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Cantos, Turbantes y Trenzados: el Arte Femenino de Resistir en medio de la Guerra
Geraldyn León García y Laura Daniela Soto Patiño
Trabajo de grado para optar por el título de Comunicadora Social
Énfasis en Periodismo
Directora
María Clara Calle Aguirre
Bogotá, 18 de noviembre de 2020
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Artículo 23, Resolución 13 de 1946
“La Universidad no se hace responsable por los conceptos emitidos por sus alumnos en sus
trabajos de tesis. Sólo velará porque no se publique nada contrario al dogma y a la moral
católica y porque las tesis no contengan ataques personales contra persona alguna, antes bien
se vean en ellas el anhelo de buscar la verdad y la justicia.”
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Carta de las Estudiantes a la Decana de la Facultad de Comunicación y Lenguaje
Marisol Cano Busquets
Bogotá, 18 de noviembre de 2020
Marisol Cano Busquets
Decana
Facultad de Comunicación social con énfasis en Periodismo
Bogotá
Apreciada Decana
Me permito presentar mi trabajo de grado Cantos, Turbantes y Trenzados: el Arte
Femenino de Resistir en medio de la Guerra, con el fin de optar al grado de comunicadora
social con énfasis en periodismo.
Nuestro producto periodístico permite dar cuenta de cómo la mujer colombiana ha resistido al
conflicto armado colombiano desde la cultura, estudiando los casos de tres regiones de
Colombia, Villavicencio, Bojayá y San Basilio de Palenque, y sus respectivas comunidades
culturales. Este producto periodístico se presentará por medio de una página web y de
distintos formatos periodísticos que den cuenta del tema escogido y sus respectivas
conclusiones.
Cordial Saludo,
Laura Daniela Soto Patiño y Geraldyn León García
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Carta de las Asesora a la Decana de la Facultad de Comunicación y Lenguaje Marisol
Cano Busquets
Bogotá, 18 de noviembre de 2020
Marisol Cano Busquets
Decana
Facultad de Comunicación social con énfasis en Periodismo
Bogotá
Cordial saludo,
La presente es para hacerle entrega oficial del trabajo de grado que asesoré, llamado Cantos,
Turbantes y Trenzados: el Arte Femenino de Resistir en medio de la Guerra. En él, las
estudiantes de Comunicación Social con énfasis en Periodismo Geraldyn León García y
Laura Daniela Soto Patiño exploran cómo las mujeres de regiones diferentes del país
encontraron en la cultura la manera de resistir al conflicto. Dos de los hallazgos más
interesantes es que la resiliencia está íntimamente ligada con la comunidad y los lazos que
tejen entre sí, y que además para estas mujeres resistir también implica ser independientes
económicamente.
A continuación encontrará el trabajo de grado y, en los anexos, los avances de cómo va el
producto periodístico, pues el resultado final será una página web.
Gracias por la atención prestada.
María Clara Calle Aguirre
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Agradecimientos
Han sido muchas las personas a las cuales les debemos agradecer en este proceso que hoy
culminamos. En primer lugar, nuestro mayor agradecimiento es a las mujeres que hicieron
parte de este producto, sin sus historias, sin sus voces y sin su disposición para lograrlo a
pesar de las adversidades, nada de esto hubiera sido posible. Agradecemos a Gladys en San
Basilio, a Elizabeth, Teresa, Norma y Diana en Villavicencio, a Máxima, Luz Marina y
Apulia en Bojayá y a todas las mujeres resilientes que hacen parte de estas maravillosas
comunidades con las cuales tuvimos la fortuna de toparnos. Su optimismo, sus sonrisas y su
forma de abordar la vida, fueron las que nunca nos dejaron desistir, incluso en medio de una
pandemia.
Queremos también agradecer a nuestras respectivas familias, mamás, papás, hermanos,
sobrinos, tíos y a todos quienes sin su apoyo incondicional nunca hubiera sido posible
alcanzar los objetivos previstos, siempre nos impulsaron a lograr lo que teníamos en mente y
no nos dejaron desfallecer en la idea de avanzar hasta donde siempre nos propusimos llegar.
Agradecemos a María Clara, nuestra asesora, por sus palabras de aliento, su ayuda con todos
los detalles que requería este trabajo, por dejarnos ser obstinadas cuando sentimos la
necesidad de serlo, por nunca imponer sino dejar fluir el proyecto que siempre quisimos
consolidar y porque sin ella no hubiera sido posible llegar hasta aquí.
Martina, Carolina e Hilda, no podían faltar en nuestros agradecimientos, gracias por la
compañía en cada paso, por ayudarnos a solucionar cada problema que se nos iba
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presentando, por escucharnos cuando estábamos en crisis y por ser tan incondicionales en
cada parte del camino.
Por último, agradecemos a todas las personas que indirecta o directamente nos ayudaron a
llegar hasta aquí, que tuvieron una palabra de aliento, que nos pasaron una fuente o que de
alguna forma aportaron a culminar la idea que surgió hace poco más de un año en medio de
una conversación casual, en el Encuentro de Periodismo Investigativo de Consejo de
Redacción y que hoy es real gracias a nuestro trabajo y dedicación, a de quienes nos
apoyaron y sobre todo gracias a las mujeres que nos demostraron que siempre hay vida
después de la guerra.
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Tabla de Contenido
1. Introducción 82. Objetivos 102.1 Objetivo General 10
2.2 Objetivos Específicos 10
3. Capítulos 11
3.1 Marco Teórico 113.1.1 Resistencia y Género 113.1.2 Cultura y Memoria 31
3.2 Marco Metodológico 40
3.3 Análisis y Resultados 43
3.4 Conclusiones 47
4. Bibliografía 50
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1. Introducción
Cantos, Turbantes y Trenzados: el Arte Femenino de Resistir en medio de la Guerra es un
producto periodístico que busca mostrar cómo las mujeres de tres comunidades ubicadas en
tres latitudes distintas de Colombia, han resistido al conflicto armado colombiano a través de
la cultura.
Estos lugares específicos son Bojayá, San Basilio del Palenque y Villavicencio, donde cada
una de estas comunidades ha tenido una historia diferente dentro del contexto del conflicto
armado colombiano, y por esto mismo, han recurrido a diferentes expresiones culturales que
varían dependiendo de la historia de cada comunidad, pero todas con un mismo fin.
En Villavicencio, existe el proyecto “más turbantes menos violencia”, conformado por
diferentes mujeres de todas partes de Colombia que han sido víctimas del conflicto armado a
lo largo de los años. En donde, no sólo estas mujeres se han visto afectadas por esta
problemática, sino que su familia y su entorno también. Por estos motivos, las doce mujeres
que hacen parte de la iniciativa unen sus historias y talentos para superar y hacer resistencia
juntas hacia la guerra. Todo esto, por medio de la creación de turbantes, y además, un
aprendizaje externo y continuó hacia el diseño de ropa para hombres y mujeres.
Desde el siglo pasado, un blanco inclemente del conflicto armado ha sido el río Bojayá. Pero
en medio de sus aguas se ha levantado una comunidad de mujeres cuyo fin es no olvidar
aquello que ha pasado y así mismo, ser resilientes ante las secuelas personales y colectivas
que ha tenido el conflicto en sus vidas. Por esto, una comunidad de mujeres que por medio de
sus voces sobresalen por encima de todas las tragedias que carga esta tierra, alzan su voz
como un grito de resistencia con cantos alabaos. Con los que por siglos sus ancestros han
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despedido a los difuntos y con los que ellas le asignaron un nuevo propósito que consiste
despedir a la guerra.
Por último, en San Basilio del Palenque desde los peinados las mujeres no sólo se han
encargado de visibilizar la población afro y su historia al camino de la libertad, sino que, han
creado incluso una nueva historia cultural por medio de estos peinados, como lo sería la
resistencia hacia el conflicto armado colombiano. Los peinados que crea esta comunidad a lo
largo de la historia siempre han cumplido con un papel de resistencia por el simple hecho de
portar su cabello.
La razón por la que escogimos estas tres comunidades es porque consideramos que tienen un
gran impacto cultural, que aunque sus historias son muy diferentes, hacen su resiliencia hacia
los sucesos del conflicto de diversas formas pero todo bajo un mismo fin. Nos sentimos
llamadas no sólo hacia sus expresiones culturales, sino hacia la historia que hay detrás de lo
que hacen y cómo lo hacen, ya que, detrás de cada mujer que hace parte de uno de estos
proyectos hay una historia por contar que termina por convertirse en un proceso creativo.
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2. Objetivos
2.1 Objetivo General
Reconstruir los procesos de resistencia cultural a través de los cuales las mujeres de tres
regiones diferentes se han enfrentado al conflicto armado colombiano desde los años 90 hasta
el 2020.
2.2 Objetivos Específicos
- Identificar la metodología de las comunidades de mujeres en las regiones escogidas
que usan específicamente la cultura como forma de resistencia y resiliencia en el
presente.
- Contrastar las diferentes iniciativas culturales de las mujeres en cada región con el fin
de ver qué elementos comunes tienen entorno a la resistencia.
- Definir la manera en que surgieron las iniciativas y se consolidaron como procesos de
resistencia y redes de apoyo.
- Visibilizar el proceso, por medio de productos periodísticos transmedia, con el que
las comunidades han desarrollado los diferentes proyectos culturales.
- Demostrar cómo las mujeres en los diferentes grupos de las comunidades llegaron a
encontrarse entre todas, en su proceso de resistencia cultural, luego del conflicto.
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3. Capítulos
3.1 Marco Teórico
3.1.1 Resistencia y Género
Antes de pensar en qué punto las mujeres en el mundo empezaron a resistir por medio de la
cultura, debemos recurrir al momento en que tuvieron los primeros intentos de resistencia
femenina, pues de ahí parten muchos aspectos a tratar sobre nuestra investigación. Estos
movimientos van de la mano con las diferentes olas feministas que se han dado hasta el día
hoy. Es inherente hablar de feminismo y resistencia, porque el uno no sería posible sin el
otro.
El feminismo se trata de resistencia. Resistencia desde los micromachismos por los que las
mujeres se ven afectadas a diario y cotidianamente, resistencia desde los grandes
movimientos sociales que promueven la lucha por los derechos de las mujeres, resistencia
desde los pequeños colectivos que buscan formar redes de apoyo para superar eventos
traumáticos o simplemente para empoderarse. Todas las mujeres que han estado relacionadas
con causas feministas de manera individual o colectiva han tenido un montor común: resistir
a cierto tipo de situaciones en las que se han visto desfavorecidas por el simple hecho de ser
mujeres, y aún más que el hecho de solo resistir, se trata de usar esa resistencia como
herramienta para originar soluciones ante las mismas.
La combinación de ideas sobre la igualdad que las mujeres durante siglos han buscado parte
de problemáticas que llevan a ramas del feminismo que, aunque diferentes, todas buscan un
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cambio radical en los derechos, ideas y fundamentos que hay hacia el sexo femenino. En su
prólogo, Teresa López afirma que, “se reconstruye la manera cómo las mujeres viven su
condición de tales a partir de esa peculiar forma de ser que han hecho de ellas los hombres”
(Beauvoir, 1999, p.26).
Las diferentes olas del feminismo se han formado dependiendo al contexto que estén
viviendo las mujeres en su actualidad a lo largo de la historia. Son tres olas que se dieron en
diferentes contextos y tiempos. Actualmente no se ha dejado de luchar por los derechos de las
mujeres, se ha vivido de igual forma una cuarta ola del movimiento feminista y se ubica a
partir de la segunda década del siglo XXI.
La primera ola del feminismo se da a mediados del siglo XIX y nace en el contexto del
movimiento de la ilustración, especialmente, a partir del movimiento sufragista en Reino
Unido y Estados Unidos, junto con grupos dedicados a los derechos de las mujeres. Para
comprender el contexto en que esto nació hay que entender que las mujeres de esa época se
dedicaban solo a la casa y a satisfacer a sus maridos por obligación. Sin derecho siquiera al
voto. Una vez que nace esta primera ola, las mujeres se empiezan a reunir en grupos para
pedir derechos civiles, pero hubo mucha represión al respecto, debido a que “si bien los
principios del Iluminismo proclamaban la igualdad, la práctica demostró que ésta no era
extensible a las mujeres” (Gamba, 2008, p.3).
La segunda ola se enfoca más en los derechos políticos en los años sesenta hasta los ochenta.
Para entonces, continúa la lucha por el sufragio universal, pero esta varía según los contextos
de cada país. El sufragio comenzó en algunos países con condiciones que incluso llegaban a
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excluir a otras mujeres. Por ejemplo, en Estados Unidos cuando lo permiten por primera vez
sólo es permitido en mujeres blancas exclusivamente y en Inglaterra sólo votaban las mujeres
mayores de 30 años. Es por esto que la lucha continúa e incluso surgen muchísimas mujeres y
lideresas entre las excluidas y quienes vivían otra situación diferente.
Luego, en la tercera ola del feminismo que se da entre la segunda mitad del siglo XX y
comienzos del siglo XXI, (Valcárcel, 2001) expone como el movimiento trata de perfeccionar
lo que se entiende por feminismo y el concepto de ser feminista. Es entonces cuando más
importancia recobra el término de patriarcado, pues esta corriente busca la caída de este,
derrocar esa idea y el sistema que diferencia al hombre de la mujer, todo esto a partir
concebir a las mujeres como colectivo. En esta tercera ola se priorizan diferentes objetivos
que aunque actualmente ya están más normalizados que antes, siguen sin alcanzarse
totalmente, en especial los relacionados con la soberanía del cuerpo.
Mientras el feminismo avanzaba y se transformaba, se dieron muchos movimientos en medio
de esas luchas, en especial la segunda ola que marca un punto de quiebre fundamental en lo
que conocemos con feminismo actualmente. Esto debido al papel protagónico que toma la
relación del feminismo con el concepto de resistencia. A finales de 1960 hasta
aproximadamente 1980 se dio el movimiento de liberación de las mujeres que seguía la rama
del feminismo radical y que se dio principalmente en los países del mundo occidental. Este
movimiento terminó teniendo mucho impacto en la transformación de aspectos políticos,
intelectuales y culturales alrededor del mundo con iniciativas de activismo político como la
denominada “autoconciencia feminista”.
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La autoconciencia feminista es una movimiento fundado por Sarachild (1978), que surgió a
partir de la idea de poner fin a la barrera segregativa y discrimitiva basada en el sexo. Como
metodología se basa en hablar en voz alta y reconocer el problema para ser parte de la
solución. Lo interesante de este tipo de activismo, en el que lo más importante era visibilizar
temas sensibles, es que estaba integrado por mujeres de todo tipo que tenían en común la falta
de reconocimiento en temas como el aborto, la violación y los conflictos domésticos.
Esta etapa del feminismo se centró en un trabajo de movilización desde adentro, a partir de
los grupos de autoconciencia y hacia afuera con la resistencia civil, basada en los temas que
salían a la luz a partir de las conversaciones de las mujeres. La resistencia civil “es un método
de lucha colectivo que no recurre en principio al uso de la violencia en un sentido de
impunidad, unilateralidad ni destrucción de los cuerpos adversarios” (Sánchez, 2004, p.59).
Sin embargo, la autoconciencia en sí representa un ejercicio de resistencia ante las
conversaciones excluyentes y los actos discriminatorios. Es así como se va tejiendo una
relación estrecha entre ser mujer y resistir en lo privado y público, pues la autoconciencia fue
la base de “una práctica profundamente subvertora en cuanto posibilitó que los ‘secretos’, los
escritos y las palabras de las mujeres salieran del recinto privado” (Sánchez, 2004, p.62).
Poder sacar los temas y las discusiones a la luz fue el punto de partida para movilizarse en
contra de los actos de desigualdad y generar resistencia a partir de un discurso que busca
transformar ideales machistas establecidos.
Aunque Estados Unidos fue cuna de gran parte de estos movimientos generadores de la
resistencia feminista, en otras partes del mundo y bajo contextos diversos se tomaron posturas
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fuertes y definidas, en especial, en lo que rodeó esta segunda ola. Desde el plano
latinoamericano, hay claros ejemplos de resistencia y movimiento de mujeres desde la década
setenta. “América Latina ha sido considerada como receptora de ideas generadas en otros
contextos, la producción feminista no ha sido la excepción, las teóricas europeas y
norteamericanas han sido referentes legitimados, y sin desconocer la importancia de sus
aportes es evidente que en sus investigaciones, reflexiones y propuestas están ausentes
temáticas que nos conciernen como sujetas que hacemos vida en este espacio geopolítico. Por
ello es relevante mostrar investigaciones sobre problemas y situaciones que ocurren en estas
latitudes.” (Valdivieso, 2016, p.10).
Estos procesos de organización empiezan a partir de iniciativas individuales de mujeres que
están en desacuerdo con las condiciones de desigualdad en sus países y casos específicos, en
su mayoría, eran mujeres de clase media que intentaron llevar su voz de inconformismo
desde el terreno privado a lo público, muy similar al proceso que se dio en Estados Unidos.
A mediados de los setenta, el fenómeno de los golpes de estado y las dictaduras se
apoderaron de la región. Augusto Pinochet en Chile, Jorge Rafael Videla en Argentina, Juan
María Bordaberry en Uruguay, por nombrar algunos ejemplos, fueron el inicio de una época
oscura para América Latina, debido a la represión, crímenes y violaciones de derechos
humanos que marcó este período. Pero así como desencadenaron una época de terror, también
desencadenaron el inicio de distintas formas de resistencia. En estos países, las mujeres
fueron parte fundamental de los movimientos de resistencia, y fue allí cuando “se comienza a
delinear el Movimiento Feminista y de Mujeres con las características actuales” (García y
Valdivieso, 2005, p.43).
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La censura fue un ingrediente principal en la época de dictaduras. Censura de los medios de
comunicación, de partidos o movimientos con ideologías distintas a las del gobierno y por
supuesto, de la cultura. La literatura, el teatro e incluso la música eran censuradas al antojo de
un gobierno arbitrario y opresor, lo que llevaba al pueblo a buscar refugio en las expresiones
culturales, pero únicamente desde la clandestinidad o la limitación. Cocco (2011, p.75)
afirma que “(t)anto la militarización como la clandestinidad afectaron la visibilidad de la
producción cultural en el pasado, pero también hicieron que aún hoy y por muchos años más,
se estén rastreando las consecuencias de la dictadura, en todo el ámbito cultural”.
No obstante, los más visibles ejemplos de la resistencia cultural de las mujeres ante las
dictaduras no se dieron sino hasta los años posteriores en los que salieron a la luz los
crímenes, desapariciones, torturas y asesinatos de miles de personas. Ejemplo de estos
movimientos son las Madres y Abuelas de la plaza de Mayo en Argentina y los grupos de
mujeres arpilleras en Chile.
Teniendo en cuenta específicamente el caso colombiano, partimos del hecho de que las
mujeres colombianas han sido víctimas del conflicto armado directa o indirectamente y sus
derechos humanos han sido vulnerados de distintas formas. Por muchos años, el conflicto
armado y sus distintos actores han sido responsables de diferentes crímenes en contra de la
mujer, con el agravante de una violencia selectiva que ha coartado los derechos de la mujer y
la decisión sobre su cuerpo. Por ejemplo, las mujeres víctimas del conflicto han sufrido
diferentes tipos de violencia, entre las que están la violencia psicológica, física y sexual. La
violencia sexual, aunque no fue exclusiva de las mujeres, sí es mayoritariamente en contra de
ellas. Este tipo de violencia incurre en delitos que atentan directamente en contra su
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integridad y autonomía de la sexualidad. Como agravante muchas de la mujeres que fueron
víctimas de violencia sexual, fueron además, torturadas y asesinadas.
El cúmulo de estos factores y contextos cargados de hechos violentos afectaron la vida
cotidiana de mujeres colombianas, que ya no encontraban tranquilidad en sus municipios y
lugares de asentamiento. Ellas no sólo no podían vivir tranquilas en medio del conflicto por la
inmensidad de situaciones que se les presentaban sino que, adicionalmente, en muchas
situaciones debían huir y dejarlo todo atrás, sus casas, sus seres cercanos, su territorio, debido
a otro fenómeno que aunque no es específico de la mujer, sí afectó enormemente las
dinámicas familiares y dio pie a situaciones de pobreza, como es el desplazamiento forzado.
Según la Unidad de Víctimas (2020), más de 7 millones de personas han sido desplazadas de
sus territorios desde el inicio del conflicto armado hasta la actualidad.
Sin embargo, el conflicto colombiano ha traído un tipo de escenario específico para la mujer
y que ha sido distintivo de cualquier tipo de violencia en general, esto refiriéndose al ámbito
económico y la responsabilidad en la dinámica familiar. Teniendo en cuenta que la mayor
parte de víctimas de reclutamiento forzado y homicidio son los hombres en el contexto del
conflicto armado colombiano, las mujeres se ven obligadas a cumplir un doble rol en las
familias y no solo en términos de crianza, sino adicionalmente, en términos de sustento,
partiendo desde el hecho de que en estas dinámicas, la mayoría de hombres cumplían un
papel de proveedor de recursos, mientras las mujeres se desempeñaban en el papel de
cuidadoras. El contexto de conflicto armado se encargó de desdibujar estos roles y esto trajo
una nueva forma de violencia específica de la mujer, como lo explica Ruta Pacífica de las
Mujeres (2013). La organización explica que las consecuencias económicas de la violencia
recaen de forma dramática sobre las espaldas de las mujeres. La vida se hace más precaria en
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lo económico y las mujeres asumen toda la carga, con un sentimiento de daño moral por el
sobreesfuerzo que les implica. Se da una asociación sistemática entre violencia y precariedad
económica.
Teniendo en cuenta lo anterior, ha sido necesario un “esfuerzo colectivo por recoger una
memoria de las víctimas del conflicto armado, y una verdad que trata de abrirse paso en el
país, entre los discursos políticos, los análisis académicos o los enfoques jurídicos cuando se
habla de las violaciones de derechos humanos” (Ruta Pacífica de las Mujeres, 2013. p.19).
Dándoles así voz y espacio para reivindicar la importancia de sus derechos, mediante el
ejercicio de la resistencia. Este proceso de reconstrucción del tejido social, memoria y
resistencia se ha dado desde iniciativas comunitarias, que buscan enaltecer el papel que
juegan las mujeres en el impulso de sus unidades familiares y de sus comunidades,
transformando un pasado violento y generando espacios de paz y cambio social.
Estos procesos de resistencia se dan a partir del ejercicio de la sanación colectiva, la
aceptación y reparación de los hechos violentos de los cuales fueron víctimas y de desde la
generación de espacios que fortalezcan el sentimiento de comunidad, como son los proyectos
de las ollas comunitarias, los bancos de semillas, las capacitaciones en emprendimiento y
agricultura, entre otras que buscan empoderar e impulsar la independencia de la mujer en
todo sentido después de la guerra, convirtiéndolas en agentes de cambio social. Todo esto se
hace a partir del reconocimiento de las distintas iniciativas que en conjunto construyen la
identidad de mujeres líderes en sus comunidades, conscientes del compromiso que requiere la
resignificación de su papel como mujeres y de sus propios territorios.
Estas apuestas de resistencia social y política se han venido dando desde el siglo XX hasta el
presente, no solo se dieron en la época de posconflicto, sino que muchas de ellas surgieron a
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partir de los peores momentos de una guerra de más de 50 años en el país. “La construcción
de paz sostenible es un proceso que involucra etapas previas al conflicto bélico y posteriores
a la firma de los acuerdos de paz” (ONU Mujeres, 2014, p.14). Es por esto que las iniciativas
de las mujeres en el ámbito cultural, político, social y económico se deben ver como una
resistencia activa, y no solo como un eje catártico, pues desde allí han buscando proteger a
sus comunidades, reconstruir el pasado con aras de la no repetición y denunciar cualquier
posible situación de violencia que se presente dentro de las comunidades.
Las redes de apoyo y resistencia son muestra de distintos procesos que se llevan a cabo en
relación con la reparación integral y la construcción de paz desde las regiones más azotadas
por la violencia son procesos no solo de restauración y transformación, sino también de
catarsis del dolor que trae consigo la guerra. “El propósito de esta sistematización es
visibilizar, reconocer y reconstruir la memoria identitaria de los procesos territoriales de
construcción de paz liderados por mujeres, que dan cuenta de apuestas y propuestas contra la
impunidad en favor de la memoria colectiva y en defensa de los derechos humanos de las
mujeres, la justicia social y el desarrollo sostenible” (ONU Mujeres, 2014, p.8).
Estas mujeres, desde la iniciativa propia y comunitaria, han buscado y encontrado maneras de
resistir por medio de lo política y lo cultural, como algunas de las vías de resiliencia y de
reconstrucción del tejido social. Sin embargo, “primero, es urgente pensar los procesos que
nos atraviesan y nos habitan: memorias, paz, violencias, migraciones, pero también otros que
quizá hemos visitado menos”, como afirma en su prólogo Marroquín (2018, p.23). Este
proceso se da por medio de la solidaridad, la construcción de comunidad, y sororidad del
mismo género en una lucha común.
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Relacionado a lo anterior en cuanto a reparación, es fundamental ver cómo la comunicación y
el conflicto son dos procesos que se entrelazan, en donde uno se necesita para dar solución al
otro. La comunicación es una parte esencial de la reparación y la resolución porque es la que
da la posibilidad de utilizar distintas herramientas para llegar a un punto común, ya que las
distintas habilidades comunicativas son las que permiten las relaciones interpersonales, por
ende, dan paso a esta oportunidad de resolución. Las diversas formas de negociación de lo
que se puede entender como conflicto necesitan de la comunicación, por lo que termina
siendo el mejor mecanismo y salida para obtener un arreglo compartido (Parra, Rojas y
Arapé, 2008).
Sin embargo la comunicación en nuestra investigación no sólo es relevante en el plano de la
resolución, sino es categóricamente fundamental hablar de la comunicación para la
resistencia como base del proceso que han realizado las mujeres en los casos a estudiar. El
concepto de comunicación para la resistencia, se basa en el papel de la comunicación y sus
distintas herramientas con el fin de conformar procesos comunitarios que buscan resistir y
reconstruir el tejido social de comunidades azotadas por situaciones adversas. Esto teniendo
en cuenta la idea de Bruzzone (2018), que expone a la comunicación para la resistencia como
parte de un proyecto de lucha política, es decir la consolidación de una defensa a un ideal
común llevado de lo privado a lo público a partir de la construcción de redes de apoyo y de la
visibilización de las mismas. Estas redes se pueden construir desde iniciativas como las
presentes en las comunidades de mujeres a estudiar, que a través de la cultura buscan
contraponerse a los discursos hegemónicos y recuperar un discurso regional, con una estética
y un sentido que busque resignificar la soberanía comunicativa como una forma de
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resistencia (Bruzzone, 2018), esto a partir desde el lenguaje, la música, la tradición y en
general, los distintos matices culturales representativos de cada caso específico.
Parte esencial de este proceso de resistencia y reconstrucción es que tiene su base en la
resiliencia. Siguiendo el concepto de Masten (2002), la resiliencia es la adaptación del ser
humano ante situaciones de adversidad, desde una mirada positiva y reestructuradora. La
resiliencia es una característica ordinaria del ser humano con la que la gente común muestra
fortaleza ante las adversidades, según la American Psychological Associations (n/a). Pero
esto no quiere decir que las experiencias no generen daños o dificultades en la vida de las
personas. En el proceso de resiliencia, la condición de víctima se da a partir de estas
predeterminaciones de contexto social, sin embargo, el proceso del resiliente, se da de manera
adquirida. Es decir, la resiliencia es un camino en el cual el ser, la persona, se arma de
estrategias, acciones y prácticas para sobrellevar aquella situación adversa.
La resiliencia y la resistencia son conceptos que van de la mano. La resistencia resulta un
camino por el cual las mujeres adquieren y desarrollan las habilidades adaptativas de la
resiliencia. Este punto resulta realmente crucial en el concepto de resistencia, debido a que la
resistencia no se basa en una respuesta violenta al conflicto, sino que contrario a eso “se
potencializan necesidades emergentes de diversidad, empoderamiento y beneficio mutuo
donde se reivindican las luchas de los excluidos, vulnerados o minorizados” (Higuera, 2001,
p.8).
En estos procesos de reconstrucción del tejido social y de resistencia surge en las
comunidades a estudiar una forma de resistencia específica: la resistencia cultural. Esta forma
de resistencia se basa en la reconstrucción de la identidad colectiva a través de elementos
como la memoria, para reivindicar las luchas representativas de una comunidad. “Las formas
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culturales en que se materializan estos discursos son variopintas como diversas son las
situaciones de resistencia. No obstante, un elemento recurrente en la respuesta ante
situaciones de fuerte presión cultural consiste en el mantenimiento y reivindicación de la
tradición y de formas culturales ancestrales” (Jiménez, 2014, p.256). Todo esto con el fin de
mantener y reconstruir el tejido social de una comunidad que ha pasado a través del crisol del
conflicto. En donde, el tejido social resulta un elemento determinante de reconstrucción en el
posconflicto.
Para dar cuenta sobre que ha sido escrito a acerca de resistencia en relación con la
reconstrucción social, partimos de la autora Higuera (2011), quien expone el carácter creativo
y resiliente del sujeto y el colectivo al que pertenece el mismo, con el fin de buscar
estrategias y metodologías únicas que promuevan la participación plena de la gente,
generando un proceso de “autoreflexión, concientización y autonomía que ‘afianzan pactos
flexibles y profundos que se hacen entre comunidades concretas’” (Higuera, 2011, p.244). La
resistencia social surge entonces como una opción de salida a las acciones e ideologías
impuestas por modelos tradicionales.
Según los autores, las iniciativas locales en el marco de la acción política de la resistencia
social están encaminadas a solucionar contextos complejos (Higuera, 2011), especialmente
hablando de bienestar. Es por esto que colectivos locales toman la determinación de crear
espacios desde los cuales actuar, haciendo valer derechos perdidos y buscando una resolución
pacífica de los conflictos. Adicionalmente, la identidad personal y colectiva constituye no
sólo un espacio sino también una experiencia para la constitución de sujetos sociales con
capacidades críticas a su entorno, puesto que la pasividad es todo lo contrario a resistencia
social. (Higuera, 2011)
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Entre los ejemplos de resistencia social que permitan una reflexión y materialización de los
objetivos en las comunidades se encuentran: “la recuperación de la memoria y el
fortalecimiento del tejido solidario, la producción material, autónoma y autodeterminada,
desde las necesidades y cualidades de la comunidad y tu entorno (...) la politización de la
sociedad a partir de una resignificación de lo público” (Higuera, 2011, p.245), estrategias
eficaces pero que requieren de constante resignificación puesto que se plantean a largo plazo
en cada comunidad, teniendo en cuenta el contexto histórico y los objetivos individuales y
colectivos. En esta necesidad de interconexión, los autores toman como componente
conceptual la idea de Zygmunt Bauman, quien dice que la actualidad es caracterizada por el
cambio constante de las relaciones interpersonales y por la transformación continua de los
significados (Higuera, 2011). Por lo tanto, resulta vital el análisis de las acciones y estrategias
que cierta comunidad toma para enfrentar un determinado contexto y sobrevivir al mismo.
Como punto importante a destacar, Higuera resalta que es un error pensar la resistencia social
dentro de la lógica de la confrontación y la coerción, puesto que la resistencia se basa en “un
poder afirmativo en términos de potencia de vida, pacífica, sin violencia” (Higuera, 2011,
p.243). Por lo tanto se puede afirmar que la resistencia no se da a partir desde la polarización
ni con el fin de atacar a un enemigo, la resistencia social se hace real teniendo en cuenta
nuevas subjetividades, modos de relacionarse y modelos de vida guiados por la búsqueda de
un objetivo común, una participación real que funcione como método para enfrentar las
arbitrariedades.
Continuando con estas ideas, Solano (2004) presenta tres casos de comunidades de mujeres
víctimas del conflicto colombiano que son los de la Asociación Olla Comunitaria, el de la
Asociación de Mujeres de Valle Encantado y el de la Asociación de Mujeres la Esmeralda,
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ubicados en el departamento de Córdoba. El texto relata cómo estas mujeres han trabajado en
proyectos y experiencias que han usado como método de resistencia ante las secuelas que
dejó en su vida la guerra y la violencia, en donde, estas mujeres se unieron con un objetivo
común para enfrentar el hecho que son víctimas del conflicto.
Según este documento, la guerra afecta especialmente a las mujeres no sólo en relación a los
delitos sexuales exclusivos de las mismas, sino porque rompe un núcleo fundamental de la
vida colectiva, la familia. Muchas veces las mujeres deben convertirse en madres cabeza de
hogar por una cuestión violenta, ya que, sus esposos son víctimas también del conflicto por lo
que terminan desaparecidos o muertos, por lo que se convierten en proveedoras del núcleo
familiar, sin dejar de lado el papel de cuidadoras. La violencia contra la mujer en el conflicto
colombiano genera un quiebre social que ha hecho que las mujeres víctimas ocupen otro rol,
en donde se involucran en procesos sociales colectivos, que ayuden a surgir como respuesta a
los problemas de la victimización y a la consideración de equidad de género, teniendo en
cuenta que entre ellas se unen por estas problemáticas y se convierten en comunidades.
Algunos de los proyectos impulsados por estos grupos de mujeres son proyectos agrícolas,
cocinas comunitarias, grupos juveniles, ollas comunes, proyectos de educación sexual y salud
reproductiva, cultivo y uso de hierbas medicinales, grupos de primeros auxilios, formación en
liderazgo y participación, aprendizaje para negociar, dirigir y negociar.
Bonaccorsi y Nélida (2006) explican cómo las mujeres muestran su identidad por medio de
expresiones artísticas, manifiestan cómo el signo de identidad de cada mujer latinoamericana
está marcado en el trabajo que realiza, sobretodo por el hecho de ser mujeres, ya que, esa
identidad se produce como un sello de identidad femenina en diferentes expresiones de arte.
25
O sea, la manera en que una mujer se expresa es la parte más significativa de su arte, y cómo
está expresa su feminidad en este mismo.
Esta identidad de la mujer sale de diferentes factores significativos que definen su arte, esto
es la interpretación y reconstrucción de su historia, solo que su manera de contarla es por
medio de un contexto cultural. Las diferentes formas de expresión artística que ellas mismas
van encontrando a lo largo de su proceso, tienen en cuenta su memoria y arraigo cultural
según la especificidad de cada caso y de cada territorio. Es así como logran plasmar en su
obra su identidad que trae más allá que su historia personal e identitaria, trae la reflexión de
esta historia. (Bonaccorsi y Nélida, 2006).
Las autoras expresan que las identidades culturales no salen de cualquier cosa, todas se van
construyendo poco a poco dentro de las mujeres. Pero siempre teniendo en cuenta sus
historias, por lo que han pasado, sus sueños, el lugar que ocupan en la sociedad, sus
memorias, para que todo esto pueda ser plasmado en su arte femenino.
Esta feminidad se demuestra en sus diferentes estilos, en la sensibilidad que estas traen y,
para mostrar esto en el texto, ponen voces de diferentes mujeres que han transmitido su
historia en su arte, donde ellas explican cómo cada una da su toque específico a su situación,
que pueden ser mostrados en cosas tan simples como en los colores que se utilizan.
Tomando en consideración el artículo de Zuluaga y Arango (2013), que visibiliza por lo que
las mujeres campesinas pasan por el conflicto armado y cómo ellas también crearon su
comunidad para hacer resistencia, es evidente la manera en que el conflicto armado
colombiano ha afectado la vida de las mujeres desde la violencia física, hasta un
entorpecimiento de sus sistemas de producción y crecimiento agropecuario. “Ello no solo
26
produce el encarecimiento inmediato de los alimentos, sino que compromete su
disponibilidad y acceso, así como la existencia misma de la agricultura, la agrobiodiversidad
y el conocimiento tradicional de las poblaciones rurales” (FAO, 2005).
Esta investigación realizada por medio de un método cualitativo y etnográfico que incluyó
entrevistas, observación e inmersión y talleres, investiga los procesos realizados por la
Asociación de Mujeres Organizadas de Yolombó (AMOY), una organización de mujeres
campesinas que viven de la agricultura y que han sido víctimas de la violencia estructural,
causada por el conflicto colombiano y sus distintos actores armados en la zona rural de esta
parte del país. Lo cual aporta a nuestra investigación de manera significativa, ya que, con esa
información y entrevistas de la asociación podemos adentrarnos aún más en las diferentes
situaciones por las que las mujeres víctimas del conflicto pasan, cúal es el proceso para las
diferentes comunidades, y mostrar que aunque sean en lugares diferentes de Colombia, estas
se unen al momento de hacer resistencia y expresarlo de su forma.
El artículo hace un retrato del proceso que ha construido la asociación AMOY de la mano de
de la ONG feminista Corporación Vamos Mujer. Los procesos que estas mujeres han llevado
a cabo no solo han sido una forma de resistencia cotidiana y silenciosa, concepto trabajado
por James Scott, sino que también ha dado garantías de mejoras en los medios de vida, la
situación alimentaria y los paisajes rurales de su comunidad.
Teniendo en cuenta las diferentes partes por donde hemos abordado la resistencia por medio
de diferentes articulo y autores, creemos que, aunque la resistencia efectivamente si es un
proceso del día a día para estas mujeres en sus comunidades, nuestra postura no apunta a que
esto signifique que sea de una manera silenciosa sólo porque sea parte de la cotidianidad. Ya
que estas mujeres no sólo hacen resistencia, sino que acogen diferentes roles dentro de todo
27
este proceso, se convierten en líderes de diferentes ámbitos, dentro de lo político, económico,
cultural y social. Por esto, esos roles y participaciones se convierten en una resistencia activa
(ONU Mujeres, 2014)
Continuando con la idea anterior, el artículo es explícito en determinar que aunque el
conflicto armado colombiano se manifiesta de manera específica según el territorio nacional,
tiene en común la victimización de las mujeres en forma muy específica, esto porque en su
mayoría, las sobrevivientes a la violencia selectiva son las mujeres, pero con el agravante de
que quedan enfrentadas a la viudez o el abandono, por lo que las mujeres se ven obligadas a
asumir nuevos roles productivos, sin la posibilidad de renunciar a sus rol reproductivo
previamente impuesto. Pero aún cuando las mujeres se ven en esta posición de cuidadoras y
productoras, “las guerras no son neutrales al sistema de género, por el contrario lo
instrumentalizan y manipulan, fortalecen una masculinidad de varón guerrero y una
feminidad de madres buenas, trabajadoras y abnegadas, que hacen frente a las vicisitudes más
abyectas, para que la vida continúe (Zuluaga y Arango, 2013).
Debido a estas condiciones especiales que enfrenta la mujer como víctima de la guerra, el
artículo expone que se da una feminización de la economía campesina, ya que las mujeres
asumen no solo las tareas agropecuarias, sino los trabajos y roles de la comunidad. AMOY se
plantea como un proyecto que busca “mejorar las condiciones materiales de vida de las
mujeres campesinas, hacer frente a las consecuencias dejadas por la violencia y cuidar el
medio ambiente” (Zuluaga y Arango, 2013, p.166). Es por esto que el proyecto busca integrar
la vida de las mujeres desde su producción hasta sus labores reproductivas, por lo que sus
espacios se encuentran fuertemente feminizados, mientras desarrollan una autonomía propia
de la agroecología. En conclusión, la asociación AMOY en un claro ejemplo de que “este
28
estado de cosas, en que la sobrevivencia llega al límite, surgen alternativas inesperadas,
creativas y resilientes que permiten construir iniciativas para que la vida sea posible”
(Zuluaga y Arango, 2013, p.173).
La ponencia de Méndez (2007) da cuenta de cómo el conflicto armado colombiano ha
generado un espíritu de resistencia a la violencia y de aporte a la construcción de paz desde el
ámbito regional y especialmente, desde las mujeres. Expone como desde grupos de mujeres
en el Cauca, Chocó y Nariño, se hace resistencia a la violencia estructural, de la cual hace
parte la discriminación, la exclusión, la pobreza y el machismo.
El texto tiene en cuenta las distintas iniciativas ciudadanas organizadas por las mujeres, lo
que da cuenta del liderazgo, el trabajo comunitario y las acciones colectivas, “algunas han
sido respuesta a problemas de coyuntura; otras se originaron en programas de las
organizaciones existentes para prevenir o proteger a la población que se ve involucrada en el
conflicto” (Méndez, 2007, p.52). Así mismo resalta a importancia que tienen estos grupos en
la promoción de la equidad y el debilitamiento del machismo desde las acciones integradas,
pues “el surgimiento y desarrollo de estas iniciativas, apuntan a la reconstitución de una
identidad (femenina) que se reconoce excluida, a pesar que actúa socialmente pero en
condiciones de marginación” (Méndez. 2007, p.57).
La resiliencia, su estudio y caracterización se ha dado desde distintos campos de la
investigación. Desde la psicología y tomando como caso concreto los factores personales de
resiliencia de un grupo de mujeres desplazadas por la violencia en Colombia, un grupo de
investigadores de la Universidad Javeriana, La Universidad del Norte y la Universidad
Bernardo O’Higgins de Chile, desarrollaron la escala FPR-1. Esta construcción teórica se
29
tomó desde un concepto de la física para expresar la resistencia de un material para volver a
su estado original, tras soportar altas presiones.
Es por esto que el propósito de la investigación mencionada fue “desarrollar una escala con el
fin de identificar los factores personales de resiliencia de mujeres en situación de
desplazamiento”. La necesidad de buscar nuevas metodologías para el estudio de la
resiliencia en casos tan concretos, surge a partir del hecho de que el desplazamiento forzado
es un fenómeno producto de la violencia social y política que ha afectado durante años a la
población colombiana, pero que ha afectado específicamente a las mujeres, pues de los más
de 3.2 millones de desplazados, al menos el 63% son mujeres y niños, esto según ACNUR
(2009). Condición que ha llevado a las mujeres a tomar la jefatura de sus hogares en más de
43.4% de los casos.
Canaval, González, y Sánchez (2007) por Colombia médica hacen un estudio sobre el grado
de espiritualidad y resiliencia que muestran las mujeres que han sido maltratadas, y como
estas dos cosas se relacionan entre sí. La importancia de este texto hacia los temas tratados
anteriormente, es que este es un estudio que investiga la relación entre lo que es la
espiritualidad, todo lo interior de una persona, más específicamente de una mujer. y cómo
esto se refleja en la resiliencia de los sucesos que vivieron en el pasado.
Los autores hicieron un estudio en donde descubrieron que sí existe relación entre la
espiritualidad y la resiliencia, desde diferentes escalas de perspectivas. De mujeres en
diferentes situaciones, un poco más enfocado hacia las mujeres que sufren maltratos en sus
relaciones, y en cómo ellas residen en estas dos.
30
Para la comprensión de las actitudes humanas después de pasar por casos así, se deben
entender lo que es la resiliencia y la espiritualidad. Hay que empezar por mencionar las
diferentes definiciones que se dan en este texto. Plantean el término de resiliencia como la
capacidad individual de cada persona ante situaciones de grandes adversidades para adaptarse
y recuperar el equilibrio de su vida y evitar los diferentes efectos de estrés provocados. Y la
espiritualidad lo definen más como las creencias que tiene cada persona, sobre todo, la fe de
un ser superior.
Estas dos son un factor importante en las mujeres que han sido maltratadas de diferentes
maneras, porque son una necesidad y un apoyo grande para ellas frente a lo que están
pasando. Tanto así, que estas dos cosas deben convertirse en una necesidad en ellas para su
proceso de superación, por lo que recomiendan que, por esta misma razón, debe haber
intervenciones sobre esto a las mujeres maltratadas, como, por ejemplo, programas de
promoción de salud, para brindar acompañamiento a las mujeres.
Un modelo que guió la investigación hecha es que hay que entender que hay diferentes
factores de manejo en cuanto a síntomas. Influyen diversas variables dentro de las
experiencias de violencias, como lo son lo personal, la salud, la enfermedad, y las variables
del ambiente.
La resiliencia y espiritualidad son dos cosas que no son tangibles, estas están dentro de las
personas. Son dos cosas totalmente personales por lo que influyen en las mujeres y en las
experiencias de sus síntomas en las situaciones de maltrato de maneras totalmente diferente, y
el impacto que tienen también es cambiante. Esto cambia en el sentido de que cada mujer
31
hace su autocuidado de diferentes formas, unas solo se concentran en lo espiritual, como hay
otras que se concentran en eso, pero acompañado de actividades que ayuden.
En el texto plantean como la resiliencia en algunas mujeres alcanzan un patrón de respuestas
exitosas en situaciones de maltrato de nuevo. Aunque en uno de los estudios que realizaron,
explican que el porcentaje de la espiritualidad es solo un punto más alto que el de resiliencia
como método. Porque dicen que la espiritualidad ayuda más en el aliviar el sufrimiento y el
dolor, ya que, da fortaleza, sentido y orientación de vida.
Hacen la relación de estas dos explicando que las mujeres con altos niveles de resiliencia,
tienen alto nivel de espiritualidad, son dos cosas diferentes pero que se complementan. Las
dos hacen un gran impacto en lo que viene a ser la fuerza de la mujer, y en darles poder para
lograr que el abuso acabe. Esto se ve reflejado en las distintas comunidades que estudiamos,
pero especialmente, en las comunidad de las cantadoras de Bojayá, pues la relación de los
alabaos con la muerte y la familia, hacen parte de una conexión espiritual que influye en la
resistencia hecha a través de estos cantos ancestrales.
3.1.2 Cultura y Memoria
En primer lugar, para continuar el foco de esta investigación recurrimos a definir el término
conflicto. Para Julien Freund, es: “Un enfrentamiento, choque o desacuerdo intencional entre
dos grupos o entes de la misma especie que manifiestan, uno respecto de los otros, una
intención hostil, en general a propósito de un derecho y quienes, por mantener, afirmar o
restablecer el derecho intentar quebrar la resistencia del otro, eventualmente recurriendo a la
32
violencia” (Freund, 1983, p.58). Este autor logra resaltar al conflicto cómo un enfrentamiento
entre personas, grupos, estados para defender sus derechos o puntos de vista.
Y más específicamente, para entender el conflicto armado en el contexto colombiano este
puede ser definido cómo “todo enfrentamiento protagonizado por grupos armados regulares o
irregulares con objetivos percibidos como incompatibles en el que el uso continuado y
organizado de la violencia: provoca un mínimo de 100 víctimas mortales en un año y/o un
grave impacto en el territorio (...) y la seguridad humana” (Escola de Cultura de Pau, 2020,
p.22), estos dos conceptos que abordan el conflicto con enfoques diferentes, nos ayudan a
entrar en un contexto de las percepciones y diferencias entre lo que se conoce como conflicto,
y lo que es el conflicto armado, y en este caso, lo aplicaremos al caso colombiano desde
nuestra investigación.
En este proyecto queremos visibilizar el efecto que ha tenido el conflicto armado colombiano
en las mujeres, y para entender completamente el cómo han sido afectadas por el conflicto y
continuado, entramos a lo que se entiende como la reconstrucción colectiva. Carlos Martín
Beristain trata el concepto por medio de un enfoque psicosocial y dirigido hacia el hecho de
que este proceso se da en las personas, comunidades y poblaciones que son víctimas de la
violencia o de catástrofes. El autor trata las diferentes fases por las que se pasa en la
reconstrucción colectiva y el afrontamiento colectivo de estas diferentes situaciones de caos.
(Beristain, 1999)
El autor dice: “Esta ruptura del tejido social a causa de la guerra, los desastres, y las políticas
neoliberales que muchas veces les siguen o forman parte de sus causas, debe ser considerada
como un elemento clave del proceso de reconstrucción” (Beristain, 1999, p.12). A lo largo
33
del texto no sólo clasifica las fases por las que pasan sino que también agrega que para que
esta reconstrucción se pueda dar se hacen cosas como talleres de apoyo, ayuda de
organizaciones sociales hacia los pueblos, una formación en áreas de reparación psicosocial y
resolución de los conflictos (Beristain, 1999).
Las comunidades de mujeres a estudiar tienen como característica sobrellevar el conflicto a
través de este tipo de actos que más que pretender una respuesta a los actos violentos,
pretenden una reivindicación de su identidad y la reconstrucción de su tejido social. En este
caso, las mujeres a partir de sus comunidades han desarrollado dichas estrategias con el fin de
sobrellevar las consecuencias comunes y específicas que dejó en cada una de sus regiones del
conflicto armado.
Continuando con estas ideas, la resistencia por medio de la cultura es un eje central de
nuestra investigación, pues los proyectos que harán parte de nuestra investigación, tienen
como base la cultura en sus procesos de acción colectiva. La cultura es una forma de
resistencia que permite reconstruir, pedagogizar, formar identidad y recurrir a la memoria
colectiva y a la tradición.
Procesos similares al que pretendemos estudiar se han llevado a cabo en otras zonas del país
azotadas por la violencia, como es el caso de Medellín y sus comunas expuesto por
(Piedrahita, 2018), que ha vivido un proceso ha permitido construir proyectos de vida fuera
de los fenómenos característicos de estas zonas de la ciudad, la militarización, la criminalidad
y la exclusión política, fenómenos históricamente instaurados en los territorios, por lo tanto
es posible “enunciar otros lugares y representaciones de la memoria colectiva diferentes a la
de los hechos victimizantes que generan los conflictos” (Piedrahita, 2018, p.62).
34
Teniendo en cuenta lo anterior, un punto central de estos procesos de resistencia cultural es la
memoria, la cual termina constituyendo un deber social y político. “El deber de la memoria”,
como expone Nieto (2009), es una forma de reafirmación de la identidad individual y
colectiva, por lo tanto lo popular se convierte en eje articulador de tejido social, identidad y
formación de sujetos políticos con capacidad críticas, emancipandose así, de su histórico
contexto de violencia. Este contexto violento se define por disputas territoriales y el control
social a partir del miedo que infringen los grupos ilegales, esto se potencia a partir de
fenómenos persistentes como: la baja cobertura educativa, desnutrición infantil, insalubridad,
drogadicción y narcotráfico. Razones por las cuales los jóvenes encontraban en la ilegalidad
la satisfacción de sus necesidades.
Teniendo en cuenta el contexto preexistente de esta zona de la ciudad, los procesos de
organización, acción colectiva y resistencia de los jóvenes se han convertido en procesos que
ofrecen formas alternativas de vivir. Sin embargo, aún hay estigmas instaurados desde la
cultura externa, como películas que muestran a los jóvenes como el problema y a la
narcocultura como la única salida de vida para ellos. El ensayo fundamenta que el sujeto es
un producto de sí mismo y de su realidad como decía Foucault (Piedrahita, Castaño,
Marulanda, Melguizo, Arboleda, Mira y Lopera, 2015, p7), así es como se da la recuperación
colectiva de un legado patrimonial, potencializo con la capacidad disruptiva de las prácticas
estéticas y expresiones identitarias. “La cultura es la capacidad de hacer algo que impacte a la
sociedad, son prácticas y creencias que les son comunes a muchas personas que comparten
una misma historia” (Piedrahita, Castaño, Marulanda, Melguizo, Arboleda, Mira y Lopera,
2015, p7).
35
Como parte del proceso de desestigmatización y difusión, estas memorias de resistencia
vienen siendo registradas y difundida en una amplia variedad de formatos audiovisuales y
virtuales como cortos documentales, blogs, revistas producidos desde los activistas y
colectivos que promueven estos movimientos populares juveniles.
Alrededor del mundo, existen diversos talleres de escritura que permiten a las víctimas de
distintos crímenes hacer catarsis y exponer distintas formas de resistencia cultural en sus
comunidades. Un ejemplo puntual de esto es el de Díaz (2019), quien es hija de uno de los
desaparecidos por la dictadura chilena y expone que tras los crímenes cada hogar tendrá por
siempre un vacío y una ausencia irreemplazable, sin embargo, gran parte del apoyo para
tomar acciones de protesta y de resistencia, vino de grupos comunitarios como el Comité de
Paz y La Vicaría de la Solidaridad.
Desde mucho antes de la desaparición de su padre, Díaz relata cómo en Chile la cultura y el
arte siempre fueron parte de la resistencia, en principio desde la elaboración de murales. Pero
después del golpe militar y de los atroces crímenes políticos, las comunidades y
organizaciones se volvieron una segunda familia, cabe resaltar que estas comunidades de
resistencia eran conformadas mayoritariamente por mujeres, ya que la represión fue
mayoritariamente hacia los hombres, por lo que una inmensa cantidad de mujeres quedaron
solas y además, al frente del hogar, no solo como cuidadoras sino también como sustento
principal del hogar. Adicionalmente, no cesaba la búsqueda de los familiares, por lo que esto
“afectó profundamente también a los hijos la ausencia forzada del padre y la ausencia de la
madre por la búsqueda” (Díaz, 2019, p.266). Esta situación no solo es específica del caso
chileno, sino que acude al caso de estudio del conflicto colombiano.
36
A partir de estas comunidades la resistencia se dio por medio de protestas, militancia, huelgas
de hambre, encadenamientos, pero especialmente, a través de procesos culturales como los
conjuntos folclóricos musicales, que fueron invitados a participar en distintos conciertos de
Amnistía Internacional, así como también grabaron distintos discos, adicionalmente una
muestra cultural determinante en Chile fueron los talleres de arpilleras. Las arpilleras son
manifestaciones de artesanía comunitaria surgidas como forma de resistencia a la dictadura
chilena, estos bordados eran realizados por grupos de mujeres que buscaban grabar en sus
obras un mensaje de denuncia y resistencia.“Hay una que me gustaría poder al menos volver
a contemplar. Era una mujer mirando hacia el horizonte y varios niños apegados a ella”
(Díaz, 2019, p.268).
Sin embargo, expresiones culturales como la artesanía y el tejido que recurren a la memoria
colectiva y el tejido no han sido exclusivas de países como Chile. Grupos de mujeres como
las tejedoras de Mampuján, han usado la cultura como forma de resistencia y de memoria.
Consideramos su caso de estudio relevante para nuestra investigación debido a la relevancia
que han tenido a nivel nacional e internacional que aborda cómo una comunidad que sufrió el
desplazamiento por el conflicto armado en Colombia recurre a las expresiones culturales
como acto de superación.
En el año 2000 un grupo paramilitar entró forzosamente al corregimiento de Mampuján, una
comunidad campesina de afrocolombianos, al norte del departamento de Bolívar. Hicieron
que esta comunidad se reunirá en la plaza del pueblo, mientras el grupo paramilitar les hacía
amenazas diciéndoles que los exterminaron de la misma manera que sucedió con El Salado.
Pero luego, esa orden cambió y los desplazaron de sus propios hogares. A partir de aquí
37
Belalcázar y Molina (2017) exponen cómo la comunidad tuvo una intervención psicológica
social y de ahí nace lo que se llama las vidas y mujeres Tejiendo Sueños y Sabores de Paz.
Una psicóloga americana les recomienda recurrir al tejido. Estas mujeres cuentan que al
comienzo estuvieron en negación con respecto al tema, sin entender cómo esto ayudaría. Pero
con el tiempo, tejían y hablaban, y se iban dando cuenta que así iban curando heridas. Aquí
empezó el cambio para estas mujeres de hacer su reconstrucción de memoria histórica como
manera de visibilizar la tragedia y como forma de resistencia.
Belalcázar y Molina explican cómo este proceso de expresiones culturales ayuda a las
mujeres en su superación de manera terapéutica, y la importancia psicológica social que hay
en todo esto. Ya que, aunque toda la comunidad vivió la misma tragedia, cada persona la
experimentó de maneras diferentes. Aún cuando unas mujeres sufrieron únicamente del
desplazamiento forzado, otras tuvieron que pasar por la pérdida de seres queridos entre los
que estuvieron esposos e hijos. Todo lo sucedido quedó de forma traumática en todos.
Todo el tejido que estas mujeres han realizado lo asimilan a cómo ellas entretejen sus voces
en un tapiz, se van trazando mientras lo hacen, y los autores explican esto como identidad
narrativa. Además, esto no solo se convierte en ese lazo del tejido y su voz, sino que entre
todas las mujeres eso es algo que las interconecta. Su primer trabajo juntas como grupo fue
un tapiz. Lo explicaron como algo en donde podían mostrar hechos y de la misma manera,
sentimientos. Dijeron que mientras lo hacían, lloraban. Llegaban a su casa a llorar, y aunque
al comienzo fueron escépticas con el tema, a todo el proceso lo llamaron como algo que hizo
que sus corazones se sintieron de nuevo. Y esa es la manera de sanar.
38
Representaron en su tapiz lo que era el pueblo, lo que vivió, cada cosa de la tragedia. Pero
también lo bueno, incluso la llegada a los nuevos lugares después del desplazamiento. Pero
sobre todo, los autores explican que, mediante ese proyecto le dieron un espacio de
reconocimiento y encuentro a lo que para ellas es tejer su memoria. Y el tapiz es una
representación para ellas de ordenar su mundo.
Belalcázar y Molina explican unas conexiones importantes para estos casos de expresiones
culturales. Primero que todo, que la memoria es un objeto o lugar que entrelaza eventos
después de un proceso de recordación, y muestra la necesidad de reparación. Segundo,
muestran que cada persona que ha sido víctima va a tener un significado diferente de lo que
es para ella este proceso de recordar lo sucedido, tejer y contarlo con sus relatos. Y luego, que
hacer memoria y recuperarse de esto un paso importante es el entender que no se trata de
olvidar, que por medio de este trabajo de tejidos recreen su realidad. Haciendo una relación
entre lo que sucedió esa vez, pero también proyectando su futuro.
Estos ejemplos anteriormente expuestos en relación a la resistencia cultural nos dan un
panorama claro de que sin importar la época, el conflicto o las consecuencias para las
víctimas, la cultura es una de las principales herramientas de resistencia y una de las más
efectivas. En primer lugar por su estrecha relación con la tradición y la resignificación de la
identidad y en segundo lugar porque da a las mujeres una red de apoyo solidificada en
saberes adquiridos, que pueden significar no solo una ayuda económica sino adicionalmente,
una poderosa herramienta de sanación.
En relación a lo anterior, Ávila (2019) expone cómo los abusos que sufrieron las mujeres a lo
largo del conflicto, haciendo énfasis en cómo esta situación cambió sus vidas para siempre
quedando ese momento impregnado por siempre en sus cuerpos. Se entiende que estos abusos
39
quedan en el cuerpo de las mujeres haciendo una referencia al hecho de que no es que queden
literalmente en ellas físicamente, sino que se refiere a cómo la violencia queda por siempre en
la memoria de las mujeres que la sufrieron.
Sin embargo, Ávila trata las diferentes vías de afrontamiento que pueden tomar a esta
problemática del conflicto, como el hecho de poder reconstruirse a sí mismas, tanto
espiritualmente como también entraría en sus diferentes proyectos de vida, y todo esto a
partir de la reinvention que se puede hacer a través del arte. Estas mujeres que lograron salir e
intentar superar el conflicto armado por toda Colombia lo hicieron a su propia manera, y no
estuvieron solas. Para la reconstrucción de su nueva vida, están muchos trabajos que son en
comunidades, que lo hacen de diferentes maneras, pero por medio de diferentes artes. Hay
talleres colectivos de memoria en donde las mujeres que se desahogan y comparten cada una
sus experiencias, y no solo esto, sino que tienen el apoyo de muchas otras mujeres que
sufrieron lo mismo o experiencias similares. Esto las hace no estar ni sentirse solas, y trabajar
en su nueva cotidianidad.
Ávila (2019) reflexiona sobre el cómo las mujeres encontraron recursos mucho después de lo
sucedido por medio de sus palabras y expresiones, donde son compartidas con otras mujeres
para así darles sentido a las mismas. Sin toda esa valentía y deseo de reconstrucción y
resiliencia, no hubieran nacido proyectos que usaran el tejido para hilar sus recuerdos, o la
infinidad de pinturas y escrituras que ellas mismas han ido construyendo para no olvidar lo
que pasó pero seguir sobre el porvenir.
Teniendo en cuenta lo anterior, pudimos encontrar un buen contexto de textos referentes a
nuestra pregunta problema, pero en cuanto a todo nuestro tema de investigación toda la
información está separada. Encontramos mucha información sobre las víctimas y el conflicto
40
armado en Colombia, pero los datos eran escasos en cuanto a relación a la resistencia por
medio de la cultura en el contexto del conflicto armado y es precisamente la conexión entre la
resistencia y la cultura el principal aporte de esta investigación.
3.2 Marco Metodológico
El trabajo va dirigido a varias comunidades que han sido afectadas por el conflicto armado
colombiano, que han logrado superar la situación por medio de diferentes expresiones
culturales. Cada comunidad tiene una cultura diferente, un estilo de vida diferente, por lo que
han surgido diversas expresiones, de alguna manera la cultura de su lugar se acomoda a sus
expresiones.
Parte de esta investigación se enfoca en mostrar cómo la comunicación ha sido una
herramienta para la búsqueda de derechos y la democratización en comunidades de mujeres
que han sido víctimas de la omisión de sus derechos humanos. Y para esto, la entrevista es
esencial para todo el proceso de investigación, y es parte de “una técnica de gran utilidad en
la investigación cualitativa para recabar datos; se define como una conversación que se
propone un fin determinado distinto al simple hecho de conversar” (Díaz-Bravo,
Torruco-García, Martínez-Hernández, y Varela-Ruiz, 2013, p.2). Los autores caracterizan el
hecho de que la entrevista se puede completar con diferentes técnicas dependiendo de la
necesidad que se busque con ella, ya que la idea es que no sea una conversación sino que sea
con el fin de sacar información, lo que varía es la seriedad y flexibilidad.
La entrevista es la metodología idónea para que las diferentes comunidades de mujeres a
investigar se puedan representar a sí mismas junto con su historia y así darles voz a las
41
diferentes comunidades del foco principal del trabajo. A través de esta, las mujeres podrán
contar su historia, por lo que han pasado, y especialmente, de qué manera han aplicado la
cultura a su historia. Por esto, la forma en que este concepto lo pensamos aplicar en nuestra
investigación es por medio del trabajo de campo.
Y cómo método de investigación recurrimos a la etnografía porque complementa lo que
queremos lograr con este trabajo. Cuando se trata de etnografía acudimos de igual forma, a
las ramas de la antropología y sociología, ya que lo que queremos lograr con esta
investigación es adentrarnos dentro de estas tres comunidades a tratar, entendiendo su historia
y los diferentes aspectos de su cultura.
“La etnografía, entendida como «proceso» y «experiencia», está relacionada con la
posibilidad de generar contextos de interacción que nos permitan adentrarnos en el mundo
analizado. Por ello es fundamental la posición desde la que parte el antropólogo y su
capacidad para crear y compartir vivencias y situaciones” (Ruiz-Ballesteros, y Valcuende del
Río, 2020, p.6). Teniendo en cuenta esto, la etnografía es en lo que girará alrededor el estudio
de nuestro trabajo, en las mujeres y su tejido social. Esta metodología no sólo se trata de
entrevistarlas a ellas y sus comunidades, sino que también de investigar y estudiar su mundo,
su pueblo y su cultura.
Por medio de esta investigación basada en la entrevista y la etnografía se presentará un
producto transmedia a partir del concepto de los nuevos medios. Transmedia en referencia a
las distintas herramientas desde los géneros periodísticos y a los diversos elementos que
podemos tomar desde allí, teniendo en cuenta que “las narrativas transmedia se extienden de
un extremo a otro de la ecología mediática, abarcando viejos y nuevos medios” (Scolari,
42
2014, p.3). Esto a través de la visibilización de los casos de resistencia en el ámbito social,
político de la comunicación y cultural.
La metodología presencial de esta investigación se vio directamente afectada por la pandemia
del COVID-19. A pesar que el trabajo de campo presencial era el foco principal como
método de investigación para este trabajo, la metodología de las entrevistas hacia las
diferente comunidades tuvo que ser acomodada a las condiciones de aislamiento y
distanciamiento dictadas en el país. Como el trabajo de campo tuvo variaciones, por ende, el
producto multimedia proporcionó cambios por la pandemia también.
Por la situación del COVID-19, el trabajo de campo se modificó comparado a la idea
principal de poder viajar a las comunidades escogidas, por lo que solo se nos hizo posible
viajar a la comunidad de mujeres en Villavicencio, ya que, es el lugar que más cerca está a
nuestro lugar de residencia. Pudimos ir en carro y encontrarnos con estas mujeres bajo todas
las medidas de bioseguridad. Ya que la presencialidad fue posible con esta comunidad
recurrimos a hacer un documental sobre “más turbantes menos violencia”, con el apoyo de
imágenes multimedia que fue posible realizar.
En cuanto a las dos comunidades restantes, Bojayá y San Basilio del Palenque, dada la
distancia de estas y el hecho de tener que recurrir a vuelos, decidimos realizar esta
investigación virtualmente. Por lo que a las dos comunidades recurrimos a entrevistas por
llamadas telefónicas y así poder realizar podcast como resultado multimedia. No sólo
logramos entrevistar a estas comunidades, sino que durante la llamada con las mujeres de
Bojayá logramos, más allá de entrevistar a cada una, que estas mujeres en la llamada cantarán
uno de sus alabaos.
43
3.3 Análisis y Resultados
El producto periodístico Cantos, Turbantes y Trenzados: el Arte Femenino de Resistir en
medio de la Guerra fue concebido con el fin de exaltar la capacidad de resistencia que han
tenido las mujeres colombianas tras los estragos del conflicto armado colombiano. En
Colombia la resistencia de las mujeres se ve reflejada en distintos proyectos agrícolas,
resocializadores, educativos, comunitarios, entre otros. Sin embargo, desde el principio
nuestro enfoque principal fue la manera en que la cultura se podía usar como una
contraposición a las consecuencias de la guerra, desde proyectos consolidados en el seno de
distintas comunidades y con la variedad que la cultura permite obtener.
Nuestra investigación preliminar nos llevó a distintas comunidades de mujeres que enfocan
sus proyectos culturales en actividades tan variadas como el tejido, con sus exponentes más
famosas, las tejedoras de Mampuján, las artesanías, cantos vaqueros, grupos teatrales, entre
otros grupos de mujeres cuyo impulso es resistir mediante estas expresiones. Sin embargo,
tras acercarnos a los proyectos de distintas comunidades, escogimos tres que consideramos
reúnen una amplia variedad de muestras culturales, relacionadas con su identidad y tomadas
desde lo tradicional, pero con una nueva mirada enfocada en superar los traumas dejados por
la guerra desde la independencia, la sororidad y el empoderamiento, con el fin de no volver a
ser identificadas como víctimas sino como sobrevivientes.
Las comunidades que incluimos en nuestro trabajo de grado tienen la particularidad de estar a
lo largo del territorio nacional, pues consideramos que la multiculturalidad es un factor vital a
la hora de mostrar los procesos de resistencia en las distintas partes de Colombia, esto porque
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el país tiene una amplia variedad de etnias, religiones y saberes, que provienen de la
especificidad que cada cultura propia desde el arraigo al territorio, sus tradiciones y su
identidad ancestral. Es por esto que escogimos comunidades en Villavicencio, San Basilio de
Palenque y Bojayá.
En Villavicencio nos encontramos con el proyecto Más Turbantes Menos Violencia, un
proyecto poco conocido pero que buscarse lugar en el plano nacional, pues se destaca como
un proyecto comunitario de emprendimiento que pretende hacer a las mujeres autosuficientes
y adicionalmente, prestar apoyo psicológico y emocional, pues el factor común de esta
comunidad de mujeres es que todas han sido víctimas del conflicto armado y en su mayoría,
han sido desplazadas por la violencia de sus propios territorios. Esto hace a Más Turbantes
Menos Violencia un grupo especial, pues aunque todas son de distintas partes del país,
comprenden un objetivo común, resistir. De la mano de la directora del proyecto Elizabeth
Cometa, han sabido adoptar el concepto de moda incluyente, pues aunque los turbantes hacen
parte de la tradición afro, han servido para promover la paz y la reconciliación entre todas las
mujeres que se han sumado al proyecto, sean o no parte de la comunidad afro.
En San Basilio de Palenque, declarado Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad,
resalta un grupo en particular que ha demostrado resistencia desde el inicio de los tiempos.
Las peinadoras de San Basilio de Palenque han usado su arraigo a la tradición de los
trenzados, que viene desde la época de la esclavitud para resistir ante la violencia y no ha
dejado esta connotación a través del tiempo. En un principio las trenzas se usaban como
mapas para escapar de la esclavitud y para esconder semillas que serían potencial alimento
para quienes lograran escapar de su vida como esclavosm más en la actualidad los peinados
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de la tradición afro son un símbolo de resistencia por el simple hecho de llevarlos puestos.
Más allá de su estética, cada trenza, cada hilo de color, cada peinado tiene un simbolismo
único, que une no solo a las mujeres en comunidad, sino a todo el Palenque.
En Bojayá, las voces de las cantadoras de alabaos se levantan en medio del río, la tradición
del alabao por siglos a acompañado los ritos fúnebres, pero las musas de Pogue tomaron los
alabaos para cantarle a la paz y a rememorar lo que ha pasado a lo largo de tiempo en esta
tierra azotada por la guerra. Una comunidad de mujeres unida por el dolor pero que busca
salir adelante por medio de sus voces. Las cantadoras de Pogue, reconocidas a nivel nacional
e internacional han llevado sus alabaos por todo el territorio colombiado y su punto más
álgido de reconocimiento fue cuando cantaron en la firma del acuerdo de la paz entre el
gobierno de Juan Manuel Santos y las FARC. Cada alabao es una historia propia que refleja
la realidad de la violencia en Colombia, pero que también da cuenta de la resistencia de sus
mujeres.
A partir de una investigación previa de cada una de las comunidades logramos contactar con
distintos miembros de las mismas. Sin embargo, algunos de los contactos fueron difíciles de
obtener, especialmente los de Bojayá y San Basilio de Palenque, a tal punto que casi debemos
abandonar el plan inicial que teníamos. Las dificultades para acceder a las fuentes se
presentaron principalmente por las condiciones de precariedad que se presentan en algunos
territorios como los anteriormente mencionados, que debido a su dificultad de acceso
geográficamente hablando, cuentan con fallas constantes en servicios como la luz y la red
telefónica. Por medio de un proceso de reportería exhaustivo y la ayuda de investigadores que
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previamente habían tenido contacto con las comunidades, logramos obtener los contactos de
las lideresas de aquellas iniciativas culturales.
Al final logramos hacer una reportería concluyente y conseguir el material necesario para
nuestro producto a pensar de la pandemia. Aún cuando el plan inicial era viajar a cada una de
las comunidades, esto no fue posible por el recrudecimiento de la violencia en Colombia y
por la pandemia. Sin embargo, y contra todo pronóstico, logramos llegar a Villavicencio para
entrevistar a Elizabeth Cometa, la directora del proyecto + Turbantes - Violencia; a Teresa;
Norma y Diana, quienes también hacen parte del proyecto. Esta fue una experiencia
realmente muy gratificante pues pudimos tener un acercamiento con la comunidad, su
contexto y pudimos compartir con ellas momentos fuera de cámara que nos sensibilizaron
aún más hacia las mujeres que teníamos enfrente.
Aún cuando Villavicencio fue el único territorio al cual pudimos acceder de manera física, la
experiencia de la entrevista con las musas de Pogue será algo que jamás olvidaremos. Se dio
a través de una llamada telefónica en la que pudimos hablar con Luz Marina Cañola,
coordinadora del proyecto de las cantadoras y adicionalmente con Máxima y a Apulia,
cantadoras de alabaos de la comunidad. Aunque la entrevista no fue fácil debido a la lluvia
que suele azotar la zona del río Bojayá, esto debido a la precariedad en las redes telefónicas
de la zona, que siempre se ven afectadas por el tema de los fuertes aguaceros. Sin embargo,
esta fue una experiencia tan enriquecedora como impactante, porque aun por télefono,
pudimos sentir en carne propia la fuerza de los alabaos,tras escucharlas cantar un breve
fragmento de uno de sus alabaos más famosos durante la llamada.
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Gladys Hernández Cassiani fue nuestro único contacto con el Palenque de San Basilio debido
a la dificultad de contacto con las peinadoras. Aún así ella nos aclaró todas las dudas sobre
las peinadoras, su simbolismo, su estética y su resistencia, y aunque con muchas dificultades
para lograr contactarnos con ella, logramos tener una entrevista a través de audios de
WhatsApp.
A partir de todo este proceso por el cual atravesamos pudimos consolidar nuestro producto
Cantos, Turbantes y Trenzados: el Arte Femenino de Resistir en medio de la Guerra, cada
experiencia de reportería nos fue llevando a un producto específico. De la posibilidad de
obtener material audiovisual en Villavicencio, logramos obtener una crónica documental que
relata la historia y el proyecto de + Turbantes - Violencia y del grupo de mujeres que
componen este proyecto. De los cantos de Bojayá surgió un podcast que nos permitió
consolidar un paisaje sonoro basado en el testimonio y los cantos de las musas y de San
Basilio nació una galería de ilustraciones que retratan la diferencia y especificidad de cada
peinado, acompañada de audios informativos que hacen una experiencia completa en cuanto
a entender que hay detrás de cada cosa. Toda esta información estará plasmada en un
producto transmedia que se unirá en una página web.
3.4 Conclusiones
Luego de haber realizado la investigación y entrevistas a estas comunidades consideramos de
vital importancia el hecho de hacer notable las redes comunitarias de mujeres que de un
modo u otro han buscado la forma de generar la reconstrucción del tejido social, a partir de
una resistencia conjunta basada en la sororidad. Esto por sí mismo es un ejemplo de cómo la
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resistencia cultural no solo une causas, sino adicionalmente vidas, de cómo el hecho de haber
pasado por situaciones adversas y querer sobreponerlas ya sea con trenzados, alabaos o
turbantes es más valiosa que cualquier estrago que la guerra haya querido dejar en la vida de
estas mujeres, que con resiliencia y fé en la paz han logrado sanar sus heridas.
Estas comunidades de mujeres dejaron una huella en la historia de este país por medio del
arte que en sí mismo se convirtió para ellas el resistir, y que adicionalmente ayudó a la unión
entre estas mujeres lo cual aportó al proceso de superación de los hechos que cada una vivió.
Porque de igual forma, hay que resaltar que a pesar de que son mujeres de diferentes lugares
y que entre ellas vivieron situaciones distintas, lograron unificarse y crear lazos por medio de
sus experiencias y sentimientos.
A partir de esta unión que logró cada comunidad a su propia manera, destacamos y
descubrimos que estas expresiones culturales no solo son una herramienta para llegar a la
resistencia al conflicto, a la guerra y a lo que vivieron, sino que sirvieron como un medio para
también poder llegar a la independencia económica, por medio de emprendimientos internos
que las ayudan a salir adelante. Esto demuestra que las mujeres desplazadas y violentadas y
que hacen parte de los proyectos no sólo dejaron su hogar y su tierra atrás para sobrevivir o
huir de las problemáticas del conflicto armado, sino que para ellas el resistir al conflicto va
mucho más allá. Significa la independencia económica que desarrollan como mujeres
dejando de lado el machismo, mientras que lo hacen en conjunto.
El caso de Más Turbantes y Menos Violencia, resulta un caso contundente en cuanto a que el
desplazamiento cambió y afectó sus dinámicas de vida y ellas respondieron a eso con un
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proyecto que les permitiera sostener a su familia aún cuando se encontraran fuera de su
territorio. Pero adicionalmente también hace parte de comunidades como San Basilio o
Bojayá, donde aún en sus territorios las mujeres encuentran en sus comunidades una red de
apoyo no solo desde lo emocional, sino también desde lo económico.
La importancia de de la independencia económica en todos los casos estudiados sale a relucir
a partir del hecho de que todas estas comunidades de mujeres requieren ser autosuficientes
ya que, debido a las consecuencias del conflicto armado, muchas tuvieron que asumir el papel
de productoras y cuidadoras y adicionalmente porque la independencia económica es un
factor de resistencia comunitaria, que reluce a partir de la idea de ser mujeres capaces y que
en la unidad de su red, pueden llegar a la autonomía financiera de no depender de nadie
externo para su manutención y la de sus familias.
Adicionalmente concluimos que para estos proyectos, la tradición, la educación y el legado
son factores que permiten resistir y que se complementan con sus proyectos culturales. Es por
esto que sus saberes, experiencias y enseñanzas, pretenden pasarse a las generaciones
venideras de hijos y nietos que consoliden su ideal de mujeres fuertes, independientes y
consolidadas en redes informadas de sus derechos como personas y como mujeres, lo cual en
el futuro resulta un factor vital para la paz y ya nunca más para la guerra.
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