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Patrimonio colombiano
VIDADE LA BIBLIOTECA
NACIONALDE COLOMBIA
por CARLOS JOSÉ REYES
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U na biblioteca es un universo plural y múlti-
ple, y más si se trata de una Biblioteca Nacio-
nal. En los grandes modelos de bibliotecas
históricas se tiene el sueño de reunir la totalidad de la
memoria humana, sus registros escritos en las diversas
épocas y lenguas, intento que a todas luces resulta impo-
sible. Sin embargo, la obsesión por poseer el mayor nú-
mero de ejemplares del patrimonio bibliográfico univer-
sal hace parte de esta tarea, y la carrera por llenar los
vacíos y completar las colecciones se convierte en una
obsesión. Tal fue, por ejemplo, el caso de la mítica Biblio-
teca de Alejandría, cuya desaparición
a causa de un incendio premeditado y
ordenado aún pesa en la memoria hu-
mana como un faltante de lesa huma-
nidad, un vacío irrecuperable sobre
grandes obras de los clásicos greco-
latinos, la patrística y las producciones
de las culturas y pueblos del Asia me-
nor. La destrucción de la Biblioteca de
Alejandría, la más famosa Biblioteca del
mundo antiguo, es producto de las atro-
cidades de la intolerancia, el pensa-
miento único, la exclusión de todo
aquello que no corresponde a un dog-
ma determinado. También, una con-
secuencia de invasiones y guerras.
El primer incendio se produjo en el año 47 de nuestra
era, cuando Julio César conquistó Alejandría. Sus exis-
tencias ascendían a unos 700.000 rollos de papiros, que
sin duda contenían la muestra más valiosa y representati-
va del mundo antiguo. Un poco después, Marco Antonio
reconstruyó las existencias, pues hizo a Cleopatra un re-
galo extraordinario tanto para su época como para cual-
quier otra hasta el presente, consistente en otros 200.000
rollos manuscritos. Sin embargo, en la época de la im-
plantación del Cristianismo, a finales del siglo IV, los cris-
tianos, inspirados por el arzobispo Teófilo de Antioquía,
destruyeron el templo pagano situado al lado de la Biblio-
teca, y el incendio terminó por destruir parte de la colec-
ción. El resto de los fondos, mas los volúmenes que llega-
ron a sus depósitos, fueron saqueados y destruidos en tiem-
pos de la expansión del Islam, cuando la ciudad fue invadi-
da por los soldados de Omar, comandados por un general
árabe llamado Amrú. Juan el Gramático le pidió al general
que le cediera la Biblioteca. Éste envió la petición a Omar,
quien le dio una respuesta tajante: “Si los libros escritos
están conformes con el Corán, son inútiles, y si ocurre lo
contrario, no deben tolerarse”. Después de semejante de-
claración, la Biblioteca fue destruida.
No sólo la de AlejandríaCurioso y a veces sorprendente el des-
tino de las bibliotecas. Las bibliotecas
de Buenos Aires y Lima, por ejemplo,
sufrieron incendios que vieron perder
parte de sus colecciones. Un segmen-
to de la memoria antigua de estas na-
ciones se perdió a causa de los sinies-
tros; lo que no llegó a suceder nunca
con la Biblioteca Nacional de Colom-
bia, pese a que las circunstancias de
alto riesgo se han dado en varias opor-
tunidades.
El mismo nacimiento de la institu-
ción bibliotecaria patrimonial se produjo a causa de una
fuerte conmoción política. Ésta se produjo en tiempos
del reinado de Carlos III, cuando se hallaba en pleno apo-
geo la ilustración española, con la influencia de los
Borbones. En ese entonces, la presión sobre el monarca
la ejercieron algunas figuras notables como el conde de
Aranda, Campomanes, el padre Feijoo o Godoy, quienes
convencieron al rey para que expulsara a los padres jesui-
tas de sus dominios. Éstos se habían convertido en los
principales críticos de la corte, y por lo tanto, era necesa-
rio tomar medidas radicales. El rey vaciló en un princi-
pio, pero ante una situación particular los ánimos se exal-
taron y se dieron las condiciones para que el monarca
BIBLIOTECAS DEL MUNDOBiblioteca Nacional de Colombia.
Foto Julio Flórez
Hall principal.Foto Julio Flórez
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firmara una Real Pragmática ordenando el extrañamiento
de la Compañía de Jesús de sus dominios.
La Cédula data del año de 1767, y una vez se conoció
en los dominios de América, las autoridades españolas
comenzaron a incautar los bienes muebles e inmuebles
que habían pertenecido a la orden ignaciana. En el caso
de Santa Fe del Nuevo Reino de Granada, los padres je-
suitas contaban con un gran edificio, llamado “de las Au-
las”, la iglesia de San Ignacio, varias propiedades y una
importante biblioteca. Fue entonces cuando el Fiscal del
Crimen, don Francisco Antonio Moreno y Escandón, un
criollo ilustrado, planteó una gran reforma educativa y
propuso la creación de una Real Biblioteca Pública, para
consulta y centro de estudio de los granadinos. Diez años
más tarde de haberse proclamado la Real Pragmática de
Carlos III, al final de la administración del Virrey Manuel
Guirior, la Real Biblioteca abrió sus puertas. Era el día 9
de enero del año de gracia de 1777. Su primer director fue
el padre Anselmo Alvarez; sin duda las autoridades espa-
ñolas escogieron a un sacerdote, ya que la mayor parte
de los volúmenes de aquella colección eran de temas reli-
giosos o bien habían sido expurgados por el Santo Oficio
cuando los volúmenes estaban en manos de los jesuitas.
En estos últimos diez años de la Colonia la Biblioteca
tuvo un notable incremento, por varias razones; en pri-
mer lugar, el desarrollo de la ilustración granadina. Con
la llegada de las imprentas a Santa Fe se publicaron los
primeros libros y los primeros periódicos. Tuvo lugar la
obra del sabio Mutis y la Expedición Botánica. Los pa-
triotas criollos iniciaron sus tertulias y formaron sus pro-
pias colecciones de librería. Con la llegada del virrey don
Joseph de Ezpeleta y Galdeano, estas actividades tuvie-
ron un notable incremento. El virrey, en su paso por Cuba,
conoció a un hombre singular, oriundo de la provincia de
Bayamo, que lo acompañó en su comitiva. Se trataba de
don Manuel del Socorro Rodríguez, hombre de letras,
promotor de tertulias culturales y poeta, quien además
era carpintero de oficio. Por esta razón Ezpeleta lo encar-
gó de la dirección de la Real Biblioteca desde el año de
1792, cargo que desempeñó hasta 1819, poco antes de la
Independencia definitiva. ¿Quién mejor para dirigir una
biblioteca que un hombre que no sólo supiera de letras y
libros, sino también de carpintería, para construir los ana-
queles donde éstos se depositaran?
Manuel del Socorro Rodríguez encarnó el espíritu de
los últimos días coloniales, y logró sobrevivir en su cargo
a la primera Independencia, la llamada “patria boba”, así
como a los días de la Pacificación de Pablo Morillo. Per-
maneció durante 29 años en su puesto. Sin embargo, su
fallecimiento se produjo unos meses antes de la entrada
de los patriotas a Bogotá y al establecimiento definitivo
de la nueva república independiente.
¿Un fósforo el artífice?Una vez afianzado el nuevo gobierno en sus tareas, el
general Santander ordenó el traslado de las colecciones al
llamado “Edificio de las Aulas”, que había pertenecido a
los jesuitas, y que en la actualidad ocupa el Museo de
¿¿¿¿¿Quién mejor para dirigir una biblioteca, durante 27 años,que un hombre que no sólo supiera de letras y libros, sino también de carpintería,
de forma que pudiera construir los anaqueles donde éstos se depositaran?????
Hemeroteca.Foto Julio Flórez
SalaDaniel Samper Ortega.
Foto Julio Flórez
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Arte Colonial. Al mismo tiempo, convirtió a la Institu-
ción en la Biblioteca Nacional de Colombia y nombró
como director al hijo del general Antonio Nariño, don
Vicente, quien estuvo en el cargo durante 36 años, mar-
cando un hito de permanencia casi imposible de superar.
A lo largo del siglo XIX la Biblioteca tuvo que sortear
grandes dificultades a causa de las guerras civiles que de
un modo casi constante afectaban la tranquilidad de los
ciudadanos. Justamente, en uno de estos momentos cru-
ciales, falleció don Vicente, quedando vacante el cargo de
director, en la época en que se produjo el levantamiento
militar de Melo y la revolución de los artesanos. En una
etapa de aquel momento difícil, la Biblioteca fue conver-
tida en cuartel militar de las fuerzas de Mosquera.
Otro momento difícil se produjo durante la Guerra
de los Mil Días. En esta época tuvieron lugar varios de
los cambios de director, lo que prueba la falta de estabili-
dad de las políticas culturales en tiempos tan críticos.
Entre 1898 y 1903 dirigieron la Biblioteca Enrique Álvarez
Bonilla, Germán Vargas, Luis A. Palacio, Andrés Montoya,
Wenceslao Ibáñez Nariño, Julián Morales Quintero, Ra-
fael Castro Vargas y Francisco J. Vergara y Velasco, sólo
dos como directores titulares y la gran mayoría como
encargados.
En 1938, durante la administración de don Daniel
Samper Ortega, la Biblioteca se trasladó a su sede defi-
nitiva en la calle 24 entre carreras 5a y 6a,
en el centro de Bogotá, pero allí no ter-
minaron sus dificultades. El 9 de abril de
1948 se salvó de los incendios que se pro-
dujeron en muchos edificios públicos y
gubernamentales en el centro de la ciu-
dad, y más tarde, en 1954, durante el go-
bierno del general Rojas Pinilla, los sóta-
nos de la Biblioteca albergaron los prime-
ros estudios de la televisión colombiana.
El préstamo de estos espacios, que en un
comienzo se solicitó tan sólo por unas se-
manas, se prolongó durante 40 años, con
la zozobra permanente de tener los depósitos bibliográ-
ficos y de prensa al lado no sólo de los estudios, con sus
cables y circuitos eléctricos, sino de los depósitos de
vestuarios y escenografías, un material de naturaleza al-
tamente combustible. Un simple fósforo hubiera podi-
do causar una catástrofe, que afortunadamente no llegó
a producirse, quizá debido a los
buenos oficios del ángel tutelar
de la lectura y los libros.
Muy raros y muycuriososDurante los últimos años, la Bi-
blioteca ha recuperado y res-
taurado todos sus espacios, re-
construyendo los sótanos,
parte de los cuales habían
sido ocupados por Inravisión,
de tal modo que en la actua-
lidad se cuenta con un área
importante de nuevos depósitos de hemeroteca, que han
permitido organizar la colección en beneficio de los usua-
rios que investigan esta importante sección de la me-
moria nacional, y que contiene los periódicos y revistas
publicados en las distintas regiones del país, desde 1785
hasta el presente. También se cuenta con un Centro Cul-
tural que incluye la galería Vásquez y Ceba-
llos, el Auditorio Germán Arciniegas,
con capacidad para 200 espectadores y
la librería El Mosaico.
Con la utilización de estas nuevas
áreas se abrió la posibilidad de reorgani-
zar todas las colecciones y salas de ser-
vicio de la Biblioteca, por lo cual se man-
tuvo un cierre de casi un año, desde fi-
nales de 1999 hasta el mes de octubre
del año 2000. Con la reapertura se
incrementaron de un modo notable los
espacios para la consulta del Fondo An-
Historia Societatis Jesu.Tomo V,por Josepho Juvencio,Roma, 1710.Biblioteca Nacional,Bogotá.
Biblia del oso.De la sección de“libros raros y curiosos”Esta Biblia fueperseguidapor Felipe II ante lasalusiones que el librohacía a las reformasluteranas.
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tiguo y la colección llamada de “libros raros y curiosos”,
así como la Hemeroteca. Por otra parte, se terminó el
cableado estructural que convierte la sede bibliotecaria
en un edificio inteligente, con terminales para computa-
dor, enlazados en red, en todos los espacios. Con la
reapertura se inauguraron estos servicios, con varias islas
de computadores para la consulta del catálogo. Al mismo
tiempo, se abrió la página Web de la Biblioteca, en la
dirección: www.bibliotecanacional.gov.co, en la cual pue-
de consultarse el catálogo general, con una base inicial de
220.000 títulos.
Estas actividades y modificaciones para la moderni-
zación se han llevado a cabo en una época de crisis y
grandes dificultades financieras, por lo cual se propuso la
creación de la Fundación de Amigos de la Biblioteca Na-
cional, que desde hace dos años ha venido realizando
actividades culturales y de promoción, buscando contac-
tos con el sector privado y también con organismos in-
ternacionales, de modo que no sólo no se pierda lo gana-
do, sino que la Biblioteca continúe en un ritmo ascen-
dente en su tarea de proteger, conservar y difundir el pa-
trimonio bibliográfico nacional. Sólo una cooperación
generosa de los distintos sectores sociales y académicos
puede no sólo salvar los grandes tesoros de la memoria
escrita, sino incentivar la investigación y propender por
el respeto a las ideas, la tolerancia en los aspectos más
álgidos de la vida nacional, la libertad y el estudio, temas
sin los cuales es imposible construir una nación próspera
y en paz.
CARLOS JOSÉ REYES,director de la Biblioteca Nacional de Colombia.
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