Ao 4 N 14 Abril-Junio 2014
TLLOC QU? Boletn del Seminario
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UNIVERSIDAD NACIONAL AUTNOMA DE MXICO
Jos Narro Robles
Rector
Estela Morales Campos
Coordinadora de Humanidades
Renato Gonzlez Mello
Director del Instituto de Investigaciones Estticas
Mara Elena Ruiz Gallut
Titular del proyecto
Mara Elena Ruiz Gallut
Amrica Malbrn Porto
Enrique Mndez Torres
Editores
Amrica Malbrn Porto
Diseo editorial Certificado de reserva de derecho al uso exclusivo
del ttulo, Direccin General de Derechos de Autor,
Secretara de Educacin Pblica, nmero ( en
trmite ) . Certificados de licitud de ttulo y de con-
tenido, Comisin Certificadora de Publicaciones y
Revistas Ilustradas, Secretara de Gobernacin,
nmeros, ( en trmite ) , ISSN ( en trmite ) .
Las opiniones expresadas en Tlloc Qu? Boletn del
Seminario El Emblema de Tlloc en Mesoamrica son
responsabilidad exclusiva de sus autores.
Tlloc Qu? Boletn del Seminario El Emblema de Tla-
loc en Mesoamrica es una publicacin trimestral del
Proyecto PAPIIT: IN401614, Entidades Acuticas en
Amrica: Las Primeras sociedades, del Instituto de In-
vestigaciones Estticas de La Universidad Nacional
Autnoma de Mxico, Circuito Mario de la Cueva s/n,
Ciudad Universitaria, C.P. 04510, Mxico D.F. Tel. 5622
-7547 Fax. 5665-4740.
Portada y vieta: Lmina 10 Cdice Vindobonensis Mexicanus 1. Fondo de Cultura Econmica, Mxico,1994.
Consejo Editorial:
Jorge Angulo Villaseor
Marie-Areti Hers
Alejandro Villalobos
Patrick Johansson K.
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CONTENIDO
Presentacin El simbolismo sagrado de los cerros y su relacin con el poder poltico-religioso y los rituales de peticin de lluvias en el Cerro de Trincheras del Desierto de Sonora Julio Amador Bech
Notas para el estudio del susto en los nahuas prehispni-cos y contemporneos Mara del Carmen Macuil Garca
Evidencia de pinturas rupestres en la cueva de Chicomeatl, en Zacatal Grande, Veracruz Amrica Malbrn Porto y Enrique Mndez Torres
Sesiones del Seminario
p. 6
p. 8 p.62 p. 79 p. 96
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PRESENTACIN
E n esta nueva entrega de nuestro Boletn Tlaloc Qu? Julio Amador Bech
describe la formacin del sitio arqueolgico Cerro Trincheras, en Sonora, a
travs de un sistema cultural complejo que permitira el control de mano de
obra para la modificacin del paisaje cultural en un espacio con condiciones climticas
adversas lo que debi de haber tenido como antecedente un sistema mitolgico suma-
mente elaborado. De esta manera se adentra al pensamiento religioso cosmognico de
las culturas indgenas del norte de Mxico y suroeste de los Estados Unidos.
En el segundo artculo Mara del Carmen Macuil Garca nos presenta la estructuracin
del rezo empleado en un poblado del Norte de Morelos por parte de una curandera para
recuperar el tonalli. Este trabajo resulta de gran importancia debido a que le da el valor a
la tradicin oral y nos proporciona una propuesta de anlisis etnogrfico.
En el tercer artculo Amrica Malbrn Porto y Enrique Mndez Torres nos presentan la
cueva de Chicomeatl, en la sierra de La Zongolica, Veracruz, nos describen sus pinturas
y grafismos al interior y nos comentan el desuso de ceremoniales dedicados a la Madre
Tierra a falta de la especialista ritual particular de dicha cueva.
Esperamos que lo disfruten.
Los editores
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Julio Amador Bech1
Los cerros de Trincheras en el Desierto de Sonora
C ualquiera que visite el Cerro de Trincheras en la cuenca del ro Magdalena, del noroeste
del estado de Sonora, en Mxico, se dar cuenta, a kilmetros de distancia, de su defini-
da presencia visual, destaca por su forma, su tamao y su color caf pardo oscuro (Fig.
1). Al acercarnos se percibe con claridad la sensacin de escalonamiento que la vista de las terra-
zas produce. Desde la cima, el dominio visual sobre el territorio circundante y la lejana distancia es
completo. Elisa Villalpando y Randall McGuire calculan, aproximadamente, 634,856 horas-persona
para la construccin de todas las estructuras de muros y terrazas en el Cerro de Trincheras, consi-
derando que los materiales (piedras y tierra de relleno) se tomaron de las inmediaciones
(Villalpando y McGuire 2004:239; 2009:368-371). Su descripcin de las caractersticas arquitectni-
cas del Cerro de Trincheras nos permite formarnos una imagen de sus ltimas dimensiones:
El sitio es visualmente monumental desde un radio de 25 kilmetros. El cerro en s cubre 100
hectreas que se elevan unos 150 metros sobre el nivel de la actual planicie aluvial. Los ele-
mentos ms obvios son las ms de 900 terrazas localizadas principalmente sobre la cara norte.
Algunas de estas llegan a tener de 300 a 400 metros, aunque la mayora miden entre 15 y 30
metros de largo. La altura de las terrazas vara de unas decenas de centmetros, las que se en-
cuentran en la base del cerro, hasta los tres metros, aquellas cercanas a la cima. Ms de tres-
cientas estructuras circulares y cuadrangulares con paredes de hasta un metro de altura apare-
cen adosadas a algunos muros de las terrazas. Dos estructuras especiales destacan del resto
de la arquitectura del sitio: la Cancha es un rectngulo con las esquinas redondeadas de 15 por
57 metros, en la base norte del cerro. La Plaza del Caracol se localiza en la parte oriental de la
cima, en ella el Caracol ocupa un lugar central, rodeado de estructuras circulares, en un espacio
EL SIMBOLISMO SAGRADO DE LOS CERROS Y SU RELACIN CON EL PODER POLTICO-RELIGIOSO Y LOS RITUALES DE
PETICIN DE LLUVIAS EN EL CERRO DE TRINCHERAS DEL DESIERTO DE SONORA
1. Profesor Titular C de Tiempo Completo, Definitivo, Nivel PRIDE D de la Facultad de Ciencias Polticas y Sociales de la Universidad Nacional Autnoma de Mxico.
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cin de grabados rupestres que alcanza la cifra
de ms de 6000 diseos registrados en un
rea de 9.5 Km (Amador 2011a; Medina y
Amador 2012; Villalobos 2003:16).
En la regin del ro Altar, McGuire y Villalpando
reportan once cerros de trincheras que contie-
nen diversos tipos de estructuras, entre las que
predominan las terrazas en las laderas de los
cerros (McGuire y Villalpando 1993:76). El ni-
co cerro de la regin que carece de terrazas
incluye una estructura de muros en la cima
(corral) que tiene forma circular y una entrada
orientada hacia el norte (Ibid.:144-146). Otros
cuatro cerros comparten estas caractersticas,
uno de ellos con dos corrales (Ibid.:76). En es-
tos cerros de trincheras se encontraron, tam-
bin, muros y basamentos de casas en foso
abierto delimitado por muros con accesos
bien definidos. El Caracol tiene muros de
ms de metro y medio de altura que for-
man una espiral de 13 por 8 metros, la
cual semeja la concha de un gasterpodo
seccionado (Villalpando y McGuire
2004:230).
Adems del Cerro de Trincheras, otros sitios
del noroeste de Sonora muestran una impor-
tante actividad humana de transformacin del
paisaje. En los cerros de La Proveedora y San
Jos, por ejemplo, se construyeron 152 terra-
zas, de diferentes tamaos, adems de nume-
rosos senderos, alineamiento de grandes ro-
cas, aplanado y relleno de zonas de la llanura
para formar plazas; a este tipo de construccio-
nes hay que aadir una muy prolfica produc-
Fig. 1. Cerro de Trincheras. Foto Dito Jacob.
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piedra) que, debido a su ubicacin, pudieron
haber servido tanto para realizar observacio-
nes astronmicas, especialmente sobre un ca-
lendario de horizonte, como para vigilar el terri-
torio circundante desde las alturas, dada la vi-
sibilidad hacia las llanuras y cerros aledaos,
lo que define una funcin ms: la comunica-
cin a la distancia. Su forma y posicin indican
que es muy probable que hayan servido tam-
bin para fines ceremoniales (Amador, 2011a y
2011c; Fish y Fish, 2007; Villalpando y McGui-
re, 2009; Zavala, 2006). Esas estructuras, ubi-
cadas en las cimas, tienen formas geomtricas
definidas: espirales -imitando el corte transver-
sal de un caracol marino-, circulares o elpticas
(concntricas), cuadradas, rectangulares o
hexagonales (Fig. 2). Debido a su muy proba-
ble funcin ritual y a que las formas de las es-
tructuras se repiten en los diseos del arte ru-
pestre y de los ornamentos de concha, puede
deducirse que debi de haber existido un sim-
bolismo de la forma, asociado a ellas. En algu-
nos casos como en el Cerro de Trincheras, el
acceso a la cima parece haber estado restrin-
gido y protegido por un sistema de muros y te-
rrazas (Villalpando y McGuire, Op.cit.).
A pie de cerro se pueden observar metates,
morteros fijos y manos para el procesamiento
de alimentos de origen vegetal, as como gra-
bados rupestres sobre los afloramientos roco-
sos. En algunos casos, como en La Proveedo-
(dem.). El cerro de trincheras ms grande de
la regin es el llamado To Benino, contiene
290 terrazas, le sigue el cerro llamado La Hor-
miga con 44 (Ibid.:142).
Los rasgos ms destacados de los cerros de
trincheras en el noroeste de Sonora (200-1450
d.C.) son los asentamientos complejos, asocia-
dos a las cuencas fluviales y a los cerros volc-
nicos. En las laderas encontramos terrazas,
senderos y rampas. Dentro de cada sitio, y de
una regin a otra, las terrazas varan en tama-
o y funcin (Braniff, 1992; McGuire y Villal-
pando, 1993; Villalobos, 2003; Villalpando y
McGuire, 2009). Pueden haber servido para el
cultivo de agaves, por ejemplo, para habitacin
o para albergar talleres de produccin de orna-
mentos de concha, construyndose distintos
tipos de estructuras sobre ellas, como en el ca-
so del Cerro de Trincheras. Incluso, su ubica-
cin en los distintos niveles de altura de la la-
dera puede haberse traducido en algn tipo de
jerarqua social (Villalpando y McGuire,
Op.cit.). Sobre las laderas pueden encontrarse,
tambin, grabados rupestres en los afloramien-
tos rocosos. El grado de densidad en la con-
centracin de grabados vara de una regin a
otra, es mucho mayor en la zona del Asuncin
(La Proveedora, Cerro San Jos, el Deseo, Ce-
rrito del Ppago) (Amador, Op.cit.).
Sobre algunas de las cimas se construyeron
estructuras de muros (corrales y crculos de
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de observarse en el sitio El Deseo, en la cuen-
ca del Asuncin (dem.). En el Cerro de Trin-
cheras, el espacio denominado La Cancha,
ubicado en la parte inferior de la ladera princi-
pal, debi de haber jugado una funcin equiva-
lente (Villalpando y McGuire, Op.cit.). Este tipo
de espacios poseen una acstica particular
que facilita y potencia la audicin, lo que pudo
haber favorecido la realizacin de eventos co-
munitarios que implicaban el canto, la danza y
el discurso pblico y es, adems, un rasgo ca-
racterstico de los grandes centros ceremonia-
les mesoamericanos (Amador, 2011a; Villal-
pando y McGuire, 2009).
Las casas en foso y los hornos para procesar
agave se presentan tambin en las planicies,
asociadas a los cerros; stos ltimos son parti-
ra, a la presencia de metates y morteros se
asocia cierto tipo de terrazas de forma circular,
delimitadas por crculos de grandes rocas que
debieron ser desplazadas para dar forma a es-
pacios colectivos de trabajo y reunin (Amador,
2011a y 2011c).
En las llanuras, inmediatas a los cerros, los ali-
neamientos de grandes rocas con grabados
dan lugar a plazas de mayor tamao, pueden
tener forma circular, elipsoidal, espiral o rectan-
gular. Lo ms probable es que funcionaran co-
mo espacios colectivos de reunin, tal es el ca-
so del Cerro San Jos, cuya plaza, ubicada en
la parte sur de la ladera oeste, de forma elip-
soidal, mide 50 x 60 m (Amador, 2011a) (Fig.
3). Un espacio de caractersticas semejantes,
con forma de plaza circular a pie de cerro pue-
Fig. 2. Estructuras de muros sobre las ci-mas de los cerros de trincheras. Google Earth.
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nen su mbito regional.
La transformacin cultural del paisaje en los Cerros de Trincheras y su significado
Como hemos visto, los cerros de trincheras
constituan localidades elevadas y prominentes
que pudieron haber funcionado como marca-
dores visuales sobresalientes en el paisaje,
dominando los asentamientos comunes, tal
vez, jugando un papel simblico, semejante a
los montculos, las pirmides y los centros ce-
remoniales, construidos en sitios elevados por
las culturas mesoamericanas (Fish y Fish,
2007; Haury, 1976; Nelson 2007; Odonovan
2002; Villalpando y McGuire, 2004 y 2009; Za-
vala, 2006). El patrn repetitivo y el carcter
masivo de las terrazas en algunos sitios, como
cularmente caractersticos de los sitios ubica-
dos en la cuenca del ro Altar (McGuire y Villal-
pando, 1993). En superficie es comn encon-
trar restos de herramientas lticas -talladas y
pulidas-, de ornamentos de concha y de algu-
nas de las cermicas diagnsticas (Lisa de va-
rios tipos; Prpura/Caf; Prpura/Rojo y Poli-
croma). La distribucin y concentracin de los
elementos diagnsticos vara de un sitio a otro
(Braniff, 1992; McGuire y Villalpando, 1993;
Villalobos, 2003; Villalpando y McGuire, 2009).
Todos estos elementos crean un patrn cultu-
ral comn que se manifiesta con variaciones
definidas en cada sitio, dentro de la regin de
los ros Magdalena-Altar-Asuncin-Concep-
cin. Este conjunto de caractersticas da forma
a lo que denomino Tradicin Trincheras y defi-
Fig. 3. La Plaza, Cerro San Jos. Foto Dito Jacob.
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gundo momento, la construccin de las estruc-
turas sobre los cerros se presenta como un ac-
to deliberado para exaltar sus rasgos naturales
de monumentalidad y, en consecuencia, contri-
buye a poner de manifiesto el poder del grupo
que las construy y su dominio sobre el territo-
rio circundante, desde la cima.
Tanto en el caso del Cerro de Trincheras como
en el de La Proveedora, los aspectos referidos
(tamao, ubicacin y geomorfologa) deben de
haber jugado un papel simblico decisivo para
ser escogidos como lugares idneos para
construir asentamientos, pues, adems de los
aspectos prcticos, la monumentalidad natural
de los cerros, su forma y color que destacan a
kilmetros de distancia, imponen una actitud
de admiracin y reverencia. Probablemente,
primero fueron sitios sagrados de peregrinaje
ceremonial cclico, espacios para las grandes
congregaciones estacionales y, slo ms tar-
de, lugares de habitacin permanente. Al res-
pecto, Ben Nelson propone una genealoga del
proceso que la monumentalizacin de los ce-
rros de trincheras pudo haber seguido:
La cima, como construccin social, co-
menz siendo un sitio sagrado natural, ubi-
cado en un circuito ritual. Adecuada para la
sacralizacin, debido a sus connotaciones
cosmolgicas de encuentro entre la tierra y
el cielo, la cima se convirti en un lugar pa-
ra sancionar los cambios estacionales y ce-
en el Cerro de Trincheras, crean un efecto vi-
sual de escalonamiento de las laderas de los
cerros que es visible a la distancia (Fig.1). Su
monumentalidad puede asociarse a la exhibi-
cin del poder del grupo que los construy y
del dominio estratgico de los cerros sobre los
valles adyacentes (Nelson, 2007; Zavala,
2006).
En el caso de La Proveedora y el Cerro San
Jos, la abundancia de grabados sobre los
afloramientos rocosos que son visibles desde
la llanura inmediata, as como la construccin
de plazas y el alineamiento de grandes rocas
son tambin formas evidentes de transforma-
cin cultural del paisaje. Tales procedimientos
pueden ser comprendidos a partir de las cate-
goras que proponen varios autores: a) place-
crafting, concepto que, en ausencia de una tra-
duccin literal, podemos entender como trabajo
cultural o trabajo artesanal-artstico sobre los
sitios (Nelson, 2007); b) simbolismo del paisaje
y arte del paisaje (landscape art) (Whitley,
1998); c) estrategias de visibilizacin, en parti-
cular, exhibicin y monumentalizacin (Criado
Boado, 1991).
Las decisiones que llevaron a la seleccin de
cerros especficos deben de haberse tomado,
primero, en funcin de la relacin directa que
se estableca entre su presencia monumental
(tamao, ubicacin y geomorfologa) y el
carcter sagrado que se les atribua. En un se-
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1998; Whitley, 2011). A estas orientaciones
heursticas podemos agregar que la herme-
nutica posibilitar contrastar los elementos
surgidos de los mtodos anteriores y dar co-
herencia y sistematicidad al conjunto de la in-
terpretacin (Durand, 1971, 1993; Gadamer,
1999; Ricoeur, 1999, 2003, 2006).
La gran tarea que supuso la construccin de
los cerros de trincheras, realizada bajo condi-
ciones climticas extremas, nos lleva a pregun-
tarnos acerca de la organizacin social que
produjo esas obras colectivas. En esta cues-
tin quedan implicados varios aspectos sustan-
tivos, entre los que destacan la escala social
de los grupos y sus formas de organizacin
poltica.
Esas obras slo fueron posibles a partir de una
complejidad social mayor a la de las aldeas
dispersas, no slo por la cantidad del trabajo
humano implicado, sino, tambin, por su cali-
dad. Adems del diseo y la ingeniera, supu-
sieron una bien organizada red de relaciones
polticas que exiga conocimientos especializa-
dos y relaciones de poder que justificaran la
existencia de una lite con la autoridad sufi-
ciente para ejercer el mando y ser capaz de
llevar a cabo la direccin y supervisin de las
tareas constructivas.
Para el conjunto de la regin que abarca el
complejo Cultural Trincheras, en la cuenca flu-
vial de los ros Magdalena-Altar-Asuncin-
lestiales, as como los ritos de paso. Con el
transcurso del tiempo y sin un resultado pal-
pable, los especialistas rituales quedaron
asociados al lugar, conforme su significado
cambiaba. Para realzar la efectividad de las
ceremonias y preservar la memoria de los
significados asociados, se ocuparon de la
construccin de pequeos monumentos in-
dividuales, como ofertorios y gnmones.
Sus propios entierros pudieron haberse
convertido en esos monumentos, fijndolos,
de esa manera, en la memoria colectiva,
como ancestros idealizados de la comuni-
dad (2007:234 [la traduccin es nuestra]).
La interpretacin del simbolismo asociado a la
transformacin cultural del paisaje (estructuras
arquitectnicas y arte rupestre) de sociedades
que desaparecieron hace siglos, sin haber de-
jado una tradicin oral que pueda ser atribuida
a ellos con certeza, ni registro etnogrfico algu-
no, es una tarea sumamente difcil. En estos
casos, cuando no existe informacin testimo-
nial o documental disponible, los mtodos que
permiten un anlisis formal sistemtico como la
arqueologa de paisaje, la arqueoastronoma,
el anlisis estilstico e iconogrfico del arte ru-
pestre y los mtodos comparativos, como la
analoga etnogrfica y el contraste con los ma-
teriales etnohistricos son el nico camino po-
sible a seguir (Amador, 2007; Broda, 2004;
Criado Boado, 1991; Taon y Chippindale,
15
dos en las tres terrazas superiores de la ladera
norte, a las que se les dio el nombre de El Mi-
rador, arrojan la conclusin de que la presen-
cia importante de cermica decorada, orna-
mentos de concha (anillos y pendientes deco-
rados), cuentas de piedra y concha, y pipas de
cermica reflejan el uso de ciertos bienes de
lujo, propios de un grupo de lite (Villalpando y
McGuire Op.cit.:186, 190 y 192). Asimismo, el
anlisis de la forma y ubicacin espacial de El
Mirador parecen confirmar esta hiptesis, pues
desde ah se domina la visibilidad de toda la
ladera norte del cerro; uno de sus niveles se
asocia con una funcin administrativa y otra
con la probable residencia del lder del Cerro
de Trincheras (Ibid.:192).
El ejercicio del poder y la autoridad requieren
siempre de elaboraciones culturales sofistica-
das que lo fundamenten y legitimen. Se trata
de lo que Geertz (2000) ha llamado la cons-
truccin simblica de la autoridad. Las lites
gobernantes justifican su existencia y ordenan
sus acciones en trminos de colecciones de
historias, ceremonias, insignias, formalidades y
accesorios que han heredado o, en situaciones
ms revolucionarias, inventado (Ibid.:124). De
acuerdo con Berger y Luckmann, la totalidad
del orden institucional debe ser coherente, en
trminos de significado, para todos aquellos
que participan en los diferentes procesos insti-
tucionales (1967:92).
Concepcin, el Cerro de Trincheras es el nico
en el cual las estrategias constructivas de mo-
numentalizacin y exhibicin de las estructuras
de terrazas aparecen en su forma ms eviden-
te y lograda. La funcin poltica de destacar el
poder del grupo que llev a cabo su construc-
cin, supone, asimismo, la exaltacin del poder
de los lderes que encabezaron esas obras. El
liderazgo implica, de suyo, jerarquas y diferen-
cias sociales. De tal suerte, al interior de las
estructuras de terrazas del sitio, tal jerarqua
debe poder distinguirse. Es as que aparece
una bien definida diferenciacin en tamao,
forma, ubicacin y materiales asociados en los
distintos niveles de las terrazas de la ladera
norte del cerro, que es la principal, lo que ha
llevado a proponer la hiptesis de una diferen-
ciacin social interna que se manifiesta en el
registro arqueolgico mediante esas carac-
tersticas (Villalpando y McGuire, Op.cit.:78,
192). Esta idea puede sustentarse tambin en
lo expresado por Geertz sobre la cuestin: en
el centro de toda sociedad organizada con un
cierto grado de complejidad existen tanto una
lite que gobierna, como un conjunto de for-
mas simblicas que estn ah para poner de
manifiesto no slo que esa lite gobernante
est presente sino que, adems, gobierna
(2000:124).
En particular, los resultados de la recoleccin,
excavacin y anlisis de los materiales halla-
16
mento trascendente (Alcina Franch, 1992;
Amador, 2004; Broda, 1978; Campbell, 1991
[1962]; Cassirer, 1992 [1946]; Frankfort, 1993
[1948]; Geertz, 2000 [1983]; Huizinga, 1981
[1931]).
Apoyndose en lo escrito por Broda (1978),
Alcina Franch sintetiza de manera muy clara
este planteamiento cuando destaca que el po-
der en una sociedad compleja y estratificada
como la mexica tena una importancia que iba
ms all de las relaciones interpersonales e
interclasistas y constitua uno de los ncleos
de mayor peso en su organizacin poltica y
social. El ritual, particularmente el culto guerre-
ro, fortaleca la posicin dominante de la noble-
za dentro de Tenochtitlan. Ms an, la funcin
de gobernar estaba asociada directamente con
el mantenimiento del orden csmico, y el dis-
curso poltico con la cosmovisin, tal como lo
reflejan las abundantes metforas csmicas
que se utilizaban para referirse al soberano
mexica (Alcina Franch, 1992:161-171; Broda,
1978:221-255).
Cazeneuve distingue claramente dos etapas,
en la primera, el liderazgo aparece, dentro de
sociedades, tradicionalmente igualitarias, como
algo que rompe la norma, en una segunda eta-
pa se invierte el procedimiento y la diferencia
se convierte en la norma:
El jefe, objeto de tabes particulares, es
tratado, en efecto, como un personaje in-
Los rasgos evidentes de una monumentaliza-
cin y exhibicin intencionadas que se expre-
san mediante la visibilidad de las construccio-
nes arquitectnicas, aparecen de manera clara
y manifiesta en el Cerro de Trincheras. En su
agudo anlisis sobre este fenmeno, Ben Nel-
son (2007) aclara que la monumentalizacin
juega un papel poltico bien definido que tiene
la funcin de enaltecer el poder del grupo de
lite local. Dicha exaltacin tuvo que haberse
sustentado sobre la base de un previo discurso
mtico-religioso, referido al simbolismo csmico
de los lugares elevados como montes y cerros,
sobre el que, ms tarde, se montara un discur-
so poltico para justificar y ennoblecer el poder
de la lite (dem.). Ese modo de proceder es
descrito por Geertz cuando sostiene que las
lites gobernantes localizan, definen y dan for-
ma al centro alrededor del cual se desenvol-
ver la vida social, adems, establecern su
conexin con las cosas trascendentes y mar-
carn su territorio con todos los signos rituales
de la dominacin poltica (Geertz , Op.cit.:125).
Se trata de un fenmeno poltico que se ha da-
do de manera manifiesta, no slo entre las li-
tes de Mesoamrica, sino en numerosos ejem-
plos, entre los que destacan el antiguo Egipto,
Mesopotamia y las monarquas de la Europa
medieval. El discurso que justifica el ejercicio
del poder se sustenta sobre la base de un pre-
vio discurso religioso que lo dota de un funda-
17
religiosa debi servir para dotar de sentido al
gran esfuerzo que implicaron las labores colec-
tivas, as como para la construccin simblica
de la autoridad que defini y justific una rela-
cin determinada entre medios y fines, entre
dirigentes y dirigidos. Es muy probable que los
aspectos mtico-religiosos hayan jugado un pa-
pel primordial, especialmente en la construc-
cin de los espacios ceremoniales. Tanto a ni-
vel universal, en el caso de las sociedades pre-
modernas, como a nivel de las tradiciones cul-
turales indgenas de la regin del norte de
Mxico y del suroeste de los Estados Unidos
que conocemos, las narrativas mticas han
cumplido la funcin de dotar de sentido y justi-
ficar a las instituciones y a las prcticas socia-
les (Amador, 2004 y 2011b; Bahr, 1994, 2001;
Campbell, 1991 [1962]; Cassirer ,1992 [1946];
Eliade, 1994; Frank, 1994; Parsons, 1996
[1939]; Underhill, 1939, 1946, 1948).
A partir del anlisis de las caractersticas ob-
servadas en los cerros de trincheras del noro-
este de Sonora durante las estancias de inves-
tigacin de campo, y partiendo de las categor-
as de la arqueologa de paisaje, as como del
estudio de los testimonios etnogrficos y los
documentos etnohistricos regionales, propon-
go una hiptesis: no se puede explicar la enor-
me tarea constructiva en los cerros volcnicos
(terrazas, rampas, plataformas y senderos, es-
pacios domsticos, espacios ceremoniales, ob-
slito, extrao a las normas; su contacto es
tan peligroso como el de una cosa impura.
Esto hace pensar que surgi en una socie-
dad igualitaria e indivisa, de modo tal que
se le consider una anomala.
Desde el principio escapaba a la norma
comn, y, por ello, era inquietante, numino-
so []. Si el jefe poda ser a la vez impuro
y mgicamente poderoso, ello se deba
ms bien a que se encontraba por sobre el
nivel de la norma []. Es necesario sea-
lar, sin embargo, que la sublimacin reli-
giosa pudo invertir esa situacin: el rey,
considerado un personaje anormal en una
sociedad clnica de tradicin igualitaria, se
presentara con el andar del tiempo, muy
por el contrario, como la encarnacin del
equilibrio social de la regla-, y dejando de
ser mago, recibira una nueva consagra-
cin: la de un dios (1971:72-73).
Teniendo en mente la especificidad cultural, la
escala social y el grado de diferenciacin jerr-
quica interna de la sociedad, en relacin con el
fenmeno poltico mexica y el menos desarro-
llado proceso de formacin de las clases so-
ciales, ocurrido en el Cerro de Trincheras, po-
demos comprender el sentido en el cual se es-
bozan los posibles paralelismos. En particular,
destacamos que, respecto de las tareas de
construccin, un cierto tipo de discurso polti-
co, sustentado sobre la base de una cosmovi-
18
han existido, a nivel universal, en las categor-
as de pensamiento mtico y cosmolgico de
las principales tradiciones religiosas de China,
la India, Asia oriental y occidental, Mesoamri-
ca y Europa (2002:48). Retoman de Needham
la categora de pensamiento correlativo, y lo
definen como la propensin general a organi-
zar la informacin natural, socio-poltica y cos-
molgica en conjuntos altamente organizados
de sistemas de correspondencias (2002:49).
Las estructuras correlativas aparecen en
todo el mundo en los sistemas mgicos,
astrolgicos y de adivinacin premoder-
nos; en los diseos de aldeas, ciudades,
templos y complejos de plazas; en los sis-
temas abstractos referidos al orden de los
dioses, los demonios y los santos; en los
sistemas numerolgicos formales; en las
cosmologas jerrquicas y temporales; y
en muchos sistemas similares (Farmer,
Henderson y Witzel, 2002:49 [traduccin
nuestra]).
De acuerdo con estos autores, hacia los ini-
cios de nuestra era, en todo el mundo los ti-
pos dominantes de sistemas correlativos ya
haban aparecido y guiaran el pensamiento
cosmolgico durante los tiempos tradiciona-
les, incluidas las fuertemente estratificadas
tradiciones mesoamericanas precolombi-
nas (2002:50 [traduccin nuestra]). Un exten-
so cuerpo de evidencia demuestra que los sis-
servatorios, sistemas defensivos y arte rupes-
tre), bajo las condiciones climticas extremas
del desierto, sin que dicha construccin estu-
viera inmersa en un sistema cultural complejo
que proveyera a la comunidad con metas co-
lectivas que trascendieran la mera satisfaccin
de las necesidades inmediatas de alimenta-
cin, abrigo y defensa; propsitos colectivos
que, muy probablemente, estuvieron fundados
en elaboraciones culturales sofisticadas, las
cuales debieron integrarse dentro de un siste-
ma mitolgico sumamente elaborado.
A su vez, es una caracterstica universal de los
sistemas mitolgicos el poseer un conjunto de
mitos especializados, denominados cosmog-
nicos, cuya funcin primordial es la de dotar a
la comunidad con una explicacin acerca del
origen del mundo y de todo lo que existe; ah
se narra el origen del universo, de la tierra y de
todos los seres vivos (Amador, 2004 y 2011b;
Eliade, 1994 [1963]; Eliot, et. al., 1990; Len-
Portilla, 1983 [1956]; Lpez Austin, 1996 [1990]
y 1999 [1994]). Ese sistema de ideas se expre-
sa en esquemas cosmolgicos que describen
la estructura del universo. Es en tal sentido que
interpreto las palabras de Durkheim: No hay
religin que no sea una cosmologa al mismo
tiempo que una especulacin sobre lo divi-
no (1992 [1912]:14).
Farmer, Henderson y Witzel han mostrado con
toda claridad las profundas homologas que
19
mento se encargarn de las tareas sustantivas
de la creacin, reemplazando al dios originario;
3) creacin del Cielo y de la Tierra; 4) creacin
de los seres vivos. El mito oodham sigue un
patrn comn a los mitos de origen de los
nahuas, de los mayas quichs, de los hopis y
de los zunis que consiste en un concepto ccli-
co de creaciones y destrucciones sucesivas
(Amador 2011b; Bahr 1994, 2001; Courlander
1987; Garibay 1979; Garza, de la 1998; Len-
Portilla 1983; Lpez Austin 1996, 1999; Par-
sons 1996; Popol Vuh, 1971).
De los mitos de origen oodham se deriva una
cosmologa bien definida: en el plano horizon-
tal una nocin cuatripartita del espacio, deter-
minada por los cuatro rumbos del universo y
un centro; a cada direccin csmica le corres-
ponde un color: Este: blanco, Oeste: negro,
Norte: amarillo, Sur: azul. Dentro de ese es-
quema predomina el eje Este-Oeste, regido
por el movimiento solar. En el plano vertical el
cosmos est subdividido en tres dimensiones:
Cielo, Tierra e Inframundo. Cielo y Tierra, Sol y
Luna, hombre y mujer aparecen como manifes-
taciones de un principio csmico dual de
opuestos complementarios (masculino-
femenino) que subyace y mueve a todo lo que
existe. Los mismos principios-energas esen-
ciales rigen al Cosmos, a los seres vivos y a la
vida social (Amador, 2011b; Bahr, 1994, 2001;
Curtis ,1993; Lloyd, 1911; Russell, 1980; Sax-
temas correlativos evolucionaron de modo si-
milar en diferentes civilizaciones del mundo
(2002:51).
Una revisin cuidadosa de los sistemas mitol-
gicos de las culturas indgenas del norte de
Mxico y suroeste de los Estados Unidos nos
muestra con toda claridad la validez de estas
premisas: sus sistemas mitolgicos contienen
un conjunto de narrativas que podemos definir
como mitos cosmognicos y de los mismos se
derivan conceptos cosmolgicos que se ponen
de manifiesto en los rituales, en una simbolog-
a del paisaje y en la estructura de los asenta-
mientos: ubicacin, forma, distribucin y orien-
tacin. Esta sustantiva relacin conceptual que
se ha establecido entre los espacios construi-
dos y el esquema cosmolgico es especial-
mente vlida para los lugares que son conside-
rados como sagrados y que tienen una funcin
ceremonial: se trata de la presencia de estruc-
turas correlativas en el pensamiento religioso
de esos grupos.
As, por ejemplo, en el mito cosmognico de
los grupos oodham del desierto de Sonora,
observamos una creacin csmica en cuatro
etapas: 1) creacin del Cosmos por la divinidad
principal, que hasta entonces haba permaneci-
do inactiva, en una especie de ter indiferen-
ciado y catico; 2) creacin de mundos, fases
y dimensiones de la existencia, en particular,
de dioses secundarios que, a partir de ese mo-
20
to en la seleccin de los sitios habitables como
en su configuracin concreta. La relacin mti-
co-simblica entre el paisaje y las estructuras
fundamentara y dara origen a prcticas ritua-
les especficas.
Es muy probable que esas estructuras correla-
tivas, que son universales y que, adems, se
han observado de manera bien definida tanto
en las tradiciones mticas de Mesoamrica co-
mo de los grupos indgenas del periodo histri-
co del Noroeste/Suroeste, hayan estado pre-
sentes en el pensamiento mtico de la Tradi-
cin Trincheras. Me refiero a sus rasgos gene-
rales, no a su contenido concreto, que est de-
terminado por la historia especfica de cada
grupo. Difcilmente podr objetarse la existen-
cia de una mitologa compleja, de un conjunto
de mitos cosmognicos de los que se derivara
una cosmologa y de la proyeccin de esos
conceptos mticos sobre el paisaje y sobre la
organizacin cultural del espacio habitado.
Ms an, en el periodo en el cual se construy
la ltima fase del Cerro de Trincheras (1300-
1450) la organizacin social y poltica de sus
habitantes debi mostrar una tendencia hacia
una creciente complejidad, diferenciacin y es-
tructuracin jerrquica interna que debe de
haberse expresado en formas de pensamiento
ms sofisticadas.
Fundamos nuestras hiptesis en observacio-
nes realizadas en los sitios, y partimos de la
ton y Saxton, 1973; Underhill,1946).
Respecto de la relacin entre los mitos de ori-
gen y las ideas que rigen la fundacin de los
asentamientos, entre los tohono oodham, por
ejemplo, existen cuatro grupos dialectales
(archi o aacti, kuhatk, huhuhra y kokolotli) defi-
nidos tanto por las pequeas diferencias lin-
gsticas como por su ubicacin geogrfica, en
torno a cuatro pueblos originarios, cuya for-
macin se explica en el llamado: mito de la
Emersin (Underhill, ibid.:59-69). Destaco, en
ese sentido, que se trate de cuatro pueblos ori-
ginarios que se ubican en una distribucin este
-oeste/norte-sur y que su origen est asociado
directamente con algunos de los eventos fun-
damentales de sus narrativas mticas. Este es-
quema cuatripartito determina la importancia
esotrica del nmero cuatro, definiendo que
todas las repeticiones rituales como recitacin
y canto, nmero de das que debe durar una
ceremonia de purificacin se den de cuatro en
cuatro o a partir de mltiplos de cuatro.
Desde esa perspectiva, cabe preguntarse si las
formas y relaciones espaciales (ubicacin,
orientacin, distribucin, visibilidad y morfolo-
ga) de las estructuras arquitectnicas, cons-
truidas sobre los cerros de trincheras, adems
de obedecer a los fines prcticos definidos, son
la expresin simblica de esquemas cosmol-
gicos. De ser as, los sistemas mticos debie-
ron de haber jugado un papel fundamental tan-
21
Probable orientacin de estructuras arqui-
tectnicas con fenmenos astronmicos
En primer lugar, tenemos, en el Cerro de Trin-
cheras la orientacin de ciertas estructuras ar-
quitectnicas, por ejemplo, los muros en forma
de V que se hallan en la cima y que de acuer-
do con Villalpando y McGuire, parecen definir
posiciones para observar la salida del sol en
los solsticios:
La cima del cerro tal vez fue un centro ad-
ministrativo o ceremonial accesible slo a
unos cuantos habitantes y usado slo en
tiempos o ceremonias especiales. El recin-
to inclua la Plaza del Caracol hacia el ex-
tremo este y el pico ms elevado hacia el
oeste. El nico elemento presente en este
pico es un muro en V que apunta hacia la
salida del sol en el solsticio de invierno. Un
poco ms abajo en la cara norte de este
pico, otro muro en V apunta a la salida del
sol en el solsticio de verano, dos elementos
ms que confirman la estructura compleja
del asentamiento (Villalpando y McGuire,
Op.cit.:238).
Esta hiptesis coincide en su orientacin gene-
ral con lo propuesto por Ivan prajc: Las
orientaciones [de estructuras arquitectnicas]
se refieren, por lo regular, a fenmenos obser-
vables en el horizonte, es decir, a los puntos
de salida y puesta de los cuerpos celes-
tes (2001:296).
idea que ciertos aspectos, a la vez bsicos y
esenciales de los sistemas de pensamiento
pueden inferirse de las caractersticas que asu-
me la relacin que se da entre el paisaje y las
estructuras culturales. Desde mi punto de vista,
la organizacin cultural del paisaje en los ce-
rros de trincheras no es casual ni arbitraria,
obedece a dos factores decisivos, presentes
en los restos arqueolgicos: a) los factores
prcticos (economa y vida domstica cotidia-
na) que determinan una organizacin eficiente
de los recursos y dispositivos culturales; b) los
aspectos religiosos (mticos y rituales), que de-
terminan una organizacin simblicamente sig-
nificativa de las estructuras y espacios cultura-
les. Lejos de oponerse, los dos aspectos pare-
cen complementarse y yuxtaponerse en un to-
do armnico, organizado de manera funcional,
en trminos prcticos, y simblicamente signifi-
cativa, en trminos religiosos (Amador, 2011a
y 2011c).
Con fundamento en la astronoma cultural
que incluye a las perspectivas arqueolgica y
etnogrfica (Aveni 2008:6)- y en la arqueologa
de paisaje, podemos proponer varios aspectos
que pueden indicar una relacin entre la es-
tructura de los asentamientos y un simbolismo
del paisaje, asociado a ciertas prcticas de ob-
servacin astronmica y a probables concep-
tos cosmolgicos.
22
dor de una atenta observacin y representa-
cin grfica de los cuerpos celestes (Ballereau
1988, 1991). Ballereau sostiene que: los
smbolos astronmicos pueden identificarse
con facilidad, y se relacionan con la luna, el sol
y las estrellas. Su gran nmero y su distribu-
cin uniforme en el sitio ponen de manifiesto
que la observacin del cielo desempeaba un
papel importante entre los pueblos del noroes-
te de Mxico (Ballereau, 1988:28) (Fig.4).
A la hiptesis de Ballereau podemos agregar la
de Marc Thompson (2006:165-183), quien sos-
tiene que Venus, concebido como la Estrella
Matutina y la Estrella Vespertina, fue amplia-
mente representado dentro de las tradiciones
indgenas prehispnicas del Suroeste como
una cruz con un permetro exterior, y de la cual
muestra ejemplos en el arte rupestre de Nuevo
Mxico. Afirma que:
Las culturas de Mesoamrica y el Suroes-
te compartieron una constelacin de ras-
gos que se asocian a conceptos y repre-
sentaciones grficas de Venus. Estos ras-
gos incluyen orientaciones hacia el lucero
del amanecer y el lucero del atardecer,
personificaciones masculinas, combina-
ciones del simbolismo de la estrella con el
de la serpiente y asociaciones con la idea
de dualidad y con la guerra (Thompson,
2006:177 [la traduccin es nuestra]).
De la forma y la ubicacin de ciertas estructu-
ras de muros puede inferirse una probable fun-
cin ritual y un simbolismo especfico, atribuido
a las cimas. As por ejemplo, en el complejo de
sitios arqueolgicos, estructurados en torno al
Cerro de Trincheras, habr que tener en consi-
deracin que eran varias estructuras de muros
las que tenan un probable uso ceremonial. So-
bre el Cerro de Trincheras: la Plaza del Cara-
col, La Cancha, El Caracolito. En las cimas de
los cerros aledaos al Cerro de Trincheras en-
contramos estructuras de muros de piedra con
formas geomtricas regulares (circulares, elip-
soidales y cuadrangulares) que siguen un
patrn repetitivo (Fish y Fish, 2007; Zavala,
2006) (Fig. 2). Esas estructuras de corrales y
crculos de piedra tambin estn presentes en
las cimas de algunos cerros de trincheras, en
las cuencas del ro Altar y del ro Asuncin
(Amador, 2011a; McGuire y Villalpando, 1993).
Probables representaciones de fenmenos astronmicos en los grabados rupestres Otro aspecto que apunta hacia la observacin
de fenmenos astronmicos y un probable re-
gistro de estos en el arte rupestre es la hipot-
tica representacin de diversos astros (Sol, Lu-
na, Venus y estrellas) en los petrograbados de
los cerros de la Proveedora y San Jos, que
propone el astrofsico Dominique Ballereau. De
poderse demostrar, sera un importante indica-
23
Fig. 4. Petrograbados con representaciones del Sol, la Luna y Venus. Fotos Dito Jacob.
24
ba quieto por cuatro das, empezando con el
da que las Plyades se ponan al atardecer.
Tanto entre los akimel oodham como entre los
tohono oodham, el periodo de cuatro das del
solsticio de invierno era considerado sagrado,
se trataba de las cuatro noches ms largas del
ao, durante las cuales, los guardianes de la
tradicin (siniyawkum) relataban los mitos de
origen de manera oficial a la comunidad (Bahr,
1994:282; Underhill, 1939:125).
Los akimel oodham tienen puntos definidos de
observacin de los movimientos anuales del
sol, en referencia a un calendario de horizonte,
situado en la Sierra de la Estrella (Russell,
Op.cit.). Los tohono oodham conocan muchas
estrellas, con las cuales formaban constelacio-
nes que tenan nombres definidos. La cuenta
de las fases lunares y los principales eventos
del calendario eran memorizados por un espe-
cialista de la comunidad, quien los grababa en
un palo calendario, que es una vara de
sahuaro, pino o sauce, con muescas mne-
motcnicas, que ayudan a su poseedor a re-
cordar los eventos registrados; siguiendo las
muescas con el pulgar, a travs del bastn, de
arriba hacia abajo, se recuerdan los eventos
grabados. Las muescas siguen una simbologa
personal que slo cada guardin del calendario
conoce (Underhill, Op.cit.:126).
El hecho de que los oodham hayan llevado un
registro minucioso de los fenmenos astron-
Tanto en La Proveedora como en el Cerro San
Jos podemos encontrar la misma figura de la
cruz con permetro exterior que Thompson re-
fiere como representacin de Venus en los gra-
bados rupestres que describe (Fig.4). Las hip-
tesis de Ballereau y Thompson pueden con-
trastarse con ciertas prcticas del periodo
histrico. Existen registros etnogrficos bien
definidos sobre la observacin de los fenme-
nos astronmicos por los diversos grupos
oodham, los sintetizamos a continuacin.
Entre los tohono oodham y los akimel oodham
se contaba con un calendario lunar de 12 13
meses, siendo ms probable que el de 13 me-
ses provenga de una tradicin ms antigua, sin
influencia europea (Russell, 1980; Underhill
1939). Durante el da, la hora se indicaba a
partir de la posicin del sol, en la noche se de-
terminaba por la posicin de las Plyades. A
las Plyades, los tohono oodham les llaman
Las Viajeras y son stas las que se utilizaban
para determinar las estaciones del ao, las ac-
tividades a realizar durante el ciclo agrcola y
las fechas de ciertas festividades (Underhill,
Ibd.:125).
Los solsticios de verano e invierno eran obser-
vados rigurosamente. El primero daba origen a
la cacera ritual del venado bura y durante el
segundo se llevaba a cabo la fiesta de recita-
cin de las tradiciones mticas; se pensaba que
durante el solsticio de invierno el Sol se queda-
25
te rupestre (Ibid.:221). As, por ejemplo, Bost-
wick reporta dos sitios cercanos a Phoenix
(Shaw Butte y South Mountain Park) en los
cuales se encontraron series de trece puntos o
crculos pequeos, grabados sobre los aflora-
mientos rocosos, piensa que pueden represen-
tar la cuenta de los meses (Bostwick y Krocek,
2002:184, 186; Bostwick y Plum, s/f en lnea).
En el sitio que estudiamos, La Proveedora, en-
contramos petrograbados formados por series
de puntos que pueden referirse a la observa-
cin del ciclo lunar o de lneas con muescas de
diversas formas (lneas rectas o pequeos
tringulos) que pueden referirse a cuentas ca-
lendricas (Fig.5).
Sobre la observacin de los solsticios y su im-
portancia ritual entre los grupos pueblo, Elsie
Clews Parsons destaca que las posiciones ex-
tremas del sol se alcanzan en esos momentos,
en el solsticio de verano, la posicin ms extre-
ma al norte y en el de invierno, la posicin ms
extrema al sur: Estos puntos que son los ms
distantes, son visitados por el Sol durante cua-
tro das, antes de volver de regreso en su mar-
cha, es el momento adecuado para recibir las
ofrendas de bastones de rezo de sus hijos.
Siendo un hombre inestable, el Sol debe ser
auxiliado en su recorrido; debe ser girado o
tirado de regreso (1996:180 [traduccin
nuestra]). De manera semejante a los
oodham, en los grupos pueblo, durante el
micos, valindose de esos medios mnemotc-
nicos, puede apoyar la hiptesis de un posible
registro equivalente por medio de los grabados
rupestres en periodos anteriores. Sin embargo,
sabemos muy bien que un registro de esas ca-
ractersticas no es demostrativo de prcticas
equivalentes entre los grupos de la Tradicin
Trincheras, sino slo apoyan los argumentos
que las hacen ms probables.
En relacin con estos tipos de registros de las
fases lunares y los meses lunares, encontra-
mos importantes analogas entre los oodham y
los diversos grupos pueblo, principalmente
hopis y zunis. Michael Zeilik describe prcticas
de registro de las fases lunares entre los pue-
blo, cita a Stevenson (s/f), quien report que en
San Ildefonso, un especialista de la comunidad
(observador de la luna) llevaba el registro de
las fases lunares por medio de muescas talla-
das sobre una piedra plana que era depositada
en una cmara ceremonial. Mientras que entre
los hopis y zunis se utilizaba un bastn calen-
dario, de la misma manera que entre los
oodham (Zeilik 2008:219-220).
Zeilik propone que los calendarios tradicionales
estaban formados por trece meses lunares y
que cada cultura haca ajustes particulares pa-
ra coordinar el calendario lunar con el solar;
sugiere, tambin, la posibilidad de que, bus-
cando el contexto arqueolgico adecuado, ser-
a posible ubicar marcas equivalentes en el ar-
26
ones mticas, rituales y calendricas oodham y
pueblo, as como de los registros arqueolgi-
cos y arqueoastronmicos pueblo, hohokam y
trincheras apuntan hacia una unidad cultural
regional (Noroeste-Suroeste) con particularida-
des especficas, dentro de cada grupo.
Representaciones del quincunce
A ese conjunto de observaciones astronmicas
que acabamos de describir, debemos aadir
las representaciones de los rumbos del univer-
so (smbolo del quincunce) que hemos visto
tallado en los grabados rupestres de numero-
sos sitios de Trincheras de las cuencas fluvia-
les del Magdalena, el Altar y el Asuncin
solsticio de invierno, los hombres mayores re-
latan a los jvenes sus mitos de origen: el mito
de la Emersin (Parsons, 1996:215).
Orin y las Plyades son las constelaciones
ms conocidas por los pueblo, son las que de-
finen el tiempo durante las ceremonias noctur-
nas; en la Tradicin Tewa, llaman a las prime-
ras estrellas del invierno y a las segundas
estrellas del verano (Ibid.:182). Las estrellas
son observadas por los Jefes de las aldeas y
en Jemez se piensa que son Espritus, proba-
blemente, todos los grupos pueblo dotan a la
Galaxia y a todas las estrellas de un carcter
divino, antropomrfico (dem.).
Las importantes coincidencias entre las tradici-
Fig. 5. Grabado con puntos, probable registro del ciclo lunar. Foto Dito Jacob.
27
cin que su forma simboliza los cuatro rumbos
del universo y el centro, punto de contacto en-
tre el cielo y la tierra. Las lneas diagonales y
los puntos extremos estn determinados por
las posiciones solares al amanecer y al atarde-
cer, durante los solsticios de verano e invierno
y representan los ejes sobre los que se mueve
el sol de un horizonte a otro, durante los solsti-
cios.
Siguiendo lo expuesto por Kler sobre el signo
calendrico ollin, de origen Preclsico, prajc
destaca que representaba precisamente las
direcciones hacia los cuatro puntos solsticiales
(Cerro de la Nana, Atil, La Proveedora, Cerro
San Jos, El Deseo y Cerrito del Ppago); re-
presentaciones que seran una evidencia de
conceptos cosmolgicos expresados mediante
smbolos visuales en el arte rupestre, esto es
lo que, siguiendo a Leroi-Gourhan (1971) lla-
mamos mitograma: una figura sinttica, por
medio de la cual se representa un conjunto de
complejos conceptos mitolgicos, en este ca-
so, cosmolgicos (Fig. 6).
El simbolismo del quincunce resulta particular-
mente pertinente en relacin con las observa-
ciones astronmicas, si se toma en considera-
Fig. 6. Panel con petrograbados, dos en forma de quincunce, Cerro San Jos. Foto Dito Jacob.
28
cuatro aos permiten constatar que durante el
solsticio de verano, el sol sale detrs del panel
y se alinea perfectamente con la recta que fun-
ciona como eje del petrograbado en forma de
quincunce (Bostwick y Krocek, 2002:192-196).
Guevara y Mendiola atribuyen a la figura del
quincunce, presente en las tradiciones Casas
Grandes de Chihuahua, el significado de
representacin de los puntos recorridos por el
sol durante el ao en el horizonte (Guevara,
et. al, 2008:139); aparece en la cermica de
Paquim, (1060-1340 d.C.), as como en los
grabados rupestres del sitio Arroyo de los Mo-
nos (Mendiola y Lazcano, 2006). En el caso de
los sitios de trincheras en el noroeste de Sono-
ra la representacin del quincunce en el arte
rupestre es comn a todos ellos (Amador,
2011a).
Las observaciones astronmicas y su rela-cin con los fenmenos meteorolgicos, las actividades productivas y las prcticas rituales Otro camino para evaluar la probabilidad de la
observacin astronmica sistemtica entre los
grupos Trincheras sera el de contrastarla con
las prcticas mesoamericanas y de otros gru-
pos del Noroeste/Suroeste, desde el punto de
vista de una probable analoga, y establecer,
as, su lugar en relacin con el conjunto de
prcticas a las que tradicionalmente ha estado
vinculada: la coordinacin del calendario con
en los horizontes oriente y poniente, refirindo-
se al movimiento anual del Sol (2001:281).
Agrega que El glifo maya del Sol (kin), smbo-
lo floral con cuatro ptalos, probablemente tie-
ne las mismas races (dem.). Ms an, un
buen nmero de testimonios etnogrficos de
diferentes culturas indgenas modernas
tambin indican que las llamadas esquinas del
mundo, o los rumbos cardinales mesoame-
ricanos han de haber coincidido con los puntos
solsticiales en el horizonte (dem.).
Parece que estos rumbos, como importan-
tes referencias espaciales en el cmputo
del tiempo, estn plasmados tambin en
las imgenes en la pgina 1 del cdice Fe-
jervary-Mayer y en las pginas 75 y 76 del
Cdice Madrid; ambos dibujos representan
esquemas calendricos evidentemente co-
locados en el plano terrestre, ya que se in-
dican los lados cardinales del cielo (norte,
sur, este y oeste), correctamente distribui-
dos en el espacio; puesto que tambin se
encuentran marcadas las direcciones inter-
cardinales, stas probablemente corres-
ponden a los puntos solsticiales (dem.).
Tanto en el caso del sitio Four Pillars, en la lo-
calidad de Twin Buttes, cerca de la ciudad de
Phoenix, como en el caso de La Proveedora,
aparecen representaciones del quincunce en
los grabados rupestres. Las observaciones
realizadas por Todd Bostwick en el curso de
29
vimientos solares a lo largo del ao: la gran
mayora de las terrazas se sitan sobre la la-
dera norte. Todos estos elementos sugieren
tanto la aplicacin prctica como un probable
uso religioso de cierto tipo de observaciones y
conocimientos astronmicos y podran ser indi-
cadores de expresiones de su cosmovisin en
la cultura material. Al interior de esa cosmovi-
sin, el simbolismo de los cerros y lugares ele-
vados debi haber jugado un papel fundamen-
tal y estara estrechamente relacionado con los
fenmenos astronmicos observados y siste-
matizados dentro de un sistema de categoras
cosmolgicas.
La observacin de los astros result, por
una parte, en una serie de conocimientos
exactos. Por la otra, el orden celeste, por
parecer invariable y perfecto, lleg a consi-
derarse superior al orden terrenal y huma-
no; esta nocin dio origen a una enorme
variedad de mitos que explican el orden
universal y a creencias segn las cuales los
acontecimientos en la Tierra se ven afecta-
dos por los fenmenos observados en el
cielo. Ambas clases de ideas y representa-
ciones [] estn en un determinado grupo
social ntimamente relacionadas entre s y
articuladas en un todo relativamente con-
gruente; forman parte de una visin estruc-
turada del universo, es decir, de la cosmo-
visin (Ibid.:274-275).
las actividades productivas, la periodicidad de
las temporadas de lluvia de las que dependan
las cosechas, los ciclos de las plantas silves-
tres alimenticias y de los animales de presa; y
la relacin del calendario y los ciclos producti-
vos con el ritual.
La observacin de los cuerpos celestes,
que permite computar el tiempo y, por tanto,
predecir los cambios estacionales en la na-
turaleza, lleg a ser particularmente nece-
saria en el origen de la agricultura, ya que
este modo de subsistencia requiere el debi-
do ordenamiento y la planeacin de las la-
bores en el ciclo anual. Por consiguiente,
los conocimientos astronmicos ofrecan
una ventaja adaptativa a la sociedad que
contaba con mejores especialistas en la
materia, puesto que posibilitaban una eco-
noma ms eficaz; es por ello que la astro-
noma adquiri gran importancia en los es-
tados tempranos, contribuyendo a la legiti-
macin del poder del estrato gobernante.
En este sentido, las civilizaciones prehisp-
nicas de Mesoamrica no representan nin-
guna excepcin (prajc, Op.cit.:274).
Otros aspectos, aparentemente ms simples
parecen dar cuenta de este tipo de observacio-
nes en el Cerro de Trincheras como la cons-
truccin de las terrazas habitacionales y agr-
colas en las zonas de menor insolacin, lo que
implicaba la cuidadosa observacin de los mo-
30
para que los preparativos rituales puedan
llevarse a cabo, de manera apropiada y
puedan intercalarse, adecuadamente, las
ceremonias solares con las lunares. Tpi-
camente, el ciclo ceremonial se extiende a
lo largo del ao y las observaciones sola-
res y lunares, conducidas por los oficiales
religiosos apropiados, definen el momento
de los rituales, que se presentan en una
secuencia tal que, el fin de una ceremonia
marca el inicio de la siguiente (Zeilik,
Op.cit.:202-203 [traduccin nuestra; cursi-
vas en el original]).
Tambin referido al caso de los grupos pueblo,
Parsons explica que el calendario ritual estaba
basado en las observaciones lunares y sola-
res, siguiendo el principio de que una ceremo-
nia deba ser seguida por otra, en un orden
bien definido, previamente fijado, orden que
tambin estaba en funcin del ciclo econmico
estacional: agrcola, del tejido, de la guerra, de
la caza y de la construccin de casas y edifi-
cios (1996:493).
Entre los sitios del Suroeste con fenmenos
astronmicos estudiados y bien definidos po-
demos citar los siguientes: el Can del Chaco
en Nuevo Mxico (Sofarer, 2007 y Sofarer, et.
al. 2008), Shaw Butte y South Mountain en las
cercanas de Phoenix, Arizona (Bostwick y Ba-
tes, 2006; Bostwick y Krocek, 2002; Bostwick y
Plum, Op.cit.).
Este tipo de asociacin entre el simbolismo mi-
tolgico y los fenmenos astronmicos obser-
vados, parece haber estado presente en otros
sitios de la regin (Noroeste/Suroeste) y ha si-
do estudiada ampliamente, desde la perspecti-
va de la astronoma cultural. Segn Michael
Zeilik, las diversas funciones que cumplan las
observaciones astronmicas entre los grupos
pueblo ancestrales dieron origen a tres mto-
dos diferenciados para observar los fenmenos
astronmicos:
En general, debemos distinguir entre los
propsitos astronmicos y las prcticas
astronmicas (que se derivan de esos
propsitos). En el contexto pueblo del
Suroeste, la astronoma sirve a los
propsitos de establecer y validar: 1) di-
recciones sagradas y patrones csmi-
cos, 2) mitologa csmica, 3) ciertos si-
tios rituales y templos, 4) el calendario
ritual y el agrcola, y 5) las fechas para
la caza y la recoleccin. Estas finalida-
des deseadas propiciaron el desarrollo
de calendarios de horizonte, marcadores
de luz y sombra, y contadores de fases
lunares para registrar el calendario. La
principal tarea de la observacin del ca-
lendario se centra en los mtodos para
anticipar las fechas de las festividades.
Las ceremonias de los pueblo deben
anunciarse con anticipacin suficiente
31
tado alineada con la salida del sol en el solsti-
cio de invierno y la puesta del sol en el solsticio
de verano (Bostwick y Plum en lnea). Sobre
la cara plana de la roca se grabaron 13 crcu-
los con marcas de puntos sobre ellos, distribui-
dos de forma espiral, los autores creen que el
nmero de los crculos puede referirse al ca-
lendario de 13 meses lunares de los oodham y
que los solsticios se registraban a travs de un
sistema de sombras y cuchillas de luz, proyec-
tadas sobre los grabados, durante esos dos
eventos. La presencia de petrograbados y
orientaciones astronmicas de estructuras pa-
recen confirmar la funcin de observatorio del
sitio (Bostwick y Plum en lnea). Acerca de las
observaciones lunares puedo agregar que en
el cerro de La Proveedora del noroeste de So-
nora, encontramos una roca con petrograba-
dos en forma de puntos circulares que pueden
referirse a observaciones del mes lunar (Fig.
5).
En el tercer caso, South Mountain Park, se en-
contraron tambin los tipos cermicos dia-
gnsticos hohokam de los periodos Colonial y
Sedentario Temprano (850-1050 d.C.). Bost-
wick y Krocek reportan en el sitio, una multipli-
cidad de dispositivos culturales, diseados pa-
ra un registro calendrico preciso de los solsti-
cios, ya sea por observaciones de alineaciones
de los paneles grabados con la salida y puesta
del sol, como por fenmenos de luz y sombra,
En el primer caso, Sofarer afirma que la gente
de Chaco, que habit la rida cuenca de San
Juan, en Nuevo Mxico, entre el 850 y el 1130
d.C., desarroll una elaborada forma de regis-
trar y conmemorar los ciclos solares y lunares,
por medio de diversas formas: 1) mediante la
alineacin astronmica de importantes edificios
con las posiciones extremas y medias de los
ciclos solar y lunar (construcciones que pare-
cen haber tenido una funcin fundamentalmen-
te ritual); 2) a travs de la orientacin del Gran
Camino del Norte; 3) en el caso del sol, por el
registro de un sistema de sombras y de rayos
de luz, proyectados sobre un grabado rupestre
en forma de espiral, durante los solsticios, y
sobre una doble espiral en los periodos inter-
medios (equinoccios); en el caso de las posi-
ciones extremas del ciclo lunar de 18.6 aos,
por un sistema de sombras proyectadas sobre
un grabado espiral (Sofarer, et.al., 2008:xiii-xv).
En el segundo caso, Todd W. Bostwick y Stan
Plum reportan un sitio elevado en la cuenca de
Phoenix que, debido a su ubicacin y a la pre-
sencia de restos de los tipos cermicos dia-
gnsticos de los periodos Colonial y Sedentario
Temprano (850-1050 d.C.), se ha atribuido a
los hohokam. Se caracteriza por una estructura
de muros en forma oval (23 x 29m.), hecha con
piedras sobrepuestas sin argamasa, mide 1m
de alto y 1m de grueso. En su interior, una roca
de 1.4 x 1.8 x 0.75 m, situada al centro, ha es-
32
cursivas en el original]).
En el caso del Cerro de La Proveedora en el
desierto de Sonora, podemos destacar una es-
tructura de muros de piedra sin argamasa que
se construy sobre la cima norte (Fig. 7). El
conjunto de la estructura imita un diseo que
aparece repetido numerosas veces en los pe-
trograbados. La estructura mide 52 x 21 m. y
tiene una forma hexagonal alargada con dos
entradas. La que se encuentra en el lado norte
mira hacia el este y la que se encuentra en el
lado sur mira hacia el oeste. Los accesos norte
y sur son angostos y estn asociados con pe-
queos muros de piedra cuadrangulares que
se cierran hacia el interior. El desplante arqui-
tectnico representa, imita o asemeja una figu-
ra en forma de doble C encontrada que em-
bona una dentro de la otra (Amador y
Medina, 2007).
Sostenemos la hiptesis de que la utilizacin
de este recurso morfolgico posea un signifi-
cado simblico bien definido. Es probable que
la forma y la posicin de esta estructura arqui-
tectnica tuvieran la funcin de reforzar un ras-
go cultural de identidad grupal, que sera des-
tacado tanto por el simbolismo de la forma ge-
omtrica del muro como por el del cerro y el de
su posicin sobre la cima (dem.). Desde el in-
terior de la estructura de muros se tiene visibili-
dad tanto hacia el este como hacia el oeste,
donde se encuentra el Golfo de California, a 70
proyectados sobre los paneles de grabados en
las fechas definidas. Dentro del sitio destaca,
en particular, Four Pillars, donde los dos tipos
de fenmenos: alineacin con paneles graba-
dos y proyeccin de luces y sombras sobre
ellos, se pueden observar con claridad y fueron
registrados a lo largo de cuatro aos de obser-
vacin sistemtica (Bostwick y Krocek
2002:192-198).
Podemos concluir que la astronoma cultural,
que implicaba cuidadosas observaciones as-
tronmicas, formas especficas de registrarlas,
personas especializadas, encargadas de llevar
a cabo estas actividades, una relacin directa
del calendario con el ritual y con las activida-
des productivas, era comn al noroeste/
suroeste y a Mesoamrica. Sin embargo, vale
la pena destacar las diferencias ms definidas
para presentar un panorama ms preciso. De
acuerdo con Michael Zeilik:
Una comparacin general de las prcticas
de los pueblo histricos, al contrastarse
con las actividades de los mayas y de las
culturas del centro de Mxico mostrara
que el suroeste careca de: 1) calendarios
escritos, 2) un sistema numrico de cuen-
ta larga, 3) calendario ritual de 260 das,
4) atencin detallada a las conjunciones
de Venus, 5) un sistema de portadores
del ao y 6) pasajes cenitales del sol
(Zeilik, Op.cit.:222 [traduccin nuestra;
33
y del uso de los dispositivos de Google Earth y
del software: Calendar Magic V 15.8 se ha
comprobado que sobre los dos horizontes
(Este y Oeste) se puede observar el ciclo solar
anual completo (solsticios y equinoccios) en
sus salidas y puestas, dando lugar a un calen-
dario anual confiable (Medina, 2010) (Fig. 7).
Tanto el tramo sur del muro este como el tra-
mo norte del muro oeste estn orientados en
una direccin Norte-Sur casi perfecta y su per-
pendicular permite definir el eje: Este-Oeste,
fijado por los muros norte y sur, de esta mane-
ra, las orientaciones de los muros estn per-
fectamente bien definidas y constituyen un sli-
do argumento en relacin con sus posibles fun-
Km. en lnea recta, a travs de la llanura desr-
tica, y a 85 Km., siguiendo los ros Asuncin y
Concepcin. Hacia el este se ubica el valle in-
mediato al cerro de la Proveedora, en la distan-
cia lejana se encuentra un macizo de cerros
volcnicos al noreste de Pitiquito y otro perte-
neciente a la regin de Altar que pudieron ser-
vir como calendario de horizonte, sobre el cual
se observaran las posiciones del sol naciente
a lo largo del ao (Medina, 2010; Quiroz,
2012). De la misma manera, el horizonte oeste
es completamente visible desde el interior del
muro, permitiendo observaciones de calendario
de horizonte de las posiciones solares en el
ocaso. A partir de observaciones desde el sitio
Fig. 7. Estructura de muros en la cima del Cerro Norte de La Proveedora con orientaciones y obser-vaciones astronmicas, Rossana Quriroz y Calen-dario de horizonte, Adriana Medina Vidal.
34
carcter que pudieron asumir tanto las obser-
vaciones astronmicas, como de otros fenme-
nos naturales, realizadas por las diversas cul-
turas del Mxico prehispnico, y sus conse-
cuencias para la configuracin de las estructu-
ras arquitectnicas, su relacin con el paisaje y
sus funciones rituales. Si bien no se refieren
especficamente a la regin del noroeste de
Mxico, consideramos que existe suficiente
evidencia, como trataremos de demostrar, para
considerar vlidas algunas de sus conclusio-
nes para los casos que estudiamos. La misma
autora ha propuesto un anlisis comparativo
sistemtico entre los paisajes rituales de los
indios pueblo y de los mexicas (Broda, 2004).
Al respecto y siguiendo a Nowotny y Schaafs-
ma, ha definido una metodologa clara, ponien-
do de manifiesto que no se trata de comparar
rasgos aislados, sino de comparaciones que
se refieran a elementos estructurales relevan-
tes que comparten ambas reas (2004:266).
En funcin de esas consideraciones, define lo
que entiende por paisajes rituales:
Los paisajes rituales se refieren a la ri-
tualidad que giraba alrededor de las
montaas sagradas, los peascos, las
rocas talladas y los petrograbados. En
muchos casos, estos lugares de culto se
vinculaban con la astronoma y la obser-
vacin solar. En un sentido ms general
se trataba de una geografa a la que sus
ciones de observacin astronmica. Al respec-
to queremos citar lo expuesto por Ivan prajc
sobre las orientaciones de estructuras y la rela-
cin de dicha orientacin con las observacio-
nes astronmicas en Mesoamrica:
Considerando que los edificios normal-
mente tienen plantas aproximadamente
rectangulares, sus orientaciones pueden
describirse con azimuts de las lneas
norte-sur o este-oeste, que correspon-
den a uno u otro par de los lados parale-
los del rectngulo. Por lo tanto, la orien-
tacin de un edificio de planta rectangu-
lar contiene, en realidad, cuatro direccio-
nes con el potencial significado astron-
mico. Tomando en consideracin las
lneas este-oeste, observamos que la
mayora de sus azimuts se encuentran
dentro del ngulo de desplazamiento
anual del Sol por el horizonte [] lo que
significa que las orientaciones han de
referirse mayormente a determinadas
fechas del ao trpico sealadas por las
posiciones correspondientes del Sol en
el horizonte (2000:296).
Desde esta perspectiva, y habiendo estableci-
do las diferencias especficas entre las tradi-
ciones mesoamericanas y las del Noroeste/
Suroeste, me parecen especialmente pertinen-
tes algunas de las orientaciones tericas des-
arrolladas por Johanna Broda para entender el
35
ma, definicin de la temporada de lluvias y de
la temporada seca; actividades productivas y
rituales, derivadas del calendario y asociadas
directamente con l. El tercer aspecto define
los conceptos cosmolgicos que entraran en
juego en relacin con los diferentes elementos
de los sitios y de las actividades asociadas.
En funcin de que he descrito en detalle las
caractersticas de los sitios pertenecientes a la
Tradicin Trincheras, pasar al anlisis de: a)
las relaciones de las distintas actividades entre
s, b) las relaciones de estas ltimas con la
cosmovisin y, finalmente, c) un anlisis del
sitio que integre todos los aspectos. En primer
trmino, retomo la manera en la cual Broda
destaca la importancia que en Mesoamrica
asumi: la observacin sistemtica y repetida
a travs del tiempo de los fenmenos naturales
del medio ambiente que permite hacer predic-
ciones y orientar el comportamiento social de
acuerdo con estos conocimientos (1991:462).
Ms an, este tipo de saber daba origen a la
formacin de especialistas que eran los depo-
sitarios de la funcin y de la autoridad, tanto
para interpretar los fenmenos naturales ob-
servados, como para definir los tiempos y mo-
dalidades que deban adoptar las prcticas ri-
tuales, las actividades productivas y la guerra.
En todos estos ejemplos citados podemos ob-
servar la accin decisiva de las estructuras co-
rrelativas que establecen sistemas de corres-
habitantes le atribuan un carcter sagra-
do, y de un culto a la piedra (2004:270).
A partir de la integracin de todos los elemen-
tos descritos hasta ahora, se logra una sntesis
ms compleja que permite contrastar las tradi-
ciones mesoamericanas con las del Noroeste/
Suroeste a partir de categoras bien definidas
que se refieren a las relaciones establecidas
entre: a) las caractersticas de los paisajes ri-
tuales, b) la manera en la cual se vinculan con
diferentes tipos de prcticas culturales y c) los
aspectos de la cosmovisin que se ponen de
manifiesto en la interaccin de ambos (paisajes
rituales y prcticas culturales). As, podemos
definir el tipo de elemento del paisaje ritual que
nos interesa analizar, como los cerros, montes
y sitios elevados, en general, especficamente,
aquellos sitios elevados, con construcciones
que han sido objeto de un trabajo cultural de
transformacin del paisaje (placecrafting). El
anlisis supone la definicin de las caractersti-
cas del sitio elevado (geomorfologa); el tipo, la
forma, la ubicacin, la orientacin y las relacio-
nes internas de las estructuras arquitectnicas
construidas; y su relacin con otros aspectos
de intervencin cultural sobre el paisaje como
el arte rupestre o los relieves tallados sobre las
rocas o muros. El segundo aspecto define el
tipo de actividad asociado con el sitio: observa-
ciones astronmicas y la creacin de calenda-
rios que se deriva de estas; prediccin del cli-
36
funcin religiosa: fiestas de peticin de lluvia y
abundancia, por ejemplo. Articulacin compleja
entre magia, ciencia y religin que Malinowski
y Lvi-Strauss han demostrado ampliamente
(Lvi-Strauss, 1994; Malinowski, 1994) y que
podemos constatar en las culturas precolombi-
nas de todo el Continente americano. Esos
procesos de articulacin compleja entre formas
de vida y cosmovisin pueden ser comprendi-
dos en el sentido expuesto por Lpez Austin:
La cosmovisin es un conjunto estructurado
de sistemas ideolgicos que emana de los di-
versos campos de accin social y que vuelve a
ellos dando razn de principios, valores y
tcnicas []. Como la cosmovisin se constru-
ye en todas las prcticas cotidianas, la lgica
de esas prcticas impregna la cosmovi-
sin (1999:16).
Tal como lo destaca Broda, y numerosos estu-
dios lo confirman el da de hoy, sabemos con
toda seguridad que para las culturas precolom-
binas de Amrica, la observacin de la natura-
leza inclua conocimientos detallados y siste-
mas de clasificacin bien estructurados acerca
de temas que hoy estudian las ciencias moder-
nas como la astronoma, la geografa, la clima-
tologa, la qumica, la botnica, la zoologa y la
medicina, entre las principales. Las observa-
ciones astronmicas eran registradas en ins-
cripciones, estelas y textos jeroglficos; el tiem-
po y el espacio eran coordinados con el paisa-
pondencias entre los distintos rdenes de la
realidad: astronmico, biolgico y antropolgi-
co (econmico, poltico, mitolgico y ritual). En-
contramos una explicacin semejante a la que
proponen Farmer, Henderson y Witzel en las
palabras de Clifford Geertz:
La percepcin de la congruencia estruc-
tural entre una serie de procesos, activi-
dades, relaciones, entidades, etc., y otra
serie que obra como programa de la pri-
mera, de suerte que el programa pueda
tomarse como una representacin o
concepcin de lo programado un
smbolo-, es la esencia del pensamiento
humano. La posibilidad de esta transpo-
sicin recproca de modelos para y mo-
delos de que la formulacin simblica
hace posible es la caracterstica decisi-
va de nuestra mentalidad (1997:92).
Geertz insiste, adems, en que los smbolos y
sistemas de smbolos que definen las disposi-
ciones religiosas son los mismos que colocan
esas disposiciones en un marco csmi-
co (Ibid.:95). A partir de aqu podemos enten-
der que la observacin sistemtica de los di-
versos procesos naturales influy en la cons-
truccin de una cosmovisin, de modo que, co-
nocimientos precisos que tienen funciones
prcticas, como el calendario y su influencia en
las actividades econmicas, se confunden con
elementos mticos y rituales, que tienen una
37
lluvias y de los mantenimientos, entre otros
muchos de sus atributos. A l estaban dirigi-
das, principalmente las ceremonias relaciona-
das con la solicitacin de lluvias y cosechas
abundantes. Los rituales de peticin de lluvias
ponen al descubierto la relacin que exista en-
tre los conocimientos que se tenan sobre el
ciclo del agua y el esquema cosmolgico tri-
partito del plano vertical del universo: Cielo-
Tierra-Inframundo. Veamos, paso a paso,
cmo se daba esa articulacin:
El dios mexica Tlloc no era slo el
patrn de la lluvia y de las tormentas, si-
no que tambin de los cerros; en este
sentido era un antiguo dios de la tierra.
Se deca que la lluvia proceda de los ce-
rros en cuyas cumbres se engendraban
las nubes. Para los mexica las montaas
eran sagradas y se conceban como dei-
dades de la lluvia. Se les identificaba con
los tlaloque, seres pequeos que produ-
can la tormenta y la lluvia, y formaban el
grupo de los servidores del dios Tlloc
[]. Estos aspectos de los tlaloque como
dioses de los cerros que viven en cuevas
al interior de la tierra, conectan la natura-
leza del dios con el antiguo culto mesoa-
mericano de la tierra []. Tambin los
tlaloque se vinculan ntimamente con la
agricultura, y eran considerados los due-
os originales del maz y de los dems
je por medio de la orientacin de edificios y si-
tios ceremoniales; las principales fechas del
curso anual del Sol se fijaban mediante puntos
de referencia en el horizonte, dentro del cual
las montaas jugaban un papel determinante
(Broda, 1991:463).
Encontramos en esta prctica sistemtica una
importante homologa cultural entre Mesoam-
rica y el Suroeste/Noroeste: los procedimientos
de alineamiento y orientacin de estructuras
arquitectnicas coincide con las prcticas me-
soamericanas, a estas se agregan los fenme-
nos de proyeccin de luces y sombras sobre
edificios, muros y petrograbados. Junto con
Broda podemos afirmar que es posible estable-
cer una relacin sistemtica entre la observa-
cin de los fenmenos naturales, la utilizacin
prctica de esos conocimientos, la cosmovi-
sin, el calendario y el ritual. En segundo lugar,
que un aspecto privilegiado en el cual se po-
nen de manifiesto estas relaciones se refiere al
clima y al ciclo agrcola, con los cuales se vin-
culan elementos esenciales de la cultura y la
cosmovisin: 1) relacin con la astronoma; 2)
con los fenmenos climatolgicos; 3) con los
ciclos agrcolas; siendo la preocupacin funda-
mental la lluvia y la fertilidad (Ibid.:464-465).
A partir de la Historia general de las cosas de
la Nueva Espaa (Sahagn, 1975) y de nume-
rosos documentos y estudios posteriores, sa-
bemos que el dios Tlloc era el donador de las
38
los seres acuticos que habitan en la
oscuridad de las cuevas se ofrezcan al
inicio de la temporada de lluvias. Estos
cultos son la razn de que, en un ampl-
simo radio territorial, muchas elevacio-
nes topogrficas posean nombres de
profundo significado mtico (Ibd.,
2009:17).
Hasta donde lo muestran las evidencias mate-
riales, los agricultores mesoamericanos imagi-
naban que el axis mundi era el motor de los
procesos de cultivo (Ibid.:167). A partir de una
muy extensa investigacin y el estudio exhaus-
tivo de las fuentes, los autores proponen un
modelo del cosmos acorde con el pensamiento
mesoamericano, dentro del cual el Monte Sa-
grado ocupa un lugar fundamental. Sin embar-
go, no es una estructura esttica: es un prota-
gonista, un Poder que acta a travs de su
Dueo, que lo gobierna y es la personificacin
del edificio csmico. El Dueo se auxilia en
sus funciones de gran cantidad de seres me-
nores que adoptan diversas figuras, principal-
mente de animales y, entre estos, de serpien-
tes (Ibid.:170). De acuerdo con los autores,
los principales procesos son: la salida, paso
superior, ocaso y paso inferior de los cuerpos
astrales, cuyo arquetipo es el Sol, que define el
ciclo luz-oscuridad; el paso del tiempo; el ciclo
vida-muerte; el de las fuerzas de germinacin y
crecimiento; los ciclos del agua, el rayo, las nu-
alimentos. Los hombres adquiran acce-
so al alimento bsico mediante el culto a
Tlloc. Se supona que el maz, las de-
ms plantas comestibles, y las riquezas
en general eran guardados en cuevas
dentro de los cerros (Broda, 1991:466,
470 y 471).
Ya Caso haba destacado que, segn los mexi-
cas, el agua de las lluvias se almacenaba en
grandes cuevas que haba en las montaas y
que sta brotaba, luego, por los manantiales,
as, es muy comn observar en la escritura je-
roglfica la representacin del cerro con una
caverna llena de agua en su interior; agrega
que siempre que hay un pequeo cerro aisla-
do en medio de un valle, se tiene la seguridad
de hallar restos arqueolgicos que demuestran
el culto al dios de la lluvia (Caso, 1953:60).
Lpez Austin y Lpez Lujn (2009) constatan
la sobrevivencia de tales tradiciones entre nu-
merosas comunidades indgenas del presente,
refiriendo en particular los rituales celebrados
durante el mes de mayo en el oriente de More-
los, frente a una cueva sagrada en el cerro lla-
mado Coatpec, cuyo nombre significa: en el
cerro de las serpientes (Ibid.:15).
Las prcticas religiosas pueden variar,
pero es comn que los montes conside-
rados dispensadores de las aguas reci-
ban la veneracin de los pueblos y alde-
as vecinas, y que los dones agrcolas a
39
cerros, que en su cosmovisin se conec-
taba por vetas subterrneas con el mar.
El mar fue concebido como el huey atl,
el agua grande, o ilhuica atl, el agua
celeste (Sahagn), donde el mar se jun-
taba con el cielo. Esta cosmovisin era
muy antigua en Mesoamrica y se halla
reflejada en multitud de ofrendas por to-
da el rea que la arqueologa ha rescata-
do desde el Preclsico. Esa misma cos-
movisin sigui manifestndose en la
gran cantidad de fauna marina enterrada
en las ofrendas del Templo Mayor: su
simbolismo se explica si recordamos que
el mar, para los mexicas, era el smbolo
de la fertilidad absoluta (Broda, 2009:63).
La detallada y cuidadosa investigacin de Leo-
nardo Lpez Lujn confirma y ampla este pun-
to de vista, destacando la importancia de las
ofrendas al dios Tlloc en el Templo Mayor,
dentro de las cuales son particularmente signi-
ficativas las ofrendas de piedras verdes y fau-
na marina: no existe mucho lugar a discusin
en cuanto al significado acutico y de fertilidad
de las cuentas de piedra verde y de la fauna
ocenica (Lpez Lujan, Op.cit.:54). As, entre
las ofrendas 18, 19 y 97 se encontraron 392
cuentas de piedra verde, 2,224 caracoles y
275 conchas, adems de fragmentos de coral
y del cartlago rostral de pez sierra (dem.).
bes, el granizo y el viento que dividen al ao en
la estacin de lluvias y la estacin seca; y el
ciclo del poder (Ibid.:171). A partir de lo ante-
rior se puede entender q
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