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Un verano de arenas salvajes Quince playas sin urbanizar. Un recorrido que pone en valor los t ramos de costa sin edificios para que sigan así. De la amenazada Valdevaqueros, en Tarifa (Cádiz), a La Salvaje, muy cerca de Bilbao

Playas como recién creadas El ladrillo no ha llegado a ellas. Accesibles o que requieren una agradable caminata o un barco. Patrimonio para disfrutar de una belleza elemental

Guillermo Esaín

E n los 8.000 kilómetros de costa es­pañola aún quedan arenales prodi­giosamente salvajes, ignotos para el gran público. Nos tientan con e\

cebo infalible de la arena y la "sonrisa innumerable de las olas marinas" {Esqui­lo). Parejas, familias, naturistas o vestidis-tas, todos en general, lo que más agrade­cen es la paz, la embriaguez ante el estado de esta naturaleza preservada.

LA SALVAJE Sopelana y Getxo (Bizkaia) Su nombre responde fielmente a la reali­dad. Un trozo de naturaleza arenosa que los acantilados han preservado en pleno Gran Bilbao y que demanda un paseo hasta el rompiente. La Salvaje, como lla­man a la hondartza (playa) de Barinatxe, se significa por su ventosidad y fuerte oleaje, lo que permite planear a gusto a los parapentistas (www.parapentesopela-na.com), y a los surfistas (www.lasalbaje-surfeskola.com) ejecutar sus particulares pinitos sobre las tablas. Su raíz naturista pervive en el sector occidental, corres-

pondiente a Getxo; lástima que este año deje de celebrarse su carrera nudista. Pa­ra evitar problemas de aparcamiento (es, además, zona azul), muchos acuden en metro hasta Sopelana para tomar des­pués la lanzadera a la playa. El Peñón es siempre referencia chill out en la playa de Atxabiribil.

SAN JULIÁN Liendo (Cantabria) Esta playa recóndita de un puebio poco conocido—Liendo—es preciso recorrer­la durante lá marea baja, por aquello de sacar el máximo partido visual a este festival de acantilados bravios de natura­leza cárstica.

Ya solo la panorámica desde el aparca­miento merece el desplazamiento. A sus espaldas, el valle de Liendo, antiguo lago rodeado de montañas; a naciente, el Sol-pico, cima del macizo de Candína, punto de anidamiento de una de las dos buitre­ras costeras catalogadas en Europa. La bajada en pendiente ha sido acondiciona­da, pero aun así hay que ir ojo avizor en condiciones de humedad. Pisando la are­na de grano grueso, a los pies del monte

Erillo, la sensación de inmersión natural es plena. Dejando la gasolinera de Lien-do a mano izquierda, embocar el segun­do desvío a mano derecha por espacio de 1,5 kilómetros.

COBIJERU Llanes (Asturias) ¿Un arquetipo de playa interior en Espa­ña, asturiana por más señas? ¿Y, afinan­do, situada en el concejo de Llanes? ¡Gul-piyuri!, aseverará resuelto más de uno. Solo algún experto acertará con el Monu­mento Natural de Cobijeru. Que sea salva­je su geomorfología tipo bonsái no impli­ca que no reúna los atributos de una pla­ya verde.

Dejar el coche en Buelna (Llanes). Tras ei puente ferroviario giramos a la derecha y en 10 minutos la campiña nos deja en un acantilado cárstico con encinas a la vista; profundamente erosionado y por cuyas fi­suras entra el mar cerca de donde un arco pétreo —Salto del Caballo— hace las deli­cias del paseante. La cueva que comunica con el acantilado no está habilitada para el turismo: requiere linterna y bajamar.Cerca está La Vega de Penduelcs (http://vegade-

pendueles.com), hotel-casona de indianos especializado en recibir mascotas.

SOESTO Laxe (A Coruña) En la publicidad institucional de este vera­no, la Xunta de Galicia hace especial hinca­pié en sus bravos arenales, muy indicados para estas fechas por la acción refrescante del viento. El que lleva por nombre Soesto es poco conocido en la Costa da Morte; salvo para los surfistas, que han hecho de ella el salón de su casa gracias a su orienta­ción noroeste que garantiza oleaje todo el año; en sus tres picos se originan tanto olas de izquierda como de derecha. El Cir­cuito Galego de Surf tiene previsto prue­bas los días 24, 25 y 26 de agosto.

Soesto es perfecta para quienes rara vez se zambullen en el mar; para los que solo lo contemplan y se extasían mirando la naturaleza primigenia de sus dunas encaja­das entre los montes Catasol y O Piñón. Ir andando después hasta la playa de Traba.

MELIDE Isla de Ons (Bueu, Pontevedra) La de Ons es una isla con vida rural pro­pia que conserva paisajes fascinantes in­tegrados en el Parque Nacional de las Is­las Atlánticas de Galicia. Su orografía es alongada; su costa, más bien arisca; su playa de Melide, apacible y segura para el baño. En barco se accede a Ons desde Bueu (www.piratasdenabia.com e www. islasdeons.com) y Portonovo (www.pira-tasdenabia.com). Tras pasar al menos por el mirador de Fedorentos, se puede

Arriba, la playa de Soesto. en Laxe (A Coruña). Abajo, la cala Pedrosa. en L'Estartit (Torroella de Montgrf. Girona). / Getly / Jordi Sans

:T desde el puerto hasta Melide (20 minutos): excelsa franja de blanquísima arena como de talco besada por aguas transparentes. Su escenario, en ia zona más tranquila y mejor preservada de Ons, conserva el verde de tojos y heléchos. Dos cordones dunares acentúan su capa­cidad de seducción. Obligado es, final­mente, dar cuenta del pulpo insular.

CANO DE LA CULATA Caí-taya (Huelva) Si la flecha del Rompido conquista con sus 12 kilómetros de arena en paralelo a la costa, el Caño de la Culata lo hace con la vista puesta en la bocana que forma dicha flecha, en un escenario de ría donde convi­ve el camaleón con arenas blancas que la Costa de la Luz hace refulgir hasta cegar la vista. En las últimas casas de Nuevo Portil en dirección a lil Rompido surge la roton­da y el aparcamiento del que nos separan 50 metros del caño, piscina natural de agua marina ideal para niños. En su chirin-guito, Manuel Gómez atiende a los visitan­tes desde hace 12 años. Es una terraza que envicia, de la que cuesta moverse, degus­tando rodajas de corvina y caviar y vodka ruso (su mujer, Tania, es ucraniana). Des­de esta zona de baño sin socavones no hay lugar para el aburrimiento debido al trasie­go constante de embarcaciones, cuando no por sus atardeceres.

07 VALDEVAQUEROS Tarifa (Cádiz) Los proyectos urbanizadores en las proxi­midades de Es Trenc (Mallorca) y Valdeva-

queros (Tarifa) evidencian que ni la crisis logra poner coto a la presión constructora. El viajero hará bien en acercarse a Valdeva-queros para intentar imaginar cómo le po­dría afectar a esta playa virgen 1.400 plazas hoteleras y 350 viviendas. Admirar a la vez su blancura incandescente, la manera en que el Atlántico dibuja su ensenada; cómo evolucionan windsurflstas y kitesurfistas en zonas acotadas para ello. Extendiéndo­se la vista se elevan las sierras de Ojén y Betis, quizá algunas vacas cerca de la lagu­na. ¿Y qué hay de lo intangible? Ese aire alternativo-deportivo-internacional en mo­do relax. Nada más agradable que sentarse

bajo la duna de Punta Paloma, cerca del chorrito del Cañuelo, para ver despuntar el sol en el parque natural. ¡La fascinación del Estrecho!

0 8 LOS MUERTOS Carboneras (Almería) Si á un lado de Carboneras se ultima la demolición del hotel El Algarrobico, al otro se desarrollan, esta vez con todos los pla­céis medioambientales, las obras del nuevo aparcamiento de la playa de Los Muertos, situada en el extremo septentrional del Par­que Natural del cabo de Gata-Nfjar.

Para bajar a esta idílica playa los hay que se dejan caer por atajos. Y no. Lo reco­mendable es caminar cinco minutos hacia el puerto, sin perder altura, hasta el espec­tacular mirador playero. Después, sí, bajar hasta la orilla de chinorros (piedrecillas). Las aguas claras, por la falta de arena, ofre­cen una ingente paleta de azules. Se rema­ta el escenario con un roquedo desgajado de la meseta volcánica de Mesa Roldan. Cuando sopla el Levante, la playa se revela peligrosísima. Como peligrosa es la tarifa del aparcamiento: cuatro euros.

PLAYA DE LA TORRE DERRIBADA San Pedro del Pinatar (Murcia) Ajenas al trajín del mar Menor, existen alternativas a mar abierto que despiertan encendidas adhesiones entre los aman­tes de la naturaleza. De tres kilómetros de largo es la playa de la Torre Derribada, que guarda el Parque Regional de las Sali­nas y Arenales de San Pedro del Pinatar. A un kilómetro del centro

pendió de diversidad paisajística: salada­res, pinos y dunas, de las mejores en su género de Murcia, que avanzan literal­mente como olas lentísimas empujadas por el viento. En los estanques salineros marisquean unos 2.000 flamencos, de gran plasticidad cuando alzan el vuelo. Poco antes del puerto existe otro acceso,

, más sencillo, a la playa, pertrechado con i techado para coches, aseos, observato-

En la íoto grande, cala Bóquer, en Pollenca, Mallor­ca. Arriba, la pla­ya de Melide en

(Bueu, Ponteve­dra) y. abajo, la playa de Los Muertos en e! ca­bo de Gata (Alme­ría). / Maarten Rabenberg / Luis

Un verano de arenas salvajes

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Arriba, la ¡£la de Cabrera, en Mallorca. Abajo, Cala Pilar, en Menorca, y a la derecha, la playa La Salvaje (Baiinatxe). en Sopelana (Vizcaya). / Getty / Tolo Balaguer / Jon Ander Rabadán

ríos ornitológicos y pasarela. De la torre no quedan vestigios.

lOs 'ESPALMADOR Cabrera (Mallorca) El verano desaconseja el senderismo en las islas Baleares, razón de más para disfru­tar de una travesía marina al parque nacio­nal de Cabrera. Muy divertidas son las que se cubren en lancha rápida (www.marca-brera.com y www.excursionsacabrera.es), tomando como punto de partida Colonia de Sant Jordi (Ses Salines). La excursión a Cabrera se combina con un chapuzón en la cueva Azul y, a veces, un recorrido en torno a la isla principal, Cabrera Gran.

En casi todas las excursiones quedan unas pocas horas para disfrutar del maravi­lloso Port de Cabrera, salpicado con veleros atracados. Unas horas que se barruntan sufi­cientes para caminar en 5 minutos a la cala arenosa de Cas Pagés y en 15 minutos-más a S'Espalmador, alfombrada con piedrecillas. llevar gafas de buceo: el agua es tan transpa­rente que se aprecian con toda claridad sar­gos y obladas, con suerte algún mero.

±1 CALA BÓQUER Pollenca (Mallorca) Esta cala pedregosa de apenas 40 metros de largo es la excusa ferfecta para una jor­nada senderista tan fácil (6 kilómetros en total), como abundante en panorámicas. Por la avenida ÍJochoris de Port de PoÜenca se cruza la vía de circunvalación y se bor­dea respetuosamente la casona de la

possessió (finca) de Bóquer, que atravesa­mos más adelante. Son unos 40 minutos de caminata por un fondo ancho de barranco que forma la sierra del Cavall Bemat y que los avistadores de avifauna, ingleses en su mayoría, disfrutan durante las migracio­nes. Rara vez faltan cabras triscando por las breñas. Escoltada por enormes acantila­dos, en cala Bóquer lo mejor es sentarse en alguno de los maderos que arroja la marea y fijar la vista en el cabo Formentor. Todo tiene una fuerza elemental, desnuda.

CALA PILAR Ciudadela (Menorca) He aquí un ejemplo muy representativo y bien conservado de lo que fue el litoral ba­lear antes del desarrollo turístico. Para cono­cer a la norteña cala Pilar hay que salir de Ferreries y 5,3 kilómetros después del des­vío a cala Galdana, desviarse a mano dere­cha. Tras dejar el coche, proseguir a pie unos 45 minutos. A este desmayo de car­mín, por efecto de una falla geológica, lo señala un monumental sistema dunar re­montante hasta casi la zona de cuevas. Pilar conserva una fuente y un bosquete medite­rráneo, en tanto que sobrevuelan la monta­ña Mala cormoranes y halcones. Quien más quien menos se embadurna con tierra arci­llosa,, al parecer de propiedades terapéuti­cas. Del mar, no fiarse ni un ápice.

1 3 CALA PEDROSA L'Estartit (Torroella de Montgrí, Gire-tía) Otra caleta aliada de! senderista. Y que se ajusta palmariamente al adjetivo cos-

tabravense. La Pedrosa ocupa el extremo de un barranco gratísimo que serpea en­tre lianas y ni ad reselvas. Y, como su pro­pio nombre indica, la tapizan guijarros. Raro es el día en que no fondean barcas tradicionales (llauds) sobre fondos mari­nos parangonables a los de las cercanas islas Medas.

Al encontrarse a los pies del macizo de Montgrí, se oscurece apenas cae la tarde. Llevar prismáticos para contemplar las co­lonias de gaviotas de la isla Pedrosa y, al otro lado, la roca Foradada, atravesada por kayaks y pequeñas lanchas. Calcular una hora y 15 minutos de caminata desde la Pujada Primavera de l'Estartit.

GÜI-GÜI La Aldea de San Nicolás (Gran Canaria) Los adjetivos paradisiaco y siempre se usan con el rigor debido. En el caso que nos ocupa, sí. Güi-Güi (lugar de acantilados en lengua aborigen) respon­de perfectamente a la fisonomía de pla­yón salvaje, pero que exige cierto arrojo

Su acceso más corto, salvando un risco de 500 metros de desnivel, parte de la al­dea de Tasartico. Dos horas y 15 minutos de caminata por un sendero rehabilitado (la señalización llegará a final del verano) para la que se recomienda madrugar, go­rro, botas de montaña, bolsa de basura y dos litros de agua por persona. Tomar refe­rencias visuales en la bajada para orientar­se a la vuelta.

Mirando al Teide nos recibe Güi-Güi Grande, con !a nada desdeñable particu­

laridad de contar con mangueríta de agua potable. En marea baja se pasa al barranco arenoso de Güi-Güi Chico (ob­servar la tabla de mareas para no quedar­se atrapados varias horas), encerrado majestuosamente por riscos afilados. El paraíso canario. La hora límite de regre­so en julio: 18.00. Evitar los días tórridos de agosto.

El acceso en barco también reviste peli­gro: no existe embarcadero y la fuerza de las mareas reduce al mínimo el horario de aproximación a la playa.

1 5 BENIJO Taganana (Tenerife) Acudir a Benijo és hacerlo a uno de los espacios mejor salvaguardados de las is­las Canarias: la península de Anaga. Lo mismo que la bajada en coche a Tagana­na, el descenso a pie a Benijo se beneficia de una Tadical singularidad paisajística. Habremos dejado atrás- el embarcadero del Roque de ¡as Bodegas y la playa de Almáciga, surfera.

Para no abrasarse más de lo debido —la arena negra volcánica no perdo­na—, lo mejor es madrugar, aparcar cer­ca del restaurante El Frontón (luego dare­mos cuenta de su pulpo frito; 922 59 02 38), y aprovechar las sombras imperan­tes. Si coincide la bajamar, mucho me­jor. Sus oscuros farallones de relieve acci­dentado hacen causa común con la frago-rosidad imperante, y la vista a lo lejos del Roque de Afuera apunta la excelencia vi­sual. Incluso si dominan las brumas por efecto de los alisios, el bronceado está garanrizado.