
vocación ambiental, en la medida en que favorecerían la reducción o la estabilización
de las emisiones de CO2, facilitando así el cumplimiento de los compromisos
adquiridos por el Ajuntament con su adhesión a la Carta de Aalborg de 1994 y la
Agenda 21 de Barcelona. Es por esta razón por la que a estas zonas se les asigna el rol
de “pulmón verde” de la ciudad. Al mismo tiempo, su transformación implica un gran
reto de integración y de fijación de límites respecto al tejido urbano denso que las
rodea, sobre todo en el caso de los Tres Turons. La finalidad de esta intervención es
también la de invertir la situación pasiva, de abandono y de espera permanente a la
que estaban sometidos estos lugares, transformándolos en sujetos activos y
contributivos respecto al resto de la ciudad. El eje de Verd Estratègic contempla también
la actuación sobre el Parc de la Ciutadella y Montjuïc, otras dos piezas clave de esta
línea de actuación, situadas éstas en la parte baja de la ciudad y cuyo carácter se asocia
más a la idea de parques centrales equipados (Ajuntament de Barcelona, 2008).
A este eje de Verd Estratègic le acompañan tres más y, conjuntamente, trazan las
grandes líneas estratégicas de transformación urbana de la ciudad de la primera
década del siglo XXI (Clos, 2008). Uno de estos ejes es el Pla 22@, que propugna la
regeneración del área industrial del Poble Nou con el objetivo de fomentar la
implantación de nuevas actividades económicas en esta zona, basadas sobre todo en el
conocimiento y la creatividad. Con ello se intenta crear un gran polo de atracción de
mano de obra cualificada en la ciudad. Otro de los ejes estaría integrado por los
proyectos del Fòrum y de Sant Andreu-Sagrera, ambos con un gran componente de
renovación infraestructural y de creación de nuevos espacios urbanos a partir de la
construcción de vivienda, equipamientos, espacios libres y servicios. Junto con el 22@,
estos proyectos sitúan su marco de acción en el levante de la ciudad, una zona
históricamente descolgada de los flujos de las zonas centrales. Por lo tanto, uno de los
intereses que subyace en estos proyectos es integrar toda esta área urbana con el resto
de la ciudad, mejorando las conexiones y creando nuevas centralidades.
El Fòrum incluye, por un lado, la culminación del tramo final de la Diagonal en su
llegada al mar y, por el otro, completa la urbanización del litoral de Barcelona. Esto
106
último ya se había iniciado en las obras acometidas con motivo de la celebración de los
Juegos Olímpicos y ahora se continúa hasta el Besós. Las actuaciones realizadas en esta
zona son sumamente variadas, desde viviendas, a grandes equipamientos, edificios
terciarios, etc. El proyecto de Sant Andreu-Sagrera, en cambio, está íntimamente
relacionado con el trazado ferroviario de alta velocidad y consiste en la creación de un
gran intercambiador que integra todo el sistema ferroviario, tanto las líneas de
cercanías, como las regionales y también las de alta velocidad en la estación de la
Sagrera. A parte de la complejidad de este intercambiador, el proyecto también
propone la reordenación del tejido urbano de los barrios de la Sagrera y Sant Martí de
Provençals, para favorecer su intercomunicación, actualmente mermada por el paso de
las vías ferroviarias. Por otro lado, hay otras actuaciones previstas relacionadas con la
construcción de residencias, equipamientos y edificios terciarios, que adapten la
estructura urbana a las necesidades y al impacto que pueda generar en la zona este
nodo ferroviario.
Por último, estas líneas de actuación se complementan con un cuarto eje
orientado a mejorar los niveles de construcción de vivienda nueva y a fomentar la
rehabilitación del parque de vivienda ya existente, el Pla d’Habitatge de Barcelona 2004-
2010. Con este plan, el Ajuntament trata de romper con la tendencia de construcción
masiva a precio libre que hasta ahora había caracterizado la política de vivienda en el
municipio. En este sentido, se busca racionalizar las intervenciones en consonancia con
la continuidad física y conceptual de la ciudad consolidada, atendiendo a las
necesidades de colectivos específicos e introduciendo de manera paralela un
despliegue de equipamientos adecuado.
En general, de estos cuatro ejes de actuación se puede deducir el interés actual del
gobierno municipal por abordar, a partir de las políticas urbanas, cuestiones como la
sostenibilidad, la vivienda, el cambio del modelo productivo y las mejoras de las
infraestructuras y de la cohesión de la ciudad. Pero, ¿qué modelo de gestión está
siguiendo el Ajuntament de Barcelona para conseguir estos objetivos fijados? Según
Josep María Montaner21, en la actualidad el famoso “modelo Barcelona” está agotado.
Este modelo, que vivió su auge durante la década de los 80, en el período marcado por
la entrada en funcionamiento de las instituciones democráticas y la concesión de los
21 Ver el artículo del autor titulado “El modelo Barcelona” publicado en el diario El País el 12/06/2007.
107
Juegos Olímpicos en 1986, se transmutó a finales de los 80 y durante la década de los 90
(Montaner y Muxí, 2002; Capel, 2007).
Esta ruptura con el modelo anterior hace que habitualmente se hable de dos fases
del “modelo Barcelona”, coincidentes con los períodos preolímpico y postolímpico
(Monclús, 2003). La primera, tal y como indica Monclús (2003), se caracteriza por un
urbanismo cualitativo. La llegada de la democracia comportó un cambio sustancial en
la manera de hacer ciudad después de la etapa desarrollista predemocrática liderada
por el alcalde Porcioles, caracterizada por un urbanismo cuantitativista, totalmente
autogestionado por los agentes privados, en el que la cuestión era construir sin
importar muy bien cómo, ni dónde (Vázquez Montalbán, 1990). El nuevo modelo de
intervención urbanística partía en todo momento de una visión conjunta de la ciudad
y, en consecuencia, una de las primeras cuestiones fue intervenir con urgencia en los
déficits urbanísticos que acumulaban los barrios de la ciudad tras el descontrol que
propició el porciolismo (Capel, 2005). La filosofía en la gestión cambió radicalmente, se
invirtió. Se trabaja a través de proyectos urbanísticos puntuales sin abandonar la
concepción global de ciudad, lo que permite estudiar la mejor opción de
implementación caso por caso, mientras que el marco de planificación ―el Pla General
Metropolità de 1976, todavía vigente―, pasaba a un segundo plano (Monclús, 2003). Es
decir, el Pla General Metropolità marca referencias o los puntos de partida, pero su
modificación no presenta ningún inconveniente. De hecho, según Ferrer (1997), el
mismo Pla General Metropolità ya facilita esta metodología, estableciendo una
zonificación dinámica que permite una gran flexibilidad en las localizaciones de las
dotaciones y equipamientos, por ejemplo. El modelo funcionó y tuvo su culminación
en el año 1986 con la nominación de Barcelona como sede de los Juegos Olímpicos.
Parte de este éxito recae también en el consenso o en los puntos de encuentro que se
logran conseguir entre la voluntad política, los urbanistas críticos y las demandas de
los movimientos vecinales (Calavita y Ferrer, 2000) y, por otro lado, también es
importante mencionar la circunstancias económicas favorables que acompañan a este
proceso (Borja, 2010).
Pero las cosas empiezan a cambiar desde los preparativos de los Juegos
Olímpicos y, sobre todo, después de su celebración y a hasta nuestros días. El
urbanismo cualitativo ha dejado paso al urbanismo estratégico (Monclús, 2003). Tras el
108
fenómeno de las Olimpíadas, la ciudad despertó un gran interés para la inversión
privada, mientras que el Ajuntament, arrastrando una importante deuda postolímpica,
no podía mantener el nivel de inversión pública anterior. El gobierno municipal trata
de buscar continuas alianzas con los operadores privados con el objetivo de seguir
desarrollando la ciudad, en algunas ocasiones, como en los casos de Diagonal Mar y el
Fòrum 2004, con efectos desastrosos. La dependencia ante los nuevos inversores
internacionales, guiados por las dinámicas de los agresivos mercados globales, hace
que las propuestas sean más aleatorias, se abandona la visión conjunta de la ciudad, las
grandes intervenciones se plantean de manera aislada, sin ánimo de atender a la
continuidad urbana y mucho menos de proporcionar un uso mixto funcional y social
(Montaner y Muxí, 2002; Borja, 2010). La ciudad se fragmenta.
El nuevo contexto globalizado empuja a la ciudad a competir a nivel mundial con
el resto de ciudades, creando nuevas inercias en las políticas urbanas, más dirigidas
ahora a la proyección exterior de la ciudad y no a abordar los problemas cotidianos de
sus ciudadanos. Bajo estas condiciones, la ciudad se convierte en un producto que
precisa ser vendido sin descanso al mejor postor. Según Delgado (2007), en estos
momentos Barcelona más que un modelo es una modelo destinada a ser exhibida en
las “pasarelas de las ciudades-fashion”. Efectivamente, el nuevo contexto lleva a la
política municipal a potenciar las acciones de marketing urbano por encima de otras
cuestiones. Una muestra de ello es la proliferación de encargos de proyectos a
personajes de renombre de la arquitectura internacional preocupados por definir el
nuevo skyline de Barcelona. Por ejemplo, la Torre AGBAR de Jean Nouvel o el edificio
de la Sede de Gas Natural diseñado por Enric Miralles o el nuevo hotel W Barcelona,
más conocido por el “Hotel Vela”, ideado por Ricardo Bofill (Montaner y Muxí, 2002;
Delgado, 2005).
No obstante, a pesar de la caracterización de estas dos fases del “modelo
Barcelona”, hay autores como Manuel Delgado (2005, 2007) que cuestionan esta
secuencialización y enfatizan las continuidades que han tenido las políticas urbanas de
Barcelona, ya no sólo durante la etapa democrática, sino desde la Exposición Universal
de 1888. Según Delgado, las diferentes fases no se negarían entre ellas, sino que
formarían parte de la evolución del quehacer urbanístico de Barcelona, basado
históricamente en el predominio del poder de los agentes privados sobre la agenda
109
política y en el uso de macroacontecimientos internacionales para impulsar grandes
transformaciones urbanas.
Borja (2010), en cambio, se sitúa en un punto intermedio, afirmando que, durante
la etapa democrática del urbanismo de Barcelona, se pueden identificar tanto
elementos de ruptura como de continuidad. En todo caso, para él, uno de los aspectos
más idiosincráticos de la metodología empleada en la gestión de las intervenciones
urbanísticas que se ha mantenido durante el período democrático es su carácter
estratégico. Es decir, que su punto de partida es la definición de objetivos y de
prioridades de carácter político, a lo que le sigue una implementación de los proyectos
muy flexible que se produce en dialéctica “entre las voluntades institucionales, las
oportunidades políticas o económicas que aparecen, los condicionantes legales y
financieros y las demandas o reacciones de los diferentes actores de la sociedad” (Borja,
2010:175). Este procedimiento sitúa a la planificación como un medio y no como un fin.
Ésta sería, por lo tanto, la insignia del urbanismo barcelonés, flexibilidad ante todo,
para lo bueno y para lo malo.
4.4. El Parc dels Tres Turons: origen y evolución de una planificación imposible El Parc dels Tres Turons fue delimitado por primera vez en el Plan Comarcal de 1953.
Hace ya más de 50 años que se planificó y todavía no se ha implementado, y no sólo
eso, sino que el paso del tiempo y la presión urbanizadora, han provocado la reducción
paulatina de la superficie que se había destinado al parque en un inicio. En este
apartado se presenta cómo ha sido esta evolución, desde su origen hasta los momentos
que preceden a su reimpulso en el año 2000 y que constituye el objeto de estudio de
esta investigación.
Previamente al Plan Comarcal de 1953, el Plan de Enlaces de Jaussely de 1907,
diseñado con el objetivo de integrar el Pla Cerdà con las viles que se anexionaron a
Barcelona a finales del siglo XIX, ya consideraba el área de los Tres Turons como zona
rural. En esta área no se preveía edificar, sólo se trazaba una red de caminos para
interconectar las zonas urbanizadas del entorno (Ajuntament de Barcelona, 2009). No
obstante, hasta 1953 las construcciones fueron permitidas en este ámbito siempre que
110
se ajustaran a los criterios que establecía el Plan de urbanización de Barcelona de 1917,
también conocido como Plan Romeu-Porcel (Bou y Gimeno, 2007). Por otro lado, hay
que decir que durante el primer cuarto del siglo XX fueron construidos el Parc del
Guinardó y el Parc Güell, ambos incluidos en la zona que posteriormente se delimitaría
como parque urbano, los cuales son una muestra de la orientación urbanística que va
adquiriendo esta zona montañosa.
Con la aprobación del Plan Comarcal en 1953, el ámbito de los Tres Turons se
calificó definitivamente como parque urbano (mapa 4.2.). A partir de este momento,
queda prohibida cualquier tipo de construcción en esta zona, a la espera de que se
elabore un plan específico que desarrolle el proyecto del parque.
Mapa 4.2. Delimitación de parque urbano en el Plan Comarcal de 1953.
Fuente: Elaboración propia a partir del Plan Parcial de Ordenación de los cerros de la Montaña del Carmelo, Turó de la Rubira y Montaña Pelada y sus zonas adyacentes, 1967.
Sin embargo, como se ha explicado en el apartado 4.1., durante estos años, en un
contexto marcado por la explosión demográfica de Barcelona y la falta de vivienda, el
Parque urbano (Plan Comarcal 1953)
111
área de los Tres Turons se convierte en uno de los asentamientos barraquistas más
importantes de la ciudad. En poco tiempo, cientos de chabolas y también algunas casas
de autoconstrucción se levantaron en este espacio, ocupando gran parte del territorio
destinado al parque. Además, la laxitud con la que el consistorio porciolista
interpretaba la normativa urbana y el dominio que ejercían los agentes privados en la
política del suelo en tiempos de dictadura, favorecieron otro tipo de prácticas que
también incidían directamente en la superficie destinada a parque urbano. La
recalificación de terrenos afectados y su posterior edificación generaban un amplio
margen de beneficio a los promotores, quienes no desaprovecharon la oportunidad.
Otro caso era el de las canteras situadas en Can Baró y en el Coll, las cuales
continuaban trabajando a destajo durante bastantes años después de que el territorio
fuera designado parque urbano, a pesar de las protestas vecinales y con el beneplácito
del gobierno municipal, que hacía la vista gorda (Bou y Gimeno, 2007). Supeditada a
estas dinámicas, la superficie destinada al parque iba sufriendo continuas ocupaciones
y transformaciones, que lo alejaban cada vez más de su aspecto original.
A mediados de los años 60, el Ajuntament de Barcelona inicia los trabajos de un
plan parcial para desarrollar el Parc dels Tres Turons. Éste, después de un tortuoso
proceso lleno de alegaciones, se aprobó finalmente en 1967 bajo el nombre de Plan
Parcial de Ordenación de los cerros de la Montaña del Carmelo, Turó de la Rubira y Montaña
Pelada y sus zonas adyacentes. Como se puede observar en el mapa 5.2., la nueva
ordenación que introdujo este plan modificó sustancialmente la delimitación de parque
urbano que planteaba el Plan Comarcal de 1953.
En primer lugar, el Plan Parcial de 1967 excluye por completo al Turó del Coll y a
la calle Santuaris (puntos señalizados como Nuestra Señora del Coll y Santuarios) del
conjunto del parque. Esta decisión, tal y como se justifica en el mismo documento,
obedece al interés del Ajuntament de disminuir el número de propiedades afectadas
por el parque. De esta manera evita una cantidad considerable de expropiaciones en
una zona que contaba ya con una alta densidad de edificaciones.
Otras modificaciones importantes sobre el trazado del parque se derivan del
proceso de adquisición por parte del ayuntamiento de las parcelas privadas afectadas.
Para ello, el plan establece un doble mecanismo: la expropiación y la cesión voluntaria.
112
Mientras que la expropiación obligaba al consistorio a desembolsar grandes cantidades
de dinero que no tenía, la cesión voluntaria de las parcelas se presentaba como la vía
más viable para hacer posible el desarrollo del parque. Para fomentarla, el plan
contempla una compensación, que consistía en que el propietario podía mantener una
fracción de la parcela que cedía, la cual era recalificada por el Ajuntament para
posibilitar su edificación. Este mecanismo fue fuertemente criticado, porque sus
consecuencias fueron totalmente incompatibles con los objetivos con los que se
planteaba la planificación del parque (Tarragó, 1971). En el mapa 4.3., las marcas
denominadas “Can Xirot” y Tenerife, señalan dos zonas donde los efectos de la cesión
voluntaria de parcelas fueron desastrosos. En estos emplazamientos las proporciones
conservadas por los propietarios fueron explotadas por grandes inmobiliarias, que
como se ha apuntado en el capítulo anterior, construyeron unos inmensos complejos
residenciales. Se trata de los famosos bloques de pisos de Vista Park (“Can Xirot”) y los
de la Cooperativa Gracienca de Viviendas (Tenerife), que por su inmenso volumen
provocan un gran impacto paisajístico en el perímetro del parque. Por otro lado, en el
mapa se puede percibir bien el recorte que recibe el trazado del parque por motivo de
estas concesiones municipales.
En el caso del núcleo de Font de la Mulassa, en cambio, la situación es
precisamente la contraria. Si bien la zona no estaba afectada por el Plan Comarcal de
1953, el Plan Parcial de 1967 amplia la zona verde en este punto para compensar las
superficies perdidas en otros emplazamientos.
Por último, también pueden observarse otras modificaciones que responden a
desafectaciones y recalificaciones más arbitrarias. El origen de éstas es anterior a la
aprobación del Plan Parcial y éste las incorpora en el a nueva ordenación. Es el caso de
las marcas de Coll del Portell, Aguilar y Sant Josep de la Muntanya.
Finalmente, a pesar de todos los recortes y ampliaciones sobre el trazado, en 1967
la superficie que se mantenía calificada como parque urbano llegaba casi a las 90 ha,
pero de éstas, tan sólo estaban libres 25 ha. Recuperar las más de 65 ha restantes,
ocupadas por edificaciones de todo tipo, implicaba dejar sin casa a más de 15.000
personas (Fabre y Huertas Clavería, 1976), por lo que la implementación del parque
quedó aplazada.
113
Mapa 4.3. Modificaciones en la delimitación de parque urbano del Plan Comarcal de 1957 introducidas por el Plan Parcial de 1967.
Fuente: Elaboración propia a partir del Plan Parcial de Ordenación de los cerros de la Montaña del Carmelo, Turó de la Rubira y Montaña Pelada y sus zonas adyacentes, 1967.
Seguidamente, a mediados de los 70, y en plena transición democrática, se
aprueba el Pla General Metropolità de 1976 como plan general de ordenación urbana, que
sustituye al Plan Comarcal de 1953 y que, todavía hoy, continúa vigente. Este
documento suscribe la antigua calificación del área de los Tres Turons como zona
verde, fundiendo los criterios propuestos por el Plan Comarcal de 1953 y por el Plan
Parcial de 1967 (mapa 4.4.). El Pla Genral Metropolità 1976 mantenía afectadas todas las
viviendas situadas en la nueva delimitación de zona verde, de nuevo a la espera de un
plan específico que desarrollara el parque. La incertidumbre sobre el futuro de esta
zona desposeyó del valor de mercado a todas las propiedades inmuebles situadas
dentro de la delimitación de zona verde. Además, esta situación limita los derechos de
los vecinos sobre su propiedad. Por ejemplo, no se les conceden permisos para realizar
ningún tipo de obra o de mejora en su vivienda y la afectación les impide utilizar la
Parque urbano (Plan Comarcal 1953) Parque urbano (Plan Parcial 1967)
114
propiedad como aval a la hora de pedir un crédito. Esta situación se ha alargado hasta
nuestros días, creando grandes agravios entre los vecinos afectados ante la indefinición
del proyecto del parque.
Mapa 4.4. Delimitación de zona verde en el Pla General Metropolità de 1976.
Fuente: Elaboración propia a partir del documento Línees d’intervenció en els Tres Turons, 2003.
No obstante, durante la etapa preolímpica se realizan algunos avances que
empiezan a encarar el territorio hacia la futura implementación del parque. El
Ajuntament, en vez de abordar el proyecto del “gran parque”, opta por una serie de
actuaciones en aquellas zonas en las que las parcelas ya son de titularidad pública y,
por tanto, no necesitan iniciar procesos de expropiación. Las actuaciones son
independientes entre sí, pero siguen una misma lógica.
La primera cuestión que se aborda es la erradicación del barraquismo en la zona.
Este proceso se había iniciado a principios de los 70, pero con la entrada de la
democracia las fases de desalojo se fueron acelerando. El Patronat Municipal de
Zona Verde (PGM 1976)
115
l’Habitatge se encargó de construir polígonos de viviendas de protección social en
diversos puntos de la ciudad destinados en gran parte a alojar a barraquistas a los
cuales accedieron algunos de los que residían en el Carmel, sobretodo en el que se
realizó en Canyelles. Y a principio de los 80 se levantaron los denominados Pisos Verdes
justo donde se encontraba el grupo de barracas de Raimon Casellas, atendiendo a las
demandas de los barraquistas que no querían abandonar el barrio, y en el que fueron
realojados la gran mayoría de éstos. Finalmente, el último núcleo de barracas que se
eliminó fue en 1990, era un reducto que permanecía en Francisco Alegre22 (Bou y
Gimeno, 2007). Evidentemente, en la medida que estos territorios eran desocupados
pasaban a ser de dominio público, preservándolos como zona verde.
Un segundo aspecto relevante de esta línea de actuación es la construcción en
1987 del Parc de la Creueta del Coll, realizado a partir del Pla Especial d'Ordenació del
Parc de la Creueta del Coll (1984), que establece unos criterios de urbanización que han
servido de base para la nueva propuesta del parque. Por ejemplo, la concepción de
parque en sentido estricto, sin viales en el interior de la zona delimitada como parque y
por supuesto sin edificaciones privadas. Para ello se marca la prioridad de que todos
los terrenos y construcciones afectados vayan siendo adquiridos por el Ajuntament en
la medida en que sea posible.
En tercer lugar, siguiendo la misma línea, en el Turó de la Rovira se construyen
una serie de caminos a modo de itinerarios para viandantes, que recorren la montaña y
que conectan el Parc del Guinardó con diversos puntos de tejido urbano de los
diferentes barrios de los Turons. Por ejemplo, en Can Baró los itinerarios acaban o
comienzan en la calle Francesc Alegre y en la calle Mühlberg; en el Carmel, lo hacen en
la calle Gran Vista; y en Font d’en Fargas, en la calle Penyal y en la calle Monterrat de
Casanovas. Respecto al itinerario que se une con la calle Mülhberg, es preciso destacar
la construcción del Pont Mülhberg en 1991, con un diseño muy en consonancia con el
paisaje agreste en el que se sitúa y que permite gozar de grandes vistas sobre Can Baró
y el resto de la ciudad encarada al mar. Estas características lo convierten en un claro
elemento del futuro parque y muestra el cariz de las intervenciones que se llevaban a
cabo en la zona. Durante esta etapa, el consistorio también se dedica a plantar árboles
22 Juan Marsé dedica un pequeño artículo a este episodio en el diario El País el 11/11/1990, titulado “Últimas barracas del Carmelo”.
116
en diversos sectores, en los que las parcelas ya eran de propiedad pública, sobre todo
en el Turó de la Rovira.
Esta situación de parque inacabado se ha prolongado hasta que en el 2000 el
Ajuntament de Barcelona, auspiciado por el impulso de las nuevas líneas estratégicas
de transformación urbana que se propone para el futuro de la ciudad, decide intervenir
de manera definitiva en el ámbito de los Tres Turons. El proceso de reordenación
urbana que se inicia a partir de este momento, denominado Pla del Parc dels Tres Turons,
y que concluye con una nueva propuesta aprobada inicialmente en enero de 2009 bajo
el nombre de Modificació del Pla General Metropolità en l’àmbit dels Tres Turons, es lo que
conforma el objeto de estudio de esta investigación. En el siguiente capítulo se recoge
la primera aproximación empírica sobre este proceso, que pone el énfasis precisamente
en el examen de cómo se vuelve a transformar la delimitación del parque como
resultado de un proceso social.
117
Capítulo 5. EL PROCESO DE (RE)ORDENACIÓN URBANA DE
LOS TRES TURONS: UNA PRIMERA APROXIMACIÓN
EMPÍRICA
118
119
Capítulo 5. El proceso de (re)ordenación urbana de los Tres Turons: una primera aproximación empírica
—¿Qué sentido tienen vuestras obras? —pregunta—.
¿Cuál es el fin de una ciudad en construcción sino una ciudad? ¿Dónde está el plano que seguís, el proyecto?
—Te lo mostraremos apenas termine la jornada; ahora no podemos interrumpir —responden. El trabajo cesa al atardecer. Cae la noche sobre las obras. Es una noche estrellada.
—Éste es el proyecto —dicen.
Las ciudades invisibles, ITALO CALVINO
n este capítulo se presenta una primera aproximación empírica sobre el Pla
del Parc dels Tres Turons. En particular, se examina el proceso de
configuración de la nueva ordenación urbana de este ámbito, que integra
un largo período de negociación entre los vecinos afectados por el plan y el gobierno
municipal. El objetivo es profundizar en el conocimiento de cómo se produce el espacio
urbano, partiendo de una premisa, que el proceso de morfogénesis espacial encierra en
sí mismo un proceso social complejo.
En el caso estudiado, el análisis se ha centrado en el papel de los diferentes
actores implicados en el proceso, así como en otros elementos y factores que, de
manera más indirecta, también han incidido en la definición de la nueva ordenación
urbana prevista para la zona. En particular, se presta especial atención a las tensiones
sobre las que se ha desarrollado la negociación del proyecto, ya que se entiende que
son éstas las que explican, en gran parte, los ajustes y modificaciones a los que se ha
sometido la delimitación de parque urbano vigente en el Pla General Metropolità de 1976.
En este sentido, el estudio de la producción del espacio comporta implícitamente el
análisis de la transformación del espacio. Por otro lado, debe quedar claro que el
espacio estudiado se corresponde con el concepto lefebvriano de espacio concebido. Es
decir, se trata de un espacio abstracto que se proyecta sobre el espacio percibido. Es un
plano, un proyecto urbanístico. De modo que el objeto de estudio son las
E
120
representaciones del espacio, entendidas como el proceso mediante el cual se modela y
adquiere forma la ordenación urbana, lo que Soja (1996) denomina secondspace23.
Como ya se ha apuntado en algún momento, el análisis que se recoge en este
capítulo es un análisis parcial, en el que se trabaja únicamente con parte de la
información recogida hasta ahora durante el trabajo de campo, que, dicho sea de paso,
todavía se encuentra inacabado. Por este motivo, la finalidad no es tanto obtener
resultados concluyentes, ni responder de manera firme a las preguntas de
investigación formuladas, sino que, más bien, se busca ofrecer un primer esbozo que
permita ofrecer luz sobre las líneas que deberá seguir la investigación próximamente.
El capítulo se ha estructurado en tres partes. En el primer apartado, se realiza un
abordaje superficial sobre los elementos estructurales (antecedentes socio-
morfológicos, factores económicos y factores políticos) que inciden ―en origen― en el
desarrollo del proceso de configuración de la nueva zonificación del parque, aunque
sea de manera indirecta. Estos elementos estructurales actúan como elementos
constrictores, sobre todo, del tipo de gestión que se despliega y del tipo de propuesta
que se formula inicialmente. El contenido de esta primera parte precisa de una
aproximación empírica más profunda, con datos que refuercen las hipótesis que se
apuntan. En todo caso, teniendo en cuenta las características de este trabajo, esta
opción se ha desestimado para esta primera aproximación al objeto de estudio. Por otro
lado, el análisis de la propuesta de la que parte el Ajuntament de Barcelona para hacer
posible la construcción del Parc dels Tres Turons a principios del 2000, permite
presentar el inicio del período estudiado, que acaba con la aprobación inicial de la
Modificació del Pla General Metropolità en l’àmbit dels Tres Turons en enero de 200924.
El segundo apartado, en cambio, sí que es el resultado de un trabajo empírico,
basado en el análisis de entrevistas en profundidad realizadas a actores principales25.
El objetivo del análisis se centra en identificar el conjunto de actores que han
participado en este proceso de redefinición de la ordenación urbana en el ámbito de los
Tres Turons, explicando también cuál ha sido su posicionamiento respecto al proyecto.
Finalmente, en el tercer apartado, también de contenido empírico, se recogen los
23 Ver apartado 2.1. 24 Ver la tabla A.1. sobre la cronología del proyecto del Parc dels Tres Turons en el anexo. 25 Ver apartado 3.2.2.
121
resultados del análisis combinado de entrevistas en profundidad y de documentos
urbanísticos. En él se distinguen los principales ejes de tensión que han emergido entre
los actores durante el desarrollo del proceso, con la intención de observar su
repercusión en los ajustes que se han producido, durante este último período, en el
proyecto.
5.1. Las constricciones de los elementos estructurales en la gestión del proyecto y en la propuesta inicial: el punto de partida
En el capítulo anterior se han expuesto los elementos contextuales en los que se
encuadra el Pla del Parc dels Tres Turons, el proyecto mediante el cual el Ajuntament de
Barcelona trata de guiar la implementación definitiva de este parque urbano histórico a
partir del año 2000. Pese a que la delimitación del parque está claramente establecida
por el Pla General Metropolità de 1976, el reimpulso del proyecto implica, entre otras
cosas, abordar un problema urbanístico enquistado que, desde sus orígenes, ha
constituido el principal freno para el desarrollo del parque: el gran número de
propiedades afectadas26. Éste y otros elementos estructurales juegan un papel indirecto
en el proceso de producción del espacio, ya que determinan la manera en que se
gestiona el proyecto y también influyen en la nueva propuesta que lanza el Ajuntament
con el inicio del nuevo milenio. Estos elementos se podrían sintetizar en los siguientes
puntos:
• Antecedentes socio-morfológicos: tal y como se ha explicado anteriormente, los
intensos procesos de urbanización que ha vivido la zona durante las últimas
décadas, han propiciado la ocupación del espacio reservado para el parque por
parte de numerosas edificaciones27. El desorden urbanístico y la
heterogeneidad morfológica que presenta el territorio en el momento en el que
se decide impulsar el plan, añaden una enorme dificultad para implementar el
proyecto del parque tal y como está previsto en el Pla General Metropolità. Por
otro lado, el gran número de propiedades afectadas, obliga al Ajuntament a
lidiar con una multiplicidad de demandas vecinales, que mayoritariamente
26 A pesar de que en el 2003 la proporción de las parcelas privadas afectadas por la zona verde delimitada en el Pla General Metropolità de 1976 se ha reducido considerablemente respecto a la situación de finales de los años 60, pasando aproximadamente de un 72,2% a un 28,8% de la superficie destinada a parque urbano, según la contabilización del Ajuntametn de Barcelona (2003), el número de viviendas afectadas asciende todavía a 769. 27 Ver apartado 4.1.
122
abogan por el mantenimiento de las casas, lo que añade más dificultad a la
realización del proyecto. El área cuenta con una fuerte tradición de
movilización vecinal, que en la actualidad se encuentra diversificada en un
amplio conjunto de entidades28. Además, hay que tener también en cuenta el
abandono histórico al que ha sometido el Ajuntament a estos barrios, así como
los agravios que han sufrido muchos vecinos de la zona como consecuencia de
una afectación “crónica” de sus propiedades, provocada por la indefinición del
proyecto.
• Factor económico: el objetivo de la intervención ―un parque urbano―, define la
operación como muy poco rentable en términos económicos y, por lo tanto,
poco sugerente para los inversores privados. Otro elemento económico de gran
relevancia es el elevado número de expropiaciones que se deben llevar a cabo
para conservar la delimitación del parque del Pla General Metropolità (alrededor
de 800 viviendas), a lo que ha de sumarse el coste de la construcción de los
pisos para realojar a los vecinos afectados.
• Factor político: como elementos políticos influyentes caben destacar dos. El
primero es la ubicación del Pla del Parc dels Tres Turons en uno de los eje de
actuación urbana definidos por el consistorio, el Verd Estratègic. El segundo
elemento tiene que ver con uno de los rasgos característicos de las políticas
urbanas de Barcelona durante las últimas décadas, la planificación estratégica
(Borja, 2010).
En definitiva, la situación en la que se encuentra el territorio en el momento del
reimpulso del proyecto del parque y los elevados costes sociales y económicos que
deben asumirse para su implementación, hacen del Pla del Parc dels Tres Turons una
operación sumamente compleja.
Respecto a los condicionamientos que introducen estos elementos en términos de
gestión, se podrían señalar dos: la titularidad pública de la operación y la flexibilidad
de la gestión. En primer lugar, la poca rentabilidad de la operación, por los motivos
expuestos más arriba, obliga prácticamente al Ajuntament a asumir el liderazgo del
28 Ver apartado 4.2.
123
proyecto, que adquiere así un carácter totalmente público. Este tipo de gestión marca la
diferencia en relación a otras grandes operaciones de transformación urbana que han
tenido lugar en otros emplazamientos de la ciudad. Los proyectos de regeneración
urbana de Ciutat Vella constituyen un ejemplo paradigmático en este sentido, entre los
que han predominado la gestión mixta público-privada (Gomà, 1997), dada la mayor
rentabilidad de las operaciones realizadas en esta área urbana. Esta circunstancia
encaja con los planteamientos teóricos de Lefebvre (1991 [1974]) y Harvey (1985) sobre
el carácter mercantilista del espacio urbano. Además, esta hipótesis la refuerza también
Kleniewski (2002), quien apunta que la poca rentabilidad económica que se desprende
de la ordenación y la reurbanización de los espacios públicos urbanos, es lo que explica
que habitualmente sean asumidas por las administraciones públicas. El carácter
público del proyecto incidirá en el proceso de producción del espacio, en la medida en
que implica una manera de hacer concreta, en la que no existen presiones de agentes
económicos en la toma de decisiones, los calendarios de ejecución se alargan, el
proyecto se politiza en mayor grado, etc. En segundo lugar, el fuerte componente
estratégico del modelo de planificación del Ajuntament de Barcelona, introduce
también dinámicas evidentes en el tipo de gestión. Como, por ejemplo, un alto grado
de flexibilidad, lo que favorece las modificaciones del proyecto en su proceso de
adaptación a la realidad o la búsqueda del consenso como vía de superación de
conflictos29.
En el caso de la propuesta formal que realiza el consistorio en el año 2003,
incluida en el documento Línies d'intervenció en els Tres Turons, se podrían señalar
básicamente tres aspectos donde se plasma la incidencia de los elementos estructurales
se plasman en el proyecto incluido. Estos aspectos son: el carácter ambiental que se le
otorga al parque, la propuesta de zonificación dual del parque y un tipo de
planificación que va más allá de lo urbano.
En primer lugar, el hecho de que el nuevo proyecto esté integrado en la línea de
actuación urbana de Verd Estratègic y en la Agenda 21 Local de Barcelona, introduce
una importante novedad conceptual respecto al parque. Si bien, según el Plan Parcial
de 1967, el parque era concebido únicamente como una mejora de la urbanización de la
zona que tendría repercusiones urbanísticas positivas respecto a los barrios
29 Ver apartado 2.2.2.
124
colindantes, ahora, en cambio, se enfatiza su valor medioambiental para el conjunto de
la ciudad. El parque se define como una gran trama forestal a la que se le atribuye un
relevante papel de pulmón verde que ayude a mejorar la calidad del aire urbano
fijando los niveles de CO2.
En segundo lugar, otra de las propuestas novedosas del proyecto, que también
viene claramente marcada por los elementos estructurales, es el nuevo tratamiento que
recibe el perímetro del parque. En el documento presentado por el Ajuntament se
expresa el interés por reforzar la interacción del parque con los barrios perimetrales,
mediante la transformación del perímetro en una franja de transición entre el parque y
el tejido urbano. Este nuevo planteamiento del perímetro afecta directamente a la
ordenación urbana del ámbito, basada en un inicio en la zonificación que establece el
Pla General Metropolità de 1976. Para estudiar la reordenación urbana, el proyecto
delimita los ámbitos de refuerzo perimetrales sobre los que se prevé intervenir de
manera específica (mapa 5.1.).
Por lo tanto, lo que se propone es la posibilidad de introducir una zonificación
dual en el parque, constituida por:
• Núcleo central: destinado prioritariamente al espacio verde, en el que tan sólo se
mantendrán como edificaciones los equipamientos existentes y algunas
construcciones con valor histórico y patrimonial. La superficie de esta área libre
sería aproximadamente de 90 ha.
• Perímetro: conformado por los ámbitos de refuerzo de los barrios, concebido
como un área de fusión entre la trama urbana y los espacios verdes, donde se
situarán viviendas, equipamientos y plazas u otros espacios libres. Su superficie
se calcula que se situará aproximadamente en torno a las 25 ha.
El resto de superficie hasta llegar a las 124,6 ha del ámbito planificado,
corresponden a equipamientos insertos en el parque, piezas catalogadas y viales que se
conservan. Detrás de esta propuesta puede detectarse la influencia de dos elementos
estructurales. Por un lado, la transformación del perímetro en una zona mixta, en la
que convivan edificaciones y zonas verdes, implica estudiar la posibilidad de
125
desafectar una parte importante de las edificaciones que ocupan superficie delimitada
como parque urbano y que se sitúan en la zona perimetral. De esta manera, se
conseguiría reducir el impacto social de la operación en la medida en que se rebajaría el
número de expropiaciones. Por otro lado, a partir de ese mismo efecto, també se
disminuirían los costes de la implementación del parque. Al mismo tiempo, la
habilitación para la construcción de viviendas en el ámbito perimetral podría suponer
algunos ingresos para sufragar los elevados gastos del parque.
Mapa 5.1. Delimitación de los ámbitos de refuerzo perimetrales definidos en el documento Línies d’intervenció en els Tres Turons (2003).
Fuente: Elaboración propia a partir del documento Línees d’intervenció en els Tres Turons, 2003.
Por último, en tercer lugar, la propuesta del Ajuntament incluye también una
visión que va más allá de la construcción de un parque, es decir, se buscan conseguir
“dobles (o triples) efectos”, lo cual tiene que ver con el modelo estratégico de
planificación que caracteriza la acción del gobierno municipal en materia urbana. Uno
de estos “dobles efectos” se plasma en relación al nuevo tratamiento del perímetro. El
Ámbitos de refuerzo
126
objetivo que se plantea es conseguir una buena integración del parque con su entorno
inmediato, buscando a la vez un efecto positivo de reactivación de la zona. Para ello, se
plantea mantener una parte importante de la edificación existente en los bordes del
parque, incrementándola con más viviendas, tanto de realojo de vecinos afectados
como de oferta de protección social y privada, que ayuden a la reestructuración física
del sector junto con equipamientos, locales y pequeñas plazas de barrio. Además, todo
este proceso de regeneración se orienta también a mejorar la conectividad entre los
barrios y los sistemas generales, para así salvar a esta zona del aislamiento histórico al
que ha estado sometida. En este sentido, la zona de transición perimetral tiene una
clara vocación de desarrollo urbano. Otro de los “dobles efectos” aparece vinculado al
hecho que al Parc dels Tres Turons, a parte de la función ambiental, se le otorga una
función paisajística, que tal y como se recoge en el documento presentado por el
Ajuntament, debe contribuir a configurar una imagen potente de la ciudad de
Barcelona. En este sentido, se resalta también la centralidad de la ubicación del parque
en la ciudad y su potencial como mirador urbano, con puntos que ofrecen una visión
panorámica de 360º sobre la ciudad. Esta función “extra” deja entrever una cierta
intención por parte del consistorio de rentabilizar el proyecto en clave de marketing
urbano.
En definitiva, lo que se intenta demostrar es cómo el conjunto de elementos
estructurales que afectan al Pla del Parc dels Tres Turons, inciden de manera decisiva en
la definición tanto del modelo de gestión, como del propio contenido de la propuesta
inicial que formula el Ajuntament (figura 5.2.). En otras palabras, se podría decir que el
contexto espacial, social, económico y político establece las bases del proyecto
urbanístico y de su gestión. A partir de aquí, el proyecto prosigue su proceso de
interactuación con la realidad sociourbana. En el 2003, después de presentar su
propuesta, el Ajuntament crea una comisión de trabajo en la que participan miembros
de diversas instancias del gobierno local (Comissió d’Urbanisme y distritos de Horta-
Guinardó y Gràcia) y miembros de las entidades vecinales representativas de los
barrios afectados que estaban interesadas en el desarrollo del proyecto. Se inicia así, un
proceso de negociación del proyecto entre los diferentes actores interesados, a través
del cual, el Pla del Parc dels Tres Turons, continúa adquiriendo forma, a merced de la
relación de fuerzas e intereses que gravitan sobre él.
127
Figura 5.2. Constricciones de los elementos estructurales sobre el tipo de gestión y la propuesta de proyecto (Pla del Parc dels Tres Turons).
Fuente: Elaboración propia.
5.2. ¿Quién es quién?: el juego de los actores en el proceso de planificación del Parc dels Tres Turons
Como se ha puesto de manifiesto en el apartado anterior, a diferencia de otras grandes
operaciones de transformación urbana que han tenido lugar en Barcelona
recientemente, el proyecto del Parc dels Tres Turons, desde su reimpulso en el año 2000,
ha seguido un modelo de gestión totalmente pública. Por lo tanto, los actores que han
participado en el proceso de reordenación urbana en este ámbito son, por un lado, las
diferentes instancias del Ajuntament de Barcelona competentes en la materia y, por
otro lado, el elenco de entidades vecinales que se han interesado en el desarrollo del
proyecto. Además, cabe resaltar el papel que juegan también las fuerzas políticas
municipales que están fuera del gobierno: CiU, ERC y PPC. La naturaleza pública de la
intervención y su complejidad, con un gran número de afectados, la convierten en una
batalla política local, de modo que los partidos políticos con representación en el
Ajuntament se posicionan también abiertamente sobre el proyecto, interactuando
incluso con las entidades vecinales.
Factor político Antecedentes socio-estructurales
Factor económico
• Proyecto de ciudad (Verd Estratègic)
• Planificación estratégica
• Operación urbanística poco rentable
• Costes elevados de expropiación
• Desorden urbanístico
• Oposición vecinal
• Deuda municipal histórica con la zona
Flexibilidad Titularidad
pública de la operación
Zonificación dual del parque
Tipo de gestión
Carácter ambiental
Planificación más allá de lo urbano
Propuesta inicial de proyecto
128
En la cuadro 5.3., se presenta el mapa de actores principales que han intervenido
en el proceso, construido a partir del análisis de entrevistas en profundidad a los
actores. En ella se describe el posicionamiento que han mantenido cada uno de ellos
con respecto al proyecto del parque. Este posicionamiento ha variado en función de las
circunstancias que acompañaban el momento del proceso, lo cual se recoge también en
el siguiente cuadro.
Cuadro 5.3. Actores participantes en el proceso de ordenación urbana del Parc dels Tres
Turons. Actor Posicionamiento en el proceso
Comissió d’Urbanisme
Es el área del Ajuntament desde dónde se impulsa y se dirige el proyecto. Defiende la idea de parque forestal y lo concibe como proyecto de ciudad.
Distritos de Horta-Guinardó y Gràcia
Funcionan como correa de transmisión de la Comissió d’Urbanisme. Su función es prácticamente de gestión. Hasta el año 2005 gestionaban el proyecto ofreciendo una cierta atención de proximidad a los vecinos afectados.
Agència de promoció del Carmel i entorns
A partir del 2005, es la institución encargada de canalizar la gestión del proyecto. Se trata de una empresa pública que surge para dar respuesta al problema del hundimiento provocado en el Carmel por las obras del metro. Su función es ofrecer a los ciudadanos una gestión más personalizada y próxima.
PSC Es el partido que ha liderado el proceso desde el gobierno municipal. Son defensores del modelo de parque forestal estricto, es decir, sin casas en su interior.
ICV Ha dado su apoyo en todo momento al PSC como coalición de gobierno y, en este sentido, son partidarios también del parque forestal estricto.
ERC
Ha mantenido una posición muy ambigua durante el proceso. Si bien, durante una primera fase, forma parte del gobierno y apoya el proyecto municipal, su salida del ejecutivo en la última legislatura le ha permitido mantener un posicionamiento más ambivalente durante los últimos años. Por un lado, se ha mostrado más compresivo con las demandas de algunos vecinos afectados, al mismo tiempo que ha criticado la gestión del Verd Estratègic por parte del Ajuntament. Pero, por otro lado, ha sido el partido que finalmente ha hecho posible la aprobación inicial del proyecto.
CiU
Desde el liderazgo de la oposición, este partido ha optado por defender el mantenimiento de las casas y, además, lo ha hecho por escrito en el pleno del consistorio. Ha enviado cartas también a los vecinos afectados comprometiéndose con su propuesta de parque mixto si llegan al gobierno municipal. Ha sido el partido más crítico con el proyecto presentado por el Ajuntament.
Ajuntament de Barcelona
PPC Se ha asociado con CiU en la defensa del parque mixto.
129
A.V. Can Baró
En un inicio defienden el modelo de parque mixto, pero en los últimos años han tenido problemas para articular su discurso de manera coherente. La última propuesta del Ajuntament, ha desafectado a un gran número de viviendas del barrio situadas en el perímetro, a la vez que mantiene un volumen importante también de afectaciones en el núcleo de Lavèrnia. Las dificultadas para atender las dos problemáticas han debilitado el discurso de esta asociación de vecinos.
A.V. Carmel
Si bien, cuando se presentó el proyecto, era la asociación de vecinos que encabezaba el movimiento vecinal, a partir del 2005, con el problema del hundimiento de las obras del metro en el Carmel, su papel en el proceso ha sido más bien discreto. Su posicionamiento, se ha dirigido más bien a defender que los realojos se realicen en el barrio, en una postura de comprensión respecto a la necesidad de expropiar a algunos vecinos.
A.V. Font d’en Fargas
Ha sido una entidad muy proactiva en el desarrollo del proyecto. Han propuesto soluciones sobre la ordenación urbana del parque atendiendo a las necesidades de los vecinos afectados, pero también conscientes de que era necesario ceder en algunas cuestiones. La localización en el perímetro de la mayoría de sus afectaciones ha provocado que estén en general satisfechos con la última propuesta presentada por el Ajuntament, aunque todavía presentaron algunas alegaciones después de la aprobación inicial.
A.V. Coll-Vallcarca
Ha pasado bastante desapercibida. En un inicio defensora del parque mixto como casi todas las entidades vecinales. La última propuesta de ordenación ha desafectado gran parte de las viviendas afectadas de su ámbito, por lo que no muestran demasiada resistencia a su aprobación.
A.V. Turull
Es una asociación pequeña, pero que se hizo notar sobre todo en el momento de la presentación del proyecto del Ajuntament. Defensores del parque mixto desde el inicio, finalmente, aunque no han conseguido eludir la afectación definitiva, han conseguido la condición de “tanteig i retracte”.
A.V. Turó de la Rovira
Creada en 2008 como escisión de la A.V. de Can Baró es la entidad que se opone con mayor contundencia a la nueva propuesta de ordenación del parque formulada por el Ajuntament. Su posición se basa en la defensa de las casas, ya sea por la realización de un parque mixto o por la concesión de la condición de “tanteig i retracte”, o alguna modalidad legal que no les haga perder el valor patrimonial de sus casas.
Comissió d’Afectats Tres Turons
Agrupa a diversos vecinos afectados a titulo personal y se crea cuando el Ajuntament anuncia el proyecto. Se muestra bastante activa durante el proceso de negociación en la comisión de trabajo, pero después pierde peso escénico.
Entidades vecinales
Plataforma Cívica Font d’en Fargas
Es una plataforma vecinal creada por un propietario afectado del barrio de Font d’en Fargas y que actúa de manera paralela a la asociación de vecinos. Se le acusa de moverse por unos intereses muy personalistas. Su defensa se centra en el modelo de parque mixto y en la consecución de las desafectaciones de las zonas afectadas.
Fuente: Elaboración propia.
El análisis de las entrevistas revela una serie de pautas con respecto al
comportamiento que han mantenido los diferentes actores, las cuales ayudan a
entender cómo se articula el sistema de fuerzas en torno a la negociación del proyecto.
130
Respecto a la actitud del gobierno municipal, resulta importante destacar la
postura, un tanto “condescendiente” y “paternalista”, que ha manifestado durante la
gestión del proyecto. Estos atributos del comportamiento de los impulsores del
proyecto permanecen asociados a la sensación, extraída de su discurso, de tener que
solucionar un problema del que, en parte, se sienten responsables. En la retina quedan
los agravios que han soportado los propietarios afectados durante décadas,
sentenciados a una incertidumbre eterna sobre el futuro de su patrimonio, y, además,
la deuda histórica por la dejadez con la que se ha ocupado el Ajuntament de estas
barriadas. Por lo tanto, la actitud del consistorio ha sido, más bien, la de dar salida a
una situación que llevaba bloqueada décadas. Lo perciben como un problema que,
desde el punto de vista de la ordenación urbana, se había ido de las manos hacía años y
que ahora es necesario resolverlo.
Esta postura, ha favorecido todavía más la flexibilidad de la gestión en relación a
la introducción de modificaciones en el proyecto, adaptándolo sobremanera a la
realidad socioterritorial. Las concesiones a las demandas vecinales han sido múltiples,
aunque, por descontado, no se han atendido todas. Pero lo que define el carácter
paternalista que se ha apuntado anteriormente, es que, bajo la percepción de los
vecinos, las decisiones han sido tomadas en todo momento de manera unilateral por el
Ajuntament, es decir, que no se ha dado pie a un proceso de toma de decisiones
conjunta entre los actores implicados. De hecho, lo que es muy significativo en este
sentido es que la gran mayoría de entidades vecinales no quedaron satisfechas con el
proceso de negociación multilateral que se realizó entre el 2003 y el 2005, pero, en
cambio, sí que se muestran mayoritariamente satisfechas con la propuesta final que
elaboró el gobierno municipal30.
En relación al comportamiento de las fuerzas políticas de la oposición ―CiU y
PPC―, según las informaciones analizadas a partir de las entrevistas, su actitud ha
estado marcada por un claro aire electoralista. Posicionados sistemáticamente contra la
propuesta consistorial, han defendido incansablemente el mantenimiento de las casas
afectadas, alineándose de esta manera con las demandas vecinales mayoritarias. Este
discurso lo consiguen hilvanar bien, partiendo de un argumento a favor de la
30 Contenida en la Modificació del Pla General Metropolità en l’àmbit dels Tres Turons (2009).
131
propiedad privada. De los dos partidos, la acción del grupo municipal de CiU es la que
presenta una mayor notoriedad entre los vecinos, sobre todo, por su compromiso ante
notario de mantener las casas si llega a gobernar el Ajuntament de Barcelona.
En el caso de ERC, el aspecto que resulta más destacable en el comportamiento de
este grupo municipal en relación al Pla del Parc dels Tres Turons, es su carácter
cambiante. Sin duda, es el partido que, durante el proceso, más ha movido su discurso.
Si bien, durante el mandato en el que formaba parte del gobierno (2003-2007), su
postura no discernía demasiado con la de los socios de gobierno, durante la presente
legislatura, en su rol de partido bisagra, ha jugado un papel de lo más desconcertante.
Por un lado, se ha mostrado crítico con la gestión y la propuesta del gobierno
municipal, pero finalmente le ha dado su apoyo para sacar adelante el proyecto.
Por último, sobre el movimiento vecinal, en términos globales, también pueden
señalarse una serie de rasgos que describen bien su comportamiento. Un primer
aspecto que debe resaltarse, es el bajo nivel de movilización que han mostrado las
entidades vecinales. En los últimos años, las movilizaciones han sido escasas, algo que
según la percepción de las entidades vecinales está relacionado con la lentitud con la
que se ha desarrollado el proceso y sus discontinuidades. En este sentido, todo indica
que la intensidad del proceso resulta directamente proporcional a la movilización de
los vecinos. De modo que la acción vecinal prácticamente se ha canalizado mediante
negociaciones con el Ajuntament, ya sea de modo formal o informal. Esta actitud de las
entidades vecinales en relación al conflicto de los Tres Turons, contrasta con la
proactividad que ha mostrado el movimiento vecinal en otros conflictos urbanos de
características parecidas que han tenido lugar en la ciudad de Barcelona durante los
últimos años. Algunos ejemplos que se podrían citar en este sentido son el caso de la
remodelación de las Casas Baratas del Bon Pastor o el Pla dels Ascensors de la
Barceloneta.
En segundo lugar, otro de los aspectos que se pueden destacar es que los
discursos de las entidades vecinales muestran una visión del conflicto muy localista,
muy centrado en la realidad del barrio. Esta postura choca radicalmente con la idea de
“proyecto de ciudad” que mantiene el Ajuntament para el Parc des Tres Turons. Por
otro lado, resulta interesante también apuntar que uno de los rasgos del movimiento
132
vecinal clásico de los 70, había sido precisamente partir de una visión en escala de sus
reivindicaciones (barrio-distrito-ciudad), lo que les ayudaba a construir un discurso
crítico y constructivo a la vez. De hecho, la postura de algunos sectores del movimiento
vecinal es poco constructiva, centrada en dinamitar la acción del Ajuntament “sin ton
ni son” y ofreciendo pocas alternativas viables que posibiliten llegar a un consenso
sobre una ordenación urbana que favorezca a todas las partes.
Por último, un tercer elemento que se pone de relieve en el análisis del discurso
de las entidades vecinales, es el predominio con el que aparece la defensa de los
intereses particulares en relación a su posicionamiento con respecto al proyecto de
parque. La diversidad de situaciones en las que se encuentran los vecinos afectados y el
peso del componente económico de la reivindicación vecinal ―defensa de patrimonio
personal―, ha favorecido que los intereses particulares predominen sobre los intereses
colectivos del movimiento. La relación entre las diferentes entidades, e incluso entre
vecinos de los mismos ámbitos o barrios, ha estado marcada por el conflicto de
intereses, lo que ha generado un proceso de atomización del movimiento vecinal. Es
precisamente a este fenómeno al que se refiere Harvey (2001) cuando habla de los
problemas del “particularismo militante”. Según él, cuando la movilización vecinal se
vehicula en torno a intereses individuales, la comunidad corre el riesgo de convertirse
en una comunidad “para sí”, perdiendo su condición de comunidad “en sí”. Esta
circunstancia hace que la movilización vecinal, a la larga, se vea vacía de contenido,
perjudicando su cohesión interna y favoreciendo su fragilidad. Un ejemplo claro de
esta dinámica es la escisión que se produce en el año 2008 en la Associació de Veïns de
Can Baró con la creación de la Associació de Veïns del Turó de la Rovira, que agrupa a
los afectados que residen en la parte alta del Turó de la Rovira. Éstos entienden que en
el nuevo contexto de negociación es mejor autorepresentarse por ellos mismos y
constituirse como interlocutores directos con el Ajuntament, ya que la asociación de
vecinos del barrio ha de atender a situaciones muy diversas.
Esta circunstancia ha favorecido que la negociación del tramo final del proyecto,
la más decisiva, se haya realizado a nivel individual entre las entidades vecinales y el
consistorio, y no de forma colectiva como se había planteado en un inicio. Además,
esta última negociación se ha realizado de una manera muy informal, sin calendario de
reuniones y sin seguir un programa establecido. Esta dinámica ha facilitado que el
133
Ajuntament pueda llevar a cabo una dirección del proceso muy próxima a sus
intereses. Por un lado, el consistorio se ha visto capaz de pactar soluciones, respecto a
la reordenación urbana del parque, de manera independiente en diferentes sectores
afectados. Por otro lado, la fragmentación del movimiento vecinal se ha traducido en
una fragilidad importante a la hora de negociar. La capacidad de resistencia ante las
propuestas del Ajuntament se diluye a esta altura del proceso. Casi se podría decir, que
bajo esta lógica las demandas adquieren un carácter consultivo.
Aunque se han presentado una diversidad considerable de actores no todos
tienen la misma relevancia en el proceso, o no todos han mantenido la misma
intensidad en su participación durante el período estudiado. Los grupos municipales
situados fuera del gobierno municipal, por ejemplo, juegan un papel un tanto
periférico. Entre los vecinos, la presencia de las asociaciones de vecinos de los barrios
más afectados por el proyecto es mayor. La A.V. Can Baró, la A.V. Font d’en Fargues,
la A.V. del Turó de la Rovira (a partir de 2008), A.V. Turull o la A.V. del Carmel, son
algunas de estas asociaciones con un papel más activo. Por lo tanto, los principales
sujetos involucrados en la negociación, o dicho de otro modo, en el conflicto derivado
del Pla del Parc dels Tres Turons, son básicamente el gobierno municipal y estas
entidades vecinales. Para acabar, según la información analizada, ya se ha visto como
el sistema de fuerzas que se genera a propósito de la negociación del proyecto del Parc
dels Tres Turons está claramente dominado por el gobierno municipal, especialmente
durante los últimos años del proceso, coincidiendo con la atomización del movimiento
vecinal. No obstante, es importante hacer notar la actitud “condescendiente” y
“paternalista” del consistorio en relación a la búsqueda de soluciones para
implementar el parque. Ésta, en gran medida, marca el carácter de la nueva ordenación
urbana en el ámbito de los Tres Turons.
5.3. Tensiones y ajustes en la nueva ordenación urbanística del Parc dels Tres Turons
El objetivo de este apartado es identificar las cuestiones clave que conforman los
principales desacuerdos entre el Ajuntament de Barcelona y las entidades vecinales en
torno al Pla del Parc dels Tres Turons. Paralelamente, se presta atención a la manera en
que las tensiones de estos desacuerdos se traducen, posteriormente, en ajustes del
134
proyecto inicial, siguiendo una lógica dialéctica que se culmina con una nueva
propuesta de ordenación urbana. En este caso, recogida en la Modificació del Pla General
Metropolità en l’àmbit dels Tres Turons. Para ello se ha combinado el análisis de
entrevistas y de documentos urbanísticos.
5.3.1. La principal controversia: ¿parque estricto o parque mixto?
El debate sobre el modelo de parque que debe implantarse en los Tres Turons
constituye la espina dorsal del conflicto que enfrenta al Ajuntament y a los vecinos
sobre la reordenación urbana de este ámbito. Ambas partes reconocen desde un inicio
la necesidad de intervenir urbanísticamente en la zona, dado su estado de abandono y
su nivel de desurbanización. En cambio, respecto al modelo de parque que debe
construirse, la discrepancia es máxima. Por un lado, el Ajuntament expresa su
voluntad de convertir la zona de los Tres Turons en un parque en sentido estricto, es
decir, un espacio libre de casas y de carácter forestal. Por otro lado, los vecinos
defienden la realización de un parque mixto, lo que implicaría el mantenimiento de las
casas dentro del parque.
El análisis de los discursos de los actores, permite detallar los principales
argumentos que se asocian a la defensa de cada modelo de parque:
• Parque estricto. En primer lugar, hay una cuestión legalista de base, ligada al
respeto de la ordenación urbana vigente. No obstante, existen también
mecanismos legales para reordenar los usos del territorio, cuya utilización
constituye una práctica habitual, es decir, que aplicarla en este caso no sería una
excepción. En segundo lugar, la defensa del parque estricto va asociada a la
idea de parque como parte del desarrollo de la ciudad. Como ya se ha dicho
anteriormente, para el consistorio el proyecto forma parte de una estrategia que
busca fomentar los espacios verdes urbanos, bajo una lógica de sostenibilidad
urbana. Desde esta óptica, al parque se le atribuye la función de "pulmón
verde" y una de sus finalidades más importantes es ayudar a mejorar la calidad
del aire de la ciudad. Es por este motivo por el que el parque debe dotarse de
una masa forestal importante, que difícilmente admite la actual localización de
las viviendas afectadas (o al menos de su totalidad). Por último, en tercer lugar,
135
este modelo también permanece vinculado a ciertos cánones estéticos, que
adquieren cierta importancia si se tiene en cuenta el interés “publicista” con el
que el Ajuntament quiere explotar también el parque en relación a la imagen de
la ciudad. En este sentido, difícilmente puede hacerse compatible el
mantenimiento de casas de aspecto totalmente heterogéneo y desordenadas
urbanísticamente, con un espacio que pretende transformarse en una gran zona
de recreo para los ciudadanos, en la que se puedan realizar diversos itinerarios
por un entorno natural, con el aliciente añadido de estar localizado justo en el
corazón de la ciudad y en el que se podrán disfrutar de las grandes vistas sobre
Barcelona que ofrecen las cimas de las colinas.
• Parque mixto. Una de las ideas que aparecen con más fuerza en la defensa de
este modelo de parque, apela a la percepción de una compatibilidad clara entre
la permanencia de las casas y las funciones que debe desempeñar el parque.
Uno de los argumentos principales es que las casas se integran bien en el
parque y que su permanencia no impide ninguna de las funciones que tiene que
cumplir este entorno. En segundo lugar, también existe una cierta exigencia de
respeto en relación a la propiedad privada y a la libertad personal de los
afectados para elegir entre marchar o quedarse. En tercer lugar, destaca el
argumento de ahorro público. Es decir, se ve totalmente injustificable emplear
fondos públicos para derrumbar casas y construir otras nuevas en otro lugar,
por lo que bajo esta lógica el mantenimiento de las casas sería lo más razonable.
Por último, y de forma más minoritaria, también se argumenta que el parque
mixto podría contribuir a la educación social y cívica de los residentes ―en la
medida en que éstos deberían comprometerse con el cuidado del parque― y
que la existencia de casas convertiría el recinto forestal en un lugar más seguro.
La confrontación del modelo de parque en el imaginario de los diferentes actores
es difícilmente reconciliable, ya que parten de posiciones totalmente opuestas. Esto
comporta una situación de bloqueo importante, que imposibilita la consecución del
consenso en torno a esta cuestión entre el Ajuntament y los vecinos. Sin embargo, la
opción que permite desencallar esta situación es la idea de replantear el perímetro del
parque que, como se ha expuesto en el apartado 5.1., era una de las propuestas que ya
se estaban estudiando desde que el Ajuntament retoma el proyecto a partir del 2000.
136
Los motivos que llevan a que esta opción vaya adquiriendo cada vez más fuerza son
evidentes:
• El aspecto que presenta el territorio en la actualidad es muy diferente al que
tenía en el momento en el que se delimitó el área reservada a parque urbano31,
por lo que implementar estrictamente la delimitación vigente de parque urbano
implicaría transformar una parte importante de trama urbana consolidada.
• El número de expropiaciones, aplicando estrictamente la zonificación vigente es
demasiado elevado (casi 800 viviendas), razón por la cual, la desafectación del
perímetro ―donde se ubica un volumen considerable de las viviendas
afectadas―, supondría un ahorro económico considerable para el Ajuntament
de Barcelona.
• La desafectación de las viviendas situadas en el perímetro ayudaría también a
reducir el impacto social de la operación, que cuenta con una fuerte oposición
vecinal.
Si bien, en este momento se tiene claro que la desafectacción del perímetro puede
constituir una de las soluciones que pueden facilitar la viabilidad del proyecto, la
cuestión clave reside ahora en la definición del trazado que debe seguir la “línea de
desafectación”. Como se verá a continuación, este trazado emerge finalmente de una
intensa interacción entre los actores y, sobretodo de toda la información recopilada por
el Ajuntament durante el proceso. La interacción pasa por diferentes “formatos”, pero
básicamente se distinguen dos momentos diferenciados, con el año 2005 como punto
de inflexión32. La primera fase (2003-2005), está marcada por una negociación más
colectiva, canalizada por comisiones de trabajo. De esta fase no se extraen resultados
concluyentes sobre el futuro del parque, pero sirve como una primera toma de contacto
entre los actores, en la que, al menos, se toma consciencia de los principales escollos
que deberá superar el proyecto. La segunda fase (2005-2009), en cambio, se caracteriza
por un modelo mucho más informal e individualista de negociación, pero más efectivo.
31 Ver en el anexo los mapas A.2. (en él aparece la delimitación de parque urbano del Plan Comarcal de 1953, tal y como era el territorio en el año 1956, en la que se basa gran parte de la delimitación vigente recogida en el Pla General Metropolità de 1976) y A.3. 32 Ver en el anexo la tabla A.1.
137
La dinámica que se sigue es la de llegar a acuerdos “micro”, entre el gobierno
municipal y las entidades vecinales, respecto a emplazamientos afectados concretos, a
partir de los cuales, se va configurando la desafectación perimetral definitiva. El
resultado de este proceso “quirúrgico” se plasma en la delimitación de las
desafectaciones perimetrales de la última propuesta del Ajuntament, tal y como se
puede observar en el mapa 5.4.
Mapa 5.4. Zonificación del Parc dels Tres Turons en la MPGM (aprobación inicial 2009).
Fuente: Elaboración propia a partir de la Modificació del Pla General Metropolità en l’àmbit dels Tres Turons (2009).
La nueva zonificación rebaja en más de la mitad las casas afectadas por el Pla
General Metropolità de 1976. De las 764 viviendas afectadas en un inicio, se desafectan
464, por lo que, con la nueva propuesta de ordenación urbana, restan 300 viviendas
afectadas. Pero quizá uno de los datos más significativos, sobre todo en relación al
objeto de estudio de la investigación ―la producción social del espacio urbano―, es que
la mayoría de las desafectaciones coinciden con las demandas de desafectación
formuladas por las principales entidades vecinales al final de la primera fase de
negociación, en 200533 (mapa 5.5.). Este aspecto pone de nuevo de relieve la incidencia
que ejerce en la configuración de la ordenación urbana del parque, la interacción entre
los actores involucrados en el proceso.
33 Incluidas en el documento Prosposta de l’equip tècnic assessor dels veïns (2005).
Delimitación parque (PGM 1976)
Núcleo central del parque (MPGM 2009)
Zona transición perimetral (MPGM 2009)
138
Mapa 5.5. Consideraciones vecinales* sobre el mantenimiento o derribo de los núcleos de viviendas afectadas.
Fuente: Elaboración propia a partir de Prosposta de l’equip tècnic assessor dels veïns (2005). * Las estrellas indican consideraciones vecinales sobre núcleos de viviendas.
El mapa 5.6., recoge precisamente los núcleos de viviendas sobre los que las
entidades vecinales reclamaban su mantenimiento y que quedan desafectadas
mediante la propuesta de reordenación urbana del Ajuntament. En todo caso, debe
quedar claro que lo que se plantea no es que la configuración de la nueva zonificación
del parque sea sólo el resultado de la dialéctica entre los posicionamientos de los
actores enfrentados, sino que esta dialéctica viene precedida o simultaneada por el
efecto de otros factores estructurales, los cuales ya se han explicado anteriormente. Es
la suma de todos estos inputs lo que va moldeando y definiendo la nueva ordenación
urbana del Parc dels Tres Turons.
Con esta propuesta, el Ajuntament consigue rebajar considerablemente el clima
de conflicto con los vecinos. Muchas de las asociaciones de vecinos que se mantenían
PGM 1976
Mantenimiento de viviendas
Derribo de viviendas
139
en “pie de guerra” durante la primera fase de la negociación, ahora se dan por
satisfechas con la nueva resolución.
Mapa 5.6. Reivindicaciones vecinales satisfechas en la Modificació del Pla General
Metropolità del 76 en l’ámbit dels Tres Turons (2009).
Fuente: Elaboración propia a partir de los documentos Prosposta de l’equip tècnic assessor dels veïns (2005) y Modificació del Pla General Metropolità en l’àmbit dels Tres Turons (2009).
Aún así, la problemática se traslada o, mejor dicho, continua en los grupos de
casas que permanecen afectados en el nuevo núcleo central del parque. Esta cuestión se
aborda en el apartado siguiente.
5.3.2. La problemática del núcleo central del parque y la búsqueda de soluciones ad hoc
La problemática del núcleo central del parque que surge de la nueva propuesta
de zonificación dual no es nueva. Se trata de la resistencia que continúa mostrando la
mayoría de vecinos residentes en esta zona, a aceptar la opción de expropiación y
Delimitación parque (PGM 1976)
Núcleo central del parque (MPGM 2009)
Mantenimiento de viviendas
140
realojo que propone el Ajuntament. Ésta consiste en que el consistorio paga un precio
estipulado por ley por la vivienda afectada para sustraerla y ofrece la posibilidad de
adquirir, con una hipoteca a bajo interés, uno de los pisos destinados a realojar a los
afectados, los cuales serán ubicados en diferentes puntos del perímetro del parque.
Es necesario recalcar que el abanico de situaciones que se da entre estos afectados
es notable. Los núcleos de viviendas presentan una gran variabilidad en función del
nivel de consolidación urbana del área, del volumen de vecinos que residen, del estado
de conservación de las edificaciones, etc. Esto hace que, por un lado, haya una parte de
vecinos interesados en acogerse a la propuesta que ofrece el gobierno municipal, ya
que, de alguna manera, mejoran su situación actual. Este es el caso del núcleo de
Marsans-Rof y Font de la Rúbia, conformado por una cincuentena de viviendas. Muchas
de estas casas no reúnen unas condiciones óptimas para ser habitadas, por lo que la
mayoría de los vecinos ven con buenos ojos el realojo en los pisos dispuestos por el
Ajuntament, mientras que una minoría ofrece una resistencia de baja intensidad.
Por otro lado, entre los que no aceptan la propuesta de expropiación y realojo, la
heterogeneidad de las características de los núcleos de viviendas, sumada a la
diversidad de circunstancias personales, generan un mapa de opiniones y
motivaciones diferenciadas, en base a las cuales, estos vecinos fundamentan su
resistencia a abandonar sus casas. Según el análisis de las entrevistas en profundidad, a
grandes rasgos, se pueden señalar dos tipos de motivaciones entre estos vecinos:
• Motivación sentimental. Tiene un componente importante de arraigo a la zona de
residencia, en la que han vivido una parte importante de sus vidas. Además,
relacionado con el hecho de realojarse en un piso, aparece un sentimiento de
pérdida de un modo de vida, basado en las prestaciones que ofrece residir en
una casa de planta baja, situada en una zona privilegiada de Barcelona ―sobre
todo en el caso de los que gozan de buenas vistas―. Una parte relevante de los
vecinos que basan su resistencia en este tipo de motivaciones es gente mayor,
con poca predisposición a los cambios de domicilio, y menos después de haber
vivido durante décadas en un mismo lugar. Maurice Halbwachs (2004) [1950]
ya teorizó sobre este fenómeno. Según él, cuando ocurren acontecimientos
excepcionales, el grupo que se encuentra arraigado en un espacio concreto toma
141
consciencia con más intensidad de este arraigo. Los lazos o los vínculos que le
mantienen unido al espacio se perciben con más claridad justo en el momento
que parecen romperse.
• Motivación económica. La cuestión económica resulta la más predominante entre
los afectados que no quieren marchar y va asociada a la idea de pérdida de
patrimonio. Los propietarios de las casas afectadas, las consideran como una
inversión. Por lo tanto, no ven justo recibir una compensación del Ajuntament,
que según ellos, está por debajo de los precios del mercado inmobiliario, y tener
que seguir pagando una hipoteca de un piso que ni tan sólo han elegido. En
este tipo de motivación se ven reflejados los planteamientos teóricos de Cox
(1982) y Harvey (2001), que coinciden en señalar la relevancia del valor de la
propiedad como activo en las movilizaciones vecinales34.
Ante esta situación, el Ajuntament opta por flexibilizar la negociación de las
expropiaciones del núcleo central del parque, estudiando prácticamente caso a caso las
posibilidades que hay, y proponiendo para cada una de ellas soluciones ad hoc. Esta
alternativa acabará afectando de nuevo la ordenación urbana del parque. Entre las
soluciones más comunes que baraja el consistorio en este sentido se encuentra, por un
lado, el acuerdo vitalicio y, por otro lado, la condición de “tanteig i retracte”.
El acuerdo vitalicio, sobre todo se ofrece a personas mayores. Consiste en que la
casa se mantiene mientras el propietario viva, a la vez que el Ajuntament va abonando
mensualmente cuotas en concepto de compra de la casa al individuo, hasta que fallece.
A pesar de la constancia de la aceptación de esta propuesta por parte de algunos
vecinos, dado el carácter privado e individual de este tipo de acuerdo, durante el
trabajo de campo realizado hasta ahora, no ha sido posible captar demasiada
información sobre esta cuestión.
Respecto a la condición de “tanteig i retracte”, su finalidad es ralentizar la
integración al parque de casos concretos de parcelas afectadas, ya sea por motivos de
ocupación o por el estado de la edificación. Según este procedimiento, en un primer
momento, se desafectan las construcciones existentes destinadas a vivienda y, una vez
34 Ver apartado 2.2.3.
142
aprobado el proyecto de desarrollo del parque, se respeta la situación actual de los
residentes. En un segundo momento, cuando se produzca la transmisión de bienes
intervivos, el Ajuntament será el postor prioritario. Adquirirá la propiedad para
dominio público y seguidamente se adscribirá al sistema del parque. Esta condición,
tan sólo se ha concedido a dos de los núcleos de viviendas que tras la nueva
zonificación permanecen afectadas. Estos dos casos son los siguientes:
• Montserrat de Casanovas. Se trata de un núcleo muy pequeño de viviendas
situadas en un pasaje de gran valor histórico ubicado en el barrio de Font d’en
Fargas (mapa 5.7.).
Mapa 5.7. Localización del área de “tanteig i retracte” Montserrat de Casanovas en relación con las reivindicaciones vecinales.
Fuente: Elaboración propia a partir de los documentos Prosposta de l’equip tècnic assessor dels veïns (2005) y Modificació del Pla General Metropolità en l’àmbit dels Tres Turons (2009).
• Turull. Está conformado por un conjunto no muy numeroso de casas que están
en muy buenas condiciones.
Delimitación parque (PGM 1976) Área de “tanteig i retracte”
Núcleo central del parque (MPGM 2009) Derribo de viviendas
Mantenimiento de viviendas
143
Mapa 5.8. Localización del área de “tanteig i retracte” Turull en relación con las reivindicaciones vecinales.
Fuente: Elaboración propia a partir de los documentos Prosposta de l’equip tècnic assessor dels veïns (2005) y Modificació del Pla General Metropolità en l’àmbit dels Tres Turons (2009).
Estas propuestas alternativas de acuerdo, consiguen rebajar sustancialmente la
problemática de las viviendas afectadas del núcleo central del parque, introduciendo
una cierta prórroga a la expropiación definitiva, diferenciada en función de las
circunstancias que acompaña a cada caso. No obstante, todavía quedan dos núcleos de
viviendas, localizados en el Turó de la Rovira, donde se reivindica el mantenimiento de
las viviendas y sobre las que el Ajuntament todavía no ha aportado una resolución
satisfactoria para los afectados. De manera, que la problemática ha pasado a
concentrarse en esta zona que se erige como la más conflictiva en la actualidad y cuya
evolución deberá seguirse de cerca en el desarrollo posterior de esta investigación. Los
núcleos son:
• Turó de la Rovira: el núcleo está formado por una veintena de viviendas que,
aunque la mayoría están en buenas condiciones de edificabilidad, presentan
Delimitación parque (PGM 1976) Mantenimiento de viviendas
Núcleo central del parque (MPGM 2009) Área de “tanteig i retracte”
144
una muy mala accesibilidad. La nueva ordenación mantiene la afectación y su
consecuente expropiación, a pesar de que los vecinos ofrecen una fuerte
resistencia a abandonar su vivienda. La mala accesibilidad puede jugar en este
caso un papel contraproducente para las aspiraciones de los vecinos.
• Marià Lavèrnia: es el núcleo que presenta un mayor nivel de conflictividad con
la nueva propuesta de zonificación del parque. Constituye el grupo más
numeroso de viviendas, casi un centenar. Aunque presentan unas condiciones
de edificabilidad variables, la zona goza de un elevado nivel de consolidación
urbana, con una muy buena accesibilidad en vehículo privado, aparcamientos
e, incluso, dispone de servicio de transporte público. La gran mayoría de los
vecinos se resisten a ser expropiados, aunque el núcleo se mantiene afectado.
Mapa 5.9. Localización de núcleos afectados en relación a la reivindicación vecinal
Fuente: Elaboración propia a partir de los documentos Prosposta de l’equip tècnic assessor dels veïns (2005) y Modificació del Pla General Metropolità en l’àmbit dels Tres Turons (2009).
Delimitación parque (PGM 1976)
Núcleo central del parque (MPGM 2009)
Mantenimiento de viviendas
145
En definitiva, entre los vecinos que se acogen a la vía de expropiación-realojo
estándar, los que se les concede el acuerdo vitalicio y los que se les facilita la condición
de “tanteig i retracte”, la problemática del núcleo se encamina hacia la solución. El único
problema que persiste es el de los dos núcleos que continúan afectados en el Turó de la
Rovira. La mayoría de estos vecinos esperan todavía una solución por parte del
Ajuntament, que les sea satisfactoria. Mientras tanto, se niegan a perder sus casas.
Sin embargo, lo que resulta más importante es que la concesión de estas
soluciones alternativas, vuelven a poner de manifiesto que las tensiones entre los
actores involucrados en la reordenación urbana del área de los Tres Turons, se
traducen en ajustes y en transformaciones del proyecto previo, siguiendo una dinámica
de producción social del espacio urbano. Como se ha demostrado también en el caso
del proceso de definición de la desafectación perimetral, este análisis confirma también
que las representaciones espaciales, son sumamente sensibles a los fenómenos sociales
que las rodean y que se generan en torno a ellas.
146
147
Capítulo 6. PRIMERAS CONCLUSIONES, ATISBOS Y
TRAZOS DE LÍNEAS A DESARROLLAR PRÓXIMAMENTE
148
149
Capítulo 6. Primeras conclusiones, atisbos y trazos de líneas a desarrollar próximamente
sta primera aproximación al objeto de estudio, tan sólo permite extraer
tímidas conclusiones sobre los objetivos planteados. Sin embargo, la
información analizada aporta algunas coordenadas del camino que habrá
que seguir recorriendo y explorando en el desarrollo posterior de la investigación. Al
mismo tiempo, han emergido nuevos interrogantes, que deberán ser abordados
también próximamente para completar el estudio.
Este trabajo se ha centrado en el análisis del proceso de morfogénesis del espacio
urbano, haciéndolo desde una óptica sociológica. La investigación aborda el caso del
Pla del Parc dels Tres Turons de Barcelona que constituye un proyecto de transformación
urbana liderado por el Ajuntament de Barcelona, mediante el cual, se prevé construir
un parque urbano de grandes dimensiones en la zona central de la ciudad. La
particularidad de este proyecto es que cuenta con una larga trayectoria. Fue delimitado
urbanísticamente por primera vez por el Plan Comarcal de 1953, pero todavía no se ha
implementado. Uno de los principales problemas que tradicionalmente ha
obstaculizado su construcción definitiva, es el gran número de edificaciones que
ocupan la zona reservada para el parque, resultado de la intensidad de los procesos de
urbanización que ha vivido la zona durante las últimas décadas.
Ante el ambicioso intento del consistorio barcelonés de hacer realidad este parque
histórico, a partir de un proyecto que impulsa en el año 2000, el propósito de esta
investigación es analizar el tránsito de la ordenación urbana vigente, prevista en el Pla
General Metropolità de 1976, a la nueva propuesta de zonificación, incluida en la
Modificació del Pla General Metropolità en l’àmbit dels Tres Turons, aprobada inicialmente
en enero de 2009. El objetivo principal que se ha planteado es profundizar en el
conocimiento de cómo se transforma el espacio urbano, partiendo de la premisa de que
este fenómeno está integrado por un proceso social complejo, que conviene
desentrañar.
E
150
Siguiendo las aportaciones teóricas de Henri Lefebvre (1978 [1968]), el espacio
urbano se ha conceptualizado como la simultaneidad entre el territorio y la realidad
social que se mantiene ligada a él. Justamente, esta condición híbrida es la que
determina su estado inestable, en transformación constante. Pero, además, Lefebvre
(1991 [1974]) señala que el espacio se manifiesta simultáneamente en tres estados: el
espacio percibido (físico), el espacio concebido (mental) y el espacio vivido (social). Esta
distinción entre las diferentes dimensiones espaciales ha ayudado ha definir con mayor
claridad el objeto de estudio de esta investigación, focalizado en profundizar en el
conocimiento de cómo se configura la reordenación urbana de un ámbito concreto de
la ciudad. La abstracción espacial que implica la planificación urbana, en la medida
que se trata de un espacio inexistente proyectado en el espacio real (espacio percibido), es
a lo que el autor francés denomina espacio concebido y, ésta, es la porción del espacio de
la que se ha ocupado esta investigación. En concreto, se ha observado su producción, la
producción del espacio concebido, o lo que es lo mismo, las representaciones del espacio, en
términos lefebvrianos, entendiéndolas como él, como un proceso social. Pero, la
imposibilidad de acotar un proceso como éste, ininterrumpido, sin principio ni fin, en
el que el espacio muestra su naturaleza cambiante, ha llevado a limitar el estudio a un
fragmento de este devenir infinito.
La producción social del espacio urbano es un proceso que integra, por un lado,
los efectos estructurales de factores económicos, políticos y sociales, y, por otro lado, la
pugna de diferentes actores por el control del espacio, guiados por la defensa de sus
intereses (Pickvance, 1994). Esta idea es la que se ha plasmado en el modelo de análisis
que se ha utilizado, diferenciando entre dos niveles, uno estructural y otro centrado en
el proceso dialéctico de los actores involucrados en la configuración del espacio
estudiado. Esta división responde a motivos pragmáticos, para facilitar el abordaje y la
presentación del análisis, sin embargo, no se debe perder de vista, que los efectos de
todos estos elementos confluyen paralelamente en la producción del espacio. Con ello,
se ha tratado de dar respuesta a los siguientes interrogantes: ¿Qué elementos
estructurales influyen en el Pla del Parc dels Tres Turons y cómo lo hacen? ¿Cuáles son
los actores implicados en el proceso de transformación urbanística de los Tres Turons?
¿Cuál es su posicionamiento sobre esta cuestión? ¿Cuáles han sido sus pautas de
comportamiento durante el proceso? ¿Cuáles son los ejes conflictivos sobre los que se
151
vehicula la tensión socioespacial en torno al Pla del Parc dels Tres Turons? ¿Cómo los
resuelve la última propuesta del proyecto, es decir, la Modificació del PGM en l’àmbit dels
Tres Turons? ¿Se plasma de alguna manera esta tensión en la transformación que ha
vivido el proyecto? ¿Cómo?
Los resultados ponen de manifiesto en primer lugar cómo los factores
económicos que rodean al proyecto, los antecedentes socio-morfológicos del ámbito en
el que se prevé implementar el parque y el contexto de las políticas urbanas de la
ciudad, determinan, en gran parte, tanto el tipo de gestión que se realiza del Pla del
Parc dels Tres Turons, como los términos de la primera propuesta que presenta el
Ajuntament de Barcelona. En segundo lugar, se establece el mapa de los actores que
participan en el proceso estudiado, llegando a caracterizar la actitud y las posiciones de
poder que han mantenido durante la negociación de la propuesta de reordenación
urbana en el ámbito de los Tres Turons, marcadas por un claro desequilibrio a favor
del gobierno municipal. Por último, el análisis revela la sensibilidad que demuestra la
configuración de la ordenación urbana con respecto a las tensiones sociales que han
tenido lugar durante el proceso.
6.1. La fuerza de los elementos estructurales en la configuración del marco del Pla del Parc dels Tres Turons
Como se ha visto en el apartado 5.1., el conjunto de elementos estructurales inciden de
manera decisiva en el modelo de gestión y en el propio contenido de la propuesta
inicial del Pla del Parc dels Tres Turons que formula el Ajuntament.
En cuanto al modelo de gestión, queda principalmente influido por los factores
económicos y políticos que afectan al plan. Por un lado, la poca rentabilidad de la
operación urbanística fuerza al consistorio a liderar la operación a través de un modelo
de gestión totalmente público. Esto confirma algunos planteamientos sobre el carácter
mercantilista del espacio urbano expuestos por Lefebvre (1991 [1974]) y Harvey (1985).
Harvey en particular, habla de cómo los flujos de inversiones procedentes del capital
privado varían en función de la rentabilidad de la zona de la ciudad. Por otro lado, el
predominio de la tradición estratégica de las políticas urbanas del Ajuntament de
Barcelona (Borja, 2010), imprimen un carácter flexible a la gestión. De manera, que el
152
modelo de gestión resultante es público y flexible, lo cual ayuda a explicar algunos
aspectos de su desarrollo, como el compromiso que ha mostrado el Ajuntament en
adaptar la ordenación urbana de este ámbito a la realidad preexistente.
En relación al contenido de la primera propuesta del Pla del Parc dels Tres Turons,
se pueden señalar tres aspectos que se derivan de los elementos estructurales. En
primer lugar, su carácter ambiental. La idea de concebir el parque como un “pulmón
verde” de la ciudad viene marcada por una de las líneas estratégicas de actuación
urbana que se propone el Ajuntament justo al comenzar el nuevo milenio, el Verd
Estratègic. En segundo lugar, la idea de proyectar algo más que un parque urbano,
intentando convertir la zona perimetral en un activo de desarrollo de la zona y de
hacer del parque una de las señas de identidad del futuro de la ciudad, son aspectos
que permanecen asociados a un modelo de planificación estratégica. Por lo tanto, tiene
que ver también con factores políticos. Por último, en tercer lugar, la propuesta de
estudiar una posible zonificación dual del parque aparece relacionada con los
antecedentes socio-morfológicos y los factores económicos. Entre los antecedentes
socio-morfológicos, destacan aspectos como: la transformación urbanística de este
ámbito durante las últimas décadas, el número elevado de propiedades afectadas y la
gran oposición vecinal al proyecto. Como factor econónomico, en cambio, se puede
señalar el ahorro que supone desafectar el área perimetral.
En síntesis, el contexto espacial, social, económico y político establece las bases
del proyecto urbanístico y de su gestión. A partir de aquí, el proyecto prosigue su
proceso de interactuación con la realidad sociourbana, mediante el que va adquiriendo
forma. Pero, como se verá acontinuación, todas estas caracteríscas, tanto del modelo de
gestión, como del contenido de la primera propuesta, continúan jugando un papel
fundamental aún durante el resto del proceso de producción social del espacio urbano.
6.2. El desequilibrio de poder entre el Ajuntament de Barcelona y las entidades vecinales: causas y consecuencias
La revisión del mapa de actores ha dado algunas pistas sobre la peculiaridad de las
motivaciones del movimiento vecinal involucrado en la transformación urbana de los
Tres Turons y sobre su manera de funcionar. Se trata de una movilización social que
153
sufre un proceso de atomización, donde progresivamente se han ido imponiendo los
intereses individuales sobre los colectivos. En este fenómeno, aparece asociado al
principal leitmotiv que ha empujado a los vecinos a organizarse: la defensa de la
propiedad privada. Cox (1982), señala la importancia del valor de la propiedad privada
en la movilización vecinal, un aspecto que habitualmente pasa bastante desapercibido
en los estudios sobre movimientos sociales urbanos y que, precisamente, no era
demasiado esperable en el contexto de esta investigación. Por otro lado, Harvey (2001)
denomina este tipo de movilizaciones como “particularismo militante”, aludiendo
sobre todo a las asociaciones de propietarios. No obstante, los resultados demuestran
que en el caso estudiado, este fenómeno también tiene presencia en las asociaciones de
vecinos, especialmente en las que se han ido creando específicamente como
consecuencia del plan del parque.
Harvey (2001) también apunta que, en este tipo de movilizaciones, la falta de un
objetivo común incrementa las posibilidades de que las organizaciones se vean vacías
de contenido, lo cual hace aumentar su fragilidad y su capacidad de respuesta. Esta
pauta se ha reproducido en este proceso, en el que el movimiento vecinal ha mostrado
en líneas generales, una actitud tendenciosamente pasiva y poco constructiva. No ha
sido un movimiento proactivo, interesado en “construir la ciudad”, sino que se ha
limitado a reclamar sistemáticamente la desafectación de las casas afectadas. Pero, hay
excepciones. De hecho, uno de los aspectos que surge incipiente en el análisis, es la
diversidad interna que conforma este movimiento vecinal. Sobre este aspecto habría
que indagar más, para conocer mejor la verdadera composición de este colectivo tan
heterogéneo, sus relaciones internas y también averiguar las razones por las que hay
vecinos que no se movilizan.
Por otro lado, el análisis pone de manifiesto que el gobierno municipal ha
mantenido una actitud que se podría calificar de “paternalista” y “condescendiente”
durante el proceso. A pesar de la pasividad y la fragilidad generalizada del
movimiento vecinal, las concesiones a las reivindicaciones de las entidades vecinales
han sido notorias. Sin ir más lejos, el trazado “quirúrgico” de la desafectación del
perímetro propuesta por el Ajuntament, junto con una gestión “a medida” de las
expropiaciones en algunos puntos afectados del núcleo central, son una muestra de
ello. En este sentido, resulta muy interesante el hecho de que, sin haber existido una
154
movilización vecinal muy activa, las decisiones del Ajuntament han satisfecho
finalmente gran parte de las aspiraciones de las entidades vecinales. Se podría decir
que el consistorio ha utilizado la fragilidad del movimiento vecinal para solucionar los
problemas “a su manera”, haciendo confluir también sus intereses con las demandas
de los vecinos afectados que han adquirido un carácter meramente “consultivo”
durante el proceso. Lo más significativo en este sentido es que la gran mayoría de las
entidades vecinales no quedaron satisfechas con el proceso de negociación colectiva
que tuvo lugar entre los años 2003 y 2005 y, sin embargo, sí que se muestran
mayoritariamente satisfechas con la última propuesta del Ajuntament. En definitiva,
con esta propuesta, lo que más se ha perdido ha sido espacio calificado como parque
en la zona, ya que, por su lado, el gobierno municipal se ha ahorrado una cantidad
económica importante y, por el lado de los vecinos, más de la mitad de los afectados
han conservado su casa.
Este tipo de gestión ha sido posible, dado el carácter totalmente público de la
operación, lo cual le otorga más autonomía al Ajuntament para decidir, sin presiones
de agentes económicos. Además, en la medida en que el Parc dels Tres Turons
tampoco es un proyecto rentable para la ciudad en términos económicos, el
Ajuntament ha podido disponer de una gran capacidad para alargar los tiempos y para
ser más flexible a la hora de adaptar el proyecto a la realidad.
Una posible hipótesis que se podría derivar de este análisis, y que se debería
contrastar con otros estudios similares, es la siguiente: el grado de flexibilidad del
contenido de los proyectos de transformación urbanística o, mejor dicho, el margen y el
tipo de modificación que se concede a un proyecto urbanístico por parte de las
autoridades planificadoras (administraciones públicas competentes), no dependen
tanto de la intensidad de la movilización vecinal que se genere en torno al proyecto
(que también), sino que dependen principalmente de la rentabilidad económica de la
operación y/o del grado de independencia que mantengan las administraciones
públicas con respecto a los agentes económicos implicados.
155
6.3. La producción social de la nueva ordenación urbana del ámbito de los Tres Turons
Por último, el análisis ha demostrado la sensibilidad de la producción del espacio con
respecto a los fenómenos sociales que se integran en ese mismo proceso. Tanto en el
caso de la delimitación de la zona de transición perimetral, como en las diferentes
alternativas que se han dispuesto para gestionar las expropiaciones del núcleo central
del parque, se ha detectado una cierta sinergia entre las tensiones sobre las que se ha
desarrollado el proceso y los ajustes que se han producido en la propuesta final del
Ajuntament.
Esto demuestra la falta de control que mantiene la planificación urbana sobre la
producción del espacio. Esta tesis avalada por Pickvance (1994), quien piensa que el
desarrollo de un plan urbanístico es un proceso marcado por una cierta incertidumbre
con respecto al resultado final. La producción del espacio urbano es un proceso social,
en el que la planificación urbana no es ni mucho menos determinante, sino que
constituye un elemento más.
En este caso, el resultado de la propuesta final de reordenación urbana del
ámbito de los Tres Turons, ha conseguido satisfacer a una amplia mayoría de las
entidades vecinales y también se ha ajustado a los intereses del Ajuntament. El único
punto importante que queda sin resolver, y que se presenta como un gran escollo para
la implementación del parque, es qué pasará con los núcleos Marià Lavèrnia y Turó de la
Rovira. El seguimiento de la evolución de este conflicto es uno de los puntos
interesantes para explorar próximamente en el desarrollo de la investigación.
Finalmente, en la línea de lo que plantea Martínez (1999), otra de las grandes
incógnitas que surge del análisis de este caso, es si la planificación estratégica, en la
medida en que el proyecto deja de ser un fin para convertirse en un medio, puede
entenderse realmente como una planificación a largo plazo, o si, en cambio, se trata de
un pacto social que busca resolver un problema a corto plazo para salir del paso. Es
decir, ¿la mutación del proyecto del Parc dels Tres Turons sigue respondiendo a los
objetivos planteados en su inicio o se ha ocupado tan sólo de solucionar un problema
156
enquistado de la ordenación urbana de Barcelona? Ésta será otra de las preguntas a las
que habrá que dar respuesta cuando se complete este trabajo.
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171
Anexo
Tabla A.1. Cronología de los acontecimientos en torno al Parc dels Tres Turons.
Fecha Suceso
1953 Se aprueba el Plan Comarcal que delimita el área de los Tres Turons como parque urbano.
1967
Se aprueba el Plan Parcial de Ordenación de los cerros del Monte Carmelo, del Turó de la Robira, de la Montaña Pelada y zonas adyacentes. El plan recibe numerosas alegaciones por parte de los afectados y se introduce una nueva ordenación de la zona destinada al parque. El Ajuntament de Barcelona tramita diferentes adquisiciones de parcelas privadas para convertirlas en parque e introduce un mecanismo de recalificación del suelo como compensación, que reduce todavía más la superficie destinada a parque. El parque no se llega a implementar.
1976 Se aprueba el Pla General Metropolità y confirma la calificación de zona verde en el área de los Tres Turons como los planes anteriores. Establece algunas modificaciones con respecto a las delimitaciones anteriores.
1991 Se realiza el primer proyecto del Parc dels Tres Turons por parte del Ajuntament de Barcelona.
2000 El Ajuntament de Barcelona determina los 4 ejes estratégicos de transformación urbana, entre los que se encuentra el eje de Verd Estratègic, en el que se enmarca el proyecto del Parc dels Tres Turons.
Abril, 2000
El Ajuntament de Barcelona en colaboración con el Museu d’Història de la Ciutat de Barcelona (MUHBA) realizan un estudio titulado Els Tres Turons: aproximació històrica al procés d’ocupació i urbanització. Con él se intentan documentar los antecedentes, los valores arqueológicos y de interés histórico del lugar y el proceso de urbanización del ámbito de los Tres Turons y de su entorno.
Diciembre, 2000
La Comissió d’Urbanisme del Ajuntament de Barcelona inicia un estudio urbanístico sobre los Tres Turons que recoge la situación urbanística actual del ámbito. Se cuantifican las viviendas afectadas por el Pla General Metropolità y se señalan los siguientes objetivos: buscar la identidad del parque, mejorar la relación del parque con la ciudad consolidada a través de operaciones en el perímetro y definir los criterios de prioridad en el orden de adquisición del suelo.
Septiembre, 2001
El Ajuntament de Barcelona encarga al Estudi Ramon Folch una primera propuesta de ordenación urbana para el proyecto del parque. El documento se titula: Anàlisi i diagnòsi socioambiental dels turons del Coll, el Carmel i la Rovira i proposta d’ordenació del Parc dels Tres Turons, la balconada de Barcelona. En él, se reconoce el valor ambiental del parque y se explotan las posibilidades que ofrece el lugar como gran mirador de Barcelona. También aparece una primera idea de crear una zona de transición a lo largo del perímetro del parque.
Abril, 2003
El Ajuntament de Barcelona elabora el documento Línies d’intervenció en els Tres Turons, en el que sintetiza todos los trabajos realizados hasta la fecha y se difunde entre las entidades vecinales.
2003-2005
Se crea una comisión técnica estructurada en 6 grupos de trabajo integrados por miembros del Ajuntament de Barcelona (Comissió d’Urbanisme y distritos de Horta-Guinardó y Gràcia) y las entidades vecinales de los barrios afectados interesadas en el proyecto. Los grupos de trabajo se corresponden con ámbitos geográficos del plan y se desarrolla una dinámica negociadora de propuestas y contrapropuestas.
172
Enero, 2005
Se produce el hundimiento del Passatge Calafell en el barrio del Carmel como consecuencia de las obras de un túnel de la Línea 5 del metro. Se produce un socavón de 30 metros de diámetro y 30 metros de profundidad que hace desalojar a más de 200 familias de sus casas.
Abril, 2005
Los vecinos presentan una contrapropuesta general ― Informe de l’equip tècnic assessor dels veïns ―, que responde a los planteamientos presentados por el Ajuntament en el documento Línees d'intervenció en els Tres Turons, donde se proponen modificaciones.
Septiembre, 2005
Finalizan los trabajos de la comisión técnica y se paralizan las negociaciones entre el Ajuntament y las entidades vecinales. El Ajuntament inicia oficialmente el procedimiento para elaborar la Modificació del Pla General Metropolità en l’àmbit dels Tres Turons.
Septiembre, 2005
Diversas entidades vecinales se movilizan conjuntamente. La Comissió d’Afectats 3 Turons, la Associació de Veïns del Carmel, la Associació de Veïns de Can Baró, la Associació de Veïns Coll-Vallcarca y la Associació de Veïns Passatge Turull redactan un manifiesto en el que se muestran disconformes con la marcha de la comisión técnica en la que no se han considerado sus propuestas.
Septiembre-Octubre, 2005 El Ajuntament de Barcelona realiza una exposición itinerante con las ideas principales del proyecto, donde se incorporan tanto las propuestas del consistorio como las de las entidades vecinales.
Octubre, 2005
Se crea la Agència de promoció del Carmel i entorns. Una empresa publica que nace con el objetivo de desarrollar y ejecutar los proyectos de rehabilitación urbana relacionados con el hundimiento de las obras del metro. A partir de aquí también se ocupará de otros planes urbanísticos de la zona, entre ellos el del Parc dels Tres Turons.
2008 Se crea la Associació de Veïns del Turó de la Rovira como escisión de la Associació de Veïns de Can Baró.
Enero, 2009
La Comissió d’Urbanisme del Ajuntament de Barcelona consigue la aprobación inicial de la Modificació al Pla General Metropolità en l’àmbit dels Tres Turons. La nueva reordenación del parque prevé establecer una zona de transición en el perímetro, en la que desafecta las casas y donde se construirán las viviendas para realojar a los vecinos afectados.
2009 Se abre el período de alegaciones sobre la aprobación inicial de la Modificació al Pla General Metropolità en l’àmbit dels Tres Turons.
Abril, 2010 El pleno del Ajuntament de Barcelona consigue la aprobación provisional de la Modificació al Pla General Metropolità en l’àmbit dels Tres Turons, sin modificaciones relevantes.
Mayo, 2010 Se inician los trabajos entre el Ajuntament de Barcelona y el Museu d’Història de la Ciutat de Barcelona (MUHBA) para la recuperación de las baterías antiaéreas de la Guerra Civil situadas en el Turó de la Rovira.
Período analizado.
Fuente: Elaboración propia.
173
Mapa A.2. Delimitación de parque urbano prevista en el Plan Comarcal de 1953.
Fuente: Elaboración propia a partir del Plan Comarcal de 1953 y ortofoto 1:10.000 (1956-1957).
174
Mapa A.3. Delimitación de parque urbano prevista en la MPGM (aprobación inicial, enero 2009).
Fuente: Elaboración propia a partir de Modificació del Pla General Metropolità en l’àmbit dels Tres Turons y ortofotoimagen 1:5.000 (2008).
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