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#0.3. El Hijo - Verónica Roth

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EL HIJO

El pequeño apartamento está vacío, el piso todavía manchado de golpes de

escoba en las esquinas. No poseo nada para llenar el espacio, excepto mi

ropa de Abnegación, que está metida en la parte inferior de la bolsa a mi

lado. La arrojo al colchón desnudo y reviso los cajones debajo de la cama

en busca de sábanas.

El sorteo de Osadía fue amable conmigo, porque ocupé el primer lugar, y

porque a diferencia de mis compañeros iniciados salientes, quería vivir

solo. Los otros, como Zeke y Shauna, crecieron rodeados de la comunidad

de Osadía, y para ellos el silencio y la quietud de vivir solos serían

insoportables.

Hago la cama rápidamente, tensando la sábana, ya que apenas tiene

esquinas. Las sábanas están lullidas en algunos lugares, de las polillas o

de un uso anterior, no estoy seguro. La manta, una colcha azul, huele a

cedro y polvo. Cuando abro la bolsa que contiene mis escasas

pertenencias, sostengo frente a mí la camisa de Abnegación… desgarrada,

de donde tuve que arrancar la tela para atar la herida en mi mano. Parece

pequeña, dudo incluso que pudiera caber en ella si intentara ponérmela en

este momento, pero no lo intento, solo la doblo y la dejo caer en el cajón.

Oigo un golpe, y digo: “¡Adelante!” Pensando que es Zeke o Shauna. Pero

Max, un hombre alto, de piel oscura y nudillos magullados, entra en mi

apartamento, con las manos cruzadas delante de él. Inspecciona la

habitación una vez y tuerce su labio con disgusto por los pantalones grises

doblados sobre la cama. La reacción me sorprende un poco, no hay

muchos en esta ciudad que elegirían Abnegación como su facción, pero no

hay muchos que la odien, tampoco. Al parecer, he encontrado a uno de

ellos.

Me pongo de pie, sin saber qué decir. Hay un líder de facción en mi

apartamento.

—Hola —digo.

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—Perdón por la interrupción —dice—. Me sorprende que no eligieras la

habitación con tus antiguos compañeros iniciados. Hiciste algunos amigos,

¿no es así?

—Sí —le digo—. Esto solo se siente más normal.

—Supongo que te llevará algún tiempo dejar de lado a tu antigua facción.

—Max roza el mostrador en mi pequeña cocina con un dedo, mira el polvo

que recoge, y a continuación, se limpia la mano en sus pantalones. Él me

da una mirada crítica, una que me dice que deje de lado mi vieja facción

más rápido. Si fuera todavía un iniciado, puede ser que me preocupe por

esa mirada, pero ahora soy un miembro de Osadía, y no puede quitarme

eso, sin importar cuán “Estirado” parezca.

¿Oh, sí puede?

—Esta tarde vas a elegir tu trabajo —dice Max—. ¿Tenías algo en mente?

—Supongo que depende de lo que está disponible —le digo—. Me gustaría

hacer algo con la docencia. Como lo que hizo Amar, tal vez.

—Creo que el iniciado con la primera posición puede hacerlo un poco

mejor que un “instructor de iniciación”, ¿no crees? —Las cejas de Max se

levantan, y me doy cuenta que una no se mueve tanto como la otra, está

cruzada con una cicatriz—. He venido porque una oportunidad se ha

abierto.

Él saca una silla de debajo de la mesa pequeña cerca de la encimera de la

cocina, la gira, y se sienta en ella de revés. Sus botas negras están

cubiertas de barro de color marrón claro y los cordones están anudados y

deshilachados en los extremos. Él podría ser la persona más antigua de

Osadía que he visto en mi vida, pero puede también estar hecho de acero.

—Para ser honesto, uno de mis compañeros líderes de Osadía se está

poniendo un poco viejo para el trabajo —dice Max. Me siento en el borde

de la cama—. Los otros cuatro de nosotros pensamos que sería una buena

idea conseguir un poco de sangre nueva en el liderazgo. Nuevas ideas para

nuevos miembros de Osadía e iniciados, específicamente. Esa tarea se da

generalmente al líder más joven de todos modos, así que es un buen

ajuste. Estábamos pensando en elaborar, a partir de la más reciente clase

de iniciados, un programa de entrenamiento para ver si alguien es un

buen candidato. Tú eres una elección natural.

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De repente, siento como si mi piel fuera demasiado apretada para mí.

¿Realmente está sugiriendo que a la edad de dieciséis años yo podría

calificar como un líder de Osadía?

—El programa de formación tendrá una duración de al menos un año —

dice Max—. Va a ser riguroso y pondrá a prueba tus habilidades en

muchas áreas. Los dos sabemos que vas a hacerlo muy bien en la parte

del pasaje del miedo.

Asiento sin pensar. No debe importarle mi confianza en mí mismo, porque

sonríe un poco.

—No tendrás que ir a la reunión de selección de trabajo el día de hoy —

dice Max—. La capacitación se iniciará muy pronto: mañana por la

mañana, de hecho.

—Espera —le digo, un pensamiento rompiendo a través de la confusión en

mi mente—. ¿No tengo opción?

—Por supuesto que tienes opciones. —Él se ve perplejo—. Supuse que

alguien como tú preferiría entrenar para ser un líder que pasar todo el día

de pie alrededor de una valla con una pistola en el hombro, o enseñándole

a los iniciados una buena técnica de lucha. Pero si me he equivocado…

No sé por qué estoy dudando. No quiero pasar mis días custodiando la

valla, o patrullando la ciudad, o incluso caminando por el piso de la sala

de entrenamiento. Puede que tenga una aptitud para la lucha, pero eso no

quiere decir que quiero hacerlo todo el día, todos los días. La oportunidad

de hacer una diferencia en Osadía está apelando a las partes de

Abnegación en mí, las partes que están flotando alrededor, muchas veces

exigiendo atención.

Creo que simplemente no me gusta cuando no me dan otra opción.

Niego con la cabeza.

—No, no estabas equivocado. —Me aclaro la garganta y trato de sonar más

fuerte, más decidido—. Quiero hacerlo. Gracias.

—Excelente. —Max se levanta y hace sonar uno de los nudillos

perezosamente, como si fuera un viejo hábito. Él extiende su mano para

estrechar la mía, y yo la tomo, aunque el gesto es aún desconocido para

mí, en Abnegación las personas nunca se tocan entre sí con tanta

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indiferencia—. Ven a la sala de conferencias cerca de mi oficina mañana

por la mañana a las ocho. Está en la Espira. Décimo piso.

Él se va, esparciendo trozos de tierra seca de la suela de sus zapatos

mientras sale. Los barro con la escoba que se apoya contra la pared cerca

de la puerta. No es hasta que estoy poniendo rápidamente la silla debajo

de la mesa que me doy cuenta: si me convierto en un líder de Osadía, un

representante de mi facción, voy a tener que encontrarme cara a cara con

mi padre de nuevo. Y no solo una vez, sino constantemente, hasta que

finalmente se retire a la oscuridad de Abnegación.

Mis dedos empiezan a entumecerse. Me he enfrentado a mis temores

tantas veces en las simulaciones, pero eso no quiere decir que estoy listo

para enfrentarme a ellos en la realidad.

—¡Amigo, te lo perdiste! —Zeke está con los ojos abiertos, preocupado—.

Los únicos puestos de trabajo que quedaron para el final fueron los

puestos de trabajos asquerosos, ¡como fregar los baños! ¿Dónde estabas?

—Está bien —le digo mientras llevo mi bandeja de vuelta a nuestra mesa

cerca de las puertas. Shauna está allí con su hermana menor, Lynn, y la

amiga de Lynn: Marlene. Cuando las vi por primera vez allí, quise dar la

vuelta y salir de inmediato; Marlene es demasiado alegre para mí, incluso

en un buen día, pero Zeke ya me había visto, así que era demasiado tarde.

Detrás de nosotros, Uriah trota para ponerse al día, su plato cargado con

más comida de la que, posiblemente, puede meter en su estómago—. No

me perdí nada, Max vino a verme antes.

Al tomar nuestros asientos en la mesa, bajo una de las brillantes lámparas

azules que cuelgan de la pared, le hablo de la oferta de Max, cuidando de

no hacer que suene muy impresionante. Apenas acabo de encontrar

amigos; no quiero crear tensión celosa entre nosotros sin ninguna razón.

Cuando termino, Shauna inclina su rostro con una de sus manos

cubriéndolo a medias y le dice a Zeke:

—Creo que deberíamos haberlo intentado con más ahínco durante la

iniciación, ¿eh?

—O matarlo antes de que pudiera tomar su examen final.

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—O las dos cosas. —Shauna me sonríe—. Felicidades, Cuatro. Te lo

mereces.

Siento los ojos de todos sobre mí como inconfundibles y poderosos rayos

de calor, y me apresuro en cambiar de tema.

—¿Dónde terminaron ustedes?

—Sala de control —dice Zeke—. Mi madre solía trabajar allí, y me enseñó

más de lo que voy a necesitar saber ya.

—Estoy en el liderazgo de la patrulla de rastrear… cosas —dice Shauna—.

No es el trabajo más emocionante de la historia, pero por lo menos voy a

llegar a estar fuera.

—Sí, quiero oírte decir eso en pleno invierno cuando estés caminando a

través de un centenar de nieve y hielo —dice Lynn con amargura. Ella

apuñala un montón de puré de patatas con el tenedor—. Será mejor que lo

haga bien en la iniciación. No quiero quedar atrapada en la valla.

—¿No hablamos de esto? —dice Uriah—. No digas la palabra con “I” hasta

un máximo de dos semanas antes de que suceda. Me dan ganas de

vomitar.

Miro a la pila de alimentos en su bandeja.

—Aunque, ¿abarrotarte hasta el cuello con comida, está bien?

Él pone los ojos en blanco y se inclina sobre su bandeja para seguir

comiendo. Me asomo sobre la mía, no he tenido ningún apetito desde esta

mañana, demasiado preocupado por mañana como para mantenerme con

el estómago lleno.

Zeke ve a alguien al otro lado de la cafetería.

—Ya vuelvo.

Shauna lo observa cruzar la habitación para saludar a algunos miembros

jóvenes de Osadía. No se ven mucho mayor que él, pero yo no los

reconozco de la iniciación, por lo que deben ser mayores un año o dos.

Zeke dice algo al grupo —compuesto sobre todo de chicas— que las envía a

un ataque de risa, y pincha a una de las chicas en las costillas, haciéndola

chillar. A mi lado, Shauna echa chispas por los ojos y falla su boca con el

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tenedor, untando salsa de pollo por toda su mejilla. Lynn resopla en su

comida, y Marlene la patea, audiblemente, debajo de la mesa.

—Entonces —dice Marlene en voz alta—. ¿Sabes de alguien más que esté

haciendo el programa de liderazgo, Cuatro?

—Ahora que lo pienso, tampoco vi a Eric allí hoy —dice Shauna—. Tenía la

esperanza de que hubiera tropezado y caído en el abismo, pero…

Me meto un bocado de comida en la boca y trato de no pensar en ello. La

luz azul hace que mis manos también se vean azules, como las manos de

un cadáver. No he hablado con Eric desde que lo acusé de ser

indirectamente responsable de la muerte de Amar; alguien reportó la

consciencia durante la simulación de Amar a Jeanine Matthews, líder de

Erudición y como un antiguo miembro de Erudición, Eric es el sospechoso

más probable. No sé lo que haré la próxima vez que tenga que hablar con

él. Golpearlo de nuevo no va a demostrar que es un traidor de facción.

Tendré que encontrar la manera de conectar sus actividades recientes con

Erudición y llevar la información a uno de los líderes de Osadía, Max,

probablemente, ya que lo conozco mejor.

Zeke camina de regreso a la mesa y se desliza en su asiento.

—Cuatro. ¿Qué harás mañana por la noche?

—No lo sé —digo—. ¿Nada?

—Ya no —dice él—. Vienes conmigo en una cita.

Me ahogo con mi próximo bocado de patatas.

—¿Qué?

—Um, odio decirte esto, hermano mayo —dice Uriah—, pero se supone que

vas solo a las citas, no llevas a un amigo.

—Es una cita doble, obviamente —dice Zeke—. Le pedí salir a María, y dijo

algo acerca de que encontrara una cita para su amiga Nicole, y le indiqué

que tú estarías interesado.

—¿Cuál de ellas es Nicole? —dice Lynn, estirando el cuello para mirar al

grupo de chicas.

—La pelirroja —dice Zeke—. Así que, a las 8 en punto. Estás dentro, ni

siquiera te lo estoy pidiendo.

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—Yo no… —digo. Miro a la chica pelirroja al otro lado de la habitación. Es

de piel clara, con grandes ojos delineados de negro, y lleva una camiseta

apretada, la cual muestra la curva de su cintura y… otras cosas que el

chico de Abnegación en mi interior me dice que no note. Lo hago de todos

modos.

Nunca he estado en una cita, gracias a los estrictos rituales de cortejo de

mi antigua facción, que implican participar en actos de servicios juntos y

tal vez, tal vez, cenar con la familia de otra persona y ayudarles a limpiar

después. Ni siquiera he pensado en si quería salir con alguien; era tan

imposible.

—Zeke, yo nunca he…

Uriah frunce el ceño y empuja mi brazo, duro, con un solo dedo. Alejo su

mano.

—¿Qué?

—Oh, nada —dice Uriah alegremente. —Solo estabas sonando más

Estirado que de costumbre, así que me pareció buena idea comprobar…

Marlene se ríe.

—Sí, claro.

Zeke y yo intercambiamos una mirada. Nunca hablamos explícitamente de

no compartir mi facción de origen, pero que yo sepa, él nunca se lo había

mencionado a nadie. Uriah lo sabe, pero a pesar de ser un bocón, parece

entender cuándo retener información. Aun así, no estoy seguro por qué

Marlene no lo ha descubierto, tal vez no es muy observadora.

—No es gran cosa, Cuatro —dice Zeke. Devora su último bocado de

comida—. Irás, hablarás con ella como si fuera un ser humano normal, lo

cual es, tal vez ella te permita… jadear… tomar su mano…

Shauna se levanta de repente, su silla chilla en el piso de piedra. Ella

coloca su cabello detrás de una oreja y camina hacia el retenedor de

bandejas, con la cabeza baja. Lynn mira furiosa a Zeke, lo cual apenas se

ve diferente de su normal expresión facial, y sigue a su hermana a través

de la cafetería.

—Está bien, no tienes que tomar la mano de nadie —dice Zeke, como si

nada hubiera pasado—. Solo ve, ¿de acuerdo? Te deberé una.

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Miro a Nicole. Está sentada en una mesa cerca del retenedor de bandejas y

riéndose otra vez de la broma de alguien. Tal vez Zeke tenga razón, quizá

no sea gran cosa, y tal vez esta es otra manera en que puedo olvidar mi

pasado de Abnegación y aprender a aceptar mi futuro en Osadía. Y

además… ella es bonita.

—Está bien —digo—. Voy a ir. Pero si haces alguna broma sobre tomarse

de manos, voy a romperte la nariz.

Cuando regreso a mi apartamento esa noche, todavía huele a polvo y una

pizca de moho. Enciendo una de las lámparas, y un rayo de luz se refleja

en la encimera. Recorro mi mano sobre ella, y un pequeño trozo de vidrio

se clava en mi dedo, haciéndolo sangrar. Lo pellizco con las puntas de mis

dedos y lo llevo al bote de basura, al cual le puse una bolsa esta mañana.

Pero descansando ahora en la parte inferior de la bolsa hay un montón de

fragmentos en forma de un vaso.

No he usado uno de ésos todavía.

Un escalofrío recorre mi espina dorsal, y analizo el resto del apartamento

en busca de signos de alteración. Las sábanas no están revueltas, ninguno

de los cajones están abiertos, ninguna de las sillas parecen haberse

movido. Pero sabría si hubiera roto un vaso esa mañana.

Entonces, ¿quién estuvo en mi apartamento?

No sé por qué, pero lo primero que encuentran mis manos en la mañana

siguiente cuando llego al cuarto de baño es el conjunto de tijeras que

obtuve ayer con mis créditos de Osadía. Y aunque aún estoy parpadeando

contra la nubosidad de mis ojos, las abro y llevo a mi cabeza de la manera

que he hecho desde que era joven. Inclino mi oreja hacia delante para

protegerla de las cuchillas; sé cómo girar y cambiar para así poder ver

tanto de la parte posterior de mi cabeza como sea posible. El ritual calma

mis nervios, me hace sentir enfocado y estable. Me cepillo los cabellos

recortados de mi cuello y hombros, y los barro hacia la papelera.

Es una mañana típica de Abnegación. Una ducha rápida, un desayuno

sencillo, una casa limpia. Excepto que estoy usando botas, pantalones,

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camisa y chaqueta negra de Osadía. A mi salida evito mirarme en el espejo

y eso me hace apretar los dientes, sabiendo cuán profundo van estas

raíces Estiradas, y cuán difícil será extirparlas de mi mente, tan enredadas

en todo como están. Dejé ese lugar de miedo y desafío, y eso lo hace más

difícil de asimilar de lo que nadie sabe, más si en realidad hubiera elegido

Osadía por las razones correctas.

Camino rápidamente hacia el Pozo, emergiendo a través de un arco a

mitad de la pared. Me mantengo alejado del borde de la ruta, aunque los

niños de Osadía, riendo a carcajadas, a veces corren a lo largo de ella, y yo

debería ser más valiente de lo que ellos son. No estoy seguro de si la

valentía es algo que adquieres más con la edad, como la sabiduría, pero

quizá aquí, en Osadía, la valentía es la forma más elevada de la sabiduría,

el reconocimiento de que la vida puede y debe vivirse sin temor.

Es la primera vez que me encuentro siendo reflexivo sobre la vida en

Osadía, así que me aferro al pensamiento mientras subo los senderos

alrededor del Pozo. Llego a la escalera que cuelga del techo de vidrio y

mantengo mis ojos en alto, lejos del espacio abierto debajo de mí, de modo

que no empiece a entrar en pánico. Pero de todas maneras, mi corazón

está palpitando fuertemente al momento que llego a la cima; puedo

sentirlo en mi garganta. Max dijo que su oficina estaba en el décimo piso,

por lo que tomo el ascensor con un grupo de Osadía que van a trabajar. No

todos parecen conocerse los unos a otros, a diferencia de Abnegación; no

es tan importante para ellos memorizar nombres, rostros, necesidades y

deseos, así que tal vez solo lo dejan para sus amigos y familiares,

formando comunidades ricas pero separadas dentro de su facción. Como

la que yo estoy formando.

Cuando llego a la décima planta, no estoy seguro de a dónde ir, pero luego

veo una cabeza de cabello oscuro girar en una esquina frente a mí. Eric. Lo

sigo, en parte porque probablemente sabe a dónde va, pero en parte

porque quiero saber lo que está haciendo, incluso si no va al mismo lugar

que yo. Pero cuando doy vuelta en la esquina, veo a Max de pie en una

sala de conferencias que tiene paredes de vidrio, rodeado de jóvenes de

Osadía. El más viejo quizás tiene veinte, y los más jóvenes probablemente

no son mucho mayores que yo. Max me ve a través del vidrio y me hace un

ademán para que entre. Eric se sienta cerca de él, lame botas, pienso, pero

yo me siento en el otro extremo de la mesa, entre una chica con un aro a

través de sus fosas nasales y un chico cuyo cabello es de un matiz verde

tan brillante que no puedo mirarlo directamente. Me siento simple en

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comparación, puede que me haya tatuado las llamas de Osadía en mi

costado durante la iniciación, pero no es como si estén exhibidas.

—Creo que todo el mundo ya está aquí, así que vamos a empezar. —Max

cierra la puerta de la sala de conferencias y se para delante de nosotros.

Parece extraño en un entorno tan ordinario, como si estuviera aquí para

romper todos los vidrios y causar caos en lugar de dirigir esta reunión—.

Todos ustedes están aquí porque han demostrado potencial, en primer

lugar, pero también porque han demostrado entusiasmo por nuestra

facción y su futuro. —No sé yo cómo lo he hecho—. Nuestra ciudad está

cambiando, más rápido que nunca antes, y con el fin de continuar con

ello, también tendremos que cambiar. Tendremos que ser más fuertes,

más valientes, mejor de lo que somos ahora. Y entre ustedes están las

personas que nos pueden llevar ahí, pero tenemos que averiguar quiénes

son. Les haremos una combinación de instrucciones y pruebas de

habilidades en los próximos meses, para enseñarles lo que necesitarán

saber si logran pasar a través de este programa, pero también para ver qué

tan rápido aprenden. —Eso suena un poco como algo que los de Erudición

valorarían, no los de Osadía… qué extraño.

—Lo primero que van a hacer es llenar esta hoja de información —dice, y

casi me rio. Hay algo ridículo en un rudo, endurecido, guerrero de Osadía

con un montón de papeles que llama “hoja de información”, pero por

supuesto algunas cosas tienen que ser ordinarias, porque así es más

eficiente. Coloca la pila alrededor de la mesa, junto con un manojo de

plumas—. Todo esto va a hacernos saber más sobre ustedes y nos dará un

punto de partida para medir su progreso. Así que por su bien sean

honestos, y no se hagan ver mejor de lo que son.

Me siento inquieto, mirando fijamente la hoja de papel. Lleno mi nombre,

la cual es la primera pregunta, y mi edad, la segunda. La tercera pregunta

es sobre mi facción de origen, y la cuarta pregunta es sobre mi número de

miedos. La quinta pregunta cuáles son esos temores.

No sé cómo describirlos. Los dos primeras son fáciles, las alturas, el

confinamiento, ¿pero la siguiente? ¿Y qué voy a escribir sobre mi padre,

que tengo miedo de Marcus Eaton? Eventualmente garabateo perder el

control para mi tercer temor y amenazas físicas en espacios confinados

para mi cuarta, sabiendo que eso está lejos de ser verdad.

Pero las siguientes preguntas son extrañas, confusas. Son declaraciones,

astutamente redactadas, con las que se supone que debo estar de acuerdo

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o en desacuerdo. Está bien robar si es para ayudar a alguien más. Bueno,

eso es bastante fácil: estoy de acuerdo. Algunas personas merecen más

recompensas que otros. Tal vez. Depende de las recompensas. El poder

debería darse solo a aquellos que lo ganan. Las circunstancias difíciles

forman personas más fuertes. No sabes cuán fuerte es una persona

realmente hasta que son puestas a prueba. Miro alrededor de la mesa hacia

los demás. Algunas personas parecen desconcertadas, pero nadie se ve

como yo me siento: perturbado, casi con miedo de encerrar una respuesta

debajo de cada declaración.

No sé qué hacer, así que encierro “de acuerdo” para cada una y paso mi

hoja de vuelta con la de todos los demás.

Zeke y su cita, María, están recostados presionados entre sí contra la

pared en un pasillo al lado del Pozo. Puedo ver sus siluetas desde aquí.

Parece como si aún estuvieran estando presionados uno contra el otro

como lo estaban hace cinco minutos cuando llegaron en un principio hasta

aquí, riendo como idiotas todo el tiempo. Cruzo mis brazos y miro hacia

atrás a Nicole.

—Entonces —le digo.

—Entonces —dice ella, inclinándose hacia delante sobre las puntas de sus

pies y regresando a sus talones de nuevo—. Esto es un poco raro, ¿no?

—Sí —le digo, aliviado—. Lo es.

—¿Cuánto tiempo has sido amigo de Zeke? —dice—. No te he visto mucho

por aquí.

—Unas pocas semanas —digo—. Nos conocimos durante la iniciación.

—Oh —dice ella—. ¿Eres un transferido?

—Um… —No quiero admitir que me transferí de Abnegación, en parte

porque cada vez que admito eso, la gente empieza a pensar que soy un

estirado, y en parte porque no me gusta tirar indirectas sobre mi filiación

cuando puedo evitarlo. Decido mentir—. No, simplemente… supongo que

lo mantuve para mí mismo antes de eso.

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—Oh. —Ella entrecierra los ojos un poco—. Debes haber sido muy bueno

en eso.

—Una de mis especialidades —digo—. ¿Cuánto tiempo has sido amiga de

María?

—Desde que éramos niñas. Ella podría tropezar, caer y aterrizar en una

cita con cualquiera —dice Nicole—. Algunos otros de nosotros no somos

tan talentosos.

—Sí. —Niego con la cabeza—. Zeke tuvo que empujarme un poco en esto.

—En serio. —Nicole levanta una ceja—. ¿Al menos te mostró lo que te

esperaba?

Ella se señala a sí misma.

—Um, sí —le digo—. No estaba seguro de que fueras mi tipo, pero pensé

que tal vez…

—No tu tipo. —De repente suena fría. Trato de dar marcha atrás.

—Quiero decir, no creo que eso sea tan importante —le digo—. La

personalidad es mucho más importante que…

—¿Que mi apariencia insatisfactoria? —Ella levanta las cejas.

—Eso no es lo que dije —le digo—. Yo soy… realmente terrible en esto.

—Sí —dice ella—. Lo eres.

Agarra el pequeño bolso negro que descansaba contra sus pies y lo mete

bajo su brazo.

—Dile a María que tenía que ir a casa temprano.

Se aleja furiosa de la barandilla y desaparece en uno de los caminos

próximos al Pozo. Yo suspiro y miro a Zeke y María una vez más. Me doy

cuenta por los tenues movimientos que soy capaz de detectar que ellos no

han bajado el ritmo en absoluto. Golpeo mis dedos contra la barandilla.

Ahora que nuestra cita doble se ha convertido en una incómoda cita

triangular, debe estar bien que me vaya.

Veo a Shauna saliendo de la cafetería y saludo hacia ella.

—¿No es esta noche tu gran noche de cita con Ezekiel? —dice.

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—Ezekiel —digo, estremeciéndome—. Olvidé que ese era su nombre

completo. Sí, mi cita acaba de salir corriendo.

—Buena esa —dice, riendo—. ¿Cuánto duraste, diez minutos?

—Cinco —digo, y me encuentro riendo también—. Al parecer, soy

insensible.

—No —dice ella con fingida sorpresa—. ¿Tú? ¡Pero si eres tan sentimental

y dulce!

—Qué graciosa —le digo—. ¿Dónde está Lynn?

—Comenzó a discutir con Héctor. Nuestro hermano menor —dice—. He

estado escuchándolos hacer eso por, oh, mi vida entera. Así que me fui.

Pensé en ir a la sala de entrenamiento, hacer algo de ejercicio. ¿Quieres ir?

—Sí —respondo—. Vamos.

Nos dirigimos hacia la sala de entrenamiento, pero luego me doy cuenta

que tenemos que caminar por el mismo pasillo que Zeke y María ocupan

en estos momentos para llegar allí. Trato de parar a Shauna con una

mano, pero es demasiado tarde, ella ve sus dos cuerpos apretados entre sí,

sus ojos se abren de par en par. Se detiene por un momento, y oigo ruidos

de besos que deseo no haber oído. Entonces ella avanza por el pasillo otra

vez, caminando tan rápido que tengo que correr para alcanzarla.

—Shauna…

—Sala de entrenamiento —dice ella.

Cuando llegamos allí, comienza inmediatamente con el saco de boxeo, y

creo que nunca la había visto antes golpearlo tan fuerte.

—Aunque pueda parecer extraño, es importante para las personas de

Osadía de alto nivel entender cómo funcionan algunos programas —dice

Max—. El programa de supervisión en la sala de control es algo evidente,

un líder de Osadía a veces tiene que vigilar las cosas que suceden en la

facción. Luego están los programas de simulación, los cuales tienen que

entender con el fin de evaluar a los iniciados en Osadía. También el

programa de seguimiento, el cual mantiene el negocio en nuestra facción

funcionando sin problemas, entre otros. Algunos de estos programas son

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bastante sofisticados, lo que significa que tendrán que ser capaces de

aprender habilidades de computación con facilidad, si aún no las tienen.

Eso es lo que estaremos haciendo hoy.

Él hace un gesto a la mujer de pie cerca de su hombro izquierdo. La

reconozco del juego de Reto. Es joven, con vetas de color púrpura en su

cabello corto y con más piercings de los que puedo fácilmente contar.

—Lauren aquí estará enseñándoles algunos de los conceptos básicos, y

luego vamos a evaluarlos —dice Max—. Lauren es uno de nuestros

instructores de iniciación, pero en su tiempo de inactividad trabaja como

técnico informático en la sede de Osadía. Es un poco Erudito de ella, pero

vamos a dejar pasar eso por el bien de la conveniencia.

Max le guiña un ojo, y ella sonríe.

—Adelante —dice él—. Estaré de vuelta en una hora.

Max se va, y Lauren aplaude con sus manos.

—Muy bien —dice ella—. Hoy vamos a hablar sobre cómo programamos

trabajos. Aquellos de ustedes que ya tienen alguna experiencia con esto,

por favor no duden en desconectarse. El resto, es mejor que mantengan la

concentración porque no voy a repetir. Aprender estas cosas es como

aprender un idioma: no es suficiente memorizar las palabras; también

tiene que entender las reglas y por qué funcionan como lo hacen.

Cuando era más joven, hice voluntariado en los laboratorios de

computación en los niveles superiores del edificio para cumplir con mis

horas reglamentarias de voluntariado en la facción, y para salir de casa; y

aprendí a cómo desarmar la computadora y volverla a armar. Pero nunca

aprendí de esto. La siguiente hora transcurre rápidamente con términos

técnicos que apenas puedo seguir el ritmo. Trato de apuntar algunas notas

en un trozo de papel que encontré en el suelo, pero ella se mueve tan

rápido que es difícil para mi mano mantenerse al día con mis oídos, así

que abandono el esfuerzo después de un par de minutos y solo trato de

prestar atención. Ella muestra ejemplos de lo que está hablando en una

pantalla en la parte delantera de la sala, y es difícil no distraerse con las

vistas desde las ventanas detrás de ella: desde este ángulo, la Espira

muestra el horizonte de la ciudad, las cúspides del Centro de Actividad

perforando el cielo, el pantano asomándose entre los edificios relucientes.

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No soy el único que parece abrumado, los otros candidatos se inclinan uno

hacia otro para susurrar frenéticamente, pidiendo las definiciones que se

han perdido. Sin embargo, Eric se sienta cómodamente en su silla,

dibujando en la palma de su mano. Sonriendo. Reconozco esa sonrisa. Por

supuesto que ya sabe todo esto. Él debe haberlo aprendido en Erudición,

probablemente cuando era un niño, o de lo contrario no se vería tan

petulante.

Antes de que realmente pueda registrar el paso del tiempo, Lauren está

presionando un botón de visualización en la pantalla para guardarla en el

techo.

—En el escritorio de su ordenador, encontrará un archivo marcado

“Examen de programación” —dice ella—. Ábranlo. Tomarán un examen

cronometrado. Irán a través de una serie de pequeños programas y

marcarán los errores que encuentren que están causando un mal

funcionamiento. Podrían ser cosas realmente grandes, como el orden del

código, o cosas muy pequeñas, como una palabra fuera de lugar o el

marcaje. No tienen que arreglarlos en este momento, pero tienen que ser

capaces de detectarlos. Habrá un error por cada programa. Comiencen.

Todo el mundo comienza frenéticamente a tipear en sus pantallas. Eric se

inclina hacia mí y me dice:

—¿Siquiera tienes una computadora en tu Estirada casa, Cuatro?

—No —le digo.

—Bueno, verás, así es como abres un archivo —dice con un toque

exagerado en el archivo en su pantalla—. ¿Ves? Parece papel, pero en

realidad es solo una imagen en una pantalla; sabes lo que es una pantalla,

¿no?

—Cállate —le digo mientras abro el examen.

Me quedo mirando el primer programa. Es como aprender un idioma, me

digo a mí mismo. Todo tiene que empezar en el orden correcto y terminar en

el orden inverso. Solo asegúrate de que todo está en el lugar correcto.

No empiezo por el principio del código y hago mi camino a partir de ahí, en

su lugar, busco el núcleo más íntimo del código dentro de todas las

envolturas. Allí, me doy cuenta que la línea de código termina en el lugar

equivocado. Marco el punto y pulso el botón de la flecha que me permitirá

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continuar el examen si no me equivoco. La pantalla cambia, mostrándome

un nuevo programa.

Levanto mis cejas. Debo haber absorbido más de lo que pensaba.

Empiezo el siguiente en la misma forma, moviéndome desde el centro del

código en la parte exterior, comprobando la parte superior del programa

con la parte inferior, prestando atención a las comillas, los puntos y las

barras invertidas. Buscar errores de código es extrañamente

tranquilizador, solo una manera de asegurarse de que el mundo se

encuentra todavía en el mismo orden en que se supone está, y mientras

así sea, todo funcionará sin problemas.

Me olvido de todos los que me rodean, incluso del horizonte más allá de

nosotros, sobre lo que significará terminar este examen. Solo me centro en

lo que está delante de mí, en la maraña de palabras en mi pantalla. Noto

que Eric termina primero, mucho antes que alguien parezca listo para

terminar su examen, pero trato de no dejar que eso me preocupe. Incluso

cuando decide permanecer a mi lado y mirar por encima de mi hombro

mientras trabajo.

Finalmente toco el botón de flechas y una nueva imagen aparece. EXAMEN

COMPLETO, dice.

—Buen trabajo —dice Lauren, cuando viene para comprobar mi pantalla—

. Eres el tercero en terminar.

Me vuelvo hacia Eric.

—Espera —le digo—. ¿No estabas a punto de explicar lo que era una

pantalla? Obviamente no tengo conocimientos de informática en absoluto,

así que realmente necesito tu ayuda.

Me mira furioso, y yo sonrío.

La puerta de mi apartamento está abierta cuando regreso. Solo una

pulgada, pero sé que la cerré antes de irme. La empujo para abrirla con la

punta de mi zapato y entro con mi corazón retumbando, esperando

encontrar a un intruso rebuscando entre mis cosas, aunque no estoy

seguro de quién… tal vez sea uno de los lacayos de Jeanine, buscando

pruebas de que soy diferente de la misma manera que Amar lo era, o Eric,

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buscando una manera de emboscarme. Pero el apartamento está vacío y

sin cambios.

Sin cambios… a excepción de la hoja de papel sobre la mesa. Me acerco

lentamente, como si pudiera estallar en llamas, o disolverse en el aire. Hay

un mensaje escrito en ella con una pequeña caligrafía cursiva.

El día que más odiabas.

En el momento en que ella murió.

En el lugar de tu primer salto.

Al principio las palabras no tienen ningún sentido para mí, y creo que es

una broma, algo dejado para perturbarme, y funcionó, porque me siento

inestable sobre mis pies. Me siento en una de las sillas destartaladas,

rígido, sin apartar los ojos del papel. Lo leo una y otra vez, y el mensaje

comienza a tomar formar en mi mente.

En el lugar de tu primer salto. Eso debe significar la plataforma del tren que

ascendí apenas después de que me uniera a Osadía.

En el momento en que ella murió. Solo hay un “ella” que podría ser: mi

madre. Mi madre murió en medio de la noche, de modo que para cuando

desperté, su cuerpo ya se había ido, mi padre y sus amigos de Abnegación

se lo llevaron lejos. Se estimó que la hora de su muerte fue alrededor de

las dos de la mañana, según él.

El día que más odiabas. Esa es la más difícil, ¿es en referencia a un día del

año, un cumpleaños o un día festivo? Ninguno de esos vendrá pronto, y no

veo por qué alguien dejaría una nota con tanta antelación. Debe estar

refiriéndose a un día de la semana, pero, ¿qué día de la semana es el que

más odio? Eso es fácil: el día de reunión del consejo, porque mi padre

regresaba a casa tarde y de mal humor. Los miércoles.

Miércoles, dos de la mañana, en la plataforma del tren cerca del Centro de

Actividad. Es esta noche. Y solo hay una persona en el mundo que sabe

toda esa información: Marcus.

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Estoy aferrando la hoja doblada en mi puño, pero no puedo sentirla. Mis

manos hormiguean y prácticamente están entumecidas desde la primera

vez pensé su nombre.

Dejé la puerta del apartamento abierta, y mis zapatos están desatados. Me

muevo a lo largo de las paredes del Pozo sin darme cuenta de la altura y

corro por las escaleras hasta la Espira sin siquiera sentirme tentado a

mirar hacia abajo. Zeke mencionó al pasar hace unos días, la ubicación

del cuarto de control. Solo puedo esperar que todavía esté allí, porque voy

a necesitar su ayuda si quiero acceder a las imágenes del pasillo fuera de

mi apartamento. Sé dónde está la cámara, oculta en la esquina donde

creen que nadie la nota. Bueno, yo me di cuenta.

Mi madre también solía notar cosas como esas. Cuando caminábamos a

través del sector de Abnegación solo nosotros dos, apuntaba a las

cámaras, ocultas en las burbujas de vidrio oscuro o fijadas a los bordes de

los edificios. Nunca dijo nada acerca de ellas, o parecía preocuparle, pero

siempre sabía dónde estaban, y cuando las pasaba, las miraba

directamente con toda intención, como si dijera: También te veo. Así que

crecí buscando, explorando, observando detalles en mi entorno.

Paseo en el ascensor hasta el cuarto piso, luego sigo las indicaciones hacia

la sala de control. Es por un pasillo corto y al girar la esquina, la puerta

está de par en par. Una pared de pantallas me recibe, algunas personas se

sientan detrás de ella, en escritorios, y a continuación hay otras mesas a

lo largo de las paredes donde más personas se sientan, cada uno con una

pantalla propia. Las imágenes rotan cada cinco segundos, mostrando

diferentes partes de la ciudad: los campos de Cordialidad, las calles

alrededor del Centro de Actividad, la sede de Osadía, incluso el Mercado

del Martirio, con su gran vestíbulo. Vislumbro el sector de Abnegación en

una de las pantallas, y luego me repongo del aturdimiento, en busca de

Zeke. Está sentado en un escritorio en la pared derecha, escribiendo algo

en un cuadro de diálogo en la mitad izquierda de su pantalla, mientras

que imágenes del Pozo se reproducen en la otra mitad. Todos en la

habitación están usando auriculares; escuchando, supongo, lo que se

supone que deben estar mirando.

—Zeke —digo en voz baja. Algunos de los otros me miran, como si me

regañaran por entrometerme, pero nadie dice nada.

—¡Oye! —dice—. Me alegro de que hayas venido, estoy aburrido de mi…

¿qué pasa?

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Mira de mi rostro a mi puño, todavía apretado alrededor de la hoja de

papel. No sé cómo explicarlo, así que no lo intento.

—Necesito ver imágenes desde el pasillo fuera de mi apartamento —digo—.

A partir de las últimas cuatro horas o más. ¿Puedes ayudarme?

—¿Por qué? —dice Zeke—. ¿Qué pasó?

—Alguien estaba en mi lugar —le digo—. Quiero saber quién era.

Mira a su alrededor, vigilando para asegurarse de que nadie está mirando.

O escuchando.

—Escucha, no puedo hacer eso… incluso no se nos permite detener la

imagen en cosas específicas a menos que veamos algo raro, está todo en

rotación…

—Me debes un favor, ¿recuerdas? —le digo—. Nunca te preguntaría si no

fuera importante.

—Sí, lo sé. —Zeke mira a su alrededor de nuevo, luego cierra el cuadro de

diálogo que tenía abierto y abre otro. Observo el código que teclea para

acceder a las imágenes correctas, y me sorprende encontrar que entiendo

algo de eso, después de un día de lección. Aparece una imagen en la

pantalla, de uno de los pasillos de Osadía cerca de la cafetería. Lo señala,

y otra imagen la reemplaza, ésta es una del interior de la cafetería; la

siguiente es de la tienda de tatuajes, luego el hospital.

Sigue desplazándose por la sede de Osadía, y observo las imágenes a

medida que pasan, mostrando destellos momentáneos de la ordinaria vida

en Osadía, gente jugando con sus piercings mientras esperan en la fila

para la ropa nueva, personas que practican golpes en la sala de

entrenamiento. Veo un destello de Max en lo que parece ser su oficina,

sentado en una de las sillas, una mujer está sentada frente a él. Una

mujer con el cabello rubio recogido en un moño apretado. Pongo mi mano

en el hombro de Zeke.

—Espera. —El trozo de papel en mi puño parece un poco menos urgente—.

Regresa.

Lo hace, y confirmo lo que sospechaba: Jeanine Matthews está en la

oficina de Max, una carpeta en su regazo. Sus ropas están perfectamente

planchadas, su postura recta. Tomo los auriculares de la cabeza de Zeke, y

él me frunce el ceño, pero no me detengo.

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Las voces de Jeanine y Max son bajas, pero todavía se puede oír.

—Lo he reducido a seis —dice Max—. Diría que eso es bastante bueno

para, ¿qué? ¿El segundo día?

—Esto es ineficiente —dice Jeanine—. Ya tenemos el candidato. Me

aseguré de ello. Este fue siempre el plan.

—Nunca se me pidió mi opinión sobre el plan, y ésta es mi facción —dice

Max secamente—. No me gusta, y no quiero pasar toda mi vida trabajando

con alguien que no me gusta. Así que tendrás que dejarme por los menos

tratar de encontrar a otra persona que cumpla con todos los requisitos…

—Bien. —Jeanine se pone de pie, apretando la carpeta en su estómago—.

Pero cuando no lo hagas, espero que lo admitas. No tengo paciencia para

la soberbia de Osadía.

—Sí, porque los de Erudición son la imagen de la humildad —dice Max con

amargura.

—Oye —sisea Zeke—. Mi supervisor está mirando. Devuélveme los

auriculares.

Los arrebata de mi cabeza, y en el proceso chasquean en mis oídos,

haciéndolos picar.

—Tienes que salir de aquí o perderé mi trabajo —dice Zeke.

Parece serio y preocupado. No me opongo, aunque no encontré lo que

necesitaba saber, de todos modos, era mi culpa por distraerme. Me deslizo

fuera de la sala de control, mi mente acelerada, una parte de mí todavía

está aterrorizada ante la idea de que mi padre estaba en mi apartamento,

que quiere que me encuentre con él a solas en una calle abandonada en el

medio de la noche, la otra mitad confundida por lo que acabo de escuchar.

Ya tenemos el candidato. Me aseguré de ello. Deben haber estado hablando

sobre el candidato para el liderazgo de Osadía.

Pero, ¿por qué Jeanine Matthews le preocupa quién es designado como el

próximo líder de Osadía?

Regreso hasta mi apartamento sin darme cuenta, luego, me siento en el

borde de la cama y miro fijamente a la pared de enfrente. No dejo de tener

pensamientos distintos pero igualmente frenéticos. ¿Por qué Marcus quiere

reunirse conmigo? ¿Por qué los de Erudición están involucrados en la política

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de Osadía? ¿Marcus quiere matarme sin testigos, o quiere advertirme de

algo, o amenazarme…? ¿Quién era el candidato del que estaban hablando?

Aprieto las palmas de las manos en mi frente y trato de calmarme, aunque

siento cada pensamiento nervioso como un cosquilleo en mi nuca. No

puedo hacer nada al respecto acerca de Max y Jeanine ahora mismo. Lo

que debo decidir ahora es si voy a la reunión de esta noche.

El día que más odiabas. Nunca supe que Marcus incluso se daba cuenta,

notaba las cosas que me gustaban u odiaba. Solo parecía verme como un

inconveniente, una molestia. Pero no descubrí hasta unas semanas atrás

que él sabía que las simulaciones no funcionarían en mí, ¿y trató de

ayudarme a estar fuera de peligro? Quizás, a pesar de todas las cosas

horribles que hizo y me dijo, hay una parte de él que realmente es mi

padre. Tal vez esa es la parte de él que me invitó a esta reunión, y está

tratando de demostrármelo al decirme que me conoce, que sabe lo que

odio, lo que amo, lo que me asusta.

No estoy seguro de por qué ese pensamiento me llena de tanta esperanza,

cuando lo he odiado durante mucho tiempo. Pero quizás, como hay una

parte de él que en efecto es mi padre, también hay una parte de mí que

realmente es su hijo.

El calor del sol aún está saliendo del pavimento a la una y media de la

mañana cuando dejo la sede de Osadía. Puedo sentirlo sobre mis dedos. La

luna está cubierta de nubes, por lo que las calles lucen más oscuras de lo

normal, pero no le tengo miedo a la oscuridad, o a las calles, ya no. Esa es

una de las cosas que golpear fuertemente a los iniciados de Osadía puede

enseñarte.

Respiro el olor del asfalto caliente y me pongo en marcha en una carrera

lenta, mis zapatillas golpeando el suelo. Las calles que rodean el sector de

Osadía de la ciudad están vacías; la vida de mi facción se desarrolla unida,

como una jauría de perros durmiendo. Es por eso, me doy cuenta, Max

parecía tan preocupado por mi vida solitaria. Si realmente soy de Osadía,

¿no debería querer que mi vida se uniera con la de ellos tanto como fuera

posible, no debería estar buscando maneras de acercarme a mí mismo a

mi facción hasta que seamos inseparables?

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Lo considero mientras corro. Tal vez él tenga razón. Quizás no estoy

haciendo un muy buen trabajo integrándome; tal vez no estoy

presionándome lo suficiente. Encuentro un ritmo constante, entrecerrando

mis ojos antes las señales de la calle mientras las paso, para seguir el

rastro de a dónde voy. Reconozco cuando alcanzo el círculo de edificios que

los de Sin Facción ocupan, porque puedo ver sus sombras moviéndose

alrededor detrás de las ventanas ocultas y cubiertas. Me muevo para

correr bajo las vías del tren, la madera enrejada extendiéndose muy por

delante de mí y curvándose lejos de la calle.

El Centro de Actividad se agranda más y más en mi vista mientras me

acerco. Mi corazón está latiendo con fuerza, pero no creo que sea por la

carrera. Me detengo abruptamente cuando llego a la plataforma del tren, y

a medida que me detengo ahí en la escalera, recuperando el aliento,

recuerdo cuando por primera vez subí estos escalones, el mar de ruidosos

de Osadía moviéndose a mí alrededor, apresurándome hacia delante. Fue

fácil ser llevado por su impulso en ese momento. Ahora tengo que llevarme

a mí mismo hacia delante. Empiezo a subir, mis pasos haciéndose eco

sobre el metal, y cuando llego arriba, verifico mi reloj.

Las dos en punto.

Pero la plataforma está vacía.

Camino de un lado para el otro sobre la misma, para asegurarme de que

no hay figuras oscuras que están ocultándose en rincones oscuros. Un

tren se mueve a lo lejos, y me detengo para mirar la luz fija que está en la

punta. No sabía que los trenes se utilizaran hasta tan tarde, toda la

energía en la ciudad se supone que fue apagada después de la media

noche, para ahorrar energía. Me pregunto si Marcus le pidió a los Sin

Facción un favor especial. Pero, ¿por qué viajaría en tren? El Marcus

Eaton que conozco nunca se atrevería a asociarse tan estrechamente con

Osadía. Preferiría caminar descalzo por las calles.

La luz del tren parpadea, solo una vez, antes de seguir corriendo más allá

de la plataforma. Golpeando y agitándose, reduciendo la velocidad, pero

sin detenerse, y veo una persona brincando desde el segundo al último

vagón, delgada y ágil. No es Marcus. Es una mujer.

Aprieto el papel más fuerte en mi puño, y aún más, hasta que me duelen

mis nudillos.

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La mujer camina a zancadas hacia mí, y cuando está a pocos pies de

distancia, puedo verla. Cabello largo y rizado. Prominente nariz aguileña.

Pantalones negros de Osadía, blusa gris de Abnegación, botas marrones de

Cordialidad. Su rostro luce arrugado, cansado y delgado. Pero la conozco,

nunca podría olvidar su cara, mi madre, Evelyn Eaton.

—Tobias —suspira, sus ojos muy abiertos, como si estuviera tan aturdida

por mí como yo lo estoy por ella, pero eso es imposible. Sabía que estaba

vivo, pero yo recuerdo cómo se veía la urna que contenía sus cenizas

mientras estaba sobre la repisa de la chimenea de mi padre, manchado

con sus huellas dactilares.

Recuerdo el día que me desperté por un grupo de caras serias de

Abnegación en la cocina de mi padre, y cómo todos ellos levantaron la vista

cuando entré, y cómo Marcus me explicó, con la simpatía que sabía que no

sentía, que mi madre había fallecido en medio de la noche, por

complicaciones de un parto prematuro y un aborto involuntario.

¿Estaba embarazada?, recuerdo que pregunté.

Por supuesto que lo estaba, hijo. Giró hacia las otras personas en nuestra

cocina. Solo está conmocionado, por supuesto. Estaba destinado a ocurrir,

con algo como esto.

Recuerdo sentarme con un plato lleno de comida, en la sala de estar, con

un grupo de Abnegación susurrando a mí alrededor, todo el vecindario

llenando mi casa a rebosar y nadie diciendo algo que me importara.

—Sé que esto debe ser… inquietante para ti —dice ella. Apenas reconozco

su voz; es más baja, más fuerte y más dura que en mis recuerdos de ella, y

así es como sé que los años la han cambiado. Siento demasiadas cosas

para controlarlo, demasiado poderosas para manejar, y entonces, de

repente, no siento nada en lo absoluto.

—Se supone que estás muerta —digo, apagado. Es una cosa estúpida para

decir. Una cosa tan estúpida para decirle a tu madre cuando regresa de

entre los muertos, pero es una estúpida situación.

—Lo sé —dice, y creo que hay lágrimas en sus ojos, pero está demasiado

oscuro para decirlo—. No lo estoy.

—Obviamente. —La voz que sale de mi boca es sarcástica, informal—.

¿Incluso alguna vez estuviste embarazada?

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—¿Embarazada? ¿Es eso lo que te dijeron, algo acerca de morir en el

parto? —Niega con su cabeza—. No, no lo estaba. Había estado planeando

escaparme por meses… necesitaba desaparecer. Pensé que él podría

contártelo cuando fueras lo suficientemente mayor.

Solté una risa corta, como un ladrido.

—Pensaste que Marcus Eaton admitiría que su esposa lo dejó. A mí.

—Eres su hijo —dice Evelyn, frunciendo su ceño—. Te ama.

Entonces, toda la tensión de las últimas horas, las últimas semanas, los

últimos años levantándose en mí interior, es demasiado como para

contenerla, y realmente me rió, pero sale sonando extraño, mecánico. Me

asusta incluso pensar que lo estoy haciendo.

—Tienes el derecho a estar enojado porque te hubieran mentido —dice—.

Yo también estaría enojada. Pero Tobias, tenía que irme, sé que entiendes

por qué…

Se acerca a mí, y agarro su muñeca, alejándola.

—No me toques.

—Está bien, de acuerdo. —Levanta sus palmas en alto y se aleja—. Pero

entiéndelo, tienes que hacerlo.

—Lo que entiendo es que me dejaste solo en una casa con un maníaco

sádico —digo.

Se ve como si algo en su interior estuviera derrumbándose. Sus manos

caen a sus costados como dos pesos. Sus hombros caen. Incluso su rostro

se afloja, mientras empieza a entender lo que quiero decir, a lo que debo

referirme. Cruzo mis brazos y empujó mis hombros hacia atrás, tratando

de verme tan grande, fuerte y duro como sea posible. Es más fácil ahora,

en negro Osadía, que en lugar de gris Abnegación, y quizás es por eso que

escogí a Osadía como refugio. No por querer hacer daño, no para lastimar

a Marcus, sino porque sabía que esta vida me enseñaría una manera de

ser más fuerte.

—Yo… —comienza a decir.

—Deja de perder mi tiempo. ¿Qué estamos haciendo aquí? —Lanzo la

arrugada nota al suelo entre nosotros y levanto mis cejas—. Han pasado

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siete años desde que moriste, y nunca antes trataste de hacer esta

dramática revelación, así que, ¿qué es diferente ahora?

Al principio no responde. Luego se recompone, visiblemente, y dice:

—Nosotros, los Sin Facción, nos gusta mantener un ojo sobre las cosas.

Cosas como la Ceremonia de Elección. Esta vez, nuestro ojo me contó que

elegiste Osadía. Habría ido personalmente, pero no quería correr el riesgo

de encontrarme con él. Me he convertido… en una especie de líder para los

Sin Facción, y es importante no exponerme a mí misma.

Sentí algo amargo.

—Bien, bueno —digo—. Qué padres tan importantes tengo. Soy muy

afortunado.

—Tú no eres así —dice—. ¿Incluso hay una parte de ti feliz de verme otra

vez?

—¿Feliz de verte otra vez? —digo—. Apenas te recuerdo, Evelyn. Casi he

vivido tanto tiempo sin ti como contigo.

Su rostro se contorsiona. La lastimé. Me alegro.

—Cuando elegiste Osadía —continúa lentamente—, sabía que era el

momento de acercarme a ti. Siempre estuve planeando encontrarte,

después que eligieras y estuvieras por tu cuenta, así podría invitarte a que

te unas a nosotros.

—Unirme a ti —digo—. ¿Convertirme en un Sin Facción? ¿Por qué querría

hacer eso?

—Nuestra ciudad está cambiando, Tobias. —Es lo mismo que Max dijo

ayer—. Los Sin Facción están uniéndose, así como también lo están

haciendo Osadía y Erudición. En algún momento, pronto, todos tendrán

que elegir un lado, y conozco uno en el cual preferirías estar. Creo que

realmente puedes hacer una diferencia con nosotros.

—¿Tú sabes en cuál preferiría estar? En serio —digo—. No soy un traidor a

la facción. Elegí Osadía; ahí es donde pertenezco.

—No eres uno de esos tontos locos imprudentes —espeta—. Como no eras

un Estirado asfixiado y esclavo. Puedes ser más que cualquiera, más que

cualquier facción.

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—No tienes idea de lo que soy o de lo que puedo ser —digo—. Fui el

primero en la clasificación de los iniciados. Quieren que sea un líder de

Osadía.

—No seas ingenuo —dice, entrecerrando sus ojos—. No quieren un nuevo

líder; quieren a un peón que puedan manipular. Es por eso que Jeanine

Matthews frecuenta la sede de Osadía, es por eso que sigue colocando

secuaces en tu facción para informarse sobre su comportamiento. ¿No te

has dado cuenta que parece ser consciente de cosas que no tiene derecho

a saber, que siguen cambiando el entrenamiento de Osadía,

experimentando con ellos? Como si Osadía cambiaría incluso algo como

eso por su propia cuenta.

Amar nos dijo que los pasajes del miedo no solían venir al principio en la

iniciación de Osadía, que se trataba de algo nuevo que estaban probando.

Un experimento. Pero ella tiene razón; los de Osadía no hacen

experimentos. Si estuvieran realmente preocupados por la practicidad y

eficiencia, no se molestarían en enseñarnos a lanzar cuchillos.

Y luego está Amar, apareciendo muerto. ¿No fui yo el que acusó a Eric de

ser un informante? ¿No he sospechado por semanas que él todavía estaba

en contacto con los de Erudición?

—Incluso si tienes razón —digo, y toda la maliciosa energía ha

desaparecido de mí. Me acerco más a ella—. Incluso si tienes razón sobre

Osadía, nunca me uniría a ti. —Trato de evitar que mi voz vacile cuando

agrego—: Jamás quiero volver a verte.

—No te creo —dice ella en voz baja.

—No me importa lo que creas.

Me muevo más allá de ella, hacia las escaleras que subí para llegar hasta

la plataforma.

Ella grita detrás de mí:

—Si cambias de opinión, cualquier mensaje dado a uno de los Sin Facción

irá a mí.

No miro hacia atrás. Bajo rápidamente las escaleras y corro a toda

velocidad por la calle, lejos de la plataforma. Ni siquiera sé si me estoy

desplazando en la dirección correcta, solo que quiero estar lo más lejos

posible de ella.

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No duermo.

Camino de un lado a otro por mi apartamento, frenético. Saco de mis

cajones los restos de mi vida en Abnegación y los echo a la basura, la

camisa rota, los pantalones, los zapatos, los calcetines, incluso mi reloj.

En algún momento cerca del amanecer, arrojo la máquina de afeitar

eléctrica contra la pared de la ducha, y ésta se rompe en varios pedazos.

Una hora después del alba, camino a la tienda de tatuajes. Tori ya está

ahí… bueno, “ahí” podría ser una palabra demasiado fuerte, porque sus

ojos están hinchados por el sueño y desenfocados, y ella acaba de empezar

su café.

—¿Ocurre algo? —dice—. No estoy realmente aquí. Se supone que debo ir

a correr con Bud, ese maniático.

—Espero que hagas una excepción —digo.

—No mucha gente viene aquí con solicitudes de tatuajes urgentes —dice

ella.

—Siempre hay una primera vez para todo.

—Está bien. —Se reacomoda en el asiento, más alerta ahora—. ¿Tienes

algo en mente?

—Tenías un dibujo en tu apartamento cuando pasamos por ahí hace unas

semanas. Era de todos los símbolos de las facciones juntos. ¿Todavía lo

tienes?

Ella se pone rígida.

—No se suponía que vieras eso.

Sé por qué no se suponía que lo viera, por qué ese dibujo no es algo que

ella quiera hacer público. Sugiere inclinaciones hacia otras facciones en

lugar de afirmar la supremacía de Osadía, como se supone que lo hagan

sus tatuajes. Incluso los miembros establecidos de Osadía están

preocupados por parecer lo suficiente de Osadía, y no sé por qué es así,

qué tipo de amenazas son lanzadas a las personas que podrían ser

llamadas “traidores a la facción”, pero eso es exactamente por lo que estoy

aquí.

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—En cierto modo ese es el punto —digo—. Quiero ese tatuaje.

Pensé en ello de camino a casa, mientras le daba vueltas a lo que dijo mi

madre, una y otra vez. Tú puedes ser más que cualquiera, más que

cualquier facción. Ella pensaba que con el fin de ser más que cualquier

facción, yo tendría que abandonar este lugar y a las personas que me han

acogido como a uno de los suyos; tendría que perdonarla y permitirme

tolerar sus creencias y su estilo de vida. Pero no tengo que irme, y no

tengo que hacer nada que no quiera hacer. Puedo ser más que cualquier

facción justo aquí en Osadía; tal vez ya soy más, y es hora de demostrarlo.

Tori mira a su alrededor, con los ojos saltando a la cámara en la esquina,

una que noté cuando entré. Ella es el tipo de persona que también se fija

en las cámaras.

—Era solo un estúpido dibujo —dice en voz alta—. Ven, claramente estás

molesto… podemos hablar de eso, encontrar algo mejor que ponerte.

Me hace señas hacia la parte posterior de la tienda, pasando por la sala de

almacenamiento detrás de ésta, y entrando a su apartamento de nuevo.

Caminamos por la destartalada cocina hacia la sala de estar, donde sus

dibujos aún están apilados en la mesa de café.

Revisa las páginas hasta que encuentra un dibujo como del que yo estaba

hablando, las llamas de Osadía siendo ahuecadas por las manos de

Abnegación, las raíces del árbol de Cordialidad creciendo por debajo de un

ojo de Erudición, el cual está equilibrado bajo las balanzas de Verdad.

Todos los símbolos de las facciones apilados uno encima del otro. Ella lo

sostiene, y yo asiento.

—No puedo hacer esto en un lugar que la gente vea todo el tiempo —dice

ella—. Eso te convertirá en un objetivo andante. Un presunto traidor a la

facción.

—Lo quiero en mi espalda —digo—. Cubriendo mi columna.

Las heridas de mi último día con mi padre ahora están curadas, pero

quiero recordar donde estaban; quiero recordar de lo que me escapé por el

resto de mi vida.

—Realmente no haces las cosas a medias, ¿cierto? —Ella suspira—.

Tomará mucho tiempo. Varias sesiones. Tendremos que hacerlo aquí,

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fuera de las horas de trabajo, porque no voy a dejar que esas cámaras lo

capten, incluso si no se molestan en mirar aquí la mayor parte del tiempo.

—Bien —digo.

—Sabes, el tipo de persona que se hace este tatuaje es probablemente del

tipo que debería mantenerlo muy escondido —dice ella, mirándome por el

rabillo del ojo—. O alguien más comenzará a pensar que es Divergente.

—¿Divergente?

—Es una palabra que tenemos para las personas que están conscientes

durante las simulaciones, las que se niegan a una categorización —dice

ella—. Una palabra que no dices descuidadamente, porque esas personas

a menudo mueren en circunstancias misteriosas.

Ella tiene sus codos apoyados en las rodillas, casualmente, mientras

esboza el tatuaje que quiero en papel transparente. Nuestros ojos se

encuentran, y me doy cuenta: Amar. Él estaba consciente durante las

simulaciones, y ahora está muerto.

Amar era Divergente.

Y yo también.

—Gracias por la lección de vocabulario —digo.

—No hay problema. —Ella vuelve a su dibujo—. Tengo la sensación de que

disfrutas sometiéndote a situaciones desagradables.

—¿Y? —digo.

—Nada, es solo una cualidad bastante de Osadía para alguien que obtuvo

un resultado de Abnegación. —Su boca se contrae—. Vamos a empezar. Le

dejaré una nota a Bud; él puede correr solo por esta vez.

Quizás Tori tiene razón. Tal vez disfruto “sometiéndome a situaciones

desagradables”; tal vez hay una vena masoquista dentro de mí que usa el

dolor para lidiar con el dolor. El débil ardor que me sigue al siguiente día

de entrenamiento de liderazgo sin duda hace que sea más fácil centrarme

en lo que estoy a punto de hacer, en lugar de la voz baja y fría de mi madre

y en la forma en que la aparté cuando trató de consolarme.

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En los años después de su muerte, solía soñar que ella volvía a la vida en

mitad de la noche y pasaba la mano por mi cabello y decía algo

reconfortante pero sin sentido, como: “Va a estar bien” o “Mejorará algún

día”. Pero luego dejé de permitirme soñar, porque era más doloroso

anhelar cosas y nunca conseguirlas que lidiar con lo que sea que estuviera

frente a mí. Incluso ahora no quiero imaginar cómo sería reconciliarme con

ella, cómo sería tener una madre. Ya estoy demasiado viejo para escuchar

tonterías reconfortantes. Demasiado viejo para creer que todo va a estar

bien.

Compruebo la parte superior de la venda que sobresale por encima de mi

cuello para asegurarme de que está asegurada. Tori delineó los dos

primeros símbolos esta mañana, el de Osadía y el de Abnegación, que

serán más grandes que los demás, ya que son la facción que elegí y la

facción para la que en realidad soy apto, respectivamente… al menos, creo

que tengo aptitudes para Abnegación, pero es difícil estar seguro. Ella me

dijo que los mantuviera cubiertos. La llama de Osadía es el único símbolo

que se muestra con mi camisa puesta, y no me encuentro en la posición de

quitarme la camisa en público muy a menudo, así que dudo que eso sea

un problema.

Todos los demás ya están en la sala de conferencias, y Max les está

hablando. Siento una especie de fatiga irreflexiva mientras camino por la

puerta y tomo mi asiento. Evelyn estaba equivocada acerca de bastantes

cosas, pero no estaba equivocada sobre Osadía: Jeanine y Max no quieren

un líder de Osadía, quieren un peón, y es por eso que lo están

seleccionando entre los más jóvenes de nosotros, porque los jóvenes son

formados y moldeados más fácilmente. No seré moldeado y formado por

Jeanine Matthews. No seré un peón, ni para ellos ni para mi madre ni para

mi padre; no perteneceré a nadie más que a mí mismo.

—Qué amable de tu parte el unirte a nosotros —dice Max—. ¿Acaso esta

reunión interrumpe tu sueño?

Los demás se ríen tontamente, y Max continúa.

—Como estaba diciendo, hoy me gustaría conocer su opinión acerca de

cómo mejorar a Osadía: la visión que tienen para nuestra facción en los

próximos años —dice—. Me reuniré con ustedes en grupos según la edad,

primero los mayores. El resto de ustedes, piensen en algo bueno que decir.

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Él se va con los tres candidatos más antiguos. Eric está justo enfrente de

mí, y me doy cuenta que tiene incluso más metal en su rostro que la

última vez que lo vi: ahora hay aros atravesando sus cejas. Pronto va a

parecerse más a un alfiletero que a un ser humano. Tal vez ese es el

punto: estrategia. Nadie que lo vea ahora podría confundirlo jamás con ser

de Erudición.

—¿Mis ojos me engañan, o de verdad llegaste tarde porque estabas

haciéndote un tatuaje? —dice, señalando la esquina de la venda que es

visible justo por encima de mi hombro.

—Perdí la noción del tiempo —digo—. Una gran cantidad de metal parece

haberse adherido a tu rostro recientemente. Puede que quieras que te

revisen eso.

—Gracioso —dice Eric—. No estaba seguro de que alguien con tus

antecedentes alguna vez pudiera desarrollar un sentido del humor. Tu

padre no parece ser la clase de persona que lo permita.

Siento una punzada de miedo. Él está extremadamente cerca de decir mi

nombre en frente de esta sala llena de gente, y quiere que lo sepa: quiere

que recuerde que él sabe quién soy, y que puede usarlo en mí contra

cuando le plazca.

No puedo fingir que no me importa. La dinámica de poder ha cambiando y

no puedo hacer que cambie de vuelta.

—Creo que se quién te dijo eso —digo—. Jeanine Matthews sabe tanto mi

nombre como mi apodo. Debe de haberte dado ambos.

—Ya estaba bastante seguro —dice en voz baja—. Pero mis sospechas

fueron confirmadas por una fuente creíble, sí. No eres tan bueno

guardando secretos como piensas, Cuatro.

Lo amenazaría, le diría que si revela mi nombre a los de Osadía, yo

revelaría su conexión duradera con Erudición. Pero no tengo evidencia, y

en Osadía sienten más aversión por Abnegación que por Erudición de

todas formas. Me siento de nuevo en la silla a esperar.

Los otros salen en fila cuando son llamados, y pronto somos los únicos

que quedan. Max baja por el corredor, y nos llama desde la puerta, sin una

palabra. Lo seguimos hasta su oficina, la cual reconozco por la grabación

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de ayer de su reunión con Jeanine Matthews. Uso mi recuerdo de esa

conversación para prepararme para lo que viene.

—Entonces. —Max dobla sus manos en su escritorio, y de nuevo estoy

impresionado por lo extraño que es verlo en un ambiente tan limpio y

formal. Él pertenece en una sala de entrenamiento, golpeando un saco, o

junto al Pozo, inclinándose sobre la baranda. No sentado en una mesa

baja de madera, rodeado de papeleo.

Miro por la ventana de la Espira al sector de Osadía en la ciudad. Unos

cuantos metros más allá puedo ver el borde del agujero al que salté la

primera vez que escogí Osadía, y la azotea en donde estuve antes de eso.

Escogí Osadía, le dije a mi madre ayer. Ahí es donde pertenezco.

¿Es eso verdad?

—Eric, empecemos contigo —dice Max—. ¿Tienes ideas acerca de lo que

puede ser bueno para Osadía, para avanzar?

—Las tengo. —Eric se sienta—. Creo que necesitamos hacer algunos

cambios, y creo que deberían empezar durante la iniciación.

—¿Qué clase de cambios tienes en mente?

—Osadía siempre ha adoptado un espíritu de competencia —dice Eric—.

La competencia nos hace mejores; saca a relucir las mejores partes de

nosotros, las más fuertes. Creo que la iniciación debe fomentar más ese

sentido de competencia de lo que lo hace actualmente, para que produzca

los mejores iniciados posibles. En este momento, los iniciados están

compitiendo únicamente contra el sistema, esforzándose para obtener una

puntuación particular para avanzar. Creo que deberían competir entre

ellos para lugares en Osadía.

No puedo evitarlo; me doy vuelta y lo miro fijamente. ¿Un número limitado

de lugares? ¿En una facción? ¿Después de solo dos semanas de

entrenamiento de los iniciados?

—¿Y si no obtienen un lugar?

—Se convierten en Sin Facción —dice Eric. Me trago una risa burlona. Eric

continúa—. Si creemos que Osadía es en verdad la mejor facción a la que

unirse, que sus metas son más importantes que las metas de otras

facciones, entonces convertirse en uno de nosotros debe ser un honor y un

privilegio, no un derecho.

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—¿Estás bromeando? —digo, incapaz de contenerme por más tiempo—. La

gente escoge una facción porque valoran las mismas cosas que valora la

facción, no porque sean competentes en lo que enseña una facción.

Estarías echando a las personas de Osadía por no ser lo suficientemente

fuertes para saltar a un tren o ganar una pelea. Favorecerías a los

grandes, fuertes y despiadados más que a los pequeños, inteligentes y

valientes… no estarías mejorando a Osadía en absoluto.

—Estoy seguro que los pequeños e inteligentes estarían mejor en

Erudición, o como pequeños Estirados vestidos de gris —dice Eric con una

sonrisa torcida—. Y no creo que les estés dando suficiente crédito a

nuestros potenciales nuevos miembros de Osadía, Cuatro. Este sistema

favorecería solo a los más determinados.

Miro a Max. Espero que no se vea impresionado por el plan de Eric, pero

no es así. Se está inclinando hacia delante, concentrado en el rostro

perforado de Eric como si algo en él lo hubiera inspirado.

—Este es un debate interesante —dice Max—. Cuatro, ¿cómo mejorarías

Osadía, al no hacer la iniciación más competitiva?

Sacudo mi cabeza, mirando por la ventana de nuevo. No eres uno de esos

locos tontos imprudentes, me dijo mi madre. Pero esas son las personas

que quiere Eric en Osadía: locos tontos imprudentes. Si Eric es uno de los

lacayos de Jeanine, ¿entonces por qué Jeanine lo estimularía para que

propusiera este tipo de plan?

Oh. Porque los locos tontos imprudentes son más fáciles de controlar, más

fáciles de manipular. Obviamente.

—Mejoraría Osadía promoviendo la verdadera valentía en lugar de la

estupidez y brutalidad —digo—. Quiten el lanzamiento de cuchillos.

Preparen a la gente física y mentalmente para defender a los débiles de los

fuertes. Eso es lo que nuestro manifiesto incentiva: actos ordinarios de

valentía. Creo que deberíamos volver a eso.

—Y luego todos podemos tomarnos de las manos y cantar una canción

juntos, ¿verdad? —Eric pone sus ojos en blanco—. Quieres transformar

Osadía en Cordialidad.

—No —digo—. Quiero asegurarme que todavía sepamos cómo pensar por

nosotros mismos, pensar más que solo sentir la próxima oleada de

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adrenalina. O solo pensar, punto. De esa manera no podríamos ser

superados o… controlados del exterior.

—Suena un poco a Erudición para mí —dice Eric.

—La habilidad para pensar no es exclusiva de Erudición —estallo—. La

habilidad de pensar en situaciones llenas de tensión es lo que se supone

que las simulaciones de miedo desarrollan.

—De acuerdo, de acuerdo —dice Max, levantando sus manos. Se ve

turbado—. Cuatro, perdona por decir esto, pero suenas un poco paranoico.

¿Quién nos superaría, o trataría de controlarnos? Las facciones han

coexistido pacíficamente por más tiempo del que llevas vivo, no hay razón

por la que cambie eso ahora.

Abro mi boca para decirle que está equivocado, que en el segundo que dejó

a Jeanine Matthews involucrarse en los asuntos de nuestra facción, al

segundo que dejó que introdujera transferidos leales a Erudición en

nuestro programa de iniciación, al segundo que empezó a consultar con

ella sobre a quién designar como el siguiente líder de Osadía, comprometió

el sistema de frenos y contrapesos que nos ha permitido coexistir

pacíficamente por tanto tiempo. Pero entonces me doy cuenta que decirle

todas esas cosas sería acusarlo de traición, y revelaría lo mucho que sé.

Max me mira, y veo decepción en su rostro. Sé que le agrado, le agrado

más que Eric, al menos. Pero mi madre tenía razón ayer, Max no quiere a

alguien como yo, alguien que puede pensar por sí mismo, desarrollando su

propia agenda. Quiere a alguien como Eric, quien lo ayudará a establecer

la nueva agenda de Osadía, quien será fácilmente manipulable,

simplemente porque está bajo el pulgar de Jeanine Matthews, alguien con

quien Max está estrechamente aliado.

Mi madre me presentó dos opciones ayer: ser un peón de Osadía, o

volverme un Sin Facción. Pero hay una tercera opción: no ser ninguno.

Aliarme con nadie en particular. Vivir bajo el radar, y libre. Eso es lo que

realmente quiero: quitar todas las personas que quieren darme forma, una

por una, y aprender en su lugar a darme forma a mí mismo.

—Para ser honesto, señor, no creo que este sea el lugar adecuado para mí

—digo calmadamente—. Le dije la primera vez que me preguntó que me

gustaría ser un instructor, y creo que cada vez más me doy cuenta que ahí

es donde pertenezco.

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—¿Eric, nos permites un momento, por favor? —dice Max. Eric, apenas es

capaz de suprimir su júbilo, asiente y se va. No lo veo irse, pero apostaría

todo mi crédito de Osadía que hay un pequeño salto en sus pasos mientras

camina hasta la puerta.

Max se levanta y se sienta a mi lado, en la silla que Eric acaba de

desocupar.

—Espero que no estés diciendo esto porque te acusé de estar paranoico —

dice Max—. Solo estaba preocupado por ti. Me temía que la presión te

estuviera afectando, que no estuvieras pensando bien. Sigo pensando que

eres un fuerte candidato para el liderazgo. Encajas en el perfil correcto,

has demostrado suficiente competencia con todo lo que te hemos

enseñado; y más allá de eso, francamente, eres más agradable que algunos

de nuestros otros candidatos prometedores, lo que es importante en un

ambiente cerrado de trabajo.

—Gracias —digo—. Pero tienes razón, la presión me está afectando. Y la

presión si fuera un líder sería mucho peor.

Max asiente tristemente.

—Bueno. —Asiente de nuevo—. Si quieres ser un instructor de iniciados,

arreglaré eso para ti. Pero ese es un trabajo de temporada, ¿en dónde

quieres ser colocado por el resto del año?

—Estaba pensando en la sala de control —digo—. He descubierto que

disfruto trabajar con computadoras. No creo que disfrute tanto patrullar.

—De acuerdo —dice Max—. Considéralo hecho. Gracias por ser honesto

conmigo.

Me levanto, y todo lo que siento es alivio. Él parece preocupado,

comprensivo. No receloso de mí, mis motivos o mi paranoia.

—Si alguna vez cambias de opinión —dice Max—, por favor no dudes en

decirme. Siempre ocuparíamos a alguien como tú.

—Gracias —digo, y aunque sea el peor traidor a la facción de los que he

conocido, y probablemente responsable al menos en parte de la muerte de

Amar, no puedo evitar sentirme un poco agradecido porque me dejara ir

tan fácilmente.

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Eric me está esperando a la vuelta de la esquina. Cuando trato de pasarle,

me agarra el brazo.

—Cuidado, Eaton —murmura—. Si algo de mi participación con Erudición

se te escapa, no te va a gustar lo que te va a pasar.

—Tampoco te va a gustar lo que va a pasar contigo si alguna vez me

llamas por ese nombre otra vez.

—Pronto seré uno de tus líderes —dice Eric, sonriendo con suficiencia—. Y

créeme, voy a vigilarte muy, muy de cerca para ver qué tan bien

implementas mis nuevos métodos de entrenamiento.

—No le agradas, ¿lo sabías? —digo—. A Max, me refiero. Preferiría tener a

cualquiera, menos a ti. No te va a dar más que una pulgada en cualquier

dirección. Así que, buena suerte con tu corta correa.

Arranco mi brazo de su agarre y camino hacia los elevadores.

—Hombre —dice Shauna—. Eso es un mal día.

—Sí.

Ella y yo estamos sentados junto al abismo con nuestros pies sobre el

borde. Descanso mi cabeza sobre las barras de la baranda de metal que

evita que caigamos a nuestras muertes, y siento el rocío del agua contra

mis tobillos mientras una de las olas más grandes golpea una pared.

Le conté acerca de mi salida del entrenamiento de liderazgo, y la amenaza

de Eric, pero no le dije nada acerca de mi madre. ¿Cómo le dices a alguien

que tu madre volvió de los muertos?

Toda mi vida, alguien ha estado tratando de controlarme. Marcus era el

tirano de nuestra casa, y nada pasaba sin su permiso. Y luego Max quiere

reclutarme como su adulador en Osadía. E incluso mi madre tiene un plan

para mí, para que me una a ella cuando llegara a una edad determinada

para trabajar en contra del sistema de facciones contra el que ella tiene

una venganza, por cualquier razón. Y justo cuando pensé que había

escapado del control completamente, Eric se lanza a recordarme que si él

se convierte en un líder de Osadía, estará vigilándome.

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Me doy cuenta que todo lo que tengo son pequeños momentos de rebelión

que soy capaz de manejar, justo como cuando estaba en Abnegación,

recolectando objetos que encontraba en la calle. El tatuaje que Tori está

dibujándome en la espalda, el que podría declararme Divergente, es uno de

esos momentos. Tengo que seguir buscando más de ellos, más breves

momentos de libertad en un mundo que se rehúsa a permitirlo.

—¿Dónde está Zeke? —digo.

—No lo sé —dice ella—. No he querido pasar mucho rato con él

últimamente.

La miro de reojo.

—Puedes solo decirle que te gusta, ¿sabes? Honestamente creo que no

tiene ni idea.

—Eso es obvio —dice, con un bufido—. Pero, ¿y si esto es lo que quiere,

solo rebotar de chica en chica por un rato? No quiero ser una de esas

chicas a las que rebota.

—Dudo seriamente que lo seas —digo—, pero es suficientemente justo.

Nos sentamos en silencio por unos segundos, ambos mirando fijamente a

las violentas aguas abajo.

—Serás un buen instructor —dice—. Fuiste muy bueno enseñándome.

—Gracias.

—Ahí están —dice Zeke detrás de nosotros. Está cargando una botella

llena de alguna clase de líquido marrón, sosteniéndola por el cuello—.

Vamos. Encontré algo.

Shauna y yo nos miramos entre sí y nos encogemos de hombros, luego lo

seguimos a las puertas al otro lado del Pozo, las que atravesamos después

de saltar a la red. Pero en lugar de dirigirnos a la red, nos lleva a través de

otra puerta, la cerradura está tapada con cinta adhesiva, y más allá un

negro corredor y un tramo de escaleras colgantes.

—Debería estar llegando… ¡Ay!

—Perdón, no sabía que te ibas a detener —dice Shauna.

—Esperen, ya casi lo tengo…

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Él abre una puerta, dejando entrar una luz tenue de modo que podemos

ver en dónde estamos. Estamos al otro lado del abismo, a unos cuantos

pies sobre el agua. Sobre nosotros, el Pozo parece continuar

indefinidamente, y las personas moviéndose cerca de la baranda se ven

pequeñas y oscuras, imposibles de distinguir a esta distancia.

Me río. Zeke acaba de guiarnos a otro pequeño momento de rebelión,

probablemente sin intención de hacerlo.

—¿Cómo encontraste este lugar? —dice Shauna con obvio asombro

mientras salta a una de las rocas más bajas. Ahora que estoy aquí, veo un

camino que nos llevaría hacia arriba y a través de la pared, si quisiéramos

caminar al otro lado del abismo.

—Esa chica María —dice Zeke—. Su mamá trabaja en el mantenimiento

del abismo. No sabía que hubiera una cosa así, pero aparentemente sí la

hay.

—¿Todavía la estás viendo? —pregunta Shauna, tratando de ser casual.

—Nah —dice Zeke—. Cada vez que estaba con ella, seguía sintiendo la

necesidad de estar con amigos en su lugar. Esa no es una buena señal,

¿verdad?

—No —concuerda Shauna, y parece estar más feliz que antes.

Desciendo más cuidadosamente a la roca donde Shauna está de pie. Zeke

se sienta al lado de ella, abriendo su botella y pasándola.

—Escuché que estás fuera del entrenamiento —dice Zeke cuando me la

pasa a mí—. Pensé que podrías necesitar beber.

—Sí —digo, y luego tomo un trago.

—Consideren este acto de ebriedad pública una gran… —Hace un gesto

obsceno hacia el techo de vidrio sobre el Pozo—. Ya saben, por Max y Eric.

Y Evelyn, pienso, mientras tomo otro trago.

—Estaré trabajando en la sala de control cuando no esté entrenando

iniciados —digo.

—Genial —dice Zeke—. Será bueno tener a un amigo ahí. En este

momento nadie me habla.

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—Suena como yo en mi vieja facción —digo con una risa—. Imaginen todo

un período de almuerzo en el que nadie siquiera te mira.

—Ay —dice Zeke—. Bueno, entonces apuesto a que estás feliz de estar

aquí ahora mismo.

Tomo la botella de él de nuevo, bebo otro trago de alcohol punzante y

abrasador, y limpio mi boca con el dorso de mi mano.

—Sí, lo estoy.

Si las facciones se están deteriorando, como mi madre me quiere hacer

creer, este no es un mal lugar para verlas desmoronarse. Al menos aquí

tengo amigos para hacerme compañía mientras eso pasa.

Es apenas después del anochecer, y tengo puesta mi capucha para

esconder mi rostro mientras corro a través del área de los Sin Facción de

la ciudad, justo en la frontera que comparte con el sector de Abnegación.

Tengo que llegar a la escuela para orientarme, pero ahora recuerdo en

dónde estoy, y a dónde corrí ese día cuando irrumpí en un almacén de los

Sin Facción, en búsqueda de una brasa moribunda.

Alcanzo la puerta que atravesé cuando salí, y la golpeo con mi primer

nudillo. Puedo escuchar voces un poco más allá y huelo comida de una de

las ventanas abiertas, donde el humo del fuego de dentro se cuela al

callejón. Pasos, mientras alguien viene a ver de qué se tratan los golpes.

Esta vez el hombre está usando una camiseta roja de Cordialidad y

pantalones negros de Osadía. Todavía tiene una toalla metida en su

bolsillo trasero, la misma de la última vez que hablé con él. Abre la puerta

apenas para verme, y no más.

—Bueno, mira quién hizo un cambio —dijo, observando mis ropas de

Osadía—. ¿A qué se debe esta visita? ¿Extrañaste mi encantadora

compañía?

—Sabías que mi madre estaba viva cuando nos conocimos —digo—. Así es

como me reconociste, porque has pasado tiempo con ella. Así fue como

supiste lo que había dicho acerca de la inercia que la había llevado a

Abnegación.

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—Sí —dijo el hombre—. No pensé que fuera asunto mío ser el que te dijera

que estaba viva todavía. ¿Estás aquí para exigir una disculpa o algo?

—No —digo—. Estoy aquí para entregar un mensaje. ¿Se lo darás?

—Sí, claro. La veré en los próximos dos días.

Alcanzo mi bolsillo y saco un pedazo de papel doblado. Se lo ofrezco.

—Adelante, léela, no me importa —digo—. Y gracias.

—No hay problema —dice—. ¿Quieres entrar? Empiezas a parecer más

uno de nosotros que uno de ellos, Eaton.

Sacudo mi cabeza.

Me devuelvo por el callejón, y antes de doblar por la esquina, lo veo

abriendo la nota para leer lo que dice.

Evelyn,

Algún día. Aún no.

—4

P.D: Me alegra que no estés muerta.

FIN

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SOBRE LA AUTORA

Veronica Roth es una escritora estadounidense nacida el 19 de agosto de

1988 en Chicago, Illinois. Ya en su juventud se sintió familiarizada con la

literatura, por lo que le gustaba escribir y leer en sus tiempos libres;

después de terminar sus estudios académicos, su familia tuvo conciencia

del talento para escribir que tenía, la animó para que se matriculara en la

prestigiosa Universidad Northwestern para estudiar “Escritura Creativa”

donde se graduó y fue licenciada en dicha carrera. Estudiando en ella se

sintió inspirada para escribir su primer libro. Es conocida por su novela

debut, best-seller del The New York Times, Divergente, y su secuela

Insurgente. Roth ha ganado el reconocimiento de Goodreads al Libro

Favorito de 2011 y a la mejor historia de Fantasía y Ciencia ficción para

jóvenes adultos en 2012.

Historias de Cuatro:

1. El Transferido

2. El Iniciado

3. El Hijo

4. El Traidor

Trilogía Divergente:

1. Divergente

2. Cuatro Cuenta Su Historia

3. Insurgente

4. El Camino a Leal

5. Leal

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CRÉDITOS

MODERADORAS:

LizC

Mari NC

Traductores:

Isa 229

Itorres

IvanaTG

Jadasa

Youngblood

Mari NC

Otravaga

Shilo

Correctores:

LizC

Revisión y Recopilación:

LizC

Diseño:

PaulaMayfair

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BOOKZINGA