Disclaimer: Xena y Gabrielle, Toris y Cyrene y Argo son propiedad de MCA/
Universal y Renaissance Pictures. Pero se han venido conmigo por un ratito con plena
voluntad propia.
Advertencias: Esta historia describe una relación amorosa, entre personas del mismo
sexo. Pero no contiene sexo explicitó. Si no toleras está clase de amor, te aconsejo que
no te tomes la molestia de leerlo.
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Todo en Familia Por: XenaDena (Samantha Beckerson).
—¿Animal, Mineral o Vegetación?― Preguntó la guerrera distraída.
—Vegetación—Contestó la joven bardo, mirando hacia atrás, viendo a la lejanía, las
puertas de Beocia, habían salvado a los habitantes de unos bandidos en su corta
estancia.
—¿Tiene flor? — Dijo la guerrera mirando a su alrededor.
—Sí, y es muy bonita por cierto— Sonrió. – Vamos Xena, no es tan difícil. ¿Quieres
una pista?-Se ofreció sonriente sabiendo de antemano que la guerrera no lo aceptaría.
—¿Esta cerca de nosotras?
—Sí, nos estamos acercando cada vez más—. La guerrera recorrió el camino y la
vegetación cercana, hasta detener su mirada en una plata en concreto, hojas alargadas
de un color verde oscuro, cuya flor era de un color rosado intenso. Esa debe ser
bonita para Gabrielle.
—¿Es la Adelfa? — Señaló a la flor en cuestión desde la lejanía.
—Sí— La miró. – No sabía que se llamase así— Cuando estuvo cerca se acercó y la
olió. Estuvo a punto de coger unas cuantas para ponérsela en el pelo, cuando la fuerte
guerrera le sujetó el brazo en el acto mientras negaba con la cabeza, al ver la cara
desconcertada de su compañera decidió explicarlo, era la única forma de aprender.
—No las toques, son venenosas—Aseguró la experta guerrera, soltando el brazo de la
joven bardo, con total delicadeza.
—Gracias—Agradeció nerviosa, a pesar que ya no sentía la calidez firme de la mano
que le había sujetado, la sensación y el cosquilleo seguía permanecía. Se llevó la
mano a la sien y se la froto lentamente al empezar a notar algo de malestar repentino,
pensó que era debido a sus nuevos sentimientos, con los que tanto luchaba. – ¡Uff!
Me están dando punzadas en la cabeza— Se quejó.
En el acto la guerrera le toco la frente, en busca de fiebre.
—¿Ha empezado hace rato, o ahora? ¿Tienes algún otro síntoma?—La guerrera
sospechaba lo que podía ser, pero quería asegurarse pues con la bardo no corría
riesgos.
—Ahora mismo y de momento sólo punzadas aquí— Señaló la sien y la parte frontal. El color de las mejillas había desaparecido dejando una palidez. – Antes estaba bien—
Puso cara de dolor a sentir nuevas punzadas.
—Te has acercado demasiado a la Adelfa, podría ser eso si la has inhalado— Informó.
—El olor de la Adelfa suele provocar dolores de cabeza y malestar general, según la
persona, algunos son más sensibles a sus efectos que otros.
—¿Y cuándo parara? —Preguntó la bardo.
—Cuento más lejos de la planta estés mucho mejor— La guerrera monto a Argo y
ofreció su mano a la joven bardo. – Con Argo nos alejaremos más rápido.
Gabrielle terminó aceptando la oferta, fue alzada por una fuerte agarrare de la
guerrera, y puesta justamente detrás de ella. Comenzó el trote y seguido el galope.
Gabrielle apoyó su cabeza sobre la espalda de Xena, y rodeo con sus brazos la cintura
de la guerrera para no caer, estos momentos los disfrutaba en silencio.
Unas marcas después, se encontraban montando el campamento, la bardo aprovecho
para darse un baño, retirando así el polvo del camino al igual que el sudor. El dolor
había desaparecido, se había refrescado y se encontraba más despejada, la guerrera lo
comprobó cuando vio que el color natural había vuelto a la pequeña bardo.
—Voy a darme un chapuzón y pescaré algo.
Gabrielle por su parte, se sentó sobre su manta y se respaldó en uno de los árboles,
entre sus pertenencias saco un pergamino en blanco y su pluma que había adquirido
recientemente, lo olió y sonrió. Adoraba el olor a pergamino nuevo y adoraría después
el olor de pergamino y tinta. Comenzó a escribir la aventura que habían tenido hacia
dos noches, el rescate de la hija de un rey. Celesta la hija del rey Mineas, era una
virgen de Hestia y había sido raptada por un esclavista con la intención de venderla
por un buen costó. Xena seguía sorprendiéndola a la hora de resolver todos los
asuntos, era como magia para ella.
¿Cuántas aldeanas podrían haber visto lo que yo? ¿Cuántas habrían conocido a
tantos reyes y personas celebres? Estar cerca de Xena me ha traído tantas
experiencias, tantas aventuras vividas. He aprendido tanto durante este tiempo.
¿Sabe Xena cuanto lo agradezco? Es tan brillante, tan sabia y sumamente fuerte,
como jamás pensé que podría ser una mujer. Lanzó por tierra todos los esquemas que
en mi niñez me inculcaron. Xena, ¿no lo sabes? Tú eres mi libertadora…
Gabrielle sentía por la guerrera profunda admiración, lo demostraba cada día con sus
escritos, con sus poemas, con sus miradas. Pero ese sentimiento de admiración había
ido creciendo acompañado de uno nuevo igual o más fuerte, sentimiento que la barda
no quería permitirse sentir, menos por su mejor amiga. Pero no era algo que le
resultara fácil, cuando la guerrera, decía que se iba a dar un baño, Gabrielle se
intentaba distraer con todo lo que podía para evitar males mayores. Lo intentaba
releyendo sus propios pergaminos, dedicando ese tiempo para mejorarlos, también
para tomar notas o escribir las nuevas aventuras. Todo, por no caer en la tentación de
espiarla, ya lo había hecho en varias ocasiones, el sentimiento siguiente había sido
miserable, se sentía que traicionaba a su mejor amiga, la cual confiaba en ella.
Cuando Xena regreso de su baño, se encontró a Gabrielle en la misma postura que
antes, concentrada en lo que hacía, tan concentrada que no se dio cuenta de que la
guerrera se encontraba allí. Eso era peligroso, estaban al aire libre, cualquiera habría
podido aprovechar el momento para atacar. Tus posibilidades de defenderte bajaban o
se hacían nulas, era un error grave y de principiante, por tanto Xena no lo podía dejar
pasar. —Gabrielle— La llamó la guerrera. —¡Gabrielle! — Gabrielle asustada se
levantó y cogió su cayado por reflejo dispuesta a utilizarlo. Al echar una mirada al
campamento y ver que todo iba bien, lo volvió a dejar donde lo tenía, mirando
interrogativamente a la.
—¿Qué ocurre?
Inmediatamente después su mirada bajo y vio los cuatro grandes peces que había
pescado la guerrera. Una buena pesca – Dame- Cogió los peces y se dispuso a
limpiarlos un poco, a continuación los puso en la sartén, con unas cuentas especies
encontradas en el bosque durante el viaje.
—Gabrielle deberías tener más cuidado— Dijo Xena con tono grave. Recibiendo por
ello una mirada confusa de su compañera, al no comprender a que venía la regañina.
—– Cuando regresé al campamento, estabas totalmente ida, ni siquiera me oíste—
Miró a la bardo con preocupación.
—Xena, tu eres muy silenciosa— Se defendió, después de todo no mentía si alguien
era silenciosa era Xena, oírla era tan difícil como ver a un vez volar como un pájaro.
Pero esta vez sabía que la guerrera tenía razón, tanto era su afán por distraerse que se
había evadido de donde se encontraban.
—Muchos atacantes van a ser silenciosos Gabrielle, tienes que utilizar todos tus
sentidos—La miró fijamente. – Todos tus sentidos— Repitió.
La bardo asintió, no era momento para discutir, como otras ocasiones había ocurrido.
Xena tenía razón y Gabrielle lo aceptaba.
—Tienes razón, mejoraré. Xena ¿Puedo hacerte una pregunta?
—¿Desde cuando me preguntas si puedes preguntar? —Sonrió. — Normalmente
preguntas sin más, pero pregunta — Dijo al final al ver que parecía ser serio, pues no
había oído en ningún momento la risa de la bardo.
—¿Sigues amando a Marcus, o a Hércules, o a Ulises? Xena que había cogido el obre para beber, terminó tosiendo y escupiendo toda el
agua, ante la pregunta inesperada.
—No era realmente amor—Contestó con honestidad. — ¿Pero a qué viene esa
pregunta?
—Pura curiosidad, ¿Y si no era amor, que sentías por ellos? —Volvió a arriesgarse a
preguntar, Gabrielle sabía cómo seguir aprovechando el momento.
—A Marcus lo quise, teníamos un pasado no igual pero lograba entenderme al igual
que yo a él, se convirtió en un amigo de confianza. A Hércules también le quise por
todo lo que hizo, siempre estaba en mí el sentimiento de deberle algo, en cuanto a
Ulises sólo fue atracción física repentina, más que nada no lo vi mal tipo y fue
agradable, tal como vino se fue. Pero nada de cariño o amor — Concluyó pensativa.
A la guerrera le pareció ver una sonrisa aparecer en los labios de su rubia amiga, pero
no duro mucho, cuando ambas miradas colisionaron.
—Xena ¿Has amado alguna vez a alguien de verdad? — Desvió la mirada al petate, no
pudiendo aguantar la mirada de la guerrera sobre ella. — ¿Cómo sabes qué es amor?
¿Qué se siente? —Preguntó con curiosidad y sus ojos brillaron mirando de nuevo a la
guerrera por un momento.
—E amado y sigo amando— Por un momento el rostro de la barda se entristeció. —
No he tenido mucha experiencia en eso del amor verdadero. Pero lo que sí puedo
decirte, es que se sabe porque sólo piensas en esa persona, porque es sólo con esa
persona con la que deseas estar todos los días, porque cuando Morfeo te llama, te
lleva junto a ella, porque es la única que te llena de verdad, a la que amas por encima
de todos y todas las cosas, que es capaz de acelerarte el corazón con una mirada. Por
ella iría al cielo o hasta el mismísimo infierno, sobre todo Gabrielle lo sientes aquí —Se tocó su propio pecho. — Él corazón palpita con fuerza cuando estás cerca de ella—Susurró tan bajo que la bardo esa parte no llego a oírla.
—Gracias— La guerrera asintió y después señaló la sartén con aire animado. – ¡Qué
se me quema! — Le dio la vuelta y vio que una parte estaba un poco churruscada.
Cuando estuvieron hechos, raspo el pescado con un cuchillo y quedo como nuevo.
Desvió la mirada para ver a la guerrera limpiando y afilando su espada. En su mente
se repetían de nuevo las palabras de la guerrera.
Siento eso, si lo siento “Sé sabe porque sólo piensas en esa persona, porque es sólo
con esa persona con la que deseas estar todos los días, porque cuando Morfeo te
llama, te lleva junto a ella, porque es la única que te llena de verdad, a la que amas
por encima de todos y todas las cosas, que es capaz de acelerarte el corazón con una
mirada. Por ella iría al cielo o hasta el mismísimo infierno, sobre todo Gabrielle lo
sientes aquí”. Gabrielle toco su propio pecho repitiendo el gesto de Xena sin dejar de
mirarla, notando el palpitar rápido y un cosquilleo. Yo la amo y ella ama a una
mujer, dijo ella, no él. Sonrió. Quizás hay esperanza después de todo.
—¿De qué ríes Bardo? — Preguntó la guerrera al ver la ancha sonrisa de la mujer
menuda. Hoy estas bien extraña, ¿Acaso está enamorada de alguien? ¿De quién? Eso
le molesto bastante a la guerrera, aún más que estuviera allí de pie sonriendo como
una cría boba y enamorada.
—Nada, que he recordado algo gracioso de unos de mis pergaminos—Se sentó junto
la guerrera y comenzó a comer en silencio.
—¿Dónde has quedado con Toris Xena? —Preguntó mientras tragaba un trozo de
pescado.
—En Corinto, estará allí comprando y vendiendo alguna mercancía.
Gabrielle asintió.
—Pero no nos quedaremos mucho— De repente se sintió celosa, si Gabrielle estaba
enamorada, debía de ser de alguien que ella misma conocía, iban juntas a todas partes,
si la bardo hubiera conocido a alguien, Xena lo hubiera sabido y conocido también.
—¿Pero no es el cumpleaños de Toris? —Recordó Gabrielle. — Le prometiste que
esta vez lo celebrarías en familia, se sentirá dolido si no lo cumples.
Xena supo que eso era cierto.
—Bueno ya veremos, será mejor que durmamos—La guerrera se levantó molesta. –
Voy a dar una ronda.
La bardo asintió, ella por su parte recogió todo un poco y se tumbó en su petate,
contemplando las estrellas. La guerrera después de comprobar el perímetro, se acercó
a Argo como tenía por costumbre, que estaba un poco más alejada de los petates pero
con buena visibilidad a ellos, como para ver a Gabrielle acostada.
—Argo, Gabrielle sea enamorado— Argo resopló. – Yo tampoco sé de quién— La
Argo volvió a resoplar. — ¿Y si es de Toris?- La yegua enseño sus dientes y emitió un
ruido. — ¿Oye te estas riendo de mí? — Argo asintió. – No creo que sea Hércules, no
sé me ocurre a nadie más. Y además parecía muy ilusionada de ver a Toris. Por algo
será ¿No crees?
Miró hacia los petates y vio que la bardo se había movido y estaba tumbada boca
arriba, mirando las estrellas. – Argo, es mi amiga no debería sentir esto por ella, y no
quiero apartarla de mí, no podría vivir ya sin ella. Sin ella no tengo nada, es mi razón
de vivir, mi luz- Argo resopló ofendida. – Perdona, tienes razón te tengo a ti, pero
reconoce que no es lo mismo, ella es... — Se calló, y acaricio el lomo de la yegua.
—Gracias Argo por escucharme cada noche, eres única amiga mía- La guerrera se
alejó de la yegua y se tumbó en su propio petate, cercano a la bardo, al llegar vio que
Gabrielle estaba dormida, o al menos con los ojos cerrados.
El día amaneció nublado, cuando Xena despertó se sorprendió al no ver a la bardo
dormida a su lado, miró a su alrededor, y la vio preparando el desayuno. No era lo
habitual, desde siempre era Xena que terminaba despertando a Gabrielle para partir,
pues una vez que la bardo estaba dormida profundamente costaba hacerla regresar del
mundo de Morfeo.
— Bien ahora en serio ¿Dime quién eres tú y dónde está mi pequeña bardo? —Gabrielle sonrió y le gusto escuchar “Mi pequeña bardo”.
—Es que hoy hace un buen día.
La guerrera miró las nubes que apenas dejaban ver la existencia del sol y de nuevo a
la barda con la ceja arqueada.
– ¿Desayunamos? Preparé una infusión.
Xena agarró la infusión que Gabrielle le ofrecía, y se sorprendió ante el sabor
desconocido pero bueno, decidió que le gustaba, seguidamente cogió una porción de
queso y pan, comenzó a comer pensativa, echando furtivas miradas a la bardo.
—Antes de buscar a Toris, habrá que comprarle un regalo— Cuando Gabrielle vio los
ojos en blanco de la guerrera rió. – Xena tienes que comprarle un regalo, es tu
hermano y es el primer cumpleaños al que asistes, así que no seas testaruda y
cómpralo.
—Tenemos que partir, nos queda bastante camino por delante antes de llegar- Miró de
nuevo las nubes. —No creo que llueva por ahora, pero por si acaso es mejor adelantar,
si aligeramos el paso, calculó que estaremos allí al anochecer—Recogieron el
campamento ordenadamente y comenzaron la marcha.
Está muy callada, le gusta Toris. La guerrera miró asqueada al frente. Encima tengo
que aguantar que sea mi cuñada.
mmm, ¿A qué mujer puede amar Xena?. Miró a la guerrera por un momento, y se
sorprendió cuando la guerrera eligió ese momento para mirarla, ambas sonrieron y
miraron hacia otra dirección. Tiene que ser una mujer guapa, para que Xena se fije en
ella. No creo que pueda competir. Suspiró ¡Qué frustrante!
Y ahora suspira, en definitiva Gabrielle ama a Toris. Volvió a mirar a Gabrielle ahora
tenía la cabeza agachada. Y ahora ese cambio ¿Qué le ocurre? Cuando iba a
preguntar, Gabrielle pregunto otra de sus geniales ideas, para descolocar a la guerrera.
—Xena ¿Tú me ves guapa? —Miró a los árboles sonrojada. – Puedes decirme la
verdad Xena, soy adulta y puedo digerirlo—Siguió mirando a todos lados menos a la
guerrera.
—No, Gabrielle tú no eres guapa— Respondió sinceramente sin pensarlo siquiera. –
Eres bellísima—Agregó oyendo el suspiro de la barda.
Por un momento a Gabrielle se le vino el mundo encima, pero terminó sonrojada y
con un hilo de voz logró pronunciar un: —Gracias— Su rostro volvió a relucir y sus
ojos volvieron a brillar.
Se detuvieron unas cuantas paradas para que Argo bebiera y descansara, y como
siempre los cálculos Xena no fallaron. Entraron a la ciudad poco después del
anochecer, justo a tiempo para que no les pillara la tormenta que se estaba formando
alrededor.
—Ve a dejar a Argo, yo me ocupare de buscar una posada— Miró a su alrededor
buscándola.
—No.
Gabrielle se giró y miró a la guerrera, a espera de alguna explicación.
– Corinto es grande, mejor vamos juntas— Llevaron juntas a Argo y después entraron
en una de muchas posadas que habían a su alcance.
—Gabrielle, te espero en esa mesa de allí— Señaló una mesa libre en una esquina que
daba a todo el establecimiento. – Lo que pidas de comer me estará bien— La posada
estaba llena.
—¿Qué quieres? — Preguntó él robusto posadero. – ¡Yakin, deja de armarla o te
sacare de una patada en el culo! — Gritó a uno de sus clientes fijos.
—Una habitación por favor y un baño— Sonrió al posadero. — ¿Por cuento sería?
—Son veinte dinares, pero para chicas tan bonitas como tú se hace descuento —Sonrió enseñando los pocos dientes que le quedaban.
—¡Veinte dinares! Es demasiado, mejor me voy a otra— Cuando hizo el amago de
irse, el posadero habló de nuevo.
—Tal vez te lo pueda rebajar a quince linares, es una buena oferta— Aseguro.
—Amigo, acabo de venir de otra posada, y me ofrecía, una habitación lujosa, tres
comidas completas para dos personas y un baño por doce linares, así que me voy para
allá.
—Pues yo te dejo una buena habitación, tres comidas para dos personas y un baño por
diez linares y esa es mi última oferta— A la barda le encanto así que asintió.
—A hecho negocio amigo— El posadero asintió, y explico brevemente donde se
encontraba la habitación.
—Querría estofado para cenar para dos y vino por favor— Se encamino hacia la mesa
sonriente por la buena oferta conseguida, allí la fuerte guerrera la esperaba y pudo ver
que estaba siendo observada por todo el recorrido de mesas, así que su sonrisa
aumento, hasta que un corpulento hombre se puso enfrente agarrándola por la cintura.
—No te han dicho tus padres, que las niñas bonitas como tú no pueden ir sola por
estos lugares— Comenzó a manosearla y Gabrielle intentaba quitárselo de encima sin
hallar resultados, los demás rieron.
—No te han dicho tus padres, que a las niñas bonitas siempre van acompañadas, y que
no se les debe tocar si ellas no quieren porque si lo haces los acompañantes te pueden
partir las piernas— Gabrielle supo que estaba a salvo al oír la voz de la guerrera,
después la vio justo detrás de su atacante.
—Suéltala— El hombre la soltó cuando sintió unas manos que le oprimían el cuello.
—Gabrielle ve a la mesa, ahora mismo voy.
Gabrielle miro los ojos de la guerrera y esta le aseguro con la mirada que no ocurriría
nada. Así que fue hasta la mesa y se sentó, en seguida un joven le trajo el estofado y
el vino. No dejo de mirar como la guerrera hablaba con su atacante, no de una manera
muy amable, eso lo supo por el idioma corporal de la morena, después de viajar juntas
había aprendido a identificarlo. Cuando la morena regresó, el hombre antes tan gallito
se sentó en la silla, pálido como una sábana, al igual que sus amigos de copas.
—¿Todo bien? — Quiso saber la barda. – El estofado no está malo- Aseguró mientras
lo comía.
—Todo bien ¿Tú estás bien? — Preguntó Xena. Y probo una cuchara de estofado,
estaba a una temperatura perfecta, ni muy caliente ni muy frío. – No está mal, pero tú
lo haces muchísimo mejor.
—Yo bien, gracias a una guerrera aquí presente— Ambas sonrieron. — ¿Qué tienes
pensado comprarle a tú hermano?
—Ni idea—Pensó. – Somos hermanos, sí, pero llevamos mucho tiempo separados
aunque de niños tampoco es que estuviéramos tan unidos, no sé qué le gustaría.
—Bueno, lo mejor será ir al mercado mañana temprano e irnos fijándonos—Pensó la
rubia. – Así seguro que entre tanto material encontraras algo que te guste regalarle,
¿A medias vale?
La morena asintió.
Decidieron subir a la habitación al poco de cenar, la posada seguía llenándose de
gente y los clientes empezaban a emborracharse. Cuando pasaron cerca del posadero
este sonrió con malicia. Gabrielle iba primera ya que era la única que conocía las
indicaciones para encontrar su nueva habitación, se detuvo finalmente en una de las
puertas, cuando abrió la puerta las antorchas ya estaban encendidas, todo estaba
preparado para que utilizaran la estancia. Su boca se fue abriendo a medida empezó a
ver el interior de la habitación y cuando se le pasó el estupor cerró la puerta de golpe
y se apoyó en ella negando con la cabeza.
—¿Qué ocurre? — Preguntó la guerra al ver la reacción de la rubia. – Gabrielle.
—Creo que el posadero se ha equivocado— Asintió para sí misma.
Cuando Xena la apartó para abrir la puerta, Gabrielle luchó por no ser apartada. –
¡Nooo, Xena no abras!
Fue demasiado tarde, la guerrera entró y dejo la puerta abierta, sus ojos azules
recorrieron la habitación. La colcha era de un color rosa chillón, las almohadas
blancas con corazones bordados de un rico color rosa pálido.
—¿Gabrielle qué es esto? — Señaló la habitación. – Es una broma ¿Verdad?
—Es la habitación que me indico el posadero— Rió nerviosa. — Iré a ver que ha
ocurrido.
Xena continuó mirando la habitación ya que nunca antes se había encontrado en una
igual, pero saltaba a la vista que era una alcoba de enamorados. Tenía su propio baño
y la curiosidad por verlo le hizo ir hacia allí. La tina era suficiente grande como para
albergar dos cuerpos juntos y la forma tallada era de un corazón. Por un momento se
imaginó a ella misma en esa tina compartiendo espacio con Gabrielle y la idea no le
disgusto.
—Me tiene que dar otra habitación— Aún reía de vez en cuando, por la habitación y
por la cara de la morena. – Porque creo que sea equivocado.
—Lo siento señorita pero es la última que me queda, la habitación de enamorados—
Dijo de nuevo el posadero, sonriendo al ver que a la rubia le costaba cesar de reír.
– Tendrá que quedarse con esa muchacha.
La rubia asintió sonriendo, intentó serenarse sin éxito y subió las escaleras riendo sin
parar, encontrándose a la guerrera en el pasillo y junto a la puerta abierta de par en
par. Sus brazos estaban en jarra y su ceja se mantenía arqueada. Gabrielle no lo pudo
contener más y se dobló de la risa, por miedo a caer se enderezo y entro en la
habitación, notando como la guerrera la seguía y oyendo el sonido de la puerta al
cerrarse.
Gabrielle logró decir entre risas: —Sólo queda esta habitación Xena, no fue un error
por lo visto la posada está llena. La morena aún seguía en jarras al ver la risa de la
joven rubia. — Lo siento de verdad— Se carcajeó.
—Si ya veo como lo sientes, si no puedes ni aguantarte derecha— Le dijo al ver como
la rubia se aguantaba en la cama. – Bueno no abra más remedio que quedarse aquí, es
una alcoba de descanso como otra cualquiera, aunque…— Miró todo de nuevo. –
Parece obra de Afrodita.
—Si este estilo es sin duda el de Dita —Volvió a reír al imaginar como la Diosa del
amor daría el visto bueno a la estancia. — ¿Y el baño cómo está?
—La tina tiene forma de corazón— Contestó la guerrera. Gabrielle aguantó su
estómago al oír eso de la fuerte sacudida de risa que le vino. — Ni se te ocurra contar
esto a alguien, ni escribirlo en algún pergamino— Advirtió Xena.
—Sería una historia cómica, el cómo llegamos a una habitación de enamorados, con
corazones por doquier—Xena alzó una de sus cejas amenazantes. – Eso ya no te sirve
conmigo guerrera— Xena se acercó rápido y amenazadoramente hacia la joven barda,
volvió alzar la ceja, y una sonrisa maligna apareció dibujándose en sus labios, no dejo
de mirar a la barda fijamente.
—Te lo prometo, mis labios están sellados— La guerrera se apartó y asintió. Al
momento llamaron a la puerta. – Debe ser los que vienen a preparar el baño.
Cada vez que Gabrielle pensaba y veía a la guerrera en aquella habitación no podía
aguantar la risa que le entraba. Y ahora al verla en la tina en forma de corazón con los
ojos cerrados, se mordió el labio para no interrumpir su relajación con otra fuerte
carcajada. Tomó aire y pensó en hacer algo mejor por la guerrera, se acercó y
comenzó hacerle un masaje en los hombros, le encantaba el tacto de la piel suave y
musculosa.
—Tienes nudos— Susurró. —Relájate te los quitare.
—Lo sé — Su voz sonó ronca. – Que manos tienes mmm- Gimió.
La barda sonrió contenta con el trabajo que estaba realizando, pocas veces podía
hacerlo, así que cuando podía lo mantenía todo lo que podía y no ceso el masaje hasta
que noto que los nudos fueron desapareciendo con sus caricias. Después se
desprendió de su propia ropa y se introdujo en la tina, que tenía una temperatura
templada y agradable.
—¿Mejor? — La barda ya sabía la respuesta. La guerrera abrió los ojos lentamente y
entablo contacto visual con unos verdes risueños.
—Mucho mejor — Sonrió. – Gracias.
—¿Dime qué harías sin mi eh? —Preguntó en broma animada. – Debes admitirlo yo te
hago la vida más fácil—Hizo una mueca.
—Si cuando no te tengo que ir salvando el cuello— Sonó más serio de lo que la
guerrera quiso. Así que ante el silencio volvió abrir los ojos al ver que Gabrielle se
levantó de nuevo y salió de la tina, con aire triste, cogiendo una toalla de lino para
secarse. – Oye que era broma, me encanta salvarte el cuello— Xena al ver que el
rostro de Gabrielle no cambiaba se levantó, sin pudor alguno y salió de la tina,
agarrando el brazo de la bardo antes de que esta saliera, la ladeó y con una de sus
manos levantó el mentón. – ¡Oye pequeña lo siento! no me expresé bien— Pequeña
pero Xena que dices, ahora es cuando ella me dice que ya no es una niña.
En vez de eso, Gabrielle se abalanzo sabiendo que la guerrera no perdería el equilibrio
y la abrazo con fuerza. Sólo una toalla de lino las separaba del contacto. Gabrielle
contrólate que esta desnuda. De mala gana se separó, y le pareció ver un reflejo de
decepción en aquellos ojos azules, aunque fue tan rápido, que pensó que quizás se lo
había imaginado.
—Xena dijiste lo que piensas —Encogió los hombros. – Y no tendría que molestarme,
porque tienes razón no voy a negarlo, en vez de hacer tu vida fácil, te la complico, no
sé cómo es que me dejas seguir contigo y no me has dejado en cualquier lado—
Agachó la cabeza broto libre por su mejilla.
—Sabes que no se me dan bien las palabras, no como a ti— La barda alzo la cabeza y
la miró con total tristeza. – Me gusta tenerte a mi lado, eres especial para mí, más de
lo que crees— Hubo un cambio en los ojos de la barda que a Xena le encanto, y supo
que iba por buen camino, así que continuo. – No podría hacer el bien, si no lo hiciera
contigo— Gabrielle parpadeó intentado controlar las lágrimas esta vez de emoción. —Tu mi barda me haces la vida más fácil— Acaricio la mejilla de Gabrielle, y le sonrió
con dulzura.
-Y luego dices que no se te dan bien las palabras, menos mal o me harías
competencia—Sonrió Gabrielle. – Xena, me alegra que pienses eso, porque yo...
¿Qué Gabrielle? ¿Tú qué? Pensaba Xena esperando. – Porque yo no quiero
complicártela— ¡Uff! por poco meto la pata ¿Ey y esa mirada de desilusión de
nuevo?
—Bien me alegro que lo hayamos aclarado— Gabrielle asintió. – Será mejor que me
seque— Cogió otra toalla de lino y se secó primero el cabello. Gabrielle tuvo unos
segundos para contemplarla antes de ser evidente, finalmente al ver lo que hacía y al
sentir el peso de la culpa salió corriendo, evitando que la guerrera pudiera ver su
sonrojo ¿Cómo iba a explicar algo así si Xena la cazaba?
Cuando Xena regresó ya llevaba puesta una camisa blanca de dormir, miró de arriba
abajo a la barda y enarco una ceja.
—¿Aún sigues con la toalla? —Preguntó risueña ¿Qué te pasa Gabrielle?
—Veras sabía que se me olvidaba algo— Sonrió al ver la mueca que hizo Xena. –
Llevo rato buscando, pero no la encuentro —Dijo mientras siguió buscando, lo
extraño es que Gabrielle creyó haberla dejado sobre una silla, luego había dejado de
verla y seque con la sensación que algo le faltaba.
—Puede que te la hayas dejado en la alforja de Argo— Xena se recostó como si nada,
y miró como su compañera buscaba desesperada la camisa, sin perder la sonrisa de
sus labios. – Gabrielle mañana tenemos que madrugar— Dijo bostezando.
—Pero Xena que no la encuentro, juraría que la había dejado ahí— Señaló la silla. —¿Cómo voy a dormir sin ella? — Al no obtener respuesta miró a su compañera y vio
que esta ya estaba completamente dormida. Busco un rato más y al no hallarla se
quitó la toalla y se introdujo en la cama nerviosa.
Puedo hacerlo, sólo no pienses que estás desnuda y que tienes a Xena al lado, ¡No ya
estoy pensando! ¡Uff! bien tranquilízate y respira, y ahora cierra los puñeteros ojos
y duérmete.
Los cerró y los volvió abrir cuando Xena se dio la vuelta, Gabrielle tragó, y cogió con
firmeza las sabanas.
Tranquila, sólo debes pensar en algo que no tenga que ver con esto, unm un lechón
dos lechones, tres lechones.
Las antorchas ya se habían consumido y sólo se sentía la respiración relajada de Xena
y sus ronquidos suaves.
Mil lechones, mil uno, mil dos
No pudo seguir, Morfeo hostigado por los otros dioses artos de tantos lechones,
decidió llevarse a Gabrielle al mundo de los sueños.
—Vamos dormilona despierta— Susurró la guerrera. – ¡Gabrielle despierta! — Dijo
elevando la voz.
Se acercó a la bardo y decidió destaparla a ver si así se despertaba por el cambio de
temperatura mañanera, se fijó que las manos de la bardo sujetaban la manta. Se las
retiro y la bardo ni se inmuto, al destaparla, los firmes pechos de la bardo
resplandecieron en su total esplendor, saludando a una guerrera sorprendida.
Gabrielle comenzó a sentir un poco de frío, así que se acurruco hecha un ovillo,
dejando a la vista otras partes de su cuerpo, Xena tragó sonoramente y la volvió a
tapar decidiendo dejarla dormir unas marcas más.
Con la armadura puesta al completo observo a la barda dormir, luego escribió una
nota en un pergamino de Gabrielle y lo dejo sobre la almohada, hecho otra vistazo y
sigilosamente salió de la habitación.
Ya en plena calle lo mercaderes, comenzaban a organizar sus tenderetes, la guerrera
paso por algunos de ellos y no vio nada que le satisficiera, tampoco sabía realmente
que buscar. Ella no era de compras, eso iba más con Gabrielle, así que decidió ir a la
cuadra para visitar a Argo y hacer tiempo antes de ir a recoger a la barda e ir juntas a
comprar el regalo de su hermano Toris y lo que necesitaran, la barda siempre lograba
gangas.
Gabrielle abrió los ojos y vio que no había nadie a su alrededor, en lugar de la
guerrera había una nota que decía:
Gabrielle he ido a ver si encuentro algo para mi hermano
Y a visitar a Argo.
No tardare no salgas de la posada,
desayuna y procura no meterme en líos, al menos hasta que yo regrese.
Xena
Que protectora esta últimamente. ¿Qué tiene de diferente Corinto a las demás
ciudades qué hemos visitado?
Después de cambiarse decidió bajar a desayunar su estómago empezaba a pedírselo
muy sonoramente. La posada estaba menos llena y la gente estaba menos ebria, cosa
que agrado a la barda, eso le quitaba problemas de encima. Seguramente todo el
mundo se encontraba en el mercado, pues el bullicio se oía cada vez que alguien abría
las puertas.
El posadero en persona se acercó mirando a la barda, y le repitió dos veces lo que
tenían para desayunar, pero a Gabrielle no le convencía.
—Mire si me da un pedazo de queso y pan, yo me quedo satisfecha— Movió sus
manos a la par que hablaba dando énfasis a lo que decía. – De verdad yo no requiero
tantas cosas, estoy acostumbrada ello, soy sencilla.
—Le vuelvo a repetir que sólo hay gachas y avena así que elige— Dijo algo bravo el
posadero. – Cuando haya decidido me avisa, tengo clientela por atender— Dijo
mirando a los nuevos clientes que acaban de entrar.
El estómago volvió a dar otro fuerte gruñido de protesta, la barda se sostuvo el
estómago intentado apaciguarlo. Echó una mirada hacia la puerta, tomando una
silenciosa decisión. ¿Qué le podía suceder? Sólo iba a comprar algo para desayunar y
a buscar un regalo para Toris, sabiendo que la Guerrera no acabaría decidiéndose.
Al salir mucho jaleo le llego, los mercaderes hacían clientela con gente de diferente
nacionalidades. Algunos venían directos del oriente para vender o simplemente para
comprar, al igual que a los del norte. Las voces de los mercaderes para convencer a
sus clientelas, se oía desde todas direcciones del mercado. Gabrielle pudo ver que era
inmenso a medida que avanzaba, controlando el no chocar contra nadie. Mirando cada
puesto a lo lejos le pareció ver a un joven alto moreno y apuesto, cuyos ojos eran
parecidos a los de su guerrera. Decidió ir a saludarlo y aprovechar para investigar que
poder regalarle que fuera de su agrado. Cuando llego el joven tenía a bastante
clientela.
Gabrielle mientras esperaba se fijó, en lo que el joven vendía, se quedó sorprendida al
ver que Toris dibujaba en pergaminos con una pluma, casi cualquier cosa. Y una
muchacha le pidió que la dibujara, y en pocos segundos ya el retrato hecho. Se le daba
bien sin duda, el retrato se parecía muchísimo a la joven, lo único que ponía bastante
humor en los dibujos.
—Toris no sabía que fueras un gran dibujante—Dijo la Bardo sonriendo. — ¿Dibujas
cualquier cosa? — Toris al verla sonrió y se rasco la cabeza con una de sus manos.
—Hola Gabrielle cuanto tiempo— Salió del tenderete y la abrazo elevándola, sentía
gran estima por la joven que viajaba con su hermana, además de que tenía atractivo y
Toris sabía apreciar la belleza. – Se dibujar bastantes cosas, me gusta, y encima se
gana dinero con ello, con lo que va de perlas— Le guiñó un ojo. —Tal vez podría
dibujarte.
—Me alegra que te vayan bien las cosas— Dijo con sinceridad la barda. – Tienes un
gran talento, un gran don— Alabó la Bardo. —Sería un placer que me dibujaras. —No es para tanto, pero gracias— Se sonrojo. —¿Dónde está la ruda esa? — Preguntó
riendo.
—Debe andar por aquí— Miró a su alrededor sin verla por la multitud. – Aunque dijo
que iría a ver a Argo— Informó al recordar la nota. El estomago protesto de nuevo, y
Toris rió.
—Deberás disculparme, tengo que ir a desayunar— Dijo Gabrielle sonriendo. – Lo de
la posada no era comestible— Agregó.
—Ve tranquila, ya nos veremos más tarde— Soltó al completo el abrazo. – Y si ves a
la larguirucha dile que ando por aquí— Gabrielle asintió riendo cuando Toris miró a
todas partes, asegurándose de que Xena no oyera sus palabras, por que corría el riesgo
de llevarse una paliza.
Gabrielle fue buscando tenderetes de comida, pero se detuvo cuando vio un estuche
con pergaminos y una pluma blanca, al lado, tenía diferentes potes de colores, la
barda no había visto nada igual en su vida. Sólo había visto el color negro, se acercó
interesara, e inmediatamente pensó que este era un regalo fabuloso para Toris. Podría
dar color a sus dibujos, lo que le daría más vida y el valor de la pieza aumentaría.
—¿Cuánto por esto? —Señaló al estuche. – ¡Oiga! — El hombre ante tanto alboroto
no lograba oírla bien. - ¡Oiga!- Alzó la voz, el mercader la miró sonriendo por fin y se
acercó.
—¡¿Cuánto cuesta?!
—Cincuenta dinares— Los ojos de la Barda se abrieron desmesuradamente. – Viene
del oriente—Informó el mercader.
Lo tengo que conseguir, es el regalo ideal, me lo va rebajar como me llamo Gabrielle —Le doy treinta—Amigo no sabes dónde te metes — ¿Qué me dice? —El mercader
negó con la cabeza.
—Es una buena mercancía lo dejo por cuarenta y cinco—Propuso el mercader para no
perder una venta. – Es una buenísima oferta señorita.
—Treinta y tres— Vamos sígueme y pica el anzuelo. Rió para sus adentros.
—Treinta y no pienso bajar más— ¿Qué se ha pensado esta muchacha a mí me vas a
regatear niña? —¿Qué dices?
—Es buena si pero... — Jajaja. —¿Qué tal por veinticinco? Y es mi última oferta—Dijo la bardo totalmente seria y con un pie fuera del puesto.
—Mira muchacha a mí no me líe veinte dinares y no se hable más—. Sí que es pesada
la muchacha, me va asustar a la clientela. — Y si no lo acepta haga el favor de
marchar que me espanta la clientela.
—Lo tomo, aquí tiene— Le paso los veinte linares. – Gracias amigo-Y se fue
sonriendo. A Xena le va a encantar, a Toris su regalo también. Vale que me he
gastado más del presupuesto, pero un estuche que valía cincuenta lo he conseguido
por veinte, sigue siendo una ganga, diez linares cada una.
El mercader con los veinte dinares en la mano, miró como marchaba la muchacha
sonriente. Pues sí que me ha tomado el pelo — ¡A hecho buen negocio! — Gabrielle
se giró y asintió sonriente al hombre. Con estás muchachas de hoy en día los
mercaderes como yo estamos perdidos, pero a la próxima no lo conseguirá.
Xena llego a la posada y al no verla sentada en ninguna de las mesas, subió a la
habitación pensando que la dormilona Barda continuaría allí, pero tanto la halló,
tampoco ninguna nota. Preocupada bajo de nuevo y se acercó al posadero, que en
estos momentos no tenía nada mejor que hacer.
—¿Ha visto a mi compañera? — Preguntó la guerrera. – Una rubia bajita, con ojos
verdes—El posadero asintió.
—Sí, quiso desayunar, pero se fue sin pedir nada al final— Explicó el posadero. –
Abra ido a dar una vuelta al mercado, hoy vienen mercaderes de casi todo el mundo—Explicó con orgulloso.
—Bien— Gabrielle te dije que te quedaras. Miró al posadero de nuevo. – Gracias—
Salió ante el gentío, miro a todas direcciones en busca de una joven bajita y rubia, se
encontró con algunas pero ninguna era Gabrielle. De lejos vio a Toris, así que se
acercó a saludarlo y de paso preguntar por la barda.
—Toris— Toris al ver a su hermana sonrió — ¿Cómo van las cosas? — A Xena le
alegraba ver a su hermano, pero no le prestaba mucha atención estaba preocupada por
Gabrielle y miraba todo a su alrededor buscándola y pendiente de otros sonidos.
—Todo estupendamente— Dijo Toris, pero al ver la indiferencia por su hermana se
molestó. — ¿Oye ocurre algo? Hace tiempo que no me ves y ni me haces caso— Los
ojos azules de la guerrera se posaron en su hermano.
—Lo siento Toris, pero es que no sé dónde anda Gabrielle no la encuentro— Explicó.
– Y ahí mucha gente.
—Paso por aquí hace un rato, charlamos un poco, y me explico que no había
desayunado— Comentó Toris el encuentro brevemente. – Supongo que debe haber
ido a la sección de comida— Señaló la dirección que Gabrielle había tomado.
—Gracias Toris, luego nos vemos y hablamos —Toris asintió, él conocía lo mucho
que significaba Gabrielle para su hermana. – Y me alegra que las cosas te vayan
bien— Toris sonrió al menos algo de atención si le había prestado.
Gabrielle compro un gran trozo de pan, para ahora y para el camino, también queso y
algo de fruta. Iba de regreso con su carga cuando cuatro asaltantes, cogieron a la hija
de uno de los mercaderes colocando un cuchillo en la garganta de la joven, que en el
acto chillaba horrorizada al igual que su padre.
Ahora es cuando me vendría bien mi vara
—La mataremos, si no me das todos los dinares que tengas— Dijo un asaltante
mientras golpeaba a la joven para que esta dejara de gritar. – Si no dejas de gritar te
cortó la lengua— La joven dejo de gritar y lo sustituyo por el llanto silencioso.
Gabrielle no toleraba las injusticias, no podía simplemente ver la escena y pasar sin
más, no después de haber librado batallas junto a Xena en busca de la redención y el
bien supremo, no podía echarse andar y dar la espalda a un problema.
—Por qué no os metéis con alguien que se sepa defenderse — Exclamó la barda.
– Cobardes— Agregó con genio.
Los asaltantes rieron al ver a la pequeña rubia, y el que tenía agarrada a la joven la
soltó la joven cayó al suelo al no esperarlo y su padre la ayudo a levantarla, ambos se
abrazaron y él humilde mercader, envió una mirada de agradecimiento y admiración a
la joven barda.
—¿Te atreves a llamarnos cobardes? ¿Una pequeña cosa cómo tú?— La barda asintió.
– No eres de por aquí verdad, somos los cuatro invencibles, y se nos conoce porque
nunca hacemos prisioneros—Explicó mientras se acercaba a la barda. – Nadie puedo
con nosotros, y nadie podrá detenernos— Exclamó riendo maliciosamente.
Para Gabrielle lo que decía no era nada nuevo, había visto adversarios más temidos y
lo que tenía delante le parecía pura fanfarronería. Que tenía dominada a los
mercaderes a base de palabrerías.
—Pues no os veo para nada invencibles, sólo me parecéis cuatro majaderos,
cuentistas—. Gabrielle nunca des un paso atrás. Se quedó quieta, los cuatro ahora
furiosos la miraron con ira por a verlos puesto en ridículo en evidencia delante de
tanta multitud.
—¿Y tú quién eres Xena la Princesa Guerrera?-- Los cuatro rieron, y Gabrielle
también se unió pues le pareció gracioso.
—Bueno salta a la vista que Xena no soy- Sonrió. – Pero si os sirve, soy su amiga
Gabrielle—. La sonrisa se ensanchó.
—Vaya, vaya es su amiguita Gabrielle—Dijo con sarcasmo uno de los asaltantes. –
¿Y dime si eres Gabrielle dónde está Xena? —Esta vez rió más gente.
-Ayiyiyiyiyiyi- Xena apareció justo al lado de Gabrielle. – ¿Me buscabas? —Preguntó
con el mismo sarcasmo que el asaltante.
Los cuatro se miraron y salieron corriendo, no esperándose eso por nada del mundo.
Xena agarró su chakram y lo lanzo, dando en los cuatro cinturones, los calzones
cayeron mostrando el culo blanco de los cuatro asaltantes, dándoles así una lección.
Todo el público empezó a reír.
—Siempre en el momento oportuno—Susurró Gabrielle. —¿Has visto a Toris? —
Xena asintió y la miró pero para su sorpresa, vio enfado en el rostro de la guerrera.
—¡Gabrielle! — La barda busco con interés quién le llamaba con tanta efusividad, era
el padre de la joven que habían amenazado. — ¿Te llamas así no? — La barda asintió.
El comerciante se acercó con rostro agradecido, para el Gabrielle había sido una
muchacha muy valiente, al ponerse en peligro para salvar a su única hija, la única
familia que le quedaba en la vida.
– Muchas gracias por tu ayuda, no sé cómo agradecértelo muchacha, no tengo mucho
de valor, y si hubieran matado a mi hija no sé qué hubiera hecho es todo lo que tengo-
Sujeto la mano de Gabrielle y la beso, la barda se sonrojo. Pero si yo no he hecho
nada fue Xena
—Yo no hice nada—Señaló a la guerrera que estaba al lado sin expresión en el rostro.
– Fue Xena.
—No, tú salvaste a mi hija, expusiste tu propia vida, para salvar la de ella, sin
conocerla siquiera. Jamás había visto acto tan heroico en mi vida.— Explicó el
hombre emocionado su punto de vista. —Nunca podré pagarte— Miró su carro. –Pero
elige lo que más te guste, es un regalo, eso no podrá pagarte lo que hiciste hoy por
nosotros, pero al menos me sentiré orgulloso de que la salvadora de mi hija tenga algo
de nuestra mercancía como regalo— La hija del comerciante se acercó con el mismo
agradecimiento, besando las mejillas de Gabrielle.
—No de verdad, no me deben nada— La hija del comerciante, cogió una túnica de
cuero marrón y un cinturón que iba a juego y se lo entrego. – No puedo aceptarlo.
—Por favor, has salvado mi vida— La joven abrazo a la bardo sin esta esperárselo.
– Acepta esta humilde prenda, no la desprecies por favor—Gabrielle la cogió y la
miró, era muy bonita y de muy buena calidad. Miró a la guerrera y está ni siquiera la
miraba. ¿Qué te ocurre Xena? Sus ojos se centraron en los comerciantes. Bueno me la
quedare.
—Es una linda pieza, gracias— Padre e hija sonrieron orgullosos, y le volvieron a dar
las gracias. La guerrera comenzó a caminar, así que la barda se despidió y fue tras a
guerrera.
—Xena, ¿Has comprado algo para Toris? — Pregunto aun sabiendo la respuesta. —¡Xena! — La guerrera se dio la vuelta y miró fijamente a la barda. Vio que había
mucho gentío así que prefirió dejarlo hasta estar en privado.
—No, no he encontrado nada— Contestó finalmente pero reflejando su malhumor. –
¿Leíste mi nota, o simplemente la tiraste a la basura? —No lo pudo retener más el
comentario.
—La leí— Contestó suavemente la barda. – Pero Xena en la posada sólo daban gachas
y avena para desayunar, yo le pedía al posadero un trozo de queso y él se negaba a
dármelo, diciendo que sólo habían esas dos cosas, para comer— Suspiró.
Xena entró en la posada y se detuvo en las escaleras ladeándose para dejar pasar a
Gabrielle, esta comenzó a subir las escaleras, seguida de la guerrera. Gabrielle sentía
los dos zafiros azules detrás de ella. Uyyy la que me espera nada más entre por esa
puerta.
Abrió la puerta y Xena la cerró de un portazo, que hizo voltearse a la bardo, extrañada
por el comportamiento de la guerrera. No era que no se enfadara con ella por otras
cosas, pero hoy parecía que lo estaba mucho más.
—¿Cuándo dejaras de ser tan irresponsable? — Dijo Xena mirándola fijamente – Te
dije que te quedaras en la posada, que no tardaría tanto en volver. Y encima de no
hacer caso ni siquiera te llevas la Vara, ni una nota. Y luego dices que eres adulta.
¿Pero cómo lo demuestras? No es simplemente decirlo o aparentarlo, es demostrarlo
— Xena se acercó hasta quedar frente a Gabrielle.
—Sabes que no me gustan las gachas ni la avena y a ti tampoco y es lo único que dan
para desayunar aquí. Tenía hambre y no lo pensé dos veces, supongo que como
estaba ya abajo, pensé que no sería necesaria la Vara. Sólo iba a comprar- Explicó
excusándose. En realidad suena tan de niña, y tampoco pensé en la vara, pero eso
mejor no lo digo. Al ver que la guerrera aún estaba ahí esperando más siguió. – Pero
tienes razón me equivoque, en todos lugares pueden pasar cosas imprevistas, lo siento
no volverá a ocurrir.
Vamos Xena por favor perdóname, no te cierres a mi —Ya lo sé— Porque no pienso dejar que hagas de nuevo esta estupidez. – Piensa
Gabrielle si yo no hubiera llegado justo a tiempo ¿Qué hubiera pasado?
Que posiblemente hubiera estado muerta, sin la Vara no tenía oportunidad.
—Lo siento Xena de verdad, tienes razón— La tienes completamente, es estúpido
negarlo. – Pero entiéndeme a mí, tenían a esa chica sujeta apuntándole con un
cuchillo, me vi en la obligación de hacer algo, yo hubiera podido hacer algo más que
la chica.
—¿Qué hubieras podido hacer? — Dime Gabrielle. – Nunca más expongas tu vida, al
menos no sin tener tu arma a mano, sin estar yo cerca ¡Nunca! — Xena se dio media
vuelta cogió sus cosas y cuando se disponía a salir, la barda le sujeto el brazo, la
guerrera se apartó del agarre tan bruscamente que la bardo cayó al suelo.
Xena se agacho corriendo y la ayudo a levantarse, Gabrielle la miró dolida sin
entender nada. ¿El por qué no dejaba que la tocara? ¿Por qué la trataba ahora a si?
Preguntas que Gabrielle no dejaba de repetirse.
—Gabrielle lo siento ¿Te he hecho daño? — Los ojos de la morena se endulzaron y
volvían a ser los de siempre. – No sé qué me ha ocurrido— Gabrielle volvió a sollozar
últimamente es lo único que hacía, cuando la guerrera le decía o hacía gestos que le
dolían.
—Oye pequeña lo llores, dime si te hecho daño, no era esa mi intención—Le sostuvo
la barbilla y la levantó para ver aquellos ojos verdes que tanto amaba. – Cariño no sé
qué hubiera hecho si te llegan hacer daño—Acaricio su mejilla con la yema del
pulgar, y la estrecho contra ella para darle un cálido y reconfortante abrazo. Si te
hubiera tocado un solo pelo, me los hubiera cargado y hubiera dado las sobras a los
buitres.
—¿Xena me perdonas? — Sollozó más fuerte, no quería que la guerrera volviera a
encerrarse en sí misma y la volviera a dejar fuera. — ¿Me quieres? — Susurró y la
guerrera lo escucho.
—Barda mía ya te he perdonado— Seco las mejillas de Gabrielle. – Si te quiero-.
Gabrielle se separó del abrazo de la guerrera y la miró fijamente. ¿De qué forma me
quieres Xena? ¿Cómo amiga? ¿Cómo hermana? O ¿Cómo mujer?
Estuvo tentada a preguntarle, pero el miedo la paralizaba. Miedo a perder lo que tenía,
miedo a que la relación se volviera incomoda entre ellas y el viajar juntas se volviera
insoportable. No obstante se fue acercando lentamente hacia Xena, y deposito un beso
en la comisura de los labios, el corazón de la guerrera aumento la velocidad. Y la
volvió abrazar fuerte, como si la vida le fuera en ello.
—Te quiero Xena—Susurró. Sintió como el corazón de la guerrera se aceleraba y una
mueca y una media sonrisa asomo en sus labios. ¿Acaso es por mí? ¿Por el beso?
¿Fue el te quiero? ¿Tengo una oportunidad guerrera?
—Esto...De deberíamos irnos ya— Balbuceó nerviosa. Gabrielle era la primera vez
que la veía así. – Quede con Toris que nos veríamos, y deberíamos de partir ya para
Anfipholis— Xena se levantó aún con el abrazo de Gabrielle.
—Sí, pero antes debo enseñarte algo— Fue a las bolsas y saco el estuche en cuestión
que tanto le había gustado. – Mira este es el regalo para tu hermano de parte de las
dos ¿A que es bonito? —La guerrera lo cogió lo inspecciono con interés.
—Le gustara mucho— Sonrió al ver a Gabrielle tan complacida con sus palabras. —
Las compras son más tú terreno—. Gabrielle asintió sonriente.
Quedaron con Toris en las puertas de Corinto, puesto que le habían encargado de
última hora unos dibujos. Al poco se unió con ellas y empezaron el camino. Toris y
Gabrielle hablaban animadamente y Xena participaba en más de una ocasión en la
conversación. Y cuando no lo hacía echaba miradas furtivas a Gabrielle y a Toris, este
último lo vio, y cuando pararon para comer. Por decisión de la bardo, que protestaba
que aún no había tenido oportunidad de desayunar. Toris se acercó a su hermana
menor, mientras Gabrielle preparaba los dos conejos que había cazado Xena poco
antes.
—Cuéntame , hermanita pequeña — Preguntó animadamente Toris. —¿Qué ahí entre
esa preciosa barda de allí y tú?
—¡Pequeña! — Sonrió Xena maliciosamente. —¿Por qué te interesa lo que haya entre
mi barda y yo? — Preguntó más seria y cauta.
—Somos hermanos, y soy el mayor, por lo tanto tengo el privilegio de llamarte
pequeña ¿No? — Sonrió amigable. – Así que “mi Barda”, bueno creo que ya me has
contestado a la pregunta— Cuando Toris iba alejarse, la guerrera lo detuvo.
—Lo que hay entre Gabrielle y yo es un vínculo de amistad y nada más— Dijo seria.
—Sólo quería que lo supieras.
—No es lo que veo, tú la quieres- No era una pregunta sino una afirmación, lo
sospecho cuando las vio por primera vez juntas, pero al ver como su hermana pequeña
no dejaba de echar ojeadas a la barda durante el camino lo terminó de confirmar. – No
me lo niegues se te nota. Lo que no entiendo es como Gabrielle no lo ve.
— Me preguntaste que había, no sobre lo que siento, así que no lo niego —No dejaba
de mirar a la barda mientras hablaba. Gabrielle sedaba cuenta de que estaba siendo
observada, pero no había incomodidad ya sabía quién la miraba, por tanto se giró
sonriente y su sonrisa aumento, cuando la guerrera le respondió otra con igual o de
mayor intensidad. – Esta enamorada de otra persona, y para mí lo más importante es
su amistad y bienestar— Xena se alejó de su hermano, rumbo al bosque. Necesitaba
estar alejada de Gabrielle, de Toris, de todo, necesitaba meditar y eso solo lo podía
hacer sola.
—¿Pasa algo? — Preguntó Gabrielle mirando por donde había desaparecido la
guerrera. – La comida ya está casi lista — Agregó mirando a Toris.
—Cosas de esa ilusa guerrera—Miró al bosque — ¿Estas enamorada?
—Xena no es ilusa— Se molestó Gabrielle. —¿Por qué crees que estoy enamorada?
—Vaya eres la defensora de mi hermana pequeña — Gabrielle se sonrojo ante las
palabras de Toris y el tono utilizado. – Se te nota, y dime ¿Lo conozco a tan dicha
persona?
—Sí, pero no creo que se sienta dicha— Observo el bosque con pesar, y entonces
Toris lo tuvo claro. – Amar duele cuando no se es correspondida—Suspiró.
—¿Y si esa persona te amara? — Gabrielle volvió a mirar el bosque pensando en una
respuesta.
—No es posible— Contesto con tristeza en su mirada y se levantó. – La comida esta
lista, me voy a nadar un poco—. Toris asintió
Voy a ajuntar a estos dos pares de ilusas, cueste lo que cuesta. Será mi buena acción
del año. Quizás pueda pedir ayuda a mamá.
—¿Y Gabrielle?- Preguntó Xena cuando regreso y vio a su hermano comiendo.-
Déjanos algo—. Toris sonrió y se limpió la boca con la manga.
—Sea ido a dar un baño, hemos tenido una corta conversación— Xena le presto toda
su atención dejando de buscar a la barda por el lago con su mirada. – Gabrielle cocina
a las mil maravillas.
Cuando Gabrielle regreso, comió junto con la guerrera, y con Toris que volvió a
repetir plato.
—¡Uf! estoy llenísimo— Se tocó el hinchado estómago. – Que ciego y a la vez bonito
es el amor ¿No os parece?— Susurró.
—Hay que comenzar a irnos—Se levantó apresuradamente la guerrera no dando
oportunidad a su hermano mayor de proseguir hablando, Gabrielle se levantó y se
sintió aliviada de igual manera.
El trayecto comenzó silencioso, cada uno con sus propios pensamientos y
preocupaciones. Xena no cesaba de imaginarse como sería la vida sin Gabrielle
cuando esta la abandonase para formar una familia con su amado, llego a la
conclusión de que sería peor que el mismísimo Hades. Gabrielle por su parte, pensaba
en descubrir el amor de Xena, si sabía quién era podía competir, pero no confiaba
creía que ella no serien ser la vencedora, pero merecía la pena intentarlo por Xena. Y
Toris durante el camino pensó en la mejor táctica para ajuntar a ese par, iba a
necesitar ayuda, su plan ya estaba en marcha, con una sonrisa en su rostro aligero la
marcha, tenía planes que contar a ciertas personas.
Toris entro antes en la posada, mientras su hermana y Gabrielle dejaban a Argo en el
establo con suficiente paja y agua.
—Mamá— Cyrene abrazo a su hijo y este comenzó a susurrarle parte del plan, en
donde entraba ella y el motivo del porque lo hacía. — ¿Qué te parece? Creo que puede
salir bien, mientras Xena no sé de cuenta irá bien.
—Bien, ¿Pero estás seguro? — Toris sólo asintió dado que escucho entrar a su
hermana y a la barda. La posadera observo a las dos jóvenes y supo que lo que le
había contado su hijo era una verdad saltaba a la vista, estaban enamoradas. —Si—Contestó mirando a Toris, a Xena le pareció raro y alzo una ceja esperando una
explicación por su madre.
—Tu hermano me preguntaba si había ternera en salsa para cenar— Toris asintió.
— Hijas que alegría veros de nuevo—Abrazó a su hija, con toda la fuerza que pudo
que supo que no haría daño alguno a Xena, y luego abrazo después a Gabrielle que
para ella también era su hija, pero con menos fuerza.
—Cyrene a mí también me alegra verte— Dijo sonriente la barda. — Y también tengo
ganas de probar esa ternera en salsa que no he parado de oír en todo el viaje.
—¿Necesitas que cacé algo? — Cyrene negó con la cabeza. —¿Tienes habitaciones
libres?
El plan empezaba.
—No, la posada está llena— Pensó rápidamente cuando Xena se iba a ir al establo,
hasta dar con una buena solución. – Pero está tu habitación, yo creo que para ti y
Gabrielle estará bien, sigue igual a como la dejaste— Gabrielle sonrió deseaba ver la
habitación en donde se había criado su amor, nunca la había llegado a ver.
—No creo que Gabrielle quiera dormir ahí— Miró a la barda y se sorprendió de la
chispa traviesa que vio en aquellos ojos verdes. – Es una cama muy pequeña—Susurró.
—A mí ya me está bien— Contestó la rubia sonriendo, cogió la mano que la posadera
le daba. – Cyrene llévame a la habitación — La guerrera se quedó mirando como su
madre se alejaba con su amada barda.
Gabrielle al ver la habitación le encanto, sin lugar a dudas, este era el estilo de su
guerrera, tenía espadas pequeñas de madera por todas partes, animales tallados
también de madera y piedra, le gustaba, le decía mucho de la guerrera, también se fijó
en la cama, era bien pequeña más de lo que hubiera imaginado, luego miró a la
posadera y ambas rieron, sin saber muy bien por qué.
Voy a tener que estar prácticamente encima de la guerrera, mm me gusta esa idea
—Hace fresco por las noches— Fue hacia la puerta y la abrió. – Vosotras no
necesitaréis muchas mantas, Xena siempre fue de sangre caliente— Rió al ver el
sonrojo de Gabrielle y salió de la habitación, al poco llego una alta guerrera en su
lugar, y se encontró a Gabrielle tumbada en la cama, mirando hacia el techo con una
sonrisa.
—¿Cómoda? — Gabrielle conociendo la voz sonrió aún más. — colocare nuestros
petates en el suelo, y dormiré yo ahí— Gabrielle se levantó decepcionada.
—No, yo dormiré abajo, al fin y al cabo es tu cama y tu habitación— Y yo soy la
intrusa, ay mira Xena… —Haz lo que quieras— Eso ultimo no le pensaba decir en
alto, pero no se arrepintió, salió de la habitación dejando a una aturdida guerrera.
Al bajar oyó un ruido en la cocina y entro sin pensarlo, tal vez Cyrene necesitaba
ayuda. Se la encontró sentada en un taburete pelando patatas.
—¿Puedo ayudar en algo? — Cyrene sonrió al ver a la barda, la apreciaba, pero vio
tristeza en esos ojos así que le señalo el otro taburete, y le dejo delante un cuchillo y
una patata.
—¿Qué te ha hecho ya la ruda mi hija? — Preguntó sin andarse por las ramas. — Y
ahora no me digas que nada, porque sé que algo ha pasado, así que dime Gab ¿Puedo
llamarte Gab?
—Si claro que puedes hacerlo, no ha pasado nada— Cyrene dejo de pelar patatas y le
lanzo una mirada. – En serio no me ha hecho nada, sólo es que llevo unos días que me
siento diferente y me tomo las cosas más a pecho, estoy más sensible sólo eso, pero
ella no tiene la culpa.
-Entiendo, ¿Pero dime que a dicho o ha hecho mi hija que te haya hecho poner mal?.
Gabrielle cogió otra patata.
—Va a dormir en los petates en el suelo, ya sé que te parecerá una tontería , pero a
veces pienso que quizás le doy asco— Porque sabe que la amo agachó la cabeza
avergonzada, no dejando dar acceso a sus lágrimas, se sentía ridícula, como cuando
era pequeña.
—Gab es imposible que una muchacha tan preciosa y lista como tú le pueda dar asco
a alguien, y si así lo fuera, Xena es del carácter de que si la molestas te lo dirá de
frente, no con minucias—Gabrielle levantó la cabeza, Cyrene tenía razón. –
Seguramente se ofreció hacer eso, para que tu estuvieras cómoda en la cama— No lo
había pensado así, Cyrene debe pensar que soy una cría —¿Amas a mi hija verdad
muchacha? — Gabrielle la miró sorprendida y se movió incomoda en el taburete, no
había rechazo a ese sentimiento en aquellos ojos azules, Cyrene supo la respuesta al
ver la intensidad de la mirada verde y el amor que desprendía de ellos, ella se sintió
incluso mareada.
Gabrielle iba a contestar, pues se sentía en el deber de hacerlo, pero Xena se presentó
y miró el almacén, después a su madre.
—Voy a cazar unas piezas más— Miró a Gabrielle. — Volveré para la cena- Y
desapareció.
Gabrielle no pudo contener más las lágrimas, Cyrene dejo lo que estaba haciendo se
limpió con un trapo de lino, y atrajo a la bardo a su abrazo.
—Lo siento Cyrene— Xena podía tratarla con total dulzura y otras con una
indiferencia absoluta. – No sé qué me ocurre.
— Ocurre que estas enamorada— Seco las mejillas de Gabrielle. —¿Por que no vas a
dar una vuelta y te despejas? — A Gabrielle le pareció buena idea, además ya estaban
casi todas las patatas peladas.
-Gracias Cyrene- Se secó por completo la cara, intentando quitar todo indicios de
haber llorado, un que las marcas rojas de su blanca piel la delataban. – Volveré antes
de la cena.
Se acercó al lago, teniendo la esperanza de encontrar a la guerrera, pero no había
rastro de ella, seguramente se había adentrado al bosque. Se sentó en la orilla y
comenzó a lanzar piedras al lago, relajando su cuerpo por completo, intentaba que la
piedra diera varios saltos, como lo Xena sabía hacer, pero nada, daba uno grande y
gordo y ya.
—Lo haces mal— Gabrielle sin levantarse vio como una alta mujer castaña se
acercaba y se sentaba a su lado – Si quieres te enseño es sencillo—. Cogió una piedra
y la lanzó consiguiendo hacer ocho saltos.
—Me gustaría mucho, lo intento y lo intento y sólo consigo esto— La lanzo y se sintió
un “plof” a continuación. La castaña sonrió. La desconocida se levantó e indico a
Gabrielle para que también lo hiciera, le coloco un piedra en la mano y se puso justo
detrás de ella, colocando el brazo de la bardo en posición para lanzarla. —Ahora lanza
—La soltó Gabrielle lanzo la piedra, abriendo la boca cuando consiguió hacer seis
saltos de golpe.
—Si sigue practicando, llegara un día que te saldrán muchísimos más — Aseguró la
castaña. – Yo aprendí de pequeña, solíamos hacer competiciones mis hermanos y
primos y algunos más de la aldea, siempre les ganaba yo— Se giró y Gabrielle se
quedó impresionada al ver esos ojos azules. La castaña por su parte también se quedó
sorprendida al ver a la bella barda.
—No me he presentado, mi nombre es Laynara— Ambas sostuvieron sus brazos a
modo de saludo. – No te he visto nunca por aquí.
—Me llamo Gabrielle— Que bonitos ojos, son tan parecidos a los de la guerrera —
No soy de aquí, sólo he venido en algunas ocasiones, vengo con una amiga, pero soy
de una aldea cercana, Potedaia.
Estuvieron charlando animadamente durante toda la tarde, Laynara era divertida, no
cesaba de hacerla reír por cualquier cosa, y lo que llevaba de tarde Gabrielle había
recibo más cumplidos que en toda su vida. Su sonrojo estaba siendo permanente, pero
se sentía bien, el saber que alguien tan bella como Laynara la encontrara igual de bella
aumentaba su autoestima. Ojala fuera Xena quien me las dijera.
—Es tarde, debo regresar, se estarán preocupando dónde estoy. Dije que estaría para
la cena cenar.
Laynara miró la luna y asintió.
– Me lo he pasado muy bien, quizás nos veamos otro día, antes de que emprendas tu
viaje.
—Cuenta con ello, no consigo encontrar jóvenes tan lindas y listas como tú—Dijo
Laynara, Gabrielle se sonrojo de nuevo ante el cumplido. – Te acompaño, de todos
modos, tengo que pasar justo por la posada— Gabrielle acepto la compañía.
—Ya está, voy a salir a buscarla— Cyrene intentaba calmar a su hija. – No lleva su
Vara, le he dicho mil veces que se la lleve, Gabrielle nunca se retrasa para comer—
Cuando iba a salir la puerta de la posada se abrió y se quedó helada, al igual que su
hermano, cuando vieron a la alta mujer castaña que entraba y sostenía la puerta para
que entrara la menuda rubia hubo silencio.
Toda la posada miraba a la mujer castaña, y Gabrielle no entendía nada, Xena estaba
siendo sujetada por Toris y Cyrene.
—Laynara es tarde vete a tu casa—La voz de Cyrene parecía dulce, pero Gabrielle
noto algo de falsedad en ella. – Gabrielle ven que no has cenado, no puedes irte a la
cama con el estómago vació —La mirada se desvió a Gabrielle suplicándoselo con la
mirada que fuera con ella, cuando lo iba hacer, Laynara la agarró del brazo, y la giró
quedándose las dos cara a cara.
—Gabrielle debo irme, mi tía tiene razón— ¿Tía? es prima de Xena. — Me lo he
pasado muy bien, nos podríamos ver mañana —Soltó el brazo.
—Sí—Sonrió Gabrielle. – Gracias por haberme acompañado.
—No ha sido nada, ya era oscuro — Salió de la posada, y la clientela que había estado
silenciosa hasta el momento empezó a cuchichear.
Xena miró a su hermano y madre, ambos le soltaron en el momento, centro la mirada
en Gabrielle intentando calmarse, y en vista que aún no lo había calmado y de que
había mucha gente, fue a la mesa que había preparado su madre para la cena,
Gabrielle la siguió y Toris y Cyrene se miraron mutuamente.
Cuando Gabrielle se sentó al lado de la guerrera y toco el brazo de esta para que le
dijera algo. La guerrera se separó bruscamente sin mirarla siquiera, así que la rubia se
levantó y comenzó a subir las escaleras, el hambre había desaparecido.
—La vas a perder si sigues así— Dijo Cyrene cuando se sentó frente a su hija. – Al fin
y al cabo Gabrielle no sabe nada de Laynara— Xena se levantó bruscamente y salió
de la posada, rumbo a una casa conocida por ella.
Cuando estuvo frente a la casa, tuvo la decencia de llamar a la puerta y no derribarla,
abrió una mujer de estatura media, morena y con ojos claros.
—Xena— Pronunció la mujer sorprendida de ver a su sobrina. – No sabía que estabas
de visita.
—¿Dónde está Laynara? — Preguntó con frialdad e infinita ira —¿Cómo es qué está
aquí?
—No que dices Xena— Dijo intentando calmar a su sobrina. – Sabes muy bien que
Laynara que mi hija sigue en aquel lugar encerrada, por lo que hizo.
—Deja las mentiras para otros que te crean, la he visto hoy mismo en la posada, esta
misma noche—En los ojos de la mujer habían sorpresa y desvió la mirada hacia las
escaleras, desconociendo que su hija hubiera salido de casa. Fue empujada por la alta
morena. – Xena no le hagas daño, ella no sabe lo que hace, tu sí.
Subió las escaleras de tres en tres, abrió la habitación de Laynara de una patada, y esta
al verla se levantó corriendo de la cama, la guerrera la cogió del cuello y la empotro
contra la pared de madera. La madre de Laynara grito, y al ver que eso no causo
efecto y que su sobrina seguía golpeando a su hija, fue en busca de la única persona
que podía parar a su sobrina, la madre de esta misma.
—No te vuelvas a acercar a ella me oyes— La sacudió hasta que Layinara termino
asintiendo. – Ni la hables, ni siquiera la mires y mucho menos la toques, porque te
matare.
—Xena— Dijo Cyrene. — Déjala ya, creo que ya lo ha entendido. Xena reconoció la voz de su madre, pero no aparto su vista de su prima, que estaba
sangrando.
—¿Me crees? — Laynara asintió pero la guerrera quería más que eso — Contesta.
—Si te creo—En los ojos de Laynara había miedo al verlo los bloques de hielo. – Pero
debes saber que yo no le iba hacer daño.
—Haz caso a mi advertencia y no te acerques a ella — La soltó dejándola en el suelo –
Por que la próxima no te dejare otra oportunidad.
Salió sin despedirse y Cyrene salió detrás de ella para alcanzarla, pero Xena no quería
hablar, su madre lo sabía así que decidió dejarlo estar hasta que su hija le dijera algo
interrumpiendo el silencio. Cuando Xena entro en la habitación en vez de encontrar a
la rubia en la cama se la encontró en el petate, y un pergamino descansaba sobre la
cama, cuando la guerrera lo cogió vio la letra fina de Gabrielle.
“Sé que algo te pasa conmigo, no te pregunto porque lo siento en mí, pero
por más que pienso no sé qué te he hecho. Si ya no quieres que siga a tu lado
y no te atreves a decírmelo, puedes escribirlo, y me iré y no te molestare más,
pero dímelo, no puedo vivir así.”
Te quiere Gabrielle
Por primera vez en mucho tiempo lloro, pero sin emitir ruido alguno, sus lágrimas
caían una después de otra, y fueron mojando las palabras escritas por su amada
Gabrielle. No quería perderla, no quería que se fuera de su lado, y no podía contarle
sus verdaderos sentimientos o eso mismo ocurriría, pero ahora tenía este nuevo
problema Gabrielle pensaba que ya no la quería a su lado por su nuevo
comportamiento que ya le costaba cada día más ocultarlo, y le dolía hacer daño a
Gabrielle, había tomado una decisión, se lo iba a comunicar, tan pronto la viera por la
mañana, todo acabaría mañana...
Gabrielle despertó antes del amanecer, por sorpresa comprobó que la guerrera seguía
dormida, así que decidió levantarse y bajar a desayunar pues su estómago estaba
comenzando a protestar, saltarse la cena le había costado factura a modo de
pesadillas. Se encontró a Cyrene preparando el desayuno y el almuerzo para sus
huéspedes, así que Gabrielle desayuno y ayudo en la labor a Cyrene, eso le ayudaba a
no pensar en las ideas que le rondaban en la cabeza.
—¿Ocurre algo?
—No ¿Por qué?
—Soy perro viejo tu a mí no me engañas, pero si no deseas hablar puedo disimular y
cuando estés preparada vienes y me cuentas. Pero siempre había pensado que eras una
muchacha valiente que se enfrentaba a las situaciones.
—No quiero parecer absurda...
—A mí no me lo pareces.
—Estoy confusa.
—¿Respecto a lo que sientes por mi hija?
—No, de eso estoy completamente segura...Bueno quiero decir— Gabrielle se lamentó
por haber metido la pata. — No es lo que parece, quiero decir...
—Gabrielle te vuelvo a decir que soy perro viejo.
—Gracias, estoy confusa más que nada porque a veces creo que ella siente algo por
mí, aunque no sea lo mismo que yo siento. Por lo que dice o por cómo se comporta
conmigo en diversas situaciones. Pero después es todo lo contrario sus comentarios se
hacen hirientes, fríos, no deja ni que me acerqué ni la roce.
—Comprendo...
—Y luego está lo de ayer, no logro entender que hice ayer Cyrene— Sollozó.
Cyrene dejo su labor y la abrazo reconfortándola. – Te debo parecer una niña en
comparación con tu hija, una niña tonta...
—Tú no eres ni una niña ni una tonta y estoy totalmente segura que mi hija piensa
igual que yo, respecto a lo de ayer, mi sobrina Laynara hace muchos años que fue
desterrada de la aldea y llevada a prisión...
—¿Por qué? Me pareció buena persona por lo que vi de ella ayer, fue amable
conmigo.
—Porque raptó a una muchacha de la aldea muy querida e inocente y...Y la asesino—
Cyrene se giró y seco sus ojos con la manga de su ropa. Era la primera vez que
Gabrielle veía llorar a Cyrene, siempre le había parecido tan fuerte como xena, no de
físico, sino interior.
—¿Por qué la asesino? Es decir no me pareció ser una mujer asesina… — No se podía
creer que Laynara hubiera echo eso, no le pareció que fuera esa clase de gente.
—No lo sé bien, ella siempre decía que no recordaba, tuvo un juicio a pesar de que
toda la aldea se puso en su contra y quiso lincharla, pero el juez era el que tenía la ley
así que se le hizo un juicio justo, ella en todo momento dijo que no sabía, que no
podía haber hecho eso, que ella no había querido hacer eso, la pena que se le impuso
fue la muerte...Pero la mujer de mi hermano suplico que no mataran a su hija, que
estaba loca que necesitaba ayuda de otro tipo para recuperarse, toda la aldea se negó,
pero el juez conmovido por esa madre la hizo encerrar para el resto de su vida.
Cuando apareció en la posada ayer, tanto la clientela como yo nos sorprendimos...
—Dioses...
—¿Te hizo algo Laynara? Sí es así puedes decírmelo... – Gabrielle iba a contestar
pero entonces percibió que no estaban solas, y no se equivocaba miró hacia el pasillo
y allí vio a la alta morena observándola, esperando la respuesta a la pregunta que le
había hecho su madre. Cyrene vio el cambio que hizo Gabrielle y supo que su hija
estaba detrás de ella, pero la ignoro. —¿Dime Gabrielle? — Gabrielle miró a la
guerrera y esta la miraba fijamente con ojos interrogativos.
—No...Al contrario me trato bien, fue muy amable conmigo Cyrene, si me disculpas
voy a buscar a Toris, tengo que comentar una cosa con él.
—Ve tranquila, si se levanta esa ruda ya le diré que andas con Toris, cuando necesites
hablar ya sabes dónde estoy.
—Gracias.
Xena esperó que Gabrielle saliera para salir del pasillo y miró a su madre sabiendo
que ella supo que ella se encontraba allí desde hacía rato, también era consciente que
la mujer mayor tramaba algo pero ese era el menor de sus problemas, había decido
que partirían de inmediato.
—Cuando acabe de ocuparme de Argo, Gabrielle y yo nos iremos— Paso de largo con
intención de salir sin entablar una conversación.
—¿Y el cumpleaños de tu hermano? No puedes irte, es al primero que asistes después
de tantos años.
—Las situaciones han cambiado...-- Iba a salir cuando sintió el amarre por su madre.
—Xena tanto tu hermano como yo no sabíamos que estaba Laynara, Gabrielle ya lo
sabe, no se acercara más ella.
—Ella es buena madre, querrá hablarlo con Laynara en cuanto tenga oportunidad y no
se la pienso dar— Salió esta vez sin complicación alguna.
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—Laynara el trato que hice es que no saldrías de aquí, entiéndeme hija es por tu bien. —No puedo estar aquí madre, me ahogo entre estas cuatro paredes, prefiero mil veces
la muerte antes de estar más años recluida.
—Xena... — No pudo continuar porque fue agarrada del cuello, sus ojos se abrieron
por sorpresa y miedo.
—Ni siquiera pronuncies su nombre — Soltó el amarre mirándose las manos confusa
por lo que había hecho. — No sé quién se cree para juzgarme, ella que ha cometido
tantos asesinatos, ella quien quiso conquistar el mundo, ella que hizo que su hermano
pequeño muriera por su causa...Ella es quien se merece estar recluida, es más no se
merece ni siquiera vivir, nadie en su sano juicio la amaría nunca... ¡Nadie!
Llamaron a la puerta, y Laynara se calló e hizo que su madre fuera abrir, se mantuvo
en segundo lugar atenta a todo, no deseaba que su prima apareciera de nuevo para
lastimarla, se sorprendió al ver quien le había venido a ver y sonrió.
Xena se acercó a donde se encontraba Toris, con intención de encontrar así a
Gabrielle, pues ella había dicho que iba haberle, para hablar de ciertos temas, Xena se
moría de ganas por saber de qué temas.
—¿Toris y Gabrielle?
—No sé.
—¿No ha estado aquí?
—Pues no.
Xena empezó a correr dejando a su hermano con el ceño fruncido, había cometido un
error y sabía que lo pagaría caro si no llegaba a tiempo.
—Gabrielle que agradable visita— Salió Laynara de su escondite.
La madre de Laynara miró a Gabrielle, comprendiendo que esta era la joven por la
que había venido su sobrina ayer, recordó lo que su sobrina había advertido: “No te
acerques a Gabrielle o te matare”.
—Muchacha debes irte Laynara está ocupada— Empujo a Gabrielle hacía afuera.
—¡No! Quiero decir que lo que tenía que hacer ya lo he acabado madre, por favor
Gabrielle perdona los malos modales de mi madre, pasa ¿Quieres tomar algo?
—Eh no, sólo me gustaría hablar contigo...
—Ah bien, sígueme en mi habitación estaremos más en privado— Señaló hacia las
escaleras sonriente. A Gabrielle ya no le parecía tan agradable Laynara.
—No tenemos por qué estar en privado, quiero decir que lo que tengo que hablar
contigo no es algo que no pueda escuchar nadie.
—Pero arriba estaremos más cómodas, además hay algo que deseo enseñarte, no te
pasara nada lo prometo— Le guiñó un ojo y comenzó a subir, Gabrielle la siguió,
Xena le había enseñado bien a defenderse si la situación lo requería. Cuando Gabrielle
entro en la habitación Laynara cerró la puerta muy sonoramente y pasó por su lado
para coger un trofeo y se lo mostró a la barda con ojos orgulloso.
—Mira fui campeona en el torneo de piedra y agua, lo fui durante seis veces
consecutivas.
—Vaya...
—¿Qué querías decirme?
—Lo sé, se lo que paso— Laynara giró la cabeza. — Sólo he venido a saber ¿Por qué?
—¿Y por qué quieres saberlo?
—Porqué necesito comprenderlo, necesito saber cómo una persona como tú, pudo
hacer algo como eso...
—¿Y comprendes a mi prima? Lo que hice yo está mal y lo de ella ¿Qué? Ella es
mucho peor que yo, te lo garantizo— Escupió.
—No he venido aquí para hablar de Xena, no hablo de ella. Si no se ti, así que no te
compares con ella porque no le llegas…
—Eres absurda ¿No me digas que sientes algo por mi prima?
—Eso a ti no te importa, no has contestado a mi pregunta, si no vas hacerlo me lo
dices y me iré no tengo que hacer nada más aquí.
—Por favor no te vayas, nunca tengo visitas. No sé por qué lo hice, no recuerdo...
—¿De verdad no recuerdas? ¿O es que no quieres recordarlo por qué sabes que no
vivirías con ello, hay está clara la diferencia de Xena, ella afronta todo lo que ha
hecho y vive con ello, e intenta mejorar, tú te ocultas...
—¿La defiendes?
—Ella no necesita a nadie para defenderla y si la conocieras bien lo sabrías—
Gabrielle dio media vuelta para marcharse.
—Yo amaba Anyi, siempre fui tímida, siempre pasaba desapercibida en comparación
a mis hermanos y primos, ella sabía que existía, ella me dio la idea para participar en
los campeonatos de piedra y agua, yo siempre me había sentido la sombra de Xena,
siempre me comparaban y decían: Tu prima hace esto mejor que tú, no parecéis
familia... Anyi siempre me vio a mí por lo que soy, no por la prima que tengo o dejeba
de tener, siempre me apoyo en mis decisiones, yo...Me enamore de ella.
—¿Entonces por qué? Ella fue buena contigo, te apreciaba.
—Ese día me es confuso Gabrielle, fui a buscarla como todos los días, salimos y
fuimos al lago, yo me declare y ella... —Laynara comenzó a llorar. — Me rechazó, se
rió de mí Gabrielle, me rompió el corazón, me dijo: “Que ella ya amaba alguien, y ese
alguien era mi primo Toris”. No lo entiendes, siempre han estado y estaban mis
primos delante de mí, se fue corriendo y me dejo allí tirada...
—Entiendo que te sintieras dolida, pero ese no es motivo para acabar con la vida de
una persona.
—¿Y mi prima qué? Ella siempre reacciona con violencia, ella siempre mata a gente
por mucho menos.
—Xena ha pagado y sigue pagando por sus pecados va camino de la redención, Xena
ha cambiado, ahora sólo ayuda a la gente necesitada, los defiende y no lucha si no es
necesario, todo por el bien supremo.
—Yo...no recuerdo lo que ocurrió después.
—Sí lo recuerdas— Se atrevió Gabrielle a decir.
—¡No lo recuerdo! — Gritó y lanzó de rabia uno de los trofeos al suelo, Gabrielle dio
un paso hacia atrás por precaución.
Xena entró en la casa y se encontró a su tía mirando el piso de arriba con
preocupación, así que corrió y subió los peldaños en dos en dos se detuvo al ir un
golpe y fue más veloz, abrió la puerta de una patada y se encontró a su prima tirando
todos sus trofeos al suelo, y a Gabrielle pegada a la pared observándola.
—¿Gabrielle estás bien?
—Sí.
—¡¡No recuerdo!! — Laynara las miró. — Juro que no lo recuerdo Gabrielle—
Susurró.
Xena se acercó a Gabrielle y le puso una mano en el hombro, ambas se miraron
fijamente queriéndose decir lo que ambas no se atrevían a decir.
—¿Por qué le amas a ella? — Gabrielle se sonrojo cuando Laynara le preguntó eso
delante de la propia Xena. —¿Por qué Anyi amaba a Toris? ¿Qué tiene Xena que no
tenga yo?
Gabrielle agachó la cabeza avergonzada, Xena levantó su barbilla con un dedo y
cuando ambos ojos conectaron Xena sonrió, quitando todo temor hacia esa respuesta.
—La amo por lo que es, por lo feliz que me hace sentir cuando estoy a su lado, por sus
palabras, por sus miradas, por su fuerza, le amo con todas las fibras de mi ser y
aunque me rechazara la seguiría amando, y la vería partir con quien ella amase aun
sintiendo dolor, porque para mí lo más importante es su bienestar que ella sea feliz,
aún que no fuera junto a mí, ese es el verdadero amor Laynara. Anyi te apreciaba
como amiga, te quería, vio en ti lo que yo vi ayer, y estoy segura que en algún lugar
hay alguien para ti, que te amara por encima de todo Laynara...
—¿De verdad?
—Sí.
—Vamos Gabrielle, aún hay que preparar todo para el cumpleaños—Xena le ofreció
la mano y Gabrielle le acepto sin saber muy bien lo que eso significaba, salieron de la
casa y comenzaron el trayecto juntas.
—Xena te amo— Susurró Gabrielle sabiendo que Xena lo oiría
—Yo también te amo Gabrielle— Contestó.
—No sabes cuánto he deseado oír esas palabras, tenía miedo de que averiguaras lo
que sentía por ti Xena, creí por momentos que lo sabías y por eso me despreciabas— Se abrazó a Xena temiendo que este fuera nuevamente uno de sus sueños. —¿Esto es
real?
Xena la estrechó con firmeza y acarició su espalda. — No es un sueño Gabrielle,
nunca supe que sentías esto por mí, de haberlo sabido hubiera hecho algo. También
tenía mis temores por ello me alejaba pequeña, pero eso no solucionaba nada sólo lo
empeoraba. ¿Preparada para una jornada de decoración? Es lo que ocurrirá cuando
entremos en la posada. Aún tenemos tiempo para escapar, vamos donde Argo.
Recibió un manotazo de la risueña barda. —Ni te atrevas guerrera, no vamos a dejar a
tu madre con todo el trabajo, ni arruinar el cumpleaños a Tori. Pero debemos de
seguir hablando sobre nosotras.
—Nosotras, suena mejor que bien— Sonrió la guerrera.
― Veo algo ¿Adivinas que es? — Los ojos de la barda brillaron, esperando que la
guerrera le siguiera el juego. ―¿Animal, Mineral o Vegetación?
—Ninguna, es persona.
—¿Yo?
Gabrielle rió.
—Sí, pero parte.
Xena miró fijamente a Gabrielle contagiándose con la sonrisa. —¿Boca?
Gabrielle sujeto el peto de la guerrera y tiró hacia abajo para que Xena descendiera y
sin importar quién pudiera estar mirando le beso en los labios.
—Madre el plan salió tal y como esperábamos—Dijo Tori asomado en la posada de la
ventana. —Tenemos una nueva integrante en la familia, otra hermana pequeña a la
que machacar.
—Toris, si no hemos hecho nada.
—Madre, no nos quites el mérito.
Fin