UNIVERSIDAD NACIONAL DEL LITORALFACULTAD DE HUMANIDADES Y CIENCIAS
XVII CONGRESO NACIONAL DE FILOSOFA (AFRA)MANUEL BERRNGRISELDA PARERASOL YUAN(COMPILADORES)
XVII Congreso Nacional de Filosofa
AFRA / UNIV. NACIONAL DEL LITORAL Santa Fe, 4 - 8 de agosto 2015
XVII Congreso Nacional de Filosofa (AFRA)
XVII Congreso Nacional de Filosofa, AFRA, Santa Fe 2015 / Hernn Accorinti... [et al.]; compilado por Manuel Berrn; Griselda Parera; Mara Sol Yuan. 1a ed. - Santa Fe: Universidad Nacional del Litoral. Facultad de Humanidades y Ciencias, 2017.Libro digital, PDF
Archivo Digital: descarga y onlineISBN 978-987-692-149-7
1. Filosofa Contempornea. 2. Actas de Congresos. I. Accorinti, HernnII. Berrn, Manuel, comp. III. Parera, Griselda, comp. IV. Yuan, Mara Sol, comp.CDD 190
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Acerca de los compiladores
XVII Congreso Nacional de Filosofa
AFRA / UNIV. NACIONAL DEL LITORAL Santa Fe, 4 - 8 de agosto 2015
Manuel Berrn
Doctor en Filosofa. Tesorero XVII Congreso Nacional AFRA, 4-8 agosto 2015, Santa Fe.
Griselda Parera
Doctora en Filosofa. Comit Organizador, XVII Congreso Nacional AFRA, 4-8 agosto 2015,
Santa Fe.
Sol Yuan
Doctora en Filosofa. Secretaria XVII Congreso Nacional AFRA, 4-8 agosto 2015, Santa Fe.
XVII Congreso Nacional AFRA
Presidente
Dra. Adriana Gonzalo
Secretaria
Dra. Diana Lpez
Tesorero
Dr. Manuel Berrn
Secretaria ejecutiva
Dra. Mara Sol Yuan
Comit Organizador
Prof. Mara Ins Prono
Dr. Manuel Dahlquist
Dra. Griselda Parera
Dr. Manuel Tizziani
Lic. Paula Garca Cherep
Lic. Diego Bazn
Ariel Jacob
Fernanda Flores
Gabriela Leiva
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Autoridades
Universidad Nacional del Litoral
Rector
Miguel Alfredo Irigoyen
Decano de la Facultad de Humanidades y Ciencias
Claudio Lizrraga
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ndice
Simposios
1. Creencia, justificacin y normatividad: aportes desde la perspectiva pragmatista
2 El concepto de impulso o pulsin en la psicologa del pragmatismo clsico de John Dewey y George H. Mead. / Pedro Martnez Romagosa
11 El Derecho a las convicciones. Aportes jamesianos a la epistemologa del desacuerdo / Federico Penelas
19 Triangulacin de gestos: abordaje al problema del surgimiento del pensamiento desde las perspectivas de George H. Mead y Donald Davidson / Mauro Ezequiel Santelli
2. De Kant a Hegel
30 Notas para una aproximacin al sistema lgico especulativo de Hegel / Cristian E. Benavides
37 Kant una esttica negativa? Reflexiones sobre la funcin de la negacin en el primer momento de la Analtica de lo bello en la Crtica de la facultad de juzgar esttica de I. Kant. / Silvia del Lujn Di Sanza
46 Un recorrido de la antinomia kantiana a la antinomia hegeliana / Miguel A. Herszenbaun
59 Las mediaciones del arte: una lectura hegeliana de la Medea de Eurpides / Alejandro Mura
66 Friedrich Schiller: la cultura esttica como medio para la transformacin poltica / Santiago J. Napoli
73 Pensamiento y espacio en las Meditaciones metafsicas. Esbozo de un topologa trascendental / Germn Osvaldo Prsperi
3. Desarrollos actuales de la concepcin estructural de las teoras cientficas
81 El desarrollo histrico de la teora de la isostasia terrestre (IT) y su reconstruccin estructuralista / Matas Aimino
90 Por qu el curso de lingstica general fue incapaz de generar un programa de investigacin sustentable? / Santiago Erpen
99 Explicacin cientfica en el marco del Minimalismo / Adriana Gonzalo
109 Consideraciones sobre los valores en clave estructuralista / Luis Miguel Peris-Vi
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4. Filosofar en latinoamrica: reflexin y recepcin
118 Lo poltico en los buenos aires. El devenir de la repblica naciente en el diecinueve rioplatense / Silvana Carozzi Maximiliano Ferrero
127 El proyecto educativo argentino: el nacionalismo fraternal / Mg. Jael L. Ferrari
134 Patria y fraternidad en la independencia rioplatense (1810-1853) / Ana Luca Orecchia
5. Intervenciones del pensamiento francs en creaciones filosficasde diferentes fuentes y pocas
143 Deseo y propiedad. Variaciones en torno a la idea de lo propio como singularidad / Rodrigo Castillo
168 La Naturaleza segn el epicuresmo fundamento ltimo o resultado azaroso? / Mara Elena Pontelli
176 Ratio gubernatoria y analogas de gobierno Foucault sobre el De Regno de Toms de Aquino / Pablo Rojas Olmedo
6. Nuevas lecturas en torno a las lecciones husserlianas sobre el tiempo
184 De los recuerdos falsos: el caso de la esquizofrenia / Mara Beln Faras Anzotegui
191 El sustrato naciente en las lecciones husserlianas sobre el tiempo: las Lecciones como campo frtil hacia una concepcin no esttica / Matas Nicols Gonzlez
200 La ficcin segn Husserl: constitucin, creacin y gnesis / Azul Katz
210 Anlisis de las crticas de J.-P. Sartre en El ser y la nada a la conciencia inmanente del tiempo de E. Husserl / Alan Patricio Savignano
7. Propuestas y desafos actuales de la Filosofa de la Liberaciny de la Filosofa Intercultural. Aspectos tico-polticos: Esttica, tica, Filosofa Poltica e Interculturalidad
222 Ms all de la modernidad-posmodernidad: la transmodernidad / Yamand Acosta
229 Los presupuestos liberadores de la filosofa intercultural y los presupuestos interculturales de la filosofa de la liberacin / Daniel Berisso Juan Matas Zielinski
236 La analctica en el mundo actual: del fin de la historia hegeliano a los movimientos sociales. Repensando la trans-modernidad y la identidad cultural / Gabriel Herrera Salazar
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8. Propuestas y desafos actuales de la Filosofa de la Liberacin y de la Filosofa Intercultural. Aspectos ticos-polticos: marxismo e historia de las ideas
245 Entre Liberacin e Historia de las Ideas La praxis terica de Arturo Andrs Roig en los 70 / Adriana Mara Arpini
253 Filosofa emprica de la liberacin y la revolucin De esclavos a humanos revolucionarios Socializacin de la vida y del poder / Carlos F. Bauer
262 Siempre vctimas? Violencia de Gnero y Dictadura / Daniela Godoy
9. Propuestas y desafos actuales de la Filosofa de la Liberacin y de la Filosofa Intercultural. Aspectos socio-educativos, ontolgicos y trans-ontolgicos
272 Movimientos sociales y la praxis de liberacin en Colombia Inmediaciones a la luz del pensamiento de Enrique Dussel / Diego Fernando Camelo Perdomo
283 La ontologa de Hartmann y el problema del ser en el Per 1900-1980 / J. Luis Carrera Honores
292 Sobre los aportes que la educacin intercultural puede hacer a la praxis liberadora / Patricia Alejandra La Porta Natalia Vozzi
302 Religin y poltica: Una aproximacin a la obra Religin de Enrique Dussel / Guillermo Recanati
10. Temas actuales en filosofa de la ciencia cognitiva
312 Competencia y actuacin lingstica / Mariela Destfano
320 Pluralismo de conceptos y arquitectura cognitiva / Sabrina Haimovici
328 Insuficiencia de la distincin analgico/digital para diferenciar el contenido no-conceptual del contenido conceptual / Nicols Alejandro Serrano
336 La Teora de la Mente como conceptos y procesos cognitivos / Fernanda Velzquez Coccia
11. Wittgenstein y los lmites del lenguaje: discusiones sobre tica, esttica y lgica
346 De lo que no se puede hablar: tica, esttica y silencio en el pensamiento de Wittgenstein / Cristina Bosso
354 Sobre la filosofa como terapia, o de cmo la ideologa no se va de vacaciones / Pedro Karczmarczyk
362 El problema Wittgenstein-Kripke sobre seguimiento de reglas desde una perspectiva teleolgica / Manuel Prez Otero
369 Las formas de vida como categora biopoltica. Historia, vida y poder en la obra de Ludwig Wittgenstein / Silvia Rivera
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Ponencias
378 Cmo decir lo que queremos cuando no sabemos qu decimos / Hernn Lucas Accorinti
387 Beccaria: entre el carcter humanista y represivo del derecho penal / Lisandro Pedro Aguirre
400 El significado csmico de la cruz en la literatura cristiana primitiva / Juan Carlos Alby
410 Capitalismo y cinismo / Marcelo Antonelli
419 Hacia un nuevo paradigma no antropocntrico: cambios en la relacin hombre-animal-naturaleza en el pensamiento contemporneo / Micaela Anzotegui Luciana Carrera Aizpitarte Agustina Domnguez
428 El rol de la distancia temporal en la narrativa historiogrfica, proftica y apocalptica / Mara Emilia Arabarco
440 Biografa, moral, poltica. Sobre Sibila, de Teresa Arredondo / Laura Arese Francisco Snchez
447 Historias hechas y por hacer. Acontecimientos de nuestra historia filosfica del siglo XX / Adriana Mara Arpini
455 Ocasin y evasin irnica en Friedrich Schlegel / Sebastin Assaf
464 Artificio y anti-naturaleza en Leviatn / Carlos Balzi
473 Las fenomenologas divergentes de Carl Stumpf y Edmund Husserl / Horacio M. R. Banega
487 Ecuacin mujer = madre. Anlisis basado en La salud de los enfermos y La madre de Ernesto / Laura Alejandra Barba
496 Identidad y Crisis. Reflexiones en torno a las nociones de mismidad e ipseidad / Teresa Barrionuevo
503 Reflexiones en torno a la interculturalidad. El problema de la traduccin / Daniela Barroso Lannutti Zulma Yanet Contreras
513 Los modos de apertura del ser-en-el-mundo y el habitar potico / Mateo Belgrano
521 La matriz filosfico-poltica luego de la Revolucin Cientfica: una relectura de Arendt / Fernando Beresak
526 Acontecimiento modernista y posmemoria. Algunas reflexiones sobre Guerra area y literatura de W. G. Sebald / Gilda Bevilacqua
534 El deseo soberano en la literatura argentina / Eduardo Luis Bianchini
543 La doctrina de las impresiones cognitivas en el Estoicismo Romano / Rodrigo Sebastin Braicovich
551 Jos Carlos Maritegui: la rehabilitacin de la experiencia social / Beatriz Bruce
568 Neurociencia y Psicologa: un acercamiento a travs de la Teora de la Complejidad / Emiliano Campoamor
576 Sobre una interpretacin econmica del universo, la naturaleza, el hombre y la historia / Francisco Candioti
583 Algunas observaciones sobre la cuestin del sentido / Carlos E. Caorsi
589 Algunas reflexiones sobre el dilema de la participacin (Parmnides 131a4-e6) / Mara G. Casnati
597 Naturaleza y objetividad de las intentiones en Herveo de Natal / Julio A. Castello Dubra
609 Supuestos filosficos y valores en la investigacin psicolgica / Jos Antonio Castorina
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619 Movilidad, cada y resolucin. Una lectura del Heidegger temprano en torno a la cuestinde la negatividad / Santiago Chame
626 Las marcas de la philia en Hesodo / Mara Cecilia Colombani
634 Epigentica: del gen al no-gen. Nuevas cuestiones/Viejos dilemas / Silvina Damiani
645 El teorema de incompletud de Gdel: computabilidad y mecanicismo / Aldana DAndrea
654 Intuiciones pascalianas. Razn y orden del Corazn / Adrian M. Daulon
663 Legitimacin del dominio en la Poltica de Aristteles / Giuliana De Battista
672 Sobre la falacia Mereolgica de la Neurociencia, una crtica conceptual a la atribucin de predicados psicolgicos al cerebro / Augusto Gabriel del Corro
680 Amigos y enemigos: Mas lejos de lo que creen o mas cerca de lo que piensan? / Augusto Nicols Dolfo
689 Es el Cosmopolitismo poltico, poco poltico y poco moral? / Augusto Nicols Dolfo
697 Dialctica e imagen. La figura del lector en Das Passagen-Werk / Eduardo Elizondo
706 Arte, verdad y mundo. La gnesis tropolgica del conocimiento en el joven Nietzsche /Fernando Fava
714 Intuiciones morales e intuiciones lingsticas en la crtica de R.M. Hare al intuicionismo /Fernanda Flores
722 Derrida y Artaud: entre lengua y habla / Virginia Fosero
729 Problemas de la empata husserliana / Mara Fernanda Frangella
737 Replicacin e internacionalizacin: valores epistmicos e ideologa cientfica / Luciano N. Garca
746 La perspectiva de primera persona desde la filosofa de la mente de John R. Searle /Pablo Emanuel Garca
755 La analoga como recurso para interpretar a la constante h: Boltzmann vs. Planck / Paula Giglio
766 La transformacin de la negatividad en su trnsito desde la atemporalidad de la negacin hacia el Abismo del espacio-tiempo / Mario Martn Gmez Pedrido
775 Facultad del lenguaje, la hiptesis de unicidad y el problema de la evidencia emprica /Adriana Gonzalo Daniel Blanco Federico Giri
784 El afuera del castillo / Damin Jorge Grimozzi
791 La larga vejez de las academias / Damin Jorge Grimozzi
796 La racionalidad comunicativa en la obra de Habermas / Esteban Grippaldi
805 Alegatos contra el realismo conjuntista de Maddy / Matas Alejandro Guirado
814 Actualidad del capitalismo. Otro muro / Jorge Ral Hernndez
819 El carcter ontolgico temporal de la memoria en su relacin con la materia, en Bergson /Ariel Matas Jacob
828 Spinoza y Budismo. La obtencin de un nuevo punto de vista / Facundo Sebastin Jorge
836 Los usos de Kant en la fenomenologa material de Michel Henry / Patricia Ema Knorr
844 El papel de las fuentes en el modo de leer Filosofa / Patricia Ema Knorr Claudia M. Lavi
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852 Fenomenologa de la percepcin tctil: superficies y volmenes / Alejandro Rafael Laregina
860 El lenguaje de la Metafsica. La transformacin del concepto de nada segn G. W. Friedrich Hegel / Gabriela Leiva
871 Propuesta de argumentacin plural para la enseanza con lgica informal. Algunos aportes para repensar lo sabido / Diego Letzen Rubn Bentez
881 El problema de la comunicacin intercultural y el rol de los traductores / Noelia Soledad Lobo
889 El libere vivero en La Mandrgora: una antropologa maquiavlica / Beln Mara Locatelli
898 Racionalidad, normatividad y contexto en John Dewey / Federico E. Lpez
906 Balibar, Derrida: sobre el anlisis marxista del fetichismo de la mercanca / Santiago Lo Vuolo
914 Sobre la posibilidad de la participacin del otro en el proyecto originario: entre Sartre y Patoka / Jorge Nicols Lucero
920 Revisitando la meta induccin pesimista / Susana Lucero
931 Ambigedades y tensiones en torno a la nocin de presencia y presente en la fenomenologa husserliana, heideggeriana y sartreana / Carolina Andrea Maldonado
939 Sobre la posibilidad de un mtodo en la Orientacin Filosfica / Federico Emmanuel Mana
950 Acerca de la mezcla entre discurso y no ser (Platn, Sofista 260b ss.) / Graciela E. Marcos
957 Tecnociencia y valores. Consideraciones en torno a la propuesta de Javier Echeverra / Livio Mattarollo
966 Drama y conflicto: la indecisin del prncipe en el siglo XVII / Cecilia Mc Donnell
974 Una observacin acerca del arcasmo del trmino phrnesis en Aristteles / Gerardo Medina
982 Inters y educacin: hacia una sociedad saludable / Enrique J. Mihura
990 Utopas de la democracia digital: anlisis de sus problemas y limitaciones / Lucas E. Misseri
998 Walter Benjamin, Martin Heidegger y la hermeneusis hertica del tiempo / Francisco Naishtat
1008 Desconstruccin, teologa negativa, nihilismo / Manuel Navarro
1017 La filosofa como dilogo transcultural / Gabriela Nogus Virginia Gorr
1026 La teora de la ideologa. Aproximaciones antropolgicas, metafsicas y literarias / Luciana Pallero
1035 Nietzsche y la crtica del cristianismo / Juliana Pensa
1043 Una indagacin sobre la relacin entre las nociones de temporariedad y negatividad en el pensamiento heideggeriano / Matas Ignacio Pizzi
1051 El problema del conocimiento en el joven Nietzsche / Gabriela Paula Porta
1059 La tragedia y el absurdo en las nuevas tecnologas de la vida / Cecilia Pourrieux
1067 Sobre el modo de darse de las cosas: algunas distinciones introducidas por Husserl en Cosa y Espacio / Franco Csar Puricelli
1075 Argumentos circulares y uniformes: el papel de la teora lunar de Ptolomeo en la justificacin de la teora lunar de Ptolomeo / Gonzalo L. Recio
1083 Aproximaciones a la crtica de arte segn John Dewey. Investigacin objetiva, juicio valorativo / Chantal Paula Rosengurt
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1091 David Hume: moralidad, libertad y voluntad en medio de la necesidad / Pablo Ezequiel Sachis
1102 Virtudes cvicas mnimas / Luciana Samam
1111 Un examen crtico de las polticas basadas en la evidencia segn Cartwright-Hardie /Eduardo R. Scarano
1125 Antropomorfismo y mente animal: prejuicios y controversias / Carolina Scotto
1139 La relacin entre la fenomenologa y las ciencias a la luz del concepto de reduccin incipiente / Emiliano Roberto Sesarego Acosta
1147 Hegemona y universales en Laclau / Eduardo Sota
1155 La interpretacin de los enunciados condicionales y la modelizacin de los procesos decisorios / Adriana Spehrs
1164 Anlisis exegtico de la funcin de la reflexin pura en el desvelamiento del proyectofundamental del existente humano por parte del psicoanlisis existencial sartreano /Danila Surez Tom
1175 Los valores polticos en psicologa como problema epistmico / Ana Mara Talak
1184 Colgar al ltimo noble con las tripas del ltimo cura Meslier y los fundamentosteolgico-polticos de la dominacin / Manuel Tizziani
1192 Accin psquica y producto psicofsico en Twardowski: del contenido mental a la interfaz /Sebastin Agustn Torrez
1201 Aproximacin al primer Romanticismo alemn: lo sublime / Sonia Vasconi Heinzmann
1209 El pensamiento inserto dentro del final de la metafsica / Sebastin Vsquez Yel
1215 La Tabla Peridica de los Elementos como Modelo-Terico Cientfico / Rodolfo Vergne
1222 Arte y Fenomenologa: una interpretacin a partir de la hermenutica filosficade H.-G. Gadamer / Erika Whitney
1230 Idealismo trascendental y lingstico en las Investigaciones Filosficas / Mara Sol Yuan
1239 Algunas reflexiones en torno de la posibilidad de delimitar el alcance de lo propiamente moral: Contraponiendo el enfoque minimalista a la tica de las virtudes / Ma. Natalia Zavadivker
1244 La delgada frontera entre las normas morales y las convenciones sociales /Ma. Natalia Zavadivker
1252 El estatus ontolgico de los atributos en Descartes / Ezequiel Zerbudis
1262 Predacin y sentido: sobre el confinamiento de la metfora / Norberto Zuccal
1277 La teora de la valoracin de John Dewey. Investigacin y juicios de valor como formas
de la accin / Livio Mattarollo
Simposio 1
Creencia, justificacin y normatividad: aportes desde la perspectiva pragmatista
El concepto de impulso o pulsin en la psicologa del pragmatismo clsico de John Dewey y George H. Mead.
PEDRO MARTNEZ ROMAGOSA
El concepto de impulso o pulsin en la psicologa
del pragmatismo clsico de John Dewey y George H. Mead.
Pedro Martnez Romagosa
Universidad de Buenos Aires (UBA)
Resumen
La nocin de impulsos o pulsiones es recibida por los pragmatistas clsicos, en
particular Dewey y Mead, de la psicologa de su poca. Ella era caracterizada como una
determinada tendencia congnita del organismo a comportarse de cierta forma;
comportamiento a su vez asociado con la satisfaccin de cierta funcin biolgica o la
realizacin de determinado propsito.
En el presente trabajo pretendo abordar algunos problemas derivados de la adopcin de
la nocin de impulsos o pulsiones en la psicologa del pragmatismo clsico de Dewey y
Mead.
En primer lugar, estudio el uso de las pulsiones sociofisiolgicas que hace Mead en
Society. Intento mostrar que su anlisis lo compromete con supuestos individualistas,
esencialistas y finalistas problemticos dentro del programa pragmatista.
En segundo lugar, reconstruyo la concepcin deweyana de los impulsos. Expongo que
evita las dificultades anteriormente sealadas para el caso de Mead y analizo en qu
sentido puede afirmarse la existencia de impulsos y qu rol explicativo cumplen.
Palabras clave: pragmatismo / hbito / impulsos
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PEDRO MARTNEZ ROMAGOSA
1. Pulsiones sociofisiolgicas, economa y religin en Mead.
A comienzos de Society Mead introduce el concepto de impulsos sociofisiolgicos con
el objetivo de poner nfasis tanto en el aspecto biolgico o fisiolgico de los impulsos como
en su aspecto social (1934: 227-230). Para el autor, todos los impulsos son sociales en la
medida en que implican o requieren situaciones y relaciones sociales para su satisfaccin
(1934: 228). Adems agrega que los impulsos sociofisiolgicos constituyen solo uno de los
polos del proceso de cambio social; son los materiales con los cuales la naturaleza humana
es formada (el otro polo es el institucional, est constituido por las respuestas de los
individuos a las idnticas respuestas de otros) (1934: 229).
Sin embargo, a pesar de que afirma que los impulsos y la naturaleza humana son
sociales, sostiene tambin que todas las sociedades humanas organizadas son en un
sentido meramente una extensin y ramificacin de esos impulsos sociofisiolgicos
simples y bsicos (1934: 229). Y luego, avanzado su anlisis, explica el surgimiento y
despliegue de procesos sociales a partir del desarrollo de algunos impulsos bsicos. En
efecto, sostiene que hay dos procesos sociales universales: la religin y la economa (1934:
281, 289-298). Para explicar estos procesos universales, Mead postula dos impulsos
fundamentales constitutivos de la naturaleza humana: el impulso a la buena vecindad -
neighborliness- (usa tambin amabilidad [kindliness] y ternura [tenderness]) y el impulso
al intercambio o comercio. El primero consiste en la actitud de asistir y ayudar a todo ser
(con el que se entra en simpata) que sufre (1934: 289). Est expresada en la parbola
bblica del buen samaritano. La pulsin de comerciar en que se fundara todo proceso
econmico, en la situacin ms simple y abstracta seala Mead, consiste en intercambiar
aquellos bienes producidos que no se consumen (1934: 282-284). Luego ello conduce
naturalmente al aumento de la produccin, lo que conduce a un aumento del intercambio,
que deriva a su vez en el desarrollo de todos los medios de la economa como el transporte,
tcnicas ms eficaces de produccin, etc. (1934: 290-291).
Las actitudes correspondientes a estas pulsiones son tan bsicas que slo requieren el
dominio del lenguaje para tener lugar (1934: 302). Toda comunidad humana desarrolla
algn tipo de intercambio y mantiene procesos de cooperacin y asistencia mutua entre
sus miembros (1934: 229).
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El concepto de impulso o pulsin en la psicologa del pragmatismo clsico de John Dewey y George H. Mead.
PEDRO MARTNEZ ROMAGOSA
La actividad de estos impulsos en sus respectivos procesos sociales conduce a un
desarrollo progresivo de la sociedad hacia grados crecientes de complejidad, integracin y
funcionalidad e impone una meta ideal al progreso social: una sociedad universal en que
todos los seres humanos individuales posean una inteligencia social perfeccionada
(Mead: 1934: 310).
De esta forma, Mead se compromete con cierta forma de esencialismo: la idea de que
hay una naturaleza humana universal e inmutable constituida en parte al menos por estos
dos impulsos o actitudes bsicas hacia el comercio y la asistencia mutua. Tambin su
anlisis adopta una perspectiva teleolgica: la naturaleza humana -en la forma de estas
pulsiones sociofisiolgicas- impone una meta al desarrollo social humano. A su vez, la idea
misma de una naturaleza humana acabada que requiere de la interaccin social y del
lenguaje pero no ms que para desplegarse pues se encuentra latente en cada individuo, en
germen, y se desarrolla en los mismos de forma independiente al proceso de interaccin
social pareciera entrar en tensin con el programa del conductismo social uno de cuyos
objetivos es explicar el surgimiento de la mente a partir del proceso de interaccin social de
organismos con ciertas capacidades simblicas-.
2. Crtica de Dewey a la explicacin psicolgica tradicional
Dewey rechaza las explicaciones de la conducta y de fenmenos sociales que apelan de
manera directa y exclusiva a impulsos originales. De acuerdo con su diagnstico basan en
supuestos pertenecientes a una psicologa obsoleta (individualista y atomista) y son
producto de una lgica infantil, una metodologa de investigacin que mostr no ser
fructfera y fue abandonada en las ciencias fsicas luego de la revolucin cientfica (s.
XVII) y en el mundo de la vida tras la obra de Darwin (Dewey: 1909).
En primer lugar, Dewey seala que estas explicaciones carecen de poder explicativo.
La explicacin, por caso, de la guerra a partir de un impulso blico o la necesidad de un
sistema econmico por una pulsin originaria a la propiedad son anlogas a la explicacin
de que el opio hace dormir a la gente en virtud de su poder soporfero (Dewey: 1922: 109-
110). Simplemente se duplica el fenmeno a ser explicado (el hbito, costumbre o
institucin): primero se lo toma como un hecho existente (a explicar) y luego como una
fuerza original, poder o causa final que produjo tal hecho (y por ende lo explica).
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El concepto de impulso o pulsin en la psicologa del pragmatismo clsico de John Dewey y George H. Mead.
PEDRO MARTNEZ ROMAGOSA
En segundo lugar, Dewey identifica en estas explicaciones un caso de la falacia
filosfica (1929: 23-29). Se trata del error tpico cometido en la investigacin filosfica
tradicional. Consiste en transformar una funcin eventual en una existencia
antecedente (1929: 29). Se toma a los objetos de la reflexin, los conceptos, como
realidades en s mismas tras ignorar o velar el contexto de la investigacin en que se
establece determinada distincin. Una distincin funcional es concebida entonces como
una realidad en s misma, absoluta, completa e independiente.
En el caso de las explicaciones de la conducta, costumbres sociales o instituciones a
partir de impulsos, se ignora el propsito por el cual en el contexto de una determinada
investigacin psicolgica se realiz cierta clasificacin (de las pulsiones) y se las considera
en consecuencia como impulsos originales de la naturaleza humana (Dewey: 1922: 127-
133).
Dewey reconoce que la interpretacin de los impulsos como existencias originales e
independientes es sugerida por el hecho de que en los actos aparentemente ms simples
toma como ejemplos el hambre o el sexo, alimentacin y sexualidad- las vas de descarga
motriz son comparativamente pocas, bien definidas e intervienen en su manifestacin
determinados rganos corporales (1922: 144). Sin embargo, indica que en este supuesto
hay dos malentendidos. En primer lugar, ninguna actividad est limitada al canal que ms
visiblemente interviene en su ejecucin. En cada acto toma parte todo el organismo. Como
el estado total del organismo nunca se repite, tampoco los fenmenos del hambre y del
sexo son en realidad iguales en las distintas ocasiones. En segundo lugar, el medio en que
el acto se verifica tampoco es nunca dos veces igual. Por ejemplo, en el caso del miedo:
cuando una persona est amedrentada, todo su ser reacciona, y nunca todo este
organismo de respuesta es dos veces igual. Adems, y de hecho, cada reaccin se verifica
en un medio diferente, y su significado nunca es idntico, ya que la diferencia en el
medio hace que las consecuencias sean distintas (Dewey: 1922: 147).
Finalmente, Dewey reconoce que estas explicaciones conducen a consecuencias
insatisfactorias desde el punto de vista de la investigacin. Por un lado, el esencialismo: se
profieren solemnes simplezas acerca del inalterable funcionamiento de la naturaleza
humana o de la raza (1922: 110). Por otro lado, peor an, se lleva a la investigacin a un
punto muerto en la medida en que se ignoran las condiciones especficas (sociales) en que
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El concepto de impulso o pulsin en la psicologa del pragmatismo clsico de John Dewey y George H. Mead.
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ocurren tales fenmenos. Y se privada la accin y esfuerzo humanos del nico medio con el
que puede esperarse un control inteligente de tales fenmenos (1922: 35-36, 92, 147).
3. La concepcin deweyana de los impulsos
Pese a la crtica realizada a las explicaciones psicolgicas basadas en impulsos o
instintos originarios, Dewey no niega la existencia de impulsos (1922: 143). Tampoco le
niega utilidad a la tarea de clasificarlos. Al contrario reconoce que la clasificacin de
impulsos en la investigacin psicolgica cumple el propsito general de facilitar al
psiclogo el trato con sucesos nicos e individuales con el objeto de buscar regularidades
(1922: 129).
La concepcin deweyana de los impulsos puede resumirse en cuatro tesis. En primer
lugar, no hay impulsos separados, originales, definidos e independientes (1922: 143).
Como se indic, Dewey identifica en la postulacin de impulsos originales e
independientes, existencias separadas de la accin, la falacia filosfica. Ya en El concepto
de arco reflejo en psicologa presenta un holismo funcionalista en el que las distinciones
en la conducta, introducidas a propsito del concepto de arco reflejo, son concebidas como
divisiones internas a la misma: estmulo-respuesta, sensacin-movimiento son
distinciones funcionales y no partes disjuntas, separadas de la accin (la interpretacin
que Dewey critica reproduce el viejo dualismo mente-cuerpo, en trminos de estmulo-
reaccin: separa lo mental/subjetivo de la accin/objetivo) (1896: 100). El objeto del
anlisis psicolgico es la conducta y el punto de partida del anlisis es no una sensacin
aislada sino una determinada coordinacin sensorio-motriz en virtud de la cual la
conducta adquiere su unidad y organizacin caracterstica (Dewey: 1896: 101-102).
Los impulsos entonces, son fases o aspectos funcionales de un acto, no se dan
separadamente de los hbitos (coordinacin sensorio-motora). De hecho, cuando los
psiclogos caracterizan o describen un impulso con cierto significado definido (sexual, el
hambre, la autoconservacin) se refieren ms propiamente a hbitos: disposiciones,
aptitudes o capacidades del organismo que constituyen tipos de accin en determinadas
circunstancias (modos de adaptacin al entorno fsico y social) (Dewey: 1922: 25-49).
En segundo lugar, el significado de los impulsos depende hbitos socialmente
formados. En la conducta, lo adquirido es primitivo: los impulsos dependen de hbitos
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ya formados para su expresin (Dewey: 1922: 90-91). Es decir, requieren de la interaccin
en un medio social para poder tener significado: los recin nacidos deben a los adultos
ms que su procreacin, proteccin y alimentacin la oportunidad de expresar sus
actividades innatas de forma tal que tengan significacin (1922: 90). Previamente a la
interaccin con un medio social donde los adultos (individuos con hbitos formados)
tienen un rol fundamental de atribuir significado. La violencia, por ejemplo, es
un espasmo fsico, un estallido ciego y dispersado de energa desperdiciable. Adquiere
importancia y significacin cuando se convierte en un rencor contenido, en una
interrupcin molesta, una irritacin exasperada, en un deseo de venganza homicida, en
una indignacin candente (Dewey: 1922: 91).
En tercer lugar, los impulsos son plsticos: cualquier impulso puede convertirse en
una disposicin [hbito] cualquiera segn la interaccin en el medio [fsico y social] que lo
rodea (Dewey: 1922: 95)1. El temor, dice Dewey:
puede tornarse abyecta cobarda, prudente cautela, veneracin por los superiores o
respeto por los iguales; as como tambin factor determinante en la crdula aceptacin
de supersticiones absurdas o de un desconfiado escepticismo. Un hombre puede sentir
el mayor temor por los espritus de sus antepasados, por los funcionarios pblicos, por
la desaprobacin de sus semejantes, por ser engaado, por el aire fresco o por el
bolchevismo; todo depende de cmo se entreteja el impulso del temor con otros
impulsos, y esto a su vez depende de los escapes e inhibiciones proporcionados por el
medio social (Dewey: 1922: 95).
En cuarto lugar, los impulsos cumplen una funcin en el cambio de hbitos: son los
ejes en que gira la reorganizacin de las actividades, son factores de desviacin para dar
nuevas direcciones a viejos hbitos y cambiar su calidad (Dewey: 1922: 93).
En su anlisis Dewey vincula el cambio inteligente de hbitos con la educacin -cuyo
objetivo es formar hbitos inteligentes: flexibles y ajustables- (1922: 96-97, 102, 123-124) y
1 El concepto de hbito es el concepto central en psicologa: la psicologa no puede sino ser social (Dewey, 1922, pp. 86-89). Los hbitos entendidos como disposiciones, aptitudes o capacidades del organismo, son tipos de reaccin o accin del organismo en determinadas circunstancias, modos de adaptacin al entorno, en funcin de determinadas situaciones sociales (Dewey, 1922, pp. 25-49).
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a su vez el cambio de hbitos sociales, costumbres e instituciones sin direccin inteligente
lo vincula con conmociones y crisis sociales (1922: 101-102, 125). Sin embargo, entiendo
que el papel de los instintos en la redireccin o reajuste de los hbitos se comprende mejor
si se atiende a su relacin directa con la accin.
De acuerdo con lo expuesto, los hbitos son disposiciones a realizar determinado tipo
de accin en ciertas circunstancias, modos de reaccin, ajuste o adaptacin del organismo
al medio (fsico y social). Mientras el organismo se encuentra en una relacin de equilibrio
con su entorno, los hbitos operan eficazmente, la accin discurre en un ajuste automtico
entre impulsos y hbitos:
El estmulo y la reaccin estn mecnicamente eslabonados en una cadena
ininterrumpida; cada acto sucesivo, fcilmente provocado por su predecesor, nos
empuja automticamente hacia el siguiente en una serie determinada, y slo una seal
de alarma vuelve a hacer que la conciencia funcione. (Dewey: 1922: 164).
Es decir en la relacin de adaptacin y equilibrio al entorno, los impulsos (al igual que
las sensaciones) son estmulos para la accin guiada por los hbitos en operacin
(coordinacin sensorio-motriz). Sin embargo, dicho estado de equilibrio es siempre
precario y temporal. Una modificacin en la situacin, en la relacin medio-organismo,
produce un desajuste y la accin se interrumpe. La cita anterior sigue:
Afortunadamente, la naturaleza que nos invita a seguir el camino de menor resistencia,
nos pone tambin obstculos para la completa aceptacin de su invitacin. El xito de
llegar a una eficiencia de accin sorda y despiadada puede ser frustrado por
circunstancias infortunadas; hasta la ms diestra aptitud tropieza a veces con lo
inesperado y se ve envuelta en dificultades [].(Dewey: 1922: 164).
Cierto cambio, por ejemplo en las condiciones del entorno, inhibe la operacin de
algn hbito coordinado con otros hbitos sensorio-motores. Se inicia una investigacin
en la cual entiendo esos impulsos liberados tras la inhibicin del hbito son los primeros
ingredientes que pueden conducir a una determinacin de la situacin:
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Al escapar de la tirana de la costumbre, existe la oportunidad de hacer cosas viejas en
formas nuevas, y crear as nuevos medios y fines. Al romperse la corteza que cubre a la
costumbre se liberan impulsos; y la labor de la inteligencia es encontrar una forma de
utilizarlos. (Dewey: 1922: 161).
Dewey propone el siguiente ejemplo sencillo:
Por ejemplo, la mano guiada por el ojo se mueve hacia una superficie; la cualidad
visual es hasta entonces el elemento dominante; cuando la mano se pone en contacto
con el objeto, el ojo no cesa de actuar; pero, si el tacto percibe una cualidad inesperada,
ya sea una voluptuosa suavidad o un calor molesto, exige un reajuste en que la actividad
tctil y manual lucha por dominar la accin. En esos momentos de cambio en la
actividad surgen y se acentan las sensaciones y pensamientos conscientes. El ajuste
perturbado entre el organismo y el medio se reflejan en la lucha temporal que concluye
entre el viejo hbito y el nuevo impulso. (1922: 169).
Cuando el tacto percibe una cualidad inesperada se produce un conflicto en la
coordinacin visual-motora o mano-ojo: el hbito (o hbitos) del movimiento de la mano
subordinados a la actividad visual hasta entonces sufren un desajuste. Se inhibe el o los
hbitos del movimiento de la mano, la mano suspende la actividad que estaba realizando y
se liberan impulsos. Las sensaciones y los impulsos que antes eran estmulos para la
accin pasan a ser centro de la atencin consciente: el nio trata de observar qu es esa
sensacin spera o, si se asusta, averiguar qu lo asusta (para saber cmo actuar). El
objetivo de la investigacin es operar una transformacin en la situacin que se encuentra
ella misma indeterminada de modo tal que el organismo se encuentre de vuelta en relacin
de equilibrio, de adaptacin al entorno y reanude la accin.
4. Conclusiones
Al rechazar de las explicaciones psicolgicas que postulan la existencia de impulsos o
instintos originarios para dar cuenta de fenmenos sociales la posicin de Dewey evita
comprometerse con posiciones esencialistas y teleolgicas acerca de la naturaleza humana
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como las identificadas en el anlisis de Mead. A su vez, en la concepcin deweyana, los
impulsos en la medida en que tienen significado e intervienen en la conducta son sociales.
No hay en la naturaleza humana ningn impulso que despierte en los individuos actitudes
o disposiciones a la accin independientes de los hbitos formados en circunstancias
sociales e histricas especficas.
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El Derecho a las convicciones. Aportes jamesianos a la epistemologa del desacuerdo FEDERICO PENELAS
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El Derecho a las convicciones.
Aportes jamesianos a la epistemologa del desacuerdo
Federico Penelas
IIF-SADAF/CONICET Universidad de Buenos Aires
Universidad Nacional de Mar del Plata
Resumen
En este trabajo me ocupar de las convicciones en tanto un conjunto de creencias frente
a las que advertimos que no podemos ofrecer mayor sustento que el afirmar en relacin
con ellas As me he educado. El punto ser poder dar cuenta de la legitimidad de ese tipo
de afirmaciones como modo, al menos, de imponer un impasse en el debate con un
oponente; impasse que no involucre, por supuesto, la suspensin del juicio.
Palabras clave: desacuerdo / racionalidad / convicciones / creencias grupales
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A lo largo de esta exposicin me ocupar de uno los problemas epistemolgicos ms
difciles de abordar, esto es, el de la legitimidad epistmica de la apelacin a convicciones.
Mi aproximacin al problema ser tentativa y provisoria, y me ocupar especficamente de
defender la idea de que la manera ms razonable de entender bajo qu circunstancias
admitimos la apelacin a convicciones es si las pensamos como consistentes en, o
relacionadas con, creencias grupales.
El fenmeno de la conviccin debe ser precisado para abordar sus implicancias. Me
ocupar de las convicciones en tanto un conjunto de creencias frente a las que advertimos
que no podemos ofrecer mayor sustento que el afirmar en relacin con ellas As me he
educado. El fenmeno de la conviccin que me interesa ha sido presentado por el filsofo
canadiense Gerald Cohen al remarcar la existencia de un conjunto de creencias que
mantenemos aun despus de que advertimos, por un lado, que las tenemos porque hemos
sido educados de cierta manera, y, por el otro, que frente a otras creencias alternativas, no
tenemos ms razones de sustento para permanecer en nuestro status doxstico que el
hecho, justamente, de que fuimos educados en dichas convicciones. El fenmeno a
abordar es el hecho de que en numerosas, e importantes, ocasiones la divergencia
doxstica no se anula o deslegitima ni siquiera a partir del reconocimiento de la
contingencia histrica que la explica. Un catlico, por ejemplo, puede advertir que sus
creencias religiosas son las que son pues ha sido educado en un determinado medio, y
puede reconocer que de haberse criado en un medio alternativo sus convicciones religiosas
seran otras. Pero no slo esto es posible. El catlico reflexivo, es decir, aquel que ha
hallado fundamentos para sus creencias religiosas, puede a su vez reconocer que la
diferencia, en lo que hace a la justificacin, entre sus creencias y, por ejemplo, las creencias
de un presbiteriano (seguramente no, por ejemplo, las de un politesta) se sustenta slo en
factores educativos. El punto es que la asuncin de esa diferencia no obliga al catlico en
cuestin a abandonar sus creencias. Como seala el mismo Cohen para delimitar
exactamente el tipo de creencias a las que alude:
Esos casos difieren de aquel, por ejemplo, donde una persona fue educada para creer
que la tierra es redonda y otra que la tierra esplana. Cuando el que cree que es redonda
reflexiona que, si le hubieran educado en la certeza de que la tierra es plana ahora
creera que la tierra es plana, eso no le preocupa mucho puesto que puede decir
razonablemente que sus fundamentos para creer que es redonda son abrumadores. Los
que creen que es redonda (con razn) piensan que pueden probar su punto de vista.
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Pero los catlicos o por lo menos un nmero de catlicos suficiente para que mi
razonamiento sea interesante- admitiran que estn en el mismo barco epistmico que
los presbiterianos, que los fundamentos de los presbiterianos no son peores que los
suyos. Dado que, en algunos casos significativos, lo nico que es distinto es la
educacin; dado que no puedes decir, basndote en fundamentos independientes, que
su educacin fue defectuosa, tampoco puedes decir que tienes mejores fundamentos
para creer p de los que tienen ellos para creer no p. (Cohen, 2001: 27)
Pero, dir Cohen, el catlico querr seguir manteniendo dichas creencias ya que no
puede dejar de asumir que son verdaderas a pesar de que encuentra que su modo de
justificarlas, frente al modo propio del presbiteriano, no difiere ms que en la contingencia
de la educacin.
Es sobre la base de ese tipo de creencias que Cohen presenta la paradoja, la cual
consiste en un argumento con tres premisas difciles de rebatir, las cuales llevan a una
conclusin que no estaramos dispuestos a admitir. El argumento es el siguiente:
1.No es racional creer p en lugar de q cuando sabes que careces de una buena razn para
creer p en lugar de q
2. Careces de una buena razn para creer p en lugar de una proposicin opuesta q
cuando no puedes creer de forma justificada que tus fundamentos para creer p son
mejores que los fundamentos del otro para creer q.
3. En un considerable nmero de casos de creencias fruto de la educacin, la gente que
contina creyendo p se da cuenta (o puede fcilmente llegar a darse cuenta) de que
creen p en lugar de q no porque tengan fundamentos para creer p que sean mejores que
los fundamentos para creer q que tienen los dems, sino porque se les indujo a creer p
sin que se les sugirieran posibles fundamentos alternativos.
4. Las creencias descritas en 3 son irracionales (y la gente que las tiene es, por lo tanto,
irracional). (Cohen, 2001: 30)
El punto es que 4 nos parece inaceptable, es decir, no podemos hacer depender nuestra
racionalidad del abandono de nuestras creencias fruto de la educacin. Sin embargo el
argumento parece slido. He all la paradoja. La dificultad para aceptar 4 se hace
especialmente patente si uno advierte, como nos insta a hacer Cohen, que el tipo conjunto
de creencias usualmente estn afectadas por casos como los descriptos en 3 no est
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conformado son solamente por creencias religiosas, sino que abarcan tambin creencias
polticas (Cohen da como ejemplo su creencia en la inmoralidad de todo tipo de
desigualdad econmica) y, lo que es ms interesante, creencias tericas ya sea cientficas o
filosficas (su ejemplo aqu es de la creencia en la aceptabilidad de la distincin
analtico/sinttico, ampliamente asumida en los filsofos formados en Oxford y resistida
por los formados en Harvard).
La paradoja es de difcil resolucin por fuera de la adopcin de alguna forma de
etnocentrismo a la manera de Rorty, segn la cual el principio 2 no se aplica cuando las
proposiciones p y q son justamente aquellas que no tienen ms fundamentos que s
mismas, esto es, que todo intento de justificacin de ellas es notoriamente circular. Son ese
tipo de proposiciones las atravesadas por el fenmeno descripto en 3. Descubrir
dialcticamente la diversidad en los lmites de la justificacin no es suficiente para que se
modifique el status quo doxstico de los interlocutores en disputa, ni siquiera cuando
dicho descubrimiento viene asociado al reconocimiento de la contingencia en la posicin
que cada uno ocupa en la disputa. Un etnocentrista podra justamente echar mano al
fenmeno de la conviccin para rechazar la apelacin irrestricta al principio 2.
El mismo Cohen no avanza demasiado en la formulacin de una salida, limitndose a
sealar que quizs la misma podra superarse apelando a la distincin que traza Nozick
entre
a) p es una proposicin que es racional creer.
y
b) Creer que p es el tipo de accin que es racional hacer 1
siendo el caso de las convicciones legtimas el de las creencias para las que vale (b) sin
valer (a), comprometindose as ya sea con una defensa prctica de las convicciones o con
una separacin entre niveles de racionalidad que no implique que los resultados en un
lugar de la jerarqua afecten a los otros niveles.
Dado que el intento de destrabar la paradoja parecera conducir a la adhesin a alguna
forma de relativismo, uno podra preguntarse si es adecuado afrontar la paradoja de la
conviccin a partir de la vindicacin que ha desarrollado, por ejemplo, Alvin Goldman de
la posibilidad de formas de desacuerdo racional a partir de la presentacin de su
1 Ver (Nozick, 1993: 70)
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relativismo obtetivamente fundado (objectivity-based relativism).2 En dicha posicin
tambin se esboza una diferencia de niveles, ahora entre la justificacin de las normas y los
sistemas epistmicos y la justificacin de las proposiciones sobre la base de dichas normas
o sistemas, y se defiende la idea de que, aun admitiendo que hay un nico sistema
epistmico que gobierna la justificabilidad de las actitudes doxsticas of people, es posible
el desacuerdo racional en tanto dos interlocutores pueden estar justificados en su actitud
doxstica hacia sistemas epistmicos diversos (aun cuando al menos uno de ellos pueda ser
incorrecto) y luego, cumpliendo cada uno con las normas de sus respectivos sistemas,
adoptar actitudes doxsticas divergentes frente a la misma proposicin. La pertinencia de
la propuesta de Goldman para afrontar la paradoja de la conviccin defendiendo la
racionalidad de la continuidad del desacuerdo no podra descansar en describir el caso que
propone Cohen como un caso en el que, desde afuera, en tercera persona, advertimos los
interlocutores estn justificados en sostener sistemas epistmicos que a su vez justifican
actitudes doxsticas divergentes, pues el caso relevante para la paradoja es aquel en el que
los participantes de la situacin advierten sus limites epistmicos. Para que la propuesta
de Goldman se aplique a este caso, el caso en el que dos interlocutores advierten que cada
uno de ellos sostiene proposiciones incompatibles porque fueron educados de manera
diferente sin razones adicionales a las que apelar para salvar la diferencia, debe ser anlogo
al de dos interlocutores que advierten que justifican sistemas divergentes sobre la base de
evidencia no comn (esta condicin es necesaria en el planteo de Goldman para que haya
objetividad en su relativismo). Es evidente que en el planteo de Goldman esta ltima
situacin debera conducir a los interlocutores a equilibrar la evidencia y as decidir la
cuestin en el nivel superior. Esto no parece tener sentido en los casos de Cohen, con lo
cual queda claro, a mi juicio, que el relativismo objetivo de Goldman no puede afrontar la
paradoja, ya que no fue diseado para pensar el fenmeno de la conviccin que nos atae.
Frente a salidas de la paradoja como las de Nozick, o a los usos que podramos hacer de la
posicin de Goldman para abordarla, todos ellos comprometindose con alguna forma de
jerarquizacin de niveles epistmicos, a mi juicio el mejor modo de superar la paradoja es
desarrollando una vieja idea de William James. En su clsico The Will to Believe, James se
preocup por defender la idea, contra William Clifford, de que hay ocasiones en que tenemos
derecho a creer que p aun sin ninguna evidencia a favor de que p.3 Todo el punto de James
2 Ver (Goldman, 2010). 3 Ver James, William (2009)
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es delimitar bajo qu condiciones se dan esas ocasiones, dado que para l ese derecho no se
daba de manera irrestricta (esto es algo que los crticos de James suelen olvidar). Podemos
coincidir o no con la tica no evidencialista de la creencia desarrollada por James, podemos
coincidir o no con los criterios ofrecidos para que el derecho a creer sin evidencia a favor sea
legtimo, pero creo que la salida de la paradoja podra aprovechar el insight jamesiano. La
idea sera remarcar que el desacuerdo que se produce en condiciones en las que advertimos
que se cumple lo descripto en la premisa (3) del argumento de Cohen, no es un tipo de
desacuerdo que constituya en s mismo evidencia en contra de ninguna de las proposiciones
incompatibles credas por los adversarios discursivos; y desarrollar la hiptesis de que los
casos en que ocurre un desacuerdo con esas caractersticas son aquellos justamente
delimitables por los criterios de James (u otros a presentar) para aceptar nuestro derecho a
la creencia. La enseanza de James sera, pues, que debemos abandonar la premisa (1) como
rigiendo la racionalidad de la creencia. En ciertas ocasiones, siguiendo a James, tenemos
derecho a sostener nuestras creencias. Las convicciones, tal como las venimos considerando
en este trabajo, podran caer dentro del tipo de creencias enmarcadas en situaciones
doxsticas y dialcticas que colocan al sujeto en posicin de tener derecho a seguir
sostenindolas racionalmente a pesar del desacuerdo.
Ms all del modo en que abordemos la solucin de la paradoja, si es que en efecto
queremos asumir la legitimidad del fenmeno de la conviccin reconociendo que con
respecto a ellas el mero desacuerdo no nos impone su abandono, me interesa a su vez
atender en relacin con dicho fenmeno es a qu tipo creencias les permitimos cumplir el
rol de convicciones. Creo que en la medida en que primero no se aborde una suerte de
fenomenologa del papel que les hacemos jugar a las convicciones en nuestros intercambios
doxsticos, argumentos, deliberaciones y disputas epistmicas, no podr avanzarse sin
distorsiones en la empresa de afrontar el fenmeno desde una perspectiva normativa.
Para empezar, es importante destacar que una conviccin no puede ser un mero
postulado que decidimos asumir como axioma. Pareciera que las convicciones ejercen una
suerte de coercin doxstica sobre nosotros, de tal suerte que aun advirtiendo dicho factor
coercitivo y reconociendo que bajo otras circunstancias en nuestra historia personal seran
otras las creencias que ejerceran una coercin semejante, aun as no podemos, no queremos
y/o no sabemos cmo superar la coercin, ya sea en pos de la libertad doxstica total o de
otras cadenas epistmicas. No es en absoluto impertinente aqu sealar los vnculos
etimolgicos que pueden rastrearse entre las expresiones conviccin y convicto, lazos
semnticos poco resaltados en las aproximaciones al tema. Ambas palabras portan el mismo
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atisbo coercitivo, pues provienen de la expresin latina convincere, la cual es a su vez un
derivado de vincere (vencer). Hay pues todo un plano de sometimiento al que nos
remitimos al aludir a nuestras creencias ms bsicas y constitutivas. Estamos convictos de
nuestras convicciones; no las elegimos libremente. Es a dicha coercin a la que aluda Ortega
y Gasset cuando, para distinguir creencias profundas de otro tipo de contenidos doxsticos,
acuaba aquella famosa sntesis: en la creencia se est.
Ahora bien, el punto es que pareciera que no aceptamos la apelacin a cualquier tipo de
creencia como pudiendo cumplir el papel coercitivo que cumplen las convicciones. Este es
un punto interesante. Una creencia no se convierte en una conviccin meramente porque
causa sobre un individuo el efecto psicolgico de no poder abandonarla. No le otorgamos el
rol de habilitacin de un impasse dialctico que le otorgamos al recurso a las convicciones
a cualquier afirmacin del tipo No puedo dejar de creer que p. La coercin no es, pues,
todo. De algn modo consideramos que la apelacin a cierto tipo de coerciones puede ser
un movimiento legtimo a la hora de darle sustento a un impasse argumentativo
insuperable y que, por el contrario, recurrir al reconocimiento de otro tipo de coercin
doxstica no logra ese efecto legimitador. Toda la dificultad radica en delimitar el espectro
de las coerciones a las que podemos aludir de manera razonable.
Lo que me interesa destacar aqu en el intento de abordar esa delimitacin, es que la
conviccin no puede ser meramente personal. Si as fuera, el aspecto coercitivo (como
vimos no suficiente pero s necesario para legitimar a las convicciones) se esfumara.
Sospechamos de afirmaciones del tipo Esta es mi conviccin personal si por personal se
quiere decir idiosincrtica de un individuo. Tomamos ese tipo de afirmacin como una
forma hipcrita de no querer seguir la discusin, y no como la alusin a una conviccin en
tanto sincero reconocimiento de un lmite constitutivo aunque ineludible y probablemente
fructfero. Retrotraigmonos en este punto, por un minuto, a Charles S. Peirce. En su
clsico The Fixation of Belief l seala una serie de formas de fijar la creencia, una serie
de mtodos, de instancias de justificacin.4 Destaca 4 mtodos: la tenacidad (el puro
aferramiento, por parte del individuo, a las creencias propias), la autoridad (la divulgacin
coercitiva por parte de una autoridad -el Leviathan- de una creencia adoptada
comunitariamente), el apriorismo (el sostn de las creencias sobre la base de
especulaciones que sean agradables a la razn), el cientfico (aquel que parte de una
comunidad que asume la hiptesis de que hay una realidad objetiva a la que las diversas
opiniones tienen que someterse). Es crucial en el texto de Peirce su nfasis en que los dos
4 Ver Peirce, C. S. (1988).
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mtodos ms efectivos en la cancelacin de la duda (el fin de la empresa cognitiva segn
Peirce) son el de la autoridad y el cientfico, justamente aquellos donde el aspecto
coercitivo se hace evidente. El tercero, el apriorista, es un fiasco pues deviene en una forma
de esteticismo, la creencia queda aferrada a una especie de gusto, intelectual si se quiere,
pero gusto al fin; deviene una forma sofisticada del mtodo de la tenacidad, donde no hay
coercin alguna, sino capricho. Para Peirce coercin (o autoridad) y comunidad son
constituyentes ineludibles de la eficacia en la fijacin de la creencia. No entrar aqu en las
razones peirceanas a favor del modo en que se combinan esos dos elementos en el mtodo
cintifico frente al modo en que se combinan en el mtodo de la autoridad. Lo que me
interesaba era destacar el nfasis peirceano en que no hay coercin de un individuo para
consigo mismo. Es por eso, creo, que no le otorgamos legitimidad dialctica a la pretensin
del recurso a la conviccin cuando se presenta a la misma bajo la forma de una creencia
estrictamente personal, no anclada en una historia que aluda a una comunidad o a un
grupo. No por nada Cohen (Gerald) present a las convicciones y la paradoja que ellas
entraan como constituidas por creencias educativas, tras las cuales hay sin duda un
sustrato social.
Si esto es correcto, las convicciones, las creencias a las que podemos recurrir de manera
razonable para establecer un impasse dialctico, son creencias grupales. Ser tarea de
estudio ulterior qu tipo de creencias grupales podrn jugar el rol de las convicciones.
Bibliografa
Cohen, Gerald (2001): Si eres igualitarista, cmo es que eres tan rico?, Barcelonas,
Paidos.
James, William (2009): La voluntad de creer, en James, William (2009): La voluntad
de creer, 41-70, Barcelona, Marbot Ediciones.
Goldman, Alvin (2010): Epistemic Relativism and Reasonable Disagreement, en
Feldman, Ricard y Warfield, Ted A. (2010): Disagreement, 187-215, Oxford, Oxford
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Nozick, Robert (1993): The Nature of Rationality, Princeton, Princeton U.P.
Ortega y Gasset, Jos (1940): Ideas y creencias, en Ortega y Gasset, Jos (1940): Ideas y
creencias, 15-61, Madrid, Espasa-Calpe.
Peirce, Charles S. (1988): La fijacin de la creencia, en Peirce, C. S. (1988): El hombre,
un signo, 175-99, Barcelona, Crtica.
Triangulacin de gestos MAURO E. SANTELLI
XVII Congreso Nacional de Filosofa
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Triangulacin de gestos: abordaje al problema
del surgimiento del pensamiento desde las perspectivas
de George H. Mead y Donald Davidson
Mauro Ezequiel Santelli
Universidad de Buenos Aires (UBA)
Resumen
El presente trabajo busca cotejar y relacionar los abordajes tericos de Donald
Davidson y de George H. Mead al problema del surgimiento de la mente mediante el
lenguaje desde una perspectiva social, analizando similitudes y diferencias de ambas
teoras. Se analizan en particular el modelo de la triangulacin, que Davidson considera
esencial para el surgimiento del lenguaje, y la conversacin de gestos de Mead, pilar
fundacional sobre el que explica el surgimiento del lenguaje y de la mente. Ambos
modelos explicativos se aplican a situaciones de dos o ms sujetos y son consideradas
situaciones sociales simples por sus respectivos defensores, pero a pesar de sus
aparentes similitudes, estos modelos (la triangulacin y la conversacin de gestos)
presentan importantes diferencias y desempean roles diferentes en sus respectivas
teoras. Se explora, asimismo, si la impotencia para explicar el surgimiento del
pensamiento y la mente por parte de Davidson pueden encontrar alguna ayuda en la
teora medeana acerca del tema, a lo que el presente trabajo responde, al menos en
ciertos respectos, afirmativamente.
Palabras clave: pragmatismo / triangulacin / gesto
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En el principio ya exista la Palabra,
~ Juan 1:1
En su artculo The Emergence of Thought, Donald Davison expone una serie de
limitaciones que enfrenta su teora para dar cuenta del surgimiento filogentico del
pensamiento. La limitacin ms importante proviene el holismo sobre lo mental la
idea de que para que un individuo tenga un pensamiento, parte fundamental de los
cuales son las creencias, ese individuo tiene que tener muchas creencias relacionadas.
Una limitacin adicional proviene del llamado monismo anmalo, que le impide a
Davidson relacionar legalmente conceptos mentales y conceptos fsicos, lo que le
impide dar una explicacin fisicalista sobre el surgimiento de la mente. La tercera
limitacin, muy cercana a las anteriores, es que no contamos con un vocabulario puente
adecuado para describir el pasaje entre lo no mental y lo mental.1
Davidson, luego de detallar estas complicaciones, pasa a enumerar una serie de
requisitos que l cree necesarios para ofrecer una teora acerca del surgimiento de la
mente aceptable. Estos son: por un lado, que haya triangulacin entre individuos
interactuando y el mundo que los rodea es decir, que haya una relacin simultnea de
adecuacin entre respuestas a estmulos provenientes del otro participante y del mundo
por parte de cada uno de los participantes; por el otro, que en la situacin
comunicacional est en uso un lenguaje con capacidad combinatoria infinita. En
definitiva, primero hay que poder hablar antes de poder atribur pensamientos a otros,
ya que la comunicacin es necesaria para delimitar el contenido de los conceptos.
No me interesa discutir las debilidades de Davidson con respecto a explicar el
surgimiento del pensamiento, sino los requisitos propuestos para una teora aceptable
del problema, en particular el requisito de triangulacin. Creo que este es satisfecho por
el trabajo realizado acerca del surgimiento de la mente por George H. Mead en Mind,
Self and Society. Me atendr a explorar las diferencias y similitudes entre la
triangulacin y la conversacin de gestos.
Lo que pretendo hacer es meramente tratar de exponer de qu manera Mead
podra tener una teora aceptable en (algunos) trminos davidsonianos para el
problema del surgimiento filogentico del pensamiento.
1 Davidson, 2001, p. 128.
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Similaridad entre la triangulacin y la conversacin de gestos
La triangulacin, para Davidson es un esquema abstracto que l considera
necesario para poder atribuir pensamiento proposicional a cualquier criatura, que a su
vez es un componente fundamental en cualquier situacin de comunicacin exitosa. En
dichas situaciones triangulares tenemos un individuo A, un individuo B y el mundo
que los rodea, M. La situacin consiste en A relacionando su interaccin con B a su
interaccin con M, su mundo circundante y B haciendo lo propio, relacionando los
estmulos que recibe de A con los estmulos del mundo. Sin estas interacciones
apropiadas entre un individuo, los otros y el mundo, no podemos atribuirle
pensamiento. La triangulacin es lo que nos permite, a su vez, delimitar significados
(incluso los propios) y atribuirlos conjuntamente a actitudes a nuestros interlocutores,
dado que permite a travs de la interaccin delimitar aquello de lo que se est
hablando. Davidson considera a la triangulacin como el esquema de comunicacin
bsico2presente inclusive prelingsticamente y precognoscitivamente3. Davidson da
dos ejemplos sobre triangulacin animal:
One sees this in its simplest form in a school of fish, where each fish reacts almost
instantaneously to the motions of the others. This is apparently a reaction that is
wired in. (Davidson (2001), p. 128)
Un ejemplo ms elaborado es el siguiente:
A learned reaction can be observed in certain monkeys which make three
distinguishable sounds depending on whether they see a snake, an eagle, or a lion
approaching; the other monkeys, perhaps without seeing the threat themselves,
2 En parte debido a que sin triangulacin, no tenemos delimitacin de los contenidos de nuestras creencias, ya que los contenidos de nuestras creencias son delimitados por sus causas y causa es un concepto ambiguo debido a los fenmenos de la amplitud de la causa y la profundidad de la causa. La amplitud de la causa es la ambigedad intrnseca entre aquello de lo que se habla y el conjunto compuesto por aquello de lo que habla y aquello contiguo (en un ejemplo fsico) como por ejemplo entre una silla y el concepto de silla-con-mesa. La ambigedad con respecto a la profundidad de la causa tienen que ver con delimitar la causa prxima o distante de mis percepciones / creencias. Por ejemplo si estoy hablando de la mesa o de los fotones de luz que impactan en mi retina luego de chocar con la mesa. 3 There is a prelinguistic, precognitive situation which seems to me to constitute a necessary condition for thought and language, a condition that can existe independente of thought, and can therefore precede it. () The basic situation is one that involves two or more creatures simultaneously in interaction with each other and with the world they share; it is what I call triangulation. (Davidson (2001), p. 128.
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react to the warning sounds in ways appropriate to the different dangers, by
climbing trees, running or hiding. (Davidson (2001), p. 128)
En este ejemplo no hay nada obviado, se encuentran claramente la llamada lnea
base de la triangulacin, la relacin simtrica entre mono a y mono(s) b, y las
relaciones que ambos tienen ante un depredador, en a la de dar aviso, y en b la de
reaccionar como si lo hubieran visto. Ambos ejemplos son de cooperacin animal.
Intentar mostrar que existe en Mead una explicacin de esos ejemplos en algo que se
asemeja o se solapa en alguna medida con la triangulacin davidsoniana.
Conversacin de gestos en George H. Mead.
En Mind, Self and Society, George H. Mead elabora una teora sobre el
surgimiento del lenguaje y de la mente (o pensamiento) que se dice Conductista Social,
la misma est fuertemente inspirada como todo el pragmatismo norteamericano- en
la teora de la evolucin de Darwin. Razn por la cual es natural que uno de los
principales recursos explicativos del trabajo consista en la descripcin del paso gradual
de ciertos mecanismos a otros ms complejos en un proceso iterativo. Aunque la
propuesta de Mead se pretende psicolgica y no filosfica, es muy frtil filosficamente.
La explicacin acerca del surgimiento del lenguaje, el significado y la mente de
Mead parte del concepto de gesto que acu Wundt, uno de los padres de la psicologa
moderna. Lo que rescata Mead de Wundt es el ser un concepto puente entre el
vocabulario gestual y el simblico. Algo que se ve en esta definicin de gesto:
The gesture is that phase of the individual act to which adjustment takes place on
the part of other individuals in the social process of behavior. (Mead (1967) p. 46)
El gesto forma parte de un acto social y es la parte de ese acto que estimula a otros
miembros de ese acto y lo que genera un re-ajuste en la conducta de los otros
miembros. El gesto da a lugar a lo que Mead llama conversacin de gestos. Una
mutua adaptacin de dos o ms organismos a los gestos de los otros participantes. El
ejemplo paradigmtico de Mead es el de la pelea de perros, en donde un perro a genera
una reaccin en un segundo perro b, que a su vez con su reaccin genera una reaccin
en el perro a. En esta conversacin de gestos no hay significado involucrado porque no
hay una misma idea en ambos perros, es irreflexiva.
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Hasta aqu tenemos un gesto no significante. Mead describe un pasaje del gesto al
smbolo, al gesto simblico, pero no cualquiera sirve. Los gestos se convierten en
smbolos significantes cuando implcitamente despiertan en el individuo que los hace
las mismas respuestas que despiertan explcitamente, o se supone que despiertan, en
otros individuos, los individuos a quienes estn destinados.. Lo que se necesita es un
gesto que pueda manifestarse de la misma forma para quien lo hace que para quien lo
recibe. Mead rescata al gesto vocal, el ms evidente con dichas caractersticas, como un
requerimiento material para la posibilidad de la conducta con significado que tiene
como caracterstica generar implcitamente la misma respuesta en el individuo que la
genera que en el que la recibe, para ello es necesario que exista la identidad de
estmulo:
The vocal gesture, then, has an importance which no other gesture has. We cannot
see ourselves when our face assumes a certain expression. (id, p. 65)
It is not imitation (). The mechanism is that of an individual calling out in himself
the response which he calls out in another (). (id, p. 66)
Los gestos se convierten en smbolos cuando logran estimular al individuo que los
genera de la misma forma en que estimulan al individuo al que estn dirigidos.4 Estos
gestos permiten dar a lugar a la relacin tridica del significado, que dota de
significatividad a los gestos transformndolos en smbolos, esta relacin tridica
consiste en, por poner un ejemplo de Mead, un individuo A que pide a otro individuo B
una silla, la concrecin del pedido, el traer la silla por parte de B es lo que quiso decir A
con su pedido. Este significado est presente en ambos participantes porque A se
escuch a s mismo pedir la silla. Mead dice que podemos constatar esto
imaginndonos meramente que si B no trayese la silla prontamente, A la ira a buscar
debido a que la demanda social implcita en el acto iniciado por l no fue satisfecha.
Figura 1: relacin tradica del significado
4 Vease Mead (1934), pg. 47
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El llamado acto social iniciado por A es iniciado por la estimulacin conjunta de
tanto A como B por A para completarlo. La concrecin del acto es su significado.
Triangulacin de gestos
Para lo que sigue debemos hacer algunas precisiones terminolgicas. De Mead,
tenemos el concepto de conversacin de gestos: describe una situacin de mutua
estimulacin y respuesta entre participantes; conversacin de gestos vocales, lo
mismo, pero con la adicin material de poder manejar gestos que condicionan al
estimulado y al estimulante del acto social; acto social: una situacin en donde un
individuo inicia una accin que es completada o satisfecha por otro participante, Mead
no delimita fijamente la extensin temporal o interaccional de estos actos sociales, pero
podemos analizarlos como sub-partes de un acto social mayor y tambin abarcando
actos sociales menores; relacin tridica del significado: la forma en que surge el
significado de un acto social y se hace mutuamente consciente para los participantes,
requiere de un gesto que sea a la vez un smbolo. De Davidson necesitamos precisa por
un lado, la llamada lnea base, aquella lnea compuesta por la interaccin entre los
dos participantes de la situacin comunicacional; y, por el otro, el punto de
convergencia del tringulo, el punto sobre el que convergen significados y se asocian
respuestas mutuas. Con esto claro podemos avanzar.
En el ejemplo de la pelea de perros, podremos ver que tenemos un perro b que
reacciona a lo que hace el perro a. Deberamos decir que cada sub-acto social, fraccin
del acto social de la pelea, est compuesto y demarcado por una iniciacin por a y una
respuesta por b. Si el, por decir algo, ataque del perro a al perro b determina un
retroceso por parte de b, el significado del (sub)acto es la huida de b. Pero como a ni b
pueden anticipar esta resolucin de que b huir, no hay un significado compartido. El
significado del acto no es consciente para sus participantes. S puede pasar que en
subsiguientes fases del desenvolvimiento de la pelea, a llegue a anticiparse a la huida
de b al asociar su propio ataque con la huida del otro perro. Recin all podremos tener
una asociacin por parte de a y b de los estmulos mutuos y el mundo (la huida de b por
ej.), lo que cerrara el punto de convergencia del tringulo sobre la concrecin del acto
social. Sin este proceso no tenemos real comunicacin.
Nos queda entender el ejemplo de la pelea de perros como un proceso en donde al
comienzo tenemos la lnea base de la triangulacin solamente: a estimulando a b, y b
reaccionando solamente a a, y no asociando su reaccin a a y al mundo. No es difcil
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imaginarse la situacin de pelea bsica desarrollndose de tal manera de que A y B
resuelvan la tensin que llev a la pelea adoptando uno una postura de ataque
sostenido y el otro de huida reiterada, fijando la huida de B como resultado esperado
del ataque de A.
De esta manera, tenemos algo as:
Figura 2: conversacin de gestos simple
Una realizacin de la base del tringulo de Davidson, que en algunos casos da a
lugar a:
Figura 3: conversacin de gestos con convergencia
Esto es ejemplificado por las dos situaciones descritas por Davidson y por el
ejemplo de los perros ampliado de Mead.
La conversacin de gestos comienza a explicar situaciones de comunicacin previas
a la triangulacin, sera ms bsica. La principal diferencia entre la caracterizacin de
los ejemplos ms bsicos entre ambos autores proviene de la caracterizacin abstracta
del proceso que busca capturar Davidson, y el detalle conductual que busca resaltar
Mead.
Mead tambin expande por encima de los casos de triangulacin exitosa ms
rudimentarios y habla de conversacin de gestos significantes. Tenemos el ejemplo del
pedido de la silla:
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Figura 4: pedido de silla (Mead)
En este esquema lo que vemos es la relacin entre a y b, R(a, b) ejemplificada por
la flecha i de la indicacin de a a b de que b vaya a buscar una silla. El bucle marcado
por ii ejemplifica la relacin reflexiva de a con s mismo, a se escucha a s mismo
pedir una silla. La lnea iii Marca la culminacin del acto social, es el significado de lo
que a le pidi a b, la relacin entre b y la silla: R(b, o) o el acto de ir a buscar la silla
marcada por o (objeto en el mundo [M]) y llevrsela a a. En cuanto a iv, marca la
respuesta diferida que implica para a tener presente el acto social iniciado por l
mismo, pero diferir su concrecin en aras de que b lo complete. Esta lnea punteada
relaciona a a con la accin R(x, o) de ir a buscar la silla, que es el significado del acto
social iniciado por a. Ahora intentar solapar la triangulacin Davidsoniana para ver
hasta qu punto coinciden.
Figura 5: triangulacin davidsoniana
En la lnea base de la triangulacin, la lnea 1 en el esquema, lo que tenemos es a
indicndole a b que le traiga la silla, pero tambin a b trayendo la silla. Como as
tambin escuchndolo y reaccionando en general a su pedido. Las lneas 2 y 3 marcan
el punto de convergencia sobre el que se ponen de acuerdo. El problema es que sera
demasiado sencillo decir que hay slo un aspecto sobre el que tienen que converger.
Todo depende de cmo b interpreta el pedido de a y siquiera si lo considera un pedido.
El anlisis efectuado sobre el acto social descrito por Mead segn una conversacin de
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gestos es una fase simple y auto-contenida del acto social general en que se insertan a y
b, en cambio la triangulacin davidsoniana describe una situacin con menos precisin
temporal, dando a lugar a una convergencia diferente dependiendo las necesidades de
la situacin. Una conversacin de gestos analizada y la triangulacin demarcan
diferentes amplitudes temporales y no siempre determinan el mismo significado. Se
debe recordar que las teoras del significado ambos autores difieren: Davidson busca
explicar cmo enunciados cobran significado usando al mundo como punto en comn
para llegar a relacionar interacciones sociales y aspectos del mundo; Mead busca
explicar el significado de las situaciones mismas.
Conclusin
En lo que pudimos ver, se pueden resaltar varios aspectos salientes:
1. En principio ciertos conceptos de la Interpretacin Radical de Davidson parecen
ser tiles al analizar la obra de George H. Mead5.
2. El solapamiento de la Triangulacin y de las conversaciones de gestos de
diferente complejidad dan a lugar a una escala creciente de complejidad comunicativa:
a) La situacin ms basica parece ser la conversacin de gestos no vocales
tomada en un acto social simple, parece equipararse a una realizacin de
la lnea base de la triangulacin.
b) Luego parecen ser equiparables a una situacin de triangulacin
convergente las conversaciones de gestos en actos sociales extendidos,
en los cuales los refuerzos de estmulos dan a lugar a una convergencia
de significados de situacin muy rudimentarios. Ejemplo de los perros
extendido, cardumen y monos.
c) Los casos de mayor complejidad vistos son los expuestos por Mead en
una conversacin de gestos vocales donde se da una relacin tradica del
significado. Una instanciacin menos abstracta de un tipo de
triangulacin.
3. Mead parece cumplir las condiciones bsicas para una teora del surgimiento de
la mente de Davidson, existe un nfasis en la prioridad del lenguaje para el surgimiento
5 Es importante destacar que si bien elementos en Davidson sirven para analizar a Mead o intentar entender el surgimiento del lenguaje, desde la propia perspectiva de Davidson esto est bloqueado por la tesis del holismo de lo mental. Agradezco a Daniel Kalpokas el haberme hecho notar que no estaba siendo del todo claro en este punto. Vea Davidson (2001), pp. 123-124
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del pensamiento filogenticamente, y situaciones triangulares se pueden encontrar
ubicuamente.
De la misma manera, creo que se pueden proseguir varios caminos desde aqu para
profundizar este anlisis. Aspectos como consideraciones ms especficas de la forma
de conceptualiza